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Unidad 5: literatura del romanticismo. Introducción En esta unidad se aprende a reconocer las principales características del romanticismo en Europa y Norteamérica. En Lengua se profundiza en el conocimiento de las proposiciones subordinadas. En Expresión se practica la elaboración de textos argumentativos. Literatura Objetivos. Que el alumno o la alumna pueda: 1. Reconocer y diferenciar las características del romanticismo europeo y norteamericano 2. Crecer en gusto y sensibilidad hacia la lectura de obras pertenecientes al romanticismo, y por la comprensión de la naturaleza humana y de la sociedad por medio de la lectura. Contenidos 1. El contexto del romanticismo 2. La literatura del romanticismo 1. El contexto del romanticismo La Ilustración. Hubo en el siglo XVIII una tendencia en el pensamiento y la literatura, en Europa y en toda América, denominada Ilustración, y a tal siglo se le llamó el Siglo de las Luces. Se le llamó así porque consideraban, escritores y hombres de ciencia, que emergían de siglos de oscuridad e ignorancia, y llegaban a una nueva edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad. Y esto era así pues hasta ese momento prevalecían las ideas de la Biblia y del filósofo griego Aristóteles. Para el caso, Aristóteles, casi 20 siglos antes de la Ilustración, afirmó que la velocidad con la que caen los cuerpos es proporcional a su peso. Esta idea prevaleció sin que nadie se tomara la molestia de comprobarla; pero llegó Galileo Galilei. Este hombre de ciencia demostró que dos cuerpos de pesos diferentes caen con la misma velocidad si se les deja caer de la misma altura. También sostenía Aristóteles que los planetas giraban en torno de la Tierra, a lo que se opuso Galileo. Hoy sabemos que la Tierra y todos los planetas giran en torno del sol. Descubrimientos como los anteriores le dan confianza a la ilustración, generándose una fe constante en el poder de la razón humana. Pero el impulso mayor le llegó con la exposición Isaac Newton

literatura del romanticismo

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Unidad 5: literatura del romanticismo.IntroducciónEn esta unidad se aprende a reconocer las principales características del romanticismo en Europa y Norteamérica. En Lengua se profundiza en el conocimiento de las proposiciones subordinadas. En Expresión se practica la elaboración de textos argumentativos.

Literatura

Objetivos. Que el alumno o la alumna pueda:

1. Reconocer y diferenciar las características del romanticismo europeo y norteamericano2. Crecer en gusto y sensibilidad hacia la lectura de obras pertenecientes al romanticismo, y por la comprensión de la naturaleza humana y de la sociedad por medio de la lectura.

Contenidos1. El contexto del romanticismo2. La literatura del romanticismo

1. El contexto del romanticismo

La Ilustración. Hubo en el siglo XVIII una tendencia en el pensamiento y la literatura, en Europa y en toda América, denominada Ilustración, y a tal siglo se le llamó el Siglo de las Luces. Se le llamó así porque consideraban, escritores y hombres de ciencia, que emergían de siglos de oscuridad e ignorancia, y llegaban a una nueva edad iluminada por la razón, la ciencia y el respeto a la humanidad. Y esto era así pues hasta ese momento prevalecían las ideas de la Biblia y del filósofo griego Aristóteles. Para el caso, Aristóteles, casi 20 siglos antes de la Ilustración, afirmó que la velocidad con la que caen los cuerpos es proporcional a su peso. Esta idea prevaleció sin que nadie se tomara la molestia de comprobarla; pero llegó Galileo Galilei. Este hombre de ciencia demostró que dos cuerpos de pesos diferentes caen con la misma velocidad si se les deja caer de la misma altura. También sostenía Aristóteles que los planetas giraban en torno de la Tierra, a lo que se opuso Galileo. Hoy sabemos que la Tierra y todos los planetas giran en torno del sol.

Descubrimientos como los anteriores le dan confianza a la ilustración, generándose una fe constante en el poder de la razón humana. Pero el impulso mayor le llegó con la exposición de la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton. Pensaron los de la Ilustración que si la humanidad podía resolver las leyes del universo, las propias leyes de Dios, el camino estaba abierto para descubrir también las leyes que subyacen al conjunto de la naturaleza y la sociedad. Se llegó a asumir que mediante un uso juicioso de la razón, un progreso ilimitado sería posible (progreso en conocimientos, en logros técnicos y sus consecuencias también en valores morales). Se otorgó un gran valor al descubrimiento de la verdad a través de la observación de la naturaleza, más que mediante el estudio de las fuentes autorizadas, como Aristóteles y la Biblia. Aunque veían a la Iglesia (especialmente la Iglesia Católica) como la principal fuerza que había esclavizado la inteligencia humana en el pasado, la mayoría de los pensadores de la Ilustración no renunció del todo a la religión. Optaron más por una forma de deísmo, aceptando la existencia de Dios y de la otra vida, pero rechazando las complejidades de la teología cristiana.

Isaac Newton

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Vista así las cosas, parecía que la humanidad se encarrilaba en el predominio de la razón, pero a finales del siglo XVIII surgieron algunos cambios en el pensamiento de la Ilustración. Bajo la influencia de Rousseau, el sentimiento y la emoción llegaron a ser tan respetables como la razón. Comienza a nacer así el romanticismo. Puede considerarse, entonces, que el romanticismo es un legado de la Ilustración.

El romanticismo. Quizás el alumno al escuchar la palabra romanticismo se traslade a una relación sublime (sentimental) entre un hombre y una mujer; una relación de amor profundo, de besos, flores y otros detalles que arrancan suspiros a los enamorados. En realidad el movimiento literario denominado romanticismo va más allá de estas ideas. Este movimiento (que dominó la literatura europea de finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX) se caracterizó por su entrega al sentimiento, la emoción la imaginación y la subjetividad, su libertad de pensamiento y expresión y su idealización de la naturaleza. El término romántico se empleó por primera vez en Inglaterra en el siglo XVII con el significado original de semejante al romance, con el fin de denigrar los elementos fantásticos de la novela de caballerías muy en boga en la época.

El término subjetividad es de tenerlo muy en cuenta, ya que en la literatura romántica predomina la imaginación sobre la razón, la emoción sobre la lógica y la intuición sobre la ciencia. Esto propicia el desarrollo de una vasta literatura de notable sensibilidad y pasión que antepone el contenido a la forma, estimula el desarrollo de tramas rápidas y complejas y se presta a la fusión de géneros (la tragicomedia y la mezcla de lo grotesco y lo sublime), al tiempo que permite una mayor libertad estilística.

La Revolución Industrial. La Revolución Industrial surge en Inglaterra a finales del siglo XVIII, con la invención de la máquina de vapor, de James Watt. Con la Revolución Industrial se da la transición desde una economía agrícola tradicional hacia una economía caracterizada por procesos de producción mecanizados para fabricar bienes a gran escala. Surge así un mercantilismo feroz por el aumento de los productos manufacturados, lo que genera grandes cambios sociales. Para el caso, se genera una mayor urbanización y, por lo tanto, procesos migratorios desde las zonas rurales a las zonas urbanas. Hay cambios en las condiciones de vida y laborales y en los valores sociales. Al principio se reduce el poder adquisitivo de los trabajadores y una pérdida de calidad en su nivel de vida. Más tarde, se tradujo en un aumento de la calidad de vida de toda la población del país industrializado.

También influyen en el romanticismo los escritores. En la década de 1770 los escritores asumieron temas políticos y económicos, criticando aspectos que les parecían injustos.

La Revolución Francesa. Las influencias del ilustrismo se ponen de manifiesto en la Revolución Francesa. Esta fue un proceso social y político acaecido en Francia entre 1789 y 1799, cuyas principales consecuencias fueron el derrocamiento de Luis XVI, perteneciente a la casa real de los Borbones, la abolición de la monarquía en Francia y la proclamación de la I República, con lo que se pudo poner fin al antiguo régimen en ese país. Aunque las causas que generaron la revolución fueron diversas y complejas, éstas son algunas de las más influyentes: la

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incapacidad de las clases gobernantes (nobleza, clero y burguesía) para hacer frente a los problemas de Estado, la indecisión de la monarquía, los excesivos impuestos que recaían sobre el campesinado, el empobrecimiento de los trabajadores, la agitación intelectual alentada por el Siglo de las Luces y el ejemplo de la guerra de la independencia estadounidense.

Luis XVI, el rey de Francia, al iniciarse la revolución, y casado con la impopular María Antonieta, al asumir el poder encuentra una Francia empobrecida y endeudada, y los elevados impuestos habían extendido la miseria entre el pueblo francés. Inmediatamente después de su coronación, redujo algunas de las contribuciones más gravosas y modificó el sistema financiero y judicial. No obstante, la nobleza y la corte le impidieron llevar a cabo reformas más amplias. Aunque se hicieron intentos por mejorar la condición económica del país, el pueblo francés continuó indignándose por la carga impositiva a la que se le sometía para sostener el despilfarro cortesano. El 14 de julio de 1789 el pueblo parisino asaltó La Bastilla y retuvo a la familia real en el palacio de las Tullerías. Los monarcas, junto con sus hijos, intentaron huir a Austria en junio de 1790, pero fueron capturados y enviados a París. En 1792 la Convención Nacional, la asamblea de diputados francesa, proclamó la República, juzgó al rey acusándole del cargo de traición y fue condenado a la guillotina. Su esposa, María Antonieta, que no contaba con el favor de los franceses por ser extranjera, murió también en la guillotina el 16 de octubre del año siguiente.

