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es una guia practica para encontrar a Dios en nuestras vidas
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Como Vencer el Miedo Según la Biblia?
¿Quién no tiene miedo?
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; Porque a su
tiempo segaremos, si no desmayamos”
Gálatas 6:9.
Todos sentimos miedo en nuestra vida. Gracias a él hemos
llegado a sobrevivir como especie. De no ser así habríamos
muerto bajo las patas de un mamut hace miles
de años.
Éste es el miedo que llamamos equilibrante porque está
asociado a la prudencia, nos permite reconocer aquellas
situaciones que pondrían en peligro nuestra propia integridad.
Este miedo evita por ejemplo que digamos a un superior lo
que realmente pensamos de él, o que nos quedemos en
cama varios días cuando nuestra obligación
es ir a trabajar.
Pero, ¿qué pasa cuando el miedo equilibrante se alarga en el
tiempo y sin justificación aparente?: entonces se convierte en
un miedo tóxico, que puede dañar nuestra salud y bienestar.
Pero, ¿qué es el miedo?
El miedo es una emoción con la que nacemos, pero que se
puede ir modulando a través de la propia educación, el
entorno, la cultura, etc. Los griegos lo explicaban muy bien a
través de la mitología: Venus, diosa del amor, mantuvo un
romance con Marte, dios de la guerra. De él nacieron cinco
hijos: Cupido (dios del amor erótico), Anteros (dios del amor
correspondido), Cocordia (diosa del equilibrio y la belleza),
Fobos (la fobia) y Deimos (el miedo). Como vemos, el miedo
por tanto procede de la
unión del amor y la guerra.
¿Esto qué quiere decir? Que en la medida en que nosotros
queramos o amemos algo temeremos perderlo.
Es muy fácil también apreciarlo en el famoso cuento Juan sin
miedo: Juan era un chico que no conocía el miedo. Pasa mil
aventuras y peripecias pero no consigue saber qué es sentir
miedo. Solamente al final del cuento, cuando se casa con la
princesa y todo funciona perfectamente es cuando siente
temor por primera vez. Hasta ese momento Juan no tenía
nada y por tanto no tenía por qué temer. Sin embargo,
cuando nace su amor por la princesa, con él nace también el
miedo a perderla.
¿Se ha utilizado el miedo a lo largo de la historia como
sistema de gestión de equipos de trabajo?
Sí, indudablemente sí. ¡Y realmente funcionaba! Según decía
Ford en los años 40 el gran problema que encontraba a la
hora de contratar personal para sus fábricas era que "pido
dos brazos y me llegan con cerebro". Lo que se buscaba eran
autómatas como el conejito de Duracell que se limitasen a
realizar las tareas que otros habían ideado. En la actualidad
todavía existe más de un 50% de empresas que gestionan
basándose en el miedo, pero a diferencia de hace cincuenta
años, este
sistema no tiene mucho futuro.
En un mundo que cambia a una velocidad vertiginosa, lo que
vale es el talento, la innovación y la creatividad, y ninguna de
ellas se puede desarrollar cuando existe el miedo.
¿Por qué?
Reacciones físicas ante una situación de miedo.
Cuando nos encontramos ante una situación de miedo
nuestro cuerpo sufre una serie de cambios: el corazón palpita
con más velocidad para enviar sangre a las extremidades y al
cerebro, las pupilas se dilatan, y se producen tres hormonas:
la adrenalina, la noradrenalina y los corticoides, también
llamados hormonas del miedo. Los corticoides impiden que
se produzca la conexión entre nuestras neuronas, la sinapsis,
que como sabemos es
la base de la creatividad.
Por tanto, es biológicamente imposible que una persona sea
capaz de desarrollar todo su potencial cuando vive en una
situación constante de miedo. Se paraliza.
¿Qué tipos de miedo conocemos dentro del entorno laboral?
El miedo al rechazo, miedo al fracaso, miedo a la pérdida de
poder, miedo a no llegar a fin de mes y miedo al cambio.
- El miedo al rechazo se podría decir que es el miedo latino.
Vivimos en una sociedad muy afiliativa, por eso necesitamos
constantemente la aprobación del grupo. A este tipo de miedo
pertenece la "vergüenza ajena", emoción que únicamente
sentimos nosotros y que otras sociedades no entienden, y
también el temor a hablar en público
- El miedo al fracaso es más acentuado en sociedades
anglosajonas. Esto es debido probablemente a su religión:
mientras el catolicismo intenta crear la armonía del grupo y
por tanto fomenta el miedo al rechazo, la máxima del
calvinismo es: "lo que hagas en esta vida será lo que
alcances en la otra".
- El miedo a la pérdida de poder es quizá el menos
reconocido. En un estudio que se hizo con 185 directores
generales, solamente un 6% reconocía padecer este miedo.
Sin embargo todos sabemos cómo nos gusta influir en
terceros y mantener nuestra parcela de poder.
Cuando hablamos del poder distinguimos varios tipos: el
poder que da la jerarquía (soy tu jefe en el escalafón de la
empresa), el poder del experto (domino un tema), el poder de
tener algo que el otro quiere (yo tengo esta información y te la
doy cuando quiera), el poder de la influencia (soy la secretaria
del director general y le hago llegar la información como
quiero), el poder de la opinión (yo te otorgo poder para
influirme con tus opiniones).
- El miedo a no llegar a final de mes es el más extendido.
Este temor únicamente respeta a los jóvenes que viven en
casa de sus padres sin responsabilidades pero...pon una
hipoteca en tu vida y conocerás este miedo.
- El miedo al cambio es el padre de los demás miedos porque
detrás de él se desarrolla cualquiera de los otros cuatro. Una
fusión, una reestructuración, etc., suponen que sintamos
miedo a no ser acogidos por el grupo, a fracasar en los
objetivos marcados, a perder nuestro puesto en la jerarquía o
a perder el trabajo.
Cualquiera de ellos tiene la capacidad de paralizarnos y
únicamente nosotros podemos lograr conquistarlo.
¿Cómo podemos conquistar el miedo?
Existen varios pasos para conseguir que el miedo no nos
paralice:
1. Aceptar que tenemos miedo. Sabemos que todos lo
padecemos y no es un síntoma de debilidad reconocerlo.
2. Identificar cuál es nuestro miedo. A veces no es fácil
reconocerlo. En ese caso lo mejor es centrarnos en la otra
cara de la moneda: ¿cuál es nuestra motivación?: ¿estar
integrados en el grupo? ¿Ganar mucho dinero? ¿Alcanzar
unos objetivos? En función lo que nos motive tendremos
miedo a perderlo. Por ejemplo, si nos encanta formar parte de
un grupo homogéneo de personas, probablemente nuestro
mayor miedo será al rechazo.
3. Mirar al miedo a la cara y hacerlo concreto. Nuestro peor
enemigo siempre es nuestra propia cabeza.
Nosotros somos capaces de imaginar cosas mucho peores
que la realidad. Por eso son tan peligrosos los miedos
ambiguos. Cuando un jefe te dice: "haz esto o atente a las
consecuencias" probablemente pensemos en unas
consecuencias mucho más dramáticas que las que luego
realmente sucederán. Por tanto, lo mejor es que ante una
amenaza pongamos sobre el papel las posibles
consecuencias. Por ejemplo, si me quedo sin trabajo,
¿cuántos meses de paro me corresponden? ¿Tengo dinero
ahorrado? ¿Tengo contactos? ¿Cuál es mi empleabilidad?,
etc.
