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Evlj 2011 sesión 7 discípulos misioneros al modo de maría discípula y misionera (1)

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Page 1: Evlj 2011 sesión 7 discípulos misioneros al modo de maría discípula y misionera (1)

EVLJ 2011 RCCJ Col Sesión 7

7. Discípulos Misioneros al modo de María, Discípula y Misionera (DA 265-272)

María se nos presenta como modelo para cuantos dejándose guiar por el Espíritu Santo, acogen y conservan en su corazón, como una buena semilla (Cfr. Mt 13, 23,) las palabras de la revelación, esforzándose por comprenderlas lo más posible para penetrar en las profundidades del misterio de Cristo. (Juan Pablo II, catequesis, 4.VII.90)

1. María, llena del Espíritu “Llena eres de Gracia” (Lc 1, 28) Ya en el momento de la anunciación María había experimentado la venida del Espíritu Santo. El Ángel Gabriel le había dicho: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra: por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios' (Lc 1, 35). Por medio de esta venida del Espíritu Santo a Ella, María fue asociada de modo único e irrepetible al misterio de Cristo. En la Encíclica Redemptoris Mater escribí: En el misterio de Cristo María está presente ya 'antes de la creación del mundo' (Cfr. Ef 1, 4) como Aquella que el Padre 'ha elegido' como Madre de su Hijo en la Encarnación, y junto con el Padre la ha elegido el Hijo, confiándola eternamente al Espíritu de santidad' (Rom 8). (Beato Juan Pablo II, catequesis, Junio, 28. 1989)

María y el Bautismo en el Espíritu “La poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 25) Es característico de la RCC el énfasis en la efusión del Espíritu Santo, llamada "Bautismo en el Espíritu", como experiencia fundacional. El Espíritu Santo es alma de la Iglesia, le da sus dones y carismas, le da forma al Cuerpo, marca su identidad, le hace misionera. Así mismo el Espíritu Santo manifiesta su presencia en María, ella no es ajena a su acción: El la desposa y enriquece con sus dones y engendra en ella el Mesías. En diferentes momentos en María recibió una particular efusión de Espíritu Santo para ir realizando el proyecto de Dios sobre ella, que podemos tomar como sus "bautismos en el Espíritu":- En su concepción inmaculada. María fue preservada del pecado original y fue llena de la gracia del Espíritu Santo.“Llena eres de Gracia” (Kejaritoméne, Lc 1, 28).- En la Encarnación del Hijo de Dios en sus entrañas virginales. María fue hecha Madre del Hijo de Dios; es la gracia de su maternidad divina. (Theotókos, Lc 1,35).- En la Visitación a su prima Isabel “del alma de María brota un canto de júbilo, el Magnificat, en el que también ella expresa su alegría: 'Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador' (Lc 1, 47).… María en aquel momento sintió que subían de lo más hondo de su alma los versos del cántico de Ana, madre de Samuel (cfr. 1 Sm 2, 1.10) y de otros pasajes del Antiguo Testamento, para dar expresión a los sentimientos de la 'hija de Sión', que en ella encontraba la más alta realización” (Beato Juan Pablo II, catequesis, 13.VI.90)

- En Pentecostés, María, llena de la plenitud del Espíritu Santo, recibe su misión de ser Madre de la Iglesia (Hch 1,14; 2,1-4).

2. María discípula-misionera: María evangelizada y evangelizadora La máxima realización de la existencia cristiana como un vivir trinitario de “hijos en el Hijo” nos es dada en la Virgen María quien por su fe (cf. Lc 1, 45) y obediencia a la voluntad de Dios (cf. Lc 1, 38), así como por su constante meditación de la Palabra y de las acciones de Jesús (cf. Lc 2, 19.51), es la discípula más perfecta del Señor (Cf. LG 53). (DA 266) María es nuestro «modelo en el camino evangelizador» precisamente en la misma medida en que es mujer de fe, signo profético y mediadora nuestra.

