8
INTRODUCCIÓN Somos conscientes de que nuestro mundo precisa una renovación en valores, ya no fundados en doctrinas y dogmas, sino en el sentimiento natural de que todos constituimos una familia y habitamos en un único hogar común: La Tierra. En la escuela aprendemos sus características y dimensiones y esos trazos de colores ribeteados por líneas que definen los países y sus fronteras. ¿Quién ha visto estos límites en el terreno? Estoy en un monte, al otro lado hay un valle y es otro país, o ese río, o esta costa. Los animalillos, las plantas, desconocen estos convencionalismos. Un árbol puede tener la mitad de sus ramas y raíces en un país y otro al tiempo. Y a los gorriones y urracas que se posan en sus ramas les importa un bledo en qué país están. Si delimitamos territorios es más fácil administrarlos y también controlar a sus gentes, pero ¿necesitan ser controlados? ¡Qué maravilloso es ser ciudadanos del mundo! ¡Y qué difícil se pone por culpa de los políticos y demás dogmas! Nuestro planeta azul, una turquesa cósmica, orbitando junto con sus hermanos alrededor del Sol; y éste, en uno de sus brazos, alrededor de la Galaxia; y ésta íntimamente ligada a sus hermanas desde que el universo lo es. Todo ello constituye el Cosmos y la inimaginable energía que lo manifiesta con sus ignotas leyes. Tratar de considerarlo como una unidad o entidad manifiesta lo denominado “Gran Misterio”. Todo es energía, todo es luz, todo es un gran holograma del cual, cualquiera de sus detalles, aún el más ínfimo, trae consigo la totalidad. Meditando con una flor podemos llegar a lo inefable, aún con un grano de arena u observando al microscopio una mota de polvo. Esta es la grandeza que disponemos como humanos conscientes; podemos conmovernos y sentir resonar en nuestras entrañas el significado de la palabra “Misterio”. Nuestras enciclopedias engordan día a día con nueva información, pero toda esa información no puede hacer ni sombra a la impresión de maravilla y conmoción que sentimos al sintonizarnos con el Misterio. El conocimiento es como el horizonte, cuando crees alcanzarlo, está mucho más allá. El sentimiento de admiración, de respeto, de maravilla, de amor, de pertenencia al Misterio que “Todo-lo-es” lo llamo “Espiritualidad”. Me gusta más “espiritualidad” que “religiosidad” porque considero que no es preciso re-ligarse a lo trascendente, pues ya somos el propio “trascendente”. La motivación a trascender es la propia autorrealización y es un proceso siempre abierto a nuevos horizontes. Lo que me cuesta entender es cómo esta motivación de autorrealización puede pasar inadvertida para tantos congéneres. Tan sólo lo puedo explicar por el propio bloqueo a expandir la consciencia por rigidez y fijación de ideas y creencias. Pero esto no fue siempre así en occidente. Hace unos 5000 años esta armonía con el Misterio era el estado era el estado natural de todos cuantos habitábamos en lo que ahora llamamos Occidente. En las comunidades agrícolas o nómadas de entonces toda la colectividad sin distinciones de edades, ni sexos participaban en la representación del Misterio a través de rituales, celebraciones y narraciones. Alrededor de la hoguera se cantaban viejas canciones, se relataban ancestrales historias; los abuelos transmitían su saber acumulado y experimentado en un clima sereno, misterioso y amoroso. En torno al fuego se bailaba con esas canciones y ritmos; y todos, absolutamente todos, participaban en la celebración, sencilla, pero rica, entrañable y trascendente. Se cantaba al amor, al viento, a la luna, al árbol, al río, al bosque, al desierto, al sol, a los ancestros, a las estaciones del año, a los espíritus... A la siembra, a la recolección... Al amor, a la muerte... Al misterio entramado en la vida.

