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I Congreso de ArqueologíaNáutica y Subacuática Española

Ministeriode Educación, Culturay Deporte

Cartagena, 14, 15 y 16 de marzo de 2013

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La gestión del patrimonio cultural subacuático: prospecciones y cartas arqueológicas

El fondeadero romano de Punta del Moral (Ayamonte, Huelva)

Benjamín Cabaco Encinas [email protected]

Elisabet García Teyssandier [email protected]

Resumen: Entre los años 2008 y 2010 realizamos una actividad aqueológica preventiva durante los trabajos de construcción de un nuevo puerto pesquero para la barriada de Punta del Moral (Ayamonte, Huelva) en el caño de La Moharra. En la actuación rea-lizamos trabajos de control arqueológico del dragado, recogida de información oral y prospecciones subacuáticas que aportaron un registro arqueológico heterogéneo correspondiente a un fondeadero de época antigua. Este nuevo hallazgo se relaciona con el asentamiento romano de Isla Canela/Punta del Moral ubicado en el estuario del río Guadiana.

Palabras clave: Estuario del Guadiana, Isla Canela/Punta del Moral, Prospecciones suba-cuáticas, Fondeadero romano.

Abstract: Between 2008 and 2010, we carried out a preventive archaeological activity during the construction of a new fishing port in the area of Punta del Moral (Ayamonte, Huelva) in La Moharra Canal. During the intervention, we gathered oral information, we carried out archaeological dredging control and underwater prospecting, providing a het-erogeneous archaeological record belonging to an anchorage of ancient times. This new finding is related to the Roman settlement of Isla Canela and Punta de Moral, located on the estuary of the Guadian river.

Key words: Guadiana Estuary, Isla Canela/Punta del Moral, Underwater surveys, Anchorage Roman.

Introducción

Entre los años 2008 y 2010 realizamos una actividad preventiva de control arqueoló-gico del dragado del caño de La Moharra junto al poblado pesquero de Punta del Moral

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(Ayamonte)1. La Intervención Arqueológica estaba enmarcada en una obra de la Empresa

de Puertos de Andalucía para la construcción de un nuevo fondeadero para la flota pes-

quera de la barriada. El control arqueológico se justificaba porque es enclave que his-

tóricamente ha sido intensamente utilizado por el tráfico marítimo, además de que en

sus cercanías se localizan los yacimientos subacuáticos y el yacimiento romano de Isla Canela/Punta del Moral. De este modo, la Delegación Provincial de Cultura de Huelva

dictaminó, en función a lo estipulado en la legislación vigente en materia de protección

del patrimonio arqueológico, la necesidad de llevar a cabo un control arqueológico pre-

ventivo sobre las obras de dragado que debían realizarse.

La intervención arqueológica se realizó en dos fases: la primera de ellas bajo la direc-

ción de B. Cabaco iniciándose el 17 de septiembre de 2008 hasta el 13 de marzo de 2009, momento en que se paralizaron los trabajos de dragado. Posteriormente, y ante la reanu-

dación de la actividad, se realizó el control arqueológico bajo la dirección de P. V. Gar-cía, comenzando el 28 de enero de 2010 hasta el 13 de mayo del mismo año.

Durante estos trabajos se fueron recuperando restos de época romana que alertaban

de la presencia de un yacimiento subacuático hasta entonces desconocido en la zona.

A la par que se inició la intervención, recogimos informaciones orales de buzos y pes-

cadores del lugar que aludían a la existencia de fragmentos de vasijas antiguas, entre

la bocana de acceso al caño de La Moharra y la margen derecha de la ría Carreras. Del

mismo modo, hacían referencia a la presencia de una estructura pétrea de unos 4 m de anchura y una orientación N-S, en el interior de la dársena de La Moharra, cuando se

dragó el área donde se ubica el actual puerto deportivo de Isla Canela/Punta del Moral,

en el año 1998. Todos estos indicios planteaban la necesidad de realizar prospecciones

subacuáticas para determinar la veracidad de esas informaciones y definir, en cualquier

caso, el posible contexto arqueológico existente, su delimitación y la afección que pudie-

ran ocasionar las labores del dragado.

