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Postlethwaite
Look, I have succeeded, I have trascended, singlehanded, my lifedeath into life.
Malcolm Lowry
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Postlethwaite
Introducción
La importancia y función del mito en la obra de D.H. Lawrence
El topos del peregrinaje
Rananim
La teosofía y el primitivismo de Lawrence
La conciencia de la sangre
Sueño con serpientes
Los animales de Lawrence
Una novela “incomprensible”
Ver a Mexico después
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Postlethwaite
Introducción
Aunque no es comúnmente definido como tal, D. H. Lawrence fue fronterizo. No
porque haya vivido cerca de una aduana entre países, sino porque identificó, cuestionó,
elucidó líneas divisorias, únicamente para obliterarlas al final. Todo esquema tradicional o
convención, dicotomía era sujeta a un escrutinio penetrante, especialemente las fronteras
en el territorio de la ciencia y religión.
Por un minuto la religión azteca ofreció algunas respuestas a su búsqueda
incesante porque en su mente, por lo menos, confirmaba y comprobaba algunas de sus
hipótesis.
Si leemos lo que escribió Lawrence de las fronteras podemos atestiguar cómo la
frontera es un espacio perfectamente ambiguo, ambivalente por antonomasia. D.H.
Lawrence intentó reconciliar opuestos de ciencia y religion. Siempre encontrando en las
fronteras unión en vez de separación.
Para elucidar esta idea, mi estudio se centra primordialmente en la novela
mexicana de D.H. Lawrence: Serpiente Emplumada (también se intersectan otros escritos
como el poema Serpiente que de alguna manera fue el germen del imaginario que
pretendo desarrollar). La “novela mexicana” de D.H. Lawrence a su vez deriva de una rica
tradición literaria, y cobra importancia dentro de estudios poscoloniales. Y es mi intención
demostrar que también se asocia con los estudios fronterizos por su visión antiortodoxa
al analizar la ciencia y religión.
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Postlethwaite
Vivir en la frontera significa pertenecer a dos mundos. Carlos Fuentes llamó a la
frontera una cicatriz. Gloria Anzaldúa, autora mexicoamericana retoma la idea de Carlos
Fuentes y le añade una descripción todavía más gráfica y cruda, como solamente alguien
que creció en la frontera lo podría hacer. La define como:
Una herida abierta donde el tercer mundo se ralla contra el primero y sangra.
Y antes de que se pueda formar una costra, regresa la hemorragia, la
sangre vital de dos mundos fusionándose para formar un tercer país una
cultura fronteriza.
El tercer país de Lawrence no es físico, sino espiritual, un engendro mitad espíritu
mitad científico que logra una apoteosis por lo menos en su ficción. ¿Qué representa en
realidad la frontera como metáfora? En un prólogo a Historia Verdadera de la Conquista
de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, se menciona que la frontera es el “limite
móvil de lo conocido”. Desde la conquista queda sembrada la idea de una frontera.
La frontera es una costura a punto de reventar. Puede ser que en la frontera
siempre haya un elemento más fuerte que otro. Por lo menos es la opinión de D.H.
Lawrence, que siempre fue controvertido en el tema del poder. D.H. Lawrence representa
en sus escritos una exploración sobre la frontera en varios textos de lo que escribió.
Cruzó los umbrales que nadie se atrevía a cruzar, abrió cajones que nadie se atrevía a
abrir, y tocó los temas tabú. D.H. Lawrence se esforzó siempre por mover los “límites
móviles de lo conocido” y como lo señala Virginia Crosswhite Hyde, “cumpliendo siempre
con el criterio de un nómada foráneo, era definitivamente un fronterizo.” En México, se
convirtió en un forastero.
Inevitablemente en el tema de la frontera se incrusta el concepto del otro. El tema
del otro es particularmente importante considerando los viajes del autor por sudámerica y
su enfrentamiento con otras culturas. Su libro de no ficción Mañanas en México, es un
testimonio sólido y claro de D.H. Lawrence y su paso por México. D.H. Lawrence viajó a
México, penetró el caos, la incertidumbre, la inestabilidad, incongruencias, y misterio
mexicano. Estaba siempre en oposición y conflicto. Como lo menciona Edina Pereira
Crunfli, “estaba dolorosamente atrapado en el horizonte del sistema binario producido por
la perspectiva eurocéntrica que tanto intentó superar.” La oposición nos conlleva
naturalmente al tema de la dualidad, y en la obra de D.H. Lawrence es un eje principal de
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Postlethwaite
su seudofilosofía. Quizá llamarlo filósofo es exagerar, pero muchos de sus escritos tienen
un carácter filosófico, especialmente sus ensayos. La dualidad comprende y contiene una
oposición. La oposición y dualidad son conceptos cruciales para entender a Lawrence.
Aunque lo mejor es no tratar de entenderlo, porque no podemos descifrarlo en los
términos de lo racional. Es mejor seguir su sombra, ingresar a la densa selva de su
imaginación, seguir su “peregrinación salvaje” que tanto lo ha caracterizado, y que en
México no fue en un sentido de turista o voyeurista, sino como lo señala Wayne Gunn,
“los viajes meramente físicos pasaron a ser peregrinaciones espirituales o mentales” (9).
Nota sobre la traducción
La mayoría de las traducciones del inglés al español son propias. Así que pido
disculpas si no son muy precisas. Fue difícil encontrar las obras completas de D.H.
Lawrence en castellano, pero cuando pude utilicé la versión traducida. Al pie de página
incluí todas las citas en inglés para los que puedan y quieran leer los textos en su versión
original.
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Postlethwaite
La importancia y función del mito en la obra de Lawrence
Fue una intensa y duradera impresión la que tuvo D.H. Lawrence en Teotihuacán,
cuando viajó a México por primera vez en 1923. En un lugar considerado sagrado y
mágico, literalmente llamada “la ciudad de los dioses”, D.H. Lawrence tuvo una epifanía.
Después de viajar por Europa, probar su suerte en Australia, Italia, y Asia, llegó a México
para finalmente encontrar aquí lo que había buscado. Se quedó genuinamente pasmado
ante las pirámides del Sol y de la Luna. Se detuvo a observar imágenes de Quetzalcóatl,
tratando de descifrar los glifos y esculturas, queriendo desencadenar la magia que
encerraban. Había desarrollado para entonces sus propias teorías erráticas y poco
comprendidas sobre el espíritu humano. Creía fervientemente en lo sobrenatural. Los
temas relacionados con la cosmología, el mito, y la religión eran predilectos. Sus teorías
eran místicas. Aseguraba D.H. Lawrence que las civilizaciones antiguas poseían un
profundo conocimiento del espíritu humano, que aguardaban el secreto de la creación, y
que en la era moderna se había perdido casi del todo. Para el autor británico, la única
manera de acceder al conocimiento antiguo y espiritual era a través de símbolos como
Quetzalcóatl. Sus teorías se materializaron en Teotihuacán. Las serpientes emplumadas
que decoran los templos y pirámides lo persiguieron por el resto de su vida. Se convirtió
Quetzalcóatl en un símbolo imprescindible para sus teorías, en símbolo de su propia
identidad.
Según el poeta Witter Bynner, amigo de D.H. Lawrence quien lo acompañó en sus
viajes por México, D.H. Lawrence vio en Quetzalcóatl un reflejo, alguien que estaba a su
misma altura. Documentó Bynner en Journey with Genius:
En el gran cuadrángulo de Quetzalcóatl, vimos a Lawrence de pie,
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observando y meditando. Las cabezas de piedra de las serpientes
emplumadas en uno de los templos fueron su partido. Las serpientes y
tecolotes de piedra tenían algo que él obviamente temía.
El impacto que tuvo fue una mezcla de atracción y aversión, un sentimiento
perverso que albergaba algo más. Fue como encontrar a la nodriza, a la fuente de todas
sus divagaciones y especulaciones. Había teorizado y escrito sobre el mito y los
símbolos, sobre la espiritualidad, las religiones arcaicas, y el tremendo poder latente que
pueden tener en nuestra conciencia, pero no había visto sus teorías encapsuladas y
encarnadas en un símbolo de manera tan sucinta y perfecta como en Quetzalcóatl. D.H.
Lawrence fue hombre de constantes contradicciones, estaba plenamente consciente de la
contradicción intrínseca de los seres humanos. En Quetzalcóatl encontró la gloriosa
contradicción, abrumadora, poderosa, irresoluta, pero a la vez celebrada: ¿cómo podía
alguien ser dos cosas o más al mismo tiempo? ¿Una serpiente ser un quetzal? ¿Y qué
podemos deducir sobre los seres humanos creados por deidades complejas? El desafío a
la razón tocó la fibra más sensible. Los acertijos y paradojas eran sus favoritos ejercicios
mentales. Gozaba sumergirse en paradojas del predicamento humano que según él
podían brindar la llave a una conciencia elevada. Buscó siempre elevar su conciencia
como los conquistadores europeos antes que él buscaban la ciudad de El Dorado. Ya
había experimentado el problema en variaciones de las mismas incógnitas, acertijos
similares, particularmente en sus interpretaciones de la mitología griega. Las
contradicciones en su visión lo llevarían naturalmente a tener sentimientos encontrados
que manifestó en sus escritos sobre México. Su ambivalencia es consecuencia de su
arraigada dualidad, una influencia ecléctica que formó durante su vida con elementos del
cristianismo, maniqueísmo, budismo, y Platón. La dualidad indudablemente para D.H.
Lawrence era una fuerza primordial, el eje principal que gobierna el universo.
Las teorías de Carl Jung son sorprendentemente útiles para elucidar las obras de
D.H. Lawrence. En Psychology of the Unconscious (un título con una similitud extraña a
Psychoanalysis and the Unconcious de D.H. Lawrence) delibera sobre la causa raíz de la
ambivalencia en nuestra conciencia que aplica perfectamente a D.H. Lawrence.
Una parte del alma desea el objeto externo; otra parte, sin embargo, se
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remonta al mundo subjetivo señalado por los palacios esotéricos y frágiles
de la fantasía. Uno puede suponer la dualidad de la voluntad humana, para
la cual Bleuler, desde el punto de vista psiquiátrico, acuñó la palabra
“ambitendencia” como algo siempre presente, tomando en cuenta que hasta
el más primitivo impulso mecánico tiene una oposición.
SI alguien sufre de “ambitendencia” es D.H. Lawrence, y el pasaje anterior parece
referirse específicamente a él. Lawrence leyó con afición a Carl Jung. Psychoanalysis
and the Unconscious es la propia respuesta de Lawrence a la conversación iniciada por
Carl Jung y Sigmund Freud. La diferencia principal, la objeción de D.H. Lawrence, es en
relación al campo espiritual y religioso. No está de acuerdo Lawrence en la tendencia
científica de los psicólogos y psicoanalistas cuando atienden temas del espíritu. Se inclina
más hacia el mundo subjetivo, al de la fantasía y la magia mencionado por Jung. El
discurso recurrente de Lawrence es negar la ciencia, aceptar lo místico y desconocido del
universo, sin embargo lo convierte en su retórica, se encierra siempre en la misma lógica,
argumentos, y racionalismo que tanto crítica y son las bases de la ciencia. Ahí yace otra
de sus contradicciones irresolutas. Las imágenes y símbolos arcaicos, como los de
Teotihuacán, lo remiten al mundo primitivo que él consideraba espiritualmente elevado.
Predica sobre la evolución espiritual que implica cierta regresión, pero en el corazón
nunca deja de ser un inglés moderno. Sus contradicciones son constantes y conscientes.
Según Lawrence, la ciencia, incluyendo la de los psicoanalistas, nunca podrá capturar o
entender la complejidad del ser humano. Ni cumplir la psicología con su promesa de
descifrar el psique humano porque solamente una experiencia subjetiva y espiritual puede
acercarse a la iluminación. En el fondo Lawrence no quiere entender o comprender por
medio de la mente o por lo menos eso dice. Lo que intenta es más cercano a sentir:
“sentirnos parte de un cosmos vivo”. D.H. Lawrence quiere prolongar y avanzar el
misterio. El misterio nos llena de un conocimiento profundo y arcano que no solamente
nos obliga a seguir cuestionando, seguir pensando, sino que nos mantiene envueltos en
una atmósfera pura y etérea, nos mantiene con la capacidad de asombro. D.H. Lawrence
tuvo en su vida muchos críticos y detractores que lo ridiculizaron de místico. Hay mofas
expresas de él y de su fe en lo esotérico como algo absurdo, descalificado como
charlatanería su creencia empedernida de que había un lado intangible que rige el
universo, pero las burlas y las críticas nunca lo detuvieron, al contrario lo encendían.
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Según Jung todo está regido por una dualidad, hasta nuestra biología y
constitución. Lo cual tiene una gran resonancia en D.H. Lawrence Lawrence se guía
completamente por la intuición, lo visceral, lo espiritual, en oposición a lo mental. Por lo
menos es su intención.
El miedo opuesto a admiración no explica la complejidad de los sentimientos que
tuvo D.H. Lawrence frente a Quetzalcóatl, pero es un comienzo. En su admiración hay
miedo, y en su miedo admiración. La mezcla produce una ambivalencia o “ambitendencia”
para utilizar la referencia de Jung, que algunos pueden considerar insostenible o
contradictoria. Jung considera que la “ambitendencia” es algo normal y común en todos
los seres humanos. Entender la ambitendencia de Lawrence nos conduce a problemas
inherentes al tratar de definirlo, porque él elude cualquier estereotipo. La ambitendencia
de Lawrence es patente, sobre todo el lado que la mayoría intentan reprimir u ocultar. Lo
acusan de ser misógino y fascista entre otras cosas. Lo acusan de fomentar la violencia al
insinuar que la creatividad brota del conflicto. El hecho es que D.H. Lawrence confesaba
no ser un pacifista. Describe que la naturaleza humana tiene una necesidad de conflicto y
violencia. Geoff Dyer, en su libro Out of Sheer Rage, hace una alusión al carácter bélico
de D.H. Lawrence, como lo demuestra en una de sus cartas. “En esencia soy luchador
desearme paz es mala suerte excepto la paz de luchador”. Y de ahí se han nutrido toda
clase de acusaciones. Lo han llamado hasta un protofascista. Sin embargo el conflicto
que buscaba realmente no era físico, sino interno. Le gustaba conflictuarse, darse de
golpes contra la hegemonía del pensamiento tradicional.
No fueron solamente las esculturas en sí las que conmovieron a D.H. Lawrence,
sino lo que representan. Las imágenes de Quetzalcóatl eran un enigma esperando ser
descifrado, un acertijo como el de la esfinge de Tebas. D.H. Lawrence en las pirámides
encontró los símbolos que aguardan conocimientos ocultos, que hicieron trabajar su
imaginación, y en el proceso le permitieron acceder a una verdad perenne y absoluta.
D.H. Lawrence, tal como lo propone Jung, añora la fantasía subjetiva. En cada
movimiento o pensamiento, encontramos el conflicto simbiótico entre lo objetivo y
subjetivo. Pero D.H. Lawrence no quiere resolver el acertijo con la mente. Horror y
entusiasmo son un solo movimiento en oposición y en armonía. El miedo es una reacción
normal y objetiva a los colmillos de las serpientes, pero está la contraparte que añora la
fantasía. D.H. Lawrence descubre que la civilización antigua de Teotihuacán iba más allá
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del primer impulso o reacción, que era una civilización gobernada por el mito. La
brutalidad y la violencia de los primeros mexicanos para D.H. Lawrence eran naturales.
Apreciaba nuestro instinto animal, y en los ritos de las culturas mesoamericanas los
instintos son asimilados e incorporados dentro del mito. Cualquier impulso o reacción
tiene un componente que va hacia la fuente, que se remonta a las incógnitas universales,
quizá a lo más místico de nuestra conciencia, lo que para D.H. Lawrence era lo más
significativo. Jung le llama una experiencia subjetiva, pero es una experiencia colectiva
también por presentarse en todos los seres humanos. La experiencia subjetiva y objetiva
trabajan simultáneamente, en sincronía. La tensión armónica se puede romper
únicamente cuando un tercer elemento inclina la balanza hacia un lado u otro, y este
tercer elemento es el poder de la voluntad. D.H. Lawrence opina que en la era moderna,
la balanza se había inclinado demasiado hacia el lado objetivo de la ciencia y la
racionalidad. De alguna manera la única manera de restaurarla es colocarse en el otro
extremo. Su misión fue empujar hacia el otro lado, el de la subjetividad. Los símbolos
apelan con predisposición inherente hacia lo subjetivo y la fantasía.
La paradoja de la dualidad, y cómo descifrar los símbolos que la encierran, es lo
que D.H. Lawrence desarrolla en su obra. No hay una simple respuesta al acertijo de
Quetzalcóatl. El cuestionamiento de cómo interpretar el símbolo: como icono, escultura,
dios, literal o metafóricamente, son diferentes maneras de analizar el mismo símbolo con
la esperanza de entender un poco mejor su relación con el predicamento humano. D.H.
Lawrence no descarta ninguna opción. Para comenzar no quiere entender el símbolo con
la mente. La imagen de Quetzalcóatl no es solamente un accesorio en sus teorías
cosmológicas que tenía años desarrollando, sino en una pieza fundamental de su
identidad, además de un tema de estudio. Inicia el viaje de la imaginación para después
convertirlo en ficción, y termina con una novela que predica un cambio copernicano. Lo
menciona Edina Pereira Crunfli:
En Serpiente Emplumada, esta fábula de panfleto enigmático parece anunciar
el “regreso” del antiguo panteón mexicano, pero en realidad introduce el tema del grado al
que una pieza de ficción puede reflejar el pasado profundo y sagrado de un pueblo que
está fuera de la experiencia del autor.
Quería regresar a un tiempo donde la magia substituía a la ciencia, el sentir al
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pensar, y el creer al saber. El camino a ser un mindless vitalist, un vitalista sin mente,
como llama William York Tindall, lo llevara por un sendero que incluye revolucionar las
relaciones humanas por completo. D.H. Lawrence no buscaba en México solo material
para su próxima novela, sino la llave para trascender el espíritu humano y revolucionar el
status quo. Era tanta su ambición.
Quetzalcóatl fue el símbolo que detonó en D.H. Lawrence un cataclismo de
sentimientos, en parte porque la serpiente ya era un símbolo importante para D.H.
Lawrence. Antes de visitar México, el fénix había sido siempre asociado a él, como lo
menciona John Middleton Murry: “el símbolo del fénix realzándose de las llamas, un
símbolo siempre presente y constante de su afección”. Incluso muchas de las primeras
ediciones de sus libros estan estampados con el símbolo del fénix. D.H. Lawrence se
identifica con la idea de renacer, con la apertura de un capítulo nuevo en la historia de la
humanidad. El fénix representa el renacer de D.H. Lawrence, empezar de nuevo, hasta
que Quetzalcóatl irrumpió en su imaginación con una gran fuerza y se convirtió en un
símbolo preponderante y complejo de su identidad. Quetzalcóatl le exigió una atención y
un respeto muy profundo, por ser un símbolo sumergido en el misterio, con un toque de
muerte y de violencia.
Sospecha Witter Bynner que en las pirámides del Sol y de la Luna se germinó la
semilla de Serpiente Emplumada, la extraña y alucinante novela, que escribiría D.H.
Lawrence en los meses posteriores.
Tal vez el germen del tema de la novela se le ocurrió ahí, su impulso medio
fascinado, medio asustado por desterrar de México a los dioses en imagen
humana y reemplazarlos con un animal, con su “serpiente de serpientes”.
Serpiente Emplumada fue el producto más contundente de su estancia en México.
En la novela expuso de manera intrincada sus ideas sociopolíticas y religiosas, pero
sobre todo espirituales. Expresa también la complejidad de México y de sí mismo. Sugiere
la novela la fundación de un nuevo estado y una nueva religión. Decidirse por México
como sede no fue una decisión arbitraria. D.H. Lawrence se preparó e investigó
rigurosamente. Leyó todo lo que pudo sobre la cultura mexicana. Y necesariamente tuvo
que leer por lo menos fragmentos del libro más importante de la cosmogonía maya: el
Popol Vuh que narra “en el silencio de las tinieblas vivían los dioses que se dicen: Tepeu,
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Postlethwaite
Gucumatz, y Hurakán, cuyos nombres guardan los secretos de la creación, de la
existencia y de la muerte, de la tierra y de los seres que habitan” (Abreu Gómez 20). La
capacidad que tiene un nombre o palabra para almacenar una cosmogonía entera tiene
una resonancia particular e importante. Podría ser que Lawrence reflexionaba sobre el
enigma del nombre cuando se detuvo frente a las pirámides. Para un poeta, los nombres
y las palabras en general guardan un misterio, como átomos capaces de detonar
universos enteros, pero en la palabra Quetzalcóatl cobraría una importancia trascendente.
En quiché, guc significa ave, y kumatz significa serpiente. D.H. Lawrence se familiarizó
más con la versión azteca: Quetzalcóatl. El significado de Quetzalcóatl es muy similar:
quetzal viene del nahuátl y se utiliza todavía en castellano para describir un ave de
plumas brillantes. Cóatl en nahuátl significa serpiente. Pero lo más importante no es el
significado literal de las palabras sino investigar el significado secreto que alberga el
nombre, tal como lo menciona el Popol Vuh. Al igual que Kate Leslie, la heroína de
Serpiente Emplumada, el interés de D.H. Lawrence pudo haber comenzado con la
sencilla magia de la palabra.
“Amo la palabra Quetzalcóatl”.
“¡La palabra!”, repitió.
Sus ojos se reían de ella todo el tiempo.
“Tú qué piensas, Sra. Leslie ... No crees que sería maravilloso si los dioses
volvieran a México?”
“¡No! ¡Los horrores aztecas!”, ella dijo.
“¡Los horrores aztecas! ¡Los horrores aztecas! Pues, tal vez no eran tan horribles después
de todo. Pero si lo fueron, fue porque los aztecas estaban atados. Estaban en un cul de
sac, y no veían nada más que muerte ... Nadie sabe. Pero si te gusta la palabra
Quetzalcóatl, ¿no crees que sería maravilloso si volvieran? ¡Ah, los nombres de los
dioses! ¿No crees que los nombres son como semillas, tan llenas de magia, magia sin
explorar?
En la novela, Kate es una irlandesa expatriada en México, quien primero muestra
interés y atracción por la simple palabra, una semilla llena de magia inexplorada. Don
Ramón, el líder del culto y quien reencarnará a Quetzalcóatl, se burla un poco de la
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ingenuidad de Kate, pero comparte la misma fascinación por las palabras y el poder
oculto que albergan. En ese breve dialógo ya se muestra la ambivalencia de Lawrence, y
como está dividido entre ser Don Ramón o ser como Kate, ser escéptico o dejarse llevar
por la magia. En preparación de la insurgencia, Don Ramón le expone a un obispo
católico la necesidad de tener un cambio paradigmático en términos similares al diálogo
que tuvo con Kate. En el meollo del asunto está la magia que encierra la palabra.
“Debemos hablarles a los mexicanos en su mismo lenguaje, y darles la palabraclave a
sus almas. Voy a decir Quetzalcóatl.” D.H. Lawrence repite la idea del Popol Vuh sobre
las palabras como códigos que no solamente albergan un significado literal o denotan
cierto objeto, sino que guardan algo más profundo, una magia espiritual. D.H. Lawrence al
igual que Kate, es ingenuo y escéptico al mismo tiempo, al ponderar la magia de un
nombre contrastado con las imágenes de horror y misterio en la ciudad de los dioses.
El Popol Vuh se refiere al halo de misterio que engloba la palabra “Gucumatz” que
aplica de la misma forma a “Quetzalcóatl”. D.H. Lawrence empezó con la semilla de la
palabra pero después trató de hacerla brotar. Y para hacerlo ocupó agua. El elemento de
agua es crucial, oculto inherentemente, aunque no literalmente, en el nombre de
“Gucumatz”. Además no podemos olvidar el papel tan significante del agua en la
cosmogonía maya.
Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban
en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y
azules, por eso se les llama Gucumatz (Recinos 23).
El elemento de agua es ímplicito y subyace el misterio del nombre. Aunque no es
literalmente parte de las palabras “Quetzalcóatl” o “Gucumatz”, hay una asociación
directa. Las notas al Popol Vuh lo esclarece: “estaban en el agua porque los quichés
asociaban el nombre de Gucumatz con el líquido elemento. El Obispo Núñez de la Vega
dice que Gucumatz es culebra de plumas que anda en el agua” (Recinos 166). No es
casualidad entonces que el lago de Chapala, que D.H. Lawrence disfraza como Sayula en
Serpiente Emplumada, sea un personaje imprescindible y no solamente parte de la
escenografía de la novela.
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Enrique Florescano, autor de El Mito de Quetzalcóatl, también se refiere al agua en
su extensa investigación sobre la deidad azteca,y hace una evocación sobre el posible
origen de la imagen.
La Serpiente Emplumada, una imagen que aludía al momento en que la
tierra se revestía de las plumas verdes del maíz en la primavera ... aparece
vinculada a un medio acuático y rodeado de lirios, conchas marinas,
chalchihuites y semillas, símbolos de la fertilidad” (Florescano 19).
El significado misterioso del nombre Quetzalcóatl, su relación con el agua, así
como otras complejidades de la cosmogonía azteca no le pasaron por desapercibidas a
D.H. Lawrence. Pero el tema que más le preocupó y obsesionó desde antes de visitar
México fue el estado de la mitología en la actualidad. ¿Cómo hacer que la mitología
antigua recobre importancia, y por qué es relevante todavía en la vida cotidiana? D.H.
Lawrence se detuvo frente a las pirámides del Sol y de la Luna tratando de descifrar un
acertijo milenario. Las palabras de Ralph Waldo Emerson, una influencia innegable sobre
D.H. Lawrence, ayudan a esclarecer el dilema:
Esta relación entre mente y materia ... es el problema permanente que ha ejercido
el asombro y el estudio de cada buen genio desde que el mundo empezó; desde la era
de los egipcios y los brahmanes ... ahi está sentada la esfinge al lado del camino, y de
edad a edad, como cada profeta se acerca, hace su intento de descifrar el acertijo.
Aunque Emerson utiliza la palabra mente se refiere a la vez a todo lo intangible e
inmaterial, más adelante en el mismo ensayo Nature escribe: “parece haber en el espíritu
una necesidad de manifestarse en formas materiales.” Frases como la anterior le han
ganado el título a Emerson de ser trascendentalista. Y D.H. Lawrence fue como Emerson
un tipo de trascendentalista al situar siempre y en todas las circunstancias al espíritu por
encima de lo material. Pero para Lawrence no va ser tan sencillo como hablar de espíritu
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y cuerpo. En Lawrence el espíritu tiene que ser enterrado para después resucitar como un
fénix. El espíritu es un tema espinoso, el cual Lawrence intenta reinventar. Probó su
suerte de profeta frente a las pirámides de Teotihuacán. Se encontró con el mismo
acertijo de todos los tiempos: cómo resolver el problema entre materia y espíritu, y cómo
un símbolo puede ayudar a resolverlo. La deidad y el símbolo de Quetzalcóatl es
mencionada directamente como parte de la creación y en particular en el nacimiento de la
raza humana. Como lo relata Florescano:
Los relatos que se refieren a la última creación declaran que a partir de la primera
aparición del sol las relaciones entre el orden cósmico y la humanidad se
verifican a través de emisarios especiales: Hun Nal Ye, Ehécatl, y
Quetzalcóatl (Florescano 173).
D.H. Lawrence se interesó por las civilizaciones antiguas, y en sus lecturas y
estudios contempló siempre la importancia de los símbolos y mitología antepasada. Tanta
fue su devoción hacia los símbolos que creó su propia definición y le dedicó ensayos,
novelas, y poemas al tema. Define a los símbolos como vehículos con una capacidad
singular de transmitir conocimientos, de índole compleja, mística y espiritual. Los
símbolos son la antítesis de lo que D.H. Lawrence llamó thoughtforms , o formas de
pensamiento, unidades del racionalismo y del discurso occidental que dominan nuestra
conciencia. D.H. Lawrence sostiene que toda nuestra “modernidad” está invadida por
thoughtforms que han secuestrado nuestro espíritu, imaginación y alma. Donde mejor
expuso sus teorías de manera concreta fue en el preámbulo a The Dragon of the
Alchemists, un libro sobre la historia de la astrología escrito por Frederick Carter.
Los símbolos son unidades orgánicas de conciencia con vida propia, y nunca
los puedes explicar completamente, porque su valor es dinámico, emocional,
pertenecientes a la conciencia sensorial del cuerpo y alma, y no simplemente mental ...
Un complejo de experiencias emocionales son un símbolo ... Y el poder del símbolo es
despertar al profundo ser emocional, y al ser dinámico, más allá de la comprensión.
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Fue tanto el entusiasmo de D.H. Lawrence por el tema que después extendió su
preámbulo a un libro entero, el último que escribió, titulado Apocalipsis, una
reinterpretación del Libro de las Revelaciones. Los símbolos arcaicos, de la antiguedad
maya por ejemplo, se podrían considerar como reliquias físicas y mentales, unidades que
han trascendido siglos, sobrevivido generaciones, y que guardan conocimientos elevados
y espirituales. Son unidades de la conciencia, aunque tengan un aspecto material que no
se puede ignorar. El aspecto material está presente, representa algo que necesita ser
descifrado. Pero nunca será descifrado realmente en términos convencionales. Traducir
las experiencias a thoughtforms los hacen perder su magia, ahí yace la paradoja.
Solamente los aproximamos sin descifrarlos. Los símbolos para D.H. Lawrence
representan un misterio “más allá de nuestra comprensión”, almacenan un conocimiento
secreto y profundo que únicamente podemos sentirlo en una experiencia inefable. Más
allá de captar, entender, o asimilarlo en un discurso racional y lógico, nos arrebatan con
asombro y veneración mística. Los símbolos, como los arcaicos que vio en Teotihuacán,
son vestigios que según D.H. Lawrence guardan la remembranza de una edad de oro
espiritual, un mundo antepasado donde los seres humanos veneraban a la naturaleza y
comprendían al mundo de manera diferente e instintiva.
Quetzalcóatl en muchos respectos fue el símbolo perfecto para el autor de
Serpiente Emplumada. Representa la apoteosis, renacimiento, las fuerzas ocultas de la
naturaleza, y podría incluso abrir un capítulo nuevo en la conciencia colectiva. El regreso
de Quetzalcóatl es uno de los temas principales de Serpiente Emplumada. D.H. Lawrence
propone regenerar la olvidada y degenerada espiritualidad humana. Despertó la imagen
de la deidad azteca un espíritu introspectivo y místico. Al contemplarla y deliberar, sufrió
un impacto que lo inspiró a escribir la rapsodia de un renacimiento mexicano. Quetzalcóatl
retó a D.H. Lawrence. A diferencia de lo que había contemplado en el fénix, en México el
ave tiene colmillos. Los colmillos representan el horror que sintió y percibió en México.
