14
GONZALO CRUZ ANDREOTTI La geografía griega como espacio político estratto da «Geographia Antiqua» XIII, 2004

"La geografía griega como espacio político", Geographia Antiqua, 13 (2004), pp. 9-20

  • Upload
    uma

  • View
    0

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

GONZALO CRUZ ANDREOTTI

La geografía griega como espacio político

estratto da

«Geographia Antiqua»

XIII, 2004

GONL CRCZ _\: DRE TTI

La geografía griega como espacio político

estratto da

«Geographia Antiqua»

XIII, 2004

© LEO S. OLSCHKI

Go_ ~L-:'"

La geografía griega como espacio político

Con las líneas que siguen queremos reflexionar sobre la naturaleza política - en e! más amplio sentido de la palabra - de la geografía griega a partir del concepto de "espacio político", esto es, aquél que esencialmente se defme por las CIrcunstancias históricas que lo explican, conforman y dan senti­do, y que nos parece operativo para entender algunos de los aspectos de la geografía que se elaboraba en la Antigüedad que, como sabemos, no era una práctica ni homogénea ni deftnida nítidamente1.

Volvemos a ello en unos momentos donde parece que de nuevo surgen las preguntas sobre e! carácter de la geografía, en particular la griega, al calor de la aparición de un papiro en el que tenemos el comienzo de la Geogreifía de Artemidoro relativa a Iberia y un dibujo inconcluso anexo, y que ha sido rápidamente interpretado como e! «mapa más antiguo encontrado hasta la fecha»2. De hecho, algunas reconstrucciones topográftcas aplicadas al suroeste de la Península ya han salido a la luz3

, quizá de una manera precipitada pues - como ha sido apuntad04- faltan muchos datos,

entre otros y el no menos importante de la edición completa del papiro. Pero no es nuestra intención entrar en este asunto en concreto, sino aprovechar la discusión

para plantear algunas de las cuestiones de fondo - a partir de la noción apuntada y con algunos ejemplos - que pueden explicar las diftcultades para que se establezca una correspondencia com­prensible y directa entre texto y forma, sobre todo cuando esta última y hablando de geografía viene a representar de manera abstracta y geométrica un espacio que, en origen, se percibe de forma radicalmente diferente.

Los antiguos eran plenamente conscientes de! problema y Estrabón - que recoge buena parte de la polémica - lo explica con lucidez:

El hecho mismo de dibujar en una sola e idéntica superficie plana Iberia, la India y los países que hay entre ambas, y no menos en delimitar los ponientes y los levantes y los pasos por el meridiano como si fueran iguales para todos, supone una formación geográfica, si previamente se ha pensado en la disposición y movimiento del cielo y se da por supuesto que la superficie de la TIerra es realmente esférica (Oo.) Pues no sucede así, y lo mismo que cuando se atraviesan amplias llanuras, como las de Babilonia, o el mar, todo por delante, por detrás y por los lados aparece plano y no ofrece ninguna contradicción respecto al cielo y a los

*Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación HUM MER, The Ear/iesl Kl10wn Map o{Spairl (?) and (he Geography <J{Al1emi­2004-02609/HIST del Ministerio de Educación y Ciencia y del dol'us ofEphesus 011 ¡:¡'pyms, (<1 mago Mundi» 53. 2001. pp. 115-120. Grupo de Investigación de Estudios Historiográficos (N° Hum. ; R. C. KNAPP, Tlle New Al1emidorl/s Fragmen( al1d lhe Cartogra­0394) de la Consejería de Educación de laJuntade Andalucía. phy ofAncíerlt Iberia, en J.M' CANOAU MORÓN, F. J. GONZÁLEZ

I F. PRONTERA, Prima di Strabone: tnnleriali per uno studio della PONCE, G. CRUZ ANOREOTTI, eds., Historia y Mico. El pasado legen­Geografia antiea comegenere lelterario, en Strabone. Contribuli allo stu­ dario como jitwte de autoridad. (Actas del Simposio Internacional dio de1la personalitá edell'opera, vol. 1, Perngia, Universitil degli Studi celebrado en Sevilla, Valverde del Camino y Huelva entre el 22 y 1984, pp. 189-259. el25 de abril de 2003), Málaga, CEDMA 2004, pp. 277-296.

2 Cl. GALLAZZI, B. KRi\MER, Al1emidor im Zeidlensaal. Eil/e F1t­ 4 P. MORET, Ji propos du papyms d'Al1émidore et de la 'plus an­pyrnsrolle mit Text, Landkane und Skizzel1bÜchem aus spiirhellenislischerZeit, cíel/ue cal1e d'Espagne', ((MCV» 33.1,2003, pp. 350-54. (<Archiv für Papyrusforschung» 44, Heft2, 1998, pp. 189-208; B. KRA­

-9­

~m:iemo- .. ;-O-:COH.

geógra OS no es preoso qu' aparezca:l ic-e]}

llano es conducido por una serie e in- gin ciOl: :0=

cultivado actúan de la misma manera, con inexperiencia e las cosas celes:e ~. ·eseo.. -:en' bs,: L.~:_--,

ciones que hay en ello (...) Pero el geógrafo no hace geografía pdra ellugaref ni f.ra I -i .n ~ c..:~::-· ­

do que jamás se ha preocupado de 10 que se llaman propiameme ma(emáticas; ni tamp x par._ e . _ ..: ni para el que cava la tierra, sino para el que es capaz de convencerse de que la tierra emera es así con afirman los matemáticosyde lo demás que se sigue de tal hipótesis (115.1; e 109-110).

Éstas, como otras palabras de Estrabón, son de una claridad meridiana en lo relativo a la­dificultades insalvables que tiene el geógrafo para hacer posible que un lector mínimamente culto pueda entender realmente la configuración esférica del espacio en el que Se encuentra, cuando e imposible que 10 aprecie con los sentidos. La aprehensión del discurso geográfico, y más aquél con vocación cartográfica (eso significa Geographía: dibujar la tierra), exige no sólo una serie de conoci­mientos técnicos sobre astronomía y geometría matemática (accesible a unos pOCOSS), sino tam­bién una voluntad previa de convencimiento, dada la aporía evidente entre la realidad y su repre­sentación. Se parte, por tanto, de la confianza en aquellos que saben, así como en el poseer la formación adecuada y la inteligencia suficiente para captar los conceptos, conformar las distintas figuras y relacionar el conjunto, teniendo en cuenta siempre que aquello que se percibe plano debe ser necesariamente curvo (Str. II 5.10 - e 116-117; Str. TI 5.11- e 117). En este sentido, el proble­ma de la representación cartográfica es subsidiario por imposible de solucionar en su apreciación textual y gráfica: erates tuvo que construir una esfera monumental para hacer proporcionadamen­te real 10 que se imaginaba (Str. II 5.1 O- e 116-117). y la función del Geógrafo es facilitar y no complicar más las cosas, eS decir, «intentar decir de la manera más sencilla posible la forma y el tamaño de lo encuadrado en la Carta geográfica, mostrando al mismo tiempo las características y la extensión de cada parte respecto a la Tierra entera» (Str. II 5.13; e 118), porque, además, la Geo­grafía no empieza y acaba en la representación sino que «lo que nosotros deseamos conocer son precisamente aquellas regiones en las que existe una mayor tradición de hazañas, de regímenes políticos, de técnicas y de todo lo demás que contribuye a la sabiduría, así como nuestras necesida­des nos conducen a aquellos países accesibles al intercambio y a las relaciones, y éstos son los que están habitados, y sobre todo los que están bien habitados» (Str. II 5.18; e 122)6.

