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Presentación

Esta entrega de Culturales, la número 11, está dedicada al análisis de las identidades: juveniles, históricas, urbanas y de género. Abre la edición un artículo de Luis Ongay, investigador del CIC-Museo UABC, titulado “Yo no soy mexicano, soy de Tijuana: Juventud e identidad en la frontera norte de México”. El autor se pregunta sobre la configuración de identidades cosmopolitas entre los jóvenes fronterizos como resultado de los procesos de mundialización y globalización de la economía y la cultura. Mediante la aplicación de entrevistas a profundidad con jóvenes tijuanenses, Ongay nos presenta un revelador catálogo de estilos juveniles que multiplican la noción del otro, la alteridad, y particularmente nos permite observar lo que significa vivir la ciudad con relación a lo fronterizo, lo mexicano y lo tijuanense. Por su parte, Mercedes Montero Díaz, académica de la Universidad de Navarra, España, nos presenta su magnífico ensayo “Li-beralism Revisited: The Autobiographical Writings of Alberto Jiménez Fraud (1883-1964)”. Se trata de un retrato crítico del pensamiento y obra de este gran pedagogo, que incorpora el análisis de un contexto crucial de la historia de España. Es también una reflexión sobre la tradición liberal y sus senderos a lo largo del siglo veinte.

Raúl Balbuena reflexiona sobre las identidades homosexuales y sus procesos de construcción simbólica desde las lógicas dominantes de la heterosexualidad. El investigador del CIC-Museo UABC y experto en la problemática gay desarrolla en su ensayo, “La construcción socio-cultural de la homosexualidad. Enseñando a vivir en el anonimato”, una sugerente hipótesis de trabajo que establece que, en términos socioculturales, la homosexualidad se aprende dentro de estructuras complejas de exclusión y desigualdad. Continuamos con un artículo denominado “Hombres jóvenes de la Ciudad de México: juventud e identidad masculina”, de Jorge García-Villanueva, Jonathan Callejo García e Isaura E. López Segura, académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Pedagógica Nacional. En este riguroso trabajo de investigación empírica se exploran los significados y prácticas sociales que hombres jóvenes, habitantes de la capital del país, desarrollan en torno a las nociones de masculinidad. Seguimos con el ensayo “Ser japonés en México. Relatos de un inmigrante”, de Gloria María Cañez de la Fuente, Olga Shoko Doode y Gabriela Hernández Doode. Las investigadoras del Centro de Investigación en Alimentación

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y Desarrollo y del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas nos ofrecen un profundo testimonio de la vida de un inmigrante japonés en el es-tado de Sonora. Se recoge aquí la experiencia laboral, la memoria y las valoraciones de un actor social en torno a los procesos de adaptación y lucha de los inmigrantes japoneses en México.

Cierra este número un ensayo conjunto de Guénola Capron, académi-ca francesa adscrita al Centre National de la Recherche Scientifique, y Martha de Alba, profesora-investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, titulado “Creating the Middle-class Suburban Dream in Mexico City”. Es un interesante texto sobre cultura urbana, que analiza el crecimiento de los suburbios de la Ciudad de México a fines de los años cincuenta y su relación con las formas y estilos de la cultura norteamericana. Para su estudio, las autoras acuden tanto a las fuentes históricas como a los proyectos arquitectónicos y al discurso publicitario de la época.

Bienvenidos una vez más a este esfuerzo colectivo que busca ampliar nuestra comprensión sobre una de las dimensiones centrales de la vida social: la cultura.

Fernando Vizcarra

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No soy mexicano, soy de Tijuana:juventud e identidad en la frontera

norte de México

Luis OngayUniversidad Autónoma de Baja California

Resumen. ¿Puede darse una identidad cosmopolita como respuesta cultural lógica al proceso de mundialización y a la globalización económica que lo acompaña? A partir de esta pregunta llevé a cabo entrevistas a profundidad con 20 jóvenes de entre 16 y 29 años en la ciudad de Tijuana durante 2004. Mediante el muestreo “bola de nieve”, logré acercarme a distintos estilos juveniles (artistas, estudiantes, trabajadores de la industria maquiladora) y, como resultado del análisis de su discurso en torno al fenómeno genéricamente conocido como “globalización”, el trabajo muestra distintas respuestas de los jóvenes tijuanenses a lo que implica ser joven, fronterizo, mexicano, tijuanense, así como las distintas formas en que estos jóvenes caracterizan a los “otros” culturales con los que comparten la ciudad.

Palabras clave: 1. identidad, 2. juventud, 3. globalización, 4. Tijuana.

Abstract. Can a cosmopolitan identity be achieved, as a logical cultural response to the processes of mundialization and the economic globalization that accompanies it? Based on this question, I conducted a series of in-depth interviews with 20 young people between the ages of 16 and 29 in the city of Tijuana during 2004. As a result of the analysis of its discourse on the phenomenon generically known as globalization, I present several responses of the young tijuanenses on what it means to be young, Mexican, tijuanense and living at the border, as well as the forms in which they characterize the cultural “others” with whom they share the metropolitan Tijuana.

Keywords: 1. identity, 2. youth life style, 3. globalization, 4. Tijuana.

culturalesVOL. VI, NÚM. 11, ENERO-JUNIO DE 2010

ISSN 1870-1191

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Introducción

Desde la década de los ochenta del siglo XX, una constante en las ciencias de la cultura ha sido tratar de describir las consecuencias de lo que desde la economía y la ciencia política se ha dado en llamar “globalización”. A grandes rasgos, el mencionado proceso involucra el auge del liberalismo y el neoconservadurismo en la política y la economía, cuyas consecuencias visibles son, entre otras, el impulso de la democracia como forma de organización política y el del libre mercado como motor de la economía.

La globalización ha transformado al mundo permitiendo, me-diante la tecnología, la interacción en tiempo real en distintos lugares del planeta y un creciente y libre acceso a la información a través de la internet. Sin embargo, otra de las consecuencias del mismo proceso ha sido la acentuación de las diferencias entre los países ricos y pobres, así como la radicalización de y el rechazo a las diferencias culturales.

En este marco, la frontera entre México y Estados Unidos se sitúa como un laboratorio privilegiado para observar las conse-cuencias y efectos de la globalización en la vida cotidiana, pues, desde su surgimiento, se ha constituido en uno de los puntos con mayor tránsito e interacción de distintas culturas en el mundo.

Una de las acciones ausentes en las descripciones de la glo-balización como proceso ha sido documentar la forma en que la vida localmente situada y hasta cierto punto ajena a los grandes flujos económicos, de información y de población se ha trans-formado y, en particular, el discurso de los jóvenes (más allá de su estilo de vida o estrato socioeconómico) con respecto al “mundo globalizado”.

En la primavera de 2004 tuve la oportunidad de llevar a cabo entrevistas en profundidad con 20 jóvenes de 16 a 29 años en la ciudad de Tijuana, y en sus discursos acerca de la vida cotidiana, la participación política, la influencia de la globalización en sus vidas y la idea de lo propio y lo ajeno encontré distintos elemen-tos relacionados con discusiones más amplias en las ciencias

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sociales, particularmente con los conceptos de cosmopolitismo, ciudadanía cultural y juventud.

El texto que a continuación se presenta busca brindar al lector una descripción de lo que implica ser joven en Tijuana para los propios jóvenes tijuanenses. A la vez, mediante los fragmentos de las entrevistas que se presentan, es posible dar respuesta a preguntas como: ¿qué es ser joven en esta época?, ¿qué es ser fronterizo?, ¿qué es ser mexicano? y ¿qué implica interactuar con distintas culturas día a día?

En las conclusiones se lleva a cabo una reflexión de las reper-cusiones del discurso de los jóvenes tijuanenses en torno a dos conceptos que ocupan gran parte de la producción académica de nuestros días y que buscan una respuesta optimista a la forma en que se plantean las ideas de sociedad y comunidad en la globali-zación, a saber, la ciudadanía cultural y el cosmopolitismo como pilares en la interacción y el reconocimiento de la pluralidad de nuestro mundo.

Vivir en Tijuana, Tijuana la horrible1

El estado de Baja California se localiza en el extremo noroeste de la República Mexicana y su condición fronteriza ha influido en su fisonomía en muy diversos planos. En el campo de los ima-

1 El título de este apartado se refiere a un libro de Humberto Félix (2004) que lleva por nombre Tijuana la horrible, cuyo objeto de estudio es la mala fama de Tijuana, así como los procesos y hechos históricos que le dieron lugar. Como el autor menciona, “la hegemonía discursiva acerca de Tijuana obedece a la atri-bución de un conjunto de propiedades estigmatizadoras, ciertas determinaciones sociales o causas particulares, cierto desarrollo histórico, algunas constricciones, así como la imposición de varias de las disposiciones que han regido desde enton-ces tanto las visiones como las prácticas sociales. Por tanto, reconocer la historia que hay detrás de esa mirada implica reconocer su genealogía y la imposición de hegemonía (quién, cómo y desde dónde). No está de más decir que se trata de una mirada asimétrica de diferenciación social mediante la cual se otorgó a Tijuana una identidad estigmatizada” (p. 133). La alusión a este texto se debe a que en lo que resta del texto trataremos de contribuir a la deconstrucción del estereotipo y el mito de Tijuana mediante el discurso de los que viven en ella.

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ginarios sociales, se ha inscrito con intensidad desde el periodo de colonización del territorio, desde los relatos fantásticos de Hernán Cortés a Carlos V durante la Colonia sobre la belleza y riqueza de la península, hasta la barrera metálica y tecnológica que en dos planos separa hoy a los estados de California (Es-tados Unidos) y Baja California (México), que constituye una de las evidencias físicas más claras y tajantes del rechazo a la globalización como un proceso de cosmopolitización reflexiva.

La región Tijuana-San Diego está compuesta por el condado de San Diego y el municipio de Tijuana, ubicados en el extremo oeste de la frontera México-Estados Unidos. Su corazón lo cons-tituyen las ciudades de Tijuana y San Diego,2 junto con algunos otros poblados adyacentes, como Chula Vista, Imperial Beach, La Mesa y El Cajón. Las aproximadamente cuatro millones de personas que habitan la región San Diego-Tijuana están alta-mente urbanizadas.3

Junto con el crecimiento de la población y la economía de la región, los lazos entre ambas ciudades se han vuelto cada vez más fuertes; la interacción económica, los lazos culturales y los programas y problemas conjuntos que han existido desde la aparición de ambas ciudades se incrementaron durante el siglo veinte, en gran parte debido a fenómenos tendientes a la globa-lidad de la región.

El municipio de Tijuana cuenta con aproximadamente un millón y medio de habitantes, con una tasa de crecimiento del 5 por ciento, por lo que para 2010 se espera que la población de Tijuana rebase los dos millones. De éstos, aproximadamente el 50

2 La franja fronteriza entre México y Estados Unidos se distingue por ser la única frontera internacional en todo el mundo que tiene un número considerable de asentamientos humanos a manera de ciudades pares o gemelas en ambos lados de la línea. Son 12 estas ciudades gemelas: Tijuana/San Diego, Mexicali/Caléxico, San Luis/San Luis Río Colorado, Nogales/Nogales, Agua Prieta/Douglas, Ciudad Juárez/El Paso/Las Cruces, Ojinaga/Presidio, Del Río/Cd.Acuña, Piedras Negras/Eagle Pass, Nuevo Laredo/Laredo, Reynosa/McAllen y Matamoros/Brownsville (Alegría, 1992).

3 Los datos presentados en este apartado fueron obtenidos de http://communi-cation.ucsd.edu/LCM/Olga/sdtj.html.

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por ciento es originario de otras regiones del país: 18 por ciento de Jalisco, 13 por ciento de Sinaloa, 10 por ciento de Michoacán y 10 por ciento de la Ciudad de México.

La población de Tijuana es relativamente joven; casi un tercio de ella se encuentra por debajo de los 14 años de edad y otro tercio en el rango de 15 a 29 años. De acuerdo con el número de salarios mínimos que perciben, Tijuana es la ciudad con la clase media más amplia de México; aproximadamente el 56 por ciento de las personas que trabajan gana entre dos y cinco salarios mínimos y más del 20 por ciento gana más de cinco.

Estos “altos niveles” de salario tienen efectos contradictorios: por un lado contribuyen a mejorar el nivel de vida de la ciudad, aunque por otro propician el cierre de compañías extranjeras que, en búsqueda de escenarios de producción más competitivos, se han reubicado en países con salarios más bajos, como China.

Es interesante observar la forma en que los tijuanenses se han apropiado simbólicamente del lugar y la forma en que tratan de descifrar la complejidad que los rodea, sobre todo en contrapo-sición con su percepción del resto de México:

Mira, algo que nos caracteriza para empezar dentro del país es que tenemos gente de todos lados. Si tú preguntas en la calle del centro de dónde son, sólo tres de cada diez te van a decir que son de Tijuana. Hay más gente de Sinaloa o de Jalisco, de Zacatecas, del D. F., y en menor cantidad de Tijuana. Ahorita, pues, ya empiezan a nacer aquí; pero inicialmente la ciudad se fundó con gente de otros lugares, y eso es lo que distingue a Tijuana, podemos decir su eclecticismo cultural: toda la gente que va llegando trae un poco de todo. Desde lo que va en la comida, en el vestido, el contacto con Estados Unidos; tenemos aquí gente que quizás no sabe hablar bien español pero ya “ladra” en inglés, ¿no? Es algo que a mí me molesta. Aquí en Tijuana las relaciones son directas; la gente es buena onda, pero siempre con sus reservas, ¿no? Te están tratando bien y todo, pero siempre con sus reservas. Pero básicamente es el eclecticismo cultural. Y a nivel mun-dial, te lo voy a decir como lo dice la Secretaría de Economía, somos la primer ciudad... la ciudad más visitada y la primera en producción de televisiones en el mundo (Javier).

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Dos puntos centrales en la mayoría de los relatos sobre lo que hace diferente a Tijuana de otros lugares de México o del mundo son, por un lado, su relación con Estados Unidos y, por otro, la composición demográfica de la ciudad. Lo más interesante de esto es la diversidad de consecuencias que se perciben sobre estos dos puntos en particular. Para algunos, el alto nivel de migración,4 que ha forzado el crecimiento demográfico de la ciudad, resulta benéfico; incluso, es caracterizado como fuente de tolerancia y diversidad. Por el contrario, algunos de los jóvenes de la ciudad ven en la migración la base de todos los problemas de Tijuana.

Fíjate, la cuestión geográfica, así como puede ser un factor tan bueno para la ciudad, también es algo que nos está matando, ¿no? Tijuana está lleno, si te fijas, bueno, de gente que no es de aquí; todos los padres de nosotros, incluso de los que nacimos aquí, no son de Tijuana, ¿no? Entonces, toda esa gente que viene de todas partes y por la situación geográfica es que viene tanta gente a pasarse y los regresan, terminan siendo delincuentes aquí en la ciudad y asentándose en lugares donde... está hecho un des-madre Tijuana, ¿no? Eso es lo que pasa, crece para todas partes (Carlos).

Como se observa en el párrafo anterior, uno de los fenómenos que se asocian a “esta gente que viene de todas partes” es la delin-cuencia, aunado al hecho de que la ciudad crezca sin planeación

4 La migración de mexicanos hacia el norte de México y los Estados Unidos ha dado lugar a diferentes procesos e interacción cultural en ambos lados de la fron-tera. Tijuana y Ciudad Juárez se han convertido en principales focos de atracción para numerosos grupos de mexicanos que migran de sus lugares de origen. Unos permanecen en territorio mexicano, pero otros “pasan al otro lado” buscando for-mas de subsistencia. Se establecen ya sea de un lado o del otro, trayendo consigo su historia, cultura y sus formas de vida. Las poblaciones migrantes, por una parte, se enfrentan con las formas culturales y sociales del lugar de nueva residencia, que los obligan a modificar las suyas. Pero, por otra, las tan variadas formas culturales venidas de fuera también impactan a las allí existentes. Los cambios en el uso de la lengua es uno de tantos ejemplos. El lenguaje y las formas de expresión de los grupos locales, como los cholos o quienes hablan en “pocho” y “spanglish” o que introducen anglicismos o españolismos en las lenguas originales, son caracterís-ticas de esa interrelación multicultural. Para una descripción más amplia sobre los cholos y sus formas de comunicación, véase Valenzuela Arce, A la brava ése! (Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte, 1988).

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alguna. Pero, como ya mencionamos, ésta es sólo una parte del discurso. Para otros, lo que caracteriza a Tijuana es:

Su apertura de tolerancia. Yo creo que Tijuana siempre va a recibir a todos con los brazos abiertos. Y aquí, este, yo he tenido oportunidad de visitar otras partes del sur (de México), y son así como que más fijones; no sé como describirlo. Y aquí no, aquí igual puedes andar como te dé tu regalada gana y nadie te va a criticar, nadie te va decir nada; te va a decir, bueno, así eres y ya (Yovana).

En cuanto a las ventajas o desventajas que provoca convivir día a día con Estados Unidos, las opiniones también son diversas. Mientras que para algunos esta vecindad es una fuente de pérdida de identidad, para otros representa innumerables ventajas, sobre todo en lo referente a las opciones de consumo y a la forma de ver al mundo.

La ventaja es tener esa suerte de doble vida que creo que sólo nosotros tenemos o las ciudades fronterizas tienen. Hay mucha gente: bueno, en mi caso no, pero hay mucha gente que trabaja en Estados Unidos, incluso de manera legal, y viven en Tijuana; entonces su nivel de vida es muy alto, porque el mínimo (el salario mínimo) de allá es mucho más alto que el mínimo diario de aquí por hora, ¿no? Entonces, pues esa suerte de doble vida que tenemos nosotros y las cosas que podemos adquirir en Estados Unidos que no están en Tijuana, ¿no?, en México, ¿no? Y en cuestiones de arte, pues las exposiciones, los conciertos, o sea muchas cosas que llegan a Estados Unidos que no llegan acá y que son interesantes de alguna manera (Roberto).

Queda claro que esa “suerte de doble vida” fronteriza repre-senta innegables ventajas económicas tanto para los que viven en Tijuana y trabajan en Estados Unidos, como para aquellos que visualizan a San Diego como una extensión de Tijuana que cumple con funciones específicas que no es posible encontrar en Tijuana o en otros lugares cercanos del país. Entre los jóvenes entrevistados, la visión que muestra el párrafo anterior sobre las ventajas de la realidad fronteriza es adjudicable a los nacidos en

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Tijuana. La visión opuesta o realmente complementaria es la de aquellos que nacieron en algún otro lugar no fronterizo y poco a poco se han adaptado a esta realidad.

Pues una ventaja puede ser la cercanía de poder cruzar a Estados Unidos sin tanto problema. Porque, por ejemplo, precisamente como te estaba platicando que yo soy de Sonora, y cuando alguien de Her-mosillo, por ejemplo, quiere ir a Arizona, pues es todo un viaje, ¿no? Porque se tiene que levantar a las tres de la mañana, porque son siete horas de la ciudad a la frontera y otro tanto de la frontera a la ciudad. O sea, es todo un viaje que tienen que planear, y en Tijuana no. O sea, en Tijuana es así de que, ¿vamos?, vamos. Mis primos me dicen, o sea, por qué cruzas tanto, ¿no? Pus porque me queda a veinte minutos. Ésa es una ventaja. Otra ventaja puede ser que, o sea, siempre vas a estar, si te interesa, empapado de noticias tanto en el arte, en la música, en todo; porque aquí, pues, yo no sé, en la frontera la información va y viene, y es más fácil que yo me entere de algo que pasa en Estados Unidos que mis amigos en el D. F. o que mis amigos en Oaxaca, ¿no? Y un problema puede ser que, bueno, que me queda lejos el resto del país, ¿no? Eso lo veo como un problema porque, igual, ¿no?, el D. F. o Oaxaca son ciudades que a mí me encantaría conocer. Hay tantas cosas que pasan en otras ciudades que a veces yo ni me entero de cosas que pasan en mi mismo país, o en otras ciudades, no me entero, y yo siento que es un problema de aquí, ¿no?, que todo me queda lejos. Estados Unidos me queda muy cerca, ¿no?; pero México me queda lejos (Karla).

Para ampliar la visión que los jóvenes entrevistados tienen del lugar donde viven, es interesante que, a pesar de que las quejas sobre la ciudad –sobre todo en lo que se refiere a planeación urbana y crecimiento demográfico–5 son muy recurrentes, la

5 Durante el siglo pasado, el crecimiento urbano de Tijuana fue equiparable al del resto de México e incluso al del resto de las ciudades de América Latina. A principios del siglo veinte, la parte urbana de Tijuana se concentraba justo al sur de la frontera y se extendía a lo largo del Río Tijuana. La explosión demográfica, así como la migración interna desde los años cuarenta, transformaron los patrones de crecimiento en la ciudad. El rápido incremento en el número de habitantes de la ciudad como consecuencia de la migración, provocó la expansión de la ciudad principalmente hacia el sur y el este, creando asentamientos con casas

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valoración que los tijuanenses tienen de Tijuana termina siendo contradictoria pero con una carga valorativa positiva.

Pues (Tijuana) es como un pequeño Nueva York pero en feo. Y la gente de aquí es desorganizada en su pensar, complicada como la ciudad, ¿no? Y el Bordo (la división entre México y Estados Unidos) es nada más como imaginario porque no para a nadie. Lo bueno es que pues tienes lo mejor del primer mundo y del tercer mundo (Ricardo).

Desterritorialización-reterritorializaciónde la cultura en Tijuana

El proceso de desterritorialización-reterritorialización ha sido caracterizado (Tomlinson, 2000; García, 1996) como la carac-

autoconstruidas a los que posteriormente se dotó de servicios de agua potable y pavimentación. A la fecha, estos asentamientos siguen creciendo incluso en zonas de difícil acceso y suelo inestable. Desde principios de los setenta se inició un proceso planeado de urbanización, y el Río Tijuana fue entubado para abrir el acceso desde la frontera hacia el sudoeste. El lugar (la Zona del Río) se convirtió en asentamiento de hoteles, oficinas, viviendas de clase media y establecimientos comerciales. Más allá del ejemplo anterior, el crecimiento urbano de Tijuana carece en general de planeación. En últimas fechas, Tijuana también ha crecido al oeste, hacia el Océano Pacífico, principalmente con asentamientos de clase media alta y clase alta. Al este del aeropuerto se sitúan viviendas de clase baja y media baja, así como la mayor concentración de parques industriales. Finalmente, el sur y el sureste representan una mezcla de asentamientos irregulares y parques industriales. El poblamiento de Tijuana, básicamente, sigue un patrón de aglome-ración alrededor del centro de la ciudad. En 1950, la población de Tijuana estaba concentrada principalmente en tres o cuatro kilómetros alrededor del mismo; pero en las cuatro décadas siguientes experimentó un alto grado de expansión, aunque, más allá de éste, la zona urbana se encuentra a sólo 12 o 14 kilómetros alrededor del centro. A pesar de todo este crecimiento, las oficinas de gobierno y los principales negocios siguen concentrándose en el centro de la ciudad y en la Zona Río. En 1995 Rosarito, una ciudad situada sobre la costa a unos 15 kilóme-tros de la línea internacional, se separó de Tijuana para constituirse en un nuevo municipio. Rosarito representa una de las principales áreas de desarrollo turístico en la zona. Para una reflexión más amplia del crecimiento urbano de Tijuana, véase Valenzuela, 1997.

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terística cultural de la globalización. Para decirlo en términos simples, la desterritorialización-reterritorialización de la cultura es el proceso mediante el cual la cultura pierde relación con el territorio (desterritorialización), lo que lleva a los actores local-mente situados a re-apropiarse simbólicamente de su localidad (reterritorialización).

La desterritorialización de la producción cultural en Tijuana ya ha sido trabajada por García (1996) en Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad, por lo que me limitaré a mostrar la forma en que los jóvenes entrevistados dan cuenta de esta problemática y sus propuestas para reterritorializar a la cultura en Tijuana.

Como vimos, algunos de los entrevistados identifican como un problema derivado de la realidad fronteriza el tener que reinventar día a día su identidad sin referentes muy claros. El siguiente fragmento de la respuesta de una de las entrevistadas a la pregunta “¿Cuáles crees que sean los retos para un joven fronterizo?” amplía esta idea:

Creo que uno muy importante es el no olvidarse de su identidad. Porque muchas veces, por estar aquí en la frontera, se nos olvida que somos mexicanos y nos volvemos bien malinchistas, o a lo mejor por lo mismo de estar aquí, tan al norte, se nos olvida que el sur también es nuestro, y muchas veces muchas cosas no nos importan, no nos interesan. Y sobre todo, yo creo que aquí, o lo que es toda la frontera norte, nos ataca fuertemente el consumismo y, te digo, se nos olvida nuestra identidad. Ya ni nacional, hasta lo regional se nos olvida (Alejandro).

Además de la preocupación por recuperar la percepción de sí mismos como parte de una comunidad mayor a la que se limita el espacio comprendido entre Tijuana y San Die-go, es clara la existencia de un cierto temor al olvido de lo que se considera propio, y como veremos en los siguientes fragmentos, la preocupación de lograr que a partir de los actos individuales la ciudad cobre una imagen reconocible

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y representativa de la vida que allí se desarrolla también está latente.

Es que la frontera no es como que estamos en un campo... bueno es que a la vez sí. Y son, bueno, no es tanto blanco y negro; es más bien como todos estamos impregnados de un grisáceo y todos vivimos en ese gris. O sea, ser de la frontera no es cruzar la línea, sino es todo lo que pasa alrededor de la frontera. Pero creo que alguno de los retos sería hacer nuestras cosas, o sea, aprender lo que hemos visto pues en otros países, y todo lo que tú quieras, pero tratando de retomar los orígenes, las herencias que tenemos bien ricas y de nuestros antepa-sados. O sea, adaptando la tecnología; o sea, respetuosamente, sin golosearnos y sin perder de vista de dónde venimos y adónde vamos y qué es lo que queremos, ¿no? (Cristina).

Pues pienso que el reto principal es más que nada marcar una dife-rencia en la ciudad en el sentido de proponer. Como te digo, es una mezcla de todo, ¿no? Todo es muy irregular. Entonces, te encuentras con muchos limitantes que precisamente yo creo que los jóvenes más que nada tienen la necesidad de expresarse y sobresalir por eso que hacen, ¿no? (Paola).

Otra postura es la que se preocupa por lograr que la ciudad tenga una imagen con la cual poder identificarse. Como veremos más adelante, Tijuana ha sido estereotipada de distintas formas (como ciudad del vicio o lugar donde la gente sólo está de paso), y uno de los retos que el siguiente fragmento propone es rete-rritorializar la imagen de la ciudad más allá de los estereotipos.

Pues romper con el estatus de joven fronterizo. Para mí es erróneo el concepto que tienen de frontera. Porque ven a Tijuana, por ejemplo en una exposición que hay en el Cecut ahorita, se proyecta a la ciudad como un espacio donde abundan los inmigrantes, o los, ¿cómo se dice?, emigrantes de otras zonas del país, y como si fuera una zona donde hay puras maquiladoras; están expresando ese concepto de Tijuana, y es como lo que siempre hablan de Tijuana; pero no se dan cuenta que hay gente aquí, que siempre ha habido, y que hay muchas otras cosas interesantes aparte de la maquiladora, ¿no? (Sara).

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Al igual que con los temas anteriores, en este caso es impo-sible generalizar posturas. Mientras algunos jóvenes muestran una seria preocupación por conservar o retomar la identidad nacional, así como los vínculos con el resto del país, para otros la realidad cultural fronteriza es una fuente de diversidad que impulsa el desarrollo creativo y que incluso promueve un estilo de producción cultural fronterizo.6 Hablando sobre las ventajas o desventajas de la diversidad cultural que se vive en Tijuana, una de las entrevistadas comentó lo siguiente:

Pues sí es una ventaja (la diversidad), porque cuando tienes muchas ideas, pues así como que no se estancan en uno solo; bueno, no sé, o sea sí, pero ¿cómo decirlo? Yo creo que es para bien, aunque así como que la ciudad no está así como que apropiada para que haya tanta gente, pero toda esa gente... pues es buena la interacción que se da entre ellos porque surgen, no sé, nuevas propuestas así. Por ejemplo, en el ámbito artístico hay muchas cosas muy interesantes que destacan aquí en la región. Pues la verdad no sé si cada ciudad tenga el suyo, pero Tijuana sí tiene así como que su propio estilo artístico o cultural... (Rosa).

6 Debido al impacto de los medios electrónicos de comunicación, a la apertura económica de México, y sobre todo por el crecimiento de la población de origen mexicano en San Diego, ha sido posible observar durante las últimas décadas el crecimiento de elementos compartidos de cultura popular en la región. Además de esto, en un sentido más formal, durante las últimas décadas los artistas e inte-lectuales de la región comparten una noción binacional de la cultura. Existe una fuerte tradición de literatura fronteriza que incluye géneros tan diversos como la poesía, la narrativa, las traducciones e incluso los trabajos científicos relacionados con la frontera. Teniendo la peculiaridad de que pueden ser escritos en inglés, en español o incluso en una mezcla de ambos. Las artes plásticas también tienen una fuerte tradición transfronteriza. Por más de una década, artistas de ambos lados de la frontera han estado activos en organizaciones como el Taller de Arte Fronterizo y Las Comadres, grupo de mujeres artistas de ambos lados la frontera. Este tipo de grupos encuentran gran audiencia en lugares como el Centro Cultural de la Raza en San Diego o el Centro Cultural Tijuana. A principios de 1980 el Museo de Arte Contemporáneo de San Diego impulsó un esfuerzo de colaboración artística de ambas ciudades denominado Proyecto Dos Ciudades, en el cual participaron instituciones y artistas de ambos lados la frontera. Es común que los residentes de ambas ciudades viajen a la otra para disfrutar de eventos artísticos y culturales (Martínez, 1996).

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El turismo y la leyenda negra

El turismo es otro de los aspectos que han delineado la realidad de Tijuana.7 Con la era de la prohibición en Estados Unidos, en el primer cuarto del siglo pasado, la ciudad absorbió la deman-da de entretenimiento que no existía al otro lado de la frontera. Este periodo representó un fuerte crecimiento en la población del lugar, así como una época de auge económico.8 Pero más allá de las ventajas económicos, la “época de oro” del turismo en Tijuana dejó tras de sí una concepción generalizada de que la ciudad funcionaba como el casino del sur de Estados Unidos.

Esta “leyenda” negra sobre la ciudad creció desmedidamente por un tiempo. Y a pesar de que la realidad no tiene mucho que ver con la leyenda, los tijuanenses se encuentran en una constante lucha por reivindicar la imagen de la ciudad y valoran de forma contradictoria la influencia del turismo sobre la misma.

Aunque existen otras percepciones menos optimistas, el si-guiente párrafo presenta una de las concepciones más reiteradas con respecto al turismo en la ciudad.

Fíjate que yo digo depende de qué turismo; a mí se me hace muy suave el turismo nacional, el turismo que viene de otras partes aquí a

7 Los intercambios comercial y turístico de la frontera entre México y Estados Unidos han estado influidos por varios factores: el primero de ellos se relaciona con la porosidad de la frontera política; el segundo, con la dinámica poblacional, y el tercero, con los cambios económicos y políticos registrados en ambos lados de la línea divisoria. “Por ello, estudiar el turismo en la frontera y la intensidad de flujos de visitantes entre ambos países implica, entre otras cosas, interpretar las causas que los limitan o facilitan. Las corrientes de visitantes hacia ambos lados de la frontera son un ejemplo tanto de la articulación espacial como de la integración socioeconómica entre ambas partes, de tal suerte que todo incremento o disminución de éstos tiene efectos sobre el crecimiento económico regional” (Bringas, 1991).

8 Desde su fundación en 1889, Tijuana ha sido un lugar de interés turístico para los residentes del vecino estado de California. Entre los principales factores que influyeron en el florecimiento de la actividad turística en esta ciudad, destacan la prohibición de los juegos de azar en Estados Unidos y el veto a la producción y venta de alcohol en ese país (Bringas, 1991).

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conocer Tijuana. Pero el turismo gringo, la verdad a mí nomás no me agrada; pero pues es necesario, como en toda región. Se dice que... este... una mayor parte de la economía es el turismo y que no sé qué. Pero aquí en Tijuana no es más que la Revolución,9 y que no es muy conocido como un turismo familiar, pues, sino como un turismo de despapaye, y... fíjate, la gente de Tijuana no va a la Revolución, ¿no? Casi casi es una calle para los gringos. La gente que conoce Tijuana de años no va a la Revu [forma en que generalmente se hace referencia a la Avenida Revolución] (Cristal).

Como se observa en el párrafo anterior, a pesar de que se reconoce que el turismo norteamericano10 (que es el que mayormente, aunque no es el único, es posible encontrar en Tijuana) no es del todo desea-ble desde un punto de vista moral, también es cierto que la derrama económica que trae consigo es importante, sobre todo para el sector servicios de la ciudad. Otra percepción común en los tijuanenses acerca del turismo es aquella que busca distanciarse de la realidad de la “Revu”. El siguiente fragmento es contundente al respecto:

9 La Avenida Revolución es el principal punto de atracción de Tijuana y puede verse como un importante espacio de socialización del que se han apropiado los visitantes jóvenes, la mayoría estadunidenses de origen anglosajón, aunque también mexicoestadunidenses. Esa avenida concentra además una gran porción de restaurantes, bares, centros nocturnos y tiendas de curiosidades, artesanías y artículos de importación. Por ella pasean miles de visitantes. Por la mañana se puede ver desfilar a personas en compañía de sus familiares o amigos en busca de un artículo típico o de la ya famosa mexican food, bebiendo una margarita, comprando su perfume favorito o simplemente tomándose una fotografía del ya famoso burro pintado de cebra. Por las noches, la Avenida Revolución cambia de fisonomía y se viste de luces para atender a un turismo preponderantemente juvenil de lugares cercanos del otro lado de la línea.

10 Cabe destacar que en Tijuana se da una división socioespacial a la cual res-ponden los distintos tipos de visitantes. Así, la mayoría de los anglosajones utilizan los servicios ubicados en la Avenida Revolución, mientras que el también existente grupo de visitantes del interior del país utiliza más los servicios de la Zona del Río y a lo largo del Boulevard Agua Caliente. Existe también un grupo de visitantes “sin estrella”, que son los aspirantes a migrantes indocumentados, quienes utilizan los servicios de la Zona Norte, adyacentes a la Avenida Revolución. Finalmente, está el grupo de mexicoestadunidenses que hace uso indistinto y más variado de los espacios recreativos que ofrece la ciudad, y cuya movilidad se ve facilitada por su manejo del español (Bringas, 1991).

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Yo no diría que es una ciudad turística.11 Para mí turística es que muchas gentes del mundo, de varias partes del mundo, vienen; o sea, aquí el turismo como industria no existe. O sea, volvemos a lo mismo. Aquí existe la facilidad de quebrar leyes y de que aquí a los 18 años ya te puedes poner pedo. Cosa que en Estados Unidos no sucede, y allí las leyes se cumplen como los mandamientos de la santa iglesia, o mejor aun. ¿Qué es lo que sucede? Que vienen los gringos y hacen su desmadre. O sea, hay zonas muy marcadas que son de los turistas, que no son turistas más que gente de California, y sí, de repente ven-drá uno que otro perdido o [...]. Si, o sea, tú pasas por la Revu una noche de sábado e igual pasas para ver el show pero nunca te vas a bajar a ver qué onda u ‘hola, me llamo tal’, tú sabes que es como un aparador y vas viendo por las calles a las morras bailar sin blusa y los batos así..., y tú dices esto no es real, es parte de una película, éstos son gringos y es como el prostíbulo de Estados Unidos, pero esto no es parte de Estados Unidos. Que el gobierno te diga que a toda madre porque traen dinero y que es turismo. Pues sí, sí dejan su dinero, pero fíjate de qué manera, ¿no? O sea, nos vienen a vomitar, nos pagan por venirse a vomitar; pues qué chingón, ¿no? (Cristina).

El párrafo anterior evidencia la molestia de algunos jóvenes de Tijuana por la forma en que los turistas se comportan en la ciudad. Otro punto importante al respecto es el desagrado con las autoridades locales, que si bien llevan a cabo campañas que buscan reivindicar la imagen de la ciudad hacia afuera, permiten que el tipo de turismo al que se refiere Cristina persista en la ciudad. Como es de esperarse, la descripción que se hace de los turistas es muy estereotipada y buscando siempre diferenciarse de ellos.

Mira, ahorita lo que se me viene a la mente es un señor de 45 años, blanco, con panza, con una playera de Homero Simpson, unos shorts de mezclilla, unos tenis blancos con calcetines hasta los tobillos, con una

11 En la actualidad, Tijuana es una de las ciudades de la frontera más importantes en materia de turismo. En 1999 captó 21.6% del total de visitantes, seguida por Ciudad Juárez, que atrajo 24.1%. En la medida en que el turismo se caracteriza por la interacción entre distintos actores, se puede señalar que de ella se derivan los acuerdos y arreglos entre las partes que intervienen.

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cámara, un gorro así como de pescador, ponle color crema, y tomando fotos, sonriendo o como que asustado. Eso es de día. De noche, pues gente así, más agresiva, con shorts, siempre con sandalias y ponién-dose pedo; y si, o sea, mujeres rubias de 25 años, poniéndose pedas, y así esté helando y ellas con unas camisetitas, y las ves que están coqueteando así de carne por carne, ¿no? No así de qué rico, sino que están así a lo que te truje chencha. Y a veces son morras más morras [más jóvenes], pero ya se ven de esa edad, acabadas, ¿no? (Claudia).

Con respecto a la “leyenda negra” de Tijuana, queda claro que ésta sólo se reproduce en el espacio delimitado para este tipo de turismo. El siguiente fragmento de la respuesta a la pregunta “¿Cómo crees que afecte el turismo a la ciudad?” amplía esta observación:

Viene mucho turismo que se lleva una imagen porque visita sólo algunas zonas, y se lleva una imagen de Tijuana de que todos son así. Vienen a buscar la famita de Tijuana y la encuentran, ¿no? Pero sólo en esas calles. Y nos afecta la generalización que hacen esos turistas (Antonio).

Una constante en el discurso de los jóvenes de Tijuana es la forma en que buscan diferenciarse de los turistas. Como vimos en los párrafos anteriores, “la gente que conoce Tijuana no va a la Revu”. Lo anterior introduce otro tema que será tratado más adelante. Me refiero a la forma en que la gente que vive en Tijuana crea fronteras imaginarias dentro de la misma ciudad e incluso construye un estereotipo de los habitantes o visitantes de cada una de las zonas.

Tijuana, capital mundial en producción de televisiones

El título de este apartado hace referencia al texto de un letrero que es posible encontrar cuando se llega a la ciudad de Tijuana por carretera desde el este. Literalmente, el letrero dice: “Bienvenido a Tijuana, la capital mundial en producción de televisiones”.

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La producción de televisiones en la ciudad se lleva a cabo en varias de las industrias maquiladoras que se encuentran en ella. En este apartado, llevaremos a cabo una breve descripción de lo que representa la industria maquiladora para los jóvenes que entrevistamos en Tijuana.

La industria maquiladora mexicana actual, nacida en 1965 como industria transitoria y adoptada como piedra angular del sistema económico mexicano durante los años ochenta y noventa, tiene, entre otras, las siguientes características: de acuerdo con cifras preliminares, en marzo de 2001 daba empleo a 1 279 361 trabajadores, de los cuales 80.3% eran obreros y sólo 12.2% eran técnicos.12 Es una industria que se ha visto altamente favorecida por programas mexicanos que buscan vincular al país con el mercado internacional.

Por otro lado, a pesar de existir la posibilidad de instalarse en todo el territorio nacional, la maquiladora sigue teniendo una preferencia especial por la frontera norte mexicana. En 1999, el 77% de las plantas se encontraba en la frontera norte de México y el 23% en otras regiones; particularmente, esto se debe a la cercanía de proveedores y al mercado estadunidense (Quintero, 2001). Las maquiladoras son inversiones de empresas transna-cionales (ET) en sectores productivos clave, como el electrónico y el automotriz, que están instalados en México para aprovechar las ventajas competitivas del país, como su cercanía geográfica con proveedores estadunidenses, bajos salarios, transportación, entre otras, y así incrementar sus ganancias.

Ahora bien, de sus inicios en la década de los sesenta a la fecha, la maquila ha cambiado en sus características producti-vas. Distintos autores han señalado que la maquila mexicana ha experimentado interesantes cambios que la han conducido de ser una industria de trabajo intensivo, basada sólo en el trabajo barato, a convertirse en una industria más estable. De acuerdo con estos autores (Carrillo, 2001), se podrían evidenciar tres fases primordiales de la maquila: la primera, denominada de

12 http:/www.stps.gob.mx/302a/302_0070.htm.

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desintegración productiva e intensificación de trabajo manual, dedicada al ensamblaje de artículos con una gran cantidad de trabajadores no calificados, que ocupan el lugar más bajo de la cadena del producto. Este sector de la maquila es sumamente dependiente de los vaivenes de la economía norteamericana. En la segunda, que se podría llamar de modernización, espe-cialización productiva y racionalización del trabajo, se da una especialización productiva por regiones, se introducen nueva maquinaria y tecnología y se adoptan nuevas formas de orga-nización del trabajo. El objetivo fundamental de estas nuevas plantas es combinar calidad, entrega a tiempo, costos unitarios y flexibilidad en el uso de la mano de obra.

