2
Lectura del libro del profeta Isaías (42, 1-4. 6-7) Esto dice el Señor: “Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza. Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano, te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”. Palabra de Dios. Salmo responsorial 28 R/. Te alabamos, Señor. † Lectura del santo Evangelio según san Mateo (3, 13-17) En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo. Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía, desde el cielo: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”. Palabra del Señor. HOJA DOMINICAL DE CATEQUESIS PARROQUIA DE SAN DIEGO Avda. de San Diego, 61 28053-Madrid Domingo Bautismo del Señor. ciclo A. Día 8 de enero del 2017 En unas Navidades, una niña quiso regalar algo a su padre. Pero, como era muy pobre, no tenía nada que regalarle. En la Nochebuena, la niña puso junto al arbolito de Navidad, una cajita bien presentada con papel regalo diciendo: “Para mi papi”. Cuando el papá abrió la caja vio que estaba vacía. Enfadado, creyendo que le habían tomado el pelo, llamó a la niña y le dijo de mal humor: “esto no se hace, me has querido engañar como si fuese el día de Inocentes”. La niña se echó a llorar. El padre reaccionó y trató de consolarla. La niña le dijo: “Pero, papi, si la caja está llena de besos, era lo único que tenía para regalarte”. El pobre hombre se quedó pálido por la dulce inocencia de la hija y trató de disimular el asunto diciendo: “Ah, es verdad, está llena de besos, ahora los veo”. Desde entonces, el padre conservó aquella caja-regalo y cada vez que se sentía mal, la abría y pensaba en los besos de su hija. Hay realidades que no se ven. Pero que siguen siendo realidades. ¿A caso todos nosotros no somos una especie de caja-regalo? Dentro llevamos algo que los ojos no ven. Pero que es una realidad tan real como la que nuestros ojos logran ver. Llevamos todos una “interioridad”. Nos creemos vacíos, pero, por nuestro Bautismo, por dentro estamos llenos, no sé si de los besos de Dios, creo que sí, porque estamos llenos de su Espíritu. Lo que sucede es que estamos tan acostumbrados a lo material, que lo espiritual, la gracia, el amor de Dios que nos hizo hijos suyos, casi nos pasa desapercibido. Como que no nos enteramos de lo que acontece dentro de nosotros. Nos sentimos como una caja de regalo vacía, pero que en realidad está llena de los besos y sueños divinos. Besos que, con frecuencia, solo quien nos los ha regalado los puede ver. ¡Cuántos viven acomplejados por su rostro! Recuerdo la anécdota de aquella Señorita que le decía a su Director Espiritual: “Padre, tengo algo que me da mucha vergüenza decirle”. Tranquila hija, ya nos conocemos. No tengas vergüenza. “Es que, Padre, me he mirado al espejo”. Eso no es ningún pecado, hija. Todos nos miramos al espejo. “Pero eso no es todo. Es que me ha visto guapa”. Tampoco eso es pecado, hija, es un simple error del espejo, no te habrás mirado bien. El espejo nos puede engañar. Y nosotros nos podemos engañar mirándonos en el espejo que, por otra parte, es donde más nos miramos. Lo que realmente no puede engañarnos es el espejo de nuestro corazón donde, cuando nos miramos, en vez de nuestro rostro, contemplamos el rostro de Dios en nosotros.

HOJA DOMINICAL DE CATEQUESIS. BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO A. DÍA 8 DE ENERO DEL 2017

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: HOJA DOMINICAL DE CATEQUESIS. BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO A. DÍA 8 DE ENERO DEL 2017

Lectura del libro del profeta Isaías (42, 1-4. 6-7)

Esto dice el Señor: “Miren a mi siervo a quien sostengo, a mi elegido, en quien tengo mis complacencias. En él he puesto mi espíritu para que haga brillar la justicia sobre las naciones. No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles; no romperá la caña resquebrajada, ni apagará la mecha que aún humea. Promoverá con firmeza la justicia, no titubeará ni se doblegará hasta haber establecido el derecho sobre la tierra y hasta que las islas escuchen su enseñanza. Yo, el Señor, fiel a mi designio de salvación, te llamé, te tomé de la mano, te he formado y te he constituido alianza de un pueblo, luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan en tinieblas”. Palabra de Dios.

Salmo responsorial 28 R/. Te alabamos, Señor.

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (3, 13-17) En aquel tiempo, Jesús llegó de Galilea al río Jordán y le pidió a Juan que lo bautizara. Pero Juan se resistía, diciendo: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a que yo te bautice?” Jesús le respondió: “Haz ahora lo que te digo, porque es necesario que así cumplamos todo lo que Dios quiere”. Entonces Juan accedió a bautizarlo. Al salir Jesús del agua, una vez bautizado, se le abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y oyó una voz que decía, desde el cielo: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”. Palabra del Señor.

