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Capitulo Uno Rubia, no excesivamente alta, de piel clara y vista al perfil, levantaba su cabellera como el último acto de un cisne, mientras peinaba su rubia y larga cabellera, ante los ojos de nadie, para pintarle una sonrisa al diablo aproximadamente mil años. Sus ojos jamás vieron mi mundo, que se los trago la cola de la ropa que no vestía su desnudo perfil. Casi apoyada en mi lavamanos, del que fue nuestro cuarto de baño y tanta la insistencia y el vicio de ese espejo, que sin tentar la salud de los míos, salió ya vestida como por hechicería y se despidió para no volver jamás. La siguiente mujer que entró en ese cuarto de baño, venía acompañada y tras mirarse en lo que se suponía un ahogado espejo, tuvo el detalle de besarse descaradamente en mi salón, para no volver jamás. La siguiente mujer que entró en mi casa, venia con dos amigas. Se sentaron en mi sofá el tiempo suficiente como para contar, ante mis ojos un millón de suspiros, para luego bajar las escaleras, mientras se despedían gritando la primera, no creas ni en tu propia sombra¡ la siguiente gritó, ¡yo si te quiero¡ y la última las acompañaba gritando, ¿porque eres así conmigo? Desde ese día no las volví a escuchar, aunque mi casa termino siendo una especie de revuelto de algo que se entendería como caos, pues desde hace un tiempo, peleo con las cosas, mi espejo, mis pensamientos, por el enorme enredo, en el que me quede.

El quinto sueño

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Page 1: El quinto sueño

Capitulo Uno

Rubia, no excesivamente alta, de piel clara y vista al perfil,

levantaba su cabellera como el último acto de un cisne,

mientras peinaba su rubia y larga cabellera, ante los ojos de

nadie, para pintarle una sonrisa al diablo aproximadamente

mil años. Sus ojos jamás vieron mi mundo, que se los trago

la cola de la ropa que no vestía su desnudo perfil. Casi

apoyada en mi lavamanos, del que fue nuestro cuarto de

baño y tanta la insistencia y el vicio de ese espejo, que sin

tentar la salud de los míos, salió ya vestida como por

hechicería y se despidió para no volver jamás. La siguiente

mujer que entró en ese cuarto de baño, venía acompañada

y tras mirarse en lo que se suponía un ahogado espejo, tuvo

el detalle de besarse descaradamente en mi salón, para no

volver jamás. La siguiente mujer que entró en mi casa, venia

con dos amigas. Se sentaron en mi sofá el tiempo suficiente

como para contar, ante mis ojos un millón de suspiros, para

luego bajar las escaleras, mientras se despedían gritando la

primera, no creas ni en tu propia sombra¡ la siguiente gritó,

¡yo si te quiero¡ y la última las acompañaba gritando,

¿porque eres así conmigo? Desde ese día no las volví a

escuchar, aunque mi casa termino siendo una especie de

revuelto de algo que se entendería como caos, pues desde

hace un tiempo, peleo con las cosas, mi espejo, mis

pensamientos, por el enorme enredo, en el que me quede.

Page 2: El quinto sueño

Así empiezo la dialéctica, que me enfrentó al concepto de

psicoanalizarse, tras recorrer una larga vida. Ese concepto

de psicología femenino, que sostiene, eso que no se

resignaba a ser comprendido. Quizás la columna de la casa

que soportaba la castidad o la ansiedad impuesta y así

terminar, con esas extrañas visitas, que se resistían a

sostener eso que ella creyó ver en mí y yo rechace. Sin aun

conocer, la condena del señor juez. No fue necesario

entablar una discusión sobre mis tarifas profesionales,

quizás por temor a terminar en la cocina. Soy un joven casi

maduro que se perdió en alguna esquina virtual de una

oscura calle. Como único detalle, diré que adolecía, de un

trece por ciento de visión en uno de mis ojos. Así que si

alguien como usted lee esta resumida, involuntaria y

obligada confesión, que me dejaron las mujeres que han

pasado por mi casa. Podréis compartir conmigo, algo de la

ceguera necesaria, en un mundo que se desvanece a

medida que se imprime. Así que trataré de que no falte

detalle, de todas esas mujeres, que habitan en ese cuarto

de baño en lo que le quedó de vida. Diálogos

absolutamente robados como espacios de las páginas, que

robo al tiempo y a todo ser juicioso que no tiene sombra.

Así que todo lo que señalo, se refiere a hechos “reales”, en

alguna parte que no paga impuestos nocturnos, sino eso

que todos deseamos, dormir para siempre como vampiros,

Page 3: El quinto sueño

con derecho a conducir. Solo tengo que dar una pequeña

vuelta a este relato y puedo verlas en los ojos de Gabriel.

Así que como vampiro, ángel o pecado ajeno, representare

la voz de este espejo y empezaré por fundirme con el lector

que lo habita, antes de terminar de nacer junto a mi autor.

Pues para ser justos diré que mi primera amante o exenta

de juicios previos, dada su generosidad, venía a mi cama

hambrienta. Venia casi todas las mañanas y se quedaba una

hora, que me duraba casi todo el día. Una de esas mañanas,

sin más compromiso, se despidió con una nota, escrita en

un libro, que compró y dedico, escribiendo “aunque el

mundo se destruya, siempre seré tuya”. Alegre y risueña,

casi infantil, fue quizás la primera mujer, que hizo mi

voluntad. No dejó sólo esos perfumes que buscas como

sustituto y que no quedan más que en el recuerdo. Tanto mi

poder y tanta la seguridad que veía en mi, un hombre joven

y con pocos deseos de dejarla marcada, que era pedir y

pedir. Casada con un hombre joven y según las palabras de

una mujer de estas tierras, joven y poca cosa. Pero

honestamente, nunca pensé en su mundo paralelo, pues

esa hora que compartíamos, María era mía y no había más

cosa pura y viva, que los calambres que padecía cada

mañana, en un rito de dolores previos a la fatiga amorosa.

Secretamente, María corría cada mañana ansiosa para

verme, ansiosa quizás según dejo entrever, poder separarse

Page 4: El quinto sueño

de su amante y joven marido. Más alta que baja, delgada,

pelo largo y piel blanca con dos pechos hermosos y no

demasiado grandes, dejo impreso su perfume en mi

guardilla. En las dos habitaciones y un salón, que solo poseía

una silla. La habitación de paredes lisas y ventanas de

madera, eran mudos testigos en esta oscura y fría y

desangelada habitación, con dos colchones en el suelo. Ya

desnudos, se sentaba encima mío, toda desnuda y entre

alegre y excitada, mientras le sujetaba el pelo, para ver solo

ese cuerpo terso y bien formado. Quizás deba expresar

mejor la sensación que traía María. Ella risueña y nerviosa,

escribía a solas cuentos de secretos. Historias de jóvenes

amantes que se seducían dentro de su mente. Ella los

plasmaba en ardorosas líneas, que guardaba en secreto. Así

fue nuestro encuentro, como la pluma de un escritor, de

cuentos de amantes. De esos que leemos en el autobús o en

los vagones del metro. Y si había un culpable, ese era yo,

pues casi sin llegar a ser clienta mía, fui seducido por una

profunda pasión e inocencia, en la mente de una mujer que

ya sabía lo suficiente, como para tentar al destino. Pues

nunca había engañado al cónyuge. Hasta una temprana

mañana, pues habíamos hablado pocas veces, por teléfono

y sin aun conocernos, ella se acerco a mi oficina, sin yo

saberlo y tras una interminable espera, sentada en su

coche, se bajo, quizás con la garganta seca, toda nerviosa y

Page 5: El quinto sueño

ansiosa, para entrar y casi abalanzarse sobre mí. Fue solo

entrar y ardiente como ninguna. Sin excesos, empezamos a

besarnos y a caminar al único espacio íntimo de la sucursal,

dirección al cuarto de baño. Ahí a solas, recorría mi cuerpo

con sus manos, sin dejar de besarme. A los pocos segundos,

ya se arrodillaba para darle rienda suelta a su fantasía. Casi

agresiva pero dulce, y tan evidente mi preocupación, por no

dejar abandonada la sala, que instintivamente, la tuve que

detener para citarnos en casa mía. Así, consentía nuestra

fatalidad con la más dulce sonrisa. En ese mismo momento,

empecé a descubrir a la mujer que firmaría mi epitafio.

“Aunque el mundo se destruya, siempre seré tuya”. Nos

citamos a la mañana siguiente en mi apartamento y aun hoy

sonrío al recordar su discreto acento andaluz, su natural y

alegre sonrisa, su largo y rubio cabello o su hermoso y

blanco desnudo. ¿Me tiraras de los pelos? me decía. Y

empezamos, entre las cartas que debía traerme cada día

que nos veíamos, como condición mía. Breves y sinceros,

relatos de cómo se levantaba por las noches y a escondidas

en su “cuarto de baño”, se moría susurrando mi nombre,

entre dos amores, que loca la tenían. Gabriel, Gabriel, releía

a la mañana siguiente y si, así empezamos realmente una

correspondencia que no terminaba, más que en los límites

de sus ansias y anhelos, casi como rotos, pero que

suspiraban desenfrenados esas mañanas y tratar de

Page 6: El quinto sueño

complacer a su señoría, su fantasía soñada. Un relato vivo

solo para ella, donde no había ni maldad ni perversión.