Quetzalcóatl resume la ambivalencia y dualidad universal, no solamente mexicana sino
universal. La diferencia entre dualidad y ambivalencia es digna de ser destacada; son dos
cosas muy distintas que en D.H. Lawrence comulgan de manera particular. La dualidad es
una teoría cosmogónica, reaparece en casi todas las culturas desde las más antiguas
como son el zoroastrismo y el hinduísmo. Ambivalencia es un sentimiento, puede ser la
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“ambitendencia” mencionada por Jung, que se refiere a un comportamiento o sentimiento
aparentemente contradictorio, pero que encapsula la paradoja de nuestra existencia.
Podría decirse que en la ambivalencia hay una dualidad siempre ímplicita o subyacente,
que sirve de base para justificarla. En D.H. Lawrence la férrea y siempre presente
creencia en una dualidad neutraliza cualquier otra inclinación o creencia. Como dice
Emmanuel Carballo en un prólogo a los textos que escribió D.H. Lawrence sobre México
“cree con la misma intensidad en el ángel guardían y el demonio de cabecera” (Carballo
11). Cree más en el sistema de dualidad que en los componentes del sistema, y no valora
uno por encima del otro. Al contrario busca situarse en la fina raya entre los opuestos, en
una frontera volátil y mudable, parte de la naturaleza humana. Y en su consideración
indiscriminada hay una ambivalencia porque la dualidad es la unión entre opuestos, como
en el caso del yinyang. Ambas, dualidad y ambivalencia, definen la postura fronteriza de
D.H. Lawrence.
No buscaba D.H. Lawrence pistas arqueológicas en Teotihucán como un científico
buscando pruebas. Abomina con todo su ser a la ciencia y al discurso científico.
Desdeñaba la ciencia por tratar los temas de la naturaleza con una fría insensibilidad, con
actitud sabia y arrogante. Por esta razón sintió una atracción fuerte hacia los símbolos,
por la capacidad que tienen para transmitir conocimientos reales y profundos, sin ser
explícitos o absolutos. La decepción que sintió ante la actitud científica y moderna es
mejor ilustrada en el preámbulo a Dragon of the Alchemists.
Piensa en la luna, piensa en Artemisa y Cibeles, piensa en el gran asombro blanco
de los cielos, tan redondo, aterciopelado, en un movimiento tan sereno; ¡y luego piensa
en los hoyos horribles en las fotografías científicas de la luna! Cuando vemos el rostro con
hoyos de la luna en fotografías científicas, ¿necesita eso ser el fin de la luna para
nosotros?
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Postlethwaite
No solamente reflexionó D.H. Lawrence sobre la importancia de los símbolos en la
cosmogonía maya, y en la griega, sino en el fin de la ciencia como salvavidas de la
humanidad. Los símbolos fueron una parte imprescindible de lo que algunos llaman su
carácter profético y místico. Se mantiene siempre en una búsqueda por un nuevo altiplano
espiritual y religioso, lo cual desarrolló en discursos y ensayos. De lo individual, quería
lograr lo universal. Tal cómo el Popol Vuh lo exhorta, Lawrence quería en una palabra
descubrir una cosmogonía entera. Ir de una imagen, un edificio, una pirámide, una ciudad,
o lo que fuera, a un profundo descubrimiento universal en la distancia más corta. Encerrar
en un símbolo el secreto de la creación es como la exhortación de William Blake cuando
se refiere a “ver el mundo en un grano de arena”. D.H. Lawrence intentó ver y descubrir
los secretos arcanos del universo. Cuando analiza la trascendencia y la fuerza de los
símbolos, no solamente se refiere a la imaginación del lector de ficción, sino a la
importancia de los símbolos en nuestras vidas. Los símbolos trascienden a la literatura.
La ambición de D.H. Lawrence definitivamente escapa los confines filológicos. Literatura
fue su oficio, pero su vocación tenía un propósito más alto. Su profunda devoción hacia
los mitos y los símbolos es un testamento a su vocación de profeta y predicador. El mito
cuenta la historia detrás de los objetos y de las palabras, y para D.H. Lawrence equivale
más a una realidad que a un cuento de ficción. El mito es el umbral de acceso a una
verdad profunda del inconsciente, una verdad más contundente que cualquier
conocimiento empírico, tal como escribe en el pasaje anterior sobre la importancia del
mito de Artemisa en nuestra relación con la luna y el cielo.
Sostuvo durante su vida que las civilizaciones antiguas, como la griega, caldea, y
egipcia, fueron poseedoras de un elevado conocimiento espiritual que el mundo moderno
había deteriorado. Según Lawrence, dichos secretos y conocimientos espirituales del
mundo antiguo se habían perdido casi del todo, pero no completamente. Para D.H.
Lawrence, tal como lo expone en Fantasia of the Unconscious, sobreviven los vestigios
del conocimiento antiguo en los símbolos. Los símbolos avanzan y permiten que
sobreviva el mito. Las verdades ancestrales se quedaron en estado de reposo, en un
equilibrio volátil, capturadas en símbolos, como una reserva de petróleo esperando a que
alguien les encienda un cerillo. D.H. Lawrence esperó toda su vida a que alguien lo
hiciera, que alguien detonara el potencial secreto de los símbolos e iniciar el nuevo
capítulo espiritual. Quería resucitar de sus cenizas como un fénix, y como en su opinión
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Postlethwaite
nadie lo hizo, no tuvo más remedio que intentar hacerlo él mismo.
¿Cómo puede el nombre “Gucumatz” guardar “secretos de la creación, de la
existencia y de la muerte, de la tierra y de los seres que habitan” como lo menciona el
Popol Vuh? ¿Qué hay en el guardar? A lo mejor es lo que ponderó D.H. Lawrence cuando
se detuvo frente a las pirámides. Podría ser que estaba conectando algunos puntos. El
nombre se convertiría en un clueword, palabraclave, para los misterios del pasado que
pueden traer una revolución universal en las almas humanas.
Quetzalcóatl representa a la serpiente, a la fusión de hombre, dios, y animal. El
nombre se refiere a un híbrido entre ave y serpiente, pero a la vez tiene los colmillos de
jaguar. En D.H. Lawrence, toda la símbología de animales está investida de poder. Y en
el símbolo de Quetzalcóatl no hay solo dualidad sino algo más complejo: cuatro
elementos interactuando. No es solo hombre y dios. Al desconstruir la imagen podemos
comprender por qué el símbolo sigue siendo un enigma. Es obvio pensar en la dualidad
como el cielo representado por el quetzal y el hombre representado por la serpiente, por
ejemplo, porque el quetzal anda por los cielos y el hombre se arrastra en la tierra. Juntos
representan los diferentes lados del cosmos. Enrique Florescano también alude a la
naturaleza y complejidad de Quetzalcóatl.
En la tradición mesoamericana, la serpiente está asociada con los poderes reproductores
de la tierra y la fertilidad. Es la imagen misma de la resurrección: cada año cambia de piel
y se regenera ... las imponentes esculturas mexicanas de la serpiente acentúan sus
grandes colmillos y el cuerpo enroscado ... y las escamas de la serpiente se transforman
en un tejido de plumas o simulan la exuberancia vegetal ... El pájaro, a su vez, es una
imagen asociada con el cielo y las fuerzas creadoras ... pero se trata de un pájaro
singular: son las largas plumas del quetzal, el ave más bella de la selva tropical húmeda.
Las plumas brillantes y coloridas del quetzal eran sinónimo de magnificencia, esplendor y
riqueza (Florescano 219220).
El símbolo es complejo. El quetzal puede aludir a lo divino pero no es un sinónimo
exacto de Dios, obviamente. Tiene las plumas del quetzal algo sensual, corpóreo, táctil,
no es solo una referencia espiritual: habla de una exuberancia sensual. Además, hombre
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Postlethwaite
y serpiente, aunque terrestres no son sinónimos. El quetzal representa al cielo, pero a la
tierra también, y aquí se confluye una pieza clave del pensamiento de Lawrence, lo
mundano del espíritu. Aunque intentemos encapsular el símbolo en una dualidad simple
y sin costuras, no podemos. Se crea entonces un ente complejo. La complejidad y lo
paradójico del símbolo es la que D.H. Lawrence intenta resolver. En Quetzalcóatl
realmente se conjugan cuatro elementos: Dios, humano, quetzal, y serpiente, cuatro
elementos mencionados en la cosmogonía may. Como lo puntualiza Enrique Florescano:
“en la creación cosmogónica intervienen cuatro potencias creadoras: tierra, viento, fuego,
y agua, cuyos nombres describen elementos primordiales y su interrelación implica una
historia de la creación” (Florescano 60). Son los cuatro elementos que cautivaron la
imaginación de D.H. Lawrence. Según recuenta Florescano, para los indígenas también
coinciden los cuatro elementos con las cuatro eras anteriores a la era del quinto sol,
donde inicia la humanidad bajo el dominio de Quetzalcóatl. Las cuatro estaciones
anteriores son el preámbulo. Las eras de los cuatro diferentes soles hablan de un mundo
cósmico, donde vivían solamente los dioses sin los humanos. Y son los cuatro elementos
que se convierten en uno solo en el momento de la apoteosis, cuando el hombre se
convierte en dios. Para los aztecas, el dios se convierte en hombre, y D.H. Lawrence lo
revierte. En la ceremonia más importante, cuando Don Ramón recibe el sacramento, los
cuatro elementos están presentes de manera simbólica. “El hombre tiene cuatro lados.
Pero la estrella es una estrella. Y un hombre es una sola estrella”. Las ideas complejas se
conjugan, se acomodan, y se convierten en una sola en Quetzalcóatl. La unidad
representa apoteosis, la ascensión humana, y el reencuentro del hombre con sus
antepasados. Los números son a la vez símbolos, y D.H. Lawrence en el episodio anterior
alude a la importancia profunda e inconsciente de los números. En Apocalipsis se dirige
directamente al punto de por qué escogió el número cuatro. “La creación, sabemos tiene
cuatro lados, y es el número de la creación, o del universo creado.” Los cuatro elementos
nos recuerda también a los elementos de la antigüedad: tierra, agua, fuego, y aire, ya
mencionados. D.H. Lawrence retrata a Quetzalcóatl como la unión de cuatro elementos
en una alusión que invoca tanto a los símbolos cristianos, occidentales, y aztecas. Don
Ramón dice, “cuatro lados tiene el hombre”, fourfold is man, y con hombre se refiere a un
europeo judeocristiano, no a un mexicano, pero esto es otro tema que será analizado
posteriormente. Los cuatro elementos del hombre los representa en la ceremonia con
cuatro líquidos diferentes . El siguiente pasaje relaciona directamente los cuatro
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Postlethwaite
elementos que reúne Quetzalcóatl con los elementos antiguos.
El primero presionó un pequeño recipiente de vidrio a la ceja de Ramón, y en el recipiente
había un líquido blanco como agua cristalina. El siguiente tocó su pecho con el recipiente,
y algo rojo tembló en el recipiente. El hombre le tocó en el ombligo con el recipiente que
llevaba un fluido amarillo , y en las entrañas un recipiente con algo oscuro.
Cuando los símbolos se reunen, se crea el mito. Y el mito entonces es como un
gran y elaborado corpus narrativo a base de símbolos. En las palabras de D.H. Lawrence:
El mito es un intento de narrar una experiencia humana completa, cuyo propósito
es demasiado profundo, va demasiado profundo en la sangre y alma, para una
explicación mental, o descripción ... Y las imágenes del mito son símbolos.
El mito tiene un lugar privilegiado en la obra de D.H. Lawrence. Fue un ávido lector
de toda clase de mitología. Durante su estancia en México, D.H. Lawrence estaba absorto
en un misticismo cósmico. Recibió en Oaxaca el manuscrito de Frederick Carter, su libro
sobre astrología, y lo que comenzó como un prólogo se volvió un ensayo largo sobre los
mismos temas. Pero antes de escribir sus puntos de vista en obras de no ficción como
Apocalipsis, un tratado de sus ideas religiosas y espirituales, intentó crear su propia
mitología dentro de la novela Serpiente Emplumada. No se puede negar el uso deliberado
de símbolos en Serpiente Emplumada. Y el uso deliberado, según el mismo Lawrence, es
contraproducente, hace que el símbolo pierda su potencia, porque los símbolos
trascienden nuestra conciencia y no pueden ser contenidos pulcramente en una alegoría,
pues la alegoría por antonomasia es un recurso didáctico. Lo cual representa ciertos
problemas para su obra.
William York Tindall declara que Serpiente Emplumada en efecto es una alegoría.
¿Qué hubiera contestado D.H. Lawrence cuando a Tindall lo llama el John Bunyan de su
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Postlethwaite
generación? Es lógico pensar que la intención de D.H. Lawrence no fue escribir una
alegoría, después de leer su propia opinión sobre El progreso del peregrino de Bunyan, y
sobre las alegorías en general. “Odiaba incluso desde niño la alegoría: las personas con
nombres de cualidades, como esta persona en un caballo blanco llamado “Fiel” y
“Verdad.” D.H. Lawrence prefirió el mito sobre la alegoría. Así entonces la comparación
de Tindall resulta ofensivo para D.H. Lawrence. Es importante diferenciar entre alegoría,
mito, y símbolo para entender el tejido fino de la obra de D.H. Lawrence. Y por fortuna
tenemos los términos tal como los definió el mismo Lawrence en el preámbulo a The
Dragon of the Alchemists.
La alegoría es una descripción narrativa utilizando, como regla, imágenes para expresar
ciertas cualidades definidas ... y casi siempre con un propósito didáctico, porque debajo
de la narrativa alegórica subyace un argumento didáctico, usualmente moral.
No relaciona los símbolos con alegoría sino con mito. Alegoría y mito según
Lawrence son diametralmente opuestos. La alegoría tiene un propósito didáctico muy
claro, y utiliza imágenes prefabricadas y premeditadas. Las imágenes de la alegoría no
son símbolos, se quedan cortos en su poder de trascender. El mito es orgánico, amorfo,
tiene vida propia que se desborda sin posibilidad de contención. D.H. Lawrence insinúa
que una sola persona no puede crear un mito. ¿Será entonces que Serpiente
Emplumada transgredió las reglas que él mismo estableció entre mito y alegoría, y desde
su concepción la novela fue una empresa fallida? Ahí yace lo que algunos críticos como
Tindall consideran uno de los problemas de Serpiente Emplumada: la falta de dirección o
congruencia. El intento de D.H. Lawrence por crear un mito, por lo menos participar en él,
en contra de su propia teoría y convicción sobre la naturaleza libre e imposible de atar de
los mitos, produce un resultado final que por lo menos en la opinión de Tindall, fue una
alegoría si bien involuntaria. El mito no puede ser creado por una sola persona, pero la
ficción sí, y la pregunta que nos obliga a hacer es: si en la ficción todo es posible, ¿por
qué no el mito? Algunos dirán que en la ficción todo se puede y debe ser autosuficiente y
autocontenida. D.H. Lawrence seguramente lo percibió así e intentó crear el mito dentro
de la ficción. El problema también es que intenta influir como predicador en las vidas
espirituales de sus lectores.
Tindall detecta una falla inherente en el intento que hace D.H. Lawrence para
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Postlethwaite
lograr el mito.
Estos instrumentos dinámicos que van demasiado profundo en la sangre y el
alma para ser comprendidos, parecen haber sido hechos para el uso del
vitalista que no cree en la mente. Con su ayuda Lawrence esperaba
expresar y recomendar lo inexpresable. Por esta razón ... le encantaba el
mito azteca de Quetzalcóatl ... pero la alegoría es diferente y un tema menos
atractivo, como él mismo dice en el preámbulo. En la alegoría “cada imagen
significa algo y es un término en el argumento casi siempre para un
propósito moral o didáctico”. Cada imagen significa algo. Es desafortunado
que, intentando símbolo y mito, Lawrence siempre llega a la alegoría. Pero
no creer en la mente es más difícil de lo que uno piensa; no creer en la
mente y tener un propósito didáctico son difíciles de reconciliar; y Lawrence
se mostró mejor como educador que como simbolista.
Aún así, Serpiente Emplumada no es una alegoría en el sentido tradicional, y las
observaciones de Tindall tienen algunas objeciones. Aunque la ambición de D.H.
Lawrence estuviera enfocada a una tarea imposible, no fracasa del todo. Serpiente
Emplumada, aunque tiene elementos didácticos, tiene un argumento y es primeramente
ficción. Otros críticos alaban a Serpiente Emplumada por la misma razón que Tindall
critica. D.H. Lawrence en Serpiente Emplumada, como en sus poemas, escribe con una
atención meticulosa hacia los símbolos. Harry T. Moore destaca el uso de símbolos en la
obra de D.H. Lawrence. Desde sus primeras novelas lo liga a los poetas simbolistas.
La conexión de Lawrence con simbolismo no era oficial y quizá tan
inconsciente como varios de estos autores, pero en las dos novelas bajo
discusión él a veces utilizaba métodos similares a los líderes del movimiento ... del
Simbolismo , una doctrina tomada en parte del soneto Correspondances de Baudelaire,
es una revuelta postromántica en contra del materialismo y naturalismo en el que la
visión del poeta discierne, a través de “analogía universal”, los secretos más escondidos
de la naturaleza.
D.H. Lawrence siempre estuvo atento al potencial de los símbolos y mitos como
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Postlethwaite
ecos que vibran en resonancia para revelar algo oculto del predicamento humano. Los
mitos están permeados de misterio, son los espacios donde la imaginación puede
liberarse y acceder a algo más profundo que lo mental, lo que finalmente D.H. Lawrence
quería lograr. Y aunque no logra cumplir exactamente con el objetivo de crear símbolos
puros, los utiliza de alguna manera. El mito es “demasiado profundo” y va “más allá de la
comprensión”, lo que es difícil, si no imposible, de asentar o crear, porque por
antonomasia se resisten al análisis mental. Las definiciones de símbolo y el mito que
ofrece D.H. Lawrence son sublimes, rebasan la razón. Obviamente no puede cumplir
Lawrence con el estándar que él mismo definió, porque es demasiado alto su estándar,
una abstracción total, imposible desde su concepción. Lo que sí puede hacer es intentar
lo imposible, y sumergirse aún más en la paradoja.
Desde la perspectiva anterior el mito de Quetzalcóatl se enriquece de infinitas
posibilidades. La intención de D.H. Lawrence es que Quetzalcóatl en su novela siga
siendo un mito y no alegoría, pero lamentablemente al momento de predicar sobre
Quetzalcóatl, lo tiñe de alegoría. El mito narra una experiencia humana completa, sin fines
didácticos, como la continuación de algo real, trascendente y prehistórico. Es obvio que
Quetzalcóatl ya era un mito antes de que D.H. Lawrence escribiera su novela inspirada en
él. Quetzalcóatl no es el invento del autor, sino una construcción de muchos pueblos a
través de los siglos. D.H. Lawrence lo convirtió en alegoría en Serpiente Emplumada al
utilizarlo de ejemplo para avanzar su propio discurso. No fue inventado con un fin
didáctico (aunque también fue utilizado así en la religión azteca) sino que surgió de
manera orgánica en la conciencia colectiva. Sin embargo D.H. Lawrence al momento de
escribir, en su estilo predicador y por consecuencia didáctico, lo vuelve alegoría.
El mito tiene una relación estrecha, aunque tal vez no necesaria, con lo primitivo.
Las comunidades primitivas se relacionaban con el mito de manera intrínseca y natural.
D.H. Lawrence escribió que antes “un hombre vivía con el cosmos, y sabía que era más
grande que él mismo.” Quetzalcóatl es un mito que se nutre de símbolos arcaicos desde
tiempos inmemoriales. Es el portal a las enseñanzas de las civilizaciones antiguas que
tenían una comprensión más profunda sobre nuestra humanidad en relación con el
cosmos. La sociedad moderna, según D.H. Lawrence, estaba en decadencia y había
fracasado precisamente al olvidarse de los mitos y de la magia de nuestros antepasados.
Lawrence intentó resurgir el mito porque sentía que la ciencia había sido y seguía siendo
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Postlethwaite
inevitablemente insuficiente e ineficaz, y no aportaba una explicación holística sobre los
misterios del universo. La ciencia usurpa al mito pero nunca puede substituir su poder.
Quería demostrar D.H. Lawrence que los mitos, en particular los primitivos, eran
relevantes en el mundo moderno. Y la mejor, quizá la única, manera que pudo hacerlo fue
a través de la ficción. D.H. Lawrence practicó lo que él mismo llamó una ciencia subjetiva,
y se basó en lo ancestral. El mito es finalmente precario, no por falso o inestable, sino por
dinámico, por estar siempre modificándose y en proceso. Es parte consciente y parte
inconsciente, amorfo y voluble. Intentar atraparlo y atarlo es inútil. El mito es indefinido, y
el mejor ejemplo lo encuentra D.H. Lawrence cuando ve hacia atrás.
Se suponía que los viejos oráculos no tenían que decir algo que embonara
perfectamente con una cadena entera de circunstancias. Se suponía que
tenían que entregar un juego de imágenes o símbolos de verdadero valor
dinámico, que emprendieran en la conciencia emocional del que preguntaba,
y como lo ponderaba, giraba más y más rápidamente.
Seguramente Lawrence intentaba hacer lo mismo con algunos de sus escritos,
especialmente en Serpiente Emplumada, donde no quiere proporcionar un argumento
sólido sobre la decadencia del cristianismo y el advenimiento de una religión azteca y
primitiva. Lawrence intenta introducir símbolos a la “conciencia emocional” y colectiva,
donde todos podemos relacionarnos. Intenta ser como uno de los viejos oráculos, sabios
que predican sobre el futuro de la humanidad.
La cosmovisión de D.H. Lawrence y sus ideas sobre la relación de las culturas antiguas
con los mitos es expuesta en Fantasia of the Unconscious, donde D.H. Lawrence crea su
propia teoría sobre la evolución.
Los prófugos de los continentes inundados huyeron a los lugares más altos
de América, Europa, Asia, y las islas del Pacífico. Y algunos degeneraron en
cavernícolas, criaturas neolíticas y paleolíticas, y algunos mantuvieron su
belleza innata y perfección, como los isleños del sur, y algunos deambularon
salvajes en África, y otros como los sacerdotes etruscos, caldeos,
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Postlethwaite
amerindios, chinos, se rehusaron a olvidar, pero enseñaron la sabiduría
antigua, solo que en su forma medio olvidada y simbólica. Más o menos
olvidada como conocimiento: recordada como ritual, gesto, e historia mítica.
Al comulgar en el mito D.H. Lawrence esperaba renovar el espíritu olvidado de las
civilizaciones antiguas. El mito de Quetzalcóatl es entonces un ejemplo del conocimiento
“medioolvidado” que no solamente nos remite a una civilización antigua, sino que a D.H.
Lawrence le pareció apto y relevante en la actualidad. En la trama de la novela,
Quetzalcóatl renace en la figura de Don Ramón. Y en el renacer de la deidad azteca, D.H.
Lawrence toma una licencia creativa: ya no es solamente el Quetzalcóatl de la tradición
mexicana sino un nuevo Quetzalcóatl creado por D.H. Lawrence. El autor lo incorpora a
su propia creación, intenta avanzar y participar en el mito de Quetzalcóatl. Incluso escribe
algunos cantos de su inspiración como ejemplo de su propia interpretación del mito. En
los cantos habla a través de Quetzalcóatl. Escribe diálogos y discursos, como un profeta
exhortando al nuevo culto.
La ambición de D.H. Lawrence transgrede los límites establecidos de la ficción.
Catherine Carswell, novelista y amiga íntima de D.H. Lawrence,elogia a Serpiente
Emplumada por lo mismo.
Si hay una cúspide, seguramente, en cuanto a lo que concierne la ficción,
fue alcanzada en Serpiente Emplumada. Seguramente esta es la más
ambiciosa e impresionante novela de nuestra generación. ¿Alguna ha sido
más infalible, poseído en el mismo grado la potente fuerza de virtud? Para
este cuento Lawrence necesitaba no solamente todo su genio, sino todo su
peregrinaje salvaje.
La bravura de D.H. Lawrence yace en la audacia de entretejer mito con lo
cotidiano, creando una ficción sin precedente. Don Ramón es el hombre que realiza su
potencial al unirse con el cosmos y volverse deidad. Aunque algunos lo consideran
simbólico, como en los ritos y ceremonias retratadas en la novela, D.H. Lawrence lo
considera algo real. Lo simbólico es real para Lawrence. Lo anterior está en el corazón de
la novela y de D.H. Lawrence. Carswell lo afirma:
La Serpiente Emplumada se había anunciado. Por mucho fue el tema más
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Postlethwaite
ambicioso que hasta entonces había sido tratado el tema del hombre en el
mundo moderno que se convierte en dios pero sigue siendo hombre.
D.H. Lawrence, después de mucho estudiar y leer una diversidad de fuentes,
textos de antropología y teosofía por ejemplo, llegó a una conclusión efectiva por lo
menos para él: los mitos son portadores de significados tan profundos que no se pueden
acceder racionalmente. La idea del humano que se convierte en dios sin dejar de ser
humano es obviamente una paradoja. Lo imposible de resolver o comprender, los huecos,
si los queremos llamar así, en las teorías de D.H. Lawrence son alarmantes, pero
conscientes y voluntarios. Es ímplicita la confesión de D.H. Lawrence, como cuando
confiesa Don Ramón, el nuevo mesías, que simplemente no tiene las respuestas. Casi al
final de la novela, en la ceremonia protagonizada por Don Ramón y Cipriano, donde se
encarna Quetzalcóatl y Huitzilopochtli respectivamente, admite que el misterio nunca se
podrá resolver. “¡Qué es Dios, nunca lo sabrán!”, dijo.” D.H. Lawrence tampoco lo sabía,
pero realza la relación entre mito, símbolo, muerte, y vida, en la figura de Quetzalcóatl.
Intuye algo profundo y dinámico: un signo del cosmos vivo. El símbolo de Quetzalcóatl y
el énfasis en la sangre proporciona el terreno perfecto para una narrativa alegórica,
simbólica, y mítica. Quería capturar Lawrence la experiencia religiosa y humana total.
D.H. Lawrence se adentró en la densa selva del caos mexicano para obtener sus
propias respuestas. Descubrió en el panteón azteca el eslabón perdido, la pieza del
rompecabezas que siempre estuvo buscando. Devoraba los libros de historia, de
civilizaciones antiguas y mitología. Un ejemplo destacado fue La Rama Dorada, libro que
investiga la relación entre mito y religión en diferentes civilizaciones. Se refiere el mismo
D.H. Lawrence al libro escrito por George James Frazer, antropólogo del siglo XIX, en un
pasaje de Fantasia of the Unconscious que a la vez nos dice algo sobre su postura.
No soy un arqueólogo ni etnológo propiamente. No soy un “erudito” de ningún tipo. Pero
estoy muy agradecido a los eruditos por sus trabajos sólidos. He encontrado pistas,
sugerencias de lo que digo aquí en todo tipo de libros académicos, desde el Yoga y
Platón hasta San Juan el Evangelista y los primeros fiósofos griegos como Heráclito hasta
Fraser y su “Rama Dorada”.
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Postlethwaite
La Rama Dorada fue un libro conocido entre contemporáneos de D.H. Lawrence, y
se convirtió en libro de cabecera para él. William York Tindall afirma que Lawrence
“estaba familiarizado con La Rama Dorada de Frazer, un trabajo que lo afectó más a él
que a la mayoría de los ratones de biblioteca de nuestro tiempo”. Creía D.H. Lawrence
vehemente en el poder del mito, su evolución, y trascendencia. La tesis de Frazer afirmó
su intuición sobre el mito como un gran común denominador que unifica a la humanidad.
Lo más importante siendo para D.H. Lawrence el poder que el mito puede recobrar en
nuestras vidas, una importancia nueva y regenerativa.
Quetzalcóatl pudiera entonces guardar el secreto de la creación. D.H. Lawrence lo
ponderó, y le dedicó una novela a analizar y deliberar. En Serpiente Emplumada la
religión precolombina, con sus mitos y rituales, regresa y se impone como la religión
oficial de México. A través del rito y del mito, los protagonistas Don Ramón, Cipriano, y
Kate Leslie, se convierten en deidades. Es en el fondo, aunque tal vez solo de manera
metafórica, lo que propone D.H. Lawrence: la transfiguración, la santificación de lo carnal,
la mundanización de lo sagrado. Finalmente sería la apoteosis del ser humano en unión
perfecta con el cosmos, lo que representa Quetzalcóatl. D.H. Lawrence cruzó las
fronteras establecidas entre lo real y la ficción, entre lo científico y lo mítico, lo carnal y lo
espiritual, la vida y la muerte. En la figura de Quetzalcóatl investiga la frontera más
enigmática de todas: la muerte. Y fue en los terruños mexicanos donde cruza el umbral.
D.H. Lawrence, un nuevo profeta
La personalidad de D.H. Lawrence atrajo gran especulación y causó fuertes
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reacciones entre los que lo conocieron, quizá más por su personalidad que por su obra.
Tenía un carácter fuerte, una retórica mordaz, sus opiniones firmes y radicales, lo
convierten en la opinión de muchos en un profeta y predicador, específicamente en la
opinión de sus amigos y conocidos. Como menciona Wayne Gunn en su recopilación
Escritores Norteamericanos y Británicos en México, fueron varios los que escribieron
sobre D.H. Lawrence y su paso por México.
Incluso aunque un escritor no conociera directamente la obra de Lawrence, durante
los primeros años 20, éste fue el tema de mucha chismografía literaria, y parece que poco
después de su muerte casi todos los que le conocieron en México escribieron un libro o
un ensayo acerca de su relación con él (Gunn 71).
La mayoría se refieren a D.H. Lawrence y su carácter de profeta. Escriben de él
como una persona intrigante, fuera de serie, y una influencia vital, no de un novelista
popular o controvertido. Es prácticamente imposible leer los libros de D.H. Lawrence sin
preguntarnos por su vida, sus creencias, y su personalidad filtrada en lo que escribió.
Nuestras mejores aproximaciones al autor son a través de sus obras, y Serpiente
Emplumada es un ejemplo crucial. Cuando escribió Serpiente Emplumada , Lawrence
estaba, sin saberlo, en la última fase de su carrera. Fue su penúltima novela, escrita antes
solamente de la más famosa de todas, El Amante de Lady Chatterly. Serpiente
Emplumada no es una novela autobiográfica al estilo de Hijos y Amantes, que nos permite
especular sobre las raíces y el origen del autor. Serpiente Emplumada apela más al
superego del autor. D.H. Lawrence invoca el idealismo, lo espiritual, la realización del
potencial humano. Empieza la novela como un relato semiautobiográfico y termina en los
campos de la ciencia ficción, lo cual provoca resentimientos y confusión en muchos
lectores. En México, abandonó los temas familiares anteriores de las colonias de mineros
de Hijos y Amantes y se adentra en un mundo extraño y exótico, que él denomina como
“salvaje”. En Serpiente Emplumada, la tierra inhóspita de México es el territorio sagrado
donde la humanidad alcanza el zenit. La ironía de lo anterior denota la compleja relación
entre lo corporal y lo espiritual que quiso plasmar en su obra y visión. En Serpiente
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Emplumada no escribe del mundo y las personas tal como son, sino cómo él quería que
fueran y cómo las imaginaba.