En definitiva, para superar los miedos lo mejor es centrarnos
en nuestra motivación trascendente, aquella que nos empuja
a seguir adelante a pesar de los riesgos.
Víctor Frankl fue un psiquiatra judío que pasó la segunda
guerra mundial en varios campos de exterminio, entre ellos
Auswitz. Según él, no se salvaron de aquel infierno los más
fuertes, ni los más cultos, ni los mejor preparados, sino
aquellos que tenían una motivación más allá de su propia
vida: "cuando salga escribiré un libro", "cuando salga veré a
mis hijos",
"cuando salga contaré esto al mundo".
Como decía Nelson Mándela:
"No es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe
conquistarlo"
Dña. Pilar Jericó • Bilbao, 13 de marzo de 2006
“Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de
ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te
dejará, ni te desamparará. Y llamó Moisés a Josué, y le dijo
en presencia de todo Israel: Esfuérzate y anímate; porque tú
entrarás con este pueblo a la tierra que juró Jehová a sus
padres que les daría, y tú se la harás heredar. Y Jehová va
delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te
desamparará; no temas ni te intimides”. Deuteronomio 31:6-8.
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la
cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que
alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el
lucero de la mañana salga en vuestros corazones”. 2 Pedro
1:19.
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la
convicción de lo que no se ve”. Hebreos 11:1
“No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el
mal”. Romanos 12:21
Resolución
Como deshacer un miedo: ¿Se quita el miedo?
Sí. El miedo es como un "vecino raro" que se instala en la
casa. Si es bien recibido seguramente se quedará. Es como
un mago. Si le quitas la magia perderá su encanto y dejará de
ser un mago. Al miedo, como al "Señor de los Anillos", hay
que quitarle el poder. Y el poder siempre esta por algo que
desconocemos. La varita mágica es el desconocimiento. Por
ello hay que explicar, de una forma lógica, lo que produce
miedo al que lo siente. Es primordial para quien quiera
disolver el miedo de un niño, quererlo, creerlo, y estar
convencido de que puede. Es más: es necesario creer que el
miedo no tiene utilidad para el niño dándole una explicación lo
más verdadera posible.
Existen distintos miedos en la infancia. Pero en todos los
casos, es más fácil explicar el miedo como se fuera un mago,
un vecino, algo raro, pero colectivo, para que el niño se
quede más centrado.
Miedo a quedarse solo
Miedo a quedarse solo, implica el temor a ser rechazado, a
ser excluido, anulado, suprimido, reprimido. Es uno de los
miedos fundamentales inmerso dentro de las relaciones de
pareja. Miedo que nos dejen, que nos sean infieles, a la
sexualidad, a todo aquello que moleste a nuestra pareja. El
miedo es el motor de la infelicidad conyugal y a su vez es la
amalgama para pertenecer unido.
Miedo a equivocarse
Miedo a equivocarse, tiene su raíz en el mandato familiar “haz
lo que yo te digo y entonces serás bueno y te querré”.
Mandato con el que hemos convivido todos los que algunas
vez fuimos niños y soportamos el terror de ojos maternales o
paternales diciéndonos “te equivocaste, eso no se hace así”.
El miedo a equivocarse es el colmo de la prepotencia ya que
lleva implícito el concepto de que eres perfecto y en
consiguiente no debes tener errores. El miedo a equivocarse
lo llevamos los gordos, los bulímicos, los anoréxicos, los
obsesivos, en fin, miedo a equivocarse va unido a trastornos
mentales, y es mejor que quien tenga ese temor lo asuma.
Estas enfermo de perfección.
Ahora bien, ¿Cómo eliminamos los miedos?
No hay respuesta tipo autoayuda, los miedos no se eliminan,
solo son alicientes para superarlos. El miedo a quedarse solo
puede ser el aliciente para conseguir el verdadero amor, la
mejor amistad, la relación mas satisfactoria. El miedo a la
locura es una motivación muy buena para acercarse a la
realidad y el miedo a la equivocación es el concepto perfecto
para darte que cuenta de que si tienes miedo, pues
sencillamente no eres perfecto. Así de simple, así de
complicado.
Lo que si debemos tener claro es que tener miedo es propio
de nuestra naturaleza, pero también tenemos que saber que
a cada miedo le sobreviene la capacidad de superarlo, y solo
aquellos que superan sus miedos día a día, saben que se eso
siente como si fueran exitosos cada día de su vida. Liberarse
de los miedos es un placer y todos sabemos que el hombre
se rige por el principio del placer, así que los invito a revisar
sus miedos, desvanecer sus incertidumbres y a lanzarse al
precipicio, total tienes dos posibles salidas: o te estrellas o
sobrevives. Total, es lo que hacemos los humanos cada día
que vivimos. Atrévete. Supera tus miedos.
Psic. Alberto Barradas
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y
esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”.
1 Juan 5:4.
Conoce el Temor
"En el amor no hay temor sino que el perfecto amor echa
fuera el temor; porque el temor involucra castigo, y el que
teme no es hecho perfecto en el amor" (I Juan 4:18)
El temor es una emoción propia del ser humano. Es
necesaria para su supervivencia porque le indica cuando el
peligro esta cerca. Puede nacer de estímulos externos o
internos que habitan en su mundo interior como los malos
recuerdos, traumas, carencias etc.
Hay diferentes tipos de temores. Entre los más comunes
están:
El temor al abandono, temor al rechazo, temor a la crítica y
fracaso, temor al hombre, temor a lo desconocido, temor a la
muerte, temor al futuro, temor a las enfermedades... Todos
estos temores son manifestaciones de desamparo e
impotencia porque no podemos tener control sobre la
situación.
La mayoría de tus temores desaparecen cuando crece la
confianza en la fidelidad y poder de Dios. Sin embargo
algunos temores no desaparecen a pesar de la fé. Esto se
debe a tus recuerdos y traumas del pasado que han creado
inseguridades en tu personalidad e imágenes exageradas y
desvirtuadas sobre el hecho del pasado. El temor más
destructivo es del que no conoces su procedencia, porque
actúa en el fondo de tu corazón. Puede nacer también de
imágenes de temor creadas en tu mente y en tus recuerdos
ocultos. Los temores a situaciones específicas como a la
oscuridad, a los insectos, a las alturas, al permanecer
encerrado, si son muy fuertes y paralizantes son llamados
fobias.
El temor, entonces puede nacer de situaciones pasadas que
están reprimidas, de situaciones presentes y también de
pensamientos destructivos acerca del futuro y que solo están
en tu imaginación y te traen afán, ansiedad y te hacen perder
seguridad en tu comportamiento ante los demás provocando
complejos, tartamudez y muchas enfermedades sin causa
física porque el temor altera tus reacciones físicas, tu
metabolismo y tus períodos de sueño.
Para liberarse de esos temores es necesario conocer la raíz
de lo que lo produce y apropiarse de la palabra de Dios.
La única forma de que un temor desaparezca es
enfrentándosele, haciéndolo un enemigo sin poder en cuanto
a la imagen que se a creado sobre el mismo. Sin embargo
esto se hace a veces difícil porque otra persona puede llegar
a desconocer la raíz que lo produce.
