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Misión y Dimisión Las Molucas en el siglo XVII entre jesuitas portugueses y españoles Jean-Noël Sánchez Pons Universidad de Estrasburgo Únicamente Dios tiene el privilegio de abandonarnos. Los hombres sólo pueden fallarnos. Emil Cioran Del inconveniente de haber nacido La Historia de la misión jesuita de Molucas en el siglo XVII es la de una aguda e irresuelta cuestión de jurisdicción fronteriza entre españoles y portugueses. Sin embargo, a pesar de lo que podría dejar suponer esta primera formulación, el caso difiere radicalmente del que se presenta en Paraguay en la misma época. En efecto, si bien, como en el caso de las misiones guaraníes, el problema consiste en la ubicación de una misión religiosa en la frontera entre los espacios coloniales y político-administrativos españoles y portugueses complicado en este caso por la superposición de esferas políticas autóctonas soberanas y la avasalladora amenaza de los protestantes flamencos la particularidad de la infausta misión moluqueño radica en que el problema jurisdiccional es ahí ante todo intra-jesuítico, ya que lo que está en juego es la adscripción de una zona misional a una provincia española o portuguesa. El destino de la misión de Molucas en el siglo XVII constituye la oculta vertiente religiosa de un episodio de la Historia colonial de España que, a pesar de haber durado cerca de sesenta

Misión y Dimisión Las Molucas en el siglo XVII entre jesuitas portugueses y españoles

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Misión y Dimisión

Las Molucas en el siglo XVII

entre jesuitas portugueses y españoles

Jean-Noël Sánchez Pons

Universidad de Estrasburgo

Únicamente Dios tiene el privilegio de abandonarnos.

Los hombres sólo pueden fallarnos.

Emil Cioran

Del inconveniente de haber nacido

La Historia de la misión jesuita de Molucas en el siglo XVII es la de una aguda e irresuelta

cuestión de jurisdicción fronteriza entre españoles y portugueses. Sin embargo, a pesar de lo

que podría dejar suponer esta primera formulación, el caso difiere radicalmente del que se

presenta en Paraguay en la misma época. En efecto, si bien, como en el caso de las misiones

guaraníes, el problema consiste en la ubicación de una misión religiosa en la frontera entre los

espacios coloniales y político-administrativos españoles y portugueses – complicado en este

caso por la superposición de esferas políticas autóctonas soberanas y la avasalladora amenaza

de los protestantes flamencos – la particularidad de la infausta misión moluqueño radica en

que el problema jurisdiccional es ahí ante todo intra-jesuítico, ya que lo que está en juego es

la adscripción de una zona misional a una provincia española o portuguesa.

El destino de la misión de Molucas en el siglo XVII constituye la oculta vertiente religiosa

de un episodio de la Historia colonial de España que, a pesar de haber durado cerca de sesenta

años, resulta también ampliamente desconocido. Esta oscuridad se remonta a la misma época

de los acontecimientos y de hecho, el investigador asiste a partir de los años 1620,

al hundimiento de la cuestión moluqueña, en sus aspectos tanto políticos, militares,

económicos como religiosos en los abismos de un sospechablemente voluntario olvido

administrativo- archivístico.

Gran parte de un importante capítulo de la presencia ibérica en Asia queda así por escribir.

Afortunadamente, esta redacción resulta considerablemente facilitada por el portentoso

trabajo realizado por Hubert Jacobs, SJ, a finales de los años 1970, la publicación de los tres

tomos de los Documenta Malucensia, donde están recopilados la gran mayoría de las cartas

relativas a la misión de Molucas desde su principio hasta su ocaso final. Aun así, la existencia

de esta admirable realización científica no nos parece convertir la historia de la misión

jesuítica en las Islas de las Especias en un capítulo cerrado. Al contrario, nuestra convicción

es que, con base a este valioso material, se precisa contestar preguntas que siguen pendientes

relativamente al contexto de los acontecimientos, su desarrollo preciso y sobre todo a las

razones que los explican.

En el marco de este artículo, no aspiramos, ni mucho menos, a dar una respuesta categórica

a este último interrogante, sino, más humildemente, a delimitar en la medida de lo posible lo

que nos parece un ineludible terreno de investigación.

Las Molucas portuguesas

Las Molucas propiamente dichas son las cinco islas situadas en frente de la gran ínsula de

Halmahera1, a las puertas de Papuasia. Dos de ellas, de un tamaño comparable con la baleárica

Formentera, compiten por la hegemonía sobre la región y su riqueza, el clavo odorífico, que

sólo crece en aquellos lejanos parajes hasta el siglo XVIII.

Un año después de la toma de Malaca, en 1512, los portugueses alcanzan el archipiélago y

establecen en seguida un acuerdo con Ternate. Ocho años más tarde, y a pesar del tratado de

Tordesillas en virtud del cual la zona está asignada en principios a Portugal, Magallanes zarpa

de Sanlúcar con el proyecto de descubrir la ruta oeste a Molucas. Pero tras su difunción en

Filipinas, es Sebastián Elcano quien llega a la Especiería donde las autoridades de Tidore se

apresuran a entablar un tratado de amistad con los recién llegados. Sin embargo, en la medida

en que ni Elcano, ni las dos expediciones siguientes (1525, 1527) logran realizar el tornaviaje

por el Pacífico, Carlos V decide finalmente renunciar a sus derechos potenciales sobre las

Molucas con el tratado de Zaragoza de 1529.

A pesar de su fracaso, estas visitas españolas incitan a los portugueses a pasar de una

presencia puramente mercantil a una ocuparon militar, la cual permitirá a plazo mediano el

inicio de una actividad evangelizadora.

Tras los primeros intentos de cristianización de los naturales realizados por el capitán

Tristão de Ataide (1533-1536) y el “buen gobernador Galvão” (1536-1540)2, es con la

llegada de los jesuitas en la persona de Francisco Javier, en febrero de 1546, cuando

realmente empieza la empresa de evangelización de las Molucas. El centro de coordinación

1

Hoy día, la provincia indonesia de Molucas está dividida entre Maluku Selatan (Sur), o sea las islas Banda,

Maluku Setengah (Centro), es decir la región de Seram y Ambon y Maluku Utara (Norte), que corresponde con

este grupo de cinco islas y Halmahera. Utilizaremos el topónimo de Molucas sólo para referirnos a esta última

región. 2

Hubert Jacobs, SJ, (ed.), Documenta Malucensia, Monumenta Historica Societas Iesu, Vol. 109 (I), 119 (II), 126 (III), Roma, Jesuit Historical Institute, 1974-1984, I, p. 13*.

misional se establece en Ternate, centro del poder colonial portugués, a pesar de que nunca

habrá una auténtica comunidad nativa en la isla, limitándose la acción de los padres, como en

Malaca, al servicio religioso de los portugueses, de las mujeres indígenas de los casados, sus

hijos y esclavos. En cambio, al igual que en Ambon al sur de Molucas, la misión de la región

de Moro, al noreste de la gran isla de Halmahera, constituye un éxito, hasta el punto que ya

administra en 1552 a más de 20 000 personas en 46 pueblos en torno a la población de Tolo.

Paralelamente a esta primera Historia de la misión jesuita en Molucas, la región se ha ido

incluyendo, formalmente por lo menos, en la organización secular de la Iglesia católica en

Asia. El archipiélago se convierte en 1534 en una circunscripción diocesana sufragánea de

Goa. En 1558, la ciudad cabecera del Estado da Índia se convertirá en archidiócesis del cual

dependen los obispados de Cochin y Malaca, del cual dependerán los vicariatos de Ternate y

luego Ambon. En realidad, debido a la frecuente ausencia de un sacerdote secular para ocupar

el puesto de vicario, los jesuitas tienen muchas veces que asumir esta función, por lo menos

representativamente, en el marco del Padroado, el acuerdo que delimita las relaciones entre

los aparatos políticos y eclesiásticos en los territorios administrados por la Corona

portuguesa3, al igual que el Patronato español.