Ello explica, como se ha destacado repetidamente7, el uso de símbolos, imágenes naturales o formas geométricas para hacer más comprensible una representación espacial que cuesta concebir de manera abstracta: Iberia es como una piel de toro extendida (Str. III 1.3; e 137), Italia como una hoja de roble (Plin. N.H. 3.5,43) o Sicilia como un triángulo (Plb. 142.3). Por poner un ejemplo conocido, la Tabula Peutingeriana - recientemente estudiada desde la perspectiva de la tradición cartográfica de la que bebeS - está invadida de teA'tos y representaciones pictográficas, que terminan por conducir a un segundo nivel e incluso ocultar la pretendida representación cartográfica ecu­

5 Obviamente en términos de progreso, el avance de la geo­ las obras de un Pausauias, de un Luciano o un Dionisia Periegeta grafía cartográfica pasará por manos muy especializadas y ernditas las que se transmitirán y conservarán, frente a Eratóstenes, Hipar­hasta llegar a Ptolomeo (vid. G. AUjAC, Strabol1 ella sciellce de "011 ca, Posidonio o Marino de Tiro - dejando a un lado la "contingen­lemps, Paris, Les BeHes Lettres 1966, pp. 149 ss.). La cuestión del cia" de Ptolomeo. Si el mapa alejandrino posee IIn peso específico espacio esférico y su traslación al mapa no dejó de ser una polémi­ sólo en el campo de la erudición científica, ¿no estaremos sobre­ca entre astrónomos y matemáticos, no así entre historiadores y valorando Sil importancia a la hora de determinar la concepción gentes de cultura, para los que - como veremos - el espacio geo­ del mundo? gráfico solo existe en la medida que es el resultado de un proceso 6 Traducciones de]. GARCiA BLANCO, Madrid, Gredas 1991. histórico concreto. Es especialmente interesante la reAexi6n final 7]. M. BERTRAND, De l'emploi des metaphores desaiptives par les de CH. JACOS, en La diffusioll du savoirgéographique en Crece Allcien­ geographes de l'Antiquité, «DHA» 15.1, 1989, pp. 63-73; CH. JACOS, ne; archai'sme el innova/ioll, "'ylhe el science spécialisée, «Géographie et La carie écnle: sur les pouvoirs imaginaíres du (exle géographiqne ell Crece Cultures" 1, 1992, pp, 89-104; cit, pp. 96-7, en la que viene a con­ ancietme, en A. M. CHRlSTIN, ed" Espaces de Lecture, Paris, Centre cluir, a este respecto, que la cartografía científica tiene un peso G. Pompidou 1988, pp. 230-240. muy débil en la construcción de la imageu del mundo de los grie­ 8 F. PRONTERA. ed., Tabula Peutillgeriana. Le antiche vie del ""lOn­gos cultivados de época helenístico-romana; precisamente serán do, Firenze, Leo S. Olschki 2003.

- 10 ­

:~!.:e.--: .?:

e j I ::-unj .' ~ pr blet.n 'e lo.

ESTREP. tillES: Ye o ¿qué es?; D "ÍPL"lO: Geom,: ría: E: y ¿ ara qué sir.-e eU "'; D: para medir la tierr,l" E: ¿¡,l que se disuibuye en lotes?; D: no, sino la tierra emera; E: es encantador lo que tu dices. La idea es democrática y útil; D (enseñándole un mapa): he aquí el perimetro de toda la tierra. ¿Ves? Aqui está Atenas; E: ¿qué es lo que dices? No creo nada de ello; no veo, en efecto, jueces reunidos para la sesión; D: esto, en verdad, representa el terruño ático; E: y ¿dónde están los de Cycinna, mis compañe­ros de demo?; D: alli están; y la isla de Eubea, como puedes ver, está aquí, tendida de lado, todo a lo largo, muy lejos; E: lo se; la hemos estirado demasiado, nosotros y Pericles. Y Lacedemonia, ¿dónde está?; D: ¿dónde está? Hela aquí; E: ¡que cerca está de nosotros! Procurad separarla de nosotros bien lejos; ... (Nub. vv. 200-17)9.

La referencia evidencia el uso de representaciones gráficas pero también la dificultad de com­prensión y la incredulidad del público en general ante las mismas, incluso en un ambiente como el ateniense tan acostumbrado a la polémica. Con todo, del texto se infiere que el mapa recrea ideo­lógica y políticamente una realidad más que representarla: se trata de describir sobre todo una Atenas en expansión rodeada de enemigos. Como ha dejado meridianamente claro en muchos de sus trabajos Ch.]acob 1Ü "dibujar el mundo" no significa nada sino es como un mero instrumento

evocador de historias y acontecimientos. En este sentido, el dibujo en sí mismo es una figura vacía sino se lo llena de cualidades, cualesquiera que sean (míticas, poéticas, históricas, etc.). No es el territorio el que impone sus formas, sino el discurso del hombre. De hecho, para comprender su complejidad, se construye una geografía de la representación que permite analizar el trabajo de integración del hombre en su ámbito más o menos cercano ll

.

Alguna de las cuestiones claves para entender bajo qué parámetros nos tenemos que mover cuando se habla de geografía antigua ya han sido esclarecidos por P ]anni y F. Prontera. En primer lugar, es una evidencia admitida que la percepción del espacio en la Antigüedad, ya sea en sus maneras cultas como populares, está invadida por condicionamientos psicológicos, percepti­vos y materiales de cualidad. La cualidad, aquello que le da categoría a las cosas, lo ocupa todo, incluso cuando explícitamente se quiere crear un aparato conceptual propio que marque la dis­tancia con la geografía derivada de la experiencia empírica del viaje o de la cotidianidad. En unas sociedades donde la inmensa mayoría de la población incluso culta no solía pasar del conoci­miento de los límites de su ciudad o su aldea y únicamente unos pocos viajaron l2

, el esfuerzo intelectual qu.e exigía la abstracción espacial era tan grande que sólo podía ser realizado si se acompañaba de 'contenidos cualitativos' aquello que, de otra forma, parecería vacío, incompren­sible o irreconocible!3.

