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Índice Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Capítulo 30

Capítulo 31

Capítulo 32

Capítulo 33

Capítulo 34

Capítulo 35

Capítulo 36

Capítulo 37

Capítulo 38

Capítulo 39

Capítulo 40

Capítulo 41

Sobre la autora

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Sinopsis Caymen Meyers, de diecisiete años, estudia a los ricos como su propio experimento

científico personal, y después de años de observación, está bastante segura que solo

son buenos en una cosa: gastar dinero en cosas inútiles, como las muñecas de

porcelana de la tienda de su madre.

Así que cuando Xander Spence entra en la tienda a recoger una muñeca para su

abuela, solo hace falta una mirada de Caymen para averiguar que es rebosantemente

rico. A pesar de sus maneras encantadoras y que es una de las primeras personas que

la llega a ella emocionalmente, es lo suficientemente inteligente como para saber que

su interés no va a durar. Porque si hay una cosa que ha aprendido de las

advertencias de su madre, es que los ricos tienen poca capacidad de atención. Pero

Xander sigue apareciendo, a pesar de sus mejores esfuerzos para asustarlo. Y muy a

su pesar, está empezando a disfrutar de su compañía.

Sabe que su madre no puede descubrirlo, no lo aprobaría. Preferiría que Caymen

pasara tiempo con un rockero local que no ha sido criado por dinero. Pero justo

cuando la atención y lealtad de Xander están a punto de convencer a Caymen que

ser rico no es un defecto de carácter, se entera de que el dinero es una gran parte de

su relación que nunca antes se había dado cuenta. Y que Xander no es el único por

el que debería haber estado preocupada.

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Capítulo 1 Traducido por Jésica

Corregido por ☽♏єl

Mis ojos hacen un agujero en la página. Debería saber esto. Generalmente puedo

analizar una ecuación de ciencia con facilidad, pero la respuesta no está viniendo a

mí. Suena la campana de la puerta. Meto rápidamente mi tarea bajo el mostrador y

miro hacia arriba. Un chico con un celular en la mano camina hacia dentro.

Eso es nuevo.

No la parte del celular, pero sí la del chico. No es que los hombres no frecuenten la

tienda de muñecas… Bueno, en realidad lo es. Los hombres no frecuentan la tienda.

Son un raro avistamiento. Cuando entran, se arrastran detrás de mujeres y se ven

muy conscientes de sí mismos… o aburridos. Éste no es de ninguno de esos tipos.

Está muy solitario y confiado. La clase de confianza que solo el dinero puede

comprar. Mucho dinero.

Sonrío un poco. Hay dos tipos de personas en nuestra pequeña ciudad playera: los

ricos y la gente que vende cosas a los ricos. Al parecer, tener dinero significa

coleccionar cosas inútiles como muñecas de porcelana (el adjetivo "inútil" nunca

debería ser usado alrededor de mi madre cuando se hace referencia a las muñecas).

Los ricos son nuestro entretenimiento constante.

—¿A qué te refieres con que quieres que yo elija? —dice el Sr. Rico en el teléfono—.

¿La abuelita no te dijo cuál quería? —Deja escapar un largo suspiro—. Está bien. Me

ocuparé de ello. —Guarda el teléfono en su bolsillo y me hace señas para que me

acerque. Sí. Hace señas. Son las únicas palabras que puedo utilizar para describir el

movimiento. Ni siquiera me había mirado, pero levantó la mano y movió dos dedos

en su dirección. Con su otra mano se frota la barbilla mientras estudia las muñecas

frente a él.

Lo evalúo mientras me acerco. El ojo inexperto podría no darse cuenta de la riqueza

que rebosa de este tipo, pero conozco a los ricos y apesta a eso. Su atuendo tal vez

cueste más que toda la ropa en mi diminuto armario. No es que parezca caro. Es un

atuendo que está deliberadamente tratando de restar importancia a cuánto costó: un

par de pantalones de cargo, una camisa rosa arremangada en las mangas. Pero la

ropa fue comprada en algún lugar que se especializa en el número de hilos y triple

costura. Es obvio que puede comprar toda la tienda si quiere. Bueno, no él; sus

padres. No me di cuenta al principio porque su confianza lo hacía ver mayor, pero

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ahora que estoy más cerca puedo ver que es joven. ¿Mi edad, tal vez? Diecisiete.

Aunque podría ser un año mayor. ¿Cómo puede ser que alguien de mi edad sea tan

versado en las señas? Toda una vida de privilegio, obviamente.

—¿Puedo ayudarlo, señor? —Solo mi mamá hubiera escuchado el sarcasmo atado

en esa simple declaración.

—Sí, necesito una muñeca.

—Lo siento, estamos sin stock. —Mucha gente no entiende mi humor. Mi mamá lo

llama ironía. Creo que eso significa “no es gracioso”, pero también significa que soy

la única que siempre sabe que es una broma. Tal vez si me riera después, al igual que

mi mamá hace cuando está ayudando a los clientes, más gente me seguiría la

corriente, pero no me atrevo a hacerlo.

—Gracioso —dice, pero no como si realmente pensara que es divertido; más como si

deseara que no hablara en absoluto. Todavía no me ha mirado—. Entonces, ¿cuál de

estas piensas que podría gustarle a una mujer mayor?

—Todas ellas.

El músculo de su mandíbula se tensa y luego se gira hacia mí. Por una fracción de

segundo veo sorpresa en sus ojos, como si esperara que una anciana se encontrara

frente a él —culpo a mi voz de eso, ya que es un poco más profunda que el

promedio—, pero no le impide decir la frase que ya se derrama de sus labios:

—¿Cuál te gusta?

¿Se me permite decir "ninguna"? A pesar del hecho de que este es mi inevitable

futuro, la tienda es el amor de mi madre, no el mío.

—Tengo debilidad por los eternos llorones.

—¿Perdón?

Señalo a la versión de porcelana de un bebé, con la boca abierta en un grito

silencioso y los ojos fuertemente cerrados.

—Prefiero no ver sus ojos. Los ojos pueden decir mucho. Los suyos dicen: “Quiero

robar tu alma, así que no nos des la espalda”.

Soy recompensada con una sonrisa que quita todos los tonos duros y arrogantes de

su rostro, dejándolo muy atractivo. Definitivamente debería hacerla un elemento

permanente. Pero antes de que termine el pensamiento, la sonrisa se ha ido.

—El cumpleaños de mi abuelita se acerca y se supone que tengo que elegir una

muñeca para ella.

—No puedes equivocarte. Si le gustan las muñecas de porcelana, le gustará

cualquiera de ellas.

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Mira a los estantes de las muñecas.

—¿Por qué los llorones? ¿Por qué no los dormilones? —Está mirando a una bebé

tranquila con un lazo rosa en sus rizos rubios, las manos metidas bajo su mejilla, su

rostro relajado.

Me quedo mirándola también, y el contraste con el llorón junto a ella. Aquel cuyos

puños están cerrados, los dedos de sus pies retorcidos, sus mejillas de color rosa por

la irritación.

—Porque esa es mi vida: gritar sin hacer ruido. —Bueno, realmente no dije eso. Lo

pensé. Lo que realmente digo después de un encogimiento de hombros es—: Ambos

sirven. —Porque si algo he aprendido acerca de los clientes es que ellos no quieren

realmente tu opinión. Quieren que les digan que su opinión es válida. Así que si el

Sr. Rico quiere a la bebé dormilona para Abuelita, ¿quién soy yo para detenerlo?

Sacude su cabeza como si erradicara un pensamiento y luego apunta un estante

completamente diferente ocupado por diversas muñecas chupadoras de almas. La

chica a la que apunta está vestida con un uniforme escolar a cuadros y sostiene la

correa de un terrier escocés negro.

—Supongo que esa va a servir. A ella le gustan los perros.

—¿A quién? ¿A tu abuela o —Entrecierro los ojos para leer el letrero frente a la

muñeca—, a Peggy?

—Es bastante obvio que a Peggy le gustan los perros —dice, el atisbo de una sonrisa

en sus labios—. Me refería a mi abuela.

Abro el armario inferior para encontrar la caja de Peggy. La saco y suavemente

agarro a la niña y su perro del estante, junto con el cartel de su nombre, y lo llevó

hacia la registradora. Mientras la empaco cuidadosamente, el Sr. Rico señala:

—¿Cómo es que el perro no tiene nombre? —Lee en voz alta el título de la caja—:

Peggy y el perro.

—Porque la gente tiende a querer nombrar a los animales en honor a sus queridas

mascotas.

—¿En serio?

—No. No tengo idea. Te puedo dar el número del creador de Peggy por si quieres

preguntar.

—¿Tienes el número de teléfono del creador de esta muñeca?

—No. —Golpeo el precio en la registradora y aprieto “Total”.

—Eres difícil de leer —dice.

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¿Por qué está tratando de leerme? Estábamos hablando sobre muñecas. Me entrega

una tarjeta de crédito y la paso por la máquina. El nombre de la tarjeta dice “Xander

Spence”. ¿Xander como en “Z-ander” o como en “X-ander”? No voy a preguntar.

Realmente no me importa. He sido bastante agradable. Este intercambio ni siquiera

habría requerido un sermón de mamá de haber estado aquí. Ella es mucho mejor en

ocultar su resentimiento que yo. Incluso lo esconde de mí. Se lo atribuyo a años de

práctica.

Suena su celular y lo saca del bolsillo.

—¿Hola?

Mientras espero a que la máquina escupa su comprobante, abro el cajón debajo de la

registradora y pongo el nombre del cartel junto con los otros que se vendieron este

mes. Esto nos ayuda a recordar que muñecas necesitamos reponer.

—Sí, encontré una. Tiene un perro. —Escucha por un minuto—. No. No es un

perro. Tiene un perro. La muñeca tiene un perro. —Da vuelta la caja y ve la foto de

Peggy, ya que la verdadera está segura en el interior—. Creo que es linda. —Me

mira y se encoge de hombros como si me preguntara si estoy de acuerdo. Asiento.

Peggy definitivamente es linda—. Sí, ha sido confirmado por la vendedora. Ella es

linda.

Sé que no estaba hablando de mí siendo linda, pero la forma en que hizo hincapié en

“ella” hizo sonar como si lo hiciera. Miro hacia abajo y arranco el papel, luego le

entrego un bolígrafo para que firme. Lo hace con una sola mano y comparo la firma

a la de la tarjeta, entonces se la entrego de regreso.

—No, no la… Quiero decir, ella también es, pero… Oh, sabes lo que quiero decir.

Está bien. Estaré en casa pronto. —Suspira—. Sí, me refiero a después de pasar por la

panadería. Recuérdame huir cuando tu asistente tenga un día libre. —Cierra los ojos

con fuerza—. No quise decir eso. Sí, por supuesto que me hace apreciar más las

cosas. Está bien, mamá, nos vemos pronto. Adiós.

Le paso la muñeca embolsada.

—Gracias por tu ayuda.

—No hay problema.

Agarra una tarjeta de visita del recipiente al lado de la registradora y la estudia

durante un momento.

—¿“Y más”?

El nombre de la tienda es “Muñecas y Más”. Está preguntando lo mismo que otros

antes de él, una vez que entran en la tienda y solo ven muñecas. Asiento.

—Muñecas y más muñecas.

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Inclina la cabeza.

—Solíamos tener pulseras de dijes y animales de peluche y tal, pero las muñecas se

pusieron celosas.

Me da una mirada que parece decir: ¿Hablas en serio? Obviamente, nunca ha

encontrado a nadie como yo en cualquiera de sus salidas para “ir a visitar a la gente

común para apreciar más su vida”.

—Déjame adivinar, las muñecas amenazaron con robar tu alma si no cumplías con

sus exigencias.

—No, amenazaron con liberar las almas de los clientes anteriores. No podríamos

dejar que eso sucediera.

Se ríe, lo que me sorprende. Siento que he ganado algo que no muchos han podido,

y sonrío a mi pesar.

Asiento con la cabeza hacia la tarjeta.

—A mi mamá le gustan más las muñecas. Se cansó de almacenar los ratones de

peluche. —Aparte de que ya no podíamos pagar los extras. Algo se tenía que ir y no

iban a ser las muñecas. Y ya que estamos en un perpetuo estado de quiebra (con

dinero apenas suficiente para mantenernos a flote), el nombre de la tienda y las

tarjetas de visita se mantuvieron igual.

Apunta un dedo a la tarjeta.

—¿Susan? ¿Esa es tu mamá?

Y eso es todo lo que dice: su nombre de pila seguido del número de teléfono de la

tienda, como si fuera una desnudista o algo así. Me estremezco cuando reparte

tarjetas de negocios fuera de la tienda.

—Sí, señor.

—¿Y tú eres? —Encuentra mis ojos.

—Su hija. —Sé que está pidiendo mi nombre, pero no quiero dárselo. La primera

cosa que aprendí sobre los ricos es que encuentran a la gente común como una

distracción divertida, pero nunca, nunca quieren algo real. Y eso está bien para mí.

Los ricos son otro tipo de especies que observo solo desde una distancia segura. No

me relaciono con ellos.

Vuelve a dejar la tarjeta en el recipiente y da unos pasos hacia atrás.

—¿Sabes dónde está la panadería de Eddie?

—Está a dos cuadras por ese camino. Ten cuidado. Sus panecillos de arándanos

están glaseados con algún tipo de sustancia adictiva.

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Asiente.

—Entendido.

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Capítulo 2 Traducido por candygominola

Corregido por Bárbara Rosado

—No, no tenemos muñecas Barbie, solo muñecas de porcelana —le digo al teléfono

por quinta vez. La mujer no está escuchando. Está despotricando sobre como su hija

va a morir si no puede encontrar a la reina de las hadas—. Lo entiendo. A lo mejor

debería intentar en Walmart.

—Lo he intentado. Se les han acabado. —Murmura algo sobre creer que nosotros

éramos una tienda de muñecas y cuelga.

Bajo el teléfono y le pongo los ojos en blanco a Skye, que ni siquiera se entera

porque está tirada en el suelo sosteniendo su collar en el aire, mirando como oscila

hacia delante y hacia atrás por encima de ella.

Skye Lockwood es mi única y exclusiva amiga. No es que la gente en mi instituto

sea mala o algo así. Simplemente se olvidan de que existo. Cuando me voy antes del

almuerzo y nunca voy a sus reuniones sociales, no es muy difícil de hacer.

Skye es unos años mayor y trabaja al lado en un sitio que tiene muchos “y más”. Es

una tienda de antigüedades llamada Tesoros Escondidos a la que llamo Basura

Obvia. Pero a la gente le encanta esa tienda.

En el mundo de la ciencia, si Skye fuera un huésped, yo sería su parásito. Ella tiene

una vida. Yo pretendo que es la mía. En otras palabras, a ella de verdad le gustan

cosas —música y ropa ecléctica vintage y peinados raros—, y yo pretendo que esas

cosas me interesan, también. No es que odie esas cosas; es solo que realmente no me

importan tampoco. Pero me gusta Skye, así que, ¿por qué no acompañarla?

Especialmente porque no tengo ni idea de lo que realmente me gusta.

Doy un paso por encima suyo con un suspiro.

—¿Has averiguado ya las respuestas de la vida? —Skye generalmente utiliza el suelo

de la tienda para hacer exploraciones filosóficas (una manera bonita de decir

“argumentos consigo misma”).

Gime y pone su brazo por encima de sus ojos.

—¿Qué estudiaría si fuera a la universidad? —Si fuera por ella, trabajaría en la tienda

de regalos para siempre, pero la universidad es importante para su nunca-fue-a-la-

universidad-así-que-es-un-director-de-una-funeraria padre.

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—¿Quejarte?

—Ja ja —Se ríe forzadamente—. ¿Qué vas a estudiar tú cuando vayas?

Ni idea.

—Los efectos a largo plazo de las exploraciones filosóficas.

—¿Qué hay sobre el arte del sarcasmo?

—Estoy casi segura de que me he ganado el equivalente a un máster en esa.

—No, pero en serio, ¿qué vas a estudiar?

Oigo esas palabras muy a menudo: “No, pero en serio” o “Con seriedad” o “Pero

realmente”. Esas son las palabras de alguien que quiere una respuesta real. Y no

quiero dar una.

—No lo he pensado mucho. Supongo que seré una de esas personas “no-tituladas”

por un tiempo.

Se vuelve a acostar en el suelo.

—Sí, a lo mejor es lo que haré también. A lo mejor mientras tomamos clases nuestro

verdadero camino vendrá a nosotras. —Se sienta de repente con un jadeo.

—¿Qué?

—¡Deberíamos tener clases juntas! El año que viene. Tú y yo. ¡Eso sería genial!

Le he dicho mil veces que no voy a tomar clases de universidad el año que viene. Mi

madre va a luchar contra ese plan (justamente ese es el por qué no se lo he contado),

pero me voy a tomar uno o dos años sabáticos para poder ayudarla a tiempo

completo en la tienda. Pero Skye se ve tan feliz que simplemente sonrío y le doy un

asentimiento sin compromisos.

Empieza a cantar una canción inventada:

—Caymen y yo tomando clases juntas. Encontrando nuestros verdaderos caminos…

—Su voz se vuelve más suave y se vuelve en un tarareo feliz mientras se vuelve a

estirar en el suelo.

Un par de niñas pequeñas que se acaban de ir lo han tocado todo. Mi madre insiste

en que cuando alguien conoce el nombre de una muñeca es más fácil que se

enamoren de ella. Así que delante de cada muñeca hay una placa. Ahora todas esas

placas pequeñas con los nombres están arruinadas, cambiadas de lugar, tiradas. Es

realmente triste que sepa que la tarjeta con el nombre de Bethany está delante de

Susie. Muy. Muy. Triste.

El teléfono de Skye suena.

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—¿Hola?… No. Estoy en La Pequeña Tienda De Los Horrores. —Así es como

llama a mi tienda.

Está silencioso durante un rato antes de que diga:

—No sabía que ibas a venir. —Se sienta y se apoya en el mostrador—. ¿Lo hiciste?

¿Cuándo? —Dobla un mechón de cabello alrededor de su dedo—. Bueno, estoy más

o menos libre durante ese espectáculo. —La voz de Skye coincide con su nombre,

ligera y alegre, lo que hace que todo lo que salga de su boca sea dulce e inocente—.

¿Entonces sigues aquí? —Camina alrededor de plataformas con muñecas y mesas

con manteles drapeados hasta la ventana y echa una ojeada fuera—: Te veo… Estoy

en la puerta de al lado en la tienda de muñecas. Ven. —Se guarda el teléfono en el

bolsillo.

—¿Quién era?

—Mi novio.

—El novio. ¿Así que eso significa que lo voy a conocer al fin?

Sonríe.

—Sí, estás a punto de descubrir por qué dije que sí al segundo que me pidió salir la

semana pasada. —Abre de par en par la puerta principal, y la campana casi se suelta

de su gancho.

—Hola, bebé.

La envuelve con sus brazos y entonces ella se mueve hacia un lado.

—Caymen, este es Henry. Henry, Caymen.

No sé si no estoy mirando lo suficiente, pero definitivamente no veo nada en

absoluto. Es flacucho con el pelo grasiento largo y una nariz puntiaguda. Un par de

gafas cuelgan del collar de una camiseta de una banda, y una cadena larga cuelga del

cinturón hasta la mitad de su pierna antes de desaparecer en su bolsillo trasero. Sin

querer calculé cuantos pasos tuvo que dar entre la tienda de Skye y la mía y cuantas

veces la cadena tuvo que chocar contra su pierna.

—¿Qué pasa? —dijo él. Sí. Él dijo eso.

—Em… ¿Nada?

Skye me da una sonrisa amplia que dice: Ves, sabía que lo adorarías. Esta chica puede

encontrar cualidades compensables en una rata ahogada, pero aún estoy intentando

darle sentido al emparejamiento. Skye es preciosa. No la preciosa convencional. De

hecho la gente normalmente se para a mirarla primero porque están asombrados por

su encrespado pelo rubio con puntas rosas, el pendiente de diamante en su barbilla, y

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su loca vestimenta. Pero entonces siguen mirando porque es maravillosa, con sus

penetrantes ojos azules y la estructura ósea más bonita nunca vista.

Henry ahora está girando en círculos, mirando a las muñecas.

—Wow, alucinante.

—Sí, ¿verdad? Es un poco abrumador la primera vez.

Miro alrededor. Es un poco abrumador al principio. Muñecas cubren cada

centímetro de pared en una exposición de colores y expresiones. Todas mirándonos.

No solo las paredes, también el espacio de suelo es un laberinto de mesas y

plataformas y cochecitos desbordantes de muñecas. En caso de fuego no hay una

salida clara hacia la puerta. Estaría apartando a bebés de mi camino para escapar.

Bebés falsos, pero aun así.

Henry camina hacia una muñeca que lleva una falda escocesa.

—Aislyn —dice, leyendo la carta con su nombre—. Tengo este atuendo. Debería

llevarme esta muñeca y podemos ir de tour juntos.

—¿Tocando la gaita? —pregunto.

Me mira divertido.

—Nop. Soy el guitarrista de Sapos Crujientes.

Ah, ahí está. La razón de que Skye lo mantenga alrededor. Tiene una debilidad por

los músicos. Pero puede conseguir algo mejor que un chico que parece que ha

inspirado el nombre de su banda.

—Die, ¿estás lista?

—Síp.

¿Die? Se lo preguntaré más tarde.

—Te veo luego, Troglodita —dice él con una carcajada como si hubiera estado

guardando eso desde el primer momento en el que nos presentaron.

No tendría que preguntar por Die, después de todo. Es uno de esos tipos: Asignador

de Apodos al Instante.

—Adiós —Sapo Crujiente—, Henry.

Mi madre entra por la puerta trasera mientras ellos salen por la puerta delantera.

Trae dos bolsas de comida.

—Caymen, hay unas cuantas bolsas más, ¿puedes traerlas? —Se dirige directamente

a las escaleras.

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—¿Quieres que abandone la tienda? —Suena como una pregunta estúpida, pero ella

es muy particular con el hecho de dejar la tienda sola. Primero, porque las muñecas

son caras y si alguna de ellas fuera robada sería un desastre. No tenemos ningún

sistema de video vigilancia o alarma en la tienda, demasiado caro de mantener.

Segundo, mi madre es muy estricta con el trato al consumidor. Si alguien entra, se

supone que no tengo que dejar pasar un segundo antes de saludar.

—Sí. Por favor. —Suena sin aliento. Mi madre, la reina del yoga, ¿está sin aliento?

¿Estaba corriendo vueltas?

—De acuerdo. —Miro a la puerta principal para asegurarme de que nadie viene y

voy a la parte trasera para traer el resto de las provisiones. Cuando las llevo a arriba

me tropiezo con las que dejó justo en la puerta y entonces dejo las mías en el

mostrador de nuestra cocina del tamaño de una casa de muñecas. Ese es realmente

el tema de nuestras vidas. Muñecas. Las vendemos. Vivimos en su casa… o al

menos el equivalente en tamaño: tres habitaciones diminutas, un baño, una cocina

en miniatura. Y estoy convencida de que el tamaño es la principal razón de que mi

mamá y yo seamos tan cercanas. Miro alrededor de la pared y veo a mi madre

despatarrada en el sofá.

—¿Estás bien, mamá?

Se sienta pero no se pone de pie.

—Solo exhausta. Me levanté muy temprano esta mañana.

Empiezo a sacar las cosas de las bolsas, poniendo la carne y el jugo congelado de

manzana en el congelador. Una vez le pregunté a mi madre si podíamos comprar

jugo embotellado y me dijo que era demasiado caro. Tenía 6 años. Esa fue la

primera vez que me di cuenta de que éramos pobres. Definitivamente no fue la

última.

—Oh, cariño, no te preocupes de sacar las cosas de las bolsas. Lo haré en un minuto.

¿Puedes ir de nuevo a la tienda?

—Claro. —De camino a la puerta muevo las bolsas que ella había abandonado en el

suelo hasta el mostrador también, entonces me voy. A mi cerebro le cuesta todo el

trayecto de bajada recordar que vi a mi mamá aún en cama cuando me fui a la

escuela esta mañana. ¿Cómo es eso levantarse “muy temprano”? Miro por encima

de mi hombro a las escaleras, tentada de volver arriba y llamarla fanfarrona. Pero no

lo hago. Me sitúo en mi sitio detrás del mostrador, saco la lectura asignada de inglés,

y no levanto la cabeza hasta que la puerta principal tintinea.

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Capítulo 3 Traducido por Júls

Corregido por beatrix85

Una de mis clientes preferidas de siempre entra por la puerta. Es mayor, pero

sarcástica y divertida. Su pelo es de color rojo intenso, a veces con mechas púrpuras,

dependiendo del tiempo que hace que se lo había teñido. Y siempre lleva una

bufanda sin importar el calor que haga fuera. El clima del otoño justifica

ocasionalmente la bufanda en estos días, y hoy es de color naranja brillante con

flores púrpura.

—Caymen —dice con una sonrisa.

—Hola, Sra. Dalton.

—¿Está tu madre hoy, cariño?

—Está arriba. ¿Quieres que la llame o es algo en lo que yo pueda ayudarte?

—Tenía una muñeca bajo un pedido especial y me preguntaba si ya llegó.

—Déjeme ver. —Saco una carpeta del cajón de abajo por el registro donde

apuntamos los pedidos. Encuentro el nombre de la Sra. Dalton con bastante

facilidad porque hay solo unas pocas entradas, y la mayoría son de ella—. Parece

que está previsto que llegue mañana, pero déjame llamarles para comprobar que no

venga para nada. —Hago una llamada y averiguo que llegará mañana por la tarde.

—Siento molestarte. Tu madre me dijo eso. Solo tenía esperanza. —Sonríe—. Es

para mi nieta. Su cumpleaños es en un par de semanas.

—Eso es genial. Estoy segura de que le encantara. ¿Cuántos cumplirá la pequeña

afortunada?

—Dieciséis.

—Oh. La afortunada… chica grande. —No sé qué más decir sin sonar grosera.

La Sra. Dalton se ríe.

—No te preocupes, Caymen, tengo otros regalos para ella. Este es más para

complacer a su abuela. Le he regalado cada año una muñeca desde que cumplió un

año. Es difícil para mí romper una tradición no importa lo mayor que se haga.

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—Mi madre te da las gracias por eso.

La Sra. Dalton se ríe. Siempre entiende mis chistes. Tal vez porque ella misma es un

poco irónica.

—Es la única niña, así que la consiento.

—¿Qué tradición tiene con los chicos?

—Una patada en el trasero.

—Esa es una gran tradición. Creo que debería conseguir muñecas para sus

cumpleaños, también. Probablemente se sientan excluidos.

Se ríe.

—Tendré que probar eso. —Mira con ojos tristes el archivo en el mostrador como si

deseara que la fecha cambiara mágicamente y su muñeca apareciera aquí ahora.

Abre su bolso y empieza a cavar en él—. ¿Cómo está Susan?

Echo un vistazo hacia atrás como esperando que mi madre fuera a bajar por solo la

mención de su nombre.

—Está bien.

Saca un librito rojo y comienza a hojearlo.

—Mañana por la tarde, ¿verdad?

Asiento con la cabeza.

—Oh, no, no me sirve. Tengo una cita en la peluquería.

—Está bien. La guardaremos en la parte de atrás hasta que venga. Puede venir a

buscarla el miércoles o cualquier otro día de la semana. Lo que funcione mejor para

usted.

Toma el bolígrafo negro sobre el mostrador y escribe algo en su libreta.

—Tal vez enviaré a alguien para que la recoja. ¿Eso está bien?

—Por supuesto.

—Su nombre es Alex.

Escribo el nombre de Alex al lado de la línea de pedidos.

—Suena bien.

Agarra mi mano y la aprieta entre las suyas.

—Eres una buena chica, Caymen. Me alegro que estés aquí para tu mamá.

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A veces me pregunto hasta qué punto estas mujeres hablan con mi madre. ¿Qué

sabían sobre nuestra historia? ¿Sabían algo de mi padre? Como un niño mimado de

familia rica, corrió antes de que mi madre terminara de decir: “Estoy embarazada.

¿Qué deberíamos hacer?”. Sus padres le hicieron firmar unos papeles que hasta

tiempo después no entendió que eran para que ella no pudiera pedirle la

manutención de menores. Le dieron dinero por su silencio que con el tiempo se

convirtió en el fondo inicial de la tienda de muñecas. Y es por todo eso que no tengo

ningún deseo de conocer a la joya de mi padre. No es que él lo haya intentado.

Está bien, quizás tengo un pequeño deseo. Pero después de lo que le hizo a mi

madre se siente mal.

Aprieto la mano de la Sra. Dalton.

—Oh, ya me conoces, estoy compitiendo por el Premio a la Mejor Hija del

Universo. Oí que este año viene con una taza.

Sonríe.

—Creo que ya lo has ganado.

Pongo mis ojos en blanco. Me da un par de palmaditas en la mano y luego se toma

su tiempo saliendo de la tienda, estudiando las muñecas mientras se va.

Me siento de nuevo en el taburete y leo un poco más. Cuando llegan las siete de la

tarde echo un vistazo a las escaleras para lo que parece un momento único. Mi

madre nunca bajó. Es raro. Raramente me hace quedar abajo sola si ella está aquí.

Después de cerrar, bajar las persianas y apagar las luces, agarro el correo y subo las

escaleras.

La casa huele increíble. Como zanahorias dulces cocidas y puré de patatas con salsa.

Mi madre está de pie moviendo la salsa sobre la estufa. Justo cuando estoy a punto

de saludarla, dice:

—Lo sé. Y ese es el problema.

Me doy cuenta de que está hablando por teléfono, así que me dirijo a mi habitación

para quitarme los zapatos. A mitad del camino la oigo decir:

—Oh, por favor. No viven aquí para mezclarse con la gente normal.

Debe estar hablando con su mejor amiga. No sabe cuántas veces he escuchado

conversaciones como esta, pero lo he hecho. Tiro mis zapatos en mi habitación y me

dirijo a la cocina.

—Huele bien, mamá —digo.

Salta y entonces dice:

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—Bueno, Caymen acaba de llegar. Mejor me voy. —Se ríe con algo que dice su

mejor amiga. Su risa es como la melodía de una canción.

La cocina no puede tener a dos personas a la vez así que constantemente me doy

golpes con los bordes y las manijas de los cajones en mi cadera y la espalda baja.

Pronto abandono la idea de que podamos caber las dos, y voy a la esquina de la

pequeña zona del comedor.

—Siento no haber bajado —dice colgando el teléfono—. Pensé que podría hacernos

una cena caliente. Ha pasado tiempo desde la última.

Me siento y tomo el correo que había subido.

—¿Hay una ocasión?

—Nop. Solo por diversión.

—Gracias, mamá. —Sostengo la factura de la luz en un sobre de color rosa. No

tengo ni idea de por qué se elige el color rosa para el retraso. Es realmente el color

que anuncia al mundo (o al menos a la compañía de correo): “¿Estas personas son

fracasadas irresponsables?”.Creo que el amarillo vómito haría un mejor trabajo en

ese anuncio—. Aviso de cuarenta y ocho horas.

—Ugh. ¿Es el único?

—Parece que sí.

—Bueno. Lo pagaré después en línea. Déjalo en el mostrador.

Ni siquiera tengo que levantarme para dejarlo en el mostrador. Está a menos de un

brazo de distancia de la mesa. Mi madre trae dos platos de comida humeante y pone

uno delante de mí. Hablamos mientras comemos.

—Oh, mamá, me olvidé de hablarte sobre el chico que entró en la tienda el otro día.

—¿Oh sí?

—Me hizo señas.

—Estoy segura de que solo trataba de llamar tu atención.

Sigo hablando:

—Además, nadie le enseñó a sonreír, y eso que levantó los labios hasta algún punto.

—Bueno, espero que guardaras esos pensamientos para ti misma. —Toma un

bocado de sus patatas.

—No, le dije que le ofrecía clases de sonreír por la tarde. Creo que vendrá mañana.

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Sus ojos se abren, pero debe darse cuenta entonces de que estoy bromeando porque

deja escapar un suspiro, aunque la veo tratar de ocultar una sonrisa.

—La Sra. Dalton vino hoy otra vez.

Con esta noticia, se le forma una verdadera sonrisa.

—También estuvo la semana pasada. Se emociona muchísimo cuando está

esperando una muñeca.

—Lo sé. Es lindo. —Me aclaro la garganta y muevo en forma de círculos el tenedor

en mi puré de patatas antes de mirar a mi madre.

—Gracias por encargarte de la tienda hoy. Me vi envuelta en el papeleo aquí arriba.

—Está bien.

—Sabes que aprecio lo que haces, ¿cierto?

Me encojo de hombros.

—No es gran cosa.

—Lo es para mí. No sé qué haría sin ti.

—Creo que serías dueña de un montón de gatos.

—¿En serio? ¿Crees que sería una mujer de gatos?

Asiento lentamente.

—Sí. Eso o cascanueces.

—¿Qué? ¿Cascanueces? Ni siquiera me gustan las nueces.

—No tienen que gustarte las nueces para tener un montón de muñecas de madera de

boca ancha.

—¿Así que crees que sin ti tendría una personalidad completamente diferente y me

gustarían los gatos y/o los cascanueces?

Sin mí tendría una vida totalmente diferente. Probablemente hubiera ido a la

universidad y se habría casado, sin ser renegada por sus padres.

—Bueno, sí. Hola. Sin mí en tu vida no tendrías humor ni amor. Serias una triste,

triste mujer.

Se ríe de nuevo.

—Tan cierto. —Coloca el tenedor en el plato y se levanta—. ¿Has terminado?

—Sí.

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Toma mi plato y lo coloca encima del suyo, pero no antes de que me dé cuenta que

casi no ha comido nada. En el fregadero enjuaga rápidamente los platos.

—Mama, tú cocinaste. Yo limpio.

—Está bien, gracias, cariño. Creo que me iré a leer a la cama.

Me lleva unos veinte minutos limpiar. De camino a mi habitación, asomo la cabeza

en la habitación de mi madre para darle las buenas noches. Un libro abierto se

encuentra en su pecho y está profundamente dormida. Estaba realmente cansada

hoy. Tal vez se había levantado temprano, como ella dijo, para hacer ejercicio o algo

y luego se volvió a dormir. Cierro su libro, lo pongo en su mesita de noche y apago

la luz.

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Capítulo 4 Traducido por lausodie

Corregido por Jut

Al entrar en la tienda de muñecas al día siguiente después de clase, estoy

sorprendida de ver un hombre de pie junto al mostrador. Lleva ropa oscura y tiene

una barba oscura y recortada, y está bronceado. Sí, definitivamente hay un tema de

oscuridad presente. Él parece exudar, y aun así las mejillas de mi madre están

sonrosadas y está sonriendo. Cuando suena la campana de la puerta, ambos me

miran.

—Hola, Caymen —dice mi madre.

—Hola.

—Bueno, ya nos veremos, Susan —dice el extraño.

Mi madre asiente.

Él se va, y digo:

—¿Quién era ese? —Meto la mochila debajo de la caja registradora—. ¿Alex?

—¿Quién es Alex?

—El tipo que se supone va a recoger la muñeca de la Sra. Dalton.

—Oh, no, solo era un cliente.

Claro. Lo veo caminar frente a la ventana frontal. Un hombre soltero que ronda los

cuarenta es un cliente. Estoy a punto de decirlo cuando ella dice:

—Me alegra que estés aquí. Tengo que llevar un par de cosas a la oficina de correos

antes de la una. —Agarra dos cajas y un montón de sobres y se dirige hacia la puerta

trasera—. Ah, y la muñeca de la Sra. Dalton está en la parte de atrás.

—Está bien, hasta luego.

Se abre la puerta principal y levanto la mirada medio esperando ver al “cliente” de

mi madre volver a entrar, pero me saluda un taciturno Henry. No sé si tomó una

ducha o si llevar una funda de guitarra hace que un chico parezca más atractivo de lo

que es, pero de cualquier forma, de repente está un poco más claro lo que Skye ve en

él.

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—Hola, Troglodita.

Ugh. Probablemente se olvidó de mi nombre real.

—Hola, Sapo. Skye no está.

—Lo sé. Esperaba poder tocarte una canción que escribí para ella. Dime si piensas

que le gustará.

—Está bien. Claro.

Se sienta en el suelo y saca su guitarra. Se apoya en un gabinete bajo, estirando y

cruzando las piernas frente a él. Las muñecas en las estanterías de cristal iluminadas

que hay sobre él y la cuna de madera que hay a su lado hacen que parezca el

escenario de un vídeo musical genial. Rasguea unas notas antes de aclararse la

garganta y cantar.

La canción es bastante buena, rayando lo cursi. El verso sobre cómo moriría sin

Skye me hace querer reír, pero consigo aguantar la risa. Pero al final de la canción

entiendo completamente lo que Skye ve en él. Estoy bastante segura de que lo estoy

mirando ensoñadoramente. Así que cuando el sonido de alguien aplaudiendo rompe

el silencio post-canción, mis mejillas suben de temperatura.

Xander está de pie junto a la puerta principal. Parece incluso más rico hoy. Su

apariencia consiste en un pelo perfectamente arreglado, ropa de marca y mocasines

de cuero de Gucci sin calcetines.

—Gran canción —le dice a Henry.

—Gracias. —Entonces Henry me mira buscando confirmación.

—Sí, fue increíble.

Respira aliviado y entonces guarda su guitarra. Me giro hacia Xander.

—Me han mandado a hacer otro recado —dice.

—¿Otro día en el que mezclarte con gente común te ayuda a apreciar más tu vida? —

Podría jurar que dije algo equivalente la última vez, pero la mirada ofendida que

invade su cara me deja claro que probablemente solo lo pensé. Oh, bueno, era una

broma de todas formas (más o menos). Si no puede aguantar una broma, es cosa

suya.

—Algo así —murmura.

Henry se levanta.

—La muñeca escocesa es mía, así que ni la mires.

Xander levanta las manos.

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—No me interesa. —Me da la sensación de que Xander cree que Henry habla de

algo más que de una muñeca con una falda escocesa. Pero como Xander no está

interesado, tampoco importa.

Henry se dirige hacia la puerta.

—Cantaré la canción en nuestra actuación el viernes por la noche. Ven. Tocaremos

en el Scream Shout. A las diez. —El Scream Shout es un antro a unas cinco cuadras

donde las bandas locales tocan para pequeñas muchedumbres, normalmente

borrachas, por poco o nada de dinero. A veces me acerco con Skye, pero no es mi

ambiente.

Xander lo ve irse y entonces se gira hacia mí, todo negocio.

—Mi abuela me ha pedido que recoja una muñeca que encargó.

—¿Tu abuela? —Abro el libro, preguntándome si me he saltado un pedido.

—Katherine Dalton.

—¿La Sra. Dalton es tu abuela?

—¿Por qué te sorprende tanto?

Cierro mi boca abierta. Porque la Sra. Dalton es dulce y genuina y asombrosa… Tú te

tomas demasiado en serio a ti mismo, la manicura de tus uñas es perfecta, y forras tu ropa con

dinero (o al menos esa es la explicación que le doy a que tenga una postura tan

correcta).

—Es que no tenía ni idea.

—¿Entonces supongo que nunca habla de su maravilloso nieto?

—Es que pensaba que iba a mandar a Alex.

—Yo soy Alex.

Oh. Claro. Xander. De Alexander.

—¿Entonces te conocen como Alex o Xander?

Sonríe con suficiencia como si lo hubiese buscado en Google o algo.

—Tu tarjeta de crédito —digo, recordándole que la usó la última vez que vino.

—Ah. Sí, me conocen como Xander, pero mis abuelos me llaman Alex. Me

llamaron así por mi abuelo, así que ya sabes cómo va eso.

No tengo ni idea de cómo va eso.

—Sí, por supuesto.

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—Entonces, hija de Susan… —Apoya los codos en el mostrador, mira una pequeña

manzana de madera que un cliente nos dio hace años, y empieza a girarla—. ¿Tienes

mi muñeca?

Me río un poco por cómo suena.

—Sí, la tengo. Dame un minuto. —Recupero la caja de la habitación de atrás y la

llevo al mostrador. Me sorprende que mi madre no la haya abierto para inspeccionar

la muñeca. A veces vienen agrietadas o rotas, y el servicio que usamos es

responsable de eso. Tomo un cúter de una copa de plata que hay junto a la caja

registradora y corto la cinta adhesiva—. Solo quiero asegurarme de que no le hayan

amputado ningún miembro en el viaje.

—Está bien.

Saco la muñeca del paquete en el que venía, apartando solo unas pocas virutas para

embalaje en el proceso, y la abro cuidadosamente.

—Mandy —dice, leyendo su nombre en la tapa.

—Mandy está en buen estado. Tu abuela estará contenta. Supongo que es para tu

hermana, ¿no?

—No. Mi prima. Scarlett. Esa muñeca se parece mucho a ella. Es un poco

escalofriante.

—¿Tu prima usa calcetines de encaje y vestidos de punto?

—Bueno, no. Pero el cabello… y mi prima desde luego tiene esa mirada astuta en

sus ojos.

—¿Entonces tu prima tiene el pelo negro y por encima de los hombros y busca

problemas?

—Exacto.

Deslizo la caja por encima del mostrador hacia él.

—Saluda a tu abuela por mí.

—¿Y sabrá quién es “mí”?

—¿No lo sabe todo el mundo?

—Todo el mundo menos yo, al parecer. —Saca su móvil y aprieta varios botones.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto.

—Le estoy diciendo a mi abuela hola de tu parte.

Pongo los ojos en blanco.

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—Eso es hacer trampas.

—No sabía que estábamos jugando un juego. —Me ofrece su primera sonrisa del

día, y de repente me alegro de que la oculte. Es más cautivadora que cualquier otra

arma—. Hola, abuelita. Ya tengo tu muñeca… Sí, me la ha dado una chica joven en

la tienda. Me dijo que te saludara… No, no es Susan.

Dejo escapar una carcajada.

—Su hija. Cabello oscuro, ojos verdes.

Bajo la mirada sorprendida de que sepa el color de mis ojos. Los suyos son marrones

con manchitas doradas. No es que me haya fijado.

—¿Unos… dieciséis? —Abre los ojos, preguntando si ha acertado. Niego con la

cabeza—. ¿Diecisiete?

Y medio.

—¿Caymen? —Levanta las cejas mirándome. Me encojo de hombros—. Bueno, pues

Caymen dice hola… ¿Encantadora? No sé si encantadora, pero tiene algo. —Se

queda callado un rato—. Estoy siendo agradable. Deberías decirle a ella que sea

agradable. Ni siquiera me ha dicho su nombre… No, no es porque haya sido malo.

Adoro a la señora Dalton.

Anoto en el libro la fecha y la hora en la que se recogió el pedido especial. Entonces,

por alguna razón, añado el “ander” al final del “Alex” que había escrito antes.

Cierro el libro y lo dejo debajo del mostrador. Él sigue escuchando atentamente algo

que le está diciendo su abuela. Sus ojos se encuentran con los míos en un momento y

entonces levanta un dedo. Mete la mano en su bolsillo y saca su cartera y una tarjeta

de crédito sin mirar siquiera.

—Ya la pagó —susurro.

Asiente y la guarda.

Su abuela dice algo que lo hace sonreír. La sonrisa. ¿Qué es lo que tiene esa sonrisa?

Quizás sean sus perfectamente rectos y blancos dientes que la hacen tan increíble.

Pero es más que eso. Está un poco torcida, con un lado más levantado que el otro. Y

de vez en cuando sus dientes superiores muerden su labio inferior. Es una sonrisa

muy espontánea, en contraste con el resto de su aspecto, lo que es una fortaleza.

—Bueno, abuelita, tengo que colgar. Caymen me está mirando, probablemente

preguntándose si voy a salir de la tienda en algún momento para que pueda seguir

trabajando.

Es raro oírlo decir mi nombre. Lo hace parecer más que un cliente cualquiera. Casi

como si nos conociéramos.

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Se guarda el móvil.

—Caymen.

—Xander.

—¿Significa esto que gané el juego?

—No sabía que estábamos jugando un juego.

Toma la muñeca y se aleja mordiéndose el labio inferior mientras sonríe.

—Yo creo que sí.

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Capítulo 5 Traducido por Júls

Corregido por Key.

Hace más o menos un año atrás, mi madre empezó a organizar fiestas de

cumpleaños para niñas pequeñas en la parte trasera de la tienda. Sonaba ridículo en

ese momento (sigue sonándolo), pero tuvo la visión de ordenar muñecas sin

terminar para luego tener a las niñas entrando y escogiendo los toques finales —

ropa, color del pelo, color de los ojos— y así pudieran ir a casa con su muñeca

personalizada. Al principio mi madre les dejaba pintar los ojos, pero eso las

convertía en el Creep Show 101. Así que ahora me siento en el mostrador pintando

ojos mientras mamá está en la fiesta en la parte trasera y las ayuda a escoger

atuendos y cabellos. En un buen día terminamos con cien dólares en nuestros

bolsillos. La mayoría de los sábados somos afortunadas de vender algo siquiera (mi

mamá es boba y deja que las niñas escojan más que las tres piezas de ropa

permitidas).

Hoy creo que hemos hecho veinte dólares, y estoy deseando más que cualquier cosa

que dejemos de dar las fiestas del sábado. Pero hace feliz a mamá, alguna tontería

sobre la risa de los niños pequeños, así que no me quejo. Las niñas se ríen mientras

salen de la tienda, agarrando sus muñecas recién vestidas y tocando todo a su paso.

Mi mamá se pasará las próximas dos horas limpiando la “sala de fiestas” (antes

conocida como la sala de descanso).

Miro hacia arriba cuando Skye entra, Henry siguiendo sus pasos detrás de ella.

—Te extrañamos anoche —dice ella.

Busco en mi memoria pero no encuentro nada.

—¿Qué pasó anoche?

—El concierto de mi banda en Scream Shout —dice Henry con un “duh” en su voz.

—Oh, sí. ¿Cómo fue?

Skye sonríe.

—Me escribió una canción.

Henry apoya su guitarra y se deja caer a su lado.

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—Pensamos en repetir la noche.

—Increíble —digo, mirando por encima la lista que mi madre hizo de las ropas de

las muñecas que se estaban agotando y comprobando cuáles ya había pedido.

—Suena como si no estuviera emocionada, pero lo está totalmente —le dice Skye a

Henry.

—Totalmente —le aseguro secamente.

Rasguea unos acordes.

—Troglodita no tiene vida —canta. Le lanzo mi bolígrafo, pero lo necesito de vuelta

así que camino hasta donde aterrizó en el suelo detrás de él y lo recojo.

Skye se ríe.

—Tiene una vida, Henry. Solo que es una aburrida.

—Teniendo en cuenta que estoy contigo la mitad del tiempo, Skye, yo tendría

cuidado con lo que dices.

—Troglodita tiene una vida aburrida —canta—. Necesita un poco de trabajo duro y

lucha.

—No, estoy bien con el aburrimiento, gracias. —De hecho, me he acostumbrado a

mi monótona vida muy bien, solo siento la urgencia de arrancarme el pelo apenas

una vez a la semana.

Skye endereza una muñeca en la estantería que hay a su lado.

—Pero en serio, Caymen, deberías haber venido anoche. ¿Por qué no lo hiciste?

—¿A qué hora llegaste a casa? —pregunto.

—No lo sé… a las dos más o menos.

—Y ahí está el por qué no fui. Tenía que trabajar esta mañana.

—Es como si fuera una adulta ya —dice Henry.

¿Quién te preguntó?

—Cántale una canción, Henry. Una de verdad.

—Está bien.

A medida que empieza a tocar, Skye toma el papel de mis manos y lo coloca en el

mostrador.

—Solo tomate un pequeño descanso. —Me arrastra al suelo frente a Henry.

Mientras canta, ella me mira—. Oh, alguien preguntó por ti anoche.

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—¿Dónde?

