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Ajedrez

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Jornadas culturales 2014

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El ajedrez es un juego muy antiguo. En torno a élexisten muchas leyendas difíciles de comprobar. Una de lamás conocidas es la que conocerás a continuación.

Para comprenderla no hace falta saber jugar alajedrez; basta simplemente saber que el tablero donde sejuega está dividido en 64 escaques (casillas negras yblancas, dispuestas alternativamente).

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Cuenta la leyenda que hace mucho tiemporeinaba en cierta parte de la India un rey llamado Sheram.En una de las batallas en las que participó su ejércitoperdió a su hijo, y eso le dejó profundamente apenado.Nada de lo que le ofrecían sus súbditos lograba alegrarle.

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Un buen día un tal Sissa se presentó en su corte ypidió audiencia. El rey la aceptó y Sissa le presentó unjuego que, aseguró, conseguiría divertirle y alegrarle denuevo: el ajedrez.

Después de explicarle las reglas y entregarle untablero con sus piezas el rey comenzó a jugar y se sintiómaravillado: jugó y jugó y su pena desapareció en granparte. Sissa lo había conseguido.

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El rey, agradecido por tan preciado regalo, le dijo a Sissa:

- Sissa, quiero recompensarte por el ingenioso juego quehas inventado. Soy bastante rico como para poder cumplirtu deseo más elevado –continuó diciendo el rey–. Di larecompensa que te satisfaga y la recibirás.

Sissa continuó callado.

– No seas tímido –le animó el rey-.Expresa tu deseo. No escatimaré nadapara satisfacerlo.

– Grande es tu bondad, soberano. Peronecesito un corto plazo para meditar larespuesta. Mañana te comunicaré mipetición.

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Cuando al día siguiente Sissa se presentó de nuevoante el trono, dejó maravillado al rey con su petición, porsu modestia.

– Soberano –dijo Sissa–, manda que me entreguen ungrano de trigo por la primera casilla del tablero delajedrez.

– ¿Un simple grano de trigo? –contestó admirado el rey.

– Sí, soberano. Por la segunda casilla ordena que me den 2granos; por la tercera, 4; por la cuarta, 8; por la quinta, 16;por la sexta, 32…

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– Basta –le interrumpió irritado el rey–. Recibirás el trigocorrespondiente a las 64 casillas del tablero de acuerdocon tu deseo; por cada casilla doble cantidad que por laanterior. Pero has de saber que tu petición es indigna demi generosidad. Al pedirme tan mísera recompensa,menosprecias mi gratitud. En verdad que, como sabio queeres, deberías haber dado mayor prueba de respeto antela bondad de tu soberano. Retírate. Mis servidores tesacarán un saco con el trigo que necesitas.

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Sissa sonrió, abandonó la sala y quedó esperandoa la puerta del palacio.

Durante la comida, el rey se acordó del inventordel ajedrez y envió para que se enteraran de si habíanentregado ya su mezquina recompensa.

– Soberano, tu orden se está cumpliendo –fue larespuesta–. Los matemáticos de la corte calculan elnúmero de granos que le corresponde.

El rey frunció el ceño. No estaba acostumbrado aque tardaran tanto en cumplir sus órdenes.

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Por la noche, al retirarse a descansar, el reypreguntó de nuevo cuánto tiempo hacía que Sissa habíaabandonado el palacio con su saco de trigo.

– Soberano –le contestaron–, tus matemáticos trabajansin descanso y esperan terminar los cálculos al amanecer.

– ¿Por qué va tan despacio este asunto? –gritó el rey–.Que mañana, antes de que me despierte, hayanentregado hasta el último grano de trigo. No acostumbroa dar dos veces una misma orden.

Por la mañana comunicaron al rey que elmatemático mayor de la corte solicitaba audiencia parapresentarle un informe muy importante.

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El rey mandó que le hicieran entrar.

– Antes de comenzar tu informe –dijo Sheram–, quierosaber si se ha entregado por fin a Sissa la míserarecompensa que ha solicitado.

– Precisamente para eso me he atrevido a presentarmetan temprano –contestó el anciano–. Hemos calculado lacantidad total de granos que desea recibir. Resulta unacifra tan enorme…

– Sea cual fuere su magnitud –le interrumpió con altivez elrey– mis graneros no empobrecerán. He prometido darleesa recompensa y, por lo tanto, hay que entregársela.

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– Soberano, no depende de tu voluntad el cumplirsemejante deseo. No existe en todos tus graneros lacantidad de trigo que exige Sissa. Tampoco existe en losgraneros de todo el reino. Hasta los graneros del mundoentero son insuficientes. Si deseas entregar sin falta larecompensa prometida, ordena que todos los reinos de laTierra empiecen a sembrar, manda desecar los mares yocéanos, ordena fundir el hielo y la nieve que cubren loslejanos desiertos del Norte.

Que todo el espacio seatotalmente sembrado de trigo, ytoda la cosecha obtenida en estoscampos ordena que sea entregadaa Sissa. Solo entonces recibirá surecompensa.

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El rey escuchaba lleno de asombro las palabras delanciano sabio.

– Dime cuál es esa cifra tan monstruosa –dijoreflexionando el rey–.

– ¡Oh, soberano! Dieciocho trillones cuatrocientoscuarenta y seis mil setecientos cuarenta y cuatro billonessetenta y tres mil setecientos nueve millones quinientoscincuenta y un mil seiscientos quince(18.446.744.073.709.551.615) granos de trigo.

El rey se quedó de piedra. Pero en ese momentoSissa renunció al presente. Tenía suficiente con haberconseguido que el rey volviera a estar feliz y además leshabía dado una lección matemática que no se esperaban.

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