En segundo .lugar, la Geografía nace como resultado de la experiencia de un largo proceso colonial y comercial y el consecuente descubrimiento del mar mediterráneo como espacio propio, e - igualmente - su desarrollo corre paralelo a distintos fenómenos expansivo-militares y de suce­sión de hegemonías e imperios; así se va dotando de un material continuamente renovado, de un vocabulario cada vez más preciso e incluso de una perspectiva visual resultado de la plasmación de

9 Traducción de F. SA¡\¡IARANCH, Barcelona, Aguilar 1979. VId. 11 J. M. BERTRAND, Céographies de l'AHliquité, «Espaces-Temps» E. LANZILLOTTA, Nota di cartografia greca, en P JANNI, E. LANZIL­ 68-69-70,1998, pp. 95-101 (vid. !l. 5). LOTTA, eds., CEOCRAFIA. (Atti del Secondo Convegno Mace­ 12 Como ha demostrado mi colega F. J. GóMEZ EsPELosfN ratese su Geografia e Cartografia antica. Macerata, 16-17 aprile (El descubrirnieHlo del rn.lIndo. Ceograffa y viajeros eIi la antigua Crecia, 1985), Roma, Giorgio Bretschneider 1988, pp. 93-103. Madrid, Aka12000, pp. 11 ss.) la experiencia del viaje no sólo esta­

10 Por ejemplo II/scriverela !erra abitala su una lavoletla. Riflessi,,­ ba reservada a tinos pocos sino qtle era percibida como peligrosa e ni sul/a funzio"e delle carte ge"grafiche "el/'al/lica Crecia, en M. DE­ inqnietante, yen absoluto placentera, frente a lo que se piensa co­TIENNE, ed., Sapere e Scrilura in Crecia, Roma-Bari, Laterza 1989, IntÍnlnente.

pp. 151-178 o Cultura du paysage el/ Crece ancimne, en L. MONDA­ 13 P.JANNI, Il tlu",do della qua/ita. AppU1'l/i per aH capitolo di sforÜ, DA, F. PANESE, o. SÓDERSTRÓM, eds., Paysage el crise de la !isibilité, del pensiero geografico, ,<i\ION" 33 y 35, 1973 y 1975, pp. 445-500, Lausanne, Université 1992, pp. 11-45, entre otros. 145-178 respectivamente.

-11­

la e:hrpenenCla empírICa, aquélla que se ha venido a den minar -bodo -_ ir_ la que "sigue una ruta", y que termina marcando otros acercamientos perceptl\" s. Será -ta ~"penencia

genuinamente histórica la que la crea y le da un elemento consubstancial a sí misma desde sus orígenes, esto es, su vocación universal, y de la que nace la proyección cartográfica 13.

Cualidad, historicidad y universalidad serán, en consecuencia, componentes defmitorios de las distintas construcciones y reconstrucciones geográficas desde la edad tardo-arcaica, de manera que su correlato cartográfico tendrá que responder a la evolución de aquéllas en los distintos ámbitos históricos de cada momento. En este contexto, el problema del soporte visual y cartográfico - que desde época helenística es percibido como una dificultad real- es entendido como accesorio en una sociedad donde la capacidad de representación de la palabra oral constituye el eje de comuni­cación esencial, y donde la escritura es por ello un conducto subsidiario y lo es aún más la imagen abstracta o el cálculo matemático-astronómico, lenguaje de elegidos 16.

En consecuencia, podemos afirmar sin equivocarnos que la evolución de la geografía en sus distintas manifestaciones y perspectivas viene marcada por la necesidad de definir distintos espa­cios políticos a partir de una situación histórica aglutinante y definitoria. Podríamos poner varios ejemplos, pero nos vamos a limitar a dos momentos que nos parecen centrales en la construcción de la geografía antigua. En primer lugar, cuando defmitivamente se asume la centralidad del Mar Interno en torno al siglo VI a.C.; y, en segundo lugar, cuando ecumenismo geográfico y ecumenis­mo político empiezan a ser percibidos como elementos convergentes, esto es, cuando Roma se perfila como potencia hegemónica del mediterráneo alrededor del siglo II a.e.

Es un lugar común partir de Hecateo cuando tenemos que indicar los orígenes de las primeras reflexiones sobre geografía o cartografía. El evidente uso que Heródoto hace de aquél- recuérdese la conocida alusión herodotea riéndose de aquéllos que dibujan la tierra como el resultado de un trazo al compás 17 - ha llevado a dar por defmitiva tal afirmación. Con todo, en la propia ironía de Heródoto está a nuestro juicio un radical punto de ruptura desde la perspectiva que estamos afir­mando. A diferencia del milesio, Heródoto apuesta de una manera más clara por una geografía y una cartografía distinta, esto es histórica: interesa únicamente aquella que es útil al historiador y que define espacios históricamente representativos y representados, no otros. Aunque con pocos decenios de diferencia, la conciencia del significado de las Guerras Médicas y el papel hegemónico de Atenas ha marcado el cambio 18•

En su conjunto, la obra de Hecateo parece que está a medio camino entre un reajuste de la visión mítica del mundo y una re-ordenación y explicación espacio-política en torno a las nuevas perspecti­vas de la polis y del comercio y de la colonización mediterránea. Unas obras con un claro afán sistematizador y clarificador, pero de las que conservamos fragmentos descontextualizados que van desde comentarios a la saga de Heracles y otros mitos, hasta listados de pueblos costeros, y del que desconocemos casi todo lo relativo a su fmalidad, estructura, organización temática, etc., así como su "dibujo" de la ecúmene resultante, aunque cabe imaginárselo por el comentario herodoteo 19•

14 ID., La Mappa e il Periplo. Cartografía aarica espazio odologu:o, 19]. L. MYRES, An atlempt la reconstruct {he maps used by Hero­Roma, Giorgio Bretschneider 1984; F. PRONTERA, Sulle basi empi­ dotus, «Geogr. Jour.» VIII, 1896, pp. 605-631, especialmente pp. riche della cartografia greca, «Sileno» XXlIl 1-2, 1997, pp. 49-63. (= en 624-29. Una defensa reciente de la correspondencia en Hecateo Otra forma de mirarel espacio: Geografla e Hisloria ellla Grecia allligua, entre el texto geográfico y la existencia de un mapa p'ropiamente Málaga, CEDMA 2003, pp. 27-45). dicho en]. R. ARANA, El mapa de Hecateo, <Neleia» 13, 1996, pp.