Nada que olvidar. Incluso una mañana cerca de la oficina,

tomando ese café matutino, que deja amarga la boca, fui

atendido por una morena y tanta mi codicia de amores, que

a la mañana siguiente, sin culpas sobre su sombra, mi

cómplice y joven amante, tuvo el encargo de seducirla, para

que fuésemos tres. Pues María no sufría de límites, sufría

por complacer, el límite de mis deseos, que eran órdenes

para ella. Deseos que compartíamos como jóvenes

amantes. Ella se cambió de cama, la sedujo y fuimos tres

una mañana, en la misma cama virginal. Virginal, pues

éramos cuerpos jóvenes y ansiosos de besos y caricias, más

que de sórdidos placeres. María cantaba descaradamente.

Mi limón, limonero, hago siempre lo que quiero y reía.

Hasta una mañana que dejo de venir. La última, donde se

animó a despedirse, pues el paso siguiente no lo podía dar.

El camino del amor era mi carcelera y el amor no tiene

sombras, no está, todo lo posee y la ansiedad por

descubrirla, me lanzo la última frase casi como sentencia.

Salió por la puerta y bajando la escalera, se le escapo a

solas, ¿Y ahora que como? Y riéndose, para no mirar algo

que la obligaba a olvidar. Desapareció. Yo apenas empezaba

ser consciente de que todos estos irreverentes nuevos

empezaron a entrar en mi casa como vientos furtivos, que

Page 7: El quinto sueño

luego se transformaron en las sombras de mis paredes, que

escarbo con atención y humildad por si se cela algún

familiar encamado de alguna necesidad inoficiosa. Así como

el primer día que quedé en libertad, tras compartir con

María mis primeras semanas, en este departamento

aguardillado. Una cuarta planta sin ascensor, rodeado de

ventanas de finos cristales, soplados hace mil años, que de

forma estoica soportaban el paso del tiempo. Frente a mí

las paredes, que deseaban no ser desnudadas, me

obligaban a tomarme un tiempo, antes de cambiar el color

de la pintura, ya que antes, según Me advirtió María, había

vivido un pintor. Por lo cual, mis paredes hubieron de

quedarse como estaban. No imaginaba yo, que terminaría

viviendo en una dinámica principalmente femenina, con el

encargo de relatar la historia de estas principales, en

especial por el futuro encargo de una de ellas, en un

contexto histórico y con la suficiente distancia, dada la

espera solicitada y por el estilo y la temporalidad. Así

tendría ocasión de interpretarlas ordenadamente

resumiendo los tiempos y sobre todo mis personales

recursos, de los que ajeno aun, se dan como tesoros

inmaduros, que además por ser una exposición englobada

en un guión, limitado por el ahorro de recursos, y más

hablando de amantes, novias, relatando, lo que ocurrió, en

voces encubiertas en lo referente al escritor, que quedó

Page 8: El quinto sueño

postergado a un segundo plano, quizás como aval por ser

éste, un término más a séptico, al relatar el contexto casual

de estos mundos, en los que yo mismo quedé apartado de

esta historia mía. Cosa amena por lo demás. Incluso,

permitiéndome esa distancia obligada. Referir solo eso que

aparentemente quedó como tarea de la máquina de

escribir, que son los hechos, que son los ojos de ellas,

quienes la leerán. El psicoanalista está fijo a la comida, por

lo que se refiere a estas desastrosas y tristes condiciones,

en las que empieza el personaje principal, en su casa

transitoria, en una ciudad perdida, en alguna frontera, en

este cementerio de extrañas circunstancias, amén de mi

propia realidad, en la que tuve que tomar los

acontecimientos como una obligada espera o desafío

imposible. Con lo que haciendo un esfuerzo temporal y

después de seis meses y un día de noches y sueños, empecé

a involucrarme lentamente, sin siquiera pretender, escarbar

en los jardines prohibidos, pues ya había explorado la

libertad, en mis años anteriores, que correspondían a

épocas de mis memorias estudiantiles. Así que reservo un

deber con todos los referidos en este relato, con la más

rigurosa de las reservas, no sea que algún sepulturero

fenicio, pretenda enmendar alguna falta con su amo. Pues

ahora con la distancia de la realidad de este nicho humano,

desempeño como mero asistente de vuestros sentidos, en

Page 9: El quinto sueño

un período que es relativo y además referente a hechos

comunes, a una lista de mujeres que cedieron sus

intenciones, derechos y privilegios de su propiedad, el día

que entraron en mi casa. Así que robando por sueño lo que

la noche profita a mi sombra, poseo sus pensamientos, he

incluso su sangre con la mayor implicación posible. La

muerte. Sin olvidar vuestra apetencia de aventuras y

deseos, que se relatan además casi fielmente en todos los

casos, sea que no coincida ésta con su señoría, que relata

desde su pobreza y soledad la ansiada libertad, que todas

estas zorras, persiguen en cada esquina, como si se tratase

de meadas de fieras en celo, sin obligaciones a

entendimiento y que rondan las calles de estos inocentes

viajantes.

Capitulo Dos

Mi juventud no se esfumó ante farolas y copas de vino, sino

en los ojos de los mismos deseos, y anhelos de mi familia.

Con esta realidad refiero mi acaudalada desdicha. Podría

decir que soy acaudalado. Acaudalado en amigos,

acaudalado en años, acaudalado en lo laboral y en mujeres.

De origen europeo, nacido en tierras lejanas, criado en una

isla o burbuja rodeada de aguas, mares, montañas, e

inundado en palabras vivas. Quizás hasta los veintitrés, el

día que empecé a perder parte de la vista de forma violenta,

hasta conservar un trece por ciento, que disimulo como si

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me habitase un demonio, testigo de sus propias culpas.

Nadie conoce mi ceguera. Vivo alejado de toda idea ajena,

pues las deudas mías, no son por obligación tributaria. Las

mías, se suman en miradas y sensaciones de nunca jamás.

Este sufrimiento, fue la despedida inocente del que fue mi

último amor primaveral. He de reconocer que me posee una

ceguera, que me guía como cartas esculpidas en el infierno.

El trece. La muerte que precede a la vida. La resurrección de

un mal hasta entonces imposible. Quizás me atrevería a

asegurar que la muerte es muy galena, mira pero no toca, la

tocaran los ojos de los otros o los escarabajos. Aunque la

muerte me vino a despertar, quizás una mañana de

domingo, mientras curioseaba un gran charco de sangre.

Tras mirar ese obsceno pero fresco recuerdo y dispuesto

regresar a mis infantiles deseos y al querer cruzar la calle,

fui envestido por un enorme coche americano conducido

por un soldado, que como hipnotizado por mi mirada, torció

el volante en una amplia calle y se dirigió directo a hacia dos

niños preparados para cruzar la calle, para finalmente

arremeter contra una acequia de un metro de profundidad,

mientras se escuchaban ruidos y escándalo de piezas, que

saltaban por los aires. Recuerdo haberme levantado,

recuerdo haber levantado a mi hermano, pero la bicicleta

que sosteníamos frente a ambos, quedo bastante retorcida.

¿La muerte de dos gemelos o mellizos de trece? Así,

Page 11: El quinto sueño

descubrí estas cosas. En una esquina ensangrentada por un

anónimo charco, más las vidas de dos hermanos mellizos o

gemelos de trece. O miremos con los ojos de la muerte en

uno de los dos otra vez, pero con siete años. Jugando a la

pelota, corre uno a buscarla treinta metros y al recogerla,

no puede dejar de poner sus ojos en un señor que baja de

un escarabajo rojo, que lleva su placa cubierta con un paño

color naranja y que al seguir caminando, ve como ese señor,

tiene su miembro totalmente erecto. Grande y rosado y que

esta como absorto en otro mundo, no diciendo nada,

mientras miro inconscientemente, al pasar frente al

escarabajo rojo, para alcanzar ver un cuerpo de colegiala

acurrucada en el asiento trasero. Sin más que esa foto que

guardar y sin daños emocionales, la muerte, si queda

impresa en esos inocentes instantes, que son algo más que

los ojos de ese chico, que fue a recoger una pelota. O si

viajamos mas en vuestros sentidos, ponemos a esos dos

hermanos, con cinco años, en un gran jardín de una gran

casa a orillas del embarcadero. Cuando uno se cae al río,

empujado por el otro. ¿Es la maldad o el dolor de algo

anterior? Señalo esto, pues casi mil años después, sentí, que

la vida empezó a devolverme lo que era mío. Fui tomando

conciencia en la medida que voy siendo guiado por tres

musas, que son miles. Es ahí que me veo como inocente,

pues si la vida me condujo, fui yo quien se resistió. Así se

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imprimirá esta, como la vida de otros. Reseña que sale

como esculpida de el libro de los muertos, me deja muy

cerca de creer, que no somos más que eso que llevamos con

orgullo, de generaciones en generaciones, el apellido de

alguien, que realmente es casi nada, que está siendo

conducido, para ser juzgado por sus actos, de toda una serie

de vidas simultaneas, que básicamente, resumen el más

preciado de los bienes. No morir nunca, por algún derecho

divino, en un plano o tiempo que sirve para conducir o

mantener, eso que nos habita. La inmortalidad. Es ahí

cuando relato esta historia de terceras, no como la muerte,

sino como trece ciegos, que no están, pero que habitan en

los ojos de vuestras mercedes, sin dolores, más que los

deseos, o incluso relatar, los mas ajenos que propios, de

tiempos pasados, para permitir el sueño temprano de la

noche, para iluminar alguna alma de hermosos ojos y bello

cuerpo, para verla dormir y quizás, ser amada incluso bajo

los hechizos de mi fugas sombra nocturna, incluso no

estando presente. O quizás estar preparados para cuando

nos veamos al otro lado del río, cuando, deban hablar con el

barquero.