El temor hace a la persona incapaz para enfrentar la vida. Le
pone grandes obstáculos para superarse y le produce
ansiedad y tensión interna que le genera enfermedades. Una
persona con temor no se enfrentará a riesgos para crecer ni
cambiar porque lo desconocido le produce inseguridad.
Tener un temor específico constante puede desencadenar
que se haga realidad porque la mente tratará de construir lo
que se tiene presente en los pensamientos. Ejemplo de ello
es temer a una enfermedad específica y que esta se
desarrolle realmente. En el siguiente versículo vemos esta
situación en la experiencia de Job:
"Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha
acontecido lo que yo temía"(Job 3:25).
Las reacciones ante el temor pueden ser: tratar de huir,
evadirlo o paralizarte.
En el siguiente versículo vemos como el salmista trata de huir
ante el temor que lo invade internamente. Sin embargo debes
saber que la solución no es huir sino enfrentarlo. Pasar el
túnel de una crisis y atravesarlo para luego ver la luz, pero
esto solo es posible en compañía del poder, de la fuerza que
te dé la seguridad y la victoria.
Esto solo es posible con Dios porque El habita dentro de tu
mente y corazón donde se anida el temor. En el siguiente
versículo vemos cómo el salmista se siente agobiado por el
temor y la única respuesta que encuentra es huir lejos de la
situación. Si la situación es externa esto puede ser una
solución, pero si la situación está dentro de tu mente, no
importa cuan lejos huyas siempre te acompañará, por eso
deberás enfrentarlo.
"Angustiado está mi corazón dentro de mí y sobre mí han
caído los terrores de la muerte. Terror y temblor me invaden,
y horror me ha cubierto. Y dije: Quién me diera alas como la
paloma, volaría y hallaría el reposo" (Salmo 55:4-6).
Para vencer el temor debes aferrarte a las promesas de Dios
específicas para cada caso y confiar en su poder y fidelidad.
¡Cuantas promesas de Dios para que puedas vencer el
temor!...
Hay momentos de lucha espiritual donde se establece una
verdadera batalla en la que tu voluntad, la calidad de tu
corazón y la perseverancia en la fe y en la palabra de Dios,
son indispensables para liberarte de las cadenas del temor.
El temor puede ser usado por el enemigo cuando trates de
dejar una atadura, un mal hábito o pecado poniendo dudas en
tu corazón. Este temor es a lo desconocido. Cuando trates de
restaurar tu vida en tu mente surgirán grandes dudas nacidas
de la inseguridad de poder enfrentar nuevas situaciones y
necesidades.
Por eso es muy importante estar decidido a creerle a Dios y a
sus promesas bíblicas y no a tus pensamientos negativos que
afectan tus emociones y sentimientos. Recuerda que Dios
tiene una respuesta para vencer cualquier clase de temor por
eso debes escudriñar siempre la Biblia. El Espíritu Santo te
dará el pasaje bíblico o versículo que necesitas y que debes
interiorizar en tu corazón.
Sentir temor en situaciones peligrosas reales es normal, pero
estar atado al temor te impide libertad interior.
Cuando estés en ese trance debes recordar lo siguiente:
"El Señor es tu guardador, El Señor es tu sombra a tu
mano derecha" (Salmo. 121:5).
Por eso es muy importante confiar plenamente en Dios.
Debes recordar, para vencer, que no estás solo pues cuentas
con la presencia de Dios cuando duermes y cuando estás
despierto: ¡Siempre! Si temes debes permitir que Dios trabaje
en tu corazón y te perfeccione en su amor. Para eso es
necesario que confíes .Él tiene el control de todas las cosas
en tu mundo interior y el mundo que te rodea. Para ser libre
del temor debes enfrentarlo y declararle la Palabra de Dios
específica que tiene poder para vencer. También debes
buscar apoyo en la oración y en el compañerismo con
hermanos espirituales con una sana doctrina.
Tienes la palabra de poder que vence el temor y te
transforma. ¡Porque tienes el poder, respaldo, protección de
Dios y puedes confiar en El .Esto es lo que te dice el Señor y
debes asumir su palabra para actuar y en temores
específicos y momentos de crisis.
Para enfrentar el temor:
"Sal del polvo, levántate, cautiva Jerusalén: "Líbrate, de las
cadenas de tu cuello, cautiva hija de Sión"
(Isaías 52:2).
Para vencer el temor al hombre:
"Yo, yo soy vuestro consolador. Quién eres tú que temes al
hombre mortal, y al hijo del hombre que como hierva es
tratado; has olvidado al Señor, tu hacedor, que extendió los
cielos y puso los cimientos de la tierra, para que estés
temblando sin cesar todo el día ante la furia del opresor
mientras este se prepara para destruir? Pero, dónde está la
furia del opresor?"(Isaías 51:12,13)...
Para vencer el temor a lo desconocido:
"Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente, no
temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo
dondequiera que vayas" (Josué 1:9).
Para vencer el temor al fracaso:
"Yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano
derecha, y te dice:No temas. Yo te ayudo"(Isaías 41:13).
Para vencer el temor a la crítica:
"No temas, sigue hablando y no calles; porque yo estoy
contigo y nadie te atacará para hacerte daño porque yo tengo
mucho pueblo en esta ciudad" (Hechos 18: 9,10).
Para vencer el temor a la enfermedad y la muerte:
"Aunque pase por el valle de sombra y de muerte, no
temeré mal alguno, porque tu estás conmigo; tu vara y tu
cayado me infunden aliento" (Salmo. 23:4).
PARA REFLEXIONAR:
Cuando intentas hacer algo importante, te detienes porque te
sientes inseguro de poder terminarlo? No sabes a que se
debe el temor que te asalta sin previo aviso? Esta afectando
tu salud física, sueño y relaciones con los demás algún temor
específico? Sientes que los fracasos del pasado te
perseguirán en el presente, por eso no realizas proyectos que
te gustaría hacer?
PARA RECORDAR:
"Jehová es mi luz y mi salvación, de quien temeré? Jehová
es la fortaleza de mi vida, de quien he de atemorizarme?"
(Salmo 27:1).
"He aquí Dios es salvación mía, me aseguraré y no temeré,
porque mi fortaleza y mi canción es Jehová, quien ha sido mi
salvación para mí" (Isaías 12:2). "Dios fortaleza mía, roca,
valuarte, libertador, refugio, escudo, cuerno de mi salvación,
altura inexpugnable "(Salmo 18:1,2).
"Él está en medio de mí y es guerrero victorioso" (Sofonías
3:17).
"Porque ha oído la voz de mis suplicas, el Señor es mi fuerza
y mi escudo. En el confía mi corazón, y soy socorrido, por
tanto, mi corazón se regocija y le daré gracias con mi
cántico"(Salmo 28:6,7).
"Abba Padre porqué no me has dado espíritu de esclavitud
para volver otra vez al temor sino de adopción por lo que
clamo Abba Padre" (Romanos 8:15).
"No me has dado espíritu de cobardía, sino de poder, amor
y dominio propio" (2 Timoteo 1:7).
"Me gozaré y me alegraré en tu misericordia, porque tu has
visto mi aflicción, has conocido mi alma en las angustias y no
me entregaste en mano del enemigo, hiciste que mis pies se
posasen en lugar espacioso"(Salmo 31: 7,8).