“Mitakuye oyasin” somos uno

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: “Mitakuye oyasin” somos uno

INTRODUCCIÓN

Somos conscientes de que nuestro mundo precisa una renovación en valores, ya no fundados en doctrinas y dogmas, sino en el sentimiento natural de que todos constituimos una familia y habitamos en un único hogar común: La Tierra. En la escuela aprendemos sus características y dimensiones y esos trazos de colores ribeteados por líneas que definen los países y sus fronteras. ¿Quién ha visto estos límites en el terreno? Estoy en un monte, al otro lado hay un valle y es otro país, o ese río, o esta costa. Los animalillos, las plantas, desconocen estos convencionalismos. Un árbol puede tener la mitad de sus ramas y raíces en un país y otro al tiempo. Y a los gorriones y urracas que se posan en sus ramas les importa un bledo en qué país están. Si delimitamos territorios es más fácil administrarlos y también controlar a sus gentes, pero ¿necesitan ser controlados? ¡Qué maravilloso es ser ciudadanos del mundo! ¡Y qué difícil se pone por culpa de los políticos y demás dogmas! Nuestro planeta azul, una turquesa cósmica, orbitando junto con sus hermanos alrededor del Sol; y éste, en uno de sus brazos, alrededor de la Galaxia; y ésta íntimamente ligada a sus hermanas desde que el universo lo es. Todo ello constituye el Cosmos y la inimaginable energía que lo manifiesta con sus ignotas leyes. Tratar de considerarlo como una unidad o entidad manifiesta lo denominado “Gran Misterio”. Todo es energía, todo es luz, todo es un gran holograma del cual, cualquiera de sus detalles, aún el más ínfimo, trae consigo la totalidad. Meditando con una flor podemos llegar a lo inefable, aún con un grano de arena u observando al microscopio una mota de polvo. Esta es la grandeza que disponemos como humanos conscientes; podemos conmovernos y sentir resonar en nuestras entrañas el significado de la palabra “Misterio”. Nuestras enciclopedias engordan día a día con nueva información, pero toda esa información no puede hacer ni sombra a la impresión de maravilla y conmoción que sentimos al sintonizarnos con el Misterio. El conocimiento es como el horizonte, cuando crees alcanzarlo, está mucho más allá. El sentimiento de admiración, de respeto, de maravilla, de amor, de pertenencia al Misterio que “Todo-lo-es” lo llamo “Espiritualidad”. Me gusta más “espiritualidad” que “religiosidad” porque considero que no es preciso re-ligarse a lo trascendente, pues ya somos el propio “trascendente”. La motivación a trascender es la propia autorrealización y es un proceso siempre abierto a nuevos horizontes. Lo que me cuesta entender es cómo esta motivación de autorrealización puede pasar inadvertida para tantos congéneres. Tan sólo lo puedo explicar por el propio bloqueo a expandir la consciencia por rigidez y fijación de ideas y creencias. Pero esto no fue siempre así en occidente. Hace unos 5000 años esta armonía con el Misterio era el estado era el estado natural de todos cuantos habitábamos en lo que ahora llamamos Occidente. En las comunidades agrícolas o nómadas de entonces toda la colectividad sin distinciones de edades, ni sexos participaban en la representación del Misterio a través de rituales, celebraciones y narraciones. Alrededor de la hoguera se cantaban viejas canciones, se relataban ancestrales historias; los abuelos transmitían su saber acumulado y experimentado en un clima sereno, misterioso y amoroso. En torno al fuego se bailaba con esas canciones y ritmos; y todos, absolutamente todos, participaban en la celebración, sencilla, pero rica, entrañable y trascendente. Se cantaba al amor, al viento, a la luna, al árbol, al río, al bosque, al desierto, al sol, a los ancestros, a las estaciones del año, a los espíritus... A la siembra, a la recolección... Al amor, a la muerte... Al misterio entramado en la vida.

alejandra
Highlight
alejandra
Highlight
alejandra
Highlight
Page 2: “Mitakuye oyasin” somos uno

