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TEOLOGÍA Y REALIDAD No. 2, Enero-Julio 2021Universidad Evangélica de El Salvador

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ORIGEN HISTÓRICO DEL «FUNDAMENTALISMO»

Gerzon Luis Manuel Gómez Herná[email protected]

Investigación de Cátedra Departamento de teología

Universidad Evangélica de El Salvador

Resumen

El artículo presenta brevemente el origen histórico del fundamentalismo, un movi-miento que nace en el seno conservador del protestantismo norteamericano; caracte-rizado, desde su raíz, por mostrar un total rechazo a la teología moderna y exégesis li-beral del protestantismo europeo del siglo XIX. De igual manera, provee definiciones conceptuales de los principales fundamen-talismos que existen en la actualidad; pues el término, a pesar de su génesis religiosa, ha logrado emigrar a otros campos en las sociedades secularizadas de hoy.

Palabras clave: Fundamentalismo, protes-tantismo, EE. UU., modernidad, historia del cristianismo, El Salvador.

Introducción

En el mundo, existen no solo personas, sino también sistemas de pensamientos que han tenido como misión imponer sus creencias como verdades absolutas. Los absolutismos han estado presentes en las diferentes so-ciedades a lo largo de la historia humana; lastimosamente, han sido impuestos por medio de la fuerza física con el propósito de negar y aniquilar la humanidad de to-dos aquellos que buscan el diálogo como una acción reaccionaria, desistiendo de la imposición; respetar las opiniones, ideas o actitudes de los demás. Pareciera que la to-lerancia no existe en tal contexto, pero si la violencia.

Un ejemplo de un sistema de pensamiento absolutista es el fundamentalismo, que ins-ta a sus militantes a imponer sus propias

TRABAJO DE CÁTEDRA

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ideas, doctrinas y leyes en las sociedades donde están inmersos. Aunque el término fundamentalismo tiene su principio en el protestantismo norteamericano, no se pue-de negar como sus características han sido secularizadas, facilitando su migración al plano político, ideológico y económico de la sociedad. En virtud de ello, la argumen-tación de este escrito aborta brevemente el origen histórico del fundamentalismo y sus características. Con el objeto de ayudar a la comprensión de la temática, este artículo se ha dividido en dos partes.

En la primera parte, se pretende suplir la ne-cesidad de precisar el significado del térmi-no fundamentalismo tratando que no haya inclinación religiosa o política; para ello, se hace uso de los motores de búsqueda de Google, analizando tres sugerencias concep-tuales; además de la consulta bibliográfica, presentando las diferentes construcciones conceptuales de autores consultados. La fi-nalidad es ofrecer un panorama de lo que se encuentra tanto en las búsquedas generali-zadas en la web como en los libros.

En la segunda parte, se procura desarrollar como los movimientos suscitados por la modernidad en Europa afectaron a la teolo-gía, exégesis y hermenéutica bíblica, la cual se extendió hasta EE.UU., traduciéndose en una evidente amenaza para la fe del protes-tantismo norteamericano; ya que, este puso en tela de juicio los postulados de la teología

moderna, de la exégesis basada en los méto-dos históricos-críticos y de la hermenéutica liberal; dando como resultado el origen del fundamentalismo, un nuevo movimiento con características muy singulares.

Para finalizar, se ofrecen las conclusiones del autor como resultado de analizar el pro-ceso de reflexión de este documento.

Definición de conceptos

El término fundamentalismo es la piedra angular de esta argumentación. Sin embar-go, esta palabra se ha hecho popular en la actualidad, por lo que proveer una clara definición es determinante para la com-prensión de sus distintos matices, pues el concepto ha sido utilizado para describir muchas corrientes religiosas, políticas y so-ciales conservadoras desde inicios del siglo XX (Kung, 2006, p. 640).

Fundamentalismo

Al digitar la palabra fundamentalismo en el buscador web de Google, se obtiene como primera sugerencia, la siguiente definición: fundamentalismo es un concepto moderno que surge como reacción cuando la socie-dad moderna empieza a guiarse por leyes humanas y deja de lado las divinas, afec-tando a los hábitos y al estilo de vida. Sobre esta primera definición, se expresa que es

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incluyente y general porque no resalta de manera intencional a ninguna religión en particular, pero si su carácter religioso.

No obstante, de manera tácita desvela el conflicto entre el movimiento protestante conservador norteamericano de principios del siglo XX, encarnado en la iglesia presbi-teriana del norte, la cual se levantó contra la llamada teología liberal de la modernidad, dando origen al surgimiento el concepto fundamentalismo y, por ende, todas sus va-riaciones (López, 2012, p.91).

Una segunda sugerencia establece que «la palabra, como tal, deriva de “fundamental”, que se refiere a lo que sirve de fundamento o es básico para algo, y se compone con “-ismo”, que indica ‘doctrina’ o ‘movimiento’». Esta definición está construida partiendo de lo es-tipulado por la Real Academia Española, y es provista por la página web significados.com. Sin embargo, no está de más indicar que no se puede caer en el error de pensar que todo núcleo dogmático «fundamental» dónde es-tán basadas las verdades de fe de las religio-nes, es del todo malo.

Razón por la cual se aclara que, no todo in-dividuo religioso conservador es fundamen-talista, ni todo fundamentalista es un sujeto religioso; ya que muchos religiosos conser-vadores tratan de compaginar su actitud conservadora religiosa con una apertura respecto de los afanes sociales, intelectuales

y religiosos de la modernidad (Kung, 2006, p.640). Puesto que, no se puede negar que en las religiones hay espacio para una diver-sidad de interpretaciones, como también, para la pluralidad de ideas y la posibilidad de transformaciones y liberación política. Sobre esto, se hace menester citar el comen-tario de Morán & Peñas (2012):

Existen diversas religiones e iglesias que favorecen posiciones pluralistas y abiertas a las nuevas configuraciones sociales y personales. Así ocurre, por ejemplo, con los teólogos de la libera-ción y las teólogas católicas feministas latinoamericanas, quienes ponen en tensión la teología defendida por la je-rarquía de la Iglesia Católica. Incluso en algunos lugares se han creado organi-zaciones civiles religiosas que promue-ven visiones alternativas y disidentes a las sostenidas por algunas iglesias. De esta manera, la pertenencia a una determinada religión no siempre im-plica un pleno acuerdo con las posicio-nes o agendas de los líderes religiosos (pp.12-13).