Regresando a la misión moluqueña propiamente dicha, cabe subrayar que a pesar de su

relativo éxito, la actividad evangelizadora está sometida a los altibajos de la política

portuguesa en la región. En efecto, paralelamente a su intento de imponer su monopolio sobre

el comercio del clavo, los gobernadores de Ternate se enredan muy pronto en la maraña de las

reyertas y alianzas de las entidades políticas indígenas, un problema que intentan solucionar

tomando la costumbre de encerrar a los futuros sultanes en el recinto de su fortaleza con vistas

a «protegerles». Tal es el caso del aparentemente inofensivo Hairun, que resulta ser mucho

3 El padroado negociado entre Portugal y el papado se remonta al año 1444, en el contexto de la expansión

portuguesa en época de Enrique el Navegante.

menos maleable de lo que se pensaba. En efecto, bajo la apariencia de un mero juguete de los

europeos dispuesto incluso a ayudar a la evangelización, trabaja solapadamente a arruinar esta

misma política colonial y religiosa portuguesa.

Entre 1549 y 1551, las misiones sufren varios ataques musulmanes, reiterados entre 1558 y

1562 con motivo del encarcelamiento de Hairun. Sin embargo, es a partir de 1570 cuando se

desencadena realmente la catástrofe. A consecuencia del asesinato del sultán por un soldado

portugués, estalla una guerra que acabará con la expulsión de los portugueses de Ternate

cinco años más tarde. La isla terrible se lanza entonces en una férrea embestida contra las

cristianos del archipiélago, en particular en Ambon donde la comunidad conversa que

alcanzaba unas 70 000 personas queda diezmada, y en la región de Moro, donde el

cristianismo acaba totalmente aniquilada por las campañas de apostasías forzosas.

Tras un corto periodo en el que su único apeadero en la región es Ambon, los jesuitas

intentan reintegrar mal que bien sus antiguas posiciones del norte desde Tidore, que acoge

inesperadamente a los portugueses expulsados por su hermana melliza. Pero Ambon seguirá

siendo la única residencia permanente de los padres en las islas de las especias en el sentido

amplio de la expresión. Y si en Ternate, la situación de los jesuitas frente a los nativos había

sido muy inconfortable, resulta ser peor en Tidore, la enemiga de ayer, como bien lo atestigua

la carta de 1588 de Pero Nunes, superior de la misión:

“E posto que o Tydore seja nosso amigo, contudo hé mouro e não nos tam senão por ter

necessidade de nós. E fazendo-se forte hé para mais nos aperrear como seus cautivos e

não como amigos, por os agravos que cada dia nos faz”4.

En suma, la misión jesuita ha experimentado en el siglo XVI algunos éxitos en las regiones

situadas en la periferia del centro bicéfalo de Molucas, aunque sufriendo también fulminantes

reveses, para encontrarse finalmente muy maltrecha, hasta el punto que Hubert Jacobs, SJ,

4

Documenta Malucensia, op.cit., II, documento 54.

define la misión portuguesa durante el periodo 1577-1606 como “the history of a protracted

agony”5.

Pero sería erróneo atribuir exclusivamente este triste balance a los ataques musulmanes. En

efecto, como bien lo demuestra el hecho de que un grueso puñado de españoles haya podido

hacer frente a las fuerzas portuguesas durante los años 1520, las Molucas han estado

insuficientemente atendidas por el Estado da Índia6

desde un punto de vista político-militar,

una desatención que, como ya lo hemos notado, se refleja también a nivel eclesiástico.

Finalmente, lo mismo se puede decir de la misión jesuita. Por supuesto, la distancia con la

provincia de Goa de la que depende, cerca de dos años de ida y vuelta, no facilita una

situación que no cambia sustancialmente con la incorporación de la misión a la provincia de

Cochin, acortando apenas de unos 700 km un trayecto de casi 7000. Pero existen también

claros indicadores del escaso interés de la provincia por su lejana dependencia: la

insuficiencia numérica de los padres, entre 3 y 7 para Tidore y Ambon durante el último

cuarto del siglo, a pesar de las constantes peticiones de refuerzos, y también la visita de la

misión, tantas veces solicitada, que no tiene lugar antes de 15987.

Hacia la conquista

Cuando en 1565, los españoles se instalan en Filipinas, están claramente violando los

pasados acuerdos hispano-lusos. Lógicamente, los portugueses no están dispuestos a

considerar este atropello a su dominio colonial como un hecho consumado. Y es justamente

desde Molucas de donde proceden las fuerzas que, a finales de 1568, intentan expulsar a los

5 D.M., II, p. 22*. 6

Vitorino Magalhães Godinho, Os Descobrimentos e a Economia Mundial, Vol. III, Lisboa, Editorial Presença,

1971, p. 142. Esta desatención se explica en parte por los intereses comerciales de ciertos agentes de la Corona, en particular en Malaca, que preferían negociar directamente el clavo con mercaderes malayos o javaneses. Cf

Manuel Lobato, Política e comércio dos Portugueses na InsúlÍndia , Malaca e as Molucas de 1575 a 1605,

Macao, Instituto Português do Oriente, 1999, p. 156. 7

D.M., II, pp. 26*-28*.

intrusos con un bloqueo de sus posiciones en Cebú. Pero en los años siguientes, a pesar de que

la oposición lusa continúa en el terreno diplomático8, las dificultades que encuentran en el

estrecho de Malaca, donde están continuamente solicitados por las contiendas que les opone a

los sultanatos de Johor y Aceh, así como la guerra que en Molucas acabarán por perder,

impiden a los portugueses seguir hostigando directamente a los españoles instalados en Asia.

A partir de los años 1580, Felipe II de España se convierte en Felipe I de Portugal. En 1582,

son precisamente los jesuitas de Filipinas, los cuales han llegado al archipiélago un año antes,

quienes, en nombre del rey y en la persona de Alonso Sánchez, reciben en el colegio de la

Compañía de Macao el juramento de fidelidad de las autoridades portuguesas9.

Desde entonces, los portugueses instalados en Molucas, por lo menos en su discurso, van a

cambiar radicalmente de perspectiva con relación a la presencia española en Filipinas, de la

que vendrá más fácilmente la solución a sus problemas que desde Malaca o Goa. En 1582, el

gobernador Gonzalo Ronquillo escribe a las autoridades de Tidore y Ambón para anunciarles

la noticia de la unión10

. Poco después, Francisco de Dueñas, que había sido enviado para

reconocer el terreno, recibe en Tidore la humildísima petición de auxilio de unos portugueses

totalmente desamparados por Malaca11

.

En el ámbito jesuítico, se asiste al mismo colaboracionismo en torno a la cuestión

moluqueña. El de 12 de junio de 1582, Antonio Sedeño, superior de la misión, escribe al

provincial de México, del cual depende misión de Filipinas hasta 1595, acerca de las cartas

entregadas a Dueñas por los jesuitas de Tidore:

8

Véase Pablo Pastells, SJ, Historia General de Filipinas, in Pedro Torres Y Lanzas & Francisco Navas del

Valle, Catálogo de los documentos relativos a las Islas Filipinas, Barcelona, Compañía General de Tabacos de

Filipinas, 1925-1934, cap. VII. La mayor parte de los documentos se encuentran en el Archivo General de

Indias, Patronato, 42, 66. 9

A.G.I., Pat., 24, 60. Sin embargo, como lo subraya Horacio de la Costa, SJ, The Jesuits in the Philippines,

1581-1768, Cambridge (Massachussetts), Harvard University Press, 1961, p. 46, las autoridades portuguesas esperarán el visto bueno de Goa para realizar el juramento definitivo, el 18 de diciembre de 1583. 10

A.G.I., Pat., 24, 61. 11

A.G.I., Pat., 46, 14.

