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Postlethwaite D.H. Lawrence entre las fauces de Quetzalcóatl PRESENTA: JORGE POSTLETHWAITE 1

D.H. Lawrence y Quetzalcoatl

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Postlethwaite

D.H. Lawrence entre las fauces de Quetzalcóatl

PRESENTA:

JORGE POSTLETHWAITE

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Postlethwaite

Look, I have succeeded, I have trascended, single­handed, my life­death into life.

­Malcolm Lowry

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Postlethwaite

Introducción

La importancia y función del mito en la obra de D.H. Lawrence

El topos del peregrinaje

Rananim

La teosofía y el primitivismo de Lawrence

La conciencia de la sangre

Sueño con serpientes

Los animales de Lawrence

Una novela “incomprensible”

Ver a Mexico después

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Introducción

Aunque no es comúnmente definido como tal, D. H. Lawrence fue fronterizo. No

porque haya vivido cerca de una aduana entre países, sino porque identificó, cuestionó,

elucidó líneas divisorias, únicamente para obliterarlas al final. Todo esquema tradicional o

convención, dicotomía era sujeta a un escrutinio penetrante, especialemente las fronteras

en el territorio de la ciencia y religión.

Por un minuto la religión azteca ofreció algunas respuestas a su búsqueda

incesante porque en su mente, por lo menos, confirmaba y comprobaba algunas de sus

hipótesis.

Si leemos lo que escribió Lawrence de las fronteras podemos atestiguar cómo la

frontera es un espacio perfectamente ambiguo, ambivalente por antonomasia. D.H.

Lawrence intentó reconciliar opuestos de ciencia y religion. Siempre encontrando en las

fronteras unión en vez de separación.

Para elucidar esta idea, mi estudio se centra primordialmente en la novela

mexicana de D.H. Lawrence: Serpiente Emplumada (también se intersectan otros escritos

como el poema Serpiente que de alguna manera fue el germen del imaginario que

pretendo desarrollar). La “novela mexicana” de D.H. Lawrence a su vez deriva de una rica

tradición literaria, y cobra importancia dentro de estudios poscoloniales. Y es mi intención

demostrar que también se asocia con los estudios fronterizos por su visión anti­ortodoxa

al analizar la ciencia y religión.

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Vivir en la frontera significa pertenecer a dos mundos. Carlos Fuentes llamó a la

frontera una cicatriz. Gloria Anzaldúa, autora mexico­americana retoma la idea de Carlos

Fuentes y le añade una descripción todavía más gráfica y cruda, como solamente alguien

que creció en la frontera lo podría hacer. La define como:

Una herida abierta donde el tercer mundo se ralla contra el primero y sangra.

Y antes de que se pueda formar una costra, regresa la hemorragia, la

sangre vital de dos mundos fusionándose para formar un tercer país ­una

cultura fronteriza.

El tercer país de Lawrence no es físico, sino espiritual, un engendro mitad espíritu

mitad científico que logra una apoteosis por lo menos en su ficción. ¿Qué representa en

realidad la frontera como metáfora? En un prólogo a Historia Verdadera de la Conquista

de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, se menciona que la frontera es el “limite

móvil de lo conocido”. Desde la conquista queda sembrada la idea de una frontera.

La frontera es una costura a punto de reventar. Puede ser que en la frontera

siempre haya un elemento más fuerte que otro. Por lo menos es la opinión de D.H.

Lawrence, que siempre fue controvertido en el tema del poder. D.H. Lawrence representa

en sus escritos una exploración sobre la frontera en varios textos de lo que escribió.

Cruzó los umbrales que nadie se atrevía a cruzar, abrió cajones que nadie se atrevía a

abrir, y tocó los temas tabú. D.H. Lawrence se esforzó siempre por mover los “límites

móviles de lo conocido” y como lo señala Virginia Crosswhite Hyde, “cumpliendo siempre

con el criterio de un nómada foráneo, era definitivamente un fronterizo.” En México, se

convirtió en un forastero.

Inevitablemente en el tema de la frontera se incrusta el concepto del otro. El tema

del otro es particularmente importante considerando los viajes del autor por sudámerica y

su enfrentamiento con otras culturas. Su libro de no ficción Mañanas en México, es un

testimonio sólido y claro de D.H. Lawrence y su paso por México. D.H. Lawrence viajó a

México, penetró el caos, la incertidumbre, la inestabilidad, incongruencias, y misterio

mexicano. Estaba siempre en oposición y conflicto. Como lo menciona Edina Pereira

Crunfli, “estaba dolorosamente atrapado en el horizonte del sistema binario producido por

la perspectiva eurocéntrica que tanto intentó superar.” La oposición nos conlleva

naturalmente al tema de la dualidad, y en la obra de D.H. Lawrence es un eje principal de

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su seudo­filosofía. Quizá llamarlo filósofo es exagerar, pero muchos de sus escritos tienen

un carácter filosófico, especialmente sus ensayos. La dualidad comprende y contiene una

oposición. La oposición y dualidad son conceptos cruciales para entender a Lawrence.

Aunque lo mejor es no tratar de entenderlo, porque no podemos descifrarlo en los

términos de lo racional. Es mejor seguir su sombra, ingresar a la densa selva de su

imaginación, seguir su “peregrinación salvaje” que tanto lo ha caracterizado, y que en

México no fue en un sentido de turista o voyeurista, sino como lo señala Wayne Gunn,

“los viajes meramente físicos pasaron a ser peregrinaciones espirituales o mentales” (9).

Nota sobre la traducción

La mayoría de las traducciones del inglés al español son propias. Así que pido

disculpas si no son muy precisas. Fue difícil encontrar las obras completas de D.H.

Lawrence en castellano, pero cuando pude utilicé la versión traducida. Al pie de página

incluí todas las citas en inglés para los que puedan y quieran leer los textos en su versión

original.

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La importancia y función del mito en la obra de Lawrence

Fue una intensa y duradera impresión la que tuvo D.H. Lawrence en Teotihuacán,

cuando viajó a México por primera vez en 1923. En un lugar considerado sagrado y

mágico, literalmente llamada “la ciudad de los dioses”, D.H. Lawrence tuvo una epifanía.

Después de viajar por Europa, probar su suerte en Australia, Italia, y Asia, llegó a México

para finalmente encontrar aquí lo que había buscado. Se quedó genuinamente pasmado

ante las pirámides del Sol y de la Luna. Se detuvo a observar imágenes de Quetzalcóatl,

tratando de descifrar los glifos y esculturas, queriendo desencadenar la magia que

encerraban. Había desarrollado para entonces sus propias teorías erráticas y poco

comprendidas sobre el espíritu humano. Creía fervientemente en lo sobrenatural. Los

temas relacionados con la cosmología, el mito, y la religión eran predilectos. Sus teorías

eran místicas. Aseguraba D.H. Lawrence que las civilizaciones antiguas poseían un

profundo conocimiento del espíritu humano, que aguardaban el secreto de la creación, y

que en la era moderna se había perdido casi del todo. Para el autor británico, la única

manera de acceder al conocimiento antiguo y espiritual era a través de símbolos como

Quetzalcóatl. Sus teorías se materializaron en Teotihuacán. Las serpientes emplumadas

que decoran los templos y pirámides lo persiguieron por el resto de su vida. Se convirtió

Quetzalcóatl en un símbolo imprescindible para sus teorías, en símbolo de su propia

identidad.

Según el poeta Witter Bynner, amigo de D.H. Lawrence quien lo acompañó en sus

viajes por México, D.H. Lawrence vio en Quetzalcóatl un reflejo, alguien que estaba a su

misma altura. Documentó Bynner en Journey with Genius:

En el gran cuadrángulo de Quetzalcóatl, vimos a Lawrence de pie,

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observando y meditando. Las cabezas de piedra de las serpientes

emplumadas en uno de los templos fueron su partido. Las serpientes y

tecolotes de piedra tenían algo que él obviamente temía.

El impacto que tuvo fue una mezcla de atracción y aversión, un sentimiento

perverso que albergaba algo más. Fue como encontrar a la nodriza, a la fuente de todas

sus divagaciones y especulaciones. Había teorizado y escrito sobre el mito y los

símbolos, sobre la espiritualidad, las religiones arcaicas, y el tremendo poder latente que

pueden tener en nuestra conciencia, pero no había visto sus teorías encapsuladas y

encarnadas en un símbolo de manera tan sucinta y perfecta como en Quetzalcóatl. D.H.

Lawrence fue hombre de constantes contradicciones, estaba plenamente consciente de la

contradicción intrínseca de los seres humanos. En Quetzalcóatl encontró la gloriosa

contradicción, abrumadora, poderosa, irresoluta, pero a la vez celebrada: ¿cómo podía

alguien ser dos cosas o más al mismo tiempo? ¿Una serpiente ser un quetzal? ¿Y qué

podemos deducir sobre los seres humanos creados por deidades complejas? El desafío a

la razón tocó la fibra más sensible. Los acertijos y paradojas eran sus favoritos ejercicios

mentales. Gozaba sumergirse en paradojas del predicamento humano que según él

podían brindar la llave a una conciencia elevada. Buscó siempre elevar su conciencia

como los conquistadores europeos antes que él buscaban la ciudad de El Dorado. Ya

había experimentado el problema en variaciones de las mismas incógnitas, acertijos

similares, particularmente en sus interpretaciones de la mitología griega. Las

contradicciones en su visión lo llevarían naturalmente a tener sentimientos encontrados

que manifestó en sus escritos sobre México. Su ambivalencia es consecuencia de su

arraigada dualidad, una influencia ecléctica que formó durante su vida con elementos del

cristianismo, maniqueísmo, budismo, y Platón. La dualidad indudablemente para D.H.

Lawrence era una fuerza primordial, el eje principal que gobierna el universo.

Las teorías de Carl Jung son sorprendentemente útiles para elucidar las obras de

D.H. Lawrence. En Psychology of the Unconscious (un título con una similitud extraña a

Psychoanalysis and the Unconcious de D.H. Lawrence) delibera sobre la causa raíz de la

ambivalencia en nuestra conciencia que aplica perfectamente a D.H. Lawrence.

Una parte del alma desea el objeto externo; otra parte, sin embargo, se

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remonta al mundo subjetivo señalado por los palacios esotéricos y frágiles

de la fantasía. Uno puede suponer la dualidad de la voluntad humana, para

la cual Bleuler, desde el punto de vista psiquiátrico, acuñó la palabra

“ambitendencia” como algo siempre presente, tomando en cuenta que hasta

el más primitivo impulso mecánico tiene una oposición.

SI alguien sufre de “ambitendencia” es D.H. Lawrence, y el pasaje anterior parece

referirse específicamente a él. Lawrence leyó con afición a Carl Jung. Psychoanalysis

and the Unconscious es la propia respuesta de Lawrence a la conversación iniciada por

Carl Jung y Sigmund Freud. La diferencia principal, la objeción de D.H. Lawrence, es en

relación al campo espiritual y religioso. No está de acuerdo Lawrence en la tendencia

científica de los psicólogos y psicoanalistas cuando atienden temas del espíritu. Se inclina

más hacia el mundo subjetivo, al de la fantasía y la magia mencionado por Jung. El

discurso recurrente de Lawrence es negar la ciencia, aceptar lo místico y desconocido del

universo, sin embargo lo convierte en su retórica, se encierra siempre en la misma lógica,

argumentos, y racionalismo que tanto crítica y son las bases de la ciencia. Ahí yace otra

de sus contradicciones irresolutas. Las imágenes y símbolos arcaicos, como los de

Teotihuacán, lo remiten al mundo primitivo que él consideraba espiritualmente elevado.

Predica sobre la evolución espiritual que implica cierta regresión, pero en el corazón

nunca deja de ser un inglés moderno. Sus contradicciones son constantes y conscientes.

Según Lawrence, la ciencia, incluyendo la de los psicoanalistas, nunca podrá capturar o

entender la complejidad del ser humano. Ni cumplir la psicología con su promesa de

descifrar el psique humano porque solamente una experiencia subjetiva y espiritual puede

acercarse a la iluminación. En el fondo Lawrence no quiere entender o comprender por

medio de la mente ­o por lo menos eso dice. Lo que intenta es más cercano a sentir:

“sentirnos parte de un cosmos vivo”. D.H. Lawrence quiere prolongar y avanzar el

misterio. El misterio nos llena de un conocimiento profundo y arcano que no solamente

nos obliga a seguir cuestionando, seguir pensando, sino que nos mantiene envueltos en

una atmósfera pura y etérea, nos mantiene con la capacidad de asombro. D.H. Lawrence

tuvo en su vida muchos críticos y detractores que lo ridiculizaron de místico. Hay mofas

expresas de él y de su fe en lo esotérico como algo absurdo, descalificado como

charlatanería su creencia empedernida de que había un lado intangible que rige el

universo, pero las burlas y las críticas nunca lo detuvieron, al contrario lo encendían.

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Según Jung todo está regido por una dualidad, hasta nuestra biología y

constitución. Lo cual tiene una gran resonancia en D.H. Lawrence Lawrence se guía

completamente por la intuición, lo visceral, lo espiritual, en oposición a lo mental. Por lo

menos es su intención.

El miedo opuesto a admiración no explica la complejidad de los sentimientos que

tuvo D.H. Lawrence frente a Quetzalcóatl, pero es un comienzo. En su admiración hay

miedo, y en su miedo admiración. La mezcla produce una ambivalencia o “ambitendencia”

para utilizar la referencia de Jung, que algunos pueden considerar insostenible o

contradictoria. Jung considera que la “ambitendencia” es algo normal y común en todos

los seres humanos. Entender la ambitendencia de Lawrence nos conduce a problemas

inherentes al tratar de definirlo, porque él elude cualquier estereotipo. La ambitendencia

de Lawrence es patente, sobre todo el lado que la mayoría intentan reprimir u ocultar. Lo

acusan de ser misógino y fascista entre otras cosas. Lo acusan de fomentar la violencia al

insinuar que la creatividad brota del conflicto. El hecho es que D.H. Lawrence confesaba

no ser un pacifista. Describe que la naturaleza humana tiene una necesidad de conflicto y

violencia. Geoff Dyer, en su libro Out of Sheer Rage, hace una alusión al carácter bélico

de D.H. Lawrence, como lo demuestra en una de sus cartas. “En esencia soy luchador

­desearme paz es mala suerte­ excepto la paz de luchador”. Y de ahí se han nutrido toda

clase de acusaciones. Lo han llamado hasta un proto­fascista. Sin embargo el conflicto

que buscaba realmente no era físico, sino interno. Le gustaba conflictuarse, darse de

golpes contra la hegemonía del pensamiento tradicional.

No fueron solamente las esculturas en sí las que conmovieron a D.H. Lawrence,

sino lo que representan. Las imágenes de Quetzalcóatl eran un enigma esperando ser

descifrado, un acertijo como el de la esfinge de Tebas. D.H. Lawrence en las pirámides

encontró los símbolos que aguardan conocimientos ocultos, que hicieron trabajar su

imaginación, y en el proceso le permitieron acceder a una verdad perenne y absoluta.

D.H. Lawrence, tal como lo propone Jung, añora la fantasía subjetiva. En cada

movimiento o pensamiento, encontramos el conflicto simbiótico entre lo objetivo y

subjetivo. Pero D.H. Lawrence no quiere resolver el acertijo con la mente. Horror y

entusiasmo son un solo movimiento en oposición y en armonía. El miedo es una reacción

normal y objetiva a los colmillos de las serpientes, pero está la contraparte que añora la

fantasía. D.H. Lawrence descubre que la civilización antigua de Teotihuacán iba más allá

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del primer impulso o reacción, que era una civilización gobernada por el mito. La

brutalidad y la violencia de los primeros mexicanos para D.H. Lawrence eran naturales.

Apreciaba nuestro instinto animal, y en los ritos de las culturas mesoamericanas los

instintos son asimilados e incorporados dentro del mito. Cualquier impulso o reacción

tiene un componente que va hacia la fuente, que se remonta a las incógnitas universales,

quizá a lo más místico de nuestra conciencia, lo que para D.H. Lawrence era lo más

significativo. Jung le llama una experiencia subjetiva, pero es una experiencia colectiva

también por presentarse en todos los seres humanos. La experiencia subjetiva y objetiva

trabajan simultáneamente, en sincronía. La tensión armónica se puede romper

únicamente cuando un tercer elemento inclina la balanza hacia un lado u otro, y este

tercer elemento es el poder de la voluntad. D.H. Lawrence opina que en la era moderna,

la balanza se había inclinado demasiado hacia el lado objetivo de la ciencia y la

racionalidad. De alguna manera la única manera de restaurarla es colocarse en el otro

extremo. Su misión fue empujar hacia el otro lado, el de la subjetividad. Los símbolos

apelan con predisposición inherente hacia lo subjetivo y la fantasía.

La paradoja de la dualidad, y cómo descifrar los símbolos que la encierran, es lo

que D.H. Lawrence desarrolla en su obra. No hay una simple respuesta al acertijo de

Quetzalcóatl. El cuestionamiento de cómo interpretar el símbolo: como icono, escultura,

dios, literal o metafóricamente, son diferentes maneras de analizar el mismo símbolo con

la esperanza de entender un poco mejor su relación con el predicamento humano. D.H.

Lawrence no descarta ninguna opción. Para comenzar no quiere entender el símbolo con

la mente. La imagen de Quetzalcóatl no es solamente un accesorio en sus teorías

cosmológicas que tenía años desarrollando, sino en una pieza fundamental de su

identidad, además de un tema de estudio. Inicia el viaje de la imaginación para después

convertirlo en ficción, y termina con una novela que predica un cambio copernicano. Lo

menciona Edina Pereira Crunfli:

En Serpiente Emplumada, esta fábula de panfleto enigmático parece anunciar

el “regreso” del antiguo panteón mexicano, pero en realidad introduce el tema del grado al

que una pieza de ficción puede reflejar el pasado profundo y sagrado de un pueblo que

está fuera de la experiencia del autor.

Quería regresar a un tiempo donde la magia substituía a la ciencia, el sentir al

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pensar, y el creer al saber. El camino a ser un mindless vitalist, un vitalista sin mente,

como llama William York Tindall, lo llevara por un sendero que incluye revolucionar las

relaciones humanas por completo. D.H. Lawrence no buscaba en México solo material

para su próxima novela, sino la llave para trascender el espíritu humano y revolucionar el

status quo. Era tanta su ambición.

Quetzalcóatl fue el símbolo que detonó en D.H. Lawrence un cataclismo de

sentimientos, en parte porque la serpiente ya era un símbolo importante para D.H.

Lawrence. Antes de visitar México, el fénix había sido siempre asociado a él, como lo

menciona John Middleton Murry: “el símbolo del fénix realzándose de las llamas, un

símbolo siempre presente y constante de su afección”. Incluso muchas de las primeras

ediciones de sus libros estan estampados con el símbolo del fénix. D.H. Lawrence se

identifica con la idea de renacer, con la apertura de un capítulo nuevo en la historia de la

humanidad. El fénix representa el renacer de D.H. Lawrence, empezar de nuevo, hasta

que Quetzalcóatl irrumpió en su imaginación con una gran fuerza y se convirtió en un

símbolo preponderante y complejo de su identidad. Quetzalcóatl le exigió una atención y

un respeto muy profundo, por ser un símbolo sumergido en el misterio, con un toque de

muerte y de violencia.

Sospecha Witter Bynner que en las pirámides del Sol y de la Luna se germinó la

semilla de Serpiente Emplumada, la extraña y alucinante novela, que escribiría D.H.

Lawrence en los meses posteriores.

Tal vez el germen del tema de la novela se le ocurrió ahí, su impulso medio

fascinado, medio asustado por desterrar de México a los dioses en imagen

humana y reemplazarlos con un animal, con su “serpiente de serpientes”.

Serpiente Emplumada fue el producto más contundente de su estancia en México.

En la novela expuso de manera intrincada sus ideas socio­políticas y religiosas, pero

sobre todo espirituales. Expresa también la complejidad de México y de sí mismo. Sugiere

la novela la fundación de un nuevo estado y una nueva religión. Decidirse por México

como sede no fue una decisión arbitraria. D.H. Lawrence se preparó e investigó

rigurosamente. Leyó todo lo que pudo sobre la cultura mexicana. Y necesariamente tuvo

que leer por lo menos fragmentos del libro más importante de la cosmogonía maya: el

Popol Vuh que narra “en el silencio de las tinieblas vivían los dioses que se dicen: Tepeu,

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Gucumatz, y Hurakán, cuyos nombres guardan los secretos de la creación, de la

existencia y de la muerte, de la tierra y de los seres que habitan” (Abreu Gómez 20). La

capacidad que tiene un nombre o palabra para almacenar una cosmogonía entera tiene

una resonancia particular e importante. Podría ser que Lawrence reflexionaba sobre el

enigma del nombre cuando se detuvo frente a las pirámides. Para un poeta, los nombres

y las palabras en general guardan un misterio, como átomos capaces de detonar

universos enteros, pero en la palabra Quetzalcóatl cobraría una importancia trascendente.

En quiché, guc significa ave, y kumatz significa serpiente. D.H. Lawrence se familiarizó

más con la versión azteca: Quetzalcóatl. El significado de Quetzalcóatl es muy similar:

quetzal viene del nahuátl y se utiliza todavía en castellano para describir un ave de

plumas brillantes. Cóatl en nahuátl significa serpiente. Pero lo más importante no es el

significado literal de las palabras sino investigar el significado secreto que alberga el

nombre, tal como lo menciona el Popol Vuh. Al igual que Kate Leslie, la heroína de

Serpiente Emplumada, el interés de D.H. Lawrence pudo haber comenzado con la

sencilla magia de la palabra.

“Amo la palabra Quetzalcóatl”.

“¡La palabra!”, repitió.

Sus ojos se reían de ella todo el tiempo.

“Tú qué piensas, Sra. Leslie ... No crees que sería maravilloso si los dioses

volvieran a México?”

“¡No! ¡Los horrores aztecas!”, ella dijo.

“¡Los horrores aztecas! ¡Los horrores aztecas! Pues, tal vez no eran tan horribles después

de todo. Pero si lo fueron, fue porque los aztecas estaban atados. Estaban en un cul de

sac, y no veían nada más que muerte ... Nadie sabe. Pero si te gusta la palabra

Quetzalcóatl, ¿no crees que sería maravilloso si volvieran? ¡Ah, los nombres de los

dioses! ¿No crees que los nombres son como semillas, tan llenas de magia, magia sin

explorar?

En la novela, Kate es una irlandesa expatriada en México, quien primero muestra

interés y atracción por la simple palabra, una semilla llena de magia inexplorada. Don

Ramón, el líder del culto y quien reencarnará a Quetzalcóatl, se burla un poco de la

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ingenuidad de Kate, pero comparte la misma fascinación por las palabras y el poder

oculto que albergan. En ese breve dialógo ya se muestra la ambivalencia de Lawrence, y

como está dividido entre ser Don Ramón o ser como Kate, ser escéptico o dejarse llevar

por la magia. En preparación de la insurgencia, Don Ramón le expone a un obispo

católico la necesidad de tener un cambio paradigmático en términos similares al diálogo

que tuvo con Kate. En el meollo del asunto está la magia que encierra la palabra.

“Debemos hablarles a los mexicanos en su mismo lenguaje, y darles la palabra­clave a

sus almas. Voy a decir Quetzalcóatl.” D.H. Lawrence repite la idea del Popol Vuh sobre

las palabras como códigos que no solamente albergan un significado literal o denotan

cierto objeto, sino que guardan algo más profundo, una magia espiritual. D.H. Lawrence al

igual que Kate, es ingenuo y escéptico al mismo tiempo, al ponderar la magia de un

nombre contrastado con las imágenes de horror y misterio en la ciudad de los dioses.

El Popol Vuh se refiere al halo de misterio que engloba la palabra “Gucumatz” que

aplica de la misma forma a “Quetzalcóatl”. D.H. Lawrence empezó con la semilla de la

palabra pero después trató de hacerla brotar. Y para hacerlo ocupó agua. El elemento de

agua es crucial, oculto inherentemente, aunque no literalmente, en el nombre de

“Gucumatz”. Además no podemos olvidar el papel tan significante del agua en la

cosmogonía maya.

Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban

en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y

azules, por eso se les llama Gucumatz (Recinos 23).

El elemento de agua es ímplicito y subyace el misterio del nombre. Aunque no es

literalmente parte de las palabras “Quetzalcóatl” o “Gucumatz”, hay una asociación

directa. Las notas al Popol Vuh lo esclarece: “estaban en el agua porque los quichés

asociaban el nombre de Gucumatz con el líquido elemento. El Obispo Núñez de la Vega

dice que Gucumatz es culebra de plumas que anda en el agua” (Recinos 166). No es

casualidad entonces que el lago de Chapala, que D.H. Lawrence disfraza como Sayula en

Serpiente Emplumada, sea un personaje imprescindible y no solamente parte de la

escenografía de la novela.

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Enrique Florescano, autor de El Mito de Quetzalcóatl, también se refiere al agua en

su extensa investigación sobre la deidad azteca,y hace una evocación sobre el posible

origen de la imagen.

La Serpiente Emplumada, una imagen que aludía al momento en que la

tierra se revestía de las plumas verdes del maíz en la primavera ... aparece

vinculada a un medio acuático y rodeado de lirios, conchas marinas,

chalchihuites y semillas, símbolos de la fertilidad” (Florescano 19).

El significado misterioso del nombre Quetzalcóatl, su relación con el agua, así

como otras complejidades de la cosmogonía azteca no le pasaron por desapercibidas a

D.H. Lawrence. Pero el tema que más le preocupó y obsesionó desde antes de visitar

México fue el estado de la mitología en la actualidad. ¿Cómo hacer que la mitología

antigua recobre importancia, y por qué es relevante todavía en la vida cotidiana? D.H.

Lawrence se detuvo frente a las pirámides del Sol y de la Luna tratando de descifrar un

acertijo milenario. Las palabras de Ralph Waldo Emerson, una influencia innegable sobre

D.H. Lawrence, ayudan a esclarecer el dilema:

Esta relación entre mente y materia ... es el problema permanente que ha ejercido

el asombro y el estudio de cada buen genio desde que el mundo empezó; desde la era

de los egipcios y los brahmanes ... ahi está sentada la esfinge al lado del camino, y de

edad a edad, como cada profeta se acerca, hace su intento de descifrar el acertijo.

Aunque Emerson utiliza la palabra mente se refiere a la vez a todo lo intangible e

inmaterial, más adelante en el mismo ensayo Nature escribe: “parece haber en el espíritu

una necesidad de manifestarse en formas materiales.” Frases como la anterior le han

ganado el título a Emerson de ser trascendentalista. Y D.H. Lawrence fue como Emerson

un tipo de trascendentalista al situar siempre y en todas las circunstancias al espíritu por

encima de lo material. Pero para Lawrence no va ser tan sencillo como hablar de espíritu

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y cuerpo. En Lawrence el espíritu tiene que ser enterrado para después resucitar como un

fénix. El espíritu es un tema espinoso, el cual Lawrence intenta reinventar. Probó su

suerte de profeta frente a las pirámides de Teotihuacán. Se encontró con el mismo

acertijo de todos los tiempos: cómo resolver el problema entre materia y espíritu, y cómo

un símbolo puede ayudar a resolverlo. La deidad y el símbolo de Quetzalcóatl es

mencionada directamente como parte de la creación y en particular en el nacimiento de la

raza humana. Como lo relata Florescano:

Los relatos que se refieren a la última creación declaran que a partir de la primera

aparición del sol las relaciones entre el orden cósmico y la humanidad se

verifican a través de emisarios especiales: Hun Nal Ye, Ehécatl, y

Quetzalcóatl (Florescano 173).

D.H. Lawrence se interesó por las civilizaciones antiguas, y en sus lecturas y

estudios contempló siempre la importancia de los símbolos y mitología antepasada. Tanta

fue su devoción hacia los símbolos que creó su propia definición y le dedicó ensayos,

novelas, y poemas al tema. Define a los símbolos como vehículos con una capacidad

singular de transmitir conocimientos, de índole compleja, mística y espiritual. Los

símbolos son la antítesis de lo que D.H. Lawrence llamó thought­forms , o formas de

pensamiento, unidades del racionalismo y del discurso occidental que dominan nuestra

conciencia. D.H. Lawrence sostiene que toda nuestra “modernidad” está invadida por

thought­forms que han secuestrado nuestro espíritu, imaginación y alma. Donde mejor

expuso sus teorías de manera concreta fue en el preámbulo a The Dragon of the

Alchemists, un libro sobre la historia de la astrología escrito por Frederick Carter.

Los símbolos son unidades orgánicas de conciencia con vida propia, y nunca

los puedes explicar completamente, porque su valor es dinámico, emocional,

pertenecientes a la conciencia sensorial del cuerpo y alma, y no simplemente mental ...

Un complejo de experiencias emocionales son un símbolo ... Y el poder del símbolo es

despertar al profundo ser emocional, y al ser dinámico, más allá de la comprensión.

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Fue tanto el entusiasmo de D.H. Lawrence por el tema que después extendió su

preámbulo a un libro entero, el último que escribió, titulado Apocalipsis, una

reinterpretación del Libro de las Revelaciones. Los símbolos arcaicos, de la antiguedad

maya por ejemplo, se podrían considerar como reliquias físicas y mentales, unidades que

han trascendido siglos, sobrevivido generaciones, y que guardan conocimientos elevados

y espirituales. Son unidades de la conciencia, aunque tengan un aspecto material que no

se puede ignorar. El aspecto material está presente, representa algo que necesita ser

descifrado. Pero nunca será descifrado realmente en términos convencionales. Traducir

las experiencias a thought­forms los hacen perder su magia, ahí yace la paradoja.

Solamente los aproximamos sin descifrarlos. Los símbolos para D.H. Lawrence

representan un misterio “más allá de nuestra comprensión”, almacenan un conocimiento

secreto y profundo que únicamente podemos sentirlo en una experiencia inefable. Más

allá de captar, entender, o asimilarlo en un discurso racional y lógico, nos arrebatan con

asombro y veneración mística. Los símbolos, como los arcaicos que vio en Teotihuacán,

son vestigios que según D.H. Lawrence guardan la remembranza de una edad de oro

espiritual, un mundo antepasado donde los seres humanos veneraban a la naturaleza y

comprendían al mundo de manera diferente e instintiva.

Quetzalcóatl en muchos respectos fue el símbolo perfecto para el autor de

Serpiente Emplumada. Representa la apoteosis, renacimiento, las fuerzas ocultas de la

naturaleza, y podría incluso abrir un capítulo nuevo en la conciencia colectiva. El regreso

de Quetzalcóatl es uno de los temas principales de Serpiente Emplumada. D.H. Lawrence

propone regenerar la olvidada y degenerada espiritualidad humana. Despertó la imagen

de la deidad azteca un espíritu introspectivo y místico. Al contemplarla y deliberar, sufrió

un impacto que lo inspiró a escribir la rapsodia de un renacimiento mexicano. Quetzalcóatl

retó a D.H. Lawrence. A diferencia de lo que había contemplado en el fénix, en México el

ave tiene colmillos. Los colmillos representan el horror que sintió y percibió en México.