Ahora bien, una tercera sugerencia presen-ta una postura más objetiva que afianza una definición global del término: «Exigencia intransigente de sometimiento a una doctri-na o práctica establecida» (Real Academia Española, 2021). Es decir, fundamentalis-mo es «asumir la letra de las doctrinas y las

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normas sin atender a su espíritu y a su in-serción en el proceso siempre cambiante de la historia, que obliga a efectuar continuas interpretaciones y actualizaciones precisa-mente para mantener su verdad esencial» (Boff, 2002, p. 25).

Klaus Kienzler (2002) (citado por Galen-de, 2011, p.158), lo comprende como un movimiento de exclusión arbitrario. Con-cretamente, como una tendencia opuesta, aunque inherente, al proceso de apertura general del pensamiento, a la toma de ini-ciativas, a la tendencia enemiga de las for-mas de vida particulares y sociales que ca-racterizan a la modernidad. Así pues, este concepto moderno en su esencia, se refiere a la no disposición que tiene un individuo o grupos a modificar sus posturas para bus-car acuerdos o puntos en común frente a otros que le son distintos, pues es indiscu-tible que hay una reacción a una percepción de amenaza o crisis, que ciega al militante fundamentalista (Galende, 2011, p.149).

Por otra parte, para Ortega & Ávila (2017), el «fundamentalismo está íntimamente li-gado a ‘sistemas de ideas’ preestablecidos, cuya interpretación y observancia debe ser inflexible, compacta e inquebrantable, y donde no hay lugar alguno para el pensa-miento propio, el del individuo, el del sujeto social» (p.26). De esta manera, aunque su génesis es de carácter religioso, el término fundamentalismo, es atribuido a diferentes

movimientos y grupos de diverso orden como políticos, culturales o sociales. Con-virtiéndose también en «un fenómeno uni-versal y que se sitúa en el contexto de las mutaciones y cambios globales que devie-nen sufriendo las sociedades contemporá-neas en este último cuarto de siglo» (Galen-de, 2011, pp.144-147).

Fundamentalismo religioso

El fundamentalismo tiene una estrecha re-lación con interpretaciones muy rígidas e inflexibles de las religiones, en especial la denominadas «monoteístas» (judaísmo, cristianismo e islamismo) que han manifes-tado sus principios o verdades de fe por me-dio del uso de la fuerza; ya que, en momen-tos específicos de la historia, han impuesto su pensamiento único por medio de la per-secución, el castigo y la expulsión de aque-llas personas que no aceptan sus normas de fe y formas de percibir el mundo; al punto que han echado mano de la violencia cuan-do lo han estimado necesario para obtener su cometido (Tamayo-Acosta, 2003, p.25).

Ya que, de acuerdo a (Boff, 2002), no hay nada más belicoso que la tradición de los hijos de Abrahán: judíos, cristianos y mu-sulmanes. Tres pueblos hermanos, cada uno de los cuales vive con el convencimiento tri-balita de ser el pueblo elegido y el portador exclusivo de la revelación del Dios único y

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verdadero. Y esta fe debe ser difundida por todo el mundo, por lo general en conni-vencia con el poder colonialista e imperial, como históricamente sucedió en América Latina, Asia y África (p.26).

De esta manera, Zahar (1996) define el fun-damentalismo religioso como «una politiza-ción de los valores más tradicionales, prin-cipalmente religiosos, de una sociedad» (p. 244); añadiendo que en la actualidad tiene una serie de características particulares que nos permiten aislarlo y situarlo como par-te del bagaje de fenómenos socioculturales propios del siglo xx; siendo una tendencia generalizada en las sociedades actuales y prácticamente en todas las religiones.

Por su parte, para J. Habermas (s.f.) (citado por López, 2012, p. 93) el fundamentalismo religioso nace cuando se desvían las concep-ciones de cualquier ortodoxia religiosa, a saber, cuando ignoran la situación epistémi-ca de una sociedad pluralista. En armonía, Caro & Fediakova (2000), piensan que la cualidad más sobresaliente para identificar-los es su ansia por instaurar la ley religiosa como la única capaz de integrar a toda la sociedad sobre la base de certezas y valores absolutos (p.454).

Estos mismos autores, manifiestan que, en su forma plural, los fundamentalismos reli-giosos, pueden ser entendidos por medio de cuatro principios vitales, que son:

a. Inamovilidad de la tradición.

b. Infalibilidad de los libros sagrados (por ejemplo, el Corán, la Torá, los Evangelios) a través de su interpreta-ción literal.

c. Respeto irrestricto a las ceremonias litúrgicas.

d. Orientación antimoderna, que se bus-ca extender a toda la sociedad.

Es importante resaltar, de acuerdo con los escritores antes mencionados que los funda-mentalismos religiosos «ofrecen una visión dual del mundo y la realidad, haciendo una dicotomía entre bien y mal, de creyentes e infieles»; de igual manera, que responden a un “determinado contexto, sea social, histó-rico, cultural, temporal, por lo cual están en constante dinamismo dialéctico» (Caro & Fediakova, 2000, p.455).

En consecuencia, fundamentalismo religioso es una categoría que sirve para englobar los absolutismos que profesan diferentes reli-giones que comparten las mismas caracte-rísticas del fundamentalismo bíblico protes-tante. Como, por ejemplo, a comienzos del siglo XX: La World Agudath Israel (Unión Judía Mundial) en 1912 en Polonia; la fun-damentalista hindú Rashtriya Swayamse-vak Sangh (RSS, Organización Nacional de Voluntarios) en 1925; la Muslim Brother-hood (Hermandad Musulmana) en Egipto

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en 1928; el Opus Dei católico en España ese mismo año y los Legionarios de Cristo, fun-dados en México en 1941, y Jamaat-e-Isla-mi, creado el mismo año en la India (Morán & Peñas, 2012, p.10).

De este modo, se puede notar que los fun-damentalismos religiosos, como actitud y como tendencia, se da en sectores de todas las religiones y caminos espirituales (Boff, 2002, p.26). Por tanto, estos no deben ser comprendidos como una esencia propia de ciertos cultos, sino como una configuración ideológica y organizacional de algunos suje-tos que pertenecen a determinadas religio-nes (Morán & Peñas, 2012, 13).

