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Asignatura: Metodología de la Intervención Social
Curso 2017 - 2018
Grado en Trabajo Social. 2º Curso. Primer cuatrimestre
Facultad de Educación y Trabajo Social
Universidad de Valladolid
1. Teoría – método: definición y relaciones
2. Peculiaridades metodológicas de las CC.SS. y su reflejo en el T.S.
3. Dimensiones metodológicas y propuesta de integración.
4. El proceso de intervención social.
5. Concepto, funciones y construcción de modelos.
6. Nuevos modelos de intervención social.
7. Supervisión e investigación en trabajo social.
Guía de la asignatura - Presentación Power Point
Profesor: Pablo de la Rosa Gimeno
Departamento de Sociología y Trabajo Social
Universidad de Valladolid
TEMA II: METODOLOGÍA DE LA INTERVENCIÓN SOCIAL
El presente texto es el resultado del trabajo de los estudiantes de la asignatura de los cursos 2015- 2016, 2016-2017 y 2017 - 2018. Sus nombres aparecen al comienzo de cada capítulo.
Los estudiantes, reunidos en grupos de 2-3-4 personas han elaborado el contenido de cada tema siguiendo unas indicaciones y utilizando algunas referencias bibliográficas facilitadas por el profesor de la materia.
Este texto es el resultado, por tanto, del trabajo colaborativo de los estudiantes, supervisado por el profesor de la asignatura.
Valladolid, diciembre de 2017
Metodología del Trabajo Social. Curso 2017‐18 II. Metodología de la intervención social
II.I. Teoría – método: definición y relaciones
__________________________________________ Departamento de Sociología y Trabajo Social
Universidad de Valladolid
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 Isabel Álvarez López Sandra Duque Rodríguez
Curso 2016 ‐ 2017
Sara Pérez Arranz Vanina Vanesa Miño Susana Ortega de la Fuente Nekane Terés Rodanés
Curso 2015 ‐ 2016
Andrea Arnanz López Irene Bocos Irene Nalda Bartolomé Lucía Paniagua Villoria Rosa De Cabo Calzada
Ainhoa Cabezas Alba López Eva Mª Herranz Judit Pérez Maite Romero.
II.I. Teoría – método: definición y relaciones
La ciencia, que es fundamentalmente conocimiento sistematizado en teorías y métodos, presenta dos dimensiones: estructural y funcional
La dimensión estructural alude a la organización del conocimiento en teorías, leyes, modelos, métodos….
La dimensión funcional está representada por lo que la ciencia rinde, para lo que la ciencia sirve. Aquí ubicaríamos al conocimiento como una ayuda para la resolución de problemas.
1. Teoría‐método: definición
Metodología del Trabajo Social. Curso 2017‐18 II. Metodología de la intervención social
II.I. Teoría – método: definición y relaciones
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Universidad de Valladolid
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1.1. Definición de teoría:
“Proposición explicativa provisional relativa a fenómenos observables (directa o indirectamente) que, simbólicamente, representa las relaciones entre los hechos y los mecanismos que explican esas relaciones”.
Ejemplo de teoría…. El etiquetado (labeling):
La teoría del etiquetado defiende que la desviación no es inherente a un acto, sino que se muestra la tendencia de las mayorías a la calificación negativa o etiquetado de lasminorías a las que se ven como desviación del estándar de las normas culturales y sociales. La teoría hace referencia a cómo la propia identidad y el comportamiento de los individuos puede ser determinada o influida por los propios términos utilizados para describir o clasificar dicho comportamiento, y se asocia con el concepto de una profecía que se cumple y con los estereotipos.
1.2. Funciones de la teoría:
La teoría desarrolla una serie de funciones o utilidades. Se pueden destacar entre ellas seis:
1. La teoría sirve para sistematizar conocimiento. Representaría como ninguna otra la dimensión estructural a la que se aludía antes. Por ejemplo, las aportaciones de Freud y sus seguidores están reunidas en la denominada Teoría psicodinámica.
2. Explicar la realidad: por qué ocurren las cosas. Las teorías ayudan a explicar los hechos. Es decir, aportan razones que justifican por qué suceden las cosas.
3. Incrementar el conocimiento. A través de procesos deductivos podemos generar conocimiento. De unos saberes adecuadamente relacionados podemos derivar otros nuevos. No sólo se genera conocimiento desde la observación, también desde la teoría.
4. Mejorar la eficacia de la acción: en medida que sabemos por qué ocurren los hechos, podemos actuar para conseguir que los hechos se desarrollen en la dirección que deseamos. A modo de ejemplo, sólo sabiendo por qué se producen las enfermedades podemos tratarlas, e incluso evitarlas eficazmente.
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II.I. Teoría – método: definición y relaciones
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5. Orientar la investigación: la teoría orienta la investigación en la medida que aporta explicaciones limitadas sobre los hechos, dejando espacio para nuevos conocimientos. La teoría plantea preguntas sin responder que pueden ser tomadas como retos o intereses para la investigación.
6. Representar la realidad (conceptos): la teoría es una manera de representar simbólicamente la realidad a través de los conceptos, del establecimiento de relaciones entre esos conceptos y señalando los mecanismos que subyacen a esas relaciones. La teoría es una especie de mapa, de los fenómenos por los que se interesa.
Si nos situamos en el plano de la intervención social, la teoría resulta un aliado imprescindible para el quehacer profesional de las/los trabajadoras/es sociales.
Las teorías nos….
Ofrecen un marco para la práctica
Ayudan a ordenar el debate sobre cómo son las cosas y cómo debemos intervenir en ellas
Nos ayudan a ser profesionales responsables ordenados y disciplinados (justificar y explicar lo que hacemos)
1.3. Tipos de teorías
No todas las teorías son iguales. Podemos distinguir las teorías usando cuatro criterios:
Objeto: de qué se ocupan. De qué tipo de fenómenos: físicos, químicos, biológicos, mecánicos, humanos, sociales…
Grado de precisión: Cuánto fielmente refleja la teoría, la realidad a la que se refiere.
Grado de abstracción o generalización: Hay teorías que explican fenómenos muy generales (ejemplo: la globalización) y otros muy específicos (factores implicados en el absentismo escolar). En el siguiente cuadro pueden observarse
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II.I. Teoría – método: definición y relaciones
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distintos modos de sistematizar conocimiento en función del grado de abstracción:
Capacidad de establecer pautas de acción: no todas las teorías son igualmente útiles para orientar la intervención. Las teorías más concretas que contemplen la previsión de los efectos de ciertas acciones son las más útiles para la acción.
2. Método: definición
Al concepto‐término método podemos darle tres acepciones distintas:
En sentido general, o epistemológico: se refiere al conjunto de procedimientos y principios comunes a todo conocimiento calificable de científico. Es común a todas las ciencias y recibe el nombre genérico de método científico. Este método se asienta en una serie de valores epistemológicos tales como: racionalidad, control, consistencia, lógica, sistematicidad…
Como proceso para la obtención de conocimiento: esta acepción identifica procedimientos básicos para generación de conocimientos. Así, hablamos de método deductivo‐inductivo, método cualitativo o cuantitativo…
Como distintivo de distintas perspectivas de estudio y acción: así nos referimos al método psicoanalítico, conductista, marxista, sistémico… en alusión a distintas maneras de abordad un objeto y coincide con distintas formas de abordad lo humano y los social, Hace referencia a la manera formal de la que cada disciplina estudia su objeto material
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II.I. Teoría – método: definición y relaciones
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3. Teoría‐método: relaciones
Tanto la teoría como el método se refiere a conocimientos, pero de distinto tipo. Los primeros nos sugieren descripciones y explicaciones de cómo es la realidad (las cosas), los segundos, cómo debemos proceder para observar esa realidad y, si es el caso, transformarla.
Ambos asuntos nos hablan de conocimiento, de cómo son las cosas. Las teorías y los métodos nos ayudan a observar, describir, explicar, comprender y actuar sobre aquello por lo que nos interesamos. Mientras que la teoría nos ayuda a saber más de ese objeto y nos ayuda a modificarlo, el método nos ayuda a plantearnos lo que tenemos que hacer para conocer y transformar las cosas.
Los saberes (teorías) orientan los procesos (métodos) y éstos nos ayudan a generar saberes que organizamos en teorías. Necesitamos métodos para saber y hacer y necesitamos teorías para saber qué hacer y qué precisamos saber.
Las teorías determinan los métodos y a la inversa. Una manera de estudiar determina los saberes que nos reporta el estudio… y una manera de entender las cosas nos determina la forma de hacer. Así, según cómo, desde qué perspectiva nos aproximemos al estudio de un fenómeno, así serán las conclusiones… conclusiones que determinarán las formas de actuar en ella. Podemos ver esto en el caso de la delincuencia. Podemos ver el fenómeno como un asunto de desajuste personal (psicológico) o como un problema de interacción social en contextos de exclusión‐marginación. Ambos enfoques darán lugar a diferentes saberes y distintos planteamientos de intervención.
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II.I. Teoría – método: definición y relaciones
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Es decir, el saber, el conocimiento nos ayudan a explicar y comprender nuestro objeto, pero también a conocerlo y transformarlo. Existe una asociación directa entre teoría y método, porque determinada forma de entender la realidad condiciona la manera de estudiarla y transformarla. Por eso se habla del método conductista y del conductismo (psicología) o del estructuralismo como teoría sociológica y del método estructuralista.
4. Bibliografía
Fombuena Valero, Josefa (coord.) (2012): Teoría, método y práctica: perspectivas sobre la investigación en el ámbito de la intervención social. Valencia. Nau Llibres
URL Biblioteca UVa: http://almena.uva.es/record=b1644350~S1*spi
Hernández Aristu, Jesús (2004): Teoría, método y práctica: perspectivas sobre la intervención social. En Trabajo Social y posmodernidad. Zaragoza. Libros Certeza
URL Biblioteca UVa: http://almena.uva.es/record=b1427995~S1*spi
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Metodología del Trabajo Social. Curso 2017‐18 II. Metodología de la intervención social
II. II. Teoría versus práctica
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Relación de autores:
Curso 2017‐2018 Noelia Barrionuevo Macho Estefanía García Villar
Curso 2016 ‐ 2017 Berta Pérez López Marina Vázquez Rodríguez Marta Soto Damián
II. II. Teoría versus práctica
El Trabajo Social necesita ser explicado, para ello, la mejor alternativa es garantizar la profesionalidad de la disciplina desarrollando proyectos rigurosos y serios y diseñando un programa de formación adaptado a su objeto de intervención. Para ello, entra en juego dos conceptos esenciales y básicos dentro de cualquier acción profesional que son la teoría y la práctica.
Se suele dar cierta confrontación entre lo teórico y lo práctico. Se produce cierto divorcio entre lo teórico y lo práctico, entrando en debate sobre la teoría y la practica en intervención social.
La relación entre teoría y práctica no es algo fácil por lo hay que pretender una situación deseable, superar los obstáculos que puedan dificultar la relación y plantear estrategias para que evitar este “divorcio” entre la teoría y la práctica que muchas veces se produce y que tanto afecta a la efectividad y calidad de la intervención profesional.
Cuando hablamos de lo deseable, nos referimos a la integración, interacción y complementariedad entre lo teórico y lo práctico. La intervención (práctica) debe orientarse por el conocimiento disponible sobre el objeto y las estrategias de intervención en él (teoría). Los profesionales deben aprender a establecer una relación de complementariedad entre la experiencia y el conocimiento disponible.
Respecto a los obstáculos que dificultan una buena relación teoría – práctica, los más importantes son los siguientes:
o Diversidad y complejidad de las teorías: en el ámbito social, las teorías son muchas y complejas. Hay teorías diferentes y hasta contradictorias respecto al mismo asunto.
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II. II. Teoría versus práctica
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o Las teorías son muy abstractas…dan poca orientación a la acción. Es más fácil explicar que proponer estrategias de cambio.
o Al trabajador/a social se le aprecia por lo que hace, no por lo que sabe. El tema del conocimiento es valorado hasta cierto punto. Se contrata a los trabajadores sociales por su capacidad para resolver problemas según unas pautas establecidas, sin que se atienda suficientemente la gestión del conocimiento que esa práctica reporta y que tan útil puede resultar para futuras intervenciones de similar naturaleza.
Bibliografía:
Hernández Aristu, Jesús (2004): Teoría, método y práctica: perspectivas sobre la intervención social. En Trabajo Social y posmodernidad. Zaragoza. Libros Certeza
Fombuena Valero, Josefa (coord.) (2012): Teoría, método y práctica: perspectivas sobre la investigación en el ámbito de la intervención social. Valencia. Nau Llibres
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Metodología del Trabajo Social. Curso 2017‐18 II. Metodología de la intervención social
II. III. Estrategias para superar la distancia entre teoría y práctica
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Relación de autores:
Curso 2017‐2018 Noelia Barrionuevo Macho Estefanía García Villar
Curso 2016 ‐ 2017 Berta Pérez López Marina Vázquez Rodríguez Marta Soto Damián
II. III. Estrategias para superar la distancia entre teoría y práctica
En diferentes ocasiones, los profesionales no se creen capacitados para crear teoría, esto es un error, porque dada la alta cualificación de estos profesionales tienen (caso de las/os trabajadoras/es sociales en España) son plenamente competentes para desarrollar estrategias y procesos de generación de conocimiento: evaluaciones, estudios, investigaciones, sistematización de la práctica…
Por último, partiendo de que lo ideal es que la teoría y práctica se complementen, se proponen una serie de estrategias:
o Generar conocimiento de la acción, es muy importante que los trabajadores sociales se comprometan a generar conocimiento. Cualquier intervención conlleva un proceso en el que se manejan saberes sobre el objeto, sobre la intervención y sobre los efectos de ésta.
o Hay que preocuparse por la fundamentación teórica de la intervención. Una intervención es más rigurosa, tiene más calidad en la medida en que esté mejor fundamentada en conocimientos contrastados, avalados por la comunidad científica y profesional.
o Preocuparse por el crecimiento técnico‐profesional‐disciplinar, hay que procurar el avance de la profesión mediante la generación, difusión y contraste de saberes.
Algunas estrategias más precisas para lograr una buena relación de complementariedad entre la teoría y la práctica:
o Ser ordenados y sistemáticos en la intervención (protocolos, programas, procesos establecidos...), que la intervención se haga en base a un proceso de
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II. III. Estrategias para superar la distancia entre teoría y práctica
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diseño cuidadoso de cómo se van a hacer las cosas. Ese diseño estará representado en protocolos, programas, estrategias... adecuadamente fundamentadas. Se estudiará los distintos modos de intervención para buscar cual será la mejor/óptima intervención, buscando evidencias (protocolos, programas, procesos evaluados…). La intervención debe estar planteada y organizada.
o Debemos documentarnos, informarnos, aprender... de manera continua, ya que, en el ámbito de lo social se avanza buscando nuevas teorías y estrategias por lo que, debemos de tener la inquietud de seguir aprendiendo y mejorando para ser buenos profesionales.
o Fundamentar (teóricamente) las decisiones, además de explicar las decisiones, hay que justificar teóricamente lo que hacemos.
o Incorporar la investigación a la práctica cotidiana. Investigar sobre los asuntos y personas con los que trabajamos, a los que atendemos.
o Sistematizar, compartir, difundir nuestra experiencia, compartir la información a través de los medios clásicos (seminarios, congresos, jornadas, revistas especializadas…) y de medios más modernos: blogs, listas de distribución, redes sociales…
o Para unir teoría y práctica es muy importante revisar y evaluar continuamente nuestros métodos e innovar. Es importante mantener una revisión crítica de lo que hacemos, pensar en cómo hacerlo mejor, aprender nuevas estrategias… y estar siempre actualizados, nos hará trabajar mejor teniendo así evaluaciones positivas.
Podemos pensar en el Trabajo Social como disciplina (saber) o como profesión (hacer). Evidentemente, en la intervención se deberá establecer una adecuada relación confluencia entre ambas dimensiones:
1. El trabajo social como teoría de la acción que descubre problemas humanos, los ordena, interrelaciona y conceptualiza.
2. Por otra parte, el trabajo social como práctica, que se ocupa de los procesos de intervención social, del cambio y de la transformación.
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II. III. Estrategias para superar la distancia entre teoría y práctica
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Bibliografía:
Hernández Aristu, Jesús (2004): Teoría, método y práctica: perspectivas sobre la intervención social. En Trabajo Social y posmodernidad. Zaragoza. Libros Certeza
Fombuena Valero, Josefa (coord.) (2012): Teoría, método y práctica: perspectivas sobre la investigación en el ámbito de la intervención social. Valencia. Nau Llibres
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II.IV. Principales métodos de conocimiento en las ciencias sociales
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 Escalera Fernández, Alba Fernández Peón, Bárbara
Curso 2016 ‐ 2017
Sara Pérez Arranz Vanina Vanesa Miño Susana Ortega de la Fuente Nekane Terés Rodanés
Curso 2015 ‐ 2016
Andrea Arnanz López Irene Bocos Irene Nalda Bartolomé Lucía Paniagua Villoria Rosa De Cabo Calzada
Ainhoa Cabezas Alba López Eva Mª Herranz Judit Pérez Maite Romero.
II.IV. Principales métodos de conocimiento en las ciencias sociales (Beltrán, 1993)
Como su propio nombre indica, en las ciencias sociales se pretende seguir el método científico. Es decir, una forma rigurosa, precisa, detallada, universalizable… de manera similar a como se hace en las llamadas ciencias naturales. Pero las diferencias entre las ciencias humanas y/o sociales y las naturales son muchas, lo que hace inviable la aplicación de un método (el experimental) que no se ajusta a las peculiaridades del objeto, sujeto y proceso de las ciencias que tienen por objeto la persona en sociedad.
En las Ciencias Sociales, a diferencia de las naturales, existen diversos planteamientos epistemológicos y metodológicos, dando lugar a una pluralidad de métodos. A continuación, se recogen los principales según M. Beltrán (1993).
1. Histórico
Es un método en el que debe interrogarse e interrogar a la realidad, acerca del curso, del proceso sufrido por aquello que estudiamos, sobre cómo ha llegado a ser cómo ahora es, e incluso por qué ha llegado a serlo.