Algunos críticos insisten en que las ideas y propuestas de D.H. Lawrence son de
mayor valor, tienen más peso, que su estilo y técnica como escritor. Es una diferencia
importante para comprender a D.H. Lawrence. Nunca estuvo de acuerdo con el título de
escritor. Nunca quiso ser definido ni atado a una profesión. Como Aldous Huxley lo
observó, D.H. Lawrence era primero un artista, antes de ser poeta o novelista.
La vida de D.H. Lawrence contiene muchas historias entrelazadas: un hombre
pusilánime, dividido, el complejo de Edipo, inconformista, romántico, revolucionario,
misántropo, un poco loco, erótico, profeta, viajero, artista atormentado. Son tantas las
observaciones que se han hecho sobre él, y a lo mejor fue un acto de volición querer ser
inescrutable, un acertijo humano, evadiendo cualquier estereotipo. En su breve vida, D.H.
Lawrence sufrió tribulaciones demarcadas por un evento mayor que sin dudas marcó su
vida: la Primera Guerra Mundial. Como escribió Harry T. Moore, uno de sus primeros y
más completos biógrafos.
El siglo decinueve parecía un logro eterno: el largo sueño tennysoniano no
acabó con la última página del calendario del siglo, ni con la muerte de la
reina Victoria, símbolo supremo del siglo, sino más bien cuando Alemania
invadió a Bélgica. Fue entonces que Grey de Fallodon pronunció el epitafio
del siglo diecinueve: “Las lámparas se están apagando por todo Europa, no
las volveremos a ver encendidas en nuestra vida.
Gran parte del pesimismo de D.H. Lawrence es atribuible a la guerra, según sus
propios amigos. No es sorprendente, ya que fue un factor crucial en la vida de cualquier
europeo de la época. Lo relevante es analizar cómo reacciona D.H. Lawrence a la guerra
y qué efecto tiene en su obra, si en realidad puede llamarse pesimismo o de otra manera.
Middleton Murry coincide con Moore en cuanto al efecto negativo que tuvo la guerra sobre
D.H. Lawrence.
Lawrence concibió la idea de escapar del sufrimiento intolerable que la
guerra había infligido en su espíritu sensible, al despojarse de la conciencia
espiritual por completo ... Para Lawrence el fin de la guerra parecía traer una
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Postlethwaite
liberación de verdad ... había dejado practicamente de escribir ... estaba
cansado de la humanidad y de las cosas humanas.
D.H. Lawrence pretendía nadar contra corriente, buscar su propio camino, y
encontrar sus propias respuestas. Ante los eventos deshumanizantes de la guerra, D.H.
Lawrence crea su propio mundo. Empieza por cuestionar las bases y las raíces de una
sociedad belicosa e industrial como Inglaterra y otros países desarrollados. Con respecto
a la guerra, nos enfrentamos nuevamente con la ambivalencia de D.H. Lawrence. Está
bien documentado que Lawrence no estaba ideológicamente en contra de la guerra, o sea
no era un pacifista. Pero sí estaba en contra de la Primera Guerra que atestiguó de
primera mano. El tema era muy complejo. Especialmente para él, casado con una
alemana, hija de un barón y general (por lo mismo fue perseguido como traidor). No toma
Lawrence una postura política, sino que en su imaginación desarrolla un mundo paralelo
donde podría renacer de las cenizas como el fénix que tanto admiraba. Para inspirarse,
prefiere ir hacia atrás y concentrarse en el pasado. Quería crear una nueva sociedad
basada en principios diferentes, contrarios a los de la sociedad industrial. Inicia entonces
la peregrinación donde intentó ser cartógrafo, navegador, creador, y mitólogo, al mismo
tiempo. Y crear en su imaginación un mundo mejor al que se desenvolvía en medio de la
guerra.
Según las memorias de sus allegados como Catherine Carswell, Witter Bynner, y
John Middleton Murry, a veces parecía ser un genio arrogante que se creía por encima de
los demás. Lo describen a veces soberbio y pedante que presume solamente él
comprender el origen y el estado de las cosas. Y no solamente su conocimiento del
universo en términos físicos o astronómicos, sino en lo espiritual. Sus teorías,
desarrolladas en ensayos como Fantasia of the Unconscious, son a veces delirantes, de
especulación mística. En las teorías de D.H. Lawrence es muy evidente la influencia de la
teosofía, una seudo filosofía expuesta sobretodo en el libro Isis Unveiled de Helena
Blavatsky.
Para lograr entender las teorías religiosas y filosóficas de D.H. Lawrence,
necesitamos primero entender su formación, sus intereses, e intenciones. No podemos
entenderlo sin examinar la doctrina bajo la cual fue criado y la influencia de lo que leyó en
su adolescencia y adultez. Solía leer trabajos de historia y filosofía. Las civilizaciones
antiguas capturaron especialmente su imaginación. Siempre enfatizó la importancia vital
32
Postlethwaite
de las primeras civilizaciones, especialmente los caldeos, los egipcios, y los griegos. Para
él ahí yacía la llave al misterio de la creación. Quería encontrar una pieza de información,
como una Piedra de Rosetta, que podría cambiar la ruta de la humanidad.
En su crecimiento intelectual, D.H. Lawrence pasó de ser cristiano a racionalista,
influenciado por Charles Darwin y Thomas Huxley. Hasta que después comenzó a
sospechar que el reino de la razón era igualmente falible e insuficiente, pues no llenaba el
vacío espiritual que Dios y su concepto cristiano dejaron. Esos huecos fueron entonces
rellenados con la teosofía y con sus propias teorías eclécticas sobre lo espiritual y lo
cósmico. Desarrolló gradualmente su propia cosmogonía, su propia teología, mezclando
elementos de religión, mitología, teosofía, y hasta astrología a su antojo. Lawrence
desdichaba y criticaba la ciencia. Aunque de adulto dejó de ser un cristiano devoto,
quedaron algunas raíces de su ferviente protestantismo que le habían inculcado desde
niño. Examinar cómo llegó D.H. Lawrence del cristianismo a la teosofía, su odisea
espiritual, nos revela su carácter inconforme y el desarrollo de sus ideas. William York
Tindall investigó el crecimiento espiritual de D.H. Lawrence:
La madre de Lawrence, una persona superior, consideraba a los Metodistas,
así como a su esposo, comúnes; así que enviaba a sus hijos a su propia
capilla, la Congregacionalista. Era puritana y devota. Sus hijos atendían a
misa tres veces los domingos ... Pero para Lawrence no era suficiente.
Mientras los ojos de su madre estaban fijos en la pureza y la verdad de
un martes en la tarde, él se iba a la capilla Metodista con los mineros, como
nos cuenta en Apocalipsis.
Fue solamente el principio de una incansable curiosidad por lo religioso y lo divino.
“Entre la capilla de su madre y la de su padre, D.H. Lawrence creció a ser, si no un buen
metodista ni congregacionalista, un buen protestante. Tenía a la Biblia en sus huesos”.
Nunca se olvidaría D.H. Lawrence de la Biblia y el cristianismo, aunque tuvo una larga y
sinuosa desviación después. Tindall continúa:
En la universidad, sin embargo, y quizá por un año o dos antes de ser
enviado ahí, sus huesos estaban silenciosos con la excepción de un suspiro
ocasional. La capilla, aunque atendía, cesó de ser la roca eterna con una
grieta donde Lawrence se escondía, para convertirse la grieta en una fisura
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Postlethwaite
seria, y luego una falla geológica. Pues había comenzado a leer a los
científicos, los materialistas, y a los racionalistas del siglo decinueve, para
quienes las rocas eran rocas y las capillas menos que rocas.
Charles Darwin y Thomas Huxley tuvieron un impacto indeleble en D.H. Lawrence,
al grado de hacerlo olvidar sus raíces y su fe, y comenzar a cuestionar seriamente
algunas de las bases dogmáticas de su religión. “Por moda comenzó a llamarse un
agnóstico y estuvo a punto de revelarle la verdad al ministro de su congregación; pero
disuadió, se conformó con predicar unos años después al club socialista de Croydon.” Lo
anterior fue una importante etapa de crecimiento y madurez para D.H. Lawrence. Salió del
mundo mágico y medieval donde cimentaba su fe para pasar a lo intelectual y científico,
abriendo su mente a otras posibilidades de rigor académico. Sin embargo, D.H. Lawrence
no se quedaría conforme con lo científico sino todo lo contrario, y en su adultez comenzó
a añorar la antigua magia de la religión.
Estaba incómodo bajo una doctrina que podía estimular su mente pero que
dejaba a sus emociones sin respaldo ... Al inicio inconscientemente, y
despues de manera consciente, llegó a odiar a la ciencia que había
destruido su creencia.
D.H. Lawrence da entonces la vuelta en círculo completo. Fue casi como una
regresión a sus días de cristiano puritano, pero no regresó al cristianismo. Incluso le tenía
casi la misma aversión al cristianismo que a la ciencia, sentimientos complejos, por
inculcarle ideas vacías sin sustento o fundamento. D.H. Lawrence no se deja convencer
por el cristianismo ni por el racionalismo, sino que buscó algo universal. El tema del
cristianismo es definitivamente crucial para entender a D.H. Lawrence. Middleton Murry
insiste que D.H. Lawrence le dio la espalda a Jesucristo porque se identificaba demasiado
con él. “La vehemencia de Lawrence en contra de Jesús era simplemente la medida de su
identificación con él. Era el odio de un amor intenso.” Es obvio que D.H. Lawrence no
opinaba lo mismo, aunque escribió que tenía la Biblia en sus huesos, pensaba que el
cristianismo había pasado su fecha de caducidad. El cristianismo no podía seguir
imperando, y la insistencia de mantenerlo, de seguir imponiéndolo, podía incluso ser
perjudicial para los seres humanos. “Estamos al final del ciclo cristiano. Y el Logos,
dragón bueno al principio del ciclo es el dragón malo de ahora.”
34
Postlethwaite
Desde su juventud, D.H. Lawrence comienza a inclinarse por lo místico, el
animismo, el panteísmo, y la teosofía. Ninguna religión oficial llenaba a D.H. Lawrence,
así que prefirió inventar su propia religión. Nunca fue hombre de convencionalismos, pero
la dualidad siempre está inherente en sus escritos, y no solamente dualidad; no es tan
sencillo como una historia del bien contra el mal. Lo anterior sería una terrible
sobresimplificación. Como menciona en su comentario sobre el cristianismo: todo está en
flujo, y el bien de ayer es el mal de hoy. Los conceptos tradicionales del bien y el mal son
casi desechados. Hay algo nietzscheano en la revolución que propone D.H. Lawrence, los
conceptos del bien y mal se invierten drásticamente. Mara Kalnins en su introducción a
Apocalipsis, enfatiza esta influencia de Nietzsche sobre D.H. Lawrence.
Como Nietzsche antes que él, Lawrence condena el fracaso de las ideas
cristianas y democráticas de la civilización occidental, criticando en particular
el énfasis cristiano de renunciación, amor, y equidad, que él sentía negaban
la naturaleza compleja del individuo.
El bien y el mal existen en D.H. Lawrence de manera evidente y visceral, sólo que
las definiciones son invertidas y modificadas constantemente. Además el “bien” no es sino
lo apto y necesario en determinado momento, un juicio moral y hasta cierto punto
relativo. La premisa de Serpiente Emplumada basicamente alude a la caducidad de
cristianismo, por lo menos en México. No porque el cristianismo sea inherentemente
malo, sino porque ya cumplió su función, y es hora de ser reemplazado. Aunque se
deshace casi completamente del cristianismo, D.H. Lawrence no se deshace de Platón.
Como lo señala Harry T. Moore, “Lawrence, incidentemente, difiere de la mayoría de los
escritores románticos en que tiene un dualismo casi de tipo platónico.” Tiene que haber
un énfasis en el “casi” porque en realidad D.H. Lawrence rompe con Platón y lo critica
severamente en sus ensayos. Pero nos da pie para discutir la dualidad que es tan
importante en la obra. William York Tindall utiliza la palabra “polaridad” para referirse a
D.H. Lawrence.
Lawrence primero utilizó el verbo polarizar en 1914 en el cuento “Las hijas
del Vicario” y el sustantivo polaridad en 1915 en una carta a Lady Cynthia
Asquith ... bajo las imágenes de leones, corderos, y hasta unicornios discute
la dualidad y el balance de opuestos por atracción y repulsión en un nuevo
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Postlethwaite
equilibrio de dos en uno, sin dejar de ser uno en uno.
El tema de la dualidad en la obra de D.H. Lawrence no es sencillamente la
diferencia entre el bien y el mal, luz y sombra. Atrás queda el maniqueísmo y el
platonismo. Es un nuevo dilema con el que se enfrentó. Lawrence tiene razgos
platonistas, pero también fue influenciado por Hegel. “En Hegel, a quien leyó y admiró,
D.H. Lawrence pudo haber encontrado la idea de una dualidad cambiante y la confusión
de opuestos de la cual algo nuevo se desarrolla.” D.H. Lawrence creía en el mundo
inmaterial, algo parecido a Platón y las formas, pero de ahí partió. Y lo que sobresalta de
la extraña versión dialéctica es la ambivalencia como una fuerza determinante y
preponderante. En el caso particular de Serpiente Emplumada, la ambivalencia está
encarnada en Quetzalcóatl, definido como “amo de dos maneras” o lord of two ways. D.H.
Lawrence se nutre de la ambivalencia, no solamente de la dualidad. Al querer ser de dos
maneras, y fusionar los opuestos, Lawrence expande la frontera, esa breve sección
donde sí se mezclan los opuestos. Tal como lo menciona Emmanuel Carballo, “Lawrence
fue hombre de dos amores ... en la infancia y adolescencia amó con intensidad un tanto
aberrada a su madre: fue para ella, además de hijo, el esposo” (Carballo 9). La perversa
dualidad o polaridad de su infancia se manifiesta en una ambivalente frontera, en una
cierta confusión acerca de su identidad en el hogar y en el mundo. Ser hijo y amante
afectó su visión del mundo, porque quería ser siempre dos cosas al mismo tiempo.
Aunado a ser testigo de un constante conflicto entre sus padres que le inculca una
familiaridad con la violencia. “Entre el erotismo y la castración, D.H. Lawrence vivió
agónicamente un doble papel: en ratos se identifica con el guardabosques y en otros con
el marido de Lady Chatterly” (Carballo 10). El sexo y el amor son temas complejos en
D.H. Lawrence. No por nada es más famoso por su literatura erótica, censurada por
considerarse pornográfica en su tiempo. El sexo, el amor, la violencia, son impulsos que
según D.H. Lawrence provienen de donde mismo. Son una misma fuerza directa e
instintiva unida por la voluntad, y la ambivalencia se manifiesta en el momento de
canalizar dicha fuerza. La ambivalencia, o “ambitendencia”, yace en la comprensión de un
solo impulso vital. Comulga D.H. Lawrence con las ideas de Carl Jung sobre el libido.
“Esto es lo que surge en nosotros para movernos, nos hace actuar, llevar algo hacia
enfrente; nos hace levantarnos y vivir. Los filósofos modernos le llaman libido.” La fuerza
resumida como libido, puede ser destructiva o divina, la linea tenue, la frontera, entre
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Postlethwaite
ambas crea la ambivalencia. Aunque los filósofos modernos y psicólogos utilicen “libido”
para describir el impulso vital del humano, D.H. Lawrence prefiere la nomenclatura
antigua. El símbolo del dragón o de la serpiente tiene las implicaciones sexuales y
asociadas al libido, como lo menciona Jung. Lawrence prefiere llamarla serpiente.
El hombre puede tener a la serpiente con él o en su contra. Cuando su serpiente está con
él, es casi divino. Cuando su serpiente esta en su contra, es herido y envenenado y
derrotado desde adentro.
La ambivalencia de D.H. Lawrence se resume en atribuirle el mismo origen a la
divinidad que a la destrucción. Es un movimiento sutil, difícil de discernir a veces, lo que
hace la diferencia entre uno y otro. Los sentimientos encontrados de D.H. Lawrence hacia
su padre, por ejemplo, complica las distinciones. Lo anterior afectaría sus ideas sobre
violencia y religión. La violencia por ser algo cotidiano en su hogar, los pleitos o
exabruptos de su padre alcohólico, contribuyeron a que D.H. Lawrence considerara a la
violencia como una parte natural y necesaria en los seres humanos. Es por lo mismo que
Carballo señala que D.H. Lawrence tenía el mismo respeto por ambas fuerzas.
Nunca quiso D.H. Lawrence pertenecer a un club o religión. Quiso mejor ser líder y
profeta de su propio club. Como el mismo Witter Bynner lo describió, D.H. Lawrence
siempre buscó a un líder más inteligente y sabio que él mismo pero nunca lo encontró (o
en sus entrañas realmente no lo quería encontrar), y entonces tomó el rol de líder. Lo
anterior demarca otra de sus polaridades, intentar ser líder pero a la vez ser fiel a su
individualismo. Predicar el individualismo es intrínsecamente paradójico, y el resultado fue
un líder renuente. Witter Bynner retrata a D.H. Lawrence como ensimismado, sin
capacidad de empatía, que buscaba aduladores y discípulos como las únicas personas
con las que podía convivir. Lo describe arrogante también ante las ideas de los demás,
envidioso de cualquier idea que no fuera suya, incluyendo descubrimientos científicos.
Por eso D.H. Lawrence necesitaba escribir su propia Biblia y fundar su propia iglesia.
Fue D.H. Lawrence un hombre dividido. No podía casarse con una sola creencia o
idea, pero nunca se cansó de buscar la verdad, su verdad por lo menos. Era tanto su afán
por encontrar, crear, y escribir un congruente sistema de creencias que se ganó el título
de profeta. Moore es uno de los primeros en señalar esta característica de D.H.
37
Postlethwaite
Lawrence.
Durante este periodo de 19201925 Lawrence se proyectó en las
experiencias contemporáneas más importantes cuando escribió novelas de
liderazgo; como profeta, estaba mucho más adelantado que la mayoría.
La idea de una novela de liderazgo, o leadership novel, es la manera en que se
refiere Moore y después otros críticos como Jad Smith a tres novelas particulares de D.H.
Lawrence que tienen como tema central la búsqueda de un un líder, heroe, figura paternal
o de autoridad. Jad Smith tambien alude a las llamadas leadership novels.
Los críticos seguido consideran a Serpiente Emplumada como el zenit del interés
de Lawrence por la política autoritaria ... en efecto su ambivalencia hacia la política de
liderazgo emerge antes de escribir estas cartas y de la publicación de Serpiente
Emplumada.
Las llamadas novelas de liderazgo son Aaron’s Rod, Kangaroo, y Plumed Serpent.
La idea en común es el planteamiento de un nuevo régimen político o religioso, donde
resalta la figura del heroe lawrenciano como un tipo dictador. Por lo menos en Serpiente
Emplumada la figura del dictador es clara. Las “novelas de liderazgo” expresan las
propias aspiraciones de D.H. Lawrence, su deseo de ser un líder, y la voz autoritaria de
Don Ramón muchas veces es su propia voz. “Tiene que ser recordado que D.H.
Lawrence por mucho tiempo se veía a sí mismo como un líder potencial de los hombres
hacia una nueva manera de vivir”. Después D.H. Lawrence abandonaría la idea de un
heroe capaz de cumplir la promesa de una revolución espiritual. En palabras de
Lawrence, “la idea de un heroe es obsoleta, y el líder de los hombres es un número
obsoleto. Después de todo, detrás del heroe está el ideal militar; y el ideal militar o militar
ideal para mí es un huevo frío”. D.H. Lawrence reconoce el problema substancial de
proponer a un líder como Dón Ramon o Cipriano en Serpiente Emplumada. Lo muestra la
cita anterior en una carta a Witter Bynner. Cae en constantes contradicciones sobre la
viabilidad de un nuevo orden con un líder al frente. Pero sobrevive siempre la idea de
fundar una colonia de iguales, de personas inteligentes y sensibles como él, aunque la
idea sea utópica. Sus ideales religiosos y políticos no encuentran una aplicación práctica,
pero del protestantismo quedó siempre la semilla. Podaba y discernía entre todos los
diferentes brotes de la semilla. La raíz seguía bien plantada y arraigada, y por lo mismo
38
Postlethwaite
D.H. Lawrence buscó en lo religioso y espiritual las respuestas a los enigmas de la vida.
Las “novelas de liderazgo” muestran solamente una fase exploratoria de D.H. Lawrence,
donde plantea que un dictador es necesario para un cambio, para la implementación de
una nueva vida. “Este es un punto importante en el desarrollo de D.H. Lawrence, porque
nos lleva a su asunción posterior del rol de profeta.” Su visión, o alucinación, lo empujó a
querer ser en un líder espiritual y fundar una utopía. A la vez muestran las ideas
controvertidas y elitistas de D.H. Lawrence, la razón que se le otorgó el título de
protofascista. En Apocalipsis las ideas elitistas de D.H. Lawrence son explícitas cuando
divide a la sociedad en castas. “No hay manera de evadirlo, la humanidad para siempre
se va dividir en dos categorías de aristócrata y demócrata ... los que se sienten fuertes en
su alma, y los que se sienten débiles.” Obviamente que para D.H. Lawrence eran los
aristócratas los que se sienten fuertes en su alma. D.H. Lawrence estaba dividido; era
ambivalente y contradictorio en sus ideas. Pero solamente porque le gustaba vivir en la
frontera entre los opuestos donde siente él el pulso de la vida.
El topos del peregrinaje
“Peregrinaje salvaje” es un tropo comúnmente utilizado para describir la vida de
D.H. Lawrence, particularmente su autoexilio. De recién casado, D.H. Lawrence viajó a
Alemania e Italia, y no dejó de viajar por el mundo hasta su muerte en Francia.
“Peregrinaje salvaje” fue acuñado por el mismo Lawrence en una carta dirigida a John
Middleton Murry, su amigo, literato, y editor con quien tuvo una relación compleja e íntima.
Le escribió desde Nuevo México, el 2 de febrero de 1923, “ha sido un peregrinaje
bastante salvaje los últimos cuatro años.” Su elección de palabras es digna de ser
analizada.
Tradicionalmente peregrinaje denota un viaje espiritual o religioso, mientras salvaje
connota casi todo lo contrario. Es típico de D.H. Lawrence buscar lo salvaje en lo
espiritual y viceversa. El peregrinaje es a la vez un topos con una larga tradición en la
literatura inglesa. La referencia más conocida en las letras inglesas son las obras de
39
Postlethwaite
Geoffrey Chaucer y John Bunyan. Los dos autores son de gran envergadura, lectura
obligatoria, en las letras inglesas, y se basan ambos en la idea de un peregrinaje, aunque
de manera muy distinta. El progreso del peregrino de John Bunyan es una alegoría donde
recuenta el camino de Cristiano, el protagonista del cuento, hacia la Ciudad Celestial.
D.H. Lawrence estaba bien familiarizado con la obra de Bunyan, aunque no la tenía en
alta estima, y confesó nunca haber podido terminar de leerlo por falta de interés en las
alegorías en general. Otro ejemplo de peregrinaje, Los cuentos de Canterbury de Chaucer
son los relatos ficticios de un grupo de peregrinos viajando a la catedral de Canterbury a
visitar la tumba de San Thomas Becket, una tradición muy popular en el medievo. El tono
y el sentido de Chaucer es irónico, una crítica a la hipocresía de los eclesiásticos, lo
opuesto a Bunyan. El peregrinaje, sin embargo es central en ambas obras literarias.
Ernst Robert Curtius introdujo la idea de topos en la literatura medieval. Curtius
describe el topos como una herencia de la retórica política y judicial grecolatina que se
mudó hacia la literatura en la edad media. En breve, los topos son clichés utilizados en la
literatura. “Como lo menciona Quintiliano (V, 10,20) son almacenes para el hilo del
pensamiento”. Los topos se podrían parecer, según esta última definición, a los símbolos,
y de alguna manera lo son. Aunque topos se refiere estrictamente a un lugar común
dentro de las obras literarias, que expresan algun apartado de la psicología humana en
temas universales. “Estos temas conciernen a las relaciones básicas de la existencia y
son perennes”. Curtius considera incluso que puede haber nuevos topos con el transcurso
del tiempo, conforme cambian las costumbres y valores de una sociedad.
También hay topos que están deficientes desde la antigüedad hasta la era
de literatura augusta. Aparecen al principio de la antigüedad tardía y de
repente están en todas partes ... Tienen un intéres doble. Primero referente
a la biología literaria, podemos observar en ellos el génesis de un nuevo
topos.
El topos del peregrinaje es evidente en Serpiente Emplumada cuando la protagonista,
Kate Leslie, una irlandesa, viaja a México, un lugar desconocido. La historia de Kate
puede ser leída como un peregrinaje físico y espiritual consumado en México, finalizado
en su matrimonio con una deidad azteca, un altiplano religioso, su apoteosis. Y no termina
ahí, sino que algunos críticos, como Edina Pereira Crunfli sostienen que a la vez el topos
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Postlethwaite
podría también tratarse de una reversa histórica, una venganza por parte del autor al
intentar rehacer la historia, corregirla por lo menos. “En la imaginación de Lawrence, con
su primer reversa alegórica, tiene a la ficción emparejándose a la historia.” Kate Leslie al
final de la novela encarna a Malintzi, otro nombre para la Malinche. Entonces Kate, la
europea, regresa a México para formar parte tanto del panteón como del futuro espiritual
del país. “La reversa aquí ocurre no por suerte, quiero sugerir, en dos niveles. No
solamente político en el sentido de la reversa de las identidades ‘colonizador/colonizado’ ,
pero también en las identidades de género” porque anteriormente, las historias
tradicionales ‘retratan al colonizador hombre aterrizando en el Nuevo Mundo y teniendo a
un sujeto femenino colonizado enamorándose de él.’” Con Kate sucede lo contrario.
D.H. Lawrence no se apega al concepto del peregrinaje siguiendo la tradición
exacta o literal de Chaucer o Bunyan, sino que se apropia del topos y le añade lo salvaje.
“Salvaje” tiene una connotación a veces negativa, que lo hace casi antónimo de
peregrinaje. “Peregrinaje salvaje” podría leerse como un oxímoron para describir no
solamente los viajes por América ignota, sino un concepto complejo que encierra un
nuevo lugar común, potencialmente un nuevo topos: la búsqueda espiritual en motifs
precristianos o “primitivos”. El topos de “peregrinaje salvaje” no puedo decir con
seguridad que sobreviva en obras literarias posteriores a D.H. Lawrence, pero existe
definitivamente el potencial. Se refiere D.H. Lawrence a una ruptura, a una nueva
experiencia religiosa e imaginativa, donde es necesario aceptar el lado violento y primitivo
de la vida. Donde necesita ver a los ojos el terror y encontrarle el lado bello. El peregrinaje
necesita ser salvaje, como lo menciona Carswell.
El topos del peregrinaje también lo encontramos en la mitología prehispana.
Quetzalcóatl en varias interpretaciones y versiones hace un viaje al inframundo, hacia la
muerte, para regenerarse. En la versión más conocida, se sabe que Quetzalcóatl huyó; se
exilió con la promesa de regresar. El problema más común de estas interpretaciones es
una confusión fundamental entre Quetzalcóatl la deidad, y Ce Acatl Topiltzin Quetzalcóatl,
un emperador de los toltecas, antecesores de los aztecas. Florescano alude al problema:
Esta visión mítica de Quetzalcóatl como dios, sacerdote y héroe cultural de
Tula se mezcló y confundió con la imagen de un personaje llamado Ce Acatl Topiltzin
Quetzalcóatl, quien según estos textos llevó el mismo nombre que el dios y sacerdote,
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Postlethwaite
hizo hazañas guerreras, gobernó Tula en su máximo esplendor, perdió el trono y
finalmente abandonó su reino, huyendo con una parte de sus fieles hacia el oriente
(Florescano 66).
Dicha caída o huída del gobernador tolteca se mezcla con el mito de Quetzalcóatl
para crear un peregrinaje simbólico y espiritual. La mitología mesoamericana comparte
con otras civilizaciones el topos del peregrinaje, y por lo mismo D.H. Lawrence encuentra
un gran valor simbólico y se identifica también con las historias y los mitos de las
civilizaciones mexicanas. Florescano, citando a Michel Graulich, menciona que el
peregrinaje es “la metáfora de un viaje por el inframundo, un tránsito de la muerte a la
regeneración” (Florescano 74). D.H. Lawrence tuvo que haber sentido un apego familiar y
hasta un consuelo en dichas ideas sobre la muerte y regeneración. Él mismo adoptaría
después algunas de las nociones mexicanas sobre la muerte y la vida.
Su escepticismo hacia la ciencia y la razón influye y es evidente en sus ideas
complejas sobre lo salvaje. En veces se refiere a lo salvaje con una connotación negativa,
y en otras ocasiones como el mundo que quiere recuperar. Pregonaba su amor por lo
salvaje y su interés por las culturas antiguas, sin dejar de ser un hombre posvictoriano. No
puede D.H. Lawrence negar por completo la cruz de su parroquia: el imperialismo
británico.En su autoexilio, nunca olvidó ni abandonó su patria, ni dejó de ser en el fondo
un imperialista. Pereira Crunfli lo describe como “un hombre arrestado en la cárcel de su
lenguaje/cultura, de la misma imagen que presenta él en Studies in Classic American
Literature un ‘monstruo dividido y roto’ intentando ‘mudar completamente de piel a la vieja
conciencia europea.’” D.H. Lawrence fue el hijo pródigo del imperio inglés.Y siempre nos
deja claro que en el fondo era un orgulloso britano. Entonces en su fascinación por lo
salvaje no podemos ignorar lo que podría ser aún otro topos de literatura inglesa: el afán
por lo exótico, el interes en el otro. Lo último es una característica común del mundo
victoriano manifestado en la fascinación por las culturas africanas y asiáticas, por
ejemplo. Lo menciona Middleton Murry, de corazón siempre fue inglés. “Lawrence estaba
profundamente atado a Europa, y sobre todo a Inglaterra.” En sus viajes alrededor del
mundo interpretó lo que le rodeaba como un turista inglés interesado en lo exótico y en el
otro. Le provocaba un conflicto interno enfrentarse a nuevos lugares y culturas. Esto
figura particularmente en Serpiente Emplumada. Lawrence nunca pudo abrazar
completamente el llamado primitivismo o salvajismo que encontró en México, así como
42
Postlethwaite
Kate Leslie al principio no puede aceptar o convertirse autenticamente a la religión de
Quetzalcóatl. La contradicción es aún más obvia y profunda cuando observamos que la
salvación, la apoteosis, en la novela no está en manos de los indígenas “salvajes”, sino
de un criollo. El líder de los mexicanos, el nuevo Quetzalcóatl, Don Ramón, es un criollo
de sangre española casi pura. Lawrence aclara en la novela que “Don Ramón es un
español casi puro.” Es otra ambigüedad criticada y realzada de Serpiente Emplumada.
