La Verdad de la
Creación en el
Génesis
La Verdad de la Creación en el Génesis
Élida Medina.
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Copyright © Élida Medina
Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por
ningún medio o sistema sin el permiso escrito de la autora
Los textos de la Biblia contenidos en este libro proceden
de distintas versiones bíblicas
ISBN: 978-84-615-3425-8
Depósito legal: 493-2011
Impreso en España en el año 2011
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal 3
La Verdad Completa
Mucho tengo todavía que deciros
pero ahora no podéis con ello.
Cuando venga Él,
el Espíritu de la Verdad,
os guiará hasta la Verdad completa
pues no hablará por su cuenta
sino que hablará lo que oiga
y os anunciará lo que ha de venir.
(Jn.16,12-13)
La Verdad de la Creación en el Génesis 4
Abrió sus Inteligencias
Estaban hablando de estas cosas,
cuando Él se presentó en medio de ellos
y les dijo:
“Paz en vosotros”…
Y entonces les abrió sus inteligencias
para que entendieran las Escrituras.
(Lc.24,36…45)
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal 5
ACLARACIÓN PREVIA ANTES DE LEER ESTE LIBRO
Te recomiendo que leas este comentario previo, antes
de empezar la lectura de este libro. Aunque a primera vista
éste parezca un estudio sobre el relato de la creación en el
Génesis, lo cierto es que nos ha sido dado a conocer por una
gracia o don de entender las Escrituras, que nos hace ver
con claridad lo que necesitamos entender sobre nosotros
mismos y nuestro origen.
Todo en él trata de nuestra historia espiritual, de
quiénes somos realmente, del sentido espiritual del relato de
la creación en el Génesis, que como sabemos es el primer
libro de la Biblia.
Vas a ver que todo cuanto contiene “La Verdad de la
Creación en el Génesis”,viene respaldado por otras citas
bíblicas que dentro de su propio contexto, confirman la au-
tenticidad de lo que aquí se nos da, y que todo su contenido
está de acuerdo con el Evangelio de nuestro Señor Jesucris-
to. No hay otro Evangelio (Gál.1,7-9).
Sin embargo no es preciso para entender este libro
que el lector compruebe estas citas bíblicas. Pero las incluyo
para todo el que quiera luego verificarlas. Las he ido aña-
diendo luego (igual que hice al escribir “La Verdad del Apoca-
lipsis”) en el momento de querer dar estas revelaciones a los
demás, y con el fin de que quede confirmado que está todo
de acuerdo con las Escrituras, que no hay contradicción sino
al contrario las verifican y nos dan más Luz sobre ellas.
Además, quiero explicar antes de que leas este libro,
cómo nació y porqué contiene dos partes bien diferenciadas.
La Verdad de la Creación en el Génesis 6
Cómo Nació Este Libro
Todo cuanto nos viene dado de Dios tiene la misión de
ayudarnos en nuestro caminar hacia la salvación. Pero noso-
tros en nuestra limitación, no hemos entendido con claridad
algunos aspectos muy importantes de la revelación en el re-
lato de la creación.
Y lo mismo les pasaba a los apóstoles que a pesar de
estar con Jesús no entendían algunas cosas que decía o que
estaban viendo.
Varias veces leemos en los Evangelios que los amo-
nestaba por ello, y luego les explicaba lo que no habían en-
tendido. Y una de estas veces les dijo: “¿También vosotros
estáis faltos de inteligencia? ¿No comprendéis que…?”
(Mt.15,16).
Necesitaban algo más para ver con claridad. Y eso lo
hizo Jesús cuando después de resucitado se les apareció y les
abrió sus inteligencias para que entendieran las Escrituras
(Lc.24,45). Ellos después comprendieron todo cuanto antes
no habían entendido referente a Jesús, que era el Mesías
esperado. Es lo que proclamó Pedro el día de Pentecostés
(Hc.2,14ss.). Y ellos fueron luego predicando la Verdad, con
el poder del Espíritu Santo que Jesús les había prometido.
Les era necesario el don del Espíritu Santo para poder
entender con claridad lo que Dios quería decirles.
Algo semejante ha ocurrido con este relato de la crea-
ción, que el hombre había estudiado, y según comprendía
que podía ser correcto le fue dando un orden, con su mejor
voluntad, conforme su razón le había dictado.
Y el hombre había entendido que jardín de Edén esta-
ba en la Tierra, incluso se le había llamado Paraíso Terrenal,
y había buscado en la historia de la geografía estos dos ríos
desconocidos que salen del jardín de Edén, que nunca se han
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal 7
podido localizar. Aquí podemos ver también el porqué no se
habían podido encontrar.
Igual que les ocurría a los apóstoles, nosotros también
necesitábamos este don del Espíritu Santo para entender las
Escrituras con claridad; porque el don de Dios está por enci-
ma de nuestra razón, aunque la razón nos ha sido dada por
Dios y nos sirve para movernos correctamente cuando es
bien usada. Sin embargo para entender las cosas de Dios la
razón no es suficiente. Jesús antes de partir nos había dicho:
“El Espíritu de la Verdad os llevará a la Verdad completa”
(Jn.16,12).
Buscar la Verdad en Dios, nos lleva al conocimiento de
cuanto necesitamos conocer para ayudarnos en nuestro ca-
mino hacia la salvación. Así fue como por su gracia un día me
hizo ver con claridad este relato de la creación, y esta dife-
rencia entre la razón y el don de Dios.
Así este libro se titula “La Verdad de la Creación en el
Génesis”, porque la Verdad que Dios nos da no procede de
ningún estudio ni de los razonamientos, no se llega a ella por
obra de hombre.
Tal y como nos ha llegado hasta hoy el relato de la
creación en el Génesis, había cosas que no entendíamos, y
que los creyentes hemos subsanado con la fe y dándole toda
autoridad a la Biblia. Y eso nos había ayudado. Pero hoy todo
el mundo puede entenderlo nítidamente. Y va a hacer mucho
bien a los incrédulos. Dios ama a todos.
Veamos ahora el motivo de las dos partes bien dife-
renciadas de este libro, que señalan el orden que Dios había
establecido en este relato de la creación en el Génesis y que
el hombre no había entendido.
La Verdad de la Creación en el Génesis 8
El Porqué Este Libro Contiene Dos Partes
Fue leyendo las Escrituras, cuando el Señor un día me
dio la gracia o el don para poder entenderlas con claridad.
Cuanto me hizo ver me impactó porque ahora podíamos en-
tender quiénes somos realmente, pero esperé a que el Señor
me abriera el camino, me hiciera ver el momento en que
habría de publicarlo.
Lo que no intenté mientras fue investigar si había es-
crito sobre ello, porque además daba por seguro que no hab-
ía nada, y prefería ceñirme a lo que el Señor me había hecho
ver. Sin embargo, unos tres años después de haber recibido
esta revelación sobre el relato del Génesis (cuando aún no
había decidido escribir este libro) vi en las explicaciones de
una Biblia,1 que el relato de la creación en el Génesis fue
escrito por diferentes autores, en textos independientes.
Aún no existía la Biblia tal como hoy la conocemos, si-
no que fue ordenada posteriormente, muchos siglos después,
siguiendo un orden lógico. Los libros entonces eran pergami-
nos que se enrollaban, como vemos cuando Jesús abrió el
rollo o volumen para leer la lectura del profeta Isaías
(Lc.4,16). Esto era cuando habían pasado ya otros cinco si-
glos desde el último relato de la creación. Por esto mismo,
por estar escrito los textos en rollos independientes, el rela-
to sobre la creación del hombre terrenal, contiene en el
Génesis dos textos diferentes, que algunos habían visto como
contradictorios. Pero aquí podemos ver que no son contradic-
torios, sino que se complementan.
Y para que quedara toda esta verdad bien clara, el
relato de la creación del hombre espiritual y su caída en el
pecado, fue revelado por Dios a alguien en primer lugar, y
luego en segundo lugar, unos cinco siglos después, fue reve-
1 Biblia Latinoamérica (Edición 1972).
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
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lado el relato de la creación de nuestro universo y nuestra
condición humana “a imagen y semejanza de Dios”.1
El primer relato, la creación del hombre espiritual, se
escribió en el siglo X antes de Cristo en tiempos del rey Sa-
lomón, y el segundo, sobre la creación del universo y la con-
dición terrenal del hombre, en el siglo V antes de Cristo, es-
crito por sacerdotes cuando el regreso del pueblo del destie-
rro de Babilonia (según dichas explicaciones).
Dios reveló el relato de la creación del universo prepa-
rado para la vida terrenal del hombre, unos quinientos años
después. Dejó un amplio periodo de tiempo entre la revela-
ción de uno y otro relato, como para que entendiéramos me-
jor que primero éramos seres espirituales y luego se nos dio
por su gracia nuestra condición de seres terrenales. Esto va-
mos a ver ahora en toda la revelación que incluye “La Ver-
dad de la Creación en el Génesis”.
Este libro que ha llegado hasta ti, no es un libro más,
sino verdadera revelación para gloria de Dios y Luz para to-
dos nosotros.
Él, que nos dice que hasta cada uno de nuestros ca-
bellos están contados (Mat.10,30), también tuvo especial
cuidado en establecer unos cinco siglos de separación entre
un relato y el otro relato. A nosotros nos corresponde valorar
este importante hecho.
Descubrir esto me animó más a escribir este libro,
pues es grande que coincida en este punto tan importante, lo
que el Señor me había hecho ver y los estudios de los inves-
tigadores de la historia del Génesis. Antes yo misma desco-
nocía esta verdad y todavía hasta hoy no ha sido conocida
por los demás con toda la claridad.
Esto me alegró tanto, porque me confirmaba lo que ya
el Señor me había hecho ver: que el hombre espiritual fue
1 Este dato histórico también lo descubrí en la Biblia Latinoamérica.
La Verdad de la Creación en el Génesis
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creado antes, y que nuestra condición humana nos ha sido
dada por gracia de Dios para librarnos de caer al abismo, y
salvarnos por medio de la resurrección en Jesucristo nuestro
Salvador.
Por ello el relato de la creación en el Génesis comien-
za realmente con el hombre espiritual en el jardín de Edén.
Por este motivo este libro contiene dos partes también: una
primera parte, “La Creación del Hombre Espiritual”, y una
segunda parte, “El Hombre Terrenal”. Así que ya desde el
tema primero, empieza diciendo que ese hombre creado por
Dios es toda la humanidad en la que estamos incluidos todos
nosotros.
La trascendencia de todo esto se irá descubriendo a
través de la lectura, que es como una parábola de nuestra
propia historia. Y estaba bien detallada, aunque el mismo
orden en el que nos había llegado no nos haya permitido en-
tenderla con toda claridad.
