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Alejandro Salinas Sánchez
La Época del “Pan Grande” Billinghurst presidente
1912-1914
Seminar io de Histor ia Rural Andina
UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N.° 2014-11385
Primera edición Lima – Agosto 2014
© La Época del “Pan Grande” Billinghurst presidente 1912-1914
Alejandro Marcelo Salinas Sánchez
© 1ª edición Seminario de Historia Rural Andina – UNMSM Tiraje 50 ejemplares
Queda prohibida la reproducción total o parcial sin permiso del autor
Lima-Perú
Seminario de Historia Rural Andina Jr. Andahuaylas 348, Lima 1 Telf. (51-1) 619-7000 anexo 6158,
Correo electrónico: [email protected] http: //seminariohistoriaruralandina.org//
Director: Emilio Augusto Rosario Pacahuala
Corrección de estilo: Amparo Ali Chávez Diseño de carátula: Alejandro Marcelo Salinas Sánchez
Diagramación de interiores: Sara Castro García Carátula: El presidente Guillermo Billinghurst observa con lupa un diminuto pan.
Caricatura de Pedro Challe. La Crónica. Lima, 18 de enero de 1913. Escaneo y cuidado de imágenes: Alejandro Marcelo Salinas Sánchez
“- Y … ¿achicarán
el pan más de lo
que está?
- Al contrario …
será más grande
- ¿El pan grande?
- El pan grande …
pero a dos
centavos cada
uno”.
(La Crónica, 16 de
enero de 1913)
Introducción
n 1912 el presidente Leguía culminó una gestión
gubernativa desgastada por sus conflictos con el
civilismo bloquista y la persistente crisis hacendaria. Con
todo, un año antes había manipulado las elecciones
parlamentarias para darle estabilidad a la fase final de su
gobierno y designar a quien debía sucederle en el cargo.
Por esa misma época, el movimiento anarco-sindicalista
encabezó la lucha obrera por mejores salarios, reducción
de la jornada laboral y condiciones de trabajo más
dignas y seguras. Ellos convirtieron la huelga general en
arma de lucha contra los abusos de la patronal y el
Gobierno1. Leguía y la clase dominante debieron ceder
ante las demandas populares por el temor de un
desborde popular. Ciertamente, a mediados de 1912,
estaban dadas las condiciones para un cambio político
importante. El movimiento billinghurista ocupó el espacio
de creciente insatisfacción creado por la disputa política
1Las huelgas de 1904, 1906 y 1907 fueron una especie de
“práctica” política para la clase obrera, y proveyeron de
experiencias valiosas a los líderes que emprendieron las
grandes jornadas de 1911 y 1912. Pareja 1978: 41-42.
E
8
entre los partidos demócrata y civilista, enarbolando la
renovación moral de la política con activa participación de
las clases medias y populares. Electo presidente,
Billinghurst quiso mejorar la calidad de vida de los
trabajadores, mediante el abaratamiento de las
subsistencias y la vivienda, y el reconocimiento de
derechos inherentes a su condición ciudadana. Sin
embargo, también restringió el derecho de huelga, que
era el principal medio de reclamo obrero, a fin de impedir
la escalada del conflicto entre capital y trabajo.
En esta investigación abordaremos la breve
experiencia precursora del populismo2 liderada por el
caudillo civil Guillermo Billinghurst entre 1912 y 1914. Al
respecto, conviene explorar la coyuntura económica,
social y política que dio origen al billinghurismo y
determinó su desarrollo y violento final. En cuanto a lo
primero, la “exitosa” República Aristocrática, iniciada
con el califato pierolista (1895-1899), generó una
profunda crisis alimentaria con fuertes aumentos en los
precios de víveres, fenómeno comprobado por los
analistas y diarios de esa época. Como consecuencia de
esa carestía en el costo de vida, los sectores populares
urbanos incubaron profundo descontento, pues los
2 Las principales características del populismo como
movimiento político son: liderazgo carismático y composición
multiclasista urbana. Blanchard, Peter. “A populist…”, en
Journal of Latin American Studies 1977: 251. En ese sentido,
Osmar Gonzáles, después de analizar los diversos conceptos
existentes sobre populismo, considera que el gobierno de
Billinghurst representó propiamente una fase de transición
entre la dominación oligárquica y la política populista.
Gonzáles 2005: 68.
9
paliativos de las autoridades municipales y de gobierno
eran incapaces de revertir la tendencia negativa en los
indicadores sociales3. Las raíces materiales de la protesta
obrera buscaron entonces canales de expresión política.
Esta circunstancia encontró dividido al civilismo, y sus
conflictos internos lo divorciaron aún más de los sectores
populares. La semilla de la contrariedad general
tampoco fue aprovechada por el pierolismo, que no pudo
renovar su aureola contestataria después de haber
colaborado activamente en el montaje del modelo
económico favorable a las clases dominantes. De esa
forma, las facciones civilistas y los debilitados líderes del
Partido Demócrata fracasaron en sus intentos de disipar
la intensa politización de las masas. Surgió así la llamada
“reacción ciudadana”, que boicoteó los comicios
generales de 1912 e impuso al Congreso la elección
presidencial de Billinghurst. Carente de partido propio,
el nuevo mandatario asentó su gobierno sobre la base de
una insospechada alianza con liberales y leguiístas. El
pre-populismo billinghurista tuvo poco espacio para
desarrollarse, pues sostuvo una constante pugna con los
partidos agrupados en el Congreso a quienes debía su
elección, y que finalmente lo derrocaron con apoyo del
Ejército. Restaurado el dominio político oligárquico,
3Esta tendencia continuó bajo el breve gobierno de
Billinghurst, a pesar de los aumentos salariales logrados por
varios gremios obreros. De acuerdo con un estudio de Luis
Felipe Zegarra sobre línea de pobreza en Lima entre 1913 y
1925, el costo diario y mensual de la Canasta Básica de
Consumo de Alimentos (CBCA) registró una constante alza en
dicho período. Zegarra, Luis Felipe. “Línea de pobreza… “, en
Economía 2011: 45-47.
10
algunos billinghuristas intentaron preservar sus ideales
fundando el Partido Progresista, pero la muerte de
Billinghurst y la propia ambivalencia de sus militantes,
muchos de los cuales prefirieron apoyar al civilista José
Pardo, lo condenaron a una rápida desaparición.
Este trabajo se divide en dos partes y ocho
capítulos, que abarcan el espacio histórico comprendido
entre la candidatura presidencial de Billinghurst y su
derrocamiento y posterior muerte en el exilio. La Primera
Parte consta de cuatro capítulos. El primero estudia las
fuerzas populares impulsoras de la candidatura
Billinghurst, y los mecanismos de lucha (paros, desfiles,
etc.) empleados por los líderes obreros para boicotear al
candidato oficialista Aspíllaga y consolidar el
fortalecimiento del billinghurismo como fuerza de
oposición. En el segundo capítulo detallamos la
intervención gubernamental de Leguía y la protesta
callejera que decidieron la elección presidencial de
Billinghurst por el Congreso, cuya constitucionalidad fue
cuestionada por pierolistas y aspillaguistas. El tercer
capítulo aborda las medidas aplicadas por el gobierno
billinghurista para satisfacer los reclamos salariales,
aliviar la carestía de vida, garantizar el libre ejercicio del
sufragio y democratizar la representación congresal. En
el cuarto capítulo nos enfocamos en la labor negociadora
desplegada por Billinghurst para controlar las huelgas,
regular la protesta obrera y asegurar la gobernabilidad
mediante alianzas con los grupos parlamentarios. El quinto
capítulo aborda la oleada huelguista previa a la dación del
decreto que estableció la jornada laboral de ocho horas
11
para los jornaleros de la dársena chalaca, y analiza
también las negociaciones de Billinghurst con los partidos
políticos con el objetivo de estabilizar su Gobierno.
La Segunda Parte consta de tres capítulos y
antecede a las Conclusiones. El primero precisa los
esfuerzos del billinghurismo por constituirse en grupo
político y participar con sus propios líderes en las
elecciones del tercio parlamentario de 1913, hecho
resistido por las demás fuerzas partidarias que
denunciaron vetos e injerencias del presidente contra sus
candidatos. En el segundo capítulo examinamos la
radicalización del billinghurismo en su lucha contra la
campaña obstruccionista del Congreso, y la búsqueda de
apoyo popular para aplicar reformas constitucionales que
debilitaran el predominio de la oligarquía y los círculos
políticos a su servicio. El tercer capítulo expone la
actuación de las fuerzas conspiradoras parapetadas en
los partidos y la prensa, la prolongada crisis ministerial y
el golpe organizado por los partidos y el coronel
Benavides. Incluimos también la defensa que hizo
Billinghurst de su gobierno, y los balances y críticas
recibidos por parte de la prensa. Finalmente, las
Conclusiones precisaran las divergencias existentes
entre billinghurismo, pierolismo y otros movimientos
sociales actuantes entre 1912-1914, destacaran el
particular curso tomado por la política peruana, a partir
del conflicto surgido entre la oligarquía, sus partidos y
los núcleos billinghuristas, y precisaran la importancia de
las medidas económicas ejecutadas por Billinghurst para
aliviar la creciente carestía de víveres y acrecentar el
estándar de vida de los obreros y clases populares.
Primera Parte
14
15
I. LAS ELECCIONES DE 1912: BILLINGHURST CANDIDATO
A mediados de 1911, no parecía posible una candidatura
presidencial de Guillermo Billinghurst, a pesar de que su
gestión como alcalde de Lima había alcanzado el
reconocimiento de la prensa y la simpatía de las clases
populares urbanas. En agosto del citado año, los
senadores Javier Prado Ugarteche y Mariano Horacio
Cornejo presentaron ante su cámara un proyecto de ley
de reforma electoral. Este texto de 16 artículos propuso
modificar la composición de la Junta Electoral Nacional, a
fin de que esta fuese integrada por los cinco más
antiguos magistrados supremos. Esta institución tendría
facultad para solicitar al Ejecutivo el cambio de
autoridades durante el mes previo al proceso electoral.
En el Senado, la Comisión de Constitución dividió sus
opiniones. El dictamen en mayoría, suscrito el 29 de
agosto por José Manuel García y Edmundo Montesinos,
planteó reemplazar dos magistrados de la Junta por dos
congresistas de la mayoría y minoría parlamentarias, los
cuales debido a “sus encontrados intereses políticos”
conservarían el equilibrio de criterios. Los comisionados
rechazaron además conceder a los miembros de la Junta
la facultad de pedir la renovación de autoridades, porque
la juzgaron “muy discrecional” y contraria “a la buena
administración interior de la República”. Por su parte, el
dictamen en minoría, rubricado por Manuel Irigoyen,
descartó conformar la Junta con magistrados, pues creyó
conveniente alejarlos “de toda intervención en asuntos
de carácter político”. En consecuencia, sugirió aumentar
a siete el número de delegados, “cuatro en
16
representación del Congreso, uno por el Ejecutivo y dos
por las profesiones liberales”. Estos últimos serían
elegidos por la Corte Suprema entre quienes pagaran
patente de primera clase4.
Prado Ugarteche y Cornejo hicieron suyo el
dictamen en mayoría, puesto a debate el 9 de octubre de
1911. A juicio de Prado, el proyecto corregiría el carácter
de “tribunal político” dado a la Junta por las leyes
electorales de 1896 y 1908. Sin embargo, Joaquín Capelo
cuestionó la independencia del Congreso y consideró
inútil recomponer la Junta mientras el gobierno estuviese
dispuesto a poner por decreto “a todos los miembros en
su casa” en caso se opusieran a sus planes electorales.
En respuesta, Cornejo opinó por la aprobación del
dictamen, pues impediría “muchos fraudes y muchas
calumnias de fraudes, que sirven de pretexto a ese
terrible cáncer de la rebelión”. Amador del Solar calificó
este proyecto como personalista, pues todos conocían
quienes eran los magistrados supremos más antiguos, y
propuso suplirlos por “cualesquiera otras personas”. En
defensa de los jueces, Montesinos dijo que solo los
“amaestrados juzgadores” estaban capacitados para
aplicar la norma electoral. Otros senadores, como
Wenceslao Valera y Leoncio Samanez, exigieron una
LOS AUTORES DEL PROYECTO DE REFORMA ELECTORAL DE 1911
4 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1911: 548-554.
17
Mariano H. Cornejo. Defendió la elección presidencial por el Congreso.
Javier Prado y Ugarteche. Renunció al civilismo oficialista en 1912.
reforma completa que
alcanzara a las juntas de
registro provinciales.
18
La prensa limeña intervino activamente en este
enojoso debate. El diario La Prensa definió el proyecto
electoral del senador Cornejo como una “glosa de
prescripciones que existen en vigencia hace quince años”, y
lo acusó de haber tergiversado y ultrajado la antigua ley de
elecciones de 1896, cuando “en su condición de Oficial
Mayor de la Junta Nacional, llevó a esa Junta al sendero de
abuso que precedió a su disolución en 1899”5. A su vez, El
Comercio exigió que, antes de la aprobación del proyecto,
los congresistas debían censurar la clausura de la Junta
Electoral Nacional, en caso contrario el Ejecutivo estaría
tentado a vulnerar impunemente la nueva ley electoral,
quitándole, por tanto, todo sentido a la reforma en curso6. En
el mismo sentido, Variedades expresó sus dudas sobre el
éxito de la nueva legislación electoral, pues no iba
acompañada “de los artículos necesarios para asegurar la
legalidad de los procedimientos, fijando condiciones severas
para los que festinen la ley, la falseen o infrinjan”7.
Los senadores aprobaron el proyecto del
dictamen en mayoría, pero modificaron los artículos 4º y
12º del mismo, con el propósito de que la Junta Nacional
escogiera a los presidentes de las juntas
departamentales y denunciara las infracciones
electorales cometidas por las autoridades políticas8. En
noviembre de 1911, el proyecto pasó en revisión a la
Cámara de Diputados, y esta requirió la opinión de la
Corte Suprema. Los vocales rechazaron formar parte de la
5 “La reforma electoral”, en La Prensa, 11 de octubre de 1911. 6 “La sesión de ayer…”, en El Comercio, 11 de octubre de 1911. 7 “De jueves a jueves”, en Variedades, 14 de octubre de 1911. 8 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1911: 658-664.
19
Junta Electoral Nacional, porque no estaban dispuestos a
exponerse a “las maquinaciones de la venganza de
quienes resultaran derrotados en la lucha electoral”9.
Escuchado este parecer, la Comisión Especial de la
Cámara de Diputados emitió cuatro dictámenes, uno en
mayoría y tres en minoría. El primero, presentado el 1º de
diciembre por Alberto Salomón, Víctor Revilla y Francisco
de Paula Secada, propuso que la Junta tuviese cinco
delegados, tres designados por el Congreso y dos por el
Ejecutivo y la Corte Suprema. El segundo, rubricado ese
mismo día por Luis José de Orbegoso, sugirió aumentar a
nueve los miembros de la Junta, ocho escogidos por el
Congreso y uno por el Ejecutivo. El tercero, planteado por
Samuel Sayán y Lizardo Franco, aceptó dicha composición
de la Junta, y otorgó a esta la facultad de enjuiciar a las
autoridades trasgresoras de la ley electoral. En el cuarto,
sustentado por Francisco Fariña, cuatro integrantes de la
Junta serían elegidos por los partidos Civil, Constitucional,
Liberal y Cívico, mientras la Corte Suprema designaría
otros cuatro en representación de los profesionales y
productores. Además contempló la censura inmediata de
cualquier funcionario público que impidiera la actuación
de la Junta10.
Conocidos estos dictámenes, la prensa volvió a
manifestar su desconfianza frente a la reforma electoral.
El Comercio consideró insuficientes las sanciones
previstas en el proyecto Fariña, pues creía que estas
9 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Segundo Congreso
Extraordinario 1911: 54. 10 Idem: 58-66.
20
debían alcanzar al propio Presidente de la República, en
caso “deliberadamente, saltara sobre la ley”11. A su vez,
La Prensa criticó el “puritano” proyecto Salomón, porque
dejaba la Junta Electoral en manos de las “mayorías
legislativas” subordinadas al presidente Leguía y
defensoras de los “intereses electorales del señor
[Ántero] Aspíllaga”12. En medio de estas críticas, los
diputados aprobaron un texto híbrido, que insertó el
primer artículo de la ley electoral de 1908, referido a la
composición de la Junta, dentro del proyecto Salomón,
con el propósito de que esta tuviese nueve miembros,
ocho electos por el Congreso y uno por el Ejecutivo13.
En enero de 1912, varios antiguos civilistas se
escindieron del Partido Civil gobernante y fundaron una
nueva agrupación bajo el nombre de civilismo
independiente. Enrique Barreda, uno de sus líderes,
justificó esta decisión señalando que la situación política
“azarosa y alarmante” exigía asumir una conducta
“perseverante y empeñosa” para evitar “infortunios
colectivos”14. Esta ruptura con el presidente Leguía
impuso a este nuevo partido, conocido como el bloque,
la necesidad de negociar una alianza con el resto de la
LOS PROTAGONISTAS DE LA COYUNTURA POLÍTICA DE 1912
11 “La ley de elecciones”, en El Comercio, 7 de diciembre de 1911. 12 “La venganza electoral”, en La Prensa, 19 de diciembre de 1911. 13 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Segundo Congreso
Extraordinario 1911: 186-194. 14 “Los propósitos…”, en La Prensa, 7 de enero de 1912.
21
El presidente Augusto B. Leguía, supremo elector en 1912. La Crónica, 16 de abril de 1912. Caricatura de José Alcántara la Torre.
Ántero Aspíllaga, el delfín del leguiísmo. La Crónica, 16 de abril de 1912.
Caricatura de José Alcántara la Torre
22
Augusto Durand, el ubicuo opositor La Crónica, 16 de abril de 1912. Caricatura de José Alcántara la Torre
Guillermo Billinghurst, el candidato del pueblo.
La Crónica, 16 de abril de 1912 Caricatura de José Alcántara la Torre
oposición. Ese mismo mes,
el proyecto de ley electoral
fue devuelto al Senado,
23
cuyas comisiones de Gobierno y Constitución emitieron
tres dictámenes. El primero, defendido por Mariano
Cornejo, rechazó la conformación de la Junta aprobada
en la colegisladora, pues constituía “la renuncia a toda
reforma y una tercera prórroga de la ley provisional [de
1908]”, lo cual “más o menos tarde, originaría la violenta
protesta de los pueblos”. Cornejo propuso insistir en la
propuesta de integrar la Junta exclusivamente con
magistrados. No obstante, los dictámenes de José
Valencia Pacheco, Edmundo Montesinos, Manuel
Irigoyen y Pío Medina, ratificaron el proyecto modificado
por los diputados15. Finalmente, el 18 de enero de 1912 el
presidente Augusto B. Leguía promulgó la nueva Ley
Electoral (Ley Nº 1533).
Dos días antes, la Cámara de Diputados había
aprobado la ley de elecciones municipales modificada
por el Senado y el proyecto del Gobierno, que
programaba los comicios ediles para el 14 de abril de
1912. Los diputados Aurelio Sousa, Samuel Sayán Palacios
y David Chaparro advirtieron sobre el peligro de realizar
elecciones municipales y presidenciales con “intervalos
de días”, pues estas traían consigo agitación,
detenciones y hasta asesinatos. Estos reclamos fueron
acallados por la mayoría oficialista, que guiada por el
diputado Juan Salazar Oyarzábal y el Ministro de
Gobierno, Plácido Jiménez, desestimó dichas
prevenciones bajo el argumento de que la elección de
alcaldes mantendría su carácter vecinal ajeno a las
15 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Segundo Congreso
Extraordinario 1911: 156-161.
24
disputas políticas16. Devuelto el proyecto al Senado, se
suscitó un áspero debate entre Joaquín Capelo y Mariano
Cornejo acerca de la legalidad de la modificación
introducida en la norma electoral y el plazo fijado para
las votaciones municipales. El ministro Jiménez intervino
en este debate y defendió la urgencia de renovar los
gobiernos locales a fin de frenar los abusos del
gamonalismo provinciano. Finalmente, el 9 de febrero de
1912, a pesar del pedido de Joaquín Capelo y Julio
Loredo para postergar la fecha de la elección municipal,
los senadores aprobaron el proyecto modificado17.
Por esta fecha, la instalación de la Junta Nacional
Electoral, presidida por Alejandro Deustua, dio inicio a
febriles negociaciones entre los grupos políticos18.
Poco después, en “cordial armonía” y bajo promesa de
16 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Segundo Congreso
Extraordinario 1911: 408 y ss. 17 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Tercer Congreso
Extraordinario 1911: 21 y ss. El Comercio, contrario a esta decisión, adujo que la proximidad entre ambas contiendas cívicas exacerbaría “el apasionamiento político de las masas” y debilitaría los municipios hasta convertirlos en “prolongaciones del Gobierno”. “Las elecciones municipales”, en El Comercio, 8 de febrero de 1912. No obstante, La Prensa, tenía esperanza en que los partidos opositores depusieran sus rivalidades y apoyados en la “masa popular” derrotaran las “cangrejeras electorales” del Gobierno. “Vamos a él”, en La
Prensa, 10 de febrero de 1912. 18 Los congresistas que integraron la Junta Electoral Nacional fueron: Adrián Ward, Daniel Castillo, Rafael Grau, Luis Felipe Villarán y Severiano Bezada por la mayoría, y Eduardo Lanatta, Pedro del Solar y Lizardo Franco por la minoría. “Junta Electoral Nacional”, en Variedades, 3 de febrero de 1912.
25
LA JUNTA NACIONAL ELECTORAL
Alejandro Deustua, presidente de la Junta Nacional Electoral
Integrantes de la Junta Nacional Electoral en mayoría (de izquierda a derecha): Adrián Ward, Daniel Castillo, Rafael Grau, Luis Villarán y Severiano Bezada.
26
guardar en “absoluta reserva” sus discusiones, se
reunieron Enrique de la Riva Agüero (civil
independiente), Nicolás de Piérola (demócrata), Pedro
Muñiz y David Matto (constitucionales), Augusto Durand
y Wenceslao Valera (liberales) para formar el comité
mixto de los partidos19. Este organismo entró en crisis
cuando Piérola publicó una carta dirigida a los
demócratas en la que confesó haberse opuesto a integrar
dicho organismo “antes de que se hubiere celebrado
pacto, sobre bases definidas”. El Califa pretendía que la
alianza partidaria trascendiera el ámbito electoral, y por
ello propuso suscribir un Memorándum contrario a la
política tributaria del Gobierno y organizar una asamblea
de delegados liderada por un “jefe unipersonal”
encargado de dirigir la acción coaligada. Los
representantes de los demás partidos se distanciaron del
plan demócrata, porque su principal objetivo consistía en
designar “como candidato al que menores resistencias
ofrezca al señor Leguía”. Piérola optó entonces por
separarse de la precaria alianza aduciendo que no
aceptaría negociar con el presidente Leguía, tal como lo
deseaba el civilista Riva Agüero20. En ese sentido, la
prensa oficiosa pierolista, lamentó “que los partidos de
oposición (sic) aspiren a llevar al poder no a un
candidato que sea grato al país, sino al presidente”21.
Fracasada la candidatura común parecía
inevitable el triunfo de Ántero Aspíllaga, apoyado por el
19 “El acuerdo de los partidos”, en El Comercio, 5 de febrero de 1912. 20 “Carta de don Nicolás de Piérola”, en El Comercio, 17 de febrero de 1912. 21 “De jueves a jueves”, en Variedades, 17 de febrero de 1912.
27
DELEGADOS DEL COMITÉ MIXTO DE LOS PARTIDOS
Nicolás de Piérola. Delegado del Partido Demócrata.
Enrique dela Riva Agüero Enrique Barreda Delegado Civilista Delegado Civilista
28
David Matto General Pedro Múñiz Delegado Constitucional Delegado Constitucional
Augusto Durand Wenceslao Valera Delegado Liberal Delegado Liberal
29
civilismo oficialista, los disidentes constitucionalistas,
liderados por el general César Canevaro, y la Unión Cívica.
El Gobierno aprovechó la elección municipal para poner
expedita su maquinaria del fraude, interviniendo en la
formación de las matrículas de contribuyentes y retrasando
el establecimiento de las juntas de registro, que constituían la
base del proceso electoral22. Creyendo todo consumado, los
partidos aliados anunciaron su retiro de la contienda, pues
todas las personas a quienes ofrecieron la candidatura
aducían que “faltaban suficientes garantías para presentarse
a solicitar los sufragios del país”23. Este proceso además trajo
consigo la cesión de personería en las juntas de registro
como nuevo mecanismo de fraude. Esto ocurría porque los
gerentes de las sociedades comerciales, en su condición de
mayores contribuyentes, preferían eximirse de participar en
“la lucha por el predominio municipal” y otorgaban poder a
“agentes”, que eran verdaderos “elementos de corrupción y
desmoralización electoral”24.
Entre tanto, la Juventud Civilista ofreció un
banquete al candidato oficial, Ántero Aspíllaga,
comprometiéndose a apoyarlo en la próxima contienda
electoral25. Con este acto pretendieron desvirtuar los
22 “El gobierno y la elección municipal”, en La Prensa, 21 de marzo de 1912. 23 “Las elecciones políticas”, en La Prensa, 23 de marzo de 1912. 24 “De fraude en fraude”, en La Prensa, 30 de marzo de 1912. 25 En dicha reunión, celebrada el 7 de abril de 1912, el candidato Aspíllaga habría prometido “llegar de todos modos a la presidencia y ya en ella hacer la ventura de la Patria, eligiendo sus gabinetes de entre los miembros de la Juventud Civilista”. “Burla, burlando. El suceso del domingo”, en La Crónica, 9 de abril de 1912.
30
LOS CLUBES ASPILLAGUISTAS
La violencia aspillaguista. Variedades, 30 de marzo de 1912. Caricatura de Pedro Challe.
Aspíllaga en hombros de sus garroteros. Variedades, 11 de abril de 1912. Caricatura de José Alcántara la Torre.
31
rumores y suspicacias generados por las misteriosas
visitas de Guillemo Billinghurst al presidente Leguía en
palacio de gobierno26. Esto sucedía mientras el Gobierno
toleraba la violencia desatada en las elecciones
municipales por “sayones” armados de puñales y
revólveres, a quienes se encargó amedrentar a los
votantes, forzar la revocación de poderes y hasta
emplear “la dinamita como medio de propaganda
política”27. El 14 de abril de 1912, en medio de un
ambiente social enrarecido por las huelgas campesinas
de Chicama, los mítines obreros y las batallas “cuerpo a
cuerpo” en el Callao, Miraflores, Carabayllo y otros
lugares de la capital, se celebraron los comicios
municipales. El plan del Gobierno para establecer
municipalidades adictas no tuvo el éxito esperado. Los
corresponsales de la prensa limeña en el interior del país
informaron sobre la suspensión o nulidad de las
elecciones en varios pueblos28. Hubo muchas denuncias
de manipulación de votos, y la prensa acusó a la junta de
registro de Lima por haberse rodeado de individuos de
“catadura patibularia”, cuya única labor era impedir la
inscripción de los votantes29. Incluso en algunas ciudades
se recurrió a suplantaciones y la incorporación de
analfabetos y chinos en las comisiones de sorteo,
26 “Burla, burlando. El huésped misterioso”, en La Crónica, 12 de abril de 1912. “Ecos. Diálogo íntimo”, en La Prensa, 12 de abril de 1912. 27 “De jueves a jueves”, en Variedades, 6 de abril de 1912. 28 “El proceso electoral municipal”, en La Prensa, 20 de abril de 1912. 29 “En la junta de registro”, en El Comercio, 22 de abril de 1912.
32
encargadas de nombrar al personal de las mesas
receptoras de sufragio30.
En las provincias, donde el oficialismo era débil,
circulaban rumores sobre la ventaja de lanzar la candidatura
de Billinghurst, aunque “sin su consentimiento ni
intervención”. Se insinuó entonces que el presidente Leguía,
preocupado por el descrédito del candidato Aspíllaga,
planeaba “dualizar” las elecciones entre este y el político
tarapaqueño, bajo el supuesto de que anulándose ambos
sería el Congreso, cuyo predominio ejercía mediante su
círculo amical, el llamado a dirimir la presidencia31.
Ciertamente, el alza del costo de vida originó espacios
políticos propicios para una candidatura cercana a las
demandas populares. Además el agitado mes de abril
culminó con el “paro general” de los obreros limeños, los
cuales celebraron el 1º de mayo organizando mitin y
posterior desfile de dos mil personas, que lanzaron arengas a
favor del proletariado emancipador y el socialismo
libertario32.
El 4 de mayo de 1912, La Crónica publicó una
entrevista a Billinghurst en la que este declaró su
predisposición de “aceptar indudablemente, lo que la libre
voluntad de los pueblos le pidiera”33. El diario pierolista
30 “Las elecciones municipales, en El Comercio, 2 de mayo de 1912. 31 “Editorial”, en La Crónica, 30 de abril de 1912. 32 “Celebrando el 1º de mayo”, en La Prensa, 1º de mayo de 1912. 33 “La candidatura de don Guillermo Billinghurst”, en La Crónica, 4 de mayo de 1912. Dos meses antes, “influyentes electores” habían intentado postularlo a la alcaldía limeña, presentándolo como el vecino de mayor laboriosidad y compromiso con el progreso de la capital. “Elecciones municipales”, en El Comercio,
33
DOS VISTAS DE LAS MANIFESTACIONES DEL 1º DE MAYO DE 1912
Obreros recorren las calles limeñas. La Crónica, 2 de mayo de 1912.
Mitín obrero en la plaza Dos de Mayo. La Crónica, 2 de mayo de 1912.
23 de marzo de 1912. Con todo, Billinghurst, en su condición de presidente de la Comisión de Progreso Local de Chorrillos, se limitó a trabajar por la reelección del alcalde local, Federico Luna y Peralta. “En Chorrillos”, en El Comercio, 27 de marzo de 1912.
34
La Prensa recibió con extrañeza esta noticia contraria a la
manifestación “reiterada y explícita” de Billinghurst de
mantenerse ajeno al proceso electoral. Para disipar
dudas el citado diario acudió a entrevistarlo, pero solo
obtuvo respuestas ambiguas de quien decía no sentirse
animado de ambición política y menos pretender con sus
actos “la división de la familia nacional”, pues prefería
limitar su actividad pública a aquellas de carácter
exclusivamente patriótico, pero al mismo tiempo advirtió
que en “determinadas circunstancias” sabría atender “el
anhelo público clara y uniformemente manifestado”34.
Billinghurst fue más explícito con El Comercio, y no
reparó en denunciar que sus proyectos de negocios
salitreros estaban siendo desacreditados por el
candidato Aspíllaga con evidentes “fines políticos”. En
ese sentido, ofreció adoptar pronto una resolución sobre
la candidatura presidencial, a pesar de que conocía del
apoyo del Gobierno a los aspillaguistas y las atrocidades
cometidas por estos en las elecciones municipales.
Asimismo, adelantándose al escenario de que fuesen los
congresistas quienes finalmente debieran elegir al nuevo
mandatario, expresó su confianza en que el Poder
Legislativo actuaría conforme a los intereses nacionales,
pues “el señor Aspíllaga carece de base popular, y es
por lo tanto, frágil y deleznable”35.
Estas reflexiones generaron debates internos
entre los diversos partidos opositores al Gobierno de
34 “La candidatura Billinghurst”, en La Prensa, 4 de mayo de 1912. 35 “El problema presidencial”, en El Comercio, 4 de mayo de 1912.
35
Leguía. La posición de los miembros del bloque civilista36
frente a la nueva candidatura era incierta37. El Califa
Piérola, en cambio, rápidamente recordó a los
demócratas el acuerdo de no participar en la elección
bajo pena de considerarlos desertores del partido38. Por
el contrario, los líderes constitucionalistas y liberales
parecían dispuestos a entablar negociaciones con
Billinghurst para darle apoyo a cambio de las
vicepresidencias39. Los telegramas llegados a Lima
informando sobre la activa propaganda contra Aspíllaga
en provincias, persuadieron a los partidos sobre las
ventajas que obtendrían sumándose al espontáneo y
entusiasta movimiento popular. Sin embargo, la
secretaría electoral del candidato oficialista cuestionó la
fortaleza de su potencial competidor, carente de partido,
y cuyos principales recursos eran cartas y telegramas
“misteriosos” no exteriorizados en “manifestaciones
36 El presidente Leguía sostenía desde fines de 1911 fuertes disputas con los parlamentarios civilistas, agrupados en el denominado bloque. La disolución de la Junta Electoral Nacional, en mayo de 1911, fue el factor decisivo para el triunfo del presidente Leguía y sus partidarios sobre los viejos civilistas en las elecciones legislativas de ese año. Con esa victoria, Leguía alcanzó la mayoría parlamentaria. Peralta, Víctor. “Los vicios del voto…”, en Aljovín y López (Eds.) 2005: 92. 37 El cronista encargado de la columna “Ecos” del diario La
Prensa, afirmó haber entrevistado a los bloquistas José Matías Manzanilla y Gerardo Balbuena, quienes se excusaron de opinar sobre la candidatura Billinghurst, aduciendo que su partido estaba momentáneamente apartado de la coyuntura política. “Ecos. Dos grandes reportajes”, en La Prensa, 7 de mayo de 1912. 38 “El Partido Demócrata y…”, en El Comercio, 8 de mayo de 1912. 39 “Burla, burlando. Noticias gordas”, en La Crónica, 9 de mayo de 1912.
36
ostensibles”. Aspíllaga –según este vocero– tenía
asegurado el apoyo de los partidos y de la “voluntad
nacional”40.
El 9 de mayo de 1912, sabiéndose depositario de
la protesta cívica, Billinghurst publicó un Manifiesto a la
opinión pública. En dicho documento, analizó la situación
política desde una perspectiva independiente a las
“querellas” partidarias y reclamó ser reconocido como
representante de la “mayoría ciudadana”, hecho que
constituía –según el Manifiesto– una “evolución
imprescindible” en la cultura política nacional. El texto
acusó a la candidatura Aspíllaga de viciar la próxima
elección en su afán de impedir el libre ejercicio del voto
popular, y la realización de mejoras a favor de los
trabajadores. Por esa causa, requirió al presidente
Leguía exponer ante la legislatura extraordinaria,
programada para el mes de junio, la necesidad de anular
el proceso electoral en curso y convocar otro nuevo con
mayores garantías, aunque esto último implicara retrasar
el cambio de mando hasta setiembre de 191241. De
inmediato, Aspíllaga criticó esta propuesta atribuyéndola
al perturbado criterio de Billinghurst, quien sugería al
Gobierno emplear “medios” y “recursos” reñidos con el
orden y las leyes. Acto seguido se dirigió a los votantes
para prevenirlos sobre la inestabilidad de una
candidatura sin base partidaria amparada solo por
declaraciones y “actos aislados” de personas anónimas.
Aspíllaga censuró finalmente las acusaciones de fraude
40 “El problema presidencial”, en El Comercio, 6 de mayo de 1912. 41 “Manifiesto del Sr. Billinghurst”, en La Prensa, 9 de mayo de 1912.
37
lanzadas contra el Ejecutivo y la Junta Electoral, y
jactándose de poseer el apoyo de los partidos Civil y
Constitucional exigió a Billinghurst demostrar su
popularidad en las ánforas42.
Entre tanto, la credibilidad del proceso electoral
se vio mellada cuando la Junta Electoral declaró que solo
46 de las 120 juntas de registro estaban legalmente
constituidas. Las principales irregularidades habían sido
cometidas en la elaboración de las listas de mayores
contribuyentes y en el registro de votantes. Estas
maniobras –según Variedades– tenían como objetivo que
los padrones utilizados para la elección presidencial
fuesen los mismos que sirvieron “para la senaduría del
señor Aspíllaga, toda vez que no hay tiempo para abrir
registros nuevos”43. Vencido el plazo estipulado para
subsanar estos problemas correspondía declarar la
nulidad de las elecciones, según lo previsto por las leyes
electorales de 1896 y 1908. Sin embargo, obviando estas
disposiciones, la mayoría oficialista de la Junta alegó
estar facultada para continuar reconociendo a sus
homólogas de registro44. Daniel Castillo, miembro de la
Junta, quiso justificar esta decisión invocando como
precedentes hechos similares ocurridos en 1905, 1908 y
42 “Contestación del señor Aspíllaga…”, en El Comercio, 10 de mayo de 1912. Conocido el manifiesto de Aspíllaga, la junta directiva central del Partido Constitucional, presidida por David Matto, desmintió el supuesto apoyo a su candidatura y reiteró a sus partidarios que no debían asumir “compromiso de ningún género en la presente contienda electoral”. “Política”, en El Comercio, 11 de mayo de 1912. 43 “De jueves a jueves”, en Variedades, 11 de mayo de 1912. 44 “Tanto va el cántaro…”, en La Prensa, 12 de mayo de 1912.
38
1911, pero su colega, Lizardo Franco, aclaró que esas
aprobaciones fuera de plazo se referían a juntas con actas
de instalación objetadas, y no se ocuparon de aquellas
formadas extemporáneamente45. La prensa señaló
entonces que solo el Congreso podía prorrogar la
formación de los registros y la sucesiva designación de
las comisiones de sufragio, cualquier otro camino
implicaría evidente fraude46.
A pesar de la desconfianza de Billinghurst en el
proceso electoral, numerosos clubes de artesanos y
obreros proclamaron su candidatura y se organizaron “a
impulso de una espontaneidad raras veces
contemplada”. En su casa de la calle Gallinazos (actual
cuadra 3 del jirón Puno), el caudillo recibía constantes
visitas de vecinos notables y grupos obreros de varias
zonas de la capital, quienes vivaban al Perú y censuraban
la “farsa electoral”. En respuesta, los aspillaguistas
pusieron en las calles matones dirigidos por
“capituleros” para amedrentar a los ciudadanos,
produciéndose peleas y agresiones con aquellos que
manifestaban su adhesión al billinghurismo. El Gobierno
permanecía indiferente ante semejante escalada de
violencia, obligando a los ciudadanos a “caminar con la
mano sobre el revólver y cobrar con un balazo los
insultos y los avances criminales”47.
45 “En la Junta Electoral Nacional”, en El Comercio, 15 de mayo de 1912. 46 “Editorial”, en La Crónica, 13 de mayo de 1912. 47 “El día político”, en La Prensa, 13 de mayo de 1912.
39
La manipulación política de la Junta Electoral se hizo
patente cuando esta desconoció la elección de Manuel
Químper, amigo personal de Billinghurst, como presidente
de la junta departamental de Lima, aduciendo la
circunstancia de hallarse pendiente la aprobación de la junta
provincial de Canta48. En protesta por este hecho, los
billinghuristas49 decidieron reunirse el 19 de mayo en la
Alameda de los Descalzos con el propósito de solicitar al
presidente Leguía la nulidad de las acciones de la Junta
Electoral y la convocatoria de un Congreso Extraordinario en
el mes de junio, en cuyo seno debería definirse la fórmula
propicia para desarrollar un nuevo proceso electoral en los
meses de junio, julio y agosto. La prensa de oposición sugirió
que se incluyera el pedido de reemplazo de las autoridades
aspillaguistas por otras neutrales y el compromiso de Leguía
de culminar su mandato el 24 de setiembre, bajo promesa de
designar una Junta de Gobierno en caso no fuese resuelta la
sucesión presidencial hasta esa fecha50.
A estas alturas de la campaña, Aspíllaga había
perdido la iniciativa, pero no cejaba en su intento de
disputarle los espacios públicos a los billinghuristas. Estos
últimos tenían planeado celebrar un gran mitin el 19 de
mayo en la Alameda de los Descalzos. Los aspillaguistas
48 “Han bastado 24 horas”, en La Prensa, 15 de mayo de 1912. 49 Abraham Valdelomar fue uno de los más entusiastas organizadores de los comités billinghuristas, a los cuales exhortó a “velar siempre por el respeto de los derechos del pueblo, y entre ellos por el sagrado del sufragio”. “El día político”, en La Prensa, 17 de mayo de 1912. 50 “De jueves a jueves”, en Variedades, 18 de mayo de 1912.
40
LOS CANDIDATOS DEL PROCESO ELECTORAL DE 1912
Ántero Aspíllaga y sus partidarios. La Crónica, 21 de mayo de 1912.
Guillermo Billinghurst y sus seguidores. La Crónica, 26 de mayo de 1912.
41
decidieron concentrarse ese mismo día en la plazuela de
San Pedro, una hora antes que iniciara la manifestación de
sus adversarios. El Gobierno temió entonces una
confrontación callejera de imprevisible resultado. Ambos
líderes fueron citados por separado a palacio para
garantizar ante el presidente Leguía la tranquilidad de la
ciudad. De otro lado, el Ministro de Gobierno, Plácido
Jiménez, dividió la capital en dos zonas para impedir el
encuentro de los manifestantes. Los billinghuristas se
ubicarían entre el Palacio de Gobierno y los barrios de
Abajo del Puente, mientras los aspillaguistas tomarían lugar
en los alrededores del Palacio de la Exposición51. Mediante
avisos en la prensa, volantes y propaganda pegada en las
paredes de las principales calles limeñas fueron invitados
los ciudadanos a esta “exhibición de fuerzas”.
La noche previa a estas manifestaciones hubo
disparos y heridos en algunos puntos de la capital. El
Intendente de Policía, Julio López, ofició a los
contendientes exigiéndoles prohibir a sus partidarios el
uso de armas y evitar el funcionamiento nocturno de los
clubes. Al mismo tiempo, ordenó a los comisarios de
policía intervenir en el decomiso de armas bajo pena de
arresto y multa sin distinción de personas ni partidos52.
En medio de esas prevenciones, los billinghuristas
publicaron la relación de delegaciones participantes en
su gran mitin. Empleados, obreros, pequeños comerciantes,
estudiantes y amigos personales de Billinghurst integraban
51 “Las manifestaciones políticas”, en El Comercio, 18 de mayo de 1912. 52 “Los sucesos políticos de anoche”, en El Comercio, 19 de mayo de 1912.
42
LAS MANIFESTACIONES ELECTORALES DE 1912
La campaña del Pan Grande. Mayo de 1912. Archivo Fotográfico
de la Biblioteca Nacional.
Los aspillaguistas desfilando cerca del Palacio de la Exposición.
La Crónica, 20 de mayo de 1912.
43
esta eufórica multitud53. Por su parte, grupos de
aspillaguistas, entre los cuales se encontraba el hijo del
ex-Ministro de Gobierno, Rafael Villanueva, recorrían los
barrios limeños lanzando vivas y disparos en actitud
provocadora. Varios heridos y un fallecido dejaron estos
enfrentamientos previos a los mítines de los candidatos
en pugna54.
La mañana del 19 de mayo, partidarios de ambos
bandos se concentraron en barrios apartados de la
ciudad con sus banderas y pancartas, mientras las calles
lucían cubiertas de lodo por causa de una llovizna que
había caído durante toda la madrugada. La policía ocupó
las plazuelas y calles centrales, y puso vigilancia cerca
de los edificios donde funcionaban las secretarías
políticas de Aspíllaga y Billinghurst. A la una de la tarde
se paralizó el servicio de tranvías para permitir el rápido
tránsito de los “pelotones” de manifestantes. Media hora
después, Aspíllaga y sus candidatos a vicepresidentes,
César Canevaro y Guillermo Rey, se reunieron en la
plazuela de San Pedro. Los tres líderes y unas 300
personas, acompañados por una banda de música,
iniciaron el desfile hacia la plaza de la Exposición a las 2
y 30 pm. Allí, los clubes aspillaguistas los recibieron con
aplausos y vivas. En su discurso, Aspíllaga agradeció el
apoyo de los partidos y elogió la voluntad general de
concurrir “resueltamente” a los comicios del 25 de mayo,
y agregó que estos eran legítimos, pues respetaban los
preceptos de la ley. El mitin culminó con una declaración
53 “El gran mitin de mañana”, en La Prensa, 18 de mayo de 1912. 54 “El día político”, en La Prensa, 19 de mayo de 1012.
44
conjunta, suscrita por los partidos Civil, Constitucional y
Cívico, que acusaba de sedición a quienes exigían
postergar las elecciones. Seguidamente, Aspíllaga subió
a su auto para encabezar el desfile de retorno hacia la
´plazuela de San Pedro. Como acto final, una comisión
aspillaguista, presidida por Miguel Echenique, entregó
un memorial al presidente Leguía solicitando la
continuidad de las elecciones55.
Casi simultáneamente los clubes billinghuristas se
distribuyeron desde la una de la tarde por toda la ciudad.
Algunos se agruparon en el frontis de la casa de su líder
y otros en la Alameda de los Descalzos. A las 3 y 45 pm,
en medio de “un conjunto mareante de seres humanos”,
salió Billinghurst con sus más cercanos amigos rumbo al
lugar donde se realizaría el gran mitin. Una hora después
hizo su ingreso a los Descalzos siendo recibido con vivas
y cohetones. El club billinghurista de motoristas y
conductores exhibía en la punta de una vara “un
descomunal pan de cerveza” con el lema “Esto será 5
centavos de pan, si sube Billinghurst”, y en otra vara
mostraban “un diminuto pan pinganilla” acompañado de
la leyenda “Esto será 20 centavos de pan, si sube
Aspíllaga”. La manifestación comenzó con el discurso del
obrero Valdez, quien destacó la confianza del pueblo en
el líder tarapaqueño y elogió su límpida carrera alejada
“de las orgías del poder” y sus esfuerzos por emancipar
al trabajo del yugo capitalista. Agregó finalmente que
esta candidatura recogía los derechos constitucionales
del pueblo. Abraham Valdelomar y Teodomiro Gutiérrez
55 “Las manifestaciones…”, en El Comercio, 20 de mayo de 1912.
45
también intervinieron con alocuciones muy aplaudidas.
Este último censuró el “entroncamiento del feudalismo y
la autocracia” desde los años de la Independencia, y los
abusos cometidos contra los indígenas por el
gamonalismo serrano. Llegó entonces el turno de
Billinghurst, cuyo discurso enarboló la defensa de la
voluntad popular y el sufragio libre. Expresó, por tanto,
su deseo de liberar a dicho acto del fraude y la coacción
a fin de consolidar el régimen republicano y la
democracia. En ese sentido, la nulidad de las elecciones
era un “anhelo de la Nación”, pues hombres audaces
pretendían asaltar el poder y sumir al país en la
anarquía56.
Eran las 4 y 30 pm cuando se inició el desfile por
la calle Copacabana (actual jirón Chiclayo en el Rímac)
produciéndose intercambios de balazos y pedradas con
varios aspillaguistas ocultos en una casa del lugar. El
paso de los billinghuristas por la calle del Palacio fue
seguido desde los balcones del edificio presidencial por
el Ministro de Guerra, Juan de la Torre, y el coronel
Óscar Benavides. En la Plaza de Armas, un cordón
policial impedía a estos manifestantes avanzar hacia el
lado este de la capital. Allí, Luis Felipe Paz Soldán, a
nombre del billinghurismo, entregó al presidente Leguía
un memorial que contenía serias acusaciones contra la
Junta Electoral por no instalar a tiempo todas las juntas de
registro, hecho que había marginado del padrón
electoral a las “nueve décimas partes de los
ciudadanos”. Por ese motivo, amparándose en el inciso
56 “La gran manifestación…”, en La Prensa, 20 de mayo de 1912.
46
5º del artículo 94 de la Constitución vigente, exigía anular
lo actuado, reabrir los registros y señalar nueva fecha
para las elecciones. El presidente Leguía prometió
estudiar el documento y dar una respuesta de acuerdo
con el marco “que fijan al Poder Ejecutivo, la
Constitución y las leyes”. Sin embargo, omitió
pronunciarse sobre la nulidad electoral, pues recordó
que solo el Congreso tenía facultad para declararla. Poco
después, concluyó el desfile en las inmediaciones de la
casa de Billinghurst57.
Los mítines y desfiles causaron notorio impacto en
la opinión pública. El billinghurismo reunió casi 20 mil
personas contra las 2 mil congregadas por los
aspíllaguistas58. Las gestiones realizadas por estos para
llevar a los peones del valle de Ate hasta el mitin de la
Exposición fracasaron rotundamente, a pesar de que les
ofrecieron hasta dos soles por su concurrencia. La
peonada había rechazado a los “enganchadores”
lanzando vivas a Piérola y Billinghurst59. Puesta en
evidencia la debilidad de Aspíllaga, La Prensa le sugirió
sopesar el mandato de la “poderosa corriente de
opinión” contraria a su candidatura y apartarse sin
demora del proceso electoral60. Asimismo, El Comercio le
pidió renunciar a sus ambiciones personales en vez de
consumar una “elección repudiada”61. En tono más
severo, La Crónica lo exhortó a no confiar en quienes le
57 “Las manifestaciones…”, en El Comercio, 20 de mayo de 1912. 58 “La gran jornada…”, en La Prensa, 20 de mayo de 1912. 59 “Ecos de la gran…”, en La Prensa, 20 de mayo de 1912. 60 “Hay que rendirse a…”, en La Prensa, 20 de mayo de 1912. 61 “Editorial”, en El Comercio, 21 de mayo de 1912.
47
daban esperanzas de triunfo cuando realmente estaba
asistiendo a los funerales de su carrera política62. Los
diarios de oposición confiaban en que el presidente
Leguía, accediendo a la demanda popular, optaría por
tramitar la postergación de las elecciones.
Esta esperanza pronto se convirtió en desengaño,
pues el Ministro de Gobierno, Plácido Jiménez, confirmó
la realización de los comicios para el 25 de mayo, y
mediante circular ordenó a los prefectos conservar el
orden público y prestar garantías a las cuestionadas
mesas receptoras de sufragio. Los civilistas
independientes y constitucionales, atemorizados por la
violenta jornada electoral que se avecinaba, decidieron
reunirse en sus respectivos locales para discutir cómo
debían actuar en dicha coyuntura política. Billinghurst
también sostuvo conversaciones con el presidente Leguía
y el general Pedro Múñiz, líder del Partido
Constitucional. Al mismo tiempo, estableció el comité
central ejecutivo de sus “trabajos políticos”, que estuvo
integrado de la siguiente manera: general Enrique
Varela (vicepresidencia), coronel Fernando Seminario,
Elías Malpartida, Juan Domingo Castro, coronel Gonzalo
Tirado, Federico Luna y Peralta (vocales), y Luis Felipe
Paz Soldán y Manuel Químper (secretarios). Por su parte,
los presidentes de los 60 clubes billinghuristas
sesionaron en su local partidario de la calle Comesebo
(actual cuadra 3 de la avenida Tacna), y acordaron por
unanimidad boicotear las elecciones mediante un paro
62 “Editorial”, en La Crónica, 20 de mayo de 1912.
48
general. Comunicada esta decisión a su líder, este la
respaldó, porque:
“… si el pueblo creía que mediante la medida del paro general protestaba en forma culta, de los atropellos que habían necesariamente de realizarse en el proceso electoral, él no consideraba legítimo oponerse a sus decisiones”63.
Las asambleas y agrupamientos de obreros,
empleados y estudiantes, crearon una “atmósfera de
inquietud” en los hogares, calles y confiterías de la
capital. El 23 de mayo, los partidos Civil independiente,
Liberal y Constitucional, reunidos de emergencia para
analizar “extensamente la actualidad política”,
manifestaron sus simpatías por el “movimiento de
opinión” contrario al proceso electoral y se adhirieron a
este con la voluntad de que el “problema presidencial”
fuese resuelto dentro de las normas constitucionales64.
Entre tanto, los billinghuristas continuaron firmes en la
organización del paro y como muestra de fortaleza
realizaron un multitudinario desfile por el jirón de la
Unión. A su vez, los comerciantes de abastos repartieron
volantes exhortando al vecindario que se proveyera de
víveres, pues participarían “con todo rigor” en la
protesta popular. Ante este panorama, el ministro
Jiménez ordenó a las prefecturas de Lima y Callao
63 “La situación política”, en El Comercio, 22 de mayo de 1912. 64 Firmaron este acuerdo Enrique de la Riva Agüero y Enrique Barreda (delegados del Partido Civil independiente), Ricardo L. Florez y Wenceslao Valera (delegados del Partido Liberal) y David Matto y el general Pedro Múñiz (delegados del Partido Constitucional). “Los acuerdos políticos de los partidos”, en El
Comercio, 24 de mayo de 1912.
49
proteger a los funcionarios electorales y reprimir “como
a delincuentes” a quienes realizaran desórdenes e
impidieran el sufragio65.
De igual modo, el despacho de Gobierno citó a
Billinghurst para preguntarle sobre las “proyecciones”
del paro y solicitarle que lo evitara. Sospechando que
trataban de hacerlo responsable de dicha acción, en tono
exaltado el candidato dijo ser ajeno a esta y por lo tanto,
no le era posible impedirla. Acto seguido, el presidente
Leguía lo convocó a palacio para insistirle en este asunto,
pero recibió la misma respuesta negativa. Le exigió
entonces recomendar a sus partidarios no portar armas
de fuego durante los días del paro, compromiso que
Billinghurst aceptó bajo condición de que los “soplones y
adherentes” de Aspíllaga no hicieran uso de las suyas. La
indignación creció cuando la prensa hizo pública una
circular remitida a las autoridades políticas por el
presidente de la Junta Electoral, Alejandro Deustua, en la
que se ordenaba multar con cien pesos e incluso
conducir por la fuerza a los miembros de las mesas de
sufragio que se negaran a cumplir su trabajo. El sector en
minoría de la Junta fustigó esa injerencia del Ejecutivo en
las elecciones, pero la mayoría de esta alegó que dicha
“medida de cordura” solo buscaba “cruzar” la campaña
contraria al proceso electoral66.
La prensa opositora anunció “choques
sangrientos” en caso la candidatura Aspíllaga llevase
adelante la “farsa electoral” y le auguraron una
65 “El paro general”, en La Prensa, 24 de mayo de 1912. 66 “Junta Electoral Nacional”, en El Comercio, 24 de mayo de 1912.
50
presidencia rodeada del “odio popular”67. Subestimando
esas advertencias, el Gobierno siguió empeñado en
efectuar los comicios y encargó el cuidado del orden
público al intendente capitalino, Julio López, quien
rápidamente delegó dicha tarea a los comisarios
instándolos a poner en práctica “medidas sagaces y
atinadas”. Caída la noche del viernes 24, Lima parecía
hallarse en estado de sitio, mientras entre los obreros de
mercados, fábricas, curtiembres, panaderías y transporte
público corría el eslogan “ni votaremos, ni
trabajaremos”. Aislado y dubitativo, Aspíllaga celebró en
su casa una tertulia reservada con los senadores y
diputados oficialistas para coordinar acciones comunes.
El Gobierno, por su parte, trajo desde La Oroya al
batallón Nº 9 y dispuso su acantonamiento en el cuartel
de Guadalupe. En el Callao y provincias reinaban la
misma tensión y despliegue de policía y tropas68.
Los aspillaguistas, empecinados en desconocer su
inminente derrota, congregaron en casa de Baldomero
Aspíllaga a los presidentes de las mesas receptoras de
sufragio para darles instrucciones, y al mismo tiempo
repartieron “garrotitos” entre la canalla que pretendía
torcer la voluntad popular69. Ese acto provocador
exacerbó el ánimo de los grupos billinghuristas. La
citada casa fue elegida como el primer objetivo de su
furia. La mañana del 25 de mayo, reunidos en varios
puntos de la ciudad, marcharon contra esta y poco
67 “Editorial”, en La Crónica, 24 de mayo de 1912. 68 “Excitación en la ciudad”, en El Comercio, 25 de mayo de 1912. 69 “Los palos aspillaguistas”, en La Prensa, 25 de mayo de 1912.
51
después del mediodía la destrozaron provocando la fuga
de los aspillaguistas y el pánico entre los presidentes de
mesas. Manuel Químper, vocero de Billinghurst, justificó
estos actos que no dejaron “una sola mesa electoral” en
Lima, si bien expresó su preocupación por los excesos
cometidos contra algunas viviendas de particulares.
Connotados aspillaguistas expusieron sus vidas en un
intento desesperado por evitar el fracaso electoral. En la
mesa de Santo Domingo, Manuel Prado y Ugarteche se
opuso tenazmente a la destrucción del mobiliario, y
viéndose desbordado por los manifestantes debió
refugiarse en una casa de la calle del Correo. No tuvo la
misma suerte el abogado David Duarte, quien en su
empeño por instalar la mesa de la plaza Italia, terminó
golpeado y apuñalado. Al comenzar la tarde de este día,
los billinghuristas transitaban las calles al grito de ¡Abajo
la farsa! y exhibían desafiantes los restos de sillas y
mesas destrozadas. Impresionado por la euforia de las
masas limeñas, el reportero de La Crónica dijo que estas
constituían:
“… algo sensacional y grande que recordaba las magnas jornadas de la Revolución Francesa, [y] el aspecto era tanto más imponente y extraordinario, cuanto que hasta las mujeres y los niños intervenían llenando el ambiente con sus aclamaciones”70.
Por su parte, El Comercio destacó la utilización
por primera vez del paro como arma de combate
político. En la tarde del 25, adueñados los billinghuristas
de las principales calles limeñas, Aspíllaga reconoció su
virtual derrota y recomendó a sus amigos y
70 “¡El gran día!”, en La Crónica, 26 de mayo de 1912.
52
colaboradores cercanos abstenerse de concurrir a votar,
pues resultaba imposible el funcionamiento de las
mesas71. A esa misma hora, Billinghurst realizó una
multitudinaria y triunfal visita al Callao, siendo
proclamado como el “Salvador de nuestra patria” por los
obreros chalacos. En algunas ciudades del interior, como
Arequipa y Cuzco, las autoridades locales y tropas del
Ejército reprimieron con dureza a los manifestantes
ocasionando varios heridos y muertos72. La violencia
desplegada por el pueblo era consecuencia –según
Manuel Prado y Ugarteche– de que la “cuestión social”
había absorbido “por completo la cuestión política”
dejando sin garantías a los funcionarios electorales73.
El 26 de mayo, las masas volvieron a tomar las
calles74. Desbaratadas las elecciones se formaron grupos
encargados de la “caza de soplones” y de supervisar la
venta del pan y leche a precios justos. Los comisionados
billinghuristas, Luis Paz Soldán y Federico Luna y Peralta,
acudieron al Ministerio de Gobierno y solicitaron al
71 “La situación política”, en El Comercio, 25 de mayo de 1912. 72 “Los sucesos de Arequipa y Cuzco”, en La Prensa, 26 de mayo de 1912. 73 “Carta del señor Prado”, en El Comercio, 26 de mayo de 1912. 74 Manuel González Prada tuvo frases muy duras respecto del boicot popular a las elecciones de mayo de 1912. Aunque reconoció el apoyo de las clases obreras a Billinghurst, denunció que “turbas maleantes” impidieron el acceso de los votantes a las mesas de sufragio. Ciertamente, le causó mucho desagrado haber visto cómo la campaña electoral se redujo al paseo de “dos panes enarbolados en largas picas: uno desmesuradamente grande, el pan de Billinghurst; otro exageradamente chico, el pan de Aspíllaga”. González Prada 1979: 31.
53
Ejecutivo una aclaratoria sobre el plazo de vigencia de
las elecciones, y la concesión de garantías para los
billinghuristas de Arequipa, Cuzco y Puno. Horas
después, amparándose en el artículo 54 de la ley
electoral de 1896, que establecía solo dos días para
celebrar elecciones, el prefecto limeño, Julio Aguirre,
declaró concluidos los comicios. Esta decisión fue
comunicada de inmediato a los cazadores de soplones,
que ingresaron en busca de estos a las barriadas y
lenocinios. Allí destruyeron todo a su paso, ejerciendo
una acción de “saneamiento” social. El propio
Billinghurst debió intervenir para impedir el
linchamiento de un conocido soplón en el frontis de su
casa por parte de varios obreros. Buscando acomodarse
al nuevo escenario político, los dirigentes provincianos
de los partidos resolvieron impulsar la nulidad del
proceso electoral75.
Al caer la tarde del 26 de mayo, pocos grupos
billinghuristas desfilaban por Lima lanzando tiros al aire
y vivas a su candidato. En uno de estos podía distinguirse
a Marta la cantinera, lideresa popular que se hizo famosa
durante la revolución pierolista de 1895. En el Callao, la
jornada cívica culminó con el recorrido procesional de
un ataúd, cuya parte superior exhibía una calavera
pintada sobre la inscripción “La candidatura Aspíllaga–
requiescat in pace”. Por la noche, la ciudad se sumió en
profundo silencio volviendo a su “indolencia
tradicional”76. Sin embargo, la mañana del 27 resurgió la
75 “Los sucesos políticos de hoy”, en La Prensa, 26 de mayo de 1912. 76 “Las últimas excitaciones del pueblo”, en El Comercio, 27 de mayo de 1912.
54
beligerancia cuando los dueños de fábricas no quisieron
recibir a los obreros participantes del paro. La enérgica
protesta de estos dio origen a rumores alarmantes sobre
nuevos actos de violencia motivándose el cierrapuertas
de los negocios capitalinos. Preocupado por las noticias
sobre manifestantes heridos a causa de choques con los
piquetes de gendarmería, el Gobierno convocó a
Billinghurst a palacio y le expuso la gravedad del
momento. De inmediato, el comité organizador del paro
hizo circular un boletín exhortando a los obreros a
retomar sus labores, pues finalizadas las elecciones no
había razón para continuar inactivos77.
La prensa opositora estaba muy ansiosa por el
estado de agitación que embargaba al pueblo y se
negaba a reconocerle “un propósito de verdadero
civismo”. Para evitar un desborde popular, los diarios
exigían la renuncia de Aspíllaga o que la Junta Electoral
Nacional acordara disolverse, de otro modo creían
imposible restaurar la paz social. Dos caminos existían para
superar la crisis política: la convocatoria de un Congreso
Extraordinario que declarase la nulidad de las fracasadas
elecciones y posibilitara otras mediante la aprobación de
nueva legislación electoral aplicada por una renovada
Junta, o encargar al Congreso Ordinario elegir al
presidente amparándose en el inciso 10 del artículo 59 de la
Constitución de 1860, que lo facultaba a hacerlo cuando no
podía realizarse conforme a ley78. Entre tanto, La Prensa exigía
77 “El día político”, en La Prensa, 27 de mayo de 1912. 78 “Editorial”, en La Crónica, 28 de mayo de 1912.
55
EL FALLIDO PROCESO ELECTORAL DE 1912
Trofeos electorales: mesas y ánforas destrozadas. La Crónica, 28 de mayo de 1912
Billinghuristas exhiben sus trofeos electorales. La Crónica, 28 de mayo de 1912.
56
la renuncia del alter ego aspillaguista y presidente del
Consejo de Ministros, Agustín Ganoza, y advertía que
Billinghurst estaba dispuesto a liderar nuevas jornadas de
protesta en caso las cámaras legislativas no sancionaran la
nulidad de los comicios79.
79 “Mal olvido”, en La Prensa, 28 de mayo de 1912.
57
II. LA ELECCIÓN POR EL CONGRESO: BILLINGHURST
PRESIDENTE
Ante una cercana batalla congresal por la presidencia,
los líderes parlamentarios iniciaron conversaciones con
ambos candidatos en pugna para definir a cuál de ellos
apoyarían. Aspíllaga reunió a los civilistas oficialistas y
les sugirió que lo proclamaran vencedor de las
elecciones, pues había obtenido en provincias más de un
tercio de los votos emitidos. Rafael Villanueva y Javier
Prado y Ugarteche fueron designados para impulsar esta
propuesta. Por su parte, Billinghurst recibió las visitas del
civilista independiente, Enrique de la Riva Agüero, y los
liberales, Samuel Sayán y Juan Torres Balcázar, quienes
manifestaron su identificación con la campaña en defensa
de la legalidad del sufragio80. Un sector de la prensa
opositora juzgaba estériles estas reuniones “de carácter
deliberante o consultivo”, porque solo servían para
analizar la situación “dentro de las expectativas de cada
círculo”81. Otros advirtieron sobre la inminente
organización de un “movimiento popular armado” en
caso los aspillaguistas continuaran realizando “manejos
solapados” conducentes a simular una elección82.
En el interior del país, fueron instaladas muy
pocas mesas, según informó la prensa capitalina. Como
secuela de esta incertidumbre pos electoral hubo
rumores sobre una nueva candidatura oficialista
encabezada por Germán Leguía y Martínez, y la supuesta
80 “La situación política”, en El Comercio, 29 de mayo de 1912. 81 “La actualidad política”, en La Prensa, 30 de mayo de 1912. 82 “Editorial”, en La Crónica, 30 de mayo de 1912.
58
incorporación de Enrique de la Riva Agüero y Pedro
Múñiz en las vicepresidencias de Billinghurst83. Entre
tanto, la Junta Electoral Nacional aplazó sus sesiones con
la evidente finalidad de que Aspíllaga resolviera el
impasse presidencial sin perjudicar sus intereses
particulares84. El presidente Leguía quiso abreviar este
trámite conferenciando con Aspíllaga y Billinghurst. En
ese contexto, el comité ejecutivo billinghurista repartió
un boletín informando a sus partidarios que no había
ordenado paralizar labores el 1º de junio85. Una creciente
“irritación en sorda” podía percibirse en las clases
sociales, porque la derrota del aspillaguismo no se
concretaba en un “decreto, ley, manifiesto, declaración o
en lo que sea, en algo en fin que distensione el
espíritu”86. No obstante, la mayoría de “cerebros” y
“voluntades” confiaba en que nadie podría detener la
“extraordinaria evolución política del país”87.
A mediados de 1912, no había consenso para
dejar en manos del Congreso la elección presidencial,
pues cundía la desconfianza ante la posibilidad de que el
Gobierno ordenara a su grupo parlamentario imponer la
proclamación “amarrada” de un allegado suyo88. La
opinión pública sentía fundados temores por las
consecuencias sociales de esta maniobra temeraria,
83 “Informaciones de provincia”, en El Comercio, 31 de mayo de 1912. 84 “Editorial”, en La Crónica, 31 de mayo de 1912. 85 “Rumores de un nuevo paro para mañana”, en El Comercio, 1º de junio de 1912. 86 “Editorial”, en La Crónica, 1º de junio de 1912. 87 “Lo que siente el país”, en La Prensa, 2 de junio de 1912. 88 “De jueves a jueves”, en Variedades, 1º de junio de 1912.
59
sobre todo después de las movilizaciones “resueltas” y
“agresivas” emprendidas el 1º de junio por el pueblo
chalaco con el objeto de impedir la instalación de los
concejales aspillaguistas vencedores en los comicios
ediles. Esas acciones eran vistas como perturbador
adelanto de lo que podía ocurrir en caso prosperase la
designación de un presidente ajeno a la voluntad
popular89. Al respecto, los hechos del Callao revelaron
que cualquier gobierno sostenido con la fuerza policial
conduciría a la sociedad por “una senda intranquila y
violenta, que no puede ser garantía de serenidad y orden
en la vida local”90.
Dos noticias crisparon entonces los ánimos del
movimiento billinghurista: la publicación de una circular
enviada por Aspíllaga a sus comités de provincias
anunciándoles “oportunas instrucciones” para llevar a
cabo “nuestra causa protegida [por] la Constitución [y]
leyes”91; y la frustrada convocatoria de un Congreso
Extraordinario, a causa de que el Gobierno prefería
dilucidar el problema presidencial en la Legislatura
Ordinaria programada para el 28 de julio de 1912. Esto
último radicalizó las críticas de la prensa opositora, que
demandó la convocatoria de una Asamblea
Constituyente, cuya principal tarea sería cambiar los
“viciosos métodos de explotación política”92. Atenuó algo
este descontento la noticia del supuesto acuerdo entre
89 “Editorial”, en La Crónica, 2 de junio de 1912. 90 “Editorial”, en El Comercio, 2 de junio de 1912. 91 “Circular”, en La Prensa, 3 de junio de 1912. 92 “Editorial”, en La Crónica, 3 de junio de 1912.
60
Billinghurst y el diputado Juan Pardo, líder de los sesenta
parlamentarios del bloque civilista, conducente a
declarar la nulidad electoral y promover en el Congreso
la candidatura del primero93.
Los diarios limeños, recelosos de la
imparcialidad del Gobierno, denunciaron supuestos
planes del presidente Leguía encaminados a desgastar a
ambos candidatos, pues para consumar sus planes de
“lucubración sucesoria” convenía engañarlos con falsas
promesas de colaboración, de tal manera que
“Billinghurst se mantenga firme y que el señor Aspíllaga
no se desaliente”94. El aspillaguismo –según telegramas
remitidos a sus partidarios– tenía preparadas “argucias
tinterillescas (…), excepciones, apelaciones y demás
zarandajas del lenguaje judicial” para convencer a la
Junta Electoral de la legalidad de su triunfo95. De acuerdo
con algunos trascendidos, los aspillaguistas presentarían
ante el Congreso un memorial con tres mil firmas de
supuestos electores que no pudieron votar por su líder
debido a la falta de garantías. Aferrados a esa causal
solicitarían el reconocimiento de Aspíllaga como
vencedor de las elecciones. Si este pedido fuese
rechazado y les pareciera imposible detener la
proclamación presidencial de Billinghurst, entonces
sostendrían la tesis de la anticonstitucionalidad de su
elección por el Congreso96.
93 “Ecos. Unos y otros…”, en La Prensa, 3 de junio de 1912. 94 “Editorial”, en La Crónica, 4 de junio de 1912. 95 “Editorial”, en La Crónica, 5 de junio de 1912. 96 “Editorial”, en La Crónica, 6 de junio de 1912.
61
Aspíllaga se estaba convirtiendo en un factor
contrario al espíritu de concordia reclamado por la
sociedad para culminar la evolución política iniciada con
el paro general del 25 y 26 de mayo de 1912. Derrotado y
deprimido, aún era capaz de sembrar la anarquía
promoviendo en el parlamento “combinaciones o
situaciones indignas” en perjuicio “de la realización del
anhelo público”97. Estos planes sufrieron duro revés
cuando la facción del Partido Constitucional, liderada por
el general César Canevaro, retiró su apoyo a la
candidatura oficialista para sumarse al constitucionalismo
billinghurista encabezado por el general Pedro Múñiz98.
La reunión intempestiva de la Junta Electoral, convocada
de manera reservada para el 8 de junio, produjo mayor
tensión entre los grupos políticos. Conocida la noticia,
circuló un volante llamando al “pueblo de Lima” a hacer
“acto de presencia” en el local de la Junta, ubicado en la
calle Santa María (actual cuadra 5 de la avenida
Abancay), e impedir la consumación del fraude electoral.
Gendarmes y policías fueron enviados al citado local
mientras la gente se congregaba con la intención de
presenciar la sesión de carácter público conforme lo
dispuesto por la norma electoral vigente99.
Apenas iniciada la sesión, los delegados en
minoría, Del Solar, Franco y Balbuena, cuestionaron su
convocatoria “clandestina” y violatoria del plazo legal
vigente, y exigieron que fuese declarada la nulidad de
97 “El olvido del deber”, en La Prensa, 6 de junio de 1912. 98 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica, 7 de junio de 1912. 99 “Reunión intempestiva…”, en El Comercio, 8 de junio de 1912.
62
las elecciones. Ofuscado por estos reclamos, el
presidente de la Junta, Alejandro Deustua, justificó la
sesión reservada, pues era la única forma de evitar
cualquier agresión de las “turbas”. Los delegados de
mayoría, Salomón, Grau, Echecopar y Deustua,
rechazaron la solicitud de nulidad, provocando el retiro
de sus colegas de minoría, que fueron recibidos con
ovaciones al salir a la calle. Poco después las casas de los
oficialistas Salomón y Salazar y Oyárzabal fueron
atacadas a tiros por manifestantes, mientras se anunciaba
la llegada a Lima de Augusto Durand, recibido con
amistosos balazos al aire por sus seguidores100. Los
grupos de oposición forjaban alianzas, pero no todos
compartían la idea de transformar el Congreso en órgano
electoral. Algunos juzgaban absurdo confiar la elección a
un parlamento “inconstitucionalmente formado”, porque
eso significaba birlarle al pueblo “la recuperación del
derecho de elegir”101.
En medio de este conflicto se recibió con
sorpresa la noticia de que Aspíllaga había recibido por
correo una “riquísima banda roja y blanca tejida en
maravillosa seda”. ¿Qué podía hacer el frustrado
candidato con ese inoportuno obsequio? Vendérsela a
Billinghurst para recuperar el costo de dicho objeto
respondía un cronista limeño con evidente humor
negro102. Los ánimos volvieron a exaltarse cuando se
supo que la mayoría de la Junta estaba decidida a
100 “Ecos. Vítores, sustos y tiros”, en La Prensa, 9 de junio de 1912. 101 “Editorial”, en La Crónica, 8 de junio de 1912. 102 “La llegada de la banda…”, en La Crónica, 9 de junio de 1912.
63
proseguir la “mascarada electoral”. En Chorrillos, la casa
de su presidente, Alejandro Deustua, fue apedreada por
grupos billinghuristas al grito de ¡Abajo la Junta Electoral
aspillaguista!. A su vez, Rafael Grau, alcalde del Callao y
delegado de la Junta, recibió fuertes silbatinas y gritos
inamistosos durante la ceremonia organizada para la
inauguración del primer sanatorio militar y estación
cuarentenaria en la isla San Lorenzo. La presencia del
presidente Leguía en este acto no arredró a los
enfurecidos chalacos, cuyo número era veinte veces el
de los inspectores de policía que pretendía acallarlos103.
Al día siguiente, los aspillaguistas devolvieron el
golpe y lanzaron intimidantes balazos a una comitiva
integrada por Billinghurst y sus partidarios cuando esta
pasaba por la iglesia de La Merced104. Sin embargo, la
violencia y el fraude eran impotentes para detener un
movimiento que obraba de motu propio desfogando “los
enconos contenidos de tanto tiempo” en todo acto
vinculado con las elecciones105. En provincias también
crecía la animadversión contra Aspíllaga, reputado
culpable de la ruina del billete fiscal y la entrega de las
rentas nacionales al capital extranjero mediante el
Contrato Grace106. Dos días después, el Gobierno
publicó un decreto supremo resolviendo no aceptar la
renuncia presentada por el presidente de la Junta
Electoral, Alejandro Deustua. El cuestionado funcionario
103 “La fiesta de ayer en la…”, en La Prensa, 10 de junio de 1912. 104 “Las manifestaciones políticas…”, en El Comercio, 11 de junio de 1912. 105 “En el cotarro”, en La Crónica, 10 de junio de 1912. 106 “La actualidad política”, en La Prensa, 12 de junio de 1912.
64
fundó su pedido en la falta de garantías, pero el Ministro
de Gobierno, Plácido Jiménez, le recordó que el cargo
era irrenunciable y puso a su disposición la fuerza
pública para proteger los trabajos de la Junta107.
Mientras los círculos políticos discutían
acaloradamente la supuesta intención del presidente
Leguía de prorrogar su mandato, los clubes
billinghuristas, resueltos a permanecer movilizados,
anunciaron para el 24 de junio un “paseo político” a
Amancaes con “ejercicios de tiro”108. Aunque el
billinghurismo controlaba la calle carecía de fuerza
propia en el Congreso. No era prudente –opinó la prensa
opositora– confiar la candidatura popular a los inciertos
cubileteos de aliados eventuales, sino que debía exigirse
a estos la derogación de la ley electoral y el montaje de
un “sistema de elección plebiscitaria”, presidido por los
alcaldes y con presencia de los partidos políticos
locales109. La preocupación del entorno de Billinghurst
estaba centrada en la legitimidad de los actos del
Congreso, pues habiendo surgido sus miembros del
fraude electoral de 1911 el mandato presidencial que
estos pensaban entregar carecía de “título saneado e
incontrovertible”110. Mayores resquemores produjo la
voceada renuncia del diputado y Ministro de Hacienda,
Ernesto Ráez, quien regresaría a su cámara para
107 “La renuncia del…”, en El Comercio, 14 de junio de 1912. 108 “Ecos. Preparativos”, en La Prensa, 14 de junio de 1912. 109 “Editorial”, en La Crónica, 16 de junio de 1912. 110 “De jueves a jueves”, en Variedades, 15 de junio de 1912.
65
intervenir en el debate de la cuestión electoral
cumpliendo supuestas órdenes del presidente Leguía111.