Consoláronse mucho con las [cartas] que fueron de acá, y se animaron porque con las

revueltas de españa avía mucho tiempo que no avían visto navío de la india y no sabían

nada de lo que pasava12

El mismo año, se lanza la primera empresa de reconquista de Molucas. Mal preparada, las

tropas españolas se contentan con intercambiar unos cuantos tiros con mercenarios javaneses

y contraer el beriberi13

. Siguen dos otras expediciones, igualmente decepcionante. La llegada

del gobernador Gómez Pérez Dasmariñas, quien lanza en 1593 una expedición por fin capaz

de equiparar los medios a las ambiciones, hubiera podido cambiar esta dinámica de fracaso.

Pero un levantamiento de los remeros chinos acaba con la vida del gobernador y su empresa.

Desde 1595, algunos navíos flamencos han empezado a fondear en las aguas de Java,

Sumatra, Ambon y Ternate, pero se piensa que estos barcos de mercaderes no representan

realmente una amenaza. Todo cambia en 1600, cuando los navíos de Oliver Van Noort atacan

Manila, dos años antes de que los flamencos junten sus fuerzas en una única Compañía de las

Indias Orientales, la VOC. Convencido del carácter prioritario de la conquista de las Islas de

las Especias, el nuevo gobernador Pedro Bravo de Acuña se junta en 1603 con André Furtado

de Mendoça, General de la flota mandada por el Estado da Índia, para intentar la reconquista

de Ternate. En vano. El 21 de febrero de 1605, una docena de barcos flamencos se apoderan

de Ambón y Tidore. Acompañados de sus feligreses más débiles, los jesuitas portugueses

zarpan para Manila a donde llegan en junio en lastimoso estado.

Al año siguiente, gracias a los refuerzos que han llegado de Nueva España, una prodigiosa

armada de 5 galeones, 4 galeras, 1400 soldados españoles para un total 36 embarcaciones y de

3 095 hombres zarpa para Molucas14

. Libera Tidore y el 1° de abril de 1606, ataca Ternate

que acaba capitulando diez días después. Según las propias palabras del gobernador Acuña,

12 D.M., II, doc. 35. 13

Bartolomé Leonardo de Argensola, Conquista de las Islas Molucas, Madrid, 1609, nueva edición, Madrid,

Ediciones Polifemo, 1992, p. 157. 14

Antonio de Morga, Sucesos de las Islas Filipinas, Mexico, 1609, Edición de José Rizal, Paris, 1890, nueva

edición, Manila, Instituto Histórico Nacional, 1990, p. 237-238.

“parece cosa de sueño este suceso”15

. Desgraciadamente, la expresión resulta acertada; la

resonante empresa, presentada en su momento como el gran éxito bélico de principios de

reinado de Felipe III, y que dará lugar a la redacción por Bartolomé Leonardo de Argensola

de una Conquista de las islas Molucas, no ha dado lugar a ningún enfrentamiento con las

fuerzas enemigas.

La perspectiva religiosa

La responsabilidad en materia de evangelización y asistencia espiritual de las poblaciones

nativas, la consciencia de Vuestra Magestad, constituye sin lugar a duda el mayor argumento

de todas las apologías que, a lo largo de la primera mitad del siglo XVII, se empeñan en

justificar la presencia hispana en Filipinas a pesar del mucho coste que implica16

.

Lógicamente, este mismo argumento religioso aparece en todos los textos que tratan de los

proyectos españoles relativos al espacio malayo-mahometano. Entre estos escritos, los más

conocidos, por haberlos publicado Lewis Hanke, son seguramente las dos cartas de 1585 del

licenciado Melchor de Ávalos17

. El autor se propone « con [su] persona y hijos y armas »

lanzar una expedición contra Molucas por la razón siguiente:

Assi que como de todos los otros sus rreynos, puede y deve V.M. echar y expeller a los

moros de todas las Yslas Philipinas del archipiélago y a lo menos subjetarlos y hazerlos

tributarios, debellando los de las Javas y Samatra, Achen, Borney, Mindanao, Xoloc,

Malucos, Malaca y de Siam, Patan, Pegu y otros rreinos en que se adora Mahoma, cuya

15 A.G.I., Pat., 47, r.7. 16

Por ejemplo, en Hernando de los Ríos Coronel, Memorial y relacion para su Magestad, del procurador

general de las Filipinas de lo que conviene remediar y de la riqueza que ay en ellas y en las íslas de Maluco

Madrid, Por la Viuda de Fernando Correa, 1621, Bibliothèque Nationale de France, 4- OL- 434 : “La primera [razón de conservar Filipinas] sea el augmento y extension del santo evangelio y la gloria de Dios lo qual tanto

incumbe a V. Mgd […] Que el dexarlo començado seria de gran escandalo al mundo Y ocasion de grandes

murmuraciones a todas las naciones del especial a los Herejes que dirían que a VMd no le movia la gloria de

Dios el conservar Las Indias sino el interés” 17

Lewis Hanke, Cuerpo de documentos del siglo XVI sobre los derechos de España en las Indias y las Filipinas,

México, Fondo de Cultura económica, 1943. Véase también la carta del 3 de julio de 1584, A.G.I., Filipinas,

18a, 2, n° 9.

veneración y mala secta traxeron por aca persas y arabios y egipcios y turcos y aun

vinieron moros de Tunez y de Granada.18

Con Ávalos, tenemos todos los elementos constitutivos de un espíritu de cruzada en Asia:

referencias múltiples a la doctrina de la Iglesia, a la responsabilidad del rey como defensor de

la fe cristiana, empalme con la propia lucha anti-musulmana del Estado da Índia, con el

pasado reconquistador de España y su conflicto con el poder otomano. Obviamente, estos

textos, que corresponden con la primera fase “aventuresca” de los intentos de conquista de

Ternate desde Filipinas, son demasiado sintomáticos para constituir una norma, y difieren del

esquema argumentativo desarrollado a principios del siglo XVII, cuando la recuperación de

Molucas se convierte en un imperativo estratégico.

En su carta fechada el 26 de septiembre de 1602, el gobernador Pedro Bravo de Acuña

justifica su petición de refuerzos militares con vistas a lanzar la gran operación de conquista.

En primer lugar, invoca “el mucho servicio que en ello se hace a Dios nuestro señor y el que

V. Md recivira en el buen sucesso por ser el rey de terrenate el principal defensor, en este

gran Archipielago de la maldita secta de mahoma”19

. En efecto, la aristocracia maguindanao,

el principal grupo musulmán de Mindanao, está estrechamente vinculada con las familias

reinantes de Ternate, hasta tal punto que en la época, los moluqueños suelen referirse a la gran

isla del sur de Filipinas bajo el nombre de Maluku Besar, Maluco Grande. En la medida en

que el sultanato malayo presenta una estructura en la que primacía política, económica y

religiosa constituyen factores indivisibles, es innegable que Ternate participó activamente en

la islamización de la gran isla, en particular mediante el envío de instructores coránicos20

.

Por lo demás, Acuña también se preocupa de que Ternate esté “amparando y defendiendo a

los enemigos de nuestra verdadera ley especialmente a los Ingleses y Olandeses”, un motivo

18 Id., ibid., p. 72. 19 A.G.I., Fil., 19, 3, n° 53. 20

Abundantes son los testimonios en este sentido. Entre los más antiguos, podemos mencionar la carta al rey del

obispo de Manila Domingo Salazar, fechada el 27 de junio de 1588, A.G.I., Fil., 18b, 7, n° 60.

que aparece más claramente en su carta del 7 de julio de 1605 en la que el gobernador declara

“que se puede temer que procurarán estender la herejia por todas estas partes, entre los

naturales”21

.

Por lo tanto, si bien destaca la dimensión religiosa en la argumentación del gobernador,

notamos que ésta se presenta de manera relativa, primero a los opositores religiosos que los

españoles tienen al sur del archipiélago filipino, luego a los que tienen en Europa y que

podrían expandirse por Asia.

