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Las semillas del 15-M (I). Sobre Populismo de José Luis Villacañas Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) Las semillas del 15-M (I). Sobre Populismo de José Luis Villacañas Enviado por pabloelorduy el Dom, 03/27/2016 - 08:00 Artículos relacionados portada: El populismo y la nueva oligarquía Foto portada: Antetítulo (dentro): Ensayo Sección principal: Culturas Cuerpo: La obra de José Luis Villacañas Populismo (ediciones Huerta Grande, Madrid, 2016) presenta dos centros de interés. En primer lugar, su autor se propone colmar, en España, una escandalosa carencia universitaria, culpable de la desconsideración del populismo. En segundo lugar, así nos lo explica en la páginas 20 y 21, Villacañas propone hacerlo desde la filosofía, una filosofía que trabaja sobre los materiales de las ciencias sociales y que les propone útiles a los ciudadanos, de manera que puedan evaluar la situación política presente y afrontar la misma. Nuestro comentario pretende leer el libro desde tales objetivos y queremos preguntarnos si los alcanza o se desorienta en el camino de su prosecución. Ciertamente, hasta el libro de Villacañas, cuanto se escribía sobre el populismo desde las cátedras de filosofía españolas carecía del mínimo de demora sin el que cualquier análisis descarrila en el ajuste de cuentas. Hay, sin duda, algunas excepciones: la filosofía de afirmación partidaria de Germán Cano (Fuerzas de flaqueza. Nuevas gramáticas políticas, La Catarata, 2015) y el análisis propuesto desde la ciencia política por José Ignacio Torreblanca (Asaltar los cielos. Podemos o la política después de la crisis, Madrid, Debate, 2015). Sobre ambos hablaremos en próximas entregas de nuestra empresa común. También lo haremos sobre un libro de Félix Ovejero que desgraciadamente pasó desapercibido: ¿Idiotas o ciudadanos?. El 15-M y la teoría de la democracia, Barcelona, Montesinos, 2013. ¿Cuál es esta empresa común? Discutir, desde nuestros parámetros políticos, la literatura académica sobre el 15M y sus salidas políticas, sus cualidades intelectuales y, si los tienen, sus efectos políticos. Lo hacemos por gusto pero también llevados por un modesto sentido de la obligación. Nos parece que ahora, cuando comienza la pugna por definir y apropiarse del “acontecimiento 15M”, nuestra perspectiva sobre el mismo necesita confrontarse, aprender y discutir también lo que otras, ni mejores ni peores que las nuestras, están intentando decirnos. Puede que no le interese a nadie más que a nosotros; en cualquier caso, con eso nos basta: con aclararnos, aprender y, si la situación se presta, colocar algún pero. Comencemos pues por uno de los propósitos de José Luis Villacañas, la confrontación con las ciencias sociales. Al respecto el autor discute la supuesta “esencia” del populismo, propuesta por la historiadora italiana Loris Zanatta. El autor le reprocha una visión del populismo como una ideología retardataria, enemiga del progreso. La historiadora se confundiría al identificar populismo con la “melancolía de la comunidad ancestral” (P.. 31) típica de la imaginación nacionalista, Página 1 de 7

Las semillas del 15-M (I). Sobre Populismo de José Luis Villacañas

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Las semillas del 15-M (I). Sobre Populismo de José Luis VillacañasPublicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net)

Las semillas del 15-M (I). Sobre Populismo de José Luis VillacañasEnviado por pabloelorduy el Dom, 03/27/2016 - 08:00 Artículos relacionados portada: El populismo y la nueva oligarquíaFoto portada:

Antetítulo (dentro): EnsayoSección principal: CulturasCuerpo:

La obra de José Luis Villacañas Populismo (ediciones Huerta Grande, Madrid, 2016) presenta doscentros de interés. En primer lugar, su autor se propone colmar, en España, una escandalosacarencia universitaria, culpable de la desconsideración del populismo. En segundo lugar, así nos loexplica en la páginas 20 y 21, Villacañas propone hacerlo desde la filosofía, una filosofía que trabajasobre los materiales de las ciencias sociales y que les propone útiles a los ciudadanos, de maneraque puedan evaluar la situación política presente y afrontar la misma. Nuestro comentario pretendeleer el libro desde tales objetivos y queremos preguntarnos si los alcanza o se desorienta en elcamino de su prosecución.