Fundamentalismo bíblico

Witherup (2001), formula que el fundamen-talismo bíblico, es aquella corriente de ori-gen protestante evangélica norteamericana, que se opuso a la teología modernista y al cambio cultural asociado con ésta. La cual se concibió, así misma defensora de la auténti-ca religión cristiana en contra de los males de la vida moderna (p.2). Por otra parte, también se le conoce como fundamentalis-mo bíblico protestante o fundamentalismo Cristiano, porque como se ha argumentado es un fenómeno en gran medida protestan-te, donde la ortodoxia ha tenido un estatuto precario, ya que los escritos en los que se basa no pueden apoyarse en una autoridad interpretativa específica.

Así, pues, de acuerdo con Corral Salvador (1994) (citado por Nasser, 2018, p.46), la designación fundamentalismo nació para esta forma de fe cristiana y, desde entonces, se ha generalizado como concepto y como ideología. Siendo más específicos, el funda-mentalismo bíblico es, «un movimiento cris-tiano que se caracteriza por nacer en el ám-bito de la religiosidad experiencial de corte protestante-evangélica, y que considera la Biblia como única autoridad» (López, 2012, p.94).

Este tipo de fundamentalismo, está asen-tado en la afirmación de que la fe cristiana debe estar basada en la literalidad e infali-bilidad de las escrituras sagradas, pues no acepta ninguna crítica racional de la biblia, ni ninguna lectura que oriente su interpre-tación en base a los contextos históricos y culturales (Morán & Peñas, 2012, p.10).

En síntesis, el fundamentalismo Bíblico es «anti-modernista» (Pixley, 2002, p.5); pues-to que «el modernismo es el gran enemigo” (Witherup, 2001, p.2); por consiguiente, tie-nen una abierta hostilidad a la denominada teología modernista y a la exégesis llamada liberal, especialmente al uso de los métodos histórico-críticos» (López, 2012, p.94).

De ahí, que se considera también un funda-mentalismo religioso, desde la perspectiva que se presenta como el único que ostenta tener la verdad absoluta como el islam, el judaísmo y otros grupos religiosos.

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Fundamentalismo político

Aunque se ha señalado que el principio del fundamentalismo es de carácter religioso, no se puede negar que el fundamentalismo tie-ne connotaciones amplias y de profundidad social (López, 2012, p. 92). En este sentido, el fundamentalismo busca evidentemente, la captura del poder político y de la remodela-ción del Estado para el logro de los objetivos declarados (Galende, 2011, p.150).

Hablar de fundamentalismo político, es ha-blar por ejemplo del gobierno norteameri-cano representado por el presidente George W. Bush Jr., o del fundador de la organiza-ción terrorista Al Qaed, Osama Bin Laden. Quienes, según Boff (2002), en sus discur-sos se encuentran claras certezas del más puro código del fundamentalismo religio-so dentro del plano político, como lo es: «La Lucha del bien y del mal», «dividir el mundo entre fieles e infieles» o «Expresar que se está actuando en nombre de Dios»1. Pues para Bush Jr., su gobierno solo defien-de a Norteamérica del terrorismo islámico; mientras que para Bin Laden es lo contrario,

1 Bush Jr., no ha sido el primero en justificar una guerra y darle un valor sacro. El Papa Urbano II, expresó «Deus lo vult», esto es: «Dios lo quiere» para motivar a los cruzados a los cruzados a conquistar Tierra Santa y luchar contra el islam (Franzen, 2009, pp.196-197). Con esto, se marca el inicio de las cruzadas, referencia obligada de toda evocación de la edad media; pues la cristiandad del medioevo toma conciencia de sí misma y de su unidad reuniéndose y armándose contra su gran enemigo común, el islam, el cual ocupa indebidamente los lugares donde vivió Cristo y amenaza a los cristianos de oriente (Comby, 1993, p.161).

América representa una clara amenaza para el islamismo (p.38).

Partiendo del ejemplo, ―aunque es difícil tratar de definirlo― se puede manifestar que el fundamentalismo político es un siste-ma político que intenta posicionarse como único frente a otros sistemas, sencillamente porque no comparten su ideología y al no compartir su ideología, se vuelven enemi-gos. Como actividad política, implica la ne-gación y eliminación del otro.

De este modo, este fundamentalismo es, en esencia una religión dentro de las socieda-des secularizadas, como muy bien lo afir-man Ortega & Ávila, (2017): «todo pensa-miento que se conciba y declare infalible tiende a ser absolutista y se convierte en religioso en sentido amplio», citando a Émi-le Durkheim, quien señaló que «la política era una religión sustitutiva para el hombre moderno» (p.24).

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Fundamentalismo radical o ideológico

Del plano político surge un elemento de mucha importancia para entender cómo se movilizan las masas sociales o a grupos ex-tremistas, esto es, el discurso ideológico de líderes políticos, sociales, revolucionarios, de oposición, feministas etc. Puesto que, el fundamentalismo es una ideología que se extiende con facilidad porque ofrece res-puestas simples a problemas mayores para las personas que no quieren hacer ningún esfuerzo en comprender la realidad. Por eso, esta forma de pensamiento siempre progresa entre los individuos desinforma-dos porque se basa en un temor irracional a realidades percibidas como complejas (Nas-ser, 2018, 46).

De acuerdo a Ortega & Ávila (2017), las ideas que dan pie a cualquier pensamiento fundamentalista surgen en principio en el ámbito privado y tienden naturalmente a incursionar en el ámbito público y estruc-turan movimientos sociales, las cuales cada movimiento fundamentalista necesita pro-pagar sus ideas entre el gran público, con el objeto de ganar el mayor número posible de adeptos. No obstante, estos mismos autores, aclaran que, si sus enseñanzas no logran eco mediante la difusión o si se enfrentan a la ignorancia o a la resistencia, dichos movi-mientos tienden a radicalizarse, asumiendo posiciones fanáticas y extremistas (p. 25).

Es así que, el fundamentalismo radical, se puede llamar también fundamentalismo ideológico. En este sentido, es identificado cuando una ideología se contradice tan es-trepitosamente con la realidad. Ya que se vuelve peligrosa porque abunda en el error para encubrir la defensa de intereses mino-ritarios y porque agita el dogmatismo in-transigente de los que se proclaman porta-dores de la única política posible, con lo que se dinamita el debate cabal de las diversas ideas que han de convivir en toda sociedad democrática (Vegara, 2009). Por su par-te, Eisenstadt (1997) (citado por Galende, 2011, p.148), los percibe como ideologías totalitarias abarcadoras que enfatizan una completa reconstrucción del orden social y político propugnado por un fuerte celo uni-versalista y misionario.