Pero no es este el único punto que revela este libro,
sino que todos los signos en él toman sentido, toman vida.
Podemos descubrir mucho más de lo que hemos conocido
hasta ahora.
Es la historia completa de nuestro origen, y principio
como seres humanos, y nos habla del camino que hemos
tomado para llegar hasta aquí y del camino de regreso más
allá de nuestro principio.
Su misión, o su objetivo, es ayudarnos en este camino
para regresar a la plenitud de la Vida. Todo estaba perfecta-
mente dispuesto por nuestro Dios cuando había revelado
nuestra verdadera historia hace tantos siglos. Ahora todo
queda aclarado aquí siguiendo un orden, según me lo ha
hecho ver, para que así muchos puedan ver también la ver-
dad de su propia realidad en este momento.
Es una bendición que Dios hoy ha querido dar para
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
11
todos. Él lo ha revelado, porque hasta ahora habíamos en-
tendido el relato de la creación sólo “a medias”, nadie había
podido entenderlo completamente. Hoy se nos revela en su
totalidad, de tal forma que ya no hay misterio al respecto.
De esto he querido avisarte para que no saques con-
clusiones anticipadas cuando veas que en el tema I las pri-
meras palabras te dicen que la palabra Adán significa en
hebreo hombre, y que al decir hombre se refiere a toda la
humanidad, porque Dios nos creó a todos nosotros en aquel
principio.
Sin haber leído el resto de este relato, esta primera
impresión te llevaría a pensar que en él se va a tratar de la
teoría de la reencarnación. Pero no es así, porque las Escri-
turas todas, y el relato del Génesis incluido, nos sirven para
verificar que el hombre ha sido creado por Dios, y tiene este
estado de humanidad por su divina gracia para que veamos
la Luz de Cristo, ser así salvados, y regresemos al Padre,
nuestro creador.
Esta revelación sobre nuestro principio puede sacar de
su error a los que creen en la reencarnación. Pues dice la
Escritura que el pueblo perece por su ignorancia, o por su
falta de conocimiento (Os.4,6).
Si eres de los que has dado crédito a la teoría de la
reencarnación, te conviene también leer este libro para que
disciernas y veas clara la Verdad de quién eres realmente y
lo que eres hoy.
No deduzcas nada antes de leer el resto del libro.
Aquí está escrita simplemente la Verdad que Dios nuestro
Señor me ha hecho ver, que nos aclara lo que veíamos acer-
ca de nuestra creación como un misterio; nos saca de mu-
chas dudas, y puede servir para comprender mejor a los
demás, y para que muchos que no hayan creído ahora crean.
Sólo Dios sabe cuanto bien puede hacer esta revelación.
Y a nosotros los creyentes nos corresponde, el ser
La Verdad de la Creación en el Génesis
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testigos de esta verdad que hará bien, para que el mundo
que se había rebelado y no ha buscado a Dios, por no enten-
der su situación y su realidad, pueda sentirse ahora respon-
dido desde esta verdad y volverse a Dios.
Cuando hayas leído “La Verdad de la Creación en el
Génesis”, podrás ver el porqué a cada uno le corresponde de
forma singular su propia realidad, y al mismo tiempo vas a
entender mejor que Dios nos cuida y espera con ternura infi-
nita y Amor de Padre Bueno.
Tengo que recordar aquí, igual que dije en la presen-
tación de “La Verdad del Apocalipsis”, que también al apóstol
Pablo que no estuvo personalmente con Jesús ni los otros
apóstoles, Dios le dio este don de conocer la revelación. El
decía: “Os hago saber hermanos que el Evangelio anunciado
por mí no es de orden humano, pues no lo recibí ni aprendí
de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo”
(Gál.1,11-12).
De forma semejante me ha llegado esta Luz por una
gracia o don, como hemos visto en estos dos casos que men-
ciono aquí de los apóstoles. Con esto no quiero hacer una
comparación a nivel personal pues soy insignificante para
esta comparación; sólo quiero decir con ello, que no procede
este libro de ningún estudio (que sería para gloria mía) sino
que nos viene dado para todos nosotros, por la misericordia
del Único que puede darnos la Verdad. Para gloria de Él sea.
Me considero un simple instrumento, ya que si el Se-
ñor no me lo hace ver, por mí misma nunca habría podido
verlo ni escribirlo, ya que ni siquiera soy escritora.
Todo sea para gloria de Él y sirva de ayuda para sal-
vación de muchos.
Hasta aquí, aunque los creyentes siempre hemos
aceptado incondicionalmente el relato de la creación en el
Génesis y la herencia del pecado de Adán, el mundo o lo ha
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
13
dudado o no lo ha aceptado, quizás por parecerle contradic-
torio el heredar un pecado que otro había cometido, o tantas
otras causas.
Mas ahora ya el mundo podrá ver claro que el relato
de la creación no está en contra de nuestra razón, sino que
lo puede entender perfectamente.
Si el libro “La Verdad del Apocalipsis” iba dirigido pre-
ferentemente a las iglesias, este libro es para el mundo en
general, y muchos creerán en Dios, en su Amor infinito que
nos busca y revela la Verdad para que todos los hombres
seamos uno en Él. “La Verdad de la Creación en el Génesis”
deja bien claro todo lo referente a nuestro origen, para que
muchos desechen sus dudas sobre la obra perfecta de Dios
en nosotros al concedernos esta forma de vida aquí en la
tierra, y confíen ya plenamente entregando sus vidas a la
misericordia inagotable de Dios.
Ante los ataques del maligno, como hoy estamos
viendo a nivel universal más que en otras épocas, hoy que se
ve más al descubierto el rostro de la maldad, con la corrup-
ción, la violencia, la falta de valores, el olvido y cuestiona-
miento sobre los mandamientos de Dios, etc., Dios está ma-
nifestando como nunca antes también a nivel universal, gran
Luz para sus hijos. Ahora la Luz poderosa que nos llega, nos
hará levantar para emerger de las tinieblas a la Verdad. A
muchos hará cambiar y llegar al Camino de salvación.
Esta revelación sobre la creación en el relato de Géne-
sis, nos descubre el porqué de tanta confusión. Y nos ayuda
a salir de ella. A través de la lectura de este relato de la
creación, ya clarificado, se va a ir comprendiendo su impor-
tancia y alcance para así poder cada uno sentirse libre, y
seguir la más sabia decisión: vivir de acuerdo a la Verdad.
Ahora puedes recibir esta verdad, que te ayudará a
ver la Verdad. Y dice Jesús, que la Verdad te hará libre
(Jn.8,32). Y así amarás más a tu Creador, desde la Verdad,
La Verdad de la Creación en el Génesis
14
por su infinito Amor, fidelidad, y misericordia por ti.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
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PRIMERA PARTE
LA CREACIÓN DEL HOMBRE
ESPIRITUAL
La Verdad de la Creación en el Génesis
16
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
17
LA CREACIÓN DEL HOMBRE ESPIRITUAL TEMA I: EL JARDÍN DE EDÉN TEMA II: DESDE EL EDÉN HASTA LA HUMANIDAD TEMA III: DIOS RECHAZA LA MALDAD TEMA IV: CONSECUENCIAS DEL PECADO
TEMA I
EL JARDÍN DE EDÉN
(Gén. 2,8-17)
La Verdad de la Creación en el Génesis
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Nota: Es bueno recordar aquí, la importancia que tiene el que antes
de comenzar la lectura de este tema, se lea primero “Aclaración Previa”
(pág. 5) porque ayudará mejor a ver la verdad de cuanto este libro contie-
ne, y así evitar incomprensiones a primera vista.
Una Estancia en la Gloria
La Gloria en la que Vivíamos
Cuatro Caminos Cuatro Ríos
Providencia y Advertencia de Dios
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
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EL JARDÍN DE EDÉN Una Estancia en la Gloria
Plantó Yahveh Dios un jardín en Edén,
al oriente,
donde colocó al hombre
que había formado.
(Gén.2,8)
En hebreo en vez de hombre se dice Adam.1 La pala-
bra Adam (para nosotros Adán) significa hombre. Dios creó
al hombre, al ser humano, a la raza humana. Hombre es to-
da la humanidad. Dios colocó en el jardín de Edén al hombre,
a la humanidad.2
De este mismo modo se usa hoy la palabra hombre,
dándole el significado de humanidad, para hablar, por ejem-
plo, del hombre del siglo XXI. La historia habla del hombre
primitivo, del hombre medieval, etc. A nadie se le ocurre
pensar que era un hombre solo, sino que comprende a todos
los hombres de toda una época o edad de la historia.
Tú eres un ser humano; ya seas varón o mujer, estás
comprendido en esta humanidad porque fuimos creados to-
dos en un mismo principio.
Esto vamos a ver, no sólo en el Génesis, sino que la
Biblia lo repite. Pablo afirma: Él creó de un solo principio,
todo el linaje humano (Hc.17,26).
Toda esta revelación nos lleva a ver más clara la ver-
dad de nuestro principio como humanidad; nos lleva a en-
tender los porqués de nuestra realidad de hoy.
Reconocer que hombre es toda la humanidad tiene
vital importancia.
1 Santa Biblia Nueva Versión Internacional 2 Este significado se verá confirmado en este mismo relato, cuantas veces aparezca la palabra
hombre, y ello nos da nueva luz para entender mejor las Escrituras.
La Verdad de la Creación en el Génesis
20
Este hombre del jardín de Edén comprende a todos
nosotros, en un estado de felicidad que habría de ir crecien-
do.
Porque el jardín de Edén simboliza el estado celestial
en el que vivíamos, de felicidad, de delicias, en amistad con
Dios, el estado de los seres espirituales que éramos. Lo que
éramos antes del pecado.
Nuestra condición de humanidad se nos dio por la
compasión de Dios desde el mismo instante en que pecamos,
para librarnos así de caer al abismo y rescatarnos de la
Muerte a la que nos llevaba el engaño del demonio.
Y por la confusión que siguió al pecado de la humani-
dad, todavía cuando le pregunta Dios a Job “¿Dónde estabas
tú cuando yo creaba la tierra?” (Job.38,21), él no supo res-
ponder. Y la humanidad hasta ahora no ha podido responder;
pero hoy Dios nos revela por su Espíritu Santo, el Espíritu de
la Verdad, gran Luz sobre nuestro principio, contenido en el
relato de la creación, y no para satisfacer nuestra curiosidad,
sino para que conociendo nuestra auténtica realidad, la Ver-
dad de quiénes somos y lo que somos, busquemos vivir en Él
y regresemos a la felicidad completa, a la Vida de gloria que
nos tiene preparada.
