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Cambiar la cultura del consumo por el consumo de cultura: Una tarea educativa Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa...” (Amela, 2007) Estas frases, pronunciadas por Moussa Ag Assarid como respuesta a la pregunta “¿Qué es lo que peor le parece de aquí?” del entrevistador Víctor Amela del periódico barcelonés “La Vanguardia”, revelan una realidad abrumadora, pero que por cotidiana, es ignorada por quienes la vivimos. Assarid es un pastor nómada del pueblo Tuareg, que hoy en día estudia Gestión en la Universidad de Montpellier – 1 en Francia y es autor del libro “En el desierto no hay atascos. Un Tuareg en la ciudad”, y nos invita así a refexionar y repensar nuestra actitud frente a los bienes y recursos materiales, sobrevalorados en la cultura occidental a la que pertenecemos. Tan sobreestimados son los valores económicos y materiales, que muchas culturas ancestrales son vistas con malos ojos y tildadas con el despectivo mote de “primitivas” por el simple hecho de no pertenecer al sistema de compra y venta de bienes y servicios. Para nuestro sistema de valores, es incomprensible que alguien viva feliz apenas con lo esencial, que se niegue o no tenga acceso a usar productos de la última evolución tecnológica o que no acumulen riquezas por el solo placer que produce la sensación de poseer. Estamos tan preocupados por conseguir, adquirir y acumular,

Consumo de cultura

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Cambiar la cultura de consumo por el consumo de cultura: Un reto educativo

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Page 1: Consumo de cultura

Cambiar la cultura del consumo por el consumo de cultura:

Una tarea educativa

“Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida

quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer,

frenesí, prisa...” (Amela, 2007) Estas frases, pronunciadas por Moussa Ag Assarid

como respuesta a la pregunta “¿Qué es lo que peor le parece de aquí?” del

entrevistador Víctor Amela del periódico barcelonés “La Vanguardia”, revelan una

realidad abrumadora, pero que por cotidiana, es ignorada por quienes la vivimos.

Assarid es un pastor nómada del pueblo Tuareg, que hoy en día estudia Gestión

en la Universidad de Montpellier – 1 en Francia y es autor del libro “En el desierto

no hay atascos. Un Tuareg en la ciudad”, y nos invita así a refexionar y repensar

nuestra actitud frente a los bienes y recursos materiales, sobrevalorados en la

cultura occidental a la que pertenecemos.

Tan sobreestimados son los valores económicos y materiales, que muchas

culturas ancestrales son vistas con malos ojos y tildadas con el despectivo mote

de “primitivas” por el simple hecho de no pertenecer al sistema de compra y venta

de bienes y servicios. Para nuestro sistema de valores, es incomprensible que

alguien viva feliz apenas con lo esencial, que se niegue o no tenga acceso a usar

productos de la última evolución tecnológica o que no acumulen riquezas por el

solo placer que produce la sensación de poseer. Estamos tan preocupados por

conseguir, adquirir y acumular, que nos ha tomado miles de años, sin importar el

sistema económico preponderante, darnos cuenta de que en medio de esa lucha

encarnizada, nuestra humanidad se ha convertido en un esquema en el cual el

valor de la persona es proporcional a la cantidad y precio de sus pertenencias.

Afortunadamente, la vista de los conglomerados capitalistas, así como de los

estudiosos y académicos de los asuntos económicos y financieros, está tornando

hacia aquellos humanos que han quedado rezagados en la lucha por el tener, pero

que al no pertenecer a culturas que son conocedoras y a la vez habitantes de

lugares que les proveen lo necesario para su subsistencia, se ven abocados a

condiciones de vida que no se compadecen con la dignidad propia de un ser

humano, y muchas veces, con la propia de un ser vivo. Ese brutal medio de vida

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basado en el poseer, está tendiendo por fin a humanizarse al tomar en cuenta a

sus víctimas, llamadas “pobres” o, como los generaliza el Dr. C.K. Prahalad

(2005), “La base de la pirámide”.