—En el Scream Shout.

—¿Quién?

—No lo sé, algún chico que parecía que podría ser el dueño del lugar. Vestido con

unos pantalones increíbles. Dientes súper blancos.

Por alguna razón esta noticia envía una sacudida de miedo a través de mí.

—¿Xander?

Se encoge de hombros.

—No lo sé. No dijo su nombre.

—¿Qué dijo?

—Bueno, lo oí hablando con un chico detrás de mí. Dijo: “¿Conoces a una chica

llamada Caymen?” El chico dijo que no. Cuando me di la vuelta para decirle que te

conocía, ya estaba alejándose.

—¿Y se fue?

—No, se quedó un rato, escuchando tocar a Henry, pidió una soda. Entonces se fue.

Xander me estaba buscando. No es bueno. El Sr. Rico y su estilo de vida

completamente en la cima necesitan mantenerse alejados.

—¿Estaba solo?

—No. Una chica estaba con él. Tenía el pelo oscuro corto. Parecía aburrida.

¿Su prima tal vez? Me encojo de hombros.

—¿Quién es?

—Solo el nieto de una cliente.

—¿El nieto rico de una cliente rica?

—Sí.

—Deberíamos tener más amigos ricos. Llevaría nuestro entretenimiento al siguiente

nivel.

—¿De qué estás hablando? —Señalo a Henry—. Esto es completamente de clase

alta. Tenemos a nuestro propio músico personal.

—Ni siquiera están escuchando mi canción —se queja Henry.

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—Lo siento. Suena genial, cariño.

Deja de tocar y guarda la guitarra en su funda.

—Troglodita, te voy a hacer un favor.

—Por favor, no.

—Escúchame. Te presentaré a un amigo. Podemos ir en una cita doble. —Mira a

Skye—. Tic. El vocalista de Crusty Toads.

Skye sonríe ampliamente.

—Oh, sí, es genial. Lo amarás, Caymen.

—¿Tick? ¿Como el insecto chupador de sangre?

—No, como un tic. Un tic. —Parpadea fuerte, imitando lo que supongo que es un

tic—. No es su nombre real.

—No bromees —le digo.

—Es cierto. Pero se me olvidó su verdadero nombre. En serio, serán perfectos el uno

para el otro. Te gustará.

Me levanto y agarro mi papel de nuevo.

—No. No quiero salir. —Y definitivamente no quiero ir en una cita a ciegas con

alguien llamado Tic que Henry cree que es perfecto para mí.

—Por favor, por favor, por favor —suplica Skye, tirando de mi brazo.

—Ni siquiera lo conozco. Me sentiré patética.

—Podemos cambiar eso. Lo enviaré a la tienda algún día esta semana para que te

salude —dice Henry.

Me giro hacia él.

—Ni se te ocurra.

—Eso suena como un reto —dice con una sonrisa.

—No, no lo es, Sapo. No lo hagas. —¿Estaría mal si le lanzo alguna de las muñecas?

—No te preocupes. Seré discreto. No le diré que quieres salir con él o algo.

—Bueno, eso está bien teniendo en cuenta que no quiero salir con él.

Skye canta la palabra “ansiedad”.

Henry se ríe de nuevo y se levanta.

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—No te preocupes, Troglodita, estarás bien. Solo sé tú misma.

No la frase “sé tú misma”. Detesto esa frase. Es como si Tic y yo nos conociéramos

antes y nos lleváramos bien, así que lo único que tengo que hacer es asegurarme de

que estoy ahí esta vez. Muy ilógico.

—¿Lista para irnos, Die?

—Sí. Nos vemos pronto. —Me sonríe ampliamente y gruño. Esto no es genial. Me

van a enviar a un tipo llamado Tic a mi tienda y no hay nada que pueda hacer para

evitarlo.

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Capítulo 6 Traducido por Júls

Corregido por ☽♏єl

Después de una semana de mirar ansiosamente hacia la puerta cada vez que la

campana suena, comienzo a pensar que tal vez Skye había discutido con Henry

sobre la horrible amenaza de enviar a Tic a mi tienda. Pero entonces sucede un lunes

por la mañana. Un chico entra a la tienda de muñecas sujetando una pila de papeles.

Tiene el pelo corto y rizado de color negro y piel color moca. El anillo en su boca

hace que sus grandes labios resalten más. Lleva los pantalones metidos en unas botas

militares y su camiseta dice: Mi banda es más genial que tu banda. De una manera

torturada, en realidad es muy atractivo. Y demasiado genial para mí. Me pregunto

por qué Skye no está saliendo con este chico. Parece ser mucho más su tipo.

—Hola —dice. Su voz es ronca, como si acabara de despertar o necesitara aclararse

la garganta—. Henry me dijo que estarían dispuestos a que pusiéramos algunos

panfletos en su mostrador para nuestro siguiente show. —Mira alrededor.

—Estoy segura de que a las mujeres mayores les encantaría ir a un concierto de rock

—digo.

Entrecierra los ojos.

—Sí, Henry parecía pensar… —Se calla en cuanto sus ojos se posan en un bebé de

porcelana en una cuna—. Tal vez me equivoqué de tienda.

—No. Está bien. Déjalos aquí.

Se acerca y pone una pequeña pila en el mostrador y luego me mira. Le debe gustar

lo que ve porque dice “Deberías venir” señalando a los panfletos.

El volante tiene una imagen de un sapo que parece que acaba de encontrarse con la

parrilla de un camión. ¿Quién diseñó esta cosa? En su vientre dice “Crusty Toads”.

Luego, en la parte inferior se lee “Viernes a la noche, diez en punto, Scream Shout”.

Tengo en la punta de la lengua algo sarcástico para decir sobre los panfletos, pero me

detengo a mí misma.

—Sí, lo intentaré.

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—Eso suena como a que realmente es la última cosa que quieres hacer. —Parpadea

duramente, recordándome como consiguió su apodo—. Soy el cantante. ¿Eso hace

que tengas más o menos ganas de ir?

Sonrío.

—Tal vez un poco más.

—Soy Mason. —Mucho mejor que Tic.

—Caymen.

Por favor no lo conviertas en un apodo.

—Encantado de conocerte, Caymen.

Cinco puntos para él.

—¿Entonces cuáles son las probabilidades de que realmente te vea el viernes por la

noche?

Miro el panfleto y luego nuevamente a él.

—Bastantes.

Tira del anillo de sus labios.

—Diles a las ancianas que el concierto será alucinante.

—Lo haré.

Justo cuando comienza a alejarse, mi mamá aparece desde la puerta de atrás y él se

detiene.

—Hola —dice ella.

—Mamá, este es Mason. Mason, mi mamá, Susan.

—Hola, Susan, un placer conocerte.

—A ti también. —Señala al techo—. Caymen, si me necesitas voy a estar arriba

haciendo algunas llamadas. —Sus hombros están hundidos y agarra la barandilla de

la escalera.

—¿Todo bien?

—Sí… Yo… sí, estoy bien.

La veo irse y luego miro hacia Mason.

Golpea ligeramente la pila de panfletos en el mostrador.

—Nos vemos el viernes. —Se despide a medida que sale por la puerta.

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Me muerdo el labio inferior y me quedo mirando el sapo en el papel. Necesito ropa

nueva o un nuevo corte de pelo. Algo nuevo. Me aseguro de que nadie viene por la

puerta principal y voy a la oficina de mamá para ver si ya ha escrito mi cheque.

Normalmente lo deja en un sobre en su escritorio. No es mucho y le he dicho un

montón de veces que me siento mal acerca de que me pague, pero insiste.

En el cajón de la derecha está el libro de balances, abultado con recibos y papeles

sueltos. Lo saco y lo abro de un tirón hasta el final donde la he visto sacar mi cheque

varias veces. No hay nada ahí. Empiezo a cerrar el libro, pero un destello rojo llama

mi atención. Escaneando la página hacia abajo, mis ojos se detienen en el último

número, un rojo “$2.253,00”. Eso es más de lo que gastamos en un mes. Lo sé.

Hago las cuentas a veces.

Mi corazón golpea fuera de control y la culpa cambia mi respiración. Aquí estaba

yo, buscando mi sueldo, y mi madre no puede pagarme. Estamos más allá de la

quiebra. No me extraña que pareciera estresada últimamente. ¿Significa que

perderemos la tienda? Por tan solo un segundo pienso en una vida sin la tienda de

muñecas.

Por ese segundo me siento libre.

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Capítulo 7 Traducido por Gaz

Corregido por LulaaMaddox

Me quedo mirando el largo espejo que cuelga en mi habitación. Incluso cuando

retrocedo todo lo que puedo, no puedo ver mi cuerpo entero. Mi habitación es

demasiado pequeña. Me había arreglado el cabello, puesto mis mejores vaqueros y

una camiseta negra y mis botas de color púrpura. Nada nuevo. Luché con el hecho

de que esta no era una buena idea en absoluto. En ocho horas a partir de este

momento tengo que estar despierta y preparándome para el trabajo. Saber la mala

situación económica de la tienda me hace sentir culpable. Como si no hubiera hecho

lo suficiente. Por enésima vez me digo que no tengo que quedarme mucho tiempo.

Solo hacer mi aparición e irme.

Mi madre entra en mi habitación, entonces retrocede.

—Pensé que ya te habías ido.

—No, y no tengo que irme si me necesitas.

—Caymen, estoy bien. Ahora sal de aquí. Te ves increíble.

Mientras camino las cinco cuadras hasta Scream Shout, miro mi entorno. El casco

antiguo parece que perteneciera a una película del oeste. Todas las fachadas son de

revestimiento vertical o de ladrillo rojo. Algunas tiendas incluso tienen puertas

batientes de estilo taberna. Las aceras son de adoquines. Lo único que falta son los

postes horizontales para atar a los caballos delante de las tiendas. En cambio, hay

una calle ancha y bordillos de estacionamiento en diagonal. El océano está a varias

cuadras de distancia, pero en una noche tranquila puedo escucharlo y siempre puedo

olerlo. Tomo una respiración profunda.

Dos puertas más abajo de nuestra tienda de muñecas hay un estudio de baile, y estoy

sorprendida de ver las luces prendidas a estas horas de la noche. Las amplias

ventanas abiertas en una noche oscura hacen que todo en su interior sea tan claro

como una pantalla de cine. Hay una chica dentro, probablemente de mi edad,

bailando delante de una pared de espejos. Los elegantes movimientos de su cuerpo

demuestran que ha estado estudiando durante años. Me pregunto por qué algunas

personas parecen nacer sabiendo lo que quieren hacer con sus vidas y otras personas

—sobre todo yo— no tienen ni idea. Suspiro y sigo de camino al club.

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Scream Shout está lleno de gente esta noche. Reconozco a algunas personas de la

escuela y asiento con la cabeza un “hola”. El escenario apenas puede ser llamado

así. Es más como una plataforma desvencijada. Tablas no coincidentes llenan el área

alrededor de ella y una barra cubre la superficie de una pared. Hay tantas personas

que realmente tengo que buscar a Skye.

—Oye —dice cuando me uno a ella. Su cabello está extra rosa esta noche, y me

siento monótona de pie junto a ella.

—Hola. Hay mucha gente esta noche.

—Lo sé. Es genial. Debes de haber hecho una buena impresión en Tic, porque

estaba preguntando si pensaba que vendrías. —Asiente hacia la puerta del lado del

escenario, donde asumo que la banda se está preparando.

—¿Debemos llamarlo así? —No he decidido cuál es mi impresión de Mason. Pero

debe haber sido algo o no estaría aquí, abandonando el sueño.

—Sí, debemos, Troglodita.

—Por favor. Tú no, Die.

Se ríe.

—Lo sé, son bastante horribles, ¿verdad? Me da risa cuando llamas Sapo a Henry,

sin embargo.

—¿Cómo te va con el Sapo, de todos modos?

—Bastante bien. —Skye es extremadamente leal. Henry tendría que hacer algo

descaradamente horrible para que rompiera con él en este punto. No es que él lo

haría. Aparte de su abuso atroz de apodos, Henry es decente.

Miro hacia atrás, al escenario, a la espera de que se ocupe.

—Supongo que esta noche vas a estar locamente enamorada de él, porque está a

punto de ir todo estrella de rock en ti.

—Por supuesto. —Sonríe—. Y tú estás a punto de caer locamente enamorada de Tic

porque su voz es como la miel.

Tiene razón. Sobre la parte de la miel, al menos. Cuando comienza a cantar no

puedo quitar los ojos de él. Su voz tiene una cualidad rasgada suave que me hace

querer balancearme con el ritmo. Cuando oigo a Skye reír a mi lado finalmente salgo

del trance.

—Te lo dije —dice cuando la miro.

—¿Qué? Estaba escuchando. Es de mala educación no escuchar.

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Se ríe de nuevo.

Cuando la última canción termina, Mason salta del escenario y desaparece en la

parte posterior con los otros chicos. Henry sale primero, y él y Skye se enrollan un

tiempo justo en frente de mí. Asqueroso. ¿Por qué de repente me gustaría tener a

alguien con quien hacerlo? Soy buena estando sola. Lo tengo prácticamente

dominado. Entonces, ¿qué ha cambiado? La sonrisa con mordida de labios de

Xander parpadea a través de mi mente. No. Sacudo la imagen lejos.

Justo cuando estoy segura de que si tomo una muestra de saliva de la boca de Skye

tendrá el ADN de Henry, digo:

—Bueno, basta.

Skye se aleja riendo y Henry finge que se acaba de dar cuenta de que yo estaba allí

de pie. Claro.

—¿Qué tal? —dice, luego se inclina hacia la barra y pide un poco de agua helada. La

toma y buscamos una mesa. No hay libres, así que simplemente nos quedamos de

pie en la esquina hablando.

Eventualmente Mason sale y lanza un brazo alrededor de mi cuello. Su camiseta

está pegajosa por el sudor y casi revierte el efecto que su canto tuvo en mí.

—Hola, Caymen, viniste.

—Aquí estoy.

—¿Cómo lo hicimos esta noche?

—Muy bien.

—¿Has traído a las ancianas contigo? —Mira a su alrededor como si esto fuera una

posibilidad válida.

—Casi, pero canceló a última hora. Supongo que alguna banda de metal tocaba en el

centro esta noche.

—¿Qué banda? —pregunta Henry, y Mason se echa a reír.

—Fue una broma, idiota —dice.

—No me llames idiota.

—Entonces no actúes como tal.

Henry hace pucheros y Skye dice:

—No eres un idiota, bebé. —Entonces empiezan a enrollarse de nuevo. Agh. En

serio.

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—¿Quieres algo de beber? —me pregunta Mason, mientras me lleva hacia una mesa

abandonada.

—Sí, por favor.

Me siento y vuelve con dos botellas de cerveza. Me extiende una.

Levanto las manos.

—Oh, no bebo. Tengo diecisiete.

—¿Y? Yo diecinueve.

—Mi mamá dice que antes de que cumpla los dieciocho todavía tiene derecho a

matarme. —Mi mamá siempre me dice que la culpe si estoy en una situación

incómoda. Parece que funciona bien.

Se ríe.

—Bueno, está bien. —Se sienta a mi lado.

Lo veo beber durante un minuto y luego digo:

—Voy a conseguir un poco de agua.

—Oh. —Salta para ponerse de pie—. Siéntate. Yo lo haré.

Lo veo alejarse y no puedo decidir si me siento nerviosa por estar hablando con el

vocalista de una banda o si es por Mason. Cuando otras dos chicas se acercan a él en

el bar y se vuelve a hablar con ellas, me doy cuenta de que es la primera opción.

Después de todo, casi no lo conozco. Esto me hace sentir muy superficial.

El camarero le da mi vaso de agua helada, pero Mason continúa hablando.

Me levanto, de repente. Tengo que irme. Tengo que levantarme temprano.

Camino hacia donde habíamos dejado a Skye y Henry, y le toco en el hombro.

—Oye, me voy.

Ella se aleja de Henry.

—Espera. —Mira a su alrededor y ve a Mason—. No, no te vayas. Siempre es

bombardeado por las chicas. No es su culpa.

—No estoy preocupada por él. No es por eso que me voy. —Al menos eso es de lo

que estoy tratando de convencerme—. Tengo que trabajar por la mañana. Nos

vemos pronto.

Me alejo para decirle adiós a Mason y la escucho decir:

—Espera, te acompañamos.

Page 40: Tdbu kw

A medida que pasamos a Mason agito y vocalizo un adiós. Pero Skye dice en voz

alta:

—Vamos a acompañar a Caymen a casa.

Él me da el movimiento de espera con la mano y asiente educadamente a la chica

delante de él, terminando cualquier conversación que estuvieran teniendo. Pone el

agua helada que había pedido en la barra, y entonces está a mi lado.

—También voy.

Henry y Skye caminan delante de nosotros, hablando en voz baja. Mason pasa el

brazo alrededor de mi hombro. Estoy aprendiendo rápidamente que es una especie

susceptible de chico. Estamos en silencio por una cuadra.

—No me di cuenta de que tenías que irte tan temprano —dice finalmente.

—Sí. Tengo trabajo por la mañana.

—Tocamos de nuevo la próxima semana.

No estoy segura de si me está invitando o haciendo una charla ligera, así que solo

asiento.

—Gracias —le digo cuando llegamos a la tienda y saco las llaves del bolsillo.

Se inclina hacia mí, y porque nunca me cruzó la mente que fuera a tratar de darme

un beso sin importa lo sentimental que sea y con testigos, no retrocedo lo

suficientemente rápido y estoy sorprendida cuando sus labios se encuentran con los

míos. Son sorprendentemente suaves.

—Oh, eh… guau —le digo, echándome hacia atrás.

No retrocede y sus ojos se encuentran con los míos.

—Gracias por venir esta noche.

Su humeante voz hace que mi corazón golpee a la vida y de nuevo estoy sorprendida

por mi reacción hacia él.

—Está bien, nos vemos.

Skye me sonríe como si esa fuera la ocurrencia más emocionante. Solo quiero

escapar.

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Capítulo 8 Traducido por Júls

Corregido por beatrix85

La tienda no abre hasta las nueve, pero por costumbre mis ojos se abren a las seis el

sábado a la mañana. Trato de volver a dormirme, pero mi cuerpo se niega, así que

me quedo mirando el techo durante un tiempo pensando en la noche anterior. ¿Qué

pasó? ¿Mason intentó besarme? ¿Me había dado la vuelta cuando iba a abrazarme o

algo así? Mi cerebro siente la necesidad de desarmar y luego reconstruir la noche de

una manera que tenga sentido.

Se presentan dos posibilidades lógicas. Una de ellas, que fue un accidente y él fue

demasiado bueno como para decirlo. O dos, era demasiado amigable y besaba a

todo el mundo. Ahora que tengo algunas explicaciones razonables, me siento mejor.

Solo espero que no nos encontremos por un tiempo.

Después de una hora intentando sin éxito volver a dormir, ruedo en la cama y voy a

ducharme antes de que mi madre tomara posesión del baño. Me pongo unos

vaqueros, una camiseta y deslizo mis pies en unas pantuflas felpudas. Con el cabello

mojado me voy a buscar la lista de cosas a hacer que había dejado en la planta baja

el día anterior así puedo ingresarla en el ordenador.

La comparo con la lista que mamá había hecho una vez más. Todavía nos queda

una hora para abrir así que, con un montón de tiempo para terminar de arreglarme,

me meto la lista en el bolsillo y me dirijo al ordenador. Antes de llegar al escalón

inferior, escucho un golpe en la puerta del frente. Mi mano se va inmediatamente a

mi cabello mojado y mi cabeza piensa inmediatamente que es Mason. Este escenario

no cae en ninguna de las explicaciones a las que había llegado mi cerebro. Las

estrellas de rock excesivamente afectuosas no aparecen en la puerta a la mañana

siguiente. No hemos abierto todavía por lo que las persianas están bajas sobre el

cristal. No tengo que abrir la puerta.

Un segundo después, suena el teléfono de la tienda.

Mason no tiene el número de teléfono de la tienda, ¿o sí? ¿Se lo habría dado Skye?

Respondo antes de que mamá tenga la oportunidad de responder en la planta de

arriba.

—Hola, Muñecas y Más.

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—Hace una semana, alguien me advirtió de no comprar los panecillos de arándanos

en Eddie, pero no le hice caso y los compré de todos modos. Ahora tengo ansias

insaciables a todas horas.

Estoy tan aliviada de saber quién está en la línea que dejo escapar una extraña

mezcla de risa/suspiro y luego me aclaro rápidamente la garganta.

—Son hechos con sustancias adictivas.

—Ahora te creo.

Sonrío.

—¿Así que vas a dejarme entrar? Está un poco frío aquí fuera. Compartiré.

Mis ojos se mueven hacia la puerta.

—Creo que este panecillo incluso podría tener tu nombre… Oh no, lo siento, es mi

nombre.

—Yo…

—No quieres que muera de hipotermia, ¿verdad? —dice.

—No creo que aquí se ponga lo suficientemente frío como para eso. —Muevo mi pie

con la pantufla puesta para abrir la puerta y la mantengo abierta para Xander.

—Hola. —Su voz resuena en el teléfono que todavía estoy sosteniendo contra mi

oído. Pulso el botón de colgar.

Ha pasado tanto tiempo que casi había olvidado lo guapo… y rico que es. Pero se

aferra a él junto con el aire frío a medida que camina adentro. Bloqueo la puerta y

luego me vuelvo para mirarlo. Está sosteniendo una bolsa marrón de la panadería

Eddie y dos vasos de plástico con tapas.

—Chocolate caliente. —Levanta el vaso de la mano derecha—. O café. —Levanta el

de su mano izquierda—. Tomé un sorbo de ambos, así que no me importa.

Bonito. Tal vez ser Rico es una enfermedad contagiosa. Señalo su mano derecha.

—Chocolate caliente.

—Pensé que serías una chica de chocolate caliente.

Tomo el chocolate caliente de su mano y trato de que mi mano no tiemble mientras

lo hago. Eso implicaría que el hecho de que apareciera en mi puerta me pone

nerviosa.

Mi mirada se desliza a lo largo de él. Me irrita que a primera hora de la mañana

Xander pueda parecer tan… despierto. Si lo viera en medio de la noche con la

cabecera de la cama y los ojos soñolientos, ¿parecería todavía tan perfecto?

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—Tu mirada puede poner a un chico inseguro.

—No estoy mirando. Estoy observando.

—¿Cuál es la diferencia?

—El objetivo de observar es obtener datos y formar una teoría o una conclusión.

Inclina su cabeza.

—¿Y qué teoría has formulado?

Que estás por lo menos a un paso de lo normal. Un anillo negro grueso en su dedo

meñique golpea contra una mecedora mientras mira la tienda oscura. Levanto mis

cejas. Tal vez a dos pasos.

—Que eres una persona mañanera.

Deja sus brazos a los lados, como si dijera: Me has pillado.

—He hecho una observación también.

—¿Cuál?

—Tienes el cabello muy mojado.

Oh. Eso es correcto.

—Sí, bueno, no me avisaste. No me despierto viéndome perfecta. —A diferencia de

otros.

Su cara transmite su comprensión y espero a que la exprese. Mira por encima del

hombro hacia la parte posterior.

—¿Vives aquí?

—Sí, hay un apartamento arriba. —Ahora estoy confundida—. Así que si no sabías

que vivía aquí, ¿por qué llamaste a la puerta antes de abrir?

—Porque supuse que tenías que llegar temprano para tener todo listo para abrir.

—Aquí es donde las adecuadas cantidades de observación hubieran servido de

mucho.

Se ríe.

—No tienes ni idea de cuantas pesadillas puede alimentar una tienda de muñecas de

porcelana. He sido asesinada de un millón de maneras por muñecas angelicales a lo

largo de los años.

—Eso es realmente… macabro.

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Me río.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?

—Consiguiendo cosas en Eddie. ¿No es obvio? Y ya que tú me enseñaste el veneno,

me pareció justo compartir la recompensa.

—Te gusta mirar las muñecas, ¿verdad? Las echas de menos cuando estás lejos.

Ofrece una sonrisa mezquina.

—Sí, echo terriblemente de menos este lugar cuando no estoy aquí.

Dejo el teléfono en el mostrador, envuelvo mis manos alrededor de la taza caliente,

y me abro camino hasta el almacén. Me sigue. Me siento en el viejo sofá y pongo

mis pies sobre la mesa de café.

Pone la bolsa de Eddie y su café en la mesa junto a mis pies, se quita la chaqueta, y

se sienta a mi lado.

—Así que, Caymen…

—Así que, Xander…

—Como las islas.

—¿Qué?

—Tu nombre. Caymen. Como las Islas Caimán1. ¿Es el lugar preferido de tu madre

o algo?

—No, es su tercer lugar preferido. Tengo un hermano mayor llamado Paris y una

hermana mayor llamada Sydney.

—Guau. —Abre la bolsa, saca un panecillo y me lo da. La parte superior brilla con

azúcar espolvoreado—. ¿En serio?

La tomo suavemente.

—No.

—Espera, ¿entonces no tienes hermanos mayores o esos no son sus nombres?

—Soy hija única. —Sobre todo porque nací fuera del matrimonio y no tengo

contacto con mi padre. ¿Sería esa una declaración que lo haría correr?

Probablemente. ¿Entonces por qué no lo dije en voz alta?

—Nota mental: Caymen es muy buena con el sarcasmo.

1 Islas Caimán: En inglés, Cayman Islands.

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—Si vas a grabar notas para un registro oficial, me gustaría la palabra “muy”

eliminada y reemplazada por “excepcionalmente”.

Sus ojos se iluminan con una sonrisa que no acaba de llegar a sus labios, pero que

parece dar a entender que en realidad me encuentra divertida. Mi madre siempre me

dijo que los chicos eran intimidados por mi sarcasmo.

—Muy bien, te toca —dice.

—¿El qué?

—Hazme una pregunta.

—Bueno… um… ¿Obligas a menudo a que las chicas te inviten a sus casas?

—Nunca. Por lo general, me invitan ellas mismas.

—Por supuesto que sí.

Se inclina hacia atrás y da un mordisco a su panecillo.

—Por lo tanto, Sra. Observadora, ¿cuál fue tu primera impresión de mí?

—¿Cuándo entraste a la tienda?

—Sí.

Esa es fácil.

—Arrogante.

—¿En serio? ¿Qué te hizo pensar eso?

¿Esto le sorprende?

—Pensé que era mi turno para preguntar.

—¿Qué?

—¿No es así como funciona el juego? ¿Cada uno hace una pregunta?

Me mira expectante. Me doy cuenta de que no tengo una pregunta. O tal vez tengo

demasiadas. Como, ¿por qué está aquí realmente? ¿Cuándo va a darse cuenta de que

no me junto con su gente? ¿Qué es exactamente lo que lo hizo estar interesado en

primer lugar?… Si eso es lo que está.

—¿Puedo ir a terminar de arreglarme?

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Capítulo 9 Traducido por Júls

Corregido por Bárbara Rosado

—No. De acuerdo, mi turno. ¿Qué me hizo resultar arrogante?

Me quedo mirando el pliegue en la manga de su camiseta, una clara indicación de

que había sido planchada. ¿Quién plancha camisetas?

—Me hiciste señas —digo, recordando ese primer día.

Sus ojos marrones parpadean en los míos. Incluso los destellos dorados de sus ojos

me recuerdan su riqueza.

—Yo, ¿qué?

—Quédate ahí. Seré tú. —Camino hasta el otro extremo del almacén y pretendo

entrar por una puerta, sosteniendo mi teléfono en mi oído. Doy un par de pasos

balanceándome, me detengo y miro la pared, luego levanto mi mano y le hago

señas. Espero a que se ría, pero cuando miro tiene una mirada mortificada en su

rostro.

—Tal vez lo he exagerado un poco —le digo, aunque no lo hice.

—¿Así es como me viste?

Me aclaro la garganta y camino lentamente hacia el sofá.

—¿Así que eres el jugador de fútbol o el genio matemático?

—¿Perdón?

—Tu abuela presume. Me pregunto qué nieto eres.

—El que no ha hecho mucho de nada.

Sigo la pata de la mesa con mi pantufla.

—¿Sabes con quien estás hablando?

—Sí. Caymen.

Pongo los ojos en blanco.

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—Quiero decir, soy la reina de no haber hecho nada, así que estoy segura de que me

has superado por mucho.

—¿Qué no has hecho que quieras hacer?

Me encojo de hombros.

—No lo sé. Intento no pensar mucho en ello. Estoy perfectamente satisfecha con mi

vida. Creo que la infelicidad viene con las expectativas no cumplidas.

—Así que mientras menos esperas de la vida…

—No. No de ese modo. Solo trato de ser feliz y no desear poder hacer más. —

Bueno, al menos estaba mejorando en ese objetivo. Y tener gente alrededor como él

solo me servía para recordarme todo lo que no tengo.

Termina su panecillo y luego lanza el envoltorio en la bolsa.

—¿Y funciona? ¿Eres feliz?

—La mayoría del tiempo.

Levanta su vaso de plástico en un brindis.

—Eso es lo que importa, ¿verdad?

Asiento con la cabeza y muevo mi pie sobre la mesa. El formulario de pedido en mi

bolsillo se arruga con ese movimiento. Lo saco.

—Debería irme. Tengo trabajo que hacer antes de abrir.

—Cierto. Por supuesto. Debería irme, también. —Vacila un momento como si

quisiera decir algo más.

Me levanto y hace lo mismo, tomando su chaqueta. Camino con él hasta la puerta

principal y la abro.

A medida que se aleja, me doy cuenta de lo poco que reveló de nosotros nuestra

sesión de preguntas y respuestas. No tengo ni idea de cuántos años tiene o a qué

escuela va o qué le gusta hacer. ¿Nos mantuvimos alejados de esas preguntas a

propósito? ¿Hicimos preguntas ridículas, sin sentido, porque en el fondo no

queremos conocer a la otra persona?

Aprieta un botón de sus llaves y el auto deportivo de lujo color plata frente la tienda

pita. Únicamente ese auto ya responde cualquier posible pregunta que pudiera tener

sobre él. No hay necesidad de más. Abre la puerta y me lanza esa sonrisa y me

escucho a mí misma gritar:

—¿Eres senior?

Asiente.

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—¿Tú?

—Sí. —Sostengo mi bebida en alto—. Gracias por el desayuno.

—No hay problema.

Cierro la puerta y me inclino contra esta. ¿Por qué?

Me toma varios minutos alejarme de la puerta y dirigirme hacia arriba. Mi mamá

está en el baño así que arrastro la silla al viejo ordenador y empiezo a hacer pedidos

por internet.

—¿Oí sonar el teléfono? —pregunta mi madre cuando entra al comedor frotando su

cabello mojado con una toalla.

—Sí. Yo respondí.

—¿Quién era?

—Solo alguien preguntando a qué hora abrimos. —Y esa es la primera vez en mi

vida que he mentido a mi madre. Nos lo contamos todo. Me sorprende. Debería

haber dicho: “Este chico que se llama Xander —sí, se llama Xander a propósito—

que lleva camisetas planchadas y joyas”. Eso habría sido divertido. Mi mamá

hubiera tratado de fingir que estaba ofendida. Podríamos haber hablado de que

probablemente se cortaba el cabello dos veces al mes. Ella habría dado

educadamente el discurso de que “es mejor que no nos juntemos con gente como

esa”. Habría acordado lo mismo. Estoy de acuerdo.

Entonces, ¿qué me detuvo?

—¿Puedes terminar esta orden, mamá? Mi cabello se secará todo loco si no me

pongo al día con el secador.

—Sí, por supuesto.

—Gracias.

Me encierro en el baño y presiono las palmas de mis manos contra mis ojos. ¿Qué

me detuvo?

Lealtad.

No quería que mi madre tuviera mala opinión de él. De alguna manera, el tipo se las

había arreglado para salir de la caja llena de gente que siempre había marcado como

fuera de los límites con un marcador permanente, y se había convertido en alguien

diferente. Y ahora, para mi mala suerte, siento alguna clase de lealtad hacia Xander

Spence.

Tenía que cambiar eso inmediatamente.

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Capítulo 10 Traducido por lausodie

Corregido por Key.

El lunes por la mañana me despido de mi madre con la mano y abro la puerta

principal de la tienda. Mientras camino hacia la escuela, me fijo en un auto

deportivo igual que el de Xander aparcado a unas puertas de distancia. Me inclino

para echar un vistazo dentro, y cuando me enderezo otra vez Xander está al otro

lado. Yo salto. Me da una taza de chocolate caliente y toma un sorbo de la suya.

Miro la taza, la misma de ayer.

—Solo quiero esto si tú has bebido antes de aquí —digo, negándome a decir: “¿Qué

haces aquí?”. Eso podría dejar claro que me importa.

Toma mi taza, da un trago y me la devuelve.

Me sorprende tanto que hiciera caso a mi sarcasmo que no puedo evitar reírme.

—Creo que hay una reunión el jueves en Luigi para los adictos a los panecillos de

Eddie. Si eso no funciona, he oído que hay una pastilla que puedes tomarte.

—Me temo que no estoy dispuesto a deshacerme de mi adicción todavía —dice.

Le dedico una mirada de refilón. Seguíamos hablando de panecillos, ¿verdad?

—Lo siento.

—¿A quién le toca preguntar? —comenta.

—A mí —digo, aunque en realidad no me acuerdo. Pero prefiero preguntar a

contestar.

—Está bien, ¿qué va a ser?

—¿Tienes hermanos? —Sé que no tiene hermanas porque su abuela dijo que solo

tiene una nieta y él ya me dijo que es su prima.

—Sí, tengo dos hermanos mayores. Samuel tiene 23 años, se acaba de graduar en

Derecho.

—¿En qué universidad?

—Harvard.

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Por supuesto.

—Mi otro hermano, Lucas, tiene 20 y está en la universidad.

—Son nombres bastante normales.

—¿Normales?

—Ningún Chet o Wellington ni nada.

Levanta una ceja.

—¿Conoces a algún Wellington?

—Claro que no, pero tú probablemente sí.

—No, en realidad, no.

—Hmm —digo.

—Está bien, mi turno.

Sonrío pero estoy nerviosa a la vez. Ojalá pudiese controlar todas las preguntas.

Entonces podría descartar las que no quiero contestar.

—¿Llevas lentes de contacto?

—¿Qué? ¿Esa es tu pregunta?

—Sí.

—No, no llevo. ¿Por qué?

—Es que nunca he visto unos ojos tan verdes como los tuyos. Pensé que podían ser

lentillas de colores.

Giro la cabeza para que no vea mi sonrisa y lo maldigo en secreto por hacerme sentir

especial.

—¿Y tú?

—Por supuesto que no llevo lentillas. ¿Crees que querría unos ojos marrones y

aburridos a propósito?

—Esas manchas doradas los hacen parecer más ambarinos. —Quiero pegarme por

admitir que me he fijado, especialmente cuando se ensancha su sonrisa.

—Bueno, aquí me quedo. —Señalo la vieja escuela a mi derecha. Fue construido

hace setenta y cinco años, y aunque su estructura es bonita y ya no muy típica, le

irían bien unas mejoras.

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Observa mi escuela. Me muevo incómoda, preguntándome qué piensa de ella.

Preguntándome por qué me preocupa qué piense de ella. Él probablemente va a una

de las dos escuelas privadas del pueblo. Sí, esa es toda la gente rica que vive aquí:

suficiente para necesitar dos escuelas privadas en un pequeño pueblo de playa.

Sus ojos han vuelto a posarse en mí.

—Hasta luego.

—¿Luego quiere decir que vas a estar aquí a las doce en punto para acompañarme a

casa? Porque no sé si puedo soportarte dos veces al día.

Deja escapar un suspiro fuerte.

—Y mi abuela piensa que eres dulce. —Entonces frunce un poco el ceño—. ¿Aquí

acaban las clases a mediodía?

—Bueno, no toda la escuela, pero sí, yo salgo a mediodía.

—¿Por qué?

—Uhm… —Hago un ademán hacia la tienda—. Inserción laboral.

Sus ojos se abren.

—¿Te pierdes medio día de clases para trabajar en la tienda?

—No es para tanto… Fue idea mía… No me importa nada ayudar. —Sé que estoy

divagando porque en el fondo sí que me importa, y mucho, así que corto mi lista de

excusas y termino con—: Mejor me voy.

—Está bien. Adiós, Caymen. —Se gira y vuelve caminando hacia su auto sin

siquiera echar una mirada hacia atrás.

* * *

—Caymen —dice el señor Brown cuando entro a la clase de ciencias unos minutos

tarde.

—Lo siento, me quedé atrapada en una planta espinosa y tenía que librarme de sus

garras. —Lo cual era más o menos cierto.

—Aunque tus excusas son por lejos las más creativas, esa no es la razón por la que

me dirigí a usted.

El resto de la clase ya había empezado un experimento y yo también quiero hacerlo.

Parece que hay productos químicos de verdad involucrados.

El Sr. Brown debe haberse dado cuenta de mi mirada, porque dice:

—Solo será un minuto.

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Camino hasta su mesa de mala gana.

Coloca varios papeles frente a mí.

—Esta es la universidad de la que te hablaba. Está especializada en matemáticas y

ciencias.

Tomo los papeles.

—Ah, sí, gracias. —Aprendí a principio del curso que es mejor seguirles la corriente

a los profesores sobre la universidad que intentar explicarles que de momento no vas

a ir. Meto los papeles en mi mochila y me siento en mi sitio. Al principio del año

éramos impares en clase. El Sr. Brown pidió un voluntario para sentarse solo.

Levanté mi mano. Prefiero hacer el trabajo de laboratorio sola para que nadie pueda

estropearlo. Es mucho más fácil no tener que depender de otra persona.

* * *

A la mañana siguiente Xander está esperando en la puerta de la tienda otra vez,

apoyado de manera casual en una farola, como si hubiésemos caminado juntos a la

escuela durante toda la vida. Toma un sorbo de mi chocolate caliente y luego me lo

ofrece cuando empezamos a caminar.

Doy un trago. Me escalda la garganta al pasar por ella. Esto no está funcionando.

Necesito que desaparezca para poder volver a mi vida normal en la que me burlo de

gente como él. Para que deje hacerme esperar ansiosa cada mañana.

—Así que, Sr. Spence, su hermano mayor es un abogado, el segundo va a una

universidad importante. ¿Qué te depara a ti el futuro?

—Soy más o menos como tú.

—¿En qué universo?

Parece pensar que es una broma y se ríe.

—Esperan que siga con el negocio familiar.

—¿Qué te hace pensar que ese es mi caso?

—Trabajas allí, vives allí, ayudas a manejar el sitio… Estoy bastante seguro de que

tu madre te ve como su eventual reemplazo.

Me había resignado a ello hace mucho tiempo, pero oír que alguien más lo admite

desencadena algo en mí.

—No voy a encargarme de la tienda de muñecas para siempre.

—Entonces será mejor que empieces a mandar diferentes señales. Pronto.

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—Es más complicado que eso. —No puedo simplemente irme y hacer otra cosa. Ella

depende de mí.

—Entiendo completamente.

Ahora me toca a mí reír. No puede entender nada de mi situación. Es más que obvio

por su estilo de vida que si abandonase lo que quiera que sea su “negocio familiar”,

no pasaría nada. Las facturas de su familia aún serían pagadas. Tiene un futuro lleno

de ilimitadas posibilidades.

—¿Qué harás entonces? —pregunta.

—Todavía no lo sé. Me gusta la ciencia, creo, ¿pero qué se supone que haga con eso?

—Saber eso hubiese requerido crecer sabiendo que tenía una opción al respecto—.

¿Y por qué tú?

—¿Por qué yo?

—Sí, ¿por qué esperan que tomes el mando del negocio familiar? ¿Por qué no tus

hermanos?

—Porque yo no he hecho nada. No he declarado mis fortalezas. Así que mi padre la

ha declarado por mí. Dice que soy bueno en muchas áreas, así que eso debe querer

decir que he de ser la imagen del negocio. Así que me mandan a dar la cara.

—¿Cuál es el negocio familiar?

Inclina la cabeza como si intentase decidir si hablo en serio.

—El Road’s End.

Intento darle sentido a esa declaración.

—¿Eres el dueño de un hotel?

—Algo así.

—¿Qué quiere decir “algo así”? Lo eres o no.

—Hay quinientos de ellos.

—Está bien.

—En total.

—Oh. —Entonces me doy cuenta—. Eres el dueño de todos ellos… —Santa mierda.

Este chico no solo es rico; es RICO. Todo mi cuerpo se tensa.

—Sí. Y me están preparando para que me haga cargo de ellos algún día. Como tú.

Como yo.

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—Somos prácticamente gemelos. —Para entonces ya estamos frente a mi escuela.

¿Por eso empezó a juntarse conmigo? Quiero decirle que si piensa que ha encontrado

algún tipo de conexión conmigo por nuestras situaciones “similares”, debería volver

a pensarlo. Pero no consigo decirlo, y no estoy segura de si es para proteger sus

sentimientos o los míos—. Te veo… —Esta vez soy yo la que se aleja primero sin

mirar atrás.

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Capítulo 11 Traducido por Júls

Corregido por La BoHeMiK

Por primera vez en todo el tiempo que puedo recordar, hay dos clientes en la tienda.

Quiero decir, dos grupos que no llegaron juntos y ambos necesitan ayuda.

No soy muy buena con los niños, tal vez esa es la verdadera razón por la que tengo

prohibida la entrada al “área de pintura en el rostro” durante las fiestas. Así que sin

que yo le diga nada, mi madre se dirige directamente a la señora y a la pequeña niña

mientras yo me dirijo a la mujer de mediana edad.

—Hola. ¿Puedo ayudarle a encontrar algo?

—Sí. Hace unos meses estuve aquí, tal vez más de seis; ya ni siquiera estoy segura, y

había una muñeca allí.

Cuando ella que no continúa, digo:

—Tendré que averiguar eso. No nos gusta que las muñecas vengan a la tienda.

Me da una media sonrisa. Tal vez sea más bien una risa nerviosa.

—Sé que tengo que ser más específica. —Camina a lo largo de la pared del fondo,

mirando con atención a todas y cada una de ellas.

La sigo.

—Si puede describirla, podría comenzar una lista de sospechosas.

—Cabello rizado oscuro, un hoyuelo en la mejilla izquierda.

La mujer se está describiendo a sí misma. Mucha gente se enamora de muñecas que

se parecen a ellas. Así que estudio un poco más a la mujer e intento pensar en las

muñecas que podríamos tener que se vean como ella.

—Tina —digo finalmente—. ¿Estaba sentada?

—Sí. —La mujer da una gran sonrisa—. Sí, creo que se llamaba Tina.

—Debería estar aquí. Déjame ver. —Voy a la esquina de la tienda donde estaba Tina

la última vez, pero ya no está allí—. Déjeme buscar en la parte trasera. —Casi

siempre pedimos la misma muñeca si se vende bien.

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La pared lateral del almacén está alineada con estantes y en esos estantes están las

cajas lo suficientemente grandes como para alojar una sola muñeca. En el extremo

de cada caja hay un nombre escrito. Es como nuestra propia cripta de muñecas de

porcelana. A mitad de camino veo el nombre de Tina. Arrastro la escalera y tiro de

su caja, la cual se siente muy ligera.

En el suelo, después de cavar entre la espuma del embalaje, descubro el por qué. No

hay ninguna muñeca. Qué raro. Me quedo ahí confundida por un momento, sin

saber qué hacer, antes de volver a la tienda e interrumpir a mi madre a mitad de

frase.

—Lo siento, mamá, ¿puedo hablar contigo un minuto?

Levanta un dedo hacia mí, y cuando ha terminado de hablar con su cliente, camina

conmigo hasta detrás de la caja registradora.

—¿Qué pasa?

—Fui a buscar a Tina en su caja, solo que parece que Tina ha sido secuestrada.

—Oh sí, lo siento. La vendí hace tiempo. Debo haber olvidado poner su placa en el

cajón.

—Oh, está bien. Simplemente me extrañó. Le diré al cliente que podemos pedirla

para ella. —Comienzo a alejarme.

—Caymen —dice mamá, manteniendo su voz baja.

—¿Si?

—¿Puedes intentar vender las que tenemos en el suelo antes de pedir otra?

Asiento. Por supuesto. Eso tiene más sentido que cualquier cosa que había pasado

en los últimos cinco minutos. Mi mamá quiere vender nuestro inventario antes de

pedir más muñecas. Es una buena idea para sacarnos del hoyo. En realidad, alivia

mi mente el saber que tiene un plan para el gran número rojo en su libro.

—Lo siento —le digo a la señora—. Tina ha encontrado otro hogar, pero sé que

tenemos otras muñecas que amará que son muy parecidas a Tina. Déjame enseñarle

mi favorita. —Favorita en un término relativo, con lo cual quiero decir que le

encontré menos inquietante.

* * *

La mujer no estaba mordiendo el anzuelo. Después de enseñarle cinco muñecas que

se parecían muchísimo a Tina, se ve visiblemente molesta. Su voz empieza a

temblar; sus mejillas se profundizan con una sombra oscura.

—Solo quiero a Tina. ¿Hay algún modo de que la pueda pedir? ¿Tienen catálogo?

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Mi mamá, que acaba de despedirse de sus clientes, se nos une.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarla?

—Tenían una muñeca aquí que quiero, pero se ha ido.

—Tina —le recuerdo a mi madre.

—¿Le ha mostrado Caymen otras muñecas?

—Sí, pero no me servirán.

—¿Hay algo en específico por lo que Tina es especial para usted?

—Sí. Mi padre me la compró cuando era pequeña. La muñeca fue regalada cuando

me convertí en una adolescente ya que perdí a mi padre. Cuando vi a Tina hace

unos meses no pude creer lo parecida que era a mi muñeca. Me fui sin comprarla ese

día, pero no he conseguido sacarla de mi cabeza. De verdad que solo quiero esa

muñeca. —Unas cuantas lágrimas escapan de los ojos de la mujer y se apresura a

apartarlas.

Miro a otro lado, avergonzada por ella. O tal vez es algo más. Tal vez estoy celosa

porque alguien puede tener una relación tan cercana con su padre que incluso

después de que se ha ido tan solo pensar en él la pone emocional. Cuando pienso en

mi padre solo siento el vacío.

Mi madre le acaricia el brazo y dice:

—Lo entiendo perfectamente. —¿Pero lo entiende perfectamente? Mi madre fue

rechazada por su padre. ¿Está pensando en eso mientras consuela a esta mujer?

¿Acaso piensa mucho en ello? ¿O, como yo, intenta empujarlo a la parte más lejana

de su mente y esperar que nunca se escape, especialmente en frente de otros?

Mamá continúa.

—Siento mucho su pérdida. A veces son las cosas más pequeñas las que de algún

modo nos devuelven a alguien especial. —Agita su mano hacia mí y dice—:

Caymen a veces puede ser insistente, pero definitivamente podemos pedir esa

muñeca. Incluso podemos darle un precio especial.

Ya veo cómo va, utilizándome de chivo expiatorio. Pero puedo manejar la culpa. Lo

que me preocupa es el hecho de que otra vez mi madre no está pensando en nuestros

problemas financieros. ¿Habría colapsado ya esta tienda si no fuera por mí

impidiéndole que dé muchos descuentos a los clientes, dejando que las niñas escojan

demasiada ropa para sus muñecas de cumpleaños…?

—Por supuesto —digo—. Deje que le traiga el catálogo para asegurarnos que todos

estamos hablando de la misma muñeca aquí. —Comienzo a caminar y entonces

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digo—: Se requiere pagar por adelantado antes de que hagamos el pedido. —Lo

último que necesitamos es pedir una muñeca y que la mujer no venga a recogerla.

Mi madre me enfrenta cuando la mujer se va.

—Caymen.

—¿Qué?

—No puedo creer que estuvieras con ese cliente durante media hora sin saber por

qué quería esa muñeca. Nos preocupamos por la gente, Caymen. He estado

alrededor de demasiadas personas que solo se preocupaban por sí mismas para criar

a una hija que no piensa en los demás, incluso si son extraños.

