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Libro 3 percy jackson y la maldicion del titan

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  • 1 RICK RIORDAN FORO ALISHEA DREAMS

  • 2 RICK RIORDAN FORO ALISHEA DREAMS

    SINOPSIS SINOPSIS

    Titulo: El ladron del rayo. Autor: Rick Riordan Saga: Percy Jackson y La Maldicion del Titan. Ante la llamada de socorro de su amigo el stiro Grover, Percy acude inmediatamente en su auxilio. Y aunque va acompaado de Annabeth y Thalia, las dos semidiosas que son sus aliadas, ninguno imagina la sorpresa que los aguarda: una terrible mantcora pretende secuestrarlos y llevarlos ante el general enviado por Cronos, el diablico seor de los titanes. Sin embargo, gracias a la ayuda de las cazadoras de Artemisa, Percy y sus aliadas logran escapar y volver al campamento mestizo. Una vez all, emprendern la bsqueda del monstruo que puede provocar la destruccin del Olimpo, a pesar de que, segn la profeca del Orculo, slo uno de ellos lograr resistir la maldicin del titn.

  • 3 RICK RIORDAN FORO ALISHEA DREAMS

    CAPITULO 1 CAPITULO1

    Transcrito por Sary

    MI OPERACIN DE RESCATE SALE FATAL El viernes antes de las vacaciones de invierno, mi madre me prepar una bolsa de viaje y unas cuantas armas letales y me llev a un nuevo internado. Por el camino recogimos a mis amigas Annabeth y Thalia. Desde Nueva York a Bar Harbor, en Maine, haba un trayecto de ocho horas en coche. El aguanieve caa sobre la autopista. Haca meses que no vea a aquellas amigas, pero entre aquella ventisca y lo que nos esperaba, estbamos demasiado nerviosos para decirnos gran cosa. Salvo mi madre, claro. Ella, si estaba nerviosa, todava habla ms. Cuando llegamos finalmente a Westover Hall estaba oscureciendo y mi madre ya les haba contado las ancdotas ms embarazosas de mi historial infantil, sin dejarse una sola. Thalia limpi los cristales empaados del coche y escudri el panorama con los ojos entornados. -Uf! Esto promete ser divertido. Westover Hall pareca un castillo maldito: todo de piedra negra, con torres y troneras y unas puertas de madera imponentes. Se alzaba sobre un risco nevado, dominando por un lado un gran bosque helado y, por el otro, el ocano gris y rugiente. -Seguro que no quieres que os espere? pregunt mi madre. -No, gracias, mam. No s cunto tiempo nos va a llevar esto. Pero no te preocupes por nosotros. -Claro que me preocupo, Percy. Y cmo pensis volver? Rogu no haberme ruborizado. Bastante incmodo era ya tener que recurrir a ella para que me llevase en coche a mis batallas. -Todo ir bien, seora Jackson terci con una sonrisa Annabeth, que

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    llevaba el pelo rubio recogido bajo una gorra. Sus ojos brillaban con el mismo tono gris del mar revuelto-. Nosotras nos encararemos de mantenerlo a salvo. Mi madre pareci calmarse un poco. Annabeth es para ella la semidiosa ms sensata que ha llegado jams a octavo curso. Est convencida de que, si no me han matado, ms de una vez ha sido gracias a Annabeth. Lo cual es cierto, pero eso no significa que me guste reconocerlo. -Muy bien, queridos dijo mi madre-. Tenis todo lo que necesitis? -S, seora Jackson respondi Thalia-. Y gracias por el viaje. -Jersis suficientes? Mi nmero de mvil? -Mam. . . -Nctar y ambrosia, Percy? Un dracma de oro por si tenis que contactar con el campamento? -Mam, por favor! Todo va a ir bien. Vamos, chicas. Pareci algo dolida por mi respuesta, lo cual me sent mal, pero ya tena ganas de bajarme del coche. Antes que or otra historia sobre lo mono que estaba en la baera a los tres aos, prefera excavar una madriguera en la nieve y morir congelado Annabeth y Thalia me siguieron. El viento me atravesaba el abrigo con sus dagas heladas. -Tu madre es estupenda, Percy dijo Thalia en cuanto el coche se perdi de vista. -Pse, bastante pasable reconoc-. Qu me dices de ti? T ests en contacto con tu madre? Me arrepent en cuanto lo dije. A Thalia se le dan muy bien las miradas fulminantes. Cmo se le iban a dar mal con toda esa ropa punk que lleva chaqueta del ejrcito rota, pantalones de cuero negro, cadenas plateadas-, y sobre todo con esos ojos azules maquillados con una gruesa raya negra. La mirada que me lanz esta vez fue tremebunda. -Eso no es asunto tuyo, Percy. . .

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    -Ser mejor que entremos ya la interrumpi Annabeth-. Grover debe de estar esperndonos. Thalia ech un vistazo al castillo y se estremeci. -Tienes razn. Me pregunto qu habr encontrado aqu para verse obligado a pedir socorro. Yo alc la vista hacia las negras torres de Westover Hall. -Nada bueno, me temo. Las puertas de roble se abrieron con un siniestro chirrido y entramos en el vestbulo entre un remolino de nieve. -Uau fue lo nico que logr decir. Aquello era inmenso. En los muros se alineaban estandartes y colecciones de armas, con trabucos, hachas y dems. Yo saba que Westover era una escuela militar, pero quiz se haban pasado con la decoracin. Me llev la mano al bolsillo, donde siempre guardo mi bolgrafo letal, Contracorriente. Perciba algo extrao en aquel lugar. Algo peligroso. Thalia se haba puesto a frotar su pulsera de plata, su objeto mgico favorito. Los dos estbamos pensando lo mismo: se avecinaba una pelea. -Me pregunto dnde. . . empez Annabeth. Las puertas se cerraron con estruendo a nuestra espalda. -Bueeeno murmur-. Me parece que vamos a quedarnos aqu un rato. Me llegaban los ecos de una msica desde el otro extremo del vestbulo. Pareca msica de baile. Escondimos nuestras bolsas tras una columna y empezamos a cruzar la estancia. No habamos llegado muy lejos cuando o pasos en el suelo de piedra y un hombre y una mujer surgieron de las sombras. Los dos llevaban un pelo gris muy corto y uniformes negros de estilo

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    militar con ribetes rojos. La mujer tena un ralo bigote, mientras que el tipo iba perfectamente rasurado, lo cual resultaba algo anmalo. Avanzaban muy rgidos, como si se hubiesen tragado el palo de una escoba. -Y bien? Pregunt la mujer-. Qu hacis aqu? -Pues. . . ca en la cuenta de que no tena nada previsto. Slo haba pensado en reunirme cuanto antes con Grover para averiguar qu suceda, ni siquiera se me haba ocurrido que res chicos colndose de noche en un colegio podan despertar sospechas. Durante el viaje tampoco habamos planeado nada. As que farfull-: Mire, seora, slo estamos. . . -Ja! solt el hombre. Di un respingo-. No se admiten visitantes en el baile! Seris expulsados! Hablaba con acento; francs tal vez. Deca seguis o algo as. Era un tipo muy alto y de aspecto duro. Se le ensanchaban los orificios de la nariz cuando hablaba, lo que haca difcil apartar la vista de all. Y tena los ojos de dos colores: uno castao y otro azul, como un gato callejero. Supuse que nos iba a arrojar a la nieve sin contemplaciones, pero entonces Thalia dio un paso al frene. Chasque los dedos una sola vez y le sali un sonido agudo y muy alto. A lo mejor fue cosa de mi imaginacin, pero incluso sent una rfaga de viento que sala de su mano y cruzaba el vestbulo, haciendo ondear los estandartes de la pared. -Es que nosotros no somos visitantes, seor dijo-. Nosotros estudiamos aqu. Acurdese. Yo soy Thalia, y ellos, Annabeth y Percy. Cursamos octavo. El profesor entorn sus ojos bicolores. Yo no saba qu pretenda Thalia. Ahora seguramente nos castigara por mentir y nos echara a patadas. Pero el hombre pareca indeciso. Mir a su colega. -Seorita Latiza, conoce usted a estos alumnos? Pese al peligro que corramos, me mord la lengua para no rerme.

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    Una profesora llamada Latiza? El tipo tena que estar de broma. La mujer pestae, como si acabara de despertar de un trance. -S. . .creo que s, seor dijo arrugando el ceo-. Annabeth. Thalia. Percy. Cmo es que no estis en el gimnasio? Antes de que pudisemos responder, o ms pasos y apareci Grover jadeando. -Habis venido. . .! Se detuvo en seco al ver a los profesores-. Ah, seorita Latiza. Doctor Espino! Yo. . . -Qu ocurre, seor Underwood? dijo el profesor. Era evidente que Grover le caa fatal-. Y qu significa eso de que han venido? Estos alumnos viven aqu. Grover trag saliva. -Claro, doctor Espino. Iba a decirles que han venido. . .de perlas sus consejos para hacer el ponche. La receta es suya! Espino nos observ atentamente. Llegu a la conclusin de que uno de los dos ojos tena que ser postizo. El castao? El azul? Daba la impresin de querer despearnos desde la torre ms alta del castillo, pero la seorita Latiza dijo entonces con aspecto de funmbula: -Cierto. El ponche es excelente. Y ahora, andando todos. No volvis a salir del gimnasio. No tuvo que repetirlo. Nos retiramos con mucho s seora y s seor y saludndolos al estilo militar. Nos pareci lo ms adecuado all. Grover nos arrastr hacia el extremo del vestbulo donde sonaba la msica. Notaba los ojos de los profesores clavados a mi espalda, pero me acerqu a Thalia y le pregunt en voz baja: -Eso que has hecho chasqueando los dedos, dnde lo aprendiste? -La niebla? Quirn no te lo ha enseado? Se me hizo un nudo en la garganta. Quirn era el director de actividades del campamento, pero nunca me haba enseado nada parecido. Por qu a Thalia s?

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    Grover nos condujo deprisa hasta una puerta que tena tres letras en el vidrio: GIM. Incluso un dislxico como yo poda leerlo. -Por los pelos! dijo-. Gracias a los dioses que habis llegado! Annabeth y Thalia lo abrazaron. Yo le choqu esos cinco. Me alegraba de verlo despus de tantos meses. Estaba algo ms alto y le haban salido unos cuantos pelos ms en la barbita, pero, aparte de eso, tena el aspecto que tiene siempre cuando se hace pasar por humano: una gorra roja sobre el pelo castao y ensortijado para tapar sus cuernos de cabra, y nos tejanos holgados y unas zapatillas con relleno para disimular sus pezuas y sus peludos cuartos traseros. Llevaba una camiseta negra que me cost unos instantes leer. Pona Westover Hall Novato. -Bueno, y qu era esa cosa tan urgente? le pregunt. Grover respir hondo. -He encontrado dos. -Dos mestizos? dijo Thalia, sorprendida-. Aqu? Grover asinti. Encontrar un solo mestizo ya era bastante raro. Aquel ao Quirn haba obligado a los stiros a hacer horas extras, mandndolos por todo el pas a hacer batidas en las escuelas (desde cuarto curso hasta secundaria) en busca de posibles reclutas. Corran tiempos difciles, por no decir desesperados. Estbamos perdiendo campistas y necesitbamos a todos los nuevos guerreros que pudisemos encontrar. El problema era que tampoco haba por ah tantos semidioses sueltos. -Dos hermanos: un chico y una chica aclar-. De diez y doce aos. Desconozco su ascendencia, pero son muy fuertes. Adems, se nos acaba el tiempo. Necesito ayuda. -Hay monstruos? -Uno dijo Grover, nervioso-. Y creo que ya sospecha algo. An no est seguro de que sean mestizos, pero hoy es el ltimo da del trimestre y no los dejar salir del campus sin averiguarlo. Quiz sea

