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Black Annis Riefensthal

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El triunfo de la voluntad

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BLACK ANNIS RIEFENSTHAL

Manuel González Riquelme

EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD

FICHA TÉCNICA

DIRECTOR: Leni Riefensthal.GUIÓN: Leni Riefensthal, Walter Ruttmann.PRODUCCIÓN: Leni Riefensthal.ASISTENCIA DE PRODUCCIÓN: Walter Groskopf, Walter Traut.MÚSICA: Herbert Windt, con obras de Richard Wagner y Horst Wessel.DEPARTAMENTO DE SONIDO: Bruno Hartwich, Alice Ludwig.CÁMARA Y DEPARTAMENTO DE ELECTRICIDAD: Fritz Brunsch (Fotografía especial), Bernhard Delschaft (Diseño de luz), Ernst Kunstmann (Fotografía especial), Hans Noack (Fotografía especial).MONTAJE: Leni Riefensthal.EFECTOS ESPECIALES: Ernst Kunstmann.FOTOGRAFÍA Y OPERADORES DE CÁMARA: Sepp Allgeier, Karl Attenberg, Werner Bohne, Walter Frentz, Hans Gottschalk, Werner Hundhausen, Herbert Kebelmann, Albert Kling, Franz Koch, Herbert Kutschbach, Paul Lieberenz, Vlada Majic, Richard Nickel, Walter Riml, Arthur Schwertfeger, Károly Vass, Franz Weihmayr, Siegfried Weimann, Karl Wellert, Willy Zielke.

Black Annis Riefensthal

Black Annis era una hechicera caníbal con cara lívida y garras de hierro que supuestamente vivía en una cueva de las Dane Hills en Leicestershire. En la entrada de la cueva había un gran roble en el cual Black Annis se escondía para saltar sobre niños y corderos extraviados y devorarlos. Se creía que la cueva había sido excavada en la roca por la bruja con sus propias uñas. Cuando Black Annis hacía rechinar sus dientes, la gente la podía oír a tiempo para echar el cerrojo a las puertas y apartarse de las ventanas. Esta es la razón de que no haya muchas ventanas en las grandes casas de campo de Leicestershire, sólo se puede introducir un brazo a través de ellas. Cuando Black Annis aullaba se la podía oír a cinco millas de distancia incluso los pobres de las cabañas tapaban las ventanas con pieles y ponían sobre éstas hierbas protectoras para mantenerla alejada. Leni Riefensthal con su abrigo blanco era fácilmente localizable entre la multitud que rodeaba el estrado de oradores del estadio de Núremberg diseñado para la ocasión por Albert Speer. Una Black Annis disfrazada de inocente Blancanieves que con El triunfo de la voluntad ayudó a encumbrar a unos de los monstruos más grandes del siglo XX.

Preámbulo

Los créditos presentan el film: “El Documento del Congreso Nacional del Partido de 1934. Elaborado por encargo del Führer. Creado para la pantalla por Leni Riefensthal. El día 5 de septiembre de 1934. 20 años después del estallido de la Guerra Mundial. 16 años después del comienzo del sufrimiento alemán [clara referencia al Tratado de Versalles]. 19 meses después del comienzo del renacimiento de Alemania [el 30 de enero de 1933, Hindenburg nombra a Adolf Hitler Canciller de Alemania]. Adolf Hitler acudió de nuevo a Núremberg en avión para pasar revista a sus fieles seguidores”.

Origen del film

Cuando el montaje de La victoria de la fe, no estaba aún acabado, Hitler reconoció el talento de Riefensthal para la propaganda. Recordemos que La victoria de la fe había sido el film previo de

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una hora y cuatro minutos de duración sobre la Convención del Partido Nazi en Núremberg el año anterior. La propia Riefensthal se refirió a éste último como “sólo un fragmento imperfecto. No una verdadera película” (Leni Riefensthal, Memorien, Albrecht Knaus, Münich, 1987, p. 150. Hay una edición española de este libro, Memorias, Lumen Barcelona 1991. Citado por Steven Bach, Leni Riefensthal, Circe, Barcelona, 2008, p. 148). A mediados de octubre de 1933, Hitler decidió que ella debía repetir su trabajo en la reunión de 1934, Albert Speer rediseñaba el recinto de Núremberg para tal efecto. El nombramiento oficial no se haría hasta meses después pero mientras Leni editaba su primera película para el partido, ya contaba con la seguridad de que también haría la segunda. La confirmación llegó en la primavera, cuando en una carta de la UFA del 19 de abril de 1934, se le dijo que por “nombramiento del Führer” tenía “la responsabilidad artística y técnica” de la película que el propio Hitler titularía como Triumph des Willens. Aunque sea pura coincidencia, al mismo tiempo, 5 de octubre de 1933, Hitler decidió que el Reich debía construir un nuevo pabellón de deportes para las Olimpiadas de 1936. Olimpia sería su consagración como documentalista. El nombramiento de abril le permitía contar con meses para planear y preparar su trabajo y, además, se le garantizaba un personal más numeroso a su servicio con recursos ilimitados y una total libertad de movimiento, todo, de acuerdo, con el Führer. Podía haberse negado a hacerlo pero no lo hizo. El año 34 fue un año decisivo para Hitler. El desmantelamiento de la SA y la muerte de Hindenburg le otorgaron el poder absoluto. Riefensthal no podía estar al margen de estas circunstancias. Como intelectual que era sabía perfectamente que Alemania iba a un ritmo vertiginoso abocada hacia la dictadura pero Black Annis Riefensthal, a sus 32 años, se sentía cómoda entre los dragones del partido y ayudaría con su film a consolidar el régimen.

Hitler y Riefensthal

Hacía sólo un año que se conocían. Entre el final del rodaje de La luz azul y su estreno en marzo de 1932, Leni tuvo mucho tiempo libre. El 26 de febrero de 1932, se unió a veinticinco mil personas en un mitin celebrado por Hitler en el gigantesco Sportpalast de Berlín. Ernst Jäger, editor del Film-Kurier que había elogiado La luz azul le había aconsejado que fuera al mitin. Supuso que la vulgaridad de un mitin nazi desacreditaría las políticas anunciadas en Mi lucha. El resultado no fue el esperado por Jäger. El político nacido en Austria y que sólo el día anterior se había convertido en ciudadano alemán la impresionó “fue como si me cayera un rayo. Me sentí paralizada”. Se sintió tan profundamente afectada por lo que oyó que le resultó “imposible levantar la mano para llamar a un taxi”.

Leni no necesitaba a Hitler para tener éxito. A los treinta años había protagonizado siete renombradas películas, había dirigido la última La luz azul que ganó el medallón de plata en la Biennale de 1932 y fue elogiada hasta por Charles Chaplin. Su rostro extraordinario era familiar para todos los aficionados al cine en Alemania. Había alcanzado la cúspide de la fama. Pero lo cierto es que amaba a Hitler. “En aquel discurso sólo habló de paz y de trabajo, de los males de la sociedad de clases; pero no pronunció ni una sola palabra racista. No es que yo lo entendiera todo, pero su manera sencilla de decir todo lo que yo sentía hacía tiempo sin saberlo, fue lo que me hizo reaccionar. Yo odiaba la sociedad de clases; odiaba la idea de la guerra. Al oír su discurso, me convencí inmediatamente de que podría salvarnos del abismo al que parecíamos dirigirnos. Por eso, obedeciendo un impulso, le escribí justo antes de partir hacia Groenlandia” (Citado por Gitta Sereny, El trauma alemán, Leni, Península, nº 212, Barcelona, 2000, p. 251). Con la inminente partida a Groenlandia, Leni le escribió a Hitler una nota a la sede del Partido Nazi en Múnich, el palacio Barlow, modernizado con el nombre de la Casa Marrón. Leni despachó su nota el 18 de mayo de 1932, decía lo siguiente “Estimado Herr Hitler: hace poco asistí a un mitin político por primera vez en mi vida. Usted habló sobre el Sportpalast y debo confesarle que quedé tan impresionada por usted y por el entusiasmo de los espectadores que me gustaría conocerlo en persona. Por desgracia, debo marcharme de Alemania en los próximos días a fin de hacer una película en Groenlandia, así que reunirme con usted antes de marcharme no sé si será posible; y tampoco sé si esta carta llegará a sus manos. Me alegraría mucho recibir