En una primera versión de Serpiente Emplumada, lo que fue un borrador publicado
póstumamente como Quetzalcoatl (el título original de D.H. Lawrence) Don Ramón
aparece con razgos completamente indígenas. Pero hubo un conflicto al respecto, una
duda, y finalmente, en el manuscrito oficial, a Don Ramón le otorga sangre europea. Atrás
quedó lo cien por ciento mexicano que pregonó como la solución al predicamento del
país. En su ensayo, America, Listen to Your Own, por ejemplo donde exhorta a los
americanos a buscar en sus propias raíces las respuestas para el futuro. ”América debe
de voltear otra vez para atrapar el espíritu de su continente oscuro y aborígen”.
La revolución espiritual que se ocupa en México dirigida por un criollo es irónico,
pero también tiene una razón. Jad Smith también señala la ambigüedad de D.H.
Lawrence ante lo europeo y americano.
Aunque se puede hacer el caso de Serpiente Emplumada como una novela
mexicana ... Peter Fjagesund insiste con razón que Lawrence ubica asuntos “casi
exclusivamente europeos o por lo menos occidentales” en el centro de su narrativa.
Otra vez D.H. Lawrence se sitúa en la frontera entre lo europeo, su raíz, y lo
americano, el otro, lo foráneo. Y al intentar ser de ambos lados cae en lo que parece ser
una contradicción irreparable. Lo primitivo y salvaje puede representar el esplendor
humano, como en el siguiente pasaje de Apocalipsis, donde D.H. Lawrence defiende el
carácter primitivo de algunos pueblos, y se recrimina el prejuicio del profesor alemán
cuando describe a las civilizaciones antiguas con la frase Urdummheit que se traduce
como “estupidez primitiva”.
Vemos los restos maravillosos de Egipto, Babilonia, Siria, Persia, y la India
antigua, y nos repetimos: ¡Urdummheit! ¿Urdummheit? Vemos las tumbas
etruscas y nos preguntamos nuevamente, ¿Urdummheit? ¿estupidez primitiva? Pues, en
la gente más antigua ... vemos un esplendor, una belleza, y seguido un júbilo, una
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Postlethwaite
inteligencia sensible.
Sin embargo, cuando visita México, modifica su visión romántica de las antiguas
civilizaciones. En una carta escrita a Middleton Murry desde Oaxaca, el 15 de noviembre
de 1924, observamos:
Los indios son pequeños y curiosos salvajes, y unos agitadores tremendos
que llevan consigo unos fragmentos de socialismo con los que hacen en todas partes un
revoltijo. Es realmente una especie de caos ... Lo que hace es un amasijo de gentes, y
especialmente de salvajes. Y el setenta por ciento de estas gentes son verdaderos
salvajes, casi tanto como lo eran hace trescientos años. La población mexicanoespañola
no hace más que pudrirse por encima de la masa negra (Lawrence, Viva 96)
La masa salvaje y negra ¿dónde quedó la belleza y esplendor? necesita al líder
europeo para salvarse. No hay contradicción más flagrante y eurocéntrica por parte de
D.H. Lawrence. El problema no tiene una fácil solución. Para no podrirse la raza mestiza
junto con los indígenas tiene que ayudarles a resurgir. Y el líder es mitad europeo. Es una
propuesta contradictoria. En el pasaje anterior, escrito en una carta a Middleton Murry, no
hay nada del esplendor salvaje. No hay una visión romántica sobre lo salvaje y primitivo
como la que tiene D.H. Lawrence hacia la mitología egipcia, caldea, o griega. En México,
lo salvaje es queer o raro, es oscuro y caótico. En otras civilizaciones antiguas, según
Lawrence lo salvaje era una fuente de poder y de espiritualidad. Los mexicanos, los
nativos, siguen igual que antes de la conquista pero, ¿dónde quedó la iluminación, la
sabiduría espiritual? Notamos que la primera impresión que tuvo D.H. Lawrence sobre
México y la raza indígena fue un detesto crudo y visceral. El sentimiento fue abrumador, y
rebasa cualquiera de sus teorías románticas. La ambigüedad se convierte en un nudo
difícil de deshacer. Su primera impresión de los dioses aztecas, al igual, fue de miedo y
horror. Y no pudo al principio relacionar lo azteca con otras mitologías antiguas que
admiraba. ¿Dónde quedaron las teorías de La Rama Dorada?
No hay nada de la preocupación fálica del antiguo Mediterráneo. Aquí no ha
llegado, siquiera, hasta el apasionado sexo. Colmillos y pliegues de frías
serpientes y de pájarosserpientes de vehemente sangre fría y garras.
Reconozco que me siento perplejo (Lawrence, Viva 23)
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Postlethwaite
Se enfrenta D.H. Lawrence a algo más salvaje de lo que antes había imaginado, lo
más vilmente primitivo. En México se encuentra con vileza, violencia, y lo animal. No hay
nada erótico ni sexual, solamente supervivencia y violencia, aunque después del shock
inicial, D.H. Lawrence lentamente comienza una relación de amor y odio con México. Fue
abriendo su mente y corazón e incluso llegó a admirar a la cultura azteca. Se ilumina con
los ritos y la cosmología azteca. Y únicamente por medio de la mitología tuvo Lawrence
un vuelco de corazón. México lo sedujo gradualmente y de manera peculiar. Un extraño
magnetismo lo hizo reconsiderar a la cultura mexicana, y lo hizo volver otras dos veces a
México. Incluso llegó a adoptar las creencias de la mitología maya y azteca como más
viables que las del cristianismo.
Por mi parte no creo en la evolución; y mucho menos como una cinta atada
a la Primera Causa ... Me satisface más la teoría de los aztecas acerca de
los Soles, es decir, una serie de mundos sucesivamente creados y
destruidos (Lawrence, Viva 39)
Lo salvaje cobra una relevancia espiritual y pierde un poco su connotación
tradicional de describir a personas en un estado animal, prehistórico, o neandertal. No es
lo salvaje una etapa histórica o prehispánica, en el caso de México, ni antigua
necesariamente. Se refiere a algo más. Lo salvaje, para D.H. Lawrence, es atemporal, y
nos sirve como otra palabra clave para referirse a una etapa en nuestra historia donde los
seres humanos tenían una comprensión más vital y espiritual del cosmos. Apela al instinto
humano que necesita resurgir, un tema indispensable en las teorías de D.H. Lawrence. Lo
salvaje fascinó a Lawrence. Lo elogiaba y detestaba simultáneamente, sentimientos que
echaban a volar su imaginación.
El simple hecho de escoger el epíteto de “salvaje” es una autorevelación, una
ventana a su inconsciente. La primera impresión de “peregrinaje salvaje” como unión de
un viaje espiritual por un lado y lo terrestre, sin cultivar, por el otro, no es suficiente. Ya
sabemos que “salvaje” tiene una connotación espiritual para D.H. Lawrence, pero a la vez
ambigua. Encontramos entonces la lucha incesante del autor, la tensión que él mismo
crea. ¿Lo salvaje como algo bruto y violento, o como un ascenso espiritual? Otra vez crea
Lawrence una frontera entre conceptos. La ambivalencia vuelve a ser parte intrínseca de
su imaginario. Edina Pereira Crunfli hace alusión a la ambivalencia tan crucial en D.H.
45
Postlethwaite
Lawrence y su obra cuando señala, “lo que hace este intento de D.H. Lawrence tan
fascinante y desafiante en el caso de Serpiente Emplumada y otras de sus obras
mexicanas es la ambivalencia de Lawrence”. Es una proyección: lo salvaje cargado de los
prejuicios, miedos, y creencias de un inglés posvictoriano. Lo salvaje es abstracto,
imaginario, y relativo. El significado de salvaje para D.H. Lawrence fue influenciado por
sus estudios sobre civlilizaciones antiguas y primitivas. Aunado a la construcción de lo
salvaje como un antivalor: antítesis del mundo moderno, industrial y bélico que
detestaba. Aunque se puede argumentar que el mundo moderno floreció como antivalor
de lo primitivo, D.H. Lawrence sentía que ahí precisamente se esconde el grave error en
el transcurso de la historia. La humanidad degradó y sacrificó su espíritu por los
beneficios materiales de vivir en una civilización moderna e industrializada. Aunque no
estaba en contra de los beneficios de vivir en una sociedad moderna, sí creía que algo se
había perdido. El vacío espiritual se volvió insoportable. Se necesitaba un renacimiento
religioso, político, y social. Se necesitaba un “peregrinaje salvaje”. Y al llegar a México la
tensión equilibrada de su “peregrinaje salvaje” tuvo un desenlace insospechado. Al
enfrentarse con Quetzalcóatl, sus teorías por fin se materializaron, como Emmanuel
Carballo lo resume.
México del mismo modo que Australia, Taos e Italia, sólo fue en la vida y la
obra de Lawrence un pretexto de evasión y búsqueda. Sus tres viajes a
México (comprendidos entre 1923 y 1925) pueden catalogarse como simples
excusas que un hombre iluminado se da sí mismo para buscar en un país,
que él considera primitivo, argumentos que comprueban sus tesis acerca del
triunfo de la sangre sobre la razón, de los instintos sobre la inteligencia, y del
sexo sobre la enajenación (Lawrence, Viva 15).
¿Dónde está entonces lo salvaje? Carballo menciona que México es un país que
D.H. Lawrence consideró primitivo. Lawrence pudo haber considerado a México primitivo,
aunque en realidad ya había sufrido una modernización el país, si bien es cierto que
había dejado rezagos fuertes. Lo primitivo podríamos considerarlo metafóricamente,
buscarlo en el corazón de las tinieblas como lo hizo Joseph Conrad, contemporáneo de
D.H. Lawrence. Aunque El Corazón de las Tinieblas es un libro radicalmente distinto, en
46
Postlethwaite
estilo y contenido a la obra de Lawrence, Conrad también se adentró en un país
desconocido. Conrad a diferencia de Lawrence fue polaco de nacimiento. Su nombre de
pila era Konrad Korzeniowski, y el país desconocido para él en realidad fue Inglaterra, lo
contrario a D.H. Lawrence. Analizó Conrad el concepto de salvaje desde una nueva
perspectiva. Lo que propone es que Inglaterra, un país imperialista, había inventado el
concepto de “salvaje” en una proyección de su propia “oscuridad”. La conclusión de
Conrad es que lo salvaje, lo oscuro del corazón, no yace en una región geográfica de
pueblos considerados primitivos por los imperialistas, sino que yace en el corazón del
hombre imperialista. Lo salvaje es entonces parte del discurso imperialista, digno de ser
estudiado bajo el lente del poscolonialismo. Es discutible que tan consciente fue D.H.
Lawrence en el uso de las palabras “salvaje” y “primitivo”. Pereira Crunfli invoca a otros
autores para referirse a la aparente falta de autocrítica en D.H. Lawrence al emplear
dicho términos. “Como lo señala Neil Roberts, ‘Lawrence hace uso habitual y
desvergonzado de la palabra ‘salvaje’ para describir a los indígenas de Estados Unidos y
México.”
La ideas que acompañan el discurso de lo salvaje invocan casi por antonomasia al
poscolonialismo y la colonización. Examinando diferentes documentos de la época,
podemos percibir que desde el principio existieron debates intensos sobre la naturaleza
de los indígenas nativos. El debate sigue vigente hasta la fecha. Algunas obras literarias
representativas del renacimiento y de la ilustración nos ayudan a establecer un contexto.
Un clásico ejemplo es La Tempestad de William Shakespeare. Caliban, el esclavo, es un
prototipo idóneo para analizar las ideas detrás de lo salvaje durante la colonización. La
Tempestad tiene una relevancia única en los estudios poscoloniales. Sobre todo cuando
analizamos a Calibán porque nos muestra la sensibilidad de Shakespeare al crear un
personaje cómico pero complejo. En el contexto de lo salvaje, entabla una discusión
sobre las ideas que tenían los colonizadores y la sociedad en general sobre los nativos.
En este periodo se producen ciertos estereotipos de los nativos. En algunos casos los
nativos son clasificados peor que animales, seres indecentes que no tienen alma ni
escrúpulos. Aunque tambien sobresale su antítesis, lo opuesto: el estereotipo del buen
salvaje como otro topos en la literatura. Shakespeare produjo un personaje complejo y
algunos lo acusan de promover el estereotipo del nativo salvaje, bruto, y caníbal, el último
epíteto siendo un anagrama de Calibán. También se ha acusado a Shakespeare de no
tomar una postura firme y clara en contra de la esclavitud. Como menciona Paul Brown en
47
Postlethwaite
This Thing of Darkness, la ambivalencia europea ante el problema del otro, lo salvaje, y la
esclavitud puede ser rastreada a los primeros encuentros de la conquista. “La Tempestad
no es solamente un reflejo de las prácticas colonialistas, sino una intervención en un
discurso ambivalente y hasta contradictorio.” Por una parte, Shakespeare refuerza la idea
del nativo como ser inferior y bruto. No podemos olvidar que su intención era entretener a
un público, utilizando incluso recursos cómicos que hasta hoy podrían ofender a algunos.
Aunque promueve la idea de un nativo bruto y vulgar, también le atribuye algunas
características que lo bañan en otra luz. Shakespeare lo muestra como víctima de la
opresión y del poder de su amo. Shakespeare también describe al salvaje de Calibán en
un estado de simbiosis con su entorno antes de la llegada de Próspero, y cómo la idea
que se forma Próspero de Calibán es meramente subjetiva, una creación o proyección de
los valores europeos. El personaje de Calibán también muestra resistencia al poder
imperial, y por lo mismo es un personaje complejo, cuyas acciones presentan el dilema y
los problemas de la colonización.
Dichas estrategias del discurso muestran que Calibán en efecto ha dominado lo suficiente
las lecciones cívicas para asegurarse que la interposición de él como un simple salvaje,
un demonio nato, sobre cuya naturaleza/ la educación no se puede fijar es inadecuada.
Paradojicamente, es el poder elegante de la educación que lo permite conocer su propio
significado.
El ensayo De los Caníbales de Michel de Montaigne, tambien nos permite ver el
otro lado del discurso sobre lo salvaje, representa la defensa del “salvaje”, pero sobretodo
lo inadecuado de utilizar el término. “Encuentro que no hay nada en esa nación que sea
bárbaro o salvaje, al menos que los hombres llamen barbarie a lo que no es común para
ellos” Desde el principio hubo quienes negaron la idea del salvaje, considerada nada más
que un prejuicio. Por lo mismo, el topos del buen salvaje es también injusto, aunque su
intención pudo haber sido buena, recae igualmente en prejuicios, una actitud
condescendiente, paternalista, y está igualmente fabricado por un discurso imperialista.
48
Postlethwaite
Ambas visiones del aborigen americano circularon vertiginosamente alrededor de Europa,
cada una llegando a su desarrollo particular. El taino fue transformado en un habitante
paradisiaco de un mundo utópico ... el caribeño, por su cuenta, se convierte en caníbal
un antropófago, hombre bestial situado en los márgenes de la civilización. Pero hay
menos contradicción de lo que aparenta a primera vista entre las dos visiones;
constituyen, sencillamente,oposiciones en un arsenal ideológico de la burguesía vigorosa
y emergente.
En algunos pasajes de Serpiente Emplumada es evidente que D.H. Lawrence
presenta ambas posturas, la del buen salvaje y la del salvaje violento, y no se decide por
ninguna de las dos. Lo salvaje es una construcción, y al utilizar el adjetivo, D.H. Lawrence
ya está participando en el discurso poscolonial. Lo característico de Lawrence es
quedarse sin una postura fija, sino intentar pertenecer a ambas.
Tanto en Conrad como en D.H. Lawrence, observamos el peregrinaje no como una
huida, ni un viaje físico, sino una búsqueda interna. En Lawrence hay una disyuntiva, una
motivación secreta provocando una curiosidad ante la condición humana. D.H. Lawrence
explora el corazón de las tinieblas, y aparecen en el proceso sus propias ideas y
prejuicios sobre lo salvaje. El lado violento del salvaje se asoma pero D.H. Lawrence no lo
esconde, intenta reivindicarlo. Lawrence rompe esquemas, solamente los invierte. Al
invertirlos cae en los mismos prejuicios y problemas que critica. D.H. Lawrence dice que
lo salvaje no es lo realmente oscuro de la humanidad, y no niega ni condena la violencia
de las culturas prehispánicas. Lo realza. D.H. Lawrence invierte los esquemas, y sostiene
que la única salvación para la humanidad es que el viejo lado oscuro triunfe e implante
una nueva esperanza en el mundo: una nueva fe, distinta del cristianismo. Pero a la vez
está aterrado de lo que ve en México. Lawrence no fue el único en utilizar el epíteto de
salvaje como parte de un discurso más generalizado sobre el status quo.
Vale la pena citar aquí, de manera extendida, la elaboración de Torgovnick sobre
versiones de lo primitivo creado/construido por el occidente en la literatura: “en Conrad,
como en Bataille, Lawrence, Eliot, y otros de su generación, la creación de versiones
específicas de lo primitivo depende muchas veces y es condicionado por un sentido de
49
Postlethwaite
disgusto o frustración con los valores occidentales.
En México, D.H. Lawrence desarrolla más sus teorías sobre lo salvaje. Por lo expuesto
anteriormente, es Lawrence también un fronterizo, en su mismo carácter siempre peleaba
entre dos fuerzas. Como hombre iluminado no quizo apegarse a ninguna religión o
convención. Katherine Anne Porter, novelista contempóranea de D.H. Lawrence,
concuerda con la importancia que tuvo México en el desarrollo emotivo del autor.
“Lawrence fue a México con la esperanza de encontrar ahí, entre los foráneos y su culto
misterioso, lo que había fallado en encontrar en su propia raza o dentro de sí mismo: el
centro y el sentido de la vida.” En Serpiente Emplumada trató de perfeccionar y elaborar
sus ideas, refinar lo que tenía años ponderando y tratando de consumar. Escrita casi al
final de su vida, Serpiente Emplumada fue lo más cerca que llegó a fundar su utopía, la
Meca de su peregrinaje, que llevaría el nombre de Rananim.
Cualquier peregrinación necesita un destino. Sin embargo el peregrinaje de D.H.
Lawrence parecía cambiar de dirección, sin un lugar específico como meta. Incluso se
puede decir que lo que buscaba no era un lugar físico sino mental. Le llamaba Rananim a
su destino idealizado. Ell nombre lo toma de un salmo hebreo, y lo escogió Lawrence para
la comunidad que siempre quiso fundar. Cambiaba la sede pero no la esperanza de
fundar su utopía. El sueño de fundar su colonia, secta, o utopía, es un testamento de D.H.
Lawrence como profeta. Encapsula el deseo de Lawrence por fundar un reino y él ser rey.
Aunque Lawrence nunca abordó conmigo definitivamente la idea de la
colonia, el pequeño edén donde no iba a haber ninguna serpiente
gobernante más que él, me percaté que seguía soñando que algo del estilo
podría fundarse en México.
Al igual Witter Bynner no fue requerido, pero el recuerdo de Rananim es
documentado con más detalle por Catherine Carswell, Aldous Huxley y Middleton Murry,
amigos íntimos de D.H. Lawrence, a quienes con frecuencia les reiteraba la propuesta de
50
Postlethwaite
fundar un edén. Lo recalcaba constantemente en sus cartas. Desde Chapala, en junio de
1923, le escribe a Knud Merrild, “el mundo no tiene ‘vida’ que ofrecer. Tenemos que
juntarnos unos cuantos seres con honor e intrepidez para hacer una nueva vida”
(Lawrence, Viva 92). Después, en octubre de ese mismo año, le escribe a su amiga
Catherine Carswell. “Desearía poder construir un pequeño rancho, donde pudiéramos
tener nuestras pequeñas casas de adobe y comenzar una nueva vida” (Lawrence, Viva
94).
Huxley también alude al plan maestro de Lawrence.
Estaba a punto, o así lo imaginaba, de salir a Florida a Florida donde iba a plantar
su colonia de escape, de la cual no cesó de soñar hasta el final. A veces el lugar y el
nombre de la semilla de este mundo más feliz y diferente era puramente imaginativo. Se
llamaba Rananim, por ejemplo, y era una isla como la de Prospero. A veces tenía un lugar
en el mapa y el nombre era Florida, Cornwall, Sicilia, México, y otra vez, por un
tiempo el campiña inglesa.
No es exageración por parte de Huxley, en realidad D.H. Lawrence cambiaba
frecuentemente el sitio de su colonia. Y aunque tenía sus seguidores nunca hubo una
verdadera acción concreta para llevar a cabo el proyecto, solamente hubo palabras.
Tindall se refiere a la inquietud de D.H. Lawrence.
Lawrence quería tiranía bajo sus propios términos y solo con la condición de
él ser el tirano. De esta manera pudo reconciliar al individualismo, que se
encontraba inestable bajo la democracia, con dictadura”.
Su exploración del tema del heroe o líder lo lleva a cabo en su ficción, en las
mencionadas “novelas de liderazgo”. Pero nunca pudo fundar Rananim como un lugar
concreto, tal vez porque la cuestión práctica era demasiado complicada por no decir
imposible. D.H. Lawrence optó por construir su comuna en ficción, y lo hizo de manera
más evidente en Serpiente Emplumada. Durante su vida Lawrence aludió a querer crear
una nueva sociedad, pero siempre se frenaba, se contenía y se corregía. Parecía dudar y
titubear con respecto a Rananim como un proyecto real, como si él mismo entendía lo
51
Postlethwaite
absurdo de su empresa. Rananim vino a ser más bien un juego imaginativo donde todas
sus teorías podían ser consumadas. Ahí, en la utopía de su imaginación, podría florecer el
nuevo capítulo de la conciencia humana, la flor brotaría en el paisaje más salvaje y
desolado imaginable: México. Incluso fue en México donde hizo su último intento de
fundar la colonia. En un viaje que hizo a Inglaterra, después de viajar a México, reunió a
sus mejores amigos en la famosa cena en el Café Royal. Ahí relatan que les suplicó a sus
amigos que lo siguieran a México para iniciar una vida nueva y gloriosa.
La teosofía y el primitivismo de Lawrence
Varios críticos aluden al carácter primitivista de D.H. Lawrence, particularmente en
el subtexto de Serpiente Emplumada. Ya está claro que “salvaje” y “primitivo” son
palabras cargadas, con connotaciones complejas y controvertidas. Siempre que
utilizamos las palabras o conceptos dentro de la obra de D.H. Lawrence sabemos que hay
algo más allá de lo que aparenta, que adentramos forzosamente en el discurso
poscolonial. William York Tindall, crítico renombrado de D.H. Lawrence, fue de los
primeros en señalar un “primitivismo” en las novelas de Lawrence, lo cual añade una
nueva vertiente al discurso sobre el verdadero significado de los términos en la obra de
D.H. Lawrence.
Arqueólogos, antropólogos, e historiadores proveen a Lawrence con teorías sobre el
animismo, de donde fabricó sus teorías primitivistas, con detalles sobre el
hombre antiguo y la mitología que él encontró de gran utilidad para sus novelas
52
Postlethwaite
primitivistas.
Kingsley Widmer, crítico literario y académico más contempóraneo, señala las
diferencias entre lo “primitivo” y lo “primitivista”; sosteniendo que son conceptos muy
diferentes. Para esclarecer esta diferencia, que quizá sea obvia, Widmer hace una
distinción precisa y meticulosa entre primitivism y primitivistic.
Primitivism es una unidad importante de conceptos morales en la historiografía de ideas;
lo primitivistic, deseo sugerir, es algo bastante diferente, aunque normalmente sea
confundido con el primitivismo. Lo primitivistic es el empleo estético de materiales y
formas primitivas en las artes del siglo veinte.
Widmer propone que la obra de D.H. Lawrence es primitivistic y no un exponente
de primitivismo. La distinción no es tan clara, pero se reduce a una diferencia en la
intención y finalidad del autor. Tindall se refiere a lo primitivista sin hacer una aclaración
como la de Widmer. No hay una clara distinción a lo que se refiere Tindall con el
primitivism de D.H. Lawrence. Sin caer en un juego semántico, la diferencia principal yace
en el significado que le damos a los términos, y entender sobre todo la diferencia entre la
estética de D.H. Lawrence y sus creencias personales, religiosas, y espirituales con
respecto a lo primitivo. El carácter autobiográfico en las novelas de D.H. Lawrence hacen
que la tarea anterior sea aún más difícil. El meollo de la distinción que hace Widmer recae
en el fin o propósito que tiene el autor o artista. Si únicamente utiliza técnicas primitivas
para explorar, y tal vez llegar a un lugar ajeno a la ética y moral del primitivismo, hasta
quizá desmentir al primitivismo como doctrina, entonces es primitivistic. Si en realidad el
primitivismo es donde yace la salvación, una creencia que considera que las civilizaciones
antiguas, como la caldea o egipcia, pertenecían a la edad de oro, por ejemplo, entonces
se refiere a primitivismo. Es un asunto moral y estético en el corazón de la discusión. Lo
primitivistic es una estética. La siguiente cita explica mejor la diferencia.
53
Postlethwaite
D.H. Lawrence utilizó los conceptos morales del primitivismo (el rechazo de la civilización
industrializada y masiva y la añoranza por una vida viril y simple) para guiar a sus
personajes hacia paisajes primitivos donde podrían revelar no sus transformaciones
morales sino sus aversiones y autodestrucción.
Se vuelve entonces crucial entender cual era la intención ulterior de D.H. Lawrence
para saber si en términos de Widmer, Lawrence era primitivista por convicción o si nada
más empleaba el primitivismo para avanzar su discurso. Según Widmer, el autor utilizó los
conceptos del primitivismo como medio para un fin, y el fin no fue el primitivismo la
panacea ni el fin en sí mismo. La discordancia entre Widmer y Tindall merece atención
porque hay una diferencia drástica en la lectura que hacen de D.H. Lawrence. Tindall
sostiene que Lawrence tenía como fin, en el zenit, el primitivismo per se, y Widmer no.
La recuperación de una cercanía antigua con la naturaleza fue la meta de la mayoría
de las obras de Lawrence ... Con la causa de su primitivismo, el detesto de Lawrence por
el mundo presente, no me concierne ahora; en vez, propongo mostrar algunas de las
fuentes de sus teorías primitivistas.
Tindall se aproxima a la diferencia entre primitivistic y primitivism, pero no la
esclarece del todo. Es difícil estar cien por ciento seguro cuál de las dos opciones aplica
mejor a D.H. Lawrence. Tendríamos que analizar ejemplos aislados, cada caso,
particularmente dentro de Serpiente Emplumada. La cita anterior de Widmer, sobre
“búsqueda y autodestrucción”, es de gran utilidad cuando analizamos a los personajes de
Kate Leslie y Don Ramón. Podría discutirse incluso que D.H. Lawrence utiliza a los dos
personajes para plantear los dos lados opuestos de un discurso, es entonces la novela un
balance de opuestos y opiniones. Y lo que sobresale es la ambigüedad de D.H.
Lawrence.
La opinión de Tindall parece contradecirse y terminar en un lugar igualmente
54
Postlethwaite
ambiguo. La diferencia entre las opiniones de Tindall y Widmer es notable, y tenemos
que considerar que medio siglo los separa. Las perspectivas y especialmente la teoría
estética sufrió cambios drásticos en el medio siglo que transcurre entre sus teorías.
También es posible que Tindall, que no siempre fue benevolente con D.H. Lawrence,
haya sufrido un vuelco de corazón, y por lo mismo sus opiniones se contradicen. En su
artículo, D.H. Lawrence and the Primitive, Tindall es severo con Lawrence.
Después de la promesa de Hijos y Amantes, sus talentos fueron mal dirigidos
por su teoría. Sus trabajos tardíos contienen solamente pistas de lo que hubiera podido
hacer. Se volvió mejor como profeta que artista y como profeta no fue muy bueno.
Para Tindall, lo profético y lo primitivista no tenían por qué mezclarse. Aplaude al
primitivismo de D.H. Lawrence pero condena lo profético. En un artículo posterior,
declara que “en Serpiente Emplumada, por mucho su mejor novela es un ejemplo
extraordinario del primitivismo en nuestro tiempo, Lawrence utilizó los mitos aztecas para
enviar su mensaje.” Pero es claro que D.H. Lawrence profetiza y predica sobre lo primitivo
para exponerlo y reivindicarlo. La novela, en la opinión de Tindall, no es más que un
discurso frágil para exponer algunas ideas que venía adoptando Lawrence,
específicamente sobre teosofía y animismo. Según Tindall, Serpiente Emplumada pierde
su rumbo como obra de ficción al incursionar en la seudo filosofía, o más bien en la
teosofía. Ahí yace la contradicción porque invoca precisamente lo primitivista en la novela,
y Tindall celebra lo primitivista pero condena todo lo demás. Y esa contradicción aparente
en la novela, finalmente le otorga un grado de misterio a su lectura.
Es comprensible que Tindall tuvo sentimientos encontrados sobre la validez de la
novela como un vehículo para profetizar, aunque a la vez realza a Serpiente Emplumada
como exponente idóneo de primitivismo en las letras. Tindall fue tan ambiguo como el
mismo D.H. Lawrence. Desde el punto de vista estrictamente literario, la idea de utilizar la
novela como proselitismo le resta valor, por lo menos una grave falta para literatos
puristas. En el sentido purista, los novelistas no deben ser predicadores ni líderes de
culto. Pero D.H. Lawrence quería hacer ambas cosas. ¿Cómo separar el mensaje de su
vehículo? No puede dejar D.H. Lawrence de predicar. No se puede separar a D.H.
55
Postlethwaite
Lawrence el predicador del novelista, aunque algunos críticos sostengan que cualquier
motivación oculta o ulterior del novelista deprecia a la novela, por lo mismo lo consideran
inferior a otros grandes autores. Lo cual nos lleva a la ambición que muchos critican de
D.H. Lawrence: ser dos cosas al mismo tiempo. Presenta una dificultad por no tener un
sentido lógico. Es la línea divisoria desde donde escribe. Emmanuel Carballo alude a la
irracionalidad de D.H. Lawrence.
En esencia, el Lawrence de la juventud y el de la madurez son una y la misma persona:
ambos aman la naturaleza y se oponen a la sociedad vista como un bloque ... ambos
consideran el amor como la función básica y primordial del ser humano... y ambos se
acogen, como resumen de las anteriores características, a dos principios que en el fondo
son uno solo: el irracionalismo y el primitivismo (Carballo 9).
