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TRIGESIMA TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (Ciclo A. Año Par) DOMINGO Lecturas bíblicas a.- Prov. 31,10-13.19-20.30-31: Esta mujer trabaja con la destreza de sus manos. Esta primera lectura, es la conclusión del libro de los Proverbios, que canta las bondades de la mujer hacendosa, buena ama de casa. Este pasaje poético sapiencial, es muy práctico, porque considera a la mujer, desde el punto de vista de la economía: mujer buena, laboriosa, sabia administradora, de los bienes materiales de su esposo, emprendedora, hábil en los negocios. No descuida los deberes más humanos, y religiosos, como ser generosa con los pobres. Es más, el poema termina, como con broche de oro: el temor de Dios, adorna su belleza espiritual, más que su hermosura y donaire natural, que se extiende a toda su casa, incluyendo su esposo e hijos. Esta lectura, es toda una alabanza a la mujer hacendosa, que coloca todos sus talentos al servicio de su familia, hasta hacer de su esposo e hijos la corona de su gloria. Ellos la felicitan,

Trigesima tercera semana del tiempo ordinario

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TRIGESIMA TERCERA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

(Ciclo A. Año Par)

DOMINGO

Lecturas bíblicas

a.- Prov. 31,10-13.19-20.30-31: Esta mujer trabaja con la destreza de sus manos.

Esta primera lectura, es la conclusión del libro de los Proverbios, que canta las bondades de la mujer hacendosa, buena ama de casa. Este pasaje poético sapiencial, es muy práctico, porque considera a la mujer, desde el punto de vista de la economía: mujer buena, laboriosa, sabia administradora, de los bienes materiales de su esposo, emprendedora, hábil en los negocios. No descuida los deberes más humanos, y religiosos, como ser generosa con los pobres. Es más, el poema termina, como con broche de oro: el temor de Dios, adorna su belleza espiritual, más que su hermosura y donaire natural, que se extiende a toda su casa, incluyendo su esposo e hijos. Esta lectura, es toda una alabanza a la mujer hacendosa, que coloca todos sus talentos al servicio de su familia, hasta hacer de su esposo e hijos la corona de su gloria. Ellos la felicitan, reconocen su labor, y hasta en la plaza, se cantan sus bondades.

b.- 1Tes. 5, 1-6: El día del Señor llegará como un ladrón en la noche.

Este pasaje, quiere ser una respuesta práctica del apóstol a la comunidad sobre sus inquietudes acerca de la venida del Señor, la parusía de Jesús (v.1; cfr. 1Tes. 4,13). Pablo, no da una respuesta clara, directa, confiesa que ignora el día, la hora, cuando vendrá el

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Señor (v.2.10.), por ello, insiste más en la vigilancia y sobriedad, como soldados que esperan termine su turno, cosa que no les sorprenda su venida (cfr. Mt. 24,33-44; 25,13). Usa el lenguaje de la literatura escatológica, cuando menciona el tiempo y momento preciso en que la parusía tendría lugar, pero les asegura que dicho día vendrá como el ladrón por la noche o como los dolores de parto de la embarazada (vv. 2-3; cfr. Dan. 2, 21; Hch. 1, 7). Son expresiones, que buscan suscitar en el lector la incertidumbre y sorpresa por la venida del Señor, y la urgencia de estar preparados (cfr. Mt. 24, 8. 43; Jn. 16, 21). Serán los impíos, los que vivirán ese momento con sorpresa, porque entregados, a placeres y goces materiales; en cambio, a los fieles les pide que vivan con sobriedad, para ese día del Juicio, no les sorprenda también a ellos. Usa como contrapunto, términos como luz y día, noche y tiniebla, dormir y velar (vv.4-6). Tinieblas y dormir se entiende, una vida licenciosa y con un abandono de la fe y de sus obras; noche y tinieblas, viene a significar, usar la noche para el pecado que llevan a toda clase de vicios, dejarse conducir por caminos de tinieblas y oscuridad, lejos de Dios. Luz y día, encarnan la idea de una vida floreciente de virtudes cristianas y sus respectivas obras, fruto del velar y vivir sobriamente (v.5- 6). La vida en Cristo, es un camino de luz y de gracia, de responsabilidad en todo lo que se refiere a la fe, como a los trabajos del propio estado.

c.- Mt. 25, 14-30: Como has sido fiel en lo poco pasa al banquete de su vida.

