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Enseñanzas del Papa Francisco. No.50
Enseñanzas del Papa Francisco. No.50
El 24 de marzo dijo: “Ningún profeta es bien aceptado en su patria” .
“Los leprosos y las viudas en aquel tiempo eran marginados”. Y sin
embargo, estos dos marginados, acogiendo a los profetas, fueron
salvados. En cambio, los
nazarenos no aceptan a Jesús porque “estaban tan seguros en su ‘fe’,
tan seguros en su observancia de los
mandamientos, que no tenían
necesidad de otra salvación”.
“Es el drama de la observancia de los
mandamientos sin fe:
‘Yo me salvo solo, porque voy a la
sinagoga todos los sábados,
trato de obedecer a los mandamientos, ¡pero que éste no
venga a decirme que eran mejor que yo
aquel leproso y aquella viuda!’.
¡Esos eran marginados! Y Jesús nos dice:
‘Pero, mira, si tú no te marginas, no te sientes en el margen, no tendrás
salvación’.
Ésta es la humildad, el camino de la
humildad: sentirse tan marginados que tenemos necesidad de la salvación del
Señor. Sólo Él salva,
no nuestra observancia de los
preceptos. Y esto no gustó,
se enojaron y querían matarlo”.
La misma rabia, afecta, inicialmente, también a Naamán,
porque considera ridículo y humillante la invitación de Eliseo de bañarse siete veces en el río Jordán para quedar
curado de la lepra. “El Señor le pide un gesto de humildad, que obedezca como un niño, que haga el
ridículo”.
Se va desdeñado, pero después, convencido por sus siervos, vuelve
y hace cuanto le dijo el profeta. Aquel acto de humildad lo cura.
“María en su Cántico no dice que está contenta porque Dios ha mirado
su virginidad, su bondad y su dulzura, tantas virtudes que ella
tenía. No. Sino porque el Señor ha mirado la
humildad de su sierva, su pequeñez, su
humildad. Es lo que mira el
Señor.”
Debemos aprender esta sabiduría de marginarnos, para que el Señor nos
encuentre. No nos encontrará en el centro de
nuestras seguridades, no, no. Allí no va el Señor.
Nos encontrará en la marginación, en nuestros pecados,
en nuestras equivocaciones, en nuestras necesidades de ser curados
espiritualmente, de ser salvados; allí nos encontrará el Señor”.
“Es éste el camino de la humildad”.
“La humildad cristiana no es la virtud de decir:
‘Pero, yo no sirvo para nada’ y esconder la soberbia allí, ¡no, no!
La humildad cristiana es decir la verdad:
‘Soy pecador, soy pecadora’. Decir la verdad:
es ésta nuestra verdad. Pero hay otra: Dios nos salva.
Pero nos salva allá, cuando nosotros somos marginados; no nos salva en
nuestra seguridad. Pidamos la gracia de tener esta sabiduría de marginarnos, la
gracia de la humildad para recibir la salvación del Señor”.
El 24 de marzo también dijo: La experiencia del compartir fraterno
con los que sufren nos abre a la verdadera belleza de la vida humana,
incluyendo su fragilidad.
En la salvaguardia y la promoción de la vida,
sea cual sea la etapa o el estado en la que se encuentre, podemos reconocer la
dignidad y el valor de cada ser humano,
desde la concepción hasta la muerte”.
“Es cierto, que incluso en el
sufrimiento nunca nadie está solo,
porque Dios en su amor misericordioso por el hombre y el
mundo abraza hasta las situaciones más
inhumanas, cuando la imagen
del Creador presente en cada persona
aparece borrosa o desfigurada”.
“Así ocurrió con Jesús en su Pasión...Y aquí, en la Pasión de Jesús, está la escuela más grande para todo aquel
que quiera dedicarse al servicio de los hermanos enfermos y que sufren”.
“María ofreció su propia existencia, su total disposición a la voluntad de Dios,
convirtiéndose en el "lugar" de su presencia,
en el "lugar" donde mora el Hijo de Dios”
“La carne de Cristo presente en los pobres,
en los que sufren, en los niños, también los no deseados, en las
personas con discapacidades físicas o mentales y en los ancianos”.