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    nuestra ltima oportunidad! Cada vez que trato de acercarme a ellos, l se pone en medio, cerrndome el paso. Ya no s qu hacer! Grover mir a Thalia, ansioso. Yo procur no ofenderme. l recurra a m normalmente, pero Thalia era ms veterana y eso le daba ciertas prerrogativas. No slo por ser hija de Zeus, sino tambin porque tena ms experiencia que nadie a la hora de combatir con monstruos. -Muy bien dijo ella-. Esos presuntos mestizos estn en el baile? Grover asinti. -Pues a bailar dijo Thalia-. Quin es el monstruo? -Oh respondi Grover, inquieto, mirando alrededor-. Acabas de conocerlo. Es el subdirector: el doctor Espino. Una cosa curiosa de las escuelas militares: los chicos se vuelven completamente locos cuando un acontecimiento especial les permite ir sin uniforme. Supongo que, como todo es tan estricto el resto del tiempo, tienen la sensacin de que han de compensar o recuperar el tiempo perdido. El suelo del gimnasio estaba salpicado de globos negros y rojos, y los chicos se los lanzaban a patadas, o trataban de estrangularse unos a otros con las serpentinas que colgaban de las paredes. Las chicas se movan en corrillos, como siempre; llevaban bastante maquillaje, blusas con tirantes finos, pantalones llamativos y zapatos que ms bien parecan instrumentos de tortura. De vez en cuando rodeaba a algn pobre infeliz como un banco de piraas, soltando risitas y chillidos, y cuando por fin lo dejaban en paz, el tipo tena cintas por todo el pelo y la cara llena de grafitis a base de pintalabios. Algunos de los mayores hacan como yo. Deambulaban incmodos por los rincones, tratando de ocultarse, como si su integridad corriese peligro. . . Claro que, en mi caso, era cierto. -All estn. Grover seal con la barbilla a dos jvenes que discutan en las gradas-. Bianca y Nico di Angelo. La chica llevaba una gorra verde tan holgada que pareca querer taparse la cara. El chico era obviamente su hermano. Ambos tenan el pelo oscuro y sedoso y una tez olivcea, y gesticulaban aparatosamente al hablar. l barajaba unos cromos; ella pareca

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    regaarlo por algn motivo, pero no paraba de mirar alrededor con inquietud. -Ellos ya. . .? o sea, se lo has dicho? pregunt Annabeth. Grover neg con la cabeza. -Ya sabes lo que sucede. Correran ms peligro. En cuanto sepan quienes son, el olor se volver ms fuerte. Me mir. Yo asent, aunque en realidad nunca he sabido cmo huelen los mestizos para un monstruo o un stiro. Pero s s que ese olor peculiar puede acabar contigo. A medida que te conviertes en un semidis ms poderoso, hueles cada vez ms al almuerzo ideal de un monstruo. -Vamos por ellos y saqumoslos de aqu dije. Ech a andar, pero Thalia me puso una mano en el hombro. El subdirector Espino, acababa de deslizarse por una puerta aledaa a las gradas y se haba plantado muy cerca de los hermanos Di Angelo. Mova la cabeza hacia nosotros y su ojo azul pareca resplandecer. Deduje por su expresin que Espino, a fin de cuentas, no se haba dejado engaar por el truco de la Niebla. Deba sospechar quines ramos. Ahora estaba aguardando para ver cul era el motivo de nuestra presencia all. -No miris a los cros orden Thalia-. Hemos de esperar una ocasin propicia para llevrnoslos. Entretanto hemos de fingir que no tenemos ningn inters en ellos. Hay que despistarlo. -Cmo? -Somos tres poderosos mestizos. Nuestra presencia debe de haberlo confundido. Mezclaos con el resto de la gente, actuad con naturalidad y bailad un poco. Pero sin perder de vista a esos chicos. -Bailar? pregunt Annabeth. Thalia asinti; lade la cabeza, como identificando la msica, y enseguida hizo una mueca de asco. -Ag! Quin ha elegido a Jesse McCartney?

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    Grover pareci ofendido. -Yo. -Por todos los dioses, Grover. Es malsimo! No podas poner Green Day o algo as? -Qreen qu? -No importa. Vamos a bailar. -Pero si yo no s bailar! -Claro que s! Yo te llevo dijo Thalia-. Venga, nio cabra. Grover solt un gaido mientras ella lo tomaba de la mano y lo guiaba hacia la pista. Annabeth esboz una sonrisa. -Qu? le pregunt. -Nada. Es muy guay tener otra vez a Thalia con nosotros. En aquellos meses Annabeth se haba vuelto ms alta que yo, lo cual me resultaba incmodo. Antes no llevaba joyas, salvo su collar de cuentas del Campamento Mestizo, pero ahora tena puestos unos pequeos pendientes de plata con forma de lechuza: el smbolo de su madre, Atenea. En silencio, se quit la gorra y su largo pelo rubio se derram sobre hombros y espalda. La haca parecer mayor, no s por qu. -Bueno. . . me devan los sesos buscando algo que decir. Actuad con naturalidad, haba dicho Thalia. Ya, claro, pero si eres un mestizo metido en una misin peligrosa, qu narices significa natural?-. Y has diseado algn edificio interesante ltimamente? Sus ojos se iluminaron, como siempre que tocaba hablar de arquitectura. -Uy, no sabes, Percy! En mi nueva escuela tengo Diseo Tridimensional como asignatura optativa, y hay un programa informtico que es una verdadera pasada. . .

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    Empez a explicarme que haba diseado un monumento colosal que le gustara construir en la Zona Cero de Manhattan. Hablaba de resistencia estructural, de fachadas y dems, y yo trataba de seguirla. Ya saba que de mayor quera ser una gran arquitecta a ella le encantan las mates y los edificios histricos, todo ese rollo-, pero yo apenas entenda lo que me estaba diciendo. La verdad es que me defraudaba un poco saber que su nueva escuela le gustaba tanto. Era el primer ao que ella estudiaba en Nueva York, y yo haba confiado en que nos veramos ms a menudo. Su escuela donde tambin estaba internada Thalia- se hallaba en la zona de Brooklyn, es decir, lo bastante cerca del Campamento Mestizo como para que Quirn pudiese intervenir si se metan en un lo. Pero como era una escuela slo para chicas y yo iba a un centro de enseanza media en Manhattan, apenas haba tenido ocasin de verlas. -S, qu guay le dije-. O sea, que vas a seguir all el resto del curso? Su rostro se ensombreci. -Bueno, quiz. Si es que no. . . -Eh! Thalia nos llamaba. Estaba bailando un tema lento con Grover, que tropezaba todo el rato, le daba patadas en las espinillas y pareca muerto de vergenza. Pero l tena unos pies de relleno en sus zapatillas; contaba con una buena excusa para ser tan torpe. No como yo. -Bailad chicos! Orden Thalia-. Tenis un aspecto ridculo ah de pie. Mir a Annabeth, nervioso, y luego a los grupos de chicas que deambulaban por el gimnasio. -Y bien? me dijo. -Eh. . . a quin se lo pido? Me dio un golpe en el estmago. -A m, sesos de alga.

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    -Ah. S, claro. Nos acercamos a la pista de baile; yo mir a Thalia y Grover para ver cmo lo hacan. Le puse una mano en la cadera a Annabeth y ella asi mi otra mano como si fuese a hacerme una llave de judo. -No voy a morderte me dijo-. Desde luego, Percy! Es que no organizis bailes en tu colegio? No respond. La verdad es que s. Pero nunca haba bailado en ninguno. Yo era de los que se ponan a jugar a baloncesto en un rincn. Dimos unas cuantas vueltas arrastrando los pies. Yo intentaba distraerme mirando la decoracin; me concentraba en las serpentinas, en el cuenco de ponche, en cualquier cosa que no fuera: A) que Annabeth era ms alta que yo; B) que me sudaban las manos, y C) que no paraba de darle pisotones. -Qu ibas a decirme antes? le pregunt-. Tienes problemas en la escuela? Ella frunci los labios. -No es eso. Es mi padre. -Aja. Yo saba que Annabeth tena una relacin algo difcil con l-. Crea que las cosas haban mejorado entre vosotros. O se trata de tu madrastra? Ella solt un suspiro. -Pap ha decidido mudarse. Justo ahora, cuando ya haba empezado a acostumbrarme a Nueva York, l ha aceptado un absurdo trabajo de investigacin para un libro sobre la Primera Guerra Mundial. . . En San Francisco! Lo dijo con el mismo tono que si hubiera dicho en los Campos de Castigo del Hades. -Y quiere que vayas con l? pregunt. -A la otra punta del pas respondi desconsolada-. Y un mestizo no puede vivir en San Francisco. l debera saberlo.

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    -Por qu no? Ella puso los ojos en blanco. Quiz crea que bromeaba. -Ya lo sabes. Porque est ah mismo. . . -Ah dije. No entenda de qu hablaba, pero no quera parecer estpido-. Entonces. . . volvers a vivir en el campamento? -Es mucho ms grave que eso, Percy. Yo. . . supongo que debera contarte una cosa. Y de pronto se qued rgida. -Se han ido. -Qu? Segu su mirada. Las gradas. Los dos mestizos, Bianca y Nico, ya no estaban all. La puerta junto a las gradas haba quedado abierta de par en par. Y ni rastro del doctor Espino. -Tenemos que avisar a Thalia y Grover! Annabeth se puso a mirar frenticamente por todos lados-. Dnde demonios se han metido esos dos? Vamos. Ech a correr entre la gente. Yo me dispona a seguirla, pero un grupo de chicas me cerr el paso. Las esquiv con un rodeo para ahorrarme el tratamiento de belleza de cintas y pintalabios, pero cuando me liber Annabeth haba desaparecido. Gir sobre los talones, buscando a Thalia y Grover. Pero lo que vi entonces me hel la sangre. A unos metros, tirada en el suelo, haba una gorra verde como la de Bianca di Angelo. Y unos cuantos cromos esparcidos aqu y all. Entonces entrev al doctor Espino. Corra hacia la puerta en la otra punta del gimnasio y llevaba del cogote a los Di Angelo como si fuesen dos gatitos. An no vea a Annabeth, pero estaba seguro de que se haba ido hacia el otro lado a buscar a Thalia y Grover. Iba a salir corriendo tras ella, pero me dije: Espera.

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    Entonces record lo que Thalia me haba dicho en el vestbulo con aire perplejo cuando yo le haba preguntado por ese truco que haca chasqueando los dedos: An no te lo ha enseado Quirn?? Tambin record cmo la miraba Grover, convencido de que ella sabra salvar la situacin. No es que yo tuviera nada en contra de Thalia. Ella era una chica guay y no tena la culpa de ser la hija de Zeus y acaparar toda la atencin, pero an as tampoco necesitaba correr tras ella para resolver cada problema. Adems, no haba tiempo. Los Di Angelo estaban en peligro. Tal vez ya habran desaparecido cuando encontrase a mis amigos. Yo tambin saba lo mo de monstruos. Poda resolver aquello por mi cuenta. Saqu el bolgrafo del bolsillo y corr tras el doctor. La puerta daba a un pasillo sumido en la oscuridad. O ruidos de forcejeo hacia el fondo y tambin un gemido. Destap a Contracorriente. El bolgrafo fue creciendo hasta convertirse en una espada griega de bronce, de casi un metro de largo y con un mango forrado de cuero. Su hoja tena un leve resplandor y arrojaba una luz dorada sobre las taquillas alineadas a ambos lados. Cruc a toda prisa el pasillo, pero en el otro extremo no haba nadie. Abr una puerta y me encontr de nuevo con el vestbulo principal. Me qued pasmado. No vea a Espino por ninguna parte, pero s a los hermanos Di Angelo, que permanecan al fondo paralizados de terror. Avanc poco a poco, bajando la espada. -Tranquilos. No voy a haceros dao. Ellos no respondieron. Tenan los ojos desorbitados de pnico. Qu les pasaba? Dnde se haba metido Espino? Tal vez haba percibido la presencia de Contracorriente y se haba batido en retirada. Los monstruos aborrecen las armas de bronce celestial.