El jardín de Edén podemos compararlo a un vivero
donde se colocan las semillas para que luego crezcan y sean
colocadas en un lugar mayor, más apropiado. Era como aquí
una cuna en la que todo buen padre y toda buena madre
colocan con cuidado a sus hijos. Así Dios nos colocó en el
jardín de Edén, con su infinito e insuperable Amor y ternura
de buen Padre, igual que si fuéramos niños.
Y allí fuimos creciendo. Y cuando culminaba en noso-
tros la primera etapa de crecimiento, en el jardín de Edén,
Dios nos concedió la libertad para decidir. Y entonces tuvi-
mos el poder para elegir; pero no obedecimos la advertencia
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
21
del Padre y nos decidimos, como se nos dice en la parábola
del hijo pródigo, por alejarnos del Él y perder todos los bie-
nes que por su inmenso Amor nos había dado (Lc.15,11-32).
Ése fue nuestro principio. Dios nos colocó en un lugar
seguro para ir creciendo e ir acercándonos más a Él, a la uni-
dad en Él; fue el principio de nuestra creación como seres
espirituales, en quienes habría de darse la aceptación de los
planes de Dios para nosotros. Era el inicio de un estado de
crecimiento espiritual que entonces desestimamos y lo per-
dimos. Nos lo recuerda este salmo que sigue, que habla del
momento en el que entramos en tinieblas por el pecado. Así
dice:
“No saben ni comprenden;
caminan en tinieblas,
todos los cimientos de la tierra vacilan…
Mas ahora como el hombre moriréis,
como uno solo caeréis, príncipes”.
(Sal.82,5…7)
Nos llama “príncipes”, para recordarnos que hasta ese
instante estábamos en un proceso de crecimiento hacia el
Reino de Dios Padre, y luego todos a una, como uno solo,
caímos en las tinieblas. Pero aunque habíamos caído, las si-
guientes palabras nos vuelven a confirmar que Dios Padre
nos ha librado de caer al abismo, por su gran Amor, y cómo
luego nos concedió la redención por medio de nuestro Señor
Jesucristo:
“Nos ha elegido en Él
antes de la creación del mundo
para ser santos e inmaculados
en su Presencia, en el Amor;
eligiéndonos de antemano
La Verdad de la Creación en el Génesis
22
para ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo,
según el beneplácito de su voluntad”.
(Ef.1,4-5)
Este ser espiritual que Dios creó en unidad y puso en
el jardín de Edén, aún no era corpóreo; aún no éramos hom-
bres y mujeres ni había sido creado el universo que veremos
en el tema V, y que creó Dios por su gracia para que des-
arrolláramos la vida presente, este peregrinaje, que es el
Camino de regreso al Padre, para todos los que busquen la
Verdad. Y la Verdad nos la muestra Él a través de su Palabra
y de toda la creación que ha puesto a nuestro alcance.
Porque igual que Dios preparó un proceso espiritual
de crecimiento desde que nacimos en el jardín de Edén, así
también, para hacernos más palpable nuestra realidad espiri-
tual de seres caídos en las tinieblas, para que entendiéramos
mejor, después nos ha hecho nacer aquí en nuestra realidad
natural como bebés, dependiendo de la madre y del padre,
para luego ir desarrollándonos día a día y así pasar a la ni-
ñez, a la adolescencia, a la juventud, a la madurez de la
edad adulta, y a la sabiduría de la ancianidad (Ap.4,4).
Un crecimiento en todos los sentidos, como reflejo de
nuestra Vida espiritual. Y si lo sabemos valorar nos sirve para
en este mismo crecimiento acercarnos más y más a Dios,
acogiéndonos a la gracia de su infinito Amor para que regre-
semos a Él, para que nos salvemos y gocemos de su gloria,
de todos los bienes, que aún no podemos percibir, pues lo
que ni el ojo vio ni el oído oyó es lo que Dios tiene preparado
para nosotros (1Cor.2,9). Nunca habíamos visto, ni aún en el
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
23
jardín de Edén, la gloria que Dios tiene preparada para noso-
tros, la gloria final para los que se salven.1
El hombre creado por Dios o formado por Dios, signifi-
ca que hemos salido “de las manos de Dios”. Representa este
hombre nuestro principio, el estado en el que nos encontrá-
bamos, la gloria en la que vivíamos en el jardín de Edén.
Luego, por la gracia de Dios vendríamos a nuestro estado
actual. Esta verdad sobre el principio de nuestro estado ac-
tual como humanidad entera para ser rescatada del pecado,
nos la confirma el apóstol Pablo otra vez en su discurso a los
atenienses en el Areópago:
Él creó de un solo principio, todo el linaje humano,
para que habitara sobre la faz de la tierra
fijando los tiempos determinados
y los límites del lugar donde habrían de habitar
con el fin de que buscaran a Dios,
para ver si a tientas lo buscaban y lo hallaban;
por más que no se encuentra lejos
de cada uno de nosotros;
pues en Él vivimos, nos movemos y existimos,
como habéis dicho algunos de vosotros:
“Porque somos también de su linaje”.
(Hc. 17, 26-28)
Es de vital importancia esta revelación, pues aunque
por tradición se nos haya transmitido que habíamos hereda-
do un pecado cometido por un solo hombre, muchos no lo
habían aceptado porque han visto que siendo Dios sumamen-
te bueno, justo y misericordioso, sería contradictorio que
hiciera recaer un pecado sobre todos los demás, que no hab-
íamos decidido voluntariamente pecar. Y como consecuencia
1 En el libro “La Verdad del Apocalipsis” se complementa esta verdad sobre nuestra creación,
en el último tema titulado “La Gloria Final” (Ap.22).
La Verdad de la Creación en el Génesis
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de no entenderlo así muchos han menospreciado el relato de
la creación en el Génesis, y tantos han restado valor al peca-
do y a la necesidad de ser perdonados por Dios.
Pero la Biblia nos revela más versículos además de
éstos, que iremos viendo en el resto de este relato que tam-
bién confirman cuanto hemos visto hasta aquí:
“Nacimos antes de que las tinieblas nos llegaran”
(Job.19,21). “Te conocí antes de que te formara en el vientre
de tu madre” (Jer.1,5). 1
El hombre fue creado primero como ser espiritual, y
luego por el pecado pierde todo. Mas la compasión de Dios le
concede la gracia de ser humano, de ser cada uno parte de
esta humanidad. Es el motivo de que la primera parte de
este libro trate de la creación del hombre espiritual, y la se-
gunda parte de nuestra condición actual, del hombre terre-
nal. Esta verdad hará a muchos conocer el verdadero sentido
de la creación y el de su propia y auténtica realidad.
En el desarrollo de este libro vamos a ver más confir-
mado este versículo con el que empezamos este tema, por-
que además de lo exclusivo del relato la creación en el Géne-
sis que completa esta verdad, van incluidos dentro de su
propio contexto, otros versículos del resto de la Biblia que lo
avalan. Es más, partiendo de este conocimiento que Dios hoy
pone ante nuestros ojos sobre el relato de la creación en el
Génesis, podemos entender mejor el resto de la Biblia, com-
prendida entre el Génesis (que significa principio) y el Apoca-
lipsis (que significa revelación). Jesús dijo: “Yo soy el Alfa y
la Omega, el Principio y el fin” (Ap.2,11).
Es la Luz el comienzo de la creación. Y es Cristo,
nuestro salvador, la Luz del mundo para salvación nuestra, el
mensaje que contiene el primer día de la creación de nuestro
universo que veremos en la segunda parte de este libro.
1 Seguirán más textos bíblicos que continúen avalando este verdad
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
25
La Gloria en la que Vivíamos
Yahveh Dios hizo brotar del suelo
toda clase de árboles deleitosos a la vista
y buenos para comer,
y en medio del jardín el árbol de la Vida
y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
(Gén. 2,9)
Teníamos de todo para ser felices, teníamos toda cla-
se de árboles deleitosos a la vista y buenos para comer. No
necesitábamos nada más, éramos felices, vivíamos en amis-
tad con Dios.
Entendamos que estamos hablando de un estado espi-
ritual y que por lo tanto los árboles son símbolos que usa el
Señor para hacernos ver que vivíamos en felicidad. Y el árbol
de la ciencia del bien y del mal, como símbolo que nos ad-
vertía de que contenía algo que no era bueno para nosotros a
pesar de su apariencia atractiva.
No era una prueba a la que Dios nos exponía, sino
que realmente había un peligro que nos podía contaminar,
como lo es toda relación o comunicación con el demonio.
Con el árbol de la Vida y el árbol de la ciencia del bien
y del mal, se nos revela la libertad en la que fuimos creados.
El elegir el árbol de la Vida, es elegir la eternidad a la que
Dios nos llevaba por medio de aquel estado de crecimiento,
hasta la unidad en Él.
El árbol de la ciencia del bien y del mal lleva algo en sí
que no proviene de Dios: la ciencia del mal, la experiencia
del mal. Dios nos creó libres, podíamos elegir. Y hoy también
podemos elegir.
Estaban los dos árboles en medio del jardín, en el
centro, indicándonos así que nuestra vida giraba en torno a
aquella elección.
La Verdad de la Creación en el Génesis
26
La libertad es el don más preciado que Dios puso en
nosotros. Dios no nos creó como marionetas, sin voluntad,
sino que nos concedió el libre albedrío para que cada uno
elija. Y así, como todos ya sabemos, Dios respetó la decisión
que tomó la humanidad al comer del árbol que la haría des-
cender del estado de felicidad, de delicias, de la cercanía a
Dios. Y aún hoy Dios sigue respetando esta libertad, y cada
uno puede buscarlo para vivir en Él, o puede seguir en sus
tinieblas y descender al abismo.
Ahora los cuatro brazos del río que salen del jardín de
Edén, van a confirmar estos versículos que hemos visto aquí.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
27
Cuatro Ríos o Cuatro Caminos
De Edén salía un río que regaba el jardín,
y desde allí se repartía en cuatro brazos.
El uno se llama Pisón:
es el que rodea todo el país de Javilá
donde hay oro.
El oro de aquel país es fino.
Allí se encuentra el bedelio y el ónice.
El segundo río se llama Guijón:
es el que rodea el país de Kus.
El tercer río se llama Tigris:
es el que corre al oriente de Asur.
Y el cuarto río es el Éufrates.
(Gén.2,10-14)
Edén significa en hebreo deleite. Deleite es vivir en
Dios, en la Presencia de Dios. Es de la Presencia de Dios de
donde emana el agua de la Vida:
De Edén salía un río que regaba el jardín.
