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Articulo de Alfredo Urdaci

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Articulo de Alfredo Urdaci sobre el caso de Morente y el Dr. Moreno

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Page 1: Articulo de Alfredo Urdaci

el celemín

La historia es ejemplar. Unbuen día un cirujano reci-bió en su consulta la visi-ta de una familia angus-

tiada por un diagnóstico atroz: un cán-cer crecía en el esófago del paciente,atascaba la vía y amenazaba su vida.Acudieron al mejor, como haríamoscualquiera de nosotros. De las pare-

des de su despacho cuelgan decenasde doctorados y el diploma del premio

Príncipe de Asturias. El especialistaconsultó a otros doctores,

oncólogos, radiólogos.Escuchado su juicio, fir-mado el libre consenti-miento del paciente, hi-zo la operación, seccio-nó las células rebeldes,y cerró el cuerpo. Unahemorragia posterior ur-gió a operar de nuevo ytaponar la herida. Horas

después el enfermo en-traba en coma y fallecía dí-

as más tarde de un fallo enórganos vitales.

La familia, conmocionada ydisconforme con la atención, acu-

dió a la Justicia. Llamaron primeroa un juez mediático que mandó a

la Policía de madrugada para requi-sar la historia clínica como si el hos-

pital fuera un barrio de delincuen-tes. Denunciaron el caso y se inició

un largo proceso de pasos judiciales,informes periciales, declaraciones y

UN CIRUJANO EN EL CIRCO

alfredo urdaciperiodista

«EL DOCTOR HABRÁ GANADO POR LA VÍA JUDICIAL,MIENTRAS PIERDE LA BATALLA DE LA OPINIÓN PÚBLICA.QUIZÁ SU SILENCIO, FUNDADO EN EL RESPETO A LAJUSTICIA Y AL PACIENTE, SE HA INTERPRETADO DEFORMA ERRÓNEA COMO UNA POSIBLE CULPA»

pruebas. Durante ese tiempo el cirujanoguardó silencio. Callado, acudía a las lla-madas del juez. La familia, famosa entrela farándula, se presentó en las televisio-nes. Su versión dejaba al doctor y a suequipo como un grupo de desalmadosmercantilistas que habrían operado cuan-do no se debía para ganar un dinero a cos-ta de un hombre que llegó a Madrid sano ysalió en una caja de madera. El cuento serepetía un programa tras otro. El cirujanocallaba. A la puerta de su consulta hacíanguardia las cámaras de la televisión. No

había declaraciones: «Lo siento, pero loque tengo que decir se lo digo al juez». Elsumario iba lento, la televisión rápida. Acada acto judicial, discreto y riguroso, se-guía una avalancha de declaraciones enlas que la historia se iba deformando: uncirujano quería tapar sus errores gracias asu poder e influencia. Las cámaras vol-vían a la puerta de la consulta. Entre untrasplante y una operación oncológica, eldoctor soportaba la presión con estoicis-mo, con resignación.

El juez pidió un informe forense paraterminar el caso. El forense lo hizo, ex-haustivo y concluyente: la atención fue laadecuada, el paciente no murió de la he-morragia y fin de la historia. La familia,

Lo importante aquí es que se ha destro-zado la reputación de un profesional emi-nente en programas que no tienen conoci-miento de un asunto que requiere prepara-ción. Del caso ha hablado y pontificadohasta Belén Esteban. Es probable, despuésdel dictamen forense, que el caso se archi-ve. El doctor habrá ganado por la vía judi-cial, mientras pierde la batalla de la opiniónpública. Quizá su silencio, fundado en elrespeto a la justicia y al paciente, se ha in-terpretado de forma errónea como una po-sible culpa. Sé que ustedes están preocu-pados por las grandes corrupciones, peroesta es quizá más relevante, por ser máscorrosiva y destructiva de los valores queson pilares de una sociedad sana.

contrariada, orientó sus armas hacia el fo-rense con la falacia del argumento ad per-sonam: es un católico integrista, está de-sacreditado. Volvieron a la televisión,mientras el médico callaba. Que el pacien-te fuese un cantaor es lo de menos, aun-que a veces parece que fuera lo importan-te. Que el doctor Moreno sea el padre deuna técnica de trasplantes que ha salvadoa decenas de niños con un hígado enfer-mo, que haya arrancado de la muerte acientos de desahuciados quizá tampocoes lo decisivo.

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