El evangelio, nos presenta la parábola de los talentos. La parábola plantea que la perspectiva de fe: es de una espera prolongada del regreso del Señor (v.19). La parábola apunta hacia la parusía, exige vivir en fidelidad, vigilancia y sabiduría amorosa, pero sobre todo, con un trabajo responsable y creativo (v.19; cfr. Mt. 24,42-44; 25,1ss), porque debemos dar cuentas de cómo hemos administrado los bienes que nos fueron confiados. La parábola está centrada en la idea de rendir cuentas, pero antes, debemos sentirnos siervos de ese Señor, lo que probará, lo que hay en el corazón de cada uno de nosotros. El verdadero discípulo, no se presenta a Dios exigiendo derechos, mejor

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es vivir, la dependencia de Dios como Padre y Creador. Como siervo de Dios, cumple sus órdenes con ardor y capacidad de trabajo, que el mismo Señor les ha otorgado a sus siervos. La confianza que pone el Señor en sus siervos, es para que haga fructificar su fortuna, su riqueza; exquisitamente tiene en cuenta la capacidad de cada uno de ellos, para el trabajo y negociar. Se trata de que cumplan la voluntad de su señor en forma personal. Los dos primeros siervos, pasan la prueba, duplican el material que se les ha confiado. Ambos siervos entran en el gozo de su Señor, es decir, ingresan a la vida eterna; el que habla así, es el Hijo del Hombre, que actúa como Juez. Si bien, gozan de la bendición del Señor, fueron fieles en lo poco, respecto a los bienes del Reino, respecto al premio que siempre es mucho mayor (vv. 21-23). El tercer siervo, no trabajó, deja improductivo el capital de su señor, el talento en sus manos no fructificó, no quiso correr ningún riesgo. Defrauda la confianza puesta en él por su señor, es más, le acusa de haberse enriquecido injustamente, si ahora le devolviera la ganancia de ese único talento. Podría haber llevado el dinero al banco, pero ni eso hizo. Mientras los dos primeros son premiados ubérrimamente, el tercero es castigado (v.28). Se le quita el talento, que había devuelto, y se les da al que ya tiene diez; es la retribución divina (cfr. Mt. 13,12; Mc. 4,25). Los talentos ahora son de los siervos, porque el señor se los da para que los trabajen en su vida, que los administren pero también que los aumenten. El festín, de la que se hacen partícipes los dos siervos, es la participación en la soberanía de su señor, el castigo al perezoso, es precisamente no participar del festín y ser arrojado a la oscuridad (v.30). El Hijo del Hombre vendrá en gloria y dará a cada uno conforme a su conducta (cfr. Mt. 16, 27). Solo entrará en el gozo de su Señor, quien administre bien lo recibido, lo aumente, lleve la lámpara encendida, y su traje nupcial.

Santa Teresa de Ávila, siente que ser mujer en la Iglesia de su tiempo era una dificultad, pero por medio de su testimonio supo abrir espacio para ser orante y con sus escritos su testimonio admirable de vida mística. “Parece atrevimiento pensar yo he de ser alguna parte para alcanzar esto. Confío yo, en estas siervas vuestras que aquí están,

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que veo y sé no quiere otra cosa ni la pretenden sino contentaros. Por Vos han dejado lo poco que tenían, y quisieran tener más para serviros con ello. Pues no sois Vos, Criador mío, desagradecido para que piense yo dejaréis de hacer lo que os suplican; ni aborrecisteis, Señor, cuando andabais en el mundo, las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad. Cuando os pidiéremos honras, no nos oigáis, o rentas, o dineros, o cosa que sepa a mundo; mas, para honra de vuestro Hijo, ¿por qué no nos habéis de oír, Padre eterno, a quien perdería mil honras y mil vidas por Vos? No por nosotras, Señor, que no lo merecemos, sino por la sangre de vuestro Hijo y sus merecimientos.” (CV 3,7).

