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ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO CIRCULACIONES, CONEXIONES Y MIRADAS, 1756-1867 Antonino De Francesco Luigi Mascilli Migliorini Raffaele Nocera (Coordinadores) Introducción Giuseppe Galasso Mediterráneo (Historia) 7-OCT.indd 5 07-10-14 10:32

“La revolución de Santo Domingo,” trans. Linda Rupert. In, Entre Mediterráneo y Atlántico: circulaciones, conexiones y miradas, 1756-1867. Ed. Antonino de Francesco, Luigi Mascilli

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ENTRE MEDITERRÁNEO Y ATLÁNTICO CIRCULACIONES, CONEXIONES Y MIRADAS,

1756-1867

Antonino De FrancescoLuigi Mascilli Migliorini

Raffaele Nocera(Coordinadores)

Introducción

Giuseppe Galasso

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Distribución mundial para lengua española

Primera edición, FCE Chile, 2014

De Francesco, Antonino; Mascilli Migliorini, Luigi; Nocera, RaffaeleEntre Mediterráneo y Atlántico. Circulaciones, conexiones y miradas, 1756-1867 / Antonino De Francesco, Luigi Mascilli Migliorini, Raffaele Nocera (Coordinadores); Introducción de Giuseppe GalassoChile: FCE, 2014642 p. ; 23 x 16,5 cm. (Colec. Historia)ISBN 978-956-289-123-3

© Fondo de Cultura EconómicaAv. Picacho Ajusco 227; Colonia Bosques del Pedregal;14200 México, D.F.© Fondo de Cultura Económica Chile S.A.Paseo Bulnes 152, Santiago, Chile

Registro de Propiedad Intelectual N° 246.316ISBN 978-956-289-123-3

Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S.A. / Nicoletta Marini d’ArmeniaImagen de portada: Impresión original de mapa antiguo, cortesía de Jonathan Potter Ltd., Londres. Novissima Totius Terrarum Orbis Tabula. Por Nicholas Visscher. Publicado en Ámsterdam, c.1679.Revisión de textos e índice onomástico: Valerio GiannattasioDiseño de portada: Macarena Líbano RojasDiagramación: Gloria Barrios A.

Este libro se publica con una contribución del “Ministero dell’Istruzione dell’ Università e della Ricerca (MIUR)” y “Progetti di Ricerca di Interesse Nazionale (PRIN,2009)” y con una subvención del Departamento de Estudios Históricos de la Università di Milano.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sea cual fuera el medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de los editores.

Impreso en Chile – Printed in Chile

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Índice

Introducción a 1756. Giuseppe Galasso 11

Prólogo. Nuestra América, Mare Nostrum. Luigi Mascilli Migliorini 25

Prefacio. Raffaele Nocera 33

PARTE I. LA RUTA DE NÁPOLES

Un viajero en teoría. Genovesi, las utopías y América del Sur 45 Girolamo ImbrugliaNápoles: Las Luces en el espacio mediterráneo 57 Elvira ChiosiCarlos III: la Ilustración entre España y ultramar 73 Gabriel PaquetteLos jesuitas españoles expulsos ante la disputa del Nuevo Mundo 93 Niccolò GuastiLas trayectorias de la “disputa del Nuevo Mundo” 109 Maria Matilde Benzoni

PARTE II. ECOS DE REVOLUCIONES

El espacio revolucionario transatlántico: una comparación historiográfica 137 Antonino De FrancescoDespués de 1776. Pensar la Revolución 151 Susana GazmuriLa crisis del Antiguo Régimen colonial. Las revueltas en la América española en la segunda mitad del siglo xviii 171 Federica MorelliEl sueño americano: los orígenes de un imperio naciente 195 Nicoletta Marini d’Armenia

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Santo Domingo en revoluciones (1789-1825) 211 Raphaël LahlouLa Revolución de Santo Domingo 225 David Geggus

PARTE III. LIBERTAD Y CONSTITUCIÓN

De Aboukir a Ayacucho o de las guerras revolucionarias a la América independiente. Imágenes y sensaciones 243 Claudio RolleDe Cádiz a la América del Sur: el viaje de una ilusión constitucional 255 Juan Luis Ossa Santa CruzAlgunas reflexiones sobre las Cortes de Cádiz y la contribución de los delegados hispanoamericanos 279 Marta Lorente SariñenaInfluencias del constitucionalismo inglés en el Mediterráneo 299 Diletta D’AndreaLeandro Miranda al servicio de la República de Colombia: aventuras periodísticas y diplomáticas 313 Daniel Gutiérrez ArdilaLa “guerra civil borbónica”. Crisis de legitimidad y proyectos nacionales entre Nápoles y el mundo iberoamericano 341 Carmine Pinto

PARTE IV. HACIA NUEVAS NACIONES

República y Federalismo en América del Sur, entre la Monarquía hispánica y las revoluciones de Independencia 363 Gabriel EntinDictaduras temporales, bonapartismos y caudillismos 393 Raúl O. FradkinLatinoamericanos en Europa 421 Rosa Maria Delli QuadriLondres, capital del exilio mediterráneo. Un estudio comparado entre la comunidad española y la italiana (1823-1833) 437 Viviana MelloneBuenos Aires, capital independiente 457 Valerio Giannattasio

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9ÍNDICE

Los desafíos de la justicia republicana. Profesionalización e independencia de la judicatura en Chile y Perú durante el siglo xix 477 Pauline Bilot y Pablo WhippleLa larga transición de la esclavitud a la abolición 501 Luigi Guarnieri Calò CarducciInserción y dinámicas del sistema hispanoamericano en el circuito del comercio atlántico 519 Amedeo Lepore

Referencias 545

Índice onomástico 631

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La Revolución de Santo Domingo

David Geggus *Traducción de Yeny Atoche Monterola

La lucha de quince años que transformó a la colonia caribeña francesa de Santo Domingo en Haití independiente produjo el mayor grado de cambio social y económico de todos los conf lictos de la era de la revolución. Lo que comenzó como un movimiento de autogobierno entre los colonos blancos ricos, atrajo rá-pidamente a los blancos pobres y a la gente libre de color militante que exigía derechos políticos por sí mismos. Luego desató la más grande rebelión de esclavos en la historia de las Américas.

