LOS BURRAS MANSAS DE LA RENNIE LINE

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1983/11/13

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22 DÍA DE FIESTA / Tí EL DÍA, Tenerife, domingo 13 de noviembre de 1983

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£1 «Inanda», uno de los «burras mansas» que, desde 1832 a 1911, recalaron regularmente por nuestro puerto

A naviera John T. Ren-nie, Son and Company—más conocida por

Aberdeen Direct Line— iniciósus actividades con una líneaentre puertos británicos a losde África del Sur, India y Aus-tralia. Su flota estaba compues-ta por el bergantín redondoContent y las fragatas LordHaddo y Gonqueror, si bienaños más tarde las posibilida-des que ofrecía Natal hicieronque la empresa adquiriese va-rios finos y rápidos veleros-Tugela, Ifafa, Illovo, Umkomanad, etc.— con los que, hasta1881, mantuvo bien el servicioregular.

En el año citado, la Renniedecidió ir a la sustitución de lasfragatas y bricbarcas por vapo-res —ya antes había tenido ensu flota los pequeños Madagascar y Waldesian, ambos en trá-fico costero en África del Sur-y fueron los astilleros de laHall, Russell and Company,también de Aberdeen, los en-cargados de la construcción deun vapor de 1.537 toneladas,casco de hierro y eslora de 79metros y 10.50 de manga.

Una económica máquina«compound» —transformadaaños más tarde en alternativatriple- le daban 8 nudos demedia a régimen normal. Erabarco muy de su época —cascode cajas, branque recto, popade bovedilla y palos de muchaguinda y en candela, a son dela chimenea- y, bautizado conel nombre de Dabulamanzi,zarpó de Darmouth el 3 de juliode 1882. Días más tarde recalópor Santa Cruz de Tenerife, y,tras hacer consumo y refrescarla aguada, por Hamilton y

Santa Cruz de ayer y de hoy

Los «burras mansas» de la RennieLine

Compañía fue despachado paraCiudad del Cabo y escalas.

Las escalas del Dabulamanzicontinuaron en Santa Cruz deTenerife tanto en los viajes deida como en los de vuelta y,pronto, para las gentes del car-bón y la carga blanca un nom-bre se transformó en «la burramansa» y, por extensión, «bu-rras mansas» fueron a partir deentonces todos y cada uno delos vapores de la Aberdeen Di-rect Line —o la Rennie, si seprefiere— que por nuestro puer-to recalaron hasta que, en1914, la flota fue adquirida porla T. and J. Harrison.

Al Dabulamanzi se unió tresaños más tarde el Matabele,seguido luego por los Inanda—primero de su nombre— Ifafa,fllovo, Inyoni, Induna, Inchan-ga, Inyati, Ingeli e Insizwa,este último ya en 1896.

Las características de los ci-tados «burras mansas» poco di-ferían de las correspondientesal Dabulamanzi. Aumentó lige-ramente el tonelaje y la eslora—también la velocidad— perocontinuaron siendo sencillosvapores mixtos, económicos, defácil y rentable explotación co-mercial que, construidos todospor la mencionada Hall, Rus-sell and Company, disponían deacomodación para un no muyelevado número de pasajeros.

En 1902, la Rennie adquirióa la Strick Line, naviera londi-nense, el Tabaristan, un cargüero de 3.500 toneladas y quede reciente construcción cuyaentrega —con el nuevo nombrede Inkonda —significó la ventadel Dabulamanzi a la FrancoTunisiene de Navigation, em-presa con sede en Marsella. Yfue así como el primero de los«burras mansas» dejó, por unosaños, de hacer escalas regula-res en Santa Cruz.

Tras corta reparación y conla contraseña de la nueva na-viera —que lo rebautizó Ville deSfax— el veterano «burra man-sa» inició línea regular entreMarsella a puertos del Norteafricano. Su posterior venta-en 1906- a la Compañía Ge-nérale Transsatlántique sólosignificó un simple cambio decolores en su chimenea, quequedó con el rojinegro de lanueva naviera, ya que conser-vó nombre y línea regular.