LUNES

Lecturas bíblicas

a.- Ap. 1,1-4; 2,1-5: Recuerda de dónde has caído y conviértete.

b.- Lc. 18,35-43: El ciego de Jericó.

Este evangelio, narra la curación de un mendigo ciego a la entrada de Jericó en el contexto próximo de la pasión, (cfr. Mt.20, 20-34; Mc.10, 46; Lc.18, 31-33). A las afueras de Jericó, el mendigo ciego, pregunta qué sucede, al oír que pasa gente; le informaron que pasaba Jesús de Nazaret, y comienza a invocar su nombre, como Hijo de David (vv.38-39; cfr. Lc.10, 30; 1, 27; 2, 4; 20, 41). Este hombre, ha oído hablar de Jesús por eso le llama, lo que revela que durante su ministerio, muchos creían en Jesús como Hijo de David (cfr. 2 Sam. 7,12-14). Quizás el ciego no conociera las propiedades curativas de Jesús, pero por ser descendiente de David, lo invoca como Mesías. Implora piedad a Jesús, como los leprosos, como en los Salmos, sólo que ahora no es a Dios sino a Jesús que lo representa entre los hombres (cfr. Lc.16, 24; 17,13, Sal.51,1). La gente le hace callar, Jesús escucha y se detiene, pide lo traigan a su presencia; Jesús pregunta qué quiere que haga por él, luego de saludarlo como Señor, pide volver a ver, por su fe le concede la vista (vv. 41-43). Dar la vista a los ciegos, era parte de la misión del Mesías (cfr. Lc. 4,18; 7, 22; 1,78-79; Is. 61,1). Junto a la

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compasión de Jesús, encontramos su poder, al aceptar el título de Hijo de David, y como consecuencia da la vista al ciego. Lucas, resalta el valor de la fe del mendigo, puesto que sus ojos se abren a ver otras realidades, más allá de lo físico (cfr. Lc. 7, 50; 8, 48; 17,19). Como consecuencia, el corazón del ciego reacciona, y alaba a Dios. Conecta el milagro con el poder de Dios, y lo alaba, pero contagia al pueblo (cfr. Lc.5, 25-26; 7,16; 13,13; 17,15; 19,37). Este milagro realizado a la vera del camino que conduce a la Cruz y a la Pascua de Jesús, exige que el hombre en el riego y aventura de cada día, trate de vivir el evangelio, palabra que salva, para centrarse en el acontecimiento salvífico del seguimiento de Jesús de Nazaret, luz del mundo.

Teresa de Jesús, le fue revelado el misterio de las Tres divinas Personas, en el fondo de su alma, con lo que el diálogo fue enriquecido en virtudes humanas y cristianas en grado sublime, hasta hacer de ella Madre de los espirituales en la Iglesia. “Estando una vez con esta presencia de las tres Personas que traigo en el alma, era con tanta luz que no se puede dudar el estar allí Dios vivo y verdadero, y allí se me daban a entender cosas que yo no las sabré decir después. Entre ellas era cómo había la Persona del Hijo tomado carne humana y no las demás. No sabré, como digo, decir cosa de esto, que pasan algunas tan en secreto del alma, que parece el entendimiento entiende como una persona que, durmiendo o medio dormida, le parece entiende lo que se habla. Yo estaba pensando cuán recio era el vivir que nos privaba de no estar así siempre en aquella admirable compañía, y dije entre mí: Señor, dadme algún medio para que yo pueda llevar esta vida. Díjome: «Piensa, hija, cómo después de acaba no me puedes servir en lo que ahora, y come Mí y duerme por Mí, y todo lo que hicieres sea por Mí, como si no lo vivieses tú ya, sino Yo, que esto es lo que decía San Pablo” (Rel. 42).