Es un método que se preocupa fundamentalmente en como las cosas han llegado a ser como son ahora, preocupado por la variable tiempo y por el factor proceso. Cómo han llegado a ser las cosas tal y como las vemos ahora.
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II.IV. Principales métodos de conocimiento en las ciencias sociales
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Se interesa por los antecedentes, por el devenir de lo sucedido. Cómo ha llegado, cuál ha sido el proceso que ha llevado a que las cosas sean lo que son. Se estudia el contexto, las incidencias e influencias existentes, la evolución que se ha producido, etc.
El método histórico está relacionado con la idea de que el presente es una línea conceptual tan estrecha que es casi inexistente. El pasado es memoria y el futuro imaginación. Se trata de buscar antecedentes en el tiempo que puedan explicar el presente y proyectar el futuro. Lo que es sólo se explica por lo que ha sido. No se trata de explicar las causas, si no el proceso… cómo han llegado a ser las cosas tal y como hoy las vemos.
2. Comparativo
Es uno de los principales métodos en las Ciencias Sociales. En muchas ocasiones reemplaza al método experimental que tantas dificultades plantea en las Ciencias Sociales. Este método sustituye en las ciencias sociales al imposible o muy difícil método experimental, propio de muchas de las ciencias físico‐naturales. El científico social, gracias a este método comparativo, puede manipular indirectamente las variables que le interesa controlar.
Se preocupa de conocer las diferencias entre objetos, situaciones o hechos similares. Se trata de contrastar. Aporta mucha información sin necesidad de utilizar el experimento, sólo a través de la comparación entre distintos elementos.
El método comparativo consiste en establecer semejanzas y diferencias en asuntos de naturaleza similar.
La comparación no es sólo tipificación o clasificación… sino un medio de contrastar y general teoría.
En Trabajo Social se utiliza para observar y analizar las razones por las que las mismas situaciones evolucionan de forma diferente, así como para descubrir por qué estrategias aplicadas a situaciones similares, pero con personas distintas arrojan diferentes resultados.
El método comparativo es consecuencia de la conciencia de la diversidad, pero a la vez esta conciencia de la diversidad tiene como consecuencia la eliminación o la erosión del etnocentrismo (actitud mediante la cual se trata de explicar y comprender fenómenos ajenos con categorías propias, corrompiendo así el empeño de obtener conocimiento). Una forma de etnocentrismo que es rechazable es el naturalismo que
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II.IV. Principales métodos de conocimiento en las ciencias sociales
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consiste en considerar lo propio como “lo natural”, valorando lo ajeno como desviación rechazable.
El método comparativo es un recurso de comparación sistemática de fenómenos de diferente tiempo o ámbito espacial, con objeto de obtener una visión más rica y libre del fenómeno perteneciente al ámbito o época del investigador, o de articular una teoría o explicación que convenga a fenómenos que trasciendan ámbitos o épocas concretos. A la hora de comparar dos cosas se recomienda que haya un grado suficiente de analogía estructural y de complejidad entre los fenómenos que vayan a ser objeto de comparación, así como la necesidad de no desgajar arbitrariamente de su contexto las instituciones, procesos u objetos culturales que se comparen. La comparación se interesa por las diferencias, pero también por las semejanzas y no siempre versa sobre objetos diferentes pertenecientes a épocas o ámbitos separados, a veces se comparan resultados extraídos del estudio de un mismo fenómeno desde perspectivas diferentes.
3. Cuantitativo
En las Ciencias Naturales hay un especial interés por la medición, por la cuantificación y por la expresión matemática de los fenómenos por los que se interesa. Las ciencias físico‐naturales tienen en común una actitud y unos procedimientos de naturaleza cuantitativa, para ser formulados matemáticamente, estos procedimientos no son los únicos que estas ciencias manejan, pero el más importante es el método cuantitativo. Los fenómenos y las relaciones entre fenómenos deben expresarse de forma matemática (cuantitativamente) y la prueba de hipótesis se expresa en términos de probabilidad frente a las leyes del azar, también cuantitativamente.
En las Ciencias Sociales no son muchos los aspectos cuantificables y expresables matemáticamente de manera similar a como lo hacen las Ciencias Sociales.
El método cuantitativo se destaca por su interés por la medición. Los avances en las técnicas de investigación han posibilitado la medición de cada vez más fenómenos sociales.
Uno de los instrumentos al servicio de la aplicación de métodos cuantitativos son los indicadores sociales. Es decir, medidas de un fenómeno social que establece el valor (dimensión) de un concepto o conjunto de conceptos no directamente cuantificables.
Tiene similitudes con el método experimental, porque tienen una preocupación por expresar matemáticamente algunos fenómenos que estudian. La cuantificación tiene
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sus riesgos, porque los fenómenos con los que trabajamos no son fácilmente expresables numéricamente, y además no hay instrumentos fiables para saber las dimensiones de los hechos.
Las ciencias sociales pueden y deben utilizar el método cuantitativo, pero solo para aquellos aspectos de su objeto que lo exijan o lo permitan.
El método cuantitativo es siempre empírico, pero también empírica es la investigación cualitativa, en la medida que no es puramente especulativa, sino que hace referencia a determinado hechos.
En lo social, lo que creemos conocer hay que considerarlo con mucha prudencia y sabiendo que la fiabilidad es relativa.
Hay que poner especial cuidado con el atractivo que resulta el número. Los fenómenos a los que asignamos un valor numérico parecen más comprensibles y accesibles, cuando a veces no es más que producto de un esfuerzo de precisión que deja de lado la necesaria validez, fiabilidad y objetividad.
El método cuantitativo utiliza frecuentemente un instrumento como son los indicadores. Un ejemplo de ello lo podemos ver en el indicador macro de pobreza y/o exclusión AROPE (VER)
4. Cualitativo
Se preocupa por analizar todos los aspectos que no son directamente medibles. Lo que pretende es trascender y profundizar la realidad directamente observable. Se interesa por la interpretación que hacen los protagonistas de los fenómenos por los que nos interesamos. Es decir, por el significado que dan los actores – agentes protagonistas de los hechos a observar.
Se trata de comprender los fenómenos conociendo el punto de vista de los agentes‐actores. Ello requiere el uso de técnicas cualitativas: grupos de discusión, entrevistas, reuniones grupales, historias de vida, observación participante…
- Grupo de discusión: Definido como una confesión colectiva en la que se habla en grupo de cualquier cosa y además se dan dos niveles de discurso. Uno primero o empírico, en el que el grupo se manifiesta, y otro segundo o teórico, que habla del discurso de primer nivel y que permite interpretarlo y analizarlo.
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La discusión que tiene lugar en el grupo es provocada por el investigador y además se convierte en objeto de conocimiento la ideología del grupo con una importante particularidad: el grupo de discusión explora el inconsciente. El diseño del grupo de discusión es abierto y las personas que forman parte de él (entre 5 y 10) requieren un cierto equilibrio entre homogeneidad y heterogeneidad que haga posible la interacción. Su selección no es al azar, sino que se determinan previamente las clases de informantes y su distribución. Se les invita a participar a través de canales concretos, particulares y preexistentes. El investigador propone la cuestión a discutir y se abstiene después de toda intervención salvo las necesarias para controlar la discusión. Es una de las técnicas que constituye una de las formas más características del método cualitativo, en las que el análisis del lenguaje, la implicación del investigador y el acceso al inconsciente suponen rasgos muy diferenciales con respecto al método cuantitativo.
- Entrevista en profundidad: Se trata de una técnica intensiva en la que se abordan no solamente las opiniones del individuo interrogado, sino incluso su propia personalidad. La entrevista enfocada parte de una determinada experiencia del sujeto cuyos efectos quieren analizarse, mientras que la entrevista clínica parte de unas opiniones o actitudes del sujeto cuyas motivaciones se desea determinar. El guion de la entrevista y la intervención en ella del investigador puede ser más o menos detallado. En el caso mínimo el papel del investigador se reduce a iniciar la entrevista y que sea casi un monólogo del entrevistado. Las entrevistas pueden ser únicas o múltiples, produciendo las múltiples gran cantidad de información que de ser biográfica podríamos hablar de “historias de vida”.
- Observación participante: en la que el objeto de conocimiento se ofrece directa y globalmente al observador integrado activamente en los grupos. El investigador recurre a la introspección de su propia experiencia como fuente privilegiada de conocimiento de la realidad estudiada. Para una buena observación es necesaria una comprensión e interpretación acertada del sentido subjetivo y de la significación social de una acción determinada. Es una premisa indispensable la objetividad científica. La construcción teórica depende de la autoconcepción del sujeto activo. La realidad social está compuesta tanto de hechos como de significados comunes y estos han de ser comprendidos e interpretados. La hermenéutica (técnica o modo de interpretar textos) busca penetrar a través del lenguaje en el mundo de significados constitutivos de la realidad social que subyace.
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5. Crítico‐racional
La teoría crítica no pretende sustituir la racionalidad de la ciencia por la irracionalidad de la no ciencia, sino recuperar para los fines humanos, para los valores y para el deber de ser, su lugar en la ciencia.
El método crítico racional tarta de discutir y apreciar la racionalidad de los fines, cuestión de la que la ciencia positivista no quiere saber nada, ya que es una cuestión de valores, por lo que se limita a la de la racionalidad de los medios en términos de su adecuación a fines dados.
El autor (Beltrán, 1993) piensa que hay que devolver a las ciencias sociales su tradicional componente normativo, esto es, su derecho a considerar científicamente, racionalmente, los fines sociales. Pero debe quedar claro desde el primer momento que la consideración de la racionalidad de los fines no implica ningún contenido dogmático, en el sentido de que la ciencia social hubiera de suplantar la decisión política.
Por lo que podemos decir que el método crítico‐racional consiste en valorar los hechos y observar los fenómenos sociales en base a criterios previamente establecidos. Este método parte de la idea de que las ciencias en general y las CC.SS en particular no solamente pueden limitarse a conocer los asuntos de su interés sino que deben implicarse en valorarlos y transformarlos en la dirección deseada (valores).
Parte del hecho, de que el objetivo fundamental de las ciencias sociales no es conocer los fenómenos sociales, sino transformarlos. Transformarlos en hechos sociales, por ejemplo, más justos. El método consiste en estudiar las cosas no sólo para descubrirlas y explicarlas, sino para establecer si son cosas que contribuyen a determinados valores... por ejemplo: la libertad, igualdad, justicia o si por el contrario lo dificultan.
Este método en muy empleado en Trabajo Social a la hora de estudiar las políticas sociales y determinados cambios sociales muy relacionados con nuestro objeto: el bienestar social y la calidad de vida
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II.IV. Principales métodos de conocimiento en las ciencias sociales
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Bibliografía:
Beltrán (1993): “Cinco vías de acceso a la realidad social”. En AA.VV. (1993): El análisis de la realidad social. Alianza. Madrid
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II. V. Peculiaridades metodológicas de las CC.SS. y su reflejo en el T.S.
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 Rodríguez Peña, Laura Rivero Martín, Aida Ángela
Curso 2016 ‐ 2017 Pérez Maldonado, Laura Serna Vian, Sara Tomé Pascual, María
Curso 2015 ‐ 2016
Angelova, Elena Gil, Lorena Rodríguez Sofía Rosa, Camille
Tema II. V. Peculiaridades metodológicas de las CC.SS. y su reflejo en el T.S.
Las ciencias y, por supuesto, sus métodos resultan muy diferentes según lo sean sus objetos. Así, podemos distinguir las ciencias formales (sin objeto), las naturales y las sociales y o humanas. Las ciencias humanas y/o sociales son la misma cosa, porque lo humano y lo social representan dos caras de la misma moneda, del mismo objeto. La sociedad está conformada por personas y sus acciones y productos, y las personas están conformadas por el contexto social y cultural.
Las ciencias sociales son diferentes a las naturales Dentro de estas últimas, la principal característica de la metodología de las ciencias sociales es la PLURALIDAD.
Dilthey (1833‐1911), defiende que la metodología en el ámbito de las ciencias sociales debe ser distinta a las ciencias naturales porque su objeto (lo humano‐social) es muy diferente al resto, con características tan peculiares como:
• La individualidad: Las explicaciones no son universales. Todos somos muy distintos. Se habla en general de las personas, de las sociedades… pero cada individuo es un ser único, diferente.
• Historicidad: Las personas, las sociedades están afectadas por el espacio geográfico cultural donde se ubican y por el momento en el que viven. Las sociedades son dinámicas, por lo tanto, cambian con el transcurso del tiempo.
• Conciencia: Las personas pueden sobreponerse a lo que son los determinismos genético‐biológicos‐sociales, mientras los animales no. Las personas son conscientes
Metodología del Trabajo Social. Curso 2016‐17 II. Metodología de la intervención social
II. V. Peculiaridades metodológicas de las CC.SS. y su reflejo en el T.S.
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de su realidad y son capaces de sobreponerse a los condicionantes biológicos‐sociales y culturales.
Para determinar los condicionamientos metodológicos de las ciencias sociales, se necesitan analizar serie de peculiaridades.
Las peculiaridades metodológicas de las ciencias sociales, en concreto el Trabajo Social, no solamente vienen derivadas del objeto, sino también del sujeto (quien observa), del procedimiento (modo en el que nos acercamos a hacer ciencia social) y de los fines.
Es importante conocer las posibilidades y las características de las ciencias sociales y los límites del manejo de las técnicas en nuestro ámbito de actuación. Las razones de la existencia de esas peculiaridades vienen derivadas de:
1. El objeto
En la intervención social nos preocupamos por una serie de circunstancias las cuales se presentan como una realidad diversa, compleja, dinámica y sensible, su propósito es conseguir un acercamiento al objeto de intervención. Características:
• Diversidad: Nuestro objeto está conformado por una pluralidad de componentes. Desde lo social, el objeto, abarca múltiples asuntos relacionados con la relación hombre‐sociedad: la cultura, la política, el funcionamiento, las instituciones… Asimismo, el trabajo social se ocupa de los diferentes aspectos. En las ciencias naturales, el objeto es más concreto. El T.S también se ocupa de asuntos con características muy distintas: las familias, los barrios, los menores, los mayores… las condiciones de vida, las expectativas, las emociones, las actitudes… tenemos que saber todo esto para intervenir, ya que son aspectos importantes que van a condicionar nuestra respuesta.
OBJETO SUJETO PROCESO FINES
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II. V. Peculiaridades metodológicas de las CC.SS. y su reflejo en el T.S.
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• Complejidad: En las ciencias sociales en general y en el Trabajo Social en particular, el objeto además de ser diverso, es complejo y en muchos casos la intervención es difícil de analizar y de interpretar. A todo esto se le une el hecho de que todos estos asuntos están conectados entre sí.
• Dinamicidad: Nuestro objeto no es algo estático o estable sino todo lo contrario, es dinámico. Los fenómenos sociales del mundo en el que vivimos están sometidos a cambios continuos y progresivamente más acelerados, las características de esta sociedad están afectadas por un cambio permanente. En Trabajo Social lo podemos comprobar en la intervención con personas y familias. Nada permanece, las personas, las familias y el entorno que las rodea van cambiando con el paso del tiempo, con los acontecimientos que van sucediendo a lo largo del tiempo.
• Sensibilidad: La sociedad, en cuanto agregado de personas, sabe de su existencia y es sensible a lo que se sabe y dice de ella (profecía auto‐cumplida). En Trabajo Social, los profesionales sabemos que el acercamiento a un caso supone en sí mismo una intrusión y modificación de sus conductas y de sus características. Las personas cuando nos sentimos observados actuamos en función de los intereses que nos mueven en la interacción.
2. El sujeto
Es el interventor, el que busca conocer y actuar en la sociedad. Cuando nos acercamos a conocer o intervenir en un caso lo hacemos muy influidos y concienciados.
No hay que olvidar que el observador en un miembro de la sociedad en la que se halla lo observado, es decir, que asume unos valores, roles, funciones, pautas…determinados por sus ámbitos de pertenencia y sus contextos de referencia. Los valores vienen determinados por las siguientes razones:
• Los valores, los cuales se convierten en criterios que nos permiten hacer juicio sobre lo que creemos que es bueno, malo, justo, injusto…
Por tratarse de un interés cognoscitivo. Deseo de conocer y de hacerlo respetando determinadas condiciones (racionalidad, objetividad, validez…) supone una valoración al juzgar el conocimiento científico (riguroso, cierto, sistemático...) sobre el que no es.
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• La socialización. Por estar nuestro objeto en el ámbito de lo social. Supone que nos encontramos con los valores desde una doble perspectiva:
‐ Objetiva: los valores forman parte de aquello que queremos analizar. Cuáles son los posicionamientos de los implicados de la sociedad.
‐ Subjetiva: cuando el observador apreciará unas cualidades u otras o concederá más importancia a unos hechos u otros según su propio criterio. El cual estará basado en juicios técnicos y en elementos individuales como son la personalidad, la experiencia, historia personal, expectativas…
Al tratarse de un análisis – interpretación orientado a la intervención a la modificación del objeto. Los trabajadores sociales lo realizamos como técnicos de la intervención social, que supone adentrarse en el terreno de los valores, hay cuatro vías:
‐ Cuando determinamos que una situación A es susceptible de recibir ayuda, atención social y otra del tipo Z no.
‐ Cuando decidimos que nuestra acción sobre A ha de permitir convertirla en B en medida que la situación de B es preferible a al de A.
‐ Cuando determinamos que la situación de B, además de ser mejor que A es preferible a otras alternativas CD, E…
‐ Cuando, finalmente, establecemos que el cambio de A => B debe hacerse respetando unos procedimientos y normas.
Los valores estarían presentes en todo el proceso de intervención y en el análisis e interpretación diagnóstica.
En este sentido, la determinación del objeto, el fin y el procedimiento son ejemplos claros de la relación entre trabajo social y valores, imponiendo así una estrecha relación entre lo positivo y lo normativo.
Los valores profesionales están relacionados con los objetivos que han orientado la intervención social desde el trabajo social. Los catálogos de valores en nuestra disciplina como son la liberación, autorrealización humana, la solidaridad, justicia, igualdad, son normas deontológicas de conducta profesional.