Quetzalcóatl resume la ambivalencia y dualidad universal, no solamente mexicana sino

universal. La diferencia entre dualidad y ambivalencia es digna de ser destacada; son dos

cosas muy distintas que en D.H. Lawrence comulgan de manera particular. La dualidad es

una teoría cosmogónica, reaparece en casi todas las culturas desde las más antiguas

como son el zoroastrismo y el hinduísmo. Ambivalencia es un sentimiento, puede ser la

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“ambitendencia” mencionada por Jung, que se refiere a un comportamiento o sentimiento

aparentemente contradictorio, pero que encapsula la paradoja de nuestra existencia.

Podría decirse que en la ambivalencia hay una dualidad siempre ímplicita o subyacente,

que sirve de base para justificarla. En D.H. Lawrence la férrea y siempre presente

creencia en una dualidad neutraliza cualquier otra inclinación o creencia. Como dice

Emmanuel Carballo en un prólogo a los textos que escribió D.H. Lawrence sobre México

“cree con la misma intensidad en el ángel guardían y el demonio de cabecera” (Carballo

11). Cree más en el sistema de dualidad que en los componentes del sistema, y no valora

uno por encima del otro. Al contrario busca situarse en la fina raya entre los opuestos, en

una frontera volátil y mudable, parte de la naturaleza humana. Y en su consideración

indiscriminada hay una ambivalencia porque la dualidad es la unión entre opuestos, como

en el caso del yin­yang. Ambas, dualidad y ambivalencia, definen la postura fronteriza de

D.H. Lawrence.

No buscaba D.H. Lawrence pistas arqueológicas en Teotihucán como un científico

buscando pruebas. Abomina con todo su ser a la ciencia y al discurso científico.

Desdeñaba la ciencia por tratar los temas de la naturaleza con una fría insensibilidad, con

actitud sabia y arrogante. Por esta razón sintió una atracción fuerte hacia los símbolos,

por la capacidad que tienen para transmitir conocimientos reales y profundos, sin ser

explícitos o absolutos. La decepción que sintió ante la actitud científica y moderna es

mejor ilustrada en el preámbulo a Dragon of the Alchemists.

Piensa en la luna, piensa en Artemisa y Cibeles, piensa en el gran asombro blanco

de los cielos, tan redondo, aterciopelado, en un movimiento tan sereno; ¡y luego piensa

en los hoyos horribles en las fotografías científicas de la luna! Cuando vemos el rostro con

hoyos de la luna en fotografías científicas, ¿necesita eso ser el fin de la luna para

nosotros?

18

Postlethwaite

No solamente reflexionó D.H. Lawrence sobre la importancia de los símbolos en la

cosmogonía maya, y en la griega, sino en el fin de la ciencia como salvavidas de la

humanidad. Los símbolos fueron una parte imprescindible de lo que algunos llaman su

carácter profético y místico. Se mantiene siempre en una búsqueda por un nuevo altiplano

espiritual y religioso, lo cual desarrolló en discursos y ensayos. De lo individual, quería

lograr lo universal. Tal cómo el Popol Vuh lo exhorta, Lawrence quería en una palabra

descubrir una cosmogonía entera. Ir de una imagen, un edificio, una pirámide, una ciudad,

o lo que fuera, a un profundo descubrimiento universal en la distancia más corta. Encerrar

en un símbolo el secreto de la creación es como la exhortación de William Blake cuando

se refiere a “ver el mundo en un grano de arena”. D.H. Lawrence intentó ver y descubrir

los secretos arcanos del universo. Cuando analiza la trascendencia y la fuerza de los

símbolos, no solamente se refiere a la imaginación del lector de ficción, sino a la

importancia de los símbolos en nuestras vidas. Los símbolos trascienden a la literatura.

La ambición de D.H. Lawrence definitivamente escapa los confines filológicos. Literatura

fue su oficio, pero su vocación tenía un propósito más alto. Su profunda devoción hacia

los mitos y los símbolos es un testamento a su vocación de profeta y predicador. El mito

cuenta la historia detrás de los objetos y de las palabras, y para D.H. Lawrence equivale

más a una realidad que a un cuento de ficción. El mito es el umbral de acceso a una

verdad profunda del inconsciente, una verdad más contundente que cualquier

conocimiento empírico, tal como escribe en el pasaje anterior sobre la importancia del

mito de Artemisa en nuestra relación con la luna y el cielo.

Sostuvo durante su vida que las civilizaciones antiguas, como la griega, caldea, y

egipcia, fueron poseedoras de un elevado conocimiento espiritual que el mundo moderno

había deteriorado. Según Lawrence, dichos secretos y conocimientos espirituales del

mundo antiguo se habían perdido casi del todo, pero no completamente. Para D.H.

Lawrence, tal como lo expone en Fantasia of the Unconscious, sobreviven los vestigios

del conocimiento antiguo en los símbolos. Los símbolos avanzan y permiten que

sobreviva el mito. Las verdades ancestrales se quedaron en estado de reposo, en un

equilibrio volátil, capturadas en símbolos, como una reserva de petróleo esperando a que

alguien les encienda un cerillo. D.H. Lawrence esperó toda su vida a que alguien lo

hiciera, que alguien detonara el potencial secreto de los símbolos e iniciar el nuevo

capítulo espiritual. Quería resucitar de sus cenizas como un fénix, y como en su opinión

19

Postlethwaite

nadie lo hizo, no tuvo más remedio que intentar hacerlo él mismo.

¿Cómo puede el nombre “Gucumatz” guardar “secretos de la creación, de la

existencia y de la muerte, de la tierra y de los seres que habitan” como lo menciona el

Popol Vuh? ¿Qué hay en el guardar? A lo mejor es lo que ponderó D.H. Lawrence cuando

se detuvo frente a las pirámides. Podría ser que estaba conectando algunos puntos. El

nombre se convertiría en un clue­word, palabra­clave, para los misterios del pasado que

pueden traer una revolución universal en las almas humanas.

Quetzalcóatl representa a la serpiente, a la fusión de hombre, dios, y animal. El

nombre se refiere a un híbrido entre ave y serpiente, pero a la vez tiene los colmillos de

jaguar. En D.H. Lawrence, toda la símbología de animales está investida de poder. Y en

el símbolo de Quetzalcóatl no hay solo dualidad sino algo más complejo: cuatro

elementos interactuando. No es solo hombre y dios. Al desconstruir la imagen podemos

comprender por qué el símbolo sigue siendo un enigma. Es obvio pensar en la dualidad

como el cielo representado por el quetzal y el hombre representado por la serpiente, por

ejemplo, porque el quetzal anda por los cielos y el hombre se arrastra en la tierra. Juntos

representan los diferentes lados del cosmos. Enrique Florescano también alude a la

naturaleza y complejidad de Quetzalcóatl.

En la tradición mesoamericana, la serpiente está asociada con los poderes reproductores

de la tierra y la fertilidad. Es la imagen misma de la resurrección: cada año cambia de piel

y se regenera ... las imponentes esculturas mexicanas de la serpiente acentúan sus

grandes colmillos y el cuerpo enroscado ... y las escamas de la serpiente se transforman

en un tejido de plumas o simulan la exuberancia vegetal ... El pájaro, a su vez, es una

imagen asociada con el cielo y las fuerzas creadoras ... pero se trata de un pájaro

singular: son las largas plumas del quetzal, el ave más bella de la selva tropical húmeda.

Las plumas brillantes y coloridas del quetzal eran sinónimo de magnificencia, esplendor y

riqueza (Florescano 219­220).

El símbolo es complejo. El quetzal puede aludir a lo divino pero no es un sinónimo

exacto de Dios, obviamente. Tiene las plumas del quetzal algo sensual, corpóreo, táctil,

no es solo una referencia espiritual: habla de una exuberancia sensual. Además, hombre

20

Postlethwaite

y serpiente, aunque terrestres no son sinónimos. El quetzal representa al cielo, pero a la

tierra también, y aquí se confluye una pieza clave del pensamiento de Lawrence, lo

mundano del espíritu. Aunque intentemos encapsular el símbolo en una dualidad simple

y sin costuras, no podemos. Se crea entonces un ente complejo. La complejidad y lo

paradójico del símbolo es la que D.H. Lawrence intenta resolver. En Quetzalcóatl

realmente se conjugan cuatro elementos: Dios, humano, quetzal, y serpiente, cuatro

elementos mencionados en la cosmogonía may. Como lo puntualiza Enrique Florescano:

“en la creación cosmogónica intervienen cuatro potencias creadoras: tierra, viento, fuego,

y agua, cuyos nombres describen elementos primordiales y su interrelación implica una

historia de la creación” (Florescano 60). Son los cuatro elementos que cautivaron la

imaginación de D.H. Lawrence. Según recuenta Florescano, para los indígenas también

coinciden los cuatro elementos con las cuatro eras anteriores a la era del quinto sol,

donde inicia la humanidad bajo el dominio de Quetzalcóatl. Las cuatro estaciones

anteriores son el preámbulo. Las eras de los cuatro diferentes soles hablan de un mundo

cósmico, donde vivían solamente los dioses sin los humanos. Y son los cuatro elementos

que se convierten en uno solo en el momento de la apoteosis, cuando el hombre se

convierte en dios. Para los aztecas, el dios se convierte en hombre, y D.H. Lawrence lo

revierte. En la ceremonia más importante, cuando Don Ramón recibe el sacramento, los

cuatro elementos están presentes de manera simbólica. “El hombre tiene cuatro lados.

Pero la estrella es una estrella. Y un hombre es una sola estrella”. Las ideas complejas se

conjugan, se acomodan, y se convierten en una sola en Quetzalcóatl. La unidad

representa apoteosis, la ascensión humana, y el reencuentro del hombre con sus

antepasados. Los números son a la vez símbolos, y D.H. Lawrence en el episodio anterior

alude a la importancia profunda e inconsciente de los números. En Apocalipsis se dirige

directamente al punto de por qué escogió el número cuatro. “La creación, sabemos tiene

cuatro lados, y es el número de la creación, o del universo creado.” Los cuatro elementos

nos recuerda también a los elementos de la antigüedad: tierra, agua, fuego, y aire, ya

mencionados. D.H. Lawrence retrata a Quetzalcóatl como la unión de cuatro elementos

en una alusión que invoca tanto a los símbolos cristianos, occidentales, y aztecas. Don

Ramón dice, “cuatro lados tiene el hombre”, four­fold is man, y con hombre se refiere a un

europeo judeocristiano, no a un mexicano, pero esto es otro tema que será analizado

posteriormente. Los cuatro elementos del hombre los representa en la ceremonia con

cuatro líquidos diferentes . El siguiente pasaje relaciona directamente los cuatro

21

Postlethwaite

elementos que reúne Quetzalcóatl con los elementos antiguos.

El primero presionó un pequeño recipiente de vidrio a la ceja de Ramón, y en el recipiente

había un líquido blanco como agua cristalina. El siguiente tocó su pecho con el recipiente,

y algo rojo tembló en el recipiente. El hombre le tocó en el ombligo con el recipiente que

llevaba un fluido amarillo , y en las entrañas un recipiente con algo oscuro.

Cuando los símbolos se reunen, se crea el mito. Y el mito entonces es como un

gran y elaborado corpus narrativo a base de símbolos. En las palabras de D.H. Lawrence:

El mito es un intento de narrar una experiencia humana completa, cuyo propósito

es demasiado profundo, va demasiado profundo en la sangre y alma, para una

explicación mental, o descripción ... Y las imágenes del mito son símbolos.

El mito tiene un lugar privilegiado en la obra de D.H. Lawrence. Fue un ávido lector

de toda clase de mitología. Durante su estancia en México, D.H. Lawrence estaba absorto

en un misticismo cósmico. Recibió en Oaxaca el manuscrito de Frederick Carter, su libro

sobre astrología, y lo que comenzó como un prólogo se volvió un ensayo largo sobre los

mismos temas. Pero antes de escribir sus puntos de vista en obras de no ficción como

Apocalipsis, un tratado de sus ideas religiosas y espirituales, intentó crear su propia

mitología dentro de la novela Serpiente Emplumada. No se puede negar el uso deliberado

de símbolos en Serpiente Emplumada. Y el uso deliberado, según el mismo Lawrence, es

contraproducente, hace que el símbolo pierda su potencia, porque los símbolos

trascienden nuestra conciencia y no pueden ser contenidos pulcramente en una alegoría,

pues la alegoría por antonomasia es un recurso didáctico. Lo cual representa ciertos

problemas para su obra.

William York Tindall declara que Serpiente Emplumada en efecto es una alegoría.

¿Qué hubiera contestado D.H. Lawrence cuando a Tindall lo llama el John Bunyan de su

22

Postlethwaite

generación? Es lógico pensar que la intención de D.H. Lawrence no fue escribir una

alegoría, después de leer su propia opinión sobre El progreso del peregrino de Bunyan, y

sobre las alegorías en general. “Odiaba incluso desde niño la alegoría: las personas con

nombres de cualidades, como esta persona en un caballo blanco llamado “Fiel” y

“Verdad.” D.H. Lawrence prefirió el mito sobre la alegoría. Así entonces la comparación

de Tindall resulta ofensivo para D.H. Lawrence. Es importante diferenciar entre alegoría,

mito, y símbolo para entender el tejido fino de la obra de D.H. Lawrence. Y por fortuna

tenemos los términos tal como los definió el mismo Lawrence en el preámbulo a The

Dragon of the Alchemists.

La alegoría es una descripción narrativa utilizando, como regla, imágenes para expresar

ciertas cualidades definidas ... y casi siempre con un propósito didáctico, porque debajo

de la narrativa alegórica subyace un argumento didáctico, usualmente moral.

No relaciona los símbolos con alegoría sino con mito. Alegoría y mito según

Lawrence son diametralmente opuestos. La alegoría tiene un propósito didáctico muy

claro, y utiliza imágenes prefabricadas y premeditadas. Las imágenes de la alegoría no

son símbolos, se quedan cortos en su poder de trascender. El mito es orgánico, amorfo,

tiene vida propia que se desborda sin posibilidad de contención. D.H. Lawrence insinúa

que una sola persona no puede crear un mito. ¿Será entonces que Serpiente

Emplumada transgredió las reglas que él mismo estableció entre mito y alegoría, y desde

su concepción la novela fue una empresa fallida? Ahí yace lo que algunos críticos como

Tindall consideran uno de los problemas de Serpiente Emplumada: la falta de dirección o

congruencia. El intento de D.H. Lawrence por crear un mito, por lo menos participar en él,

en contra de su propia teoría y convicción sobre la naturaleza libre e imposible de atar de

los mitos, produce un resultado final que por lo menos en la opinión de Tindall, fue una

alegoría si bien involuntaria. El mito no puede ser creado por una sola persona, pero la

ficción sí, y la pregunta que nos obliga a hacer es: si en la ficción todo es posible, ¿por

qué no el mito? Algunos dirán que en la ficción todo se puede y debe ser autosuficiente y

autocontenida. D.H. Lawrence seguramente lo percibió así e intentó crear el mito dentro

de la ficción. El problema también es que intenta influir como predicador en las vidas

espirituales de sus lectores.

Tindall detecta una falla inherente en el intento que hace D.H. Lawrence para

23

Postlethwaite

lograr el mito.

Estos instrumentos dinámicos que van demasiado profundo en la sangre y el

alma para ser comprendidos, parecen haber sido hechos para el uso del

vitalista que no cree en la mente. Con su ayuda Lawrence esperaba

expresar y recomendar lo inexpresable. Por esta razón ... le encantaba el

mito azteca de Quetzalcóatl ... pero la alegoría es diferente y un tema menos

atractivo, como él mismo dice en el preámbulo. En la alegoría “cada imagen

significa algo y es un término en el argumento casi siempre para un

propósito moral o didáctico”. Cada imagen significa algo. Es desafortunado

que, intentando símbolo y mito, Lawrence siempre llega a la alegoría. Pero

no creer en la mente es más difícil de lo que uno piensa; no creer en la

mente y tener un propósito didáctico son difíciles de reconciliar; y Lawrence

se mostró mejor como educador que como simbolista.

Aún así, Serpiente Emplumada no es una alegoría en el sentido tradicional, y las

observaciones de Tindall tienen algunas objeciones. Aunque la ambición de D.H.

Lawrence estuviera enfocada a una tarea imposible, no fracasa del todo. Serpiente

Emplumada, aunque tiene elementos didácticos, tiene un argumento y es primeramente

ficción. Otros críticos alaban a Serpiente Emplumada por la misma razón que Tindall

critica. D.H. Lawrence en Serpiente Emplumada, como en sus poemas, escribe con una

atención meticulosa hacia los símbolos. Harry T. Moore destaca el uso de símbolos en la

obra de D.H. Lawrence. Desde sus primeras novelas lo liga a los poetas simbolistas.

La conexión de Lawrence con simbolismo no era oficial y quizá tan

inconsciente como varios de estos autores, pero en las dos novelas bajo

discusión él a veces utilizaba métodos similares a los líderes del movimiento ... del

Simbolismo , una doctrina tomada en parte del soneto Correspondances de Baudelaire,

es una revuelta post­romántica en contra del materialismo y naturalismo en el que la

visión del poeta discierne, a través de “analogía universal”, los secretos más escondidos

de la naturaleza.

D.H. Lawrence siempre estuvo atento al potencial de los símbolos y mitos como

24

Postlethwaite

ecos que vibran en resonancia para revelar algo oculto del predicamento humano. Los

mitos están permeados de misterio, son los espacios donde la imaginación puede

liberarse y acceder a algo más profundo que lo mental, lo que finalmente D.H. Lawrence

quería lograr. Y aunque no logra cumplir exactamente con el objetivo de crear símbolos

puros, los utiliza de alguna manera. El mito es “demasiado profundo” y va “más allá de la

comprensión”, lo que es difícil, si no imposible, de asentar o crear, porque por

antonomasia se resisten al análisis mental. Las definiciones de símbolo y el mito que

ofrece D.H. Lawrence son sublimes, rebasan la razón. Obviamente no puede cumplir

Lawrence con el estándar que él mismo definió, porque es demasiado alto su estándar,

una abstracción total, imposible desde su concepción. Lo que sí puede hacer es intentar

lo imposible, y sumergirse aún más en la paradoja.

Desde la perspectiva anterior el mito de Quetzalcóatl se enriquece de infinitas

posibilidades. La intención de D.H. Lawrence es que Quetzalcóatl en su novela siga

siendo un mito y no alegoría, pero lamentablemente al momento de predicar sobre

Quetzalcóatl, lo tiñe de alegoría. El mito narra una experiencia humana completa, sin fines

didácticos, como la continuación de algo real, trascendente y prehistórico. Es obvio que

Quetzalcóatl ya era un mito antes de que D.H. Lawrence escribiera su novela inspirada en

él. Quetzalcóatl no es el invento del autor, sino una construcción de muchos pueblos a

través de los siglos. D.H. Lawrence lo convirtió en alegoría en Serpiente Emplumada al

utilizarlo de ejemplo para avanzar su propio discurso. No fue inventado con un fin

didáctico (aunque también fue utilizado así en la religión azteca) sino que surgió de

manera orgánica en la conciencia colectiva. Sin embargo D.H. Lawrence al momento de

escribir, en su estilo predicador y por consecuencia didáctico, lo vuelve alegoría.

El mito tiene una relación estrecha, aunque tal vez no necesaria, con lo primitivo.

Las comunidades primitivas se relacionaban con el mito de manera intrínseca y natural.

D.H. Lawrence escribió que antes “un hombre vivía con el cosmos, y sabía que era más

grande que él mismo.” Quetzalcóatl es un mito que se nutre de símbolos arcaicos desde

tiempos inmemoriales. Es el portal a las enseñanzas de las civilizaciones antiguas que

tenían una comprensión más profunda sobre nuestra humanidad en relación con el

cosmos. La sociedad moderna, según D.H. Lawrence, estaba en decadencia y había

fracasado precisamente al olvidarse de los mitos y de la magia de nuestros antepasados.

Lawrence intentó resurgir el mito porque sentía que la ciencia había sido y seguía siendo

25

Postlethwaite

inevitablemente insuficiente e ineficaz, y no aportaba una explicación holística sobre los

misterios del universo. La ciencia usurpa al mito pero nunca puede substituir su poder.

Quería demostrar D.H. Lawrence que los mitos, en particular los primitivos, eran

relevantes en el mundo moderno. Y la mejor, quizá la única, manera que pudo hacerlo fue

a través de la ficción. D.H. Lawrence practicó lo que él mismo llamó una ciencia subjetiva,

y se basó en lo ancestral. El mito es finalmente precario, no por falso o inestable, sino por

dinámico, por estar siempre modificándose y en proceso. Es parte consciente y parte

inconsciente, amorfo y voluble. Intentar atraparlo y atarlo es inútil. El mito es indefinido, y

el mejor ejemplo lo encuentra D.H. Lawrence cuando ve hacia atrás.

Se suponía que los viejos oráculos no tenían que decir algo que embonara

perfectamente con una cadena entera de circunstancias. Se suponía que

tenían que entregar un juego de imágenes o símbolos de verdadero valor

dinámico, que emprendieran en la conciencia emocional del que preguntaba,

y como lo ponderaba, giraba más y más rápidamente.

Seguramente Lawrence intentaba hacer lo mismo con algunos de sus escritos,

especialmente en Serpiente Emplumada, donde no quiere proporcionar un argumento

sólido sobre la decadencia del cristianismo y el advenimiento de una religión azteca y

primitiva. Lawrence intenta introducir símbolos a la “conciencia emocional” y colectiva,

donde todos podemos relacionarnos. Intenta ser como uno de los viejos oráculos, sabios

que predican sobre el futuro de la humanidad.

La cosmovisión de D.H. Lawrence y sus ideas sobre la relación de las culturas antiguas

con los mitos es expuesta en Fantasia of the Unconscious, donde D.H. Lawrence crea su

propia teoría sobre la evolución.

Los prófugos de los continentes inundados huyeron a los lugares más altos

de América, Europa, Asia, y las islas del Pacífico. Y algunos degeneraron en

cavernícolas, criaturas neolíticas y paleolíticas, y algunos mantuvieron su

belleza innata y perfección, como los isleños del sur, y algunos deambularon

salvajes en África, y otros como los sacerdotes etruscos, caldeos,

26

Postlethwaite

amerindios, chinos, se rehusaron a olvidar, pero enseñaron la sabiduría

antigua, solo que en su forma medio olvidada y simbólica. Más o menos

olvidada como conocimiento: recordada como ritual, gesto, e historia mítica.

Al comulgar en el mito D.H. Lawrence esperaba renovar el espíritu olvidado de las

civilizaciones antiguas. El mito de Quetzalcóatl es entonces un ejemplo del conocimiento

“medio­olvidado” que no solamente nos remite a una civilización antigua, sino que a D.H.

Lawrence le pareció apto y relevante en la actualidad. En la trama de la novela,

Quetzalcóatl renace en la figura de Don Ramón. Y en el renacer de la deidad azteca, D.H.

Lawrence toma una licencia creativa: ya no es solamente el Quetzalcóatl de la tradición

mexicana sino un nuevo Quetzalcóatl creado por D.H. Lawrence. El autor lo incorpora a

su propia creación, intenta avanzar y participar en el mito de Quetzalcóatl. Incluso escribe

algunos cantos de su inspiración como ejemplo de su propia interpretación del mito. En

los cantos habla a través de Quetzalcóatl. Escribe diálogos y discursos, como un profeta

exhortando al nuevo culto.

La ambición de D.H. Lawrence transgrede los límites establecidos de la ficción.

Catherine Carswell, novelista y amiga íntima de D.H. Lawrence,elogia a Serpiente

Emplumada por lo mismo.

Si hay una cúspide, seguramente, en cuanto a lo que concierne la ficción,

fue alcanzada en Serpiente Emplumada. Seguramente esta es la más

ambiciosa e impresionante novela de nuestra generación. ¿Alguna ha sido

más infalible, poseído en el mismo grado la potente fuerza de virtud? Para

este cuento Lawrence necesitaba no solamente todo su genio, sino todo su

peregrinaje salvaje.

La bravura de D.H. Lawrence yace en la audacia de entretejer mito con lo

cotidiano, creando una ficción sin precedente. Don Ramón es el hombre que realiza su

potencial al unirse con el cosmos y volverse deidad. Aunque algunos lo consideran

simbólico, como en los ritos y ceremonias retratadas en la novela, D.H. Lawrence lo

considera algo real. Lo simbólico es real para Lawrence. Lo anterior está en el corazón de

la novela y de D.H. Lawrence. Carswell lo afirma:

La Serpiente Emplumada se había anunciado. Por mucho fue el tema más

27

Postlethwaite

ambicioso que hasta entonces había sido tratado ­ el tema del hombre en el

mundo moderno que se convierte en dios pero sigue siendo hombre.

D.H. Lawrence, después de mucho estudiar y leer una diversidad de fuentes,

textos de antropología y teosofía por ejemplo, llegó a una conclusión efectiva por lo

menos para él: los mitos son portadores de significados tan profundos que no se pueden

acceder racionalmente. La idea del humano que se convierte en dios sin dejar de ser

humano es obviamente una paradoja. Lo imposible de resolver o comprender, los huecos,

si los queremos llamar así, en las teorías de D.H. Lawrence son alarmantes, pero

conscientes y voluntarios. Es ímplicita la confesión de D.H. Lawrence, como cuando

confiesa Don Ramón, el nuevo mesías, que simplemente no tiene las respuestas. Casi al

final de la novela, en la ceremonia protagonizada por Don Ramón y Cipriano, donde se

encarna Quetzalcóatl y Huitzilopochtli respectivamente, admite que el misterio nunca se

podrá resolver. “¡Qué es Dios, nunca lo sabrán!”, dijo.” D.H. Lawrence tampoco lo sabía,

pero realza la relación entre mito, símbolo, muerte, y vida, en la figura de Quetzalcóatl.

Intuye algo profundo y dinámico: un signo del cosmos vivo. El símbolo de Quetzalcóatl y

el énfasis en la sangre proporciona el terreno perfecto para una narrativa alegórica,

simbólica, y mítica. Quería capturar Lawrence la experiencia religiosa y humana total.

D.H. Lawrence se adentró en la densa selva del caos mexicano para obtener sus

propias respuestas. Descubrió en el panteón azteca el eslabón perdido, la pieza del

rompecabezas que siempre estuvo buscando. Devoraba los libros de historia, de

civilizaciones antiguas y mitología. Un ejemplo destacado fue La Rama Dorada, libro que

investiga la relación entre mito y religión en diferentes civilizaciones. Se refiere el mismo

D.H. Lawrence al libro escrito por George James Frazer, antropólogo del siglo XIX, en un

pasaje de Fantasia of the Unconscious que a la vez nos dice algo sobre su postura.

No soy un arqueólogo ni etnológo propiamente. No soy un “erudito” de ningún tipo. Pero

estoy muy agradecido a los eruditos por sus trabajos sólidos. He encontrado pistas,

sugerencias de lo que digo aquí en todo tipo de libros académicos, desde el Yoga y

Platón hasta San Juan el Evangelista y los primeros fiósofos griegos como Heráclito hasta

Fraser y su “Rama Dorada”.

28

Postlethwaite

La Rama Dorada fue un libro conocido entre contemporáneos de D.H. Lawrence, y

se convirtió en libro de cabecera para él. William York Tindall afirma que Lawrence

“estaba familiarizado con La Rama Dorada de Frazer, un trabajo que lo afectó más a él

que a la mayoría de los ratones de biblioteca de nuestro tiempo”. Creía D.H. Lawrence

vehemente en el poder del mito, su evolución, y trascendencia. La tesis de Frazer afirmó

su intuición sobre el mito como un gran común denominador que unifica a la humanidad.

Lo más importante siendo para D.H. Lawrence el poder que el mito puede recobrar en

nuestras vidas, una importancia nueva y regenerativa.

Quetzalcóatl pudiera entonces guardar el secreto de la creación. D.H. Lawrence lo

ponderó, y le dedicó una novela a analizar y deliberar. En Serpiente Emplumada la

religión precolombina, con sus mitos y rituales, regresa y se impone como la religión

oficial de México. A través del rito y del mito, los protagonistas Don Ramón, Cipriano, y

Kate Leslie, se convierten en deidades. Es en el fondo, aunque tal vez solo de manera

metafórica, lo que propone D.H. Lawrence: la transfiguración, la santificación de lo carnal,

la mundanización de lo sagrado. Finalmente sería la apoteosis del ser humano en unión

perfecta con el cosmos, lo que representa Quetzalcóatl. D.H. Lawrence cruzó las

fronteras establecidas entre lo real y la ficción, entre lo científico y lo mítico, lo carnal y lo

espiritual, la vida y la muerte. En la figura de Quetzalcóatl investiga la frontera más

enigmática de todas: la muerte. Y fue en los terruños mexicanos donde cruza el umbral.

D.H. Lawrence, un nuevo profeta

La personalidad de D.H. Lawrence atrajo gran especulación y causó fuertes

29

Postlethwaite

reacciones entre los que lo conocieron, quizá más por su personalidad que por su obra.

Tenía un carácter fuerte, una retórica mordaz, sus opiniones firmes y radicales, lo

convierten en la opinión de muchos en un profeta y predicador, específicamente en la

opinión de sus amigos y conocidos. Como menciona Wayne Gunn en su recopilación

Escritores Norteamericanos y Británicos en México, fueron varios los que escribieron

sobre D.H. Lawrence y su paso por México.

Incluso aunque un escritor no conociera directamente la obra de Lawrence, durante

los primeros años 20, éste fue el tema de mucha chismografía literaria, y parece que poco

después de su muerte casi todos los que le conocieron en México escribieron un libro o

un ensayo acerca de su relación con él (Gunn 71).

La mayoría se refieren a D.H. Lawrence y su carácter de profeta. Escriben de él

como una persona intrigante, fuera de serie, y una influencia vital, no de un novelista

popular o controvertido. Es prácticamente imposible leer los libros de D.H. Lawrence sin

preguntarnos por su vida, sus creencias, y su personalidad filtrada en lo que escribió.

Nuestras mejores aproximaciones al autor son a través de sus obras, y Serpiente

Emplumada es un ejemplo crucial. Cuando escribió Serpiente Emplumada , Lawrence

estaba, sin saberlo, en la última fase de su carrera. Fue su penúltima novela, escrita antes

solamente de la más famosa de todas, El Amante de Lady Chatterly. Serpiente

Emplumada no es una novela autobiográfica al estilo de Hijos y Amantes, que nos permite

especular sobre las raíces y el origen del autor. Serpiente Emplumada apela más al

superego del autor. D.H. Lawrence invoca el idealismo, lo espiritual, la realización del

potencial humano. Empieza la novela como un relato semi­autobiográfico y termina en los

campos de la ciencia ficción, lo cual provoca resentimientos y confusión en muchos

lectores. En México, abandonó los temas familiares anteriores de las colonias de mineros

de Hijos y Amantes y se adentra en un mundo extraño y exótico, que él denomina como

“salvaje”. En Serpiente Emplumada, la tierra inhóspita de México es el territorio sagrado

donde la humanidad alcanza el zenit. La ironía de lo anterior denota la compleja relación

entre lo corporal y lo espiritual que quiso plasmar en su obra y visión. En Serpiente

30

Postlethwaite

Emplumada no escribe del mundo y las personas tal como son, sino cómo él quería que

fueran y cómo las imaginaba.