Habrá seguramente algunos que consideren dicha equiparación entre primitivismo
e irracionalismo injusta. Incluso Carballo se refiere a Lawrence como decididamente de un
lado cuando en realidad pertenece a los dos. En muchos casos el primitivismo tiene una
dosis de irracionalismo, y vice versa. No podemos descartar que en el caso de D.H.
Lawrence, con respecto a sociedades antiguas, especialmente la antediluvianas que alza
en un pedestal, y con una visión irrefutablemente romántica, no era del todo objetivo. D.H.
Lawrence probablemente no considera problemática la equiparación de primitivismo e
irracionalismo, pues detestaba el poder y la sobreestimación que la sociedad moderna
había investido a la razón. Así que llamarlo irracional no hubiera sido un insulto para él.
Aunque D.H. Lawrence tal vez no hubiera aceptado ser catalogado como
primitivista, sus escritos y sus cartas dirigen nuestra atención al tema. Escribió que el
secreto para lograr un nuevo hito espiritual en nuestra evolución no era regresar al modo
de vida antiguo, pero sí incluir por lo menos una espiritualidad basada en la antiguedad.
Es una parte esencial del discurso de D.H. Lawrence, igual que los románticos antes que
él, sentía un gran respeto por la naturaleza y los primeros pueblos que la veneraban. La
naturaleza se convirtió después en antónimo de civilización. Y es la ruptura provocada por
la revolución industrial que D.H. Lawrence quiere remendar con su imaginación
romántica. La dicotomía entre naturaleza y civilización tiene un arraigo en él, herencia de
los románticos. Encontró en las civilizaciones antiguas el modelo espiritual porque en la
56
Postlethwaite
sociedad que lo rodeaba definitivamente no lo podía ver. Leía vorazmente, sin importarle
autores o títulos, buscando una pepita de oro, una pieza valiosa de información que
podría ayudar a descifrar el secreto del alma y el cosmos. Su lectura de La Rama Dorada
y de Isis Unveiled muestran la búsqueda interna y el misticismo de D.H. Lawrence. Lo que
escribió en sus numerosas cartas confirman esta añoranza irremediable, una inclinación
definitivamente mística. Y la única manera de acceder era a través del mito y los
símbolos. La civilización antediluviana en la que pensaba D.H. Lawrence podría ser lo que
muchos llaman Atlántida. Durante la era del hielo, según la teoría de Lawrence y otros
ocultistas, los seres humanos ingresaron a una etapa de oscurantismo intelectual y
espiritual, donde a duras penas pudieron sobrevivir en cuevas y otros lugares inhóspitos.
Y cuándo pudieron por fin salir de dichas cuevas, solamente quedaron los restos de los
conocimientos, como piezas sueltas y esparcidas de un rompecabezas. D.H. Lawrence
buscó respuestas entre los restos, intentando descifrarlos y resucitar el mundo mágico y
sagrado de la antigüedad. Pero al no encontrar pruebas fehacientes, entonces llenó las
lagunas creando sus propios mitos y conjeturas.
Lawrence leyó con ahínco a Helena Blavatsky, principal exponente de la teosofía.
Ahí encontró lo mejor de dos mundos. Se identificó con la visión mística de Blavatsky. La
teosofía podría ser resumida como una combinación de los siguientes elementos: la
importancia de las culturas antiguas, la mitología, escepticismo sobra la ciencia, creencia
en los poderes supernaturales y mentales. Lo que D.H. Lawrence resumiría después en
un concepto vago que llamó la “conciencia de la sangre”. En varios de sus escritos D.H.
Lawrence realza a la cultura antediluviana, quizá Atlántida, como una edad donde no
existía el abismo entre religión y ciencia como hoy. La división, para D.H. Lawrence y
Blavatsky, inicia como una pequeña fisura que después se convierte en algo abismal e
irrevocable. Dicha escisión fue el error humano más grave de la humanidad, que ahora
debemos remendar y fusionar nuevamente. Como lo menciona Tindall:
Su mundo favorito era antediluviano; su segunda selección fue el mundo antes del
2000 A.C., y fallando eso, se contentaba con los vestigios de gloria que descubrió en las
sociedades arcaicas.
La definición anterior, sin embargo, no explica completamente lo que podemos
entender por primitivista. La disyuntiva puede entenderse como un dilema entre estética y
57
Postlethwaite
vida. ¿Era de corazón D.H. Lawrence un creyente en lo primitivo como la edad de oro del
espíritu humano, o solamente utilizó las ideas para aderezar su obra? Quizá la respuesta
sea un poco de ambas. Tindall describe la visión de D.H. Lawrence enfocada más al
futuro que al pasado.
Era sensible para reconocer que el hombre moderno no podía regresar a su
condición de salvaje o de los caldeos, pero sentía que el mundo podía renacer en una
fusión con el pasado.
La influencia de La Rama Dorada es palpable especialmente en Fantasia of the
Unconscious, donde volvemos a observar la importancia de las culturas antiguas en las
palabras de D.H. Lawrence.
Honestamente creo que el gran mundo pagano del cual Egipto y Grecia
fueron los últimos sobrevivientes, el gran mundo pagano que precede a
nuestra era, alguna vez tuvo una ciencia vasta y quizá perfecta, una ciencia
en términos de vida. En nuestra era dicha ciencia se desmorono en magia y
charlatanismo. Pero hasta la sabiduría se desmorona.
Como lo señala Tindall, D.H. Lawrence se nutre de las investigaciones de
arqueólogos y científicos para elaborar sus propias teorías. La idea de una sociedad
antediluviana e iluminada es una idea bastante aceptada como mito o leyenda, como la
Altántida ya mencionada. Y Enrique Florescano en su estudio sobre Quetzalcóatl alude a
un mito similar en la cultura azteca.
Algunos sugieren que la cueva que se encuentra debajo de esta pirámide
puede relacionarse con un antiguo mito de origen, según el cual los
Primeros seres humanos nacieron de las cuevas” (Florescano 163)
D.H. Lawrence inmediatamente relacionó sus ideas de la civilizaciones
antediluvianas con México y una nueva religión. Emmanuel Carballo, en su versión
condensada de Serpiente Emplumada titula un fragmento de la novela: México, un mundo
antediluviano, donde algunas de las observaciones de Kate Leslie bien podrían ser
cavilaciones del mismo D.H. Lawrence.
Kate tenía una sensación extraña en México; parecíale codearse con una
58
Postlethwaite
humanidad prehistórica, del periodo glacial o anterior, cuando la tierra
estaba fría, los mares vacíos y los terrenos eran de formación diferente;
cuando inmensas llanuras como la Atlántida y los continentes de la Polinesia
hoy desaparecidos se extendían hasta los océanos y las gentes de ojos
negros de aquel mundo podían darle la vuelta a pie. En aquella época
existía una raza misteriosa, de sangre caliente, que poseía una civilización
propia (Lawrence, Viva 203).
Fue México la tierra donde podría no solamente resucitar el viejo espíritu humano
que, quizá lo más importante, aún no se había extinguido del todo. Todavía tenía México
la raíz viva de aquella civilización antepasada. Según D.H. Lawrence, la sociedad
moderna se había desviado, atribuyendo demasiada importancia al uso de la razón, y
siempre promueve en sus teorías un asalto a la razón. No sería una nueva acusación
llamarlo excéntrico o incluso desequilibrado. Varios de sus amigos incluyendo a Witter
Bynner y Kai Gótzche, en sus cartas lo describen literalmente como loco. Otros lo
consideran un gran genio con una sensibilidad sobrehumana, y una visión fuera de serie.
Era capaz, según algunas anécdotas, de emitir profundos y revolucionarios
pensamientos, y en otras ocasiones se degradaba hacia lo ridículo o absurdo. Witter
Bynner tal vez fue parcial. Sin embargo, es cierto que en D.H. Lawrence encontramos un
conflicto interno. Y lo más interesante es su afrenta a la lógica y a la razón. D.H.
Lawrence era un hombre a la vez escéptico y religioso.
Aunque rechaza la teosofía en su enteridad y quería más bien crear su propia
religión, comparte muchas de las características de la teosofía, particularmente un
escepticismo hacia la ciencia. La ciencia para D.H. Lawrence es materialista y por lo
mismo inadecuada para tratar con los temas de mayor trascendencia humana. Frases
como: “el materialismo ha sido y seguirá siendo ciego a las verdades espirituales” y
“demasiada dependencia sobre hechos físicos llevó a un crecimiento del materialismo y
una decadencia de espiritualidad y fe” parecerían ser palabras escritas por D.H.
Lawrence, aunque en realidad son de Blavatsky, quien lo precedió por algunas décadas.
D.H. Lawrence desmintió a la ciencia con vehemencia exagerada y radical. Como
lo recuenta su amigo, Aldous Huxley:
Recuerdo en particular una larga y violenta discusión sobre evolución, cuya
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Postlethwaite
realidad Lawrence desmintía apasionadamente. “Pero fíjate en la evidencia,
Lawrence”, yo insistía, “ve toda la evidencia”. Su respuesta fue
característica. “Pero no me importa la evidencia. La evidencia no significa
nada para mí. No lo siento aquí”. Y presionó sus dos manos sobre su plexo
solar.
El plexo solar es un elemento crucial para entender las teorías de D.H. Lawrence.
Se refiere a él en la introducción de Fantasia of the Unconscious en una suerte de
apología de su cosmovisión. “De una vez debo decir que me apego al plexo solar.” No
habla desde el intelecto ni la razón, sino desde sus entrañas, un lugar intangible y
profundo. D.H. Lawrence intentaba ser más visceral que intelectual, y lo que se manifiesta
es un paradójico intelectualismo visceral. Siempre va a preferir el sentimiento en sus
entrañas por encima del razonamiento.
Es asombrante que una persona con el genio e intelecto de D.H. Lawrence no
quisiera aceptar evidencias, las pruebas fehacientes, argumentos sólidos y científicos.
Esto ilustra perfectamente la preponderancia que tenían ciertas ideas y teorías por
encima de lo físico para D.H. Lawrence. Las ideas místicas de Blavatasky encontraron un
receptor idóneo, aunque Lawrence seguramente ya tenía algunas de las mismas
inquietudes y divagaciones desde antes de leer a Blavatsky. D.H. Lawrence creía en otra
ciencia. De inicio, en Fantasia of the Unconscious, ofrece un aviso a los escépticos. Sabe
que para muchos lectores sus ideas iban a parecer absurdas o incoherentes. D.H.
Lawrence no fue convencional, prefirió deliberar en su propio mundo de ideas, esperando
que algunos lectores coincidan y lo sigan.
Llámenle ciencia subjetiva si quieren. Nuestra ciencia objetiva de conocimientos
modernos se concierne únicamente con fenómenos, y con fenómenos considerados en su
relación de causa y efecto. No tengo nada que decir en contra de nuestra ciencia. Está
perfecta como está. Pero considerarla como exhaustiva de todo el conocimiento al
alcance de la posibilidad humana me parece pueril.
Es razonable decir que la ciencia tiene sus límites, aunque la mayoría creen que la
ciencia avanza cada vez más, para poco a poco descubrir los misterios de la naturaleza.
60
Postlethwaite
Pero D.H. Lawrence prefiere olvidarse casi por completo de la ciencia para encontrar lo
que él busca por otro medio, un nivel subjetivo de conocimiento, no un conocimiento
material sino espiritual. Entre lo espiritual y material hay una frontera que Lawrence cruza
y explora.
La conciencia de la sangre
D.H. Lawrence en dos libros diferentes, Fantasia of the Unconscious y Apocalypsis,
expone sus teorías y creencias no ortodoxas sobre religión y ciencia. Expone toda su
cosmogonía, teorías que cubren desde el asunto biológico hasta el metafísico. Su idea
sobre la “conciencia de la sangre”, que va de la mano con el plexo solar, es la piedra
angular. Lo anterior refuerza la idea de nuestro cuerpo como más sabio que la mente. El
plexo solar es como la batería donde todas las terminales de nuestra conciencia se
conectan, donde yace también una conexión con nuestros antepasados.
Ahí una vez tuviste una conexión inmediata con la corriente sanguínea
materna ... Le llamamos una relación de sangre. Así sea. Es una relación de
sangre. Pero mucho más definida de lo que imaginamos ... mientras vivas nunca podrás
alejarte de ella.
Su detesto por lo mental y racional encuentra una solución, una alternativa, en la
creencia del plexo solar y la sangre como los verdaderos portadores de conocimiento. La
fe, según D.H. Lawrence, está basada en algo tan poderoso que es imposible de
entender. Tindall explica esta idea confusa de D.H. Lawrence como un posible
sinécdoque: utiliza la sangre para referirse al inconsciente (Tindall, Susan 39). Al igual
también yace en el fondo la máxima cristiana de no tocar con la mente lo que es de Dios.
Carl G. Jung es de utilidad para entender la asociación del inconsciente y la sangre,
61
Postlethwaite
asociación propuesta por Tindall, y los símbolos en las novelas de D.H. Lawrence. La
conciencia de la sangre, o el inconsciente, será para Lawrence lo opuesto al conocimiento
convencional, intelectual, científico, e incluso espiritual. Para D.H. Lawrence el
inconsciente es algo que la ciencia realmente no puede tocar, y es a la vez nuestro lazo al
mundo ancestral, a la naturaleza, y por ende a todo lo arcano del universo.
Es justo mencionar que la “conciencia de la sangre” es una característica de D.H.
Lawrence que le ha ganado el epíteto incluso de protofascista. Al igual ha sido una
interpretación literal de lo que se refiere Lawrence con el concepto de conciencia de la
sangre, en vez de leerlo como una metáfora del inconsciente. Tindall descarta la
acusasión de protofascista, aunque puede entender de dónde nace la relación que
muchos hacen.
Su añoranza por la autoridad y la obediencia, su odio de los socialistas,
católicos, y financieros internacionales, sus religiones nacionales con ritos paganos, su
propaganda, símbolos, y soldados de asalto, su actitud hacia las mujeres y trabajadores,
su deseo de pensar con la sangre, y otras maneras en las que se anticipó a Hitler
aparentemente justifican a aquellos que han llamado a Lawrence un protofascista.
Lo anterior parece un argumento sólido para señalar a D.H. Lawrence como
protofascista, y es difícil saber qué hubiera pensado o declarado Lawrence sobre Hitler,
por ejemplo, pero por lo menos Tindall sostiene que Lawrence nunca hubiera apoyado a
Hitler.
Lawrence quería una dictadura, de seguro, pero era crítico de todos los
sistemas totalitarios con los que se enfrentó ... su individualismo necio lo hizo incapaz de
deferencia hacia el liderazgo de Mussolini, Lenin, o Hargrave, lo hubieran frenado de
darle la bienvenida a Hitler.
En la siguiente cita ya mencionada anteriormente, Witter Bynner coincide con
Tindall sobre D.H. Lawrence y su simpatía por la dictadura.
Lawrence quería la tiranía en sus propios términos y solamente con la
condición de que él fuera el tirano. Es de esta manera que pudo reconciliar su
individualismo, que se encontraba inestable bajo la democracia, con dictadura.
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Postlethwaite
Aunque Witter Bynner lo acusa de tener muchas debilidades y de ser hasta un
déspota, concluye que D.H. Lawrence no hubiera simpatizado con los fascistas.
“Lawrence, el perfeccionista del individualismo, ha sido acusado de fascismo. Pero la
realidad de Mussolini no lo atrajo ... Lorenzo no hubiera querido a Hitler.”
Aunque tal vez D.H. Lawrence no se refirió a la conciencia de la sangre como algo
literal, sí hay una connotación étnica que algunos encuentran incluso racista. Esta
connotación ha dado pie para que se asocie con el protofascismo y con el movimiento
alemán llamado völkisch. Jad Smith subraya la influencia de lo völkisch en Serpiente
Emplumada.
De importancia primordial en Serpiente Emplumada está la liga que hace
Lawrence entre el pensamiento völkisch y el movimiento de Quetzalcóatl, un
liderazgo de culto cuasireligioso iniciado por dos mexicanos conocidos de Kate, Don
Ramón Carrasco, un historiador y arqueólogo, y Don Cipriano Viedma, un general. El
tema de la sangre y la tierra mantienen una posición central en la ideología del
movimiento.
Biógrafos como Witter Bynner y Harry T. Moore, y hasta Aldous Huxley en su
famosa introducción a Selected Letters, enfatizan el rol de la conciencia de la sangre en
D.H. Lawrence. La sangre tangible, física, palpable, pero a la vez llena de misterio.
“Mi gran religión”, ya decía en 1912, “es una creencia en la sangre, la
carne, como más sabia que el intelecto. Podemos estar mal en nuestras
mentes. Pero lo que la sangre siente, y cree, y dice, es siempre verdad.”
Sin embargo, es asombroso lo complejo que se vuelve el tema, y la incongruencia
y ambivalencia que demuestra D.H. Lawrence, cuando lo aplica a los nativos e indígenas
de América. En los rituales de los nativos resalta la importancia de la sangre, y ahí
descubrimos que para D.H. Lawrence hay diferentes tipos de sangre. En Serpiente
Emplumada la sangre tiene un papel crucial pero diferente a lo que hasta entonces había
expuesto. Nos percatamos que Lawrence nunca pudo adherirse personalmente a la
admiración y convicción que sentían sus personajes por la cultura azteca. Lo cual crea
una incongruencia, una sutil ambigüedad que lo caracterizó. Realza a la mitología azteca
como si hubiera descubierto la pieza faltante del rompecabezas que tenía toda su vida
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Postlethwaite
buscando, y aunque la mitología florece en su novela, en su propia mente no encontró
tierra fértil. En repetidas ocasiones, en Serpiente Emplumada, se refiere a la sangre como
el meollo de la religión azteca. La sangre es una parte intrínseca de las ceremonias y de
la fe azteca: en los sacrificios, en los rituales, y cosmogonía. La sangre es mencionada
por Don Ramón, el líder espiritual de Serpiente Emplumada en varias ocasiones.
Debemos regresar a la visión del cosmos vivo; tenemos que hacerlo. El
fauno más viejo está en nosotros, y no podrá ser negado. En sangre fría, y
en sangre caliente, debemos hacer el cambio.
Hay un énfasis en la importancia de la sangre y su poder transformativo. Para D.H.
Lawrence, la sangre es precisamente la unión entre civilizaciones que llevan en su
código, quizás el ADN, algo que nos programa a todos más o menos igual. Todos lo
llevamos en nuestra sangre. Es información que nos une incluso con los dioses, desde
milenios atrás. La preponderancia de la sangre en Serpiente Emplumada es evidente
también en lo cotidiano, como lo describe el siguiente pasaje.
Mientras pelaba su naranja, dejó caer las cáscaras amarillas en el agua, y
ella pudo ver la tranquilidad, la humildad, y el pathos de gracia en él; algo
muy bello y verdaderamente masculino, y muy difícil de encontrar en el
hombre blanco civilizado. No era del espíritu. Era de la sangre oscura,
fuerte, continua, un florecer del alma.
Lo anterior es un encuentro casual entre Kate Leslie y un nativo, pero tiene una
trascendencia. Hay un tono sensual y de atracción hacia los indígenas. Comienza en este
episodio la conversión de Kate, a encontrar atributos especiales y superiores en los
nativos comparados con los del hombre blanco. Los mendicantes a quienes Kate les
regala unas naranjas, son personajes secundarios y pasajeros, pero ahí vemos el
primitivismo al que se refiere Tindall. La alusión a “unbroken blood” es la sangre continua,
que es diferente a la del europeo caucásico. La sangre de la cultura azteca no está tan
contaminada y es capaz de florecer en el alma. Cabe mencionar, que en un nivel
personal, para D.H. Lawrence la cultura mexicana no había florecido como la griega o
egipcia, lo cual es evidente en sus cartas. Sin embargo, por lo menos no había
marchitado tampoco como en el caso de los europeos, cuyo declive era evidente en la
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Postlethwaite
cultura moderna, según el propio Lawrence.
Constantemente D.H. Lawrence alude al potencial que tiene México de
desprenderse del mundo moderno y occidental. La sangre representa la diferencia
drástica entre europeos y mexicanos. Kate Leslie, la protagonista irlandesa reconoce el
problema.
Normalmente, ella se olvidaba de que Juana era oscura, y diferente ... Hasta
que de repente se encontraba con esa mirada negra, vacía, y con un
destello en ella ... “¿Ella me odia?” O era solamente la diferencia
innombrable de la sangre.
Pasajes como el anterior muestran el racismo, el völkisch, y hasta la semilla de
fascismo por el que ha sido acusado D.H. Lawrence, tal vez con justa razón. Hay una
cierta paranoia tanto en Kate Leslie como en Lawrence cuando se enfrentan con los
mexicanos. Sienten una mezcla de miedo y culpa. Y lo más fácil quizá es atribuirlo a una
diferencia ancestral o biológica. La sangre como culpable de todo. Es la duda, la
ambivalencia, y la precariedad, lo que algunos críticos sostienen que permea toda la
novela, y finalmente la humedece tanto que casi la echa a perder. Es difícil entender cuál
era el mensaje ulterior de D.H. Lawrence, o si solamente estaba especulando con teorías
excéntricas y radicales. Los expertos en el tema, así como sus amigos más íntimos,
enfatizan que México fue una influencia real y duradera en D.H. Lawrence. Y esas
aproximaciones a una nueva sociedad basadas en principios antiguos fueron sinceras,
pero adecuadas solamente para su ficción, y aún ahí se enfrenta con varios problemas.
México se presenta como un país diferente, con lazos de sangre distintos al de los
ingleses o europeos. Su cultura, su raza, sigue en un estado de reposo desde la
conquista, y D.H. Lawrence está invocando un nuevo capítulo glorioso para la sociedad
que alcanzó su zenit en el pasado pero lo perdió en la conquista, y ahora lo podría
recuperar. Lawrence escribió que “quizás sea el repudio grave del espíritu moderno que
hace a México lo que es.” México rechaza la modernidad porque lleva algo más profundo
y arraigado en sus entrañas, una conexión real con los dioses y el espíritu, filtrado en la
sangre.
El siguiente pasaje de Serpiente Emplumada ilustra el cambio que Lawrence
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Postlethwaite
presagia, se aproxima, donde la sangre tiene un papel crucial. En las palabras de
Quetzalcóatl:
Los hombres me olvidaron. Sus huesos estaban húmedos, sus corazones
débiles. Cuando la serpiente de sus cuerpos alzó la cabeza, ellos dijeron:
esta es la serpiente dócil que hace lo que deseamos. Y cuando no podían
soportar el fuego del sol, ellos dijeron: el sol está enojado. Quiere bebernos.
Vamos a darle la sangre de nuestras víctimas.
Es evidente la conexión entre serpiente y sangre, ambas figuras son protagonistas
en la cosmovisión de D.H. Lawrence y en el tema de Serpiente Emplumada. La serpiente
en el plexo solar es fuente de poder. Es la serpiente que llevamos todos en la columna
vertebral, como lo creen algunos practicantes del yoga kundalini.
Es un sistema antiguo de disciplina mental y física con la iluminación o
experiencia mística como su fin. Por medio de este ejercicio el adepto
despierta a Kundalini, el poder de la serpiente enroscada y latente en la
base de la espina, y lo envía hacia arriba por la espina a los siete centros o
chakras.
Hay otro episodio donde podemos ver la relación entre serpiente y sangre. Como
en un rito de Quetzalcóatl donde participan Don Ramón y Cipriano.
Ramón: ¿Por qué está roja tu mano, Huitzilopochtli, mi hermano?
Cipriano: Es la sangre de los traidores, Oh Quetzalcóatl.
Ramón: ¿Qué han traicionado?
Cipriano: Al sol amarillo y al corazón de tinieblas; los corazones de los
hombres, y los capullos de las mujeres. Cuando vivían, el lucero del alba no
se podía ver.
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Postlethwaite
Ramón: ¿Y están realmente muertos?
...
Ramón: ¿Su sangre está derramada?
Cipriano: Si Señor, aunque los perros grises no derraman sangre. Dos
murieron una muerte sin sangre de los perros grises, tres murieron en
sangre.
Ramón: Dame la sangre de los tres, mi hermano Hutzilopochtli, para
polvorear el fuego.
...
Ramón: Oscuridad, bebe la sangre de expiación.
Sol, traga la sangre de expiación.
Sal lucero del alba, entre el mar partido,
Morning Star, lucero del alba, o estrella de la mañana, es otra manera de referirse
a Quetzalcóatl. Claramente D.H. Lawrence hizo una investigación sobre las diferentes
interpretaciones. Enrique Florescano hace hincapié en la relación de Quetzalcóatl con el
planeta Venus y después con la estrella del alba. “Lo que aquí importa destacar es la
vinculación de Venus con el inicio de la temporada de lluvias, la siembra del maíz y la
aparición de las primeras hojas verdes de la planta” (Florescano 43). La investigación de
Florescano es obviamente más profunda y extensa que el tratamiento de D.H. Lawrence.
Para comprender el valor de la serpiente, y de la Serpiente Emplumada, se necesita
conocer la cosmología maya y azteca, y considerar la investigación de antropólogos como
Florescano que enfatizan especialmente al inframundo.
Para D.H. Lawrence el alma está en la carne, en la tierra, y en la sangre. Lawrence
nos exhorta a ver hacia abajo en vez de hacia arriba en busca de respuestas. Claro,
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Postlethwaite
podemos entenderlo como algo retórico o metafórico. La sangre es lo que nos da vida, lo
que fluye por nuestro cuerpo, avivándonos en cada acción, irrigando cada pensamiento.
Es la sangre el verdadero origen. D.H. Lawrence intentaba resolver el dilema y el
predicamento humano a través de una idea abstracta y compleja de la sangre. Pero
además con un sentido metafórico, ¿A qué se podría referir realmente? ¿Realmente hay
una “conciencia de la sangre”? ¿Podría referirse al inconsciente o es solamente retórica?
Este intento de D.H. Lawrence de realzar la sangre y desacreditar el intelecto y la ciencia
es confuso. ¿Cómo un discurso, que por antonomasia se basa en la razón puede ir en
contra de sí mismo? Es una trampa de la cuál D.H. Lawrence nunca puede salir. Intentó
ir en contra de la ciencia y la razón, dándole más importancia a los sentimientos, a la
sangre, y a lo espiritual. ¿Cómo descifrar el acertijo a través de la razón que el mismo
Lawrence condena? Otra vez nos enfrentamos al acertijo, que es como un koan budista.
Hay, para finalizar, otra cita donde se muestra la gran importancia de la sangre, en
su sentido literal o metafórico, y es algo que nos tenemos que preguntar. Como el mismo
Lawrence escribió en una carta.
‘Hay otro asiento de la conciencia aparte del cerebro y sistema nervioso’, le
escribió a Bertrand Russell en 1915, ‘hay una conciencia de la sangre que
existe en nosotros independiente de la conciencia mental ordinaria, que
depende del ojo como la fuente o conector. Hay una conciencia de la
sangre, con la conexión sexual manteniendo la misma relación que el ojo, al
ver se sostiene de la conciencia mental ... cuando tomo a una mujer, cuando
la percepción sanguínea es suprema, mi conocimiento de la sangre es
abrumadora.
Sueño con serpientes
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Postlethwaite
Como fue expuesto al principio, en la imaginación de D.H. Lawrence, un símbolo
es capaz de detonar un universo de significados escondidos, despertar una vasta
mitología que liga el presente con un pasado remoto. No solamente en la palabra,
“Quetzalcóatl” encierra un secreto mágico, sino cualquier imagen, palabra, o signo tienen
el mismo potencial. Los signos se necesitan desarmar y analizar en partes, para
comprenderlos mejor, comenzando por ejemplo con “quetzal” y “cóatl” por separado.
La serpiente es un símbolo indispensable y recurrente en la mitología de varias y
diferentes culturas, desde las primeras civilizaciones. D.H. Lawrence se refiere a la gran
importancia simbólica y religiosa de la serpiente, que también se asocia de manera
intercambiable con el símbolo del dragón. El mismo Lawrence hizo una reflexión profunda
y analítica sobre la serpiente dentro de la conciencia colectiva.
El dragón es uno de los símbolos más antiguos de la conciencia humana. El símbolo del
dragón y de la serpiente van tan profundos en cada conciencia humana, que un pequeño
movimiento en el césped puede asustar hasta al “moderno” más difícil hacia una
profundidad sobre la cual no tiene control. Primero que nada, el dragón es el símbolo del
movimiento fluido, rápido, y repentino de la vida dentro de nosotros. La vida
repentina que corre por nosotros como una serpiente, o se enrosca dentro de nosotros,
potente y latente, como una serpiente, este es el dragón.
El Génesis llama a la serpiente “el más astuto de todos los animales” (24). La
imagen y el símbolo de la serpiente tienen un fundamento ancestral innegable, que
precede incluso a la palabra o nombre, y lo anterior tiene una relevancia especial en el
tratamiento que le da D.H. Lawrence. Antes de la imagen está la idea, el concepto
asociado con un secreto de la creación.
La serpiente como motif en la obra de D.H. Lawrence merece ser analizado con
una perspectiva ancestral, por ser no solamente un símbolo relevante en textos literarios
sino en el imaginario colectivo de nuestros antepasados. La versión documentada más
antigua tiene que ser el ouroboros. Desde las primeras civilizaciones conocidas se
celebra de alguna manera el culto a la serpiente. Y Lawrence se convirtió en un creyente
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Postlethwaite
más, un miembro más del culto. Creía D.H. Lawrence, como algunos hindúes, en
kundalini, la serpiente de nuestro interior, del plexo solar. También, al tener “la Biblia en
los huesos”, la serpiente del Génesis cobra singular importancia en el imaginario de D.H.
Lawrence, además de las serpientes que aparecen en jeroglíficos egipcios, griegos,
hindúes, y mayas. El dragón aparece en el folclor oriental y nórdico. Como también Jung
lo menciona, la serpiente y el dragón tienen una importancia irrefutable en el inconsciente
humano. Y tanto el símbolo como el animal fueron importantes para D.H. Lawrence desde
antes que visitara Teotihuacan. Tiene definitivamente razón Witter Bynner cuando narra ,
“esta criatura parte serpiente parte pájaro, el dios natural de México, y de muchas
maneras fue el suyo.”
Antes de enfrentarse a Quetzalcóatl, D.H. Lawrence conoció a otra serpiente. La
teosofía del siglo XVIII revivió en parte su afición por los símbolos antiguos de serpientes,
como el ouroboros, y despertó a la vez la fascinación por el animal. Conocía la gran
trascendencia del símbolo de la serpiente. La palabra ouroboros viene del griego, pero ha
sido rastreado hasta a los egipcios. Es un símbolo universal que representa lo cíclico de
la vida, pero podría ser para Lawrence solo la mitad, porque la otra mitad del
conocimiento fue perdido. Algunos también comentan que el hecho de mudar de piel,
hace que la serpiente sea un signo natural de renovación. Carl Jung propone además en
Psychology of the Unconscious que es primeramente un símbolo fálico que representa el
libido. “Aquí libido se convierte en fuego, flama, y serpiente … donde el libido es
designado por su lugar de origin o por analogía, por ejemplo, en falo o (analógicamente)
serpiente”.
