AÑO 6 Nro 63Octubre 2010 06
AÑO 6 Nro 63
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Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende Cada cual atiende
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Por Flor LermanPor Flor Lerman
Dentro de Claudio Gallina conviven: un artista plástico, un escenógrafo anhelado,
un arquitecto amateur y un infante rebelde con deseos de inmadurez. Su serie
de cuadros que mezclan arquitecturas solemnes con pequeños escolares en
guardapolvo blanco, lo llevaron a recorrer gran parte de America latina y algo
más al norte también. El nuevo siglo lo encontró trabajando para galerías de
Colombia, México, Venezuela, Puerto Rico, Miami y Nueva York. Desde su casa-
atelier, bien al norte de Ituzaingó, Gallina vive de pintar sobre la memoria del
juego, la irreverencia precoz, el pasado, el futuro y la posible falta de éste. “En
mi casa nunca se habló de pintura, ni había un cuadro siquiera. Yo soy un
pibe de barrio, nada que ver con esto”, habla Gallina sobre su infancia y cuenta
que estudió en varios colegios públicos de su Palermo natal, que es maestro
mayor de obras y que, como tal, lo primero que hizo fue estudiar arquitectura.
Pero al descubrirse demasiado interesado en las artes varias, giró el timón y
comenzó a estudiar bellas artes, para convertirse en escenógrafo. Y en eso estuvo,
hasta que por fin la pintura lo atrapó, y un día se dijo: de esto tengo que vivir,
“Y en realidad no pensaba quiero vivir de esto. Pensaba, quiero pintar todo el día”.
Reconoce Claudio que tuvo algo de suerte, pero más de valentía. Se la jugó, y mal,
no le fue.
Se entienden los edificios, las manchas, los garabatos, pero ¿Cómo llegan
los chicos a tus pinturas?
Alguna vez hice un análisis sobre en qué momento uno deja de ser chico y me dí
cuenta que se deja de ser chico cuando dejás de jugar. O en realidad juega de
otra manera, porque todos estamos jugando. Pero es un juego en serio, no es
una cosa en chiste. Y el chico cuando juega no juega en chiste, juega de verdad.
Los chicos son más surrealistas y tienen mucho más que ver con el arte que un
tipo grande. Si los escuchas hablar pensás que estos pibes están locos. Y ese tipo
de cosas me estimulan mucho más que la charla intelectual de los grandes. Yo
ya fui intelectual, y ahora no tengo mas ganas de serlo.
¿Usas la infancia como un reclamo o como una invitación?
Me interesan los mundos donde pasa algo. Entonces me pareció interesante lo
que pasaba en ese momento con la educación. La primera serie de esta obra
tenía que ver más con la crisis educativa. Tenía que ver con lo que me pasó
cuando volví al colegio, por mis hijas, y vi que ese colegio no tenía nada que ver
con el que yo había tenido. Y me di cuenta que en Latinoamérica la Argentina
es un modelo muy grande de educación, y estaban haciendo mierda. De he-
cho cada día esta peor. Es un proyecto de país el que se construye a partir de
la educación. Y si vos no tenés una buena formación no vas tener un gran futuro,
o sea, cada vez vamos a estar peor. A mí no me sirve tanta diferencia social.
Yo la veo cuando viajo y no entiendo todavía a quien le conviene. Evidentemen-
te a alguien le debe convenir, porque sino no existiría. Yo creo que la pintura
tiene su toque social y su toque de visión del mundo.
El planteo del juego ¿Es una imagen de inocencia o rebeldía?
Rebeldía. El primer cuadro que hice así se llamaba Los Irreverentes. Porque es
así, andá con un pibe de 10 años al lugar más cool, más solemne, le importa
un carajo. El pibe corre, te tira todo, entonces me pareció esa mezcla de ino-
cencia, irreverencia, rebeldía, que después mezclé con el espacio como cosa
plástica. A mí me interesa la dinámica en la obra, mis cuadros no son estáticos,
siempre está sucediendo algo. Casi en ningún cuadro mío hay alguien grande,
los personajes están en total dominio de sí mismos, no hay nadie que los con-
trole. Y en realidad los personajes, en muchos casos soy yo. O la situación tiene
que ver conmigo. Cuando la gente va a ver las muestras, a veces ve cosas que
yo ni siquiera tuve la intención de hacerlas. Hay gente que lo lee muy superfi-
cialmente y se queda con el guardapolvo y los recuerdos de cuando iban al
colegio. Y hay gente que lee cosas mucho más interesantes y son cosas
mías que aparecen ahí, sin planearlo. Muchas de las obras que hago hablan
de mí. Cosas mías que las disfrazo con un delantal. Yo también juego con
los cuadros que hago.
¿El juego aparece en la técnica también?
Mi idea es trabajar como un chico, como dijo Picasso. Hoy lo que hago es
una mezcla de escuelas, mezclo dibujo con pintura, formalismo con infor-
malismo, abstracción con figuración. Y ahora con esto del garabato, lo que
trabajo es la impronta de lo que no podés manejar. Es un garabato, un dibujo
primario, ese descontrol con el control de la pintura de
adentro. Me interesaron siempre los contrastes.
¿Tenés algo de irreverente?
Yo soy un pintor entre comillas clásico, porque todavía
pinto en tela, con pinceles, con acrílico, en bastidor. Y eso para el
arte contemporáneo es ser clásico. El arte contemporáneo le dio una
vuelta de rosca a partir de otras técnicas y otros materiales. Hoy el
diseño esta muy metido adentro de la pintura. Se mezcló todo, y el
diseño tiene mucho que ver con el arte, entonces, aparecen técnicas
que, en realidad hacen más o menos lo mismo, pero al cambiar de
técnica se contemporiza la obra. Igual yo soy pintor, así que seguiré
pintando.
EDIFICIOS FUERA DE TIEMPO CON NIÑXS QUE JUEGAN ENTRE UN MUNDO INVENTADO Y UN MUNDO REAL, EN LA CONTRADICCIÓN CONSTANTE DE LO FORMAL, EN LO INFORMAL. LA ESTRUCTURA Y LA DESESTRUCTURACIÓN DE CÓMO NACE UN ESPACIO EN UN GARABATO, Y EL ARTISTA CLAUDIO GALLINA SE LAS ARREGLA PARA VIVIR EN ÉL.
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