En este orden de ideas, este texto aborda un aspecto importante para el

crecimiento de una sociedad, como es el que llamaré “consumo de cultura”, en

oposición a la generalizada “cultura del consumo”. Para esto, se tocará el tema del

consumo como base de nuestra sociedad, para posteriormente comentar la forma

como el capitalismo se hace incluyente según lo narra C.K. Prahalad en su libro

“La oportunidad de negocios en la base de la pirámide”. Con estas bases, se

expondrá a continuación una experiencia de difusión musical llevada a cabo en

comunidades vulnerables de Colombia, para ofrecer a manera de conclusión una

visión personal sobre el papel del educador musical en la construcción de una

sociedad consumidora de cultura.

El consumo: un tirano implacable

Una interesante reflexión sobre el consumo como cultura, se encuentra en el

capítulo “Abusos y Excesos: Una reflexión sobre el consumo” de un grupo de

psicólogas de la Universidad Javeriana de Bogotá. En el mencionado texto, se

describe cómo la economía de mercado, cuya dominancia es patente desde hace

ya cerca de varios siglos, ha devenido en los últimos cincuenta años de una

sociedad productiva, en la que el consumo estaba orientado a la apropiación de

bienes y servicios en función de las necesidades, a una sociedad de consumo, en

la que dicha apropiación se basa en factores de hedonismo y egolatría,

privilegiando el constante estímulo de los sentidos. Esto se ha desarrollado, según

las autoras, en la medida en que se han ido borrando los límites entre la

necesidad, asociada con los elementos indispensables para el buen desarrollo

físico y mental, el deseo, como elemento que permite seleccionar objetivos y

desarrollar los planes y trayectorias para lograrlos, y las ganas, consideradas

como la búsqueda de satisfacción inmediata de gustos individuales y

generalmente pasajeros (Ariza de la Hoz, Perdigón Alcázar, & Quintero Álvarez,

2008).

Así, elementos como la estética corporal o el turismo, que hace unos años “se

ubicaban al final de un camino productivo pleno de esfuerzos y sacrificios, en el

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cual el ahorro era un valor determinante” (Ariza de la Hoz, Perdigón Alcázar, &

Quintero Álvarez, 2008, p. 157), son ahora puestos de manera constante e

insistente al alcance de las personas, de forma tal que “la promesa de satisfacción

tiende a aparecer incluso antes de que se configure cualquier tipo de necesidad o

apetencia” (Ariza de la Hoz, Perdigón Alcázar, & Quintero Álvarez, 2008, p. 159).

Con este sistema, una escala de valoración de los bienes y servicios a disposición

de las personas, que según lo expuesto y aplicando un análisis jerárquico rápido y

superficial, podría establecerse en tres niveles como necesario, importante y

complementario según satisfagan una necesidad, realicen un deseo o satisfagan

un gusto, es reducida únicamente al nivel máximo por cuenta de la visión

inmediatista de la sociedad de consumo.

Como evidencia de esta evolución de los hechos, puede verse el artículo que

Victor Lebow, un consultor de mercadeo, escribió en la revista “Journal of

Retailing”, titulado “Price competition in 1955” (La competencia de precios en

1955), que para algunos resulta ser el dogma de la vida moderna, y cuyas

descripciones hoy son mucho más ciertas de lo que fueron en el momento en el

que Lebow analizaba y detallaba su entorno. En resumen, este autor hace

referencia al costo de mantener el estilo de vida en la Norteamérica de ese año.

Pero de todo el artículo, la sección más conocida y citada en diversas fuentes, es

la que trata sobre las costumbres de consumo norteamericanas, bajo el título “The

Real Meaning of Consumer Demand” (El significado real de la demanda del

consumidor).

En ese apartado, Lebow expone como específicamente “la medida del estado

social, de la aceptación en sociedad, del prestigio son encontradas ahora en

nuestros patrones de consumo. El mismo significado e importancia de nuestras

vidas se expresa en terminos de consumo” (Lebow, 1955, p. 3). De esa manera,

los objetos que se consumen deben ser producidos, consumidos y descartados de

una forma rápida y cada vez más costosa, que incremente la sensación de poder

que esto ofrece. Esto lleva a un peligroso concepto que domina la sociedad: que

solo tiene valor para el medio social aquel que está en capacidad de consumir, y

específicamente, de consumir objetos y con aún más profundidad, objetos

costosos.

