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Ejercicios de Sintaxis 1. En las siguientes parejas de enunciados el mismo sintagma preposicional desempeña la función de Suplemento en uno de ellos. ¿Podrías señalar en cuál? a) Julio estudia en la biblioteca / Julio se encuentra en la biblioteca. b) Lo multaron por tonto / Lo tienen por tonto. c) Fue con ella al teatro / Soñó con ella. d) No doy con la llave / Abrió la puerta con la llave. e) Encontré a Gabriel en casa / Gabriel se metió en casa. f) Piensa en su familia / Nadie lo entiende en su familia. g) Se marchó con los guerrilleros / El ejército acabó con los guerrilleros. h) Se encontrará con ella esta noche / Estudia con ella en el mismo instituto. 2. Indica los casos de Complemento Agente: a) El pueblo fue atacado por la artillería. b) Papin fue agarrado por el brazo. c) Se alertó a la población por la radio. d) Fuimos lanzados por los aires a gran distancia. e) Fue despedido de la oficina por incompetencia. f) El mundo fue gobernado por el azar. g) Próximamente serán aumentadas las tarifas en un veinte por ciento. 3. Subraya el Complemento Directo, en caso de que exista: a) En Madrid hay pocas plazas ajardinadas. b) Estuvieron fuera cerca de cuatro años. c) Nos anunciaron la visita para la próxima semana. d) Los de tercero pasan los veranos en Hampstead. e) Actuamos el domingo en Guadalajara. f) Paquita cuenta el tiempo con un reloj de arena. g) Joaquín trabaja en una fábrica de cerveza. 4. Señala los Dativos éticos: a) Nos tiramos cuatro horas de pie. b) Me lo estaba temiendo. c) Se os va a estropear el pelo con esa brillantina. d) Os confesaré la verdad. e) Se lo han tomado muy a pecho. f) Nos rogó que lo disculpáramos. g) Se bebieron dos botellas de aguardiente. h) Se pasó todo el verano en la playa. i) No me vengas tarde esta noche. j) Os compadezco profundamente. k) Construyó una casa para su hija. l) Le dio un golpe en la pierna.
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-Relaciona cada autor con su obra:
Rubén Darío El túnel
Fernando de Rojas El camino
Pío Baroja Prosas profanas
Azorín Platero y yo
Ramón María del Valle-Inclán Cántico
Gustavo Adolfo Bécquer La Celestina
José Cadalso Lazarillo de Tormes
Emilia Pardo Bazán Novelas ejemplares
Miguel de Unamuno Soledades
Robert L. Stevenson Cántico espiritual
Rosalía de Castro El cisne de Vilamorta
Juan Ramón Jiménez Volverás a Región
¿Fray Juan de Ortega? Romancero gitano
Miguel de Cervantes Cuaderno de Nueva York
Antonio Machado El árbol de la ciencia
Camilo José Cela El sueño de la razón
Pedro Salinas Frankenstein
Jorge Guillén Corazón tan blanco
San Juan de la Cruz La tía Tula
Federico García Lorca Cartas desde mi celda
Gabriel García Márquez Luces de bohemia
Víctor Hugo Marinero en tierra
Pablo Neruda Cancionero y romancero de ausencias
Mary Shelley Cartas marruecas
Juan José Millás La colmena
V. S. Naipaul El sanador místico
Ernesto Sábato Los Miserables
Rafael Alberti La soledad era esto
Miguel Hernández Cien años de soledad
Juan Benet La isla del tesoro
José Hierro En las orillas del Sar
Antonio Buero Vallejo La voz a ti debida
Javier Marías Confieso que he vivido
Miguel Delibes La voluntad
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Un lector me preguntó el otro día por mi escepticismo político: mi falta de fe en el futuro y
mi despego de esta casta parásita que nos gobierna, sólo comparable a la desconfianza que siento
hacia nosotros los gobernados: sin víctimas fáciles no hay verdugos impunes. Siempre sostuve,
porque así me lo dijeron de niño, que los únicos antídotos contra la estupidez y la barbarie son la
educación y la cultura. Que, incluso con urnas, nunca hay democracia sin votantes cultos y lúcidos.
Y que los pueblos analfabetos nunca serán libres, pues su ignorancia y su abulia política los
convierten en borregos propicios a cualquier esquilador astuto, a cualquier lobo hambriento, a
cualquier manipulador malvado. También en torpes animales peligrosos para sí mismos. En
lamentables suicidas sociales.