MARTES

Lecturas bíblicas

a.- Ap. 3,1-6.14-22: Si alguien me abre entraré y comeremos juntos.

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b.- Lc. 19, 1-10: Conversión de Zaqueo.

Este evangelio es propio de Lucas. Jericó, donde Jesús rodeado de un gentío, atraviesa la ciudad. Zaqueo, quiere verlo, pero su estatura no se lo permite y por su profesión no era bienvenido entre la gente. Se adelanta, se sube a un sicómoro, porque quiere ver a Jesús (vv. 5-6). La auto-invitación de Jesús, no se la esperaba el jefe de los publicanos, si bien, acogía a los publicanos con amor, también era exigente con los ricos. Jesús considera a Zaqueo, aunque sea rico, un excluido de la sociedad, su situación le permite anunciar el evangelio. Jesús quiere hospedarse en su casa, hoy, manifestación en plenitud de la salvación (cfr. Lc. 2,11; 4,21; 5, 26; 13,32; 22,34; 23,44). A la alegría experimentada por Zaqueo, se opone la murmuración de quienes critican a Jesús, por ir a hospedarse en casa de un pecador público, cobrador de impuestos para Roma, y contra éste por enriquecerse con su dinero (v. 7). Junto a la alegría de tener a Jesús entre los suyos, Zaqueo se defiende, antes de ir a casa, reconoce autoridad en Jesús, le llama Señor, y le quiere demostrar a los que murmuran, que no es un pecador, es generoso y lo seguirá siendo; el Nazareno no va casa de un pecador, están mal informados acerca de su persona. Hace un ofrecimiento generoso, por si alguna vez ha faltado en su negocio: “Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo. Jesús le dijo: Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.” (vv. 8-10; cfr. Ex. 21,37; 22,3.8; Lev. 5,24; Nm.5,7; 2Sam.12,6). Deja establecido que se puede ser generoso, desprendiéndose de las propias riquezas. Jesús alaba la actitud e Zaqueo, la salvación ha llegado a su casa y familia, la está gozando con la presencia de Jesús. Manifiesta con ello su deseo que este excluido, queda admitido como otros que buscará a la comunión con Dios y con su grupo. Ser cobrador de impuestos y publicano, no lo excluye del Reino de Dios, como pensaban los fariseos; es hijo de Abraham, le devuelve su dignidad. El Hijo del Hombre, con que se identifica ha venido a buscar y salvar a quien estaba perdido (cfr.

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Ez.34). Si esto hizo Jesús con Zaqueo, también lo quiere hacer con todo Israel; hoy también quiere hacerlo, con aquellos que lo buscan con sinceridad.

Santa Teresa con el carisma de fundadora que recibió del Espíritu, preparó casa a Jesús, San José de Ávila, primer monasterio de su Reforma. Jesús desplegó su quehacer amoroso en regenerar las almas por medio de la oración fructífera y una sólida da vida teologal. “Importó tanto, el no me tardar un día más para lo que tocaba al negocio de esta bendita casa, que yo no sé cómo pudiera concluirse si entonces me detuviera. ¡Oh grandeza de Dios!, muchas veces me espanta cuando lo considero y veo cuán particularmente quería Su Majestad ayudarme para que se efectuase este rinconcito de Dios; que yo creo lo es, y morada en que Su Majestad se deleita, como una vez estando en oración me dijo, que era esta casa paraíso de su deleite” (V 35,12).

MIERCOLES

Lecturas bíblicas

a.- Ap. 4,1-11: Santo es el Señor, soberano de todo; el que era, es y viene.

b.- Lc. 19,11-28: Parábola de las minas.