Entre 1789 y 1804, la revolución haitiana se desarrolló como una sucesión de precedentes importantes: el logro de la representación colonial en una asamblea metropolitana (1789), el fin de la discriminación racial (1792), la primera aboli-ción de la esclavitud en una sociedad esclavista importante (1793), y la creación del primer Estado independiente de América Latina (1804). Intercalada entre las revoluciones coloniales de América del Norte y del Sur, y entrelazada compleja-mente con la revolución concurrente en Francia, encarnó la búsqueda contempo-ránea de la libertad, la igualdad y la independencia de una manera única.1

* University of F lorida.1 Los relatos más detallados son los clásicos del siglo xix: Beaubrun Ardouin, Études sur l’histoire d’Haïti.

Puerto Príncipe: Fardin, 2005 [1853]; Thomas Madiou, Histoire d’Haïti. Puerto Príncipe: Deschamps, 1989-1991 [1847-1848]. Para una visión reciente, ver Laurent Dubois, Les Vengeurs du Nouveau Monde: Histoire de la Révolution haïtienne. París: Perséides, 2005.

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Santo Domingo y el mundo atlántico

La revolución haitiana fue importante tanto por sus logros políticos como por que entonces Santo Domingo tenía la economía de exportación más poderosa de las Américas. Desde sus orígenes como un refugio de piratas en el siglo xvii, la colonia se había convertido en la principal fuente de productos tropicales para Europa. A pesar de ser más pequeño que Massachusetts, con un área total de 20 mil kilómetros cuadrados, fue en diferentes momentos el principal exportador mundial de azúcar, café y añil.

En el apogeo de su productividad a finales del decenio de 1780, Santo Do-mingo exportaba más que todo Estados Unidos, mucho más que México o Brasil, y fue el mayor mercado para el comercio de esclavos en el Atlántico. En términos de riqueza creada por habitante, era probablemente sin igual, y por lo tanto re-presentaba el apogeo del proceso de colonización que los portugueses y españoles habían puesto en marcha tres siglos atrás.2

La colonia fue la principal impulsora del crecimiento de los puertos atlánticos franceses, cuya prosperidad contrasta con el estancamiento del resto del país a finales del Antiguo Régimen. Su inf luencia se extendió hasta el Mediterráneo; en 1789, Marsella proporcionaba una sexta parte de la marina mercante francesa de la colonia. Además de abarcar una tercera parte del comercio exterior de Francia, Santo Domingo tenía, a través de sus puertos francos o mediante el contrabando, vínculos comerciales con muchas partes de las Américas. Importaba ganadería y moneda de las colonias españolas, productos agrícolas y madera de América del Norte, y esclavos del Caribe británico. Aunque Francia tenía entonces la población más grande de Europa, era demasiado pobre para absorber más que una fracción de la enorme producción de la colonia. Las tres cuartas partes de los productos tropicales que Francia importaba eran reexportadas y vendidas en mercados desde Escandinavia hasta el Medio Oriente y a lo largo de las Américas. Logró así una distribución más amplia y más internacional de lo que normalmente era posible conseguir bajo las leyes comerciales mercantilistas de la época.3

Con más de medio millón de esclavos en 1791, unos 30 mil blancos y un número parecido de gente libre de color, la población de Santo Domingo era una de las que tenía el más rápido crecimiento en América, así como una de las más desequilibradas entre blancos y negros, y entre libres y esclavos. Más de la mitad

2 David Geggus, “Santo Domingo on the Eve of the Revolution”, en David Geggus y Norman Fiering (eds.), The World of the Haitian Revolution. Bloomington: Indiana University Press, 2009, pp. 3-20; David Eltis, Frank D. Lewis y Kenneth Sokoloff (eds.), Slavery in the Development of the Americas. Cambridge: Cambridge University Press, 2004, pp. 8-14 y 208.

3 Ver Jean Tarrade, Le commerce colonial à la fin de l’Ancien Régime. París: Presses Universitaires de France, 1972.

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de los esclavos eran de origen africano. Los criollos nacidos localmente formaron una especie de clase alta en la mayoría de las comunidades de esclavos. Las posi-ciones de servicio doméstico, artesanos y contramayorales estaban cada vez más monopolizadas por los criollos. De sus filas vendría la mayoría de los líderes de la revolución de los esclavos.

Hacía años, los colonos de Santo Domingo se habían enojado por el sistema imperial autoritario y mercantilista de Francia. Les molestaba su sumisión a los comerciantes franceses, con quienes estaban fuertemente endeudados, y muchos envidiaban la autonomía disfrutada por sus homólogos en las colonias británicas. La exitosa rebelión de las trece colonias británicas de América del Norte les pro-porcionó un ejemplo atractivo. Sin embargo, no fue un ejemplo fácil de imitar para una colonia isleña fácilmente bloqueada con una pequeña minoría blanca. Para ciertos anglófilos, sin embargo, era atractiva la alternativa de un protectorado británico.4

La característica más sobresaliente de la sociedad de Santo Domingo era la ri-queza relativa y el tamaño de su sector de gente de color libre. Abarcaba un espec-tro excepcionalmente amplio e incluía a una clase alta de prósperos hacendados de origen racial mixto, algunos de los cuales fueron educados en Francia. Estos ricos propietarios de esclavos estaban sujetos a las mismas leyes discriminatorias y al hostigamiento extrajudicial que sufría toda la gente de color en las Américas.