Finalmente, en la tercera fase encontraríamos el desarrollo de centros técnicos y trabajo basado en competencias intensivas en conocimiento. De acuerdo con los autores citados, las ET construyeron nuevas plantas con nuevas características, aunque mantuvieron especificaciones similares a las anteriores. Por ejemplo, la ubicación geográfica continúa desempeñando un papel central, aunque ahora el patrón de localización está más influido por la denominada formación de clústers industriales, en donde se aprovecha la ventaja de tener grupos de profesiona-les técnicos locales a un precio más barato (Carrillo, 2001:93). Estas plantas han rebasado el ensamblaje y la manufactura y se han convertido en plantas de diseño, investigación y desarrollo.

Aunque hay escasos insumos nacionales, se desarrollan impor-tantes clústers intrafirma y se incrementa la formación de cade-nas interfirma. En estas industrias se reduce la duración de los proyectos, los costos de operación y la rapidez de la manufactura (Carrillo, 2001:94-95). Estos aspectos resultan fundamentales en una época en donde la eficiencia es primordial.

Sin embargo, la mayor parte de las maquiladoras continúa concentrada en tareas de ensamblaje simple y manufactura de producto, como lo muestran algunos datos. De acuerdo con ci-fras oficiales, en 1999 sólo el 12 por ciento de los trabajadores de la maquila eran técnicos de producción. Asimismo, no se

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apreciaba un avance tecnológico importante en los componentes del valor agregado de estas empresas. De acuerdo con el INEGI, en ese año los principales componentes del valor agregado de esta industria eran sueldos, salarios y prestaciones, con el 49.5 por ciento, y gastos diversos (luz, agua, etcétera), con el 27.4 por ciento (INEGI, 2000). Finalmente, no se observa un enlaza-miento entre la industria local, como productora de insumos, y la maquiladora. En 1999 sólo el 2.8 por ciento de los insumos consumidos por la maquiladora era nacional (INEGI, 2000:33). La disminución de empleos en algunos sectores económicos, como el automotriz y el de la electrónica, como resultado de la recesión económica de Estados Unidos durante el 2000 y 2001, ratifica la gran supeditación que esta industria tiene con respecto a la economía internacional, particularmente la norteamericana.

Para un entendimiento integral de la maquila es necesario referirse a su mano de obra. En ella también han existido algu-nos cambios interesantes, entre los que estarían los siguientes: el predominio femenino ha disminuido. En 1999, el 48.6 por ciento de la fuerza laboral empleada en la maquila eran hom-bres y el 51.4 por ciento mujeres (INEGI, 2000). En el rubro de los obreros, el 55.9 por ciento continuaban siendo mujeres y el 44.1 por ciento eran hombres. Por ciudades también existen diferencias. Algunas mantienen la importancia de las mujeres, como Matamoros, donde el 60.5 por ciento de sus obreros son mujeres; otras han disminuido el porcentaje de la participación femenina, como es el caso de Ciudad Juárez, donde sólo 50.7 por ciento de los obreros son mujeres. Incluso, hay ciudades como Ciudad Acuña y Piedras Negras donde ya existe una mayoría masculina (INEGI, 2000:18).

Las edades también se han modificado según la rama pro-ductiva, el mercado y la oferta laboral de cada localidad. En lugares con predominio de la rama electrónica, con una alta oferta laboral y sin instituciones reguladores del mercado de trabajo (como podrían ser los sindicatos), y una historia de ser un punto de paso de la migración hacia el norte, se observa una

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gran cantidad de jóvenes, que fluctúan entre los 16 y 25 años, y una elevada tasa de rotación. Ejemplos de estas ciudades son Ciudad Juárez y Tijuana. En espacios con un dominio de la rama textil o de la automotriz, con sindicatos y una amplia trayectoria industrial, y con pocas expectativas para cruzar hacia Estados Unidos, se pueden encontrar trabajadores con una edad mayor y con una mayor estabilidad laboral, cómo podrían ser los casos de Matamoros y Piedras Negras.

Sin duda, la industria maquiladora es un fenómeno fundamental para comprender la realidad de Tijuana, además de que es un buen ejemplo de la globalidad a través de la economía.

Al igual que en el caso del turismo, la percepción sobre el papel de la industria maquiladora en Tijuana es contradictoria. Por lo general, se reconoce el beneficio que aporta en lo relativo a la creación de empleos, aunque, como veremos, también está patente la percepción negativa sobre su impacto ecológico y el tipo de empleo que ofrece. El siguiente párrafo responde a la pregunta “¿Cómo crees que afecta la instalación de maquiladoras en la ciudad?”

Pues negativamente por el impacto ecológico; aunque muchas veces nuestra Secretaría de Economía ve como positivo ofrecerle a la gente un trabajo mediocre. Porque, sí, hay mucho empleo en Tijuana, ¿no? Pero las alternativas de las maquiladoras para trabajar no son nada deseables, ¿no? Sueldos mínimos, exigencias máximas; entonces, la maquiladora es un impacto ecológico que, pues, viene aquí a madrear a la ciudad, ¿no? También te digo [que] se necesita, porque si no toda esa gente de dónde estaría echando mano, ¿no? Que son trabajos que la verdad, para mí, yo los considero como muy malos; pero mucha gente, como te digo, por lo mismo de ser frontera viene acá y no ha tenido la preparación necesaria para rechazar ese trabajo y agarrar otro, ¿no? Entonces, es como salida de escape. Los que no cruzan se quedan y tienen trabajo en la maquila, a los dos años califican al Infonavit y tienes una casa aquí, y te la están descontando de la nómina, y por eso hemos ido creciendo como ciudad. Y entonces, pues básicamente es el impacto ecológico negativo y el económico positivo a medias (Pável).

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Esta visión que observa a la industria maquiladora como un mal necesario para la ciudad no es de ninguna manera generalizada; de hecho, la mayoría de los entrevistados perciben de forma muy negativa a las maquiladoras y todo lo que ellas representan.

Pues volvemos a lo mismo, ¿no? O sea, te puedes ir con la versión de que genera empleos, y sí, sí los genera, pero más padre sería de que generara empleos, no sé, de una manera más digna, ¿no? O sea, si te vas y te asomas, la gente trabaja como loca, no les queda nada para su vida; o sea, no se realizan como seres humanos. No le va a dejar nada, y en el momento en que quieran se van a llevar esa empresa, y además no nos deja nada, ¿no? Es el patio trasero, los desechos tóxicos, ustedes sabrán dónde los ponen, ¿no? Ajá, a mí se me hace que es así como que fábricas de esclavos. O sea, la gente trabaja todo el día, el cuerpo se lo friega bien canijo, y pues vienen del sur aquí para tener esa vida, ¿no? (Roberto).

Es posible observar en el párrafo anterior cómo, además de vincular el tipo de trabajo que se ofrece en las maquiladoras con algo muy indeseable, también se crea un estereotipo de los que trabajan allí del cual los entrevistados tratan de distanciarse. El siguiente fragmento responde a la pregunta “¿Cómo describirías a la gente que trabaja en las maquiladoras?”

Pues yo les digo que vienen recién bajaditos del cerro y a tamborazos; porque vienen bien, este, muy tranquilitos, muy temerosos, porque no saben a lo que se enfrentan. Vienen muy lentos, y vienen así, como que muy despistados, aunque con muchas ganas de trabajar, pero... (Sara).

De los párrafos anteriores se podría desprender que la gente que vive en Tijuana piensa que las maquiladoras deberían des-aparecer de la ciudad. Al respecto, las opiniones son diversas, ya que para algunos es imposible imaginar a Tijuana sin ellas, mientras que para otros los beneficios de que se marcharan serían inmediatos. Una de las respuestas a la pregunta “¿Cómo te imaginas a Tijuana sin maquiladoras?” que refleja esta con-tradicción es la siguiente:

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Yo creo que bien limpiecita y casi sin gente. Aunque lo mejor sería meterle más feria a cosas como la casa de la cultura y las bibliotecas. Pero si se van las maquilas sería una catástrofe (Yovana).

Cultura ¿a-cívica?

El municipio de Tijuana, y en general el estado de Baja Califor-nia, se caracterizó por ser de los primeros en ser gobernados por un partido distinto al Revolucionario Institucional.13 En 1968, el triunfo del candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Enrique Enciso, llevó a la anulación del proceso electoral. Después de este suceso, el de Tijuana se convertiría en uno de los primeros municipios en ser gobernados por el PAN, con el triunfo de Car-los Montejo en 1989, Héctor Osuna en 1993, José Guadalupe Osuna en 1995, Francisco Vega en 1998 y Jesús González en 2001. Todos ellos panistas.

A nivel estatal la historia14 ha sido similar, e incluso, para

13 El triunfo del PAN en 1989 hizo abrigar grandes esperanzas acerca de un cambio profundo en el sistema político local y nacional. Para un sector significa-tivo de la población, para los militantes del Partido Acción Nacional y no pocos académicos e intelectuales, el triunfo de Ernesto Ruffo Appel en 1989 era la prueba palpable de que la transición mexicana iba en serio o de que se podía materiali-zar a nivel local. La vía federalista a la democracia iniciaba en Baja California. Quince años han pasado desde el histórico arribo del primer gobernador panista. La fuerza y el incremento de los gobiernos y representantes de este partido son innegables, más aún con el triunfo de Vicente Fox en la elección presidencial del 2000. Sin embargo, “no sólo el análisis de la gestión y políticas públicas o de las permanencias en las formas de gobierno locales, sino sobre todo de las transformaciones en el terreno de la cultura política, nos permiten concluir que no basta con el cambio de partido en el gobierno para garantizar una transformación sustantiva en el terreno de la democracia social [...] los cambios que ha traído la alternancia se localizan preferentemente en el terreno electoral. Ello es sano para la democracia política; falta sin embargo su correlato en las formas de gobierno y en la democratización social. Avanzamos en la normalización de los procesos electorales y en las alternancias regionales, [pero] el cambio nacional aún parece incierto” (Espinoza, 2004).

14 Desde la fundación de Baja California como entidad de la República en 1952, hasta 1983, cuando el candidato del PST a la presidencia municipal de Ensenada,

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muchos el triunfo de Ernesto Ruffo dio inicio a la ola democra-tizadora que terminaría en las elecciones presidenciales del 2000 con el triunfo de Vicente Fox.

Un rasgo particular de la historia política local ha sido el fenó-meno bipartidista. Las preferencias por alguno de los dos partidos mayoritarios se han ido acentuando. Desde su fundación local en 1943, el Partido Acción Nacional ha visto crecer su membresía. Sin duda, las características del desarrollo histórico de la entidad permiten reconocer las particularidades del fenómeno. En efecto, en Baja California se ha forjado una sociedad demandante del respeto a los resultados electorales, anticentralista y que creció al margen de las organizaciones corporativas. Uno de los retos mayores para el sistema corporativo proviene de la ciudadanía que se forjó al margen y contra el sistema clientelar del partido de Estado. En entidades federativas fronterizas como Baja Ca-lifornia encontramos una creciente población que no se educó en la tradición corporativa de intercambios gobierno-partido.15 Por ejemplo, la ya mencionada introducción de la industria maquiladora desde mediados de los sesenta se caracterizó por un bajísimo nivel de sindicalización y, por lo mismo, por la au-sencia del sindicalismo oficial. Encontramos también un sector muy significativo que diariamente se desplaza a Estados Unidos para trabajar, y que, por lo mismo, tampoco hace parte de alguna

David Ojeda, triunfa en los comicios, se registran únicamente gobiernos priístas. Sin embargo, no obstante el control sobre el proceso electoral, el fraude constante y los recursos gubernamentales a disposición de los candidatos oficiales, el PAN mantiene porcentajes altos de votación, siendo 1971 cuando los candidatos de Acción Nacional reciben el más alto porcentaje –31.2 por ciento– de los votos computados como válidos, previo a los comicios de 1989. Lo mismo sucede en las elecciones para gobernador, cuando en 1971 el candidato panista, Salvador Rosas Magallón, obtiene el 32 por ciento de los votos (Espinoza, 1997).

15 Su situación de frontera con California le ha impreso un sello peculiar a su desarrollo: altas tasas de migración y crecimiento poblacional –3.6 por ciento anual durante la última década, comparado con el 2.1 por ciento nacional–; el 95 por ciento de dicha población reside en zonas urbanas y el 84.2 por ciento vive en los cinco municipios fronterizos; según cifras oficiales es una de las tres entidades con menores grados de marginación, sólo superada por Nuevo León y el D. F.

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organización sindical.16 A su lado, existe un nutrido grupo de comerciantes e industriales ligados al mercado norteamericano que no requieren de este tipo de ligas políticas. En este contexto social fue madurando la oposición panista.

Otro hecho que liga directamente a la democracia mexicana con el estado de Baja California es que en éste es donde se usó por primera vez la credencial para votar con fotografía, la cual a la larga se convertiría en un icono de la maquinaria democrática mexicana. A pesar de lo anterior, algo que ha caracterizado las elecciones en el estado es el amplio grado de abstención.17 Como lo veremos en este apartado, los jóvenes entrevistados tienen posturas encontradas con respecto al voto y a su participación en la democracia.

El siguiente párrafo muestra cómo existen algunos que sí se sienten parte de la democracia y, en consecuencia, votan.

Sí voto, porque, bueno, en teoría los cambios los hace la gente, y pues, manteniendo siempre ese principio en mente, pues así lo he hecho,18 ¿no? Si tú estás cansado de algo o quieres que tu voz sea

16 Para un análisis de la transmigración como proceso transfronterizo, puede consultarse Tito Alegría, “Ciudad y transmigración en la frontera de México con Estados Unidos” (Frontera Norte, vol. 2, núm. 4, julio-diciembre de 1990, pp. 7-38, Tijuana, El Colegio de la Frontera Norte). En este trabajo el autor calcula que aproximadamente el 8 por ciento de la PEA ocupada en la frontera es transmi-grante (es decir, trabaja en Estados Unidos pero reside en México) y contribuye con entre el 14 y el 20 por ciento del ingreso salarial de las ciudades fronterizas.

17 Hasta 1989 todos los comicios registran un alto porcentaje de abstención, y se llegó a las cifras más altas justamente en la elección de la alternancia estatal. A nivel municipal, Ensenada alcanza un índice de 65.2 por ciento, la mayor para cualquier elección de este tipo en la historia local. En las elecciones para gober-nador se registra el primer triunfo de un candidato de oposición en la historia presidencialista mexicana. La victoria panista se logra con el mayor porcentaje de abstención registrado en comicios para renovar ejecutivos estatales, con un 52.6 por ciento. Recientemente, en las elecciones del 2000 y el 2003, el porcentaje de abstención ha rondado el 70 por ciento (Espinoza, 2004).

18 A partir del cambio de partido en el gobierno, los ciudadanos le dan un nuevo sentido a la acción de votar. Ahora el voto sí es un medio de cambio político, de-jando atrás la idea de la inutilidad del sufragio. A la vez, después de dos elecciones locales y dos federales (1992/1995 y 1991/1994), podemos hablar de un proceso de

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representada por alguien, muchas veces no es así, pero tienes que hacerlo, porque igual, si dejas de votar el participante en esa elec-ción va a decir, obtuve el 70 por ciento de los votos, pero de una población de 100 tal vez sólo votaron 20 o 30. Entonces, yo creo que es necesario hacer ver qué opción estás eligiendo, ¿no? Más que manifestar que no estás de acuerdo con ninguna, manifestar cuál es la menos peor (Pedro).

Me parece importante hacer notar que dentro del grupo de los que dicen sí votar es posible encontrar un buen grado de conocimiento sobre las instituciones de la democracia mexicana.

Sí he votado, y sí he creído en todo lo que nos ha dicho... en todo lo del IFE, y creo que ha sido un buen trabajo inteligente. Y he decidido creer en que iban a ser elecciones transparentes las últimas o las pe-núltimas, no sé cuáles, y voté porque me dieron ganas de, de que... de hacerlo, ¿no? No vi por qué no, más bien (Cristina).

Por otra parte, están aquellos que reconocen que no parti-cipan porque no confían en las instituciones o, en general, porque no conocen la oferta. El siguiente párrafo amplía este argumento:“normalización electoral”; es decir, los comicios dejan de ser esa suerte de actos disruptores para ser incorporados a la valoración popular como acciones normales y repetitivas por medio de las cuales se eligen a representantes y autoridades de los diferentes niveles de gobierno. Para las organizaciones políticas y los políticos profesionales, la alternancia ha significado la pérdida de la certeza electoral. A partir de 1989, la posibilidad de perder una elección es objeto de preocupación para los partidos políticos y para los candidatos. En especial, para el PRI y los priístas ha implicado el valorar la aceptación de una postulación. Ahora habrá que poner en la balanza la decisión de participar cuando puede estar en juego una carrera política. Además, una vez en campaña, los candidatos están obligados a acercarse más a la sociedad en busca de votos y apoyos; con ello aumenta la disputa por los consensos y las clientelas. Para los gobernantes o representantes populares aumenta la presión para rendir cuentas; una mala gestión pública puede ser una factura que pase la ciudadanía en la siguiente elección. Aún más, el proceso de descorporativización que vive el país, agudizado con la gestión pública panista, existe un mayor acercamiento o contacto ciudadano con la administración pública y la procuración de justicia. Dejan de ser operativas o inexistentes las redes de intermediación social. Ésas parecen ser las nuevas señas del mercado político.

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No, yo soy antiIFE. Pues todo mundo me critica, pero igual. Lo que pasa es de que no sé, tal vez ahorita yo pienso, ahora sí que, pues yo no voy a hacer el cambio, ¿no? Típico chavo adolescente que se revela y “yo para qué quiero votar”. Y además he visto que con el tiempo hacen sus elecciones y el que piensas que va a ganar nunca gana, y así. Y pues sí, de hecho no tengo credencial porque, pues, te digo, la verdad no tiene caso. Pero sí, como ya que me está entrando la idea de que sí debo darle algo al país (Rosa).

El párrafo anterior muestra por un lado distanciamiento y desconocimiento de los procesos de la democracia. Al decir “con el tiempo hacen sus elecciones” después de haberse con-siderado antiIFE, Rosa muestra la creencia de que las elecciones son procesos ajenos, además de poca o nula conciencia de ser parte fundamental del proceso, al decir “pues yo no voy a hacer el cambio, ¿no?”

Finalmente, el siguiente fragmento de una conversación en torno a las elecciones evidencia cómo los jóvenes entrevista-dos se muestran renuentes a considerarse parte de los procesos electorales, y culpan, entre otros, a los actores de los mismos.

—¿Has votado y por qué consideras importante votar?—Al principio, nada más el primer año y después ya no.—¿Y por qué dejaste de votar?—Porque, no sé, de repente como que me inundó la apatía. Es que

no creo.—¿Tú crees que sirva para algo?—Pues yo creo que, no sé, pero por ejemplo no voto porque, o sea,

no creo en los... Soy así como que muy agnóstica en cuanto a los partidos, y todo es, o sea, no sé.

—¿La casa de todos?

A lo largo del texto, hemos venido observando cómo los jó-venes de Tijuana tratan de separar su vida y lo que para ellos realmente es Tijuana de distintos fenómenos y actividades relacionados, entre otras cosas, con el turismo y la industria maquiladora. En este apartado trataremos de profundizar un

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poco más en la diversidad cultural de la ciudad, así como en la construcción de fronteras imaginarias al interior de la misma.

Mira, yo distingo a Tijuana; a Tijuana yo la identifico como una sopa. Es una mezcla de identidades culturales porque vienen de todas partes del mundo y de todas partes de la República (Pável).

El fragmento anterior muestra cómo los habitantes de Tijuana son conscientes de la diversidad que experimentan día a día. El párrafo que se presenta a continuación muestra que algunos tratan de reducir un poco la complejidad que provoca la diver-sidad mediante la construcción de fronteras y la delimitación de un espacio para la verdadera Tijuana al interior del resto de la ciudad, sobre todo en contraposición con la realidad turística y la emanada de la industria maquiladora.

Pues históricamente el turismo ha influido mucho en dejar recursos para la ciudad, pero siempre han sido como que el turismo más impor-tante o al que se le ha dado más importancia y que es el que genera la inversión, pues es el turismo gringo joven que viene a emborracharse. Históricamente siempre ha sido así y así va a ser. Así se mantiene la Avenida Revolución y los jóvenes son los que mantienen todo ese ro-llo. Pero aun fuera de todo eso, los demás seguimos luchando por tener nuestra propia ciudad, mantener nuestra propia ciudad y enriquecerla para que el turista se dé cuenta de todo lo que sucede, ¿no? Yo creo que son, hay como tres Tijuanas, ¿no?, en Tijuana. La Tijuana que crece día a día, que es de la Cinco y Diez hacia allá. La Tijuana que incluye el Centro, que es la Avenida Revolución, la Coahuila y la vida que se vive allí. Y la Tijuana que formamos todos los que vivimos alrededor, y que somos parte de ella y que luchamos por ella. Y que vamos construyendo día a día algo diferente. O sea, que yo dividiría a la ciudad en tres. La gente que vive de la Cinco y Diez hacia allá, pues te hablo del Mariano, el Pípila y... casi está pegado a Tecate, ya está como a dos kilómetros libres, ¿no? Esa gente no viene para acá a Tijuana, se quedan en su propia Tijuana. Y el mismo... la misma industria los ha rodeado o limitado, ¿no? Aquí está su trabajo, aquí están las plazas, aquí hay cine y todo para que hagan sus propios trá-mites; el gobierno les pone su propia delegación para que allá hagan

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todo. No sé si es planeado; parece planeado, pero tiene mucho que ver. Ahora sí que los chilangos, los veracruzanos y todos ellos como que los mandas para allá, llegan y órale para allá. Como la película de Demoledor, que todos los que vivían en el drenaje, abajo supuesta-mente, y acá arriba la ciudad bien, ¿no? ¿No es cierto, eh? (Roberto).

Incluso, existen algunos aún menos tolerantes, que en lugar de proponer fronteras internas, plantean la posibilidad de la construcción de una frontera que sirva a modo de filtro de las personas que tratan de ingresar a Tijuana.

Pues toda la gente que se muere por tratar de cruzar, a mí la verdad eso se me hace bien triste, y pues ése es un problema de que el gobierno no ha podido tratar, ¿no? Que toda la gente que se quiere ir llega para acá y la que no pasa aquí se queda. Es como el área de descanso del país; somos como la catapulta a Estados Unidos, y si la catapulta se rompe, pues ya se quedan aquí. Y o sea, a lo mejor muchos recursos que estaban planeados para la población de Tijuana, pues son insufi-cientes porque, como cada vez llega más gente, que se queda y hace que vayamos creciendo apresuradamente. Deberíamos de ser como Canadá, sí, que a mucha gente no la dejan entrar, porque como allá no se pagan los servicios públicos. Sí, como Canadá, pero sin el clima. O sea, que la gente que venga haga algo productivo por nosotros y no nada más hacer que se vea más feo el cerro. Ver a qué viene o si tienen algún proyecto. No nada más que vengan a ensuciar más las calles, porque es horrible caminar por las calles y ver tanta gente tirada nada más para que les des dinero y no hacen nada, ni trabajan ni buscan. Lo peor es que la mayoría de la gente que está aquí, o sea, es gente joven, gente que puede tener posibilidad de conseguir un buen trabajo, o sea, ¿ves?, por lo menos hacer jugos, y no nada más ensuciar la ciudad. Y ventajas, pues ir al otro lado. A mí me gusta ir a Disney porque aquí no hay cosas así. Que las playas de allá están bien suaves. No, están bien mugrosas pero... que hay muchas cosas diferentes que no nada más te encierras en el país. Y que hay muchos tipos de leche, o sea, ¿no? (Paola).

En esta misma línea, una de las respuestas más recurrentes a la pregunta sobre cómo benefician o perjudican los migrantes que

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llegan a Tijuana fue la siguiente: “Afectan, porque a lo mejor muchos recursos que eran para la cultura tienen que irse para ellos. Y la verdad no sé si aporten algo” (Paola).

La línea fronteriza.Del mundo en blanco y negro al mundo a colores

Como mencionamos, la vecindad con Estados Unidos es un he-cho que influye de manera diferenciada entre los entrevistados. En esta apartado ofrecemos una perspectiva más amplia de esta problemática en específico, así como de las comparaciones a que da lugar.

El siguiente fragmento de una conversación entre un joven nacido en Tijuana y otro nacido en Hermosillo es una muestra de las distintas percepciones y formas de comparar que existen entre los tijuanenses. La pregunta a la que responden es “¿Cuál es tu sensación al cruzar la frontera?”

De blanco a negro. Es más, algo que a mí siempre que voy a cruzar me impresiona es que en la garita, arriba, hay como un dibujo donde está visto desde arriba y está Tijuana y está todo el terreno lleno, poblado, y está la línea y está la carretera de Estados Unidos, y se ve claramente la diferencia. Que parece ser un mismo terreno, pero allá está hasta planeadito, bonito, y Tijuana bien acá. Y eso es impresionante como dice él, de blanco a negro, que en ejemplos tan sencillos como que las calles de aquí siempre con basura y a veces ni pavimento, y vas allá y son unas supercalles, que hasta te da gusto manejar, y no que aquí es bachelandia, y es impresionante ver ese cambio (Pedro).

Sí, es que bien dicen que la mejor parte de Tijuana es San Diego, ¿no? Lo que pasa es que, pues California es el estado más rico de Estados Unidos; la pura economía de California es más que cabrona que la de México, ¿no? Entonces también nosotros pasamos a San Diego, ¿no? O sea, la neta de netas de Estados Unidos, y por eso, pues la comparación es más cabrona, ¿no? Si pasáramos por otra parte del sur de Estados Unidos no sería así, ¿no? (Bricia).

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Para mí sí fue bien impresionante, porque, por ejemplo Hermosillo, es una ciudad mucho mejor planeada que Tijuana; allá las calles están pavimentadas, Hermosillo es plano; llego aquí a Tijuana, y veo cerros por todos lados, y para mí sí fue impresionante. Y me acuerdo la primera vez que fui a California: yo iba impresionada viendo sim-plemente las carreteras, cómo están adornadas con flores, y aquí en Tijuana todo está muerto (Bricia).

Lo impresionante para nosotros que vivimos aquí es que creímos que México era así, y entonces cuando vas a ciudades como Mon-terrey, Guadalajara o al D. F. dices, bueno, pues sí hay edificios grandes, ¿no? Sí hay otro México, ¿no? Y así hay otro México más para allá que está más jodido, ¿no? Y es entonces cuando dices, si se habla tanto de Tijuana como de Monterrey o de Guadalajara, entonces no sé por qué Tijuana está así en infraestructura, ¿no? (Pedro).

Los mexicanos de Tijuana

En este último apartado mostraremos que, si bien no es cierto que los fronterizos o en este caso los residentes de Tijuana son personas cuya identidad y cultura han sido absorbidas por las tradiciones y cultura estadunidense, es posible encontrar en su discurso y prácticas cotidianas elementos que ejemplifican cómo en el territorio fronterizo la cultura es un verdadero cultivo entre lo moderno y lo tradicional y entre lo nacional-local-global.

El siguiente párrafo responde a la pregunta “¿Cuáles son los días festivos que se celebran en Tijuana?”

Mira, Tijuana desde hace muchos años ha adoptado tradiciones ma-yoritariamente norteamericanas. Por ejemplo, Halloween, Navidad... En Navidad, por ejemplo, aquí no se arrulla al Niño Dios; aquí es el arbolito y los regalos, y ya. Otras tradiciones se han olvidado, como el seis de enero, pero de alguna manera se han tratado de rescatar otras cosas, como las danzas folklóricas (Shente).

No soy mexicano, soy de Tijuana

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El relato anterior confirma la idea de que los tijuanenses se encuentran día a día con un problema al tratar de definir su iden-tidad. El siguiente párrafo es un fragmento de una conversación que responde a la pregunta “¿Cuáles son los retos para un joven fronterizo?”

El no perder la identidad... mexicana digamos. Por ejemplo, yo que vivo en Tijuana para mí es muy importante eso, el no perder de vista quién soy, de dónde soy, amar de dónde soy, por estar viviendo tan cerca de Estados Unidos, que no nada más ha influenciado a México sino a muchas partes del mundo, ¿no? Eso para mí se me hace un reto, el no perder la identidad (Carlos).

Bueno, por ejemplo, en mi caso no es que mi familia sea seguidora de todas las festividades o acontecimientos mexicanos, pero sí se me ha inculcado un valor por y un respeto a México. No a lo que podría representar, respetar al gobierno o eso, sino realmente amar al país; o sea, no creas que soy de las que se pone la camiseta cuando juega México o de las que se le enchina la piel cuando oye el himno, pero sí respeto y quiero esas cosas. Porque yo soy mexicana, porque son las cosas que yo respeto y me enseñaron a respetar. Y se nace con la nacionalidad, desde el momento en que naces aquí; pero yo creo y siento que es dependiendo también de la situación y de los valores específicos de cada familia (Rocío).

Es que las costumbres son como las órdenes, ¿no? Se imponen, o sea, son como las armas, no se aprenden, se imponen. Es muy curioso ver por ejemplo en los periódicos que dice nace nuevo católico, ¿no? O sea que ¿ya naces siendo católico? Ése es un ejemplo de que esas cosas se imponen, ¿no? Por eso no soy tan nacionalista en ese sentido ni... bueno ¿qué es ser mexicano? O sea, ¿irte de rodillas a ver a la virgen? O sea, no sé (Juan).

Otra postura es la de quienes tratan de desligarse por completo de las tradiciones que consideran ajenas y buscan, aunque no encuentran, un espacio propio para la reflexión y la construcción del yo y el nosotros. El siguiente párrafo también responde a la pregunta “¿Cuáles son los retos para un joven fronterizo?”

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Uy, pues rollos de identidad, ¿no? Luchar contra... pues más que nada, aunque no le den importancia, pero sí sería así como que, no un reto, pero sí es un quiénes somos, ¿no?, o ¿de dónde somos? Salía un comercial del gobierno en la tele que decía “soy mexica-no”, “soy mexicano”, “soy mexicano”. Que yo soy mexicano y no sé qué... que bla, bla, bla. Y yo decía yo no soy mexicano, yo soy tijuanense; entonces, era así como que un rollo que tenía yo. Y yo decía la verdad: yo no soy mexicano, soy tijuanense. Y sí se puede ver así. Los tijuanenses de alguna forma no somos mexicanos, somos tijuanenses. De tan olvidados que estuvimos en la región por mucho tiempo, obviamente nos acostumbramos a vivir, a interactuar junto a la cultura nort... californiana, y también los californianos son califor-nianos, no estadounidenses. Yo lo veo así. De los retos de los jóvenes, pues obviamente, situados en un círculo de tantos problemas, pues obviamente, problemas de trabajo, de identidad, no sé. En la misma expresión, creo que necesitamos más apoyo a los jóvenes artistas, los jóvenes que se desenvuelven más en un proyecto; necesitamos más apoyo, más apoyo económico para subsistir, para sacar... adelante cada quien sus proyectos. Por allí sería uno de los retos que a mí me preocupan (Roberto).

El párrafo anterior, al igual que los presentados a lo largo del texto, muestran que la adscripción identitaria en Tijuana es más frecuente en términos negativos. Es decir, hemos observado cómo para los tijuanenses es más sencillo decir lo que no es Tijuana o lo que no son ellos que lo que son o quisieran ser. Como lo vimos en el caso del turismo, de la migración, de las maquiladoras, de la frontera con Estados Unidos, los tijuanenses crean un espacio de lo propio a par-tir de desechar fuentes de identificación cotidianas aunque indeseables para ellos.

Conclusiones

Un punto de partida en torno a la problematización sobre el significado del concepto juventud es el texto ya clásico de Bour-

No soy mexicano, soy de Tijuana

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dieu titulado “La juventud no es más que una palabra”,19 en el cual plantea que las relaciones entre la edad social y la biológica son muy complejas y, por tanto, suelen estar sujetas a manipu-lación, sobre todo en el sentido de concebir a los jóvenes como una unidad social con intereses comunes por el único hecho de compartir un rango de edad.

Ante esta complejidad por delimitar lo juvenil, la aportación que desde el ámbito académico se ha hecho al tema permite tener elementos más precisos en la conformación de la noción de ju-ventud. Un punto de partida que se ha propuesto en este sentido es el proceso de “conformación de identidades juveniles”, que subraya algunos criterios básicos para superar concepciones es-táticas y totalizadoras que niegan las especificidades de contextos concretos. Esta perspectiva propone que son los jóvenes los que, en su relación intersubjetiva con sus pares (la mayoría de las veces de manera grupal, aunque no siempre), se van identificando o adscribiendo a grupos o comunidades (reales o virtuales) que les permiten construir su propia identidad. Por lo tanto, lo juvenil es:20

• Un concepto relacional.• Históricamente construido.• Situacional.• Cambiante.• Se produce en lo cotidiano.• Pero también puede producirse en “lo imaginado”.• Se construye en relaciones de poder.• Es transitorio.

Esta interpretación está vinculada al concepto de culturas juveniles, que se refiere a la manera cómo las experiencias so-

19 Pierre Bourdieu, “La ‘juventud’ no es más que una palabra”, Sociología y Cultura, Conaculta/Grijalbo (Colección Los Noventa), México, 1990, pp. 163-173.

20 José Manuel Valenzuela, “Culturas juveniles. Identidades transitorias”, JOVE-Nes. Revista de Estudios sobre Juventud, SEP-Causa Joven-CIEJ, cuarta época, año 1, núm. 3, pp. 12-35, México, enero-marzo, 1997b. José Manuel Valenzuela, El color de las sombras. Chicanos, identidad y racismo, El Colef/UIA, México, 1998.

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ciales de los jóvenes son expresadas colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintivos, localizados fun-damentalmente en tiempos y/o espacios no “institucionales”. En un sentido más restringido, definen la aparición de “micro-sociedades juveniles”, con grados significativos de autonomía respecto de las “instituciones adultas”, que se hacen de espacios y tiempos específicos.

Se habla de “culturas juveniles”, en plural, para subrayar la heterogeneidad interna de las mismas; aunque este cambio ter-minológico implica también un cambio en la “forma de mirar” a las y los jóvenes, que transfiere el énfasis que se hacía sobre ellos desde la marginación y lo traslada a la identidad, de las apariencias a las estrategias, de lo espectacular a la vida coti-diana, de la delincuencia al ocio, de las imágenes a los actores.21

La condición juvenil plantea un campo privilegiado para el estudio de las dicotomías e incertidumbres que se generan en la vida fronteriza. Como menciona Monsiváis (2004), “los jóvenes radicados en esta región se enfrentan a los dilemas de la vida contemporánea de una forma intensificada: definir trayectorias y proyectos de vida en un contexto sociocultural inestable”.

En este contexto, el trabajo presentado ha intentado recons-truir, mediante el discurso de los jóvenes tijuanenses, con sus asimetrías y disparidades, la realidad contemporánea de lo que implica ser joven en un contexto prototípico de la globalización, permeado por la forzada interacción de distintas culturas y regu-lado la mayoría de las veces por la imposición de la democracia y del libre mercado.

Comparando los discursos de estos jóvenes con formulaciones recientes con respecto a los efectos de la globalización en el reconocimiento de los otros, podemos concluir que, más allá de ciertos matices, la realidad se aleja de las visiones clásicas de cosmopolitismo en las que la interacción con el otro derivaría en el mutuo reconocimiento y aceptación de las partes.

21 Carles Feixa, El reloj de arena. Culturas juveniles en México, SEP-Causa Joven/CIEJ (Colección JOVENes, núm. 4), México, 1998.

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Son embargo, existen elementos que apuntan a la constitución de una ciudadanía cultural, entendida ésta como un reconoci-miento de la complejidad que implica la interacción y que deriva en la tolerancia a las diferencias culturales. De igual forma, la conciencia de los jóvenes con respecto a las consecuencias de sus actos a nivel global, y no sólo a la forma en que el “mundo de afuera” moldea su cotidianidad, señalan una formación en ciernes de lo que en el 2000 John Tomlinson llamara “glocalistas”, es decir, sujetos con conciencia global de las consecuencias de su vida localmente situada.

Fuentes

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Fecha de recepción: 22 de agosto de 2009Fecha de aceptación: 14 de octubre de 2009

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Liberalism Revisited:The Autobiographical Writings

of Alberto Jiménez Fraud (1883–1964)

Mercedes Montero DíazUniversidad de Navarra, España

Abstract. The Residencia de Estudiantes (literally, the “Student Residence”) (1910–1936) was one of the Institución Libre de Enseñanza (the Free Institute for Education) initiatives. Alberto Jiménez Fraud (1883-1964) was director of the Residence. The Civil War brought the Institute of Free Education and its initiatives to an end. Jiménez Fraud went into exile in September 1936 and spent the rest of his life in the universities at Oxford and Cambridge. The reasons for failure are the defining concern of his writings: why the liberal education project espoused at the Institute was rejected by the masses it was intended to reform, and eventually destroyed in the fury and bloodshed of the Civil War. In this regard, therefore, Jiménez Fraud’s writings comprise an eternal return to liberalism.

Palabras clave: 1. Free Institution for Education, 2. Jiménez Fraud,3. Liberalism, 4. Spain, 5. Second Republic, 6. Civil War, 7. Francoism.

Resumen. La Residencia de Estudiantes de la Institución Libre de Enseñanza (1910-1936), quiso formar las minorías selectas encargadas de liderar la trans-formación de España. El centro estuvo dirigido por Alberto Jiménez Fraud (1883-1964), que dedicó la vida a este proyecto de renovación. La Guerra Civil acabó con ello. Jiménez Fraud salió de España en septiembre de 1936 y pasó el exilio entre las Universidades de Oxford y Cambridge. Sus escritos plantean una pregunta constante sobre la causa de ese fracaso vital: por qué el proyecto de educación liberal de la Institución fue despreciado por las masas a las que pretendía reformar, y acabó destruido por la furia de la sangre. Una y otra vez propone como solución el ideal ya rechazado: el retorno a la educación de selectos en una época que era ya la de la rebelión de las masas.

Keywords: 1. Institución Libre de Enseñanza, 2. Jiménez Fraud, 3. liberalis-mo, 4. España, 5. Segunda República, 6. Guerra Civil, 7. franquismo.

culturalesVOL. VI, NÚM. 11, ENERO-JUNIO DE 2010

ISSN 1870-1191

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Introduction

The most significant event in spanish intellectual history in the period 1876-1936 was the emergence and activity of the Free Institution for Education (FIE) (Institución Libre de Enseñanza -ILE). The objective of its founders was to bring about the renewal of Spanish society through the education of the select few; the university was to play an important role in that project.

Francisco Giner de los Ríos was the life and soul of the FIE. Neither he nor any of his immediate followers cultivated the art of autobiography. Alberto Jiménez Fraud stands out among them in this regard. Although he was not among the first of those to commit to the project of renewal, he held a privileged position in the cause: he married the daughter of Manuel Barto-lomé Cossío, Giner’s closest co-worker, and was director of the Student Residence (Residencia de Estudiantes) between 1910 and 1936. This centre, whose centenary will be celebrated in 2010, was one of the most significant initiatives undertaken by the FIE as part of its planned renewal of the Spanish university system.

Alberto Jiménez Fraud’s writings are littered with references to the Student Residence and the Free Institution for Educa-tion, to which his commitment was vocational and enduring. His first writings comprise a fascinating trilogy about the Spanish university sector; they draw on his teaching work at MacColl Chair in the University of Cambridge (1936-1937), and were published by the Colegio de México. The trilogy is as follows: La ciudad del estudio: la universidad española medieval (1944) (City of Study: the medieval Spanish uni-versity), Selección y reforma: ensayo sobre la universidad renacentista española (1944) (Selection and Reform: an essay on the Renaissance Spanish university) and Ocaso y restaura-ción: ensayo sobre la universidad española moderna (1948) (Decline and Restoration: an essay on the modern Spanish

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university).1 A literary essay, Juan Valera y la generación de 1868 (Juan Valera and the 1868 Generation), likewise based on lectures given at Cambridge, appeared in 1956. Following his death in Geneva in 1964, Fraud’s uncollected writings were published in two volumes: Residentes. Semblanzas y recuer-dos (Residents: Portraits and Memories) and La Residencia de Estudiantes. Visita a Maquiavelo (The Student Residence: Visiting Machiavelli). The first focuses on the residents and the illustrious guests at the centre during the inter-war period. The second is a more straightforward text in honour of the Student Residence itself on the occasion of its fiftieth anniversary, comprising a chapter from Decline and Restoration and a short essay entitled Visiting Machiavelli. The latter recounts a meeting between two exiles; although the sorrow of its author in the last years of his life may be traced therein, it is not a purely autobiographical account.

The Student Residence, the mission of the Free Institution for Education, a firm belief in the ongoing validity of its liberal ideals concerning the education of the select few, and deference to those as the solution to Spain’s problems are defining characteristics of Alberto Jiménez Fraud’s writings. They are recurring themes in his work. The conclusion he drew was unchanging: the need to return to individual, romantic, idealistic and select liberalism as the framing law of life – that is, the liberalism that first emerged in Spain in the mid-nineteenth century through readings of the philosophy of Krause (Jiménez Fraud, 1956:16-25).

The only effect that the violent end to his life’s work had on Fraud’s ideas was to reaffirm them. First, the outbreak of the Civil War in Spain plunged the very people whom Fraud sought to renew into a bloodbath; it put his own life in danger and brought the work of the Student Residence to an end. Later, the Franco regime sought to attribute intellectual responsibility for

1 The three books were later published in a single volume: Jiménez Fraud, Alberto (1971), Historia de la universidad española (A History of the Spanish Uni-versity). Madrid. Alianza Editorial. Quotations in the text come from this edition.