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3. El procedimiento o proceso
Es la manera de generar conocimiento y transformar nuestro objeto. Los problemas epistemológicos están relacionados con el déficit teórico‐ conceptual característico de las ciencias sociales. Debido al lento avance tecnológico y metodológico hace que el estudio de “lo social” tenga resultados imprecisos, inciertos, confusos…
Con respecto al proceso hay que resaltar algunas carencias con la elaboración y uso de herramientas básicas para el análisis e interpretación. Es el déficit conceptual, teórico y metodológico.
Tipos de déficit:
• Déficit conceptual: dificulta hacer ciencia de lo social. No hay suficientes conceptos, es decir, las ciencias sociales presentan un déficit conceptual. Las palabras no están bien delimitadas, el contenido no es preciso y están contaminados por su uso en la vida cotidiana, por lo requieren una delimitación y precisión.
La ausencia de conceptos claros, precisos y contrastados de los asuntos que nos interesan, nos obliga al uso frecuente de términos procedentes del lenguaje común y cotidiano, por lo tanto, cargados de ambigüedad e imprecisión lo que supone una dificultad para una adecuada descripción, análisis e interpretación. La falta de conceptos bien definidos y teóricamente fundamentados supone que un déficit dificulte la observación, descripción, explicación y contraste para llevar a cabo en proceso de intervención social. Esta carencia puede ser mejorada mediante el uso de conceptos definidos en otras disciplinas.
• Déficit teórico: explicar los fenómenos sociales no se cuenta con teorías que ayuden a explicar, describir, interpretar, comprender y proponer cursos de acción con validez, precisión y fiabilidad.
Con lo que concierne al trabajo social hay que decir que son más escasas las propuestas teóricas, es decir, las proposiciones explicativas provisionales que explican, mediante símbolos, las variables presentes en los fenómenos que nos interesan y las relaciones que mantienen entre ellas.
Déficit metodológico: nuestros métodos no son tan fiables como las de las ciencias naturales. La metodología es como las de las ciencias naturales. La metodología
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experimental se ve incapaz de aportar el conocimiento necesario en las ciencias sociales y humanas.
Las teorías presentan una gran diversidad de enfoques. Ello requiere, por un lado, convivir con distintos modos de ver las cosas y de proponer diferentes soluciones ante los mismos problemas. Por otro lado, nos impulsa a la búsqueda de fundamentos teóricos y metodológicos que nos aporten los conceptos y explicaciones necesarios para conocer la situación y nos faciliten la orientación estratégica sobre el modo de actuar.
• Déficit tecnológico: el avance tecnológico en las ciencias naturales es mucho mayor al de las ciencias sociales. La tecnología aplicada a la actividad propia de las ciencias sociales ha evolucionado muy poco en comparación el experimentado en las ciencias naturales. Los avances tecnológicos están ayudando más a conocer la materia, los seres vivos, los fenómenos naturales… que los fenómenos relacionados con los seres sociales (personas).
4. Fines
En el caso del trabajo social nuestra acción técnica va más allá de estudiar y explicar los casos con los que trabajamos. Nos proponemos influir positivamente en ellos ayudando a las personas, familias y comunidades a afrontar más eficazmente los problemas sociales que les afectan. Esto nos introduce de lleno en el ámbito de los valores, en medida que la intervención exige la selección de un objeto, la selección de un propósito y la selección de un procedimiento.
Bibliografía
DE LA RED, N. (1993): Aproximaciones al Trabajo Social. Madrid: Siglo XXI
DE LA ROSA, P. (1996): El Trabajo Social como ciencia social aplicada: algunas consecuencias y problemas. Comunicación presentada al I Congreso Nacional de Escuelas U. de Trabajo Social. Valencia, 1996
GISSI, B.J. (1976): "El trabajo social y ciencias sociales". En Revista de Trabajo Social n°. 18. E.U.T.S. Universidad de Santiago de Chile. Santiago
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II.VI. Dimensiones metodológicas y propuesta de integración.
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 CURIESES RODRÍGUEZ, MARTA GONZALO SERNA, VICTORIA
Curso 2016 ‐ 2017 PURAS GONZÁLEZ, ÁGUEDA ROYUELA LÓPEZ, BERTA SERRADOR CARRASCAL, GEMA URIGÜEN RAZOLA, MARTA MARIA
Tema II. VI. Dimensiones metodológicas y propuesta de integración.
El objeto del trabajo social es diverso y complejo y se centra principalmente en la interacción con las personas y el entorno para lograr el bienestar. En la intervención social es importante observar las características del objeto que se estudia. Por lo que debemos hacer un análisis y una interpretación basándonos en las dimensiones del objeto.
1. Dimensiones metodológicas.
Las dimensiones metodológicas son formas de analizar una situación. Para su mejor comprensión, se plantean de manera dicotómica. Son dimensiones metodológicas porque determinan la manera de estudiar (metodología) el objeto. Se pueden distinguir tres dimensiones: la extensión, el nivel y el criterio regulador.
1.1. Dimensiones metodológicas según su extensión: micro ‐ macro.
Es ya tradicional en trabajo social distinguir entre la intervención micro y macro aludiendo con ello a dos expresiones de distinta extensión, amplitud de nuestro objeto: la individual y la social, o lo que es lo mismo, la que se interesa por afectar directamente a individuos y/o familias particulares o bien, la que persigue operar cambios de más basto alcance, que afecte a ámbitos más amplios: colectivos, barrios, localidades, comarcas...
Lo micro y lo macro son dos categorías que no sólo van referidas a los tipos de intervención, sino que también pueden utilizarse, como de hecho se hace, para hacer referencia a dos perspectivas de análisis e interpretación. Es en este último sentido en el que pretendemos utilizar a continuación estos dos términos.
Nadie duda que el hombre es productor a la vez que producto de la sociedad. El individuo tiene cierta capacidad de incidir en su entorno, a la vez que éste, el entorno,
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influye en el individuo. Estos ámbitos no constituyen dos categorías absolutas, sino más bien dos extremos de la misma dimensión: la extensión, podemos establecer un continuo micro ‐ macro de forma que podemos hallar infinitos puntos de análisis entre dos extremos: individuo –sociedad.
Esto quiere decir que los trabajadores sociales se pueden interesar, por ejemplo, por personas que sufren marginación (micro) pero también por el fenómeno de la marginación (macro).
Lo micro y lo macro no sólo van referidas a los tipos de intervención, sino que también pueden utilizarse para hacer referencia a dos perspectivas de análisis e interpretación. El individuo es capaz de incidir en su entorno y el entorno influye en el individuo. Se trata de dos extremos de la misma dimensión: la sociedad y el individuo.
Los asuntos sociales son inexplicables tomando únicamente una u otra dimensión. Desde el trabajo social no podemos conformarnos con quedarnos con una sola de estas dos dimensiones. A parte que la consideración simultanea de ambas supone una de las notas identificativas y diferenciadores del trabajo social.
1.2. Dimensiones metodológicas según su nivel: objetivo – subjetivo.
De igual forma que en el caso anterior, los procesos de intervención social llevados a cabo desde el trabajo social contemplan aspectos que podemos denominar objetivos y subjetivos, expresando así dos polos de una misma dimensión: el nivel de análisis. Los primeros hacen referencia a circunstancias, variables, que permiten ser directamente observadas, que residen fuera del sujeto y cuya vía de conocimiento es la empírica, la de los sentidos. La segunda alude a aspectos que tiene relación con el significado de las cosas, con el pensamiento, con el otro la de la realidad, el menos evidente y con mayor dificultad de acceso. La vía de análisis es la razón, la interpretación.
Es preciso insistir que las categorías objetivo ‐ subjetivo no son absolutas, sino que representan dos polos de una misma dimensión: el nivel de análisis, y cuyos extremos estarían representados por lo objetivo ‐ empírico, por un lado y lo subjetivo ‐ interpretativo, por otro. Así, a modo de ejemplo, nos encontramos con variables tan objetivas como el nivel de renta familiar disponible per cápita medido en euros y tan subjetivas como los motivos, deseos y creencias de los individuos, además de otras intermedias como el nivel de formación de una persona o la calidad de la vivienda que habita una familia.
No es posible para el Trabajo Social limitarse a uno solo de estos extremos. Las condiciones de bienestar y/o la calidad de vida contempla aspectos tan objetivos como
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las condiciones de la vivienda y tan subjetivos como el sentirse seguro otenner unas relaciones sociales satiisfactorias.
1.3. Dimensiones metodológicas según el criterio regulador de las relaciones sociales.
Dentro de estas dimensiones nos encontramos con dos extremos: el orden y el conflicto. No olvidemos que el Trabajo Social representa habitualmente el orden institucional mientras que atiende problemas, en buena medida, generados por unas relaciones sociales conflictivas, condicionadas por un desigual reparto del poder (González – Seara, 1983)
Con respecto al orden, se trata de una interpretación de lo social como un todo más o menos ordenado, en equilibrio, donde domina la cooperación y donde los individuos y los colectivos contribuyen al funcionamiento de la sociedad en conjunto. La sociedad funciona como un cuerpo y la estructura es la forma en la que permanece unida la sociedad, y los órganos (instituciones) desarrollan la función que les corresponde. Las normas y valores sostienen los comportamientos sociales, pero si no se cumplen, se consideran a la persona incompetente del deber social. Con el fin de conseguir el bienestar social del conjunto de la sociedad, el sistema a través de leyes y de los agentes de la acción social, buscan devolver al individuo a un estado adecuado, para conseguir un adecuado funcionamiento social.
Respecto a la visión conflictivista, la armonía es vista como una ilusión, que engaña y confunde a los más débiles, para que acepten la desigualdad y la injusticia. Las personas compiten en situación de desigualdad por los recursos, provocando un choque de intereses… los que no tienen quieren tener lo que tienen los que más tienen… y los que más tienen quieren conservar y ampliar lo que tienen.
2. Integración de las dimensiones
Reconociendo las relaciones entre las tres dimensiones, con frecuencia, desde las Ciencias Sociales y desde el propio Trabajo Social se las intenta integrar en un esquema en el que representa la integración entre ambas, dando lugar a diferentes espacios de análisis e intervención social. Si atendemos a las dimensiones extensión y nivel, obtendríamos cuatro espacios: El contexto material e institucional (espacio macro – objetivo), el cultural (marco – subjetivo), la conducta (micro‐ objetivo) y las motivaciones, gustos y deseos (micro – subjetivo).
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Se puede concluir entonces que el Trabajo Social, sea cual sea el tipo de intervención que se dispone a realizar, deberá considerar que su objeto está conformado por aspectos derivados de la confluencia de las dos dimensiones (nivel y extensión) y, por tanto, relativo a estos cuatro espacios (De la Rosa, 2000).
Por otro lado, siguiendo a Howe (1992), los debates sobre las dimensiones conceptuales de nivel y regulación pueden ser combinados de forma que den lugar a cuatro paradigmas que pueden ayudar a analizar la teoría y práctica social.
Los cuatro paradigmas definen fundamentalmente las diferentes perspectivas en el análisis de los fenómenos sociales. Abordan esto desde puntos de vista opuestos y generan conceptos e instrumentos analíticos totalmente diferentes.
Cada teoría y su práctica está asociada y contienen presupuestos que las sitúa en uno de los cuatro paradigmas.
Contexto material
Derecho Instituciones
MACRO Normas Valores
Cultura
O B J E T I V O
Servicios Sociales
Sistemas Comunidad
Representaciones sociales
S U
B J
E T
I V O
Condiciones materiales Pautas de conducta
Capacidad Económica
Familia Individuo
Intereses Actitudes
Conducta Interacción
social MICRO Percepciones
Motivaciones
Gustos Deseos
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David Howe plantea una representación del rol de los interventores sociales en función de cómo integra el nivel objetivo y subjetivo y el criterio regulador.
Si entendemos que la sociedad funciona como “algo ordenado”, centrándonos en lo objetivo, nuestra intervención será reparadora, si nos interesa atender a la parte subjetiva del entorno, o lo subjetivo del fenómeno, nos comportamos como profesionales que ayudan a la búsqueda del sentido.
Si entendemos que la sociedad funciona en un contexto de conflicto, que funciona para unos y no para otros, si nos centramos en las condiciones de vida, en lo objetivo, en lo material, nuestra intervención será revolucionaria, en el sentido de procurar el cambio para un más justo reparto de los recursos, pero si nos centramos en lo subjetivo, nuestra intervención sería la de concienciación de los individuos, de que estos pueden cambiar las cosas.
Bibliografía:
De la Rosa Gimeno, P. (2000) Análisis e interpretación diagnóstica. Para el Trabajo Social: aportaciones teóricas y prácticas (pp. 239‐258). Valladolid, España: Maristán.
Howe, D. (1999): El mundo de los objetos y los sujetos (Cap. IV). Orden y conflicto en la sociedad (Cap. V). Una taxonomía de las teorías del Trabajo Social (Cap. VI). En Dando sentido a la práctica, (pp. 59 a 92). Granada, España: Maristán.
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II.VI. Dimensiones metodológicas y propuesta de integración.
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De la Rosa Gimeno, Pablo (2012): Posturas y desafíos epistemológicos del Trabajo Social. Epistemología de las Ciencias Sociales “versus” Epistemología del Trabajo Social. En Epistemología, teoría y modelos de intervención en Trabajo Social. Bilbao: Deusto.
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II. VII. El proceso de intervención social: características
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 García López, Mélani Pita de Fuentes, María
Curso 2016 ‐ 2017 Alonso Sobrino, Paula Lorenzo Julián, Estela Vigo Martínez, Beatriz
Curso 2015 ‐ 2016
González Revilla, Alicia Ortega de la Fuente, Susana Pérez Vázquez, Alba Ramos Vegas, Mª del Henar
Tema II: VII. El proceso de intervención social. Características
Para el Trabajo Social, la intervención social es la acción organizada y desarrollada por los trabajadores sociales con las personas, grupos y comunidades, orientada a superar los obstáculos que impiden avanzar en el desarrollo humano y en la mejora de la calidad de vida de las personas. La intervención social es asesoramiento y acompañamiento.
Una vez incorporada la persona atendida en el proceso de intervención, hay que evitar la pérdida de su identidad, el etiquetado, la calificación en una categoría‐problema, desde una lógica burocrática: el caso. Es preciso evitar la simplificación, es decir, la construcción de la identidad personal desde una categoría relacionada con la carencia.
La intervención debe asegurar que la persona atendida mantenga y/o recupere su nombre, su historia y su futuro como miembro activo de una sociedad de forma que permita su implicación en la vida comunitaria y la activación de sus potencialidades.
La intervención debe ser:
- Amplia. No debe ceñirse únicamente al sujeto destinatario de la intervención, sino a muchos otros aspectos que pueden mejorar/perjudicar su situación actual.
- Comprensiva: se debe atender los diferentes puntos de vista, hacer una observación desde dentro.
- Participativa. Hacer partícipes al sujeto y su entorno, así como a los profesionales, lo que supone una acción movilizadora.
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II. VII. El proceso de intervención social: características
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- Movilizadora. Poner en marcha una gran serie de recursos, ya sean humanos o materiales. Es conveniente tener en cuenta un “enfoque de capacidades”, que consiste en actuar sobre lo positivo y no sobre lo negativo.
1. ¿Cómo se configura el proceso de Intervención Social?
A la hora de estructurar el proceso de intervención social, ya sea desde una perspectiva micro o macro, podemos dividir el proceso en cinco etapas fundamentales, que son:
1. Observación‐ Estudio. En cualquier intervención, el primer paso será observar, con el fin de conocer el objeto sobre el que vamos a actuar.
2. Interpretación‐ valoración. El conocimiento del objeto incluye saber cuáles son sus características y la relación que guardan. A menudo, la explicación se plantea mediante la formulación de hipótesis.
3. Planteamiento de la acción. La intervención social requiere una acción sobre el objeto/sujeto. Esta acción se basa en las hipótesis explícitas o implícitas derivadas de la fase anterior y en un adecuado planteamiento de la acción que se llevará a cabo.
4. Acción‐ actuación. Esta fase comprende la intervención propiamente dicha. Se tratará de una acción orientada a ayudar a individuos y grupos para que alcancen sus objetivos. (superar una adversidad, una carencia, lograr una aspiración…)
5. Evaluación. Toda intervención debe someterse a una valoración para conocer qué es lo que se ha hecho bien (qué ha funcionado) y qué es lo que se ha hecho mal (qué no ha funcionado en la intervención).
No debemos olvidar que, en todo proceso de intervención, quienes toman las decisiones son las personas a los que se brinda la ayuda, nosotros (los profesionales) les acompañamos, les ayudamos a lograr los propósitos que ellos plantean. La intervención social es fundamentalmente acompañamiento, asesoramiento y apoyo.
2. Estructura básica del procedimiento.
2.1. Respecto al proceso:
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‐ Proceso continuo, no episódico. Quiere decir que el proceso se desarrolla de forma continua, porque no podemos entender las diferentes fases como etapas aisladas e independientes. Están vinculadas.
‐ Proceso que avanza en espiral. Se trata de un proceso de aproximaciones sucesivas (observación, interpretación, planteamiento, acción y evaluación).
‐ Proceso retroactivo. Cada momento de la intervención afecta tanto a fases anteriores como posteriores. Proceso cíclico.
‐ Proceso simultáneo. Aunque en el proceso hablamos de etapas, podríamos afirmar que los cinco momentos, en la práctica, suceden de forma simultánea.
2.2. Respecto a la acción.
‐ Racional. El proceso de IS pretende responder a un ejercicio de razón, meditado y fundamentado, con el propósito de cuidar de que los efectos sean los deseados. Todo ello se realiza dentro de un marco definido teórica, metodológica y éticamente. Es un proceso racional donde lo emocional también tiene cabida, puesto que no dejamos de ser personas que trabajan con personas. Es decir, las emociones, experiencias y valores se deben ordenar y orientar de una forma racional. Un buen trabajador social es sensible, asumen principios y
valores comúnmente aceptados por la profesión. No hay que olvidar que nuestro papel no es cambiar la situación de las personas sino ayudarles a que logren ser más libres y autónomos, capaces de llevar a cabo las estrategias que ellos definan para conseguir realizar su “proyecto vital”.