Hace dos largas décadas que escribo en esta página. Y no puedo decir que sea confortable.
Inquieta el lugar en que una parte de los lectores españoles se sitúan: lo airado de sus reacciones, el
odio sectario, la violenta simpleza (rara vez hay argumentos serios) que a menudo llegan a un
desolador extremo de estolidez, cuando no de infamia y vileza. Cualquier asunto polémico se
transforma en el acto, no en debate razonado, sino en un pugilato visceral del que está ausente, no
ya el rigor, sino el más elemental sentido común.
Y es que en España parece inconcebible que alguien no milite en algo y, en consecuencia,
no odie cuanto quede fuera del territorio delimitado por ese algo. Reconocer un mérito al
adversario es para nosotros impensable, como aceptar una crítica hacia algo propio. Porque se trata
exactamente de eso: adversarios, bandos, sectas viscerales heredadas, asumidas sin análisis. Odios
irreconciliables. Toda discrepancia te sitúa directamente en el bando enemigo. Sobre todo en
materia de nacionalismos, religión o política, lo que no toleramos es la crítica, ni la independencia
intelectual. O estás conmigo, o contra mí.
Qué fácil resulta entender, así, nuestra despiadada Guerra Civil. Si ahora no se dan
delaciones y paseos por las cunetas, es sencillamente porque ya no se puede. Pero las ganas, el
impulso, siguen ahí. Me pregunto muchas veces de dónde viene esa vileza, esa ansia de ver al
adversario no vencido o convencido, sino exterminado. La falta de cultura no basta para explicarlo,
pues otros pueblos tan incultos y maleducados como nosotros se respetan a sí mismos. Quizá esa
Historia que casi nadie enseña en los colegios pueda explicarlo: ocho siglos de moros y cristianos,
el peso de la Inquisición con sus delaciones y envidias, la infame calidad moral de reyes y
gobernantes. Pero no estoy seguro. Esa saña que lo mismo se manifiesta en una discusión política
que entre cuñados y hermanos en una cena de Navidad es tan española, tan nuestra, que me
pregunto quién nos metió en la sangre su cochina simiente.
A) Escribe un COMENTARIO CRÍTICO tomando como referencia este texto. B) Relaciona las ideas visibles en este fragmento en función de un ESQUEMA convenientemente ORDENADO.
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-Redondea el NEXO de las siguientes secuencias y clasifícalas en oraciones coordinadas o subordinadas, estableciendo sus respectivas clases ‒sustantivas, adjetivas y adverbiales‒ y subclases: 1. El niño que ha comido tarta de manzana se encuentra satisfecho. 2. Nos encantaría que vinieras con nosotros. 3. Lo intentaron, pero no consiguieron su objetivo. 4. No quiere estar contigo, ya que eres un pesado. 5. Bien se divertían, bien trabajaban. 6. El autobús nos llevó donde quisimos. 7. No tienen ganas de bromas, así que trata de tranquilizarte. 8. El país donde vivía era tropical. 9. Avísame si vas a pescar pulpos. 10. ¿Compraréis una tarta de cerezas con la finalidad de que se la lleven? 11. No quiso nadar, puesto que se sentía cansado. 12. Viene a que le prestes tus patines. 13. No has estudiado, luego siéntate. 14. El momento cuando actuó fue válido. 15. Escríbelo como te parezca mejor. 16. ¿Te quedas en casa o prefieres pasear? 17. Aunque no lo sabe, puede intuirlo. 18. Leyó en el periódico que la violencia aumenta cada día. 19. Los jabalíes, que viven en el bosque, nadan muy bien. 20. Has venido sin llamar por teléfono. 21. Esteban comió flan y Nerea pidió una manzana. 22. Salió a pesar de que estaba enfermo. 23. Veían la ciudad de Roma, que tanto les había proporcionado.