Cabe ahora analizar en qué consiste el discurso producido desde la esfera propiamente

religiosa y, en particular, por los jesuitas de Filipinas. El primero en expresarse sobre el tema

es Alonso Sánchez quien, en 1587, subraya en un memorial al rey el peligro que constituyen

“los Malucos y Burneys, que nos son muy enemigos y an ya perdido el miedo y respecto a los

españoles”22

. El mismo año, declara a Felipe II:

«también es cierto que, si aquellas yslas y christiandad se oviere de recobrar, lo han de

hacer las Philipinas por estar tan a la mano, o a lo menos no se puede ganar ni

conservar sin ellas, por ser tan grande el poder y ánimo que an cobrado los malucos y

grandes las fuerzas y artillería»23

.

Estas prospectivas del jesuita sobre el modo de llevar a cabo una futura conquista de

Molucas prueban un temprano interés de los jesuitas de Manila por el tema, en una época en

que todavía no han emprendido ninguna labor misional en Filipinas, y menos aún en las islas

Visayas, desde donde, a partir de 1595, tendrán la oportunidad de comprobar el impacto sobre

las poblaciones del centro del archipiélago de las correrías lanzadas desde Joló y Mindanao.

21 Cf B. Argensola, op. cit., p. 14: « inficionen con herejía la pureza de la fé reciente de los indios asiáticos y de

los habitadores de nuestras colonias que tratan con ellos». En realidad, si bien en 1619, el sínodo de Dort

exhorta a propagar el cristianismo reformado en Asia, los holandeses evitan por lo general hacer proselitismo.

Una excepción notable lo constituye el caso de Ambon, donde se empieza a predicar en 1612 , a raíz de la

contestación anti-flamenca de la población católica de la isla. 22

D.M., II, doc. 58. 23

D.M., II, doc. 66.

Posteriormente, con ocasión de su visita a la corte, donde va a defender la tesis de la

necesaria dimensión militar de la evangelización de China24

, el padre Sánchez se verá

concedido el desacostumbrado privilegio de elegir al futuro gobernador de Filipinas, quien

resultará ser Gómez Pérez Dasmariñas, infeliz artífice de la primera gran expedición de

conquista de Molucas.

Para preparar su campaña, este mismo Dasmariñas manda a Molucas a un espía en la

persona de Gaspar Gómez, hermano lego de la Compañía de Jesús, autor de un expediente

sobre Molucas que en 1602, entregará personalmente en México a Pedro Bravo de Acuña y

que este último mandará al Consejo de Indias. En este memorial, al lado de la “grande

ignominia del nombre de cristiano que un reyezuelo de Terrenate, pusilánime y de pocas

fuerzas, con tanto atrevimiento y tan a ojos vistas de los cristianos, profane los sagrados” y

de la referencia a los alfaquíes mandados a Mindanao, aparece un objetivo propiamente

misional, la defensa de los “muchos cristianos, a quienes el dicho Terrenate, sólo porque lo

son y no quieren seguir la secta de Mahoma, trae perseguidos con extraordinarias vejaciones

y agravios”25

.

Por lo tanto, se puede afirmar que, en la última década del siglo XVI y a principios del

siguiente, los jesuitas de Filipinas están muy involucrados en el proyecto de conquista de

Molucas. Obviamente, este interés está vinculado con su política misional en Filipinas, es

decir la defensa de las misiones que están desarrollando en el centro del archipiélago contra

los ataques de los musulmanes del sur y el consecuente protagonismo que asumirán en los

intentos de penetración en Mindanao entre 1595 y 1599. Pero como lo acabamos de ver,

existe también entre los jesuitas de Filipinas un interés propiamente orientado hacia Molucas,

un espacio que, cabe recordarlo, remite directamente a la mítica herencia misional de San

24

Véase por ejemplo Jesús López Gay, SJ, “Ante la China del S. XVI, evangelización pacífica o conquista

armada”, Boletín de la Asociación Española de Orientalistas, XLI (2005), pp. 125-134. 25

D.M., II, apéndice 3, p. 758.

Francisco Javier. Es así como, hasta cierto punto, se puede decir que son los mismos jesuitas

de Filipinas los que lanzan la conquista de la Especiería.

¿Y después?

“No ay sino dexar las cosas como están”

Pocos días después de la victoria hispana, el 2 de mayo de 1606, Luís Fernandes, superior

de la misión de Molucas, escribe a Gregorio López, provincial de la Compañía en Filipinas:

Lo mucho que me sinto obligado de la grande charidad que siempre experimenté en V.

R. en quãto estive en aquel santo colegio de Zebu, me está obligando a con summo goso e

alegría dar cuenta a V. R. de la felicíssima victoria que N. Señor quiso dar al Señor Dom

Pedro da Cunha, governador dessas islas, contra este comúm inimigo del Terrenate. La

qual spero en la misericordia de Dios será medio eficás para los mindanaos se renderem

a todo lo que Su Señoría quisiere. E con esto gozarán essas islas de la paz y quietación

deseada, para que la santa fee de Jesu Christo se estenda por ellas e essas almas sean

alumbradas con la luz del santo Evangelio.26

Fuera del tono halagüeño empleado por el autor, lo que llama aquí la atención es como el

jesuita portugués adopta la perspectiva de los jesuitas de Filipinas para aquilatar el éxito de la

operación de conquista. Es así como subraya el efecto apaciguador que supuestamente tendrá

la toma de Ternate sobre la belicosidad de los musulmanes de Mindanao y por lo tanto sobre

la situación del archipiélago filipino, lo que constituye la prioridad de sus correligionarios

manileños. Esta presentación de los acontecimientos como si fueran vistos a través de los ojos

de los jesuitas manileños, demuestra en nuestra opinión que el padre portugués está

convencido de que son aquellos ojos los que a partir de entonces van a velar por su

moribunda misión.

26 D.M., III, doc. 3.

El mismo día, el padre Fernandes escribe al rey a propósito de los msulmanes de Ternate

para “que no perdiese ocasión de hacer con ellos se conviertan a nosa santa fee”27

, y al

General Acquaviva28

, para pedirle que declare si las Molucas tienen que administrarse desde

Cochin o Manila. Dos meses más tarde, a los pocos días de haber muerto súbitamente el

gobernador Bravo de Acuña, el padre Gregorio López pide también que se le mande una

consigna de acción, subrayando que:

La Real Audiencia que ha succedido en el gobierno pide al Rey muchos religiosos,

especialmente para las partes del Maluco, supponiendo que se ha de governar, proveer y

sustentar por aquí, y este mismo era el intento del Governador diffuncto.29

En este momento, el padre López piensa por lo tanto que el gobernador Bravo de Acuña

planeaba gestionar la administración religiosa de Molucas desde Filipinas en el marco del

Patronato, y que la Audiencia que asume entonces la gestión interina está en la misma óptica.

Ahora bien, la posición personal del mismo López es mucho más sibilina, a pesar de que ya

deja intuir que el frente moluqueño no constituye la prioridad de los proyectos misioneros de

su Provincia:

La necesidad de obreros es manifiesta, mas los que señala de aquí no los puedeo dar

mientras está prohibido, y es tan apretada o mas la necessidad destas Philippinas en lo

que se desea actuar como conviene, y en las puertas que se abren de mindanao y otras

partes.

En realidad, el problema que se presenta es doble. Por una parte lo que está en juego es la

administración eclesiástica del archipiélago de la cual se tiene que hacer cargo el obispado de

Manila o de Malaca. Por otra parte, en el marco propiamente jesuítico, se plantea la cuestión

de la recuperación de la misión. Sin embargo, en la medida en que gran parte de la actividad

misionera consiste y consistirá en la atención religiosa de la población peninsular y de su

27 A.G.I., Pat, 47, 9. 28 D.M., III, doc. 4. 29

D.M., III, doc. 3.

entorno directo, los dos problemas confluyen en una alternativa entre dos posibles

configuraciones del espacio religioso: ¿padroado o patronato?