El símbolo de la serpiente devorando su propia cola tiene gran significación en
diferentes culturas. Representa la paradoja circular de la vida, sin principio ni final. Carl
Jung menciona el fenómeno del ouroboros dentro de los arquetipos y el inconsciente.
Según Jung hay algo en nuestro inconsciente que se proyecta naturalmente en el
ouroboros. En la edad media encontramos como se mezclan las creencias paganas con
las cristianas en varios cultos a las serpientes, sobre todo en las prácticas y ritos de los
alquimistas. Desde entonces existía una relación estrecha entre el ser humano y el
animal, lo cual D.H. Lawrence proyectaría después en su novela mexicana.
La representación de la transformación y de la renovación mediante la serpiente es un
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Postlethwaite
arquetipo bien conocido. Es la serpiente de la salud, que representa a la divinidad...Entre
los ofitas, la serpiente era Cristo. Probablemente el desarrollo más importante del
simbolismo de la serpiente en el aspecto de renovación de la personalidad se encuentra
en Yoga Kundalini (Jung, Alquimia 172).
D.H. Lawrence, como estudiante de historia y de las civilizaciones antiguas,
conocía estas coincidencias como un sello muy claro en nuestro inconsciente. Menciona a
kundalini en su obra. Es evidente que la serpiente cautivó su imaginación desde sus
primeros escritos, y representa una ambigüedad ancestral, un acertijo, el símbolo impreso
en nuestro inconsciente. En Serpiente Emplumada, D.H. Lawrence lleva la importancia de
la serpiente a un nivel ya no simplemente simbólico, sino real. Lo lleva hasta sus últimas
consecuencias. Además intervienen sus ideas sobre la sangre para unir lo cósmico con lo
humano.
La gran Serpiente enrosca y desenrosca el plasma de sus pliegues, y las
estrellas aparecen, y los mundos desaparecen. No es más que el cambio y
la relajación del plasma … como un hombre en un sueño profundo no sabe,
pero es, también la Serpiente del cosmos enroscado, lleva su plasma …
Como un hombre en un sueño profundo no tiene un mañana, ni un ayer, ni
un ahora, sino solamente es, también la límpida, de gran alcance, Serpiente
del eterno Cosmos. Ahora, y para siempre Ahora.
El pasaje anterior tiene una similitud extraordinaria con lo que escribió D.H.
Lawrence en Apocalipsis, su libro de no ficción. Es claramente un ejemplo de como se
borra la línea entre su ficción y sus propias creencias. No se logra entender si D.H.
Lawrence literalmente creía en una serpiente cósmica que se esconde en los cielos, o si
se refiere a un significado alegórico. Se conjugan en pasajes como el anterior las ideas
místicas de D.H. Lawrence y el arquetipo jungiano para expresar la unión entre lo interno
y lo externo, lo corporal y lo espiritual, el ser humano y el cosmos. Todo es uno y dos, y
precisamente es la frontera la unión de los opuestos. Otra frontera entre lo mítico y lo real
que cruza con facilidad D.H. Lawrence. Lo interesante es la referencia a una “gran
Serpiente” del cosmos ya no meramente simbólica, sino como deidad. Y ahí yace en
realidad gran parte del problema de comprensión, si debemos tomar a la deidad como
algo literal o alegórica, especialmente cuando Lawrence detestaba lo alegórico. La
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Postlethwaite
serpiente como símbolo es comprensible, pero si el signo entonces sería solamente un
medio para expresar otra cosa, ¿por qué el énfasis en Quetzalcóatl como una deidad que
va revivir? Podríamos especular incluso que la serpiente de luz en el cielo, que hoy
tomamos como otro símbolo natural de un ouroboros, en algun momento fue considerado
real y verdadero. Cuando D.H. Lawrence se refiere a Quetzalcóatl, se refiere literalmente
a un dios corporal. En una discusión entre Don Ramón y uno de sus hijos, nos revela la
importante distinción.
“Nunca hubo un Quetzalcóatl, excepto ídolos.”
“Hay un Jesús, excepto en imágenes.”
“Sí, papá.”
“¿Dónde?”
“En el cielo.”
“Entonces en el cielo está también Quetzalcóatl.”
Don Ramón defiende la realidad de Quetzalcóatl, como los cristianos defienden la
realidad histórica pero también esotérica de Jesucristo. Quetzalcóatl es un ser
supernatural que se convierte en animal como nagual, o en dios, y puede volar en el
espacio entre galaxias. Todo es posible porque hay un mundo que no conocemos y que
en cualquier momento nos sorprende. ¿Y cómo podemos comprenderlo? Solo sin el uso
de la razón, parecido a lo que sostienen los cristianos sobre los milagros supernaturales
de Jesucristo. En el caso de Lawrence, nos queda únicamente la imaginación y el plexo
solar para entender.
El ouroboros en muchas de sus representaciones lleva debajo la leyenda: “lo uno,
el todo”. Jung establece en sus estudios que la alquimia es un culto que no diferenciaba lo
científico de lo espiritual.
Probablemente el dragón sea el símbolo figurado más antiguo de la alquimia,
representado en documentos. Aparece como ουροβóρος (que se come su propia cola) en
el Codex Marcianus perteneciente al siglo X u XI, con la leyenda “lo uno, el todo”. Los
alquimistas repiten incesantemente que el opus surge de una cosa y vuelve nuevamente
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Postlethwaite
a lo uno, que es pues, en cierto modo, un circuito, como un dragón que se muerde su
propia cola (Jung 346).
El dragón o la serpiente es un motif que se repite incesantemente en el imaginario
de los alquimistas. Pero no empezó el culto a la serpiente con los alquimistas, sino que
viene desde más atrás. En el Egipto antiguo encontramos una serpiente devorando su
propia cola. Y el símbolo se repite en la cultura griega, al igual que en la mitología nórdica
e hindú. El báculo de Asclepio es un ejemplo que nos remite a una imagen poderosa y
ubicua de la serpiente relacionada con lo sagrado y la salud. En la alquimia la serpiente
representa el misterio intrínseco de la materia y su transformación. Los alquimistas
incorporan el cristianismo con la mitología antigua, y esto es evidente en el uso de
símbolos. Encontramos referencias al dios Mercurio, por ejemplo, incluso nombran a un
metal importante y milagroso como él. El mercurio es un elemento que simboliza
transformación, al igual que la serpiente. La imagen del dios Mercurio aparece casi en
todas las ilustraciones de los alquimisitas junto con imágenes de serpientes en diferentes
formas y tipos. Mercurio representa una transformación esotérica, la unión entre hombre y
dios, un dios antropomorfo, en relación directa con ouroboros que Jung señala.
El paralelo de esta oposición está constituido por la doble naturaleza de Mercurio , que las
más veces en el proceso alquímico se revela en el Ouroboros, en el dragón que se
devora a sí mismo, que se acopla consigo mismo, que se fecunda a sí mismo, que se
mata a sí mismo y se hace renacer de sí mismo. Como hermafrodita está constituido por
oposiciones de las cuales es al propio tiempo el símbolo unificador. Por una parte es un
veneno mortal, un basilisco y un escorpión, pero por otra es panacea y un salvador (Jung,
Alquimia 433).
La unión de opuestos en Mercurio y en ouroboros, también se manifiesta en
Quetzalcóatl. Es la serpiente de nuestra espina dorsal y la del cosmos. El dragón es una
versión de la serpiente y representa la dualidad. Los diferentes tipos de dragones
representan la diversidad y complejidad del ser humano, que en Quetzalcóatl se
73
Postlethwaite
convierten en uno solo.
¡Pero tú! ¿Qué has dominado, entre los dragones anfitriones del cosmos?
Hay dragones de sol y hielo, dragones de la luna y la tierra,
dragones de agua salada, dragones tonantes;
Está el dragón de estrellas como lentejuelas extraordinarias;
Y lejos en el centro, con un ojo sin parpadear, el dragón del
lucero del alba.
Los dragones en estos cantos de Quetzalcóatl son como perros guardianes, pero
también semidioses que protegen a la gran Serpiente del cosmos, que no es una
serpiente ordinaria. Al incluir imágenes de los dragones, D.H. Lawrence está estrechando
el mito antiguo de otras civilizaciones, como la tradición judeocristiana y pagana, con la
cosmología maya.
La serpiente glorificada en Quetzalcóatl, tiene un origen cotidiano que fue
creciendo y elaborando en la imaginación de D.H. Lawrence. La serpiente es la mitad del
símbolo tan importante en la novela, y ya había sido elogiado en el poema Snake, uno de
sus poemas más famosos y compilados. El poema Snake fue publicado en el libro de
poemas Birds, Beasts, and Flowers. Este libro es un acercamiento que hace D.H.
Lawrence a la naturaleza, una oda a los frutos y animales. Fue escrito en sus primeros
viajes fuera de Inglaterra, la mayoría en Italia. Antes de escribir el poema, sin embargo,
había escrito en un ensayo una referencia breve a la serpiente. Un detalle importante que
Harry T. Moore señala, y donde encuentra el germen del poema que escribiría D.H.
Lawrence después. “Si hay una serpiente del deseo secreto y vergonzoso en mi alma, no
me permitan golpearlo con palos hasta que salga de mi conciencia.” El comentario de
Lawrence se vuelve más importante cuando se compara con el poema Snake porque en
la escena final Lawrence, o el narrador del poema, le avienta un palo a la serpiente, y
después se arrepiente.
Snake es un poema largo que narra una historia cotidiana: un hombre asustado por
una serpiente. Pero a la vez, en la figura de la serpiente, D.H. Lawrence encuentra un
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Postlethwaite
vehículo para proyectar su cosmovisión de un universo codificado. Algo así como la
exhortación de William Blake que nos invita a ver el mundo en un grano de arena. O
también podría estar implicado el ouroboros que simboliza la conexión que hay entre toda
la naturaleza, o podría estar invocando al dragón cósmico del Apocalipsis. Es un incidente
casi trivial que se convierte en una epifanía. El enfrentamiento del narrador con la
serpiente cambia su vida. Es una revelación, una confesión, de sus pensamientos más
secretos y profundos.
D.H. Lawrence no se apega a una religión particular en el uso de simbolismo en el
poema, sino que intenta trascender la religión ortodoxa con su religión. Es importante
notar los significados opuestos que tiene la serpiente en diferentes interpretaciones. En el
hinduismo es símbolo de poder y apoteosis, en el judaísmo es el mal encarnado, aunque
algunas sectas cristianas, como los ofitas, dicen lo contrario. Podría ser arbitrario, o
podría ser algo en este animal que provoca temor y admiración, y a la vez lo cíclico del
universo. D.H. Lawrence estaba consciente de todas las diferentes connotaciones
negativas y positivas, las cuales después expuso en Apocalipsis.
El poema inicia en un tono objetivo, casual, y calculado:
Una serpiente vino a mi abrevadero
En un día muy, muy caliente, y yo en piyamas para el calor,
A beber ahí.
En la profunda sombra, de aroma extraña, del gran algarrobo
Bajé los peldaños con mi jarro
Y tengo que esperar, parado, esperar porque estaba ahí él en el abrevadero
antes que yo
La primera estrofa, escrita casi en prosa, es sorprendente por varias razones.
Primero, podríamos preguntar por qué D.H. Lawrence se apropia del abrevadero
llamándole mi abrevadero (“my watertrough”) y no el más impersonal el (en inglés the).
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Postlethwaite
Desde ahí ya hay una tensión por la invasión de territorio. La serpiente invade, conquista
al abrevadero, propiedad del narrador. Lo que también llama la atención es la vuelta de
tuerca sutil pero digna de ser observada: al final se refiere frecuentemente a la serpiente
como he o él, en vez de utilizar it, el pronombre impersonal en inglés y más común para
referirse a los animales. En español no hay traducción exacta para distinguirlo: “el” se
puede referir tanto a un objeto como una persona. Pero es claro que en inglés es
diferente, y D.H. Lawrence se refiere a la serpiente en términos de igualdad.
En la segunda estrofa aparece un gran y oscuro algarrobo, el great dark carobtree,
que añade un subtexto mitológico, quizá totémico, al usar el adjetivo great o “gran” para
describir el árbol y además oscuro (dark): el hecho de ser oscuro tiene una connotación
misteriosa, como si estuviéramos entrando a una fábula o a un pasaje bíblico donde los
animales y las plantas cobran vida de manera inusual. Lo oscuro es también un motif que
reaparece en Serpiente Emplumada cuando describe a la raza azteca: la piel oscura, y
también la oscuridad del país, señal de algo tenebroso. La oscuridad del árbol y de los
nativos forman parte del mismo misterio.
D.H. Lawrence le da un lugar privilegiado a la serpiente. En vez de matarla, o
espantarla por lo menos, como buen conquistador, la deja ser. Y esa curiosidad o
voyeurismo, se transforma gradualmente en algo más. La serpiente aunque es diminuta le
causa temor. Entonces la primera tarea de D.H. Lawrence es transformar el tamaño físico.
Lo primero que Lawrence disuelve, de manera sutil y eficaz, es nuestra percepción.
Alzó su cabeza de donde bebía, como el ganado lo hace,
Y me miró vagamente, como ganado bebiendo lo hace
Al comparar a la serpiente con una vaca se rompen los esquemas físicos. El
animal que escoge para hacer la comparación, vale la pena notar, tiene también
connotaciones sagradas. La vaca es un animal venerado por varias civilizaciones
antiguas como el hinduísmo y el budismo. No es coincidencia que D.H. Lawrence
compare a la serpiente con la vaca, uno de los animales más sagrados de la antigüedad.
La vaca no solamente es un animal sagrado para budistas, hinduístas y otras culturas,
sino que para D.H. Lawrence tiene una importancia personal. Primero por su ya
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Postlethwaite
mencionada relación con la teosofía, una influencia palpable en su vida.
Teosofía ... esta creencia se centra en la reencarnación y el pasaje de almas
bajos la ley del karma alrededor de una cadena septenaria de mundos en siete
planos; también involucra muchos asuntos espirituales como magia, astrología, adoración
simbólica a la vaca, y demonios de distintas ordenes
Y segundo porque D.H. Lawrence fue dueño de una vaca en Nuevo México, a la
cual veneraba. La relación entre Lawrence y su vaca es el punto de partida para el libro
que escribió William York Tindall: D.H. Lawrence and Susan His Cow. Cuando Tindall
escribe sobre el primitivismo de Lawrence alude a su relación con la vaca.
Este animal, celebrado por Lawrence en el ensayo Love Was Once a Little
Boy, fue para él una porción simbólica del universo vivo. “¿Cómo puedo
equilibrarme con mi vaca negra Susana?” preguntó. “Hay un tipo de relación
entre nosotros. Y esta relación es en parte el misterio del amor. El extraño
misterio vaquizo que tiene ella es su incambiable atracción vaquiza”
La vaca es sagrada no solamente por la tradición religiosa o por la ley de
reencarnación y renacimiento, sino también por la experiencia personal con su vaca
Susana. La serpiente del poema ya deja de ser simplemente fauna. La serpiente le
recuerda a una vaca, y en la asociación la serpiente se une a lo “animal”, y se une y
conjuga con el cosmos. Realmente no hay una similitud obvia entre serpiente y vaca,
físicamente no la hay. Pero la imaginación de D.H. Lawrence va más allá de lo físico.
Alude a la reencarnación y renacimiento, infiriendo igualdad entre todos los seres vivos.
La relación física entre los animales se conjuga en un rito que a la vez es una necesidad
fisiológica: ir a beber agua en el abrevadero. El acto de ir al abrevadero con su jarro, es
un sacramento de comunión entre animal y humano. Todos somos partícipes, llamados a
bajar al río, al abrevadero.
Al comparar o igualar a la vaca con la serpiente, D.H. Lawrence tiene la mirada
puesta en algo más allá. Una serpiente podría ser del tamaño de una vaca, una serpiente
podría ser incluso un gran dragón cósmico. Los tamaños físicos no son de gran
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Postlethwaite
consecuencia, sino arbitrarios. Es inconsecuente el tamaño. Como su antecesor Ralph
Waldo Emerson, para D.H. Lawrence el espíritu es lo que importa. Aunque el espíritu de
Lawrence tiene siempre un lado carnal. Es un principio animista lo que D.H. Lawrence
demuestra y trae a colación. Primero compara a la serpiente con un humano, después
con una vaca, y luego con un invitado:
Qué feliz estaba de que hubiera venido como un invitado callado, a beber
a mi abrevadero
Nuevamente D.H. Lawrence describe el abrevadero como su propiedad: “my
watertrough”. Y ahora está contento y orgulloso de su visita. No podemos dejar de
pensar que todo está escrito desde el punto de vista de D.H. Lawrence; la serpiente es su
invitado y no viceversa, nos permite seguir viendo al otro a través de su ojos. La
serpiente, sin lugar a dudas es el otro. Esta relación después podemos compararla con
otros ejemplos, como con los mexicanos que también fueron su otro, donde se vuelve aún
más interesante dentro del discurso poscolonial si estudiamos la relación
colonizador/colonizado, por ejemplo.
Volviendo al poema, en un crescendo repentino, compara a la serpiente con un
dios:
Bebió suficiente
Y alzó su cabeza, en un sueño, como uno que ha bebido,
Y osciló su lengua como una noche bifurcada en el aire, tan negra,
Parecía mojar sus labios,
Y vio al alrededor como un dios, ciego, al aire
En el pasaje anterior, la serpiente es una figura que concilia lo individual y lo
cósmico. La serpiente es como un dios, podría tratarse del ouroboros, o del
jormundgander de la mitología nórdica, o de un vil coralillo como miles más. En el poema
la serpiente voltea hacia los lados, pero no ve; es ciega. La serpiente no reconoce al
humano, narrador del poema, solamente el humano a la serpiente. Ahí yace en parte el
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Postlethwaite
enigma de la serpiente: ser un dios ciego. Otra vez la unión de un oscuro misterio con lo
místico. La lengua bifurcada, parte tan característica de la serpiente, es descrita como la
noche, una comparación mística y alucinante. El símil de la lengua con la noche es la
unión de algo que normalmente no tiene relación lógica. Nos remite a las ideas de una
gran serpiente cósmica, que Lawerence exploraría después en la novela. La gran
serpiente del cosmos nos envuelve, cubre todo el universo. Al igual el cielo oscuro que
vemos de noche es en realidad la lengua negra de un dragón.
D.H. Lawrence se refiere a la serpiente con varios nombres y metáforas diferentes:
animal, humano, y ahora dios. Con esta última referencia, el poema toma un giro drástico.
Es como si el poema despertara y se levantara de manera inusitada. La serpiente crece y
se transforma. La serpiente ahora es más grande que D.H. Lawrence, es una deidad que
envuelve todo el universo y a la vez una fuerza que nos penetra hasta los huesos. Por
simetría o casualidad, a la mitad del poema se refiere a la serpiente como un dios.
Podríamos pensar que es el clímax del poema. Sirve de base para compararlo con
Serpiente Emplumada cuando Cipriano Viedma, mano derecha Don Ramón, el líder de la
revolución espiritual, le dice: “No sería bueno ser una serpiente, y ser tan grande para
envolver tus pliegues alrededor del mundo, y aplastarlo como un huevo.”
Después del clímax del poema, donde la serpiente se declara deidad, inicia un
lento descenso a su inevitable fin o exilio. Así como la serpiente en el poema hace una
salida calmada, lenta, y sin preocupación. La serpiente regresa a la grieta para
sumergirse en el inframundo de donde surgió. D.H. Lawrence documenta y describe cada
pequeño movimiento de la serpiente. Haciéndonos sentir que estamos ahí a su lado
viendo el fenómeno de la serpiente convertirse en dios y luego retirarse. Si comparar a la
serpiente con un dios es el clímax, el nudo de la historia es la necesidad de matarla. Pero
antes de tomar alguna acción, D.H. Lawrence se cuestiona, en una autocrítica profunda,
que resume de alguna manera todo el poema.
¿Era cobardía, que no me atreví a matarlo?
¿Era perversidad, que añoraba hablar con él?
¿O era humildad, sentirme tan honrado?
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Postlethwaite
Me sentí tan honrado
Cobardía, perversidad, humildad, y honradez: son cuatro sentimientos diferentes a
la vez unidos en la mente del narrador. Insiste D.H. Lawrence en llamarle él o him a la
serpiente, su igual, un igual que termina siendo incluso más grande que él. Hay poco que
podemos comentar u opinar sobre este poema que no sea evidente por si mismo o que el
mismo D.H. Lawrence no haya ponderado. Pero lo que aquí se asoma sobretodo es la
ambivalencia de Lawrence: tiene más de dos opiniones encontradas. Por un lado está
simplemente fascinado y paralizado de miedo por su encuentro con la serpiente. Su
instinto animal le dice que la debe matar, por supervivencia, porque el hombre es el rey
de su entorno. Otro lado quizá le diga que no es bueno matar por principio. Pero todavía
otro lado ha acrecentado el significado de la serpiente a proporciones míticas. En el
poema hay esta confluencia que sin duda celebra la ambivalencia de D.H. Lawrence. La
estrofa previa muestra cómo primero responde con el uso de su razón a la situación, pero
al último sucumbe a un sentimiento, a lo irracional. Se mueve Lawrence entre fronteras.
Su sentimiento es de honor. ¿A qué se debe el sentimiento de honor? ¿No estará
mezclado con otro sentimiento arraigado en su cristianismo: la culpa?
Lo que también surge es la fe en lo primitivo. Su primitivismo equiparado según
Carballo a lo irracional. D.H. Lawrence hace varias comparaciones que podrían llamarse
irracionales. Termina comparando a la serpiente con un rey.
Porque me pareció a mí como un rey,
Como un rey exiliado, descoronado en el inframundo,
Ahora previsto para ser coronado otra vez
Es realmente intrigante que ya había comparado a la serpiente con un dios, ahora
dice que la serpiente es como un rey exiliado. Nos recuerda a la historia bíblica de
Satanás, el ángel caído y exiliado. Pero quizá lo más interesante es la voz profética de
D.H. Lawrence en este poema cuando pronostica que la serpiente está destinada a ser
coronada nuevamente. ¿Por qué va ser coronada nuevamente? Aquí se está
adelantando a la coronación de Don Ramón en Serpiente Emplumada. Tal vez porque la
sociedad moderna la ha dado la espalda a los animales como seres sagrados, y de paso
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Postlethwaite
ha ignorado la mitología palpitante en nuestra sangre, o porque en realidad hay algo más
que un símbolo en la serpiente. D.H. Lawrence esta casi exhortando a que le regresemos
su merecido lugar no solamente a la serpiente, no solamente a los animales, incluyendo
las vacas, sino que le demos su debido lugar al instinto animal dentro de nosotros, y a
nuestra unión con la naturaleza y el cosmos. Eso es lo que D.H. Lawrence quiere coronar
realmente, lo primitivo o animal dentro nosotros. Y es la coronación la que va a
consumarse en Serpiente Emplumada.
En Snake, el narrador, posiblemente el mismo D.H. Lawrence, es un ser humano
pequeño y acobardado frente a otro ser de la naturaleza. El poema voltea los papeles.
Lawrence venera el poder de la naturaleza, la inviste de una fuerza sobrenatural, mística,
y romántica. ¿Será por eso que lo llaman irracional? ¿Por qué, como sugiere Carballo,
tenemos que igualar lo primitivo con lo irracional? ¿Será lo primitivo el mejor ejemplo de
un universo irracional? Aunque lo irracional abarca mucho más. Encuentra D.H. Lawrence
algo exótico en el otro y lo inviste de un imaginario idealista que nunca puede ser
concretado en la vida real. La ficción y poesía son su válvula de escape, una salida
espléndida, donde funda su utopía de Rananim.
Llena D.H. Lawrence el significante “serpiente” con los significados que nacen de
una ausencia, de su añoranza. La serpiente sirve como el vaso que necesita ser llenado,
y lo llena con la unión de opuestos: civilizado/primitivo, razón/corazón,
capitalismo/tribalismo, intelecto/espíritu. Entre los conceptos se crea una tensión como un
campo magnético del cuál D.H. Lawrence toma corriente y se vigoriza. El campo
magnético es una frontera.
La comparación con Serpiente Emplumada es obligatoria. En una cita anterior,
Cipriano expresa sus deseos de ser una serpiente, para poder aplastar al mundo como un
huevo. Para entender a qué se refiere con la imagen del huevo, tenemos que leer el
diálogo que antecede.
México es como un huevo, un viejo huevo, que el ave del Tiempo puso hace
mucho; y ha estado sentada arriba de él por siglos, hasta que se ve mal en el nido
del mundo. Aún así Cipriano, es un huevo bueno. No está podrido … pobre viejo
Montes, todas sus ideas son americanas y europoeas. Y la vieja Paloma de Europa
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Postlethwaite
nunca va a nacer del cascarón de la América de piel morena.
En el pasaje anterior el huevo es símbolo de esperanza, de algo puro, una promesa, el
huevo no está podrido. ¿Por qué lo quiere entonces aplastar Cipriano? El impulso de
Lawrence es a veces aplastarlo para ver qué pasa. Como un niño inocente que tiene
curiosidad sin diferenciar el bien y el mal. Quiere ver un cambio a la expensa que sea.
Quetzalcoátl puede ser quien aplaste al mundo como un huevo.¿O podrá estar adentro
del huevo? Simplemente no sabemos. Es la indecisión y la ambivalencia de Lawrence
transmitida en tensión.
La serpiente es una construcción ecléctica. Para algunas civilizaciones antiguas, el
símbolo de la serpiente representa a la via láctea, la serpiente de luz en el cielo. En
jeroglíficos aztecas, aparece Quetzalcóatl devorando su cola, lo cual tiene una relación
directa, asombrosa, e inexplicable con el ouroboros: la versión más antigua del símbolo
de una serpiente. El dragón es otra variedad de serpiente, y tiene en una importancia
invaluable en varias culturas incluyendo occidentales y orientales. Para los mayas y
aztecas, la serpiente es una representación de la tierra como la frontera entre el
inframundo y el cielo, las fauces de la serpiente son vistas como un portal donde los
dioses pueden transitar, y el punto de encuentro es la tierra.
Este templo además de ser uno de los más bellos, es una muestra del complejo
simbolismo vinculado a la renovación vegetal. Su entrada semeja la boca de una gran
serpiente o monstruo de la tierra que recibe al visitante con las fauces abiertas. Es un
portal que comunica con el interior de la tierra, la región fría y oscura del inframundo
(Florescano 44).
La serpiente, entre otras cosas, es símbolo de la frontera entre dos mundos, entre
la vida y la muerte, el cielo y a la tierra. Cuando viajó por México y se sentó frente al lago
de Chapala a escribir su próxima novela, tuvo que ponderar D.H. Lawrence todas las
diferentes interpretaciones de la serpiente. La serpiente, motif en Serpiente Emplumada,
reaparece en casi cada página del libro, ya sea literalmente, o en descripciones laterales.
Un ejemplo claro lo encontramos cuando describe el humo del Popocatéptl, otro gigante
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Postlethwaite
mítico.
El Popocapétl estaba de pie y distante, una grande y pesada presencia bajo el cielo, con
una capa de nieve. Y soltando una larga y sinuosa bocanada de humo en forma de
serpiente.
A veces las referencias son sutiles como la anterior. Quizá más impactante es
cuando utiliza la imagen de la serpiente para referirse al humor y a la vibra del país.
“Había un trasfondo oscuro, una fatalidad negra y con forma de serpiente todo el tiempo”.
Seguido describe a México como un país pesado, oscuro, con una serpiente enroscada
en el corazón. Cuando quiere Lawrence describir la indecisión, la duda, el sufrimiento de
sus personajes como Kate Leslie, utiliza seguido la imagen de la serpiente. “Se sentía
como un pajaro alrededor de cual una serpiente se había enroscado. México era la
serpiente”. No puede ser más clara la equiparación de Lawrence entre México y la
serpiente.
La serpiente fue para D.H. Lawrence lo mismo que según Carballo y Katherine
Anne Porter fue México para Lawrence: un pretexto. Un pretexto para crear un mundo
donde la naturaleza recobra divinidad, pero sucede algo mucho más complejo que
solamente una apoteosis, o más bien la apoteosis implica un proceso complejo. El ser
humano es finalmente un animal más, y un animal menor al lado de la serpiente,
verdadero rey de su entorno. D.H. Lawrence está dividido. Así como en el poema dice
que no quiere matar a la serpiente, pero inmediatamente después le avienta un palo, sus
sentimientos y pensamientos fluctúan. Son contradicciones son constantes. Lawrence se
enriquece, se vigoriza de una ambivalencia irremediable. Como escribe Graham Hough la
vida de Lawrence es la historia de alguien que quiere nadar pero no mojarse (Hough 171).
Los animales de Lawrence
El tema de los animales en la obra de D.H. Lawrence, va más allá de serpientes y
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Postlethwaite
aves. Aunque las últimas prevalecen y destacan de manera singular en este trabajo, es
importante analizar más a fondo las referencias a animales recurrente en las obras de
Lawrence, que representan al otro el otro animal. Ahí encontramos una añoranza,
fácilmente rastreada a los románticos que lo precedieron. Los poetas románticos, como
William Blake, Percy Shelley, y William Wordsworth, escribieron sobre el tema de la
naturaleza no solamente de gran envergadura en nuestras vidas cotidianas, sino como
poseedora de algo místico y espiritual. Para D.H. Lawrence, la naturaleza sigue siendo un
enigma eterno imposible de resolver, y le dedicó toda su vida a intentar resolverlo.
Aunque la serpiente y ave son los animales predilectos de D.H. Lawrence, y por lo
mismo al unirse en la imagen de Quetzalcóatl tienen un valor único, también hay en sus
textos comparaciones entre humanos con otros animales. La cantidad de veces que hace
las comparaciones directas, ya sea en metáfora o símil, son casi innumerables. Las
comparaciones a veces parecen ser ofensivas, en otras son referencias a algo más
filosófico o elevado.
Serpiente Emplumada está repleta de alusiones a animales. A los mexicanos
comúnmente los compara con perros. “El programa no empezó, y los hombres como la
mayoría de los perros mestizos seguían rondando de un lado a otro de la pista.” Al inicio
de la novela D.H. Lawrence compara a los mexicanos con perros mestizos o callejeros.
Es obvio el tinte racista de Lawrence, lo cual también presenta ciertas contradicciones y
ambigüedades sobre su verdadera opinión de México. Esta contradicción es demasiado
obvia para que D.H. Lawrence no se hubiera percatado y tal vez corregido. Pero
Lawrence aceptaba las contradicciones, no las corrige, sino las realza.