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    -Me llamo Percy dije, tratando de aparentar serenidad-. Os sacar de aqu y os llevar a un lugar seguro. Bianca abri los ojos an ms y apret los puos. Slo demasiado tarde, comprend el sentido de su mirada. No era yo quien la tena aterrorizada. Quera prevenirme. Me gir en redondo y en ese mismo instante o un silbido y sent un agudo dolor en el hombro. Lo que pareca una mano gigantesca me impuls hacia atrs hasta estrellarme contra la pared. Lanc un mandoble con la espada, pero slo rasgu el aire. Una fra carcajada reson por el vestbulo. -S, Perseus Giiiackson dijo el doctor Espino, marcando la J de mi apellido-. S muy bien quin eres. Intent liberar mi hombro. Tena el abrigo y la camisa clavados en la pared con una especie de pincho o daga negra de unos treinta centmetros. Me haba desgarrado la piel al atravesarme la ropa y el corte arda de dolor. Ya haba sentido algo parecido otra vez. Era veneno. Hice un esfuerzo por concentrarme. No iba a desmayarme. Una silueta oscura se nos acerc. En la penumbra distingu a Espino. An pareca humano, pero tena una expresin macabra. Sus dientes relucan y sus ojos marrn y azul reflejaban el fulgor de mi espada. -Gracias por salir del gimnasio dijo-. Me horrorizan esos bailes de colegio. Trat de asestarle un tajo con la espada, pero estaba fuera de mi alcance. Shisssss! Un segundo proyectil sali disparado desde detrs del docto, que no pareci haberse movido. Era como si tuviera a alguien invisible detrs arrojando aquellas dagas. Bianca dio un chillido a mi lado. La segunda espina fue a clavarse en la pared, a slo unos centmetros de su rostro.

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    -Los tres vendris conmigo dijo Espino-. Obedientes y silenciosos. Si hacis un solo ruido, si gritis pidiendo socorro o intentis resistiros, os demostrar mi puntera.

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    CAPITULO 2 CAPITULO2

    Transcrito por shuk hing

    EL SUBDIRECTOR SACA UN LANZAMISILES

    Yo no saba qu clase de monstruo sera el doctor Espino, pero rpido s que era. Tal vez podra defenderme si lograba activar mi escudo. Slo tena que apretar un botn de mi reloj. Ahora bien, proteger a los Di Angelo ya era otra historia. Para eso necesitaba ayuda, y slo se me ocurra una manera de conseguirla. Cerr los ojos. Qu haces, Jackson? Silb el doctor. Muvete! Abr los ojos y segu arrastrando los pies. Es el hombro ment con aire abatido. Me arde. Bah! Mi veneno hace dao pero no mata. Camina! Nos condujo hasta el exterior mientras yo me esforzaba en concentrarme. Imagin la cara de Grover; pens en la sensacin de miedo y peligro. El verano pasado Grover haba creado entre nosotros una conexin por empata y me haba enviado varias visiones en mis sueos para avisarme de que estaba metido en un apuro. Si no me equivocaba, seguamos conectados, aunque yo nunca haba intentado comunicarme con l por ese medio. Ni siquiera estaba muy seguro de que funcionara estando Grover despierto. Grover! pens. Espino nos tiene secuestrados! Es un manaco lanzador de pinchos! Socorro! Espino nos guiaba hacia los bosques. Tomamos un camino nevado que apenas alumbraban unas farolas anticuadas. Me dola el hombro, y el viento que se me colaba por la ropa desgarrada era tan helado que ya me vea convertido en un carmbano.

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    Hay un claro ms adelante dijo Espino. All convocaremos a vuestro vehculo. Qu vehculo? Pregunt Bianca. Adnde nos lleva? Cierra la boca, nia insolente! No le hable as a mi hermana dijo Nico. Le temblaba la voz, pero me admir que tuviese agallas para replicar. El doctor solt un horrible gruido. Eso ya no era humano. Me puso los pelos de punta, pero hice un esfuerzo para seguir caminando como un chico obediente. Por dentro, no paraba de proyectar mis pensamientos a la desesperada, ahora cualquier cosa que pudiese atraer la atencin de mi amigo: Grover! Manzanas! Latas! Trae aqu esos peludos cuartos traseros! Y ven con un buen puado de amigos armados hasta los dientes! Alto dijo Espino. El bosque se abra de repente. Habamos llegado a un acantilado que se encaramaba sobre el mar. Al menos yo perciba la presencia del mar all al fondo, cientos de metros ms abajo. Oa el batir de las olas y notaba el olor de su espuma salada, aunque lo nico que vea realmente era niebla y oscuridad. El doctor nos empuj hacia el borde. Yo di un traspi y Bianca me sujet. Gracias murmur. Qu es este Espino? murmur. Podemos luchar con l? Estoy... en ello. Tengo miedo mascull Nico mientras jugueteaba con alguna cosa; con un soldadito de metal, me pareci. Basta de charla! dijo el doctor Espino. Miradme! Nos dimos la vuelta. Ahora sus ojos bicolores relucan con avidez. Sac algo de su abrigo. Al principio cre que era una navaja automtica. Pero no. Era slo un telfono mvil. Presion el botn lateral y dijo:

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    El paquete ya est listo para la entrega. Se oy una respuesta confusa y entonces me di cuenta de que hablaba en modo walkie-talkie. Aquello pareca demasiado moderno y espeluznante: un monstruo con mvil. Ech una ojeada a mi espalda, tratando de calcular la magnitud de la cada. Espino se ech a rer. Eso es, hijo de Poseidn! Salta! Ah est el mar. Slvate. Cmo te ha llamado? murmur Bianca. Luego te lo cuento le dije. T tienes un plan, no? Grover! Pens desesperado. Ven! Tal vez lograra convencer a los Di Angelo para que saltasen conmigo. Si sobrevivamos a la cada, podra utilizar el agua para protegernos. Ya haba hecho cosas parecidas otras veces. Si mi padre estaba de buen humor y dispuesto a escucharme, quiz me echase una mano. Quiz. Yo te matara antes de que llegases al agua dijo el doctor Espino, como leyndome el pensamiento. An no has comprendido quin soy, verdad? Hubo un parpadeo a su espalda un movimiento rapidsimo y otro proyectil me pas silbando tan cerca que me hizo un rasguo en la oreja. Algo haba saltado sbitamente detrs del doctor: algo parecido a una catapulta, pero ms flexible... casi como una cola. Por desgracia prosigui os quieren vivos, a ser posible. Si no fuera as, ya estarais muertos. Quin nos quiere vivos? Replic Bianca. Porque si se cree que va a sacar un rescate est muy equivocado. Nosotros no tenemos familia. Nico y yo... se le quebr un poco la voz slo nos tenemos el uno al otro.

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    Aja. No os preocupis, mocosos. Enseguida conoceris a mi jefe. Y entonces tendris una nueva familia. Luke intervine. Trabajas para Luke. La boca de Espino se retorci con repugnancia en cuanto pronunci el nombre de mi viejo enemigo: un antiguo amigo que ya haba intentado matarme varias veces. T no tienes ni idea de lo que ocurre, Perseus Jackson. El General te informar como es debido. Esta noche vas a hacerle un gran servicio. Est deseando conocerte. El General? pregunt. Y enseguida advert que yo mismo lo haba dicho con acento francs. Pero quin es el General? Espino mir hacia el horizonte. Ah est. Vuestro transporte. Me di media vuelta y vi una luz a lo lejos: un reflector sobre el mar. Luego me lleg el ruido de hlices de un helicptero cada vez ms cercano. Adnde nos va a llevar? dijo Nico. Vas a tener un gran honor, amiguito. Vas a poder sumarte a un gran ejrcito! Como en ese juego tan tonto que juegas con tus cromos y tus muequitos. No son muequitos! Son reproducciones! Y ese ejrcito ya puede metrselo... Eh, eh, eh... dijo Espino en tono admonitorio. Cambiars de opinin, muchacho. Y si no, bueno... hay otras funciones para un mestizo. Tenemos muchas bocas monstruosas que alimentar. El Gran Despertar ya est en marcha. El Gran qu? pregunt. La cosa era hacerle hablar mientras yo ideaba un plan. El despertar de los monstruos explic l con una sonrisa malvada. Los peores, los ms poderosos estn despertando ahora. Monstruos nunca vistos durante miles de aos que causarn la muerte y la destruccin de un modo desconocido para los mortales. Y pronto tendremos al ms importante de todos: el que provocar la cada del Olimpo. Vale me susurr Bianca. ste est loco.

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    Hemos de saltar le dije en voz baja. Al mar. Fantstico! T tambin ests loco. No pude replicar, porque justo en ese momento me zarande una fuerza invisible. Vista retrospectivamente, la jugada de Annabeth fue genial. Con su gorra de invisibilidad puesta, embisti contra los Di Angelo y contra m al mismo tiempo, derribndonos al suelo, lo cual pill por sorpresa al doctor Espino y lo dej paralizado durante una fraccin de segundo. Lo suficiente para que la primera descarga de proyectiles pasara zumbando por encima de nuestras cabezas. Thalia y Grover avanzaron entonces desde atrs: Thalia empuaba a gida, su escudo mgico. Si nunca has visto a Thalia entrando en combate, no sabes lo que es pasar miedo en serio. Para empezar, tiene una lanza enorme que se expande a partir de ese pulverizador de defensa personal que lleva siempre en el bolsillo. Pero lo que intimida de verdad es su escudo: un escudo trabajado como el que usa su padre Zeus (tambin llamado gida), obsequio de Atenea. En su superficie de bronce aparece en relieve la cabeza de Medusa, la Gorgona, y aunque no llegue a petrificarte como la autntica, resulta tan espantosa que la mayora se deja ganar por el pnico y echa a correr nada ms verla. Hasta el doctor Espino hizo una mueca y se puso a gruir cuando la tuvo delante. Thalia atac con su lanza en ristre. Por Zeus! Yo cre que Espino estaba perdido: Thalia le haba clavado la lanza en la cabeza. Pero l solt un rugido y la apart de un golpe. Su mano se convirti en una garra naranja con unas uas enormes que soltaban chispas a cada araazo que le daba al escudo de Thalia. De no ser por la gida, mi amiga habra acabado cortada en rodajitas. Gracias a su proteccin, consigui rodar hacia atrs y caer de pie. El estrpito del helicptero se haca cada vez ms fuerte a mi espalda, pero no me atreva a volverme ni un segundo.