Capitulo Tres

Por esas fechas, que ya no me encontraba en los

calendarios de ningún joven de mediana educación, trataba

de escapar de los años que se suceden en las páginas

Page 13: El quinto sueño

siguientes, donde ya no tuve tiempo de nada, más que

compartir estas, en este entierro en el infierno, que

sepultaría mi futuro, pasado, incluido las monedas, pues me

sumí en una realidad, que me tuvo suficientemente

limitado, como para casi no encontrar salida dentro de una

realidad plausible. Así que trataré de resumir los

acontecimientos, que son relevantes y tratare de

cuantificar, lo que era mío y lo que estaba siendo causado

por algún exceso mío, que fuese como consecuencia de

algún acto, que se relacione con algún experimento laboral

o simplemente causa de la que debía de ser considerada

como un mal menor, en toda esta situación, siendo además

extranjero, cosa no fácil. Pues lograr que mis anhelos se

concretasen, se hizo insoportable. Así que siendo breve y

seco, refiero una introducción anímica y situacional, antes

de envilecerme con todos los personajes, que se adhieren a

estas zorras del infierno, que desean trascender en este

relato. Por lo demás, lo inicio en una situación de pobreza

límite como voluntario de este infierno, pues los límites

habían hecho mella en mi situación física, incluso habiendo

tenido que optar, como realidad social, recurrir a los

servicios sociales, que se encargaron por un período, el

allanar, mi integración en la sociedad local, la que además

se hizo eterna, pues nunca dejo entrever, algún atisbo de

finalización. Por lo que tuve que armarme de paciencia y

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comprensión ante una serie de hechos, que en estas tierras

de antigua fe cristiana, que no iba a poner en duda, sino

mas bien obligarme a tomar una postura enfermiza, por las

absolutamente extrañas, circunstancias compartidas. Por lo

que decidí por optar por realizar una cura de alguna

enfermedad, contraída en estos límites de tierras africanas.

Fiebres que sufríamos como consecuencia de la ansiedad

diaria, que sabía, se daban en situaciones límites. Algo así

como esos síndromes inespecíficos, que solo se relacionan a

períodos de guerras o migraciones. Así que mi cotidiana

vida se enmarco en caminar hasta ese comedor, siempre

con los minutos indispensables de verme comido, para

volver a la cotidianidad de la vida colectiva, que además

estaba inserta en un ambiente de constantes viajeros, que

bajaban de grandes buques fantasmas, que atracaban casi

todo el año, dando una curiosa imagen a esta enrarecida

ciudad, que secretamente, es conocida por tener además,

una tradición de constantes viajeros, que no tardan en

redescubrir, lo que puede ser una primera referencia, de las

llanuras que se extienden, desde la puerta de Europa, hasta

el antiguo oriente. Pues con este referente, enfrentaba ya

hace meses retener el motivo de mi permanencia aquí, la

que podría haber seguido, como la vida de otro trabajador

especializado, pero que lentamente fue siendo engullido

por la historia y las costumbres, como si solo se tratase de

Page 15: El quinto sueño

una permanente cena. Cena que preferí alargar, desde que

empecé a hacer uso de los mismos servicios, que mi

persona atraía. Mi insólita situación, que quizás era

meramente tangencial. Pues no era el prototipo de

inmigrante o transeúnte iniciado ya el siglo veintiuno.

Realmente no era más que un mero número en el

calendario, salvo por la sensación de estar rodeado

permanentemente de personajes, que se representan con

la fuerza de épocas, en las que la propiedad de nuestras

cabezas, podía pasar a manos de cualquiera, en cualquier

momento. Amén de esta monotonía histórica, en la que la

pobreza, e inmigración, presentes aquí mismo, dejaron

reflejar nada más que tediosas actividades, que encerraban

solo banalidades o absurdas ideas de ser una especie de

doncella retenida, por algún sultán, de quien sabe, que

desierto occidental. Comparto habitualmente por estas

fechas, con amigos, que parecen no tener tiempo ni historia

y que con un latín pos moderno, mantenemos una

comunicación, como si todos fuésemos prisioneros de

alguna guerra en Turquía. Todos estos pensamientos se

mezclaban casi imperceptiblemente, cuando decidí, salir de

casa. Pues debía entrar en la rutina que sostenía esta

dialéctica existencial. Decidí ir a revisar mi correo

electrónico, ya que no eran muy generosos con los

ordenadores disponibles, en la biblioteca que frecuentaba y

Page 16: El quinto sueño

no deseaba esperar mucho más de lo necesario. Era una

mañana primaveral, fresca y de azules cielos despejados.

Junto al vuelo de golondrinas, al levantar la vista, las que

serían mi mejor compañía. Ellas siempre presentes como

pequeños milagros, quizás sabedoras de mi habitual rutina,

que por extraño que fuera, eran mi mejor reloj. El entorno

que veían mis ojos, no indicaba nada nuevo, así que una vez

terminado mi tiempo y después de responder un mezquino

correo, intente destinar el mínimo de tiempo a la rutina

diaria, para centrar mi atención, en corregir un escrito a

medio escribir. Un diario, que iba desarrollando, a medida

que transcurrían las semanas. Con este pequeño rito de

costumbres mundanas, que se hacen más imprescindibles

en tiempos de espera, destiné unas horas en ordenar la

estructura de la heroína, que tenia por derecho, algo así

como un exceso de privilegios. Y ya que como verán

ustedes, esta situación casi infernal, que se me escapaba de

las manos, no es sólo un sueño. Esta mi heroína, venida de

Europa se cuela desde esta página, que casi se funde, en el

final de los tiempos como condición de su autora, que desea

que su familiaridad, sea tratada de forma anónima. Esto me

tiene completamente alejado de mi vida cotidiana, pues

desde la propuesta de relatar en casi tercera persona, los

sueños compartidos, que también siento por ella. Por lo que

deberé además, mantenerme en anonimato, por el tiempo

Page 17: El quinto sueño

en el que me sumerjo en este largo trance, que no indicará

más que en el servidor, la real aventura, que resulta al dejar

este libro abierto y que como después de una breve siesta,

parezca lo que abiertamente, fueron los sueños reales de

Julieta. Que se refieren a una noche obscura, quizás en la

calle más fea, vestida con las peores ropas, que fue el

espejo, que se rompió en los ojos que mucho tiempo

después, fueron los míos.

Capitulo Cuatro

Tenía menos de veinte, cumplidos los dieciocho y a pesar

de su belleza, la luz que la iluminaba, reflejaba ser como

una pequeña lámpara, donde se reflejaban los espejuelos,

que estaban incrustados, en esos celestes y ajustados

pantalones. De pelo rubio y ojos claros, en cuclillas, en una

esquina, donde mi ceguera, abrió la puerta número trece de

este hotel invisible. Bajando yo de la compañía elegida, tras

semanas de esperas y ahora, entre insensible y confundido,

se ensañó ante nadie, la sombra ajena, pues ya buscaba

cenar una hamburguesa con patatas fritas, acompañada de

una coca cola muy fría. Sin pensamientos y sin deseos tras

mi visita concertada, en un amplio cuarto, donde una

morena con prisas, me daba a entender, que Eros, no

esperaría a saciarme. Que debía terminar, mientras iba

siendo devorado por una serpiente, que apoyada en el

cabecero, desnuda, devoraba sus ajenos deseos, de forma

Page 18: El quinto sueño

cruel e interesada. Mi poco interés por entablar recursos, le

dio el motivo para cobrarse y dejarme escapar. Bajando la

escalera, sin arrepentimientos, pero vacío, camine ya de

noche, por viejas calles, apenas iluminadas, e invadidas por

putas negras y chulos, salidos de algún rito satánico. Quizás

en una de esas esquinas, fue donde giré la cabeza

inconscientemente, para detectar el engaño de una

hermosa joven en cuclillas, que en medio de la calle, con mi

cuerpo y esos deseos de alimentarme de mejor forma,

cuando sin ser llamado y sin deseos en la sangre, más que

en la mirada oculta, volví sobre mí y me afrente a ese

espejismo, conducido por algo más que mis ojos o mis

planes nocturnos. Ella reaccionó como si le hubiese

interrumpido algún pensamiento, mientras intenté no

tropezar conmigo. Como mirando de reojo y con la mente

puesta en mi sufrido estomago, deje de envanecerme

mirando sus reflejos y opte de forma instintiva, cambiar de

rumbo y volver con algo en las manos, que no fuese un

preservativo usado en mi mente. Me acerque a un Burger

King a comprar una flor y conservar algo más digno de mí,

pues ya la noche era demasiado larga. Así, contemplando la

calle que se desaparecía a mis espaldas, fui a retirar dinero

al cajero más cercano, para restringir mi ansiedad.