Es desde la gloria de Dios, desde la Presencia de
Dios, de donde llegaba hasta nosotros el agua de la Vida,
porque nosotros habíamos sido colocados en el jardín de
Edén. Este “lugar”, este estado espiritual, es en el que está-
bamos nosotros, siendo seres puramente espirituales.
El río, el agua, es signo de vida. Para entender qué se
nos quiere decir con el río que regaba el jardín, fijémonos en
que aquí sin el agua no habría vida. Y en nosotros espiri-
tualmente, que somos “tierra” para ser regada, es signo de
Vida.
La Verdad de la Creación en el Génesis
28
(Los términos hebreos Adam que significa hombre y
adama que significa tierra, están relacionados).
Nosotros en aquel principio, y hoy como humanidad,
hemos de ser regados por el agua de la Vida que viene de
Dios.
En el jardín de Edén teníamos la Vida, aunque habr-
íamos de ir creciendo hacia la plenitud en Dios.
Los cuatro brazos o los cuatro ríos que nacen del río
del jardín de Edén, son cuatro direcciones distintas o cuatro
caminos que podíamos seguir desde el jardín de Edén. Indi-
can otra vez la libertad. La libertad en la que Dios nos creó.
No nos retenía en el jardín de Edén, sino que podíamos elegir
el camino para ser más en Él, o los caminos que nos harían
descender. Podíamos llegar a estar más cerca de Dios o ale-
jarnos de Él. Esos cuatro ríos conducen desde el jardín de
Edén a otros países o estados espirituales:
El uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de
Javilá donde hay oro. El oro de aquel país es fino. Allí se en-
cuentra el bedelio y el ónice.
El primer río, Pisón, habla de una Vida superior a la
que vivíamos en el jardín de Edén, una Vida en unidad en
Dios, a la que podíamos haber ascendido si no hubiésemos
desobedecido la advertencia de Dios. De este río se dice:
Es el que rodea el país de Javilá donde hay oro fino.
El oro, se nos da a conocer en las Escrituras como
símbolo de pureza: "Yo os purificaré como se purifica el oro o
la plata" (Zac.13,9). También habla del esplendor de la gloria
de Dios, pues en la "Ciudad Santa de Jerusalén", en la gloria
final, ya definitivamente en unidad con el Padre, se dice que
"la muralla y la avenida de la ciudad son de oro puro”
(Ap.21,18-21). Es la plenitud de la gloria que disfrutaremos
al final los salvados, por gracia de Dios.
Ahí, en el país de Javilá se dice sólo que hay oro fino.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
29
No es la plenitud, sino que es una Vida muy valiosa. Allí si-
gue el crecimiento hasta la plenitud en Dios.
El ónice y el bedelio, que se nombran en el país de Ja-
vilá, son piedras semipreciosas; no es la Vida en plenitud,
como se describe de la Ciudad Santa de Jerusalén, de la que
se dice que es como el resplandor de una piedra muy precio-
sa, y toda la Ciudad está construida con gran variedad de
ellas (Ap.21,10-11). En este país de Javilá hay una Vida su-
perior a la del jardín de Edén (a la que podíamos haber lle-
gado) pero no tiene la plenitud de la Vida, que es la meta
final.
El país de Javilá, está todo rodeado por el río, como
los brazos de Dios Padre alrededor de él en un abrazo. Un
estado de descanso absoluto en los brazos de Dios Padre.
Son los que habiendo crecido en el jardín de Edén ascienden
a un estado más cercano a la plenitud de la gloria de Dios, ya
sin ningún peligro, pues su decisión fue vivir sólo en Dios y
no oír ninguna otra voz.
De todos los seres que Dios puso en el jardín de Edén,
no todos pecaron, y son los que están simbolizados en el país
de Javilá; los que pecamos descendimos a este estado que
es la humanidad, de la que podemos ser rescatados si acep-
tamos a Cristo, nuestro Salvador.
Nuestro estado actual está comprendido en los otros
tres países, el país de Kus, el país de Asur y el otro país al
que no se le da nombre porque está fuera de la tierra prome-
tida. Los tres reflejan una vida inferior a la del primer país de
Javilá; ya se refieren a nuestro estado actual al que descen-
dimos porque perdimos voluntariamente lo que Dios había
establecido para nosotros: lo que era la Vida desde el jardín
de Edén.
El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país
de Kus.
Este segundo río que rodea el país de Kus, nos hace
La Verdad de la Creación en el Génesis
30
ver que hay fertilidad en él, pues está rodeado de agua como
el país de Javilá; pero no tiene la riqueza espiritual del país
de Javilá ya que en él no hay oro ni piedras semipreciosas.
El río que rodea el país de Kus, representa ahora aquí,
los brazos de Cristo sosteniéndonos alrededor como en un
abrazo, para salvarnos de la Muerte. Dentro de este abrazo
están todos los que buscan a Dios, el pueblo que vive en
Cristo. Este país simboliza al pueblo de Dios, a aquéllos que
habiendo pecado en el jardín de Edén se acogen a la Reden-
ción, el pueblo elegido.
De este país de Kus profetiza Isaías como tierra sur-
cada de ríos, nación vigorosa y dominadora, a la que han de
escuchar todos, sobre la que Dios derrama su Luz ardiente, y
que da frutos; pero en la que Él cortará los pámpanos vicio-
sos. “Pueblo esbelto y de brillante piel”, que en el monte Sión
se presenta como ofrenda a Dios (Is.18,1-7). Es la parábola
de la vid de la que Jesús dice también que cortará los
pámpanos que no dan fruto (Jn.15). Unos dan fruto y otros
no. Unos se salvarán y otros no.
Los que viven en Cristo, son los que viven en el Amor
y la Verdad, porque en ello consiste la verdadera Vida. No se
limita a los que conocen la doctrina cristiana ni la revelación,
que aún conociéndola muchos no la viven ni se salvan, sino
que comprende también a todos los que aunque no hayan
oído hablar de Cristo, viven en autenticidad la amistad con
Dios, buscando siempre la Verdad y viviendo en el Amor a
Dios que está por encima de todo.
Jesús dijo: “Yo soy el Camino la Verdad y la Vida”
(Jn.14,6). Y el Camino es el Amor (Jn.3,16).
Todo el que viva así está rodeado por los brazos de
Cristo, conforme se nos revela en este segundo río. Sin em-
bargo todos los que tenemos la gracia de conocer la revela-
ción de Jesucristo, tenemos más claro y cercano el Camino.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
31
Está escrito que todos habrán de reconocer la revelación,
“hasta los confines de la tierra” (Hc.1,8). El Señor Jesucristo
nuestro Salvador, vino a salvar a la humanidad, a todo el que
quiera salvarse. Y esto es lo que significa el tercer río, el Ti-
gris.
El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente
de Asur.
El tercer río, el Tigris, geográficamente está fuera de
los límites de la tierra prometida hecha por Dios a Abrahán,
como veremos después al hablar del cuarto río. Este país de
Asur representa a los que aquí no se han acogido a la Re-
dención; los que no buscan a Dios, los que no viven en Cris-
to (la Verdad y la Vida en el Amor). Están en esa tierra seca
y han de moverse para ir al río, al agua de la Vida, a buscar
el agua que los limpie.
El agua ya no rodea este país como los otros dos paí-
ses eran rodeados, sino que el Tigris corre al oriente de Asur.
Al oriente, en la misma dirección que el jardín de Edén, una
dirección hacia Dios. Es también la dirección por la que Dios
ha hecho que nos llegue la luz del día.
Así se manifiesta la Verdad para nuestras almas de
que cuando buscamos a Dios, es como ir por el agua que nos
purifica. Y todos pueden recibirla porque es gratis, y todos
pueden buscar el agua de la Vida desde cualquier lugar, más
cercano o más lejano de esa tierra seca; porque el agua da la
Vida fértil que habrá de llevar a la plenitud, a la unidad en
Dios.
Todos, de cualquier nación, raza, pueblo o lengua
(Ap.7,9). Un ejemplo que puede ser incluido entre aquéllos a
los que representa este país de Asur, es el pueblo de los re-
cabitas al que Dios manifiesta su agrado, por su obediencia;
aunque no eran el pueblo elegido, cumpliendo los mandatos
de su guía, trataban de obedecer a Dios, a pesar de que no
conocían la revelación de Dios dada a Moisés (Jer.35,1-19).
La Verdad de la Creación en el Génesis
32
Del país de Asur al que riega este tercer río, profetiza
Isaías que será quebrantado, que Dios apartará todo yugo de
sobre ellos porque extiende su mano sobre ese pueblo y que
nadie puede en contra, cuando Dios mismo lo hace
(Is.14,24-27). Y también profetiza que habrá un camino real
para el resto de su pueblo que haya sobrevivido de Asur,
como lo hubo para Israel (símbolo del pueblo elegido) cuan-
do subió del país de Egipto (Is.12,16). Éstos son los que bus-
can a Dios y quedan perdonados y limpios por el agua que da
la Vida.
Pero muchos rechazan a Dios, no buscan la Verdad, y
son los que están representados al otro lado del cuarto río:
Y el cuarto río es el Éufrates.
Ya no se dice de este río el país que riega, como se
dice de los otros tres. Pero la Palabra dice: “Llamaré pueblo
mío al que no es mi pueblo” (Rom.9,25). Nadie está definiti-
vamente excluido, sino que aún todo el que se arrepienta
puede volverse a Dios.
Este río simboliza la línea de separación o el límite, del
estado en el que se encuentran todos aquéllos que “no están
inscritos en el libro de la Vida desde la creación del mundo”
(Ap. 13,8). Ahí no hay “tierra” que regar. La tierra que puede
ser regada es la de todos aquéllos que buscan a Dios y pue-
den oír la Palabra y salvarse.
Allí, de ese estado ya no se dice que en él haya agua,
como se dice de los otros tres países. Es tierra baldía. Es éste
el estado de los que han elegido libremente el camino de la
condenación.
El Éufrates, según la alianza que Dios hizo con Abra-
ham (Gén.15,18), está como límite de la tierra prometida
que comprende desde el río Nilo hasta este río Éufrates.
Sin embargo, la salvación no está limitada a los que
residan en un determinado territorio geográfico, sino que se
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
33
trata de ser o no ser en Dios, ser “la tierra” nueva que dispu-
so para nosotros.
Indica El Éufrates la purificación por la que pueden
pasar todos los más alejados. Por este río pueden entrar aún
ésos en la promesa de la redención, en la tierra prometida,
porque Dios quiere salvar a toda la humanidad. Pero el que
no se purifique no tiene entrada en la promesa, en la reden-
ción, en la salvación.