En atención a lo cual, el fundamentalismo radical o ideológico rompe con las corrien-tes principales de la sociedad y crea contra-corrientes con un claro sentido pragmático, lo que le ha permitido participar en activi-dades de apoyo social, institucional y en la formación de ideologías para la militancia política, según Serrano y Patiño (citado en López, 2012, p. 93).

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Fundamentalismo económico

Sobre este tipo de fundamentalismo, Boff (2002), hace una breve descripción que aporta insumos para su definición:

En primer lugar, es el más visible de todos los demás fundamentalismos por su modo de producción capitalista. Ante el mercado mundial, se presenta como única solución para los demás países e inclusive para todas las creencias de la humanidad. No obstan-te, por su lógica de acumulación de bienes y servicios, genera grandes desigualdades e injusticias; porque explota la fuerza de tra-bajo; en lo referente a la naturaleza se com-porta como un depredador.

En segundo lugar, se trata de un sistema ex-clusivamente competitivo y absolutamente corporativo. De igual manera, es política-mente democrático, pero económicamen-te dictatorial; de modo que, la economía hiper capitalista destruye continuamente la democracia participativa al originar una cosmovisión materialista, individualista y carente de todo freno ético (p. 36).

Para Hinkelammert (1998), la economía entendida como fundamentalismo o funda-mentalismo de libre mercado, es la imposi-ción de los ajustes estructurales que van de la mano con la propagación de la ideología de la competitividad y de la eficiencia, lo cual es traducido en una guerra económi-ca propiciada por la globalización (p.9). De

este modo, la política y la religión se con-vierte en el medio de realización de esta vo-luntad para aquellos que exigen el reconoci-miento y la aplicación de sus leyes basadas en sus creencias y sus convicciones (Nasser, 2018, p. 47).

En consecuencia, el fundamentalismo econó-mico es, al igual que los otros, una imposi-ción de una doctrina, esta es: la economía capitalista de mercado; que en palabras de Ortega & Ávila (2017), han permeado inclu-so las relaciones humanas, porque el hom-bre es tratado como mercancía; es decir, un mero instrumento al servicio de la maxi-mización de la producción y de la ganancia como objetivo último y prioritario (p.100). Por lo que, para Galende (2011) este mode-lo económico capitalista es, «una sangrienta economía de lucro» (p.149).

En otro orden de ideas, ninguno de los bino-mios terminológicos definidos anteriormen-te, surgieron de la nada, sino que tuvieron que darse ciertos eventos históricos para su germinación conceptual y así estos puedan cumplir con su función de construir una re-presentación mental para comprender cada acontecimiento documentado o ayudar a re-gistrar nuevos. En virtud de ello, no se puede obviar que el término fundamentalismo bro-tó en un contexto religioso en rechazo total a la teología producida por la modernidad, pero también en concordancia de la realidad social y política de su época.

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Por tal razón, a partir de aquí, se hace ne-cesario aclarar que ante los distintos ma-tices que hay del fundamentalismo se opta por describir las causas y características del fundamentalismo religioso. Sin embargo, eso no quiere decir que los otros fundamentalis-mos queden al margen en este ensayo y no se entrelacen posteriormente; pues como se ha argumentado todos ellos se auxilian mu-tuamente para su sobrevivencia.

Origen y características del fundamentalismo religioso

La modernidad como tal, fue la consuma-ción de una empresa, ¿Cuál? La empresa de emancipar al género humano de toda idea y práctica religiosa. Su marco operativo se centró en sustituir la religión y la idea de Dios por la ciencia, esto significó, que la razón se volvió la mejor herramienta para construir un nuevo sistema abierto de cono-cimiento; donde se plantea la necesidad de instituir un saber único, científico, demos-trable y verdadero que posibilita la concre-tización de su proyecto (Girón, 2021, p. 35).

Por eso, no hay duda: el fundamentalismo con sus distintos matices, es hijo de la modernidad.

La modernidad y el «desencanta-miento del mundo»

La Edad Media se caracterizó por su parti-cular concepción del mundo. Dios y la fe es-taban en el centro de la sociedad medieval. En efecto, como lo documenta Ríos (2011), ninguna de las actividades humanas –reli-giosas, morales, políticas y sociales– podían comprenderse como independientes unas de las otras, pues la sociedad era concebida como un todo indivisible dentro del cual la vida cristiana abarcaba y concentraba el ob-jeto y fin de la existencia mundana (p. 24). Es decir, su fundamento era Dios, por ende, la religión cristiana gozaba de gran poder.

Por ello, la inconformidad con la iglesia, se tradujo a un descontento con la religión por parte del hombre ilustrado. Ya que la ma-yoría de los líderes de esta iglesia medieval quedaron a deber mucho en cuanto a prac-ticidad de una religiosidad llena de justicia, amor por el prójimo y sabio equilibrio en su administración eclesial y poder político. La historia documenta las constantes pugnas políticas en las que la iglesia se vio involu-crada, manchando no solo su testimonio, sino también el evangelio de Cristo. En este sentido, el segundo mandamiento: Amarás a tu prójimo como a ti mismo; semejante al primero y afirmado por Jesús como el gran mandamiento, fue ignorado (Mateo 22:36-40, RVR1960).

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Por tanto, la modernidad es un rechazo ro-tundo a la religión. El hombre intelectual procura con diligencia desarrollarse inde-pendientemente de la iglesia, pues ya no cree en ella. La institucionalidad religiosa ha demostrado ser el instrumento ideológi-co de los soberanos y devotos absolutistas, quienes ―con ausencia de Dios en su sentir, pensar y actuar― desplegaron y ostentaban un poder religioso-político desde una praxis egoísta y llena de ambición perversa; razón por la cual, y sin arrepentimiento alguno, los próceres de la filosofía ilustrada y las ciencias naturales no están interesados en seguir aún más con la doctrina eclesiástica. De ahí que, el hombre moderno, traslada su fe de la religión a la razón; pues el eje cen-tral de la Ilustración es, la idea de autono-mía, en otras palabras, la emancipación del género humano (Kung, 2006, pp. 688-691).

Por consiguiente, la modernidad buscó ob-tener el control de la religión. Primero in-virtió el orden del papel de la religión en la sociedad: Del espacio público que ocupaba en el medioevo, la forzó a pasar al espacio privado del individuo. En segundo lugar, le otorgó un trato de marginalidad, a saber, re-primió toda idea de Dios y la sustituyó por la razón. Así, la sociedad moderna prescin-dió de la religión y se preparó para ser guia-da por la razón y luego por la ciencia (Chauí, 2003, p.120).