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Si los pilletes hubieran osado mirar cara a cara a don Fermín, le hubieran visto, al asomar en el campanario, serio, cejijunto; al notar la presencia de los campaneros levemente turbado, y en seguida sonriente, con una suavidad resbaladiza en la mirada y una bondad estereotipada en los labios. Tenía razón el delantero. De Pas no se pintaba. Más bien parecía estucado. En efecto, su tez blanca tenía los reflejos del estuco. En los pómulos, un tanto avanzados, bastante para dar energía y expresión característica al rostro, sin afearlo, había un ligero encarnado que a veces tiraba al color del alzacuello y de las medias. No era pintura, ni el color de la salud, ni pregonero del alcohol; era el rojo que brota en las mejillas al calor de palabras de amor o de vergüenza que se pronuncian cerca de ellas, palabras que parecen imanes que atraen el hierro de la sangre. Esta especie de congestión también la causa el orgasmo de pensamientos del mismo estilo. En los ojos del Magistral, verdes, con pintas que parecían polvo de rapé, lo más notable era la suavidad de liquen; pero en ocasiones, de en medio de aquella crasitud pegajosa salía un resplandor punzante, que era una sorpresa desagradable, como una aguja en una almohada de plumas. Aquella mirada la resistían pocos; a unos les daba miedo, a otros asco; pero cuando algún audaz la sufría, el Magistral la humillaba cubriéndola con el telón carnoso de unos párpados anchos, gruesos, insignificantes, como es siempre la carne informe. La nariz larga, recta, sin corrección ni dignidad, también era sobrada de carne hacia el extremo y se inclinaba como árbol bajo el peso de excesivo fruto. Aquella nariz era la obra muerta en aquel rostro todo expresión, aunque escrito en griego, porque no era fácil leer y traducir lo que el Magistral sentía y pensaba. Los labios largos y delgados, finos, pálidos, parecían obligados a vivir comprimidos por la barba que tendía a subir, amenazando para la vejez, aún lejana, entablar relaciones con la punta de la nariz claudicante. Por entonces no daba al rostro este defecto apariencias de vejez, sino expresión de prudencia de la que toca en cobarde hipocresía y anuncia frío y calculador egoísmo. Podía asegurarse que aquellos labios guardaban como un tesoro la mejor palabra, la que jamás se pronuncia. La barba puntiaguda y levantisca semejaba el candado de aquel tesoro. La cabeza pequeña y bien formada, de espeso cabello negro muy recortado, descansaba sobre un robusto cuello, blanco, de recios músculos, un cuello de atleta, proporcionado al tronco y extremidades del fornido canónigo, que hubiera sido en su aldea el mejor jugador de bolos, el mozo de más partido; y a lucir entallada levita, el más apuesto azotacalles de Vetusta.
Leopoldo Alas Clarín, La Regenta, Madrid, Alianza editorial, 1996, pp. 9-10. En el populoso barrio de Chamberí, más cerca del Depósito de Aguas que de Cuatro Caminos, vivía, no ha muchos años, un hidalgo de buena estampa y nombre peregrino; no aposentado en casa solariega, pues por allí no las hubo nunca, sino en plebeyo cuarto de alquiler de los baratitos, con ruidoso vecindario de taberna, merendero, cabrería y estrecho patio interior de habitaciones numeradas. La primera vez que tuve conocimiento de tal personaje y pude observar su catadura militar de antiguo cuño, algo así como una reminiscencia pictórica de los tercios viejos de Flandes, dijéronme que se llamaba don Lope de Sosa, nombre que trasciende al polvo de los teatros o a romance de los que traen los librillos de retórica; y, en efecto, nombrábanle así algunos amigos maleantes; pero él respondía por D. Lope Garrido. Andando el tiempo, supe que la partida de bautismo rezaba D. Juan López Garrido, resultando que aquel sonoro D. Lope era composición del caballero, como un precioso afeite aplicado a embellecer la personalidad; y tan bien caía en su cara enjuta, de líneas firmes y nobles, tan buen acomodo hacía el nombre con la espigada tiesura del cuerpo, con la nariz de caballete, con su despejada frente y sus ojos vivísimos, con el mostacho entrecano y la perilla corta, tiesa y provocativa, que el sujeto no se podía llamar de otra manera. O había que matarle o decirle D. Lope.