Marco geográfico

El poblado pesquero de Punta del Moral, perteneciente al municipio de Ayamonte, se

ubica en el extremo oriental de una antigua isla/barrera del estuario del Guadiana, deno-minada en su conjunto como Isla Canela. La formación del estuario se debe a la colmata-

ción de la desembocadura del río Guadiana desde hace unos 5.000 años, tras el máximo

transgresivo flandriense, en el que se produce una estabilización del nivel del mar des-

pués de un descenso de 2 m, situándose éste en el nivel actual (Borrego/Morales/Pen-

dón, 1992). Desde ese periodo, la interacción de los procesos costeros (mareas, oleaje,

deriva litoral, vientos, etc.) y continentales (erosión hídrica, aportes sedimentarios del río

a la costa, etc.) han desarrollado un dinámico, frágil y complejo estuario progradante, con la formación de islas-barrera, marismas, esteros y caños que caracterizan el entorno. El

caño de La Moharra forma parte de los múltiples canales mareales que drenan las maris-

mas del estuario del Guadiana. Este caño confluye con el canal del Carreras junto a la

1 García P.V y Cabaco, B. (2010): Memoria Final de la Actividad Arqueológica Preventiva de control arqueológico del dragado del caño de La Moharra en Punta del Moral (Ayamonte, Huelva), Delegación Provincial de Cultura de la Junta de Andalucía en Huelva. Inédito.

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barriada pesquera de Punta del Moral, poseyendo unas condiciones excelentes para la

ubicación de los establecimientos pesqueros que han caracterizado el devenir histórico

de este núcleo poblacional (fig. 1).

La dinámica natural del estuario en su parte española se representa con la consolida-ción, en fases sucesivas, de diferentes ganchos arenosos; aislado y oblicuo a la costa como es el gancho del Pinillo; o adosados de forma oblicua en su sector ccidental, desarrollán-dose en su continuación de forma transversal a la línea de costa, dando lugar a las islas-barrera del Moral e Isla Canela. Presentan una orientación O-E debido a la incidencia de la deriva litoral, del oleaje dominante del SW y del importante flujo y reflujo mareal que va moldeando la fisionomía de estas formaciones. Una vez consolidados estos cordones are-nosos, la parte trasera, al abrigo de los agentes costeros, se va colmatando por los aportes sedimentarios del Guadiana, creándose llanuras mareales de fangos donde se desarrollan las marismas y los sinuosos canales de drenaje (Morales, 1995).

Esta evolución geomorfológica del estuario sufre alteraciones debido, principalmente, a eventos de alta energía, temporales marítimos que periódicamente modifican en gran medida su estructura. Del mismo modo, los maremotos que han podido alcanzar esta costa desde hace milenios han debido alterar en diferente medida el complejo morfoló-gico del estuario. Un ejemplo de esto es el conocido como terremoto de Lisboa de 1755, que provocó un tsunami en toda la costa onubense e inundó la zona de El Moharra en Punta del Moral. Este evento obligo a los primeros pescadores del levante peninsular que se asentaron en este enclave, a desplazarse a una isla próxima donde se fundaría la actual ciudad de Isla Cristina (López Márquez, 2006).

Figura 1. Configuración geomorfológica del estuario del Guadiana.

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Por otra parte, desde época moderna el estuario ha sufrido una intensa antropiza-ción, reflejada en las diferentes actividades tradicionales que han aprovechado los recur-sos marismeños de diferente forma: construcción de molinos mareales, explotaciones salineras, creación de diques para la consolidación de zonas de cultivo agrícola, etc. En fechas recientes la construcción de grandes infraestructuras de diferente índole: estan-ques y piscinas para el desarrollo de la acuicultura marina, carreteras, diques de con-tención, espigones, puertos, complejos turísticos, etc., han afectado, en gran medida, la evolución geomorfológica e hidrodinámica natural del estuario.