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una respuesta de usted. Cordialmente. Leni Riefensthal”. (Citado por Steven Bach, Leni Riefensthal, op. cit. p. 382, de su libro de memorias p. 103). Tres días después de enviar la nota, Leni recibió una llamada del ayudante de Hitler, Wilhelm Brückner, invitándola a una reunión privada que había de celebrarse en la aldea de pesca de Horumersiel, en el Mar del Norte, cerca de Wilhelmshaven. Cedió a la curiosidad y a la oportunidad que se le presentaba. Leni no se fue con el grupo de la UFA que la esperaba en la estación Lehrter de Berlín dirección Hamburgo sino que cogió otro tren dirección a Wilhelmshaven donde llegó a las cuatro de la tarde del 22 de mayo. Una vez allí, la esperaba un Mercedes oficial con el ayudante Brückner a su servicio. Le explicó a Leni que justo antes de la llegada de su carta, Hitler había afirmado: “Lo más hermoso que he visto en una película ha sido la danza de Riefensthal junto al mar en La montaña sagrada” (Steven Bach, Leni Riefensthal, op. cit., p. 112. Citado de sus Memorias, op. cit., p. 105). ¿Fue causalidad o destino? No sabemos. Según escribió con posterioridad, la entrevista transcurrió de lo más afable e informal. Paseando por la playa, el político y la actriz hablaron sobre películas en las que ella había intervenido. El futuro Führer y Canciller le había gustado mucho La luz azul. De repente, el afirmó abruptamente: “Cuando ostentemos el poder, usted debe hacer mis películas”. Sentían una atracción mutua. Nadie podía imaginar en este momento el transcurso de los acontecimientos ni aún en la primavera de 1934, Adolf Hitler tenía todas las cartas a su favor para hacerse con el poder absoluto en Alemania.

1934

Dos acontecimientos dieron el poder absoluto a Adolf Hitler en el verano de 1934: uno, “la noche de los cuchillos largos”, el otro, la muerte de Hindenburg. El personaje central de El triunfo de la voluntad es un tipo que siente que ha llegado a la meta que se había marcado desde el pustch de Múnich el 8 y 9 de noviembre de 1923. Como un líder indiscutible acude a la cita el 5 de septiembre de 1934. Leni Riefensthal se encarga de presentar al nuevo Apolo.

Las SA de Ernst Röhm había sido la punta de lanza de la revolución nazi en los primeros meses de 1933. La violencia contra los enemigos políticos y la brutalidad contra los judíos se habían convertido en cotidianidad. Una gran parte de las cien mil personas que fueron detenidas en estos meses fueron recluidas en campos y prisiones improvisados de las SA. Se instalaron unas cien cárceles de este género sólo en la zona de Berlín. Muchas víctimas fueron brutalmente torturadas. La cifra mínima de entre quinientos y seiscientos asesinados pueden atribuirse a la SA. Rudolf Diels, el primer jefe de la Gestapo, describió así, después de la guerra las condiciones de una de las prisiones de Berlín de la SA: “Los ‘interrogatorios’ habían empezado y terminado con una paliza. Una docena de individuos habían maltratado a sus víctimas, a intervalos de unas horas, con barras de hierro, cachiporras de goma y fustas. Dientes y huesos rotos daban testimonio de las torturas. Cuando entramos, aquellos esqueletos vivientes con heridas purulentas yacían en hileras sobre la paja podrida”. (Rudolf Diels, Lucifer ante Portas, Stuttgart, 1950, p. 254 y ss. Citado por Ian Kersaw, Hitler 1889-1936, Península, Barcelona, 1999, p. 491).

La necesidad de que Hitler actuase se hizo especialmente urgente después de que Röhm en un artículo programático publicado en junio de 1933 en el Nationalsozialistische Monatshefte (revista mensual nacionalsocialista) hubiera afirmado que el objetivo de la SA era continuar la “revolución alemana”. Las SA de Röhm contaba con cuatro millones y medio de hombres, más que el partido. El 6 de junio de 1934, Hitler convocó a los gobernantes del Reich a una reunión en la cancillería. Allí expresó que la revolución no es una condición permanente. Otros dirigentes nazis (Frick, Göring, Goebbels y Hess) recibieron el mensaje en las semanas siguientes. Había un cambio de rumbo.

Röhm insistía. Sus ambiciones equivalían a la creación de un “Estado de la SA”. Ministro sin cartera, desde diciembre de 1933, no renunciaba a la creación de un “ministerio de la SA” y a la anexión de la Reichwehr. Su popularidad aumentó entre los hombres de la SA. Se mantenía

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públicamente fiel a Hitler pero en privado lo criticaba abiertamente y su dependencia de Blomberg, Ministro de Defensa y Reichenau enlace de la oficina ministerial entre el partido nazi y la Reichwehr. Ernst Röhm había sido el dirigente más destacado en el film de Riefensthal La victoria de la fe sobre la reunión del Partido en Núremberg de septiembre de 1933, presentándose claramente como la mano derecha del Führer. A principios de 1934, Hitler había sido expulsado de las páginas de la SA, SA-Mann, por el creciente culto a Röhm.

El Comandante de la SA, con su actitud se había granjeado un conjunto de enemigos poderosos. Göring estaba deseoso de librarse de la base de poder que constituía la SA en Prusia. Himmler y aún más su peligroso secuaz Heydrich querían romper el yugo que sujetaba la SS a la SA. En el partido, el jefe de la organización, Rudolf Hess y un personaje que estaba ganando peso entre bastidores Martin Bormann, sabían lo mucho que los hombres de Röhm despreciaban a la Organización Política y el peligro de que la SA llegase a sustituir al partido o hacerlo innecesario. Para el ejército, el objetivo de Röhm de subordinar la Reichwehr a los intereses de la milicia del pueblo era inadmisible. Hitler tenía que romper con Röhm.

En abril Hindenburg cayó gravemente enfermo. El problema de la sucesión era ya inminente. El 17 de junio el discurso de Franz von Papen, Vicecanciller de Alemania, en la universidad de Marburgo, fue directo a la línea de flotación del gabinete de gobierno. El discurso había sido preparado por Edgar Jung, abogado y analista político para la vicecancillería, pocos días después fue detenido. Criticó la creación de “un falso culto a la personalidad”. “Los grandes hombres no los hace la propaganda, sino que surgen de sus propias acciones. Ninguna nación puede vivir en un estado continuo de revolución. El dinamismo permanente no permite que se construyan unos cimientos sólidos. Alemania no puede vivir en un estado de constante desasosiego, del que nadie ve el final” (Ian Kersaw, op. cit., p. 499). El discurso fue recibido con grandes aplausos. Fuera, Goebbels se puso en movimiento para impedir su difusión pero no pudo evitar que algunos extractos se imprimieran en el Frankfurter Zeitung, uno de los periódicos más respetados de Alemania. Se filtraron copias del discurso y se hicieron circular tanto en el interior del país como en la prensa extranjera. La noticia se difundió enseguida. Pero si Papen y los suyos tenían la esperanza de provocar la intervención del ejército con el apoyo del presidente acabarían decepcionados. El discurso de Marburgo constituyó el detonante de la operación brutal que se produciría a final de mes.