Retirando parte del dinero que tenía disponible para

emergencias. Pero sin haberlo deseado, ya estaba siendo

Page 19: El quinto sueño

víctima de mi inocencia o de la deseada ceguera, pues no

era consciente aun, que este acto se transformaría en uno

de los detalles, que posteriormente recordaría, como esos,

que son absolutamente inútiles, teniendo realmente tan

pocas posibilidades, de sostener los vicios diurnos o

nocturnos, de esas esquinas o de cualquiera otra y no tentar

mi suerte, con inútiles excusas. Por lo que comprándole una

bolsa de patatas fritas, para no ser un cliente, regrese por

esa oscura calle, sereno y con mi secreto como erróneo

derecho, a poder seducir la noche, y sacarla a pasear. A

pesar de todo no pude resistirme a probar la tarjeta de

presentación. No pude resistirme ante mi inocente egoísmo

o quizás poseído ya, por mis antiguos instintos sobre una

mujer que penetra la piel, de la que solo deseas quedar

bañado con tu propio pasado. Pues refiero los hechos más

de esta noche, de esta mi frescura, que no es más que una

sutil aventura histriónicamente, que rechaza toda

comparación, pero que se funde en esta paralela, que se

excava al iniciar la noche, incluso respetando la rutina del

escritor, quien ha de diseccionar las pesadas emociones,

mientras realiza un trabajo de terceras, que saben

efectivamente, lo que queda sellado en cada letra de el

tiempo. Que transcurre en palabras susurradas en un soplo

de aliento. Por lo que sin ansiedades al ir desmadejando

esta calle de abril, retengo esta imagen. Con mis dedos y

Page 20: El quinto sueño

mis labios tocados por la sal prohibida y a la sombra de una

farola perdida, cegado por viejos edificios y la calle desierta.

Enfrenté la noche entre lentos coches que la recorrían

lujuriosamente, buscando entre miradas, para dejarse

vencer en ese ambiente lúgubre, con la única intención de

retener imágenes. En ese instante, también la aborde

ofreciéndole compartir su tiempo, con mi manoseada bolsa

de patatas fritas. Sonriendo irónicamente, como criticando

o intuyendo mis deseos y mi estrategia. Como censurando

la previa cata, alargó la mano y probó una. Tras una breve

pausa y lo poco habitual de la situación, intente ganar

tiempo con la excusa del dinero, por digamos, su compañía.

El dinero esa noche no era más que un medio para poder

alargar el tiempo de aquella noche. Si tú no tienes dinero,

poder volver mañana dijo- Seguro yo estar aquí mañana. ¿A

qué hora? Si, venir a las doce, yo estar aquí. OK. Mañana yo

vendré a las doce con una coca cola y una bolsa de patatas

fritas. Pero por cierto, dime ¿cuánto es el servicio? Treinta

euros chupar y follar. Mostrando un desinterés y suficiencia,

quedé como confundido entre amistad, atracción mutua o

belleza exuberante para estas tierras. Pero no podía

envanecerme, era una chica de la calle, era solo eso y nunca

sería otra cosa. Sin insistir en mi ordenamiento mental y sin

esperar un segundo más, me retire entusiasmado ante algo

que mareaba. Acompañado con un último hasta mañana,

Page 21: El quinto sueño

correspondido por su relajada sonrisa, que se quedo ahí, en

cuclillas, en esa esquina de mujeres de negra piel y poca

ropa, en compañía de otra chica, que entre apoyada en una

persiana o media dormida, hacía de compañía. Capitulo

Cinco Ella no tubo prisa por sacarme el dinero, ni

arrepentimiento. Tenía la extraña sensación de sentirse

única. Y como esperando a que pase la noche, algo le

ilumino la mirada. Quizás el destino le reservaba una

sorpresa mañana a media noche, con este despistado

transeúnte o quizás escribir en estas noches extranjeras, y

soportar de mejor forma, la frialdad de la soledad. Julieta

estaba fría de espera y aquella noche solo tenía la compañía

de una calle. La interminable espera que le aguardaba para

irse a dormir todo el día. Por lo que después de terminar de

comerse la bolsa de patatas, se quedo pensando en su

encuentro, trabajando para cambiar su destino y aliviase

esa extraña sensación, de saberse que no está sola.

Capitulo Seis

Así con esa mirada superficial, es fácil caer en las tenues y

sensuales redes como cualquier transeúnte, buscando

compañía. Pero tenía unos orígenes de formación, que se

sostenían en sólidos principios morales, que no permitirían

un contacto impersonal, salvo por mi extraña coincidencia.

Han transcurrido muchos años, desde esa noche y aun

cuando estudio los bocetos, escritos de una anónima

Page 22: El quinto sueño

relatora, retengo más que un deseo sensual, por lo que

relatar esto, es casi formalidad, tras años ya en una ciudad,

que se caía en aburrimiento. Una ciudad Europea,

musulmana, que no fue fácil abordar. Una ciudad que

escapaba a casi cualquier estructura moderna. Y como

escuchando el viento, en un mundo, o como en un abrir y

cerrar de ojos, que intentan retener una imagen, me dirijo a

mi domicilio. Pues esos tiempos destinado a viajeros

habituados como marinos o prostitutas, que siempre están

disponibles, como talante de navegantes eternos, eran poco

naturales para mí. Por lo que me encontraba subiendo por

mis escaleras, cuando me cruce con una vecina, la que me

pregunto por si tenía animales, sabiendo ella,

perfectamente que tengo la costumbre de acompañarme

de animales exóticos y domésticos, mirándome como

recriminando mentalmente, mis pocas ganas de darle

alguna pista, u mi opinión sobre cualquier aspecto, ya que

estaba decidido a mantenerme en esa categoría de joven

extranjero, de pocas palabras. O mis pocas compañías

locales a pesar de la música a veces en exceso fuerte. Su

curiosidad de saber cuáles serían mis sueños, en el

inmueble, que ella habitaba también, fue siempre el último

recurso. Consciente ella de que estos extranjeros, disponen

habitualmente de recursos limitados, lo que la hacía parecer

habitualmente, una mujer viaja y amargada. Con ese

Page 23: El quinto sueño

recibimiento, me entregué a mis pensamientos, que

estaban bastante enfrentados con la dialéctica y la

costumbre, pues no tenía referencia en mi pasado, incluido

los años vividos en el extranjero, durante largos períodos de

mi vida. Además en mi mente rondaba el desencuentro

amoroso de mi noche anterior. La página nombrada que

deseaba ser escrita. Por lo demás el otro tanto de

inquilinos, no tenían costumbre de entablar dialéctica por el

tema de las cercanías. Pues era preferible entablar una

charla con el vendedor de periódicos, que con tu casera.

Tema difícil de digerir, pues es habitual, en estas tierras,

gritarse todas las cosas, desde el patio interior, por lo que

no terminas más que conociendo los dolores de las partes.

Capitulo Siete

Es en esta realidad que mi personaje, trataba de

esconderse, de trascender del calendario y me transporta

otra vez a esta ciudad, donde mis ojos aun se fundían en

una cotidianidad conocida, cuando a la noche siguiente,

dieron las campanadas de media noche, en la que ya me

enfilaba a una cita con una mujer, que sabía más que mi

sombra y yo juntos. Solo me preocupaba si estaría

esperándome, algo bastante poco probable, además creí

que la impresión que le cause no dejo mucho a la

imaginación. Un cigarrillo que se me terminaba en la boca y

tratando de no develar demasiado la intención, que me

Page 24: El quinto sueño

sostenía, caminé dirección a esa oscura calle, observando

con atención. Pero no tuve la necesidad de forzar mucho la

necesidad, Estaba ahí, en cuclillas, en la misma esquina, con

la luz de la noche anterior. Acompañada de una chica alta,

rubio claro y delgada. Al intuir mi cercanía, cruzamos la

mirada y dio unos pasos hacia mí. Con una clara

confirmación de mi visita concertada, en la que ambos

sabíamos, que no teníamos tiempo para la seducción. Por lo

que realmente deje que mis instintos guiaran mi cita.