Arqueología en el entorno de Isla Canela/Punta del Moral

En el entorno de Isla Canela/Punta del Moral hay referencias de escritores del siglo XVII que aluden al hallazgo de restos antiguos en Isla Canela. Estos hallazgos fueron objeto de estudio por el erudito R. Caro (1634), quien recogió la leyenda popular que seña-laba la existencia de una ciudad fenicia de nombre Tiro en Isla Canela/Punta del Moral. La hipótesis fue descartada por el mismo Caro, quien concluyó que las monedas e ins-cripciones latinas aparecidas eran de época romana. Ya en la década de los setenta del siglo XX, María Luisa Díaz Santos, en su libro sobre la historia de Ayamonte (Díaz Santos, 1978), recoge fotografías de la famosa «Operación rescate» que se realizó en Isla Canela. En ellas se observan el descubrimiento de restos arqueológicos en una duna denomi-nada como el Cabezo de las Piedras, próxima a la barriada de Punta del Moral, y que podrían corresponder a estructuras de época romana.

La primera intervención arqueológica realizada en Isla Canela/Punta del Moral fue dirigida por el antiguo director del Museo Arqueológico de Huelva, Mariano del Amo, en el año 1981, cuando se estaban haciendo trabajos de desmonte de una duna con una retroexcavadora, se encontró de forma casual un mausoleo (Amo y de la Hera, 2003). En esta actuación se intervino tanto en el exterior como en el interior del edificio que se conservaba prácticamente en su integridad, donde se excavaron cuatro tumbas que se dataron en el siglo IV d. C.

Después de esta excavación el yacimiento sufrió una fase de abandono que provocó un gran deterioro de la estructura. En 1986 la Delegación Provincial de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía proyecta unos trabajos de limpieza, consolidación y cerramiento del mausoleo. Los trabajos los dirigió J. A. Teba, realizando paralelamente una prospección superficial por la zona circundante al yacimiento donde se recogieron principalmente fragmentos de cerámica romana y moderna, así como fragmentos de tegu-

lae y ladrillos (Teba Martínez, 1987).En el año 1991 se realizaron nuevas prospecciones dentro del «Proyecto Costas» del

Instituto Arqueológico Alemán (Madrid) que establecieron el inicio del asentamiento en época alto-imperial por la cerámica recogida de Sigillatas Hispánicas de las formas Drag. 15/17, Drag. 24/25 y Drag. 27. Estos materiales eran la prueba de que el gancho que dio origen a la Isla del Moral (Punta del Moral) estaba ya consolidado en el siglo I d. C. (Schubart/Arteaga/Hoffmann/Kunst, 1990). Posteriormente, la Universidad de Huelva realizó prospecciones superficiales, dentro del proyecto de investigación «Tierra LLana» (1993), donde se documentaron, entre la torre almenara de Canela y la barriada de Punta del Moral, materiales cerámicos, vidrio y constructivos que confirmaban una ocupación

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romana desde el Alto Imperio, siglo I d. C. hasta los siglos V-VI d. C. (Gómez/Castiñeira/Campos/Borja/García, 1993).

Durante los años 2004 y 2005, debido al abandono y deterioro que presentaba el Mausoleo, se llevaron a cabo obras de restauración y consolidación con financiación de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Se realizó una intervención arqueoló-gica puntual de apoyo a la restauración por empresa G.I.R.H.A., en la que se documen-taron nueve enterramientos, un edificio o recinto de grandes dimensiones y una fosa de vertido de cenizas, todo en el exterior del mausoleo. Durante esta intervención se comprobó que para la construcción original del panteón se había utilizado piedra pro-cedente de Cádiz, Portugal y de Ayamonte. El equipo de la intervención planteaba que «esta necrópolis pertenecería a un poblado enfocado hacia la pesca y la producción de salsas de pescado. Justamente en el siglo IV d. C. se produce un nuevo periodo de apo-geo de las fábricas de salazones del suroeste. […]. Con la crisis de la minería en el siglo III d. C., los capitales romanos se dirigen a un sector más productivo como es la pesca y sus derivados industriales. De esta forma se explica la explosión de yacimientos que surgen ahora por toda la costa onubense y el crecimiento de los ya establecidos de El Eucaliptal, El terrón o Punta del Moral, perdurando la mayoría en funcionamiento hasta el siglo V d. C. […]» (López/De Haro/Castilla, 2009).