Hoy en día los niños son unos marginados a los que se debe adaptar al mundo adulto; y a los ancianos unos seres a los que se les segrega y confina en “hogares geriátricos” a la espera de la muerte. ¡Qué mundo éste! Entre tanto se trata de negar el transcurso del tiempo de la vida tratando de mantener un aspecto juvenil, productivo, como parando el tiempo y la vida para cumplir con lo “obligado” (nuestra forma de vivir establecida). Así todos hemos sido domesticados, vivimos engañados y seremos segregados en su momento. Concebimos que de la nada procedemos y a la nada regresaremos, y en el intermedio generamos una imagen de ser algo con la certeza de su aniquilación. Esta forma de percibir e interpretar nuestro mundo causa desesperación existencial, y en ella la consciencia es un mero accidente de lo orgánico. Después, algunos admitimos la existencia de un “Gran Ente” al que llamamos Dios que nos ha creado y desde su dimensión celestial nos rige y condiciona según su voluntad, al que debemos amar, obedecer y adorar y al que tras la existencia tendremos que rendir cuentas para obtener una eternidad de beatitud o de infinito pesar según nuestros pensamientos, decisiones y actos en vida. Un dios que salva o condena. Un dios que nos regala el mundo para que dispongamos de él y lo explotemos y poblemos. Un mundo que es un objeto puesto en nuestras manos. ¡Qué desastre! Antiguamente, antes de que naciera este dios, no había diferencia entre el mundo y los humanos; todos éramos lo mismo; no había diferencia entre el Cielo y la Tierra, ero lo mismo. La esencia del Misterio lo llenaba todo y adquiría infinidad de formas y combinaciones de todo cuanto existía. El humano era esencia del Misterio en cuanto a consciencia y en cuanto a materia y todo ello era exactamente lo mismo. Por ello se concebía que no hay ni un principio, ni un final, y el humano puede a través de preguntarse por sí y por el mundo alcanzar a contactar con esta esencia y trascender dando con el Misterio en sí y su alrededor. Ahora nos proponemos recuperar este sentir de nuestros antiguos ancestros y algo interior me dice que ese es el camino. Pero me planteo el cómo hacerlo de un modo natural, espontáneo, cercano. Como adultos este deseo nace de nuestra introspección y del compartir pensamientos y sentimientos con otros; de buscar y experienciar nuestro propio sentir que lo confirme y os satisfaga. ¿Pero qué pasa con los niños y adolescentes que, en un aspecto profundo, sienten la resistencia ¿natural? a asumir sus obligaciones como adultos? ¿Cómo incluirlos en nuestro sentir espiritual sin desatar su resistencia y rebeldía? Podemos contestarnos diciendo que les ofrezcamos esto de forma lúdica, pero ¿cómo? No es suficiente el darles a entender la alegría y el placer de contactar con el poder espiritual trascendente, porque también exige un compromiso y responsabilidad que no están en condiciones de asumir. En los más jóvenes tenemos como apoyo su innato sentido de lo místico, pero con la escolaridad y socialización se pierde. La respuesta asoma con sencillez. Hagamos como nuestros ancestros. Incorporemos en nuestra actual forma de vida la armonía sagrada de “vivir el presente”. Los niños la tienen de forma natural, ellos son felices cantando, bailando, celebrando en juegos la alegría de vivir. Sí, debemos crear tradiciones para cantar, bailar y celebrar la maravillosa abundancia de la vida en nuestro planeta. Esta se establece en etapas de una senda circular con sus celebraciones plenas de magia; de forma que aún siendo cíclicas año tras año, el sentido y significado de las mismas vayan adquiriendo nuevas comprensiones conforme se crece y madura. Y además puede aglutinar diversas generaciones en la misma actividad; cosa que nuestro mundo dificulta intencionadamente. Para nuestra visión espiritual es necesario que diversas generaciones se sientan implicadas en las celebraciones, sean rituales o no, y ofrezcan significados y faculten experiencias profundas e inspiradoras para todos los participantes. Sólo así, manifestando valores de comunidad, afecto y creatividad se puede comprender y acercar al sentir de la “Diosa Madre Tierra” que nos reúne en un único hogar, nos relaciona como hermanos siendo todos hijos de ella y posibilita infinitas posibilidades creativas. De este modo, lo que para muchos es una mera utopía, puede plasmarse como realidad compartida y sentida. ¡Qué más se puede desear! Así sembramos una nueva forma de sociedad y asentamos la alternativa forma de relacionarnos representada en la expresión “por todas mis relaciones”.