ESCRIBE UNA ENSEÑANZA PARA APLICACIÓN EN TU
VIDA: PARA MEDITAR:
"El Señor es mi luz y mi salvación, ¿A quién temeré? El Señor
es la fortaleza de mi vida; ¿De quién tendré temor? Cuando
para devorar mis carnes, vinieron sobre mí lo malhechores,
mis adversarios y mis enemigos, ellos tropezaron y cayeron.
Aunque un ejército acampe contra mi, no temerá mi corazón;
aunque en mi contra se levante guerra, a pesar de ello estaré
confiado. Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré; que
habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para
contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su
templo, porque en el día de la angustia me esconderá en su
tabernáculo; en lo secreto de su tienda me ocultará; sobre
una roca me pondrá en alto.
Entonces será levantada mi cabeza sobre mis enemigos que
me cercan; y en su tienda ofreceré sacrificios con voces de
júbilo; cantaré, sí, cantaré alabanzas al Señor. Ten piedad de
mí y respóndeme. Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi
corazón te respondió: Tu rostro Señor buscaré no escondas
tu rostro de mi; no rechaces con ira a tu siervo; tú has sido mi
ayuda, no me abandones ni me desampares, oh Dios de mi
salvación. Porque aunque mi padre y mi madre me hayan
abandonado, el Señor me recogerá.
Señor enséñame tu camino, y guíame por senda llana por
causa de mis enemigos. No me entregues a la voluntad de
mis adversarios; porque testigos falsos se han levantado
contra mí, y los que respiran violencia. Hubiera yo
desmayado, si no hubiera creído que habría de ver la bondad
del Señor en la tierra de los vivientes. Espera al Señor;
esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor" (Salmo
27).
El secreto para vencer el temor: Comentario del padre
Raniero Cantalamessa
Mateo (10, 26-33)
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «No tengáis
miedo de los hombres, pues no hay nada encubierto que no
haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse.
Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y
lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados. Y no
temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el
alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición
del alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos
pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra
sin el consentimiento de vuestro Padre».
¡No tengáis miedo!
¡Este domingo el tema dominante del Evangelio es que Cristo
nos libera del miedo! Como las enfermedades, los miedos
pueden ser agudos o crónicos. Los miedos agudos son
determinados por una situación de peligro extraordinario. Si
estoy a punto de ser atropellado por un coche, o empiezo a
notar que la tierra se mueve bajo mis pies por un terremoto,
se trata de temores agudos. Como surgen de improviso y sin
preaviso, así desaparecen con el cese del peligro, dejando si
acaso sólo un mal recuerdo. No dependen de nosotros y son
naturales. Más peligrosos son los miedos crónicos, los que
viven con nosotros, que llevamos desde el nacimiento o de la
infancia, que se convierten en parte de nuestro ser y a los
cuales acabamos a veces hasta encariñándonos.
El miedo no es un mal en sí mismo. Frecuentemente es la
ocasión para revelar un valor y una fuerza insospechados.
Sólo quien conoce el temor sabe qué es el valor. Se
transforma verdaderamente en un mal que consume y no
deja vivir cuando, en vez de estímulo para
reaccionar y resorte para la acción, pasa a ser excusa para la
inacción, algo que paraliza. Cuando se transforma en ansia:
Jesús dio un nombre a las ansias más comunes del hombre:
«¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué
vamos a vestirnos?» (Mt 6, 31). El ansia se ha convertido en
la enfermedad del siglo y es una de las causas principales de
la multiplicación de los infartos.
Vivimos en el ansia, ¡y así es como no vivimos! La ansiedad
es el miedo irracional de un objeto desconocido. Temer
siempre, de todo, esperarse sistemáticamente lo peor y vivir
siempre en una palpitación. Si el peligro no existe, el ansia lo
inventa; si existe lo agiganta.
La persona ansiosa sufre siempre los males dos veces:
primero en la previsión y después en la realidad.
Lo que Jesús en el Evangelio condena no es tanto el simple
temor o la justa solicitud por el mañana, sino precisamente
este ansia y esta inquietud. «No os preocupéis», dice, «del
mañana. Cada día tiene bastante con su propio mal».
Pero dejemos de describir nuestros miedos de distinto tipo e
intentemos en cambio ver cuál es el remedio que el Evangelio
nos ofrece para vencer nuestros temores. El remedio se
resume en una palabra: confianza en Dios, creer en la
providencia y en el amor del Padre celeste. La verdadera raíz
de todos los temores es encontrarse solo. Ese continuo
miedo del niño a ser abandonado.
Y Jesús nos asegura justamente esto: que no seremos
abandonados. «Si mi madre y mi padre me abandonan, el
Señor me acogerá», dice un Salmo (27, 10). Aunque todos
nos abandonaran, él no. Su amor es más fuerte que todo.
No podemos sin embargo dejar el tema del miedo en este
punto. Resultaría poco próximo a la realidad. Jesús quiere
liberarnos de los temores y nos libera siempre. Pero Él no
tiene un solo modo para hacerlo; tiene dos: o nos quita el
miedo del corazón o nos ayuda a vivirlo de manera nueva,
más libremente, haciendo de ello una ocasión de gracia para
nosotros y para los demás. Él mismo quiso hacer esa
experiencia. En el Huerto de los Olivos está escrito que
«comenzó a experimentar tristeza y angustia». El texto
original sugiere hasta la idea de un terror solitario, como de
quien se siente aislado del consorcio humano, en una
soledad inmensa. Y la quiso experimentar precisamente para
redimir también este aspecto de la condición humana. Desde
aquel día, vivido en unión con Él, el miedo, especialmente el
de la muerte, tienen el poder de levantarnos en vez de
deprimirnos, de hacernos más atentos a los demás, más
comprensivos; en una palabra, más humanos.
–predicador de la Casa Pontificia– a las lecturas del domingo
(Jr 20, 10-13; Sal 68, 8-35; Rm 5, 12-15; Mt 10, 26-33).
ROMA, viernes, 17 junio 2005 (ZENIT.org)..
Oraciones que Te Ayudan
Que nos dice la Biblia sobre la Oración. porqué es importante
mantener una constante comunicación con nuestro creador?
Filipenses 4:6 nos dice: Por nada estéis afanosos, sino
sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias.
Dios nos instruye a comunicarnos con el siempre, bajo
cualquier circunstancia, el mismo Jesús fue un ejemplo de
oración todo el tiempo, es por eso que tenemos que ser
hombres de continua oración, mediante esta alimentamos el
Espíritu santo que mora en nuestra vida.
1Testalonicences 5:17-18 el apóstol Pablo nos enseña lo
siguiente: Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esa es
la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.
La oración es de vital importancia en la relación con nuestro
creador, todos los grandes hombres de Fe fueron hombres de
continua oración y comunicación con Dios, en todo momento
ellos dependieron del Señor, en todo momento ellos
mantuvieron esa "comunicación" para llenarse de ánimos y
fuerza , para vencer el miedo ante una circunstancia
determinada, y así poder tener una completa confianza en la
voluntad de Dios, veamos algunos ejemplos: en 2 crónicas
6.19–42 Cuando Salomón guió a su pueblo en oración, pidió
a Dios que escuchara las oraciones de su pueblo. Estas se
referían a diversas situaciones: (1) crimen (6.22, 23), (2)
ataques enemigos (6.24, 25), (3) sequía (6.26, 27), (4)
hambruna (6.28–31), (5) la afluencia de extranjeros (6.32,
33), (6) guerra (6.34, 35), (7) pecado (6.36–39).