El dragado en el caño de La Moharra

En septiembre de 2008 comenzaron las labores de dragado en el caño de La Moharra para la construcción del nuevo fondeadero de Punta del Moral. Para el correcto desarro-llo del control arqueológico se distinguieron dos zonas de dragado, el Área 1 que abar-caba el espacio destinado a fondeo de embarcaciones, y el Área 2 que se correspondía con el canal de acceso al nuevo fondeadero. La totalidad del dragado abarcaba unos 24.000 m², con un volumen de 60.000 m3, a una cota establecida para la zona de fondeo y el canal de −3,5 m. BMVE. Este cubicaje de sedimento fue dragado por dos embarca-ciones diferentes y en dos fases temporales (fig. 2).

En la primera fase se acometió el dragado interior del nuevo puerto pesquero de Punta del Moral, Área 1, no llegando a alcanzar la cota proyectada por la dureza del sedimento y las continuas averías de la embarcación. Los trabajos fueron realizados empleando una pontona con grúa-bivalva con un cazo de 5 m3 y gánguil de evacua-ción del sedimento con capacidad de 450 m3. También se recurrió a la utilización de una retroexcavadora con brazo rígido de 20 m de longitud y un cazo de 3 m3 que tra-bajo desde tierra, en un primer momento, y sobre la pontona posteriormente.

En la segunda fase se dragó el canal y la bocana de acceso al nuevo fondeadero, ade-más de las zonas que quedaron pendientes de alcanzar la cota proyectada en el interior de la dársena. La embarcación que desarrolló los trabajos fue una draga hidráulica más eficiente que la draga mecánica gracias a su sistema de dragado continuo. Esta embarca-ción autoportante y autopropulsada está diseñada para dragar de forma continua eleva-dos volúmenes de material de forma sencilla. El material es aspirado por un tubo dotado en su extremo de un cabezal de succión con rejilla que se vierte en la cántara, donde los sólidos decantan hacia el fondo y el agua que queda por encima se va evacuando a través de un dispositivo de rebose.

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Control arqueológico a bordo de la draga

La metodología aplicada para las dos fases estuvo basada en la observación del sedimento extraído, comenzando por bivalva y retroexcavadora en la primera fase y el cabezal de succión con rejilla para la segunda; y continuando el control en el proceso de vertido en la cántara durante y una vez finalizada la carga. El material arqueológico que apare-cía era recogido de la cántara mediante un zalabar. El resultado de este control supuso la documentación de un material arqueológico heterogéneo, compuesto principalmente por cerámica: fragmentos de gran tamaño y grosor correspondientes principalmente a ánforas, y un número menor de fragmentos relacionados con vajilla de mesa, adscritos en su mayoría a época romana bajo-imperial. Asimismo se recogieron restos de material constructivo, ladrillos y la mayor parte de los materiales estaban fracturados y con rotu-ras redondeadas por el efecto de la erosión marina.

Recogida de información oral

Como en otras zonas del litoral onubense, desde finales de la década de los noventa, Isla Canela y Punta del Moral han sufrido un proceso de nueva construcción enfocado al turismo de sol y playa que han invadido, principalmente, la primera línea de costa del estuario. En el comienzo de la intervención, vecinos de Punta del Moral nos infor-maron de la aparición de restos arqueológicos durante los trabajos de urbanización de La Marina de Isla Canela (puerto deportivo, hoteles y apartamentos colindantes) entre los años 1996 y 2002. Según se desprende de estas informaciones, en la margen derecha del Caño de La Moharra en zona terrestre, se localizaron abundantes restos cerámicos (ánforas, cazuelas, platos...) y estructuras murarias. Del mismo modo, en el transcurso del dragado para la construcción del puerto deportivo de la urbanización, ubicado frente a

Figura 2. Área del dragado en el caño de La Moharra.