¿Tienes el dinero? Si. Al tomarlo en su mano me pidió que la

acompañase, sin decir nada más. Nos acercamos a un hostal

de una estrella. Sin luz en su amplio portal y esperando que

abriesen la puerta, recuerdo una sonrisa de complicidad.

Tomo mi mano y guió mis pasos por una amplia y antigua

escalera hasta llegar a la primera planta, donde un hombre

en camiseta, mal afeitado y de pocas palabras, abrió la

puerta de una pequeña habitación, iluminada por una

pequeña lámpara, que reflejaba casi la misma luz, que

entraba por una hermosa ventana. El cuarto con dos camas

en paralelo y un lavamanos empotrado en una pared,

fueron los testigos. Pues protegidos por esa tenue y

agradable claridad no decíamos nada. Su idioma nativo,

estaba demasiado lejos a mi expresión verbal. Si, se

comportaba de forma natural, mientras yo sin ojos, ni

ardientes deseos por ver su hermoso cuerpo desnudo,

Page 25: El quinto sueño

centré mi vista en la ventana, aun de píe. Casi como ausente

por segundos, que al girar sobre mí, la vi. Desnuda y en ropa

interior, mientras doblaba toda su ropa, motivada por algo

que nunca llegué a comprender. Qué sentido tendría doblar

la ropa, de forma tan concienzuda. Continué quitándome

mis prendas, para ponerlas sobre la misma cama. Ella ya

desnuda en la otra, ajena a la motivación intima de mis

deseos, soltó un ¿Follamos? Solo ante sus pequeños, pero

bien formados pechos, su cuerpo desnudo, su mayoría de

edad, el alma que me acompañaban, y conmovido por su

belleza, enfrentados en una cama. Donde a los pocos

minutos, fui sobresaltado por unos violentos golpes en la

puerta. Reaccionó alertada por pensamientos ajenos. Y me

dice. Si tú quiere mi compañía debe pagar dinero al hombre

o problemas. Si claro. Saque un billete y ella entreabriendo

la puerta, diciendo. Diez minutos. El supuesto señor que

velaba por cronometrar el tiempo, quedó en el pasado.

Julieta con su alegre y natural sonrisa, o el arte de una joven

cortesana. Sin saberlo me permitió retener una imagen,

sintiendo transportado a un mundo exótico, en el que se

tenía derecho a mirar y no disfrutar de los deseos, sino mas

bien contar segundos, que se perdían en toda su realidad.

Nos levantamos como si todo transcurriera con prisas,

acercándose al lavamanos y como una gata, se sentó

apoyando un pie en el suelo y a espaldas al espejo que no

Page 26: El quinto sueño

había, se orino, como la recuerdo. Delgada, espigada y

fresca, orinando, casi contagiarme las ganas, que retuve al

no haber un aseo disponible. Como la vieron mis ojos,

desnuda, rubia y de cuerpo blanco, como un destello, que

aun retengo, se bajaba el telón, implorándome para que me

vistiese, en este acto no consumado. Tu vestir, tu vestir, por

favor tu rápido, decía con su acento ruso. Ya me veía

acosado por el gorila de esta habitación. No tenía más que

seguirla con mis ojos para finalmente recorrer el pasillo y

enfrentar la escalera casi a oscuras y salir a esa esquina

nuevamente. Aun en los treinta, tentando mi muerte, pero

joven e inocente en mi conocimiento de la noche, tuve en

ese momento, una sensación de ser víctima de sus

victimarios o ser víctima de mis aprensiones, en lo referente

a una entrega carnal y quizás algo más. Por lo demás,

transformarme en cliente de una cortesana, había sido para

hasta entonces una negación de mi mundo personal, pues

representaba, la negación del amor. Regrese a casa a dormir

si cabe. Ella regresó a su rutina, deseando saber, si tendría

tiempo de saber, quien era su extraño visitante. Ese ser

romántico mordido bajo la luna. Para ella las calles ya

estaban llenas de clientes que esperaban. Señores junto a

negras mujeres, que se reían, mientras regateaban precios,

en un extraño lenguaje de gestos y gritos. Cuando llego uno

de esos coches que siempre dan problema. Caros y llenos

Page 27: El quinto sueño

de sorpresas. Un deportivo que se detiene en la esquina casi

como predestinado para que Julieta, la que se levanta

abordándolo por asalto. Le saluda con un “Hola guapetón”.

Ya en el semáforo y en compañía, dejó sola una vez más, a

su clientela, desapareciendo por la avenida al final del

puerto, mirando con cierta desconfianza a su conductor.

Solo llevaba tres semanas en este mundo, víctima de algo

de su pasado. Algo que conocía ella. Sus lagrimas y dolor de

la injusticia de un centro de rehabilitación a la que sus

padres pagaron una estancia segura, de la cual termino

fugándose. Escapar y entrar en el único camino al que la

vendieron en esta ciudad. Con su mente concentrada en su

trabajo, ajena a lo que representaba, no temía ni a la noche

más oscura. Solo temía por la seguridad de su querida

amiga y compañera, que se perdía de corazón en corazón

de sus jóvenes amantes, como queriendo escapar de

cualquier pasado, que la devolviese a su lejana isla y

conseguir dormir sola y no tentar al dueño de la sombra,

que velaba todas las noches, sin ser Julieta consciente aun

de las estrellas que le daban mil noches más, escondidas en

sus veinte recién cumplidos. Escondiendo su atractivo como

mejor sabía, fumaba un cigarrillo tras otro, con esa rara

identidad, que rodea la noche o el día de una ciudad

anónima, sin tener la posibilidad de conocerla, y con la

nostalgia, tras haber traspasado, las inocentes barreras

Page 28: El quinto sueño

invisibles, sin considerar que no era un país para sueños. En

mi apartamento ya. Solo con el deseo de reflejar esa noche

en mi amplio sueño, como compromiso con un tiempo

ajeno. Ordenar la noche antes de velar la cama ajena,

encendiendo unas velas, para golpear a oscuras mi antigua

máquina de escribir. Resumir la sensación de mi último

capítulo y hacerle justicia al tiempo, pues ya entre rutina y

fantasía, se mezclaban los tiempos, por lo que dedique mi

mayor interés, en dejar impreso un folio para que mis

ciegos ojos, reflejasen mi paseo de la mano de algo que

definiría como una de las noche más bella, quedando

impresa así. El mismo destino, como pago del cielo se

mostró esa misma noche, en una foto de otro mundo, en

una oscura esquina. Rodeadas de putas negras, sentadas en

la calle más triste, se presentaron ante mí, sin haberse

insinuado, la soledad y la pobreza. Tan bien pintada, tan

grande el misterio, que me lo llevé a casa. Delgadas,

delgadas como en pasarelas, blancas. Una de pantalones

blanco, la otra celeste y altos tacones. Dos rubias en cuclillas

en esa esquina, vestidas como princesas que se esconden,

se mostraban ante mí, vestidas con sus peores ropas. Era

más soportable, que lo que el mundo me mostraba. ¿Donde

situarse? ¿Quien era el dueño de mi sueño? Dos días

después, compartíamos vivienda los tres. Dos habitaciones.

Dos camas grandes, un salón común, la cocina y el cuarto de

Page 29: El quinto sueño

baño, fueron testigos, de que nunca dormimos juntos. Que

permití, seguir su destino como si fuese un observador, de

un mundo que desconocía y que ellas me ocultaban, cuando

se encerraban al cerrar la puerta, del que fue algo más que

un cuarto de baño. Cómplice e inocente, tarde mucho

tiempo en conocer el secreto que se escondía detrás de esa

blanca puerta. Trabajando toda la noche, regresaban de

mañana, cansadas pero de buen humor. Se sentaban a

conversar con nadie, quien las esperaba, para compartir

unos minutos de vida. La vida de mis ojos. Que eran los

encargados de volverlas a la realidad. El encargo de no sé

quién, que nunca rechace, pues como cómplice de su

tragedia, me transforme en un ser imprescindible.