La Revolución Francesa ejerce gran influencia en el desarrollo del romanticismo. Cambiaron los sentimientos después de tantas convulsiones. Surge un interés por las antigüedades nacionales y por la poesía popular. Los escritores ya no pertenecían exclusivamente a la clase alta, sino más bien a la media, inclusive a la clase baja. De aquí que buscasen darse abiertamente al pueblo; pues consideraban las letras como provenientes del pueblo y destinadas a él.

2. La literatura del romanticismo

Los grandes temas románticos. En el romanticismo se tratan diversos temas, con menor o mayor intensidad, dependiendo del autor. Aquí hablaremos de cuatro temas: la libertad, exploración de la subjetividad, lo exótico y lo sobrenatural.

La libertad. La libertad, si bien es un tema tratado por diversos autores en diversos tiempos, en el romanticismo el tema surge por los movimientos libertarios y abolicionistas de finales del siglo XVIII y principios del XIX. La política y los temas sociales fueron claves en la poesía y la prosa románticas en todo el mundo occidental, y fructificaron en documentos humanos, notables por su vigor y su vigencia en el mundo actual. En Guillermo Tell (1804), del alemán Friedrich von Schiller, un oscuro montañés medieval se convierte en símbolo inmortal de la lucha contra la tiranía y el gobierno extranjero. En la novela Los novios (1827), del italiano Alessandro Manzoni, una pareja de campesinos derrota finalmente al feudalismo en el norte de Italia.

Lord Byron y Percy Bysshe Shelley protestaron airadamente contra los males políticos y sociales de la época y defendieron la causa de la libertad en Italia y Grecia. El poeta

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ruso Alexandr Serguéievich Pushkin, alcanzó la fama con su Oda a la libertad y, como muchos autores románticos fue perseguido por subversión política, y condenado al exilio.

Rousseau había afirmado que las personas nacen libres, pero la civilización las encadena. Este sentimiento de opresión se expresó con frecuencia en la poesía, como revela la obra del visionario inglés William Blake, quien en su poema Milton habla de los "oscuros molinos satánicos" que comenzaban a desfigurar la campiña inglesa.

La exploración de la subjetividad. La subjetividad es una apreciación de la realidad muy particular, a veces carente de razón. En la literatura romántica se advierte un punto de vista muy particular del autor. Estos hablan algunas veces de sí mismos muy abiertamente, ya sea en primera persona o encarnándose en un personaje. Así lo hizo Goethe en su novela Werther. En otras ocasiones dejan escapar el subjetivismo expresando sus sentimientos y sus experiencias, como si tal cosa fuese lo más importante del mundo y de la sociedad. Antes del Romanticismo los escritores no expresaban abiertamente su vida íntima; pero en este movimiento se muestran al público tal como son.

El gusto por lo exótico. En el romanticismo, los escritores románticos amplían sus horizontes en el espacio y en el tiempo. Fijan su mirada en la Edad Media, buscando temas y escenarios de mucha atracción por su exotismo. Ambientan sus obras en lugares como las Hébridas de la tradición osiánica o el Xanadú oriental evocado por Colerigde en su inacabado Kubla Jan (1797). Una obra decisiva fue la recopilación de antiguas baladas inglesas y escocesas realizada por Percy Thomas. Sus Reliquias de poesía inglesa antigua (1765) ejercieron una influencia notable, tanto formal como temática, en la poesía romántica posterior. La nostalgia por el pasado gótico se funde con la tendencia a la melancolía y genera una especial atracción hacia las ruinas, los cementerios y lo sobrenatural.

El gusto por lo sobrenatural. En el romanticismo se trata temas sobrenaturales, es decir temas en los que prevalece lo inexplicable, lo irracional. Esta tendencia se vio reforzada por la desilusión con el racionalismo del siglo XVIII, Siglo de las Luces. También por la recuperación de una abundante cantidad de literatura antigua (cuentos populares y baladas) realizada por Percy y los eruditos alemanes Jacob y Wilhelm Karl Grimm y el escritor danés Hans Christian Andersen, creador de El patito feo y El soldadito de plomo. También el español Gustavo Adolfo Bécquer dio su aporte, que tanto influyó en los poetas hispanoamericanos.

El romanticismo en la poesía, la narrativa y el drama

El romanticismo en la poesía. Bécquer. Gustavo A. Bécquer derrama en su poesía torrentes de sentimentalismo. Conozcamos algunos de sus poemas.

NO DIGAIS QUE AGOTADO SU TESORO

Mientras sintamos que se alegra el alma sin que los labios rían;mientras se llore sin que el llanto acuda a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza batallando prosigan, mientras haya esperanzas y recuerdos,

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habrá poesía.

Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran; mientras responda el labio suspirando al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas; mientras exista una mujer hermosa, habrá poesía..

CERRARON SUS OJOS

Cerraron sus ojos

que aún tenía abiertos;

taparon su boca

con un blanco lienzo,

y unos sollozando,

otros en silencio,

de la triste alcoba

todos se salieron.

La luz que en un vaso

ardía en el suelo,

al muro arrojaba

la sombra del lecho,

y entre aquella sombra

veíase a intérvalos

dibujarse, rígida,

la forma del cuerpo.

Despertaba el día

y a su albor primero,

con sus mil ruidos,

despertaba el pueblo.

Ante aquel contraste

de vida y misterios,

de luz y tinieblas,

medité un momento:

¡Dios mío, qué solos

se quedan los muertos!

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VOLVERAN LAS OSCURAS GOLONDRINAS (frag)

Volverán las oscuras golondrinas

de tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán;

pero aquellas que el vuelo refrenaban,

tu hermosura y mi dicha al contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres,

ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez, a la tarde, aún más hermosas,

sus flores abrirán;

Espronceda. El principal exponente del romanticismo en España, que supo sintetizar en su vida y su obra el espíritu romántico, fue José de Espronceda, considerado por algunos el primer gran poeta español moderno. Entre sus principales obras cabe mencionar Poesías (1840), donde reúne las composiciones realizadas hasta ese momento, y El diablo mundo (1840).

En su poema A la patria, Espronceda vuelca su dolor ante la triste suerte de su patria.

A LA PATRIA, poema de Espronceda (Fragmento)

¡Cuán solitaria la nación que un díaPoblara inmensa gente!¡La nación cuyo imperio se extendíadel ocaso al oriente!

Lágrimas viertes, infeliz, ahora,soberana del mundo,¡y nadie de tu faz encantadoraborra el dolor profundo!

pero aquellas cuajadas de rocío,

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer, como lágrimas del día...

ésas... ¡no volverán!

Oscuridad y luto tenebrosoen ti vertió la muerte,y en su furor el déspota sañosose complació en tu suerte.

No perdonó lo hermoso, patria mía;cayó el joven guerrero,cayó el anciano, y la segur impíamanejó placentero.

So la rabia cayó la virgen puradel déspota sombrío,como eclipsa la rosa su hermosuraen el sol del estío.

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Himno al sol (frag)

Para y óyeme ¡oh sol! yo te saludo y extático ante ti me atrevo a hablarte: ardiente como tú mi fantasía, arrebatada en ansia de admirarte, intrépidas a ti sus alas guía. ¡Ojalá que mi acento poderoso, sublime resonando, del trueno pavoroso la temerosa voz sobrepujando, ¡Oh sol! a ti llegara y en medio de tu curso te parara!

¡Ah! si la llama que mi mente alumbra, diera también su ardor a mis sentidos, al rayo vencedor que los deslumbra los anhelados ojos alzaría, Y en tu semblante fúlgido atrevidos mirando sin cesar los fijaría. ¡Cuánto siempre te amé, sol refulgente! ¡Con qué sencillo anhelo, siendo niño inocente seguirte ansiaba en el tendido cielo, y extático te vía y en contemplar tu luz me embebecía!

De los dorados límites de Oriente, que ciñe el rico en perlas Oceano, Al término sombroso de Occidente las orlas de tu ardiente vestidura tiendes en pompa, augusto soberano, y el mundo bañas en tu lumbre pura. vívido lanzas de tu frente el día, y, alma y vida del mundo, tu disco en paz majestuoso envía plácido ardor fecundo, y te elevas triunfante, corona de los orbes centellante.Tranquilo subes del Zenit dorado al regio trono en la mitad del cielo, de vivas llamas y esplendor ornado, y reprimes tu vuelo: y desde allí tu fúlgida carrera

rápido precipitas, y tu rica, encendida cabellera en el seno del mar trémulo agitas, y tu esplendor se oculta, y el ya pasado día con otros mil la eternidad sepulta.

¡Cuántos siglos sin fin, cuántos has visto en su abismo insondable desplomarse! ¡Cuánta pompa, grandeza y poderío de imperios populosos disiparse! ¿Qué fueron ante ti? Del bosque umbrío secas y leves hojas desprendidas, que en círculo se mecen, y al furor de Aquilón desaparecen.

Libre tú de la cólera divina, viste anegarse el universo entero, cuando las aguas por Jehová lanzadas, impelidas del brazo justiciero, y a mares por los vientos despeñadas bramó la tempestad: retumbó en torno en ronco trueno, y con temblor crujieron los ejes de diamante de la tierra: montes y campos fueron alborotado mar, tumba del hombre. Se estremeció el profundo; y entonces tú como señor del mundo sobre la tempestad tu trono alzabas vestido de tinieblas, y tu faz engreías, y a otros mundos en paz resplandecías.