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la barriada de Punta del Moral, apareció una estructura pétrea de unos 4 m de anchura y con una dirección N-S, a una cota aproximada de −2 m (esta zona fue sondeada por buzos debido a los problemas que generó la aparición de piedra en una zona de fondo arenoso). También aludían a la presencia de restos antiguos sumergidos en la margen derecha de la bocana de acceso al caño de La Moharra y que se extendían hacia el sur, en la margen derecha del Carreras.

Prospecciones subacuáticas

Tras el correspondiente permiso de la Delegación de Cultura de Huelva, se iniciaron las prospecciones subacuáticas con el fin de determinar la existencia de los restos ante-riormente referidos. En el caso de la estructura pétrea del interior de la dársena, no se pudo registrar ninguna evidencia de ella debido a la capa de fango que cubría el fondo marino. En todo caso era una zona que no iba a ser afectada por las labores de dragado.

Posteriormente se prospectó la margen derecha de la bocana de acceso al puerto de Punta del Moral con resultado positivo, observándose una dispersión de restos cerámicos de época romana que se extendían hacia el sur, por la margen derecha de la ría Carreras. El área se documentó mediante prospecciones circulares desde el primer punto donde se localizó una concentración de restos de ánforas. De esta manera se realizó una deli-mitación poligonal aproximada de área de dispersión de los materiales, recuperando una muestra significativa para determinar el contexto arqueológico existente y establecer una cronología aproximada. La cota de aparición de los restos arqueológicos estaba entre los −3,5 m y los −4,5 m en los perfiles que las corrientes mareales van erosionando y en un área de no afección de las labores de dragado.

Al concluir los trabajos de dragado se realizaron nuevas inmersiones para comprobar si los movimientos de tierra habían descubierto algún tipo de resto. En este caso, no se documentó ningún tipo de estructura o material arqueológico in situ.

Estudio de los materiales arqueológicos

El desarrollo del control arqueológico permitió la recuperación de materiales arqueo-lógicos, en posición secundaria, material erosionado y arrastrado de otras zonas como lo demuestra su estado de conservación, roturas redondeadas, y por hallarse parte de los restos junto a materiales moderno-contemporáneos y residuos sólidos urbanos en la bocana del caño. En cuanto al material recogido durante las prospecciones subacuáticas aparecen igualmente en posición secundaria, los fragmentos son mayores, aparecen en un radio de dispersión bastante amplio y su estado de conservación es mejor, correspon-diendo la mayoría a bordes y asas de ánforas de época bajo-imperial.

Las piezas cerámicas estudiadas, desde un punto de vista funcional, pueden agru-parse en tres grandes conjuntos: vajilla de mesa, aquellas destinadas a servir la comida o consumirla; la vajilla de cocina, vasijas usadas para la preparación y elaboración de ali-mentos y las utilizadas para almacenar ciertos productos y, por último, los grandes con-

tenedores destinados a almacenamiento y/o transporte.En primer lugar se refiere al grupo de la que corresponden a la forma Hayes 50 de

Terra Sigillata Africana Clara C (n.º 118, 129, 136 y 163). Se trata de grandes páteras

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o platos cubiertos de engobes naranjas y exentos de decoración. El labio o borde no

está marcado, tienen un cuerpo troncocónico, una gran base plana que presenta un pequeño pie indicado y generalmente se trata de piezas de gran diámetro. Estas pie-zas son utilizadas para la presentación y servicio de los alimentos en la mesa pero sin descartar el consumo directamente en ellas. La cronología de estas piezas se esta-blece entre la primera mitad del siglo III a principios del siglo IV d. C., aunque una pieza se corresponde con una forma más tardía, aportando una cronología de entre mediados del siglo IV y principios del siglo V d. C.