Algunos críticos insisten en que las ideas y propuestas de D.H. Lawrence son de

mayor valor, tienen más peso, que su estilo y técnica como escritor. Es una diferencia

importante para comprender a D.H. Lawrence. Nunca estuvo de acuerdo con el título de

escritor. Nunca quiso ser definido ni atado a una profesión. Como Aldous Huxley lo

observó, D.H. Lawrence era primero un artista, antes de ser poeta o novelista.

La vida de D.H. Lawrence contiene muchas historias entrelazadas: un hombre

pusilánime, dividido, el complejo de Edipo, inconformista, romántico, revolucionario,

misántropo, un poco loco, erótico, profeta, viajero, artista atormentado. Son tantas las

observaciones que se han hecho sobre él, y a lo mejor fue un acto de volición querer ser

inescrutable, un acertijo humano, evadiendo cualquier estereotipo. En su breve vida, D.H.

Lawrence sufrió tribulaciones demarcadas por un evento mayor que sin dudas marcó su

vida: la Primera Guerra Mundial. Como escribió Harry T. Moore, uno de sus primeros y

más completos biógrafos.

El siglo decinueve parecía un logro eterno: el largo sueño tennysoniano no

acabó con la última página del calendario del siglo, ni con la muerte de la

reina Victoria, símbolo supremo del siglo, sino más bien cuando Alemania

invadió a Bélgica. Fue entonces que Grey de Fallodon pronunció el epitafio

del siglo diecinueve: “Las lámparas se están apagando por todo Europa, no

las volveremos a ver encendidas en nuestra vida.

Gran parte del pesimismo de D.H. Lawrence es atribuible a la guerra, según sus

propios amigos. No es sorprendente, ya que fue un factor crucial en la vida de cualquier

europeo de la época. Lo relevante es analizar cómo reacciona D.H. Lawrence a la guerra

y qué efecto tiene en su obra, si en realidad puede llamarse pesimismo o de otra manera.

Middleton Murry coincide con Moore en cuanto al efecto negativo que tuvo la guerra sobre

D.H. Lawrence.

Lawrence concibió la idea de escapar del sufrimiento intolerable que la

guerra había infligido en su espíritu sensible, al despojarse de la conciencia

espiritual por completo ... Para Lawrence el fin de la guerra parecía traer una

31

Postlethwaite

liberación de verdad ... había dejado practicamente de escribir ... estaba

cansado de la humanidad y de las cosas humanas.

D.H. Lawrence pretendía nadar contra corriente, buscar su propio camino, y

encontrar sus propias respuestas. Ante los eventos deshumanizantes de la guerra, D.H.

Lawrence crea su propio mundo. Empieza por cuestionar las bases y las raíces de una

sociedad belicosa e industrial como Inglaterra y otros países desarrollados. Con respecto

a la guerra, nos enfrentamos nuevamente con la ambivalencia de D.H. Lawrence. Está

bien documentado que Lawrence no estaba ideológicamente en contra de la guerra, o sea

no era un pacifista. Pero sí estaba en contra de la Primera Guerra que atestiguó de

primera mano. El tema era muy complejo. Especialmente para él, casado con una

alemana, hija de un barón y general (por lo mismo fue perseguido como traidor). No toma

Lawrence una postura política, sino que en su imaginación desarrolla un mundo paralelo

donde podría renacer de las cenizas como el fénix que tanto admiraba. Para inspirarse,

prefiere ir hacia atrás y concentrarse en el pasado. Quería crear una nueva sociedad

basada en principios diferentes, contrarios a los de la sociedad industrial. Inicia entonces

la peregrinación donde intentó ser cartógrafo, navegador, creador, y mitólogo, al mismo

tiempo. Y crear en su imaginación un mundo mejor al que se desenvolvía en medio de la

guerra.

Según las memorias de sus allegados como Catherine Carswell, Witter Bynner, y

John Middleton Murry, a veces parecía ser un genio arrogante que se creía por encima de

los demás. Lo describen a veces soberbio y pedante que presume solamente él

comprender el origen y el estado de las cosas. Y no solamente su conocimiento del

universo en términos físicos o astronómicos, sino en lo espiritual. Sus teorías,

desarrolladas en ensayos como Fantasia of the Unconscious, son a veces delirantes, de

especulación mística. En las teorías de D.H. Lawrence es muy evidente la influencia de la

teosofía, una seudo filosofía expuesta sobretodo en el libro Isis Unveiled de Helena

Blavatsky.

Para lograr entender las teorías religiosas y filosóficas de D.H. Lawrence,

necesitamos primero entender su formación, sus intereses, e intenciones. No podemos

entenderlo sin examinar la doctrina bajo la cual fue criado y la influencia de lo que leyó en

su adolescencia y adultez. Solía leer trabajos de historia y filosofía. Las civilizaciones

antiguas capturaron especialmente su imaginación. Siempre enfatizó la importancia vital

32

Postlethwaite

de las primeras civilizaciones, especialmente los caldeos, los egipcios, y los griegos. Para

él ahí yacía la llave al misterio de la creación. Quería encontrar una pieza de información,

como una Piedra de Rosetta, que podría cambiar la ruta de la humanidad.

En su crecimiento intelectual, D.H. Lawrence pasó de ser cristiano a racionalista,

influenciado por Charles Darwin y Thomas Huxley. Hasta que después comenzó a

sospechar que el reino de la razón era igualmente falible e insuficiente, pues no llenaba el

vacío espiritual que Dios y su concepto cristiano dejaron. Esos huecos fueron entonces

rellenados con la teosofía y con sus propias teorías eclécticas sobre lo espiritual y lo

cósmico. Desarrolló gradualmente su propia cosmogonía, su propia teología, mezclando

elementos de religión, mitología, teosofía, y hasta astrología a su antojo. Lawrence

desdichaba y criticaba la ciencia. Aunque de adulto dejó de ser un cristiano devoto,

quedaron algunas raíces de su ferviente protestantismo que le habían inculcado desde

niño. Examinar cómo llegó D.H. Lawrence del cristianismo a la teosofía, su odisea

espiritual, nos revela su carácter inconforme y el desarrollo de sus ideas. William York

Tindall investigó el crecimiento espiritual de D.H. Lawrence:

La madre de Lawrence, una persona superior, consideraba a los Metodistas,

así como a su esposo, comúnes; así que enviaba a sus hijos a su propia

capilla, la Congregacionalista. Era puritana y devota. Sus hijos atendían a

misa tres veces los domingos ... Pero para Lawrence no era suficiente.

Mientras los ojos de su madre estaban fijos en la pureza y la verdad de

un martes en la tarde, él se iba a la capilla Metodista con los mineros, como

nos cuenta en Apocalipsis.

Fue solamente el principio de una incansable curiosidad por lo religioso y lo divino.

“Entre la capilla de su madre y la de su padre, D.H. Lawrence creció a ser, si no un buen

metodista ni congregacionalista, un buen protestante. Tenía a la Biblia en sus huesos”.

Nunca se olvidaría D.H. Lawrence de la Biblia y el cristianismo, aunque tuvo una larga y

sinuosa desviación después. Tindall continúa:

En la universidad, sin embargo, y quizá por un año o dos antes de ser

enviado ahí, sus huesos estaban silenciosos con la excepción de un suspiro

ocasional. La capilla, aunque atendía, cesó de ser la roca eterna con una

grieta donde Lawrence se escondía, para convertirse la grieta en una fisura

33

Postlethwaite

seria, y luego una falla geológica. Pues había comenzado a leer a los

científicos, los materialistas, y a los racionalistas del siglo decinueve, para

quienes las rocas eran rocas y las capillas menos que rocas.

Charles Darwin y Thomas Huxley tuvieron un impacto indeleble en D.H. Lawrence,

al grado de hacerlo olvidar sus raíces y su fe, y comenzar a cuestionar seriamente

algunas de las bases dogmáticas de su religión. “Por moda comenzó a llamarse un

agnóstico y estuvo a punto de revelarle la verdad al ministro de su congregación; pero

disuadió, se conformó con predicar unos años después al club socialista de Croydon.” Lo

anterior fue una importante etapa de crecimiento y madurez para D.H. Lawrence. Salió del

mundo mágico y medieval donde cimentaba su fe para pasar a lo intelectual y científico,

abriendo su mente a otras posibilidades de rigor académico. Sin embargo, D.H. Lawrence

no se quedaría conforme con lo científico sino todo lo contrario, y en su adultez comenzó

a añorar la antigua magia de la religión.

Estaba incómodo bajo una doctrina que podía estimular su mente pero que

dejaba a sus emociones sin respaldo ... Al inicio inconscientemente, y

despues de manera consciente, llegó a odiar a la ciencia que había

destruido su creencia.

D.H. Lawrence da entonces la vuelta en círculo completo. Fue casi como una

regresión a sus días de cristiano puritano, pero no regresó al cristianismo. Incluso le tenía

casi la misma aversión al cristianismo que a la ciencia, sentimientos complejos, por

inculcarle ideas vacías sin sustento o fundamento. D.H. Lawrence no se deja convencer

por el cristianismo ni por el racionalismo, sino que buscó algo universal. El tema del

cristianismo es definitivamente crucial para entender a D.H. Lawrence. Middleton Murry

insiste que D.H. Lawrence le dio la espalda a Jesucristo porque se identificaba demasiado

con él. “La vehemencia de Lawrence en contra de Jesús era simplemente la medida de su

identificación con él. Era el odio de un amor intenso.” Es obvio que D.H. Lawrence no

opinaba lo mismo, aunque escribió que tenía la Biblia en sus huesos, pensaba que el

cristianismo había pasado su fecha de caducidad. El cristianismo no podía seguir

imperando, y la insistencia de mantenerlo, de seguir imponiéndolo, podía incluso ser

perjudicial para los seres humanos. “Estamos al final del ciclo cristiano. Y el Logos,

dragón bueno al principio del ciclo es el dragón malo de ahora.”

34

Postlethwaite

Desde su juventud, D.H. Lawrence comienza a inclinarse por lo místico, el

animismo, el panteísmo, y la teosofía. Ninguna religión oficial llenaba a D.H. Lawrence,

así que prefirió inventar su propia religión. Nunca fue hombre de convencionalismos, pero

la dualidad siempre está inherente en sus escritos, y no solamente dualidad; no es tan

sencillo como una historia del bien contra el mal. Lo anterior sería una terrible

sobresimplificación. Como menciona en su comentario sobre el cristianismo: todo está en

flujo, y el bien de ayer es el mal de hoy. Los conceptos tradicionales del bien y el mal son

casi desechados. Hay algo nietzscheano en la revolución que propone D.H. Lawrence, los

conceptos del bien y mal se invierten drásticamente. Mara Kalnins en su introducción a

Apocalipsis, enfatiza esta influencia de Nietzsche sobre D.H. Lawrence.

Como Nietzsche antes que él, Lawrence condena el fracaso de las ideas

cristianas y democráticas de la civilización occidental, criticando en particular

el énfasis cristiano de renunciación, amor, y equidad, que él sentía negaban

la naturaleza compleja del individuo.

El bien y el mal existen en D.H. Lawrence de manera evidente y visceral, sólo que

las definiciones son invertidas y modificadas constantemente. Además el “bien” no es sino

lo apto y necesario en determinado momento, un juicio moral y hasta cierto punto

relativo. La premisa de Serpiente Emplumada basicamente alude a la caducidad de

cristianismo, por lo menos en México. No porque el cristianismo sea inherentemente

malo, sino porque ya cumplió su función, y es hora de ser reemplazado. Aunque se

deshace casi completamente del cristianismo, D.H. Lawrence no se deshace de Platón.

Como lo señala Harry T. Moore, “Lawrence, incidentemente, difiere de la mayoría de los

escritores románticos en que tiene un dualismo casi de tipo platónico.” Tiene que haber

un énfasis en el “casi” porque en realidad D.H. Lawrence rompe con Platón y lo critica

severamente en sus ensayos. Pero nos da pie para discutir la dualidad que es tan

importante en la obra. William York Tindall utiliza la palabra “polaridad” para referirse a

D.H. Lawrence.

Lawrence primero utilizó el verbo polarizar en 1914 en el cuento “Las hijas

del Vicario” y el sustantivo polaridad en 1915 en una carta a Lady Cynthia

Asquith ... bajo las imágenes de leones, corderos, y hasta unicornios discute

la dualidad y el balance de opuestos por atracción y repulsión en un nuevo

35

Postlethwaite

equilibrio de dos en uno, sin dejar de ser uno en uno.

El tema de la dualidad en la obra de D.H. Lawrence no es sencillamente la

diferencia entre el bien y el mal, luz y sombra. Atrás queda el maniqueísmo y el

platonismo. Es un nuevo dilema con el que se enfrentó. Lawrence tiene razgos

platonistas, pero también fue influenciado por Hegel. “En Hegel, a quien leyó y admiró,

D.H. Lawrence pudo haber encontrado la idea de una dualidad cambiante y la confusión

de opuestos de la cual algo nuevo se desarrolla.” D.H. Lawrence creía en el mundo

inmaterial, algo parecido a Platón y las formas, pero de ahí partió. Y lo que sobresalta de

la extraña versión dialéctica es la ambivalencia como una fuerza determinante y

preponderante. En el caso particular de Serpiente Emplumada, la ambivalencia está

encarnada en Quetzalcóatl, definido como “amo de dos maneras” o lord of two ways. D.H.

Lawrence se nutre de la ambivalencia, no solamente de la dualidad. Al querer ser de dos

maneras, y fusionar los opuestos, Lawrence expande la frontera, esa breve sección

donde sí se mezclan los opuestos. Tal como lo menciona Emmanuel Carballo, “Lawrence

fue hombre de dos amores ... en la infancia y adolescencia amó con intensidad un tanto

aberrada a su madre: fue para ella, además de hijo, el esposo” (Carballo 9). La perversa

dualidad o polaridad de su infancia se manifiesta en una ambivalente frontera, en una

cierta confusión acerca de su identidad en el hogar y en el mundo. Ser hijo y amante

afectó su visión del mundo, porque quería ser siempre dos cosas al mismo tiempo.

Aunado a ser testigo de un constante conflicto entre sus padres que le inculca una

familiaridad con la violencia. “Entre el erotismo y la castración, D.H. Lawrence vivió

agónicamente un doble papel: en ratos se identifica con el guardabosques y en otros con

el marido de Lady Chatterly” (Carballo 10). El sexo y el amor son temas complejos en

D.H. Lawrence. No por nada es más famoso por su literatura erótica, censurada por

considerarse pornográfica en su tiempo. El sexo, el amor, la violencia, son impulsos que

según D.H. Lawrence provienen de donde mismo. Son una misma fuerza directa e

instintiva unida por la voluntad, y la ambivalencia se manifiesta en el momento de

canalizar dicha fuerza. La ambivalencia, o “ambitendencia”, yace en la comprensión de un

solo impulso vital. Comulga D.H. Lawrence con las ideas de Carl Jung sobre el libido.

“Esto es lo que surge en nosotros para movernos, nos hace actuar, llevar algo hacia

enfrente; nos hace levantarnos y vivir. Los filósofos modernos le llaman libido.” La fuerza

resumida como libido, puede ser destructiva o divina, la linea tenue, la frontera, entre

36

Postlethwaite

ambas crea la ambivalencia. Aunque los filósofos modernos y psicólogos utilicen “libido”

para describir el impulso vital del humano, D.H. Lawrence prefiere la nomenclatura

antigua. El símbolo del dragón o de la serpiente tiene las implicaciones sexuales y

asociadas al libido, como lo menciona Jung. Lawrence prefiere llamarla serpiente.

El hombre puede tener a la serpiente con él o en su contra. Cuando su serpiente está con

él, es casi divino. Cuando su serpiente esta en su contra, es herido y envenenado y

derrotado desde adentro.

La ambivalencia de D.H. Lawrence se resume en atribuirle el mismo origen a la

divinidad que a la destrucción. Es un movimiento sutil, difícil de discernir a veces, lo que

hace la diferencia entre uno y otro. Los sentimientos encontrados de D.H. Lawrence hacia

su padre, por ejemplo, complica las distinciones. Lo anterior afectaría sus ideas sobre

violencia y religión. La violencia por ser algo cotidiano en su hogar, los pleitos o

exabruptos de su padre alcohólico, contribuyeron a que D.H. Lawrence considerara a la

violencia como una parte natural y necesaria en los seres humanos. Es por lo mismo que

Carballo señala que D.H. Lawrence tenía el mismo respeto por ambas fuerzas.

Nunca quiso D.H. Lawrence pertenecer a un club o religión. Quiso mejor ser líder y

profeta de su propio club. Como el mismo Witter Bynner lo describió, D.H. Lawrence

siempre buscó a un líder más inteligente y sabio que él mismo pero nunca lo encontró (o

en sus entrañas realmente no lo quería encontrar), y entonces tomó el rol de líder. Lo

anterior demarca otra de sus polaridades, intentar ser líder pero a la vez ser fiel a su

individualismo. Predicar el individualismo es intrínsecamente paradójico, y el resultado fue

un líder renuente. Witter Bynner retrata a D.H. Lawrence como ensimismado, sin

capacidad de empatía, que buscaba aduladores y discípulos como las únicas personas

con las que podía convivir. Lo describe arrogante también ante las ideas de los demás,

envidioso de cualquier idea que no fuera suya, incluyendo descubrimientos científicos.

Por eso D.H. Lawrence necesitaba escribir su propia Biblia y fundar su propia iglesia.

Fue D.H. Lawrence un hombre dividido. No podía casarse con una sola creencia o

idea, pero nunca se cansó de buscar la verdad, su verdad por lo menos. Era tanto su afán

por encontrar, crear, y escribir un congruente sistema de creencias que se ganó el título

de profeta. Moore es uno de los primeros en señalar esta característica de D.H.

37

Postlethwaite

Lawrence.

Durante este periodo de 1920­1925 Lawrence se proyectó en las

experiencias contemporáneas más importantes cuando escribió novelas de

liderazgo; como profeta, estaba mucho más adelantado que la mayoría.

La idea de una novela de liderazgo, o leadership novel, es la manera en que se

refiere Moore y después otros críticos como Jad Smith a tres novelas particulares de D.H.

Lawrence que tienen como tema central la búsqueda de un un líder, heroe, figura paternal

o de autoridad. Jad Smith tambien alude a las llamadas leadership novels.

Los críticos seguido consideran a Serpiente Emplumada como el zenit del interés

de Lawrence por la política autoritaria ... en efecto su ambivalencia hacia la política de

liderazgo emerge antes de escribir estas cartas y de la publicación de Serpiente

Emplumada.

Las llamadas novelas de liderazgo son Aaron’s Rod, Kangaroo, y Plumed Serpent.

La idea en común es el planteamiento de un nuevo régimen político o religioso, donde

resalta la figura del heroe lawrenciano como un tipo dictador. Por lo menos en Serpiente

Emplumada la figura del dictador es clara. Las “novelas de liderazgo” expresan las

propias aspiraciones de D.H. Lawrence, su deseo de ser un líder, y la voz autoritaria de

Don Ramón muchas veces es su propia voz. “Tiene que ser recordado que D.H.

Lawrence por mucho tiempo se veía a sí mismo como un líder potencial de los hombres

hacia una nueva manera de vivir”. Después D.H. Lawrence abandonaría la idea de un

heroe capaz de cumplir la promesa de una revolución espiritual. En palabras de

Lawrence, “la idea de un heroe es obsoleta, y el líder de los hombres es un número

obsoleto. Después de todo, detrás del heroe está el ideal militar; y el ideal militar o militar

ideal para mí es un huevo frío”. D.H. Lawrence reconoce el problema substancial de

proponer a un líder como Dón Ramon o Cipriano en Serpiente Emplumada. Lo muestra la

cita anterior en una carta a Witter Bynner. Cae en constantes contradicciones sobre la

viabilidad de un nuevo orden con un líder al frente. Pero sobrevive siempre la idea de

fundar una colonia de iguales, de personas inteligentes y sensibles como él, aunque la

idea sea utópica. Sus ideales religiosos y políticos no encuentran una aplicación práctica,

pero del protestantismo quedó siempre la semilla. Podaba y discernía entre todos los

diferentes brotes de la semilla. La raíz seguía bien plantada y arraigada, y por lo mismo

38

Postlethwaite

D.H. Lawrence buscó en lo religioso y espiritual las respuestas a los enigmas de la vida.

Las “novelas de liderazgo” muestran solamente una fase exploratoria de D.H. Lawrence,

donde plantea que un dictador es necesario para un cambio, para la implementación de

una nueva vida. “Este es un punto importante en el desarrollo de D.H. Lawrence, porque

nos lleva a su asunción posterior del rol de profeta.” Su visión, o alucinación, lo empujó a

querer ser en un líder espiritual y fundar una utopía. A la vez muestran las ideas

controvertidas y elitistas de D.H. Lawrence, la razón que se le otorgó el título de

proto­fascista. En Apocalipsis las ideas elitistas de D.H. Lawrence son explícitas cuando

divide a la sociedad en castas. “No hay manera de evadirlo, la humanidad para siempre

se va dividir en dos categorías de aristócrata y demócrata ... los que se sienten fuertes en

su alma, y los que se sienten débiles.” Obviamente que para D.H. Lawrence eran los

aristócratas los que se sienten fuertes en su alma. D.H. Lawrence estaba dividido; era

ambivalente y contradictorio en sus ideas. Pero solamente porque le gustaba vivir en la

frontera entre los opuestos donde siente él el pulso de la vida.

El topos del peregrinaje

“Peregrinaje salvaje” es un tropo comúnmente utilizado para describir la vida de

D.H. Lawrence, particularmente su auto­exilio. De recién casado, D.H. Lawrence viajó a

Alemania e Italia, y no dejó de viajar por el mundo hasta su muerte en Francia.

“Peregrinaje salvaje” fue acuñado por el mismo Lawrence en una carta dirigida a John

Middleton Murry, su amigo, literato, y editor con quien tuvo una relación compleja e íntima.

Le escribió desde Nuevo México, el 2 de febrero de 1923, “ha sido un peregrinaje

bastante salvaje los últimos cuatro años.” Su elección de palabras es digna de ser

analizada.

Tradicionalmente peregrinaje denota un viaje espiritual o religioso, mientras salvaje

connota casi todo lo contrario. Es típico de D.H. Lawrence buscar lo salvaje en lo

espiritual y viceversa. El peregrinaje es a la vez un topos con una larga tradición en la

literatura inglesa. La referencia más conocida en las letras inglesas son las obras de

39

Postlethwaite

Geoffrey Chaucer y John Bunyan. Los dos autores son de gran envergadura, lectura

obligatoria, en las letras inglesas, y se basan ambos en la idea de un peregrinaje, aunque

de manera muy distinta. El progreso del peregrino de John Bunyan es una alegoría donde

recuenta el camino de Cristiano, el protagonista del cuento, hacia la Ciudad Celestial.

D.H. Lawrence estaba bien familiarizado con la obra de Bunyan, aunque no la tenía en

alta estima, y confesó nunca haber podido terminar de leerlo por falta de interés en las

alegorías en general. Otro ejemplo de peregrinaje, Los cuentos de Canterbury de Chaucer

son los relatos ficticios de un grupo de peregrinos viajando a la catedral de Canterbury a

visitar la tumba de San Thomas Becket, una tradición muy popular en el medievo. El tono

y el sentido de Chaucer es irónico, una crítica a la hipocresía de los eclesiásticos, lo

opuesto a Bunyan. El peregrinaje, sin embargo es central en ambas obras literarias.

Ernst Robert Curtius introdujo la idea de topos en la literatura medieval. Curtius

describe el topos como una herencia de la retórica política y judicial grecolatina que se

mudó hacia la literatura en la edad media. En breve, los topos son clichés utilizados en la

literatura. “Como lo menciona Quintiliano (V, 10,20) son almacenes para el hilo del

pensamiento”. Los topos se podrían parecer, según esta última definición, a los símbolos,

y de alguna manera lo son. Aunque topos se refiere estrictamente a un lugar común

dentro de las obras literarias, que expresan algun apartado de la psicología humana en

temas universales. “Estos temas conciernen a las relaciones básicas de la existencia y

son perennes”. Curtius considera incluso que puede haber nuevos topos con el transcurso

del tiempo, conforme cambian las costumbres y valores de una sociedad.

También hay topos que están deficientes desde la antigüedad hasta la era

de literatura augusta. Aparecen al principio de la antigüedad tardía y de

repente están en todas partes ... Tienen un intéres doble. Primero referente

a la biología literaria, podemos observar en ellos el génesis de un nuevo

topos.

El topos del peregrinaje es evidente en Serpiente Emplumada cuando la protagonista,

Kate Leslie, una irlandesa, viaja a México, un lugar desconocido. La historia de Kate

puede ser leída como un peregrinaje físico y espiritual consumado en México, finalizado

en su matrimonio con una deidad azteca, un altiplano religioso, su apoteosis. Y no termina

ahí, sino que algunos críticos, como Edina Pereira Crunfli sostienen que a la vez el topos

40

Postlethwaite

podría también tratarse de una reversa histórica, una venganza por parte del autor al

intentar rehacer la historia, corregirla por lo menos. “En la imaginación de Lawrence, con

su primer reversa alegórica, tiene a la ficción emparejándose a la historia.” Kate Leslie al

final de la novela encarna a Malintzi, otro nombre para la Malinche. Entonces Kate, la

europea, regresa a México para formar parte tanto del panteón como del futuro espiritual

del país. “La reversa aquí ocurre no por suerte, quiero sugerir, en dos niveles. No

solamente político en el sentido de la reversa de las identidades ‘colonizador/colonizado’ ,

pero también en las identidades de género” porque anteriormente, las historias

tradicionales ‘retratan al colonizador hombre aterrizando en el Nuevo Mundo y teniendo a

un sujeto femenino colonizado enamorándose de él.’” Con Kate sucede lo contrario.

D.H. Lawrence no se apega al concepto del peregrinaje siguiendo la tradición

exacta o literal de Chaucer o Bunyan, sino que se apropia del topos y le añade lo salvaje.

“Salvaje” tiene una connotación a veces negativa, que lo hace casi antónimo de

peregrinaje. “Peregrinaje salvaje” podría leerse como un oxímoron para describir no

solamente los viajes por América ignota, sino un concepto complejo que encierra un

nuevo lugar común, potencialmente un nuevo topos: la búsqueda espiritual en motifs

pre­cristianos o “primitivos”. El topos de “peregrinaje salvaje” no puedo decir con

seguridad que sobreviva en obras literarias posteriores a D.H. Lawrence, pero existe

definitivamente el potencial. Se refiere D.H. Lawrence a una ruptura, a una nueva

experiencia religiosa e imaginativa, donde es necesario aceptar el lado violento y primitivo

de la vida. Donde necesita ver a los ojos el terror y encontrarle el lado bello. El peregrinaje

necesita ser salvaje, como lo menciona Carswell.

El topos del peregrinaje también lo encontramos en la mitología prehispana.

Quetzalcóatl en varias interpretaciones y versiones hace un viaje al inframundo, hacia la

muerte, para regenerarse. En la versión más conocida, se sabe que Quetzalcóatl huyó; se

exilió con la promesa de regresar. El problema más común de estas interpretaciones es

una confusión fundamental entre Quetzalcóatl la deidad, y Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl,

un emperador de los toltecas, antecesores de los aztecas. Florescano alude al problema:

Esta visión mítica de Quetzalcóatl como dios, sacerdote y héroe cultural de

Tula se mezcló y confundió con la imagen de un personaje llamado Ce Acatl Topiltzin

Quetzalcóatl, quien según estos textos llevó el mismo nombre que el dios y sacerdote,

41

Postlethwaite

hizo hazañas guerreras, gobernó Tula en su máximo esplendor, perdió el trono y

finalmente abandonó su reino, huyendo con una parte de sus fieles hacia el oriente

(Florescano 66).

Dicha caída o huída del gobernador tolteca se mezcla con el mito de Quetzalcóatl

para crear un peregrinaje simbólico y espiritual. La mitología mesoamericana comparte

con otras civilizaciones el topos del peregrinaje, y por lo mismo D.H. Lawrence encuentra

un gran valor simbólico y se identifica también con las historias y los mitos de las

civilizaciones mexicanas. Florescano, citando a Michel Graulich, menciona que el

peregrinaje es “la metáfora de un viaje por el inframundo, un tránsito de la muerte a la

regeneración” (Florescano 74). D.H. Lawrence tuvo que haber sentido un apego familiar y

hasta un consuelo en dichas ideas sobre la muerte y regeneración. Él mismo adoptaría

después algunas de las nociones mexicanas sobre la muerte y la vida.

Su escepticismo hacia la ciencia y la razón influye y es evidente en sus ideas

complejas sobre lo salvaje. En veces se refiere a lo salvaje con una connotación negativa,

y en otras ocasiones como el mundo que quiere recuperar. Pregonaba su amor por lo

salvaje y su interés por las culturas antiguas, sin dejar de ser un hombre posvictoriano. No

puede D.H. Lawrence negar por completo la cruz de su parroquia: el imperialismo

británico.En su auto­exilio, nunca olvidó ni abandonó su patria, ni dejó de ser en el fondo

un imperialista. Pereira Crunfli lo describe como “un hombre arrestado en la cárcel de su

lenguaje/cultura, de la misma imagen que presenta él en Studies in Classic American

Literature un ‘monstruo dividido y roto’ intentando ‘mudar completamente de piel a la vieja

conciencia europea.’” D.H. Lawrence fue el hijo pródigo del imperio inglés.Y siempre nos

deja claro que en el fondo era un orgulloso britano. Entonces en su fascinación por lo

salvaje no podemos ignorar lo que podría ser aún otro topos de literatura inglesa: el afán

por lo exótico, el interes en el otro. Lo último es una característica común del mundo

victoriano manifestado en la fascinación por las culturas africanas y asiáticas, por

ejemplo. Lo menciona Middleton Murry, de corazón siempre fue inglés. “Lawrence estaba

profundamente atado a Europa, y sobre todo a Inglaterra.” En sus viajes alrededor del

mundo interpretó lo que le rodeaba como un turista inglés interesado en lo exótico y en el

otro. Le provocaba un conflicto interno enfrentarse a nuevos lugares y culturas. Esto

figura particularmente en Serpiente Emplumada. Lawrence nunca pudo abrazar

completamente el llamado primitivismo o salvajismo que encontró en México, así como

42

Postlethwaite

Kate Leslie al principio no puede aceptar o convertirse autenticamente a la religión de

Quetzalcóatl. La contradicción es aún más obvia y profunda cuando observamos que la

salvación, la apoteosis, en la novela no está en manos de los indígenas “salvajes”, sino

de un criollo. El líder de los mexicanos, el nuevo Quetzalcóatl, Don Ramón, es un criollo

de sangre española casi pura. Lawrence aclara en la novela que “Don Ramón es un

español casi puro.” Es otra ambigüedad criticada y realzada de Serpiente Emplumada.