El evangelio, nos presenta una parábola, con carácter escatológico (cfr. Mt. 25, 14-30; Mc.13, 34-35). Lucas, pone esta enseñanza de Jesús, lo que va de viaje de Jericó a Jerusalén, última etapa antes de llegar a la ciudad santa. Es una llamada de atención de parte de Jesús a sus discípulos que siguen albergando esperanzas no ciertas de lo sucederá en Jerusalén. Si bien Jesús, ha dicho que el Reino, ya está en medio de ellos, de lo que serán testigos, no será de la parusía inmediata, sino de la pasión y de la responsabilidad que tendrán en ella. La parábola habla de un noble que va a recibir su dignidad real a un país lejano, lo que significa que su ausencia será larga. La interpretación, se refiere a Cristo Jesús en su pasión, muerte y resurrección, que sube al cielo, y regresa, como rey de la gloria para el

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Juicio final. La delegación que no le quiere como rey, son los que le llevaron a muerte (cfr. Lc. 20,17; Sal.118,22). Pero antes llama a diez siervos y les entrega diez minas, hombres de confianza que convierte en administradores, que negocien su dinero hasta que regrese. La intención era prepararles para nuevos cargos, cuando asumiera como rey. Con lo que no cuenta el noble es la oposición de sus súbditos que acuden, a Roma, para impedir su cometido. Parece que la parábola alude a un hecho histórico: Arquelao, fue a Roma para ser nombrado rey de Judea a la muerte de Herodes el Grande, su padre; pero allí encontró una delegación de notables judíos, que intentaban impedir su nombramiento, por ello, sólo consiguió ser nombrado etnarca Judea, Samaría, e Idumea. El noble, convertido en rey cuando regresa, llama a sus siervos para pedirles cuentas. El primero y el segundo, multiplicaron sus minas, alabó su gestión y les confió el cuidado, a uno de diez ciudades, al otro de cinco (vv.15-19; Lc.12, 32; 22,30; 1Cor. 6,2). El tercer siervo, el otro, le devuelve al rey la moneda, que ha guardado en un lienzo, porque sabe que es exigente; no la multiplicó, para que no se quedara con el dinero que él había trabajado, o para que no le recriminara el haberlo perdido, por ello no hizo nada. El rey lo llama siervo malvado, podía haber puesto su dinero en el banco para cobrar siquiera los intereses. Le quita la moneda y se la da al que ya tiene diez, “pues a quien tiene se le dará, pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará (v.26). Es una gran invitación a discernir sobre los bienes recibidos, los misterios del Reino, nuestra responsabilidad hacerlos producir grandes ganancias para Dios y los hombres.

Santa Teresa de Jesús, nos invita a los orantes a descubrir los talentos que el Señor magníficamente nos ha regalado para ponerlos a su servicio. “Es esta centella una señal o prenda que da Dios a esta alma de que la escoge para grandes cosas, si ella se apareja para recibirlas; es gran don, mucho más de lo que yo podré decir. Es gran lástima, porque como digo conozco muchas almas que llegan aquí; y que pasen de aquí, como han de pasar, son tan pocas, que se me hace vergüenza decirlo. No digo yo que hay pocas, que muchas debe

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haber, que por algo nos sustenta Dios; digo lo que he visto. Querríalas mucho avisar que miren no escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos; y los que esta merced reconocieran en sí, ténganse por tales, si saben responder con las leyes que aun la buena amistad del mundo pide; y si no como he dicho teman y hayan miedo no se hagan a sí mal, y plega a Dios sea a sí solos.” (V 15,5).

JUEVES

Lecturas bíblicas

a.- Ap. 5,1-10: El Cordero fue degollado y con su sangre nos ha comprado de toda nación.

b.- Lc. 19,41-44: Lamentación sobre Jerusalén.