1. María evangelizada. Por el Evangelio sabemos que María recibió una Buena Noticia, es pues “evangelizada”:Cuando el ángel Gabriel le anunció que sería la Madre del Mesías, del Hijo de Dios (Lc 1,30-35).Cuando los pastores le compartieron lo que se les había dicho acerca del niño recién nacido: que era "El Salvador, el Mesías, el Señor". (cfr. Lc 2, 19-17)En el Templo de Jerusalén, cuando Simeón toma a Jesús a Jesús y lo presenta como "Luz para iluminar a los gentiles, y Gloria del pueblo de Israel"; y a María le profetiza su participación en su misión salvífica: "¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!" (Lc 2,32-35).El mismo Jesús, de doce años, tras haber sido hallado por sus padres en el Templo de Jerusalén, le invita a penetrar más en el misterio de su filiación divina y de su futura misión: "¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" (cfr. Lc 2,51).En la boda de Caná, El deja ver Su gloria por su intercesión y le deja saber su colaboración en su misión mesiánica, (cfr. Jn 2,4-5). En la Pasión Jesús, en la cruz, le comunica su misión de maternidad espiritual para con todos los discípulos de Jesús (cfr. Jn 19,26) y después de resucitado, Jesús debió comunicar a su Madre la gran noticia de su resurrección gloriosa.

2. María evangelizadora. María fue evangelizadora, mostrando a su hijo Jesús Mesías e Hijo de Dios:María evangelizó a Isabel, cuando le dio su saludo y le reveló, en el Magnificat, las grandes cosas que Dios había obrado en ella (cfr. Lc 1,39-56).Evangelizó a José, cuando le compartió sobre su milagrosa concepción por obra del Espíritu Santo. (cfr. Mt 1,18)Evangelizó a los Pastores de Belén, cuando les mostró a Jesús Salvador, Mesías y Señor, (cfr. Lc 2,16-20).Evangelizó a los Magos de Oriente, cuando María les mostró a su hijo, el recién nacido "Rey de los judíos" (cfr. Mt 2,11).Evangelizó a Simeón de Jerusalén y a Ana la profetisa, cuando les presentó a Jesús y entregó al niño en brazos de Simeón (cfr. Lc 2,22-38).Evangelizó a la gente de Nazaret, presentando humilde y sencillamente a su hijo Jesús. (Cfr. Lc 2,39-40)

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Evangelizó a los participantes en la boda de Caná, cuando invitó a los sirvientes a que hicieran lo que les ordenara Jesús: "¡Haced lo que él os diga!" (Jn 2,5).Evangelizó a todos los que estaban presentes en el Calvario, acompañando con su presencia y su silencio, a su Hijo, en el momento en que El daba su vida por la salvación de la humanidad. (cfr. Jn 19, 25)Evangelizó a los discípulos en la resurrección y en Pentecostés, testificando con su presencia la glorificación de su Hijo y aceptando ser la Madre de la Iglesia de Jesús. (Hch 1,14).

3. María evangelizadora hoy. Desde el cielo, donde vive y reina con Cristo glorificado, además de su constante intercesión por todos los hijos que Jesús le ha regalado, se ha hecho presente en la historia de los pueblos trayendo el mesnaje de esperanza y amor de Dios. Podemos resaltar cuatro de sus apariciones que son altamente evangelizadoras.En México, en el Tepeyac, a Juan Diego, y todo el pueblo indígena 1531. A Santa Bernardita Soubirous, en Lourdes, Francia, 1858. A los niños de Fátima, Portugal, 1917. Y las apariciones a los jóvenes de Medjugorjie, en Yugoeslavia, a partir de 1981.Afirman los Obispos en Aparecida: Nuestros pueblos… encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María. En ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio. Nuestra Madre querida, desde el santuario de Guadalupe, hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos están en el hueco de su manto. Ahora, desde Aparecida, los invita a echar las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que están sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros pueblos en torno a Jesucristo. (DA 265)

3. María maestra de vida. Lo que la fe católica cree acerca de María se funda en lo que cree acerca de Cristo, pero lo que enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo. (CEC 487) Interlocutora del Padre en su proyecto de enviar su Verbo al mundo para la salvación humana, María con su fe llega a ser el primer miembro de la comunidad de los creyentes en Cristo, y también se hace colaboradora en el renacimiento espiritual de los discípulos. Del Evangelio emerge su figura de mujer libre y fuerte, conscientemente orientada al verdadero seguimiento de Cristo. Ella ha vivido por entero toda la peregrinación de la fe como madre de Cristo y luego de los discípulos, sin que le fuera ahorrada la incomprensión y la búsqueda constante del proyecto del Padre. Alcanzó así a estar al pie de la cruz en una comunión profunda, para entrar plenamente en el misterio de la Alianza. (DA 266)