15 ID., La Geografía dei Greci fra lIatura estaría: lIote e ipotesi de 77-91; más crítico con este punto de vista, ante la ausencia de lavoro, en PJANNI, E. LANZILLOTTA, eds., GEOGRAFlA. cit. (en cnalquier tipo de evidencia M. DORATI, Le teslimollianze relalive nota 9), pp. 201-222. alla periodos tes ghes di Ecaleo, «Geographia Antiqua» VIII-IX,

16 CH. JACOS, La mémoiregraphique en Grece allcimlle, «Traver­ 1999-2000, pp. 120-127. Pero, además, hay otro problema, que ses» 36, 1986, pp. 61-66. ha sido muy bien argumentado (P MORET, Ethllos 01/ ethllie' Ava­

17 Hdt.IV 36. tars anciflls el modemes des lIoms de pet1ples iberes, en G. CRUZ AN­18]. L. MYRES, Herodotusfather of history, Oxford, Clarendon DREOTTI, B. MORA SERRANO, coords., Idenlidades étnicas - identi­

Press 1999, pp. 61 ss. Para todo el proceso de cambio: A. DiAz dades politicas en el ",undo prerromano hispano, Málaga, Universidad TEJERA, Los albores de la historiografía g,iega. Dialéctica filtre milO e his­ 2004, pp. 31-62, especialmente pp. 39-43): es difícil reconstruir toria, «Emerita» 61.2, 1993, pp. 357-374, especialmente 365-371; su geo-historia a partIr de lo conservado, al menos para algunas G. NENeI, La storio.erafia preerodotea, «CS» S.v, 1966, pp. 637-658. zonas. Si admitimos su sucesión de pueblos y etnias C0l110 ple­

- 12 ­

- - r

hisrórlco {mahlen ( d-I-erem . LInTe o nr-("l 1 - una la -ar::;. t:_ a

ddimirar este e- pae'o polirico nueyo. protagonizado por la ciudad gneb-'" - en e:-.-pan Ion. y - en consecuencia - a ordenar con ciertos criterios los espacios emo-p líticos emergentes que \-an co­nociendo los griegos de la diáspora. ¿Qué cabe pensar, sino, de los mismos reagrupamientos étni­cos que elabora el milesio para Iberia, por ejemplo? Siguiendo con el ejemplo, el concepto mismo de "Tarteso" - usado en paralelo al de "Iberia"! "iberos"- tiene de por sí un signo histórico trascen­dental, ya que por lo pronto implica un esfuerzo de reconocimiento de una realidad ex.1:remo occidental que ha sacado del ambiente mítico en la que se encontraba20. Cabría preguntarse cuál es el Tarteso que está detrás de la mención geográfica de Hecateo. Sabemos que no es un genos ni un ethnos, como tampoco una polis: sería en todo caso un territorio diferenciado del de Iberia que agrupa a varias poleis-ethne, sin que sepamos - por lo escueto del testimonio - quién ha tomado su nombre de quién en cada caso concret021 . No parece que esté muy alejado de la situación del momento: cualquier conocedor de la protohistoria hispana sabe lo difícil que es atribuirle al con­vencionalmente denominado mundo tartésico una "cultura material" precisa y definida. Pero po­demos acudir a Heródoto para ir un poco más allá, ya que es más explícito a pesar de su brevedad.

Es sabido que la inclusión del extremo occidente ibérico en la Historia herodotea es esporádica, teniendo sentido sobre todo en el contexto del debate de la cartografía ecuménica - cerrando así el nuevo límite occidental del Mar Interno con las Columnas por el lado ibérico y el Cabo Solóeis por ellíbic022 ; y, circunstancialmente, explicándose asimismo por su afán de no dejar "cabos suel­tos" y de recoger todo aquello que tenga la más mínima relación con el asunto. En este caso se trata de las presencias samias y focenses en las costas peninsulares en torno a lo que llamamos 'mundo tartésico'23. Desde el punto de vista geográfico no es demasiado preciso: Tarteso está "después de Iberia" o "más allá de las Columnas", en lo que puede considerarse (yen eso sigue al milesio) una clara distinción entre dos puntos de una ruta que viene de Etruria y, previsiblemente, de la Magna Grecia - para el caso focense -, o directamente de oriente - para el caso samio -. Esta parquedad geo-cartográfica no es impropia de Heródoto: también, cuando se trata de delinear el extremo oriental del Imperio persa, recurre a grandes y contiguas unidades étnicas24

. Aquí hace lo propio: engloba la realidad costera de Iberia - cuya variedad es intuida por Hecateo - en torno únicamente a IberialTarteso. Eso es suficiente para hacerse una idea aproximada del mapa con una simple sucesión de "pueblos", marcado por la intersección de las Columnas (fig. 1).

namente válida, tal y como se hace comúnmente (véase, por ejem­ 20 Vid, para ello nuestro Tartessos como problema historiográfico: el plo, la nueva edición de las fuentes antiguas referidas a la Penín­ espacio mítúo ygeográfico del Occidente mediterrárleo en lasftlentes arcaicas sula Ibérica: Testimonia HispaniaArltiqua, vol. HA, Madrid, Edito­ y clásicas griegas, Tesis Doctoral en Microficha. Servicio de Pu blica­rial Complutense 1998), álO estamos objetivamente obviando ciones de la Univ. de Málaga 1991. que constituye un orden establecido por Esteban de Bizancio 2' Frgs. 38 Jacoby y 45 Nenci. Para este tema eo particular muchos siglos después? Por lo menos así es para el caso de Ibe­ ver nuestro La Pe1línsula Ibérica en los límites de la ecúmene: el caso ria, donde los fragmentos (38-52Jacoby) recogidos por el bizan­ de Tartesos, "Polis» 7,1995, especialmente pp. 49 ss.; para Iberia tino prácticamente no incluyen otras referencias geográficas que consúltese nuestra síntesis Una contribución a la etnogénes,:s ibérica nos permitan, objetivamente, asegurar y atribuir su localización desde la literattlra antigua: a propÓsito de la geogreifía de Iberia y los ibe­y sucesión geográfica al milesio, como ocurre - contrariamente ros, en]. M'. CANDAU MORÓN, E]. GONZÁLEZ PONCE, G. CRUZ - para otras zonas del Mediterráneo, y sí por el contrario a un ANDREOTTI, eds., Historia y Míto cit (en nota 3), especialmente orden establecido por el enciclopedista (así: Eidetes, Ilaratlgatai, pp. 246 ss. Misgétes). La información lleva más a la confusión cuando las fór­ n Hdt. IV 43.4. Todo ello en F. PRONTERA, L:estremo occidente mulas empleadas son muy distintas: el etnónimo ibéres, el adjeti­ uella concezwne geografica dé Grecí, en La iVIagna Grecía e illontano vo ibérikos o el corónimo Iberia. A nadie se le escapa que la fun­ Occidente. (Atti del ventinovesimo Convegno di Studi slllla Magna ción etoo-política que esconden cada una son distintas, parecien­ Grecia. Taranto, 6--11 ottobre 1989), Taranto 1990, pp. 55-82. do muy difícil que un mismo autor - en este caso Hecateo -los 23 El conocido viaje de Colaios de Samos (IV 152) Yla ruta use sin distinción, cuando, en todo caso, son resultado de fenó­ focense hasta el Tarteso de Argantonio (1 163)_ menos evolutivos diversos y, sobre todo, diferentes en el tiem­ 24 Hdt. IV 37. F. PRONTERA, Sobre la delineación de Asia etl la po. Con estos interrogantes encima de la mesa, es complicado geografía helenística, en A. PÉREZ JIMÉNEZ, G. CRUZ ANDREOTTI, reconstruir la etnografía y la cartografía hecataica a no ser que eds., Los límites de la tierra: el espacio geográfico en las culturas mediterrá­sea de manera muy aproximativa; en absoluto debemos admitir neas, Madrid, Ed. Clásicas 1997 [1998], pp. 79-85. (=en Otrafor­a priori el dibujo que nos ha llegado. /'lid de mirare! espacio cit. (en nota 14), pp. 68-73).