Este evangelio es propio de Lucas. Nos presenta la entrada de Jesús en Jerusalén, sus lágrimas sobre la ciudad que mata los profetas. Sube a ella a morir y resucitar, pero aunque ingresa como rey, es condenado; los fariseos le habían pedido hacer callar a sus discípulos en su ingreso solemne a la ciudad (cfr. Lc.19, 39-40). Este rechazo de Jerusalén a Cristo, la convierte en otra ciudad cualquiera, ha perdido su carácter salvífico, hace que la contemple con profundo dolor, porque intuye que serán ellos, autoridades, quienes venzan en su empeño. Esta cercanía le hace más que llorar, sollozar (cfr.Jn.11, 35), luego de su ingreso triunfal, sabe que su suerte está echada y que los colaboradores con Roma no permitirán abrir vías de salvación. En la lamentación de Jesús encontramos los motivos de dicho dolor: le preocupa el destino de la ciudad, no su suerte (cfr. Lc.13, 34-35). No acogen, ni comprenden su mensaje de paz en el presente, profetiza la caída de la ciudad (cfr. Lc.9,45). Sus habitantes morirán y se estrellarán contra el suelo, es decir, no serán enterrados, sino amontonados, no podrán ir a reunirse con sus padres. La última mirada, es para contemplar a Jerusalén en ruinas, no quedará piedra sobre piedra, ya no gritarán de júbilo, sino de tristeza (v. 40). Jerusalén

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no ha reconocido la visita del Mesías, el enviado del Padre. Visita esperada por los judíos, pero que atraería el castigo a Jerusalén en tiempo del profeta Jeremías (Jr. 7,34; 10,15; 13,17; 15,6; Is. 29,3), lo mismo está por suceder, con la visita de Jesús a la ciudad. Jesús que ama a su pueblo, nacido en la esperanza y crisis de Israel, sufre por el rechazo de los suyos, lo que se convierte razón de su pasión y muerte en esta tierra. Este dolor es fuente de gran consuelo para aquellos sufren de igual manera, por el destino de sus pueblos y naciones. Para la Iglesia, la muerte de Jesús y su resurrección son fuente de salvación eterna, porque aceptada en un clima de obediencia al Padre, es exaltado a la gloria sempiterna. En cambio, la caída de Jerusalén, leída desde su rechazo a Jesús y su obra, es una condena. La muerte puede llevar con Cristo hacia su Pascua eterna, o como Jerusalén a la ruina para siempre.

Santa Teresa de Jesús, recibió el don de lágrimas, para penetrar los misterios divinos, adquiriendo un gran conocimiento de lo Dios hizo por la humanidad en su pasión; las lágrimas serían el agradecimiento amoroso, donde las palabras enmudecen pero proclaman la admiración que la fe y al amor saben corresponder tan bondad y misericordia. “Lo que he pretendido dar a entender en este capítulo pasado aunque me he divertido mucho en otras cosas, por parecerme muy necesarias, es decir hasta lo que podemos nosotros adquirir, y cómo en esta primera devoción podemos nosotros ayudarnos algo; porque en pensar y escudriñar lo que el Señor pasó por nosotros, muévenos a compasión, y es sabrosa esta pena y las lágrimas que proceden de aquí; y de pensar la gloria que esperamos y el amor que el Señor nos tuvo y su resurrección muévenos a gozo, que ni es del todo espiritual ni sensual, sino gozo virtuoso, y la pena muy meritoria. De esta manera son todas las cosas que causan devoción adquirida con el entendimiento en parte, aunque no podida merecer ni ganar, si no la da Dios. Estále muy bien a un alma, que no la ha subido de aquí, no procurar subir ella; y nótese esto mucho, porque no le aprovechará más de perder.” (V 12,1).

VIERNES

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Lecturas bíblicas

a.- Ap. 10,8-11: Cogí el librito y me lo comí.

b.- Lc. 19,45-48: Mi casa es casa de oración.

