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Darrer diumenge d'agost

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Este cuento ha sido redactado e ilustrado especialmente para Irene, con todo el cariño. De parte de Vicky, amiga de su yaya, en el día de su Primera Comunión.

Redacción: Mireia Corachán Latorre / Ilustración: Vicente Mateo Serra

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Era un día soleado y caluroso del mes de agosto. Irene

y Nerea tenían todo el día por delante: habían desayunado en el

porche de la caravana y después se iban a un lugar que les encantaba, la playa.

Desde que tenían memoria, siempre habían ido a pasar unos días a Xilxes en estas fechas. Los días eran agradables y perezosos y la sensación de tener todo el tiempo por delante las sumía en un letargo muy placentero.

Ese mediodía, como todos los demás, se fueron a descansar a la fresca. Sin poderlo evitar, Irene cayó en un profundo sueño, un

sueño precioso.

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Estaba atardeciendo sobre la Torre de Paterna y todo el pueblo olía a pólvora. Irene apenas levantaba unos palmos del suelo e iba agarrada de la mano de su abuelo…

- ¿Qué eso que brilla tanto iaio?- ¿Y por qué huele tan raro hoy?

El abuelo la miró con ternura:

- Irene, desde hace muchísimos años en el día de hoy Paterna vuelve a sus orígenes y se llena de duendes del fuego. Estas criaturas hacen fantásticas figuras de fuego, brillantes como bien dices, e impregnan las calles con el particular olor de la pólvora. Los duendes del fuego purifican las almas de los vecinos y con su fulgor queman los malos sueños y los negros fantasmas de todos nosotros. Por eso, todo el pueblo sale de sus casas a disfrutar de la noche de verano y contemplar el espectáculo. Mañana es la gran fiesta del fuego aquí, y el estruendo de los petardos y la traca resonarán

casi hasta Valencia. Cuando seas más mayor, el abuelo te enseñará a manejar el fuego y participarás de esta tradición.

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Irene despertó y tuvo que frotarse los ojos varias veces para saber dónde estaba. Fue entonces cuando recreó el sueño que acababa de tener y le vino a la memoria la primera vez que entró en el cohetódromo. Ya había participado durante años en la cercavila infantil de coets de luxe, y no tenía miedo.

Esa tarde, entró nerviosa en la habitación donde estaba la ropa para la gran noche: el mono, el precinto, las mechas, las botas, la careta. Miró

varias veces su traje, con su nombre en la espalda. Nunca olvidará los ojos de sus mayores

al comprobar emocionados que la fiesta continuará por muchos años y que ella también podrá enseñar a sus hijos el respeto y el amor por el fuego.

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Se veía a sí misma con claridad: primero mientras se vestía,

luego subiendo la cuesta cogida por su padre y su abuelo, casco en mano. Cuando se apagaran las luces se sabría una afortunada al lado de

dos personas tan especiales.

El fuego comenzaba e Irene lanzaba cohetes como le habían enseñado, disfrutaba con el olor a pólvora y se dejaba llevar por ese sentimiento tan especial de valentía y

renovación. Todavía notaba aquel abrazo que se dieron los tres, al encenderse la luz. Nunca olvidaría su primera cordà infantil, que todos prepararon durante días con

esmero. El darrer diumenge d’agost.

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- Irene, Irene, ¿qué pasa? - Estás como ensimismada, date prisa que vamos con los papás a pasear por la orilla y a patinar y después a tomar un helado..

Y los cuatro fueron paseando con el mar de telón de fondo. Ahora sí: solo quedan unos días y en la cabeza de Irene resuena una frase… ‘Darrer diumenge d’agost’, y con la voz de su yayo: ‘Siempre serás una valiente, Irene, no te olvides de esto porque la vida es larga pero tú siempre serás como un duende de fuego y sabrás sortear las piedras del camino’.

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