Siete años más tarde, denuevo en venta el primer «bu-rra mansa», que recaló porSanta Cruz. Lo adquirió enton-ces la Unione Austríaca de Na-vigazione, de Trieste, que le dioel nuevo nombre de Anna y loempleó en su línea de cargadesde puertos del Mediterrá-neo a los de La Habana y Golfode México. A pesar de sus años

de mar, el viejo vapor se con-servaba bien de casco y máqui-na y, con su espigada chimenea—ahora con el blanquirrojo yzuncho negro de sus nuevos ar-madores— lució otra vez su es-tampa marinera a la sombra deAnaga tras años de ausencia.Otros barcos de la naviera —losbien recordados Argentina,Marta Washington, Alice yLaura— eclipsaban con su pres-tancia y estampa la silueta delviejo vapor, del primer «burramansa» que vino por SantaCruz de Tenerife.

Cuando en 1914 comenzó laPrimera Guerra Mundial, elAnna estaba en Nueva Orleans,puerto donde permaneció hastaque, en marzo de 1917, el Go-bierno Usa declaró la guerra alos Imperios Centrales y el viejo«burra mansa» —y la totalidadde los barcos alemanes y austriacos refugiados en puertosestadounidenses— fue apresadoy, bajo la bandera de las estre-llas y las barras, pasó al UnitedStates Shipping Board.

El Anna fue utilizado comotransporte de material de gue-rra y víveres desde puertos es-tadounidenses a los del ReinoUnido y Francia. En 1918 llególa paz al mundo y, tras unosmeses en el transporte de mate-rial de guerra excedente —paralas tropas se utilizaron los tra-

embargados eny Bremen— fueluego, anunciada

satlánticosHamburgoamarrado y,su venta.

Con 28 años de mar e histo-ria sobre sus cuadernas, el pri-mer «burra mansa» quedó fon-deado a la gira y mostrando lashuellas inequívocas del aban-dono. La baratura de su preciono era estímulo para los navie-ros norteamericanos, máximecuando el Gobierno de la na-ción ponía en sus manos —y enmuy ventajosas condiciones-centenares de unidades que,construidas en serie, procedíande los programas de emergen-cia desarrollados por los asti-lleros durante la guerra.

Por fin, el viejo Anna fue ad-quirido por la Compañía de Na-vegación Indias, de Valparaíso,y con su cuarto nombre, el deGalera, zarpó rumbo a su nue-va línea y zona de operaciones.Las costas de Chile, desde Ma-

gallanes a Tocopilla, Iquique yArica, fueron escenario delconstante ir y venir del «burramansa» en su navegación decabotaje.

Cambió de propietarios confrecuencia, pero no de nombreni de línea. Su viejo casco, car-gado de años, sufrió los norta-zos, los duros temporales que leatacaban una y otra vez.

En 1926, el Calera —el anti-guo Dabulamanzi fue adquiridopor la Sociedad ComercialBraun y Blanchard. Fue enton-ces cuando tomó su quinto y úl-timo nombre: Maule. Luciéndo-lo en amuras y bovedilla, aúnnavegó dos años y, el 8 de sep-tiembre de 1928, en viaje deMagallanes a Lote naufragó alongo de Punta Colombina.

Con tráfico pirueta, el cascomuerto del primer «burra man-sa» desapareció bajo las aguasdel Pacífico tras cuarenta y seisaños de mar y buena historia.

Los «burras mansas» han pasado a la historia de la mar pe-ro, como otros —«blancas», «bu-fandas», «torises», «paquetes»,«alemanes de la pólvora»,«franceses blancos», «los del so-bre», etc.— quedan en el recuer-do de la ciudad que nació y vi-ve al filo de la ola.— Juan A.Padrón Albornoz.

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