En este evangelio, encontramos la subida de Jesús a Jerusalén, que termina en el templo, la casa del Padre (cfr. Lc. 2, 49; Mt. 21, 12-13; Mc.11, 15-19; Jn.12, 12-16). Al templo había sido llevado Jesús, por sus padres, para ser presentado a su Padre, y también ahí resonó el gozo de Simeón y su promesa cumplida de ver la salvación (cfr. Lc. 2,22.25-38). Ahí comenzó su diálogo con los doctores de la Ley, y ahora termina, ahí su camino (cfr. Lc. 2, 41-52; 19,45-58). Jesús expulsa a los vendedores del templo, lo purifica (vv.45-46), y enseña en el templo, mientras los sumos sacerdotes y escribas, buscan de matarle (vv. 47-48). Jesús viene al templo para purificarlo. Jesús ingresa al atrio de los gentiles, los judíos habían convertido este recinto sagrado, en lugar de comercio, donde se cambiaban las monedas para el tributo al templo, como para la compra de palomas y animales para los sacrificios (cfr. Ex. 30,13). Si bien, desde el punto de vista del ritualismo ese comercio era necesario, Jesús lo considera inmoral, por ello su gesto, trae la oposición del autoridad religiosa del lugar. Se siente autorizado para expulsar a los vendedores de ese recinto de oración y comenzó a decirles: “Está escrito: Mi Casa será Casa de oración. ¡Pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos!» (vv. 45-46; cfr. Is. 56,7; Sal. 69,10). Jesús recuerda las palabras de Jeremías que ya en su tiempo había acusado a los judíos de convertir el templo en cueva de ladrones, al conseguir dinero en forma abusiva (cfr. Jr. 7,11). La intención de Jesús es poner en evidencia la hipocresía del culto, al estar separado de la vida, y no está contra el culto. Si bien el templo de Jerusalén, es el centro religioso y político de Israel, lo que hace Jesús es crear un espacio de oración, en que poder estar y sentirlo como propio. La expulsión de los vendedores, seguida de la enseñanza al pueblo, provoca la reacción de los dirigentes del templo, escribas y sumos sacerdotes. Los cuales no desean ninguna reforma en el templo, por temor a perder privilegios

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y prebendas. La predicación de Jesús, llamado a la conversión y amor al prójimo, que hablaba de la cercanía del Reino de Dios, era bien aceptado por un pueblo, hastiado de injusticias. El arresto de Jesús, se retrasa, debido al temor que causaba la reacción del pueblo, que pendiente de sus labios, lo escuchaba con gozo en el espíritu.

Santa Teresa, busca donde está Cristo, en el cielo y por ello nos exhorta a caminar hacia su encuentro pasando por la Cruz gloriosa para finalmente atravesar los atrios eternos d el a Jerusalén celestial. “Como, Señor mío, vemos que nos libráis muchas veces de los peligros en que nos ponemos, aun para ser contra Vos, ¿cómo es de creer que no nos libraréis, cuando no se pretende cosa más que contentaros y regalarnos con Vos? Jamás esto puedo creer. Podría ser que por otros juicios secretos de Dios, permitiese algunas cosas que así como así habían de suceder; mas el bien nunca trajo mal. Así que esto sirva de procurar caminar mejor el camino, para contentar mejor a nuestro Esposo y hallarle más presto; mas no de dejarle de andar. Y para animarnos a andar con fortaleza camino de puertos tan ásperos, como es el de esta vida; mas no para acobardarnos en andarle. Pues, en fin, fin, yendo con humildad, mediante la misericordia de Dios, hemos de llegar a aquella ciudad de Jerusalén, adonde todo se nos hará poco lo que se ha padecido, o nonada, en comparación de lo que se goza.” (F 4,4).

SABADO

Lecturas bíblicas

a.- Ap. 11,4-12: Estos dos profetas eran un tormento para los habitantes de la tierra.

b.- Lc. 20,27-40: No es Dios de muertos, sino de vivos.