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the slaughter to the Free Institution for Education. A reading of Alberto Jiménez Fraud’s work in autobiographical terms disclo-ses the internal dilemmas this situation caused.

1. The Free Education Institutionand the Intellectual Renewal of Spain (1876-1936)

Julián Sanz del Río, a professor at the Universidad Central in Madrid, was awarded a scholarship to study abroad in 1843. He came into contact with the philosophical reflections of Krause at the University of Heidelberg. Krause was a relatively minor German philosopher in the idealist tradition. Sanz del Río returned to Spain and went on to devote his life to the study and further publication of Krause’s ideas. In 1860, he translated Krause’s two most important works – System of Philosophy and The Ideal of Humanity – into Spanish. The second book had a significant influence on the generations of students at university between 1860 and 1870, and became a touchstone by which reformers and con-servatives might be distinguished from one another. The argument in The Ideal of Humanity holds that any conflict between State and society be resolved in favour of the latter; the State is to evolve away from absolutism and towards a greater dependence on the societies that emerge within it. The adaptation of life to science and art lay at the heart of the wellbeing and future of humanity; religion was a philanthropic and humanitarian bond, stripped of any transcendent meaning. The vision of life reflected in The Ideal of Humanity was incompatible with Catholic doctrine: the book was condemned in 1865 (Cacho, 1962:61, 72, 74-75, and 88-95).

The government attempted to do away with the Krause school of thought in 1867. Those involved were accused of holding positions that were in open conflict with Catholic faith and mo-rals. Legal proceedings were taken against Julián Sanz del Río, Fernando de Castro, Nicolás Salmerón and Francisco Giner de los Ríos. However, the liberal Revolution of 1868 cut those mea-

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sures short and turned the situation on its head: the accused were returned to their university posts and appointed to high-ranking leadership positions, and a process of change in line with the principles articulated by Krause began (VV.AA., 1965:16-21).

Nevertheless, the experiment was not an unqualified success. A few short years later – in 1875 – the young people the university professors had endeavoured to educate accepted the end of the Revolution and the restoration of the Bourbons without qualm. The ‘university question’ arose once more on 26th February, 1875, when compulsory ministerial approval of textbooks and course curricula was established. Nothing that might prejudice Catho-lic dogma, public morals or the monarchy could be included in classes or textbooks. Giner, Salmerón and Azcárate protested; they were deprived of their teaching posts and placed under arrest (VV.AA., 1965:9-12). This event prompted the foundation of the Free Education Institution (1876), led by the three professors listed above, along with a number of other liberal intellectuals and politicians. Although their aim was to set up a private uni-versity, they lacked the material means and human resources to do so. Thus, they set up a college instead.

Francisco Giner de los Ríos was the driving-force behind the Free Institution for Education. A young man – 29 years old – when the 1868 Revolution took place, he was fired by the hope that his generation might be able to transform Spain. His disappointment at his contemporaries’ unqualified acceptance of the counter-revolution may be easily imagined. The conclusion he drew from this experience was that education alone could renew Spain. Hence, convinced that his own – 1868 – generation had failed in this endeavour because of the terribly inadequate education they had received, he devoted himself to the education of the next generation (Castillejo, 1976:79-87; Cacho, 1962:236-238).

The Free Institution for Education project centred on the refinement of character and moral education: to shape strong, individual personalities. The presiding principles at the FIE were tolerance and fairness. Good manners were defined as a combina-

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tion of freedom, dignity and grace – an indispensable framework for social interaction and mutual respect. The emergence of a “spiritual” aristocracy was the guiding goal of this educational project. With regard to religion, the aim was to give rise to refined minds, independent of any particular religious creed (Castillejo, 1976:87). The influence of the Institution soon spread beyond the confines of the private college. Francisco Giner de los Rios regained his university chair in 1882. From that point onwards, he drew a group of followers to himself, whose role was to spread the ideals of the Institution to other Spanish universities. Moreover, a “spiritual” community of a sort emerged among students, former students, family and friends of the college, which contributed to the bearing the FIE had on Spanish society (Manguini, 2001:72; De la Fuente, 1978:43-50).

The educational ideals of the Institution and the ethos prevalent in the Spanish university system had very little in common. At that time, Spanish universities lacked any research capability, as well as basic means and facilities such as books, laboratories and meeting rooms. The activity of university professors was limited to the deliver of lectures. More than half of all univer-sity students were registered externally, so as to complete their third-level education as quickly as possible. Attendance at class was regarded as having little or no value. According to Fran-cisco Giner, the Spanish university student was a young man who frequented theatres, cafes, casinos and bullrings; he knew nothing of sports, excursions or life in the countryside; he read little, and what reading there may have been was confined to newspapers; he lived in poor lodgings and ate badly – in part out of a sense of moderation, and in part due to a general bac-kwardness (Castillejo, 1976:94; Giner, 1916:52). There were no student residences or university halls, or communal life of any sort. University qualifications were regarded as nothing more than a passport to a better professional career.

At the turn of the twentieth century, Giner’s followers set out to lead and guide the renewal of the education provided by the

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State. The FIE was to be a model centre in this regard, the heart of national education policy. The freedom afforded by university posts and freedom of conscience were the fundamental princi-ples of the renewal project. The implementation of the project consisted of the administrative reorganization of education along secular lines (Pego: 2006:65-66, and 71-72). From 1907 onwards, a series of corps emerged within the State’s educational apparatus under the auspices of the FIE: in 1907, the Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (Academic Study and Research Expansion Committee); in 1909, the Escuela Superior del Magisterio (Higher School of Teaching); in 1910, the Centro de Estudios Históricos (Centre for Historical Study), and the Instituto de Investigaciones Físicas (Physics Research Institute); in 1911, the Student Residence and the Dirección General de Enseñanza Primaria (General Committee for Primary Educa-tion); in 1915, the Residencia de Señoritas (Student Residence for Women); and in 1918, the Instituto-Escuela.

During its thirty-year lifespan, the Academic Study and Research Expansion Committee enabled 1,594 Spanish people – men and women – to study and work at research centres overseas. In addition, the Committee set up research organizations in Spain so that they could continue working on their return. The endeavour was inspired by the Free Institution for Education, but it was also a practical response to a widespread national concern: the need to remedy the complacency in the Spanish university system (De Zulueta, 1984:190-195; Pérez-Villanueva, 1990:15; Laporta, 1987a:22; Laporta, 1987b:10-11). Alberto Jiménez Fraud’s professional am-bition was captivated by this ideal, and in 1911 he was appointed to the post of director of the Student Residence, an FIE initiative.

2. The Crowning Achievement of the Spanish University

Having left Spain in September 1936, Alberto Jiménez Fraud spent most of his life as an exile in the United Kingdom. A series of

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lectures given at Cambridge were to be the basis of his most signi-ficant written work: his trilogy on the Spanish university. Fraud’s purpose in these writings was to invoke the authority of history to justify his life’s work. Thus, to his mind, everything of value in the Spanish university system down through the centuries had only one legitimate heir: the Free Institution for Education. The first volume – City of Study – looks back to the thirteenth century and the establishment of the Studia Generalia. Jiménez Fraud identified the force and vitality of such centres with the moral impetus and aristocracy of the spirit that inspired the Free Education Institution, and went on to argue that the spiritual context in both periods – the thirteenth and nineteenth centuries – was remarkably similar:

If demand for education was one of the factors that gave rise to the emer-gence of these institutions, that the universities – like all original, powerful inventions – also owe their existence to the deep spiritual needs of the time should also be borne in mind; needs which prompted men to seek out knowledge that could satisfy their intellectual curiosity and respond to the pressure of an enthusiastic vitality [...] (Jiménez Fraud, 1971:11).

Hence, the Free Institution for Education was to be the crown-ing achievement of the history of the Spanish university. This idea may be more clearly discerned in the second volume of the trilogy – Selection and Reform: an essay on the Renaissance Spanish university – wherein Fraud discusses student residences in great detail. Fraud focuses on the St. Clement of Bologna Uni-versity Hall, founded by Cardinal Gil de Albornoz of Spain in 1367, and whose democratic prerogative the Student Residence sought to emulate. Thereafter, Fraud considers St Bartholomew College in Salamanca, whose graduates – “men eminent in virtue, character and wisdom” – spread throughout the world (Jiménez Fraud, 1971:123). The College was known as the college “of the Seventeen” because that was the number of places it contained. In the beginning, too, those at the Student Residence referred to it as the “College of the Fifteen”, in homage to St Bartholomew College. The objective was the same: to seed Spanish society

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with a select few of educated men capable of bringing about a project of social renewal. Following an overview of many other such Colleges in Spain and America, Jiménez Fraud drew the following conclusion with regard to the Student Residence as the last link in a long chain of great institutions:

[...] when they fulfilled their essential function, such College foun-dations enacted a transcendental mission: the education of a select, exemplary few who, by setting a standard for the university community as a whole, at the same time revitalized the studies in which they were engaged. If the university is to reach the level which is its natural due, such institutions are absolutely indispensable to university life. Only if the idea of the university connotes a belief in the existence of these spiritual values [...] these collegiate university institutions which, on the basis of a shared residential life, have arisen in Spanish society at times of national enthusiasm – in the past and in the present – are required [...]” (Jiménez Fraud, 1971:133-134).

The pressing need to establish residential centres for university students had always been of significant concern to the found-ers of the FIE. Thus, the Student Residence was modelled on a combination of the classical Spanish college and the English tutorial system established at Oxford and Cambridge, an inno-vative synthesis of native elements and foreign influence. The impetus of the Student Residence was educational, rather than merely instructional. The refinement of character and manners, politeness in personal dealings, a spirit of tolerance and mutual respect among students were its goals – in many ways, then, a very English project. The challenge was to educate a new model of the Spanish citizen, who might be a forerunner of a renewed society in his own country. For the promoters of the Residence, such men together would comprise a select few whose mission was to take on a leadership role in liberating Spain from its complacency (Pérez-Villanueva, 1990: 9-10, 18-20, 22-25, and 367-368). The Student Residence’s similarity to the classical Spanish Colleges was marked by this sense of mission.

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In the third volume of the trilogy, Decline and Restoration: an essay on the modern Spanish university, published in 1948, Jiménez Fraud set out to establish the identification of the pre-ceding, classical colleges and the Free Education Institution in a definitive way. According to Fraud, the FIE had succeeded in synthesising the best of the Medieval and Renaissance university tradition and the scientific spirit of the Enlightenment. This was the great and original project first proposed by Francisco Giner de los Ríos and the other reformers (Jiménez Fraud, 1971:219). The Enlightenment fomented the emergence of the experimental sciences and research in Medicine, Botany, Pharmacy, Natural History and Economics, which were carried out beyond the confines of the university. Public figures such as Charles III facilitated the introduction of such subjects to the university, re-founding the university institution as such. Jiménez Fraud saw these figures and measures as key points of reference for the Free Institution for Education. Indeed, of Jovellanos, one of the most celebrated of enlightenment figures, he remarked:

For Jovellanos, reform of the universities, the establishment of an Institute such as his own in Gijon in every province, would be enough to return Spain to a pre-eminent place among the cultured peoples. This firm belief in the value of education and the possibil-ity of a gradual reform of old teaching institutions […] exemplifies a confident hope that he saw as the prerogative of ‘those who today obey’ [the people]. [...]

The sensibility of this reformer from Asturias is markedly modern and is justified by history a century later. Other Spanish reformers (of whom a shrewd, modern writer has described Jovellanos as, to a certain extent, a precursor) would have reacted no differently (Jiménez Fraud, 1971:288-289).

The final university touchstone for the Free Institution for Education was attributed by Jiménez Fraud to Julián Sanz del Río’s engagement with the philosophy of Krause in 1857. Sanz del Río believed that the students and professors he saw around

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him were to be “the soldiers and champions of the next refor-mation of the university”(Jiménez Fraud, 1971:330-331). The ambition of the founders of the FIE was to be such soldiers, such champions. Thus, about midway through the text, Decline and Restoration becomes peculiarly autobiographical: Jiménez Fraud shares his personal views of Francisco Giner and Manuel Bartolomé Cossío, before going on to give an account of his own life, which was wholly subsumed by the spirit of the Free Institution for Education and the Student Residence.

3. A Justification of the Select Few

Alberto Jiménez Fraud was born in Málaga on 6 February, 1883, the son of a businessman in the textile industry and a young Frenchwoman. His experience of university studies was typical of the time, as he himself recalled in Decline and Restoration:

When I look back on my time at university, I see a young man whose mind was intrigued by synthetic truths, and whose study of law was no more than a key to gain entry to a range of professions and State posts. Neither myself nor any of my classmates regarded university as anything other than a dispensary of official qualifications [...] (Jiménez Fraud, 1971:427-428).

As a young man, Fraud participated in cultural activities under the auspices of the Free Institution for Education, such as the So-So-ciedad Malagueña de Ciencias Físicas y Naturales (Málaga Society of Physical and Natural Sciences), which was linked to the Orueta family, and through which he first made contact with Francisco Giner de los Ríos and decided to move to Madrid – in 1905, at the age of 22 – in order to do a doctorate in law (Jiménez Fraud, 1971:428-430). His experience of the Institution astounded him:

I learnt many things there that I had known nothing at all about. My three ‘institutional’ years were an unremitting stream of lectures,

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friendships, classes, conferences and excursions to the two Castile provinces (Jiménez Fraud, 1971:432).

Jiménez Fraud was appointed director of the Student Residence in 1911; its seat was a house on Fortuny Street in Madrid. After the necessary renovations had been carried out, the Residence comprised fifteen bedrooms, a dining room, a lounge and a study-hall. An anatomy laboratory with microscopes was set up in the basement. Jiménez Fraud committed himself fully to this new educational undertaking from the very first:

What the people of Spain needed more than a series of warnings was a bright North star by which to navigate, and clear paths to follow. The education of a conscious, loyal and well-informed leading class was a matter of great urgency. I felt this work to be fully my vocation, and committed myself to it wholeheartedly. One day, in my third or fourth year at the Residence, in response to some comments of mine he thought too zealous, a young conservative minister, a regular con-tributor [to Residence life], said to me: ‘But do you really think this is Spain?’ ‘No,’ I said with natural conviction. ‘But it will be’ – at which he stood looking at me in a pensive way (Jiménez Fraud, 1971:436).

The Student Residence moved to its definitive location in 1915 in Altos del Hipódromo. The new facility had rooms for over one hundred students and included modern laboratories. Over time, other initiatives promoted by the Academic Study and Research Expansion Committee were established there also, the complex eventually becoming a real “campus”: many people referred to it as the Oxford and Cambridge of Spain. A host of world-renowned figures, writers, scientists, explorers and artists spent time at the Student Residence, including Claudel, Valery, Mauriac, Pardo Bazán, Duhamel, Frobenius, Valle-Inclán, Max Jacob, H. G. Wells, Maynard Keynes, Cendrars, Martín du Gard, Nicolai, Pellito, Starkie, Hackin, Elliot Smith, Iorga, Benda, Nelson, Marinetti, Worringer, Maeztu, Moles, Drinkwater, Pit-tard, Antonio Machado, Piaget, Obermaier, Berthélemy, Calder,

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Chesterton, Carter and Madame Curie. At one time or another, Juan Ramón Jiménez, Salvador Dalí, Luis Buñuel, Moreno Villa, Rafael Alberti and Federico García Lorca were residents there. Eugenio d’Ors and Miguel de Unamuno also lived at the Student Residence. Severo Ochoa, a Nobel Prize winner in 1959, first trained in its laboratories. Led by the Duke of Alba, and through the Hispanic-English Committee set up at the Student Residence, there was a lively tradition of cultural exchange with England.

The inauguration of the Second Republic in 1931 was seen by many as the definitive dawn of the free development of the Insti-tution’s ideas. The realisation of its project through state corps and among the people was felt to be imminent. However, as José Ortega y Gasset shrewdly noted, the Second Republic was not the era of the select few; rather, it was the era of the masses. At the outbreak of the Civil War in 1936, the Student Residence felt the heat of proletarian anger. From the very beginning, in Re-publican Spain, the war was shadowed by a popular revolution: authority was in the hands of every armed individual, not in any institution. In Jiménez Fraud’s words, the Student Residence was “abandoned by the talents that had inspired it, left in melancholy contemplation of earlier times”(Jiménez Fraud, 1971:478). Fraud gives no further details of the Residence’s bitter end.2 Perhaps to remember at all was too painful, or perhaps there was still some slim hope of a future return: when Jiménez Fraud was writing Decline and Restoration – between 1944 and 1947 – the fall of the Franco regime was still within the bounds of the imaginable.

2 However, further information may be gleaned from other sources; for example, the testimony of José Moreno Villa: “To ensure that unruly elements would not seize control of the Residence someone succeeded in establishing a primary school for poor children and orphans on the premises. Its destruction and uncertain fate may be dated from this point. At the same time, a number of friends to the institution who feared for their lives took refuge there: Ortega y Gasset was one, and Professor Ramón Prieto, who had been under-secretary to Lerroux. They wanted to drag Prieto out to kill him, but he succeeded in escaping […]. The situation in and around the house became stranger and more violent all the time. The primary school closed down, to be replaced by a motorised division that could barely have protected us from any criminal attack. We heard the sound of shots being fired nearby every night” (VV.AA., 1984:160).

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An attempt to respond to the criticism repeatedly made against the FIE and the organizations established through it is framed in the final pages of the text: “The purpose of the Residence was to educate a class of leaders. It failed in this effort” (Jiménez Fraud, 1971:479). These words, spoken by a friend, prompted Jiménez Fraud to try to justify the meaning of his intellectual principles and his life’s work, a response that involved a return to the origin: the liberal romantic ideology that had arisen in Germany, was indebted to Krause’s thought, and underlay the ideas of the Free Institution for Education.

The author of Decline and Restoration held that reference to “a class of leaders [...] meant to many the rejection of any form of egalitarian education.” Hence, this select few would be set apart from the common people, and have no influence on the masses. Nevertheless, he argued, “the historical school has rendered in-stinctive and spontaneous national forms, the soul of the people, infallible”. Moreover, nineteenth-century Romanticism “has raised the passive masses to a higher dignity”. So, he concluded:

Historicists and romantics have obliged the masses and the select few to work together: the latter through reflexive action, the former through spontaneous activity – the people generating rules of behaviour at the heart of the masses and moving them to the surface so that they may be engaged by the reflexive action of the select few. Nowadays, therefore, the select few cannot be regarded as anything other than the reflexive moment of the soul of the community (Jiménez Fraud, 1971:481-482).

A reading of Juan Valera and the 1868 Generation (1956) also discloses this consuming desire to justify such dedication to the education of the select few. The book drew on the MacColl Chair lectures given at Cambridge in 1953–1954; it is a literary essay providing an overview of great Spanish writers preceding Valera, on whom the text then focuses in some detail. Fraud presents these great Spanish writers as forerunners in the reforming and educational project of the Free Institution for Education. Thus, of Cervantes and the Quijote he wrote:

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Cervantes’s impetus is restoration. But a distinctive restoration, not a rehabilitation of the old noble class […] the restoration of values unchanging throughout history, forced to adopt new appearances ad-equate to the purposes of a future noble class capable of imposing and defending them. Hence, every reference to the archaic in Don Quijote is comic […] whereas references to the future in Don Quijote, to a new faith in a time to come when the eternal ideals of human goodness and justice will be striven for once more, are tragic – tragic and creative. […]. The character created by Cervantes is so fully contained within the personality of its creator (no creator is inferior to his creation) that the author is unaware that he is finding a solution to the problem that plagued the dawn of the modern era and continues to trouble the contemporary world: how to create a new type of knight who can inspire the love and loyalty of the masses” (Jiménez Fraud, 1956: 37).

Juan Valera is likewise invoked as a literary model for the purposes of the Free Education Institution:

[…] the reader may observe […] in his works as a whole that Valera is in search of a golden mean […] which […] can only be provided by the limited progress that reasonable men may bring about […]. The definitive guarantee of the wellbeing and progress of a people is to be found, therefore, in the most reasonable individual members of the community. It should come as no surprise that, in studying ‘the problem of Spain’, Valera holds that the country’s main handicap lies in the deficiency in its class of leaders, the collective spirit and the sense of public duty, two virtues without which no group or party may resist the anarchic impulse of the masses” (Jiménez Fraud, 1956: 103-104).

4. Conclusion: The Eternal Return to Liberalism

Alberto Jiménez Fraud went to the University of Oxford at the invitation of Professor W. J. Entwhistle. Between 1950 and 1957, he produced a range of different writings, including portraits of illustrious figures and newspaper articles, mostly with a Hispano-American readership in mind. Many of these texts were collected

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posthumously and published in a volume entitled Residents: Por-traits and Memories. As is made plain in the prologue, the Student Residence is the framing principle of the book, its overarching the-me, a constant, even dramatic, concern. Sorrow at this lost enterprise, and at a silent and distant homeland, can be read between every line (Jiménez Fraud, 1989:9-10). Nevertheless, Fraud’s commitment to his ideals remained intact because, to his mind, the ‘problem of Spain’ continued to be “the education of select few capable of adhering to the living moral sense of the Spanish people, and of making its originality and power fruitful” (Jiménez Fraud, 1989:91).

Fraud was aware that to speak of a reform movement acting from the top down, in line with the liberal idea that “only the chosen few are to work towards the perfection of humanity”, would prompt suspicion in the mid-twentieth century. For Fraud, however, given that their existence and justification were wholly dependent on sharing their faith with the people, such privileged minorities should not live apart from the masses:

In times of profound crisis and change, catastrophe is caused by the divorce between enlightened humanists disdainful of the ignorant public and the masses clinging to their faith in moral truth. The catastrophe cannot be prevented by the intelligence and tolerance of the humanists because such crises call for the restoration of a code of moral honour (of what is good and what is bad) without which human society is demeaned and falls apart (Jiménez Fraud, 1989:92).

According to Fraud, Giner’s group had broken free of this limita-tion; its enthusiasm for intellectual progress was justified solely as a “service to the organic life of the community”. These men recognised that “[to break] with the masses would precipitate [...] bloodshed and bestial behaviour” (Jiménez Fraud, 1989:93). These words, written in 1950, shortly after a Civil War that showed the error of the ways they describe, could only cause surprise. Like many of his contem-poraries, perhaps, Fraud was unable to acknowledge the fact that Western liberalism was dead: the historical moment of the masses had come, and they had refused to be guided by the select few.

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Of all the illustrious figures who passed through the halls of the Student Residence, the only keepsake to survive the Civil War was the autograph album of a young girl, Natalia Jiménez. Leafing though its pages, her father was reminded of many dis-tinguished people. On 10 June 1930, Lord Keynes had written: “To Natalia, to let you know that the Colleges are the greatest thing in the world: thus does the creative nucleus of all that is most noble and desirable in civilization live” (Jiménez Fraud, 1989:32). This entry is preceded and followed by dedications from other residents and visitors: Max Aub, Chesterton, Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Salvador Dalí, François Mauriac, Marinetti, Andrés Segovia; Howard Carter, the archae-ologist; the architects, Le Corbusier and Gropius; Nobel Prize Winner, Madame Curie; H.G. Wells, Calder, Manuel de Falla and many more (VV. AA., 1984:107-161). The album may be read as a symbol of the reforming enterprise as a whole:

Max Jacob is responsible for the existence of this album. When he first came to the house, in 1926, and got to know my little girl, who was four years old at the time, Max Jacob insisted that it was simply unbelievable that a girl of her age would not already have an album. And since his words appeared to have no effect, he brought the album to the house, filling in the first page himself [...]. Time passed and my daughter was with her parents in the Residence when the civil war broke out. A month later, we sent her – alone – to Alicante, where an English ship was to bring her to France. [...] My daughter travelled very light: a small suitcase in one hand, the album in the other (Jiménez Fraud, 1989:32).

In 1960, the fiftieth anniversary of the Student Residence, Alberto Jiménez Fraud’s convictions remained relatively un-changed. The text he wrote to mark the occasion contains a mild admission of failure, although it closes with an assertion that the line to be followed in the future is the same as always:

If our project cannot be accused of a lack of intensity, it may have lacked range: the absence of a widespread national base cut our work

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short – that is, deprived it of an essential element of growth. What happened twenty three years ago, when the project had only been in existence for twenty seven short years. Cut short, then, but awaiting better days (Jiménez Fraud, 1972:83-84).

What the future brought however was the 1968 ‘rebellion’ and the categorical rejection of a ‘select’ vision of the world: each individual laid claim to his or her own autonomy, independent of anyone or anything. The slightest possibility of a norm, a ‘moral truth’, proposed by others in any way was to be simply inconceivable in the postmodern era – even if such a rule were to be nothing more than a “liberal emotion” that deferred to no “absolute principles”, which pointed only to “the human needs of freedom and of reason” (Jiménez Fraud, 1972:84) as a norm of behaviour, as Jiménez Fraud himself had done.

Fraud never yielded in his convictions. In his last book, Visiting Machiavelli, he reflected on the use of force by the State. In light of the horrendous experience of the world wars and totalitarian systems, the degradation brought about by such violence and dis-order, he argued that the way forward continued to be as follows:

[...] we set aside the highest instincts of harmony and order that our conscience may countenance, [...] seek out, seek protection in all those norms whose universal validity is attested to by the values of culture and enlightenment that man has historically discovered. In so far as they are part of our sensibility as civilized beings, they require only our obedience, and no justification whatsoever (Jiménez Fraud, 1972:249).

Jiménez Fraud’s arguments and proposals differ little from those advanced by many of his contemporaries. The trauma of World War I – twenty million victims, half of them dead – caused a profound crisis. The general belief in the human being’s domi-nion in the world through reason, science and technology was in tatters. The liberal view of the world as clear, precise, exact, ordered and promising was unimaginable. Among those who saw what was happening and proposed new perspectives were the

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following: Paul Valery, Chesterton, Malraux, Kafka, Spengler, Ortega, Toynbee, Dawson, Scheller, Hartmann, Husserl, Hei-degger, Mann, Proust, Huxley, Eliot, and Maritain – many of whom had spent time in the Student Residence during the 1920s and 1930s, or had had some form of intellectual contact with the Free Institution for Education. Their proposed responses to the crisis were diverse in kind and content, but they had one element in common: a return to a governing norm of human life capable of saving the best in Western culture. Like Fraud, these men set out high standards and values of behaviour, but were unable to communicate the norms of the noble man to the masses on the rise throughout the world: this was the tragedy of all.

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Fecha de recepción: 30 de julio de 2009Fecha de aceptación: 12 de octubre de 2009

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culturalesVOL. VI, NÚM. 11, ENERO-JUNIO DE 2010

ISSN 1870-1191

La construcción socioculturalde la homosexualidad. Enseñando

a vivir en el anonimato

Raúl Balbuena BelloUniversidad Autónoma de Baja California

Resumen. El texto que aquí se presenta, tiene por objetivo discutir una hipó-tesis arriesgada, aunque desde mi punto de vista, relevante y propositiva. Una hipótesis que se ha dilatado en la literatura de las homosexualidades: se enseña a ser homosexual. La discusión que envuelve a esta hipótesis se basa, por una parte, en textos significativos relativos a la homosexualidad y, por otra parte, en una breve presentación del significado de cultura; para pasar luego, a la comprensión de las formas en que la heterosexualidad “indica” que se tiene que ser homosexual. Lo que argumento, es que, desde que “los sujetos” ho-mosexuales “llegan” a la cultura heterosexual, aprenden –mediante el insulto, el oprobio y la grosería– a ser homosexual, un “ser” de la oscuridad, de la marginalidad y del silencio.

Palabras clave: 1. homosexualidad, 2. homofobia, 3. cultura.

Abstract. In this paper I argue that exist one way to be a homosexual. In the heterosexist system, the homosexual may have to learn to hide from others. Since reaching the heterosexual culture, the homosexual understand the insult as a way of life. My discussion is that: our heterosexual culture, teach how homosexuality should to be (in the closet, in the shame and in the ignominy).

Keywords: 1. homosexuality, 2. homophobia, 3. culture.

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En uno de los trabajos más críticos sobre homosexualidad se repor-tan noticias de la forma en que los “exóticos” ponen en juego sus recursos sexuales para explicar un mundo particular en que convergen género, sexo, magia y jerarquía social. En Guerreros, chamanes y travestis. Indicios de homosexualidad entre los exó-ticos, Cardín (1984) sigue la tradición de Claude Lévi-Strauss para referirse a las culturas no occidentales y opta por llamarlas “exóticas”,1 puesto que supone cierta neutralidad.

Una de las críticas que Cardín realiza en este trabajo tiene que ver con un texto que sobrevalora las relaciones homosexuales en más de 60 sociedades. El trabajo de Ford y Beach (1969) indica que sociedades como la de los alorenses no toleran la homosexualidad, algo que, en términos de Cardín, es incorrecto. Al respecto, este autor aclara:

sociedades que toleran la homosexualidad en determinadas edades, como los aloreses, son colocadas entre las que abominan las relacio-nes entre varones, mientras otras, como [la de] los samoanos, que muestran un comportamiento parecido, son colocadas en la lista de las permisivas (Cardín, 1984:18).

Las observaciones que hace Cardín sobre este trabajo no se redu-cen a simples y llanas precisiones. Están orientadas a la interroga-ción de argumentos que son tomados como verdaderos. Explico.

En el terreno de los estudios de la homosexualidad, y en un contexto sociopolítico específico, enterarse de que más del 60 por ciento de algunas culturas estudiadas y reportadas por tra-bajos como los de Ford y Beach “aceptan” a la homosexualidad puede tomar un cariz importante y tomarse como un estandarte que incline la balanza hacia la “aceptación” de la homosexuali-dad en las sociedades modernas. Es decir, hablamos aquí de la posibilidad de construir un a priori sostenido en malas lecturas etnográficas, en imprecisiones, o bien en militancias exacerbadas.

1 Quiero permitirme formular una interrogante a este respecto: ¿en que convierte a las culturas latinoamericanas la idea de “exóticos” tomando en cuenta que este concepto, de uso común, indica otra cosa?

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Y en este sentido, no basta con tratar de ubicar a cada una de las “experiencias” de la homosexualidad en los marcos explicativos de las culturas (también específicas); también hay que entender su significación, los momentos en que cobra tal significación y los sistemas construidos a partir de ella. El reporte Ford y Beach y su intento de “validar” a la homosexualidad, como dice Cardín, mezcla un punto de vista etnocéntrico con una equivocada comu-nicación entre el informante y el observador (Cardín, 1984:27).

Existe otro punto de igual relevancia en Cardín que me gus-taría referir: al igual que Foucault, este autor también reconoce que la “figura” del homosexual nace en el momento en que el Dr. Wesphal la nombra en 1870. Cardín define al homosexual como el heredero, o bien el resultado, de “la especialización del libertino, y del consiguiente desglose jurídico del sodomita” (1984:21), algo que luego será retomado por Óscar Guasch.

El sodomita, de acuerdo con Cardín, se consideraba como un perverso en Occidente, objeto del máximo castigo. En la historia de Occidente, y particularmente en la de España, el sodomita también es diferenciado del bestialista, y se considera de mayor punibilidad al último. En palabras de Cardín, el sodomita al que hace alusión Foucault “monopoliza gran parte de la tipificación jurídico-canónica del sodomita, y abre paso a una minuciosa tipología de perversidades menores, de las que se hace cargo la [p]siquiatría forense” (1984:22).2

De esta forma, el homosexual entra al siglo diecinueve aprove-chando un cambio cultural,3 que, sin embargo, mantuvo la idea del “sodomita medieval y barroco” (Cardín, 1984:22).4 Siguiendo

2 Ya antes, en 342, en el Bajo Imperio Romano la sodomía había sido prohibida por decreto por el emperador Constantino, quien establece la pena de muerte por sodomía (Nicolas, 1978). Estas medidas fueron reproducidas tiempo después por Justiniano, quien, a partir de la codificación de la Ley Romana, estableció la castración y la tortura para los practicantes sodomitas (Nicolas, 1978).

3 Considero que tal cambio cultural es producto de los cambios en los modos de producción por los implementos de la tecnología, pero también por el proyecto de la Ilustración, que plantea una forma distinta de explicar el mundo.

4 En el mismo sentido, la Edad Media imaginó sistemas de castigo y represión de las prácticas homosexuales que no se explican sin la pugna por el poder entablada

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a Cardín, la idea de este sodomita permitirá una dislocación: el libertino heterosexual (aceptado socialmente) y el sodomita ho-mosexual (negado socialmente) (1984:22). Desde mi punto de vista, esta dislocación podría extrapolarse a, y explorarse desde, la actual perspectiva de género: la división entre el libertino y el sodomita puede explicarse a partir de lo que algunos han definido como una “cuestión intragénero” y que invariablemente se refiere a las formas en que las mujeres “viven” su feminidad de forma diferenciada. Sin embargo, la diferencia que proviene de esta dislocación entra en una discusión diferente. Aquí no sólo se trata de la forma en que los hombres viven su sexualidad o su hombría, sino de la brecha que se acrecienta entre lo socialmente permiti-do y lo socialmente sancionado en función de una “orientación sexual” no heterosexual dentro del género masculino.5 Lo que intento decir, si no ha quedado claro, es que la homosexualidad masculina llega al siglo veinte de la cultura occidental con una tremenda carga de señalamientos y descalificaciones originada en su sodomía y acrecentada por una “falta de hombría” que se explica por la presencia de un heterosexual que hace de la pro-miscuidad o del libertinaje una “actividad” socialmente positiva.

Cardín es preciso cuando indica que la sodomía definirá por mu-cho tiempo distintos ámbitos que no se relacionan abiertamente con la homosexualidad: la idea de un homosexual sodomita incluirá a quienes “sexualmente no llegan a definirse como homosexuales” (1984:24). Por eso, en los movimientos gay de la década de los setenta en Norteamérica, y de los ochenta alrededor del mundo, los travestis, transgénero, bisexuales, leathers, osos –o bears en la cultura occidental– y sado experimentaron la represión fuertemente, por lo menos hasta que la “epidemia” del VIH, irónicamente, ayudó a construir una posición política más fuerte a través de la identidad gay.

entre los señores feudales y la Iglesia: “De este modo se creaba una imbricación entre el hecho de oponerse a los dogmas del poder y de la iglesia oficial y la acusación de las prácticas homosexuales, fundada en parte en el hecho de que los ritos religiosos de dichos herejes comportaban... unas prácticas homosexuales” (Nicolas, 1987:55).

5 Las condiciones de raza o clase social operarían como una variable explicativa de gran relevancia en muchos casos, según los contextos o situaciones.

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Como señalé arriba, el homosexual entra en la cultura occi-dental en el siglo veinte como resabio de la sodomía. Lo que acontece a partir de este hecho es de dominio público: sanciones, recriminación y descalificación para quienes, en términos actua-les, sostienen relaciones amorosas y/o sexuales con personas de su mismo sexo.

Bajo esta “condición” es que en los movimientos gay del siglo pasado, en la militancia y poco después (aunque lentamente) en la academia comienza a hablarse de homosexualidad. Son los propios homosexuales quienes comienzan a luchar por la “des-patologización” y la “desnaturalización” o contra la condenación religiosa y social. Personajes (en Occidente) como Magnus Hirs-chfeld (y la idea del “tercer sexo”), Karl Heinrich Ulrich (con su concepto de “uranista”), Wilhelm Reich (con el “hermafroditismo del alma”) y el propio Karl-Maria Kertbeny (de quien se dice acu-ñó el concepto “homosexual”) habrían comenzado ya a establecer caminos críticos desde el siglo diecinueve. Desde cada una de sus experiencias, estos personajes establecieron una lucha decidida por encontrar formas de “reivindicación” de la homosexualidad.6 Considero que, tal como señala Pollak (1987), Hirschfeld pero también Bloch “no se entienden sino como armas políticas en la lucha contra el código penal que prohibía la homosexualidad por considerarla un acto antinatural” (Pollak, 1987:72).

Las ideas, las formulaciones y los conceptos desarrollados por ellos influenciaron determinantemente el desarrollo de la militancia y de las concepciones posteriores de la homosexualidad. Muchos trabajos o parte de ellos, como los de Foucault, no se explicarían sin estas aportaciones. Sin embargo, la visión de Occidente sobre

6 La obra de Ulrich fue prohibida en toda Prusia; el Comité Científico Humani-tario, fundado por Magnus Hirschfeld y que difundía trabajos para una mejor com-prensión de la homosexualidad, fue quemado durante el nazismo (lo que obligó a Hirschfeld vivir y morir en el exilio); aunque no puede decirse que Wilhelm Reich fuera homosexual, sus trabajos siempre incluyeron una perspectiva liberadora asociada a la condición de clase, que finalmente le llevaron a romper con Freud y con el ambiente político de la época, y murió también en el exilio; finalmente, Karl-Maria Kertbeny colabora activamente para despenalizar la homosexualidad y muere dejando cierta incógnita sobre su orientación sexual.

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la homosexualidad no aparece con suficiencia para explicar las formas en que ésta se vive o expresa en culturas como la nuestra.7

Tratando de mantener este punto de vista, discutiré un punto que me parece importante considerando la “situación actual” de la homosexualidad, y partiendo del texto “La homosexualidad masculina o ¿la felicidad en el ghetto?”, de Michael Pollak, pu-blicado en México en 1987 en Sexualidades occidentales, obra de Ariel Philips. En este texto, Pollak afirma que 15 años atrás existía ya una proliferación de discursos sobre la sexualidad y una reformulación de la imagen de la homosexualidad (1987:71). Pero en esta reformulación hace falta pensar en algo específico que plantearé basándome en lo que dice el mismo autor.

La prohibición de la homosexualidad obligó a una minimiza-ción de los riesgos y a una optimización de la eficacia. Esto es, los actos sexuales se aíslan en tiempo y espacio; las relaciones sexuales se diluyen luego del acto y se gesta un sistema de co-municación basado en códigos específicos que van aparejados a la aparición de un mercado casi ad hoc (Pollak, 1987:78). Todo esto se reconoce y se aprende en la “vida homosexual”. No se nace homosexual: se hace homosexual, afirma Pollak (1987:76).8 Se aprenden los lugares, las formas, los códigos y el ligue; se descubre la lógica de la vida homosexual.9

En distintos espacios, que incluyen los encuentros académicos, he visto reproducirse cierta idea: a los homosexuales no se les enseña a serlo. Aquí planteo lo contrario: existe una forma de enseñar a ser homosexual que incluye lo que describe Pollak pero también aquello contra la que se manifestaban esos autores del siglo diecinueve: un aprendizaje del oprobio, el insulto, el anonimato y el agravio.

7 Desde mi punto de vista, queda pendiente todavía discutir si este vocablo puede explicar la sexualidad entre varones o mujeres en las culturas latinas o bien en las “exóticas”.

8 Posteriormente, autores como Óscar Guasch han dicho lo mismo: hay que aprender a ser homosexual.

9 Por supuesto, en este panorama las restricciones juegan un papel fundamental; sin ellas, las condiciones de la homosexualidad podrían ser otras.

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Pero antes de abordar este planteamiento discutiré sobre la forma en que nuestra cultura establece las formas en que “se tiene que ser homosexual”, y lo haré partiendo de una definición básica de “cultura”. Luego me centraré en casos específicos que me son familiares y asequibles.

Cultura

La cultura, según afirma Marvin Harris, es un “conjunto apren-dido de tradiciones y estilos de vida” que se adquieren social-mente e incluye “modos pautados y repetitivos de pensar, sentir y actuar” (2007:19-20).

En uno de sus textos más conocidos, Cultura y verdad (1991), Renato Rosaldo afirma que las preguntas relativas a “la cultura” se convierten en cuestiones angustiosas de la identidad (1991:11). La reflexión de Rosaldo requiere de una circunscripción espe-cial: el debate de la relación de las culturas nacionales, particu-larmente la norteamericana, frente a las expresiones culturales “minoritarias”. Lo que me interesa de este texto es rescatar el imperativo cultural que luego será cuestionado y hasta rechazado por culturas “menores”.

En sus párrafos iniciales, Rosaldo escribe algo que me parece esencial rescatar en este texto: “las cuestiones de la cultura no sólo emergen de mi disciplina, sino también de políticas más personales de identidad y comunidad” (1991:12).

¿Puede el conjunto aprendido de tradiciones, de conductas adquiridas socialmente, ser interpelado? Uso la frase de Rosal-do para animar mi postura y afirmar que no sólo es posible sino que se interpela cotidianamente desde la intimidad, es decir, desde esa política más personal de identidad y comunidad. Pero también reconozco que se asume, se acepta y reproduce.

La cultura, dice Rosaldo, penetra todo, desde los actos más inverosímiles hasta los más probables. Organiza y selecciona la acción humana, le da significado. Las formas de crianza o la

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aflicción son imaginaciones humanas formadas culturalmente y “son específicas para ciertas formas de vida” (1991:35).

Clifford Geertz, en su célebre obra La interpretación de las culturas, pone la polémica sobre el significado de “cultura” en otra dimensión. ¿Cómo decidir, cómo saber cuando un guiño debe ser interpretado como algo cultural? Hay que preguntar-se, dice Geertz, por el sentido y el valor del acto, “si es mofa o desafío, ironía o cólera, esnobismo y orgullo, lo que se ex-presa a través de su aparición y por su intermedio” (2005:25). Sin embargo, existen dos formas de oscurecer esta “verdad evidente”: por un lado, pensar la cultura como una “realidad superorgánica”, es decir, reificarla; por el otro, considerarla un esquema de la conducta observada, o sea, reducirla (2005:25). Siguiendo la definición de Goodenough, Geertz dice que la cultura se conforma de estructuras psicológicas que guían la conducta de los individuos; la cultura es todo aquello que debe conocerse y que permite obrar de manera aceptable en una sociedad (2005:25). Pero Geertz parece ser más audaz cuando propone entender la cultura como una “serie de mecanismos... que gobiernan la conducta” (2005:51).