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    El doctor le lanz otra descarga de proyectiles a Thalia y esta vez vi cmo lo haca. Tena cola: una cola curtida como la de un escorpin, con una punta erizada de pinchos. La gida desvi la andanada, pero la fuerza del impacto derrib a Thalia. Grover se adelant de un salto. Con sus flautas de junco en los labios, se puso a tocar una tonada frentica que un pirata habra bailado con gusto. Ante la sorpresa general, empez a surgir hierba entre la nieve y, en unos segundos, las piernas del doctor quedaron enredadas en una maraa de hierbajos gruesos como una soga. Espino solt un rugido y comenz a transformarse. Fue aumentando de tamao hasta adoptar su verdadera forma, con un rostro todava humano pero el cuerpo de un enorme len. Su cola afilada disparaba espinas mortferas en todas direcciones. Una mantcora! exclam Annabeth, ya visible. Se le haba cado su gorra mgica de los Yankees cuando nos tir al suelo. Quines sois vosotros? pregunt Bianca di Angelo. Y qu es esa cosa? Una mantcora respondi Nico, jadeando. Tiene un poder de ataque de tres mil, y cinco tiradas de salvacin! Yo no entend qu deca, pero tampoco tena tiempo de preguntrselo. La mantcora haba desgarrado las hierbas mgicas de Grover y se volva ya hacia nosotros con un gruido. Al suelo! grit Annabeth, derribando a los Di Angelo sobre la nieve. En el ltimo momento, me acord de mi propio escudo. Puls el botn de mi reloj y la chapa metlica se expandi en espiral hasta convertirse en un escudo de bronce. Justo a tiempo. Las espinas se estrellaron contra l con tal fuerza que incluso lo abollaron. El hermoso escudo, regalo de mi hermano, result seriamente daado. Ni siquiera estaba seguro de que pudiese parar una segunda descarga. O un porrazo y un gaido. Grover aterriz a mi lado con un ruido sordo.

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    Rendos! rugi el monstruo. Nunca! le chill Thalia desde el otro lado, y se lanz sobre l. Por un instante cre que iba a traspasarlo de parte a parte. Pero entonces se oy un estruendo y a nuestra espalda surgi un gran resplandor. El helicptero emergi de la niebla y se situ frente al acantilado. Era un aparato militar negro y lustroso, con dispositivos laterales que parecan cohetes guiados por lser. Sin duda tenan que ser mortales quienes lo manejaban, pero qu estaba haciendo all semejante trasto? Cmo era posible que unos mortales colaborasen con aquel monstruo? En todo caso, sus reflectores cegaron a Thalia en el ltimo segundo y la mantcora aprovech para barrerla de un coletazo. El escudo se le cay a la nieve y la lanza vol hacia otro lado. No! Corr en su ayuda y logr desviar una espina que le iba directa al pecho. Alc mi escudo para cubrirnos a los dos, pero saba que no nos bastara. El doctor Espino se ech a rer. Os dais cuenta de que es intil? Rendos, hroes de pacotilla. Estbamos atrapados entre un monstruo y un helicptero de combate. No tenamos ninguna posibilidad. Entonces o un sonido ntido y penetrante: la llamada de un cuerno de caza que sonaba en el bosque. La mantcora se qued paralizada. Por un instante nadie movi una ceja. Slo se oa el rumor de la ventisca y el fragor del helicptero. No! Dijo Espino. No puede... Se interrumpi de golpe cuando pas por mi lado una rfaga de luz. De su hombro brot en el acto una resplandeciente flecha de plata. Espino retrocedi tambaleante, gimiendo de dolor. Malditos! grit. Y solt una lluvia de espinas hacia el bosque del que haba partido la flecha. Pero, con la misma velocidad, surgieron de all infinidad de flechas plateadas. Casi me dio la impresin de que aquellas flechas,

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    interceptaban las espinas al vuelo y las partan en dos, aunque probablemente mis ojos me engaaban. Nadie ni siquiera los chicos de Apolo del campamento era capaz de disparar con tanta precisin. La mantcora se arranc la flecha del hombro con un aullido. Ahora respiraba pesadamente. Intent asestarle un mandoble, pero no estaba tan herida como pareca. Esquiv mi espada y le dio un coletazo a mi escudo que me lanz rodando por la nieve. Entonces salieron del bosque los arqueros. Eran chicas: una docena, ms o menos. La ms joven tendra diez aos; la mayor, unos catorce, igual que yo. Iban vestidas con parcas plateadas y vaqueros, y cada una tena un arco en las manos. Avanzaron hacia la mantcora con expresin resuelta. Las cazadoras! grit Annabeth. Thalia murmur a mi lado: Vaya, hombre! Estupendo! No tuve tiempo de preguntarle por qu lo deca. Una de las chicas mayores se aproxim con el arco tenso. Era alta y grcil, de piel cobriza. A diferencia de las otras, llevaba una diadema en lo alto de su oscura cabellera, lo cual le daba todo el aspecto de una princesa persa. Permiso para matar, mi seora? No supe con quin hablaba, porque ella no quitaba los ojos de la mantcora. El monstruo solt un gemido. No es justo! Es una interferencia directa! Va contra las Leyes Antiguas. No es cierto terci otra chica, sta algo ms joven que yo; tendra doce o trece aos. Llevaba el pelo castao rojizo recogido en una cola. Sus ojos, de un amarillo plateado como la luna, resultaban asombrosos. Tena una cara tan hermosa que dejaba sin aliento, pero su expresin era seria y amenazadora. La caza de todas las bestias salvajes entra en mis competencias. Y t, repugnante criatura, eres

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    una bestia salvaje. Mir a la chica de la diadema. Zo, permiso concedido. Si no puedo llevrmelos vivos refunfu la mantcora, me los llevar muertos! Y se lanz sobre Thalia y sobre m, sabiendo que estbamos dbiles y aturdidos. No! chill Annabeth, y carg contra el monstruo. Retrocede, mestiza! Grit la chica de la diadema. Aprtate de la lnea de fuego. Ella no hizo caso. Salt sobre el lomo de la bestia y hundi el cuchillo entre su melena de len. La mantcora aull y se revolvi en crculos, agitando la cola, mientras Annabeth se sujetaba como si en ello le fuese la vida, como probablemente as era. Fuego! orden Zo. No! grit. Pero las cazadoras lanzaron sus flechas. La primera le atraves el cuello al monstruo. Otra le dio en el pecho. La mantcora dio un paso atrs y se tambale aullando. Esto no es el fin, cazadoras! Lo pagaris caro! Y antes de que alguien pudiese reaccionar, el monstruo con Annabeth todava en su lomo salt por el acantilado y se hundi en la oscuridad. Annabeth! chill. Intent correr tras ella, pero nuestros enemigos no haban terminado an. Se oa un tableteo procedente del helicptero: ametralladoras. La mayora de las cazadoras se dispersaron rpidamente mientras la nieve se iba sembrando de pequeos orificios. Pero la chica de pelo rojizo levant la vista con mucha calma. A los mortales no les est permitido presenciar mi cacera dijo. Abri bruscamente la mano y el helicptero explot y se hizo polvo.

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    No, polvo no: el metal negro se disolvi y se convirti en una bandada de cuervos que se perdieron en la noche. Las cazadoras se nos acercaron. La que se llamaba Zo se detuvo en seco al ver a Thalia. T! exclam con repugnancia. Zo Belladona. A Thalia la voz le temblaba de rabia. Siempre en el momento ms oportuno. Zo examin a los dems. Cuatro mestizos y un stiro, mi seora. S, ya lo veo dijo la chica ms joven, la del pelo castao rojizo. Unos cuantos campistas de Quirn. Annabeth! grit. Hemos de ir a salvarla! La chica se volvi hacia m. Lo siento, Percy Jackson. No podemos hacer nada por ella... Trat de incorporarme, pero un par de cazadoras me mantenan sujeto en el suelo. ... y t no ests en condiciones de lanzarte por el acantilado. Djame ir! exig. Quin te has credo que eres? Zo se adelant como si fuese a abofetearme. No la detuvo, cortante. No es falta de respeto, Zo. Slo est muy alterado. No comprende. Y me mir con unos ojos ms fros y brillantes que la luna en invierno. Yo soy Artemisa anunci, diosa de la caza.

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    CAPITULO 3 CAPITULO3

    Transcrito por: Tere1494

    BIANCA DI ANGELO TOMA UNA DECISIN DELICADA Despus de ver al doctor Espino convertirse en un monstruo y caer en picada por el acantilado con Annabeth montada en su lomo, cualquiera dira que ya nada poda impresionarme. Pero cuando aquella chica de doce aos me dijo que era la diosa Artemisa, tuve una de esas respuestas inteligentes del tipo: Ah bueno Lo cual no fue nada comparado con lo de Grover. l ahog un grito, se arrodill en la nieve y empez a gimotear. -Gracias, seora Artemisa! Es usted tan tan Uau! -Levanta, nio cabra!-le solt Thalia-. Tenemos cosas de que preocuparnos. Annabeth ha desaparecido! -So!-dijo Bianca di Angelo-. Momentito. Tiempo muerto. Todo el mundo se la qued mirando. Ella nos fue sealando, uno a uno, como si estuviera repasando las piezas de un rompecabezas. -Quin quienes sois todos vosotros? La expresin de Artemisa se abland un poco. -Quiz sera mejor, mi querida nia, saber primero quin eres t. Veamos quines son tus padres? Bianca mir con nerviosismo a su hermano, que segua contemplando maravillado a Artemisa. -Nuestros padres murieron-dijo Bianca-. Somos hurfanos. Hay un fondo que se ocupa de pagar nuestro colegio, pero-Titube. Supongo que vio en nuestra expresin que no la creamos-. Qu pasa?-pregunt-. Es la verdad.

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    -T eres una mestiza -dijo Zo Belladona, cuyo acento era difcil de situar. Sonaba anticuado, como si estuviera leyendo un libro viejsimo-. A fe ma que uno de vuestros progenitores era un mortal. El otro era un olmpico. -Un olmpico? Un atleta, quieres decir? -No -dijo Zo-. Uno de los dioses. -Qu guay! -exclam Nico. -Ni hablar! -terci Bianca con voz temblorosa-. No lo encuentro nada guay! Nico se haba puesto a dar saltos. -Es verdad que Zeus tiene rayos con una potencia destructiva de seiscientos? Y que gana puntos extra por? -Cierra el pico Nico! -Bianca se pas las manos por la cara-. Esto no es tu estpido juego de Mitomagia, sabes? Los dioses no existen! Aunque a m me dominaba la angustia por Annabeth- lo nico que deseaba era salir en su busca-, no poda dejar de sentir lstima por los Di Angelo. Me acordaba de lo que haba significado para m descubrir que era un semidis. Thalia debi de sentir algo parecido, porque la furia que brillaba en sus ojos pareci atenuarse un poco. -No desesperis -dijo la diosa-. Era una chica muy valiente. Si es posible encontrarla, yo la encontrar. -Entonces por qu no nos dejis ir a buscarla? -pregunt. -Porque ha desaparecido. Acaso no lo percibes, hijo de Poseidn? Hay un fenmeno mgico en juego. No s exactamente cmo o por qu, pero tu amiga se ha desvanecido. Yo segua deseando saltar por el acantilado para buscarla, pero intua que Artemisa tena razn. Annabeth haba desaparecido. Si hubiese estado all abajo, en el mar, yo habra sido capaz de percibir su presencia.

