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Antisemitismo en la Península Ibérica en la Baja Edad Media (s. XIII-s. XV) José Carlos López García Sumario: 1- La relación de los judíos con el poder laico y el poder eclesiástico. 2- Motivaciones del conflicto. 3- La evolución de la violencia antijudía. 4- El pogromo de 1391. 5- Conclusión: la situación del judaísmo tras el pogromo. Bibliografía.

Trabajo antijudaismo

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Antisemitismo en la Península Ibérica en la

Baja Edad Media (s. XIII-s. XV)

José Carlos López García

Sumario: 1- La relación de los judíos con el poder laico y el poder eclesiástico. 2-

Motivaciones del conflicto. 3- La evolución de la violencia antijudía. 4- El pogromo de

1391. 5- Conclusión: la situación del judaísmo tras el pogromo. Bibliografía.

1- La relación de los judíos con el poder laico y el poder eclesiástico

La minoría judía en los reinos cristianos se vio sometida a una presión social e

ideológica fundamentada en principios religiosos, pero con un trasfondo material. Las

actividades profesionales que desempeñaban los judíos despertaban en los cristianos

una serie de recelos y prejuicios hacia ellos, aunque paradójicamente eran los cristianos

quienes acudían a ellos. Todas las esferas de la sociedad cristiana se relacionaron con la

minoría judía. Las relaciones sociales entre ambas comunidades se dieron en una

situación de dominio y preeminencia cristiana, quedando la comunidad judía en

inferioridad jurídica y socialmente segregada, pese a que entre las fallas de la sociedad

se pudieran dar contactos cotidianos en un plano de igualdad.

Como comunidad dominada, los judíos dependieron de la estructura de poder

cristiana, en concreto de la Corona, y se insertaron jurídicamente en el marco regulado e

impuesto por la misma. El poder cristiano fue quien reguló y potenció la formación de

comunidades judías en el territorio y quien las protegió y segregó. No debemos caer en

el error de pensar que los judíos estuvieran plenamente integrados y fueran respetadas

como comunidad religiosa por parte del poder político, es decir, no se puede hablar de

filo-judaísmo. Si se les concedió privilegios para crear comunidades y para mantener su

identidad y costumbres fue por una cuestión práctica, de interés para atraer a estos

individuos con el fin de poblar las ciudades y dotarlas de profesionales cualificados en

distintos ámbitos, pero considerando que como pueblo sumido en el error por no

reconocer a Jesús como Mesías debían ser inducidos a la conversión.

Las concesiones a los judíos, como el permiso para erigir una sinagoga,

violaban el Derecho Común emanado de los emperadores romano-cristianos y de la

Iglesia. Los reyes feudales ignoraron estas leyes o se confirieron a ellos mismos el

poder de legislar que usaban los emperadores romanos para aprobar leyes a favor de los

judíos.1 Pero como lo hacían por interés, los judíos sufrieron la arbitrariedad de unos

reyes que cuando ya habían obtenido lo que querían o recibían presiones de la Iglesia,

deshacían algunos privilegios o no se mostraban tan abiertos hacia ellos.2

1 RIERA I SANS, Jaume. Els poder públics i les sinagogues. Segles XIII-XV. Girona: Patronat del call de

Girona, 2006: pp. 47-48 2 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: pp. 54-56

La Corona, protectora de la comunidad judía, sería una de las principales

instituciones que empleó a los judíos como fieles servidores en distintos ámbitos, como

el fiscal, el administrativo, el crediticio o el médico. Se consideraba al judío como dócil

y cobarde, lo que junto al odio a los cristianos y la unión al dinero que le atribuían, lo

convertían en un funcionario eficaz para ocupar puestos administrativos.3 Esa

protección regia y servicio judío se traducía en potestad real sobre los judíos, dicho de

otro modo, en pertenencia a la Corona. Situación que se reguló legalmente en 1173 en

los Usatges de Barcelona, quedando así oficialmente adscritos al tesoro y a la cámara

real.4 Según Riera i Sans, esta vinculación estaba fundamentada ideológicamente en que

los judíos, por sus culpas, debían vivir eternamente como servidores de los cristianos.5