-13­

Más importante es, empero, la situación que pretende re! jaro Eu prim r lugar. -Tart tam­poco puede considerarse una etnia, aunque si una entidad política con una estructura más deftnida que la de Hecateo. Porque Heródoto, y en segundo lugar, nos describe un mundo regido por una monarquía hospitalaria que controla un riquísimo mercado, virgen para los griegos. Al margen de los elementos míticos o de los tópicos asociados a la "literatura de viajes" que encontramos en el relat025, aquí se trata no sólo de incluir el extremo occidental costero dentro del diseño del mapa, sino de hacerlo también a través de dos sucesos de carácter geo-estratégico. Por un lado la existen­cia de un nuevo espacio político y económico privilegiado y exclusivo para los griegos, esto es, Tarteso, y, después, su intersección dentro de las dinámicas mediterráneas de mayor calado, enfa­tizando la participación indirecta de Tarteso en los sucesos de oriente, con la ftnanciación del amurallamiento de Focea y la batalla de Alalia en la que chocaron los focenses y púnicos.

Será, por tanto, a través de la Historia - y no de su soporte geográfico - como a partir de ahora sea reconocido Occidente: Tarteso es la puerta de entrada a una realidad que supera el viejo espacio mítico oceánic026 ; un espacio de todas formas singular y defrnido por la frontera hasta ese momen­to infranqueable de las Columnas, vertebrado por un río homónimo y de una riqueza única27, pero sobre todo caracterizado por la particularidad "política" de su exclusividad para samios y focenses, ignorando así no sólo la más que conocida presencia fenicia sino sobre todo el papel de una ciudad tan importante como Gades o de la mismísima Massalia28. El mapa resultante, posiblemente origi­nario de la suma de dos rutas muy visitadas - también y sobre todo por los fenicios -, ya es clara­mente político. Heródoto, por tanto, está muy interesado en la connotación histórico-política de los espacios, y a ello subordina su particularidad geográfica o étnica.

En consecuencia, y como derivación de la experiencia colonial (pero no resultado directo de la misma) tenemos creado en el occidente mediterráneo un espacio político nuevo: Tarteso (y tam­bién Iberia). Una entidad político-territorial nueva, defrnida a partir de parámetros políticos con­cretos - la amistad hacia lo griego; la conjunción de poleis y ethlte -, donde lo de menos es su definición geográfica y cartográfica: un difuso "más allá de las columnas" es lo único necesario. Y eso sin menoscabo de que podamos intuir detrás de todo ello fenómenos etnogenéticos particula­res, en los que se van construyendo nuevas realidades de un mundo indígena en formación29.

El conjunto de circunstancias que concurren al segundo momento que vamos a analizar son radicalmente diferentes; ni Iberia ni occidente son ya ese extremo nebuloso de la ecúmene, sino que hay detrás una larga experiencia histórica de conocimiento y reconocimiento, incluso de sus tierras más septentrionales,junto con un método de análisis geográfico y etnográfico más definido y preciso. Pero, paradójicamente, en este o en otros casos, las verdaderas novedades o los debates geo-cartográficos se circunscriben a un círculo muy restringido de eruditos que, o bien no traspa­san éste, o bien son rechazadas de plano, como ocurre con el caso de Píteas3o. Por el contrario, los historiadores terminan por repetir viejas concepciones, o a lo sumo a realizar correcciones parcia­les, y en definitiva no implicarse en las polémicas geográficas más allá de lo necesario. Las razones están en relación con lo que venimos diciendo, es decir, la geografía es útil en tanto que ayuda a resolver problemas históricos de mayor o menor calado.

El caso del que nos vamos a ocupar es el de Polibio. Sabemos que éste necesita hacerse con cierto método de análisis geográfico y dotarse de determinado vocabulario especializado porque,

25 Destacados en extcnso en nucstro trabajo cit cn nota 20. 28 Obviamente, en este contell.""tO el papel que podría jugar lo 26 PJANNI, Los límites del mUl1do elltre el milo)' la realidad: evolu­ indígena no s610 es accesorio sino inexistente; este hecho contrasta

ción de una imagen, en A. PÉREZ ]IMÉNEZ, G. CRUZ ANDREOTTI, no sólo con la realida.d arqueológica meridioual, sino tam bién penin­eds., Los U/ni/es de la lierra cit. (en nota 24), pp. 23-40; reciente­ sular (vid. DuestroHel'Ódoto y Gades, "Baetical> 13. 1991, pp. 155-166). mente: E PRONTERA, Salle rappresel'ltazwt/i mitichedellageografiagre­ 29 Lo hemos desarrollado eD Iberia e iberos ell14sfuet/tes históri­ca, en]. M'. CANDAU MORÓN, E]. GONZÁLEZ PONCE, G. CRUZ co-geográficas g/iegas: una propaesÚl de at/álisis, "Mainake» 24, 2002, ANDREOTTI, eds., Historia y Mito, cit (en nota 3), pp. 151-164. pp. 153-180 YUt/a c'lIllribución a la efllogét/esis ibérica desde la literatura

27 PrinCIpios de articulación geográfica hacia la costa y hacia antigua: a propósito delageografta de iberia y los iberos cit (en nota 21). el interior que, a partir de ahora, se repetirán en todos los esque­ 30 Véanse, por ejemplo, las críticas de Polibio a Piteas en mas de descripción geográfica. XXXIV 5.

,1...­

- 14 ­

~~:i"2tR con muye un con< lCIOUan{e imporrau{e en el desarrollo del .. ~. ] le es útil como marco contextualizador de una historia univer­

..s<:=&~::'"_ :. :_ vez. en distintos territorios, muchos de ellos desconocidos para el lector, ."'ri os al occidente mediterráne032 . Por tanto en primer lugar 10 que más abunda

la d~cnpción topográfica33 ; y, en segundo lugar, la defmición de cuadros regionales circuns­critos al espacio de conflicto donde, tras introducir una imagen aproximada que facilite su com­prensión, se nos aportan los datos necesarios y suficientes de los pueblos que la habitan y las riquezas potenciales sin más disquisiciones.

Para ello debe usar algunos mecanismos de redelineación propios de la geografía matemática, como pueden ser la geometrización de los espacios, creando así instrumentos mnemotécnicos que faciliten al lector la retención de la imagen a partir de figuras geométricas34

: la articulación triangu­lar de Italia o Sicilia son buenos ejemplos de ell035. No deja de ser interesante que 10 que se han llamado excursos geográficos se concentren precisamente en el occidente mediterráneo en detri­mento del oriente griego; razones historiográficas 10 avalan (la polémica constante con Timeo; el cambio del eje del relato hacia el oeste, en torno a Cartago y Roma; el desconocimiento general heleno de la realidad occidental) pero también históricas: estamos ante una nueva era política y el espacio geográfico - centrado hasta ese momento en los mares egeo y jonio - debe bascular hacia los mares tirreno e ibérico36

.