Ciertamente, hasta el libro de Villacañas, cuanto se escribía sobre el populismo desde las cátedrasde filosofía españolas carecía del mínimo de demora sin el que cualquier análisis descarrila en elajuste de cuentas. Hay, sin duda, algunas excepciones: la filosofía de afirmación partidaria deGermán Cano (Fuerzas de flaqueza. Nuevas gramáticas políticas, La Catarata, 2015) y el análisispropuesto desde la ciencia política por José Ignacio Torreblanca (Asaltar los cielos. Podemos o lapolítica después de la crisis, Madrid, Debate, 2015). Sobre ambos hablaremos en próximas entregasde nuestra empresa común. También lo haremos sobre un libro de Félix Ovejero quedesgraciadamente pasó desapercibido: ¿Idiotas o ciudadanos?. El 15-M y la teoría de la democracia,Barcelona, Montesinos, 2013. ¿Cuál es esta empresa común? Discutir, desde nuestros parámetrospolíticos, la literatura académica sobre el 15M y sus salidas políticas, sus cualidades intelectuales y,si los tienen, sus efectos políticos. Lo hacemos por gusto pero también llevados por un modestosentido de la obligación. Nos parece que ahora, cuando comienza la pugna por definir y apropiarsedel “acontecimiento 15M”, nuestra perspectiva sobre el mismo necesita confrontarse, aprender ydiscutir también lo que otras, ni mejores ni peores que las nuestras, están intentando decirnos.Puede que no le interese a nadie más que a nosotros; en cualquier caso, con eso nos basta: con aclararnos, aprender y, si la situación se presta, colocar algún pero.

Comencemos pues por uno de los propósitos de José Luis Villacañas, la confrontación con lasciencias sociales. Al respecto el autor discute la supuesta “esencia” del populismo, propuesta por lahistoriadora italiana Loris Zanatta. El autor le reprocha una visión del populismo como unaideología retardataria, enemiga del progreso. La historiadora se confundiría al identificar populismocon la “melancolía de la comunidad ancestral” (P.. 31) típica de la imaginación nacionalista,

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adscribiéndole todo el fondo mítico con el que trabajan los idearios nacionales. Bien al contrario, elpopulismo no se articularía en torno a ningún tipo de nostalgia de la unidad originaria, sino quepugnaría por construir una comunidad escindida políticamente. Cabe preguntarse, siendoconvincente Villacañas, si no impone aquí una interpretación del populismo excesivamente centradaen Laclau, utilizándola como rejilla analítica única: tal vez Zanatta apunte bien a otros modelospopulistas, sin ir más lejos el de Evo Morales, que intenta compaginar –no siempre con fortuna– laidentidad Aymara con el socialismo (pondremos un ejemplo enseguida). No resulta fácil aclararse,porque aunque Villacañas discute las conclusiones se olvida de los materiales empíricos ycondiciones sociales desde las que surgen. Un weberiano tan sofisticado como él sabe muy bien queningún concepto ideal-típico nos proporciona condiciones necesarias y suficientes, sino guías decontraste con el mundo, en la que importan tanto (o más) las desviaciones detectadas que el logrode concordancias. De hecho, es gracias a las desviaciones y al ajuste conceptual que estas nospermiten por lo que podemos explicar y comprender la realidad con un mínimo de garantías,evitando apriorismos o arrebatos ideológicos poco situados ¿No existe nada de nación legendaria–ya sea en tanto fundamento o anhelo– en ningún modelo populista? Dejamos apuntado que, en loque a las ciencias sociales respecta, José Luis Villacañas olvida un debate sobre el populismo. Fuefundamental en la sociología y la filosofía francesa (y, desde ellas, más allá) de los años setenta delsiglo XX. Nos parece que empaparse en ese debate (sin el que se comprenden mal problemascentrales en las obras de Bourdieu, Passeron, Rancière o Michel de Certeau), muy conectado con elproblema de las identidades populares y sus competencias ayuda a ponderar mejor algunasafirmaciones que se realizan en el libro sobre las identidades de clase, su existencia y suconsistencia.1