Ellos pueden salir de su tierra seca, sumergirse en el
río y dejar en él todas sus abominaciones, sus idolatrías, su
incredulidad, sus basuras… para alcanzar la tierra prometida.
El Éufrates es simbólicamente el límite de separación entre la
condenación y la entrada en el Camino de salvación. Sin en-
trar en el río no hay salvación.
Varias veces que se nombra este río en la Biblia, sim-
boliza lo mismo. El río Éufrates lo nombra el profeta Jeremías
cuando por mandato de Dios, echa en el río el libro en el que
estaban escritas todas las abominaciones de Babilonia
(ejemplo de la mayor corrupción) para que todos puedan
entender que los mayores pecados se pueden lavar y quedar
limpios. Así que añade que todos serán redimidos. Serán
redimidos todos los que se purifiquen, echando en el agua
todas sus impurezas, todo su pasado (Jer. 51,63).
Y al mismo profeta, le había dicho Dios, que llevara
un cinto nuevo y que lo escondiera en un resquicio de una
peña en el río Éufrates. Al cabo de mucho tiempo, le vuelve a
decir que lo sacara de allí. Comprobó que el cinto estaba po-
drido y que no servía para nada. El Señor le hizo ver que así
pasa con el pueblo idólatra, terco de corazón, que no escucha
su Palabra (Jer.13,1-11). No basta con conocerla, con estar
cerca, sino purificarse, sumergirse en ella, en la Vida en Dios,
hacerla realidad cada uno en su vida. La misericordia de Dios
espera hasta el último momento.
Ese estado al otro lado del río Éufrates, del que pue-
La Verdad de la Creación en el Génesis
34
den aún salir los más alejados de Dios, los que están en con-
denación, también se menciona en el Apocalipsis, cuando se
muestra en la visión del apóstol Juan, el paso de los conde-
nados a través del gran río Éufrates. Será éste el momento
final del “año de gracia” en el que se derrame la sexta plaga.
Así se explicó en el libro “La Verdad del Apocalipsis”.
“Ésos son: Los que no sólo se habían entregado al mal, sino
que habían trabajado activamente para el mal; los que li-
bremente habían pactado y entregado sus vidas al reino de
las tinieblas, y lucharon por ganar adeptos a su causa… Son
los reyes del mal, del mundo demoníaco con sus sistemas y
malas artes”.
Está escrito que este río se secará y “dejará paso a los
reyes de oriente”. Ellos procedían igual que toda la humani-
dad del jardín de Edén, al oriente. Y a todos se nos ha dado
la gracia porque Dios nos hizo un pueblo de sacerdotes reyes
y profetas (1Pe. 2,9). Pero ellos rechazaron la gracia y que-
darán al descubierto todos sus pecados (Ap.16,12).
Todos ésos aún hoy pueden volverse a la salvación,
sumergir sus basuras en el río; porque ante la corrupción y
perversidad manifestada en el mundo, Dios para prevenirnos
por última vez ante la proximidad de los momentos finales (y
como último aviso) multiplica su ayuda para rescatarnos. Es
el en que son desatados “los cuatro ángeles que estaban
atados junto al gran río Éufrates”, y un gran ejército de pro-
fetas anuncia para que esta humanidad se vuelva a Dios
(Ap.9,14).
El ángel de la sexta trompeta que hoy está sonando,
“ruge como un león” avisando que ya no habrá dilación, que
cuando suene la séptima trompeta ya nadie podrá arrepen-
tirse (Ap.10,2-7). Es una llamada para cada uno, porque del
final nadie sabe ni el día ni la hora (Mt.24,36). Pero sí se vis-
lumbra, pues hoy ya estamos viendo signos que Jesús había
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
35
profetizado para el final de los tiempos.
El significado de estos cuatro ríos y países no se refie-
re a una delimitación de espacios, tiempos o personas, sino
que cada uno puede estar en uno u otro estado, porque has-
ta los que están más allá del Éufrates, fuera de la tierra pro-
metida, o los que estén en el país de Asur, aún pueden bus-
car la salvación y estar rodeados por “los brazos de Cristo”
(simbólicamente el país de Kus).
Y también pueden “retroceder” los que habiendo co-
nocido a Cristo se alejen de Él y desciendan a la sequedad y
al destierro, fuera de la tierra prometida.
Todos tenemos hoy la gracia de ser salvados por la
redención de Jesucristo, nuestro Redentor, que limpia todo
en nosotros y nos viste de blancas vestiduras (Ap.7,14). Él
es la Palabra que se hizo carne y puso su morada entre noso-
tros (Jn.1,14).
El estado de los que están simbolizados al otro lado
del Éufrates, fuera de la tierra prometida, es un estado con-
cedido por Dios que tampoco los abandonó dejándolos caer
al abismo, sino que espera paciente la conversión de todos.
Éste es el sentido de esta revelación de los cuatro
ríos que salen del jardín de Edén. Habíamos perdido la Vida
que disfrutábamos, pero aún hoy podemos estar, aunque con
lucha, en un estado de crecimiento para llegar en los brazos
de Cristo a la unidad en Dios, a la Ciudad Santa, a la gloria
eterna, que Dios tiene preparada para todos los que lo aman
(1Cor.2,9).
La Verdad de la Creación en el Génesis
36
Providencia y Advertencia de Dios
Tomó pues, Yahveh Dios al hombre
y lo dejó en el jardín de Edén,
para que lo labrase y lo cuidase.
Y Dios impuso al hombre este mandamiento:
“De cualquier árbol del jardín puedes comer
mas del árbol de la ciencia del bien y del mal
no comerás,
porque el día que comieres de él,
morirás sin remedio”.
(Gén. 2,15-17)
Para entender mejor el significado del jardín de Edén
en donde Dios dejó al hombre, vamos a comparar la gloria
del jardín de Edén, con la que se describe en el Apocalipsis
de la “Ciudad Santa de Jerusalén”.
Si nos fijamos, en el jardín de Edén, hay un río y
“árboles deleitosos a la vista y buenos para comer”. Son sig-
nos semejantes a los que se nos describe en el Apocalipsis,
que nos dice que hay un río y árboles: “El río del agua de la
Vida, transparente como el cristal y a uno y a otro lado del
río, árboles de la Vida, que dan frutos doce veces al año, una
cada mes” (Ap.22,1-2). Es la gloria que disfrutaremos todos
los salvados, después de este peregrinaje en el vamos de
regreso hacia Dios Padre.
Hay una diferencia. Allí, en la gloria final que nos es-
pera, los frutos se dan solos por multiplicación y durante to-
do el año, doce veces al año. En cambio en el jardín de Edén
se dice que habría de labrarse y cuidarse. Aún no estábamos
en la plenitud de Vida, sino en un estado de crecimiento.
Habríamos de estar cuidando de todo lo que Dios nos había
dado.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
37
Se dice que lo colocó en el jardín de Edén para que lo
labrase y cuidase. Dios estaba cuidando, enseñándonos,
guiándonos para crecer más hacia Él. Y lo mismo que aquí
hemos de cuidar cuanto Dios ha puesto en nosotros (el
Amor, la paz, la bondad y todos los bienes, todos los dones
que Dios da especialmente a cada uno) y con ellos hemos de
trabajar para crecer y acercarnos más a Dios, lo mismo allí
en el jardín de Edén habríamos de cuidar y trabajar para cre-
cer espiritualmente y alcanzar la madurez, la plenitud, que
Dios había preparado para nosotros.
La diferencia está en que aquí en este estado de
humanidad, hemos de luchar para salir de las tinieblas en las
que caímos por no haber obedecido a Dios que nos había
advertido del peligro, y en el jardín de Edén no había lucha
sino crecimiento. Sólo habríamos de obedecer el mandamien-
to de Dios, que para que no nos separáramos de Él, para
prevenirnos, ayudarnos y que el demonio no nos engañara,
nos advirtió dándonos un mandamiento:
Y Dios impuso al hombre este mandamiento:
Dios estaba recreándose en esta obra preciosa de
aquellos seres libres salidos de su infinito Amor; cuidando
con su exquisita ternura que la voluntad que nos concedió no
los apartara de Él; cuidando de que no hiciéramos mal uso
de la libertad. Y así nos dijo:
“De cualquier árbol del jardín puedes comer”.
La Biblia nos dice que comer es compartir, compene-
trarse con el otro. Jesús dice: "Si alguno oye mi voz y abre la
puerta, entraré en él, y cenaré con él, y él conmigo”
(Ap,3,20). “El que me come vivirá por mí” (Jn.6,57). Y son
numerosas las veces que encontramos la palabra comer con
este mismo significado. Dios sabe lo que es bueno y lo que
es malo para nosotros, y por esto nos dijo:
“Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no co-
merás”.
La Verdad de la Creación en el Génesis
38
Cada uno de nosotros podía comer de todo lo bueno,
de todo lo deleitoso que Dios nos había dado, alimentándo-
nos así para crecer en Él; pero no era bueno comer del árbol
de la ciencia del bien y del mal. La advertencia es bien clara:
“El día que comieres de él, morirás sin remedio”.
Había algo que no deberíamos admitir en nosotros, no
deberíamos comer de ello, simbolizado en el árbol de la cien-
cia del bien y del mal. Esta advertencia, como de un Padre a
sus hijos, nos hace ver otra vez que en aquel estado en el
jardín de Edén estábamos en un proceso para alcanzar la
madurez.
Dios nos advirtió, y nos sigue hoy advirtiendo como
Padre bueno, de que unos se salvarán y otros se condenarán.
Nosotros hemos de decidir. Su Amor por nosotros y su provi-
dencia son sin límite: “Les di mis mandamientos y les di a
conocer mis leyes, las que debe el hombre practicar para
vivir” (Ez.20,11).
También hoy para que no nos dejemos engañar por el
demonio que nos lleva a entregarnos a la perversidad, a lo
que el mundo y los placeres nos brindan, nos da un manda-
miento, una advertencia: "Amarás al Señor tu Dios con todo
tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma, con todas
tus fuerzas… y al prójimo como a ti mismo” (Jn. 15,12).
Y Jesús, para que seamos libres y no nos enfrente-
mos en contiendas entre hermanos, nos vuelve a recordar:
“Amaos unos a otros como yo os he amado” (Mc.12,30).
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
39
TEMA II
DESDE EL EDÉN HASTA LA HUMANIDAD
(Gén. 2,8-17)
La Verdad de la Creación en el Génesis
40
La Tentación
El Diálogo con el Demonio
La Desobediencia
La Fidelidad de Dios
La Misericordia de Dios
Las Disculpas
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
41
DESDE EL EDÉN HASTA LA HUMANIDAD
La Tentación La serpiente era el más astuto
de todos los animales del campo
que Yahveh Dios había hecho
Y dijo a la mujer:
“¿Cómo es que Dios ha dicho:
No comáis de ninguno de los árboles del jardín?”