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    -Y el doctor Espino? -intervino Nico, levantando la mano-. Ha sido impresionante cmo lo habis acribillado. Est muerto? -Era una mantcora- dijo Artemisa-. Espero que haya quedado destruida por el momento. Pero los monstruos nunca mueren del todo. Se vuelven a formar una y otra vez, y hay que cazarlos siempre que reaparecen. -O ellos nos cazan a nosotros -observ Thalia. Bianca di Angelo se estremeci. -Lo cual explica Te acuerdas, Nico, de los tipos que intentaron atacarnos el verano pasado en un callejn de Washington? -Y aquel conductor del autobs -record Nico-. El de los cuernos de carnero. Te lo dije. Era real. -Por eso os ha estado vigilando Grover -les expliqu-. Para manteneros a salvo si resultabais ser mestizos. -Grover? -Bianca se qued mirndolo-. T eres un semidis? -Un stiro, en realidad -Se quit los zapatos y le mostr sus pezuas de cabra. Crea que Bianca se desmayara all mismo. -Grover, ponte los zapatos -dijo Thalia-. Ests asustndola. -Eh, que tengo las pezuas limpias! -Bianca -terci-, hemos venido a ayudaros. Tenis que aprender a sobrevivir. El doctor Espino no va a ser el ltimo monstruo con que os tropecis. Tenis que venir al campamento. -Qu campamento? -El Campamento Mestizo. El lugar donde los mestizos aprenden a sobrevivir. Podis venir con nosotros y quedaron todo el ao, si queris. -Qu bien! Vamos! -exclam Nico. -Espera -Bianca mene la cabeza-. Yo no

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    -Hay otra opcin -intervino Zo. -No, no la hay -dijo Thalia. Las dos se miraron furibundas. Yo no saba de qu hablaban, pero estaba claro que entre ellas haba alguna cuenta pendiente. Por algn motivo, se odiaban de verdad. -Ya hemos abrumado bastante a estos cros -zanj Artemisa-. Zo, descansaremos aqu unas horas. Levantad las tiendas. Curad a los heridos. Recoged en la escuela las pertenencias de nuestros invitados. -S, mi seora. -Y t, Bianca, acompame. Quiero hablar contigo. -Y yo? -pregunt Nico. Artemisa lo examin un instante. -T podras ensearle a Grover cmo se juega ese juego de cromos que tanto me gusta. Grover se prestar con gusto a entretenerte un rato como un favor especial haca m. Grover estuvo a punto de trastabillar. -Por supuesto! Vamos, Nico! Los dos se alejaron hacia el bosque, hablando de energa vital, nivel de armadura y cosas as, tpicas de chiflados informticos. Artemisa ech a caminar por el borde del acantilado con Bianca, que pareca muy confusa. Las cazadoras empezaron a vaciar sus petates y montar el campamento. Zo le lanz una nueva mirada furibunda a Thalia y se fue a supervisarlo todo. En cuantos se hubo alejado, Thalia pate el suelo con rabia. -Qu caraduras, estas cazadoras! Se creen que son tan Aggg! -Estoy contigo -asent-. No me fio

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    -As que ests conmigo? -Se volvi hecha un basilisco-. Y en qu estabas pensando en el gimnasio? Creas que ibas a poder t solo con Espino? Sabas muy bien que era un monstruo! -Yo -Si hubiramos permanecido juntos habramos acabado con l sin que intervinieran las cazadoras. Y Annabeth tal vez seguira aqu. No lo has pensado? Apret los dientes. Se me ocurrieron varias cosas que decirle, y quiz se las habra dicho si no hubiese bajado entonces la vista y reparado en una cosa azul tirada en la nieve. La gorra de bisbol de los Yankees. La gorra de Annabeth. Thalia no dijo nada. Se sec una lgrima y se alej sin ms, dejndome solo con la gorra mojada y pisoteada. Las cazadoras montaron el campamento en unos minutos. Siete grandes tiendas, todas de seda plateada, dispuestas en una medialuna alrededor de la hoguera. Una de las chicas sopl un silbato plateado. De inmediato, del boque surgieron unos lobos blancos que empezaron a rondar en crculo alrededor del campamento, como un equipo de perros guardianes. Las cazadoras se movan entre ellos y les daban golosinas sin ningn miedo, pero yo decid no alejarme de las tiendas. Haba halcones observndonos desde los rboles con los ojos centelleantes por el resplandor de la hoguera, y yo tena la sensacin de que tambin ellos estaban de guardia. Incluso el tiempo pareca doblegarse a la voluntad de la diosa. El aire segua fro, pero el viento se haba calmado y ya no nevaba, con lo que resultaba casi agradable permanecer junto al fuego. Casi salvo por el dolor del hombro y la culpa que me abrumaba. No poda creer que Annabeth hubiese desaparecido. Y por muy enfadado que estuviera con Thalia, tena la sensacin de que era cierto lo que me haba dicho. Haba sido por mi culpa. Qu era lo que iba a contarme Annabeth en el gimnasio? Algo muy grave, haba dicho. Quiz nunca llegara a saberlo. Record cmo habamos bailado juntos media cancin y me sent an ms apesadumbrado. Mir a Thalia, que se paseaba inquieta entre los lobos, en apariencia

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    sin ningn temor. De pronto se detuvo y se volvi hacia Westover Hall, que ahora, sumido en una completa oscuridad, asomaba sobre la ladera que quedaba ms all del bosque. Me pregunt qu estara pensando. Siete aos atrs, su padre la haba convertido en un pino para impedir que muriese mientras haca frente a un ejrcito de monstruos en lo alto de la Colina Mestiza. Ella se haba sacrificado para que sus amigos Luke y Annabeth pudieran escapar. Ahora slo haban pasado unos meses desde que haba recuperado su forma humana, y de vez en cuando se quedaba tan inmvil que habras jurado que segua siendo un rbol. Al cabo de un rato, Grover y Nico regresaron de su paseo. Una de las cazadoras me trajo mi mochila y Grover me ayud a curarme el hombro. -Lo tienes verde! -coment Nico, entusiasmado. -No te muevas -me orden Grover-. Toma, come un poco de ambrosa mientras te limpio la herida. Empez a curarme y yo hice una mueca de dolor, aunque la ambrosa ayudaba un montn. Saba a brownie casero; se te deshaca en la boca y te infunda una clida sensacin por todo el cuerpo. Entre eso y el blsamo mgico que usaba Grover, me sent mucho mejor en un par de minutos. Nico se puso a hurgar en su propia mochila, que por lo visto las cazadoras haban llenado con todas sus cosas (aunque yo no tena ni idea de cmo se habran colado sin ser vistas en Westover Hall). Sac un montn de figuritas y las dej sobre la nieve. Eran rplicas en miniatura de los dioses y los hroes griegos, entre ellos Zeus con un rayo en la mano, Ares con su lanza, y Apolo con el carro del sol. -Buena coleccin -le dije Nico sonri de oreja a oreja. -Casi los tengo todos, adems de sus cromos hologrficos. Slo me faltan unos cuantos muy raros. -Llevas mucho tiempo jugando a este juego? -Slo este ao. Antes -Frunci el ceo.

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    -Qu? -le pregunt. -Lo he olvidado. Es extrao.-Pareca incmodo, pero no le dur mucho-. Oye, me enseas esa espada que has usado antes? Saqu a Contracorriente y le expliqu cmo pasaba de ser un bolgrafo a una espada cuando le quitaban el capuchn. -Qu pasada! Nunca se le acaba la tinta? -Bueno, en realidad no lo utilizo para escribir. -De verdad eres hijo de Poseidn? -Pues s. -Entonces sabrs hacer surf muy bien. Mir a Grover, que haca esfuerzos por contener la risa. -Jo, Nico! -le dije-. Nunca lo he probado. l sigui haciendo preguntas. Me peleaba mucho con Thalia, dado que era la hija de Zeus? (sa no la respond) Si la madre de Annabeth era Atenea, la diosa de la sabidura, cmo no se le haba ocurrido nada mejor que tirarse por el acantilado? (Tuve que contenerme para no estrangularlo) Annabeth era mi novia? (A esas alturas ya estaba a punto de meterlo en un saco y arrojrselo a los lobos) Supuse que iba a preguntarme cuntos puntos extra tena, como si yo fuera un personaje de su juego, pero entonces se nos acerc Zo Belladona. -Percy Jackson. Zo tena ojos de un tono castao oscuro y una nariz respingona. Con su diadema de plata y su expresin altanera, pareca un miembro de la realeza y yo casi hube de reprimir el impulso de ponerme firme y decir: S, mi seora Ella me observ con desagrado, como si fuese una bolsa de ropa sucia que le haban mandado recoger. -Acompaadme -me dijo-. La seora Artemisa desea hablar con vos.

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    Me gui hasta la ltima tienda, que no pareca diferente de las otras, y me hizo pasar. Bianca estaba sentada junto a la chica del pelo rojizo. A m an me costaba pensar en ella como la diosa Artemisa. El interior de la tienda era clido y confortable. El suelo estaba cubierto de alfombras de seda y almohadones. En el centro, un brasero dorado pareca arder solo, sin combustible ni humo. Detrs de la diosa, en un soporte de roble, reposaba su enorme arco de plata, que estaba trabajado de tal manera que recordaba a los cuernos de una gacela. De las paredes colgaban pieles de animales como el oso negro, el tigre y otros que no supe identificar. Pens que un activista de los derechos de los animales habras sufrido un ataque al ver todo aquello. Pero como Artemisa era la diosa de la caza, quiz tena el poder de reemplazar a cada animal que abata. Me pareci que haba otra piel tendida a su lado y, de repente, advert que era un animal vivo: un ciervo de pelaje reluciente y cuernos plateados, que apoyaba la cabeza confiadamente en su regazo. -Sintate con nosotras, Percy Jackson -dijo la diosa. Me sent en el suelo frente a ella. La diosa me estudi con atencin, cosa que a m me incomodaba. Tena una mirada viejsima para ser una chica tan joven. -Te sorprende mi edad? -me pregunt. -Eh un poco. -Puedo aparecer como una mujer adulta, o como un fuego llameante, o como desee. Pero esta apariencia es la que prefiero. Viene a ser la edad de mis cazadoras y de todas las jvenes doncella que continan bajo mi proteccin hasta que se echan a perder. -Cmo? -Hasta que crecen. Hasta que enloquecen por los chicos, y se vuelven tontas e inseguras y se olvidan de s mismas. -Ah. Zo se haba sentado a su derecha y me miraba de un modo furibundo, como si yo fuese el culpable de todos los males que Artemisa haba descrito. Como si la mera nocin de ser un chico la hubiera inventado yo.

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    -Has de perdonar a mis cazadoras si no se muestran muy amigables contigo -dijo Artemisa-. Es rarsimo que entren chicos a este campamento. Normalmente les est prohibido el menor contacto con las cazadoras. El ltimo que pis este campamento-Mir a Zo-. Cul fue? -Ese chico de Colorado. Lo transformasteis en un jackalope, mi seora. -Ah, s -asinti Artemisa, satisfecha-. Me gusta hacer jackalope, ya sabes, ese animal de la mitologa americana, mezcla de liebre y antlope. En todo caso, te he llamado para que me hables un poco ms de la mantcora. Bianca me ha contado algunas de las cosas inquietantes que el monstruo dijo. Pero quiz ella no las haya entendido bien. Quiero orlas de tus labios. Se lo cont todo, de principio a fin. Cuando termin, Artemisa puso una mano en su arco, pensativa. -Ya me tema que tendra que usarlo. Zo se ech hacia delante. -Lo decs por el rastro, mi seora? -S. -Qu rastro? -pregunt. -Estn apareciendo criaturas que yo no haba cazado en milenios-murmur Artemisa-. Presas tan antiguas que casi las haba olvidado.-Me mir fijamente-. Vinimos aqu ayer noche porque detectamos la presencia de la mantcora. Pero se no era el monstruo que ando buscando. Vuelve a repetirme lo que dijo el doctor Espino exactamente. -Eh... Me horrorizan los bailes de colegio -No, no. Despus de eso. -Dijo que alguien llamado el General me lo iba a explicar todo. -Zo palideci. Se volvi hacia Artemisa y empez a decirle algo, pero la diosa alz una mano.

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    -Contina, Percy. -Bueno, entonces se refiri al Gran Despertador -Despertar -me corrigi Bianca. -Eso. Y dijo: Pronto tendremos al monstruo ms importante de todos. El que provocar la cada del Olimpo La diosa permaneci tan inmvil como una estatua. -Quiz menta -suger. Artemisa mene la cabeza. -No, no menta. He sido demasiado lenta en percibir los signos. Tengo que cazar a ese monstruo. Haciendo un esfuerzo para no parecer asustada, Zo asinti. -Saldremos de inmediato, mi seora. -No, Zo. Esto he de hacerlo sola. -Pero Artem -Es una tarea demasiado peligrosa incluso para las cazadoras. T ya sabes dnde debo empezar la bsqueda, y no puedes acompaarme all. -Como como deseis, mi seora. -Hallar a esa criatura -prometi Artemisa-. Y la traer de vuelta al Olimpo para el solsticio de invierno. Ser la prueba que necesito para convencer a la Asamblea de Dioses del peligro que corremos. -Y usted, seora, sabe de qu monstruo se trata? -pregunt. Artemisa agarr el arco con fuerza. -Recemos par que est equivocada. -Una diosa puede rezar? -inquir, porque era una idea que nunca se me haba ocurrido.