El segundo grupo está integrado por la vajilla utilizada en la cocina, empleados para la preparación y elaboración de los alimentos, pero también se incluyen las vasijas que pudieron ser utilizadas para guardar en la cocina ciertos productos ya preparados y/o ali-mentos diversos. Dentro de este grupo se incluyen los platos-tapaderas de Cerámica Afri-cana de Cocina. Se trata de seis ejemplares incompletos, pues ninguna conserva la base o asidero. Las piezas estudiadas se identifican con dos formas, Hayes 182 (n.º 119, 97 y 158) y Hayes 196 (n.º 120, 121 y 207), y generalmente se usaban en la cocina para tapar ciertas cazuelas de las formas también africanas de cocina Hayes 181 y Hayes 196, por lo que usualmente estos tipos suelen aparecer relacionados. En la forma Hayes 182 u Ostia 262, el borde es colgante o en ala y suelen estar ahumados en el exterior, en este caso no presentaban esta característica o tal vez se ha perdido y carecen de pomo. Para el tipo Hayes 196 u Ostia I, 261 el borde es engrosado al exterior y el pomo está formado por un anillo resaltado pero que no se ha constatado pues ninguno lo ha conservado. Este diseño permite un doble uso: plato o tapadera. Es una forma que evoluciona en el tiempo, de manera que en época Julio-Claudia las paredes son bastantes rectas y el borde es una prolongación de las mismas, ligeramente engrosado. En etapas posteriores sus bordes se engrosarán y las paredes se tornarán más curvadas. Los ejemplares estudiados parecen incluirse en la primera etapa por lo que se fecharía en época Julio-Claudia, siglo I d. C. Respecto a la Hayes 182, puede decirse que es algo más tardía que la forma descrita con anterioridad, pudiéndose fechar entre finales del siglo II d. C. hasta mediados del III d. C.

El tercer grupo son cazuelas de cerámica africana de cocina correspondientes a las formas Hayes 181 (n.º 110, 162 y 209) y Hayes 197 (n.º 135). Estas cazuelas se caracterizan generalmente por presentar un borde indiferenciado, las paredes cur-vas y la base plana marcada al interior con una línea incisa. En relación a su deco-ración tienen la superficie interior cubierta por engobe para evitar que los alimentos se adhieran y al exterior suelen presentar una banda ahumada o incluso descolo-rida. La funcionalidad de este tipo es de uso en el fuego para preparar los alimen-tos, aunque hay autores que no descartan el uso de estas piezas también para servir la comida, pues no siempre se observan huellas de su uso en el hogar.

Dentro del grupo de las vasijas para cocinar se aborda la cerámica común, estando representado este subgrupo por ollas, cazuela y orzas. Se identifican como ollas mor-fológicamente por tener el borde revertido vuelto al exterior, sus paredes son muy glo-bulares y sin cuello. Se utilizan para la preparación y elaboración de alimentos y suelen presentar huellas de uso en el fuego, aunque por tratarse de fragmentos pequeños, no se puede apreciar este hecho. En cuanto a su cronología es difícil de precisar, puesto que son formas muy comunes que perviven prácticamente sin cambios en su morfolo-gía durante todo el periodo romano. Como ejemplo de cazuela en cerámica común tan solo se halló un fragmento, de borde exvasado y redondeado y con un resalte al inte-rior para recibir la tapadera.

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Por último, dentro de la cerámica común, queda definido el subgrupo de las orzas. Se trata de piezas con el borde ligeramente exvasado y redondeado, cuello corto y cuerpo con tendencia globular y generalmente pequeña base plana y en algunos casos presen-tan asas. Esta forma, similar a las ollas, tiene diferentes usos, pues pueden ser vasijas para guardar provisiones como miel, vinagre, conservas de fruta, verduras, etc., y al igual que éstas su cronología es difícil de precisar.

El siguiente grupo lo componen los grandes contenedores, cuya función es el trans-porte y/o almacenamiento de productos. Principalmente se han recuperado fragmentos de ánforas y un fragmento de la boca de un dolium.