Y otra vez nuevos siglosviste llegar, huir, desvanecerse en remolino eterno, cual las olas llegan, se agolpan y huyen de Oceano, Y tornan otra vez a sucederse: Mientras inmutable tú, solo y radiante ¡Oh sol! siempre te elevas, y edades mil y mil huellas triunfante.

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El romanticismo en la narrativa

Werther. La novela fue cultivada por el romanticismo. Uno de sus representantes, Goethe (se pronuncia guete), es el escritor más grande de Alemania. Goethe escribió una novela titulada Werther (1779). Esta obra, que figura entre las principales referencias del movimiento romántico, exalta los sentimientos hasta el punto de justificar el suicido por un amor no correspondido, y establece un tono y un estado de ánimo imitado por los autores románticos tanto en sus obras como en su vida personal: una tendencia al frenesí, a la melancolía, al hastío del mundo y a la autodestrucción.

Resumen de Werther. En esta novela encontramos a su protagonista, Werther (se pronuncia vérter), enviándole carta tras carta a su entrañable amigo Wilhelm (se pronuncia Biljelm), de quien se ha alejado. En la primera carta, fechada un 4 de mayo, le dice: ¡Cuán contento estoy de haberme marchado! ¡Ah, amigo mío!, ¿qué es el corazón del hombre? ¡Dejarte, separarme de ti a quien yo quiero tanto y de quien era inseparable y estar alegre todavía!... He advertido en este negocio de tan escasa importancia, que la negligencia y la mala inteligencia causan en este mundo, tal vez, más perjuicios y trastornos que la astucia y la malicia mismas. En otra carta le dice: Yo no sé si los genios engañadores habitan en estos países o si un delirio celestial llena mi corazón, porque todo lo que me rodea me parece un paraíso. A la entrada de la ciudad hay una fuente... una fuente a la que yo me hallo adherido como por encanto lo mismo que Melusina y sus hermanas.

Werther conoce a Carlota, a quien se unirá por medio de un amor enfermizo, casi irracional. Con respecto a ella, le escribe a Wilhelm: Yo le respondí haciéndole un cumplido insignificante, pero sentí al mismo tiempo que toda mi alma había sido conmovida por su figura, su tono, su expresión y sus maneras: y apenas me había repuesto de esta mi primera impresión y sorpresa, cuando se entró en un cuarto inmediato... ¡Con qué avidez miraba yo sus hermosos ojos negros! ¡Con qué ardor contemplaba sus labios sonrosados, sus frescas mejíllas tan animadas, sintiéndome como encantado mientras que estaba hablando!

Para desgracia de Werther, Carlota tiene novio, Alberto, con quien se casará. Dice en una carta: Ha llegado Alberto, y yo me iré. Aun cuando fuera el mejor, el más digno de los hombres; aun cuando mereciese toda mi estimación, y hasta mi respeto y admiración, no podría soportar el verle en posesión de tantas perfecciones.

Werther y Alberto se hacen muy buenos amigos, de manera que su amistad con Carlota sigue inalterable. Dice en una carta: Y después, ese bueno, ese honrado Alberto que no perturba mi felicidad por ningún mal humor, y que, después de su Carlota, me prefiere a todo en la tierra... De seguro, Alberto es el mejor de los mortales que viven bajo el sol.

Cada vez Werther se sumerge más en un mundo de amor irracional. Amor que lo arrastrará hasta la fatalidad. En la carta del 30 de agosto, dice: Yo no pienso ya más que en ella; a ella le dirijo mis ruegos; mi imaginación no se representa más que su imagen, ni ve más forma que la suya, y no percibo de los objetos que me rodean más que aquellos que tienen alguna relación con ella. Más adelante se vislumbra el final trágico que tendrá su apasionamiento insensato. Dice: Yo no veo el fin de tantos sufrimientos sino en la tumba.

Buscando la tranquilidad, Werther se aleja de Carlota. Llega a trabajar con un embajador, al que dejará para pasar con un príncipe. Durante su ausencia, Carlota y Alberto se casan. En una carta que les envía, dice: Te doy gracias, Alberto, de haberme engañado. Esperaba recibir noticia del día de vuestra unión, y ese día me había propuesto el hacer desaparecer de la pared el retrato de Carlota, y de sepultarlo debajo de otros papeles. ¡Ya estáis unidos, y su imagen se halla, sin embargo, en el mismo sitio!

Werther piensa dejar al príncipe, cuya compañía ya no le es tan grata, y buscar la cercanía de Carlota. Dice del príncipe en una carta: Es un hombre de talento, pero de un talento muy

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vulgar; su conversación no tiene para mí mayor atractivo que el que tendría un libro bien escrito.

Werther vuelve a vivir cerca de Carlota y a frecuentarla como antes. Dice: Sí, he tenido la tentación más de cien veces de tomarla en mis brazos, de estrecharla contra mi corazón, de cubrirla de besos. Dios sólo sabe el tormento que se sufre al estar viendo sin cesar tantos encantos delante de sus ojos, sin atreverse a tocarlos... El 3 de noviembre escribe: Muchas veces me acuesto con el deseo y hasta con la esperanza de no volver a despertarme; y por la mañana, al abrir los ojos y al ver brillar el sol, me siento desgraciado. En cierta ocasión, Carlota le dice: ¡Ah! ¿Por qué habéis nacido con ese carácter tan ardiente y fogoso, con esa pasión indomable, que como un fuego devorador abraza todo lo que vos tocáis?

Pocos días antes de su muerte, como presintiendo su partida definitiva, Carlota unió sus labios a los de él. El la rodeó con sus brazos, la estrechó contra su corazón y cubrió sus trémulos y balbucientes labios de besos ardientes y furiosamente apasionados. –¡Werther! -le decía ella con una voz ahogada.

Pero la resolución de suicidarse es firme en el trastornado espíritu del joven Werther. El escribe lo siguiente: Está tomada la resolución, Carlota. Quiero morir y te lo escribo sin ninguna exaltación romancesca, con la calma más profunda, la mañana misma de ese mismo día en que voy a verte por la última vez. Cuando leas esta carta, ser querido, la noche de la tumba habrá envuelto ya los restos inanimados del desgraciado que en los últimos momentos de su vida inquieta no conoce otro placer más dulce que el de hablar contigo. Le envía la nota siguiente a Alberto: ¿Queréis tener la complacencia de prestarme vuestras pistolas para un viaje que pienso hacer? Alberto accede. Es la misma Carlota quien entrega las pistolas al criado que se las llevará a Werther. Escribió esa misma noche: Wilhelm. He visto los campos por última vez y el cielo. Adiós también madre mía, mi buena madre, perdóname. Wilhelm, consuélala... Carlota, quiero ser enterrado con estos vestidos, porque tú los has tocado, los has santificado.

Esto es lo último que escribió el joven Werther: Tranquilízate... te ruego que te tranquilices. ¡Ya están cargadas!... ¡Dan las doce!... ¡Ea pues...!!Carlota...!!Carlota adiós!... ¡Adiós!

El padre de Carlota cumplió su último deseo. A las once de la noche hizo (el padre de Carlota) que le enterrasen en el sitio que él había elegido, y el convoy fúnebre fue acompañado por él mismo, por sus hijos; pero Alberto no se sintió con fuerzas para ello. El cuerpo fue conducido por algunos jornaleros y ningún miembro del clero lo acompañó. El estado de Carlota inspiraba cuidados muy serios; se temía por su vida.

Guillermo Tell. En Guillermo Tell, del alemán Schiller, como ya se dijo antes, se toca el tema de la libertad. Un pueblo oprimido por un tirano busca su libertad, y es el gran arquero Guillermo Tell quien la consigue.

Resumen de Guillermo Tell.Los suizos se encuentran bajo la dominación de los austriacos. El gobernador austriaco en Suiza, llamado Gessler, es un déspota. Guillermo Tell, un valiente cazador, se dedica a salvar las vidas de sus compatriotas perseguidos por la tiranía del gobernador. Los oprimidos se reúnen para formar una conjuración que derroque aquel estado de terror y despotismo. Los tres cantones o provincias se unen en la rebelión. Un nuevo acto de terror de Gessler ocurre: hace poner un sombrero en una pica clavada en la plaza y obliga a todo el mundo ha rendirle pleitesía a este símbolo de la tiranía.

Guillermo Tell pasa con su hijo Walter por el sitio en donde se halla el sombrero, y como no lo advierte no hacer el saludo exigido. Es detenido por desacato y Gessler le impone como castigo el demostrar su habilidad de arquero clavando una flecha en una manzana que será colocada sobre la cabeza del joven Walter, su hijo. Guillermo pide perdón, se humilla, pero es en vano: se le obliga a disparar la flecha contra la manzana. Pero Guillermo consigue con éxito

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atravesar la manzana con su flecha. Sin embargo se burlan de él, pues su gran proeza de nada le sirve, porque después es reducido a prisión.

Para conducirle a la cárcel, sus guardias han de atravesar un lago y ocurre que una tormenta los sorprende durante el viaje. Guillermo Tell se ve obligado a tomar el mando de la embarcación, la conduce a tierra y huye en medio de la noche. A partir de entonces no cejará en su empeño de evitar los atropellos del tirano. Cierto día sorprende a Gessler en un paso de la montaña y con una flecha lo mata, quedando así la suiza liberada.