De acuerdo Beatriz Areyuna (2004) (citada por Girón, 2021, p. 37), la racionalidad moder-na puede ser definida por medio de tres cosas:

a. Como un nuevo principio unificador de la existencia humana.

b. Como un nuevo parámetro de orien-tación.

c. Como una nueva dimensión episte-mológica, política, social, valórica y estética.

Además, para esta autora, esta racionalidad encaminó al ser humano para abandonar los mitos por el pensamiento lógico, lo in-fluenció para que se desencante de la magia y la cambie por la ciencia, además determi-nó que la razón libre se convirtiera en la ma-yor consigna ilustrada; esto es, la capacidad de crear juicios verdaderos y juzgar todo aquello que no se ajuste a lo racional, con-ducirían a la humanidad a un progreso sin precedentes (Girón, 2021, p. 37).

En consecuencia, la repercusión fue directa-mente sobre la legitimidad del orden social y político establecido, originando un Estado moderno y una sociedad secularizada; como efecto dominó de la ilustración, la revolución industrial, la teoría de la evolución, la revo-lución francesa, entre otros acontecimientos.

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De este modo, el desencantamiento del mun-do se hizo indiscutible. El conocimiento científico comenzó a erosionar la credibili-dad de los mitos, lo cual conllevo a poner a prueba el conocimiento sagrado contenido en la biblia y sustentado por la iglesia (Za-har, 1996, p.245).

La evolución científica y la supremacía de la razón, solo puso en relieve el vacío es-piritual que se venía gestando en la cultu-ra moderna. Para Karen Armstrong (citada por López, 2012, p. 96), describir las ex-periencias de algunos pensadores, ayuda a comprender mejor tal desencantamiento y vacío existencial que se produjo en la socie-dad moderna.

Esta autora expone: «Pascal retrocede es-pantado ante el vacío del cosmos, mientras que Descartes veía al hombre como el úni-co ser viviente de un universo inerte. Hob-bes imaginaba que Dios se había retirado del mundo y Nietzsche declaró que había muerto». Por tanto, «la humanidad se había desorientado y estaba avanzando hacia una nada infinita» (López, 2012, p. 96).

Algo similar relata Küng (1979), cuando afirma que Feuerbach y sobre todo Marx, influenciados por Strauss con su obra Vida de Jesús, «colocaron al género humano, la humanidad, la sociedad humana, en el lu-gar de Dios» (p. 277). Pero, a pesar de todos los intentos por dejar de creer en Dios y en la religión, hasta la fecha, no se ha logrado

eliminar la necesidad innata de creer. El hombre necesita creer en algo, basar su fe en algo, tener su propio fundamento para encontrarle sentido a su existencia.

Ahora bien, no se puede pasar por alto que la racionalidad moderna sólo llevó a la hu-manidad por el camino de la destrucción, originando lo que se ha llamado «la dialécti-ca negativa de la modernidad» (Girón, 2021, p. 89), la cual va ser el punto de partida para proponer distintas posturas teológicas para devolverle la esperanza al ser humano se-cular, que consideró a la religión como algo propio de los primitivos o de los atrasados desde el punto de vista de la civilización (Chauí, 2003, p.120).

Así pues, el desencantamiento del mundo po-tenció ver a Dios como objeto y ya no como sujeto, posicionando a la razón como única vía para acceder a su misterio. De este modo, el surgimiento de nuevas formas de hacer teología en la Europa moderna, invitarán a la teología a que se libere del tema de Dios en su discurso y se centre en el ser humano como el nuevo sujeto de la reflexión.

Teología moderna y exégesis liberal

El siglo XX está caracterizado por varios eventos muy importantes para la cons-trucción del mundo actual. Como ya se ha señalado, la teología y más la religión no atraviesan su mejor momento, son muchos los teólogos que se han pasado de la cien-

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cia de Dios a la ciencia de la razón como Fichte, Schelling, Hegel y Hölderlin, entre otros (Kung, 1979, p. 701). No obstante, la teología liberal tiene su génesis en el siglo XIX, principalmente en Alemania en el seno de la teología protestante y se constituyó dentro de los cánones del humanismo mo-derno, que son la ciencia y la crítica históri-ca. También hunde sus raíces en el espíritu de una época marcada por la ilustración y el historicismo; por lo que su formación epistemológica se armoniza muy bien con el pensamiento de las tres escuelas: alemana, francesa e inglesa.

a. Contribución de Friedrich Schleier-macher

Los intentos por buscar articular una fe que pudieran abrazar aquellos que eran parte del pensamiento ilustrado, llevan al teólogo-filó-sofo Friedrich Schleiermacher con su obra: Discurso a los ilustrados despreciadores de la religión, a emprender la misión en clave pro-fética, con objeto de dignificar la religión.

En palabras de Küng (1979), se asevera que, con Schleiermacher, la teología en la moderni-dad llega a su madurez. Este hombre de la mo-dernidad afirma y conoce la filosofía moderna, también legítima la crítica histórica y la aplica a los documentos bíblicos de la revelación; igualmente certifica y ama todo: La literatura, el arte y las relaciones sociales modernas.

Además, Schleiermacher es el primero en asignar a la teología su lugar en la univer-sidad moderna, con una base teórico-cien-tífica moderna y no de fe; de esta manera la teología adquirió un carácter científico moderno. Schleiermacher, estuvo en el cen-tro de la vida moderna y cooperó de forma activa para configurarla. Razón por la cual, se le acusó de disolver la teología en filoso-fía, porque su reflexión teológica parte del sujeto y de la autoexperiencia del hombre, pero con ello no se realiza subjetivación ni antropologización alguna de la teología.

No es casualidad que Schleiermacher en una Vida de Jesús, describiendo a Jesús de Naza-ret con una invariable conciencia de Dios y con un acercamiento a los hombres dolien-tes ―aunque es idealista― responde a los ideales de la sociedad burguesa de su tiem-po. Para este teólogo, existe un único méto-do para hacer teología. Eligió a conciencia otro enfoque con el que esperaba llegar a las personas cultas, en especial, aquellos que despreciaban la religión (Kung, 1979, pp. 702-703).

b. Contribución Emanuel Kant

El giro subjetivista de la modernidad fue explorado de manera sistemática por Ema-nuel Kant en el siglo XVIII. Sobre esta base se fue construyendo una investigación crí-tica de los textos bíblicos que puso en duda los milagros o los interpretó como manifes-

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taciones de una religiosidad y no de realida-des objetivas (Pixley, 2002, p. 4).