Page 3: “Mitakuye oyasin” somos uno

De este modo el mundo cognoscitivo, el Logos ((la ciencia natural (biología, ecología, geografía, etc.) y la ciencia humana (filosofía, pedagogía, psicología, sociología, historia, etc.) se unen en un campo único)), se manifiesta. No se da la contradicción de Ciencia versus religión. Las cosas no son cuestión de fe en dogmas y creencias. Los fenómenos tienen su base orgánica, física, filosófica, psicológica, histórica, pedagógica, etc., y sobre todo ellos se experimenta y siente, se comparte. Lo afectivo, el Eros, ensalzando la fraternidad de todos, sin importar género, ni raza, ni edad, aflora. No hay jerarquía, no son actos organizados desde instancias de poder, no se da a su alrededor el consumismo. La Madre Tierra es el origen común y el hogar de todos sin importar que sean pueblos de un pie (árboles), bípedos, o cuadrúpedos; que sean alados, reptantes o nadadores. Todos estamos emparentados y nutridos por la Gran Madre. Y porque de ella proviene la nutrición, la restauración, la sanación, la compasión y el amor incondicional. Sólo limpiándonos de temores y heridas podemos restaurar nuestro equilibrio y armonía energética interior y sanarnos sanando a la vez a nuestras relaciones y al planeta. Y a Mithos, nuestra representación subconsciente simbólica, con nuestra genuina creatividad, a la accedemos al situarnos en un estado de atención y consciencia acrecentada, cuando aflojando el punto de encaje de la consciencia tenemos acceso al mundo arquetípico del inconsciente colectivo jungiano, a la psicosfera o dimensión mental común de todos los seres conscientes y no conscientes de nuestro planeta. Allí podemos experimentar los misterios que nos envuelven y obtener revelaciones, inspiraciones y visiones transformadoras. Estas celebraciones se enmarcan dentro de una gran rueda anual señalando los cuartos y la mitad de cada cuarto. Exactamente igual que nuestros antiguos ancestros cuando construían los círculos de piedras marcando lugares de poder o creando lugares de poder al unir mediante el intento la energía telúrica con la de los participantes de las celebraciones. Renovar ahora nuestra conexión con estos sagrados días de nuestro pasado y con los colectivos humanos que actualmente lo mantienen es para nosotros volver al hogar, a conectarnos con lo que esencialmente somos y que nuestra sociedad ha perdido u olvidado a lo largo de los últimos milenios. Todos los humanos, sin importar el tiempo, compartimos un yo profundo común, subconsciente con un paisaje interno poblado por mitos y arquetipos, alimentado por cuentos, leyendas y relatos con magia. Con estas celebraciones se pretende activar el contacto con este yo interior esencial y facilitar su exteriorización a través de la recreación dramática del ciclo de la Naturaleza año tras año. Así experienciamos y respetamos los ciclos anuales de la germinación, crecimiento, fructificación, decadencia y muerte; para nuevamente germinar y crecer. Seguir este ciclo con sus sensaciones profundas nos aporta equilibrio y serenidad. Es indudable que, de acuerdo con el ámbito de autorrealización, este revivir el drama adquiere diversa profundidad de comprensión, conocimiento e inspiración. Y este compartirlo con diversas generaciones le da un valor más sagrado. Hablo específicamente de la Madre Tierra, pero estos ciclos que celebramos son manifestaciones en el tiempo, creadas por la Tierra y el Sol en una interacción cósmica como indiqué al principio. Un ciclo es el tiempo entre el nacer-morir-renacer. Nos conecta con la naturaleza existencial de nuestro ser, con el propio self y nos enseña a abrirnos al instante e inmediatamente soltarlo dejándolo ir con plena gratitud. Nos enseña a vivir en el aquí y ahora y adquirir el desapego; hecho que favorece el recto discernimiento y la claridad de la consciencia. Esto ocurre especialmente en los equinoccios, cuando el día y la noche son iguales, pero sólo por un instante, en el tiempo entre una respiración y la siguiente y para repetirlo debe transcurrir un año completo. Las estaciones honran cambios graduales y las festividades crean pausas fundamentales. En su conjunto nos sitúan en el vivir cada momento presente con sabiduría. Magia es la impecable aplicación de nuestra energía o poder personal. Todo esto afina nuestra sensibilidad espiritual y nos hace adquirir poder al concebir nuestra vida y nuestro mundo como un misterio. Nos aleja de la importancia personal, de considerar a nuestros semejantes y a la propia naturaleza como objeto de propiedad y explotación. Todo participa de la misma esencia universal, pero adquiere su propia vibración particular por ello todo tiene su