Cuentos de Poe. Edgar Allan Poe escribió una serie de cuentos que se caracterizan por el suspenso. La lectura de sus cuentos entretiene precisamente por ese suspenso que nos hace buscar con ansias el desenlace. Son cuentos muy destacados: La caída de la casa Usher, en el que tanto el argumento como los personajes acentúan la penetrante melancolía de su atmósfera; El pozo y el péndulo, que es un escalofriante relato de crueldad y tortura; El corazón delator, en el que un maníaco asesino es obligado por su inconsciente a confesar su culpa; El gato negro, con un argumento parecido; El Barril del amontillado, que es un relato estremecedor de venganza; El escarabajo de oro, en el que una persona consigue una fortuna descifrando un antiguo manuscrito; La verdad en el caso Valdemar, que es una escalofriante narración de un hombre que, después de muerto, sigue presentando signos de vida. Todos estos cuentos se presentan en un libro titulado Narraciones extraordinarias.

Resumen de El gato negro. En este cuento, Poe describe el odio que cobró contra su gato, un gato negro llamado Plutón. Este odio lo llevó hasta provocarle la muerte al inocente animal, después de haberlo privado de un ojo con un cortaplumas. Posteriormente, el protagonista del cuento consigue un nuevo gato, también de color negro, contra quien desarrolla un odio similar. Este odio fue generado cuando descubrió que el nuevo gato estaba desprovisto de un ojo. Un día decidió asesinarlo con su hacha: pero su mujer evitó el crimen. Tanta indignación le causó su intervención, que asestó un golpe de hacha contra ella, matándola instantáneamente. Para ocultar el cadáver hace un hueco en la pared. Allí lo oculta. Luego se entrega a buscar al gato para darle muerte. Pero el animal parecía haber desaparecido para siempre. Llega la policía a la casa del asesino e inspeccionan su casa. Y ya se marchan cuando el asesino derrumba el muro y deja al descubierto el cadáver de su mujer; y junto al cadáver, apareció el gato.

Resumen de La máscara de la muerte roja. Se habla en este cuento

de un príncipe que, para no ser alcanzado por la peste conocida como la Muerte Roja, se retira

a uno de sus castillos en compañía de mil de sus amigos. En el castillo, el príncipe celebra una

fiesta de máscaras, y al final de dicha fiesta, mezclado entre la gente, aparece un enmascarado

desconocido que representaba a la Muerte Roja. El príncipe se irrita por el atrevimiento.

Personalmente intenta darle muerte con una daga al intruso. Y entonces se conoció la

presencia de La Muerte Roja. Había entrado como un ladrón de noche. Y uno por uno

fueron desplomándose los convidados en los cuartos rociados de sangre, y cada uno

murió en la postura desesperada de su caída.

Resumen de Los crímenes de la calle Morgue. En este cuento se narra la muerte misteriosa de una señora y su hija en una casa ubicada sobre la calle Morgue. El cuerpo de la señora fue hallado horriblemente mutilado. Augusto Dupin es quien, luego de un análisis riguroso, logra descifrar el misterio del doble asesinato. Según sus conclusiones, el asesino había sido un orangután de gran tamaño. Además, logró identificar al dueño del animal.

Resumen de La verdad en el caso Valdemar. Durante los últimos

años el estudio del hipnotismo había atraído repetidamente mi atención. Hace unos

nueve meses, se me ocurrió súbitamente que en la serie de experimentos efectuados

hasta ahora existía una omisión tan curiosa como inexplicable: jamás se había

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hipnotizado a nadie cercano a la muerte, dice el hipnotizador, quien cuenta el caso del señor

Valdemar. Desea investigar hasta qué punto la hipnosis puede detener la muerte. Recuerda a

su amigo Ernest Valdemar, a quien los médicos habían declarado tuberculoso. El señor

Valdemar muestra interés por el experimento. Convinimos, pues, en que me mandaría

llamar veinticuatro horas antes del momento fijado por sus médicos para su

fallecimiento.

Valdemar le envía una carta: Ya puede usted venir, no pasaré de mañana a medianoche, y

me parece que han calculado el tiempo con mucha exactitud. Llega a casa de Valdemar:

Expectoraba continuamente y el pulso era casi imperceptible. Conservaba no obstante

una notable claridad mental, y cierta fuerza. Le habla del experimento y Valdemar

Nuevamente se mostró dispuesto, e incluso ansioso por llevarlo a cabo, y le pidió que

comenzara de inmediato. El hipnotizador cambió algunas posiciones y concentró su mirada en

el ojo derecho del sujeto. A esta altura su pulso era imperceptible y respiraba entre estertores, a

intervalos de medio minuto. Luego surge un suspiro perfectamente natural, aunque muy

profundo, que escapa del pecho del moribundo, mientras dejaban de percibirse los estertores

Las extremidades del paciente estaban heladas. A las once menos cinco, advertí

inequívocas señales de influencia hipnótica. La vidriosa mirada de los ojos fue

reemplazada por esa expresión de intranquilo examen interior que jamás se ve sino en

casos de hipnotismo, y sobre la cual no cabe engañarse.

Sigue efectuando su proceso de hipnosis. Los médicos, que volvieron por solicitud del

hipnotizador, dijeron que se encontraba en un estado insólitamente perfecto de trance

hipnótico. Respiraba sin esfuerzo, aunque casi no se advertía su aliento, salvo que se

aplicara un espejo a los labios... Vi que su brazo, débil pero seguro, seguía todas las

direcciones que le señalaba el mío. En ese estado conversa con él. Le dice el moribundo:

¡No me despierte! ¡Déjeme morir así!

Luego presenta un aspecto repugnante, como la de un muerto, pero sigue presentando signos

de vida. De nuevo habla: Estuve durmiendo... y ahora... ahora... estoy muerto. Vuelve a

decaer, presentando sólo un movimiento vibratorio en la lengua. Por la tarde su estado era el

mismo, pero no se atrevían a despertarlo, pues quizás se le provocaría la muerte. Así

transcurren siete meses, hasta que resolvieron despertarlo.

La primera indicación de un retorno a la vida lo proporcionó el descenso parcial del iris.

Como detalle notable se observó que este descenso de la pupila iba acompañado de un

abundante flujo de ícor amarillento, procedente de debajo de los párpados, que despedía

un olor penetrante y fétido.

Mientras intentan despertarlo, el moribundo dice: ¡Por amor de Dios... pronto... pronto...

hágame dormir... o despiérteme... pronto... despiérteme! ¡Le digo que estoy muerto!

Intenta despertarlo y ocurre lo inesperado. Mientras ejecutaba rápidamente los pases

hipnóticos, entre los clamores de ¡Muerto! ¡Muerto!, que literalmente explotaban desde la

lengua y no desde los labios del sufriente, bruscamente todo su cuerpo, en el espacio de

un minuto, o aún menos, se encogió, se deshizo… se pudrió entre mis manos. Sobre el

lecho, ante todos los presentes, no quedó más que una masa casi líquida de repugnante,

de abominable putrefacción.

Leyendas de Bécquer. La leyenda es otro género cultivado durante el romanticismo. En España, uno de los principales cultores de este género fue Gustavo Adolfo Bécquer. Algunas de sus famosas leyendas son El monte de las ánimas, Maese Pérez el organista, La corza blanca y El Cristo de la calavera.

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El monte de las ánimas, (texto completo)

I. La Noche de Difuntos, me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas. Su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.

Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Una vez aguijoneada la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarlo de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.

A las doce de la mañana, después de almorzar bien, y con un cigarro en la boca, no le hará mucho efecto a los lectores de El Contemporáneo. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire de la noche.

Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caballo de copas.

▬ Atad los perros, haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Animas.

▬ ¡Tan pronto!

▬ A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras, pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.

▬ ¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?

▬ No, hermosa prima. Tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.

Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos. Los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían a la comitiva a bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:

▬ Ese monte que hoy llaman de Las ánimas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que así hubieran solos sabido defenderla como solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres. Los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fue a parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras. Antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería. Fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres. Los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos. Y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria lo llamamos El Monte de las Animas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.

La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.

II. Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.

Sólo dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, y absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.

Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.

Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos, en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.

▬ Hermosa prima -exclamó, al fin, Alonso, rompiendo el largo silencio en que se encontraban-, pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales, sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces,

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acaso por algún galán de tu lejano señorío-. Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia: todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.

▬ Tal vez por la pompa de la corte francesa, donde hasta aquí has vivido -se apresuró a añadir el joven-. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte... Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía... ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar... ¿Lo quieres?

▬ No sé en el tuyo -contestó la hermosa-, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo..., que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.

El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven que, después de serenarse, dijo con tristeza:

▬ Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los Santos y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío? -Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.

Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volviose a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas. Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a reanudarse de este modo:

▬ Y antes que concluya el día de Todos los Santos en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico:

▬ ¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho, como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro, y después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:

▬ ¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?

▬ Sí.

▬ ¡Pues... se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.

▬ ¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.

▬ No sé... En el monte acaso.

▬ ¡En el Monte de las Animas! -murmuró, palideciendo y dejándose caer sobre el sitial-. ¡En el Monte de las Animas! -luego prosiguió, con voz entrecortada y sorda-: Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces. En la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario de mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres, y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir del peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche..., ¿a qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas... ¡Las ánimas!, cuya sola vista puede helar de terror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarlo en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.

Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que, cuando hubo concluido, exclamó en un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores.