(Gén.3,1-2)
Este relato que corresponde al hombre espiritual, fue
escrito unos cinco siglos antes de que se escribieran el relato
de la creación de nuestro universo. Dios ha dejado entre la
revelación de uno y otro relato, una distancia muy significati-
va en el tiempo que nos confirme esta verdad.
Como hemos visto en el tema anterior, cuando fuimos
tentados por el demonio éramos sólo seres espirituales, no
corpóreos. Así podemos comprender en este tema que co-
mienza aquí, que aunque no había sido creada la serpiente
en el jardín de Edén (donde no había nada material) se nos
presente aquí simbólicamente a la serpiente para descubrir-
nos la forma de actuar del demonio que usa su astucia ma-
ligna tratando siempre de engañarnos. De esta forma Dios
quiere enseñarnos a estar alerta.
Y así Dios puso ante nuestros ojos toda la creación
que nos rodea. Y con ella a la serpiente, para que podamos
ahora ver que la serpiente está simbolizando al demonio por
su índole de animal astuto que se arrastra en el nivel más
bajo, a ras del suelo: el más astuto de los animales del cam-
po, pues fue la astucia engañosa la que utilizó el demonio
para frustrar nuestra Vida en Dios. Y así habló:
Y dijo a la mujer: “¿Cómo es que Dios os ha dicho: No
comáis de ninguno de los árboles del jardín?”
La Verdad de la Creación en el Génesis
42
Es la primera vez que en este relato aparece la pala-
bra mujer. En el jardín de Edén había colocado Dios al hom-
bre, a toda esta humanidad en unidad, siendo todos uno.
Aquí comienza ya una separación, una división entre aquellos
seres espirituales que éramos. Y es que unos empezaron a
acercarse a lo prohibido, comenzaron a mirar el árbol de la
ciencia del bien y del mal. Ahí comenzó la duda y la confu-
sión. Y a todos esos seres que fuimos los primeros en traspa-
sar el mandato, Dios nos concede la gracia de poder retornar
a Él en la condición actual de mujer.
Dios no había prohibido comer de todos los árboles,
sino de uno, del árbol de la ciencia del bien y del mal. El de-
monio estaba mintiendo porque es mentiroso desde el princi-
pio (Jn.8,41). "Vosotros sois de vuestro padre el diablo...
porque es mentiroso y padre de la mentira” (Jn.8, 44). Así
les dice Jesús a los que discutían sobre su testimonio y no
creían, sino que rebatían sus palabras. El diablo es padre de
todos los que no aceptan la Luz, la Verdad.
Pero aún hoy, teniendo conocimiento de los manda-
mientos que Dios nos dio para ayudarnos a caminar en la
libertad (Col.1,13) y ser hijos suyos, seguimos todavía des-
obedeciendo y haciendo lo malo. Es nuestra situación.
Y el hombre hoy se sigue enredando en diálogos con
el demonio cuando está cuestionándose lo que Dios dejó es-
tablecido. Hoy no sólo el mundo, sino también muchos que
se consideran iglesias, en su confusión siguen razonando los
mandamientos que Dios dejó establecidos para guiarnos en
el Camino, tratando de encuadrarlos en el marco histórico,
como si no fueran para toda la humanidad por todos los si-
glos. Así fue como se inició nuestra situación de hoy. La mu-
jer en vez de huir lejos, se acercó, abrió sus oídos para escu-
char, y comenzó a dialogar con el demonio. Lo dicen los si-
guientes versículos.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
43
Diálogo con el Demonio
Respondió la mujer a la serpiente:
“Podemos comer del fruto de los árboles del jardín
mas del fruto del árbol
que está en medio del jardín, ha dicho Dios:
No comáis de él, ni lo toquéis,
so pena de Muerte”.
Replicó la serpiente a la mujer:
“De ninguna manera moriréis.
Es que Dios sabe muy bien
que el día en que comiereis de él,
se os abrirán vuestros ojos
y seréis como dioses,
conocedores del bien y del mal”.
(Gén.3,2-3)
No había ignorancia, no es que no lo supiera, sino que
desoyó la voz de Dios para oír algo nuevo. Muchas lecciones
se pueden sacar de este relato que nos hace ver también hoy
cuando estamos en Dios, si escuchamos otras voces que nos
acosan desde el mundo, corremos el mismo peligro de perder
la gracia de Dios en nosotros.
Todo depende de nosotros, porque igual que oír aque-
lla voz nos llevó a las tinieblas, hoy para salvarnos podemos
oír la voz de Dios que nos llama. “Mis ovejas escuchan mi
voz… Yo les doy vida eterna” (Jn.10,27-28). Y por oír la pa-
labra de Dios, nos llega la fe que nos vuelve a la salvación
(Rom.10, 17).
Esta situación en la que quedó la humanidad, es la
misma en la que están aún hoy todos los que no buscan la
salvación siguiendo los mandatos de Dios y la fe en Jesucris-
to, nuestro Redentor, nuestro Salvador. Si no rechazamos
desde el comienzo el mal, sino que en cambio nos detene-
La Verdad de la Creación en el Génesis
44
mos a cuestionarnos sus razones, así se repetiría lo que la
primera vez nos ocurrió cuando la mujer se detuvo a escu-
char las razones del demonio:
Replicó la serpiente a la mujer: “De ninguna manera
moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que co-
miereis de él, se os abrirán vuestros ojos y seréis como dio-
ses, conocedores del bien y del mal”.
El demonio mentiroso, trata de hacer ver a la mujer
que el mentiroso era Dios:
Es que Dios sabe muy bien que el día en que comie-
reis de él, se os abrirán vuestros ojos.
Conocedores del mal sí seríamos, pero perderíamos
absolutamente todo el bien. Y por ello dejaríamos de ser dio-
ses.
Veamos el significado de la palabra dioses en las Es-
crituras. A Jesús lo rechazaban, lo condenaban, porque decía
que Él era Hijo de Dios. Y entonces Él les responde: “¿No
está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? Si llamó dio-
ses a aquéllos a los que se dirigió la Palabra de Dios, y no
puede fallar la Escritura ¿al que el Padre santificó y envió al
mundo, vosotros decís: tú blasfemas, porque dije: Hijo de
Dios soy?”(Jn.10, 34-36).
Dioses, partícipes de la Vida en Dios. Después de per-
derlo todo, vendríamos a ser “hijos adoptivos” (Gál.4,5) por
la Palabra, si la vivimos, porque Cristo tomó la responsabili-
dad de rescatarnos para llevarnos al Padre.
Y las Escrituras hablan más de esto: “Yahveh, el Dios
de los dioses ha hablado” (Sal.50,1). “Dios está en medio de
los dioses; en medio de los dioses juzga” (Sal.82,1). Y más
adelante dice: “Yo dije, vosotros sois dioses y todos vosotros
hijos del Altísimo” (Sal.82,6), y “Dad gracias al Dios de los
dioses porque es eterno su Amor” (Sal.136,2).
El demonio sabía que éramos dioses. Lo que quería
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
45
hacer era que probando del árbol de la ciencia del bien y del
mal, dejáramos de ser en Dios. Pretendía que viviéramos
entre el bien y el mal, lo que es imposible pues Dios rechaza
la maldad, es contraria a su misma esencia. Así que al de-
monio le falló “su experimento”. Pero así nos estaba mintien-
do:
Seréis como dioses conocedores del bien y del mal.
(Este es el simbolismo de “el árbol de la ciencia del
bien y del mal”. Dios nos había advertido porque sabía cómo
el demonio vendría a engañarnos).
Sólo conocíamos el bien y no el mal. No conocíamos la
experiencia del mal, no lo habíamos experimentado, y al es-
cuchar la invitación quisimos conocerlo y caímos así en el
engaño.
Quisimos saber qué era aquella maldad que desconoc-
íamos. Quisimos que nuestros “ojos” creados para ver y vivir,
y gozar del bien, también pudieran ver, conocer y experi-
mentar la maldad. Y así perdimos aquella Vida y caímos en
un estado de tinieblas.
Pero Dios no nos abandonó a las tinieblas, como sa-
bemos y veremos con más detalles al hablar de la creación,
que nos hace entender que sí podemos remontar las tinieblas
para dejarnos llenar de su Luz.
Él nos da la Luz para que estemos vigilantes y nos
demos cuenta de nuestra realidad; para que así recuperemos
nuestra verdadera identidad, la de ser dioses en Él. Él nos
perdona todo cuando reconozcamos nuestra culpa, nos arre-
pintamos de nuestra desobediencia y de cuánto hemos peca-
do, pues es así como la Luz de la Verdad se hace en noso-
tros.
La Verdad de la Creación en el Génesis
46
La Desobediencia
Y como viese la mujer
que el árbol era bueno para comer,
apetecible a la vista y excelente
para lograr sabiduría,
tomó de su fruto y comió,
y dio también a su marido, que igualmente comió.
Entonces se les abrieron a ambos los ojos,
y se dieron cuenta de que estaban desnudos,
y cosiendo hojas de higueras
se hicieron unos ceñidores.
(Gén.3,6-7)
Hay que resaltar aquí que nunca se dice en las Escri-
turas que el pecado viniera por una sola mujer, que fue lite-
ralmente según este relato, quien inició la desobediencia,
sino que siempre se dice que el hombre pecó. Esto reafirma
una vez más que hombre se refiere a la humanidad en la que
estamos incluidos tanto las mujeres como los varones.
Aunque por tradición hayamos creído que pecó una
sola mujer y un solo hombre, y que fuimos luego todos here-
deros de este pecado, vamos a ir descubriendo a lo largo de
esta revelación, que todos nosotros fuimos los que pecamos.
El ser humano es hombre y mujer (Gén.1-27). Somos la
humanidad.
La humanidad no acató el mandato de Dios porque vio
la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la
vista. Ahí comenzó nuestra caída y luego nuestra condición
humana por la gracia de Dios. Fue el anhelo por conocer algo
diferente lo que le hizo “asomarse” a lo que no venía de Dios,
a un mundo de tinieblas, y contaminarse de él dudando de la
palabra de Dios y obedeciendo la voz del demonio.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
47
El pecado se presenta como algo bueno y apetecible,
no como algo feo, malo o despreciable (Ap.13,1). La visión
del profeta Daniel (Dan.7,3-7) engloba todas las tendencias
al pecado que azotan a la humanidad. Aquellas cuatro bestias
simbolizan la vanagloria del mundo, los desenfrenos de la
carne, el lujo con los afanes de riquezas, y la violencia o el
poder desenfrenado. Eso mismo es lo que significa el árbol
de la ciencia del bien y del mal en esta parábola de nuestra
historia espiritual.