Esta relación entre judíos y poder real se dio tanto en los territorios de la Corona

de Castilla como en los de la Corona de Aragón. En Castilla, Alfonso X confiaría a un

judío la reorganización de las finanzas públicas y Pedro I nombró a un judío como

tesorero mayor. El segundo incluso fue acusado por su rival político, Enrique de

Trastámara, de filo-judío, sin embargo, cuando éste se convirtió en rey como Enrique II,

siguió contando con judíos para cuestiones administrativas6 y les permitió monopolizar

el arrendamiento de rentas reales.7 En Aragón se dio una situación similar, pues Jaime I

y Pedro III promovieron un nutrido cuerpo de funcionarios judíos. Tampoco hay que

olvidar, que los judíos destacaban por su conocimiento de las lenguas romances y el

árabe, por lo que también fueron muy preciados como intérpretes y escribanos para unos

reyes con unas intensas relaciones diplomáticas con los territorios musulmanes.8

Como ya hemos señalado, los reyes protegieron a los judíos por un interés que

deber ser contextualizado debidamente. Desde la segunda mitad del XIII y durante todo

el siglo XIV, los reyes feudales de los reinos peninsulares pusieron en marcha una

maquinaria para centralizar el poder en sus manos, es decir, para potenciar el estatismo.

El Estado debía ser soportado por un aparato burocrático y un aparato militar, los cuales

no podrían ser desarrollados sin un aumento de los ingresos, por lo que también había

que dotar al estado de un eficaz sistema fiscal. Los judíos tenían mucho que aportar a

3 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Teoría y evolución de un conflicto social. El antisemitismo en la

Corona de Castilla en la Baja Edad Media. Madrid: Siglo XXI de España eds., 1985: p. 84 4 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: p. 26 5 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: p. 28 6 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 77 7 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 78 8 HINOJOSA MONTALVO, José. La judería de Valencia en la Edad Media. Valencia: Ajuntament de

València, 2007: pp. 44-47

los reyes en su búsqueda de aumentar ingresos por su relativa especialización en la

obtención de capital líquido, lo que les permitía dedicarse a la usura, su eficacia como

recaudadores fiscales y su predisposición y capacidad para arrendar rentas.9

La Iglesia en todo momento se opuso a que los judíos ocuparan cargos en los

que los cristianos quedaran en una posición de inferioridad, como dictaminó en el IV

concilio de Letrán (1215),10 rechazando así que los judíos realizaran ese tipo de

actividades fiscales. Pero en la práctica, los señores eclesiásticos, así como los señores

laicos y las ciudades, contaron con los servicios profesionales de los judíos.11 Para

empezar, en 1206, Inocencio III dispuso en una bula que los judíos pagaran el diezmo,

por lo que fueron frecuentes los privilegios que los reyes concedieron a catedrales,

monasterios u obispados para que percibieran rentas de los judíos.12 Por otro lado, la

jerarquía eclesiástica empleó a judíos como recaudadores de sus rentas o les arrendó sus

rentas, además de acudir a ellos para obtener préstamos. Por ejemplo, en tiempos del

reinado de Enrique III, el arzobispo de Toledo arrendó sus rentas a un judío.13

En definitiva, los judíos se insertaron en la sociedad cristiana a partir de unas

relaciones profesionales no siempre toleradas por la ideología cristiana. Sin embargo, el

interés material tuvo gran peso a la hora de contar con ellos para labores que solían

generar malestar social, como el de recaudadores de impuestos o arrendadores de los

mismos. De todos modos, insistimos en que debemos romper con el tópico del judío

usurero, pues la sociedad judía estaba formada por distintas clases sociales. Pero hay

9 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: pp. 80-82 10 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 44 11 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 70 12 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 72 13 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 73

que tener en cuenta la participación de la mano mayor judía en ciertos ámbitos para

conocer uno de los componentes del odio hacia los judíos.