Desde mi punto de vista, la definición de Geertz responde claramente a una infinidad de sucesos sociales que habría que explicar culturalmente. La cultura, tal como la define Geertz, Goodenough e incluso Harris, se refiere a la disposición de repertorios de conductas que anteceden al sujeto. Extrapolan-do el pensamiento de Butler, se puede decir que la cultura se compone de una serie de etiquetas que ciñen al individuo, lo normalizan, lo vuelven socialmente funcional.

La cultura, dice Saurabh Dube en la introducción de Temas e intersecciones de los pasados poscoloniales, tiene que ser entendida como un sistema de reproducción cotidiana de la vida social; esto incluye las normas y las prácticas simbólicas y estructuradas (1999).

En la cultura mexicana, el silencio de los homosexuales, su constante represión a lo largo de la historia y el señalamiento y

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descalificación, no sólo son la “herencia precolombina y el lega-do opresivo-represivo de una moral judeocristiana reelaborada por una España católica y por un Estado ineficaz y corrupto” (Lizárraga, 2003:160). Se construyeron formas de represión (aunque sospecho que también de negociación) similares a las que asumieron las mujeres de finales del colonialismo.

Un caso analizado por Steve J. Stern, sucedido entre 1806 y 1807,10 ilumina, tal como señala el autor, “una dinámica y un espacio sociales que normalmente se ocultan bajo la discreción personal y la mitología cultural” (1999:21). A partir de esta re-flexión, Stern plantea algo que me parece podría explicar mucho de la cultura mexicana respecto a la forma en que se relacionan los géneros. Según el autor, la cultura es entendida como “un conjunto de valores que cuenta con el consenso casi total de los miembros de la sociedad participante, y las mujeres mexicanas comparten los códigos de honor y los valores patriarcales que, según se cree, impregnan la cultura mexicana en particular, y las latinoamericanas y mediterráneas en general” (1999:22).

Lo que deduce Stern, en el caso de las mujeres menos pri-vilegiadas o menos acomodadas, es que existe una especie de transacción o, como él afirma, una reinterpretación que las mujeres llevan a cabo del significado operativo de los principios de la dominación patriarcales. Es decir, no es que las mujeres acaten siempre a pie juntillas los imperativos de la dominación patriarcal, sino que a menudo las tensiones creadas entre esos imperativos y las decisiones de ellas ge-neran campos de tensión. Aunque en el caso de las mujeres acomodadas esto no sucede igual.

A fines del periodo colonial, dice Stern, “el derecho de gé-nero” entre hombres y mujeres pobres tenía que ver más con una disputa que con una imposición. Cada “acto disidente” representaba, dice el autor, “un desafío práctico a la autoridad

10 El matrimonio entre María Teresa y José Marcelino se disuelve luego de que éste le quita la vida imprudencialmente a su esposa; José Marcelino es encarcelado y luego expiado por la suegra, quien retira los cargos.

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masculina en una cultura popular dividida entre el enfoque absoluto y el enfoque condicional del derecho a la autoridad de género” (1999: 412). Esto indica, en palabras del propio autor, que nuestras premisas sobre la “complicidad en la sub-ordinación de género” deben revisarse.

¿Podría suceder esto con los homosexuales? Por el momento, el único indicio al respecto del que puedo hablar es una novela de Fernando Zamora (2002) que plantea la forma en que un travesti puede vivir en la época de la Revolución.

La cultura es un resultado, afirma Marta Lamas, pero tam-bién una mediación (1997:337). A través de ella nos confor-mamos como sujetos escindidos, incompletos, pero también como “hombres” y como “mujeres”. De ahí se desprende también “la represiva economía sexual y la política sexista y homófoba” (1997:19). Y en esta lógica el homosexual no encuentra espacio, salvo el del anonimato.

Uno entra a la cultura al tiempo que entra al proceso del lenguaje y al género (1997:341). Bajo esta premisa, puedo decir que el homosexual entra también a la cultura con este proceso, pero en distintas condiciones: el orden simbólico social, como afirma Lamas, fabrica las ideas acerca de lo que debe ser el hombre y la mujer; pero al mismo tiempo ha fabricado sus ideas de lo que es un homosexual. El infortuna-do baile de los 41 recordó que en una cultura heterosexista, como la mexicana, los homosexuales no sólo son mal vistos; también son ridiculizados a través del lenguaje; son precon-cebidos antes de que “lleguen” a la vida cultural y social. Como afirma Marquet, antes de saberse “desviados”, los niños homosexuales son seriamente injuriados para tomar conciencia sobre “su diferencia” (Marquet, 2006:63). Es la palabra la que descubre su anormalidad; la palabra es la que, en nuestra cultura, enseña a los homosexuales a vivir en el oprobio, a manejar el insulto, huirle; a vivir en el clóset o, en el mejor de los casos, a encontrar estrategias para usarlo, tal como dice Sedwick (1998).

La construcción sociocultural de la homosexualidad

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Cultura de censura: cultura de homofobia

En el contexto mexicano, la posición tanto de la mujer como de los homosexuales en referencia a la dominación masculina, para decirlo en términos de Bourdieu (2000), es resultado de una construcción histórica pero también cultural. El enfoque de género ya ha develado con abundancia las formas en que el sistema de género ha sido cons-truido a partir de las diferencias biológicas: ser mujer y ser hombre comienza definiéndose por la posesión de un pene o una vagina. De esta diferencia abrevan los atributos que luego nos caracterizan y nos definen, y sobre los cuales se forjan otros atributos, como el de debilidad-feminidad versus valentía-masculinidad. Pero esta matriz también define la forma en que obligatoriamente “se tiene que ser hombre” y “se tiene que ser mujer”; es decir, la diferencia biológica se instaura como un imperativo en nuestro desenvolvi-miento sociocultural. En este sentido, la masculinidad, es decir, la exigencia u obligatoriedad de “ser hombre” (entendida como tal cuando se experimenta en la vida cotidiana como un sistema de mandatos pretendidamente institucionalizados por vías específicas como el sistema familiar) sigue generando políticas homofóbicas.

Desde el punto de vista de Guasch (2000), la figura del homo-sexual feminizada ha sido sustituida por el gay clasemediero, obsesionado con el cuidado del cuerpo y la construcción de una apariencia y actitud varonil. La aparente renuncia de muchos gays a adoptar el imaginario social sobre el homosexual débil, afeminado, indefenso e “imposibilitado” para la reproducción biológica puede explicarse por lo que el mismo Guasch señala: la condena de la pasividad masculina. Ésta, dice, ha operado por lo menos durante los últimos dos mil años.11 El modelo gay del siglo veintiuno, según afirma Guasch, parece peligroso a la heterosexualidad porque “el gay” no se presenta como “abiertamente homosexual”; es decir,

11 “A lo largo de toda la Edad Media, cada vez que se pretende controlar a los di-sidentes religiosos, políticos o sociales, y para conseguir su descalificación global, la acusación que se vierte contra ellos es la de cometer pecado de sodomía... La sodomía siempre ha sido un pecado, pero desde el siglo XIII en adelante se convier-te en el pecado. La falta innombrable, la torpeza nefanda” (Guasch, 2000:49-50).

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ha adoptado una actitud masculina que permite a muchos gays interactuar en el mundo masculino heterosexual sin ser advertidos. En ese sentido, cualquier indicio de “homosexualidad femenina” o admitir que a “un hombre le gustan los hombres” entrañan la misma sentencia que la sodomía.

En su obra Homofobia. Odio, crimen y justicia, 1995-2005 (2007), Fernando del Collado indaga en los prejuicios, la desinfor-mación y, sobre todo, las actitudes machistas, que no sólo descalifi-can los asesinatos de odio por homofobia, sino que también parecen constituirse como la principal resistencia para que los asesinatos se esclarezcan. Al respecto, considero que estos prejuicios constituyen parte de una narrativa histórico-cultural que asigna posiciones de descrédito a los homosexuales, deshumanizándolos o subrayan-do una condición de pecadores y de perversos que no tiene más sustento que los repetitivos argumentos que esgrime la religión.

Anthony Giddens señala que los “gays masculinos” ponen en entredicho las relaciones tradicionales heterosexuales y sus insti-tuciones fundantes: el matrimonio y la monogamia12 (2001:135), y constituye, además, una deconstrucción visible del machismo. Pero si el modelo gay del siglo veintiuno, como propone Guasch, apunta hacia la virilidad y a la normalización, ¿cómo puede de-construir el modelo heterosexual, tal como afirma Giddens? En realidad, la deconstrucción a la que hace referencia Giddens es parte del propio modelo gay al que se refiere Guasch. La virilidad gay parece no reproducir el machismo como parte fundamental de su intimidad; más aún, sigue siendo vulnerable a los embates de éste.13 La injuria y la violencia física y simbólica ejercidas hacia gente homosexual, viril o no, convierten sus lugares más íntimos en espacios de sufrimiento. El hogar suele ser uno de los primeros espacios en que muchos homosexuales conocen y aprenden a vivir o evadir lo que denomino “políticas homofóbicas”, es decir, el sistema de reglas que inhiben las expresiones homosexuales con

12 Ambos, fuertemente sostenidos en bases religiosas.13 Aunque quizá un estudio con perspectiva de clase y etnicidad puede hablar

de una perspectiva distinta.

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el objetivo de perpetuar un solo sistema sexual y un solo modelo familiar: el reproductivo y heterosexual.

Eribon, en su obra Reflexiones sobre la cuestión gay (2001) afirma que el homosexual huye hacia las ciudades donde en-cuentra mejores opciones de vida. Huye porque los lugares de procedencia resultan demasiado opresores. En muchos casos esto se cumple; pero en otros más los homosexuales no huyen, enfrentan la opresión aun a costos altísimos: en 2005, la Inter-national Lesbian and Gay Asociation (ILGA) denunciaban 15 muertes cada mes por homofobia y transfobia en México. Por su parte, los diarios nacionales han dado cuenta de casos como el de Octavio Acuña, activista de la ciudad de Querétaro que fue asesinado de seis cuchilladas en la condonería de su propiedad el 21 de junio del mismo año. Unos días antes de su asesinato Acuña había declarado su temor a ser agredido, luego de que interpuso una denuncia por discriminación y de la que no había obtenido más que respuestas homofóbicas.

Acciones como éstas suceden frecuentemente en nuestra so-ciedad, en nuestras ciudades y en nuestras familias formadas con principios machistas, alimentados éstos por la idea de que la humanidad ha sido creada por obra divina y dispuesto sólo dos sexos: masculino y femenino. La familia, como ha dicho Althuser (2008), posee un carácter privado en el que la ideología, es decir, la relación imaginaria de los individuos con sus condi-ciones reales de existencia, opera a partir de la división de los géneros basados en la diferencia biológica, que luego se vuelve un imperativo: ser hombre-ser mujer. Así, la ideología familiar basada en la diferencia sexual se representa a sí misma como esencialmente heterosexual, y por tanto, también las relaciones sociales, emotivas y sexuales de sus integrantes deberán ser heterosexuales. Además, dice Althuser, la ideología tiene una existencia material, esto es, se manifiesta a través de actos con-tenidos en prácticas difundidas por rituales específicos. De esta forma, el modelo de la familia heterosexual propaga su propia ideología a partir de sus propias relaciones, de sus prácticas y de

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los ritos a los que se adhiere, tales como el noviazgo, el matrimo-nio, la paternidad, la feminidad y la hombría. Consecuentemente, la homosexualidad, como una “conducta” no esperada en esta ideología, sólo encuentra negación e incomprensión.

Del Collado (2007) relata la historia de Fabián, un joven de 18 años que antes de ser asesinado en un hotel había declarado a su madre su homosexualidad. Antes de que la madre aceptara y comprendiera la vida de Fabián, éste tuvo que ser atendido por un psiquiatra y escuchado algunas recomendaciones religiosas. La madre buscó también respuestas en la crianza, recurriendo a mitos que aún prevalecen: el hecho de que un hijo único haya crecido en un mundo femenino, de que la crianza fuera hecha sólo por la madre, o bien la ausencia de una figura paterna que sirviera de pa-trón masculino. Aunque finalmente la homosexualidad de Fabián fue bien aceptada por su madre, la mayoría de quienes declaran su homosexualidad a la familia son rechazados y excluidos de ella.

En mi experiencia, y basado en mis indagaciones, he encontra-do casos en que tanto los padres como los hermanos condenan al integrante homosexual. Alberto, uno de mis informantes, fue desacreditado cuando denunció ante sus familiares a su tío de que había abusado de él durante varios años, argumentando que había elaborado la mentira para justificar su “desviación”. Después de ser acusado abandonó el núcleo familiar puesto que se le prohibió “acercarse” a sus primos por el riesgo de “perver-sión” que representaba. Creo que en este caso el descubrimiento de que el modelo de masculinidad establecido al interior de la familia había sido traicionado, suponía la mayor amenaza para los demás integrantes de la familia, suponía el deshonor. Bajo esta política, muchos homosexuales son “educados” para repri-mir su preferencia, para esconderla o para aprender a vivir en el oprobio, y cuando estas “reglas” son insuficientes, la homofobia se expresa en su forma más extrema, la de los asesinatos por odio.

En los asesinatos reportados por el Comité Ciudadano Con-tra los Crímenes de Odio por Homofobia y en los que reporta Fernando del Collado (2007), las averiguaciones posteriores a

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los homicidios incluyen una serie de interrogatorios realizados a parientes y amigos de los acaecidos. Estos interrogatorios, tal como Del Collado señala, se orientan hacia la parte sexual de las víctimas: número de amantes, gustos sexuales, hoteles fre-cuentados e incluso posiciones asumidas a la hora del sexo. Del Collado es contundente al señalar que la estructura pericial y de justicia está llena de prejuicios homofóbicos que interfieren en la resolución de los homicidios. Sumado a esto, considero que el machismo tiene un papel fundamental en la indagatoria. Para quienes investigan estos casos, los asesinados no son más que “putos”, maricones o jotos; sujetos que carecen de valor y honor frente a la lógica de la masculinidad.

Según Connell, las masculinidades modernas son un producto histórico desarrollado desde Occidente, que recién ha mostrado diversas estrategias para caracterizar el tipo de persona que es masculina. En este sentido, propone tres definiciones que actual-mente caracterizan lo masculino: la esencialista (que adjudica va-lores y atributos esenciales de orden biológico y psicológico), la perspectiva positivista (que distingue estadísticamente a hombres de mujeres basándose en distinciones tales como “lo que hacen las mujeres y lo que hacen los hombres”) y las aproximaciones semióticas (que distinguen a lo masculino a través de un sistema de diferencias simbólicas) (2003:103-108).

A partir de estas diferencias, Connell afirma que existen mas-culinidades múltiples que se reconocen frente a un modelo he-gemónico, que Bourdieu (2001) asocia con el poder, la facultad, la capacidad, el deber y la potencia sexual. Estas características se encuentran inscritas en las divisiones del mundo social y, por supuesto, también en las prácticas y en los ritos que las sostienen.

En su famosa obra Hacerse hombre, Gilmore se pregunta ¿por qué en tantos lugares se les pide a los varones que “actúen como hombres”, “que sean hombres”? ¿Y por qué tan a menu-do se adoctrina o se hace pasar pruebas a los muchachos antes de otorgarles su masculinidad? (1994:20). Como el mismo Gil-more afirma, existen regularidades “en los papeles masculinos

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y femeninos estándares por encima de las fronteras culturales” (1994:23) que guardan enorme sintonía entre sí respecto a los rituales que sostienen y validan los modelos masculinos. Casi como una obligatoriedad, estos modelos operan en cazadores, campesinos o habitantes de la urbe (1994:23). Sin embargo, las sanciones que operan cuando la obligatoriedad no se cumple se activan, precisamente, cuando los hombres “no se comportan como hombres” según la expectativa cultural. En la vida cotidiana la gente homosexual recibe calificativos que van desde “joto”, “loca”, “marica”, hasta “puto”, “puñal” o “desviado” y “perverso”, y son, incluso, parodiados y trata-dos condescendientemente por las mujeres, aunque también son “blanco de incursiones emocionales y de la caza sexual de mujeres heterosexuales” (Dowsset, 2007:77). Al no com-prender el “mundo de las homosexualidades” y considerarlas rutinariamente como parte de un espacio irrelevante para la vida heterosexual, sin validez o “legalidad” social, jurídica o política, la homosexualidad no sólo se parodia. En contraste con la transformación de las relaciones domésticas de los hombres gay, según afirma Dowsset (2007:81), que ha toma-do forma en Occidente, considero que en muchos lugares de Latinoamérica, y de México particularmente, se sigue conside-rando a los homosexuales como un sujeto no bien recibido en los ámbitos públicos. Por lo menos en México, el homosexual sigue aleccionándose a partir de la injuria:

Es a través de la injuria como el gay cobra conciencia de su diferencia, de su sexualidad. Antes de que pueda definir o afirmar su gusto por su mismo género, sus inclinaciones, alguien le asesta la etiqueta. No hay manera de acceder a la homosexualidad sino de manera traumática... (Marquet, 2006: 37).

Es decir, antes de considerarse parte de una comunidad esco-lar, un grupo de amigos o un sistema familiar, el homosexual debe instruirse en su sexualidad, en lo que ésta significa en las culturas en que se exalta una masculinidad que lo denigra; debe

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instruirse también en las estrategias que conviene elaborar para evitar la sanción, o bien aprender a reconocer la sanción misma y vivir con ella:

El niño gay ni siquiera sabe por qué la gente huye de él como si es-tuviera apestado, no entiende por qué es evitado, por qué se invita a los hermanos con la clara consigna de que “él”, por favor, no vaya en esta ocasión... todo ese horror que un niño de seis o siete años puede despertar en su entorno (...) como niños, los gay lo padecemos, ¿lo dejamos de padecer, lo entendemos de adultos? (Marquet, 2006:446).

La pertinencia de la pregunta que realiza Marquet resulta evi-dente; sin embargo, considero que puede complementarse: ¿lo entienden los demás?

Las políticas homofobicas continúan manifestándose en nuestro país no sólo a través de las prácticas y los ritos, sino también en esas luchas por la supuesta defensa de un modelo de familia que pocas veces se manifiestan en la vida cotidiana. En espacios de la producción y del trabajo los homosexuales todavía son vincula-dos con el imaginario social que los concibe como “anormales” o “carentes de hombría”.

Connell (2003) propone construir una nueva masculinidad a partir de las relaciones genéricas que emanan de la experiencia de vida de hombres y mujeres; pero en una sociedad en la que la cultura machista se transmite casi automáticamente habrá que preguntarse sobre las posibilidades de construir estas nuevas masculinidades, sobre todo considerando que “la experiencia homosexual” queda fuera de un continuum de masculinidad que la subordina (Dowsset, 2007:79).

Dowsset declara que desde varios años atrás se dio cuenta de que los hombres gay aportarían algo a las formas de repensar la sexualidad, las relaciones y la cultura. Igualmente, afirma que actualmente puede advertirse una creciente diversidad que sale a la luz en todos los países (2007:91). Concuerdo con esta idea, pero además pienso que en muchos contextos locales la “aceptación” de la homosexualidad se encuentra en posiciones

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verdaderamente radicales. Pensando en la situación cotidiana de señalamiento que muchos homosexuales pueden experimentar y cuya experiencia de agresión y sufrimiento va aparejada a una ausencia de instancias funcionales a las cuales acogerse, creo que el aleccionamiento hacia los homosexuales, es decir, esa forma de “enseñarles” a ser homosexuales (desde el agravio y la vergüenza), forma parte indiscutible de una (nuestra) cultura que parece indestructiblemente heterosexual y machista, y que se refuerza en cada embate hacia la homosexualidad.

Conclusión

Grandes trabajos se han ocupado de “hablar” desde y por la homosexualidad, legando sendas iniciales de reflexión en torno a la “condición” que guarda la “preferencia” frente a la hetero-sexualidad pero también frente a sí misma.

He tratado de evitar caer en la victimización de la homosexua-lidad, pero creo que cualquier argumento en este sentido corre el riesgo de tambalearse: ¿no han sido los homosexuales víctimas ya por bastante tiempo? ¿Es necesario establecer una línea firme entre el análisis “objetivo” de la homosexualidad y la victimiza-ción de los sujetos? Desde mi punto de vista, la “victimización” parece más un intento de desvincular a los sujetos materiales de sus experiencias de abusos, asesinatos, injurias y señalamiento.

Me he esforzado en presentar la forma en que se “educa” a los homosexuales para ser “individuos del silencio”. Aunque no estoy seguro de haber logrado el objetivo, me parece relevante poner la idea en el mapa de las discusiones. No sólo en el con-texto de la construcción de la homofobia a partir de prejuicios machistas y de la idea que “los heterosexuales” tienen en la ca-beza acerca de los homosexuales. Los objetivos de mi discusión han sido, por un lado, exponer las formas en que la homofobia se expresa y se lía con la masculinidad y, por otro, cómo estas formas se encuentran presentes en nuestra cultura.

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Básicamente, he pretendido sentar reflexiones sobre una cues-tión: ¿quién cuenta la historia? La historia de los homosexuales no es una propia, sino la de la masculinidad heterosexual; porque finalmente, como afirma Marquet,

la gaydad: nuestra historia, nuestra etiología, nuestro perfil, nuestra bio-grafía se ha hecho por otros, desde la heteronormatividad (en el mejor de los casos desde formas de gaydad partidista). No hay una historia desde dentro, no hay una exploración desde dentro del territorio queer, desde el territorio lésbico, desde el terreno transexual, desde el terreno travesti... apenas empezamos a explorar (Marquet, 2002:466-467).

Comencemos a explorar, entonces, las formas en que nuestra cultura enseña a vivir en el anonimato, a sentir vergüenza y a experimentar el oprobio por ser homosexual.

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Fecha de recepción: 5 de octubre de 2009Fecha de aceptación: 14 de febrero de 2010

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Hombres jóvenesde la Ciudad de México:

juventud e identidad masculina

Jorge García-Villanueva e Isaura E. López SeguraUniversidad Nacional Autónoma de México

Jonathan Callejo GarcíaUniversidad Pedagógica Nacional

Resumen. Este texto resulta de una investigación de corte cualitativo, cuyo objetivo fue conocer los significados y prácticas asociados a la condición de hombre joven. Se entrevistó a 12 jóvenes de la Ciudad de México, con al menos bachillerato, no pertenecientes a tribus urbanas ni a grupos delictivos; las entrevistas fueron hechas según la propuesta de Kvale. Los hallazgos muestran un cruce entre las nociones de hombre y adultez y una juventud ligada al esparcimiento y a la ausencia de responsabilidades. Se encontró el ejercicio frecuente de una masculinidad hege-mónica, que incluye erigirse como proveedor de recursos económicos, protector de las mujeres del entorno y mantener una relación distante con niños y ancianos.

Palabras clave: 1. hombre joven, 2. identidad de género,3. masculinidad, 4. juventud, 5. identidad.

Abstract. A qualitative research results are presented in this paper. The main aim of this study was knowing the meanings ands practices related to young-man condition. Twelve young men inhabitants of Mexico City were interviewed; they all have been coursed one year of high school at least. Nobody was member of a gang neither an urban tribe. Each interview was analyzed following the Kvale procedures. Results show that meaning of adulthood and man are closely related. On the other hand, youth is defined with absence of responsibilities and much fun. It was founded that interviewed young men execute practices closely related to hegemonic masculinity such as: being as fount of economical resources, auto named protector of women (relatives and girlfriends), and keeping distance to children and elders.

Keywords: 1. young man, 2. gender identity,3. masculinity, 4. youth, 5. identity.

culturalesVOL. VI, NÚM. 11, ENERO-JUNIO DE 2010

ISSN 1870-1191

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Introducción

Según estimaciones de la onU, mil millones de jóvenes viven en nuestro planeta; o sea, una persona de cada cinco, aproximada-mente, tiene entre 15 y 24 años, y 18 por ciento de la población global son jóvenes, y los niños (5 a 14 años) representan 19.8 por ciento. Uno de los fenómenos que más preocupan a la ONU es el de la disminución de la proporción de jóvenes en el mundo.

Se calcula que la mayoría de los jóvenes del mundo vive en países en vías de desarrollo. La ONU calcula que para 2025 el número de jóvenes que vivirán en países en vías de desarrollo crecerá en 89.5 por ciento. Por consiguiente, es necesario con-templar asuntos de juventud en las políticas y en la agenda de desarrollo de cada país, de lo que se encarga el Programa de Juventud de las Naciones Unidas (ONU, 2006).

En nuestro país, según el censo más reciente (INEGI, 2007), de un total de 103 263 388 habitantes, existen 36 174 976 jóvenes (entre 12 y 29 años), de los cuales 7.37 por ciento (2 666 494) del total nacional viven en la Ciudad de México. Así, los hom-bres de este rango etario que habitan la capital son 1 309 232 y las mujeres del mismo rango son 1 357 622, aproximadamente.

A pesar de las cifras, los hombres jóvenes no han sido un objeto de estudio frecuente ni, mucho menos, antiguo en la literatura científica; los trabajos más antiguos datan de la se-gunda mitad del siglo veinte. Por otra parte, en el marco de los estudios de género se ha hablado de los hombres, pero en un sentido que parece excluir a los jóvenes. Asimismo, en años recientes se ha investigado lo juvenil frecuentemente en con-textos relacionados con la marginación y con comportamientos antisociales o ilícitos; y muy poco se ha estudiado en relación con el género y con los aspectos identitarios, así como con las prácticas asociadas.

Este documento parte de la consideración de que ser hombre joven conlleva particularidades que deben ser enfocadas por los estudios de género (bajo la lente de cualquier disciplina). Desde

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luego, ante este problema se asume una postura que intenta ser comprensivo-interpretativa.

Acerca de la juventud y su estudio

De acuerdo con Medina (2000), la comprensión de la compleji-dad social y cultural ha obligado a cuestionar la forma de pensar y teorizar sobre los sujetos sociales, dejando de lado los modelos dominantes en la producción académica y proponiendo algunos recientes (como pretendo en este trabajo). Plantea que el mundo joven latinoamericano es una realidad social de finales del siglo veinte y principios del veintiuno marcada por su diversidad y emergencia. Los paradigmas prevalecientes en la investigación científica han propiciado el escaso conocimiento en materia de juventudes, debido a que han generado imágenes juveniles muy alejadas de sus realidades sociales y universos simbólicos.

Las actuales investigaciones conocidas como “estudios de juventud” reflejan intereses sobre una población que antaño no era llamada así. En México y otros países (sobre todo, europeos), durante la segunda mitad del siglo veinte (Pérez y Urteaga, 2005) surgieron trabajos en torno a los jóvenes que han llegado a colocarse entre las líneas de investigación en el quehacer de las ciencias sociales; no obstante, en algunas disciplinas aún son escasos los trabajos de esta índole y en otras no existen (García de A., 2005).

Según Pérez y Urteaga (2005), los especialistas en el tema datan de hace 10 o 20 años apenas y la mayoría de sus investigaciones se centran en la problemática y las prácticas inmediatas. Hacia finales de los ochenta aparecieron muchos estudiosos de los chavos banda, tal como han surgido otros en torno a temas como los movimientos estudiantiles universitarios (Rochín, 2002), los rockeros (Morin, 2002), los graffiteros (Sánchez G., 2002), los tatuajes (Nateras, 2002) y la violencia (Ramos, González y Bolaños, 2002), entre otros.

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A decir de Medina (2000), pueden considerarse dos grandes clasificaciones de los estudios de juventud: las que versan sobre la construcción del conocimiento de lo joven y las que pretenden conocer una realidad juvenil específica. Estas últimas constitu-yen, al parecer, la mayor parte de los estudios de juventud.

En general, las investigaciones en materia de juventud abordan, entre otras, líneas como socialización religiosa de los jóvenes en México (Navarro, 1998); juventud y medios de comunicación (Urzúa, 1998; Bueno, 2005); vida universitaria (Casillas, 1998); globalización y participación social y política de los jóvenes (Serna, 1997); espacios para la vida nocturna (Malbon, 2000), y la perspectiva de género en relación con el mundo juvenil, enfoque en el que podría clasificarse este trabajo.

En tanto que en otras épocas (como en el siglo diecinueve) se pasaba de niño a adulto casi de un día para otro (Necochea, 2005), ahora la juventud se ha convertido en una de las etapas más largas de la vida. Al respecto, Barceló (2005) menciona que hace 100 años la idea de juventud en nuestro país era un concepto vago que comenzaba a tomar forma. Los jóvenes no existían como hoy se les concibe; estaban fuera de las po-líticas y del análisis científico, al no figurar como categoría sociológica.

Pérez y Urteaga (2005) llega a la conclusión de que la escuela es la gran creadora de juventud, pues al sustraer a los jóvenes de su seno familiar y reunirlos en un espacio, donde los clasifica por edades, los obliga a convivir y juntos generar formas y prác-ticas sociales, políticas y económicas que dan lugar a culturas propias. Sobre todo en las sociedades del primer mundo, cada vez se retiene más tiempo en la escuela a los jóvenes (Reguillo, 2000). En nuestro sistema educativo la edad escolar se prolonga hasta los 18 años (al terminar la preparatoria).

Lo anterior explica, en parte, no sólo la existencia de grupos, identidades y culturas juveniles, sino el porqué hay muchos jóvenes que a los 35 años no han salido de la casa familiar, nunca han tenido un trabajo permanente y siguen estudiando

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un posdoctorado o están en proceso de titularse, por lo que aún dependen de sus padres.

Medina (2000) comenta que en términos sociohistóricos y culturales siempre se ha conceptuado a los jóvenes como sujetos de cambio, vinculándolos con la rebeldía, la transgresión y el cuestionamiento del statu quo. Esta imagen aparece en las pri-micias de los apuntes latinoamericanos sobre juventud, entre los que destacan los que llevó a cabo Rodó (1900, en Medina, 2000), quien señaló que la juventud (ilustrada) dirigía el proceso de trans-formaciones que implicaba la modernización de las sociedades.

Feixa (1998) insiste en señalar que los atributos de la juventud, aparte de la noción general compartida de tránsito a la adultez marcada por los cambios biológicos, dependen tanto de los valores asociados con esa edad como de los ritos que marcan sus límites.

Medina (2000) apunta que existen dos imágenes de la juventud: la conservadora (del joven integrado o en “el buen camino”) y la que iguala juventud con problema social. La segunda imagen corresponde a los grupos de menores recursos y oportunidades, que son mayoría en nuestra sociedad. Asimismo, Medina señala que la juventud en sí misma no tiene atributos sociales constitu-yentes, sino que existe en un periodo de moratoria entre la niñez y la adultez, lo cual la coloca en un no lugar.

Autores como Hernández (2005), Pérez (2000) y Reguillo (1993 y 1997) señalan que la mayoría de los grupos juveniles han sido reprimidos y perseguidos de alguna manera por las policías a causa de que son ellos quienes articulan buena parte de los principales movimientos culturales y políticos. De esto se desprenden calificativos que hoy pueden sonar propios del concepto de joven, como opositores, rebeldes e inmaduros. Así, a los jóvenes se les educa, castiga, reprime, orienta y encarcela por “obvias” razones (Reguillo, 1993).

El concepto de joven varía drásticamente, según Valenzuela (2002), dependiendo del estrato social en que se inscriba. Así, los jóvenes de clase alta y media son representados como estu-diosos, limpios, monógamos y respetuosos de la ley, en tanto

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que los jóvenes pobres son vistos como violentos y criminales. Estos rasgos que identifican y discriminan a los jóvenes por su posición socioeconómica pueden ser aprendidos y reproducidos por ellos. En una sociedad donde la modernidad permea hasta los asuntos menos pensados (Bauman, 2004), el factor económico resulta fundamental para la configuración de las identidades personal y social, especialmente en los contextos urbanos, donde se concentra la mayor parte de la población.

Si se tiene en cuenta lo anterior, la juventud puede ser vista como una resultante de un proceso de modernización iniciado tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la migración constante de campesinos a las ciudades, en pos de una mejor calidad de vida, generó el crecimiento sin cesar de los centros urbanos. Estos procesos de urbanización e industrialización han traído problemas de desarraigo, pobreza, marginación, desempleo, vivienda y salud. Ello ha implicado el surgimiento de nuevas identidades y formas de interacción, de las que son ejemplos las culturas y tribus juveniles que refieren autores como Reguillo (1993 y 1997), Pérez (2000), Hernández (2005), Morin (2002) y Nateras (2002), entre otros.

Las características atribuidas a la juventud pueden ser sinteti-zadas en rebeldía, impetuosidad y deseos de superación, que son inscritas en una exaltación de la individualidad y de las prácticas de consumo propias de la modernidad (Touraine, 2005). En torno a esto es importante resaltar el papel que en la generación y difu-sión de pautas y modelos de consumo entre los diferentes grupos sociales han desempeñado los medios de comunicación, para quienes vender es el objetivo subyacente (Heath y Potter, 2005). En este contexto de una modernidad donde el sujeto individual sólo puede serlo mediante el poder adquisitivo, los jóvenes se tor-nan importantes en tanto sujetos de venta-consumo y producción (Covarrubias, 2002), y no sólo por diferir de manera colectiva y singular del resto de la sociedad, como lo plantea Brito (2005). Inmersos en este caldo de cultivo, surgen modelos identitarios orientados, como el del metrosexual –término acuñado por un periodista (Simpson, 1994, 2002 y 2008)–, cuya existencia gira

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alrededor de un estilo de vida imposible de lograr sin el consumo de ciertos productos.

Acerca de la investigación sobre masculinidad y juventud

Desde una perspectiva de corte comprensivo-interpretativo y a veces muy crítico, los estudios de género se han enfocado principalmente en aspectos de significados relativos a las mas-culinidades y feminidades, así como en la comprensión de los problemas sociales que muestran matices claramente distintos, según se trate de hombres o mujeres. Con esta visión, antropólo-gos, sociólogos y psicólogos, entre otros, han producido trabajos que han impactado los planos académico, educativo y político.

En cuanto a los estudios de género (en los que se insertan los dedicados al análisis de las masculinidades), existe una estrecha relación entre su origen y los trabajos dedicados al estudio de la mujer. Sin duda, los estudios de Simone de Beauvoir (1947, 1981 y 1982), acerca de la mujer y sus relaciones con el hombre en los diversos ámbitos, constituyen un trabajo muy amplio sobre el tema, y fueron de los primeros en señalar la discriminación y desconocimiento de que ha sido objeto la mujer. Esto implica una construcción social de dominación que tiene como base las diferencias fisiológicas sobre las que fueron creados los géneros en términos de relaciones jerárquicas entre hombres y mujeres (Jaggar, 1983; Cooper, 1988; Amorós, 1997).

A su vez, la introducción de la llamada “perspectiva de gé-nero” a las ciencias sociales ha permitido una visión nueva de lo analizado en sus estudios, lo que origina un conocimiento diferente, que reconoce la sexuación del saber, además de poner de manifiesto la realidad de las tensiones resultantes del estatus diferencial entre hombres y mujeres (género). En concordancia con Barbieri y Oliveira, aluden a la relación dialéctica entre los sexos y, por lo tanto, no sólo al estudio de la mujer y lo femeni-no, sino a las relaciones sociales de hombres y mujeres; de ahí

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su preferencia por el término estudios de o con perspectiva de género. En términos muy generales, la finalidad de incorporar la perspectiva de género en las investigaciones sociales es en-tender el espacio social como un lugar compartido entre ambos sexos, cuyo comportamiento está dado por la cultura. Dicha finalidad fundamenta el concepto de género, que implica una visión relacional y que plantea que los estereotipos femenino y masculino son una construcción social y cultural cuya base es la diferenciación sexual (Laclau y Mouffe, 1985; Barbieri, 1996).

En este orden de ideas, Olavarría (1998) apunta que en nuestros días pueden distinguirse dos grandes líneas en los estudios de género desde las posturas feministas: la primera intenta balancear o invertir el sesgo ginecocéntrico de los estudios de género y se concentra en el estudio de la sexualidad, las prácticas repro-ductivas masculinas y la emergencia de las identidades gays y queer (que intenta resignificar términos peyorativos y erradicar prejuicios relativos al género y la convivencia social), y la se-gunda está más orientada a la comprensión de las identidades masculinas locales y a los cambios surgidos en ellas por la mo-dificación de las relaciones de género. Esta segunda vertiente es compartida por autores de estudios sobre masculinidad que pueden considerarse profeministas, como Seidler, Kaufman, Connell, Bourdieu y Kimmel (Fleiz, 2008), amén de los que en México han trabajado en esa línea, como Ramírez (2005), Montesinos (2002), Huerta (1999) y González (2001). Cabe señalar que ninguno retoma directamente el análisis identitario de los hombres jóvenes.

En síntesis, los estudios de género tienen su origen en el movi-miento feminista, que, si bien inicialmente fue de índole política, generó una intensa actividad académica que hoy no cesa. Aun cuando existen matices en las posturas analíticas en torno a los puntos de interés de los estudios de género, su esencia radica en señalar la inequidad social relativa a las distinciones construidas con base en la diferenciación sexual, sin dejar de lado aspectos como la raza, la nacionalidad y la pobreza, por mencionar algu-

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nos. En medio de este campo de hallazgos, opiniones y visiones, recientemente surgieron los estudios sobre masculinidad y más tarde los de juventud y género.

Entre las principales corrientes y movimientos cuyo objeto de estudio o interés son los hombres, pueden mencionarse, según sus características, cinco grandes categorías: a saber, profeministas, men’s rights, mitopoéticos, conservadores y de la especificidad (Fleiz, 2008). Estas corrientes y movimientos se inclinan, ya sea al acercamiento y reconocimiento desde una visión igualitaria de búsqueda y bienestar compartido entre hombres y mujeres, o al acercamiento y reconocimiento parcial con intercambio utilita-rio o desconfiado frente a los avances de las mujeres, o con un acercamiento y reconocimiento con cierto grado de pasividad masculina, o con un total alejamiento y aislamiento o refugio en el mundo masculino, o con un rechazo absoluto (Fleiz, 2008).

La producción teórica de los autores profeministas es amplia e incluye, en general, la perspectiva de género, la reflexión sobre el modelo de masculinidad dominante y una posición mucho más tendiente a la transformación de las relaciones de género y de las masculinidades; de ahí su importancia en la investigación científica. Desde aquí, la masculinidad puede entenderse como el conjunto de prácticas sociales (culturales, políticas, económicas, entre otras) mediante las cuales los hombres son configurados genéricamente. A partir de esto se reconocen a sí mismos y son reconocidos como hombres. Dicha postura incorpora la noción de diversidad y propone hablar de masculinidades (y no de una sola) considerando contextos y realidades diversas, en las que intervienen factores como las culturas, las clases, las etnias, las sexualidades, las lenguas, las modalidades y los niveles escolares y laborales, entre muchos otros.

Desde aquí, autores como Kaufman (1989), Burin (1993 y 2006), Corsi (1995), Connell (2003) y Bourdieu (2005) han se-ñalado que los hombres construyen su identidad sobre los ejes de poder y dominio (lo que coincide con Bourdieu, 2005), que es, al mismo tiempo, una fuente de temor y dolor para ellos. Comentan

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que esto genera en los hombres un gran sufrimiento emocional debido a la represión de las emociones y al esfuerzo constante por colocarse en un lugar de dominio y demostrar poder. Incluso, Corsi (1995) plantea que el centro de la masculinidad dominante es la restricción emocional de sentimientos y emociones, puesto que en el hombre son signos de feminidad y deben evitarse, por considerarlos inferiores a los rasgos de la masculinidad.

Muchos estudiosos han señalado de manera reiterada la violencia (en sus varias expresiones) como una facultad relacionada con la masculinidad; entre éstos se encuentran Montoya (1988), Ramírez R. (2005), Manzelli (2005), Ramírez S. (2003) y el propio Seidler (2001 y 2005). Por su parte, Ramírez S. (2003) concluye que los hombres violentos han padecido, presenciado o aprendido durante la infancia distintas formas de violencia, al mismo tiempo que re-laciones de poder/subordinación. Aprendieron que la intimidación y el miedo son los recursos para hacer funcionar la autoridad, lo que, a la vez, los mantiene en el sistema de privilegios masculi-nos. Por su parte, Ramírez R. (2005) señala que los hombres han incorporado la violencia como un elemento propio de un modelo de masculinidad que es importante asumir para ser respetado.

Una de las nociones que se comparten en esta perspectiva es que mientras la masculinidad se construye y hay que demostrarla, la feminidad no y se le define en oposición a la masculinidad. Desde aquí, la masculinidad es la serie de mecanismos socioculturales utilizados para demostrar lo que otrora se denominaba “ser un hombre de verdad” (Barragán, 2004).

En sus estudios sobre la masculinidad, Seidler (2001) plantea la razón como el principal eje conductor de la vida de los hombres: se es hombre siempre que se demuestre “tener la razón”. Para él, la razón que poseen los hombres implica un pensamiento descorporalizado y desconectado de la vida emocional (esto último coincide con los planteamientos antes citados), en el que lo emocional es visto como inferior (y femenino); sostiene que el poder y la razón no son las únicas dimensiones a considerar en el análisis de las masculinidades, sino que también se deben

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tener en cuenta las culturas, los cuerpos y el amor (Seidler, 2006). Afirma que es posible observar algunas ideas alrededor de la masculinidad que en mucho la definen, a saber: a) la heterosexua-lidad como una relación de poder en la sociedad y como una orientación sexual legítima, descartando la validez de otras; b) la erección como una afirmación del poder; c) el prejuicio de que los hombres son malos y sinvergüenzas, y la consecuente exigencia del autocontrol de las emociones, so pena de hacer cosas que les pesarán (Seidler, 2000). Señala el malestar en que se hallan los hombres derivado de reprimir o controlar sus emociones por el constante miedo a hacer algo malo; de ahí la importancia de enaltecer la razón como una cualidad masculina, con lo que se sigue reforzando la disociación entre emoción y razón.