En Santo Domingo, el número y la riqueza de este sector crecieron rápida-mente, al tiempo que aumentaba la segregación oficial. Como los hombres libres de color formaban una gran parte de la milicia colonial y de la policía, se trataba de una situación peligrosa.5

Santo Domingo y la Revolución francesa

Las revoluciones de Francia y de Santo Domingo estaban estrechamente entrela-zadas. Cada una comenzó con la convocatoria de los Estados Generales en 1789 y ambas terminaron con el ascenso de Napoleón Bonaparte. Aunque el calendario se estableció en Europa, recientemente muchos historiadores han sostenido que la revolución colonial no fue solamente una manifestación de la revolución me-tropolitana, sino que cada una configuraba y radicalizaba a la otra. Ciertamente, la política colonial de la Francia revolucionaria se desarrolló principalmente en

4 Gabriel Debien, Esprit de colon et esprit d’autonomie. París: Larose, 1954; Charles Frostin, Les Révoltes blanches à Saint-Domingue aux XVIIe y XVIIIe siècles. París: Ed. de L’Ecole, 1975.

5 John Garrigus, Before Haiti: Race and Citizenship in French Saint-Domingue. Nueva York: Palgrave, 2006; Yvan Debbasch, Couleur et liberté. Le jeu du critère ethnique dans l’ordre juridique esclavagiste. París: Dalloz, 1967.

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reacción a los acontecimientos en el Caribe. El deseo de los colonos por la auto-nomía, de la gente libre de color por la igualdad y de los esclavos por la libertad no comenzó en 1789 y no se aprendió en Francia. Sin embargo, las noticias de los acontecimientos en París minaron la estructura de poder tradicional en las colonias de Francia y desataron conf lictos latentes. Los blancos, los libres de color y los esclavos emplearon la retórica libertaria (y monárquica) de la madre patria, y para los dos primeros grupos, el mismo París proporcionaba un foro en el cual perseguir sus objetivos.

Cuando el gobierno real en bancarrota llamó a los Estados Generales para debatir las amplias reformas nacionales, no tenía la menor intención de incluir a las colonias, y pocos de los representantes nacionales que se reunieron en París en 1789 sabían algo de asuntos coloniales.

Algunos colonos ricos de Santo Domingo, sin embargo, llevaron a cabo eleccio-nes clandestinas y los diputados que enviaron a París lograron persuadir a la Asam-blea Nacional nueva de que les concediera un lugar. En el proceso de buscar una voz política para la élite colonial, pronto descubrieron que la revolución traía tantos peligros como oportunidades. La Declaración de los Derechos del Hombre (agosto de 1789) parecía una amenaza obvia, aunque abstracta. Más directamente, entre los diputados más destacados de la Asamblea Nacional se incluyeron miembros de la recién fundada sociedad Amis des Noirs, cuyo objetivo era abolir el comercio de esclavos. Presentó un desafío diferente un club parisino formado en septiembre por hombres libres de color, que abogaba por la igualdad racial. Después de que la asamblea abolió centenarias costumbres feudales de Francia en un solo día, pareció posible que atacara al régimen colonial en un brote emocional parecido.

En marzo de 1790, el lobby colonial había neutralizado todas estas amenazas convenciendo a la mayoría de los políticos de que cualquier innovación en los asuntos coloniales podría comprometer la prosperidad de Francia. Avergonzada por el conf licto entre principios e intereses, la Asamblea Nacional evitaba cual-quier discusión sobre la raza o la esclavitud. Tanto la propiedad como la libertad eran parte de los Derechos del Hombre. La crítica de la esclavitud por Las Luces fue principalmente un ejercicio académico, y la Amis des Noirs nunca se convirtió en un movimiento popular, a diferencia del abolicionismo en Gran Bretaña.

Al dejar de lado su demanda para el comercio libre, los colonos hicieron causa común con los comerciantes franceses para convencer a la Asamblea Nacional de que las colonias debían permanecer fuera de la nueva Constitución francesa; los colonos deberían redactar sus propias Constituciones para la aprobación metro-politana.6

6 Gabriel Debien, Les Colons de Saint-Domingue et la Révolution française: Essai sur le club Massiac. París: A. Colin, 1953.

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Mientras tanto, en Santo Domingo los colonos blancos habían avanzado mu-cho más. Aprovechándose de la parálisis de las autoridades reales, los hacendados, los abogados y los comerciantes reorganizaron a la milicia en una Guardia Nacio-nal y expulsaron al impopular intendente. Se eligieron asambleas provinciales a través de un sufragio masculino blanco excepcionalmente amplio, en respuesta a las demandas de los asalariados blancos, y en abril de 1790 una asamblea colonial se reunió en la ciudad de Saint Marc y se declaró soberana. Se redactó una Cons-titución que en gran medida ignoraba la autoridad francesa. Durante el verano el gobernador reunió a las fuerzas conservadoras y cerró a la Asamblea. Sin embargo, cuando se eligió a un sucesor, con la aprobación francesa, en el verano de 1791, la mayoría radical cambió el nombre de la Asamblea de “Colonial” a “General” y esta rápidamente asumió funciones ejecutivas.

Los hombres libres de color que esperaban participar en esta transformación política solicitaban los mismos derechos que sus homólogos blancos contribu-yentes. Al igual que en París, sus reclamos fueron evadidos o rechazados, y en algunos distritos encontraron una represión feroz. A pesar de la nueva moda por una ideología igualitaria, la llegada de la democracia complicó la lucha por la igualdad de derechos. Ahora, esto no significaba solamente permitir a la gente de color ser médico y abogado, sino también concederle el poder político. Los colonos insistieron en que la discriminación racial era un baluarte fundamental de la esclavitud. Un frustrado Vincent Ogé, uno de los pocos comerciantes de color de Santo Domingo y uno de sus líderes en París, regresó a la colonia y dirigió una breve y fracasada rebelión en octubre de 1790. La bárbara ejecución de Ogé y sus seguidores empujó a una avergonzada Asamblea Nacional por fin a conceder la igualdad de derechos a un pequeño número de gente de color libre en mayo de 1791. Pero aun este gesto débil de compromiso fue tajantemente rechazado por la mayoría de los colonos blancos.