El 26 de junio de 1607, el General contesta la carta del provincial de Filipinas afirmando

que «no se puede resolver cosa ninguna hasta que veamos lo que hará el Rey en lo que toca

al govierno temporal», es decir a la administración político-militar en la medida en que, si

bien son guarniciones españolas que permanecen en Ternate, todavía no se ha determinado si

en el futuro, el territorio será gobernado desde el eje Nueva España - Manila o por el Estado

da Índia. Por lo tanto, Acquaviva se contenta con agradecer de antemano a López en el caso

de que éste consienta ayudar a sus correligionarios portugueses “sin más título que de caridad

y hermandad”.

Por su parte, y a pesar de estas dudas multidireccionales en cuanto a la futura administración

de la Especiería, los jesuitas portugueses, no vacilan en expresar francamente su deseo de

dejar el archipiélago para volver a Cochin, como lo relata su provincial Alberto Laerzio30

en

carta fechada del 20 de noviembre de 1607, poco tiempo antes de que el mismo llame a

Malaca a tres de los cinco jesuitas que en total cuenta la misión. Aun así, este casi abandono

de la misión no acelera la toma de decisión y se sigue manteniendo el statu quo, por lo cual el

General felicita incluso a López que “bien haze […] en no aceptar lo de unir a essa Provincia

lo del Maluco, pues esso depende de la resolución y acuerdo que se tomare en la Corte”31

.

Esta última sentencia suscita sin embargo una interrogación. ¿Es por disciplina o más bien

por disconformidad que los jesuitas de Filipinas no aceptan asumir la misión?

El 14 de junio de 1612, cuando, ya se ha determinado en la Península que la administración

política del archipiélago maluco quedará en manos de los castellanos32

y que por lo tanto, la

30 D.M., III, doc. 21. 31 D.M., III, doc. 36. 32

Juan Gil, Mitos y utopías del Descubrimiento, 2. El pacífico, Alianza Editorial, Madrid, 1989, pp. 168ss.

espera de una toma de decisión en cuanto al devenir administrativo de las islas ya no

constituye un argumento válido para justificar el bloqueo de la situación, Gregorio López

expresa claramente su opinión al General Acquaviva:

Le estaba mejor a esta tierra [Filipinas] no tener correspondencia ninguna con Maluco

ni haber hecho los gastos que se ha hecho y hace en ganar y conservar alli algunos

puestos con poco fruto y muchos riesgos. El connato de ganar y allanar lo de Maluco ha

divertido que la isla de Mindanao no se hallase ya pacificada siendo tan cercana a las

islas de Pintados, infestándolas cada año con robos y cautiverios que es un muy grande

impedimento para la conversión.33

Es así como, de solución al problema musulmán en Mindanao, la ocupación de Molucas ha

llegado a convertirse en obstáculo, no por razón directamente vinculadas con la misión, sino

porque la presencia española en ellas moviliza importantes medios militares que resultan por

lo tanto indisponibles para imperativos más inmediatos como lo es la defensa de las costas

visayas y pacificación de Mindanao.

Por lo demás, como lo destaca Hubert Jacobs, SJ, en una nota de las Documenta

Malucensia, otros pasajes de la carta de López tienden a hacer pensar que la solución que

deseada por él y que expresa en términos lo suficientemente cautelosos para evitar declararlo

abiertamente, es que la administración eclesiástica pase a Filipinas mientras la misión jesuita

se mantenga en “poder” de los portugueses a través de su estación en Malaca:

porque lo que se ha pedido a Su Magestad (según he entendido), es que aya obispo

propio del Maluco, puesto por estas islas, o que desde ella se govierne etiam en lo

espiritual, V. P.d mande prevenir lo que convernía en tal caso, etiam quedándose

subordinados a su Provincia por Malaca: que a ésta no le está bien ny lo codicia, como

ny el mismo Maluco no le está bien a esta tierra. Dios nuestro Señor lo encamine a su

mayor gloria.

33 D.M., III, doc. 60.

Pero desde luego, semejante solución híbrida es más que improbable. Consecuentemente,

tanto del lado de los jesuitas como del poder político, tanto en Europa como en Asia, la

evolución del caso moluqueño resulta plasmada en la fórmula que emplea Acquaviva en

161434

:

no ay sino dexar las cosas como están

La situación

En 1606, mientras el Maestre de Campo Pedro de Esquivel se ha quedado en Molucas con

relativamente pocos recursos militares, las fuerzas asiáticas de los flamencos siguen

incólumes. Tras un intento fallido de toma de Tidore, los flamencos se establecen firmemente

en Ternate, el cuartel general de la VOC hasta su traslado a Batavia, en Java, en 1619, y se

apoderan de la isla de Makian en 1608.

Cuando llega el nuevo gobernador Juan de Silva en 1609, la tregua de doce años está a punto

de firmarse en Amberes. Pero no tendrá vigencia en Extremo Oriente. En 1610, la VOC ya

posee 8 baluartes en Molucas sin contar sus posiciones en Ambon y en las islas Banda, la

zona de producción de la nuez moscada. En 1613, tras Motir y Bachan, se suman el puerto

tidorés de Marieko y la región de Moro a las pérdidas españolas. Al igual de lo que había

ocurrido diez años antes, se prepara entonces desde Filipinas y Madrid el gran ataque a las

fuerzas flamencas.

Pero, en parte por la falta de coordinación con las fuerzas portuguesas que tenían que

juntarse a la operación otra vez, en 1616, el gobernador muere antes de poder cumplir con su

misión. Aun así, se sigue soñando con la gran expedición hasta principios de los años 1620 y,

ante su ausencia, se sigue resistiendo mal que bien a la avasalladora expansión de la VOC que

acaba monopolizando la mayor parte de la producción de clavo de la región.

34 D.M., III, doc. 69.

A pesar de que se va dejando de esperar en un hipotético cambio de la situación, se siguen

mandando tropas y gobernadores a Ternate, en una larga prórroga que va a durar incluso

después del tratado de Westfalia, hasta 1663, cuando las simultáneas amenazas de una

invasión de Filipinas por el pirata Coseng y de levantamiento de las poblaciones chinas e

indígenas obligan por fin a desmantelar definitivamente las posiciones españolas de

Molucas35

.

Pero también se quedan más de lo que se hubiera podido esperar los padres de la misión

portuguesas en la parte de Ternate contralada por los españoles.

La administración diocesana sigue dependiendo de Malaca en el marco del padroado

portugués. Concretamente, son estos jesuitas quienes tienen que asumir la mayoría del tiempo

las funciones de cura, es decir la asistencia espiritual de los pocos portugueses que se quedan

y sobre todo de las tropas constituidas de españoles y naturales de Filipinas que

permanecen en el presidio.

La supervivencia de la misión es totalmente dependiente de la presencia militar española,

pero también de la ayuda del gobierno manileño bajo la forma de una renta de cien pesos, de

treinta fanegas de arroz, de una limosna de vino y aceite episódicamente concedida y del

derecho de comerciar algún clavo sin pagar almojarifazgo, puesto que poco puede contar con

el socorro del Estado da Índia o de su lejana provincia de Cochin. En contrapartida, los

jesuitas tienen que obtener del gobernador de Ternate un certificado de buena conducta y por

lo tanto viven bajo la amenaza de un rechazo de soporte financiero.