No está claro lo que tenía Hitler pensado en esta etapa. Parece ser que se habló de deponer a Röhm o de mandarle detener. Por entonces, la SD de Heydrich y la Gestapo estaban trabajando a marchas forzadas en la elaboración de informes alarmistas de un golpe inminente de la SA. Los dirigentes de la SS y la SD fueron convocados en Berlín el 25 de junio para recibir instrucciones de Himmler y de Heydrich. La SA, pese a su indisciplina, nunca había considerado la posibilidad de un golpe de estado. La Reichwehr pasó a recelar durante mayo y junio de las ambiciones del alto mando de la SA y puso armas y transportes a disposición de la SS. Se consideraba un golpe de la SA para verano u otoño. Todos los miembros del alto mando de la Reichwehr, Blomberg y Reichenau, estaban preparados para una acción contra Röhm. El 26 de junio se dispararon todas las alarmas ante lo que parecía ser una orden de Röhm de armar a la SA con vistas a un ataque contra la Reichwehr. La orden, una falsedad, se presentó a Hitler como prueba. Hitler ya había dado a entender a Blomberg, dos días antes, que convocaría a los dirigentes de la SA a una conferencia en Bad Wiesse, en el Tegernsee, a ochenta kilómetros de Múnich, donde estaba residiendo Röhm y que los detendría.

Se dio orden por teléfono al ayudante de Röhm de que se asegurara que asistieran a la reunión con Hitler en Bad Wiesse a última hora de la mañana del 30 de junio todos los dirigentes de la SA. Grupos y miembros de la SA de diferentes partes de Alemania se dejaron llevar por los rumores que circulaban sobre una operación inminente contra la SA, o sobre la destitución de Röhm, salieron a la calle en Berlín. En Múnich 3000 miembros de la SA armados se habían lanzado a la calle a primeras horas denunciando la “traición” contra la SA y gritando: “El Führer

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está contra nosotros, la Reichwehr está contra nosotros: la SA a la calle”. Hitler desconocía los disturbios hasta que llegó allí a primera hora de la mañana. Ciego de furia, decidió actuar inmediatamente. Se convocó a los jefes de la SA local, Obergruppenführer Schneider y Gruppenführer Schmid en el Ministerio del Interior bávaro. Hitler estaba descontrolado. Les arrancó las enseñas de su rango sin aceptar ninguna explicación, gritando: “Estáis detenidos y seréis fusilados”. Desconcertados fueron trasladados a la prisión de Stadelheim. Hitler pidió que le llevasen inmediatamente a Bad Wiesse. Eran las 6,30 cuando los tres coches pararon a la entrada del hotel Hanselbauer en el centro turístico del Tagernsee, donde Röhm y otros dirigentes estaban aún durmiendo bajo los efectos de una noche de alcohol y descontrol. Hitler seguido por un grupo de policías irrumpió en la habitación de Röhm y, pistola en mano, le acusó de traidor y le comunicó que estaba detenido. Edmund Heines, el dirigente de la SA de Breslau fue hallado en una habitación próxima en la cama con un joven… una escena que la propaganda de Goebbels aprovechó muy bien. Otros miembros del estado mayor de Röhm fueron detenidos. Todos ellos fueron encerrados en el sótano del hotel hasta que una empresa de Bad Wiesse facilitó un autobús para transportar a los dirigentes de la SA a la prisión de Stadelheim de Múnich.

A mediodía, volvieron a la sede del Ministerio del Interior. El canciller habló de la “peor historia del mundo”. La atmósfera era asesina. Aseguró que Röhm había recibido 12 millones de marcos en sobornos de Francia para que le detuviera y le matara a él. El jefe de la SA y los que habían conspirado con él recibirían un castigo ejemplar. Les haría fusilar a todos. En cuanto se retiró, Hitler dio la orden de ejecutar a seis de los miembros de la SA que estaban detenidos en Stadelheim, señalando sus nombres con cruces en una lista facilitada por la administración de la prisión. Fueron sacados inmediatamente de su encierro y fusilados por hombres de Seep Dietrich. Sin juicio, se dijo a los acusados “¡Habéis sido condenados a muerte por el Führer! ¡Heil Hitler!

Simultáneamente, en Berlín, Göring se encargaría del resto. Los hombres de la SS habían irrumpido en la vicecancillería y un comando de Gestapo había matado a tiros a Herbert von Bose, Jefe del Gabinete de prensa de la vicecancillería. Edgar Jung que llevaba desde el 25 de junio en “detención preventiva”, fue asesinado igualmente. Se encontró su cadáver en una zanja cerca de Oranienburg el 1 de julio. Los miembros del equipo de Papen fueron detenidos. El propio vicecanciller fue puesto bajo arresto domiciliario. La matanza se extendió a otros que no tenían nada que ver con la SA. El jefe de Acción Católica, Erich Lausener fue liquidado por un comando bajo las órdenes de Heydrich. Se saldaron viejas cuentas. A Gregor Strasser, parlamentario nazi, aliado de Schleicher (predecesor de Hitler) y Papen contra Hitler, le llevaron al cuartel general de la Gestapo y le mataron a tiros en una celda. Al general Schleicher y a su esposa los mataron a tiros en su casa. Figuró también entre las víctimas el comandante general Bredow una de las manos derechas de Schleicher. En Múnich, el antiguo adversario de Hitler, Ritter von Kahr, se lo llevaron a rastras hombres de las SS y fue hallado muerto a machetazos cerca de Dachau. El crítico musical Wilhelm Eduard Schmid fue asesinado por error; los hombres de la SS que le mataron creyeron que era el doctor Ludwig Schmitt que había simpatizado con Otto Strasser hermano de Gregor. Entre las veintidós víctimas de Múnich figuraba Pater Bernhard Stempfle que había ayudado a corregir Mein Kampf. No se conoce ningún motivo de su asesinato, pudo tratarse de un error.

A las diez de la noche del 30 de junio, Hitler regresó a Berlín. Röhm aún seguía vivo. Hitler vaciló hasta la última hora de la mañana del día siguiente respecto a Röhm. Hitler prefirió que Röhm se quitase la vida a que fuese ejecutado. Theodor Eicke, comandante del campo se concentración de Dachau, recibió la orden de ir a Stadelheim y ofrecerle a Röhm la posibilidad de reconocer el delito de traición suicidándose. En caso contrario, había que pegarle un tiro. Junto a su ayudante el SS-Sturmbannführer Michel Lippert fueron en coche hasta Stadelheim. Se le dejó una pistola y el último número del Völkischer Beobachter que contenía los detalles del “golpe de Röhm”. No se oyó disparo alguno. Al cabo de diez minutos, Eicke y Lippert volvieron a entrar en la celda pistola

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en mano, no esperarían más, y le mataron a tiros. El comunicado a Hitler era breve: “Al antiguo jefe de estado mayor, Röhm, se le dio la oportunidad de asumir las consecuencias de su conducta traicionera. No lo hizo y así fue por lo tanto ejecutado” (Ian Kersaw, op. cit., 506).

El 2 de julio, Hitler comunicó oficialmente la “operación de limpieza”. Ese mismo día, Göring dio la orden a la policía de quemar todos los expedientes relacionados con el asunto. No se destruyeron todos. Quedó un rastro. Al menos para que sepamos el nombre de las ochenta y cinco víctimas de las que sólo cincuenta pertenecían a las SA. Hay quien calcula que el número de asesinatos oscila entre las ciento cincuenta y las doscientas personas. El nuevo dirigente de la SA sería Viktor Lutze, a quién veremos junto con Hitler y Himmler en el homenaje al soldado desconocido en el estadio de Núremberg en el film El triunfo de la voluntad. Al cabo de un año, la SA había quedado reducida a un 40 por 100 de su tamaño.