Las referencias y las asociaciones entre humanos y animales, como ya se
mencionó anteriormente, son casi innumerables. D.H. Lawrence insiste en ver en cada
gesto y en cada movimiento humano, al animal que hay detrás. Los animales son
sagrados porque son como nosotros. Es una postura clásica del budismo y del animismo.
Cuando D.H. Lawrence ve a un animal a los ojos ve un espíritu, un ser igual. Aunque no
todos los animales son realmente iguales, y lo muestra con su epíteto de mongrel o perro
mestizo. La contradicción es todavía más obvia, cuando lleva un paso más hacia enfrente
en a Quetzalcóatl, deidad mexicana, como representación de la divinidad del hombre, en
sustitución de la figura de Jesucristo, por ejemplo.
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Postlethwaite
Son varias las citas de Serpiente Emplumada donde D.H. Lawrence utiliza
imágenes de animales para describir a los personajes. Al norteamericano lo asocia con el
símbolo más patriótico que tiene, su propia águila calva. “Toda su voluntad americana
estaba reunida, el águila calva del norte erizándose en cada pluma.”
Al mexicano lo relaciona repetidamente con el perro callejero, “los hombres quiltros
de un pueblo quiltro.” El mexicano común es sucio, vive como un perro callejero, sin
importarle la higiene o tener un lugar digno donde dormir y vivir. En algunos pasajes
también se refiere a los mexicanos como monos. “Tan pronto se ponen nacionales, son
como monos.”
Sobre todo hay algo de las aves que recordaba a D.H. Lawrence a los humanos,
porque repetidamente son descritos los gestos y miradas humanas en comparación a
aves. “Kate se acordaba del general, que era más bajo que ella. Recordaba su figura
derecha, viva, algo semejante a un pájaro, el rostro de ojos expresivos” (Lawrence, Viva
167). Después describe al mismo General Viedma “un poco como un loro hablante.”
También lo compara a un animal en general. “Tenía una expresión de dolor, perplejo
como un niño. Y al mismo tiempo obstinado, madura, madurez demoniáca, opuesta a ella
en una manera animal”Pero la mayoría de las comparaciones tienen relación con
serpientes y las aves. “Algo suave, en vías de desarrollo, pero vital en este hombre
sugería el flujo de sangrepesada de los reptiles en sus venas” Lo reptil lo encuentra
Lawrence en el corazón fatalista de México, al igual que la serpiente enroscada que el
país tiene: “era lo que el país quiere hacer siempre, con una insistencia lenta y reptil,
jalarte hacia abajo.”
Las contradicciones abundan siempre en D.H. Lawrence. Pero si las analizamos de
cerca encontramos que no son tanto contradicciones sino una muestra de la profunda
ambivalencia y complejidad en su pensamiento. Aunque buscar la congruencia entre sus
escritos y su vida puede llevarnos a callejones sin salida, si nos enfocamos solamente en
los textos, de manera casuística, podemos encontrar la cohesión. Dos ideas que ya
fueron mencionadas, por lo menos aproximadas, son de particular importancia en la
creación de una utopía, el Rananim, de Lawrence: nuestra realidad animal y la sangre
que corre por nuestras venas como algo más poderoso que nuestra mente. En Serpiente
Emplumada se incorporan ambas. El tema de los animales, y en especial de la serpiente
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Postlethwaite
y las aves, alcanzan un zenit. Lo interesante es analizar la fusión de los opuestos en el
mito de Quetzalcóatl. El dios encarna lo celestial y lo terrenal, en su figura se cumple lo
cíclico de la vida y la naturaleza. Es de cierta manera una contradicción contenida y a la
vez alberga una paradoja inherente sobre la vida y la muerte.
Una novela “incomprensible”
Desde su publicación, Serpiente Emplumada tuvo una respuesta polarizada, y
hasta la fecha continúa provocando opiniones opuestas. Algunos la consideran una de las
mejores obras de D.H. Lawrence, y otros sostienen que fue una de sus más grandes
fallas como escritor. Fue poco comprendida y ampliamente criticada. Pero si analizamos
la crítica negativa de cerca, encontramos que no es sobre la técnica o forma de la obra,
sino el contenido. Un ejemplo claro es Harry T. Moore:
Esta novela no puede ser clasificada como una de las mejores de Lawrence,
a pesar de mucho del esplendor de su escritura; filosóficamente, representa
un enunciado de duda y división en vez de integración final.
No es coincidencia, ni sorpresivo, que Harry T. Moore encuentre división y duda en
Lawrence. Pero se refiere al contenido de la novela, a la propuesta seudo filosófica o
seudo religiosa. No necesariamente es una falla de la novela. La crítica no es sobre D.H.
Lawrence el escritor, sino de Lawrence el pensador o me atrevo a decir el líder. Moore
critica a Lawrence por predicar y profetizar, un supuesto vicio de su prosa recalcado
también por otros críticos. División y duda son características, un sello, de Lawrence.
Moore señala la falla de D.H. Lawrence, el ser humano: la ambigüedad de su persona que
invade la ficción y la contamina. El meollo del asunto nos obliga a preguntarnos si la
división y duda en la novela son realmente problemáticos, y además si no podrían ser
intencionales. División y duda producen una comezón que no podemos rascar.
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La teoría literaria del mismo Lawrence proclama que una novela debe de crear un
mundo separado, autónomo, y además ser “incomprendida”. Lawrence defiende la
libertad absoluta de la obra de arte. Ser “incomprendida” es una cualidad que le va a dar
longevidad y relevancia. “Un libro vive hasta que siga siendo incomprendido. Una vez
comprendido, se muere de inmediato.”
La división y duda, son otra manera de llamar a la ambigüedad de D.H. Lawrence
que invade el corazón de la novela y sus teorías. Permitir división, duda, y una falta de
conclusión es parte del plan maestro de Lawrence. Lo cual no significa que lo logre a la
satisfacción de todos, ni apegándose a sus propios criterios perfectamente; por lo mismo
tuvo y sigue teniendo detractores. Pero si D.H. Lawrence plantea filosóficamente un
argumento de duda y división, también debemos recordar que es parte consciente de su
teoría estética y literaria. En una de sus cartas lo expone aún con más efervescencia.
Siempre queremos una “concusión”, y un final, siempre queremos llegar, en
nuestro proceso mental, a una decisión, una finalidad, una última parada ...
así seguimos, porque la conciencia mental trabaja bajo la ilusión de que hay
un lugar a donde llegar, una meta ... cuando por supuesto no hay meta. La
conciencia es un fin en sí mismo.
La teoría estética y literaria de D.H. Lawrence es tan compleja como el resto de sus
ideas sobre gobierno, religión, y espiritualidad. Incluso se podría considerar como una
parte coherente de su cosmovisión Sus novelas en parte son producto de teorías místicas
y ofuscadas. Sin embargo, desde el punto de vista literario, ¿podría arruinar la novela? Si
bien es cierto que hay duda y división en Serpiente Emplumada, tendría que Moore
responder si el problema es el tema en sí o la forma que fue ejecutada. ¿Puede un tema
ser el problema de una novela? Lo anterior es un juicio moral no estético. Lo que Moore
considera es una falla filosófica en la intención de D.H. Lawrence. El caos, el desorden,
elementos imperantes en Serpiente Emplumada, son muestra de su profunda
ambivalencia que quiso manifestar de manera directa y clara. La división y duda crean
una tensión, forman lo “incomprensible”, lo unfathomable.
¿Podría incluso existir una especie de dialéctica en dicha ambivalencia de D.H.
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Lawrence, como lo menciona Donna Przybylowicz en su artículo The Dialectic of Ideology
and Utopia?
Todos los trabajos de Lawrence revelan un antagonismo entre los impulsos
del individualismo y la comunidad, subrayados ambos en Serpiente
Emplumada por la tensión entre el tema manifestado dentro del
establecimiento de una nueva religión y sociedad comunal, y el contenido
reprimido latente que revela las actitudes elitistas, racistas, misóginas y
protofascistas.
Hay una contradicción en la novela y en el carácter de D.H. Lawrence, señalada
por Harry T. Moore y después por Donna Przybylowicz. Podemos suponer que Lawrence
intenta resolver contradicciones, pero realmente no es resolverlas como matizarlas o
acentuarlas. Según Harry T. Moore, Lawrence fracasa en su intento por resolverlas, y al
final nos quedamos con un sentimiento de insatisfacción, de duda. Pero hay otra
alternativa, mencionada por Donna Przybylowicz que tiene sentido porque obedece las
teorías descritas por el mismo D.H. Lawrence. Quizá Lawrence no quiere resolver las
contradicciones, y quiere que la ambivalencia permanezca como una fuerza dialéctica.
Según Donna Przybylowicz, en lugar de resolver la dialéctica de manera evolutiva en una
síntesis siguiendo la filosofía de Hegel, D.H. Lawrence mantiene la tensión. La dialéctica
no se resuelve, sino que se mantiene en tensión, sigue habiendo un enunciado perenne
de ambivalencia. Y en la tensión aparece la frontera.
Intenta resolver la contradicción a través de construcciones filosóficas de
opuestos binarios entidades dicotomizadas de mente/cuerpo, luz/oscuridad,
espíritu/alma, cielo/tierra, masculino/femenino que representan el lugar de
encerramiento ideológico de las sociedades occidentales.
Serpiente Emplumada desarrolla el problema inherente de la dualidad y de la
ambigüedad referente a lo primitivo y salvaje. D.H. Lawrence intenta cazar lo
inalcanzable, unir lo no unificable, y a la vez reconoce lo paradójico o contradictorio de su
empresa.
Lawrence intenta trascender o contener estas oposiciones manteniéndolas
en una tensión dialéctica a través del concepto de “estrella de alba” en
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Serpiente Emplumada ... que refleja un balance de poder, mente,
conciencia, espíritu, activismo, e individualismo versus sensualidad,
pasividad, inconsciencia, alma, ceguera, e impersonalidad.
Morning Star, la estrella del alba, es Quetzalcóatl. En la novela, D.H. Lawrence
repite constantemente la idea y la lleva a sus conclusiones personales. Aunque el énfasis
de relacionar a Quetzalcóatl con la estrella matutina o del alba no sea una noción muy
común, no es original de él. Como fue mencionado anteriormente, Enrique Florescano, en
El mito de Quetzalcóatl alude a la relación milenaria de llamarle estrella matutina a
Quetzalcóatl.
Se dice que cuando ardió, al punto se encumbraron sus cenizas … Al
acabarse sus cenizas, al momento vieron encumbrarse el corazón de
Quetzalcóatl. Según sabían (los sabios antiguos), fue al cielo y entró al cielo.
Decían los viejos que se convirtió en la estrella que al alba sale … Decían
que cuando él murió, sólo cuatro días no apareció, porque entonces fue a
morar entre los muertos (Mictlan); y que también en cuatro días se proveyó
de flechas; por lo cual a los ocho días apareció la gran estrella (el lucero),
que llaman Quetzalcóatl (Florescano, 42)
No hay solamente una dicotomía, sino una dualidad unificada en la tensión
dialéctica. D.H. Lawrence encuentra ahí un matrimonio entre lo terrenal y lo celestial, una
dicotomía común en su trayectoria intelectual: el dualismo que nutre su ambivalencia.
El cielo y la tierra ... Quetzalcóatl, el gemelo divino que simboliza la unión
vivificante de los dos; y en dos líderes terrenales, los representantes vivos
de los dioses. El nombre de Quetzalcóatl, que significa pájaroserpiente y
gemelo, indica dualidad, el pájaro representa lo de arriba, la serpiente lo de
abajo, y el gemelo su unión.
Quetzalcóatl mantiene el misterio. Su significado varía en las diferentes
interpretaciones que hay del nombre. La inclusión de gemelo en el significado del nombre,
nos remite a un prototipo indoeuropeo, caracterizado en el mito de Rómulo y Remo, y
también en la cosmogonía del zoroastrismo. Los gemelos son símbolos frecuentes para
dualidad. D.H. Lawrence concilia diferentes religiones y tradiciones con la mitología
89
Postlethwaite
azteca en la invocación de los gemelos. Y a la vez escoge un símbolo inequívoco de
dualidad.
D.H. Lawrence estaba atento a las críticas que dicho misticismo o esoterismo en su
novela podría causar. Una la carta antes citada a Carlo Linati muestra cómo D.H.
Lawrence defiende su obra y sus supuestas imperfecciones.
Pero de verdad, Señor Linati, ¿usted piensa que los libros deberían de ser
como los juguetes, hecho de observaciones y sensaciones bonitas, todo
terminado y completo? Yo no. Para mi, Synge, a quien admiro muchísimo
en efecto, es un poco demasiado redondo y para ponerlo en un estante para
ser observado. No tolero arte para caminar a su alrededor y admirarlo ... no
te tienes que quejar de que yo no sujete la intensidad de mi visión o como
le quieran llamar a un ritmo vasto e imponente ... quien me lea estará en la
raya del conflicto, y si no le gusta si quiere un asiento seguro en el público
déjalo leer a alguien más.
Harry T. Moore tuvo problemas con la “filosofía” de las novelas de D.H. Lawrence.
William York Tindall coincide con Moore, no tanto por el contenido de lo que predica, sino
porque siente que Lawrence pierde el balance entre teoría y novela, y permite que la
teoría tome las riendas en detrimento de la novela.
En vez de proyectar una luz, proyectó una teoría que distorsiono o perjudicó
la evidencia de sus sentidos ... teoría y propósito previnieron a Lawrence no
solamente de ver lo que estaba ahí para ser visto sino de crear una realidad
independiente de la actual.
Intentaba D.H. Lawrence combinar la filosofía y la novela, pero en opinión de sus
críticos, Moore y Tindall, su teoría filosófica se desborda e inunda la integridad de sus
novelas. Lo que expresa D.H. Lawrence en su carta a Signor Linati podría ser su
apología. No intentaba crear novelas para entretener, ni quería ser un mecanismo de
escritura con un ritmo perfecto, sincrónico e infalible. Las novelas de D.H. Lawrence
tienen un carácter filosófico y ciertamente tienden a predicar, y es a lo que se refiere él
90
Postlethwaite
mismo en su crítica de la novela popular. D.H. Lawrence escribió crítica literaria sobre
Thomas Hardy, Walt Whitman, y Herman Melville. Y desarrolló su propia teoría literaria
particularmente en un ensayo titulado Cirugía de la novela. Los escritos muestran sus
reflexiones estéticas. Tenía una idea clara de lo que debería de hacer y no hacer la
literatura de su tiempo, y hacia dónde quería llegar. D.H. Lawrence hace la distinción
entre la “novela seria” y la “novela popular”, y subraya su creencia en lo que él llama la
novela filosófica como la redención o resolución a una crisis de la novela moderna.
Ahí está el monstruo de muchos rostros, y de muchas ramas, como un árbol:
la novela moderna. Y es casi dual, como los mellizos siameses. Por un lado
la novela seria, de semblante pálido, engreído, que debemos tomar en serio;
por el otro la novela popular, esa tunanta bastante plausible, de sonrisa
boba. (Lawrence, Pulso 221)
¿Y cómo puede reconciliarlo? D.H. Lawrence muestra su parcialidad al sostener
que la ficción no debió haberse separado de la filosofía, y ahí yace una postura realmente
valiente, en contra de la tendencia de sus tiempos. “Me parece que fue realmente
lamentable que se divorciaran la filosofía y la ficción” (Lawrence, Pulso 226) Es posible
que D.H. Lawrence intentó incursionar en un género que podría rescatar el vínculo entre
ficción y filosofía, y a la vez ser un híbrido de lo que él llama popular y seria. Puede servir
de justificación de por qué las novelas de Lawrence tienen una tensión, y la razón que
para muchos la filosofía de su ficción resalta como una soldadura mal hecha.
Creía D.H. Lawrence que la novela tenía que ser un producto orgánico que no
obedece una simple teoría o motivo ulterior, sino crear con su propia lógica un universo
propio. Y tener a la vez un peso filosófico, proponer algo contundente, tal vez alguna
crítica a la sociedad. Y en el intento de conciliar ambas posturas, para algunos críticos la
ambición de D.H. Lawrence se desbordó, fue insostenible. Por tal razón y por su carácter
predicador, en la opinión de Harry T. Moore y William York Tindall, Lawrence falla.
La novela es el más alto de los ejemplos de sutil expresión que haya
descubierto el hombre. Todo es cierto en su tiempo, lugar, ambiente, e
incierto fuera de su lugar, tiempo, ambiente. Si uno clava algo en la novela, esto mata a la
novela; o bien la novela se levanta y se va con el clavo (Lawrence, Pulso 231).
91
Postlethwaite
En la opinión de William York Tindall, D.H. Lawrence falla bajo sus propios
estándares, lo que teme es exactamente lo que sucede: las novelas de Lawrence se
levantan con todo y clavo. Podríamos suponer que D.H. Lawrence se propuso llevar la
novela a nuevas fronteras, donde no todo quedaría perfectamente resuelto ni ordenado.
Lawrence dice que la novela debe ser sutil, mostrar las relaciones humanas, sin predicar
ni afirmar. Según D.H. Lawrence la novela debe simplemente mostrar las relaciones
humanas sin ser parcial, y cuando el novelista toma partido se vuelve inmoral. “Cuando el
novelista apoya el pulgar en el platillo para hacer bajar la balanza hasta el nivel de su
preferencia, eso es inmoralidad” (Lawrence, Pulso 231). Puede que no reconozca su
propia intención, inconsciente o consciente, de clavar los significados de sus teorías en
las vidas de sus personajes, o implantar como en las alegorías que él mismo detestaba.
Quizá D.H. Lawrence no pensó que estaba predicando, y no sentía estar pontificando en
sus novelas, pero Moore y Tindall sostienen firmemente que sí lo hizo. Entonces
siguiendo la misma doctrina de Lawrence, en la opinión de Harry T. Moore y William York
Tindall, nadie es más inmoral que D.H. Lawrence. Lawrence quiso resolver la crisis, el
predicamento de la novela moderna, y critica a la novela moderna de ser inmoral y
parcial. En el fondo hay un problema de subjetividad que Lawrence pensó que podía
superar, y el resultado quizá sea una falta de autocrítica.
La inmoralidad radica en la impotente e inconsciente preferencia del
novelista. El amor es un gran sentimiento. Pero si uno emprende la tarea de
escribir una novela y está dominado personalmente por las angustias de la gran
predilección por el amor, por el amor como único gran sentimiento para el cual vale la
pena vivir, escribirá una novela inmoral (Lawrence, Pulso 232).
Es asombrante como a veces parece que D.H. Lawrence está señalando sus
propias dificultades con la novela. Su “predilección inconsciente” en Serpiente
Emplumada es lo más criticado, por exponer en un arrebato sus teorías sobre animismo,
primitivismo, y teosofía. Y podría decirse que Lawrence sufrió precisamente de una falta
de objetividad, tal vez no en un arrebato emocional como el enamorado, sino desde su
plexo solar, como él mismo sostiene que es lo único que importa.
El problema gira alrededor de lo que Harry T. Moore llama lo filosófico. O sea que
D.H. Lawrence realmente intenta profundizar sobre las relaciones humanas, pero padece
92
Postlethwaite
de una perspectiva subjetiva y mística, y para muchos lo último está forzado de manera
inverosímil en su novela.
En Serpiente Emplumada, D.H. Lawrence expresa con gran ingenio y sensibilidad
lo extraño, lo onírico de México. No tiene grandes detractores sobre el retrato que hizo de
México. Pero falló en la sutileza de sus personajes; ahí no entrega lo que promete. Si la
novela según el mismo D.H. Lawrence no es un medio sino un fin, y entonces el fin para
muchos está forzado. William York Tindall insiste: D.H. Lawrence no practicó lo que
predicó.
Quería D.H. Lawrence crear un animal de otra especie. Una novela que podría ser
filosófica por un lado, e imparcial y objetiva por el otro. Dice que de preferencia debe ser
unfathomable , incomprensible. La ambición resulta destructiva por ser abrumadora,
grandilocuente, o imposible, en la opinión de algunos críticos. Harry T. Moore es todavía
más cáustico en su ensayo The Plumed Serpent: Vision and Language. Lo afirma de
manera directa: “Al mismo tiempo el intento más ambicioso de D.H. Lawrence en la área
de la novela y su fracaso más notable.” Y la ambición no yace en su intención de escribir
una novela, per se. El pecado de D.H. Lawrence podría ser su carácter didáctico que él
mismo negó. Se queda corto en lo que él mismo teorizó que puede alcanzar el arte en su
estado más puro. No quería innovar en el género de la manera que lo hizo James Joyce,
por ejemplo. Su ambición no radicaba en lo estrictamente literario, en cuanto a forma,
estructura, o estilo, como es el caso de algunos modernistas. D.H. Lawrence no intenta
transgredir el arte de narrar a través de la técnica, sino por el contenido, por la sustancia
de lo que se narra. Y por eso el contenido en Lawrence cobra mayor importancia. Aunque
su prosa es elocuente, fluida, clara, y penetrante, se basa en una fórmula más o menos
convencional para narrar su historia. Es lo que menciona Catherine Carswell, una de sus
críticas más adeptas. “Sus libros son fáciles de leer pero difíciles de entender. Ahí yace
parte de su potencia.” Sostiene Carswell que D.H. Lawrence decide escribir en un
lenguaje familiar y fácil de entender para poder exponer sin truco ni magia su compleja
cosmovisión.
Para Harry T. Moore, la ambición de D.H. Lawrence destruye y sabotea el potencial
de Serpiente Emplumada. Señala Moore que la novela claramente tiene sus fallas. Y es
cierto que a la mitad de la lectura hace una digresión de la cual nunca se recupera. Las
93
Postlethwaite
costuras son visibles. Los personajes del principio, los norteamericanos Owen Whys y
Bud Villiers, simplemente desaparecen en el transcurso de los capítulos, sin explicación.
Lo anterior lo justificaría después Witter Bynner en sus memorias aclarando que D.H.
Lawrence basó el personaje de Owen Whys en Bynner, y probablemente no quiso
ofenderlo más en el retrato de un norteamericano bruto y superficial. Así que mejor
desapareció al personaje sin mayor explicación. D.H. Lawrence deja varios cabos sueltos.
Además toma una ruta inesperada cuando se adentra en el culto a Quetzalcóatl. Pierde
cierta congruencia y se inclina más hacia la cienciaficción. El género de la novela queda
desplazado, en el aire, como el mismo destino de sus personajes y de México. Nos
enfrentamos a lo incomprensible de D.H. Lawrence, que algunos podrían tomar como un
simple pretexto. Aunque se pudiera argüir que todo lo anterior fue planeado
cuidadosamente por Lawrence, crea una confusión y duda. Si quería Lawrence que la
novela cobrara vida, que afectara profundamente a sus lectores, William York Tindall
sugiere otra ruta.
Sus Birkins, Ciprianos, Ursulas, y guardabosques estan incompletamente
realizados. Son criaturas no se su imaginación sino de lógica … Cuando sus
heróes no están predicando, Lawrence sí lo está.
Las ideas de D.H. Lawrence, sus teorías, pueden ser absurdas, y por lo mismo en
su ejecución, algunos críticos se sienten defraudados. Lo que intentaba lograr Lawrence
con su teoría de lo “incomprensible” así como su afrenta general a la razón, no podemos
por consecuencia asimilar con nuestra lógica. Pero aquí hay una contradicción implícita,
profunda e irreconciliable que se debe quizá al concepto de lo “incomprensible”. ¿Cómo
se puede escribir algo “incomprensible” sin provocar críticas de división, duda, e
incongruencia? Aunado al acertijo anterior, según William York Tindall, es la lógica de
D.H. Lawrence lo que sabotea el potencial de su novela. Nunca aborda Tindall el
problema de lo “incomprensible” sin señalar la contradicción inherente e insuperable. “No
hay duda de que Lawrence era un intelectual y que sus ataques en contra de la mente
eran tan mentales como su objeto.” Entonces D.H. Lawrence nunca puede alcanzar
realmente su teoría. Es como querer describir lo que sucede en un koan.
Pero D.H. Lawrence sigue clavando los significados, los impone, y por lo mismo
Serpiente Emplumada, para Tindall se puede definir como una alegoría. Podría Lawrence
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Postlethwaite
transgredir el orden tradicional de significados, puede incluso provocar una cruzada en
contra del racionalismo, pero al hacerlo impone otro orden igualmente forzado, cuando se
supone que debería de ser algo orgánico. Sin un orden, una novela no puede sobrevivir.
Y se encuentra entonces en una encrucijada desde el momento que intenta un discurso
“incomprensible” dentro de la novela. Sostiene Lawrence que las novelas salen de él
cómo por arte de magia, sin intervenir mentalmente, lo cuál genera algunos problemas.
Puede romper el esquema del orden tradicional, de la fórmula, pero necesita de alguna
estructura e integridad. El hecho de negarlo no es suficiente para substituirlo con algo
contundente, y el resultado es incongruente. El problema de la novela nunca es resuelto.
Aunque sí puede ser que D.H. Lawrence quería desafiar el orden tradicional, su resultado
es ambiguo. Como lo declara Tindall, “las ideas de Lawrence eran confusas, nunca
estaban completamente objetivas; e interferían continuamente con su arte”
Contra las opiniones del mismo D.H. Lawrence, Serpiente Emplumada pude leerse
como una especie de alegoría. La alegoría tiene la facultad de perseguir varios senderos,
dentro y fuera del texto. Así que Serpiente Emplumada no solamente es una alegoría
sobre México. Como dice William York Tindall cuando declara que D.H. Lawrence fue el
John Bunyan de su generación. La novela fue donde Lawrence pudo plasmar finalmente
las ideas que venía germinando por varios años sobre religión, cultura, y sociedad. Pero
también sobre lo que en su opinión debe de ser la novela moderna, y aunque en algunos
niveles no logra su acometido, en otros sentidos lo hace, y además tiene el crédito por su
sola intención y valentía de provocar una discusión.
A diferencia de Harry T. Moore, otros literatos consideran a Serpiente Emplumada
como una de las mejores obras de D.H. Lawrence. Moore declara: “Críticos
diametralmente opuestos de Lawrence, la simpática Catherine Carswell y el hiperracional
profesor Tindall, se unen al declararlo el mejor trabajo de Lawrence.” Aunque Serpiente
Emplumada no es universalmente reconocida como su mejor obra, sí tiene un extraño
magnetismo para la mayoría de sus lectores. Algunos la repelan, atacándola desde
protofascista, racista, e incongruente. Otros la alaban por su alto nivel simbólico y
mágico, por su ambición, y su proyección filosófica y social. Es el dilema que cambia con
la perspectiva. Como es costumbre, para salir o resolverlo lo mejor es simplemente
pensar que ambos lados tienen algo de razón. Pues no es fácil generalizar sobre D.H.
Lawrence. La novela fue considerada por el mismo Lawrence como un tour de force, una
95
Postlethwaite
obra que asentaría nuevos paradigmas en la literatura, y por consecuencia en la
conciencia colectiva. Es testimonio de la gran ambición de Lawrence. Lo que intentó
hacer toda su vida: cambiar las concepciones y las relaciones humanas. En Serpiente
Emplumada, los hombres se convierten en dioses. La apoteosis toma lugar en el
momento en que los hombres regresan a sus raíces, se entierran, por así decir, y se alzan
al mismo tiempo a través de un conocimiento perdido que solamente puede acceder a
través de ritos, magia, y vestigios simbólicos.
Otro de los problemas es que no queda claro si el capítulo nuevo de la
espiritualidad humana se manifestaría estrictamente en los confines de su libro, o si su
intención era trascenderlo a la vida real. D.H. Lawrence, el novelista, se enfrentó con
Lawrence el profeta. Y esa confusión respecto a su obra, su ambición desmesurada, lo
convirtió en un blanco fácil para la crítica.
Creía D.H. Lawrence en el poder transformador del mito. Textos como el Popol
Vuh reafirman y cimientan las intuiciones que Lawrence tuvo, y por eso cobran singular
importancia en su escritura. La obra ya no es solamente ficción sino un tratado sobre la
apoteosis humana. Aunque Lawrence hubiera sido renuente de aceptar su papel de
profeta o predicador, no hay duda de que tenía un elemento de profeta.
Como nota al margen, D.H. Lawrence es uno de los poetas más reconocidos en las
letras inglesas. Como poeta, en general es bien aceptado por la crítica y el público en
general. Es un poeta en todo su derecho, indispensable en cualquier antología de poesía
británica. Y en poesía sí es reconocido por su innovación y vanguardia en el uso de la
forma y estilo. En sus novelas, sin embargo, Lawrence estaba más interesado en el
contenido y en la ética, que en el estilo. Lo anterior quizá sea polémico, porque es difícil
comparar su poesía con las novelas. D.H. Lawrence trabajaba arduamente en ambos, y
es seguro que para él, aunque vaya en contra de su teoría, en el inconsciente escribir una
novela era un medio para lograr un fin. Su teoría puede ser difícil y contradictorio, pero
quizá el siguiente pasaje nos ayude a entender mejor su posición:
Las novelas y poemas salen sin ser vistas de la pluma de uno. Y la necesidad absoluta
que tiene uno por algun tipo de actitud mental satisfactoria sobre uno mismo y las cosas
en general hacen que uno intente abstraer conclusiones definitivas de las experiencias
96
Postlethwaite
como escritor y hombre. Las novelas y poemas son pura experiencia pasional.
Ver a Mexico después
The souls of the Mexican people are heavy for the
wings of love, they have swallowed the stone of despair.
D.H. Lawrence, en Serpiente Emplumada
Como ya fue planteado, D.H. Lawrence es reconocido por sus constantes
contradicciones. Mabel Dodge Luhan, John Middleton Murry, y Witter Bynner, quienes lo
conocieron de manera íntima, lo caracterizaron por sus frecuentes y erráticos cambios de
opinión, y peor aún, cambios violentos de humor. Se contradecía D.H. Lawrence sobre
toda clase de temas, y México no fue la excepción. La ambigüedad encontró una pareja
muy particular en México, tanto en las ruinas, en la mitología azteca, como en las
ciudades que visitó. En sus primeras impresiones no tuvo una gran estima por México,
sobre todo si nos basamos en su descripción del México cotidiano. En sus escritos y en
las memorias de sus amigos, D.H. Lawrence se queja constantemente de lo lúgubre, lo
pesado de México, lo nefasto, lo inmundo. Desde lo descuidado y sucio que vio los
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Postlethwaite
coches en los trenes, hasta el carácter pasivo y flojo del mexicano. Concluye que hay algo
irreparable en la sumisión del espíritu mexicano. Sin embargo, siente un magnetismo
ineludible en el país y cree que en México se encuentra la salvación del espíritu humano
europeo y americano.