Más allá de esta dependencia material directa están en continua interacción con la

soldadesca española. El problema radica en que ejercen esta autoridad en el marco del

padroado,

35

Para más detalles sobre el curso de los acontecimientos, véase Jean-Noël Sánchez Pons, « Tiempos Malucos,

España y sus Islas de las Especias, 1565-1663», Andrés de Urdaneta: un hombre moderno, Susana Truchuelo

García (ed.), Ayuntamiento de Ordizia, Lasarte-Oria, 2009, pp. 621-650.

mientras que sus feligreses están sometidos al patronato. He aquí la principal fuente de

tensiones entre las autoridades españolas y los jesuitas portugueses. Por ejemplo, en 1611, al

relatar sus negociaciones con Juan de Silva para desbloquear el conflicto que impide a los

jesuitas recibir su subsidio, Gregorio López escribe:

Hallélo al principio en aquel parecer que pues, pertenecen en lo espiritual a la India,

tengan por allá el sustento temporal, añadiendo ser cosa recia que se nos vengan de otra

parte con sus fueros y leyes, etc., y quieran que los sustentemos.36

Posteriormente, los oficiales españoles reprocharán periódicamente a los padres portugueses

su severidad excesiva, mientras éstos últimos se quejarán del poco acatamiento de los

soldados a su autoridad espiritual. En 1613, en época del gobierno de Jerónimo de Silva

(1612-1617), primo del gobernador, le padre João Bautista, visitador de la misión, escribe a

Acquaviva para señalarle que las autoridades españolas no dejan castigar las actitudes

inconformes y ofensas hechas a Dios tanto por parte de los pocos nativos administrados en la

región como de los soldados37

. En cuanto a la Carta Annua de Cochin del mismo año, no deja

de evocar estos sinsabores:

In hispanis militibus erudientis etsi multum laboris impendant, fructus colligunt

amarulentos. Nam cum acriter, ut res postulat, corrigantur, indignabundi recalcitrant

falsa nostris imponentes, ut saltem hac via quod exoptant perficiant, eos nimirum a

Malucis expellere. 38

Los problemas no se limitarán al periodo de los Silva, ni mucho menos. Primero en época

del segundo mandato del gobernador Vergara Gaviria (1617-1620), que los padres consideran

demasiado severo con ellos. Luego con el escándalo suscitado por Lorenzo Masonio, quien

mantiene en su residencia a varios jóvenes indígenas sustentados por él gracias a la venta de

clavo. Sin embargo, son los jesuitas quienes desempeñan el papel de verdugos durante el

36 D.M., III, doc. 54. 37 D.M., III, doc. 64. 38

D.M., III, doc. 67.

episodio más violento de esta imposible convivencia. En 1632, el descubrimiento de una

epidemia de pecado nefando entre los soldados da lugar a una durísima represión por parte de

Manuel Rivero, comisario del Santo Oficio en Molucas: 14 decapitaciones acaban cortando la

poca confianza que podía existir entre soldados y padres39

.

Pero más fundamentalmente, lo que pone en cuestión la situación es la posibilidad misma de

la misión propiamente dicha, es decir la evangelización o asistencia espiritual de las

poblaciones nativas.

En las capitulaciones impuestas en 1606, aparecen varias directivas relativas a la religión,

entre las cuales el compromiso de los reyes de Ternate y Tidore para que « si alguno de sus

vasallos se quisiere bolver cristiano no les pondran estorbo en ello” y la garantía de que “si

algun cristiano se bolviese moro entregaran en pidiendolo.”40

.

Aun así, estas disposiciones iniciales no impiden una rápida adaptación in situ de estas

prerrogativas del Monarca Católico a las exigencias de una cohabitación negociada con las

autoridades musulmanas de suerte que, siete años más tarde, un tal Gaspar Carvalho, un

casado portugués de Tidore, no vacila en escribir a Jerónimo de Silva a propósito de sus

relaciones con los autóctonos:

Yo les digo muchas cosas para asegurarlos de los [jesuitas] Portugueses y les alegro con

la armada de Don Pedro de Acuña, cuando gano Ternate, que nunca les trato en ser

cristiano, mas antes a el rey [de Tidore] lo hizo rey de todo el Maluco.41

Sin embargo, dado que las conversiones entre las poblaciones musulmanas siempre han sido

muy escasas42

, esto no deja de ser un detalle frente a otro parámetro que condiciona mucho

39 A.G.I., Fil., 8, 2, n°26. 40 A.G.I., Pat., 47, 11. 41

Colección de Documentos Inéditos Para la Historia de España (CODOIN) Madrid, 1842-1912, Tome LII,

Correspondencia de Don Gerónimo de Silva, Madrid, 1868, p. 92. 42

A modo de excepción que confirma la regla, subrayemos sin embargo que un tal Cachil Duco, príncipe de

Tidore convertido al cristianismo, se va con su familia para Filipinas con ocasión del desmantelo de las fuerzas

más profundamente la misma posibilidad y por lo tanto razón de ser de la misión: el acceso a

las zonas antiguamente cristianizadas. En efecto, en 1613, Jerónimo de Silva pierde, o mejor

dicho abandona, la mayoría de las posiciones españoles en Halmahera, entre las cuales Tolo y

la región de Moro, principal foco de cristianismo en el archipiélago, «una crueldad tan

grande desamparar tantas almas christianas que luego havían de ser tragadas del lobo como

fueron todos presos y cautivos de inimigo y hechos mouros o por fuerça o por gana » según

Antonio Masonio43

.

Finalmente, y a pesar de que la poca información disponible al respecto nos impide

desarrollar el tema, es de notar que se va a facilitar la entrada de otros misioneros españoles

en Molucas, como los agustinos que establecen una residencia frecuentada discontinuamente

por padres de Manila. Sin embargo, los que van a constituir la más seria competencia a los

jesuitas portugueses son los franciscanos, que transforman la mezquita de Ternate en hospital

a partir de 1606.

Durante la segunda década del siglo XVII, los jesuitas parecen haber encontrado un remedio

a sus frustraciones moluqueñas en la región de Manado, al norte de la isla de Célebes, visitada

varias veces por sus antecesores durante la segunda mitad del siglo XVI. El rey de Manado se

opone a los Holandeses, solicita padres y auxilio militar de Manila que acaba instalando una

pequeña guarnición. A finales de la década, parece por lo tanto que “Se a abierto una gran

puerta al evangelio en Manado”, como lo afirma la Relación de la provincia manileña en

1619 44

. Pero a pesar de que la zona está en teoría dentro de la demarcación del padroado, los

jesuitas tendrán que competir allí con los franciscanos españoles, con los cuales las relaciones

españolas de Molucas en 1663, donde funda el pueblo de Ternate, en las afueras de Manila. Cf Luis Camara

Dery, When the world loved the Filipinos and other essays on Philippine History, Manila, University of Santo

Tomás, 2005, pp. 57-62. 43

D.M., III, doc. 90. 44

Biblioteca de la Real Academia de la Historia (BAH), Jesuitas, Tomos, 84, n° 8.

resultarán bastante conflictivas, hasta el retiro de las tropas sin que ni unos ni otros hayan

podido cosechar los frutos de su labor evangélica45

.

Los jesuitas portugueses, o sea cinco padres en promedio, andarán pidiendo que se zanje en

un sentido u otro. Ser despedidos u otorgarles los medios de dar sentido a su presencia. Pero

habrá que esperar hasta el año 1638 para que, en respuesta a una carta del gobernador

Corcuera, campeón de la defensa de las reales prerrogativas en Filipinas, para que por primera

vez la Corona parezca darse cuenta de lo incongruo de la situación46

:

Que en Terrenate havía quedado por costumbre que el capellán mayor de la fuerza

principal y otros dos u tres Padres de la Compañía, que sirven en los demás castillos, son

portugueses […] Y que en esto havía mal govierno en quanto al capellán mayor, porque

no suele ser de las buenas partes que se requiere, que la nación portuguesa estava más

relaxada que la castellana

Después de que Portugal haya decidido desvincularse de España, en 1643, Corcuera decide

llamar a Manila al vicario portugués y al jesuita Manuel Carvalho para remplazarles por

españoles. Pero al año siguiente, el nuevo gobernador Diego Fajardo los reintegra en sus

puestos.