El silencio y la confusión sembrados por el
Gobierno y la Junta Electoral parecían haber sosegado la
iniciativa popular, revelando al mismo tiempo sus
limitaciones organizativas. Los jefes y directivos de
clubes estaban atrapados en la maraña de rumores y
murmuraciones callejeras, y no se percibía en ellos una
“orientación doctrinaria” que les permitiera actuar con
independencia. Casi todos preferían seguir la pauta
marcada por sus líderes volubles y personalistas. Por esa
razón, cundía una sensación de oportunidad perdida,
pues el movimiento cívico vencedor del fraude electoral
no daba paso a una “evolución principista” en los
partidos y las masas, sino que ambos parecían estar
inmersos en el “vicioso círculo” de la antigua política112.
Descartada una nueva reunión de la Junta Electoral, por
precepto de su presidente, Alejandro Deustua, los
parlamentarios oficialistas de provincias fueron
convocados a Lima con el fin de coordinar la designación
de las mesas directivas de ambas cámaras. Al mismo
tiempo, el Ministerio de Gobierno ordenó la permuta de
prefectos sin explicar los beneficios de dicha medida113.
Dadas las complejas circunstancias, la elección
presidencial por el Congreso ganó terreno entre algunos
sectores inicialmente opuestos a este procedimiento. En
111 “Ecos. Por encima de todo”, en La Prensa, 17 de junio de 1912. 112 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica,, 18 de junio de 1912. 113 “Movimiento de autoridades”, en El Comercio, 19 de junio de 1912.
66
ese caso, los congresistas tendrían que declarar válida la
elección frustrada, “pero insuficiente o con nulidades
parciales”, a fin de que pudieran sanearla conforme
estaba previsto en la Constitución vigente. Cualquier otra
fórmula fue conceptuada como una flagrante usurpación
de la soberanía popular114. No obstante, los partidos
políticos, interesados en conservar su cuota de poder,
plantearon diversas soluciones. El bloque civilista y los
constitucionales pretendían declarar la nulidad electoral
y negociar la presidencia. El civilismo oficialista deseaba
establecer una junta de gobierno y convocar nuevas
elecciones. Los liberales y el billinghurismo planteaban
la nulidad electoral, elección por el Congreso,
transmisión inmediata del mando y renovación del tercio
parlamentario. Los cívicos seguirían al grupo que
juzgasen con mayores posibilidades de vencer. Los
radicales estaban divididos entre aquellos dispuestos a
alinearse con algún partido y los que preferían
abstenerse. Finalmente, los demócratas querían
mantenerse al margen del conflicto115.
A juicio de la prensa opositora, la elección por el
Congreso solo daría pábulo a que 150 parlamentarios
negociaran reelecciones, carteras ministeriales,
nombramientos de autoridades provinciales y otras
prebendas siempre necesarias para llegar a un
acuerdo116. En este frágil escenario, el presidente Leguía
y su grupo parlamentario pensaban convencer a los
114 “Editorial”, en La Crónica, 21 de junio de 1912. 115 “Ecos. Sabidurías…”, en La Prensa, 21 de junio de 1912. 116 “Editorial”, en La Crónica, 23 de junio de 1912.
67
partidos y la opinión pública sobre las ventajas de
prorrogar el régimen durante un año más, bajo la figura
de una Junta de Gobierno, a fin de que esta efectuara en
1913 las elecciones presidencial y legislativa en
simultáneo, hecho que les permitiría “entornillarse por
seis años más a las curules parlamentarias”117. El
periódico aspillaguista La República patrocinó
abiertamente esta fórmula ideal para “reventar la
elección del señor Billinghurst”118. Por su parte, los
centros obreros nombraron una comisión compuesta por
Ramón Espinoza, presidente de la Asamblea de
Sociedades Unidas, Justo González, de la Confederación
de Artesanos, y los señores Federico Ortíz Rodríguez y
Juan Goachet, y le otorgaron “amplios poderes” con el
propósito de que acordara con los diputados obreros la
“línea de conducta” que defendería la clase trabajadora
en la próxima legislatura119.
La estrategia dilatoria del presidente Leguía había
sido un completo éxito, pues no solo paralizó a
Billinghurst, quien dejó la protesta callejera para
ocuparse de la “pesca” de congresistas desde su local
partidario, sino que las masas prácticamente
abandonaron las bulliciosas manifestaciones (desfiles,
paros, pachamancas) y aguardaban pacientemente la
reunión del Congreso120. Surgieron así las primeras
increpaciones al candidato popular instándolo a reavivar
117 “Editorial”, en La Crónica, 24 de junio de 1912. 118 “Editorial”, en La Crónica, 27 de junio de 1912. 119 “Las clases trabajadoras…”, en El Comercio, 27 de junio de 1912. 120 “Burla, burlando. Calle arriba”, en La Crónica, 27 de junio de 1912.
68
los ánimos cansados del pueblo e impedir que el
Gobierno explotara “la indolencia que es característica
de nuestra idiosincrasia”121. Sin duda, el presidente
Leguía esperaba algunas conspiraciones y revueltas de
los descontentos. No en vano, agentes secretos allanaron
la oficina comercial de Isaías de Piérola en busca de un
arsenal que, según sus informantes, sería utilizado contra
la Intendencia de Policía de Lima. Aunque no fueron
encontradas armas ni municiones, los empleados de
Piérola quedaron detenidos. La noticia de este atropello
corrió rápidamente dejando en el público la sensación
de que había retornado la persecución política de años
pasados122. La infructuosa pesquisa por idéntico motivo
del laboratorio de la compañía “Cotabambas Auraria”,
gerenciada por Amadeo de Piérola, motivó una reunión
de la directiva del Partido Demócrata, la cual ordenó
reorganizar todos sus comités, especialmente los
limeños123.
Temiendo la aparición de posiciones radicales
entre sus seguidores, jóvenes líderes billinghuristas,
entre los cuales sobresalía Abraham Valdelomar, se
apuraron en explicarles a través de conferencias
multitudinarias y entusiastas el alcance constitucional de
la elección presidencial por el Congreso124. Confiados en
que las juntas escrutadoras validarían los votos
requeridos por Aspíllaga para reclamarse vencedor, los
121 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica, 28 de junio de 1912. 122 “La situación política”, en El Comercio, 29 de junio de 1912. 123 “La situación política”, en El Comercio, 30 de junio de 1912. 124 “La actualidad política”, en La Prensa, 29 de junio de 1912.
69
aspillaguistas indicaron que el Poder Legislativo,
cumpliendo los artículos 81, 82 y 83 de la Constitución
vigente, tendría que obedecer el mandato de las actas y
proclamarlo presidente125. Frente a esta propuesta, los
constitucionales aliados del billinghurismo solicitaron a
sus bases provincianas recoger firmas a favor de la
nulidad electoral y remitirlas al Congreso. Este grupo
esperaba ocupar posición importante en un potencial
gobierno de Billinghurst, pues este les prometió que “no
formará partido nuevo”126. Otro respaldo significativo fue
el de los militares retirados integrantes del club “Unión
Militar”, representados por el general Enrique Varela y
el mayor Teodomiro Gutiérrez, quienes dijeron estar
dispuestos a sacrificarse en salvaguarda de los derechos
del pueblo127.
Alertado por estos movimientos de la oposición,
el presidente de la Cámara de Diputados, Roberto
Leguía, reunió a la bancada oficialista y les consultó si
tenían pactado promover la prórroga del mandato
presidencial o la elección directa por el Congreso. El
diputado Pedro Larrañaga respondió que la primera
opción carecía de sentido, pues el presidente Leguía le
expresó su resolución de “no permanecer un día más” en
palacio, después del 24 de setiembre, fecha en que
culminaba su gestión. Sin embargo, no hubo acuerdo
porque el diputado Alberto Salomón sugirió postergar el
debate hasta cuando estuviesen en Lima sus colegas de
125 “Editorial” en La Crónica, 29 de junio de 1912. 126 “La situación política”, en El Comercio, 2 de julio de 1912. 127 “Importante reunión del club…”, en La Prensa, 2 de julio de 1912.
70
EL BILLINGHURISMO PROVINCIANO
Multitudinaria manifestación billinghurista en Trujillo. La Crónica, 11 de julio de 1912.
71
provincias. Tampoco lograron los reunidos elegir a quien
sería su candidato para la presidencia de la Cámara de
Diputados128. Contagiado de esa inercia, el
billinghurismo trató de seguir influyendo sobre los
clubes obreros ensalzando con discursos su participación
en la derrota del fraude electoral, mientras les pedía
confiar en el patriotismo de los congresistas, “que
inspirándose en los dictados de su conciencia (…)
consagrarían la elección presidencial del eminente
patriota ciudadano don Guillermo Billinghurst”129.
En vísperas del inicio de la legislatura, se daba
por descontado que el billinghurismo entregaría la
primera vicepresidencia a los liberales, reservaría la
segunda para el civilismo independiente y dejaría
pendiente la formación de alianzas con cívicos y
demócratas130. Mientras tanto, los clubes obreros limeños
y los comités provinciales se ocuparon del trabajo de
propaganda política, a través de bulliciosas
movilizaciones y la suscripción de actas en pro de la
nulidad electoral. Esta aureola de popularidad en torno a
la candidatura Billinghurst desde su sorpresiva aparición
no representaba, según el aspillaguista Enrique
Echecopar, la voluntad del país, porque en las elecciones
solo contaban los votos de personas hábiles aunque estas
fuesen minorías frente a las mujeres, analfabetos y no
inscritos en el padrón electoral. En el caso de Lima –precisó
128 “Reunión de los diputados…”, en El Comercio, 4 de julio de 1912. 129 “Interesante reunión de obreros”, en La Prensa, 4 de julio de 1912. 130 “Burla, burlando. Barriendo obstáculos”, en La Crónica, 5 de julio de 1912.
72
Echecopar– si 3,000 votantes (el tercio del total) elegían
un candidato, no tenía valor alguno que 40,000 personas
salieran a las calles y proclamaran a otro. Los
billinghuristas defendían esta última opción a la cual
denominaban “comicios populares”, figura desconocida
por la Constitución y la norma electoral131.
Esta suerte de desprecio por la opinión de las
clases populares, conducía –según la prensa opositora– a
un “régimen de exclusivismo en provecho de los fuertes
y una fórmula de dominación en daño de los vencidos o
débiles”132. Influenciados por estas ideas, los senadores
oficialistas, liderados por Rafael Villanueva, sugirieron a
sus colegas reconocer el triunfo del candidato Aspíllaga.
Sin embargo, Agustín Tovar y Enrique Marquina se
opusieron a esta propuesta impugnada por numerosa
cantidad de “actas plebiscitarias venidas de todas partes
de la República”. Villanueva tampoco obtuvo la
candidatura oficialista a la presidencia del Senado133.
Sumándose a esta vorágine de acuerdos y negociaciones,
el presidente Leguía y Billinghurst sostuvieron varias
citas en palacio en las que, según la chismografía limeña,
se discutió el canje de la prórroga presidencial por “la
organización de serias y garantidas elecciones que
harían cristalizar con el óleo de severa legalidad (…) la
candidatura popular”134.
131 “Actualidad política. Una carta…”, en La Crónica, 7 de julio de 1912. 132 “A despecho de todo”, en La Prensa, 9 de julio de 1912. 133 “Reunión de los senadores…”, en El Comercio, 10 de julio de 1912. 134 “Editorial”, en La Crónica, 10 de julio de 1912.
73
El 12 de julio, los partidos aliados del
billinghurismo celebraron una asamblea conjunta previa
a la instalación de las juntas preparatorias de la
legislatura. La seguridad del Congreso fue reforzada con
una dotación de 40 policías, mientras grupos
billinghuristas rodearon la plaza Bolívar dando vivas a su
candidato135. Por su parte, el Gobierno celebró tres
consejos de ministros con el propósito de sancionar la
prórroga presidencial, pero los ministros de Hacienda,
Ernesto Ráez, y de Justicia, Agustín Ganoza,
recomendaron esperar unas semanas antes de llevar
dicha propuesta al Congreso. Con todo, el presidente
Leguía confiaba en que los cinco congresistas ocupantes
de carteras ministeriales, renunciarían a estas y volverían
a sus cámaras para activar el citado plan136. Al día
siguiente, los demócratas cuzqueños hicieron pública su
adhesión a Billinghurst, quien según ellos, a pesar de
haberse distanciado de Piérola por “susceptibilidades
más o menos infundadas”, enarbolaba los principios de
reconstitución nacional del Partido Demócrata y, por
tanto, era el “hombre ideal” para encaminar al Perú
hacia su grandeza y prosperidad137.
Ante este gesto no consultado con el comité
directivo limeño, Piérola publicó un manifiesto
comunicando a sus partidarios que tanto la prórroga del
mandato de Leguía como la elección presidencial por el
Congreso constituían flagrantes violaciones de la
135 “Reunión del comité de la alianza”, en El Comercio, 13 de julio de 1912. 136 “Editorial”, en La Crónica, 13 de julio de 1912. 137 “La actualidad política”, en La Prensa, 13 de julio de 1912.
74
Constitución. Nadie estaba obligado –advertía el Califa–
a prestar obediencia a un “presidente bastardo (…) que
escala el poder o en él se mantiene, sacando al país de la
órbita constitucional”. En esas condiciones, quedaría
reducido a la categoría de factor perturbador para la
seguridad del capital y el trabajo, condenándose a sufrir
una vida política de “zozobra, asechanzas y
represiones”. La única solución legal –afirmó Piérola–
consistía en realizar nuevas elecciones los días 24 y 25 de
agosto, aun cuando el padrón electoral fuese deficiente y
la Junta Electoral estuviese controlada por el
aspillaguismo. En evidente reclamo de lealtad a su
liderazgo, el Califa prometió a sus seguidores que el
Partido Demócrata “no vacilaría en ir a esa elección,
conmigo a la cabeza” 138.
Este manifiesto causó cierto desencanto entre los
sectores demócratas cercanos a Billinghurst. El diario
liberal La Prensa cuestionó la convocatoria de nuevos
comicios, porque no juzgaba apropiado conducir al
“movimiento reivindicatorio” a otra “ficción eleccionaria
tan ilegítima, tan hipócrita y tan corruptora” como la del
25 y 26 de mayo. Discrepaba también con el concepto de
que la elección presidencial por el Congreso despojaba
a la Nación de su soberanía, pues dicho poder del Estado
podía ejercer esa representación “mediante los
funcionarios que la Constitución establece”139. En opinión
de El Comercio, la propuesta de Piérola, pulcra en
138 “Manifiesto del señor Piérola”, en La Prensa, 14 de julio de 1912. 139 “El manifiesto del señor de Piérola”, en La Prensa, 14 de julio de 1912.
75
términos jurídicos, era inaplicable por el escaso tiempo
disponible previo a la transmisión del mando y la “falta
de garantías indispensables para la emisión verdadera y
libre del sufragio”140. Solo La Crónica respaldó el “digno
y levantado” manifiesto, basado en el principio de que la
soberanía nacional no era “transmisible ni delegable
dentro de la pauta constitucional”. Aunque la “elección
presidencial parlamentaria” –según este periódico–
encubría una “usurpación de funciones” por parte del
Congreso en perjuicio del pueblo, probablemente sería
consumada gracias a que se vivía un “momento de
exaltación de apetitos y desviación moral”141.
Decidido Billinghurst a dar la batalla por la
presidencia en el Congreso, sus clubes iniciaron una
activa campaña de movilizaciones en Lima y provincias.
El 14 de julio desfilaron 1,500 billinghuristas y liberales,
encabezados por el general Varela y Abraham
Valdelomar, desde la avenida Grau hasta el domicilio de
su líder, situado en la calle Gallinazos (actual cuadra 3
del jirón Puno). Otras “grandiosas manifestaciones”
tuvieron lugar en Arequipa y Pasco bajo la consigna de
que “el pueblo no acepta ni aceptará otra solución del
problema presidencial que la elección de Guillermo
Billinghurst por el Congreso”142. Los pierolistas
reprocharon esta campaña contraria al pedido de nuevas
elecciones contenido en el memorial billinghurista del 9
140 “Editorial”, en El Comercio, 15 de julio de 1912. 141 “Editorial”, en La Crónica, 15 de julio de 1912. 142 “Entusiasmo popular en las calles”, en La Prensa, 15 de julio de 1912.
76
de mayo143. Estas desavenencias no solo afectaron a la
oposición, sino al propio Gobierno. El 16 de julio la
prensa informó sobre la renuncia del Ministro de
Hacienda, Ernesto Ráez, motivada por desacuerdos en la
manera de resolver “ciertos problemas de interés
nacional ligados con el despacho de Hacienda”144. Esta
frase oscura había disgustado al presidente Leguía, quien
intentó convencer sin éxito a Ráez de que modificara el
texto de su dimisión al cargo145.
Cuando Ráez justificó su salida del gabinete,
aduciendo haber recibido órdenes violatorias de lo
dispuesto en los artículos 9no. y 59, inciso 6to, de la
Constitución, originó un escándalo que relegó por un
momento la atención puesta en el conflicto político. Los
artículos citados prohibían la inversión de rentas fiscales
en gastos no presupuestados, y la suscripción de
contratos de empréstitos sin permiso del Congreso146. El
Gobierno aclaró, a manera de descargo, que el
desacuerdo se refería “únicamente” al modo y forma de
pago de un elemento de guerra, cuyo aplazamiento
comprometía el crédito nacional. Acto seguido el
despacho de Hacienda fue encargado al Ministro de
Gobierno, Plácido Jiménez, dándose por superado el
incidente147. Esto ocurría mientras se abría una
inquietante disputa entre billinghuristas y pierolistas, a
143 “Burla, burlando. El vivo se cayó…”, en La Crónica, 15 de julio de 1912. 144 “La renuncia del Sr. Ráez”, en La Prensa, 16 de julio de 1912. 145 “La cartera de Hacienda”, en El Comercio, 16 de julio de 1912. 146 “La renuncia del Ministro de… ”, en El Comercio, 18 de julio de 1912. 147 “La renuncia del Dr. Ráez”, en La Prensa, 17 de julio de 1912.
77
raíz del manifiesto del Califa que, según La Crónica,
había producido un “movimiento bilioso” a
Billinghurst148. En ese sentido, el citado diario lo exhortó
a limar las asperezas del momento “en vez de agriarlas”
y buscar una buena relación política con los que juzgaba
“sus adversarios”, antes de caer en una espiral de
violencia lesiva para la tranquilidad pública149.
Ciertamente, Piérola ejercía un debilitado
liderazgo y pronto surgieron las discrepancias públicas
en su partido. La primera de estas fue planteada desde
Chiclayo por Aurelio Sousa, diputado y miembro del
comité directivo del Partido Demócrata, quien desestimó
concurrir a elecciones basadas en juntas y registros
repudiados por el pueblo, y propuso, en cambio, facilitar
a las cámaras la proclamación del presidente. Esta
coyuntura era propicia para que Billinghurst reforzara el
apoyo popular de su candidatura. De esa manera, el 19
de julio, acompañado del líder liberal, Augusto Durand,
presidió un mitin de obreros y estudiantes universitarios,
instándolos a seguir en la senda trazada150. Algunos
grupos billinghuristas, deseosos de asegurar la elección
de su líder, actuaban por su cuenta hostilizando a
connotados aspillaguistas. El asunto más enojoso se
produjo la noche del 21 de julio, cuando la casa del
senador tacneño, Juan F. Ward, situada en la calle
Negreiros (actual cuadra 5 del jirón Azángaro), recibió
disparos por integrantes de un club billinghurista. El
148 “Burla, burlando. Cabos sueltos”, en La Crónica, 16 de julio de 1912. 149 “Editorial”, en La Crónica, 18 de julio de 1912. 150 “La actualidad política”, en La Prensa, 20 de julio de 1912.
78
agraviado congresista atribuyó este ataque a los odios
generados por su condición de ex-miembro de la Junta
Electoral Nacional151.
A pocos días de iniciarse la legislatura, los
demócratas se hallaban enfrascados en debates internos
respecto del manifiesto de su líder. El periodista Luis
Ulloa, cercano al pierolismo, publicó el folleto Consejos
al Pueblo, cuyas páginas, invocando antecedentes
históricos y normas constitucionales, respaldaban los
criterios del Califa opuestos a la elección presidencial
por el Congreso152. Según Ulloa, el Partido Civilista no
podía promover dicho acto, porque en 1903, su líder,
Antonio Miró Quesada, dijo expresamente que “el
Congreso no tiene facultad para elegir presidente de la
República”153. Este discurso causó “malísima impresión”
entre los demócratas provincianos, quienes criticaron la
posición del “pierolismo intransigente de Lima”, por lo
que muchos de ellos en su afán de conservar el afecto
popular prefirieron enrolarse en el Partido Liberal, aliado
del billinghurismo154. Por obra de estos eventos,
Billinghurst se había transformado en el “candidato de
todos”. No en vano, las bancadas del civilismo oficialista
y de la alianza civilista independiente –constitucional–
liberal pugnaban por controlar las mesas directivas de
ambas cámaras, pues ello les permitiría negociar la
151 “Los disparos de anoche”, en El Comercio, 22 de julio de 1912. 152 “Editorial”, en La Crónica, 21 de julio de 1912. 153 Ulloa 1912: 13. 154 “La actualidad política”, en La Prensa, 23 de julio de 1912.
79
presidencia y marginar del Gobierno a los
perdedores155.
Obreros, estudiantes y demás sectores populares
esperaban posesionarse de las calles para manifestar su
respaldo a la bancada pro-billinghurista. En previsión de
potenciales desmanes, el presidente Leguía nombró en
las prefecturas de Lima y Callao a Pedro Garezón y José
Núñez, dos controvertidos funcionarios de su total
confianza. El primero permitió inexplicablemente la
asonada contra el Congreso en julio de 1911, y el
segundo, reprimió con fiereza a los billinghuristas
cuzqueños durante las frustradas elecciones del 25 y 26
de mayo156. Esta suerte de amenaza no amilanó a los
clubes del candidato popular, que tenían proyectado
agasajarlo eufóricamente el 27 de julio con motivo de su
natalicio. El propio Concejo de Lima aprobó por
unanimidad enviar una comisión al domicilio de
Billinghurst para saludarlo y agradecerle los éxitos
logrados durante su “progresista administración
comunal”157. En medio de estos homenajes, el presidente
Leguía exigía la instalación de una mesa consensuada en
la Cámara de Diputados, bajo amenaza de retirar su
bancada de la legislatura y dejar al Congreso sin el
quórum reglamentario158.
En indudable gesto de camaradería con el
Ejecutivo, la alianza parlamentaria opositora postuló a la
155 “Editorial”, en La Crónica, 23 de julio de 1912. 156 “La situación política”, en El Comercio, 24 de julio de 1912. 157 “La actualidad política”, en La Prensa, 25 de julio de 1912. 158 “Editorial”, en La Crónica, 25 de julio de 1912.
80
presidencia de la Cámara de Diputados a Pedro
Larrañaga, quien gozaba de las simpatías del presidente
Leguía. La vicepresidencia de dicha cámara había sido
ofrecida a Baldomero Maldonado, quien no figuraba
“entre los más enardecidos adversarios del
Gobierno”159. Para conseguir, por parte de Billinghurst,
la aprobación de sus candidatos a las mesas
parlamentarias, los partidos aliados le ofrecieron un
banquete en el Parque Zoológico de Lima. Conocida esta
noticia, el vocero pierolista, La Crónica, calificó dicha
reunión como “el prólogo de una solución peligrosa para
la Patria y sus instituciones democráticas”. Con tono
apocalíptico, el citado diario vaticinó una guerra intestina
congresal y el subsecuente desgobierno, sobre todo, por
la “impulsividad nerviosa” y “arrebatado carácter” de
Billinghurst. Estos y otros rasgos psicológicos fueron
destacados por los pierolistas para justificar el veto
impuesto a su candidatura a fines del gobierno del Califa
en 1899160. En ese sentido, La Prensa quiso desvirtuar ese
carácter de componenda atribuido al citado banquete,
definiéndolo como expresión de simpatía por el caudillo
tarapaqueño, al cual concurrían congresistas, personas
notables del comercio, la industria y diversas
instituciones con “prescindencia de programas
políticos”161.
El 27 de julio, después de varias discusiones, el
civilismo oficialista decidió llevar sus propios candidatos
159 “La situación política”, en El Comercio, 25 de julio de 1912. 160 “Editorial”, en La Crónica, 26 de julio de 1912. 161 “La gran manifestación al…”, en La Prensa, 27 de julio de 1912.
81
a las mesas directivas del Congreso. Rafael Villanueva y
Juan de Dios Salazar Oyarzábal, competirían por las
presidencias del Senado y Diputados, respectivamente.
Según estimados de la prensa, la bancada del Gobierno
contaba con 63 diputados y 31 senadores, mientras que la
de oposición tenía 46 diputados y 19 senadores. Existía
además, según La Crónica, un plan siniestro para abortar
la elección presidencial por el Congreso y dejar el
mando en manos del presidente de la Corte Suprema,
Wenceslao Espinoza162. La sesión de este día fue abierta
en medio de un despliegue impresionante de gendarmes
y soldados en la plazuela de la Inquisición y calles
aledañas. Efectuada la votación se impuso el diputado
oficialista Juan Salazar Oyarzábal sobre su rival de la
oposición, Pedro Larrañaga, por 57 contra 54 votos. A su
turno, las vicepresidencias recayeron en los también
oficialistas, Guillermo Rey y Francisco Villacorta. Este
triunfo si bien daba el control de la mesa directiva al
Gobierno, reveló que este tenía menos de la mitad de
miembros de la Cámara de Diputados. Por el contrario, la
bancada opositora podía aumentar hasta 60 sus
integrantes, cuando se incorporasen a la legislatura seis
diputados que no habían arribado aún desde
provincias163. En el Senado, también venció la lista del
Gobierno, proclamándose presidente a Rafael
Villanueva, y vicepresidentes a Julio Ego-Aguirre y
Carlos Leguía. El billinghurismo, aunque derrotado, puso
sus esperanzas en el trabajo parlamentario del diputado
162 “La situación política”, en La Crónica, 27 de julio de 1912. 163 “La lucha por la presidencia de…”, en El Comercio, 28 de julio de 1912.
82
Augusto Durand, cuya influencia y prestigio serían
decisivos en la anulación de la frágil mayoría
oficialista164.
El Congreso fue instalado el 28 de julio de 1912, y
recibió ese mismo día al presidente Leguía para
escuchar el mensaje a la Nación. El mandatario se ufanó
entonces de haber mantenido el orden público, a pesar
de la “ardiente lucha partidarista” por la presidencia, y
negó tener intenciones de proyectar una “intromisión
indebida” en dicha pugna. Justificó además su negativa a
resolver este asunto en Congreso Extraordinario, pues, a
su juicio, la declaratoria de nulidad o validez de las
elecciones no era cuestión que el Gobierno debía
promover165. La prensa criticó este discurso pleno de
“mareado optimismo” y totalmente alejado de la
realidad. El aspecto más grave era el “laconismo
anodino” del mensaje respecto del “pantano político”
creado por la frustrada elección presidencial166. El
presidente Leguía no tenía reparos en elogiar su régimen
basado en la paz octaviana y el sometimiento del
Congreso. No en vano, se tomó la libertad de sugerir a
los parlamentarios resolver el conflicto electoral de
acuerdo a la Constitución, pero contemplando “los
verdaderos intereses nacionales”, eufemismo con que
aparentemente se refería a los suyos167. Con todo, el
mensaje omitió referirse a la prórroga del mandato o el
164 “Hacia el fin”, en La Prensa, 28 de julio de 1912. 165 Leguía 1912: 6-7. 166 “Editorial”, en El Comercio, 30 de julio de 1912. 167 “Editorial”, en La Crónica, 31 de julio de 1912.
83
establecimiento de una junta gubernativa como
alternativas de solución al problema presidencial168.
Transcurridas las ceremonias de fiestas patrias,
renunció el gabinete compuesto por Agustín Ganoza,
presidente del Consejo de Ministros y Ministro de
Justicia; Germán Leguía y Martínez, Ministro de
Relaciones Exteriores; Plácido Jiménez, Ministro de
Gobierno y Policía y encargado del despacho de
Hacienda; Juan Manuel de la Torre, Ministro de Guerra y
Marina, y José Manuel García, Ministro de Fomento. Estos
ministros fundaron su dimisión en la necesidad de
otorgar libertad al presidente Leguía para que eligiese
consejeros adecuados a la situación política169. En
realidad solo querían liberarse del cargo, retomar sus
curules e incrementar la bancada oficialista. Con ese
importante refuerzo, el Gobierno contrarrestó una
eventual pérdida de su mayoría, por obra de los
bloquistas, en la Cámara de Diputados. Ante este nuevo
escenario, el vocero pierolista La Crónica dio por ciertos
los rumores sobre renovados flirteos políticos entre
Leguía y Billinghurst, a espaldas del civilismo
independiente170. En respuesta, el diario liberal La Prensa
publicó la carta de renuncia al Partido Demócrata del ex-
diputado cuzqueño, Ramón Bocángel, quien acusó a los
168 “La opinión del gobierno”, en La Prensa, 29 de julio de 1912. 169 “Renuncia del gabinete”, en El Comercio, 1º de agosto de 1912. 170 “Editorial”, en La Crónica, 2 de agosto de 1912.
84
dirigentes pierolistas de obstaculizar la candidatura
Billinghurst sostenida por los pueblos del Perú171.
El 2 de agosto, la ciudad amaneció con la noticia
de que los aspillaguistas estaban cabildeando en el
parlamento en pos de revivir la extinta candidatura de su
líder. De inmediato, los universitarios organizaron una
conferencia popular en el Teatro Pathé, ubicado en la
plazuela San Juan de Dios (actual plaza San Martín). Allí,
ante dos mil personas, Abraham Valdelomar enarboló el
derecho a protestar contra quienes pisoteaban las leyes.
Los asistentes estallaron en júbilo cuando el obrero José
Castañeda, desde un palco, lanzó la propuesta del paro
general. El Comité Popular billinghurista, presidido por
Justo Casaretto, hizo suyo este pedido y se comprometió
a ejecutarlo. Finalizada esta reunión más de tres mil
personas avanzaron por el jirón de la Unión dando vivas
a Billinghurst, pero fueron atacados a balazos cerca de la
iglesia de La Merced. Decididos a todo, reanudaron la
marcha hasta llegar al domicilio de su líder, quien les
pidió secundar a los “honrados representantes” en su
lucha contra los falsificadores del sufragio172. La forma en
que debía proclamarse al presidente dividió las
opiniones del grupo parlamentario aliado a Billinghurst.
Unos pretendían ampararse en el inciso 10 del artículo 59
de la Constitución vigente, que facultaba al Congreso a
elegir presidente cuando no había sido posible realizar
los comicios. Otros, en cambio, invocaban el artículo 83,
171 “El partido demócrata en el Cuzco”, en La Prensa, 2 de agosto de 1912. 172 “Las manifestaciones de la noche…”, en La Prensa, 3 de agosto de 1912.
85
según el cual procedía la elección entre los candidatos
poseedores de votación insuficiente. En ese caso,
debería reconocerse previamente la validez del proceso
electoral de mayo para que luego los congresistas
escogieran entre Aspíllaga y Billinghurst173.
Las masas, sin embargo, estaban por la nulidad
electoral, y así lo hicieron saber a su candidato en
improvisado mitin celebrado frente a la casa de este, el
cual culminó con la entonación del himno nacional y
vivas a Billinghurst, Durand y al paro general174. Las
diferencias entre billinghuristas y pierolistas afloraron
durante estos días, y dieron lugar a violentos
enfrentamientos entre ambos grupos en medio de la
plaza de Armas175. La Prensa censuró a los pierolistas por
pretender restaurar el proceso electoral con el solo afán
de impedir la formación del gobierno billinghurista. Al
respecto, destacó la escasa acogida del discurso
demócrata entre el pueblo, y cómo este viendo perdida
la “fuerza activa” revolucionaria creó la “fuerza pasiva”
del paro general176. A su turno, los pierolistas de La
Crónica pronosticaron el fracaso “del tal paro” e
insinuaron que su verdadero objetivo no era combatir el
aspillaguismo, sino “ejercitar algunas venganzas” contra
los rivales del billinghurismo177. En el mismo sentido,
173 “Editorial”, en La Crónica, 4 de agosto de 1912. 174 “Crece la efervescencia popular”, en La Prensa, 4 de agosto de 1912. 175 “Choque entre demócratas y…”, en El Comercio, 5 de agosto de 1912. 176 “Cuestión de conciencia”, en La Prensa, 5 de agosto de 1912. 177 “Editorial”, en La Crónica, 5 de agosto de 1912.
86
Variedades expresó su estupor, porque las “turbas
entusiastas que descalabraron la candidatura Aspíllaga,
vivaran al Gobierno conjuntamente que al señor
Billinghurst”, y se preguntó si esto reflejaba “dolorosa
inconsciencia” o “falta de sentido moral”178.
Ante la amenaza de paro, Aspíllaga no resignó su
derrota, por el contrario, en la sesión del Congreso del 5 de
agosto entregó varias actas con las cuales, según sus
partidarios, demostraría haber obtenido 60 mil votos179. Ese
mismo día, el vocero billinghurista, Manuel Químper,
presentó 246 actas de distritos que pedían a los congresistas
declarar la nulidad electoral y elegir al nuevo presidente180.
La tarea de validar estas actas electorales fue encargada a la
Comisión de Cómputo, compuesta en mayoría por el
senador Augusto Ríos y los diputados Antonio Flores y Víctor
Revilla, y en minoría por los diputados Hildebrando Fuentes
y Clemente Revilla. La inclusión del aspillaguista Flores
generó suspicacias, pues se pensó que formaba parte de un
plan encaminado a proclamar el triunfo de Aspíllaga. Esta
sospecha activó la agitación de los clubes obreros a favor
178 “De jueves a jueves”, en Variedades, 3 de agosto de 1912. 179 Las actas electorales entregadas correspondían a las juntas escrutadoras de Celendín, Jaén, Tumbes, Paita, Yungay, Chincha Alta, Huaylas, Tarata, Pisco, Canta, Paruro, Paucartambo, Cangallo, Huanta, Moquegua, Tayacaja, Huarochirí, Lampa, Contumazá, Acomayo, Azángaro, Yauyos, Tarma, Carabaya, Santa, Huancayo, Otuzco, Canas, Huamalíes, Canchis, Anta, Cuzco, Huarás, Cotabambas, Hualgayoc, Chota, Ica, Chiclayo, Cajatmabo, Quispicanchis, Pomabamba, Bolognesi, Cañete, Luya, Lucanas, Cutervo, Pataz, La Unión, Castilla, La Mar, Parinacochas, Lambayeque, Urubamba, Camaná, Islay, Condesuyos y Arequipa. 180 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 24.
87
LA LUCHA POR LA PRESIDENCIA EN EL CONGRESO
Aspíllaga y sus votos. La Crónica, 8 de agosto de 1912. Caricatura de José Alcántara La Torre.
Billinghurst y sus actas plebiscitarias. La
Crónica, 8 de agosto de 1912. Caricatura de José Alcántara La Torre.
88
del paro, y rápidamente consiguieron la solidaridad de
los trabajadores del mercado y transporte181. El Partido
Demócrata aumentó la tensión existente, cuando a través
de sus directivos, Joaquín Capelo y Fernando Gazzani,
informó al Ministro de Gobierno, Plácido Jiménez, que
habían recomendado a sus militantes repeler los ataques
propinados por “turbas pagadas”182.
Declarada la guerra entre pierolistas y
billinghuristas, La Crónica enfiló sus críticas contra las
“venganzas” y “atropellos” cometidos por “los amigos
del señor Billinghurst”. La complacencia o tolerancia
demostrada por el caudillo tarapaqueño ante esos
atentados, reflejaba –según el citado periódico– su poca
sagacidad y el peligro de poner el gobierno bajo
responsabilidad de quien “no encuentra más forma de
tener razón que a balazos y palos”183. Ciertamente, las
impacientes masas actuaban cada vez con mayor
autonomía respecto de sus líderes, y el Gobierno creyó
llegado el momento de emplear la represión. La primera
situación de riesgo se produjo el 6 de agosto como
resultado del acoso policial a grupos billinghuristas que
desfilaban por la capital. Los gendarmes quisieron
intimidar a los manifestantes con tiros al aire, pero estos
reaccionaron violentamente, y solo la intervención
enérgica de Billinghurst y Durand logró persuadirlos de
181 “Siguen las manifestaciones populares”, en La Prensa, 6 de agosto de 1912. 182 “La situación política”, en El Comercio, 6 de agosto de 1912. 183 “Editorial”, en La Crónica, 6 de agosto de 1912.
89
protagonizar una batalla sangrienta184. Indiferentes a
estas disputas, los pierolistas se mofaron del poco
entusiasmo causado por la “paromanía”. No en vano, a
los trabajadores reacios se ofreció pagarles “el tiempo
de labor que pierdan por cumplir con la consigna [del
paro]”185.
La noche del 7 de agosto, el presidente Leguía y
varios diputados oficialistas conversaron sobre la
inminente declaratoria de nulidad electoral. Los
integrantes de la Comisión de Cómputo –conforme a
trascendidos publicados por la prensa– opinaron de
igual forma. Simultáneamente, las pasiones y enconos
alcanzaron su más alto grado provocando ataques
verbales y físicos contra los actores políticos. Citaremos
dos casos como prueba de esta beligerante conducta: a)
el diputado obrero Luis Castañeda fue agredido a puño,
en los exteriores del Congreso por individuos
descontentos con su apoyo prestado a la candidatura
Aspíllaga; b) el corresponsal en Lima del periódico
arequipeño La Bolsa informó sobre la existencia de un
supuesto plan de Billinghurst para asesinar a los señores
Piérola, pero la secretaría billinghurista rechazó esta
“odiosa invectiva”186. Por estos y otros actos, la capital
comenzó a vivir un auténtico estado de sitio con patrullas
de gendarmes montados recorriéndola íntegramente. A
184 “Los graves sucesos de ayer”, en La Prensa, 7 de agosto de 1912. 185 “Burla, burlando. Tardes taurinas”, en La Crónica, 7 de agosto de 1912. 186 “El proceso presidencial”, en La Prensa, 8 de agosto de 1912.
90
su vez, fueron colocados retenes en los domicilios de la
cúpula aspillaguista187.
Los pierolistas de La Crónica sacaron partido de
este confuso momento para procurar el debilitamiento de
la alianza opositora. Primero, exigieron al civilismo
apartarse de dicho grupo, recordándole que la elección
presidencial por el Congreso era contraria a su doctrina
política. Posteriormente, anunciaron una ruptura entre
Billinghurst y el presidente Leguía, motivada
aparentemente porque este último habría dejado al
Congreso “en libertad de tomar el camino que le
pareciere mejor”188. Este fingido respeto por el fuero
parlamentario encubría la manipulación, operada a
través del oficialismo hegemónico, de la Comisión de
Cómputo, cuya propuesta de nuevos comicios incluía la
prórroga del régimen en caso no fuesen estos realizados.
Asimismo, el Gobierno desarticuló la protesta popular
encarcelando a Martha la cantinera y varios presidentes
de clubes billinghuristas responsables de coordinar el
planificado paro189. Ninguna de estas medidas –dijo La
Prensa– lograría detener este movimiento “por primera
vez visto en el Perú”, que de manera “uniforme,
espontánea, viril y pacífica” reivindicaba la elección de
un ciudadano, “que no es caudillo, ni jefe de partido, ni
candidato de conveniencia o acomodo”190.
187 “La situación política”, en El Comercio, 8 de agosto de 1912. 188 “Burla, burlando. Clarores”, en La Crónica, 8 de agosto de 1912. 189 “La situación política”, en El Comercio, 9 de agosto de 1912. 190 “El voto nacional”, en La Prensa, 9 de agosto de 1912.
91
A estas alturas, los pierolistas corrieron el rumor
de que el oficialismo había abandonado la idea de
prorrogar el mandato de Leguía, pero optaría por
nombrar presidente provisorio a su primo Germán
Leguía y Martínez191. De otro lado, se extremaron las
medidas de seguridad prohibiéndose “las exhibiciones
de los clubs políticos” y toda manifestación peligrosa
para la integridad física de los congresistas192. La prensa
aliada del billinghurismo lamentó esta fisonomía de
“campamento” dada a Lima, y puso énfasis en que las
reuniones populares estaban amparadas
constitucionalmente. Los ánimos fueron sosegados
cuando se supo la voluntad mayoritaria del Congreso de
“proceder sin más demora” a elegir presidente y
vicepresidentes de la República193. Los diputados
Antonio Flores y Víctor Revilla, confirmaron el apoyo del
presidente Leguía a esta iniciativa. El líder de los cívicos,
Mariano Valcárcel, opinó en el mismo sentido. Entre
tanto, la policía reemplazó el sistema de vigilancia de
cruceros por el de manzanas para disolver con mayor
prontitud a los grupos revoltosos194. Finalmente, la noche
del 10 de agosto el civilismo oficialista de ambas cámaras
comunicó al presidente Leguía el acuerdo tomado a favor
de la elección presidencial de Billinghurst195.
191 “Burla, burlando. A ojos vistas”, en La Crónica, 9 de agosto de 1912. 192 “Continúa el aparato de fuerza”, en El Comercio, 9 de agosto de 1912. 193 “Actualidad política”, en La Prensa, 10 de agosto de 1912. 194 “La situación política”, en El Comercio, 10 de agosto de 1912. 195 “El día político”, en La Prensa, 11 de agosto de 1912.
92
Conocida esta noticia, el mandatario sugirió los
nombres de Germán Leguía y Martínez, Roberto Leguía y
Miguel Echenique como potenciales candidatos a las
vicepresidencias. Los partidos aliados del billinghurismo
declinaron esta oferta e iniciaron la búsqueda de sus
propios candidatos, mientras los aspillaguistas se
mantenían al margen de estas negociaciones. Aunque
parecía allanado el camino para la proclamación de
Billinghurst, la fuerza pública seguía controlando las
calles con orden de concentrarse en los cuarteles al
primer brote de violencia196. Por su parte, los pierolistas
no ahorraron adjetivos en sus críticas y deploraron la
“flaqueza de espíritu” y “falta de patriotismo” de estos
hechos, que no eran sino “la floración enfermiza del
estado inconcebible de amoralidad del país”197. Esta
pugna intestina de la elite política capitalina suscitó
ansiedad entre los pueblos provincianos, que se
dividieron entre los partidarios del paro general y
aquellos inclinados al “arreglo” entre el presidente
Leguía y Billinghurst198. Estos últimos vieron reforzada su
posición cuando el jefe del Partido Liberal, Augusto
Durand, declaró su apoyo incondicional al billinghurismo
y a los compromisos contraídos por dicho grupo199.
Vencido el plazo para emitir dictamen, la
Comisión de Cómputo justificó su demora arguyendo
196 “La situación política”, en El Comercio, 11 de agosto de 1912. 197 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica, 11 de agosto de 1912. 198 “La opinión en provincias”, en La Prensa, 12 de agosto de 1912. 199 “Conferencia de los gobiernistas…”, en El Comercio, 12 de agosto de 1912.
93
“incidencias de redacción”. Otros, en cambio, atribuían
este retraso a la disputa por las vicepresidencias, pues
los partidos no deseaban concurrir al debate respectivo
sin tener la seguridad de que sus candidatos serían
elegidos. El vocero pierolista La Crónica volvió a
censurar estos repartos de cargos tildándolos de
“repugnantes” y prueba evidente de “la prostitución de
las conciencias y deslealtad consigo y con los demás”. El
envilecimiento –agregó este periódico– había degradado
a los dirigentes, Gobierno, partidos y pueblo,
revelándose el “fango de concupiscencias” existentes en
muchos hombres, incluido Billinghurst, a quien se
llamaba sustituto de Aspíllaga y “fruto de un Congreso
de siervos”200. Todos estos virulentos ataques fueron
respondidos con igual dureza por los billinghuristas,
quienes calificaron a La Crónica de pasquín inicuo y
advirtieron que esa clase de periodismo degenerado no
debía tolerarse201. En ese mismo periódico, el pierolista
Luis Ulloa, adoptando tono subversivo, planteó
desconocer la elección presidencial por los congresistas,
organizar un paro general y mantenerse en rebelión
perpetua o convencer al presidente Leguía de disolver el
parlamento porque se había transformado en recinto de
“facciosos sin ley”202.
El 14 de agosto, los integrantes de la Comisión de
Cómputo no lograron uniformizar opiniones y generaron
desavenencias entre los grupos políticos. El senador
200 “Editorial”, en La Crónica, 12 de agosto de 1912. 201 “Espectación pública”, en La Prensa, 14 de agosto de 1912. 202 Ulloa, Luis. “La imposición…”, en La Crónica, 13 de agosto de 1912.
94
Augusto Ríos, apoyado por el diputado Antonio Flores,
insistió en que se convocaran nuevos comicios. A su
turno, los diputados Clemente Revilla, Hildebrando
Fuentes y Víctor Revilla, avalaron la elección
presidencial por el Congreso y expresaron su extrañeza
ante el cambio de parecer de Ríos, quien inicialmente se
avino a respaldar esta propuesta203. No obstante, la
defección del citado senador fue bien recibida por los
pierolistas. Ellos confiaban en que la súbita alianza de
Leguia y Billinghurst podía ser combatida por bloquistas,
constitucionales y demócratas agrupados bajo la bandera
de elecciones libres, y llamó a los primeros a desconfiar
de los “desdeñosos amores” del candidato popular, que
en cualquier momento les daría una “patada
desairosa”204. En ese sentido, los diputados y senadores
oficialistas vieron con disgusto la postura disidente de
sus colegas Flores y Ríos, y les solicitaron suscribir el
dictamen favorable a la elección inmediata por el
Congreso205.
Vencido este impasse, diputados y senadores
oficialistas designaron a Roberto Leguía y Miguel
Echenique como sus candidatos a la primera y segunda
vicepresidencia, respectivamente, y dispusieron que se
hiciera sin demora la convocatoria al Congreso para el 16
de agosto. Enterados los clubes obreros de esta noticia
resolvieron concentrarse en la plazuela de la Inquisición
a partir de las cinco de la tarde, con el objetivo de
203 “Desacuerdo en la comisión de…”, en El Comercio, 14 de agosto de 1912. 204 “Editorial”, en La Crónica, 14 de agosto de 1912. 205 “El dictamen del cómputo”, en La Prensa, 15 de agosto de 1912.
95
esperar la votación parlamentaria y felicitar a Billinghurst
después que fuese proclamado presidente. Este júbilo
popular fue empañado por el ataque de algunos
exaltados a los vendedores de La Crónica, a quienes les
arrebataron varios ejemplares para incinerarlos
públicamente206. La intervención de la policía evitó el
asalto del local donde era impreso el citado periódico, y
garantizó su venta, que se efectuaba a diez centavos en vez
de los cuatro centavos habituales207. Estos ataques –según
los redactores de La Crónica– habían sido incitados en las
reuniones de los clubes billinghuristas bajo la frase de
“castigo ejemplar”208.
Poco antes de abrirse la sesión congresal del 16
de agosto, la prensa centró su atención en los diecinueve
diputados oficialistas leales al aspillaguismo, que siendo
opuestos a la elección presidencial por el Congreso
debían cumplir el acuerdo partidario de votar por
Billinghurst. En los círculos políticos se tejían conjeturas
sobre posibles vacilaciones de última hora y los efectos
de estas en el resultado final. Debido a la paridad de
fuerzas en ambas cámaras, los sufragios de la bancada
aspillaguista resultaban imprescindibles para elegir a
Roberto Leguía y Miguel Echenique en las
vicepresidencias, de otra forma los votos de la alianza
bloquista-constitucional impedirían su triunfo209. Esta
pequeña cuota de incertidumbre generó gran
206 “Solución del problema presidencial”, en La Prensa, 16 de agosto de 1912. 207 “La situación política”, en El Comercio, 16 de agosto de 1912. 208 “Editorial”, en La Crónica, 15 de agosto de 1912. 209 “Reunión del Congreso”, en El Comercio, 16 de agosto de 1912.
96
expectativa previa al debate de los dictámenes de la
Comisión de Cómputo. Numerosas “personas
distinguidas” solicitaron a los congresistas que les
facilitaran tarjetas especiales de ingreso para asegurarse
un lugar en las galerías del recinto parlamentario. A su
vez, en los alrededores del Congreso varios clubes
preparaban en secreto el “programa de fiestas
populares” dedicado a la esperada proclamación
presidencial de su líder210.
A las 5 de la tarde del 16 de agosto, con notable
resguardo policial y las galerías abarrotadas de
billinghuristas, comenzaron a leerse los dictámenes en
mayoría y minoría de la Comisión de Cómputo. El
primero, suscrito por Augusto Ríos, Antonio Flores y
Víctor Revilla, amparándose en el artículo 106 de la ley
electoral de 1896, propuso declarar como no realizados
los comicios del 25 y 26 de mayo, pues los votos
recibidos representaban una cifra menor al tercio de
ciudadanos hábiles para votar. En consecuencia,
recomendó al Congreso utilizar sus “facultades
constitucionales” y elegir al presidente y vicepresidentes
de la República. El segundo, firmado por Hildebrando
Fuentes y Clemente Revilla, llegó a las mismas
conclusiones. Parecía ilógica –explicó Fuentes– la
emisión de dos dictámenes con idénticos fundamentos,
pero la responsabilidad de ese papelón competía a los
congresistas Ríos y Flores, quienes se negaron a apoyar
el dictamen de Fuentes y Revilla para luego formular otro
210 “Esperando la elección presidencial”, en La Prensa, 16 de agosto de 1912.
97
similar al de estos. En su discurso, Fuentes reivindicó la
soberanía popular y arguyó que la “mente y letra” del
artículo 80 de la Constitución prohibía repetir comicios
declarados nulos y transfería, en dicho caso, la capacidad
electora al Congreso. Esa “forma indirecta del sufragio”
estaba también prevista en las constituciones de Chile,
Argentina, Paraguay, Bolivia y México. A su turno, Ríos
hizo público su malestar por haber suscrito el dictamen
en mayoría, porque ese documento simbolizaba el
“sacrificio de las ideas y propósitos” del civilismo
aspillaguista211. La sesión de este día culminó con la
exposición de Mariano Cornejo, quien apeló a la “crisis
constitucional” y la voluntad plebiscitaria del pueblo
para convalidar la elección presidencial por el
Congreso. Experiencias afines –agregó– habían ocurrido
en Francia, Inglaterra y otros países europeos. Enemigo
de la elección directa, Cornejo achacó a ese sistema el
surgimiento de facciones en el pueblo y corruptela en los
congresos212.
Publicados los dictámenes, La Crónica descargó
su furia contra estos juzgándolos resultado “de las
concupiscencias y apetitos predominantes” por las
vicepresidencias213. La Prensa, en cambio, saludó
efusivamente la “gran jornada constitucional” y
compartió la satisfacción de ver realizados por el
Congreso “los anhelos de la enorme mayoría ciudadana
de la República”, condenando al mismo tiempo la acción
de los que “se unen desesperadamente a cualquier
211 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 27-37. 212 “El Congreso se ocupa…”, en El Comercio, 17 de agosto de 1912. 213 “Editorial”, en La Crónica, 17 de agosto de 1912.
98
programa con tal que dé al traste la elección de
Billinghurst”214. El Comercio solo invocó la pronta
conclusión en “términos satisfactorios” de la incierta
coyuntura política del país215. Por su parte, Variedades
con palabras mordaces se burló de los congresistas
electores e insinuó que el caudillo tarapaqueño no les
tenía mucho afecto, pues “la elección por el cabildo
eclesiástico le daría lo mismo, con tal de que sea
rápido”216. Desfiles multitudinarios, improvisados mítines
y choques aislados de grupos obreros y hasta de mujeres
con la policía cerraron el primer día de debates
parlamentarios.
El 17 de agosto prosiguió la discusión de los
dictámenes. En breve alegato, Víctor Revilla defendió la
elección congresal y descartó la figura del gobierno
provisorio, “porque ello sería entregar el país al
desorden”217. Luis Villarán manifestó su “repulsión
doctrinaria” por el sistema de elección indirecta en tanto
despojaba al pueblo de la soberanía que le era
inherente. Lino Urquieta restó importancia a esta crítica,
auténtico eco de “una causa muerta”, y recordó cómo en
1842 el Consejo de Estado encargó al Congreso calificar
las actas electorales y proclamar al presidente de la
República. Villarán insistió en que el dictamen
arrebataba al pueblo el derecho de sufragio tan
214 “Cada cosa en su sitio”, en La Prensa, 17 de agosto de 1912. 215 “En espera del voto del Congreso”, en El Comercio, 17 de agosto de 1912. 216 “De jueves a jueves”, en Variedades, 17 de agosto de 1912. 217 “Continúa el interesante…”, en La Prensa, 17 de agosto de 1912.
99
reclamado. Juan Salazar y Oyarzábal consideró
improcedente la elección por el Congreso, pues la
Constitución no permitía ese procedimiento cuando los
comicios eran declarados nulos o no realizados, tal como
lo reconocieron en 1899 y 1903 los parlamentarios
civilistas218. Concluido el segundo día de debates, El
Comercio expresó su desazón por el excesivo tiempo
invertido en disertaciones académicas que poco
aportaban a resolver la crisis presidencial219. Por el
contrario, La Prensa elogió la extensa alocución con que
Urquieta había desarmado a los “sofistas” valedores de
intereses de círculo220. La Crónica, desdeñando el
debate, lo llamó “hojarasca oratoria [y] palabrería
sonora (…) saturadas de pasión” por consumar el delito
constitucional221.
Durante el tercer día de debates, efectuado el 19
de agosto, se aprobó por 132 votos a favor y 30 en contra
el dictamen en mayoría de la Comisión de Cómputo.
Previamente, Antonio Flores discrepó con el papel de
supremo elector concedido al Congreso, pero reconoció
la inviabilidad de convocar nuevas elecciones por el
corto tiempo que mediaba hasta el cambio de gobierno.
Asimismo, Miguel Rojas combatió a Cornejo por su
exegesis “torcida” de la soberanía popular, disfrazada
bajo el manto de la evolución ideológica222. El aludido
replicó que en todos los “pueblos cultos” el Congreso
218 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 37-49. 219 “Editorial”, en El Comercio, 19 de agosto de 1912. 220 “Habla ahora la ley”, en La Prensa, 18 de agosto de 1912. 221 “Editorial”, en La Crónica, 19 de agosto de 1912. 222 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 50-52.
100
tenía “en una u otra forma” la facultad de designar o
remover al Ejecutivo, por tanto, exigió no perder más
tiempo y proclamar presidente al “ya designado por los
pueblos del Perú”, es decir, a Guillermo Billinghurst223.
Acto seguido, el presidente del Congreso, Rafael Villanueva,
pidió a los congresistas efectuar sus votos para presidente y
vicepresidentes de la República en medio de las airadas
protestas de aspillaguistas y pierolistas. Después de superar
incidentes en el “lentísimo” conteo de sufragios y bajo la
presión de las galerías, Villanueva leyó el resultado que
arrojaba 130 votos para Billinghurst de 160 emitidos. Sin
embargo, Roberto Leguía y Miguel Echenique habían
obtenido 78 y 47 votos, respectivamente, cantidad inferior a
los 80 requeridos para ganar las vicepresidencias. Poco
después, Billinghurst fue proclamado presidente,
nombrándose una comisión parlamentaria que se encargaría
de anunciarle esta decisión y lo invitaría a prestar el
juramento de ley. Se acordó además repetir al siguiente día
la votación para vicepresidentes224.
Este esperado, pero no menos angustioso,
desenlace provocó el júbilo de los congresistas aliados
del billinghurismo y el público apostado en las tribunas
del parlamento. Apenas corrió esta noticia hacia las
calles contiguas a la plazuela de la Inquisición,
numerosos obreros con bandas de música y mujeres con
estandartes y “farolitos venecianos” desfilaron por los
223 “La jornada constitucional de hoy”, en La Prensa, 19 de agosto de 1912. 224 “El Congreso elige presidente…”, en El Comercio, 20 de agosto de 1912.
101
principales jirones de la capital225. La noche del 19 de
agosto concurrieron varias delegaciones al domicilio del
225 “En las calles”, en La Prensa, 19 de agosto de 1912.
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102
La comisión parlamentaria comunica a Billinghurst su elección presidencial. La Crónica, 23 de agosto
de 1912.
nuevo presidente con el fin de felicitarlo y ofrecerle su
respaldo. La Comisión de Anuncio, presidida por
103
Benjamín La Torre, cumplió su encargo y sugirió a
Billinghurst recordar la transitoriedad del cargo logrado
de “forma nueva, casi violenta”. Acudieron luego los
integrantes del Club Militar y Comité Popular,
acompañados de los congresistas Urquieta y Durand,
quienes dirigieron “viriles discursos” al público reunido
frente a la citada residencia. Finalmente se apersonó una
comisión del club “Unión política de jefes y maestros de
taller” y entregó a Billinghurst una banda presidencial,
gesto que este agradeció expresando “cariñosas frases
para la clase obrera”226. Los pierolistas de La Crónica
decían no comprender porque muchos de estos obreros
proferían mueras contra el bloque y los civilistas cuando
debían, por el contrario, agradecer a esos partidos que
tanto odiaban el ascenso del billinghurismo al
Ejecutivo227. Este mismo periódico se atrevió a
denominar “título ilegítimo” la presidencia concedida a
Billinghurst, y previno además que estaba enlazada por
“vínculos de sangre” con el desprestigiado régimen de
Leguía228.
El 20 de agosto, los congresistas se abocaron a
dilucidar el problema de las vicepresidencias. Para
disipar los resquemores suscitados por la candidatura de
Roberto Leguía, el líder liberal, Augusto Durand, abogó a
favor de la independencia de esta respecto del
Gobierno. Amador del Solar engrandeció entonces los
méritos de su candidato Lizardo Alzamora, quien además
226 “Felicitaciones al presidente…”, en El Comercio, 20 de agosto de 1912. 227 “La situación política”, en La Crónica, 20 de agosto de 1912. 228 “Editorial”, en La Crónica, 21 de agosto de 1912.
104
de su reputación como magistrado tenía la ventaja de ser
independiente de los partidos. Habiéndose resuelto
efectuar la votación en cédulas separadas, se procedió a
designar la primera vicepresidencia resultando electo
Leguía por 94 votos contra 59 de su competidor
Alzamora. En el caso de la segunda vicepresidencia, los
candidatos Miguel Echenique y Fernando Seminario
alcanzaron 73 y 61 votos cada uno, y siendo necesarios
80 votos para conseguir el cargo se decidió postergar el
sufragio hasta el siguiente día229. La elección de Leguía
fue reprobada con silbidos, gritos y burlas por la barra
asistente al Congreso230. No obstante, horas más tarde el
elegido recibió en su domicilio a delegaciones de
congresistas, militares y grupos de artesanos
billinghuristas, a los cuales agasajó con una copa de
champagne231.
El 21 de agosto concluyó la azarosa elección de la
segunda vicepresidencia con el triunfo de Miguel
Echenique sobre Fernando Seminario por 87 a 64 votos.
De inmediato se aprobaron las leyes que oficializaron la
proclamación del presidente Billinghurst y sus
vicepresidentes Leguía y Echenique para el período
constitucional 1912-1916232. Esta sesión atrajo menos
asistencia y, por ese motivo, no hubo incidentes ni
abucheos como en las anteriores. Los pasillos del
parlamento, en cambio, fueron escenario de comentarios
229 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 67-70. 230 “Elección de vicepresidente”, en El Comercio, 21 de agosto de 1912. 231 “El día político”, en La Prensa, 21 de agosto de 1912. 232 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 70-71.
105
y pronósticos previos al citado acto electoral233.
Emocionado por los saludos, telegramas de felicitación y
visitas de personas notables y representantes
estudiantiles y obreros, Billinghurst cosechó el
espaldarazo del Gobierno, que mediante el diario oficial
lo definió como “estadista avezado en los negocios
públicos y excepcionalmente preparado para el alto
puesto que va a ocupar”234. En total discrepancia con esta
encomiástica descripción, La Crónica lo consideraba un
hombre claudicante, sometido a las combinaciones
exigidas por el presidente Leguía y rodeado de
“malsanas influencias”235. Más aún lo acusaron de haber
tolerado la designación de dos vicepresidentes
aspillaguistas, a sabiendas que estos representaban
precisamente el principal blanco del movimiento cívico
de mayo236. Sus opositores más benévolos preferían
llamarlo prisionero del régimen anterior y lo creían
incapaz de reformar el país sin librarse de las fuerzas
conservadoras a quienes debía su triunfo. Ciertamente,
parecía más probable que estas lo echaran antes del
Gobierno aprovechando su carencia de bancada
parlamentaria237.
233 “El Congreso elige 2o. Vicepresidente…”, en La Prensa, 22 de agosto de 1912. 234 “Proclamación de Presidente…”, en El Peruano, 21 de agosto de 1912. 235 “Editorial”, en La Crónica, 22 de agosto de 1912. 236 “Editorial”, en La Crónica, 23 de agosto de 1912. 237 “De jueves a jueves”, en Variedades, 24 de agosto de 1912.
106
III. LA POLÍTICA DEL “PAN GRANDE”: BILLINGHURST PRESIDENTE
En la campaña de Billinghurst habían intervenido clubes
populares, líderes políticos, estudiantes y varios
periódicos, unidos todos por su repudio al desgastado
régimen de Leguía. Esta opositora beligerancia se borra
por un instante cuando el oficialismo, con sus votos
congresales, facilita el triunfo electoral del billinghurismo.
Aunque los partidos ignoraban cuál sería su participación
en el nuevo Gobierno, hubo invocaciones para que,
dejando de lado las disputas, ofrecieran condiciones de
gobernabilidad al presidente electo, con el propósito de
que este corrigiese la “anarquía” e “infecundidad” reinante
en la administración pública. El asunto más inquietante era
el pliego de egresos del Presupuesto de la República del
año 1913, pues el desconocimiento de los compromisos
fiscales podía maniatar la nueva gestión hacendaria238. Al
respecto, los pierolistas eran más pesimistas –o realistas– y
advirtieron que cada partido aliado de Billinghurst tenía su
propia agenda, lo cual auguraba una intensa agitación al
interior del Ejecutivo. Los liberales, por ejemplo,
pretendían convertirse en “partido de gobierno” y
mediante la manipulación de los recursos estatales
favorecer a sus candidatos en la renovación del tercio
parlamentario de 1913. A su vez, los civilistas ansiaban el
retorno de José Pardo y trabajar unificados en torno a su
liderazgo para recuperar el Gobierno en 1916239.
238 “Editorial”, en El Comercio, 23 de agosto de 1912. 239 “La situación política”, en La Crónica, 24 de agosto de 1912.
107
El silencio de Billinghurst sobre la conformación
de su gabinete –según La Crónica– reveló serias
dificultades en el reparto de las carteras ministeriales y
la casi segura entrega de estas a manera de
“recompensas” o pago por “compromisos urgentes”240.
Mientras tanto, seguían los homenajes de autoridades,
centros obreros y pueblo en general. El primer acto de
masas en apoyo al presidente Billinghurst se realizó el 25
de agosto. Este “desfile cívico”, organizado por el comité
político billinghurista, convocó unas 20 mil personas en
la plazuela de la Exposición. Todas ellas aglutinadas en
decenas de clubes avanzaron por la ciudad en dirección
a la plaza de Armas. Allí, el obrero José Castañeda –a
través de un encendido discurso– atribuyó la victoria del
billinghurismo a la “ola arrolladora de la opinión
pública” representada por la asamblea de clubes, a “la
que este pueblo ha bautizado con el nombre de cámara
popular sin dietas”. Ese organismo –enfatizó Castañeda–
sería el principal soporte del nuevo Gobierno y velaría
porque “haya vida barata” y “mucho trabajo, mucho pan,
mucho oro”241. La multitudinaria marcha avanzó luego
hasta el domicilio de Billinghurst encabezada por
Abraham Valdelomar y Justo Casaretto. Este último
saludó a su líder con el título de “Mesías de la Patria” y
lanzó un mensaje exaltando sus virtudes ciudadanas, El
emocionado presidente aprovechó este momento para
comprometer al pueblo en la culminación de la “obra redentora”
240 “Editorial”, en La Crónica, 25 de agosto de 1912. 241 “El gran desfile cívico de ayer”, en La Prensa, 26 de agosto de 1912.
108
BILLINGHURST PRESIDENTE
Los clubes billinghuristas celebran la elección del Pan Grande. La Crónica, 27 de agosto de 1912.
Billinghurst y su comité político (sentados de izquierda a derecha): Juan Castro, general Enrique Varela, coronel Fernando Seminario y Elías Malpartida; (parados de izquierda a derecha): Manuel Químper, coronel Gonzalo Tirado, Federico Luna y Peralta y Luis Paz Soldán. La Crónica, 30 de agosto de 1912.
109
iniciada en mayo, e instarlo a perseverar en el trabajo y
conservar el orden242.
En provincias la proclamación de Billinghurst
desató varios días de festejos y celebraciones. Las
expectativas eran inmensas, y algunos diarios regionales
atribuyeron al nuevo Gobierno toda clase de proyectos en
beneficio de los departamentos. El periódico ayacuchano
La Gironda, por ejemplo, anunció la construcción del
ferrocarril Huancayo-Ayacucho, apenas el presidente
electo “suba al poder”243. Los pierolistas aconsejaron
poner término a estas especulaciones, y demandaron al
nuevo mandatario formular un plan administrativo y
obtener del Congreso el aplazamiento del debate de las
leyes sobre deuda pública y presupuesto, pues su
aprobación le impediría hacer “las modificaciones que
juzgara convenientes”244. En tono satírico, Variedades
pidió al Congreso “tener compasión” de Billinghurst y
crear cuando menos cinco ministerios (Agricultura,
Colonización, Instrucción, Marina y Comercio) para que
este los repartiera entre civilistas oficialistas, liberales,
constitucionales, cívicos, bloquistas y “billinghuristas
netos”, con lo cual todos quedarían satisfechos y
dispuestos a secundar su gestión245. A fines de agosto, las
conversaciones interpartidarias pasaban desapercibidas
en medio del ambiente festivo profuso en alegorías
242 “La manifestación cívica de ayer”, en El Comercio, 26 de agosto de 1912. 243 “Manifestaciones en toda la…”, en La Prensa, 29 de agosto de 1912. 244 “Editorial”, en La Crónica, 28 de agosto de 1912. 245 “De jueves a jueves”, en Variedades, 31 de agosto de 1912.
110
billinghuristas y composición de marchas en honor del
presidente electo246.
El presidente Leguía pareció entonces estar
decidido a entorpecer la gestión de Billinghurst,
promoviendo la aprobación legislativa de proyectos
costosos y de dudoso beneficio. Acaso desconfiando de
la habilidad financiera del nuevo presidente, Leguía con
premura inusitada envío al parlamento un proyecto de
conversión o unificación de la deuda interna, “que va a
procurar a entidades y personas determinadas un bonito
negocio”. Después propuso entregar a perpetuidad los
ferrocarriles a la Peruvian Corporation, y finalmente
solicitó autorización para levantar un empréstito de dos
millones de libras aplicables a obras de irrigación y
colonización en la costa. El monto de estos tres proyectos
comprometía unos cien millones de soles, creando de
esa manera un escenario fiscal inmanejable para el
gobierno de Billinghurst. En ese sentido, La Crónica
descalificó los supuestos planes de irrigación y
colonización, porque no se conocían estudios definitivos,
presupuestos, precio de la infraestructura de irrigación,
sistema de contrato de colonos y garantías estatales
ofrecidas al contratista247.
A tres semanas del cambio de gobierno, el
Cuerpo General de motoristas y conductores de los
tranvías eléctricos de Lima se declaró en huelga
afectando la comunicación entre Lima y los balnearios de
246 “Manifestaciones al presidente…”, en El Comercio, 31 de agosto de 1912. 247 “Editorial”, en La Crónica, 1º de setiembre de 1912.
111
Barranco, Chorrillos y Miraflores. Los huelguistas
denunciaron a la empresa por hacer economías mediante
la contrata de empleados con bajos salarios, aplicación
de descuentos a empleados injustamente suspendidos y
cobros de indemnización excesiva a los conductores que
chocaban accidentalmente sus carros. Reclamaron
también la destitución inmediata del jefe de la Estación
de Montserrate y aumento del jornal a tres y cuatro soles
en las líneas interurbanas (Lima-Callao y Lima-
balnearios) y urbana, respectivamente248. A estas
demandas les agregaron después la reposición de cuatro
servicios en la línea de Chorrillos, cuyo retiro había
significado el despido de 16 empleados249. Aunque los
empleados trabajaban entre 11 a 14 horas diarias sus
salarios promedios se habían reducido en un tercio,
pasando de 90 a 63 soles mensuales, mientras los tres
gerentes de la empresa ganaban altos sueldos y tenían
automóviles. Ante la ausencia de tribunales arbitrales
que conciliaran los intereses de patrones y obreros, el
billinghurista Luis Felipe Paz Soldán asumió la
representación legal de los empleados en sus
negociaciones directas con el gerente Emilio Godoy250.
El 2 de setiembre comenzó una ronda de
conferencias entre ambas partes con asistencia del alcalde
248 “Nueva huelga de motoristas…”, en La Prensa, 1º de setiembre de 1912. 249 “Se anuncia una huelga”, en El Comercio, 1º de setiembre de 1912. 250 “La huelga de motoristas y…”, en La Crónica, 2 de setiembre de 1912.
112
HUELGAS Y CONVULSIÓN SOCIAL
La huelga de motoristas y conductores. La Crónica, 5 de setiembre de 1912.
La olla común de los huelguistas. La Crónica, 7 de setiembre de 1912.
113
limeño, Nicanor Carmona. El gerente Godoy propuso
establecer un jornal promedio de 2.50 soles, es decir, 75
soles mensuales, y precisó que dicha cifra estaba acorde
con las utilidades de la empresa251. La paralización del
tráfico obligó a suspender el banquete que debía ofrecer
a Billinghurst el Concejo Municipal de Chorrillos.
Enterados los huelguistas de este evento pusieron un
vagón al servicio del agasajado, pero este declinó
utilizarlo para evitar altercados entre los dirigentes de
los motoristas252. Los días de fiesta billinghurista
cedieron paso a jornadas de protesta, que fueron
escalando debido al entrampamiento del diálogo y la
adhesión a la huelga por parte de los obreros de los
talleres madereros, fábricas de tejidos, galletas y aceites,
fundiciones, albañiles y carpinteros confederados253. El
directorio de la empresa, mediante memorándum
entregado a la prensa, declaró que sus empleados
estaban bien retribuidos “en relación con los salarios
pagados en Lima”, a pesar de que las utilidades de los
tranvías habían caído en 50%. Este documento calculó
además en 66% el aumento salarial concedido a los
obreros desde 1906, pues en dicho año los cocheros de
tracción animal, que ganaban S/. 1.50 por diez horas de
trabajo, se convirtieron en conductores y motoristas de
251 “La huelga de tranvieros”, en El Comercio, 2 de setiembre de 1912. 252 “El banquete de la municipalidad…”, en La Prensa, 2 de setiembre de 1912. 253 “La huelga de los tranvías”, en El Comercio, 2 de setiembre de 1912.
114
tranvías con jornales de S/ 2.50 por nueve horas
laborales254.
Sorprendidos por la indiferencia del Gobierno y
autoridades municipales, los huelguistas salieron a las calles
y avanzaron hasta la plaza de Armas portando banderas rojas
y dando vivas a la clase obrera255. Como medida preventiva,
la gendarmería fue enviada a resguardar las estaciones de
tranvías, mientras los electricistas de la empresa Santa Rosa
se plegaron a la huelga reclamando el aumento a 3 soles de
sus “heterogéneos” jornales, que entonces oscilaban entre
1.40 a 2.50 soles256. El Gobierno, con cierta tardanza, decidió
intervenir en el conflicto y convocó al presidente del comité
huelguista, Filiberto Noriega, para comunicarle el envío a los
balnearios de un convoy por cuenta del Estado que debía
abastecer de víveres a esas poblaciones. Aunque Noriega se
comprometió a no impedir el paso de dicho convoy, luego
sus bases –supuestamente por consejo del billinghurista Paz
Soldán– lo desautorizaron, pues creían que este servicio
restaría fuerza al movimiento. Al mismo tiempo, los vecinos
de Barranco elevaron un memorial al Ejecutivo exhortándolo
a enviar locomotoras por la antigua línea del ferrocarril
inglés y romper el aislamiento en que se encontraban257.
254 “La huelga de los motoristas y…”, en La Prensa, 3 de setiembre de 1912. 255 “La huelga de motoristas y…”, en La Crónica, 3 de setiembre de 1912. 256 “La huelga en los servicios…”, en El Comercio, 3 de setiembre de 1912. 257 “Continúa la paralización del tráfico”, en La Prensa, 4 de setiembre de 1912.
115
Las irreductibles posiciones asumidas por
obreros y gerentes en este conflicto laboral trajeron
consigo carestía de víveres y malestar social. Ante este
escenario, el presidente Leguía congregó en palacio a
los gerentes de las empresas asociadas, Emilio Godoy y
Mariano Prado y Ugarteche, al alcalde de Lima, Nicanor
Carmona, y a sus homólogos de Barranco, Chorrillos y
Miraflores, Pedro de Osma, Federico Luna y Peralta y
Juan Figari, respectivamente, y les encargó solucionar la
huelga a la brevedad incluso sacrificando “algo de sus
legítimas conveniencias”. Concordar voluntades no fue
fácil, porque los alcaldes adujeron carecer de
competencia en este problema, pero los gerentes
replicaron que si estos accedían a suprimir el cobro por
ingreso a Lima de los tranvías interurbanos permitirían
ahorrar 3,500 libras (35,000 soles) anuales transferibles al
pago de jornales. Los alcaldes prometieron someter esta
propuesta a juicio de sus concejos antes de dar una
contestación. Este potencial recorte del servicio causó
desazón entre los huelguistas por los despidos de
motoristas que acarrearía258. Para exacerbar los ánimos
del público contra la empresa, grupos de obreros
cortaron las líneas de transmisión eléctrica y
manipularon los circuitos dejando sin alumbrado y
energía a varios puntos de Lima y Callao259.
Ciertamente, la población capitalina reaccionó
con indignación e ira, pero no solo contra la empresa,
258 “Intensa conferencia en palacio”, en El Comercio, 4 de setiembre de 1912. 259 “No se arriba a ninguna solución”, en La Prensa, 5 de setiembre de 1912.
116
sino que incluyó en sus reproches a los huelguistas. Por ese
motivo, el Ministro de Gobierno, Plácido Jiménez les hizo
saber que los daños inferidos a las instalaciones eléctricas
constituían delitos previstos en los códigos Penal (artículo
361) y de Justicia Militar (artículo 11), así como en el
Reglamento de Ferrocarriles (artículos 38, 392 y 429). El
ministro, después de considerar excesivo el reclamo
salarial de los tranvieros, les advirtió que mandaría correr
trenes a los balnearios, y cualquier intento por impedirlo
sería reprimido como acto de rebelión. Estas frases
impactaron en el ánimo del obrero Noriega, presidente del
comité huelguista, quien solicitó al ministro la intervención
policial para identificar y detener a los “maleantes”
infiltrados que cometían actos violentos y forzaban la
realización de un paro general260. Con todo, los huelguistas
estaban confiados en “el triunfo de la causa obrera sobre el
capitalista intransigente”, gracias a los aportes de dinero
recibidos de diversos centros laborales los cuales
alcanzaban fácilmente para sostenerse unos quince días261.
Estando aún pendiente la resolución de la huelga,
Billinghurst retomó sus actividades políticas y sostuvo
conversaciones con los presidentes de ambas cámaras,
Rafael Villanueva y Juan Salazar y Oyarzábal, y Augusto
Durand. Aunque no hubo informe oficial sobre los temas
abordados, la prensa especuló que se había analizado las
relaciones parlamentarias entre civilistas y liberales y las
“futuras inteligencias” de sus líderes262. El presidente
260 “La huelga”, en El Comercio, 5 de setiembre de 1912. 261 “La huelga de motoristas y…”, en La Crónica, 6 de setiembre de 1912. 262 “Política”, en El Comercio, 5 de setiembre de 1912.