En agosto de 1791, mientras los blancos furiosos se quejaban de la traición por parte de Francia, los libres de color comenzaron una rebelión en el oeste y el sur de Santo Domingo, donde superaron numéricamente a los blancos. Durante ese momento de crisis, mientras circulaban los rumores de la secesión y la con-trarrevolución, aumentaron las tensiones entre conservadores y radicales, y estalló una guerra civil entre blancos y mulatos, los esclavos de la Provincia del Norte les tomaron a todos por sorpresa. Una gran rebelión estalló en la llanura alrededor de Cap Français, la que luego se extendió a las montañas circundantes. Armados con machetes y tocando tambores, los insurgentes mataron, saquearon y quema-ron a gran escala. Peleando al mismo tiempo contra la gente de color libre en el oeste, y divididos entre sí mismos, los blancos estaban abrumados. Sin embargo, lograron prevenir que la rebelión se extendiera más allá de la Provincia del Norte

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estableciendo un cordón de campamentos en la montaña. Todos los participantes cometieron atrocidades.7

Este atasco militar duró dos años. Los insurgentes no lograron ni capturar a las ciudades fortificadas ni vincularse con las rebeliones localizadas de esclavos que se produjeron brevemente en las provincias del oeste y del sur. Francia envió 12 mil soldados a la colonia en 1792, pero a pesar de que ganó las batallas en campo abierto, no pudo hacer frente a las tácticas de guerrilla de sus fugaces enemigos. Casi dos tercios de los soldados murieron a causa de las fiebres tropicales a un año de llegar, lo que se repitió a lo largo de la revolución haitiana. Debido a la cerca-nía de la frontera de la colonia española de Santo Domingo y a la declaración de “neutralidad” de España hacia la revolución, los franceses nunca pudieron atacar a los rebeldes desde todos los ángulos. Los esclavos intercambiaban el saqueo de las plantaciones por municiones con los habitantes de Santo Domingo; estos últimos tenían poca simpatía por sus vecinos franceses ricos e irreligiosos. Muchos pensa-ron que el gobierno español ayudaría a los rebeldes clandestinamente. Sin embar-go, el gobernador de Santo Domingo, quien temía una invasión negra masiva, les apaciguaba pero no les ayudaba. La política oficial de Madrid fue no intervenir, modificada luego para proporcionar ayuda humanitaria a los refugiados blancos.8

Al igual que muchos esclavos rebeldes durante la era de la revolución, los insurgentes fingieron que el rey los había liberado.9 Ellos adoptaron una retórica realista e hicieron poco uso de la ideología libertaria. Parecía que buscaban la libertad para sí mismos en lugar de acabar con la esclavitud. Sus principales diri-gentes, Jean-François y Biassou, vendían a otros esclavos, nunca propugnaron la libertad para todos, y una vez enfrentados a la derrota trataron de negociar una paz que liberaría exclusivamente a algunas decenas de dirigentes y sus familias. Los colonos no hacían ninguna concesión a los esclavos, aunque la mayoría reco-noció con una actitud reacia los derechos de los hombres libres de color cuando el gobierno francés decidió finalmente imponer la igualdad racial en abril de 1792. La Asamblea Legislativa de París, que ahora estaba dominada por la facción giron-dino progresista, reconoció que nunca se podría sofocar el levantamiento de los esclavos sin la ayuda de la gente de color libre.

Después de haber librado una cruenta guerra civil, la colaboración entre los blancos y los libres de color no fue fácil. Para asegurar el funcionamiento del nuevo

7 Carolyn Fick, The Making of Haiti: The Saint-Domingue Revolution From Below. Knoxville: University of Tennessee Press, 1990, pp. 91-117.

8 David Geggus, Haitian Revolutionary Studies. Bloomington: Indiana University Press, 2002, pp. 175-177.

9 David Geggus, “Slavery, War, and Revolution in the Greater Caribbean, 1789-1815”, en David Barry Gaspar y David Geggus (eds.), A Turbulent Time: The French Revolution and the Greater Caribbean. Bloomington: Indiana University Press, 1997, pp. 1-50.

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régimen igualitario, los girondinos enviaron a Santo Domingo un comisario-civil, Léger-Félicité Sonthonax, con tropas y poderes dictatoriales. A principios de 1793 comenzó a avanzar contra la insurrección de esclavos. En ese momento, sin em-bargo, la nueva República Francesa declaró la guerra a Gran Bretaña y a España, lo que cambió radicalmente el equilibrio de poder en la colonia.

Guerra, Emancipación, Independencia

La guerra entre las potencias coloniales impidió a Francia enviar refuerzos al Ca-ribe y dividió a los blancos y a la población de color libre en contra de la inter-vención extranjera. En seguida, los españoles y los británicos invadieron Santo Domingo. Invitadas por la clase de hacendados, ambas potencias deseaban apo-derarse de la valiosa colonia, esperando que la conquista fuera fácil. El gobierno de Godoy tomó la medida radical de contratar a los esclavos insurgentes como mercenarios. A estas llamadas “tropas auxiliares de Carlos IV” se les ofreció di-nero, tierra y uniformes, y España los reconoció a ellos y a sus familias como gente libre.10 Como Sonthonax no pudo superar la oferta de los españoles para ganar a los insurgentes, se vio obligado a ir más allá. Entre agosto y octubre de 1793, abolió la esclavitud a lo largo de la colonia en una jugada desesperada para preservarla para Francia. Los contemporáneos caracterizaron su decisión como “una descarga eléctrica”. Rindiéndose a la misma combinación de pragmatismo e ideología libertaria, la Convención Nacional de París aprobó la proclamación de Sonthonax en febrero de 1794 y la extendió a todas las colonias francesas. Todos los esclavos fueron declarados ciudadanos. La emancipación se convertiría en un arma de guerra y se exportaría a las colonias enemigas de Francia. Fue el punto radical culminante de la Revolución francesa, y resultó en la liberación del 20% de los esclavos americanos, es decir, de más de 600 mil personas.

Los blancos de Santo Domingo fueron eclipsados. Miles huyeron de la colo-nia y, de los que quedaron, muchos murieron en masacres sucesivas. A mediados de 1793, los pardos libres radicalizados (ahora conocidos como anciens libres), en alianza con los funcionarios republicanos franceses, controlaban gran parte de la colonia, pero a partir de entonces la revolución negra ocupó el centro del escenario. Al principio, la República Francesa parecía demasiado débil para ganar mucho apoyo de los negros escépticos. Pero durante la primavera y el verano de 1794, el tercer general de los auxiliares negros, Toussaint Louverture, secretamen-te transfirió su lealtad desde los españoles realistas y esclavistas hacia los franceses

10 Jorge Victoria Ojeda, Tendencias monárquicas en la revolución haitiana. El negro Juan Francisco Pete-cou bajo las banderas de Francia y España. México: Siglo XXI, 2005.