Benito Pérez Galdós, Tristana, Madrid, Imprenta de la Guirnalda, 1892, pp. 5-6
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—Porque yo, lo que es tenerte voluntá... te tengo muchísima, ya desde mismo que te vi... y me gustas que no sé, que parece que mismo no pienso sino en tus quereres... así me veo yo tan destruido, que cuasimente no como y propiamente no me quiere dormir el cuerpo... Por trabajar, ya sabes que trabajaré hasta que me reviente el alma... y por mantenerte... —¡Mira... si no te sacas de delante, repelo, hago contigo una desgracia! ‒gritó furiosa ya Amparo dando al mozo, que estaba próximo a la puerta, un soberano empellón para arrojarle del cuarto. Pero el movimiento brusco y familiar despertó la sangre aldeana de Chinto, y con los brazos abiertos se fue hacia Amparo. Ésta a su vez sintió que renacía la chiquilla callejera de antaño, y bajándose prontamente, alzó del suelo una botita y estampó el tacón de plano en la inflamada mejilla que vio próxima a las suyas: y con tanto brío menudeó los golpes, que a uno que le alcanzó entre los ojos, el bárbaro galán hubo de exhalar imprecaciones sofocadas, retrocediendo y dejando el campo libre. [...] Al regresar contó a su madre lo ocurrido, y con no pequeña admiración oyó que la impedida la reprendía por no haber aceptado la propuesta matrimonial; y es el caso que la lógica de la tullida parecía contundente. —¿Tú qué eres, mujer? ‒le decía‒. Cigarrera como yo. ¿Y él qué es, mujer? Barquillero como tu padre que en paz descanse. Que te dicen por ahí si eres graciosa, si eres tal y cual... Conversación y más conversación. ¿Él trabaja, eh? Pues a eso vamos, que lo otro... patarata. A) Resume el contenido de esta sección de la novela. B) ¿Qué diferencias existen en torno a la concepción del matrimonio entre Amparo y su madre? ¿Cómo ha evolucionado la sociedad respecto a este punto? Justifica tus respuestas. C) Describe los distintos registros o estilos albergados en el fragmento, sin olvidarte de consignar el lenguaje empleado por la narradora. D) Propón un título justificado que refleje el desarrollo del texto. [...] Saturio, entre sorbo y sorbo de rica leche, anunció que iba a contar la causa de la antipatía que le inspiraba solo el nombre y la idea del lazo conyugal. Es una de las cosas ‒dijo‒ que no pueden justificarse con razones, y no pretendo que me aprobéis, sino que allá, interiormente, me comprendáis... Hay impresiones más fuertes y decisivas que todos los raciocinios del mundo; he sufrido una de estas... y la obedezco y la obedeceré hasta la última hora de mi vida. Estad ciertos de que moriré con palma... de soltero. Recibí la tal impresión cuando vivía en provincia, bajo el ala de mi madre. Tenía dieciocho años de edad, no sé si cumplidos, cuando una mañana me anunció mamá que al día siguiente se casaba una prima nuestra, a quien había traído su tutor de un convento de Compostela, donde era educanda, y que estábamos convidados a la ceremonia en la iglesia y a la comida de bodas, en casa del novio, cierto notario ya maduro. [...] Cuando llegó la novia, entre el run run del gentío que se apartaba para dejarla paso, y la vi de frente, me sorprendí de lo linda que era, y sobre todo de su aire candoroso y angelical, y de su mucha juventud [...]. De pronto retrocedí como asustado: acababa de aparecer el novio, don Elías Bordoy, cincuentón, alto, fornido, grueso y calvo. Recuerdo que estuve a punto de gritar: «¿Pero es este hipopótamo el que se lleva esa criatura tan preciosa?». El movimiento que hice fue marcadísimo; lo advirtió mi madre, y como estaba pegada a mí, me tiró de la manga y recuerdo que ¡la pobre! puso un dedo sobre los labios, sonriendo con malicia y gracia, como si me dijese: «¿Pero a ti qué te importa? No te metas en lo que no te va ni te viene». A) Documenta el caso de laísmo que figura en el texto y un ejemplo de Complemento Directo representado por un pronombre personal. B) Emilia Pardo Bazán realiza una crítica directa a los denominados matrimonios de conveniencia. Razona su posicionamiento e indica el avance que supone en la capacidad de decisión de la mujer, en una época en la que se encontraba subyugada al varón. C) A la luz de los fragmentos aportados, ¿qué divergencias y similitudes observas entre el estilo propio de los autores románticos y el modo de escribir de la creadora coruñesa?