María, modelo de vida en el Espíritu.Mujer de fe: «Feliz la que ha creído» (cfr Lc . 1, 45) Este elogio dirigido a María por su prima Isabel es un concepto clave en mariología. Por su fe María acompaña a esos grandes hombres de fe de la Antigua Alianza, cuyas alabanzas son cantadas en la Epístola a los Hebreos. (cfr Heb 11)Escucha de la Palabra: Ella, que “conservaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón” (Lc 2, 19; cf. 2, 51), nos enseña el primado de la escucha

de la Palabra en la vida del discípulo y misionero. El Magnificat … revela que en Ella la Palabra de Dios se encuentra de verdad en su casa, de donde sale y entra con naturalidad. Ella habla y piensa con la Palabra de Dios; la Palabra de Dios se le hace su palabra, y su palabra nace de la Palabra de Dios. Además así se revela que sus pensamientos están en sintonía con los pensamientos de Dios, que su querer es un querer junto con Dios. Estando íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, Ella puede llegar a ser madre de la Palabra encarnada” (DCE 41). (DA 271)Respuesta obediente: la fe de María significa confianza en Dios, que implica negarse a sí mismo y entregarse, en obediencia amorosa, a la verdad de Dios. Esta fe, en la oscuridad de los misteriosos caminos de Dios, se convierte en conformidad con Él. En su Sí al nacimiento del Hijo de Dios de su propio seno, por gracia del Espíritu Santo, María permite que su cuerpo, así como su ser más profundo, sean convertidos en la morada de la Presencia Divina. En ese Sí, el deseo de María y el de su Hijo —que en sí mismo es el de la libre respuesta a la voluntad del Padre— coinciden, y así la Encarnación se hace posible.María, carismática: María es la perfecta carismática... Ella construye el cuerpo físico de Cristo y, al mismo tiempo, su Cuerpo Místico, a través de la fe. Todos los carismas de María son un florecimiento de su carisma fundamental: ser la Madre de Jesús (p. Rene Laurentin). Así lo afirma el Catecismo de la Iglesia: Para ser la Madre del Salvador, María fue "dotada por Dios con dones a la medida de una misión tan importante" (LG 56). El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como "llena de gracia" (Lc 1, 28). En efecto, para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios. (CEC 490)Artífice de comunión: Fortalece los vínculos fraternos entre todos, alienta a la reconciliación y el perdón, y ayuda a que los discípulos de Jesucristo se experimenten como una familia, la familia de Dios. En María nos encontramos con Cristo, con el Padre y el Espíritu Santo, como asimismo con los hermanos. (DA 267)

4. Nueva Evangelización y María. Decían los obispos de America en el Sinodo de la Evangelización: «El Espíritu Santo es el principal evangelizador e impulsa a la Iglesia que está en América a cantar con María el Magníficat, su “canto de alabanza”…» . Y el Papa Juan Pablo II en su Carta Apostólica sobre la preparación para el Jubileo del año 2000 recomienda que María «se propone a todos los cristianos como modelo de fe vivida» (TMA, 43) . Esto significa que, al entregarse a la Nueva Evangelización, la Iglesia deberá adoptar una postura esencialmente mariana, tanto en la misión ad intra como en la ad extra.

En la Escuela de María: Afirman los Obispos en Aparecida: “María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió junto al humilde Juan Diego el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu. Desde entonces son incontables las comunidades que han encontrado en ella la inspiración más cercana para

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aprender cómo ser discípulos y misioneros de Jesús. Con gozo constatamos que se ha hecho parte del caminar de cada uno de nuestros pueblos, entrando profundamente en el tejido de su historia y acogiendo los rasgos más nobles y significativos de su gente. Las diversas advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo, manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella les pertenece y ellos la sienten como madre y hermana.” (DA 269)La Iglesia, como la Virgen María, es madre. (DA 268)Actitud mariana de Servicio: “ Con los ojos puestos en sus hijos y en sus necesidades, como en Caná de Galilea, María ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica, además, cuál es la pedagogía para que los pobres, en cada comunidad cristiana, “se sientan como en su casa” (NMI 50). Crea comunión y educa a un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es pobre o necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su actitud acogedora, que la convierte en “casa y escuela de la comunión” (Ibid. 43), y en espacio espiritual que prepara para la misión. (DA 272)Testimonio para el Mundo: Ella atrae multitudes a la comunión con Jesús y su Iglesia, como experimentamos a menudo en los santuarios marianos. Por eso la Iglesia, como la Virgen María, es madre. Esta visión mariana de la Iglesia es el mejor remedio para una Iglesia meramente funcional o burocrática. (DA 268)