Page 4: “Mitakuye oyasin” somos uno

espíritu. Lo llamado “animismo” es una forma de expresar la incomprensión de esta sustancial verdad universal. Una piedra tiene una peculiar vibración, nos dice algo con su textura, su olor, su calor, su forma y tamaño; todo ello fruto de sus vibraciones energéticas. Y otra piedra de igual composición y aún de tamaño será completamente diferente a la anterior y nos aportará sensaciones diferentes en nuestra profundidad; así también ocurre con tal árbol, tal peña, tal valle, tal macizo, tal lago, etc. Cada uno de estos aspectos de nuestra Abuela y Madre Tierra tiene su “espíritu peculiar”, su vibración única, su poder propio y su medicina propia. Desde este punto de vista el animismo adquiere una significación y exige nuestro respeto. La Danzarina Cósmica, la Tierra, realiza su ciclo dando lugar al año, nosotros lo representamos como un círculo en el que marcamos ocho puntos que coinciden con las principales celebraciones. Voy a utilizar sus nombres celtas por sernos en Europa las más conocidas y las inserto dentro del calendario maya-celta que preparé. Cuatro de ellas (Sanhain, Imbloc, Beltane y Lughnasad) ya están expresadas así, las otras cuatro coincidentes con los solsticios y equinoccios reciben los nombres celtas de Mabon, Yule, Ostara y Litha, pudiendo representarse en la rueda así:

Page 5: “Mitakuye oyasin” somos uno

LAS PRÁCTICAS I

Para facilitar la reconexión con la Madre Tierra podemos hacer tres modalidades de acciones en el ámbito familiar:

A) Involucrarnos y ayudar a los pequeños a involucrarse íntimamente con las plantas y animales saliendo a parques y al campo.

B) Visitar y observar animales salvajes tanto en su hábitat natural como en el protegido de zoológicos para preservar su existencia.

C) Animarlos a que pregunten a los ancianos acerca de lo que saben y experimentaron de la naturaleza en su infancia y juventud.