Dios se interesa por cualquier cosa que nos toque enfrentar,
aun las circunstancias difíciles que nosotros mismos
provocamos. Quiere que nos volvamos a Él en oración. Al
orar, recuerde que Dios lo escucha. No permita que lo
extremo de su situación le haga dudar acerca del interés de
Dios por usted.
A veces nos parece dificil cumplir lo que Dios quiere de
nosotros, la palabra nos habla también sobre eso en:
Deuteronomio 30.11–14 Dios nos ha llamado para que
obedezcamos sus mandamientos, mientras nos recuerda que
sus leyes no están escondidas para nosotros ni fuera de
nuestro alcance. ¿Ha dicho usted alguna vez que obedecería
a Dios si sólo supiera lo que Él quiere? ¿Se ha quejado
alguna vez de que la obediencia es demasiado difícil para un
simple humano? Estas son excusas inaceptables.
Las leyes de Dios están escritas en la Biblia y son claramente
evidentes en el mundo que nos rodea. Es razonable, sensato
y benéfico obedecerlas. La parte más difícil cuando
obedecemos las leyes de Dios es simplemente decidir
empezar ahora. Pablo se refiere a este pasaje en Romanos
10.5–8.
Padre...Liberame!!!
Padre! Liberame del Temor, de la incerteza, de la inquietud
que produce éste Mundanal Ruido!, Haz que mi mente se
active en Tú pensamiento a diario, que pueda sanar mi
ánimo, enrumbando mi ser a Tu frecuencia, y dejando fluir Tu
Amor; pueda unirme al bienestar y alegría que otorga Tú
pensamiento. Sólo así podré orientarme hacia la Luz y vencer
el miedo!. La ineficacia del dolor no podrá obstruir el Templo;
edificado en mí para recibirte en alabanzas!!!
Sólo Dios puede dar la Fe
Sólo Dios puede dar la Fe, pero tú puedes dar tu testimonio.
Sólo Dios puede dar la esperanza, pero tú puedes dar
confianza a tus hermanos.
Sólo Dios puede dar amor, pero tú puedes enseñar a amar a
los demás.
Sólo Dios puede dar la paz, pero tú puedes suscitar la
concordia.
Sólo Dios puede dar la fuerza, pero tú puedes sostener al
desfallecido.
Solo Dios es el camino, pero tú puedes mostrarlo a los
demás.
Sólo Dios es la luz, pero tú puedes hacerla brillar a los ojos
de todos.
Sólo Dios es la vida, pero tú puedes devolver a otros el deseo
de vivir.
Sólo Dios puede hacer lo que parece imposible, pero tú
puedes hacer lo que es posible.
Sólo Dios se basta a sí mismo, pero prefiere contar contigo.
El Padre Nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos
ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Leer letras bonitas
¡La batalla con mi pasado ha empezado! Ahora es tiempo de
limpiar todos esos daños que lastiman mi presente; es tiempo
de luchar por la Paz que deseo para mi alma, para poder
brindar lo mejor de mí a las personas que me rodean, pues
mis sueños son grandes, tanto como la vida que deseo tener,
libre de dolores y fracasos...
Luchar es la única forma de salir adelante, y lo conseguiré ¡A
pesar de mis temores!
La vida es dura, pero estoy seguro que lo puedo hacer
mejor... porque yo creo en mí, en mis virtudes y nada ni nadie
puede detenerme, lucharé por hacer realidad todos mis
sueños y no descansaré hasta conseguirlos...
Tengo la firme esperanza de cumplir exitosamente todas mis
metas, y la fe que llevo conmigo es mi mejor arma para
lograrlo.
Estoy consciente que la lucha no será fácil, que quizá tenga
que llorar lágrimas de dolor para borrar los daños de mi
pasado y restaurar mi presente, pero se que esas lágrimas
sanarán al fin mi alma.
Ahora es tiempo de ponerme de pie y gritarle a este mundo
que yo el ÉXITO!...
LO QUE SOY DESPUÉS DE TODO
¿Qué soy, después de todo, más que un
niño complacido con el sonido
de mi propio nombre? Lo repito una y otra
vez,
Me aparto para oírlo -y jamás me canso de
escucharlo.
También para ti tu nombre:
¿Pensaste que en tu nombre no había otra
cosa que más de dos o tres inflexiones?
WALT WHITMAN
EL TEMOR
Una disyuntiva entre supervivencia y patología
César, montado en su caballo, sentía que ya no era aquel
perspicaz y gallardo guerrero, pues no sólo le pesaba y
lamentaba la falta de su padre, sino también sentía como si
las fuerzas lo abandonaran, al igual que a Sansón cuando le
cortaron el pelo. Sin embargo, su caso era diferente, pues la
espiroqueta Treponema Pallidum (mejor conocida como
sífilis) se había alojado en su cuerpo y ahora corría por sus
venas.
A pesar de esto, recordó que antes de todo era un Borgia, y
aunque no estuviera su padre Alejandro VI, el Papa, para
darle su apoyo, sabía que tenía que cumplir su palabra al
jurar servicio y lealtad a su yerno, el rey Jorge III de Navarra.
De esta forma, volteó a ver a su pequeño ejército, que sitiaba
el pueblo de Viana, al Norte de España, para atacar. Sin
embargo, éste no respondió, y él supo que había sido
traicionado. Empuñó su espada y gritando a sus huestes:
“traidores… cobardes”, arremetió solo contra sus enemigos.
Su armadura, y la máscara negra que cubría su rostro, para
que impidieran ver las deformaciones provocadas por la
sífilis, lo hacían verse como un jinete del Apocalipsis, que
cabalgaba entre los mortales. Y es cierto: una de las palabras
que no existía en la mente de César Borgia era el “miedo”.
Murió en 1507, a los 31 años, después de haber sitiado esta
ciudad.
VALENTÍA Y DISIMULO DEL MIEDO
En la línea de tiempo de la historia hemos escuchado un
sinnúmero de relatos, novelados, similares al anterior.
Personajes como Aquiles, Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid”,
Alejandro Magno, Cayo Julio César, entre otros, parecen
mantener una característica única, que es su valentía y
disimulo del miedo, o incluso darse el lujo de no experimentar
este último. Esta bravura e intrepidez ha logrado grabar su
momento en la historia de la humanidad, y ha trascendido de
generación en generación.
Sin embargo, la línea del tiempo evolutiva tiene algo que
comentar al respecto, ya que, para diversos investigadores, el
miedo es una de las respuestas más antiguas en las
especies, y es sinónimo de supervi-vencia darviniana,
remembrando a Darwin.
Esta emoción, cuando se le mantiene bajo control y sin
dejarla que se convierta en una fobia -que sería la
intensificación desproporcionada del miedo-, resulta un
mecanismo muy útil para cualquier organismo, a fin de
detectar un riesgo potencial y optar, usando la inteligencia,
por la estrategia de caminos alternos ante la situación que se
presenta, con el fin de salir airosos.