2- Motivaciones del conflicto antisemita

2.1- Motivaciones religiosas

El ideario antisemita emanado de la Iglesia se remonta al siglo VI. Fue el papa

Gregorio I (590-604) quien concretó la posición que la Cristiandad debía adoptar hacia

los judíos. El papa los condenó por perseverar en la desobediencia a los mandatos de

Dios, pero dictaminó que debían ser respetados en sus creencias y que debían vivir junto

a los cristianos, siempre y cuando fuera en situación de inferioridad. También se opuso

a que fueran bautizados por la fuerza, pues la conversión debía hacerse a través del

convencimiento.14 A lo largo de la Edad Media estas ideas, junto a otras ideas como que

eran responsables de la muerte de Jesús, fueron la base del antisemitismo medieval.

Sin embargo, el desarrollo del

antisemitismo medieval fue de la mano del

desarrollo del pensamiento cristiano, dando lugar a

nuevas condenas o presiones sobre los judíos. Por

un lado, el Talmud fue condenado en 1239,

procediendo a su quema en París un año después.

Y por otro lado, el idealismo político inocentiano

dibujó a la Iglesia Romana como una entidad

supranacional y, desde una percepción teológica,

como un cuerpo místico que alberga la salvación

para quien no se sitúe fuera de él. Así pues, los

judíos no hallarían la salvación por encontrarse fuera de ese cuerpo místico, por lo que

debían ser aislados por ser elementos desestabilizadores para los creyentes cristianos.15

Ese aislamiento se materializaba en exhortaciones para imponer distintivos en la ropa a

los judíos para diferenciarlos de los cristianos, marginación en barrios exclusivos para

14 Páginas 4 y 5 de los apuntes del profesor Veas 15 CÁTEDRA GARCIA, Pedro M. Sermón, sociedad y literatura en la Edad Media. San Vicente Ferrer

en Castilla (1411-1412). Salamanca: Junta de Castilla y León, 1994: p. 242

ellos y exclusión de ciertas profesiones para evitar el contacto con los cristianos,

condena de toda relación socializadora…

A las medidas recogidas en el Derecho común contra los judíos siempre acudió

la Iglesia para mostrar su condena a las concesiones que la Corona hacía a los judíos. En

Vic tenemos un ejemplo sucedido en 1278, cuando el arcediano se opuso a la

construcción de una nueva sinagoga por contrariar a Dios, escandalizar a la fe católica y

por ser ilegal. Para dar a su denuncia un carácter simbólico, anunció que lanzaría tres

piedras contra la obra.16 Este tipo de acciones o proclamas exaltaban a la población

cristiana y convertirían en un “ritual” los brotes de antisemitismo en fechas señaladas.

El IV concilio de Letrán dispuso que los judíos no se dejaran ver los días de las

Lamentaciones (Jueves, Viernes y Sábado Santo), ya que de lo contrario podían ofender

a los cristianos y producirse incidentes. Aun así, cada Semana Santa los cristianos

acudían a la judería a cometer actos vandálicos.17

La presión sobre los judíos y el desarrollo de los prejuicios hacia ellos llevaron a

la sociedad cristiana a atribuirles toda clase de hechos contra los cristianos y su fe, como

el envenenamiento de los pozos para propagar la peste negra o la profanación de hostias

consagradas, el asesinato ritual de niños… Esta desconfianza hacia los judíos hizo que

la Inquisición los vigilara con lupa para castigar las blasfemias y cualquier intento de

judaizar a cristianos o a conversos, como sucedió en Mallorca hacia 1313. Tras una

sentencia que condenaba a los judíos a perder todos sus bienes, ésta fue conmutada por

una elevada multa. Sin embargo, la sinagoga no fue restituida porque habían ofendido a

Jesucristo y la convirtieron en una capilla dedicada a la Santa Fe.18

Pero la Iglesia no perdía la esperanza de que reconociesen su error y se

convirtieran al cristianismo, por lo que llevó a cabo acciones para inducir a los judíos a

ello. Una de ellas era que cristianos doctos en teología polemizaran con intelectuales

judíos para discutir su doctrina religiosa y sus escrituras.19 Pero la que más repercusión

tendría sobre la sociedad y sobre los hechos a los que posteriormente nos referiremos,

fue la predicación que los frailes realizaban entre las gentes, tanto cristianos como

judíos. Las predicaciones cuando iban dirigidas a los cristianos tenían como fin

16 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: p. 85 17 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: p. 137 18 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: p. 89 19 Véase: EPALZA, Mikel. Jesús entre judíos, cristianos y musulmanes hispanos (siglos VI-XVII).