Ello le da pie para presentarse como el verdadero descubridor de Occidente, pues a diferencia de sus predecesores él si ha procurado proveerse de fuentes fiables y reconocer los nuevos territo­rios37

, que son argumentos definitivos. Por ello una geografía como la suya, recalcará, no puede detenerse en disquisiciones particulares sobre fundaciones, mitos o genealogías, o en problemas propios de la geometría o la astronomía38

. Determinada geografía, por tanto, es también un argu­mento en la polémica sobre la historia que es lícito o no hacer, y las exigencias de la "historia pragmática" le llevan a abandonar cualquier excurso erudito fuera de las obligaciones del relato. En

31 Plb. v 21.4-10; en IX 14-15 desarrolla en extenso la geo­ 3S Plb. n 14.4y 1 42.3 respectivamente. grafía q ne "por la experiencia o el estudio" debe couocer un gene­ 36 Vid. sobre todo III 58 Y59. ral: los caminos, su disposición y el punto de destino, así como el 37 Plb. III 59.7-8. eJ G. ZECCHINI, Teoria eprassi del viaggio itl

tiempo necesario en llegar y los trayectos según estemos en in­ Polibio, en G. CAMASSA, S. FAS CE, eds., Idea e realta del viaggio. JI vierno o en verano, por tierra o por mar; nada parecido al estable­ viaggio riel motldo a"tico, Genova, Edizioni culturali internazionali cimiento de la posición de los lngares según cálculos de latitud o a 1991, pp. 111-141, con todas las referencias. conocimientos complicados de astronomía o geometría matemá­ 38 Entre otras menciones abundantes en el Libro XII véase tica (especialmente IX 14.5). IX 2 sobre el rechazo a toda historia que no sea político-militar.

32 Plb. III 58. Explícitamente, y en clara alusión a toda la tradición historiográ­33 Plb. XII 25e1: la descripción minuciosa de ciudades y pa­ fica y geográfica sobre Occidente, en In 57 rechaza claramente

rajes es consubstancial a la labor delliistoriador. Para su geografía cualquier desvío hacia temas curiosos o particulares sobre Iberia como una topografía ver P. PÉDECH, La méthode historique de Polybe, o Libia no directamente relacionados con el tema a tratar y que Paris, Les Belles Lettres 1964, pp. 529-555. distraen al lector del asunto principal, remitiéndose a un libro

34 <<Expondremos no simplemente los nombres de los luga­ posterior y específico (57.5). Es el conocido y debatido Libro res, de los ríos y de las cindades, lo que hacen algunos historiado­ XXXIv, conservado fragmentaria e indirectamen te, pero del que res por creer que esta práctica es, en todo caso, suficiente para su se puede inferir que Polibio conocía de muchas de las polémicas conocimiento y clara distinción. Mi opinión es que, respecto a los geográficas y cartográficas de su momento (el papel de Homero lugares conocidos, la presentación de sus nombres tiene el efecto como geógrafo y la topografía de la geografía homérica; la teoría de contribuir a la evocación. Por el con trario, respecto a los desco­ de los kUmata, etc.: cf Libro XXXIV). Puede ser cierto que aquí nocidos, la enumeración de los nombres ofrece, en realidad, la Polibio se concediera algunas licenClas, pero de ahí a pensar que misma virtualidad que los sonidos vaóos de contenido o inarticu­ constituye una reflexión geográfica hay un largo camino por re­lados. Pues, dado que el entendimiento no tiene ningún punto de correr; más parece empero una introducción a la geografía y et­apoyo ni puede referir lo nombrado a nada conocido, el recitado nografía occidental y europea en un momento en el que Roma resulta confuso y vago. En consecuencia será necesario ofrecer un se está enfrentando al arduo proceso de pacificar la zona tras la método mediante el que los que hablan sobre cuestiones no co­ expulsión de los cartagineses: de hecho su polémica con Era­nocidas sean capaces de conducir, en lo posible, a sus lectores ha­ tóstenes, Dicearco o Píteas se refiere al cuadrante occidental de cia nociones verdaderas e inteligibles» (In 36.1-5, traducción de la ecúmene - Plb. XXXIV 5 ss. - (vid. en extenso nuestro Polibio A. DíAZ TEJERA, Madrid, CSIC 1989) y a continuación hace una y la geograf{a de la Pen{tlSl1la Ibérica: la cotlStrucciÓrI de UrI espacio po/{­somera descripción de la ecúmene. Este texto es una evidencia tico, en Polibio y la Pen{tlSl1la Ibérica. Revisiones de Historia Anti­más que palpable de la escasa difusión de representaciones carto­ gua IV, Vitoria-Gasteiz, Servicio de Pub. de la Univ. del País Vas­gráficas. co 2003, pp. 185-227).

- 15 ­

consecuencia, las concepciones g ográii.cas general - y _ e_~n, __ ~t:mo;:o

ello no hace sino repetir buena parte dellnodl!.' operan : pre-t::ra oSIénico: la parrilla de meo' tallO

y paralelos brilla por su ausencia; la distribución de los espacios conrinentales no deja de recordar los viejos mapas circulares; Homero es defendido como geógrafo etc:'''.

En la práctica la geografía cartográfica polibiana consiste fundamentalmente en rectificaciones parciales, puntuales, guiándose por un "escrupuloso respeto" a los datos, tal como insiste conti­nuamente. Por ejemplo la corrección del paralelo central conocido (Rodas; Estrecho de Mesina; Columnas de Heracles; Gades) para e! cálculo de la longitud. Polibio redefme la dimensión del "diafragma" en su tramo occidental a partir de la redelineación del litoral europeo, ajustando aquél con los nuevos datos itinerarios que aporta la campaña anibálica desde Iberia a Italia: el resultado es un cálculo para e! paralelo desde el estrecho de Mesina hasta las Columnas de unos 18.700 esta­dios, dos veces más de lo estipulado por Dicearco y poco más del doble de lo calculado por Eratós­tenes (fig. 2). Aquí también la figura básica para la diagramación será un triángulo, y la operación especulativa es la habitual de volcar sobre el diseño de! mapa las nuevas experiencias empíricas, en este caso las rutas seguidas por Aníbal, frente a las rutas costeras líbicas que es lo que había hecho Eratóstenes. De esta manera se proyecta Italia hacia el centro mediterráneo y la Península Ibérica hacia occidente, reajustando el diseño eratosténic040. Pero a nuestro juicio lo importante es que al cambiar la perspectiva geo-estratégica de acuerdo a los nuevos tiempos y los nuevos conocimien­

41tos, se condiciona directamente las dimensiones del diseño global del mapa . Su apuesta "carto­gráfica", por consiguiente, es claramente histórica: e! reajuste del mapa es el acompañamiento ineludible de la centralidad política italiana y la inclusión del nuevo espacio ibérico conquistado por Roma. De otros aspectos geográficos y cartográficos menores - como por ejemplo la ya por esas fechas conocida dirección Este/Oeste de los Pirineos o que los Cabos de Roca/Espichel eran