‐ Sistemática y ordenada. Todas las intervenciones deben obedecer a una serie de pautas sistemáticas y ordenadas para obtener mejores resultados. En el caso de las actuaciones a nivel micro, cada vez es más frecuente actuar en base a unos protocolos preestablecidos.
‐ Consistente y fundamentada. Cada paso debe estar justificado, de acuerdo a una serie de normas teóricas y metodológicas, en función de los criterios de la organización para la que trabajemos.
‐ Efectiva. El fin de la intervención es que los usuarios consigan sus objetivos, que superen las adversidades y dificultades a las que estaban expuestos y que tras la intervención consigan ser personas más libres. La IS debe procurar un crecimiento de los destinatarios que les posibilite superar la situación que
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motiva la intervención. No es suficiente el crear una buena relación profesional de ayuda sino hacer de nuestros usuarios personas más libres.
‐ Crítica. Todo lo relacionado con la intervención debe ser revisado para verificar que la intervención responde a los objetivos, principios y valores establecidos para este tipo de acción. Es muy importante para una intervención efectiva que la relación sea buena, que esté cuidada. Los trabajadores sociales son el instrumento más importante del cambio que pueden fomentar en las personas.
Bibliografía
García Roca, J. (2012). Tiempo de transiciones técnicas (Cap. VI). En Reinvención de la exclusión social en tiempos de crisis (pp. 137 ‐ 163). Madrid: Cáritas‐Foessa.
García Roca, J. (2007). La revancha del sujeto. Documentación Social (volumen 145, pp. 37 – 52).
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II. VIII. El proceso de intervención social: la observación.
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 Centeno Sotillo, Paula Vian Alonso, Celia
Curso 2016 ‐ 2017 Alonso Sobrino, Paula Lorenzo Julián, Estela Vigo Martínez, Beatriz
Curso 2015 ‐ 2016
González Revilla, Alicia Ortega de la Fuente, Susana Pérez Vázquez, Alba Ramos Vegas, Mª del Henar
Tema II. VIII. El proceso de intervención social: la observación.
1. La observación‐ estudio. qué observar y cómo observar.
Es muy importante determinar qué observar y cómo hacerlo. No es lo mismo ver, mirar que observar. Ver es de forma física, mirar es de forma intencional y observar es de forma intelectual. La observación no tiene interés en sí mismo, si no que se justifica porque la observación nos permite entender, comprender, explicar… la situación.
Nos acercamos siempre con un esquema previo que nos orienta la interpretación. Partimos de una manera de concebir el mundo y como intervenimos en él. Cuando hacemos observación empezamos teniendo una serie de ideas preconcebidas sobre qué tenemos que observar, valorar, comunicar… siempre partiendo de un esquema previo más o menos formalizado o un esquema nuestro personal.
Es importante que compartamos con nuestro cliente nuestra manera de ver y entender las cosas. Nuestras ideas de partida. Se trata de un acto de honradez. Estamos obligados a compartir nuestro marco teórico y metodológico de actuación del modo en que sea comprensible por el usuario.
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II. VIII. El proceso de intervención social: la observación.
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1.1 Nivel micro. En intervención social existen dos categorías de clientes, aquellos que acuden de forma voluntaria y aquellos que lo hacen de forma obligada.
En la intervención a nivel micro hay que tener en cuenta, en primer lugar, a la persona destinataria de la actuación, a su familia y al entorno que le rodea. Habrá que analizar la situación, los intereses que se persiguen y los propios de la persona y los antecedentes de la misma. Una vez analizada la situación del usuario y de su entorno más cercano, se buscarán y se pondrán en marcha una serie de apoyos y recursos, en base a las capacidades del individuo.
Situación de crisis y expectativas del usuario.
La persona que acude a un trabajador/a social presenta una situación caracterizada por una dificultad a la que se asocia un sufrimiento y que es interpretada generando un determinado sentimiento. El usuario espera (expectativas) recibir ayuda para superar su dificultad, que el profesional muestre interés por su sufrimiento y comprensión a cerca de sus sentimientos.
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USUARIO
•Demanda
PROFESIONAL
•Necesidad
INSTITUCIÓN
•Satisfactor
Demanda – necesidad ‐ satisfactor
En otro orden de cosas, es necesario distinguir entre demanda (lo que el usuario pide): por ejemplo: una garantía de ingresos. Necesidad, el problema que centrará la intervención (carencia, adversidad, conflicto…). Es el asunto central donde tienen que incidir la intervención. Está definida por el profesional. Satisfactor, que sería aquello que puede permite superar la necesidad. El satisfactor se concreta en la ayuda, servicio, dispositivo… facilitado al usuario para hacer frente a la situación. El satisfactor está muy mediatizado por la institución en la que trabajamos
En base al artículo 53.1. del Código Deontológico: “El profesional recabará la información estrictamente necesaria para el desempeño de su intervención social de la
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forma más exacta posible, siendo respetuoso en su obtención y actualización, y haciendo un uso responsable de la misma”
1.2. Intervención macro. Para llevar a cabo una intervención a este nivel es necesario que tengamos en cuenta los siguientes aspectos en relación a una comunidad.
En la siguiente tabla se muestran aquellos factores que, necesariamente, hay que conocer para realizar una intervención social adecuada a nivel macro.
Dentro del conocimiento del territorio tenemos que abordar el estudio del problema u objeto sobre el que se va a intervenir a continuación:
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II. VIII. El proceso de intervención social: la observación.
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En intervención macro, la observación debe ser:
Amplia: contemplando los diferentes aspectos que conforman la vida en comunidad.
Comprensiva: que permita una visión global de lo que allí sucede, evitando perspectivas parciales, y atendiendo a las percepciones y representaciones de los habitantes de la zona.
Participativa: contando con la implicación de los diferentes agentes y actores que influyen en el territorio.
Movilizadora: el estudio de una comunidad como paso inicial para llevar a cabo un proceso de intervención, transformación o cambio, debe suponer una oportunidad para favorecer la activación de la comunidad en los asuntos que les afecta.
Bibliografía:
García Roca, J. (2012). Tiempo de transiciones técnicas (Cap. VI). En Reinvención de la exclusión social en tiempos de crisis (pp. 137 ‐ 163). Madrid: Cáritas‐Foessa.
García Roca, J. (2007). La revancha del sujeto. Documentación Social (volumen 145, pp. 37 – 52).
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II. IX. El proceso de intervención social: interpretación‐valoración y planteamiento
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Relación de autores:
Curso 2016 ‐ 2017 Alonso Sobrino, Paula Lorenzo Julián, Estela Vigo Martínez, Beatriz
Curso 2015 ‐ 2016
González Revilla, Alicia Ortega de la Fuente, Susana Pérez Vázquez, Alba Ramos Vegas, Mª del Henar
Tema II. IX. El proceso de intervención social: Interpretación‐valoración y planteamiento.
1. Interpretación‐valoración: teoría, cultura, persona, organización.
La interpretación y valoración de la situación estará muy condicionado por tres elementos: la teoría utilizada, el contexto cultural, el agente‐interventor/a y el marco institucional‐organizativo de la intervención. Todos estos elementos influyentes en la manera de interpretar y valorar la situación deben ser, en la medida de lo posible, explicitados y controlados en el proceso de intervención y compartidos por todos los intervinientes y, en el caso de los destinatarios de la acción, al menos conocidos. Los distintos actores deben conocer qué influye y cómo lo hace a la hora de interpretar y valorar la situación. Por otro lado, los destinatarios de la acción deben saber en base a qué ideas, principios, criterios… se hace la interpretación‐valoración de su situación.
La teoría utilizada: Cuando se observa siempre se hace desde un punto de vista teórico, Interpretamos y valoramos lo que conocemos con una referencia teórica ya sea implícita o explícita.
El contexto cultural: no solo interpretamos las cosas en base a nuestros conocimientos, sino que también en base a nuestros esquemas culturales compartidos por nuestro grupo cultural de pertenencia que nos sirve de fuente (referencia) de valores, ideas, creencias… Esta influencia es claramente observable en las intervenciones sociales cuyos destinatarios pertenecen a grupos culturales distintos.
La persona: La trabajadora/or social no puede dejar de ser una persona con sus gustos, creencias, motivaciones, ideas, preferencias… Aunque intente controlar sus proyecciones como persona, siempre existirá una contaminación personal a la hora de interpretar‐valorar la situación. La objetividad es un valor de referencia. Debemos ser lo más objetivos posibles sabiendo que la objetividad total no existe. Siempre se produce una proyección del sujeto sobre el objeto, condicionando la manera de ver,
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II. IX. El proceso de intervención social: interpretación‐valoración y planteamiento
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interpretar, valorar y proponer. Por eso, ante un mismo problema o intervención, inevitablemente, distintos interventores plantearán distintas formas de observar y actuar. Son personas diferentes.
La Organización desde la que se trabaja: En intervención social la influencia del contexto organizativo es muy relevante. Aunque a todo profesional se le reconoce cierta autonomía en sus decisiones, en el ámbito de la intervención social, dadas sus características (ver tema dedicado a las características de la intervención socia) la organización establece una importante influencia en el modo de interpretar y valorar las situaciones que atraviesan las personas destinatarias de la intervención, hasta el punto de conformar una especie de modelo teórico‐ideológico de cuya influencia el profesional no podrá escapar.
2. Planteamiento
Consiste en plantear, decidir con los distintos agentes y destinatarios de la acción cómo se pretende conseguir el cambio deseado.
El planteamiento debe alejarse de toda tentación prescriptiva. En intervención no se prescribe, en el sentido de mandar u ordenar (recetar) un proceso o acción, desde la posición de autoridad profesional o institucional. En intervención social se acuerdan con las personas destinatarias de nuestra ayuda el modo en que se concretarán y la orientación de las mismas. Todo ello en base a los recursos disponibles, es decir se plantea lo que lo que se puede hacer en base a las posibilidades de acción.
Para llevar a cabo la intervención social, hay que tener en cuenta y hacer una gestión inteligente y eficaz del entorno, con las oportunidades, posibilidades y recursos que este puede ofrecernos; así como de la persona: con sus capacidades, intereses y actitudes.
En intervención social, cuando planteamos la intervención debemos hacerlo combinado las dimensiones micro y macro, procurando actuar en una y otra de manera simultánea. Se trata de hacer a las personas más competentes y autónomas, a la vez que se procura que los entornos sean más amables, accesibles e integradores.
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II. IX. El proceso de intervención social: interpretación‐valoración y planteamiento
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Bibliografía:
García Roca, J. (2012). Tiempo de transiciones técnicas (Cap. VI). En Reinvención de
la exclusión social en tiempos de crisis (pp. 137 ‐ 163). Madrid: Cáritas‐Foessa.
García Roca, J. (2007). La revancha del sujeto. Documentación Social (volumen 145,
pp. 37 – 52).
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II. X. El proceso de intervención social: acción y evaluación
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 Ana Prieto Sánchez Lucía Luis García
Curso 2016 ‐ 2017 Alonso Sobrino, Paula Lorenzo Julián, Estela Vigo Martínez, Beatriz
Curso 2015 ‐ 2016
González Revilla, Alicia Ortega de la Fuente, Susana Pérez Vázquez, Alba Ramos Vegas, Mª del Henar
Tema II. X. El proceso de intervención social: acción y evaluación
1. La acción
La acción, para los trabajadores sociales, se refiere a la intervención con las personas, familias y comunidades en asuntos relativos al bienestar y calidad de vida. En función del nivel de intervención, se distinguirá entre la intervención micro y macro siendo ambas objeto de interés. En la acción social, micro o macro, siempre actuamos con las comunidades y con las personas. Trabajamos para que las comunidades y las personas logren o se acerquen a sus propósitos. Que las personas sean más autónomas, tengan más posibilidades y opciones de integración relacional (que se relacionen más y mejor con el entorno.)
En el caso de la intervención macro, esta persigue incrementar la competencia de la comunidad. Definida como la capacidad de las personas que habitan en un territorio, de conocer e interpretar los problemas que les afectan, plantear acciones de afrontamiento de los problemas y llevarlos a la práctica. Esto se relaciona con los procesos de fomento del capital social/ de empoderamiento.
‐ Empoderamiento: Proceso por el cual las personas fortalecen sus capacidades, confianza, visión y protagonismo como grupo social para impulsar cambios positivos de las situaciones que viven.
‐ Capital social: El Capital Social es considerado la variable que representa la colaboración social entre los diferentes grupos de un colectivo humano y el uso individual de las oportunidades surgidas a partir de ellos, a partir de cuatro fuentes principales: el afecto, la confianza mutua, las normas efectivas y las redes sociales.
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II. X. El proceso de intervención social: acción y evaluación
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Las redes sociales son aquello que se sitúa en el nivel intermedio entre lo macro y lo micro.
La intervención social debe procurar en las personas destinatarias una actitud proactiva. La actitud proactiva consiste en tomar activamente el control y decidir qué hacer en cada momento, anticipándose a los acontecimientos… Es una actitud contraria a la reactiva, que se limita a responder a las exigencias y situaciones en las que nos sitúa nuestro entorno de vida. La intervención social es proactiva, se acompaña, motiva, apoya, ayuda y orienta al sujeto.
2. La evaluación
En los procesos de intervención social la evaluación se erige en fuente clave para la generación de conocimiento y la mejora de los procesos. Una evaluación útil deberá elegir adecuadamente el objeto a evaluar (qué evaluar) los fines u objetivos de la evaluación y establecer las estrategias de recogida de evidencias y los criterios para su interpretación. Dependiendo de los objetivos destinatarios de la evaluación, habrá que adaptar la misma en función de lo que se requiere y de lo que es necesario en el caso concreto. La evaluación es una reflexión de la intervención social, hay que tener en cuenta el propósito de la intervención.
La evaluación nos reporta conocimientos, nos ayuda a reinterpretar la situación, replantear el servicio y cambiar lo que sea necesario en él.
Bibliografía:
García Roca, J. (2012). Tiempo de transiciones técnicas (Cap. VI). En Reinvención de la exclusión social en tiempos de crisis (pp. 137 ‐ 163). Madrid: Cáritas‐Foessa.
García Roca, J. (2007). La revancha del sujeto. Documentación Social (volumen 145, pp. 37 – 52).
EL PROCESO DE INTERVENCIÓN ES UN PROCESO REPRESENTADO
FUNDAMENTALMENTE POR LA ACTIVIDAD DE CONOCER, DE SABER Y DE
TRANSFORMAR. ES UN PROCESO DE RELEXIÓN‐ACCIÓN.
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II. XI. Concepto, funciones y construcción de modelos
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 Bonail Esporas, Andrea. Félix, Marisa.
Curso 2016 ‐ 2017
Arranz Gil‐Albarellos, Luis; Del Val López, Rodrigo; De la Fuente Ramos, Oliver; Núñez Castaño, Javier.
Curso 2015 ‐ 2016
Arija Muñoz, Elizabet; Espinel Galán, Ana; Fidalgo Estébanez, Ángela; Hernández López, Silvia; Sánchez Fradejas, Carlos.
II. XI. Concepto, funciones y construcción de modelos
1. Concepto
Para la ciencia, un modelo es una herramienta fundamental de análisis, descripción y predicción para llevar a cabo una comprensión y control de un aspecto relevante de la realidad. Es un esquema básico de actuación fundamentado saberes teóricos y prácticos. Los modelos representan saberes y conocimientos orientados a la práctica, con el objetivo de guiar el proceso de intervención. Son instrumentos que nos sirven de guía.
El concepto de modelo en Trabajo Social integra en un todo, en una unidad, todos los aspectos que forman parte de una intervención social: los aspectos teóricos, metodológicos, funcionales y también filosóficos, de una determinada forma de llevar a cabo la práctica profesional. Para la Intervención Social un modelo es una construcción teórico‐metodológica. Los modelos son producto de la racionalidad humana.
Según Luzt, los elementos que integran un modelo de Intervención Social son:
1. El tipo de fenómeno al que va dirigido el modelo.
2. Los conceptos teóricos en los que se basa, que nos permiten explicar, analizar y describir un problema y, con ello, establecer unos objetivos.
3. La naturaleza del modelo. Formada por los objetivos que se persiguen y los principios básicos que utiliza.
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II. XI. Concepto, funciones y construcción de modelos
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4. La naturaleza del marco institucional en el que el modelo es aplicado.
5. Modo e intensidad de profesionalización de la práctica y del que realiza la misma.
6. La ética en la que se basa el modelo.
7. La manera como se concibe en el modelo a la persona que se atiende.
8. La naturaleza de la relación entre el profesional y la persona a la que se atiende.
2. Funciones
En el caso de la Intervención Social, un modelo sirve para traducir las situaciones en las que actúa a un lenguaje lógico que le permite comprender y explicar lo que ocurre, lo que ha pasado y evaluar las hipótesis comprobando su funcionamiento en la realidad.
El uso de modelos nos permite, ante un determinado caso:
Observar: conseguir una perspectiva o idea determinada del problema que se plantea. Esto nos ayuda a acerarnos a un fenómeno de una manera concreta descubriendo sus características y definiendo sus rasgos principales.
Describir: establecer tipologías de los distintos problemas y necesidades sociales y facilitar ideas y conceptos que nos puedan ayudar en la intervención.
Explicar: señalar las causas del problema. Saber qué es lo que provoca el caso nos puede permitir, en muchas ocasiones, “cortar el problema de raíz”, es decir, conocer las causas que generan el problema para eliminarlas y eliminar así el problema.
Predecir: hacer proyecciones de futuro y con ellas evitar los casos similares donde se pueda dar el mismo problema. También nos ayuda a prever los efectos del problema y así poder establecer una forma de actuar y llevarla a cabo de forma eficaz y lo más eficiente posible.
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II. XI. Concepto, funciones y construcción de modelos
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Actuar sobre él: saber dónde hay que poner el énfasis de la intervención. Nos permite saber qué decisiones tomar y llevarlas a cabo para llegar a los objetivos previstos.
3. Construcción de modelos
Para la construcción de modelos se necesita tener en cuenta cuatro elementos esenciales, que deben estar presentes en su contenido.