El 27 de marzo, dijo: En la primera lectura, tomada del libro
de Jeremías, el profeta presenta el “lamento de Dios”
por una generación que, no acogió a sus mensajeros y que, en lugar de ello, se
justifica por sus pecados.
“Me dieron la espalda”: “Éste es el dolor del Señor, el dolor de Dios”. Esta realidad está presente también en el Evangelio, la de una ceguera hacia Dios, sobre todo de los líderes del
pueblo.
“Con el tiempo, el corazón de esta gente,
de este grupito se había endurecido tanto, tanto, tanto, que le era imposible oír la voz del Señor.
Y de pecadores que eran, precipitaron hasta volverse corruptos”.
“es tan difícil que un corrupto pueda volver atrás.
El pecador sí, porque el Señor es misericordioso y nos espera a todos. Pero el
corrupto se fija en sus asuntos, y estos eran corruptos.
Y por ello se justifican a sí mismos, porque Jesús
–con su sencillez, pero con su fuerza de Dios– los fastidiaba”.
“Personas que tomaron un camino equivocado
y que opusieron resistencia a la salvación de amor del Señor,
y así han caído de la fe, de una teología de fe
a una teología del deber”.
“ellos rechazaron el amor del Señor y
este rechazo los hizo tomar una senda
que no era la de la dialéctica de la
libertad que ofrecía al Señor, sino que
era la de la lógica de la necesidad, donde no hay lugar para el
Señor. ¡En la dialéctica de la libertad está el
Señor bueno, que nos ama,
nos ama tanto!”
“En cambio, en la lógica de la necesidad no hay lugar para Dios: se debe hacer, se debe
hacer, se debe... Se han vuelto hombres de buenas maneras,
pero con malos hábitos. Jesús los llama, a ellos, ‘sepulcros
blanqueados’”.
“En este camino de la Cuaresma nos
hará bien, a todos nosotros,
pensar en esta invitación del Señor
al amor, a esta dialéctica de la libertad donde
hay amor, y a preguntarnos
todos: Pero, ¿estoy en
este camino? ¿Corro el riesgo de
justificarme y de ir por otro camino?
Un camino coyuntural, porque no lleva a ninguna
promesa”.
Y roguemos al Señor, para que nos dé la
gracia de ir siempre por el camino de la
salvación,de abrirnos a la
salvación que sólo viene de Dios,
de la fe, no de lo que proponían estos
‘doctores del deber’, que habían perdido la fe
y que regentaban al pueblo con esta teología
pastoral del deber”.
El 28 de marzo dijo: “el ministerio de la misericordia,
es tan importante” .“En primer lugar el protagonista del ministerio de la reconciliación es el
Espíritu Santo. El perdón que el sacramento confiere es la vida nueva transmitida por el Señor Resucitado a través de su Espíritu…
Por lo tanto, están llamados a ser siempre ‘hombres del Espíritu Santo,
testigos y anunciadores, alegres y fuertes,
de la resurrección del Señor’”.
" acoger a los penitentes “no con
la actitud de un juez y tampoco con la de
un simple amigo, sino con la caridad
de Dios... El corazón del
sacerdote es un corazón que se
conmueve...Si es verdad que la
tradición indica el papel doble de
médico y de juez de los confesores, no
hay que olvidar que cómo médico está llamado a curar y
como juez a absolver”.
“Si la Reconciliación transmite la vida nueva del Resucitado y renueva la gracia bautismal ,
vuestra tarea es entonces la de darla generosamente a los fieles.
Un sacerdote que no se dedica a esta parte de su ministerio... es como un pastor que no
se preocupa por las ovejas que se han perdido”.
“¡La misericordia es el corazón del Evangelio¡ Es la buena nueva de que Dios nos ama,
de que ama siempre al pecador y con este amor
lo atrae hacia sí y lo invita a la conversión. No olvidemos que, a
menudo, a los fieles les cuesta trabajo confesarse,
sea por motivos prácticos, sea por la dificultad natural de
confesar a otro hombre los pecados propios”.
Por eso, “es necesario trabajar sobre nosotros
mismos, sobre nuestra humanidad, para que no
representemos nunca un obstáculo sino para que favorezcamos siempre el
acercamiento a la misericordia y al perdón.
¡La confesión no es un tribunal de condena,
sino una experiencia de perdón y misericordia!”.