Si se considera la masculinidad desde una óptica sociocultu-ral, las sociedades hegemónicas han impuesto sus modelos de masculinidad a los conquistados (Seidler, 2006), quienes hacen esfuerzos por reproducirlas. Aquí, las nociones de metrosexual, gay y macho pueden servir de ilustración.

Diversos autores (Beauvoir, 1982; Bourdieu, 2005; Seidler, 2006; Connell, 2003) han señalado en forma contundente y muy a su estilo que la masculinidad y el ejercicio del poder están estre-chamente ligados en la dominación, no sólo de las mujeres, sino de todos aquellos hombres feminizados (los enfermos, ancianos, homosexuales, ignorantes y pobres, entre muchos otros). De ahí que ser hombre esté basado en la idea, como diría Kimmel (1997), de un hombre en el poder, con poder y de poder; esto justifica el dominio de los hombres sobre las mujeres, pero también sobre los que no concuerdan con tal noción.

Sin embargo, autores como Lomas (2004) aportan evidencias aparentemente contrarias, al señalar que comienzan a emerger otras maneras de ser hombre, sobre todo en el contexto en donde se desenvuelven los niños en edad escolar, quienes se caracterizan por buscar la convivencia, la igualdad, pero siempre destacando la diferencia con las mujeres (que, entre otras cosas, mantiene la disociación razón/emoción).

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Respecto de la heterosexualidad, no sólo Seidler (2001) sino también Connell (2000, 2003) y otros autores latinoamericanos, como Cáceres, Salazar, Rosasco y Fernández (2005), señalan un vínculo muy fuerte entre las nociones de masculinidad y las relaciones sexuales y de pareja entre personas del mismo sexo. Estos autores concluyen que los hombres peruanos de clase media se ven afectados en su salud sexual por el ejercicio de prácticas violentas legitimadas por la masculinidad, tales como relaciones sexuales con múltiples parejas, practicar la violencia de género, el sexo por compensación con otros hombres (en ausencia de mujeres) y prácticas bisexuales clandestinas. Esta afirmación puede ser aplicable a los hombres mexicanos y a los de otros países, en tanto que los modelos de masculinidad hegemónicos comparten el ejercicio de la violencia, entre otras características. Esto se explica porque la masculinidad hegemónica exige ciertas formas de comportamiento (las de corte heterosexual, por ejem-plo) (Rich, 1980 y Wittig, 1980) y prohíbe otras (Connell, 2000).

En este orden de ideas, Montoya (1988) establece que hay cuatro atributos que forman parte de la masculinidad en países latinoamericanos, a saber: la heterosexualidad obligatoria, el ejercicio de una ocupación remunerada, ser adulto y ser agresivo y capaz de ejercer la violencia. Esto coincide con los menciona-dos hallazgos de Forbes, Kimmel y Mahler, Richmond y Levant, Pascoe, Renold (2003) y Rust y McCraw (1984).

Derivado de lo hasta aquí expuesto, tal parece que el ejercicio de la masculinidad está en medio de varios modelos de hombre (posibilidades de ser hombre), entre los que se halla el hege-mónico, pero donde no se encuentra nunca la realidad de los hombres jóvenes. Algunas características de la masculinidad hegemónica siguen asociándose con la idea de ser hombre: la cuestión heterosexual y la fuerza física, por ejemplo. Estos dos asuntos salen a flote cuando se trata de hombres homosexuales o dedicados a alguna actividad “poco masculina”. Además, se percibe una serie de aparentes cambios en los conceptos de mas-culinidad que, fundamentados probablemente en estrategias de

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mercado, se anexan a los ideales masculinos, como en el caso del “metrosexual” (Simpson, 1994 y 2002/2008). Como señalan Hernández (2005) y otros autores, existe una oposición entre el ideal de hombre y lo que se practica en la cotidianidad.

Las masculinidades son, entonces, posibilidades de ser hombre que surgen y son mantenidas por los grupos humanos, siempre distantes de las nociones de juventud. Hablar de masculinidad (hegemónica) refiere a ese modo legítimo de ser hombre (adul-to) y es siempre heterosexualizada, caracterizada por el uso de la fuerza física, la violencia y el control (represión) de las emociones, marcando la diferencia con las mujeres, quienes son subordinadas de uno u otro modo (aunque sea en el plano del pensamiento), y, desde luego, el ejercicio de la razón. Tal parece, en concordancia con Seidler (2006), en este momento de cambios, redefiniciones, crisis y deconstrucciones en las masculinidades, que es urgente propiciar una verdadera transfor-mación de las masculinidades. Pero, ¿dónde está el lugar de los jóvenes en lo referente a masculinidad? ¿Qué dicen ellos sobre su experiencia como hombres jóvenes? Éste es el punto que la presente investigación ha pretendido explorar.

Sobre la identidad juvenil y sus correlatos

Quizá las investigaciones pioneras en el campo del género y la juventud son dos. La primera data de hace más de veinte años y fue realizada por Rust y McCraw (1984), quienes reportan los efectos de la masculinidad-feminidad en la autoestima de los jóvenes (14-18 años) y en la aceptación de sus pares. Los autores indican que: a) tanto en hombres como en mujeres, una identidad andrógina fue asociada con altos niveles de autoestima; b) altos niveles de rasgos masculinos resultan en altos niveles de autoestima, en ambos sexos, y c) altos niveles de rasgos femeninos resultan en niveles de autoestima significativamente bajos en los hombres.

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El otro estudio fue realizado por Hall y Halberstadt (1980), quienes aplicaron la versión para niños del Personal Attitudes Questionnaire (PAQ) a 89 varones de primaria. Los resultados muestran que un autoconcepto positivo en los niños fue asociado con respuestas más masculinas, que las autoevaluaciones de los niños correlacionan positivamente con las puntuaciones de sus padres. De ahí se derivan dos puntos que no hay que perder de vista: la relación entre masculinidad-autoestima y la similitud entre el autoconcepto del chico y el de su padre.

Algunos investigadores se centran en el estudio de los procesos de identificación del joven con su género y, de manera secundaria, mencionan algunas inferencias o suposiciones en torno a lo que éste entiende como masculinidad. En este sentido, según Rich-mond y Levant (2003), los jóvenes experimentan una “presión aplastante para adherirse a las normas del género”, y cuando el chico intenta conformar esas expectativas de género consigo mis-mo, sufre tensión pero el ambiente que generan sus compañeros le resulta protector, en tanto que le permite continuar su proceso de identificación de género sin caer en alguna confusión –como adop-tar roles femeninos–. Según esos autores, el grupo es una especie de contenedor que facilita (¿o dificulta?) al muchacho el camino hacia su identificación como “miembro del género masculino”.

Forbes (2003), por su parte, señala que hay una “norma tradi-cional de masculinidad” que contribuye a la generación de “epi-sodios violentos en las escuelas” (desde riñas hasta agresiones con armas de fuego). Cabe apuntar que este autor no estudia la participación de las mujeres (como víctimas y/o como agresoras).

La violencia masculina ha sido analizada incluso en obras lite-rarias, como en el trabajo de Pedro G. Koo (2003), para estudiar la representación y construcción de imágenes masculinas que transgreden y deconstruyen los modelos hegemónicos de mas-culinidad. A decir de Koo, la corrupción moral y física, así como la violencia, se vuelven los símbolos de esta nueva hipermascu-linidad que se pone como un horizonte en la vida de los jóvenes.

En el trabajo de Kimmel y Mahler (2003) se encuentra algo

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similar a lo señalado por Forbes (2003) y Richmond y Levant (2003), ya que, al estudiar las causas entre los disparos ocurridos en las escuelas entre 1982 y 2001, encontraron que los jóvenes que abrieron fuego contra sus compañeros eran constantemente cuestionados en cuanto a su masculinidad. En forma contundente, señalan que la homofobia y la masculinidad están ligadas.

Pascoe (2003) apunta que los grupos de jóvenes definen la masculinidad en torno a competencia, éxito heterosexual y do-minación, y sugiere que pueden tomarse dichos términos como tipologías de masculinidad. Dice que los jóvenes pueden mani-pular el concepto de la masculinidad para influir en muchachos con menor grado de ésta.

Por su parte, Emma Renold (2003), en un trabajo relacionado con la masculinidad-feminidad en chicos de 11 años, encuentra que entre ellos existen masculinidades heterosexualizadas. Al explorar los mecanismos que regulan la heterosexualidad y, en particular, las interconexiones de ésta con la homosexualidad y la masculinidad hegemónica, halló que los chicos construyen su masculinidad a partir de la integración de una compleja y contradictoria heterosexualidad.

Valladares (2002), al investigar los conceptos de novio y amigo en jóvenes yucatecos, encontró que las mujeres toman más en cuenta la forma como son tratadas y otros elementos emocio-nales, en tanto que los hombres dan prioridad al aspecto físico. También menciona que aspectos tradicionalmente relevantes en las comparaciones, como la fidelidad y el atractivo físico, muestran matices interesantes.

Asimismo, señala que en ambos sexos se manifiestan indi-cadores de una tendencia a la androginia, lo cual coincide con los hallazgos de Carrillo et al. (2000) y García et al. (2004). La androginia implica un cierto apareo entre las características masculinas y femeninas de una persona, independientemente de su sexo (Bem, 1985; Acuña y Bruner, 1986).

Así también, Vega y Gutiérrez (2004) estudian el tema de la masculinidad en México, pero con una población de niños y

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jóvenes y en relación con la prostitución infantil y la situación de calle. El trabajo de estos autores presenta el concepto de mas-culinidad desde un enfoque de corte psicosocial con entrevistas en profundidad. Entre los resultados que menciona se hallan importantes correlaciones entre ser hombre y tomar riesgos así como no aceptar contactos sexuales con otros hombres.

Otras investigaciones con jóvenes encuentran que éstos suelen ejercer la masculinidad hegemónica. Hernández (2005), en su trabajo con jóvenes que viven en la calle, encontró que entre ellos (y ellas) existen ideales de hombre relacionados con ser el proveedor, protector y caballeroso, mientras que las imágenes que tienen de ellos en su cotidianidad son, más bien, opuestas, relacionadas con hombres machos que maltratan y abandonan.

Es importante resaltar la similitud de los hallazgos de Vega et al. (2004) con el comportamiento que Forbes (2003) señala como parte de la norma convencional de masculinidad: i.e., la violencia y la asunción de riesgos. Aunque estos autores traba-jaron con población joven, ninguno presenta como objeto de su investigación el significado de la masculinidad en los jóvenes, ni lo que para ellos implica ser hombre o si se consideran como tales. El aspecto heterosexual como definidor de la masculinidad es una constante en la mayoría de los hallazgos.

Sobre este asunto de las constantes puede ser de ayuda conside-rar los cuatro ejes articuladores de la masculinidad que propone Badinter (1993): no ser afeminado, ser una persona importante, ser fuerte como el roble, así como ser el más fuerte de todos a costa de lo que sea.

La hombría se mide por el éxito, el poder y la admiración que causa el hombre en los demás. Se considera como trabajo mas-culino el producir, en tanto que lo femenino es la re-producción. Badinter y Seidler coinciden en señalar el problema de la expre-sión de la afectividad como uno de los orígenes de los conflictos identitarios de los hombres; de ahí que Seidler (2006) apunte la transformación de las masculinidades quizá como necesaria para una sociedad con menos sufrimiento.

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Lo anterior se explica si tomamos en cuenta los planteamientos de Rich (1980) y Wittig (1980) en el sentido de que, histórica-mente, la visión de la homosexualidad como pecado, enfermedad o desviación apenas tolerada se ha basado en el argumento de que la heterosexualidad es el estado natural de las personas. En 1980, Adrienne Rich cuestionó esa idea y afirmó que, en realidad, es “heterosexualidad obligatoria”, y la propuso como un concepto y una institución que garantizan un modelo de relación social entre los sexos en el cual el cuerpo de las mujeres es (y debe ser) siempre accesible para los hombres (Mogrovejo, 2001).

En resumen, podemos considerar que las diferencias de género están dadas por factores psicológicos, sociológicos y antropoló-gicos; que influye la percepción personal entre lo que el sujeto percibe de su peculiar morfismo sexual y lo que el contexto social en el que se desarrolla trata de imponerle (Fernández, 1998). Y, desde luego, que son transmitidas y reforzadas en las prácticas cotidianas desde el nacimiento. Sobre el punto de la percepción personal uno puede preguntarse: ¿qué pasa si la percepción de un hombre no corresponde positivamente con todas las exigencias que se tienen sobre él? Si sólo practica algunas de las conductas legitimadas por la masculinidad, ¿se sigue siendo hombre? ¿Qué hay de quienes no ejercen prácticas relacionadas con la mascu-linidad? ¿Es posible esto último como hombre?

Aproximación metodológica

La búsqueda de respuestas en torno a cómo se es hombre joven y cómo se vive resulta poco accesible desde una visión centrada en las cuantías. Estar frente a otro como yo, en tanto ser humano y hombre joven, implica una actitud de respeto, empatía y escucha constante para poder acceder a un proceso interpretativo del dis-curso y las prácticas del otro. Por ello, esta investigación intenta la comprensión de las prácticas desde el contexto en que son efectua-das y, especialmente, en los significados que le dan las personas.

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Para efectos de este trabajo, el ser hombre será referido a aque-llas prácticas que los sujetos realizan por su condición de varones. Desde esta visión, el ser hombre está dado por las prácticas y significados y esto, a su vez, forma parte de los procesos iden-titarios de los hombres jóvenes. Por su lado, las masculinidades son entendidas como modelos, posibilidades de ser hombre, que incluyen un conjunto de prácticas específicas según se trate de una masculinidad u otra.

Objetivos

• Identificar las nociones de hombre y joven que tienen los participantes en este estudio.

• Caracterizar las prácticas relacionadas con la condición de hombre joven en los ámbitos familiar, escolar, laboral y de pareja.

• Caracterizar las relaciones entre hombres jóvenes en con-traste con las establecidas entre éstos y los niños, adultos y ancianos.

Participantes

Participaron en este estudio 12 hombres jóvenes voluntarios de la zona metropolitana de la Ciudad de México, de entre 20 y 30 años de edad. Todos cuentan con algún grado de bachillerato cursado e, incluso, hay un estudiante de maestría (ver el cuadro I). En cuanto a sus ocupaciones, se considera una muestra diversa puesto que, mientras unos se emplean a destajo o por comisión, otros son empleados formales con prestaciones de ley y sueldos mensuales superiores a los $5 000.00. Incluso, hubo quienes son microempresarios y de su actividad obtienen sus principales re-muneraciones. Aunque el promedio salarial fue de 5.33 salarios mínimos mensuales ($7 999.00, aproximadamente), hay quien gana $800.00.

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En cuanto al estatus de pareja, cinco de los participantes reportaron no tenerla, mientras que la mayoría sí se hallaba en una relación de ese tipo. En este sentido, aunque la orientación sexual no es una categoría analítica de este trabajo, entre los participantes hubo cuatro personas con orientación sexual por el mismo sexo, quienes rara vez hicieron mención de ello en su discurso. Acerca de los hijos, sólo tres participantes (mayores de 25 años) reportaron tenerlos.

Con la finalidad de obtener una muestra de personas que compartiesen características, el contacto con ellas fue mediante la estrategia no probabilística denominada bola de nieve (Hu-delson, 1994, en Ito y Vargas, 2005), que consiste en contactar a un primer informante, quien se encarga de sugerir al segundo contacto, y así sucesivamente. Este proceso concluyó una vez que se saturó la información obtenida.

Los criterios de exclusión que se utilizaron en la muestra fue-ron: ser menor de 18 años y mayor de 30, pertenecer a alguna agrupación delictiva o a alguna tribu, encontrarse bajo el influjo de sustancias psicoactivas o hallarse en situación de calle.

Procedimiento y consideraciones éticas

El presente trabajo consiste en una investigación descriptiva, llevada a cabo mediante entrevistas en profundidad (Taylor y Bogdan, 1998), que se realizó en el marco de una perspectiva comprensivo-interpretativa. Fue utilizada una guía de entrevista construida ex profeso y basada en las recomendaciones de Ga-lindo (1987), con los siguientes apartados: a) concepciones de hombre joven; b) prácticas realizadas por ser hombre joven en la familia, la escuela, el trabajo y la pareja, y c) relaciones con los adultos.

Con la finalidad de conducir la investigación de manera ética, consideré pertinente seguir las recomendaciones de la IUPSyS (2008), de Ito y Vargas (2005) y de Neuman (1997) en este

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sentido. A cada joven le expliqué los motivos de la entrevista y el carácter confidencial de los datos, y le pedí su autorización para grabar el encuentro y para divulgar la información reco-lectada. Además, acordé un consentimiento informado con el que se garantizó el tratamiento confidencial de la información proporcionada.

Los participantes fueron entrevistados individualmente siguien-do la guía de entrevista elaborada ex profeso. Cada entrevista duró en promedio una hora. Todas fueron audiograbadas, y se efectuaron en el escenario donde cada joven fue contactado, o donde pidió que se realizara el encuentro, con la finalidad de logar un acercamiento en el contexto. El trabajo de campo se inició en abril de 2007 y se concluyó en marzo de 2008.

Para realizar el análisis de la información, cada entrevista fue transcrita y trabajada como texto, categorizando la informa-ción vertida en ellas (Kvale, 1996) para conocer las nociones, prácticas y sentidos que constituyen la identidad de los jóvenes entrevistados, según los objetivos de la presente investigación, de acuerdo con las recomendaciones de Taylor y Bogdan (1998). Se establecieron las categorías de análisis derivadas de los ob-jetivos de investigación.

Para el análisis se procedió en dos momentos, el primero a nivel individual, para establecer vínculos y relaciones entre los distintos aspectos explorados mediante la condensación e interpretación de la información (Kvale, 1996), y el segundo a nivel de grupo, para identificar las coincidencias y divergencias de los participantes.

Entre la juventud, la adultez y la masculinidad:los hombres jóvenes. Hallazgos

A continuación se presenta la información extraída de las entre-vistas con los participantes en esta investigación. Ha sido tratada conjuntamente, como una sola voz, aun cuando se indica quién

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dijo cada elemento, para fines de identificación y seguimiento del discurso de cada joven. Se comienza con la descripción de los participantes y sus principales características sociodemográficas. A continuación se presentan los hallazgos más relevantes de las 10 categorías de análisis con las que se realizó el estudio de la información recabada.

Fronteras de la juventud (inicio-término) y características

Ésta fue una de las categorías que más rápido se saturó, pues los comentarios de los entrevistados responden en tres subcategorías. En los extremos, como marcas o criterios menos abstractos, se encuentran: la edad (desde la mayoría de edad hasta los 30) y el deterioro físico; y en términos relacionales, la asunción de responsabilidades (entre ellas el trabajo, tener hijos y el matrimo-nio), así como la consecuente disminución del tiempo disponible para dedicarse a intereses personales (pasatiempos y actividades de socialización).

Respecto a la edad, tal parece que la juventud es propia de los veinteañeros, puesto que se señala como final de esta condición los 30 años.

Más aún, habría que considerar dos subgrupos de jóvenes: los que se hallan en la adolescencia y hasta los 20 años y quienes rebasan esta edad sin cumplir los 30. El primero se encuentra en formación, mientras que el segundo trabaja.

Es probable que esta categorización tenga que ver más con una resistencia a considerarse adulto, pues al estar rondando el trigésimo año de vida los entrevistados se definen como jóvenes pero “de los que están trabajando” o piensan la juventud como una cuestión de actitud.

Si uno reflexiona por qué los treinta pueden significar para un joven el término de su juventud, entre el sinnúmero de posibles explicaciones, resalta una en el contexto urbano de la Ciudad de México y otras muchas ciudades: la relativa al empleo. En

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general, la tasa de desempleo es proporcional a la edad de las personas, según muestra la estadística nacional y por estado (INEGI, 2005). En medio de este fenómeno es común encontrar ofertas de empleo que piden como requisitos para los aspirantes “dos años de experiencia” y ser “menor de 30 años”, este es uno de los rasgos que más destacan los entrevistados como definidor de la identidad masculina.

Por otra parte, el deterioro físico y la enfermedad como estado son otros marcadores del final de la juventud. Desde una visión cartesiana de mente/cuerpo, la noción de juventud puede ser vista como una actitud, limitada por la pérdida de capacidades físicas asociada con la edad y la disminución de la independencia asociada con el periodo juvenil.

La asunción de responsabilidades como el trabajo, tener hijos y el matrimonio, principalmente, así como la consecuente dis-minución del tiempo disponible para dedicarse a diversiones y actividades de socialización, como las fiestas, son marcadores del fin de la edad juvenil, al menos para los hombres entrevistados. La idea de juventud asociada con diversión es evidente, mientras que, en oposición, la adultez se asocia con “ser amargado” (Ger) y la posesión de responsabilidades; estas últimas, con cierto aire de permanentes, irrenunciables. Asimismo, la condición de joven implica una agregación más o menos gradual de responsabilida-des, y entre ellas la más destacada es la escuela, el estudio. Por otra parte, si bien resaltan el trabajo como distintivo de sus vidas (algunos desde muy niños), paradójicamente, señalan que es con el trabajo con el que deviene el final de la juventud.

En cuanto al matrimonio, la siguiente explicación lo resume perfectamente:

...cuando te casas, ya dejas de ser joven porque ya tienes compromi-sos. Y si no hay matrimonio, no hay unión con alguna pareja, creo que nunca se deja de ser joven. Porque tú tienes la libertad de hacer lo que quieras, no se te pueden poner; en este caso, un padre y una madre, si es que los tienes, son a quien[es] le puedes rendir cuentas. Ya en un matrimonio, como sea, ya se te acabó la juventud; porque

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a lo mejor vas a las fiestas ya como pareja, ya la juventud o lo joven, es la libertad que tenías (Moe).

La juventud es vista como una condición de libertad (entendida como una ausencia de responsabilidades y como una entrega a la diversión), mientras que los compromisos y responsabilida-des que se adquieren progresivamente van coartándola hasta llevarla a la adultez. Interesante idea, ¿siendo joven se carece de responsabilidades y compromisos? Al escuchar la voz de estas entrevistas, uno puede imaginarse ese joven del que hablan con salud, vigoroso, con energías y divirtiéndose; imagen, sin duda, de la que nadie quisiera alejarse, pero que bien puede ser más un ideal que una realidad alguna vez vivida.

Por último, existe la percepción de la juventud como un sector vulnerable y vulnerado por los adultos. En este sentido, la voz de Dave es luminosa:

Creo que es un sector de la población que ha estado como renegado; porque es el sector donde ocurren más accidentes, en el que se genera más la violencia; también es un sector en donde toda la gente quiere opinar e ir dejando las semillas de su ideología, prácticamente (Dave).

Modelos de hombres y mujeres (hegemónicos o diversos)

Sin duda, uno de los hallazgos más significativos es el concer-niente a esta categoría, pues en el discurso de los hombres jóvenes existen menciones recurrentes a las condiciones de equidad que han de privar entre ellos y las mujeres; incluso, no son pocas las referencias a mujeres jóvenes que ejercen prácticas otrora consideradas masculinas. No obstante, las concepciones sobre la vida en pareja, así como las prácticas mencionadas, aducen constantemente al modelo de masculinidad hegemónico, a los estereotipos tradicionales o conservadores de hombres y mujeres.

El modelo hegemónico de masculinidad y su contraparte fe-menina son imperantes. Quienes están casados comentan que

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hacen los trabajos “rudos” y mantienen a esposa e hijos(as). Aunque en el discurso manifiestan no estar en contra de que su esposa/pareja trabaje (como si debieran estarlo), justifican que ellas no lo hagan por el bienestar de sus hijos. Lo cierto es que ellas se dedican a las labores del hogar aunque trabajen fuera y perciban salario.

Así también, las mujeres son vistas como demandantes de tiempo, atención y cuidados, incluso cuando se menciona no estar de acuerdo con un ideal machista de los hombres; a la vez, se expresa la idea de que los hombres deben defender a las mujeres.

Hay cambios en el discurso, incluso en algunas acciones; pero el hilo conductor sigue siendo la masculinidad hegemónica. De igual manera, al enaltecer las cualidades de las mujeres se termina aduciendo la naturalización de las diferencias de género. Detrás de esa reivindicación, sin duda bien intencionada y sincera, en el enfoque subordinado de las mujeres permanece fija la idea de que son inferiores a los hombres, los insultos (que al atribuir a los chavos características asociadas con las mujeres los denigran) y su uso exclusivo entre hombres son un ejemplo de esto.

Características de contraste con las mujeres

En esta categoría se incluyen las prácticas existentes entre los hombres jóvenes y sus pares mujeres. Hay una constante refe-rencia a las condiciones y prácticas que antes tenían y que ahora pueden hacer aduciendo una apertura social que las favorece en ese sentido. No obstante, en su trato con ellas sigue habiendo una imperiosa caballerosidad (que va desde pagar sus gastos y defenderlas a golpes hasta mantenerlas) y el salir en su defensa golpeando al agresor (otro hombre), aun cuando no hayan soli-citado ayuda. Es patente la idea de que ellas no han de incursio-nar en aspectos vinculados con el ejercicio de la violencia y el consumo de drogas, porque se ven mal.

Existe conciencia de que la principal (única, quizá) diferencia

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entre hombres y mujeres es lo concerniente al sexo (en térmi-nos anatómicos y reproductivos), a los genitales, y que es en la educación donde se dan las diferencias de género.

No obstante, impera la naturalización de las actividades vistas como femeninas y masculinas. Idea que se halla detrás de ese modelo de mujer que puede competir con los hombres y que se muestra más segura de sí misma. Más aún, al decir que las mujeres se ponen de igual a igual con los hombres, queda im-plícito que no son iguales, aun cuando se refiera a un estereotipo de mujer que puede, sabe, estudia, enfrenta más que antes a los hombres.

En la práctica, los hombres siguen teniendo más respeto y privilegios que ellas. Esto se da hasta en casos como el de Dave, cuya hermana, la mayor de tres, tiene menos privilegios que él.

Pues ser hombre sí te favorece en muchas cosas. Por ejemplo, tú ves que la sociedad te permite hacer muchas cosas que a las mujeres no se les permite, por el simple hecho de ser hombre y por el simple hecho de ser joven. Por ejemplo, si hablas de un hombre y una mujer de la misma edad y se habla de una fiesta, siempre a los hombres se les permite hacer más cosas y hasta está más aplaudido... la primera borrachera; pero si a la niña le pasa lo mismo, ya está mal visto. Y en el mismo ejemplo te puedo hablar de horario: sabemos que está más permitido al hombre llegar más tarde a su casa que a una mujer (Dave).

La experiencia en torno a defender a la mujer muestra parte del intrincado sentido que se da a este asunto, pues incluye las identificaciones con el modelo hegemónico de masculinidad. La concepción de las mujeres como débiles y ellos como sus de-fensores coincide con los estereotipos de género conservadores.

Aunque exista en el discurso la crítica de que la violencia física sólo genera más violencia, incluso la desaprobación de los golpes hacia las mujeres, la idea de ser más fuerte que ellas está detrás.

Pues ha sido extraño... Yo, la verdad, nunca he tocado a una mujer... porque... la verdad, la aprecio mucho ... Yo admiro mucho a la mujer,

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porque son personas que... o seres humanos que se han superado en varias etapas... Pero eso de agredir a una mujer físicamente se me hace una cobardía; porque presumes de ser fuerte... y te desquitas con una mujer, y no, no está bien (Ari).

Aspectos distintivos de los adultos y su trato con ellos

De entre las categorías en comento, un aspecto muy claro es el uso de las concepciones antagónicas de joven y adulto. Los entrevistados perciben a los adultos de manera negativa, con el uso de términos como “estancado”, “rutinario”, “repetitivo”. Mientras que destacan positivamente la juventud, casi siempre usando los antónimos; por ejemplo, Beny señala el “estar actuali-zado” y el manejo de la tecnología. No obstante, a los adultos se les atribuyen dos cualidades positivas: el ser responsables y que reflexionan sobre sus actos en mayor medida que los jóvenes; en tanto que éstos son libres y se dedican a estudiar, festejar y lanzarse a la aventura.

Por otro lado, hay asociación entre la juventud y la experimen-tación y la toma de decisiones definitivas para la vida. La noción de adulto implica que ya se ha tomado un camino en la vida y que éste se sigue por confort, aun cuando no corresponda con lo deseado ni con lo planeado.

Existe una visión subordinada de los jóvenes respecto a los adultos, puesto que éstos son quienes ponen las reglas en muchos de los contextos donde aquéllos se mueven. En tal sentido, un marcador distintivo de la juventud, a decir de los entrevistados, es que están adquiriendo limitaciones (puestas por los adultos), y entre más tengan, más se acercan a la adultez. De esto se entiende que el tránsito a la adultez puede implicar entrar en conflicto con los adultos para que el joven implante sus normas. Al mismo tiempo, el respeto a los adultos (entendido como cierta sumisión, amabilidad y obediencia) es un imperativo que los hombres jóvenes comparten, aun cuando no lo ejerzan; y puede

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parecerles una pérdida de valores, pero también puede ser visto desde la perspectiva de que el respeto se asocia con sumisión y subordinación.

Tres aspectos adicionales describen cómo es el trato entre los hombres jóvenes y los adultos de su entorno. Comentan que los adultos son los proveedores de recursos, que enseñan y aconsejan sobre la vida, pero a la vez hay una lucha de poder entre ellos pues ambos hacen intentos por imponerse uno sobre el otro:

Cuando yo era un niño, mi madre y mi padre representaban autoridad. Lo que me decían era ley. Conforme fui creciendo, ya no. Ahorita ya no lo veo así. A lo mejor será porque yo me he formado un criterio y desde esa perspectiva como que sí es necesario marcar la línea entre ellos y yo; si no, mi espacio se puede rebasar. Me refiero a lo que a mí me gusta, lo que yo quiero; eso es parte de aquel libertinaje... Incluso, empiezas a cuestionarte un montón de cosas conforme vas creciendo... No sé qué tanto tenga que ver con llevar la contraria. Por eso es que acentúo mucho cuando hablo de rebeldía (John).

Al parecer, la mayor parte de las subcategorías que hasta aquí se han mencionado se hallan en un vaivén del péndulo social entre atribuirlas y no a los jóvenes, cosa ya descrita por Lutte (1991) y Nauhardt (1997), y que, más de una década después, está vigente.

Aspectos distintivos de los niños y su trato con ellos

Tal parece que las relaciones de poder son ineludibles. Los mis-mos que subrayan la subordinación y vulnerabilidad de su con-dición psicosocial, son quienes ejercen prácticas similares para con los niños, las mujeres y sus propios pares (si éstos se dejan). Desde luego, tal comportamiento bien puede leerse como parte de un proceso de identificación genérica (masculina, en este caso).

Con los niños, así como con las mujeres, los hombres jóve-nes marcan su diferencia constantemente, quizá debido a que

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ambos grupos poblacionales comparten atribuciones valoradas negativamente (e.g., pasividad, subordinación, ser demandantes de afecto, entre otras).

El puente principal para la socialización entre niños y jóvenes es el juego. A la vez que éste es una cualidad y, a veces, la única virtud reconocida en los niños, se utiliza como canal para comu-nicarse con ellos, probablemente porque no hace mucho que se dejó esa etapa. La niñez figura también como un periodo que se añora e idealiza porque en ella no existían responsabilidades ni tristezas; aparentemente, todo era felicidad.

Aspectos distintivos de los ancianos y su trato con ellos

Respecto a los adultos mayores o ancianos se da una visión estereotipada de ellos como personas débiles y necias, lo que se relaciona negativamente con aspectos de la modernidad como la producción y el consumo como indicadores de la valía de las personas. Los adultos mayores son descritos como seres depen-dientes a quienes hay que tolerar, puesto que son necios y no entienden las cosas que los jóvenes les llegan a decir. Nótese que, por lo general, esta imagen de los adultos mayores como un elemento indeseable en la propia existencia tampoco figura en el plan de vida, pues el horizonte es la hombría/adultez.

En cuanto al respeto y el aprecio que se le debe a la persona adulta, el comentario es que aumentan con el incremento de la edad. Desde luego, esto tiene que ver con valores inculcados por la educación. Este ideal de respeto hacia los adultos mayores se da en el discurso pero no se cumple; más aún, se tiene la idea de que se debe guardar ese respeto por motivo de la edad y no tanto en referencia a la condición de persona de la persona mayor; pareciera que se habla de un respeto como el que se debe a los animales, no en tanto que seres humanos.

Hay una imagen de hombre adulto mayor asociada con la afectividad, con la expresión de las emociones. Estas atribucio-

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nes feminizadoras de las prácticas aparecen en la frontera de la identidad de los hombres jóvenes (las mujeres, los niños y los ancianos). Se trata de identificarse, adquirir el género mediante el rechazo y alejamiento de la feminización con estrategias que van desde evitar la convivencia hasta hacer las veces de proveedor de estos grupos etarios.

De ahí que no frecuentar a los ancianos y pasar poco tiempo con ellos sean prácticas cotidianas entre los hombres jóvenes. El trato con los adultos mayores se tiene por un imperativo derivado de los lazos familiares (e.g., abuelos), más que por una voluntad de convivencia.

Estilos de vida

Los hombres jóvenes (en la urbe) tienen una vida acelerada que no favorece la convivencia familiar. Quizá de aquí derive la fre-cuencia con que se relacionan con sus compañeros de escuela o trabajo más que con otras personas. También la concurrencia a fiestas y las prácticas sexuales frecuentes aparecen como rasgos denotativos de este sector.

Por otra parte, si bien es constante la presencia del consumo de alcohol en los estilos de vida de los jóvenes (sobre todo en sus reuniones), otras drogas: tabaco, marihuana, coca, piedra e inhalantes, también lo están tanto o más que las bebidas etíli-cas. Cabe señalar que los entrevistados se reportan no adictos ni consumidores asiduos a las primeras, pero sí al alcohol, y eventualmente fuman tabaco. En este sentido, destaca la idea de no hacerse adicto.

Aun cuando existen muy diversos estilos de vida, entre los que se encuentran los relacionados con las actividades propias de las tribus juveniles (como los mencionados por autores como Nate-ras, 2005; Feixa, 1998; Reguillo, 1993), si los hombres jóvenes no pertenecen a éstas ni a grupos delictivos, se puede decir que, basados en su actividad principal, hay tres grandes grupos de estilos de vida: los que solamente estudian o trabajan, quienes

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hacen ambas cosas y los que, además, están casados. Cabe se-ñalar que aquellos que tienen el ocio como actividad principal no figuran en la muestra de esta investigación.

Por último, las personas con quienes cohabitan son, en general, o miembros de la familia de origen o su pareja e hijos. Esto es importante porque, como se ha visto, a excepción de los casados, todos comparten el hecho de estar aún en las casas familiares, es decir, de no estar independizados totalmente.

Relaciones sociales (amistades, compañeros, conocidos)

A pesar de que los hombres jóvenes viven con sus familias, las personas con quienes suelen trabar amistad (y pasan el mayor tiempo) son sus compañeros de trabajo o escuela, como ya se ha dicho. Así las cosas, la relación con los pares obedece a cir-cunstancias de vida similares dadas por el horario de trabajo o estudio, en tanto que el tiempo dedicado a la familia (de origen o nueva) es relativamente poco.

En este sentido, quienes realizan ambas actividades conviven cosa de minutos con sus familias. Así van construyendo una red social marcada por la camaradería que una vez compartieron en tanto empleados del mismo jefe o compañeros de escuela, con la consecuente solidaridad que pueden expresarse con el paso de los años.

Ocupaciones de los jóvenes

Esta categoría incluye las principales actividades remuneradas que realizan los entrevistados. Básicamente, se encontraron dos tipos de estas actividades: los “trabajitos”, empleos generalmente eventuales, de bajo sueldo, sin prestaciones y sin oportunidades de desarrollo profesional, y los trabajos formales o “grandes”, de tipo formal, con contrato, prestaciones y una jornada de ocho o más horas.

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Las condiciones laborales son adversas para los jóvenes (y la población en general), incluso teniendo una licenciatura, y esto lleva a que trabajen donde han podido encontrar algo.

Pasatiempos

Hasta este punto, puede decirse que los pasatiempos de los hom-bres jóvenes incluyen las reuniones y fiestas (con consumo de alcohol y tabaco), la asistencia a conciertos y partidos de futbol, acudir a los antros, practicar deportes (futbol) el fin de semana y, en general, estar con los amigos y la pareja. Claro que esto ocurre entre quienes tienen tiempo libre.

Por otra parte, el consumo de drogas (excluyendo el alcohol y el tabaco) es mencionado como pasatiempo, quizá porque no es una actividad productiva y, en cambio, sí requiere la inversión de tiempo y dinero.

Por último, quiero destacar que la participación en algún tipo de actividad musical es característico de las prácticas juveniles mencionadas por los entrevistados. Ya sea que toquen o canten eventualmente en alguna agrupación, o que sean aficionados a cierto género o artista, la música es parte de la vida de los hombres jóvenes.

Ni lo uno ni lo otro: el no lugar de los hombres jóvenes

Retomando la noción de Augé (2002) sobre los no lugares, re-cordemos que se trata de espacios de convergencia, de cruces y fronteras donde uno no espera permanecer sino sólo transitar, como los cuartos de hotel, las carreteras, los cruces viales o los límites estatales. Estar en ese no lugar propicia que los jóvenes inventen sus propios lugares, grupos estables, familiares, donde pueden crear sus identidades: e.g., las tribus urbanas, los grupos o bandas musicales, etcétera.

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Ésta es la esencia de la vida de los hombres jóvenes. Su no lugar se halla entre las trayectorias y cruceros del péndulo social (Nauhardt, 1997) que los nombra constituido por la juventud, en un extremo, y el binomio adultez/hombría, en el otro. Esto implica que los jóvenes conviven con los adultos mediante relaciones desiguales, en las que los mayores ejercen el poder adjudicando de modo arbitrario y contradictorio los derechos y las obligaciones, así como el reconocimiento social.

Mientras tratan de adquirir la identidad de género reprodu-ciendo en sus prácticas los elementos del modelo de hombre que dicta el ideal de la masculinidad hegemónica, los hombres jóvenes transitan irremediablemente hacia la adultez. En este sentido, la adquisición de responsabilidades, instituirse como proveedores/protectores, así como casarse y tener hijos, son elementos que marcan no sólo la adultez sino la condición de hombre. Este horizonte dual hombre/adulto refuerza las ideas estereotipadas de las relaciones con las mujeres, con los niños, los adultos mayores y entre los mismos jóvenes, en las que se presenta a los hombres cruzados por el poder. En este orden de ideas, a los niños se les dan indicaciones, a las mujeres las cuidan y proveen, mientras que con los adultos establecen peleas por la supremacía, el dominio y el establecimiento de reglas (John, Ger, Homero, Moe, Ari).

Así, las diferenciaciones con los otros se establecen mediante el ejercicio del poder que, en muchos casos, se da mediante la violencia, incluso con sus parejas (Corsi, 1995). El uso de la violencia como herramienta efectiva para poder obtener un esta-tus al que no tienen derecho (por no ser completamente adultos ni hombres) también opera en la identidad de género, en las múltiples prácticas que refuerzan la identidad masculina. Sobre este punto han abundado los trabajos de múltiples autores, entre ellos Wittig (1980), Badinter (1993), Mogrovejo (2001), Connell (2000) y Seidler (2000, 2006), en los que resalta la importancia de demostrar heterosexualidad como parte de la identidad mas-culina, incluso al grado de utilizar la violencia para convencer

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a los otros de que se es hombre. La violencia puede ser vista así como un recurso (no siempre el último) de los hombres para construir su identidad. De aquí que muchos hombres violentos no sean conscientes de que lo son, como se ilustra en el trabajo de Ramírez R. (2005), puesto que han sido educados desde el nacimiento con prácticas cuyo trasfondo implica que la mascu-linidad, lo mismo que la adultez, tienen por legítimo no sólo el ejercicio del poder sino el uso de la violencia.

Consideraciones finales

Paradojas: lugares comunesen la vida de los hombres jóvenes

¿Qué otros efectos pueden darse en las oscilaciones del péndulo social si no las paradojas? Hasta este punto han sido descritas algunas situaciones que tienen lugar en la cotidianidad de los hombres jóvenes y que tienen por común denominador su ca-rácter paradójico revelado en el trato oscilatorio hacia ellos. El trabajo o el estudio, ser responsable/irresponsable, violento o pacífico, respetable o no, hacer dinero pero mantener hijos y es-posa, son algunos de los ejemplos que hemos venido conociendo.

Si uno es hombre joven suele ser tratado con respeto, sea “de tú” o “de usted”, según el rol que esté desempeñando y hasta la ropa que vista. Pero también los jóvenes juegan con las oportu-nidades del péndulo social, pues mientras estudian y defienden a sus novias, se relacionan con sus padres exigiendo que les provean techo, comida y varios servicios.

Por otra parte, tal parece que en esta sociedad moderna, indi-vidualizada, orientada al consumo y la producción, los hombres jóvenes, como otros sectores de la población, viven envueltos en marañas de roles contradictorios cuya función es apenas per-ceptible para quienes estudian el fenómeno y mucho menos para los que carecen de las condiciones y recursos para cuestionarse

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sus prácticas, su existencia. Es impresionante la influencia de las industrias culturales en la configuración de identidades a partir del consumo.