El evangelio, nos habla de la resurrección de los muertos (cfr. Mc. 12, 18-27; Mt. 22, 23-33). Nos presenta la consulta de los saduceos, que no creían en la resurrección, y el caso hipotético, que le presentan, una mujer que se casa con siete hermanos, que al no dejar hijos, se aplica entonces la ley mosaica del levirato (cfr. Dt. 25, 5). ¿De quién

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será esposa el día de la resurrección? La idea central está apoyada en la Alianza y en la fe, se puede creer en al a resurrección, ya que Yahvé es Dios de vivos y no de muertos (cfr. Ex.6,4;15,1;Nm.15,31; 18,28; Dt.31,16). Los saduceos, no sólo no creían en la resurrección, sino que tampoco aceptaban la tradición oral, y de las Escrituras, sólo el Pentateuco. Se acercan a Jesús, y le llaman Maestro, lo que no significa rectitud de intención, sino adulación, cortesía. La cuestión que le presentan tiene que ver con la ley del levirato, es decir, si el marido muere, los hermanos, siete hermanos en este caso, debían casarse con la viuda para darle descendencia (cfr. Dt .25,5; Rt.4,1-12; Gn.38,8-9). Ninguno lo consiguió, murió la mujer, cuando resucite, de cuál de los hermanos será esposa, lo que revela, que pensaban que la vida del más allá, era igual que la del presente (cfr.Gn.38; Tb.3). La respuesta de Jesús habla de la vida del más allá, y el apoyo que encuentra en la Escritura. La argumentación de Jesús comienza por hacer la diferencia entre esta vida y la del más allá, mientras aquí los hombres y mujeres se casan, allá no hay matrimonio. No todos serán dignos de alcanzar esa vida nueva, resurrección, con lo que señala que muchos quedarán en el sheol (cfr. Rm. 5, 29). Los resucitados serán como ángeles, hijos de Dios, tienen la misma vida de Dios, por lo tanto, son como hermanos. No tienen necesidad de tener hijos, porque todos viven, nadie muere. Son hijos de la resurrección (v.36; Lc. 6, 35). En la segunda parte de su respuesta, Jesús alude a Moisés, en lo de la zarza, donde le fue revelado que los muertos resucitan (v. 37; cfr. Ex. 3, 6; cfr. Dn.12,2); para Jesús, Dios “no es Dios de muertos sino de vivos, porque para él todo todos están vivos” (v. 38). Esa afirmación de Jesús, contaba con la creencia que los Patriarcas estaban junto a Dios, es decir, que quien vive para Dios tiene asegurada la resurrección. Sorprendentemente son los escribas, que no compartían las ideas de los saduceos, los que felicitan a Jesús, por su sabia argumentación teológica, muy superior a lo que se había dicho hasta el momento. Los oyentes en el templo estaban a favor como en contra, respecto al tema de la resurrección (cfr. Hch. 23, 6-7). La inteligencia de Jesús, hizo que no le hicieran más preguntas, con lo

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que su popularidad crecía. La muerte no tiene la última palabra, sino Jesucristo Resucitado, vida nuestra para siempre.

Teresa de Jesús, descubrió el cielo en su alma, un Dios vivo, de ahí la importancia que tiene en su espiritualidad la visión beatífica en el cielo, mientras espera en esta vida, su destino final. “¡Oh almas que ya gozáis sin temor de vuestro gozo y estáis siempre embebidas en alabanzas de mi Dios! Venturosa fue vuestra suerte. Qué gran razón tenéis de ocuparos siempre en estas alabanzas y qué envidia os tiene mi alma, que estáis ya libres del dolor que dan las ofensas tan grandes que en estos desventurados tiempos se hacen a mi Dios, y de ver tanto desagradecimiento, y de ver que no se quiere ver esta multitud de almas que lleva Satanás. ¡Oh bienaventuradas ánimas celestiales! Ayudad a nuestra miseria y sednos intercesores ante la divina misericordia, para que nos dé algo de vuestro gozo y reparta con nosotras de ese claro conocimiento que tenéis.” (Exclamaciones 13,1-4).

P. Julio González C.