“Las razones son tantas, sea históricas como espirituales. Sin embargo,
sabemos que el Señor quiso regalar este don inmenso a su Iglesia, ofreciendo a los bautizados la
seguridad del perdón del Padre”.
Por eso, es muy importante que en todas las diócesis y comunidades parroquiales se
preste mucha atención a la celebración de este sacramento de perdón y salvación.
Es importante que en todas las parroquias los fieles sepan cuándo pueden encontrar
disponibles a los sacerdotes: cuando hay fidelidad, se ven los frutos”.
El 28 de marzo también dijo: En el período de la Cuaresma la Iglesia,
en nombre de Dios, renueva el llamamiento a la conversión. Es la llamada a cambiar de
vida. Convertirse no es cuestión de un momento o
de un período del año, es un empeño que dura toda la vida.
¿Quién de entre nosotros puede presumir que no es pecador? Nadie. Todos lo sabemos.
Escribe el apóstol Juan: “Si decimos: ‘No tenemos pecado’, nos
engañamos y la verdad no está en nosotros. Si
reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es él para perdonarnos los pecados y
purificarnos de toda injusticia” (1 Jn 1, 8-9). Es lo que sucede también en esta celebración
y en toda esta jornada penitencial. La Palabra de Dios que hemos escuchado nos introduce en dos elementos esenciales de la
vida cristiana.
El primero: Revestirnos del hombre nuevo. El hombre nuevo, “creado según Dios”,
nace en el Bautismo, donde se recibe la vida misma de Dios, que nos hace sus hijos y nos
incorpora a Cristo y a la Iglesia. Esta vida nueva permite ver la realidad con ojos
diversos, sin estar distraídos por las cosas que no cuentan y no pueden durar por mucho
tiempo, de las cosas que terminan con el tiempo.
Por esta razón estamos llamados a abandonar los comportamientos del pecado
y fijar la mirada en lo esencial de la vida. “El hombre vale más por lo que es que por lo
que tiene” (Gaudium et spes, 35). Fijar la mirada sobre la realidad esencial del hombre. He aquí la diferencia entre la vida deformada
por el pecado y aquella iluminada por la gracia.
Del corazón del hombre renovado según Dios provienen los
comportamientos buenos: hablar siempre con la verdad y evitar
toda mentira; no robar, sino más bien compartir cuanto se posee con los demás, especialmente con quien tiene
necesidad;
no ceder a la ira, al rencor y a la venganza, sino ser
mansos, magnánimos y dispuestos al perdón; no caer en la maledicencia que arruina la buena fama de las personas, sino mirar mayormente el lado positivo de cada uno. Y esto es revestirse del
hombre nuevo, con estas actitudes nuevas.
Nuestro Padre jamás se cansa de amar y
sus ojos no se amodorran al mirar el
camino de casa, para ver si el hijo que se fue y se ha perdido
regresa.
Podemos hablar de la esperanza de Dios: nuestro Padre nos espera siempre. No sólo
nos deja la puerta abierta: nos espera. Él está involucrado en esto,
esperar a los hijos. Y este Padre no se cansa ni siquiera de amar al otro hijo que, aun permaneciendo siempre en casa con él,
sin embargo no es partícipe de su misericordia, de su compasión.
Dios no sólo está en el origen del amor, sino que en Jesucristo nos llama a imitar su mismo modo de
amar: “Como yo los he amado,
así ámense también ustedes los unos a los
otros”. En la medida en que los
cristianos viven este amor, se convierten en el mundo en discípulos creíbles de Cristo. El amor no puede
soportar permanecer encerrado en sí mismo.
Por su misma naturaleza es abierto, se difunde y es fecundo, genera siempre
nuevo amor.
… podrán comunicar la alegría de recibir el perdón del Padre y de volver a encontrar la
amistad plena con Él. …nuestro Padre nos espera, nuestro Padre nos
perdona, y es más: ¡Hace fiesta!
Si tú vienes con toda tu vida, con tantos
pecados, Él en lugar de
reprocharte, hace fiesta…
Quien experimenta la misericordia divina,
se siente impulsado a hacerse artífice de
misericordia entre los últimos y los pobres.
En estos “hermanos más
pequeños” Jesús nos espera.