Mantenerlas vivas. Lo que eché de menos, eran los minutos

en que éramos tres en el gran sofá del salón. Pues a las

pocas semanas y tras comprobar que no era lujuria carnal lo

que me animaba, empezamos a conversar algo, en un

castellano muy elemental. Por un tiempo eran libres y como

si fuese un hermano, competían por limpiar mi espalda,

como si aseasen la sombra mía. Sacha, se sentaba sobre mi

espalda en ropa interior y delicadamente, iba recorriendo

con sus hábiles dedos, alguna impureza. Ella a espaldas

mías, y con una aguja, recorría, sin que me diera cuenta,

cada rincón, sin que yo notara la diferencia. Incluso, cuando

me percate de su arte con las agujas, me decía. No aguja,

Page 30: El quinto sueño

tranqui. Y continuaba, escondiendo esa herramienta

quirúrgica como acto de brujería. Julieta, quien nunca dejó

de ser menos o eso quiso demostrar. Subida, también a mi

espalda, y carente de cualquier utensilio, más que sus

afiladas uñas, me hacia gritar su nombre cada pocos

segundos !Julieta¡ El arte de dejar sus marcas en la espalda

de nunca supe quien. Primero una y luego la otra, antes de

que se entregasen al sueño de todo un día para despertar,

ya entrada la noche. Como extrañé ese tiempo en el que

estábamos vivos y enteros. Inocentes del final de estas tres

condenas, que nunca dejamos de cumplir. Aun trabajando

de director de una sucursal, me centraba en la consecución

de mis objetivos diurnos, hasta que por injusticias laborales,

siendo según argumentaron, el mejor pagado, resulte ser el

más ruin de los empleados. Paseando de abogado en

abogado, buceando justicia en el harem invisible, ese que

tenía contadas sus monedas. Argumento para ser

definitivamente, absorbido por estas sombras de mis

llanuras, donde como decía antes, no se pagan pecados.

Debería olvidar. Si debería olvidar Pero mi primera noche,

velando a escondidas las noches, donde yo mismo,

sobrevolé. Julieta, con el pelo suelto, y besando en la mejilla

a un alto joven de color, a las puertas de ese hostal, donde

busqué el amor más doloroso. Comprendí mejor, que era el

amor en esas sucias calles. Mientras Sacha conversaba con

Page 31: El quinto sueño

un cliente, subida en un coche de placas extranjeras. Y

como pago del cielo, ambas me descubren. En ese segundo

eterno, los tres nos desnudamos, como si hubiese

descubierto sus secretos. Se hizo un espacio donde el

tiempo se detuvo. Como esperando una respuesta que

fuese digerible para todos. Julieta, se encaminó hacia mí

persona. Sacha casi como intuyendo mi shock, se apresuró a

intervenir. Julieta se enfrentó a mi sombra y frunciendo su

ceño, dice ¡Como tu venir aquí¡ !Tú nunca debes venir a la

calle donde trabajar¡ Conmovido, desolado y sin saber cómo

reaccionar ante la realidad, no dije nada. Julieta, frunciendo

el entrecejo, tiró el resto de un cigarrillo que fumaba y solo

atiné a regresar por el mismo camino que había recorrido.

Olvidándome incluso de la barra cubana, donde se

escondían. Cuando giré mi cabeza instintivamente, vi a

Sacha abrazando a Julieta. Enfermo de dolor. Ese dolor

ajeno que me empezó a invadirme junto con las lágrimas,

que rara vez solían aparecer en mi cara. Camine lento ajeno

a las miradas, caminé, con el dolor de la sociedad, el dolor

mío, el dolor de Cristo, viendo como dos jóvenes, se morían

en esa esquina sin testigos y sin remedio. Solo y asolado por

tanto dolor ajeno solo atine en mi estado de shock a

caminar como hipnotizado, hasta las puertas de la catedral,

donde llore desconsolado. Sin testigos como el dolor que

me invadía. Dejando una marca más, en esa antigua y

Page 32: El quinto sueño

hermosa bóveda de dios, de cerradas puertas, sorda de

tanto repicar de campanas y ciega de tantos pecados

escondidos. A oscuras y sin testigos, me quedé el tiempo

suficiente como para confirmar que dios estaba impedido y

que mi única opción era cuidar los restos del universo que

vieron mis ojos y sellaron mis lágrimas. Regresando ya y

como acto inconsciente, me llevé a casa un gran pino que

adornaba una calle. Un enorme tiesto imposible de

levantar, que alce y subí las cuatro plantas, después de

llevarlo varias calles. Siguieron pasando las semanas y los

meses y fue una rutina el velar las calles, para que me

viesen y supiesen que no andaban solas. Ellas, se

encargaron de vestirme como demonio a mis espaldas y me

transforme, en ese chulo, que incluso se escondió unos

meses en el dolor que las poseía. La droga más dura tapaba,

la droga más cruel. El desamor, la insensibilidad y la

condena de las sombras de los ojos que evitan mirar en las

esquinas de las hijas del dios al que estamos entregados.

Como negando que todos estamos conectados por un

ombligo común, seguí sus pasos, trabajando incluso, para

alimentarlas a escondidas. Pues jamás tenían dinero y

nunca vi a ningún chulo que no fuese yo. Jamás les pedí

dinero. Parecían no ser de aquí, casi no probaban bocado,

no se compraban ropa, y las duchas eran casi forzadas.

Trabajar toda la noche y dormir todo el día, solo

Page 33: El quinto sueño

interrumpido por la rutina, de velar por la espalda de nadie.

Escondidas en sabores ajenos, que no guardaban, sino,

atesoraban. Secretamente yo mismo no pude evitar caer en

mi propia trampa de amor, pues el altruismo es imposible y

jugamos los tres al gato y al ratón en el gran sofá del salón.

De la espalda a las caricias superficiales. Fue el deseo

también algo que permitió esta realidad. Sacha cómplice del

secreto amor que sentía por Julieta, pero con la libertad que

imperaba en casa, donde no éramos presa ni de la lujuria ni

de placeres pasajeros, liberaba mis deseos, siempre dentro

de sus límites. Me transforme en una especie de hermano

menor, que debía ser atendido también. Una familia con

reglas y una moral establecida por las circunstancias. Pues

no habíamos elegido esta situación ninguno de los tres. Solo

velábamos por mantener cierta estabilidad. O la que ellas

impusieron o la que yo pude sostener. Sacha Ven. Si, Y

Sacha me aseaba como me gustaba que lo hiciera. Era algo

que solía hacer con mejor humor que Julieta, aunque ella lo

permitía, no dejaba que nadie fuera mejor amante que ella.

Muchas veces fueron las que fuimos interrumpidos, para ser

devorado por sensaciones irrepetibles. Mas que besos, me

dejaba marcado, pues como sus uñas en mi espalda, su

boca entre mis piernas, arrodillada frente a mí, me hacían

viajar por un cuerpo desconocido para mí. Así alejaba los

escondidos sentimientos de Sacha, entre imposibles deseos,

Page 34: El quinto sueño

sostenidos en mis ocultos sentimientos hacia ella. Cuando

pedía mas cual enamorado, incluso deseando comprar su

cuerpo a cualquier precio, desnuda y bajo mi cuerpo, como

una piedra, me daba a entender, que en este rincón del

mundo ella no entregaba su amor a ningún precio. Por lo

que nunca conocí su amor carnal, hasta una tarde de

verano, meses después, cuando intentando alejar mis

pensamientos sobre una joven, que conocí de forma casual,

y ellas, sabedoras ya de mi atracción por esa mujer,

urdieron un plan. Mi secreto y cautivo amor pasajero que se

dedicaba a los tatuajes o mejor dicho, diseñaba máquinas

de tatuaje y creaba diseños imposibles, como los que me

enseñó en el portal del edificio, de nombre Sofía. Luchaba

por dejar un antiguo vicio, y lo contenía rechazando tener

que compartir el destino de mis compañeras, viviendo en

una habitación de una prostituta local, donde se escondía

de todos sus fantasmas, estando cerca de su condena, para

no olvidar el límite que se había impuesto. No muy alta, de

pelo crespo y una graciosa cara, la encontraba cada mañana

o tarde, tocando una pequeña flauta, en las puertas de una

iglesia, que la llenaba de monedas. Enamorada ella o yo de

ella, le dije que me habría gustado compartir mi casa con

ella. Una noche sonó a la una de la mañana un ¡Gabriel¡

¡Gabriel ¡La excusa de diez euros, que me había pedido

prestados para comprar eso que no deseaba tener cerca y

Page 35: El quinto sueño

que sirvieron de motivo, para vernos por última vez. Sacha

sabedora de mi necesidad de amor verdadero y consciente

del límite de nuestra amistad, me preparo el más puro de

los venenos o perfumes de amor, para alimentar a nadie. Al

día siguiente, después de regresar de trabajar, me propuso

intercambiar dinero por la compañía de Julieta. En

apariencia sería inútil pues conocía los límites de la piedra

de ese amor imposible en esta dimensión. Gabriel ¿Quieres

hacerme el amor esta tarde?. Más no. Tú sabes. Me vas a

engañar otra vez y no me apetece, No deseaba ser víctima

de ella. Gabriel confía en mí, te are feliz, de verdad. En ese

momento Sacha como celestina del infierno, me entusiasmó

como a un niño con un caramelo y al asomarme a la

habitación donde estaba recostada Julieta, alegre y más

bella que nunca. Entre confundido y desconfiado, me

acerque, mientras Sacha, cerraba la puerta a mis espaldas,

gritando al cerrarla, ¡puta¡ Fue en esa habitación, donde

aprendí su amor. La pasión, sus besos, su vientre húmedo y

cálido, de ese encuentro no consumado, en la esquina

donde la vi, hace tanto tiempo atrás. Encima suyo y

besándonos y gimiendo, se desnudo para mi, enseñando

algo irrepetible de contener, como el calor y el roce de su

tesoro más preciado. Gabriel ¿Esto es lo que tú querías? Si.