▬ ¡Oh! Eso, de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de difuntos y cuajado el camino de lobos!

Al decir esta última frase la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte se puso en pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar, entreteniéndose en revolver el fuego:

▬ Adiós, Beatriz, adiós, Hasta pronto.

▬ ¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerlo, el joven había desaparecido.

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A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.

Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.

III. Había pasado una hora, dos, tres; la medianoche estaba a punto de sonar, cuando Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, y, a querer, en menos de una hora pudiera haberlo hecho.

▬ ¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven, cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la Iglesia consagra en el día de difuntos a los que ya no existen.

Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de las campanas, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.

▬ Será el viento -dijo, y poniéndose la mano sobre su corazón procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia, las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes con chirrido agudo, prolongado y estridente. Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden; éstas con un ruido sordo y grave, y aquellas con un lamento largo y crispador. Después, un silencio; un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la medianoche; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas, que casi se siente, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota, no obstante, en la oscuridad.

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio. Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas las direcciones, y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada; oscuridad de las sombras impenetrables.

▬ ¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho-. ¿Soy yo tan miedosa como esas pobres gentes cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura al oír una conseja de aparecidos?

Y cerrando los ojos, intentó dormir... pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y rebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento. El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas de aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, y otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos.

Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora. Vuelta de su temor entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, tendió una mirada serena a su alrededor, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que fue a buscar Alonso. Cuando sus servidores llegaron, despavoridos, a notificarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que por la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Animas, la encontraron inmóvil; asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros, muerta, ¡muerta de horror!

IV. Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de Difuntos sin poder salir del Monte de las Animas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas terribles. Entre otras, se asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa y pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

El romanticismo en el drama. En este género sobresalen los escritores españoles José Zorrilla y el Duque de Rivas. Entre las principales obras dramáticas de Zorrilla figura Don Juan Tenorio (1844), que sigue siendo la obra

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teatral española más popular. Del Duque de Rivas se tiene a Don Alvaro o la fuerza del sino.

Resumen de Don Juan Tenorio. Se halla don Juan Tenorio en una hostería, en Sevilla. Lleva antifaz. Escribe una carta que enviará a doña Inés con su criado Ciutti, quien conversa con Butarelli, el hostelero. Luego don Juan conversa con Butarelli, a quien le pregunta por don Luis Mejía.

Se reunirán don Luis mejía y don Juan para definir quién ganará cierta apuesta hecha un año atrás. Llega al sitio don Gonzalo. Este, para ver la apuesta, se vale de un antifaz que le proporciona Butarelli, quien no sabe quién es él. Dice don Gonzalo:

¡Que un hombre como yo tenga / que esperar aquí y se avenga / con semejante papel!

En fin: me importa el sosiego / de mi casa, y la ventura / de una hija sencilla y pura,

y no es para echarlo a juego.

Llega don Diego Tenorio, padre de don Juan, a presenciar la apuesta. Lleva antifaz y se sienta del lado contrario de don Gonzalo. También llegan a la hostería el capitán Centellas y Avellaneda. Hay ansiedad por ver llegar a los contendientes. Centellas apuesta por Tenorio, mientras que Avellaneda lo hace por don Luis.

Con antifaces, llegan los contendientes y se sientan a la mesa que con anterioridad don Juan ordenó que prepararan. Se descubren y se saludan. Luego acuden todos a saludarlos. Se habla allí de la apuesta.

Don Juan.- La apuesta fue...

Don Luis.- Porque un día / dije que en España entera / no habría nadie que hiciera// lo que hiciera Luis Mejía.

Don Juan.- Y siendo contradictorio / al vuestro mi parecer, / yo os dije: “Nadie ha de hacer / lo que hará don Juan tenorio”. / ¿No es así?

Don Luis.- Sin duda alguna; / y vinimos a apostar / quién de ambos sabría obrar / peor, con mejor fortuna, / en el término de un año; / juntándonos aquí hoy / a probarlo.

Don Juan.- Y aquí estoy.

Don Luis.- Y yo.

Comienza hablando don Juan. Relata que estuvo en Italia, encontrando en Roma muchos amores. Pasó luego a Nápoles. Allí se metió en una serie de escándalos y engaños. Dice don Juan: Por donde quiera que fui / la razón atropellé, / la virtud escarnecí, / a la justicia burlé / y a las mujeres vendí. / Yo a las cabañas bajé, / yo a los palacios subí, / yo a los claustros escalé / y en todas partes dejé / memoria amarga de mí.

Por su parte, don Luis afirma que se fue a Flandes. Allí, junto con otros bandoleros, saquea la ciudad de Gante. Mata a uno de los bandoleros y se fuga con el botín. Pasa luego a Alemania, sigue narrando, donde es delatado; pero compra su libertad y parte hacia Francia. Allí se enreda en todo tipo de escándalo. Termina diciendo que mañana se casará con una mujer muy rica: doña Ana de Pantoja. Según consta en los papeles que se intercambian, don Juan lleva nueve muertos más que don Luis. En conquistas, don Luis tiene cincuenta y seis, y don Juan suma setenta y dos. Don Luis le dice que le falta una novicia.

Don Luis.- Sólo una os falta en justicia.

Don Juan.- ¿Me la podéis señalar?

Don Luis.- Sí, por cierto; una novicia / que esté para profesar.

Don Juan.- ¡Bah! Pues yo os complaceré / doblemente, porque os digo / que a la novicia uniré / la dama de algún amigo / que para casarse esté.

Don Luis.- ¡Pardiez que sois atrevido!

Don Juan.- Yo os lo apuesto si queréis

Para cumplir con la apuesta, don Juan acepta únicamente seis días. Mientras tanto, don Gonzalo discute con don Juan, luego se descubre y le dice que nunca tendrá la mano de su hija: doña Inés. Don Juan le replica que la tendrá de cualquier manera. El dice: sólo una mujer como esta // me falta para mi apuesta. Lugo es don Diego quien discute con don Juan. Este le arrebata el antifaz y descubre que es su padre.

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Mutuamente don Juan y don Luis son hechos prisioneros para que se impida la apuesta. Pero quedan pronto libres. Don Luis, para impedir que obtenga a Ana Pantoja, le pide a Pascual, sirviente de doña Ana, que le ayude permitiéndole quedarse dentro de la casa de ella. Pascual accede, y don Luis, en la noche, consigue hablar con la que será su esposa al siguiente día, que le pide que pierda todo temor.

Don Juan, con la ayuda de Ciutti, amarra a don Luis y acude con doña Ana. Pero aparece Brígida, que ha convencido a doña Inés para que siga a don Juan. Ella dice: En fin, mis dulces palabras, / al posarse en sus oídos, / sus deseos mal dormidos / arrastraron de sí en pos; / y allá dentro de su pecho / han inflamado una llama / de fuerza tal, que ya os ama / y no piensa más que en vos. Brígida, a cambio de oro, le ayudará a don Juan a entrar en el convento, en el cual se halla Inés como novicia. Brígida, con anterioridad, le ha proporcionado una llave.

Mientras doña Inés lee la carta que don Juan le envió, éste entra y la rapta desmayada, quedando la carta en el piso. Llega don Gonzalo, que es Comendador, al convento a preguntar por su hija. Halla la carta y reconoce la firma de don Juan. Entonces sospecha que su hija está con don Juan.

Mientras tanto, doña Inés despierta y desconoce el sitio. Luego Brígida le dice que se halla en una quinta de don Juan, que él la llevó ahí luego de rescatarla del incendio en el convento. Asustada, le pide a Brígida que salgan cuanto antes de aquel sitio, aprovechando que no está don Juan. Ella dice: Y si el débil corazón / se me va detrás de don Juan, / tirándome de él están / mi honor y mi obligación. / Vamos, pues, vamos de aquí, / primero que ese hombre venga, / pues fuerza acaso no tenga / si le veo junto a mí. / Vamos Brígida . Y justo cuando en esto están, llega don Juan. Doña Inés queda prendido de él. Ella dice: Talvez Satán puso en vos / su vista fascinadora, / su palabra seductora / y el amor que negó a Dios. / ¿Y qué he de hacer, ¡hay de mí!, / sino caer en vuestros brazos, / si el corazón en pedazos / me vais robando de aquí? En esto llega un hombre embozado a hablar con don Juan: es don Luis. Este le dice que llega a batirse en duelo con él, pues ha triunfado con doña Ana.

El reto es aceptado por don Juan, pero se interrumpe el duelo por la llegada de don Gonzalo. Ante él, don Juan se pone de rodillas. El dice: Jamás delante de un hombre / mi alta cerviz incliné, / ni he suplicado jamás / ni a mi padre ni a mi rey. / Y pues conservo a tus plantas / la postura en que me ves, / considera, don Gonzalo, / que razón debo tener. Continúa: Comendador, / yo idolatro a doña Inés, / persuadido de que el cielo / me la quiso conceder / para enderezar mis pasos / por el sendero del bien. / No amé la hermosura en ella, / ni sus gracias adoré; / lo que adoro es la virtud, / don Gonzalo, en doña Inés. Agrega don Juan: Yo seré esclavo de tu hija; / en tu casa viviré; / tú gobernarás mi hacienda / diciéndome “esto ha de ser”; / el tiempo que señalares / en reclusión estaré; / cuantas pruebas exigieres / de mi audacia o mi altivez, / del modo que me ordenares, / con sumisión te daré.