Granada: Universidad de Granada, 1999: 290 pp.

principal reforzar su educación religiosa y conducirles hacia una vida conforme a la

moral cristiana, transmitiendo así unas ideas que derivaban en una mentalidad socio-

política cuando se plasmaban en las normas legales.20 Con respecto a los judíos, los

predicadores exhortaban a los fieles cristianos a no mezclarse con éstos y a las

autoridades a aplicar medidas segregadoras. En ocasiones la predicación iba dirigida a

los judíos o a un público mixto. En ese caso los predicadores trataban de desmontar la

doctrina hebrea y hacerles ver sus errores y la imperiosa necesidad de que se

convirtieran al cristianismo.

La revuelta de 1391 fue instigada por un religioso, como luego veremos, y tuvo

como consecuencia la destrucción o la desarticulación de numerosas aljamas, debido a

las muertes y a las conversiones que tuvieron lugar. Sin embargo, no supuso la

desaparición total de la comunidad judía en los reinos hispánicos, por lo que los

predicadores siguieron teniendo una actividad frenética en la prédica contra los judíos.

Fue el caso del famoso santo valenciano San Vicente Ferrer, predicador dominico que

difundió su palabra tanto en la Corona de Aragón como en la Corona de Castilla a

principios del siglo XV. En la década de los 90 del siglo XIV San Vicente Ferrer ya se

dedicaba a la labor predicadora, pero no fue hasta que entró en contacto con Fernando

de Antequera, hacia 1410, cuando logró aumentar sus influencias en las altas esferas

políticas. El infante Fernando, aspirante al trono aragonés tras la muerte de Martín I,

trató de obtener el apoyo del papa Benedicto XIII con el dominico valenciano actuando

como enlace.21 Según Monsalvo Antón, San Vicente Ferrer induciría a los reyes a

resolver la disyuntiva creada tras el pogromo de 1391: promover la recuperación de las

aljamas o desarrollar una “solución final”, la conversión. Aunque se aplicaron medidas

para recuperar las aljamas, los reyes tuvieron tendencia hacia la segunda opción.22 San

Vicente Ferrer actuaría como un agente23 o “pregonero” 24 del poder, pues sus

predicaciones resultaron en ocasiones la antesala de la aprobación de medidas dirigidas

a las minorías étnico-religiosas, como la pragmática contra moros y judíos de 1412.25

20 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: p. 13 21 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: pp. 273-274 22 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 272 23 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: p. 247 24 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: p. 248 25 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: p. 244

La predicación hacia los judíos del predicador valenciano se caracterizó por su

carácter escriturístico. Partiendo de la idea de que la llegada del anticristo se acercaba,

el santo trataba de hacer ver a los judíos su “error” con respecto al Mesías y así

homogeneizar a la sociedad dentro de una misma fe,26 aquella con la que se obtendría la

salvación. Es decir, aquellos que se convirtieran al cristianismo formarían parte del

cuerpo místico de la Iglesia. Pero si no era posible lograr la conversión de los no

cristianos, éstos debían ser segregados.27

El ideario de San Vicente Ferrer resultaba violento pues

asociaba a los judíos con los discípulos del anticristo28 y los

consideraba enemigos.29 Si analizamos el contenido teológico

de sus sermones recurre frecuentemente a la idea del no

reconocimiento de Jesucristo como mesías. En un sermón en el

que expone porque los cristianos deben confiar en Dios y cuáles

son sus deberes, tras enumerarlos (rezar al levantarse y antes de

acostarse, ir a misa el domingo, confesar los pecados y

comulgar en la Pascua de Resurrección) afirma que los que no

los cumplen no son cristianos y son hombres que confían en el

hombre. Los judíos, según el fraile, confiarían en el hombre

porque no reconocen la divinidad del Mesías. 30 Sin abandonar

esta idea se referiría a una profecía que David haría sobre los judíos, los cuales irían