Semanas después me encontré con Sofía y estaba

irreconocible. Muy arreglada y deshidratada, delgada y

Page 36: El quinto sueño

como ausente. No pude evitar mirar sus manos. Sus dedos

delgados y largos con gruesas venas que afloraban entre

joyas desfiguraban su tersa juventud. Un misterio que se

quedó en el olvido como muchas cosas más.

Capitulo Ocho

Siguieron transcurriendo los días y las noches, que solía

recorrer a solas por esas abandonadas calles de esta ciudad

enrarecida entre odios y cordialidades obligadas. Tierras

que aún resuenan a califatos de otra época, pero que

anclada a orillas del mediterráneo, exhibe una placa, que la

señala como la puerta de Europa. Invadida de extranjeros y

gentes que deambulan y conseguir escapar a su destino,

envileciéndose o regresando a sus países, por voluntad

propia o expulsados, por la mano que vigila las calles. De

esa manera, una mañana, no regresaron a casa ni Julieta, ni

Sacha Las encontré detenidas en la cárcel destinada a

expatriar a los extranjeros. Veinte días que se hicieron

interminables. Veinte visitas para mantenerlas ligadas a lo

único que sostenía lo que les quedaba de vida. No serían los

barrotes, la condena que borraría las marcas de las dos. Las

heridas hechas cada vez que Julieta regresaba. Marcas que

fueron llenando sus piernas de profundas marcas, como

mudas testigos de la negación a ser eso por la que la

deseaban juzgar. Lento ritual, que veían mis ojos, de cómo

rompía serenamente brazos y piernas con dolorosas

Page 37: El quinto sueño

marcas, antes de pasar al cuarto de baño y peinar

lentamente su rubio y hermoso cabello, para volver a la

calle. Reflejo que miraba a escondidas, viendo como se

transformaba en la más deseada de las piedras. Reflejo que

terminaba en profundas marcas de un universo que guardó

el espejo y su reflejo en mis ciegos ojos. La primera visita,

tras una larga espera y tras verificar mi vínculo con ellas,

Julieta primero, luego Sacha, apareciendo escoltadas por la

policía, cubiertas por delgadas mantas que Julieta

arrastraba como capa. ¡Julieta¡ no arrastres la manta le

gritaba un policía, mientras se acercaba a la pequeña sala,

donde la podía visitar. Solo una vez enseño su risa de

adolescente renegada y consciente, ajena a los barrotes que

la aprisionaban. Así era ella. Libre e inocente. Sin culpas de

esta curva del destino. Alegres de vernos. Tras verlas, quede

solo en mi piso. Desolado como doliente enamorado, tras

los veinte días y al borde del dolor más cruel, golpearon a la

puerta, gritando ¡Sorpresa¡ No solo regresaron ellas. Venían

acompañadas de otras tres. Alegres y fuera de sí, se

presentaron. Tres chicas jóvenes que solo tenían la opción

de viajar a otro país, donde no ser acosadas. Tras compartir

unos días, como espectador de ritos ajenos a mis sentidos,

prepararon su equipaje y viajaron al extranjero. Nosotros

quedamos otra vez solos ante el destino. Tanta la confusión

y tantos los años de mi condena y antes de cumplir los

Page 38: El quinto sueño

cuarenta, me toco también rendir cuentas a mi pasado.

Julieta y Sacha, tras su detención, dedicaron las veinticuatro

horas a trabajar. Fue la más horrible de las carnicerías.

Verlas ser acosadas por hombres jóvenes, viejos, negros,

mujeres. Verlas como dejaban de ser las niñas que conocí,

hace más de un año. Ya no había más que esperar. El final. Y

deteniéndome en este punto, para ir a por más velas, para

continuar escribiendo y así poder centrarme en lo que no es

de este mundo. Pues esas velas, que me dejaba una mujer,

que custodiaba la ermita de legionarios y de sueños

inmortales de la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte.

Fueron los que iban a velar en mi caso, la buena muerte

que, no se reflejaba en la cotidianidad de lo que compartía

en esta ciudad. Se refería a la cruz que había cargado recién

cumplido los veintitrés. Invisible y aterradora, mi buena

muerte, me poseyó en la juventud. Me invadió parte de los

sentidos y puso precio a mi alma. Una carrera de minutos,

meses, veranos, cumpleaños y de miles de kilómetros, para

escapar, de la sombra de unas madres que se empeñaron

en dejarme totalmente a oscuras. Poseído por lo que en

este universo, no tenía más solución que asumir la

rendición. Había memorizado una canción hace años. Y no

ser otro más de esos innombrables, que no consiguen ser y

estar o si fuese necesario, poder dormir para siempre, al

otro lado del espejo. Una tarde de domingo, a solas,

Page 39: El quinto sueño

ordenando unos poemas y no sin cierta ansiedad, de algo

que no deseaba, sin tristezas en exceso, me conseguí un

cóctel mortal. Estirado en la alfombra del salón y sin aviso

previo, me prepare a trascender, para encontrarme con

esos sueños y deseos, que había acumulado en todos esos

años de inútil espera. Como trece o como muerte que

precede a la vida, no fui testigo de gritos ni llantos, pues

simplemente, me fui o escape sin pretenderlo, a la vida de

los dedos que escriben esta la presente, en este espejo

viviente. Pues días antes de cumplir los cuarenta. Con velas

consumidas y sin estar desperté al tercer día. Miércoles de

resurrección. Durmiendo mi sueño eterno, junto a Julieta y

Sacha, las que dormidas una a cada lado mío, velaban la

muerte de nadie, sin poder pedir auxilio. Y como acto de

brujería, mis dos delincuentes juveniles y un sereno

pecador, desperté en un plano, donde ya no reconocí al

tiempo. Como mudo testigo o por la suma de mis actos, fui

reinsertado como recitaba antes, en esta segunda o

enésima vida, para vengar o hacer justicia de tanta

crueldad, amén de las cruces que lleve desde la más

temprana edad. Sin recuerdos del sueño, note el cambio en

mí. Algo murió y algo renació en lo más profundo, pero

manteniendo lo que me aferró a mi mundo primero.

Inocente del festín de la muerte, desperté o mejor dicho,

empecé a despertar y tarde o tardare en conseguirlo,

Page 40: El quinto sueño

aunque dejando la huella, para que me relaten en otro

plano. Pues lloro en ojos de otros. Lo que no está. La

ausencia de todo y la existencia de todo, en eso que llaman

multiuniversos paralelos, asomando la pluma para

devolverme eso que causo tanto dolor a, quienes ya no

están, Que es la mente el compromiso de la autora, de este

relato, de este espacio que tiene números y colores, donde

me censuro, pues las letras, relatan lo contado o vivido, por

los amores y las penas de miles de horas compartidas con el

autor, y de la eternidad de quienes se amaron entre lluvias

y el frió de los huesos cansados, oyendo y viendo, algo que

también va conmigo, pues aun duermen los tres. Capitulo

Nueve Quizás debería relatar todos los cambios que padeció

Gabriel, cada dolor, calambre, pesadillas o como hubo de

aprender a caminar entre los espejos y saber defenderse del

mal ajeno. Conseguir caminar. Guiándose, por lo que

siempre lo guió, la belleza, el amor o la injusticia, cosa que

es imposible aprender, por lo que seguramente, seguirá a

merced de todos, pero armado con la sangre que ella

derramo, sobre su piel desnuda, para que lo proteja. Pues

antes de trascender, a solas y a escondidas, mezclo su

sangre y deposito esa pequeña urna entre las ruinas de la

antigua catedral, para asegurarse de que no solo sería

testigo de su dolor, sino que se la entregaría al cielo de

dioses. Capitulo Diez Por un tiempo siguieron viviendo

Page 41: El quinto sueño

juntos los tres, hasta que Sacha volvió a ser detenida y

finalmente repatriada. No podría ser justo con Sacha, sin

reconocer el amor que sentía por ella. Si en casa hubo

limites, los puso ella, tanto así que su responsabilidad nunca

tuvo fronteras. La dependencia o necesidad de volver a

consumir su dosis, o el inyectarla en el cuello, cuando

Julieta, ya no podía, era responsabilidad de Sacha o

simplemente, entrar al dormitorio y ver como dormía con

una pierna encima, como custodia de sus sueños.

Nuevamente entre candados, fue la última vez que la vio,

tras gruesos barrotes, donde lo abrazo al cuello llorando,

recordándolo. ¡Yo si te quiero¡ Estaba hermosa. Alta y con

buena cara. Le partió en corazón verla partir, pero

agradecido de no volver a ver lo sus ojos vieron, cuando

caminaba por las calles, como zombi, marcando el límite del

infierno, y aun no cumplía los veintitrés. Cuando piensa el

ella, suele comprar, eso que daba hambre en cualquier

parte. Nata montada, bañada en azúcar. Si recuerdo y

extiendo el tiempo y meto la mano donde estoy autorizado.