42las puntas más occidentales de la Península - ni se ocupa . Siguiendo con e! ejemplo peninsular, a lo largo de su obra y a la manera de breves introduccio­

nes al relato de la guerra incluye algunas disquisiciones de illdole geo-cartográfico que nos pueden hacer una idea de la imagen de Iberia que maneja y de la geografía que le interesa. Así, autes y durante la Segunda Guerra Púnica no podíamos hablar de Iberia más allá de la costa mediterránea puesto que «la parte que avanza a lo largo del mar exterior, de sobrenombre Gran Mar, no tiene denominación común por haberse descubierto recientemente: toda ella está habitada por tribus bárbaras y muy pobladas de las que más tarde haremos particular mención»43, es decir, sólo se conoce lo que es conquistado y sólo se define geográficamente hablando cuando se conquista y desde el punto focal del conquistador: en este caso los Iberos de la costa. Así, las únicas unidades etno-geográficas asumibles como tales son aquellas a las que el conquistador / historiador les otor­ga una entidad espacial y política y que están delimitadas de manera clara por accidentes geográfi­cos de consideración (ríos y cordillera - Iber; Idúbeda -; la costa) o políticos sobresalientes (ciuda­

'9PIb. III 37-38: ,da primera y más importante noción y tam­ Storica e di Antichitri il1 ricordo di Gioia Canta, Firenze, Leo S. bién común a todos los hombres es la división y disposición del Olscbki 2004, pp. 335-341; ID., !mmagini dell'!talia l1ella geografía espacio qne nos rodea, noción por la qne todos, incluso los espíri­ antica da Eratostetle a Tolomeo, «Riv. Geogr. Ita!'» 100, 1993, pp. 33­tus más simples, distinguimos el oriente, el poniente, el mediodía 58, especialmen te pp. 39-42 Y45-46. y el septentrión» (1lI 36.6, traducción de A. DfAZ TEJERA, Madrid, 4] Recientemente, F. PRONTERA, La geografía de Polibio: tradi­CSIC 1989). Vid. F. PRONTERA, Arcbaioi plnakes nella geografía di ción e il1novació'l, en Otrafonna de mirar el espacio cit (en Ilota 14), Polibio, en S. BIANCHETTI et alii, PüIKILMA. Studi in ollore di Michele pp. 139-149, especialmente 144-49. Vid. nuestro Geograffa e Histo­R. Calatldella in occasione del 61Y' cornpleanno, La Spezia, Agora Edi­ riografía clásica: el ejemplo de Polibio, «Revista de Historíografí;u, 1, zioni 2001, pp. 1061-1064. 2005, en prensa.

40 Plb. XXXIV 5-7. .3 Plb. III 37 11 (se remite a XXXIV 8 ss.). Previamente afir­41 F. PRONTERA, Nole sul Mediterraneo occidentale Ilella cartografía ma: «el resto de Europa, el que discurre desde los mencionados

ellellistica, en M. K1-IANOUSSJ, P. RUGGERJ, C. VISMARA, eds., I:Africa montes [Pirineos] hasta poniente y las Columnas de Hércules, es Romalla. (Atti dell'X! convegno di studio. Cartagine, 15-18 dic­ bordeado, ya por el Mar Nuestro, ya por el Mar Exterior, y la parte embre 1994). Ozieri, Il Torchietto 1996, pp. 335-341, especial­ que avanza a lo largo del Mar Nuestro hacia las Columnas de mente pp. 339-41; Perché Narbona? SI/l/a rappresetllazione polibiana Hércules se llama Iberia» (Plb. III 38 10, traducción de A. DíAZ del/'EI/ropa e dellV[edilerral1eo occiden/ale, en U. LAFFI, F. PRONTERA, TEJERA, Madrid, CSIC 1989). B. VIRGILIO, Artissimum Memoriae Vinculum. Scritti di Geografia

- 16 ­

, pt"eblo". pu ­ de'... Io~ cJrragin _" _ y CO ! ti e la - campañas romanas

hacia el uHerior, entran enju de moln·_ chn -" -f: fl agrupaciones eeno-históricas como la celtíbera, la lusitana o incluso la rurderana . .-a plenamente operativas, hasta constituirse Iberia como una totalidad peninsular, y todo ello desarrollado en los libros XXXIV y XXXV44 (fig. 3).

Cuando en este último libro nos está hablando de celtíberos o lusitanos aplica, por un lado, el acreditado criterio geográfico de describirlos como grandes grupos étnicos para hacerlos así fácil­mente reconocibles y memorizables4s; pero también podríamos preguntarnos si detrás de la inter­pretatio polibiana tenemos una situación etno-política compleja muy dinámica, donde las comuni­dades indígenas están sufriendo en su interior procesos de agrupamiento precisamente como res­puesta a la presión militar, primero púnica y después romana. A diferencia de Heródoto, donde los datos para confirmar una afirmación semejante son muy escasos, ahora si contamos con informa­ciones que nos permiten ver que detrás de dichos pueblos no hay únicamente una "cómoda crea­ción histórico-geográfica", sino el resultado palpable de múltiples desarrollos de cohesión identi­taria en torno a unidades etno-políticas y geográficas más o menos homogéneas y operativas en procesos de resistencia al invasor, y que perviven después de la conquista porque - eliminados sus aspectos militares -les resultan útiles política y administrativamente a Roma46

. El alcance real de dicha interpretatio se nos escapa todavía, pero no es menos cierto que para Polibio - como para Estrabón - dichas colectividades son agrupaciones etno-políticas, a las que se les reconoce una cierta operatividad también en lo territorial, y constituyen espacios políticos dinámicos en su defi­nición y organización geográfica, y cartográficamente difíciles (y secundariamente) de delimitar.

En suma, la perspectiva histórica en Polibio condiciona de una forma directa la evolución de la percepción geográfica y cartográfica; la aceptación de la peninsularidad de Iberia sólo se admite a posteriori, cuando Roma ha conquistado y conoce el interior: es ahora cuando se la incluye entre los tres "salientes" de Europa, junto con Italia y la Hélade47 ; los grupos indígenas son entidades etno-políticas que toman cuerpo en relación con Roma, y en ese contexto se van defrniendo/rede­finiendo los territorios respectivos. Aquí, también, el término "espacio político" es más operativo si cabe, ya que alcanza su plena explicación dentro de un proceso de conquista/reconocimiento/ integración de territorios hasta ese momento fuera de la historia. En este contexto ¿qué cabe espe­rar de un análisis cartográfico más complejo sino sólo complicar las cosas al lector? ¿se hace nece­sario un mapa más allá de las pinceladas generales y contextualizadoras? Es evidente que no.