Page 4: Consumo de cultura

Con estos antecedentes, es común ver como muchas grandes compañías y

empresas, como lo expresa C.K. Prahalad (2005), aún peor que afectar los medios

de subsistencia de las personas de escasos recursos económicos, les hacen un

gran perjuicio a estas personas que por su situación no acceden a los patrones de

consumo mencionados en los párrafos anteriores, cuando no los toman en cuenta

en absoluto ni para sus planes de mercadeo, ni para sus desarrollos de productos.

Esto nos lleva al concepto que se expone en el libro “La oportunidad de negocios

en la base de la Pirámide”, de la transformación de los pobres en consumidores

como motor de lo que Prahalad llama un “capitalismo incluyente”, que se discutirá

en el siguiente apartado.

El capitalismo incluyente

Hasta ahora, se ha puesto de presente el “lado obscuro” del capitalismo y de la

sociedad de consumo. Ese lado que nos identifica y que ha puesto distancias y

barreras entre las personas en función de sus pertenencias. Ese lado que ha

relegado a un sector de la sociedad a ser maltratado e ignorado porque no se

adapta a exigentes patrones de gasto desaforado de dinero. Pero

afortunadamente, hay consumos que vale la pena examinar y promover. Son los

consumos de salud, de disciplina y de respeto. Si bien no son elementos tangibles

o materiales, o servicios plenamente cuantificables, la cultura empresarial se ha

dado cuenta de que al promoverlos obtiene mejores ganancias que con los objetos

materiales.

Coimbatore Krishnarao Prahalad, es un físico de la Universidad de Madras con

postgrados en administración del Instituto Indio Ahmedabad de Administración y

de la Escuela de Negocios de Harvard (Wikimedia Foundation, Inc., 2010). En la

actualidad, se desempeña como consultor corporativo de varias empresas de gran

envergadura y como titular de la cátedra Harvey C. Fruehauf de Administración de

Negocios en la Escuela Ross de Administración de Negocios de la Universidad de

Michigan. Su vivencia como habitante de un país como la India, que concentra a

400 millones de personas en situación de pobreza, es decir, aproximadamente la

décima parte de quienes viven en esas condiciones en el ámbito mundial

(Prahalad, 2005), le permitió ver y entender las verdaderas necesidades de estas

personas y vislumbrar la forma como realmente pueden ser ayudadas por la

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empresa privada, más allá de las dádivas u obras sociales que ésta pueda llevar a

cabo.

Su exitoso libro “La oportunidad de negocios en la base de la pirámide”,

expone las ventajas y bases procedimentales de la creación de un sistema de

consumo que incluya a los más de cuatro mil millones de personas que tienen que

sobrevivir con un presupuesto económico de menos de dos dólares al día. Su

filosofía principal, en palabras del autor, es que “si dejamos de pensar en los

pobres como víctimas o como carga, y empezamos a reconocerlos como

empresarios creativos y con capacidad de recuperación, y como consumidores

con sentido de valor, se abrirá un mundo de nuevas oportunidades” (Prahalad,

2005, p.2). De esta forma, se estimula la innovación “en tecnología, productos y

servicios, así como en los modelos empresariales” (Prahalad, 2005, p.2).

Posteriormente, hace un resumen y una reflexión sobre las barreras

intelectuales que las grandes corporaciones, los gobiernos, las agencias de

asistencia y las organizaciones de la sociedad civil tienen hacia los habitantes con

bajos recursos. Dichas barreras se refieren a cinco puntos fundamentales, que se

resumen así:

Los pobres no tienen poder adquisitivo, no representan un mercado

viable

El acceso a la distribución en la base de la pirámide es muy difícil

Los pobres no tienen conciencia de marca

No existen conexiones entre los consumidores de la base de la pirámide

Los pobres no aceptan fácilmente la tecnología

Dichas suposiciones, arraigadas por muchos años, además de constituir una

enorme falta de respeto a las personas en situación de pobreza como integrantes

activos de la sociedad, han impedido acercarse a ellos de manera adecuada en

términos de ayuda y alivio de su situación. Como lo expone el autor, “el enfoque

tradicional para la creación de capacidad de consumo entre los pobres ha sido el

de proporcionarles los productos o servicios de manera gratuita. Tal ha sido el

estilo de la filantropía. (…) la caridad puede producir buenas sensaciones, pero

rara vez soluciona el problema de manera escalable y sostenida” (Prahalad, 2005,

p. 25).