117
electo participó además en un almuerzo ofrecido en el
restaurante del Parque Zoológico por los tacneños y
ariqueños residentes en Lima. En el discurso, a cargo de
Rómulo Cúneo Vidal, el ilustre tarapaqueño fue comparado
con Teodoro Roosevelt y Cecil Rhodes, por su capacidad de
conjugar la acción práctica con “las creaciones teóricas del
pensamiento”263.
El 6 de setiembre, cumplido el sexto día de
huelga, las negociaciones entre empresa y obreros
fueron rotas en términos violentos. Durante la noche de
aquel día un dinamitazo estremeció la ciudad mientras
grupos de enfurecidos tranvieros se oponían a que fuese
restablecido el servicio de alumbrado eléctrico.
Agrupados en la Confederación de Artesanos, los
delegados de varios centros obreros pronunciaron
encendidos discursos a favor del paro general, no
obstante, el abogado billinghurista, Luis Paz Soldán,
convenció a la asamblea que no era momento de
“esgrimir esa poderosa arma del proletariado contra el
capital”264. En esas circunstancias, surgieron
divergencias entre los huelguistas a causa de los nulos
resultados obtenidos en más de una semana de protesta.
Los primeros en apartarse del movimiento fueron los
conductores del Callao, que estando dispuestos a
negociar directamente con la empresa otorgaron
representación al abogado, Demócrito Rebaza y Pazos.
Este sector disidente sugirió al comité presidido por
263 “El banquete de los ariqueños…”, en La Prensa, 5 de setiembre de 1912. 264 “La huelga”, en El Comercio, 7 de setiembre de 1912.
118
Filiberto Noriega asumir una “actitud conciliatoria”, pero
estos desestimaron moderar sus virulentos reclamos265.
Asimismo, nombraron comisionados encargados de
identificar aquellos tranvieros que, supuestamente
sobornados por la empresa, trabajaban en secreto para
aislar a los radicales y crear una opinión favorable al
levantamiento de la huelga266.
A pesar de este crispado entorno, Billinghurst
siguió cimentando sus vínculos con la sociedad civil. El 8
de setiembre asistió a un banquete ofrecido en el Club
Regatas Unión por los vecinos chalacos. En el discurso de
recibimiento, Alberto Secada expresó su confianza en
que el nuevo presidente acabaría con las “pequeñeces”
y “miserias” de quienes utilizaban la función pública
para satisfacer apetitos personales, y desaparecería la
“exorbitancia incomprensible” de restricciones y el
“fiscalismo sin límites” coronando así una gestión tan
excelsa como la de George Washington o Benito Juárez.
Billinghurst agradeció los elogios y prometió colocar al
Callao en el rango marítimo internacional que le
correspondía. Terminado el banquete se presentaron a
las puertas del club los grupos billinghuristas actores de
las jornadas de mayo. A nombre de estos, el obrero
Pedro Céspedes lanzó una alocución expresando su
ansia de que el próximo gobierno fuese de paz y trabajo,
y se mantuviera alejado de los partidos políticos. Casi
dos mil personas, en medio de “delirantes aclamaciones”
265 “Los huelguistas se dividen”, en La Prensa, 9 de setiembre de 1912. 266 “La huelga de motoristas y…”, en La Crónica, 8 de setiembre de 1912.
119
y tiros al aire, acompañaron la partida del tren
extraordinario que condujo al homenajeado y su comitiva
de retorno a Lima267.
Transcurridos nueve días de huelga, el círculo
disidente había ganado terreno entre los obreros y,
sobre la base de mutuas concesiones, pactó con la
empresa el reinicio del tráfico entre Lima y Chorrillos.
Los gerentes solicitaron entonces al Gobierno desalojar a
los obreros adueñados de las estaciones en actitud
agresiva. En respuesta, el comité huelguista convocó un
mitin en la plaza Dos de Mayo para exhibir la fortaleza
del movimiento y la inexistencia de facciones
disidentes268. Sin embargo, poco después el grupo
liderado por Noriega buscó la unificación con los
disidentes a fin de presentar bases definitivas de
arreglo269. Por su parte, la empresa, en alarde de
autoridad, exigió a los trabajadores reincorporarse a sus
labores bajo amenaza de despido a quienes no lo
hicieran. Ese mismo día, los huelguistas atacaron a
pedradas un tranvía operado por conductores disidentes,
que debía partir hacia Miraflores270. Aunque la
intervención policial dispersó a estos exaltados obreros,
otros piquetes desataron una cacería de “traidores”
golpeando a varios de estos en la Plaza de la Merced.
Amenazados por los gendarmes, respondieron que
267 “El banquete del Callao”, en El Comercio, 9 de setiembre de 1912. 268 “La huelga”, en El Comercio, 10 de setiembre de 1912. 269 “La huelga de motoristas…”, en La Crónica, 10 de setiembre de 1912. 270 “Ataque a un carro”, en La Prensa, 10 de setiembre de 1912.
120
estaban dispuestos a todo, pues “entre morir de un
balazo o morir de hambre, preferimos lo primero”271.
Los disidentes, en número de 80, propusieron
volver al trabajo incluso sin conseguir el reclamado
aumento de jornal. El grupo de Noriega, en cambio,
demandó un incremento mínimo del 10% en sus salarios
y la estabilidad de los huelguistas en los puestos de
trabajo por espacio no menor a dos años. La empresa
descartó cualquier reajuste de jornales, y en cuanto al
plazo de permanencia laboral precisó que sería
indefinido para quienes cumplieran “estrictamente con
sus deberes”272. Ante esta contraoferta, los grupos
radicales derribaron postes en Mirones y Lince,
motivando la decisión gubernativa de reprimir y
encarcelar a los culpables. Asimismo, se hizo
responsable al dirigente Noriega de cualquier desmán
incitado por “discursos violentos” lanzados en el mitin
del 11 de setiembre. Cuando los disidentes acordaron
levantar la huelga sin aumento salarial, el grupo radical
no tuvo más remedio que declararse presto a recibir otro
porcentaje de incremento ajustado a “la capacidad
económica de la empresa”273. Esta última, a través del
alcalde limeño Nicanor Carmona, prometió a los
huelguistas invertir 600 soles en el pago de primas a los
conductores con menor número de accidentes, pero los
271 “Choque entre los huelguistas”, en El Comercio, 10 de setiembre de 1912. 272 “Propuesta y contrapropuesta…”, en La Prensa, 10 de setiembre de 1912. 273 “La huelga”, en El Comercio, 11 de setiembre de 1912.
121
dirigentes pidieron distribuir la suma citada entre todos a
manera de aumento274.
La prolongación del conflicto –a juicio de La
Crónica– había sido promovida por “malsanas influencias
extranjeras” interesadas en agudizar el antagonismo
entre capital y trabajo. La instancia del arbitraje,
sugerida por el comité huelguista, aparecía entonces
como la más apropiada para resolver diferencias entre
privados sin causar perjuicio a la sociedad275. Más allá de
esta voluntad apaciguadora, los dirigentes de tranvieros
y electricistas aprovecharon el mitin de la plaza Dos de
Mayo para censurar al “trust maldito” empresarial, cuyas
riquezas provenían del “sudor y la sangre de nuestros
hermanos obreros”. El presidente del comité de
agitación del Paro General, Eulogio Otazú, lanzó duras
frases contra la burguesía y el “régimen social actual”, y
exhortó a los obreros a seguir el ejemplo del mártir
“socialista” español Francisco Ferrer, quien fue fusilado
por difundir sus ideas276. Esta reunión concluyó con la
promesa de organizar un paro general “para implantar
en el Perú la jornada de ocho horas”. Seguidamente, dos
274 “La conferencia entre el…”, en La Prensa, 11 de setiembre de 1912. 275 “Editorial”, en La Crónica, 12 de setiembre de 1912. 276 Francisco Ferrer Guardia impulsó un movimiento educativo “racionalista”, cuya difusión estuvo a cargo de maestros pertenecientes a la socialista Sociedad Obrera de Escuelas
Laicas Graduadas de Madrid. En octubre de 1909 fue fusilado bajo acusación de haber sido autor y jefe de la revolución republicana y anticlerical conocida como la Semana Trágica (26 de julio-2 de agosto de 1909). Solá, Pere. “Francisco Ferrer Guardia: la Escuela Moderna, entre las propuestas de educación anarquista”, en Trilla (Coord.) 2007: 48.
122
mil obreros se dirigieron, portando banderas rojas y
negras, hasta la plaza de Armas dispersándose luego de
manera ordenada y serena277. Por estos días, la prensa
aliada del billinghurismo percibió el desgaste del
movimiento y lo achacó al acaloramiento o egoísmo de
unos cuántos obreros faltos de circunspección278. El 12
de setiembre, gracias a la mediación del alcalde
Carmona, la empresa avaló el sistema de reparto de
primas sugerido por los obreros, quienes satisfechos con
esta concesión determinaron poner fin a la huelga279.
La Crónica saludó este arreglo, pero aconsejó
tener cuidado con los “discursos socialistas”
generadores de mayor antagonismo entre capital y
trabajo. En consecuencia, reclamó al Gobierno modificar
la legislación obrera para prevenir las exigencias
injustificadas de los trabajadores, antes de que estas
provocaran, como en Europa, un “problema social”280.
Este peligro había sido aparentemente conjurado,
porque los tranvieros, aun cuando no lograron el
aumento requerido, depusieron sus acciones violentas y
se conformaron con las primas y mejoras laborales
otorgadas por la empresa. Disipado el ambiente
beligerante creado por la huelga, la atención pública
volvió a centrarse en el cambio de gobierno. El comité
billinghurista, presidido por Justo Casaretto, se ocupó
entonces de organizar una gran procesión cívica
nocturna para el 24 de setiembre, fecha en que su líder
277 “La huelga”, en El Comercio, 12 de setiembre de 1912. 278 “Finaliza la huelga”, en La Prensa, 12 de setiembre de 1912. 279 “El fin de la huelga”, en El Comercio, 13 de setiembre de 1912. 280 “Editorial”, en La Crónica, 13 de setiembre de 1912.
123
asumiría la Presidencia de la República. Varias empresas
manifestaron su deseo de participar en dicho evento con
carros alegóricos que simbolizaran las industrias
establecidas en Lima281. A una semana de entregar la
banda presidencial, Leguía apuraba la inauguración de
canalizaciones, monumentos, asilos y escuelas navales, y
también se despedía emotivamente del Ejército y la
Armada282. Por su parte, Billinghurst mantenía en reserva
los nombres de sus futuros ministros, mientras seguía
asistiendo a banquetes, como aquel preparado por la
Sociedad de Ingenieros en su local del Portal de
Botoneros. En esa reunión, el mandatario electo convocó
a dichos profesionales para la “misión civilizadora” que
debía iniciar283.
El alto comercio también agasajó a Billinghurst
con un banquete realizado el 18 de setiembre en el
restaurante del Parque Zoológico. El presidente de la
Cámara de Comercio de Lima, Pedro Gallagher, exaltó
en su brindis el “gran placer” que había causado a los
comerciantes la elección del caudillo tarapaqueño, y se
mostró complacido porque los altos precios de los
productos de exportación garantizaban un próspero
destino. El obsequiado devolvió el cumplido destacando la
trascendencia del intercambio mercantil como palanca
forjadora de la riqueza y prestigio de los pueblos, y prometió
281 “La procesión cívica del 24”, en La Prensa, 14 de setiembre de 1912. 282 “Burla, burlando. Cuentan de…”, en La Crónica, 16 de setiembre de 1912. 283 “En la Sociedad de Ingenieros”, en La Prensa, 16 de setiembre de 1912.
124
LOS BANQUETES EN HONOR DEL PRESIDENTE ELECTO
Banquete ofrecido a Billinghurst por el alto comercio de Lima. La Crónica, 21 de setiembre de 1912.
Banquete ofrecido a Billinghurst por el Club Nacional. La Crónica, 23 de setiembre de 1912
125
apoyarse en el “sabio concurso” de los comerciantes
nacionales para devolverle al Perú su renombre de país
rico284. En vísperas del cambio de mando, los partidos
también buscaron acercamientos con el nuevo
presidente en su afán de establecer una suerte de
cogobierno. Algunos de estos debieron resolver
previamente sus diferencias internas. En el caso de los
civilistas, la iniciativa fue tomada por el ex-presidente
José Pardo, quien remitió cartas a Enrique de la Riva
Agüero y Rafael Villanueva, líderes de las facciones
independiente y oficialista del civilismo,
respectivamente, exhortándolos a propiciar la unificación
partidaria. Este proceso –según El Comercio– redundaría
en beneficio del presidente Billinghurst y, por ende, este
debía apoyarlo, pues con partidos sólidos estaría
resguardado el éxito gubernativo285.
El 22 de setiembre, la población limeña, agolpada
en la plaza de Armas, fue testigo del suntuoso banquete
organizado por el Concejo limeño en honor del
mandatario electo. El discurso del alcalde Nicanor
Carmona recordó la impecable gestión municipal de
Billinghurst, y expresó su convencimiento de que este
procuraría el engrandecimiento de la capital. El
celebrado dignatario dijo sentirse obligado a mejorar
ampliamente los aspectos de sanidad, ornato y
subsistencias de Lima, y en ese sentido, impulsaría la
ejecución de obras locales. En la tarde de ese mismo día,
284 “En honor del presidente…”, en La Prensa, 19 de setiembre de 1912. 285 “La unificación del partido…”, en El Comercio, 22 de setiembre de 1912.
126
EL PRESIDENTE BILLINGHURST Y SUS BASES POPULARES
Billinghurst y los artesanos. La Crónica, 25 de setiembre de 1912.
Billinghurst y las masas populares urbanas. Variedades, 16 de noviembre de
1912. Caricatura de Pedro Challe.
127
los jefes y maestros de taller, agrupados en el club Unión
Política le obsequiaron una banda presidencial. El
secretario del mencionado club, Carlos Vargas,
comprometió el “humilde concurso” de la clase obrera y
pidió a Billinghurst honrar la confianza depositada en su
persona velando por el bienestar del pueblo. A juicio de
Vargas, había llegado el momento de que los obreros,
cumplidas sus funciones cívicas, abandonaran la lucha
política para volver a empuñar aquellas herramientas con
que labraban la paz del país. Después de aceptar la
insignia patria, el caudillo prometió consagrar su
gobierno al engrandecimiento de la clase trabajadora286.
En medio de esta intensa jornada de banquetes y
homenajes, los diarios limeños lanzaron sus pronósticos
sobre la orientación política que tomaría el movimiento
billinghurista cuando fuese Gobierno. La Prensa juzgaba
imprescindible distinguirse desde un principio de
Leguía, a quien calificó de personaje “inconsciente y
osado” impuesto por la inescrupulosidad oligárquica de
José Pardo. Por tanto, convenía alejarse del civilismo que
puso a Leguía en palacio y le adiestró “en el camino del
despotismo”. Este diario recomendó tener cuidado con
Rafael Villanueva, presidente del Congreso y ex-ministro
del fenecido régimen, pues proyectaría la nociva
influencia de este en los años siguientes. Había, no
obstante, razones para creer que la nueva era
administrativa no tendría “vínculos de oprobio con un
pasado que infecciona”287. Para La Crónica, los
286 “En honor del señor Billinghurst”, en La Prensa, 23 de setiembre de 1912. 287 “Al fin”, en La Prensa, 23 de setiembre de 1912.
128
propósitos de regeneración del nuevo Gobierno debían
comenzar por evitar todo contacto político con el
régimen aciago de Leguía y los que habían colaborado
en su obra destructora de las libertades públicas. Este
periódico, a diferencia de La Prensa, centró sus
prevenciones en el vicepresidente, Roberto Leguía, cuyo
fraternal vínculo con el mandatario cesante era visto
como un potencial estorbo ante cualquier acto de
reivindicación cívica288.
288 “Editorial”, en La Crónica, 24 de setiembre de 1912.
129
IV. HUELGAS Y REFORMA ELECTORAL: BILLINGHURST
ESTADISTA
El 24 de setiembre, día de la transmisión de mando, las
calles céntricas de Lima lucían animadas y con gran
concurrencia de gente. En los techos, balcones e incluso
árboles podían verse a muchos curiosos esperando las
ceremonias oficiales. Dentro del Congreso las
corporaciones y autoridades estatales ocuparon las
galerías, mientras fuera de este recinto cuerpos militares
montaban guardia. A las 5 de la tarde, en un carruaje de
gala y precedido por un gentío “delirante”, llegó
Billinghurst al parlamento y entre vivas se ubicó en el
sillón asignado según el protocolo. Poco después,
ingresó el presidente Leguía y sus ministros en medio de
muestras de hostilidad dentro y fuera del hemiciclo. En
su mensaje final, Leguía lamentó haber ejercido el
Gobierno en un momento “agitado y azaroso”, a pesar de
lo cual toleró “hasta el exceso” toda manifestación
política sin menoscabar el principio de autoridad.
Justificó además las compras de elementos militares y los
cuestionados arreglos de fronteras. Finalmente, enumeró
los edificios públicos construidos, las obras de irrigación
y saneamiento emprendidas, y el notable crecimiento de
los ingresos fiscales289.
Leguía entregó la banda presidencial al
presidente del Congreso entre silbidos y gritos
reprobatorios. Acto seguido, se colocó dicha banda a
289 “La trasmisión del mando…”, en El Comercio, 24 de setiembre de 1912.
130
Billinghurst, mientras una “religiosa emoción” recorría
las galerías y barras, cuyos asistentes ovacionaron al
nuevo presidente y cantaron las primeras estrofas del
himno nacional290. El mandatario electo inició su mensaje
reclamándose producto de una “evolución política” y
ofreció gobernar por y para el pueblo. Celebró también
el retorno del “espíritu de orden” después de las
conmociones que habían sacudido al Estado desde su
base. Llamó entonces a ejercer la acción social de la
justicia para conservar ese sentimiento, y puso énfasis en
la necesidad de una nueva ley electoral destinada a
proteger el libre ejercicio del sufragio. En este asunto su
principal objetivo consistía en otorgar representación a
las minorías. Otros puntos señalados por Billinghurst
como los ejes de su Gobierno estaban relacionados con
la norma sobre accidentes laborales, irrigación de
costas, construcción de casas para obreros,
mejoramiento de puertos y la “ardua” tarea de formular
el Presupuesto General de la República. Asimismo,
reconoció tener “deberes inexcusables” con las
entidades políticas impulsoras de su elección y ofreció
cumplirlos siempre que no se opusieran al interés
nacional291.
El discurso sincero de Billinghurst –anotó La
Prensa– reflejó la personalidad práctica y competente de
quien se ponía metas sustentadas en el “valor neto” de
290 “La trasmisión del mando”, en La Crónica, 25 de setiembre de 1912. 291 Billinghurst 1912: 12.
131
las ideas y la posibilidad de concretarlas292. Por su parte,
La Crónica saludó las intenciones “sanas y patrióticas”
del mensaje y confiaba en que el nuevo presidente
sabría romper con aquello representativo de ese “ayer
tan inmediato como desgraciado”293. A su turno, El
Comercio realzó el anuncio de consolidar un Gobierno
libre de “compromisos exclusivistas de círculo” y
opuesto a las “iniciativas fraccionarias y empíricas”
empleadas por Leguía en la conducción del país294. La
prensa y la opinión pública esperaban con ansia conocer
quienes pondrían en práctica los ideales del mensaje
presidencial. Billinghurst develó este misterio
nombrando por decreto a su primer gabinete integrado
por: Elías Malpartida, presidente del Consejo de
Ministros y Ministro de Gobierno y Policía; Wenceslao
Valera, Ministro de Relaciones Exteriores; Francisco
Moreyra y Riglos, Ministro de Justicia, Culto y
Beneficencia; Baldomero F. Maldonado, Ministro de
Hacienda y Comercio; general Enrique Varela, Ministro
de Guerra y Marina, y Fermín Málaga Santolalla, Ministro
de Fomento. El Consejo de Ministros, celebrado después
de la juramentación de estilo, procedió a nombrar varias
autoridades políticas de Lima, Callao y la Casa Militar de
Gobierno. Dos connotados billinghuristas, Luis Felipe Paz
Soldán y Abraham Valdelomar, asumieron las
292 “La trasmisión del mando supremo”, en La Prensa, 25 de setiembre de 1912. 293 “Editorial”, en La Crónica, 26 de setiembre de 1912. 294 “Editorial”, en El Comercio, 26 de setiembre de 1912.
132
direcciones de Gobierno y de El Peruano,
respectivamente295.
295 “El nuevo gobierno”, en El Peruano, 25 de setiembre de 1912.
133
EL GABINETE
MALPARTIDA
Elías Malpartida Ministro de Gobierno y Pdte. del Consejo de Ministros
Wenceslao Valera Francisco Moreyra
Ministro de RR.EE Ministro de Justicia
134
Enrique Varela Baldomero Maldonado Fermín Málaga Ministro de Guerra Ministro de Hacienda Ministro de Fomento
Con desfiles de carros alegóricos, retretas,
embanderamientos, quemas de fuegos artificiales y
corridas de toros, los pueblos de Lima y provincias
festejaron el ascenso de Billinghurst al mando supremo
de la Nación. Asimismo, el Comité Popular billinghurista,
órgano activo desde las jornadas de mayo, adoptó la
denominación de Comité Popular Defensor de los
Derechos del Pueblo, ratificándose en su presidencia a
Justo Casaretto296. El club Unión Política, compuesto por
jefes y maestros de taller, también hizo lo propio
convirtiéndose en Federación de Jefes y Maestros de
Talleres, con el objeto de representar a la clase
obrera297. Mientras el movimiento billinghurista trataba
de articular las bases de una estructura partidaria, los
grupos políticos tuvieron sus primeros roces en el
Congreso. La escaramuza inicial se produjo el 26 de
setiembre cuando el diputado bloquista José Antonio
296 “Entusiasmo en toda la…”, en La Prensa, 25 de setiembre de 1912. 297 “Club Unión Político”, en La Prensa, 25 de setiembre de 1912.
135
Miró Quesada exigió que fuesen examinados los actos de
gobierno de Leguía, acusándolo de haber usurpado las
funciones conferidas al parlamento en materia electoral
según el artículo 59 de la Constitución de 1860. Eduardo
Basadre y Clemente Revilla alegaron que este asunto era
atribución del Congreso y no de una sola cámara, por
tanto, debía invitarse al Senado para resolverlo en
conjunto. Los diputados accedieron finalmente a este
pedido, pero omitieron fijar cuál sería la fecha de la
reunión298.
Apenas iniciado el régimen, quiso el Partido
Liberal hacer sentir su influencia sobre Billinghurst,
enviando a su despacho una comisión presidida por Lino
Urquieta para solicitarle recursos destinados a la
reconstrucción de Moquegua, golpeada por los efectos
de la Guerra del Pacífico y desastres naturales. El
presidente supo sortear esta presión indicando su interés
en resolver dicho problema, pero sin otorgar
preferencias sino de manera conjunta mediante obras de
irrigación en beneficio de todos los pueblos costeros.
Con igual motivo, esta comisión visitó a los ministros
obsequiándoles bastones de ébano con puño de oro. El
primer ministro, Elías Malpartida, dio las gracias
reclamándose fundador del Partido Liberal y auguró a
dicha organización “vastos horizontes” de
prosperidad299. Entre tanto, el bloquista Miró Quesada,
apoyado por el pierolista Aurelio Sousa, insistió en su
298 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1912: 319-321. 299 “Actualidad política”, en La Prensa, 27 de setiembre de 1912.
136
pedido de convocar a Congreso y nombrar la comisión
investigadora del gobierno de Leguía, pero fue
cuestionado por Eleodoro Macedo y Lino Urquieta,
quienes creían necesario postergar este asunto hasta
después de la juramentación de los vicepresidentes ante
el parlamento. El diputado y vicepresidente Roberto
Leguía dijo estar dispuesto a juramentar en otra
oportunidad, aun cuando sospechaba que la minoría
planeaba dejar sin quórum al Congreso para impedir
dicho acto. Puesto el asunto a votación, causó sorpresa la
alianza surgida entre liberales y leguiístas con la única
finalidad de retrasar la fiscalización del fenecido
régimen300.
La Prensa, en su transitorio papel de vocero
oficioso del billinghurismo, criticó duramente el
protagonismo asumido por los bloquistas en el Congreso
y consideró una farsa la violenta reacción de estos contra
los hombres del leguiísmo, salidos de las propias filas del
civilismo. En consecuencia, aconsejó a Billinghurst no
prestarse a las venganzas del bloquismo, que no era
propiamente un partido, sino un grupo de “allegados
familiares” residente “dentro de las cuatro paredes del
parlamento”301. En cambio, los pierolistas de La Crónica
prefirieron centrar sus ataques en el Partido Liberal y su
conducta de “criminal complicidad” con los leguiístas
para sustraer a Leguía del juicio de responsabilidad
previsto en la Constitución302. En esta beligerante
300 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1912: 327-339. 301 “Sabios consejos”, en La Prensa, 29 de setiembre de 1912. 302 “Editorial”, en La Crónica, 29 de setiembre de 1912.
137
coyuntura, el civilismo entró en una fase de
recomposición de fuerzas, cuyo punto de partida fueron
las renuncias de Ántero Aspíllaga y Javier Prado y
Ugarteche303. Este proceso quería prevenir posibles
movimientos disidentes, toda vez que circulaban
insistentes rumores sobre el retorno del ex-presidente
Leguía a la vida política mediante el lanzamiento de su
candidatura a la senaduría por Lima304.
En medio de estas disputas partidarias, el 27 de
setiembre se puso a debate el proyecto de reforma
constitucional, presentado en 1911 por los senadores
Javier Prado y Ugarteche y Mariano Cornejo, destinado a
modificar la elección presidencial y renovación de las
cámaras. Dicho proyecto contemplaba extender el
periodo de gobierno a cinco años a partir de 1916, y
encargó la elección presidencial a una Asamblea
Nacional constituida por ambas cámaras. Las
vicepresidencias y las diputaciones y senadurías
suplentes serían suprimidas. En cuanto al Congreso se
propuso renovarlo totalmente cada cinco años, y
parcialmente en el caso de aquellas curules que fuesen
declaradas vacantes antes de la conclusión del Gobierno.
La citada propuesta contaba con dictamen favorable de la
Comisión de Gobierno en mayoría, suscrito el 22 de
octubre de 1911 por el propio Cornejo y José Valencia.
En sentido opuesto, el dictamen en minoría, expedido el
24 de octubre de 1911 por Edmundo Montesinos, solicitó
rechazar el proyecto, porque extendía demasiado el
303 “Actualidad política”, en La Prensa, 30 de setiembre de 1912. 304 “De jueves a jueves”, en Variedades, 28 de setiembre de 1912.
138
período presidencial, alentaba la “tiranía parlamentaria”
y promovía la desorganización del trabajo congresal
mediante continuas renovaciones305.
Este proyecto, que convertía al Congreso en
supremo elector, fue calificado de utópico por El
Comercio, pues los parlamentarios obtenían sus curules a
través de métodos tan “torcidos y violentos” como
aquellos utilizados en la disputa presidencial. Por lo
demás, la elección de los vicepresidentes Leguía y
Echenique era prueba concluyente –según este diario-
de que el parlamento también podía atropellar la
voluntad popular306. A juicio de La Crónica, el “momento
histórico” no permitía ejecutar una reforma “perniciosa”
e inadaptable, producto de ideas librescas e importadas.
Impugnó además la autoridad moral del Congreso para
imponer la elección parlamentaria, habiendo dado un
triste espectáculo cuando manipuló dicho sistema a favor
de Leguía y Echenique307. Estas observaciones fueron
desoídas por liberales y leguiístas, quienes en número
de 92 congresistas formaron un comité parlamentario,
encabezado por el diputado José Balta, y apersonados
ante el presidente Billinghurst le ofrecieron fortalecer la
acción del Ejecutivo y sacar adelante sus proyectos
legislativos308. La prensa pierolista sugirió al mandatario
tener precaución con esa “liga amorosa” leguiísta-
liberal, pues lo único que podía congregar a esos grupos
305 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso
Ordinario 1912: 587-588. 306 “Editorial”, en El Comercio, 30 de setiembre de 1912. 307 “Editorial”, en La Crónica, 1º de octubre de 1912. 308 “Reunión de las mayorías…”, en La Prensa, 1º de octubre de 1912.
139
era su afán por sostener “métodos políticos y
administrativos” repudiados309.
Esta impensada alianza apresuró el reingreso del
Partido Demócrata a la contienda política con miras a las
elecciones del tercio parlamentario310. De igual forma, la
junta directiva del Partido Civilista, liderada por Enrique de
la Riva Agüero, se reunió para debatir la situación política y
acordar la manera cómo afrontaría las elecciones
parlamentarias311. Los pierolistas no estaban
completamente cerrados a buscar puntos de acuerdo con
estos bloquistas, a los cuales llamaban civilistas
“arrepentidos”. Para los seguidores del Califa el verdadero
enemigo era la rama leguiísta, caracterizada por su falta de
respeto a la democracia y los intereses nacionales312. La
intensa politización de estos días alcanzó también a los
sectores obreros reunidos en la Confederación de
Artesanos, cuyos líderes aprobaron enviar una nota al
vicepresidente Leguía comunicándole el repudio popular
causado por su elección, y el firme propósito que tenían de
movilizarse para forzarlo a salir del Gobierno313.
Las pugnas continuaron en el Congreso durante la
sesión del 4 de octubre desarrollada con el fin de discutir
el nombramiento de la comisión investigadora del
309 “Editorial”, en La Crónica, 2 de octubre de 1912. 310 “Circular del Partido Demócrata”, La Prensa, 2 de octubre de 1912. 311 “Política”, en El Comercio, 3 de octubre de 1912. 312 Gacetillero. “Divagaciones políticas”, en La Crónica, 3 de octubre de 1912. 313 “Protesta obrera”, en La Crónica, 3 de octubre de 1912.
140
gobierno anterior. El diputado Eleodoro Macedo aligeró
el debate declinando su pedido de tomar juramento
previo a los vicepresidentes. Teobaldo Pinzás transmitió
entonces la molestia del Partido Liberal por haber sido
acusado de pretender encubrir los actos del ex presidente
BILLINGHURST EN ACTIVIDADES SOCIALES Y OFICIALES
Billinghurst concurre al hipódromo. La Crónica, 2 de octubre de 1912.
141
Billinghurst visita el arsenal de guerra del Callao. La Crónica, 31 de
diciembre de 1912.
.
142
Leguía, y sugirió comprender en la investigación al
régimen de José Pardo. El diputado Luis Miró Quesada
precisó que la Constitución solo permitía escudriñar los
actos del régimen fenecido y no de otros anteriores. Su
colega Antonio Miró Quesada defendió además el
derecho de la minoría a tener dos representantes en la
comisión de cinco miembros propuesta por el presidente
del Congreso. Los pierolistas Aurelio Sosa, Joaquín
Capelo y Pedro del Solar apoyaron este pedido.
Aceptada la fórmula de cinco miembros fueron elegidos
en calidad de comisionados los senadores Joaquín
Capelo y José Valencia, y los diputados Rafael Grau,
Alberto Salomón e Hildebrando Fuentes314. El trabajo de
esta comisión suscitó opiniones encontradas. De un lado,
estaban quienes no deseaban verla utilizada como
instrumento de venganza de los bloquistas obsesionados
por borrar su responsabilidad en el “festín y la orgía” de
los gobiernos de Leguía y Pardo. Según este punto de
vista, Billinghurst debía evitar cualquier represalia contra
el leguiísmo y dedicarse plenamente a reorganizar el
país315. A su vez, otro sector, cercano al bloquismo,
encontró inexplicable la “piedad” despertada por
Leguía, al extremo de querer exonerarlo del mandato
constitucional de investigar sus actos gubernativos316.
Habiendo Billinghurst declarado su intención de
conformar un gobierno de todos y para todos, procuró
conservar la armonía política concediendo cargos
314 Diario de los Debates de las sesiones de Congreso 1912: 85-98. 315 “No seamos instrumentos”, en La Prensa, 4 de octubre de 1912. 316 “Editorial”, en El Comercio, 5 de octubre de 1912.
143
públicos a connotados bloquistas, pierolistas y liberales.
Con todo, el resultado fue distinto al esperado, pues este
reparto equitativo de poder estimuló el jaloneo y los
celos partidarios por alcanzar mayores prebendas del
Gobierno317. Absortos ante estas disputas, los
billinghuristas descuidaron sus vínculos con los obreros
y pronto surgieron las protestas salariales. El primer
movimiento se produjo el 6 de octubre, cuando los
tejedores de la fábrica de Santa Catalina, después de
varios días de huelga, exigieron la atención de sus
demandas en plazo de 24 horas bajo amenaza de
impulsar un paro general318. El gerente de la fábrica, M.
Boggio, descartó conceder aumentos arguyendo que sus
operarios cobraban los más altos salarios de la industria
textil. En respuesta, la mañana del 8 de octubre
circularon volantes suscritos por el Comité de
Propaganda obrera anunciando el paro general. Acto
seguido, piquetes de huelguistas impidieron la salida de
tranvías y lograron que se plegaran al paro los operarios
de todas las fábricas limeñas. Reforzados con grupos de
obreros chalacos, los piquetes llegaron hasta la plaza de
Armas obligando al cierre de negocios319. Los panaderos
aprovecharon este ambiente tumultuoso y también se
declararon en huelga demandando el aumento del
salario a 3.20 soles y la reducción de la jornada de 14 a
10 horas320. Sus patrones los complacieron sin mayor
317 “Ecos. Desde la cátedra”, en La Prensa, 6 de octubre de 1912. 318 “La huelga de Santa Catalina”, en El Comercio, 7 de octubre de 1912. 319 “La huelga de tejedores”, en La Prensa, 8 de octubre de 1912. 320 “La huelga de panaderos”, en La Prensa, 9 de octubre de 1912.
144
resistencia, y para evitar una merma en sus ganancias
disminuyeron el peso y calidad del pan, “igual que si
estuviéramos bajo el gobierno de Aspíllaga y no del pan
grande”321.
Estas paralizaciones pusieron a prueba la
autoridad de Billinghurst y su papel de negociador entre
capitalistas y obreros. Los huelguistas, como se
esperaba, acudieron a la casa del mandatario y le
invocaron patrocinar sus reclamos ante la empresa. Este
pedido fue aceptado a condición de que levantaran la
huelga y depusieran las actitudes violentas322. A pesar de
esa exhortación, varios grupos atacaron los tranvías y
sostuvieron enfrentamientos con los gendarmes. En
simultáneo, la comisión de huelguistas entregó al
presidente un documento, cuyas principales demandas
eran el aumento del jornal promedio a 3.50 soles y la
eliminación de los descuentos hechos a los operarios por
piezas defectuosas323. Este descontento –según la prensa
pierolista– parecía interesar poco a “los caballeros del
nuevo régimen”, que se la pasaban de banquete en
banquete mientras “el pueblo ha dado en comer menos
que antes”324. El 10 de octubre, Billinghurst visitó la
fábrica de Santa Catalina y celebró conversaciones con
los dirigentes obreros y gerentes, estos últimos alegaron
321 “Burla, burlando. Perdigonada”, en La Crónica, 10 de octubre de 1912. 322 “El paro de hoy”, en El Comercio, 8 de octubre de 1912. 323 “Termina el paro general”, en La Prensa, 9 de octubre de 1912. 324 “Burla, burlando. Mientras…”, en La Crónica, 9 de octubre de 1912.
145
BILLINGHURST Y LA OLEADA DE HUELGAS
Billinghurst visita a los obreros de la fábrica Santa Catalina. La
Crónica, 12 de octubre de 1912.
Billinghurst visita a los obreros de la fábrica de Arturo Field. La Crónica, 5 de diciembre de 1912.
146
su imposibilidad de aumentar salarios, porque la
importación de telas afectaba sus negocios. El presidente
prometió aprobar normas favorables para los tejidos
nacionales, logrando que se concediera un pequeño
aumento a los obreros con cargo a elevarlo cuando la
fábrica mejorase sus ventas. Finalmente, recomendó a los
tejedores formular sus quejas sin recurrir al recurso
extremo del paro325.
Días antes, el 7 de octubre, los senadores habían
retomado el debate de la reforma constitucional referido
a la elección presidencial y renovación parlamentaria.
Joaquín Capelo y Edmundo Montesinos, mediante
extensas disertaciones, objetaron los fundamentos
históricos y jurídicos del sistema planteado por Cornejo,
sobre todo porque destruía el concepto de soberanía
popular. Mariano Cornejo se amparó en los éxitos
conseguidos por dicho sistema en los países europeos, y
sugirió aprobarlo bajo promesa de revisión en la
próxima legislatura en caso el pueblo manifestara su
rechazo326. Suspendido este debate por tres días, César
del Río lo reinició planteando mantener el período
presidencial de cuatro años y avalar la facultad electora
del Congreso. Pío Medina combatió esta idea basada en
la extensión del poder parlamentario más allá de sus
atribuciones constitucionales. Cornejo refutó a quienes
consideraban inadaptable al Perú el sistema de elección
presidencial por el Congreso, y alegó que la sociedad
325 “El presidente de la…”, en La Prensa, 11 de octubre de 1912. 326 Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso
Ordinario 1912: 734-789.
147
peruana se hallaba en un momento evolutivo ideal para
introducir dicho cambio. No obstante, Clemente Revilla lo
calificó de teórico exagerado, cuyo “sistema exótico”
agravaría los males del país, por lo que solicitó, sin éxito,
aplazar el debate. José León combatió la “dictadura
parlamentaria” contenida en el proyecto y defendió la
“elección plebiscitaria” vigente en el Perú. Por su parte,
Capelo acusó a Cornejo de querer convalidar un sistema
electoral oligárquico y enemigo de la República. El aludido
se excusó de responder este ataque “demagógico” que
solo buscaba el aplauso fácil. El 16 de octubre, los
senadores aprobaron el proyecto Cornejo y le agregaron
un artículo transitorio disponiendo que el tercio
parlamentario de 1911 finalizara funciones en 1916,
mientras los “elegidos en 1913 ejercerán el cargo durante
tres años y los elegidos en 1915 durante un año”327.
Por estos días, se comentó con preocupación
sobre la presencia de “azuzadores” entre los obreros,
cuyos “violentos discursos” creaban el caos en el
movimiento popular. Estos habían ganado espacios en la
Confederación de Artesanos, por lo que otro sector,
encabezado por Juan Goachet, con el apoyo de los
diarios La Crónica y El Comercio, planteó abandonar los
métodos violentos de lucha y constituir un comité
encargado de formar “cajas de resistencia”, que
mediante cuotas moderadas posibilitara sostener las
medidas de protesta pacífica evitando sobre todo la
influencia de “elementos espiritualmente desvinculados
327 Idem: 908-934.
148
de ellos”328. Goachet comprobó la creciente pérdida de
autoridad de los líderes artesanos frente al “desenfreno
de las masas” y culpó de esa situación a los elementos
anarquistas y socialistas, que no siendo obreros
entorpecían la organización de estos. A su juicio, el
comité propuesto convertiría a los obreros en una
“falange poderosísima” y principal soporte del Gobierno
alejándolos de las formas de lucha contrarias a la
tranquilidad pública329.
A tres semanas de iniciado el gobierno
billinghurista, la opinión pública solicitó imperiosamente
acciones concretas de moralidad administrativa.
Billinghurst decidió, en consecuencia, dar un golpe de
mano para ganarse la confianza del pueblo. Atendiendo
las quejas de los vecinos chalacos sobre el estado de
anarquía en que estaba sumido el concejo porteño, el
ministro Malpartida mediante resolución cesó a Rafael
Grau en el cargo de alcalde del Callao y repuso en dicho
concejo a su antiguo burgomaestre, Francisco
Dammert330. Este acto enfureció al cesado, quien desde
su curul de diputado atacó en represalia los proyectos
del Ejecutivo. La bancada leguiísta, a la cual pertenecía
Grau, desaprobó esos arrebatos y decidió aislarlo a fin
de prevenir conflictos con el Gobierno, provocando su
inmediata renuncia a dicho grupo y a la comisión
investigadora del gobierno de Leguía331. Estos
328 Pick Wick. “Reflexiones sobre la…”, en La Crónica, 15 de octubre de 1912. 329 “Huelgas y paros”, en La Crónica, 17 de octubre de 1912. 330 “Solución del conflicto…”, en El Comercio, 15 de octubre de 1912. 331 “Ecos. Truenos aislados”, en La Prensa, 18 de octubre de 1912.
149
exabruptos –dijo La Crónica– no empañaban el sentido
de colaboración presente en la mayoría de partidos. La
demagogia política estaba además en pleno desarrollo, a
tal punto que los congresistas contemplaron la
eventualidad de reducir sus sueldos para aliviar la carga
fiscal, mientras Billinghurst planeó expropiar viejos
conventos, derribarlos y construir en su lugar casas para
obreros332.
Todo esto sucedía cuando estaba próximo el final
de la legislatura ordinaria, y los liberales, con la mira
puesta en las elecciones parlamentarias, colocaban
varios de sus militantes en las prefecturas
departamentales. En rápida reacción, el civilismo
leguiísta, liderado por Rafael Villanueva y Agustín Tovar,
ordenó a sus juntas departamentales, provinciales y
distritales ponerse en actividad no solo con fines
electorales, sino “para incrementar nuestra fuerza
política” e influencia sobre el “elemento popular”333.
Derogada la ley electoral que rigió en las elecciones de
1911, los partidos desconocían cómo se efectuaría la
próxima renovación del tercio parlamentario. Billinghurst
sugirió, dada la alta conflictividad de “intereses de
círculo”, sancionar una ley transitoria, cuya más
importante novedad sería la supresión de la Junta
Electoral Nacional con el objeto de que las
departamentales se encargaran del sufragio y escrutinio,
dándose a los tribunales de justicia la capacidad de
332 “Burla, burlando. Unanimidades”, en La Crónica, 18 de octubre de 1912. 333 “Política”, en El Comercio, 19 de octubre de 1912.
150
sancionar los delitos electorales334. La prensa aliada del
billinghurismo ensalzó este proyecto, porque defendía la
“autonomía de las circunscripciones para elegir a sus
representantes”, facilitaba la intervención del pueblo en
los organismos electorales y creaba mecanismos de
sanción rápida de los delitos contra el sufragio. Esta
norma acabaría además con la “estrecha base” de los
mayores contribuyentes en las juntas de registro y
escrutadoras, reemplazándola por una “asamblea de
contribuyentes” en la que participarían representantes
del capital y el trabajo335.
Convocados por Billinghurst, los líderes
partidarios asistieron a palacio y allí fueron informados
del proyecto electoral. Luego se les requirió sus
opiniones, coincidiendo todos en que impulsarían su
aprobación. El presidente manifestó su propósito de no
intervenir en el proceso y añadió que habría libre
sufragio y “garantías para todos los candidatos y
partidos”336. La importancia de este asunto hizo necesaria
la convocatoria de un Congreso Extraordinario.
Ciertamente, senadores y diputados confiaban en que
dicha norma les facilitaría satisfacer la “necesidad
patriótica de que sus pueblos los reelijan”337. Más allá del
prosaico uso que pensaban darle los congresistas a la
nueva ley, La Crónica reconoció en esta dos grandes
méritos: la descentralización electoral y la libertad
concedida a los pueblos en la elección de sus
334 “La ley electoral”, en El Comercio, 21 de octubre de 1912. 335 “Un error peligroso”, en La Prensa, 22 de octubre de 1912. 336 “Reunión en palacio”, en El Comercio, 22 de octubre de 1912. 337 “Ecos. Bostezando”, en La Prensa, 23 de octubre de 1912.
151
parlamentarios. Asimismo, concedió a esta norma el
carácter simbólico de primer paso en la reconstrucción
moral y cívica del país338. En cambio, Variedades
percibía otras intenciones menos altruistas en este
proyecto en tanto fomentaba con “gran habilidad” la
lucha electoral entre los partidos, poniéndose a
resguardo de los reclamos o insatisfacciones producidas
por esta339.
El 24 de octubre, cumplido el primer mes de
gobierno, La Prensa celebró el nacimiento del “nuevo y
saludable régimen” consagrado por la voluntad popular.
Billinghurst –enfatizó el diario– había satisfecho las
expectativas puestas en su persona, y luego de estudiar
la pesada herencia recibida de Leguía podía emprender
la transformación política en provecho de la Patria y sin
atarse a intereses particulares. Este día los clubes
billinghuristas y grupos de obreros realizaron un desfile
en los Barrios Altos de Lima. Precedidos por una banda
musical, avanzaron ordenadamente hacia la plaza de
Armas vivando a Billinghurst y lanzando gritos hostiles
contra los vicepresidentes Leguía y Echenique. La casa
del ex-presidente Leguía, en previsión de cualquier
incidente, estuvo vigilada por fuerzas policiales340.
Parecía estar formándose entonces, en la Asamblea de
las Sociedades Unidas, un núcleo de trabajadores
cercano al Gobierno. Ellos gestionaron la habilitación de
locales y recursos del Estado con los cuales organizarían
338 “Editorial”, en La Crónica, 23 de octubre de 1912. 339 “De jueves a jueves”, en Variedades, 26 de octubre de 1912. 340 “El desfile de anoche”, en El Comercio, 25 de octubre de 1912.
152
el primer Congreso Obrero. Juan Goachet, el líder de
otra facción obrera, acusó cierta manipulación oficial en
dicho grupo, sobre todo por el interés puesto en
presentar un proyecto para evitar las huelgas341.
En la sesión de clausura de la Cámara de
Diputados, realizada el 25 de octubre, la Comisión de
Cómputo, compuesta por Alberto Salomón, Plácido
Jiménez y José Barreda, tuvo la enojosa responsabilidad
de determinar la cantidad de curules correspondientes al
tercio parlamentario próximo a renovarse. Los
comisionados declararon 93 diputaciones vacantes, 48 de
propietarios y 45 de suplentes342. De esa cifra, 42
pertenecían a bloquistas y leguiístas en ejercicio. Al día
siguiente se convocó una Legislatura Extraordinaria, en
cuyo seno sería debatido como tema prioritario el
proyecto de ley electoral. La anulación de los registros
de electores vigentes, señalada en el artículo 21 del
citado documento, imponía su pronta sanción, de lo
contrario el tiempo quedaría corto para efectuar las
nuevas inscripciones de votantes343. Gracias al respaldo
de los partidos y la opinión pública se preveía un debate
“breve y tranquilo”, pues los únicos perjudicados con
esta norma eran gentes acostumbradas a gozar de
“posiciones políticas artificiales”344. El 28 de octubre, la
Cámara de Diputados acusó recibo del proyecto de ley
341 Goachet, Juan. “Huelgas y paros”, en La Crónica, 24 de octubre de 1912. 342 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1912: 646-648. 343 “Editorial”, en La Crónica, 27 de octubre de 1912. 344 “Editorial”, en El Comercio, 28 de octubre de 1912.
153
electoral enviado por el Ejecutivo. Contra todo
pronóstico, la Comisión Especial de esta cámara,
presidida por Antonio Flores, retrasó su dictamen, recelosa
de las consecuencias que podía traer quitarle el predominio
electoral “a los ricos para entregarlo a todos”345. En
algunos círculos políticos se daba por cierta la intención de
introducir modificaciones sustanciales en el proyecto, pero
otros opinaron que solo se harían “pequeñas fórmulas
aclaratorias” en cuanto a la figura de acción popular contra
delitos electorales contenida en el artículo 28, a fin de
reemplazarla por el mecanismo de la querella de parte346.
Para aclarar estos puntos, el presidente
Billinghurst sostuvo una larga entrevista con los
comisionados Antonio Flores, Francisco Fariña, Arturo
Carreño, Luis Orbegoso, Víctor Revilla y Samuel Sayán.
Todos ellos –según La Prensa– lucían nerviosos y no
asumieron la autoría de las observaciones al proyecto, no
obstante, les parecía conveniente darle algunos
“retoques”. El mandatario se avino a cualquier arreglo,
pero se opuso rotundamente a la reducción de los
representantes de minoría en las juntas347. Este gesto
disgustó al senador pierolista Capelo, quien censuró la
“sumisión absoluta” de la mayoría parlamentaria frente
al Ejecutivo, haciendo gala de una conducta saludada
como la “primera campanada de oposición”348. Estas
prácticas cortesanas aparentemente eran fomentadas por
los aliados liberales del billinghurismo. Líderes
345 “Ecos. Frente a las…”, en La Prensa, 29 de octubre de 1912. 346 “La reforma electoral”, en La Prensa, 31 de octubre de 1912. 347 “Ecos. Inminente”, en La Prensa, 1º de noviembre de 1912. 348 “Editorial”, en La Crónica, 1º de noviembre de 1912.
154
importantes, como Gerardo Balbuena, Juan Durand,
Teobaldo Pinzás y Mariano Lino Urquieta eran seguidos
por una “muchedumbre de peticionarios” o “falanges de
exigentes”, los cuales se iban contentos después de
recibir una tarjeta o promesa de empleo. Estos
pedigüeños incluso se prosternaban y les besaban la
mano “como a los obispos”349.
Los comisionados habían acordado culminar el 4
de noviembre la redacción modificada del proyecto,
pero surgieron nuevas discrepancias entre ellos sobre
quienes debían presidir las asambleas de
contribuyentes350. Con cierta ofuscación, la prensa aliada
del billinghurismo cuestionó la idoneidad de los
comisionados, pues estando próximo a fenecer su
mandato solo querían adecuar la ley a sus afanes
reeleccionistas. Acusaron además a estos de pretender
restringir la intervención de la Corte Suprema en la
validación de las curules ganadas, impidiendo la
nulidad judicial de las representaciones obtenidas
mediante fraude351. Al día siguiente, trascendió que los
comisionados estaban de acuerdo en los siguientes
puntos: la presidencia de la asamblea de contribuyentes
sería confiada al ciudadano pagante de la mayor cuota,
los fallos electorales de la Corte Suprema estarían sujetos
a la revisión del Congreso, los falsos denunciantes
abonarían multas de 500 a 2,000 soles, y se reconocía la
validez de los registros de contribuyentes del quinquenio
349 “Ecos. Grave epidemia”, en La Prensa, 2 de noviembre de 1912. 350 “El proyecto de ley electoral”, en El Comercio, 3 de noviembre de 1912. 351 “La reforma electoral”, en La Prensa, 4 de noviembre de 1912.
155
en curso352. A juicio de La Prensa, los comisionados
seguían demorando la redacción del dictamen con la
esperanza de que el Gobierno diera la importancia
debida a su trabajo y los premiara en el futuro353.
Mientras el Gobierno intentaba garantizar mayor
participación de las clases populares en las juntas, los
dirigentes obreros denunciaron estar siendo marginados
en las listas de candidatos parlamentarios. Justo
Casaretto, reconocido líder obrero billinghurista, se
quejó amargamente de los “grandes hombres”, que
declarándose los únicos con derecho a las curules le
impedían presentar su candidatura a la diputación obrera
por Lima. Aunque Casaretto declinó esta postulación
prometió defender al régimen desde el comité
popular354. En ese mismo sentido, los pierolistas
corrieron rumores sobre la “chismografía” empleada por
liberales y leguiístas para convencer a Billinghurst de
boicotear las candidaturas demócratas, especialmente la
del senador Capelo. El propio ex-presidente Leguía
acudía a palacio con cierta regularidad y conferenciaba
con Billinghurst sobre estos asuntos de coyuntura
electoral355. En esta competencia intervenían también las
ex-autoridades aspillaguistas provincianas bajo el falso
membrete de “candidatos oficiales”356.
352 “El proyecto de reforma…”, en El Comercio, 5 de noviembre de 1912. 353 “Ecos. Habrá o no habrá”, en La Prensa, 5 de noviembre de 1912. 354 “Diputación obrera”, en El Comercio, 6 de noviembre de 1912. 355 “Conferencia política”, en La Crónica, 5 de noviembre de 1912. 356 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 7 de noviembre de 1912.
156
JUSTO CASARETTO Y LOS COMITÉS DE SALUD PÚBLICA
Justo Casaretto, obrero y presidente del Comité popular billinghurista. La Prensa, 27 de
setiembre de 1912.
El presidente Billinghurst visita los campamentos de los obreros del Comité de Salud Pública. La Crónica, 28 de noviembre de 1912.
157
El 6 de noviembre, cuando los comisionados
estaban listos para firmar el dictamen sobre el proyecto
electoral, fueron abordados por el presidente de la
Cámara de Diputados, Juan Salazar y Oyarzábal, quien
propuso enmendar el artículo referente a la
desincorporación de los congresistas electos357.
Sobrevino entonces el conflicto de opiniones y la
presentación de tres dictámenes. El primero, en mayoría,
suscrito por Flores, Carreño y Revilla. El segundo
firmado por Orbegoso y Fariña, y uno tercero de
responsabilidad individual de Sayán. El punto de
divergencia giraba en torno a la intervención de la Corte
Suprema en la validación de curules. El primer dictamen
disponía la emisión del fallo antes de que fuese
incorporado el congresista. El segundo situaba el fallo
después de la citada incorporación, y el tercero se
limitaba a reproducir la facultad concedida a la citada
corte en el proyecto original358. La Crónica se opuso a la
figura del “veto parlamentario” de los fallos electorales
planteada en los dos primeros dictámenes, pues
desconectaba “el propósito de la ley con los medios de
cumplirla”359. Encontrándose el debate en dicho estado
se publicó la carta del presidente de la Corte Suprema,
Francisco Eguiguren, comunicando el parecer contrario
de los magistrados a dilucidar cuestiones electorales, por
considerar que esos actos no estaban dentro de su
competencia y podían arrastrarlos al terreno de la
357 “El proyecto de ley electoral”, en El Comercio, 7 de noviembre de 1912. 358 “Ecos. ¡Por fin, dictamen!”, en La Prensa, 7 de noviembre de 1912. 359 “Editorial”, en La Crónica, 8 de noviembre de 1912.
158
“política militante”. Los billinghuristas criticaron esta
resistencia de los magistrados a cumplir sus deberes
constitucionales de administrar justicia convirtiendo la
corte en una “sinecura benéfica”360.
El Gobierno hizo suyo el dictamen en mayoría,
pero habiéndose negado la Corte Suprema a funcionar
como tribunal electoral se hacía necesario volver a
modificar el proyecto. Las objeciones puestas por los
magistrados –precisó El Comercio– podían superarse
realizando previamente una tipificación adecuada de los
delitos electorales y dando mayor tiempo para el
pronunciamiento de las sentencias, esto último implicaba
el adelanto de las elecciones al mes de abril de 1913361.
Los continuos reparos puestos al proyecto mortificaron a
La Prensa, que exigió al ministro Malpartida mayor
firmeza frente a los cambios introducidos por “amor a la
notoriedad” y con el único propósito de lograr el
“desquiciamiento” del texto original362. Sin duda, el
Gobierno combatía en este terreno con los propios
partidos sostenedores de su gestión, es decir, con los
diputados leguiístas y liberales, interesados en asegurar
su reelección durante los próximos comicios. Estos
reeleccionistas pretendían limitar la validación de
credenciales por parte de la Corte Suprema hasta antes
del 20 de julio, a sabiendas que las famosas “dualidades”
ocurrían entre esa fecha y el día de instalación del
Congreso. Por ese motivo, el diputado civilista Víctor
360 “Tu quoque…?”, en La Prensa, 9 de noviembre de 1912. 361 “Editorial”, en El Comercio, 12 de noviembre de 1912. 362 “Errada actitud”, en La Prensa, 19 de noviembre de 1912.
159
Criado y Tejada propuso extender el período de
validación suscitando las iras del leguiísmo,
acostumbrado a calificar credenciales e “incorporar
candidatos de sus simpatías”363.
La prensa filobillinghurista, predispuesta a
rechazar todas las iniciativas civilistas, criticó acremente
la facultad de validar credenciales concedida a la Corte
Suprema, pues a su juicio, convertía al Palacio de Justicia
en nueva Junta Electoral Nacional364. El bloquismo
pardista –precisó este diario– tenía la “siniestra
intención” de manipular resultados desde los tribunales
donde creía “contar con un ambiente propicio”365. El
Comercio, asumiendo como propio el discurso civilista,
sostuvo que los magistrados con su “voto desapasionado
y austero” resolverían las dualidades conforme a
derecho, lo cual no sucedía dejando esa atribución en
manos de las mesas directivas de ambas cámaras, como
reclamó la mayoría leguiísta-liberal366. Los pierolistas de
La Crónica defendieron la intervención del Poder Judicial
en los juicios de fraude electoral y descartó que este
pudiera contaminarse con la perniciosa influencia de los
intereses políticos. Por lo demás, los argumentos de la
mayoría leguiísta-liberal estaban en franca oposición con
el proyecto original del Gobierno, que había confiado en
la Corte Suprema como garante de la legalidad
electoral367. La prensa civilista no vaciló en acusar a
363 “Editorial”, en El Comercio, 20 de noviembre de 1912. 364 “Claro está!”, en La Prensa, 20 de noviembre de 1912. 365 “Ecos. El pleito de la adición”, en La Prensa, 21 de noviembre de 1912. 366 “Editorial”, en El Comercio, 21 de noviembre de 1912. 367 “Editorial”, en La Crónica, 21 de noviembre de 1912.
160
dicha mayoría de utilizar la dirección de las cámaras para
“beneficiarse en 1913, con el delito político, como se
beneficiaron en 1911”368. La Prensa, en su condición de
vocero oficioso de la mayoría parlamentaria, respondió a
los civilistas con suma dureza llamándolos “personeros
de la plutocracia”, cuyo líder, José Pardo, era un
auténtico “señor de horca y cuchillo de nuestra política”.
El “abnegado” civilismo –dijo este diario– pensaba dejar
sin quórum a la Cámara de Diputados para producir el
fracaso de la reforma electoral369.
Durante estos días, el hemiciclo estaba bajo los
efectos de una guerra de baja intensidad entre diputados
civilistas y de la mayoría. Todos iban y venían de palacio,
demandando la presencia del ministro Malpartida para
conocer la posición del Gobierno en el asunto de las
credenciales. Según rumores, Billinghurst no ocultaba su
fastidio por las constantes visitas de políticos y obreros, que
presentaban peticiones y reclamos difíciles de atender370.
Ante el silencio del Gobierno, La Prensa, embarcada en una
frenética campaña de aniquilamiento moral del civilismo,
recordó como este se opuso inicialmente a cualquier
intervención judicial en asuntos electorales, pero luego
cambió radicalmente de opinión movido por intereses de
círculo. Los artículos 23 y 24 del proyecto contenían
suficientes prescripciones para asegurar la autenticidad de
credenciales, y el artículo 28 facultaba, en caso de fraude,
la realización de una denuncia ante la Corte Suprema, la
368 “Editorial”, en El Comercio, 22 de noviembre de 1912. 369 “Los abnegados”, en La Prensa. 22 de noviembre de 1912. 370 “Burla, burlando. Jaquecas…”, en La Crónica, 22 de noviembre de 1912.
161
cual trataría el asunto como presunto delito. El proyecto
nunca quiso –según el citado diario– asignar a dicha corte el
papel de junta calificadora o comisión de poderes que
revisara todas la credenciales, sino aquellas fundadamente
impugnadas371. El pierolismo, forzado por la coyuntura a
hacer causa común con el civilismo, terció en este pleito y
desacreditó la facultad congresal de validar credenciales
sustentada ardorosamente por la mayoría, y advirtió que los
magistrados supremos poseían “la aptitud moral de
controlar la rectitud y honradez de un proceso electoral” y
estaban al margen de toda “picardía política”372.
Desgastados tras varios días de ácido debate, los
diputados cedieron posiciones y aceptaron añadir dos
nuevos artículos propuestos por el Ejecutivo, los cuales
fijaban un plazo de uno a veinte días para la validación
de credenciales por parte de la Corte Suprema. La norma
ordenó efectuar dicho proceso entre el 1º y 20 de julio de
1913. El Comercio celebró la aprobación de la norma
electoral en esos términos, pues si bien algunos
representantes legítimos corrían el riesgo de que sus
validaciones fuesen expedidas después del citado plazo,
y por lo tanto, no podrían incorporarse a su cámara,
resultaba preferible causar dicho perjuicio antes que
permitir a los espurios sorprender a los jueces y tomar
asiento en el Congreso373. La Crónica expresó la misma
satisfacción y reconoció el trabajo de los civilistas,
porque habían defendido sus intereses “dentro de la ley
371 “A otro perro con el hueso”, en La Prensa, 23 de noviembre de 1912. 372 “Editorial”, en La Crónica, 23 de noviembre de 1912. 373 “Editorial”, en El Comercio, 26 de noviembre de 1912.
162
misma”, a diferencia de la “cofradía leguiísta-liberal”,
que desde su posición dominante planeó resolver las
dualidades de acuerdo a sus conveniencias374. Con todo,
quedó la sospecha de que los senadores de mayoría
estaban decididos a revertir lo aprobado por la cámara
joven375. Los beligerantes debates sostenidos por
civilistas y la nueva mayoría llegaron al extremo de
provocar un duelo a florete entre los diputados Víctor
Criado y Alberto Salomón, del cual resultó vencedor el
primero sin consecuencias fatales376.
Por estos días, los operarios de las fabricas de
galletas de “Arturo Field” y “La Estrella Limitada”,
liderados por Francisco Ubillús y Fermín Perret, se
declararon en huelga pidiendo la reposición de algunos
despedidos, aumento salarial del 20%, reducción de la
jornada laboral de 10 a 9 horas, doble salario por jornada
en días feriados o domingos, limpieza de todas las
dependencias de la fábrica, estabilidad en sus puestos
durante dos años para los huelguistas e indemnización
por accidentes de trabajo377. Los organizadores de la
huelga nombraron una comisión de policía, identificada
por una insignia roja, que se encargaría de controlar el
orden378. El diputado billinghurista, Manuel Químper,
visitó a los obreros víctimas de accidentes laborales y
374 “Editorial”, en La Crónica, 26 de noviembre de 1912. 375 “Editorial”, en La Crónica, 27 de noviembre de 1912. 376 “Duelo entre diputados”, en El Comercio, 27 de noviembre de 1912. 377 “La huelga de galleteros”, en La Crónica, 27 de noviembre de 1912. 378 “La huelga de galleteros”, en El Comercio, 28 de noviembre de 1912.
163
asistió al rancho solidario preparado por los galleteros.
Comisiones de electricistas, choferes y obreros de
diversas fábricas también se acercaron hasta el local de
los huelguistas, llevándoles apoyo económico379.
Fracasadas las conversaciones entre las partes, dirigidas
por el prefecto limeño, José Goyburu, intervino el propio
presidente Billinghurst como mediador. De acuerdo con
informes recogidos por el billinghurista Teodomiro
Gutiérrez, los agentes del ex-presidente Leguía,
mediante maniobras intrigantes y maquiavélicas, trataron
de utilizar este conflicto salarial para indisponer a los
obreros con el Gobierno380.
El 30 de noviembre, Billinghurst decidió asistir al
Congreso con el propósito de informar sobre la
reanudación de relaciones diplomáticas con Chile. Ese
día, desde temprano, muchos obreros, estudiantes y
miembros de comités billinghuristas se reunieron en la
plaza de Armas, y lo acompañaron en su recorrido hasta
el parlamento. En su mensaje, el presidente resumió la
historia de las relaciones peruano-chilenas desde la
Guerra del Pacífico y analizó el protocolo Billinghurst-La
Torre, suscrito en 1898. Expuso además la necesidad de
buscar arreglos definitivos con Chile en términos de
equidad y justicia, para lo cual creía conveniente
postergar por 21 años el plebiscito que decidiría la
suerte de Tacna y Arica. Los congresistas, incluidos los
demócratas, expresaron su conformidad con el
379 “La huelga de galleteros”, en El Comercio, 30 de noviembre de 1912. 380 “La huelga de galleteros”, en El Comercio, 3 de diciembre de 1912.
164
planteamiento del presidente, quien retornó a palacio en
medio de ovaciones populares381. Sin embargo, el vocero
pierolista La Crónica, adoptando una postura cautelosa,
aconsejó al parlamento debatir públicamente las bases
del arreglo, pues cuando se “van a ventilar altos
intereses nacionales” resultaba inapropiado hacerlo en
sesiones secretas382. La mayoría leguiísta-liberal,
contrariando este pedido, impidió al diputado Rafael
Grau formular al canciller, Wenceslao Valera, varias
preguntas concernientes a los arreglos, y pasó
bruscamente a sesión secreta, echando un velo de
misterio sobre este asunto383. La crisis del gabinete
ministerial chileno provocó finalmente el fracaso de estos
arreglos, liberando a Billinghurst de un debate que
hubiese podido desprestigiar su política exterior.
Pasado este episodio, el interés volvió a centrarse
en el debate del proyecto electoral que se encontraba en
el Senado. Según trascendidos, revelados por La Prensa,
la comisión senatorial quería conciliar la facultad de
validar credenciales otorgadas a la Corte Suprema con la
necesidad de limitar dicha prerrogativa exigida por los
diputados de la mayoría. Los senadores introdujeron
además una “innovación terrible”, estableciendo como
causal de nulidad la falta de residencia de los candidatos
en los lugares que representaban384. Estos cambios –según
381 “La reanudación de relaciones…”, en La Prensa, 1º de diciembre de 1912. 382 “Editorial”, en La Crónica, 3 de diciembre de 1912. 383 “Editorial”, en La Crónica, 7 de diciembre de 1912. 384 “Ecos. Las elecciones… remotas”, en La Prensa, 4 de diciembre de 1912.
165
el civilismo– eran positivos, pero retrasaban
indebidamente la redacción del dictamen causando
incertidumbre entre los candidatos, más aún cuando el
cierre de la legislatura extraordinaria estaba próximo.
Sin duda, lo “racional y conveniente” –afirmó El
Comercio– consistía en aprobar el proyecto enviado por
la Cámara de Diputados, ahorrándose los trámites,
debates e insistencias propios de la dinámica
parlamentaria385. Los comisionados Agustín Tovar, Felipe
Umeres y Pío Medina, trabajaron su dictamen en medio
de una masiva concurrencia de candidatos al Senado. El
citado documento sería puesto a consideración del
presidente Billinghurst antes de someterlo a debate386.
Dentro de la prensa oficialista se notaba malestar
por la manera en que los senadores, dominados por sus
pasiones y “lastimosas intransigencias”, venían
obstruyendo la reforma electoral anteponiendo razones
de orden secundario a los temas de “interés sustantivo y
trascendente”387. En ese contexto, El Comercio rechazó la
modificación introducida en el artículo 26 del proyecto
por los comisionados, en el sentido de que todas las
nulidades no falladas antes del 20 de julio quedarían sin
efecto al día siguiente, lo cual devolvía a las cámaras la
facultad de dirimir dualidades desde el 21 de julio388. El
propio diario La Prensa, vocero oficioso del Ejecutivo,
385 “Editorial”, en El Comercio, 5 de diciembre de 1912. 386 “Ecos. La reforma electoral”, en La Prensa, 5 de diciembre de 1912. 387 “Dos palabras al Congreso”, en La Prensa, 9 de diciembre de 1912. 388 “La reforma electoral”, en El Comercio, 10 de diciembre de 1912.
166
censuró a quienes habían impuesto límites a las acciones
de nulidad e introducido la figura jurídica de la
prescripción para colocar a los fraudulentos fuera del
alcance de la justicia. Los senadores –concluyó este
diario– estaban dando patente de corso a todos los
abusos en materia de sufragio, en consecuencia el
Gobierno debía observar una ley contraria a sus
objetivos de libertad de elección389. El proyecto
senatorial –dijo con sarcasmo La Crónica– era una
arquitectura jurídica con “los tres órdenes, dórico, jónico
y corintio, mezclados a la diabla”390.
El impasse electoral había tensado las relaciones
entre billinghuristas y liberales a tal grado, que se
rumoreó sobre la resistencia que suscitaba a Billinghurst
la candidatura de Alberto Ulloa, el liberal director de La
Prensa, a la diputación por Lima. Ese gesto inamistoso
causó desagrado entre los redactores de dicho diario, y
se creía que pronto sus páginas adoptarían el “tono
máximo de oposición”391. Este ambiente antigobiernista
explica porque los senadores liberales “reelegibles”
insistieron en la prescripción de aquellos delitos
electorales, cuyas sentencias fuesen emitidas después
del 20 de julio392. Finalmente, el 11 de diciembre,
durante la sesión de clausura de la primera legislatura
389 “Se impone una reconsideración”, en La Prensa, 10 de diciembre de 1912. 390 “Editorial”, en La Crónica, 11 de diciembre de 1912. 391 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 11 de diciembre de 1912. 392 “Por encima del interés público”, en La Prensa, 11 de diciembre de 1912.
167
extraordinaria de 1912, los senadores dieron su visto
bueno al proyecto de ley electoral. Aunque la norma
modificada era “menos eficaz” que el texto original
significó, a pesar de todo, un “movimiento de progreso”
para las aspiraciones ciudadanas393. Los beneficios de
esta ley –según La Prensa– comenzarían a percibirse
desde la preparación de las nuevas matrículas394. Con
igual optimismo, Variedades confió que las deficiencias y
oscuridades de esta norma “intencionalmente
perpetradas” no impedirían el acceso al Congreso de
grupos políticos con “arraigo en el país” en vez de
aquellos artificiales y sin auténtica representación395.
V. PROTESTAS LABORALES Y CONFLICTO ENTRE PODERES
DEL ESTADO: BILLINGHURST NEGOCIADOR
393 La nueva ley electoral quiso reducir la influencia de los “caciques parlamentarios”, representantes de las “oligarquías regionales”, Este objetivo resultaba contradictorio con “la existencia de un Estado cuyas características habían sido enmarcadas en la fragmentación regional de los poderes públicos”. Coronado 1986: 113-114. 394 “La nueva ley de elecciones”, en La Prensa, 12 de diciembre de 1912. 395 “De jueves a jueves”, en Variedades, 14 de diciembre de 1912.
168
Nuevas protestas laborales surgieron por estos días,
aunque en esta ocasión los reclamos cuestionaron la
política económica vigente. El gremio de zapateros
confederado, presidido por Adrián Zubiaga, elevó un
memorial al Gobierno expresando su desazón por la
competencia ruinosa que desde doce años atrás les hacía
la importación de calzado extranjero. Esa situación
afectaba a más de tres mil zapateros, muchos de los
cuales estaban migrando hacia países vecinos en busca
de trabajo. Basados en el principio de protección de las
industrias nacionales, los zapateros solicitaron el
aumento de aranceles pagados por el calzado extranjero,
a razón de tres, dos y un sol en el caso de los pares de
hombres, mujeres y niños, respectivamente. Al mismo
tiempo, reclamaron la reapertura de los talleres estatales
para fabricar en estos el calzado de las fuerzas armadas y
gendarmería396. El Comercio se opuso a la implantación
del proteccionismo demandado por los zapateros,
aduciendo que ese régimen siempre terminaba
encareciendo “la vida de todos, sin provecho para
nadie”. Con extrema dureza, este diario juzgó
inapropiado darle protección a una industria que no tenía
razón de existir, pues habiendo transcurrido tantos años
no estaba en capacidad de producir zapatos buenos y
baratos397. Discursos como este atizaban la “vidriosa
situación” entre capitalistas y obreros. Por eso, un grupo
de pequeños industriales, con fines conciliadores, fundó
la Asociación de Industrias Mecánicas y requirió la
396 “Vida obrera”, en La Crónica, 10 de diciembre de 1912. 397 “Editorial”, en El Comercio, 11 de diciembre de 1912.
169
protección estatal para mejorar la rentabilidad de sus
negocios e incrementar los salarios398.
A mediados de diciembre de 1912, el Gobierno
nombró como jefe de Estado Mayor al coronel Carlos
Abril. No obstante, una encuesta realizada por La Crónica
entre 528 personas, la mitad de ellos militares, reveló las
preferencias de la mayoría por el coronel Óscar
Benavides399. Billinghurst convocó además una segunda
legislatura extraordinaria, cuya inauguración se
realizaría el 14 de diciembre, a fin de que fuesen
sancionados el proyecto ferroviario de Chilca, la
extensión del ferrocarril a los depósitos carboníferos de
Jatunhuasi, el tratado de comercio y navegación con el
Imperio Alemán y la autorización para levantar un
empréstito en el extranjero. Muchos congresistas
demostraron cierto desánimo por resolver estos asuntos
de Estado, y otros incluso se encontraban en provincias
haciendo campaña para su reelección400. La prensa
informó también sobre supuestas desavenencias entre
Billinghurst y el Ministro de Guerra, Enrique Varela, en
cuanto al ancho de vía designado para el ferrocarril de
Chilca401. Rumor desestimado por el propio ministro
Varela, quien dijo respaldar la decisión presidencial de
construir un ferrocarril de vía angosta, a pesar de las
críticas de los senadores Joaquín Capelo y César
398 “El capital y el trabajo”, en La Prensa. 13 de diciembre de 1912. 399 “El jefe de Estado Mayor”, en La Crónica, 13 de diciembre de 1912. 400 “Burla, burlando. De Lima a…”, en La Crónica, 18 de diciembre de 1912. 401 “Ecos. Crisis novelesca”, en La Prensa, 20 de diciembre de 1912.
170
Canevaro402. Aprovechando esta confusa situación, los
pierolistas de La Crónica trataron de polarizar los
conflictos señalando haber constatado un creciente
descontento en el interior del país con el Gobierno y sus
socios liberales403.
Sintiéndose acosados por la prensa opositora, los
billinghuristas reaccionaron con violencia y descargaron
su furia sobre el taller tipográfico de José Berrío, lugar
donde se imprimía el semanario satírico “El Mosquito”,
proleguiísta y de abierta beligerancia con el Gobierno.
La tarde del 20 de diciembre, una turba de 80 a 100
personas a los gritos de ¡Viva Billinghurst! y ¡Abajo el
Mosquito! atacó el citado taller, ubicado en la calle de
Plateros de San Agustín (actual cuadra 1 del jirón Ica),
destrozando máquinas y robando diversas pertenencias.
El incidente fue calificado como un atentado contra la
libertad de imprenta cometido por el pueblo bajo la
influencia de gente “apachista” o “jacobina”404. La Prensa
desvinculó tajantemente al Gobierno de este acto,
efectuado según dijo por “gentes excitadas” y opuestas a
la “campaña de diatriba política” emprendida desde El
Mosquito405. En sentido opuesto, Variedades identificó a
los autores del atentado como “exaltados elementos”
adictos a Billinghurst, que estaban cumpliendo la misión
402 “Ecos. ¡No hay quien pegue!”, en La Prensa, 21 de diciembre de 1912. 403 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 20 de diciembre de 1912. 404 “Editorial”, en La Crónica, 21 de diciembre de 1912. 405 “Los sucesos de ayer”, en La Prensa, 21 de diciembre de 1912.
171
de barrerle el camino de obstáculos406. Por su parte, El
Comercio si bien calificó al citado semanario como
publicación “procaz e indecente”, condenó la agresión y
expresó su confianza en que las autoridades tomarían las
providencias del caso para evitar nuevos desmanes407.
El ataque contra el taller Berrío le dio a los
pierolistas la oportunidad de provocarle a Billinghurst su
primera crisis ministerial. A través del senador Joaquín
Capelo, presentaron una interpelación contra el ministro
Malpartida haciéndolo responsable del acto oprobioso y
lesivo a la libertad de prensa. El oficialismo periodístico
restó seriedad a la exagerada exposición de Capelo, que
pretendió comparar el “salvajismo” sufrido por la
mencionada imprenta con los escándalos del
Putumayo408. El 23 de diciembre, después de escuchar el
mensaje presidencial sobre cuestiones hacendarias, los
congresistas bloquistas y demócratas plantearon la
censura del mencionado ministro sin haber escuchado
sus explicaciones. Este pedido, preparado a espaldas del
Gobierno, tuvo éxito gracias a los votos de los senadores
leguiístas. El ministro Malpartida, enterado del inminente
voto de censura, hizo renuncia inmediata al cargo. Con
este acto –afirmó La Prensa– liberales y leguiístas
rompieron la alianza formada apenas tres meses antes409.
No obstante, los pierolistas de La Crónica pusieron en
406 “De jueves a jueves”, en Variedades, 28 de diciembre de 1912. 407 “Ataque a una imprenta”, en El Comercio, 21 de diciembre de 1912. 408 “Ecos. En la casa de aquí”, en La Prensa, 22 de diciembre de 1912. 409 “Voto de censura contra…”, en La Prensa, 24 de diciembre de 1912.
172
duda esta ruptura y estaban convencidos que ambos
grupos habían provocado la crisis ministerial para
realizar una nueva repartija de las carteras410.