* * * 44 En extenso lo hemos tratado en: Poli.bio y lageografra de la Petlí¡¡­ una zona que vive una constante presión militar desde la costa des­

sula IbérUa cit (en nota 38). Fundamental es P. CIpRÉS, Celtiberia: la de el siglo III a.c.? ¿hasta qué punto las distintas apreciaciones so­creacwl'lgeogYlijica de ti 11 espaciooaidental, "Ktema» 18, 1993, pp. 259-289. bre la extensión de Celtiberia y StlS componentes étnicos no res­

4S Recuérdese la famosa referencia de Estrabón que, en la ponde a este fenómeno? (más prudente en este sentido, pero con tesitura de enumerar la Sllcesión de etnias menores del norte de la una buena introducción y todos los datos a tener en cuenta en F. Península Ibérica, renuncia a ello "por lo fastidioso de su trascrip­ BELTMN LLORIS, Nos Celtis genitos et ex Hiberis. Apuntes sobre las ción, a no ser que alguien le agrade oír hablar de los pleutauros, identidades colectivas etl Celtiberia, en G. CRUZ ANOREOTTI, B. MORA bardietas, alotrigues y otros nombres peores y más ininteligibles SERRAI''¡O, coords., Identidades étnicas cit. (en nota 19), pp. f57-145). que éstos» (Str. 1II3.8; C 155): traducción M'.]. MEANA CUBE­ Para el mtlndo ibérico lo hemos desarrollado en Polibio y logeografía RO, Madrid, Gredas 1992. de la Petdl1sula IbériJ:a cit (en nota 38) y La cortSlmcción de los espacios

.," El tema es complejo y no lo vamos a solucionar aquí; pero, polflicos ibéricos entre li>s siglos 111 y 1a.e.: Algtll1as cuestiones metodológicas siendo evidente que el término "Celtiberia /celtíbero" es exógeno, e histÓricas a pal1irde Polibio y Estrabótl, "Cuadernos de Prehistoria y posiblemente acuñado inmediatamente después de la Segunda Gue­ Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid.. 28-29, 2002­rra Púnica (aparece ya en los Fasti Capitolirzi, en el 195 a.c.; CIL 12, 2003, pp. 33-52; para la Tl1J'detania se viene observando el mismo 1, pp. 168-181), Yqlle existe uua realidad más concreta de organiza­ fenómeno, vid. E. FERRER ALBELDA, F. J. GARC!A FERNANoEZ, 1ilr­ción de estos pueblos orientales de la Meseta-la ciudad y la etnia­ detal1ia y t'l.lrdetal1os: coruribuciól1 a I1l1a probletnática historiográfica yar­(y que el mismo Polibio conoce: XXXV 1), de la que se tienen datos queológica, "Majuake» XXIV, 2002, pp. 133-151; de este último su complementarios además de los escritos que la corroboran (ins­ síntesis reciente Los turdetanos en la histori.a: al1álisis de los testimonios cripciones y monedas), ¿hasta qué punto esa definición supra-étni­ literarios grecol.atÍllOs, Écija, Editorial Gráficas Sol 2003 (vid. nuestra ca no puede reconocer dichos procesos de cohesión, no exentos de reseña eu este mismo volumen). conflictos internos como el mismo Polibio muestra (XXXV 2), en 47 Plb. XXXIV 7.11-12.

-17­

2

Se rian pon r mucbo~ n ~

generando diversas aproximací n geograIlca.. ande - rep:-ese._GlC iJ

precisamente un lugar primordial, a excepción -y lJ es mar1uble - de la g- grafía marerná :_~_ ~

desarrollo de los distintos imperios, romano incluido, nunca exigió una geografía admin· U2 :-­

con su correlato cartográfico; para ello habrá que esperar unos cuantos siglos. Por el contrarIO. la Antigüedad greco-romana será la Historia la que marque el paso de la Geografía creando u(" :­vos "espacios políticos". Desde esta perspectiva, se pueden entender mejor las lagunas o las contrc.­dicciones por parte de Estrabón a la hora de comprender al detalle la misma cartografía que her éste será el primero y el último que procura - sin éxito - unir las dos tendencias: aquella qUt: considera el mapa y sus posibles modificaciones como e! aspecto nuclear de la definición de g grafía, y la que piensa - por el contrario - que a ésta solo la define el espacio y los hombres qUé. organizados, lo habitan. El fiel de la balanza no termina siendo equilibrado en el conjunto de b. obra estraboniana, yéndose más hacia el lado de la geografía descriptiva, el complemento casi per­fecto de una historia política, de manera que puede considerarse que su Geografía constituye una revisión de las carencias del "dibujo de! mapa" desde la perspectiva de la geografía política. Signifi­caría la creación de un "gran espacio político" en torno a la civilización greco-romana: no en vano el mismo Estrabón reafIrma que la historia y el mito, como características adquiridas, son connatu­rales a los lugares48

. Pero ese sería tema de otro trabajo.

48S t r. 1I 5.17.

- 18 ­

S 1 lj 1. .1."

~

~ ~~eti

-- ~ o~ PY'V!'Re 0-<Q -1-1 ...... v rr- 6~.. - J>. \CJ \Jiiyes ..{J'1>.l>~ ~ -~•

. ~I-,. ~ '" ~~ ~-?~ '\, e .~ e ~

~1~

~~ ~ l'ql't

essu,.s

~ -_.­._~ .._­

i" 1 _.~=---- Co:rift~ vI, ..~-4.

"~I'l .n~ ~ IV ==::;:::;;o--

Flg. 1 - Detalle del extremoocCldente lbénco en Heródoto (segÚn E. H. BUNBURY. A HiscOlY o!Aflciefl¡ Geography, vol. I. London,John

Murray 1879. p. 172).

------------------------------------------- ---

SCHDl~ DU BASSI:-;

MÉDITERRA!\ÉEN SELO~ POLYBE

1000 ?WO )000 4000 JOOO '000 .,....

N. B. - CUbiMI POt1tms .ont soeukmcnt cOI1teduUlu ; n. : M..ruifk .,

.f ¿

§

SCna --~_ ..... iJQ'}"

....................... -­__• C. I.p)'l'ien

o.<!::::::::::::-------------.L-:::-=aoo=-.-.--------------="'::M.ooino c"p M,alec 18

Cc.lonnu d'HucuJe

.EiLliTUX : lire (JÚ¡Ll't1'(,)O'L~ des Alpes et de l'Apennin.

Fig. 2 - Esquema del Mediterráneo a partir de Polibio (según P PÉDECH, La l11élhode hislon'quedePolybe, Paris, Les Bel1es Lemes 1964_ p.593).

GALATAI " 1000+ >

KELTOI

.1\)·0

:8 MAR NUESTRO

PM

o 5000 10 000 estadios

I I I

Fig. 3 - La Iberia polibiana (según P MOREr, Sobre la polisemia de los rlOmbres íber e Iberia en Polibio, en Polibio y la Pellíllstlla Ibérica. Revisiones de Historia Antigua IV; Vitoria-Gasteiz, Selvicio de Pub. de la Univ. del País Vasco 2003, p. 304).

- 20 ­