La no tan disimulada forma de mi madre de despreciar a mi padre no pasó

desapercibida para mí, pero su generalización me molestó. ¿Era posible que el dinero

no tuviera nada que ver con la horrible actitud de la pequeña población de los ricos a

los que ella había estado expuesta?

—Me dijiste que tratara de conseguir que comprara una de los que ya teníamos.

—No a expensas de sus sentimientos.

—Los sentimientos no cuestan nada. Las muñecas sí.

Me ofrece una sonrisa y luego pasa su mano por mi mejilla.

—Los sentimientos, mi querida hija, quizás lo aprendas algún día, pueden ser la cosa

más costosa en el universo.

Y esa es la clase de actitud que será la ruina financiera de la tienda.

* * *

Mientras estoy sentada en mi habitación más tarde, su frase se reproduce una y otra

vez en mi mente. Los sentimientos pueden ser la cosa más costosa en el universo. ¿Qué

significa eso? Bueno, entiendo lo que significa, ¿pero qué significa para ella? ¿Está

hablando de mi padre? ¿Del suyo?

Tomo mi cuaderno titulado Donante de Órganos del estante superior de mi armario, le

doy la vuelta a una página en blanco, y escribo la frase que mi madre había dicho.

Aquí es donde guardo toda la información sobre mi padre. De hecho, sé mucho: su

nombre, dónde vive, cómo es. Lo había buscado en internet por curiosidad. Trabaja

para una gran firma de abogados en Nueva York. Pero saber sobre alguien no

equivale a conocerlo. Así que en este cuaderno escribo todo lo que mi madre ha

dicho alguna vez sobre mi padre. No es mucho. Había conocido a mi padre cuando

era joven; fue una corta relación que terminó rápido. A menudo me pregunto si

realmente lo conocía. Rara vez podía responder alguna de mis preguntas, así que

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dejé de preguntar. Pero de vez en cuanto dice cosas que quiero recordar. Cosas que

pueden ayudarme a descubrir… ¿a él? ¿A mí?

Incluso pensar eso me enoja. Como si necesitara de él para ser una persona

completa. Dejó que mi madre se valiera por sí misma. ¿Cómo podría querer

parecerme un poco a él? Pero soy práctica, racional, y si tengo que conocerlo algún

día, quiero saber tanto como sea posible. Cierro el libro y subrayo el título otra vez.

Nunca sabes cuándo podrías necesitar un riñón o algo algún un día. Es por eso que

mantengo este cuaderno. Esa es la única razón.

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Capítulo 12 Traducido por Júls

Corregido por ☽♏єl

A la mañana siguiente mi actitud no ha mejorado mucho. Pensar en mi padre

siempre me pone de mal humor. Y descubrir la caja de la muñeca vacía me hizo dar

cuenta de que la tienda está en más problemas de los que pensaba. Había estado

esperando que siempre estuviéramos en pérdidas; ahora sé que no. Pero el hecho de

que mi madre le ordenara su muñeca a esa mujer AL COSTO me hace notar algo

más: mi madre puede no tener suficiente sentido comercial para sacarnos de este

problema. ¿Estamos a un par de meses de ser indigentes? Tengo la sensación de que

la carga está sobre mis hombros y no sé qué hacer con el peso extra.

Agarro mi mochila y salgo de la tienda. El aire es frío hoy y muerdo mis mejillas

cuando salgo afuera. A media cuadra, Xander aparece a mi lado y me entrega mi

bebida de la que ya tomó un trago. Saboreo el calor mientras pasa por mi boca y mi

garganta. No puedo creer que hayamos estado caminando juntos toda la semana.

Escondo mi sonrisa mientras tomo otro largo sorbo.

—¿Estás bien?

Lo miro y me está analizando con la mirada.

—¿Qué? Sí, por supuesto.

—Por lo general tienes algo sarcástico para decir justo cuando sales por la puerta.

¿Ya me conoce tan bien?

—¿Soy tu dosis diaria de abuso?

—Eso funciona. —Tose un poco—. Bueno, juego nuevo. Te desafío.

—Estoy escuchando.

—No sabes lo que quieres hacer con tu vida. No sé lo que quiero hacer con la mía.

Pero los dos sabemos que no queremos trabajar con muñecas u hoteles.

—Eso sonó mal, pero te sigo.

—Así que voy a descubrir tu destino y tú puedes descubrir el mío.

—Uh, ¿qué?

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—Voy a tratar de averiguar qué te gusta hacer.

—¿Cómo?

—Probando cosas nuevas, por supuesto. Día de profesiones, si quieres. Marcaré la

primera reunión. Mañana, a la una. Estate lista.

—Mañana es sábado. ¿No tienes un partido de tenis que ver o algo así?

—¿Qué? No. No me gusta el tenis.

Miro a mi alrededor.

—Deberías bajar la voz cuando dices cosas como esas. No querrás que te expulsen

del club.

—¿Estás tratando de no ir a la primera reunión?

—Trabajo los sábados.

—Es hora de empezar a enviar diferentes señales.

Imagino nuestro calendario mensual en el mostrador del fondo. Recuerdo a mi

madre rellenándolo a inicio de mes como siempre hacemos.

—Tenemos una fiesta reservada. No hay manera de que pueda dejarla sola. —Pero

tal vez después de la fiesta…

No dice nada, solo me da una mirada con la ceja levantada. La presión de la carga

sobre mis hombros se intensifica y el enojo me recorre. ¿Por qué soy la encargada de

la tienda de mi madre? ¿Por qué no tengo ninguna opción sobre mi futuro?

—Está bien, a la una.

* * *

El sábado llega y todavía no le he mencionado la salida a mi madre. Mi ira ha sido

cambiada por culpabilidad. Mi madre está estresada y la tienda está en quiebra. Este

no es el momento adecuado para rebelarse. ¿Habrá, sin embargo, un momento

adecuado? Una tarde no va a equivaler a la ruina de la tienda… por lo menos, espero

que no.

El calendario confirma una fiesta de cumpleaños de diez hasta el mediodía. Eso

debería darme tiempo para ayudar y llegar a tiempo para ir con Xander. Ir con

Xander. En una cita. ¿Es lo que esto es? Trato de no sonreír pero mi cara parece no

estar de acuerdo con este pensamiento. Le recuerdo a mi cara que Xander lo llamó

día de profesiones y eso parece ayudar.

Mi mamá está en la parte de atrás montando la fiesta mientras estoy vigilando la

tienda. Sé que tengo que hablar con ella, pero estoy ganando tiempo. Esa cosa de la

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culpabilidad está carcomiendo mis entrañas. Nadie está en la tienda, así que me

muevo por el corto pasillo y veo a mi mamá poniendo ropa pequeña de muñeca

sobre la mesa.

Se da la vuelta para agarrar otra pila y me ve.

—Hola. —Mira por encima del hombro—. ¿Me necesitabas?

—No. Solo quería asegurarme de que no necesitabas mi ayuda. —Eres una gran

cobarde, Caymen.

—Estoy bien. ¿Tienes todas las pinturas para los ojos listas?

—Sí.

—Entonces creo que estamos listas.

—Está bien. —Camino hacia el frente pero me obligo a volver. Está en su tarea de

nuevo. Me resulta más fácil hablar con la parte posterior de su cabeza—. Um… a la

una saldré con un amigo si te parece bien.

Se endereza y se gira hacia mí, sacudiendo sus manos. Durante diecisiete años

siempre he esperado a después de que cierre la tienda para hacer algo. He

programado mi vida alrededor del horario de la tienda. Todo para evitar una mirada

de desaprobación en caso de preguntar. Lo que veo me hace sentir aún más culpable:

agotamiento. Está en el pliegue entre sus ojos, en la inclinación de su barbilla hacia

abajo. Pero no en su voz cuando dice:

—Por supuesto, Caymen. Diviértanse. ¿Qué harán tú y Skye?

—No, no es Skye. Es… solo un amigo de la escuela. —No estoy dispuesta a

explicarle a mamá que he decidido ir en contra de todo a lo que ella se opone y todo

lo que siempre he apoyado para pasar el rato con el Rey de los Ricos en persona. No

necesita más estrés en su vida ahora mismo. ¿Cuál es el punto de todas formas

cuando en tan solo unas semanas Xander acabará de ver cómo vive la otra mitad? Se

aburrirá de mí y seguirá adelante, en busca de su próxima muestra de emoción.

Vuelve a su tarea.

—A la una.

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Capítulo 13 Traducido por Júls

Corregido por ☽♏єl

Cuando las diez niñas entran a la tienda, las dirijo a la parte de atrás y no veo a mi

madre de nuevo hasta que empieza a sacar muñecas y me dice qué color de ojos

ponerles. Concentro toda mi energía en permanecer en las líneas señaladas en los

ojos de las muñecas, añadiendo verde y negro. Alguien ha pedido ojos marrones, así

que aplico una capa oscura de marrón. Entonces aprieto un poco de color oro en la

bandeja de plástico y agarro el pincel más pequeño. Concentrándome solo en ello,

añado pequeñas motas de oro en el marrón.

La campana de la puerta delantera suena y me sobresalto, haciendo una línea de

color oro a través de la pupila negra.

—Mierda —exhalo.

—He llegado un poco antes —dice Xander cuando miro hacia arriba, sorprendida.

El reloj en la pared dice que son las doce y media. Se supone que la fiesta debió

haber terminado media hora atrás. No me había dado cuenta de que era tan tarde. Si

lo hubiera hecho, ya habría ido a la parte de atrás y las hubiera apurado, como hago

varias otras veces.

Camina más cerca y pasa un dedo por su mejilla.

—Tienes algo en la mejilla. ¿Pintura, quizás?

—Oh, sí. —Me limpio la mejilla.

—Sigue ahí.

Está acercándose, y me doy cuenta que aún sostengo el pincel con pintura dorada y

la muñeca con los ojos marrones-dorados está frente a mí en el mostrador.

—¿Vigilarías la tienda un momento? —dejo escapar, saltando del taburete,

agarrando la muñeca y dirigiéndome a la parte de atrás sin esperar su respuesta.

»Mamá, te has pasado del tiempo de nuevo.

—¿Qué? ¿Lo he hecho? —Aplaude—. Es hora de terminar, chicas. —Me lanza una

mirada por encima del hombro, una combinación de “lo siento” y “me conoces”. Sí

la conozco y esa mirada me hace reír.

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—¿Has terminado con esa muñeca? —Agarra el calentador de la mesa para secarle

los ojos.

Miro la muñeca en mis manos.

—Sí. Oh, espera. No. He metido la pata.

Estudia los ojos de la muñeca.

—Queda bien —dice. La línea dorada cruzando su pupila parece hecha a propósito,

como un resplandor—. Creo que deberías dejarlo.

—Está bien. —Le entrego la muñeca—. Mi amigo está aquí. —Sus ojos recorren la

habitación cuando se lo digo—. No me iré hasta que las chicas se hayan ido, pero

deja todo tal cual hasta que vuelva. Te ayudaré a limpiar.

—Suena bien.

Me dirijo de nuevo a la tienda. Detrás de mí, mamá dice:

—Está bien, vamos a vestir a las muñecas.

Xander está mirando la tarjeta de visita de nuevo cuando salgo.

—No hay ningún mensaje oculto ahí —le digo.

Deja la tarjeta de nuevo.

—No tienes un celular.

—¿Te lo dijo la tarjeta? —Acomodo las pinturas, cerrando las tapas, y luego

envuelvo los pinceles en una toalla de papel para limpiarlos en la trastienda. Echo un

vistazo por encima del hombro con la esperanza de que mi madre no salga ahora

mismo. Estoy tratando de averiguar cómo pedirle a Xander que deje la tienda sin

una razón obvia.

—Nunca tienes uno en la mano, ni un bulto cuadrado en el bolsillo de tus jeans, y no

me has dado tu número.

—Tus habilidades de observación son cada vez mejores. Aunque no creo que el

último punto demuestre tu teoría. —Pongo las pinturas en un recipiente de

plástico—. Ahora vuelvo. ¿Por qué no me esperas en el auto, está bien?

No se mueve.

—No tardaré. Estaré allí enseguida.

—Bueno.

Espero a que salga por la puerta y luego llevo los pinceles al fregadero de la sala de

fiestas, los lavo con agua y jabón y los pongo en un frasco para que se sequen. Las

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niñas están recogiendo las cosas y comparando muñecas. Me apresuro hacia el

grupo y cuando giro la esquina veo a Xander justo ahí. Me detengo en seco y las

niñas empujan a mí alrededor. Le sonríe a las chicas mientras se precipitan alrededor

de sus piernas. Me muevo rápidamente y maniobro a través de algunas chicas,

bloqueando la vista de mi mamá.

—¿Qué pasa? —pregunta ella.

—Creo que una de las niñas dejó su abrigo adentro.

—Bien. Iré a buscarlo.

Una niña se detiene frente a Xander.

—Te pareces a mi muñeco Ken —dice, mirándolo fijamente.

—¿Ah, sí? —dice.

Ella asiente con la cabeza.

—¿Sabes a quien te pareces tú? —Se pone en cuclillas y empieza a sacar su teléfono,

pero ya lo he alcanzado. Agarro su brazo y lo arrastro hacia la puerta.

—Nos tenemos que ir.

Deja escapar un gruñido.

—Caymen, estaba hablando con esa niña.

—Quien claramente estaba delirando.

—Muchas gracias.

—Es evidente que te pareces más a Derek, el morocho, que a Ken. —Lo llevo hasta

su auto y le digo—: Ya vuelvo.

Mi madre ha salido de la trastienda justo cuando entro.

—No vi ningún abrigo ahí atrás.

—Debo haber escuchado mal. Lo siento.

—Está bien. —Suspira—. Estuvo divertida la fiesta. La cumpleañera no podía dejar

de abrazar a su muñeca.

—Parece que se lo pasaron bien. —Me muevo nerviosamente de un pie a otro—. De

todos modos, mi amigo me está esperando. ¿Nos vemos más tarde? —Me dirijo

rápidamente hacia la puerta.

—¡Oye, Picasso! —grita.

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Me detengo, pensando que ha visto a Xander fuera y me va a regañar. Me giro

lentamente.

—Tienes pintura en la cara. —Se chupa el pulgar y viene hacia mí.

—No te atrevas. —Me limpio la mejilla.

Se ríe.

—Diviértete.

—Gracias, mamá. Siento dejarte sola.

—Está bien, Caymen.

—Gracias.

Xander está sentado en su auto jugueteando con la radio cuando entro. El olor a

cuero nuevo asalta mis sentidos. Su auto tiene más botones y pantallas que cualquier

otro que haya visto en mi vida.

Apaga la radio mientras me abrocho el cinturón de seguridad.

—¿Estás diciendo que incluso si tuvieras un teléfono móvil, no me darías tu número?

Me toma un segundo darme cuenta de que está volviendo a nuestra conversación

anterior.

—No dije eso. Solo dije que ese no era un factor creíble para probar tu teoría.

Baja la visera delante de mí y abre el espejo.

—Todavía tienes pintura en la cara. —Pasa un dedo por mi mejilla, trazando la línea

de la pintura. Mi respiración se detiene un momento cuando parece quedarse un

segundo más de lo necesario.

—Pintura terca. —Giro la cabeza para ver mejor la mancha azul. La froto hasta que

desaparece.

Xander abre la guantera encima de mis rodillas y saca unos guantes de cuero.

Mientras se los pone, no puedo evitar reír.

—¿Qué?

—Tienes guantes para conducir.

—¿Y?

—Y es gracioso.

—¿Adorablemente gracioso?

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Niego con la cabeza.

—Si tú lo dices.

Enciende el motor un par de veces y luego entra en la carretera.

—¿Por qué tengo la sensación de que no querías que conociera a tu mamá?

Pensé que no se había dado cuenta. Al parecer lo hizo.

—Porque no quería.

—Bueno, eso explica la sensación.

—Ella es… Digamos que necesito algo de tiempo antes de que se conozcan. —Unos

cincuenta años probablemente.

—Estoy seguro de que me agradará.

Me rio.

—Claro que sí.

Se detiene en un paso de cebra y tres mujeres con abrigos de colores brillantes cruzan

la calle frente a nosotros.

—Espera, ¿estás insinuando que no le agradaría? Nunca he conocido a una madre a

la que no le gustara.

Mi mirada baja a sus manos enguantadas.

—Siempre hay una primera vez para todo. —Miro las vidrieras al pasar y luego

pregunto—: ¿A dónde vamos?

—Ya verás. —Quince minutos después nos detenemos frente al hotel Road’s End.

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Capítulo 14 Traducido por Júls

Corregido por beatrix85

—¿Tu hotel? Estoy bastante segura de que no quiero ser una sirvienta cuando crezca

—le digo a Xander mientras conduce a través del estacionamiento.

—Incluso si quisieras no creo que pudieras. Es un trabajo duro.

Empiezo a decir algo sarcástico pero estoy demasiado sorprendida por su

comentario como para pensar en algo. Aparca el auto en el frente y sale. Lo sigo.

—Este no es un hotel normal. Excepto por el hecho de que el hotel sirve como telón

de fondo.

—¿Para REDRUM2? —pregunto con voz ronca.

—¿Qué?

—¿Nunca has visto The Shining?

—No.

—¿Jack Nicholson? ¿Poco a poco volviéndose loco?

—No.

—Probablemente sea una buena idea dado que tu familia es propietaria de un

montón de hoteles. No lo recomendaría. Es una película de terror que tiene lugar en

un hotel. Muy. Terrorífica.

—¿Qué tiene que ver el ron rojo3 con eso?

—Es asesinato deletreado al revés. —Termino con tres golpes de advertencia—.

Dum dum dum.

Me da una de sus miradas de hablas-en-serio otra vez.

—Suena aterrador.

2REDRUM: se refiere a la escena de la película The Shining o El Resplandor. Una escena en la que

apararece escrito REDRUM en la puerta del baño que al mirarla desde el espejo se lee MURDER

(Asesinato). 3Ron rojo: Red rum separado es ron rojo, de ahí cuando le dice Redrum piensa en eso.

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—Lo es. Tienes que ver la película. No me importa si te hace no poder poner un pie

en un hotel nunca más. La verás.

Arroja las llaves de su auto a un asistente que está de pie junto a la entrada y luego

abre la puerta. El vestíbulo es precioso. Muebles de lujo, grandes plantas, azulejos

brillantes y… es más grande que todo mi apartamento. La gente de recepción sonríe

cuando los cruzamos.

—Buenas tardes, Sr. Spence.

Les da una pequeña inclinación de cabeza y me dirige por el pasillo, colocando una

mano en mi espalda baja. Un escalofrío me recorre. Llegamos a un ascensor de oro

de doble puerta y aprieta el botón de arriba, dejando caer su mano de mi espalda.

Hay un chico en el ascensor llevando una chaqueta azul con grandes botones

dorados. Nos saluda a mí y a Xander, y saludo con la mano. Aprieta el botón al lado

del número veinte. El ascensor sube más y más hasta que finalmente se detiene con

un ding.

El pasillo al que entramos es amplio y conduce a una sola puerta. No tengo ni idea

de lo que podría haber detrás de la puerta de lo que obviamente es la suite del

penthouse que posiblemente podría tener algo que ver con descubrir lo que quiero

hacer para ganarme la vida.

Xander parece emocionado, sin embargo, mientras gira la perilla y abre la puerta.

Soy abrumada por una gran cantidad de caos y ruido. Grandes focos blancos están

siendo montados por un par de chicos. Unas pocas mujeres colocan almohadas

sobre un sofá. Un hombre con una gran cámara colgando de su cuello se pasea

analizando los diferentes lugares. De vez en cuando toma un palo negro y aprieta un

botón.

—¿Qué estamos haciendo aquí? —pregunto a Xander.

—Es una sesión de fotos. Mi padre quiere algunas nuevas imágenes tomadas en la

habitación para el sitio y me envió aquí para supervisarlo. —Camina hasta un gran

aparador contra la pared, saca una cámara de un bolso y adjunta una lente—. Tú

serás la sombra del fotógrafo. Serás como su aprendiz.

—¿Le advertiste que una chica que no sabe nada de fotografía va a estar en su

camino todo el día?

—Lo hice. —Da un paso delante de mí y desliza la correa de la cámara por encima

de mi cabeza y luego libera el pelo de debajo de esta. Trato de no suspirar. Huele a

jabón caro y detergente para ropa—. Se sentía alagado de que alguien quisiera

aprender de él.

—Si tú lo dices.

Su móvil suena y se aleja para responder:

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—¿A qué te refieres con “dónde estoy”? —Su voz se ha vuelto dura y fría—. Sí,

estoy en la sesión de fotos. Donde me has pedido que estuviera… Sí, bueno, lo

decidí hoy… Bueno… Sí… No, tengo otros planes esta noche. Está bien. —Cuelga

sin decir adiós.

Levanto mis cejas y miro su teléfono.

—Mi padre. —Se encoge de hombros como si su frialdad en el teléfono fuera solo un

acto.

—Sr. Spence —grita el fotógrafo—. Si está listo, empezaremos.

—Déjame cambiarme.

¿Cambiarse?

Mientras se ha ido, el fotógrafo me llama y me muestra unas pocas funciones básicas

de la cámara, y cómo y cuándo disparar. Xander vuelve con un traje que le queda

hecho a su medida. Un traje, junto a su corte de cabello conservador, lo hace parecer

mucho mayor que sus diecisiete. Toma una revista de la mesa y se sienta en el sofá.

En serio, nunca he visto que alguien se vea tan bien en un traje. El fotógrafo toma un

par de fotos y luego empieza a dirigirlo. Después de tomar una docena o algo así, se

vuelve hacia mí.

—¿Por qué no tratas de tomar unas pocas mientras preparo la próxima escena? —Y

luego se va a la cocina (la habitación del hotel tiene una cocina) y comienza a mover

cosas.

—No me dijiste que eras el modelo.

—¿No te dije que mi padre me está haciendo la cara de la empresa? —dice, y mira

hacia abajo. Por primera vez en la historia lo veo ruborizarse—. Es vergonzoso, pero

ha descubierto que las personas se sienten más atraídas a venir con imágenes reales

en ellas.

—¿Así que estarás en volantes y otras cosas?

—Sobre todo en nuestro sitio web, pero sí, volantes también.

Un sitio web. ¿Por qué no teníamos un sitio web de la tienda de muñecas? Sonrío y

me pongo la cámara en el ojo.

—Muy bien, pose sexy. Ponte a ello.

* * *

Mirar a Xander a través del lente de una cámara es gratificante. Puedo hacerlo sin

preocuparme de mirar. Mientras el día avanza, aprendo como mover el zoom,

centrarme en su sonrisa o sus ojos. Su piel es increíble. Su cabello tiene la cantidad

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perfecta de brillo y movimiento. Es solo un poco ondulado, que, aunque de un lado

es corto, lo hace destacar a la perfección.

Tengo la oportunidad de tomar unas pocas fotos. Juego con la luz que entra por las

ventanas. Primero sobreexponiéndolo, bañando su rostro de luz. Y luego revirtiendo

el efecto y lo retroilumino por lo que es como una sombra oscura, todo efectos y

curvas. Tengo algunas con el océano de fondo. La habitación del hotel tiene la vista

perfecta.

—Relájate, Xander—digo en algún punto.

—¿Qué? Estoy relajado.

—Eres demasiado formal. Se supone que debes estar de vacaciones en estas fotos,

¿no? Actúa como ello.

—Estoy en un traje. Probablemente en realidad estoy en una reunión de negocios o

algo así.

—¿Una reunión de negocios para empleados tensos?

—Hombre. —Se ríe, y ambos, el fotógrafo real y yo tomamos más fotos.

Justo cuando creo que el fotógrafo ha conseguido todas las fotos (y más) que

posiblemente podría necesitar, la puerta de la habitación se abre y un hombre guapo

de mediana edad entra. No necesito que Xander maldiga en voz baja para darme

cuenta de que es su padre. El parecido es obvio. Ambos tienen los ojos marrones y el

cabello castaño claro, los pómulos altos y labios carnosos. Y los dos se mueven

exactamente de la misma manera: como si fueran los dueños del mundo. El padre de

Xander escanea la habitación y se detiene en mí.

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Capítulo 15 Traducido por Pimienta

Corregido por Jut

El señor Spence hace una pausa frente a mí por un total de treinta segundos,

tomando nota desde mi corte de pelo hecho en casa seis meses atrás hasta mis

zapatillas Converse andrajosas. Finalmente me da un pequeño gesto de

reconocimiento. Tengo la sensación de que piensa que soy la ayudante del fotógrafo,

y si Xander quiere jugar a eso, no lo culpo.

Xander mira entre su padre y yo. Si yo era tan reacia a presentarle a Xander a mi

madre, solo puedo adivinar lo que él siente sobre presentarme a su padre. Mantengo

mi boca cerrada y agarro con fuerza la cámara.

El Sr. Spence mira el ordenador portátil abierto en la esquina. El fotógrafo,

probablemente dándose cuenta lo que eso significa, dice:

—Son las tomas sin editar, pero puede mirar las que he hecho hasta el momento.

Xander se pone de pie.

—De cualquier manera, ya hemos terminado. —Camina hacia el dormitorio, y justo

antes de llegar a la puerta, me mira y dice—: Caymen —Casi como si hubiera

esperado que yo supiera que debía seguirlo. Le doy una mirada de “¿Estás seguro?" y

él extiende su mano hacia mí. Mi corazón revolotea y tomo una respiración

profunda y camino hacia él, pero no soy tan estúpida como para agarrar su mano

cuando lo alcanzo. Solo camino junto a él y entro al dormitorio. Me sigue y cierra la

puerta.

Por alguna razón estoy sin aliento.

La ropa con la que llegó cuelga sobre una silla en la esquina y se acerca a ella

murmurando algo que no puedo entender. A medida que se quita la chaqueta y

empieza a desabotonarse la camisa de debajo, algo me golpea. ¿Qué pasa si yo soy su

señal: otro de los mensajes dirigidos a su padre para demostrar que no quiere ser

parte de su mundo, un peón en su juego de rebeldía? ¿Es por eso que empezó a estar

a mi alrededor? Salir con la chica pobre. Eso realmente conseguirá meterse bajo la

piel de su padre. Me vuelvo hacia la pared mientras se cambia.

Deslizo la cámara de mi cuello y trazo con mi dedo el botón de plata que hay en la

parte superior.

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—No te preocupes —dice—. No me voy a cambiar aquí. Iré al baño.

Pero cuando giro de nuevo, pensando que estoy a salvo, su camisa está totalmente

desabrochada. Independientemente del hecho de que su ropa descansa sobre su

brazo y se dirige al cuarto de baño, mi cara se enrojece al ver su pecho desnudo y

muy bien definido.

Incluso después de que la puerta del baño se cierra con un clic, mi corazón sigue

latiendo a un ritmo acelerado. Camino despacio por la habitación, tratando de

tranquilizarlo. Xander no tendrá ese efecto en mí. No lo permitiré.

Los muebles y las sábanas de la cama de esta habitación son más bonitos que todo lo

que hay en mi casa. Paso mi mano por el rico material. Cuando sale vestido le

pregunto:

—Xander, ¿esta cámara es tuya o del fotógrafo?

—Es mía.

—¿Crees que podría pedírtela prestada por unos días?

—Por supuesto. ¿Para qué?

—Tengo un fetiche por las muñecas de porcelana. Pensé que podría hacerles algunas

fotos de alta calidad.

Sacude su cabeza.

—Y vamos a intentarlo de nuevo. ¿Para qué?

—Me gusta la idea de la página web. Quizá sea hora de que nuestra tienda tenga

una. —Podría salvarnos de la ruina financiera.

—Hmm. Eso no suena como la mejor manera de mostrarle a tu madre que no tienes

ningún interés por la tienda.

Me encojo de hombros.

—Solo voy a configurarla y ella tendrá que dirigirla. La llevaré al mundo moderno.

—Tal vez un sitio web podría llegar a ocupar mi lugar. La gente podría hacer sus

pedidos ahí, podríamos hacer más dinero… entonces mamá podría permitirse el lujo

de contratar a un empleado a tiempo parcial. Trato de no hacerme ilusiones, ya que

podría tardar meses, pero me gusta la idea.

No contesta pero me quita la cámara y asiente con la cabeza hacia la puerta, detrás

de la cual está su padre. ¿Qué tan mal se verá esto cuando salgamos de aquí, Xander

cambiado de ropa completamente?

Debe sentir mi vacilación, porque dice:

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—No me importa lo que él piense, Caymen.

Por supuesto que no le importa lo que piense. Probablemente quiere que su padre

piense que está pasando algo entre nosotros dos.

—Lo que sea. —Abro la puerta y trato de salir con tanta naturalidad como es

posible. Mi cara no colabora y se ruboriza. Su padre aún está estudiando las fotos en

la pantalla de la esquina.

Me vuelvo hacia Xander, preguntándome hacia dónde ir. Está sosteniendo la

cámara en alto y dispara una foto. Pongo mi mano en alto.

—No.

—Vamos, ahora tienes que estar de otro lado de la cámara. Tengo que ver si ser

modelo es algo que querrías hacer.

—Ni siquiera hay una posibilidad.

—¿Con esos ojos? —Hace otra foto—. Hay definitivamente una posibilidad.

Puede ser mi imaginación, pero parece que está coqueteando demasiado. Trago el

nudo en mi garganta.

—Estos ojos están a punto de cometer un redrum.

Se ríe más fuerte de lo que nunca lo he oído reír, lo que confirma mi sospecha de que

está haciendo todo esto para enfadar a su padre.

—Vamos, Caymen, aflójate —dice citándome.

Me cruzo de brazos y lo miro. Intenta otra toma con una risa y luego va a la cabina,

pone la cámara en su bolsa y luego me la da.

—Vuélvete loca con tus muñecas.

—Gracias.

El enfoque de Xander cambia a algo por encima de mi hombro. Cuando me doy la

vuelta me sorprende ver a su padre detrás de mí.

—Pensé que estabas aquí con el equipo. No me di cuenta de que eras una amiga de

mi hijo. —Extiende su mano—. Soy Blaine Spence.

Tomo su mano.

—Caymen Meyers —digo casi asfixiándome. Todavía estoy sorprendida de que

quiera conocerme en absoluto. ¿Quería que le devolviera la cámara?

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—Encantado de conocerte —dice, pareciendo muy sincero. ¿Estaba usando la

psicología inversa con su hijo? Luego se vuelve hacia Xander—. Alexander, muchas

de esas fotos son geniales.

La cara de Xander se endurece al instante.

—Bien. Entonces he terminado, supongo.

—Me gustaría que trabajaras con el diseñador en el diseño web y el folleto.

—No tengo mucho tiempo para eso, con la escuela y esas cosas, pero tal vez pueda

encontrar algo de tiempo en un par de semanas. —Pone una mano en la parte baja

de mi espalda como si tratara de dirigirme fuera de la habitación lo más

rápidamente, y salto sorprendida pero luego dejo que me guíe hacia la puerta.

—Encantado de conocerte —digo a mi espalda.

—Alexander.

Se detiene.

—¿Síp?

—Sí. —El señor Spence hace hincapié en la i de la palabra, y la mandíbula de

Xander se tensa.

—¿Sí? —Xander hace hincapié en la i aún más.

—La gala de beneficencia de tu madre es en cuatro semanas. Tu presencia es

requerida. Y tendrás los folletos listos para esa noche.

Salimos al pasillo, y Xander dice:

—Espero que estés tomando nota. Soy mucho mejor haciendo enojar a mi familia

que tú.

—Estoy tomando nota. —Encontrar a la última persona en la tierra con la que mi

madre (o en su caso, su padre) querría que estuviera y fingir estar saliendo con él.

Por supuesto, mi madre en realidad tendría que saberlo. Pero ahí es donde nos

diferenciamos. No estoy usando Xander—. Extensas notas. Cuando mi madre me

dice que haga algo —apuntó por encima de mi hombro hacia la puerta por la que

acabamos de salir—, lo hago y finjo estar como loca por ello.

—Tan grosera. —Me lanza una media sonrisa, y estoy enojada porque pensaba que

algo de sarcasmo por lo menos merecía una sonrisa entera.

Golpea el botón de Bajar en la pared al lado del ascensor.

—Entonces, ¿la fotografía? ¿Tu futuro?

—Está en la lista de quizás.

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—Pensé que te podría gustar porque dijiste que te gusta la ciencia, que requiere la

observación de las cosas y darse cuenta de los detalles. Eres buena en eso y esos

rasgos sirven bien cuando se mira a través de un visor.

Levanto la vista hacia él, sorprendida.

—¿Qué? —pregunta.

Me doy cuenta de que debo de estar mirándolo fijamente en shock y vuelvo a mirar

a nuestro borroso reflejo en las doradas puertas del ascensor.

—Yo… gracias… por darte cuenta.

Se encoge de hombros.

—Estoy tratando de encontrar algo que te guste de verdad. Así que estás atrapada.

—Sí, lo estoy. Y ya que estamos en todo este juego de la carrera futura, supongo que

debería encontrar una carrera para ti que implique planchar camisetas o utilizar una

gran cantidad de productos para el cabello.

Se pasa la mano por el pelo.

—Uso muy poco producto para el cabello. —Montamos el ascensor—. Así que el

próximo sábado, ¿a la misma hora?

Trato de imaginar mentalmente el calendario en la barra trasera de la tienda. No

recuerdo si hay una fiesta de cumpleaños escrito en él.

—Sip… sí —me corrijo, dándole una sonrisa para hacerle saber que también

encontré irritante la corrección de su padre—. Creo que funcionará. —Esperamos

mientras traen el auto—. Oh, y trae tu ropa más desgastada.

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Capítulo 16 Traducido por Pimienta

Corregido por ☽♏єl

El sábado me encuentro con Xander en la acera, tratando de evitar la misma

situación de la semana pasada. Mi mamá parece estar aceptando la rutina con el

“chico de la escuela” y hasta que me obligue a presentárselo voy a seguir apegada a

ella. Apaga el auto y sale antes de darse cuenta que ya estoy afuera.

Lleva unos lindos jeans, una camiseta aún mejor, y unos zapatos tipo mocasín.

Señalo su ropa.

—¿En serio? ¿No te dije que trajeras la ropa más vieja que tuvieras?

Camina hasta donde estoy. Normalmente me lleva una cabeza de altura, pero con él

en la cuneta y yo aún en la acera, mis ojos están al nivel de su barbilla.

—Hola a ti también.

No lo he visto en una semana. Estaba viajando por cosas de negocios con su padre.

Por un minuto creo que va a abrazarme y contengo la respiración, pero luego mira

su ropa.

—Esta es la ropa más vieja que tengo.

Le doy un empujón, satisfaciendo mi necesidad de tocarlo.

—Estás lleno de mierda. —Pero sé que dice la verdad—. Está bien, vamos a tener

que hacer una parada por el camino.

Conducimos varias cuadras, y señalo hacia el aparcamiento del Ejército de

Salvación.

—Primera parada, ropa nueva. Ven. Vayamos a revestirte.

Entramos dentro y el olor a humedad que solo existe en la presencia de muebles

viejos me saluda. Me recuerda a Skye porque pasamos mucho tiempo en lugares

como este.

—¿Talla de calzado? —pregunto.

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—Cuarenta y cinco… Espera… ¿vamos a comprar zapatos aquí? No sé si pueda usar

zapatos que otras personas han usado.

—Creo que acabas de hacer una declaración filosófica. Ahora aguántate, bebé,

porque es eso o arruinar tus bonitos zapatos.

—No me molesta arruinar mis zapatos.

—Espera. ¿Te di una opción? Olvídalo, es obvio que no puedes ser confiado con

opciones. Vamos a comprar tus zapatos aquí. —Lo arrastro a la sección de calzados.

Solo hay tres opciones de zapatos de su talla. Escojo los más horribles, con cordones

de neón. Entonces lo pongo a trabajar probándose ropa.

Mientras está en el probador miro a través de la sección de suéteres. Hojeando el

exhibidor, me detengo. Entre medio de un horrible suéter naranja neón y una

sudadera azul de una universidad, hay un vestido negro. Tiene abalorios cosidos a

mano, un escote de corazón y mangas cortas. Compruebo el tamaño. Es mi talla.

Me muerdo el labio y miro la etiqueta de precio: cuarenta dólares. Eso es caro para

una tienda de segunda mano. Pero es un precio justo. El vestido parece vintage. El

mejor hallazgo con el que me he encontrado. El hecho de que esté escondido entre

dos suéteres me dice que alguien más lo ha visto, escondiéndolo con la esperanza de

volver más tarde por él. Pero cuarenta dólares se pasa mucho de mi tope de dinero.

Todavía no me han pagado este mes y no sé si voy a cobrar mi cheque de todos

modos. Mamá no puede permitirse el lujo de pagarme. Mi pequeño sueldo no hará

mucha diferencia en la deuda de mi madre, pero me haría sentir un poco mejor.

—Estoy tratando de no pensar en quién uso esto antes —grita Xander desde el

probador.

—¿Necesitas un pañuelo o vas a dejar de llorar? Ven aquí y déjame ver.

Muevo el siguiente suéter para cubrir el vestido negro. Incluso si tuviera cuarenta

dólares, ¿cuándo me pondría un vestido como ese? ¿En un lujoso evento con

Xander? Espero no convertirme en esa chica, la que fantasea con un chico que nunca

podrá tener.

La cortina del probador se abre y Xander sale aún abrochándose los botones

inferiores de la camisa de franela.

—Me siento como un idiota.

—Es bueno sentirse como un idiota de vez en cuando. Ahora solo necesitas un

suéter.

—Tengo mi chaqueta.

—¿Te refieres a tu muy cara gabardina? Sí, no va a funcionar. —Saco un suéter gris

de una percha junto a mí y la tiro sobre su probador.

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—Está bien, voy a ponerme mi ropa de nuevo.

—No. Llevarás esta, muchacho. Vamos, nos vemos en la caja. —Le doy una última

mirada al vestido y luego me alejo.

La señora de la caja registradora nos da una mirada de “¿En serio?”.

—Tenga —le digo, girándome hacia Xander. Tiro de la etiqueta de sus jeans fuera

del lazo del cinturón. Luego desengancho la etiqueta de la manga de la camisa y le

entrego el suéter y los zapatos.

—Son quince dólares —dice ella.

Xander le entrega un billete de veinte.

—¿Quince dólares? ¿Por todo esto?

Mientras caminamos de regreso al auto, Xander aún está sorprendido.

—Compré un par de calcetines la semana pasada por treinta dólares.

—Eso es porque eres un idiota.

—Gracias.

—Por cierto, me encantan tus nuevos zapatos.

Pone los ojos en blanco.

—Si la humillación es una carrera, desde ya te digo que no me interesa.

—Pero serías tan bueno en eso.

* * *

Conducimos hasta el cementerio y Xander me mira.

—¿Qué estamos haciendo aquí?

—Explorando nuestras posibilidades.

—¿Aquí?

—Soy morbosa, ¿recuerdas? Vamos. —Lo traje aquí por un par de razones

diferentes. Uno, porque es gratis. No tengo dinero para llevarlo al equivalente a un

día de sesión fotográfica. Y dos, sinceramente creo que Xander tiene que ensuciarse

las manos, relajarse un poco. Hasta ahora lo ha hecho bien, pero no tiene ni idea de

lo que tengo preparado para él.

—Hola, Sr. Lockwood —digo, caminando hasta la casa funeraria que está

ligeramente elevada del resto de las parcelas. El padre de Skye es tan genial. Luce

como si debiera vivir en medio de un cementerio con su largo cabello blanco y nariz

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ganchuda torcida. Siempre me pregunto si es propietario de un cementerio porque se

ve de esa manera, o si se ve así porque es dueño de un cementerio.

—Hola, Caymen. —Sostiene dos palas—. ¿Estás segura de que quieres hacer esto?

—Sí. —Agarro las palas.

—Está bien, empecé por ti para que tengas una idea de las dimensiones. Es pasando

el roble de ahí abajo. —Saca un walkie-talkie de su bolsillo trasero y me lo da—.

Déjame saber si tienes alguna pregunta.

Le entrego a Xander una pala.

—Bien.

—¿Sepulturero? —pregunta mientras caminamos hacia el sitio—. ¿En serio?

¿Pensaste que esta era una opción seria?

—No es solo cavar una tumba, Xander. Es sobre todo este lugar. Vivir una vida

tranquila rodeado de la pacífica muerte.

—Eres morbosa.

* * *

La suciedad se aferra a su cabello y tiene la mejilla manchada, pero incluso en su

estado actual su confianza y rígida postura se mantienen.

—No vamos a ser enterrados aquí, ¿no?

—Me atrapaste.

—No pensabas que haría esto, ¿verdad?

Nunca, ni en un millón de años.

—Tenía mis dudas.

—Ojalá hubiera traído unos guantes. —Abre una de sus manos y vislumbro una

ampolla con sangre en su palma.

Jadeo.

—¡Xander!

—¿Qué?

Agarro su mano y la estudio más de cerca, tocando con cuidado la piel rota.

—No me dijiste que estaba matando tus manos. —Había bajado la manga de mi

suéter sobre mi mano. Su suéter era aún un poco pequeño.

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—No es tan malo.

Agarro el walkie-talkie del bolsillo de mis jeans.

—Sr. Lockwood, creo que hemos terminado.

—Este agujero no es lo suficientemente profundo —dice Xander.

—Lo sé. Solo quiero decir que nosotros hemos terminado.

Hay un estallido de estática en el walkie-talkie, entonces el Sr. Lockwood dice:

—¿Estás lista para que envíe el tractor?

—Sí.

—Espera —dice Xander—. ¿Un tractor va a venir excavar el resto de este agujero?

—Sí, no han cavado fosas a mano en años. Solo pensé que sería divertido.

—Voy a matarte.

—Este sería el lugar perfecto.

Se venga, barriendo mis piernas con uno de sus pies, pero atrapándome y luego

bajándome al suelo suavemente. Me río mientras lucho por liberarme. Sostiene mis

muñecas por encima de mi cabeza con una de sus manos y utiliza sus piernas para

fijar las mías. Con su otra mano levanta un puñado de tierra y lo estrella en mi

cabello.

Me río y continúo luchando, pero después me doy cuenta de que él no se ha movido.

De repente soy muy consciente de todos los lugares de su cuerpo que presionan

contra el mío. Se encuentra con mis ojos y su control sobre mis muñecas se afloja.

Una sensación de pánico se apodera de mi pecho y agarro un puñado de tierra de

encima de mi cabeza y la aplasto contra su mejilla. Deja escapar un gemido y rueda

lejos de mí, a un lado, apoyándose en su codo.

Me quedo allí en la tierra blanda por un tiempo. Está fría contra mi cuello. No

puedo decidir si acabo de impedir que sucediera algo o si todo estaba en mi mente.

Xander deja escapar un gran suspiro.

—Necesitaba esto después de una semana con mi padre.

—¿Es duro contigo?

—Es duro con todos.

—Lo siento.

—No lo sientas. Puedo manejarlo.

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He visto la forma en la que Xander “puede manejarlo”. Se apaga, se endurece, se

cierra. Pero si así es como quiere hacerlo, ¿quién soy yo para discutírselo? Yo

tampoco trato con mi madre de la forma más saludable.

Me duele la espalda y acostarse así se siente muy bien. Cierro los ojos. Está bastante

tranquilo, el silencio parece presionar contra mí, siendo rodeada por paredes de

tierra. Tal vez aquí pueda olvidar todo el estrés en mi vida. Olvidar que soy una

chica de diecisiete años viviendo la vida de una mujer de cuarenta. Pensar en ello me

hace sentir como si alguien hubiera dejado caer dos toneladas de tierra sobre mi

pecho cuando no lo esperaba.

—¿Qué ocurre?

Abro los ojos para ver a Xander mirándome.

—Nada.

—No parece como si fuera nada. Estás fuera de tu juego hoy.

—¿Qué juego es ese?

—En el que aprovechas cada oportunidad posible para burlarte de mí. —Mira su

mano—. Había un millón de chistes que podrías haber hecho sobre esto. —Me

muestra su ampolla de nuevo.

—Lo sé. Realmente debería haber dejado quietas a tus suaves y poco capaces manos.

—Exactamente. —Sacude un poco de tierra de mi mejilla—. Entonces, ¿qué es?

¿Qué está mal?

—A veces me siento más vieja de lo que soy, eso es todo.

—Yo también. Pero es por eso que estamos haciendo esto, ¿verdad? Para divertirnos.

Para dejar de preocuparnos de lo que se espera de nosotros y tratar de averiguar lo

que queremos para nosotros mismos.

Asiento con la cabeza.

—Mi padre se moriría si me viera aquí.

—Deberíamos haberlo invitado, entonces, ¿no?

Se ríe.

—No vendría ni muerto.

—Bueno, en realidad, ahí es exactamente cuándo vendrá.

Se ríe de nuevo.

—Eres diferente, Caymen.

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—¿Diferente a qué?

—A cualquier otra chica que haya conocido.

Teniendo en cuenta que la mayoría de las chicas que había conocido probablemente

tenían cincuenta veces más dinero que yo, esa no era una hazaña difícil de lograr.

Pensar en ello hace que mis ojos piquen.

—Es refrescante. Me haces sentir normal.

—Huh. Es mejor que trabaje en eso porque estás lejos de ser normal.

Sonríe y empuja mi hombro juguetonamente. Mi corazón se cierra de golpe sobre

mis costillas.

—Caymen.

Agarro otro puñado de tierra y la aplasto contra su cuello y luego trato de hacer un

escape rápido. Me agarra desde atrás y veo su mano, llena de tierra, venir hacia mi

cara cuando los pitidos de advertencia del tractor inician.

—Salvada por los sepultureros —dice.

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Capítulo 17 Traducido por Jésica

Corregido por Bárbara Rosado

Xander salta y me ayuda a levantarme. Lanzamos nuestras palas fuera del agujero,

luego me da un impulso y se levanta después de mí.

Mientras caminamos de regreso a la casa funeraria, con nuestras palas apoyadas en

el hombro de Xander, dice:

—¿Así que aquí es donde vive tu mejor amiga?

Asiento con la cabeza.

Se ríe un poco.

—Vives encima de una tienda de muñecas de porcelana; tu mejor amiga vive en un

cementerio. Prácticamente has crecido rodeada de cosas espeluznantes. ¿Hay algo a

lo que le tengas miedo?

Tú.

Encuentra mis ojos, casi como si hubiera leído mi mente o tal vez mis pensamientos

están escritos por toda mi cara.

Aclaro mi garganta.

—A los perros.

—¿Has sido mordida por un perro antes?

—No. Pero el solo pensamiento de que me muerdan es suficiente.

—Interesante.

—Oh, por favor. No analices la afirmación. Los perros tienen dientes afilados.

Muerden a la gente.

Se ríe.

—¿Qué hay sobre ti? ¿Cuál es tu mayor temor?

Hace girar una pala en su hombro una vez, pensando. O no quiere decirme o no

tiene un fuerte temor a nada porque le toma un tiempo decir:

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—Perder. Fracasar.

—¿Fracasar en qué?

—En cualquier cosa. A veces es difícil para mí empezar algo porque prefiero no

intentarlo en absoluto que fallar en eso.

—Pero nada bueno pasa nunca sin riesgo.

—Sé eso. Y sin embargo…

Llegamos a las puertas traseras de la funeraria e inclina nuestras palas contra la

pared. Sacudo mi cabello y hace lo mismo. Luego me da la vuelta y sacude mi

espalda.

—¿Y sin embargo qué? —pregunto cuando no estoy segura de si va a continuar.

—Y sin embargo, no puedo superarlo. —Sus manos permanecen en mi espalda y

cierro mis ojos.

—Tal vez deberías dejarte fallar en algo. Fallar duro. Entonces estarías asustado.