1. Objeto: tiene que estar dirigido a un objeto concreto de intervención.
2. Objetivos: se deben establecer los fines que se quieren conseguir con ese modelo.
3. Teoría: deben estar fundamentados teóricamente.
4. Proceso: deben establecer el procedimiento que se va a efectuar en la intervención.
A lo largo de la historia del Trabajo Social han surgido diferentes modelos destinados a la intervención profesional. Debido al dinamismo social algunos de ellos han tenido que evolucionar y otros han dejado de aplicarse en la práctica. A continuación, se muestran los modelos que mayor influencia han tenido históricamente, los que mayor peso han tenido a la hora de la intervención:
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4. Principales modelos tradicionales de intervención micro
4.1. Modelo Psicodinámico
Este modelo surgió de los avances en disciplinas como la psicología o la psiquiatría, siendo especialmente relevantes los estudios psicoanalíticos de Freud y de la psicología dinámica por parte de sus seguidores. Esto permitió que se concediera más importancia al conocimiento de los problemas psicológicos y emocionales de los individuos. Su objetivo principal es el desarrollo de la personalidad humana, que puede verse afectada por conflictos psíquicos que dificulten su correcta evolución.
Este modelo focaliza la responsabilidad del problema en el individuo y trata de buscar una causa interna a partir de las percepciones de la persona a la que se realiza la intervención. Trata de intervenir en el individuo para mejorar su conducta y su comportamiento general, es decir, busca mantener una relación de ayuda experto‐paciente con el fin de proponer actuaciones en base a la información recogida. Tuvo gran relevancia durante el S.XX, especialmente en la primera mitad del mismo, y aportó enfoques muy relevantes para la práctica actual del Trabajo Social.
4.2. Modelo Conductista
Surgido a partir de la corriente conductista de la psicología, este modelo se centró en el estudio del comportamiento externo de las personas y no tanto en el aspecto interno como la teoría psicoanalista. Entiende que las conductas vienen aprendidas por causas externas que estimulan y orientan el comportamiento. Este modelo se centra en modificar aquellas conductas aprendidas que no son consideradas como normales, es decir, en desaprender aquellas conductas inadaptadas.
Además de eliminar estas conductas se deben sustituir por otras que sean deseadas tanto por el individuo como por la sociedad. En este proceso de cambio deben emplearse técnicas como el refuerzo de las conductas, la extinción operante, el fomento del autocontrol o el modelamiento.
En este modelo el trabajador social también asumirá la figura de experto que guía la intervención, pero se considera que el propio individuo debe jugar un papel fundamental en el proceso de cambio, buscando que adquiera cada vez mayor autonomía. No se centra tanto en observar al usuario como un problema, sino que busca la intervención sobre sus problemas. Este modelo teórico adquirió relevancia en la segunda mitad del s.XX.
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4.3. Intervención en crisis
Este modelo se basa en la adaptación de la psicología americana (teoría de la crisis de Caplan y Lindemann) al trabajo social y se centra en la ayuda profesional ante situaciones de crisis que requieran apoyo emocional y técnico. De acuerdo con Caplan, se puede definir la crisis como una "perturbación de una situación estable, que surge de forma repentina e inesperada, provocada por una situación estresante o un acontecimiento precipitante, afectando a una persona o un grupo, que hasta entonces habrá un adecuado funcionamiento, pero que esta situación le provoca un desequilibrio", es decir, los individuos se enfrentan a un problema por el que se sienten incapaces de resolver sin ayuda, progresando esta situación hacia una crisis.
La ayuda estará dirigida a reducir los efectos negativos de la situación de crisis y a favorecer la aparición de nuevas habilidades.
Durante el proceso de intervención el trabajador social tiene el poder para organizar la acción y proponer consejos y decisiones que tengan como resultado alcanzar un grado óptimo de confort y calidad de vida. La intervención se centra en el presente de la persona, aunque se potencia el aprendizaje de técnicas que permitan resolver estos problemas en el fututo de manera autónoma. Esta intervención debe estar limitada en el tiempo debido a la urgencia de la situación, por lo que no debe centrarse tanto en vincularse con el usuario como en definir unos objetivos concretos en los que basar el plan de actuación. La intervención requerirá el seguimiento continuo del caso.
El objetivo es potenciar y orientar las capacidades y habilidades del individuo a la solución de los problemas que se le presentan.
4.4. Centrado en la tarea
El modelo centrado en la tarea tiene su origen en los estudios realizados por Reid y Epstein, siendo que su concepción sufrió profundas influencias del trabajo desarrollado por Perlman en relación al modelo de intervención en crisis. Además de estos, la sustentación teórica de este modelo se basa y es apoyada por diversos campos teóricos (Teoría General de los sistemas, teoría de la comunicación, teoría del aprendizaje, etc.). Busca como objeto superar el problema a través de cambios que debe adoptar la propia persona.
Su teoría surge del propio Trabajo Social, reviste el interés de acompañar y reforzar a las personas para afrontar una serie de problemas bien delimitados.
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Alguno de los objetivos de este modelo es la ayuda a los individuos para que se enfrenten a tal situación‐problema con una sucesión de acciones que estén orientadas al cambio de su conducta.
El proceso que conlleva es determinar el problema, el proceso y las tareas, además este modelo suele ir acompañado de un contrato.
4.5. Humanista‐existencial
Su objeto es el crecimiento personal, su teoría está basada en el humanismo de Rogers y el existencialismo.
Los objetivos de este modelo son que las personas encuentren sentido a sus vidas a través de la ayuda, comprendiéndose a sí mismos (existencialismo) y con su posicionamiento en el mundo (su entorno). Su función, por lo tanto, es la ayuda a las personas para que puedan encontrar sentido a su vida en su ambiente, entorno. Facilita comprenderse a sí mismo y a su entorno.
El proceso que se lleva a cabo es terapéutico apoyado en la aceptación incondicional y el respeto al cliente.
Este modelo está muy relacionado con el crecimiento y desarrollo personal.
4.6. Crítico‐radical
Su objeto es la atención de situaciones de injusticia y opresión.
Las teorías marxistas, feministas y radicales se encuentra cercano a este tipo de modelo. Guarda relación con las teorías que muestran una explicación estructural de los problemas sociales.
El objetivo de este modelo es extender una conciencia crítica sobre las estructuras e instituciones sociales para poder llegar a cambiarlas, ya que pone en cuestión el orden social creado y sitúa ahí el origen de los problemas sociales con los que se enfrentan los trabajadores sociales. Este modelo contempla entre sus estrategias la concienciación, movilización y organización.
4.7. Gestión de casos
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Su objeto es la atención de manera íntegra y coordinada en situaciones complejas. Basada en la teoría de nuevas orientaciones en la atención al cliente y la gestión de casos o case management. Su objetivo es constituir un sistema de trabajo en red que sea complementario para evitar la confusión (mareo) del usuario.
Proporciona cómo gestionar los casos en los que intervienen distintos dispositivos, administraciones. Es así que, el proceso de este modelo es intentar ajustar la intervención cuando participan diversos agentes, hacer un seguimiento y control del proceso (evaluación continuada).
4.8. Sistémico‐ecológico
Tiene como objeto la relación de las personas con su entorno, dirigido a la intervención familiar y entiende a la familia como distintos sistemas.
Este modelo está basado en la teoría general de sistemas y de la comunicación. Presenta unos objetivos determinados que son la mejora de la interacción entre los individuos para facilitar con ello la participación social de estos en el contexto social. Su proceso es facilitar la interacción y mejorar la comunicación.
5. Principales modelos tradicionales de intervención macro
5.1. Organización de la Comunidad
Su objeto es la comunidad, por ello su objetivo es la promoción de la comunidad ordenando los esfuerzos de las diferentes asociaciones y entidades, a través de procesos como identificación participada de necesidades, planificación colectiva de acciones, promoción de la confianza en la acción colectiva y movilización de recursos.
5.2. Desarrollo comunitario
Su objeto es la comunidad como espacio socio‐económico, por lo tanto, pretende facilitar la colaboración de la población en el desarrollo económico. Se trata de un proceso de análisis de la situación socioeconómica, concienciación y movilización social.
5.3. Potenciación y defensa
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Su objeto son grupos afectados por situaciones de marginación y/o exclusión. El objetivo es reducir, eliminar y combatir los estigmas asociados a esos grupos, a través de procesos de sensibilización social y empoderamiento.
5.4. Radicales
Está inspirado en un cambio de las bases del sistema social, para tener una sociedad más justa e igualitaria, todo ello a través de un proceso de concienciación de la población y movilización social.
5.5. Apoyo Social
Modelo encargado de organizar a las personas que tienen un problema para crear grupos de autoayuda y apoyo. Se proporciona en ellos apoyo emocional, reestructuración cognitiva, socialización, acción conjunta y generación de autoconfianza.
Bibliografía
Aguilar Idáñez, María José (2013): Cap. 6: Base teórica del Trabajo Social. y Cap. 9.3.1: Modelos clásicos. En Trabajo Social: concepto y metodología. Madrid. Paraninfo.
Viscarret Garro, Juan Jesús (2009): Modelos de intervención en Trabajo Social. En Fundamentos del trabajo social / coord. por Tomás Fernández García
Viscarret Garro, Juan Jesús (2007): Modelos y métodos de intervención en trabajo social. Madrid. Alianza.
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Tema II. XII. Modelos actuales de intervención social: Modelo de atención centrada en la persona
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 Fernández Vilorio, Lidia Galarza Guerrero, Naomi
Curso 2016 ‐ 2017
Álvaro de la Rosa Jiménez Isabel Guerra Escudero Leyre García Vaquero Sofía Ballesteros Rodríguez
Tema II. XII. Modelos actuales de intervención social: Modelo de Atención Centrada en la Persona.
En este modelo se considera a la persona como centro del proceso de ayuda y persigue promover que quien la recibe sea capaz, mediante apoyos precisos, de ver minimizada su situación de fragilidad, discapacidad o dependencia y, al tiempo, poder desarrollar al máximo su autonomía personal para seguir desarrollando y controlando su propio proyecto de vida.
Tomado de: Gobierno Vasco. Cuadernos prácticos. Fundación Matia. La atención centrada en la persona. Recuperado de: http://www.gizartelan.ejgv.euskadi.eus/contenidos/informacion/publicaciones_ss/es_publica/adjuntos/cuaderno%201.pdf
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Tema II. XII. Modelos actuales de intervención social: Modelo de atención centrada en la persona
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La persona se configura, así, como referente y motor del proceso de atención, es decir, se trata de que el plan de apoyos se elabore con la participación activa de la persona, favoreciendo, por un lado, la mayor independencia posible en las actividades de la vida diaria (AVD) y, por otro, la preservación y estímulo de su autonomía personal para tomar sus propias decisiones y mantener el control de su propia vida.
La clave de esta tendencia es su énfasis en la potencialidad del ser humano y sus características distintivas (decisión, creatividad, autorrealización). Este modelo parte de la idea de que nadie tiene más conocimiento sobre uno mismo/a que la propia persona, y que también es ésta quien cuenta con las claves necesarias para comprender y autodirigir su vida emprendiendo los cambios necesarios.
Por lo tanto, podemos decir que el modelo de Atención Centrada en la Persona se trata de una atención integral (todos los aspectos de la persona) y transversal (en coordinación con los diferentes servicios, recursos y niveles).
En el área de la discapacidad y en el de las personas mayores, son donde este modelo está alcanzando un mayor recorrido, pero ya se está extendiendo a otros ámbitos.
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Tomado de: Pilar Rodríguez Rodríguez (2010): La atención integral centrada en la persona. Principios y criterios que fundamentan un modelo de intervención en discapacidad, envejecimiento y dependencia. CSIC. Informes Portal Mayores nº. 106. Recuperado de: http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/pilar‐atencion‐01.pdf
Apoyar los proyectos de vida.
Hay que poner atención en aquello que agrada a las personas, es decir, conocer y apoyar aquello que es importante para cada persona en el momento actual que está viviendo. El proyecto de vida es la forma consciente o inconsciente que tenemos las personas de plantearnos nuestra existencia, para llegar a nuestra meta y cumplir deseos en relación a distintos ámbitos del desarrollo personal (familia, trabajo, amistades…).
Un modelo profesionalizado que busca calidad de vida.
Consiste en desarrollar medidas del entorno físico, social y organizativo para promover la calidad de vida de las personas que necesitan ser cuidadas; aquí la
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persona es la protagonista activa y su entorno se convierte en el apoyo para desarrollar los proyectos de vida y asegurar el bienestar. Este tipo de atención se nutre del conocimiento científico y se orienta desde principios éticos, se protegen los derechos de las personas reconocidos en normativas y declaraciones internacionales.
Sus principales apuestas.
La atención en la persona requiere una serie de compromisos en varios niveles: los responsables, los profesionales y la persona. Dentro de estos servicios se requiere una ruta de cambio, para ello se dan paso a una serie de apuestas como oportunidades de mejora.
Primera apuesta y oportunidad: profesionales con un rol diferente.
En este modelo los profesionales no actúan como expertos que dictan en todo momento lo que hay que hacer. El rol o el papel del profesional consiste, entonces, en proporcionar un clima favorable y realizar un acompañamiento a la persona en la toma de conciencia de los aspectos que quiere modificar de su vida apoyando y orientando al “cliente/usuario” en la adopción de las estrategias más convenientes para lograrlo. Los profesionales deben poner en el centro de su atención a la persona, su dignidad, su autonomía y la garantía del ejercicio de sus derechos, frente a otros intereses como podrían ser la organización del servicio o centro o los del saber profesional. Los rasgos que definen esta propuesta son la confianza total en la persona y el rechazo al papel directivo del profesional. Los profesionales dan poder real a las personas sobre su vida cotidiana.
Segunda apuesta y oportunidad: un ambiente físico agradable, accesible y significativo.
El ambiente físico es relevante para el bienestar de todas las personas, por ello se busca la consecución de un lugar hogareño y cálido, con un clima amable, alegre y estimulante. Se busca todo lo necesario para que se parezca a una casa y se aleje del ambiente institucional.
Tercera apuesta y oportunidad: actividades terapéuticas con sentido.
Se dejan atrás las actividades rutinarias, aburridas o infantiles que no motivan a la persona para desarrollar “actividades plenas de sentido” sin olvidar su objetivo
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terapéutico. Son propuestas que agradan a las personas para que estas no se sientan obligadas en su participación.
El modelo de atención centrada en la persona pretende que las actividades terapéuticas que las personas realicen sean significativas para sí mismas, es decir, que les motiven y con las que no se sientan obligadas a realizar. Para ello, las intervenciones deberán adaptarse a incorporar estas características y buscar nuevas alternativas.
Cuarta apuesta y oportunidad: participación de la persona y, en su caso, la familia o personas allegadas, en su plan de atención y vida.
Si se tratase de una persona con una grave afectación cognitiva, se buscan alternativas que no solo se basan en la seguridad, sino en el bienestar emocional. Puede ser necesario el ejercicio de la autodeterminación indirecta. Esto significa que se formaría un grupo de apoyo comprendido por personas allegadas que la conocen bien y toman las decisiones que hubiese tomado ella si hubiese tenido la capacidad para mostrar sus preferencias. Este plan personalizado de atención no es solo un instrumento de cuidados básicos, sino de apoyo a los proyectos de vida.
Quinta apuesta y oportunidad: una organización flexible y participativa
Para llevar a cabo estas apuestas es necesario un cambio de organización y por tanto una adaptación por parte de las personas. Estos cambios deben ser los mejores posibles sin olvidar que lo importante es la calidad de vida de las personas.
Bibliografía:
Pilar Rodríguez Rodríguez: La atención integral y centrada en la persona: http://www.fundacionpilares.org/docs/AICPweb.pdf
Pilar Rodríguez Rodríguez: La atención integral centrada en la persona. Principios y criterios que fundamentan un modelo de intervención en discapacidad, envejecimiento y dependencia. http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/pilar‐atencion‐01.pdf
Gobierno Vasco. Cuadernos prácticos. Fundación Matia. La atención centrada en la persona. http://www.gizartelan.ejgv.euskadi.eus/contenidos/informacion/publicaciones_ss/es_publica/adjuntos/cuaderno%201.pdf
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Tema II. XII. Modelos actuales de intervención social: 1. Modelo de trabajo en red – perspectiva relacional
2. Modelo del acompañamiento social
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 GARCÍA‐ABRIL BRUGMAN, CECILIA GÓMEZ DE MARCO, LAURA
Curso 2016 – 2017 (modelo 1)
DE LA ROSA JIMÉNEZ, ÁLVARO GUERRA ESCUDERO, ISABEL GARCÍA VAQUERO, LEYRE BALLESTEROS RODRÍGUEZ, SOFÍA
Curso 2016 – 2017 (modelo 2)
BENDITO HERNANDEZ, CESAR BONILLA TORIBIO, RODRIGO GARCÍA DELGADO, PAULA GARCÍA GARCÍA, JAVIER
Tema II. XII. Modelos actuales de intervención social:
1. Modelo de trabajo en red – perspectiva relacional
El modelo de Trabajo Social en Red o perspectiva relacional es un nuevo modelo de intervención social que se basa en la confianza de que las personas en comunidad son capaces de dar respuesta a sus problemas; por lo que promueve la relación y cooperación entre las redes sociales formales e informales de las personas de la sociedad. Así, se pretende superar el modelo burocrático – asistencial y situar lo relacional, es decir, el capital humano, en el eje central de la intervención social.
Desde la perspectiva relacional, los problemas sociales se interpretan a partir de una red problemática de relaciones sobre las que hay que intervenir para buscar la solución más adecuada.
El planteamiento relacional, entendido como aquella perspectiva de lectura específica de la sociedad que está en la base del Trabajo Social de redes, tiene como punto de partida la “visión de la sociedad como realidad relacional”. Este enfoque conlleva a un planteamiento doble: por un lado, hay que saber crear y gestionar las relaciones sociales, y por otro, mantener las conexiones más significativas entre las cualidades humanas de las relaciones sociales y los determinismos que incorporan. Así, el “problema social”, que se entiende como problemática de una red interactiva en la que los procesos de marginación, las condiciones familiares de los individuos y los servicios se confrontan entre sí, sugiere modalidades de intervención que también son modos de re‐pensar y re‐activar la sociedad.