Pero don Juan es traidor y a un descuido le da un pistoletazo a don Gonzalo Ulloa frente a don Luis, que se ha acercado en apoyo de don Gonzalo. Luego le da una estocada a don Luis. Ciutti advierte la llegada de la justicia, y le sugiere a su amo que huya. Don Juan huye en un barco. Doña Inés toma el cadáver de su padre.

El primer acto de la segunda parte de la obra muestra en el escenario el panteón de don Diego, donde antes estaba su palacio. Allí están su estatua, la de don Gonzalo, la de don Luis y la de doña Inés, que también ha muerto. Un escultor, luego de terminar su obra, recibe a un hombre embozado: es don Juan que ha vuelto después de varios años. A éste el escultor le relata que don Diego dejó su hacienda para que se construyera un panteón en el que enterraran a los que murieran por mano de su hijo (don Juan). Le dice don Juan al escultor que don Juan volverá, pues ha de morir donde nació. Le cuenta el escultor que doña Inés murió de sentimiento al ser llevada de nuevo al convento. Don Juan revela su identidad, y el escultor le da las llaves del panteón, que se las ha exigido. Don Juan, una vez solo, le dice a la estatua de doña Inés: Don Juan tan solo esperó /de doña Inés su ventura, /y hoy que en pos de su hermosura / vuelve el infeliz don Juan, / mira cuál será su afán / al dar con su sepultura. / Inocente doña Inés, / cuya hermosa juventud / encerró en el ataúd / quien llorando está a sus pies. La estatua desaparece y aparece la sombra de doña Inés.

Dice él: ¡Doña Inés, sombra querida, / alma de mi corazón / no me quites la razón / si me has de dejar con vida! / Si eres imagen fingida, / sólo hija de mi locura, / no aumentes mi

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desventura / burlando mi loco afán. La sombra dice: Yo a Dios mi alma ofrecí / en precio de tu alma impura, / y Dios, al ver la ternura / con que te amaba mi afán, / me dijo: espera a don Juan / en tu misma sepultura. / Y pues quieres ser tan fiel / a un amor de Satanás, / con don Juan te salvarás / o te perderás con él. Por él vela; mas si cruel / te desprecia tu ternura, / y en su torpeza y locura / sigue con bárbaro afán, / llévese tu alma don Juan / de tu misma sepultura. Agrega la sombra: Y medita con cordura / que es esta noche, don Juan, / el espacio que nos dan / para buscar sepultura.

Don Juan no da crédito a lo que ha visto, y cree que todo es producto de su imaginación. Pero la estatua de doña Inés no vuelve a su lugar. Luego las otras estatuas vuelven la cabeza hacia él. Esto dice: Yo soy vuestro matador, / como al mundo es bien notorio; / si en vuestro alcázar mortuorio / me aprestáis venganza fiera, / daos prisa, que aquí os espera / otra vez don Juan Tenorio.

Aparecen Avellaneda y Centellas ante don Juan; se alegran de verlo después de tanto tiempo. Este comprende que lo de las estatuas fue su imaginación. Invita a ambos a cenar a la casa que compró al llegar. En la cena hay una silla y unos cubiertos desocupados: son para el Comendador. Durante la cena se escuchan aldabonazos cada vez más cerca. Todos se impacientan. Siguen llamando. Aparece la estatua de don Gonzalo. Dice: ...hay una eternidad / tras de la vida del hombre. / Que numerados están / los días que has de vivir, / y que tienes que morir / mañana mismo, don Juan... / Dios, en su santa clemencia, / te concede todavía / un plazo hasta el nuevo día / para ordenar tu conciencia. En lo que esto ocurre, Avellaneda y Centellas están sin conciencia. Desaparece la estatua, que le ha pedido que lo visite mañana. Luego aparece la sombra de doña Inés. Dice: porque mañana, don Juan, / nuestros cuerpos dormirán / en la misma sepultura.

Don Juan entra en sospecha sobre lo sucedido, y cree que todo lo de los fantasmas ha sido preparado por sus invitados, estos, a su vez, piensan que don Juan agregó alguna sustancia en el vino para hacerlos perder la conciencia. Discuten y deciden pelear.

Llega don Juan al panteón, como se lo prometió a don Gonzalo. Allí se prepara para morir. En sus últimos momentos se arrepiente de sus pecados. Es doña Inés quien le da su mano. Con la fe de don Juan son salvadas las otras almas. Dice doña Inés: Yo mi alma he dado por ti / y Dios te otorga por mí / tu dudosa salvación. Estas son las últimas palabras de don Juan:

¡Clemente Dios, gloria a ti!

Mañana a los sevillanos

aterrará el creer que a manos

de mis víctimas caí.

Mas es justo; quede aquí

al universo notorio

que, pues me abre el purgatorio

un punto de penitencia,

es el Dios de la Clemencia,

el Dios de don Juan tenorio.

Cae don Juan a los pies de doña Inés, y mueren ambos.

Don Alvaro o la fuerza del sino. En Don Alvaro o la fuerza del sino (destino) encontramos a su protagonista, don Alvaro, sin poder conseguir la mano de Leonor, la hija del marqués de Calatrava. La negativa se debe a que el linaje de don Alvaro es dudoso. Como ocurre en muchas historias de amor imposibles, el final es el suicidio. Don Alvaro, víctima de su destino, termina quitándose la vida.

Resumen de Don Alvaro o la fuerza del sino. Según los lugareños, es don Álvaro un indiano misterioso del que no se conocen sus orígenes. Don Alvaro pretende a Leonor, de quien está enamorado, pero el padre de ésta, el marqués de Calatrava, lo rechaza por su incierto linaje. Sin embargo, Leonor corresponde al amor de don Alvaro y está dispuesta a huir de su padre para juntarse con su enamorado. Poco antes de la huida las dudas

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atormentan a Leonor y desiste de su intención; pero es demasiado tarde, pues su padre ha acudido a la habitación al oír las voces. Una bala disparada por don Alvaro sin su intención, acaba accidentalmente con la vida del marqués.

El tema del sino (destino) se describe desde el principio con el personaje de Preciosilla, una gitana echadora de cartas que ya adelanta los malos augurios del futuro para los protagonistas. Un oficial le dice a la gitana: Aunque efectivamente tuvieras la habilidad de decirme lo que me ha de suceder, no quisiera oírtelo…Sí, casi siempre conviene el ignorarlo.

Poco a poco la obra toma un cariz más romántico, más intimista y el verso da al ambiente un toque irreal, misterioso y mágico.

Después de la muerte de su padre, las dudas siguen asaltando a Leonor: ¡Curra, amiga! / Lo confieso, no lo extrañes, / no me resuelvo, imposible… Pero a la vez busca el afán romántico de huir de la realidad refugiándose en sí misma y en sus pasiones, lo que la lleva a refugiarse solitariamente en una ermita, ignorando la realidad del mundo que le rodea.

En un mesón en la villa de Hornachuelos, varios huéspedes y habitantes del lugar se disponen a tomar la cena, durante la cual intentan descubrir la identidad de un huésped que no ha salido a cenar y que los tiene a todos muy intrigados. Para excusar su curiosidad, un estudiante pone como pretexto el tema del recientemente ocurrido asesinato del marqués de Calatrava, y su viaje con uno de los hermanos de Leonor en busca de venganza hasta Sevilla.

Cuando la mesonera va en busca del huésped desconocido no encuentra a nadie, y poco después se descubre que era Leonor disfrazada de hombre que se dirige al convento franciscano de Los Angeles en busca del hermano Guardián.

Cuando llega al convento, el hermano Guardián accede a que habite en una ermita cercana, y promete alejar a todos de allí.

Cuando Leonor llega al convento pretende liberarse de la pesadilla que ha sido su vida, evadirse del destino (sino) que le acosa. Se encomienda a Dios y a la Virgen, buscando un refugio, intentando suplir su funesto destino por la misericordia divina y rescatar su alma alejándose del mundo: En ti Virgen Santísima, confío; / sed el amparo de mi amarga vida. Sigue su plegaria: ¡Oh madre santa de piedad, perdona, / perdona le olvidé. Sí, es verdadera, / lo es mi resolución. Dios de bondades, / con penitencia austera, / lejos del mundo en estas soledades, / el furor expiaré de mis pasiones. / Piedad, piedad, Señor, no me abandones.

Entre el hermano Guardián y Leonor resuelven que la mejor solución a su problema es retirarse en una ermita perdida donde pueda alejarse de todo.

En Veletri, Italia, hay un regimiento, y uno de sus soldados más destacados resulta ser don Álvaro, que está allí con un nombre falso. Una noche, mientras don Álvaro reflexiona sobre todo lo que le ha pasado, oye una reyerta y corre a socorrer a un oficial del que después se hace muy buen amigo, pero éste resulta que es don Carlos, el hermano de Leonor. Un día, durante unas maniobras, don Álvaro es herido gravemente y salvado por don Carlos, a quien le pide que custodie su maleta, pero que no vea los papeles que ahí dentro están. Sospechando algo, don Carlos decide abrir la maleta y descubre que es don Álvaro a quien ha salvado. Ha descubierto al hombre que desea matar, al hombre por quien su hermana murió, pues tal cosa cree. Se rompe la amistad y espera a que se recupere, pues quiere batirse en duelo con él.