Como han señalado los estudiosos en el tema (Touraine, 2005; Covarrubias, 2002; Bauman, 2004, 2005; Zallo, 2006, por ejem-plo), en tanto individuos, vivimos inmersos en un complejo de relaciones de poder, no sólo en el ejercicio de éste sino econó-mica y simbólicamente también. Esto se expresa en los ideales promovidos en los medios y en los productos culturales, tal como lo han señalado nuestros entrevistados. Y, desde luego, se trata de una paradoja en cuanto que nunca se alcanza el ideal, a menos que uno mismo sea el ideal. Así, los hombres jóvenes están en un supuesto tránsito hacia algo que difícilmente llegarán a ser: hombres adultos de a de veras. De este modo, proveer a otros lo que necesitan sólo se antoja factible, por un lado, mediante el consumo que debe hacer el hombre para dotar a sus dependientes de aquello que solicitan (expresa o tácitamente), y por el otro, a través del ejercicio del poder derivado de esa actividad.

Ahora bien, los hombres jóvenes con hijos se piensan más a menudo como adultos en función de las responsabilidades que les atrae su condición de “cabeza de familia”. Empero se piensan jóvenes cuando desean convivir con sus amistades en fiestas, paseos, borracheras y antros. En definitiva, el matrimonio y la paternidad constituyen un fuerte indicador de la llegada a la adultez y al ser hombre.

Control, protección, proveeduría, fuerza, poder, heterosexua-lidad; tal parece que despegarse de la masculinidad hegemónica no es cosa fácil. Aunque si bien existen masculinidades que se alejan más o menos de ella, todas comparten algunas caracterís-ticas asociadas con la hegemónica, evidenciando un empalme entre ésta y el ser hombre.

En otras palabras, la esencia de ser hombre está puesta en una dualidad con la adultez y definida desde el poder, y se deja en un lugar de subordinación, no sólo a las mujeres, sino también a aquellos hombres que no cumplan las exigencias hegemónicas:

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hombres adultos mayores, hombres pobres, hombres discapaci-tados y niños, desde luego. Si, como es notorio, quedan fuera gran parte de los seres humanos, ¿qué clase de modelo es éste? Se trata de un discurso de las mayorías que, como todos, es hueco y aplicable a unas cuantas personas; no obstante, es el hilo conductor de muchas vidas.

Desde allí, la imagen de los adultos mayores en la propia existencia tampoco figura en el plan de vida, pues se trata de una condición indeseable en tanto degradante. Es una categoría límite y, como tal, lejana de la noción de hombre adulto. No hay que olvidar que también está inmersa en el péndulo social de las relaciones de los hombres jóvenes con los demás.

Asimismo, estar en el cotorreo como parte de la juventud es bien visto, pero siempre y cuando sea un estado transitorio, pues cuando permanece deviene indeseable, en tanto que contraviene las cualidades asociadas con los hombres adultos. Así, el cum-plimiento de las obligaciones como el trabajo, la escuela y las derivadas de la relación matrimonial es enaltecido aun cuando haya reducción o nulidad del tiempo libre. Los hombres jóve-nes tienen tiempo libre, los adultos no. Por parte del Estado, la juventud se trata como un periodo de espera, que se utiliza para evadir la atención de los jóvenes como ciudadanos, aprovechando el péndulo social según las políticas en boga.

Por otra parte, el asunto del control emocional (sobre todo de la tristeza y el amor) prevalece como un imperativo categórico sobre los hombres jóvenes, aun cuando lo cuestionan y, en oca-siones, lo violan. Hoy día hay quienes se atreven a llorar frente a los demás o a besar a otros hombres, pero visto más como un reto o un desafío a vencer, lo que refuerza ideas como ser más fuertes y, por ende, masculinos.

Si bien es cierto que en el discurso de los hombres jóvenes se ha incorporado una crítica al ejercicio de la violencia hacia las mujeres y un cuestionamiento al statu quo en la percepción que los hombres jóvenes tienen de ellas, las prácticas diferenciadas prevalecen.

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En síntesis, hemos encontrado que las nociones de hombre y joven que tienen los participantes en este estudio se contraponen, pues, por un lado, la noción de hombre lleva implícitas ideas características de la masculinidad hegemónica, aun cuando en el discurso se muestren cambios que manifiestan rechazo o, al menos, cuestionamiento hacia el ejercicio de la violencia física hacia las mujeres, amén de estar empalmada con el concepto de adultez. Por otra parte, la noción de juventud es opuesta a la de hombre, en tanto que los jóvenes se hallan en el conjunto de subordinados a los hombres adultos, donde comparten espacio con las mujeres, los niños, los ancianos y los pobres, por citar algunos actores en desventaja.

Finalmente, si se quiere coadyuvar en la transformación de las relaciones humanas (cruzadas por el género, la edad y otras características), se hace necesario labrar caminos que lleven a deconstruir las identidades masculinas juveniles con una re-flexión constante en los apegos a la masculinidad hegemónica. Deconstruir para erradicar el sufrimiento por el control de las emociones, por el deseo de proveer y proteger, así como llevar a la nulidad el trato subordinado entre las personas. ¿Hacia qué horizonte? Hacia un modelo de humanidad donde el horizonte no sea ser hombre ni mujer, sino ser humano.

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Fecha de recepción: 2 de diciembre de 2009Fecha de aceptación: 5 de marzo de 2010

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culturalesVOL. VI, NÚM. 11, ENERO-JUNIO DE 2010

ISSN 1870-1191

Ser japonés en México.Relatos de un inmigrante

Gloria María Cañez de la FuenteOlga Shoko Doode

Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo A. C.

Gabriela Hernández DoodeInstituto Nacional de Lenguas Indígenas

Resumen. La migración de japoneses hacia el norte de México es un fenómeno poco estudiado, al menos en el estado de Sonora. En este artículo nos centramos en la vida de un inmigrante y la visión que él mismo hace sobre su experiencia como extranjero en México. El presente trabajo nos regala una mirada de la historia personal de este inmigrante, particularmente de su experiencia como trabajador en nuestro país. Asimismo, nos da cuenta de las estrategias de supervivencia que los japoneses desarrollaron para lograr su adaptación a un país geográfica y culturalmente muy distinto al suyo.

Palabras clave: 1. historia de vida, 2. migración, 3. identidad japonesa,4. etnicidad, 5. estrategias de sobrevivencia.

Abstract. The migration of Japanese population to Northern Mexico is a phenom-enon not widely studied, at least as for Sonora. This article is concerned about the life of an immigrant, and the particular reading he makes about his own experience as a foreigner in this country. This work give us a glimpse of his personal history and some of the aspects of his work journey in Mexico, besides the survival strate-gies that Japanese migrants and their families used in order to survive and adapt themselves to a country geographically distant and culturally different from theirs.

Keywords: 1. life history, 2. migration, 3. japanese identity,4. ethnic identity, 5. survival strategies.

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Un hombre es, en ciertos aspectos,Igual a todos los hombres

Como ningún otro hombreComo muchos otros hombres

Kluckhohn (1969:72)

Introducción

La vida de los inmigrantes japoneses que llegaron a establecerse al norte de México, y en particular al estado de Sonora, es un tema poco explorado. Este artículo tiene como objetivo exponer el testimo-nio de un inmigrante japonés que llegó a nuestro país en 1930, su experiencia como extranjero en México, y avanzar en este sentido. También se pretende abordar algunas de las estrategias que los in-migrantes japoneses pusieron en marcha para sobrevivir y adaptarse a la sociedad mexicana. Se considera que tales estrategias se rela-cionan con la identidad étnica, ya que “la etnicidad [o la identidad étnica] se construye con base en las diferencias reales, sea[n] de carácter físico y culturales o imaginadas...” (Valenzuela, 2000:97). Y en el sentido que Barth (1969) considera en cuanto a que los límites o fronteras identitarias son los que definen y garantizan las diferencias étnicas y no los contenidos de la identidad étnica.

En el caso de los inmigrantes japoneses en México, el fuerte contraste entre la cultura del lugar de origen y la del lugar de destino nos permite ver con mayor claridad los procesos relacio-nados con la adaptación a una nueva sociedad, la reconstrucción de su identidad como parte de una minoría étnica: la de ser japoneses en México.

A lo largo de este trabajo se presentan fragmentos de la historia de vida de Mitsuo Doode. Por su relato llegamos a comprender la cotidianidad de su vida personal y de la de otros coterráneos. En el presente artículo se procura, bajo una mirada compren-siva, responder a las siguientes interrogantes: ¿cómo vivió un inmigrante oriundo de Japón la experiencia de ser extranjero en una sociedad culturalmente diferente a la suya? y ¿qué aspectos fueron fundamentales tanto para su adaptación y supervivencia

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como para la de otros inmigrantes de aquel lejano país? Partimos de la idea de que se trata de una historia de vida única, pero que no obstante pueden encontrarse puntos en común entre esa historia y las historias individuales de cientos de inmigrantes extranjeros en México, y en este caso en particular, de otros japoneses.

El trabajo consta de cinco apartados. En el primero y segundo se abordan algunos aspectos conceptuales sobre la historia de vida y la etnicidad; en el tercero se proporcionan algunos datos del contexto histórico en que ocurre la migración de japoneses a nuestro país y en especial a Sonora. En el cuarto se expone la historia de vida de nuestro informante y se citan algunos frag-mentos ilustrativos de su vida en México. El quinto apartado contiene las reflexiones finales.

La pertinencia de la historia de vida en este tipo de estudios

Este trabajo se enmarca en el campo de la historia oral, que nos permite conocer el ámbito subjetivo de la experiencia humana concreta y del acontecer sociohistórico, como lo expresan los sujetos sociales con-siderados (Aceves, 1999:2);1 además de destacar y centrar el análisis en la visión –y versión– de experiencia de los actores sociales, para lo que la utilización de las “historias de vida” resulta ser un recurso idóneo (Aceves, 1999). Igualmente, resulta pertinente para quien está interesado en un enfoque metodológico que responda –como dice Reséndiz (2008:135)– a la preocupación de dar cuenta del sentido que tiene para el actor la realidad social que vive, las acciones propias y las de otros actores, más que cuantificar o medir esa realidad social. Por

1 Si bien en las ciencias sociales hay posiciones encontradas en torno al uso de las historias de vida como un método para obtener datos confiables, desde hace mucho tiempo los antropólogos han hecho uso de ellas para analizar diversos fenómenos sociales. Su pertinencia ha sido mostrada en estudios de inmigrantes, en países donde se constituyen en minorías étnicas, en particular para el análisis de problemas que toman como eje la identidad étnica. Se pueden mencionar los estudios de Espinosa, El dilema, 1998; Pizarro, Tras las huellas, 2006; Morín, Prácticas antropológicas, 1993, entre otros.

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otro lado, es fundamentalmente un testimonio en donde se cruzan lo individual y lo social. Revela un mundo personal de significados que pueden ser situados en un contexto histórico y cultural determinado (Barfield, 2000:288). Asimismo, refiere a los sentimientos, las per-cepciones y las opiniones de una persona modelados por la sociedad y la cultura en la que se ha desarrollado. Es en la articulación entre el relato que produce el sujeto sobre su propia historia y el análisis del contexto familiar, cultural, social, económico, donde se pueden comprender los diferentes elementos que han influido en la vida de ese sujeto y han condicionado su trayectoria (Correa, 2001:4).

La reflexión de los informantes sobre su propia vida les da la posibilidad de “sacar a la luz” algunas experiencias, sucesos o senti-mientos que por mucho tiempo permanecieron reprimidos o ignora-dos. La posición que los sujetos asumen al realizar esta experiencia de evocación y narración de su pasado los conduce a la construcción de una lectura propia desde el presente sobre sus historias de vida.2 Esta posición del sujeto como narrador se encuentra definida por el tiempo de la narración, es decir, el momento (presente) y el contexto en el que se cuentan las cosas, y los tiempos narrados, que abarcan las múltiples situaciones, experiencias y condiciones del pasado (Kirsten y Ditte, 2002:112). Finalmente, la historia de vida tiene un lugar importante en la investigación contemporánea y permite acceder a información de acontecimientos del pasado y de la vida cotidiana y a la apreciación de elementos o procesos que pueden ser “invisibles” en un primer momento a nuestra investiga-ción y que no se encuentran en fuentes documentales.

La etnicidad en la migración y vida transnacional

La migración es un fenómeno que debe estudiarse tomando en cuenta el contexto histórico y social en el que se presenta. Como

2 ...el pasado puede contener la historia ignorada de dos maneras esencialmente distintas: ésta puede servir de inspiración para los procesos narrativas del presente, es decir, bajo la forma de recuerdos narrados por generaciones anteriores, pero también puede bloquear toda vía de acceso (Correa, 2001:113).

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tema de estudio, ha sido analizado desde el punto de vista con-ceptual del “transnacionalismo”, entendido como un proceso social donde los(as) migrantes actúan en campos sociales que traspasan fronteras geográficas, políticas y culturales (Glick Schiller y Fouron, 1998). Una de las perspectivas que comprende el “transnacionalismo” es el “transnacionalismo desde abajo” (“transnationalism from below”) (Smith y Guarnizo, 1998), en el que el individuo es el punto de partida y se interesa en el impacto que las prácticas transnacionales de intercambio cotidiano pueden tener en las identidades de los(as) migrantes. En esta perspectiva queda comprendida la propuesta de Robert Smith (2001:37). Este autor propone el concepto de vida transnacional, retomado aquí por considerarlo adecuado para los propósitos de este trabajo, en el cual queremos sostener la atención en el plano local, en los procesos y experiencias de vida que pueden hacer más concreto el análisis. Así, como este mismo autor señala, la vida transnacional incluye las prácticas y las relaciones que unen a los inmigrantes y sus descendientes fuera del país de origen, donde estas prácticas tienen un significado, son llevadas a cabo regularmente y repre-sentan aspectos importantes de la identidad y la estructura social que ayudan a formar el mundo de vida de los inmigrantes o sus descendientes. En el entendido de que “la vida transnacional” no es un concepto que abarca todos los aspectos de la realidad empírica, sino más bien constituye una de varias esferas de la vida a las que los migrantes pueden pertenecer y participar.

En esta vida transnacional, en la que los migrantes enfrentan a la otredad como extranjeros, se expresa la etnicidad, que cons-tituye una clase de identidad social manifiesta en las formas de intervención en el mundo social, y que contribuye a la produc-ción de las condiciones de existencia (Jenkins, 1997). Así, en esta historia de vida de un migrante japonés se nos muestran algunas de las formas en la que esta etnicidad se manifiesta en la instrumentación de estrategias y apoyos en los que se expresa el sentido de pertenencia, el valor simbólico de ser japónes y de ser un extranjero en México.

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El contexto histórico:las migraciones de japoneses a México

Desde el siglo diecinueve existía en México el interés de poblar diversas partes del territorio nacional debido a la escasa población con la que se contaba, pues se consideraba que la solución a este problema era la apertura a la inmigración extranjera y a la colo-nización. Aunque fue a partir de 1828 cuando se dictaron leyes y decretos que favorecieron el asentamiento de extranjeros, Ota señala que: “A estas tierras, cuya riqueza se había ponderado exageradamente, llegaron en forma sucesiva, luego de lograda la Independencia en 1821, un reducido número de familias francesas, belgas, italianas, norteamericanas, alemanas, rusas, inglesas y japonesas, en calidad de colonos” (1985:9, 11 y 12). Después de más de dos siglos de interrupción de relaciones diplomáticas y comerciales con el exterior, en 1858 Japón se abrió a las relaciones con otros países. Desde fines del siglo diecinueve y principios del veinte, un gran número de japoneses arribó a México ante la deman-da de mano de obra. Esta migración tuvo como marco el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado por los gobiernos de México y Japón el 30 de noviembre de 1888 (Ota, 1985:12 y 35).

La inmigración japonesa a nuestro país ocurrió en tres mo-mentos: el primero comprende el periodo 1890-1901, cuando llegaron los primeros colonos agrícolas y emigrantes libres; el segundo, que corresponde a 1900-1910, cuando vinieron japo-neses bajo contrato para trabajar en el ferrocarril, la minería y la plantación cañera La Oaxaqueña; el tercero abarca el intervalo de 1900-1940, durante el cual arribaron japoneses ilegales, in-migrantes calificados y por requerimiento (los yobiyose3); y el último, durante 1951-1978, cuando llegaron técnicos capacitados (Ota, 1985:133).

Francis Peddie (2006:77) señala que, a diferencia de los chinos, los japoneses tuvieron una mejor aceptación y su inmigración fue alentada de manera oficial. Hasta 1941, los japoneses en

3 Migrantes por llamado.

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México no fueron tratados con desconfianza o resentimiento o con el racismo abierto que se observó en otros países americanos, particularmente Estados Unidos, Canadá, Perú y Brasil. Por esta razón, Peddie considera que las vivencias de los japoneses entre 1941 y 1945 conforman un capítulo sui generis de su historia en nuestro país. En el caso de México, la emigración japonesa se dio a pequeña escala y de manera expansiva (Ota, 1985:177), y es posible que esto influyera en el hecho de que los inmigrantes se establecieran en distintas partes de la República.

Ahora bien, la migración no es un fenómeno reciente, y por ello es necesario estudiarlo tomando en cuenta el contexto histórico y social en el que se inserta.

La inmigración japonesa en Sonora. Algunos datos

Históricamente, Sonora ha sido parte de un corredor migratorio debido a su localización geográfica y a que hace frontera con Estados Unidos. Al territorio sonorense han llegado migrantes de diversas nacionalidades, así como de diferentes estados de la República Mexicana.

En el caso de los japoneses, no se han realizado estudios que den cuenta de su historia en esta entidad. Existen estudios sobre Baja California (Velásquez, 2006), en los que se abordan distintos mo-mentos de la migración japonesa en aquella región, o en cuyo análisis mencionan datos sobre inmigrantes japoneses (Alanís, 2001). De igual manera, en estos estudios se señala la importancia que tuvieron los japoneses en el cultivo de algodón, en el desarrollo de la pesca y en sentar los cimientos para la industria pesquera bajacaliforniana durante el periodo comprendido entre 1903 y 1945.

Ota (1985:133) localiza núcleos de inmigrantes japoneses que llegaron a distintos estados de la República entre 1890 y 1978. Para el caso de Sonora señala tres: el primero, japoneses ilegales entre 1907 y 1924; el segundo, migrantes japoneses calificados, entre 1917 y 1928, y tercero, japoneses por requerimiento, yobi-

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yose, entre 1921 y 1940. Ota cita para el periodo de 1890-1940 un total de 49 japoneses radicados en Sonora en las localidades de Agua Prieta, Navojoa, Ciudad Obregón, Hermosillo, Caborca, Nacozari de García, Rancho Huepac, San Luis Río Colorado, Cananea y Nogales. La mayor parte de estos inmigrantes prove-nía de la prefectura de Fukuoka, en la isla de Kyushu, el mismo lugar de nacimiento del protagonista de esta historia. También según Ota, en Sonora se encontraban 398 japoneses en 1930 (1985:172), el mismo año en que Mitsuo arribó a la frontera de Nogales.

II. La vida de Mitsuo Doode Yamada

Mitsuo Doode Yamada nació el 16 de agosto de 1911 en la prefectura de Fukuoka, en el norte de la isla de Kyushu, al sur de Japón. Fue el menor de 10 hijos de un matrimonio de campe-sinos productores de arroz de varias generaciones atrás. Emigró a México en 1930, a la edad de 18 años, y contaba con 93 años de edad cuando se elaboró su historia de vida.

Los motivos de su viaje a México

Mitsuo llegó a México el 7 de abril de 1930. Viajó en barco durante dos semanas desde Yokohama a Honolulu y a la ciudad de San Francisco, California. De ahí se trasladó por tren a Los Ángeles, para posteriormente ir a Tucson, Arizona, y de ahí dirigirse a Nogales, Sonora.

El motivo de su viaje fue que su padre, el señor Yoneji Doode, le pidió que acompañara a su hermana Sueno en un viaje a Noga-les, Sonora, donde se reuniría con su esposo, el señor Miyamoto. Éste había salido de Japón por problemas familiares y decidió irse a trabajar a México, donde aprendió el oficio de peluquero y dos años después compró una peluquería. Vino a este país

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porque sabía que aquí contaría con el apoyo de sus coterráneos, lo que le garantizaría un techo y apoyo económico.

El barco en el que Mitsuo y su hermana llegaron al continente americano realizaba el viaje redondo Japón-Honolulu-San Fran-cisco-Honolulu-Japón, en un recorrido que llevaba a cabo una vez al mes.4 Mitsuo nunca había escuchado nada sobre México y no hablaba inglés ni español, por lo que, como se acostumbraba en esa época, contrató a una agencia de viajes para hacer los arreglos necesarios y tramitar un permiso para bajar del tren en la ciudad de Los Ángeles:

Luego, cuando llegan a Los Ángeles, primera vez que dio permiso para bajar a visitar, pero está conducido, y está cuidando policía para que no se vaya a otro lado. Policía acompaña donde va y tiene que regresar al tren para siga su destino. Destino [...] luego hasta Nogales.

Para que el gobierno mexicano aceptara el ingreso y la perma-nencia en el país de un japonés, exigía un aval que garantizara la manutención del recién inmigrado. En el caso de Mitsuo y su hermana, sus avales fueron unos amigos, también japoneses, que ya estaban establecidos en Nogales, Sonora, y que ya hablaban español.

En ese entonces Nogales era una de las seis poblaciones de mayor tamaño en la entidad. De acuerdo con el V Censo General de Población del 15 de mayo de 1930, esta ciudad contaba con 14 601 habitantes. Mitsuo permaneció ahí por dos años; luego se marchó a Ciudad Obregón, donde aprendió unas cuantas pala-bras en español y estuvo trabajando durante un año despachando nieves en un expendio.

Su condición de extranjero lo llevó a aceptar condiciones de trabajo agotadoras: ganaba 60 pesos por una jornada de 18 horas que empezaba a las siete de la mañana y concluía a la una de la mañana del día siguiente. Durante el verano sufría la inclemencia

4 Había otras rutas que desde Japón tenían como destino México: Japón-Ho-nolulu-Mazatlán-Manzanillo, o la que llegaba al puerto de Acapulco, Guerrero. Algunas otras iban a Centro y Sudamérica.

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de las altas temperaturas y sólo salía del puesto para “exprimir el sudor de su camisa”. En ese mismo sitio vivía y se le proveía de alimento, aunque en realidad sólo tenía lugar para un catre en el que dormía y una cubeta para asearse. Para él, contar con un ingreso, alimento y techo era más importante que las lamentables condiciones en las que laboraba.

En la vida de Mitsuo el eje rector fue el trabajo. Consideraba de gran valor ser un buen trabajador y que se le apreciara por ello. Esto fue algo que aprendió e interiorizó desde muy peque-ño en su natal Japón. La narración de su vida como extranjero frente a lo mexicano, desde que logró su primer empleo y durante toda su vida, así como su desempeño como cabeza de familia, está centrada en el trabajo. Lo mismo sucede cuando Mitsuo hace referencia a otros japoneses que conoció a lo largo de su vida: siempre platica en qué trabajaban o cómo él recibió ayuda de tal o cual paisano para trabajar; o por el contrario, habla sobre cómo él ayudó a otros para conseguir un trabajo.

En la narración que sigue podemos advertir que él y los otros japoneses eran muy solidarios entre sí, y que ello hacía posible contar con nuevas opciones de empleo:

Pero es que yo estaba a gusto, muy a gusto. Patrón bueno. Yo creo que al patrón se gustó más de mí porque un muchacho que no sabe descansar; trabaja 15, 18 horas y no se queja nada. ¿En dónde hay eso? Patrón estaba muy contento. Ya que yo salí, bueno, entonces me encarga que traiga otro amigo para trabajar. Lo traje de Hermosillo, otro dos o tres muchachos –que también eran japoneses–, para que trabaje ahí, pero no le gustó. Ni uno se quedó.

No obstante, y a pesar de su empeño, la suerte le sonrió por poco tiempo, pues tuvo que dejar de trabajar en la nevería por el hecho de ser extranjero y por el ambiente de rechazo que prevalecía:

Sí. Estaba trabajando muy contento, pero ese tiempo empezó muy frecuente eso de huelga del sindicato. Sindicato de trabajadores vienen a visitar a donde estoy trabajando: “Tú eres japonés”. “Yo sí.” “No

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puedes trabajar.” Vienen 30, 40, así, mexicanos; echan afuera, “no puede trabajar”. Entonces, ya que no puede salir a despachar; ni modo, pues hay que emplear a los mexicanos. Entonces, “¿yo qué hago? [...]Entonces empecé a hacer nieve.

Despachar, hacer, o hacer otra cosa, para mí era igual. Yo no era flojo. Yo era muy trabajador. No puede estar quieto. Entonces el patrón no podía soltar.

En 1933 Mitsuo decidió volver a Nogales, donde apenas perma-neció una semana, ya que lo invitaron a trabajar en una tienda en Cananea. En aquella época, la sierra era el centro de la economía sonorense; ahí se concentraban las inversiones de capital más importantes y el desarrollo de infraestructura promovido por las grandes empresas mineras de Cananea, Pilares y Nacozari. Cananea contaba con 12 932 habitantes y era la tercera localidad en importancia en la entidad por su población (V Censo General de Población, 1930).

Al llegar a Cananea, Mitsuo ya hablaba un poco más español. En el empleo que le habían ofrecido le pagaban 60 pesos y le daban cama y comida. Sin embargo, él recordaba que por ser extranjero estuvo expuesto al maltrato, la corrupción y la discri-minación. En ese lugar tuvo muchos problemas con los mineros, quienes le parecían muy “rudos” y “salvajes”, debido a que algunos intentaban robar dulces de la tienda y necesariamente terminaba enfrentándose con ellos:

Y cuando un día, tres veces al “bote”, porque luego viene policía. Policía no le dice nada al mexicanito. Viene conmigo. Me agarra. Me mete al “bote”, porque agarrando mexicano no paga ni un centavo; pero a mí me mete al “bote”, tiene que pagar cinco pesos. Ése es ex-tranjero, agarra eso. Entonces, policía agarra a mí. Hay veces, como tres veces peleando al día. Trabajé como año y medio, por ahí. Pero de mi parte, yo no he quejado. El patrón es que tiene que pagar cinco pesos, entonces, luego, luego pueden salir, ¿no? Era para ganar dinero.

Poco después, su patrón decidió traer desde Chihuahua a una prima y a su esposo para que atendieran la tienda, por lo que

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Mitsuo se quedó sin empleo, y regresó por segunda vez a No-gales, a mediados de 1935.

En ese momento estaba por concluir la campaña xenofóbica con-tra los chinos, que había iniciado desde la década de 1920, aunque el desempleo por la crisis de 1929 y la repatriación de mexicanos que laboraban en Estados Unidos fueron utilizados como argu-mento para acabar con el control comercial que tenían los chinos, quienes fueron obligados a salir de la entidad bajo una serie de violaciones a sus derechos: deportación, clausura o venta forzosa de sus comercios, e incluso el linchamiento (Trueba, 1987:19 y 1989:364-367). Fue hasta 1936, con el inicio del gobierno del pre-sidente Lázaro Cárdenas, que la violencia hacia los chinos cesó; sin embargo, el ambiente de rechazo hacia los asiáticos en la sociedad sonorense persistió por más tiempo. Éste es un ejemplo de cómo las zonas de recepción en el país de acogida se ven afectadas por la acción de los migrantes; en este caso de los chinos, que lograron insertarse de manera importante en el comercio local de Sonora. También nos muestra la condición de vulnerabilidad y exclusión a la que los inmigrantes podían quedar sujetos.

Estos eventos y la inseguridad que sintió Mitsuo hicieron que decidiera irse de Sonora. Para ello, le escribió a un amigo japonés que conoció en Nogales y que radicaba en la Ciudad de México. Esto ocurrió cuando él tenía 25 años de edad. Su amigo le dio trabajo en su negocio, una mercería-bonetería en la que se vendían productos importados y que se ubicaba en la calle República del Salvador 86, en el Centro Histórico de la capital. En el mismo edificio se encontraba el negocio y el hogar de su amigo, quien le compartió techo y comida. Ambos atendían la mercería, realizaban las tareas domésticas y se turnaban para cocinar y preparar platillos japoneses lo más apegados a los tradicionales de su país.

En ocasiones él tenía que ir de compras a un mercado, y aunque su español era muy limitado, se las ingeniaba para encontrar el camino de vuelta a casa, usando el cableado del tranvía como guía.

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Al cabo del tiempo, Mitsuo fue familiarizándose con las costum-bres mexicanas, y en dos o tres años ya era socio de la mercería junto con otros tres jóvenes japoneses. La tienda había cambiado de ubicación al número 89 de la calle República de Uruguay. Sin embargo, esta última no duró mucho ya que fue consumida por un incendio. Esto llevó a Mitsuo a otro cambio en su vida.

Entre 1938 o 1939, Mitsuo decide dejar la Ciudad de México para ir a radicar a Coatzacoalcos, Veracruz. En esa localidad él y otro de sus socios abrieron otra tienda, y como antes ya lo habían hecho, vivieron en el mismo local.

Y nosotros decidimos todo como si fuera nosotros dueño. Pero to-davía no teníamos derecho de tener tienda. Había en documento de Gobernación: “No podía tener tienda; no puede ser dueño”. Tuve que cerrar. Todavía no tiene derecho. Entonces, inmediatamente avisé al que vivía, al amigo de México. Y entonces amigo fue a Gobernación; arregló todo el documento. Yo y otro compañero ese mismo año vine a México; ahí trabajamos todo junto. Entonces los dos tenemos que arreglar. Arreglando documento, luego nos mandó, y [...] abrimos de nuevo.

Porque había reglamento. Los que sean nacidos aquí en México, eso sí no hay problema; puede hacer cualquier cosa. Pero documento era inmigrante; inmigrante no puede tener su propio negocio. Categoría es de empleado. Ahí en la tarjeta dice “empleado”.

En 1940 Mitsuo vuelve a la Ciudad de México, y ya para en-tonces las condiciones que el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial fueron imponiendo lo despojaron de la tranquilidad y seguridad económica que había logrado, y se tuvo que enfrentar a un nuevo cambio en su vida:

Porque ya estaba un poco difícil por la Guerra Mundial. Porque mi-litares de Japón ya se […], se invadió China, ya casi arrebató todo. Entonces, ya con la intervención de Estados Unidos, pues estaba muy inseguro. No se sabe cuándo empieza guerra. Así fue en 1940. “Mejor, yo no voy a estar aquí”. Y dejé tienda a mi compañero. Yo vine a México [en] 1940.

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En ese tiempo ya no estaba mi amigo; ya había ido a Japón porque no le gustó México.

[En] 1941, en diciembre, pues empezó la guerra con Estados Unidos, así que yo regresé a buen tiempo a México. De lo que yo pensaba, “no, en México está todo: diplomático y toda relación de las nacio-nes; entonces más seguro México. Y hay más garantía en México”. Regresé, como un año, y poquito más empezó la guerra.

A pesar de la guerra, Mitsuo no volvió a Japón, porque para él pesaba mucho el hecho de que su padre y su hermano más cercano ya habían muerto. Al cerrar la tienda, él y su socio acordaron que este último se quedaría con todo y que le pagaría en abonos. Deuda que cubrió en dos años.

Durante esos tiempos nada fáciles, los apoyos entre los inmi-grantes japoneses hicieron posible que hubiera nuevas fuentes de ingresos:

Pero ahí estaba un amigo, en Coatzacoalcos, y no fue bien. Entonces él dice “yo lo cobro y mando”. “Bueno, está bien”. Primer abono, me mandó, pero eso fue primera y última vez; segunda vez dice “este abono préstamo por esta vez; tercero, préstame por esta vez”. Todo gastó y se fracasó negocio. Todo cuando vino a México, yo lo tuve que mantener, yo. […]. Cuántos años mantuve. Porque después de empezar guerra, cuántos meses, expulsó de Coatzacoalcos, entonces luego vino conmigo. Pues yo no tenía para mantener esa familia, pero “qué hacemos, no sale”. Entonces yo encontré un restaurante que estaba cerrado. Ese tiempo había muchas casas cerradas. Entonces ese negocio compré, y para que trabaje ese amigo. Amigo empezó a trabajar y tuve que prestar dinero para hacer comidas. Ahora, “vendí cuatro comidas, cinco comidas”. Y llegó hasta, ganaba dinero mensualmente para comer ellos mismos.

Para entonces, Mitsuo había comprado una máquina para ha-cer botones; empezó a trabajarla, y obtuvo algunas ganancias. Después abrió una pequeña fábrica donde se elaboraban boto-nes confeccionados de concha nácar. Este producto lo vendía a mayoristas: “[...] yo fui a colectar esa concha cerca de Tampico. Había un río grande. En ese río vive esa concha. Entonces yo

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mandé el mismo maestro de la fábrica y coleccionando toda la concha y [...] primero traje como tres toneladas”.

Para instalar la fábrica, Mitsuo recibió un préstamo de capital de otro migrante japonés: “Ahí lo puse por [...] cerca de Azcapot-zalco, colonia Pirámides […]. Pero también ese dinero, la capital, de la fábrica, yo también era dinero prestado; no era mi propio dinero, sino pedí prestado. Y me prestó; no tenía ni un centavo”.

La estabilidad económica que logró con este negocio le permi-tió contratar a unos cuantos empleados japoneses y mexicanos, expertos en la elaboración de este tipo de botones.

Para nuestro informante, ayudar a sus coterráneos era un de-ber moral. Sobre este precepto se sostenían las redes sociales (Mitchell, 1976; Kearney, 1986; Boyd, 1989; Grieco, 1995), que se traducían en diversas formas de ayuda mutua: préstamo de dinero, alojamiento y comida, trabajo, ayuda para incorporarse a diversas sociedades. Estos apoyos y redes creaban las condi-ciones adecuadas para que la migración se realizara y para lograr una residencia permanente. Eran expresión del vínculo profundo que se establecía entre los migrantes, y constituía el sustrato para la materialización de la vida transnacional.5

Desde principio, ese amigo era boxeador en Japón, y no sabe trabajar. Aquí en México vendía perlas, y vendía bien y ganaba muy bien. Pero

5 Retomamos el concepto de vida transnacional propuesto por Robert Smith (2001:37), por considerarlo más adecuado para nuestro objetivo, que es mantener la atención en el plano local, en los procesos y en la experiencia de vida, mismos que llevan el análisis hacia un plano más concreto. La vida transnacional incluye las prác-ticas y las relaciones que unen a los inmigrantes y sus descendientes fuera del país de origen, donde estas prácticas tienen un significado, son llevadas a cabo regularmente y representan aspectos importantes de la identidad y la estructura social que ayudan a formar el mundo de vida de los inmigrantes o sus descendientes. En el entendido de que la vida transnacional no es un concepto que abarca todos los aspectos de la rea-lidad empírica, sino más bien que constituye una de varias esferas de la vida a la que los migrantes pueden pertenecer y en la cual participar. Cabe aclarar que el concepto de vida transnacional no excluye la influencia que tienen los factores o procesos que se desarrollan a niveles más amplios (nacionales e internacionales) sobre los procesos locales, y la importancia que tienen éstos para la concreción de otros procesos trans-nacionales –en este caso, la migración entre países lejanos y culturalmente distintos–.

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ya después ya se hizo guerra; ya no puede traer, entonces ya también fracasó. [...] Primero él tenía un cuñado, porque ya se había casado. Él pidió que permitiera trabajar a la fábrica, “bueno”. Entonces, “Bueno, venga”. Y vino a aprender; entró como aprendiz.

Nuevamente, Mitsuo se encontró con un viejo problema: la presencia de los sindicatos de trabajadores:

Pero unos meses después me metieron sindicatos. Esos desgraciados, todo me... todo lo hizo, hasta muchachos, todo, sindicalizados. Enton-ces ya yo no puedo mandar; el sindicato el que manda. Eso fracasó todo. Ya deshice la fábrica, fue hasta 1951. Se aguantó como 11 años.

Inicia la vida junto a Sala Fumiko Matsumoto

De acuerdo con lo que Mitsuo recuerda, había inmigrantes ja-poneses en varios países de Latinoamérica, como Brasil, Perú y Argentina. De acuerdo con Ota (1985:24), la cifra de emigrantes japoneses, desde 1968 hasta poco antes de la Segunda Guerra Mundial, fue de 648 915, distribuidos de la siguiente manera: Asia, 342 751; Estados Unidos, 135 325; Oceanía, 120 894; Europa, 2 925; África, 73, y América del Sur (no se indica si se incluye México), 46 947. Estudiar las redes sociales que se establecían entre los japoneses asentados en México y los que estaban en estos países, en especial con los que se encontraban en Latinoamérica, nos puede ayudar a comprender el papel de los vínculos transnacionales y su relación con la reproducción social y familiar de los inmigrantes.

La narración de Mitsuo ilustra cómo la dispersión de las fami-lias o de los hombres que llegaron solos a distintas entidades se constituyó en una dinámica y flexible red de conexiones sociales, por las cuales se instrumentaban y operaban las estrategias de vida y los vínculos locales y transnacionales. Un ejemplo de lo importante que fue esta red de relaciones en la vida de Mitsuo, así como de otros hombres y mujeres japoneses, se encuentra

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en el papel que desempeñaba esta red de relaciones a la hora de encontrar una pareja para contraer matrimonio. Ello, porque éstas también constituían un medio a través del cual se recreaban las costumbres de Japón y las diferencias sociales de género, en las cuales la mujer quedaba subordinada a la autoridad del padre, para luego quedar sujeta a la del esposo durante el resto de su vida.

A principios de la década de 1940, Mitsuo contrajo nupcias. A través de una relación de amistad con un paisano, supo de una muchacha “adecuada” para él. Tal como se acostumbraba en Japón, una persona sirvió de intermediaria entre Mitsuo y la familia de la joven, cuyo nombre era Sala Fumiko Matsumoto.

Yo me casé 1943; ya había empezado fábrica. Ese tiempo sí iba bien.Yo no conocí [se refiere a Sala Fumiko]. Ella nació en Ciudad Juárez.

Yo trabajando. Y un dentista que era... éramos amigos [...] Ese tiempo fue en Coatzacoalcos. Él antes vivía por Estado de México, Hidalgo; por ahí, por, cerca de Tamazunchale. Él trabajaba de dentista.

Pero como 1938, de Tamazunchale, vino a acá a Puerto México; Puerto México no encontró la casa que empezar porque Puerto México no había casa vacía; entonces fue Minatitlán, es ciudad hermana de Coatzacoalcos. […] Pero iba bien; él tenía cinco hijos. Pero no pudo quedarse en Mina-titlán, sino todo concentraron a México; todos extranjeros. Entonces él tuvo que venir a México, y ahí en Santa María Redonda, ahí yo busqué una casa donde puede empezar. Él empezó. Ahí también fue bien.

Pero entonces él en su consultorio vino a curar obachan [término para abuelita en japonés]. Entonces “este obachan está bueno (risas)”. Todavía no era obachan. Entonces conoció a obachan. “Ése está bueno para Doode”. Bueno, entonces me presentó y, bueno, toda la cosa, ya lo que pasó, ¿eh?, casando con ella.

Entre algunas de las familias japonesas que residían en México se seguía la tradición de acordar la unión en matrimonio de un hombre y una mujer sin importar si éstos se conocían directamente o si ha-bía amor o deseo entre ellos. Se trataba de contar con una pareja. El primero tenía que ser capaz de cumplir su papel de proveedor y autoridad familiar. De la segunda, se esperaba que cumpliera con su papel de madre, de brindar toda la atención requerida por su esposo,

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hijos y hogar, con el fin de garantizar la reproducción familiar y la continuidad de su descendencia, además de seguir las costumbres japonesas. Se procuraba que la pareja elegida, o al menos sus pa-dres, hubiera nacido en Japón. Estos criterios fueron los que siguió Mitsuo, y su padrino fue quien le seleccionó a su esposa Sala. Los padres de Sala también siguieron estos criterios para aceptar el matrimonio de su hija, a quien no se le tomó en cuenta para decidir sobre su boda con Mitsuo. No obstante, también hubo inmigrantes japoneses que se casaron con mexicanas6 o con japonesas nacidas en México. Éste era el caso de Sala Fumiko, la esposa de Mitsuo, hija de un comerciante que al parecer emigró a México durante la última década del siglo diecinueve. En el caso del padre de Sala, éste mandó traer a una novia (la madre de Sala) de Japón, con quien contrajo matrimonio por correo y a la que sólo conocía por foto. De este matrimonio nacieron varias hijas, entre ellas Sala.

La relación que se establecía entre la pareja no tenía como preám-bulo una relación de noviazgo duradero. Más bien, el matrimonio se realizaba por votos, se conocían a través de fotografías y había de por medio recomendaciones de conocidos o parientes de ambos. Existía un representante e intermediario de la pareja, el nauro o nakaudo. Este último, en el caso de Sala y el señor Matsumoto, desde un año antes se había encargado de establecer el contacto con la familia de cada uno de los pretendientes y de cumplir con los formalismos: dar las recomendaciones respectivas y acordar la unión matrimonial.

La celebración de la boda se hizo en casa de Mitsuo; él se hizo cargo de los gastos:

Papá de obachan tenía un abarrotes chiquito allá por Niño Perdido [Eje Central actualmente], más para allá [...]. Entonces, como dos meses de novios; luego nos casamos.