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abolicionistas y republicanos. Luego, en rápida sucesión, lanzó duros golpes con-tra los españoles, los británicos y sus excompañeros Jean-François y Biassou. Por primera vez, la fuerza de la autoliberación negra y la ideología libertaria francesa se combinaron con los recursos de un Estado moderno. La guerra en el Caribe se convirtió en una guerra por el futuro de la esclavitud y por la igualdad racial.11

Derrotada en Santo Domingo y en Europa, España se retiró de la guerra en 1795, entregando Santo Domingo a Francia. Miles de colonos españoles se tras-ladaron a Cuba y Venezuela. Unos ochocientos auxiliares negros y sus familias se marcharon al exilio pensionados en diferentes partes de América Central, F lorida y Cádiz.12 Los británicos ocuparon partes del oeste y del sur de Santo Domingo hasta septiembre de 1798. Enviaron 27 mil soldados a la colonia, seis veces más que España, pero ellos también hicieron un amplio uso de los soldados negros, a quienes reclutaron en las plantaciones. Durante cinco años, lucharon por man-tener la esclavitud y la economía de exportación, con un éxito que fue disminu-yendo y a un alto costo. Al principio los motivos del gobierno eran agresivos y expansionistas, pero se tornaron progresivamente más defensivos, para enfocarse en cómo la revolución negra afectaría a los esclavos en las colonias británicas. Aunque el objetivo de la intervención extranjera era preservar el régimen de las plantaciones, llegó a tener el efecto contrario. La propiedad fue destruida en los combates y, en las zonas británicas y francesas, miles de hombres fueron transferi-dos de la agricultura al ejército. Dividida geográficamente y políticamente por los invasores extranjeros, los hombres libres de color progresivamente perdieron en todas partes el poder que habían logrado, mientras en la provincia del Norte los exesclavos lograron posiciones de poder.13

El principal beneficiario de esos años de guerra constante fue Toussaint Louver-ture, un liberto negro. Nacido esclavo en Santo Domingo, había ganado su liber-tad hacía más de veinte años y había sido propietario o arrendador de tierras y es-clavos en pequeñas cantidades.14 A pesar de que podría haber ayudado a organizar la insurrección de esclavos, fue una figura recóndita durante los dos primeros años. Sin embargo, después de aliarse con los españoles en mayo de 1793, rápidamente se destacó como líder militar. Bajo los franceses, mostró sus dotes políticas y mili-tares, y pronto se hizo indispensable para los republicanos. Louverture construyó un ejército disciplinado, compuesto principalmente por exesclavos africanos. Sus

11 David Geggus, Haitian Revolutionary Studies, pp. 119-136.12 David Geggus, “The Exile of the 1791 Slave Leaders: Spain’s Resettlement of Its Black Auxiliary

Troops”, Journal of Haitian Studies, 8(2), 2002, pp. 52-67.13 David Geggus, Slavery, War, and Revolution: The British Occupation of Santo Domingo, 1793-1798.

Oxford: Oxford University Press, 1982.14 Jean-Louis Donnadieu y Philippe Girard, “Toussaint Before Louverture”, William and Mary

Quarterly, 70(1), 2013, pp. 41-78.

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oficiales incluían algunos mulatos y blancos, pero la mayoría era, como él, criollos negros. En abril de 1796, cuando se frustró un complot de anciens libres contra el gobernador blanco, este lo nombró diputado-gobernador de la colonia. En 1797, Sonthonax lo nombró comandante-jefe del ejército republicano.

Unos meses más tarde, Louverture deportó a Sonthonax por cargos falsos, y, el año siguiente, también al sucesor de Sonthonax. Él ya había convencido al gober-nador Laveaux de irse y había eliminado a una serie de rivales militares entre los exesclavos y anciens libres. Después de haber expulsado a los británicos en 1798, Toussaint controlaba la colonia entera, a excepción de la larga península del sur. Esta fue la fortaleza de los hombres de color libres dirigidos por el mulato radical André Rigaud, un exorfebre e hijo nacido libre de un oficial blanco. Faltando un enemigo extranjero que los uniera, rápidamente los dos hombres entraron en una pugna por el poder. En la guerra del Sur, que comenzó en julio de 1799 y duró un año, se perdieron miles de vidas. Arraigado en la rivalidad regional, el conf licto fue agudizado por las tensiones de clase social y de etnia. El exesclavo aplastó a los anciens libres en el sur y a los que en su propio ejército se rebelaron contra él. Cientos huyeron a Francia.15

Toussaint ahora gobernaba la colonia entera. A pesar de que siempre se presen-taba a sí mismo como un servidor leal de la República Francesa y públicamente se-guía una política de armonía racial, muchos comentaristas alrededor del Atlántico esperaban que convirtiera a Santo Domingo en un Estado independiente. Con el fin de mantener abiertas las rutas comerciales de Santo Domingo y su ejército bien abastecido, expulsó a los corsarios franceses de la colonia y cerró un tratado comer-cial y un pacto de no agresión secretos con Gran Bretaña y con Estados Unidos, a pesar de que ambas potencias marítimas estaban en guerra con Francia. Cuando los franceses intentaron organizar una rebelión de esclavos en la isla vecina de Jamaica, Louverture les informó a los británicos clandestinamente. En 1801, su ocupación de Santo Domingo español, en plena violación de los órdenes gubernamentales, y la elaboración de su propia Constitución que prácticamente no daba ningún papel a Francia, enfurecieron al nuevo líder de Francia, Napoleón Bonaparte.