Se debe tener presente que Kant intentó re-correr por decisión propia el camino entre la afirmación dogmática y la demostración racional de la existencia de Dios. Para este teólogo, el punto de partida del conocimien-to mismo, no será ya el objeto sino el sujeto, así pues, el entendimiento humano imprime activamente sus categorías en el dato sensi-ble, constituyendo el objeto propio del co-nocimiento (Kung, 1979, pp. 734-735).

En este sentido, la propuesta dada por Kant es que el hombre debe salir de su minoría de edad y alcanzar la mayoría de edad, como un hombre maduro que usa la razón de manera pública para el comienzo al progreso moral y dejar atrás el viejo orden. Con esto Kant plantea que el avance de la humanidad va a llegar de la mano de las sociedades ilustra-das, que usen la razón libremente, y que, en correspondencia con el advenimiento del ilu-minismo, abran las posibilidades de máximo progreso moral (Girón, 2018, p. 45).

Se comprende, entonces que la religión y la idea de Dios, según este pensador, deben ser comprendidas dentro de los límites de la mera razón.

En otras palabras, según Girón (2021), Dios es interpretado desde la razón práctica o

lo que Kant mismo denomina en su obra Crítica del Juicio: ‘entendimiento humano’ común que se refieren a la autonomía, a la validez intersubjetiva y a la coherencia del pensamiento y son: a). Pensar por uno mis-mo, b). Pensar poniéndose en el lugar de to-dos los demás, c). Pensar estando siempre de acuerdo con uno mismo (p. 45).

c. Contribución de las ciencias bíblicas

De acuerdo a Küng (2006), las ciencias bíbli-cas rompen con el tabú que hasta los refor-madores habían conservado: Someter a las Escrituras mismas a los métodos históricos-críticos. Bajo este marco, la investigación his-tórica-crítica y la determinación de la natura-leza de los textos bíblicos, debían contribuir a la creación de fuentes inequívocas entre la fe y las ciencias naturales, pero no fue así.

Posteriormente, nos dice Küng, los teólogos protestantes de Alemania abrieron el cami-no para fundar la teología de la Ilustración, que borró algunos dogmas para encontrar-se con el núcleo de la revelación: La religión de la razón, fundada en Dios, la libertad mo-ral y la inmortalidad. Así, la exégesis ilustra-da trató de entender los textos desde ellos mismos, de forma no dogmática.

En resumen, la crítica racional de la biblia, inició su marcha triunfal a través de la teo-logía protestante alemana. Como consecuen-cia, se configuró una nueva lucha que giró en

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torno a la figura de Jesús y ya no en la iglesia; ya que se buscaba a un Jesús de la historia como auxiliar en la lucha de liberación del dogma. Desde luego, esto implicó el aban-donar la concepción tradicional de una ins-piración literal, casi mecánica-mágica de la biblia, marcada con fuerza por concepciones helenistas, pero retenida aún por la Reforma y la ortodoxia tanto luterana como calvinis-ta, en favor de una hermenéutica universal del todo nueva que vale tanto para los textos profanos como sagrados (pp. 691-695).

Evangelicalismo anti-modernista de EE. UU

Zahar (1996), comenta que a la luz de la historia se puede establecer que las socie-dades constantemente entran en crisis de identidad y pérdida de sentido, propician-do el surgimiento de los fundamentalismos religiosos (p. 244) independientemente la cultura o sociedad.

Cuando la teología y el estudio crítico de la Biblia, que había nacido en Europa con-tinental, se extendió a Inglaterra, Irlanda y los EE. UU. se produjo una reacción conser-vadora. Esta reacción, fue muy significativa en la parte norte del continente americano, dando origen no solo a la palabra funda-mentalismo, sino también, al fundamentalis-mo religioso de corte protestante en EE UU (Pixley, 2002, p. 4).

Entre los años 1910 y 1915, se publican doce volúmenes, bajo el título: The Funda-mentals: a Testimony to Truth2, como una contrapropuesta a la teología liberal de la modernidad. Los libros registraban noventa artículos, los cuales habían sido redactados

2 «Los fundamentos: un testimonio de la verdad», traducción propia del autor de esta monografía.

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por profesores, escritores y teólogos pro-testantes evangélicos muy conservadores3. El objeto de cada artículo era mostrar su completa oposición al modernismo predo-minante de la época, dado que considera-ban que éste, junto con el liberalismo, ame-nazaban los puntos fundamentales de la fe cristiana (Galende, 2011, p.144).

Los teólogos estadounidenses, expresaron en sus escritos la preocupación que la fe se hundía y que el proyecto de una nación evangélica amenazaba con derrumbarse. Por lo cual propusieron buscar la orienta-ción de la Palabra de Dios, la Biblia; porque en ella encontrarán el plan de Dios para los tiempos, al querer esclarecer textos de los profetas, como Ezequiel, Daniel, Zacarías, y Apocalipsis de Juan, entre otros. En esa empresa no estaban equivocados, pero la metodología empleada estaba enmarcada por una lectura literal y devocional. Como

3 La Escuela Teológica de Pricenton, dentro del marco de los dogmas de la inspiración verbal y la infalibilidad de las escrituras, intentó defender con medios racionales la fe en la ciencia moderna. En este sentido, la teología de Pricenton representa a la teoría del conocimiento que tiene el fundamentalismo, la cual se basa en el racionalismo empírico de corte preKantiano. De este modo, debido al carácter interdenominacional de la doctrina, y a través de una gran pro-ducción literaria en general, particularmente la Scofield Reference Bible, fue posible propagar ampliamente dentro del protestantismo estadunidense del siglo XIX los conceptos de Darby, modificados por sus intérpretes estadunidense. Es así que, como se introduce la gran influencia que debían recibirlas afirmaciones principales del fundamentalismo en los EE.UU. De la misma manera, se ve ya desde un principio la relación especial del fundamentalismo con los circuitos conservadores y su función social normativa. Es decir, tanto el fundamentalismo conservador como e evangélical se convirtieron en un punto de convergencia de los dirigentes eclesiales y hacia finales del siglo XIX, era ya uno de los pilares más importantes del cristianismo de EE. UU. (Schäfer, 1992, p.38)

resultado de su método, dividieron la histo-ria en diferentes «dispensacionesde Dios» (Pixley, 2002, p. 5); las cuales se añadieron a las notas de la Biblia Scofield, de acuerdo al siguiente orden: 1. De la inocencia 2. De la conciencia 3. Del gobierno humano 4. De la promesa 5. De la ley 6. De la gracia 7. Del reino milenial.