Para cada uno de nosotros este árbol de la ciencia del
bien y del mal, representa algo diferente, porque cada uno
de nosotros siente también inclinaciones hacia determinadas
formas de pecar.
El demonio hoy sigue tentándonos igual, haciéndonos
creer que es bueno lo que no es bueno según Dios nos ha
revelado a través de su Palabra. Y así todavía una parte de la
humanidad se cuestiona los mandamientos de Dios y acepta
lo que el demonio a través del mundo le dice.
La mujer ve que el árbol era bueno para comer, ape-
tecible a la vista y excelente para lograr sabiduría.
La serpiente le ofrecía conocer algo que desconocía.
Iba a ampliar sus conocimientos, a lograr sabiduría. ¿No si-
gue siendo acaso ésta una tentación para muchos hoy?
La mujer, una parte de la humanidad hoy (y entonces
seres espirituales puros) fue la primera engañada por el de-
monio, por la serpiente, y así es como comienza a ser la mu-
jer pecadora:
Tomó de su fruto y comió.
Pecó, pero en su error, la mujer no se conformó con
ella misma comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y
del mal, sino que invita a los otros seres que no habían co-
mido, que no se habían acercado al árbol.
Y dio también a su marido que igualmente comió.
Ya había una diferencia entre los que éramos sólo uno
La Verdad de la Creación en el Génesis
48
en el jardín de Edén cuando “la mujer comió del fruto del
árbol de la ciencia del bien y del mal”, separándose por el
pecado de todos los seres semejantes del jardín de Edén que
no pecaron. Y aquella diferencia que se había iniciado, en
este momento se incrementa porque dio del fruto a los otros
seres que no se habían acercado al árbol, y ellos aceptan la
invitación de la mujer.
Desde ese instante comenzamos a ser dos: mujer y
marido. Y se nos dice así para hacer notar a los que pecamos
con diferente error; por acercarse unos a hablar con la ser-
piente, con el demonio, y otros por confiar más en sus seme-
jantes antes que en Dios. Y fuimos todos los que pecamos.
Todavía hoy se nos sigue diciendo: “Desgraciado el hombre
que confía en el hombre” (Jer.17,5), porque hay muchos cie-
gos, guías de ciegos (Lc.6,39).
En este relato se nos dice que el marido acepta. Y así
hay entre ambos una complicidad. Es por lo que aquí se le
llama su marido porque éste igualmente comió. Se dio entre
los dos un pacto de pecado. Unos y otros conocíamos la ad-
vertencia o mandamiento de Dios para prevenirnos, y por no
acatarlo perdimos la Vida.
Entonces se les abrieron a ambos los ojos, y se dieron
cuenta de que estaban desnudos.
Ya no estábamos en la cobertura de Dios (Rom.1,28),
sino que comimos, compartimos, nos compenetramos con lo
que nos ofreció el demonio, nos contaminamos, nos envene-
namos con la maldad. Así es que nacemos aquí con este
pecado, el pecado que cada uno cometió (Sal.51,5).
Nos encontramos entonces desnudos, desprovistos de
la Vida cerca de Dios. Ya no teníamos de todos los bienes, de
todos “los árboles deleitosos a la vista y buenos para comer”
que Dios había hecho brotar en el jardín de Edén. No ten-
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
49
íamos el Amor, la Verdad, la paz, la alegría, el gozo, la felici-
dad, todas las delicias de la Vida que Dios nos había dado.
Y cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñido-
res.
Ya no teníamos nada. Algo malo nos pasaba, y quisi-
mos esconderlo de la vista de Dios, cosiendo hojas de higue-
ra para ocultarnos de su mirada. Nadie, nada, puede ocul-
tarse a la mirada de Dios (Ap.6,15-17).
Todos estos símbolos nos quieren hacer ver la reali-
dad de nuestra situación. Era absurdo lo que queríamos
hacer y que se nos da como una simple comparación. Las
hojas de higuera no tienen consistencia, no resisten ser cosi-
das ni pueden servir de ceñidor.
Habríamos de estar ceñidos con lo que Dios nos había
dado para ir creciendo hacia la plenitud, ceñidos a su obe-
diencia. Las Escrituras nos dicen que nos ciñamos de fuerza,
de poder entre otros bienes (Sal.18,32). Pablo dice que es-
temos ceñidos con la Verdad (Ef.6,14).
Todos habíamos perdido la Vida en la Verdad, la liber-
tad de los hijos de Dios, y habíamos quedado esclavos de la
mentira, del pecado (Jn.8,34).
Con la mentira, el demonio hizo que esta generación
se contaminara de la maldad, pasando a ser una generación
malvada y adúltera, como dice Jesús (Mt.12,39). Y esta ge-
neración que nombra, es toda la humanidad a través de to-
dos los tiempos. Por esto dice que no pasará esta generación
sin que se cumpla todo cuanto Él ha dicho (Mt.24,34).
Todos habíamos pecado, todos hemos entrado en un
estado de tinieblas, que podemos compararlo como cuando
vamos conduciendo y aparece la niebla; entonces usamos los
faros antiniebla que nos ayudan a pasar ese trayecto hasta
llegar a la zona nítida. Así hay para nuestras almas una Luz
poderosa, la Luz de Cristo, que nos ayuda a pasar este tra-
yecto de neblina en el que nos encontramos y sean levanta-
La Verdad de la Creación en el Génesis
50
dos nuestros espíritus a la verdadera Vida. Y la Luz de Cristo
es tan potente, que podemos ver con claridad aunque en
nuestro entorno se ciernan las tinieblas. Valga esta llamada:
Como la niebla tu rebeldía disipé,
como una nube tus pecados he borrado.
Vuélvete a mí, yo te rescaté.
(Is.44,22)
Nos habíamos precipitado en la primera muerte, la
del pecado, de la que podemos resucitar en Cristo (que es la
primera resurrección) si lo aceptamos como nuestro único
Salvador, nuestro único Señor, porque de la segunda Muerte
se nos advierte en el Apocalipsis que nadie podrá resucitar
(Ap.20,6). Las Escrituras no hablan de una segunda resu-
rrección.
Pero aún hoy tenemos la gracia de poder resucitar.
Por esto, Jesús dice que la Palabra nos resucita. Él, que es la
Palabra que mora en nosotros, dice: “Yo soy la resurrección y
la Vida” (Jn.11,25).
Él nos toma de su mano y nos resucita de las tinieblas
a las que nos llevó nuestra desobediencia, y siempre nos
está llamando aunque lo ignoremos:
Despierta tú que duermes,
levántate de entre los muertos
y te iluminará Cristo.
(Ef.5,14)
Aunque nosotros hayamos pecado, Dios es fiel. Él se
goza en nosotros (Is.62,5) como novio con su novia, y llama
esposa infiel a quien lo abandona (Jer.3,20).
Y si nosotros, como hicimos desde entonces, seguimos
pecando, Él permanece fiel porque no puede negarse a sí
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
51
mismo (2Tim.2,13). Él nos espera por su inmenso Amor y
misericordia, para que nos purifiquemos, para que nos vol-
vamos a Él y seamos fieles como Él es siempre fiel. Así es la
fidelidad de Dios.
La Verdad de la Creación en el Génesis
52
La Fidelidad de Dios
Oyeron el ruido de los pasos
de Yahveh Dios
que se paseaba por el jardín
a la hora de la brisa,
y el hombre y su mujer
se ocultaron de la vista de Yahveh Dios
por entre los árboles del jardín.
(Gén.3,8)
El ruido de los pasos es la proximidad de la Presencia
de Dios. Cuando estábamos confundidos, desde el primer
momento, Dios se acercó a nosotros para ayudarnos, para
hacernos ver la Luz. Se acercó como el Padre bueno, que ve
a sus hijos en serios problemas.
Dios nunca nos abandonó sino que a la hora de la bri-
sa se hace presente. Y esta hora de la brisa, es el mover del
Espíritu de Dios sobre nosotros, como un viento fresco.
Cuando ya atardecía en nosotros, cuando las tinieblas se
cernían sobre nosotros, antes de que nos sobreviniera la no-
che, la oscuridad total y cayéramos al abismo, se acercó tra-
yendo a nosotros la Luz de su Presencia, como la brisa de la
mañana, para que viéramos la realidad de nuestra situación.
Sobre el atardecer que nos sobrevino por el pecado, nos tra-
jo la brisa de la mañana, del día nuevo para nosotros, como
vamos a ver en el primer día de la creación.
Quiere esto hacernos ver que Él también hoy nos trae
su Luz. Así podemos ver detallado simbólicamente para
nuestra vida espiritual, que desde el primer día de la creación
la Luz se hizo, y que Dios en el cuarto día crea luceros en el
cielo para apartar el día de la noche: no nos llega la oscuri-
dad total.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
53
Habíamos comido “del árbol de la ciencia del bien y
del mal”, nos habíamos envenenado al comer de él. Y aquí,
por ejemplo, quien se haya envenenado por comer algo no
se le quita comiendo otros alimentos “gustosos”, sino que ha
de limpiarse del veneno, y recibir la medicina adecuada.
Y en este relato vemos que no fuimos por la medici-
na, que sería reconocer nuestra culpa y así quedar limpios,
sino que tratamos de disimular escondiéndonos.
Y el hombre y la mujer se ocultaron a la vista de Yah-
veh Dios por entre los árboles del jardín.
Pero nosotros, despojados y en aquella confusión, no
veíamos qué hacer ni lo que nos ocurría. Quisimos disimular-
lo mezclándonos con lo bueno, así que intentamos, como si
no nos hubiese pasado nada, como si no hubiésemos hecho
nada malo, volver a estar entre los árboles del jardín “delei-
tosos y buenos para comer”, entre los árboles de los que sí
podíamos alimentarnos. Es la misma actitud que aún hoy
toman muchos para acallar sus conciencias ante sus errores,
sus pecados: hacer luego cosas buenas para tranquilizarse,
sin haberse arrepentido ni cambiado su actitud.
Para estar en amistad con Dios, hemos de acogernos
a su gracia, que nos concedió la sabiduría para reconocer
nuestra culpa, arrepentirnos, cambiar nuestra actitud y erra-
dicarla, porque es Cristo únicamente quién nos justifica ante
Dios. No podemos por nosotros mismos justificarnos, ni sirve
ante Dios disculparnos como hicimos en este primer pecado,
sino reconocerlo porque desde que lo reconocemos nos arre-
pentimos, y ya estamos perdonados y en amistad con Dios.