—Entonces ¿debo ir a buscar a los perros ahora o más tarde…?

—Está bien, está bien, lo entiendo. —Tiene razón. No le puedo decir que enfrente su

miedo si no estoy dispuesta a enfrentar el mío. Y no me refiero a mi miedo a los

perros.

—Entonces, ¿solo tienes miedo a los perros grandes o los más pequeños te molestan

también?

—Tienes perros, ¿no? ¿Del tipo que se lleva en una cartera?

—No —se burla—. Por supuesto que no.

—Su tamaño no importa. De hecho a veces los pequeños son peores. Te sacarán un

dedo.

—Esto viene de una chica que nunca ha sido mordida antes.

—La idea, Xander. Es la idea.

Se ríe y luego acaricia mis hombros como diciendo que mi espalda está libre de

suciedad.

—¿Lista para irnos?

—Sí. No, espera. Déjame arreglar tu mano muy rápido. El Sr. Lockwood tiene

suministros en el interior. —Llamo a la puerta y abro una rendija—. ¿Sr. Lockwood?

—Entro—. Sígueme. Si no recuerdo mal hay un botiquín de primeros auxilios por

este camino.

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Caminamos por un largo pasillo y abro la última puerta a la derecha. Me detengo en

seco cuando el Sr. Lockwood levanta la vista de un cadáver acostado sobre la mesa

frente a él.

—Lo siento —digo. El hombre tiene un gran corte por el pecho con grandes grapas

manteniéndolo unido. Obviamente le habían realizado una autopsia. Su rostro está

hundido también, no es un cuerpo fresco sino uno que un forense probablemente

tuvo durante varios días.

—Está bien, adelante.

La habitación es fría y un escalofrío me recorre.

—Solo necesitaba un botiquín de primeros auxilios. Algo de gasas y antiséptico tal

vez.

Señala el pequeño cuarto de baño adjunto a la habitación.

—Ahí mismo. —El Sr. Lockwood aplica algún tipo de base a la cara del hombre.

Es difícil ignorar el persistente olor en la habitación. No es un olor horrible, pero el

olor de algo siendo preservado.

—¿Va a ser a ataúd abierto?

—Sí. Mañana. —Una gran foto de un hombre cuando estaba vivo está pegada en la

pared al lado del Sr. Lockwood y mantiene referencias de ella.

—Necesita un poco de trabajo —digo.

—Nos estamos acercando. —Sostiene una brocha—. ¿Quieres aplicar un poco de

rubor?

—Xander, ¿qué dices? ¿Otra faceta de esta carrera? —Me doy vuelta, pero está

congelado en la puerta mirando con una expresión de horror al tipo en la mesa. Su

rostro se ve casi tan pálido como el hombre que tiene su atención—. Quizás no.

Doy un paso delante de él y tarda un momento en encontrarse con mis ojos.

—¿Estás bien? —pregunto.

—No esperaba eso. Estoy bien.

—¿Seguro?

—Sí.

—Está bien, ven aquí. —Lo llevo al baño y cierro la puerta, con la esperanza de que

poner el cuerpo fuera de su vista le ayudará. Sostengo la mano de Xander bajo un

poco de agua corriendo lentamente, frotando suavemente con jabón. Sus ojos siguen

a la deriva a la puerta cerrada—. Quédate —digo, buscando en los armarios el

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botiquín de primeros auxilios. Lo encuentro y lo pongo en el mostrador, abriéndolo.

Xander cierra el agua y acaricia su mano seca.

Desenrosco la tapa de algún antiséptico, luego tomo su mano con la mía y unto un

poco sobre la herida abierta.

—¿Te duele?

—Está bien.

Su aliento toca mi mejilla con la respuesta y me doy cuenta de lo cerca que estamos.

Envuelvo su mano con una gasa y miro hacia arriba.

—Ahí, como nuevo.

El color de su rostro ha cambiado a un tono gris enfermizo.

—Gracias —murmura, y pasa deprisa por delante de mí y fuera de la puerta.

Agradezco al Sr. Lockwood, luego me marcho. Para cuando salgo fuera, Xander

está apoyando una mano contra el edificio y teniendo arcadas en unos arbustos. Esto

es un desastre. Desde ampollas hasta vómitos, mi día de la carrera apesta.

—Lo siento. —Camino hasta su lado y froto su hombro. Mi mamá siempre hace eso

cuando vomito. No ayuda mucho, pero me gusta saber que está ahí.

—Estoy bien. ¿Cuánto crees que paga la Humillación? Porque obviamente soy muy

bueno en eso.

—Nunca has visto un muerto, ¿eh?

—No… —Se limpia la boca con la manga de su camiseta y se endereza.

—Nota mental: Xander tiene un estómago sensible. Permanecer alejados de campos

de carreras que impliquen algo desagradable.

En el auto se quita la sudadera, casi tomando la camiseta debajo de ella y luego se

quita sus zapatos. Los arroja en el maletero, intercambiándolos por sus agradables

zapatos. Tratando de no dejar que mi mirada vague sobre la tira de piel que sigue

expuesta por encima de sus pantalones vaqueros, tiro de mi sudadera también.

—¿Quieres que conduzca? —le pregunto, notando su rostro todavía demasiado

pálido.

Duda un momento.

—¿No confías en mi con tu bebé?

—No es eso… Bueno, es eso.

—Rudo.

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Se mete en el coche.

Me subo en el asiento del pasajero.

—¿Realmente no vas a dejar que conduzca? Dejaste que ese tipo del aparcamiento lo

condujera en el hotel.

—Eso era en un estacionamiento. Y si lo arruinas no podríamos seguir siendo

amigos. Entonces, ¿dónde te gustaría estar?

—¿No tienes otros tres iguales a este?

—Cuatro, en realidad, ¿pero quién está contando?

Creo que me está tomando el pelo, pero entonces de nuevo…

Enciende el motor y se aleja de la acera. Miro el reloj en el tablero de Xander. Las

cinco. Es difícil de creer que habían pasado cuatro horas.

Xander se mueve al carril de la derecha y comienza a girar.

—¿A dónde vas?

—Pensé que podríamos ir a cenar. Hay un sitio francés por aquí que me encanta.

Obviamente está sintiéndose mejor.

—No debería. Mi mamá ha estado atrapada en la tienda sola la mitad del día.

Debería volver y ayudar a limpiar.

—Una hora más no le hará daño.

—Debería volver.

Continúa su camino por el camino equivocado.

—Vamos. —Me lanza una sonrisa. Juro que esa cosa podría acabar con las guerras.

—Bueno. Luego a casa.

—Por supuesto.

* * *

No es hasta que estoy fuera del coche y caminando hacia el restaurante francés de

lujo que pienso en la capa de suciedad que está recubriendo mi piel. Xander había

aplastado tierra en mi cabello y todavía puedo sentir algo apelmazado contra mi

cuero cabelludo. Conscientemente trato de peinarlo con los dedos. Cuando

entramos, la gente esperando en el vestíbulo está toda vestida elegantemente. Estoy

seguro de que la anfitriona, quien se ha ataviado a sí misma, está a punto de

rechazarnos. Xander tiene una raya de tierra seca en la frente, después de todo.

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Pero le ofrece a Xander una sonrisa blanca y brillante.

—Sr. Spence. Su grupo ya está aquí.

—¿En serio? —Inclina la cabeza hacia ella—. Entonces enseñe el camino.

—¿Tenías planes? —pregunto mientras caminamos detrás de ella hacia un cuarto

trasero.

—Al parecer, se hicieron planes sin mí.

No tengo idea de lo que eso significa, pero cuando llegamos a la habitación de atrás

una docena de personas perfectamente vestidas y arregladas, se ríen cuando lo ven.

Un chico se para y luego se dirige a la anfitriona.

—¿Ves? ¿No te dijimos que estábamos con Xander Spence?

—No debería haber dudado de usted —dice ella, y luego añade a Xander—: Me

aseguraré de que el camarero venga a tomar su orden.

—Gracias. —Xander entra en la habitación y camina alrededor hacia una silla vacía.

—Parece que has estado haciendo servicio comunitario —comenta alguien,

señalando su camisa de franela y la cara sucia.

La confianza de Xander no se agita. Su postura sigue siendo tan recta como siempre,

su presencia más grande que la habitación. Hay un brillo en sus ojos cuando dice:

—¿Quién es el tonto que usa mi nombre para no tener que esperar?

El tipo ya de pie, con gafas que estoy bastante segura no son de prescripción y un

bronceado por el que probablemente paga semanalmente, hace una reverencia.

—Ese sería yo.

—Debería haberlo sabido.

—Va a tu cuenta también —añade el tipo.

Xander mira a su alrededor y luego me ve todavía en la entrada.

—Todo el mundo, esta es mi amiga Caymen. Caymen, estas son personas que

probablemente no te interesa conocer, pero a las que a veces llamo mis amigos.

Hay varios gritos de desaprobación seguido de risas.

No estoy segura de estar lista para esta clase de iniciación. Apenas estoy

acostumbrada a Xander. Así que cuando saca la silla de la cual está detrás de pie y

hace gestos para que me siente, me quiero ir gritando del restaurante.

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Mi estómago se retuerce en nudos apretados una y otra vez. No ayuda que una de

las chicas al final esté mirándome. Xander parece ajeno al hecho de que estoy

cubierta de barro y mal vestida.

—Caymen. Ven. Siéntate.

Aprieto mis dientes debido a que la frase “¿Estoy usando un collar?” había estado

por salir de mi boca. Estoy impresionada de detenerla a tiempo. Señalo el camino

por donde hemos venido y murmuro "Baño", antes de desaparecer sin esperar su

respuesta. Justo cuando estoy casi fuera del rango de audición, una voz dice:

—¿Tienes perros callejeros ahora, Xander? —seguido de más risas.

Mi mandíbula se retuerce un poco más. ¿Por qué estoy tan enojada? Esto solo

confirma todo lo que ya sé acerca de los ricos. Xander puede ser una pequeña

excepción, pero esas personas allí son la regla. Cambio de dirección y me dirijo a la

estación de la anfitriona en su lugar.

—¿Me presta el teléfono? —le pregunto cuando se voltea hacia mí.

—Por supuesto.

Llamo a Skye y está de acuerdo en recogerme. Luego vuelvo a enfrentar la

habitación por última vez. Miro a Xander mientras me acerco, antes de que me note.

Está escuchando a alguien al otro lado de la mesa. Tiene una pequeña sonrisa en su

rostro, pero no está ni cerca de lograr la paz mundial. Casi parece una sonrisa

ensayada.

Me digo a mí misma que tengo que comportarme cuando llego a la habitación

privada. Ninguno de ellos me presta atención así que no siento ninguna obligación

de hacerlo diferente. Llego a Xander y me inclino.

—Me tengo que ir. No me siento tan bien. —Me siento un poco culpable por mentir,

pero entonces recuerdo el comentario “callejero” que hizo su amigo y los

sentimientos se han ido.

Empieza a ponerse de pie.

—Te llevaré a casa.

—Está bien, llamé a Skye. Nos vemos más tarde.

—Caymen…

—No, en serio. Quédate. Diviértete. —Empujo su hombro, obligándolo a sentarse,

luego salgo de la habitación.

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Capítulo 18 Traducido por Júls

Corregido por Jut

Agarro la puerta de la tienda y tiro, pero mi brazo se detiene.

—¿Está cerrado? —pregunta Skye.

Por primera vez me doy cuenta de que las ventanas están oscuras. Pongo mi mano

sobre mis ojos y presiono la nariz contra la ventana. Mi madre no está ahí. Busco las

llaves en mi bolsillo y abro la puerta.

—¡Mamá!

No hay respuesta.

—¿No cierran a las siete normalmente un sábado? —pregunta Skye.

—Tal vez había poca gente.

Skye se ve confundida y está en todo su derecho. Nunca hemos cerrado temprano.

No dice nada al respecto sino que rodea la cuna de un bebé y se apoya en el

mostrador.

—Ya vuelvo. —Después de mirar en el salón de fiestas y la trastienda y no

encontrarla, voy al registro y abro el cajón. Vacío. Debe haber tomado el depósito.

¿Pero por qué cerraría temprano para hacer eso? No era tan tarde.

Subo corriendo las escaleras y entro en el apartamento.

—¡Mamá!

Me saluda el silencio. El contestador automático que hemos tenido desde que era

una niña pequeña no tiene ninguna luz roja parpadeante anunciando llamadas

perdidas. Pero en el mostrador junto a este hay una nota.

Caymen,

Tenía una cita con el médico a las 5.30. Dado que no estabas, decidí cerrar la tienda y

llevar el depósito en mi camino a la cita. No te preocupes por reabrir. Ha estado vacío

de todos modos. Espero que tuvieras un día divertido.

Mamá

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Releo la nota. Es difícil saber a través de un trozo de papel si alguien estaba enojado

cuando la escribió. La doy vuelta y paso mi mano por la parte de atrás para ver qué

tan profundas están marcadas las palabras en la página. Entonces la sostengo frente

a la luz para ver si la letra se ve apurada o enfadada. Parece que ha sido escrito por

una persona medio templada. Suspiro y pongo la nota sobre el mostrador y luego

miro a mi alrededor sintiéndome un poco perdida.

Vuelvo a bajar. Skye está en el teléfono así que agarro el limpiador del estante de

debajo del mostrador y empiezo a limpiar.

Cuando Skye cuelga, dice:

—Henry está viniendo.

La campana de la puerta suena.

—Como ahora mismo.

Río.

—Eso fue rápido.

Henry saluda con la mano y entonces mira arriba.

—¿Por qué esta tan oscuro aquí?

Señalo las luces del techo.

—Las luces están apagadas.

Skye ríe dulcemente.

—Estoy segura de que quiso decir por qué están las luces apagadas.

Estoy distraída.

—Oh. Claro. Cerramos temprano. ¿Qué van a hacer, chicos? —Miro de Skye a

Henry. Obviamente tenían planes antes de pedirle a Skye que me levantara.

—Henry vino así podemos pasar tiempo contigo.

—Oh. Genial.

Henry pellizca su mejilla dos veces, haciendo un ruido extraño.

—Um… también invitaste a Tic esta noche. Estará aquí dentro de poco.

—¿Qué?

De nuevo se pellizca la mejilla.

—Le dijimos a Tic que lo invitaste a pasar el rato en la tienda.

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—Wow, eso fue amable de mi parte. ¿Por qué iba a hacer eso?

Skye sonríe.

—Porque después de que te besara, estabas enamorada.

—¿Es por eso que no he hablado con él durante dos semanas? ¿Por qué estaba

enamorada?

Se encoge de hombros.

—Dime que no le dijiste eso.

—Relájate. Vamos, pasaremos el rato en la trastienda y así no te sentirás como si

estuviéramos aquí de pie esperando por él. —Me empuja al almacén.

—¿Así que le dijiste eso? —Me hundo en el sofá de la trastienda y pienso en el

control de daños mientras que Henry y Skye hablan de algún concierto de la banda

que se estará llevando a cabo en un par de semanas. Antes de que se me ocurriera

algún buen plan, la campana de la puerta delantera suena y mi corazón se detiene.

—Estamos aquí atrás —dice Skye en voz alta.

¿Qué iba a decir? Tic, hola. ¿Nos besamos? ¿Qué? Hmm, no recuerdo eso.

Miro hacia arriba mientras los pasos suenan cerca de la habitación.

—¡Xander! —Sí, grite su nombre pero permanecí congelada. Se había duchado y

estaba perfectamente limpio y de vuelta a su estado normal. Verlo de ese modo me

hace sentir la capa de suciedad en mi piel expuesta. Froto mi brazo. ¿Por qué no me

duché?

Xander asiente hacia Skye y Henry y luego dice:

—Caymen, te olvidaste de esto en mi auto. —Sostiene mi sudadera—. Y traje

comida ya que no te quedaste y comiste.

Ese parece ser su lema: presentarse con comida. Chocolate caliente, panecillos y

ahora comida francesa.

La deja encima de la mesa de café y deja varias cajas de espuma de polietileno.

—Uh, solo traje dos tenedores.

Skye se arrastra hacia adelante sobre sus rodillas.

—¿Quién necesita tenedores? —Levanta un trozo de pan cubierto de queso y se lo

mete en la boca—. Oye. Soy Skye. Te vi hace un par de semanas en el club.

Xander asiente y mira a Skye, desde su pelo rosa chicle hasta sus botas militares

desatadas.

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—Xander, esta es mi mejor amiga Skye, y su novio, Henry.

—Su novio —dice Xander.

—Por supuesto. —Recuerdo el día que Xander había entrado en la tienda cuando

Henry estaba cantando para mí. Había tenido la impresión de que Henry era mi

novio. Oops.

Sacude su cabeza.

—Encantado de conocerlos, Skye y Henry.

—A ti también —dice Skye, tomando otro bocado—. Mmm, esto está increíble.

Xander se sienta a mi lado en el sofá y me da un tenedor de plástico.

—¿Te encuentras mejor?

—¿Mejor? —Me toma un segundo recordar la excusa que había utilizado para salir

del restaurante—. Oh. Sí. Mucho mejor.

Levanta una ceja como si supiera mi secreto.

—Entonces, Henry —dice Xander—. Tu banda. Muy impresionante. ¿Han grabado

algo?

—No. Estamos trabajando en ello. Tenemos que conseguir el dinero para el tiempo

de estudio.

—Tengo acceso a un estudio en el que son bienvenidos para utilizarlo en cualquier

momento, gratuitamente.

—¿Estás bromeando?

—Yo no… uh… estoy bromeando. Llámame alguna vez y lo arreglaremos.

Henry saca su teléfono, obviamente listo para asegurarse de conseguir el teléfono

antes de que retire la oferta. Xander dice su número.

—¿Dónde está todo el mundo? —oigo a Mason gritar al mismo tiempo que suena la

campana.

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Capítulo 19 Traducido por Jésica

Corregido por LulaaMaddox

Agrando mis ojos hacia Skye y ella se muerde el labio.

—Aquí atrás, Tic —grita Henry.

Me pongo de pie, preguntándome si debía interceptarlo antes de que venga, pero es

demasiado tarde. Mason entra caminando al almacén en toda su hermosa gloria de

cabello y labios. Me da una gran sonrisa.

—Pensé que dijiste que ibas a venir la semana pasada. En lugar de eso desapareciste

de mí. —Cruza la habitación en tres pasos y me aplasta en un abrazo, con olor a

colillas de cigarrillos y pastillas para el aliento de menta—. No te pensé como una

chica que besaría y correría. —Dice esto al lado de mi oreja, pero sé que todo el

mundo escuchó. Luego me besa en la mejilla.

Hablando del rey del mal momento. Acaricio su hombro torpemente y luego me

alejo de su abrazo. Un silencio se extiende a través de la habitación. Tentativamente

doy un vistazo a Xander para ver cómo está tomando todo esto. Tiene su rostro serio

estándar.

—Amigo —dice Henry—. Xander dijo que podíamos usar su estudio para grabar

algunas canciones.

Mason se ve perdido, así que doy un paso al costado y digo:

—Mason, este es Xander. Xander, Mason.

Xander extiende su mano.

Mason choca los cinco.

—Oye, hombre. —Entonces procede a estudiar Xander atentamente antes de

añadir—: Te he visto antes en alguna parte.

—Estuvo en uno de nuestros espectáculos —dice Henry.

—No. No es eso. ¿Eres una especie de productor de discos?

Xander suelta una sola carcajada.

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—No. Soy amigo de Caymen. —¿Enfatizó el "amigo" o estoy escuchando cosas?

Mason me mira, con la frente arrugada, como si tratara de elaborar sus

pensamientos. Parpadea fuerte y dice:

—No. No tengo idea. Gracias por el tiempo de estudio.

—Seguro.

Mason se deja caer junto a Skye en el suelo y se acomoda distraídamente en un

codo. Con él en el suelo y Xander sentado rígidamente en el sofá, es como una

"Demostración de Opuestos" siendo representada en vivo para mí. Dos personas no

podrían ser más diferentes que Xander y Mason. Y lo raro es que viendo a Mason de

nuevo me hace darme cuenta que probablemente es una buena opción para mí. De

seguro más que el chico rico, al que constantemente le estoy dando motivos para

querer pasar el rato conmigo. ¿Es triste que ni siquiera conozca a mi propio tipo?

¿Debería saber mi tipo? Lentamente me deslizo hacia abajo en el sofá.

No sé qué decir para deshacer el incómodo silencio. ¿Piensa Xander que lo

abandoné para pasar el rato con otro chico? Quiero decir que no sabía que Mason

iba a venir, pero eso probablemente lo haría sentirse estúpido. En cambio, opto por

no decir nada y tomar otro bocado de pollo como una excusa para no hablar.

—Oh —dice Skye—. Mira mi hallazgo semanal. —Mete su puño hacia adelante y la

cadena colgante de la pulsera en su muñeca se balancea con el movimiento—. Diez

dólares.

Todo el mundo se inclina hacia adelante.

Mason corre un dedo a través de una piedra azul.

—¿Desperdiciaste diez dólares en eso? No parece comestible para mí. Podríamos

haber llenado nuestra nevera con ese dinero. ¿Cierto, Henry?

—Amén, hermano —dice Henry—. Creo que tenemos un paquete de mostaza allí

ahora.

—No. Me lo comí ayer —dice Mason, y nos reímos.

—¿Te comiste un paquete de mostaza? —pregunta Xander—. ¿Solo mostaza?

—Tenía hambre. —Todos reímos nuevamente.

—Una vez me comí un pote de mayonesa cuando tenía hambre —dice Henry.

—Una vez mi padre no hizo las compras durante tres semanas —dice Skye—, y

comí unas zanahorias arrugadas de la parte inferior del cajón de vegetales.

Mason patea mi pie.

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—Tienes una mancha de tierra en la frente.

Xander se ríe y la limpio.

—Sí, hoy estábamos en el cementerio cavando.

Skye deja escapar un gritito.

—Oh. Me olvidé de que estabas haciendo eso hoy. ¿Cómo te fue?

Xander aprieta y afloja la mano vendada.

—Fue interesante.

Skye me da una sonrisa de complicidad.

Mason parece un poco confundido, pero luego me pregunta:

—¿Cómo está tu mamá?

—Ella está bien.

La habitación está completamente en silencio durante varios latidos hasta que suena

el teléfono de Xander. Salto. Da un paso lejos del grupo y responde usando la voz

dura que parece guardar solo para su padre.

—¿Cómo conoces ese tipo? —pregunta Mason.

—Es el nieto de una cliente.

—Una cliente rica —añade Skye.

Mason se mueve hacia sus rodillas.

—¿Qué estamos todos comiendo? ¿Comi-comi mierda?

—Está bueno —dice Skye—. Comida de gente rica. Deberías probarlo.

Xander camina hacia atrás mientras cuelga el teléfono.

—Caymen, tengo que correr.

—Está bien.

—Fue bueno conocerlos a todos. —Cuando está casi en la puerta, su mirada

persistente en mí, me doy cuenta de que estoy siendo grosera y salto para seguirlo.

Una vez afuera me paro delante de su auto.

—Tienes algunos amigos interesantes —dice. La sonrisa ensayada del restaurante se

encuentra de vuelta en su cara y no me gusta.

—Sí, son divertidos. —Señalo a su bolsillo—. ¿Quién estaba en el teléfono?

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—Mi papá. Una emergencia del hotel.

—¿En qué consiste una emergencia del hotel?

—Esta vez algún idiota hizo un agujero en la camisa de vestir de un cliente durante

el planchado. Mi misión es encontrar una camisa de repuesto, esperemos que en la

ciudad. —Ha tomado su voz de negocios: seria y práctica-de-hechos como si

estuviera hablando con un colega y no conmigo.

—¿Esperemos que en la ciudad?

—Bueno, depende de la marca. Puede que no tengamos al minorista en esta extensa

metrópolis nuestra. Si no lo tenemos, tendré que ir hasta San Francisco o a algún

otro lugar. Llamaré a los alrededores primero.

—Entonces, ¿por qué son responsables por algún idiota que quemó un agujero en su

camisa?

Su mano está en su bolsillo y está echando sus llaves para arriba y para abajo. ¿Está

dando a entender que se quiere ir?

—Debido a que el idiota que hizo la quemadura es uno de nuestros empleados.

Bueno, lo era. Estoy seguro de que ha sido despedido.

—¿Despedido?

A Xander le toma un momento registrar por qué me sorprendería eso.

—Él le costó a la empresa un cliente importante.

El viento ha soplado un mechón de cabello en mi cara, y cuando Xander llega a

quitármelo, lo muevo yo misma y doy unos pasos hacia atrás.

—Diviértete con tu emergencia.

Mira hacia abajo al nuevo espacio que he creado entre nosotros y luego sacude la

cabeza y dice con voz dura:

—¿Ha conocido a tu madre?

—¿Qué? ¿Quién?

—El chico del anillo en el labio.

—Mason. Sí, lo ha hecho. —Solo por una vez, de pasada, pero ahora mismo no me

importa si Xander piensa de más. Estoy irritada. Pensé que Xander era diferente,

pero esta noche me ha probado que no lo es. Quería que fuera diferente.

—¿Tu mamá lo aprueba y estás preocupada que no me aprobaría a mí?

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—Los amigos de Mason nunca me han llamado perro callejero. ¿Entonces es eso tan

difícil de creer?

—¿Qué?

—Oí cómo me llamó tu amigo.

Da una sola carcajada amarga.

—¿Es por eso que te fuiste? Deberías haber espiado un poco más porque se estaba

refiriendo a mi camisa. Llama a la franela la tela del perrero.

Mi pecho se aprieta y pienso en decir lo siento, pero eso no es la única cosa que me

molestó esta noche.

—Bueno, gracias a Dios que nunca tendrás que usarla de nuevo.

Saca las llaves de su bolsillo.

—Adiós, Caymen.

—Adiós. —No miro hacia atrás por encima de mi hombro a pesar de que quiero

hacerlo. Quiero que él me impida alejarme. Y estoy enojada conmigo por querer eso.

No me detiene.

De vuelta en el almacén, Henry está guardando su guitarra y Skye está envolviendo

una bufanda alrededor de su cuello.

No quiero que me dejen sola. Me duele el estómago.

—¿A dónde está yendo todo el mundo?

—A Henry no le gustan los regalos. —Skye apunta a la comida en la mesa—.

Estamos cargando comida de verdad en el mercado de la esquina.

—¿Comida de verdad como nachos y banderillas de los viejos tiempos?

—Exactamente —dice Henry.

* * *

Añado cuidadosamente el valor de tres segundos de Mountain Dew a mi copa y

luego me muevo al Powerade.

—¿Qué está haciendo? —oigo preguntar a Mason.

Skye se ríe.

—Es su mezcla especial. Pasó todo el verano pasado en este experimento. Ahora ha

descubierto la fórmula perfecta para la mezcla de fuente de soda.

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—Tendré que probarlo —dice Mason, el dueño de la gasolinera detrás de él mientras

camina. El dueño no se fía de los adolescentes y siempre nos sigue a todas partes

para decirnos las "ofertas del día" en un intento para que parezca como si no nos está

mirando. En este momento le está diciendo a Mason acerca de la venta de carne seca

y Mason está jugando con él preguntándole si puede mezclar y combinar diferentes

elementos. La única divertida por esto soy yo. Skye está poniendo mostaza en un

perro caliente de gran tamaño.

Termino mi último complemento y tomo un sorbo. Perfecto. Skye se burla de mí,

pero esto fue un experimento que vale la pena el esfuerzo.

—¿Cuánto pagarías por una camisa? —pregunto de repente, pensando en los cientos

de dólares que Xander estaba a punto de gastar en una camisa de reemplazo para su

"cliente importante".

—Conseguí esta por cincuenta centavos en el Ejército de Salvación —anuncia

Mason orgulloso, apuntando con un palo de carne seca hacia el logo de la banda en

su camiseta. El dueño sigue con atención el movimiento de la carne seca con los ojos

como si Mason fuera a meterlo en su manga.

—Eso es impresionante incluso para una tienda de segunda mano —dice Skye con

una inclinación de cabeza, claramente impresionada.

—Cinco dólares por estos vaqueros —dice Henry—. Aunque hubiera estado

dispuesto a pagar seis. —Levanta su camiseta para mostrar una vista completa de su

trasero.

Me río. Incluyendo al excesivamente desconfiado dueño de la estación de servicio,

este es mi tipo de gente.

Mason señala y parpadea al mismo tiempo, dando un fuerte “¡Ajá!” que me hace

saltar.

—¿Qué? —le pregunto.

—De ahí es de donde lo reconozco.

Me vuelvo lentamente, siguiendo su dedo a una revista Starz en un estante detrás de

mí. En la esquina de la primera página hay una imagen de Xander.

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Capítulo 20 Traducido por Jésica

Corregido por Key.

Probablemente no debería haber comprado la revista. Ya estoy suficientemente

irritada con Xander. Pero lo hice y ahora estoy sentada sola en el sofá de la sala de

estar, esperando a que mi mamá llegue a casa, y leo el estúpido artículo de nuevo.

Lo único que dice es que "El Príncipe de los hoteles" fue visto en Nueva York la

semana pasada para supervisar la reapertura de uno de los hoteles de la familia.

No es de extrañar por qué estaba confundido de que no supiera cuál era el negocio

de su familia cuando nos conocimos. Probablemente pensó que estaba fingiendo no

saber quién era. Culpo a nuestra falta de cable. Puede que no haya sabido

exactamente quién era, pero siempre supe que era alguien. Que el artículo me

recuerde el hecho no cambia nada. Desmenuzo la delgada revista y la arrojo a la

televisión encendida. Dos segundos más tarde, mi madre entra por la puerta

delantera.

—Hola —dice cuando me ve en el sofá.

—Esa cita llevó una eternidad. —Sería muy obvio si recojo la revista, así que la dejo

ahí y espero que no se dé cuenta.

—Lo siento. Hice algunas diligencias cuando terminé.

Señaló por encima de mi hombro.

—Te hice un sándwich. Está en la nevera.

La iluminación cambia mientras mi programa va a un comercial, y me doy cuenta

que los ojos de mi mamá están rojos. Me enderezo y me vuelvo hacia ella.

—¿Estás bien?

—Por supuesto. Solo cansada. —Desaparece mientras camina a la cocina que está

separada de donde estoy sentada por una sola pared.

—¿En serio?

—Sí. Estoy bien.

Agarro la revista y la meto en mi bolsillo.

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Después de moverse ruidosamente en la cocina por un tiempo, grita:

—¿Te divertiste?

Doy cuatro pasos y medios hacia la televisión y la apago, luego espero a que se una

a mí en el sofá.

—Sí. Fuimos a lo de Skye e hicimos algo de excavación de tumbas. Estuvo muy

bien.

—Eso suena genial. Ojalá hubieras invitado a tu amigo a que entrara. Quería

conocerlo.

No, no querías. Hubieras odiado conocerlo.

—Tiene fobia a las muñecas. Algún trauma de la infancia.

—¿En serio?

—En realidad no, mamá.

—Eres graciosísima, Caymen.

—Te estás volviendo buena con el sarcasmo.

Se ríe.

—Entonces, ¿este amigo es un novio?

—Solo somos amigos. —Pero, ¿somos siquiera eso ahora?

—Bueno, si eso es todo lo que estás buscando, mejor ten cuidado, porque sabes la

diferencia entre un "amigo" y un "novio”.4

Pongo los ojos en blanco con una sonrisa.

—Sí, sí.

—Solo un poco de espacio —dice ella—. No vayas rompiendo corazones.

—Eres como Sócrates o algo así, mamá.

—Lo soy, ¿verdad? —Oigo abrir y cerrar un armario y me preparo para que se una a

mí en el sofá cuando dice—: Gracias por el sándwich, cariño. Lo comeré mañana.

Comí mientras estaba fuera.

—Bueno.

4 Amigo y novio: En ingles la madre le dice “boy friend” y “boyfriend”, amigo y novio

respectivamente.

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—Lo siento por venir y luego estrellarme sobre ti, pero me estoy dirigiendo a la

cama.

—¿A las ocho?

—Ha sido un largo día entre manejar la tienda y correr por la ciudad.

Me levanto de un salto y la sigo por el pasillo.

—Espera.

Se vuelve hacia mí. La luz del pasillo está apagada y estamos de pie en las sombras.

—¿Sí?

—Por favor, habla conmigo. Algo está mal. —Mi mamá y yo solíamos decirnos

todo. La distancia que siento entre nosotras es mi culpa, lo sé, debido a todos los

secretos que estamos manteniendo, pero necesito que hable conmigo.

Mira sus manos y sus hombros se elevan y bajan. No me mira a los ojos cuando

dice:

—No es nada. En serio.

—Por favor, mamá. Sé como parece nada y esto no lo es.

—Traté de obtener un préstamo hoy. Me fue denegado.

No necesito preguntar, pero lo hago de todos modos.

—¿Un préstamo para qué?

Finalmente levanta la mirada. Tiene los ojos inyectados en sangre.

—Para pagar algunas cuentas que me he atrasado. —Toma mi mano—. Pero no

quiero que te preocupes por eso. Estaremos bien. Estamos atrasadas es todo. Hemos

estado atrasadas antes. Esperemos unos buenos meses. Solo tendremos que ser más

cuidadosas.

—¿Más cuidadosas? —¿Cómo podríamos tener más cuidado? Ya gastamos casi

nada.

—No te preocupes, ¿de acuerdo? Está bien.

Asiento y me da un abrazo. Esto no me impide no preocuparme.

Cuando está en su habitación, cierro la puerta de mi dormitorio con una presión

horrible en mi pecho. La revista se clava en mi muslo, así que la saco de mi bolsillo y

la aliso.

—¿Vales la pena por todo este problema, Xander? —digo a su cara arrugada.

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* * *

El lunes por la mañana me tomo mi tiempo preparándome. He estado tratando de

pensar el fin de semana qué decirle a Xander. Estoy cansada de la sensación que se

ha instalado en mi pecho y ha amenazado con quedarse.

Cuando voy abajo, mi mamá está subiendo la cremallera de la bolsa verde de

depósito bancario y metiéndola en su bolso.

—Pensé que llevaste el depósito el sábado a la noche.

Salta.

—Me asustaste. —Me mira de arriba abajo—. Wow, te ves bien hoy. No te he visto

llevar ese suéter en mucho tiempo. Hace que tus ojos se destaquen. ¿Esto es para el

chico especial de la escuela?

Si no amara tanto a mi madre la estrangularía.

—No, mamá, te dije que solo somos amigos. —Y él no va a mi escuela. Y… espera,

¿estaba tratando de cambiar de tema? Casi funcionó—. Entonces, ¿qué está pasando

con el depósito?

—No lo llevé el sábado.

¿No llevó el depósito? Mi mamá es quisquillosa acerca de hacer el depósito. ¿Y no

acaba de decir anoche que estamos atrasadas?

Debe haber notado mi mirada porque dice:

—No es una gran cosa. Lo llevaré justo cuando abran.

—Está bien. —Agarro mi mochila, aliso mi suéter, y miro hacia la puerta. Mi

corazón da un pequeño alboroto inesperado, el primero desde la pelea con Xander.

Sonrío y salgo al frío.

Xander no está ahí.

Mi camino a la escuela se siente el doble de lo normal. Tal vez porque sigo mirando

por encima de mi hombro, o tal vez porque he disminuido la velocidad para darle

tiempo a llegar. Nunca lo hace.

* * *

Después de la escuela, mientras mi mamá está arriba poniendo órdenes en la

computadora, saco la cámara de Xander que mantengo escondida en el mostrador

del almacén y tomo más fotos de las muñecas. Nunca me he sentido más motivada

para tener el sitio web en marcha y funcionando. Obviamente, podríamos utilizar el

aumento del tráfico. Mientras miro a los ojos sin vida de Aislyn a través del visor, un

pensamiento vuelve a mí: mi mamá de pie en la caja registradora esta mañana

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sosteniendo la bolsa del depósito bancario y cómo intentó evitar mis preguntas al

respecto.

Me ato la cámara alrededor de mi cuello y me meto en su oficina. Lo primero que

busco es el libro de balances. El número rojo es aún más grande, más de tres mil

dólares. No debería sorprenderme; ella había dicho lo mismo. Pero hace que me

preocupe más. Abro el cajón lateral en el que guarda la bolsa del banco y lo saco. La

cremallera está cerrada y la miró fijamente por un momento, sintiendo el peso en

mis manos, no queriendo abrirla y averiguar si el dinero todavía está en el interior.

No tengo ni idea de lo que significará si el dinero todavía está en el interior. ¿Qué

todavía está escondiendo cosas de mí? Rápido y sin dolor. La abro y miro hacia

dentro. Vacía. A pesar de que el dinero se ha ido, demostrando que hizo el depósito,

me siento incómoda.

Suena la campana de la puerta principal, y empujo la bolsa de vuelta en el cajón y

me apresuro a salir.

Un hombre alto de cabello y barba oscuros se encuentra junto a la puerta. Me toma

un segundo reconocerlo, pero luego me acuerdo de que había estado en la tienda

hace un par de semanas, hablando con mi mamá.

—¿Está Susan? —pregunta, sus ojos demorándose en la cámara alrededor de mi

cuello.

—No, no está. —Probablemente podría decirle que está arriba, pero la sensación de

incomodidad que sentía en la oficina de mi mamá ha crecido.

—¿Le dirás que vino Matthew?

—¿Hay algo en lo que pueda ayudarlo?

Sus ojos brillan y su boca forma una sonrisa.

—No. —Con eso retrocede fuera de la puerta. Camina por la ventana del frente, y

espero unos segundos, luego avanzo rápidamente hacia fuera, permaneciendo cerca

del edificio para que no me vea. Se sube a una camioneta azul marino estacionada a

algunas tiendas de distancia. Rápidamente saco unas cuantas imágenes, haciendo

zoom sobre la placa de la matrícula y luego a su rostro. Mi corazón casi se detiene

cuando sus ojos se encuentran con la lente de la cámara. La manija de la puerta de

metal se clava en mi espalda con mi apresurada retirada. Probablemente no me vio.

Me había acercado bastante con el zoom.

Dentro, tomo el teléfono. Justo cuando estoy a punto de empujar el botón del

intercomunicador, me detengo. No quiero contarle a mi mamá acerca de Matthew

por teléfono. No quiero contarle lo de Matthew en absoluto. No es que mi madre

nunca ha salido con nadie. Lo ha hecho… en alguna ocasión. Pero siempre me dice

acerca de eso. Así que tengo que asumir que quienquiera sea Matthew, no es alguien

con quien ella esté saliendo. Y si no está saliendo con él, entonces, ¿quién es él?

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Capítulo 21 Traducido por Ana Cr

Corregido por Bárbara Rosado

Dos días después miro el estuche de la cámara de Xander en mi cama. Había

guardado las fotos en la computadora y comenzado a trabajar en la página web.

Cualquier cosa para mantener mi mente lejos del hecho de que no había visto a

Xander desde el sábado en la noche. Repaso esa noche en mi mente. Él trayendo la

comida francesa, Mason apareciendo, yo echándome hacia atrás cuando Xander

intentó tocar mi cabello, nuestra pelea. Había estado dándole señales para que se

alejara desde el principio, pero aparentemente no las había entendido hasta ahora.

Golpeo la bolsa con mi pie y suspiro. Por dos días había estado contemplando si

usar la cámara como una excusa para verlo otra vez. Todo el cuento de “solo quería

devolverte la cámara”. Había dos problemas con ello. Uno, no tengo idea de dónde

vive. Dos, no tengo su número de teléfono. Aunque también hay dos soluciones a

este problema. Uno, podría llamar a la Sra. Dalton y pedirle el número de Xander.

Dos, podría ir al hotel Road’s End y esperar encontrármelo.

La solución número dos gana. Mi mente sopesa esta loca idea de que si voy al hotel,

mágicamente estará allí. Puedo decir, “estaba en el barrio”, y no parecería obvio ni

demasiado psicótico.

Sin embargo, las cosas nunca salen como las imagino, así que mientras estoy de pie

en el mostrador de registro de la lujosa recepción del hotel, hablando con la

recepcionista, me resigno al hecho de que esto no va a pasar.

—Tengo su cámara —repito.

—Y como le dije antes, si me la deja yo me encargaré de que la reciba.

—Si tan solo pudiera decirme cuando estará aquí o darme su dirección o algún lugar

a dónde pueda llevársela.

La forma en que me mira envía una punzada de dolor en mi corazón. La mirada

dice: ¿Sabes cuántas chicas han tratado de obtener información de Xander? Me alejo un

paso de aquella mirada.

—¿No quieres dejarla?

Trato de mirarla de forma que supiera que no confiaba en lo que decía mientras

digo:

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—Es una cámara muy costosa. —Mi mirada parece no afectarla tanto como la suya

hizo en mí. La verdad es que si yo estuviera en sus zapatos, mirándome, tampoco

me daría información sobre Xander.

Doy media vuelta y camino de regreso por donde llegué, aún llevando la cámara de

Xander. Así que entonces toca la opción uno. Llamaré a la Sra. Dalton y obtendré el

número de Xander. Necesito devolverle su cámara, después de todo. Es muy

importante.

La correa de la bolsa está alrededor de mi mano porque le he dado varias vueltas

para evitar que se arrastrara por el suelo. Mis dedos se están volviendo más y más

blancos mientras más tiempo me corta la circulación. Justo cuando llego a la puerta,

me detengo. ¿Por qué me estoy haciendo esto? ¿Por qué estoy tomándome esto tan

en serio? ¿Tomándolo tan en serio a él? No debería ser tan difícil. Si estuviera bien

no estaría mintiéndole a mi madre sobre ello. No me sentiría culpable por ello. Si

fuera lo correcto, sería más fácil.

Camino avergonzada de regreso al mostrador y pongo la cámara encima.

—Sí. ¿Le entregarías esto a él?

Asiente y parece que dirá algo —¿gracias, quizás?— pero entonces suena el teléfono,

contesta y se olvida de mí. Tomo una profunda respiración y me voy. Puedo dejarlo

atrás a él también. Aquí, donde pertenece.

Mientras manejo de regreso a casa, noto a los niños disfrazados llenar los

vecindarios. ¿Cómo se me olvidó que era Halloween? Sin embargo, en Old Town no

había exceso de niños. No mucha gente vive en el distrito de los negocios. Estaciono

en el callejón y entro por atrás. La tienda está oscura, justo como la dejé. Son cerca

de las nueve, y considerando sus recientes hábitos, esperaba que mi madre ya

estuviera en la cama. La encuentro sentada en el sillón viendo una película.

Se da la vuelta y sonríe.

—Pensé que quizás habías ido a una fiesta de la que olvidaste avisarme.

—No. De alguna manera olvidé que es Halloween.

Palmea el cojín junto a ella.

—¿Qué estás viendo?

—No sé, algún clásico del canal Hallmark.

Me dejo caer en el sillón junto a ella.

—Déjame adivinar, la mujer tiene cáncer y el hombre nunca lo supo pero siempre la

ha amado.

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—No. Creo que el niño pequeño está enfermo y la madre se está dando cuenta de

cuánto tiempo se la pasa en el trabajo.

Jalo hacía mí parte de la manta que mi mamá tiene sobre ella. No decimos nada,

solo vemos la película, pero es confortable, familiar, y cerca del final de la película,

me siento mucho mejor. La he extrañado. He extrañado esto.

* * *

Al día siguiente de camino a la tienda me topo con el cartero, quien va de salida.

Asiente a manera de saludo y sonrío. Mi mamá está detrás del mostrador revisando

lentamente el correo. Me pregunto si se está tomando su tiempo para evadir las

cuentas esperando ser pagadas con dinero que no tenemos. Cuando llega al final me

mira.

—Hola.

—Hola.

Sostiene los sobres en el aire.

—¿Te estás poniendo nerviosa?—pregunta.

—Sí. —Si tan solo supiera cuánto.

—¿Cuándo crees que empezarás a escuchar?

—¿Escuchar?

—De Berkeley, Sac State, San Francisco, ya sabes, ¿universidades?

—Oh, cierto. —Tendría que enviar solicitudes primero—. Aún no. Cerca de abril,

creo. —Lo sabía, de hecho. Sabía que la fecha límite de muchas universidades se

estaba acercando rápidamente. Aún no le había contado mi plan de atrasarme por

un año o dos.

—¿Abril? Eso está muy lejos.

Se siente como si está a la vuelta de la esquina.

Sonríe y añade la pila de sobres al cajón, entonces se gira hacia el calendario

demasiado grande para nuestra patética agenda al fondo del mostrador. Arranca el

último mes, doblándolo pulcramente y guardándolo en el armario que está debajo

junto con los otros para que las futuras generaciones vieran que habíamos tenido el

año más aburrido.

—Es un nuevo mes —me dice—. Tiempo de programar nuestras vidas. —Sostiene

su pluma, lista para poner mi vida de vuelta en pequeñas y definidas cajas, a donde

pertenece—. ¿Alguna cosa extra de la escuela esta semana?

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—No. Tengo un examen difícil mañana, así que quizás debería estudiar en la noche.

Me desocupa después de las cinco esta noche.

—Tengo una reunión con empresarios la noche del próximo miércoles.

Escribe seis en punto en el calendario sin ningún otro detalle.

—¿En dónde será?

—No lo sé. Rotamos las tiendas.

—¿Entonces cómo es que nunca hemos sido anfitrionas de una?

—Nuestra tienda es demasiado pequeña para ello. —Mira hacia el calendario casi en

blanco—. ¿Alguna otra cosa?

Mis ojos se detienen en el sábado, el día en que Xander y yo habíamos estado

haciendo el día de las carreras. Esta vez sería su turno.

—No, nada.

—Wow, tenemos un mes emocionante. No sé si podremos manejar una agenda tan

llena.

—¿Ninguna fiesta de cumpleaños?

—Aún no.

Pone la pluma a un lado y saca algunos instrumentos de limpieza. A lo largo de la

tarde me encuentro observando el calendario y la “reunión” de la noche del

miércoles escrita allí en negro. ¿Por qué estoy tan suspicaz con ese asunto? Había

estado mintiendo a mi madre por los últimos meses acerca de con quién me juntaba.

¿Es posible que ella me estuviera mintiendo también? El nombre de Matthew surge

en mi cabeza y rápidamente trato de olvidarlo. Pero permanece ahí.

—Mamá, ¿quién es…

La campanilla de la puerta suena, cortando mi pregunta. Miro, con la tonta y falsa

esperanza interna diciéndome que podría ser Xander. No lo es. Es Mason.

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Capítulo 22 Traducido por Gry

Corregido por Key.

Mi mamá sonríe.

—Hola. ¿Mason, verdad?

¿Recuerda su nombre?

—Sí. Hola. Encantado de verla otra vez. Estaba esperando poder robarme a Caymen

durante una hora o dos, si esto está bien con usted, por supuesto.

—Eso está absolutamente bien. ¿A dónde se dirigen?

—Tenemos práctica con la banda y quería su opinión sobre algunas canciones.

—Todavía no sabe que mis opiniones sobre música no tienen valor —le digo a mi

mamá.

—Tiene grandes opiniones —le asegura mi mamá como si él realmente estuviera

preocupado por ello.

Camina pasando a mi mamá y veo sus ojos demorarse en su pantorrilla. Ella señala.

—¿Qué significa eso?

Gira su pie para ver su tatuaje como si se olvidara que estaba allí.

—Es un símbolo chino. Significa “aceptación”.

—Muy hermoso —dice mi mamá.

—Gracias. —Gira hacia mí—. ¿Estás lista?

—Seguro. Gracias, mamá. Te veré en un rato.

Pone su brazo alrededor de mi cuello. Me estoy acostumbrando a la necesidad de

contacto humano de Mason. También necesito un poco de contacto humano ahora

mismo.

Le doy un codazo.

—¿Llevas pantalones cortos en noviembre?

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—No hace tanto frío.

Tiene razón, por supuesto. En la costa de California el principio de noviembre es

bastante similar al principio de la mayor parte de los meses.