saltando de rama en rama como los pájaros, siendo esta actitud la que les llevó a ignorar

y a “colgar” al “rrey Mexias”, para a continuación coronar rey y considerar mesías a una

serie de personajes que no lograron salvar al pueblo judío. Es decir, los judíos habían

rechazado la salvación y habrían estado pagando por ello.31

En otro sermón vuelve a recurrir a las Escrituras, en este caso al relato de la

huida de Egipto de los judíos liderada por Moisés. Según el predicador, una vez que

Moisés abrió el mar en dos instó a los hijos de Israel y a los levitas a cruzar el mar, pero

no se atrevieron, siendo la tribu de Jafudá la primera en dar el paso, adquiriendo por ello

la corona real para la eternidad. Así pues, San Vicente Ferrer afirma que los judíos 26 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: p. 243 27 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: p. 244 28 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: p. 246 29 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: p. 84 30 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: pp. 340-341 31 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: p. 347

“nunca jamás fezistes algún bien sinon por fuerça”. De este modo declara que los judíos

no practican el bien, y que si lo practican es forzándolos o a través del dolor.32 En estas

líneas interpretamos que está justificando las conversiones forzosas, aunque en líneas

generales el santo rechazó la violencia contra los judíos: “Que los christianos non deuen

matar los juheus ab coltell mas ab páranlos”.33 Sin embargo, las predicaciones de San

Vicente Ferrer intercalaban la persuasión y la coerción, al obligar a la gente a escuchar

sus sermones,34 y algunos de sus seguidores protagonizaron episodios violentos como el

ocurrido en Daroca hacia 1415.35

A lo largo del siglo XV los religiosos siguieron preocupándose por la conversión

de los judíos, aun cuando ya habían desaparecido prácticamente o estaban a las puertas

de la expulsión. En 1484 el agustino Jaime Pérez de Valencia redactó El Tratado contra

los judíos, obra en la que trataba de mostrar la “ceguera” de los judíos y el camino para

corregirla.36 Para este autor los judíos habían dejado de ser el pueblo elegido por Dios

tras no aceptarlo y conducirlo a la muerte, siendo la prueba de ello la destrucción de

Jerusalén.37 El judaísmo sería para él una religión de signos vacíos, falsa y blasfema,

por lo que los judíos solo hallarían la salvación mediante el bautismo.38 Su obra no

aporta ideas que no se hubieran desarrollado antes, pero destaca que se redactara una

obra así en una fecha tan tardía. A los conversos no les presta mucha atención, pero

reconoce que la mayoría se convirtió por miedo y que hasta la tercera generación no se

les podría considerar como buenos cristianos.39

2.2-Motivaciones materiales

La sociedad cristiana no solo desarrolló su odio hacia los judíos por motivos

religiosos, el factor material estuvo tan presente que el factor religioso en ocasiones no

era más que un envoltorio para un conflicto social más que religioso.40 Uno de los

tópicos que más estigmatizó a los judíos fue el de usureros sedientos de dinero cuyo fin

era sangrar económicamente a los cristianos. Cierto es que hubo judíos que practicaron

32 CÁTEDRA GARCÍA, Pedro M.: Op. cit.: pp. 384-385 33 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 275 34 AMRAM, Rica. “El Tratado contra los judíos de Jaime Pérez de Valencia”, Anales de la Universidad

de Alicante, nº 15 (2006-2008): p. 66 35 AMRAM, Rica. Art. cit.: p. 61 36 AMRAM, Rica. Art. cit.: p. 63 37 AMRAM, Rica. Art. cit.: p. 69 38 AMRAM, Rica. Art. cit.: p. 72 39 AMRAM, Rica. Art. cit.: p. 73 40 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 97

la usura, pero debido a la división en clases sociales del grupo judío generalizar es un

error.