Conclusión: Hoy, cuando en nuestro continente latinoamericano y caribeño se quiere enfatizar el discipulado y la misión, es ella quien brilla ante nuestros ojos como imagen acabada y fidelísima del seguimiento de Cristo. Ésta es la hora de la seguidora más radical de Cristo, de su magisterio discipular y misionero al que nos envía el Papa Benedicto XVI: “María Santísima, la Virgen pura y sin mancha es para nosotros escuela de fe destinada a conducirnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el Creador del cielo y de la tierra. … Permanezcan en la escuela de María. Inspírense en sus enseñanzas. Procuren acoger y guardar dentro del corazón las luces que ella, por mandato divino, les envía desde lo alto” (Benedicto XVI, Discurso al final del rezo del Santo Rosario en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, 12 de mayo de 2007). (DA 270)

Bajo la mirada vigilante de la Madre, la comunidad eclesial crece como una familia renovada por la fuerte efusión del Espíritu y, dispuesta a aceptar los desafíos de la nueva evangelización, contempla el rostro misericordioso de Jesús en los hermanos, especialmente en los pobres y necesitados, en los alejados de la fe y del Evangelio. En particular, la Iglesia no teme proclamar ante el mundo que Cristo es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6); no teme anunciar con alegría que la "buena noticia le tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo, en la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo" (RVM, 20) (Juan Pablo II, 12 de Enero de 2003).

Taller

Lea y comente: “En aquellos días – escribe el evangelista san Lucas – se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá” (Lc 1,39). El de María es un auténtico viaje misionero. Es un viaje que la lleva lejos de casa, la empuja al mundo, a lugares extraños a sus costumbres cotidianas, la hace llegar, en un cierto sentido, hasta los límites de lo que ella podía llegar. Está precisamente aquí, también para todos nosotros, el secreto de nuestra vida de hombres y de cristianos. La nuestra, como individuos y como Iglesia, es una existencia proyectada fuera de nosotros. Como ya había sucedido a Abraham, se nos pide que salgamos de nosotros mismos, de los lugares de nuestras seguridades, para ir hacia los demás, a lugares y ámbitos distintos. Es el Señor el que nos lo pide: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos... hasta los confines de la tierra (Hch 1,8). Y es siempre el Señor el que, en este camino, nos pone junto a María como compañera de viaje y madre solícita. Ella nos da seguridad, porque nos recuerda que con nosotros está siempre su Hijo Jesús, según lo que prometió: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). El evangelista relata que “María permaneció con ella (con su pariente Isabel) unos tres meses” (Lc 1,56). … La caridad de María... no se detiene en la ayuda concreta, sino que alcanza su culmen en el dar al mismo Jesús, en “hacerle encontrar”. Es una vez más san Lucas quien lo subraya: “en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno” (Lc 1,41). Estamos así en el corazón y en el culmen de la misión evangelizadora. Estamos en el significado más verdadero y en el objetivo más genuino de todo camino misionero: dar a los hombres el Evangelio vivo y personal, que es el mismo Señor Jesús. Y la de Jesús es una comunicación y una donación que – como atestigua Isabel – llena el corazón de alegría: “apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno” (Lc 1,44). Jesús es el verdadero y único tesoro que nosotros tenemos que dar a la humanidad. Es de Él de quien los hombres y mujeres de nuestro tiempo tienen profunda nostalgia, aun cuando parecen ignorarlo o rechazarlo. Es de Él de quien tiene gran necesidad la sociedad en que vivimos, Europa, el mundo entero.A nosotros se nos ha confiado esta extraordinaria responsabilidad. Vivámosla con alegría y con compromiso, para que la nuestra sea verdaderamente una civilización en la que reinen la verdad, la justicia, la libertad y el amor, pilares fundamentales e insustituibles de una verdadera convivencia ordenada y pacífica. Vivamos esta responsabilidad permaneciendo asiduos en la escucha de la Palabra de Dios, en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones (cfr Hch 2,42). (Benedicto XVI, Discurso con motivo de la conclusión del mes de mayo en el Vaticano, Mayo 31 de 2010)