Entre las ánforas se han identificado tipos con la forma Keay XXV (n.º 90, 91, 92, 212, 218, 219, 221 y 223). Este tipo de ánfora es de origen tunecino y fueron utilizadas para el transporte y la conservación de salazones. Aunque para algunos investigado-res, la importancia del aceite en la economía africana de este momento, apoya la idea de que también fueran utilizadas para contener y transportar este recurso. La cronolo-gía para este tipo iría desde finales del siglo III hasta mediados del siglo V d. C. En la provincia de Huelva encontramos ánforas de esta forma en los yacimientos terrestres de Punta del Moral (Ayamonte), La Viña (Isla Cristina), El Terrón (Lepe) y El Eucalip-

tal (Punta Umbría).El segundo tipo de ánfora identificado es la forma Keay XIX, Almagro 51 a-b (n.º 74

y 216). Se trata de ánforas especialmente usadas como envases de salazones y fueron producidas desde la segunda mitad del siglo I d. C. hasta el Bajo Imperio Romano para cubrir el comercio de salazones característico de la costa lusitana, pero también fueron utilizadas para el transporte del vino producido en la Bética.

Un tercer tipo es la Keay XXIII, Almagro 51 c (n.º 213-215 y la 217). También es un ánfora de origen lusitano-bético y fue empleada para almacenar y transportar salsas de pescado. La cronología para este tipo iría desde finales del siglo III hasta mediados del siglo V d. C. y se han localizado piezas de esta forma en los yacimientos de El Terrón

(Lepe) y (Punta Umbría). También se han estudiado ánforas que corresponden a la forma Beltrán II (n.º 5, 54, 68, 116 y 211). Estas ánforas son características del comercio de sala-zones de pescado y garum. Su cronología va desde finales del siglo I hasta el siglo II d. C. Piezas como estas se localizaron en Huelva capital y en el yacimiento de Las Cojillas

(Aljaraque).Como últimas formas dentro de los tipos anfóricos se presentan un ejemplar de Keay

V (pieza n.º 210) y de Keay IIIB (n.º 220). La Keay V es un ánfora de origen africano que sugiere el transporte de aceite y con una cronología de principios del siglo III a princi-pios del siglo IV d. C. La forma Keay IIIB tiene también un origen africano por lo que seguramente corresponde al transporte de aceite y aparecería desde el segundo cuarto del siglo III d. C. en adelante, situándose algunos ejemplares entre principios del siglo IV y la primera mitad del siglo V d. C.

En último lugar la pieza n.º 201, que corresponde a un fragmento de borde de dolium. Los dolia eran grandes vasijas usadas para conservar y almacenar provisiones. Normal-mente se usaban para guardar el cereal en la despensa o cocina pero también podía guardarse en ellos harina, frutas, agua, mosto e incluso vino. Son de cuerpo globular con borde engrosado e inclinado hacia dentro, como una simple continuación del cuerpo y base plana. Su forma no varía durante toda la época romana, siendo prácticamente igual en el periodo republicano que el tardo-imperial, por lo que no es posible fechar estas vasijas salvo por su contexto crono-estratigráfico (fig. 3).

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Conclusión

A raíz de esta intervención arqueológica hemos podido constatar la presencia de un yaci-miento subacuático que presenta un contexto mixto en su génesis y formación. El área en cuestión se denominaba Punta de la Moharra como cuando llegaron los comerciantes salazoneros catalanes en la primera mitad del siglo XVIII, donde establecieron sus explo-taciones. Debido al terremoto de Lisboa de 1755 que provocó un tsunami a lo largo de toda la costa de Huelva, dicho enclave quedó en parte inundado por las aguas quedando como testigo la denominación de caño de La Moharra. Como bien se desprenden de los estudios actuales, este fenómeno natural excepcional trajo consigo importantes conse-cuencias en relación a la morfología y el drenaje de las marismas existentes, provocando una ruptura de la evolución del estuario y un hundimiento de zonas terrestres, como fue el caso de la isla de San Bruno (Ménanteau/Cadenas/Choblet, 2007).