Page 6: Consumo de cultura

En este sentido, Prahalad propone estrategias que permitan acercarse de

manera conveniente, eficaz y productiva al mercado de los menos favorecidos en

el aspecto económico. Estas estrategias pueden resumirse de la siguiente forma:

Crear capacidad de consumo: consiste en adaptar los productos y

servicios a las condiciones de los pobres, es decir, no esperar a que

tengan el dinero suficiente para comprar por grandes cantidades sino

permitirles el acceso al mismo producto o servicio en cantidades

pequeñas, útiles y económicas. También el acceso y la disponibilidad a

esos productos y servicios no debe representar un impedimento para

beneficiarse de los mismos.

Nuevos productos y servicios: si bien no es completamente cierto que

los menos pudientes no consumen los mismos productos y marcas que

aquellos con más recursos, si es cierto que sus condiciones de trabajo,

salud, higiene y alimentación les crean necesidades muy diferentes. Es

por esto, que las empresas deben buscar el desarrollo de productos y

servicios que suplan esas necesidades específicas.

Más allá del consumo: de acuerdo con el orden actual y generalizado de

la sociedad, quien consume es quien decide. “El cliente siempre tiene la

razón”, reza la frase de cajón del comercio. Así, cuando una empresa

decide convertir a una persona con escasos recursos económicos en

cliente, lo convierte a su vez en miembro reconocido de la sociedad. Al

venderle un producto y permitirle escoger entre varias opciones, se le

vende también una dignidad y una confianza reservadas a las personas

con recursos económicos.

Reducir las distancias: “Pobres” y “Ricos” eran dos extremos sociales

irreconciliables. Si un rico daba algo a un pobre, seguramente querría

abusar de él de alguna manera. Si un pobre se acercaba a un rico,

seguramente querría mendigarle o robarle. Por medio del “lenguaje” de

la actualidad, centrado en el movimiento de bienes y servicios a cambio

de ganancias, pobres y ricos establecerán relaciones de confianza que

redundarán en una sociedad menos polarizada.

Page 7: Consumo de cultura

Todas estas estrategias y principios expuestos por Prahalad, demuestran y

configuran lo que él, desde las primeras páginas del libro llama un “capitalismo

incluyente”. En lugar de utilizar a las personas para obtener beneficios, se les

presta un servicio y se obtiene una ganancia de ello. No se espera una gran

ganancia de cada uno de los clientes, como sucede en la tradicional atención al

cliente de recursos medios y altos. Pero mediante la suma de muchas ganancias

pequeñas y una fidelización de los clientes basada en la dignidad, respeto y

confianza que ellos obtienen de las empresas, las ganancias se multiplican. Y en

el texto, aparecen múltiples ejemplos, que demuestran cómo esto es posible, y

como las barreras del comercio y los servicios caen irremediablemente.

Entre esos ejemplos (Prahalad, 2005), se destaca Cemex, quien

aparentemente vende cemento, ladrillos, varillas, pintura y demás materiales y

accesorios para la construcción de una casa. En realidad, al conformar los grupos

de ahorro y establecer los sistemas de préstamos, vende confianza y disciplina.

Vende seguridad y reducción de la violencia intrafamiliar cuando los pesos que se

quedaban en las cantinas, van a parar más bien a las arcas del fondo común. El

ICICI, otro ejemplo destacable, no vende solamente servicios financieros. Está

vendiendo, además de la confianza y disciplina que también venden Cemex y los

demás ejemplos expuestos, nada menos que la reivindicación de la mujer de

escasos recursos en una sociedad de predominancia patriarcal como la sociedad

india.