La censura de Malpartida en el Senado no serenó
los ánimos en la colegisladora. El diputado Rafael Grau,
con todo el deseo de devolver al Gobierno el perjuicio
sufrido con su destitución como alcalde del Callao, exigió
a los diputados emitir voto de censura contra Malpartida
en medio de gritos y amenazas de la barra contra su
persona. Grau enardeció a estos llamándolos “soplones”
pagados por la policía, y dijo además que los atacantes
de la imprenta Berrío también actuaron bajo órdenes del
Ministerio de Fomento. Al culminar la sesión, más de 400
personas vociferaron agresivamente contra el
temperamental diputado, quien se libró de la furia
popular gracias a la exhortación dirigida a la masa por el
diputado liberal Lino Urquieta. En su respuesta, el obrero
billinghurista, Justo Casaretto, líder de los manifestantes,
repudió los epítetos que les había lanzado el diputado
Grau y confirmó la participación de “obreros
conscientes” en el asalto a la imprenta Berrío, con el
único objeto de vindicar las vejaciones cometidas por El
Mosquito en agravio del presidente Billinghurst, a quien
consideraban “como un padre”. El bullicio y los gritos
contra Grau y el ex-presidente Leguía forzaron la salida
de patrullas en previsión de disturbios411.
410 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de diciembre de 1912. 411 “La excitación política de ayer”, en El Comercio, 24 de diciembre de 1912.
173
El 24 de diciembre Billinghurst aceptó la renuncia
presentada por el ministro Malpartida. La cartera de
Gobierno, desempeñada por el renunciante fue
encargada al senador liberal Abel Montes. Asimismo, la
presidencia del Consejo de Ministros recayó en el
Ministro de Guerra, general Enrique Varela. El
presidente convocó de inmediato un consejo de
ministros y decidió, “en vista de la agitación política
parlamentaria”, retirar los proyectos presentados ante el
Congreso, quedando abruptamente clausurada la
segunda legislatura extraordinaria412. El fin del
cogobierno leguiísta-liberal era el resultado lógico de
una alianza sin “unidad de miras”. De otro lado, resultó
provocador para el sentimiento popular haber
depositado la estabilidad del Gobierno en manos de
congresistas, símbolos de un pasado “odioso e ingrato”.
Billinghurst comprendió, un poco tarde, la imposibilidad
de gobernar con gentes guiadas por la consigna de
boicotear su gestión. Los civilistas, sin embargo,
advertían al presidente sobre la oportunidad que le
daban las elecciones de librarse de esa mayoría
obstruccionista413. La Prensa elogió esta “sagacidad
gubernamental”, que sacrificaba incluso sus legítimos
proyectos con tal de abrir espacios de conciliación y
preservar la tranquilidad del país414.
La Crónica, en tono severo, interpretó la censura
de Malpartida como una justa consecuencia por la
412 “La crisis ministerial”, en La Prensa, 24 de diciembre de 1912. 413 “Editorial”, en El Comercio, 25 de diciembre de 1912. 414 “De acuerdo con el sentir…”, en La Prensa, 25 de diciembre de 1912.
174
inepcia demostrada para evitar el atentado contra la
imprenta Berrío. Paradójicamente, la “bandera honesta”
de la libertad de imprenta había sido enarbolada en
beneficio propio por los leguiístas, el grupo más
identificado con el abuso de poder y la destrucción del
taller de La Prensa en mayo de 1909. Este periódico
desaprobó de igual modo la forma “infantil” con que
Billinghurst quiso contestar el voto de censura
parlamentario retirando sus proyectos del Congreso en
evidente voto de desconfianza al Poder Legislativo415. La
Prensa descartó voluntad de venganza o represalia en el
Gobierno, a pesar de la crisis generada por la actitud
“imprudente” de los senadores. Por el contrario,
Billinghurst quería evadir conflictos estériles con la
mayoría leguiísta, más aún cuando algunos miembros de
ese grupo insinuaron sus pretensiones de negarle al
Ejecutivo la facultad de retirar proyectos puestos a
consideración del Congreso416. Los bloquistas avalaron la
posición del Ejecutivo y advirtieron que el leguiísmo no
estaba en condiciones de sabotear al régimen, pues rota
su alianza con los liberales carecía de fuerza propia para
formar quórum en ambas cámaras417.
En medio de esta vorágine política, la noticia de
la aprobación legislativa del Banco Agrícola, propuesto
por el gobierno, causó satisfacción entre los medianos
agricultores. La mayoría de la prensa omitió tratar este
asunto, a pesar de su importancia para impulsar la
415 “Editorial”, en La Crónica, 25 de diciembre de 1912. 416 “Las cosas en su sitio”, en La Prensa, 26 de diciembre de 1912. 417 “La situación política”, en El Comercio, 26 de diciembre de 1912.
175
habilitación de tierras en la costa. En breve artículo,
Guillermo Holder felicitó a Billinghurst por haber
rescatado un proyecto olvidado desde 1908, cuando los
gobiernos de Pardo y Leguía no comprendieron la
necesidad de que el Estado retribuyera al sector agrícola
parte de la riqueza producida por sus exportaciones. El
Banco Agrícola permitiría a los agricultores superar las
restricciones provenientes de la escasez de capitales y la
intermediación de las casas comisionistas y
consignatarias encargadas de colocar en el mercado
europeo la producción agraria nacional. En países
vecinos, como Argentina, Chile y Ecuador, funcionaban
entonces bancos agrícolas con positivos resultados.
Holder confiaba en que la banca agrícola libraría a los
agricultores de la tiranía del “préstamo usurario, de
hipotecas leoninas, que devoran todas sus utilidades”. De
esa manera, el Estado cumpliría además una efectiva
labor social, pues acabaría con los abusos de los
habilitadores en los fundos de la costa y sierra418.
Durante los días finales de 1912, el Gobierno
retomó sus vínculos con las masas obreras. La mañana
del 26 de diciembre, más de 500 peones empleados en
las obras del Tajamar, Guía, Palacio y otras, vivando al
presidente Billinghurst desfilaron hasta la casa del
Director de Salubridad, Lauro Curletti. Luego, en
compañía de otros grupos populares, se congregaron en
la Plazuela de Desamparados. El mandatario salió
entonces a uno de los balcones de palacio, y desde allí
418 Holder, Guillermo. “El Banco Agrícola”, en La Crónica, 23 de diciembre de 1912.
176
los saludó y prometió mejorar su condición social419. Al
día siguiente, varios capituleros y organizadores de
“bochinches” se apostaron cerca del Congreso con la
misión de atemorizar a los parlamentarios leguiístas. En
el Senado, liberales y bloquistas dejaron sin quórum
dicha cámara. La Cámara de Diputados sufrió igual
percance, con el agravante de que los leguiístas
asistentes se retiraron entre pifias y protección policial.
Los presidentes de las dos cámaras declararon a La
Crónica su intención de clausurar la legislatura
extraordinaria, y mostraron su desazón por tener que
hacerlo sin haber discutido los proyectos del
Gobierno420. Las masas billinghuristas –según El
Comercio– estuvieron “vivamente excitadas” debido a
que recibieron informes sobre los planes leguiístas para
presentar un nuevo voto de censura contra todo el
gabinete, por no haberse destituido al prefecto limeño,
José Goyburu421.
El 27 de diciembre, los senadores y diputados
leguiístas fracasaron nuevamente en su afán de darle
quórum al Congreso, y optaron por declarar oficialmente
clausurada la segunda legislatura extraordinaria de 1912.
Ese día volvieron a producirse actos hostiles en las calles
contiguas al parlamento, siendo los más afectados el
senador Capelo y el diputado Salazar y Oyarzábal,
quienes debieron esquivar las pedradas arrojadas por
419 “Los peones de salubridad”, en La Prensa, 26 de diciembre de 1912. 420 “La excitación de ayer”, en La Crónica, 27 de diciembre de 1912. 421 “Reuniones en las cámaras”, en El Comercio, 27 de diciembre de 1912.
177
grupos populares422. La enardecida masa, liderada una
vez más por Justo Casaretto, cambió de actitud cuando
divisó al presidente saliendo de palacio. De inmediato,
vivaron su nombre y agitaron los sombreros en
respetuoso saludo, gesto que fue correspondido de igual
forma por Billinghurst423. La Prensa destacó esta irrupción
del “pueblo soberano”, aquella “masa cívica” y
nacionalista dispuesta a castigar a los opositores que
causaban daño al país424. El Gobierno además convocó a
elecciones municipales complementarias para el 1º y 2
de junio de 1913, situación que pondría a prueba la
nueva ley electoral y el respaldo de sus potenciales
candidatos425. Los pierolistas fustigaron al leguiísmo por
haber retrocedido en su pugna con el Gobierno
protagonizando un auténtico “sainete parlamentario”426.
La prensa oficialista celebró, en cambio, el “aborto” de la
“primera oposición” al régimen, y burlándose de los
leguiístas vencidos los llamó “cadáveres ambulantes”427.
Billinghurst cerró el año 1912 dando un banquete a
ministros, autoridades, militares y funcionarios públicos,
evento que revistió la importancia de “una grande y
suntuosa fiesta social”428.
422 “La agitación política de ayer”, en La Prensa, 28 de diciembre de 1912. 423 “Los sucesos de ayer”, en El Comercio, 28 de diciembre de 1912. 424 “Ecos. El nacionalismo”, en La Prensa, 29 de diciembre de 1912. 425 “Las elecciones municipales”, en El Comercio, 29 de diciembre de 1912. 426 “Editorial”, en La Crónica, 29 de diciembre de 1912. 427 “Ecos. Los derrotados”, en La Prensa, 31 de diciembre de 1912. 428 “La recepción en palacio”, en El Comercio, 1º de enero de 1913.
178
El año 1913 inició la lucha obrera por la jornada
laboral de ocho horas. Desde los primeros días de enero,
la prensa difundió noticias sobre el fantasma de un paro
general, cuyas repercusiones se preveían terribles para
el comercio, industria y recaudación fiscal. La Crónica
aconsejó formar comisiones con presencia del Gobierno,
cámaras de comercio y sociedades obreras, a fin de
establecer precios racionales al trabajo por hora de
acuerdo a las diversas categorías de carga. De esa
manera, cada obrero trabajaría el tiempo que le fuese
necesario para sostener a sus familias429. De otro lado, los
empleados del comercio limeño protestaron por la
resolución de sus patrones, que les exigían trabajar los
domingos violando la disposición del Concejo de Lima
referida al descanso dominical. Numerosos empleados
acordaron entonces enviar comisiones a las casas
comerciales para exigir su cierre durante los domingos,
bajo advertencia de utilizar “las vías de hecho” en
defensa de sus privilegios430. El 5 de enero, mientras el
presidente Billinghurst era vitoreado durante su visita a
las instalaciones sanitaria y de explosivos en la isla San
Lorenzo, la junta directiva de los jornaleros chalacos del
muelle dársena remitió una comunicación a los gerentes
de dicha empresa reclamando aumento salarial, recorte
de horas de trabajo y otras concesiones431.
429 “Editorial”, en La Crónica, 4 de enero de 1913. 430 “La cuestión del descanso dominical”, en La Crónica, 4 de enero de 1913. 431 “La huelga de jornaleros en el Callao”, en La Prensa, 6 de enero de 1913.
179
Dos días después, los jornaleros se declararon en
huelga paralizando la actividad portuaria. El pliego de
reclamos incluía los siguientes puntos: salarios
diferenciados de 4, 5 y 5.50 soles según clase de carga,
pago de horas extraordinarias y doble jornal los feriados,
implantación de la jornada de ocho horas, privilegio
exclusivo en los servicios portuarios y varias medidas de
seguridad laboral432. La Prensa culpó de este conflicto a
los gobiernos pasados, pues permitieron la acumulación
de mano de obra excedente y la implantación de un
sistema de trabajo rotativo por horas, que impedía a
todos completar una jornada con la consecuente
reducción de los salarios. Los jornales –afirmó este
diario– no eran bajos, pero debido a la forma de reparto
terminaban siendo insuficientes. En ese sentido,
recomendó a los gremios portuarios buscar el
“descongestionamiento” de la población jornalera y
colocarla en las obras públicas patrocinadas por el Gobierno.
432 “Los jornaleros de la Dársena”, en El Comercio, 7 de enero de 1913.
180
BILLINGHURST Y LA LUCHA POR LA JORNADA LABORAL DE OCHO HORAS
Comité de agitación huelguista del Callao. La Crónica, 9 de enero de 1913.
Billinghurst dialoga con los huelguistas. La Crónica, 10 de enero de 1913.
181
Estos comentarios causaron disgusto entre los
portuarios433. La Crónica tampoco apoyó totalmente esta
huelga, porque las empresas costearían los aumentos
salariales con un fuerte recargo de fletes, que a su vez
incidiría en el precio de las mercancías. Los huelguistas
–precisó el citado periódico– habían escogido un mal
momento para efectuar sus reclamos dada la notoria
caída en el movimiento marítimo del Callao434.
La mañana del 7 de enero, las autoridades del
Callao enviaron destacamentos policiales a resguardar
las factorías y fábricas que no estaban en huelga. Poco
después, el presidente de los huelguistas, Fernando
Vera, se presentó ante el Prefecto del Callao, Carlos
Velarde, y le solicitó su mediación ante los gerentes de
las compañías de vapores y empresas de embarque,
cuya contrapropuesta no era admisible, porque los
obligaba a restablecer la matrícula de jornaleros, a fin de
negarles trabajo a los no matriculados, y cobrar jornales
por tonelada de carga manipulada. Velarde les sugirió
reducir sus demandas y conformarse con el
reconocimiento de las ocho horas de trabajo, que en los
hechos implicaba un aumento de salario. Disconformes
con esta propuesta, los huelguistas decidieron enviar una
comisión al presidente Billinghurst. Igualmente, los
presidentes de las cámaras de comercio de Lima y
Callao, Francisco Dammert y Pedro Gallagher,
coordinaron efectuar una visita al citado mandatario435.
433 “La huelga de jornaleros en…”, en La Prensa, 7 de enero de 1913. 434 “Los jornaleros del Callao”, en La Crónica, 7 de enero de 1913. 435 “La huelga de jornaleros en…”, en La Prensa, 7 de enero de 1913.
182
Las compañías ofrecieron aumentar en 10% los jornales,
siempre que los jornaleros formasen una matrícula y
desalojaran a todos los excedentes. Asimismo, durante su
reunión con los huelguistas, el presidente Billinghurst
propuso contratar a dichos excedentes en la proyectada
obra para unir el Callao con la isla San Lorenzo436.
La prensa pierolista criticó esta conducta
“inflexible” de los huelguistas, reacios a revertir el
exceso de personal existente en el muelle, a pesar de
que –según rumores– el Gobierno les había prometido
aprobar mediante ley la jornada de ocho horas de
trabajo437. Finalmente, el 10 de enero, jornaleros y
compañías transaron en cuanto al aumento y la jornada
de ocho horas haciéndolo saber al prefecto Velarde, con
cargo de que le informara al presidente Billinghurst. De
inmediato, el comité huelguista y los jornaleros
desfilaron por el Callao con banda de música aclamando
la exitosa mediación del Gobierno438. El ministro
Maldonado rubricó además el decreto aprobatorio de la
jornada laboral de ocho horas, dividido en dos turnos (7
a 11 am y 1 a 5 pm)439. Este arreglo, sin embargo, no
alcanzó a los descargadores, gavieros y guardianes de la
dársena, que se sumaron a la huelga en solidaridad con
los jornaleros. Por el contrario, la empresa separó a 10
gavieros identificados como líderes de la protesta440. La
436 “La huelga de los jornaleros”, en El Comercio, 9 de enero de 1913. 437 “Editorial”, en La Crónica, 10 de enero de 1913. 438 “La huelga de jornaleros en…”, en El Comercio, 10 de enero de 1913. 439 “La huelga de jornaleros en…”, en La Prensa, 11 de enero de 1913. 440 “La huelga de jornaleros…”, en El Comercio, 11 de enero de 1913.
183
Prensa felicitó al Gobierno, porque el prestigio de sus
funcionarios había logrado conducir por el camino del
orden una reclamación, que muchos pensaron afectaría
el principio de autoridad y atizaría los choques entre
capital y trabajo441.
Apenas concluida la huelga en la dársena,
sobrevinieron otras en el molino Santa Rosa de los
señores Milne y las fábricas chalacas de gaseosas y
jarabes. En el primer caso, el presidente de la sociedad
“Unión Molineros Santa Rosa” requirió aumento salarial
del 30%, jornada de ocho horas y doble jornal en los
turnos de noche. La gerencia de Milne y Co. consideró
este pedido “fuera de toda proporción” y alegaron haber
reajustado los salarios entre 25-50% en años pasados.
Tampoco aceptaron reducir la jornada de 12 a 8 horas,
aduciendo que el trabajo en los molinos no era “pesado”
y hasta los muchachos podían efectuarlo. Con todo,
aceptaron elevar en 10% el salario y pagar doble jornal
los días feriados. En el segundo caso, los operarios de las
fábricas de gaseosas también reclamaron la jornada de
ocho horas, mayores comisiones en las ventas,
incremento salarial por escalas y doble salario en horas
extras. Los propietarios de fábricas de soda ofrecieron un
10% de aumento y jornada de nueve horas442. Alarmado
por la rapidez con que se extendía la oleada huelguista,
El Comercio consideró imposible, en ese momento,
establecer un salario mínimo, porque previamente debía
conocerse “la productividad y potencia de cada
441 “El fin de la huelga”, en La Prensa, 12 de enero de 1913. 442 “Las huelgas en el Callao”, en La Prensa, 14 de enero de 1913.
184
empresa”. Distinto era el caso de la jornada laboral, en
tanto no podía permitirse a los empresarios exigir a sus
obreros “una contribución muscular inhumana”. En este
punto, los obreros del molino Santa Rosa –precisó este
diario– cumplían jornadas de hasta 14 horas diarias, lo
cual conducía al “aniquilamiento del obrero”. La
demanda de una jornada de ocho horas, era por tanto,
justa y atendible443.
En medio de estos conflictos laborales, el vocero
pierolista La Crónica, en evidente campaña política,
acusó a liberales y billinghuristas de hallarse
enfrascados en continuas disputas por tener la mayor
cantidad de candidaturas, hecho que estaba provocando
el descrédito del Gobierno y un hondo malestar entre los
oficiales del Ejército444. A esta denuncia siguió la
dimisión del candidato demócrata a la diputación por
Yauyos, José María de la Jara y Ureta, bajo el argumento
de que las autoridades locales billinghuristas utilizaban
los recursos públicos a favor de una próxima candidatura
oficial445. Esta visión caótica de la situación política
difería del optimismo eufórico de La Prensa, que daba
constantes noticias sobre el multitudinario recibimiento
de los candidatos liberales en provincias. Los eventos
más apoteósicos ocurrieron en Arequipa y Cerro de
Pasco, a raíz de la llegada de Lino Urquieta y Teobaldo
Pinzás, respectivamente. En sus discursos, Urquieta
remarcó con insistencia la neutralidad del Gobierno y
443 “Editorial”, en El Comercio, 14 de enero de 1913. 444 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 14 de enero de 1913. 445 “La imposición electoral en Yauyos”, en La Crónica, 15 de enero de 1913.
185
pidió a sus partidarios no dejarse sorprender por gentes
autoproclamadas “candidatos oficiales”446.
Mientras tanto, en el Callao fueron publicados
nuevos pliegos de reclamos presentados por los
operarios de la factoría Guadalupe y los peones del
ferrocarril central, del dique de la compañía peruana, la
empresa del gas y la compañía nacional de cerveza. A su
vez, molineros y soderos pactaron una alianza con el
propósito de impedir a sus patrones contratar personal
de reemplazo. Exigieron además a los panaderos
boicotear la compra de harina al molino Milne. El
prefecto chalaco Carlos Velarde, después de
conferenciar con huelguistas y empresarios, se dirigió a
palacio de gobierno para exponer al presidente
Billinghurst sobre las “cuestiones sociales” suscitadas en
el puerto447. Por estos días, la escasez de harina trajo
consigo rumores sobre la inminente alza del pan. Al
respecto, La Crónica exhibió una notificación cursada por
la compañía Arturo Field comunicando el incremento del
20% en el precio del pan. Este periódico calificó de
“ironía formidable” la manera cómo Billinghurst era
incapaz de cumplir con su oferta de pan barato para el
pueblo448. Ante estos comentarios, la empresa aclaró que
el aumento solo afectó al pan de alta calidad consumido
en hoteles y casas de familias acomodadas no así al de
tipo corriente. Por lo demás, el aumento quedó sin efecto
446 “Actualidad política”, en La Prensa, 14 de enero de 1913. 447 “Las huelgas en el Callao”, en La Prensa, 15 de enero de 1913. 448 “Una situación grave”, en La Crónica, 16 de enero de 1913.
186
debido a la intervención del presidente, quien aseguró la
rebaja del costo de la harina449.
Desmentido su informe sobre la carestía del pan,
La Crónica quiso provocar zozobra culpando a la
agitación obrera del probable cierre de empresas, casas
comerciales y bancos. Al mismo tiempo, consideró
injustificado el número de obreros contratados por el
Gobierno para los trabajos del Tajamar, insinuando que
esa decisión solo respondía a prácticas de clientelismo
político450. Estando próximas las elecciones, los partidos
preferían contemporizar antes que indisponerse con la
clase obrera. No en vano, todos los candidatos
adornaban sus discursos con “lirismos oratorios” sacados
del socialismo mundial. Las banderas proletarias estaban
presentes en los escritos de políticos tan diversos, como
el liberal Gerardo Balbuena o el civilista José Matías
Manzanilla451. El gobierno de Billinghurst –dijo Balbuena–
tenía la obligación de propiciar el triunfo de las ideas
solidarias a fin de reemplazar un “régimen de
producción injusto” por otro fundado en la armonía entre
capital y trabajo452. Apartándose un tanto de ese
discurso, Billinghurst en reunión efectuada con los
gerentes de la Peruvian Corporation, J. H. Feehan, y de
otras empresas chalacas, precisó que el decreto sobre la
jornada de ocho horas beneficiaba únicamente a los
obreros de la dársena. Correspondía entonces al
Gobierno –según La Crónica– convencer a la clase obrera
449 “El precio del pan”, en El Comercio, 16 de enero de 1913. 450 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 17 de enero de 1913. 451 “Ecos. En pleno socialismo”, en La Prensa, 17 de enero de 1913. 452 “Al fondo de las cosas”, en La Prensa, 17 de enero de 1913.
187
NUEVAS HUELGAS Y DESPLIEGUE DE LA FUERZA POLICIAL
Los dirigentes de los huelguistas chalacos. La Crónica, 20 de enero de 1913.
Un pelotón de Caballería recorre las calles chalacas. La Crónica, 23 de enero de 1913.
188
de minimizar sus exigencias antes que provocaran “la
miseria general y destrucción del orden”453.
Esta actitud ambigua frente al movimiento obrero
produjo cierta confusión entre los billinghuristas en cuanto a
la designación de sus candidatos. Sin duda, buscaban
personas cercanas a la clase obrera, que no estuviesen
comprometidas en la “campaña socialista” rechazada por los
empresarios, muchos de los cuales estaban “con una mano
en la faltriquera y la otra en la pistola”454. El propio
Gobierno, ante el nivel de beligerancia tomado por la
huelga, dispuso el envío de 100 hombres de artillería al
Callao para proteger propiedades y resguardar la seguridad
pública455. Indiferente a estas acciones, los pierolistas de La
Crónica insistían en infundir miedo a la población
difundiendo noticias acerca de “posibles desórdenes”
preparados por los obreros para expresar su impaciencia
ante la inacción del Gobierno y empresarios. Este periódico
anunció también que los bancos habían comenzado a retirar
el oro de la circulación monetaria ante la incierta situación
laboral. Asimismo, expresaron su extrañeza porque varios
telegramas enviados de Lima al diario La Reforma de Trujillo
se hallaban retenidos en la oficina de cable, aparentemente
porque el Gobierno pretendía mantener desinformadas a las
provincias sobre la paralización imperante en la capital456.
La campaña electoral se vio ensombrecida por la
trágica muerte de Enrique Llosa, candidato demócrata
453 “Editorial”, en La Crónica, 18 de enero de 1913. 454 “Ecos. Cuestiones sociológicas”, en La Prensa, 19 de enero de 1913. 455 “Las huelgas en el Callao”, en El Comercio, 20 de enero de 1913. 456 “El malestar social”, en La Crónica, 19 de enero de 1913.
189
por la senaduría de Iquitos. Este ilustre pierolista,
partícipe del asalto a palacio de gobierno en 1909, cayó
víctima de una violenta pelea entre partidarios suyos y
los de su contendor, Eduardo Lanatta457. La Prensa
descartó que Llosa hubiese sido víctima de un atentado y
atribuyó su muerte a un paro cardiaco. Estos penosos
hechos –precisó este diario– tuvieron su origen en las
manifestaciones organizadas por los candidatos a favor
de la permanencia del prefecto loretano, Juan José Calle,
quien estaba al servicio del cauchero Julio Arana.
Precisamente, el infortunio de Llosa se inició a partir de
su vinculación con las gentes de Arana458. El vocero
pierolista, La Crónica, cuestionó la versión oficial, que
además era insuficiente para saber “exactamente” cómo
se desarrollaron los acontecimientos. En opinión de este
periódico, Llosa fue víctima de una contramanifestación
derivada en violento choque. El candidato perdió la vida
cuando se encontraba en plena actividad. No en vano,
poco antes de morir remitió un telegrama al líder
demócrata, Fernando Gazzani, proponiendo la
designación de Lucas Rodríguez como corresponsal de
La Crónica en Iquitos459.
El 21 de enero, después de varios días de
conversaciones dirigidas por el prefecto chalaco, Carlos
Velarde, los empresarios aceptaron reducir la jornada
laboral a ocho horas y concedieron el aumento salarial
reclamado por molineros, gavieros, aduaneros y
457 “Graves desórdenes en Iquitos”, en El Comercio, 20 de enero de 1913. 458 “Los sucesos de Iquitos”, en La Prensa, 21 de enero de 1913. 459 “Los sucesos de Iquitos”, en La Crónica, 22 de enero de 1913.
190
operarios del dique460. Quedaron pendientes de solución
la huelga de cerveceros, panaderos, mecánicos,
madereros, peones del ferrocarril central (estaciones y
factorías) y las tripulaciones de la compañía de vapores,
entre otros grupos. La Prensa no pudo ocultar su fastidio
por esa “revolución social” que iba tornándose
“endémica” cual si fuese una “peste”461. Ciertamente, el
Gobierno compartía esa impresión y, por eso, expidió el
24 de enero un decreto reglamentando el derecho de
huelga. El objetivo de esta norma consistía en adoptar
“providencias” para asegurar la actividad industrial y
mercantil durante los días de huelga, respetando los
derechos de obreros y patrones. En adelante, los obreros
negociarían mediante delegados sus reclamos a los
patrones, y en caso no hubiese acuerdo ambas partes
designarían árbitros bajo compromiso de respetar el
laudo arbitral. La huelga solo procedería cuando los
patrones rehusaran designar árbitros o si constituido el
tribunal arbitral no emitiese fallo en plazo máximo de
cuatro días. Con todo, la declaratoria de huelga debía
contar con el respaldo del 75% de obreros. En caso
contrario, solo paralizaría el porcentaje que no deseaba
trabajar, siendo reprimidos quienes impidieran el libre
ejercicio del comercio e industrias. Finalmente, este
decreto prohibió el establecimiento de campamentos de
huelguistas462.
460 “Las huelgas”, en El Comercio, 22 de enero de 1913. 461 “Ecos. Popularidades…”, en La Prensa, 23 de enero de 1913. 462 “Reglamentación de huelgas”, en La Crónica, 25 de enero de 1913.
191
El 25 de enero, una masiva delegación de
huelguistas se entrevistó con el presidente Billinghurst y
le reclamaron ejercer su “valiosa influencia” con los
patrones para convencerlos de lograr un arreglo
definitivo. Simultáneamente, más de 300 empleados de
casas comerciales, reunidos en el Centro Social Unión,
acordaron sumarse a la lucha por la jornada laboral de
ocho horas463. En medio de estas tensas negociaciones,
los prefectos de Lima y Callao, José Goyburo y Carlos
Velarde, comunicaron mediante bandos el decreto sobre
huelgas, y comenzaron a ejecutarlo ordenando la
clausura de los campamentos huelguistas464. De manera
escalonada, las autoridades lograron resolver cada
conflicto obteniendo los obreros aumentos de entre 5-10%
y la reducción de la jornada laboral. Hubo entonces
opiniones que avizoraron una fuerte caída en la
productividad por efecto del menor tiempo de trabajo.
Sin embargo, María Jesús Alvarado, citando diversas
experiencias europeas, demostró que la disminución de
la jornada no tenía incidencia directa en la producción.
En consecuencia, exhortó al proletariado urbano a que,
por “solidaridad y patriotismo”, lucharan para extender
el beneficio de la jornada de ocho horas a “los
desgraciados indios que gimen allende los Andes”465.
A fines de enero de 1913, la campaña política
proseguía violenta en provincias, pero abúlica en Lima. La
Prensa no comprendía por qué los limeños preferían
463 “Las huelgas”, en El Comercio, 26 de enero de 1913. 464 “Por la jornada de ocho horas”, en La Prensa, 27 de enero de 1913. 465 Alvarado, María Jesús. “La jornada de ocho horas”, en La
Crónica, 29 de enero de 1913.
192
comentar el vuelo de Juan Bielovucic sobre los Alpes o la
próxima corrida de toros, en vez de preocuparse por la
formación de la asamblea de contribuyentes, encargada de
designar la futura junta electoral466. En cambio, las
provincias estaban sumidas en una intensa politización con
sus inevitables “choques sangrientos”. El 26 de enero
varios telegramas enviados desde Huánuco dieron cuenta
de graves lesiones sufridas por el candidato a diputado,
Carlos Rizo Patrón, a manos de soldados y campesinos467.
Los partidarios de su competidor liberal, Teobaldo Pinzás,
negaron cualquier responsabilidad en esta agresión y por
el contrario, denunciaron que Rizo Patrón había contratado
gente extraña con el propósito de intimidar a los
integrantes de la asamblea de contribuyentes468. Asimismo,
en zonas andinas, como Chumbivilcas, los gamonales
intentaban atemorizar a las autoridades locales para
controlar las asambleas de contribuyentes469. Incluso hubo
quejas contra la supuesta coacción ejercida por empresas
extranjeras, como la Morococha Mining Company y Backus &
Johnston Company, sobre su personal obligándolo a
respaldar determinadas candidaturas470. Pero el punto más
álgido estuvo representado por las disputas entre
precandidatos billinghuristas y liberales en Arequipa e
466 “Ecos. Más de cien contribuyentes”, en La Prensa, 26 de enero de 1913. 467 “Desórdenes en Dos de Mayo”, en El Comercio, 27 de enero de 1913. 468 “En Dos de Mayo”, en La Prensa, 27 de enero de 1913. 469 “La situación en Chumbivilcas”, en La Prensa, 25 de enero de 1913. 470 “Editorial”, en El Comercio, 27 de enero de 1913.
193
Islay, debido a las repercusiones que podía tener en la
alianza de gobierno471.
El carnaval de 1913 abrió un breve intermedio en
la lucha obrera y la exacerbada contienda política.
Pasado el ambiente festivo se hizo público un decreto,
fechado el 30 de enero, que creó secciones obreras en
las intendencias de Lima y Callao, las cuales deberían
recopilar datos acerca del números de obreros, salarios,
jornadas laborales, pagos extraordinarios, paros,
accidentes de trabajo, costo del alquiler de las casas
obreras, nombres de asociaciones obreras e instituciones
de auxilios mutuos. Además registrarían a todos los
trabajadores en fichas personalizadas. De esa manera,
Billinghurst pensó descubrir las causas “naturales o
artificiales” de los movimientos obreros y definir la
política industrial más adecuada472. Con igual
beneplácito fue recibido el decreto reglamentario de los
trabajos sanitarios urbanos, pues dio nueva orientación a
la política social y finalizó los atropellos cometidos
anteriormente contra las casas de gente pobre por los
brigadistas de salud pública en su afán de combatir los
focos infecciosos. En adelante, el Gobierno ordenó a la
Dirección de Salubridad notificar previamente a los
moradores de esas viviendas antihigiénicas dándoles
plazo prudente para habilitar obras en dichos lugares, en
caso contrario el Estado las ejecutaría cargando su costo
a los vecinos473.
471 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 29 de enero de 1913. 472 “Cuestiones obreras”, en La Crónica, 5 de febrero de 1913. 473 “Editorial”, en El Comercio, 8 de febrero de 1913
194
Más allá de esta relativa calma social, las
contradicciones entre Billinghurst y liberales iban
tomando matices fulgurantes. El vocero pierolista La
Crónica difundía constantes notas sobredimensionando
esos pleitos motivados por las exigencias de Augusto
Durand y sus partidarios en cuanto a las candidaturas. El
presidente –afirmó este diario– no debía cometer el
craso error de facilitar la formación de un núcleo
importante de congresistas liberales, pues quedaría a
merced de estos474. Ciertamente, la mayoría de
precandidatos derrotados por sus pares liberales venían
a Lima para presentar reclamos y buscar influencias que
pudieran revertir sus fracasos. La Prensa criticó
acremente esa invasión de quejosos, cuyo único
propósito era importunar al presidente y les exigió
regresar a sus provincias475. A juicio de los pierolistas,
las “infidelidades y veleterías políticas” de Billinghurst lo
estaban acercando a las candidaturas presentadas por
bloquistas y “amigos personales”, que juntos podían
constituirse en la nueva mayoría parlamentaria. Enojado
por la impredecible conducta del mandatario, Augusto
Durand se planteó analizar la situación del Partido Liberal
y la conveniencia de seguir en el Gobierno o volver a la
oposición476.
474 “Editorial”, en La Crónica, 9 de febrero de 1913. 475 “Ecos. Unos con otros”, en La Prensa, 9 de febrero de 1913. 476 “Baturrillo”, en La Crónica, 10 de febrero de 1913.
195
CONFLICTO BILLINGHURST-DURAND Y EL GABINETE LUNA Y PERALTA
El conflicto Billinghurst-Durand. La Crónica, 13 de febrero de 1913. Caricatura de Pedro Challe.
Carlos Velarde Federico Luna y Peralta Felipe Derteano Ministro de Guerra Ministro de Gobierno y Ministro de Hacienda
Pdte. del Consejo de Ministros
196
En esas circunstancias, volvió a agudizarse el
conflicto entre los operarios de factorías y la Peruvian
Corporation, a pesar de que estos renunciaron a varios
reclamos y solo insistieron en la reducción de la jornada
laboral. La empresa inglesa mantuvo su rotunda negativa
a negociar esta demanda, afectando los ingresos de
cuatrocientas familias obreras477. El Comercio criticó esta
intransigencia de los gerentes ingleses, porque el
aumento de 33% en sus rentas permitía atender los
reclamos obreros. De igual forma, deploraron sus
intentos de reemplazar a los huelguistas con operarios
traídos de las fábricas del sur para generar
enfrentamientos internos en la clase obrera478. Este
maniqueo plan fue desbaratado por los peones sureños,
que alegaron haber sido traídos bajo el convencimiento
de “que la huelga había terminado”479. Sin embargo, la
Peruvian Corporation persistió en sus maniobras
provocadoras, y contrató 50 peones para romper la
huelga en la factoría de Guadalupe. Los huelguistas
reaccionaron violentamente y chocaron con la policía
produciéndose heridos en ambas partes. El prefecto
chalaco, Carlos Velarde, ofició nuevamente de mediador
aunque la empresa no deseaba negociar, bajo la excusa
de que había contratado nuevos peones para ocupar los
puestos de los huelguistas,. Ese mismo día, los delegados
obreros conferenciaron con el presidente Billinghurst y
el representante de la Peruvian Corporation, William
477 “Los huelguistas de Guadalupe”, en El Comercio, 10 de febrero de 1913, 478 “Editorial”, en El Comercio, 11 de febrero de 1913. 479 “Los huelguistas en palacio”, en La Prensa, 11 de febrero de 1913.
197
Morkill, recibiendo una oferta de 3% de aumento salarial
y el pago del jornal por horas480. El 18 de febrero,
cumplidos treinta días de huelga, empresa y obreros
firmaron un arreglo que reajustó el salario en el
porcentaje citado, estableció la jornada laboral de nueve
horas y dispuso construir una biblioteca, por cuenta de la
empresa, para el servicio de los operarios481.
La abusiva conducta de Morkill, durante los días
de huelga, fue severamente censurada por El Comercio.
Este diario defendió el papel del Estado como árbitro de
los conflictos laborales, y recordó al mencionado
directivo que mientras en Inglaterra, su país de origen, el
Estado había fijado el salario mínimo, él aquí pretendió
quebrar la voluntad de los huelguistas peruanos con “el
auxilio del hambre”482. Guiada por esta práctica de
avasallamiento de los derechos laborales, la Peruvian
Corporation llegó incluso a desacatar la ley de accidentes
de trabajo483. El 20 de enero, Morkill en carta remitida a
la Dirección de Administración, invocó la cláusula 31 del
Contrato Grace, referida a faltas u omisiones cometidas
en cuanto al tráfico ferroviario, para justificar su rechazo
480 “Los huelguistas de Guadalupe”, en El Comercio, 17 de febrero de 1913. 481 “Solución de la huelga de…”, en El Comercio, 19 de febrero de 1913. 482 “Cuestión de opiniones”, en El Comercio, 22 de febrero de 1913. 483 Dicha norma, promulgada por el presidente Augusto B. Leguía el 20 de enero de 1911, estuvo compuesta por 82 artículos repartidos en siete títulos, y legisló sobre indemnizaciones, declaración de accidentes, procedimientos judiciales, seguros, garantías y multas. En febrero de 1912 se encargó a una comisión elaborar el correspondiente reglamento. Ramos 2006: 189.
198
a pagar indemnizaciones por accidentes laborales,
aduciendo que estas no fueron contempladas en dicho
contrato. En ese sentido, exigió al presidente Billinghurst
resarcir a la Peruvian Corporation los “daños y
perjuicios” provenientes del pago de indemnizaciones
dispuesto por mandato judicial484. En esta pugna, Morkill
fue respaldado por La Crónica, la cual descalificó las
doctrinas “no del todo aceptables” de El Comercio sobre
la facultad del Gobierno para resolver conflictos entre
capital y trabajo. Al respecto, puso como ejemplo el
decreto que estableció la jornada de ocho horas, cuya
acción “profundamente perturbadora” rompió la armonía
entre patrones y obreros. El Estado –dijo este periódico–
nunca debía modificar contratos o acuerdos celebrados
entre privados, porque sus acciones siempre terminarían
beneficiando a una parte en daño de otra. Desde esa
perspectiva, determinar la jornada laboral no era
competencia del Gobierno sino de la libre convención
“entre quien solicita servicios y el que los presta”485.
El 23 de febrero, La Prensa anunció una inminente
crisis ministerial y el supuesto apartamiento de los
liberales del Gobierno, descartando al mismo tiempo la
incorporación en el gabinete del bloquista José Matías
Manzanilla y el liberal Gerardo Balbuena486. Dos días
después se produjeron las renuncias del general Enrique
Varela, presidente del Consejo de Ministros y Ministro
de Guerra y Marina, y de los ministros de Hacienda y
484 “Los accidentes del trabajo…”, en El Comercio, 23 de febrero de 1913. 485 “Editorial”, en La Crónica, 24 de febrero de 1913. 486 “Ecos. Del aburrimiento”, en La Prensa, 23 de febrero de 1913.
199
Comercio, Baldomero Maldonado, y Gobierno, Abel
Montes. En su carta de renuncia, Varela expuso su deseo
de presentarse a las elecciones del tercio parlamentario
para llevar al Senado su “contingente de conocimientos
militares”. Esa misma razón fue invocada por Maldonado,
quien pensaba postular a una diputación. La Crónica
calificó la dimisión de Varela como un “error grave”,
pues abandonó sus responsabilidades ministeriales solo
para disputarle la senaduría por Tacna a Rómulo Cuneo
Vidal, un “billinghurista de la más legítima cepa”.
Opuesto a esta decisión, el vocero pierolista aconsejó a
Varela no mezclarse en luchas políticas y dejarse
embaucar por las “artificiales popularidades
eleccionarias”487.
Los nuevos ministros Federico Luna y Peralta
(Ministro de Gobierno y presidente del Consejo de
Ministros), Carlos Velarde (Ministro de Guerra y Marina)
y Felipe Derteano (Ministro de Hacienda y Comercio)
eran hombres muy cercanos al presidente Billinghurst. El
Comercio y La Prensa publicaron escuetas notas sobre el
cambio de ministros. El primero incidió en la motivación
electoral de estas renuncias y los diversos nombres que
se barajaron en los círculos políticos como potenciales
reemplazantes488. La segunda destacó la rapidez con que
fue solucionada la crisis ministerial489. Por su parte, La
Crónica subestimó la calidad del nuevo gabinete,
formado por “personal de las diferentes oficinas
487 “Editorial”, en La Crónica, 26 de febrero de 1913. 488 “Renuncia del gabinete”, en El Comercio, 25 de febrero de 1913. 489 “La solución de la crisis”, en La Prensa, 26 de febrero de 1913.
200
públicas”, y centró sus cuestionamientos en los ministros
de Guerra y Marina, Carlos Velarde, “que nada tiene de
militar”, y en el de Hacienda y Comercio, Felipe
Derteano, cuyo nombramiento saltaba el principio de
jerarquía, pues dejaba su condición de empleado de
Aduanas para asumir un ministerio. En resumen, el nuevo
gabinete reveló la “pobreza de personal” que rodeaba a
Billinghurst490.
Culminada la ola huelguista y estabilizado el
frente interno, El Comercio recomendó invertir mayores
recursos en la modernización del equipamiento militar a
fin de garantizar la soberanía e integridad territorial491. Si
bien la clase obrera urbana había obtenido la atención
de varias de sus demandas, dando al Gobierno cierto
ambiente de desahogo, los jornaleros agrícolas se
encontraban en una situación bastante penosa. La
violenta represión de los jornaleros de Chicama en 1912
contuvo momentáneamente un movimiento de protesta,
que según informes llegados de Trujillo estaba en pleno
proceso de reactivación. Solo la presencia del Ejército
impedía el estallido de la furia campesina. En ese
contexto, se reclamó a Billinghurst quitarle a los patrones
la autoridad policial que ejercían a manera de señores
feudales, estableciendo comisarías rurales en los
valles492. El movimiento obrero –indicó El Comercio– no
era un fenómeno particular del Perú, sino la “repercusión
de ideas comunes al proletariado universal” atizada por
490 “Editorial”, en La Crónica, 3 de marzo de 1913. 491 “Editorial”, en El Comercio, 7 de marzo de 1913. 492 “Trujillo. La huelga latente”, en La Crónica, 6 de marzo de 1913.
201
el crecimiento de las desigualdades sociales. En este
punto, los excesivos impuestos decretados por los
últimos gobiernos habían encarecido los productos y
depreciado los jornales incubando las protestas
obreras493.
En esa coyuntura, noticias sobre supuestos nuevos
arreglos con Chile por la cuestión Tacna y Arica volvieron a
conmover la política interna. Según Variedades, el general
Juan Norberto Eléspuru, durante su viaje a la Argentina
para asumir el cargo de ministro en dicho país, negoció con
la cancillería chilena la cesión incondicional de Arica y
ratificó la postergación por 21 años del plebiscito que
resolvería la soberanía de Tacna494. Con todo, este affaire
externo fue desplazado rápidamente por los escándalos de
la coyuntura electoral. La prensa opositora dijo sentirse
decepcionada por el estrepitoso revés del Gobierno en su
misión de garantizar el libre sufragio, y achacó este
resultado a “las pequeñas miserias y rencores” que
guiaban su relación con los partidos495. Frente a la campaña
emprendida por los diarios opositores en defensa del libre
sufragio, el presidente de la Corte Suprema, Francisco
Eguiguren, en el discurso de apertura de los tribunales
expresó su compromiso de juzgar y resolver con
“independencia y justificación” las nulidades interpuestas
contra la suplantación del voto popular, que “logre
escurrirse por entre los hilos de la madeja eleccionaria”496.
493 “Editorial”, en El Comercio, 16 de marzo de 1913. 494 “De jueves a jueves”, en Variedades, 8 de marzo de 1913. 495 “De jueves a jueves”, en Variedades, 15 de marzo de 1913. 496 “Como se esperaba”, en La Prensa, 19 de marzo de 1913.
202
De otro lado, ante la campaña periodística
internacional contra los abusos cometidos por el
cauchero Julio Arana en perjuicio de los pueblos nativos
del Putumayo, La Prensa desvinculó al Gobierno de
Billinghurst de ese “régimen de tortura y de sangre”, y si
bien reconoció los beneficios fiscales de la explotación
del citado producto vegetal también precisó que esta
había sido posible gracias a la presencia de soldados
peruanos en esa zona de nuestra Amazonia. Restó
importancia además a las acciones de ocupación
territorial de Arana, advirtiendo que el prefecto loretano,
Pedro Portillo, en 1909 había tomado posesión del
Putumayo antes que llegaran los “civilizadores”
caucheros497. En el sector interno, fue muy comentada
por estos días la inasistencia de Billinghurst a las
ceremonias de jueves santo, pues desairó las tradiciones
del recorrido de las “estaciones” y del almuerzo
tradicional con el arzobispo limeño para emprender un
sorpresivo y relajante viaje a Chilca. Esta conducta –según
se rumoraba– le trajo algunos problemas con su Ministro
de Justicia y Culto, Francisco Moreyra y Riglos, un
ferviente católico que trató sin éxito de convencer al
presidente sobre su obligación de asociarse al duelo de
la Iglesia498.
El mes de abril recibió el calificativo de “crítico”
por la carestía imperante y los excesos que se esperaba
ocurrieran durante el proceso electoral. Por eso, el
Gobierno recibió con cautela los informes de la policía
497 “Distingamos”, en La Prensa, 22 de marzo de 1913. 498 “De jueves a jueves”, en Variedades, 22 de marzo de 1913.
203
sobre indicios de agitación obrera entre los jornaleros
chalacos. Varios volantes apócrifos, requisados en las
calles del puerto, anunciaron por esos días la fundación
de una nueva entidad gremial denominada Federación
Marítima y Terrestre del Callao, creada con el objeto de
proteger los derechos del jornalero y afrontar “los
embates del capitalismo burgués”499. Lo actuado hasta el
momento ofrecía un panorama desconsolador, pues en
casi todo el interior del país las “tramoyas y cubileteos”
habían vulnerado la draconiana ley electoral. Las
denuncias alcanzaban al propio presidente Billinghurst,
de quien se decía tenía sumo interés en formar su tercio
parlamentario propio, y por esa razón impulsó
candidaturas en Loreto, San Martín, Lima, Arequipa, Junín
y Amazonas. Estos propósitos fueron censurados –según
Variedades– por la propia prensa eclesiástica, hecho que
provocó cierta hostilidad entre el mandatario y el
arzobispo limeño, Manuel García Naranjo500.
En opinión de La Prensa, Billinghurst era víctima
de una conspiración mediática proveniente de quienes
apoyaron su elección de manera “condicional y falaz”, y
que creyéndose desatendidos volcaban su “enojo
político” para agravar las “naturales dificultades” de
todo Gobierno. Asimismo, ensalzó la decisión del
billinghurismo de mantener al Estado lejos de los
intereses partidarios, y confirmó que este movimiento
solo pretendía tener “un núcleo representativo de sus
ideas y propósitos en el parlamento”, sin afectar los
499 “Supuesta agitación…”, en La Prensa, 5 de abril de 1913. 500 “De jueves a jueves”, en Variedades, 5 de abril de 1913.
204
espacios de los demás partidos501. A mediados de abril,
este diario se ocupó de la campaña de “desmoralización”
emprendida por los diarios opositores, los cuales solo veían
frustración y angustia en todos lados. Esos medios –recalcó
La Prensa– impulsaban la incorporación de allegados suyos
en el Gobierno, como condición sine qua nom para
mejorar la administración pública. Esa sugerencia,
recogida supuestamente de comentarios emitidos en
“clubs” o “charlas íntimas” carecía de seriedad y
reflejaba la frivolidad de quienes convertían en política
de Estado sus “impresiones absolutamente
personales”502. En el curso de esta guerra de papel, La
Prensa enfocó su ataque en el periódico pierolista La
Crónica, recordándole que en 1912 ofreció su concurso al
déspota Leguía para apoyar la convocatoria a una
Constituyente y cerrarle el paso a la elección
parlamentaria de Billinghurst. En dicha circunstancia, La
Prensa cumplió el rol de vocero billinghurista
dedicándose a publicitar y defender los actos “cuerdos y
saludables” del Gobierno, pero siempre negó guiarse
por intereses prosaicos, pues ninguno de “nuestros
empleados sirve puesto alguno en la actual
administración”503.
Durante las semanas de abril, el rápido
encarecimiento de los comestibles acentuó el malestar
social generado por los conflictos políticos. Alimentos
básicos como el arroz, azúcar, carne, manteca, pan, pescado
501 “Era lógico…”, en La Prensa, 8 de abril de 1913. 502 “Contestamos”, en La Prensa, 10 de abril de 1913. 503 “Satisfaciendo la curiosidad”, en La Prensa, 12 de abril de 1913.
205
BILLINGHURST Y EL PROBLEMA DE LAS SUBSISTENCIAS
Billinghurst y el alcalde limeño, Nicanor Carmona, abaratadores de subsistencias. La Crónica, 14 de abril de 1913. Caricatura de Pedro Challe.
Billinghurst y su puesto de subsistencias “políticas”. Variedades, 19 de abril de 1913. Caricatura de
Francisco González Gamarra.
206
y verduras elevaron sus costos entre 50-100%. Los más
afectados fueron los albañiles, cocheros, empleados de la
administración pública y tranvieros, que eran habituales
comensales de las fondas chinas, las cuales reajustaron el
precio de sus platos en 25-30%504. El alcalde limeño,
Nicanor Carmona, dispuso el establecimiento de
“baratillos” en los mercados a fin de vender, a precios
reducidos, arroz, carne, pan y manteca505. El municipio
capitalino acordó también reducir en 50% los derechos
cobrados en los mataderos y mercados y liberar de todo
gravamen a los establecimientos de venta de leche. Al
mismo tiempo, solicitó al presidente Billinghurst que, con
cargo de dar cuenta al Congreso, subsidiara el ingreso de
comestibles y otorgara una subvención al concejo limeño
para compensar las rentas que dejaría de percibir por la
reducción de tributos municipales506. En conferencia
realizada ante cientos de obreros en el Teatro Municipal,
Ricardo Madueño atribuyó la carestía de víveres a la
sustitución de los cultivos de pan llevar por los de
exportación. En consecuencia, propuso la parcelación de
tierras para repartirlas entre pequeños agricultores,
quienes se encargarían de abastecer a las ciudades con
víveres sanos y baratos507.
Una vez más, ejercitando su labor de vocero
oficioso del régimen, La Prensa definió la carestía como
504 “Un problema grave”, en El Comercio, 6 de abril de 1913. 505 “La carestía de la subsistencia”, en La Prensa, 10 de abril de 1913. 506 “La carestía de las subsistencias”, en El Comercio, 11 de abril de 1913. 507 “El proyecto del señor Madueño”, en La Prensa, 11 de abril de 1913.
207
un “fenómeno de lejano y complicado origen”, que no
podía endilgarse a la gestión de Billinghurst. Según sus
propios cálculos, a falta de estadísticas oficiales, los
alimentos habían subido sus precios en 100% desde
1883. La mayor aceleración de este proceso comenzó en
1895 y hacia 1904, durante el gobierno de José Pardo,
fueron notorios los primeros síntomas de crisis
alimentaria508. En 1910, los precios llegaron a su más alto
nivel, según lo registró Carlos Cisneros en su Sinopsis
estadística del Perú: 1908-1912 (1912). El fiscalismo
excesivo del gobierno de Pardo fue culpado del
encarecimiento general de los alimentos. En ese
momento, Billinghurst, desde la alcaldía, combatió la
carestía organizando almacenes de carne importada, y
aunque solicitó la libre importación de este producto no
tuvo éxito debido a la oposición de los ganaderos
nacionales. No obstante, en su condición de presidente
tenía suficiente autoridad para disponer la intervención
del “poder público” en el establecimiento de un régimen
de abaratamiento perdurable509. Las medidas
administrativas, como la rebaja de impuestos
municipales, eran simples paliativos, estériles para
corregir el desfase entre crecimiento demográfico y
caída de la producción agropecuaria. Ningún gobierno o
congreso previó ese problema, y menos aún puso interés
en expandir la frontera agrícola510.
508 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 13 de abril de 1913. 509 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 14 de abril de 1913. 510 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 15 de abril de 1913.
208
Ciertamente, resultaba difícil la tarea de planificar
la producción agrícola destinada al mercado limeño,
pues se desconocía el volumen de consumo de los
principales alimentos en la capital. Al respecto, el
gobierno de Billinghurst afrontó una coyuntura de
pobreza extendida iniciada quince años antes, y cuya
principal característica era la drástica caída en la
cantidad y calidad de los víveres llegados a Lima desde
las provincias y el exterior del país. Por ese motivo, La
Prensa criticó a aquellos funcionarios que aconsejaban
normas reglamentarias para abaratar de manera artificial
y transitoria los alimentos. Según este diario, Billinghurst
debía emprender un vasto programa de irrigaciones,
habilitación de terrenos, aprovisionamiento de abonos y
aplicación de estímulos para la pequeña producción
agropecuaria. Los ferrocarriles de Huacho y Chilca
fueron pensados además como las vías ideales para el
transporte de víveres hacia Lima511. Finalmente, pidió
abandonar las políticas proteccionistas que impedían la
importación de arroz, carne y trigo baratos perjudicando
a las clases populares, mientras unos cuantos industriales
obtenían pingües ganancias gracias al control del
mercado de dichos productos512.
Una semana antes de las elecciones
parlamentarias de fines de abril, el general Andrés A.
Cáceres, desde Europa, le solicitó al general César
Canevaro, líder de una de las ramas del Partido
511 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 16 de abril de 1913. 512 “El problema de las subsistencias”, en La Prensa, 17 de abril de 1913.
209
Constitucional, unificarse con la facción encabezada por
el general Juan Norberto Eléspuru. Canevaro expresó su
desacuerdo con esta orden y renunció al
constitucionalismo, alegando que no podía fusionarse
con la rama cercana a los bloquistas. El citado general no
quiso pronunciarse sobre la dirección que debían tomar
los canevaristas, y los dejó en “libertad política”513. El
Comercio recibió con beneplácito la desaparición del
canevarismo, aliado de los leguiístas, porque fortalecía la
alianza civilista-constitucional en el parlamento, la cual
tenía planeado ganar preponderancia en el Legislativo y
ponerla al servicio del Gobierno, desterrando las luchas
estériles e “intrigas de círculo”. Con esta importante
bancada –dijo este diario– Billinghurst podría ejecutar
sus proyectos sin dificultades, más aún cuando se
esperaba que las próximas elecciones congresales
facilitaran el ingreso de una buena cantidad de “amigos”
del billinghurismo a las cámaras de Diputados y
Senadores514.
513 “La disolución de los…”, en La Prensa. 18 de abril de 1913. 514 “Política”, en El Comercio, 18 de abril de 1913.
Segunda Parte
210
211
I. LAS ELECCIONES DEL TERCIO PARLAMENTARIO: BILLINGHURST ELECTOR
El 25 y 26 de abril se realizaron las elecciones del tercio
parlamentario en Lima con relativo orden y tranquilidad.
En la capital fueron disputadas dos senadurías en
propiedad y una suplencia, y tres diputaciones en
propiedad y dos suplencias. Durante el primer día, los
reporteros constataron poca concurrencia de votantes en
casi todas las mesas515. Dos incidentes aislados se
produjeron en esta jornada protagonizados por los
candidatos billinghuristas Carlos Borda y Justo Casaretto.
El primero, junto a sus seguidores, se presentó ante la
mesa de la plazuela de la Buena Muerte lanzando tiros al
aire, hecho que suscitó el retiro de la comisión receptora
de sufragios516. El segundo, también acompañado por
varias personas, atacó a tiros la casa de su competidor
Ramón Espinoza e hirió a su hermano517. Otros
partidarios de Casaretto fueron acusados de atacar varias
mesas y exigir que se les entregara los resultados del
escrutinio518. El segundo día de elecciones, grupos de
artillería montada recorrieron la ciudad en previsión de
nuevos desórdenes. A pesar de esta medida, por la tarde
varios carros con gente armada atemorizaron a la
515 “Las elecciones políticas”, en El Comercio, 25 de abril de 1913. 516 “Empiezan las elecciones”, en La Prensa, 25 de abril de 1913. 517 “Las elecciones políticas”, en El Comercio, 26 de abril de 1913. 518 “Han empezado las elecciones”, en La Prensa, 26 de abril de 1913.
212
población, e incluso volvieron a balear la casa de Ramón
Espinoza, aunque esta vez fueron repelidos. Entrada la
ELECCIONES PARLAMENTARIAS DEL
25-26 DE ABRIL DE 1913
El proceso de sufragio.
Variedades, 3 de mayo de 1913.
213
El acto de escrutinio. Variedades, 3 de mayo de 1913.
noche, el domicilio del candidato Manuel Químper
también fue abaleado por grupos de supuestos
casarettistas, los cuales habían asaltado antes la mesa
receptora de Santa Teresa (actual esquina formada por la
avenida Abancay y jirón Puno) destruyendo muebles y
ánforas, huyendo del lugar sin haber sido reprimidos por
la policía519. Químper acudió entonces a la Intendencia
de Policía y denunció a Casaretto por su participación en
los hechos de violencia. El denunciado negó estar
involucrado en esta acción violenta, y adujo que siendo
billinghurista era ilógico acusarlo de agredir a un
correligionario. Satisfecho con esta respuesta, el
agraviado retiró su denuncia520.
El 3 de mayo, la ciudad fue conmovida por el
atentado a la estatua de Manuel Candamo, ubicada en el
519“Terminaron las elecciones…”, en La Prensa, 27 de abril de 1913. 520 “Las elecciones políticas”, en El Comercio, 28 de abril de 1913.
214
Parque Neptuno (actual cruce del Paseo de la República
y Paseo Colón). El Comercio no pudo precisar el móvil y
la autoría de este acto, pero insinuó que era obra
anarquista, es decir, de una “mano extraña a nuestra
sociedad, de esas que en otras tierras quieren llevar el
pavor a los espíritus”521. La Prensa prefirió no opinar
acerca de los probables ejecutores del dinamitazo, y
descalificó las versiones “puramente hipotéticas” que
circulaban entre el público522. A su vez, La Crónica
condenó esta barbarie “sin precedentes” efectuada por
“manos criminales” y enemigas del civilismo523. En esa
fecha se cumplía una semana de finalizado el proceso
electoral sin que existieran resultados definitivos. En Lima,
los cómputos parciales arrojaron la participación de solo
cuatro mil ciudadanos, menos de un tercio de los doce mil
inscritos en el padrón. La Crónica habló entonces de
nulidad, pues la mitad de las comisiones de sufragio no
envió las actas y documentos en el plazo de 72 horas fijado
por ley524. La situación era bastante compleja debido al
reclamo hecho por un candidato a la Junta Escrutadora
para que se revisaran las solicitudes de inscripción de
votantes, bajo sospecha de que había muchas “apócrifas e
ilegales”. El panorama en provincias era similar y se
preveía una avalancha de procesos de nulidad para dejar
el asunto en manos de la Corte Suprema525.
521 “Acción incalificable”, en El Comercio, 3 de mayo de 1913. 522 “Atentado salvaje”, en La Prensa, 3 de mayo de 1913. 523 “Un atentado iconoclasta en Lima” en La Crónica, 4 de mayo de 1913. 524 “Editorial”, en La Crónica, 1º de mayo de 1913. 525“De jueves a jueves”, en Variedades, 3 de mayo de 1913.
215
Restando importancia a quienes enrostraron al
Gobierno todas estas “peripecias” como pruebas del
fracaso de la ley electoral, los voceros oficialistas
resaltaron la libertad del sufragio conquistada al amparo
de dicha norma, a pesar de las “alteraciones”
introducidas en su texto por el bloquismo. En ese
sentido, los desórdenes suscitados no debían imputarse a
la legislación, sino a la forma en que los candidatos,
guiados por sus ambiciones, trataron de aprovechar la
igualdad de oportunidades concedida por la nueva
normativa electoral526. En el caso de Lima, los candidatos
a diputados, Carlos Borda, Ramón Espinoza, Daniel
Chumpitazi y Pedro Revoredo, acosaban a los miembros
de la Junta Escrutadora para acelerar la proclamación de
resultados527. Después de varios días de trabajosa
verificación se comprobó la falsedad de 2,667 votos
sobre un total de 7,329 emitidos, es decir, 38% de los
sufragios eran inválidos. Ante semejante resultado, La
Prensa sugirió declarar que “en Lima y sus distritos, no ha
habido elección”, en aplicación del artículo 106 de la ley
electoral de 1896, cuyo texto no se oponía a la nueva
norma de 1912. Denunció además indicios de fraude en
el registro de electores y recepción de votos, y lamentó
la indiferencia de los obreros, que después de haber
reclamado su derecho al voto no pudieron organizarse y
ocupar “una parte siquiera de las representaciones”528.
De acuerdo con el informe final de la Junta Escrutadora,
526“El pretendido fracaso…”, en La Prensa, 5 de mayo de 1913. 527“Después de las elecciones políticas”, en La Prensa. 6 de mayo de 1913. 528 “La elección en Lima”, en La Prensa, 10 de mayo de 1913.
216
suscrito por su secretario Ernesto Devéscovi, sufragaron
válidamente 4,315 ciudadanos de los 13,353 inscritos, por
tanto, siendo dicha cifra inferior al tercio de votos válidos
debía declararse “que no ha habido elección en Lima”529.
En cuanto a las solicitudes de nulidad, la primera
causa fue presentada ante la Corte Suprema por Julio East
contra Octavio Valentini en el caso de la diputación por
Yauli530. El 14 de mayo se celebró la audiencia referida a
este caso con fuerte resguardo policial. El denunciante
fundó su pedido en la ilegalidad de la asamblea de
contribuyentes que había declarado vencedor al
denunciado, pues su presidente carecía de residencia en
Yauli. En respuesta, East descalificó al presidente de la
asamblea por su condición de analfabeto y cuestionó su
capacidad para proclamar ganador a Valentini531. Al día
siguiente, la Corte anuló las credenciales de ambos
candidatos, aduciendo que en las asambleas de East y
Valentini participaron menos contribuyentes del mínimo
fijado para lograr quórum532. La Prensa saludó este fallo
recto e independiente, porque aplicó la más extrema
sanción para una situación considerada “disimulable”
por los antiguos “mistificadores del sufragio”533. Hubo
también casos de “denuncias maliciosas”, como varias
interpuestas en el Callao por candidatos ampliamente
529 “Las elecciones en Lima”, en El Comercio, 11 de mayo de 1913. 530“Ante la Corte Suprema”, en El Comercio, 10 de mayo de 1913. 531“La primera audiencia electoral”, en La Prensa, 14 de mayo de 1913. 532“El fallo sobre las elecciones de…”, en El Comercio, 16 de mayo de 1913. 533 “La vara de la ley”, en La Prensa, 16 de mayo de 1913.
217
derrotados, los cuales no concurrían al tribunal a
sustentar las razones de sus peticiones de nulidad534.
En medio de este conflicto electoral sobrevino
una creciente carestía de la carne, atribuida a la
reducción del número de reses beneficiada en el
Matadero General. Las clases populares sufrieron un
rudo golpe en sus economías, pues el precio del kilo de
carne se incrementó en el siguiente orden: 130% la de
primera clase, que pasó de 65 cvs. a 154 cvs.; 100% la de
segunda clase, que subió de 55 cvs. a 110 cvs.; y 115% la
de tercera clase, que aumentó de 40 cvs. a 88 cvs. Esta
“inescrupulosa explotación” alcanzó máximos
“verdaderamente increíbles y odiosos”, reclamándose la
intervención inmediata del Gobierno y municipio para
aliviar las penurias de los consumidores. En este caso, se
sugirió subsidiar el precio de la carne mediante la
inversión de dos o tres mil soles. Por su parte, un sector
de los carniceros era partidario de boicotear la compra
de carne a los camaleros, señalados como la principal
fuente de especulación. Asimismo, una comisión de
carniceros acudió al despacho del alcalde limeño, Rafael
Canevaro, informándole sobre la reducción del beneficio
de reses acordada por los camaleros para crear falsa
escasez de dicho alimento. El alcalde intervino entonces
e impuso el encierro de mayor cantidad de reses a fin de
asegurar la provisión de carne a precios justos535.
534“La Corte Suprema y el proceso…”, en El Comercio, 16 de mayo de 1913. 535 “Nueva carestía de la carne”, en La Prensa, 14 de mayo de 1913.
218
Mientras la opinión pública seguía atentamente
los trabajos de validación electoral, la prensa pierolista
informó sobre presuntas irregularidades en la formación
del registro de ciudadanos para los comicios
municipales. De acuerdo con sus fuentes, se había
agregado más de mil inscripciones después del 30 de
abril, fecha en que fue cerrado el padrón. Ese
funcionamiento clandestino de registradores reveló –según
este periódico– las intenciones de cometer un masivo
fraude536. Por esos días, Juan Domingo Castro hacía
intensa campaña en los barrios populares en su
condición de candidato oficialista a la alcaldía de Lima537.
El Gobierno –afirmó La Crónica– en su afán de
asegurarse el control del concejo capitalino ordenó la
inscripción de los policías limeños en el padrón, pues
aunque la ley les prohibía votar, “serían otros los que
voten con sus títulos electorales”538. Las autoridades
políticas del régimen –precisó Variedades– estaban
cometiendo verdaderos “actos de retroceso moral” para
coaptar la voluntad popular haciendo tabla rasa de la
nueva ley electoral, cuya ineficacia era manifiesta frente
a la actividad de los pícaros en la vida política
cotidiana539. En ese sentido, El Comercio identificó dos
causas principales en la reproducción de estos vicios
electorales: la falta de conciencia cívica y la tolerancia
del Estado frente a los delitos cometidos contra la
536“Editorial”, en La Crónica, 18 de mayo de 1913. 537“Las próximas elecciones municipales”, en La Prensa. 23 de mayo de 1913. 538 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de mayo de 1913. 539 “De jueves a jueves”, en Variedades, 24 de mayo de 1913.
219
“pureza” del sufragio. No solo el pueblo desconocía la
noción de delito electoral, sino que mucha gente honesta,
“por motivo político”, consideraba excusable cometerlo
arrebatando votos a los ciudadanos. La Corte Suprema
había desplegado su acción “moralizadora” contra esa
arraigada deformación en los valores ciudadanos540.
Apartándose de esta rutina de audiencias, fallos y
proclamaciones, el presidente Billinghurst publicó un
ensayo acerca del estado de las cuentas fiscales durante
su primer semestre de gobierno. En líneas generales, las
cifras mostraban perfecto equilibrio entre los ingresos y
LA CORTE SUPREMA Y LA NULIDAD DE LAS ELECCIONES PARLAMENTARIAS
Los procesos de nulidad electoral ante la Corte Suprema. En la vista, los abogados José M. de la Jara y David García Irigoyen presentan sus alegatos en el proceso de nulidad de la diputación por Yauli. Variedades, 17 de mayo de 1913.
540“Editorial”, en El Comercio, 31 de mayo de 1913.
220
Billinghurst y la avalancha de nulidades electorales. Variedades, 24 de mayo de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.
221
egresos del Estado, financiado básicamente por
empréstitos, emisiones de obligaciones del Tesoro y las
rentas de aduanas y del estanco de la sal541. La Prensa
elogió el manejo hacendario de Billinghurst, pero
expresó su resquemor porque la estabilidad fiscal
dependía aún de “recursos extraordinarios”, es decir,
créditos costosos para el fisco542. Esta compleja tarea de
ordenamiento hacendario fue opacada por las noticias
del conflicto surgido entre The London Pacific Petroleum
Company Limited y sus operarios del campo de Lobitos,
declarados en huelga por mejoras salariales y la
implantación de la jornada laboral de ocho horas. La
posibilidad de atender esos reclamos, descartada
tajantemente por el gerente, John Campbell, motivó la
renuncia y retiro de varios trabajadores de los campos
petroleros543. La protesta iniciada en Lobitos fue emulada
por los fleteros, lancheros y cargadores del puerto de
Paita, los cuales bloquearon la línea férrea e impidieron
la salida de trenes hacia Piura544. Estas noticias, y los
rumores sobre el estallido de una revolución en Lima
provocaron –según la prensa pierolista– fuerte
nerviosismo en el Gobierno, No en vano, se habría
dispuesto la inamovilidad de un batallón acantonado en
Ancón545. A fines de mayo, La Crónica seguía
especulando, sin base alguna, con la posibilidad de un
541“Cuentas financieras de…”, en El Comercio, 28 de mayo de 1913. 542 “Nuestra vida fiscal”, en La Prensa, 31 de mayo de 1913. 543“En los establecimientos…”, en La Prensa, 27 de mayo de 1913. 544 “Las huelgas en el norte”, en La Prensa, 30 de mayo de 1913. 545“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 27 de mayo de 1913.
222
conato de “jornadita cívica” y la “absurda nerviosidad”
de Billinghurst en palacio546.
El 1º de junio, cuando aún la Corte Suprema no
concluía sus labores de jurado electoral, comenzaron en
medio de gran apatía los comicios municipales. Al final
de esta jornada, solo lograron instalarse 14 de las 36
mesas sorteadas y el número de votantes fue escaso547. El
segundo día hubo mayor animación notándose gran
preferencia por la lista oficialista del Comité Central
Municipal, liderada por Juan Castro, y que integraban
además Enrique Varela, Justo Casaretto, Manuel Chaffo y
otros destacados billinghuristas548. Los reporteros de La
Crónica dijeron haber visto cómo en las mesas no se
exigía los requisitos de ley a quienes votaban por Castro,
perjudicando gravemente a las listas denominadas
Asamblea de Sociedades Unidas, Liga Obrera municipal
y de los ingenieros549. De inmediato, La Prensa deslindó
cualquier vínculo entre el gobierno billinghurista y los
grupos que se arrogaban la personería de la clase
obrera. El uso de “cuadrillas populares” para
amedrentar congresistas o consumar fraudes fueron
considerados rezagos de gobiernos anteriores. Hecha
esta precisión, el citado diario condenó las acciones
matonescas de gente vinculada con los “mistificadores”
del sufragio en Arequipa e Ica, que reclamándose
billinghurista procuraba intimidar a los magistrados
546 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 1º de junio de 1913. 547“Las elecciones municipales”, en La Crónica, 2 de junio de 1913. 548“Las elecciones municipales”, en El Comercio, 2 de junio de 1913. 549“Las elecciones municipales”, en La Crónica, 3 de junio de 1913.
223
supremos encargados de la validación de
credenciales550.
Sin embargo, los leguleyos amparándose en la
ambigüedad del artículo 28 de la ley electoral se oponían
a las solicitudes de nulidad patrocinadas por personas
ajenas al proceso, aduciendo que solo los candidatos
perjudicados podían sustentar sus alegatos. Según La
Crónica esta interpretación impediría el ejercicio de la
“acción popular” contra los fraudes, limitando el trabajo
de la Corte Suprema al resguardo de intereses
particulares en vez de “tamizar la justicia con que un
candidato va a ejercer un mandato popular”551. En el
cumplimiento de esta misión, los magistrados suscitaron
el disgusto de la prensa oficialista, cuando validaron la
elección del diputado civilista arequipeño, Víctor Pacheco
Benavides, la cual había sido impugnada por su contendor
liberal, Oswaldo Aguirre Morales. El fallo –según La Prensa–
no solo carecía de fundamento legal sino que reveló un
síntoma de “funesta debilidad” y sojuzgamiento de los
magistrados a las presiones partidaristas del civilismo.
Todas las observaciones hechas por Aguirre fueron
aceptadas por la Corte, pero esta omitió sancionarlas
afirmando que no eran esenciales con lo cual incurrió en
el vicio jurídico de “distinguir donde la ley no
distingue”552. Desde Arequipa, José Vinatea Reynoso,
hermano del laureado caricaturista de Variedades y
Mundial, justificó el triunfo del civilismo y lo calificó de
550“Intolerable”, en La Prensa, 4 de junio de 1913. 551“Editorial”, en La Crónica, 4 de junio de 1913. 552 “Un paréntesis”, en La Prensa, 5 de junio de 1913.
224
“patriótica reacción” frente al desgaste de los liberales,
que engañaban al pueblo para hacerse de una curul
parlamentaria553.
Ciertamente, los candidatos populares anteponían
la “vía de hecho” a los mandatos de la norma electoral.
No en vano, Juan Castro, vencedor en los comicios
municipales, llevó una numerosa barra al concejo de
Lima para presionar a la Junta Escrutadora, que debía
resolver la nulidad de estos. En su dictamen, el
presidente de la Junta, Severo San Martín, detalló las
infracciones y procedimientos ilegales cometidos por los
presidentes de mesa, advirtió sobre el funcionamiento de
solo 16 de las 36 mesas receptoras y además indicó que
el proceso estuvo viciado desde su origen, por la forma
irregular en que se efectuó el registro de electores. La
barra y concejales electos reclamaron airadamente y
denunciaron a San Martín por querer arrebatarles su
triunfo. Atemorizados los otros integrantes de la Junta,
Augusto Aste y Julio Naters, acordaron desechar el
dictamen y proclamar la victoria municipal
billinghurista554. La Crónica expresó su conmoción por el
“espectáculo indigno” montado para convalidar un
proceso electoral viciado. En consecuencia, recomendó
al Gobierno atender la revisión solicitada por San Martín,
anular la proclamación de Castro y expresar su repudio
al ejercicio de mandatos ilegales555.
553 Vinatea Reynoso, José. “Arequipa…”, en El Comercio, 6 de junio de 1913. 554“Reunión de la Junta…”, en El Comercio, 6 de junio de 1913. 555“El escándalo electoral…”, en La Crónica, 7 de junio de 1913.
225
EL AUSENTISMO EN LAS ELECCIONES MUNICIPALES DEL
1º DE JUNIO DE 1913
Las mesas receptoras vacías. La Crónica, 4 de junio de 1913. Caricatura de José Alcántara la Torre.
Los “cuatro gatos” de las elecciones municipales limeñas. Variedades, 7 de junio de 1913. Caricatura de Pedro Challe.
226
Aunque los diarios tenían puesta su atención en
este espinoso conflicto electoral, no dejaron de informar
acerca de la huelga iniciada por los obreros de la Inca
Cotton Mill, cuyo gerente, A. Kelly, los obligaba a fabricar
géneros blancos hasta por trece horas diarias en pésimas
condiciones higiénicas exponiéndolos a la tuberculosis y
paludismo. Los tejedores exigían una hora de descanso
para almorzar, aumento del 10% en sus salarios y la
expulsión de los agiotistas, que prestaban dinero con
interés de 20% semanal556. En carta remitida a La Prensa,
Kelly negó estos cargos y recordó haber reajustado los
salarios en febrero conforme a compromisos firmados con
los operarios557. Por esta fecha, la subprefectura del
Callao recogió los primeros datos estadísticos acerca de la
población obrera chalaca. En dicho puerto existían 76
centros de trabajo, pero solo 71 estaban registrados. En
estos últimos laboraban 3,145 obreros, 478 de los cuales
eran mujeres y niños. Todos estos obreros defendían sus
derechos a través de 19 asociaciones y gremios. Los
jornales más altos, fluctuantes entre 6.60 y 5.13 soles, se
pagaban en el Dique del Callao y las factorías White y
Guadalupe, mientras los más bajos, ascendente a 0.25
soles en promedio, correspondían a las fábricas de
fósforos y jabón558.
La coyuntura electoral debilitó la alianza entre
liberales y billinghuristas, abriendo al Gobierno nuevos
556“La huelga de tejedores”, en La Prensa, 5 de junio de 1913. 557“La huelga de la Inca”, en La Prensa, 6 de junio de 1913. 558“La organización obrera en el Callao”, en La Prensa, 8 de junio de 1913.