En una primera versión de Serpiente Emplumada, lo que fue un borrador publicado

póstumamente como Quetzalcoatl (el título original de D.H. Lawrence) Don Ramón

aparece con razgos completamente indígenas. Pero hubo un conflicto al respecto, una

duda, y finalmente, en el manuscrito oficial, a Don Ramón le otorga sangre europea. Atrás

quedó lo cien por ciento mexicano que pregonó como la solución al predicamento del

país. En su ensayo, America, Listen to Your Own, por ejemplo donde exhorta a los

americanos a buscar en sus propias raíces las respuestas para el futuro. ”América debe

de voltear otra vez para atrapar el espíritu de su continente oscuro y aborígen”.

La revolución espiritual que se ocupa en México dirigida por un criollo es irónico,

pero también tiene una razón. Jad Smith también señala la ambigüedad de D.H.

Lawrence ante lo europeo y americano.

Aunque se puede hacer el caso de Serpiente Emplumada como una novela

mexicana ... Peter Fjagesund insiste con razón que Lawrence ubica asuntos “casi

exclusivamente europeos o por lo menos occidentales” en el centro de su narrativa.

Otra vez D.H. Lawrence se sitúa en la frontera entre lo europeo, su raíz, y lo

americano, el otro, lo foráneo. Y al intentar ser de ambos lados cae en lo que parece ser

una contradicción irreparable. Lo primitivo y salvaje puede representar el esplendor

humano, como en el siguiente pasaje de Apocalipsis, donde D.H. Lawrence defiende el

carácter primitivo de algunos pueblos, y se recrimina el prejuicio del profesor alemán

cuando describe a las civilizaciones antiguas con la frase Urdummheit que se traduce

como “estupidez primitiva”.

Vemos los restos maravillosos de Egipto, Babilonia, Siria, Persia, y la India

antigua, y nos repetimos: ¡Urdummheit! ¿Urdummheit? Vemos las tumbas

etruscas y nos preguntamos nuevamente, ¿Urdummheit? ¿estupidez primitiva? Pues, en

la gente más antigua ... vemos un esplendor, una belleza, y seguido un júbilo, una

43

Postlethwaite

inteligencia sensible.

Sin embargo, cuando visita México, modifica su visión romántica de las antiguas

civilizaciones. En una carta escrita a Middleton Murry desde Oaxaca, el 15 de noviembre

de 1924, observamos:

Los indios son pequeños y curiosos salvajes, y unos agitadores tremendos

que llevan consigo unos fragmentos de socialismo con los que hacen en todas partes un

revoltijo. Es realmente una especie de caos ... Lo que hace es un amasijo de gentes, y

especialmente de salvajes. Y el setenta por ciento de estas gentes son verdaderos

salvajes, casi tanto como lo eran hace trescientos años. La población mexicano­española

no hace más que pudrirse por encima de la masa negra (Lawrence, Viva 96)

La masa salvaje y negra ­¿dónde quedó la belleza y esplendor? ­necesita al líder

europeo para salvarse. No hay contradicción más flagrante y eurocéntrica por parte de

D.H. Lawrence. El problema no tiene una fácil solución. Para no podrirse la raza mestiza

junto con los indígenas tiene que ayudarles a resurgir. Y el líder es mitad europeo. Es una

propuesta contradictoria. En el pasaje anterior, escrito en una carta a Middleton Murry, no

hay nada del esplendor salvaje. No hay una visión romántica sobre lo salvaje y primitivo

como la que tiene D.H. Lawrence hacia la mitología egipcia, caldea, o griega. En México,

lo salvaje es queer o raro, es oscuro y caótico. En otras civilizaciones antiguas, según

Lawrence lo salvaje era una fuente de poder y de espiritualidad. Los mexicanos, los

nativos, siguen igual que antes de la conquista pero, ¿dónde quedó la iluminación, la

sabiduría espiritual? Notamos que la primera impresión que tuvo D.H. Lawrence sobre

México y la raza indígena fue un detesto crudo y visceral. El sentimiento fue abrumador, y

rebasa cualquiera de sus teorías románticas. La ambigüedad se convierte en un nudo

difícil de deshacer. Su primera impresión de los dioses aztecas, al igual, fue de miedo y

horror. Y no pudo al principio relacionar lo azteca con otras mitologías antiguas que

admiraba. ¿Dónde quedaron las teorías de La Rama Dorada?

No hay nada de la preocupación fálica del antiguo Mediterráneo. Aquí no ha

llegado, siquiera, hasta el apasionado sexo. Colmillos y pliegues de frías

serpientes y de pájaros­serpientes de vehemente sangre fría y garras.

Reconozco que me siento perplejo (Lawrence, Viva 23)

44

Postlethwaite

Se enfrenta D.H. Lawrence a algo más salvaje de lo que antes había imaginado, lo

más vilmente primitivo. En México se encuentra con vileza, violencia, y lo animal. No hay

nada erótico ni sexual, solamente supervivencia y violencia, aunque después del shock

inicial, D.H. Lawrence lentamente comienza una relación de amor y odio con México. Fue

abriendo su mente y corazón e incluso llegó a admirar a la cultura azteca. Se ilumina con

los ritos y la cosmología azteca. Y únicamente por medio de la mitología tuvo Lawrence

un vuelco de corazón. México lo sedujo gradualmente y de manera peculiar. Un extraño

magnetismo lo hizo reconsiderar a la cultura mexicana, y lo hizo volver otras dos veces a

México. Incluso llegó a adoptar las creencias de la mitología maya y azteca como más

viables que las del cristianismo.

Por mi parte no creo en la evolución; y mucho menos como una cinta atada

a la Primera Causa ... Me satisface más la teoría de los aztecas acerca de

los Soles, es decir, una serie de mundos sucesivamente creados y

destruidos (Lawrence, Viva 39)

Lo salvaje cobra una relevancia espiritual y pierde un poco su connotación

tradicional de describir a personas en un estado animal, prehistórico, o neandertal. No es

lo salvaje una etapa histórica o prehispánica, en el caso de México, ni antigua

necesariamente. Se refiere a algo más. Lo salvaje, para D.H. Lawrence, es atemporal, y

nos sirve como otra palabra clave para referirse a una etapa en nuestra historia donde los

seres humanos tenían una comprensión más vital y espiritual del cosmos. Apela al instinto

humano que necesita resurgir, un tema indispensable en las teorías de D.H. Lawrence. Lo

salvaje fascinó a Lawrence. Lo elogiaba y detestaba simultáneamente, sentimientos que

echaban a volar su imaginación.

El simple hecho de escoger el epíteto de “salvaje” es una autorevelación, una

ventana a su inconsciente. La primera impresión de “peregrinaje salvaje” como unión de

un viaje espiritual por un lado y lo terrestre, sin cultivar, por el otro, no es suficiente. Ya

sabemos que “salvaje” tiene una connotación espiritual para D.H. Lawrence, pero a la vez

ambigua. Encontramos entonces la lucha incesante del autor, la tensión que él mismo

crea. ¿Lo salvaje como algo bruto y violento, o como un ascenso espiritual? Otra vez crea

Lawrence una frontera entre conceptos. La ambivalencia vuelve a ser parte intrínseca de

su imaginario. Edina Pereira Crunfli hace alusión a la ambivalencia tan crucial en D.H.

45

Postlethwaite

Lawrence y su obra cuando señala, “lo que hace este intento de D.H. Lawrence tan

fascinante y desafiante en el caso de Serpiente Emplumada y otras de sus obras

mexicanas es la ambivalencia de Lawrence”. Es una proyección: lo salvaje cargado de los

prejuicios, miedos, y creencias de un inglés posvictoriano. Lo salvaje es abstracto,

imaginario, y relativo. El significado de salvaje para D.H. Lawrence fue influenciado por

sus estudios sobre civlilizaciones antiguas y primitivas. Aunado a la construcción de lo

salvaje como un anti­valor: antítesis del mundo moderno, industrial y bélico que

detestaba. Aunque se puede argumentar que el mundo moderno floreció como anti­valor

de lo primitivo, D.H. Lawrence sentía que ahí precisamente se esconde el grave error en

el transcurso de la historia. La humanidad degradó y sacrificó su espíritu por los

beneficios materiales de vivir en una civilización moderna e industrializada. Aunque no

estaba en contra de los beneficios de vivir en una sociedad moderna, sí creía que algo se

había perdido. El vacío espiritual se volvió insoportable. Se necesitaba un renacimiento

religioso, político, y social. Se necesitaba un “peregrinaje salvaje”. Y al llegar a México la

tensión equilibrada de su “peregrinaje salvaje” tuvo un desenlace insospechado. Al

enfrentarse con Quetzalcóatl, sus teorías por fin se materializaron, como Emmanuel

Carballo lo resume.

México del mismo modo que Australia, Taos e Italia, sólo fue en la vida y la

obra de Lawrence un pretexto de evasión y búsqueda. Sus tres viajes a

México (comprendidos entre 1923 y 1925) pueden catalogarse como simples

excusas que un hombre iluminado se da sí mismo para buscar en un país,

que él considera primitivo, argumentos que comprueban sus tesis acerca del

triunfo de la sangre sobre la razón, de los instintos sobre la inteligencia, y del

sexo sobre la enajenación (Lawrence, Viva 15).

¿Dónde está entonces lo salvaje? Carballo menciona que México es un país que

D.H. Lawrence consideró primitivo. Lawrence pudo haber considerado a México primitivo,

aunque en realidad ya había sufrido una modernización el país, si bien es cierto que

había dejado rezagos fuertes. Lo primitivo podríamos considerarlo metafóricamente,

buscarlo en el corazón de las tinieblas como lo hizo Joseph Conrad, contemporáneo de

D.H. Lawrence. Aunque El Corazón de las Tinieblas es un libro radicalmente distinto, en

46

Postlethwaite

estilo y contenido a la obra de Lawrence, Conrad también se adentró en un país

desconocido. Conrad a diferencia de Lawrence fue polaco de nacimiento. Su nombre de

pila era Konrad Korzeniowski, y el país desconocido para él en realidad fue Inglaterra, lo

contrario a D.H. Lawrence. Analizó Conrad el concepto de salvaje desde una nueva

perspectiva. Lo que propone es que Inglaterra, un país imperialista, había inventado el

concepto de “salvaje” en una proyección de su propia “oscuridad”. La conclusión de

Conrad es que lo salvaje, lo oscuro del corazón, no yace en una región geográfica de

pueblos considerados primitivos por los imperialistas, sino que yace en el corazón del

hombre imperialista. Lo salvaje es entonces parte del discurso imperialista, digno de ser

estudiado bajo el lente del poscolonialismo. Es discutible que tan consciente fue D.H.

Lawrence en el uso de las palabras “salvaje” y “primitivo”. Pereira Crunfli invoca a otros

autores para referirse a la aparente falta de auto­crítica en D.H. Lawrence al emplear

dicho términos. “Como lo señala Neil Roberts, ‘Lawrence hace uso habitual y

desvergonzado de la palabra ‘salvaje’ para describir a los indígenas de Estados Unidos y

México.”

La ideas que acompañan el discurso de lo salvaje invocan casi por antonomasia al

poscolonialismo y la colonización. Examinando diferentes documentos de la época,

podemos percibir que desde el principio existieron debates intensos sobre la naturaleza

de los indígenas nativos. El debate sigue vigente hasta la fecha. Algunas obras literarias

representativas del renacimiento y de la ilustración nos ayudan a establecer un contexto.

Un clásico ejemplo es La Tempestad de William Shakespeare. Caliban, el esclavo, es un

prototipo idóneo para analizar las ideas detrás de lo salvaje durante la colonización. La

Tempestad tiene una relevancia única en los estudios poscoloniales. Sobre todo cuando

analizamos a Calibán porque nos muestra la sensibilidad de Shakespeare al crear un

personaje cómico pero complejo. En el contexto de lo salvaje, entabla una discusión

sobre las ideas que tenían los colonizadores y la sociedad en general sobre los nativos.

En este periodo se producen ciertos estereotipos de los nativos. En algunos casos los

nativos son clasificados peor que animales, seres indecentes que no tienen alma ni

escrúpulos. Aunque tambien sobresale su antítesis, lo opuesto: el estereotipo del buen

salvaje como otro topos en la literatura. Shakespeare produjo un personaje complejo y

algunos lo acusan de promover el estereotipo del nativo salvaje, bruto, y caníbal, el último

epíteto siendo un anagrama de Calibán. También se ha acusado a Shakespeare de no

tomar una postura firme y clara en contra de la esclavitud. Como menciona Paul Brown en

47

Postlethwaite

This Thing of Darkness, la ambivalencia europea ante el problema del otro, lo salvaje, y la

esclavitud puede ser rastreada a los primeros encuentros de la conquista. “La Tempestad

no es solamente un reflejo de las prácticas colonialistas, sino una intervención en un

discurso ambivalente y hasta contradictorio.” Por una parte, Shakespeare refuerza la idea

del nativo como ser inferior y bruto. No podemos olvidar que su intención era entretener a

un público, utilizando incluso recursos cómicos que hasta hoy podrían ofender a algunos.

Aunque promueve la idea de un nativo bruto y vulgar, también le atribuye algunas

características que lo bañan en otra luz. Shakespeare lo muestra como víctima de la

opresión y del poder de su amo. Shakespeare también describe al salvaje de Calibán en

un estado de simbiosis con su entorno antes de la llegada de Próspero, y cómo la idea

que se forma Próspero de Calibán es meramente subjetiva, una creación o proyección de

los valores europeos. El personaje de Calibán también muestra resistencia al poder

imperial, y por lo mismo es un personaje complejo, cuyas acciones presentan el dilema y

los problemas de la colonización.

Dichas estrategias del discurso muestran que Calibán en efecto ha dominado lo suficiente

las lecciones cívicas para asegurarse que la interposición de él como un simple salvaje,

un demonio nato, sobre cuya naturaleza/ la educación no se puede fijar es inadecuada.

Paradojicamente, es el poder elegante de la educación que lo permite conocer su propio

significado.

El ensayo De los Caníbales de Michel de Montaigne, tambien nos permite ver el

otro lado del discurso sobre lo salvaje, representa la defensa del “salvaje”, pero sobretodo

lo inadecuado de utilizar el término. “Encuentro que no hay nada en esa nación que sea

bárbaro o salvaje, al menos que los hombres llamen barbarie a lo que no es común para

ellos” Desde el principio hubo quienes negaron la idea del salvaje, considerada nada más

que un prejuicio. Por lo mismo, el topos del buen salvaje es también injusto, aunque su

intención pudo haber sido buena, recae igualmente en prejuicios, una actitud

condescendiente, paternalista, y está igualmente fabricado por un discurso imperialista.

48

Postlethwaite

Ambas visiones del aborigen americano circularon vertiginosamente alrededor de Europa,

cada una llegando a su desarrollo particular. El taino fue transformado en un habitante

paradisiaco de un mundo utópico ... el caribeño, por su cuenta, se convierte en caníbal

­un antropófago, hombre bestial situado en los márgenes de la civilización. Pero hay

menos contradicción de lo que aparenta a primera vista entre las dos visiones;

constituyen, sencillamente,oposiciones en un arsenal ideológico de la burguesía vigorosa

y emergente.

En algunos pasajes de Serpiente Emplumada es evidente que D.H. Lawrence

presenta ambas posturas, la del buen salvaje y la del salvaje violento, y no se decide por

ninguna de las dos. Lo salvaje es una construcción, y al utilizar el adjetivo, D.H. Lawrence

ya está participando en el discurso poscolonial. Lo característico de Lawrence es

quedarse sin una postura fija, sino intentar pertenecer a ambas.

Tanto en Conrad como en D.H. Lawrence, observamos el peregrinaje no como una

huida, ni un viaje físico, sino una búsqueda interna. En Lawrence hay una disyuntiva, una

motivación secreta provocando una curiosidad ante la condición humana. D.H. Lawrence

explora el corazón de las tinieblas, y aparecen en el proceso sus propias ideas y

prejuicios sobre lo salvaje. El lado violento del salvaje se asoma pero D.H. Lawrence no lo

esconde, intenta reivindicarlo. Lawrence rompe esquemas, solamente los invierte. Al

invertirlos cae en los mismos prejuicios y problemas que critica. D.H. Lawrence dice que

lo salvaje no es lo realmente oscuro de la humanidad, y no niega ni condena la violencia

de las culturas prehispánicas. Lo realza. D.H. Lawrence invierte los esquemas, y sostiene

que la única salvación para la humanidad es que el viejo lado oscuro triunfe e implante

una nueva esperanza en el mundo: una nueva fe, distinta del cristianismo. Pero a la vez

está aterrado de lo que ve en México. Lawrence no fue el único en utilizar el epíteto de

salvaje como parte de un discurso más generalizado sobre el status quo.

Vale la pena citar aquí, de manera extendida, la elaboración de Torgovnick sobre

versiones de lo primitivo creado/construido por el occidente en la literatura: “en Conrad,

como en Bataille, Lawrence, Eliot, y otros de su generación, la creación de versiones

específicas de lo primitivo depende muchas veces y es condicionado por un sentido de

49

Postlethwaite

disgusto o frustración con los valores occidentales.

En México, D.H. Lawrence desarrolla más sus teorías sobre lo salvaje. Por lo expuesto

anteriormente, es Lawrence también un fronterizo, en su mismo carácter siempre peleaba

entre dos fuerzas. Como hombre iluminado no quizo apegarse a ninguna religión o

convención. Katherine Anne Porter, novelista contempóranea de D.H. Lawrence,

concuerda con la importancia que tuvo México en el desarrollo emotivo del autor.

“Lawrence fue a México con la esperanza de encontrar ahí, entre los foráneos y su culto

misterioso, lo que había fallado en encontrar en su propia raza o dentro de sí mismo: el

centro y el sentido de la vida.” En Serpiente Emplumada trató de perfeccionar y elaborar

sus ideas, refinar lo que tenía años ponderando y tratando de consumar. Escrita casi al

final de su vida, Serpiente Emplumada fue lo más cerca que llegó a fundar su utopía, la

Meca de su peregrinaje, que llevaría el nombre de Rananim.

Cualquier peregrinación necesita un destino. Sin embargo el peregrinaje de D.H.

Lawrence parecía cambiar de dirección, sin un lugar específico como meta. Incluso se

puede decir que lo que buscaba no era un lugar físico sino mental. Le llamaba Rananim a

su destino idealizado. Ell nombre lo toma de un salmo hebreo, y lo escogió Lawrence para

la comunidad que siempre quiso fundar. Cambiaba la sede pero no la esperanza de

fundar su utopía. El sueño de fundar su colonia, secta, o utopía, es un testamento de D.H.

Lawrence como profeta. Encapsula el deseo de Lawrence por fundar un reino y él ser rey.

Aunque Lawrence nunca abordó conmigo definitivamente la idea de la

colonia, el pequeño edén donde no iba a haber ninguna serpiente

gobernante más que él, me percaté que seguía soñando que algo del estilo

podría fundarse en México.

Al igual Witter Bynner no fue requerido, pero el recuerdo de Rananim es

documentado con más detalle por Catherine Carswell, Aldous Huxley y Middleton Murry,

amigos íntimos de D.H. Lawrence, a quienes con frecuencia les reiteraba la propuesta de

50

Postlethwaite

fundar un edén. Lo recalcaba constantemente en sus cartas. Desde Chapala, en junio de

1923, le escribe a Knud Merrild, “el mundo no tiene ‘vida’ que ofrecer. Tenemos que

juntarnos unos cuantos seres con honor e intrepidez para hacer una nueva vida”

(Lawrence, Viva 92). Después, en octubre de ese mismo año, le escribe a su amiga

Catherine Carswell. “Desearía poder construir un pequeño rancho, donde pudiéramos

tener nuestras pequeñas casas de adobe y comenzar una nueva vida” (Lawrence, Viva

94).

Huxley también alude al plan maestro de Lawrence.

Estaba a punto, o así lo imaginaba, de salir a Florida ­a Florida donde iba a plantar

su colonia de escape, de la cual no cesó de soñar hasta el final. A veces el lugar y el

nombre de la semilla de este mundo más feliz y diferente era puramente imaginativo. Se

llamaba Rananim, por ejemplo, y era una isla como la de Prospero. A veces tenía un lugar

en el mapa y el nombre era Florida, Cornwall, Sicilia, México, y otra vez, por un

tiempo el campiña inglesa.

No es exageración por parte de Huxley, en realidad D.H. Lawrence cambiaba

frecuentemente el sitio de su colonia. Y aunque tenía sus seguidores nunca hubo una

verdadera acción concreta para llevar a cabo el proyecto, solamente hubo palabras.

Tindall se refiere a la inquietud de D.H. Lawrence.

Lawrence quería tiranía bajo sus propios términos y solo con la condición de

él ser el tirano. De esta manera pudo reconciliar al individualismo, que se

encontraba inestable bajo la democracia, con dictadura”.

Su exploración del tema del heroe o líder lo lleva a cabo en su ficción, en las

mencionadas “novelas de liderazgo”. Pero nunca pudo fundar Rananim como un lugar

concreto, tal vez porque la cuestión práctica era demasiado complicada por no decir

imposible. D.H. Lawrence optó por construir su comuna en ficción, y lo hizo de manera

más evidente en Serpiente Emplumada. Durante su vida Lawrence aludió a querer crear

una nueva sociedad, pero siempre se frenaba, se contenía y se corregía. Parecía dudar y

titubear con respecto a Rananim como un proyecto real, como si él mismo entendía lo

51

Postlethwaite

absurdo de su empresa. Rananim vino a ser más bien un juego imaginativo donde todas

sus teorías podían ser consumadas. Ahí, en la utopía de su imaginación, podría florecer el

nuevo capítulo de la conciencia humana, la flor brotaría en el paisaje más salvaje y

desolado imaginable: México. Incluso fue en México donde hizo su último intento de

fundar la colonia. En un viaje que hizo a Inglaterra, después de viajar a México, reunió a

sus mejores amigos en la famosa cena en el Café Royal. Ahí relatan que les suplicó a sus

amigos que lo siguieran a México para iniciar una vida nueva y gloriosa.

La teosofía y el primitivismo de Lawrence

Varios críticos aluden al carácter primitivista de D.H. Lawrence, particularmente en

el subtexto de Serpiente Emplumada. Ya está claro que “salvaje” y “primitivo” son

palabras cargadas, con connotaciones complejas y controvertidas. Siempre que

utilizamos las palabras o conceptos dentro de la obra de D.H. Lawrence sabemos que hay

algo más allá de lo que aparenta, que adentramos forzosamente en el discurso

poscolonial. William York Tindall, crítico renombrado de D.H. Lawrence, fue de los

primeros en señalar un “primitivismo” en las novelas de Lawrence, lo cual añade una

nueva vertiente al discurso sobre el verdadero significado de los términos en la obra de

D.H. Lawrence.

Arqueólogos, antropólogos, e historiadores proveen a Lawrence con teorías sobre el

animismo, de donde fabricó sus teorías primitivistas, con detalles sobre el

hombre antiguo y la mitología que él encontró de gran utilidad para sus novelas

52

Postlethwaite

primitivistas.

Kingsley Widmer, crítico literario y académico más contempóraneo, señala las

diferencias entre lo “primitivo” y lo “primitivista”; sosteniendo que son conceptos muy

diferentes. Para esclarecer esta diferencia, que quizá sea obvia, Widmer hace una

distinción precisa y meticulosa entre primitivism y primitivistic.

Primitivism es una unidad importante de conceptos morales en la historiografía de ideas;

lo primitivistic, deseo sugerir, es algo bastante diferente, aunque normalmente sea

confundido con el primitivismo. Lo primitivistic es el empleo estético de materiales y

formas primitivas en las artes del siglo veinte.

Widmer propone que la obra de D.H. Lawrence es primitivistic y no un exponente

de primitivismo. La distinción no es tan clara, pero se reduce a una diferencia en la

intención y finalidad del autor. Tindall se refiere a lo primitivista sin hacer una aclaración

como la de Widmer. No hay una clara distinción a lo que se refiere Tindall con el

primitivism de D.H. Lawrence. Sin caer en un juego semántico, la diferencia principal yace

en el significado que le damos a los términos, y entender sobre todo la diferencia entre la

estética de D.H. Lawrence y sus creencias personales, religiosas, y espirituales con

respecto a lo primitivo. El carácter autobiográfico en las novelas de D.H. Lawrence hacen

que la tarea anterior sea aún más difícil. El meollo de la distinción que hace Widmer recae

en el fin o propósito que tiene el autor o artista. Si únicamente utiliza técnicas primitivas

para explorar, y tal vez llegar a un lugar ajeno a la ética y moral del primitivismo, hasta

quizá desmentir al primitivismo como doctrina, entonces es primitivistic. Si en realidad el

primitivismo es donde yace la salvación, una creencia que considera que las civilizaciones

antiguas, como la caldea o egipcia, pertenecían a la edad de oro, por ejemplo, entonces

se refiere a primitivismo. Es un asunto moral y estético en el corazón de la discusión. Lo

primitivistic es una estética. La siguiente cita explica mejor la diferencia.

53

Postlethwaite

D.H. Lawrence utilizó los conceptos morales del primitivismo (el rechazo de la civilización

industrializada y masiva y la añoranza por una vida viril y simple) para guiar a sus

personajes hacia paisajes primitivos donde podrían revelar no sus transformaciones

morales sino sus aversiones y auto­destrucción.

Se vuelve entonces crucial entender cual era la intención ulterior de D.H. Lawrence

para saber si en términos de Widmer, Lawrence era primitivista por convicción o si nada

más empleaba el primitivismo para avanzar su discurso. Según Widmer, el autor utilizó los

conceptos del primitivismo como medio para un fin, y el fin no fue el primitivismo la

panacea ni el fin en sí mismo. La discordancia entre Widmer y Tindall merece atención

porque hay una diferencia drástica en la lectura que hacen de D.H. Lawrence. Tindall

sostiene que Lawrence tenía como fin, en el zenit, el primitivismo per se, y Widmer no.

La recuperación de una cercanía antigua con la naturaleza fue la meta de la mayoría

de las obras de Lawrence ... Con la causa de su primitivismo, el detesto de Lawrence por

el mundo presente, no me concierne ahora; en vez, propongo mostrar algunas de las

fuentes de sus teorías primitivistas.

Tindall se aproxima a la diferencia entre primitivistic y primitivism, pero no la

esclarece del todo. Es difícil estar cien por ciento seguro cuál de las dos opciones aplica

mejor a D.H. Lawrence. Tendríamos que analizar ejemplos aislados, cada caso,

particularmente dentro de Serpiente Emplumada. La cita anterior de Widmer, sobre

“búsqueda y auto­destrucción”, es de gran utilidad cuando analizamos a los personajes de

Kate Leslie y Don Ramón. Podría discutirse incluso que D.H. Lawrence utiliza a los dos

personajes para plantear los dos lados opuestos de un discurso, es entonces la novela un

balance de opuestos y opiniones. Y lo que sobresale es la ambigüedad de D.H.

Lawrence.

La opinión de Tindall parece contradecirse y terminar en un lugar igualmente

54

Postlethwaite

ambiguo. La diferencia entre las opiniones de Tindall y Widmer es notable, y tenemos

que considerar que medio siglo los separa. Las perspectivas y especialmente la teoría

estética sufrió cambios drásticos en el medio siglo que transcurre entre sus teorías.

También es posible que Tindall, que no siempre fue benevolente con D.H. Lawrence,

haya sufrido un vuelco de corazón, y por lo mismo sus opiniones se contradicen. En su

artículo, D.H. Lawrence and the Primitive, Tindall es severo con Lawrence.

Después de la promesa de Hijos y Amantes, sus talentos fueron mal dirigidos

por su teoría. Sus trabajos tardíos contienen solamente pistas de lo que hubiera podido

hacer. Se volvió mejor como profeta que artista y como profeta no fue muy bueno.

Para Tindall, lo profético y lo primitivista no tenían por qué mezclarse. Aplaude al

primitivismo de D.H. Lawrence pero condena lo profético. En un artículo posterior,

declara que “en Serpiente Emplumada, por mucho su mejor novela es un ejemplo

extraordinario del primitivismo en nuestro tiempo, Lawrence utilizó los mitos aztecas para

enviar su mensaje.” Pero es claro que D.H. Lawrence profetiza y predica sobre lo primitivo

para exponerlo y reivindicarlo. La novela, en la opinión de Tindall, no es más que un

discurso frágil para exponer algunas ideas que venía adoptando Lawrence,

específicamente sobre teosofía y animismo. Según Tindall, Serpiente Emplumada pierde

su rumbo como obra de ficción al incursionar en la seudo filosofía, o más bien en la

teosofía. Ahí yace la contradicción porque invoca precisamente lo primitivista en la novela,

y Tindall celebra lo primitivista pero condena todo lo demás. Y esa contradicción aparente

en la novela, finalmente le otorga un grado de misterio a su lectura.

Es comprensible que Tindall tuvo sentimientos encontrados sobre la validez de la

novela como un vehículo para profetizar, aunque a la vez realza a Serpiente Emplumada

como exponente idóneo de primitivismo en las letras. Tindall fue tan ambiguo como el

mismo D.H. Lawrence. Desde el punto de vista estrictamente literario, la idea de utilizar la

novela como proselitismo le resta valor, por lo menos una grave falta para literatos

puristas. En el sentido purista, los novelistas no deben ser predicadores ni líderes de

culto. Pero D.H. Lawrence quería hacer ambas cosas. ¿Cómo separar el mensaje de su

vehículo? No puede dejar D.H. Lawrence de predicar. No se puede separar a D.H.

55

Postlethwaite

Lawrence el predicador del novelista, aunque algunos críticos sostengan que cualquier

motivación oculta o ulterior del novelista deprecia a la novela, por lo mismo lo consideran

inferior a otros grandes autores. Lo cual nos lleva a la ambición que muchos critican de

D.H. Lawrence: ser dos cosas al mismo tiempo. Presenta una dificultad por no tener un

sentido lógico. Es la línea divisoria desde donde escribe. Emmanuel Carballo alude a la

irracionalidad de D.H. Lawrence.

En esencia, el Lawrence de la juventud y el de la madurez son una y la misma persona:

ambos aman la naturaleza y se oponen a la sociedad vista como un bloque ... ambos

consideran el amor como la función básica y primordial del ser humano... y ambos se

acogen, como resumen de las anteriores características, a dos principios que en el fondo

son uno solo: el irracionalismo y el primitivismo (Carballo 9).