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Tema II. XII. Modelos actuales de intervención social: 1. Modelo de trabajo en red – perspectiva relacional
2. Modelo del acompañamiento social
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El Trabajo Social de redes debe ir más allá del planteamiento tradicional, por lo que trata de redefinir el problema como una situación generada por una red problemática de relaciones, y la solución debe buscarse en las acciones sobre las relaciones.
La condición de las personas socialmente débiles tiende a mutar profundamente, si se deja a sí misma, sobre todo en lo referente al tejido de las relaciones sociales que estas personas tienen con su mundo cotidiano. La tendencia al aislamiento de estas personas es, en parte, el resultado de las modificaciones de las estructuras familiares, la difusión de planteamientos culturales y la presencia de respuestas rígidas por parte de los servicios sociales, sanitarios o educativos.
Con todo esto, las investigaciones sociológicas de la última década han revelado que la salud psico‐físico‐social está positivamente correlacionada con la densidad, el significado y la funcionalidad de las redes informales en que viven las personas, por lo que se deben activar redes de contacto, apoyo psicológico, intercambios de vida cotidiana, para permitir a la persona débil, según su grado de autosuficiencia, el máximo de autonomía vital.
Así, según el Trabajo Social de Redes (o perspectiva relacional) la solución de los problemas de estas personas marginadas depende cada vez menos del Estado, es decir, es cada vez menos burocrática. Esta forma de acercarse a los problemas sociales requiere el paso de unas políticas asistencialistas a otras pluralistas y participativas. Sin embargo, las redes informales no son la solución total: aunque son indispensables, son también débiles y necesitan a su vez, ser sostenidas.
La poca colaboración entre las redes informales y las formales, o profesionales, se debe en parte a las familias, que tienden a cerrarse en sí mismas y recurren a los servicios públicos solo cuando la red informal está ausente o es muy carente. El haber descuidado a las redes informales, desde los servicios públicos formales que no “ven a las redes sociales”, ha ocasionado que en el núcleo de la política social exista un vacío que lleva a deterioros para personas en condición de necesidad; por lo que se debe organizar la intervención social como colaboración entre redes formales e informales.
Además, a pesar de que se está iniciando un proceso de privatización de la sociedad (aumenta el número de personas solas o aisladas), y con esto surge la duda de si la comunidad puede dar servicios en lugar del Estado, solo creando contextos de comunidad se pueden afrontar las patologías sociales que las sociedades complejas llevan consigo.
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Tema II. XII. Modelos actuales de intervención social: 1. Modelo de trabajo en red – perspectiva relacional
2. Modelo del acompañamiento social
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Por otro lado, las políticas sociales deben ser más flexibles respecto a las necesidades de las familias como sistemas relacionales que se modifican en el espacio y tiempo. El rol del sector público es esencial para asegurar que la asistencia efectivamente se realice. Las autoridades locales deberían mostrar que están en situación de obtener y de dar valor real, no oportunidades abstractas.
Las principales finalidades de los nuevos perfiles profesionales para un servicio social de red deberían ser:
● Ubicar a la persona débil en situación de vivir una vida lo más posiblemente normal en su ambiente, generalmente de tipo familiar, en la comunidad local.
● Elaborar el paquete de servicios y apoyos necesarios para ayudar a la persona débil a alcanzar y a mantener el máximo posible de autonomía, es decir, activar intervenciones que operen de tal forma que puedan sostener todas las habilidades de la persona dependiente y su pleno potencial de vida.
● Dar a las personas más voz respecto a la forma en que viven su condición de desventaja, y respecto a los servicios de los que tienen necesidad para ser ayudados.
● Promover el desarrollo de una red de servicios entre el sector estatal, el sector privado social y el privado mercantil, que permita respetar estándares de buena calidad y adecuada profesionalidad.
● Aclarar las responsabilidades reciprocas de las agencias formales y del privado social, de tal forma que se haga más fácil y transparente su proceso de rendir cuentas.
● Introducir una nueva estructura de financiación para las atenciones sociales que asegure un valor más elevado de las prestaciones dadas a cambio de dinero fiscal.
Por tanto, el modelo de Trabajo Social en red‐perspectiva relacional, es un modelo nuevo de intervención social, caracterizado por:
Pretender superar el modelo burocrático – asistencial.
Integrar niveles micro y macro.
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Situar lo relacional (capital humano) en el eje central de la intervención.
Promover la relación – cooperación entre redes formales e informales.
Basarse en la confianza de que las personas en comunidad son capaces de dar respuestas a sus problemas.
El modelo burocrático y asistencialista predominante desde los años cincuenta muestra significativas carencias para hacer frente a las nuevas demandas de una sociedad cada vez más compleja y dirigida hacia la calidad de vida.
El Trabajo Social debe comprender cómo la intersección entre interior y exterior de la familia, entre el mundo vital de las redes primarias y las instituciones de ayuda (representadas por los servicios públicos, privados y de tercer sector) define relacionalmente las necesidades de las familias. El Trabajo Social no puede limitarse a contemplar si las dificultades se han debido a este o aquel motivo o “causa” (por ejemplo la ausencia de un trabajo, una enfermedad, la presencia y el cuidado de un anciano o una persona con discapacidad, etc.). No puede circunscribirse a observar si la familia “funciona” o “no funciona”, en qué forma y medida. El Trabajo Social debe ir más allá de este planteamiento tradicional. El trabajo de redes trata de hacer esto redefiniendo el problema como una situación generada por una red problemática de relaciones. Y la solución debe buscarse en las acciones sobre relaciones, no en otro lugar.
Desde una perspectiva de amplios horizontes, se trata de construir un sistema de protección social basado en “sistemas relacionales” que tengan en cuenta las modulaciones espacio‐temporales de las necesidades familiares, mediante nuevas combinaciones de intervenciones formales e informales, públicas y privadas. La palabra clave es aquí “asistencia de comunidad” (community care), es decir, una asunción de la comunidad y por parte de la misma comunidad, que considere a la familia como sujeto y no sólo como destinatario pasivo de los servicios, en concreto socio‐sanitarios. Si la familia está insertada en un sistema relacional, es sobre este sistema sobre el que debe hacerse el diagnóstico de los problemas y al que va dirigida la terapia social. Si la asistencia es un sistema de redes, es necesario que las intervenciones para el bienestar sean “intervenciones de redes”.
Las propuestas concretas que se derivan de esta alternativa basada en la perspectiva relacional son, entre otras, las siguientes:
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El objetivo primero de la intervención social debe ser la permanencia de la persona en su ámbito social y familiar. En determinados momentos y situaciones la institucionalización es necesaria para salvaguardar el bienestar y la funcionalidad de las redes primarias. Lo interesante sería no identificar residencia con desarraigo y sí fomentar programas de vinculación con el municipio a la vez que se conciencia a las familias sobre la importancia del mantenimiento de la afectividad. En este sentido, sería muy interesante establecer convenios de colaboración entre residencias y tejido asociativo, para que de forma desinteresada las asociaciones, centros escolares…, prevean de forma normalizada en su calendario la realización de actividades para las personas mayores y o discapacitadas en situación de dependencia.
Un sistema de respuesta (coping) en las confrontaciones de las necesidades familiares es más óptimo cuanto más asume la configuración de un “sistema complejo en red”, en el que necesidades y respuestas están correlacionadas a través de una pluralidad de actores, formales e informales, de asistencia. Esto hace necesaria una flexibilidad, que en la actualidad no existe, en la definición del PIA respecto a la aplicación de recursos superando en gran medida el régimen de incompatibilidades existentes por imperativo legal. En este sentido y en aras de hacer efectiva esa relacionalidad entre actores informales y formales no se estima conveniente presentar como incompatible la prestación de Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) y Prestación Económica para Cuidados del Entorno Familiar.
El reconocimiento de las competencias profesionales adquiridas por experiencia laboral, debería centrar su atención en la implementación unívoca de ambas prestaciones. De esta forma los cuidadores no profesionales dispondrían de una formación práctica domiciliaria con la asistencia de un auxiliar de ayuda a domicilio encargado de asesorar y orientar en materia socio‐sanitaria. Con la garantía que tras las empresas que gestionan el SAD se encuentra la Administración Pública (Corporaciones Locales), encargados de supervisar su trabajo.
En cuanto que corresponde a los servicios públicos formales el objetivo profesional de activar relaciones más comunicativas y colaboradoras con las familias, incumbe a estas últimas la responsabilidad –no indiferente‐ de tomar conciencia de este estado de la situación y de modificarlo. Se impone un nuevo estilo de formación de los operadores y un nuevo diseño del sistema de servicios para el bienestar. ¿Cuál? Ubicando a la familia en el “centro” de la comunidad local y organizando los servicios como redes formales‐informales de apoyo a sus funciones.
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Se deben activar redes de contacto, apoyo psicológico, intercambios de vida cotidiana, para permitir a la persona débil, según su grado de autosuficiencia, el máximo de autonomía vital. Sólo puede realizarse si el conjunto de los servicios formales e informales es concebido como community care y si esta última es pensada y practicada como línea o criterio directivo de política social (en el sentido de policy), y no como resultado espontáneo, sino como objeto de precisas políticas sociales, sanitarias, formativas y de apoyo.
Se debe repensar completamente la política socio‐sanitaria como política de la comunidad local por y de parte de la misma comunidad observada desde la óptica de las redes familiares. Esto comporta una profunda re‐orientación de las políticas de los servicios, no sólo sociales y sanitarios, centrales y locales, y de los relativos “planes”. La programación debe cambiar de filosofía, en el sentido de que el Estado (central, autonómico y local) y los actores institucionales deberían orientarse a emancipar una caring society, actuando de “ordenadores generales”, y no como “gestores totales”.
La posible solución de los problemas de las personas marginadas, en situaciones de desventaja, aisladas, en riesgo, cada vez más requiere una visión menos dependiente del Estado, menos burocrática y “activada” por aquella tradicional puesta en acto por los operadores formales, dando un nuevo rol a la sociedad como sociedad “civil”. Esta forma de acercarse a los problemas sociales supone interpretar el welfare de una forma activa. Un primer paso, y de carácter decisivo en el caso español, sería profundizar en la descentralización de competencias. Una vez transferidas a las Comunidades Autónomas, las entidades locales deberían asumir un mayor protagonismo, en buena medida ligado a su mayor cercanía y conocimiento de las necesidades de la población.
2. El acompañamiento social
Notas básicas:
Se aplica en personas‐familias gravemente afectadas por situaciones de exclusión que requieren apoyo intenso para salir de la situación
Se basa en una relación personal y continuada de apoyo y mediación
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No confundir con seguimiento ‐ control
Busca reforzar a la persona, promover recursos informales, facilitar la incorporación social
Se trata de un modelo pensado para situaciones de riesgo grave o situaciones de exclusión. Las situaciones de exclusión se caracterizan por afectar gravemente a las personas y de forma multidimensional. La situación de exclusión va más allá de la falta de ingresos económicos e incluye otras problemáticas sociales vinculadas con ámbitos como el acceso al mercado laboral, la salud física y mental, la educación, la formación, la vivienda o las relaciones sociales… Es una situación de la que no es fácil salir sin apoyos. Los itinerarios vitales que llevan a las personas o familias a vivir situaciones de exclusión son complejos y fruto de procesos de deterioro continuados en el tiempo. Por ello, esta situación está marcada por una dinámica de irreversibilidad al menos a corto plazo y por cierta incapacidad de las personas afectadas de salir de su situación por sus propios medios. Precisamente, entre las dificultades más importantes para superar su situación se encuentra la falta de capacidades personales y redes sociales de apoyo que les permitan movilizar sus recursos y aprovechar activamente las ayudas que puedan ser percibidas.
Entendemos el acompañamiento como ese trabajo de relación personal continuada, relativamente duradera, de comprender a las personas para contribuir a que ellas mismas entiendan y empiecen a dominar su situación y las claves de sus dificultades. Se trata de un apoyo para activar y movilizar recursos, capacidades, potencialidades de las personas y de su entorno. Éste es un proceso que también conlleva la necesaria aplicación de recursos dentro de una estrategia de actuación, con criterios de flexibilidad y oportunidad.
El acompañamiento es algo diferente del seguimiento, aunque a veces se confundan. La idea del seguimiento evoca una relación en la que la persona usuaria es un objeto paciente, sometido a una observación y valoración periódica por parte de un profesional. Es el profesional quien sigue, observa, vigila y controla a la persona usuaria. La idea de acompañamiento parte de la responsabilidad de la persona usuaria en intentar organizar su propia estrategia, de utilizar los recursos a su alcance de forma eficaz; pero parte igualmente de la constatación de las dificultades que las personas usuarias tienen con frecuencia para hacerlo.
El acompañamiento debe incluir un importante componente de mediación social. Mediación para tender puentes que ayuden a resolver conflictos familiares o vecinales. Mediación como forma de promover recursos informales para la atención o la
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2. Modelo del acompañamiento social
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incorporación. Mediación como instrumento para el acceso a redes de actividades sociales que ayuden a mejorar la situación de la persona atendida
Acompañar es mirar de otra manera a la persona y su historia, para que ella pueda verse de otra forma. Es creer en sus potencialidades, ayudarle a tomar conciencia y a desarrollarse, sea cual sea su estado actual. Acompañar es mediar entre las instituciones, más o menos burocratizadas de una sociedad y las personas que, por estar excluidas no puedan hacer valer sus derechos. El acompañamiento como metodología permite trazar un proyecto con la persona, teniendo en cuenta el punto de partida y las condiciones del contexto (económicas, políticas, sociales, culturales...) que actuarán como factores de riesgo o de protección. Supone también reconocer el protagonismo de los sujetos en el desarrollo de su proceso, y situarse en la posición de quien está al lado a lo largo de un período, aportando elementos que ayuden al sujeto a desarrollarse. El acompañamiento, es una forma de entender la relación entre profesional y persona atendida, en una relación horizontal, donde el profesional se sitúa en una posición de ayuda, orientación, apoyo y no de control.
Acompañar es mirar de otra manera a la persona y su historia, para que ella pueda verse de otra forma. Es creer en sus potencialidades, ayudarle a tomar conciencia y a desarrollarse, sea cual sea su estado actual. Acompañar es mediar entre las instituciones, más o menos burocratizadas de una sociedad y las personas que, por estar excluidas no puedan hacer valer sus derechos (Funes, J. y Raya, E. 2001).
Toda relación entre dos o más personas constituye un proceso y como tal pasa por una serie de fases, que van desde el conocimiento y reconocimiento mutuo al autoconocimiento del sujeto y de su situación, la identificación de los puntos fuertes y débiles, y el establecimiento del deseo de cambio, el balance de oportunidades y retos. Los primeros momentos de la relación coincidirá con la fase de estudio y valoración de la situación y será en estos comienzos donde se sentarán las bases de la relación de ayuda. A partir de esta relación es posible iniciar el proceso de trabajo, con la elaboración de planes y propuestas de acción para un periodo de tiempo, y en su caso, establecer el contrato o acuerdo de trabajo, oral o escrito, en función de los casos, en todo caso explícito, concreto y definido para un periodo de tiempo (Raya, 2014).
Algunas ideas a tener en cuenta que pueden facilitar el acompañamiento las recoge Esther Raya (2014):
Poner el énfasis en lo normal, no en lo patológico.
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Evitar la rigidez mental del o la profesional.
Ir con la verdad por delante.
Hablar mucho e intensamente y amistosamente a intervalos frecuentes con los o las clientes.
No considerarse infalible.
Buscar los aspectos positivos de la relación del Trabajo de casos.
Estar disponible a las llamadas de emergencia.
Estimular el cambio de aires del o la cliente alejándolo de sus tensiones y conflictos.
Saber ver los avances por escondidos y pequeños que sean, en el caso de que éstos se produzcan.
Confiar en los o las clientes, lo que ayuda al éxito.
Emplear el acompañamiento y la paciencia.
Considerar a las personas desde la honestidad, el afecto, la simpatía, la pulcritud, la puntualidad, la responsabilidad, la estabilidad.
Bibliografía
Funes, J. y Raya, E. (2001). El acompañamiento y los procesos de incorporación social, Guía para su práctica. (Documento de Trabajo). Federación Sartu, Dirección de Bienestar Social, Gobierno Vasco.
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2. Modelo del acompañamiento social
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Llobet, M. y Aguilar, M. (2010): Integralidad, acompañamiento, proximidad, incorporación: el papel de los servicios sociales. Cuadernos Europeos, Nº. 8. Recuperado de: http://www.luisvivesces.org/upload/13/40/Guia_Inclusion_FLV_ACCESIBLE_VF.pdf
Manuel Herrera Gómez: Redes e intervención social en las sociedades avanzadas (2009). Recuperado de: http://www.funciva.org/uploads/ficheros_documentos/1254153776_redes_e_intervencion_social_en_las_sociedades_avanzada._manuel_herrera.pdf
Pérez Eransus, Begoña (2004): El acompañamiento social como herramienta de lucha contra la exclusión. Recuperado de: http://www.caritas.es/imagesrepository/CapitulosPublicaciones/485/05%20‐%20EL%20ACOMPA%C3%91AMIENTO%20SOCIAL%20COMO%20HERRAMIENTA%20DE%20LUCHA.pdf
Raya, E. y Caparrós, N. (2014). Acompañamiento como metodología de Trabajo Social en tiempos de cólera. En Cuadernos de Trabajo Social. Vol. 27, Nº 1, 2014. Recuperado de: https://revistas.ucm.es/index.php/CUTS/article/viewFile/42645/43069
Silvia Navarro Pedreño: De cómo Robinson Crusoe (re)descubrió a Viernes: reflexiones sobre la perspectiva relacional en la intervención social hoy. Recuperado de: http://www.rayuelacreactiva.com/images/stories/pdf/perspectiva_relacional.pdf
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II. XIV. Modelos actuales de intervención social: 1. La práctica basada en la evidencia
2. La innovación social
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Relación de autores:
Curso 2017 ‐ 2018 GÓMEZ RILOVA, CELIA JIMÉNEZ GABARRI, MARÍA DEL VALLE.