Con características y ejemplos como los expuestos, se observa un viraje desde

una cultura basada en el consumo hacia un consumo basado en la cultura. La

evidencia de esto, está en el reconocimiento y fortalecimiento de las comunidades

que se realiza por parte de las empresas al difundir valores como el ahorro, el

respeto y la confianza. Al establecerse estos valores como base de las relaciones

comerciales, permearán su influencia a las relaciones personales e inter –

comunitarias, por lo que la cultura, como conjunto de valores y costumbres de un

conglomerado humano, ha sido el verdadero producto de las relaciones

establecidas en ese capitalismo incluyente que no impone costumbres, usos ni

productos, sino que basa su expansión en una labor primordialmente educativa y

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humanitaria de reconocimiento de las personas como miembros activos de la

sociedad.

Llegados a este punto, conviene entonces encontrar posibilidades en este

modelo que permitan ampliar la difusión y fortalecimiento de la cultura en lo

concerniente a las expresiones de la misma, es decir a las artes. Así, a la vez que

la persona con escasos recursos económicos es reconocida como parte de la

sociedad, se le confiere un papel importante en la misma al hacerle partícipe de la

construcción de una de sus principales características. Si bien la radio, la prensa y

la televisión hacen parte de la cultura actual como tal, y su cobertura y

participación llegan tanto a la base de la pirámide como a la cima, existen otras

expresiones de la cultura que han ido perdiendo terreno y se han ido relegando a

una élite capaz de soportar los costos que implica su difusión y organización. En el

caso específico de la música, puntos de interacción entre las agrupaciones y el

público como el concierto, rara vez llegan a los sectores más desprotegidos de las

ciudades y campos.

Sin embargo, una iniciativa como el Sistema Nacional de Orquestas “Batuta”,

llevada a cabo en Colombia, puede verse como un ejemplo que permite vislumbrar

una mejor aplicación de los recursos hacia una parte importante del consumo de

cultura, que se ofrezca como complemento al desarrollo del capitalismo incluyente.

Batuta: Una experiencia positiva para la base de la pirámide

En Colombia, a comienzos de la década de los 90, siguiendo una idea

planteada en Venezuela por el Maestro José Antonio Abreu en los años 70, se

buscó aportar recursos y esfuerzos para el desarrollo de habilidades y

conocimientos musicales en todos los rincones de la geografía nacional. Batuta es

el nombre que se le dio a ese proyecto, que integra en un sistema nacional a un

conjunto de centros de desarrollo musical que cubre desde la formación

instrumental básica hasta orquestas sinfónicas completas de buena calidad. En la

actualidad atiende aproximadamente a 40.000 niños y jóvenes entre los 2 y los 18

años de edad, en 284 centros orquestales ubicados en 102 municipios, en los que

hay conformadas 1.000 agrupaciones de pre orquesta y 48 orquestas sinfónicas

(Fundación Batuta, 2007).

Page 9: Consumo de cultura

Los centros orquestales están ubicados por lo general en áreas como Ciudad

Bolívar en Bogotá o el barrio Bello Oriente de Medellín (Fundación Batuta, 2007),

que albergan a personas en situación de pobreza, a la cual se le añade el

ingrediente particular en el contexto colombiano, de que muchos de ellos llegan a

dicha situación por cuenta del desplazamiento forzado producto del conflicto

armado interno que lleva más de 40 años. Adicionalmente, en muchos sectores

como los mencionados, tienen gran influencia grupos armados al margen de la ley,

como la guerrilla, los grupos paramilitares, las bandas organizadas de narcotráfico

y las pandillas juveniles locales. Sin embargo, los centros de formación básica, las

pre – orquestas y las orquestas han podido funcionar sin mayores contratiempos.

Adicionalmente, desde el año 2009 la fundación Batuta, en asocio con la Agencia

Presidencial para la Acción Social, ha iniciado un proceso para ofrecer formación

musical a población pobre con diversos tipos de discapacidad (Fundación Batuta,

2009).

