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1 ¿Qué funciona en la lucha contra la pobreza? Gonzalo de Castro Lamela Coordinador de Estudios Fundación Intervida 07.07.2010 Por menos de medio dólar por niño al año, el ausentismo escolar puede ser reducido en una cuarta parte (25%) en contextos de pobreza. ¿De qué se trata? De programas masivos de desparasitación que han mostrado resultados positivos en Kenia e India. Resultados similares en relación a la mejora de las tasas de retención escolar han detectado los investigadores del Poverty Action Lab (J-PAL), un centro de investigación del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), al analizar la eficacia de proyectos contra la anemia o la malaria. “Los objetivos del milenio están interconectados” señala la directora del J-LAB, Esther Duflo, apoyando sus afirmaciones en investigaciones como por ejemplo el impacto de proyectos de salud sobre la retención escolar, o de la importancia de mejorar la representación política de las mujeres para la priorización de la cuestión del acceso al agua potable en la agenda de los gobiernos. Con una metodología sencilla y rigurosa, este centro de investigación se ha dedicado a evaluar prácticas que funcionan para la mejora de las condiciones de vida de las personas que viven en contextos de pobreza. Mediante su metodología llamada Randomized Trials (evaluaciones aleatorias), los investigadores han detectado conocimiento útil a partir de éxitos, fracasos, o magros resultados. Un ejemplo de ello es la importancia de eliminar, en contextos de pobreza, el cobro de pequeños montos de dinero por productos de asistencia médica preventiva. Esta práctica usual en programas sociales y en algunos proyectos de cooperación al desarrollo, aunque se fundamenta en supuestos razonables como la mejor focalización de las acciones en relación al ‘público objetivo’ o la reducción de pérdidas en los programas de salud, inhiben un cambio de conducta positiva en la población afectada. Es el caso de la distribución gratuita de mosquiteras en zonas de malaria, especialmente para mujeres embarazadas. Los análisis de los investigadores del J- LAB en diversos contextos muestran poca evidencia de que los supuestos anteriormente citados sean correctos en relación al impacto esperado de las acciones,

¿Qué funciona en la lucha contra la pobreza?

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¿Qué funciona en la lucha contra la pobreza?

Gonzalo de Castro Lamela Coordinador de Estudios

Fundación Intervida 07.07.2010

Por menos de medio dólar por niño al año, el ausentismo escolar puede ser

reducido en una cuarta parte (25%) en contextos de pobreza. ¿De qué se trata?

De programas masivos de desparasitación que han mostrado resultados

positivos en Kenia e India.

Resultados similares en relación a la mejora de las tasas de retención escolar

han detectado los investigadores del Poverty Action Lab (J-PAL), un centro de

investigación del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), al analizar la

eficacia de proyectos contra la anemia o la malaria.

“Los objetivos del milenio están interconectados” señala la directora del J-LAB,

Esther Duflo, apoyando sus afirmaciones en investigaciones como por ejemplo

el impacto de proyectos de salud sobre la retención escolar, o de la importancia

de mejorar la representación política de las mujeres para la priorización de la

cuestión del acceso al agua potable en la agenda de los gobiernos.

Con una metodología sencilla y rigurosa, este centro de investigación se ha dedicado

a evaluar prácticas que funcionan para la mejora de las condiciones de vida de las

personas que viven en contextos de pobreza. Mediante su metodología llamada

Randomized Trials (evaluaciones aleatorias), los investigadores han detectado

conocimiento útil a partir de éxitos, fracasos, o magros resultados.

Un ejemplo de ello es la importancia de eliminar, en contextos de pobreza, el cobro de

pequeños montos de dinero por productos de asistencia médica preventiva. Esta

práctica usual en programas sociales y en algunos proyectos de cooperación al

desarrollo, aunque se fundamenta en supuestos razonables como la mejor focalización

de las acciones en relación al ‘público objetivo’ o la reducción de pérdidas en los

programas de salud, inhiben un cambio de conducta positiva en la población afectada.

Es el caso de la distribución gratuita de mosquiteras en zonas de malaria,

especialmente para mujeres embarazadas. Los análisis de los investigadores del J-

LAB en diversos contextos muestran poca evidencia de que los supuestos

anteriormente citados sean correctos en relación al impacto esperado de las acciones,

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y llevan a la conclusión de que “ya que existen limitaciones a los recursos disponibles

en muchos países para los servicios de salud, los gobiernos deberían priorizar la

provisión gratuita de aquellos productos que tengan un impacto que vaya más allá del

uso personal y que son altamente rentables”.

Casos que deben ser apreciados desde la misma lógica son la entrega de uniformes

gratis a niñas para el acceso a la escuela, o también los pequeños costos que se

trasladan al destinatario final para su inmunización, o asimismo la compra de

fertilizantes en el caso del campesinado en contextos de pobreza.

“Los objetivos del milenio están interconectados” insiste la directora del J-PAL, Esther

Dufló, en base a la evidencia que revela la importancia de las actuaciones en

proyectos sanitarios y su incidencia en el incremento de la asistencia escolar. También

es el caso de la mejora de la representación política de las mujeres en los gobiernos y

su efecto en la priorización de demandas en la agenda política, como la mejora en la

calidad del agua.