Curso 2016 ‐ 2017
BENDITO HERNANDEZ, CESAR BONILLA TORIBIO, RODRIGO GARCÍA DELGADO, PAULA GARCÍA GARCÍA, JAVIER
II. XIV. Modelos actuales de intervención social:
1. La práctica basada en la evidencia
La Práctica Basada en Evidencias (PBE) es definida como “el uso consciente, explícito y juicioso de la evidencia más actual y vigente en la toma de decisiones en la atención individual de nuestros clientes”. Este método introduce como novedad que los profesionales fundamenten sus intervenciones no sólo en su experiencia profesional, sino que combine ésta con la mejor evidencia de investigación (teórica o empírica) disponible. Pretende evitar la inercia en la práctica profesional o la falta de actualización de conocimientos.
Se parte del hecho de que el Trabajo Social es una disciplina asentada en conocimientos y métodos existentes en el ámbito del saber científico social. Ello supone que el Trabajo Social no puede limitarse a “consumir conocimientos”, sino que debe asumir la tarea de generar/compartir/utilizar conocimiento aplicado mediante procesos de investigación sobre su objeto de interés y de evaluación sobre las intervenciones en él realizadas.
La PBE aparece por primera vez en las ciencias de la salud para ayudar a los profesionales en su toma de decisiones. Se entiende por esta práctica la utilización consciente, explícita y juiciosa de la mejor evidencia científica clínica disponible.
La práctica basada en la evidencia asegura a los profesionales que estará fundamentada en hallazgos que demuestren empírica y rigurosamente que las actuaciones realizadas producen resultados eficaces y efectivos. Así, la PBE ayudaría al trabajador social a minimizar los riesgos en su quehacer profesional (Morago, 2004: 5‐20).
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2. La innovación social
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El TSBE supondría un complemento idóneo para la práctica profesional en tanto que permite fundamentar la decisión profesional en intervenciones sociales eficaces.
Los modos de proceder de los profesionales del trabajo social que desempeñan su labor en contextos complejos, donde se entremezclan relaciones humanas, circunstancias psicosociales, culturales y económicas, entre otras (Trinder, 2000) no pueden ser reducidos a un proceso. Así, cualidades propias del trabajador social como la empatía o el desarrollo de habilidades sociales para entablar relaciones con los usuarios, entre otras muchas, no pueden verse alteradas por la adopción de nuevos métodos. El profesional del trabajo social no puede dejar a un lado su experiencia, su profesionalidad y su autonomía ante las situaciones que se le presentan en el desempeño de su práctica.
La aplicación de este método implica la necesidad de disponer de recursos materiales y, sobre todo, de tiempo para poder buscar las evidencias, extrapolarlas a la práctica y evaluar los resultados. Es aquí donde pueden surgir ciertas limitaciones ya que, en muchas ocasiones, elementos necesarios como los recursos y el tiempo no siempre están presentes en el desarrollo de nuestro trabajo.
Los principios de la práctica basada en la evidencia supondrían un complemento para la labor del trabajador social en tanto que sirve para ayudar a los profesionales a resolver problemas que puedan aparecer en su práctica profesional basándose en las mejores pruebas disponibles en la literatura científica. La información, su selección, sistematización y la difusión del conocimiento son aún hoy asignaturas pendientes para el Trabajo Social.
1.1. La práctica basada en la evidencia en Trabajo Social.
Una de las consecuencias de la creciente popularidad de la PBE en el ámbito de la Medicina y el resto de las disciplinas sanitarias ha sido su desarrollo también en otras profesiones más distantes, pero de algún modo asociadas, entre las que se incluye Trabajo Social. Durante los últimos años, en los Estados Unidos, Australia, Canadá y el Reino Unido se ha producido una rápida expansión de la PBE en el sector de la asistencia social. En 1995 fue creado, en la Universidad de Exeter (Reino Unido), el Centro para los Servicios Sociales Basados en la Evidencia y un centro similar ha sido recientemente inaugurado en la Universidad de Flinders, en Australia. En Octubre de 2003, el Departamento de Política Social y Trabajo Social de la Universidad de Oxford puso en marcha el primer curso post‐grado en Trabajo Social Basado en la Evidencia (TSBE), que ha atraído a alumnos de catorce países diferentes y ha alcanzado, en su primer año de existencia, una notable popularidad entre la comunidad académica. Este
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fenómeno no ha surgido, sin embargo, sobre un vacío metodológico (Trinder, 2000). Citando a Richmond (1917), McDonald utiliza el término «resurgimiento» para referirse al interés renovado en un método, la PBE, cuyos principios esenciales han sido «articulados y discutidos dentro de la literatura del Trabajo Social prácticamente desde la aparición de la profesión» (McDonald, 2003:125). En la misma dirección, Sheldon y MacDonald (1999) consideran que, efectivamente, desde los primeros tiempos de la profesión de Trabajo Social ha existido una especial atención por los estudios de investigación y evaluación, contexto en el cual es posible identificar la idea de la PBE. Esta tradición de investigación científica en el campo del Trabajo Social ha estado caracterizada, en gran medida, por la existencia de escuelas tan diversas como la empírica o experimental, la pragmática y la crítica, cada una de las cuales, especialmente el movimiento experimental y los defensores del pragmatismo, han adaptado la PBE al marco conceptual de sus propios métodos.
1.2. Pros y contras de la práctica basada en la evidencia.
Los defensores de la PBE afirman que el hecho de fundamentar la decisión profesional en aquellas intervenciones o programas que han sido previa y críticamente evaluados como eficaces permite la prestación de unos servicios de mejor calidad así como un uso más racional de los recursos disponibles. También sostienen que la PBE es un modo eficaz de rebatir aquellas opiniones que, a falta de una base científica suficiente, se apoyan en prácticas comúnmente aceptadas: la autoridad, creencias imperantes, información anecdótica, o investigación de escasa calidad metodológica. En el terreno de las intervenciones sociales se pueden encontrar ejemplos de cómo las buenas intenciones no siempre van acompañadas de buenos resultados.
Las principales objeciones a la PEB se centran en cuatro puntos:
1. La PBE no es un método nuevo: los buenos profesionales siempre han consultado la literatura científica.
2. La PBE es más un modo encubierto de racionar recursos que de proveer el mejor servicio posible al usuario (Morago, 2004).
3. La PBE es un instrumento en poder de las organizaciones para limitar la autonomía de decisión de los profesionales.
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4. La PBE presenta una visión parcial de lo que constituye evidencia científica, otorgando excesivo protagonismo a criterios cuantitativos de investigación e ignorando otros diseños, como por ejemplo los métodos cualitativos que suministran una información más específica sobre el usuario y sus necesidades asistenciales.
1.3. Proceso
La práctica basada en la evidencia conlleva dos etapas claramente diferenciadas:
• La primera consistiría en convertir el problema de intervención en una pregunta de investigación del tipo: ¿cómo podemos ayudar a esta persona a x? A partir de ahí, se trataría de buscar en la literatura científica respuestas a ese interrogante. Tras la recopilación de material, se hace una revisión crítica de todo ello, desechando aquellas aportaciones que se consideren poco útiles para nuestro objetivo… ayudar a x.
• La siguiente etapa supondría aplicar en la práctica la respuesta a la pregunta planteada y evaluar los resultados. Pondremos en evidencia la adecuación o no de la respuesta dada y generaremos conocimiento (evidencias) que nos puedan ayudar a crecer competencialmente en la medida que sabemos más…
Ello no supone que el profesional del trabajo social deba dejar de lado su experiencia, su profesionalidad y su autonomía ante las situaciones que se le presentan en el desempeño de su práctica.
La PBE reconoce la importancia de compartir, siempre que ello sea posible, el proceso de deliberación y decisión con el usuario de los servicios sociales, al consagrar sus preferencias y valores como otro de los componentes esenciales de las decisiones basadas en la evidencia. El amplio campo del Trabajo Social es una reserva estimable de talento profesional y científico y que la función del TSBE no es reemplazar ese talento, sino aumentarlo para que sirva de base a una asistencia social cada día más efectiva.
Toda intervención tiene una teoría implícita o explícita, se basa en saberes teóricos o prácticos… se trata de evidenciar esos saberes y aprovechar su aplicación para obtener/generar nuevos conocimientos que contribuyan a afinar las intervenciones, haciéndolas progresivamente más eficaces.
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2. La innovación social
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2. La innovación social.
La Comisión Europea, enmarcada en su Estrategia Europa 2020, lanzó en el año 2010 la iniciativa emblemática “Unión por la Innovación”, en la que la “Apuesta por la Innovación Social” se menciona como elemento clave. Dicha iniciativa define el concepto de Innovación Social de la siguiente manera:
“La Innovación Social consiste en encontrar nuevas formas de satisfacer las necesidades sociales que no están adecuadamente cubiertas por el mercado o el sector público… o en producir los cambios de comportamiento necesarios para resolver los grandes retos de la sociedad… capacitando a la ciudadanía y generando nuevas relaciones sociales y nuevos modelos de colaboración. Son, por tanto, al mismo tiempo innovadoras en sí mismas y útiles para capacitar a la sociedad a innovar…”.
La innovación social significa desarrollar nuevas ideas, servicios y modelos para abordar mejor los problemas sociales. Invita la participación de actores públicos y privados, incluida la sociedad civil, para mejorar los servicios sociales.
La innovación social constituye, en todo caso, una corriente muy heterogénea con aportaciones que, frecuentemente, no se presentan en o para la comunidad institucional y profesional (más tradicional o estructurada) de las políticas sociales. Si atendemos a su contenido y finalidad (con referencias frecuentes a la cohesión, el bienestar o el desarrollo social), frecuentemente encajan en el amplio campo sectorial delimitado por la política social, como se comprueba en una reciente revisión de literatura sobre innovación en servicios de bienestar en Europa (Crepaldi y otras, 2012: 6) o en el proyecto WILCO sobre innovaciones en bienestar a escala local a favor de la cohesión (Evers y otras, 2014).
Volviendo, sin embargo, a la definición de la Comisión Europea, recordemos que, además de referirse a la satisfacción de necesidades sociales o al bienestar (como finalidad más o menos mediata de la innovación), también hacía referencia a la creación de nuevas relaciones o colaboraciones sociales. Efectivamente, es bastante común que se afirme que “las innovaciones sociales son innovaciones que son sociales tanto en sus fines como en sus medios. Son innovaciones que no sólo son buenas para la sociedad, sino que potencian la capacidad de los individuos para actuar”. Esto hace que se haya llegado a afirmar que el lugar privilegiado para la innovación social sólo es la sociedad civil o incluso la iniciativa social (o tercer sector).
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2.1. La respuesta política.
La innovación social forma parte del paquete de inversión social y debe integrarse en la formulación de políticas y estar relacionada con las prioridades sociales, como la implementación de recomendaciones específicas para cada país (incluso a través del Fondo Social Europeo). La experimentación de políticas sociales prueba la validez de nuevas políticas innovadoras mediante la recopilación de pruebas sobre el impacto real de las medidas en las personas. Estos "experimentos" de ofrecer respuestas innovadoras a las necesidades sociales son intervenciones de sondeo a pequeña escala para evaluar el impacto hecho en condiciones donde su impacto puede ser medido puede ampliarse si los resultados demuestran ser convincentes.
2.2. ¿Por qué la innovación social?
Los avances tecnológicos, la globalización y el envejecimiento de la población están cambiando las sociedades europeas. En los últimos años, la tasa de cambio se ha acelerado. Los europeos viven vidas más largas y saludables en nuevas configuraciones familiares y patrones de trabajo. Los valores y las relaciones entre generaciones están cambiando. Los europeos se enfrentan a oportunidades sin precedentes, más opciones y mejores condiciones de vida.
2.3. Proporcionar distintas (mejores) soluciones a necesidades sociales.
Las necesidades sociales se refieren, ante todo, a la inserción laboral de las personas vulnerables o grupos (minorías, inmigrantes en paro de larga duración, personas con diversidad funcional, delincuentes, pobres, personas sin hogar), problemas de salud y actividades de cuidado, educación y ayuda de la comunidad. Originalmente, el cuidado de los niños ha sido un problema en torno al cual las innovaciones sociales han puesto énfasis, debido a que los gobiernos no invirtieron en el cuidado, tradicionalmente ha sido hecho gratis por las madres. Pero ahora la sociedad que envejece ha puesto una mayor presión sobre las actividades de cuidado para los ancianos. Es probable que se convierta en el sector más grande para el empleo, así como el desarrollo de nuevos procesos con mayores intervenciones de empresas sociales y organizaciones de la sociedad civil. La creación de actividades económicas con microcréditos e iniciativas educativas para reducir el número de abandonos escolares prematuros son otros dos resultados de este tipo de innovación social.
La innovación social es un proceso consistente en “buscar” algo nuevo. No siempre lo nuevo es sinónimo de bueno… pero parece claro que ante los nuevos “retos sociales”
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II. XIV. Modelos actuales de intervención social: 1. La práctica basada en la evidencia
2. La innovación social
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es difícil pensar que pueden seguir valiendo viejas respuestas que se crearon para y en situaciones muy distintas a las actuales.
Ante nuevas situaciones hay dos posibles respuestas:
• Adaptativas: intentar ajustar las respuestas para que más o menos todo siga igual.
• Creativas: un nuevo modo de enfrentarse no comparable con lo hasta ahora existente.
Ante nuevas situaciones… no parece lógico insistir en las viejas respuestas... es preciso buscar nuevas soluciones… más eficientes, efectivas, justas, sostenibles… que aporten valor desde el punto de vista del bien común. Y será el trabajo común, los procesos sociales, las deliberaciones entre actores (administración, tercer sector, sociedad civil, universidades…) las que permitirán avanzar sobre futuros inciertos, pero (lo necesitamos) mejores.
Las innovaciones sociales son sociales porque lo son en dos sentidos: tanto en sus fines como en sus medios. De manera específica, definimos las innovaciones sociales como aquellas nuevas ideas (productos, servicios, modelos…) que de manera simultánea cubren necesidades sociales de manera más efectiva que alternativa y crean nuevas relaciones sociales o colaboraciones. Hay innovaciones que no sólo son buenas para la sociedad, sino que incrementan sus capacidades para la acción (Presidente Barroso)
La innovación es distinta a las rutinas, los procesos habituales, las respuestas establecidas… En la generación de probar, crear, apoyar…. algo nuevo, tienen mucha importancia los debates en las comunidades profesionales.
Referencias Bibliográficas.
• María Dolores Pereñíguez Olmo: Trabajo Social e investigación. La Práctica Basada en la Evidencia. Págs. 22 a 25. Recuperado de: http://cgtrabajosocial.com/app/webroot/files/murcia/files/colegio/tsmu/TSMU_17_27dic%5Bcompleta%5D.pdf
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• Pedro MORAGO. Práctica basada en la evidencia: de la Medicina al Trabajo Social. Recuperado de: http://biblioteca.ues.edu.sv/revistas/10800247‐1.pdf
• Teresa Montagut (2014): De la innovación a la Innovación Social. Rev. Documentación social nº 174. Ejemplar disponible en la Biblioteca del Campus Miguel Delibes http://almena.uva.es/record=b1225997~S1*spi
• Fernando Fantova: Innovación social y Tercer Sector de Acción Social. http://fantova.net/?wpfb_dl=332
• Unión Europea: innovación social. Recuperado de: http://ec.europa.eu/social/main.jsp?catId=1022&langId=en
• European Union: Empowering people, driving change: Social innovation in the European Union. Recuperado de: http://ec.europa.eu/DocsRoom/documents/13402/attachments/1/translations/en/renditions/native
• Video: ¿qué es la innovación social? https://vimeo.com/101520049
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Tema II. XV. La supervisión y la investigación en Trabajo Social
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Relación de autores:
Curso 2016 ‐ 2017
BRAVO MARTÍN, LAURA CABALLERO TRIBIÑO, ANA ISABEL DÍEZ ASENSIO, RAQUEL FRAGUA SOBRINO, CRISTINA GALLEGO LLAMAS, MARÍA GIL RUIZ, LARA
Tema II. XIV. La supervisión y la investigación en Trabajo Social
1. La supervisión en Trabajo Social
Las realidades sociales están en continuos procesos de cambio, por lo que el Trabajo Social no puede estar estático, debe adaptarse a esos cambios, para poder dar en cada momento la mejor respuesta profesional. Por todo ello es necesario analizar la Supervisión en Trabajo Social.
La palabra supervisión viene del latín super y videre, que significa “ver por encima”. En su aplicación en el Trabajo Social, la supervisión ofrece un marco donde facilitar una reflexión sobre las actuaciones profesionales y donde favorecer el mantenimiento de una curiosidad intelectual y así estimular el afán de aprender y mejorara las actuaciones de la profesión.
A este concepto se le pueden atribuir numerosas definiciones. Destacamos dos definiciones de dos importantes autores:
Julia Tuerlinckx la definía como una relación dinámica, entre el asistente social y el supervisor. En la cual el supervisor, en razón de sus conocimientos, de su comprensión de sí mismo y de los demás y de su experiencia en las técnicas del servicio social, presta una ayuda real, tanto personalmente como profesionalmente al supervisado.
Julia Tuerlinckx considera la supervisión como un método que debe enseñar, guiar, asesorar a estudiantes y profesionales del Trabajo social y como un espacio de revisión cotidiano de la práctica profesional. La relación dinámica que se crea con la supervisión, entre el supervisor y el estudiante/profesional, nos permite saber qué estoy haciendo, como y nos ofrece posibilidades de mejora.
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Graciela Tonon la definía como un proceso metodológico que se despliega en dos espacios: el ejercicio profesional y la formación académica. Cuyos objetivos son el aprendizaje de nuevos conocimientos y habilidades, necesarios para el desempeño profesional cotidiano, así como la reflexión acerca del impacto afectivo y emocional que genera en el supervisado la atención de cada situación en la cual haya actuado profesionalmente.
¿Qué es la supervisión?