Y dos domingos [...] hice fiesta porque no caben en una vez [...] Pero total fue como 200 (invitados)... puros japoneses radica aquí en México.

6 En México, entre 1890-1940 y de acuerdo con el registro civil, había 111 inmigrantes japoneses casados con mujeres mexicanas, 79 casados con japonesas de nacimiento y 11 casados con japonesas nacidas en México (Ota, 1985:140).

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Había un cocinero muy bueno. Nada más que todos los japoneses estaban concentrados en México. Entonces de Tijuana, Mexicali, todo Sonora, estaba concentrado a México. Ahí había un cocinero bueno que conozco desde que vine a Nogales; entonces él se encargó de todo. “Yo lo hago.” Dando dinero, nomás ir a comprar a San Juan de mercado. Ahí se hizo.

Los nuevos esposos no salieron de luna de miel debido a la gue-rra. Tampoco se permitían grandes concentraciones o reuniones, y en caso de darse, éstas eran vigiladas por las autoridades. Como la boda se celebró dentro de la casa, Mitsuo pudo conseguir el permiso para realizarla. La casa de Mitsuo estaba en Azcapotzalco, en el mismo lugar que la fábrica. Ahí los recién desposados vivieron, y al cabo de tres años (1946) tuvieron que mudar la fábrica a la colonia Pirámides y después a la colonia Moctezuma:

Ahí encontré un local más grande. Pero una vez sindicalizados, no fue bien. Todo lo que hizo daño, a mí. Todo me empujó hasta rincón y tuve que fracasar la fábrica. No de una vez, sino poco a poco me hizo mal. Aguantó como 11 años. Me salí lleno de deudas.

A pesar de ello, Mitsuo logró comprarse un carro usado7 con el cual podría comenzar a comerciar sin tener que contar con un negocio establecido.

Y yo tenía en 1945... compré un carro. En toda la colonia japonesa no había más que dos o tres carros. En ese tiempo ya compré un carro, no nuevo [...]. Entonces, ese Ford modelo 40.

Mis clientes que son mercerías, boneterías en mayorista, eran mis amigos [...]. Todo lo botón yo entregaba a ellos. Entonces capital es el carro; es todo lo que queda. Entonces ellos me prestan mercancía. Unos puede hasta cinco mil, otro diez mil, varios según la tienda. Uno que pueden prestar, o sea fiar, cada viaje. Unos cinco mil, otros siete mil, otros diez mil; cada quien diferente, pero me presta sin pagar; me presta. “Puedo hacer un viaje; dentro de viaje se vende todo, todo

7 Como dato anecdótico, el carro que el señor Mitsuo compró pertenecía al compositor Agustín Lara. Esto lo supo porque, al revisar los papeles del vehículo, el tarjetón de circulación estaba a nombre del músico.

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lo que vende lo pago. Y lo demás me presta o devuelvo.” Me presta y lo que falta me prestaban más. Así empecé el trabajo.

En 1951 Mitsuo empezó a viajar por toda la República para vender sus mercancías. Hacía recorridos de Puebla a Veracruz, de Pachuca a Tuxpan, de Veracruz a Alvarado, Orizaba, siguiendo la costa hasta Tapachula. A veces iba a Guadalajara, León y Tampico.

Como vendedor ambulante, Mitsuo continuó con la línea de productos de mercería. Algunos de sus amigos se dedicaron a la venta de perlas o al contrabando y venta de sal, que se traía desde Tijuana. Otros de sus conocidos aprendieron un oficio para poder mantenerse; por ejemplo, de peluquero (su cuñado en Nogales), pescador (uno de sus amigos en Bahía Kino), o ejercían una profesión (como el amigo que le presentó a la que sería su esposa y que era dentista, residente en Minatitlán). Ade-más, tenía otros conocidos comerciantes (japoneses a quienes surtía mercancía en los recorridos que realizaba por Tapachula).

Pasado un tiempo, Mitsuo recibió una oferta de trabajo de la Asociación México-Japonesa, una organización que tuvo como antecedente –de acuerdo con Ota– la fundación de una escuela para niños y de una asociación que contaba con un local y funcionaba como centro de reunión. Ambas fueron creadas por un grupo de inmigrantes japoneses que residía en el Distrito Federal. La asocia-ción dejó de funcionar cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, y con los recursos obtenidos con la venta del local se fundó el Comité de Ayuda Mutua, que daría albergue y alimentación a los japoneses que se dirigían en tren o autobús a la capital del país o a los que se quedaban en Guadalajara (Ota, 1985:99), durante el proceso de concentración impuesto por el gobierno de México.8

8 Después del bombardeo a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941, Estados Unidos inició su participación armada en la Segunda Guerra Mundial, y las primeras medidas afectaron a los japoneses residentes en aquel país. En México, este conflicto armado fue la justificación para ordenar la incautación de bienes y la concentración de japoneses en el interior del país o en la Ciudad de México. Las autoridades siguie-ron muy de cerca el proceso de concentración y su recorrido hasta Puerto Peñasco y Santana, Sonora. Se mencionó la salida de 217 hombres, 356 mujeres y 428 niños de ambos sexos; también 800 japoneses que estaban en diferentes ciudades del no-

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Según información de la Asociación México-Japonesa, A. C. (Kaikan), ésta fue fundada después de concluida la guerra, gracias al interés de los japoneses residentes en México y a sus hijos nacidos en el país, quienes por muchos años tuvieron la inquietud de crear un centro social y cultural que les diera iden-tidad y unidad.

Para ello se contó con el apoyo del gobierno japonés, con algu-nas donaciones personales y con los recursos de la devolución de las cuentas incautadas durante el conflicto bélico. La construcción de la asociación se inició en 1957 y concluyó a principios de 1959. Fue entonces cuando se abrió el primer restaurante japonés con cocineros traídos desde Japón. Fue en este restaurante donde Mitsuo trabajó por varios años:

Entonces, Sekiguchi me pidió que entrara a cuidar restaurante. Pri-mero entré; me pagaba muy poco. Yo creo que como dos mil pesos. Pero entonces dice: “Yo entro; si levantando a restaurant, qué, ¿me da algo de recompensa?” Bueno, me prometió aumentar el sueldo. Después de un año, ya me aumentó mil pesos. Van tres mil pesos; bueno, aquel tiempo tres mil pesos no es malo. Ganando tres mil pesos de sueldo, aparte, pues, ahí mismo comiendo, entonces no es tres mil pesos, sino que prácticamente ganando mucho más, con comida. Pero no solamente ganar comida; es que es mucha responsabilidad. Pero mientras, unos dos o tres años, ya no se daba ni abasto a los clientes que vienen. Siempre lleno. En domingo, sábado, vienen como 500 o mil personas, clientes. Así, ganando mucho dinero, me aumentó más.

Mitsuo decidió abandonar la venta foránea de mercería, ya que el restaurante requería mucho tiempo y atención y representaba una fuente de ingresos más elevada y estable. No obstante, perdió parte de su inversión, porque ya no pudo cobrar los adeudos de clientes que tenía en distintas ciudades de provincia. A pesar de esto, el trabajo en el restaurante era una oportunidad para mejorar su condición económica, pues el único ingreso seguro que tenía roeste del país se habían reconcentrado en la Ciudad de México. En el periódico El Nacional del día 21 de enero de 1942 se publicó que los japoneses podrían ir hacia poblaciones del centro de la Republica (Alanís Enciso, 2001:93 y 95).

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la familia era a través de una pequeña tienda de mercería en la calle de República de Argentina, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, y que era atendida por Sala.

Por otra parte, el restaurante pasaba por una etapa crítica; los comensales que lo frecuentaban eran japoneses, miembros de la asociación. Así las cosas y para capitalizar el negocio, Mitsuo deci-dió dar servicio a cualquier persona, sin importar su nacionalidad, con lo que logró una mayor entrada de ingresos. Mitsuo entró a trabajar en la asociación en 1967; no obstante, en 1978 decidió renunciar debido a los problemas que existían entre los miembros. Para aquel entonces su esposa todavía contaba con la mercería:

Mejor trabajo, mejor negocio, era de Niño Dios (vestir niños Dios). Pero ésos son trabajos temporales, ¿no? [...]. Y tomando pedido desde enero hasta llevar muñeca, el Niño Dios, hasta día 2 de febrero, día de Candelaria. Hasta ese día, todo lleva, así que hay que entregar antes; era mucho trabajo.

Sin embargo, en ese momento Mitsuo supo de un nuevo regla-mento obligatorio para el pago de impuestos, y aunque nunca recibieron la visita de un inspector fiscal, mejor decidió vender la tienda y evitarse futuros problemas con Hacienda.

Después ya no hice nada porque ya era tiempo de salir del trabajo, jubilación. Ya era ese tiempo, ya había pasado desde 1968. Y a otra cosa, pues solamente trabajar, no; sino que hacer negocio por mi cuenta. Eso es lo que puede hacer. Pero en eso, “ya estoy grande y no tengo ni un ayudante; mis hijos no están. No se puede empezar”. Cuando eso invierte y cuando ya negocio que encarrilar, entonces ya es tiempo de morir. Así es que no empecé. “Pensándolo, me da miedo.” Así unos cuantos, seis o siete años, ya después vine a Hermosillo.

Ya después de 92 años, qué cosa puede decir: “Yo no tengo dinero, y no tengo ni negocio ni nada, pues qué cosa platico”. Ya todo lo que pasó, ya se pasó en vano.

Sin embargo, al finalizar su vida laboral, don Mitsuo enfrentó la pérdida del eje fundamental de su vida: el trabajo. Para él el trabajo

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y la responsabilidad en torno a ello le daban sentido a la vida.Por otro lado, del matrimonio de Mitsuo y Sala Doode nacieron

dos hijos y una hija. A todos ellos les pusieron un nombre en español y otro en japonés. Aunque en Japón se acostumbraba poner un solo nombre, entre las familias migrantes que llegaron a México esto fue diferente, pues la adopción de esta práctica constituyó una estrategia para que los descendientes de los ja-poneses pudieran adaptarse e integrarse más fácilmente a la vida tanto social como laboral mexicana.

Los esposos Doode siempre se comunicaron en japonés y tam-bién lo hicieron con sus tres hijos. Sin embargo, viviendo en un país de habla española, los cinco miembros de esta familia eran bilingües, unos con más eficiencia en una lengua que en otra.

Aun a la distancia, Mitsuo y Sala practicaban el budismo shintoísta, aunque eran amplios conocedores de lo mexicano. Sin embargo, como otras parejas japonesas, optaron por criar a sus hijos como católicos y no como budistas; consideraban una ventaja el ser católicos en un mundo laboral y social dominado por el catolicismo.

Desde pequeños, los hijos de Mitsuo estudiaron en una escuela japonesa que se encontraba en Tacubaya, donde un profesor en-señaba la lengua y las costumbres del país de origen. Después, sin hablar nada de español, ingresaron a la primaria en el Colegio México, donde su adaptación al mundo mestizo, multicultural, fue dura y por ello paulatina.

Recuerdos de la comunidad japonesa en el norte de México

Mitsuo platicó que cuando llegó, en 1930, en la ciudad de No-gales había 150 japoneses. Igualmente, tanto en Cananea como en Ciudad Obregón y Hermosillo vivían unas cien personas de este origen. Según don Mitsuo, había cerca de mil de sus coterráneos en todo el estado de Sonora. Entre los apellidos que mencionó, entre sus conocidos se encontraban los señores Wehara, de No-

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gales; el señor Furuya, de Nacozari; el señor Bansan, de Bahía de Kino. También radicaban japoneses en Agua Prieta, Obregón, Navojoa y Etchojoa. Mitsuo decía que había muchos más en otros estados, y recordó al señor Endo, de Ciudad Juárez; también al señor Miguro, de Tapachula, y a otros más de Monterrey. Mencionó que muchas de estas personas habían emigrado solas y que con el tiempo formaron sus familias. Algunos japoneses “encargaron” una novia desde Japón.

También contó que la mayoría de las familias que fueron con-centradas en México tenían hijos pequeños. En la ciudad había siete u ocho escuelas de la colonia japonesa, a la que llegaban profesores de Japón. Sonora y Tapachula también contaban con este tipo de escuelas.

Durante la concentración en la capital, la comunidad japonesa se organizó para cubrir las necesidades de las familias, y éstas fueron estableciéndose de manera dispersa en la ciudad. Algu-nas de ellas recibieron apoyo del Comité de Ayuda Mutua o de parientes o conocidos que les proveyeron de techo, comida o algún trabajo. Los hombres solos y desempleados buscaron con-traer matrimonio e integrarse a una familia. Las redes sociales enfrentaron dificultades durante la guerra, porque la situación económica de las familias fue deteriorándose.

Sin embargo, dichas redes se mantuvieron dentro de la comu-nidad japonesa y conformaron el medio por el cual se estable-cían y se llevaban a cabo las estrategias que les permitieron a los japoneses sobrevivir, permanecer y adaptarse a la sociedad mexicana. Estas estrategias no implicaron una pérdida de la identidad japonesa, sino, como refiere Giménez (2000:50 y 64), “sólo su recomposición adaptativa”, pues la identidad se construye y se recrea dinámicamente en la vida cotidiana, en la interacción con otras personas en los diversos ámbitos en que se desenvuelven, pues “la identidad no es una esencia, un atributo o una propiedad intrínseca del sujeto, sino que tiene un carácter intersubjetivo y relacional”. Barth (1976:10) lo expresa muy claramente cuando dice que:

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[...] las distinciones étnicas no dependen de una ausencia de interacción y adaptación sociales; por el contrario, generalmente son el fundamen-to mismo sobre el cual están construidos los sistemas sociales que las contienen... La interacción no conduce a su liquidación como conse-cuencia del cambio y la aculturación; las diferencias culturales pueden persistir a pesar del contacto interétnico y de la interdependencia.

Para Barth, la identidad y la etnicidad tienen que ver con el mantenimiento de fronteras que distinguen nuestra identidad de la de otros. Estas fronteras se reflejaban en las diversas estrategias que beneficiaban sólo a estos migrantes japoneses y sus familias.

III. Reflexiones finales

Las estrategias que los inmigrantes japoneses utilizaron para integrarse a la sociedad mexicana transitaron por muy diversos derroteros, que cruzaron por la religión, el idioma y los rituales. Ejemplos de ello en el ámbito familiar fueron el uso de un nombre en español precediendo al nombre en japonés, o la adopción de la religión católica y la celebración de los rituales navideños aun sin ser cristianos. Pero también en dichas estrategias encontramos las acciones colectivas que producen inevitablemente la formación de un “nosotros” común, que se basa en la idea de una identidad esencializada, en el sentido que Elwert (1989) propone.

Esas estrategias de sobrevivencia se sustentaron en la persisten-cia de profundos lazos identitarios, pues la existencia de un fuerte sentido de pertenencia, ligado a un origen étnico y a una cultura común, sirvió a los inmigrantes como base de resistencia cotidiana.

La asociación y las escuelas constituyeron un espacio de reforzamiento y recreación identitaria que mantuvo el vínculo transnacional con el país de origen.

Las distintas formas de ayuda mutua y de redes de solidaridad fueron fundamentales para enfrentar la condición de vulnera-bilidad social y económica en la que los inmigrantes se encon-traban y desenvolvían. Valores como la lealtad, la solidaridad

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y la compasión hacia el coterráneo –elementos fundamentales de la cultura japonesa de los migrantes– rigieron muchas de las decisiones y acciones de Mitsuo y de otros japoneses que como él buscaban adaptarse y sobrevivir en una sociedad geográfica y culturalmente alejada de su país de origen.

En el caso de Mitsuo, la lealtad filial que demostraba al ayu-dar a sus paisanos, la entrega al trabajo, el honor y la actitud de seguir adelante para progresar pese a cualquier adversidad, fueron rasgos y pilares de su identidad personal, que se manifes-taron de distintas maneras a lo largo de su existencia. Además, a pesar de que la mayor parte de su vida transcurrió en México, continuó hablando su lengua materna –el español lo utilizaba de manera funcional para el trabajo y los negocios–. Sólo con una de sus nietas hablaba en japonés, aunque todos sus nietos e hijos de algún modo están inmersos también en la cultura japonesa. Diariamente calzaba sandalias japonesas (geta), y él y su esposa leían en su idioma materno los libros que un viejo amigo les enviaba quincenalmente de Japón. En su concepción del matrimonio, como lo dictaban las costumbres japonesas, la mujer se subordinaba totalmente a las necesidades del marido. Así, su esposa Sala vivió literalmente para él.

En la reconstrucción de su historia de vida, Mitsuo tuvo como eje su trayectoria laboral, y a través de ella fue articulando cada mo-mento y cada cambio en su vida. En su narración no hubo ninguna alusión o expresión de sus sentimientos, y por el contrario, sí habló de su capacidad para adaptarse a las circunstancias y para conti-nuar siendo un hombre honesto y trabajador, algo que consideraba fundamental en su vida. Esto mismo observamos cuando hablaba de la Segunda Guerra Mundial. Si bien se refería a la inseguridad que sufría, siempre la relacionaba con la pérdida de su negocio, con la adaptación a las nuevas circunstancias y con la capacidad de empezar de nuevo y de generar una nueva forma de trabajo.

Mitsuo Doode nunca cambió su autocomprensión9 de su identi-

9 Se trata de comprender a los sujetos y el papel activo que tienen en la cons-trucción de su identidad, así como las formas, acciones y relaciones en la que ésta

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dad japonesa. Continuó siendo un japonés aun después de vivir por 75 años en este país, un extranjero viviendo en México. Así fue hasta los 93 años de edad, cuando siguió su camino a otro mundo de acuerdo con sus preceptos budistas sobre la vida y la muerte.

La finalidad de este trabajo fue proporcionar algunos elementos para comprender las características culturales de este sujeto,10 pues constituye un ejemplo de cómo las diferencias culturales y la identidad básica pueden persistir a pesar del contacto interét-nico y el paso tiempo.11

Por último, esperamos que la comprensión de las dificultades que entraña el proceso de adaptación a una cultura extraña, desde el punto de vista de los inmigrantes, contribuya a la aceptación de la importancia de conocer cómo se vive la migración. También abogamos por el reconocimiento de la riqueza pluricultural que este fenómeno transnacional ha significado en la constitución de la sociedad mexicana contemporánea. De igual forma, subrayamos el papel fundamental que tienen la cultura y los lazos identitarios para la supervivencia, el sentido de solidaridad y las redes sociales en la constitución de la vida trasnacional y del mundo de vida cotidiana de los migrantes. Como se muestra a lo largo de este trabajo, son un ejemplo de la importancia de los espacios locales (las acciones de los actores: los migrantes y sus descendientes) en la configuración de procesos como la migración.

se expresa. En este proceso es fundamental la autocomprensión del sujeto como parte de algo; es decir, la percepción y conocimiento que éste tiene sobre lo que es y a lo que pertenece (Díaz Polanco, 2004:194 y 195), en este caso, la pertenencia a la identidad y cultura japonesas.

10 Eduardo A. Sandoval Forero (1993:8) enfatiza la importancia de la cultura como elemento caracterizador de la nacionalidad en este tipo de estudios, porque la cultura evidencia la identidad individual y social de cualquier grupo. La estructura de una sociedad o grupo en particular posee manifestaciones del ser social como identificación subjetiva de los grupos sociales. Este autor señala la importancia de comprender las características culturales más que lograr obtener los elementos que comprende una identidad como tal.

11 Para Fredrik Barth (1976:15), una adscripción categorial es una adscripción étnica cuando clasifica a una persona de acuerdo con su identidad básica y más general, supuestamente determinada por su origen y formación.

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Pensando en nuestros hermanos y hermanas mexicanos que se han visto obligados a emigrar, consideramos menester llegar a constituir una sociedad cada vez más libre de prejuicios a través de la valoración de lo propio y de lo extraño, y enfatizar la importan-cia de las acciones que sensibilicen y favorezcan los esfuerzos de apoyo y los espacios de recreación cultural propia de los migrantes.

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Fecha de recepción: 14 de septiembre de 2009Fecha de aceptación: 24 de febrero de 2010

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Creating the Middle-classSuburban Dream in Mexico City

Guénola CapronCentre National de la Recherche Scientifique, France

Martha de AlbaUniversidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa

Abstract. The aim of this article is to understand a particular form of urban culture, related to the development of Mexico City’s suburbs during the late fifties. How the American urban experience influenced the arising suburban culture? What kind of urban imaginary was associated with the new way of life proposed by promoters of modern suburbs? We will try to answer these questions by analyzing the urbanistic ideas made fashionable by those archi-tects who had a forceful influence on the development of the city in the fifties. Secondly, we will review the marketing discourse preferred by promoters of residential developments built in the same period in Mexico City.

Keywords: 1. suburbs, 2. social imaginary,3. urban marketing, 4. Mexico City.

Resumen. En este artículo tratamos el desarrollo de los suburbios de la Ciudad de México a finales de los cincuenta. ¿De qué manera la experiencia urbana norteamericana influyó en el surgimiento de una cultura suburbana? ¿Qué tipo de imaginario social se encuentra asociado con la nueva forma de vida propuesta por los promotores de los suburbios modernistas? Trataremos de responder a estas preguntas con el análisis de las ideas urbanísticas de moda propagadas por los arquitectos de mayor influencia en la capital mexicana de los cincuenta. En segundo lugar, revisaremos el discurso publicitario de los promotores de los desarrollos residenciales construidos en la zona metropolitana de aquella época.

Palabras clave: 1. suburbios, 2. imaginario social,3. publicidad inmobiliaria, 4. Ciudad de México.

culturalesVOL. VI, NÚM. 11, ENERO-JUNIO DE 2010

ISSN 1870-1191

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The influence of the AmericAn city model seems to be an undeniable fact. There are those who state, for example, that “the future of the cities of the world is partly based on the American urban experience. Naturally, this is because, as such, it is very impor-tant but, above all, it is because it is observed attentively and copied with greater or lesser resolve and critical detachment,” (Staszak, 2001, our translation). This experience reaches other countries previously filtered by the representations of those who transfer and disseminate it, being social actors with larger or smaller influence: the media, businessmen, architects, tourists, immigrants, etc. It is not the actual American city that “travels” from the United States to the rest of the planet, but rather an imaginary based on it.1 Its model is reinterpreted in other so-cial, political and economic contexts, blending with a group of images belonging to the local culture that cause a “shift of meaning”, in which the symbols of the model are clothed anew with other meanings in addition to their real meanings (following Castoriadis, 1975). In the case of the suburban imaginary, one is dealing with symbols such as nature, owning one’s own house, the car, that are projected in socio-cultural universes and urban systems that are considerably distanced from the original, thus undergoing a process of “remodelling”. By analysing the dis-course of certain actors, architects, urbanists, manufacturers, property developers, it is possible to observe how … it gives rise to these “cross-cultural” processes and the “shift of meaning” of a suburban context characterized by certain “ anti-urbanism “, such as the American model, to another,2 characterized by strong social contrasts, as in the case of Latin American suburbs. We will try to exemplify this process through the study of two

1 Our work, in this sense, is along the same lines as Lindón’s research (2005, 2006), and that of Hiernaux and Lindón (2004).

2 However, one might wonder if it is correct to characterize the whole Ameri-can suburban tradition as “anti-urban”. In France, this idea has been defended by Cynthia Ghorra-Gobin (2002) in a case study of Los Angeles, which is actually paradigmatic. In recent years, this has been very influential in France on the theory, and perhaps even more on the imaginary, of the American city.

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types of discourse, analysing them using Castoriadis’ theory of the imaginary. In the first place, we will tackle the urbanistic ideas made fashionable by those architects who had a forceful influence on the development of the city in the fifties. Secondly, we will review the marketing discourse preferred by promoters of residential developments built in the same period in Mexico City. But before undertaking this specific example, we would like to go into greater depth on the so-called Americanization of the suburbs in this city at this time.

Dissemination of the “American” imaginary

In Mexico, until the sixties, the concept of the suburb referred to a neighbourhood located outside the city where poor people lived. During the sixties, it underwent a process by which it “became more bourgeois”, being applied more specifically to upper and middle-class neighbourhoods, distanced from the city centre and associated with modernization (Zamorano, 2007). This process coincided with a proliferation of residential developments, nicely exemplified by the case of Ciudad Satélite. The migration of the middle-classes towards the suburbs poses several questions: why would numerous families, originating in Mexico City and other Mexican cities, agree to migrate to these suburbs, that were dis-tant from their places of origin where they very often had social networks and family relationships?

In turn, this suburb seems to undergo a process of “Americani-zation”, in the sense of an influence on the production of the city, the modes of consumption etc. What happened to make “cities within cities”, such as Ciudad Satélite or Jardines de Pedregal, neither of which were particularly inspired by the “American model”, come to embody suburban American ways of life and a suburban American imaginary?

While it is common to talk about an Americanization of society and the city after the Second World War, it is worth asking how

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and to what extent was middle-class suburbanization the product of an “Americanization” of the city. “Americanization” refers, both in the past and today, to a discursive complex that is fre-quently presented as overwhelming, profoundly homogenising, composed of ideas, practices and ways of forming the city whose elements are well-known: the suburb with its individual houses, the use of the car, the shopping centre, and more recently, the gated community.

The urban imaginary used in property marketing, while having a heavy utopian payload, is not detached from reality, but rather reflects it and transforms it (Alba & Capron, 2007). For this interpretation, we are relying on the distinction made by Cas-toriadis (1975) between the creative imaginary and the radical imaginary. The former refers to a socially instituted symbolic system, while the latter refers to the original and creative ima-gination, institutive of novelty and change.

If we take this distinction between the dominant instituted imaginary (dominance of the institution relative to society) and the radical creative imaginary (that brings about the creation of something completely new), one could say that the urbanistic utopia might correspond with the order of the radical imaginary, to the extent that it proposes radically novel ideas; while the marketing image would be located in the instituted imaginary. The latter transforms the publicity image into true stereotyped prescriptions of what good living is, based on the morals of the family and class aspirations. In this way, the property market be-comes the field in which social and urban models are propagated, whose function is, like all publicity, “to define for the subject both reality and desire for it” (Castoriadis, 1975).

It seems clear then that to understand how this urban imaginary takes root, it is necessary to know which social actors drive it and which favour the circulation of ideas, as well as the construction of discourses that are potent instruments of reality transforma-tion. The insertion of the American residential imaginary in a society that is culturally distant from the United States (albeit

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geographically close) became possible through the implemen-tation of diverse discursive strategies of which we will explore only a few in this text, in particular urbanistic and marketing ones. To understand this process, it will be necessary to refer to the emergence of modern residential neighbourhoods, and ask ourselves how much they are inspired by the American Way of Life and its models.

In the forties and at the end of the fifties, the Jardines del Pe-dregal de San Ángel and Ciudad Satélite developments, located respectively in the south of Mexico City and in the northwest of the budding metropolitan area, played a key role in the pro-duction of ways of life and the residential and urban imaginary, with differentiated social identities.

Urban utopias in urbanistic discourseand in practice in Mexico City

The reinterpretation of international architecturein Mexico in the forties and fifties

Modernist urbanistic and functionalist discourse, linked with the International Movement, with a heavy utopian payload, constitutes the first paradoxical link in the construction of the imaginary of the suburb. It was a dominant discourse as it exer-cised a relative dominance in academic production and in archi-tectural and official urbanistic projects. However, in practice, this discourse was overcome by the social and political context into which it was inserted.

Various channels made worldwide circulation of architectural and urbanistic concepts of modernism possible, starting in the twenties. For Mexico, it would be necessary to draw up a map of the exchanges of ideas that came about thanks to travel, visits, publications in the press, conferences, in short, all the means of dissemination of ideas. As examples, one might mention the work

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of Herrey (a German who emigrated to the United States) on the revolving traffic system that inspired Mario Pani and Domingo García Ramos for the design of Mexico’s Ciudad Universitaria and Ciudad Satélite (Krieger, 2004); articles on Jardines del Pe-dregal published in several American and European magazines (Krieger, 2004; Eggener, 2001; de Garay, 2000; etc.). We are a long way from suggesting that this is a mere “imitation” of what was done in the United States or in Europe, since urbanistic forms can rarely be simply projected and transplanted. Even the developers of shopping centres understood that their products need a minimum of adaptation to local societies. As regards urban planning, authors such as Ward or Cody (quoted by Freestone, 2004), preferred to speak of “cross-national learning” and [...] of “points of contact between the urban planning repertories of different countries”, rather than “imitation” or “adaptation”. Freestone (2004:4), reflecting on the influence of the American model in the Australian context, ended up by reversing the title of his article, “The Americanization of Australian Planning” with a provocative proposal on the “Australization of American Planning”, suggesting thereby a re-making of the model, a kind of “culturalizing” appropriation, by being applied in another context.

In the case of Mexico, we could say that rather than a mere transplant or diffusion of American models, there was a triangu-lation of ideas between Europe, Latin America and the United States, as the works of urbanists such as Barragán and Pani show. It is undeniable that the ideas of Le Corbusier’s (the Radiant City, Plan Voisin) and Frank Lloyd Wright (Broadacre), among other architects and urbanists, played an important role in their works. The modernist utopia exalted in both Europe and the United States, was enriched and applied on a large scale in Latin America. The most obvious example of this is perhaps Brasilia although, in Mexico, it can be clearly seen in projects such as those by Pani or Barragán: the multifamily developments, Ciudad Satélite, Jardines de Pedregal, and a great variety of internatio-

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nally well-known architectural works.3 Graciela de Garay (1994) and Vittorio Magnago Lampugnani (2001) mention a kind of Mexicanization process of international architecture through its reinterpretation in a Mexican context where “the technical, material and financial resources” were different (a “Mexican synthesis”, according to G. de Garay, 1994:103).

The Ciudad Satélite and Jardines de Pedregal projects (Pani, 1958; Eggener, 2001) were initially a reinterpretation and hy-bridization of the modernist and functionalist ideas applied in the context of Mexico City in the mid-twentieth century. Only a few of the concepts of internationalist modernism that were introduced in such projects need to be mentioned, for example the very notion of a “satellite city”, the super-block, the purification of architectural forms, their functionalism, the integration of architecture on rocky ground and Lloyd Wright’s organic archi-tecture. Such ideas were hybridized when faced by the necessity of carrying out proposals to control the powerful expansion of the city, or by the desire to promote local architecture. The scale on which progressive urbanistic ideas were applied in Latin America stands out. Note the case of Brasilia, but also Ciudad Satélite, planned for around 30,000 inhabitants, or Lomas Verdes, also in the municipality of Naucalpan, a project by Luis Barragán and Juan Sordo Madaleno, which was based on similar plans, but never built.

From the satellite city to the suburb

Such urbanistic and architectural projects emerge in a city cha-racterized by accelerated urban expansion, robust industrial de-velopment, deep-seated nationalism and presidential centralism. These characteristics, and in particular the latter, gave rise to a close association of interests among industrialists, property deve-

3 Here, we should like to thank Graciela de Garay for the conversation we had with her, as well as Louise Noelle who advised us on appropriate texts.

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lopers, politicians, architects and urbanists during the presidency of Lázaro Cárdenas; they were described as “urbanization-led industrial development” by Diane Davis (1994) during the pre-sidency of Ávila Camacho; and finally, during Miguel Alemán’s presidency, mentioned as “pro-business presidential administra-tion” by Eggener (2001). The conjunction of economic, political and urban interests that favour the modernization of the city is a matter that has already been sufficiently documented, particularly when referring to the presidency of Miguel Alemán (Ballent, 1996; Cisneros, 1993). It is well-known that Miguel Alemán was the owner of the land where Ciudad Satélite was built, and this project would possibly have been unimaginable without his initiative. For their part, Mario Pani and Luis Barragán were in-volved in the promotion of both of these developments, Barragán being the main partner of the investors and property developers, the Bustamante brothers (Eggener, 2001).

However, the modern and functionalist utopia tends to be diluted when the attempt to bring it about is made in a context similar to the Mexico City of that time. This is not only due to a hybridization or “shift of meaning” from the original model, but also to the conditions in which it is intended to be brought about. More generally, if we step away from the Mexican context, we can question the association between the radical imaginary and the urbanistic utopia: as Françoise Choay recalls, the pro-gressive urbanistic and modernist model proposes “ideal orders [...] that are instead the rationalized projections of collective and individual imaginaries,” (Choay, 1965:75; our translation) with a technological-ideological and prescriptive character that is not necessarily disentangled from economic and political interests. Through the ideas of efficiency and productivity, the industrialization of the production of the city is contained in Le Corbusier’s idea of urbanism. According to Françoise Choay, it is “the progressive model that inspires the new development of the suburbs and the remodelling of the majority of big cities within American capitalism”. She also adds that “it is a truncated and

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degenerate system that motivated and continues to inspire the majority of large French developments, such as the unfortunately well-known Sarcelles” (1965:62-63, our translation).

It is not unsurprising that both Barragán and Pani, years after the curtailed execution of their works, declared that they were disappointed.4 Their projects had been transformed: the concepts of the “satellite city”, of “a city within the city”, had generated huge developments and gigantic middle-class suburbs5 that were little like the original projects. In Pedregal, little by little, the gigantic lots that had initially been planned began to be split up. In Ciudad Satélite, the lots sold also became smaller and smaller, as did the houses, and the urban scheme that Pani had initially proposed was never respected, in particular the construction of multifamily blocks at the heart of the “superblocks”. The me-chanisms of land valuation, subject to severe speculation, as well as the mixture of political and economic interests, put an end to the utopian dreams of these urbanists: a socially heterogeneous satellite city on the one hand, and an exclusive landscaped city on the other. Gradually, Ciudad Satélite’s green belt was ab-sorbed by property speculation. At the same time that Ciudad Satélite was being built under previously modified concepts, the so-called “NZT” area (Naucalpan-Atizapán de Zaragoza-Tlalnepantla) was being urbanized at high speed. Faced by the limits for subdividing plots for constructing developments imposed by Mayor Uruchurtu on Mexico City in 1954, proper-ty companies turned towards the neighbouring territory in the State of Mexico, with the support of that State’s government. As Pani himself says ironically, the urban landscape rising from the land became “Tinacolandia” in a few decades (Garay, 2000). “Tinacolandia” is the Mexican version of Levittown in United States or Sarcelles in France. The name refers to the typically

4 In the early sixties, Mario Pani distanced himself from the business (de Garay). In 1976, Barragán declared himself disappointed by Pedregal, however he left the “business” from 1953 (Eggener, 2001).

5 Upper middle-class in Naucalpan, upper class in Atizapán (Arboledas) and Jardines del Pedregal, lower middle-class in Tlalnepantla.

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Latin American landscape of “tinacos”, (“tinacos” are the water tanks on the roofs of houses).

The recovery of functionalism (in particular zonification) by economic agents and the State played an important role in the industrialization of the means of production of the city at its edges: of this encounter the suburb was born. While the urban plan of Ciudad Satélite, Jardines del Pedregal or Arboledas6 was curvilinear, the projects derived from these returned to the grid, which is a more economic urban form. Developers such as Austroplan, in Ciudad Satélite, and Bustamante, sold houses in catalogues. Most of the houses or plots were aimed at median sectors and sold on credit after putting down an initial deposit.

We think that it is important to question commonly accepted suppositions about the American mould for the middle-class suburb. Ciudad Satélite is seen, in general and by its own inha-bitants, as an American suburb with American ways of life. It is clear that the initial urban models were not suburban, nor were they solely “American”. The arrival of this imaginary in Mexico started with the hybridization of progressive urbanism as it came into contact with a society whose political context was different.

The residential imaginary in publicityas a reflection and a model

When creating an urban imaginary around life projects that are to be carried out in a dream location, the advertisement provides an important source of information on the urban models underlying residential projects that not only promote, but also lay down rules. Publicity is conceived as the reflection of individuals’ aspirations, anchored in a “habitus” and social values, while simultaneously establishing models that should be followed that reinforce previously existing models, not only economic ones but also normative ones (preferences). Property advertising

6 Another of Barragán’s unfinished projects.

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sells “new” products, “new” styles and ways of life,7 sensitizes consumers so that they adopt “new” patterns of consumption, it exploits latent aspirations of homes and families. The advertise-ment doesn’t refer directly to a concrete reality, but rather creates imaginary and mythical realities that correspond with desires, dreams and fantasies that seek to awaken pleasant emotions in the consuming public. Luis Barragán, a skilled businessman, turned to the services of a famous photographer, Armando Salas Portugal, to dramatize the projects and houses that he built. These highly stylized pictures often served as supporting images for the promotional materials for Jardines de Pedregal and Arbole-das (Eggener, 2001). A study of the language used in publicity in Mexico points out that, “Publicity lives on assumptions and myths that help to forge happiness, progress, youth, abundance. It is a powerful instrument for psychological standardization that stipulates the promotion of a common ideal and generally accepted human stereotypes” (Pécassou, 1973, quoted in Ba-taillon and Panabière, 1988:175). In the case of Pedregal, the photographs were clearly directed at a political and economic elite, both Mexican and foreign. In the case of Ciudad Satélite, the first receptors of these new tastes and patterns of consumption were the upper middle-classes.

We present below results of an analysis of the content of ad-vertisements for residential developments published between 1957 and 19678 in Excélsior, one of the most important Mexican newspapers of the time. Although the advertisements are not li-mited to Ciudad Satélite and Jardines de Pedregal, we specifically focused on these advertisements because of the role that these

7 The ways of life promoted by residential publicity in the suburbs were not completely new, since other urbanistic projects, such as the highly elitist develop-ment of Lomas de Chapultepec, designed by José Luis Cuevas in the thirties, were based on similar concepts, (the edge of the city, the garden city, use of the car, the curvilinear design that broke up the traditional plan, etc.).

8 The analysis of property advertisements is from 1957, the date when publicity for Jardines del Pedregal de San Ángel and Ciudad Satélite started. It finishes 10 years later, in 1967, when the advertising related with these developments started to taper off.

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two developments played in the social and urban imaginary of the time. Nonetheless, it should be emphasized that publicity for Jardines del Pedregal began in 1943 and that Luis Barragán, one of the three partners, retired from the business in 1953. Furthermore, we will refer to other developments that were the result of later suburban expansion, in particular in the northwest of the Valley of Mexico.

The dream of having your own house

Judging by the type of housing that is admired in property ad-vertisements of the late fifties and the sixties, it would seem that modern Mexican families aspired to abandon the collective life that had been proposed by the city’s architecture in previous decades (with their internal or collective patios that increased coexistence when leaving a room or flat), to not only gain greater autonomy with regard to life in the neighbourhood, but to life in the family. The individual house, separated, with a garden (or patio), was not a completely new product for the middle and upper classes of the forties and fifties. The French-style house of the late 19th and early 20th century on a single floor with a patio, in the more elitist versions, or those aimed at the emerging middle-class of bureaucrats and merchants, had already been pro-moted in the new neighbourhoods and developments that arose in the extension of the traditional city centre. As mentioned in the footnote to page 6, the development of large mansions in a modernist style had also been taken place in Lomas de Chapul-tepec in the nineteen thirties. However, it was in the forties when the process of vigorous internal migration began and started to outline the need for the development of urban centres far from the city centre and adjacent neighbourhoods. In part, the material and economic conditions were already established: on the one hand, technological innovations such as the car, made it possible; on the other, the creation of new employment away from the city

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centre would be the keystone of the residential displacement of workers towards the new industrial estates created in the plains of the north of the Valley of Mexico. But how would it be possible to convince thousands of families to settle in “empty” spaces, hitherto mainly agricultural, for many a long way from their friends and family who still lived in central areas or in the new neighbourhoods built in the continuity of the city sprawl?

Property publicity transformed what the house symbolised. The suburban house became a true myth, a status symbol, taking on new interrelated meanings: an investment that strengthened the family’s economic and social peace of mind, favouring the autonomy of each member, as well as increasing contact with the nature.

“That’s why the house comes first! Indeed, the whole fa-mily will be happier if you own your house. Don’t think it’s a dream to make this longing a reality: buy a house. With the rent you currently pay, you can become a fortunate homeowner!” (Advertisement for Ciudad Satélite, Excélsior, 15/01/61). The advertisement plays on the double meaning of fortunate: both lucky and having a fortune.

Residential advertisements carry a heavy semantic and iconic load which mixes urban imaginaries that go beyond the functio-nal dimension of the house. Although their primary meaning is mercantile and utilitarian, an attempt is made to exploit an imaginary of the house as a “home”, as the intimate space that provides personal and emotional security, closely linked with representations of the family. It was a symbol of “the good life”, associated with going up the social ladder which is what it meant to leave to go and to live in these new suburbs. “The good life”, as Arizaga (2005), pointed out, had a strongly prescriptive sense as regards daily habits and rules of consumption, but also as regards the space produced. In particular, the publicity for Jardines de Pedregal emphasized that it was the “ideal place to live”.

Although the texts refer mainly to the nuclear family, on the one hand, they reflect the composition of the Mexican family,

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whether middle or upper class: the grandmother still lives in her children’s house. For the middle-classes in particular, the family is not only a social value, it is also a resource. On the other hand, they reflect the developing processes of individualization in Mexican society and, in turn, the powerful sexual and econo-mic division of activities. The following dialogue, published in 1958, indicates these social processes shifting the meaning of the symbol “house” towards that of “your own house”:

Father: As the family’s Santa Claus, I should buy them a lot in Ciudad Satélite – it’s better to invest than to buy.

Mother: What I’d like is a shopping centre near the house, where everything is handy. Ah! And a school.

Daughter: What I’d like is big gardens and lots of grass where I can play with my friends and my dog.

Male children: For us, it’s parks with games where we can get up to no good without being told off...

Baby: I’d like to be able to calmly fall asleep without cars hooting. Grandmother: For me peace, pure air, streets without traffic. Ah!