Los campesinos y los artesanos tuvieron que recurrir al préstamo de dinero para

poder hacer frente al pago de impuestos.41 Según Monsalvo Antón, en un periodo de

estancamiento económico debido a la no producción de excedentes y al estancamiento

del volumen del plusvalor, el crecimiento de los ingresos de la burguesía comercial y

usuraria, entre la que se encontraban los judíos prestamistas, suponía un deterioro

proporcional de los ingresos nobiliarios, ya que ambos se estarían lucrando a través de

la explotación de la fuerza de trabajo.42 Por ello, el artesano o el agricultor podrían

mirar con odio al judío por los intereses que soportaban. Y el noble tendría un doble

motivo para odiar al judío, por un lado el conflicto de intereses económicos, y por otro

lado la asociación de los judíos con unos reyes que estaban potenciando un proceso de

fortalecimiento del poder real que se apoyó en una centralizada burocracia.43 La

oligarquía urbana también chocaría con los judíos al competir por el arrendamiento de

rentas y por haber adquirido préstamos de ellos.44

En el siglo XIV, marcado por el estancamiento económico, las subidas de

precios y las crisis de subsistencia, la dependencia que provocaban los créditos y la

debilidad económica que impedía pagar los préstamos, teniendo a veces que recurrir a

saldar las deudas entregando bienes, aumentó el odio hacia los judíos.45

Con respecto a la presencia de judíos en el aparato fiscal y la protección regia,

hay que recordar que los reyes los protegían por interés, por lo que igualmente podían

hacerlos caer en desgracia. Los reyes no ignoraban el sentimiento antijudío existente,

por lo que no iban a tirar piedras contra su propio tejado apoyándoles. Además, los

reyes también eran antijudíos46 y el furor antijudío les beneficiaba, porque mientras la

gente señalase al recaudador de impuestos judío, no estaría señalando a la verdadera

beneficiaria de esa recaudación, la Corona.47 Cuando materializan lo que los

predicadores proclaman en las calles, están demostrando su antijudaísmo.

41 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 87 42 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 88 43 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: pp. 89-90 44 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 91 45 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p.93 46 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 96 47 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 99

Los judíos fueron un chivo expiatorio en una sociedad sacudida por los

conflictos sociales y de clase. El antijudaísmo no podría explicarse sin el factor

económico, pues éste se entrelazaría con el factor religioso, que en ocasiones quedaría

reducido a un simple envoltorio ideológico de una lucha material. Posteriormente, la

persecución a los conversos se daría en las mismas condiciones. En 1449, en el contexto

de la guerra entre Castilla y Aragón, el monarca castellano, Juan II, mandó recaudar un

millón de maravedíes para financiar el conflicto, empleando para ello a recaudadores de

origen converso. Los toledanos, irritados por tener que soportar tan pesada carga, no se

levantarían contra el rey, al contrario, atacarían a los conversos el día señalado para

efectuar el pago.48

3- La evolución de la violencia antijudía

Antes del siglo XIV se podría hablar de altercados aislados contra los judíos y en

fechas concretas, como en los días festivos.49 Pero el azotado trescientos repercutiría

sobre las aljamas hebreas en forma de antisemitismo, epidemias y guerras. Como

veíamos en el apartado anterior, la competencia que los judíos entablaron con la nobleza

y la oligarquía urbana cristiana, junto al endeudamiento de numerosos cristianos, fue

uno de los factores del antijudaísmo.

Con respecto a las epidemias de peste, las cuales se sucedieron durante la

primera mitad del siglo XIV, los judíos fueron señalados como propagadores de la

enfermedad y envenenadores de pozos. En 1321, un cristiano fue acusado de envenenar

el agua potable de la ciudad tras haber sido instigado por dos artesanos judíos de una

aldea próxima.50 Este tipo de denuncias contra los judíos fueron el origen de pequeños

brotes de antijudaísmo que aumentaban la presión sobre unas comunidades ya afectadas

por la presión de carácter económico y las guerras, como el conflicto entre Pedro I de

Castilla y Pedro IV de Aragón, en el que las juderías del sur del Reino de Valencia

fueron asoladas por la invasión castellana.51 La guerra civil castellana (1351-1369) que