Villacañas convierte –véase la página 41– al populismo en una respuesta contemporánea a lademocracia neoliberal. Podemos darle la razón, pero desde luego eso supone un desmentido radicalde Laclau y de sus interesantes análisis de las dinámicas populistas en Mao o en Perón. Portodo ello, cabe preguntarse de qué habla exactamente el libro: ¿del populismo o específicamente dePodemos? Y si lo último es el caso, parece hablarnos más bien de la teoría que las élites del partidohan conseguido popularizar sobre su práctica. Insistimos: lo que alguien “dice que hace” puede o noser lo que hace, y tal vez esto último se lea mejor desde otras teorizaciones que abordan la fusiónentre la política y el marketing (de Robert Michels a Pierre Bourdieu). Estos dos asuntos quedanabiertos en el libro de Villacañas: ¿de qué populismo habla? Y, en segundo lugar, ¿el concepto depopulismo es el mejor para definir la realidad a la que se refiere?

En este momento, sentimos que parte del desafío que se planteaba queda sin satisfacer: la síntesisdesde la filosofía parece sesgada aunque, eso sí, ayuda a conducirse en el presente. Porque desdeeste momento, Villacañas nos introduce en España y en Podemos, es decir, en la versión españoladel populismo –si es que el populismo es lo que describe al partido–. Villacañas fortalece la visiónmás desmarxistizada posible del fenómeno populista, al tiempo que esquematiza el marxismo(o más bien los marxismos, porque estamos ante una tradición compleja y plural) más allá de lo quesería deseable para propiciar un diálogo fluido. El problema ya no es que el autor (o su lectura delpopulismo) reduzca la “política” marxista a una relación mecánica entre la división social de clases yel proyecto comunista de emancipación, sino que tilde de “esencialista” a una tradición cuyo núcleopolítico ha sido siempre relacional. Los artículos periodísticos de Marx –clave desde el punto de vistadel análisis político– dan buena muestra de la complejidad de la comprensión marxista sobre lascoyunturas y sus alternativas2. El mecanicismo que Villacañas imputa al marxismo sólo alcanzaría acomprender –como mucho– las tesis de la II Internacional o el discurso esclerótico del Dia–Matsoviético (teoría del reflejo mediante). Hubiese sido interesante debatir con marxistas españolescomo Manuel Sacristán,3 cuya comprensión de la teoría marxiana y la praxis política se distanciade cualquier esquematismo. Por otra parte, al eliminar continuamente las clases sociales, terminapor abrazar visiones completamente individualistas de la sociedad moderna: “En la realidad socialsolo hay diferencias”, escribe en la página 45.

Incluso los ejemplos de políticas populistas logradas por la derecha son políticas de clase,consistentes en enfrentar a los trabajadores con los modelos culturales de la burguesía liberal

¿Sólo hay diferencias? Resulta evidente para el autor, mas no para nosotros. Villacañas (o repetimos:el populismo tal como lo lee) considera saldado el marxismo pero, aunque así fuera (cosa que nocompartimos), una cosa es el marxismo y otra la sociología, y prescindir de la presencia de las clases