227
espacios de diálogo político. Los pierolistas esperaban
con ansias el momento de la ruptura entre Billinghurst y
Durand, dando incluso por inminente la renuncia del
canciller Wenceslao Valera559. El presidente parecía no
estar preocupado por estos rumores, pues junto a sus
ministros y funcionarios emprendió viajes a las islas de
Chincha y San Lorenzo para verificar la situación de las
guaneras y la ejecución del camino que uniría esta última
isla con La Punta560. Sin embargo, la mañana del 16 de
junio circuló la noticia de que el gabinete había dimitido.
Por la tarde, el ingreso de Aurelio Sousa a las oficinas del
Ministerio de Gobierno dejó pocas dudas sobre el
próximo relevo ministerial. Durante la noche fueron
conocidos los nombres de los supuestos nuevos ministros,
y se hizo pública la carta de renuncia del canciller Valera.
Dicho funcionario fundamentó su apartamiento en la
necesidad de recomponer el gabinete tomando en cuenta
los resultados de las elecciones parlamentarias561. Los
demás ministros renunciantes confirmaron haber
manifestado a Billinghurst, en “diversas oportunidades”,
su voluntad de dejar las carteras562.
La prensa oficiosa del Gobierno saludó esta
recomposición ministerial justificada por la pérdida de
autoridad del gabinete saliente y el abandono de muchas
de sus funciones en perjuicio de la institución presidencial.
Los nuevos ministros, Aurelio Sousa (Gobierno y Policía),
559“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 10 de junio de 1913. 560 “Excursión de S.E…“, en El Comercio, 16 de junio de 1913. 561“La crisis total del gabinete”, en La Crónica, 17 de junio de 1913. 562“La renuncia del gabinete”, en El Comercio, 17 de junio de 1913.
228
EL GABINETE SOUSA
Aurelio Sousa Francisco Tudela José Balta Ministro de Gobierno Ministro de Relaciones Ministro de Hacienda y Pdte. del Consejo Exteriores de Ministros
Victor Castro Iglesias Contralmirante Melitón Alfredo Solf y Muro Ministro de Fomento Carvajal Ministro de Justicia
Ministro de Guerra y Marina
229
Francisco Tudela (Relaciones Exteriores), Alfredo Solf y
Muro (Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia), Melitón
Carbajal (Guerra y Marina), José Balta (Hacienda y
Comercio) y Víctor Castro Iglesias (Fomento),
pertenecían a todas las fuerzas políticas, y por esa razón,
se esperaba una más estrecha coordinación entre
Ejecutivo y Legislativo en la obra de “reconstitución
democrática” del país. De esa manera, también quedaba
conjurada la influencia de los “amigos” del mandatario,
cuya participación en las últimas elecciones,
parlamentaria y municipal, había sido escandalosa y
perjudicial para el Gobierno, más aún cuando solían
identificarse con el título de billinghuristas563. A su vez,
La Crónica en ácida reflexión señaló como causa
verdadera de la crisis ministerial la intención de
Billinghurst de librarse del Partido Liberal, que estaba en
desgracia y con pocas expectativas de lograr importante
número de curules en el parlamento. El “gabinete de
condensación”, presidido por Sousa, reflejó con mayor
propiedad la correlación de intereses políticos564. Esa
misma opinión tenía El Comercio, debido a que los
nuevos ministros, “por su significación personal y
política”, debían realizar “obra de armonía y
cohesión”565. Esta apertura del Gobierno explicó por qué
decidió declarar insubsistente el acuerdo de la Junta
Escrutadora Municipal, favorable a sus partidarios, y
563“En provecho del país“, en La Prensa, 18 de junio de 1913. 564“Editorial”, en La Crónica, 18 de junio de 1913. 565 “El nuevo gabinete”, en El Comercio, 18 de junio de 1913.
230
ordenar a dicha entidad que volviera a ocuparse del
asunto “con arreglo a las disposiciones legales”566.
El 19 de junio, la juramentación del gabinete
Sousa y la nota de aceptación de este ministro
parecieron abrir una época de “cultura institucional”
concordante con el movimiento cívico de mayo de 1912.
El respeto por las “instituciones patrias”, según
compromiso de Sousa, constituiría la base de su gestión
ministerial567. No obstante, esta ceremonia fue opacada
por la inquietud popular que desató el rumor sobre el
mal estado de salud del Califa Piérola. Políticos,
periodistas, militantes demócratas y gente del pueblo
acudió a casa del postrado líder para manifestar su
preocupación. Poco después, la ciudad fue
conmocionada con la noticia de que este había recibido
los santos óleos568. El presidente Billinghurst y su
ministro Sousa, en distinto momento, visitaron la casa de
Piérola, siendo recibidos por los familiares de este.
Hubo mucho interés entonces en provocar un
reencuentro entre quienes combatieron juntos por casi
40 años. Sin embargo, la familia prefirió evitarlo debido
a la emoción que embargaba a Billinghurst y el delicado
estado de Piérola569. El ex-presidente Leguía también
566“Las elecciones municipales”, en La Crónica, 18 de junio de 1913. 567 “La cultura institucional”, en El Comercio, 19 de junio de 1913. 568“La salud de don Nicolás de Piérola”, en La Crónica, 19 de junio de 1913. 569“La salud de don Nicolás de Piérola”, en La Crónica, 21 de junio de 1913.
231
estuvo de visita en casa del Califa para expresar su
aprecio y solidaridad con el líder demócrata570.
Apenas asumido el cargo ministerial, Sousa
afrontó la huelga de los empleados de la Oficina Central
de Telégrafos de Lima, quienes exigían aumento de
salarios y personal para compensar la galopante carestía
y el excesivo trabajo en las oficinas telegráficas. Por ese
motivo, en ocasiones cumplían jornadas de hasta 16
horas “con evidente detrimento de su salud”. El pliego
de reclamos de estos empleados contempló la
eliminación de los sueldos diferenciados, el aumento de
estos de 87 a 100 soles mensuales y promover ascensos
según antigüedad y méritos, a fin de evitar la entrega de
puestos “por favoritismo a personas extrañas al
servicio”571. El Director de Telégrafos, Federico Luna y
Peralta, subestimó la huelga incitada por empleados
descontentos con la orden de que todos los telegrafistas
debían cubrir turnos nocturnos. Luna despidió un grupo
de trece empleados que habían abandonado sus puestos.
En respuesta, estos nombraron una comisión, la cual se
reunió con el ministro Sousa y negoció la solución del
conflicto garantizando la estabilidad del personal572.
La noche del 23 de junio se produjo el
fallecimiento de Piérola. Aunque este desenlace era
esperado desde días antes, La Crónica describió el
hondo impacto causado entre sus “fanáticos”, que tenían
la ilusión de su permanencia. La “fantasía popular”
570 “El ex-presidente Sr. Leguía”, en La Prensa, 21 de junio de 1913. 571“Los empleados del telégrafo”, en La Prensa, 21 de junio de 1913. 572“La huelga de telegrafistas”, en La Crónica, 22 de junio de 1913.
232
guiada por la “magia extraordinaria del caudillo” nunca
previó el momento de la partida del Califa y se resistía a
aceptarla573. Enterado de este suceso, Billinghurst, con
acuerdo del consejo de ministros, ordenó tributar
honores de Presidente de la República a los restos de
Piérola, y declaró duelo nacional el día en que serían
verificados los funerales574. Por su parte, la prensa limeña
dedicó los tres días siguientes a publicar semblanzas de
Piérola y cubrir ampliamente los funerales y homenajes
rendidos a sus restos por políticos, diplomáticos y
diversas asociaciones civiles. El vocero pierolista
reconoció la conducta solidaria del Gobierno ante el
“dolor público” y el “calor patriótico” puesto en la
despedida del “eminente repúblico”. En lo personal,
Billinghurst supo honrar sus deberes de peruano con el
“camarada” y “glorioso caudillo”, que años atrás fue su
jefe y educador político575.
Entre tanto, los arreglos financieros del
Gobierno aún no lograban mejorar las condiciones
económicas del país, especialmente en las provincias.
Informes llegados desde Arequipa daban cuenta de la
migración masiva de trabajadores hacia las salitreras de
Tarapacá. Atraídos por el ofrecimiento de salarios en
moneda chilena de papel, los peruanos fueron
enganchados por agentes bolivianos y chilenos. El
desencanto sobrevino pronto, cuando los peones
comprendieron que los jornales de 7-8 pesos solo
573“La muerte de D. Nicolás…”, en La Crónica, 24 de junio de 1913. 574“La muerte del Sr. Piérola”, en El Comercio, 24 de junio de 1913. 575“Editorial”, en La Crónica, 30 de junio de 1913.
233
equivalían a 30 centavos del sol peruano de plata.
Además, el sistema de pulperías privilegiadas en la
pampa salitrera y el uso de fichas encarecía el costo de
los víveres. Entre 1904-1906 más de cuatro mil peruanos
arribaron a Tarapacá en busca de trabajo. Muchos de
ellos, explotados y reducidos a la miseria, cayeron
víctimas de la represión ejecutada en 1908 por el
general chileno Roberto Silva Renard durante la huelga
salitrera de Iquique, mientras el resto debió ser
repatriado antes de que corriesen igual suerte. Basada
en esa nefasta experiencia, La Prensa solicitó al
Gobierno impedir de manera enérgica la salida de
peones peruanos hacia Chile cautivados por
“expectativas más o menos falaces”576.
Durante los primeros días de julio, el presidente
Billinghurst recibió en palacio al ex-presidente Leguía y
al jefe de los liberales, Augusto Durand, y conversó con
estos sobre la constitución de las mesas congresales. La
alianza liberal-leguiísta tenía amplia mayoría en la
Cámara de Senadores, pero en la de Diputados solo
poseía 40 curules frente a las 51 de bloquistas y otros
grupos577. Perdida la esperanza de constituirse en fuerza
hegemónica parlamentaria, ambas coaliciones
partidarias buscaron mecanismos de concertación para
compartir espacios de poder político. La Prensa observó
en esa tendencia la conclusión de un proceso de
convivencia democrática, opuesto a los sectarismos
partidaristas basados en “métodos egoístas y brutales”
576“Grave cosa”, en La Prensa, 2 de julio de 1913. 577 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 3 de julio de 1913.
234
como estrategia de gobierno. Ciertamente, esas
prácticas resurgieron con ocasión de las elecciones
parlamentarias, promovidas por personas cercanas a
Billinghurst, que quisieron convencerlo de las ventajas
de organizar “una fuerza política propia”. La caída del
gabinete Luna y Peralta y la actuación de la Corte
Suprema pusieron freno a la actividad de esos grupos
billinghuristas refractarios al consenso político. En ese
sentido, este diario, recogiendo los deseos del Partido
Liberal, aconsejó al Gobierno mantenerse al margen de
la conformación de las mesas parlamentarias en atención
al principio de independencia de poderes578.
Apenas cumplidas dos semanas de instalado el
gabinete Sousa, los pierolistas de La Crónica
cuestionaron su carencia de programa político e ideales
comunes a los partidos. Esa situación lo conducía
inevitablemente a convertirse en una amalgama de
intereses sin rumbo. Al respecto, sugirió a Billinghurst
tomar como referencia el gobierno pierolista de 1895,
que construyó la política nacional con la cooperación de
todas las fuerzas partidarias579. En ese contexto, Andrés
A. Cáceres mediante misiva enviada desde Europa pidió
a los parlamentarios constitucionales “marchar en todo
de acuerdo” con el Gobierno. Estos decidieron entonces
aliarse con bloquistas y billinghuristas a fin de controlar
las mesas y desplazar a liberales y leguiístas580. Por su
parte, varios diputados leguiístas discutieron qué
578“Las mesas del parlamento”, en La Prensa, 5 de julio de 1913. 579 “Editorial”, en La Crónica, 6 de julio de 1913. 580 “La situación política”, en La Crónica, 7 de julio de 1913.
235
posición les convenía asumir ante la elección del
presidente de su cámara. Un sector propuso armar una
lista con la bancada billinghurista, pero otro aconsejó
postergar la resolución, pues los asistentes siendo una
minoría estaban impedidos de tomar acuerdos
definitivos581.
De acuerdo con la prensa pierolista, Billinghurst
planeaba debilitar la alianza leguiísta-liberal en el
Senado y frustrar la reelección del senador Rafael
Villanueva. Incluso habría previsto combatir el boicot y
las maniobras desestabilizadoras de ese grupo
parlamentario, fortaleciendo su respaldo popular
mediante la contratación de unos mil peones destinados
a las obras en el río Rímac. Esas masas serían empleadas
en manifestaciones callejeras a favor del Gobierno y en
la celebración multitudinaria de las fiestas patrias582. Un
reportero de La Crónica visitó los campamentos del río
Rímac y reconoció allí varios rostros que se hicieron
famosos por los garrotazos propinados durante las
jornadas cívicas de mayo de 1912. Además, para reforzar
su autoridad, los capataces no dudaban en mencionar
que actuaban siguiendo indicaciones del billinghurista
Justo Casaretto. El gasto semanal efectuado en esta obra
ascendía a unos diez mil soles, pagándose a peones y
capataces salarios de uno a tres soles diarios en cada
caso, si bien era común ver a muchos de estos cruzados
de brazos por falta de herramientas583.
581 “Política”, en El Comercio, 11 de julio de 1913. 582 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 12 de julio de 1913. 583 “La obra del montón”, en La Crónica, 17 de julio de 1913.
236
Las juntas preparatorias del Congreso Ordinario
de 1913 fueron inauguradas el 13 de julio de ese año. Los
senadores de la alianza leguiísta-liberal ejercían el
predominio en dicha cámara y daban por descontada la
inmutabilidad de esa situación. Con un Senado
virtualmente prisionero del leguiísmo, la prensa
pierolista cuestionó el carácter de partido de dicho
grupo, y opinó que, por ese motivo, no tenía derecho a
participar en el Congreso, pues falto de doctrina y
personería solo se dedicaba a obstruir los proyectos de
las “verdaderas fuerzas políticas” en beneficio de las
ambiciones de Leguía584. En esa coyuntura, Billinghurst
se mostraba indeciso frente al proyecto de empoderar a
sus amigos y partidarios. No en vano, consintió la nulidad
de los comicios municipales ganados por billinghuristas,
pues validarlos lo hubiese envuelto en un escándalo de
consecuencias imprevisibles585. El presidente –precisó
Variedades– estaba dejando pasar la oportunidad de dar
un golpe de timón político, y parecía más bien resignado
a sobrellevar el encubierto boicot de la mayoría
parlamentaria. A diferencia de otros diarios opositores, la
citada revista advertía que sin una “fuerza política
propia”, Billinghurst nunca conseguiría realizar obras de
provecho nacional. Sin duda, la debilidad e impotencia
eran los peores defectos en un gobierno basado en
“vinculaciones artificiales” o “préstamos momentáneos
de apoyo”586.
584 “Editorial”, en La Crónica, 16 de julio de 1913. 585 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 18 de julio de 1913. 586 “De jueves a jueves”, en Variedades, 20 de julio de 1913.
237
El 20 de julio, la Corte Suprema concluyó sus
funciones de jurado electoral. En poco más de dos meses
revisó unas 50 demandas de nulidad, habiendo fallado en
veinte de estas, dejando pendiente la validación de
credenciales de los senadores de Madre de Dios, Loreto
y San Martín. Los magistrados ejecutaron una labor
encomiable, pero no fueron muy productivos en cuanto al
desarrollo de jurisprudencia electoral, pues en casi todos
sus fallos la causal de nulidad estuvo fundada en la
formación defectuosa de la asamblea de contribuyentes,
según lo estipulado en el artículo 98 de la ley de
elecciones. Otros aspectos, como los requisitos
personales de los candidatos o la procedencia de la
acción popular, no motivaron pronunciamientos firmes y
precisos, quizá porque los magistrados prefirieron
ceñirse al texto jurídico “y no penetrar en el espíritu de
las leyes mismas”587. El Comercio también juzgó
“satisfactoria” la labor de jurado electoral ejercida por
los magistrados, aun cuando varios de sus fallos pecaron
de “exceso de rigor o extremada lenidad”. Con todo, la
práctica había comprobado la importancia de darle
“injerencia a los tribunales en la depuración del
sufragio”. La Corte Suprema –remarcó este diario– puso
énfasis en la fiscalización de las asambleas de
contribuyentes, porque allí estaba el punto neurálgico de
los comicios, y con eso le bastó para validar o anular las
juntas de registro, escrutadoras y las credenciales
otorgadas por estas588.
587 “Editorial”, en La Crónica, 23 de julio de 1913. 588 “Editorial”, en El Comercio, 21 de julio de 1913.
238
Los intentos de varios candidatos derrotados de
llevar su validación de credenciales al Congreso,
contrariando expresamente la facultad concedida a la
Corte Suprema, fue visto como el retorno de la acción
inescrupulosa del fraude y concupiscencia política. Era
vergonzosa la presentación de credenciales “duales”
ante las cámaras con la esperanza de que “una mayoría
amiga” proceda a incorporarlos. La legislación electoral
vigente, de ninguna forma, facultaba al Congreso para
efectuar incorporaciones, sino que disponía remitir los
documentos impugnados al tribunal supremo589. Este
llamado al respeto del sufragio y los fueros electorales no
encontró acogida entre Manuel Químper, Carlos Borda y
Ramón Espinoza, candidatos a la diputación por Lima.
Ellos solicitaron en mayo a la Junta Escrutadora
reconsiderar el acuerdo que declaró nulas las elecciones
en la capital. El presidente de la Junta, Benjamín Infante,
esperó hasta julio para apoyar este pedido y plantear la
realización de nuevos comicios en 26 mesas receptoras
de sufragios, pero otros dos miembros de ese organismo,
Mansueto Canaval y Ernesto Devéscovi, alegaron que sus
funciones habían finalizado y no podían emitir opinión
respecto del pedido de los candidatos. Infante –según La
Crónica– había esperado la clausura de los trabajos
electorales de la Corte Suprema para emitir su parecer y
dar a los candidatos quejosos la oportunidad de validar
sus credenciales en el Congreso590.
589“Insensatez”, en La Prensa, 23 de julio de 1913. 590“Los candidatos a diputados…”, en La Crónica, 24 de julio de 1913.
239
II. LA DISPUTA POR EL CONTROL DEL CONGRESO: ¿BILLINGHURST DICTADOR?
Contrariando las exhortaciones para que se mantuviesen
alejados del conflicto parlamentario por las mesas
directivas, Billinghurst y sus ministros sesionaron con el
objetivo de sentar una posición frente a este tema,
formándose dos bandos en el consejo de ministros, uno
radical y combativo, y otro moderado y conciliador.
Circuló entonces el rumor de que el presidente estaba
dispuesto a convocar una Asamblea Constituyente en caso
no fuese posible dominar el Congreso591. El 23 de julio, la
mayoría leguiísta, en abierto desafío al Gobierno y
excediéndose en sus facultades, incorporó a Juan Trelles y
Carlos Forero, senadores electos por Apurímac y Tacna,
respectivamente, cuyas credenciales impugnadas
correspondía al Congreso declarar válidas592. Los
leguiístas dominantes en las juntas preparatorias
prescindieron de dicho trámite y haciendo alarde de su
poder ordenaron la incorporación de dichos senadores
sin credenciales593. Ese controvertido acto trajo consigo
un ambiente de inquietud y agitación popular, que se
manifestó en el violento ataque al domicilio del
presidente del Senado, Rafael Villanueva. En dicho lugar,
591 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de julio de 1913. 592Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario de
1913: 6. Este texto no recogió una sola línea de los debates sostenidos en las juntas preparatorias. La prensa limeña, en cambio, publicó los argumentos jurídicos de ambas partes, tanto los de quienes estaban por la incorporación inmediata (leguiístas-liberales), como los de aquellos que exigían postergar ese asunto hasta el inicio del Congreso Ordinario (bloquistas). 593 “Editorial”, en La Crónica, 25 de julio de 1913.
240
“manos criminales” hicieron estallar un petardo de
dinamita causando daños a la escalera y ventanas del
inmueble y heridas a uno de sus empleados domésticos594.
Al día siguiente, grupos populares, enardecidos
con la noticia de una supuesta interpelación de los
ministros, propiciada por Villanueva y la bancada
leguiísta, rodearon la casa del citado senador para
impedirle concurrir al Congreso. Mientras tanto, en la
Cámara de Senadores unos veinte soldados contenían a
varias centenas de manifestantes que pretendían asaltar
el hemiciclo. Extrañamente, un oficial enviado por la
Comandancia General del Ejército ordenó el retiro de la
tropa, situación aprovechada por la masa para ingresar
violentamente al recinto. Los 16 senadores presentes
lograron salir ilesos gracias al auxilio del Intendente
Pedro Más. De inmediato, los senadores remitieron una
nota de protesta al ministro Sousa por la “falta de celo”
en la protección de la majestad del parlamento. El
mencionado ministro se apersonó al Congreso y solicitó
a los senadores suspender la sesión y evitar conflictos
con el pueblo. Estos concedieron, pero protestaron por
el menoscabo de sus fueros. Poco después, el ministro
calmó a las turbas y facilitó la salida de los senadores.
Los revoltosos abandonaron entonces el Congreso y se
dirigieron hacia el domicilio del ex-presidente Leguía
donde fueron recibidos a balazos. Durante tres cuartos
de hora, atacantes y defensores se batieron a tiros y
gritos. El prefecto limeño, Orestes Ferro, apoyado por
gendarmes, acordonó la casa de Leguía y detuvo
594 “El suceso de anoche”, en El Comercio, 24 de julio de 1913.
241
temporalmente el combate, que fue reiniciado cuando
grupos billinghuristas rompieron el cordón policial. Esa
nueva refriega provocó las muertes de un peón de las obras
del Tajamar y del inspector de policía, Federico Arrieta,
que según se dijo murió vivando al Gobierno. Entre los
atacantes heridos de bala se encontraron Justo Casaretto y
varios obreros. Concluida esta batalla urbana, el prefecto
Ferro apresó a Leguía y lo condujo a la Intendencia, de
donde fue trasladado finalmente a la Penitenciaría595.
La Prensa culpó del desborde popular a los
leguiístas por haber dispuesto la incorporación
inmediata de dos senadores, cuyas credenciales podían
validarse en otro momento con el voto pleno del
Congreso. El vocero oficioso del Gobierno reclamó
templanza y prudencia para encontrar soluciones
pacíficas a los conflictos partidarios596. A su vez, La
Crónica definió este momento como una pesadilla sin
explicación causante de hondo estupor en los limeños.
Gobierno y oposición encresparon el ánimo del pueblo
sin prever hasta donde podía escalar la furia de las masas
urbanas. La capacidad política de Billinghurst fue puesta
a prueba en este confuso escenario, creado por quienes
exigían detener el “complot revolucionario” mediante el
establecimiento de una Asamblea Constituyente como
mecanismo idóneo para “liquidar esa situación anárquica
y peligrosa en todo sentido”597. En opinión de Variedades,
595 “La situación política”, en El Comercio, 25 de julio de 1913. 596 “Los acontecimientos de ayer”, en La Prensa, 25 de julio de 1913. 597 “La agitación política”, en La Crónica, 26 de julio de 1913.
242
EL CONFLICTO EJECUTIVO-LEGISLATIVO Y LOS VIOLENTOS
SUCESOS DE JULIO DE 1913
La casa del ex-presidente Leguía custodiada por la gendarmería. La Crónica, 26 de julio de 1913.
Billinghurst insinúa al presidente del Congreso. Rafael Villanueva,
sus planes de convocar una Asamblea Constituyente.
Variedades, 27 de julio de 1913. Caricatura de Francisco González
Gamarra.
243
la pugna por las presidencias de ambas cámaras
exasperó las rivalidades entre los partidos de “legitima
significación” y la agrupación que encarnaba los odios y
ambiciones del régimen leguiísta. Con frases muy duras,
demandó la extirpación del leguiísmo para conjurar su
actividad contaminadora del trabajo parlamentario.
Según la citada revista correspondía a Billinghurst
despejar sus dudas e impulsar la renovación total del
Congreso expurgándolo de elementos representativos
de intereses personalistas598.
La noche del 24 de julio, requerido por la prensa,
el ministro Sousa no quiso confirmar si los tumultos contra
los leguiístas originarían una nueva crisis ministerial. Con
esta evasiva ocultó las renuncias hechas un día antes por
los ministros de Justicia y Hacienda, Alfredo Solf y Muro y
José Balta, disconformes con los medios empleados para
conjurar la violencia política. El 25 de julio, Sousa
también hizo dimisión del cargo invocando la urgencia
de “formar nuevo gabinete con mayor cohesión entre sus
miembros”. Ese mismo día, Billinghurst recibió en
palacio, por separado, a Augusto Leguía hijo, Augusto
Durand, Pedro Portillo y Antonio Miró Quesada, mientras
grupos billinghuristas seguían rodeando los locales de
ambas cámaras dispuestos a repeler cualquier intento de
los congresistas por ingresar a estas599. Otros
“personajes visibles” de los partidos visitaron al
presidente, quien estaba abocado a la búsqueda de
nuevos ministros. Según trascendió, el demócrata Carlos
598“De jueves a jueves”, en Variedades, 27 de julio de 1913. 599“Los sucesos políticos”, en La Prensa, 25 de julio de 1913.
244
de Piérola se disculpó por no aceptar la presidencia del
Consejo de Ministros aduciendo razones de índole
personal. Isaías de Piérola ofreció la misma respuesta. A
pesar de estas negativas, Billingurst persistía en alcanzar
una “solución conciliatoria” para la recomposición del
gabinete y el funcionamiento del Congreso600.
En la tarde del 25 de julio, impedidos de acceder
al Congreso, varios senadores se reunieron en casa de su
colega César del Río. El tema en discusión fue la
posibilidad de reconsiderar la incorporación de los
senadores Forero y Trelles, Por la noche, los senadores
leguiístas, acompañados por los liberales Augusto
Durand y Gerardo Balbuena, aceptaron revisar la
incorporación del senador Forero, acuerdo que fue
comunicado al presidente Billinghurst601. En simultáneo,
los diputados oficialistas, congregados en el restaurante
del Parque Zoológico, pactaron promover la candidatura
de Ricardo Bentín a la presidencia de su cámara602. La
bancada senatorial leguiísta barajó las candidaturas de
Agustín Tovar y Benjamín La Torre para la presidencia
del Senado, pero el Gobierno optó por la del general
Juan Eléspuru603. Todas estas coordinaciones –advirtió La
Crónica– no eran sino una confirmación de que el
Gobierno volvía a poner en práctica la política del
“remiendo” conducente a nuevas combinaciones
sostenidas en rendiciones, arrepentimientos y “ofertas
600“Los acontecimientos políticos”, en La Prensa, 26 de julio de 1913. 601 “La situación política”, en El Comercio, 26 de julio de 1913. 602 “El día político”, en La Prensa, 27 de julio de 1913. 603 “La situación política”, en El Comercio, 27 de julio de 1913.
245
cariñosas de olvido”604. Según cálculos de Billinghurst,
los candidatos Eléspuru y Bentín no generaban
resistencias entre los partidos, y por ende, aglutinarían
votos en cantidad suficiente para obtener las
presidencias de sus cámaras. El 27 de julio, la disputa
por las vicepresidencias fue intensa entre liberales-
leguiístas y civilistas-constitucionales-billinghuristas,
pero ninguna de estas alianzas obtuvo los votos
requeridos para imponerse605.
Los aires festivos del 28 de julio disiparon la
combatividad de días previos dando paso a los
acomodos y arreglos ad hoc. Durante la mañana del
citado día –según La Crónica– se conoció que Billinghurst
armaría su cuarto gabinete ministerial con “gastadas
primicias” del primero unido con “residuos” del último
más algunos “novísimos elementos” del entorno
palaciego. De esa combinación surgieron los siguientes
ministros: general Enrique Varela (Presidente del
Consejo de Ministros y Ministro de Guerra y Marina),
Gonzalo Tirado (Ministro de Gobierno), Francisco Tudela
y Varela (Ministro de Relaciones Exteriores), Baldomero
Maldonado (Ministro de Hacienda), coronel Pedro
Portillo (Ministro de Fomento) y Carlos Paz Soldán
(Ministro de Instrucción, Justicia, Culto y Beneficencia).
Poco después, en el Congreso resultaron electas las
candidaturas oficialistas del general Juan Eléspuru y
Ricardo Bentín, quienes asumieron las presidencias de
604“Editorial”, en La Crónica, 27 de julio de 1913. 605“La elección de mesas en…”, en El Comercio, 28 de julio de 1913.
246
LAS FIESTAS PATRIAS DE 1913 Y EL GABINETE VARELA
Juramentación del gabinete Varela. Variedades, 3 de agosto de 1913.
Billinghurst y el gabinete Varela ingresan a la Catedral para asistir al Te Deum. Variedades, 3 de agosto de 1913.
.
247
las cámaras de Senadores y Diputados,
respectivamente606. Superada transitoriamente la crisis
política, los limeños se volcaron a las calles, clubes,
teatros y parques a festejar las fiestas patrias con
entusiasmo inusitado. La procesión cívica del 29 de julio,
realizada entre las plazas Italia y de Armas, con sus
carros alegóricos y delegaciones obreras fue
“estruendosamente aplaudida y contemplada con interés
extraordinario”607.
En su extenso mensaje del 28 de julio, Billinghurst
subestimó las violentas disputas ocurridas en todo el país
durante las elecciones del tercio parlamentario,
aduciendo que no habían perturbado el “organismo
político” sustentado sobre la “ancha base de la opinión
pública”. En ese sentido, la Ley Electoral Transitoria 1777
estableció un régimen electoral amparado por las
“austeras e insospechables decisiones” de la Corte
Suprema. Igualmente, destacó el decreto dado el 24 de
enero de 1913, que reglamentó las huelgas, “con el fin de
impedir, en lo posible, dentro del marco de la ley, la
repetición del conflicto entre capital y trabajo”. Esta
norma –afirmó Billinghurst– inspiró la resolución de
conflictos con “espíritu de equidad”, pero era necesario
expedir otras leyes capaces de someter las huelgas “al
imperio del derecho”, armonizando los intereses de
obreros y capitalistas. El ideal de esta legislación
consistía en garantizar a todo obrero “animoso y
606“Cesa la agitación política”, en La Crónica, 28 de julio de 1913. 607“Las fiestas patrias”, en El Comercio, 31 de julio de 1913.
248
honrado” trabajo permanente y salario equitativo.
Expuso además la necesidad de crear una Inspección
General del Trabajo, “cuyo radio se extienda a todos los
centros industriales”. Esta oficina elaboraría estadísticas
sobre el precio del salario, huelgas y accidentes
laborales, debiendo proponer providencias legales y
administrativas útiles para mejorar la condición de la
clase obrera608.
Este mensaje propuso además modernizar varios
sectores de la administración pública, a través de las
siguientes medidas: reorganización de la policía y
mejoramiento de sus remuneraciones en concordancia
con el grado de adelanto de los pueblos, elaboración de
nuevos códigos, construcción de cárceles,
reorganización de las sociedades de beneficencia,
perfeccionamiento del profesorado y reforma de las
instituciones militares. Analizó luego aspectos
hacendarios, ensalzando el superávit de la balanza
comercial y el aumento de la producción nacional.
Anunció estudios para ampliar la capacidad portuaria,
confiado en que la apertura del Canal de Panamá
incrementaría el movimiento marítimo en el Pacífico.
Luego explicó los términos del convenio de cancelación
de créditos suscrito con los bancos, y la organización de
una nueva Compañía Recaudadora de Impuestos
Fiscales. Sin embargo, dejó constancia de la necesidad
de contratar un empréstito extranjero para liberar al
erario de los onerosos préstamos de la banca local.
Asimismo, dijo sentirse satisfecho por haber logrado
608Billinghurst 1913: 20-21.
249
proteger la vida y salud de los obreros, mediante la
reglamentación de la ley de accidentes de trabajo.
Finalmente, advirtió sobre la urgencia de explotar
adecuadamente el guano de isla e informó respecto a la
construcción de casas obreras, caminos ferroviarios e
irrigaciones que se estaban proyectando o ejecutando609.
El Comercio elogió el mensaje por su “buen
criterio” traducido en propuestas acertadas en cuanto al
problema obrero y las finanzas públicas. Sobre lo
primero, Billinghurst planteó un sólido programa para
resolver los reclamos salariales sin afectar “la
normalidad de la vida social”. De acuerdo con el sentido
del mensaje, las leyes protectoras y estadísticas
laborales aportarían herramientas con las cuales el
Gobierno forjaría el “saludable equilibrio” entre los dos
factores –capital y trabajo– creadores de la riqueza
pública. En cuanto a lo segundo, el presidente trazó el
camino del ordenamiento fiscal mediante la economía en
el presupuesto y la conversión de la deuda interna, lo
cual debía concretarse en un austero proyecto de
ingresos y gastos para el año 1914. Este diario lamentó la
necesidad de apelar al “recurso extremo y doloroso” del
empréstito externo, más aún cuando este podía ascender
hasta un millón de libras, dada la urgente necesidad de
renovar armamentos y equipar el Ejército610. Distinta
opinión manifestó La Crónica, que criticó a Billinghurst
por leer un mensaje “saturado de informaciones” más
acordes con las memorias ministeriales o estudios
609Billinghurst 1913: 71-74. 610 “Editorial”, en El Comercio, 31 de julio de 1913.
250
especiales destinados a la discusión del Presupuesto. Esa
falta de sobriedad –a juicio de este periódico– tenía
como propósito obviar la exposición de temas causantes
de “alarma pública”. El presidente incurrió en grave
omisión, pues no dedicó una sola frase respecto de la
controvertida actuación de los comités billinghuristas en
las pasadas elecciones611.
Concluido el programa de fiestas patrias, retornó
el ambiente confuso y beligerante propiciado esta vez
por las noticias sobre un supuesto pliego interpelatorio
contra el gabinete Varela, la posibilidad de que el
Gobierno respondiese dicho ataque con una Asamblea
Constituyente y el destierro del presidente Leguía612. La
prensa civilista tenía la esperanza de que la “cordura”
partidaria prolongase el “paréntesis grato” abierto por el
aniversario patrio, aunque advirtió que el Gobierno
debía gobernar con decisión y firmeza abandonando la
política de “contemporizaciones”613. El vocero oficioso
del Gobierno, distanciándose del nuevo gabinete, lo
calificó de “corcho”, por su poco peso político614. La
desazón cundía entre los periodistas y el público debido
al hermetismo de la clase política. Como nadie
expresaba sus pensamientos, sotto voce surgieron
“decires encontrados” sobre el desvanecimiento de la
interpelación, el encarcelamiento de Leguía y la supuesta
“mansedumbre” del leguiísmo en el próximo Congreso.
Cualquiera fuese el desenlace de estos asuntos,
611 “Editorial”, en La Crónica, 31 de julio de 1913. 612“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 1º de agosto de 1913. 613“Editorial”, en El Comercio, 1º de agosto de 1913. 614“Ecos ¡Bah!”, en La Prensa, 3 de agosto de 1913.
251
Billinghurst reforzó previsoramente sus vínculos con el
Ejército ofreciendo a la oficialidad una gran pachamanca
en la pampa de Amancaes615. Ciertamente, las relaciones
entre liberales y billinghuristas se hallaban en extrema
tirantez. No en vano, desavenencias personales y
políticas provocaron un duelo, afortunadamente sin
consecuencias fatales, entre el liberal Alberto Ulloa,
director de La Prensa, y el dirigente billinghurista, Carlos
Borda616.
Aun hallándose preso, Leguía no dejaba de causar
preocupación al Gobierno, sobre todo por la gran
cantidad de congresistas y gente notable que acudía a
visitarlo en la Penitenciaría. Entrevistado por La Crónica,
el ex-presidente justificó la impetuosa defensa de su
domicilio y se reclamó víctima de las turbas. Igualmente,
acusó a Billinghurst de haber ordenado apresarlo sin
especificar cuáles eran los cargos imputados en su
contra. No fue sino hasta el 3 de agosto, nueve días
después de haber sido detenido, cuando Leguía conoció
que había sido acusado por el delito de ataque a fuerza
armada y se avino a rendir su correspondiente
instructiva617. A su vez, el senador Agustín Tovar, a
nombre propio y de la bancada leguiísta, manifestó su
protesta por las vejaciones inferidas días antes al Senado
y al ex-presidente de dicha cámara, Rafael Villanueva, si
bien dijo estar dispuesto a olvidar lo ocurrido siempre
que el presidente Billinghurst expresara los mismos
615“La situación política”, en La Crónica, 2 de agosto de 1913. 616“Lance de honor”, en El Comercio, 2 de agosto de 1913. 617 “Reportaje al señor Leguía”, en La Crónica, 3 de agosto de 1913.
252
sentimientos de unión y confraternidad618. Otros
senadores, recelosos con la actitud del Gobierno,
prefirieron abstenerse de cuestionar la indiferencia de
las autoridades frente a la profusión de pasquines que
recomendaban “el puñal y la dinamita como medio de
salvar a la Patria619.
Preocupada por la odiosidad surgida entre
Gobierno y oposición, La Prensa identificó dos culpables
de ese problema: el gabinete Sousa y el senador
leguiísta Rafael Villanueva. El primero, en su intento de
armar un grupo parlamentario adicto invadió la esfera
del Legislativo. El segundo, falto de tacto, atrajo la
desconfianza del Ejecutivo con sus posturas belicosas y
desafiantes. Consecuencia de ese conflicto fue la alianza
del civilismo y billinghurismo con el objeto de ganar las
presidencias de ambas cámaras. Este diario, entonces
vocero oficioso del Ejecutivo, deploró la cuota de poder
concedida al bloquismo, “que nada representa como
fuerza política o democrática”, y cuyos movimientos solo
respondían a sus “conveniencias”. La prensa liberal
indicó también que el presidente se estaba desviando
del propósito fundacional del régimen, consistente en
gobernar con todos y no para una minoría620. A su turno,
el diario pierolista sugirió a Billinghurst apartarse de la
estrategia de avasallamiento y temor que caracterizó al
régimen leguíista. No en vano, personas cercanas al
propio Gobierno pidieron frenar la campaña de
618Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario
de 1913: 13. 619 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 3 de agosto de 1913. 620“¿A qué ha venido todo esto?”, en La Prensa, 4 de agosto de 1913.
253
intimidación desplegada por grupos populares, la cual
incidía negativamente en las operaciones comerciales y
ponía en riesgo los capitales621. Definido así el espacio
de actuación política, La Prensa insistió en que
Billinghurst cediera y sacrificara sus proyectos
personales en bien del interés público, pues el camino
de la disolución “lánguida o violenta” del Congreso
crearía una coyuntura imprevisible, que sería resuelta
mediante nuevas elecciones con los candidatos de
siempre. Sin duda, el Gobierno no tenía una cantera de
ciudadanos “austeros” e “inmaculados” con los cuales
reemplazar en el parlamento a los antiguos líderes
políticos. Billinghurst no reparaba en que su interminable
lucha contra el leguiísmo terminaría exponiéndolo a la
influencia de los bloquistas, que trabajaban
soterradamente por restaurar la tiranía parlamentaria622.
El 5 de agosto, el juez instructor, teniente coronel,
José Manuel Román, responsable de la causa abierta
contra Leguía efectuó sorpresivas visitas a las cámaras de
Diputados y Senadores, motivando diversos comentarios
sobre un probable acuerdo para facilitar la salida
“espontánea” del país del citado ex-presidente623. Los
ministros Gonzalo Tirado y Baldomero Maldonado –señaló
La Crónica– se oponían a sancionar el destierro por su
connotación arbitraria y anti-constitucional. Según ese
mismo diario, los billinghuristas promoverían una nueva
elección de vicepresidentes apenas Leguía dejase el
621“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 5 de agosto de 1913. 622“Río revuelto”, en La Prensa, 5 de agosto de 1913. 623“Ecos. Se va o se fue”, en La Prensa, 6 de agosto de 1913.
254
Perú624. El presidente quería demostrarles a los leguiístas
–según Variedades– que el parlamento no era “el teatro
de la actividad política”, sino la calle y el Palacio de
Gobierno. De esa manera, el Congreso iba camino de
convertirse en la “trastienda de palacio” a través del
acomodo de las “ruinas parlamentarias a las necesidades
actuales de su vida política”625. Billinghurst además había
contemplado la posibilidad de fundar un diario para
defender sus acciones de gobierno, cuyo nombre, según
especulaciones, sería “Gaceta Ilustrada del Pacífico”626.
Abriendo un paréntesis en estas disputas
políticas, el cónsul peruano en Japón, Francisco Loayza,
presentó al Gobierno un minucioso ensayo sobre las
causas de la carestía de víveres, y propuso varias
medidas para remediarla. Loayza destacó el carácter
cíclico del encarecimiento de los comestibles, cuyos
picos se producían cada dos o tres años. Asimismo, llamó
la atención acerca de la velocidad con que el cultivo
algodonero desplazó a los de pan llevar y de pastos. Esa
situación le parecía inexplicable, pues cada fanegada
sembrada con cereales o verduras rendía entre 30-40%
más que la cultivada con algodón. Los alfalfares incluso
arrojaban ganancias superiores en 50%. Ciertamente, los
algodoneros tenían la ventaja de acceder con mayor
facilidad a los capitales de los habilitadores. Por ese
motivo, convenía fundar un Banco Agrícola y una Granja
Nacional, a fin de otorgar préstamos a los pequeños
624“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 7 de agosto de 1913. 625“De jueves a jueves”, en Variedades, 10 de agosto de 1913. 626“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 10 de agosto de 1913.
255
agricultores e instruir en las tareas agrarias a cientos de
desocupados. Ofreció además al presidente Billinghurst
contratar en el extranjero la compra temporal de varios
alimentos con el 40% de rebaja627.
El 10 de agosto corrió por todo Lima la noticia de
que el ex-presidente Leguía había sido puesto en
libertad. El controvertido líder político, sin pérdida de
tiempo, se dirigió al Callao en busca de un barco que lo
llevara fuera del país628. La prensa pierolista consideró
benéfico para el país la separación de Leguía de las
luchas políticas, aun cuando el Gobierno había forzado la
figura de la libertad bajo fianza para permitir la salida de
un reo político. La partida de Leguía rumbo a Panamá,
como su primera escala, no detuvo el juicio, pues su
abogado, Benjamín Huamán de los Heros, quedó
encargado de proseguir los trámites ante la corte
respectiva629. Conjurado el peligro de una presunta
conspiración leguiísta, la prensa centró su atención en el
asunto del presupuesto nacional. Según trascendidos
revelados por La Crónica, Billinghurst estaba realizando
“discretos cálculos” con el afán de economizar 30
millones de soles en las partidas de gastos. Este diario
exigió poner especial cuidado en los pliegos
extraordinarios de los ministerios, porque estos
constituían la principal “corruptela” de la administración
627Loayza, Francisco. “La carestía de los…”, en El Comercio, 7 de agosto de 1913. 628“Ecos. Salió el señor Leguía”, en La Prensa, 10 de agosto de 1913. 629“La libertad del señor Leguía”, en La Crónica, 11 de agosto de 1913.
256
PRISIÓN Y DESTIERRO DEL EX-PRESIDENTE LEGUÍA
El ex-presidente Leguía en prisión. Variedades, 10 de agosto de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.
El ex-presidente Leguía a bordo del
Penguin, rumbo a su destierro. Variedades, 17 de agosto de 1913. Caricatura de Francisco González
Gamarra.
257
pública630. El Comercio atribuyó el recorte de egresos a
la necesidad de generar fondos para el pago del
empréstito proyectado por el Gobierno. Para consolidar
el equilibrio presupuestal los congresistas debían
ejercitar “parcamente” sus iniciativas en el orden
hacendario, en vez de votar fondos para obras públicas
que no satisfacían exigencias nacionales, sino
“conveniencias lugareñas”631.
La excitación política regresó cuando el Congreso
se ocupó de la validación de credenciales de algunos
diputados, que la Corte Suprema no pudo dilucidar por
falta de tiempo. Hubo también casos en que los
candidatos burlaron la instancia de la Corte Suprema, y
luego se presentaron ante las cámaras con “credenciales
duales”. No creyendo los congresistas que tenían
facultades para declarar la legitimidad de dichos
documentos, dejaron el asunto en manos de las
comisiones vinculadas con este asunto. En la Cámara de
Diputados, lo hicieron las comisiones de Constitución y
Gobierno, y en la de Senadores las de Constitución y
Legislación. De acuerdo con los debates preliminares, las
comisiones dieron preferencia a los casos de San Martín
y Madre de Dios, en los cuales la Corte Suprema no
alcanzó a pronunciar su fallo dentro del plazo
establecido. A su juicio, los magistrados debían
solucionar este asunto dentro de la extensión de 30 días
concedida al proceso electoral en esas regiones, a fin de
que sentenciaran los casos no pendientes. De otro lado,
630“Editorial”, en La Crónica, 13 de agosto de 1913. 631“El presupuesto”, en El Comercio, 13 de agosto de 1913.
258
en aquellos lugares donde hubo elecciones válidas, pero
no fue posible proclamar vencedores por carencia de
“requisitos formales” se pensaba devolver la
documentación a los magistrados con el propósito de que
ellos ordenaran a las juntas electorales departamentales
subsanar errores u omisiones632.
Por estos días, comenzó a tomar forma el rumor
de que Billinghurst propiciaría en el Congreso la
anulación de las vicepresidencias concedidas a Roberto
Leguía y Miguel Echenique, sin descartar negociar la
“renuncia voluntaria” de estos o motivarlos a
presentarlas mediante nuevas jornadas cívicas. En cuanto
a los liberales, el presidente mostraba cierta
desconfianza sobre todo porque le habían llegado
noticias sobre los “propósitos revolucionarios” de
Augusto Durand, a quien citó a palacio y después de
increparle su actitud lo amenazó con hundirlo “si lo cogía
con las manos en la masa”633. Mientras tanto, el ex-
presidente Leguía arribó a Paita, acompañado de su hijo
Augusto Leguía Swayne. Allí fue recibido por las
autoridades, e incluso por miembros de los comités
billinghurista y liberal. A todos ellos, Leguía les dio su
versión de los hechos acaecidos en Lima el 24 de julio, y
negó tajantemente haber participado en un “conato de
conspiración” contra el Gobierno. Dijo además que este
cargo se lo inventaron con el pretexto de tomarlo preso.
Después de anunciar su partida hacia Inglaterra,
632“Las elecciones pendientes”, en El Comercio, 13 de agosto de 1913. 633 “Editorial”, en La Crónica, 14 de agosto de 1913.
259
manifestó sus deseos de felicidad y ventura para todos
los peruanos634.
Ajenos a estos contrapuntos entre leguiístas y
billinghuristas, los diputados bloquistas José Matías
Manzanilla, Fidel Parodi, Pedro Moreno y Salvador del
Solar, haciendo gala de espíritu democrático, presentaron
un proyecto de ley que derogaba los incisos 5º del artículo
47, y 4º del artículo 49 de la Constitución, referidos al
requisito de la renta para postular a una curul en el
Congreso635. El objetivo del proyecto era abrir a todos los
ciudadanos, al margen de su condición económica, la
posibilidad de representar a sus pueblos. Estos bloquistas,
a quienes los partidos populares acusaban de elitistas,
levantaron la consigna de impedir que el parlamento
cayera en manos de una “oligarquía del dinero”. Los
autores del proyecto –remarcó El Comercio– imbuidos del
“espíritu de la época” y las “ideas democráticas” querían
abrir las puertas del Congreso a los ciudadanos que
carecían de capitales. Ese mismo diario sugirió patrocinar
otro proyecto destinado a suprimir el requisito de la
residencia, por más de tres años, en un departamento
determinado para tener derecho a representarlo. Este
pedido se sustentaba en el hecho de que los diputados no
eran “personeros regionales”, sino “mandatarios del país”
en el Congreso y, por tanto, debían anteponer los intereses
generales del país a los reclamos regionalistas636.
634“Llegada del expresidente…”, en La Prensa, 16 de agosto de 1913. 635Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario
de 1913: 111. 636“Editorial”, en El Comercio, 16 de agosto de 1913.
260
El 17 de agosto, varias calles de Lima
amanecieron con carteles amenazantes contra los
vicepresidentes Leguía y Echenique. Este hecho y los
comentarios sobre una inminente jornada cívica
convencieron al vicepresidente Leguía que había llegado
el momento de abandonar Lima637. Pronto circularon
noticias de su captura en Mollendo, pero todo resultó ser
una “bola de nieve”, que de tanto repetirla se había
hecho creíble entre el pueblo638. Con todo, varios
diputados liberales y leguiístas, contagiados del
nerviosismo imperante, quisieron dejar sus curules a los
suplentes para ponerse a buen recaudo639. Poco después
se supo que Leguía fugó a bordo del “Thuringia” con el
falso nombre de E. Salcedo. Dicha nave lo llevó hasta
Arica, y desde allí logró comunicarse con su familia640.
Con esta fuga, y el retiro del segundo vicepresidente
Echenique a sus negocios agrícolas, La Prensa dio por
superado el problema de las vicepresidencias, y la
incertidumbre creada por personas acostumbradas a
medrar en perjuicio de la estabilidad económica y el
prestigio de las instituciones nacionales. Según este
diario, existía en el Gobierno un círculo, vinculado al
bloquismo, obsesionado en aniquilar a sus adversarios
políticos, y no perdía oportunidad para envolver a
Billinghurst en la agitación de pasiones y escándalos641.
637 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 17 de agosto de 1913. 638 “Ecos. Un día más”, en La Prensa, 17 de agosto de 1913. 639 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 18 de agosto de 1913. 640 “El viaje del señor Roberto Legúia”, en La Crónica, 19 de agosto de 1913. 641“¡Vaya un antojo!”, en La Prensa, 19 de agosto de 1913.
261
El problema de la validación de credenciales
dividió finalmente las opiniones de bloquistas, liberales y
pierolistas en el Senado. Al respecto, se emitieron tres
dictámenes. El primero, suscrito por Mariano Cornejo y
Antonio Miró Quesada, facultó a la Corte Suprema para
ordenar la subsanación de irregularidades en las
credenciales. El segundo, firmado por Aurelio Sousa y
Germán Schreiber, propuso declarar vacantes aquellas
representaciones que la Corte Suprema no había validado.
El tercero, sustentado por Edmundo Montesinos y Max
Medina, planteó realizar nuevas elecciones en los lugares
cuyas representaciones hubiesen sido anuladas. La Prensa
lamentó la conversión de los magistrados en funcionarios
electorales con facultad para validar credenciales después
de instalado el Congreso, hecho rechazado durante el
debate de la ley electoral. Según este diario, la idea de
utilizar la Corte Suprema para subsanar omisiones que no
implicaban nulidad constituía una “aberración
constitucional”. En ese sentido, las comisiones
dictaminadoras estaban creando un ambiente de anarquía,
pues embrollando criterios dificultaban el envío sin
dilaciones de los asuntos contenciosos a los magistrados642.
El 20 de agosto, La Crónica publicó un reportaje
sobre el intempestivo viaje del ex-presidente Leguía. En
esa nota, José Leguía Swayne, hijo del desterrado, ofreció
una versión novelesca de este suceso. Según dicho
relato, al llegar a las islas Lobos de Afuera, el ex-
mandatario recibió efusivos saludos con salva de fusil por
parte de dos naves cargadoras de guano. En Paita
642“De acuerdo y sin acuerdo”, en La Prensa, 20 de agosto de 1913.
262
también fue objeto de afectuosa recepción por los
vecinos notables, entre los cuales estuvo Aurelio Matute,
cabecilla de una revolución producida durante el
gobierno de Leguía. En todas estas reuniones, afirmó
José Leguía, no se habló absolutamente nada de lo que
pudiera “rozarse” con la política643. La prensa bloquista
juzgaba que la salida de Augusto y Roberto Leguía
permitiría regularizar el escenario político nacido de las
transacciones efectuadas en 1912. La vicepresidencia de
Roberto Leguía fue producto de esa amalgama, que con
el paso de los meses se deshizo por efecto de recelos y
manejos subterráneos agudizados con motivo de la
instalación de las cámaras. El ex-presidente Leguía –según
El Comercio– quiso utilizar su mayoría parlamentaria para
establecer una “dualidad en la dirección de los negocios
públicos, que al final habría llevado al país por la senda
de la ingobernabilidad 644.
Aun cuando Leguía no representaba un estorbo
para su gobierno, Billinghurst desconfiaba de la “buena
voluntad” de los congresistas y, por esa razón, no remitía
proyectos a las cámaras para evitar que fuesen
rechazados. Esas suspicacias aumentaron cuando los
diarios informaron que el diputado Rafael Grau presentó
un pedido de interpelación contra el Ministro de Guerra,
Enrique Varela, por el asunto de la compra de
armamento naval645. En un intento de aliviar esta tensión
entre poderes del Estado, La Crónica aconsejó al
643 “El viaje del señor Augusto…”, en La Crónica, 20 de agosto de 1913. 644“Editorial”, en El Comercio, 21 de agosto de 1913. 645 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 21 de agosto de 1913.
263
Gobierno dejar de coaccionar al parlamento con el
objeto de obtener el reemplazo de los vicepresidentes,
pues la Constitución vigente no contemplaba esa
contingencia. Habiendo transcurrido un año la errónea
elección de Roberto Leguía era irreversible, y la única
opción legal de acabar con esa vicepresidencia consistía
en la renuncia voluntaria y expresa de dicho funcionario.
Esto último parecía muy probable tomando en cuenta el
estado de la opinión pública contraria al leguiísmo. En
consecuencia, cometían craso error quienes, dominados
por la impaciencia, exigían a Billinghurst invocar la figura
de abandono del cargo para librarse del incómodo
vicepresidente646. A despecho de esta opinión, las
bancadas, oficialista y bloquista, vocearon al general
Juan Eléspuru y Amador del Solar, para asumir la primera
y segunda vicepresidencia, respectivamente647.
Pero el aspecto hacendario también preocupaba
a Billinghurst. No en vano, los diarios revelaron las
intenciones del presidente de emprender viaje a
Alemania para negociar personalmente un empréstito
con el Banco Alemán Transatlántico, apenas el Congreso
aprobara dicha operación financiera. La Crónica insinuó
que ese viaje sería aprovechado por Billinghurst para
solucionar, de manera definitiva, el problema de la
vicepresidencia, pues debiendo dejar el mando de la
Nación en manos de Roberto Leguía y hallándose este en
Valparaíso, sin ningún deseo de regresar al país,
646 “Editorial”, en La Crónica, 22 de agosto de 1913. 647“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 23 de agosto de 1913.
264
procedería la vacancia inmediata de su cargo648.
Mientras Billinghurst ordenaba en simultáneo el
escenario político y las cuentas fiscales, la carestía de
víveres seguía golpeando a los sectores populares. Para
aliviar esa situación, el senador Alfredo Picasso pidió que
se debatiera su proyecto sobre rebaja de aranceles a la
importación de artículos de consumo. Sin embargo, el
senador Solar se opuso a debatirlo sin antes escuchar la
opinión del Gobierno649. El Comercio sugirió al
presidente poner en práctica aquel principio inglés que
decía “la mesa del pobre, libre de impuestos”. No
obstante, la libre importación de víveres colisionaba con
las políticas proteccionistas que amparaban las
ganancias de molineros y arroceros nacionales. Ambos
sectores llevaban décadas protegidos sin que el pan o el
arroz hubiesen bajado sus precios. Al respecto, este
diario era partidario de aplicar una escala gradual de
rebajas, de tal forma que en cuatro o cinco años fuese
liberada de impuestos la importación de víveres650.
Con todo, las cuestiones políticas impedían a
Billinghurst concentrarse en la agenda económica. Por
entonces –según el vocero pierolista– puso a disposición
de Augusto Durand el cargo de plenipotenciario en Italia
con el objeto de alejarlo de la política doméstica y dejar
acéfalo al Partido Liberal. De otro lado, a través del
senador Picasso, manifestó sus preferencias por el
dictamen Sousa-Schreiber, que planteó declarar vacantes
648“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de agosto de 1913. 649Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario
de 1913: 423-424. 650 “Editorial”, en El Comercio, 25 de agosto de 1913.
265
las representaciones anuladas por la Corte Suprema. Las
adhesiones generadas por esta propuesta, permitirían al
presidente calcular cuántos senadores eran próximos a
su pensamiento y definir nuevos proyectos basado en el
apoyo de esos potenciales aliados651. En dicho escenario,
el civilismo orientó sus esfuerzos a consolidar la
independencia del Poder Judicial. Al respecto, los
diputados Pedro García Irigoyen, Víctor Eguiguren y Luis
Menéndez, promovieron un proyecto de reforma
constitucional destinado a sancionar la competencia
exclusiva de la Corte Suprema en la provisión de los
cargos judiciales, y conceder a los magistrados la
facultad de proponer al Congreso los candidatos que
integrarían dicho tribunal. De esa manera, se pretendía
acabar con la práctica de otorgar puestos judiciales como
premios por servicios políticos652.
Estando próximo a cumplirse el primer año de su
mandato, Billinghurst parecía estar más distendido y
emprendió una “excursión presidencial” a la costa
ancashina. A bordo del crucero Almirante Grau zarpó el
29 de agosto, llegando a Chimbote al día siguiente. Allí,
visitó los lavaderos de oro de Tablones, las haciendas
Vinzos y Tambo Real, e inspeccionó obras del dique en el
puerto chimbotano. El 1º de setiembre retornó a la
capital y de inmediato asumió sus labores gubernativas.
Por entonces, sus seguidores retomaron la idea de
651“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 26 de agosto de 1913. 652 “La independencia del Poder…”, en El Comercio, 26 de agosto de 1913.
266
publicar un periódico propio653 y constituirse en partido
político, encargándose esta última tarea a Domingo Castro
y Víctor Criado y Tejada654. Los billinghuristas recibieron
con desagrado la noticia de que el ex-presidente Leguía
había resuelto quedarse un tiempo en Panamá, esperando
el desarrollo de ciertos acontecimientos de la política
interna peruana e internacional, antes de partir hacia
Europa. Entre tanto, el diputado Criado y Tejada había
aglutinado dieciocho colegas dispuestos a fundar la
bancada billinghurista, y pensaba sumar a estos el “apoyo
moral” de quince bloquistas 655.
Con mucha astucia, el ex-presidente Leguía quiso
sabotear estas coordinaciones haciendo saber a
Billinghurst y la opinión pública su antagonismo con el
régimen imperante. Mediante polémica entrevista
brindada al diario panameño Panamá Morning Journal,
Leguía describió el Perú como un país sumido en la
anarquía, y donde la voluntad del populacho era ley
suprema. Exagerando el ataque del que había sido
653El 6 de setiembre comenzó a circular el diario La Nación, bajo la dirección de Pedro Paz Soldán. En su primer número, este vocero oficialista se declaró partidario de las ideas modernas “de democracia y aliento para las clases trabajadoras”, pues el bienestar patrio dependía “de la prosperidad y holgura de las legiones obreras”. Asimismo, definió al gobierno de Billinghurst como una “obra de regeneración nacional emprendida vigorosamente desde hace once meses”. “Nuestro programa”, en La Nación, 6 de setiembre de 1913. 654“La excursión presidencial…”, en La Crónica, 1º de setiembre de 1913. 655“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 1º de setiembre de 1913.
267
víctima en su domicilio, dijo con efusividad haber
resistido y hecho huir a dos mil billinghuristas armados.
Cuestionó la legalidad de su aprehensión ordenada,
según le comunicaron sus captores, por órdenes
verbales de Billinghurst. Asimismo, explicó que su
carcelería de 17 días tuvo como objetivo desintegrar la
bancada leguiísta y consolidar una mayoría oficialista en
el parlamento. Cuando esto fue logrado apuraron su
destierro. A pesar de haber sido derrotado, Leguía se
jactó de sus amistades y la confianza puesta en su
persona por las “clases directoras” del país y numerosos
partidarios. Esos “buenos elementos” –precisó el ex-
mandatario– hicieron presidente a Billinghurst con la
esperanza de que este continuara el camino iniciado por
el leguiísmo. Por ello, no reparó en calificarlo de
“oportunista político”, cuya única motivación política
consistía en librarse de Leguía a cualquier costo. Todas
estas afirmaciones fueron refutadas por el encargado de
negocios peruano en Panamá, Emilio Rodríguez Larrain.
En carta dirigida al citado diario panameño, este
diplomático desmintió la supuesta popularidad de
Leguía, y aclaró que el atropello cometido por su
Gobierno contra el Congreso, en julio de 1911, le había
generado el repudio ciudadano. Solo los “usufructuarios”
de su régimen exigieron a Billinghurst mantener el
rumbo heredado, en cambio, la opinión pública
demandó acabar con esa política malsana. Leguía
tampoco había manifestado conducta valiente y altiva
ante la adversidad, pues alegó quebrantos de salud para
268
conseguir su liberación y esquivar el juicio iniciado en su
contra656.
Los billinghuristas montaron en cólera cuando
leyeron las declaraciones de Leguía, quien además de
reclamarse perseguido del Gobierno hacía ostentación
de una popularidad que no poseía y se jactaba de la
supuesta prosperidad lograda durante su gestión. La
Crónica censuró el cinismo con que Leguía afirmaba
haber colaborado con el ascenso de Billinghurst al poder
bajo la consigna de que este proseguiría la obra
leguiísta, pero rechazó al mismo tiempo cualquier
responsabilidad en sus “tendencias demagógicas”657. A
esta pugna con Leguía se sumaron desavenencias al
interior del gabinete Varela. De acuerdo con rumores
publicados por la prensa, Billinghurst sostuvo una seria
discusión con el Ministro de Fomento, Pedro Portillo,
porque este se habría opuesto a firmar el nombramiento
del Inspector del Gobierno en los ferrocarriles del Perú,
concedido por el presidente a una persona sin
experiencia para ese cargo. Sin embargo, el incidente
más serio provino de la Cámara de Diputados, que
acordó comunicar al Ministro de Guerra, Enrique Varela,
su disconformidad con las respuestas que diera al pliego
interpelatorio puesto en su contra por el diputado Rafael
Grau. En consecuencia, Varela anticipó a Billinghurst su
renuncia sino recibía el voto de confianza del
656 “Reportaje al señor Leguía”, en El Comercio, 3 de setiembre de 1913. 657“Editorial”, en La Crónica, 4 de setiembre de 1913.
269
Congreso658. El impasse surgido con la interpelación del
citado ministro renovó las aprensiones de Billinghurst
respecto del Congreso y echó por tierra sus planes de
formar una mayoría parlamentaria incondicional a su
gestión659. En ese contexto, el diputado Rafael Grau
exacerbó aún más estas difíciles relaciones con el
Gobierno, cuando insistió en un pedido de concurrencia
del Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco Tudela,
Los diputados “amigos” del Gobierno denegaron esa
solicitud arguyendo que la presencia del canciller en una
sesión secreta podía despertar suspicacias en los países
vecinos. Esta decisión –según El Comercio– acercaba
nuevamente al Gobierno con las fuerzas congresales
indecisas660.
El 9 de setiembre, Billinghurst acudió a la Cámara
de Diputados para leer su mensaje sobre el estado fiscal
del país. En dicho documento, el presidente señaló como
principal problema hacendario peruano la prodigalidad
de los gastos públicos, mayormente invertidos en
sueldos y obras públicas. Entre 1894 y 1906, dicho gasto
aumentó en 341%, obteniéndose un promedio anual
superior al 26%. Esas cifras no tenían correlación con el
crecimiento demográfico o progreso material de la
República. Billinghurst descartó causas monetarias o
inflacionarias en esta tendencia, y atribuyó el acelerado
dispendio del gasto público a razones de “orden
político”. Hizo mención especial de la partida de
658 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 5 de setiembre de 1913. 659 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 6 de setiembre de 1913. 660 “Sesión secreta en Diputados”, en El Comercio, 6 de setiembre de 1913.
270
“Policía Preventiva”, que se había sextuplicado
durante el gobierno de Leguía. Lamentó también la
inexistencia de censos y registros civiles actualizados,
que facilitaran el conocimiento de las “fuerzas vivas”
nacionales, calculándose grosso modo una población
peruana de poco más de cuatro millones de habitantes.
Resumió después la historia de la deuda externa desde
1879 e informó que los adeudos pendientes ascendían
a £ 1´137,330661.
El mensaje contenía además una severa crítica a
la labor de la “clase dirigente” en cuanto a la inversión
de los caudales públicos, sobre todo, los del guano.
Propuso luego la conversión de la deuda interna con el
propósito de mejorar el crédito nacional. A partir del
estudio de la administración de los últimos diez meses,
Billinghurst formuló su proyecto de Presupuesto General
para 1914, incluyendo supresiones que armonizaran con
las exigencias de los negocios públicos. Recomendó
además al Congreso aprobar la titularidad de los
empleos ministeriales y garantizarles una pensión
honrosa para su vejez. El proyecto presupuestal de 1914
rebajó en 14.7% y 7.2% los ingresos y egresos respecto
de sus similares de 1912. Con todo, el presidente
consideró inevitable contratar un empréstito extranjero
para regularizar las finanzas públicas. Aunque
reconoció el carácter antieconómico y censurable de la
cobertura del déficit fiscal mediante la colocación de
empréstitos, señaló que el Estado no tenía otro recurso
con que pagar sus deudas. El monto del empréstito fue
661Billinghurst 1913: 26-34.
271
calculado en £ 6´600,000 para cubrir deudas
ascendentes a Lp 5´778,992 8 32. Con esos recursos, más
la aplicación de severas economías y medidas de
simplificación administrativa, planeó Billinghurst sanear
nuestro estado rentístico662.
Esta exposición no convenció a los congresistas
leguiístas, quienes rápidamente comenzaron a cuestionar
el proyecto presupuestal de 1914. En esas circunstancias,
el senador Pedro Rojas Loayza acusó directamente al
presidente Billinghurst y sus grupos populares de
acosarlo y tratar de intimidarlo solo por haber solicitado
al Ministro de Hacienda, Baldomero Maldonado, un
informe sobre la vigencia del presupuesto de 1913, cuyas
conclusiones desvirtuó en la cámara y fueron conocidas
por el público a través de la prensa. Rojas dijo que
persistiría en sus críticas, aun cuando debiera enfrentar
las amenazas de los comités de salud pública y las
propias “iras olímpicas” del presidente663. Sin embargo,
la propuesta hacendaria de Billinghurst recibió el apoyo
entusiasta de El Comercio, que resaltó su deseo de
enmendar el “equivocado rumbo” financiero iniciado por
Leguía, que conducía a la bancarrota. Según este diario,
el presidente había identificado certeramente al
crecimiento exorbitante de los gastos públicos como
verdadera “enfermedad fiscal”. Igualmente, compartió el
remedio propuesto para corregir este problema, es
decir, la emisión de un empréstito y advirtió que dicho
662Idem: 42-48. 663 “Una carta del H. Senador Rojas Loayza”, en La Crónica, 9 de setiembre de 1913.
272
esfuerzo solo tendría éxito corrigiendo simultáneamente
“los métodos de imprevisión y derroche” en el manejo
de la hacienda pública664.
La atención puesta en el debate económico fue
interrumpida abruptamente la noche del 10 de
setiembre, cuando estalló una bomba en el local de La
Crónica hiriendo gravemente al portero Antonio
Mohring. En su primera reacción, el diario definió este
atentado como el ensañamiento de una “mano criminal”
contra la libertad de imprenta665. El reportero de El
Comercio conversó sobre este asunto con José Gálvez,
periodista de La Crónica, y este recordó que en julio y
agosto había recibido “anónimos amenazadores”, pero
descartó “intención política” en este atentado y prefirió
considerarlo obra de algún “exaltado fanático”666.
Posteriormente, este diario juzgó que la citada explosión
era consecuencia del “estado moral” creado en el país,
gracias al estímulo recibido por los “instintos brutales de
ciertas gentes”. Aunque omitió responsabilizar de lo
ocurrido al Gobierno, no dudó en achacarlo a las
“agrupaciones populares” enemigas del periodismo
opositor, para las cuales toda crítica a Billinghurst
constituía una “hostilidad sistemática”. En consecuencia,
requirieron al presidente y demás autoridades repudiar
“franca y honradamente” la acción de esos “sicarios del
664 “Editorial”, en El Comercio, 11 de setiembre de 1913. 665 “El cobarde atentado…”, en La Crónica, 11 de setiembre de 1913. 666 “La explosión de anoche en…”, en El Comercio, 11 de setiembre de 1913.
273
EL MENSAJE PRESIDENCIAL DEL 9 DE SETIEMBRE DE 1913 Y EL ATENTADO
A LA CRÓNICA
El extenso mensaje presidencial de Billinghurst. Variedades, 13 de setiembre de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.
El atentado contra La Crónica que costó la vida de Antonio
Mohring. La Crónica, 12 de setiembre de 1913. Dibujo de Francisco González Gamarra.
274
terrorismo”, autoproclamados colaboradores del
Gobierno667.
En medio del estupor producido por el atentado
al mencionado diario, la Comisión de Presupuesto de la
Cámara de Diputados, integrada por Ernesto Ráez, José
Balta, Salvador del Solar, Pedro García Irigoyen y Víctor
Pacheco Benavides, estudio el proyecto de Presupuesto
para 1914. En su dictamen, los comisionados corrigieron
los cálculos de ingresos previstos por el Ejecutivo, pues
creían que era posible obtener Lp 71,511 adicionales668.
Afortunadamente –según El Comercio– Billinghurst no
infló sus cifras de ingresos, sino que las proyectó con
criterio “sobrio y parco”. Ese manejo hacendario reducía
el riesgo de déficit fiscal y enseñaba al país a vivir dentro
de sus rentas669. Antes de abrir el debate de este asunto,
varios diputados acudieron a palacio a solicitud de
Billinghurst. Allí conversaron sobre la posibilidad de
retirar las observaciones al proyecto de presupuesto del
Ejecutivo. Haciendo gala de afabilidad, el presidente
prometió organizar tertulias semanales y disponer dos
horas diarias, entre 2 y 4 pm, “para cambiar ideas sobre
asuntos de interés público”670. Con todo, entre el 18 y 24
de setiembre, los diputados debatieron el cuestionado
pliego de ingresos. El Ministro de Hacienda, Baldomero
Maldonado, quien intervino en estas discusiones, insistió
667“Editorial”, en La Crónica, 12 de setiembre de 1913. 668Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 363-371. 669 “Editorial”, en El Comercio, 12 de setiembre de 1913. 670 “Reunión en palacio”, en El Comercio, 16 de setiembre de 1913.
275
en que se conservaran los ingresos señalados en el
proyecto presupuestal del Ejecutivo, porque estando
próxima la contratación de un empréstito en Europa era
preciso “extremar las medidas de previsión y de
prudencia”. Sin embargo, los diputados creían que el
ingreso de capitales provenientes del empréstito
dinamizaría la economía generando mayor producción
de recursos, por tanto, podía aumentarse sin temor los
ingresos fiscales. Asuntos de orden político detuvieron
este importante debate y frustraron la consolidación de la
política hacendaria de Billinghurst671.
La caótica situación del concejo limeño constituía
otro serio problema para el Gobierno. El mandato de los
regidores estaba vencido, pero el fracaso de las
elecciones municipales, efectuadas tres meses antes,
evitó que los limeños designaran sus reemplazos. El
Ministro de Gobierno, Gonzalo Tirado, mediante nota
remitida a la Cámara de Diputados informó sobre la
existencia de varios procesos judiciales iniciados para
obtener la nulidad de los citados comicios. Por ese
motivo, apelando a la necesidad de higienizar la ciudad y
realizar obras urgentes, presentó un proyecto de ley
solicitando autorización para designar los nuevos
miembros del concejo de Lima. El Comercio vio con
buenos ojos este procedimiento del Gobierno, porque
confirmó su respeto por la ley que prohibía al Ejecutivo
nombrar juntas de notables, nociva medida aplicada
671Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 384-414.
276
anteriormente por conveniencias políticas672. De opinión
contraria, La Crónica censuró la norma propuesta, cuya
aplicación convalidaría la injerencia de Billinghurst en
los asuntos municipales. La formación de un “municipio
extraordinario” o “extra-legal” no solo carecía de
fundamento jurídico, sino que establecería un
“precedente desgraciado”. La prisa del Gobierno por
consumar ese acto arbitrario –afirmó el diario citado–
radicaba en su pretensión de dejar impunes los
escándalos cometidos por sus partidarios en los comicios
ediles. En defensa de sus facultades, el Congreso debía
declarar la nulidad electoral y autorizar la convocatoria
de nuevas elecciones para diciembre de 1913 o enero de
1914, de lo contrario el Gobierno manejaría, sin derecho
alguno, los asuntos municipales673. Los billinghuristas
daban por descontado la aprobación de este proyecto, y
estaban abocados a la búsqueda de una fórmula legal
para eludir la incompatibilidad de ejercer concejalías
por parte de los congresistas, pues pretendían llevar a la
alcaldía al diputado Manuel Químper674.
Durante estos meses, grupos radicales ejercieron
constante amenaza sobre la prensa y bancada
parlamentaria opositoras. Refiriéndose al atentado
sufrido por La Crónica, el senador Pedro Rojas fustigó el
auge de la dinamita y denunció una campaña ruin contra
la libertad de imprenta. En ese sentido, pidió a su cámara
672“La Municipalidad de Lima”, en El Comercio, 12 de setiembre de 1913. 673“Editorial”, en La Crónica, 14 de setiembre de 1913. 674 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 18 de setiembre de 1913.
277
oficiar a los ministerios de Gobierno y Justicia
preguntándoles qué medidas estaban aplicando para
detener la circulación de pasquines subversivos. El
senador Max Medina se sumó a esta solicitud en defensa
de la libertad de pensamiento, y reclamó que los
ministros ofrecieran garantías a los diarios opositores. El
senador Gonzalo Silva Santisteban recordó que el
Ministro de Justicia, Carlos Paz Soldán, prometió enjuiciar
a quienes fuesen autores de los violentos pasquines, pero
no cumplió con notificar el resultado de sus diligencias,
por lo que era necesario oficiar al citado ministro
demandándole remitir copia de las denuncias tramitadas
ante los tribunales675. Asimismo, en la Cámara de
Diputados, Gerardo Balbuena y Samuel Sayán y Palacios,
tomando en cuenta la frecuencia con que sufrían
agresiones los “órganos de publicidad” sin que fuesen
capturados sus autores, presentaron un proyecto de ley
responsabilizando a los funcionarios públicos por los
daños inferidos a la prensa y sancionándolos con la
separación del cargo y los procesos penales
correspondientes en caso lo ameritara676. Sin embargo,
La Crónica creía que Billinghurst utilizaría sus diputados
en las comisiones de Gobierno y Legislación para
“suavizar” el debate de este proyecto, que pretendía
resguardar la libertad de imprenta de los “dinamiteros
políticos”677.
675Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1913: 307-308. 676Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 299. 677 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 15 de setiembre de 1913.
278
El presidente de la Cámara de Comercio del
Callao, Luis Rey, ofuscado por las huelgas iniciadas el 11
de setiembre por los jornaleros, se dirigió al Gobierno
para exponerle los perjuicios sufridos por las casas
comerciales en la paralización de las operaciones de
carga y descarga, que repercutía en el costo de las
mercancías. Los obreros habían adoptado el sistema de
paros generales como forma de obtener de los patrones
la satisfacción de “reclamaciones injustificadas”. Al
respecto, pidieron al Gobierno hacer cumplir el decreto
del 24 de enero reglamentario de las huelgas y sancionar
un reglamento de trabajo en la dársena678. Esta oleada de
huelgas motivó también la protesta del senador José
Otero, quien acusó al Gobierno de no velar por el
cumplimiento del reglamento de huelgas, lo cual
facilitaba que estas se realizaran por “pretextos nimios”.
A juicio de este congresista, el proletario no tenía
derecho de hacer huelga, “cuando pretende volar a
alturas para las que no tiene conformadas sus alas”679. En
respuesta a estas expresiones, el diputado Alberto
Secada rechazó el uso de la fuerza insinuado por Otero
como medio de solucionar huelgas. Condenó al mismo
tiempo todo lo que afectase los derechos de la clase
obrera, y comparó a los patrones del Callao con los
gamonales de la sierra, pues ambos desconocían los
“deberes del hombre civilizado”. Finalmente, precisó
678 “La Cámara de Comercio y…”, en El Comercio, 13 de setiembre de 1913. 679Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1913: 315-316.
279
que los abusos de las empresas generaban los conflictos,
y que nada detendría el anhelo reivindicador del
pueblo680.