Se alcanza así un hito en la incoherencia: los soldados españoles, que siguen siendo más de

500 de acuerdo con las relaciones oficiales, tienen que cohabitar y hasta obedecer en materia

religiosa con hombres que se han enterado por boca de los Flamencos de la noticia de la

independencia y por lo tanto, de su estatuto de enemigos de España. Sin embargo, habrá que

esperar diez años más, para que, en 1654, se les cambie finalmente por españoles.

45 Las fuentes que sobre este tema hemos podido consultar son muy parciales, en los dos sentidos de la

expresión. En efecto, en la ausencia actual de documentación jesuita, nos referimos casi exclusivamente a

Lorenzo Pérez, “Historia de las misiones de los Franciscanos en las islas Malucas y Célebes” in Archivum

Franciscanum Historicum, VI, pp. 45-60 y 681-701 (1913), VII, pp. 198-226, 424-446 y pp. 621-653 (1914). 46

A.G.I., Fil., 329, 2, f° 255r-259v.

Algunas pistas explicativas

Insistamos. En ningún caso pretendemos aquí proponer con certeza una explicación a la

complejísima situación que acabamos de describir. De hecho, ésta se enmarca dentro de un

enigma más general, el cual, a pesar de constituir el objeto principal de nuestra investigación

sobre las Molucas, no hemos acabado de solucionar: ¿Por qué los españoles se quedan hasta

1663, o sea 15 años después de la paz con los Países Bajos y más de 40 desde la época cuando

ya se podía considerar el campo de batalla moluqueño como perdido, sin que ningún provecho

espiritual ni, oficialmente por lo menos, comercial, lo pueda justificar? Muy posiblemente,

quedan por descubrir documentos que nos permitan aclarar muchas de las incógnitas que se

nos presentan aquí.

Aun así, no podemos dejar de conjeturar acerca de algunas pistas que nos permitan explicar

en alguna medida los hechos. Empecemos pues por sopesar las responsabilidades de las

diferentes esferas de acción y de decisión que aquí interactúan.

En un primer lugar, está Madrid, que en última instancia es quien decide en el marco de un

imperio español que, a pesar de sus dilatadas dimensiones, no deja de ser extremadamente

centralizado. Aun así, con base a nuestra experiencia de la correspondencia administrativo-

colonial, diríamos, en una fórmula a lo mejor un tanto trivial, que el Consejo de Indias, dada

la distancia-tiempo que lo separa de los problemas, hace o no hace lo que se le pide, con tal de

que se lo diga y vuelva a decir. Y lo que aquí resulta claro, es que ni el General, ni la

Provincia de Filipinas, ni tampoco la gobernación manileña o moluqueña le escriben

específicamente al respecto hasta una fecha muy avanzada.

Es verdad que con ocasión de la redacción de este artículo, hemos descubierto que en 1615,

el Consejo de Portugal consulta a Madrid para pedirle que se conserven a los jesuitas

portugueses en su misión de Molucas47

. Pero el documento se redacta 9 años después de

47 A.G.I., Fil., 1, n° 155.

haberse abierto el debate y no toma en cuenta los deseos contemporáneos de los mismos

padres portugueses. Por lo tanto, en nuestra opinión, este dato no cambia sino más bien

justifica el hecho de que la decisión o la ausencia de decisión de la Península han sido

dependientes de las solicitaciones que no se hicieron en otras esferas.

Luego viene la responsabilidad de la Curia Generalizia que, como lo hemos visto, se ha ido

abrigando detrás de una previa e hipotética decisión del rey. Para entender lo que se podría a

primera vista analizar como una excesiva prudencia, cabe recordar las dificultades por las que

ha atravesado la Compañía en España en los años 1590, es decir a principios del generalato de

Acquaviva. En semejante contexto, es perfectamente entendible que el General no haya

querido tomar ningún tipo de decisión antes de que resultase clara la orientación de Madrid.

Nos quedan por lo tanto dos esferas de responsabilidad por explorar, la de la provincia

jesuita de Filipinas que nunca ha solicitado el cambio y la de la administración española en

Asia que tarda hasta 1643 en hacerlo.

A medida que se va estancando la situación, los mismos jesuitas portugueses buscan

explicaciones al hecho de que, a pesar de la animosidad que se les manifiesta, se les siga

asignando la misión. Una explicación que recurrentemente traen a colación es la necesidad

que de ellos tienen los oficiales españoles para negociar con los autóctonos. Se habría

mantenido el statu quo por razones diplomáticas, lo que habría permitido a los españoles no

implicarse demasiado en los meandros de las relaciones con los musulmanes.

Otra posible interpretación del caso radicaría en la necesidad que los españoles tienen de los

padres lusos en materia de comercio, como lo declara Alberto Laerzio en una carta al General

Vitelleschi de 161848

:

48 D.M., III, doc. 109.

Porem ainda que isto assi seja e aquella conquista corra que pollos espanhoes, e os

nossos portugueses e o Viso-Rey da India tenhão de todo largado mão della, comtudo

querem estes, e assi no-lo tem por vezes encomendado, que os Padres desta Provincia

não largem aquelle posto, mas continuem nelle como dantes.E os mesmos espanhoes

tambem e o Governador da Manilha levão gosto disto, pollo comercio que tem e querem

haja cá com a India vão e vem; e lhes parece que com estarem lá antre elles Padres

portugueses desta Provincia, se conservará milhor o comercio, e se remediarão mais

fácilmente alguns enconvenientes que às vezes soem acontecer.

Esta explicación es sumamente interesante en la medida en que, a la par con el mantenimiento de los

jesuitas portugueses en Molucas, permitiría también explicar por qué las tropas españolas se quedan

hasta 1663; por el contrabando de clavo y de productos de la India, una hipótesis que otros muchos

elementos nos permiten apoyar.

Por fin, pasemos al análisis de los jesuitas de Manila.

Hemos podido observar la sinuosa posición del provincial Gregorio López. Más de

cincuenta años más tarde, el año mismo en que por fin los jesuitas de Manila asumen la

misión, el padre Francisco Combes redacta un Discurso Político del Govierno Maluco y su

deserción49

que aboga a favor de esta última opción. Para demostrar la inanidad de la

presencia española en términos de resultados misionales, evoca el retiro de Jerónimo de Silva

de San Juan de Tolo en estos términos:

no viven oy sobrados testigos del lastimero espectáculo quando los nuestros dejaron

aquel puesto donde se interesaba por parte de la piedad y religión una cristiandad muy

floreciente […] Los mismos recelos nos hicieron faltar a la asistencia de las provincias

de Manados despreciado el humilde rendimiento subido en la estimacion quanto mas

voluntario.

Combes busca exonerar a los jesuitas de Manila de la responsabilidad de la catástrofe

moluqueña. Aun así, no deja de extrañar su presentación de los hechos, como si nunca hubiera

49 De hecho, H. Jacobs es de los pocos, sino el único, en haber estudiado este texto de 1654 en "The Discurso

Político del Gobierno Maluco of Fr. Francisco Combés and its Historical Impact" Philippine Studies Vol. 29,

1981, pp. 309-344, basándose en el manuscrito conservado en la Lilly Library de la Universidad de Indiana. Por

nuestra parte, utilizamos la Relación destas Islas filipinas dividida en tres partes y un Discurso Político de las

Malucas conservada en la Biblioteca de Palacio de Madrid, Ms. II / 3062.

existido la posibilidad de que sus antecesores evitasen este desastre o por lo menos lo

presenciasen personalmente. Claramente, para Combes como para nosotros, el caso es

problemático.