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sociales requiere más desarrollos. Incluso, cabe afirmarlo, si se comenta la filosofía del populismo.Ciertamente, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe no son marxistas dogmáticos y no otorganposibilidades omnicomprensivas al análisis de clase. Que lo obvien tan radicalmente, no está nadaclaro. En su famosa teorización sobre la producción de equivalencias entre lo distinto, Laclauaseguraba que estirar demasiado las equivalencias era un camino errado. De ese modo, nos decía,se malbarataban las condiciones sociales que las volvían efectivas. Efectivamente, la realidad sepuede construir pero no desde un vacío sociológico. Y si se hace –cayendo en la autonomía de lopolítico– se acaba hablando de pueblos que por mucho abarcar poco aprietan, ya que reúnenintereses sociales opuestos y divergentes. Alguien puede defender a los pequeños empresarios, o alos empresarios patriotas, y los derechos de los trabajadores precarios. Puede hacerlo, y la “magiasocial” puede funcionarle un tiempo. Pero a los pocos días de meter la inspección de trabajo en lasempresas auguramos que los primeros se enfadarán bastante. Algo semejante le pasó a EvoMorales, según nos explica el sociólogo Franck Poupeau (Les mésaventures de la critique, París,Raisons d’Agir, 2012, p. 75): Morales intentó introducir una reforma de los impuestos y del derechodel trabajo. Dado que su base social se encuentra construida por pequeños empresarios de laeconomía informal (el de la burguesía indígena o chola), interpelados por su populismo, llegado elcaso asumieron una identidad de clase que, en ese momento, les interpelaba mejor: la deempresarios amantes de la economía patriarcal.

La política no son sin más las clases, pues estas ni son homogéneas ni comparten interesescomunes, pero unificarlas sobre el vacío social tiene un recorrido limitado, sobre todo si se trata deuna política ilustrada y de liberación que se impone no unificar los antagonismos recurriendo achivos expiatorios. Incluso los ejemplos de políticas populistas logradas por la derecha (en EstadosUnidos, Francia y ahora de manera creciente en Alemania) son políticas de clase, consistentes enenfrentar a los trabajadores con los modelos culturales de la burguesía liberal. Aunque tambiénsean, y no de un modo menor, políticas racistas fundadas en una distinción blanca/eurocéntrica quesepara un nosotros civilizado de un ellos bárbaro. Está claro entonces: puede admitirse que lasclases permiten construcciones políticas diversas (en realidad, una banalidad desde El 18 deBrumario de Luis Bonaparte), puede admitirse que las coaliciones de clases no siempre colocan a losde abajo en el sentido de la emancipación: de ahí a decir que solo existen diferencias hay unrecorrido enorme en el que no acompañamos a Villacañas.

Por otro lado, el libro aboga por el republicanismo y propone inteligentes diferencias entre modeloscarismáticos. No remiten al mismo modelo el líder republicano y el que se apoya sobre elclientelismo. Este último punto es importante. Un análisis de la enorme literatura sobre procesospopulistas –desde Venezuela a Bolivia pasando por Putin, incluida la construcción de Podemos enEspaña– podría hacernos salir del análisis filosófico y ver cuáles son las prácticas efectivas demodulación del carisma. Villacañas propone una teoría interesantísima de los afectos políticos(página 75) pero que debería completarse, es nuestra perspectiva, desde un análisis empírico –queel autor apunta con inteligencia al final de su libro– de los modos de distribución de las retribucionespolíticas, de las prácticas democráticas o no que espolean y de las fracciones de clase quepromocionan. Que Podemos, para irnos al ejemplo que inspira a Villacañas, tenga una activa secciónde Cultura pero una menos patente política sindical puede ser significativo de las fracciones socialesy políticas que, efectivamente, ha enrolado en su construcción teórica. Para ese análisis este libroorienta poco.