La matanza causó horror fuera de Alemania. Dentro la cosa era distinta. El Ministro de Defensa Blomberg, alabó ya el 1 de julio la “resolución militar y la bravura ejemplar” demostrada por el Führer atacando y aplastando a los “traidores amotinados”. Al día siguiente, Hindenburg envió un telegrama a Hitler expresando su “honda gratitud” por la “intervención resuelta” y la “valerosa participación personal que había salvado al pueblo alemán de un grave peligro” (Ian Kersaw, op. cit., p. 507).

El propio Hitler dio una versión ampliada de la “conjura” de Röhm en una reunión de ministros en la mañana del 3 de julio. Asumía toda responsabilidad. “El ejemplo que había dado sería una lección saludable para el futuro. Había estabilizado la autoridad del gobierno definitivamente”. Pidió al gabinete que aceptara el borrador de la Ley para la Defensa del Estado en Situación de Emergencia: “Las medidas tomadas el 30 de junio y los días 1 y 2 de julio para la represión de los ataques traicioneros al estado y de alta traición son legítimas como defensa del estado en situación de emergencia”. Franz Gürtner, Ministro de Justicia, declaró que el proyecto no creaba una nueva ley, sino que ratificaba la existente. Blomberg, Ministro de la Reichwehr, dio gracias al canciller en nombre del gabinete por “su actuación valerosa y resuelta con la que había librado al pueblo alemán de la guerra civil” (Ian Kersaw, op. cit., p. 508). Con estas dos declaraciones se aprobó unánimemente la ley que concedía a Hitler el derecho de asesinar en interés del Estado. Firmaron la orden Hitler, Frick (Ministro del Interior) Gürtner.

El discurso de Hitler en el Reichstag el 13 de julio expresaba que: “Los motines se aplastan de acuerdo con leyes de hierro, eternas. Si se me reprochase no haber acudido a los tribunales pidiendo una sentencia, sólo puedo decir: en aquel momento, yo era responsable del destino de la nación alemana y en consecuencia el juez supremo del pueblo alemán… Di la orden de ejecutar a los que eran más culpables de esa traición y di luego orden de cauterizar, hasta la carne viva, las úlceras de nuestro pozo de veneno interior y del veneno que venía de fuera”. (Ian Kersaw, op. cit., p. 511). Las aclamaciones fueron sonoras. La sustitución de la soberanía de la ley por el asesinato por razón de Estado fue aplaudido por todos. La mayoría de la gente aplaudió a su canciller. Incluso las dos iglesias guardaron silencio a pesar de que entre las víctimas contaba el dirigente de Acción Católica Erich Klausener. La opinión pública internacional no extrajo ninguna consecuencia de estos sucesos. Lo consideraron un asunto interno, una especie de baño de sangre de gangsterismo político que recordaba a la Matanza del Día de San Valentín de Al Capone. Visconti había escenificado esta historia en el film La caída de los dioses del año 1969, personificando en el clan familiar de los Essenbeck a la familia Krupp, importante junker siderúrgico de Alemania.

Mientras todo esto sucedía, Hindenburg agonizaba en Neudeck. A finales de julio, se hizo público el grave estado del presidente del Reich. El 1 de agosto Hitler fue en avión a Neudeck. Hindenburg, confundiéndole con el Kaiser, se dirigió a él llamándole “majestad”. A la mañana siguiente había muerto. Hitler no había dejado nada al azar. El 1 de agosto, cuando Hindenburg aún estaba vivo, hizo que todos sus ministros añadieran su firma a una ley que establecía que, a

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la muerte de Hindenburg, el cargo de presidente del Reich quedara unido al de canciller del Reich. La razón que dio fue que el título de Presidente del Reich estaba vinculado sólo al fallecido. Hitler deseaba, se acuerdo con una norma aplicable “siempre” que se le asignase el tratamiento de Führer y Canciller del Reich. Esta modificación de sus poderes debería someterse a un “plebiscito libre” el 19 de agosto.

Entre los firmantes de la Ley del Jefe del Estado del Reich Alemán del 1 de agosto de 1934 figuraba Blomberg, el Ministro de la Reichwehr. Dejaba de existir la posibilidad de que el ejército apelase por encima del jefe de gobierno al presidente del Reich como comandante supremo. Blomberg y Reichenau estaban decididos a ir más allá. Sin consultar a Hitler, idearon precipitadamente el juramento de lealtad incondicional a la persona del Führer que habían de hacer todos los oficiales y soldados de las fuerzas armadas en ceremonias que se celebrarían por todo el país el 2 de agosto, cuando no se había enfriado el cadáver de Hindenburg. Si querían atrapar a Hitler, el efecto fue el contrario. El ejército quedó encadenado al Führer. El que Blomberg no tuviese ningún poder legal, como miembro de la Reichwehr, para modificar el juramento que se hacía antes a la constitución y no a la persona del presidente, fue algo que simplemente se ignoró. La mayoría del ejército no reflexionó sobre las implicaciones del juramento. El juramento significaba que la distinción entre la lealtad al estado y la lealtad a Hitler había sido eliminada. El titular del Münchner Neueste Nachrichten del 4 de agosto de 1934 “Hitler es hoy la totalidad de Alemania” (Ian Kersaw, op. cit., p. 515).

El 19 de agosto, de acuerdo con las cifras oficiales, el 89,9 por 100 de los votantes apoyaron los poderes constitucionalmente ya ilimitados de Hitler como jefe de gobierno, jefe del partido y comandante supremo de las fuerzas armadas. Hitler se había asegurado el poder total. El nuevo Apolo estaba dispuesto para ser presentado a la nación Alemana. Leni Riefensthal cumpliría tal finalidad en el Triunfo de la voluntad.

Deutscher Hof Hotel

Hitler es presentado en el triunfo de la voluntad como un dios que desciende de las alturas, atravesando un mar de nubes, para otorgar sus dones a la humanidad. Riefensthal escenifica dos mundos: el celestial y el terrestre. Los pasajeros del Junker D: 2800 están por encima del bien y del mal. Poco a poco se visualiza la ciudad: Núremberg. Sede de la Congreso Nacional del Partido de 1934. Las torres de la catedral con dos banderas: la negra, blanca y roja, del imperio en una torre y la bandera roja con la esvástica en la otra. Hitler sobre la ciudad pero también sobre Alemania. La marcha de los militantes nazis en estricta formación geométrica y el avión proyectando su sombra sobre ellos. Destaca el carácter mesiánico. Un Mesías con botas de soldado mandado por los dioses, de un mundo superior, procedente del cielo viene a redimir y a salvar al pueblo alemán. Planos generales de la ciudad y primeros planos de la gente con el saludo fascista a la llegada del avión.

Descienden los personajes. Para sorpresa, son humanos, no extraterrestres provenientes de Marte. Riefensthal juega con los planos desenfocados de Hitler durante todo la cinta para dotarlo de un halo mágico. Aparece Goebbels. Viste de civil. Desde el aeródromo en un coche descapotable se abre paso entre la gente a la que saluda. Es el vínculo entre el nuevo Führer y su pueblo. Colocar una cámara en el coche oficial de Hitler, no era cosa fácil. Leni Riefensthal había sabido ganarse la confianza del régimen, no era una cineasta cualquiera. Una mujer con una niña en brazos, próxima al vehículo, le entrega unas flores al Jefe del Estado. Primeros planos de los niños en el desfile. Planos picados y planos generales. El Tercer Reich no iba a suponer una ruptura con la historia, los edificios históricos, las fuentes, las plazas de Núremberg serían objeto de la cámara. Hitler venía a cumplir con el destino histórico de Alemania. El coche estaciona frente al Deutscher Hof Hotel.

