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veronicacenera
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Cada mañana la tortuga Doña Marina se levantaba muy temprano, se aseaba y despacito, despacito se iba caminando en busca de su desayuno.
Al ver a la tortuga Doña Marina caminando despacito, el conejo Don Ramiro dio media vuelta y volvió para saludarla:
- Buenos días Doña Marina - saludó el conejo. - Buenos días Don Ramiro - saludó la tortuga - ya veo que va corriendo, como siempre. - ¡Sí, siempre corriendo, corriendo, por si viene algún cazador! Y usted, ¿dónde va tan tempranito? - Voy en busca de hierba fresca para desayunar. - Yo conozco un lugar lleno de hierba fresca, le llaman el Soto Esmeralda. - ¡Ah, sí!, lo conozco, pero está tan lejos de aquí y yo voy tan lenta, que llegaría a la hora de la cena. - Tengo una idea Doña Marina, si usted quiere, puede subirse sobre mi espalda y yo la llevaré en un periquete. - ¿De verdad me llevaría? ¡Wau, pues vamos!
Y sin perder tiempo Doña Marina se subió encima de Don Ramiro y veloces se fueron al Soto Esmeralda.
El Soto Esmeralda era un paraíso de hierba fresca. Doña Marina se bajó de la espalda del conejo y le dio las gracias:
- Muchas gracias Don Ramiro, ha sido muy amable.-No se preocupe Doña Marina, lo he hecho encantado. Mire, yo ahora me
voy a tumbar a descansar debajo de este árbol y cuando termine de desayunar, me avisa y la llevo otra vez a casa en un periquete.
- Muy bien Don Ramiro, me voy a acercar a esos matojos que parecen muy jugositos.
Cuando Doña Marina terminó su desayuno, avisó a Don Ramiro y los dos emprendieron el camino de regreso.