Habrá seguramente algunos que consideren dicha equiparación entre primitivismo

e irracionalismo injusta. Incluso Carballo se refiere a Lawrence como decididamente de un

lado cuando en realidad pertenece a los dos. En muchos casos el primitivismo tiene una

dosis de irracionalismo, y vice versa. No podemos descartar que en el caso de D.H.

Lawrence, con respecto a sociedades antiguas, especialmente la antediluvianas que alza

en un pedestal, y con una visión irrefutablemente romántica, no era del todo objetivo. D.H.

Lawrence probablemente no considera problemática la equiparación de primitivismo e

irracionalismo, pues detestaba el poder y la sobre­estimación que la sociedad moderna

había investido a la razón. Así que llamarlo irracional no hubiera sido un insulto para él.

Aunque D.H. Lawrence tal vez no hubiera aceptado ser catalogado como

primitivista, sus escritos y sus cartas dirigen nuestra atención al tema. Escribió que el

secreto para lograr un nuevo hito espiritual en nuestra evolución no era regresar al modo

de vida antiguo, pero sí incluir por lo menos una espiritualidad basada en la antiguedad.

Es una parte esencial del discurso de D.H. Lawrence, igual que los románticos antes que

él, sentía un gran respeto por la naturaleza y los primeros pueblos que la veneraban. La

naturaleza se convirtió después en antónimo de civilización. Y es la ruptura provocada por

la revolución industrial que D.H. Lawrence quiere remendar con su imaginación

romántica. La dicotomía entre naturaleza y civilización tiene un arraigo en él, herencia de

los románticos. Encontró en las civilizaciones antiguas el modelo espiritual porque en la

56

Postlethwaite

sociedad que lo rodeaba definitivamente no lo podía ver. Leía vorazmente, sin importarle

autores o títulos, buscando una pepita de oro, una pieza valiosa de información que

podría ayudar a descifrar el secreto del alma y el cosmos. Su lectura de La Rama Dorada

y de Isis Unveiled muestran la búsqueda interna y el misticismo de D.H. Lawrence. Lo que

escribió en sus numerosas cartas confirman esta añoranza irremediable, una inclinación

definitivamente mística. Y la única manera de acceder era a través del mito y los

símbolos. La civilización antediluviana en la que pensaba D.H. Lawrence podría ser lo que

muchos llaman Atlántida. Durante la era del hielo, según la teoría de Lawrence y otros

ocultistas, los seres humanos ingresaron a una etapa de oscurantismo intelectual y

espiritual, donde a duras penas pudieron sobrevivir en cuevas y otros lugares inhóspitos.

Y cuándo pudieron por fin salir de dichas cuevas, solamente quedaron los restos de los

conocimientos, como piezas sueltas y esparcidas de un rompecabezas. D.H. Lawrence

buscó respuestas entre los restos, intentando descifrarlos y resucitar el mundo mágico y

sagrado de la antigüedad. Pero al no encontrar pruebas fehacientes, entonces llenó las

lagunas creando sus propios mitos y conjeturas.

Lawrence leyó con ahínco a Helena Blavatsky, principal exponente de la teosofía.

Ahí encontró lo mejor de dos mundos. Se identificó con la visión mística de Blavatsky. La

teosofía podría ser resumida como una combinación de los siguientes elementos: la

importancia de las culturas antiguas, la mitología, escepticismo sobra la ciencia, creencia

en los poderes supernaturales y mentales. Lo que D.H. Lawrence resumiría después en

un concepto vago que llamó la “conciencia de la sangre”. En varios de sus escritos D.H.

Lawrence realza a la cultura antediluviana, quizá Atlántida, como una edad donde no

existía el abismo entre religión y ciencia como hoy. La división, para D.H. Lawrence y

Blavatsky, inicia como una pequeña fisura que después se convierte en algo abismal e

irrevocable. Dicha escisión fue el error humano más grave de la humanidad, que ahora

debemos remendar y fusionar nuevamente. Como lo menciona Tindall:

Su mundo favorito era antediluviano; su segunda selección fue el mundo antes del

2000 A.C., y fallando eso, se contentaba con los vestigios de gloria que descubrió en las

sociedades arcaicas.

La definición anterior, sin embargo, no explica completamente lo que podemos

entender por primitivista. La disyuntiva puede entenderse como un dilema entre estética y

57

Postlethwaite

vida. ¿Era de corazón D.H. Lawrence un creyente en lo primitivo como la edad de oro del

espíritu humano, o solamente utilizó las ideas para aderezar su obra? Quizá la respuesta

sea un poco de ambas. Tindall describe la visión de D.H. Lawrence enfocada más al

futuro que al pasado.

Era sensible para reconocer que el hombre moderno no podía regresar a su

condición de salvaje o de los caldeos, pero sentía que el mundo podía renacer en una

fusión con el pasado.

La influencia de La Rama Dorada es palpable especialmente en Fantasia of the

Unconscious, donde volvemos a observar la importancia de las culturas antiguas en las

palabras de D.H. Lawrence.

Honestamente creo que el gran mundo pagano del cual Egipto y Grecia

fueron los últimos sobrevivientes, el gran mundo pagano que precede a

nuestra era, alguna vez tuvo una ciencia vasta y quizá perfecta, una ciencia

en términos de vida. En nuestra era dicha ciencia se desmorono en magia y

charlatanismo. Pero hasta la sabiduría se desmorona.

Como lo señala Tindall, D.H. Lawrence se nutre de las investigaciones de

arqueólogos y científicos para elaborar sus propias teorías. La idea de una sociedad

antediluviana e iluminada es una idea bastante aceptada como mito o leyenda, como la

Altántida ya mencionada. Y Enrique Florescano en su estudio sobre Quetzalcóatl alude a

un mito similar en la cultura azteca.

Algunos sugieren que la cueva que se encuentra debajo de esta pirámide

puede relacionarse con un antiguo mito de origen, según el cual los

Primeros seres humanos nacieron de las cuevas” (Florescano 163)

D.H. Lawrence inmediatamente relacionó sus ideas de la civilizaciones

antediluvianas con México y una nueva religión. Emmanuel Carballo, en su versión

condensada de Serpiente Emplumada titula un fragmento de la novela: México, un mundo

antediluviano, donde algunas de las observaciones de Kate Leslie bien podrían ser

cavilaciones del mismo D.H. Lawrence.

Kate tenía una sensación extraña en México; parecíale codearse con una

58

Postlethwaite

humanidad prehistórica, del periodo glacial o anterior, cuando la tierra

estaba fría, los mares vacíos y los terrenos eran de formación diferente;

cuando inmensas llanuras como la Atlántida y los continentes de la Polinesia

hoy desaparecidos se extendían hasta los océanos y las gentes de ojos

negros de aquel mundo podían darle la vuelta a pie. En aquella época

existía una raza misteriosa, de sangre caliente, que poseía una civilización

propia (Lawrence, Viva 203).

Fue México la tierra donde podría no solamente resucitar el viejo espíritu humano

que, quizá lo más importante, aún no se había extinguido del todo. Todavía tenía México

la raíz viva de aquella civilización antepasada. Según D.H. Lawrence, la sociedad

moderna se había desviado, atribuyendo demasiada importancia al uso de la razón, y

siempre promueve en sus teorías un asalto a la razón. No sería una nueva acusación

llamarlo excéntrico o incluso desequilibrado. Varios de sus amigos incluyendo a Witter

Bynner y Kai Gótzche, en sus cartas lo describen literalmente como loco. Otros lo

consideran un gran genio con una sensibilidad sobrehumana, y una visión fuera de serie.

Era capaz, según algunas anécdotas, de emitir profundos y revolucionarios

pensamientos, y en otras ocasiones se degradaba hacia lo ridículo o absurdo. Witter

Bynner tal vez fue parcial. Sin embargo, es cierto que en D.H. Lawrence encontramos un

conflicto interno. Y lo más interesante es su afrenta a la lógica y a la razón. D.H.

Lawrence era un hombre a la vez escéptico y religioso.

Aunque rechaza la teosofía en su enteridad y quería más bien crear su propia

religión, comparte muchas de las características de la teosofía, particularmente un

escepticismo hacia la ciencia. La ciencia para D.H. Lawrence es materialista y por lo

mismo inadecuada para tratar con los temas de mayor trascendencia humana. Frases

como: “el materialismo ha sido y seguirá siendo ciego a las verdades espirituales” y

“demasiada dependencia sobre hechos físicos llevó a un crecimiento del materialismo y

una decadencia de espiritualidad y fe” parecerían ser palabras escritas por D.H.

Lawrence, aunque en realidad son de Blavatsky, quien lo precedió por algunas décadas.

D.H. Lawrence desmintió a la ciencia con vehemencia exagerada y radical. Como

lo recuenta su amigo, Aldous Huxley:

Recuerdo en particular una larga y violenta discusión sobre evolución, cuya

59

Postlethwaite

realidad Lawrence desmintía apasionadamente. “Pero fíjate en la evidencia,

Lawrence”, yo insistía, “ve toda la evidencia”. Su respuesta fue

característica. “Pero no me importa la evidencia. La evidencia no significa

nada para mí. No lo siento aquí”. Y presionó sus dos manos sobre su plexo

solar.

El plexo solar es un elemento crucial para entender las teorías de D.H. Lawrence.

Se refiere a él en la introducción de Fantasia of the Unconscious en una suerte de

apología de su cosmovisión. “De una vez debo decir que me apego al plexo solar.” No

habla desde el intelecto ni la razón, sino desde sus entrañas, un lugar intangible y

profundo. D.H. Lawrence intentaba ser más visceral que intelectual, y lo que se manifiesta

es un paradójico intelectualismo visceral. Siempre va a preferir el sentimiento en sus

entrañas por encima del razonamiento.

Es asombrante que una persona con el genio e intelecto de D.H. Lawrence no

quisiera aceptar evidencias, las pruebas fehacientes, argumentos sólidos y científicos.

Esto ilustra perfectamente la preponderancia que tenían ciertas ideas y teorías por

encima de lo físico para D.H. Lawrence. Las ideas místicas de Blavatasky encontraron un

receptor idóneo, aunque Lawrence seguramente ya tenía algunas de las mismas

inquietudes y divagaciones desde antes de leer a Blavatsky. D.H. Lawrence creía en otra

ciencia. De inicio, en Fantasia of the Unconscious, ofrece un aviso a los escépticos. Sabe

que para muchos lectores sus ideas iban a parecer absurdas o incoherentes. D.H.

Lawrence no fue convencional, prefirió deliberar en su propio mundo de ideas, esperando

que algunos lectores coincidan y lo sigan.

Llámenle ciencia subjetiva si quieren. Nuestra ciencia objetiva de conocimientos

modernos se concierne únicamente con fenómenos, y con fenómenos considerados en su

relación de causa y efecto. No tengo nada que decir en contra de nuestra ciencia. Está

perfecta como está. Pero considerarla como exhaustiva de todo el conocimiento al

alcance de la posibilidad humana me parece pueril.

Es razonable decir que la ciencia tiene sus límites, aunque la mayoría creen que la

ciencia avanza cada vez más, para poco a poco descubrir los misterios de la naturaleza.

60

Postlethwaite

Pero D.H. Lawrence prefiere olvidarse casi por completo de la ciencia para encontrar lo

que él busca por otro medio, un nivel subjetivo de conocimiento, no un conocimiento

material sino espiritual. Entre lo espiritual y material hay una frontera que Lawrence cruza

y explora.

La conciencia de la sangre

D.H. Lawrence en dos libros diferentes, Fantasia of the Unconscious y Apocalypsis,

expone sus teorías y creencias no ortodoxas sobre religión y ciencia. Expone toda su

cosmogonía, teorías que cubren desde el asunto biológico hasta el metafísico. Su idea

sobre la “conciencia de la sangre”, que va de la mano con el plexo solar, es la piedra

angular. Lo anterior refuerza la idea de nuestro cuerpo como más sabio que la mente. El

plexo solar es como la batería donde todas las terminales de nuestra conciencia se

conectan, donde yace también una conexión con nuestros antepasados.

Ahí una vez tuviste una conexión inmediata con la corriente sanguínea

materna ... Le llamamos una relación de sangre. Así sea. Es una relación de

sangre. Pero mucho más definida de lo que imaginamos ... mientras vivas nunca podrás

alejarte de ella.

Su detesto por lo mental y racional encuentra una solución, una alternativa, en la

creencia del plexo solar y la sangre como los verdaderos portadores de conocimiento. La

fe, según D.H. Lawrence, está basada en algo tan poderoso que es imposible de

entender. Tindall explica esta idea confusa de D.H. Lawrence como un posible

sinécdoque: utiliza la sangre para referirse al inconsciente (Tindall, Susan 39). Al igual

también yace en el fondo la máxima cristiana de no tocar con la mente lo que es de Dios.

Carl G. Jung es de utilidad para entender la asociación del inconsciente y la sangre,

61

Postlethwaite

asociación propuesta por Tindall, y los símbolos en las novelas de D.H. Lawrence. La

conciencia de la sangre, o el inconsciente, será para Lawrence lo opuesto al conocimiento

convencional, intelectual, científico, e incluso espiritual. Para D.H. Lawrence el

inconsciente es algo que la ciencia realmente no puede tocar, y es a la vez nuestro lazo al

mundo ancestral, a la naturaleza, y por ende a todo lo arcano del universo.

Es justo mencionar que la “conciencia de la sangre” es una característica de D.H.

Lawrence que le ha ganado el epíteto incluso de proto­fascista. Al igual ha sido una

interpretación literal de lo que se refiere Lawrence con el concepto de conciencia de la

sangre, en vez de leerlo como una metáfora del inconsciente. Tindall descarta la

acusasión de proto­fascista, aunque puede entender de dónde nace la relación que

muchos hacen.

Su añoranza por la autoridad y la obediencia, su odio de los socialistas,

católicos, y financieros internacionales, sus religiones nacionales con ritos paganos, su

propaganda, símbolos, y soldados de asalto, su actitud hacia las mujeres y trabajadores,

su deseo de pensar con la sangre, y otras maneras en las que se anticipó a Hitler

aparentemente justifican a aquellos que han llamado a Lawrence un proto­fascista.

Lo anterior parece un argumento sólido para señalar a D.H. Lawrence como

proto­fascista, y es difícil saber qué hubiera pensado o declarado Lawrence sobre Hitler,

por ejemplo, pero por lo menos Tindall sostiene que Lawrence nunca hubiera apoyado a

Hitler.

Lawrence quería una dictadura, de seguro, pero era crítico de todos los

sistemas totalitarios con los que se enfrentó ... su individualismo necio lo hizo incapaz de

deferencia hacia el liderazgo de Mussolini, Lenin, o Hargrave, lo hubieran frenado de

darle la bienvenida a Hitler.

En la siguiente cita ya mencionada anteriormente, Witter Bynner coincide con

Tindall sobre D.H. Lawrence y su simpatía por la dictadura.

Lawrence quería la tiranía en sus propios términos y solamente con la

condición de que él fuera el tirano. Es de esta manera que pudo reconciliar su

individualismo, que se encontraba inestable bajo la democracia, con dictadura.

62

Postlethwaite

Aunque Witter Bynner lo acusa de tener muchas debilidades y de ser hasta un

déspota, concluye que D.H. Lawrence no hubiera simpatizado con los fascistas.

“Lawrence, el perfeccionista del individualismo, ha sido acusado de fascismo. Pero la

realidad de Mussolini no lo atrajo ... Lorenzo no hubiera querido a Hitler.”

Aunque tal vez D.H. Lawrence no se refirió a la conciencia de la sangre como algo

literal, sí hay una connotación étnica que algunos encuentran incluso racista. Esta

connotación ha dado pie para que se asocie con el proto­fascismo y con el movimiento

alemán llamado völkisch. Jad Smith subraya la influencia de lo völkisch en Serpiente

Emplumada.

De importancia primordial en Serpiente Emplumada está la liga que hace

Lawrence entre el pensamiento völkisch y el movimiento de Quetzalcóatl, un

liderazgo de culto cuasi­religioso iniciado por dos mexicanos conocidos de Kate, Don

Ramón Carrasco, un historiador y arqueólogo, y Don Cipriano Viedma, un general. El

tema de la sangre y la tierra mantienen una posición central en la ideología del

movimiento.

Biógrafos como Witter Bynner y Harry T. Moore, y hasta Aldous Huxley en su

famosa introducción a Selected Letters, enfatizan el rol de la conciencia de la sangre en

D.H. Lawrence. La sangre tangible, física, palpable, pero a la vez llena de misterio.

“Mi gran religión”, ya decía en 1912, “es una creencia en la sangre, la

carne, como más sabia que el intelecto. Podemos estar mal en nuestras

mentes. Pero lo que la sangre siente, y cree, y dice, es siempre verdad.”

Sin embargo, es asombroso lo complejo que se vuelve el tema, y la incongruencia

y ambivalencia que demuestra D.H. Lawrence, cuando lo aplica a los nativos e indígenas

de América. En los rituales de los nativos resalta la importancia de la sangre, y ahí

descubrimos que para D.H. Lawrence hay diferentes tipos de sangre. En Serpiente

Emplumada la sangre tiene un papel crucial pero diferente a lo que hasta entonces había

expuesto. Nos percatamos que Lawrence nunca pudo adherirse personalmente a la

admiración y convicción que sentían sus personajes por la cultura azteca. Lo cual crea

una incongruencia, una sutil ambigüedad que lo caracterizó. Realza a la mitología azteca

como si hubiera descubierto la pieza faltante del rompecabezas que tenía toda su vida

63

Postlethwaite

buscando, y aunque la mitología florece en su novela, en su propia mente no encontró

tierra fértil. En repetidas ocasiones, en Serpiente Emplumada, se refiere a la sangre como

el meollo de la religión azteca. La sangre es una parte intrínseca de las ceremonias y de

la fe azteca: en los sacrificios, en los rituales, y cosmogonía. La sangre es mencionada

por Don Ramón, el líder espiritual de Serpiente Emplumada en varias ocasiones.

Debemos regresar a la visión del cosmos vivo; tenemos que hacerlo. El

fauno más viejo está en nosotros, y no podrá ser negado. En sangre fría, y

en sangre caliente, debemos hacer el cambio.

Hay un énfasis en la importancia de la sangre y su poder transformativo. Para D.H.

Lawrence, la sangre es precisamente la unión entre civilizaciones que llevan en su

código, quizás el ADN, algo que nos programa a todos más o menos igual. Todos lo

llevamos en nuestra sangre. Es información que nos une incluso con los dioses, desde

milenios atrás. La preponderancia de la sangre en Serpiente Emplumada es evidente

también en lo cotidiano, como lo describe el siguiente pasaje.

Mientras pelaba su naranja, dejó caer las cáscaras amarillas en el agua, y

ella pudo ver la tranquilidad, la humildad, y el pathos de gracia en él; algo

muy bello y verdaderamente masculino, y muy difícil de encontrar en el

hombre blanco civilizado. No era del espíritu. Era de la sangre oscura,

fuerte, continua, un florecer del alma.

Lo anterior es un encuentro casual entre Kate Leslie y un nativo, pero tiene una

trascendencia. Hay un tono sensual y de atracción hacia los indígenas. Comienza en este

episodio la conversión de Kate, a encontrar atributos especiales y superiores en los

nativos comparados con los del hombre blanco. Los mendicantes a quienes Kate les

regala unas naranjas, son personajes secundarios y pasajeros, pero ahí vemos el

primitivismo al que se refiere Tindall. La alusión a “unbroken blood” es la sangre continua,

que es diferente a la del europeo caucásico. La sangre de la cultura azteca no está tan

contaminada y es capaz de florecer en el alma. Cabe mencionar, que en un nivel

personal, para D.H. Lawrence la cultura mexicana no había florecido como la griega o

egipcia, lo cual es evidente en sus cartas. Sin embargo, por lo menos no había

marchitado tampoco como en el caso de los europeos, cuyo declive era evidente en la

64

Postlethwaite

cultura moderna, según el propio Lawrence.

Constantemente D.H. Lawrence alude al potencial que tiene México de

desprenderse del mundo moderno y occidental. La sangre representa la diferencia

drástica entre europeos y mexicanos. Kate Leslie, la protagonista irlandesa reconoce el

problema.

Normalmente, ella se olvidaba de que Juana era oscura, y diferente ... Hasta

que de repente se encontraba con esa mirada negra, vacía, y con un

destello en ella ... “¿Ella me odia?” O era solamente la diferencia

innombrable de la sangre.

Pasajes como el anterior muestran el racismo, el völkisch, y hasta la semilla de

fascismo por el que ha sido acusado D.H. Lawrence, tal vez con justa razón. Hay una

cierta paranoia tanto en Kate Leslie como en Lawrence cuando se enfrentan con los

mexicanos. Sienten una mezcla de miedo y culpa. Y lo más fácil quizá es atribuirlo a una

diferencia ancestral o biológica. La sangre como culpable de todo. Es la duda, la

ambivalencia, y la precariedad, lo que algunos críticos sostienen que permea toda la

novela, y finalmente la humedece tanto que casi la echa a perder. Es difícil entender cuál

era el mensaje ulterior de D.H. Lawrence, o si solamente estaba especulando con teorías

excéntricas y radicales. Los expertos en el tema, así como sus amigos más íntimos,

enfatizan que México fue una influencia real y duradera en D.H. Lawrence. Y esas

aproximaciones a una nueva sociedad basadas en principios antiguos fueron sinceras,

pero adecuadas solamente para su ficción, y aún ahí se enfrenta con varios problemas.

México se presenta como un país diferente, con lazos de sangre distintos al de los

ingleses o europeos. Su cultura, su raza, sigue en un estado de reposo desde la

conquista, y D.H. Lawrence está invocando un nuevo capítulo glorioso para la sociedad

que alcanzó su zenit en el pasado pero lo perdió en la conquista, y ahora lo podría

recuperar. Lawrence escribió que “quizás sea el repudio grave del espíritu moderno que

hace a México lo que es.” México rechaza la modernidad porque lleva algo más profundo

y arraigado en sus entrañas, una conexión real con los dioses y el espíritu, filtrado en la

sangre.

El siguiente pasaje de Serpiente Emplumada ilustra el cambio que Lawrence

65

Postlethwaite

presagia, se aproxima, donde la sangre tiene un papel crucial. En las palabras de

Quetzalcóatl:

Los hombres me olvidaron. Sus huesos estaban húmedos, sus corazones

débiles. Cuando la serpiente de sus cuerpos alzó la cabeza, ellos dijeron:

esta es la serpiente dócil que hace lo que deseamos. Y cuando no podían

soportar el fuego del sol, ellos dijeron: el sol está enojado. Quiere bebernos.

Vamos a darle la sangre de nuestras víctimas.

Es evidente la conexión entre serpiente y sangre, ambas figuras son protagonistas

en la cosmovisión de D.H. Lawrence y en el tema de Serpiente Emplumada. La serpiente

en el plexo solar es fuente de poder. Es la serpiente que llevamos todos en la columna

vertebral, como lo creen algunos practicantes del yoga kundalini.

Es un sistema antiguo de disciplina mental y física con la iluminación o

experiencia mística como su fin. Por medio de este ejercicio el adepto

despierta a Kundalini, el poder de la serpiente enroscada y latente en la

base de la espina, y lo envía hacia arriba por la espina a los siete centros o

chakras.

Hay otro episodio donde podemos ver la relación entre serpiente y sangre. Como

en un rito de Quetzalcóatl donde participan Don Ramón y Cipriano.

Ramón: ¿Por qué está roja tu mano, Huitzilopochtli, mi hermano?

Cipriano: Es la sangre de los traidores, Oh Quetzalcóatl.

Ramón: ¿Qué han traicionado?

Cipriano: Al sol amarillo y al corazón de tinieblas; los corazones de los

hombres, y los capullos de las mujeres. Cuando vivían, el lucero del alba no

se podía ver.

66

Postlethwaite

Ramón: ¿Y están realmente muertos?

...

Ramón: ¿Su sangre está derramada?

Cipriano: Si Señor, aunque los perros grises no derraman sangre. Dos

murieron una muerte sin sangre de los perros grises, tres murieron en

sangre.

Ramón: Dame la sangre de los tres, mi hermano Hutzilopochtli, para

polvorear el fuego.

...

Ramón: Oscuridad, bebe la sangre de expiación.

Sol, traga la sangre de expiación.

Sal lucero del alba, entre el mar partido,

Morning Star, lucero del alba, o estrella de la mañana, es otra manera de referirse

a Quetzalcóatl. Claramente D.H. Lawrence hizo una investigación sobre las diferentes

interpretaciones. Enrique Florescano hace hincapié en la relación de Quetzalcóatl con el

planeta Venus y después con la estrella del alba. “Lo que aquí importa destacar es la

vinculación de Venus con el inicio de la temporada de lluvias, la siembra del maíz y la

aparición de las primeras hojas verdes de la planta” (Florescano 43). La investigación de

Florescano es obviamente más profunda y extensa que el tratamiento de D.H. Lawrence.

Para comprender el valor de la serpiente, y de la Serpiente Emplumada, se necesita

conocer la cosmología maya y azteca, y considerar la investigación de antropólogos como

Florescano que enfatizan especialmente al inframundo.

Para D.H. Lawrence el alma está en la carne, en la tierra, y en la sangre. Lawrence

nos exhorta a ver hacia abajo en vez de hacia arriba en busca de respuestas. Claro,

67

Postlethwaite

podemos entenderlo como algo retórico o metafórico. La sangre es lo que nos da vida, lo

que fluye por nuestro cuerpo, avivándonos en cada acción, irrigando cada pensamiento.

Es la sangre el verdadero origen. D.H. Lawrence intentaba resolver el dilema y el

predicamento humano a través de una idea abstracta y compleja de la sangre. Pero

además con un sentido metafórico, ¿A qué se podría referir realmente? ¿Realmente hay

una “conciencia de la sangre”? ¿Podría referirse al inconsciente o es solamente retórica?

Este intento de D.H. Lawrence de realzar la sangre y desacreditar el intelecto y la ciencia

es confuso. ¿Cómo un discurso, que por antonomasia se basa en la razón puede ir en

contra de sí mismo? Es una trampa de la cuál D.H. Lawrence nunca puede salir. Intentó

ir en contra de la ciencia y la razón, dándole más importancia a los sentimientos, a la

sangre, y a lo espiritual. ¿Cómo descifrar el acertijo a través de la razón que el mismo

Lawrence condena? Otra vez nos enfrentamos al acertijo, que es como un koan budista.

Hay, para finalizar, otra cita donde se muestra la gran importancia de la sangre, en

su sentido literal o metafórico, y es algo que nos tenemos que preguntar. Como el mismo

Lawrence escribió en una carta.

‘Hay otro asiento de la conciencia aparte del cerebro y sistema nervioso’, le

escribió a Bertrand Russell en 1915, ‘hay una conciencia de la sangre que

existe en nosotros independiente de la conciencia mental ordinaria, que

depende del ojo como la fuente o conector. Hay una conciencia de la

sangre, con la conexión sexual manteniendo la misma relación que el ojo, al

ver se sostiene de la conciencia mental ... cuando tomo a una mujer, cuando

la percepción sanguínea es suprema, mi conocimiento de la sangre es

abrumadora.

Sueño con serpientes

68

Postlethwaite

Como fue expuesto al principio, en la imaginación de D.H. Lawrence, un símbolo

es capaz de detonar un universo de significados escondidos, despertar una vasta

mitología que liga el presente con un pasado remoto. No solamente en la palabra,

“Quetzalcóatl” encierra un secreto mágico, sino cualquier imagen, palabra, o signo tienen

el mismo potencial. Los signos se necesitan desarmar y analizar en partes, para

comprenderlos mejor, comenzando por ejemplo con “quetzal” y “cóatl” por separado.

La serpiente es un símbolo indispensable y recurrente en la mitología de varias y

diferentes culturas, desde las primeras civilizaciones. D.H. Lawrence se refiere a la gran

importancia simbólica y religiosa de la serpiente, que también se asocia de manera

intercambiable con el símbolo del dragón. El mismo Lawrence hizo una reflexión profunda

y analítica sobre la serpiente dentro de la conciencia colectiva.

El dragón es uno de los símbolos más antiguos de la conciencia humana. El símbolo del

dragón y de la serpiente van tan profundos en cada conciencia humana, que un pequeño

movimiento en el césped puede asustar hasta al “moderno” más difícil hacia una

profundidad sobre la cual no tiene control. Primero que nada, el dragón es el símbolo del

movimiento fluido, rápido, y repentino de la vida dentro de nosotros. La vida

repentina que corre por nosotros como una serpiente, o se enrosca dentro de nosotros,

potente y latente, como una serpiente, este es el dragón.

El Génesis llama a la serpiente “el más astuto de todos los animales” (24). La

imagen y el símbolo de la serpiente tienen un fundamento ancestral innegable, que

precede incluso a la palabra o nombre, y lo anterior tiene una relevancia especial en el

tratamiento que le da D.H. Lawrence. Antes de la imagen está la idea, el concepto

asociado con un secreto de la creación.

La serpiente como motif en la obra de D.H. Lawrence merece ser analizado con

una perspectiva ancestral, por ser no solamente un símbolo relevante en textos literarios

sino en el imaginario colectivo de nuestros antepasados. La versión documentada más

antigua tiene que ser el ouroboros. Desde las primeras civilizaciones conocidas se

celebra de alguna manera el culto a la serpiente. Y Lawrence se convirtió en un creyente

69

Postlethwaite

más, un miembro más del culto. Creía D.H. Lawrence, como algunos hindúes, en

kundalini, la serpiente de nuestro interior, del plexo solar. También, al tener “la Biblia en

los huesos”, la serpiente del Génesis cobra singular importancia en el imaginario de D.H.

Lawrence, además de las serpientes que aparecen en jeroglíficos egipcios, griegos,

hindúes, y mayas. El dragón aparece en el folclor oriental y nórdico. Como también Jung

lo menciona, la serpiente y el dragón tienen una importancia irrefutable en el inconsciente

humano. Y tanto el símbolo como el animal fueron importantes para D.H. Lawrence desde

antes que visitara Teotihuacan. Tiene definitivamente razón Witter Bynner cuando narra ,

“esta criatura parte serpiente parte pájaro, el dios natural de México, y de muchas

maneras fue el suyo.”

Antes de enfrentarse a Quetzalcóatl, D.H. Lawrence conoció a otra serpiente. La

teosofía del siglo XVIII revivió en parte su afición por los símbolos antiguos de serpientes,

como el ouroboros, y despertó a la vez la fascinación por el animal. Conocía la gran

trascendencia del símbolo de la serpiente. La palabra ouroboros viene del griego, pero ha

sido rastreado hasta a los egipcios. Es un símbolo universal que representa lo cíclico de

la vida, pero podría ser para Lawrence solo la mitad, porque la otra mitad del

conocimiento fue perdido. Algunos también comentan que el hecho de mudar de piel,

hace que la serpiente sea un signo natural de renovación. Carl Jung propone además en

Psychology of the Unconscious que es primeramente un símbolo fálico que representa el

libido. “Aquí libido se convierte en fuego, flama, y serpiente … donde el libido es

designado por su lugar de origin o por analogía, por ejemplo, en falo o (analógicamente)

serpiente”.