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    La sombra de una sonrisa alete por sus labios. -Antes de irme, Percy Jackson, tengo una tarea para ti. -Incluye acabar convertido en un jackalope de sos? -Lamentablemente, no. Quiero que escoltes a las cazadoras hasta el Campamento Mestizo. All permanecern a salvo hasta mi regreso. -Qu? -solt Zo-. Pero Artemisa! Nosotras aborrecemos ese lugar. La ltima vez -Ya lo s -respondi la diosa- Pero estoy segura de que Dionisio no nos guardar rencor por un pequeo, eh malentendido. Tenis derecho a usar la cabaa nmero ocho siempre que la necesitis. Adems, tengo entendido que han reconstruido las cabaas que vosotras incendiasteis. Zo mascull algo sobre estpidos campistas -Y ya slo queda una decisin que tomar.-Artemisa se volvi hacia Bianca-. Te has decidido ya, nia? Bianca vacil. -An me lo estoy pensando. -Un momento -dije-. Pensarse qu? -Me han propuesto que me una a las cazadoras. -Cmo? Pero no puedes hacerlo! Tienes que ir al Campamento Mestizo y ponerte en manos de Quirn. Es el nico modo de que aprendas a sobrevivir por tus propios medios. -No es el nico modo para una chica! -dijo Zo. No poda creer lo que estaba oyendo. -Bianca, el campamento es un sitio guay! Tiene un establo de pegasos y un ruedo para combatir a espada Quiero decir, qu sacas unindote a las cazadoras? -Para empezar -repuso Zo-, la inmortalidad.

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    La mir boquiabierto; luego me volv hacia Artemisa. -Est de broma, no? -Zo raramente bromea -dijo Artemisa-. Mis cazadoras me siguen en mis aventuras. Son mis servidoras, mis camaradas, mis compaeras de armas. Una vez que me han jurado lealtad, se vuelven inmortales, s. Salvo que caigan en el campo de batalla, cosa muy improbable, o que falten a su juramento. -Y qu han de jurar? -pregunt. -Que renuncian para siempre al amor romntico -dijo Artemisa-. Que no crecern ni contraern matrimonio. Que seguirn siendo doncellas eternamente. -Cmo usted seora? La diosa asinti. Trat de imaginarme aquello. Ser inmortal. Vagabundear por ah con tus amigas del cole para siempre. No me caba en la cabeza. -O sea que usted recorre el pas reclutando mestizas -No slo mestizas -me interrumpi Zo-. La seora Artemisa no discrimina a nadie por su nacimiento. Todas aquellas que honren a la diosa pueden unirse a nosotras. Mestizas, ninfas, mortales -Y t qu eres? Un relmpago de clera cruz su mirada. -Eso no es de vuestra incumbencia. La cuestin es que Bianca puede unirse a nosotras si lo desea. La decisin est en sus manos. -Es una locura, Bianca! -le dije-. Y qu pasa con tu hermano? Nico no puede convertirse en cazadora. -Desde luego que no -dijo Artemisa-. l ir al campamento. Por desgracia, es lo mximo a lo que puede aspirar un chico. -Eh! -protest.

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    -Podrs verlo de vez en cuando-le asegur Artemisa a Bianca-. Pero ya no tendrs ninguna responsabilidad sobre l. Los instructores del campamento se harn cargo de su educacin. Y t tendrs una nueva familia. Nosotras. -Una nueva familia -repiti Bianca con aire de ensoacin-. Sin ninguna responsabilidad. -Bianca, no puedes hacerlo-insist-. Es una locura. Ella mir a Zo -Vale la pena? -S. -Qu tengo que hacer? -Repite -le dijo Zo-: Prometo seguir a la diosa Artemisa. -Pro prometo seguir a la diosa Artemisa. -Doy la espalda a la compaa de los hombres, acepto ser doncella par siempre y me uno a la Cacera. Bianca repiti estas palabras. -Ya est? Zo asinti. -Si la seora Artemisa acepta tu compromiso, ya es vinculante. -Lo acepto -dijo Artemisa. Las llamas del brasero se avivaron, arrojando por toda la estancia un resplandor plateado. Bianca no pareca distinta, pero ella respir hondo, abri los ojos y murmur: -Me siento ms fuerte. -Bienvenida, hermana -dijo Zo. -Recuerda tu promesa -aadi Artemisa-. Ahora es tu vida.

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    Yo no poda intervenir. Me senta como un intruso. Y como un fracasado integral. No poda creer que hubiese llegado hasta all y sufrido tanto para perder a Bianca a manos de un club femenino eterno. -No te desesperes, Percy Jackson-me dijo Artemisa-. An tienes que mostrarles a los Di Angelo el campamento. Y si Nico as lo decide, puede quedarse a vivir all. -Estupendo-dije, intentando no sonar arisco-. Cmo se supone que vamos a llegar al Campamento? Artemisa cerr los ojos. -Se acerca el amanecer. Zo, desmonta el campamento. Tenis que llegar cuanto antes a Long Island sin sufrir daos. Pedir a mi hermano que os lleve. A Zo no pareci entusiasmarle la idea, pero asinti y le dijo a Bianca que la siguiera. Cuando salan, sta se detuvo un instante a mi lado. -Lo siento, Percy, pero deseo hacerlo. Lo deseo de verdad. Salieron las dos y me qued solo con aquella diosa de doce aos. -Entonces -le dije con aire sombro-, su hermano se encargar de llevarnos, seora? Sus ojos plateados destellaron. -As es. Sabes?, Bianca di Angelo no es la nica que tiene un hermano irritante. Ya va siendo hora de que conozcas a mi muy irresponsable gemelo. Apolo.

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    CAPITULO 4 CAPITULO4

    Traducido por Less gt

    THALIA INCENDIA NUEVA INGLATERRA Artemisa haba asegurado que se acercaba el alba, pero nadie lo habra dicho: estaba todo ms oscuro, ms fro y nevado que nunca. All en la colina, las ventanas de Westover Hall seguan oscuras. Me preguntaba si los profesores habran advertido la desaparicin de los hermanos Di Angelo. Prefera no estar all cuando lo descubrieran. Con mi suerte, seguro que el nico nombre que la seorita Latiza recordara sera el mo, y entonces me convertira en vctima de una cacera humana por todo el pas. Otra vez. Las cazadoras levantaron el campamento tan deprisa como lo haban montado. Ellas parecan tan tranquilas en medio de la nieve, pero yo aguardaba tiritando mientras Artemisa escudriaba el horizonte por el este. Bianca se haba sentado ms all con su hermano. Ya se vea por la expresin sombra de Nico que estaba explicndole su decisin de unirse a la Cacera. Desde luego, ella haba sido muy egosta al abandonar a su hermano de aquella manera. Thalia y Grover se me acercaron, deseosos de saber lo que haba ocurrido durante mi audiencia con la diosa. Cuando se lo cont, Grover palideci. - La ltima vez que las cazadoras vinieron al campamento, la cosa no fue demasiado bien. - Por qu se habrn presentado aqu? me pregunt -. Quiero decir, ha sido como si surgieran de la nada. - Y Bianca se ha unido a ellas dijo Thalia, indignada -. La culpa la tiene Zo. Esa presumida insoportable - Cmo va uno a culparla? dijo Grover, suspirando. Toda una eternidad con Artemisa

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    Thalia puso los ojos en blanco. - Sois increbles los stiros. Todos loquitos por Artemisa. No comprendis que ella nunca va a corresponderos? - Es que le va tanto la onda de la naturaleza. Grover pareca casi en trance. - Ests chiflado le espet Thalia - Me chifla, si dijo Grover, soador -. Es cierto. El cielo empez a clarear por fin. Artemisa murmur: - Ya era hora. Es tan perezoso en invierno! - Ests esperando, eh la salida del sol? le pregunt. - S, a mi hermano. Yo no quera ser grosero. Es decir, conoca las leyendas sobre Apolo (otras veces, Helios) conduciendo por el cielo el gran carro del sol. Pero tambin saba que el sol es una estrella situada a no s cuntos millones de kilmetros. Ya haba asimilado la idea de que algunos mitos griegos fueran ciertos, pero vamos no lograba imaginarme cmo iba a arreglrselas Apolo para conducir el sol. - NO es exactamente lo que t crees me dijo Artemisa, como si me leyese el pensamiento. - Ah, bueno. Empec a relajarme -. Entonces no es que vaya a llegar Hubo un destello repentino en el horizonte y enseguida una gran rfaga de calor. - No mires me advirti Artemisa -. Hasta que haya aparcado. Aparcado? Desvi la vista y vi que los dems hacan lo mismo. La luz y el calor se intensificaron hasta que me dio la sensacin de que mi amigo iba a derretirse. Y entonces la luz se apag.

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    Me volv. No poda creerlo. Era mi coche! Bueno, el coche con el que soaba, para ser exactos. Un Maserati Spyder descapotable rojo. Era impresionante. Resplandeca. Aunque enseguida comprend que relumbraba porque la chapa estaba casi al rojo. La nieve se haba derretido alrededor del Maserati en un crculo perfecto, lo cual explicaba que yo notara los zapatos mojados y que de repente pisara hierba verde. El conductor baj sonriendo. Pareca tener diecisiete o dieciocho aos y, por un segundo, tuve la incmoda sensacin de que era Luke, mi viejo enemigo. El mismo pelo rubio rojizo; el mismo aspecto saludable y deportivo. Pero no. Era ms alto y no tena ninguna cicatriz en la cara, como Luke. Su sonrisa resultaba ms juguetona. (Luke no haca ms que fruncir el ceo y sonrer con desdn ltimamente.) El conductor del Maserati iba con tejanos, mocasines y una camiseta sin mangas. - Uau se asombr Thalia entre dientes -. Qu calor irradia este tipo. - Es el dios del sol dije. - No me refera a eso. - Hermanita! grit Apolo. Si hubiera tenido dientes un peln ms blancos nos habra cegado a todos-. Qu tal? Nunca llamas ni me escribes. Ya empezaba a preocuparme. Artemisa suspir. - Estoy bien Apolo. Y no soy tu hermanita. - Eh, que yo nac primero! - Somos gemelos! Cuntos milenios habremos de seguir discutiendo? - Bueno, Qu pasa? la interrumpi -. Tienes a todas las chicas contigo, por lo que veo. Necesitis unas clases de arco? Artemisa apret los dientes. - Necesito un favor. He de salir de cacera. Sola. Y quiero que lleves a mis compaeras al Campamento Mestizo.

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    - Claro, cielo! Un momento - Levant una mano, en plan todo el mundo quieto -. Siento que me llega un haiku. Las cazadoras refunfuaron. Por lo visto, ya conocan a Apolo. l se aclar la garganta y recit con grandes aspavientos: Hierva en la nieve. Me necesita Artemisa. Yo soy muy guay. Nos sonri de oreja a oreja. Sin duda, esperaba un aplauso. - El ltimo verso solo tiene cuatro slabas observ su hermana. El frunci el ceo. - De veras? - S. Qu tal: Yo soy muy engredo? - No, no. Tiene seis. Hmm - Empez a murmurar en voz baja. Zo Belladona se volvi hacia nosotros. El seor Apolo lleva metido en esta etapa haiku desde que estuvo en Japn. Peor fue cuando le dio por escribir poemas picos. Al menos un haiku slo tiene tres versos! - Ya lo tengo! anunci Apolo -. Soy fe-no-me-nal. Cinco slabas! hizo una reverencia, muy satisfecho de s mismo -. Y ahora, querida un transporte para las cazadoras, dices? Muy oportuno. Iba a salir a dar una vuelta. - Tambin tendras que llevar a estos semidioses precis Artemisa, sealndonos -. Son campistas de Quirn. - No hay problema -. Nos ech un vistazo -. Veamos T eres Thalia, Verdad? Lo s todo sobre ti. Ella se ruboriz. - Hola, seor Apolo.