La moral del gang

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Escribe Albert Camus en El hombre rebelde que: “Todas las revoluciones modernas acabaron robusteciendo el Estado. El año 1789 lleva a Napoleón, 1848 a Napoleón III, 1917 a Stalin, las perturbaciones italianas de la década de los veinte a Mussolini, la república de Weimar a Hitler. El sueño profético de Marx y las potentes anticipaciones de Hegel o de Nietzsche terminaron suscitando, después de ser arrasada la ciudad de Dios, un Estado racional o irracional, pero en ambos casos terrorista. A decir verdad, las revoluciones fascistas del siglo XX no merecen el título de revolución. Les ha faltado la ambición universal. Mussolini y Hitler trataron, sin duda, de crear un imperio y los ideólogos nacionalsocialistas pensaron, explícitamente, en el imperio mundial. Su diferencia con el movimiento revolucionario clásico consiste en que, siendo herederos del nihilismo, prefirieron deificar lo irracional, y sólo ello, en lugar de divinizar la razón. Con ello renunciaban a lo universal. Ello no impide que Mussolini se declare heredero de Hegel y Hitler de Nietzsche. Desde 1914, Mussolini anunciaba la ‘santa religión de la anarquía’ y se declaraba enemigo de todos los cristianos. En cuanto a Hitler su religión confesada yuxtaponía sin vacilación el Dios-providencia y el Walhala. Su dios era, en verdad, un argumento de mitin y una manera de elevar el debate al final de sus discursos” (Albert Camus, El hombre rebelde, Obras 3, edición de José María Guelbenzu, Alianza Editorial, Madrid, 1996, pp. 213-214).

La Alemania de 1934, se decidió, lo hemos visto, a adoptar los valores degradados de algunos hombres, el ideario nacional-socialista y trató de imponerlos a toda una civilización. En palabras de Camus: “A falta de la moral de Goethe, eligió, la moral de la pandilla de gánsteres. La moral del gang es triunfo y venganza, derrota y resentimiento, inagotablemente.” (Albert Camus, op. cit., p. 215). Para Hitler, ser era hacer. Sólo la acción le mantenía en pie. Su régimen no podía prescindir de enemigos: el judío, la masonería, las plutocracias, los anglosajones y el eslavo bestial. La lógica de este dinamismo era el triunfo total pero fue la derrota total. Pero primero, el establecimiento del imperio del crimen. Fritz Lang en la película El testamento del Dr. Mabuse del año 1933, explica en qué consiste este manifiesto: “El alma del ser humano debe ser intimidada en toda su profundidad a través del imperio del crimen. El alma del ser humano debe ser intimidada en toda su profundidad a través de crímenes inescrutables y aparentemente insensatos. Crímenes que no sean provechosos para nadie y cuya única meta sea extender el miedo y el terror. Porque la única finalidad del crimen es conseguir que se imponga el dominio ilimitado del terror. Un estado de completa inseguridad y anarquía que se base en los ideales destructivos de un mundo condenado a la decadencia. Cuando los hombres estén dominados por el terror del crimen, sumidos en el miedo y en el horror, el mundo débil e indefenso se hundirá en el caos y entonces habrá llegado la hora del imperio del crimen”. Fritz Lang tuvo que abandonar Alemania este mismo año.

Rauschning en su libro Revolución del nihilismo dice que, este dinamismo, no es ya liberación, justicia y desarrollo del espíritu sino “la muerte de la libertad, el dominio de la violencia y la esclavitud del espíritu” (citado por Albert Camus, op. cit., p. 217). El fascismo es, efectivamente el desprecio. A la inversa, toda forma de desprecio, si interviene en política, prepara o instaura el fascismo. Continúa Camus que “el fascismo no puede ser otra cosa sin renegar de sí mismo. Jünger deducía de sus principios que valía más ser criminal que burgués. Hitler sabía que es indiferente ser lo uno o lo otro, desde el momento en que no se cree más que en el éxito. Se autorizó, por lo tanto, a ser lo uno y lo otro a la vez”. Hitler anunciaba que: “Cuando la raza corre el peligro de que la opriman, la cuestión de la legalidad no desempeña sino un papel secundario”. Por otra parte, añade Camus, como la raza tiene siempre necesidad de que la opriman para existir, nunca hay legalidad. De igual modo, continuaba Hitler: “Estoy dispuesto a firmarlo todo, a suscribirlo todo… en lo que me concierne, soy capaz, con toda buena fe, de firmar hoy tratados y romperlos mañana fríamente si el porvenir del pueblo alemán está en juego”. El Führer declaró a sus generales que cuando acabase la guerra no se preguntaría al vencedor si había dicho la verdad. “El vencedor será siempre el juez y el vencido el acusado”.

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Mein Kampf va directo a las cámaras de gas de Maidanek. Albert Camus lo expresa claramente: “La conquista dirigida hacia el interior del país se llama propaganda o represión. Dirigida al exterior crea el ejército. Todos los problemas son militarizados y se plantean en términos de potencia y eficacia. El general en jefe determina la política y, además, todos los problemas principales de administración. Este principio se generaliza en la vida civil. Un solo jefe, un solo pueblo, significa un solo amo y millones de esclavos” (Albert Camus, op. cit., p. 218).

En la ceremonia de apertura del Congreso en el Salón Luitpold, Rudolf Hess proclama que: “El movimiento saluda especialmente a los representantes de la Wehrmacht, la cual está ahora bajo el mando directo del Führer. Mi Führer, alrededor de usted se hallan las banderas y estandartes de este nacionalsocialismo. Llegará un día en la que la tela se habrá descompuesto; sólo entonces la gente será capaz de entender mirando hacia el pasado, la grandeza de nuestra época y darse cuenta de lo que usted, Führer significa para Alemania. ¡Usted es Alemania! ¡Cuando usted actúa, la nación actúa! ¡Cuando usted juzga, el pueblo juzga! Todo por Alemania. Nuestro agradecimiento es el juramento de ser leal a usted, en los buenos y en los malos tiempos pase lo que pase. Gracias a su liderato, Alemania va a conseguir su objetivo: ser patria de todos los alemanes del mundo. Usted ha sido para nosotros el garante de la victoria. Usted es para nosotros el garante de la paz. ¡Adolf Hitler! ¡Sieg, Heil!” Hess y Hitler estrechan sus manos. El público al unísono ¡Sieg, Heil! A continuación, siguen las declaraciones de miembros destacados del movimiento nacionalsocialista, entre ellos, Julius Streicher, editor antisemita, afirma: “Un pueblo que no protege la pureza de su raza perece”. Hans Frank el que fue Gobernador General de los territorios polacos ocupados, en estos momentos Ministro de Justicia para el Estado de Baviera, abogado de profesión, entiende así el sistema judicial: “Como jefe del sistema judicial alemán, sólo puedo decir que, en tanto el código nacionalsocialista es la base del estado nacionalsocialista para nosotros, el más alto líder político es también el juez supremo. Nosotros que sabemos cuán sagrados son los principios del Derecho para el Führer, podemos asegurarnos, compatriotas, que vuestra vida y vuestra existencia están garantizadas en este estado nacionalsocialista de orden, libertad y derecho”. Finalmente, Goebbels pronuncia el discurso, definiendo la línea de actuación de la propaganda política: “¡Ojalá la luminosa llama de nuestro entusiasmo nunca se apague! Ella sola da luz y calor a una propaganda política moderna gracias a su arte creativo. Esta llama ascendió desde lo más profundo del pueblo y tiene que descender una y otra vez allí para buscar sus raíces y encontrar su fuerza. Podría estar bien tener un poder basado en la fuerza pero es mejor y más satisfactorio ganar y conservar el corazón de un pueblo”.