EL MIEDO, UN DISPARO NEURONAL
Como es naturalmente conocido por nosotros, y tomando lo
descrito en la web de How Stuff Works, el miedo se
representa como un disparo neuronal, dado ante una
situación o estímulo específico. Nuestro corazón comienza a
latir más fuerte; los músculos se tensan, la respiración se
agita y los pulmones permiten la entrada de más aire de lo
normal; las pupilas se dilatan, agudizando nuestra vista. Ante
todo esto, tenemos la conocida frase en inglés de fight or
flight; es decir, “pelea o vuela”, haciendo referencia a
enfrentar la situación o huir de la misma con el firme objetivo
de preservar nuestra vida.
Para el neurocientífico e investigador pionero en el tema del
miedo, Joseph E. LeDoux, existen dos tipos de ciclos en éste;
en donde a la amígdala puede llamársele “la polea” de acción
dentro de esta emoción. Existen dos caminos para crear el
miedo: el primero es llamado “el camino corto” y el segundo
“el camino largo”.
El camino corto, según el profesor en Medicina, Marc Siegel,
de la Universi-dad de Nueva York, y tomando la descripción
de LeDoux, implica el “no tomar riesgos”, y tiene una
respuesta de 12 milisegundos desde que se recibe la primera
información en el tálamo, se procesa en la corteza cerebral, y
se envía la señal a la amígdala para tener una reacción
determinada, así como se recuerda
gracias al hipocampo del cerebro.
Por otra parte, el camino largo, según LeDoux, toma
alrededor de 30 a 40 milisegundos en el proceso de lo que
está sucediendo, y puede ser considerado, de acuerdo al
profesor Siegel, como el cerebro pensante. Aquí, antes de
tener una reacción totalmente impulsiva, como reflejo
incondicionado, nuestra mente razona lo que está
sucediendo, para proceder a elegir el camino de acción
adecuado.
EL CEREBRO ALERTA LOS SENTIDOS
Es interesante observar que los seres humanos somos tan
peculiares, que, a diferencia de otras especies, podemos
ponernos ansiosos, aprensivos, y sentir turbación ante
situaciones que solamente hayamos leído o escuchado; es
decir, sin ni siquiera haber experimentado un evento en
particular, el cerebro dispara y despierta nuestros sentidos
hacia el miedo, según Siegel, en su artículo -
Can We Cure Fear? de Scientific American Mind.
Así como la reacción ante el miedo puede tener
consecuencias positivas, el profesor Siegel nos recuerda que
la recurrencia o incidencia de esta emoción tiene una relación
directa en el aumento de enfermedades nerviosas, como la
depresión, el infarto y problemas generales del corazón.
En una encuesta de 2005, realizada por Gallup, para
comprender los miedos de los jóvenes de los Estados Unidos,
así como para entender cómo estos miedos se siguen
trasladando en la edad adulta, la lista de los primeros 10 se
muestra a continuación:
1. Ataques terroristas
2. Arañas
3. Muerte
4. Fracaso
5. Guerra
6. Alturas
7. Crimen / Violencia
8. Sentirse solo
9. El futuro
10. Guerra nuclear
Analizando estos miedos comunes y buscando evitar que una
emoción común se convierta en una fobia, se ha
experimentado con moléculas que son bloqueadores de las
catecolaminas, mismas que están relacionadas con el estrés,
y que inhiben el disparo neuronal del miedo.
CONEXIONES CEREBRALES
Otros estudios, mencionados por el profesor Siegel, que se
han publicado en el Proceedings of the National Academy of
Sciences USA, por el neurólogo Jonathan Kipnis, encontraron
que cierta combinación de cocteles, como por ejemplo el
conocido Cop-1 (copolímero 1), mismo que estimula la
producción de las células T, y busca la supresión de la
agitación o “enojo” de las células nerviosas, ayuda
directamente a suprimir el temor en las personas, o a limitar
el disparo neuronal de éste, para que no se fijen las
conexiones cerebrales en este
sentido, durmiendo a la amígdala.
Existen otros estudios, que describe Siegel, donde Larry
Cahill, de la Universidad de California, encontró que la
administración de propanalol también bloquea las
catecolaminas, y es ya conocido cómo este tipo de droga se
receta para combatir la ansiedad o el estrés desmesurado.
Sin embargo, el trabajar exclusivamente con medicamentos y
la prescripción de diversas drogas tiene resultados
demostrados en la supresión de ciertas emociones o en
mantener aturdida la amígdala, pero al igual que se trabaja en
la no fijación de disparos neuronales del miedo o incluso en
aquellos que derivan en fobias, creo que debemos cuidar que
la receta de estos medicamentos no cause adicción, pues
muchas veces al tratar de curar una ansiedad, depresión,
frustración, miedo o incluso una fobia, convertimos al
paciente que no controla sus emociones en una persona que
requiere un “maná” psicotrópico para “encajar” en sociedad,
con una simbiosis directa al consumo de estas “medicinas”.
CADA QUIEN CREA SU PROPIO INFIERNO MENTAL
La diferencia entre una mente creativa y una mente con
carencia de “momentos Eureka” radica en que la primera ha
logrado eliminar sus demonios y ha visto que cada quien se
crea su propio infierno mental, que muchas veces es más
cruel que el ilustrado por Dante Alighieri en la Divina
Comedia, o que puede remembrarnos la película clásica de
Psycho, de Alfred Hitchcock, y también la The Shining, de
Stanley Kubrick. El miedo, visto a través de la evolución de
las especies, principalmente la humana, recorre una línea
muy delgada entre sinónimo de supervivencia humana, en la
búsqueda de soluciones alternas inteligentes ante una posible
situación de peligro, o por otro lado una patología que impide
el desarrollo social, creativo y personal de cualquier ser
humano, cuando esta emoción deriva en una fobia. Además,
su supresión mediante dosis quími-cas de productos
farmacéuticos, recordando a Paracelso, puede ser un veneno
más que una solución al problema.
Ríos de la montaña: Liberación del temor
Así como «el temor de Dios es el principio de la sabiduría»
(Proverbios 9:10), ¡el temor de Satanás es sin duda el
principio de la muerte! Temer a Dios equivale a adorarlo.
Tener miedo de Dios y temerle es sin duda alguna rendirle la
veneración que merece. Podría compararse con el respeto
que la mayoría demostramos a nuestros padres. (V. Hebreos
12:9.) De ahí que temer a Satanás, temer al Diablo, es darle
ni más ni menos la adoración que él desea. ¡En esencia
significa rendirle culto!
El propio Diablo es el ministro de la muerte. El siguiente
versículo lo da a entender claramente: «Así que, por cuanto
los hijos participaron de carne y sangre, Él (Jesús) también
participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al
que tenía el imperio de la muerte, esto es, al Diablo». Sin
embargo, Jesús es perfectamente capaz de «librar a todos
los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida
sujetos a servidumbre» (Hebreos 2:14,15).
Por eso hay que reprender o rechazar ese temor de la misma
manera que Cristo increpó al Diablo cuando éste intentó
convencerlo para que lo adorara en el monte de la tentación.