Toussaint proseguía con los esfuerzos de Sonthonax por preservar la economía de exportación, sustituyendo una especie de servidumbre por la esclavitud. La mayoría de los antiguos esclavos se vieron obligados a seguir trabajando en sus plantaciones a cambio de una parte de los ingresos, si no se hicieron soldados. Fue abolido el látigo, pero para imponer la disciplina se empleó el ejército, a veces bru-talmente. Esta política fue resentida por parte de las masas rurales, que aspiraban

15 David Geggus, “Toussaint Louverture and the Haitian Revolution”, en Richard William Weisberger, Dennis P. Hupchick y David L. Anderson (eds.), Profiles of Revolutionaries in Atlantic History, 1750-1850. Nueva York: Columbia University Press, 2007, pp. 115-135.

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a ser pequeños propietarios campesinos autónomos, no trabajadores de hacienda. Todo ello le costó a Toussaint gran parte del apoyo popular. Solo el trabajo forza-do, sin embargo, podría mantener la exportación de azúcar y café que financiaban al ejército negro, el cual era el garante último de la emancipación de los esclavos. El tratado social de Toussaint con los colonos blancos y su recepción acogedora a los refugiados plantadores que regresaron a la isla también contribuyeron al resentimiento popular. Muchas plantaciones, sin embargo, pasaron a manos de militares, los que llegaron a formar una nueva clase de terratenientes negros.

Así, resultaron ilusorias la igualdad y la ciudadanía que la República Francesa había ofrecido en 1794 al abolir la esclavitud. A los exesclavos se les dieron pocas oportunidades. Aunque la Constitución de 1795 estableció a las colonias como partes integrantes de Francia, en efecto nunca se hizo cumplir esta disposición hasta que Bonaparte la anulara en 1799. Santo Domingo envió una docena de diputados negros a sentarse en la legislatura francesa durante la década de 1790, pero ellos fueron elegidos en circunstancias dudosas en unas pocas elecciones lo-calizadas. La Constitución de Toussaint Louverture ni siquiera pretendía ser de-mocrática; concentraba todo el poder en sus manos y lo convirtió en gobernador general de por vida, con el derecho de nombrar a su sucesor.

En cuanto al éxito de Toussaint en reavivar la economía de plantación, así como si su experimento de crear una colonia multirracial e igualitaria fue since-ro, hay desacuerdo tanto entre los historiadores como entre sus contemporáneos. Muchos lo han identificado como un jacobino sinceramente comprometido con los ideales de la Revolución francesa, quien reconocía que las habilidades técnicas y administrativas de los blancos y de los anciens libres eran fundamentales para mantener el gobierno y la economía de exportación. Otros lo han representado como un criollo negro oportunista que explotaba a las masas africanas, perseguía a los hombres de color y favorecía el retorno de los refugiados blancos solamente para que sirvieran como rehenes para evitar un posible ataque francés. Algunos hacen hincapié en el hecho de que se revivió la agricultura, la justicia era admi-nistrada con imparcialidad y el prejuicio racial desapareció rápidamente. Otros alegan que solo las plantaciones de los oficiales militares eran plenamente pro-ductivas y que los soldados ejercían una tiranía mezquina sobre los trabajadores de las plantaciones. Lejos de ser una máquina bien engrasada, el ejército era una institución feudal a cuyos líderes se les permitía amasar fortunas, mientras que los soldados quedaban sin remuneración. De lo único de lo que no se duda es de que el nuevo régimen tuvo muy poco tiempo para demostrar su valía.16

16 Para puntos de vista opuestos, ver CLR James, Los jacobinos negros: Toussaint L’Ouverture y la Revolu-ción de Haití. Madrid: Turner, 2003, y Pierre Pluchon, Toussaint Louverture: un revolutionaire noir d’Ancien régime. París: Fayard, 1989.

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Aunque los historiadores haitianos a menudo han sostenido que el objetivo de Louverture era declarar un Estado independiente, la mayoría de los académicos no concurren. Dado que ya gozaba de una independencia de facto, el gobernador negro no tenía nada que ganar de una secesión formal que hubiera resultado en un ataque francés y probablemente también en un bloqueo naval de parte de los esclavistas británicos y estadounidenses. En el contexto de un mundo hostil, siempre y cuando la República Francesa se opusiera a la esclavitud y a la discri-minación racial, le convenía a la gente de color en sus colonias permanecer como sujetos coloniales. En la revolución haitiana se adoptó la meta de la independencia como último recurso y solamente para defender los demás logros de la revolución. Fue la agresión de Bonaparte la que precipitó la secesión de Santo Domingo.17

Napoleón no podía intervenir en la colonia hasta que se terminó la guerra con Inglaterra en 1801. Para entonces, había decidido recuperar el control francés total sobre Santo Domingo y deportar a todos los oficiales de su ejército negro. En un momento desconocido (la decisión se mantuvo en secreto), dio la orden de restablecer la esclavitud y la discriminación racial. Envió una gran expedición militar bajo el mando del general Victoire Leclerc. Se incluyeron cientos de an-ciens libres, quienes deseaban vengarse de la Guerra del Sur. España y los Países Bajos contribuyeron con barcos y finanzas, y los británicos dieron su aprobación, incluso antes de que se firmara oficialmente la paz con Francia. El Presidente de Estados Unidos, Thomas Jefferson, también insinuó que cortaría los suministros a la “Argel caribeña”. Cinco mil soldados polacos zarparon luego de Italia, y pos-teriormente Cuba abasteció la expedición con perros de caza para combatir la guerrilla. Así pues, la expedición de Leclerc tenía la apariencia de una cruzada euroamericana.