48 AMRAM, Rica. Art. cit.: p. 62 49 SARASA SÁNCHEZ, Enrique. Sociedad y conflictos sociales en Aragón. Siglos XIII-XV. Estructuras

de poder y conflictos de clase. Madrid: Siglo XXI de España eds., 1981: p. 223 50 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 57 51 Véase: CABEZUELO PLIEGO, José Vicente. “Las comunidades judías del mediodía valenciano en el

siglo XIV. De la vitalidad a la supervivencia”, Miscelánea Medieval Murciana, XXIX-XXX (2005-

2006): pp. 75-104

enfrentó a Pedro I con Enrique de Trastámara fue otro episodio clave para entender el

aumento del antijudaísmo, ya que el pretendiente Trastámara empleó propaganda

antijudía contra Pedro I.52

En definitiva, antes del pogromo de 1391 se experimentó un proceso de aumento

del antijudaísmo en un marco de crisis política, social y económica que alcanzó su

punto álgido en el dicho suceso.

4- El pogromo de 1391

El origen de la oleada de antisemitismo de 1391 tuvo su origen en Sevilla y se

remonta, de manera inmediata, a 1378. Por estas fechas el arcediano de Écija Ferrant

Martínez comenzó a predicar contra los judíos y a entrometerse como juez en pleitos

relacionados con judíos, pese a las advertencias reales.53 El arcediano se justificaba

diciendo que se ceñía a expresar lo que decía el Evangelio y a seguir las directrices del

arzobispo y del cabildo de la ciudad hispalense, hecho no corroborado.54 Las presiones

de la Corona y de la Iglesia no le hicieron desistir, y

en 1390 encontraría la oportunidad para no ver

limitadas sus acciones. Ese año moría el arzobispo y él

se erigió como provisor, quedando así como máximo

representante de la Iglesia sevillana. Además, el rey

Juan I moría dejando como heredero a un Enrique III

todavía niño. Ello supuso un duro golpe para la

monarquía, que se tuvo que apresurar para organizar un Consejo de Regencia55 que no

fue capaz de abortar el estallido.56 Desde su nueva posición lanzó al pueblo contra el

barrio judío, el cual fue destruido.57

52 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. “Antisemitismo sevillano en la Baja Edad Media: el

pogrom de 1391 y sus consecuencias”, Actas del III Coloquio de Historia Medieval Andaluza (1984): p.

57 53 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. Art. cit.: pp. 59-60 54 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. Art. cit.: p. 60 55 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. Art. cit.: p. 61 56 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. Art. cit.: p. 63 57 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. Art. cit.: p. 67

Los hechos provocados por la predicación del arcediano tuvieron tanto eco que

se produjo un “terremoto” antijudío que sacudió tanto a la Corona de Castilla como a la

Corona de Aragón, aunque no alcanzó todos los rincones del territorio peninsular. Si en

Sevilla la revuelta comenzó el 6 de junio,58 las matanzas, las conversiones forzosas y los

saqueos se propagaron con gran rapidez hacia Carmona, Écija, Córdoba (16 de junio),

Úbeda, Toledo (18-20 de junio), Segovia, Valencia (9 de agosto) y hasta Barcelona (5-8

de agosto).59 Solamente hemos mencionado algunas de las aljamas más destacadas, pero

otras más pequeñas también sufrieron los excesos de los cristianos.

Este suceso no se puede interpretar como una “explosión” improvisada, pese a

que su expansión fuera explosiva. Hemos mencionado que el arcediano comenzó a

predicar contra los judíos en 1378, así como otros

tantos predicadores que llevaban años predicando,

y que desde la llegada al trono de la dinastía

Trastámara la propaganda antijudía se había

intensificado. La asimilación sin tensiones de la

minoría judía no se había producido, y los

desequilibrios del trescientos habían señalado a los

judíos como chivo expiatorio. Un suceso de esta

magnitud no debió extrañar. De hecho, mese antes

de que se iniciara la revuelta en Sevilla, Juan I de

Aragón tomaba medidas para proteger las aljamas

judías del Reino de Valencia de la ira de los

cristianos, hecho que refleja que la autoridad era consciente de que podían desatarse

acontecimientos de este tipo. Pese a las precauciones de Juan I, las medidas que tomó

resultaron insuficientes y las aljamas del reino valenciano, en concreto la de la capital,

sufrieron graves pérdidas.60

58 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 254 59 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Op. cit.: p. 259 60 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 68