Jesús dijo: «Vete de Mí, Satanás, porque esrito está: Al Señor
tu Dios adorarás, y a Él sólo servirás.» (S. Lucas 4:8) El
significado implícito de la versión original es: «Al Señor tu
Dios adorarás y a Él sólo temerás». Es decir que al único a
quien se debe temer ¡es a Dios! «Esto --dijo Salomón-- es el
todo del hombre: temer a Dios --sólo a Dios-- y guardar Sus
mandamientos.» (V. Eclesiastés 12:13.) Cuando pecamos o
hacemos algo malo debemos temer a Dios. En cambio, ¡al
Diablo jamás hay que tenerle miedo! «Al Señor tu Dios
adorarás, y a Él sólo temerás.» (V. S. Mateo 4:10.)
Refiriéndose a temores de otra índole, la Palabra de Dios
afirma que «el temor lleva en sí castigo» (1 S. Juan 4:18).
Así pues, se nos aconseja: «No temáis a los que matan el
cuerpo, y después nada más pueden hacer; ¡temed más bien
a Aquel (Dios) que puede echar el alma y el cuerpo en el
Infierno!» (V. S. Lucas 12:4,5; S. Mateo 10:28.) No hemos de
temer a Satanás, que únicamente tiene poder para hacer
morir el cuerpo; hemos de temer a Aquel, Dios, que tiene
poder para hacer morir el alma.
De modo que el temor del Diablo no procede de Dios.
«Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, ¡sino de
poder, de amor y de dominio propio!» (2Timoteo 1:7)
La Escritura dice también: «Tú guardarás en completa paz
a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera» (Isaías 26:3)
.
El miedo es todo lo contrario de la fe. El miedo al Diablo, el
miedo a la muerte, el miedo al ángel de la muerte, todo ello
es diametralmente opuesto a la fe. Cuando uno alberga esos
temores y vive siempre con miedo, termina destrozado. Es
perjudicial y desastroso. Esa angustia lo agota a uno, lo
consume, le provoca depresión nerviosa, le hace perder el
juicio y hasta acaba por matarlo si uno se deja atormentar por
ella.
Aunque parezca mentira, ese tipo de temor, ese espíritu de
temor, es sumamente contagioso, ¡igual que una enfermedad!
La gente que vive con uno, las personas con las que uno se
relaciona, se exponen a verse aquejadas por ese mismo
temor tan horrible. Es tan fácil contraer un mal espiritual como
una enfermedad física. De hecho, aún más. Cuando uno no
está vacunado con el Espíritu de Dios, el peligro y la
probabilidad son todavía mayores, pues uno carece de
defensas. Ahora bien, en el caso de las dolencias físicas uno
puede volverse inmune a algunas de ellas, o bien porque ya
las ha tenido, o porque le han inoculado una pequeña dosis
del virus y el cuerpo ha creado defensas para no contagiarse
otra vez del mismo mal.
Ese mismo principio se aplica en el plano espiritual: todos
somos pecadores. Alguna vez todos hemos tenido un amago
de esa enfermedad espiritual que es el temor, temor a
Satanás, temor a la muerte, nada más y nada menos que un
miedo cerval al mismo Diablo, al ángel de la muerte. Todos
hemos sentido en algún momento miedo del Diablo. Pero a
los temores hay que hacerles frente. De nada sirve seguir
andándose con rodeos; de nada sirve negar que existen.
¡El único remedio es recurrir a Jesús, invocar el Espíritu de
Dios! ¡Clama al Señor y pídele que te libre! Que te vacune
con una buena dosis del Espíritu de Dios para reforzar tus
defensas espirituales contra el temor del que venimos
hablando y evitar que lo contraigas otra vez. «Busqué al
Señor, y Él me oyó, y me libró de todos mis temores» (Salmo
34:4).
El temor afligía tremendamente a una chica por la que oré en
cierta ocasión. Se llamaba Helen Jones. El Señor la libró de
manera extraordinaria. Llevaba ocho años en cama y se
había enflaquecido tanto que tenía la piel pegada a los
huesos. Estaba esquelética. Ya no podía comer, y estaba tan
grave que casi ni podía beber agua.
Dios nos hizo ver que lo que la tenía en ese estado era el
temor. Los médicos no habían acertado a hacer un
diagnóstico de su enfermedad. La examinaron, probaron de
todo, le hicieron cantidad de análisis, y por último dijeron: «No
hemos detectado ninguna anomalía fisiológica. ¡No sabemos
qué le pasa!» Pues bien, Dios es el mejor especialista. Es el
gran Médico, capaz de sanar todas nuestras dolencias y de
perdonar todos nuestros pecados. (V. Salmo 103:3.)
Justo antes de ir a orar por ella, el Señor nos recordó un
versículo muy oportuno del segundo capítulo de la Epístola a
los Hebreos: «Los que por el temor de la muerte estaban
durante toda la vida sujetos a servidumbre». Cuando me
disponía a orar por ella, el Espíritu Santo de Dios descendió
súbitamente sobre mí y me ungió con tanto poder que le
impuse las manos en la cabeza, increpé al Diablo y reprendí
directamente a aquel demonio de temor. ¡Lo rechacé, lo
expulsé en el nombre de Jesús y le mandé que se apartara
de Helen y de aquella casa! Gracias a nuestra fe en la
Palabra de Dios y al poder con que nos ungió el Espíritu
Santo cuando oramos, ¡al instante la muchacha se libró de
aquella opresión!
¡Aquel día se levantó y caminó por primera vez en años!
Llevaba tanto tiempo en cama que se le habían deformado
los pies. Parecían más manos que pies. Luego de soportar
durante años el peso de las mantas, ya no la sostenían.
¡Pero gracias a Dios aquel día el Ángel de la Vida, Jesucristo,
el propio Hijo de Dios, entró en el cuarto, reprendió al Diablo y
la libró de aquel espantoso espíritu de temor, que la había
tenido esclavizada aprovechándose del miedo a la muerte
que ella abrigaba!
Se curó en el acto. La siguiente vez que la vimos, varias
semanas más tarde, estaba repuesta. ¡Había engordado 18
kilos y se la veía muy bonita, muy atractiva! Nos recibió en su
casa y nos atendió espléndidamente. Se encontraba muy
bien de salud, se había recuperado del todo y comía con
buen apetito. ¡Ya tenía novio, había vuelto a la normalidad y
estaba en excelentes condiciones!
En Hebreos 2:13 dice: «Yo confiaré en Él». ¿En quién? ¡En
Dios! Eso mismo hay que decirle al Diablo: «¡Largo de aquí,
Demonio! ¡Vete de mí, Satanás! ¡Yo confío en Dios, en
Jesús!» Luego el versículo 14 señala que Jesús puede
destruir por medio de la muerte al que tiene el imperio de
ésta, o sea, al Diablo. Ahora bien, ¿quién es el ángel de la
muerte? Aquí mismo dice que es el Demonio. Entonces, si
uno teme al ángel de la muerte quiere decir que teme al
Demonio, y eso es horrible. No debemos dejarnos intimidar
por el Diablo; sino depositar nuestra fe en Dios y temer a
Dios, no a Satanás. Más adelante, el versículo 15 contiene
una promesa: «Librar a todos los que por el temor de la
muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre».
Así que Dios es poderoso para librar a los que por el temor de
la muerte estuvimos toda la vida sujetos a esa servidumbre.
La Palabra de Dios dice: «Resistid al Diablo, y huirá de
vosotros» (Santiago 4:7). Tenemos poder sobre el Diablo.