—¿Dónde tienes práctica? —pregunto.

Señala una furgoneta morada.

—¿En una furgoneta?

—No, manejaremos allí.

La puerta lateral a la furgoneta se abre, y Skye sale con una sonrisa.

—No creí que fuera capaz de sacarte de esa tienda.

—¿Por qué no?

—Porque eres tan responsable. Pero me aseguró que podría. Por lo visto subestimé el

encanto de Tic.

Más bien subestimó mi soledad. Mason huele bien, y me inclino en su pecho un

poco más.

—Bien, mi mamá estaba de buen humor. Ella fue quien realmente tomó la decisión.

—¡Ah! —dice Mason—. Mira esto. —Abre la puerta del pasajero y prácticamente se

zambulle dentro, recuperando algo del suelo. Saca una revista Starz—. Otro artículo.

Deberías comenzar a coleccionarlos. Parecen asegurar nuestra fama ahora, ¿verdad?

Agarro la revista y exploro la tapa hasta que encuentro a Xander bajo el título Xander

Spence y Sadie Newel vistos en LA durante el fin de semana. La foto es de él sosteniendo

las manos de una muchacha que tiene cabello corto oscuro y largas piernas

bronceadas. Mi estómago se enrosca tan apretado que quiero vomitar. Así que

Xander consiguió algo más que la camisa de etiqueta de un cliente el fin de semana

pasado.

Abro al artículo y leo: "Xander Spence, el hijo del dueño de hoteles de alta gama

Blaine Spence, fue visto en Los Ángeles el fin de semana pasado fuera del club

nocturno Oxygen con su novia de hace mucho tiempo, la actriz Sadie Newel, quien

ha estado filmando en París durante los últimos seis meses…”

¿Novia de mucho tiempo? No puedo leer más porque mi visión se enturbia. No hay

manera de que vaya a llorar por esto. Ya había dejado ir a Xander. Le devolví su

cámara, me recuerdo. Esa fue mi liberación. Pero en secreto, profundamente dentro,

había estado esperando que volviera. Muerdo el interior de mis mejillas y hago

retroceder las lágrimas.

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—Wow, emocionante artículo —digo—. Dos personas fueron vistas caminando.

Ahora esto es una noticia.

Seis meses. Había estado fuera durante los últimos seis meses filmando. Fui su

distracción. Mi mente decidió este momento para recordarme cuán platónica había

sido nuestra relación: como nunca caminó demasiado cerca, como

intencionadamente se llamó mi amigo cuando habló con Mason, como nunca llamó

citas a nuestras salidas. Esas eran "días de carrera". Como no había estado aquí

incluso esta semana. Mente estúpida. ¿Por qué no me dijo estas cosas antes?

Obviamente había malinterpretado sus reacciones a las cosas. Me siento estúpida.

Realmente él solo quería que fuéramos amigos.

Trago mis lágrimas. Bueno. Esto es lo que necesito, una ruptura limpia. Una ruptura

firme. Miro la foto de Sadie Newel. Es hermosa y sofisticada y mucho más su tipo.

Henry aparece desde detrás de la furgoneta.

—¿Estamos listos para grabar nuestro primer single? —Está sosteniendo su

teléfono—. Xander dice que el estudio está totalmente libre ahora.

* * *

—¿Estás bien? —pregunta Skye silenciosamente. Estoy apretada en el asiento del

medio entre ella y Derrick, el baterista.

—Estoy bien. ¿Por qué no lo estaría? —Y por “bien” me refiero a enloqueciendo.

Vamos a ver a Xander. Voy a tener que enfrentarlo. Esto no está bien. Considero

arrojarme de la furgoneta ahora que he asimilado la noticia adecuadamente.

—Porque acabas de enterarte que el tipo que te gusta tiene novia. —Señala la revista

que había sido devuelta a la furgoneta y de alguna manera terminó bajo mi pie

(puedo o no puedo haber enterrado mi talón sobre la perfecta cara de Sadie a

propósito).

—¿Fue tan obvio?

Se encoge de hombros.

—Dame algo de crédito. Soy tu mejor amiga.

—Sí, bueno, ya lo superé.

—Eso fue rápido.

—Eso es porque he tratado de superarlo desde el minuto que lo conocí así que estoy

un paso delante de mí misma.

Acaricia mi rodilla como si creyera que estoy en negación. No estoy en negación.

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Bien, estoy totalmente en negación, pero la necesito para jugar junto a mí hasta que

todos los sentimientos que trato de convencerme que tengo sean realmente

verdaderos.

Espero que el estudio y Xander no sean un paquete. Porque no estoy lista para

enfrentarlo en este momento. Es completamente posible que solo llamara al estudio

y les dijera que iría la banda. Eso no significaba que él estaría allí. Al menos eso es lo

que me digo durante el paseo en furgoneta de quince minutos donde todos los

miembros de la banda están hablando emocionados el uno con el otro. Conducimos

pasando por un punto de control de seguridad, por delante de una puerta de hierro

labrado y en camino de baldosas. Lo segundo que veo es una fuente enorme y una

casa con más ventanas de las que puedo contar. Me doy cuenta que el estudio y

Xander son un paquete: viven en el mismo lugar.

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Capítulo 23 Traducido por Jadasa Youngblood

Corregido por Key.

Xander se encuentra con nosotros en la rotonda, y trato de permanecer oculta en la

parte trasera del grupo. Me pregunto lo avergonzada que debería estar por mi

comportamiento del último par de meses. ¿Había sentido que mi corazón se

aceleraba cada vez que se acercaba? ¿Lo había mirado con esos estúpidos ojos de

gacela? Skye se había dado cuenta. Probablemente él también. Y ahora va a pensar

que le pregunté a la banda si podía acompañarlos solo para poder verlo.

—El estudio está alrededor de la parte de atrás —dice Xander mientras los chicos

comienzan a agarrar sus instrumentos de la furgoneta. El sonido de su voz hace que

mis ojos piquen de nuevo. Me maldigo a mí misma. Continúa—: Y es totalmente de

ustedes, pero el estudio tiene sus propios instrumentos si no quieren llevar todo esto.

—Increíble —dice Mason, dejando su guitarra. Henry cierra la parte de atrás.

—Síganme —dice Xander. Le toma un minuto fijarse en mí. Me había ocultado

bastante bien detrás de Skye y entre el bajista, Mike, y el baterista, Derrick. Frunce

su ceño—. Oye. No sabía que ibas a venir.

—Yo tampoco. —Sé que eso suena chillón y mal porque mi garganta está tan

apretada, pero trato de fingir que estoy perfectamente bien.

Duda por un segundo, casi como si quisiera decir algo más, pero dice:

—Está bien, vamos. —Hace un gesto para que todos lo sigan. Me doy cuenta que

espera que lo alcance, que camine a su lado. Solo sé esto porque mira sobre su

hombro un par de veces mientras hacemos el viaje a través de su enorme patio, más

allá de su piscina incorporada y cancha de baloncesto. Pero me quedo donde estoy,

entre dos casi desconocidos, escuchándolos bromear de ida y vuelta. Voy a

demostrarle que sé que somos solo amigos. Que siempre fuimos solo amigos. No

solo eso, sino que tengo otros amigos también, y no tiene que preocuparse de que me

arrojé hacia él.

—Está bien, chicos —dice, abriendo la puerta y colocando sus llaves y celular sobre

la mesita a la izquierda—. Siéntanse cómodos con los juguetes. Encenderé el equipo.

—La banda inmediatamente ataca los instrumentos mientras Xander se queda de

este lado de la gran ventana de cristal y comienza a jugar con interruptores y

botones. Skye se queda en un sofá detrás de Xander y me uno a ella.

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Xander cierra tanto la puerta que da al exterior como la que conduce adonde están

tocando los miembros de la banda, efectivamente dejando afuera el sonido. Me

sonríe al regresar a su asiento, y me enloquece que mi corazón aún no comprenda la

información sobre su novia, porque su sonrisa aún lo envía a correr.

—Hay algunas gaseosas y cosas en la nevera si ustedes, señoritas, tienen sed. —

Señala una nevera de acero inoxidable en la esquina y luego gira, sostiene un

auricular en una oreja, aprieta un botón en el panel delante de él, y dice en un

micrófono—: Adelante y vayan a través de la canción un par de veces, y les haré

saber cuando estemos listos para grabar.

Suelta el botón y gira en su silla giratoria hacia nosotras. Sería mucho más fácil si

Xander fuera menos… ¿menos qué? ¿Confiado? ¿Atractivo? ¿Ligón?

Sí, ese último sería lindo. No importa lo que mi cerebro me había recordado, Xander

es un ligón. Si fuera mi novio y estuviera saliendo con una chica como había estado

saliendo conmigo, estaría enojada.

—¿Qué? —pregunta Xander.

—¿Qué?

—Estás mirándome.

—No lo estoy —digo.

—Lo estabas. ¿No lo estaba? —le pregunta a Skye.

—Sí, lo estabas.

—Bueno, estoy tratando de decidir qué tienes para vivir.

—¿Discúlpame?

Hago un gesto alrededor de este estudio increíble que está ubicado en su patio trasero.

—¿Cómo te las arreglas para salir de la cama todos los días con un futuro tan

deprimente?

—En realidad, alguien está trabajando conmigo en ese mismo problema. Espero que

pueda ayudarme a descubrir lo que me depara mi futuro. —Esa declaración me hace

recordar por qué empezamos a pasar el rato en primer lugar. Estábamos en la

“misma” situación, según él. Quizás solo pensaba que lo entendía mejor que la

mayoría. No lo hacía. Éramos completamente opuestos.

La puerta de la sala de la banda se abre, y Mason se empuja a sí mismo y vuela hacia

el regazo de Skye y el mío, apoyando su cabeza en la mía.

—Creo que estamos listos —le dice a Xander.

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—Está bien. —Xander espera por un momento, pensando probablemente que

Mason va a levantarse, entonces asiente hacia la pantorrilla de Mason—. Lindo

tatuaje.

—Gracias. Hablando de ello. —Mason me mira, agarrando un mechón de mi

cabello y haciéndolo girar alrededor de su dedo. Estoy agradecida por su atención.

Me hace sentir menos estúpida sobre cómo había estado actuando con Xander.

Como si así viera que no solo estaba languideciendo por él—. ¿Tu madre fue

sarcástica hoy o crees que realmente le gusta?

—Mi mamá no es del tipo sarcástica.

Mason se ríe.

—¿En serio? ¿Entonces cómo dominas el arte tan bien? ¿Tu papá es súper sarcástico?

Como si percibiera que el peor tema que alguien podría jamás plantearme se había

introducido, toda la banda se une a nosotros en la habitación que ya se siente

sofocante. Mi pecho se aprieta con unas ganas de decir: “No tengo idea de si mi

padre es sarcástico porque nunca he conocido al hombre”.

—No lo sabría —dice Skye, sin ayudar al asunto.

—¿En serio? —pregunta Mason—. ¿No conoces a tu padre? ¿Cuál es la historia ahí?

Me muevo, preguntándome cómo puedo bromear para salirme de este tema.

Xander mira su reloj.

—Chicos, tengo planes aquí. Dejemos esto fuera. —Atrapa mi mirada por una

fracción de segundo, demostrado que lo hizo solo por mí.

Mason rueda del sofá, pareciendo olvidar a mi padre tan fácilmente como lo trajo a

la conversación. Ojalá yo pudiera olvidarlo tan fácilmente.

La banda toca en frente de nosotros, como en una película muda, Xander está

usando los auriculares y hace ajustes en las perillas y diapositivas. No estoy segura

de lo que hacen esos ajustes, pero es obvio que él sí sabe. Skye se pone de pie y se

consigue un refresco de la nevera.

—¿Quieres uno? —pregunta.

—Estoy bien.

Se me une de nuevo en el sofá.

—¿Cómo estás?

—Bien.

—Lo entiendo, por cierto.

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—¿Entender qué?

—Lo suyo. Entiendo por qué te gusta. Hay algo sobre él. —Apunta hacia la espalda

de Xander. Aunque no estamos hablando muy fuerte y Xander tiene los auriculares,

quiero callarla.

—Te lo dije. Se acabó. Su novia es una actriz, Skye.

Pone sus ojos en blanco.

—Las actrices están sobrevaloradas. Lucha por él.

Me paro, necesitando sacar un poco de energía nerviosa.

—No es una competencia cuando una persona ya ha ganado.

El teléfono de Xander suena desde donde se encuentra sobre la mesa junto a la

puerta. Obviamente no lo escucha porque no reacciona en lo absoluto. Estoy de pie

a menos de dos metros de su teléfono, así que cedo ante mi curiosidad y miro la

pantalla brillante. La foto es lo primero que veo: una chica de cabello oscuro riendo.

No necesito ver el nombre en la parte inferior para saber lo que dirá, pero lo veo de

todos modos. Sadie.

—¿Ves…? —digo, arqueando una ceja hacia Skye.

—¿En serio? —dice.

Asiento y luego, mientras miro la espalda de Xander y la banda todavía va fuerte

detrás del vidrio, actúo bajo el impulso más extraño, recojo su teléfono, y atiendo.

—¿Hola?

La boca de Skye se abre tan amplia que temo que su mandíbula podría

desarticularse.

—¿Hola?… ¿Xander?… No puedo escucharte muy bien. Estoy en el auto. —Su voz

suena tan normal. Había visto a Sadie Newel en algunas películas, y esta versión no

sonaba como la versión sofisticada de las películas.

No sé qué decir ahora que lo he hecho.

—No es Xander. Déjame que te lo paso.

—No te oigo. ¿Qué? Ugh. Escucha, mi conexión es mala, pero necesito que funcione

tu magia. Te llamaré cuando llegue al hotel. —La llamada se desconecta, y lo

empujo de nuevo sobre la mesa como si fuera a estallar.

Skye se ríe.

—Estás loca.

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—No sabía que era yo. Volverá a llamar más tarde.

Xander gira en su silla, haciéndome jadear.

—¿Alguien quiere escuchar? —pregunta, quitándose los auriculares y

sosteniéndolos.

—Sí. —Skye salta y se mueve hacia adelante. Cuando está sentada en la silla junto a

Xander escuchando a la banda, él gira hacia mí.

—¿Por qué no esto? —pregunto, sentándome en el sofá de nuevo.

—¿Qué?

—¿Por qué no produces música para ganarte la vida? Parece como una pasión de las

tuyas.

Hace rodar la silla hacia delante hasta que nuestras rodillas chocan.

—Mi padre nunca me daría el dinero para algo como esto.

Me quedo mirando nuestras rodillas, preguntándome si debería usar las ruedas de su

silla a mi favor y empujarlo. Ignoro el impulso.

—¿Pero él construyó este estudio?

—Mi hermano mayor es un guitarrista clásico. Esto era para proporcionarle una

salida creativa. Un pasatiempo. Pasé mucho tiempo aquí con él aprendiendo estas

cosas. Pero en la opinión de mi padre, esta no es una carrera.

—Pensé que no te importaba lo que tu padre pensara —digo.

Estrecha sus ojos como si estuviera considerando la pregunta.

—Supongo que me importa lo que piense el dinero de mi padre. —Frota su nuca—.

Sin él no puedo estar libre. Es como una espada de doble filo.

Entiendo lo que dice: que necesita el dinero para ir a la universidad, obtener su

propia carrera, así puede hacer su propio dinero. Pero me pregunto si a Xander

realmente le importa solo el dinero. Parece poner mucho esfuerzo en enojar a su

padre. Supongo que se preocupa mucho acerca de lo que piensa su padre.

Al otro lado del vidrio Mason canta con sus ojos cerrados. Se ve ridículo.

Xander golpea mi rodilla con un puño cerrado, atrayendo mi atención hacia él.

—Me alegra que estés aquí. No pensé…

Inclino mi cabeza, esperando que termine.

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—Después del último sábado… y me devolviste mi cámara sin decirme una

palabra… —Sus ojos se fijan en los míos.

—¿Qué? —pregunto, deseando saber por qué no está terminando sus pensamientos.

Qué es lo que no está diciendo. ¿Le molestó tanto como a mí la forma en que

dejamos las cosas?

—Estoy fuera de la ciudad este fin de semana, ¿pero el próximo sábado? ¿Sigue en

pie?

Parpadeo una vez. ¿Eso es lo que quiere? ¿Más días de carrera?

Skye deja escapar un grito, sobresaltándome.

—Eso fue impresionante. —Se pone de pie.

Xander también se para, camina, y presiona el botón del micrófono.

—Eso sería todo. Buen trabajo, chicos. —Va hacia la mesa y guarda sus llaves y

celular, entonces me mira como disculpándose—. No sabía que ibas a venir.

Realmente estoy con un horario apretado. —Mira su reloj—. Se supone que debo

estar en el aeropuerto en veinte minutos.

—Estoy bastante segura de que podemos dirigirnos al auto.

—Así que, ¿nos vemos el próximo sábado?

Quiero decir: “No lo sé, mejor primero revísalo con tu novia. Acaba de llamar,

¿deberíamos preguntarle?” Pero no lo hago. Solo asiento. Porque novia o no, quiero

verlo el sábado. Al parecer, estoy más lejos de haberlo superado de lo que esperé, y

me odio a mí misma por ser tan débil.

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Capítulo 24 Traducido por Gigi D

Corregido por La BoHeMiK

El lunes a la mañana mientras me despido de mamá y tomo la mochila para ir a la

escuela golpean la puerta. Miro para encontrarme a Xander allí de pie sosteniendo

dos tazas. Mi corazón salta hacia mi garganta. No, no, no, no, no. Esto no puede

estar pasando. Tiene novia. Si supiera… mi corazón acelera al doble cuando me

sonríe. Si supiera con algo más que con el corazón que tenemos algo, podría abrir

esa puerta ahora mismo y enfrentar la decepción de mi madre.

—¿Quién es ese?

Este no es un buen momento para esto. Mamá y yo finalmente nos sentimos bien

otra vez. Sacudo la cabeza negando, pero en lugar de irse Xander levanta una bebida

con una mueca como diciendo: “No pienso irme, así que déjame entrar”.

Entrecierro los ojos y sonrío un poco. Muy bien, si quiere jugar así. Empecemos.

—Oh, ese parece ser el nieto de la Sra. Dalton. Vino el otro día a buscarle una

muñeca. Le diré que no abrimos hasta las nueve y que vuelva más tarde.

—Oh no, cariño. La Sra. Dalton es nuestro mejor cliente. Por qué no lo dejas pasar

para ver qué necesita.

O también puede pasar eso. Mierda.

Abro la puerta lentamente.

—Hola —digo cuando termino de abrirla. Su familiar aroma me envuelve con la

brisa y no ayuda a mi ya acelerado ritmo cardíaco. Tomo una profunda

respiración—. Aún no abrimos. ¿Tu abuela necesitaba algo?

Bebe un sorbo de su bebida y luego me pasa el vaso. Hago una mueca. El simple

acto hará que mi mamá piense que es el millonario más detestable del mundo, que

quiere que le sostenga el café mientras compra.

—Quiero conocer a tu mamá —dice lo suficientemente fuerte para que ella lo oiga.

—Sí, mi mamá tiene mucho más conocimiento de las muñecas que yo. —Me giro

hacia mi madre—. Mamá, él… eh… lo lamento, ¿me repites tu nombre? ¿Acaso era

Wellington?

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Frunce el ceño confundido, pero noto que le parece divertido.

—No, ese no era tu nombre. Era…

—Xander.

—Cierto. Sabía que era algo extraño.

—Caymen —dice mi mamá—. Lo lamento, mi hija es muy seca. Solo bromeaba.

—La última vez que Xander vino estaba realmente interesado en las muñecas

dormilonas. ¿No dijiste que el solo verlas te derrite el corazón?

—No recuerdo decirlo, pero sí suena como yo.

Rio y rápidamente me muerdo el labio para detenerme.

—Quizás podrías mostrarle nuestra colección, mamá.

Ella me mira, claramente confundida. Va a delatarme. Debe sentir que conozco a

Xander. Necesito salir de aquí. Sacudo la taza llena de chocolate caliente en mi

mano, fingiendo que está vacía.

—Afuera hay un bote de basura. Me encargaré de esto por ti. —Me giro hacia mi

madre—. Se me hace tarde. Te veo después de clase.

—Ten un buen día, cariño.

Me voy, dándole a Xander una mirada con los ojos muy abiertos aparentando

inocencia. Me sigue una tristeza fuera de la tienda, y no puedo decidir si es porque

de nuevo acabo de mentirle a mamá o porque realmente quiero que mamá conozca

a Xander. No solo que lo conozca, sino que le agrade.

* * *

Estoy a diez pasos de la escuela cuando un par de manos me toman por detrás,

deteniéndome en seco.

—Eres una gran mentirosa. Lo sabes, ¿cierto? —dice Xander en mi oído. Me deja ir

y me doy la vuelta, sonriendo.

—No, tú lo eres. Te dije que aún no quería que conocieras a mi mamá. Pero

decidiste hacerlo de todas formas.

—Sí, así es. Quería mostrarte que a todas las mamás les agrado. Y tu mamá no es la

excepción: me ama.

Mi corazón se detiene.

—¿De verdad?

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—No pensé que me fuera a costar ciento cincuenta billetes demostrarlo, pero la he

ganado.

Oh. Claro que lo ama. Era un cliente.

—¿Compraste una muñeca? —No sostiene una bolsa, así que tomo las solapas de su

chaqueta y miro adentro.

—No la tengo encima, mujer. La puse en el auto.

—¿A quién compraste?

—Realmente no esperas que lo recuerde.

—Sé que lo recuerdas.

—Daphne.

—¿Compraste una Llorona?

—Sí, me estaba sintiendo un poco frustrado ahí dentro, y este bebé gritando

representaba muy bien mi humor. Se la daré a mi abuela por su cumpleaños el año

que viene. —Baja la mirada—. ¿Creías que la tenía escondida en mi abrigo?

Noto que sigo aferrada a su abrigo.

—Si tu ego entra aquí, entonces todo es posible. —Justo cuando estoy por soltarlo,

pone sus manos sobre las mías, atrapándolas entre su pecho y sus cálidas manos.

Ahora estoy mirando el cuello abierto de su camisa de marca, intentando fingir que

no me está mirando. Mis compañeros pasan a nuestro lado, apresurándose para

llegar a clase, y tengo la sensación de que están mirándome.

—Creí que estabas fuera de la ciudad.

Se encoje de hombros.

—He vuelto.

—Creí que no iba a verte hasta el sábado. —Mi voz suena pesada.

—No podía esperar.

Mi corazón late a toda velocidad en mis oídos.

—De todas formas, ¿qué pasó la otra noche?

—¿Con qué? —pregunta suavemente. O quizás no lo oigo mucho por todo el tema

de mi corazón palpitando.

—La crisis hotelera de la década. ¿Encontraste una camisa de repuesto?

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—Sí. Solo necesité un viaje a Los Ángeles.

Cierto. Los Ángeles, el lugar donde vio a Sadie Newel. Mi buen humor se evapora.

—¿Solo eso?

Asiente y estoy a punto de alejar mis manos cuando dice:

—¿Vendrás a la beneficencia conmigo?

—¿Qué?

—Es en dos semanas. Habrá baile, chismes, y se le quitará todo el dinero posible a la

gente. Es para la organización benéfica de mi madre.

—¿Otro día de carrera?

—No.

Lo miro a los ojos. ¿No es algo a lo que debería llevar a su novia?

—Tengo planes esa noche.

—¿Qué harás?

—Evitar una beneficencia. —Sonrío—. Mejor me voy. Se me hace tarde. —¿Por qué

mis pies no están moviéndose?

—Adiós, Caymen. —Suelta mis manos.

Las dejo caer a mis costados, pero luego me sorprendo dándole un abrazo. Me

devuelve el gesto, y me quedo más de lo debido. ¿Por qué no puedo simplemente

alejarme de Xander Spence sin mirar atrás? La campana suena detrás de mí.

—Debo irme. —Me alejo y me giro para irme.

—Caymen —dice, deteniéndome.

Me doy la vuelta.

—Sí.

—¿El empleado que no sabía cómo usar una plancha?

—Sí.

—No fue despedido. Sé que eso te molestó, así que yo… No fue despedido.

¿Por qué esta noticia me hace querer llorar?

—Bien. Quizás debería asistir al próximo día de carrera que yo organice, donde

aprenderemos cómo planchar adecuadamente todas tus camisas.

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—Extenderé la invitación.

* * *

Esa tarde mientras estoy sentada detrás de la caja registradora haciendo la tarea y mi

mamá está limpiando los mostradores, ella ríe.

—¿Qué? —le pregunto.

—El nieto de la Sra. Dalton.

—¿Xander?

—Sí, Xander. Fue gracioso esta mañana.

—¿Ah sí? —pregunto con esperanza. Quizás de verdad le dio una buena impresión a

mi mamá. Quizás después de todo no le molestaría tanto saber que salimos.

—Me parece que no quería que tiraras su basura. Y luego, cuando te fuiste, me

contó cuánto le gusta tu nombre y que había ido a las Islas Caimán el año pasado.

Me preguntó qué tan seguido iba, cómo si todo el mundo pudiera ir adonde sea que

quieran cuando ellos lo deseen.

Normalmente me rio de los ricos y ella es quien me dice que me controle. Durante

años me molestó porque sabía que ella se sentía igual. ¿Y ahora decide meterse con

Xander? Se me forma un bulto en la garganta y no creo poder seguir hablando. Pero

de todas formas lo intento.

—Aunque parecía amable.

Se encoge de hombros.

Cada célula defensiva de mí está despierta.

—¿Verás a Mason hoy?

Su repentino cambio de tema me deja muda.

—Realmente me gusta el sentido de su tatuaje. No soy una gran fan de los tatuajes

en general, es que son tan permanentes, pero me agrada su mensaje.

—¿Lo apruebas? —pregunto, esperando que comprenda lo irónico que eso es

después de lo que acaba de decir.

—Sí, es un hermoso mensaje. Estoy segura de que conoce a mucha gente que no lo

acepta a simple vista. Estoy tan orgullosa de ti por haber podido verlo más allá de

eso.

—¿Más allá de qué exactamente, mamá? ¿Su color de piel?

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—¿Qué? No. Esto no tiene nada que ver con su color de piel. Dios, Caymen, ¿de qué

crees que estoy hablando?

—No lo sé; eso es lo que quiero averiguar. —Sé de qué está hablando: su aro en el

labio, el tatuaje y su tic, pero estoy demasiado irritada para darle un respiro.

¿Realmente no puede ver la hipocresía en lo que está diciendo?

»Voy a hacer mi tarea arriba.

—De acuerdo.

Ya estoy en la puerta cuando me doy cuenta: sospecha que hay algo entre Xander y

yo. Es por eso que hizo lo que hizo. Por eso se metió con Xander y halagó a Mason.

Es su sutil forma de empujarme hacia donde quiere que vaya. Debe ser eso. Quiero

darme la vuelta y preguntarle si tengo razón. ¿Pero qué importa cuando él tiene

novia?

Arriba paso el mostrador en camino a mi habitación y veo otra cuenta con un sobre

rosado. Toda mi irritación inmediatamente es complementada por la preocupación.

No sé cuál de los dos sentimientos es peor.

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Capítulo 25 Traducido por Anelynn*

Corregido por beatrix85

Miro a través del exhibidor en el Ejército de Salvación con Skye, tratando de no

pensar mucho.

Skye suspira.

—Supongo que no entiendo lo que pasó.

—¿Qué hay que entender? Tiene novia. Estoy bastante segura de que ese es el final

de la historia. —No lo he visto por unos días y en los momentos que está lejos soy

capaz de pensar más claramente las cosas.

—Pero la manera en que te mira, solo… —Se detiene, tal vez dándose cuenta de que

eso no ayuda en absoluto—. Lo siento. Sigamos adelante. —Levanta una camisa y

alza sus cejas hacia mí.

—No es tu color.

Lo regresa a su lugar.

—Hablando de seguir adelante, ¿qué hay de Tic? Le gustas totalmente.

—A Mason le gusta quien sea que se pare enfrente de él en ese momento.

—De acuerdo, así que tiene el período de concentración de un insecto, pero creo que

puede sentar cabeza. —Levanta otra camisa y asiento, entonces la añade al creciente

montón sobre su brazo—. Realmente es un chico increíble si llegas a conocerlo. Van

a hacer una presentación en La Playa mañana. Es una gran cosa para ellos. Deberías

venir.

Debería ir. Mason realmente es adecuado para mí. A mi mamá le gusta; a mi mejor

amiga le gusta; sé que podría haberme gustado ahora, también, si alguien más no

estuviera en el camino.

Mi mano se detiene en el vestido negro. El que encontré cuando estuve aquí con

Xander. Me sorprende que todavía esté aquí. Es asombroso. Lo saco y paso una

mano a lo largo del tejido de cuentas hecho a mano.

Skye jadea.

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—Ese es hermoso.

Lo regreso al exhibidor y me muevo a la siguiente prenda, un horrible mono de licra,

enfrente de él.

—Oh de ninguna manera —dice Skye, viniendo a mi lado y liberando el vestido—.

Vas a llevarte este.

—No.

—Sí.

—¿Por qué? ¿Dónde lo usaría?

—Ese no es el punto. Encuentras algo como esto y lo compras. Este es el tipo de

vestido que planeas comprar para algún evento.

Muerdo mi labio.

—No tengo cuarenta dólares.

—Yo sí. Lo voy a comprar para ti. Será mi obsequio de lo-siento-porque-fuiste-

jodida-por-un-chico-rico.

Me río un poco.

—Te lo pagaré.

* * *

Skye tiene razón. La Playa (un club que se nombró a sí mismo demasiado

literalmente) es un lugar de encuentro muy grande y estoy asombrada por cuanta

gente ha ido para oír tocar a Crusty Toads. Las olas rompen detrás del gran

escenario, y el viento salado solo se añade a la presentación. Es un gran concierto,

pero ya estoy planeando mi estrategia de salida temprana. No es como si fuéramos a

conseguir hablar con la banda después del espectáculo con tanta gente luchando por

atraer su atención.

Skye ha hecho algunas feas camisetas de un sapo aplanado, y estoy usando una

contra mi mejor juicio.

—Dos canciones más y necesito irme —le grito a Skye mientras Mason canta con su

voz sedosa como la miel.

—Sabía que tratarías de irte así que hice planes para nosotros después del

espectáculo.

—¿Planes? ¿Qué quieres decir?

Asiente dirigiendo su cabeza hacia arriba al escenario.

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—Los chicos quieren salir.

Levanto la mirada hacia Mason y atrapa mi mirada. Canta directo a mí por dos

líneas y puedo ver cuántas chicas podrían acosarlo luego de algo como eso. Mi

corazón tartamudea.

—De acuerdo. Me quedaré.

Skye suelta una risita.

—Claro que lo harás.

Cuando la última canción termina espero que Mason desaparezca detrás del

escenario por un rato como lo hizo en el último concierto que fui. No lo hace. Deja

caer su micrófono, brinca fuera del escenario, y zigzaguea a través de manos que lo

agarran y se dirige directo a mí.

Para cuando llega a donde estoy mi corazón está en mi garganta.

—Hola. —Esa sola palabra es dicha con un chirrido y emoción que me doy cuenta

que es un muy buen artista.

—Hola.

Toma mi mano y la aprieta.

—No te vayas.

—Está bien.

Entonces lo hace. Se dirige de vuelta al escenario y se desliza alrededor de él, a

través de una hilera de hombres fornidos y fuera de mi vista. Lo observo todo el

camino y entonces me sacudo fuera del trance cuando se ha ido.

—Te dije que está loco por ti.

Vuelvo a mis sentidos y veo que la pequeña escena atrajo mucha atención. Así que

mucha gente me está mirando.

—Necesito algo de agua —digo.

—¿Me consigues un refresco? —pregunta, y me entrega un billete de cinco dólares.

Pisoteo en la arena con mis pies descalzos, preguntándome por qué no solo dejé mis

zapatos en el auto en vez de registrarlos. Iba a tomarme una eternidad recogerlos.

Un chico sentado en el bar me parece vagamente familiar. Y considerando que me

está mirando mientras me acerco, debe reconocerme también. No puedo ubicarlo,

sin embargo, y mi mente escanea a través de todas mis clases en la escuela. Puedo

decir que su cerebro está desarrollando una tarea similar cuando finalmente sus ojos

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se iluminan en reconocimiento. Ahora tiene la ventaja porque todavía no puedo

ubicarlo.

—La pequeña amiga de Xander, ¿verdad? —Su comentario apesta a arrogancia.

En el momento que lo dice me doy cuenta de que es Robert del restaurante. El que

pensé que me había llamado callejera. Estoy comenzando a pensar que Xander lo

cubrió.

—Sí. Hola. —Me inclino en el bar y ordeno una botella de agua y un refresco.

Cuando el barman se da la vuelta para llenar mi orden, Robert pregunta:

—¿Xander te trajo aquí esta noche?

Entrecierro mis ojos. Ahora que Xander no está aquí no siento la necesidad de ser

amable.

—No. Conozco la banda. ¿Cómo entraste tú aquí? —Recojo las bebidas del

mostrador.

Robert se ríe y me echa un vistazo.

—Veo el atractivo. Tienes geniales… ojos. Cuando Xander se aburra de estar en los

barrios bajos deberíamos juntarnos.

Nunca pensé que tenía el instinto de vaciar un refresco en alguien a propósito, pero

así es porque mi mano reacciona automáticamente. Pero él también tiene instintos.

Probablemente nació de una vida de gente queriendo tirarle un refresco encima. Su

mano se mueve rápidamente y agarra mi muñeca.

—No es una buena idea —me dice, unas gotas de refresco derramándose por un

lado—. Esta camisa cuesta más que tu renta mensual.

—Qué mal que tuviste que vender tu alma para permitírtela.

—¿Todo bien? —Mason se acerca desde atrás, envolviendo sus brazos alrededor de

mi cintura.

Estoy a punto de asesinar a alguien, eso es todo.

—Vámonos.

—Quédate cerca —dice Robert en voz alta detrás de mí. Toma todo de mí para no

lanzarle la botella, con refresco y todo.

—¿Quién era ese? —pregunta Mason mientras caminamos alejándonos.

—Nadie que valga la pena pensar en él jamás.

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Solo que no puedo parar de pensar en él. Es el amigo de Xander. ¿Es así como

Xander actúa cuando no estoy cerca? Estoy furiosa.

—¿Caymen? —Mason toma mi botella de agua de mí y agarra mi mano—.

¿Necesito darle una paliza a ese tipo?

Lo sujeto fuerte.

—No. No vale la pena —me digo a mí misma otra vez. Pero sé que esto ya no es

sobre Robert. Y trato de decidir si ese consejo todavía se aplica.

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Capítulo 26 Traducido por veroonoel

Corregido por LulaaMaddox

La siguiente noche decido terminar la página web que había estado construyendo

lentamente en las últimas semanas. Muevo las imágenes en la computadora.

Desafortunadamente para mí, junto con las muñecas, se abren todas las fotos de

Xander de la sesión de fotos en el cuarto de hotel. Incluso en una foto su sonrisa

tiene un efecto de reblandecimiento en mí.

Me desplazo a través de ellas, permaneciendo en aquellas donde lo había hecho reír.

En aquella imagen de revista con Sadie Newel ni siquiera había estado sonriendo.

Probablemente no pueda hacerlo reír. Dejo escapar un gruñido de frustración. ¿A

quién le importa, Caymen? Está con ella. Trato de borrar las imágenes de él pero no me

atrevo a hacerlo. En lugar de eso, junto las imágenes de las muñecas en una carpeta

y abro esa así ya no tengo que ver los ojos ámbar de Xander.

Añado nombres y precios debajo de las muñecas.

—¿Es un nuevo sitio de pedidos? —pregunta mi mamá, entrando a la cocina.

—No. —Sonrío. Había planeado sorprenderla cuando el sitio estuviera terminado,

pero está casi listo y necesito compensar la actitud que he tenido con ella

últimamente. Cambio de las imágenes al diseño web—. He estado trabajando en

algo para la tienda.

Se posiciona detrás de mí. En la pantalla hay un banner que dice “Muñecas y más”.

Había pensado en sacarle el “y más”, pero se siente como tradición ahora. Y quizás

podríamos añadir “más” una vez que se ponga en funcionamiento. Escaneo un poco

hacia abajo donde está el nombre de mi mamá y su información de contacto.

—Quiero añadir una foto tuya aquí. Quizás podemos sacar una en el frente o al lado

del escaparate.

—¿Qué es esto? —pregunta.

—Es un sitio web que estoy diseñando para la tienda. —Extiendo mis brazos hacia

los lados y digo—: Sorpresa. —En un falso grito.

—Un sitio web. —Su voz es baja y uniforme.

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—Será genial, mamá. Impulsará nuestro negocio, nos conseguirá más ventas. Es el

siguiente paso para nuestro crecimiento.

—No. —Esto es todo lo que dice y luego se da vuelta y rodea el mostrador en la

cocina.

Estoy confundida.

—¿No?

Saca un vaso de la alacena y lo llena con agua de la canilla.

—No quiero un sitio web.

A pesar de que no tenemos cable o celulares o incluso una computadora más nueva,

no es porque mi mamá crea que la tecnología es un demonio o algo así. Es porque

no podemos permitírnoslo.

—Es barato, mamá. Menos de veinte dólares por año por el nombre de dominio y yo

puedo manejarla. Incluso tú podrías manejarla una vez que la pongamos en marcha.

Es muy fácil y…

—Dije que no, Caymen. No la quiero.

—¿Por qué?

—Porque yo lo digo.

—Esa no es una respuesta, mamá; es un final de conversación.

—Bien, porque esta conversación ha terminado. —Golpea el vaso en el mostrador y

estoy sorprendida cuando no se rompe. Luego se marcha de la cocina hacia su

habitación.

Cierro las páginas que había abierto en la computadora, tratando de permanecer

tranquila. Lo que realmente quiero hacer es tirar la computadora al suelo. No lo

hago. Apago la pantalla y bajo las escaleras lentamente y voy afuera. Entonces

corro. No me detengo hasta que mis mejillas están entumecidas y mis pulmones se

sienten cerca de quemarse y mis piernas duelen.

Para el tiempo en que vuelvo a la tienda, estoy goteando sudor y necesito hablar de

esto con alguien. Tomo el teléfono y marco el número de Skye. Va directamente al

buzón de voz. Mis dedos golpean la pared ligeramente en un ritmo impaciente y

decido no dejar un mensaje.

Debería llamar a Mason. No lo hago.

Agarro la carpeta debajo del mostrador y la tiro en la parte superior de nuestro

enorme calendario. Encuentro el número de la Sra. Dalton.

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Casi me acobardo cuando escucho el teléfono llamar.

—Hola —responde la Sra. Dalton.

—Hola… —Tengo el número equivocado. Jadeo cuando me doy cuenta que son las

nueve y media. ¿Estaba en la cama?—. Perdón por llamar tan tarde. Soy Caymen…

de la tienda de muñecas.

—No es tarde en absoluto, y solo conozco a una Caymen —dice—. ¿Cómo estás?

—Estoy bien.

—¿Ordené algo? No me acuerdo, pero eso no quiere decir que no lo hice.

—Como si fuera a olvidarse si hubiera ordenado algo —digo.

—Es verdad. ¿Entonces estás comprobando si he muerto? Puedo lucir vieja, pero

solo tengo sesenta y siete.

—¿En serio? Y aquí pensaba que solo estaba en los cuarenta.

—Buen intento.

Tomo un respiro.

—Esperaba poder obtener un número de teléfono de usted. Creo que me lo daría a

mí él mismo… supongo que lo que quiero decir es que no estoy intentando

conseguirlo a sus espaldas o algo así. Incluso me ha llamado antes. Creo que no le

molestaría si lo tuviera.

—Respira profundamente, cariño.

—Lo siento.

—¿Te gustaría tener el número de teléfono de Alex? Es bastante encantador, ¿no es

así?

—No, quiero decir, bueno, sí, lo es, pero solo somos amigos. —Y justo ahora

necesito un amigo.

—Eso es lo que parece.

Rio. La Sra. Dalton es graciosa.

—Sí, déjame conseguirlo para ti. Tengo este lujoso teléfono que puede almacenar

cientos de números, pero aun así los escribo en mi pequeño libro rojo.

Me doy cuenta que estoy aguantando la respiración en anticipación.

—¿Estás lista? —pregunta.

Más que lista.

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—Sí. —Escribo el número en el calendario—. Muchas gracias.

—No hay problema. Dile que le mando saludos.

Cuelgo y me quedo mirando el número por una eternidad. Quiero hablar con él.

Necesito hablar con él. Pero mis entrañas están retorcidas. Aprieto mis ojos

cerrados, y cuando los abro de nuevo marco su número rápidamente antes de que

cambie de opinión. Suena tres veces y siento como si los minutos pasaran entre cada

uno.

Finalmente atiende.

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Capítulo 27 Traducido por Ahtziri29

Corregido por Bárbara Rosado

—Hola. —Su voz familiar automáticamente alivia mi tensión. No es nada como

Robert. Si lo fuera se hubiera ido al minuto de enterarse que vivo encima de una

tienda de muñecas. Me relajo con ese pensamiento.

—¿Alex? —No sé por qué salió Alex de mi boca. Probablemente porque había

escrito ese nombre al lado de su número de teléfono cuando la Sra. Dalton lo llamó

así.

—¿Caymen?

—Sí. Hola.

—¿Alex? —pregunta.

—Lo siento. Se me resbaló. Estaba hablando con tu abuela.

—¿Por qué no lo estarías?

Me recuesto en el piso detrás de la caja registradora y me siento un poco como Skye

mientras observo el techo. Esta posición es propicia para pensar. No es de extrañar

por qué pasa tanto tiempo aquí.

Hay silencio por un largo tiempo antes de que él diga:

—¿Necesitas algo?

A ti.

—He necesitado mi chocolate caliente de la mañana, pero alguien me hizo adicta a

él y entonces me lo quitó.

—¿Esa es tu manera sutil de decirme que me extrañaste la semana pasada?

—He extrañado el chocolate caliente. Solo pienso en ti como el chico que me lo trae.

Algunas veces me olvido de tu nombre y te llamo el chico del chocolate caliente.

Se ríe un poco, y me encuentro deseando poder ver su cara así podría presenciar

cómo sus ojos se encienden cuando sonríe.

—Y yo he extrañado tu ingenio.

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—Entendible. —Mi corazón late pesadamente en mis sienes—. Jamás te dije gracias

por prestarme la cámara.

—¿Así que eso significa que has acabado con el sitio web? ¿Cuál es la dirección?

Quiero ver a las muñecas chupa almas en mi pantalla. —Algunos papeles suenan en

su extremo y me pregunto si está atravesando su escritorio o algo para alcanzar su

computadora.

—No. Quiero decir, no hay dirección. Mi mama no quiere.

—Oh. ¿Por qué?

—En realidad no estoy segura. Iba a sorprenderla, enseñarle lo que había hecho, y se

volvió loca conmigo. Se cerró totalmente, dijo que no la quería. Fue tan impropio de

ella.

—¿Qué le pusiste?

—Esa es la cosa. Solo le enseñé el banner y nuestra información de contacto. Le

estaba diciendo que también quería subir su foto.

—¿Es tímida con las cámaras?

Subo mis pies en la pared y dejo que mi mano libre vague sobre mi cabeza.

—No.

—Tal vez solo no quiera eso en internet, su cara al lado de donde viven. Es

básicamente como si estuvieras publicando tu dirección en el sitio web con su cara.

Puedo ver por qué eso tal vez la asustaría, un montón de extraños sabiendo en donde

viven. ¿Hay alguna manera de hacerlo sin la información personal?

Había parado de respirar. Sé esto solo por los bordes negros en mi vista. Tomo un

respiro. ¿Está preocupada acerca de un montón de extraños enterándose donde

vivimos o una persona en específico? Mi padre.

—¿Estás bien?

Tarareo, no confiando en mi voz. Toda mi garganta está apretada. No estoy segura

que las palabras logren salir.

—¿Estás segura?

Trago.

—Sí. Creo que puedes tener razón. —Considerando cuanto duele mi garganta, estoy

sorprendida por cuan normal sonó mi voz.

—La tengo a menudo.

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—¿Crees que él lo ha intentado? —Me toma un minuto darme cuenta que he dicho

eso en voz alta y otro momento para darme cuenta que Xander ha respondido y

ahora está esperando mi respuesta a una pregunta que no oí—. ¿Qué?

—Dije: ¿Quién pienso que ha intentado qué?

Me obligo a sentarme y después pararme. Recostarme estaba haciendo que mis

pensamientos se liberen demasiado.

—Estos extraños a los que te refieres. ¿Crees que intentarían encontrarnos para sus

propósitos siniestros?

—¿Cuáles son esos propósitos siniestros?

Me recuesto contra el mostrador trasero y con una pluma negra garabateo alrededor

de su número de teléfono que había escrito en el calendario.

—Tú sabes, las cosas para las que los extraños necesitan personas… comerse sus

dulces y encontrar sus perros perdidos.

—No lo compro, sabes.

—No deberías. Esas son sus tácticas para atraerte a sus autos así ellos pueden

llevarte. Estoy contenta de que no caerías por eso.

—Estoy hablando de tu humor. Sé que algunas veces lo usas para esconder cosas.

—Me das demasiado crédito. Realmente soy tan superficial como parezco.

—Difícilmente. Y la respuesta a tu pregunta es sí. Sí, creo que tu padre ha intentado

encontrarte. ¿Qué padre no querría conocer a su hija?

—El tipo que huiría al incluso pensar en mí. —No sé por qué estoy hablando de

esto. Hay una razón por la cual evado este tema. Se siente como si alguien hubiera

picado cada centímetro de mi cuerpo con una aguja, dejándome abierta y expuesta.

—Si te hubiera conocido jamás habría sido capaz de irse.

Cierro mis ojos. ¿Qué clase de hombre podría huir así? Solo dejar a mi mamá en ese

estado. La clase que estaba locamente asustado. Asustado de lo que podría hacerle a

su futuro. Sí arruiné futuros: mi mamá es la prueba de eso. Era solo un chico, en

realidad, con un futuro tan lleno de posibilidades y el dinero para hacer que pasara.

Probablemente era muy parecido a Xander. Por eso cuando mi mamá vio a Xander

no pudo evitar ver su pasado.

—¿Tú te podrías haber ido?

—Nunca.

No puedo decidir si eso me hace sentir mejor o peor.

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—Eso es lo que me hace pensar que lo ha intentado, Caymen. Un remordimiento

como ese no se va.

Asumiendo que se arrepienta en lo absoluto.

—¿Cuán difícil puede ser encontrar a una chica?

—Tal vez tu mamá no te ha hablado de sus intentos.

—Mi mamá no me ocultaría algo como eso. —Mientras lo digo mis ojos chocan con

la casilla en el calendario donde escribió “pequeña reunión de negocios de

asociación”. Tal vez ella estaba ocultándome algo como eso. Y si lo estaba, entonces

tal vez Xander tenía razón. Tal vez me estaba ocultando un montón de cosas—.

¿Qué haces el miércoles en la noche?

—Estoy bastante libre.

—Día de carrera. Seis y media. Encuéntrame aquí.

—Es mi turno por el día de la carrera. Tengo algo planeado para mañana,

¿recuerdas?

—Bueno, está bien. Mañana tú. El miércoles yo. —Me aclaro la garganta—. A

menos que eso sea mucho. No te vas a meter en problemas por verme tanto,

¿verdad? —Quiero añadir: “Las novias se pueden poner tan celosas”, pero no lo

hago porque tengo miedo de que pueda sonar amargo. Esa es la última cosa con la

que quiero salir.

—No, por supuesto que no. Ya te dije que les agradas a mis padres.

Ya no dudo de eso ahora que sé que sus padres ya no piensan que está saliendo

conmigo.

—Mañana en la tarde será mejor que en la mañana para mí.