And a church.

These social changes have consequences as regards the functio-nal organization of the house and its nearby extensions: they se-parate functions, sometimes with extreme detail, to allow in turn each member of the family to acquire greater autonomy and the valuation of the status symbols (particularly at the most luxurious property developments): kitchen, individual bedrooms, hall, dining room, swimming pool, billiard room, etc. The clear separation of functions and relationships within the family is presented as a comfort factor in the lifestyles offered by modern functionalist houses. Independence, intimacy, individuality and regulated so-ciability, these will be their underlying values – values bound to modernist universalism, but clearly adapted to the Mexican family. It is worth asking whether they are exported American social values or if they are in fact characteristic of a middle-class bound to a type of consumption in the early stages of “globalization”.

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The maid’s room is another of Mexican society’s adaptations, integrated into the new suburban ways of life and architecture. It occupies an important place in the functionalist style house, and even in multifamily blocks designed according to moder-nist principles (Tlatelolco, for example). These are rooms with bathroom attached, annexed to the main house, though with a certain margin of separation, and near the spaces for domestic work: an independent entrance, near the spaces for laundry and ironing, storage of domestic utensils, or the private car space. In advertisements , the maid’s room is presented as indispensable, a status symbol, in a “normal” middle-class family’s way of life and functioning. It indicates that middle-class families (even in multifamily blocks) had the resources for domestic help. Was this linked to the abundant rural immigration that generated a very ample workforce? Is it a status symbol integrated into a widespread class aspiration among median sectors and which property advertisements helped to transmit? The new housing, both individual houses and flats in the multifamily blocks, will they not also create this need among the middle-classes, profoun-dly linked to the socio-economic context that characterised Latin American cities? These questions, generated by the residential advertisements of the late fifties, require special treatment that lead us away from the main topic of this text. Nonetheless, it is important to note the way in which social strata are evidenced – even at the domestic level – in the modern city of the fifties.

The desire for nature

Another powerful element in the American urban imaginary and which is central to advertisements for housing developments in Mexico City is nature and the values associated with it, such as peace and the family. The suggested message is that nature responds to family needs: the baby sleeps in silence, the children can play healthily in green areas, that one enjoys one’s garden

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and looking after it. The exploitation of a bucolic imaginary as an advertising strategy to promote residential developments, aimed at being principal residences, invites us once again to wonder how the ordinary city-dweller of the fifties and sixties was induced to take the green road to the promised meadowlands the new developments apparently enclosed.

The names of the new developments stand out for the intense way they refer to nature, country life and the pastoral world: Echegaray Woods, River Hill, San Miguel Farms, Hilltop Nur-series, Gardens of the Pedregal of San Ángel, the Groves, The Park, Hacienda Golf Club, Ranch of this, Canyons of that, etc. The images in the advertisements invariably present profuse vegetation around the sketched houses, and the texts promise a life of peace and tranquillity, in pure air, amid groves and broad gardens. “The Guadalupe Lake residential country development is situated in a genuine wood...”, states the headline of one ad-vertisement. Inspired by the works of Ferdinand Bac, a lands-caper and writer whose inspiration was Mediterraneanism and Mudejar art, and the “naturalistic” urbanist Frank Lloyd Wright, Barragán’s projects put nature (volcanic stone, for example) and landscaping at the centre of their architectural and urbanistic proposals (Eggener, 2001). In his designs for residences in Jar-dines de Pedregal, he clearly expressed the desire to encourage private gardens that protected the intimacy (of wealthy fami-lies), in complete contrast to the “open yards” of the American bungalows, whose influence can still be seen in some houses in Ciudad Satélite. However, these gardens evidently didn’t fulfil the same role as they did in American suburbs and, for different reasons, were gradually enclosed. Once again, it can be seen that the American pattern, in the form of an urban utopia, quickly changes when faced by the force of necessity or the customs of the culture where it is implanted. The houses surrounded by open gardens that were advertised in the NZT area, ended up as the residences enclosed by fences and walls that we know today. The mansions of Jardines del Pedregal, with their thousands of square

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meters of private gardens, underwent radical modifications as time went by, to the extent that there are currently only 60 of the almost 800 originally built (La Jornada, 2006).

One of the strategies used to convince young families to leave and go to live to these unknown, remote areas of open country, (at least at first) was to circulate an urban imaginary of the city monster. Since the fifties, this imaginary has emphasised all the possible evils of a highly and densely populated city, with its attendant problems of stress, danger, noise, traffic, transport and services (see Monnet, 1993, and de Alba, 2006). Then, the modern urban and functionalist utopia, won back through family and Mexican cultural values, emerges as the alternative to the threatening spectre that the rapid growth of Mexico City repre-sented and all its associated problems. In advertisements for developments in the outlying areas, images of the city accentuate its problems to able to offer precisely the opposite: the tranquillity of a rural and provincial life, “reinvented” and “reinterpreted”.

Mexico is oversaturated. Demographic expansion in Mexico’s great capital has reached saturation point. There is no room for more people! The simplest things have become problems. Re-member if you live in peace, you live longer!…Only a few steps from your place of work, without haste, without delays, without dangers, without interruptions, without “extra” expenses… In the peace and quiet of the country and, even so, only a few minutes from Mexico’s Great Capital, with all its attractions. Remember if you live in peace, you live longer... And your loved ones need you. Make the best deal of your whole life.

It is critical to note the ambivalent attitude to the “Mexico’s Great Capital”. On one hand, its dangers and discomforts are exa-cerbated, and on the other, there remains the offer of access to all its attractions because the development is said to be located “only a few minutes” from the city. That is to say that the rustic dream offered to the city dweller in advertisements is not a promise of a total conversion to country life, but only to an approximation of it, enough to include the benefits of “the peace and the quiet of the

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county”, though without renouncing city life nor the advantages of the great city. As Urbain suggests (2000), the return of the city dweller to the country, which has been observed for several decades, does not correspond with a genuine desire for true rural life, but rather with a redefinition of the meaning of the country as a place for recreation and relaxation, where one does not give up the city dweller’s amenities, nor the comforts of modern life. The meaning of the “rural” or of the “provincial” shifts towards other symbols: in particular the “green” (but not the “agricultu-ral”) associated with tranquillity. Nor does the re-encounter of the city dweller with nature mean that he or she is inserted into it, but rather that the city is transported into the rural, urbanizing it by inhabiting it, establishing a relationship of dominance of the urban over a rural world that is disappearing, confronted by the desire of property developers and political actors (see Cruz and Moreno, 2007). This ideal reflects how deep-seated urban values are in the inhabitants of Latin American cities: they do not abandon the virtues of urban ways of life and do value the “new” world rebuilt on the foundation of invented values such as the “green”, with promises of quick and easy access to this urban world thanks to the car, at a time when the car industry was in the middle of a boom, because of Mexican State support. The dream seems easily accessible, not only because of easy payments, but also because of the proximity of the central city on new fast roads.

The maps in the advertisements showing location and access to the developments can be considered as imaginary cartographies, in the same sense as mental maps, to the extent that they reflect the social aspirations of the moment: being simultaneously near to and distant from the big city. In these maps, distances shorten surprisingly to give an impression of proximity between the new development and the central city. This trickery of perception is completed by exaggerating the size of the urban reference icons of the Mexico City of the fifties: the famous “Caballito” (eques-trian statue), the Independence Column, the Latin American Tower, the Reforma and Insurgentes avenues, the monument to

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“la Raza”, the Bull Ring, the Oil Industry Fountain, the Race Track, the Ciudad Satélite Towers etc. The city’s new fast roads look like motorways that will indeed allow you to get to the de-velopment being advertised in 5 or 10 minutes. The maps also show the contrasts between the densely overpopulated city and the broad empty spaces where the new residential development is located. The city seems to be simultaneously near and distant, showing the ambivalence between the attraction and rejection that has characterized the urban imaginary of modern large ci-ties until today. It can be either a marvellous landscape if there is a panoramic view from the development, as can be seen in the advertisement for Vista del Valle (“View of the Valley”), promising the Mexico City at your feet or from your window, or as a source of problems, tensions and noise, as has already been seen in other advertisements.

United States: a current referencepoint for property publicity?

The influence of international urbanistic models, mainly Ameri-can, is quite clear in some advertisements: “Today, for the first time in Mexico, ... House and land for only $74,500 (3 bedrooms, 2 bathrooms, 200 m2 plot)... Built using the most modern Ame-rican designs...” Other developers “...it gives us great pleasure to congratulate the prestigious constructor of the houses, CA-LIFORNIA HOMES de México S. A., ... for having selected the developments at Santa Mónica and Lomas de Atizapán... to carry out an attractive house construction plan, with the modern American technical practices.” However, many become very discreet regarding United States. Evidently, this is no reference to Jardines de Pedregal.

As several authors mention (García Canclini, 1995; Lindón, 2007), from the forties onwards, the media played an important role in the transmission of images and messages, whether via

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radio, cinema or television. Property publicity was present in all these media. There was publicity for Jardines de Pedregal on te-levision in the fifties (Eggener, 2001); a television advertisement for Ciudad Satélite in the early sixties showed some Martians discovering a “beautiful city” “in sight” from their flying sau-cers. As Lindón (op. cit.) points out, the “creation of narratives” in the media, in particular in cinema, was one of the strategies used to publicise and secure the suburban imaginary outside the United States, without mentioning that country explicitly in the messages: “By diluting the direct voice of the originator of the message, transforms it into a sort of universalized message.” It is interesting to note that in the sixties, an auto cinema (perhaps the first and only one) was established in Naucalpan, an area that came to be strongly associated with the supposed “Ameri-canization” of the city. It is as if the urban imaginary of the area reinforced the introduction of those symbols that in turn reinforce the image, such as the shopping centre and the auto cinema.

Short dialogues, like the one quoted above (the father, the mother, the baby, the grandmother...), contributed to this “creation of narratives”. Publicity in the newspapers does not use mobile images that favour a narrated story, but uses other, no less effi-cient, literary resources, such as dialogues. The imaginary type of buyer and family become the central characters who interact with an implicit speaker (the property promoter) who gives himself the airs of an expert and the ability to recommend the best way of life and where it may be achieved. Each individual becomes the actor of the new scenario being drawn on the edges of the city.

“You will be able to make your life’s dream come true, a calm and happy home for you and yours” (advertisement for Valle de Ceylán), “Madam, ... it’s your turn to speak. Have you already visited Ciudad Satélite? Satélite has been built thinking about you and your family’s happiness!” (Excélsior, October of 1958) “if you are... a sensible person who wants the most prestigious location for your family, the most exclusive atmosphere, the healthiest air, the greatest comforts, and the best value for your

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investment, you should live in the Jardines del Pedregal de San Ángel” (Excelsior, 27/07/58).

These texts sometimes appear to be veiled orders, judging by the use of the imperative in the sentence construction, (“Come and convince yourself that you have to live here” ... “Make a good investment”...), giving the message a highly prescriptive value. And, at the same time, via certain subtleties in the use of the language, this creates in the receptor-buyer the illusion of being the actor of his own destiny, turning the object sold into the object of desire. It is well-known that a whole science of persuasion exists to achieve this purpose.

It is by using these and other tricks of the symbolic world that the utopian residential imaginary proposed by modernism and functionalism, sifted through the ideas of Mexican urbanists, becomes an effective imaginary, more concrete, that lays down fashions and ways of life for Mexican society. The ideal of the home becomes the functionalist style house or the bungalow in a garden city. The ideal of the city will become a space that is rationally compartmented by functions. The ideal for displace-ment will be the car and fast roads.

These urban imaginaries, dominant in several senses, find the way of becoming real or of objectifying themselves in an urban, political and economic context, greedy for new ideas to imple-ment urban growth in accordance with their time.

Conclusion

It is a remarkable fact that, even when urban practices changed and these areas of the city were functionally integrated into the central city, this imaginary is still alive, creator of social and territorial identities. There can be no doubt that it would be neces-sary to question the differences in the evolution of developments such as Ciudad Satélite and El Pedregal: the former continues to have a profoundly ingrained suburban imaginary, which doesn’t

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seem to be the case of the latter. It is striking that Travesías DF (a magazine published in Mexico City) published an issue entitled “We are all Ciudad Satélite suburbanites” dealing with this type of suburbanization. While their competitor, the magazine Chilan-go, gave space to the topic in an issue a few months later. In the articles in both magazines, it is possible to note the existence of territorial identity whose main reference point is Ciudad Satélite: “We are all Ciudad Satélite suburbanites”. The cultural counter-part of this identity is, as is to be expected, the “American Way of Life”. Are these stereotyped representations of the area shared by the inhabitants themselves? To what extent did the residents of these areas adopt the lifestyles that the dominant discourses in the publicity proposed? How did the American suburban ima-ginary filter the practices of the city? These questions about the experiences of the subjects requires a different analysis from the one undertaken here, however, they provide guidelines for con-tinuing deliberations on the “Americanization” of Mexico City.

Will house buyers be the mere receptors of this advertising discourse? The very paradigmatic case of Ciudad Satélite seems to suggest that the “pioneers” who began the residents’ asso-ciation, took these discourses and the suburban identities thus created and made them instrumental in their pursuit of certain political autonomy, even when faced by the property company itself, being both the vendor of the land and administrator of the development (see Tarres, 1986). It is striking that Mario Pani’s plan, in spite of the transformation of the original ideas, conti-nues to be the reference point for the territorial imaginary of the Ciudad Satélite residents’ association, just when it disapeared from the architects’ and planners’ memory.

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Fecha de recepción: 14 de diciembre de 2009Fecha de aceptación: 29 de abril de 2010

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LIBROS

Huellas compartidas.Ensayos sobre el campo académico

de la comunicación en Baja CaliforniaHugo Méndez Fierros y Fernando Vizcarra (coords.)

Universidad Autónoma de Baja California/Gobierno del Esta-do de Baja California, Mexicali, 2009

Sergio Cruz Hernández

Hacía falta el recuerdo, la siste-matización, la articulación de la historia que permitiera observar este campo; hacía falta reunir el conjunto de ensayos que explicaran con reflexión teórica y narración anecdótica lo acon-tecido en veinte años de vida del campo de la comunicación en Baja California. Hugo Méndez y Fernando Vizcarra, coordina-dores del libro, se propusieron lograr un “recuento colectivo en torno a los procesos de institucionalización del ámbito académico de la comunicación en Baja California” (2009:15), y lo lograron.

Nueve ensayos donde par-

ticipan 14 profesores e inves-tigadores que laboran en las tres facultades que dan cobijo al programa de ciencias de la comunicación en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC), a los que se suma la experiencia contada desde la Universidad Iberoamericana de Tijuana. Los textos son introdu-cidos por Jesús Galindo, quien tuvo mucho que ver en el inicio de la licenciatura en ciencias de la comunicación en la UABC, y quien además ha permanecido cercano a profesores y estu-diantes bajacalifornianos en este recorrido, que cada vez más adquiere una dimensión impor-

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tante y una presencia ineludible en el contexto nacional y latino-americano de la comunicación.

El primer ensayo, escrito por Manuel Ortiz Marín, es “La en-señanza de la comunicación en la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California, 1986-2006”, texto conmemorativo de vein-te años de trabajo al interior de la unidad académica que ofrece por primera vez este programa de licenciatura en el estado dentro de una institución pública, la entonces Escuela de Ciencias de la Educación, donde se reúnen las condiciones para implementar el programa. El trabajo da cuenta de los acto-res, la situación institucional, la infraestructura con que se contaba, los coordinadores de la licenciatura. Con este texto da inicio el recorrido de personas, espacios, acciones que dejaron las primeras huellas.

En segundo término, Luz María Ortega Villa participa con el ensayo “Las teorías de la co-municación. Reflexiones desde la docencia”, donde reflexiona y teoriza acerca de las prácticas en la labor de la enseñanza de las teorías de la comunicación

“en tanto práctica constituyente de y constituida por el campo académico de la comunicación” (Ortega, 2009:53). Así, la re-flexión incluye los contenidos de las cartas descriptivas de las materias de teoría de la comuni-cación en los distintos planes de estudios que se han implemen-tado en la Facultad de Ciencias Humanas de la UABC, unidad académica que ha sido pionera en la implementación de planes de estudios innovadores. Otro aspecto expuesto por Ortega son las prácticas de legitimación del campo, y que por supuesto también tienen que ver con las actividades sustantivas de la uni-versidad: docencia, investigación y extensión. La autora se detiene en especial en la evolución de las teorías, la constitución del campo, las cartas descriptivas, los organismos que legitiman las prácticas docentes y de investigación, y por lo tanto la productividad académica.

Enseguida Hugo Méndez Fie-rros y Susana Espinosa Velás-quez participan con el ensayo “El subcampo profesional de la comunicación en Mexicali. Una visión desde las prácticas perio-dística y organizacional”, donde

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se reflexiona acerca del papel de los estudiantes y egresados de la carrera de comunicación en Mexicali en los medios de comunicación y en las oficinas de comunicación social y orga-nizacional, y analiza, además, la práctica profesional y el servicio social. Este ensayo puede con-siderarse como una guía para el empleo de los egresados de comunicación; documenta el caso de Mexicali en la dimensión académica y de la realización del servicio social, considerando además los procesos políticos y económicos que afectan las condiciones profesionales del campo mencionado. Los autores proponen un conjunto de res-puestas a varias de las preguntas que se plantean los aspirantes, estudiantes y egresados (y se podría incluso pensar en los padres de familia que observan a sus hijos gestionar su ingreso a la licenciatura en ciencias de la comunicación) acerca de cuáles subcampos son posibles para que un comunicólogo pueda desenvolverse para conseguir empleo, donde desempeñe una posición en la que en términos reales pueda competir con otras profesiones, tal vez ofreciendo

de manera independiente servi-cios profesionales competitivos en lo laboral. Al respecto, men-cionan Méndez y Espinosa:

Otro de los referentes del papel toral que tanto medios de comu-nicación como oficinas de comu-nicación social y/o organizacional han jugado queda plasmado en las distintas unidades que en el campo de la reproducción o de la docencia han gestionado para la aplicación de los conocimientos a través de los programas de servicios social y de prácticas profesionales (2009:96).

Dos subcampos donde tradi-cionalmente se desempeña el egresado de comunicación son la comunicación mediática y la organizacional, por lo que vale la pena ver los datos que aporta este ensayo para las instituciones de educación superior, públicas y privadas, que ofertan esta licenciatura.

La cuarta entrega es “La for-mación del comunicador or-ganizacional en la Universidad Autónoma de Baja California, Mexicali”, donde Graciela Paz Alvarado y Yazmín Vargas Gutié-rrez revisan los perfiles de egre-so orientados al desarrollo de actividades específicamente re-lacionadas con el desempeño de

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capacidades profesionales de la comunicación organizacional, en relación con los contenidos ac-tuales de los planes de estudios orientados a este subcampo, así como con algunas expectativas de los empleadores.

Adolfo Soto y Armando Gutié-rrez participan en este proyecto con el ensayo “La formación de realizadores de televisión y video en la Facultad de Cien-cias Humanas de la Universidad Autónoma de Baja California (1986-2007)”, en el que abordan las “circunstancias y caracterís-ticas” de la producción audiovi-sual y hacen un recuento de los principales proyectos que se han realizado en 21 años, así como de los temas y las gestiones relacionadas con estas produc-ciones. Dado que en el campo de la comunicación se reconoce la producción audiovisual como una práctica natural, en este texto se reflexiona sobre las distintas condiciones que han imperado desde el inicio de la licenciatura en Mexicali (dado que Adolfo Soto es egresado de la primera generación) y acerca de las dificultades para el acondicionamiento de es-pacios que tecnológicamente

estuvieran dispuestos para la producción indicada, y como consecuencia, las producciones que a medida que se contó con el equipamiento adecuado fueron posibles, aunadas a la distribución o transmisión que tuvieron tales producciones en los medios locales o en el canal de la propia universidad. En la parte final del ensayo se presen-tan dos interesantes testimonios de los autores que contribuyen a darnos una mejor perspectiva acerca del recorrido hecho.

“Imágenes sueltas para em-pezar a rastrear la memoria del campo académico de la comunicación en Tijuana. La experiencia de la Universidad Iberoamericana” es un ensayo presentado por Ricardo Morales Lira y representa el testimonio y reflexión desde una institución de educación superior de origen privado que tiene un papel pro-tagonista en la constitución del campo académico en cuestión tanto en Baja California como en el ámbito nacional. La carrera de comunicación en la Universidad Iberoamericana (UIA) empezó a funcionar en 1985, y en este ensayo se propone una reflexión tanto teórica como histórica y

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esta visión adquiere dimensión porque fue la única carrera de comunicación en Tijuana hasta el ofrecimiento de la carrera en la entonces Escuela de Hu-manidades de la UABC. En esta ciudad, espacio de diversidad cultural, migración y frontera, llamada Tijuana, David Gonzá-lez Hernández, Gerardo León Barrios y Ángela Lucía Serrano Carrasco aportan el texto “La emergente comunidad perci-bida: campo académico de la comunicación y diseño curricu-lar en Tijuana”. Con estos dos textos mencionados el relato del campo académico se orienta hacia Tijuana. La experiencia desde la UABC en esta ciudad se centra en la recuperación de “algunos elementos históricos que se consideran estructurales en la conformación de dicha entidad académica” (González, León y Serrano, 2009:185). Se describe, pues, esta trayectoria mencionando las condiciones académicas en las que se inscri-ben las prácticas de la docencia y la reflexión de proyectos que explican la formación de es-tudiantes (hoy profesores) de comunicación en las tareas de investigación.

El penúltimo ensayo nos lleva a la carrera más joven en Baja California en el campo de la co-municación, en Ensenada. Nelly Calderón de la Barca Guerrero escribe “Entre las ciencias de la comunicación y la búsqueda del ser. Primeros pasos de la Licenciatura en Comunicación de la UABC, Ensenada”. El lector encontrará en este ensayo testi-monios y reflexión de actores de este campo en el puerto, donde la carrera dio inicio en 2003, y de los estudiantes de la primera generación, profesores y acto-res de los medios de comuni-cación (prensa y radio), entre quienes se puede encontrar el testimonio de Luis Lamadrid, quien reconstruye esta historia común. Además, se cuenta con datos del campo académico en instituciones educativas de origen privado donde se enseña comunicación, pero también donde se recuerdan esfuerzos en el campo del periodismo y la publicidad, en un área donde el desempeño de los egresados es todavía incipiente, y para la cual la reflexión en conjunto del libro se constituye en referente para el presente y el futuro de la comunicación en Ensenada y

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en otras ciudades del país que reúnan condiciones económicas, sociales, políticas y culturales similares. Dato relevante es el de las posibilidades de empleo entre los egresados de comu-nicación. Al respecto, Calderón de la Barca refiere:

Por otro lado, varias de las orga-nizaciones sociales de Ensenada que años atrás desarrollaron de manera empírica estrategias de posicionamiento y difusión de sus mensajes son actualmente quienes más demandan jóvenes estudiantes de comunicación como prestado-res de servicio social o de prácticas profesionales, conocedoras de la necesidad de posicionar su lucha en diferentes sectores de la sociedad (2009:219).

En el texto se discuten las condiciones y actores que tienen que ver con estos espacios don-de los comunicólogos pueden encontrar legitimación de su práctica profesional.

Finalmente, el libro Huellas compartidas. Ensayos sobre el campo académico de la comuni-cación en Baja California ofrece un ensayo de Fernando Vizcarra que se titula “Artículos de inves-tigación sobre comunicación y cultura en torno a Baja Califor-

nia, 1976-2007. Un compendio razonado”, el cual tiene por objetivo la publicación de re-sultados producto del ejercicio de “sistematización documental y de análisis descriptivo sobre el conocimiento, tanto acadé-mico como no especializado, producido en torno a ámbitos de la comunicación” (Vizcarra, 2009:227) en Baja California.

El ensayo es más que una panorámica científica de la pro-ducción en el campo; además, ofrece una visión crítica de lo que hay, de lo que está dicho en cuestiones de comunicación, y quiénes han sido los autores en dicha reflexión, cuáles han sido los temas y los espacios. Esta perspectiva hace evidente lo que no se ha hecho en el campo en cuestión, y asimismo lo reflexio-na Vizcarra:

Tanto el catálogo de referencias como su sistematización permi-tieron arrojar luz, por lo menos parcialmente, sobre algunas formas como se ha establecido nuestro razonamiento comunicacional con relación a paradigmas, modelos y objetos de estudio específicos. Pero el objetivo central de este texto no se agota aquí. Su propó-sito es que sirva para promover distintas lecturas y preguntas de

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investigación, otros análisis y nue-vas categorías para comprender los contornos cambiantes y emer-gentes del espacio académico y profesional de la comunicación en Baja California (2009:253).

El grupo de ensayos con-forman un espacio donde se cuentan las generalidades de la historia de esta carrera en Baja California, desde la primera convocatoria en 1986 hasta su recorrido de más de 20 años de camino. El texto da cuenta

de la huella detallada de dife-rentes dimensiones del campo académico de esta disciplina. El objetivo del texto es contar las huellas compartidas en la voz de los protagonistas; es una provocación para observar detenidamente el resultado del acontecer de la comunicación; una mirada hacia el pasado para recordar el conjunto de situa-ciones que explican el presente y, por ello, constituyen una re-flexión sobre el futuro.

Huellas compartidas: Ensayos sobre el campoacadémico de la comunicación en Baja California

Hugo Méndez Fierros y Fernando Vizcarra (coords.)Universidad Autónoma de Baja California/Gobierno del Estado de Baja California, Mexicali, 2009

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LIBROS

Filósofos y mujeresWanda Tommasi

Narcea Ediciones, España, 2002

El “ser” femenino y la diferencia sexual

Consuelo Patricia Martínez Lozano

Hace muchos años leí por pri-mera vez algunos poemas de Rosario Castellanos. En gene-ral, quedé muy impresionada y conmovida (sensación que aún perdura cada vez que leo a Castellanos), especialmente con el poema “Meditación en el um-bral” y sus dos frases finales que aluden a la necesidad imperiosa de una búsqueda del “Ser” fe-menino, un ser diferente, desco-nocido, más allá de los esquemas y roles sociohistóricos-culturales impuestos y aprehendidos por las mujeres: “Otro modo de ser humano y libre./Otro modo de ser”. En cierta forma, me parece, aquellas palabras han

tenido una importante influencia en mi vida en muchos sentidos, y a lo largo de los años he po-dido corroborar su actualidad y trascendencia. Esto se ha hecho evidente, de nueva cuenta, al leer el libro escrito por Wanda Tommasi: “Filósofos y mujeres”. Ese “otro modo de ser humano y libre”, Tommasi (filósofa italia-na y académica en la Universidad de Verona) lo describe y analiza a través de la historia del pensa-miento filosófico y de la manera en que, a lo largo del tiempo, se ha configurado e interpretado la diferencia sexual, es decir, la manera en que hombres y mujeres perciben y explican, en

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distintas épocas, el “ser” mujer, lo femenino.

Tommasi arranca su análisis con una explicación clara, senci-lla y concisa de un planteamiento teórico respecto al estudio de las mujeres: la diferencia sexual; perspectiva que, al parecer, ha tenido particular relevancia en el entorno académico europeo, y que, de alguna manera, se erige como una especie de contrapar-te de los llamados “estudios de género”. Esto porque Tommasi establece una distinción entre, por un lado, lo que llama y se conoce desde hace años como la perspectiva del gender, que lleva, según Tommasi, como estandarte principal la búsqueda de la igualdad entre los sexos, y por otro, la denominada dife-rencia sexual, que parte de una postura conceptual en la que se busca enfatizar, justamente, la diferencia: lo que hace a una mujer distinta del varón, en un sentido no sólo físico, bioló-gico (externo), sino también en términos de la “esencia”, del pensamiento femenino (lo interno), de las formas propias de las mujeres de entender, percibir y “estar” en el mundo. Para Tommasi, la perspectiva de

género es parcial o incompleta porque, según su postura, sólo atiende o explica lo femenino a partir de las configuraciones culturales-sociales-históricas que han determinado el “deber ser” de las mujeres, aunque, evidentemente, no puede negar que esto ha ocurrido realmente: lo femenino es una construcción social-cultural (como también lo ha sido lo masculino). Sin embargo, lo que Tommasi re-chaza no es tanto dicha premisa teórica del género (que como señalaré más adelante ella mis-ma no puede negar ni anular en sus propios planteamientos), sino el que la perspectiva de género (digamos, en términos académicos teóricos), según Tommasi, se identifica con una lucha de las mujeres, en la prác-tica (mediante los principales y más significativos movimientos feministas), por la igualdad ante los varones. Para Tommasi, esta búsqueda de igualdad en que se han concentrado diversas etapas y corrientes del feminismo cons-tituye una especie de trampa del androcentrismo: la igualdad trae explícita la pretensión de querer ser igual a los varones, por lo que, nuevamente, el

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ideal simbólico masculino es el modelo preponderante a seguir, lo deseable, lo que está bien, lo que es preciso perseguir y alcanzar. Por lo tanto, se niegan o desdeñan automáticamente los aspectos que se adjudican a lo femenino, identificándolos simbólicamente y de manera inmediata con los esquemas de subordinación impuestos a las mujeres. En este sentido, la esencia de lo femenino queda desprestigiada como parte me-dular de la aceptación-sumisión del dominio masculino. Tommasi apunta que este rechazo de la diferencia (lo que hace o cons-tituye lo femenino) en búsqueda de la igualdad ha sido un error y una manera contradictoria de reivindicar la supremacía de lo masculino; una forma de oxímoron.

A partir de estos plantea-mientos, Tommasi elabora una descripción y análisis de la per-cepción de esta diferencia sexual a lo largo de la historia en el pensamiento filosófico occiden-tal. Estructura su disertación recorriendo en forma lineal, cro-nológicamente, ciertas etapas importantes del pensamiento filosófico mediante la expo-

sición de los planteamientos de algunos de sus personajes más representativos en torno a la diferencia sexual; esto es, la manera en que filósofos y pensadores, hombres y mujeres (pero, evidentemente, en mayor medida varones), han delinea-do, concebido e interpretado la “esencia” del ser femenino respecto a (o en disparidad con) lo varonil, el “ser” hombre. Así, inicia con la cultura griega retomando a Platón y Aristó-teles; después aborda la etapa medieval concentrándose en la postura de la Iglesia Católica y las perspectivas de Tertuliano, Agustín de Hipona y Tomás de Aquino, haciendo particular énfasis en la importancia de la presencia en la Iglesia Católica de las místicas y profetisas de este periodo, como Hildegarda de Bingen y Margarita Porete, y de Teresa de Ávila en el siglo XVI. Posteriormente, Tommasi aborda la Edad Moderna y los planteamientos de la Ilustración a través del pensamiento de Descartes, Rousseau, Kant y Mary Wollstonecraft con su con-formación de los derechos de las mujeres. De esta manera, pasa al siglo XIX con Hegel, Feuerbach

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y Charles Fourier, para dar paso a la mirada de los representantes de la tradición marxista: Engels y Marx. Aquí Tommasi destaca también los planteamientos de mujeres pensadoras vincula-das a la corriente materialista, como Flora Tristán y Alexandra Kollontaj. Asimismo, dentro de este periodo, Tommasi enfatiza la perspectiva de la diferencia sexual según lo expuesto por Schopenhauer, Kierkergaard y Nietzsche. Finalmente, en el último capítulo de su texto, Tommasi elabora un análisis de la perspectiva de filósofas y literatas de diversas etapas del siglo XX, como Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Simone Weil, Hanna Harendt, María Zambrano y Luce Irigaray.

En general, el texto de Tom-masi es de gran trascendencia e interés, incluso sensiblemente revelador, no sólo para las mu-jeres. Ello se logra, en cierta for-ma, porque el libro está escrito de manera concreta, dinámica y accesible, sin la densidad o el falso misterio y aburrida lejanía con que suele cubrirse a los tópicos que abordan la filosofía, el pensamiento o la disertación teórica. Tampoco es un alegato

ramplón con pretensiones eru-ditas o una llana documentación variada de la ya sabida misoginia histórica. De hecho, Tommasi intenta ser moderada; apunta que el pensamiento filosófico prefiere denominarlo como “an-drocéntrico” y no generalizarlo como “misógino”. Advierte que este término sólo lo atribuye, concretamente, a Tertuliano y Schopenhauer. Para Tommasi, en ambos filósofos sí existen evi-dentes odio y aversión hacia las mujeres. Incluso resulta gracioso cómo Tommasi alude a la “en-carnizada misoginia” y la “rabie-ta” que hace Schopenhauer para argumentar contra la atracción de los varones hacia las mujeres, atracción “de la que él no quedó inmune en absoluto” (p. 160). No obstante, a lo largo de su exposición Tommasi acepta, de alguna manera, que la mayoría de los pensadores varones van más allá de una estructuración del pensamiento basados en una mera idea androcéntrica para acercarse a un manifiesto desprecio rencoroso hacia lo femenino.

Así, a lo largo del texto pode-mos atisbar la manera en que los filósofos han intentando concep-

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tuar, describir, explicar, disertar o determinar las características del “ser” mujer, de lo femenino: los trazos de la diferencia sexual. Atendiendo a lo expuesto en el libro, bien podríamos pensar que, a lo largo de la historia, a las mujeres se les ha dicho de todo (aludiendo por lo general, casualmente, a lo menos favo-recedor): varón fallido (Aristó-teles); seres que buscan llevar a la práctica, de manera frívola, una “congénita gana de placer”, lo que las hace “cómplices del diablo” (Tertuliano); ser defec-tuoso e incompleto (Tomás de Aquino); niños grandes, es decir, una especie de ente inacabado, intermedio entre el niño y el hombre que no llega a confor-mar un verdadero ser humano, además de tener una “instinti-va” e “indestructible tendencia a mentir” (Schopenhauer); un ser débil, enfermo, mudable e inconstante (Nietzsche) (pp. 53-170), etcétera. Pero más allá de recopilar estos planteamientos sobre la desvalorización de las mujeres que, digamos, ya son vox populi y que han sido más o menos documentados, Tommasi alude a diversas tendencias y puntos de vista que las y los filó-

sofos han desarrollado en torno a pensar lo femenino y los fac-tores históricos que enmarcan (o influyen en) su pensamiento.

En general, considero impor-tante extraer algunos puntos de interés que aborda Tommasi: la recurrencia en la perspectiva de los filósofos a discurrir, en diver-sos sentidos, sobre la capacidad biológica de procreación de la mujer: verbigracia, en Platón, el apropiarse de la facultad de pa-rir en términos de oponer esta característica biológica femenina con la capacidad “natural” del varón para generar ideas. En palabras de Tommasi:

…la procreación en los cuerpos, la que hace que las mujeres conciban y den a luz, se considera claramen-te inferior a la del espíritu, dentro la cual son los varones los que conciben y paren, entre sí, ideas y discursos. No se podría expresar mejor la homosexualidad socio-simbólica-masculina (p. 49).

Otro aspecto bajo el cual los pensadores han reflexionado sobre lo femenino tiene que ver con el amor, la atracción y el de-seo sexual; así como con la visión de la mujer como débil, frágil y con inclinación “natural” a la

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subordinación y la abnegación, que sólo puede tener presencia (llegar a “ser”) en función-relación con lo masculino, esto es, que una mujer sólo puede ser definida a partir del varón.

Llaman la atención de manera particular dos puntos atinada-mente explicados por Tommasi: 1) La presencia fundamental de las mujeres dentro de la mística, como un espacio de expresión, de pensamiento y práctica, en el que podían tener incluso una voz pública que fuera reconocida y respetada, sobre todo en un periodo histórico como la Edad Media y en siglos posteriores (como el XVI en el caso de Teresa de Ávila), caracterizados por el poder controlador, co-múnmente feroz y bárbaro, de la jerarquía eclesiástica, que en-contró en la población femenina un especial ámbito para cebar su yugo e imposición. La vida con-ventual, entorno clave en el que surgen y se expresan las místicas y profetisas, constituyó durante siglos, al parecer y en algunos ca-sos, quizá paradójicamente, un territorio en el que podían cana-lizarse, más allá de los muros del convento, las inquietudes, los planteamientos y la conforma-

ción del pensamiento femenino. 2) El marxismo como primera corriente filosófica que piensa y diserta sobre la dominación de las mujeres, y en la que, además, también ellas encuentran lugar y contribuyen al desarrollo de dicha filosofía. En este sentido, me permitiría añadir que tam-bién el marxismo configura una explicación de la subordinación femenina como parte de una serie de disposiciones creadas socialmente que se gestan den-tro (y en función) de un sistema económico-social capitalista de explotación y opresión. De esta manera, el marxismo ha consti-tuido un aporte fundamental al estudio y entendimiento de las dimensiones sociales históricas en la conformación de la domi-nación masculina y ha sido un cauce para visibilizar la presencia femenina en el pensamiento social filosófico. Por otro lado, considero importante resaltar el cuidado y énfasis de Tommasi al explicar, en su capítulo final, las perspectivas de pensadoras como Virginia Woolf, María Zambrano y Luce Irigaray, con las que coincide en la mayor parte de sus planteamientos. Asimismo, es evidente la ad-

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miración que le provocan las figuras de Simone Weil y Hanna Harendt, de quienes hace una descripción casi emotiva.

Por último, a mi juicio, es per-tinente elaborar algunos señala-mientos respecto a la diferencia sexual y su aparente dicotomía con la perspectiva de género planteada por Tommasi. Me parece que Tommasi confunde un poco las bases de la teoría de género con los reclamos y ten-dencias de ciertos movimientos feministas, principalmente de los sesenta y setenta del siglo XX. Esta confusión conduce a evadir las sutilezas entre los tér-minos “equidad”, “diversidad” e “igualdad” en los derechos de las mujeres y contra la discrimina-ción. Para Tommasi, la idea de igualdad está invariablemente asociada a un reclamo radical y primigenio del feminismo: la lucha de las mujeres por ser igual a los hombres, ser tanto o más que ellos, lo que implica una virilización de lo femenino, una renuncia a la diferencia se-xual. Sin embargo, en realidad, la perspectiva académica de género, al menos en México, ha rebasado en mucho esta idea “anti-femenina”, por decirlo de

algún modo, de comprender la igualdad. Justamente, la pers-pectiva de la equidad, considero, se ha perfilado con el intento de arribar al justo acceso y ejerci-cio de derechos a partir de (y considerando a) la diferencia entre hombres y mujeres, en un entorno de diversidad cultural y sexual. Una divergencia más clara entre género y diferencia sexual estribaría, quizá, en que el género no es una línea teórica dedicada ex profeso al estu-dio de y sobre las mujeres, en tanto que la idea de diferencia sexual que Tommasi describe sí parece ubicar a las mujeres y lo femenino como único objeto de estudio.

Asimismo, Tommasi elude explicar la trascendencia de las configuraciones sociales en la comprensión de la esencia de lo femenino. ¿Cómo puede di-lucidarse, con la mayor certeza posible, qué aspectos del “ser” femenino no se han conforma-do, en mayor o menor medida, bajo los esquemas simbólicos creados culturalmente? Aunque Tommasi intente dejarlo de lado, es inevitable traer a escena la fuerza de lo simbólico-cultural en la construcción de lo que

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entienden y viven las personas como “propio” de hombres y mujeres. En su visión de la di-ferencia, Tommasi desarrolla en su texto, de manera no explícita pero que puede atisbarse, una percepción dicotómica del ser masculino en contraposición a lo femenino, en un estilo que recuerda bastante la explicación estructuralista de las relacio-nes homólogas de contrarios (alto/bajo, seco/húmedo, hom-bre/mujer) que constituyen, justamente, un lente básico explicativo de los estudios de género. Esto es, pareciera que, según la idea de la diferencia sexual expuesta por Tommasi, las mujeres poseen una esencia opuesta a lo masculino. Bajo esta misma línea, la perspectiva de Tommasi resultaría insuficiente o dudosa para explicar y enten-der la diversidad sexual: ¿cómo se explicarían la o las esencias de lo homosexual, transgénero, transexual o travesti? Finalmen-te, no hay que perder de vista que Tommasi, al cortar de tajo con la parte cultural, perfila úni-camente el posible “ser” feme-nino occidental europeo. En tal caso, cabría preguntarse: ¿esta visión es válida para las mujeres

(y hombres) de otras culturas? ¿La esencia de lo femenino es unívoca para todas las etnias y grupos sociales en el transcurso del tiempo? Y también, ¿los varo-nes y las mujeres poseen un ser unilateral, es decir, los hombres no pueden tener una parte de la esencia femenina, y viceversa?

Coincido con Tommasi en la existencia del “ser” femenino, y que, en mi opinión, conformaría no sólo una, sino varias y diver-sas “esencialidades” femeninas. Así, esta perspectiva teórica de la diferencia sexual me parece de importancia cardinal, sobre todo porque considero que la investigación sobre las mujeres, enmarcada en los estudios de género, debe tener mayores asideros teóricos que vayan más allá de la explicación antro-pológica-cultural o sociológica. En este sentido, la raíz filosófica de la diferencia sexual es un elemento indispensable para enriquecer el estudio social-an-tropológico de lo femenino. Me parece también, como concluye Tommasi, que la visión, entendi-miento, análisis e interpretación del mundo y la realidad que tienen las mujeres han sido ig-norados, anulados y reprimidos

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históricamente. Esto confor-maría, entonces, una esencia de lo femenino que en realidad desconocemos puesto que no se ha permitido su expresión libre

Filósofos y mujeres

Wanda TommasiNarcea Ediciones, España, 2002

y plena; es decir, la presencia y aportes del pensamiento de ese “otro modo de ser humano y libre” que sigue en el silencio y el olvido.