Como se suponía, la Comisión Principal de
Gobierno de la Cámara de Diputados, compuesta por
Juan Castro, J. Carreño y Domingo Rey, recomendó
aprobar el proyecto del Gobierno que pedía facultades
para nombrar los concejales limeños681. No obstante, el
diputado leguiísta, Plácido Jiménez, combatió esta
propuesta por hallarse en “abierta pugna” con el marco
legal existente. Durante su intervención Jiménez fue
hostilizado por la barra billinghurista ocupante de las
galerías del Congreso. Este acoso se prolongó durante su
salida del hemiciclo. Incluso estas barras lo persiguieron
hasta el Club de la Unión, lanzándole improperios y
amagando con agredirlo, lo cual no hicieron porque el
citado congresista iba acompañado por varios amigos
suyos682. El reportero de La Crónica describió a las
barras billinghuristas como gente de “negras caras y
fisonomías repelentes”. Después del incidente producido
con Jiménez, la policía se repartió por los pasillos para
evitar cualquier hecho violento contra los demás
diputados. Al día siguiente, Rafael Grau trató de ser
acallado por las barras cuando expresó su solidaridad
con el colega agredido. En gesto provocador, Grau
señalando a los billinghuristas de las galerías los calificó
de “miserables” mientras exigía la presencia del
680Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 314-315. 681Idem: 352. 682“La sesión de ayer”, en La Crónica, 18 de setiembre de 1913.
280
Ministro de Gobierno, Gonzalo Tirado, para que
explicara cuáles eran las prevenciones tomadas contra la
gente partidaria de implantar el “régimen del terror”.
Ese día las barras se retiraron del Congreso lanzando
vivas al Gobierno y mueras a los diputados opositores683.
La prensa pierolista criticó acremente el llenado
de las galerías con “gente maleante y desvergonzada”,
práctica heredada de Leguía, quien reclutaba soplones
con la misión de intimidar a los congresistas incómodos
para su gobierno. En su mensaje del 28 de julio de 1913,
Billinghurst prometió desaparecer esos métodos de
coacción, sin embargo, diariamente permanecía
impasible frente a la violenta actividad de los grupos
radicales, integrados mayormente por peones de las
obras públicas. Aunque el billinghurismo negaba tener
vínculos con estos, resultaba evidente que personas
dependientes del Estado juzgaban lícito expresar su
agradecimiento cometiendo todo tipo de actos a favor
del oficialismo684. De otro lado, el Director de Justicia,
Culto y Beneficencia, Carlos Paz Soldán, desmintió las
acusaciones del senador Silva Santisteban sobre presunta
pasividad frente a la profusión de pasquines, que era la
otra forma usada para amedrentar a la oposición, En nota
enviada al Senado, Paz Soldán adjuntó copias de los
oficios que había remitido al fiscal de turno y las
respuestas de este comunicando la formalización de
denuncia contra quienes fuesen autores de los
pasquines685.
683 “La sesión de ayer”, en La Crónica, 19 de setiembre de 1913. 684 “Editorial”, en La Crónica, 20 de setiembre de 1913. 685 “Medidas contra los…”, en El Comercio, 20 de setiembre de 1913.
281
El proyecto de reforma del artículo 4º de la
Constitución de 1860, promovido por el senador
Severiano Bezada, propugnó la tolerancia de cultos y
abrió un nuevo frente de conflictos entre el Gobierno y
los sectores conservadores. El texto sugerido por Bezada
suprimía la parte final del citado artículo constitucional,
que prohibía el “ejercicio público” de otra religión
distinta a la católica. La Comisión de Constitución del
Senado, integrada por Mariano Cornejo, Germán
Schreiber y Aurelio Sousa, avaló la reforma planteada en
tanto no era apropiado reprimir “por la fuerza las
manifestaciones de los cultos disidentes”. Este proyecto,
que según Bezada no afectaría la oficialidad del culto
católico, solo adaptaba la norma constitucional con la
realidad, pues en Lima y otras ciudades del país existían
varios templos de libre ingreso donde se ejercitaban
ritos prohibidos por el citado artículo, y las autoridades
no hacían nada para obstaculizarlos. El senado aprobó
esta reforma, a pesar de la cerrada oposición de los
conservadores Abel, Campos, Francisco Moreyra y
Riglos y José Valencia Pacheco686. El Comercio respaldó
el libre ejercicio de los cultos religiosos propuesto por el
senador Bezada, porque la prohibición constitucional
vulneraba la libertad de conciencia. A juicio de este
diario, el Estado no debía ejercer esa clase de coacción
injustificable e ilógica, porque a nadie perjudicaba dejar
a las minorías expresar sus sentimientos religiosos. La
tolerancia, en cambio, conjuraba la proliferación de
686Diario de Debates. Cámara de Senadores. Congreso Ordinario 1913: 369-370.
282
cultos clandestinos. Por lo demás, existía una “tolerancia
tácita” del “sentimiento público” con los cultos no
católicos, por lo que resultaba contraproducente
mantener vigentes normas represoras, a cuyo influjo
algún exaltado podía solicitar que fuesen tapiados los
templos de otras religiones687.
El 21 de setiembre, circuló clandestinamente en
Lima una hoja titulada “Manifiesto al Perú de D. Augusto
B. Leguía”. Dos días después, El Comercio y El Peruano
publicaron dicho documento para someterlo al escrutinio
de la opinión pública. En su exposición, Leguía explicó
los motivos que lo indujeron a aceptar su destierro del
país. En primer lugar, rebatió el cargo de conspiración
contra el Gobierno, y se reclamó víctima de una agresión
“inexplicable y delictuosa”. Acusó luego a Billinghurst de
organizar pandillas de vagos y rufianes, pagadas con
dinero público, bajo el pretexto de necesitar personal
para obras de salubridad. Estos grupos eran utilizados
como instrumento de venganza y coacción. Culpó a
dichas bandas del ataque al local donde pensaba editar
un periódico, y del dinamitazo en la casa del senador
Villanueva. En su opinión, la carcelería, juicio militar y
posterior expatriación no fueron sino una represalia por
haberse defendido de la agresión oficialista. En ese
contexto, ejercer influencia sobre la mayoría
parlamentaria y actuar con patriotismo fueron
convertidos en “delitos” por el billinghurismo. El
conflicto decisivo se produjo cuando Billinghurst lo
687 “La tolerancia de cultos”, en El Comercio, 20 de setiembre de 1913.
283
conminó a entregarle el control de su bancada para
asegurar la elección de las mesas directivas. Leguía
sostuvo su derecho al cogobierno, y en respuesta el
Gobierno alentó el ataque a su casa y nombró Prefecto
de Lima a Orestes Ferro, “un ex-montonero” y enemigo
encarnizado del leguiísmo. Puso en duda, además, el
patriotismo de Billinghurst haciéndolo culpable de la
negociación de acuerdos desdorosos con Chile, basados
en la cesión incondicional de Arica y la prórroga por 21
años del plebiscito que debía decidir la suerte de Tacna.
Acentuó esa equivocada política externa la rescisión del
contrato de compra de ocho sumergibles en Estados
Unidos. En materia gubernativa, definió a Billinghurst
como jefe déspota de un régimen del terror, apoyado por
El Comercio de conocida odiosidad contra el leguiísmo.
Atribuyó esa misma motivación a los cargos hechos por
el Gobierno en contra de su gestión hacendaria, y
prometió publicar un informe financiero refutando las
cifras negativas de Billinghurst. En palabras de Leguía, él
solo era un “abnegado servidor” de la Patria preocupado
por la destrucción de su obra. Finalmente, expresó su
confianza en el ejército patriota y altivo, que se levantaría
para “poner término al desbarajuste administrativo”, de
lo contrario el país pronto estaría sumido en la espantosa
anarquía688.
La prensa pierolista puso énfasis en el carácter
subversivo del manifiesto de Leguía, en tanto prometía
abrir campaña contra el Gobierno y hacía insinuaciones
688“Manifiesto al Perú de D…”, en El Comercio, 23 de setiembre de 1913.
284
golpistas al Ejército. Ese documento recogía el
“desahogo violento y cínico” de quien era el principal
causante de la situación anárquica del país. Leguía quería
librarse del estigma de haber resucitado la política del
terror, venida a menos desde el último gobierno de
Andrés Cáceres en 1894. Según este diario, Leguía y
Billinghurst contrataban los mismos rufianes, matones y
vagos, aunque este último los llamaba obreros. En ambos
gobiernos, esa gente cumplió la misma función de
“simular popularidad, exigir reivindicaciones y significar
corrientes de opinión del pueblo soberano”. Sin
embargo, Billinghurst estaba a tiempo de redimir sus
“extravíos” y emprender la obra benéfica anhelada por
todos. Por último, restó importancia a un documento,
“escrito en Panamá y repartido en Lima”, por la pluma
rencorosa y cínica, de quien pretendía crear zozobra y
“pleitos de comadres” mientras paseaba por “Trafalgar
Square o Piccadilly Street”689.
A su vez, El Comercio objetó la autoridad moral de
Leguía para opinar sobre la situación del país cuando su
presidencia había dejado una “huella tristísima en la
historia política del Perú”, pues convirtió la violencia y
atropello en armas de gobierno. Este diario no reconoció
mérito alguno al gobierno leguiísta. En política
internacional, solo trajo humillación y vergüenza debido
a las diversas “desmembraciones del territorio”. En
materia financiera, legó al país una enorme deuda de 60
millones de soles, cuyos orígenes fueron detallados por
Billinghurst en su mensaje a la Cámara de Diputados. Por
689 “Editorial”, en La Crónica, 24 de setiembre de 1913.
285
si eso fuera poco, Leguía empleó el sistema del cohecho
y la actividad de “turbas asalariadas” para someter al
Congreso y conmover los “cimientos institucionales” del
país. Conocidas estas falencias de su régimen, parecía
inaudito que se atribuyera “cualidades excepcionales y
virtudes cívicas” de estadista. De igual modo, la compra
de armamento obsoleto y la imprudente actitud
provocadora con Chile hablaba mal de su exaltado
patriotismo. Guiado por el resentimiento y despecho,
Leguía no perdonaba a Billinghurst haber puesto al
descubierto los “malos rumbos políticos” del gobierno
precedente. El Comercio precisó que su campaña
opositora contra el leguiísmo no estuvo motivada por el
deseo de obtener prebendas o satisfacer intereses
prosaicos, sino por el convencimiento de la incapacidad
y falta de tino de Leguía para gobernar y tratar con
personas e instituciones690.
El 24 de setiembre los billinghuristas celebraron
el primer aniversario de gobierno. Esta fiesta se
entrelazó con otra dedicada a la Virgen de las Mercedes,
patrona de las armas. Las ceremonias comenzaron ese
día con misa y desfile militar. El recorrido de Billinghurst
a la iglesia de La Merced fue saludado efusivamente por
el pueblo. Por la tarde, el presidente recibió en palacio la
visita de diplomáticos, autoridades religiosas, comisiones
de oficinas públicas, magistrados, militares y sociedades
obreras, todos los cuales acudían a felicitarlo por su
gestión gubernativa. Billinghurst ofreció además un
banquete en el Palacio de la Exposición a los miembros
690 “Editorial”, en El Comercio, 24 de setiembre de 1913.
286
del Congreso. En su discurso, manifestó la necesidad de
borrar las fronteras entre parlamento y Ejecutivo y
conjugar aspiraciones en bien de la República. Ese
propósito patriótico –enfatizó– debía prevalecer en
medio del “hervor de pasiones”. Reconoció estar
disconforme con los resultados de su breve gobierno, si
bien alegó no haber tenido el poder suficiente para
conseguir recursos y suprimir “males inveterados”. El
Presidente del Senado, general Juan Eléspuru, respondió
este discurso ofreciendo al presidente la franca y
decidida colaboración del Congreso a fin de “dar
cuerpo” a sus iniciativas. Expresó igualmente su
confianza en lograr la armonía y concierto de poderes
públicos e hizo votos para que Billinghurst, desde la
cumbre del poder, descubriera los amplios y felices
horizontes para la patria691.
Concluido el primer año de gobierno
billinghurista, La Crónica hizo un balance del mismo.
Aunque recordó su origen inconstitucional admitió que
en su momento significó la reacción del pueblo contra la
imposición leguiísta y sus escándalos electorales. La
opinión pública confió entonces en que Billinghurst
rompería con el pasado y transformaría el ambiente
político, pues anteriormente solo el Califa Piérola había
tenido tanta popularidad y apoyo general “para hacer
una labor de reconstrucción”. Sin embargo, a juicio de
este periódico, ninguno de esos buenos propósitos fue
cumplido, a causa de que los billinghuristas se dedicaron
691 “Las fiestas de ayer”, en El Comercio, 25 de setiembre de 1913.
287
a hacer política “criolla y malsana”. La ley electoral, con
todos sus vacíos, era el único activo del Gobierno, y no
EL PRIMER ANIVERSARIO DEL GOBIERNO BILLINGHURISTA Y EL
BANQUETE OFRECIDO AL CONGRESO
Billinghurst recibe el saludo del arzobispo limeño, Pedro García Naranjo, en su primer aniversario de gobierno. La Crónica, 26 de setiembre de 1913.
288
Billinghurst leyendo su discurso ante los congresistas. Variedades, 27 de setiembre de 1913.
se esperaba ningún otro mientras Billinghurst siguiera
dominado por el odio y afán de predominio. El caudillo
tarapaqueño carecía de una “doctrina honesta de
gobierno” y permanecía rodeado de elementos que
excitaban sus pasiones. En esas condiciones, sus críticos
juzgaban poco probable que su “actividad infatigable”
diese frutos692. Por su parte, El Comercio saludó el
“significado político importante” de la reunión Ejecutivo-
Legislativo en cuanto a la suma de esfuerzos y resolución
de desinteligencias negativas para la marcha del país.
Durante el primer año de gobierno, las relaciones entre
Gobierno y Congreso no fueron muy cordiales, debido a
que los parlamentarios provenían del régimen anterior.
No obstante, la renovación del tercio parlamentario
facilitó la recomposición de las mesas directivas de
ambas cámaras, y estas forjaron relaciones más fluidas
con el Ejecutivo. Lamentablemente las bancadas
probillinghuristas denotaban cierto desgano en la labor
legislativa. Esa actitud explicaba el retraso con que se
debatió el proyecto de presupuesto nacional. Aunque
ese hecho no era prueba suficiente para suponer la
existencia de un plan de oposición encubierta, resultaba
de extrema urgencia imprimir mayor dinamismo en la
tarea de secundar los proyectos del Gobierno693.
La cuestión religiosa volvió a convulsionar el
ambiente público con motivo del envío a la Cámara de
Diputados del proyecto de reforma constitucional
692 “Editorial”, en La Crónica, 25 de setiembre de 1913. 693“Editorial”, en El Comercio, 26 de setiembre de 1913.
289
referido a la tolerancia de cultos. La tarde del 25 de
setiembre una comisión de señoras distinguidas,
presidida por Isabel del Valle y Osma de la Unión
Católica, tuvo audiencia con el presidente y le expuso su
deseo de que intercediera ante los diputados para que
estos no aprobaran el citado proyecto694. Billinghurst, con
exquisita cortesía, quiso convencer a las damas que no
era impío ni masón, y después de escucharlas las llevó a
visitar la Escuela de Economía Doméstica de la
Magdalena, encomendada a “monjas virtuosa e
ilustradas”695. La Crónica criticó la exagerada agitación
clerical contra un proyecto progresista y moderado, cuyo
único propósito era legalizar la práctica de cultos no
católicos y evitar que quienes los profesaban fuesen
víctimas de los abusos cometidos por los párrocos,
amparados en la exclusividad de la religión católica. A
criterio de este diario, el asunto religioso competía a las
individualidades y no al Estado. Ciertamente, el espíritu
público había evolucionado a favor de la reforma
moderada,696 Los católicos, por excesivo celo,
boicoteaban una reforma “exigida por la cultura e
intereses del país”. Esa conducta intransigente
entorpecía la integración de los capitalistas y
trabajadores extranjeros en la sociedad peruana, y
ahuyentaba la migración porque difícilmente vendrían al
país personas a las cuales se les prohibía el libre
694 “La tolerancia de cultos”, en El Comercio, 26 de setiembre de 1913. 695“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 30 de setiembre de 1913. 696 “La tolerancia de cultos”, en La Crónica, 27 de setiembre de 1913.
290
ejercicio de su religión, a diferencia de otros lugares de
América con mayor nivel de cultura y respeto por el
derecho humano de la libertad de cultos697.
Frente a la ofensiva conservadora, el Centro
Liberal Obrero acordó concurrir a la Cámara de
Diputados para observar los debates sobre tolerancia de
cultos. La campaña propagandística de los obreros
incluía la realización de un mitin popular y respaldo
efectivo a los diputados David Chaparro y Manuel
Urbina, defensores de la reforma constitucional698. El 29
de setiembre a las nueve de la noche tuvo lugar el mitin
en la plazuela de Santa Ana. Allí se congregaron unas 300
personas, mientras otro grupo lo hacía en la Plaza
Bolívar, este último esperó sin éxito al diputado Urbina,
quien se comprometió a dar una conferencia sobre la
cuestión religiosa. En ese momento, circularon volantes
invitando a los dos grupos a reunirse en la plazuela de
San Agustín. Comenzó así un bullicioso recorrido por el
centro de la ciudad hasta la citada plazuela, en medio de
vivas a la libertad de pensamiento y mueras al clero. En
dicho lugar, el dirigente R. Avilés, supo que el Ministerio
de Gobierno había prohibido este mitin alegando la
inoportuna hora fijada para su realización. De inmediato,
Avilés pidió a los más de mil obreros congregados
disolverse pacíficamente. Muchos de estos protestaron y
los negocios, previendo actos de violencia, prefirieron
cerrar sus puertas. Advertidos de esa situación, el
697“Editorial”, en La Crónica, 28 de setiembre de 1913. 698 “La tolerancia de cultos”, en El Comercio, 27 de setiembre de 1913.
291
prefecto Ferro y la policía salieron a resguardar el orden
público. A su vez, los manifestantes se retiraron por
diversas calles lanzando nuevamente gritos a favor de su
causa699.
Por esos días, Billinghurst intentó armonizar las
relaciones entre Gobierno y Congreso. Sin embargo, el
fastuoso banquete ofrecido nueve días antes a los
congresistas tuvo nulos resultados, pues solo unos cuántos
de estos atendieron su invitación para tomar parte de las
tertulias de palacio. Peor aún, cuando estos observaron
cierta displicencia en el presidente decidieron retirarse de
esas improductivas reuniones700. Con ese ambiente de
trasfondo, el 3 de octubre, la Cámara de Diputados debatió
el proyecto sobre tolerancia de cultos remitido por el
Senado. Las galerías lucieron atiborradas por selectas y
numerosas barras compuestas por universitarios “deseosos
del triunfo de la reforma”. Varios cordones de policías
rodearon la plaza Bolívar, mientas piquetes de gendarmes
vigilaban las puertas del Congreso, bajo la supervisión de
muchos oficiales701. Los diputados José Sánchez Díaz,
Francisco Fariña y Víctor Santos se opusieron rotundamente
a la reforma considerándola lesiva a “los más caros
intereses de una gran mayoría de habitantes del Perú”.
Con todo, la tolerancia de cultos fue aprobada por
enorme mayoría702. La prensa pierolista celebró esta
699 “La tolerancia de cultos”, en El Comercio, 30 de setiembre de 1913. 700“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 2 de octubre de 1913. 701“Cámara de Diputados”, en La Crónica, 4 de octubre de 1913. 702Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1913: 443-454.
292
iniciativa “patriótica y civilizadora”, que liberaba al Perú
del baldón de ser el único estado americano, cuya carta
constitucional desconocía derechos reconocidos hasta en
los países más atrasados. Dirigiéndose a los
conservadores católicos, este diario les aconsejó evitar
inmiscuirse en situaciones de conflictos inconvenientes
para la Patria, desgastando fuerzas útiles en la solución
de otros problemas nacionales. Las flamígeras
proclamas, incentivadoras de odios religiosos, y los
llamados a fundar un partido conservador católico, con el
solo propósito de revertir la reforma, podía causar serios
perjuicios al país enrumbándolo por el camino de la
intolerancia703.
Poco después, la colocación de la primera piedra
en un proyecto de casas para obreros chalacos, permitió
a Billinghurst recibir el saludo efusivo del pueblo. En esta
ceremonia, el presidente felicitó al Concejo del Callao
por emprender la construcción de casas “higiénicas,
cómodas y baratas” en beneficio de la clase obrera704.
Expresó también la firme voluntad del Gobierno de
“suprimir las causas del malestar material”. En ese
campo, la salubridad de la vivienda era uno de los
principales problemas, pues las enfermedades
encontraban fecundo terreno en las “pocilgas inmundas”
que daban albergue a los desvalidos. En ese sentido,
Billinghurst puso énfasis en la inutilidad de comprar
armamentos modernos, mientras los defensores de la
Patria eran víctimas de diversos males. Sin duda, las
703“Editorial”, en La Crónica, 5 de octubre de 1913. 704“Las ceremonias de ayer”, en La Crónica, 6 de octubre de 1913.
293
habitaciones malsanas envilecían física y moralmente a la
clase trabajadora. Hasta entonces los concejos
municipales habían descuidado la construcción de
viviendas obreras, a pesar de que los callejones y casas
de vecindad eran focos de epidemias y una afrenta para
las ciudades. Por ello, la casa modelo levantada a
expensas del Concejo del Callao constituía un
“acontecimiento social” e iniciaba una nueva era en el
puerto. El presidente culminó su discurso, destacando la
importancia de la vivienda en el desarrollo de las familias
y el impulso dado por su Gobierno a la construcción de
50 casas obreras en el barrio de Malambo, las cuales
serían adquiridas mediante el pago de módicas cuotas
mensuales705. El Comercio felicitó la preocupación de
Billinghurst por el problema de la vivienda, pues cuando
convivían ocho o diez personas en un solo cuarto, sin
distinción de sexos ni de edades, era imposible que se
guiaran por las prescripciones de la moral y los dictados
más elementales de la higiene706.
Ese mismo día, en medio de aclamaciones de la
numerosa concurrencia, Billinghurst inauguró el motor
añadido al pescante situado en el espacio de los playeros
del Callao. En su discurso de agradecimiento, el
dirigente playero, Marcelo Pastor, ensalzó la obra del
pescante en tanto iniciaba una nueva era para el cabotaje,
ahorrando fuerza humana y dándole mayor velocidad al
comercio marítimo. Pastor exaltó en la personalidad de
705“Ecos de las ceremonias del domingo”, en La Crónica, 7 de octubre de 1913. 706 “Las casas para obreros”, en El Comercio, 7 de octubre de 1913.
294
BILLINGHURST Y LA ATENCIÓN DE LAS CLASES OBRERAS
Billinghurst coloca la primera piedra de las casas para obreros en el Callao. La Crónica, 7 de octubre de 1913.
Billinghurst inaugura el pescante para facilitar el trabajo de los playeros chalacos. Variedades, 12 de octubre de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.
295
Billinghurst su sincero cariño por la clase obrera, a la
cual nunca le había engañado o mentido. Por esa razón,
acordaron concederle el título de “primer obrero del
Perú”, y para dejar recuerdo imborrable de este evento
bautizaron el pescante con el nombre de Billinghurst. El
mandatario respondió estas palabras evocando que
desde joven tuvo interés por “la suerte del obrero”,
siendo su más fervoroso anhelo elevar la condición del
proletariado. Después de llamarlos “pioneers del
progreso patrio” prometió hacer todos los esfuerzos para
brindarles protección y modernizar al mismo tiempo la
infraestructura portuaria con obras de mejoramiento y
ensanche. Billinghurst puso especial cuidado en explicar
a los playeros que la introducción de grúas, cabrestantes,
elevadores, transportadores y demás útiles no causaría
desempleo, por el contrario, aumentaría la demanda de
brazos debido al incremento del tráfico comercial707.
A mediados de octubre, circuló el rumor de que
el Ministro de Gobierno, Gonzalo Tirado, estaba próximo
a retirar el proyecto de ley presentado por el Ejecutivo al
Congreso solicitando autorización para renovar las
concejalías de Lima. En su reemplazo, se esperaba que el
Ejecutivo dictara un decreto convocando nuevas
elecciones708. Asimismo, ante la escasa asistencia de
congresistas a las tertulias palaciegas, Billinghurst optó
por cancelarlas aduciendo estar afectado en su salud709.
La exhibición del “kinetófono” en Palacio de Gobierno
707 “Las fiestas de ayer en el Callao”, en El Comercio, 6 de octubre de 1913. 708“Decires sin comentarios”, en La Crónica, 11 de octubre de 1913. 709 “Vida de palacio”, en La Crónica, 11 de octubre de 1913.
296
fue un evento social aprovechado por Billinghurst para
compartir momentos cordiales con los presidentes de las
cámaras, varios congresistas, funcionarios públicos y
gerentes de los bancos. Este aparato inventado por
Tomas Alva Edison había sido traído al Perú por la
compañía internacional cinematográfica. A las 9 de la
noche del 15 de octubre, Billinghurst y sus 200 invitados
vieron y oyeron varias películas con escenas musicales y
festivas. Luego se pudo apreciar una filmación hecha al
presidente Billinghurst en su despacho, paseando por los
parques de Palacio de Gobierno y saludando al pueblo.
Concluida la función, los invitados departieron en un bar
acondicionado por la Casa Broggi, mientras una banda
de músicos del batallón Gendarmes animaba el ambiente
ejecutando varias piezas clásicas710. Días después,
reconsiderando su decisión inicial de cancelar las
tertulias, Billinghurst volvió a convocarlas. No obstante,
esta vez predominó ampliamente la asistencia de
militares, los cuales triplicaban el número de
congresistas711.
La escalada de la violencia común era otro asunto
de gran preocupación para la prensa. Este hecho alcanzó
notoriedad a raíz del ataque a un cuartel policial del
Callao y el asesinato del gendarme Carlos Waltuoni por
una pandilla de rufianes, que estaba provocando
violentos desórdenes en el pueblo de La Legua con
motivo de la fiesta de la Virgen del Carmen. Según El
Comercio, la feroz conducta de los asesinos tenía su
710 “En el Palacio de Gobierno”, en La Prensa, 16 de octubre de 1913. 711 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 21 de octubre de 1913.
297
origen en la influencia ejercida por “elementos
extranjeros” entre las capas sociales bajas. Esas
personas difundían “doctrinas nocivas”, destructoras de
todo principio social y contrarias a las fuerzas
constructivas del país712. A su turno, La Crónica advirtió
que el país asistía al surgimiento de grupos organizados
de matones, cuyo avance se producía por la inercia de
las autoridades y “la impunidad protectora y
estimulante” derivada de esta. Muchos de los matones
eran ex-integrantes de la desaparecida policía secreta
del leguiísmo. Ellos ganaron su mala reputación
participando en asonadas, asaltos, y ataques con
puñaladas y bombas. En consecuencia, la prensa exigió
al prefecto limeño, Orestes Ferro, una “actuación
represora enérgica”, pues los matones no tenían reparos
en agredir y hasta victimar a los policías. Todos estaban
convencidos de que sin pérdida de tiempo, Billinghurst
debía poner remedio a una situación que estaba
erosionando intensamente el orden moral713.
Después de doce meses de gobierno
billinghurista, los empleados públicos juzgaron oportuno
reclamar la concesión de titularidad sobre sus puestos
laborales. El comité de lucha, liderado por Alejandro
Béjares, convocó a sus compañeros a una sesión en el
local del Concejo Provincial con el fin de impulsar
medidas para conseguir la aprobación del proyecto de
ley del ex-senador Juan José Reinoso, que concedía el
712“Los sucesos de ayer en la Legua”, en El Comercio, 13 de octubre de 1913. 713“Editorial”, en La Crónica, 15 de octubre de 1913.
298
titularato de los puestos laborales. Dicho proyecto
llevaba algunos años pendientes de debate en la Cámara
de Diputados. En actitud autocrítica, los empleados
reconocieron haberse despreocupado del asunto, pues
no se acercaron a los representantes para fundamentar
sus derechos laborales. Tampoco organizaron
manifestaciones por temor a disgustar al fenecido
régimen de Leguía, que era enemigo declarado de la
titularidad. Sumidos en la inercia y desunión, los
empleados constituían “entidades sin valor” dentro de la
administración pública. Sin embargo, ellos confiaban en
que Billinghurst, declarado protector de derechos y
libertades, valorando la importancia de sus servicios,
dado que eran la fuerza dinámica de los poderes
públicos, atendería sus “justas y nobles aspiraciones”714.
La prensa pierolista recomendó condicionar el
otorgamiento del titularato de los empleos al
cumplimiento de ciertos requisitos, garantizadores de la
capacidad y moralidad del empleado, porque
frecuentemente los puestos se concedían atendiendo
recomendaciones de carácter político, y el Estado
terminaba contratando personal incapaz e indigno. Una
norma carente de condicionantes beneficiaría sin
distinción “a las personas dignas y a los simples
presupuestívoros”. De acuerdo con un analista anónimo,
el Gobierno debía exigir a todo aspirante a un empleo
público los siguientes requisitos: a) poseer nacionalidad
peruana o ser naturalizado; b) edad mínima de 20 años;
714 “Los empleados públicos piden…”, en La Crónica, 17 de octubre de 1913.
299
c) haber cursado cuando menos el segundo año de
instrucción secundaria; d) poseer certificados de
conducta y competencia, y e) presentar libreta de
matrícula o certificado comprobante de haber realizado
el servicio militar obligatorio. Los empleados con más de
diez años de servicios serían exceptuados de estas
disposiciones, y además tendrían la posibilidad de
acceder al titularato con la sola presentación de una
libreta, suscrita por su jefe, la cual acreditaría su
competencia y honorabilidad. Ajenos a esta propuesta,
más de 300 empleados concurrieron al Concejo
Provincial de Lima para escuchar al senador Reinoso, y
luego decidieron elevar memoriales al Presidente de la
República y al Congreso pidiendo la aprobación del
proyecto citado715.
El primer memorial, dirigido por 400 empleados
al presidente Billinghurst, agradeció las gestiones del
Ejecutivo ante el Congreso para hacer extensivos a todos
los empleados los goces reservados a ciertos grupos de
ellos. En ese sentido, solicitaron a Billinghurst ordenar
que las oficinas del Estado entregaran los informes y
datos requeridos por la Cámara de Diputados para
fundamentar la aprobación del titularato. Este mismo
grupo elevó un segundo memorial a la Cámara de
Diputados, recordando que el proyecto de titularato
estaba pendiente de debate desde hace varios años. Los
recurrentes conocían la oposición de algunos diputados a
sus reclamos, pero juzgaban que esa visión equivocada
715“La reunión de los empleados públicos”, en La Crónica, 20 de octubre de 1913.
300
procedía del poco interés prestado a la condición de los
servidores de la Patria. Alegaron en su favor el respaldo
del presidente al proyecto de titularato, cuyo costo fiscal
no era excesivo cómo afirmaban sus críticos. En primer
lugar, la ley solo favorecía a quienes tuvieran más de
siete años de servicio, y este grupo laboral no era muy
grande, por tanto, el impacto en la caja fiscal sería
reducido. En segundo lugar, los empleados costearían
sus pensiones aportando el 4% de los sueldos. Por
último, la nueva norma del titularato, a diferencia de su
antecesora de 1873, no permitía el ingreso de personas
innecesarias a los puestos públicos, en consecuencia, no
crecería el gravamen por pensiones716.
716 “El titularato de los empleados…”, en La Prensa, 21 de octubre de 1913.
301
III. EPÍLOGO DEL BILLINGHURISMO:
BILLINGHURST DERROCADO
¿Cuál había sido la evolución de los partidos políticos
durante el primer año de régimen billingurista? La prensa
pierolista, representante de una fuerza distante de quienes
dominaban el Ejecutivo y Congreso, hizo un diagnóstico de
este asunto. De manera general, todos los partidos
actuaban disciplinadamente, pero carecían de orientación
definida. Ciertamente, la disciplina no giraba en torno a una
idea central, sino a las posiciones personales de los líderes
y militantes colocados en el Gobierno, muchos de los
cuales estaban supeditados a la voluntad del presidente. De
ese modo, la acción de los partidos era, en gran parte, el
resultado de ambiciones o resentimientos. Por ejemplo, el
bloque nació como grupo de resistencia frente al gobierno
de Leguía, pero concluida esa labor sobrevivía por puro
instinto de conservación y sin programa alguno. Los
leguiístas cumplían similar función. Por su parte, los
liberales estaban desorientados y divididos en las facciones
de Lima y las de provincias. A su vez, los constitucionales se
limitaban a ejecutar órdenes de sus líderes en cuanto a
concertar alianzas y obtener ventajas para sus miembros. El
diario pierolista solo reconocía estructura partidaria a los
demócratas, quienes a pesar de la pérdida de su
excepcional líder, un “hombre realmente superior”,
mantenían la tradición austera y viril. Con todo, guardaba la
esperanza de que surgieran “corrientes definidas” en el
desarrollo de las ideas políticas717. En esta coyuntura de
717 “Al margen de la vida parlamentaria”, en La Crónica, 18 de octubre de 1913.
302
neutralización de las fuerzas políticas, Billinghurst dispuso
el traslado del coronel Óscar Benavides, quien dejó su
plaza en el sur para asumir como Jefe de Estado Mayor
del Ejército. Este nombramiento encontró buena
acogida, porque Benavides, gracias a su actuación en la
frontera norte, gozaba del aprecio y estimación de la
sociedad718.
El 24 de octubre, conforme a la prórroga
aprobada por el Congreso, la Corte Suprema volvió a
ocuparse de las cuestiones electorales pendientes. La
primera audiencia estuvo dedicada a la provincia de San
Martín. Allí, el senador electo, Octavio Nájar reclamó la
nulidad de las credenciales de sus rivales, Pedro García
y José Tejada, pues estos no exhibieron actas ni registros
comprobatorios del funcionamiento de las juntas
favorables a sus candidaturas719. Tres días después, se
abordó el caso de la provincia de Tahuamanu. En este
caso, el candidato Alejandro Vivanco planteó la nulidad
de las credenciales presentadas por su rival José Muro.
Este último no concurrió a la audiencia, hecho que fue
interpretado como el tácito reconocimiento de su
derrota, debido a la falsedad de sus documentos720.
Seguidamente, fue vista la causa de las elecciones
senatoriales en Madre de Dios. En este asunto, el senador
electo, coronel Teobaldo Gonzáles solicitó la nulidad de
718 “Vida militar”, en La Crónica, 24 de octubre de 1913. 719“Los procesos electorales y la…”, en El Comercio, 24 de octubre de 1913. 720 “La Corte Suprema y los procesos electorales”, en La
Crónica, 28 de octubre de 1913.
303
credenciales de sus contendores, los cuales no asistieron
a esta diligencia721. El 29 de octubre, los magistrados
escucharon el pedido de nulidad de las credenciales de
los candidatos a la diputación del Manu, Enrique Swayne
y Emilio Delboy, promovido por Alberto Seguín en
representación del candidato Ángel Gasco722.
La Legislatura Ordinaria de 1913 culminó el 25 de
octubre con un balance negativo. La prensa opinó que
nada de provecho, salvo la reforma constitucional de la
tolerancia de cultos, se había efectuado en noventa días
de trabajo parlamentario. La mayor parte del tiempo los
congresistas asistieron a sesiones secretas donde
trataron de asuntos militares e internacionales, que
terminaron en votos de confianza para los ministros de
Guerra y Relaciones Exteriores, los cuales realmente
eran “votos políticos”, es decir, “gestos de
agrupaciones, inspirados en conveniencias de círculo”.
Sumido en la inercia, el Congreso no daba muestras de
independencia y energía para impulsar el progreso del
país. Ese desinterés llegó al extremo de dejar inconcluso
el debate del presupuesto, “que es la ley sustantiva de la
vida económica del país”. Esto último implicaba extrema
gravedad, pues desde 1910 el país venía administrando
sus rentas “fuera de la ley y sin control de ninguna
clase”. Por ese motivo, no era extraño que se gastara el
doble de lo ingresado al fisco. En la coyuntura de crisis
fiscal, el presupuesto no solo tenía importancia en el
721“Los procesos electorales y la Corte Suprema”, en El
Comercio, 31 de octubre de 1913. 722 “La Corte Suprema y los procesos electorales”, en La
Crónica, 30 de octubre de 1913.
304
sector interno, sino que el Gobierno requería dicho
documento para negociar en Europa el empréstito
proyectado. Por tanto, Ejecutivo y Legislativo compartían
la obligación de aprobarlo en legislatura
extraordinaria723.
La tarde del 28 de octubre, ausente Billinghurst
por hallarse indispuesto en su salud, el Consejo de
Ministros sesionó durante casi tres horas con el objeto de
discutir la posibilidad de convocar un congreso
extraordinario. De todos los ministros, afirmó La Prensa,
solo Baldomero Maldonado y Francisco Tudela estaban
firmes en su decisión de sostener la “prerrogativa
parlamentaria de dar el presupuesto”, lo cual anunciaba
una inminente crisis ministerial en caso el Consejo optara
por lo contrario724. Concluida esta reunión, el ministro
Gonzalo Tirado, comunicó al reportero de La Crónica, el
parecer del Consejo contrario a la convocatoria de una
legislatura extraordinaria. Eso mismo declaró el ministro
Varela, aunque dejo entrever que esa decisión podía
revertirse. Los círculos políticos creyeron que detrás de
este acuerdo ministerial se encontraba la voluntad de
Billinghurst de gobernar sin presupuesto. Al respecto, La
Crónica estaba convencida que el Gobierno pretendía
continuar la “dictadura fiscal” aplicada por Leguía, pues
facilitaba la ejecución de gastos sin control. El presidente
parecía ignorar que emprender su segundo año de
gobierno sin ley de presupuesto causaría mala impresión
en las plazas financieras del extranjero725.
723 “De jueves a jueves”, en Variedades, 25 de octubre de 1913. 724 “Ecos ¿muerte o catalepsia?”, en La Prensa. 27 de octubre de 1913. 725 “Editorial”, en La Crónica, 29 de octubre de 1913.
305
Conocido el desacuerdo de los ministros Tudela y
Maldonado con la decisión de no convocar una
legislatura extraordinaria, los diarios daban por segura
las renuncias de estos. Incluso se decía que dichos
documentos ya estaban en el despacho presidencial,
pero Billinghurst aún no se pronunciaba porque sus
problemas de salud le impedían atender los asuntos de
gobierno726. Entre tanto, el bloque ministerial compuesto
por los ministros de Gobierno, Guerra, Justicia y
Fomento, seguía firme en su respaldo a la dictadura
fiscal727. Cuando Billinghurst retomó sus labores,
comenzaron a circular los nombres de los posibles
reemplazos de Tudela y Maldonado. Fueron voceados
entonces Federico Luna y Peralta, Mariano Cornejo y
Alberto Ulloa. El primero aspiraba a la cartera de
Hacienda, y los otros dos a la de Relaciones Exteriores728.
En este escenario de crisis ministerial, La Prensa criticó a
Billinghurst por apoyar a los ministros que eludían su
deber de promover la aprobación legislativa del
presupuesto. La actuación de estos ministros trasgredía
las normas constitucionales, pues el citado acuerdo
impedía al Congreso cumplir con su labor de controlar
los actos del Ejecutivo. Aunque el Gobierno estaba muy
influenciado por quienes creían inútil convocar una
nueva legislatura amparándose en la inercia del
Congreso, La Prensa esperaba que no consumaran su
726 “La crisis”, en La Crónica, 30 de octubre de 1913. 727 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 30 de octubre de 1913. 728 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 31 de octubre de 1913.
306
propósito de inducir la prórroga del presupuesto en
perjuicio de la competencia exclusiva del Legislativo729.
En medio de esta crisis política, El Comercio
reprodujo notas de diarios norteamericanos que
contenían relatos del ex-presidente Leguía sobre falsos
“sucesos pavorosos” ocurridos en Lima bajo el Gobierno
de Billinghurst. De acuerdo con una de estas notas,
publicada el 21 de setiembre por el New York Herald, en
el Perú la vida y propiedad no estaban a salvo, pues las
cárceles retenían gran cantidad de detenidos políticos,
muchos de los cuales habían sido ejecutados o
desaparecidos. Quienes tuvieron la fortuna de escapar
cruzaron la frontera hacia Bolivia buscando refugio.
Leguía comparó además el secuestro sufrido en 1909, a
manos de los pierolistas, con el ataque perpetrado a su
casa por los billinghuristas, indicando que en ambos
hechos estuvo en peligro de muerte, pero supo salir con
éxito730. A estas inquietantes declaraciones de Leguía se
añadió la protesta de los policías por dos meses de
sueldos atrasados, hecho de extremo cuidado para la
conservación de la seguridad pública. En carta anónima
remitida a La Crónica, un gendarme lamentó la
imposibilidad de cobrar sus sueldos, pues se hallaban en
“la última miseria como en ninguna otra época”, mientras
729 “Crisis, Congreso y Presupuesto”, en La Prensa, 31 de octubre de 1913. 730“Cómo se escribe la historia”, en El Comercio, 30 de octubre de 1913.
307
el Gobierno invertía dinero en patrocinar “cuadrillas
vandálicas” en el trabajo del Tajamar731.
Apenas iniciado noviembre, La Crónica
profundizó su labor alarmista atribuyendo a Billinghurst
toda clase de medidas radicales. Entre estas lo acusó de
fomentar un golpe de Estado, ordenando por decreto la
caducidad del mandato legislativo para convocar nuevas
elecciones. Aunque una acción de ese tipo equivalía a
una declaratoria de guerra por parte del Gobierno a
todos los partidos políticos, estos poseían estructuras que
con seguridad les garantizaban el triunfo electoral sobre
el desorganizado billinghurismo. La opción de la
Constituyente era vista como más peligrosa, pues
suscitaría resistencias capaces de conducir al país a la
revolución y anarquía social732. Todas esas
especulaciones –precisó La Prensa– encontraban sustento
porque la crisis ministerial había crecido hasta poner en
riesgo toda la política gubernativa, sin que el Gobierno
tuviese medios para darle solución inmediata. Cuando los
ministros renunciaban por diferencias personales, unas
simples llamadas telefónicas del presidente eran
suficientes para asegurar la concurrencia de potenciales
relevos. En el caso del gobierno de Billinghurst, los
convocados no querían sumarse al gabinete sin antes
tener la certeza de hacia dónde estaba yendo el país.
Inicialmente –según La Crónica– los bloquistas fueron
tentados con varias carteras y la presidencia del Consejo
de Ministros, pero estos declinaron la oferta porque
731 “No se paga a la policía”, en La Crónica, 31 de octubre de 1913. 732 “Editorial”, en La Crónica, 2 de noviembre de 1913.
308
sentían pavor de gobernar sin presupuesto. Tocó luego
el turno a los liberales representados por Augusto
Durand, quien salió de palacio con rostro desencajado
sin que fuesen conocidos los temas políticos discutidos
con Billinghurst733.
La prensa limeña tuvo opiniones divergentes en
cuanto a la responsabilidad de la incertidumbre reinante
en el país. Para El Comercio la inconclusa discusión
parlamentaria del presupuesto generó los problemas
posteriores entre Ejecutivo y Legislativo, pues los
congresistas, repitiendo la actitud negligente de
legislaturas anteriores, dejaron al país sin la herramienta
más importante del plan hacendario. Como consecuencia
de ese descuido injustificado, el presidente perdió la
confianza en los congresistas, y prescindiendo de estos
pretendía imponer la prórroga del presupuesto. Según
este diario, Billinghurst percibía que el debate de sus
proyectos era retrasado con mala intención, cuando esa
contingencia respondía verdaderamente a defectos de
organización de las fuerzas parlamentarias y cierta
“pereza funcional” del Congreso. Por eso, sugirió al
presidente superar las rencillas políticas y convocar la
legislatura extraordinaria, aunque sus consejeros
insistieran en que esta carecía de sentido. Por lo demás,
la crisis ministerial quedaría resuelta apenas se
consolidaran acuerdos con el Congreso, de lo contrario
comenzaría a sembrarse dudas sobre el “pensamiento
último” del Ejecutivo en este atolladero constitucional,
733 “Ecos. La crisis se complica”, en La Prensa, 1º de noviembre de 1913.
309
incertidumbre que más tarde sería muy complicado
disipar734.
La revista Variedades también tachó la pereza
congresal, única causante del inminente desgobierno de
las finanzas públicas. Más grave era todavía que el
Gobierno intentara aprovechar ese vacío hacendario, y
desistiera de obtener la aprobación del presupuesto en
una legislatura extraordinaria. El Ejecutivo originó esa
situación con el envío a destiempo del proyecto de
presupuesto a las cámaras. En ese contexto, el
presidente Billinghurst y su ministro Maldonado
debieron prever la eventualidad de que el debate y
modificación de dicho documento podía exceder la
vigencia de la legislatura ordinaria. Por el contrario, todo
parecía indicar que el Gobierno estuvo plenamente
confiado en que su proyecto de presupuesto sería
autorizado sin debate. En consecuencia, las
observaciones y correcciones de “probables errores de
cálculo” en las cifras de ingresos efectuadas por los
congresistas disgustaron el “amor propio” del
presidente, quien barajó entonces la opción de retirar su
proyecto de presupuesto y seguir de “motu proprio” el
camino de la “inconstitucionalidad fiscal”, originando el
sobresalto de los partidos políticos y los círculos
financieros nacionales e internacionales735.
El propio vocero oficioso del Gobierno condenó
las insinuaciones que se hacían a Billinghurst para que no
convocara el congreso extraordinario encargado de
734 “Editorial”, en El Comercio, 1º de noviembre de 1913. 735 “De jueves a jueves”, en Variedades, 1º de noviembre de 1913.
310
finiquitar el asunto del presupuesto. Esa medida grave en
sí misma, en tanto implicaba falta de respeto
institucional, excedía todo límite cuando era
complementada con la posibilidad de reemplazar el
parlamento por otro nuevo “dictatorial”. La consumación
de esos objetivos revelaría que el pueblo había perdido
todo concepto de probidad política. Lamentablemente, el
sometimiento de las mayorías parlamentarias tenía como
funestos precedentes las acciones de los presidentes
Andrés A. Cáceres, Eduardo López de Romaña y Augusto
Leguía. Siguiendo esa viciosa práctica, gente cercana a
Billinghurst recurría a “disquisiciones solapadas y
cínicas” para sugerirle atentar contra la independencia
del Congreso. La Prensa eludió identificar las
motivaciones de estos planes, pero reprobó a los
instigadores anónimos que promovían “con el
pensamiento o la palabra” los afanes autoritarios
contrarios al patriotismo. Este diario justificó su constante
defensa de Billinghurst basada, según dijo, en la
confianza de saberlo ajeno a la intriga e impaciencia. Por
eso mismo, dudaba de que hubiese llegado al poder con
el propósito de establecer una “presidencia tenebrosa y
autoritaria”. A pesar de los rumores en ese sentido, aún
pensaba que el presidente, guiándose por su espíritu de
“repúblico” y “patriota”, gobernaría de manera distinta a
los regímenes precedentes. Sin duda, Billinghurst
manifestó no estar contaminado por las luchas
partidaristas o de círculo, visibles fuentes de corrupción
en el país, lo cual permitía suponer que nunca
consumaría el despropósito de gobernar al margen de la
Constitución. De otro lado, La Prensa restó importancia al
conflicto creado por la cuestión presupuesto, precisando
311
que el Congreso no había cometido falta alguna, pues la
Constitución no especificó el plazo para aprobar dicho
documento y menos aún exigió hacerlo dentro de la
legislatura ordinaria. Finalmente, citando los votos de
confianza dados a los ministros y la buena recepción de
los proyectos del Ejecutivo, este diario quiso desmentir
la presencia de una “oposición subterránea” en el
Congreso736.
Frente a la supuesta amenaza de rompimiento del
orden constitucional, la prensa trató de identificar a los
partidarios de este proyecto. De acuerdo con La Crónica,
Aurelio Sousa, asiduo concurrente a palacio, era uno de
los más enfervorizados promotores del plan de darle “un
porrazo al parlamento”. El presidente se mantuvo ajeno a
estas proposiciones, y prefirió recomponer su gabinete
con la incorporación del general Juan Eléspuru y
Guillermo Rey, quienes fueron tentados para ocupar las
carteras de Relaciones Exteriores y Hacienda, pero el
primero de estos puso como condición que se le
entregara la presidencia del Consejo de Ministros737.
Según el diario pierolista, Billinghurst retrocedió en su
deseo de convocar un Congreso Constituyente por la
impresión de que el ejército no simpatizaría “en esos
momentos con una dictadura”738. Enterado de esta
inestabilidad política, el desterrado ex-mandatario
Leguía golpeó los planes financieros del Gobierno
736 “Obra odiosa”, en La Prensa, 4 de noviembre de 1913. 737 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 4 de noviembre de 1913. 738 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 5 de noviembre de 1913.
312
pintando en el exterior con “los más negros colores la
situación económica del país” bajo el régimen de
Billinghurst. Esto sucedía mientras iba en ascenso el
descontento entre las dependencias del Ministerio de
Guerra, impagas desde el mes anterior739.
La atención puesta en la crisis ministerial
desplazó a un segundo plano el reclamo laboral de los
empleados comerciales. Ellos, al igual que los obreros,
fundaron sociedades para luchar por sus
reivindicaciones. Dichas instituciones, denominadas
Centro Social Unión, Sociedad Empleados de Comercio y
Cámara Social, unieron esfuerzos con el objeto de
nombrar representantes legítimos que informaran al
Gobierno sobre las necesidades de los empleados,
circunstancias en que actuaban, aspiraciones y
expectativas de cada dependiente. Los integrantes de la
Cámara Social aconsejaron conformar la dirigencia con
asociados “jóvenes altivos y optimistas”, por ser estos
más diligentes en el patrocinio de las demandas
comunes. Las tres entidades perseguían fines distintos,
pero complementarios. La Sociedad Empleados de
Comercio tenía especial interés en los auxilios mutuos,
cajas de ahorros y servicios de invalidez, y luchaba
además por la concesión del descanso dominical. El
Centro Social Unión realizaba conferencias, veladas y
distracciones a favor de los empleados. A su vez, la
Cámara Social, más reciente que las anteriores, procuraba
el respeto de los derechos laborales. La conjunción de
739 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 7 de noviembre de 1913.
313
EL EMPRÉSTITO Y LA CRISIS MINISTERIAL
Billinghurst conversa con los ministros Maldonado y Tudela,
opuestos al empréstito. Variedades, 1º de noviembre de 1913.
Caricatura de Francisco González Gamarra.
Billinghurst consulta con el ministro Varela sobre las renuncias de sus colegas Maldonado y Tudela. Variedades, 15 de noviembre de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.
314
objetivos debía contribuir a que en poco tiempo se
consolidaran reformas positivas a favor de los empleados
del comercio740.
Transcurrida más de una semana desde la
renuncia de los ministros Tudela y Maldonado, el
Gobierno seguía empecinado en mantener la crisis
política e introducir el manejo informal de los asuntos
fiscales. A juicio de los círculos políticos, la decisión de
gobernar sin presupuesto formaba parte de un paquete
de medidas radicales, que comprendían la convocatoria
de elecciones congresales, la formación de una
Constituyente y el nombramiento de juntas de notables
para dirigir los asuntos municipales. Empecinado en
dichos objetivos, Billinghurst sopesó las potenciales
consecuencias políticas de aplicar violentamente esas
medidas. Sin duda, el presidente avizoró un escenario
dominado por la batalla permanente contra las
convulsiones sociales y las críticas del periodismo, que
denunciaría sin descanso el alejamiento del Gobierno de
sus intenciones originales para devenir en un régimen
caracterizado por la intransigencia. Por tanto, la forma en
que fuese resuelta la crisis ministerial, a favor o en contra
de la legislatura extraordinaria, marcaría el rumbo del
régimen billinghurista. En ese sentido, la apertura de una
administración hacendaria inconstitucional reproduciría
los vicios heredados de Leguía, quien inició ese camino
con nefasto desenlace para el erario debido al grueso
aumento de la deuda pública. La prensa opositora
740 “De la cámara social”, en El Comercio, 8 de noviembre de 1913.
315
previno a Billinghurst de que el abuso del poder le
sustraería la confianza y respeto del país741.
Las sospechas acerca del espíritu autoritario de
varios políticos se reavivaron cuando fueron conocidas
las declaraciones dadas por Hildebrando Fuentes,
vicepresidente de la Cámara de Diputados, a una
escritora extranjera. En opinión de Fuentes, el país se
hallaba en pésimo estado y convenía ordenarlo
implantando un gobierno militar ilustrado. Esta idea era
complementada con la censura de todos los regímenes
civiles previos, incluyendo al “gobierno popular” de
Billinghurst742. Mayor desasosiego causó la contratación
de mil peones, “por cuenta de la [Dirección de]
Salubridad”, con el propósito de quemar basurales en los
alrededores de Lima, aunque según rumores la
verdadera finalidad era utilizarlos en otros fines743. Poco
después, La Crónica afirmó que el Gobierno seguía
trabajando en sus planes de declarar caduco el
Congreso. Al respecto, recogió noticias sobre la
existencia de “comités secretos” entrenados para
soliviantar a las masas mediante jornadas cívicas. La
insistencia con que se comentaba estos hechos había
creado una situación de alarma en los círculos sociales,
políticos y económicos. La creciente temeridad del
Ejecutivo por el Congreso llegó a tal grado, que
prácticamente constituía un “fenómeno psicológico”
741 “De jueves a jueves”, en Variedades, 8 de noviembre de 1913. 742 “Burla, burlando. Por la boca…”, en La Crónica, 9 de noviembre de 1913. 743 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 11 de noviembre de 1913.
316
puesto de manifiesto en la obsesión constante de
Billlinghurst por librarse del Legislativo. Ante esta
amenaza de “conmoción política”, La Crónica guardaba
la esperanza de que el Gobierno reprimiría los ímpetus
de su “violencia destructora”, herramienta con que
planeaba terminar sus discrepancias con los
congresistas744. No obstante, el procedimiento que debía
emplearse para hacer realidad la Constituyente fue
motivo de varias conferencias entre Billinghurst y
Mariano Cornejo. De acuerdo con los supuestos planes
del presidente, el “movimiento obrero” exigiría una
nueva Carta política en la cual serían incluidas la jornada
de ocho horas y la prórroga del mandato presidencial745.
El 14 de noviembre, los trabajadores de las
secciones de locomotoras, pescantes y carpintería del
muelle y dársena del Callao, a través de Juan Vargas,
secretario de la sociedad Concordia Universal de
Obreros, presentaron a los gerentes de la citada
empresa un pliego de reclamos demandando la
aplicación de una nueva escala de salarios. Según
cálculos de Vargas, el jornal de los obreros del pescante
se redujo en más del 50% en las dos últimas décadas por
efecto de la depreciación del sol, pues había caído de
3.40 soles a 1.50 soles. En cuanto a los carpinteros
pretendían estos ganar 5 soles diarios, aduciendo la
rudeza de su trabajo y la gran cantidad de herramientas
que debían reponer a causa de su rompimiento e
744 “Editorial”, en La Crónica, 13 de noviembre de 1913. 745 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 14 de noviembre de 1913.
317
inutilización en el trabajo cotidiano. Por ese motivo,
solicitaron a la empresa el suministro de prensas,
combas, barrenos, barretas y polines de cajón.
Asimismo, requirieron la construcción de una ramada
para protegerse de la insolación en el verano y las lluvias
durante el invierno. Similares exigencias plantearon los
carrilanos, remolcadores y carboneros. Por último, los
operarios de la sección de locomotoras eléctricas
calificaron de “inhumano” el jornal vigente de 1.20 soles,
pues era imposible sobrevivir con esa suma en Lima o
Callao746.
A mediados de noviembre, Billinghurst
contemplaba impasible la crisis ministerial, y aunque
parecía haberse calmado el conflicto político, debajo de
la aparente tranquilidad subsistía una “agitación sorda”
percibida por “quienes están acostumbrados a olfatear la
chamusquina”. La imaginación popular daba pábulo a
fatídicos anuncios sobre jornadas cívicas con asaltos,
balazos, incendios y proclamación de “demagógicas
doctrinas”. Aunque esto parecía poco probable,
Variedades no juzgaba descabellado que se produjese un
“comicio monstruo” a favor de la Constituyente,
complementado por grandes mítines en Trujillo,
Arequipa, Cuzco y otras ciudades, a favor del cese del
Congreso. Esos hechos le darían argumentos a
Billinghurst para “atender paternalmente el clamor de la
Nación”747. Por entonces, los círculos políticos esperaban
que en cualquier momento el Gobierno creara una
746 “Aumento de salarios”, en El Comercio, 15 de noviembre de 1913. 747 “De jueves a jueves”, en Variedades, 15 de noviembre de 1913.
318
“situación excepcional de violencia y de ruptura del
régimen constitucional”. Abordando el problema desde
esa situación hipotética, el pierolismo desmitificó la
Constituyente quitándole esa aureola de “fórmula eficaz”
para revertir la miseria económica e inquietud social
posteriores al cierre del Congreso. Este grupo político
advirtió que una nueva Constitución solo era viable “en
circunstancias de normalidad moral de los asociados” o
cuando debía reconstruirse el orden alterado por una
conmoción social. En ningún caso procedía convocarla
para satisfacer “obcecaciones de menuda política”. Con
todo, La Crónica anhelaba que el “buen sentido” y
“patriotismo” de Billinghurst no se ofuscara al extremo
de buscar en “aventurada empresa” la panacea de la
crisis política748. Sin embargo, el ambiente volvió a
encresparse cuando se oyeron nuevos rumores sobre la
próxima publicación de un manifiesto de Billinghurst
invocando las limitaciones del régimen democrático
como fundamento para efectuar cambios radicales, a fin
de transformar el poder presidencial en “poder
supremo”. Aunque cada vez más se cernía la
nebulosidad en torno al pensamiento político de
Billinghurst, la revista Variedades asumió una conducta
más serena y aconsejó a la opinión pública confiar en que
el presidente, ante el trance de una revolución,
abandonaría sus posturas extremistas y optaría por
superar la crisis reemplazando a los ministros
dimitentes749.
748 “Editorial”, en La Crónica, 16 de noviembre de 1913. 749 “De jueves a jueves”, en Variedades, 22 de noviembre de 1913.
319
El interés de la prensa por el desenlace de la
cuestión política hizo pasar desapercibido el
antagonismo entre capital y trabajo, que venía
acentuándose por efecto de las huelgas de jornaleros en
el Callao. Cuando los operarios de la Compañía Nacional
de Cerveza conminaron a sus patrones para que
repusieran a tres despedidos bajo amenaza de
paralización, el directorio prefirió disponer el cierre de
la fábrica por seis meses antes que ceder a estas
presiones. El prefecto chalaco, César Cárdenas García,
conferenció infructuosamente con los huelguistas y
directores. De inmediato, la policía acordonó la fábrica e
impidió la toma de esta por parte de grupos obreros750.
Poco después, el subprefecto del Callao, César Velarde,
notificó a los cerveceros que debían retirarse del local de
la Federación Obrera Marítima y Terrestre, pues el
decreto reglamentario de huelgas prohibía la
organización de campamentos. Los cerveceros acataron
la orden y el local fue cerrado. En compensación, estos
recibieron la solidaridad de los jornaleros de la dársena,
quienes se negaron a descargar mercancías consignadas
a nombre del empresario cervecero, Faustino Piaggio751.
Al mismo tiempo, los empleados del ferrocarril inglés
detuvieron el despacho de bultos, los cuales comenzaron
a amontonarse en las aduanas, muelles y estaciones
ferroviarias con grave perjuicio del comercio. El prefecto
Cárdenas fracasó nuevamente en sus intentos por
750 “El movimiento obrero en…”, en La Crónica, 19 de noviembre de 1913. 751 “La huelga de cerveceros”, en El Comercio, 20 de noviembre de 1913.
320
convencer a los peones de volver a laborar, y decidió
renunciar al cargo para que una nueva autoridad “más
afortunada” solucionara la protesta obrera. El Gobierno
nombró entonces nuevo prefecto al comandante Edgardo
Arenas, jefe de la plaza militar del Callao752.
Mientras tanto, un sector del directorio de la
compañía cervecera contempló reabrir la fábrica
siempre que los obreros aceptaran firmar nuevos
contratos y respetar el respectivo reglamento laboral. El
Ministerio de Gobierno fue informado de esta propuesta,
y de la orden dada de mantener cerrada la fábrica hasta
contar con personal adecuado a las expectativas de la
empresa753. El citado directorio aprobó además una
nueva escala de jornales, prometiendo otorgar 6.5%
adicional a los obreros recontratados. Estos jornales
oscilaban entre 3.65 soles y 1.10 soles, de acuerdo con la
categoría laboral del obrero754. Como no hubo respuesta
positiva de los huelguistas, el 26 de noviembre circularon
insistentes rumores sobre un próximo paro general en
apoyo de cerveceros y operarios de las empresas
eléctricas. Citado por las autoridades chalacas, el
presidente de la Federación Obrera Terrestre y
Marítima, Fernando Vera, negó estas afirmaciones y dijo
que su gremio no tenía decidido nada sobre ese asunto.
Asimismo, la sociedad de motoristas y conductores
752 “Los jornaleros en el Callao”, en La Prensa, 21 de noviembre de 1913. 753 “La huelga en el Callao”, en El Comercio, 24 de noviembre de 1913. 754 “La situación en el Callao”, en La Prensa, 25 de noviembre de 1913.
321
discutió la forma en que respaldarían a sus compañeros
de la sección carga del Callao, y por mayoría fue
rechazado el pedido de declararse en huelga solidaria,
aprobándose la alternativa de entregarles donativos de
dinero mientras estuviesen en paro755.
El 27 de noviembre, confirmando las
murmuraciones previas, la Federación Marítima y
Terrestre del Callao proclamó el paro general. Días
antes, el gremio “Unión Concordia Universal de
Obreros”, integrado por los jornaleros de la dársena,
había presentado sus demandas salariales sin éxito. Por
ese motivo, fueron los principales impulsores de esta
medida, que obtuvo el auxilio de los jornaleros de la
Aduana, molineros de Santa Rosa, obreros del dique y
chata de la Compañía Peruana de Vapores,
remolcadores, operarios del gas, motoristas de la bahía,
carniceros, unión de ferrocarrileros y unión de
cerveceros. Conocida la extensión de la protesta, el
prefecto chalaco Arenas rápidamente se trasladó a Lima
para coordinar las medidas de seguridad con el ministro
Tirado y el presidente. Durante las primeras horas de
huelga no hubo incidentes violentos, aunque las fábricas
y comercios fueron forzados a paralizar y se obstaculizó
el tráfico de los tranvías por parte de comisiones obreras.
Destacamentos de gendarmes y policías custodiaban la
fábrica de cerveza, el molino Milne y la dársena en
previsión de actos violentos contra estos edificios. Más
de mil personas desocupadas recorrían las calles del
755 “La situación en el Callao”, en La Prensa, 26 de noviembre de 1913.
322
puerto provocando temor en el vecindario y los
negociantes756.
La situación comenzó a desbordarse cuando
piquetes de huelguistas descarrilaron varios vagones de
la línea Lima-Callao, mientras grupos de soldados
disolvían a los manifestantes. El prefecto Arenas,
después de recibir instrucciones del presidente
Billinghurst, expidió un bando precisando que la
paralización en curso incumplía los artículos 49 y 59 del
decreto reglamentario de las huelgas, y además atentaba
contra la voluntad de muchos trabajadores, que
requerían la protección de las autoridades para seguir
laborando. En consecuencia, el prefecto desconoció la
legalidad de esta huelga y prohibió la formación de
grupos de más de cinco personas en las calles.
Asimismo, la Intendencia de policía clausuró los locales
de las sociedades obreras. La autoridad prometió
encarcelar a los atacantes del transporte urbano y
brindar protección a todas las instalaciones industriales.
En cumplimiento de este bando, el subprefecto César
Velarde al frente de fuerzas de caballería y gendarmería
desalojó a los huelguistas del local de la Federación,
aunque estos opusieron fuerte resistencia. Allí cayeron
presos los principales dirigentes del paro y varios
agitadores. El presidente de la Federación, Fernando
Vera, fue conducido a las celdas del transporte Iquitos,
pero los dirigentes, José Robles y Juan Fernández,
lograron huir de sus captores. Descabezado el
756 “El paro general en el Callao”, en El Comercio, 27 de noviembre de 1913.
323
movimiento, los obreros abandonaron las hostilidades y
retornaron a sus casas. Al mismo tiempo, el prefecto
Arenas personalmente verificó el restablecimiento del
orden, la reapertura de mercados y reinicio del tráfico
urbano757.
Forzados a negociar con las autoridades, los
cerveceros acudieron en busca del diputado Alberto
Secada, y acompañado de este solicitaron al prefecto
Arenas les concediera un plazo para reunirse y tomar
decisiones sobre la continuidad de la huelga. En distintos
lugares del Callao, la policía debió disolver con energía
varios grupos de manifestantes reacios a levantar el paro.
Huérfanos de liderazgo, comisionados de la Federación
obrera visitaron la prefectura chalaca y solicitaron la
libertad de su presidente, Fernando Vera, pero el
prefecto les propuso consultar dicho asunto con el
presidente siempre que ellos recomendaran a sus
agremiados retomar sus labores. Además, los conminó a
ubicar y entregar a los dirigentes fugados. Por su parte,
el prefecto Arenas mandó circular volantes ofreciendo
recompensa de 50 libras peruanas a quien diera razón de
su paradero. Esta severa actuación de Arenas fue
reconocida por comerciantes, cónsules y otras
personalidades758. La mañana del 28 de noviembre, una
comisión de huelguistas solicitó audiencia con el
presidente para explicar las razones de su protesta.
Billinghurst los reconvino por haber actuado al margen
757 “El paro general en el Callao”, en La Crónica, 28 de noviembre de 1913. 758 “La situación en el Callao”, en El Comercio, 28 de noviembre de 1913.
324
del reglamento de huelgas, que era el medio más
adecuado para pactar soluciones equitativas sin
escándalos lesivos al prestigio del Callao. Horas antes
manos extrañas derribaron un poste de alumbrado
público causando un amago de incendio, pero la
empresa eléctrica reparó el daño.759.
Apresados sus principales dirigentes y
desamparados por el Gobierno, los miembros de la
federación obrera resolvieron levantar la huelga y
proceder conforme al reglamento respectivo, bajo el
supuesto de que Billinghurst garantizaría sus intereses y
aspiraciones. Luego, acompañados del diputado Secada,
intercedieron ante el prefecto Arenas por la libertad de
sus dirigentes. El citado funcionario accedió a esta
petición gracias a la aquiescencia del ministro Tirado760.
Los jornaleros retornaron con lentitud al trabajo, pues
sentían temor de que la policía los apresara por su
conducta violenta durante los días de huelga. Para
devolverles la confianza, el prefecto Arenas descartó
represalias, y precisó que solo capturaría a quienes
estorbaran el trabajo de las autoridades761. El Gobierno
dispuso además el enjuiciamiento militar de los
dirigentes Fernando Vera y José Robles, bajo los cargos
de motín, asonada, ataque a fuerza armada e intento de
759 “Solución de las huelgas”, en El Comercio, 28 de noviembre de 1913. 760 “La reanudación del trabajo…”, en El Comercio, 29 de noviembre de 1913. 761 “Normalidad en el Callao”, en La Prensa, 29 de noviembre de 1913.
325
EL PARO GENERAL Y EL FANTASMA DE LA CONSTITUYENTE
Los piquetes del paro general. Variedades, 29 de noviembre de 1913.
Caricatura de Pedro Challe.
Billinghurst espanta a los partidos con el “cuco” de la Constituyente. Variedades, 29 de noviembre de 1913. Caricatura de Francisco González Gamarra.
326
interrumpir el tráfico público762. Días después, en
memorial remitido a Billinghurst, la Federación Marítima
y Terrestre del Callao reconoció que “por error
recurrimos a la paralización total del trabajo”, y tomó
distancia de las acciones derivadas de la “irreflexión de
algunos compañeros”. Asimismo, se proclamaron
“adictos” al Gobierno y lamentaron los perjuicios
causados por la huelga a la imagen presidencial “y a las
conveniencias generales del país”. En su afán de
restaurar el vínculo afectivo con Billinghurst, el gremio
citado prometió acudir a palacio “en solicitud de
consejos para ir siempre por la línea recta”763. Este
acercamiento no impidió que el Gobierno, semanas
después, trasladara en “estricta reserva” hacia Panamá a
los dirigentes Vera y Robles, líderes del doblegado paro
general764.
El desempeño del Gobierno ante la escalada
huelguista mereció el reconocimiento de la prensa
limeña. El diario pierolista expresó su “franco y caluroso
aplauso” a Billinghurst por la energía y rapidez con que
resolvió la huelga del Callao impulsada por unos cuantos
“obreros aficionados al desorden”. Sin embargo,
atribuyó al billinghurismo parte de culpa en esta
situación, porque fomentó de manera imprudente en la
“psicología de las masas” un juicio errado sobre la
762 “El jefe de la última huelga…”, en La Prensa, 4 de diciembre de 1913. 763 “Memorial de los ex-huelguistas”, en La Crónica, 4 de diciembre de 1913. 764 “Los jefes de la última…”, en La Prensa, 24 de diciembre de 1913.
327
amplitud de sus derechos. Por ese motivo, los obreros no
veían en el Estado un elemento neutral sino a su defensor
en la lucha contra el capital. Esa equivocada idea daba
pábulo a la agresividad obrera. El presidente había
cometido el yerro de llevar el amparo de los derechos
del proletariado a “extremos destructores del equilibrio
social”. Este diario juzgó aberrante la participación del
Gobierno en las “escandalosas reivindicaciones” de los
obreros, sobre todo porque los paros respondían a
“combinaciones de agitadores”. En ese contexto, causó
beneplácito el desandar de Billinghurst frente al
desborde de obreros dominados por la demagogia, los
cuales emprendían acciones lesivas al orden económico,
que las autoridades estaban en la obligación de reprimir.
A criterio del pierolismo, la rapidez con que fue disuelto
el “movimiento anárquico” del Callao reveló su
debilidad y carencia de “raíces en el alma obrera”765.
El Comercio también saludó a las autoridades
chalacas por haber desarmado la agitación obrera. Puso
igualmente de relieve la “actitud moderada” de la
mayoría de trabajadores, que depusieron la protesta y
acataron las disposiciones del Gobierno. De esa forma,
todos contribuyeron al retorno de la normalidad sin
graves daños al comercio y la población. Después de
conceptuar la huelga general como una medida extrema
justificada solo en condiciones excepcionales, el citado
diario negó esa categoría a las demandas salariales de
los obreros chalacos, por tanto, estos no tenían razón
alguna para recurrir a esa protesta radical. Elogió luego
765 “Editorial”, en La Crónica, 29 de noviembre de 1913.
328
el espíritu de asociación y solidaridad proletarias, signo
evidente de cultura social, pero lamentó que esa fuerza
hubiese tomado una dirección equivocada
deslegitimando la causa obrera ante la opinión pública.
El Gobierno, por tanto, tenía la obligación de exponer a
los obreros las ventajas de conducir sus reclamos dentro
de la legalidad antes que recurrir a “medidas extremas
de lucha”. La ley de accidentes de trabajo era prueba
contundente de cómo el Estado se preocupaba por
mejorar las condiciones de vida del obrero. A su vez, los
proletarios debían tomar conciencia de que los
frecuentes paros afectaban el servicio de carga y
descarga de mercancías, con el consecuente incremento
de sus precios. El Comercio concluyó su enfoque
invocando el esfuerzo conjunto de trabajadores y
Gobierno para explotar las ventajas geográficas del
Callao y convertirlo en uno de los más baratos del
mundo766.
A pocos días de finalizar el mes de noviembre,
Billinghurst no hallaba la fórmula para salir de la crisis
ministerial. En ese estado de cosas, Palacio de Gobierno
se convirtió una vez más en sede de renovadas
negociaciones. El primer convocado fue el bloquista José
Matías Manzanilla, con quien el presidente habría
discutido la posibilidad de otorgarle la presidencia del
Consejo de Ministros y dos ministerios al civilismo
independiente. Temiendo perder su cuota de poder en el
Ejecutivo, los liberales optaron por reconsiderar su
decisión de retirar a Baldomero Maldonado de la cartera
766 “Editorial”, en El Comercio, 29 de noviembre de 1913.
329
de Hacienda767. De otro lado, las confusas noticias
políticas y las huelgas de jornaleros en el Callao
suscitaron el pesimismo de los bancos sobre el futuro de
la economía. El Gobierno, además, prácticamente tenía
muy poca esperanza de levantar un empréstito
extranjero, por lo que se resignó a buscar el momento
idóneo para emitir un “empréstito chico” en el país768.En
medio de esas falencias, Billinghurst pareció perder la
orientación, pues daba marchas y contramarchas en sus
planes gubernativos. En solo un año de gestión –según
Variedades– el país estaba al borde del cataclismo social,
a pesar que la oposición partidaria carecía de la
virulencia de años anteriores. ¿Cuáles eran las causas del
poco éxito del régimen billinghurista? La prensa
identificó varias influencias ideológicas negativas en el
entorno del presidente. Esas “ruidosas fantasías” y la
utilización de la clase obrera para tratar de hacerlas
realidad generaban constante inquietud en el
empresariado y las clases acomodadas. El pierolismo y
liberalismo, movimientos de inspiración popular,
rechazaron los “medios estruendosos” utilizados por
Billinghurst como mecanismos de gobierno y lo
exhortaron a reemplazarlos con herramientas “discretas,
legales y tranquilas”. A este respecto, Variedades
comparó al presidente con aquella persona que estando
atrapada en una casa deseaba salir rompiendo los vidrios
de las ventanas, en vez de abrirlas y pasar a través de
767 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 24 de noviembre de 1913. 768 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 27 de noviembre de 1913.
330
estas. En este caso, el rompimiento de los vidrios
equivalía al advenimiento de una dictadura y sería
costeado por todos los peruanos769.
Mientras los partidos y sus voceros periodísticos
pretendían alejar a Billinghurst de sus bases populares,
los líderes billinghuristas intentaban reforzar el vínculo
con estas mediante la defensa de los derechos laborales
y sociales. En ese contexto, llegó a Lima el mayor
Teodomiro Gutiérrez, comisionado por el Gobierno para
verificar las quejas referentes a presuntos delitos
imputados a gamonales y autoridades en perjuicio de los
indígenas de Puno, Juliaca, Azángaro y Lampa. El citado
militar vino acompañado de una veintena de indígenas,
los cuales deseaban informar al presidente sobre los
robos de ganados y tierras cometidos por funcionarios
políticos, jueces y eclesiásticos confabulados. Estas
acusaciones precisaban nombres, lugares, fechas y
pormenores de lo ocurrido. El mayor Gutiérrez declaró
al reportero de La Crónica, que había elaborado un
informe basado en las manifestaciones de agraviados y
acusados. Ese documento contenía graves cargos contra
“ricos propietarios” de Puno, cuya fortuna provenía del
despojo audaz y abusivo de los indígenas. Entre esos
gamonales figuraban algunos ocupantes de curules en el
Congreso, como el senador Agustín Tovar y el diputado
Bernardino Arias Echenique. La Sociedad Pro-Indígena,
basada en sus propios documentos, confirmó la sombría
situación de los indígenas revelada por Gutiérrez. Dicha
institución recomendó la intervención enérgica de
769 “De jueves a jueves”, en Variedades, 29 de noviembre de 1913.
331
Billinghurst, a fin de revertir la “odiosidad” que se estaba
incubando en dicho departamento770.
El Gobierno inició el mes de diciembre colocado
en la disyuntiva de optar por la Constituyente o las
elecciones generales. En ambos casos parecía inevitable
“la cancelación de los poderes del Congreso actual”771.