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EL REALISMO Contexto histórico. Segunda mitad del siglo XIX Consolidación de la burguesía. Movimientos obreros y sindicales Isabel II, hija de Fernando VII. Revolución - “La Gloriosa” (1868) Sexenio Revolucionario (1868-1874): I República (1873) Restauración borbónica (1875): Alfonso XII, hijo de Isabel II
Características
Sustitución de la literatura sentimental. Observación y representación fidedigna de la realidad DOCUMENTACIÓN (detallismo)→ Novela. Cientificismo literario Interés por la REALIDAD y los ASPECTOS COTIDIANOS Tratamiento de TEMAS ACTUALES. Abundancia de DESCRIPCIONES PROTAGONISMO FEMENINO Búsqueda de la OBJETIVIDAD NARRADOR OMINISCIENTE → Presencia crítica del autor Estilo sobrio y sencillo* Recreación del habla de los personajes
El Realismo en Europa
Francia → Stendhal Honoré de Balzac Gustave Flaubert, Madame Bovary Émile Zola, Une page d'amour o Nana
Rusia → Fiodor Dostoievski, Crimen y castigo o El idiota. Análisis psicológico Profundización en las entrañas de los personajes. Conflictos internos León Tolstoi, Ana Karenina
El Prerrealismo en España
Fernán Caballero (pseudónimo de Cecilia Böhl de Faber), La Gaviota (1849) Tono costumbrista y propósito moralizador. Detalles coloristas y pintorescos Pedro Antonio de Alarcón, El sombrero de tres picos. Anécdota folclórica y temática amorosa
El realismo
Benito Pérez Galdós, La fontana de oro (1870) Intencionalidad crítica e interés por modificar la realidad. Personajes con múltiples aristas Juan Valera, Pepita Jiménez (1874). Doble conflicto moral: RELIGIOSO y FAMILIAR José María de Pereda, Don Gonzalo González de la Gonzalera El sabor de la tierruca Sotileza -Retrato de su Cantabria natal
El Naturalismo
Exageración del Realismo Recreación de los aspectos más sórdidos. Crítica de la institución eclesiástica Personajes como víctimas → Condición física, herencia genética e influjo del medio Factores que determinan su DESTINO → DETERMINISMO BIOLÓGICO --- AUSENCIA DE LIBERTAD ESTILO INDIRECTO LIBRE Leopoldo Alas Clarín, La Regenta (Ana Ozores) Emilia Pardo Bazán, La Tribuna (1883). La cuestión palpitante (artículos sobre el Naturalismo) Los pazos de Ulloa (1886) La madre naturaleza (1887) Vicente Blasco Ibáñez, La barraca. Ambiente valenciano
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ESTILO INDIRECTO LIBRE
a) Reproducción de pensamientos
Cierta noche Andrés escuchó un agitarse inusitado en el cuarto debajo del suyo. Algo sucedía. Su atención se adhirió a la voz de su abuela que se quejaba suavemente al comienzo, y que después dio un débil gemido de dolor. Sobrecogido, se sentó al borde de su lecho, con sus pies metidos en las pantuflas. Aguardaba. ¿Y si su abuela muriera? ¿Si muriera allí mismo, ahora, esta noche? Sensibilizados de pronto, sus nervios vibraron a lo largo de todo su cuerpo [...] ¿No sería esa la solución de todo? [...] Lo invadió una alegría salvaje [...] Lourdes, Estela —Estela sobre todo— se dispersarían a los cuatro vientos en el momento en que la nonagenaria respirara por última vez. [...] Pero el terror de la nada se abalanzó sobre él [...] ¡Su abuela no debía morir! No debía, porque entonces Estela partiría con su muchacho a comenzar una vida, mientras él se quedaba puliendo y dando vueltas entre sus manos, para admirarlos, sus diez hermosos bastones.
José Donoso, Coronación, Barcelona, Seix-Barral, 1980, pp. 127-128
b) Reproducción de sensaciones
Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. [...]
Todo era grato y seguro, sin ese acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. [...] Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.
Julio Cortázar, “La noche boca arriba”, Final de juego, Buenos Aires, Sudamericana, 1966, pp. 175-176
c) Reproducción de palabras
[Mi padre] habló largamente, dejando transparentar, poco a poco, algo de emoción. Yo creía que él me odiaba, cuando la verdad era que siempre había querido mi bien, si se había mostrado alguna vez severo había sido a fin de corregir mis defectos y prepararme para mi futuro. Mi rebeldía y mi espíritu de contradicción serían mi ruina. Ese matrimonio había sido ponerme una soga al cuello. Él se había opuesto pensando en mi bien y no, como creía yo, por hacerme daño, porque ¿qué padre no quería a su hijo? Por lo demás, comprendía que me hubiera enamorado, eso no estaba mal, después de todo era un acto de hombría [...]. Pero casarme a los dieciocho años, siendo un mocoso, un estudiante...