El esquema de funcionamiento de Batuta se basa en una estructura mixta, es

decir con participación oficial y privada, en la que los fondos para su

funcionamiento se obtienen a partir de donaciones particulares de entidades o

personas y los aportes corporativos de las entidades estatales y empresas

privadas que hacen parte de la fundación, entre las que se encuentran importantes

empresas como Bavaria (la mayor cervecería del país), Seguros Bolívar (uno de

los conglomerados más grandes del sector financiero de Colombia) e Industrial de

Gaseosas (fabricantes para Colombia de la Coca Cola). Un donante puede

convertirse en aportante y obtener asiento en el consejo directivo, si su aporte es

igual o superior a los US$250.000. Además, la fundación se asocia con otras

entidades para el desarrollo de proyectos específicos, como el mencionado

proyecto piloto de población discapacitada en asocio con la Agencia Presidencial

para la Acción Social, o la diversificación de las actividades culturales en los

centros orquestales que realiza junto con la FUPAD (Fundación Panamericana

para el Desarrollo) y la USAID (Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo

Internacional).

Como fruto del trabajo de esta fundación, se ha logrado mantener alejados de

la violencia y de los vicios a los niños y jóvenes de esas comunidades, a la vez

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que se les ofrece un entorno que favorece el fortalecimiento y desarrollo de sus

habilidades cognitivas. Además, su función principal se ve cumplida al ofrecer a

las comunidades en las que se desarrolla y al público en general conciertos y

recitales de sus estudiantes que favorecen la difusión de la música en la

comunidad. Cabe resaltar que si bien la formación y difusión musical en las

escuelas de Batuta utiliza los métodos y repertorios de música clásica

tradicionales en la instrucción de los instrumentos sinfónicos, se hace también

énfasis en repertorios colombianos y latinoamericanos, especialmente los propios

de cada región en la que se desarrolla (Fundación Batuta, 2007). De esta manera,

la Fundación contribuye a la formación de identidad nacional y preservación de los

valores musicales de la comunidad.

La experiencia de Batuta puede ser analizada desde el punto de vista del

capitalismo incluyente propuesto por Prahalad (2005), para encontrar algunas

características importantes:

Capacidad de consumo: gracias a la labor de Batuta, el acceso a la

educación musical deja de ser privilegio de los niños y jóvenes de la

clase media y alta que tienen acceso a academias, conservatorios y

colegios con formación especializada en música. Además, al formar los

centros orquestales en el seno mismo de las comunidades, se favorece

el acceso y disponibilidad que de otra manera implicarían

desplazamientos de los estudiantes en detrimento de su seguridad y

comodidad y lejos de sus posibilidades económicas.

Nuevos bienes y servicios: al acercarse a las comunidades vulnerables,

Batuta ha tenido que buscar y desarrollar metodologías y contenidos

que les permitan procesos efectivos de formación musical, a la vez que

ofrecen a dichas comunidades bienes considerados hasta ahora

privilegio de la élite, tales como la misma música clásica, el acceso a

conciertos y los instrumentos musicales.

Dignidad y opciones: la posibilidad de encontrar al alcance de su mano

tanto la más selecta música universal como la música que les ha

acompañado desde su folclor y sus costumbres, confiere a los

habitantes en situación de pobreza la sensación de ser tomados en

Page 11: Consumo de cultura

cuenta por el estado y por las empresas que lo ayudan, reduciendo sus

sentimientos de malestar individual y colectivo. Igualmente, se les están

ofreciendo alternativas a lo que ellos pueden acceder en los medios de

comunicación, que desafortunadamente no siempre es lo más

edificante.

Confianza: cuando el profesor y el alumno de Batuta pueden transitar en

medio de los problemas de seguridad de las comunidades en las que

funciona, se logra un acercamiento mejor a las mismas, hasta el punto

de poder utilizar el centro orquestal para desarrollar actividades de ocio

creativo, aprendizaje y formación de valores. Así se da un voto de

confianza a esa comunidad y esta responde con el respeto a los

integrantes del programa. En este punto, aún se debe recorrer un

camino en cuanto a una verdadera transformación que permita que las

comunidades beneficiadas sean seguras en sí, y no solo para los

integrantes del plan.

Como puede verse, la labor de Batuta como difusor de la formación musical y

de valores culturales en los sectores menos favorecidos de la población

colombiana ha sido de vital importancia y gran éxito. Sin embargo, la contribución

de la empresa privada se encuentra actualmente limitada a los aportes y

donaciones, por los cuales reciben beneficios tributarios. Para amoldarse aún más

a un modelo de capitalismo incluyente, en el cual tanto los pobres como los

pudientes obtengan, además del crecimiento cultural para unos y el beneficio

tributario para otros, ganancias en términos de ingresos y calidad de vida, sería

además necesario realizar una transformación en las costumbres culturales tanto

de las comunidades favorecidas como de la nación en general. Este es el papel

que debe cumplir la educación, como se describe en el siguiente apartado, a

manera de conclusión.