Concentrada su atención en dicho problema, Billinghurst
omitió nombrar a los sucesores de los ministros Tudela y
Maldonado. Este último, a pesar de haber renunciado,
negoció un empréstito con la banca francesa, “a influjo
de la Dársena”, es decir, garantizándolo con el producto
de las rentas aduaneras772. El ministro renunciante
obtuvo además un empréstito local de dos millones de
soles. Emocionado con “tanta sonoridad”, Maldonado
alardeó de esta “alta combinación financiera” y se
dispuso, sin reparos, a gastar este dinero773. El tiempo
transcurría y la atmósfera política continuaba “cerrada,
oscura y tétrica”. En los círculos políticos y en la calle de
Mercaderes (actual cuadra cuatro del jirón de la Unión),
punto de reunión de los congresistas vacacionantes,
todos estaban de acuerdo en que la “paz inmóvil” se
mantendría hasta julio de 1914, fecha de inicio de la
siguiente legislatura774. No obstante, la prensa pierolista
persistía en su hipótesis de la disolución del parlamento
y la subsecuente convocatoria de una Asamblea
770 “Los sucesos de Puno”, en La Crónica, 30 de noviembre de 1913. 771 “Ecos. Dos números cumplidos”, en La Prensa, 1º de diciembre de 1913. 772 “Ecos. Volver de Huacho”, en La Prensa, 2 de diciembre de 1913. 773 “Ecos. Cuento infantil”, en La Prensa, 3 de diciembre de 1913. 774 “Ecos. Crecen las dudas”, en La Prensa, 5 de diciembre de 1913.
332
Constituyente. De igual forma, puso en entredicho la
legalidad de los actos administrativos de Billinghurst,
dado que el Ejecutivo venía funcionando con dos
ministerios acéfalos. En este caso sorprendía la falta de
criterio del presidente, pues el artículo 19 de la ley de
ministerios le permitía encargar una cartera vacante a
cualquiera de los ministros en funciones. Ante tanto
descuido y desinteligencia gubernativa, no restaba sino
esperar que se enmendaran errores y restableciera la
institucionalidad del país775.
El 3 de diciembre, los diarios publicaron el
contrato del empréstito de 500,000 libras (5 millones de
soles) con interés anual de 6.5%, suscrito entre el
Gobierno, la Casa Grace y la Societé Generale. Tres días
después, los prestamistas entregaron un adelanto de 2
millones de soles. El abono del monto faltante fue
supeditado a la conclusión de las negociaciones del
Estado peruano con su similar francés respecto a varias
deudas pendientes. La mayoría de este dinero iba a
gastarse en el pago de acreedores del Estado. Efectuada
esta operación, Billinghurst pudo descartar el
levantamiento del empréstito “grande” de 66 millones de
soles, negocio bloqueado hasta entonces por la falta de
autorización legislativa y la crisis financiera imperante en
el mercado europeo776. De acuerdo con La Crónica, este
préstamo concedido con suma facilidad al Gobierno
tenía “gato encerrado”. Sin duda, los banqueros de la
775 “Editorial”, en La Crónica, 6 de diciembre de 1913. 776 “La Casa Grace y la Societé…”, en La Crónica, 6 de diciembre de 1913.
333
Societé Generale estaban interesados en ganarse el
agradecimiento del presidente, y de esa manera, estar
en mejores condiciones de obtener la prórroga por 10 o
15 años de su contrato y privilegio sobre el Muelle y
Dársena del Callao777. Aliviado del problema hacendario
y sin mayor apuro en renovar su gabinete en crisis,
Billinghurst prefirió invertir su tiempo en diversiones “de
burgués”. La Prensa criticó, en tono sarcástico, la
frivolidad del presidente, quien requirió a la empresa
cinematográfica brindar en la secretaría privada de
palacio una exhibición especial de la cinta “Los últimos
días de Pompeya”. Billinghurst compartió este momento
de relax con sus invitados bloquistas, los ministros Varela
y Málaga Santolalla, empresarios y oficiales de las
fuerzas militares778.
Este distendido ambiente se quebró cuando
llegaron a Lima las noticias de la huelga iniciada por
1,500 mineros en Morococha. De inmediato, los diarios
limeños dieron la alarma y reclamaron el envío de
soldados para reforzar la guarnición cerca de las minas,
única forma de evitar el pillaje y bandolerismo en
agravio del vecindario y propiedad privada. No en vano,
los comerciantes, por su cuenta y riesgo, articularon
medidas de seguridad en previsión de desbordes del
populacho779. Con todo, la huelga se extendió
rápidamente a centros mineros vecinos apresurando el
traslado de tropas a esta región. Acompañando a estas,
777 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 8 de diciembre de 1913. 778 “Ecos. Cine Palace”, en La Prensa, 6 de diciembre de 1913. 779 “Huelga de mineros en Morococha”, en La Prensa, 6 de diciembre de 1913.
334
EL PROBLEMA INDÍGENA Y LA HUELGA DE MOROCOCHA
El mayor Teodomiro Gutiérrez con los indígenas llegados a Lima para reclamar contra los abusos de las autoridades de Puno. La Crónica, 30 de noviembre de 1913.
La huelga de los peones mineros indígenas de Morococha. Variedades, 13 de diciembre de 1913.
335
viajó en calidad de comisionado especial el exprefecto
chalaco César Cárdenas García, a quien el Gobierno
encargó que con justicia y cordura encontrara una
solución rápida y satisfactoria. Según las primeras
informaciones recogidas por la prensa limeña, el
detonante de esta protesta había sido la abusiva
introducción del pago de jornales en mercaderías,
atropellando el derecho de los peones a cobrarlos en
efectivo780. Por ese motivo, al segundo día de huelga
existían ocho mil mineros movilizándose dentro de la
provincia de Yauli, si bien el tráfico de trenes continuó
operando sin problemas781.
Fue entonces cuando comenzó a hablarse de un
movimiento huelguista de “caracteres alarmantes”, en
medio de confusas noticias sobre los primeros choques
entre peones y soldados. Las oficinas de la Morococha
Mining Company y la Backus & Johnston en Lima
permanecían rodeadas de público ávido de conocer
detalles de lo ocurrido en los centros mineros. Los
reporteros trataban de conseguir datos fidedignos en la
Dirección de Gobierno, pero en dicha oficina no recibían
telegramas del comisionado Cárdenas. Sin embargo, en
las oficinas del Ferrocarril Central se recibió un
telegrama dando cuenta de la captura de algunos líderes
huelguistas, y del intercambio de disparos en los
alrededores de las minas. La Prensa también acusó
recepción de una nota alertando sobre el posible uso de
la dinamita como medio de ataque por parte de los
780 “La huelga en Morococha”, La Prensa, 6 de diciembre de 1913. 781 “La huelga de los mineros”, en La Prensa, 7 de diciembre de 1913.
336
peones782, El corresponsal de este diario en Morococha
atribuyó el origen de la huelga a la rebaja del pago por
tarea planteada por la empresa minera Backus & Johnston.
Esa situación fue aprovechada por el abogado “agitador”
Tránsito López, quien elaboró un pliego de reclamos
planteando no solo la anulación de la rebaja mencionada,
sino también el establecimiento de la jornada de ocho
horas, aumento de jornales y otras demandas. Enterado
de estas pretensiones, el comisionado Cárdenas
conferenció con obreros, patrones y autoridades, y
después de leer a todos el reglamento de huelgas
declaró ilegal la protesta por contrariar dicha norma.
Luego comunicó esta decisión a los peones,
prometiéndoles la intervención del Gobierno en el
trámite de sus reclamos. Los agitadores descontentos con
ese ofrecimiento recorrieron las calles promoviendo la
continuidad de la huelga, pero fueron capturados por los
soldados en medio de violentos enfrentamientos.
Empero, el presidente del comité huelguista, Marcos
Bace, logró huir. Entrevistado uno de los peones
“cabecillas”, acusó a las empresas mineras de pagar
únicamente la mitad de los jornales, a los que además
descontaban 2 soles mensuales para costear un servicio
de hospital inexistente. Encarcelados sus líderes, los
peones retornaron a las minas, pero los temerosos
empresarios insistieron en que la zona debía quedar, por
un tiempo, bajo control de una compañía de gendarmes.
Asimismo, los comerciantes y mineros de Yauli
acordaron obsequiar una medalla de oro al comisionado
782 “La huelga en Morococha”, en La Prensa, 8 de diciembre de 1913.
337
Cárdenas, porque “en pocas horas” con energía doblegó
la huelga783.
La solución dada al conflicto de Morococha
ratificó la intención del Gobierno de controlar la protesta
obrera. Ciertamente, esa política despertó las simpatías
de capitalistas y empresarios, los cuales negaban en todo
momento la explotación de sus trabajadores. En el caso
de Morococha, de acuerdo con una carta anónima
remitida desde esa zona, Billinghurst debía comprender
que la tranquilidad alcanzada en las minas sería efímera
mientras no designara autoridades imparciales, porque
las empresas abusaban de los peones pagando la mitad
de los jornales en mercaderías, y coludidos con los
subprefectos ponían en prisión a cualquier peón
reclamante784. El descontento posterior a la huelga
motivó la circulación de rumores acerca de presuntas
coordinaciones entre los peones mineros de Casapalca,
Morococha y Cerro de Pasco con el objeto de organizar
una huelga general. Al mismo tiempo, se voceó la
próxima designación del comisionado Cárdenas como
nuevo Prefecto de Junín. A manera de epílogo de este
conflicto, La Prensa publicó el memorial de los
huelguistas, documento que recogía las siguientes
exigencias a las empresas mineras: a) celebración de
contratos por escrito; b) reducir la jornada laboral a ocho
horas en toda clase de tareas; c) establecer una nueva
escala salarial, cuyos extremos serían los jornales del
783 “La situación en Morococha”, en La Prensa, 9 de diciembre de 1913. 784 “La huelga en Morococha”, en La Crónica, 9 de diciembre de 1913.
338
maestro jefe de mecánicos (8 soles) y el de los
chanqueros, carreros, etc. (1.60 soles); d) culminar la
jornada laboral a las 12 am. los domingos y feriados; e)
realizar el pago del socorro mensual en efectivo y no en
vales; f) construir un hospital para 50 pacientes; g)
conservar en sus puestos a los dirigentes de la huelga, y
h) cumplir la ley de accidentes de trabajo785. Más tarde,
el diario El Pueblo de Huancayo justificó la huelga de los
peones mineros, sometidos como estaban a un sistema
de trabajo que solo había sufrido ligeras modificaciones
desde la época de las mitas coloniales. Los abusos y el
robo eran cosa cotidiana en las minas y no existía la
menor noción de justicia para los indígenas. Las
empresas no proveían de elementos de seguridad a los
peones, les pagaban sus jornales con fichas y los
engañaban en cuanto al número de tareas realizadas786.
Por esta época continuaba irresuelto el problema
de las elecciones municipales y la consecuente
renovación del concejo de Lima. El 2 de diciembre, una
comisión de artesanos, amparándose en el artículo 30 de
la Constitución de 1860, presentó un memorial al
Gobierno manifestando su deseo de que fuesen
designados los nuevos concejales, pues la municipalidad
mantenía impagos a sus empleados y los servicios
públicos estaban abandonados. El memorial puso énfasis
en el funcionamiento irregular de la Sindicatura de
Rentas, responsable de la inversión del empréstito
785 “La situación en Morococha”, en La Prensa, 10 de diciembre de 1913. 786 “Ecos de la huelga de…”, en La Crónica, 15 de diciembre de 1913.
339
municipal en “cosas enteramente ajenas” al objetivo
inicial. Expuestas estas razones, demandaron el pronto
reemplazo de los concejales por el incumplimiento de
las obligaciones correspondientes a sus cargos787. El
diario pierolista desestimó las acusaciones de
malversación lanzadas a los concejales, pero criticó su
ineficiencia en el manejo de los servicios públicos.
Aunque ese hecho configuraba causal suficiente para
retirarlos de sus cargos, le recordó al Gobierno que no
debía hacerlo apelando a fórmulas arbitrarias o ilegales,
sino respetando los procedimientos señalados por la
Constitución y las leyes. En este caso, correspondía
declarar la nulidad de los comicios municipales y realizar
un nuevo proceso electoral, si bien esto último forzaba la
prórroga del mandato de los concejales cuestionados. El
Gobierno y los firmantes del memorial fueron exhortados
a dominar su impaciencia y reconocer la gravedad de los
planes consistentes en imponer un concejo fruto del
abuso de poder788.
En los corrillos limeños se daba por hecho el
establecimiento de una junta de administración
municipal. En ese sentido, Billinghurst solo esperaba la
renuncia colectiva de los concejales para expedir un
decreto nombrando al nuevo personal edil789. Enterados
de estos comentarios, el 17 de diciembre, los concejales
determinaron encargar al alcalde Carmona, que dejase
787 “El proceso electoral municipal”, en La Crónica, 9 de diciembre de 1913. 788 “Editorial”, en La Crónica, 9 de diciembre de 1913. 789 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 17 de diciembre de 1913.
340
en manos del presidente decidir cuál sería el destino del
personal de la Municipalidad de Lima. Solo el concejal
Emilio Osterling recordó a sus colegas el carácter
irrenunciable de los cargos municipales, posición
ciertamente contraria al nombramiento de la junta de
administración contemplado por el Gobierno790. ¿Cómo
se había llegado a esa amenazante intromisión del
Ejecutivo en los fueros municipales? La Prensa hizo un
recuento del fracaso de las fórmulas propuestas hasta
entonces para renovar el concejo municipal, consistentes
en su recomposición con antiguos miembros o el
reemplazo total a través de nuevos comicios ediles.
Posteriormente, el Gobierno requirió autorización
legislativa para designar una junta de notables en el
Concejo de Lima, pero encontró resistencias entre los
diputados, que no llegaron a debatir el mencionado
proyecto, aunque expresaron informalmente su deseo de
modificarlo a fin de ajustarlo con el texto constitucional.
Ante la proximidad del nuevo año, el Ejecutivo estaba
obligado a determinar cómo se procedería a sustituir las
concejalías caducas. Dadas las circunstancias, el citado
diario recomendó optar por la designación “directa o
indirecta” de un nuevo concejo provisional hasta cuando
fuese posible celebrar nuevas elecciones. Al respecto,
convenía a Billinghurst solicitar a las principales
instituciones locales, la presentación de candidatos para
cubrir los cargos vacantes791.
790 “El problema municipal”, en La Crónica, 17 de diciembre de 1913. 791 “El negocio municipal”, en La Prensa, 17 de diciembre de 1913.
341
Al día siguiente, el Gobierno expidió un decreto
supremo reorganizando el municipio. Esta medida
atendía el oficio elevado por el alcalde Carmona
pidiendo a la Dirección de Gobierno solucionar la
situación anormal en que se debatía el concejo limeño. El
Ejecutivo juzgó que esa “demanda de auxilio” significaba
realmente una renuncia. Por tanto, mediante el citado
decreto renovó el cuerpo edilicio, entre cuyos miembros
hubo algunos concejales renunciantes y varios de los ex-
candidatos integrantes de la lista del billinghurista Juan
Domingo Castro792. En opinión de La Crónica, esta
sustitución de concejales satisfizo una demanda
impostergable debido al abandono de las funciones
municipales por parte de quienes administraban el
municipio. Sin duda, el Gobierno demoró mucho su
intervención, si bien desde setiembre había informado al
Congreso sobre la ineptitud de los concejales,
solicitando la autorización consiguiente para nombrar al
nuevo personal. Los concejales tampoco mostraron
predisposición de apartarse de sus cargos, porque
discutieron esa posibilidad sin alcanzar acuerdo
definitivo. A su turno, los congresistas apenas conocieron
la resistencia de los concejales a dejar sus cargos
descartaron aprobar la autorización requerida por el
Gobierno para reemplazarlos, temerosos de incurrir en
una acción ilegal o inconstitucional. Más tarde, la
renuncia colectiva del concejo en pleno facilitó la dación
del decreto. La prensa pierolista estuvo satisfecha con
esta solución pragmática del problema municipal, pero
792 “El problema municipal solucionado”, en La Crónica, 18 de diciembre de 1913.
342
criticó que contra toda lógica se hubiese reiterado la
confianza a cuatro concejales renunciantes793.
Finalmente, el 22 de diciembre, reunidos los 38
nuevos concejales de Lima se procedió a la elección del
alcalde y teniente alcalde, resultando vencedores, por
amplia mayoría, Elías Malpartida y Eduardo Lavergne.
Este acto desmintió los rumores que consideraban
reservado el cargo de alcalde para Pedro Larrañaga. En
esa misma sesión de concejo fueron elegidos los síndicos
de rentas y de gastos, así como una treintena de
inspectores municipales y de distritos794. A juicio de La
Prensa, la designación del nuevo concejo limeño pecó de
precipitada tomando en cuenta que recién el 31 de
diciembre culminaba el mandato del personal vigente. El
Gobierno prácticamente había “expulsado” al alcalde
Carmona y sus regidores, dando muestra de ingratitud y
menosprecio, así como un apuro desmedido por colocar
en el municipio personas de virtudes desconocidas. Por
lo demás, el fracaso de la gestión de Carmona dependía
en gran parte del propio Gobierno, bastante renuente a
la hora de suministrarle fondos. Asimismo, calificó de
inconstitucional el nombramiento de cuatro congresistas
en calidad de concejales. Este diario esperaba que el
control del concejo limeño por parte de Billinghurst y sus
partidarios, garantizaría la provisión de recursos para
ejecutar una serie de obras públicas imprescindibles en
la capital795.
793 “Editorial”, en La Crónica, 20 de diciembre de 1913. 794 “Se instala la nueva…”, en La Crónica, 23 de diciembre de 1913. 795 “Mucho apuro”, en La Prensa, 23 de diciembre de 1913.
343
Cumplida la primera semana de diciembre,
Billinghurst no hallaba candidatos para ocupar los
ministerios vacantes. El Gobierno recibía constantes
reprobaciones de la prensa por estar incumpliendo la ley
de ministros, cuyo texto ordenaba proveer una cartera
apenas quedase vacante. Los ministerios de Hacienda y
Relaciones Exteriores llevaban 40 días acéfalos, si bien,
el ministro Maldonado seguía despachando el de
Hacienda, a pesar de haber renunciado formalmente. Esa
falta de iniciativa del Gobierno en cuanto al desenlace de
la crisis ministerial solo podía explicarse por dos
motivos: falta de interesados en los ministerios o
pequeñez de los hombres para asumir las enormes
responsabilidades de esos cargos796. Con escaso margen
de maniobra política, el presidente tendría que recurrir a
la opción del nombramiento de ministros interinos. Los
posibles reacomodos –según La Crónica– implicaban el
encargo de la cartera de Relaciones Exteriores al
Ministro de Justicia, Carlos Paz Soldán, y el retorno del
Ministro de Fomento, Pedro Portillo, quien cumplía
comisión en Madre de Dios, para que reasumiera su
ministerio, permitiendo, de esa manera, el traslado de su
reemplazante, Fermín Málaga Santolalla, al de
Hacienda797.
A mediados de diciembre, corría el rumor de que
el Gobierno estaba próximo a convocar una Asamblea
Constituyente, cuya presidencia recaería en Mariano
796 “De jueves a jueves”, en Variedades, 13 de diciembre de 1913. 797 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 10 de diciembre de 1913.
344
Cornejo798. El movimiento de opinión a favor de este
organismo comenzaría con la llegada de actas de
provincias solicitando su pronta instalación. Las
sospechas aumentaron cuando los empleados de ambas
cámaras fueron notificados verbalmente de que sus
servicios no serían necesarios, reforzando entre el
público la sensación de una cercana clausura del
Congreso799. El bloquismo fue la primera fuerza
parlamentaria convocada por el presidente para sumarse
a este proyecto. No obstante, el líder bloquista, Juan
Pardo, expresó a Billinghurst el desacuerdo de su grupo
político con una eventual disolución del Congreso. Acto
seguido, el bloquista Felipe de Osma, renunció a la
plenipotencia en la Argentina que se le había ofrecido,
gesto interpretado como la renuncia del bloque a
cualquier alianza con Billinghurst800. Informaciones
recogidas por La Prensa confirmaron no solo la voluntad
del Gobierno de disolver el Congreso, sino que
señalaban el 10 de enero de 1914 como fecha límite para
expedir el decreto respectivo. Ciertamente, los
funcionarios públicos preparaban “un rimero de
telegramas y una columna de memoriales” a favor de
esta medida801.
Difundida entre los círculos limeños la posibilidad
de convocar una Constituyente, el antiguo aspillaguista
798 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 14 de diciembre de 1913. 799 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 15 de diciembre de 1913. 800 “Despedida del bloque”, en La Prensa, 17 de diciembre de 1913. 801 “Ecos. Camino del fin”, en La Prensa, 18 de diciembre de 1913.
345
Enrique Echecopar se propuso combatir esta idea desde
el punto de vista jurídico. A su juicio, la idea del “pueblo
soberano” era prácticamente una entelequia incapaz de
transferir sus facultades a los constituyentes, pues carecía
de autoridad suprema. De otro lado, según el texto
constitucional la soberanía reside en la Nación, pero esta
no era la simple unión de los peruanos, sino la
“asociación política” de estos. En consecuencia, la
Nación peruana poseía connotación superior a la que
podía darse al concepto de pueblo peruano. Además, la
Nación ejercitaba la soberanía a través de los poderes
Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y eran estos los que
tenían autoridad. El pueblo, en cambio, carecía de
autoridad y soberanía. Cuando el pueblo, o los que
decían representarlo, imponía su voluntad por encima de
estos poderes incurría en grave delito. De lo expuesto se
deducía que el pueblo no podía reformar la Constitución,
sino los congresistas elegidos por este. Quienes
afirmaban lo contrario solo promovían la revolución “con
todo su cortejo de miserias y calamidades”. Echecopar
acusó a los partidarios de la Constituyente de ser
propulsores del “delito político” y las situaciones de
fuerza, pues estaban desprovistos de “talento” para
efectuar los cambios desde el Congreso en funciones802.
En un segundo ensayo, Echecopar abordó el derecho de
rebelión, y negó al pueblo la facultad de invocarlo para
librarse del presidente o los congresistas
deslegitimados. La rebelión no constituía un derecho
constitucional, por el contrario, estaba tipificado como
802 Echecopar, Enrique. “Constituyente”, en La Crónica, 16 de diciembre de 1913.
346
delito. Solo los agitadores, incapacitados para resolver
los problemas dentro del orden constitucional,
convencían a las “masas inconscientes” de que debían
rebelarse e imponer su gobierno. Por último, recomendó
a quienes albergaban “sincero horror a las revoluciones
contribuir a la formación de partidos basado en el ideal
de la conciencia social y no en la inconsciencia de las
masas”803.
En medio de esta crítica del discurso populista, el
fantasma de la creciente protesta obrera y sus
consecuencias económicas fueron motivo de estudio por
parte del dirigente obrero Juan Goachet. Este recordó
que, a fines de 1912, las sociedades obreras debatieron
una propuesta para “encausar” las huelgas, que solo
desprestigiaban y hacían antipáticos los reclamos
salariales. Este proyecto contempló la creación de un
Gran Comité, integrado por “lo más selecto, juicioso y
honorable” de la clase obrera, que se ocuparía de los
reclamos individuales o colectivos y gestionaría la
solución “amigable” de los conflictos con los patrones. La
huelga solo procedería cuando las negociaciones fuesen
infructuosas. En ese momento, se tomarían las
previsiones necesarias para evitar sufrimientos y
privaciones a las familias obreras. Esta propuesta había
dado positivos resultados en los países “medianamente
organizados”, donde dicha práctica redujo en 25% las
huelgas, pues no se aceptaban reclamos contrarios al
derecho y la justicia. Asimismo, los obreros
803 Echecopar, Enrique. “Constituyente”, en La Crónica, 17 de diciembre de 1913.
347
comprendieron la necesidad de reservar el paro general
para casos en que la injusticia era “monstruosa”,
advirtiéndose la obligatoriedad de aprobar su
declaratoria mediante el voto directo de los trabajadores.
Esta propuesta no tuvo éxito, porque “el virus de la
maldita política” dividió las opiniones al interior de las
sociedades obreras. Goachet culpó del radicalisno
existente al inmigrante español Cirilo Martín, quien
expuso sus “doctrinas avanzadísimas” a los obreros de
Lima y Callao, conduciéndolos al socialismo “rojo,
libertario”804.
Durante las dos últimas semanas de diciembre, La
Crónica se propuso sondear la posición de la prensa
provinciana frente al asunto de la Constituyente. En ese
sentido, El País del Cuzco justificó la necesidad de
aprobar una nueva Constitución, porque desde la
posguerra del Pacífico, se sintió la urgencia de contar
con una carta política capaz de garantizar el orden
público, los derechos de la ciudadanía y resguardar a la
Nación de los afanes autoritarios. Sin embargo, los
círculos de poder rechazaron esa idea y se aferraron a la
Constitución de 1860, aunque violaban sus artículos para
concretar sus arreglos partidarios y negociar contratos
leoninos. Ese vetusto texto constitucional no aseguró
estabilidad alguna al país, y los gobiernos hicieron tabla
rasa del orden normado por este. No en vano, la
legitimidad del Congreso estaba mellada desde que
Leguía impuso una mayoría espuria en dicho poder del
804Goachet, Juan. “Cuestiones obreras”, en El Comercio, 16 de diciembre de 1913.
348
Estado. Ese Congreso, surgido del uso de la fuerza, no
era soberano, por tanto, debía “desaparecer de la
escena política”. Distinto parecer tenía La Unión de
Chepén, tenaz opositora de la disolución del Congreso,
en tanto conduciría al país rumbo al abismo de la “odiosa
dictadura”, que cual gangrena avanzaría sin detenerse
hasta aniquilar la sociedad peruana805.
Por su parte, El Sur de Arequipa especuló con una
supuesta reunión habida en palacio entre el presidente y
los jefes militares con el propósito de consultarles su
opinión en torno a los planes de disolución del Congreso
y la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Según
este diario, un oficial tomó la palabra y dirigiéndose a
Billinghurst le dijo que no podían respaldar ese
“arriesgado paso”, pues en su condición de militares
eran respetuosos de su juramento de preservar el orden
constitucional. Tampoco les parecía prudente avasallar al
Congreso y desconocer sus actos, poniendo en
entredicho los ascensos concedidos por dicho poder del
Estado Esa respuesta desencajó a Billinghurst y lo habría
hecho desistir de sus propósitos. Desde otra perspectiva,
La Revista del Norte de Piura puso énfasis en que la
solución de los problemas financieros y sociales
existentes en el Perú no eran atendidos por el
presidente, empecinado en imponer sus ideas políticas.
El Congreso, fraccionado en grupos sin cohesión, poco
aportaba y prefería dedicarse al “mezquino placer de
objetar por incomodar”. Con todo, este diario aun creía
805 “La opinión en provincias y…”, en La Crónica, 20 de diciembre de 1913.
349
posible encontrar una fórmula para restablecer la
normalidad constitucional “plena, íntegra y armónica” y
salir “del extraviado sendero por donde estamos
caminando”806.
El 24 de diciembre, a casi dos meses de haber
quedado acéfalas las carteras de Hacienda y Relaciones
Exteriores, el Gobierno designó de manera interina en
estas a Armando Vélez y Emilio Althaus807. A pesar de los
méritos reconocidos a los nuevos ministros, no podía
ocultarse que habían llegado al gabinete como solución
de emergencia. Billinghurst estaba ofuscado con la
renuencia del bloquismo a participar en el gabinete, bajo
la excusa de que les incomodaba gobernar sin
presupuesto. El presidente –señaló La Crónica– les
increpó escudarse en la supuesta defensa de la
constitucionalidad para negarle apoyo al Gobierno,
cuando no tuvieron reparos en felicitarlo por el destierro
de Leguía, a sabiendas que ese acto también fue tachado
de inconstitucional. Lamentó entonces haberse apartado
de los leguiístas, mejor dispuestos al cogobierno808. Con
este “interinato ministerial” se corrigieron los vicios de
forma más no de fondo. Aunque ese movimiento
administrativo era incapaz de resolver la crisis política
evitaba cuando menos una mayor conflictividad. Esto
último –según Variedades– restablecía la conducta
806 “La opinión en provincias y…”, en La Crónica, 23 de diciembre de 1913. 807 “Solución de la crisis ministerial”, en La Prensa, 24 de diciembre de 1913. 808 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 26 de diciembre de 1913.
350
prudente requerida en un contexto de divorcio entre
Ejecutivo y Legislativo, que aún no estaba declarado “en
forma irreparable”. Asimismo, el nombramiento de
ministros “bisoños” en política cumplía dos objetivos: a)
daba al Gobierno tiempo adicional para hallar
“soluciones definitivas y francas” a la crisis política; y b)
confirmaba el repliegue transitorio de los proyectos
radicales de Billinghurst. El país parecía ingresar
entonces a una especie de tregua, a cuyo término se
esperaba fuese lograda la reconstrucción de lazos entre
los poderes del Estado809.
Debido al aparente curso pacífico que iban
tomado los acontecimientos, La Prensa se desdijo en
cuanto a sus pronósticos alarmistas respecto de la
disolución del Congreso. La “sicología del régimen”
había provocado este error de apreciación. Hasta
entonces, Mariano Cornejo –adujo este diario– había
influenciado en el Gobierno con sus teorías socialistas
extraídas de Emilio Castelar y Jean Jaurés. En ese
sentido, la Constituyente daría curso a los proyectos
radicales preparados por Cornejo. Sin embargo, el
nuevo ambiente de concordia transitoria dejaba poco
espacio para el florecimiento de ese radicalismo.
Además, corrían rumores, mezclados con algo de humor,
acerca de nuevas conversaciones entre Billinghurst y los
bloquistas destinadas a forjar un cogobierno810. A juicio
de La Crónica, Billinghurst no estaba aún convencido de
809 “De jueves a jueves”, en Variedades, 27 de diciembre de 1913. 810 “Ecos. El fracaso de la disolución”, en La Prensa, 28 de diciembre de 1913.
351
las ventajas de volver a utilizar los espacios
democráticos. Por el contrario, lo acusó de preparar el
escenario propicio para deshacerse del Congreso
mediante la convocatoria sorpresiva de una legislatura
extraordinaria dedicada a conseguir autorización para la
emisión del empréstito “grande”. Estando la mayoría de
congresistas en provincias, no les resultaría posible
acudir prontamente a la instalación de dicha legislatura.
En consecuencia, era fácil anticipar la falta de quórum el
día de la sesión inicial, hecho que sería invocado por el
Gobierno como causal para disolver el Congreso y
convocar elecciones generales811.
Durante los meses de noviembre y diciembre, el
diario oficial publicó las memorias de los ministros
Carlos Paz Soldán (Justicia), Enrique Varela (Guerra y
Marina), y Gonzalo Tirado (Gobierno). En el ramo de
Justicia se constató el “correcto y normal”
funcionamiento de los tribunales, a pesar de la recargada
labor de la Corte Suprema con motivo de su trabajo en la
validación de credenciales de candidatos. Sin embargo,
en materia penitenciaria había tres tareas pendientes:
construir cárceles, previos “estudios científicos y
concienzudos”, aprobar un reglamento de raciones para
presidiarios y prevenir el contagio de la tuberculosis en
las cárceles812. En el sector Guerra y Marina se continuó
la reorganización general del Ejército “consultando
poderosas razones de carácter técnico”. De igual modo,
811 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 30 de diciembre de 1913. 812 Paz Soldán, Carlos. “Memoria que presenta…”, en El
Peruano, 5 y 6 de noviembre de 1913.
352
fue renovado por dos años más el contrato de la Misión
Militar francesa, recayendo la dirección de esta en el
general Marcelo Desvoyes813. En cuanto a los asuntos de
Gobierno, hubo satisfacción por la “completa
tranquilidad” del orden público conservado durante
1913. Al respecto, la reforma parcial de la ley electoral
representó un importante avance en el ejercicio del libre
sufragio. Mención especial mereció el decreto
reglamentario de las huelgas, expedido el 24 de enero
de 1913, que permitió “solucionar los desacuerdos entre
patrones y obreros, con beneficio positivo para
ambos”814.
El último día de 1913, perdida toda esperanza de
conseguir la aprobación legislativa del presupuesto
nacional, los diarios publicaron un decreto expedido por
Billinghurst el 29 de diciembre, cuyo texto asignó al
proyecto presentado por el Ejecutivo al Congreso la
categoría de Presupuesto General de la República para
el año 1914815. La Prensa recogió el “profundo estupor”
causado por esta medida en la opinión pública, la cual no
podía comprender cómo el Gobierno estaba usurpando
una prerrogativa del Congreso. Quienes subestimaban la
magnitud de este hecho, citando actos similares
ocurridos durante los gobiernos de Eduardo López de
Romaña y Augusto Leguía, omitían mencionar que estos
fueron consecuencia de la actitud hostil del Congreso
813 Varela, Enrique. “Memoria que el Ministro…”, en El
Peruano, 12 y 13 de noviembre de 1913. 814 Tirado, Gonzalo. “Memoria que el Ministro…”, en El
Peruano, 5 y 6 de diciembre de 1913. 815 “El Presupuesto de la…”, en La Crónica, 31 de diciembre de 1913.
353
frente al programa hacendario del Ejecutivo. Billinghurst,
en cambio, se fabricó una mayoría parlamentaria, por
consiguiente, su prescindencia del Legislativo en la
organización de la hacienda pública constituía un acto
“doloroso y decepcionante”. El decreto presupuestario
billinghurista trasgredía las bases mismas del orden
jurídico referido a las finanzas públicas. En ese momento,
ninguna norma concedía al Ejecutivo la facultad de
prorrogar la ley de gastos públicos, mucho menos podía
encontrarse alguna que avalara la conversión en
presupuesto de un proyecto remitido al Congreso. El
citado decreto además modificó la forma en que debían
gastarse las partidas de los pliegos ordinarios, cuando
ese aspecto ya estaba reglamentado por una ley de 1896,
la cual según el principio de jerarquía de la norma tenía
superioridad sobre cualquier decreto. Por esos vicios
legales, La Prensa exigió a los congresistas reunirse y
desconocer el presupuesto a fin de restituir el ejercicio
ordenado de libertades y derechos816. Compartiendo
este punto de vista, El Comercio precisó que, de ninguna
manera, el Ejecutivo tenía facultades legales para
sancionar unilateralmente el presupuesto. La pereza
legislativa y supuesta imposibilidad de realizar un
congreso extraordinario fueron utilizadas hábilmente por
el Gobierno, que prefirió dejar su proyecto sin sanción
congresal con el ánimo de ponerlo después en vigencia
mediante un simple decreto817.
816 “Error, profundo error”, en La Prensa, 31 de diciembre de 1913. 817 “Presupuesto para 1914”, en El Comercio, 30 de diciembre de 1913.
354
La cuestión presupuesto devino en tema de
debate entre los analistas políticos coetáneos. En un
extenso ensayo, Ricardo García Rosell abordó las
consecuencias jurídicas de la sanción del presupuesto
por decreto, y puso énfasis en que dicho documento
revestía “caracteres de grave conflicto y sensible
perturbación”, pues todo presupuesto solo podía hacerse
“efectivo y legal” con el voto del parlamento, sin ese
requisito carecía de obligatoriedad. Sin duda, el decreto
presupuestario no estaba acorde “con el carácter y
atribuciones del Ejecutivo”. La mayoría del público
percibía el presupuesto como un simple registro
contable de ingresos y egresos fiscales, pero en realidad
dicho documento autorizaba estos y les daba carácter
legal y forzoso. De esa manera, encerraba un acto
jurídico delegatorio de autoridad en los ministros, los
cuales no podían cobrar ni pagar mientras no hubiese
presupuesto válidamente sancionado. Sin esa condición,
el Gobierno estaba impedido de recaudar rentas y
efectuar gastos. Al respecto, todas las constituciones
peruanas desde 1822, y la de 1860 era aún más “explícita
y terminante”, reservaron al Congreso la facultad de
convertir el presupuesto en ley de la Nación. En
consecuencia –afirmó García Rosell– el decreto
billinghurista creó un escenario completamente extraño
y antijurídico en el manejo hacendario del país818.
Enrique Echecopar también intervino en esta
campaña de críticas contra el decreto presupuestario. En
su opinión, esa medida significó una “salida de límites”,
818 “La sanción del presupuesto”, en La Crónica, 2 de enero de 1914.
355
por lo tanto, aquellos funcionarios que ordenaran o
ejecutaran cobros y pagos serían legalmente
responsables. Censuró la cerrada defensa del citado
decreto realizada por el periódico oficialista La Nación,
bajo el argumento de que los anteriores congresos
carecían de voluntad propia, y por amenaza, interés o
lisonja, siempre aprobaron los proyectos de gastos
cumpliendo órdenes del Ejecutivo. El decreto
presupuestario –indicó Echecopar– había abrogado el
sistema republicano para inaugurar el “gobierno de
uno”. Esa clase de extralimitaciones, en todo tiempo, se
justificaban con el pretexto de buscar el bienestar de la
Patria. En los sistemas democráticos, el deseo de
imponer ideas y controlar el gobierno era procesado
mediante partidos políticos “con organización
republicana”. Aludiendo al presidente, Echecopar
cuestionó la importancia de la “energía de carácter”
como garantía de una acertada gestión gubernativa, pues
esta generalmente solo desataba una guerra solapada de
facciones en el entorno del mandatario. Los partidos, en
cambio, permitían una lucha interna de principios y no la
guerra de zancadilla o venganza alrededor del
mandatario. En todas las decisiones de Estado, y con
mayor razón en el asunto del presupuesto, se requería
ese medio “racional y práctico” de terminar las
diferencias, dadas sus repercusiones sobre el orden
público819.
819 Echecopar, Enrique. “Partidos políticos”, en La Crónica, 4 de enero de 1914.
356
A su turno, La Prensa criticó el decreto
presupuestario por su carácter de “acto político,
inmotivado y dañino”, utilizado para despojar
arbitrariamente al Congreso de sus atribuciones
constitucionales. Este diario expresó además su pesar
por la forma en que el Gobierno, “exponente de una gran
evolución cívica” y del cual se esperaba un manejo
prudente de la vida administrativa, había decidido
pisotear la Constitución. Asimismo, exculpó al Congreso
de toda responsabilidad en el retraso del debate del
proyecto de presupuesto, más tarde convertido en ley
por Billinghurst, porque las modificaciones sugeridas en
el pliego de ingresos eran “insignificantes” e incidían en
menos del 2% respecto del monto total. Ese desacuerdo
debió resolverse fácilmente, y en ningún caso podía
justificar la sanción del decreto “desgraciado e
inconducente”. En realidad, el abuso cometido dejaba
entrever la fuerte impronta personalista del poder
ejercido por Billinghurst, quien lo había convertido en
“campo de aplicación de su propio y exclusivo criterio”.
Este diario recordó la esencia negativa de todo
autoritarismo, aun cuando lo practicaran hombres de
“gran probidad personal”. Por el contrario, todo
mandatario estaba obligado a inclinarse ante la majestad
de la ley en vez de fomentar la anarquía política y el
desbarajuste financiero. El Gobierno –según el diario
oficioso La Nación– quiso abrir un debate sereno y
“científico” del proyecto de presupuesto, pero al mismo
tiempo lo juzgó “inmodificable” y finalmente lo impuso
evadiendo las observaciones o controles de toda clase.
En conclusión, el decreto presupuestario solo reveló la
357
preferencia de Billinghurst por el dogma
antirrepublicano de que el fin justifica los medios820.
Los rasgos autoritarios del billinghurismo
motivaron varias reflexiones de la prensa sobre las
perspectivas políticas y económicas del país para el año
1914. El vocero pierolista esperaba, con pesimismo, un
tiempo “desesperanzado de toda regeneración” a causa
de la intensa esterilización de energías ocurrida durante
1913. En dicho año, Billinghurst llegó al gobierno
anunciando una era de reconstrucción moral, y pareció
cumplir su promesa cuando promulgó la nueva ley
electoral. Sin embargo, ese “destello” de civismo se
opacó rápidamente y nubes tormentosas turbaron el
espíritu del mandatario, que perdió el control y
orientación de sus acciones. Por eso, el año 1914
inauguraba un período de desconcierto, cuyas
consecuencias nadie podía vaticinar. La oposición
parlamentaria originó el desenfreno de Leguía en 1911,
pero Billinghurst no afrontó ese mismo escenario, pues la
prensa y los congresistas apenas si pusieron algunas
“piedrecitas” en su camino. Solo sus proyectos “de
inspiración poco feliz” encontraron cierta resistencia,
más nunca al extremo de ameritar la reacción violenta y
exaltada, con visos de dictadura, del presidente. No en
vano, los analistas coincidían en que la sanción
inconstitucional del presupuesto sobrepasaba en
gravedad cualquiera de los atropellos financieros
cometidos por Leguía. Billinghurst no comprendía que en
política era muy difícil hacer “líneas derechas” con
820 “Entendámonos”, en La Prensa, 3 de enero de 1914.
358
“pautas torcidas”. En tono pesimista e invocando a la
Providencia, La Crónica solo anhelaba una rectificación
del presidente antes de caer en el abismo que estaba
abriendo821.
Por su parte, La Prensa manifestó moderado
optimismo para el año venidero, recordando la evolución
política consagrada durante el año 1912, gracias al
surgimiento de un gobierno sustentado por todos los
partidos. Los conflictos entre Ejecutivo y Legislativo,
surgidos a partir del tema presupuestario, fueron
considerados un “detalle insignificante” incapaz de
provocar el estancamiento de la vida política nacional. A
pesar de haberse iniciado el año 1913 con positivas
expectativas, este culminó en medio de “profundas
inquietudes morales”, pues el sentido espíritu de
concordia se deshizo por acción de “sorpresivas e
ingratas corrientes” políticas. Esa situación tenía
múltiples responsables, individuos dominados por la
temeridad e imprudencia y entidades sociales que
alentaban toda clase de excesos. Ambos actores,
individuos e instituciones, anteponían sus derechos
particulares al objetivo de forjar el bienestar social. Por
tanto, la construcción de una conciencia colectiva
resultaba imprescindible para efectuar la distribución
armónica del poder, de lo contrario, el germen de la
inquietud y desconfianza socavaría los partidos y
anarquizaría el manejo de las finanzas públicas.
Dominada por la incredulidad, La Prensa aun creía en la
capacidad de Billinghurst para ejecutar su programa
821 “Editorial”, en La Crónica, 1º de enero de 1914.
359
administrativo y político, sobreponiéndose a los afanes
de “demolición institucional” conducentes a producir la
ruina del país822.
Este mismo diario minimizó el impacto del
conflicto político de 1913 sobre los intereses del
comercio, industria, banca y fisco, pues cerraron sus
cuentas con “mejor bagaje que en 1912”. Aunque
durante dicho año se habló de la crisis económica como
una entidad flotante en el ambiente, la renta fiscal de
1913 aumentó en 11% respecto del año precedente,
gracias a la buena gestión de la Compañía Recaudadora
de Impuestos. Por consiguiente, los pesimistas debían
reconocer lo errado de sus proyecciones basadas en una
“falsa alarma”. En términos generales, el capital y la
iniciativa privada incrementaron sus recursos y emitieron
bonos “bien colocados y mejor cotizados” reflejando el
escaso influjo del creciente malestar político en los
negocios. Asimismo, la oleada de huelgas tampoco
redujo el desarrollo industrial, tomando en cuenta las
siguientes cifras de aumento de capital de las principales
La Fábrica de Tejidos de Santa Catalina (1´300,000 soles),
Sociedad Industrial Infantas (450,000 soles), Fábrica de
Tejidos San Jacinto (140,000 soles), Empresa de Agua de
Barranco (110,000 soles), Compañía de Fincas Urbanas
(100,000 soles), Sociedad Agrícola Humaya (320,000
soles), Sociedad Industrial La Estrella (150,000 soles) e
Ingenio Central Azucarero (65,000 soles). Estos negocios
movilizaron unos cinco millones de soles durante 1913.
De otro lado, en la agricultura y minería se invirtieron
822 “Del uno al otro año”, en La Prensa, 1º de enero de 1914.
360
cuando menos 15 millones de soles en obras de
infraestructura. Por último, los depósitos bancarios y las
rentas ferroviarias ofrecían también positivos resultados.
En ese contexto, La Prensa reclamó a Billinghurst
perseverar en el rumbo económico y mantener la paz823.
Sin embargo, El Comercio discrepó radicalmente
con esa optimista perspectiva, aduciendo la “falta de
holgura del erario” y los efectos de esta en el
movimiento económico general. Por entones, la
agricultura del azúcar y algodón constituían las
principales fuentes de divisas, pues los productos de la
minería “en su parte más importante [quedaban] en el
extranjero”. No obstante, la reducción del precio
internacional del azúcar, calculada en 3.50 soles por
quintal, representó sobre las 200,000 toneladas
exportadas una reducción de 12 millones de soles en los
ingresos respecto de 1912. Esa merma de capitales
afectó, sin duda, el resto de la economía nacional. En
prueba de esto, citó las quiebras de varios negocios,
sobre todo de comerciantes chinos, acaecidos en 1913.
Hubo además restricciones en el otorgamiento de
créditos y el cambio se mantuvo abatido por la escasez
de letras en plaza. El propio presidente advirtió sobre la
salida del país de un millón de libras en dividendos y
remesas. El mejoramiento del panorama económico
durante 1914 dependía en gran medida de la conversión
de la deuda pública, a fin de reducir el pago de
intereses, y la normalización de la vida política Lo
primero no resultaba sencillo, debido a las dificultades
823 “El año económico”, en La Prensa, 1º de enero de 1914.
361
para obtener crédito europeo en momentos que este
buscaba mejor colocación en China, Francia y los países
balcánicos. Lo segundo solo sería posible cuando los
intereses de círculo cedieran paso a los nacionales. Entre
los asuntos de urgente arreglo, El Comercio mencionó el
abuso del derecho de huelga, que el Congreso debía
limitar mediante una normativa adecuada, y la
modernización del Callao a través de la construcción de
muelles ligeros y baratos y el cese del monopolio en las
operaciones marítimas824.
Este mismo periódico hizo luego un balance del
gobierno de Billinghurst, destacando su origen
contestatario y opuesto a la arbitrariedad e intolerancia
políticas y el manejo ilegal de las rentas públicas
imperantes bajo la presidencia de Leguía. La
impopularidad de ese régimen trajo consigo el repudio
sobre la candidatura Aspíllaga, solidaria con las acciones
violentas del régimen saliente. Contra ese binomio se
levantó la candidatura Billinghurst simbolizando el deseo
de acabar con el pasado. De esa manera, la fuerza del
sentimiento público doblegó a las mayorías oficialistas
del Congreso e hizo que estas entregaran la presidencia
de la República a la oposición. No era cierta entonces,
como afirmaban algunos diarios nacionales y extranjeros,
la idea de que Billinghurst fue elegido al margen de los
partidos, porque estos colaboraron desde un principio
con su gobierno. A criterio de El Comercio, la falta de
fecundidad en el trabajo parlamentario no respondía a
intenciones de realizar una oposición violenta, sino a la
824 “De 1913 a 1914”, en El Comercio, 1º de enero de 1914.
362
defectuosa organización política de las cámaras, la cual
impedía coordinar adecuadamente con el Ejecutivo. No
existiendo razones para el antagonismo entre los
partidos políticos y el presidente, resultaba
incomprensible que este último quisiera deshacerse de
los primeros mediante el golpe contra el Congreso825.
En opinión de Variedades, el año 1913 había sido
tormentoso y cruel, y “sabe Dios cómo será el que se
inicia”. Mediante un conjunto de párrafos irónicos, esta
revista resumió el programa que Billinghurst debió
aplicar si hubiese renunciado al “malsano sport de la
política menuda” para abocarse a consolidar un
“tranquilo, pero enérgico avance” de las instituciones
sociales. El principal pasivo del gobierno billinghurista
consistía en practicar la política bajo la forma de “lucha
rencorosa y brutal de apetitos y caprichos”. Asimismo,
destacó la carencia de consejeros “hábiles, expertos y
sagaces” en su entorno, a quienes confiar la
reorganización de la administración pública. De acuerdo
con esta revista, las desavenencias con el Congreso
desgastaron su gobierno, porque no supo reconocer
errores y enmendar rumbos. Esto lo condujo finalmente a
utilizar medios de intimidación y violencia contrarios a la
majestad del parlamento e independencia de los
representantes. En materia financiera, el crédito nacional
continuó abatido y no se percibía una atinada dirección
de los negocios públicos. Por esa razón, los capitalistas
europeos rehusaron otorgarle empréstitos en
condiciones ventajosas. El movimiento comercial e
825 “Editorial”, en El Comercio, 4 de enero de 1914.
363
industrial sufrían las consecuencias de ese desorden de
la hacienda pública, así como la falta de respeto por las
leyes y “prácticas tutelares” de las finanzas estatales826.
En medio de la creciente inestabilidad política, la
cuestión del precio del pan inquietó a los consumidores.
En carta remitida a La Crónica, el Secretario de la
Federación de Obreros Panaderos Estrella del Perú,
Eleazar Izaguirre, denunció una serie de maltratos y
rebajas de salario realizados por los dueños de
panaderías en perjuicio de su personal. Según acuerdo
firmado en enero de 1913, los obreros panaderos
ganarían jornales de 3.70 y 3.40 soles por los turnos de
noche y día, respectivamente. No obstante, los patrones
estaban contratando aprendices a quienes abonaban 3
soles o menos por jornal. Además, en el extremo de sus
abusos disminuían el peso del pan entre 30-50%. En vista
de este problema, los panaderos anunciaron medidas de
lucha para acabar con esa crítica situación827. Semanas
después, un grupo de concejales limeños, preocupado
por las condiciones de vida de las clases populares
presentó dos proyectos para fundar un Banco y Sociedad
Cooperativa municipales, con el propósito de ofrecer
créditos y subsistencias baratas. Estas instituciones
aliviarían el sufrimiento de los pobres a manos de los
agiotistas, de cuyas manos difícilmente escapaban el
pensionista u obrero agobiado por las deudas. La Crónica
sugirió, sin embargo, rebajar de 12 a 10% el interés
anual cobrado, porque los demás bancos no excedían
826 “De jueves a jueves”, en Variedades, 3 de enero de 1914. 827¿Aumentará el precio del pan?, en La Crónica, 8 de enero de 1914.
364
dicha cifra. Asimismo, convenía hacer sujetos de crédito
no solo a pensionistas y obreros, sino también a los
empleados de las casas comerciales, los cuales
necesitaban recurrir al “préstamo prendario”828.
Si bien ambos proyectos –según El Comercio–
merecían el aplauso público por el móvil generoso que
los impulsaba, no sucedía lo mismo con las tasas de
interés proyectadas, pues revelaba cierto espíritu
mercantilista orientado a lograr utilidades a costa de la
desgracia ajena. Ambas instituciones, banco y
cooperativa municipales, debían fundarse sobre los
principios de la caridad y tutela social. Por tanto, la única
forma de favorecer a los desvalidos consistía en
otorgarles préstamos sin intereses o al más bajo interés
posible. El proyecto bancario, en cambio, fijaba entre
1.25%-1.5% el interés mensual, cifra similar a la cobrada
por los usureros y “tres veces mayor que el establecido
por ley”. Aparentemente, los funcionarios municipales no
repararon en que “la idea del socorro humanitario y del
negocio se excluyen”. En ese sentido, convenía
reemplazar el banco por un monte de piedad, dado su
carácter de “casa de préstamo organizada como servicio
público de beneficencia”. En dichas instituciones solo se
cobraba el interés “estrictamente necesario” para su
sostenimiento. En cuanto a la cooperativa municipal de
consumo, las ventajas de suprimir al intermediario en las
ventas se perderían costeando los sueldos del directorio
administrador del negocio829.
828“Editorial”, en La Crónica, 22 de enero de 1914. 829 “Banco municipal y…”, en El Comercio, 22 de enero de 1914.
365
Durante las primeras semanas de enero, la
división del gabinete provocada por el proyecto de
disolución del Congreso constituyó el principal problema
del Gobierno. La Crónica informó sobre la firme
oposición de tres ministros ante la posibilidad de que se
les exigiera firmar el decreto de convocatoria de la
Asamblea Constituyente. Esta contingencia habría
convencido a Billinghurst de que este asunto debía
postergarse hasta el mes de marzo, fecha en que lo
llevaría adelante o impulsaría nuevas elecciones en
aquellos lugares donde no pudieron elegirse
representantes830. Era evidente –precisó Variedades– la
forma en que Billinghurst no deseaba relacionarse “para
nada con el parlamento actual”, actitud considerada
injustificada, pues salvo “uno que otro votillo encubierto
de censura” el parlamento no manifestaba antipatía por
el presidente. Ciertamente, los partidos representados
en el Congreso cortejaron constantemente al Ejecutivo.
El bloquismo dio muestras de su espíritu “cariñoso y
expresivo a la par que sufrido”. El leguiísmo fingía
interesarse en los asuntos nacionales y finalmente cedía
por los golpes. Los celosos liberales no querían
compartir los afectos del presidente y pugnaban por
apartarlo de sus rivales. Los constitucionales no exigían
nada y se conformaban con lo que se les diera. Todo ese
cuadro de “amor policrómico y original” se desvaneció
cuando el Gobierno se propuso deshacerse de los
partidos. El “chismorreo político” recogido por
Variedades señaló el sábado 12 como la fecha en que las
830 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 10 de enero de 1914.
366
prensas de los diarios trasladarían al papel el “desopilante”
decreto del cierre del Congreso y la convocatoria de
elecciones. Sobre esto último, algunos pensaban que
elegirían representantes para el Congreso de 1914,
mientras otros hablaban de comicios constituyentes. Ese
decreto vendría además acompañado de su respectiva
“salsa”, consistente en jornadas cívicas y prisiones
preventivas. A pesar de la insistencia de estos rumores,
Variedades juzgó poco probable la dación del citado
decreto, porque Billinghurst no hallaría “padrinos”
dispuestos a cargar con la responsabilidad del golpe.
Finalmente, de seguro, habría reconciliación y
“champañada” entre Ejecutivo y Legislativo831.
Distinto parecer tenía La Crónica, cuyos informantes
aseguraban haber visto el decreto expedito para su
publicación, si bien esta fue postergada dada la necesidad
de incluir “innovaciones de última hora” sugeridas
supuestamente por integrantes del bloque civilista. Estas
novedades consistían en convocar elecciones en los
departamentos y provincias, cuyos candidatos fueron
anulados por la Corte Suprema, y la anulación de las
curules ocupadas por representantes incorporados el 14 de
julio de 1911832. La Prensa también sospechaba que había
“sonado la hora” del decreto vilipendiado, no porque así lo
creyera el “feliz instinto de las muchedumbres”, sino por la
elocuencia con que lo pregonaba Mariano Cornejo, “en su
incansable trajín oratorio a través de la urbe”833. A
831 “De jueves a jueves”, en Variedades, 10 de enero de 1914. 832 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 13 de enero de 1914. 833“Ecos. Fuera de cuenta”, en La Prensa, 11 de enero de 1914.
367
mediados de enero, este diario insistió en la
imposibilidad de detener la dación del decreto
redactado “hora por hora, trabajosa y febrilmente”. En
las ciudad se rumoraba que era cuestión de tiempo verlo
voceado por “los golfos en las calles”. Para algunos solo
sería “disuelto” el tercio parlamentario de 1911,
satisfaciendo así los pedidos del bloquismo, a pesar de
que su líder, José Matías Manzanilla, desmintió haberlo
solicitado. Otros, los más radicales, esperaban un
decreto “robusto y contundente” anulatorio de todos los
tercios. El retraso en su dación –según todos– respondía
al “quintal de considerandos” agregados a última hora
por el Gobierno834.
La constitución ilegal del Congreso era una de las
principales razones invocadas para justificar su
disolución. Esta idea fue refutada por Enrique Echecopar,
basándose en que si los billinghurstas aceptaron la
elección presidencial de su líder por dicho parlamento
no podían después cuestionar su legitimidad, porque
entonces el mandato de Billinghurst sería irrito per se.
Por lo demás, el presidente validó la existencia del
Congreso, leyendo varios mensajes en su recinto,
enviándole proyectos y recibiendo la respectiva
autorización para contratar préstamos. Declarar nulo el
Congreso equivalía a un suicidio político del Gobierno,
en la medida que sus actos perderían de inmediato sin
valor legal. En esa coyuntura, sobrevendría la nulidad de
los empréstitos levantados obligando al Estado a pagar
indemnizaciones a los banqueros y prestamistas por el
834“Ecos. Mañana o pasado”, en La Prensa, 14 de enero de 1914.
368
daño económico inferido. Un hombre de talento como
Billinghurst –enfatizó Echecopar– jamás cometería la
insensatez de inhabilitarse. Ciertamente, las cámaras
tenían facultad constitucional para suspender a un
presidente irrespetuoso de los otros poderes públicos, y
ponerlo a disposición de la Corte Suprema. Para tomar
esta iniciativa ni siquiera era necesaria la reunión del
Congreso, porque precisamente el delito imputado al
presidente sería el de impedir reunirse a los
congresistas. Asimismo, los ministros y jefes militares
comprometidos en el golpe contra el Congreso estarían
incursos en el delito de rebelión. Por último, exhortó al
Gobierno a desmentir el rumor de la disolución en vista
del daño causado a la tranquilidad pública y las
actividades económicas835.
Los rumores sobre el cierre del Congreso no
habían decaído desde cuando comenzaron a circular en
los días posteriores a la clausura de la legislatura
ordinaria de 1913. El Gobierno –a juicio de El Comercio–
era responsable de ese ambiente de inestabilidad,
atizado por el mal concepto que tenía del parlamento, al
cual consideraba un estorbo para sus planes. No en vano,
desde octubre de 1913, en los diarios y calles se
comentaba la satisfacción del Ejecutivo frente al
creciente descrédito de los congresistas ante la opinión
pública. El Comercio criticó a la prensa limeña por
haberle dado cobertura a estos rumores dejando
entrever la existencia de una profunda crisis, cuando esta
835Echecopar, Enrique. “Sobre la posible…”, en La Crónica, 14 de enero de 1914.
369
realmente no existía. El peligro real estaba representado
por los “amigos” de Billinghurst, quienes lo presionaban
con el argumento de que un gobierno “fuerte y
respetable” requería la aplicación de reformas radicales,
entre las cuales sobresalía el cierre del Congreso. Según
este diario, el derrumbe del gobierno de Leguía debió
complementarse con la renovación del parlamento para
“que no quedase ni el recuerdo del pasado”. Sin
embargo, transacciones forzadas por las circunstancias
legitimaron su continuidad, y desde entonces realizó
actos de pleno valor jurídico, como la elección de
Billinghurst. Posteriormente, el Gobierno se hizo de la
mayoría parlamentaria, por tanto, carecía de lógica
cerrar un Congreso bajo su control. Este diario se sumó a
las voces contrarias a las “pérfidas insinuaciones” de
quienes pretendían llevar al presidente hacia el camino
de la ilegalidad. La disolución del Congreso dejaría el
nefasto precedente de que el Ejecutivo podía librarse del
Congreso si lo creía positivo para el país. Finalmente, El
Comercio se reclamó parte de los amigos responsables
de Billinghurst, cuyo interés era verlo trabajar por la
armonía de los poderes públicos836.
Sobre este asunto, Variedades criticó la obsesión
de Billinghurst por el golpe de Estado, pues no tenía base
doctrinaria, sino que era resultado de “violentas
explosiones de pasión”. Estas decisiones volitivas
alarmaron a la opinión pública ante la “expectativa del
desastre inútil” de uno de los poderes del Estado. No se
comprendía la finalidad de “higiene republicana”
836 “Editorial”, en El Comercio, 15 de enero de 1914.
370
atribuida al reemplazo de una representación nacional
por otra, simplemente para acabar con el minúsculo
germen de oposición existente en el parlamento. De otro
lado, Billinghurst estaba inhabilitado para corregir los
vicios de constitucionalidad del Congreso, pues aceptó
de este “el poder en forma irregular” ¿Acaso después de
una legislatura ordinaria y otras dos extraordinarias a las
que envío proyectos y dirigió mensajes, el presidente
recién percibió los vicios de legalidad suficientes para
justificar el cierre y reemplazo del Congreso? El
resentimiento del Gobierno, verdadera causa del
proyectado golpe de Estado, surgió con las
observaciones hechas por los diputados al presupuesto y
se ahondó con las interpelaciones a sus ministros en
varias sesiones secretas. Los odios políticos perdieron a
Leguía, por eso, la prensa observaba con pesar cómo
algunas personas empujaban a Billinghurst hacia los
“radicalismos irreflexivos”. Esos “malos amigos” servían
intereses propios y no dejaban al presidente tomar en
cuenta “las palpitaciones de vida exterior” para arreglar
sus actos de gobierno. Esta revista descartó que el
Gobierno se hallase forzado a recurrir a medios extremos
fundándolos en “sutilezas” usuales solo en regímenes
sumidos en la “bancarrota de su prestigio moral”837.
El 19 de enero, La Crónica anunció de manera
tajante la próxima disolución del Congreso y
convocatoria de nuevos comicios generales. La base
jurídica invocada como fundamento de esa decisión sería
el artículo 2º de la ley de ministros de 1863, según la cual
837 “De jueves a jueves”, en Variedades, 17 de enero de 1914.
371
el presidente de la República, en ciertos asuntos, estaba
facultado para decidir libremente sin requerir el voto
consultivo del Consejo de Ministros. Al mismo tiempo, se
contemplaron próximos cambios de autoridades en
varios departamentos838. Más tarde, este periódico
obtuvo en la Secretaría de Palacio la copia de un
memorial remitido al presidente desde el Cuzco
solicitándole la convocatoria de elecciones generales.
Los peticionarios, vecinos y líderes de los partidos
Demócrata, Liberal, Constitucional y Cívico de dicha
ciudad, encabezados por su alcalde Juan Cáceres, se
identificaron como “miembros de todos los partidos
políticos y de todas las clases sociales” y reclamándose
representantes de la “opinión unánime” del pueblo
cuzqueño prometieron organizar un gran “comicio
popular” en apoyo a la “patriótica política” del
Gobierno839. Días después, noticias llegadas del Cuzco
dieron cuenta que el alcalde Juan Cáceres y varios
miembros de las familias notables Luna, Tresierra,
Pagaza y Guevara, estaban preparando actas
plebiscitarias a favor de nuevas elecciones, pues
pretendían reemplazar a los liberales Antonio de la Torre
y David Chaparro, posesionados entonces de las
representaciones por Cuzco. De igual manera, el ex-
prefecto limeño, Orestes Ferro, llegó en calidad de
agente del Gobierno para “desviar el verdadero criterio
público”840.
838 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 19 de enero de 1914. 839“Pidiendo la disolución…”, en La Crónica, 24 de enero de 1914. 840“La situación política…”, en La Crónica, 29 de enero de 1914.
372
A una semana de finalizar el mes de enero, la
demora del Gobierno en pronunciarse sobre la disolución
del Congreso confundía a la opinión pública. Unos daban
por perdidos los planes dictatoriales de Billinghurst, pero
la mayoría especulaba con que, después de un tiempo de
vacilación, el presidente crearía “una situación
completamente nueva” para ejecutar sus “reformas
saludables” bloqueadas por el Congreso. Al respecto,
Variedades también denunció la existencia de personas en
la “intimidad” del Gobierno, fervientes impulsoras de
romper las vallas constitucionales y hacer tabla rasa las
instituciones democráticas. Los planes dictatoriales
inoportunos de ese círculo fueron vistos como anárquicos
y destructores de la nacionalidad. Apelando a la
experiencia histórica, esta revista indicó que cuando los
gobiernos atropellaban la carta política se producían
reacciones violentas e incluso la guerra civil. Más aún, la
coyuntura peruana hacía innecesario el golpe, pues desde
el gobierno de Leguía el Congreso estaba sumiso y
avasallado, y la “resistencia tímida” ofrecida a Billinghurst
fue rápidamente desarmada por este. Por consiguiente, el
presidente incurría en craso error cuando se empecinaba
en destruir el orden existente para convertir al parlamento
en una prolongación del Ejecutivo. En ningún caso,
Variedades aceptaba que el golpe fuese resultado de la
“patriótica visión de las conveniencias públicas”, por el
contrario, la dación del decreto conmovería al país
poniéndolo en una situación similar a la del México
revolucionario841.
841 “De jueves a jueves”, en Variedades, 24 de enero de 1914.
373
El diario pierolista, principal difusor de rumores,
comunicó sobre el agravamiento de las disensiones al
interior del Gobierno. En ese contexto, Billinghurst
habría ordenado guardar reserva hasta febrero sobre las
renuncias formuladas por los ministros contrarios a sus
planes dictatoriales. Mientras tanto, en palacio se
esperaban nuevos memoriales de Arequipa, Trujillo,
Cajamarca, Ica, Ayacucho y Lima, para justificar la dación
del citado decreto. Extrañamente durante estos días
varios establecimientos de ventas de armas fueron
visitados por conocidos “especialistas en jornadas
cívicas”, los cuales compraban municiones en gran
cantidad. Las especulaciones del diario pierolista
llegaron al punto de informar acerca de la supuesta
habilitación de celdas en el transporte Iquitos, adonde
serían conducidas una veintena de personas incómodas
para Billinghurst842. El reportero de La Crónica observó
similares arreglos en los “algibes” de Casas Matas, y
supo que se organizaba una “manifestación monstruo”
para el 1º de febrero, con el objeto de entregar al
Gobierno un memorial suscrito por obreros limeños
exigiendo la disolución del parlamento843.
Buscando un acercamiento con el bloquismo,
Billinghurst invitó a palacio al líder de dicho grupo, Juan
Pardo, y conferenció durante dos horas con él.
Consultado sobre el motivo de esta reunión, Pardo se
limitó a responder que esta giró en torno a “asuntos
particulares y reservados” sin proporcionar ningún
842 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 27 de enero de 1914. 843 “Decires sin comentarios”, en La Crónica, 28 de enero de 1914.
374
detalle adicional de lo conversado844. Preocupadas las
dirigencias partidarias por el crecimiento del discurso
radical en el interior del país, se apresuraron a sentar
posición frente a la crisis política. El primero en hacerlo
fue el jefe del Partido Liberal, Augusto Durand, quien
suscribió una circular dirigida a sus bases provincianas
condenando “el atentado que se proyecta contra la
Constitución de la República”. Según Durand con la
disolución del Congreso que lo había investido como
mandatario, y ante el cual tenía pendiente justificar los
egresos extraordinarios por 14 millones de soles
realizados durante 1913, Billinghurst estaba cometiendo
un crimen previsto y castigado por las leyes, causando
además enorme daño moral y material para la República.
Previendo dicho escenario, el Partido Liberal proclamó la
defensa de las instituciones tutelares de la Patria, y
requirió la ayuda de los demás partidos y la opinión
pública para cumplir dicho objetivo. Esta circular
demandó a los peruanos defender la inviolabilidad del
Congreso y el ejercicio pleno de sus atribuciones
inmanentes, pues únicamente de esa forma podría
garantizarse el respeto de las libertades consagradas por
la Constitución845.
A criterio de Variedades, la circular de Durand fue
el “hecho sensacional de la semana” y simbolizó la
primera condena contra la actitud de rebeldía del
Gobierno frente al régimen constitucional. Aunque juzgaron
844 “Don Juan Pardo conferencia largamente con S.E.”, en La
Crónica, 28 de enero de 1914. 845 “Declaraciones del Partido Liberal”, en El Comercio, 27 de enero de 1914.
375
LA CRISIS FINAL Y EL GOLPE DEL CORONEL BENAVIDES
Augusto Durand, ex-aliado de Billinghurst y promotor del golpe de Estado. Variedades, 31 de enero de 1914. Caricatura de Francisco González Gamarra.
Alegoría de Variedades en homenaje al coronel golpista Óscar Benavides.
Variedades, 7 de febrero de 1914.
376
“prematuro” publicar un documento censurando hechos
futuros, defendieron la iniciativa de Durand de
anticiparse a un acontecimiento inevitable para muchos.
Sin duda, el “cuadro sintomático” y la constante llegada
de actas a palacio respaldando los hechos sancionados
como rebelión por la ley de 1878, confirmaban el
comienzo de una tendencia “verdaderamente irregular”.
Esta revista lamentó el sentimiento de “odiosidad” contra
los congresistas sembrado por Billinghurst en las
provincias, porque estos hasta entonces mantenían
fluidas relaciones con sus electores. Las actas remitidas a
palacio no explicaban por qué motivo era necesario el
cierre del Congreso, Ninguno de los firmantes expuso
“las acusaciones concretas de los delitos de qué se hace
responsables a los desgraciados representantes”. Esa
falta de argumentos hacía sospechar que el movimiento
antiparlamentarista no era espontáneo, sino artificial y
promovido por un Gobierno que utilizando “mecánica
política equivocada” pensaba concretar un “ideal
benéfico”. Billinghurst no tenía malas intenciones, pero la
“irritabilidad de su carácter” exasperado por logreros y
gente de “inferior mentalidad” lo conducían a tomar
decisiones fuera de la realidad. Esa confusión ideológica
atemorizó a Variedades debido a que, según algunos, el
presidente quería remediar la crisis política mediante la
“reivindicación socialista de la clase popular”.
Billinghurst actuaba como si estuviese conduciendo una
revolución francesa contra los “hombres de levita”, por
ello, excitaba la demagogia y “lucha de clases sociales”.
El presidente debía apartarse del ideal de la “Francia
377
lúgubre del terror y el jacobinismo” y tomar por modelo
a la Francia republicana respetuosa de las instituciones
democráticas. La mencionada revista exigió al presidente
desterrar la exacerbación del odio popular, como “arma
política” o “recurso oratorio”, contra los ciudadanos, que
por su “inteligencia o por su fortuna o por su situación
social no vestían la chaqueta del obrero”, más aún
cuando esa violencia solo conducía a expulsar un
Congreso considerado ilegítimo para poner otro “más
ilegal”. No quedaba sino confiar en que Billinghurst,
reflexivo y “desvestido de odios”, hallara otra fórmula
dentro de la Constitución y las leyes sin tragedias ni
conmociones, de lo contrario el Perú seguiría el camino
de Haití, que quiso imitar la revolución francesa y “hasta
ahora lo está haciendo”846.
Las primeras expresiones del presidente a
favor de una solución violenta de la crisis política fueron
recogidas por La Prensa. Según este diario, el 27 de
enero, Billinghurst recibió en palacio una delegación de
obreros que acudió para expresarle su respaldo. A estos
les manifestó su enojo contra los “hombres de levita”,
responsables de los estorbos sufridos por su régimen, y
les solicitó apoyo para cobrar venganza. Ese discurso
agresivo culpaba a una clase social de las contrariedades
afrontadas por el Gobierno. La Prensa rechazó este
prejuicio y recordó cómo todos los políticos habían
manifestado su adhesión al nuevo régimen, y ninguno de
estos expresó rencor por no gozar de las simpatías
oficialistas. La prueba de ello es que durante las
846 “De jueves a jueves”, en Variedades, 31 de enero de 1914.
378
legislaturas ordinarias y extraordinarias de 1912, los
“hombres de levita” concedieron al Ejecutivo diversas
autorizaciones a los proyectos sobre elecciones, salitre y
armamentos militares. Los políticos se abstuvieron
además de constituir una fuerza de opinión contraria a
Billinghurst, abdicando de sus naturales derechos
políticos. A pesar de ese espíritu de colaboración, el
billinghurismo respondió atacando una imprenta,
agraviando al presidente del Congreso y presionando a
los representantes para obtener el control de las mesas
directivas. Esa agitación trajo resentimientos y lesionó el
decoro de las funciones públicas. El Gobierno criticaba
la lentitud del trabajo parlamentario pero omitía
mencionar el evidente retraso con que envió los
documentos referidos al presupuesto, contratos de
armamentos, Cuenta General de la República y del
empréstito de ocho millones de soles, dejando al
Congreso “en la más honda oscuridad” para opinar
sobre estos asuntos. Las interpelaciones del diputado
Rafael Grau, repudiadas por el billinghurismo, nunca
estorbaron la estabilidad del gabinete, porque los
ministros recibieron votos de confianza y se respaldó el
programa de aprovisionamiento militar. El Congreso
tampoco hizo cuestión de Estado respecto al gasto de tres
millones de soles correspondientes al empréstito de
12´500,000 soles, otorgado por la Compañía Recaudadora.
La urgencia de debatir diversos asuntos interrumpió el
análisis del presupuesto y hubo necesidad de aplazar su
discusión. Este percance pudo resolverse mediante una
legislatura extraordinaria, en cuya agenda pudo
agregarse incluso la renovación del concejo municipal.
379
Sin embargo, el Gobierno interpretó este aplazamiento
como un deseo de entorpecer su política hacendaria,
cuando lo censurable hubiese sido lo contrario, es decir,
aprobar el presupuesto sin debate. Ese fue el pretexto
invocado para despojar al Congreso de sus atribuciones
legislativas en materia hacendaria. Con esa decisión,
Billinghurst puso de lado a los “hombres de levita”, y
estos no provocaron ninguna agitación, a pesar de que
luego les aplicó la “medida indecorosa” de suprimir sus
sueldos. La verdadera razón del odio de Billinghurst por
los políticos era la resistencia de estos a respaldar sus
planes dictatoriales847.
En medio de esta vorágine política, el presidente,
en entrevista concedida al semanario inglés editado en
Lima, The West Coast Leader, confirmó su anhelo de
convocar nuevas elecciones, si bien precisó que antes de
hacerlo consultaría la voluntad del pueblo. A este
respecto, citó varios informes sobre manifestaciones
provincianas favorables a dicha idea. Enfáticamente negó
haber propiciado esa corriente de opinión, a través de
sus funcionarios subalternos o financiando los desfiles
pacíficos que tenían lugar en todo el país. Expresó luego
su regocijo por el resurgimiento de la conciencia y
espíritu populares. Asimismo, desestimó aquellas
acusaciones que lo identificaban como causante del odio
contra “ciertas clases”, y expresó estar solamente
interesado en otorgarle al pueblo la facultad de legislar y
constituir un “congreso genuino”. Dirigiéndose a los
comerciantes nacionales y extranjeros prometió
847“El estorbo”, en La Prensa, 29 de enero de 1914.
380
garantizar el orden público, habiendo instruido a las
autoridades sobre la forma en que debían actuar ante
cualquier eventualidad. Billinghurst no descartó algunas
muestras de excitación popular en los días siguientes,
pero suponía que la principal resistencia correría por
cuenta de los “círculos de oposición” como corolario de
sus campañas contra el Gobierno. Consciente del
conflicto en ciernes, el presidente aguardaba escuchar la
voluntad del pueblo para actuar “con la justa y honrada
interpretación de sus deseos”848.
Conocidos los planes radicales de Billinghurst,
varios líderes bloquistas, encabezados por José Matías
Manzanilla, le enviaron una carta refiriéndole estar
informados sobre la preparación de actas populares
exigiendo la disolución del Congreso e inmediata
convocatoria de elecciones generales. Opuesta a esa
“insólita actitud”, la junta directiva del civismo
independiente marcó distancia de quienes incitaban el
“régimen personal en el ejercicio del poder público”.
Para los bloquistas, la proyectada cancelación del
mandato de senadores y diputados era nefasta porque
convertía en verdad política el derecho de los gobiernos
a avasallar la independencia del parlamento. Recordaron
además a Billinghurst la vigencia de una ley de 1878,
condenatoria de los movimientos plebiscitarios en contra
del Congreso, cuya disolución además fue prohibida en
1830. Descalificaron también el argumento de que los
congresistas impedían introducir reformas
constitucionales, pues la Constitución contenía el camino
848 “La situación política”, en La Crónica, 30 de enero de 1914.
381
legal para hacerlo sin destruir las facultades de los
poderes públicos. Por último, juzgaron extemporánea la
controversia abierta respecto de la legitimidad del
Congreso, zanjada con la incorporación del tercio
legislativo y el reconocimiento de sus actos por el propio
presidente de la República849.
A juicio de La Prensa, más allá de los telegramas,
actas y gestos favorables a una pronta disolución del
Congreso existía “positiva incapacidad para realizar tal
absurdo”. Por ese motivo, el espíritu beligerante de
Billinghurst se mantenía en “actitud de reserva o de
expectativa”. Con todo, la dilación de sus planes
dictatoriales, impuesta por la necesidad, solo duraría
hasta cuando tomara nuevos bríos, es decir, apenas
poseyera mayor número de agentes y recursos. Este
periódico, ex-vocero oficioso del billinghurismo, dudaba
de que el pueblo estuviese envilecido y anarquizado al
grado de apoyar la destrucción de las instituciones
democráticas y dejarse manipular por las “leyes
excepcionales” de un régimen despótico. Saludó al
mismo tiempo la conducta de los políticos, que no
suscribían el decreto dictatorial para evitar el baldón de
agregar su nombre al de aquellos culpables de las
principales desgracias del país. Según La Prensa, detrás
del “vocerío estipendiado” contra el Congreso se
ocultaban los fracasados electorales. Fustigó además la
atonía del general Juan Eléspuru, presidente del
Congreso, cuya debilidad afortunadamente no era
849 “La protesta del Partido Civil Independiente”, en La Crónica, 30 de enero de 1914.