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    - Hija de Zeus, No? Entonces somos medio hermanos. Eras un rbol, cierto? Me alegra que ya no. No soporto ver a las chicas guapas convertidas en rboles. Recuerdo una vez - Hermano lo ataj Artemisa -. Habras de ponerte en marcha. - Ah, s -. Y me mir a m, entornando los ojos -. Percy Jackson? - Aj. Digo s, seor. Resultaba extrao llamar seor a un adolescente, pero ya haba aprendido a ser prudente con los inmortales. Se ofenden con gran facilidad. Y entonces todo salta por los aires. Apolo me observ detenidamente, pero no dijo una palabra, cosa que me result un poco inquietante. - Bueno! dijo -. Ser mejor que subamos. Este cacharro slo viaja en una direccin, hacia el oeste. Si se te escapa, te quedas en tierra. Yo mir el Maserati. All caban dos personas como mximo. Y ramos veinte. - Un coche impresionante dijo Nico. - Gracias, chico respondi Apolo. - Cmo vamos a meternos todos ah? - Ah, bueno.- pareca que acabase de advertir el problema -. Est bien. No me gusta cambiarlo del modo deportivo, pero si no hay ms remedio Sac las llaves y presion el botn de la alarma. Pip, pip! Por un momento, el coche resplandeci otra vez. Cuando se desvaneci el resplandor, el Maserati haba sido reemplazado por un autobs escolar. - Venga dijo -. Todos, arriba. Zo orden a las cazadoras que subieran. Iba a recoger su mochila, cuando Apolo le dijo: - Dame, cario. Djamela a m.

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    Zo dio un paso atrs; una mirada asesina le relampagueaba en los ojos. - Hermanito lo reprendi Artemisa -. No pretendas echarles una mano a mis cazadoras. No las mires, no les hables, no coquetees con ellas. Y sobre todo, no las llames cario. Apolo extendi las palmas. - Perdn. Se me haba olvidado. Oye y t adnde vas? - De cacera dijo Artemisa -. No es cosa tuya. - Ya me enterar. Yo lo veo y lo s todo. Artemisa solt un resoplido. - T encrgate de llevarlos. Sin perder el tiempo por ah! - Pero si nunca me entretengo por el camino Artemisa puso los ojos en blanco; luego nos mir - Nos veremos para el solsticio de invierno. Zo, te quedas al frente de las cazadoras. Acta como yo lo hara. Ella se irgui. - S, mi seora. Artemisa se arrodill y examin el suelo, como si buscase huellas. Cuando se incorpor, pareca intranquila. - El peligro es enorme. Hay que dar con esa bestia. Ech a correr hacia el bosque y se disolvi entre la nieve y las sombras. Apolo nos sonri, haciendo tintinear las llaves. - Bueno. Dijo -. Quin quiere conducir? Las cazadoras subieron en tropel al autobs y se apelotonaron en la parte trasera para estar lo ms lejos posible de Apolo y los dems varones (como si fusemos enfermos contagiosos). Bianca se sent

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    con ellas y dej a su hermano con nosotros, en las filas de delante, cosa que yo encontr muy desangelada por su parte, aunque Nico no pareca importarle. - Menuda pasada! deca l, dando saltos en el asiento del conductor -. Esto es el sol de verdad? Yo crea que Helios y Selene eran los dioses del sol y la luna. Cmo se explica que unas veces sean ellos y otras veces, t y Artemisa? - Reduccin de personal dijo Apolo -. Fueron los romanos quienes empezaron. No podan permitirse tantos templos de sacrificio, de manera que despidieron a Helios y Selene y atribuyeron a nuestros puestos todas sus funciones. Mi hermana se qued con la luna y yo con el sol. Al principio fue una lata, pero al menos me dieron este coche impresionante. - Y cmo funciona? pregunt Nico -. Yo crea que el sol era una gran esfera de gas ardiente. Apolo se ech a rer entre dientes y le alborot el pelo. - Ese rumor seguramente se difundi porque Artemisa tena la mana de decir que yo era un globo enorme de humo o algo as. Hablando en serio, chico, todo depende de si quieres hablar de astronoma o de filosofa. Quieres que hablemos de astronoma? Bah dnde est la gracia? Quieres que hablemos de lo que los humanos piensan del sol? Ah, eso ya es ms interesante. Ten presente que casi todas sus apuestas dependen de cmo corra este cacharro, por as decirlo. El sol les da calor, alimenta sus cosechas, produce energa, hace que todo parezca ms risueo: ms soleado, vamos. Es tan antiguo como la civilizacin occidental. Cada da circula por el cielo, de este a oeste, iluminando la endeble vida de los pobres mortales. El carro es sencillamente una manifestacin del poder del sol tal como los mortales lo perciben. Lo entiendes? Nico mene la cabeza. - Pues no. - Bueno, entonces considralo como un coche solar muy potente y bastante peligroso. -Puedo conducirlo? - NO. Eres demasiado joven.

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    -Yo, yo! se ofreci Grover, levantando la mano. - Hummm mejor no decidi Apolo -. Demasiado peludo.- Mir ms all (pasndome a m de largo) y se fij en Thalia. - La hija de Zeus! exclam -. El seor de los cielos. Perfecto. - Uy, no. Thalia mene la cabeza -. Muchas gracias. - Venga ya dijo Apolo -. Qu edad tienes? Ella vacil. - No lo s. Era triste pero cierto. Thalia se haba transformado en un rbol a los doce, y de eso haca siete aos. Es decir, ahora tendra diecinueve, si se contaba ao por ao. Pero ella se senta an como si tuviera doce y, si la observabas, llegabas a la conclusin de que estaba a medio camino entre los doce y los diecinueve. Segn deduca Quirn, ella haba seguido creciendo cuando era rbol, pero mucho ms despacio. Apolo se dio unos golpecitos en el labio. - Tienes quince, casi diecisis. - Cmo lo sabes? - Bueno, soy el dios de la profeca. Tengo mis trucos. Cumplirs diecisis en una semana, ms o menos. -Es verdad!, es mi cumpleaos! El veintids de diciembre. - Lo cual significa que ya tienes edad suficiente para conducir con un permiso provisional. Thalia se removi en su asiento, nerviosa. - Eh - Ya s lo que vas a decir la interrumpi Apolo -. Que no mereces el honor de conducir el carro del sol. - No, no iba a decir eso. - No te agobies! El trayecto desde Maine hasta Long Island es muy

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    corto. Y no te preocupes por lo que le pas a mi ltimo alumno. T eres hija de Zeus. A ti no te sacar del cielo a caonazos. Se ech a rer con ganas. Los dems nos unimos a su regocijo. Thalia intent protestar, pero Apolo no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta. El dios puls un botn del salpicadero y en lo alto del parabrisas apareci un rtulo. Tuve que leerlo invertido (cosa que, para un dislxico, tampoco es mucho ms complicada que leer al derecho). Pona: Atencin: Conductor en prcticas. -Adelante!- le dijo Apolo -. Seguro que eres una conductora nata! He de reconocer que tena celos. Yo me mora por empezar a conducir. Mi madre me haba llevado a Montauk un par de veces aquel otoo, cuando la carretera de la playa estaba vaca, y me haba dejado probar su Mazda. Vale, s, aquello era un turismo japons y esto, el carro del sol Pero haba tanta diferencia, a fin de cuentas? - La velocidad y el calor van a la par le explic Apolo -. O sea, que empieza despacio y asegrate de que has alcanzado una buena altitud antes de pisar a fondo. Thalia agarraba el volante con tanta fuerza que los nudillos se le haban puesto blancos. Daba la impresin de que se iba a marear de un momento a otro. - Qu pasa? le pregunt. - Nada dijo temblando -. N-no pasa nada. Tir del volante y el autobs dio una sacudida tan brusca que me fui hacia atrs y me estrell contra una cosa blanda. - Uf! exclam Grover. - Lo siento. - Ms despacio le recomend Apolo. - Perdn dijo Thalia -. Lo tengo controlado! Logr ponerme en pie. Por la ventana vi un crculo humeante de rboles en el claro desde el que habamos despegado.

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    - Thalia le dije -, afloja un poco. - Ya lo he entendido, Percy me respondi con los dientes apretados. Pero ella segua pisando a fondo. - Reljate. - Estoy relajada! Se la vea tan rgida como si se hubiese convertido otra vez en un trozo de madera. - Hemos de virar al sur para ir a Long Island dijo Apolo -. Gira a la izquierda. Thalia dio un volantazo y me lanz de nuevo en brazos de Grover, que solt un gaido. - La otra izquierda sugiri Apolo. Comet el error de mirar de nuevo por la ventana. Ya habamos alcanzado la altitud de un avin, e incluso ms porque el cielo empezaba a verse negro. - Esto - empez Apolo. Me dio la impresin de que se esforzaba por parecer tranquilo -. No tan arriba, cario. En Cape Cod se estn congelando. Thalia accion el volante. Tena la cara blanca como el papel y la frente perlada de sudor. Algo le suceda, sin duda. Yo nunca la haba visto as. El autobs se lanz en picado y alguien dio un grito. Quiz fui yo. Ahora bajbamos directos hacia el Atlntico a unos mil kilmetros por hora, con el litoral del Nueva Inglaterra a mano derecha. Empezaba a hacer calor en el autobs. Apolo haba salido despedido hasta el fondo, pero ya avanzaba de nuevo entre los asientos. - Toma t el volante! le suplic Grover. - No os preocupis dijo Apolo, aunque l mismo pareca ms que preocupado -. Slo le falta aprender a Uuaaaau! Yo tambin vi lo que l vea. A nuestros pies haba un pueblecito de Nueva Inglaterra cubierto de nieve. Mejor dicho, haba estado all

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    hasta haca unos minutos, porque ahora la nieve se estaba fundiendo a ojos vistas en los rboles, en los tejados y los prados. La torre de la iglesia, completamente blanca un momento antes, se volvi marrn y empez a humear. Por todo el pueblo surgan delgadas columnas de humo, que parecan velas de cumpleaos. Los rboles y tejados se estaban incendiando. - Frena! grit. Thalia tena en los ojos un brillo enloquecido. Tir del volante bruscamente. Esta vez logr sujetarme. Mientras ascendamos a toda velocidad, por la ventanilla trasera vi que el sbito regreso del fro sofocaba los incendios. - All est Long Island! dijo Apolo, sealando al frente -. Todo derecho. Vamos a disminuir un poco la velocidad, querida. No estara bien arrasar el campamento. Nos dirigamos a toda pastilla hacia la costa norte de Long Island. All estaba el Campamento Mestizo: el valle, los bosques, la playa. Ya se divisaban el pabelln del comedor, las cabaas y el anfiteatro. - Lo tengo controlado murmuraba Thalia -. Lo tengo Estbamos a slo unos centenares de metros. - Frena dijo Apolo. - Lo voy a conseguir. - Frena!!! Thalia pis el freno a fondo y el autobs describi un ngulo de cuarenta y cinco grados y fue a empotrarse en el lago de las canoas con un estruendoso chapuzn. Se alz una nube de vapor y enseguida surgieron aterrorizadas las nyades, que huyeron con sus cestas de mimbre a medio a trenzar. El autobs sali a la superficie junto con un par de canoas volcadas y medio derretidas. - Bueno dijo Apolo con una sonrisa -. Era verdad, querida. Lo tenas todo controlado. Vamos a comprobar si hemos chamuscado a alguien importante, te parece?