Walter Ruttmann

Walter Ruttmann fue contratado por Leni Riefensthal para que compartiera la dirección con ella de El triunfo de la voluntad. Aunque se le consideraba comunista, Ruttmann no se negó a hacer propaganda para el Reich. Famoso por el film Berlín: Sinfonía de una gran ciudad del año 1927. Esta película fue concebida por Carl Mayer y montada por Walter Ruttmann quien había sobresalido en filmes abstractos, montó la inmensa cantidad del material reunido por Karl Freund y otros fotógrafos. La música era de Edmund Meisel conocido por la partitura de Potemkin. Berlín: Sinfonía de una gran ciudad es una gran cross-section de un día de trabajo dividido en cinco actos al final de la primavera de 1927. Leni Riefensthal quería para su film muchas de las propuestas que aparecían en Berlín, por ejemplo, travelling, picados, contrapicados, la filmación improvisada, primeros y medios planos, la misma estructura de la película, amanecer, mediodía, tarde, noche. Ruttmann planeó utilizar montajes de fotografías, noticiarios, carteles y docudramas para volver a los lugares históricos de reunión del movimiento y las etapas de su desarrollo. Cuando Leni, dedicada en el rodaje de Tiefland, regresó a Berlín y vio lo que había filmado, lo despidió. Pero esto no es del todo cierto.

Leni empezó a montar la película en los laboratorios Geyer, las instalaciones más avanzadas del momento, cuatro salas de montaje, salas separadas para el revelado. Ningún director de

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Alemania contaba con tales medios, igualmente, para cumplir con la fecha de estreno prevista para diciembre de 1934, contaba con Walter Ruttmann. Lejos de haberlo despedido, trabajó con él en la película hasta febrero de 1935, aún los periodistas se referían a él como codirector. Fragmentos del guion escrito por Ruttmann se publicaron en octubre, semanas después de que acabase la Convención, y algunos titulares afirmaban que: “Leni Riefensthal y Walter Ruttmann dirigen la filmación en el estudio [Babelsberg] con actores” (Rainer Rother, Leni Riefensthal: The Seduction of Genius, por Martin H. Bott, Continuum, Londres, 2002, p. 62, citado por Steven Bach, op. cit., p. 167). Durante esta filmación en el estudio visitaron el plató Goebbels, Viktor Lutze, Otto Dietrich. La película se estrenó en marzo. En diciembre Hitler presenció un preestreno. Seguro que la proyección no agradó al político. Lo que Leni y Ruttmann habían filmado juntos sobre la historia del partido, con Röhm omnipresente en todas las manifestaciones públicas, hizo al Führer removerse en su asiento, por los sucesos de junio. Tampoco el final, ensalzaba a Hitler como Führer. En palabras de Steven Bach, “su mito no necesitaba el resumen de Ruttmann, lo que necesitaba era la visión de Leni ‘el nuevo Dios’” (Steven Bach, op. cit., 168). Es posible que Leni haya estado en desacuerdo con el enfoque de Ruttmann desde el principio. Walter Ruttmann no fue el primer colaborador que ella borraba de su memoria.

Técnica

La nómina de cámaras era extraordinaria. Todo requería una planificación exhaustiva. Esto último permite cuestionarnos si se trata o no de un documental. Leni llegó en agosto a Núremberg para asumir el mando de un equipo compuesto por más de 170 personas entre las que figuraban dieciséis cámaras y otros tantos asistentes de cámaras bajo la dirección de Sepp Allgeier. Nueve fotógrafos aéreos y otras veintinueve cámaras de las divisiones de noticias de las empresas alemanas cinematográficas UFA y Tobis, así como de los subsidiarios europeos de la Fox y la Paramount. El personal técnico, formado por diez personas, estaba reforzado por diecisiete iluminadores, dos fotógrafos a tiempo completo, veintiséis conductores, treinta y siete vigilantes y guardias de seguridad, un equipo de sonido integrado por trece personas, dos oficinistas y sus ayudantes. Gisela Schneeberger, preparó las fotografías fijas para la publicidad. Entre el personal figuraba Herbert Seehofer, asesor de propaganda del Partido Nacionalsocialista.

Leni recurrió a la experiencia que había adquirido con Arnold Fanck, el padre de las películas alpinas El gran salto (1927), Tormenta en el Mont Blanc (1930), El infierno blanco (1928) de Piz Palü, como los picados y contrapicados desde los picos afilados del Mont Blanc a la veta profunda de los glaciares. Con el fin de asegurarse que nada escapaba a su cámara escogió lugares con vistas en los tejados, excavó trincheras de dos metros de profundidad por encima de las cuales atravesaba un desfile, un carro de combate, la caballería. Consiguió escaleras extensibles de los bomberos de Núremberg. Mandó cámaras en aviones para tomar fotos aéreas e hizo poner vías sobre el terreno para los travellings o calzar a los cámaras con patines para hacer tomas en movimiento. Para evitar que los operadores se filmaran entre sí, los vistió con uniformes hechos a propósito de color gris claro de modo que pudieran mezclarse entre la gente y distinguirse de las camisas negras o pardas de la SS o SA. Las tomas nocturnas, los fuegos artificiales, las teas y las antorchas de magnesio confabulando los fusión de los cuatro elementos tierra, aire, agua, fuego y las olas de estandartes con la esvástica dirigiéndose hacia una meta, un destino, un Führer, una Alemania.

Diagonales, planos, angulaciones, recursos de luz, focos nocturnos que abren la profundidad de campo en las escenas nocturnas o travellings inversos que abren la profundidad de campo cuando el coche oficial del Führer abre como una cuña la multitud que se congrega para saludar al líder. Presenciamos el descubrimiento del protocolo moderno ante las grandes concentraciones de masas. La dificultad es inmensa. Las cámaras eran muy pasadas, no iban monitorizadas, no había un control central. Cada cámara sabía perfectamente lo que tenía que rodar. El trabajo de montaje es fantástico. La postproducción que hizo Riefensthal y Ruttmann no

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tiene parangón. La música está muy escogida: Wagner, Horst Wessel compositor del himno nazi Die Fahne Hoch (La bandera en alto), también conocido como Horst Wessel Lied (La canción de Horst Wessel). Todo está cuadriculado, milimetrado. Nada se deja al azar. Todo el film es una lección cinematográfica.

La ciudad es un decorado natural. Núremberg es un símbolo. No es el azar quien hace de esta ciudad, finalizada la guerra, sede de los juicios al nacionalsocialismo. En la película de Stanley Kramer del año 1961 protagonizada por Spencer Tracy con Burt Lancaster, Marlene Dietrich, Richard Widmark, Mongomery Clift, Judy Garland, destaca la escena en la que el juez Dan Haywood visita el estadio olímpico con la tribuna de oradores vacía donde aún pueden escucharse los ecos y acentos de los discursos del Führer en el espacio vacío ocupado ahora por el silencio de la historia.