Cuando don Álvaro despierta, don Carlos le cuenta que sabe quién es y pide una oportunidad para vengarse, y le habla del duelo. Don Álvaro intenta detenerle, le cuenta que se ha enterado que Leonor sigue viva y le propone que vayan los dos a buscarla y vivan en paz. Pero don Carlos continúa obstinado y no acepta, y promete matarla a ella después de acabar con él. Ante la insistencia, finalmente se efectúa el duelo.

Don Alvaro sale victorioso, mientras que don Carlos queda muerto. Se arrepiente de su crimen: ¿Por qué no quedé en el campo / de batalla como bueno?. Ese mismo día se había publicado un edicto real condenando a muerte a todos los que se batieran en duelo. En ese momento detienen a don Álvaro, pues acaba de matar a don Carlos y le condenan a muerte. Cree que el castigo que le han impuesto es justo, pero, aunque deseaba morir, no quiere hacerlo humillado por un verdugo.

Los generales y capitanes intentan remediar la condena de don Álvaro y suplican al rey que no ejerza la ley sobre un soldado tan valiente y que tantas victorias le ha dado a

El fin con el suicidio es la mayor característica del romanticismo, es la mayor evasión, evasión

de la vida que es el fin de este movimiento cultural y social. Cuando D. Álvaro se suicida

reniega de todo lo que había encontrado antes: el amor, la religión, el honor y se arroja a la

despreocupación, no le importa ya nada, está enfadado con el mundo y lo sentencia. Con su

suicidio él cree concluir el problema, pero el sujeto (él) es más que un problema y todo eso

también lo elimina.

Page 19: literatura del romanticismo

su país, pero el rey no acepta. Entonces el ejército monta una sublevación para que le dé tiempo a escapar. En ese momento atacan los enemigos, y cuando don Álvaro se ve libre resuelve entrar en el enfrentamiento y si por ventura no muere en la reyerta, se retirará a un lugar el solo.

Aparece el convento de Los Angeles a donde se ha retirado don Álvaro. Por la noche llega un embozado en busca del hermano Rafael. El embozado resulta ser don Alfonso, el otro hermano de doña Leonor, y el hermano Rafael es don Álvaro. Don Alfonso descubre su identidad y le exige una compensación por todo el daño que ha causado en su familia. Don Álvaro se resiste alegando sus hábitos. Don Alfonso, para incentivarle, le cuenta que sabe su pasado: es hijo de un virrey del Perú y una princesa Inca, su familia había caído en desgracia, pues el virrey quería formar un reino en Perú y nombrarse rey. Don Álvaro cree que todo está solucionado, pues ahora que saben que es noble se podrá casar con Leonor y se acabarán los problemas. Pero don Alfonso se niega en rotundo. Para obligarlo al duelo ofende a su familia y le abofetea. Don Álvaro olvida todos sus intentos de calma y se lanza al duelo. En la reyerta le hiere gravemente y va en busca del ermitaño, el hermano Melitón, para que le dé la extrema unción a don Alfonso. Cuando llega a la ermita descubre que el ermitaño es Leonor, quien al ver a su hermano se lanza en sus brazos, pero éste aprovecha la ocasión y le clava un cuchillo, los dos mueren. Don Álvaro no aguanta más y se suicida tirándose por un precipicio. Se cumple así su destino.

Lengua

Objetivos

Que el alumno o la alumna pueda:

1. Ampliar sus conocimientos sobre la estructura de las oraciones compuestas por proposiciones subordinadas.2. Diferenciar la proposición principal, de la subordinada.3. Identificar la clase de la proposición subordinada que analiza.4. Simplificar oraciones complejas.

Las proposiciones subordinadas

Ya se dijo que en la subordinación una proposición es la principal y la otra es la subordinada. Esta carece de sentido por sí sola y depende de la principal. ¿Cómo determinamos cuál de las proposiciones es la subordinada? Para ello hay que fijar la atención en los subordinantes o nexos. Los subordinantes son palabras que determinan la proposición subordinada. En las oraciones siguientes se resaltan los subordinantes.

Yo necesito que regrese mañana Prop. subordinada

No se sabe quién llegará primero. Prop. subordinada

Si obtiene el título ella conseguirá otro empleo Prop. subordinada

Se aprecia que la proposición ella conseguirá otro empleo es la principal porque tiene sentido por sí sola.

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◩ Clases de proposiciones subordinadas. Las proposiciones

subordinadas, por su dependencia, pueden equivaler a un sustantivo, adjetivo o adverbio de la principal. Es decir que pueden funcionar como sustantivo, adjetivo o adverbio. Por lo tanto, las proposiciones subordinadas pueden ser de tres clases: sustantivas, adjetivas o adverbiales. Las sustantivas se conocen también como completivas; las adjetivas se conocen también como de relativo; y las adverbiales se conocen también como circunstanciales.

Subordinadas sustantivas. Estas proposiciones son las que, dentro de la proposición principal, desempeñan las funciones correspondientes al nombre o sustantivo. Se introducen por los nexos que, el que, al que, el hecho de que. Las proposiciones subordinadas sustantivas pueden desempeñar la función gramatical de: sujeto, complemento directo, indirecto, agente, aposición adnominal, predicativo, atributo, construcción comparativa.

Ejemplo: Me alegra que recuperaras la salud (tu salud recuperada) sustituye al sujeto.

Ese hombre es el que limpia el jardín (el jardinero) atributo.

Daré el premio al que llegue primero (al vencedor) complemento Indirecto.

Subordinadas adjetivas. Las oraciones subordinadas adjetivas desempeñan la función de un adjetivo. Aparecen introducidas por los siguientes nexos:

Pronombres relativos: que, quien, cual y cuyo.

La casa que vimos ayer me gustaba Prop. Subordinada

La proposición subordinada sustituye a un adjetivo que puede ser: la casa nueva, grande, bonita…   Adverbios relativos: donde, como y cuando.

Me encanta el pueblo donde nací . (indígena, pintoresco) Prop. subordinada

De gerundio (terminaciones ando y endo).

Observamos una gata corriendo por el techo . (Inquieta, bulliciosa) Prop. subordinada

Subordinadas adverbiales. Las proposiciones subordinadas adverbiales funcionan dentro de la oración compuesta como funciona un adverbio, o como funciona una locución adverbial dentro de una oración simple. Es decir, desempeñan la misma función circunstancial. Las subordinadas adverbiales pueden ser:

- De lugar: Estábamos en la casa donde pasé la niñez.

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- De tiempo: Entregará al reptil cuando se ponga bueno.

- De modo: Enterró la estaca como le había enseñado.

- De cantidad: Limpió todo cuanto había de maleza.

- Finales: Sembró el rosal para que floreciera.

- Causales: Estaba postrado porque lo mordió un reptil

- Condicional: Iría a la fiesta en caso de recuperarse.

- Concesivas: Se levanto aunque estaba convaleciente.

- Consecutivas: Estaba tan convencido, así es que esperábamos acontecimientos.

Práctica. Subraya la proposición subordinada en cada una de las siguientes oraciones compuestas.

No sé qué es lo que quiere. Quiero que me lo digas pronto.

Se lo daré si cumple la promesa. Ese libro es el que me prestaron.

Me encantó que tuvieras ese detalle. Regresaré pronto si encuentro el cheque.

No olvido quién lo encontró. El chico al que traje un regalo es mi

hermano.

No recuerdo dónde lo abandonaron. Confío en que el triunfo sea nuestro.

Dime si vendrás mañana. Ya me enteré de cuánto perdieron.

Le pregunté cómo lo despidieron. Estoy cansado de que me cierren las

puertas.

Yo quiero que tú lo hagas. No recuerdo qué reparó ayer.

No me importa cuándo regresará. Ya sabemos quiénes lo pintaron.

Dije que vendría mañana. Ella volverá si gana el premio.

Expresion

Objetivos

Que el alumno o la alumna pueda:

1. Reconocer la estructura de un texto argumentativo.2. Producir textos argumentativos.3. Escribir con precisión, claridad, orden y corrección ortográfica.

Contenidos:

1. La argumentación.2. Ortografía.

1. La argumentación¿Qué es un argumento? Un argumento es un razonamiento. De aquí resulta que argumentar es argüir (disputar). Aquí entenderemos por argumentación al conjunto de razonamientos mediante los cuales se busca probar o demostrar una proposición o tesis, o para convencer a alguien de que algo es falso o verdadero.

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Estructura de un texto argumentativo. En la estructura de un texto argumentativo encontramos la tesis (idea a demostrar), el desarrollo ordenado de los argumentos que sostienen dicha tesis (datos que la fortalecen, citas de personas doctas en la materia) y la conclusión. Este es un párrafo en el que se afirma la tesis. Suele comenzar así. Por lo tanto queda claro que…Por lo tanto queda probado que… Por lo tanto no es cierto que…

El siguiente es un texto argumentativo

Tesis: el precio de la gasolina seguirá aumentando indefinidamente

Nosotros, estudiantes de economía, sostenemos que el precio de la gasolina seguirá aumentando indefinidamente. Aunque algunos sostienen que bajará porque se avecinan nuevas formas de energía (solar, eólica y marítima), nosotros sostenemos la tesis contraria por varios argumentos que detallaremos y que son lógicos, verdaderos y fáciles de entender.

1. El precio de la gasolina aumentará constantemente porque cada vez es más difícil la extracción de petróleo. A medida que los pozos se vacían, debe extraerse el petróleo de mayor profundidad, lo que eleva el costo.