Enajenados por el mando de Toussaint y sin comprender las intenciones fran-cesas, gran parte de la población al principio no ofreció resistencia. Después de tres meses de combate intensivo, Toussaint y sus generales principales se rindieron en mayo de 1802. Poco después fue deportado a Francia, donde murió, pero la mayoría de sus oficiales fueron incorporados al ejército francés de ocupación. A diferencia de sus antecesores británicos y españoles, la expedición de Leclerc llegó durante la temporada más favorable del año. Pero llegado el verano, fue azota-da por las fiebres tropicales. A pesar de los desmentidos oficiales, se filtraban las noticias de que los franceses querían restaurar el régimen de la esclavitud y de la supremacía blanca. Corría entonces una ola de resistencia popular, y los generales coloniales –tanto los anciens libres como los exesclavos– abandonaron progresiva-mente a los franceses y se unieron en una guerra por la independencia. Aunque la violencia extrema había caracterizado a la revolución desde sus inicios, esta etapa

17 Yves Benot, La démence coloniale sous Napoléon. París: La Découverte, 1992.

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final tenía un carácter casi apocalíptico. Se incendiaron pueblos y plantaciones enteras. El ejército francés adoptó abiertamente una estrategia casi genocida.18

La solidaridad internacional que parecía haber apoyado la expedición de Le-clerc pronto desapareció. Por temor a las ambiciones francesas en Luisiana, Jeffer-son abandonó rápidamente la idea de un embargo comercial; los comerciantes estadounidenses continuaron suministrando a ambas partes del conf licto, como siempre lo habían hecho. Asimismo, con el aumento de las tensiones en Europa, Gran Bretaña reconceptualizó a Santo Domingo negro como un aliado contra los franceses. Cuando la guerra europea se reanudó en 1803, los británicos dieron apoyo naval al general negro Dessalines, al igual que la Marina de Estados Unidos le había ayudado a Toussaint Louverture en su guerra con Rigaud. Ningún país quería el establecimiento de un poder autónomo negro en el Caribe, pero se temía aun más el expansionismo agresivo francés. La política exterior hacia la revolución haitiana fue el resultado de calcular el menor de dos males, y las relaciones con Francia siempre determinaron la política hacia Santo Domingo.

Diezmado por las fiebres, aislado en unas cuantas ciudades costeras y bloquea-do por los británicos, el ejército francés desocupó la colonia en noviembre de 1803. El 1 de enero de 1804, el general Jean-Jacques Dessalines, un exesclavo y actual jefe de Estado, proclamó la independencia de “L’État d’Hayti ”. La selección de un nombre amerindio para el nuevo Estado simbólicamente borraba el pasado colo-nial europeo. La Declaración de Independencia, escrita por el ancien libre Boisrond Tonnerre, exigía la extirpación de todo lo francés, y durante los meses siguientes se masacró sistemáticamente a todos los colonos blancos restantes, al menos 3 mil personas. Fue un acto de venganza por el pasado y una advertencia contra cual-quier intento futuro de reconquista. La Constitución de 1805 prohibió que la “gente blanca” fuera terrateniente y definía a todos los haitianos como “negros”.19

La nueva clase dominante estaba dividida entre los oficiales negros, quienes se habían ascendido desde la esclavitud y controlaban el norte, y los anciens libres de origen racial mixto, quienes dominaban el centro y el sur. Las tensiones perma-nentes entre estos dos grupos culminaron en el asesinato de Dessalines en 1806 y en la división del país en dos Estados en guerra constante hasta 1820. Una divi-sión social más profunda separaba a esta élite heterogénea de las masas rurales, casi la mitad de la cual había nacido en África. La élite seguía empleando la coacción para mantener la agricultura de plantación, pero ya para los años 1830 Haití se había convertido en un país de pequeños propietarios campesinos.

18 Philippe Girard, Ces esclaves qui ont vaincu Napoléon. Toussaint Louverture et la guerre d’indépendance haïtienne (1801-1804). París: Les Perséides, 2013.

19 David Geggus, “La Declaracion de Independencia de Haití”, en Alfredo Ávila, Jordana Dym y Erika Pani, (eds.), Las declaraciones de independencia. Los textos fundamentales de las Independencias americanas. México: El Colegio de México, 2013, pp. 121-131.

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Comparaciones, costos, repercusiones

En su complejidad social y política, la revolución haitiana se parecía a la revolu-ción simultánea en Francia más que los otros movimientos de independencia de América. Como los blancos, los libres de color y los esclavos de Santo Domingo perseguían sus propias luchas separadas, tanto el alcance del conf licto como los logros de la revolución eran más amplios. Estos últimos incluían la emancipación de los esclavos, la igualdad racial y la descolonización. Fue la más transformadora de las revoluciones atlánticas tanto por estos múltiples logros como por el alto pre-cio pagado para alcanzarlos. En el momento en que se declaró la independencia, la excolonia francesa había perdido más de un tercio de su población total (560.000) y por lo menos tres cuartas partes de su capacidad de exportación. Al tratar de sofocar la revolución, Francia, España y Gran Bretaña juntos perdieron cerca de 70.000 soldados europeos y muchos miles de marineros. En términos relativos, y a veces absolutos, la magnitud de las pérdidas (personas muertas o exiliadas, propiedades abandonadas o destruidas) fue mucho mayor que la de cualquier otra revolución contemporánea. Sin embargo, a pesar de que la colonia “más rica” de las Américas se convirtió en la nación más pobre, el nivel de vida de la mayoría de sus habitantes había mejorado, casi sin lugar a dudas, como el rápido crecimiento de la población exesclava sugiere.

Otra manera en que la revolución de Haití se parece a la Revolución francesa más que a otras revoluciones americanas fue la naturaleza hostil en vez de cola-boradora de la intervención extranjera. Mientras que los norteamericanos habían recibido asistencia decisiva del Estado francés y los americanos españoles del go-bierno de Haití (en 1816) y de varios simpatizantes extranjeros, los revolucio-narios de Haití, al igual que los de Francia, triunfaron en gran parte a pesar del mundo exterior.