El fuego al soldado desconocido

La escena comienza con un plano del águila imperial que agarra con sus patas la cruz gamada. Plano picado sobre las formaciones geométricamente dispuestas. El objetivo está tomado desde un pequeño elevador que Albert Speer había construido para la ocasión situado en el mástil de una de las tres banderas detrás de la tribuna de oradores. La escena está tomada de la anterior en La Victoria de la fe, en aquella ocasión era Hitler y Röhm quienes homenajeaban a los caídos, ahora la situación había cambiado. En el pasillo central apenas distinguimos tres figuras que marchan formando un triángulo cuyo vértice superior es Adolf Hitler, los dos inferiores están ocupados por Heinrich Himmler, jefe de la SS, y Viktor Lutze reciente jefe de la SA. El movimiento de la cámara detrás de las columnas para facilitar el travelling e ir cambiando de perspectiva en relación al escenario de oradores que era el eje fundamental es muy bueno. Los tres líderes rinden homenaje al fuego del soldado desconocido. Saludan con el brazo en alto. Destaca la fusión de elementos iconográficos, la esvástica, las banderas, el fuego, la formación de la milicia, el silencio, la solemnidad. Dan media vuelta y retroceden. El plano del pasillo desnudo que recorren en medio de una masa colosal congela la retina.

Al toque de corneta, las tropas dan media vuelta. El Führer está listo. Más de 50.000 personas protagonizan el evento. Destaca el movimiento de la cámara ascendente y el flujo de banderas serpenteantes. Todo este prólogo es la preparación del discurso. A la izquierda el líder, a la derecha, el águila. Adolf Hitler alude por primera vez a Röhm, tampoco es algo dejado al azar, es ahora, frente al fuego eterno que arde en el Walhala: “Hace algunos meses se alzó sobre el movimiento una negra sombra. Ni la SA ni ninguna otra organización del partido tiene nada que ver con esta negra sombra. Se equivocan los que creen que se produjo una brecha en la estructura de nuestro movimiento. Éste permanece firme como este bloque de aquí y nada en Alemania podrá romperlo. Y si alguien osara abusar del espíritu de mi SA, no le haría ningún daño; por el contrario, los que lo intentasen se lo harían a sí mismos. Solamente un loco o un embaucador pueden pensar que yo o cualquier otro podemos tener la intención de disolver lo que nosotros mismos hemos estados construyendo a lo largo de tantos años. No, compañeros míos, seguimos unidos codo con codo por nuestra Alemania. Os hago entrega de los nuevos estandartes en la con la convicción de que los depósito en las manos más leales que hay en Alemania puesto que en el pasado me habéis demostrado vuestra lealtad mil veces, en el futuro no puede ser y no será distinto y así os saludo como mis leales hombres de la SA y la SS de toda la vida. ¡Sieg, Heil!”. Salva de cañón. Fin del discurso.

Clausura

El reflector ilumina un águila imperial. Estamos en el salón Luitpold. Hitler entra primero seguido de sus correligionarios: Hess y Bormann. Ocupan su puesto los jefes del movimiento. Entran los estandartes nazis. Hess presenta al Canciller. Hitler, gran actor, interpreta el texto. Histrionismo en estado puro. Las flores en el estrado dulcifican el discurso. El público, la sociedad civil que

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observa los movimientos del régimen hacia la dictadura del partido único: “El Sexto Congreso del Movimiento está llegando a su final. Lo que quizás parezca una gigantesca escenificación de poder político para millones de alemanes que están fuera de nuestras filas ha sido mucho más para cientos de miles de luchadores: el gran encuentro personal y espiritual de los viejos combatientes y compañeros de lucha. Pese a la evidente grandiosidad de esta revista del partido, puede que algunos de ellos se acuerden con nostalgia en el corazón de los días en que aún era difícil ser nacionalsocialista. Estando aún nuestro partido formado por siete hombres, ya enunció dos propósitos: primero, quería ser un partido con una auténtica ideología y, segundo, quería sin condiciones el único y exclusivo poder en Alemania. Tuvimos que permanecer como partido minoritario, pues movilizamos en la nación las cualidades de la lucha y del espíritu de sacrificio los cuales nunca han residido en la mayoría sino siempre en la minoría. Una vez que la élite racial de la nación alemana, autoevaluándose con orgullo, reclamó audazmente el liderato del Reich y del pueblo, éste se reunió y se sometió de manera cada vez más mayoritaria a este liderato. El pueblo alemán está contento al saber que el fantasma de la huida eterna ha sido sustituido por un punto de referencia fijo. Aquel que se siente y se sabe portador de la sangre más pura ha arrebatado el liderato de la nación y está decidido a consérvalo, llevarlo a cabo y no abandonarlo nunca. Inevitablemente sólo una parte del pueblo está formada por luchadores activos. De ellos, se exige más que de los otros millones de compatriotas. A ellos no les llega con hacer la confesión: ‘yo creo’, sino el juramento: ‘yo lucho’. El partido va a ser para siempre la élite del pueblo alemán que lleve el liderato político será invariable en su doctrina, duro con el acero en su organización, flexible y adaptable en su táctica y en si conjunto, sin embargo, como una orden religiosa. El objetivo consiste en que todos los alemanes decentes se conviertan en nacionalsocialistas aunque sólo los mejores nacionalsocialistas deben ser miembros del partido. Antaño nuestros enemigos procuraron librar el movimiento de elementos inferiores que iban apareciendo en éste, mediante prohibiciones ocasionales. Hoy en día, tenemos que examinarnos y deshacernos nosotros mismos de aquello que resulte ser malo y que, por eso, en el fondo no forma parte de nosotros. Es nuestro deseo y nuestra voluntad que este estado y este Reich perduren los próximos milenios. Podemos ser felices sabiendo que el futuro nos pertenece por completo. Quizás los que ya tienen una cierta edad pueden vacilar; la juventud, en cambio, está entregada a nosotros y nos es adicta en cuerpo y alma. Sólo cuando colaboremos todos en el partido para encarnar lo más elevado del pensamiento y del ser nacionalsocialista, el partido constituirá un pilar eterno e indestructible del pueblo y del Reich alemanes. Entonces, el magnífico y glorioso ejército –orgullosa y ancestral institución de nuestro pueblo- va a tener a su lado la dirección política del partido, que no tiene menos tradición, para que, entre ambas instituciones, eduquen y fortalezcan al hombre alemán y lleven sobre sus hombros al estado alemán, al Reich alemán. A esta hora, dejan ya la ciudad decenas de miles de militantes del partido. Mientras unos aún evocan el Congreso en su memoria, otros ya empiezan a preparar la próxima convocatoria. Y, de nuevo, las gentes vendrán y se irán y, en cada nueva ocasión saldrán emocionadas y entusiasmadas pues, la idea y el movimiento son la expresión viva de nuestro pueblo y, por tanto, un símbolo de lo eterno. ¡Viva el movimiento nacionalsocialista! ¡Viva Alemania!”.

Hess sube al estrado: “El partido es Hitler. Hitler, sin embargo es Alemania como Alemania es Hitler”. Todos entonan el himno alemán con el brazo en alto.

El punto luminoso, como un altar, es fundamental en este plano. Recreación de los estandartes que representan cada región alemana y una enorme esvástica por encima de todos ellos en un primer plano y sobre ella, las tropas nacionalsocialistas regresando. El cielo y fundido en negro.

Estreno

Leni acabó el montaje y la grabación del sonido a tiempo para el estreno el 28 de marzo en el Palast am Zoo de UFA con la fachada rediseñada por Albert Speer con una enorme águila imperial custodiando la entrada, ideal para la ocasión. Esa noche hubo muchos aplausos y

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ovaciones. En el escenario del Palast, Hitler la obsequió con un ramo de lilas. Los periódicos en sus titulares alababan la película como “Un símbolo de la voluntad alemana” o “El alma del nacionalsocialismo” (Jürgen Trimborn, Riefensthal: Eine Deutsche Karriere, Aufbau, Berlín, 2002, p. 222, citado por Steven Bach, op. cit., p. 169) o, como señaló el Völkischer Beobachter, diario oficial del partido: “La mejor que hayamos visto nunca”. Herbert Windt también fue reconocido por la música, también había compuesto la música de La victoria de la fe.