2. El petróleo no es eterno y se está agotando. Algunas personas conocedoras de la materia sostienen que dentro de unos 25 años, dado el crecimiento poblacional, se habrá agotado. Esto obliga a los países petroleros a obtener el mayor provecho de su no renovable fuente de riqueza. Este provecho lo consiguen vendiendo el petróleo (o sus derivados) al mayor precio posible.

3. El argumento que sostiene que, por nuevas formas de energía (más baratas) que se están investigando, el precio de la gasolina bajará, es errónea. Por el contrario, la amenaza de esas nuevas formas hacen subir el precio del petróleo. Seguramente los países petroleros, conscientes de tal amenaza, buscan obtener el mayor provecho de su oro negro. Esto se traduce en un aumento del precio del petróleo. Además, un supuesto no es una garantía. Ya se tienen autos movidos con energía solar y son lentos, de poca fuerza y muy incómodos en el manejo de su sistema energético. Si las nuevas formas de energía llegan (y con seguridad llegarán) sencillamente ya no se venderá petróleo, pero no bajará de precio.

Conclusión. Por lo tanto, basados en estos argumentos, sostenemos que el precio de la gasolina aumentará indefinidamente.

Tipos de argumentos. Los argumentos que demuestren una tesis pueden ser de varios tipos: argumentos de autoridad, ejemplos, analogía.

Una autoridad se considera a una persona muy conocedora en determinado asunto. Así por ejemplo si se quiere saber si un accidente se debió a fallas mecánicas, se buscará a un mecánico experto.

Los ejemplos también son argumentos para probar una tesis. Esta se puede demostrar con ejemplos irrefutables.

La analogía consiste en hacer una relación entre cosas distintas. Por ejemplo se puede concluir que quien sabe manejar bicicleta tendrá menos dificultad en aprender a manejar una motocicleta. Así pues, la analogía es un buen argumento para demostrar una tesis.

Page 23: literatura del romanticismo

Práctica. Reunidos en grupos se enfrentará uno contra otro sosteniendo tesis diferentes. Primera tesis: La contaminación ambiental aumentará indefinidamente. Segunda tesis: La contaminación ambiental disminuirá con el tiempo.

Práctica. A continuación te presentamos varias tesis, tu tarea será emitir tres argumentos que la demuestren o la nieguen.

Tesis 1: El Salvador está disminuyendo la contaminación ambiental.

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Tesis 2: En El Salvador, dentro de diez años las enfermedades respiratorias se habrán triplicado.

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Tesis 3: Nuestra fauna se irá reduciendo poco a poco.

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Tesis 4: En nuestro país se valoran a las personas que triunfan en sus estudios.

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Práctica. Lee el cuento siguiente:

Cierto día, un grupo de aves carroñeras (que comen carne corrompida, como el zope de

nuestras tierras) se hallaba reunido en torno del abrevadero (donde beben agua los animales)

de la zona. Una de las aves reunidas planteó la tesis siguiente: “es importante secar el

abrevadero para ya no padecer de hambre nunca más.”

Para probar su tesis recurrió a los argumentos siguientes:

“Todos sabemos que este es el único abrevadero de la zona. Nosotros no necesitamos el

abrevadero, ya que podemos llegar volando a las reservas de agua que se hallan muy lejos. En

cambio muchas bestias sí lo necesitan. Si conseguimos que se seque el abrevadero, entonces

las cebras y otros animales que en él calman su sed, morirán. Al morir, es indiscutible que

Page 25: literatura del romanticismo

tendremos comida en abundancia. No perdamos el tiempo. Comencemos cuanto antes a

acabar con la vegetación que mantiene con vida al abrevadero. Utilicemos nuestras garras para

destrozar todos los arbustos y vayamos en busca de piedras para arrojarlas a las aguas. En

conclusión, hagamos todo lo necesario para secar las aguas; y así ya nunca padeceremos de

hambre.”

Muchos en el grupo estuvieron de acuerdo con la argumentación de aquella carroñera, y se

dispusieron a seguir sus recomendaciones.

(Basado en la fábula simbiosis, de Felipe Guzmán)

Para la tesis propuesta por las aves carroñeras, ¿cuál es el argumento contradictorio de más peso?

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2. Ortografía

Uso de la letra b. Usamos la letra b en los casos siguientes.

Cuando después de la b sigue una consonante: blanco, bronco, objeto, observar, súbdito…

En las terminaciones aba, abas, ábamos, abais, aban del pretérito imperfecto del indicativo de la primera conjugación: entraba, levantaba, cantabas, hablabais…

En todas las formas de los verbos terminados en bir, buir, aber: subir, atribuir, saber…

Excepciones: los verbos hervir, servir, vivir, y sus derivados y compuestos.

Antes de la u: rebuscar, buitre, burla…

Excepciones: vuestro, válvula, párvulo, vuelco, vuelo, vulgo, vuelto.

En las palabras que empiezan por bi, bis, biz, bene, bien, bio, bibl: bimensual, bilingüe, benévolo, biólogo, biblioteca, bienvenida…

Excepciones: Viena, viento, viene, vientre, vitamina.

En las palabras que terminan en bil, ble, bilidad, bundo, bunda: hábil, débil, posible, habilidad, meditabundo, moribunda…

Excepciones: civil, móvil, y sus compuestos y derivados.

En las palabras que empiezan con al y ar: albañil, albergue, árbol, árbitro…

Excepciones: Alvaro, alvéolo, arvejo.

Después de la m: tambor, cumbo, bomba...

Page 26: literatura del romanticismo

Uso de la letra v. Usamos la letra v en los casos siguientes.

Después de n: enviar, invitación, convento…

Después de ad, di, ob, sub: advertencia, divergente, obvio, subversivo…

Excepciones: dibujo y sus compuestos y derivados.

En las palabras que empiezan con eva, eve, evi y evo: evadir, eventual, evidente, evolución…

Excepciones: ébano y sus derivados; ebonita, ebionita.

En los adjetivos terminados en avo/ava, evo/eva, ivo/iva, ave, eve e ive: octavo, nuevo, negativa, suave, leve, proclive…

Excepción: árabe y sus derivados y compuestos.

En las palabras terminadas en viro, vira, ívoro e ívora: revira, carnívoro…

Excepción: víbora.

En todas las formas de los verbos terminados en ervar, ivar, olver y over: conservar, volver, llover…

Después de lla, lle, llo, llu: llave, llevar, llover, lluvia...

Uso de la letra j. Se usa la j en los casos siguientes.

En las palabras terminadas en je, aje, eje, uje, jero, jería: conserje, viaje, traje, salvaje, hereje, extranjero, brujería…

Excepciones: Jorge, esfinge, faringe, laringe, meninge, falange, ambages, auge, cónyuge, ligero, protege…

En las palabras que empiezan con eje: ejemplo, ejército, ejecutivo…

En todas las formas de los verbos que llevan j en el infinitivo, especialmente en los terminados en jar y jear: trabajar, dejar, fijar, flojear, canjear… Por lo tanto van con j: trabajemos, dejen, fijemos, canjee…

Los derivados y compuestos de palabras que llevan j antes de a, o, u: ojeroso, sonajero, granjero, hojita, pajizo...

En las formas de los verbos que llevan je y ji por irregularidad: decir: dije, conducir; conduje, traer: trajimos...

En las palabras derivadas de voces que tienen j: hojear, bajero...

Uso de la letra g. Se usa la g en los casos siguientes:

En las palabras que contienen gen y ges: gente, agencia, indulgente, virgen, gesto, ingestión, digestión, congestión……

Excepciones: jengibre, berenjena, comején, ajeno, enajenar, ajenjo, jején, Jenaro, majestad y sus derivados...

En las palabras compuestas con geo-: geometría, hipogeo, geopolítico, geografía…

En las palabras terminadas en logía: geología, mitología, farmacología…

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En las formas de los verbos terminados en ger, gir, igerar: converger, proteger, surgir, exigir, aligerar…

Excepciones: tejer, destejer, entretejer, crujir, grujir.

En las palabras terminadas en gélico, genario, géneo, génico, génito, genio, geno, gésico, gesimal, gésimo, gético, giénico, gia, gía, ginal, gíneo, ginoso, gio, gión, gional, ginario, gionario, gioso, gírico, gismo, ígena, ígeno, ígero, ógica, ógico.

Excepciones: lejía, bujía, herejía, apoplejía, hemiplejía, paraplejía, crujía, almejía, bajío, salvajismo, espejismo, paradójico, lejísimos…

Uso de la h intercalada. La h intercalada se usa en los compuestos y derivados de palabras que llevan h en posición inicial: deshonra, inhabilitar, deshojar...

Práctica. Señala las palabras que están mal escritas.

Trigésimo Digeron Dijestión Plumaje Comején Abellana Negatibo

Tragimos Cónyuje Grangear Granjero Faringe Bugía Cruge

Trabesura Blando Adberbio Advervio Adverbio Adibinar Buscar

Amabilidad agencia Fotojénico Ahorcar Figemos Dijiste Carnívoro

Compravais Marjen Ogeroso Contabais Bomvón Analgésico Geometría

Brazo Avrazo Expresibo Digeron Lloberá Empuge Tragiste

Furivundo gestión Rojiso Magia Abunda Cobrar Trageras

Dibujaba Ambisión Actibo Imaginario Astrolojía Alva Intensivo

Biblioteca Hablar Congénito Desojaste Envolver Herege Rejión

Cavallo Tigeras Vestia Finjir Veber Monje Covre

Ambruna Hogita Jeología Geolojía Geología Hojita Protejí