Podemos exigirle que haga lo que le mandemos. Los
demonios y los espíritus malignos están sujetos a nosotros;
no tienen libre albedrío. No pueden hacer lo que les plazca.
(V. S. Lucas 10:17,20.) Tienen que hacer lo que les
mandamos en el nombre de Jesús,
¡tienen que largarse!
¡Alabado sea el Señor!
Si amas a Dios y sabes que Él te ama, puedes estar seguro
de que te cuidará y de que no te va a pasar nada malo. ¿Por
qué has de tener miedo entonces? ¡No hay nada que temer!
Su perfecto amor echa fuera todos esos temores (1 S. Juan
4:18).
Jesús puede llevarse tus angustias e inquietudes. Pídele que
te libre ahora mismo de todos los temores del Diablo, sean
cuales sean, en el nombre de Jesús. Amén.
Jesús, te ruego que entres en mi corazón. Te acepto como
Señor y Salvador. Perdóname todos mis pecados y dame Tu
regalo, la vida eterna. Lléname de Tu Espíritu Santo. Así
tendréfuerzas para comunicar Tu Amor a los demás y resistir
espiritualmente todo miedo que me asalte en la vida. Te
suplico que me libres de los temores del Diablo. Amén.
Por el padre David
I. CÓMO SUPERAR LAS TEMPESTADES QUE SE
LEVANTAN A NUESTRO ALREDEDOR (Marcos 4.35–41)
El primer milagro comienza en Marcos 4.35: Aquel día,
cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y
despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la
barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó
una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca,
de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa,
durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron:
Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y
levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla,
enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les
dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro:
¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?
(versos 35–41).
II. CÓMO SUPERAR LA MALDAD QUE HAY DENTRO DE
NOSOTROS Marcos 5:1-3
El segundo suceso nos enseña aún más acerca de los
fracasos debidos al temor. Así dicen los versículos Marcos
5:1
Vinieron al otro lado del mar, a la región de los gadarenos. Y
cuando salió él de la barca, en seguida vino a su encuentro,
de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo, que
tenía su morada en los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun
con cadenas. Porque muchas veces había sido atado con
grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas
pedazos por él, y desmenuzados los grillos; y nadie le podía
dominar. Y siempre, de día y de noche, andaba dando voces
en los montes y en los sepulcros, e hiriéndose con piedras.
Cuando vio, pues, a Jesús de lejos, corrió, y se arrodilló ante
él. Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús,
Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me
atormentes.
Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo. Y le
preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me
llamo; porque somos muchos. Y le rogaba mucho que no los
enviase fuera de aquella región. Estaba allí cerca del monte
un gran hato de cerdos paciendo. Y le rogaron todos los
demonios, diciendo: Envíanos a los cerdos para que
entremos en ellos. Y luego Jesús les dio permiso. Y saliendo
aquellos espíritus inmundos, entraron en los cerdos, los
cuales eran como dos mil; y el hato se precipitó en el mar por
un despeñadero, y en el mar se ahogaron.
Perdónate a tí y a las personas que te han herido
"El perdón, ciertamente, no surge en lapersona de manera
espontánea y natural. Perdonar sinceramente en ocasiones
puede resultar heroico. Quienes que se han quedado sin
nada por haber sido despojados de sus propiedades, los
prófugos y cuantos han soportado el ultraje de la violencia, no
pueden dejar de sentir la tentación del odio y de la venganza.
La experiencia liberadora del perdón, aunque llena de
dificultades, puede ser vivida también por un corazón herido,
gracias al poder curativo del amor, que tiene su primer origen
en Dios-Amor. La inmensa alegría del perdón, ofrecido y
acogido, sana heridas aparentemente incurables, restablece
nuevamente las relaciones y tiene sus raíces en el inagotable
amor de Dios." (Juan Pablo II, l-l-97)
Y el fruto de su Espíritu es amor:
"El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
benignidad, bondad, fidelidad"(Gálatas 5: 22).
También debes aprender a expresar el amor correctamente:
Amar no es suficiente, es necesario también expresar ese
amor hacia los otros en forma adecuada, en libertad: "No
amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad"
(1 Juan 3:18). Un obstáculo que debes derribar para expresar
el amor, es el orgullo y los patrones de conducta practicados
desde niño, que te impiden mostrar el amor hacia los otros.
Cuando desees expresar el amor a otros, no debes recordar
si te han dado amor sino debes pensar que: "Es más
bienaventurado dar que recibir" (Hechos 20:35). Porque
cuando das en forma incondicional siembras la semilla del
amor que dará su fruto a su tiempo. Si amas as tu prójimo
debes también amar a tu enemigo, escucha las palabras de
Jesús que te hablará por medio de su Santo Espíritu...
Diccionario bíblico: Temor
“Traducción de varias palabras hebreas y griegas que,
originalmente, habrían enfatizado las diferentes clases y los
variados grados de temor. Sin embargo, la mayoría de ellas
son traducciones del: 1. Heb. yârê', "temer" (con el sustantivo
derivado yir'âh, "temor"] y el adjetivo derivado [yârê,
"temeroso"]). 2. Heb. pâjad, "temblar", "tener miedo de" (con
el sustantivo derivado [pajad, "temblor", "miedo"]). 3. Heb.
jârad, "asustar [espantar]", ocasionar temblor,
estremecimiento [de miedo]"). Hacer que algo o alguien se
asuste y huya, o corra hacia cierto sitio (Dt. 28: 26; Jer. 7: 33;
Zac. 1: 21).4. Gr. fobéÇ, "temer" (con el sustantivo derivado
[fóbos, "temor"]).
El concepto de temor, tal como está expresado en la Biblia,
cubre un amplio espectro de emociones. La fuerza de su
gama va desde la preocupación profunda (2 Co. 11: 3; 12: 20;
1136 Jud. 23) hasta el terror abyecto (Mt. 14:26).
Ocasionalmente, el temor meramente involucra un sentido de
respeto por alguien superior a uno (Ro. 13:7; 1 P. 2:18; cf Job
32:6, donde se usa el heb. yârê.), o por sus padres (Lv. 19:3).
Algunas veces describe un sentimiento de temor reverente
(ls. 6:5; Lc. 5:26; 7:16). Por lo general, el matiz de
pensamiento o grado de temor exacto debe determinarse a
partir del contexto; pero en la mayoría de los casos el "temor"
bíblico se aproxima razonablemente al uso español del
término.
A veces la palabra involucra el temor reverencial que el
hombre debería sentir por la majestad, el poder y la posición
exaltada de su divino Hacedor. En este sentido, el término
incluiría algunos de los diversos grados de respuesta
emocional comprendidas en las palabras españolas
"reverencia", "respeto", "temor reverencial" y "temor"; incluso
ocasionalmente puede significar la reacción más extrema del
temor reverencial mezclado con el terror que un hombre
mortal naturalmente sentiría cuando está en la inmediata
presencia de Dios (He. 12:21; Jue. 6:22, 23) o de los ángeles
(Lc. 1:12, 13). Esta clase de temor, por supuesto, no debe ser
incluida en la emoción dañina que está desacreditada en 1
Jn. 4:18, sino antes bien la recomendada en las Escrituras
(Ap. 14:7; Job 28:28; Sal. 2:11; 111:10; etc.).