—¿Qué tal a las dos?

—Suena bien. Te veo mañana entonces.

—¿Caymen?

—¿Si?

—No tienes que colgar. Si necesitas hablar un poco más tengo tiempo.

El nudo en mi estómago se suelta ante la sugerencia, y justo cuando estoy a punto de

abrir mi boca la voz de una chica suena en su lado.

—Xander, ¿qué te está llevando tanto tiempo? ¿Estás en el teléfono?

—Sí, lamento hacerte esperar. Bajaré enseguida. Dame cinco minutos.

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—¿Con quién estás hablando? —pregunta.

—Una amiga. —Una puerta se cierra y entonces su voz es más fuerte en el

recibidor—. Lamento eso.

—Está bien. Suena como que tienes que irte. Te veo mañana a las dos. Adiós. —

Cuelgo antes de que pueda detenerme, orgullosa de que mi voz sonara casual porque

se siente como si alguien tuviera sus manos apretadas en mi garganta. No más

llamadas por teléfono. No ayudan.

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Capítulo 28 Traducido por Jenn Cassie Grey

Corregido por beatrix85

Espero en la acera. Cada minuto que pasa después de las dos en punto se siente

como una eternidad. Creo que tal vez ha cambiado de opinión. Tal vez Sadie Newel

le dijo que no podía hablar con amigas tarde en la noche y llevarlas en “días de

carrera”.

A las 2:07 su auto gira en la esquina. Se estaciona y sale.

—Hola —dice.

—Hola. —Mi cuerpo aún reacciona a él como siempre, mi corazón acelerándose, un

hormigueo esparciéndose a través de mis brazos y subiendo hasta mi cuello.

Mira sobre mi hombro hacia la tienda y de nuevo de regreso a mí.

—¿Estás lista?

Asiento.

Coloca su mano sobre mi codo.

—¿Estás bien?

Encuentro sus ojos y quiero decir: “No, aún me siento como la mierda. Mi mamá

está guardando secretos, probablemente estaré sin casa en un mes, mi papá huyó de

mí, y tú tienes una novia que ambos pretendemos que no existe”.

Solo digo:

—Sí, ¿por qué no lo estaría?

No debe creerme porque me envuelve en un abrazo. Cierro mis ojos y respiro en él.

—Estoy aquí —dice contra mi cabello.

“¿Por cuánto tiempo?”, quiero preguntar.

—Eres un buen amigo —digo en su lugar, y después me desprendo de sus brazos.

El viaje es silencioso hasta que Xander llega hasta el aeropuerto.

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—Um… —Veo un avión despegando y giro sorprendida mirando hacia Xander—.

¿Vamos a volar a algún lado?

—No te da miedo volar, ¿cierto?

—No lo creo.

—¿Nunca has estado en un avión antes?

—No. —Y tal vez tengo miedo porque las palmas de mis manos comienzan a sudar.

—¿En serio? —Me estudia por un momento, como si tratara de resolver un

rompecabezas.

—Sabes que le dije a mi madre que estaría de regreso esta noche, ¿verdad?

—Sí. Lo estarás.

—Está bien.

No me habría sorprendido si Xander se metía en la cabina de pilotos del avión

privado que abordamos y ponía en marcha los motores. Pero, por suerte, no lo hizo.

Había un piloto esperando por nosotros.

Nos acomodamos en asientos que están uno frente al otro. Toma una botella de

agua de un gabinete debajo de su asiento, toma un sorbo, y me la entrega. Después

toma otra para sí mismo.

—¿Bebidas pre-probadas? Este vuelo es tan complaciente.

Soy recompensada con una sonrisa. Sin embargo, no dura demasiado y trato de

pensar en algo que la traiga de regreso. Es una buena distracción, y ya he extrañado

su sonrisa. Debería decirle eso. No lo hago.

Su atención se encuentra en la pantalla de su celular y comienza a redactar un

mensaje de texto o escribir un email o algo. Me deshago de mis zapatos y coloco uno

de mis pies debajo de mí, tratando de ponerme cómoda, tratando de olvidar que

estoy sentada en un avión que está a punto de despegar.

Se desplaza un poco y palmea el espacio a su lado.

—Puedes colocar tus pies aquí arriba.

—¿No tienes fobia a los pies?

—¿Eso existe?

—Claro, es una condición real. Hay grupos, terapistas, las nueve yardas completas.

—Deslizo mis pies en el asiento a su lado, mi tobillo rozando contra su muslo—.

¿No hay respiración superficial? ¿No hay latidos acelerados?

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Coloca una mano en mi pie mientras continúa enredado en su teléfono. Sus ojos se

encuentran con los míos divertidos.

—¿Son esas las señales? Podría tener un problema después de todo.

¿Por qué tiene que decir cosas como esas? Antes de él, creía saber si un chico estaba

coqueteando conmigo. Pero dice cosas tan sutiles, tan suavemente, que es muy

difícil decir si lo hace a propósito o si solamente está siguiéndole la corriente a mis

bromas.

Tal vez solo debería preguntarle, directamente. ¿Qué piensa tu novia de mí? Esa es una

pregunta justa.

—¿Xander?

—¿Sí?

—¿Qué…

Baja su teléfono y me da su completa atención.

—¿Qué es lo que estás haciendo con tu teléfono? ¿Hablas con tus amigos o algo? —

Soy una cobarde. Una vez que esté fuera, tal vez comenzaría a tratarme como si

tuviera una novia.

Y eso no es lo que quiero. Esto es un problema.

Ríe un poco.

—No. Estoy buscando algunas propuestas para el sitio web antes de que pierda la

conexión. Lo siento. Lo dejaré. Estoy siendo grosero.

—No. Está bien. —Los motores fuera de la ventana comienzan a subir y me tenso.

Pone su teléfono lejos y toma mi tobillo.

—La peor parte es el despegue. Una vez que estemos en el cielo es fácil.

—¿Qué hay del aterrizaje?

—Está bien, la segunda peor parte es el despegue.

Las luces de la cabina se apagan y el avión se tambalea hacia adelante, dirigiéndose

a la pista de aterrizaje. El pulgar de Xander dibuja patrones alrededor de mi tobillo.

Debería estar nerviosa por el avión, pero todas las terminaciones nerviosas en mi

pierna están zumbando con su toque. Miro las luces pasar mientras el avión toma

velocidad, entonces cierro mis ojos cuando la presión del despegue me empuja hacia

atrás contra mi asiento. Mientras nos elevamos en el aire me relajo.

Deja ir mi tobillo.

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—Ves. Tan fácil como puede ser.

—Ahora solo tenemos que aterrizar.

—Exactamente.

Miro a mi alrededor.

—Hay baños en los aviones, ¿cierto? ¿Eso no es solo en las películas?

Señala detrás de mí. Cuando me paro y comienzo a pasar a su lado el avión golpea

alguna turbulencia y me desestabiliza. Me agarro de los hombros de Xander.

—Les pago bien para que hagan eso justo en el momento correcto —dice. Su no

flirteo es irritante.

Estoy a centímetros de estar en su regazo. Solo tendría que relajar mis piernas un

poco y estaría sentada sobre él. La tentación de hacerlo es muy real. Me estabiliza

con una mano en mi cintura, solamente que no me empuja para ayudarme a

levantarme. Solo se queda ahí sosteniendo mi cintura y encuentra mis ojos.

Ahora mi garganta está apretada por razones diferentes. Y entonces el avión se

mueve de nuevo, y puede que haya sido mi imaginación, o mis débiles piernas, pero

pude haber jurado que en lugar de sostenerme con esa mano en mi cintura, me jaló

hacia adelante. Porque ahora estoy en su regazo, mis manos aún sobre sus hombros.

—Hola —dice

—Lo siento.

—¿Por qué?

—Por el hecho de que eres un gran ligón.

Ríe.

—Tú eres la que está en mi regazo. Yo solo estaba sentado aquí metiéndome en mis

propios asuntos.

—¿Entonces solo fue el avión?

—Por supuesto.

Trato de levantarme, pero me jala de nuevo hacia abajo.

—Hombre, el avión se está zarandeando bastante hoy —dice.

—Gracioso. —Solamente que no es para nada divertido. Una oleada de enojo pasa a

través de mí. Tiene una novia y es un completo ligón. No quiero ser su pequeño y

sucio secreto. Si eso es lo que cree que soy, tiene otra cosa viniendo—. Déjame

levantarme.

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Debe de sentir la seriedad que ha adquirido mi voz porque esta vez me ayuda a

levantarme. Me encierro en el baño el tiempo suficiente para recuperar mi

compostura. Después de esta noche debo terminar con Xander Spence. Lo digo en

mi cabeza y lo repito en voz alta frente al espejo.

—He terminado con Xander Spence. —Soy tan convincente que casi lo creo yo

misma.

Regreso a mi asiento.

—¿Tienes frío? ¿Calor? ¿Hambre? —pregunta.

—No, estoy bien.

—El asiento se reclina hacia atrás por si quieres dormir o algo.

—¿Es un vuelo largo?

—No, más o menos de una hora.

No puedo imaginarme que tan lejos nos llevará una hora de nuestra localización

actual. En un auto eso no nos habría llevado más allá de Oakland, pero en el aire es

diferente.

—¿Alguna conclusión? —pregunta.

—¿Qué?

—¿Has adivinado a dónde vamos basándote en tus sorprendentes dotes de

observación?

—No. —Me molesta que me conozca lo suficientemente bien para saber que estaba

evaluando justamente eso. Reclino mi asiento hacia atrás y finjo dormir el resto del

vuelo. Gracias a mi recién descubierta determinación tengo que sufrir el aterrizaje

sin su ayuda.

* * *

—Ese es mi hermano —dice, señalando a un chico saludando hacia nosotros

mientras salimos del avión hacia la pista. Me giro y trato de regresar al avión—. Oh,

détente —dice, tomando mi mano—. Te gustará.

»Lucas. —Se abrazan con una sola palmada en la espalda—. Esta es Caymen

Meyers.

Lucas se gira hacia mí y sacude mi mano, con una sonrisa sincera. Y esta es la otra

cosa que me está extrañando. Amigo o no, ¿por qué esta familia actúa como si esto

fuera tan normal? ¿Como si no les importara que Xander tomara alguna chica de la

calle y ahora estuviera saliendo con ella, volando con ella en el avión privado de la

familia? Algo no me cuadra.

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Lucas y Xander empiezan a ponerse al día como si no se hubieran visto en meses.

Tal vez no lo han hecho.

—¿Papá te va a hacer volar a casa para la beneficencia? —pregunta Xander mientras

llegamos a la camioneta negra estacionada en la calle.

Lucas suspira. No se parece a Xander en absoluto. Su cabello es rubio mientras que

el de Xander es café. Su tez es clara, mientras que la de Xander es oliva. Pero ambos

tienen el mismo aire.

—Sí. ¿Crees que podría contratar a un doble?

—Sabes que este es el bebé de mamá. Una vez dije en la mesa del desayuno que

estaba aterrorizado y casi rompe a llorar. Ahora tengo que fingir como si fuera la

cosa más emocionante del mundo. Eso funciona mejor. —Xander abre la puerta del

lado de pasajero y aguarda como si esperara a que me siente en el frente. Sonrío.

—Puedes sentarte con tu hermano. —Abro la puerta trasera y me subo.

—Mamá solo estresa —dice Lucas cuando todos hemos tomado nuestros asientos.

—Lo sé.

—¿Scarlett va a ir?, porque no sé si puedo aguantarla este año.

—No lo sé. Fue a nuestra casa la otra noche y no dijo nada. Estoy seguro que mamá

trató de convencerla. Habló con mamá y papá sin mí por un momento. —Xander

mira en mi dirección y sonríe, y me doy cuenta que Scarlett debió haber sido la chica

que interrumpió nuestra llamada la noche anterior, no Sadie—. Pero estoy seguro de

que tendrá algún chisme sobre todos en la beneficencia. Es como nuestra fuente

personal de información detestable. No sería lo mismo sin ella.

Lucas mira sobre su hombro hacia mí.

—No deberíamos hablar sobre eso de esta forma o asustaremos a la pobre Caymen.

No te preocupes. Te agradará. Un montón de viejos decrépitos que querrán bailar

contigo. Un montón de comida que luce como si pudiera arrastrarse fuera de tu

plato. Y la banda es tan emocionante que ni siquiera necesitan un vocalista.

—Estoy en esa banda. Me alegra que te guste —digo.

Lucas tartamudea.

—No. Digo, sí. La banda es grandiosa. Solamente estaba siendo estúpido. Lo siento.

Xander ríe.

—Solo está bromeando, Lucas. No está en la banda.

Lucas sacude su cabeza y encuentra mis ojos en el espejo retrovisor.

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—Lo dijiste con una cara seria que pensé era verdad.

—Es realmente buena en el sarcasmo.

Le doy una palmada al reposacabezas de Xander.

—Pensé que estábamos de acuerdo con la palabra “excepcionalmente”.

—Estoy tratando de no alentarte.

—¿Y está funcionando?

Lucas sonríe.

—Tal vez la beneficencia no será tan aburrida como pensé. Se va a sentar en nuestra

mesa, ¿cierto?

—Caymen es inteligente. Se niega a ir conmigo.

—¿Qué? —Lucas golpea a Xander en el brazo—. ¿Esto ha pasado antes? ¿Necesito

escribir esto en algún lugar? —Mira a su alrededor y termina tomando su teléfono

del centro de la consola y lo coloca cerca de su boca como un aparato de

grabación—. Una chica se negó a ir a algún lugar con Xander. Alerta a los medios

de comunicación.

—Lo que sea —dice Xander.

—Y mientras estamos en el tema. ¿Dos semanas seguidas? Bastante impresionante,

hermano. Yo debo ser muy aburrido para que se preocupen por mí estos días.

—¿De qué estás hablando? —pregunta Xander.

—Starz. —Pone los ojos en blanco con un suspiro cuando Xander lo mira sin

entender de qué habla. Si no supiera exactamente de lo que Lucas estaba hablando

lo miraría confundida también—. La revista. Tú. En la portada.

—¿En serio? —Suena más molesto que sorprendido.

—Sí. Te tienen saliendo con Sadie de nuevo.

—¿Qué? —Señala a través del semáforo donde nos detenemos en el Quikie Mart en

la esquina opuesta—. Detente ahí.

Lucas se encoge de hombros y va en esa dirección, estacionando el auto. Xander

apenas espera a que se detenga antes de saltar fuera y desaparecer dentro de la

brillante tienda.

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Capítulo 29 Traducido por erudite_Uncured12

Corregido por La BoHeMiK

Mientras esperamos en el auto, Lucas se da vuelta en su asiento, apoyando su brazo

sobre el respaldar.

—¿Qué fue eso?

Mi corazón se acelera. La novia “secreta” salió a la luz, y me pregunto qué va a

decir o hacer Xander ahora.

—Debe estar enojado porque publicaron algo sobre él y Sadie.

—Probablemente tienes razón. Solo pensé que sabía.

—Yo también.

Minutos después una revista Starz es golpeada contra la ventana junto a mí,

haciéndome saltar de sorpresa.

—¿Leíste esto? —grita por la ventana. Apenas puedo escucharlo.

Abre la puerta y se sube a mi lado sin esperar a que me mueva a un lado.

—Leíste esto, ¿no?

Prácticamente está encima de mí. Me deslizo en el asiento para hacerle espacio.

—Conduce, Lucas —dice, y cierra la puerta. Entonces sus ojos vuelven hacia mí y

hay fuego en ellos.

—¿Estás enojado conmigo por leer un artículo? Mason me lo mostró la semana

pasada.

—¡La semana pasada! Caymen, ¿por qué no dijiste algo?

—¿Qué querías que dijera? ¿“Vaya, tu novia es muy sexy”? No me sentía tan

generosa.

Lucas se ríe y Xander le lanza una mirada que lo manda a callar.

—Sin embargo, ese es el punto. No es mi novia.

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—Pero el artículo… —Señalo la revista que está apretando con el puño.

—Esto —Sacude el rostro de Sadie en la parte frontal de la revista—, es una foto

vieja. —La estudia más de cerca—. Del año pasado.

—Y te llamó el otro día…

—¿Me llamó? No, no lo hizo.

—Puede que yo haya contestado… Dijo que llamaría de nuevo.

Saca su teléfono y desplaza su dedo a través de la pantalla. Entonces gruñe como

diciendo: Oh, mira, ahí está.

Aprieta el botón del altavoz en su teléfono y un mensaje dejado por Sadie Newel se

transmite en el coche.

—Hola, Xander. ¿Dónde estás? ¿Has visto la revista Starz? Esos idiotas. ¿Cuál es el

plan? Necesito que hagas tu magia para que eso desaparezca. Dime que tu padre los

golpeara muy duro. —Suena irritada.

Xander cuelga, luego vuelve lentamente su mirada hacia mí, con una ceja levantada.

—Oh. —Es todo lo que puedo pensar en decir.

—¿Oh?

—¿Qué esperas que diga? Vi un artículo. Sabía que estabas en Los Ángeles ese fin de

semana. Lo siento por creer que todos los periodistas eran honestos.

—Lo que espero —dice, acercándose—, es que me preguntes. —Sus ojos son tan

intensos que quiero mirar hacia otro lado… o nunca apartar la mirada, no me puedo

decidir.

Mi corazón está bombeando rápidamente, y estoy tan aliviada de que no esté con

Sadie Newel que casi lanzo mis brazos alrededor de él. Broma. Necesito una broma.

Rápido.

—Tal vez deberías darme una lista de todas las actrices con las que has salido y en

qué año. De esa manera sabré si se trata de una foto vieja o una nueva.

—Puedo conseguirte esa lista —dice Lucas.

Arrastro mis ojos de Xander a Lucas.

—¿Podrías incluir cualquier heredera o hija de multimillonario? O realmente

cualquier persona de interés periodístico.

—Me podría tomar un tiempo. Esa es una lista extensa.

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Sé que está bromeando conmigo, pero las palabras dan en el blanco, recordándome

que no llegaría ni cerca a hacer esa lista.

Xander suspira y se inclina hacia atrás.

—No es tan larga. —Pone su mano sobre la mía en el asiento entre nosotros. Trato

de no sonreír demasiado.

Nos detenemos frente a los edificios de ladrillo rojo de un amplio campus y estoy

confundida.

—¿Dónde estamos?

—UNLV5.

—¿Este es tu terreno para la universidad?

—No, ya lo verás. —Es muy divertido lo emocionado que se pone Xander por

llevarme en estos días de carrera. Quizás Xander debería ser un planificador de vida

o algo así. ¿Existe esa carrera?

Me lleva todo el paseo por el extenso campus para darme cuenta de algo.

—Vas a la escuela aquí —le digo a Lucas.

—Sí.

Me sorprende. No es que UNLV sea una mala escuela. Solo pensé que estaría en

una universidad de la Liga Ivy6. Sin embargo, todavía no he descubierto por qué

estamos aquí.

Después de pasar una gran cantidad de edificios que se parecen entre sí, por fin

entramos en uno. Al final de la sala él toca una puerta. Un hombre con lentes

responde con una sonrisa.

—Hola. Adelante.

Aprecio la habitación. Microscopios, quemadores, viales, vitrinas, cápsulas de Petri.

El departamento de ciencias. El hombre —¿quizás el asistente del profesor?— dice:

—He oído que podrías estar interesada en estudiar ciencias.

Mis pulmones se sienten a punto de estallar.

—Sí.

5 UNLV: University de Nevada, Las Vegas. 6 Liga Ivy: Es una conferencia deportiva de la Asociación Nacional Atlética Colegial de

ocho universidades privadas del noreste de los Estados Unidos.

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Continúa sobre todas las diferentes carreras que conducen a un título en ciencias.

Medicina, investigación de escena del crimen, análisis de la investigación, y así

sucesivamente. Casi todas las que menciona suenan interesantes para mí.

—Sígueme —dice, y me lleva a un microscopio—. Estaba preparándome para

analizar esta muestra de sangre. Lo que estoy buscando es ver cuántos leucocitos por

unidad cuadrada hay. Si solo miraras a través del endoscopio y los contarás por mí,

vería si mi número coincide con el tuyo.

Hago lo que me pidió y le digo mi número. Lo escribe en un cuadrado en el papel al

lado del microscopio. Luego va a una caja de cristal y saca un frasco. Me deja

inyectar una aguja en él y dejo caer una gota de sangre diferente en un portaobjetos,

y también analizo ese. A continuación, me muestra diferentes bacterias que estaban

creciendo en platos y me dice de donde fue tomado cada uno y los resultados.

También me muestra algunos de los viejos archivos policiales en los que los alumnos

estaban trabajando para evaluar el ADN y la causa de muerte.

Sé que tengo que tener una mirada asombrada en el rostro porque cuando echo un

vistazo a Xander, tiene la sonrisa más grande que he visto jamás.

—Lucas, ¿te estás especializando en ciencia? —pregunto.

—No, estoy especializado en arquitectura. Esta es solo una de mis clases. Y Rick

aquí es mi compañero de cuarto. Es el asistente del Dr. Fenderman.

—¿El Dr. Fenderman nos ha traído aquí para futuro uso como sujetos de prueba?

—Sí, la próxima parada del tour es la jaula.

—Genial. ¿Está experimentando con alguna vacuna? Estos chicos necesitan pescar

alguna enfermedad debilitante para librarse de ir a una beneficencia.

—Te compadezco —dice Rick. ¿Todo el mundo ha ido a una beneficencia a

excepción de mí? Rick desliza otro portaobjeto en su lugar y me asomo a través del

microscopio. Lucas y Rick empiezan a hablar, y mientras estoy estudiando el

portaobjeto siento un cosquilleo en la nuca.

—¿Todavía te estás divirtiendo? —pregunta Xander. Ahora lo siento detrás de mí, el

calor de su cuerpo envía un escalofrío por mi columna vertebral.

—Sí. Esto es increíble.

—Nunca te he visto tan feliz.

Nunca me he sentido tan feliz. Todavía estoy mirando a través de la lente en el

portaobjeto, pero no estoy viendo nada porque el aliento de Xander toca ligeramente

la parte de atrás de mi cuello. Mi cuerpo reacciona a él, casi involuntariamente,

inclinando mi espalda contra su pecho.

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Envuelve sus brazos alrededor de mis hombros.

—Deberías especializarte en ciencias. No necesariamente aquí, pero en el campus

que te convenga. Podría verte toda linda en una bata blanca de laboratorio.

Sonrío.

—Es una buena idea. Tal vez en un año. —Definitivamente voy a tomar al menos

un año de descanso para ayudar a mi mamá.

—Caymen. —Su voz es de desaprobación, como si supiera lo que estoy pensando—.

Eso es un error.

—Sí, bueno, no tengo muchas opciones, Xander.

—Tienes tantas opciones como te des a ti misma.

Me rio un poco. Él tiene todas las opciones que se dé a sí mismo. El resto de

nosotros estamos inmersos con lo que se nos da.

—¿Por qué te importa? —susurro.

Por un segundo pienso que no me oyó porque estoy de espaldas a él, con sus brazos

todavía alrededor de mis hombros, pero luego dice:

—Porque me importas. —Cierro los ojos por un segundo y me permito sentir esas

palabras, sentirlo a él.

Quiero dejar que esto suceda, pero algo todavía me sigue frenando. Creí que era su

novia. Pero obviamente ese ya no es un problema. Es mi madre. No se lo he dicho.

Y me siento muy mal por eso. No quería ser su pequeño y sucio secreto, pero lo he

hecho el mío. Me alegro de estar de espaldas a él porque puedo sentir el asco por mí

misma escrito por toda mi cara. Muevo mis brazos, obligándolo a soltar los suyos, y

miro el reloj en la pared.

—¿Ya son realmente las ocho? Será mejor que nos vayamos, Xander.

—Antes de que nos vayamos, está este pequeño restaurante mexicano en The Strip

al que tengo que llevarte. No está lejos. La comida es alucinante.

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Capítulo 30 Traducido por IvanaTG.

Corregido por LulaaMaddox

—¿Así que hizo que tomes un avión y volaron al departamento de ciencias para darte

una idea de la vida universitaria y tu argumento es…? —Skye trata de obligarme a

hacer algo excesivo para nuestro próximo día de carreras, ¿pero cómo se supone que

voy a superar eso?

—Um, en realidad, vendrá mañana en la noche porque mi mamá tiene esta reunión

con las asociaciones empresariales… —No sé cómo terminar ese pensamiento y

agarro del estante un pequeño alhajero. Tiene joyas de fantasía pegadas por toda la

tapa de madera y es un ejemplo perfecto de por qué llamo a este lugar Basura Obvia.

Skye está ocupada arreglando libros viejos en un estante, de espaldas a mí.

—No lo entiendo. ¿Cómo es un día de carreras? ¿Vas a llevarlo a la reunión? ¿Lo

harás ver como discuten los dueños de pequeños negocios?

—No. —Dejo el alhajero—. No, en realidad, creo que mi mamá no va a ir a la

reunión. Creo que va a salir con un tipo. Una cita a mis espaldas.

Se da vuelta ahora, con las manos en sus caderas.

—Espera. ¿Estás diciendo que tú y tu madre están saliendo a sus espaldas? —Se ríe.

—No. No estoy saliendo con Xander. —Aún. No hasta que me arme de valor para

decirle a mi mamá. Me he dado una semana para hacerlo.

Pone sus ojos en blanco.

—Ustedes dos son las personas sin citas más enamoradas que he conocido. Espera.

—Camina hacia la parte trasera de la tienda y llama a Lydia, la dueña—. Los libros

están en orden y el letrero se volteó. ¿Necesitas que haga algo más?

—No. Ten una buena noche. Nos vemos mañana.

Skye engancha su brazo alrededor de mi codo y me dirige fuera por la puerta trasera,

cortando a través del callejón atrás de la tienda de muñecas.

—¿Dónde está tu mamá? —pregunta, señalando el espacio vacío donde nuestro auto

está estacionado habitualmente.

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—Corrió a la tienda después de que cerramos.

—Así que de todos modos, de vuelta a los días de carreras. No entiendo lo que vas a

hacer con Xander.

—Tampoco lo sé. Estaba planeando espiar a mi mamá. Pero puedo ver que es una

mala idea.

Se ríe.

—Tenía otra idea para un día de carreras.

Caminamos por las escaleras hasta mi apartamento.

—Hablé con Eddie la semana pasada y me dijo que nos enseñaría cómo hacer sus

famosos panecillos.

Skye hace una mueca.

—¿Por qué?

—Porque a Xander le gustan. Le gusta toda la comida, en verdad. Donde quiera que

vayamos terminamos en su restaurante favorito. Pensé que tal vez podría hablar con

Eddie, ver si ser dueño de su propio restaurante es algo que disfrutaría.

—Ohh —dice Skye—. Ahora eso es considerado. Y dulce. —Una vez que estamos

dentro camina a la nevera—. Y pretendes no amar al hombre.

Sonrío mientras excava a través de los contenidos de la nevera. La luz en el

contestador automático parpadea. Golpeo el botón.

—Un mensaje nuevo —dice la voz robótica, seguido de una dama—. Hola, Sra.

Meyers, soy Tina de la oficina del Dr. Saunders. Seguimos adelante y programamos

ese ultrasonido para usted el día quince. Por favor preséntese media hora antes y

asegúrese de beber toda el agua que hemos hablado. Si tiene alguna pregunta por

favor no dude en llamar.

Oigo el cierre de la nevera detrás de mí.

—No sabía que tu mamá estaba embarazada —dice Skye.

—¿Embarazada? ¿Qué?

—El ultrasonido. Eso es lo que le hacen a las personas embarazadas.

Mi cerebro apenas registra las palabras que dijo.

—No, no lo está.

—Oh, ¿entonces por qué tendrá un ultrasonido?

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Tienen que haber otras razones por las que se hacen ultrasonidos.

—No lo sé.

—¿Ha estado con náuseas? ¿Cansada?

Pienso de nuevo. No había estado comiendo muy bien últimamente. Tal vez es

porque ha estado mal del estómago. Y definitivamente ha estado cansada. Asiento.

—Así que probablemente esté embarazada. —Asiente hacia el contestador

automático—. Además de que le pidieron beber toda el agua. Eso es lo que le dicen

a las personas embarazadas para que puedan obtener medidas.

Sacudo mi cabeza adelante y atrás una y otra vez.

—Es algo emocionante, sin embargo, ¿no te parece? Vas a tener un hermanito o

hermanita.

—¿Emocionante? Sí, claro. No. No está embarazada. Eso es ridículo. Ni siquiera

tiene un… —Me doy cuenta que estaba a punto de decir “novio”. Es muy posible

que tenga un novio—. No está embarazada. —Pero si no está embarazada,

¿entonces qué es? La ansiedad se arrastra sobre mí. ¿Hay algo malo con ella? La

gente no tiene ultrasonidos porque sí… ¿O sí? Tal vez cuando eres más vieja ese es

un procedimiento estándar.

Skye se mueve delante de mí y acaricia mis hombros. Debo haberme ido

completamente catatónica.

—Probablemente no sea un gran problema. Incluso si está embarazada no es un gran

problema.

—No está embarazada —insisto—. Es demasiado vieja para estar embarazada.

Skye se ríe.

—Solo tiene treinta y cinco. —Su teléfono suena, lo saca y sonríe después de leer el

texto—. Es Henry. La banda está reunida en el Scream Shout. ¿Quieres ir?

Miro a la ahora sólida luz en el contestador. Luego miro a la puerta. No puedo

recuperar el aliento. ¿Cuándo llegará mi mamá a casa? Tengo que preguntarle acerca

de esto. Pero, ¿me lo dirá? Ha estado negándose a decirme alguna cosa por semanas.

No es nada. Mi mamá está bien. Es un procedimiento estándar.

—Sí. Estaré abajo. Dame un minuto.

Duda, pero luego se va. Garabateo una nota sobre pasar la noche con Skye y la dejo

sobre la encimera. Empaco algunas cosas en mi mochila y cierro la puerta detrás de

mí.

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* * *

Entramos en Scream Shout y está prácticamente desierto. El barman señala la puerta

al lado del escenario cuando Skye levanta un hombro inquisitivamente. Entonces

desfila a través del club y directamente a la puerta. La música del cuarto trasero se

filtra por el oscuro pasillo. Seguimos el sonido. La banda está sentada en unos sofás

de un pequeño cuarto trasero y levantan la vista cuando entramos.

Henry saluda a Skye cantando una suave “Ahí está mi hermosa chica”, acompañado

de unos rasgueos de su guitarra.

Ella sonríe y se desliza en el pequeño espacio entre él y el brazo del sofá.

Mason me guiña el ojo.

—Oye, Caymen.

—Hola. —Lanzo mi mochila contra la pared, encuentro un poco de espacio en el

suelo, y me acomodo. Solo quiero derretirme en el suelo y desaparecer de la

existencia por un tiempo. Parece que funciona cuando los chicos empiezan a

bromear con letras y música. Dejo que las melodías mezcladas reboten dentro de mí.

Derrick, el baterista, canta al azar acerca de su día. Cómo condujo en su auto y

escuchó la radio. Cómo fue a la tienda y tomó un poco de leche y así sucesivamente.

Dejo de escuchar hasta que pregunta:

—¿Qué rima con “boca de incendios"?

Mason se pone serio y creo que va a decir algo así como: “No seas un idiota. ¿Por

qué estás cantando sobre una boca de incendios?”. Pero en vez de eso dice:

—No sé, ¿“tirano de cables7”?

—¿Qué es un tirano de cables? —pregunta Henry.

—Ya sabes, alguien que acumula cables. Es una epidemia creciente.

Suelto una pequeña risa.

—¿Qué tal “queja cansada8”? —dice Skye—. Si lo arrastras, rima lo suficientemente

bien.

—Esta es nuestra queja cansada sobre una inútil boca de incendios —canta Henry.

Mason se ríe.

—Esta es nuestra queja cansada de Henry el acumulador de cables.

7 “Tirano de cables” y “Boca de Incendios”: Juego de palabras que tiene sentido en inglés, ya que el

primero es “wire tyrant”, rimando entonces con el segundo, “fire hydrant”. 8 “Queja cansada” y “Boca de incendios”: Ídem anterior, el primero significando “tired rant”.

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—¿Cómo puede una queja estar cansada? —pregunto—. ¿Las quejas no son

animadas por naturaleza?

Henry rasguea un acorde, mira hacia el techo por unos minutos mientras reproduce

varias acordes más, entonces canta:

—Estoy tan cansado de la misma vieja queja cuando lo que realmente necesito es

una segunda oportunidad.

Mason lo señala.

—Sí. Llamemos a esta canción “Boca de incendios”.

Se ríen, pero Derrick comienza a escribir en un bloc de notas mientras gritan más

líneas sobre compensarlo y comenzar de nuevo. No creo que acabe de presenciar el

nacimiento de una canción que comenzó con las palabras “boca de incendios”. Es

raro ver algo creado de la nada. Pienso en mí misma y cómo Xander trata de crear

algo de la nada que es mi vida. Cómo medio que lo ha hecho. Tomó la ridiculez, la

boca de incendios, de mi canción y me hizo darme cuenta que podría ser algo más,

algo diferente.

Después del día que tuve, este pensamiento me hace feliz. Empiezo a gritar líneas

con ellos. Llegan bastante lejos en la canción antes de que la ridiculez se

reintroduzca cuando alguien grita:

—¿Y por qué no me dejas tomar sopa de tortuga?

Skye jadea en ofensa, pero entonces todo el mundo se ríe.

* * *

A las diez en punto la risa no ha cesado. Conseguimos superar la risa y la estupidez

de reírnos por todo. Skye está en el piso extendida sobre mí.

—Mejor te llevo a tu casa, niña —dice—. Es noche de escuela para la menor de

edad.

—¡Voy a pasar la noche en tu casa! —grito.

—¿Lo harás?

—Eso es lo que mi mensaje me dijo, así que debe ser verdad.

—¡Hurra! Fiesta de pijamas.

—Deberíamos arrojar papel higiénico en la casa de alguien —digo.

—Sí. Deberíamos arrojar papel higiénico en la casa de alguien. ¿De quién?

—No sé. —Entonces levanto la mano como si ella fuese una maestra—. ¡La de

Xander!

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Se ríe.

—¿Quién quiere arrojar papel higiénico en casa de Xander? —Los chicos solo nos

miran y se quejan.

—No los necesitamos. —Estoy de pie—. Vámonos.

Skye se adelanta, pero justo cuando abro la puerta, tiran hacia atrás de mi brazo.

Giro y planto mi cara contra el pecho de Mason. Estamos parados junto a la puerta

en el oscuro pasillo.

Besa mi mejilla.

—Te fuiste sin decir adiós.

Doy un paso atrás y lo miro a los ojos.

—Estoy…

Parpadea duro.

—Tú y Xander, ¿eh?

—Creo que sí.

—¿Estás segura de que encajas?

Sé exactamente lo que quiere decir, pero mientras viene una imagen de Xander a mi

cabeza, asiento.

Se encoge de hombros perezosamente.

—Ya sabes dónde encontrarme. —Con eso desaparece de nuevo en la habitación.

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Capítulo 31 Traducido por IreneRainbow

Corregido por La BoHeMiK

Skye y yo sostenemos dos rollos de papel higiénico cada una y nos quedamos

mirando la verja cerrada de la casa de Xander.

—¿No es demasiado temprano para el papel higiénico? —pregunta Skye—. Ni

siquiera son las diez y media. Las luces de la casa están todas encendidas.

—Nunca es demasiado temprano. La verdadera pregunta es, ¿cómo vamos a entrar?

—Trato de pasar a través de dos rejas de hierro forjado y mi muslo se queda

atascado. Comienzo a reír.

—¿Alguna vez has sido tan irresponsable en tu vida? —pregunta Skye.

—No lo creo.

—Tu lado tonto es divertido. —Skye me toma por las axilas y trata de sacarme. Es

un lío riéndose. Finalmente, me libera y aterrizo sobre ella, ambas cayendo al suelo.

—Vamos a empapelar las rejas de la verja.

—¿Xander va a encontrar esto tan divertido como nosotras? —pregunta.

No tengo idea.

—Por supuesto.

Está oscuro, pero nos las arreglamos para envolver el papel higiénico alrededor de

las rejas. ¿Cuándo ser inmaduro proporcionó tanta diversión? Me toma un minuto

darme cuenta de que puedo ver mi trabajo mejor y otro minuto para darme cuenta

que es porque alguien está portando una linterna. El portador de la linterna se aclara

la garganta.

—Señoritas. ¿Están divirtiéndose?

—Sí, mucho —dice Skye, y las dos nos damos la vuelta hacia un personal de

seguridad que nos da una mirada de desaprobación.

—Qué lindo. Es un guardia de seguridad —dice Skye.

Levanta sus cejas.

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—Un guardia de seguridad que sabe el número de la estación de policía. Vamos a

hablar con el Sr. Spence, ¿de acuerdo?

Esta noticia debería haber introducido algo sombrío a la noche, pero no. Tal vez

porque no parecía real cuando estábamos ahí, sosteniendo papel higiénico en la

oscuridad. Parece mucho más real cuando estamos de pie en el porche con el Sr,

Spence examinándonos. ¿Cómo es que todavía no puedo parar de reír?

—¿Qué le gustaría que haga, señor? —pregunta el guardia de seguridad.

El Sr. Spence me mira de nuevo e inclina su cabeza. Me pregunto si recordará

haberme visto antes. ¿Por qué lo haría? Solo soy un nombre que conoció hace

semanas. Así que cuando dice:

—Caymen, ¿cierto? —La sonrisa desaparece de mi rostro.

Asiento. Por supuesto que me recuerda. Soy el símbolo de la rebelión de su hijo. Soy

la última chica en la tierra que el Sr. Spence aprobaría. Mi nombre y rostro

probablemente están arraigados en su memoria.

—¿Están haciéndole bromas a mi hijo?

Asiento con la cabeza de nuevo.

Se ríe.

—Seré honesto. Ninguno de mis hijos ha sido envuelto en papel higiénico jamás.

¿Así es cómo lo llaman? —Se gira hacia el guardia de seguridad—. Estamos bien,

Bruce. —Luego se gira hacia nosotras y dice—: ¿Por qué no entran, chicas?

Mi pecho se aprieta en pánico cuando miro los rollos de papel que aún están sujetos

en mis manos.

—No. Está bien. Nos iremos ahora. Si nos prestan una bolsa de basura, incluso

limpiaremos el desorden.

Rechaza la sugerencia.

—No. Tenemos personal de mantenimiento para eso. E insisto. Deben venir

adentro.

—Ya es tarde. Nosotras…

—¿Caymen?

La voz de Xander es como una ola de calor instantáneo. Mis mejillas se vuelven

cálidas. Llega a la puerta vestido con un pantalón de pijamas y una camiseta.

Incluso sus pijamas parecen caros. Mira el papel higiénico en mis manos y luego a

Skye y el papel que tiene ella.

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—Fue un desafío —digo abruptamente—. No se suponía que nos atraparían. —Skye

comienza a reír y me uno a ella.

Sus ojos brillan con una carcajada dentro de ellos.

—Entren. Tess hizo chocolate caliente más temprano. Creo que queda un poco.

No estoy segura si se supone que debo saber quién es Tess, pero no pregunto.

Sostener papel higiénico es suficiente humillación por una noche.

—No, gracias. En realidad, ya nos íbamos.

—Insisto —dice.

Skye resopla y estoy bastante segura de que es porque Xander acaba de sonar

exactamente igual a su padre. Puedo decir que está mordiendo su lengua para

dejarme decidir cómo seguirá esto. Miro entre Xander y su padre, que me miran

expectantes con los mismos brazos cruzados, la misma inclinación de cejas. Ver un

parecido tan evidente hace que me pregunte si soy un poco como mi padre. Puedo

lucir como mi mamá, pero no soy como ella.

—Está bien, pero solo por un minuto. Es tarde. Y sinceramente, no quisimos

importunar.

* * *

La cocina es enorme. Encimeras de mármol en un tono neutro. Una enorme isla. El

refrigerador es más grande que cualquiera que haya visto en una casa. Casi parece

un congelador de supermercado.

Su padre nos sigue a la cocina.

—Tess se fue por la noche, pero estoy seguro de que ustedes chicos pueden encontrar

lo que busquen.

Tess debe ser la cocinera.

—Buenas noches, Alexander, no tarden demasiado —dice y luego se va.

Xander va hacia la cocina, donde hay una tetera y la recoge.

—Está vacía.

—Estamos bien.

—No, yo me encargo. Creo que hay cosas en polvo en algún lugar por aquí. —Mira

en las alacenas. Obviamente no va a parar hasta que estemos bebiendo chocolate

caliente, así que me acerco a la cocina y agarro la tetera, la lleno de agua, y luego

miro los botones. Skye se acerca para ayudarme a descifrarlos. Después de encender

varios y apretar algunos botones, obtenemos una llama en una de las hornillas.

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Xander sigue buscando el chocolate caliente. Se ve como un extraño en su propia

cocina, abriendo puertas de las que obviamente no tiene idea que hay detrás.

Finalmente arrebata el contenido de una de las alacenas con un fuerte: “Ajá”.

—¿Alguna vez en tu vida has mirado dentro de esas alacenas? —pregunto.

—Por supuesto.

—Entonces, vamos a jugar un juego. Skye nombrara una pieza de la cocina. Quien

la encuentre primero, gana.

—¿Gana qué?

—El derecho de fanfarronear.

—Esta es mi casa. Creo que ganaré.

—Pruébalo, niño rico. Tess no está aquí para preparar tu biberón.

—Oh, eres tan cruel.

Sonrío. Sé mi camino alrededor de una cocina. Y si una cocinera la configuró, sería

inteligente y práctica. Utensilios de cocina junto a la estufa, vasos por el fregadero.

Tengo esto. Asiento con la cabeza a Skye.

Sonríe.

—Está bien. Empezaremos con algo fácil. Espátula.

Xander corre a la isla y comienza a desgarrar a través de los cajones. Me acerco a la

cocina y abro los cajones a cada lado de ella. A la derecha encuentro la espátula y

me volteo sosteniéndola.

—Primera ronda para Caymen —dice Skye, y Xander voltea su cabeza para verme.

Gruñe.

—Está bien. Segunda pieza. Tazón para cereal.

Doy un gruñido de indignación.

—No es justo. Sabías que él sabría donde está. —Y claro que lo sabe. En el cajón al

lado de la despensa.

—Desempate —dice Skye en voz alta—. Búsquenme un colador.

Me río de la expresión en el rostro de Xander. Es una mirada que dice: Ni siquiera sé

qué es eso. Corro hacia el fregadero. Estará ahí debajo de uno de los cajones. Cuando

alcanzo uno, un par de manos toman mi cintura y me jalan hacia atrás. Luego se

coloca frente a mí y da un tirón al cajón al que yo iba a ir. Me sacudo hacia delante y

me coloco a su lado, tratando de moverlo con mi cuerpo.

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—Tramposa —dice.

—¿Yo? Tú eres el tramposo. —Está firmemente parado. No puedo empujarlo y está

buscando entre los estantes.

—Es como un tazón con agujeros —dice Skye en voz alta.

—Mi propia mejor amiga está en mi contra. —Envuelvo mis brazos alrededor de la

cintura de Xander y trato de tirar de él hacia atrás. La tetera silba sobre la cocina y

Skye la saca.

—¡Lo tengo! —Xander sostiene el colador en el aire. Salto y trato de agarrarlo, pero

lo mantiene fuera de mi alcance. Cuando trato de tirar de su mano, pone su brazo

libre alrededor de mi hombro, sujetándome contra su pecho.

—Y el ganador es Xander.

—¡Tramposos! ¡Los dos!

Se aclara la garganta.

—Me gustaría dedicar esta victoria a mi conocimiento supremo de la distribución de

la cocina y los utensilios de ella que he usado en muchas ocasiones. Si no fuera

por… —Se detiene a mitad de la frase y entonces dice—: Oh, hola, mamá.

Inmediatamente libero mis manos que estaban contra el pecho de Xander y trato de

liberarme de su agarre. Coloca el colador en el mostrador y me asegura con ambos

brazos.

—Mamá, esta es Caymen Meyers y ella es su amiga Skye.

Vuelvo la cabeza hacia ella, porque mi cuerpo todavía está atrapado en las garras de

Xander. Tengo miedo de lo que voy a ver en su rostro. Temerosa de que este será el

momento en que por fin encuentro resistencia a esta relación. Pero tiene una mirada

agradable en su rostro demasiado-joven-para-ser-la-madre-de-Xander. Su cabello es

rubio. Sus ojos son azules. Ahora veo de dónde obtuvo Lucas su aspecto. Xander no

heredó nada de su madre. Pero entonces ella sonríe, quizá porque comienzo a luchar

contra Xander, y veo que heredó su mejor característica de ella.

—Encantada de conocerlas, chicas. Caymen, he oído mucho sobre ti.

—Hola, Sra. Spence. Su hijo no me deja ir porque es un tramposo; pero es bueno

conocerla.

Xander me libera, y me alejo unos pasos de él, tratando de mantener para mí misma

la explosión de vértigo.

La Sra. Spence recoge un rollo de papel higiénico en el mostrador y arruga su nariz.

—Pregúntale a Caymen sobre eso —dice Xander.

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Genial, ¿ahora tengo que explicarle a su madre sobre mi vandalismo?

—Su hijo me llamó por una emergencia de papel higiénico. Corrí enseguida.

Se ve confundida, por lo que Xander dice:

—Está bromeando, mamá.

—Ah, sí. El humor ácido del que me hablaste.

Caray, ¿cuánto hablaron de mí?

—Bueno, me alegro que hayas conseguido que mi serio muchacho se riera. —Me

aprieta un brazo y entonces acaricia la mejilla de Xander—. Me voy a la cama.

Espero verte otra vez, Caymen.

—Buenas noches, mamá. —Después de que su mamá se va, Xander se mueve hacia

las tazas y pone unas pocas cucharadas de cacao en polvo en cada una y luego vierte

al agua caliente—. Este no es tan bueno como el de Eddie, pero espero que sea

suficiente.

—¿Tienes un baño en alguna parte? —pregunta Skye—. ¿O diez?

Él sonríe.

—El más cercano está atravesando ese arco. La primera puerta a la derecha.

—Gracias.

Se va y ahora solo somos Xander y yo de pie lado a lado en el mostrador. Su cadera

presiona la mía cuando cuando busca una cuchara. Entonces nuestras manos se

rozan cuando estamos llegando a la misma taza. Ambos las retiramos.

—Adelante —decimos al mismo tiempo y luego reímos. Toma un sorbo de

chocolate caliente y luego desliza la taza hacia mí.

La totalidad de las partes de nuestros cuerpos están en contacto —hombros, codos,

caderas, muslos— todo el camino hasta los pies. Puedo sentir cada pequeño

movimiento que hace.

—Me estás matando —dice, sin aliento.

—Lo siento. —Retrocedo un paso, y me agarra por el codo y me mueve para

enfrentarlo. Ahora toda la parte delantera de nuestros cuerpos se están tocando.

Tomo una bocanada de aire mientras el calor se derrama en mí. Me mueve hacia el

mostrador. Su palma está presionando mi espalda baja y se siente como si pudiera

chamuscar una huella en mi piel.

Estoy mirando tan fuerte como puedo el cuello de su camiseta.

—¿Caymen?

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—¿Sí?

—Te ves aterrorizada. ¿Esto te asusta?

—Más que nada.

—¿Por qué?

—Porque no traje mis mentas.

—Y ahora la respuesta real es…

—Porque estoy asustada de que una vez que me atrapes, el juego terminará. —No

puedo creer que le admití eso en voz alta cuando ni siquiera me lo había admitido a

mí misma. Pero me desafió. Siempre lo hace.

Su dedo recorre mi mejilla y mi corazón golpea en mi caja torácica mientras los

nervios desde mejilla hasta mis brazos se llenan de vida.

