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joaquiniglesias
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CUARESMA 2013
Segundo domingo
Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y resplandeciente, y he aquí que dos varones hablaban con él: Moisés y Elías…Al separarse estos, dijo Pedro a Jesús: Maestro, ¡qué bien se está aquí! Hagamos tres tiendas…Lucas 9, 28b-36.
La oración es consustancial al cristiano. Como Jesús, de tanto en tanto necesitamos apartarnos del mundo y buscar un lugar tranquilo para rezar.
Subir a la montaña equivale a orar. Desde la altura podemos contemplar la realidad desde una perspectiva más amplia y trascendente.
Para escuchar a Dios necesitamos ese distanciamiento, soledad y silencio.
Tras los anuncios de su Pasión, Jesús se lleva a tres discípulos consigo al monte. Son los tres que,
más tarde, también se llevará al huerto de los olivos a rezar con él…
Moisés y Elías representan dos pilares de la fe judía: la Ley y la tradición profética.Jesús, en medio de ellos, simboliza la culminación de las expectativas del pueblo. En él se da la plenitud de la Ley y de los profetas.
Pero junto a la plenitud encontramos
la cruz.Gloria y cruz son dos
caras del esplendor de Jesús. No se puede
entender el Tabor sin el Calvario, como
tampoco la cruz sin la gloria. En su muerte,
Jesús muestra el esplendor del Hijo que
se entrega por amor.
Pedro se siente tan a gusto que quiere eternizar el momento. ¡Es muy humano!
Todos queremos eternizar los momentos de gozo. Nunca quisiéramos bajar del Tabor…
¡Plantemos tres tiendas!
Pero hemos de descender.El Tabor, sin la misión, quedaría
empobrecido. Dios nos llama a trabajar para
construir otros tabores en el mundo, espacios de cielo
donde la gente pueda experimentar la plenitud.
Cada domingo podemos subir al Tabor y saborear un anticipo del cielo: la eucaristía nos da alas para descender al mundo y entregarnos
a la tarea de difundir el Reino de Dios.
La vida del cristiano no se limita a los consuelos y los gozos de la oración y la liturgia: también comprende la batalla diaria, la cruz que cada
cual carga sobre sí.
Cada persona tiene su Jerusalén particular al que dirigirse. Pero no nos desanimemos: no estamos solos. Jesús ya tomó la cruz por nosotros y sigue llevándola, a nuestro lado. Su ayuda nunca nos faltará.
«Este es mi hijo, el elegido, escuchadle».De la nube, presencia de Dios, sale una voz
potente. Es una escena similar a la del Jordán.
Dios llama a Jesús su elegido. Y él, fiel al designio del Padre, marcha a Jerusalén para
completar su misión.
El cristiano ha de tener el corazón y el oído abiertos para escuchar al Hijo de Dios.
Él siempre tendrá palabras de vida, de plenitud, de aliento, que darán sentido a nuestra
existencia.
Si sabemos encontrar espacios de silencio, podremos escuchar su voz. Nos sentiremos
también elegidos y amados. Y, después, también seremos llamados y enviados, como
Jesús.
Textos: Joaquín Iglesias Aranda.