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Uno de los apuntes más valiosos del libro, la tesis del autor acerca de la emergencia del populismocomo respuesta a la democracia neoliberal, se ve a nuestro juicio poco elaborado cuando el autoraborda el “tipo antropológico” al que interpelaría el populismo en la sociedad actual. Desde lafilosofía de la cultura, Villacañas propone un análisis freudiano del “sujeto–tipo” de la políticapopulista, una política –como mencionamos poco más arriba– fundada sustancialmente en ladinámica de los afectos. Para ello el autor despliega una teoría del aparato psíquico más cercana alpsicoanálisis que a cualquier trabajo sociológico o histórico al uso. El problema de los individuosactuales –un problema arraigado en la evolución neoliberal de la cultura y las instituciones– sería suincapacidad para construir un “yo ideal” distanciado, resultándoles más fácil identificarse con un yoideal corporizado, esto es, con un líder. El populismo y su líder interpelarían a una subjetividadprimaria y narcisista, fundada en las emociones más que en la inteligencia crítica; en lugarde potenciar el distanciamiento y la responsabilidad, lo que el populismo impulsaría es unaidentificación acrítica con el líder en cuestión, formado por la misma “materia psíquica” que losliderados (P. 99). La producción de esta personalidad narcisista, cuya capacidad de diferenciación esmínima, sería efecto del empobrecimiento del arsenal cultural provocado por el neoliberalismo, unaracionalidad que somete todo al ethos del homo economicus (P. 106). Así, por ejemplo, lo únicovalioso de la educación sería aquello que pueda validarse en el mercado de trabajo. El problema deeste diagnóstico, culturalmente sugerente y persuasivo, radica en su desapego de la estructurasocial, las clases y las desigualdades fundamentales sobre las que se asienta la razón neoliberal. Almenos en dos niveles. Para empezar, un discurso sobre la deflación cultural y subjetiva promovidapor el neoliberalismo, tendría que mencionar la evolución del capitalismo como terreno material queprovoca las transformaciones culturales y subjetivas. En ello han insistido autores como F. Jamesony D. Harvey, pero ello implicaría reintroducir la desigualdad social y, por tanto, las clases. De otraparte, aunque en una línea similar, el “tipo antropológico” del populismo hubiese adquirido unrecorrido más contrastado y rico –menos vaporoso– si se hubiese correlacionado con la estructurasocial, porque ¿quién es ese “tipo subjetivo neoliberal”? ¿Es extrapolable a toda la sociedad? ¿Sereduce a una clase específica? ¿Pretende ser un tipo puro ideal? ¿Está igualmente distribuido entodos los países donde se desarrollan procesos populistas?

La vocación competitiva de la sociedad de pequeños empresarios se sublima en una concepcióncompetitiva de la política y en la designación de un enemigo de brocha gorda

Más interesante es su vigorosa defensa del republicanismo, que ocupa la última parte del libro.Villacañas muestra convincentemente que el populismo trabaja bien con el tipo humano producidopor el neoliberalismo. La vocación competitiva de la sociedad de pequeños empresarios se sublimaen una concepción competitiva de la política y en la designación de un enemigo de brocha gorda. Elpopulismo redistribuye, señala, al pueblo amigo y, de nuevo, faltan datos que lo corroboren y siestos muestran una novedad en las políticas del populismo latinoamericano respecto a otrosmodelos del gobierno; tampoco nos aclara si todos los populismos son o no intercambiables. Ladefensa del republicanismo –un republicanismo materialista– nos une a Villacañas, si bien nocompartimos que puedan existir repúblicas con profesionales vitalicios de la representación, ni enforma de políticos ni al modo de monarcas. Ser republicano es también ser desconfiado delpoder y la arrogancia que le es connatural.

Como conclusión, y apuntando hacia el diagnóstico netamente político que hace Villacañas delpopulismo en España y el movimiento 15M, cabría señalar que si el 15M no puede reducirse a unfenómeno populista, no lo es tanto porque sus demandas fuesen sectoriales –como señala el autor–sino porque su innovación organizativa, repertorios de acción y formas de liderazgo distribuidasencajaban difícilmente con el esquema populista. De hecho, las recetas populistas han tenido queviolentar fuertemente los modelos políticos ideales producidos en la cultura de asambleas. Paradesprestigiar su ejemplo, no se dudó a considerar como intrínsecamente oligárquico tal sistema,siempre violentado por el militantismo faccioso. Se trataría entonces de elegir entre dos menús deoligarquías: el vergonzante e ineficaz de las asambleas y aquel sin complejos pero eficaz del partido.La alternativa es falsa: buena parte de esa crítica la formulamos4 en España quienes deseamosmejorar el modelo democrático de las asambleas porque sospechamos que sus reales problemas(faccionalismo, cultura de la conspiración, fuerte selección social de los dirigentes en función de lascercanías a los centros efectivos de poder), en manos del populismo de partido, no solo no se