Recibamos misericordia,
y demos misericordia. ¡Salgamos a su
encuentro! ¡Y celebraremos la
Pascua en la alegría de Dios!.
El 29 de marzo dijo: es “realmente
blasfemo” pensar que la discapacidad o la enfermedad es un castigo de Dios.
Al recordar la figura del ciego de nacimiento,
“aquí encontramos las dos culturas opuestas.
La cultura del encuentro y la cultura
del descarte, del prejuicio”.
El hombre del Evangelio era ciego de nacimiento y por ello marginado en
nombre de una falsa concepción que lo retenía cumpliendo una pena divina. “Pero Jesús rechazaba radicalmente
este modo de pensar ¡realmente blasfemo! y cumplió para el ciego la
‘obra de Dios’ dándole la vista”.
“Lo más importante de esto es que este hombre,
a partir de lo ocurrido, se convierte en testigo de Jesús y de su obra, que es la
obra de Dios, de la vida, del amor, de la
misericordia”.
“Mientras los jefes de los fariseos, desde las alturas de su seguridad,
juzgaron tanto a Jesús como al ciego y a los pecadores, el ciego curado,
con desarmarte sencillez, defiende a Jesús,
al final profesa la fe en Él y comparte también su suerte: excluyen a Jesús, lo
excluyen a él.”
Pero en realidad, aquél hombre entra a formar parte de la nueva comunidad,
basada en la fe en Jesús y su amor fraternal”.
“la persona enferma o discapacitada puede convertirse en testigo del
encuentro precisamente a partir de su fragilidad, de sus límites:
el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, es el encuentro con los
demás, con la comunidad”.
“En efecto, solo quien reconoce su propia fragilidad y sus propios límites
puede construir relaciones
fraternales y solidarias en la Iglesia y en la
sociedad”.
“En efecto, para ser testigos del Evangelio
hace falta haber encontrado a Jesús.
Quien lo conoce realmente se convierte
en su testigo.Su vida cambia, vuelve
a su gente y les dice:
‘Venid a ver a uno que me ha dicho todo lo que he hecho, quizá sea el
Mesías’”.
“La samaritana, es un ejemplo claro del tipo de personas a las que Jesús amaba encontrar para hacer de ellos testigos:
personas marginadas, excluidas, despreciadas. La samaritana era así en su condición de mujer y de samaritana, los samaritanos era muy despreciados
por los judíos.”
Pero pensemos a los muchos que Jesús quiso encontrar,
sobre todo personas marcadas por la enfermedad y la discapacidad a
quienes quiso curar y devolver su plena
dignidad. Es muy importante que estas personas
se conviertan en testigos de un nuevo
modo de actuar al que podamos llamar
cultura del encuentro”.
Testigo del Evangelio es aquél que “ha encontrado a Jesucristo, que lo ha
conocido, o mejor dicho, que se ha sentido conocido
por Él, reconocido, respetado, amado, perdonado,
y este encuentro lo ha tocado en profundidad,
lo ha colmado de una alegría nueva, un nuevo significado para la vida.
Y esto se transmite a los demás”.
“Queridos amigos, os animo a avanzar por este camino que habéis elegido… Solo Jesús conoce el corazón del hombre, solo
Él puede liberarlo del cerrazón y del pensamiento estéril para abrirlo a la vida
y la esperanza”.
El 30 de marzo dijo, al presidir el rezo del Ángelus dominical:
“el Evangelio de hoy nos presenta el episodio del hombre ciego de nacimiento, a quien
Jesús dona la vista.
“El milagro es narrado por Juan en apenas dos versículos, porque el
evangelista quiere atraer la atención no sobre el milagro en sí,
sino sobre aquello que ocurre después,
sobre las discusiones que origina.
“También sobre las habladurías, ¿no? Tantas veces una buena acción, una obra de caridad origina habladurías,
discusiones porque hay algunos que no quieren ver la verdad”.
“el evangelista Juan quiere atraer la atención sobre esto que también ocurre en nuestros días, cuando se cumple una acción buena. El ciego curado es en primer lugar interrogado por la multitud sorprendida-
han visto el milagro y lo interrogan; luego por los doctores de la ley; y éstos interrogan también a sus padres”.
Al final el ciego curado llega a la fe, y ésta es la gracia más grande que le viene dada por Jesús: no sólo poder ver, sino conocer a Él,
ver a Él, como ‘la luz del mundo’”.