Sin embargo, no se puede omitir que la con-ferencia Bíblica de Niágara de 1878, treinta y dos años antes, formuló anticipándose a todo movimiento fundamentalista, un ar-tículo denominado: «Niágara Creed». En el cual, se establece que hay una total unani-midad de que la Biblia en su totalidad es ins-piración de Dios, y no por grados distintos. Por tanto, no debe ni puede ser cuestionada como lo hizo la teología de la modernidad, por medio de los métodos históricos-críti-cos. (López, 2012, pp. 91-92)

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Por consiguiente, vale aclarar que es difícil aplicar en estricto sentido y sin ambigüeda-des, el término fundamentalista fuera de los Estados Unidos (Ortega & Ávila, 2017, p. 27) porque, aunque es una tendencia actual que se aplica judíos, musulmanes y otras confe-siones religiosas o políticas, el vocablo fun-damentalismo es propio del protestantismo norteamericano, a saber, una «subespecie del Evangelicalismo» Marsden (s.f.) (citado por Galindo, 1992, p. 136).

a. Hostilidad a la teología moderna y exégesis liberal

Los fundamentalistas se sienten amenaza-dos por la teología moderna y la exégesis li-beral, puesto que, para los líderes de la igle-sia protestante norteamericana, los nuevos postulados de estas dos ciencias sabotea-ban los valores cristianos tradicionales. En consecuencia, afirmaron que la influencia del modernismo en la iglesia era un vehícu-lo de Satanás, el cual se opone a todo lo que es decente y bueno. Por tanto, un núcleo de cristianos fieles (ultraconservadores) debe presentarle oposición militante a todo lo moderno, ya que estos se autodefinen como el ejército de Dios que defiende la verdad; estableciendo un modus operandi estricto desde una perspectiva bíblica (Witherup, 2001, p. 2).

Por esta razón, Küng (2006) expresa que el fundamentalismo cristiano es un producto

de la defensa y ofensiva contra la ciencia natural, la filosofía y recalca, sobre todo, de la exégesis moderna. Para este autor, esta última, relativiza la autoridad de la biblia en virtud de la investigación histórica. Por ejemplo, se pone en duda la creación del mundo y el origen del hombre. También re-duce la persona de Jesucristo a un plano pu-ramente humano, esto es, todas las fases de la búsqueda del Jesús histórico. Además de no tomar al pie de la letra algunas profecías, como las del fin del mundo y el regreso de Cristo (p. 645).

Por su parte, Pixley (2002, p. 5) expone que fueron cinco puntos que para el fundamen-talismo no podían ser negociados y que pro-tegen la fe ortodoxa:

1. La inerrancia de la Biblia, era la base de todo. Era una formulación nueva, anti-modernista, de la confesión pro-testante de las sagradas escrituras como norma de fe y práctica.

2. El nacimiento virginal del Salvador, con lo cual se pensaba preservar la di-vinidad de Cristo.

3. El Sacrificio Vicario en la cruz en lu-gar de nosotros los pecadores (una teoría de la Sustitución).

4. La Resurrección física de Jesucristo.

5. El Retorno inminente de Jesús para enjuiciar a los pecadores y llevarse los suyos a la gloria sin fin.

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Estos puntos eran concebidos como verda-des objetivas reveladas en la Biblia y no sus-ceptibles de discusión.

Aun así, para Galindo (1992): En efecto, los cinco «fundamentos» son sólo un «consenso mínimo» para formar un frente común con-tra la crítica bíblica moderna, la teología «li-beral» y la reformista del «evangelio social»4, que eran los verdaderos motivos de la con-troversia. Añade también que, se trataba de combatir todo y a todos los que eran causa de preocupación para los protestantes tradi-cionalistas, ante todo en las iglesias bautista y presbiteriana de los Estados del norte; es decir, hacer que EUA recuperara su identidad cristiana bíblica, que muchos evangélicos creían ya perdida, sobre todo a consecuencia de la primera guerra mundial (p. 137).

b. Restaurar la tradición «pura» y ori-ginaria

El testimonio de las primeras comunidades cristiana ha sido tal que en toda época ha inspirado el deber de volver a la pureza de esos primeros días de la existencia cristiana. Sin embargo, para el fundamentalismo bíblico

protestante evangélico norteamericano, tal influencia significó una clara oposición al de-sarrollo e idealiza el pasado, discutiendo que los modernos han corrompido la organiza-ción cristiana original (Witherup, 2001, p3). Una de sus principales tareas es la de promo-ver la restauración de una tradición «pura» y originaria (Morán & Peñas, 2012, p. 14).

No obstante, toman rasgos y características como la fascinación por la técnica o el uso de métodos de organización de la economía capitalista de mercado; de igual manera, aceptan los beneficios de la modernidad como, por ejemplo, la tecnología (Galende, 2011, p. 146). Además, se apoyan en los medios de comunicación, ―como lo comen-ta López (2012) ― desde donde se oponen radicalmente a los cambios que instaura la cultura moderna; situándose en interpreta-ciones sobrenaturales de la vida y del mun-do, construidas sobre estructuras rituales y ceremoniales, racionalizadas, en algunos casos, a través del discurso y lenguaje teoló-gico, que se encuentra mucho más allá de la actividad cultural (p. 94).

4 De acuerdo a Schäfer (1992), el fundamentalismo se dio a conocer en los años veinte del siglo XX como una reacción agresiva al Social Golpel que intentaba transformar a la iglesia norteamericana (p. 42). Pues el Social Golpel o Evange-lio social fue un movimiento en el protestantismo liberal norteamericano que aplicaba la ética cristiana a problemas sociales, especialmente cuestiones de justicia social como la desigualdad económica, pobreza, alcoholismo, crimen, tensiones raciales, barrios marginales, medio ambiente, trabajo infantil, sindicatos inadecuados, escuelas pobres y el peligro de la guerra.