—No me di cuenta de que estábamos jugando un juego —dice.

Sonrío. Esa fue la misma línea que había usado durante nuestro segundo encuentro.

Lo miro, y como si eso fuera todo lo que estuviera esperando, sus labios encuentran

los míos. Cuando me tocan, me siento electrificada. Me besa suavemente, sus labios

tan cálidos como sus manos.

Justo cuando estoy a punto de entrar en modo de ataque, oigo que Skye se aclara la

garganta y dice:

—Solo voy a tomar mi chocolate caliente y entonces me iré. Traeré tu taza de nuevo

en otro momento.

Me muevo hacia atrás y trato de alejar a Xander, no queriendo ser ruda, pero no se

mueve. Skye me da su sonrisa de así se hace y me doy cuenta de que no está ofendida

en absoluto.

—Le daré un aventón a su casa —dice Xander sin alejar su mirada de mí. Sus ojos

están en llamas. Ambos escuchamos mientras Skye deja la cocina. Entonces me

toma de la cintura y me eleva sobre el mostrador. Envuelvo mis piernas y brazos a su

alrededor, presionando mis labios en los suyos. La acción es más intensa en esta

ocasión. Mi necesidad es más evidente.

Él responde, su lengua encontrando la mía, sus manos moviéndome lo más cerca

posible a él. Xander sabe bien, como a chocolate salado. Dejo que mis manos

exploren su espalda a través de su camiseta. Encuentro su columna vertebral y trazo

cada vértebra. Un torrente de emociones corre por mi cuerpo, y me sorprendo

cuando la que me abruma es la intensa tristeza, la única emoción que he estado

reprimiendo con éxito toda la noche.

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Estoy a pocos minutos de las lágrimas, así que entierro mi cabeza en su cuello, con

la esperanza de suprimirlas. Se congela. Trata de retroceder, probablemente para

poder verme, pero me aferro fuertemente a él. Frota una mano por mi espalda.

—¿Caymen? ¿Qué pasa? Lo siento. ¿Fue demasiado rápido? —Me toma de la

cintura y me desliza fuera del mostrador.

—No. No es eso.

—Lo siento mucho.

—No, no hiciste nada. Este es realmente un mal momento para que comience mi

rechazo. —No estoy segura si entendió lo que he dicho porque mis emociones están

haciendo que mi discurso sea pesado.

—Háblame. ¿Qué pasó?

—¿Podrías sostenerme por un minuto? —Estoy tratando de poner en control mis

emociones antes de tratar de explicarlo.

Debe de darse cuenta que había dejado caer sus manos a los lados porque toma una

profunda respiración y las envuelve nuevamente a mí alrededor. No hay un

milímetro de espacio entre nosotros. Su presencia es la única cosa que me mantiene

centrada mientras que los pensamientos que debería haber estado analizando toda la

noche finalmente salen a la superficie.

¿Qué pasa si mi mamá está embarazada? Tener un bebé nos arruinará. No podemos

permitírnoslo. ¿Y qué tipo de persona es Matthew? ¿Va a huir cuando se entere?

¿Cómo puede mi mamá haber cometido el mismo error dos veces? Si pensé que tenía

un poco de esperanza de dejar la tienda de muñecas y comenzar mi propia vida, esto

lo haría casi imposible.

Una lágrima se escapa y la deslizo rápidamente con la palma de mi mano.

—Me estás asustando, Caymen. ¿Qué pasa?

—Mi mamá.

—¿Está bien? —Suena alarmado.

—Podría estar embarazada.

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Capítulo 32

Traducido por Selene1987

Corregido por beatrix85

Xander maldice bajo su aliento.

—Dios, Caymen, lo siento. —Eso es todo lo que dice por el momento. Sus dedos

crean un rastro en mi espalda: alrededor, abajo, por encima, arriba. Repiten el

mismo patrón una y otra vez—. ¿Cuándo lo descubriste?

—Esta noche. —Suspiro—. O quizás no lo esté. Y deseo con todas mis fuerzas que

no lo esté. Pero si no lo está, significa que otra cosa le pasa y que soy una hija

horrible por pensar siquiera por una décima de segundo que preferiría que fuera

cualquier cosa menos estar embarazada.

Me aleja por los hombros y lo dejo hacerlo. Cuando se encuentran nuestros ojos,

dice:

—¿Qué puedo hacer?

—Haz que todo sea un sueño del que me pueda despertar mañana.

Tira de su labio inferior.

—Siento que me he aprovechado de ti esta noche. Lo siento. Si lo hubiera sabido

nunca hubiera…

—Para —lo interrumpo—. No digas eso. He estado queriendo besarte durante

semanas. Mucho antes de descubrir lo de mi madre, desde que solías acompañarme

a la escuela.

Sus ojos se fijan en mis labios y de nuevo en mis ojos.

—¿Querías besarme?

—“Querer” es la palabra correcta. Quiero besarte. —Me inclino hacia adelante y rozo

mis labios contra los suyos.

Se echa un poco hacia atrás.

—Ahora sería un idiota si nos besáramos. Vamos. Hablemos. —Me lleva por el

vestíbulo de la mano hasta una gran sala de teatro. Varios sillones reclinable están a

distintos niveles de cara hacia una gran pantalla blanca.

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—Wow —digo, dando una vuelta sobre mí—. Aquí es donde tenemos que ver El

Resplandor.

Alza una parte de su boca hacia una media sonrisa, luego se dirige a una estantería

llena de DVDs y saca uno de Jack Nicholson sacando su atemorizante cara a través

de una grieta en la puerta.

—¿La compraste?

—Sí. Dijiste que íbamos a verla así que la compré.

Me siento en un sillón.

—Bueno, ponla, entonces.

Sacude su cabeza.

—No esta noche. Esta noche hablaremos. —Coloca nuevamente la película y se

sienta en un sillón al lado del mío.

—¿Qué estabas haciendo antes de que yo llegara?

—Deja que lo diga nuevamente: esta noche hablaremos de ti.

—¿Podemos llegar a ello primero? No se me dan bien estas cosas.

Asiente.

—Está bien, ¿antes de que llegaras? Veamos, estaba trabajando en una tarea de

historia.

—¿Vas a la Academia Dalton o a Oceanside? —Ambas son escuelas privadas. Estoy

segura que va a una o a la otra.

—Dalton.

—Dalton… ese es el apellido de tu abuela. —Antes de terminar la frase me siento

estúpida por decirlo—. Ah. No es una coincidencia.

Se ríe.

—Gracias, por cierto.

—¿Por qué?

—Por recordarme cómo es ser tratado como una persona normal. Ha pasado mucho

tiempo desde que he estado con alguien que no sabía quién era yo.

Ladeo la cabeza.

—Espera, ¿quién eres?

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Toma mi cabello con una sonrisa.

—Tus padres son muy agradables.

—Cuando consiguen lo que quieren, sí, lo son.

—¿Entonces has estado trabajando en la página web para tu padre?

Deja caer un suspiro.

—Esa es la cosa. Tengo que hacerlo. Lo sé, lo sé, no debería.

Levanto mis manos.

—No he dicho nada.

—Tenía todas estas grandes ideas para la página web para convertirla en algo

refrescante y emocionante y mi padre las descartó todas completamente. Dijo: “No,

sencillo y clásico”.

—Para su clientela probablemente sea mejor.

—¿Qué quieres decir?

—Quiero decir que no es que los adolescentes vayan a reservar habitaciones en sus

hoteles. Son hombres de negocios y personas ricas. Sencillo y clásico les funciona.

Cierra los ojos por un segundo y dice:

—Tienes razón. ¿Por qué no dijo simplemente eso?

—Quizás lo intentó. No escuchas muy bien a tu padre.

—Porque quiere moldearme en su pequeña versión de él y me siento asfixiado. No

soy él.

—¿No es gracioso que no quieras ser nada como tu padre y yo desearía saber si soy

un poquito como el mío?

—Lo siento. Estoy siendo insensible.

Toco su hombro.

—No, no lo eres. Entiendo lo que dices. No quieres que tu padre te defina. Sobre

todo cuando por fuera eres muy similar a él. Pero no eres él. Siempre serás diferente.

—Siempre serás increíble. ¿Por qué aún es tan difícil decir esa última frase en voz alta?

Toma mi mano con la suya y recorre su pulgar por la palma.

—Tu padre estaría muy orgulloso de ti. De quien eres.

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Toda mi garganta se cierra con su comentario y mis ojos se llenan de lágrimas. Las

mantengo a raya, pero me sorprende la fuerte reacción. Por lo mucho que necesitaba

que alguien dijera eso.

—Vive en Nueva York. Es un abogado importante.

—¿Lo has buscado?

—Tuve que hacerlo. Puede que necesite un riñón algún día.

Se ríe.

—Cuando tenía doce años leí una historia sobre un chico que no había visto a su

padre en años y luego acabó teniendo cáncer. Su padre tenía la médula ósea

compatible. Le salvó la vida.

Xander se queda mirándome tanto tiempo que empiezo a sentirme incómoda.

—No tienes que estar en tu lecho de muerte para contactar con tu padre, sabes.

Me froto el antebrazo.

—Se alejó de mi madre.

Asiente lentamente.

—¿Sientes que querer verlo significa traicionar a tu madre?

Miro hacia arriba a la luz pero se escapa otra lágrima.

—La dejó.

—Su relación con él no tiene que definir la de ustedes.

—Me dejó a mí también.

—Lo siento. —Recorre sus nudillos sobre mi mejilla—. ¿Y qué pasa con tu madre?

¿Por qué es tan devastador su posible embarazo?

—¿Crees que estoy reaccionando exageradamente?

—No dije eso en absoluto. Sé que estaría molesto si fuera mi madre. Simplemente

no quiero proyectar mis razones en ti. Dime lo que está pasando por tu cabeza.

—Estoy enfadada y dolida y avergonzada todo junto en un lío emocional.

Simplemente no creo que hiciera esto de nuevo. —Alzo las rodillas a la silla y me

giro para verlo—. Me siento culpable y egoísta por desear que no exista una persona,

pero no quiero que esto cambie.

—Superarás esos sentimientos. Te derretirás cuando sostengas al bebé en tus brazos.

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—No, no lo haré. No me gustan los niños y no le gusto a los niños. Llegamos a este

consenso general hace tiempo.

Sonríe.

—Bueno, al menos tienes mucho tiempo para hacerte a la idea.

—Si es verdad. —Suspiro y cierro mis ojos.

Su pulgar hace pequeños círculos en la palma de mi mano.

—Es tan lindo tenerte aquí. En mi casa. Deberías venir todos los días.

Río.

—Soy mejor en pequeñas dosis. Hablando de eso, probablemente debería irme.

Tenemos escuela mañana.

—De ninguna manera. Tienes que quedarte al menos otra hora. —Me empuja hacia

la silla con él—. Gracias por hablar conmigo. Sé que es difícil para ti.

Descanso mi frente sobre la suya.

—Gracias por escuchar.

—¿Aún está pendiente lo de mañana por la noche?

¿Mañana por la noche? ¡Oh! La noche de las carreras. Supuestamente mi madre va a

una reunión de negocios. De ninguna manera me perdería eso ahora.

—Aún está pendiente.

—¿Y qué pasa con esta noche? —pregunta, rodeando sus brazos fuertemente a mi

alrededor.

Mi estómago parece volar sin mí.

—¿Qué pasa con esta noche?

—¿Qué deberíamos hacer la próxima hora?

Finjo considerarlo.

—¿Trabajar en tu página web?

—Já já.

Pongo mi cara seria, lo que es difícil teniendo en cuenta la sonrisa que quiere estar

permanentemente ahí.

—No, de verdad, deberías terminarla.

Echa la cabeza a un lado, estudiando mi cara.

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—¿Lo dices en serio?

—No —digo contra sus labios.

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Capítulo 33 Traducido por Anelynn*

Corregido por LulaaMaddox

Abro la puerta de la tienda mientras sujeto la campana para que no suene y jalo a

Xander adentro.

—¿Qué demo…?

—Shh. —Escucho por varios latidos para asegurarme de que mi mamá no volvía a

entrar por la puerta trasera. Recién se fue… tarde. Le había dicho a Xander que

viniera a las seis treinta, toda una media hora después de que se suponía que ella se

hubiera ido, pero mientras los minutos sonaban me di cuenta que sería una escapada

por los pelos. De hecho funcionaba de mejor manera porque ahora podemos

seguirla. Antes, solo estaba pensando que tendríamos que encontrarla.

Cuando finalmente tomo una respiración y levanto la vista hacia Xander, me está

mirando en la habitación oscura. Tengo una mano en su pecho y lo tengo

presionado contra la pared justo dentro de la tienda. Mi aliento vacila.

Su aliento no debería oler ya tan familiar. Dejo que me inunde, cerrando mis ojos.

Entonces siento sus labios rozar contra los míos. Quiero perderme en su beso pero sé

que no tenemos tiempo.

—Vamos. —Agarro la parte frontal de su camisa, lo jalo hacia la puerta trasera,

entonces la entreabro. Luigi está a una cuadra detrás de nosotros, y veo a mi mamá

en la esquina en donde termina el callejón.

—Caymen —dice Xander detrás de mí—. ¿Puedes decirme qué estamos haciendo?

—Un poco de trabajo de detectives. Investigadores privados o algo. —Meto la mano

en mi bolsillo trasero y saco unas fotos que le había tomado a Matthew con la

cámara de Xander. Las había impreso. La calidad es realmente mala ya que nuestra

impresora es vieja, pero la imagen es lo suficientemente clara.

—¿Qué estoy viendo?

Me deslizo afuera y me sigue.

—Necesito averiguar todo lo que sea necesario saber sobre ese tipo.

—Bueno… ¿Qué sabemos hasta ahora?

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—Nada.

Aclara su garganta.

—¿La señorita Observadora Científica no tiene hechos concretos?

—Tengo un presentimiento. —Que si mi mamá está embarazada necesito saber todo

lo que pueda sobre el potencial padre.

—¿Los presentimientos prueban teorías ahora?

—Cállate.

Se ríe y agarra mi mano. Me sorprende y debo saltar porque la aprieta con una

risotada. Es raro sostener su mano. Pienso sobre la foto de él y Sadie que vi en la

revista sosteniéndose sus manos y me pregunto si alguien está esperando en las

sombras ahora para tomar una foto de nosotros.

Como si leyera mi mente dice:

—Nos mudamos aquí para salir de los reflectores. Los Ángeles es horrible. No

teníamos privacidad en absoluto.

Asiento, sin estar segura de cuál es la repuesta apropiada para eso.

—Pero considerando que esto no es exactamente la próspera metrópolis de

California y lo extendido que está nuestro negocio, viajamos mucho. Mi padre me

arrastra con él en algunas ocasiones. Como mañana. Tengo que ir a Florida hasta el

viernes y luego tengo el evento de beneficencia el sábado.

No está pidiendo mi permiso… ¿o sí? Solo me lo está diciendo porque… ¿por qué?

¿Estamos juntos ahora?

—Supongo que mi punto es, ¿cuándo te puedo ver otra vez?

—Oh. ¿La siguiente semana?

—¿Me apuntarás en el gran calendario?

—No lo sé. Podría estar completamente lleno. Mi súper ocupada vida y yo

tendremos que revisarlo.

Cuando rodeamos la esquina puedo ver el toldo rojo y blanco del restaurante

italiano de Luigi… y la espalda de mi mamá mientras cierra la puerta detrás de ella.

Mmm. No se suponía que pasara eso. Se suponía que iba a encontrarse con el alto,

oscuro y espeluznante.

—¿Ahora qué? —pregunta Xander.

—Esperamos. —Camino hacia un pequeño parche de césped en la esquina de la

cuadra que nos da una buena vista del Luigi pero no de la completa vista de la

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ventana. Me siento—. ¿Preocupado de arruinar tus vaqueros? —pregunto cuándo

duda—. No está mojado.

—No… es solo que… ¿estamos espiando a tu mamá? —Se sienta junto a mí.

—Sí —admito encogiéndome.

—Caymen, sé que estás molesta, pero ¿es esta realmente la manera correcta de

proceder?

Señalo las fotos que aún está sujetando.

—Necesito saber sobre él.

Hojea las fotos otra vez.

—¿Este es él? El padre de… —Ni siquiera puede terminar la oración. Es como si

estuviera tan avergonzado como yo. Me pregunto si alguna vez conoció a alguien

que se haya embarazado fuera del matrimonio.

—Sí. —Me reclino sobre las palmas de mis manos.

Asiente una vez cuando mira alrededor.

—¿Cuánto tiempo vamos a esperar aquí?

Miro hacia el Luigi.

—No lo sé. —Tal vez va a ir a ver a Matthew después de la reunión. Tomo las fotos

que todavía está sujetando y las hojeo otra vez.

—¿Crees que la hago de bien de detective?

—¿Qué?

—Esta noche. Tu “profesión nocturna”. —De hecho hace las comillas en el aire y se

las arregla para hacerlas parecer de alguna manera elegantes—. Eso es lo que dijiste

que era esta noche, ¿verdad? Se supone que me encuentres opciones apropiadas para

explorar. ¿Crees que el trabajo de detective sea algo en lo que sería bueno?

—Sí. Por supuesto.

—¿Es porque soy tan bueno con las observaciones y leyendo las pistas e

interpretando las señales? —Agarra el césped, jalando unas hojas. Se ve tan herido.

Mi luz de advertencia se apaga, diciéndome que retroceda, que arregle esto; que le

diga: “No, era sobre mí y mi mamá y solo necesitaba de tu ayuda”. Abro mi boca,

pero es muy tarde.

Se pone de pie y se sacude las manos, entonces me extiende la mano.

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—Te acompañaré de regreso.

—Me voy a quedar.

—De acuerdo. —Comienza a alejarse.

—Lo siento —digo detrás de él. Se detiene—. He estado tan absorta en mí misma y

patética. Has hecho todas estas asombrosas cosas por mí y yo no he hecho nada por

ti. Te lleve a excavar una tumba. Tú me llevaste a la UNLV.

Se da la vuelta para mirarme.

Señalo hacia la calle.

—Iba a llevarte a Eddie’s. Nos iba a enseñar cómo hacer sus famosos panecillos y a

decirnos cómo empezó su negocio y esas cosas. Pensé que podría gustarte porque

amas la comida y podría verte tener tu propio restaurante o algo. Pero entonces esto

pasó y…

Cierra la distancia entre nosotros, toma mi cara en sus manos, y me besa.

No puedo respirar por un momento, y entonces todo lo que quiero es respirarlo.

Comer, dormir y beber de Xander Spence. No puedo tener suficiente. No sé cómo

existí sin él porque su energía se siente como mi fuerza de apoyo en este momento.

Se aleja un poco y tomo un trago de aire. Me reclino en el césped porque mis huesos

ya no pueden sostenerme. Se tumba junto a mí, apoyándose sobre su codo.

—Compré un vestido —digo en mi estado de felicidad.

—Um… qué emocionante.

—Si quieres puedo ir al evento de beneficencia contigo el sábado.

—¿Sí? —Sacude su cabeza—. Me encantaría que fueras al evento de beneficencia.

Pensé que estabas mortalmente en contra de él. Sí. Ven. —Me besa otra vez y río

contra sus labios. Entierro mis dedos en el cabello en la parte posterior de su cuello.

Aprieta mi costado y río otra vez.

No oí ningunas pisadas o el tintineo de las llaves. Todo lo que oigo es a alguien

aclararse su garganta. Me siento demasiado rápido y la sangre sube rápidamente a

mi cabeza, causando que los bordes de mi visión se vean borrosos por un momento.

Pero borrosos o no, todavía puedo ver la cara de mi mamá mirando abajo hacia

nosotros, completamente furiosa.

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Capítulo 34 Traducido por Ana Cr

Corregido por Jut

Por alguna razón me río. Quizás porque aún no podía controlar el feliz palpitar de

mi corazón. Quizás porque aún estoy molesta con mi mamá por todos los secretos

que ha estado ocultando que el verla molesta conmigo me trae algo de satisfacción.

O quizás porque no tengo idea de qué decir. Cualquiera fuera el caso, una risa suena

graciosa en esta noche aburrida.

—Hola.

Mira a Xander, comenzando por su recién cortado cabello y terminando en sus caros

zapatos. Entonces su despectiva mirada está de vuelta en mí.

—Te veré en casa. —Y tras decir eso se marcha. Me muerdo los labios para evitar

reírme. Cuando da la vuelta de la esquina me recuesto y jalo a Xander junto a mí.

Lo beso pero se resiste.

—Caymen, espera.

—¿Qué?

—¿No sabe sobre nosotros?

—Sabías eso.

—No. No lo sabía. Pensé que tras presentarme con ella le dirías.

Me siento terrible. Eso era exactamente lo que se suponía debía hacer. Lo que iba a

obligarme a hacer a mí misma antes del condenado mensaje de la contestadora.

—¿Por qué pensarías eso? Pretendí que no te conocía.

—Pensé que estabas bromeando. Pensé…

No estoy haciéndolo bien esta noche en la categoría de Hacer Sentir Especial a

Xander. Recorro mis dedos hacia su muñeca y entonces junto nuestras palmas.

—Lo siento. Mi mamá tiene una historia que la ha agotado un poco. Y estaba a

punto de decirle cuando todo sucedió. Le diré.

—Creo que ya lo hiciste.

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Me río nuevamente.

Una esquina de su boca se levanta en una media sonrisa.

—¿Eddie’s está abierto ahora? Vayamos a comer.

* * *

Xander se recuesta sobre su auto, lamiendo los restos de panecillo de sus dedos.

—No sabía que tenías tanta preferencia con Eddie. Todo el tocar-la-puerta-trasera-

después-de-cerrado. Pudiste habérmelo dicho hace meses.

—No comparto las pocas ventajas que tengo. —Tiro la bolsa de papel vacía en uno

de los contenedores de basura alineados en la calle. Cuando me giro a encararlo, me

atrae hacia él. Dejo escapar un grito de sorpresa.

Entierra su rostro en la curva de mi cuello.

—Debería irme. Mi madre está esperando pacientemente para gritarme. Será mejor

terminar con ello.

—¿Estará de acuerdo con esto? ¿Con nosotros? —Su voz suena apagada contra mi

cuello.

Trazo patrones en su cabello con mis dedos y sonrío.

—Estará bien en cuanto te conozca. Es decir, ¿cómo no podría caerle bien Xander

Spence?

—Eso es verdad. —Me besa una vez y entonces me deja ir.

Comienzo a alejarme y entonces me doy vuelta. Está recostado sobre su auto

observándome ir, una dulce sonrisa en su rostro. Tropiezo, pero recupero el

equilibrio con una sonrisa.

—Diviértete en Florida.

* * *

La tienda de muñecas está oscura, pero las escaleras traseras están encendidas.

Tomo un profundo respiro y las subo lentamente, nada preparada para enfrentarme

a la ira que vi consumiéndose en los ojos de mi madre. Estoy demasiado feliz. No

quiero que mi madre arruine esta adrenalina post-beso en la que me encuentro.

Quizás ya estará dormida. Tal vez esto se le olvidaría. Me río de mí misma. Eso

nunca pasará.

La puerta rechina mientras la abro. Casi puedo sentir la tensión colgando en el aire

esperando a explotar. Mi madre está sentada rígida en la mesa de la cocina. La

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habitación está sombría; solo las luces debajo del gabinete brillan sobre la encimera.

Enciendo una luz.

—¿Cuánto tiempo? —Es la primera cosa que dice.

—Un par de meses.

—¿Es el chico con el que has estado saliendo?

—Sí.

—¿Qué hay de Mason? Pensé que tú y Mason…

Niego con la cabeza.

—¿Dónde lo conociste?

Sé que ya no estaba hablando de Mason. Ahora habla de Xander.

—Aquí.

—Lo conociste aquí. —Señala hacia el piso.

—No, de hecho fue aquí abajo —digo, señalando a la puerta. Quizás ahora no es un

buen momento para bromear porque su rostro se endurece.

—Sabes que los Dalton son… —Es como si ella ni siquiera pudiera pronunciar la

palabra.

—¿Súper ricos? Sí, lo sé.

—Caymen… —Deja escapar un largo suspiro.

—¿Cuál es el problema? Nos gustamos.

—La gente como él no termina con gente como nosotros.

Suspiro.

—Mamá, por favor. No estamos en el siglo dieciocho.

Se ríe de manera irónica.

—Entre más rico eres, más lento progresa el tiempo.

Doy un falso jadeo.

—¿Estás diciendo que él tendrá diecisiete por siempre?

—Caymen, esto no es una broma. —Pasa la mano por su rostro—. ¿Qué pensará la

Sra. Dalton?

Miro a su ahora apretado puño, mi estado de euforia finalmente se ha ido.

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—¿Qué tiene que ver la Sra. Dalton?

—Conociste a su nieto en la tienda. Pensará que no somos profesionales.

—Creo que le agrado a la Sra. Dalton.

—A ella le agradas como la chica que la ayuda, no como la chica que está saliendo

con su nieto.

Parpadeo, las palabras atrapadas en mi boca. Parece como si mi madre hubiera

dicho, “La familia de Xander no pensará que eres suficiente para él, ¿y sabes qué?

No lo eres”.

—Sabías que a mí no me gustaría que lo vieras, por eso me mentiste acerca de quién

era él en primer lugar.

No puedo creer que mi mamá, que ha estado guardando tantos secretos, tenga las

agallas de estar regañándome ahora.

—Mamá, estás siendo ridícula. Nos divertimos juntos. ¿No puedes simplemente

estar feliz por nosotros?

—Eso es todo lo que es para él, sin embargo. Diversión. ¿No lo ves? Eres solo algo

de diversión para él, Caymen, algo diferente, hasta que esté listo para una relación

seria.

—Espera, ¿te doy la impresión de que quiero que me proponga matrimonio? Iba a

esperar al menos otras tres semanas antes de preguntarle sobre ello.

Ignora por completo mi sarcasmo.

—Se está divirtiendo. Es emocionante: salir con la chica que vive arriba de la casa de

muñecas. Una aventura. Pero no se lo está tomando en serio. Te romperá el

corazón.

—Wow, no es de extrañar que mi papá nunca vino a verme.

—¡Tu padre nunca quiso verte! Ese es mi punto Caymen. ¿No lo entiendes? Nos

dejó.

Estoy respirando fuertemente, mi pecho subiendo y bajando en largos movimientos

y aun así siento como si el oxígeno no llegara a mis pulmones.

—Genial. ¿Piensas que puedo chantajearlo? ¿Llegar a su trabajo, gritando “Papá”?

¿Cómo Will Ferrell en El Duende?

—Caymen, bromear sobre ello no ayudará a que ambas nos sintamos mejor.

Siento como si alguien estuviera apretando mi corazón en su puño.

—El Duende no es material de broma. Esa película es un clásico.

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Mi madre suspira fuertemente.

—Estoy aquí por si quieres hablar sobre cómo te sientes en realidad. Y no puedo

detenerte de ver a Xander, pero si confías en mi juicio o te importa mi opinión, no lo

harás.

No quiere saber cómo me siento en realidad. Solo quiere que deje de ver a Xander.

—Tu opinión ha sido anotada. —Abandono la habitación esperando poder respirar

otra vez pronto.

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Capítulo 35 Traducido por Celemg

Corregido por ☽♏єl

El sábado espero afuera de la tienda. Mi mamá y yo apenas nos saludamos esta

semana, y no quiero que use esta ocasión como una excusa para replantear sus

horribles opiniones sobre Xander, por lo que estoy interceptando esa posibilidad. Me

muevo incómodamente en mis tacones (que realmente son de Skye). No uso tacones

a menudo. Pero hay sacrificios que estoy dispuesta a hacer por Xander, y

aparentemente puedo añadir “tacones” a la creciente lista… justo después de

“relación con mi madre”.

Aparece en un elegante auto deportivo negro y muerdo mi labio. Había estado

bromeando acerca de él teniendo más de un auto. ¿Por qué tiene que encajar tanto

en ciertos estereotipos y desatender los otros? Es como si se esforzara en probarle a

mi madre que tenía razón en lo superficial, así tendría que hacer un esfuerzo para

darse cuenta que está equivocada. Ella no va a hacer ese esfuerzo.

Sale del auto, y mi corazón me deja saber que aún le gusta Xander, mucho. Luce

maravilloso en traje. Su cabello está estirado hacia atrás esta noche, haciendo que

luzca mayor de lo que es. Su piel está saludablemente brillante por su viaje a Florida.

—Te extrañé —dice.

—Yo también.

—Luces hermosa.

Aunque el vestido me queda bien me hace auto-consciente, ajustándose en los

lugares correctos. Y el hecho de que lo compré en una tienda de segunda mano no

ayuda. Los vestidos de esta noche van a ser el doble de sofisticados y cien veces más

caros.

—Me siento un fraude.

—¿Por qué? ¿No has ido a miles de fiestas como esta?

—Oh sí, a muchas. —Golpeo su brazo.

—Bueno, eres afortunada. Mi madre me obliga a ir.

—Hace bien en obligarte. Sería un crimen privar al mundo de verte en traje.

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Estira la parte de abajo de su chaqueta.

—¿Te gusta?

—Sí. Mucho.

Envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me acerca, bañándome con el

despliegue de aromas, desde pasta de dientes hasta loción para después de afeitar.

Mis tacones me hacen tambalear un poco, pero me inclino hacia él y encuentro el

equilibrio. Lo abrazo y por un segundo me preocupa que mi mamá esté mirando a

través de la ventana, pero su aroma y sus brazos me recuerdan por lo que estoy

luchando. Esto. Él. Se siente bien tenerlo abrazándome. Todas las cosas que mi

madre dijo sobre él y yo parecen desaparecer en sus brazos.

Besa mi mejilla.

—Hueles bien.

—Tú también.

Mira sobre mi hombro hacia la tienda.

—¿Vamos a entrar?

—No… no. —Lo abrazo fuerte. Desearía poder llevarlo dentro. Desearía que mi

madre lo conociera, lo aceptara como hizo con Mason.

—Bien. —Camina hacia mí al otro lado del auto y abre la puerta del pasajero,

ayudándome a entrar.

Luego se sube también, prende el motor y me da una larga mirada.

—¿Qué anda mal, bebé? —Xander agarra mi mano y la pone en su rodilla.

—¿Es el sobrenombre que usaremos? ¿Bebé?

Sale del estacionamiento y comienza a conducir.

—¿No te gusta?

—Está bien. Aunque me hace pensar en el puerco.

—¿Entonces quisieras cambiarlo?

—Siempre fui partidaria de cariño, mayormente porque no soy dulce por lo que me

provoca risa.

—¿Y “muñeca”?

—¡Ja! Solo si quieres avergonzarme.

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—Está bien. Qué hay de Cambiadora de Tema. Ese te queda bien. —Aprieta mi

mano—. Buen intento, ¿pero qué anda mal… muñeca?

Suspiro.

—Mi madre y yo tuvimos una enorme pelea.

—¿Por mí?

—Qué arrogante. ¿Crees que todo es acerca de ti?

—¿Sobre qué fue?

—Tú.

Sonríe. Amo su sonrisa. No quiero hablar de mi madre. Quiero hablar sobre su

sonrisa o besos. Podría hablar acerca de besar.

—¿Qué es lo que a tu madre le molesta de mí?

—Principalmente que eres rico. Si puedes cambiar eso, mi vida sería mucho más

fácil.

—Trabajaré en eso.

—Gracias. Eres tan complaciente.

—¿Quiere algo diferente para ti?

—¿Qué quieres decir?

—¿Diferente a su pasado?

—Cierto. Básicamente no quiere que conozca a un chico rico, quede embarazada y

que el chico rico huya.

—¿Atribuye eso a su dinero?

—Lo sé, es ridículo.

—¿Entonces por eso empezó toda la cosa de vivir encima de la tienda de muñecas?

Pienso acerca de cómo los padres de mi padre le dieron el dinero para empezar con

la tienda de muñecas.

—En realidad, sí.

—Entonces, un momento, ¿has vivido allí toda tu vida?

—Sí.

—Vaya, ella es extrema.

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¿Qué tiene que ver lo “extremo” con vivir sobre la tienda de muñecas?

—Supongo, de algún modo.

—Creí que mi madre lo era, pero la tuya se gana el premio.

* * *

El salón de baile del hotel es la habitación más hermosa que jamás he visto en la

vida real: grandes candelabros, pisos de cerámica de diseño, delgadas cortinas de

seda. Xander me conduce hacia la mesa al frente y tomo una respiración profunda.

¿Cuál fue el estúpido consejo que me dio Henry antes de que conociera a Mason?

Oh sí, ser yo misma. No estaba segura de que eso funcionara aquí. Quizás pueda ser

alguien más esta noche.

Entonces veo a la Sra. Dalton, y quiero correr y esconderme. En cualquier otro

momento y en cualquier otra situación, su presencia me hubiera aliviado, pero

después de lo que dijo mi madre, mi mano se siente caliente en la de Xander, como

si un reflector estuviera siendo dirigido hacia nuestras dedos entrelazados.

La miro por mucho tiempo porque nuestros ojos se encuentran. Gotas de sudor caen

en mi frente y las limpio. Ella sonríe y saluda.

—Creo que nos están llamando. —Él me guiña un ojo por la elección de su palabra.

Quiero ser juguetona también, pero estoy muy nerviosa.

—Caymen —dice la Sra. Dalton—, no sabía que venías. Es tan bueno verte. Me

alegra que Alex haya trabajado su encanto en ti.

—Fue difícil, abuela. Esta chica no es fácil de persuadir. —Besa mi mano.

—La mayoría de las cosas valiosas no lo son.

Puede que sea yo, pero esa no suena como la respuesta de alguien que está enojada

por la cita de su nieto.

—Trátala bien o verás. —Apunta a Alex con la advertencia.

—¿No se supone que le digas eso a ella sobre mí? Soy tu nieto, después de todo. —Se

inclina y besa su mejilla y le susurra algo que hace que la Sra. Dalton ría.

—¿Qué le dijiste? —le pregunto después de alejarnos.

—Le dije que eres completamente capaz de dar y llevar a cabo tus propias amenazas,

y que no necesitas guardaespaldas adicionales.

—Es cierto.

—Se supone que me relacione con la gente un rato antes de sentarnos, pero en su

lugar voy a bailar contigo y luego buscaremos nuestra mesa.

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—No.

—¿No quieres bailar conmigo?

—No, quiero decir, seguro, bailaré contigo, pero no elijas la noche especial de tu

mamá para ser un mal hijo. Me culpará a mí.

Se ríe.

—No, no lo hará. Mi madre en realidad había comentado recientemente acerca de lo

más responsable he sido. Te atribuye eso a ti.

—No me di cuenta que estaba siendo una buena influencia para ti, considerando que

he sido la reina de los problemas últimamente. —De acuerdo con mi madre.

—Vamos, están tocando nuestra canción.

Escucho un momento. La banda en vivo del rincón está tocando una pieza clásica, y

como Lucas había mencionado, no había cantante.

—¿Es nuestra canción?

—Bueno, es tu banda, ¿recuerdas? Por lo que en realidad cualquier canción que

toquen es nuestra.

—Muy cierto. —Usar los tacones me da la altura perfecta para acurrucarme contra

su cuello. Desabrocho los tres botones de su chaqueta y deslizo mis manos dentro de

su espalda mientras nos dejamos llevar con algunas otras parejas.

Comienza a asignar ridículas palabras a la canción y a cantarlas mal en mi oído.

—Deberías agarrar un micrófono. La banda te necesita.

—¿Qué? ¿Prefieres la suave voz de Tic?

—Sí.

Se ríe.

—También yo.

Una voz de mujer corta nuestra plática:

—Hola de nuevo, Caymen.

Xander se detiene y se gira.

—Madre. —La abraza.

Luego, ella me sorprende con un abrazo para mí. Su cabello rubio está peinado. Sus

cejas están formadas a la perfección, y debe tener algo inyectado en su piel para

hacerla tan suave.

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—Es bueno ver a mi hijo sonreír tanto. La sonrisa luce bien en él, ¿no lo crees?

—La llamo su arma secreta.

Xander frunce el ceño.

—¿Lo haces?

—Mayormente en mi cabeza, pero a veces a tus espaldas. —Le doy una mirada de

reojo a la Sra. Spence. Estoy siendo yo misma; esperanzada de que a ella no le

moleste mi sarcasmo. Tiene una sonrisa en su cara por lo que creo que estoy a salvo.

Xander me empuja a su lado.

—Oh bueno, solo explica mucho.

—Solo vine para saludarlos. No puedo quedarme. Alguien tiene que poner en

marcha este evento. —Entonces arrastra una mano hacia abajo en mi hombro—.

Pero hablaremos después, tú y yo. Adoraría conocerte mejor.

Asiento y sonrió, aunque quiero decir: “Eso suena como una tortura”.

Mientras se aleja, Xander agarra mi mano y me acerca, dejándose llevar por la

música.

—No espero que recuerdes sus nombres, pero déjame señalarte a todos los miembros

de mi familia.

No solo empieza a nombrar varias personas en el salón, si no que les asigna ridículas

historias a cada uno.

—Y esa —dice, apuntando al otro lado de la habitación—, es mi prima Scarlett.

—Ah, la muñeca. —Inclino mi cabeza—. Sí, luce como la muñeca.

—¿Cierto? —Ríe, y es casi como si supiera que estamos hablando de ella porque no

solo mira a Xander, si no que comienza a caminar hacia nosotros.

—Scarlett.

Le da un débil apretón de manos y besa el aire junto a su mejilla.

—Ella es Caymen.

—Hola. He oído mucho de ti.

Le doy a Xander una mirada de reojo. ¿Habla de mí todo el tiempo? ¿Y cuál es la

respuesta apropiada a esa declaración?

—Suena como si Xander necesitara salir más si soy el tema de interés.

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Scarlett me ofrece sonrisa tan amplia como la de su equivalente de muñeca y luego

aprieta el bíceps de Xander.

—¿Viste a quién trajo tu hermano esta noche?

—No, no lo he visto aún. —Xander estira su cuello, obviamente tratando de

localizar la cita de su hermano.

—No lo hagas si puedes evitarlo. Enorme complejo de Cenicienta.

Xander ríe.

—¿En serio? ¿Lucas?

—No me sorprende, teniendo en cuenta a la escuela que va. —Curva sus labios.

¿Xander no le había dicho a nadie en su familia que soy más pobre que la mugre? Si

no lo hizo, ¿no trataría de cubrir lo que dijo Scarlett en lugar de sonar como si

estuviera de acuerdo con eso?

—De todos modos, es bueno conocerte, Caymen, pero Bradley acaba de entrar y

tengo que irme.

Observamos mientras se aleja, y espero que retire lo dicho ahora que ella se ha ido.

Quizás decir que su prima es una completa esnob (que obviamente lo es). Pero no lo

hace. Me ofrece su codo y dice:

—Vamos a sentarnos.

Me conduce hacia Lucas y digo:

—Creí que Scarlett dijo que deberíamos evitarlos.

—No podemos evitarlos toda la noche. Los asientos están asignados y tengo

hambre.

—Caymen —dice Lucas, parándose y dándome un abrazo—. No creí que vinieras

esta noche. ¿Pensaste en darle una oportunidad a lo aburrido después de todo?

—Sí, bueno… —Ni siquiera sé qué decir. Todavía estoy consternada de lo que

Xander y Scarlett dijeron.

Hace un gesto a la chica a su derecha.

—Ella es Leah. —Leah no se pone de pie, pero me sonríe.

—Gusto en conocerte.

Xander saca una silla para mí y me siento aturdida.

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—¿Dónde está Samuel? —pregunta Xander, mirando alrededor. Hay dos tarjetas

con nombre en los dos asientos vacíos.

—Está en camino.

Samuel llega menos de cinco minutos más tarde, y como cuando Lucas y Xander se

vieron en el aeropuerto, Xander y Samuel se abrazan como si no se hubieran visto en

años. Lucas se une. Luego Samuel presenta a su cita e intercambiamos saludos.

—Samuel —dice Xander, poniendo una mano en mi espalda—. Ella es Caymen

Meyers.

—¿La Caymen Meyers? —Sonríe ampliamente y me aturde pensar cuán diferente

lucen los hermanos. Xander definitivamente tiene los rasgos oscuros de su padre y

los otros los suaves, como su madre.

—He oído mucho acerca de ti —dice Samuel.

—Lo siento.

Todos nos sentamos, y Samuel sostiene su copa vacía y hace gestos a un servidor

pasando que lo llena.

—Entonces, Caymen, ¿estás relacionada a los Meyers de la farmacia SCM?

Comienzo a decir no, pero Xander me interrumpe:

—Sí, son sus abuelos. Están en la lista de invitados de esta noche. —Mira

alrededor—. No han llegado aún, pero tan pronto como lleguen voy a obligar a

Caymen a presentarme.

Samuel continúa:

—Mi padre tiene mucho respeto a tu abuelo. Dice que cualquier hombre que puede

encender las ganancias igual que él en tiendas de nivel medio debe ser un genio. Me

gustaría tener el cerebro de un hombre astuto como él para mí.

Estoy muy aturdida para pensar. ¿Es por eso que la familia de Xander ha sido

perfectamente agradable conmigo? ¿Ha estado pretendiendo que soy rica?

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Capítulo 36 Traducido por Gry

Corregido por LulaaMaddox

—No tengo abuelos.

Lucas y Xander se ríen, luego Lucas dice:

—Dice las cosas con una cara tan seria, ¿cómo sabes cuando está bromeando o no,

Xander?

—Siempre está bromeando.

Samuel sonríe y luego dice:

—No me había dado cuenta que los Meyers tenían parientes viviendo por aquí hasta

que Xander me dijo.

Xander asiente.

—No me di cuenta tampoco, pero abu me dijo.

Nada de esto tiene sentido. La Sra. Dalton debe estar confundida. ¿Por qué creía que

estaba relacionada con estos súper ricos Meyers? ¿Solo porque teníamos el mismo

apellido?

Trago con fuerza y exploro las mesas alrededor de nosotros. Entonces observo la

puerta, mirando a la gente que entra. En una forma había estado bromeando sobre

no tener abuelos. Realmente los tengo, dos juegos. Solo que no los conozco. Los

padres de mi mamá la renegaron cuando se embarazó de mí, y los padres de mi papá

le pagaron para mantener su boca cerrada. Tengo los abuelos más perspicaces en

existencia. Meyers es el apellido de mi madre, pero es común. Mi mamá no puede

estar posiblemente relacionada con los Meyers de la farmacia SCM. Es solo una

coincidencia. Contemplo a la Sra. Dalton a través de la habitación. La dulce Sra.

Dalton me sonríe.

Todos en la mesa me están mirando, y me doy cuenta que alguien debe haber hecho

una pregunta. Una mano aprieta mi rodilla y brinco. Miro abajo y sigo el camino de

la mano hasta el hombro de Xander y luego a sus ojos afectados.

—¿Estás bien? —pregunta.

—No… Sí… Solo tengo que usar el baño.

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—Está por aquellas puertas y a la derecha. —Se para y señala, luego besa mi

mejilla—. No escapes por la ventana o algo. Estamos a punto de llegar a la parte

súper aburrida de la fiesta. No quieres perdértelo.

Trato de reírme, pero no sale nada. El cuarto de baño es un bienvenido alivio, y me

encierro en uno de los cubículos y trato de envolver mi cerebro alrededor de lo que

acaba de suceder. Xander cree que soy rica. Cree que vengo de una familia rica. Por

eso su papá no tuvo ningún problema conmigo cuando averiguó mi nombre y sus

hermanos actúan como si fuera su igual. Un sollozo se escapa y lo amortiguo con mi

mano.

—Los muchachos ricos son estúpidos —digo, obligándome a enfadarme porque no

puedo permitirme estar lastimada ahora mismo. Todavía tengo que llegar a casa con

mi dignidad.

Comienzo a dejar el cuarto de baño y casi tengo la puerta en mi nariz cuando se abre

tan rápidamente que apenas soy capaz de moverme del camino.

—Lo siento —dice la muchacha, corriendo por delante de mí. Abre el grifo y

comienza a fregar un punto en su camisa blanca abotonada. Cuando noto su falda

negra me doy cuenta que debe estar en el personal de meseros. Se ve cerca de las

lágrimas.

—¿Estás bien?

—Solo salpiqué vino tinto en mi camisa y no creo que vaya a salir. —Refriega más

fuerte y entonces alcanza el dispensador de jabón—. Mi jefe me hará ir a casa.

—Espera. No uses jabón. Aquí, tengo algo. —Meto la mano en mi bolso y saco una

pequeña botella de solución de peróxido. No tenemos muchas manchas en las

muñecas en nuestra tienda, pero de vez en cuando un pequeño niño de manos

pegajosas o un bebedor de café causarán algún daño. Esta solución es un milagro.

Froto ligeramente en su camisa y luego la seco con una toalla del mostrador—. Ves,

mira esto. Magia.

Lo inspecciona y luego me atrae en un abrazo. Probablemente dándose cuenta que

no debería moler a los invitados, se aparta de mí con una cara roja.

—Lo siento. Es solo que… Muchas gracias.

—Es solo una botella de quitamanchas.

—Bueno, lo aprecio.

—De nada.

Mira abajo a su camisa limpia una última vez.

—Mejor que regrese.

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—Mejor.

Se marcha y me apoyo contra la pared enlozada. Su “crisis" me distrajo durante un

momento, pero no borró lo que me está esperando fuera de la puerta.

Tengo que salir aquí. No puedo afrontar a Xander cuando le diga la verdad. Me

dirijo de vuelta al salón de baile y casi tropiezo con una señora con un audífono en el

pasillo sosteniendo un portapapeles.

Comienzo a andar alrededor de ella, pero luego me detengo.

—¿Es usted la planificadora del evento?

Sonríe como obviamente fue entrenada para hacerlo con los invitados, pero veo las

obvias señales de tensión detrás de sus ojos. Probablemente cree que tengo una

queja.

—¿Sí, puedo ayudarla?

—Xander Spence dijo que mis abuelos están aquí y no puedo encontrarlos. ¿Podría

decirme en que mesa se sientan? Meyers. —Señalo a su portapapeles como si ella no

supiera donde están localizados los arreglos de los asientos.

—Por supuesto. —Hojea las páginas, corre sus dedos sobre una hoja, y luego dice—:

Ah. Aquí están. Mesa treinta. Se la indicaré.

—Gracias.

Siento que camino bajo el agua. Mis piernas se mueven a cámara lenta; mi cabeza

siente presión. Una vez dentro me sostengo contra la pared más cercana y ella me

sigue.

—Están ahí mismo. Ella tiene el top turquesa. ¿La ve?

Sigo la línea de su dedo hacia la señora de turquesa.

—Sí. Allí está. Gracias.

—No hay problema. —La planificadora de eventos se va rápidamente,

probablemente respondiendo a la finita voz que oí gritando en su oído.

Están de espaldas a mí, pero la mujer de turquesa tiene el pelo oscuro hasta el

hombro y el hombre a su lado, de un distinguido plateado. Me quedo en el borde de

la habitación y camino despacio alrededor, esperando el momento cuando veré sus

caras. Finalmente lo hago. Espero a ser golpeada con el reconocimiento inmediato,

con un sentimiento, pero no sucede nada. Un pequeño peso se levanta de mis

hombros.

La mujer alza la vista y encontramos nuestras miradas. Tiene la mirada que añade

dos toneladas de peso de vuelta: reconocimiento. Su boca forma la palabra "Susan".

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Puedo ver eso a través de toda la habitación desde donde estoy de pie. Mi cara

quema al ver el nombre de mi mamá en sus labios.

La Sra. Dalton no estaba confundida. Éstos Meyers son mis abuelos.

La mujer agarra el antebrazo de su marido y él la mira con confusión. No espero a

ver cómo llega esto a su fin. Giro en mis talones para ir directo hasta la puerta, pero

me choco directamente con el pecho de Xander.