“el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley al contrario se hunden cada vez más en su ceguera interior. Encerrados en su presunción, creen tener ya la luz; por esto
no se abren a la verdad de Jesús”.
“Ellos hacen todo lo posible por negar la
evidencia. Ponen en duda la
identidad del hombre curado;
después niegan la acción de Dios en la curación,
tomando como pretexto que Dios no obra el
sábado; llegan incluso a dudar que aquel hombre hubiese nacido ciego. Su
cerrazón a la luz se vuelve agresiva y desemboca en la
expulsión del hombre curado del templo.
Expulsado del templo”.
“el camino del ciego en cambio es un camino por etapas, que parte del conocimiento del
nombre de Jesús. No conoce a otro que a Él; de hecho dice: ‘Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso
sobre mis ojos’. Como consecuencia de las insistentes preguntas de los doctores,
primero lo considera un profeta y después un hombre cercano a Dios”.
“Luego que ha sido alejado del templo, excluido de la sociedad, Jesús lo vuelve a
encontrar y le ‘abre los ojos’ por segunda vez,
revelándole la propia identidad: ‘Yo soy el Mesías’, le dice.
A este punto aquel que había sido ciego exclama:
‘¡Creo, Señor!’, y se inclina ante Jesús . Este es un relato del Evangelio que hace ver el
drama de la ceguera interior de tanta gente: también nuestra gente ¿eh?, porque nosotros
tenemos, algunas veces, momentos de ceguera interior”.
Nuestra vida, “es parecida a aquella del ciego que se ha abierto a la luz, que se ha abierto a
Dios y a la gracia. A veces, lamentablemente, es un poco como
aquella de los doctores de la ley: desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los demás, y
¡hasta al Señor!
Hoy, estamos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son
cristianos: todos somos cristianos, pero todos nosotros,
todos ¿eh?, tenemos algunas veces comportamientos no cristianos;
comportamientos que son pecados ¿no?”.
“Y debemos arrepentirnos de esto y
eliminar este comportamiento para
caminar decididamente sobre el camino de la
santidad, que tiene su inicio en el
Bautismo, y en el Bautismo hemos sido
iluminados, para que, como nos recuerda san Pablo,
podamos comportarnos como ‘hijos de la luz’,
con humildad, paciencia, misericordia.
Estos doctores de la ley no tenían ni humildad ni
paciencia ni misericordia”.
“Hoy les sugiero… tomen el Evangelio de Juan y lean aquel pasaje del capítulo 9:
esto les hará bien, porque así verán este camino de la ceguera a
la luz y aquel otro camino malo hacia una ceguera
más profunda”.
“¿cómo es nuestro corazón? ¿Cómo es mi corazón?,
¿Cómo es tu corazón? ¿Cómo es nuestro corazón? ¿Tengo un
corazón abierto o cerrado hacia el prójimo? Tenemos siempre en nosotros alguna
cerrazón nacida del pecado, nacida de los errores: no tengamos miedo, ¡no tengamos
miedo!”.
“Abrámonos a la luz del Señor: Él nos espera siempre.
Para hacernos ver mejor. Para darnos más luz, para perdonarnos.
No se olviden de esto: Él nos espera siempre”.“Confiemos a la Virgen María el camino
cuaresmal, para que también nosotros, como el ciego
curado, podamos con la gracia de Cristo “venir a la luz”,
ir más adelante en la luz y renacer a la vida nueva”.
En twitter dijo:Jesús nunca está lejos de nosotros
pecadores. Él quiere derramar sobre nosotros, sin
medida, toda su misericordia.
No podemos ser discípulos a medias. La Iglesia necesita de nuestra valentía para que
demos testimonio de la verdad.
La Cuaresma es un tiempo de gracia,
un tiempo para convertirse y vivir en coherencia con el
bautismo.
Todos tenemos que mejorar, que cambiar para ser mejor, la Cuaresma nos ayuda a luchar
contra nuestros defectos.
Vivimos en una sociedad que pretende dejar de lado a Dios; y
esto, día tras día, narcotiza el corazón.
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con el título suscripciones . Servicio Gratuito.
Que Dios te llene de bendiciones. Y que permanezcamos unidos en el
amor a Jesús.
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