La veo llegar delgada, y enjuta. Meterse en un colchón

provisional en el salón donde yo aguardaba para meterse

sola y al acompañarla como a una hermana, sentir la

humedad al notar como mojaba las sabanas de orina y

quedarme junto a ella, sintiendo el terror de algo que debía

recordar. Y no fue la noche, fueron las mil y una. Como

Page 42: El quinto sueño

trece ciegos dormidos, que nunca dieron la hora, que había

de ser esculpida en el segundero, del infierno ya gastado.

Ella hubo de enfrentarse todos los días, como guardiana y

guerrera de alguien, que no permitiría nunca no dar su

propia hora, luchando frente a frente como dos gigantes,

para poner su sello. El limite, de la justicia que nunca llego,

en medio de la peor carnicería que pude imaginar. Ahora

seríamos solo dos Capitulo Once Ya nunca más reconocí a

Julieta. Ni su risa, ni su sueño volvieron a renacer. Solo

pelear y pelear hasta la extenuación. Dejando espacio sólo

para las habituales heridas, que su delgado cuerpo

acumulaba, pero que ya no eran de este mundo. Así la

recuerdo a ella y su locura. La condena que nunca busco. Si

es pertinente señalar, que mientras, sufría las molestias

habituales, las que no me dejaban defender mi nombre y las

motivaciones o las circunstancias de tanta locura, que una

vecina, amiga de una cuñada de la capital, entrada en

maldad y envidia, que vivía en la primera planta, alimentó a

una mujer, para ponerle coto a esa familia, denunciándolos

de robo con fuerza, mientras Gabriel, estaba en casa con

Julieta. Pues esa excusa abrió las puertas del infierno, que

nos mantendrán siempre lejos, pues vinieron a por él y tras

obligarlo a confesar y siendo trasladado a los calabozos de

la localidad, fue sorpresivamente liberado y al llegar a casa,

encontró a Julieta, cometiendo el último acto que un ser

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podría cometer, cuando buscaba no morir nunca. Me la

encontré, estirada en la cocina, sangrando por la nariz,

víctima de una sobredosis, clamando al cielo como lo había

hecho yo. La loba que nunca dejo de defender sus cosas, se

rebeló como un ángel del infierno, para dejar claro, que ella

no lo iba a permitir. Luego de esto entre en otra dimensión.

Quizás a mejor, pero vagando como aprendiz de vampiros,

en lo relativo a aprender a estar y no mirar. Creo recordar

que ella dejó una nota sin terminar de escribir un nombre,

en un trozo de papel. Romanev. Rusa de origen. Escondida

con sus peores ropas como la primera noche que la vi, de

familia acaudalada, de finos modales y caros gustos, dejó

esa como epitafio. Acostumbrado a tantos males ajenos, me

centre en mí. Y pasaron años de aislamiento, preparando la

reaparición. Años donde sin familia, amigos, fui responsable

y victima también de los tiempos, hasta que finalmente, tras

miles de horas, deje lo que me quedaba de visión, forzando

la espalda, para terminar de esculpir este ángel. Para

concluir he de incluir, los que fueron mis primeros pasos,

tras salir a la luz. Pues ya totalmente transformado y

escondido por el paso de otros, me vieron, en brazos de una

hermosa sonrisa de cincuenta y tres, mientras rompía

barreras, amando y seduciendo la noche, sin ser consciente

que me confundían con otro. Pero así aprendiendo de

nuevo, dicen que me agotaba desnudo y sin dormir, una,

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dos, diez y más veces, cada noche, para escapar como si lo

poseyese, un especie de animal salvaje, que no podía ser

retenido. Cual unicornio de un bosque encantado, que lo

secuestraba, pasada la media noche. Luego vino otra joven

mujer, que haciendo todo lo posible para retenerlo, sin

besarle y sin entregarse, más que prometiendo lo imposible,

lo atrajo a su casa, para escapar al día siguiente. Finalmente,

ya centrado otra vez en el mismo, se encontró frente a la

tercera mujer en un año, que creyó, seria la definitiva. Pero

es más que eso. Es la maldición de todas las que vengan

después o una condena por estar con ella. Esculpida en el

más allá, rubia, delgada, criada en la capital del reino, en la

calle más cara y según dice ella, a espaldas suyas, hace

mucho tiempo le esperaba. Mientras Mari, se desnuda de

todos sus hechizos, para dar con el hombre o el cadáver, y

escapar. Así se dejo seducir y amar, incluso reconocer, la

parte de su reflejo, cuando una tarde grito, con el mismo

acento de Julieta, ¡Gabriel¡ ¡Gabriel. Dice desear tener

mucho dinero, ser más bonita la próxima vez. Pero Gabriel

la prefiere como la dueña del mundo, la ofrenda del reino o

el mismo demonio vestida de verde. Quizás sería más

específico, transcribiéndoles una. La muerte, un ángel, un

coche gris plata en la mañana mas abandonada de este

invierno. Sentada ella, sentado él. El motor detenido y

circulando por calles grises, con ese reflejo invernal. Ella en

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silencio conteniendo una sonrisa, que revelaba el ambiente

o misterio que envolvió, ese paseo con la rosa mística,

después de haber dormido con ella. Después de haberla

visto volar vestida de piel. Rubia melena y cuerpo blanco,

que escondía una mujer alta y serena, que se entrego dos

noches y que ahora reía, entre miradas, entre veneno, entre

sudores y vahos, que empañaban los cristales. Un automóvil

en movimiento, que ésta mañana, solo circula por los

laberintos, de la cornisa del amor, sembrando este santo

instante, para protegernos de cualquier mal deseo, para

que solo haya espacio, para vivir esta mañana. Arrastrados

por una carroza tirada por ciento quince caballos, para

morir sostenidos por la mano divina y ser perdonados por el

tiempo, que no era nuestro. Tanta la humedad y tanto el

rocío, que lentamente, como empujados por mágicos

caballos, nos desplazamos, por el no querer despertar,

recorriendo los últimos metros, esquivando el tráfico,

pasando inadvertidos. Muy despacio e invadidos por

miradas, que se cruzan, mientras nos despedimos sin

sombra. La alfombra de la ciudad, deja entrever una rubia y

encendida melena y el peor de sus hechizos. Un cerebro de

otro mundo, que arremetía contra todo ser mortal. Fue algo

más que mi sentencia color rosa. Pues antes de llegar, mi

pálido rostro, vestido de pesadilla, percibió, el precio de mi

paseo, o el roció de mi aspiración angelical, preparándome

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para no poder evitar contener mi futuro dolor. El precio del

amor, la certera muerte del amor primero, el olvido, la

ceguera, despertando en este viaje, donde partí como niño.

De este sueño que se aleja también, de toda mirada, para

ver descender, mi estandarte, rosa en mano, gritándome.

Gabriel aquí no puedo besarte. Como último aliento del

conjuro de mi compañera, se desaparece tras los cristales

de la gran pecera. Y como suspendido por mi dolor, como

asaltado en el cielo y sufriendo la furia de la separación y a

pesar de mis pesadillas, de verla reírse, verla desnudarse. La

veo caminando por calles, en paradas escondidas,

envenenada de su magia, para poder volver a viajar los dos

otra vez. Para titulados en pesadillas, en hechizos de brujos,

brujas, hechiceras y magos, que se sumaron en abrazos, se

casaron a escondidas, para sellar el camino de la coronación

de una virgen. La atalaya de mi sentencia. El espacio para

dormir con ella, espalda con espalda, como niños de trece,

mientras sigo despertando de los vapores de esta mañana

sombría, donde el galope de docenas de caballos y los

azotes, que reciben mis nuevos sentidos, me han hecho

escupir y gemir el veneno. Y como Romeo no está .

Tampoco Julieta. No la oigo. No la siento, no la veo. Pues no

está más que como fiebres del precio por verla y sin saberlo

y sin despertar, me muero por ella, envenenado del único

hechizo, que nos protegió, por verla y verme. Luego y antes

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de su nuevo amanecer y sin previo aviso, en un camino que

no estaba escrito, en un mundo donde sus ojos no

escuchaban las muertas palabras, como cinco de copas,

mientras termino de despertar, caminando seguro y entero,

en ese bosque encantado, cargado como demonio

justiciero, amarrado a ese palo mayor, que conduce el

último viaje, entre dos ejércitos que no se perdonan,

intentando no ser alcanzado. Fue en ese contexto que en

compañía por Italia. En la esquina de las calles Moscú y

estados unidos, Gabriel, soltó la Última Lágrima por ella.

Comprendiendo en ese instante, el límite de lo que debía

entender por el límite del amor en los otros. Ese que se

contiene como las lágrimas ajenas.. Años después integrado

en otro sujeto, continuó renaciendo, hasta conseguir salir

de esa playa transformado, en un personaje de una de esas

novelas de ciencia ficción.