El símbolo de la serpiente devorando su propia cola tiene gran significación en

diferentes culturas. Representa la paradoja circular de la vida, sin principio ni final. Carl

Jung menciona el fenómeno del ouroboros dentro de los arquetipos y el inconsciente.

Según Jung hay algo en nuestro inconsciente que se proyecta naturalmente en el

ouroboros. En la edad media encontramos como se mezclan las creencias paganas con

las cristianas en varios cultos a las serpientes, sobre todo en las prácticas y ritos de los

alquimistas. Desde entonces existía una relación estrecha entre el ser humano y el

animal, lo cual D.H. Lawrence proyectaría después en su novela mexicana.

La representación de la transformación y de la renovación mediante la serpiente es un

70

Postlethwaite

arquetipo bien conocido. Es la serpiente de la salud, que representa a la divinidad...Entre

los ofitas, la serpiente era Cristo. Probablemente el desarrollo más importante del

simbolismo de la serpiente en el aspecto de renovación de la personalidad se encuentra

en Yoga Kundalini (Jung, Alquimia 172).

D.H. Lawrence, como estudiante de historia y de las civilizaciones antiguas,

conocía estas coincidencias como un sello muy claro en nuestro inconsciente. Menciona a

kundalini en su obra. Es evidente que la serpiente cautivó su imaginación desde sus

primeros escritos, y representa una ambigüedad ancestral, un acertijo, el símbolo impreso

en nuestro inconsciente. En Serpiente Emplumada, D.H. Lawrence lleva la importancia de

la serpiente a un nivel ya no simplemente simbólico, sino real. Lo lleva hasta sus últimas

consecuencias. Además intervienen sus ideas sobre la sangre para unir lo cósmico con lo

humano.

La gran Serpiente enrosca y desenrosca el plasma de sus pliegues, y las

estrellas aparecen, y los mundos desaparecen. No es más que el cambio y

la relajación del plasma … como un hombre en un sueño profundo no sabe,

pero es, también la Serpiente del cosmos enroscado, lleva su plasma …

Como un hombre en un sueño profundo no tiene un mañana, ni un ayer, ni

un ahora, sino solamente es, también la límpida, de gran alcance, Serpiente

del eterno Cosmos. Ahora, y para siempre Ahora.

El pasaje anterior tiene una similitud extraordinaria con lo que escribió D.H.

Lawrence en Apocalipsis, su libro de no ficción. Es claramente un ejemplo de como se

borra la línea entre su ficción y sus propias creencias. No se logra entender si D.H.

Lawrence literalmente creía en una serpiente cósmica que se esconde en los cielos, o si

se refiere a un significado alegórico. Se conjugan en pasajes como el anterior las ideas

místicas de D.H. Lawrence y el arquetipo jungiano para expresar la unión entre lo interno

y lo externo, lo corporal y lo espiritual, el ser humano y el cosmos. Todo es uno y dos, y

precisamente es la frontera la unión de los opuestos. Otra frontera entre lo mítico y lo real

que cruza con facilidad D.H. Lawrence. Lo interesante es la referencia a una “gran

Serpiente” del cosmos ya no meramente simbólica, sino como deidad. Y ahí yace en

realidad gran parte del problema de comprensión, si debemos tomar a la deidad como

algo literal o alegórica, especialmente cuando Lawrence detestaba lo alegórico. La

71

Postlethwaite

serpiente como símbolo es comprensible, pero si el signo entonces sería solamente un

medio para expresar otra cosa, ¿por qué el énfasis en Quetzalcóatl como una deidad que

va revivir? Podríamos especular incluso que la serpiente de luz en el cielo, que hoy

tomamos como otro símbolo natural de un ouroboros, en algun momento fue considerado

real y verdadero. Cuando D.H. Lawrence se refiere a Quetzalcóatl, se refiere literalmente

a un dios corporal. En una discusión entre Don Ramón y uno de sus hijos, nos revela la

importante distinción.

“Nunca hubo un Quetzalcóatl, excepto ídolos.”

“Hay un Jesús, excepto en imágenes.”

“Sí, papá.”

“¿Dónde?”

“En el cielo.”

“Entonces en el cielo está también Quetzalcóatl.”

Don Ramón defiende la realidad de Quetzalcóatl, como los cristianos defienden la

realidad histórica pero también esotérica de Jesucristo. Quetzalcóatl es un ser

supernatural que se convierte en animal como nagual, o en dios, y puede volar en el

espacio entre galaxias. Todo es posible porque hay un mundo que no conocemos y que

en cualquier momento nos sorprende. ¿Y cómo podemos comprenderlo? Solo sin el uso

de la razón, parecido a lo que sostienen los cristianos sobre los milagros supernaturales

de Jesucristo. En el caso de Lawrence, nos queda únicamente la imaginación y el plexo

solar para entender.

El ouroboros en muchas de sus representaciones lleva debajo la leyenda: “lo uno,

el todo”. Jung establece en sus estudios que la alquimia es un culto que no diferenciaba lo

científico de lo espiritual.

Probablemente el dragón sea el símbolo figurado más antiguo de la alquimia,

representado en documentos. Aparece como ουροβóρος (que se come su propia cola) en

el Codex Marcianus perteneciente al siglo X u XI, con la leyenda “lo uno, el todo”. Los

alquimistas repiten incesantemente que el opus surge de una cosa y vuelve nuevamente

72

Postlethwaite

a lo uno, que es pues, en cierto modo, un circuito, como un dragón que se muerde su

propia cola (Jung 346).

El dragón o la serpiente es un motif que se repite incesantemente en el imaginario

de los alquimistas. Pero no empezó el culto a la serpiente con los alquimistas, sino que

viene desde más atrás. En el Egipto antiguo encontramos una serpiente devorando su

propia cola. Y el símbolo se repite en la cultura griega, al igual que en la mitología nórdica

e hindú. El báculo de Asclepio es un ejemplo que nos remite a una imagen poderosa y

ubicua de la serpiente relacionada con lo sagrado y la salud. En la alquimia la serpiente

representa el misterio intrínseco de la materia y su transformación. Los alquimistas

incorporan el cristianismo con la mitología antigua, y esto es evidente en el uso de

símbolos. Encontramos referencias al dios Mercurio, por ejemplo, incluso nombran a un

metal importante y milagroso como él. El mercurio es un elemento que simboliza

transformación, al igual que la serpiente. La imagen del dios Mercurio aparece casi en

todas las ilustraciones de los alquimisitas junto con imágenes de serpientes en diferentes

formas y tipos. Mercurio representa una transformación esotérica, la unión entre hombre y

dios, un dios antropomorfo, en relación directa con ouroboros que Jung señala.

El paralelo de esta oposición está constituido por la doble naturaleza de Mercurio , que las

más veces en el proceso alquímico se revela en el Ouroboros, en el dragón que se

devora a sí mismo, que se acopla consigo mismo, que se fecunda a sí mismo, que se

mata a sí mismo y se hace renacer de sí mismo. Como hermafrodita está constituido por

oposiciones de las cuales es al propio tiempo el símbolo unificador. Por una parte es un

veneno mortal, un basilisco y un escorpión, pero por otra es panacea y un salvador (Jung,

Alquimia 433).

La unión de opuestos en Mercurio y en ouroboros, también se manifiesta en

Quetzalcóatl. Es la serpiente de nuestra espina dorsal y la del cosmos. El dragón es una

versión de la serpiente y representa la dualidad. Los diferentes tipos de dragones

representan la diversidad y complejidad del ser humano, que en Quetzalcóatl se

73

Postlethwaite

convierten en uno solo.

¡Pero tú! ¿Qué has dominado, entre los dragones anfitriones del cosmos?

Hay dragones de sol y hielo, dragones de la luna y la tierra,

dragones de agua salada, dragones tonantes;

Está el dragón de estrellas como lentejuelas extraordinarias;

Y lejos en el centro, con un ojo sin parpadear, el dragón del

lucero del alba.

Los dragones en estos cantos de Quetzalcóatl son como perros guardianes, pero

también semidioses que protegen a la gran Serpiente del cosmos, que no es una

serpiente ordinaria. Al incluir imágenes de los dragones, D.H. Lawrence está estrechando

el mito antiguo de otras civilizaciones, como la tradición judeocristiana y pagana, con la

cosmología maya.

La serpiente glorificada en Quetzalcóatl, tiene un origen cotidiano que fue

creciendo y elaborando en la imaginación de D.H. Lawrence. La serpiente es la mitad del

símbolo tan importante en la novela, y ya había sido elogiado en el poema Snake, uno de

sus poemas más famosos y compilados. El poema Snake fue publicado en el libro de

poemas Birds, Beasts, and Flowers. Este libro es un acercamiento que hace D.H.

Lawrence a la naturaleza, una oda a los frutos y animales. Fue escrito en sus primeros

viajes fuera de Inglaterra, la mayoría en Italia. Antes de escribir el poema, sin embargo,

había escrito en un ensayo una referencia breve a la serpiente. Un detalle importante que

Harry T. Moore señala, y donde encuentra el germen del poema que escribiría D.H.

Lawrence después. “Si hay una serpiente del deseo secreto y vergonzoso en mi alma, no

me permitan golpearlo con palos hasta que salga de mi conciencia.” El comentario de

Lawrence se vuelve más importante cuando se compara con el poema Snake porque en

la escena final Lawrence, o el narrador del poema, le avienta un palo a la serpiente, y

después se arrepiente.

Snake es un poema largo que narra una historia cotidiana: un hombre asustado por

una serpiente. Pero a la vez, en la figura de la serpiente, D.H. Lawrence encuentra un

74

Postlethwaite

vehículo para proyectar su cosmovisión de un universo codificado. Algo así como la

exhortación de William Blake que nos invita a ver el mundo en un grano de arena. O

también podría estar implicado el ouroboros que simboliza la conexión que hay entre toda

la naturaleza, o podría estar invocando al dragón cósmico del Apocalipsis. Es un incidente

casi trivial que se convierte en una epifanía. El enfrentamiento del narrador con la

serpiente cambia su vida. Es una revelación, una confesión, de sus pensamientos más

secretos y profundos.

D.H. Lawrence no se apega a una religión particular en el uso de simbolismo en el

poema, sino que intenta trascender la religión ortodoxa con su religión. Es importante

notar los significados opuestos que tiene la serpiente en diferentes interpretaciones. En el

hinduismo es símbolo de poder y apoteosis, en el judaísmo es el mal encarnado, aunque

algunas sectas cristianas, como los ofitas, dicen lo contrario. Podría ser arbitrario, o

podría ser algo en este animal que provoca temor y admiración, y a la vez lo cíclico del

universo. D.H. Lawrence estaba consciente de todas las diferentes connotaciones

negativas y positivas, las cuales después expuso en Apocalipsis.

El poema inicia en un tono objetivo, casual, y calculado:

Una serpiente vino a mi abrevadero

En un día muy, muy caliente, y yo en piyamas para el calor,

A beber ahí.

En la profunda sombra, de aroma extraña, del gran algarrobo

Bajé los peldaños con mi jarro

Y tengo que esperar, parado, esperar porque estaba ahí él en el abrevadero

antes que yo

La primera estrofa, escrita casi en prosa, es sorprendente por varias razones.

Primero, podríamos preguntar por qué D.H. Lawrence se apropia del abrevadero

llamándole mi abrevadero (“my water­trough”) y no el más impersonal el (en inglés the).

75

Postlethwaite

Desde ahí ya hay una tensión por la invasión de territorio. La serpiente invade, conquista

al abrevadero, propiedad del narrador. Lo que también llama la atención es la vuelta de

tuerca sutil pero digna de ser observada: al final se refiere frecuentemente a la serpiente

como he o él, en vez de utilizar it, el pronombre impersonal en inglés y más común para

referirse a los animales. En español no hay traducción exacta para distinguirlo: “el” se

puede referir tanto a un objeto como una persona. Pero es claro que en inglés es

diferente, y D.H. Lawrence se refiere a la serpiente en términos de igualdad.

En la segunda estrofa aparece un gran y oscuro algarrobo, el great dark carob­tree,

que añade un subtexto mitológico, quizá totémico, al usar el adjetivo great o “gran” para

describir el árbol y además oscuro (dark): el hecho de ser oscuro tiene una connotación

misteriosa, como si estuviéramos entrando a una fábula o a un pasaje bíblico donde los

animales y las plantas cobran vida de manera inusual. Lo oscuro es también un motif que

reaparece en Serpiente Emplumada cuando describe a la raza azteca: la piel oscura, y

también la oscuridad del país, señal de algo tenebroso. La oscuridad del árbol y de los

nativos forman parte del mismo misterio.

D.H. Lawrence le da un lugar privilegiado a la serpiente. En vez de matarla, o

espantarla por lo menos, como buen conquistador, la deja ser. Y esa curiosidad o

voyeurismo, se transforma gradualmente en algo más. La serpiente aunque es diminuta le

causa temor. Entonces la primera tarea de D.H. Lawrence es transformar el tamaño físico.

Lo primero que Lawrence disuelve, de manera sutil y eficaz, es nuestra percepción.

Alzó su cabeza de donde bebía, como el ganado lo hace,

Y me miró vagamente, como ganado bebiendo lo hace

Al comparar a la serpiente con una vaca se rompen los esquemas físicos. El

animal que escoge para hacer la comparación, vale la pena notar, tiene también

connotaciones sagradas. La vaca es un animal venerado por varias civilizaciones

antiguas como el hinduísmo y el budismo. No es coincidencia que D.H. Lawrence

compare a la serpiente con la vaca, uno de los animales más sagrados de la antigüedad.

La vaca no solamente es un animal sagrado para budistas, hinduístas y otras culturas,

sino que para D.H. Lawrence tiene una importancia personal. Primero por su ya

76

Postlethwaite

mencionada relación con la teosofía, una influencia palpable en su vida.

Teosofía ... esta creencia se centra en la reencarnación y el pasaje de almas

bajos la ley del karma alrededor de una cadena septenaria de mundos en siete

planos; también involucra muchos asuntos espirituales como magia, astrología, adoración

simbólica a la vaca, y demonios de distintas ordenes

Y segundo porque D.H. Lawrence fue dueño de una vaca en Nuevo México, a la

cual veneraba. La relación entre Lawrence y su vaca es el punto de partida para el libro

que escribió William York Tindall: D.H. Lawrence and Susan His Cow. Cuando Tindall

escribe sobre el primitivismo de Lawrence alude a su relación con la vaca.

Este animal, celebrado por Lawrence en el ensayo Love Was Once a Little

Boy, fue para él una porción simbólica del universo vivo. “¿Cómo puedo

equilibrarme con mi vaca negra Susana?” preguntó. “Hay un tipo de relación

entre nosotros. Y esta relación es en parte el misterio del amor. El extraño

misterio vaquizo que tiene ella es su incambiable atracción vaquiza”

La vaca es sagrada no solamente por la tradición religiosa o por la ley de

reencarnación y renacimiento, sino también por la experiencia personal con su vaca

Susana. La serpiente del poema ya deja de ser simplemente fauna. La serpiente le

recuerda a una vaca, y en la asociación la serpiente se une a lo “animal”, y se une y

conjuga con el cosmos. Realmente no hay una similitud obvia entre serpiente y vaca,

físicamente no la hay. Pero la imaginación de D.H. Lawrence va más allá de lo físico.

Alude a la reencarnación y renacimiento, infiriendo igualdad entre todos los seres vivos.

La relación física entre los animales se conjuga en un rito que a la vez es una necesidad

fisiológica: ir a beber agua en el abrevadero. El acto de ir al abrevadero con su jarro, es

un sacramento de comunión entre animal y humano. Todos somos partícipes, llamados a

bajar al río, al abrevadero.

Al comparar o igualar a la vaca con la serpiente, D.H. Lawrence tiene la mirada

puesta en algo más allá. Una serpiente podría ser del tamaño de una vaca, una serpiente

podría ser incluso un gran dragón cósmico. Los tamaños físicos no son de gran

77

Postlethwaite

consecuencia, sino arbitrarios. Es inconsecuente el tamaño. Como su antecesor Ralph

Waldo Emerson, para D.H. Lawrence el espíritu es lo que importa. Aunque el espíritu de

Lawrence tiene siempre un lado carnal. Es un principio animista lo que D.H. Lawrence

demuestra y trae a colación. Primero compara a la serpiente con un humano, después

con una vaca, y luego con un invitado:

Qué feliz estaba de que hubiera venido como un invitado callado, a beber

a mi abrevadero

Nuevamente D.H. Lawrence describe el abrevadero como su propiedad: “my

water­trough”. Y ahora está contento y orgulloso de su visita. No podemos dejar de

pensar que todo está escrito desde el punto de vista de D.H. Lawrence; la serpiente es su

invitado y no vice­versa, nos permite seguir viendo al otro a través de su ojos. La

serpiente, sin lugar a dudas es el otro. Esta relación después podemos compararla con

otros ejemplos, como con los mexicanos que también fueron su otro, donde se vuelve aún

más interesante dentro del discurso poscolonial si estudiamos la relación

colonizador/colonizado, por ejemplo.

Volviendo al poema, en un crescendo repentino, compara a la serpiente con un

dios:

Bebió suficiente

Y alzó su cabeza, en un sueño, como uno que ha bebido,

Y osciló su lengua como una noche bifurcada en el aire, tan negra,

Parecía mojar sus labios,

Y vio al alrededor como un dios, ciego, al aire

En el pasaje anterior, la serpiente es una figura que concilia lo individual y lo

cósmico. La serpiente es como un dios, podría tratarse del ouroboros, o del

jormundgander de la mitología nórdica, o de un vil coralillo como miles más. En el poema

la serpiente voltea hacia los lados, pero no ve; es ciega. La serpiente no reconoce al

humano, narrador del poema, solamente el humano a la serpiente. Ahí yace en parte el

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Postlethwaite

enigma de la serpiente: ser un dios ciego. Otra vez la unión de un oscuro misterio con lo

místico. La lengua bifurcada, parte tan característica de la serpiente, es descrita como la

noche, una comparación mística y alucinante. El símil de la lengua con la noche es la

unión de algo que normalmente no tiene relación lógica. Nos remite a las ideas de una

gran serpiente cósmica, que Lawerence exploraría después en la novela. La gran

serpiente del cosmos nos envuelve, cubre todo el universo. Al igual el cielo oscuro que

vemos de noche es en realidad la lengua negra de un dragón.

D.H. Lawrence se refiere a la serpiente con varios nombres y metáforas diferentes:

animal, humano, y ahora dios. Con esta última referencia, el poema toma un giro drástico.

Es como si el poema despertara y se levantara de manera inusitada. La serpiente crece y

se transforma. La serpiente ahora es más grande que D.H. Lawrence, es una deidad que

envuelve todo el universo y a la vez una fuerza que nos penetra hasta los huesos. Por

simetría o casualidad, a la mitad del poema se refiere a la serpiente como un dios.

Podríamos pensar que es el clímax del poema. Sirve de base para compararlo con

Serpiente Emplumada cuando Cipriano Viedma, mano derecha Don Ramón, el líder de la

revolución espiritual, le dice: “No sería bueno ser una serpiente, y ser tan grande para

envolver tus pliegues alrededor del mundo, y aplastarlo como un huevo.”

Después del clímax del poema, donde la serpiente se declara deidad, inicia un

lento descenso a su inevitable fin o exilio. Así como la serpiente en el poema hace una

salida calmada, lenta, y sin preocupación. La serpiente regresa a la grieta para

sumergirse en el inframundo de donde surgió. D.H. Lawrence documenta y describe cada

pequeño movimiento de la serpiente. Haciéndonos sentir que estamos ahí a su lado

viendo el fenómeno de la serpiente convertirse en dios y luego retirarse. Si comparar a la

serpiente con un dios es el clímax, el nudo de la historia es la necesidad de matarla. Pero

antes de tomar alguna acción, D.H. Lawrence se cuestiona, en una auto­crítica profunda,

que resume de alguna manera todo el poema.

¿Era cobardía, que no me atreví a matarlo?

¿Era perversidad, que añoraba hablar con él?

¿O era humildad, sentirme tan honrado?

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Postlethwaite

Me sentí tan honrado

Cobardía, perversidad, humildad, y honradez: son cuatro sentimientos diferentes a

la vez unidos en la mente del narrador. Insiste D.H. Lawrence en llamarle él o him a la

serpiente, su igual, un igual que termina siendo incluso más grande que él. Hay poco que

podemos comentar u opinar sobre este poema que no sea evidente por si mismo o que el

mismo D.H. Lawrence no haya ponderado. Pero lo que aquí se asoma sobretodo es la

ambivalencia de Lawrence: tiene más de dos opiniones encontradas. Por un lado está

simplemente fascinado y paralizado de miedo por su encuentro con la serpiente. Su

instinto animal le dice que la debe matar, por supervivencia, porque el hombre es el rey

de su entorno. Otro lado quizá le diga que no es bueno matar por principio. Pero todavía

otro lado ha acrecentado el significado de la serpiente a proporciones míticas. En el

poema hay esta confluencia que sin duda celebra la ambivalencia de D.H. Lawrence. La

estrofa previa muestra cómo primero responde con el uso de su razón a la situación, pero

al último sucumbe a un sentimiento, a lo irracional. Se mueve Lawrence entre fronteras.

Su sentimiento es de honor. ¿A qué se debe el sentimiento de honor? ¿No estará

mezclado con otro sentimiento arraigado en su cristianismo: la culpa?

Lo que también surge es la fe en lo primitivo. Su primitivismo equiparado según

Carballo a lo irracional. D.H. Lawrence hace varias comparaciones que podrían llamarse

irracionales. Termina comparando a la serpiente con un rey.

Porque me pareció a mí como un rey,

Como un rey exiliado, descoronado en el inframundo,

Ahora previsto para ser coronado otra vez

Es realmente intrigante que ya había comparado a la serpiente con un dios, ahora

dice que la serpiente es como un rey exiliado. Nos recuerda a la historia bíblica de

Satanás, el ángel caído y exiliado. Pero quizá lo más interesante es la voz profética de

D.H. Lawrence en este poema cuando pronostica que la serpiente está destinada a ser

coronada nuevamente. ¿Por qué va ser coronada nuevamente? Aquí se está

adelantando a la coronación de Don Ramón en Serpiente Emplumada. Tal vez porque la

sociedad moderna la ha dado la espalda a los animales como seres sagrados, y de paso

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Postlethwaite

ha ignorado la mitología palpitante en nuestra sangre, o porque en realidad hay algo más

que un símbolo en la serpiente. D.H. Lawrence esta casi exhortando a que le regresemos

su merecido lugar no solamente a la serpiente, no solamente a los animales, incluyendo

las vacas, sino que le demos su debido lugar al instinto animal dentro de nosotros, y a

nuestra unión con la naturaleza y el cosmos. Eso es lo que D.H. Lawrence quiere coronar

realmente, lo primitivo o animal dentro nosotros. Y es la coronación la que va a

consumarse en Serpiente Emplumada.

En Snake, el narrador, posiblemente el mismo D.H. Lawrence, es un ser humano

pequeño y acobardado frente a otro ser de la naturaleza. El poema voltea los papeles.

Lawrence venera el poder de la naturaleza, la inviste de una fuerza sobrenatural, mística,

y romántica. ¿Será por eso que lo llaman irracional? ¿Por qué, como sugiere Carballo,

tenemos que igualar lo primitivo con lo irracional? ¿Será lo primitivo el mejor ejemplo de

un universo irracional? Aunque lo irracional abarca mucho más. Encuentra D.H. Lawrence

algo exótico en el otro y lo inviste de un imaginario idealista que nunca puede ser

concretado en la vida real. La ficción y poesía son su válvula de escape, una salida

espléndida, donde funda su utopía de Rananim.

Llena D.H. Lawrence el significante “serpiente” con los significados que nacen de

una ausencia, de su añoranza. La serpiente sirve como el vaso que necesita ser llenado,

y lo llena con la unión de opuestos: civilizado/primitivo, razón/corazón,

capitalismo/tribalismo, intelecto/espíritu. Entre los conceptos se crea una tensión como un

campo magnético del cuál D.H. Lawrence toma corriente y se vigoriza. El campo

magnético es una frontera.

La comparación con Serpiente Emplumada es obligatoria. En una cita anterior,

Cipriano expresa sus deseos de ser una serpiente, para poder aplastar al mundo como un

huevo. Para entender a qué se refiere con la imagen del huevo, tenemos que leer el

diálogo que antecede.

México es como un huevo, un viejo huevo, que el ave del Tiempo puso hace

mucho; y ha estado sentada arriba de él por siglos, hasta que se ve mal en el nido

del mundo. Aún así Cipriano, es un huevo bueno. No está podrido … pobre viejo

Montes, todas sus ideas son americanas y europoeas. Y la vieja Paloma de Europa

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Postlethwaite

nunca va a nacer del cascarón de la América de piel morena.

En el pasaje anterior el huevo es símbolo de esperanza, de algo puro, una promesa, el

huevo no está podrido. ¿Por qué lo quiere entonces aplastar Cipriano? El impulso de

Lawrence es a veces aplastarlo para ver qué pasa. Como un niño inocente que tiene

curiosidad sin diferenciar el bien y el mal. Quiere ver un cambio a la expensa que sea.

Quetzalcoátl puede ser quien aplaste al mundo como un huevo.¿O podrá estar adentro

del huevo? Simplemente no sabemos. Es la indecisión y la ambivalencia de Lawrence

transmitida en tensión.

La serpiente es una construcción ecléctica. Para algunas civilizaciones antiguas, el

símbolo de la serpiente representa a la via láctea, la serpiente de luz en el cielo. En

jeroglíficos aztecas, aparece Quetzalcóatl devorando su cola, lo cual tiene una relación

directa, asombrosa, e inexplicable con el ouroboros: la versión más antigua del símbolo

de una serpiente. El dragón es otra variedad de serpiente, y tiene en una importancia

invaluable en varias culturas incluyendo occidentales y orientales. Para los mayas y

aztecas, la serpiente es una representación de la tierra como la frontera entre el

inframundo y el cielo, las fauces de la serpiente son vistas como un portal donde los

dioses pueden transitar, y el punto de encuentro es la tierra.

Este templo además de ser uno de los más bellos, es una muestra del complejo

simbolismo vinculado a la renovación vegetal. Su entrada semeja la boca de una gran

serpiente o monstruo de la tierra que recibe al visitante con las fauces abiertas. Es un

portal que comunica con el interior de la tierra, la región fría y oscura del inframundo

(Florescano 44).

La serpiente, entre otras cosas, es símbolo de la frontera entre dos mundos, entre

la vida y la muerte, el cielo y a la tierra. Cuando viajó por México y se sentó frente al lago

de Chapala a escribir su próxima novela, tuvo que ponderar D.H. Lawrence todas las

diferentes interpretaciones de la serpiente. La serpiente, motif en Serpiente Emplumada,

reaparece en casi cada página del libro, ya sea literalmente, o en descripciones laterales.

Un ejemplo claro lo encontramos cuando describe el humo del Popocatéptl, otro gigante

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Postlethwaite

mítico.

El Popocapétl estaba de pie y distante, una grande y pesada presencia bajo el cielo, con

una capa de nieve. Y soltando una larga y sinuosa bocanada de humo en forma de

serpiente.

A veces las referencias son sutiles como la anterior. Quizá más impactante es

cuando utiliza la imagen de la serpiente para referirse al humor y a la vibra del país.

“Había un trasfondo oscuro, una fatalidad negra y con forma de serpiente todo el tiempo”.

Seguido describe a México como un país pesado, oscuro, con una serpiente enroscada

en el corazón. Cuando quiere Lawrence describir la indecisión, la duda, el sufrimiento de

sus personajes como Kate Leslie, utiliza seguido la imagen de la serpiente. “Se sentía

como un pajaro alrededor de cual una serpiente se había enroscado. México era la

serpiente”. No puede ser más clara la equiparación de Lawrence entre México y la

serpiente.

La serpiente fue para D.H. Lawrence lo mismo que según Carballo y Katherine

Anne Porter fue México para Lawrence: un pretexto. Un pretexto para crear un mundo

donde la naturaleza recobra divinidad, pero sucede algo mucho más complejo que

solamente una apoteosis, o más bien la apoteosis implica un proceso complejo. El ser

humano es finalmente un animal más, y un animal menor al lado de la serpiente,

verdadero rey de su entorno. D.H. Lawrence está dividido. Así como en el poema dice

que no quiere matar a la serpiente, pero inmediatamente después le avienta un palo, sus

sentimientos y pensamientos fluctúan. Son contradicciones son constantes. Lawrence se

enriquece, se vigoriza de una ambivalencia irremediable. Como escribe Graham Hough la

vida de Lawrence es la historia de alguien que quiere nadar pero no mojarse (Hough 171).

Los animales de Lawrence

El tema de los animales en la obra de D.H. Lawrence, va más allá de serpientes y

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Postlethwaite

aves. Aunque las últimas prevalecen y destacan de manera singular en este trabajo, es

importante analizar más a fondo las referencias a animales recurrente en las obras de

Lawrence, que representan al otro ­ el otro animal. Ahí encontramos una añoranza,

fácilmente rastreada a los románticos que lo precedieron. Los poetas románticos, como

William Blake, Percy Shelley, y William Wordsworth, escribieron sobre el tema de la

naturaleza no solamente de gran envergadura en nuestras vidas cotidianas, sino como

poseedora de algo místico y espiritual. Para D.H. Lawrence, la naturaleza sigue siendo un

enigma eterno imposible de resolver, y le dedicó toda su vida a intentar resolverlo.

Aunque la serpiente y ave son los animales predilectos de D.H. Lawrence, y por lo

mismo al unirse en la imagen de Quetzalcóatl tienen un valor único, también hay en sus

textos comparaciones entre humanos con otros animales. La cantidad de veces que hace

las comparaciones directas, ya sea en metáfora o símil, son casi innumerables. Las

comparaciones a veces parecen ser ofensivas, en otras son referencias a algo más

filosófico o elevado.

Serpiente Emplumada está repleta de alusiones a animales. A los mexicanos

comúnmente los compara con perros. “El programa no empezó, y los hombres como la

mayoría de los perros mestizos seguían rondando de un lado a otro de la pista.” Al inicio

de la novela D.H. Lawrence compara a los mexicanos con perros mestizos o callejeros.

Es obvio el tinte racista de Lawrence, lo cual también presenta ciertas contradicciones y

ambigüedades sobre su verdadera opinión de México. Esta contradicción es demasiado

obvia para que D.H. Lawrence no se hubiera percatado y tal vez corregido. Pero

Lawrence aceptaba las contradicciones, no las corrige, sino las realza.