Como adultos responsables tratemos de darnos cuenta de las rutinarias acciones que emprendemos contra la Naturaleza como consecuencia de una interpretación de que ésta o nos sirve o nos molesta; lo que sugiere que nos consideramos fuera de ella y decidimos qué nos conviene y qué destruimos. Observemos cómo reaccionamos en un picnic campestre cuando una abeja o avispa acude cerca de nuestra mermelada o jalea. Enseguida la ahuyentamos o procedemos a matarla. Y mucho más si son moscas u hormigas entre otros insectos. Si cuando vemos mariposas procedemos a intentar capturarlas con el claro riesgo de dañarles sus delicadas alas. O aporrear hasta la muerte a escarabajos, orugas y gusanos porque nos producen repugnancia. O cortamos flores y ramas sin el menor objeto pues al irnos quedan allí tiradas marchitándose. Si vemos arañas en nuestra ropa las matamos, si vemos escorpiones o serpientes los acosamos y torturamos hasta la muerte maldiciendo su existencia. Y muchas veces acudimos con armas de destrucción masiva como insecticidas y demás sustancias tóxicas o producimos contaminación acústica como si recreáramos una discoteca. También dejamos envoltorios, plásticos, latas y demás objetos como vidrios sobre el suelo o entre las matas. En lugar de esto, seamos respetuosos. Ofrezcamos algo de tabaco al lugar natural en el que nos adentramos como ofrenda de gratitud por los bienes que nos ofrece. Si acuden insectos atraídos por nuestros alimentos dejemos a cierta distancia algo de miel para que agrupándose allí, no nos importunen; y si acuden a nuestra mesa tolerémoslos porque ellos están en su hogar y nosotros somos los visitantes. Consideremos que en el ecosistema todos sus seres están interrelacionados y que el daño causado a uno de ellos afecta a todo el sistema. Estemos en alerta para evitar riesgos; y cuando éstos aparezcan seamos respetuosos y alejémonos o apartémonos sin ejercerles violencia. Los animales nunca son violentos, sólo se alimentan y defienden. Y tienen pleno derecho por la ley natural. Si recogemos plantas y frutos del campo hagámoslo con respeto. Consideremos si es necesario hacerlo y si el hacerlo tiene una finalidad positiva por el bien de nuestras relaciones. Si cosechamos frutos dejemos algunos para la alimentación de aves y otros animales y el posibilitar la reproducción de las plantas. Si cortamos flores y tallos que ello tenga sentido de beneficio a nuestras relaciones y hagámoslo junto a una ofrenda de tabaco o de flores aromáticas acompañando de una oración solicitando perdón por esta acción en su contra y por el bien que con ello nos hacemos a nosotros mismos o a los demás. Seamos impecables y cuando abandonemos el lugar, además de la ofrenda de gratitud, asegurémonos de que el lugar quede sin el menor vestigio de nuestro paso; o al menos, con el menor vestigio posible. De este modo nos sensibilizamos y educamos a nuestros niños en el respeto y consideración del espacio natural como algo sagrado.

Page 6: “Mitakuye oyasin” somos uno

Confraternizar con los animalillos salvajes Si en el lugar donde vivimos o donde acudimos con frecuencia hay animales salvajes, observémoslos con respeto, se convertirán en nuestros maestros. Podemos aprender de observar a las hormigas, o a las abejas; o la vida en un nido de pájaros o una madriguera de ardillas y hasta de ratones. De saltamontes, de lagartijas..., de todos los seres animales que conviven en un mismo espacio. Ver como las hormigas trabajan afanosamente para mantener la gran actividad en el hormiguero, su abnegado trabajo, el apoyo mutuo y con el tiempo cuando los jóvenes alados abandonan el hormiguero adentrándose en lo desconocido con la esperanza de crear otro hormiguero. A ese gorrión, mirlo o urraca que suele venir al mismo lugar y que, ya no considerándonos amenaza, nos muestra confiadamente como vive y con ello lo mucho que nos enseña. Así tendremos la oportunidad de conectar con la vida que nos rodea. Surge así una intimidad, un respeto y un amor con todas esas vidas que se entrelazan con las nuestras. Y sensibilizadas entre sí y con nosotros (hierbas, árboles, animales sobre el suelo, bajo el suelo y por el aire). Esto llega a convertirse en una fascinante ocupación sin fin. Si los adultos lo hacemos, los pequeños aprenden a respetar las vidas de los demás (todo son nuestras relaciones) y se hará imposible el explotar, torturar o destruir sin compasión a cualquier criatura de los tres reinos. Y además no se callarán ante cualquier acto de agresión contra la Naturaleza y sus criaturas; esto es activismo ecológico. Observemos junto a nuestros pequeños la vida de los animales que nos rodean, lo comentamos y le damos, cuando confían, algo de comer sin interferir, con el tiempo se les puede reconocer e incluso poner nombres. Entonces animaremos a los pequeños a imitarlos, dibujarlos e incluso escribir cuentos con ellos. Que deseen saber más sobre ellos en libros o internet; que incluso hablen con ellos y hasta puede que se conviertan en sus animales de poder o aliados.