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mejoran sino que se conservan y se acentúan con otros nuevos: clientelismo y engolfamiento en laadquisición de capital político mediante comportamientos serviles y modulaciones del discursocompletamente estratégicas. La alternativa no está entre dos oligarquías políticas, sino en incluirgarantías democráticas que contengan las tendencias a la elitización de la política, las cualeseliminan de la vida política el coraje y la independencia de criterio (pero no el comportamientoaguerrido y matón…) y el debate intelectual se ahoga entre discursos donde se oponen cortesanosde las diferentes facciones en pugna por el poder y los recursos.

Respecto a si existe o no una crisis orgánica en España, a nuestro juicio, que difiere del autor, esta sítendría lugar por diversos motivos. No sólo por la incapacidad de regeneración de la clase políticaheredera del 78, nacionalismos tradicionales incluidos, sino también por la propia agenda neoliberalen curso, que volverá a imponer la mano dura de la austeridad en breve (lo que redundará en unaprecarización de la vida y en un aumento de la brecha social, ya muy pronunciada). Aunque lo másproblemático, lo que señala que el llamado “régimen del 78” está fuertemente tocado, es lafractura de las clases medias que articularon el relato de la transición. Tras el proceso deempobrecimiento al que la crisis económica ha sometido al país, cada vez queda menos de ellas.Ante una disyuntiva tal se abren tres caminos: una ruptura democrática con el régimen, incluyendoen este proceso de renovación –renovación constituyente– a sectores más allá de las clases medias;una reforma –más o menos audaz, capaz de ampliar el arco de la representación y pugnar pormedidas sociales– o la restauración. Aunque muchas veces las diferencias entre reforma yrestauración sean más nominales que de contenido. En cualquier caso, el camino que se abre estálleno de incertidumbres.

Recuadro:

1. Sobre las preguntas que ese debate ayuda a plantear a propósito del concepto de pueblo enLaclau véase José Luis Moreno Pestaña, “La lógica de la los pequeños capitales: filosofía y sociologíadel populismo”, El Viejo Topo, 2015, 330-331. pp. 88-98. Disponible también en Rebelión

2. En este sentido, sería interesante revisar la producción periodística madura de Karl Marx. Unaselección representativa de su periodismo de la década de 1850–60 puede consultarse en la ediciónde Mario Espinoza de sus Artículos Periodísticos, Alba Editorial, Barcelona 2013.

3. Véase al respecto la entrevista de Mario Espinoza con Salvador López Arnal.

4. Véase José Luis Moreno Pestaña, “Les conditions sociales de la démocratie assembléiste”, SavoirAgir, 2012, pp. 11-20 y dentro de un trabajo más global “Democracia, movimientos sociales yparticipación popular: Lógicas democráticas y lógicas de distinción en las asambleas del 15M”, JavierEscalera y Agustín Coca (cords.), Movimientos sociales, participación y ciudadanía en Andalucía,Sevilla, Aconcagua, 2013. Véase un estado de la cuestión general, también realizado desde la teoríaaristotélica de los regímenes mixtos, en Paul Luccardie, Democratic Extremism in Theory andPractice. All power to the people, Nueva York, Routledge, 2014. La lectura del libro de Luccardiemuestra que existen problemas para los modelos de participación asamblearios. Pero también haymaneras de enfrentarlos.

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Pie de foto: Juguemos a la revolución en verano y siempre. Edición impresa:

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Tipo Artículo: NormalAutoría foto: Antonio Marín SegoviaAutoría: Mario Espinoza PinoJosé Luis Moreno PestañaFormato imagen portada: grandeTipo de artículo: Normal

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