HOJA DOMINICAL DE CATEQUESIS PARROQUIA DE SAN DIEGO

Avda. de San Diego, 61 28053-Madrid

Domingo Bautismo del Señor. ciclo A. Día 8 de enero del 2017

RECURSOS PARA

En unas Navidades, una niña quiso regalar algo a su padre. Pero, como era muy pobre, no tenía nada que regalarle. En la Nochebuena, la niña puso junto al arbolito de Navidad, una cajita bien presentada con papel regalo diciendo: “Para mi papi”. Cuando el papá abrió la caja vio que estaba vacía. Enfadado, creyendo que le habían tomado el pelo, llamó a la niña y le dijo de mal humor: “esto no se hace, me has querido engañar como si fuese el día de Inocentes”. La niña se echó a llorar. El padre reaccionó y trató de consolarla. La niña le dijo: “Pero, papi, si la caja está llena de besos, era lo único que tenía para regalarte”. El pobre hombre se quedó pálido por la dulce inocencia de la hija y trató de disimular el asunto diciendo: “Ah, es verdad, está llena de besos, ahora los veo”. Desde entonces, el padre conservó aquella caja-regalo y cada vez que se sentía mal, la abría y pensaba en los besos de su hija. Hay realidades que no se ven. Pero que siguen siendo realidades. ¿A caso todos nosotros no somos una especie de caja-regalo? Dentro llevamos algo que los ojos no ven. Pero que es una realidad tan real como la que nuestros ojos logran ver. Llevamos todos una “interioridad”. Nos creemos vacíos, pero, por nuestro Bautismo, por dentro estamos llenos, no sé si de los besos de Dios, creo que sí, porque estamos llenos de su Espíritu. Lo que sucede es que estamos tan acostumbrados a lo material, que lo espiritual, la gracia, el amor de Dios que nos hizo hijos suyos, casi nos pasa desapercibido. Como que no nos enteramos de lo que acontece dentro de nosotros. Nos sentimos como una caja de regalo vacía, pero que en realidad está llena de los besos y sueños divinos. Besos que, con frecuencia, solo quien nos los ha regalado los puede ver. ¡Cuántos viven acomplejados por su rostro! Recuerdo la anécdota de aquella Señorita que le decía a su Director Espiritual: – “Padre, tengo algo que me da mucha vergüenza decirle”. – Tranquila hija, ya nos conocemos. No tengas vergüenza. – “Es que, Padre, me he mirado al espejo”. – Eso no es ningún pecado, hija. Todos nos miramos al espejo. – “Pero eso no es todo. Es que me ha visto guapa”. – Tampoco eso es pecado, hija, es un simple error del espejo, no te habrás mirado bien. El espejo nos puede engañar. Y nosotros nos podemos engañar mirándonos en el espejo que, por otra parte, es donde más nos miramos. Lo que realmente no puede engañarnos es el espejo de nuestro corazón donde, cuando nos miramos, en vez de nuestro rostro, contemplamos el rostro de Dios en nosotros.

Page 2: HOJA DOMINICAL DE CATEQUESIS. BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO A. DÍA 8 DE ENERO DEL 2017

RECURSOS PARA EL CATEQUISTA APRENDER LA FORMULA DE LA RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS DEL BAUTISMO

LA PEDAGOGÍA DE DIOS.

La pedagogía de Dios en la Biblia es fuente de inspiración para la pedagogía catequética. La salvación de la persona, que es el fin de la Revelación, se manifiesta como fruto de una original y eficaz pedagogía de Dios. «Dios mismo, a lo largo de la historia sagrada y principalmente en el evangelio, se sirvió de una pedagogía que debe seguir siendo el modelo de la pedagogía de la fe» (CT 58). El magisterio reciente y la legislación catequética actual que de él se ha derivado han relacionado estrechamente la catequesis, como pedagogía de la fe, con la misma pedagogía de Dios, de la cual se habla ya en la Escritura y en los Padres de la Iglesia, sobre todo en Ireneo y Clemente de Alejandría. Lo expresaban diciendo que «la Biblia se refiere a nosotros», nos reconocemos en el pueblo de Israel que esperaba a Cristo, y nos preparamos para encontrarlo también nosotros. «La Sagrada Escritura nos presenta a Dios como un padre misericordioso, un maestro, un sabio que toma a su cargo a la persona individuo y comunidad en las condiciones en que se encuentra, la libera de los vínculos del mal, la atrae hacia sí con lazos de amor, la hace crecer progresiva y pacientemente hacia la madurez del hijo libre, fiel y obediente a su palabra» (DGC 139).

LA PEDAGOGÍA DE DIOS EN LA BIBLIA

Consiste esencialmente en hacer caminar al hombre a través del tiempo, entroncarlo con una historia de muerte y resurrección, creadora de realidad espiritual de amor. Esta historia tiene su punto culminante en Jesucristo. Abriéndose con fe hacia el futuro previsto por la promesa, el hombre llega poco a poco a conocer, es decir, a encontrarse con Dios. «En realidad, favorecer el encuentro de una persona con Dios, que es tarea del catequista, significa poner en el centro y hacer propia la relación que Dios tiene con la persona y dejarse guiar por él» (DGC 139). La pedagogía catequética, inspirada y modelada según la pedagogía de Dios, consiste esencialmente en conectar al hombre a este camino de la historia del pueblo de Dios y, en este sentido, educarlo en el seguimiento de Jesús.