Trato con espíritus de la Naturaleza

Cuando establecemos un contacto íntimo con la naturaleza percibimos sensaciones peculiares en algunos de sus componentes. Atender a los árboles, al prado, etc., se convierte en una expansión sensorial, de consciencia, de intuición. Así como los pequeños les hablan a los animales y a las plantas también pueden hablarles a entidades sutiles que sienten como presencias y a las que comúnmente llamamos hadas. No tienen forma, pero como presencias se sienten y se les puede honrar. De un lugar concreto emana un sentimiento preciso (dulzura, cariño, algo de tipo sagrado, o cierta aprehensión, enojo o disgusto). Estas emanaciones energéticas del ambiente o lugares que generan sentimientos y sensaciones son entes energéticos y si nosotros y nuestros pequeños permanecemos allí con respeto y con la mente quieta vendrán a nuestras mentes imágenes y pensamientos de afuera. Si creen que esos seres invisibles les pueden decir algo, nuestros pequeños intentarán escucharlos. Enseñémosles a realizar ofrendas de hermandad y amistad con esas presencias y a afinar la sensibilidad para sentir el espíritu o propia energía de ciertos lugares (un manantial, un estanque, una arboleda, un prado, una colina, un barranco, etc.).

Recolectando de la Naturaleza

La Diosa, la Madre Tierra produce nutrición y abundancia. Todos sus seres orgánicos e inorgánicos tienen su lugar y función. Cuando nos adentramos en ella con el debido respeto nos habla de diversas formas con sus olores, con sus texturas, con sus colores, con sus sonidos y con sensaciones que percibimos de forma sutil. Y nosotros también nos comunicamos a través de nuestros actos, sentimientos y pensamientos. Todo el conjunto del espacio natural es un todo y nosotros en tal estado de ánimo nos unimos y fundimos con ese todo.