5- Conclusión: la situación del judaísmo tras el pogromo

Las consecuencias inmediatas de los sucesos de 1391 fueron la muerte, el

destierro o la conversión de gran parte de la comunidad judía, que vio totalmente

desestructuradas numerosas aljamas. La conversión forzosa o por miedo tras los asaltos

dio lugar al problema converso. Los conversos se integraron con dificultad en una

sociedad cristiana que recelaba de ellos por su pasado judío, siendo acusados de

mantener sus costumbres y su religión judía en privado. No es de extrañar que así fuera

al menos en la primera o segunda generación de conversos, pues borrar unas costumbres

tan arraigadas en sus vidas no resultaría fácil y la adaptación a las costumbres cristianas

conllevarían un periodo de adaptación. Aun así, ese recelo acabó convirtiéndose en un

arma arrojadiza contra los conversos por parte de unos cristianos que no se movían por

motivos religiosos precisamente.

Al igual que pasaba con los judíos, los conflictos con los conversos podían

implicar cuestiones sociales. Y es que los conversos siguieron manteniendo su estatus

social y económico, incluso viviendo en sus antiguos barrios,61 y se aprovecharon de las

oportunidades que su nueva condición de cristianos les ofrecía,62 consiguiendo así

prosperar notablemente.63

Sobre los que emigraron, señalar que se marcharon principalmente a los reinos

vecinos de Portugal y Granada, teniendo que vender los escasos bienes que se salvaron

del saqueo para salir adelante.64 En cuanto a los que permanecieron, siguieron sufriendo

la presión de los cristianos en forma de segregación y de predicaciones para que se

convirtieran. Algunos de los conversos se convirtieron en fervientes defensores de su

nueva fe, como el caso del médico de Benedicto XIII, renombrado como Jeroni de Sante

Fe, que promovió la disputa celebrada en Tortosa en 1415 para reflejar en los textos

61 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. Art. cit.: p. 69 62 HINOJOSA MONTALVO, José. “Conversos y judaizantes en Valencia a fines de la Edad Media”,

Anales Valentinos, nº. 44 (1996): p. 256

63 Rafael Narbona ha tratado de desmontar la percepción de que los conversos eran un grupo homogéneo,

imagen que proviene de la legislación emanada para regular a dicho grupo. Además, aparta a las manos

menor y mediana conversa de una rápida integración, situación que solo experimentaría la élite conversa

por sus relaciones económicas y sociales con la élite económica cristiana. Esta nota ha sido extraída de la

memoria que realicé en el marco del congreso organizado por la Universidad de Alicante y el Institut

d’Estudis Calpins: Jueus i conversos al Regne de València a l’Edat Mitjana (Calpe, 23,24 y 30 de

septiembre y 1 de octubre de 2011).

64 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. Art. cit.: p. 74

rabínicos antiguos las referencias a la llegada del Mesías.65 Sin embargo, también hubo

algún intento de recuperar las comunidades judías y de castigar a los culpables, pero

resultaron insuficientes.

Los beneficiados tras los sucesos, en el caso de Sevilla, fueron los nobles

próximos al rey y las nuevas iglesias que se levantaron en las collaciones que surgieron

en el desaparecido barrio judío.66 Riera i Sans matiza la idea de que la Iglesia se lanzara

a apropiarse de las sinagogas judías, pues la conversión a capilla cristiana debía pasar

por un proceso y la autoridad civil no lo puso fácil. El obispo de Cartagena trató de

convertir en capilla la sinagoga de Elche, pero el procurador del infante Martín lo

evitó.67

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65 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: p. 109 66 MONTES ROMERO-CAMACHO, Isabel. Art. cit.: p. 67 67 RIERA I SANS, Jaume. Op. cit.: p. 101

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