382
compartida por los demás parlamentarios enemigos de
todo quebrantamiento institucional. Exaltó también el
estatus del Congreso como poder supremo de la Nación,
y la intangibilidad legal de que gozaba frente a los
ataques de quienes intentaban menoscabar su prestigio.
Acusó finalmente a Billinghurst de afectar la actividad
económica del país distrayendo fondos públicos en
financiar su campaña dictatorial, pero dejó abierta la
esperanza de que el presidente, dejando de lado su
vanidad, liquidara una situación de inquietud
virtualmente fenecida850.
La disputa política tomó ribetes de inquina
personal cuando Alberto Ulloa, director de La Prensa,
atribuyó a Billinghurst el uso de una “hoja periódica”
para ofender y vejar a sus rivales políticos. Ulloa se
refería al diario La Nación, cuyas “odiosas y temerarias
injurias” lo habían alcanzado. Este político liberal
recordó su “empeñosa y resuelta” adhesión al
billinghurismo, y por eso mismo, no entendía cuál era la
causa de que dicho movimiento lo colmara de
procacidades. Buscó entonces, sin éxito, los errores,
debilidades o intemperancias de juicio o conducta
capaces de haber destruido esa vinculación fundada en
lazos respetables y sinceros. A pesar de estos
sinsabores, Ulloa reiteró su interés en el feliz desenlace
de la administración billinghurista, cuya defensa asumió
sin importarle las numerosas invectivas recibidas por
parte de los enemigos de Billinghurst. Sin embargo,
nunca se creyó facultado para reclamar favores del
850“Lo que dicen los hechos”, en La Prensa, 30 de enero de 1914.
383
Gobierno, tampoco quiso condicionar sus
determinaciones y rechazó varios ofrecimientos de
carteras ministeriales y “concurso pecuniario” durante su
campaña por una diputación. Como prueba de su
ninguna influencia en el Ejecutivo recordó haber
intercedido a favor de tres empleados públicos en riesgo
de despido, pero no consiguió resultado favorable. En
nada más importunó al presidente, por tanto, no entendía
porque se le endilgaban rencores y móviles malignos en
su campaña contra el Gobierno. Aunque resintió el
alejamiento de Billinghurst y las injurias y amenazas
lanzadas contra La Prensa, reiteró que ningún acto de
violencia cambiaría su opinión negativa sobre la “política
de inconstitucionalidad” iniciada por el Gobierno.
Incluso dijo estar preparado para sobrellevar la “ola del
infortunio o la brutalidad”. En ese sentido, aconsejó al
presidente formarse un mejor concepto del interés
público antes de someter la Nación a la dictadura, pues
los pueblos modernos no podían gobernarse bajo ese
régimen. Advirtió también a los potenciales aliados del
billinghurismo, la responsabilidad histórica que tendrían
como mutiladores de la institucionalidad republicana.
Ulloa concluyó este editorial denunciando a Billinghurst
por montar el “más odioso espionaje” sobre su familia, y
lo retó a echar sobre él sus falanges de “bravos
ciudadanos” para patentizar la escasa consideración que
le inspiraba lo digno851.
Convencidos de que se avecinaba el golpe contra
el Congreso, los limeños notables entraron en pánico a
851“Dos palabras”, en La Prensa, 30 de enero de 1914.
384
causa de la proliferación de volantes plagados de
“amenazas y fatídicos presagios”. La alarma se desató
con los primeros griteríos y manifestaciones organizadas
en los barrios populares, y el recorrido de la ciudad por
algunos carros llenos de agitadores. Entre tanto,
continuaban llegando a Palacio de Gobierno numerosos
telegramas de provincias dando cuenta de las
manifestaciones de simpatía a favor del Gobierno y los
actos hostiles en contra del Congreso. En la Secretaría de
la presidencia, El Comercio obtuvo copia de actas a favor
del Gobierno suscritas por diversos gremios e
instituciones políticas de Huánuco, Sicuani, Azángaro,
Yanaoca, Trujillo, Huancavelica, Anta, Paucartambo,
Cuzco, Juli, Cerro de Pasco, Caraz, Chiclayo, Eten, Tinta
y Santo Tomás. Todos estos documentos expresaban
“adhesión unánime” a la “patriótica política” del
Gobierno y prometían respaldarlo en la disolución del
Congreso y la convocatoria de elecciones generales852.
En vísperas del golpe, todavía algunos
intelectuales trataron de persuadir al Gobierno. Felipe
Barreda y Laos, en extenso artículo, condenó la campaña
abierta en perjuicio del Congreso basada en propaganda
disolvente y antipatriótica, sembradora de odios entre
grupos sociales, a sabiendas que el mayor “vicio
histórico” de la sociedad peruana radicaba justamente en
su falta de cohesión solidaria. Para Barreda y Laos, la
ofuscación del presidente contra la oposición
parlamentaria contradecía el espíritu democrático
profesado por este desde 1898, cuando en carta de
852“La situación política”, en El Comercio, 31 de enero de 1914.
385
aquella fecha dirigida al presidente de la asamblea
demócrata amparó el papel fiscalizador de la oposición
dentro de los gobiernos representativos. La situación
excepcional imperante ponía a Billinghurst en la
obligación de aplicar dicha doctrina y hacerla “realidad
fecunda” en vez de abandonarla y lanzarse por tenebrosa
senda. Por el contrario, la búsqueda de un congreso dócil
le asignaría una marca indeleble de esclavitud y oprobio,
condición repudiada por todos los partidos. Ciertamente,
quitar legitimidad a las cámaras afectaría el estatus del
propio presidente convirtiéndolo en dictador y
usurpador de las funciones públicas. En consecuencia,
los oficiales implicados, por vía de hecho o mediante
actas, en el desconocimiento del orden constitucional
serían borrados del escalafón general del Ejército o la
Armada, cumpliendo lo dispuesto en la ley del 29 de
octubre de 1878853.
Ante la inminencia del golpe contra el Congreso,
el presidente de la Cámara de Diputados, Hildebrando
Fuentes, en oficio remitido al presidente de la Corte
Suprema de Justicia, le informó que la Comisión de
Policía había tomado conocimiento de actas y
telegramas, publicadas por la prensa limeña, pidiendo al
Ejecutivo la disolución del Congreso. Ese hecho
constituía acto delictivo sancionado por la Constitución
Política, el Código Penal y la ley especial del 29 de
octubre de 1878. De acuerdo con el artículo 1º de dicha
ley, los poderes públicos debían actuar solidariamente
para la defensa común de sus fueros frente a los “ataques
853 “Un artículo interesante”, en La Crónica, 31 de enero de 1914.
386
plebiscitarios”. En este caso, si bien el Congreso
confiaba en que el presidente no prestaría atención a
“malévolas insinuaciones”, convenía impedir el reparto
de esa “insólita propaganda”, cuyo objetivo era
trastornar la marcha institucional de la República. Por
eso, Fuentes reclamó a la Corte Suprema disponer las
medidas pertinentes a fin de que los fiscales intervinieran
en la persecución de los autores de esas actas
plebiscitarias. Igualmente, dirigió otro oficio al Ministro
de Gobierno, Gonzalo Tirado, solicitándole abonar los
sueldos adeudados por el mes de diciembre a los
empleados del Congreso. Esta omisión podía subsanarse
a la brevedad, pues no era causada por “la estrechez del
erario”, sino resultado de errores en la tramitación de las
planillas de la Cámara de Diputados. Además, el
Gobierno tenía pendiente entregar los fondos necesarios
para cubrir pagos de sueldos correspondientes a los
meses de diciembre 1913 y enero 1914854.
Continuando su campaña opositora a los planes
del régimen, La Crónica celebró la forma unánime en que
las fuerzas políticas evitaron avalar a Billinghurst en su
aventura erigida con “artificios y simulaciones” urdidas
por el capricho. De todas formas, en las calles persistían
los comentarios sobre la amenaza de golpe de Estado
“que ni acaba de realizarse ni acaba de conjurarse”,
pues la gente exageraba la solidez de un “movimiento
plebiscitario” impulsado solo por los vencidos de las
últimas elecciones y “conocidísimos elementos
disociadores”. Por eso mismo –según la prensa
854“La situación política”, en La Prensa, 31 de enero de 1914.
387
pierolista– todas las clases sociales y círculos políticos
repudiaban abiertamente la demolición del régimen
constitucional para establecer una “dictadura
demagógica”, hecha a la medida de los rencores y
despechos de unos cuantos exaltados. La Crónica destacó
su independencia de la candidatura y posterior gobierno
billinghurista, forjado a partir de “combinaciones
absurdas y contubernios torpes” entre elementos
antagónicos. Reprochó a Billinghurst haber enlodado la
victoria popular con los gérmenes de la política
extraviada, y compartir con el leguiísmo su mandato
surgido de comicios ajenos al régimen electoral
consagrado en la Constitución. Según este diario, el
poder del presidente estaba fundado en la “inmoralidad
política” cargada de odio y anarquía. Además, el
régimen amparaba su legitimidad en el “gastado
reclamo de las reivindicaciones populares” cuando, por
extraña ironía, nació como resultado de la violación del
derecho de sufragio popular. En tono severo, exigió a
Billinghurst ahorrarle al país el “cuadro sangriento y
doloroso” de contemplar el cataclismo de las
instituciones democráticas, en caso contrario, caería
sobre él “la responsabilidad de la sangre que se
vierta”855.
En el mismo sentido, El Comercio reiteró su
discrepancia, manifestada dos semanas antes, con la
disolución del Congreso. Durante ese tiempo, aunque los
rumores se acentuaron, este diario aguardó
pacientemente que las reconvenciones de los partidos
855“Editorial”, en La Crónica, 1º de febrero de 1914.
388
políticos y de “cuántos se interesan por la cosa pública”
fuesen escuchadas por el presidente. Al principio, estas
fuerzas subestimaron los comentarios y especulaciones
referidas al cierre del Congreso, pero cuando se oyeron
“incitaciones claras” para llevarlo a cabo decidieron
realizar actos políticos en contra de los planes
dictatoriales. Estas voces prudentes, muchas de ellas
cercanas al Gobierno, subieron de tono conforme iba
creciendo el número de despachos telegráficos
reclamando elecciones generales. Para este diario, la
defensa de los fueros del Congreso no constituía acto de
hostilidad contra Billinghurst, porque solo deseaba darle
elementos que le permitieran comprender el error de
atropellar la Constitución. Hasta entonces, el presidente
no percibía el rechazo suscitado por su proyecto, pero
conocidas las opiniones contrarias de los líderes
partidarios no había excusa para persistir en una
iniciativa innecesaria “para la ventura pública”856.
En ese contexto, Rafael Villanueva, presidente de
la Junta Central del civilismo leguiísta, publicó en los
diarios un manifiesto a la Nación expresando el parecer
de su partido, respetuoso de la independencia de
poderes del Estado y la inviolabilidad del Congreso,
“que es el alma del sistema institucional del país”.
Asimismo, reiteró el compromiso del leguiísmo con el
mantenimiento de las instituciones patrias “en toda la
majestad que la carta fundamental les consagra”. Por
consiguiente, prometió cumplir su deber colaborando
“desinteresada e hidalgamente” con la marcha
856 “Editorial”, en El Comercio, 1º de febrero de 1914.
389
progresiva de la República dentro del orden
constitucional. Esa lucha se daría en varios escenarios:
periodismo, parlamento, cátedra del magisterio, centros
de administración pública y todos los demás en que se
manifestaran las tendencias disolventes de los
organismos estatales. Solo de esa manera –afirmó
Villanueva– podría conjurarse la influencia nefasta de las
“insinuaciones” antiparlamentarias atribuidas
erróneamente a la voluntad popular. Este nuevo
pronunciamiento opositor se agregó a los anteriores
publicados por liberales y bloquistas con el mismo
propósito, En el caso de los constitucionalistas no hubo
manifiesto, porque el general Juan Eléspuru se excusó de
reunir a su junta directiva, encargando dicho asunto al
diputado Hildebrando Fuentes857.
De otro lado, las “adhesiones incondicionales” de
algunas sociedades de trabajadores con los planes
dictatoriales de Billinghurst disgustaron al dirigente
obrero, Juan Goachet, quien mediante carta remitida a La
Prensa se propuso “poner atajo a tanta falsedad”. A su
juicio, los líderes de todas las organizaciones gremiales,
de acuerdo con sus reglamentos, estaban impedidos de
ofrecer “concurso de adhesión”. Por ese motivo, algunos
“provocadores” tomaban el nombre de los centros
obreros para simular representar una “fuerza colectiva”
que no poseían. Sin duda, la mayoría de trabajadores no
integraba dichas sociedades, y por tanto, les importaba
“un comino los intereses de los partidos políticos”. Para
Goachet, estos obreros tenían derecho de protestar
857 “Política”, en El Comercio, 1º de febrero de 1914.
390
contra quienes ocasionaban “mayores males a la
República” y espantaban a los capitales. En
consecuencia, solicitó a los periódicos no prestar
atención a documentos suscritos por “extraviados
explotadores del nombre de la colectividad obrera
peruana”, que la presentaban ante el Mundo como
demoledora de las instituciones nacionales. Según La
Prensa, el documento de Goachet reflejaba “exactamente
el sentir de la gran masa ciudadana obrera del Perú”858.
Ese mismo día, los dirigentes de la Confederación
General de Trabajadores y la Asamblea de las
Sociedades Unidas recordaron a sus miembros la
prohibición vigente de tratar asuntos de política o
religión. Respetuosos de esa disposición reglamentaria
se excusaron de opinar sobre la crisis política
imperante859.
El 3 de febrero, La Crónica proclamó la derrota de
los planes billinghuristas, gracias a la protesta general
“cerrada, definitiva y rotunda” contra estos. Sin
embargo, aún recelaba de la acción perturbadora de los
“agentes especiales”, productores de propaganda
dañina, y de “uno que otro sincero equivocado”. En
sentido inverso, resaltó la unión de los periódicos El
Comercio, La Prensa, La Integridad y La Unión, en su lucha
mediática contra la dictadura, y les invocó formar un
frente común para combatir a los “grupos
irresponsables” parapetados detrás de los oscuros
858 Goachet, Juan. “Los obreros”, en La Prensa, 2 de febrero de 1914. 859 “Reunión en la Confederación de…”, en La Prensa, 2 de febrero de 1914.
391
manejos del billinghurismo. Elogió el divorcio entre
Billinghurst y los partidos que lo habían llevado al poder,
como consecuencia del repudio general y la defensa de
la “integridad moral de la República”. La Crónica citó
además un editorial del diario cuzqueño El País, suscrito
por Juan Tresierra, donde se hacía referencia al envío de
varios telegramas del presidente al prefecto cuzqueño,
Orestes Ferro, dándole órdenes para llevar adelante el
“movimiento plebiscitario”. Este hecho, sumado a las
declaraciones dadas anteriormente por Billinghurst al
diario The West Coast Leader, fueron consideradas
pruebas fehacientes de la participación del presidente
en los planes dictatoriales860.
El diario pierolista anunció también la proximidad
de “acontecimientos sensacionales”, en momentos que
los fiscales habían “tomado las providencias que les
marca la ley” ante los rumores de golpe. En esas
circunstancias, se hizo pública la Declaración del Comité
Central del Partido Demócrata, firmada por Benjamín
Boza, reprobando la voceada disolución del Congreso.
Los pierolistas expresaron su desazón porque el
Gobierno no desmentía el propósito golpista que se le
achacaba. Boza aceptó haber promovido en épocas
pasadas el “desconocimiento armado de un régimen
político”, pero precisó que esa facultad propia de la
Nación no podía ejercitarse dentro de un régimen
constituido por esta conforme a las leyes. En ese sentido,
una “revolución justa” restablecía el orden público
“operado legítima y directamente por la Nación”. En
860“La situación política”, en La Crónica, 3 de febrero de 1914.
392
cambio, una revolución promovida por uno de los
poderes constituidos contra el régimen de que formaba
parte, y contra la Constitución que normaba sus
atribuciones, se convertía en un “desconocimiento
ilegítimo”. De acuerdo con ese principio, Billinghurst
carecía de facultades para juzgar al Congreso y poner
término a sus funciones, pues una acción de ese tipo
equivalía a sustituir “el imperio de la soberanía nacional
por el imperio de una voluntad”, es decir, suprimir el
régimen político para imponer la arbitrariedad y
anarquía. Convenía a Billinghurst sostener el régimen de
partidos, porque con estos había tormentas, pero no
catástrofes. Según Boza, el pierolismo no cargaba con el
pasivo de la crisis política, por tanto, poseía
“excepcional autoridad” para exigir “a los hombres de
buena voluntad” la defensa del régimen constitucional861.
En opinión de La Prensa, el manifiesto demócrata trajo
desconcierto entre los billinghuristas, quienes estaban
convencidos de que siendo los pierolistas afines a la
“barricada” participarían activamente del “momentáneo
predominio” de Billinghurst. No obstante, el Partido
Demócrata condenó el golpe en ciernes, aun cuando
varios de sus miembros fueron llamados a palacio y
forzados a declararse “amigos del Gobierno”862.
Durante el 3 de febrero se produjo la detención
de varios políticos, entre los cuales sobresalían Carlos
Leguía, Plácido Jiménez y Emilio Osterling. Fueron
allanadas después las casas de José Balta y el
861 “La situación política”, en La Crónica, 3 de febrero de 1914. 862 “Ecos. Lo que pasa”, en La Prensa, 3 de febrero de 1914.
393
comandante Manuel Rivero, y apresado el secretario del
Partido Constitucional, Eduardo Llosa y Rivero, quien
antes sufrió una violenta agresión por parte de “gente
del pueblo”. Igualmente, el comisario de Ate, Julio
Castro, al frente de una partida de 50 hombres, allanó el
fundo Pariache en búsqueda de Miguel Echenique y
Augusto Durand, mientras en el Callao la policía buscó
infructuosamente a los diputados Rafael Grau e
Hildebrando Fuentes. Para reforzar la persecución
policiaca, el Gobierno nombró nuevos intendentes en
Lima y Callao, y varios comisarios en la capital.
Conocidas estas prisiones y cambios de autoridades,
renunciaron los ministros de Hacienda, Armando Vélez, y
Relaciones Exteriores, Emilio Althaus. De otro lado, se
nombró nuevo Jefe de Estado Mayor del Ejército al
coronel Luis Regal. Por la tarde de ese día fue clausurado
el diario La Prensa, y horas más tarde varios capituleros
recorrieron el jirón de la Unión lanzando tiros al aire con
el propósito de amedrentar a la población863. Cuando el
reportero de La Prensa preguntó al Ministro de Gobierno,
Gonzalo Tirado, la causa de las detenciones, este adujo
no saber nada y supuso que eran “órdenes impartidas
por la Prefectura”864.
La madrugada del 4 de febrero sobrevino la
proclamada “reacción constitucional”, eufemismo con
que la prensa opositora bautizó al golpe del coronel
Óscar Benavides. En las calles de la capital, todo
comenzó con un nutrido tiroteo y la congregación de
863 “La situación política”, en La Crónica, 4 de febrero de 1914. 864 “La situación política”, en La Prensa, 3 de febrero de 1914.
394
grupos alrededor de los locales de Variedades y La
Crónica. Entre tanto, Billinghurst se hallaba reunido en
palacio con su hijo Jorge y varias personas. Allí fue
tomado prisionero por soldados del Regimiento Escolta
de S.E. y del Batallón de Infantería Nº 9, vencedores de la
resistencia opuesta por el Batallón Gendarmes Nº 2,
parapetado en palacio. Esos soldados ingresaron hasta el
despacho presidencial a los gritos de ¡Viva el Congreso!,
¡Viva el Ejército! y ¡Viva Benavides! Entre los oficiales
restauradores heridos estuvo el capitán Luis Sánchez
Cerro, quien dieciséis años después conduciría su propio
golpe contra el presidente Leguía. Billinghurst fue
conducido a la Subprefectura para notificarle la
“situación creada”. Luego regresó a palacio, donde lo
esperaban el coronel Benavides y los hermanos Jorge y
Manuel Prado y Ugarteche. El primero de ellos se
encargó de redactar el texto de la dimisión de la
presidencia que se hizo firmar a Billinghurst. A las 7.35
de la mañana, los golpistas subieron al ex-mandatario a
un tren con destino a Chorrillos en calidad de prisionero.
Durante el recorrido de ese trayecto, la gente lo despidió
con rechiflas y vivas al Congreso, siendo acompañado
por Mariano y Jorge Prado y Ugarteche. Benavides
asumió el mando desde ese momento y comenzó a
disponer el nombramiento de nuevas autoridades
policiales. La única resistencia billinghurista corrió por
cuenta de grupos pequeños liderados por Justo
Casaretto. Derrocado el presidente, Augusto Durand
dejó su escondite y acudió presuroso a entrevistarse con
el coronel Benavides. Poco después, llegaron a palacio,
Rafael Grau, Wenceslao Valera, el general César Canevaro
395
LOS PROTAGONISTAS CIVILES Y MILITARES DEL GOLPE CONTRA
BILLINGHURST
Manuel Prado y Ugarteche Jorge Prado y Ugarteche
Comandante José Urdanivia Teniente Luis M. Sánchez Cerro
396
y otros políticos. Se conoció entonces la muerte del
general Varela en su afán de dominar la rebelión del
cuartel de Santa Catalina. El plan golpista culminó con el
apresamiento del prefecto de Lima, coronel Julio Aguirre,
el senador Mariano Cornejo y varios oficiales
sospechosos de secundar el proyecto dictatorial865.
Días después, el comandante, Carlos Bazo,
edecán del ex-presidente refirió que en el curso del
ataque a palacio, Billinghurst tuvo la intención de
abandonarlo y asilarse en la legación china, situada en
las esquinas de San Francisco y Desamparados, pero no
pudo hacerlo porque en dicho lugar se encontraba el
escuadrón Escolta disparando hacia palacio866. En
Chorrillos, Billinghurst fue puesto bajo custodia en una
balandra anclada en dicho balneario. El abatido ex-
presidente anunció a sus acompañantes la próxima
publicación de un manifiesto, explicando las “patrióticas
intenciones” de su proyecto político. El punto central de
este consistía en la organización de un plebiscito, “a fin
de que la Nación se pronunciara sobre la subsistencia o
no del parlamento” y solo en ese último caso convocaría
elecciones generales. Asimismo, reconoció haber sido
sorprendido por la intervención del Ejército, pues pensó
que la oficialidad no asumiría “ninguna actitud mientras
ese documento [decreto] no fuese conocido”867. Poco
después, se ordenó el traslado de Billinghurst a la capital
865“La reacción constitucional”, en La Crónica, 4 de febrero de 1914. 866“La situación política”, en El Comercio, 6 de febrero de 1914. 867 “Los acontecimientos políticos de hoy”, en El Comercio, 4 de febrero de 1914.
397
para recluirlo en el Panóptico, donde se autorizó la visita
“con entera libertad” de sus hijos y el médico Juan
Mostajo868.
La prensa limeña anunció el triunfo del golpe con
beneplácito. Según El Comercio, la noticia de la rebelión
del coronel Benavides no produjo sobresalto a nadie,
porque el presidente había trasgredido la Constitución
en su afán de disolver el Congreso y “elegir otro fuera de
toda ley”. Esa conducta generó una “ola de sentimiento
público” incompatible con planes “que nada podía
justificar”. La imprudencia de Billinghurst llegó al
extremo de desoír la voz del Ejército, refractaria a la
dictadura, y solo atendió los consejos de gente
interesada en provocar un trastorno institucional para
obtener beneficio propio. Carentes de verdadero
respaldo, los billinghuristas montaron fábricas de actas
plebiscitarias en provincias y luego persiguieron a los
líderes opositores y cerraron La Prensa. Esos actos –precisó
El Comercio– fueron rechazados por la conciencia pública y
suscitaron profunda inquietud en la capital. De esa
manera, Congreso y Ejecutivo entraron a la fase final del
conflicto, y este fue definido a favor del primero gracias a
la presencia del coronel Benavides, quien valiéndose de
su prestigio en el Ejército actuó como el “brazo ejecutor”
reclamado por las circunstancias. Lamentablemente, los
extravíos del Gobierno tuvieron un “epílogo de sangre”
con el saldo trágico de la muerte del general Varela,
“uno de los generales más distinguidos de nuestro
868 “El movimiento político-militar…”, en La Prensa, 12 de febrero de 1914.
398
Ejército”. El diario bloquista auguró un futuro próspero
para el gobierno provisional, nacido como resultado del
“movimiento reivindicatorio de la constitucionalidad”869.
La Prensa, en una edición extraordinaria,
agradeció al Ejército por haber sometido a la “dictadura
más desenfrenada, más audaz e inconcebible por
demagógica e impopular”. Imbuido de “emoción
patriótica”, este diario realzó la solidaridad del pueblo
limeño con las tropas golpistas del coronel Benavides, y
señaló como triunfadores de la jornada al Congreso,
Ejército y la Constitución. A criterio de este diario, el
cierre de su imprenta fue el acto simbólico por el cual la
opinión pública entendió la resolución de la dictadura de
entregarse al desenfreno, rompiendo “todos los diques
de la serenidad”. Después de ese acto abusivo,
sobrevino una noche de “silencioso y fúnebre
recogimiento” interrumpida, más tarde, por las
prisiones, registros de domicilios y tiroteos a cargo de
“hombres recogidos en el arroyo”. Esa historia cambió
cuando, a las 5 de la madrugada del 4 de febrero,
intervinieron los “defensores de la Constitución” y
derrocaron a Billinghurst. La Prensa puso énfasis en la
espontánea reacción popular a favor del Congreso y
contraria al “dictador”, al cual incluso se quiso injuriar y
vejar, excesos frustrados por sus captores respetuosos
del principio “que a toda causa noble le merece el
vencido”870.
869 “Los acontecimientos políticos”, en El Comercio, 4 de febrero de 1914. 870 “Gloriosa mañana de hoy”, en La Prensa, 4 de febrero de 1914.
399
El Callao justificó el golpe presentándolo como la
consecuencia lógica de la “atentatoria actitud” de
Billinghurst contra los poderes del Estado y la
constitucionalidad del país. Elogió al coronel Benavides
por encarnar “la reacción saludable de la institución
armada” en defensa de las leyes y soberanía nacional. A
su vez, La Unión lamentó la seducción violentista ejercida
sobre Billinghurst por varios políticos y “gente del bajo
pueblo”. Ensalzó el papel cumplido por el “vencedor de
Caquetá, quien derrocó la dictadura sin hacer escarnio
de los billinghuristas871. Finalmente, Variedades saludó
efusivamente al coronel Benavides en su condición de
líder de “la obra tan hermosa como urgente de salvación
nacional”, librando al país de una dictadura sostenida
“por la hampa más innoble”. En tono despectivo, acusó
al “tiranuelo” Billinghurst de promover un “régimen
terrorista” similar al de José Gaspar Rodríguez de
Francia o Juan Manuel de Rosas. Apresados y dispersos
los parlamentarios, amenazada la prensa y excitados los
“bajos apetitos de la ralea”, el Gobierno estaba
dispuesto a hundir al Perú en una “revolución larga y
sangrienta”. Todo eso fue conjurado por una generación
de jóvenes militares restauradores del orden
constitucional. La derrota de Billinghurst significó
además –según Variedades– el fin de la mezcla entre
“apachismo” (lumpen) y proletariado872.
Horas después de producido el golpe, se repartió
en las calles limeñas una proclama titulada “El Congreso
871 La opinión pública… 1916: 6-7. 872 “De jueves a jueves”, en Variedades, 7 de febrero de 1914.
400
de la República a la Nación”, suscrita por parlamentarios
de todos los partidos políticos. Dicho texto había sido
redactado en enero, con la intención de hacerlo público
apenas Billinghurst decretara la disolución del Congreso
y convocara elecciones congresales. La proclama
calificaba esta acción como “gravísimo delito contra la
soberanía nacional” ejecutado para instalar un “régimen
de despotismo personal”. Ante dicho escenario, los
congresistas acusarían al presidente de cometer delito
que no solo producía la vacancia de su cargo, sino el
castigo de penitenciaría en tercer grado, según lo
dispuesto en los artículos 65 y 88 inciso 3º de la
Constitución, el artículo 1º de la ley del 8 de noviembre
de 1899, concordante con el artículo 127 del Código
Penal, y el artículo 1º de la ley del 29 de octubre de 1879.
Ciertamente, el atentado contra el Congreso invalidaba
la legitimidad de la presidencia convirtiéndola en una
dictadura. Billinghurst fue culpado también de cometer
los siguientes delitos en materia hacendaria: a) gastar 14
millones de soles, sin autorización legislativa, de
ingresos extraordinarios provenientes de préstamos al
Estado, y b) malversar los fondos destinados a la compra
de armamentos en el pago de sueldos y cuentas fiscales.
Por todas esas irregularidades, pusieron a Billinghurst
fuera de la ley y ordenaron al Ejército y la Armada no
prestarle obediencia. Esta proclama previó establecer
una Junta de representantes, presidida por Augusto
Durand, mientras el Congreso resolviese lo conveniente
en cuanto al ejercicio del Poder Ejecutivo873.
873“Manifiesto del Congreso”, en El Comercio, 4 de febrero de 1914.
401
Con todo, el desenlace de los hechos impidió a
Durand consumar esta maniobra para hacerse de la
presidencia, pues el coronel Benavides, quien proclamó
no tener interés personal en dicho cargo, asumió la
jefatura del Poder Ejecutivo. La tarde del 4 de febrero, el
“presidente” Benavides citó en palacio a Ricardo Bentín,
presidente de la Cámara de Diputados, Leoncio Samanez,
vicepresidente del Senado, y los diputados José Matías
Manzanilla, Rafael Grau, Antonio Miró Quesada y Alberto
Ulloa. Dos horas después, varios diputados sesionaron en
la oficialía mayor de su cámara y acordaron presentar al
Congreso, próximo a celebrarse, una lista con los
nombres de quienes integrarían la Junta de Gobierno.
Iniciada la sesión solemne del Congreso se leyó una
comunicación remitida por el coronel Benavides. En
dicho documento, el golpista reclamó haber liderado una
acción “noble y patriótica” en resguardo del régimen
constitucional. Entregó luego el mando recibido del
dimitente Billinghurst con el objeto de que el Congreso,
en uso de sus atribuciones, dispusiera lo más
conveniente. Samanez presentó luego otro documento,
suscrito por él y Ricardo Bentín, proponiendo la
formación de una Junta de Gobierno hasta la reunión
completa del Congreso. Seguidamente fue leída la lista
de los integrantes de la Junta, que estaba presidida por el
coronel Benavides, seguido de José Matías Manzanilla,
Arturo Osores, Rafael Grau y Benjamín Boza. Todos estos
fueron elegidos por aclamación en medio de la algarabía
de los asistentes a las galerías del Congreso. A las siete
de la noche del 4 de febrero, finalizó la jornada golpista
con la juramentación de la Junta de Gobierno y el reparto
402
de las carteras ministeriales en el siguiente orden:
Relaciones Exteriores (J. Manzanilla), Gobierno (A.
Osores), Justicia (Rafael Grau), Hacienda (J. Balta) y
Fomento (B. Boza)874.
Para justificar el golpe, la prensa publicó dos
supuestos textos de decretos preparados por Billinghurst
ordenando la disolución del Congreso. Aparentemente,
tomando en cuenta el contexto de sus considerandos,
estos documentos fueron redactados en julio de 1913. En
dicha época, personas de su entorno lo convencieron de
abandonar esa idea, pero cuatro meses después volvió a
enarbolarla con mayor obsesión. Billinghurst decidió
impulsar esa radical medida para frenar los actos
inconstitucionales del Congreso, como la prórroga de
mandatos fenecidos y la conversión de representaciones
suplentes en titulares. En ese sentido, los decretos
criticaron la forma en que los partidos sustrajeron a la
sanción de la Corte Suprema las actas electorales de
siete departamentos. Con ese acto grotesco dejaron
varios pueblos sin representación, y privaron al país de
una efectiva renovación del tercio legislativo. El Senado
se atrevió incluso a desconocer los fallos de la citada
Corte incorporando representantes con credenciales
nulas. Esa burla de la voluntad popular exacerbó la
indignación de las masas, puesta de manifiesto en las
violentas protestas ocurridas durante la instalación de la
legislatura ordinaria de 1913. Por esas razones, uno de
874“A última hora”, en El Comercio, 4 de febrero de 1914.
403
los decretos ordenaba convocar elecciones generales
para el 15 de setiembre de 1913875.
Desde el día del golpe, Billinghurst fue recluido
en una pequeña celda del Panóptico. Quebrantada su
salud por el recrudecimiento de la arteriosclerosis,
solicitó conferenciar con el ministro Manzanilla, a quien
le pidió interceder ante el Gobierno para que fuese
autorizada su salida del país876. Dos semanas después, La
Prensa lamentó las penosas condiciones en que se
hallaba el ex-presidente, albergado en la antigua
enfermería del Panóptico, expuesto al contagio de la
tuberculosis con evidente ultraje a su persona. Este
diario reclamó poner fin al régimen de rigor impuesto a
Billinghurst, y concederle su libertad para que se fuera
del país sin demora877. Sin embargo, el director del
Panóptico, Ramón Irigoyen, describió la celda del ex-
mandatario como “departamento higiénico y cómodo”
con amplia ventilación y ventana al jardín. Además refirió
que era atendido por tres médicos y recibía visitas
continuas de sus familiares y amigos. Agregó que
personalmente le entregó libros y diarios para descanso
o distracción de su espíritu, habiendo recibido el
agradecimiento del propio Billinghurst “por las
esmeradas atenciones” brindadas878.
El 17 de febrero, la Junta de Gobierno acordó
conceder la libertad al ex-presidente, y para hacerla
875“El cuerpo del delito”, en La Prensa, 6 de febrero de 1914. 876 “Ecos de la situación”, en La Crónica, 8 de febrero de 1914. 877 “El expresidente Billinghurst”, en La Prensa, 16 de febrero de 1914. 878 “La situación”, en La Crónica, 18 de febrero de 1914.
404
efectiva dispuso que el prefecto limeño, César Gonzáles,
y el intendente de policía, Agustín Puente Olavegoya,
acompañados del ministro Osores y otros funcionarios, lo
trasladaran del Panóptico hacia el Callao. Allí,
Billinghurst subió al crucero “Lima” sin que pudiera
conocerse adónde sería conducido879. En carta dirigida a
la Junta de Gobierno, el ex-presidente se comprometió a
regresar inmediatamente al país en caso “el Congreso
creyese necesario iniciarle un juicio político por el
ejercicio de la presidencia”880. Al día siguiente, zarpó a
bordo del Lima con dirección a Paita, donde debía hacer
trasbordo al vapor “Pachitea”, que lo conduciría
finalmente a Panamá881. El 23 de febrero arribó
Billinghurst a dicho país, en compañía de su hijo Jorge y
el médico Juan Mostajo. La Estrella de Panamá informó
entonces sobre un cambio de planes en la agenda del ex-
presidente, pues este no prosiguió viaje a Europa, como
estaba previsto, sino que se dirigió a la isla de Barbados
para abordar un vapor hacia Chile con escala previa en
Buenos Aires882. Desterrado su líder, los “agitadores”
billinghuristas se reciclaron y en medio de la contienda
desatada entre bloquistas y leguiístas-liberales, por las
pretensiones del vicepresidente Roberto Leguía de
asumir el gobierno, se pusieron a órdenes de los
879 “Libertad del señor Billinghurst”, en La Prensa, 18 de febrero de 1914. 880 “La situación”, en La Crónica, 19 de febrero de 1914. 881 “El viaje del señor Billinghurst”, en El Comercio, 18 de febrero de 1914. 882 “Llegada del expresidente…”, en El Comercio, 25 de febrero de 1914.
405
primeros organizando manifestaciones a favor de José
Pardo y las elecciones generales883.
Al año siguiente, Billinghurst publicó en Chile un
manifiesto justificando las medidas emprendidas durante
su breve gobierno. El documento, redactado en octubre
de 1914, culpó al presidente Benavides de llevar al país a
su “crisis política, financiera e internacional más aguda,
intensa y pavorosa”. Descartó luego haber pensado
disolver el parlamento, pues su plan de reforma
constitucional sería consultado mediante referendo lo
cual evitaba establecer una Constituyente. A criterio
suyo, este mecanismo era idóneo para resolver los
conflictos entre Ejecutivo y Legislativo. Además, con el
referendo los de abajo podían imponer sus derechos y
no esperar a que se los otorgaran los de arriba. Por ello,
juzgó de suma urgencia educar ciudadanos para el
ejercicio consciente del sufragio. De otro lado, condenó a
quienes le acusaron falazmente de aplazar el plebiscito
de Tacna y Arica con la intención de entregar esta última
a Chile, pues esos mismos políticos defendieron dicha
fórmula cuando la propuso años antes el canciller Melitón
Porras. En cuanto a la malversación de empréstitos,
denunciada por Durand, la calificó de “cobarde celada”
sin sustento. Billinghurst descalificó también los cargos
hechos a su gobierno por el presidente Benavides en su
mensaje del 28 de julio de 1914. El ex-mandatario negó
haber empeorado el déficit de la hacienda pública, y con
extrema severidad atribuyó a “agentes mercenarios de
escalas abajo” la manipulación de cifras para
883 “Actualidad política”, en La Prensa, 28 de febrero de 1914.
406
desacreditarlo. Las cuentas fiscales –precisó– fueron
publicadas hasta setiembre de 1913, y las del trimestre
final de dicho año estaban en prensa cuando sobrevino el
golpe. Todas estas se consolidaron en un cuadro del
estado hacendario correspondiente a 1913, el cual arrojó
una reducción de Lp 128,956.4 en la deuda pública
durante ese año884.
Ocupándose de los principales actores de su
derrocamiento, Billinghurst señaló a la Cámara de
Diputados como la principal responsable, pues sus
integrantes habían planeado incluso vacarlo de la
presidencia para reemplazarlo por el vicepresidente
Roberto Leguía. Estos retrasaron además la aprobación
del presupuesto con el objetivo de forzar la prórroga del
funcionamiento del Congreso, transformado en escenario
de su “maquiavélica intriga política”. No quiso entonces
convocar Congreso Extraordinario, a fin de que el receso
parlamentario devolviera la calma al país. En el caso del
decreto presupuestario, amparándose en el artículo 94
inciso 6º de la Constitución, rechazó haber incurrido en
falta constitucional, porque dicho artículo permitía al
presidente recaudar e invertir las rentas públicas
conforme a ley. Por lo demás, el citado decreto obligaba
a rendir cuenta al Congreso de los gastos hechos según
el nuevo presupuesto. Finalmente, repudió el
“cuartelazo” impulsado por una coalición híbrida que le
dio al Ejército injerencia en la política militante, y que
escarneció los derechos del pueblo introduciendo una
Junta de Gobierno. Sin pruebas para acusarlo
884 Billinghurst 1915: 8-23.
407
constitucionalmente del supuesto plan de disolución del
Congreso, los políticos utilizaron esa “patraña” para
derrocarlo mediante la violencia. A pesar de la amargura
volcada en el manifiesto, Billinghurst reafirmó su
esperanza de salvar los sagrados intereses de la Patria
reactivando su participación en la política885
Publicado por los diarios limeños en plena
coyuntura electoral, El Comercio desacreditó el
contenido del manifiesto, carente de “indispensable
serenidad” y escrito por un espíritu exageradamente
“apasionado e hiriente con sus adversarios del 4 de
febrero”886. Por ese motivo, el Ministro de Hacienda, Luis
Felipe Villarán, publicó un artículo en defensa de las
apreciaciones y guarismos financieros contenidos en el
citado mensaje presidencial de Benavides. Al respecto,
restó credibilidad a las cifras contenidas en el manifiesto
de Billinghurst por dos razones: a) no estaban basadas en
la consulta de libros contables oficiales correspondientes
al segundo semestre de 1913, y b) muchas de estas
contradecían montos registrados en documentos del
propio gobierno de Billinghurst posteriores a julio de
1913. El error más notable se encontraba en la sección de
Cuenta deudora a los bancos, pues según el manifiesto
esta ascendía a Lp 386,010.0.00 en setiembre de 1912,
habiéndose reducido a Lp 320,567.1.47 en julio de 1913,
es decir, se cancelaron Lp 55,422.8.53 en dicho periodo.
No obstante, según la sección Cancelaciones y Depósitos
los pagos a los bancos llegaron a Lp 125,284.6.88
885Idem: 63-100. 886 “El manifiesto del señor…”, en El Comercio, 19 de mayo de 1915.
408
¿Adónde fueron esas Lp 70,000 adicionales? De igual
forma, Villarán cuestionó el pasivo fiscal existente en
julio de 1913, fijado por el manifiesto en Lp
5.521.413.791, porque según sus cálculos este llegaba
realmente a Lp 6.133.712.064887.
¿Quiénes fueron los herederos de las ideas
populistas enarboladas por Billinghurst? En marzo de
1914, el billinghurismo había tratado de continuar
vigente agrupándose en torno al Partido Progresista.
Aunque en esa fecha se establecieron las bases
fundamentales de esta “asociación política”, no pudo
efectuarse la conveniente “propaganda de principios”,
porque carecieron de “libertad necesaria” para dicho
trabajo. En los meses siguientes, la represión del
billinghurismo alcanzó a la propia esposa del derrocado
caudillo. El 8 de julio de 1914, la señora Emilia Rodríguez
de Billinghurst fue conminada por el gobierno del
coronel Benavides a abandonar Lima. La notificación le
fue entregada por el intendente de policía, César Pardo,
y el comisario del cuartel segundo de Lima, Alfredo Miró
Quesada. La señora Billinghurst interpuso una demanda
contra estos por “el delito de tentativa de expatriación
arbitraria”, penado con seis años de prisión888. Sin
embargo, el 23 de julio, conocido al destierro de Augusto
Durand, el encarcelamiento de Abraham Valdelomar y la
persecución de antiguos billinghuristas en todo el país, la
señora Billinghurst y sus hijos María, Emilia, Anita y
887“La administración financiera…”, en La Prensa, 30 de mayo de 1915. 888“La querella de la señora Billinghurst”, en La Prensa, 10 de julio de 1914.
409
Enrique Billinghurst, decidieron viajar a Iquique en busca
del expresidente aduciendo:
“… falta de garantías para seguir residiendo en Lima, que la hace temer ser víctima de atropellos como los perpetrados en la persona de la señora [Emilia] Dyer de Durand; al extremado espionaje que verifica la policía cerca de su hogar y para con todas las personas que la visitaban”889.
Transcurridos catorce meses desde aquel acto
fundacional, y concluida la “agitación revolucionaria”, el
Comité de Propaganda del Partido Progresista, presidido
por Elías Malpartida, efímero alcalde billinghurista de
Lima, proclamó la necesidad de transformar la situación
política del país antes de que se produjera “el
aniquilamiento de nuestra nacionalidad”. Con ese
propósito hicieron su reaparición para las elecciones del
16 de mayo de 1915, presentando una declaración de
principios y manifestando su apoyo a la candidatura
presidencial del civilista José Pardo, a quien juzgaban un
“ciudadano de honrosos antecedentes”. El progresismo
propuso la elección de congresistas por voto obligatorio
y secreto, los cuales se encargarían de designar al
presidente por un período de siete años890. En materia
social, prometió declarar la igualdad civil y educacional
889“La señora Billinghurst se dirige a Iquique”, en La Prensa, 24 de julio de 1914. 890 En carta remitida al diario El Comercio, Mariano Cornejo felicitó al progresismo billinghurista por haber “colocado en su programa esta reforma de la elección de presidente por el Congreso”. “Las teorías del Dr. Cornejo”, en El Comercio, 6 de julio de 1915.
410
de la mujer891 e introducir el Homestead para amparar las
propiedades indígenas y librarlas de la codicia de los
gamonales. Asimismo, ofreció fomentar las asociaciones
mutualistas de socorro social para beneficio de
empleados públicos y obreros892.
La Prensa bautizó al progresismo como “el partido
de los antiguos amigos del señor Billinghurst”, e hizo
escarnio de su imperceptible vida política, pues apenas
fundado lo abandonaron sus pocos militantes para tomar
rumbos distintos. En tono sarcástico, este diario criticó
esa “especie de ambulancia que cargó con los muertos y
heridos del 4 de febrero [de 1914]”, cuyos oportunistas
miembros buscaron acercarse a otros partidos ocultando
su pasado billinghurista893. Con todo, los progresistas
participaron en las elecciones de mayo de 1915,
presentando la candidatura popular de Anibal Maúrtua a
una diputación suplente por Lima. Ellos destacaron los
“importantes servicios” prestados por este a las clases
trabajadoras, “cuyo espíritu trató siempre de instruir”.
Fue elogiada también su independencia y probidad,
virtudes necesarias en todo representante y defensor de
la clase obrera en el parlamento nacional. Entre los
891La educadora feminista, María Jesús Alvarado, respaldó esta iniciativa, pues era la primera vez que un partido político proclamaba la autonomía civil de la mujer, “planteando así en las clases dirigentes el problema de la liberación y enaltecimiento” de dicho sexo. Alvarado, María. “La mujer en el…”, en El Comercio, 20 de mayo de 1915. 892 “Partido Progresista. Comité…”, en La Prensa, 10 de mayo de 1915. 893“Ecos. El progresismo”, en La Prensa, 14 de mayo de 1915.
411
adherentes a esta candidatura se distinguieron los
billinghuristas Manuel Chaffo y Justo Casaretto894.
A mediados de junio de 1915, semanas antes de la
muerte de Billinghurst, el periódico oficialista La Patria
quiso comprometerlo en un intento de motín de la
guarnición chilena de Tacna, cuyo objetivo era provocar
en territorio peruano un levantamiento contra el
presidente Benavides. El citado diario reprodujo noticias
publicadas en El Tiempo de La Paz, sobre una frustrada
conspiración de soldados chilenos contra su comandante
general, Alberto del Solar, con la intención de saquear la
ciudad de Tacna e invadir el Perú por la zona de Sama895.
De acuerdo con rumores recogidos en Tacna, la noche
del 13 de junio el comerciante Celedonio González,
supuestamente financiado por Billinghurst, pretendió
contratar varios soldados de la citada plaza para
organizar la mencionada rebelión. El Intendente chileno
de Tacna, Eduardo Orrego Ovalle, confirmó la
participación del “socialista” González en el soborno de
militares con el objeto de deponer “a sus jefes y
autoridades”896. Entrevistado por El Mercurio de
Santiago, Billinghurst, desmintió “en forma categórica”
cualquier vinculación con los hechos de Tacna, porque
nunca recurriría “a tropas extranjeras para imponer su
política en el Perú”897. Asimismo, el reportero de La
Unión de Santiago interrogó a González acerca de los
894“Campo electoral”, en La Prensa, 15 de mayo de 1915. 895 “Graves acontecimientos en Tacna”, en El Comercio, 17 de junio de 1915. 896“El affaire Billinghurst…”, en La Prensa, 25 de junio de 1915. 897 “Los sucesos de Tacna”, en El Comercio, 22 de junio de 1915.
412
probables nexos de Billinghurst con la rebelión, y este
respondió que esas imputaciones eran “pura invención”
de los enemigos del ex-presidente898.
Después de estos hechos, el ex-presidente se
trasladó de Tacna hacia Iquique. Más tarde, en carta
remitida a Manuel Químper, justificó este viaje por la
necesidad de “poner término a todas las intrigas de los
soplones de Benavides en Tacna”. Billinghurst reconoció
tener amistad con el chileno González desde 1913,
cuando este visitó Lima como integrante de una
delegación obrera. Sin embargo, negó haberle ofrecido
dinero para rebelar a la guarnición de Tacna899. El 27 de
junio se conoció en Lima la gravedad de su salud,
aquejada por un ataque repentino de arteriosclerosis. De
inmediato, los obreros limeños remitieron un cablegrama
a Guillermo Billinghurst hijo, manifestando sus ruegos al
cielo por el restablecimiento del “padre común que la
infamia acecha”900. Al día siguiente, falleció causando
profundo pesar entre la clase obrera del país, sobre todo
porque había sido “víctima de un mezquino
ensañamiento del gobierno accidental”901. La
Confederación General de Trabajadores del Perú, a
pedido de la Sociedad de motoristas y conductores, se
declaró en duelo hasta el día del sepelio y ordenó poner
la bandera a media asta902. Los amigos de Billinghurst,
898 “Los sucesos de Tacna”, en El Comercio, 23 de junio de 1915. 899 “Los sucesos de Tacna”, en La Prensa, 29 de junio de 1915. 900 “Los obreros y el señor…”, en La Crónica, 28 de junio de 1915. 901“Muerte de don Guillermo…”, en La Prensa, 28 de junio de 1915. 902“Confederación General de…”, en El Comercio, 30 de junio de 1915.
413
encabezados por el general Juan Eléspuru,
recomendaron a los hijos del ex-presidente postergar el
traslado de los restos a Lima “hasta mejor oportunidad”,
a pesar que los artesanos habían solicitado al ministro
Manzanilla facilitar los trámites para dicha operación903.
Por su parte, varios miembros de sociedades obreras
abrieron la casa de Billinghurst y armaron un pequeño
altar con su retrato envuelto en crespón y orlado con
laureles. Al mismo tiempo, en la calle se repartían
“publicaciones violentas” culpando a los calumniadores
de la inesperada muerte de su líder. En previsión de
desórdenes la autoridad municipal ordenó el cierre de
cinemas y teatros904.
Conocida la muerte de Billinghurst, su amigo y
antiguo colaborador, Abraham Valdelomar, publicó una
emotiva semblanza del caudillo tarapaqueño. El joven
literato recordó a Billlinghurst como “uno de los hombres
más patriotas que ha tenido el Perú”, fallecido en el exilio
por causa de “una calumnia, aleve, infame y vulgar”.
Toda su vida había demostrado “una voluntad inflexible
al servicio de un gran ideal”. Gracias a esa energía
superó la orfandad y modestia de recursos hasta
convertirse en hombre acaudalado. Inició su carrera
política como defensor de los salitreros frente al
gobierno de Manuel Pardo, con motivo de la creación del
estanco en 1873. En los años siguientes, unió su destino al
de Nicolás de Piérola, y desde entonces lucharon juntos
903“La muerte del ex-presidente…”, en El Comercio, 30 de junio de 1915. 904“La muerte del ex-presidente…”, en El Comercio, 29 de junio de 1915.
414
en continuas batallas. Durante esa época, publicó libros y
folletos sobre diversos temas. Más tarde, se batió en el
Morro Solar, junto a Miguel Iglesias, defendiendo a la
Patria de la invasión chilena. Posteriormente, “con su
esfuerzo personal y económico” afianzó el éxito de la
revolución pierolista de 1895. Elegido primer
vicepresidente de la República viajó a Chile y negoció el
protocolo Billinghurst-La Torre, cuya ejecución pudo
evitar “hondos e irreparables males al país”. Después de
mantenerse alejado de la política, retornó y fue electo
alcalde de Lima. Su gestión municipal dejó huella
imborrable entre los capitalinos. Accedió luego a la
presidencia en “apoteosis justa y sin precedente”, pero
su honradez e ingenuidad le impidieron distinguir entre
el cortesano servil y malévolo, y el ciudadano entusiasta
y honesto. Ajeno a “las pequeñas urdimbres de la
política” no percibió los peligros en su entorno y fue
derrocado. Exiliado del país, pasó los últimos días de su
vida amargado por el “sutil veneno” de quienes pusieron
en duda su patriotismo. Valdelomar culminó este
homenaje con un agradecimiento póstumo a Billinghurst
por “el consejo sabio, la noble enseñanza y el paternal
cariño”905.
La prensa limeña también hizo un balance de la
imagen histórica y obra gubernativa de Billinghurst. En
opinión de La Crónica, el nombre del ex-mandatario
estaba unido a hechos honrosos tan importantes, que
hacían olvidar los “errores y extravíos” de su gestión
905 Valdelomar, Abraham. “Guillermo E…”, en La Prensa, 1º de julio de 1915.
415
presidencial. Según este diario, el principal demérito de
Billinghurst había sido originar su divorcio de los
partidos políticos poniendo al país en una situación de
“demagógico desenfreno”. Sin embargo, tuvo un
profundo arraigo afectivo entre las clases populares,
siendo superado en este aspecto solo por el Califa
Piérola. Su gestión municipal alivió la carestía que
agobiaba a los proletarios, guiado por su “claro concepto
de la administración de intereses colectivos”.
Encumbrado por la protesta ciudadana, las
“impaciencias propias de su apasionado carácter” lo
condujeron a pactar con el presidente Leguía para llegar
al poder mediante una elección ilegal. En ese sentido
–precisó La Crónica– su mandato provino del
Congreso, mas no de la Nación. Pudo corregir este
despropósito decretando la renovación total del
vilipendiado parlamento, pero transigió con este. Más
tarde, comprendió su desatino y quiso librarse de los
congresistas, surgiendo un ambiente de hostilidad
mutua. Recurrió entonces a procurarse una “popularidad
malsana halagando pasiones” y se creyó autorizado para
liquidar violentamente a sus rivales. Esta conducta forzó
la intervención del Ejército con el propósito de evitar que
la Nación se entregara “a los desbordes del rencor y la
cólera”. Por último, este diario consideró una infamia
haber envuelto a Billinghurst en “un plan de reivindicación
política en el Perú valiéndose de las armas chilenas”, y
esperaba que ante la “majestad de la muerte se olviden
los resentimientos” engendrados por su Gobierno906.
906 “Editorial”, en La Crónica, 29 de junio de 1915.
416
La Prensa, a través de la pluma de Alberto Ulloa,
constató el recogimiento dolido del espíritu ciudadano ante
la muerte de Billinghurst. Más allá de sus errores de
concepto o acción, resaltó la figura relevante del ex-
presidente como estadista y hombre público. Con sincero
pesar, Ulloa expresó frustración por la “desventura
patriótica” del gobierno billinghurista, aunque no sentía
arrepentimiento de haberlo apoyado. En ese sentido, lo
consideró poseedor de “sólida preparación para la gestión
administrativa” e “inmaculado patriotismo”. Encarnó
además una de las “más formidables reacciones de la
conciencia cívica” contra la oligarquía. No obstante,
reconoció haber cooperado para su derrocamiento cuando
la intriga política y la enfermedad “que ha minado su
organismo” lo apartaron del camino correcto. Con todo, el
fracaso de su “hermoso programa político” no amenguó sus
méritos de “patriota y hombre público”. Billinghurst erró
de buena fe y conspiró contra su propio prestigio. Cuando
no se dejó obnubilar por los malos consejos realizó positiva
labor, siendo el ejemplo más notable la reforma de la ley
del sufragio, que devolvió a las provincias su autonomía
electoral y colocó “la pureza del voto” bajo el control de la
Corte Suprema. Luego esclareció la situación financiera del
país hasta entonces caótica. Ulloa concluyó esta semblanza
expresando su protesta, porque el lodo de “postreras
calumnias” quiso mellar en Billinghurst la “reputación de
caballero y de peruano”, y reclamó a los ciudadanos cuidar
el nombre y honra del ex-presidente907.
907 “Don Guillermo E. Billinghurst”, en La Prensa, 29 de junio de 1915.
417
El Comercio lamentó la muerte de Billinghurst lejos de
la Patria, debido a “los azares del destino”. Asimismo, recordó
que en una época de grave crisis interna su gobierno surgió
como exponente de los “anhelos nacionales”, y no pareció
predestinado entonces “a tener fin prematuro y violento”. Sin
duda, la candidatura presidencial del caudillo tarapaqueño
representó la esperanza del país de librarse del gobierno de
Leguía y acabar con “prácticas políticas” opuestas a la
existencia institucional del Perú. En dicha tarea, tuvo la
asistencia “espontánea” de los partidos y de cuántos pudieron
facilitar su acceso al “solio presidencial”. De esa forma, se le
dieron “condiciones excepcionales” para organizar un
gobierno fuerte y llevar al país por rumbos de progreso y paz.
A juicio de este diario, Billinghurst no llegó a palacio gracias a
la popularidad de que gozaba, sino como resultado del
fracaso de las maniobras del presidente Leguía destinadas a
complicar la sucesión presidencial. En consecuencia, el
gobierno billinghurista constituyó el mal menor frente a una
inminente dictadura leguiísta. Por ese motivo, se creyó capaz
de gobernar al margen de los partidos basándose
exclusivamente en el poder de su influjo personal. Cuando
comprendió el error en que había incurrido no expresó
voluntad de enmienda, por el contrario, pretendió utilizar a las
masas populares contra los círculos políticos opositores. La
falta de sagacidad y tolerancia le hicieron perder –según El
Comercio– la simpatía popular y el gobierno, que con espíritu
conciliador hubiese podido desempeñar exitosamente908.
908 “Muerte del ex-presidente…”, en El Comercio, 28 de junio de 1915.
418
En nota especial dedicada al fallecimiento de
Billinghurst, el semanario Variedades destacó la
“profunda sensación” causada por esta en Lima,
especialmente entre los obreros y clases populares,
cuyas manifestaciones de duelo fueron “tan sinceras
como numerosas”. Ese sentimiento de adhesión estaba
plenamente justificado, pues siempre demostró interés
por mejorar y enaltecer la situación de los trabajadores.
Dotado de energía e inteligencia se hizo desde joven una
autoridad en asuntos salitreros. Desde aquellos años
siguió al Califa Piérola “en casi todas sus empresas”,
educándose en los “austeros principios” de su líder.
Combatió heroicamente en la defensa de Lima, para
luego retornar a sus negocios. En los años de la
posguerra fue señalado como sucesor de Piérola, pero
combatido y aislado volvió a dejar la política. Más tarde,
en 1909, asumió la presidencia del Partido Demócrata,
aunque luego se apartó de este. Al año siguiente, resultó
electo alcalde de Lima, dando pruebas de “gran energía
y ejecutiva actividad”. En dicho cargo reveló “sus
tendencias socialistas” concentrándose en el
abaratamiento de las subsistencias. Gracias a esa imagen
llegó a la presidencia, empujado “por una verdadera ola
popular”, si bien cometió el error, “que pagó muy caro”,
de transigir con “los mismos a quienes había rudamente
combatido”. Variedades prefirió reservar su opinión
sobre la presidencia de Billinghurst, aduciendo que sus
actos gubernativos eran “demasiado recientes” y solo el
tiempo “madura los juicios de la Historia”909.
909 “La muerte de D. Guillermo…”, en Variedades, 3 de julio de 1915.
419
La aureola popular de Billinghurst influyó en la
política peruana aún después de su muerte. El 11 de
setiembre de 1916, el diputado billinghurista Carlos
Borda presentó ante su cámara una moción con el
propósito de que el Congreso ordenara repatriar de
Chile los restos del citado expresidente a fin de rendirle
“honores correspondientes al cargo de jefe de la
Nación”. Según Borda, las clases obreras estaban
“agitadas” desde dos meses atrás con el proyecto de la
repatriación y habían acordado exigirla al Gobierno. Los
diputados Juan Torres Balcázar, Gerardo Balbuena,
Neptalí Velezmoro, Rafael Grau, Víctor Perochena y
Abelardo Gamarra coincidieron en que este pedido era
justo y recomendaron aprobarlo por unanimidad. Puesta
a debate esta moción fue aceptada en ese sentido y
enviada sin dilaciones a la colegisladora para su
ratificación910. Allí, los senadores Carlos Paz Soldán y
Alfredo Picasso pidieron dispensar este proyecto del
trámite de comisión y darle visto bueno inmediatamente.
Sin embargo, su colega Juan Durand combatió este
pedido aduciendo que constituía una humillación para el
Ejército y el propio Congreso, y puso en duda los méritos
del finado presidente Billinghurst, a quien juzgó inferior
al golpista coronel Benavides. Influenciados por este
discurso los senadores decidieron someter el proyecto al
estudio de la Comisión de Gobierno antes de ratificarlo o
rechazarlo. El 14 de setiembre, con dictamen favorable
de los comisionados Pedro Rojas y Víctor Eguiguren, los
senadores aprobaron este proyecto, a pesar de la
910 Diario de Debates. Cámara de Diputados. Congreso Ordinario 1916: (I), 640-647.
420
oposición de Gonzalo Silva Santisteban911. Una semana
después se expidió la resolución legislativa 2249, la cual
encargó al Ejecutivo efectuar el traslado de los restos y
organizar las ceremonias respectivas.
Cumpliendo lo dispuesto en la mencionada
resolución, el gobierno de José Pardo decretó dos días
de duelo nacional (26 y 27 de octubre de 1916). A su vez,
el Director General de Justicia, Ricardo Aranda, detalló el
ceremonial que debía realizarse durante esos días912. Al
mediodía del 26 de octubre a bordo del vapor “Iquitos” y
escoltado por el crucero “Almirante Grau”, llegaron al
Callao los restos de Billinghurst. Desembarcado el ataúd,
los diputados Carlos Borda y Alberto Secada, y Federico
Fernandini, representante de la clase obrera chalaca,
pronunciaron emotivos discursos en presencia de los
ministros de Estado y un edecán del presidente Pardo.
Los reconocidos billinghuristas Justo Casaretto y
Abraham Valdelomar participaron en el traslado del
ataúd desde el muelle a la estación del ferrocarril913. En
Lima, desde las dos de la tarde numerosas delegaciones
obreras, con sus estandartes enlutados se apostaron a un
lado de las calles por donde debía pasar el cortejo
fúnebre. A las tres y media de la tarde, llegaron los
restos hasta la plaza Zela (situada en el actual cruce de los
911 Idem: 398-399. 912 “Funerales del expresidente Billinghurst”, en El Comercio, 26 de octubre de 1916. 913 “La llegada de los restos de…”, en La Prensa, 27 de octubre de 1916.
421
REPATRIACIÓN Y FUNERALES DE BILLINGHURST
Arribo de los restos de Billinghurst al Callao. La Crónica, 27 de octubre de 1916
Delegaciones obreras esperan el paso del cortejo fúnebre. La Crónica, 28 de octubre de 1916.
422
Honras fúnebres de Billinghurst en la Catedral de Lima. La Crónica, 28 de octubre de 1916.
El ataúd de Billinghurst en hombros de sus partidarios. Variedades, 28 de
octubre de 1916.
423
jirones Ocoña y de la Unión) donde los esperaba una
comisión de las cámaras legislativas, altos funcionarios
de la administración, oficiales en servicio y delegados
obreros. En este lugar, nuevos discursos encomiásticos
fueron lanzados por el diputado Manuel Químper, el
representante del comité pro-memoria Billinghurst,
Rómulo Johnston, y José Novoa, presidente de la
delegación de obreros chilenos. Este día culminó con el
desfile y colocación del ataúd en el templo de La Merced
con un acompañamiento multitudinario914.
El 27 de octubre se realizaron los funerales de
Billinghurst. Esa mañana el presidente Pardo y su
gabinete acudieron a La Merced a presentar su saludo.
Cuando el ataúd salía del templo hacia la Catedral los
obreros reclamaron se les permitiera llevarlo en
hombros. Después de celebrada la misa fúnebre, con
asistencia de todas las autoridades de gobierno, se inició
el traslado de los restos al Cementerio General915. A las
dos de la tarde, en dicho camposanto, el presidente del
Consejo de Ministros, Enrique de la Riva Agüero,
pronunció un discurso donde destacó las dos principales
virtudes de Billinghurst, “su acendrado patriotismo y su
noble amor por las clases proletarias”916. Seguidamente,
lo hicieron en similares términos, el senador Juan
Eléspuru y el diputado Juan Torres Balcázar a nombre de
sus respectivas cámaras, y varios delegados obreros.
914 “La traslación de los restos…”, en La Crónica, 27 de octubre de 1916. 915 “Los funerales del Sr. Guillermo…”, en La Prensa, 27 de octubre de 1916. 916 “Los funerales del señor Billinghurst”, en El Comercio, 28 de octubre de 1916.
424
Acto seguido fueron inhumados los restos de Billinghurst
dentro del mausoleo familiar, iniciándose el retorno a la
plaza de Armas de los cuerpos militares que habían
escoltado al cortejo917. El diario pierolista La Crónica,
férreo opositor de su gobierno, saludó la repatriación de
los restos del ex-presidente, exaltando la actitud del
Congreso, pues aunque este: “… ordenó su derrocamiento le devuelve a la patria con los honores debidos y el ejército que cumplió el duro cometido [de derrocarlo] presentará las armas, al paso de sus despojos mortales”918.
917 “La inhumación de los…”, en La Crónica, 28 de octubre de 1916. 918 “Editorial”, en La Crónica, 26 de octubre de 1916.
425
Conclusiones
En la coyuntura histórica de 1912 convergieron las crisis
del modelo económico y del sistema político, este último
desprestigiado por la corruptela del sufragio. Sin
embargo, Leguía utilizó su grupo parlamentario para
manipular la reforma electoral, imponer la candidatura
Aspíllaga y cerrar toda posibilidad de cambio político.
Los partidos opositores, reacios a forjar alianzas,
parecían rendidos ante el predominio leguiísta. Con
todo, el descontento popular estaba en ebullición, y
algunos percibían tenues expresiones de socialismo
libertario en las huelgas campesinas de Chicama y las
luchas obreras de Lima. El impulso renovador surgió en
provincias y se encarnó en la candidatura popular de
Billinghurst, causando desconcierto en los círculos
partidarios. El caudillo se reclamó protagonista de una
evolución en la cultura política nacional, y advirtió que la
candidatura Aspíllaga simbolizaba la burla del libre
sufragio y la explotación de la clase trabajadora. De esa
manera, la fuerza del movimiento popular unida a la
personalidad enérgica de Billinghurst se convirtieron en
alternativa de gobierno. Los diarios describían la
426
“espontaneidad raras veces contemplada” con que
surgían los clubes billinghuristas919. La calle fue ganada
por grupos de empleados, artesanos, obreros, pequeños
comerciantes y estudiantes. Dirigentes obreros e
intelectuales, como Abraham Valdelomar, exigían la
emancipación del yugo capitalista y el fin del
gamonalismo. El paro general, planteado para boicotear
las elecciones, cambió el rumbo político y empoderó al
pueblo, provocando el temor de algunos diarios que
creyeron contemplar un ambiente propio de la
Revolución Francesa. Los partidos decidieron entonces
sumarse al “movimiento de opinión” billinghurista y
solicitar la nulidad electoral.
Aunque la clase obrera, obrando de motu proprio,
impuso al Congreso la elección de Billinghurst, también
es cierto que esta fórmula mantuvo la protesta popular
dentro del cuestionado establishment. Este hecho
significó, en cierto modo, la caída del movimiento obrero
dentro del vicioso círculo de la política tradicional.
Ciertamente, Billinghurst negoció las dos
vicepresidencias con la alianza leguiísta-liberal,
provocando la férrea oposición del pierolismo,
movimiento popular que se mantuvo en abierta campaña
contra el billinghurismo produciéndose incluso
919 Las jornadas de mayo de 1912 permitieron el encuentro político entre plebe (“país real) y oligarquía (“país legal”). Sin duda, la irrupción de la plebe legitimó sus aspiraciones dentro del sistema político excluyente. Billinghurst organizó esta oleada popular en tres niveles: Comité Central, bajo su mando, los clubes, encargados del trabajo callejero, y el Comité Popular, que era una suerte de Estado Mayor del billinghurismo. Torrejón 2006: 6-7.
427
agresiones mutuas entre sus militantes. Billinghurst
electo fue homenajeado con “actos de masas”, pero estas
no tenían injerencia en el Gobierno. Por eso, el
presidente, a través de medidas de corte populista, quiso
proteger a los trabajadores y abrir espacios en las
municipalidades y diputaciones para el acceso de las
clases medias y populares, pero los gremios carecían de
unidad, pues estaban divididos en facciones radicales y
conciliadoras920. En ese contexto, las denuncias de los
diarios sobre la exacerbación socialista de los obreros,
hicieron que Billinghurst prometiera restaurar el orden
público y armonizar las relaciones entre capital y trabajo,
apartándose de las demandas de los grupos obreros
radicales921. Simultáneamente promovió la integración de
los comités populares electorales en un Comité Defensor
de los Derechos del Pueblo, presidido por Justo
Casaretto. Este organismo debía constituir la base para
montar la estructura partidaria billinghurista. Más tarde,
Casaretto actuó dentro de los comités de salud pública,
que cumplieron activa participación en la lucha contra los
partidos opositores.
920 Las medidas populistas de Billinghurst produjeron el declive del rol cumplido por los viejos líderes obreros de gremios, mutuales y sociedades. Ciertamente, la participación de estos en el Congreso y municipalidades se redujo notablemente. Los gremios laborales habían perdido la confianza en sus representantes, porque los diputados obreros Carlos Lora y Quiñones y Luis Castañeda no cumplieron con impulsar en el parlamento la atención de sus demandas. Blanchard 1982: 92-95. 921 Al asumir su gobierno, Billinghurst fue consciente de la necesidad de llevar al país hacia una nueva fase de desarrollo histórico, en la cual el Estado tenía que regular legalmente el conflicto entre capital y trabajo. Drinot 2011: 17.
428
Las medidas populistas no lograron detener la ola de
huelgas, y Billinghurst terminó convirtiéndose en negociador
de los conflictos entre obreros y patrones. Líderes gremiales
moderados, como Juan Goachet, denunciaron la presencia
de azuzadores anarquistas y socialistas detrás de las
protestas salariales. Solo el influjo personal y paternalista del
caudillo contuvo transitoriamente la escalada de las protestas
salariales. De otro lado, la reforma electoral democratizadora
afrontó fuerte resistencia de los partidos políticos, incluso de
aquellos aliados del Gobierno, los cuales introdujeron
modificaciones en resguardo de sus intereses mezquinos, si
bien no lograron evitar la validación de credenciales, fuente
de numerosos fraudes, por parte de la Corte Suprema.
En medio de estas pugnas, insurgieron turbas
asociadas al billinghurismo en una acción de escarmiento
contra el local donde se imprimía un periódico satírico
leguiísta. Este hecho tuvo varias consecuencias: provocó
la caída del gabinete Malpartida, despertó temores sobre
las tendencias “jacobinas” del Gobierno, inició el
prolongado conflicto entre Ejecutivo y Legislativo, y
anunció la faz violenta de los grupos billinghuristas,
futuros protagonistas de las famosas “jornadas cívicas”.
En enero de 1913, ante una nueva oleada huelguista,
Billinghurst decretó la jornada laboral de ocho horas,
aunque restringida para los jornaleros chalacos. Los
empresarios reclamaron entonces el cese de las huelgas
antes de que produjeran una “revolución social”. En
respuesta, el Gobierno reglamentó el derecho de huelga
y reprimió y encarceló a los dirigentes obreros radicales.
Estas huelgas provocaron escasez de harina y la consecuente
carestía del pan, por aumento del precio o reducción de
429
su peso. El Gobierno sufrió serios tropiezos para cumplir
su promesa de darle pan barato al pueblo, motivando los
comentarios irónicos de la prensa opositora sobre el
famoso “Pan grande”. Otros alimentos sufrieron alzas del
50-100%, que fueron combatidas mediante la apertura de
baratillos, desestimándose las propuestas sobre libre
importación de víveres.
Las elecciones del tercio parlamentario (25-26 de
abril de 1913) suscitaron denuncias contra la injerencia de
Billinghurst en los comicios. La nueva norma electoral fue
burlada y hubo nulidades en nueve departamentos,
incluyendo Lima, donde Casaretto y los grupos
billinghuristas atacaron mesas en su afán de imponerse por
medio de la violencia. Similar resultado se obtuvo durante
la elección del concejo municipal de Lima (1º de junio de
1913). En ambos casos, el billinghurismo fracasó en
consolidarse como fuerza partidaria, mientras se debilitaba
el apoyo que le prestaban los liberales, sobreviniendo
nuevas crisis ministeriales con la sucesiva caída de los
gabinetes Luna y Peralta, Valera y Sousa. En julio de 1913,
Billinghurst se propuso alcanzar la mayoría parlamentaria,
acercándose al bloquismo922, y ampliar su base popular
contratando miles de peones para las obras del Tajamar.
922 Manuel González Prada desconfió del liderazgo de Billinghurst, a pesar de los vínculos que este mantenía con los movimientos obreros. Su formación pierolista, sus acercamientos al bloque civilista y la conducta prepotente manifestada en el Gobierno fueron deméritos resaltados por González Prada. Sin embargo, también lamentó su derrocamiento por causa de una traición y el abandono del pueblo, que solo sabía amar con el vientre. Tauzin Castellanos, Isabelle. “Manuel Gonzáles Prada y el poder político (1912-1918)”, en Aguila (ed.) 2004: 45-47.
430
Desde ese momento, la prensa abrió campaña contra lo
que juzgaba una dictadura en ciernes. Los ataques a la
casa del senador Villanueva y el destierro del ex-
presidente Leguía dieron pábulo a la idea de que
Billinghurst había decidido establecer un régimen
populista y demagógico, cuyas primeras acciones serían
el cierre del Congreso y la convocatoria de una Asamblea
Constituyente. La bomba lanzada contra el local de La
Crónica y la proliferación de pasquines violentistas
ahondaron el conflicto entre poderes del Estado. Entre
tanto, Billinghurst informó al Congreso del mal estado de
la hacienda pública y presentó su proyecto de
presupuesto, pero los congresistas postergaron el debate
de este importante documento financiero provocando el
disgusto del Ejecutivo.
En el último trimestre de 1913, la prensa no solo
censuró el primer año de gobierno billinghurista, sino
que acusó al presidente de estar lleno de odio y rodeado
de gente violenta. Ajeno a estas críticas, Billinghurst
siguió firme en la aplicación de medidas populistas
(casas para obreros). Igualmente, decidió prescindir del
Congreso en cuanto a la ejecución del presupuesto, acto
calificado como grave atropello constitucional. Todo
estaba preparado –según los diarios– para el cierre del
Congreso y la subsiguiente agitación de las masas, que
serían las encargadas de firmar actas pidiendo la
Constituyente y elecciones parlamentarias. En esas
circunstancias, los obreros creyeron llegado el momento de
alcanzar nuevas conquistas, pero Billinghurst reprimió a los
huelguistas del Callao y Morococha y apresó varios
dirigentes obreros para calmar a los empresarios
431
preocupados por el futuro de la economía. La prensa culpó
al presidente por haber introducido en la “psicología de las
masas” un errado concepto de sus derechos laborales. En
diciembre de 1913, circuló el rumor de un próximo
cataclismo político inducido por el discurso autoritario y
populista del billinghurismo, que fomentaba la destrucción
de la institucionalidad mediante la lucha de clases y
reivindicaciones socialistas. El sector obrero conciliador,
liderado por Juan Goachet, se apresuró en precisar que no
estaba comprometido en esos planes.
En su último día de gobierno, Billinghurst intentó
conjurar el golpe que sospechó estaban organizando los
partidos políticos. Sin embargo, la llamada “reacción
constitucional”, promovida por Augusto Durand y los
hermanos Jorge y Manuel Prado y Ugarteche, logró
derrocarlo gracias al apoyo del militarismo. La resistencia
popular se redujo a unos cuantos grupos liderados por
Casaretto. En cuestión de horas, la experiencia precursora
del populismo peruano llegó a su fin. Las clases
dominantes, sus partidos y el coronel Óscar Benavides
consumaron el golpe contra Billinghurst. La prensa saludó
efusivamente al Ejército golpista por haber liberado al país
de un régimen, que injustamente consideraban similar a las
dictaduras de Gaspar Rodríguez de Francia o Juan Manuel
de Rosas. Aunque el billinghurismo se desvaneció
rápidamente del escenario político nacional, Billinghurst
quiso retornar a la política en 1915, mas la muerte le
impidió tentar una segunda oportunidad de gobierno. Ese
mismo año, algunas ideas del caudillo fueron recogidas por
el Partido Progresista, compuesto por antiguos amigos y
colaboradores suyos, pero este tuvo una breve existencia.
433
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IMPRESO
Seminario de Historia Rural Andina
Jr. Andahuaylas 348 - Lima 1
Teléf. (51-1) 619-7000, anexo 6158
Agosto 2014 - Lima-Perú
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