Page 7: “Mitakuye oyasin” somos uno

Y justamente por ello es que podemos participar con ella y nutrirnos de ella; después de todo nosotros somos criaturas surgidas de su corazón, diseñadas en su seno a lo largo de miles y millones de años. No hay nada malo en alimentarse de ella. Cuando utilizamos la expresión “Mitakuye Oyasin” (Por todas mis relaciones) en relación con la caza y recolección significamos que el sacrificio de otros seres y el nuestro propio sirvan a un propósito sagrado. La misma palabra “Sacrificio” significa “Hacer sagrado”. No nos engañemos. Todo cuanto adquirimos como alimento y bienes procede de la tierra, de la Naturaleza, de la Diosa. Estará más o menos elaborado, pero todo de ello procede de Ella y no importa si es un producto industrial, agrícola, ganadero o del mar. No importa si ha sido pescado, criado en granja y luego sacrificado o recolectado de un cultivo; y aún después procesado y envasado. Hay muchos intermediarios, pero el fin es la nutrición y el servicio. Honremos todas estas actividades que nos son necesarias para vivir, pensemos que todo procede de la Gran Madre ofreciéndonos sus atenciones. No pensemos que son cosas u objetos; son la propia Diosa ofreciéndose a nosotros, como la leche del seno materno a su criatura. Alimentarse, vestirse, habitar en algún lugar forma parte de nuestras necesidades básicas y éstas nos las ofrece la Naturaleza. La apropiación y especulación de todos sus bienes es responsabilidad humana, nada tiene que ver con la Naturaleza. En última instancia todo cuanto consumimos y empleamos en nuestras vidas es algo sagrado, es decir, un sacrificio. Seamos conscientes de ello y así cambiaremos el mundo. Si el mundo natural se sacrifica por mí, si sus frutos se convierten en mi vida, en mi cuerpo, yo también soy parte de Ella. Todos somos uno. Enseñemos a nuestros hijos esta verdad, que todos somos sagrados. Tan sagrados como las rocas, los árboles, los animales y plantas; y que es un acto sagrado nutrir y cuidar de nuestro cuerpo y ser. No sólo hay que entenderlo, hay que conocerlo. Con todas estas prácticas anteriores ya sentimos la presencia de lo sagrado y sabemos que la Naturaleza con sus diversos seres están dispuestos al sacrificio a fin de que nos nutramos y vivamos. Todo ello es sagrado. En nuestro mundo urbano, especialmente para los niños, se tiene la idea de que todo cuanto se come procede de las tiendas y superficies comerciales. Por tanto es chocante el que se hagan salidas al campo únicamente para, además de pasear, recoger productos que son para comer o curar. La idea es transmitir y hacerles sentir que la Naturaleza está llena de auténticos tesoros que muchas veces consideramos malas hierbas en nuestros huertos y jardines. Además resulta cautivador el hacer una reconexión como nuestros antepasados nómadas y recolectores. Cada situación geográfica, orográfica y climática tiene sus propias características, lo que hace ineficaz proponer un listado o guía de campo para la eficiente descripción de plantas y frutos recolectables; y las épocas en las que se recogen. Para ello se necesita una guía de campo apropiada. El prepararla en familia es otra grata labor que involucra a todos los miembros de la familia. Implica recoger información local y comarcal de plantas y sus usos, búsqueda de imágenes de tales frutos y plantas en libros o red y preparación de fichas manejables y plastificadas para llevarse en las primeras exploraciones. Luego preparar un cesto donde ponerlas al irlas recogiendo. Se sale con esta intención, con la plena responsabilidad para con la Madre Tierra. Se verbaliza la intención estando ya en ella, se hace una ofrenda de tabaco al espíritu del bosque, del prado, del monte o valle y ya podemos empezar la labor. Tengamos en cuenta el no recoger las que crecen en los bordes de carreteras y desagües de la misma, porque pueden contener contaminantes. Asimismo atentos con las fincas privadas, no sea que algún perro nos pueda dar algún susto. No pisemos campos cultivados. Si una planta o fruto nos parece dudoso, no lo recojamos. No dañemos las plantas, ni recojamos todos sus frutos; dejemos parte de ellos para otros seres del espacio natural, para que pueda reproducirse. No arranquemos las plantas, permitamos que puedan seguir creciendo y brotando. Recoged sólo lo que necesitéis, es penoso y vergonzante tener que tirar lo sobrante. Cuando cortemos hojas, flores, tallos o recojamos

alejandra
Highlight
alejandra
Highlight
Page 8: “Mitakuye oyasin” somos uno

frutos, hagámoslo con amor y respeto, pidiéndose permiso a la planta y asegurándole con gratitud que esto es para el bien de todas nuestras relaciones, es bueno hacerle una ofrenda de tabaco junto a esta actitud. Al dar por acabada la recolección y paseo, demos nuevamente gracias a la Madre Tierra por su bondad y abundancia, al espíritu guardián del lugar por su apoyo y al espíritu de las plantas recogidas por su sacrificio. Dejémonos llenar por la afectuosa emoción de la gratitud y amor al lugar al tiempo que hacemos la última ofrenda de tabaco. Después, de vuelta, se lavan los hallazgos y en su caso se pueden consumir crudos, cocerlos o freírlos; o los podéis poner a secar (mejor a la sombra) o incluso realizar mermeladas y jaleas. Hay buenas guías de información sobre todo ello e incluso de recetas de cocinar plantas silvestres y flores. Al ocuparse de su estudio te das cuenta que incluso algunas de las que se consideran malas hierbas son comestibles. Desde primavera hasta otoño hay una amplia gama de posibilidades, y en invierno asimismo si la nieve y el hielo no lo impide.