Las referencias y las asociaciones entre humanos y animales, como ya se

mencionó anteriormente, son casi innumerables. D.H. Lawrence insiste en ver en cada

gesto y en cada movimiento humano, al animal que hay detrás. Los animales son

sagrados porque son como nosotros. Es una postura clásica del budismo y del animismo.

Cuando D.H. Lawrence ve a un animal a los ojos ve un espíritu, un ser igual. Aunque no

todos los animales son realmente iguales, y lo muestra con su epíteto de mongrel o perro

mestizo. La contradicción es todavía más obvia, cuando lleva un paso más hacia enfrente

en a Quetzalcóatl, deidad mexicana, como representación de la divinidad del hombre, en

sustitución de la figura de Jesucristo, por ejemplo.

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Postlethwaite

Son varias las citas de Serpiente Emplumada donde D.H. Lawrence utiliza

imágenes de animales para describir a los personajes. Al norteamericano lo asocia con el

símbolo más patriótico que tiene, su propia águila calva. “Toda su voluntad americana

estaba reunida, el águila calva del norte erizándose en cada pluma.”

Al mexicano lo relaciona repetidamente con el perro callejero, “los hombres quiltros

de un pueblo quiltro.” El mexicano común es sucio, vive como un perro callejero, sin

importarle la higiene o tener un lugar digno donde dormir y vivir. En algunos pasajes

también se refiere a los mexicanos como monos. “Tan pronto se ponen nacionales, son

como monos.”

Sobre todo hay algo de las aves que recordaba a D.H. Lawrence a los humanos,

porque repetidamente son descritos los gestos y miradas humanas en comparación a

aves. “Kate se acordaba del general, que era más bajo que ella. Recordaba su figura

derecha, viva, algo semejante a un pájaro, el rostro de ojos expresivos” (Lawrence, Viva

167). Después describe al mismo General Viedma “un poco como un loro hablante.”

También lo compara a un animal en general. “Tenía una expresión de dolor, perplejo

como un niño. Y al mismo tiempo obstinado, madura, madurez demoniáca, opuesta a ella

en una manera animal”Pero la mayoría de las comparaciones tienen relación con

serpientes y las aves. “Algo suave, en vías de desarrollo, pero vital en este hombre

sugería el flujo de sangre­pesada de los reptiles en sus venas” Lo reptil lo encuentra

Lawrence en el corazón fatalista de México, al igual que la serpiente enroscada que el

país tiene: “era lo que el país quiere hacer siempre, con una insistencia lenta y reptil,

jalarte hacia abajo.”

Las contradicciones abundan siempre en D.H. Lawrence. Pero si las analizamos de

cerca encontramos que no son tanto contradicciones sino una muestra de la profunda

ambivalencia y complejidad en su pensamiento. Aunque buscar la congruencia entre sus

escritos y su vida puede llevarnos a callejones sin salida, si nos enfocamos solamente en

los textos, de manera casuística, podemos encontrar la cohesión. Dos ideas que ya

fueron mencionadas, por lo menos aproximadas, son de particular importancia en la

creación de una utopía, el Rananim, de Lawrence: nuestra realidad animal y la sangre

que corre por nuestras venas como algo más poderoso que nuestra mente. En Serpiente

Emplumada se incorporan ambas. El tema de los animales, y en especial de la serpiente

85

Postlethwaite

y las aves, alcanzan un zenit. Lo interesante es analizar la fusión de los opuestos en el

mito de Quetzalcóatl. El dios encarna lo celestial y lo terrenal, en su figura se cumple lo

cíclico de la vida y la naturaleza. Es de cierta manera una contradicción contenida y a la

vez alberga una paradoja inherente sobre la vida y la muerte.

Una novela “incomprensible”

Desde su publicación, Serpiente Emplumada tuvo una respuesta polarizada, y

hasta la fecha continúa provocando opiniones opuestas. Algunos la consideran una de las

mejores obras de D.H. Lawrence, y otros sostienen que fue una de sus más grandes

fallas como escritor. Fue poco comprendida y ampliamente criticada. Pero si analizamos

la crítica negativa de cerca, encontramos que no es sobre la técnica o forma de la obra,

sino el contenido. Un ejemplo claro es Harry T. Moore:

Esta novela no puede ser clasificada como una de las mejores de Lawrence,

a pesar de mucho del esplendor de su escritura; filosóficamente, representa

un enunciado de duda y división en vez de integración final.

No es coincidencia, ni sorpresivo, que Harry T. Moore encuentre división y duda en

Lawrence. Pero se refiere al contenido de la novela, a la propuesta seudo filosófica o

seudo religiosa. No necesariamente es una falla de la novela. La crítica no es sobre D.H.

Lawrence el escritor, sino de Lawrence el pensador o me atrevo a decir el líder. Moore

critica a Lawrence por predicar y profetizar, un supuesto vicio de su prosa recalcado

también por otros críticos. División y duda son características, un sello, de Lawrence.

Moore señala la falla de D.H. Lawrence, el ser humano: la ambigüedad de su persona que

invade la ficción y la contamina. El meollo del asunto nos obliga a preguntarnos si la

división y duda en la novela son realmente problemáticos, y además si no podrían ser

intencionales. División y duda producen una comezón que no podemos rascar.

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Postlethwaite

La teoría literaria del mismo Lawrence proclama que una novela debe de crear un

mundo separado, autónomo, y además ser “incomprendida”. Lawrence defiende la

libertad absoluta de la obra de arte. Ser “incomprendida” es una cualidad que le va a dar

longevidad y relevancia. “Un libro vive hasta que siga siendo incomprendido. Una vez

comprendido, se muere de inmediato.”

La división y duda, son otra manera de llamar a la ambigüedad de D.H. Lawrence

que invade el corazón de la novela y sus teorías. Permitir división, duda, y una falta de

conclusión es parte del plan maestro de Lawrence. Lo cual no significa que lo logre a la

satisfacción de todos, ni apegándose a sus propios criterios perfectamente; por lo mismo

tuvo y sigue teniendo detractores. Pero si D.H. Lawrence plantea filosóficamente un

argumento de duda y división, también debemos recordar que es parte consciente de su

teoría estética y literaria. En una de sus cartas lo expone aún con más efervescencia.

Siempre queremos una “concusión”, y un final, siempre queremos llegar, en

nuestro proceso mental, a una decisión, una finalidad, una última parada ...

así seguimos, porque la conciencia mental trabaja bajo la ilusión de que hay

un lugar a donde llegar, una meta ... cuando por supuesto no hay meta. La

conciencia es un fin en sí mismo.

La teoría estética y literaria de D.H. Lawrence es tan compleja como el resto de sus

ideas sobre gobierno, religión, y espiritualidad. Incluso se podría considerar como una

parte coherente de su cosmovisión Sus novelas en parte son producto de teorías místicas

y ofuscadas. Sin embargo, desde el punto de vista literario, ¿podría arruinar la novela? Si

bien es cierto que hay duda y división en Serpiente Emplumada, tendría que Moore

responder si el problema es el tema en sí o la forma que fue ejecutada. ¿Puede un tema

ser el problema de una novela? Lo anterior es un juicio moral no estético. Lo que Moore

considera es una falla filosófica en la intención de D.H. Lawrence. El caos, el desorden,

elementos imperantes en Serpiente Emplumada, son muestra de su profunda

ambivalencia que quiso manifestar de manera directa y clara. La división y duda crean

una tensión, forman lo “incomprensible”, lo unfathomable.

¿Podría incluso existir una especie de dialéctica en dicha ambivalencia de D.H.

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Postlethwaite

Lawrence, como lo menciona Donna Przybylowicz en su artículo The Dialectic of Ideology

and Utopia?

Todos los trabajos de Lawrence revelan un antagonismo entre los impulsos

del individualismo y la comunidad, subrayados ambos en Serpiente

Emplumada por la tensión entre el tema manifestado dentro del

establecimiento de una nueva religión y sociedad comunal, y el contenido

reprimido latente que revela las actitudes elitistas, racistas, misóginas y

proto­fascistas.

Hay una contradicción en la novela y en el carácter de D.H. Lawrence, señalada

por Harry T. Moore y después por Donna Przybylowicz. Podemos suponer que Lawrence

intenta resolver contradicciones, pero realmente no es resolverlas como matizarlas o

acentuarlas. Según Harry T. Moore, Lawrence fracasa en su intento por resolverlas, y al

final nos quedamos con un sentimiento de insatisfacción, de duda. Pero hay otra

alternativa, mencionada por Donna Przybylowicz que tiene sentido porque obedece las

teorías descritas por el mismo D.H. Lawrence. Quizá Lawrence no quiere resolver las

contradicciones, y quiere que la ambivalencia permanezca como una fuerza dialéctica.

Según Donna Przybylowicz, en lugar de resolver la dialéctica de manera evolutiva en una

síntesis siguiendo la filosofía de Hegel, D.H. Lawrence mantiene la tensión. La dialéctica

no se resuelve, sino que se mantiene en tensión, sigue habiendo un enunciado perenne

de ambivalencia. Y en la tensión aparece la frontera.

Intenta resolver la contradicción a través de construcciones filosóficas de

opuestos binarios ­entidades dicotomizadas de mente/cuerpo, luz/oscuridad,

espíritu/alma, cielo/tierra, masculino/femenino ­ que representan el lugar de

encerramiento ideológico de las sociedades occidentales.

Serpiente Emplumada desarrolla el problema inherente de la dualidad y de la

ambigüedad referente a lo primitivo y salvaje. D.H. Lawrence intenta cazar lo

inalcanzable, unir lo no unificable, y a la vez reconoce lo paradójico o contradictorio de su

empresa.

Lawrence intenta trascender o contener estas oposiciones manteniéndolas

en una tensión dialéctica a través del concepto de “estrella de alba” en

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Postlethwaite

Serpiente Emplumada ... que refleja un balance de poder, mente,

conciencia, espíritu, activismo, e individualismo versus sensualidad,

pasividad, inconsciencia, alma, ceguera, e impersonalidad.

Morning Star, la estrella del alba, es Quetzalcóatl. En la novela, D.H. Lawrence

repite constantemente la idea y la lleva a sus conclusiones personales. Aunque el énfasis

de relacionar a Quetzalcóatl con la estrella matutina o del alba no sea una noción muy

común, no es original de él. Como fue mencionado anteriormente, Enrique Florescano, en

El mito de Quetzalcóatl alude a la relación milenaria de llamarle estrella matutina a

Quetzalcóatl.

Se dice que cuando ardió, al punto se encumbraron sus cenizas … Al

acabarse sus cenizas, al momento vieron encumbrarse el corazón de

Quetzalcóatl. Según sabían (los sabios antiguos), fue al cielo y entró al cielo.

Decían los viejos que se convirtió en la estrella que al alba sale … Decían

que cuando él murió, sólo cuatro días no apareció, porque entonces fue a

morar entre los muertos (Mictlan); y que también en cuatro días se proveyó

de flechas; por lo cual a los ocho días apareció la gran estrella (el lucero),

que llaman Quetzalcóatl (Florescano, 42)

No hay solamente una dicotomía, sino una dualidad unificada en la tensión

dialéctica. D.H. Lawrence encuentra ahí un matrimonio entre lo terrenal y lo celestial, una

dicotomía común en su trayectoria intelectual: el dualismo que nutre su ambivalencia.

El cielo y la tierra ... Quetzalcóatl, el gemelo divino que simboliza la unión

vivificante de los dos; y en dos líderes terrenales, los representantes vivos

de los dioses. El nombre de Quetzalcóatl, que significa pájaro­serpiente y

gemelo, indica dualidad, el pájaro representa lo de arriba, la serpiente lo de

abajo, y el gemelo su unión.

Quetzalcóatl mantiene el misterio. Su significado varía en las diferentes

interpretaciones que hay del nombre. La inclusión de gemelo en el significado del nombre,

nos remite a un prototipo indoeuropeo, caracterizado en el mito de Rómulo y Remo, y

también en la cosmogonía del zoroastrismo. Los gemelos son símbolos frecuentes para

dualidad. D.H. Lawrence concilia diferentes religiones y tradiciones con la mitología

89

Postlethwaite

azteca en la invocación de los gemelos. Y a la vez escoge un símbolo inequívoco de

dualidad.

D.H. Lawrence estaba atento a las críticas que dicho misticismo o esoterismo en su

novela podría causar. Una la carta antes citada a Carlo Linati muestra cómo D.H.

Lawrence defiende su obra y sus supuestas imperfecciones.

Pero de verdad, Señor Linati, ¿usted piensa que los libros deberían de ser

como los juguetes, hecho de observaciones y sensaciones bonitas, todo

terminado y completo? ­Yo no. Para mi, Synge, a quien admiro muchísimo

en efecto, es un poco demasiado redondo y para ponerlo en un estante para

ser observado. No tolero arte para caminar a su alrededor y admirarlo ... no

te tienes que quejar de que yo no sujete la intensidad de mi visión ­o como

le quieran llamar­ a un ritmo vasto e imponente ... quien me lea estará en la

raya del conflicto, y si no le gusta ­ si quiere un asiento seguro en el público

­déjalo leer a alguien más.

Harry T. Moore tuvo problemas con la “filosofía” de las novelas de D.H. Lawrence.

William York Tindall coincide con Moore, no tanto por el contenido de lo que predica, sino

porque siente que Lawrence pierde el balance entre teoría y novela, y permite que la

teoría tome las riendas en detrimento de la novela.

En vez de proyectar una luz, proyectó una teoría que distorsiono o perjudicó

la evidencia de sus sentidos ... teoría y propósito previnieron a Lawrence no

solamente de ver lo que estaba ahí para ser visto sino de crear una realidad

independiente de la actual.

Intentaba D.H. Lawrence combinar la filosofía y la novela, pero en opinión de sus

críticos, Moore y Tindall, su teoría filosófica se desborda e inunda la integridad de sus

novelas. Lo que expresa D.H. Lawrence en su carta a Signor Linati podría ser su

apología. No intentaba crear novelas para entretener, ni quería ser un mecanismo de

escritura con un ritmo perfecto, sincrónico e infalible. Las novelas de D.H. Lawrence

tienen un carácter filosófico y ciertamente tienden a predicar, y es a lo que se refiere él

90

Postlethwaite

mismo en su crítica de la novela popular. D.H. Lawrence escribió crítica literaria sobre

Thomas Hardy, Walt Whitman, y Herman Melville. Y desarrolló su propia teoría literaria

particularmente en un ensayo titulado Cirugía de la novela. Los escritos muestran sus

reflexiones estéticas. Tenía una idea clara de lo que debería de hacer y no hacer la

literatura de su tiempo, y hacia dónde quería llegar. D.H. Lawrence hace la distinción

entre la “novela seria” y la “novela popular”, y subraya su creencia en lo que él llama la

novela filosófica como la redención o resolución a una crisis de la novela moderna.

Ahí está el monstruo de muchos rostros, y de muchas ramas, como un árbol:

la novela moderna. Y es casi dual, como los mellizos siameses. Por un lado

la novela seria, de semblante pálido, engreído, que debemos tomar en serio;

por el otro la novela popular, esa tunanta bastante plausible, de sonrisa

boba. (Lawrence, Pulso 221)

¿Y cómo puede reconciliarlo? D.H. Lawrence muestra su parcialidad al sostener

que la ficción no debió haberse separado de la filosofía, y ahí yace una postura realmente

valiente, en contra de la tendencia de sus tiempos. “Me parece que fue realmente

lamentable que se divorciaran la filosofía y la ficción” (Lawrence, Pulso 226) Es posible

que D.H. Lawrence intentó incursionar en un género que podría rescatar el vínculo entre

ficción y filosofía, y a la vez ser un híbrido de lo que él llama popular y seria. Puede servir

de justificación de por qué las novelas de Lawrence tienen una tensión, y la razón que

para muchos la filosofía de su ficción resalta como una soldadura mal hecha.

Creía D.H. Lawrence que la novela tenía que ser un producto orgánico que no

obedece una simple teoría o motivo ulterior, sino crear con su propia lógica un universo

propio. Y tener a la vez un peso filosófico, proponer algo contundente, tal vez alguna

crítica a la sociedad. Y en el intento de conciliar ambas posturas, para algunos críticos la

ambición de D.H. Lawrence se desbordó, fue insostenible. Por tal razón y por su carácter

predicador, en la opinión de Harry T. Moore y William York Tindall, Lawrence falla.

La novela es el más alto de los ejemplos de sutil expresión que haya

descubierto el hombre. Todo es cierto en su tiempo, lugar, ambiente, e

incierto fuera de su lugar, tiempo, ambiente. Si uno clava algo en la novela, esto mata a la

novela; o bien la novela se levanta y se va con el clavo (Lawrence, Pulso 231).

91

Postlethwaite

En la opinión de William York Tindall, D.H. Lawrence falla bajo sus propios

estándares, lo que teme es exactamente lo que sucede: las novelas de Lawrence se

levantan con todo y clavo. Podríamos suponer que D.H. Lawrence se propuso llevar la

novela a nuevas fronteras, donde no todo quedaría perfectamente resuelto ni ordenado.

Lawrence dice que la novela debe ser sutil, mostrar las relaciones humanas, sin predicar

ni afirmar. Según D.H. Lawrence la novela debe simplemente mostrar las relaciones

humanas sin ser parcial, y cuando el novelista toma partido se vuelve inmoral. “Cuando el

novelista apoya el pulgar en el platillo para hacer bajar la balanza hasta el nivel de su

preferencia, eso es inmoralidad” (Lawrence, Pulso 231). Puede que no reconozca su

propia intención, inconsciente o consciente, de clavar los significados de sus teorías en

las vidas de sus personajes, o implantar como en las alegorías que él mismo detestaba.

Quizá D.H. Lawrence no pensó que estaba predicando, y no sentía estar pontificando en

sus novelas, pero Moore y Tindall sostienen firmemente que sí lo hizo. Entonces

siguiendo la misma doctrina de Lawrence, en la opinión de Harry T. Moore y William York

Tindall, nadie es más inmoral que D.H. Lawrence. Lawrence quiso resolver la crisis, el

predicamento de la novela moderna, y critica a la novela moderna de ser inmoral y

parcial. En el fondo hay un problema de subjetividad que Lawrence pensó que podía

superar, y el resultado quizá sea una falta de auto­crítica.

La inmoralidad radica en la impotente e inconsciente preferencia del

novelista. El amor es un gran sentimiento. Pero si uno emprende la tarea de

escribir una novela y está dominado personalmente por las angustias de la gran

predilección por el amor, por el amor como único gran sentimiento para el cual vale la

pena vivir, escribirá una novela inmoral (Lawrence, Pulso 232).

Es asombrante como a veces parece que D.H. Lawrence está señalando sus

propias dificultades con la novela. Su “predilección inconsciente” en Serpiente

Emplumada es lo más criticado, por exponer en un arrebato sus teorías sobre animismo,

primitivismo, y teosofía. Y podría decirse que Lawrence sufrió precisamente de una falta

de objetividad, tal vez no en un arrebato emocional como el enamorado, sino desde su

plexo solar, como él mismo sostiene que es lo único que importa.

El problema gira alrededor de lo que Harry T. Moore llama lo filosófico. O sea que

D.H. Lawrence realmente intenta profundizar sobre las relaciones humanas, pero padece

92

Postlethwaite

de una perspectiva subjetiva y mística, y para muchos lo último está forzado de manera

inverosímil en su novela.

En Serpiente Emplumada, D.H. Lawrence expresa con gran ingenio y sensibilidad

lo extraño, lo onírico de México. No tiene grandes detractores sobre el retrato que hizo de

México. Pero falló en la sutileza de sus personajes; ahí no entrega lo que promete. Si la

novela según el mismo D.H. Lawrence no es un medio sino un fin, y entonces el fin para

muchos está forzado. William York Tindall insiste: D.H. Lawrence no practicó lo que

predicó.

Quería D.H. Lawrence crear un animal de otra especie. Una novela que podría ser

filosófica por un lado, e imparcial y objetiva por el otro. Dice que de preferencia debe ser

unfathomable , incomprensible. La ambición resulta destructiva por ser abrumadora,

grandilocuente, o imposible, en la opinión de algunos críticos. Harry T. Moore es todavía

más cáustico en su ensayo The Plumed Serpent: Vision and Language. Lo afirma de

manera directa: “Al mismo tiempo el intento más ambicioso de D.H. Lawrence en la área

de la novela y su fracaso más notable.” Y la ambición no yace en su intención de escribir

una novela, per se. El pecado de D.H. Lawrence podría ser su carácter didáctico que él

mismo negó. Se queda corto en lo que él mismo teorizó que puede alcanzar el arte en su

estado más puro. No quería innovar en el género de la manera que lo hizo James Joyce,

por ejemplo. Su ambición no radicaba en lo estrictamente literario, en cuanto a forma,

estructura, o estilo, como es el caso de algunos modernistas. D.H. Lawrence no intenta

transgredir el arte de narrar a través de la técnica, sino por el contenido, por la sustancia

de lo que se narra. Y por eso el contenido en Lawrence cobra mayor importancia. Aunque

su prosa es elocuente, fluida, clara, y penetrante, se basa en una fórmula más o menos

convencional para narrar su historia. Es lo que menciona Catherine Carswell, una de sus

críticas más adeptas. “Sus libros son fáciles de leer pero difíciles de entender. Ahí yace

parte de su potencia.” Sostiene Carswell que D.H. Lawrence decide escribir en un

lenguaje familiar y fácil de entender para poder exponer sin truco ni magia su compleja

cosmovisión.

Para Harry T. Moore, la ambición de D.H. Lawrence destruye y sabotea el potencial

de Serpiente Emplumada. Señala Moore que la novela claramente tiene sus fallas. Y es

cierto que a la mitad de la lectura hace una digresión de la cual nunca se recupera. Las

93

Postlethwaite

costuras son visibles. Los personajes del principio, los norteamericanos Owen Whys y

Bud Villiers, simplemente desaparecen en el transcurso de los capítulos, sin explicación.

Lo anterior lo justificaría después Witter Bynner en sus memorias aclarando que D.H.

Lawrence basó el personaje de Owen Whys en Bynner, y probablemente no quiso

ofenderlo más en el retrato de un norteamericano bruto y superficial. Así que mejor

desapareció al personaje sin mayor explicación. D.H. Lawrence deja varios cabos sueltos.

Además toma una ruta inesperada cuando se adentra en el culto a Quetzalcóatl. Pierde

cierta congruencia y se inclina más hacia la ciencia­ficción. El género de la novela queda

desplazado, en el aire, como el mismo destino de sus personajes y de México. Nos

enfrentamos a lo incomprensible de D.H. Lawrence, que algunos podrían tomar como un

simple pretexto. Aunque se pudiera argüir que todo lo anterior fue planeado

cuidadosamente por Lawrence, crea una confusión y duda. Si quería Lawrence que la

novela cobrara vida, que afectara profundamente a sus lectores, William York Tindall

sugiere otra ruta.

Sus Birkins, Ciprianos, Ursulas, y guardabosques estan incompletamente

realizados. Son criaturas no se su imaginación sino de lógica … Cuando sus

heróes no están predicando, Lawrence sí lo está.

Las ideas de D.H. Lawrence, sus teorías, pueden ser absurdas, y por lo mismo en

su ejecución, algunos críticos se sienten defraudados. Lo que intentaba lograr Lawrence

con su teoría de lo “incomprensible” así como su afrenta general a la razón, no podemos

por consecuencia asimilar con nuestra lógica. Pero aquí hay una contradicción implícita,

profunda e irreconciliable que se debe quizá al concepto de lo “incomprensible”. ¿Cómo

se puede escribir algo “incomprensible” sin provocar críticas de división, duda, e

incongruencia? Aunado al acertijo anterior, según William York Tindall, es la lógica de

D.H. Lawrence lo que sabotea el potencial de su novela. Nunca aborda Tindall el

problema de lo “incomprensible” sin señalar la contradicción inherente e insuperable. “No

hay duda de que Lawrence era un intelectual y que sus ataques en contra de la mente

eran tan mentales como su objeto.” Entonces D.H. Lawrence nunca puede alcanzar

realmente su teoría. Es como querer describir lo que sucede en un koan.

Pero D.H. Lawrence sigue clavando los significados, los impone, y por lo mismo

Serpiente Emplumada, para Tindall se puede definir como una alegoría. Podría Lawrence

94

Postlethwaite

transgredir el orden tradicional de significados, puede incluso provocar una cruzada en

contra del racionalismo, pero al hacerlo impone otro orden igualmente forzado, cuando se

supone que debería de ser algo orgánico. Sin un orden, una novela no puede sobrevivir.

Y se encuentra entonces en una encrucijada desde el momento que intenta un discurso

“incomprensible” dentro de la novela. Sostiene Lawrence que las novelas salen de él

cómo por arte de magia, sin intervenir mentalmente, lo cuál genera algunos problemas.

Puede romper el esquema del orden tradicional, de la fórmula, pero necesita de alguna

estructura e integridad. El hecho de negarlo no es suficiente para substituirlo con algo

contundente, y el resultado es incongruente. El problema de la novela nunca es resuelto.

Aunque sí puede ser que D.H. Lawrence quería desafiar el orden tradicional, su resultado

es ambiguo. Como lo declara Tindall, “las ideas de Lawrence eran confusas, nunca

estaban completamente objetivas; e interferían continuamente con su arte”

Contra las opiniones del mismo D.H. Lawrence, Serpiente Emplumada pude leerse

como una especie de alegoría. La alegoría tiene la facultad de perseguir varios senderos,

dentro y fuera del texto. Así que Serpiente Emplumada no solamente es una alegoría

sobre México. Como dice William York Tindall cuando declara que D.H. Lawrence fue el

John Bunyan de su generación. La novela fue donde Lawrence pudo plasmar finalmente

las ideas que venía germinando por varios años sobre religión, cultura, y sociedad. Pero

también sobre lo que en su opinión debe de ser la novela moderna, y aunque en algunos

niveles no logra su acometido, en otros sentidos lo hace, y además tiene el crédito por su

sola intención y valentía de provocar una discusión.

A diferencia de Harry T. Moore, otros literatos consideran a Serpiente Emplumada

como una de las mejores obras de D.H. Lawrence. Moore declara: “Críticos

diametralmente opuestos de Lawrence, la simpática Catherine Carswell y el hiper­racional

profesor Tindall, se unen al declararlo el mejor trabajo de Lawrence.” Aunque Serpiente

Emplumada no es universalmente reconocida como su mejor obra, sí tiene un extraño

magnetismo para la mayoría de sus lectores. Algunos la repelan, atacándola desde

proto­fascista, racista, e incongruente. Otros la alaban por su alto nivel simbólico y

mágico, por su ambición, y su proyección filosófica y social. Es el dilema que cambia con

la perspectiva. Como es costumbre, para salir o resolverlo lo mejor es simplemente

pensar que ambos lados tienen algo de razón. Pues no es fácil generalizar sobre D.H.

Lawrence. La novela fue considerada por el mismo Lawrence como un tour de force, una

95

Postlethwaite

obra que asentaría nuevos paradigmas en la literatura, y por consecuencia en la

conciencia colectiva. Es testimonio de la gran ambición de Lawrence. Lo que intentó

hacer toda su vida: cambiar las concepciones y las relaciones humanas. En Serpiente

Emplumada, los hombres se convierten en dioses. La apoteosis toma lugar en el

momento en que los hombres regresan a sus raíces, se entierran, por así decir, y se alzan

al mismo tiempo a través de un conocimiento perdido que solamente puede acceder a

través de ritos, magia, y vestigios simbólicos.

Otro de los problemas es que no queda claro si el capítulo nuevo de la

espiritualidad humana se manifestaría estrictamente en los confines de su libro, o si su

intención era trascenderlo a la vida real. D.H. Lawrence, el novelista, se enfrentó con

Lawrence el profeta. Y esa confusión respecto a su obra, su ambición desmesurada, lo

convirtió en un blanco fácil para la crítica.

Creía D.H. Lawrence en el poder transformador del mito. Textos como el Popol

Vuh reafirman y cimientan las intuiciones que Lawrence tuvo, y por eso cobran singular

importancia en su escritura. La obra ya no es solamente ficción sino un tratado sobre la

apoteosis humana. Aunque Lawrence hubiera sido renuente de aceptar su papel de

profeta o predicador, no hay duda de que tenía un elemento de profeta.

Como nota al margen, D.H. Lawrence es uno de los poetas más reconocidos en las

letras inglesas. Como poeta, en general es bien aceptado por la crítica y el público en

general. Es un poeta en todo su derecho, indispensable en cualquier antología de poesía

británica. Y en poesía sí es reconocido por su innovación y vanguardia en el uso de la

forma y estilo. En sus novelas, sin embargo, Lawrence estaba más interesado en el

contenido y en la ética, que en el estilo. Lo anterior quizá sea polémico, porque es difícil

comparar su poesía con las novelas. D.H. Lawrence trabajaba arduamente en ambos, y

es seguro que para él, aunque vaya en contra de su teoría, en el inconsciente escribir una

novela era un medio para lograr un fin. Su teoría puede ser difícil y contradictorio, pero

quizá el siguiente pasaje nos ayude a entender mejor su posición:

Las novelas y poemas salen sin ser vistas de la pluma de uno. Y la necesidad absoluta

que tiene uno por algun tipo de actitud mental satisfactoria sobre uno mismo y las cosas

en general hacen que uno intente abstraer conclusiones definitivas de las experiencias

96

Postlethwaite

como escritor y hombre. Las novelas y poemas son pura experiencia pasional.

Ver a Mexico después

The souls of the Mexican people are heavy for the

wings of love, they have swallowed the stone of despair.

­D.H. Lawrence, en Serpiente Emplumada

Como ya fue planteado, D.H. Lawrence es reconocido por sus constantes

contradicciones. Mabel Dodge Luhan, John Middleton Murry, y Witter Bynner, quienes lo

conocieron de manera íntima, lo caracterizaron por sus frecuentes y erráticos cambios de

opinión, y peor aún, cambios violentos de humor. Se contradecía D.H. Lawrence sobre

toda clase de temas, y México no fue la excepción. La ambigüedad encontró una pareja

muy particular en México, tanto en las ruinas, en la mitología azteca, como en las

ciudades que visitó. En sus primeras impresiones no tuvo una gran estima por México,

sobre todo si nos basamos en su descripción del México cotidiano. En sus escritos y en

las memorias de sus amigos, D.H. Lawrence se queja constantemente de lo lúgubre, lo

pesado de México, lo nefasto, lo inmundo. Desde lo descuidado y sucio que vio los

97

Postlethwaite

coches en los trenes, hasta el carácter pasivo y flojo del mexicano. Concluye que hay algo

irreparable en la sumisión del espíritu mexicano. Sin embargo, siente un magnetismo

ineludible en el país y cree que en México se encuentra la salvación del espíritu humano

europeo y americano.