Desde la década de los cincuenta del siglo XX se constata el proceso erosivo que incidía en el sureste del poblado de Punta del Moral, en la confluencia de los caños de la Moharra y el Carreras. En la fotografía de la década de los cincuenta se observa un área de fondeo de embarcaciones, junto a la presencia de instalaciones pesqueras y/o viviendas que son destruidas por los procesos erosivos de corrientes naturales, tempo-rales y mareas vivas (fig. 4). Es un claro ejemplo de los procesos postdeposicionales que se desarrollan en el área y que explican la formación del contexto arqueológico que existe en este yacimiento. En la década de los setenta se realiza el encauzamiento del Carreras a través de la creación de las barras en su desembocadura, así como la construcción de diques de contención en ambos márgenes del caño. El acceso a La Moharra se estranguló hacia el norte, protegiendo al poblado pesquero de la erosión que estaba sufriendo.

A finales de los noventa, la construcción del puerto deportivo de Isla Canela provoca la modificación de la bocana de acceso a La Moharra, abriéndose la entrada para el nuevo puerto deportivo unos metros hacia el sur. Todas estas actuaciones antrópicas tienen como consecuencia una transformación del régimen hidrodinámico, provocando que los flujos y reflujos mareales sean más fuertes e intensos, debido al efecto embudo, y tiendan a erosio-nar las zonas donde se producen una confluencia de corrientes. A raíz de esta modificación, dichas corrientes han comenzado a descubrir los materiales arqueológicos documentados durante las prospecciones subacuáticas que permanecían soterrados (fig. 5).

Figura 3. Muestra de los materiales cerámicos estudiados.

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Figura 4. Fotografía de los años 50 del fondeadero de la Punta del Moral.

Figura 5. Fotos satélites de la evolución de la bocana de acceso al caño de La Moharra, años 1983 y 2010.

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La abundancia y heterogeneidad de los restos arqueológicos sumergidos, así como

la situación geográfica privilegiada, evidencia el uso de esta zona como fondeadero y

varadero, poseyendo a pie de playa las instalaciones empleadas para el tratamiento o

transformación de pescado en salazones y salsas de pescado. Como hemos señalado, el

hallazgo de materiales constructivos se explica por el proceso erosivo de las corrientes que van socavando áreas antiguamente emergidas, mezclándose, de este modo, con los

restos típicos de un lugar de fondeo. Es destacable la información de los buzos que alu-

dían la presencia de un muro de piedra sumergido, de unos 4 m de anchura. Teniendo en

cuenta la fiabilidad de esta información podría existir una estructura que pudiera corres-

ponderse con un malecón o espigón que protegiera del mar al hábitat y al fondeadero

romano, como ocurre en la actualidad.En base al estudio de materiales recuperados, la cronología establecida, siglos II-V

d. C., coincide con las referidas en las intervenciones precedentes realizadas en el yaci-

miento terrestre de Isla Canela/Punta del Moral. Nos encontramos con un establecimiento

romano que tiene su apogeo en época bajo-imperial, y cuya principal orientación eco-

nómica sería la pesca y la producción de salazones y salsas, destinadas al comercio exte-

rior, a través de la ruta Atlántica, e interior, a través del río Guadiana. Cabe apuntar, por

último, que en una Actividad de Arqueológía de Urgencia realizada en el año 2009, en las calles del núcleo antiguo de Ayamonte, el barrio de la Villa, documentamos materia-

les del periodo bajo-imperial relacionados con la producción alfarera (García/Cabaco, 2010). Esto nos constata que la ocupación romana también se desarrolló en las inme-

diaciones de los actuales astilleros de la ciudad de Ayamonte, zona que en época anti-

gua sería una excelente bahía donde ubicar un puerto principal para la redistribución de

las salazones y salsas que se producían en el entorno de Isla Canela y Punta del Moral.

Bibliografía

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