Dos aspectos de la revolución haitiana la distinguen de todas las otras de la era de la revolución. La centralidad de la esclavitud y del conf licto racial le dio un carácter “étnico-nacional” que se proclama en sus documentos fundacionales y, sin duda, ayuda a explicar su violencia deshumanizante. Hay una vena autori-taria que recorre toda la revolución negra, que la aleja de la corriente republicana liberal.20 La Declaración de Independencia justificaba la secesión en términos de la diferencia biológica y para evitar el regreso de la esclavitud, pero no empleaba la palabra “derechos”. El “État d’Hayti ” era una autocracia militarizada, no una República. Dessalines asumió el título de “emperador” y el exesclavo Christophe se hizo rey en 1811. Incluso en la República fundada por anciens libres en 1806, los derechos políticos eran muy limitados. Aunque algunos historiadores afirman

20 Leslie Manigat, Eventail d’histoire vivante d’Haïti. Puerto Príncipe: CHUDAC, 2001, pp. 199-243.

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que la Revolución haitiana tuvo un papel importante en el desarrollo de la demo-cracia, fue una revolución que definía la libertad de una forma restringida, como la libertad de la esclavitud en lugar de la libertad de la ciudadanía.21

Las repercusiones internacionales de la revolución haitiana fueron amplias e impresionantes, pero siguen siendo controvertidas, ya que fueron diversas y ambiguas. A pesar de que la revolución fue el primer avance importante en el centenario proceso de acabar con la esclavitud, también produjo, por cruel iro-nía, la propagación y la intensificación de la esclavitud en otras partes. Esto lo hizo elevando el precio de los productos tropicales y creando una diáspora de refugiados franceses. El incentivo revivió antiguas regiones de plantaciones como Brasil, mientras que los migrantes dominicanos desarrollaron el cultivo del café en Jamaica y Cuba, y la producción de azúcar en Luisiana, junto con la cultura fran-cófona. La destrucción de Santo Domingo cerró el principal mercado de esclavos en las Américas, pero hizo poco para reducir el volumen de la trata de esclavos del Atlántico. Para los dueños de esclavos en todas partes fue una pesadilla, pero también una oportunidad comercial; la codicia predominó sobre el miedo.22

Entre las personas libres y los esclavos de ascendencia africana, en cambio, el triunfo sin precedentes del negro sobre el blanco a menudo dio lugar a una discre-ta celebración. A las pocas semanas del comienzo de la sublevación de los esclavos, los esclavos en Jamaica cantaban canciones sobre ello; unos meses después de que Dessalines fue coronado emperador, los negros en Río de Janeiro llevaban su re-trato. Los acontecimientos en Santo Domingo, los migrantes negros de la colonia o la esperanza de la ayuda haitiana contribuían a inspirar a varias conspiraciones y revueltas: en Curazao y Venezuela (1795), Luisiana (1811), La Habana (1812) y Charleston (1822), por mencionar solo las más conocidas.23

Las noticias de la revolución recibían la atención de la prensa alrededor de todo el mundo atlántico, hasta en un país sin colonias como Alemania. Solo en el año 1802 se publicaron biografías de Toussaint Louverture en Milán, París, Londres, Fürth, Estocolmo, Copenhague, Haarlem y Charleston, Carolina del Sur. Heinrich von Kleist y Víctor Hugo escribieron cada uno una novela mediocre sobre la revo-lución, y William Wordsworth redactó un buen soneto. Según estudios recientes,

21 David Geggus, “The Caribbean in the Age of Revolution”, en David Armitage y Sanjay Subraman-yam (eds.), The Age of Revolutions in Global Context, c. 1760-1840. Nueva York: Palgrave Macmillan, 2010, pp. 83-100.

22 David Geggus (ed.), The Impact of the Haitian Revolution in the Atlantic World. Columbia: University of South Carolina Press, 2001.

23 Eleázar Córdova Bello, La independencia de Haití y su inf luencia en Hispanoamérica. Caracas: Ins-tituto Panamericano, 1967. David Geggus, “The Inf luence of the Haitian Revolution on Blacks in Latin America and the Caribbean”, en Nancy Naro (ed.), Blacks, Coloureds and National Identity in Nineteenth-Century Latin America. Londres: Institute of Latin American Studies, 2003, pp. 38-59.

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hasta la filosofía de G. W. Hegel fue inf luenciada por el conf licto, si bien no están de acuerdo en si estuvo encantado o traumatizado por el evento.24

El heroísmo y la violencia de la revolución negra alimentaron actitudes contra-dictorias sobre la raza y la propaganda tanto a favor como en contra de la esclavi-tud. El temor a una rebelión de esclavos probablemente no tuvo gran inf luencia sobre el éxito del movimiento de la abolición durante el siglo xix. Sin embargo, al poner fin a la rivalidad comercial francesa, la Revolución haitiana le hizo más fácil a los legisladores británicos abandonar el comercio de esclavos en 1807. La asistencia logística que el Presidente Pétion de Haití le proporcionó a Simón Bolí-var en 1816 fue una contribución importante para acabar tanto con la esclavitud como con la dominación colonial en el norte de América del Sur, pero el miedo al ejemplo de Haití restringió los deseos cubanos por la independencia a lo largo del siglo xix.25 Bolívar todavía consideraba a Haití un ejemplo que debía evitarse, o una amenaza directa, aunque terminó por elogiar su estabilidad en edad avanzada, cuando se había vuelto más autoritario.26

En el ámbito de la política de las grandes potencias, la transferencia de Luisia-na de España a Francia en 1800 fue el resultado de las ambiciones de Bonaparte por revivir el imperio del Caribe francés. La derrota francesa en Santo Domingo, junto con una nueva guerra con Inglaterra, provocó la venta de Luisiana a Estados Unidos en 1803, con lo que se duplicó el tamaño de la nueva República. Con la pérdida de Santo Domingo, Francia perdió su posición como gran potencia colonial, aunque este proceso había estado en marcha desde hace décadas, y ya en 1811 Francia había perdido a todas sus colonias.

24 Susan Buck-Morss, Hegel, Haiti and Universal History. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2009.

25 Seymour Drescher y Pieter C. Emmer (eds.), Who Abolished Slavery? Slave Revolts and Abolitionism. Nueva York: Berghahn, 2010; Paul Verna, Petión y Bolívar. Cuarenta años de relaciones haitiano-venezolanas. Caracas: Imprenta Nacional, 1969, pp. 87-298.

26 Harold A. Bierck (ed.), Selected Writings of Bolívar. Nueva York: The Colonial Press, 1951, pp. 140, 229, 267-268, 307-308, 499, 599, 624.

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