La asistencia fue multitudinaria. En las primeras tres semanas que se pasó en Berlín, cien mil personas la vieron en el Palast am Zoo. Conforme la película trascendía, el retrato del Führer se hacía más rotundo y nítido. Goebbels señaló: “Quien haya visto y experimentado la cara del Führer en El triunfo de la voluntad, nunca la olvidará. Esa cara lo perseguirá de día y de noche y en sueños y, al igual que una llama, se apagará fundiéndose en su alma” (Guido Knopp, Hitlers Frauen und Marlene, Bertlesmann, Múnich, 2001, p. 11, citado por Steven Bach, op. cit., p. 169). La cara del Führer no se olvidará nunca. Pasará al inconsciente colectivo como la representación del mal absoluto. Es un icono del siglo XX pero un icono invertido al que pretendía Black Annis Rifensthal o el Ministro de Propaganda, su histrionismo, su manierismo, su poder de seducción condujo a Alemania al desastre, después de su reinado las principales ciudades del país: Berlín, Dresde, Múnich destacaban por sus ruinas. Quién no recuerda los primeros diez minutos de Alemania año cero la película de Roberto Rosellini del año 1948. Más de 50 millones de personas murieron durante la Segunda Guerra Mundial y más de seis millones de judíos en los campos de exterminio. No es una cara que se olvide fácilmente. Charles Chaplin había avisado en 1939 con la película El gran dictador. La escena en la que el dictador juega con la bola del mundo es premonitoria. ¿Qué le ocurrieron a las democracias occidentales para no extraer las consecuencias de un film como El triunfo de la voluntad? ¿Con quién estaban los responsables políticos cuando en marzo del 38 la Alemania de Hitler se anexionó Austria? ¿Qué pasó la noche del 30 de septiembre de 1938 en Múnich cuando se le dio carta blanca a Hitler para invadir Checoeslovaquia?

El primero de mayo Goebbels concedió a la película el Premio Nacional de Cinematografía de 1935, el Deutsche Allgemeine Zeitung del 2 de mayo de 1935 recoge las declaraciones de Goebbels quien la definió como: “Forjada al ritmo de la marcha de las formaciones con una convicción de acero y una pasión artística resplandeciente”.

La película fue premiada en el extranjero, ganó varias medallas de oro en el Festival de Venecia de 1935, y el Gran Premio del Festival Cinematográfico de París en 1937.

Conclusión

Gitta Sereny entrevista a Leni en 1992 en su 90 cumpleaños. Preguntada por qué sentía hacia Hitler, Black Annis Riefensthal responde: “Esa pregunta es difícil. Puedo expresar fácilmente mis sentimientos hacia Goebbels, que me volvió loca con su persecución durante años y rogándome que fuera su ‘segunda mujer’: era repugnante. ¿Pero Hitler? Con toda seguridad, al igual que muchos millones de personas, yo también estaba intoxicada por él. Desde el punto de vista social, era encantador. Muy informal y sencillo. En su compañía podías beber té o café, sentarte, hablar; no había presiones, pero tampoco risas. En cierto modo me siento afortunada por no haber sido su tipo: en realidad sólo le gustaban las ´mosquitas muertas’. La gente como yo le gustaba para hablar, para dejarse ver en compañía. Pero supongo que, si él hubiera querido, habría conseguido que fuera su amante; si me lo hubiera pedido, habría sido inevitable. Estoy muy contenta de que no lo hiciera” (Gitta Sereny, op. cit., p. 253). Estos apuntes hay que tomarlos con mucha cautela. Hay una distancia temporal de sesenta años, toda una eternidad. La sinceridad no era su principal virtud. Fabuló y confabuló en muchas ocasiones sobre su vida. En realidad, su vida, fue también una fábula. Así se crean los mitos históricos. Finalmente, ¿creía Leni que era un monstruo? “Ahora pienso que era esquizofrénico. Pero entonces no sabía nada. Y ¿sabe una cosa? La gente no es capaz de creerme cuando afirmo que no sabía nada”

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(Gitta Sereny, op. cit., p. 253). Preguntada sobre El triunfo de la voluntad, declara: “Cuando me pidieron que realizara una película sobre los actos del partido en Núremberg, dije que no podría. La película que filmé en última instancia ante la insistencia de Hitler no es una película partidista; no tiene carácter ideológico. Es una película sobre la paz. En ella Hitler habló de paz y de trabajo en contra del desempleo pero no hay ni una sola palabra sobre los judíos u otros conceptos ideológicos” (Gitta Sereny, op. cit., p. 255). En fin, sesenta años después, estas declaraciones nos parecen cuanto poco ingenuas. La memoria necesita olvidar. Como órgano plástico, construimos y reconstruimos la realidad con una finalidad: proteger nuestro yo. Los lapsus de memoria no son intencionales pero se rellenan con fabulas carentes de lógica. Está claro que Leni necesitaba olvidar. No es casual que entre 1962 y 1977 marchara al Sudán viviendo con los Nubas para reencontrarse como cineasta y fotógrafa. Tampoco es casual que adoptara el submarinismo en 1980, a la edad de 71 años, como terapia pero el viaje que hizo desde los picos afilados del Mont Blanc hacia a final de los veinte, joven alpinista, atleta, actriz, directora, hasta las profundidades del Océano Índico pasa por una fase que tiene que ver con el hitlerismo que contaminaron a la joven talento y la desterraron de la Justicia de la historia. Su huida al Sudán, su bajada a las profundidades del mundo submarino son eso, huidas. La belleza de los Nubas, sus danzas, sus caras y maquillajes, la multicolor fantasía de la naturaleza del fondo marino, no es suficiente para exculparla dada la proporción del drama. ¿Qué le ocurrió? ¿Cómo se vio seducida por un régimen que conducía al crimen y al horror? A sus noventa años es capaz de declarar: “No puedo soportar seguir hablando sobre lo que les pasó a los judíos. Es algo tan horrible que supera los límites de la imaginación y que todavía contamina mi vida. Sólo pensar que creía en algo tan corrupto, que pudo producir aquel horror… Durante mucho tiempo envidié a los que murieron. Ya no me gusta el mundo: la naturaleza tan desolada, gentes que se matan unos a otros en todas partes… ¿para qué?, a mis ojos no tiene sentido. ¿No hubo suficientes muertes en nuestra época?” (Gitta Sereny, op. cit., p. 256). “Durante mucho tiempo envidié a los que murieron” ¿Cómo es que no supo ver después de las horas y horas de montaje en los laboratorios Geyer lo que todo aquello significaba: banderas, gestos, discursos? ¿Cuando Julius Streicher hablaba de la pureza de la raza, cuando Hess exclamaba “Hitler es Alemania, Alemania es Hitler”, quien montó la película? ¿Quién seleccionó de entre los metros de celuloide lo que debía cortarse y lo que debía pegarse para dejar el film en casi dos horas de duración? No necesitaba a Hitler para tener éxito. ¿Qué fue lo que vio entonces en el gran dictador? Thor alzó su martillo Mjolnir golpeando una región de la bóveda celeste, de entre los rayos que irradió, uno le dio en la cabeza a la joven Riefensthal que participaba en el mitin del partido del Sportpalast de Berlín el 22 de febrero del 32. Aquello era una señal pero no la señal que la cineasta interpretó. Thor, cautivado por su belleza quería prevenirla para que no cruzara esa puerta. No obstante, Leni entró en la cámara oscura del nazismo para no regresar nunca más.