—Allí estas. Los aperitivos llegaron a la mesa. Es caviar y galletas con algún tipo de

ensalada griega. ¿Te gusta el caviar?

—No lo sé. Nunca lo he probado antes. —Lo que había dicho más temprano hoy

sobre mi mamá siendo extrema y la cosa de “vivir encima de la tienda de muñecas"

me golpea. Cree que mi mamá ha hecho esto a propósito. Para mostrarme como

vive la otra mitad. Y me estoy dando cuenta que de una forma lo hizo. Mi mamá

creció rica. Por esto sabe mucho más de lo que debería sobre los detalles de la vida

rica. Mi mamá…

Me mintió. Mi vida es una mentira. No. Su vida es una mentira. La mía es verdad.

Estamos quebradas. Estamos viviendo de aliento en aliento. Un poco más de

oxígeno consumido podría ser la ruina de nuestra tienda.

—¿Qué está mal? ¿Qué he hecho? —pregunta Xander.

Debo estar tirando rayos de muerte porque estoy tan enojada.

—Solo te gusté porque pensabas… —Ni siquiera puedo terminar la oración. Estoy

demasiado enojada. No solo con él. Con todo. Con mi mamá, la situación, los

abuelos que ni siquiera conozco—. Tengo que irme.

Giro alrededor a tiempo para ver otra cara familiar allí de pie. Una que no quiero

ver. Robert. Ver su cara me hace lamentar no haber vertido soda en ella la vez

pasada.

Xander agarra mi codo.

—Espera. Háblame.

—No creo que alguna vez tuviera tu nombre —dice Robert.

—Nunca lo di —refunfuño.

—¿Dónde está tu novio esta noche? Mason, ¿verdad? Es un cantante realmente

bueno.

La mano de Xander se aprieta en mi codo.

—Robert, ahora no es un buen momento.

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—Solo la vi en el concierto la semana pasada. No me había dado cuenta de que ella

y Mason estaban juntos.

—No lo estamos —digo.

—¿Qué quieres decir? —Xander deja caer su mano de mi brazo.

—Estaban por todas partes el uno del otro.

—No. No lo estábamos. —Por la esquina de mi ojo veo a mi abuela a punto de

alcanzarnos—. Tengo que irme.

—Caymen. —Los ojos de Xander se ven dolidos, pero estoy dolida también.

Demasiada dolida para pensar. Demasiado dolido para defenderme contra el idiota

de su amigo. Solo necesito marcharme.

Y lo hago.

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Capítulo 37 Traducido por veroonoel

Corregido por Key.

Tengo sentimientos que luchan por mi atención mientras entro a la tienda. Uno es la

extrema cantidad de ira que siento hacia mi madre por mentirme toda mi vida sobre

todo. El otro sentimiento es un intenso corazón roto que me hace querer correr a los

brazos de mi madre y decirle que tenía razón sobre los chicos ricos y necesito que

haga que mi dolor desaparezca.

Está sentada como una estatua detrás de la caja registradora, como si hubiera estado

esperándome. Las luces están apagadas con solo unos pocos estantes brillando. La

expresión de su rostro es casi tan sin vida como las muñecas que la rodean.

—Lo siento —dice—. He sido injusta.

—Estaban allí esta noche —gruño. Mi garganta aún duele.

—¿Quiénes?

—Tus padres.

Shock, seguido de devastación, hace que su cara se arrugue, y apoya su cabeza en el

mostrador delante de ella. Estoy demasiado ocupada sintiendo lástima por mi

misma para sentirme mal por ella. Camino a su lado, subo las escaleras, y voy a mi

cuarto, asegurándome de cerrar la puerta firmemente.

He visto un montón de muñecas rotas en mi vida. Algunas de ellas con daños tan

pequeños como un dedo faltante pero otras con extremidades dislocadas y cráneos

agrietados. Nada de eso se compara con lo rota que me siento ahora. Es mi propia

culpa. Siempre supe que él era parte de una especie totalmente diferente. ¿Por qué

me permití pensar que podía ser parte de eso?

Me cambio de ropa y me pongo una sudadera, luego me acurruco en mi cama y

finalmente dejo que las lágrimas que se han ido acumulando en el interior de mi

cabeza salgan en agitados sollozos.

Hay un pequeño golpe en mi puerta y lo ignoro. No la impide entrar. ¿Por qué lo

haría? Obviamente no tiene ningún respeto por mis sentimientos. Alejo las lágrimas

otra vez y trato de controlar mi respiración. Se sienta en la cama detrás de mí.

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—En realidad no hay una buena explicación de por qué te oculté la identidad de mis

padres. Supongo que tal vez una pequeña parte de mí pensaba que querrías su estilo

de vida. Que no te podría dar lo suficiente e irías a buscarlos por lo que pensabas que

te faltaba.

Si me hubiera dejado sola me lo hubiera guardado, pero el fuego en mi garganta está

listo para escupir.

—¿Por qué los abandonaste? —Me obligo a sentarme—. ¿Qué hicieron?

—Caymen, no. Me echaron. Me renegaron. Siempre fui honesta sobre eso. Pero lo

siento. Realmente lo siento. Podría haber sido más abierta. Estaba enojada y herida

y orgullosa por mis padres. No les di la oportunidad de hacer las paces incluso

cuando habían querido. Solo desaparecí.

—Y me hiciste sentir muy mal por guardar en secreto lo de Xander. Me hiciste sentir

sin valor. Como si la Sra. Dalton y su familia me odiaran.

—Lo siento tanto.

—¿La Sra. Dalton sabe quién eres? No lo entiendo.

—Conoce mi historia, pero no pensé que conociera a mis padres. Debe haber estado

guardando mi secreto todo este tiempo.

—No sé si puedo volver a confiar en ti. Estoy enojada.

—Entiendo. Espero que puedas, pero te entiendo.

—Y Xander. No es perfecto, pero era amable y me trataba bien y ni siquiera quisiste

darle una oportunidad. No es mi papá. Y no soy tú. No voy a quedar embarazada y

huir.

Asiente.

—Lo sé. —Mi mamá agarra su estómago y toma una respiración profunda.

—¿Qué sucede?

—Nada, estoy bien. Solo necesito… —Se pone de pie, se tambalea un poco, y luego

se estabiliza contra la pared.

También me pongo de pie.

—No luces tan bien.

—Debería ir a la cama. —Se tambalea hacia adelante y toma la parte posterior de mi

silla de escritorio.

—Mamá. Algo está mal.

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Se agarra su estómago de nuevo y se apresura fuera de mi habitación.

La sigo directamente hacia el baño, al que llega apenas a tiempo para vomitar en el

lavabo. El lavabo es ahora rojo brillante.

—¡Mamá! ¿Eso es sangre?

Se seca la boca, manchando de sangre su muñeca. Entonces tose.

—¿Esto ha sucedido antes?

Sacude la cabeza de adelante hacia atrás.

—Está bien, vamos a ir al hospital. Ahora.

* * *

Recorro el pasillo, esperando a que el médico me diga lo que está sucediendo. He

estado aquí por dos horas. Cuando finalmente sale me siento al borde del colapso.

Mira a su alrededor y me pregunto que está esperando cuando dice:

—¿Solo tú?

—¿Solo yo? —No entiendo su pregunta.

—¿Hay alguien aquí contigo?

—Oh. No. Solo yo. —Me siento mal. Quizás debería haber llamado a Matthew.

Debería estar aquí. Tiene el derecho de saber. Hago una promesa de encontrar su

número y llamarlo tan pronto como termine de hablar con el médico—. Por favor,

¿mi mamá está bien?

—Está mejor. Le estamos haciendo unas pruebas, tratando de descartar algunas

cosas. Le hemos dado algo para ayudarla a dormir.

—Y um… —No sé cómo decirlo—. ¿El bebé está bien?

—¿Bebé? —Sus ojos se agrandan, y mira su portapapeles—. ¿Te dijo que está

embarazada?

—No. Solo pensé que era una posibilidad.

—No. No lo está. Pero haremos algunas pruebas para verificarlo.

Estoy avergonzada por el pequeño alivio que siento. Sin embargo, no me

avergüenzo por mucho tiempo, porque con esa posibilidad casi por completo

descartada me doy cuenta que significa que algo más serio está mal. La

preocupación que se apodera de mí no da lugar a la vergüenza.

—¿Está enferma? —Me asfixio.

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—Sí, y estamos tratando de descubrir que lo está causando. Hemos descartado

algunas cosas grandes, así que eso es bueno. —Acaricia mi hombro como si eso hará

que lo que está diciendo se sienta mejor—. Sabremos algo pronto.

—¿Puedo verla?

—Está dormida y necesita estar así por ahora. Prometo llamarte tan pronto como

muestre señales de despertarse. —Hace una pausa y mira alrededor de nuevo—.

Realmente no deberías estar sola ahora.

Pero estoy sola. Mi madre es todo lo que tengo.

—No tengo un celular.

—¿A qué numero quieres que te contacte entonces?

Había habido tantos momentos en mi vida en los que estuve molesta por no tener un

celular como cualquier otro adolescente que conozco. Pero ahora, con ganas de

simplemente sentarme en la sala de espera y dormirme en el anticuado sofá, es la

única vez que he sentido que podría morir sin uno. Tal vez debería ir a lo de Skye.

¿Pero si Skye no está allí? Y su casa está diez minutos más lejos que la tienda. Estar

a diez minutos más lejos del hospital no es una opción. Le doy el número de la

tienda y me voy.

Voy de inmediato para allá y subo las escaleras, donde me siento expectante al lado

del teléfono. Esto no va a funcionar. Necesito mantener mi cerebro ocupado.

Siempre hay algo para hacer en el piso de ventas. En todos mis años viviendo en la

tienda de muñecas, nunca había limpiado estantes a la una de la mañana. Para el

momento en que llego a la ventana frontal, los estantes de una pared están brillando

y estoy sudando. Empiezo con otra pared. Hacia la mitad del segundo estante

encuentro la placa del nombre sin una muñeca. Carrie. Busco en los estantes, pero

no está allí. Mi mamá debe haberla vendido hoy y olvidado de colocar la etiqueta del

nombre en el cajón para nuestro próximo pedido.

Aunque no necesitábamos ordenar a Carrie. Es popular: sabía que teníamos al

menos dos de repuesto. Es una bebé durmiente, una recién nacida, con una mirada

pacífica en su rostro. Todo el mundo la ama. Incluso yo pienso que es bastante linda,

lo que es un pequeño milagro, viendo que casi todas las muñecas me espantan.

Voy a la parte de atrás. Tres cajas con “Carrie” escrito en el extremo están lado a

lado en el segundo estante. Ese estante es lo suficientemente bajo como para llegar

sin ayuda así que agarro la caja. Enseguida sé que está vacía por su peso, pero

rebusco en la caja de todas formas, confirmando mi creencia. Agarro la siguiente

caja. Vacía. Bajo cada caja, sin importar el nombre al final. Pronto el suelo está

cubierto de relleno de cajas pero sin una sola muñeca.

Ahora sé cuánto tiempo se demora en bajar toda una pared de cajas y buscar en

ellas. Cuarenta y cinco minutos. Me acuesto en el piso y pongo mi frente en mis

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rodillas. Siempre pensé que alivianaba una gran cantidad de cargas de mi mamá,

hacía más que mi justa parte en la tienda, mantenía este lugar funcionando, pero es

más que obvio que ella los sostenía sola. ¿Por qué mi mamá se cerró con todos?

Estoy haciendo lo mismo.

Agarro el teléfono inalámbrico del estante y marco.

Suena cuatro veces.

—¿Hola? —responde la voz soñolienta.

—Te necesito.

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Capítulo 38 Traducido SOS por Rivery y Helen1

Corregido por Jut

Cuando Skye entra en el almacén jadea.

—¿Qué pasó?

—Hice un lío de todo.

Se sienta en el sofá y da una palmadita en el cojín junto a ella. Me arrastro a su lado

y pongo mi cabeza en su regazo. Juega con mi cabello, trenzando y destrenzando un

mechón.

—Soy una persona horrible. Pensé que preferiría morir antes que tener a mi mamá

embarazada de nuevo. Ahora siento que estoy muriéndome.

—Habla conmigo.

—Mi mamá está enferma. Está en el hospital. No me permitieron quedarme.

—¿Así que no está embarazada?

—No.

—¿Cuál es el tema con Matthew entonces?

—No lo sé. Tal vez solo están saliendo. Debería llamarlo, ¿no? —Me duele la

cabeza—. No tengo su número.

—No te preocupes. Tu mamá va a estar bien. Podrá llamar a Matthew ella misma

mañana.

Asiento.

Pasa la mano por mi cabello un par de veces.

—Entonces, ¿dónde está Xander? ¿Salió a buscarte comida o algo?

Aprieto mis ojos cerrados, sin querer pensar en la otra parte horrible de la noche.

—Se ha ido para siempre.

—¿Qué? ¿Por qué?

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—Creía que yo era rica, Skye. Es la única razón por la que le gustaba.

Tose y ajusta su posición en el sofá.

—Um… sin ánimo de ofender, pero ha estado aquí, ¿no? ¿Por qué habría pensado

alguna vez que eras rica?

—Porque conoce a mis abuelos. Los padres de mi mamá. Y al parecer son de las

personas más ricas de California.

—¿Qué?

—Estaban allí esta noche en el evento de beneficencia.

—Wow. Eso es una locura.

Me obligo a sentarme.

—Es una locura, ¿no? Debería estar enfadada por ello. Con mi mamá. Con Xander.

—¿Estás enfadada con Xander porque tus abuelos son ricos?

—No. Porque esa es la única razón por la que le gustaba.

—¿Eso es lo que dijo?

—Bueno, no. Pero… —Me paso las manos por la cara—. Pero, ¿cómo vamos a

saber con seguridad si es de una forma u otra? Incluso si asegura que habría seguido

saliendo conmigo de cualquier manera, nunca lo sabremos porque él sí lo sabía y

ahora no podemos demostrar nada.

Skye toma mi mano entre las suyas.

—No todo tiene que ser demostrado. Quizá deberías confiar en él.

—¿Y qué pasa con mi madre? ¿Debería confiar en ella también? Porque me mintió

toda mi vida. Y estoy enfadada. Y me siento culpable por estar enfadada porque está

enferma. —Me dejo caer en el sofá de nuevo y miro al techo.

—Lo entiendo. Yo también estaría enfadada. Pero, ¿no crees que tienen derecho a

saber que está enferma?

—¿Quiénes?

—Sus padres.

Asiento. Sé que tiene razón.

—Mañana, ¿llamarás a Xander y conseguirás sus datos para mí?

—¿No quieres hablar con él?

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Presiono las palmas de mis manos sobre mis ojos.

—No. Y por favor no le digas lo que está pasando con mi mamá. Lo último que

necesito es que sienta lástima por mí y venga a verme sin culpabilidad.

—Sí, por supuesto que conseguiré sus datos para ti. —Se desplaza hacia el suelo y

apoya la cabeza junto a la mía en el sofá—. ¿Por qué no intentas dormir? Vigilaré el

teléfono por ti.

—No puedo dormir.

—¿Quieres que venga Henry? Puede tocar su guitarra. Tal vez te distraiga un rato.

—Son las tres y media de la mañana. ¿No crees que está durmiendo?

Mira su teléfono, lo que confirma la hora.

—Probablemente no. Es un ave nocturna.

—Creo que la noche termina a las dos. Debe ser un ave madrugadora.

—¿Por qué la noche termina a las dos?

—No lo sé. Por lo general, es tan tarde como puedo quedarme levantada por lo que

debe ser cuando termina la noche.

Se ríe y manda un mensaje de texto.

—Si responde, está despierto; si no, está dormido.

—Wow, esa es una manera bastante científica de determinar si alguien está despierto

o dormido.

Golpea juguetonamente mi cabeza.

—Me alegro de que no hayas perdido tu sarcasmo.

* * *

En algún momento de la madrugada decido que Henry es un buen chico. Me alegra

que Skye fuera capaz de ver más allá de su nariz puntiaguda. Me quedo dormida con

su tocar de guitarra.

Cuando abro los ojos veo a Skye a través de la habitación al teléfono. Paso de medio

dormida a plenamente consciente en un segundo, saltando del sofá y casi tropezando

con Henry, que está dormido en el suelo. Me ve llegar y agita su mano hacia mí,

sacudiendo su cabeza. Entonces vocaliza “Xander”, y doy la vuelta inmediatamente

y caigo sobre el sofá. Con suerte conseguirá los datos de mis abuelos sin demasiados

problemas, y luego él puede librarse de mí por completo en su vida.

—No —dice Skye—. Está dormida.

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¿Qué hora es de todos modos? Me agacho y giro el reloj de la muñeca de Henry para

poder leerlo. Diez y media de la mañana. Wow. Tuve por lo menos cinco horas de

sueño. ¿Entonces cómo es que aún parece que alguien golpeó mi cara con un bate?

¿Y por qué Skye no cuelga el teléfono todavía? ¿Cuánto tiempo lleva anotar un

número de teléfono y una dirección?

—Xander, por favor —la oigo decir. Es demasiado agradable. Yo habría tenido el

número a estas alturas. Tal vez debería llamar el hospital mientras espero. Busco el

teléfono, pero luego me doy cuenta de que Skye lo tiene. ¿Por qué no usó su celular?

¿Qué pasa si el hospital está intentando llamar en este momento? Mi enfado hacia

Xander vuelve con toda su fuerza

»No —dice Skye con un suspiro que suena demasiado dulce. Estoy a punto de

ponerme de pie y sacarle el teléfono cuando dice—: Gracias. —Y escribe algo en el

papel que está sosteniendo—. Sí. Por supuesto, se lo haré saber. —Cuelga el

teléfono.

—¿Dejarme saber qué?

—Que quería hablar contigo.

—Es bueno saberlo. No quiero hablar con él.

—Lo sé. —Me entrega el papel y luego se pone en cuclillas al lado de Henry,

pasando una mano por su mejilla—. Henry. Despierta.

Le pateo una pierna y se sobresalta despertando.

—A veces hay que ser un poco más contundente, Skye.

Pone los ojos en blanco pero sonríe. Yo digo que debe ser más contundente, pero no

la cambiaría por nada en el mundo.

* * *

Una hora más tarde estoy de pie en el vestíbulo del hospital esperando a que alguien

me ayude. Nadie había llamado, pero después de que Skye tuvo que ir a trabajar y

llamé a los padres de mi madre y les informé, no podía esperar más tiempo.

Finalmente la recepcionista cuelga y dice:

—Está en la habitación trescientos cinco. Tome el ascensor hasta el tercer piso y

alguien le orientará en el ala a partir de ahí, ¿de acuerdo?

—Gracias.

Estoy ansiosa. Solo quiero ver a mi mamá. Si la veo, sé que me sentiré mejor. La

mayor parte de mi ira ha cambiado a preocupación, pero la ira aún perdura allí y

quiero que se vaya. En el momento en que estoy en su habitación y veo su rostro,

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pálido pero tranquilo, doy un suspiro de alivio. Jalo una silla a su lado y me obligo a

tomar su mano.

—Oye, mamá —le susurro. No se mueve.

No sé cuánto tiempo me siento allí, sosteniendo su mano (¿Una hora? ¿Dos?), pero

finalmente el médico entra y hace gestos para que vaya al pasillo.

—Lamento no poder dejarte que la vieras anoche, pero la teníamos en la planta baja

y es mucho más difícil tener visitantes en esas habitaciones porque son compartidas.

Pero la movimos aquí tarde por la noche.

—Entonces, ¿qué está pasando?

—Todavía estamos esperando unas cuantas pruebas más. ¿Tu mamá ha estado muy

cansada últimamente?

—Sí.

Asiente con la cabeza como si lo sospechara.

—Tengo el presentimiento de lo que está pasando, pero lo que vamos a hacer es

poner una cámara en su estómago para que podamos echar un vistazo alrededor. La

ecografía no me mostró mucho, y me gustaría ver más de cerca.

—Bueno. ¿Eso es peligroso?

—No. Es un procedimiento común con un riesgo mínimo que esperamos nos dará

algunas respuestas definitivas.

—¿Lo sabe?

—No se ha despertado todavía. —Debo haber puesto una cara asustada, porque

añade—: Lo que no es motivo de alarma. Le dimos algo para ayudarla a dormir que

debería estar disipándose muy pronto. Luego hablaremos con ella y puedes hablarle,

y si está de acuerdo con eso, planearemos el procedimiento para primera hora de la

mañana.

—¿Puedo quedarme aquí ahora?

—Por supuesto. Como dije, ahora que tiene una habitación privada, eres bienvenida

a quedarte. Puedes incluso dormir en la habitación si lo deseas.

—Sí. Gracias.

Mientras me estoy preparando para volver a entrar en la habitación, veo a mis

abuelos dar vuelta en la esquina. ¿Por qué no está mi mamá despierta para hacer

frente a esto? Estas personas son desconocidas para mí. Me froto los brazos y luego

doy un pequeño saludo.

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—Caymen, ¿verdad? ¿Señora Meyers? ¿La abuela? —dice la mujer.

—Sí. Hola, soy Caymen.

Se cubre la boca por un momento mientras toma un pequeño soplo de aire.

—Te pareces mucho a tu madre a tu edad. —Toca mi mejilla—. Excepto que tienes

los ojos de tu padre. Eres tan bella.

Me muevo de un pie al otro.

El hombre le refunfuña en voz baja y luego me tiende la mano.

—Hola, soy extraño uno y esta es extraño dos. ¿Te sientes incómoda todavía?

Le doy una media sonrisa.

—Lo único que va a hacerla sentirse incómoda es tu retorcido sentido del humor,

Sean. Está bromeando, cariño.

—Lo sé. —¿El sentido del humor puede ser genético? Señalo a la puerta—. Todavía

no está despierta, pero son bienvenidos a verla.

La mujer toma varias respiraciones profundas seguidas por varias más rápidas.

—¿Debo conseguirte un tanque de oxígeno, Vivian, o vas a estar bien? Estoy seguro

de que hay uno extra por ahí.

Lo golpea en el pecho.

—Solo dame un minuto. No he visto a mi hija en diecisiete años, y ahora voy a verla

en una cama de hospital. Tengo que asimilarlo.

—El médico cree que sabe lo que está mal y dijo que va a estar… —Empecé a decir

“bien”, pero luego me doy cuenta de que no había dicho eso. Tal vez no va a estar

bien.

—Caymen —dice Sean—. ¿Me puedes señalar la dirección de este médico? Tengo

algunas preguntas para él.

—Claro. Ese es él, en realidad, hablando con la enfermera.

—Gracias. Sigan adelante sin mí, ustedes dos. La veré en un minuto.

Se va, y Vivian está parada en la puerta, haciendo su respiración rara.

—Debe entrar usted misma. Esperaré aquí por un rato —le digo.

Asiente, pero no se mueve. Sostengo la puerta para ella y se pone en movimiento.

¿Se enojará mi mamá si se despierta para ver a su madre sentada junto a ella?

Después de la forma en que se derrumbó en la tienda de muñecas cuando le dije

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acerca de sus padres anoche, tengo la sensación de que ella ha querido esto desde

hace mucho tiempo.

Mi mirada se desplaza por el pasillo hasta donde Sean está hablando con el doctor.

Me alegro de tener a alguien más a mi lado tratando con las cosas importantes. Si

Sean es tan astuto como Xander y sus hermanos describieron, entonces sé que puede

hacerse cargo de los negocios.

Mis abuelos son ricos. Raro.

Pronto Sean está de vuelta a mi lado.

—¿Cuánto tiempo crees que tiene que trabajar a través de diecisiete años de

problemas? —pregunta, mirando su reloj—. ¿Crees que diez minutos fue el tiempo

suficiente?

Sonrío.

—Mi mamá está dormida, lo que probablemente cortará algo de tiempo.

Respira a través de sus dientes.

—No, Vivian es realmente buena en discutir con ella. —Se vuelve hacia mí—.

Probablemente necesitan más tiempo. ¿Has comido ya?

—¿No quieres verla? No la has visto en diecisiete años.

—No te he visto a ti en diecisiete años tampoco.

Mis ojos arden y se vuelven borrosos, pero soy capaz de retener las lágrimas.

—Tengo un poco de tiempo para compensar, ¿no? ¿Diez minutos serán suficientes?

—Estaba pensando en cinco, pero vamos a ver cómo lo haces.

Sonríe.

—Ah, así que eres mi nieta después de todo.

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Capítulo 39 Traducido por Selene1987

Corregido por Jut

El resto del día lo paso observando a mi madre pasar de pura felicidad a enfado a

lágrimas y a felicidad de nuevo. Es como un ciclo y al médico no le gusta. Nos echa

a todos por la tarde aunque había dicho que me podía quedar por la noche. Pero mi

madre no pelea, lo que me hace darme cuenta de que probablemente necesita el

descanso.

—Eso estuvo bien —dice Sean en el pasillo.

Vivian le lanza una mirada.

—Caymen, vivimos a unas cuantas horas. ¿Crees que podríamos quedarnos contigo

mientras tu madre se está recuperando?

—Podríamos ir a una habitación de hotel si es mucho problema —añade Sean

rápidamente.

—Nuestra casa es muy pequeña. No sé si estarán muy cómodos. Estoy segura que

están acostumbrados a algo más grande.

Sean levanta su mano.

—Piensa que estamos malcriados, Viv. No podemos tener eso.

—Detente —dice Vivian—. Estaremos bien de cualquier manera, cariño. ¿Qué

preferirías tú?

Preferiría que se quedaran en el hotel pero eso suena maleducado, y quizás la

compañía esté bien.

—Pueden quedarse conmigo, está bien.

Mientras caminamos al aparcamiento Sean se aclara la garganta.

—Así que Xander Spence, ¿eh? Es un poco demasiado guapo para mi gusto, pero es

de buena cuna.

—No se trata de tu gusto, gracias a Dios —dice Vivian—. Parece un chico bastante

bueno.

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—No estamos juntos.

—Oh. Simplemente lo asumimos por lo de anoche.

—Las cosas pasan. Está bien. —¿Así que esto es tener abuelos? ¿Más personas que te

dan consejos sobre citas?

Vivian coloca un brazo a mi alrededor.

—No quería decirlo, pero también es demasiado guapo para mi gusto, cariño.

Mi lado automático de defender-a-Xander-a-toda-costa sale y digo:

—Una vez que llegas a conocerlo es… —Me detengo. Ya no necesito defender a

Xander.

Vivian le da un apretón a mi hombro.

—Han sido unas largas veinticuatro horas, ¿no?

—Sí.

* * *

Sé que piensan que el apartamento es pequeño. Sobre todo cuando Sean abre el

armario del pasillo pensando que va a llevar a otra sección de la casa y tiene que

detenerse con un gesto.

—Es bastante para nosotras dos y ya saben que tenemos la tienda de muñecas abajo,

así que cuando se queda estrecho aquí, tenemos sitio donde estirarnos.

No la conozco lo suficientemente bien, pero parece como si Vivian se sintiera

culpable de cómo vivimos. Pero decía de verdad lo que dije: claro que nuestra casa

es pequeña, sobre todo comparada con lo que tienen otros, pero al crecer, jamás me

sentí necesitada. Siempre fui feliz. Solo ha sido últimamente cuando he empezado a

ver todo lo que no tuve.

Vivian insiste en ir de compras y llega a casa con más comida de la que podremos

comer en un mes. Empieza a trabajar encontrando un lugar para cada cosa que

compró. Luego empiezan las preguntas:

—Dijiste que eras de último curso, ¿no?

Asiento.

—¿Y qué vas a estudiar el próximo año? —pregunta Sean inocentemente mientras

lee la etiqueta de una lata de maíz que ha comprado Vivian. Es obvio que está

evitando el contacto ocular porque, ¿qué más podría haber en una lata de maíz

además de maíz? ¿Sabe él de alguna manera que es un mal tema para mí?

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—No voy… —Empiezo a decir—: No estoy segura. —Pero no puedo. No porque

me avergüence admitirlo o porque necesito ayudar en la tienda. Después de

descubrir todas las cajas vacías en la parte de atrás anoche, me doy cuenta que no he

sido de mucha ayuda. Mi madre tiene que averiguar qué necesita la tienda y que yo

esté liberada no va a ayudar. Necesito seguir adelante—. Voy a estudiar ciencia. Aún

no estoy segura dónde.

—¿Qué vas a hacer con una carrera de ciencias? ¿Estás interesada en medicina?

—No, creo que en investigación de crímenes. Pero aún no lo sé.

—Ese es un gran campo para el trabajo universitario. Puedes ir en muchas

direcciones desde ahí. Las opciones son ilimitadas en realidad.

Asiento.

—Sí, lo son.

Suena el teléfono y lo tomo rápidamente, pensando que podría ser mi mamá o el

médico. Pero es un hombre.

—¿Está Susan?

—No. No está. ¿Puedo darle un mensaje?

—¿Puedes decirle que llamó Matthew?

—Matthew. No. Quiero decir, sí, puedo hacerlo, pero está en el hospital.

Deja escapar una risa que me toma fuera de guardia.

—¿Es su excusa esta vez?

—¿Qué?

—Escucha, dile a tu madre que si paga las facturas dejaré de llamarla.

—¿Eres un recaudador?

Sean me mira.

—Haz que me llame.

Sean me hace un gesto para que le dé el teléfono y lo hago. Sale por la puerta,

cerrándola tras él. Es bueno tener un respaldo.

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Capítulo 40 Traducido por Ahtziri29

Corregido por La BoHeMiK

Mamá me aprieta la mano fuertemente.

—El doctor dijo que es solo un procedimiento normal, mamá. No hay necesidad de

estar nerviosa.

—Pero no has sido sarcástica conmigo en toda la mañana. Piensas que esto es grave.

Me rio.

—Solo estoy demasiado cansada para ser sarcástica, además tu papá está

haciéndome sentir tan poco original.

Sonríe.

—¿Te caen bien?

—Sí. —Es todo lo que puedo decir. Ahora no es el momento para refrescar como no

debería haberme mentido durante toda mi vida. Definitivamente mis abuelos no son

los monstruos que ella había pintado que eran. Apenas he logrado controlar que la

ira salga derramada.

—Lo sé —dice, pareciendo leer mi mente—. Te los robé. Hice la decisión por mí,

pero no tenía derecho de hacerla por ti. Lo siento tanto.

Aprieto su mano.

—Compensaremos el tiempo perdido cuando estés mejor. Así que ya para de hacerte

la enferma. Si querías a tus padres de vuelta, podrías haber hecho algo menos

dramático.

Sonríe.

—Así que no me voy a morir.

—Te amo, mamá.

—También te amo, pequeña.

Sean y Vivian ya han hablado con mi mamá, así que tomo el elevador hacia la

planta baja para reunirme con ellos en la sala de espera. Cuando rodeo la esquina

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veo que no están solos. Inmediatamente reconozco la espalda de Xander,

simplemente por su muy buena postura. Si Vivian no me hubiera visto cuando entré,

podía haber regresado sin que él me viera, pero la mirada de ella lo hace voltearse.

Mi corazón se tropieza en mi pecho. De todas maneras me voy la vuelta y camino

hacia el frente del hospital y salgo al frío día. Los árboles sin hojas que se alinean en

el estacionamiento lucen negros contra el blanco cielo.

—Caymen —grita—. Espera. Por favor.

Me detengo en un parche de césped amarillo y lo enfrento.

—¿Qué?

—Casi me olvido de cuán insegura puede sentirse una persona con tu mirada.

Espero a que explique por qué está aquí.

—Está bien. Supongo que es mi turno —Toma una profunda respiración—. Este soy

yo enfrentando el fracaso. Este soy yo poniendo todo en juego incluso aunque sé que

puedo perder. Y estoy aterrorizado.

Trago saliva con dificultad, luchando contra el instinto que tengo por consolarlo.

—Pero como dijiste, cualquier cosa que valga la pena tener vale el riesgo. —Mira al

pasto y luego hacia arriba de nuevo, casi como si hubiera preparado un discurso y

este es el comienzo—. Lo siento tanto. Esa noche. La noche de la beneficencia. Fui

estúpido. No sabía que no conocías a tus abuelos. Y después lo que dijo Robert…

—¿Robert? —El recuerdo de Robert esa noche golpea mi mente con una sacudida.

Me había olvidado de él y en todas las otras cosas que habían pasado—. No lo

hice… Mason y yo jamás estuvimos juntos…

—Lo sé. Skye me lo explicó. Me tomó con la guardia baja, y pensé que por eso

estabas huyendo. Porque eras culpable. Pero Robert es un idiota. No sé por qué le

creí por un segundo. Debí haber corrido detrás de ti para asegurarme que estabas

bien. Que nosotros estábamos bien.

Es cierto. Robert es un idiota.

Mira hacia abajo a sus manos y entonces las usa para pasar sus dedos por su cabello,

luciendo menos tranquilo de lo que jamás he visto.

—Entiendo que estabas en shock por ver a unos abuelos que jamás habías conocido

antes, ¿pero por qué no devolviste ninguna de mis llamadas?

—Estabas saliendo conmigo porque soy rica.

—¿Qué?

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—Y puedes negarlo todo lo que quieras, pero de una manera u otra jamás sabremos

si es verdad o no. Por qué no puedes no saberlo.

—Me enteré hace menos de un mes de tus abuelos. Mi abuela me lo dijo. No lo

sabía al principio.

—No puedes no saberlo —digo de nuevo.

—Pero… —Arruga su nariz y entonces mira al cielo con frustración.

—¿Pero qué?

—No me odies por decir esto pero… no eres rica. He visto como vives, y cuando me

enteré de tus abuelos, pensé que tal vez tu mamá quería asegurarse de que vieras

como vive la otra mitad de las personas o cualquier cosa que te diera perspectiva.

Pero cuando me di cuenta que ni siquiera conocías a tus abuelos, cuando me enteré

que los estabas viendo por primera vez en la beneficencia, entonces supe que no

tenías dinero. Caymen. Eres pobre. Y aun así me gustas. Mucho.

Dejo escapar una risa y sonríe. Por la manera en que está avanzando hacia delante,

puedo decir que está listo para dejar esto atrás. Pero todavía no estoy muy lista.

Todavía tengo preguntas.

—Pero, tu prima. Habló acerca del complejo de Cenicienta y no dijiste ni una

palabra.

—Mi prima es una mocosa mimada y he aprendido que es mejor no discutir con

ella. Pero tienes razón. Hice muchas cosas mal esa noche. Debí haber defendido a la

cita de mi hermano. Y a ti. Debí haber golpeado a Robert tan fuerte que jamás

habría querido decir mi nombre de nuevo, mucho menos usarlo para llegar más

adelante. No debería haberte dejado ir. Debería haberte llevado a casa. Debería

haber mandado a la mierda la beneficencia.

—No mandes a la mierda la beneficencia.

Se detiene de repente, quedándose muy rígido. Estoy confundida. Estaba segura de

que venía con alguna especie de poderosa conclusión que realmente quiero que

haga. Algo que me haga decir: “Está bien. El amor lo conquista todo”. Pero en lugar

de eso me ofrece una sonrisa mordiendo su labio inferior y casi corro hacia sus

brazos. Por primera vez desde que me alejé de él la otra noche mi corazón se siente

completo.

—¿Por qué estás sonriendo como si hubieras ganado o algo así?

—Por que acabas de ser sarcástica conmigo. Dijiste: “No mandes a la mierda la

beneficencia”. Eres sarcástica cuando estás de buen humor. Y si estás de buen

humor, entonces no debes estar increíblemente enojada conmigo.

—Tú y mi mamá. Creen que saben mis patrones de sarcasmo, ¿eh?

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—Sí.

—Soy sarcástica todo el tiempo, Xander, buen humor o no, así que no hay necesidad

de hacer conclusiones ni nada parecido.

Me da una ligera sonrisa.

—¿Sabes cuánto te he extrañado?

Cierro mis ojos y tomo una gran respiración. Ahí está. La línea que me hace querer

perdonarlo.

—¿Cómo sabías que estaba aquí? ¿Cómo te enteraste sobre mi madre? —Contengo

mi respiración. La respuesta a esta pregunta parece tan importante para mí. ¿Decidió

venir a buscarme después de enterarse acerca de mi madre o antes? Necesito tanto

que la respuesta sea “antes”.

—Bueno, cuando llame a la tienda de muñecas ayer y Skye no me dejo hablar

contigo…

—Pensé que Skye te había llamado —interrumpí.

—No, te llamé y Skye respondió, y todo lo que quería era la información de tus

abuelos. Le rogué para que me dejara hablar contigo, pero no me dejó. Así que fui a

la tienda de muñecas y estaba cerrada. Eso me puso nervioso. Nunca antes había

visto la tienda cerrada durante el día. Así que fui al lado, a esa tienda de

antigüedades para buscar a Skye, averiguar qué estaba pasando. No estaba ahí, pero

la dueña, quien por cierto pienso puede estar un poco loca…

—Nosotros usamos la palabra “excéntrica”, pero cualquiera de las dos funciona.

—Me dijo acerca de tu mamá. No estaba segura en que hospital se encontraba, así

que empecé en Community y entonces vine aquí. —Toma un paso hacia adelante y

me da de nuevo su sonrisa de arma secreta—. ¿Ya nos podemos abrazar? —

pregunta, pero no espera por mi respuesta, solo me atrae contra él. No peleo y

envuelvo mis brazos alrededor de su cintura. Las silenciosas lágrimas viajan por mi

rostro y me relajo contra él. Lo necesitaba.

—Te amo —susurro.

—¿Qué fue eso? No te escuché.

—No me presiones.

—Yo también te amo —dice. Coloca su mejilla contra la mía—. Demasiado.

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Capítulo 41 Traducido por Helen1

Corregido por Bárbara Rosado

Él se aleja primero a pesar de que he agarrado un puñado de la parte posterior de su

camisa y la aprieto con fuerza.

—¿Cómo está tu mamá? ¿Está embarazada, entonces?

—No.

—Eso es bueno… ¿no?

—No. Fui egoísta. Un bebé habría sido una buena noticia. Esto es horrible. Están

tratando de averiguar lo que está mal.

Mete un mechón de cabello detrás de mi oreja y me limpia una lágrima de la mejilla

con su pulgar. Trata nuevamente de retroceder, pero he agarrado otro puñado de su

camisa. Se ríe y se da por vencido, envolviendo sus brazos de nuevo a mi alrededor.

—Nos las arreglaremos. Mi padre conoce algunos de los mejores médicos del

mundo y…

Es entonces cuando lo dejo ir y doy un paso hacia atrás.

—No. No estás aquí para resolver este problema. Lo último que necesito es que tus

padres piensen que empecé a salir contigo porque mi mamá está enferma y quería su

ayuda. Sean y Vivian tienen las cosas bajo control y todo va a estar bien —le digo a

pesar de que no estoy segura de creerlo.

—¿Qué puedo hacer, entonces? ¿Tus abuelos tienen un lugar para quedarse? Porque

soy una especie de profesional en el negocio de conseguirle alojamiento a la gente

para una noche o dos…

Sonrío.

—¿Tienen hambre? ¿Cuándo fue la última vez que comieron? ¿Tal vez pueda

conseguir algo de comida para todo el mundo?

Agarro su mano.

—Xander.

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—¿Qué?

—Por favor no te vayas. Cuando el médico salga… ¿quieres simplemente… estar

aquí para mí?

—Por supuesto. —Me aprieta la mano y entramos juntos.

Sean levanta una ceja cuando nos ve, probablemente pensando: ¿No estábamos todos

de acuerdo en que este muchacho es demasiado lindo?

—¿El doctor no ha bajado aún? —pregunto.

—No.

—Este es Xander, por cierto —digo, alzando su mano ligeramente en la mía—.

Estos son los Meyers… pero me imagino que ya los conociste en la beneficencia.

La mirada de Sean va entre Xander y yo, y parece como si estuviera conteniéndose a

sí mismo de dar algún tipo de advertencia de abuelo. Me pregunto si eso es difícil

para él, guardarse una opinión a sí mismo. Tal vez ha aprendido una cosa o dos

acerca de los adolescentes en los últimos veinte años. Era evidente que no tenía ni

idea cuando mi madre vivía con él.

Finalmente Vivian dice:

—Xander, acabamos de conocerla, así que cuídala bien.

—Por supuesto, señora.

—Caymen —dice mi abuelo, tomando la mano de Vivian en la suya—. Voy a

alimentar a esta señora. ¿Necesitabas algo?

—No, estoy bien. —Encuentro una silla en la esquina y Xander se sienta a mi lado.

Una televisión colgando en la esquina difunde las noticias demasiado bajo para que

escuche cualquiera de nosotros.

Sean y Vivian salen juntos. Los veo. ¿Cómo es posible que un día seamos solo mi

mamá y yo y al día siguiente tengo tres personas que se preocupan tanto por mí?

Un temor se sacude a través de mí. ¿Este Dios me está poniendo una trampa,

asegurándose de que no me quedaré sola cuando algo le suceda a mi madre? Miro el

techo. Todavía quiero a mi mamá, digo en mi cabeza. Por favor, no te la lleves.

—¿Caymen? —Xander agarra mi mano—. ¿Estás bien?

—Tengo miedo.

—Lo sé. Yo también. —Extiende sus piernas delante de él e inclina la cabeza hacia

atrás contra la pared. Luego se lleva mi mano a sus labios y los descansa allí.

Pongo mi cabeza en su hombro.

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—Muy bien, así que el detective está fuera, aunque hay que decir que eres mucho

mejor en la observación de lo que soy yo.

—Solo observación forzada.

Corro mi dedo a lo largo de una vena en su antebrazo.

—¿Y no para la producción de música? Henry te amaría para siempre.

Sonríe.

—Sería divertido, pero se necesita dinero para producir música. Por lo que mi

opinión completamente aficionada a la música vale la pena, creo que Crusty Toads

son muy buenos. Les irá bien… ¿Podemos hablar con ellos sobre el logotipo, sin

embargo? ¿Quién diseñó esa cosa?

—En serio. Es malo. ¿Pero tal vez tan malo que es bueno?

Arruga los labios.

—No lo sé.

—Está bien, así que productor de música no. Eso nos lleva de nuevo a esta cosa de la

comida. Te encanta.

—Sí.

—¿Te molestarás si digo algo?

—¿Por qué habría de molestarme?

—Porque es posible que no quieras oírlo.

Suspira.

—Bueno. Dime.

—Creo que tu padre podría estar en lo cierto acerca de ti. Creo que eres una persona

de múltiples talentos. Y alguien que puede hacer frente a muchos problemas a la vez.

Además, tienes este encanto tranquilo. Quizás el hotel es tu futuro. Se ajusta bien a

ti. —Aguanto la respiración, esperando que se ponga a la defensiva, que me diga que

no lo conozco tan bien como él me conoce.

Sus hombros se elevan luego caen.

—Tienes razón, no quería oír eso.

—Lo siento.

—Pero puede que tengas razón. Pienso más en el hotel de lo que debería una

persona que no se preocupa por ello.

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—Caymen.

Mi cabeza se sacude hacia la nueva voz en la sala, y de inmediato estoy de pie

cuando veo que es el médico.

—¿Sí? ¿Cómo está?

—Las cosas salieron bien. El problema es lo que pensé que podría ser. Tiene úlceras

sangrantes en el estómago.

—¿Qué significa eso? Suena serio.

—Lo es. Y es una buena cosa que lo atrapamos. Es una condición tratable, pero una

que va a tomar tiempo para recuperarse. Tiempo en un ambiente libre de estrés.

—Por supuesto. —Tal vez tiempo fuera de la tienda de muñecas. Respiro—. ¿Puedo

verla?

—Sí. Estaba preguntando por ti cuando volvió en sí.

El médico se vuelve y empiezo a seguirlo. Cuando Xander no nos sigue miro hacia

atrás.

—Esperaré aquí —dice—. Informaré a tus abuelos cuando regresen.

—No. Por favor, ven conmigo. Mi mamá querrá verte. —Le había contado a ella lo

que había pasado entre Xander y yo en la beneficencia, y mi madre parecía más

triste de lo que debería haberlo estado una persona que no le gustaba Xander. En ese

momento no había nada que pudiera decir para consolarla, pero ahora que estamos

juntos, es de esperar que la hará feliz.

—Caymen, estaré bien.

Camino de vuelta, agarro su mano, y lo arrastro conmigo.

—Esto no es acerca de ti.

Se ríe.

* * *

Entro en la habitación sola, dejando a Xander esperando en el pasillo. Mi mamá

extiende su mano hacia mí y me siento junto a su cama.

—Así que supongo que soy una bola de estrés.

—Tú no, solo el estómago.

—Lo siento.

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—No lo estés. Me gustaría que hubieras confiado más en mí. Dejar que te ayudara

más.

Da una risa a medias.

—¿Más? Caymen, hiciste más de lo que tenía derecho a pedir.

Me quedo mirando la aguja intravenosa en su brazo. Está rodeada de moretones

púrpura.

—La tienda está…

—¿En un gran problema? Sí, lo sé.

—Estoy trabajando en opciones alternativas. Tal vez una tienda en línea es el

camino a seguir. Pero, Caymen, esta es mi responsabilidad. No la tuya. Pensé

dejártela en un algún momento, pero no es tu pasión, ¿no?

Me río y luego pongo mi frente en la cama junto a ella.

—Solo intenté tan duro porque sabía lo importante que era para ti.

Acaricia mi cabeza.

—Eres una hija increíble. Haces un montón de cosas solo por mí, ¿no?

—Eso es lo que hace la familia.

—Caymen, si quieres conocerlo tienes todo el derecho de hacerlo.

Mis ojos se ajustan a los de ella.

—¿Qué? ¿Quién?

—Tu padre. Tú decides. No me hará daño.

Asiento. Todavía no estoy segura de lo que quiero con mi padre, pero se siente bien

tener la opción.

—Así que, si la tienda de muñecas no es tu sueño, ¿qué es?

—Universidad. Ciencias.

—Perfecto.

—Xander está aquí. En el pasillo.

—Sabía que volvería. ¿Cómo es posible que alguien se aleje de ti por mucho tiempo?

Tráelo. Tengo una disculpa para dar.

Sonrío. El agarre firme que mi madre tiene en mi mano me ayuda a recordar lo

fuerte que es. La aprieto de vuelta entonces salgo al pasillo.

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—¿Está bien?

Abrazo a Xander, acariciando mi rostro en su cuello.

—¿Cómo me siento tan feliz cuando mi mamá está en el hospital y la tienda de

muñecas está en problemas?

—Porque sabes que todo va a estar bien. Esto es como la calma después de la

tormenta. Todo se ha asentado, y a pesar de que dejó destrucción a su paso, sabes

que lo peor ha pasado.

—Buena analogía.

—Gracias.

—¿Estás listo para tu charla después de la tormenta con mi mamá?

—Por alguna razón, no estoy tan seguro como lo estaba la primera vez que la vi.

—Lo harás bien. A todas las mamás le gustas, ¿recuerdas?

Dobla sus rodillas, envuelve sus brazos alrededor de mi cintura, y se pone de pie,

levantándome del suelo, mis dedos de los pies rozando la baldosa.

—Siempre y cuando su hija me ame, puedo enfrentar cualquier cosa.

—¿Incluso redrum ? Porque después de esto vamos a tu casa para ver El Resplandor.

—Ahora que mi futuro son los hoteles, ¿es eso realmente una buena idea? —Puedo

sentir su sonrisa contra mi mejilla.

—No te preocupes, puedes cubrir tus ojos. No voy a burlarme de ti… demasiado.

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Sobre la autora

Kasie West vive con su familia en California central, donde el calor trata de matarla

con sus 46 grados Celsius. Se graduó de la Universidad Estatal de California,

Fresno, con un título de grado que no tiene nada que ver con la escritura. Visita su

página online www.kasiewest.com.

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Agradecimientos

Pimienta

candygominola

Gaz

Jésica

Júls

lausodie

Pimienta

Ahtziri29

Ana Cr

Anelynn*

Celemg

erudite_Uncured12

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