Una posible justificación de la voluntad de no hacerse cargo de la misión, sencillamente

material, se podría encontrar en el número reducido de misioneros disponibles en Filipinas. Si

se computa la información que aparece en la carta que Gregorio López dirige al General el 14

de septiembre de 1612, se obtiene, sin contar los seminaristas de San José, la cifra nada

despreciable de 85 jesuitas50

. Además, es de creer que si Manila hubiera manifestado la

voluntad de asumir la misión de Molucas, hubiera obtenido refuerzos de operarios financiados

por Madrid. Por lo tanto, la escasez de hombres no nos parece constituir una explicación

satisfactoria de su rechazo.

Otra línea explicativa podría consistir en enfatizar sobre el nacionalismo de los jesuitas

españoles, que como bien se conoce han estado cerca de independizarse de la Compañía

romana en los años 1580. No obstante, esta posible explicación se adecua difícilmente con los

hechos. Al contrario, la Provincia de Filipinas está históricamente relacionada con la

neutralización de la tendencia independentista de los jesuitas españoles en la persona de

Alonso Sánchez51

, el cual, recordémoslo, es quien tramita el reconocimiento de la unión de las

dos coronas en Macao.

Aun así, la desconfianza española hacia los portugueses pudo haber pesado en la balanza.

En el momento de la expulsión de los portugueses, circulan rumores insistentes según los

cuales los padres portugueses hubieran estado comprometidos en el asesinato del sultán

Hairun, hasta tal punto que el mismo Alesandro Valignano pide a Goa que investigue al

respecto. Algunos años más tarde, Alonso Sánchez, conocido por lo demás por su excesivo

50 Antonio Astraín, SJ, Historia de la Compañía de Jesús en la asistencia de España, IV, Madrid, Razón y Fe,

1913, pp. 504-505. 51

Id., ibid., III (1909), cap. XVI.

retraimiento52

, se ofusca en una carta fechada el 8 de septiembre de 1583 de que “en lo que

aquí avemos sabido de el modo como están en el Maluco los Padres nuestros que allí residen

[…] cierto a sido para los de estas islas más que desideficativo, y puedo decir scandalozo”53

.

Tanto la indignación de Sánchez como la mención de «dos sacerdotes medio mestiços

portugueses [que] se acogieron allí a rrenegar de Dios y su santa fee» en el memorial de

Gaspar Gómez, entre otros muchos testimonios que los soldados españoles irán completando,

podrían por lo tanto explicar hasta cierto punto la reluctancia de los jesuitas de Filipinas a la

hora de asumir con la antigua misión portuguesa.

Pero más que todo, el desinterés por Molucas de los jesuitas españoles nos parece explicarse

por la confrontación de un discurso con una realidad concreta.

Mientras las Molucas como conquista y posible misión todavía son virtuales, suscitan un

interés, constituyen un proyecto gratificante anclado en el carácter mítico de las Islas de las

Especias, la herencia javeriana y la lucha anti-musulmana. Con su recuperación, las Molucas

se convierten brutalmente en realidad, la de una tierra angosta en la que no puede caber

ningún proyecto heróico, un espacio “maluco”, religiosamente corrupto, sin esperanza de

purificación, un terreno que obliga a culpables compromisos y donde los ibéricos, soldados o

religiosos, están condenados a empantanarse, sin ninguna perspectiva de lograr una mayor

gloria de Dios.

No obstante, en la medida en que el rechazo de los jesuitas de Manila es difícilmente

asumible como tal, el concreto abandono de la misión no impide que, como lo acabamos de

ver con el texto de Francisco Combes, se mantenga un discurso paradójico en el que la

realidad se esconde detrás de una declaración ideal. Es así como en un corto memorial

52 Id., ibid., IV, pp. 477- 479. 53

D.M., II, doc. 38.

fechado el 20 de agosto de 1616, el provincial Valerio de Ledesma puede escribir sobre las

islas Molucas:

« todos son a ella[s], hereges, mahometanos idolatras. quien tendra coraçon para

suffrirlo? los nuevos sarmientos quemados, las nuevas plantas arrancadas, las imagenes

ultrajadas, las iglesias derribadas, los nuevos cristianos pervertidos, los unos hechos

mahometanos, los otros hechos hereges.»54

Pero los padres de Manila aspiran a ocupar su propio espacio y escribir desde el principio su

propia épica misional en Insulindia, la epopeya de su lucha contra la «maldita secta de

mahoma». Esta redacción, no la permite ningún Discurso Político del Gobierno Maluco, un

relato empezado por otros con dudoso estilo. En busca de un relato propio, los jesuitas de

Filipinas se van entonces a concentrar en la escritura de otra narrativa que, tras el cierre del

capítulo japonés55

y antes del lanzamiento de la misión en las islas Marianas, contendrá las

más gloriosas páginas de su historia; la Historia de Mindanao y Joló56

.

Epílogo

Entre la punta norte de Manado y el sur de Mindanao, está la isla de Siau.

A partir de los años 1580, siendo víctima de los ataques de Ternate, su rey manda decir a los

portugueses que quisiera acoger padres y recibir ayuda de los portugueses57

. Ninguna

respuesta le viene de este lado. Informado ya de la unión ibérica, anuncia en 1586 a Manila

que desea resistir los ataques musulmanes y hacerse cristiano. En 1589, un jesuita portugués

residirá durante todo el año en la isla para luego dejarla.

54B.A.H., Jesuitas, Legajos, 1, n° 24. 55

El símbolo por antonomasia de esta transición lo constituye la figura de Marcelo Mastrilli, SJ, autor de una

carta en que da cuenta de la conquista de Mindanao, BAH, Jesuitas, 84/25, uno de los más famosos documentos

relativos a la victoria del gobernador Corcuera contra los musulmanes del sur de Filipinas, traducida al francés por Jean Thevenot en sus Relations de divers voyages curieux, París, 1696. Mastrilli deja Mindanao para

embarcarse para Japón, donde muere decapitado en 1637. 56 Francisco Combes SJ, Historia de Mindanao y Joló, 1667, Madrid, Wenceslao E. Retana (ed.), 1897. 57

En Asia del sureste, a finales del siglo XVI, ya se sabe que, para pedirles ayuda a los ibéricos, hay que solicitar

misioneros. Así hace también el rey de Camboya cuando, expulsado de su reino por las tropas siamesas, requiere

una intervención militar española a mediados de los años 1590.

Cansado de esperar la respuesta de las autoridades de Filipinas, en 1593, se dirige

personalmente a Manila donde firma un acuerdo con el gobernador Dasmariñas quien se

compromete a mandarle padres de la Compañía. Pero aparentemente, habrá que esperar hasta

1604 para que un padre jesuita, portugués, se decida a quedarse en la isla58

.

En 1606, el ya bautizado rey Don Jéronimo participa a la expedición de conquista. Los

jesuitas portugueses intentan entonces lanzar realmente la evangelización de Siau y de sus

islas circunvecinas, sin poder evitar que la misión sea intermitente. En 1614, la VOC ataca la

isla y deporta parte de su población a Ambon. El rey Jerónimo II Winsulangi deja entonces la

Siau para instalarse en Manila donde sus hijos se educarán en el colegio de los jesuitas. A

principios de los años 1620 vuelve el rey a su reino, pero no se reanuda la misión.

Finalmente, en 1655, tres jesuitas españoles, Ignacio Múxica, Vicente Chova et Francisco

de Miedes, cumplen con lo prometido por Dasmariñas 62 años antes y deciden concentrar sus

esfuerzos sobre la isla de Siau. Dos de ellos se quedan después del abandono de Ternate tras

haber negociado la remisión de la isla con los holandeses.

Como por mala consciencia, Manila manda finalmente en 1671 una pequeña guarnición

para proteger al rey Francisco Xavier Batahi, católico como sus tres predecesores. Siau se

convierte oficialmente en residencia en 1673, cuatro años antes de que, en 167759

, los

holandeses la arranquen definitivamente a estas manos españolas que tan tarde, demasiado

tarde, se decidieron a bendecirla.

58 D.M., II, p. 10*. 59

D.M., III, docs. 184-229.