D.H. Lawrence, al principio, no encuentra lo heroico en el mexicano común, sino
todo lo contrario. Hasta después de estar en el país varios meses, cambia un poco su
opinión negativa sobre México y los mexicanos, pero aún así, finalmente al héroe
mexicano de Serpiente Emplumada no es de sangre mexicana; decide en contra de
hacerlo mestizo o indígena. En la primera versión del manuscrito, el boceto de Serpiente
Emplumada, Don Ramón es de sangre indígena. Pero en la versión final, es español casi
puro. ¿No podía el indígena superarse y ser un líder? D.H. Lawrence reforzó el cliché del
mexicano cabizbajo, sumiso, pero por dentro rencoroso, envidioso, y reprimido. ¿O podría
ser que en el personaje de Don Ramón simplemente quería hacer una conexión entre
Europa y América? En la experiencia de regeneración espiritual insertar al europeo en el
centro. Tal vez por lo mismo le escribió a Middleton Murry que el lost trail, el camino
perdido, de Inglaterra podría ser retomado en México. Sin embargo, por su inclinación y
constitución inglesa, el mexicano queda desplazado, fuera de la ecuación, sin un atributo
redimible. Lo que intentaba hacer D.H. Lawrence es tender un puente entre opuestos,
entre el viejo y el nuevo continente; y es la frontera entre los dos mundos donde descubre
y resurge una nueva sociedad, su Rananim quizás. Para Lawrence, Mexico representa
precisamente una frontera entre el viejo y el nuevo mundo. Como lo menciona Crosswhite
Hyde en el preámbulo de Terra Incognita, Lawrence “concebía a América como la pareja
polar de Europa, con los dos continentes en una tensión mística en la cual el Viejo Mundo
podría refrescarse con el Nuevo”. Pensaba Lawrence que en México podría encontrar el
camino perdido. Algo en el país le daba esperanzas: la última esperanza puede brotar en
el lugar menos sospechado.
Quetzalcóatl fue principalmente lo que hizo a D.H. Lawrence cambiar de opinión.
La palabra y el misterio del nombre invocaron a otro México. Una “reverente absorción en
la mitología mexicana” es como describe Witter Bynner el periodo de D.H. Lawrence en
Chapala. Despertó su interés, fascinación y respeto por la cultura prehispánica, con un
énfasis muy especial en la mitología. La mitología azteca llenó de color el paisaje gris y
sombrío que observó en México. Si no hubiera sido por la cultura prehispánica (lo que vio
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Postlethwaite
en las pirámides y leyó en múltiples libros) realmente México hubiera sido otro país
tercermundista, pobre, perdido, y deplorable, sin algo realmente interesante o destacable.
Sin embargo, la cultura prehispánica le brindó algunas concepciones románticas y
místicas, envueltas en un halo de misterio que apeló a la imaginación de D.H. Lawrence.
El misticismo fue siempre su debilidad. El estado de pobreza y miseria que atestiguó
sirvió de preámbulo para su novela, donde el climax sería la nueva edad de gloria para la
cultura mexicana y europea.
La “reverente absorción en mitología” de la cultura prehispánica lo hace corregir
algunas de sus primeras impresiones, pero más que corregir fue un contrastar. Hay un
conflicto natural en dicho contraste, dando pie a una tensión en su novela y en sus
teorías. D.H. Lawrence no solamente confabula en sus novelas, sino en la vida real. En
un episodio, Witter Bynner recuerda una noche durante su estancia con Lawrence en un
hotel de Chapala, cuando el novelista se sentó a contar historias de crueldad y violencia
acaecidas en un pueblo cercano, como alguien que cuenta historias de miedo alrededor
de una fogata. El primer paso de Lawrence fue crear un México inescrutable y cruel, no
solamente en ficción, sino infundido en la vida real. D.H. Lawrence ayuda a crear un
estereotipo de México como un país irracional, cruel, y violento. Como un mitómano, cree
en su fabricación y lo siente en las vísceras. El México de su imaginación necesita
convencerlo primero a él, antes de ser proyectado en su ficción. Como es su costumbre,
no solamente escribe sobre México, sino que predica. México ya no es un país fallido y
sucio de su primera impresión. Lo anterior no tendría nada de interesante o fenomenal
para D.H. Lawrence. Necesita otra parte, la mitología, para llenar todos los huecos de su
percepción. En México, la mitología rellena las cavidades de un país pobre y
desahuciado.
Para su suerte, la mitología estaba casi totalmente escrita. La mitología exótica y
salvaje de los aztecas sobrepasó todo lo que él hubiera podido imaginar. Las historias
incomprensibles, misteriosas, que a veces incluso nos parecen irracionales,
caracterizadas por jaguares, soles, serpientes, y deidades, rebasó su conciencia mental.
Y ahí asentó la historia de su novela. Los símbolos de los aztecas fueron las “unidades
incomprensibles” que atraviesan la mente y se van directamente al inconsciente. Lo
anterior lo llamó, animó y alentó como ningún otro tema. Ya solamente tendría que
improvisar sobre algunos de los temas, como si fueran las notas para improvisar su pieza
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Postlethwaite
musical.
Es importante recalcar que no fue D.H. Lawrence un historiador, antropólogo o
mitólogo, como él mismo confiesa, sino un diletante. No realizó, ni estaba interesado en
realizar, un estudio objetivo sobre la mitología azteca o sobre Quetzalcóatl en particular,
como lo hizo por ejemplo Enrique Florescano exhaustiva y objetivamente. D.H. Lawrence
detesta la objetividad. A la vez, sufre de una disonancia cognoscitiva sorprendente,
asimila solamente la información que embona perfectamente con su plan maestro, sus
teorías viscerales. Si comparamos un estudio como el de Florescano, con las ideas
radicales de Lawrence, encontramos una diferencia abismal, de polos opuestos. En el
caso de un estudio científico y antropológico encontramos un patrón sobretodo en la
aparente necesidad de diferentes pueblos por inventar y crear deidades con rasgos
similares. La conclusión de leer a Carl Jung, e incluso La Rama Dorada de Frazer, es que
en el psique humano hay una necesidad inexplicable de buscar ciertos rasgos, patrones,
y obtener las mismas explicaciones y respuestas lógicas a un suceso ilógico y
desconocido. Las deidades casi siempre simbolizan a las fuerzas irreconciliables y
desconocidas de la naturaleza. D.H. Lawrence, sin embargo, toma una postura diferente;
toma la postura de Dios. Ve el mundo desde el punto de vista de una deidad. Como
hombre religioso, cree en un creador todopoderoso, en un origen bíblico, mágico y
milagroso, donde los humanos tenían un contacto directo con su creador, como el Adán
bíblico. D.H. Lawrence interpreta a Quetzalcóatl no como una fabricación de uno o varios
pueblos, sino realmente la figura de un demiurgo que existió y existe.
D.H. Lawrence nos remite al Dios bíblico del Viejo Testamento, un Dios fuerte y
vengador. La idea de un Dios misericordioso representado por Jesús, D.H. Lawrence
sostenía que ya iba a caducar. Y es la paranoia de Lawrence, su miedo de Dios, otro
factor importante que influye en sus teorías. El comportamiento de D.H. Lawrence en el
hotel de Chapala, como lo retrata Witter Bynner, es fascinante, y sobre todo relevante.
Aunada a su imaginación, la paranoia crea la teoría de una conspiración cósmica de
proporciones míticas. El miedo es una fuerza vital. Lo conmueve, lo excita. Es una semilla
en su imaginación, un actor determinante en la creación de su México. El miedo que sintió
D.H. Lawrence en México, como lo narra Witter Bynner, lo arrebata, lo hace sentirse vivo,
y activa su imaginación. México lo atrae y aterroriza, y la mezcla perversa de sentimientos
produce una ambivalencia que nunca puede superar ni resolver, solamente puede
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Postlethwaite
elaborar y desarrollar en ensayos y novelas.
Aunque al escribir intentó no ser didáctico, sino darle vida a sus personajes, es
cuestionable si logra su objetivo. Al analizar sus personajes, encontramos una alegoría.
D.H. Lawrence es como Kate Leslie quien encarna lo ambivalente, inseguro, confundido,
ante los acertijos cósmicos y universales. Tratando lo más que puede por darle un sentido
a su vida, y al intentarlo, siempre fracasa porque la incertidumbre se eleva a la superficie,
como la serpiente en sus vísceras que asoma la cabeza. La serpiente de D.H. Lawrence
asoma por su boca, por su mente, y por su pulso al escribir. La serpiente es la vitalidad
que lo mantiene entre polos opuestos, entre ser el Don Ramón o Kate Leslie de su
novela. Ser predicador y líder, como el primero, o un alma sensible sin un rumbo preciso
como la heroína. En la novela, Kate se deja seducir por Don Ramón, y finalmente las
ideas de culto, de una religión arcaica, son victoriosas. El dios violento de su imaginación
y paranoia prevalece.
El México de su imaginación tiene que ser contrastado con el México que percibió.
Son dos Méxicos totalmente distintos. Lo que percibió es capturado en sus propios
escritos sobre la cotidianidad en México, sus primeras impresiones. El México de su
imaginación es más complejo porque involucra al México de su conciencia y sangre.
Aunque Katherine Anne Porter escribió que “todo México está ahí” refiriéndose a
Serpiente Emplumada, el comentario es obviamenente una hipérbole. D.H. Lawrence
puede capturar una esencia de México, pero no puede capturar todo México, porque
México es inconmensurable y en la misma opinión de D.H. Lawrence, incomprensible. La
esencia que captura es la fuerza negativa que mantiene al país paralizado, con un pie
sobre el cuello. Hay en México un gran nudo, y Lawrence insiste en desatarlo y liberar a
México del peso que tiene encima. En el proceso Lawrence crea un laberinto vertiginoso
de contradicciones, enredándose cada vez más, y no hay una resolución o desenlace. Lo
cual D.H. Lawrence podría decir que cumple con el propósito de ser “incomprensible.”
D.H. Lawrence en una carta a Bertrand Rusell describe que la conciencia de la
sangre es un nivel de conciencia separado y opuesto al mental. En la visión que tiene
Lawrence sobre México, podemos sospechar que los cables de las dos conciencias se
cruzaron, produciendo un falso contacto. No es fácil diferenciar entre el México de lo
mental y el México de la sangre. Siguiendo sus propias teorías y definiciones, el México
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Postlethwaite
de la sangre es palpable, visceral. Irónicamente, el anterior, el de su primera impresión,
es el México que detestó y lo aterró. El México que prefiere nace del intelecto, de sus
lecturas sobre Quetzalcóatl, los mitos, y sus propias conjeturas; necesita ser instruido en
la cultura prehispánica para hacerse otra idea de México. Lo confabula como un país de
un enorme potencial, un país donde la humanidad podría retomar su camino, el lost trail.
Debido más a su imaginación que a una experiencia real o palpable, México fue el
pretexto para realzar una renovación espíritual urgentemente necesitada por la
humanidad entera. Encontró una cultura rica en simbolismos, símbolos dormitados
esperando el momento para resurgir. D.H. Lawrence le llamó a México incluso el plexo
solar de América, que en términos de D.H. Lawrence no hay más grande elogio. Al mismo
tiempo, mientras escribía afirmaciones como la anterior, y otras cartas de amor al país, en
las memorias de Witter Bynner, hay un retrato de Lawrence desdeñoso hacia los
mexicanos, aterrorizado de México y su gente. Temía a los nativos. Sentía que los nativos
lo odiaban con justa razón, junto con el resto de los europeos colonizadores y
conquistadores.
Una vez que tengan un líder fuerte, esta gente será fuerte también. Serán
tan despiadados con sus amos como sus amos fueron con ellos. Y no
sabrán diferenciar a los amos de los foráneos como nosotros que somos sus
amigos
Lo anterior muestra el aval que da Lawrence a la figura de un dictador para que el
país pueda superarse, y a la vez su apoyo de una actitud fuerte pero sin misericordia. En
otro pasaje recuerda Witter Bynner que D.H. Lawrence confesó sobre los mexicanos: “en
sus corazones nos odian … esta gente son diablos y siempre lo serán. Solamente hay
mal en este continente y muerte.” Las últimas declaraciones las hizo específicamente en
torno a su empleada doméstica, Isabel, quien trabajó para él durante su estancia en
Chapala. Lawrence siempre estuvo a la defensiva, paranoico, frente a la gente en
general, pero con los mexicanos de manera particular. Irónicamente, hace un llamado
para que los nuevos valores dominantes sean así, anticristianos y libres de piedad.
A los mexicanos los describe, incluyendo en Serpiente Emplumada, como
infrahumanos, perros callejeros, una subespecie. Nos quedamos intrigados sobre cuál era
su verdadero sentimiento y opinión de México . D.H. Lawrence, un personaje inescrutable,
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Postlethwaite
tiene opiniones diametralmente opuestas, en conflicto, y en el conflicto es donde yace lo
fascinante de su obra.
No es sorprendente que D.H. Lawrence temía interactuar con los nativos. En los
recuerdos de sus amigos, lo acusan de ser un misántropo empedernido. No odiaba
solamente a los mexicanos sino a toda la raza humana. Aún así, con México tuvo una
relación extraordinariamente compleja de amor y odio. Los sentimientos encontrados de
Lawrence germinan de manera nueva y singular en tierra mexicana. El país, igual que
Lawrence, es por sí solo un retrato de ambigüedad, ambivalencia, y contradicción. Basta
leer El Laberinto de la Soledad de Octavio Paz para saber a lo que me refiero. En Los
Hijos de la Malinche, Paz expone:
La extrañeza que provoca nuestro hermetismo ha creado la leyenda del
mexicano, ser insondable. Nuestro recelo provoca hiela. Y las inesperadas
violencias que nos desgarran, el esplendor convulso o solemne de nuestras fiestas, el
culto a la muerte, acaban por desconcertar al extranjero ... hay un misterio mexicano,
como hay un misterio amarillo y uno negro ... todos coinciden en hacerse de nosotros
una imagen ambigua, cuando no contradictoria (Paz 72).
La ambivalencia de D.H. Lawrence al proyectarse sobre un sujeto profundamente
ambivalente como es México, crea una resonancia armónica casi abrumadora, difícil de
descifrar.
La contradicción es también paradoja. Serpiente Emplumada fue lo más cerca que
llegó a fundar su colonia de escape, una utopía fallida desde su concepción. Serpiente
Emplumada es un homenaje fúnebre a Rananim, proyecto imposible por muchas
razones. Pero si lo más destacado fue que en el inconsciente D.H. Lawrence realmente
no quería fundar una colonia, no quería ser colonizador, líder, ni profeta, sino siempre fue
un juego imaginativo, entonces florece en Serpiente Emplumada su utopía. Aún así, fue
un profeta renuente. Su renuencia muestra su autoflagelación y autocrítica, un odio a sí
mismo. Sabía en el corazón que sería un pobre líder, y que su colonia era solo un
capricho. Los miembros, si hubieran logrado convencer a alguien, lo hubieran hecho
sentirse culpable y responsable de cada problema o desgracia en sus vidas. Y lo último
que quería D.H. Lawrence, con su complejo mesiánico, era cargar con más culpa. Así que
lo único que pudo hacer es fundar la nueva colonia en fábula, en la novela, en su
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imaginación. El resultado fue una utopía llamada México que ni en ficción se sostiene.
D.H. Lawrence se coloca en una encrucijada. Era natural y normal para él que se
sintiera de dos o más maneras. Lo último es evidente en Serpiente Emplumada. Los
diferentes personajes permiten explorar las diferentes opiniones y posturas de Lawrence,
su misma múltiple personalidad. En uno de los capítulos, narra una tertulia entre
intelectuales mexicanos y foráneos, que a la vez sirve para mostrar sus diferentes
opiniones. Finalmente no puede D.H. Lawrence inclinarse completamente por una sola
postura. ¿Deberían los mexicanos seguir a la modernidad impulsada por la burguesía?
¿Será mejor la alternativa de los revolucionarios, de los campesinos urgiendo un cambio?
¿Necesita México a un dictador? ¿Los aztecas eran salvajes y violentos o una sociedad
más iluminada que la nuestra? Son cuestiones que se discuten no solamente en el
capítulo de la tertulia, sino a lo largo de la novela, pero nunca se resuelven. El mejor
ejemplo de la ambigüedad de D.H. Lawrence con respecto a México es evidente en el
final de la novela. En el primer manuscrito de Serpiente Emplumada, Kate Leslie se
regresa a Irlanda, dejando atrás toda la pesadilla surreal que fue México. Lawrence
titubea y oscila entre opiniones hasta el final. Y en la publicación final Kate Leslie se casa
con Don Cipriano en un ritual azteca, con renuencia, en un acto poco comprensible e
incongruente por parte del personaje. Pero se queda en México, porque D.H. Lawrence
se aferra a que en México existe algo más, un misterio por descifrar. Y cuando sea
descifrado será la salvación del espíritu moderno que necesita hacer una regresión.
En sus observaciones del país sobresale el desorden, el caos, lo salvaje, la
corrupción, la ignorancia, y la omnipresente indiferencia. Sobre todo lo último junto con el
azar son elementos imperantes que triunfan sobre el orden y el control. En México el
laissezfaire es peligroso y aterrorizante, un espiral desencadenado. Para un inglés
acostumbrado al orden y a la disciplina, México fue inconcebible, y por lo mismo lo atrajo.
La serpiente se convierte para D.H. Lawrence en el único símbolo capaz de
representar la contradicción de México. A la vez, la serpiente se convierte en símbolo de
D.H. Lawrence. En el escudo nacional vemos a un águila devorando a una serpiente, pero
Lawrence explica que realmente la serpiente es lo que devora todo lo demás. La
serpiente sobrepasa al escudo, al águila, y al país, como símbolo de México, porque la
serpiente pertenece a algo cósmico, ominoso, y trascendente.
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México yacía en su destino casi como una fatalidad. Algo tan pesado,
opresivo, como los pliegues de una serpiente gigante que parecía no poder
ni levantarse ella misma.
Lo anterior describe a Kate Leslie, una foránea en México, pero podría aplicarse a
los mexicanos también. En México siente un peso que tardaría en entender, tanto Kate
como D.H. Lawrence. México es el pueblo elegido de la serpientedeidad, y tiene toda la
intención de aplastar a los mexicanos, al menos de que los mexicanos despierten en su
conciencia. La serpiente dobla sus pliegues para aplastarnos, pero no lo hace de manera
consciente o voluntaria. La serpiente es ciega; como la del poema Snake. Ciega como
muchos demiurgos de diferentes cosmogonías. Lo último le añade un sentido arbitrario,
desolador, y casi trágico. Como la línea de Shakespeare: “somos para los dioses como
las moscas para los chiquillos.” La serpiente cósmica nos aplasta sin saberlo, sin
intención. Nuestro sol podría ser nada más que un pequeño destello en una de sus
innumerables escamas.
El problema de la serpiente como símbolo es enigmático, y parte del enigma es el
problema de los símbolos per se. Lo más lógico y aceptado en general es considerar a la
serpiente como un símbolo por ser un sinécdoque del ciclo natural. Pero en D.H.
Lawrence se refiere a algo más que un símbolo. Hay una serpiente cósmica real, una
deidad, de la cual no estamos plenamente conscientes. La serpiente que conocemos del
reino animal es solamente un vestigio, un rastro de una serpientedeidad, como un pájaro
al dinosaurio, o un humano al dios antropomorfo. La serpiente sustituye a Dios. Funciona
como agente supremo de nuestra providencia.
Cuando D.H. Lawrence escribió Serpiente Emplumada, México estaba en una fase
épica y violenta. La revolución fue la guerra civil que definió el curso del país para
siempre. La etapa posrevolucionaria puede leerse para algunos como el rechazo a la
modernidad ofrecida por el porfiriato. Por lo menos en alguna medida fue un grito
alarmante de denuncia a los rezagos, retrocesos, y problemas de la modernización. El
paisaje político prometía un cambio radical, de igualdad y justicia social, con tintes del
socialismo que D.H. Lawrence repudiaba. Entre otras cosas, encontró en la inconformidad
y rebelión de México, un ejemplo del fracaso del capitalismo y la modernidad. Pero no
había otra oferta o propuesta por parte de México, la única alternativa al capitalismo era
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socialismo. En el sentido anterior, los argumentos de Serpiente Emplumada son a favor
de un regreso a las raíces, un poco del movimiento völkisch que invoca Jad Smith,
representado en el restablecimiento de una religión arcaica. En el ensayo America Listen
to Your Own, Lawrence exhorta al continente americano a seguir su propio camino
basándose en las civilizaciones nativas en vez de los valores de sus conquistadores
europeos. En México vio una réplica mal lograda de la modernidad de Estados Unidos e
Inglaterra. Los valores de la modernidad, símbolos como el automóvil y el ferrocarril,
impuestos por la cultura europea, y por lo mismo descuidados y disfuncionales en México.
A su juicio, la tierra mexicana rechazó la semilla de la modernidad. Lo primero que resalta
cuando cruza Lawrence a México es la distinción drástica que encuentra entre México y
Estados Unidos. “México y Estados Unidos no están en el mismo barco ... dudo que giren
en el mismo cosmos” (Lawrence, Viva 28).
Se presenta en México el escenario perfecto para su fábula, como una suerte de
profecía. Todas las piezas se acomodaron. No estaba claro aún si era para la ficción o
algo más, una verdadera revolución espiritual como Rananim. Obviamente nunca llevó a
cabo la revuelta social que soñó. Como menciona Catherine Carswell, una de sus
mejores amigas, en sus memorias: lo que no pudo lograr en vida, lo hizo en su literatura.
En una articulo sobre su primera experiencia en México, D.H. Lawrence escribe “se
trata de un país extraño ... a juzgar por lo que he visto. Un país con colmillos. Esta
democracia del Nuevo Mundo tiene enroscada en el corazón una serpiente de cascabel”
(Lawrence, Viva 22). Realmente no cambiaría de opinión. Witter Bynner especuló sobre
los pensamientos de Lawrence frente al cuadrángulo de Teotihucán, pero Lawrence
después escribiría sus propias impresiones.
Y cerca de San Juan Teotihuacán, donde estan las grandes pirámides de un
pueblo preazteca desaparecido, según nos dicen y llamado Templo de
Quetzalcóatl, allí, mirad, enormes cabezas de dientes rechinantes
sobresalen dentadas en la fachada de la baja pirámide y una enorme
serpiente se extiende a lo largo de la base y uno se aferra de un pez tallado ...
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¡Pero, cuidado...! Las grandes cabezas de piedra nos muestran los dientes desde el
muro, intentando mordernos: y hay un ojo de obsidiana, como una gran
burbuja verde oscura, la cosa más ciegamente malévola que se haya visto; y
luego los colmillos blancos, con diminutas grietas. Esmaltados.... venid aquí y
veréis que los dioses muerden (Lawrence, Viva 23)
Sin lugar a duda la deidad azteca exigió toda su atención, del mismo modo que lo
hizo la serpiente del poema en Sicilia. Solamente que en vez de escribirle un poema, le
dedicó una novela entera. Hay un paralelo entre las dos experiencias. La experiencia
común es una suerte de epifanía, como cuando se refiere a la ceguera de los dioses de la
misma manera que se refirió a la mirada perdida de la serpiente. Vuelve a relucir un
sentimiento, una reacción visceral desde el plexo solar, sabe que hay algo muy profundo,
misterioso, que nunca puede agotar o resolver, pero que aproximándose por lo menos
puede iluminarse.
La travesía de D.H. Lawrence es parecida a la de Kate: al principio no siente más
que odio y detesto por la cultura mexicana, pero al final contrae nupcias en una
ceremonia azteca. En sus relatos Mañanas en México, Lawrence abre más su mente y
demuestra admiración por la cultura mexicana.
Por mi parte, no creo en la evolución; y mucho menos como una cinta atada
a la Primera Causa, que vaya enredándose lentamente en una
ininterrumpida continuidad a través de los siglos. Me satisface más la teoría de
los aztecas acerca de los Soles, es decir, una serie de mundos sucesivamente creados y
destruidos. El sol de repente, entra en convulsiones, y los mundos se apagan del mismo
modo que otras tantas velas cuando alguien tose en medio de ellas
(Lawrence, Viva 39).
Nuestro sol se puede apagar en cualquier momento, al igual si la serpiente le pasa
muy de cerca lo puede apagar. El motivo y la razón del universo es arbitrario. Como
moscas para chiquillos, alguna fuerza nos extingue y nos aniquila, sin una causa, sin una
razón, simplemente por ceguera. Es una fuerza mayor que nunca vamos a lograr
entender. Y al final, D.H. Lawrence cree que la única fuerza mayor en la que nos
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podemos basar es la muerte como causa principal de todo. Al igual que la serpiente, Dios
nos ignora, nos desconoce, simplemente no nos ve, ni se percata de nuestra existencia.
De leer lo anterior pareciera que Lawrence es nihilista, pero en realidad es todo lo
contrario, porque sí cree en un Dios o en varios dioses, dependiendo de su etapa y de su
humor, pero siempre tiene una fe fundamental.
D.H. Lawrence visitó México en tres ocasiones. Algo en el país lo atrajo e intrigó.
Tenía que terminar de escribir la novela en México. No pudo escribir ni dedicarle tiempo
en otra parte, ni en Nuevo México. En su primera visita junto a Frieda y Witter Bynner,
escribió el primer manuscrito, y lo dejó reposar. Pero México se volvió en una obsesión.
Hasta que por fin descubrió que era la muerte en el corazón del país la respuesta más
cercana que encontraría al gran acertijo. En sus cartas a John Middleton Murry, sabemos
que Lawrence veía a México con un potencial increíble, pero había un sentimiento
complejo, casi perverso a la vez en su razonamiento.
Aunque Inglaterra puede que sea líder mundial otra vez, como tu dices, ella
tiene que encontrar su camino primero. Tiene que recoger el camino perdido.
Y el final del camino perdido esta aquí en México. Aquí está. Yo lo digo.
Para entender por qué y cómo México podría retomar el camino perdido de
Inglaterra y de Europa, tenemos que analizar un poco más el interés de D.H. Lawrence
por el país. Una bipolaridad mantiene a Lawrence interesado en México. Pareciera
también que lo que intentaba era combatir su miedo, entender mejor su sentimiento
visceral de repugnancia hacia el país. Es una frontera entre el amor y el odio lo que
representa México. Middleton Murry describe la confusa relación que tuvo Lawrence en
México. “En el fondo, Lawrence estaba inquieto en México. La combinación de salvajismo
y socialismo entre los indígenas zapotecos le parecía una locura.”
La locura pudo haber intrigado a D.H. Lawrence, y motivarlo a intentar entender el
mecanismo interno de los mexicanos. La falta de una resolución, la ambigüedad, fue el
imán que lo mantuvo interesado y seducido. Middleton Murry explica que D.H. Lawrence
“no entendía que la aversión que sentía por la malevolencia y crueldad de México también
era la fascinación que lo mantenía ahí.” Es cierto que Lawrence veía malevolencia y
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crueldad en Mexico, es notable en diversas citas. Le escribe en otra carta a Middleton
Murry que en México tiene miedo de ser disparado o atacado en cada esquina, sin
embargo tenemos que conciliar comentarios anteriores con lo que escribió D.H. Lawrence
en otros ensayos, como en el siguiente pasaje:
Lo que aborrecieron los primeros peregrinos y los españoles, lo que
llamaron el Diablo, el demonio negro de América salvaje, este gran espíritu
aborigen los americanos deben de reconocer otra vez, reconocer y aceptar
... Los americanos deben de retomar la vida donde el indio piel roja, el
azteca, el maya, los incas la dejaron ... Tienen que tomar el pulso de la vida
que Cortés y Colón mataron
Lo que los colonizadores llamaron el diablo, D.H. Lawrence llama salvación. John
Middleton Murry, uno de los amigos que mejor conoció a Lawrence, batalló para
entenderlo. Describe a Lawrence como inestable, difícil de comprender, y casi loco en
veces. De la misma manera que Aldous Huxley relata el episodio donde Lawrence desafía
toda razón con diatribas y sermones elaborados. Nos revelan las memorias de Bynner y
Murry, un Lawrence frustrado, decepcionado, y atormentado. Lo que concluye Middleton
Murry es que D.H. Lawrence quería trascender sus limitantes, quería romper con los
esquemas. “Puedo decir que en Lawrence la vida misma estaba haciendo un experimento
hacia una nueva clase de hombre.” En su experimento por llegar al nuevo altiplano
espiritual, D.H. Lawrence se decide por México como el sitio idóneo. Mexico le llamó la
atención por varias razones, pero la razón más contundente se resume en la concepción
de la muerte. México y la celebración ancestral de la muerte tiene ramificaciones
interminables, lo cual tuvo un impacto indeleble en Lawrence.
Me hablaba mucho de la Muerte, de una manera que yo no entendía, en
particular intentaba convencerme de que la Vida era una forma y
manifestación de la Muerte, y no la Muerte de la Vida, como creía y sigo
creyendo. Lo que teníamos que hacer, me dijo, era cambiar de la modalidad
Vida a la modalidad Muerte, y para hacerlo México era necesario.
México fue una cicatriz profunda en el imaginario de D.H. Lawrence. Fue en
México donde se enfermó de tuberculosis, y nunca se recuperó. A lo mejor por lo mismo
ya tenía a la muerte en mente. México representó el cambio paridgmático en su
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cosmovisión, y pretendía que fuera igual para toda el occidente. En el país encontró una
propuesta radicalmente opuesta a las ideas preconcebidas del cristianismo. La
concepción tan distinta de la muerte fue el cambio copernicano que estaba esperando
para su nuevo régimen.
En México, el “peregrinaje salvaje” llegó a un final inesperado. La novela Serpiente
Emplumada es el homenaje, la coda de una larga composición donde D.H. Lawrence
exploró, teorizó, ponderó, no solo sobre lo “salvaje”, sino sobre el espíritu humano. Sobre
todo intentó comprender al ser humano desde otra perspectiva, desde las vísceras.
Quería eliminar todas las capas de falsedad y de pretensión. D.H. Lawrence rechaza la
tradición heredada, toda noción preconcebida, desde lo religioso, académico, y científico.
Cuestionó absolutamente todo, en un escepticismo cartesiano, para empezar de nuevo,
hasta arriesgándose a tirar al bebé con el agua del baño. Rechaza el mito del un ser
humano moderno progresando gracias a la ciencia. Se deshace de los vestigios de la
represión sexual victoriana sin dejar de ser puritano. Trata de conciliar su ruptura con el
cristianismo, al seguir considerándose una persona religiosa. Al deshacerse de toda la
consciencia mental y el imperio de la razón, quería llegar al meollo, al corazón del
verdadero deseo, lo que motiva realmente al ser humano. Siempre buscando los límites
entre opuestos, ya sean puntos de vista, acciones, pensamientos cualquier elemento de
una dualidad.Y en México pensó encontrar una gran frontera universal, por la relación que
tiene el pueblo mexicano con el suceso más trascendente y que no terminamos nunca de
asimilar: la muerte, una coincidencia fortuita pero vital.
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