Mario Vargas Llosa, La tía Julia y el escribidor, Barcelona, Seix Barral, 1977, p. 427
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Breve Línea del tiempo del realismo literario
Pepita Jiménez Restauración borbónica Rojo y negro «La Gloriosa» General Martínez Campos La Regenta
Madame Bovary Renuncia de Amadeo I La Tribuna Fortunata Primera República y Jacinta Española -Estanislao Figueras -Francisco Pi i Margall -Nicolás Salmerón -Emilio Castelar -Francisco Serrano y Domínguez
1830
1856
1868
1873
1874
1883
1884-1885
1887
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MONÓLOGO INTERIOR El monólogo interior es una técnica literaria con la que se reproducen en primera persona los pensamientos de un personaje, tal y como brotarían de su conciencia. Aquí estoy. No sé para qué pienso. Podía dormirme. Soy risible. Estoy desesperado de no estar desesperado. Pero podría también no estar desesperado a causa de estar desesperado por no estar desesperado. A qué viene aquí ahora ese trabalenguas. Parece como si me gustaría decirlo a alguien. Alguien me tomaría todavía por ingenioso y no tendría que preguntarme de dónde viene mi ingenio, porque para qué iba a preguntarse de dónde viene mi ingenio.
Luis Martín Santos, Tiempo de silencio Yo despierto... Me despierta el contacto de ese objeto frío con el miembro. No sabía que a veces se puede orinar involuntariamente. Permanezco con los ojos cerrados. Las voces más cercanas no se escuchan. Si abro los ojos, ¿podré escucharlas?... Pero los párpados me pesan: dos plomos, cobres en la lengua, martillos en el oído, una... una como plata oxidada en la respiración. Metálico, todo esto. Mineral, otra vez. Orino sin saberlo. Quizá ‒he estado inconsciente, recuerdo con un sobresalto‒ durante esas horas comí sin saberlo. Porque apenas clareaba cuando alargué la mano y arrojé ‒también sin quererlo‒ el teléfono al piso y quedé boca abajo sobre el lecho, con mis brazos colgando: un hormigueo por las venas de la muñeca. Ahora despierto, pero no quiero abrir los ojos. Aunque no quiera: algo brilla con insistencia cerca de mi rostro. Algo que se reproduce detrás de mis párpados cerrados en una fuga de luces negras y círculos azules. [...] Soy esto. Soy esto. Soy este viejo con las facciones partidas por los cuadros desiguales del vidrio. Soy este ojo. Soy este ojo.
Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz
Lo peor es la sonrisa. Esa expresión de jolgorio cómplice y de pleno disfrute en su rostro de
casi niño. Qué diver, hemos insultado, maltratado, atizado a una mendiga. No me molesto en poner
supuestamente porque la estremecedora secuencia del vídeo es irrebatible [...].
Hay atrocidades que parecen no cabernos en la cabeza por lo desorbitadas, por lo
incomprensibles. Como el brutal asalto a esa mujer. Sin embargo, basta con fijarse un poco para
encontrar cierto caldo de cultivo. Referencias. Alguien del entorno de los agresores declaró, a
modo de disculpa, que los chicos no pensaban matarla, que “sólo querían darle un escarmiento”.
No dijo “darle un susto”, por ejemplo, sino “un escarmiento”. Una frase tremenda. ¿Es que había
que escarmentar a la víctima? ¿Se merecía esa pobre mujer un escarmiento? ¿Por ser indigente,
por carecer de domicilio, por sufrir, por mostrarnos todos los días su sufrimiento, por ser débil,
muchísimo más débil que nosotros y convertirse por lo tanto en una víctima perfecta, igual que un
desgraciado perro callejero al que los sádicos torturan impunemente?
Hay algo aún peor. Cuando ese tipo habló de escarmentar, lo hizo con el convencimiento
de que los demás lo entenderíamos. Y sí, lo más triste es que le entendemos. Porque los indigentes
nos irritan. Su infelicidad y su miseria ensucian nuestra tersa, egocéntrica burbuja de ciudadanos
ricos, haciéndonos sentir desagradables emociones, responsabilidad, vergüenza, incluso
compasión. Para evitar todo esto deshumanizamos al mendigo y le transmutamos en un objeto. En