D.H. Lawrence, al principio, no encuentra lo heroico en el mexicano común, sino

todo lo contrario. Hasta después de estar en el país varios meses, cambia un poco su

opinión negativa sobre México y los mexicanos, pero aún así, finalmente al héroe

mexicano de Serpiente Emplumada no es de sangre mexicana; decide en contra de

hacerlo mestizo o indígena. En la primera versión del manuscrito, el boceto de Serpiente

Emplumada, Don Ramón es de sangre indígena. Pero en la versión final, es español casi

puro. ¿No podía el indígena superarse y ser un líder? D.H. Lawrence reforzó el cliché del

mexicano cabizbajo, sumiso, pero por dentro rencoroso, envidioso, y reprimido. ¿O podría

ser que en el personaje de Don Ramón simplemente quería hacer una conexión entre

Europa y América? En la experiencia de regeneración espiritual insertar al europeo en el

centro. Tal vez por lo mismo le escribió a Middleton Murry que el lost trail, el camino

perdido, de Inglaterra podría ser retomado en México. Sin embargo, por su inclinación y

constitución inglesa, el mexicano queda desplazado, fuera de la ecuación, sin un atributo

redimible. Lo que intentaba hacer D.H. Lawrence es tender un puente entre opuestos,

entre el viejo y el nuevo continente; y es la frontera entre los dos mundos donde descubre

y resurge una nueva sociedad, su Rananim quizás. Para Lawrence, Mexico representa

precisamente una frontera entre el viejo y el nuevo mundo. Como lo menciona Crosswhite

Hyde en el preámbulo de Terra Incognita, Lawrence “concebía a América como la pareja

polar de Europa, con los dos continentes en una tensión mística en la cual el Viejo Mundo

podría refrescarse con el Nuevo”. Pensaba Lawrence que en México podría encontrar el

camino perdido. Algo en el país le daba esperanzas: la última esperanza puede brotar en

el lugar menos sospechado.

Quetzalcóatl fue principalmente lo que hizo a D.H. Lawrence cambiar de opinión.

La palabra y el misterio del nombre invocaron a otro México. Una “reverente absorción en

la mitología mexicana” es como describe Witter Bynner el periodo de D.H. Lawrence en

Chapala. Despertó su interés, fascinación y respeto por la cultura prehispánica, con un

énfasis muy especial en la mitología. La mitología azteca llenó de color el paisaje gris y

sombrío que observó en México. Si no hubiera sido por la cultura prehispánica (lo que vio

98

Postlethwaite

en las pirámides y leyó en múltiples libros) realmente México hubiera sido otro país

tercermundista, pobre, perdido, y deplorable, sin algo realmente interesante o destacable.

Sin embargo, la cultura prehispánica le brindó algunas concepciones románticas y

místicas, envueltas en un halo de misterio que apeló a la imaginación de D.H. Lawrence.

El misticismo fue siempre su debilidad. El estado de pobreza y miseria que atestiguó

sirvió de preámbulo para su novela, donde el climax sería la nueva edad de gloria para la

cultura mexicana y europea.

La “reverente absorción en mitología” de la cultura prehispánica lo hace corregir

algunas de sus primeras impresiones, pero más que corregir fue un contrastar. Hay un

conflicto natural en dicho contraste, dando pie a una tensión en su novela y en sus

teorías. D.H. Lawrence no solamente confabula en sus novelas, sino en la vida real. En

un episodio, Witter Bynner recuerda una noche durante su estancia con Lawrence en un

hotel de Chapala, cuando el novelista se sentó a contar historias de crueldad y violencia

acaecidas en un pueblo cercano, como alguien que cuenta historias de miedo alrededor

de una fogata. El primer paso de Lawrence fue crear un México inescrutable y cruel, no

solamente en ficción, sino infundido en la vida real. D.H. Lawrence ayuda a crear un

estereotipo de México como un país irracional, cruel, y violento. Como un mitómano, cree

en su fabricación y lo siente en las vísceras. El México de su imaginación necesita

convencerlo primero a él, antes de ser proyectado en su ficción. Como es su costumbre,

no solamente escribe sobre México, sino que predica. México ya no es un país fallido y

sucio de su primera impresión. Lo anterior no tendría nada de interesante o fenomenal

para D.H. Lawrence. Necesita otra parte, la mitología, para llenar todos los huecos de su

percepción. En México, la mitología rellena las cavidades de un país pobre y

desahuciado.

Para su suerte, la mitología estaba casi totalmente escrita. La mitología exótica y

salvaje de los aztecas sobrepasó todo lo que él hubiera podido imaginar. Las historias

incomprensibles, misteriosas, que a veces incluso nos parecen irracionales,

caracterizadas por jaguares, soles, serpientes, y deidades, rebasó su conciencia mental.

Y ahí asentó la historia de su novela. Los símbolos de los aztecas fueron las “unidades

incomprensibles” que atraviesan la mente y se van directamente al inconsciente. Lo

anterior lo llamó, animó y alentó como ningún otro tema. Ya solamente tendría que

improvisar sobre algunos de los temas, como si fueran las notas para improvisar su pieza

99

Postlethwaite

musical.

Es importante recalcar que no fue D.H. Lawrence un historiador, antropólogo o

mitólogo, como él mismo confiesa, sino un diletante. No realizó, ni estaba interesado en

realizar, un estudio objetivo sobre la mitología azteca o sobre Quetzalcóatl en particular,

como lo hizo por ejemplo Enrique Florescano exhaustiva y objetivamente. D.H. Lawrence

detesta la objetividad. A la vez, sufre de una disonancia cognoscitiva sorprendente,

asimila solamente la información que embona perfectamente con su plan maestro, sus

teorías viscerales. Si comparamos un estudio como el de Florescano, con las ideas

radicales de Lawrence, encontramos una diferencia abismal, de polos opuestos. En el

caso de un estudio científico y antropológico encontramos un patrón sobretodo en la

aparente necesidad de diferentes pueblos por inventar y crear deidades con rasgos

similares. La conclusión de leer a Carl Jung, e incluso La Rama Dorada de Frazer, es que

en el psique humano hay una necesidad inexplicable de buscar ciertos rasgos, patrones,

y obtener las mismas explicaciones y respuestas lógicas a un suceso ilógico y

desconocido. Las deidades casi siempre simbolizan a las fuerzas irreconciliables y

desconocidas de la naturaleza. D.H. Lawrence, sin embargo, toma una postura diferente;

toma la postura de Dios. Ve el mundo desde el punto de vista de una deidad. Como

hombre religioso, cree en un creador todopoderoso, en un origen bíblico, mágico y

milagroso, donde los humanos tenían un contacto directo con su creador, como el Adán

bíblico. D.H. Lawrence interpreta a Quetzalcóatl no como una fabricación de uno o varios

pueblos, sino realmente la figura de un demiurgo que existió y existe.

D.H. Lawrence nos remite al Dios bíblico del Viejo Testamento, un Dios fuerte y

vengador. La idea de un Dios misericordioso representado por Jesús, D.H. Lawrence

sostenía que ya iba a caducar. Y es la paranoia de Lawrence, su miedo de Dios, otro

factor importante que influye en sus teorías. El comportamiento de D.H. Lawrence en el

hotel de Chapala, como lo retrata Witter Bynner, es fascinante, y sobre todo relevante.

Aunada a su imaginación, la paranoia crea la teoría de una conspiración cósmica de

proporciones míticas. El miedo es una fuerza vital. Lo conmueve, lo excita. Es una semilla

en su imaginación, un actor determinante en la creación de su México. El miedo que sintió

D.H. Lawrence en México, como lo narra Witter Bynner, lo arrebata, lo hace sentirse vivo,

y activa su imaginación. México lo atrae y aterroriza, y la mezcla perversa de sentimientos

produce una ambivalencia que nunca puede superar ni resolver, solamente puede

100

Postlethwaite

elaborar y desarrollar en ensayos y novelas.

Aunque al escribir intentó no ser didáctico, sino darle vida a sus personajes, es

cuestionable si logra su objetivo. Al analizar sus personajes, encontramos una alegoría.

D.H. Lawrence es como Kate Leslie quien encarna lo ambivalente, inseguro, confundido,

ante los acertijos cósmicos y universales. Tratando lo más que puede por darle un sentido

a su vida, y al intentarlo, siempre fracasa porque la incertidumbre se eleva a la superficie,

como la serpiente en sus vísceras que asoma la cabeza. La serpiente de D.H. Lawrence

asoma por su boca, por su mente, y por su pulso al escribir. La serpiente es la vitalidad

que lo mantiene entre polos opuestos, entre ser el Don Ramón o Kate Leslie de su

novela. Ser predicador y líder, como el primero, o un alma sensible sin un rumbo preciso

como la heroína. En la novela, Kate se deja seducir por Don Ramón, y finalmente las

ideas de culto, de una religión arcaica, son victoriosas. El dios violento de su imaginación

y paranoia prevalece.

El México de su imaginación tiene que ser contrastado con el México que percibió.

Son dos Méxicos totalmente distintos. Lo que percibió es capturado en sus propios

escritos sobre la cotidianidad en México, sus primeras impresiones. El México de su

imaginación es más complejo porque involucra al México de su conciencia y sangre.

Aunque Katherine Anne Porter escribió que “todo México está ahí” refiriéndose a

Serpiente Emplumada, el comentario es obviamenente una hipérbole. D.H. Lawrence

puede capturar una esencia de México, pero no puede capturar todo México, porque

México es inconmensurable y en la misma opinión de D.H. Lawrence, incomprensible. La

esencia que captura es la fuerza negativa que mantiene al país paralizado, con un pie

sobre el cuello. Hay en México un gran nudo, y Lawrence insiste en desatarlo y liberar a

México del peso que tiene encima. En el proceso Lawrence crea un laberinto vertiginoso

de contradicciones, enredándose cada vez más, y no hay una resolución o desenlace. Lo

cual D.H. Lawrence podría decir que cumple con el propósito de ser “incomprensible.”

D.H. Lawrence en una carta a Bertrand Rusell describe que la conciencia de la

sangre es un nivel de conciencia separado y opuesto al mental. En la visión que tiene

Lawrence sobre México, podemos sospechar que los cables de las dos conciencias se

cruzaron, produciendo un falso contacto. No es fácil diferenciar entre el México de lo

mental y el México de la sangre. Siguiendo sus propias teorías y definiciones, el México

101

Postlethwaite

de la sangre es palpable, visceral. Irónicamente, el anterior, el de su primera impresión,

es el México que detestó y lo aterró. El México que prefiere nace del intelecto, de sus

lecturas sobre Quetzalcóatl, los mitos, y sus propias conjeturas; necesita ser instruido en

la cultura prehispánica para hacerse otra idea de México. Lo confabula como un país de

un enorme potencial, un país donde la humanidad podría retomar su camino, el lost trail.

Debido más a su imaginación que a una experiencia real o palpable, México fue el

pretexto para realzar una renovación espíritual urgentemente necesitada por la

humanidad entera. Encontró una cultura rica en simbolismos, símbolos dormitados

esperando el momento para resurgir. D.H. Lawrence le llamó a México incluso el plexo

solar de América, que en términos de D.H. Lawrence no hay más grande elogio. Al mismo

tiempo, mientras escribía afirmaciones como la anterior, y otras cartas de amor al país, en

las memorias de Witter Bynner, hay un retrato de Lawrence desdeñoso hacia los

mexicanos, aterrorizado de México y su gente. Temía a los nativos. Sentía que los nativos

lo odiaban con justa razón, junto con el resto de los europeos colonizadores y

conquistadores.

Una vez que tengan un líder fuerte, esta gente será fuerte también. Serán

tan despiadados con sus amos como sus amos fueron con ellos. Y no

sabrán diferenciar a los amos de los foráneos como nosotros que somos sus

amigos

Lo anterior muestra el aval que da Lawrence a la figura de un dictador para que el

país pueda superarse, y a la vez su apoyo de una actitud fuerte pero sin misericordia. En

otro pasaje recuerda Witter Bynner que D.H. Lawrence confesó sobre los mexicanos: “en

sus corazones nos odian … esta gente son diablos y siempre lo serán. Solamente hay

mal en este continente y muerte.” Las últimas declaraciones las hizo específicamente en

torno a su empleada doméstica, Isabel, quien trabajó para él durante su estancia en

Chapala. Lawrence siempre estuvo a la defensiva, paranoico, frente a la gente en

general, pero con los mexicanos de manera particular. Irónicamente, hace un llamado

para que los nuevos valores dominantes sean así, anti­cristianos y libres de piedad.

A los mexicanos los describe, incluyendo en Serpiente Emplumada, como

infrahumanos, perros callejeros, una subespecie. Nos quedamos intrigados sobre cuál era

su verdadero sentimiento y opinión de México . D.H. Lawrence, un personaje inescrutable,

102

Postlethwaite

tiene opiniones diametralmente opuestas, en conflicto, y en el conflicto es donde yace lo

fascinante de su obra.

No es sorprendente que D.H. Lawrence temía interactuar con los nativos. En los

recuerdos de sus amigos, lo acusan de ser un misántropo empedernido. No odiaba

solamente a los mexicanos sino a toda la raza humana. Aún así, con México tuvo una

relación extraordinariamente compleja de amor y odio. Los sentimientos encontrados de

Lawrence germinan de manera nueva y singular en tierra mexicana. El país, igual que

Lawrence, es por sí solo un retrato de ambigüedad, ambivalencia, y contradicción. Basta

leer El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz para saber a lo que me refiero. En Los

Hijos de la Malinche, Paz expone:

La extrañeza que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del

mexicano, ser insondable. Nuestro recelo provoca hiela. Y las inesperadas

violencias que nos desgarran, el esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, el

culto a la muerte, acaban por desconcertar al extranjero ... hay un misterio mexicano,

como hay un misterio amarillo y uno negro ... todos coinciden en hacerse de nosotros

una imagen ambigua, cuando no contradictoria (Paz 72).

La ambivalencia de D.H. Lawrence al proyectarse sobre un sujeto profundamente

ambivalente como es México, crea una resonancia armónica casi abrumadora, difícil de

descifrar.

La contradicción es también paradoja. Serpiente Emplumada fue lo más cerca que

llegó a fundar su colonia de escape, una utopía fallida desde su concepción. Serpiente

Emplumada es un homenaje fúnebre a Rananim, proyecto imposible por muchas

razones. Pero si lo más destacado fue que en el inconsciente D.H. Lawrence realmente

no quería fundar una colonia, no quería ser colonizador, líder, ni profeta, sino siempre fue

un juego imaginativo, entonces florece en Serpiente Emplumada su utopía. Aún así, fue

un profeta renuente. Su renuencia muestra su auto­flagelación y auto­crítica, un odio a sí

mismo. Sabía en el corazón que sería un pobre líder, y que su colonia era solo un

capricho. Los miembros, si hubieran logrado convencer a alguien, lo hubieran hecho

sentirse culpable y responsable de cada problema o desgracia en sus vidas. Y lo último

que quería D.H. Lawrence, con su complejo mesiánico, era cargar con más culpa. Así que

lo único que pudo hacer es fundar la nueva colonia en fábula, en la novela, en su

103

Postlethwaite

imaginación. El resultado fue una utopía llamada México que ni en ficción se sostiene.

D.H. Lawrence se coloca en una encrucijada. Era natural y normal para él que se

sintiera de dos o más maneras. Lo último es evidente en Serpiente Emplumada. Los

diferentes personajes permiten explorar las diferentes opiniones y posturas de Lawrence,

su misma múltiple personalidad. En uno de los capítulos, narra una tertulia entre

intelectuales mexicanos y foráneos, que a la vez sirve para mostrar sus diferentes

opiniones. Finalmente no puede D.H. Lawrence inclinarse completamente por una sola

postura. ¿Deberían los mexicanos seguir a la modernidad impulsada por la burguesía?

¿Será mejor la alternativa de los revolucionarios, de los campesinos urgiendo un cambio?

¿Necesita México a un dictador? ¿Los aztecas eran salvajes y violentos o una sociedad

más iluminada que la nuestra? Son cuestiones que se discuten no solamente en el

capítulo de la tertulia, sino a lo largo de la novela, pero nunca se resuelven. El mejor

ejemplo de la ambigüedad de D.H. Lawrence con respecto a México es evidente en el

final de la novela. En el primer manuscrito de Serpiente Emplumada, Kate Leslie se

regresa a Irlanda, dejando atrás toda la pesadilla surreal que fue México. Lawrence

titubea y oscila entre opiniones hasta el final. Y en la publicación final Kate Leslie se casa

con Don Cipriano en un ritual azteca, con renuencia, en un acto poco comprensible e

incongruente por parte del personaje. Pero se queda en México, porque D.H. Lawrence

se aferra a que en México existe algo más, un misterio por descifrar. Y cuando sea

descifrado será la salvación del espíritu moderno que necesita hacer una regresión.

En sus observaciones del país sobresale el desorden, el caos, lo salvaje, la

corrupción, la ignorancia, y la omnipresente indiferencia. Sobre todo lo último junto con el

azar son elementos imperantes que triunfan sobre el orden y el control. En México el

laissez­faire es peligroso y aterrorizante, un espiral desencadenado. Para un inglés

acostumbrado al orden y a la disciplina, México fue inconcebible, y por lo mismo lo atrajo.

La serpiente se convierte para D.H. Lawrence en el único símbolo capaz de

representar la contradicción de México. A la vez, la serpiente se convierte en símbolo de

D.H. Lawrence. En el escudo nacional vemos a un águila devorando a una serpiente, pero

Lawrence explica que realmente la serpiente es lo que devora todo lo demás. La

serpiente sobrepasa al escudo, al águila, y al país, como símbolo de México, porque la

serpiente pertenece a algo cósmico, ominoso, y trascendente.

104

Postlethwaite

México yacía en su destino casi como una fatalidad. Algo tan pesado,

opresivo, como los pliegues de una serpiente gigante que parecía no poder

ni levantarse ella misma.

Lo anterior describe a Kate Leslie, una foránea en México, pero podría aplicarse a

los mexicanos también. En México siente un peso que tardaría en entender, tanto Kate

como D.H. Lawrence. México es el pueblo elegido de la serpiente­deidad, y tiene toda la

intención de aplastar a los mexicanos, al menos de que los mexicanos despierten en su

conciencia. La serpiente dobla sus pliegues para aplastarnos, pero no lo hace de manera

consciente o voluntaria. La serpiente es ciega; como la del poema Snake. Ciega como

muchos demiurgos de diferentes cosmogonías. Lo último le añade un sentido arbitrario,

desolador, y casi trágico. Como la línea de Shakespeare: “somos para los dioses como

las moscas para los chiquillos.” La serpiente cósmica nos aplasta sin saberlo, sin

intención. Nuestro sol podría ser nada más que un pequeño destello en una de sus

innumerables escamas.

El problema de la serpiente como símbolo es enigmático, y parte del enigma es el

problema de los símbolos per se. Lo más lógico y aceptado en general es considerar a la

serpiente como un símbolo por ser un sinécdoque del ciclo natural. Pero en D.H.

Lawrence se refiere a algo más que un símbolo. Hay una serpiente cósmica real, una

deidad, de la cual no estamos plenamente conscientes. La serpiente que conocemos del

reino animal es solamente un vestigio, un rastro de una serpiente­deidad, como un pájaro

al dinosaurio, o un humano al dios antropomorfo. La serpiente sustituye a Dios. Funciona

como agente supremo de nuestra providencia.

Cuando D.H. Lawrence escribió Serpiente Emplumada, México estaba en una fase

épica y violenta. La revolución fue la guerra civil que definió el curso del país para

siempre. La etapa posrevolucionaria puede leerse para algunos como el rechazo a la

modernidad ofrecida por el porfiriato. Por lo menos en alguna medida fue un grito

alarmante de denuncia a los rezagos, retrocesos, y problemas de la modernización. El

paisaje político prometía un cambio radical, de igualdad y justicia social, con tintes del

socialismo que D.H. Lawrence repudiaba. Entre otras cosas, encontró en la inconformidad

y rebelión de México, un ejemplo del fracaso del capitalismo y la modernidad. Pero no

había otra oferta o propuesta por parte de México, la única alternativa al capitalismo era

105

Postlethwaite

socialismo. En el sentido anterior, los argumentos de Serpiente Emplumada son a favor

de un regreso a las raíces, un poco del movimiento völkisch que invoca Jad Smith,

representado en el restablecimiento de una religión arcaica. En el ensayo America Listen

to Your Own, Lawrence exhorta al continente americano a seguir su propio camino

basándose en las civilizaciones nativas en vez de los valores de sus conquistadores

europeos. En México vio una réplica mal lograda de la modernidad de Estados Unidos e

Inglaterra. Los valores de la modernidad, símbolos como el automóvil y el ferrocarril,

impuestos por la cultura europea, y por lo mismo descuidados y disfuncionales en México.

A su juicio, la tierra mexicana rechazó la semilla de la modernidad. Lo primero que resalta

cuando cruza Lawrence a México es la distinción drástica que encuentra entre México y

Estados Unidos. “México y Estados Unidos no están en el mismo barco ... dudo que giren

en el mismo cosmos” (Lawrence, Viva 28).

Se presenta en México el escenario perfecto para su fábula, como una suerte de

profecía. Todas las piezas se acomodaron. No estaba claro aún si era para la ficción o

algo más, una verdadera revolución espiritual como Rananim. Obviamente nunca llevó a

cabo la revuelta social que soñó. Como menciona Catherine Carswell, una de sus

mejores amigas, en sus memorias: lo que no pudo lograr en vida, lo hizo en su literatura.

En una articulo sobre su primera experiencia en México, D.H. Lawrence escribe “se

trata de un país extraño ... a juzgar por lo que he visto. Un país con colmillos. Esta

democracia del Nuevo Mundo tiene enroscada en el corazón una serpiente de cascabel”

(Lawrence, Viva 22). Realmente no cambiaría de opinión. Witter Bynner especuló sobre

los pensamientos de Lawrence frente al cuadrángulo de Teotihucán, pero Lawrence

después escribiría sus propias impresiones.

Y cerca de San Juan Teotihuacán, donde estan las grandes pirámides de un

pueblo preazteca desaparecido, según nos dicen ­y llamado Templo de

Quetzalcóatl­, allí, mirad, enormes cabezas de dientes rechinantes

sobresalen dentadas en la fachada de la baja pirámide y una enorme

serpiente se extiende a lo largo de la base y uno se aferra de un pez tallado ...

106

Postlethwaite

¡Pero, cuidado...! Las grandes cabezas de piedra nos muestran los dientes desde el

muro, intentando mordernos: y hay un ojo de obsidiana, como una gran

burbuja verde oscura, la cosa más ciegamente malévola que se haya visto; y

luego los colmillos blancos, con diminutas grietas. Esmaltados.... venid aquí y

veréis que los dioses muerden (Lawrence, Viva 23)

Sin lugar a duda la deidad azteca exigió toda su atención, del mismo modo que lo

hizo la serpiente del poema en Sicilia. Solamente que en vez de escribirle un poema, le

dedicó una novela entera. Hay un paralelo entre las dos experiencias. La experiencia

común es una suerte de epifanía, como cuando se refiere a la ceguera de los dioses de la

misma manera que se refirió a la mirada perdida de la serpiente. Vuelve a relucir un

sentimiento, una reacción visceral desde el plexo solar, sabe que hay algo muy profundo,

misterioso, que nunca puede agotar o resolver, pero que aproximándose por lo menos

puede iluminarse.

La travesía de D.H. Lawrence es parecida a la de Kate: al principio no siente más

que odio y detesto por la cultura mexicana, pero al final contrae nupcias en una

ceremonia azteca. En sus relatos Mañanas en México, Lawrence abre más su mente y

demuestra admiración por la cultura mexicana.

Por mi parte, no creo en la evolución; y mucho menos como una cinta atada

a la Primera Causa, que vaya enredándose lentamente en una

ininterrumpida continuidad a través de los siglos. Me satisface más la teoría de

los aztecas acerca de los Soles, es decir, una serie de mundos sucesivamente creados y

destruidos. El sol de repente, entra en convulsiones, y los mundos se apagan del mismo

modo que otras tantas velas cuando alguien tose en medio de ellas

(Lawrence, Viva 39).

Nuestro sol se puede apagar en cualquier momento, al igual si la serpiente le pasa

muy de cerca lo puede apagar. El motivo y la razón del universo es arbitrario. Como

moscas para chiquillos, alguna fuerza nos extingue y nos aniquila, sin una causa, sin una

razón, simplemente por ceguera. Es una fuerza mayor que nunca vamos a lograr

entender. Y al final, D.H. Lawrence cree que la única fuerza mayor en la que nos

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Postlethwaite

podemos basar es la muerte como causa principal de todo. Al igual que la serpiente, Dios

nos ignora, nos desconoce, simplemente no nos ve, ni se percata de nuestra existencia.

De leer lo anterior pareciera que Lawrence es nihilista, pero en realidad es todo lo

contrario, porque sí cree en un Dios o en varios dioses, dependiendo de su etapa y de su

humor, pero siempre tiene una fe fundamental.

D.H. Lawrence visitó México en tres ocasiones. Algo en el país lo atrajo e intrigó.

Tenía que terminar de escribir la novela en México. No pudo escribir ni dedicarle tiempo

en otra parte, ni en Nuevo México. En su primera visita junto a Frieda y Witter Bynner,

escribió el primer manuscrito, y lo dejó reposar. Pero México se volvió en una obsesión.

Hasta que por fin descubrió que era la muerte en el corazón del país la respuesta más

cercana que encontraría al gran acertijo. En sus cartas a John Middleton Murry, sabemos

que Lawrence veía a México con un potencial increíble, pero había un sentimiento

complejo, casi perverso a la vez en su razonamiento.

Aunque Inglaterra puede que sea líder mundial otra vez, como tu dices, ella

tiene que encontrar su camino primero. Tiene que recoger el camino perdido.

Y el final del camino perdido esta aquí en México. Aquí está. Yo lo digo.

Para entender por qué y cómo México podría retomar el camino perdido de

Inglaterra y de Europa, tenemos que analizar un poco más el interés de D.H. Lawrence

por el país. Una bipolaridad mantiene a Lawrence interesado en México. Pareciera

también que lo que intentaba era combatir su miedo, entender mejor su sentimiento

visceral de repugnancia hacia el país. Es una frontera entre el amor y el odio lo que

representa México. Middleton Murry describe la confusa relación que tuvo Lawrence en

México. “En el fondo, Lawrence estaba inquieto en México. La combinación de salvajismo

y socialismo entre los indígenas zapotecos le parecía una locura.”

La locura pudo haber intrigado a D.H. Lawrence, y motivarlo a intentar entender el

mecanismo interno de los mexicanos. La falta de una resolución, la ambigüedad, fue el

imán que lo mantuvo interesado y seducido. Middleton Murry explica que D.H. Lawrence

“no entendía que la aversión que sentía por la malevolencia y crueldad de México también

era la fascinación que lo mantenía ahí.” Es cierto que Lawrence veía malevolencia y

108

Postlethwaite

crueldad en Mexico, es notable en diversas citas. Le escribe en otra carta a Middleton

Murry que en México tiene miedo de ser disparado o atacado en cada esquina, sin

embargo tenemos que conciliar comentarios anteriores con lo que escribió D.H. Lawrence

en otros ensayos, como en el siguiente pasaje:

Lo que aborrecieron los primeros peregrinos y los españoles, lo que

llamaron el Diablo, el demonio negro de América salvaje, este gran espíritu

aborigen los americanos deben de reconocer otra vez, reconocer y aceptar

... Los americanos deben de retomar la vida donde el indio piel roja, el

azteca, el maya, los incas la dejaron ... Tienen que tomar el pulso de la vida

que Cortés y Colón mataron

Lo que los colonizadores llamaron el diablo, D.H. Lawrence llama salvación. John

Middleton Murry, uno de los amigos que mejor conoció a Lawrence, batalló para

entenderlo. Describe a Lawrence como inestable, difícil de comprender, y casi loco en

veces. De la misma manera que Aldous Huxley relata el episodio donde Lawrence desafía

toda razón con diatribas y sermones elaborados. Nos revelan las memorias de Bynner y

Murry, un Lawrence frustrado, decepcionado, y atormentado. Lo que concluye Middleton

Murry es que D.H. Lawrence quería trascender sus limitantes, quería romper con los

esquemas. “Puedo decir que en Lawrence la vida misma estaba haciendo un experimento

hacia una nueva clase de hombre.” En su experimento por llegar al nuevo altiplano

espiritual, D.H. Lawrence se decide por México como el sitio idóneo. Mexico le llamó la

atención por varias razones, pero la razón más contundente se resume en la concepción

de la muerte. México y la celebración ancestral de la muerte tiene ramificaciones

interminables, lo cual tuvo un impacto indeleble en Lawrence.

Me hablaba mucho de la Muerte, de una manera que yo no entendía, en

particular intentaba convencerme de que la Vida era una forma y

manifestación de la Muerte, y no la Muerte de la Vida, como creía y sigo

creyendo. Lo que teníamos que hacer, me dijo, era cambiar de la modalidad

Vida a la modalidad Muerte, y para hacerlo México era necesario.

México fue una cicatriz profunda en el imaginario de D.H. Lawrence. Fue en

México donde se enfermó de tuberculosis, y nunca se recuperó. A lo mejor por lo mismo

ya tenía a la muerte en mente. México representó el cambio paridgmático en su

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Postlethwaite

cosmovisión, y pretendía que fuera igual para toda el occidente. En el país encontró una

propuesta radicalmente opuesta a las ideas preconcebidas del cristianismo. La

concepción tan distinta de la muerte fue el cambio copernicano que estaba esperando

para su nuevo régimen.

En México, el “peregrinaje salvaje” llegó a un final inesperado. La novela Serpiente

Emplumada es el homenaje, la coda de una larga composición donde D.H. Lawrence

exploró, teorizó, ponderó, no solo sobre lo “salvaje”, sino sobre el espíritu humano. Sobre

todo intentó comprender al ser humano desde otra perspectiva, desde las vísceras.

Quería eliminar todas las capas de falsedad y de pretensión. D.H. Lawrence rechaza la

tradición heredada, toda noción preconcebida, desde lo religioso, académico, y científico.

Cuestionó absolutamente todo, en un escepticismo cartesiano, para empezar de nuevo,

hasta arriesgándose a tirar al bebé con el agua del baño. Rechaza el mito del un ser

humano moderno progresando gracias a la ciencia. Se deshace de los vestigios de la

represión sexual victoriana sin dejar de ser puritano. Trata de conciliar su ruptura con el

cristianismo, al seguir considerándose una persona religiosa. Al deshacerse de toda la

consciencia mental y el imperio de la razón, quería llegar al meollo, al corazón del

verdadero deseo, lo que motiva realmente al ser humano. Siempre buscando los límites

entre opuestos, ya sean puntos de vista, acciones, pensamientos ­cualquier elemento de

una dualidad.Y en México pensó encontrar una gran frontera universal, por la relación que

tiene el pueblo mexicano con el suceso más trascendente y que no terminamos nunca de

asimilar: la muerte, una coincidencia fortuita pero vital.

110

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