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De este modo, según Halliday (2009) (cita-do por Galende, 2011, p. 158), la vuelta a la tradición y a las escrituras se realizará bajo la matización evidente de fuertes influen-cias de la modernidad, tanto en el contexto que propulsa los movimientos fundamenta-listas, así como el propio lenguaje e ideolo-gía de éstos. Entonces, se produce, lo que se ha llamado “modernización de la tradición” en un intento de convertirla en una respues-ta apetecible y atractiva a los problemas del mundo moderno.

Razón por la cual suelen asociarse con otros fundamentalismos de carácter político, eco-nómico, cultural y social, con quienes esta-blecen alianzas para defender con más efi-cacia el etnocentrismo cultural, una moral represiva, la tendencia a las exclusiones por razones de etnia o raza, y una concepción restauracionista. Es decir, se vale de la re-ligión, la instrumentaliza para sus fines ex-pansionistas y para sus intereses hegemóni-cos (Tamayo, 2003, p. 28).

a. Apego literal al texto sagrado o de una autoridad o jerarquía

Para Tamayo-Acosta (2003), hay en el fun-damentalismo cristiano una tendencia nega-tiva a recurrir a la mediación hermenéutica en la lectura de sus textos. En este aspecto, el texto ha sido relevado directamente o, mejor dicho, dictado por Dios, lo cual re-presenta un gran riesgo porque enmarca a

las escrituras en un solo sentido, el literal y en una interpretación única, que nace de una lectura directa. Según este autor esto es muy evidente por los siguientes aspectos:

1. Hay una clara inclinación en aislar al texto de su contexto socio-histórico hasta convertirlo en objeto devocio-nal, al que se le considera intocable y se le rinde culto.

2. El lenguaje religioso se vuelve un có-digo de comunicación de la comuni-dad, forma parte del dogma y funge como una ortodoxia.

3. Lo plural se uniformiza y lo relativo se absolutiza. Se produce una mezcla de planos entre lo absoluto y las media-ciones. Así que, el pluralismo es visto como una amenaza contra la fe.

De este modo, para Tamayo-Acosta (2003), el fundamentalista bíblico protestante adopta una actitud de sospecha ante la me-diación hermenéutica que promueve el acto de leer y reconocer la autonomía y existen-cia independiente del texto; teniendo como resultado el no reconocimiento del elemen-to de la pre-comprensión del texto bíblico, tanto en su redacción como en su lectura. Por consiguiente, la comunidad fundamen-talista se interpreta a sí misma a la luz de su tradición religiosa o autoridad eclesial y no a la luz de la interpretación contextual de

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las sagradas escrituras. Así el lenguaje sim-bólico, metafórico, imaginativo, es suplanta-do por el lenguaje realista dentro del funda-mentalismo cristiano (pp. 26-28).

En suma, este fundamentalismo ―al igual que los otros, en la actualidad― es consi-derado como una realidad que caracteriza un contenido conceptual relacionado con el atraso cultural, económico y científico. Además, de ser la exigencia de algunos para que el resto crea en sus mitos de carácter religioso, bíblico, político, ideológico y eco-nómico (Nasser, 2018, p. 47); los cuales, en categorías de Lévinas, no solo niegan reco-nocer al otro que piensa y cree diferente y que está dispuesto al diálogo para encon-trar puntos en común, con el fin de vivir en una sana convivencia, sino que buscan su persecución y en último término consolidan su eliminación, bajo la premisa: «Son nues-tros enemigos».

Conclusión

El fundamentalismo como concepto moder-no, está íntimamente ligado al concepto de «Absolutismos», desde una perspectiva que busca imponerse, es decir, tiene la pretensión de regular ―como un régimen― el funciona-miento de la sociedad, siendo una autoridad que aspira al dominio de todas sus manifes-taciones, ejerciendo un poder sin límites, sea religioso, político, ideológico y económico.

En este sentido, la no disposición que tiene el fundamentalismo a modificar sus postu-ras para buscar acuerdos o puntos en co-mún frente a otros sistemas de pensamien-tos más transigentes, hizo que surgiera la necesidad (como un acto de supervivencia de los totalitarismo que hay en él) de que no solo el término, sino su esencia (ideas auto-ritarias, normas de sometimiento, doctrinas llenas de intolerancia y prácticas estableci-das como correctas y únicas), emigrara de un contexto meramente religioso a otro sin-gularmente secular.

Dentro de la trama de las mutaciones y cam-bios globales que devienen sufriendo las sociedades contemporáneas en este últi-mo cuarto de siglo, los fundamentalistas se presentan como únicos que pueden ayudar a solucionar los grandes males de la huma-nidad, añorando y queriendo regresar a las gloriosas épocas del pasado como estrategia de restablecer el orden perdido. Ejemplo de ello, es la desviación de las más rústicas orto-doxias devotas de las religiones monoteístas, las cuales han ignorado la situación episté-mica de las sociedades pluralistas, manchan-do con la sangre de inocentes, sus más puros principios éticos que promulga su fe.

Así pues, el fundamentalismo siempre ofre-cerá una visión doble del mundo y estable-cerá divisiones entre los seres humanos. Para el fundamentalismo religioso hay una

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clara dicotomía entre bien y mal, que se tra-duce una lucha entre creyentes e infieles. En cambio, el fundamentalismo bíblico, afirma la dualidad del ser humano, defendiendo que la corporeidad se opone al espíritu; ne-gándole al cristiano la oportunidad de un desarrollo integral dentro de la sociedad; pues debe buscar ardientemente, las cosas inmateriales que las cosas materiales.

Para quienes proclaman el fundamentalismo político, les resulta importante identificar pri-mero, quienes son sus aliados para compartir con ellos sus proyectos sociopolíticos; y segun-do, quiénes son sus enemigos, para luchar con ellos hasta exterminarlos, porque simplemente interfieren. Para quienes se auxilian del funda-

mentalismo radical, no es transcendental que su ideología contradiga estrepitosamente la realidad, si aun así logran movilizar a las masas sociales o a grupos extremistas que causan te-rror y muertes. Por su parte, el fundamentalis-mo económico genera grandes desigualdades e injusticias; porque su especialidad es explotar la fuerza de trabajo, mientras que se comporta como un depredador de la naturaleza.

En suma, queda claro dos cosas: La primera que el fundamentalismo2 con sus distintos matices, es hijo de la modernidad. Y la segunda, que este movimiento reaccionario a la cultura moderna, ha logrado posicionarse como una amenaza in-minente a la alteridad, es decir, niega y elimina al «otro» (prójimo) que piensa distinto.

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