Es un espacio para la reflexión, relacionado con el análisis y apoyo al profesional, con la ayuda de un experto. Es un acompañamiento o ayuda externa para contribuir al desempeño del profesional, para que este sea mejor y lo más adecuado posible.
Teresa Sheriff y Eddy Sánchez definen la supervisión como un método de formación continuada del trabajador social mediante el cual se refuerzan los conocimientos adquiridos. Julia Tuerlick, al definir el contenido de la supervisión, advierte que esta no es sinónimo de control, ni de inspección, ni de vigilancia. Considera que su contenido real es el de educación, instrucción y formación.
Orígenes:
Los orígenes de la supervisión habría que situarlos principalmente en los Estados Unidos, considerando que los profesionales remunerados fueron los pioneros de la supervisión profesional posterior. El primer texto sobre Trabajo Social fue la obra de Jeffrey R. Brackett "Supervision and education in charity"en el año 1905. En EEUU, el primer curso de lo que se considera ahora como supervisión, se dio en 1.911 y estuvo a cargo del Departamento de Obras Sociales de la Fundación Rusell Sage.
Supervisión en Trabajo Social en el Estado español:
Se puede considerar que la supervisión, tal y como la entendemos en la actualidad, no se inició hasta la creación de las primeras escuelas de Trabajo Social para formar profesionales. La primera de estas escuelas se fundó durante la Segunda República, en el año 1932.
En el marco del Segundo Congreso de Asistentes Sociales celebrado en Madrid en 1972, se presentó una ponencia sobre la supervisión como método de superación profesional.
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La primera publicación sobre supervisión en Trabajo Social fue el artículo que Rosa Roca publicó en la revista de Trabajo Social de la Asociación de Asistentes Sociales de Barcelona, en el año 1962.
Contexto de la supervisión:
Es importante delimitar los escenarios donde se va a desarrollar la supervisión. Diferenciamos dos contextos importantes donde la supervisión tiene una gran importancia:
‐ En el contexto profesional, la práctica de la supervisión contará con un papel, más sentido y útil, la dotará de mayor coherencia. En definitiva, la supervisión contribuye para ayudar al supervisado a ser mejor profesional en su quehacer diario.
‐ En el contexto académico, la Supervisión hará que los estudiantes tengan las mejores conexiones entre la teoría aprendida y la práctica.
Objetivos de la supervisión:
Estos pueden variar según se trate de un tipo u otro de supervisión. El Trabajo Social tiene unos objetivos generales comunes que se atribuyen al perfeccionamiento de la práctica profesional y a una mejor satisfacción en el ejercicio de la profesión, siendo estos:
‐ Reforzamiento de la captación profesional (conocimientos y destrezas): los profesionales hacen mejor su tarea.
‐ Promocionar el desarrollo profesional: reforzando la captación profesional, el conocimiento y las destrezas.
Longres destaca cuatro objetivos básicos de la Supervisión:
‐ Enseñanza y formación permanentes
‐ Ofrecimiento de Servicios de Calidad
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‐ Socialización del trabajador social
‐ Elevar el nivel teórico y práctico de las actuaciones
Kadushin considera que el objetivo inmediato es mejorar la capacidad efectiva del trabajador social. El objetivo remoto sería dar un buen servicio al usuario.
Funciones de la Supervisión:
La función primordial de la supervisión es la de favorecer la adquisición de una identidad profesional y aprender una nueva forma de ser y de actuar. Con la supervisión se desarrolla una función facilitadora y de acompañamiento, de reflexión y aprendizaje a partir de la práctica profesional.
Valores de la Supervisión:
Según Sánchez y Sheriff los valores que han de transmitirse en la Supervisión son:
‐ El espíritu comunitario
‐ El dialogo
‐ La visión crítica de la realidad
‐ La investigación y creatividad
‐ La responsabilidad social y personal
‐ El compromiso
‐ La participación para conseguir el Bienestar social
‐ El respeto a la persona expresado mediante los principios de aceptación, individualización, autodeterminación y participación activa.
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Tipos de supervisión
Para clasificar la supervisión destacan tres aspectos básicos:
A. La supervisión administrativa: está directamente relacionada con una técnica de gestión, se da siempre en el marco de una organización con el objetivo prioritario de que se cumplan los objetivos de dicha organización. El supervisor tiene un puesto concreto en el centro o lugar de trabajo donde se aplica. Éste ocupa una posición intermedia entre el director y los trabajadores, por lo que su posición resulta clave para el buen funcionamiento de la organización. El buen o mal desempeño, tendrá efectos y consecuencias directas tanto para la consecución de objetivos, como de ambiente.
Este tipo de supervisión surge normalmente por iniciativa de la propia organización y no de los trabajadores sociales. Las funciones de la supervisión administrativa según Kadushin son:
‐ Selección y contratación del trabajador
‐ Colocación del trabajador en un puesto de trabajo concreto
‐ Planificación, distribución y delegación del trabajo
‐ Dirigir, revisar y evaluar el trabajo
‐ Coordinación
‐ Distribución de la información
‐ Introducir cambios y nuevas ideas
‐ Rebajar tensiones
B. La supervisión educativa: es probablemente el tipo de supervisión que más se identifique con la supervisión de Trabajo Social, es la que más está extendida en España. Las universidades donde se ofrece el grado en Trabajo Social utilizan procesos
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de Supervisión educativa en las prácticas que los estudiantes realizan en instituciones externas a la Universidad.
Esta es la que tiene como objetivo enseñar, formar y ayudar a mejorar conocimientos a los trabajadores sociales, o a aquellos que están en fase de formación para convertirse en profesionales del trabajo social e integrar adecuadamente la teoría aprendida con la práctica cotidiana. El estudiante analizará, reflexionará, y discutirá con el supervisor todo lo que considere oportuno e irá conformando su propia identidad profesional.
Según Kadushin las funciones más presentes en la supervisión educativa son: informar, clarificar, aconsejar, sugerir, guiar, enseñar, facilitar el aprendizaje, compartir experiencias y conocimientos, contribuir a la mejora profesional…
C. La supervisión de apoyo: este tipo es el menos frecuente. Tiene en cuenta en sus objetivos y aplicación el ofrecer apoyo a las personas que reciben dicha supervisión, de forma que puedan superar mejor las tensiones y dificultades que se presentan en el ejercicio de su trabajo. Se puede denominar incluso de apoyo psicológico.
En el trabajo cotidiano de los trabajadores sociales, estos se suelen encontrar con realidades donde están continuamente presentes las desigualdades, el sufrimiento, la injusticia… normalmente a causa de esto, surge en los profesionales un gran nivel de conflicto profesional y personal. Desanimo, sentimientos de impotencia, falta de reconocimiento…
El objetivo de esta supervisión es animar, estimular, elevar la autoestima, el reconocimiento de las cualidades... del trabajador.
Por medio de la supervisión administrativa se observa cual es la eficiencia del trabajador. La competencia se mide con la supervisión educativa y el sentirse comprendido o valorado es objeto de la supervisión de apoyo.
Modalidades de supervisión:
No todas las supervisiones son iguales:
‐ algunas las proporciona la organización: les hacemos partícipes de la supervisión, apoyo, acompañamiento, entrenamiento tanto a nivel profesional como personal.
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‐ otras las contrata el profesional/es: de mutuo acuerdo y en grupo o de forma individual los profesionales contratan a un experto al que acuden cada cierto tiempo y se someten a supervisión para solucionar casos complejos, situaciones de casos en los que no han salido satisfechos, intentando aprender de la experiencia aun cuando no sea del todo positiva o negativa.
Tradicionalmente se distinguen dos tipos de supervisión:
A. La supervisión individual: esta se centra en la relación supervisor‐supervisado y en el intercambio de conocimientos teórico‐prácticos. La técnica fundamental que se utiliza es la entrevista, por ello hay que prestar cierta atención al lenguaje tanto verbal, como no verbal del supervisado. Este tipo de supervisión permite desarrollar un trabajo muy personalizado en el que el supervisor tendrá en cuenta las características personales del supervisado y se promueve una relación estrecha y de confianza entre ambos. La supervisión busca una actitud de autobúsqueda por parte del supervisado.
B. La supervisión grupal: Es muy habitual sobre todo si nos referimos a los estudiantes. Al trabajar en grupo hay una gran diversidad de cuestiones a debatir, abordar, muchos puntos de vista y opiniones, que hacen que está técnica sea muy atractiva. La supervisión grupal puede estar supervisando a un conjunto de estudiantes que desarrollan su práctica profesional de manera individual, no es necesario que todo el grupo, desarrolle la misma práctica formativa. Kadushin presenta las siguientes ventajas de la supervisión grupal:
‐ El abanico de posibilidades de intervención y mejora se amplían al trabajar en grupo.
‐ El apoyo emocional entre sus miembros puede ser amplio y diverso.
‐ El grupo se convierte en un espacio donde desarrollar habilidades
Pero no todo son ventajas, por lo que surge la necesidad de ver a las dos modalidades complementándose una con otra.
Perfil del Supervisor
La tarea de supervisar requiere una serie de habilidades y unas características personales que faciliten el ejercicio de esta función como pueden ser:
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Formación y experiencia profesional en el campo que vaya a supervisar.
Tener una buena capacidad para mantener un bien nivel de comunicación verbal y no verbal.
Saber escuchar y tener empatía.
Manejar la técnica de la entrevista o dinámicas de grupo.
Capacidad de organización, planificación y sistematización del trabajo.
Actitud exigente. Capacidad de crítica constructiva y autocrítica.
Capacidad para animar, motivar y reforzar.
Abierto al cambio, improvisación y cuestionamiento de su trabajo.
El registro y la documentación en la supervisión.
Para llevar a cabo la supervisión de una forma adecuada hay que tener en cuenta que las sesiones se preparan anticipadamente, y también, hay que documentar al máximo el trabajo realizado. Esta información se recoge en documentos como pudiera ser la ficha social, el registro de entrevistas, los informes sociales…
Siempre se debe tener en cuenta que hay que cuidar de que la documentación del trabajo se utilice responsablemente sin olvidar que el trabajador social tiene la obligación de respetar el secreto profesional de lo que le ha comunicado el usuario.
Evaluación de la supervisión.
Cuando se habla de evaluación de supervisión, nos referimos sobre todo al espacio concreto que se dedica para analizar y contrastar las acciones de trabajo en base a unos parámetros de idoneidad. Es decir, la evaluación es el resultado de la suma de las evaluaciones individualizadas hechas en cada sesión de supervisión. Esta debe hacerse desde diversos marcos de referencia y se priorizará uno u otro según el tipo de supervisión de que se trate.
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La sesión de evaluación es una sesión especializada dentro de las diversas sesiones de supervisión en que el material es específicamente la síntesis del trabajo que ha llevado a cabo el trabajador social y cómo lo ha hecho para poder llegar a conclusiones respecto a la forma en que se han ido adquiriendo diversos conocimientos y aprendizajes.
No es suficiente con que se analice el cómo está realizando su trabajo el profesional, sino que también hay que ver cómo la supervisión ha influido en su forma de trabajar.
2. La investigación en Trabajo Social
Relación trabajo social e investigación
La insistencia en la necesidad de destacar el papel de la investigación en el desarrollo de la disciplina y profesión no debe hacernos olvidar que las tareas de investigación siempre han sido contempladas en el Trabajo Social como actividades fundamentales de cara a mejorar progresivamente la eficacia de la disciplina en el logro de sus objetivos. Ya M. Richmond aludía en 1.922 a la importancia que la investigación tenía en el trabajo social:
"No creo que se pueda dar un mejor consejo a las asistentes del servicio familiar de casos individuales que el de estudiar y desarrollar la parte de su esfera de actividad que atañe a las investigaciones sociales, o a la mejora <en conjunto> de las masas. No quiero decir que ellas deban renunciar a su propia tarea, ni descuidarla, a fin de emprender estudios especiales o lanzarse en campañas legislativas, pero entendiendo con esto que su actividad debe ser más fecunda desde el punto de vista científico de lo que es actualmente [...]” Richmond,1922: 150
Para qué: utilidad
Son diversas las razones que pueden justificar la necesidad de incrementar la investigación en el Trabajo Social. De entre ellas se pueden destacar cuatro por su especial relevancia en el ámbito universitario.
a) Hemos de recordar que la investigación siempre ha sido y será uno de los mejores caminos para relacionar, vincular la teoría con la práctica, o lo que es lo mismo, reducir la fisura a veces denunciada entre el mundo de lo teórico y la realidad cotidiana. Si
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esto es importante en toda ciencia y profesión, lo es aún más en el Trabajo Social, puesto que se trata ésta de una disciplina aplicada.
b) A diferencia de otras disciplinas afines, la intervención en materia de bienestar (nuestro objeto de interés) presenta unas características que dificultan la sistematización precisa y durable de los conocimientos y técnicas al servicio de la intervención social. La complejidad y dinamicidad de las situaciones sociales objeto de la intervención, los contenidos culturales presentes en la interpretación, intervención y desarrollo de los hechos sobre los que intervenimos, la presencia simultánea de factores objetivos/subjetivos‐micro/macro necesariamente a considerar en el estudio, valoración y actuación social, la fuerte componente política‐institucional que impregna el quehacer profesional... son unas pocas, pero determinantes, características de la intervención social que implican elevados grados de imprecisión e incertidumbre sobre los procesos y resultados. El incremento de la investigación en el Trabajo Social se hace más necesario en la medida que ayudaría a reducir los, muchas veces elevados, niveles de inseguridad e inconsistencia de las intervenciones en el ámbito del bienestar.
c) Hay que prestar atención al proceso de maduración teórica y técnica que se está produciendo en el conjunto de las ciencias sociales y del que el Trabajo Social, como disciplina científico social que es/debe ser, no puede estar ajena. El desarrollo de teorías explicativas de las realidades con las que trabajamos es causa y efecto de la aparición de nuevas técnicas, nuevos modelos, mejores y más eficaces estrategias de intervención social. El Trabajo Social no debe perder la oportunidad de beneficiarse de los nuevos planteamientos teóricos y metodológicos e incluso de hacer sus aportaciones sobre las posibilidades y efectos de su aplicación en el ámbito del bienestar social y los servicios sociales. De otro modo, nuestra disciplina y profesión irá incrementando, en vez de reduciendo, esa especie de vulnerabilidad con respecto a otras disciplinas y profesiones asentadas sobre planteamientos más sólidos, científicamente hablando (McCartt Hess, y J. Mullen, 1995).
d) Para terminar creo conveniente subrayar el creciente aumento en la exigencia de mayor efectividad y eficiencia en la intervención social. El progresivo reconocimiento de los derechos sociales, junto con la crisis financiera del llamado Estado Social, pueden ser dos de las múltiples razones por las que progresivamente se está demandando al Trabajo Social y, más específicamente, a los trabajadores sociales una mayor “rentabilidad” de sus acciones. La extensión de procesos de evaluación (investigaciones evaluativas) sobre programas sociales desarrollados preferentemente por trabajadores sociales, está poniendo de manifiesto no sólo la complejidad de la atención social, sino también la ineficacia de muchas de sus prácticas. Es cierto que tal ineficacia no es únicamente de responsabilidad técnica, pero así se reconocerá si los técnicos no son capaces de justificar, fundamentar, empírica y teóricamente, con la mayor precisión y rigor posible, su quehacer cotidiano. La muerte de un paciente
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puede ser fácilmente achacable al sanitario de turno si éste no justificase las razones del fatal desenlace.
Investigación y documentación
Para terminar con esta breve referencia al papel que juega la investigación en nuestra disciplina es preciso destacar la importancia que en esta tarea desempeñan las prácticas documentales y los indicadores sociales.
La relación existente entre investigación y documentación es clara desde el momento en que la segunda se constituye en fuente de datos de la primera (M. Grawitz, 1975: 115 a 137). En el caso del Trabajo Social la importancia de la documentación como fuente de información para la investigación adquiere un carácter especial puesto que en el ejercicio profesional las técnicas documentales son muy utilizadas y, por tanto, pueden suponer un medio importante para la obtención de datos que nos permitan el estudio detallado de los fenómenos con los que trabaja. La utilización de la documentación con fines investigadores aconseja el empleo de procedimientos que doten a la información recogida de unos mínimos de fiabilidad y validez permitiendo la generalización y comparación de los datos allí contenidos.
Un medio de gran ayuda en las tareas que comprende el proceso de investigación resulta ser la utilización de indicadores. Un indicador no es más, ni menos, que un dato directamente observable que permite aprehender las dimensiones, presencia o ausencia de una variable o atributo determinado de la realidad estudiada. El uso de indicadores, tal y como hoy los conocemos, está muy extendido en el ámbito de las ciencias sociales, teniendo sus orígenes en los cercanos años sesenta (Casas Aznar, 1989: 19 y ss.), aunque sus antecedentes coinciden con el interés por cuantificar fenómenos sociales que, en muchos casos tenían, que ver con hechos relacionados con el bienestar social (A. De Miguel, 15 y ss.). La elaboración de indicadores de cuestiones relacionadas con el bienestar social resulta tan útil como complejo, aunque con la paciencia y métodos adecuados los buenos resultados terminan por aparecer. Un ejemplo de ello lo tenemos en el estudio de Setién (1993) sobre Indicadores Sociales de Calidad de Vida. El uso de indicadores sociales fiables y válidos se hace imprescindible en la intervención social y, cómo no, dentro de la investigación independientemente del nivel de ésta, puesto que resulta tan útil para una correcta toma de decisiones (Pascual i Esteve, 1991) (Red Vega, 1997) como para la ampliación‐verificación de los conocimientos científicos existentes sobre determinada parcela de la realidad social.
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Bibliografía
ÁLVAREZ PÉREZ, R. (2011): La supervisión en trabajo social. En: Cordero Martín, M.G.; Cordero Ramos, N. y Fernández Martí, M.I. (coords.): El mosaico de la intervención social: métodos y conceptos en trabajo social. Sevilla. Aconcagua.
BARBERO GARCÍA, J.M. (2006): La autogestión del Trabajo Social y la perspectiva del investigador. En Cuadernos de Trabajo Social Nº 19
FERNÁNDEZ BARRERA, J (1997): La supervisión en el trabajo social. Paidós. Barcelona.
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