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    CAPITULO 5 CAPITULO5

    Transcrito por Estereta

    HAGO UNA LLAMADA SUBMARINA Nunca haba visto el Campamento Mestizo en invierno y la visin de la nieve me sorprendi. El campamento dispone de un control climtico de tipo mgico que es el ltimo grito. Ninguna borrasca atraviesa sus lmites a menos que el director en persona el seor D- lo permita. As pues, yo crea que hara sol y buena temperatura. Pero no: haban dejado que cayera una ligera nevada. La pista de carreras y los campos de fresas estaban llenos de hielo. Haban decorado las cabaas con lucecitas parpadeantes similares a las navideas, salvo que parecan bolas de fuego de verdad. Tambin brillaban luces en el bosque. Y lo ms extrao de todo: se vea el resplandor de una hoguera en la ventana del desvn de la Casa Grande, donde moraba el Orculo apresado en un cuerpo momificado. Me pregunt si el espritu de Delfos estara asando malvaviscos o algo por el estilo. -Uau -dijo Nico al bajarse del autobs-. Eso es un muro de escalada? -As es -respond. -Cmo es que chorrea lava? -Para ponerlo un poquito ms difcil... Ven. Te voy a presentar a Quirn. Zo, t conoces...? -Conozco a Quirn -dijo, muy tiesa-. Dile que estaremos en la cabaa ocho. Cazadoras, seguidme. -Os mostrar el camino -se ofreci Grover. -Ya conocemos el camino. -De verdad, no es ninguna molestia. Resulta bastante fcil perderse por aqu si no tienes...

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    Tropez aparatosamente con una canoa, pero se levant sin parar de hablar. - como mi viejo padre sola decir: adelante! Zo puso los ojos en blanco, pero supongo que comprendi que no podra librarse de Grover. Las cazadoras cargaron con sus petates y arcos, y se encaminaron hacia las cabaas. Antes de seguirlas, Bianca se acerc a su hermano y le susurr algo al odo; lo mir esperando una respuesta, pero Nico frunci el entrecejo y se volvi. -Cuidaos, guapas! -les grit Apolo a las cazadoras. A m me gui un ojo-. T, Percy ndate con cuidado con esas profecas. Nos veremos pronto. -Qu quieres decir? En lugar de responder, se subi al autobs de un salto. -Nos vemos, Thalia! grit-. Y s buena! Le lanz una sonrisa maliciosa, como si supiera algo que ella ignoraba. Luego cerr las puertas y arranc. Tuve que protegerme con una mano mientras el carro del sol despegaba entre una oleada de calor. Cuando volv a mirar, el lago despeda una gran nube de vapor y un Maserati remontaba los bosques, cada vez ms resplandeciente y ms alto, hasta que se disolvi en un rayo de sol. Nico segua de mal humor. Me pregunt qu le habra dicho su hermana. -Quin es Quirn? -me pregunt-. Esa figura no la tengo. -Es nuestro director de actividades -le dije-. Es... bueno, ahora lo vers. -Si no cae bien a esas cazadoras -refunfu l-, para m ya tiene diez puntos. Vamos. La segunda cosa que me sorprendi fue lo vaco que estaba el campamento. Yo saba que la mayora de los mestizos se entrenaban slo en verano. Ahora nicamente quedaban los que pasaban all todo el ao: los que no tenan un hogar adonde ir o los que habran sufrido demasiados ataques de los monstruos si hubieran abandonado el

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    campamento. Pero incluso ese tipo de campistas parecan ms bien escasos. Charles Beckendorf de la cabaa de Hefesto, avivaba la forja que haba junto al arsenal. Los hermanos Stoll, Travis y Connor, de la cabaa de Hermes, estaban forzando la cerradura del almacn. Varios chicos de la cabaa de Ares se haban enzarzado con las ninfas del bosque en una batalla de bolas de nieve. Y nada ms, prcticamente. Ni siquiera Clarisse, mi antigua rival de la cabaa de Ares, pareca andar por all. La Casa Grande estaba decorada con bolas de fuego rojas y amarillas que calentaban el porche sin incendiarlo. Dentro, las llamas crepitaban en la chimenea. El aire ola a chocolate caliente. El seor D, director del campamento, y Quirn se entretenan jugando una partida de cartas en el saln. Quirn llevaba la barba ms desgreada en invierno y algo ms largo su pelo ensortijado. Ahora no tena que adoptar la pose de profesor y supongo que poda permitirse una apariencia ms informal. Llevaba un suter lanudo con un estampado de pezuas y se haba puesto una manta en el regazo que casi tapaba del todo su silla de ruedas. Nada ms vernos, sonri. -Percy! Thalia! Y ste debe de ser... -Nico di Angelo -dije-. l y su hermana son mestizos. Quirn suspiro aliviado. -Lo habis logrado, entonces. -Bueno... Su sonrisa se congel. -Qu ocurre? Y dnde est Annabeth? -Por favor! -dijo el seor D con fastidio-. No me digis que se ha perdido tambin. Yo haba intentado hacer caso omiso del seor D, pero era difcil ignorarlo con aquel chndal atigrado de color naranja y las zapatillas

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    de deporte moradas (como si l hubiese corrido alguna vez en toda su vida inmortal!). Llevaba una corona de laurel ladeada sobre su oscuro pelo rizado. No creo que significara que haba ganado la ltima mano a las cartas. -A qu se refiere? -pregunt Thalia-. Quin ms se ha perdido? En ese momento entr Grover, trotando y sonriendo con aire alelado. Tena un ojo a la funerala y unas marcas rojas en la cara que parecan de una bofetada. -Las cazadoras ya estn instaladas! -anunci. Quirn arrug la frente. -Las cazadoras, eh? Tenemos mucho de qu hablar, por lo que veo. -Le ech una mirada a Nico-. Grover, deberas llevar a nuestro joven amigo al estudio y ponerle nuestro documental de orientacin. -Pero... Ah, claro. S, seor. -Un documental de orientacin? -pregunt Nico-. Ser apto para menores? Porque Bianca es bastante estricta... -Es para todos los pblicos -aclar Grover. -Genial! -exclam el chico mientras salan del saln. -Y ahora -aadi Quirn dirigindose a nosotros-, tal vez deberais tomar asiento y explicarnos la historia completa. Cuando Thalia y yo concluimos nuestro relato, Quirn se volvi hacia el seor D. -Tenemos que organizar un grupo para encontrar a Annabeth. Thalia y yo levantamos enrgicamente la mano. -Ni hablar! -solt el seor D. Empezamos a protestar, pero l alz la mano. Tena en su mirada ese fuego iracundo que indicaba que algo espantoso poda suceder si no cerrbamos el pico.

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    -Por lo que me habis contado -dijo-, no hemos salido tan mal parados, despus de todo. Hemos sufrido, s, la prdida lamentable de Annie Bell... -Annabeth -dije con rabia. Haba vivido en el campamento desde los siete aos y, sin embargo, el seor D todava pretenda aparentar que no conoca su nombre. -S, est bien -dijo-. Pero habis trado para reemplazarla a este cro latoso. As pues, no creo que tenga sentido poner en peligro a otros mestizos en una absurda operacin de rescate. Hay grandes posibilidades de que esa Annie est muerta. Quise estrangularlo. Era una injusticia que Zeus lo hubiera nombrado director del campamento para que dejase el alcohol y se desintoxicara durante cien aos. Se supona que era en castigo por su mal comportamiento en el Olimpo, pero haba acabado convirtindose en un castigo para nosotros. -Annabeth podra estar viva -dijo Quirn, aunque me di cuenta de que le costaba bastante mostrarse optimista. l haba criado a Annabeth durante todos los aos que pas en el campamento, antes de que volviera a intentar vivir con su padre y su madrastra-. Es una chica muy inteligente. Si nuestros enemigos la tienen en su poder, tratar de ganar tiempo. Tal vez simule incluso que est dispuesta a colaborar. -Es cierto -dijo Thalia-. Luke la querr viva. -En tal caso -dijo el seor D-, me temo que deber arreglrselas con su inteligencia y escapar por sus propios medios. Me levant airado de la mesa. -Percy... -susurr Quirn, advirtindome. Yo ya saba que con el seor D no podas meterte ni en broma. Aunque fueses un chico impulsivo aquejado de Trastorno Hiperactivo por Dficit de Atencin (THDA) como yo, no te dejaba pasar ni una. Pero estaba tan furioso que me daba igual. -Parece muy contento de haber perdido a otro campista -le dije-. A usted le encantara que desapareciramos todos! El seor D ahog un bostezo.

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    -Tienes algn motivo para decir eso? -Desde luego que s -repliqu-. Que lo enviasen aqu como castigo no significa que tenga que comportarse como un estpido perezoso! Esta civilizacin tambin es la suya. Podra hacer un esfuerzo y ayudar un poco... Durante un segundo se hizo el silencio absoluto, a excepcin del crepitar del fuego. La luz se reflejaba en los ojos del seor D y le daba un aire siniestro. Abra la boca para decir algo (seguramente para soltar una maldicin que me hara saltar en pedazos) cuando Nico irrumpi en el saln seguido de Grover. -Qu pasada! -grit sealando a Quirn-. O sea, que eres un centauro! Quirn logr esbozar una sonrisa nerviosa. -S, seor Di Angelo, en efecto. Pero prefiero permanecer con mi forma humana, en esta silla de ruedas, al menos durante los primeros encuentros. -Uau! -Nico mir al seor D-. Y t eres el tipo ese del vino? Qu fuerte! El seor D apart los ojos de m y le dirigi a Nico una mirada de odio. -El tipo del vino? -Dioniso, no? Uau! Tengo tu figura. -Mi figura? -En mi juego Mitomagia. Tambin tengo tu cromo hologrfico! Y aunque slo posees unos quinientos puntos de ataque y todo el mundo dice que tu cromo es el ms flojo, a m me parece que tus poderes molan un montn! -Ah. -El seor D se haba quedado estupefacto, perplejo de verdad, cosa que probablemente me salv la vida-. Bueno... es gratificante saberlo. -Percy -dijo Quirn rpidamente-, t y Thalia ya podis iros a las

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    cabaas. Anunciad a todos los campistas que maana por la noche jugaremos un partido de capturar-la-bandera. -En serio? -pregunt-. Pero si no hay suficientes... -Es una vieja tradicin -repuso Quirn-. Un partido amistoso que se celebra siempre que nos visitan las cazadoras. -S -musit Thalia-. Muy amistoso, seguro. Quirn seal con la cabeza al seor D, que segua escuchando con ceo las explicaciones de Nico sobre los puntos de defensa que los dioses tenan en su juego. -Largaos ya -orden Quirn. -Entendido. Venga, Percy -dijo Thalia, y me sac de la Casa Grande antes de que Dioniso se acordase de que quera matarme. -Ya tienes a Ares en tu contra -me record mientras caminbamos por la nieve hacia las cabaas-. Es que quieres otro enemigo inmortal? Thalia tena razn. Durante mi primer verano en el campamento me haba enredado en una trifulca con Ares, y desde entonces el dios de la guerra y todos sus hijos queran acabar conmigo. As que no me haca falta sacar de quicio tambin a Dioniso. -Lo siento -dije-. No he podido evitarlo. Es demasiado injusto. Se detuvo junto al arsenal y contempl la cima de la Colina Mestiza, al otro lado del valle. Su pino segua all, con el Vellocino de Oro reluciendo en la rama ms baja. La magia del rbol continuaba protegiendo los lmites del campamento, pero ya no extraa su poder de