Como conclusión: el papel de la educación en el consumo de cultura

Al adentrarme en una lectura sobre un campo inicialmente ajeno a mis

intereses como es el de los negocios, sentí la grata sensación de una sorpresa al

encontrar que mucho de lo que ahí se decía hablaba a mi labor como educador de

educadores en una institución de educación superior. Descubrí entonces que el

Page 12: Consumo de cultura

consumo tiene un lado brillante y atractivo: el de conferir dignidad, respeto y

cultura a las personas. Fue ahí donde me interesé por hablar de un consumo de

cultura. Si bien los medios y la misma academia están diseñados para hacernos

cada día más partícipes de la cultura del consumo, es desde la academia que es

posible establecer nuevos derroteros y patrones en los comportamientos propios

de una sociedad como la nuestra.

Como docente en una universidad que forma educadores, mi misión es clara:

más allá de los contenidos teóricos e históricos musicales a mi cargo, debo

constantemente favorecer un sentido social del para qué se enseña música en una

comunidad. No se enseña música para hacer de cada uno de nuestros pupilos un

potencial intérprete de renombre, así como el profesor de matemáticas no difunde

su conocimiento para que todos sean ingenieros. Si bien una de las grandes

retribuciones para un docente es ver a alguno de sus discípulos descollando en el

área en la que él participó de su formación, en el caso de la formación artística y

específicamente la musical, además de potenciales intérpretes debemos formar

públicos exigentes, con un criterio sólido y con un verdadero afecto por el arte.

Así, los instrumentos teóricos, de análisis y de interpretación que a diario se

construyen y reconstruyen en las aulas de la Universidad en donde laboro, deben

convertirse en canales de acercamiento hacia el arte, que sean favorecidos por los

discípulos en su futuro desempeño profesional. Cada una de las herramientas

musicales, al ser abordada en los escenarios de formación profesional, debe ser

entonces acompañada de su funcionalidad en la construcción de sociedad y

cultura, para contribuir en el futuro a un mayor cubrimiento del arte como

expresión de la sociedad.

De esta manera, Batuta y todos los proyectos similares entrarían a formar parte

de un sistema económico más dinámico y acorde a las exigencias de

autosostenibilidad impuestas por economías en crisis como la colombiana. Con un

público que ha desarrollado en su formación escolar la avidez por las mejores

expresiones culturales y por el refuerzo constante de su identidad musical, la

empresa privada verá como una gran oportunidad su inversión en la cultura

patrocinando conciertos, grabaciones, escuelas de formación y otras actividades

conexas, buscando además la formación y comercialización incluyente de bienes y

Page 13: Consumo de cultura

servicios relacionados con este medio que les sirvan como fuente de ingresos

económicos tanto a las empresas como a los beneficiados.

También es necesario crear conciencia en los futuros formadores de que los

mejores destinatarios para la educación musical no son únicamente los colegios

que atienden a los sectores más pudientes de la sociedad, la cual es una idea

ampliamente difundida entre los futuros docentes de música. Si bien en tales

escenarios el beneficio económico puede resultar mayor, el riesgo para la

seguridad personal es ciertamente menor y las labores de formación pueden ser

menos dispendiosas, son las comunidades vulnerables y con escasos recursos las

que requieren y solicitan de manera urgente ser formadas en valores culturales

para romper definitivamente con sus paradigmas de falta de oportunidades, de ser

ignorados por la sociedad y, en muchos casos, del crimen como medio de

crecimiento. La labor puede resultar difícil en principio, pero recursos como los

planes de proyección social de la Universidad, realizados por medio de cursos,

conciertos y talleres, son un bello germen que puede dar inicio a una secuencia de

éxitos en la formación de una sociedad que tenga la cultura como prioridad y no

como imposición o simple distracción. De una sociedad que realmente consuma

cultura.

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