Es el Espíritu Santo el que nos trae la convicción de pecado
(Jn.16,8). Así es cuando las obras buenas son agradables a
Dios. Esta es la gracia que Dios nos ha concedido y hoy te-
nemos. El hombre en sus tinieblas se esconde de Dios, pero
Dios por su gran misericordia se acerca y le habla para que el
La Verdad de la Creación en el Génesis
54
hombre reaccione. Y hoy sigue interrogando, aún a los más
alejados. La conciencia está en todo hombre.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
55
La Misericordia de Dios
Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo:
“¿Dónde estás?”
Éste contestó: “Te oí andar por el jardín
y tuve miedo, porque estoy desnudo;
por eso me escondí”.
Él replicó:
“¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo?
¿Has comido acaso del árbol
que te prohibí comer?”
(Gén.3,9-11)
Dios se acerca a hablar con el hombre, su voz se hace
oír. Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde estás?”
Dios necesitaba que el hombre se lo dijera, pues Él
todo lo conoce, sino que Dios pregunta para que el hombre
se dé cuenta de su estado, de su caída, y pida ayuda a su
creador.
Éste contestó: “Te oí andar por el jardín y tuve miedo,
porque estoy desnudo; por eso me escondí”.
El hombre envuelto en tinieblas tiene miedo de ver la
Verdad, y rehuyó encontrarse con Dios. Pero Dios se hace
presente, busca al hombre; y ante la Presencia de Dios el
hombre descubre todas sus carencias, se da cuenta de que
había perdido todos los bienes que Dios le había dado.
¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo?
Es Dios quien nos hizo saber que estábamos desnu-
dos. El demonio no hace ver la Verdad sino que ciega, nos
quiso llevar al abismo, nos envolvió en las tinieblas.
Y vuelve a preguntar Dios, como Padre bueno que in-
tenta que sus hijos reconozcan sus faltas, para derramar su
perdón y su gracia sobre ellos:
¿Has comido acaso del árbol que te prohibí comer?
La Verdad de la Creación en el Génesis
56
Dios sabía lo que habíamos hecho; pero al preguntar,
lo que quería era que nos diéramos cuenta de nuestra situa-
ción, de nuestro error. Pero no lo entendíamos porque está-
bamos entre las tinieblas, envueltos en el sabor del pecado, y
tratamos de disculparnos. Sigue siendo hoy la situación de
todo aquél que no busca la Verdad en Dios sino que trata de
justificarse ante sí mismo.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
57
Las Disculpas
Dijo el hombre:
“La mujer que me diste por compañera
me dio del árbol y comí”.
Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer:
“¿Por qué lo has hecho?”
Y la mujer contestó:
“La serpiente me sedujo y comí”.
(Gén.3,12-13)
No reconocimos nuestra culpa, que sería percatarnos
de nuestra desobediencia y de nuestra situación de tinieblas,
porque las mismas tinieblas nos impidieron ver. Ambos no
reconocíamos nuestras culpas y tratamos de disculparnos
achacando la responsabilidad el uno al otro, los unos a los
otros, como aún seguimos haciendo para disculparnos y no
reconocer la maldad que nos ha movido al pecado o al error.
Y del estado de bendición, de felicidad, caímos en un estado
de maldición del que Dios también nos advierte en los versí-
culos siguientes.
Dios Padre nos quiere hacer ver la Luz con su Presen-
cia, dialogando con nosotros desde el primer momento. En
cambio nosotros, ya envueltos en las tinieblas, no pudimos
estimar su Amor y misericordia al acercarse a nosotros. Y
tratamos de salir de la situación, disculpándonos. Pero Dios
Padre no cesó de buscarnos para levantarnos de la confusión
en la que habíamos caído.
Veremos en los siguientes versículos que antes de
comunicarnos las consecuencias de nuestra errada decisión,
de la situación en la que estábamos, nos da la esperanza
para salir de las tinieblas, nos da a conocer que se ha hecho
la Luz para nosotros, anunciando la promesa para nuestra
salvación. Y luego, nos hace percatarnos de los males que
La Verdad de la Creación en el Génesis
58
nos sobrevinieron por las tinieblas que elegimos, como ve-
remos también en el tema siguiente.
Dios comienza desde ese mismo instante a poner or-
den en aquel caos para que viéramos que hay una separa-
ción entre lo bueno y lo malo, llamando maldito a lo malo,
como vamos a leer a continuación. Y por su gran Amor nos
prepara el Camino que nos hará salir de las tinieblas, envian-
do la Luz al mundo, que alumbra nuestro regreso a Él. La Luz
es Cristo. El Camino es Cristo.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
59
TEMA III
DIOS RECHAZA LA MALDAD
(Gén. 2,8-17)
La Verdad de la Creación en el Génesis
60
Maldición a la Serpiente La Promesa de la Redención La Humanidad y la Iglesia
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
61
DIOS RECHAZA LA MALDAD
Maldición a la Serpiente
Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente:
“Por haber hecho esto,
maldita seas entre todas las bestias
y entre todos los animales del campo.
Sobre tu vientre caminarás,
y polvo comerás todo los días de tu vida”.
(Gén.3,14)
Dios no nos maldijo a nosotros, maldijo a la serpiente,
al demonio. Y a nosotros nos hizo ver en la situación de mal-
dición en la que habíamos caído, como veremos a continua-
ción. El demonio quiso hacernos creer que podíamos vivir
tanto en el bien como en el mal, que ambos podían mezclar-
se.
Y Dios nos trajo la Luz haciéndonos ver que no puede
coexistir la Luz con las tinieblas (2Cor.6,14). Y nos lo hace
saber decretando una separación radical entre ambas. Ésa es
la maldición a la serpiente; pero no a la serpiente, sino al
demonio al que simboliza.
La serpiente aún no había sido creada, y se nos
muestra como símbolo porque Dios creó luego este animal
con las características necesarias para que entendamos la
actitud del demonio, y conociéndola estemos alerta, como
cuando alguien se adentra en una selva y pone en marcha
todas las precauciones para descubrir si hay alguna ser-
piente cercana, o algún peligro.
El demonio no tiene poder sobre nosotros, no está so-
bre nosotros, se arrastra sobre su vientre:
Sobre tu vientre caminarás.
La Verdad de la Creación en el Génesis
62
Está a ras del suelo, sobre lo que comió cuando co-
mió su propia condenación; sobre sí mismo se arrastra. No
tiene poder sobre ninguno de nosotros, está al nivel más ba-
jo, a nivel del suelo de donde puede procurarse su alimento,
pues Dios le dijo:
Polvo comerás todos los días de tu vida.
El significado de este alimento que puede procurarse
la serpiente, lo veremos luego en la creación del hombre,
cuando Dios le dice que es “polvo y al polvo volverá”. Ahí se
refiere a lo que somos nosotros por nosotros mismos si no
resucitamos del pecado, se refiere a la condición pecadora de
nuestra humanidad. Si vivimos sólo nuestra condición de
hombre y no en el espíritu (o como dicen las Escrituras, si
vivimos en la carne y no en el espíritu) servimos de “alimen-
to” a la serpiente, al demonio.
Pero Dios nos protege y nos cuida interponiendo entre
la serpiente y nosotros, a Cristo nuestro Salvador. Y así lo
promete y nos lo revela, nos lo hace saber anunciando la
promesa de la redención.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
63
Promesa de la Redención
Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente:
“Enemistad pondré entre ti y la mujer,
y entre tu linaje y su linaje:
Él te pisará la cabeza
mientras acechas tú su calcañar”.
A la mujer le dijo:
“Tantas haré tus fatigas
cuantos sean tus embarazos:
con dolor parirás tus hijos.
Hacia tu marido irá tu apetencia
y él te dominará”.
(Gén.3,14-16)
Enemistad pondré entre ti y la mujer.
La palabra mujer tiene un significado en el orden na-
tural cuando se refiere a la mujer pecadora, y un significado
simbólico porque en el orden espiritual se refiere a la Iglesia.
Para distinguir mejor lo que este tema nos quiere
hacer ver en el orden espiritual, llamamos Mujer (con
mayúscula) a la Iglesia.
La Mujer, es la Vida en Dios, cuando el Cristo vivo se
gesta en cada uno, que nos da Vida, fuerza, fortaleza y nos
lleva a la Victoria sobre las tinieblas en las que el enemigo
nos hizo caer. Y así cada uno es iglesia.
Dios empieza a poner orden separando lo bueno de lo
malo, lo bendito que viene de Él, de lo maldito que viene del
demonio. Ésa es la enemistad que declara Dios entre la ser-
piente y la Mujer. Pero no sólo entre ambos, entre la Mujer y
el demonio, sino además entre sus descendencias.
Y entre tu linaje y su linaje
El linaje de Cristo que nos ha rescatado, que son to-
dos los que lo siguen, el pueblo de Dios, aquí simbolizado en
La Verdad de la Creación en el Génesis
64
la Mujer, la Iglesia, y el linaje de la serpiente que lo forman
el demonio y sus seguidores1.
Pone nuestro Dios una separación radical de forma
que los que sigan a Cristo, para permanecer en Él, no han de
participar en las obras de maldad que el demonio pretende. Y
los que participan en las obras de maldad a las que el demo-
nio induce, estarán en contra de Cristo. “El que no está con-
migo está en contra de mí”, son las palabras de Jesucristo
(Mt.12,30).
El propósito de Dios es que a través de Cristo, sea to-
da la humanidad una en Él.
Todos habíamos pactado una alianza de pecado, y
Dios hace una alianza superior con el hombre ofreciéndose a
sí mismo. Y Cristo vence al pecado y a la Muerte y nos resca-
ta a nosotros.
El demonio ofrecía mentiras, Dios se ofrece a sí mis-
mo para rescatarnos.
Habíamos perdido la Vida y Cristo se hace Vida en ca-
da uno, habitando en nosotros por su Espíritu Santo, porque
nos ha hecho templos suyos, a los que creen en su nombre
(Jn.1,12).
Así cada uno puede ser templo, iglesia, si vive en
Cristo, nuestro Salvador, que nos levanta hacia Él. Y la ser-
piente sólo podrá acecharnos a la altura del calcañar.
Porque antes de que nos sobrevinieran todos los ma-
les como consecuencia de nuestro pecado, Dios Padre crea-
dor se adelanta y decreta la promesa: la resurrección por
medio de Jesucristo, nuestro Salvador, nuestro Señor, la Luz
del mundo.
1(La Mujer que se nombra aquí es la que se nombra en el capítulo XII del Apocalip-
sis, ya explicada en el libro “La Verdad del Apocalipsis” donde se detalla más ampliamente su
significado por medio de todos los símbolos que hablan de la Mujer, de la Iglesia.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
65
Y es así como nace un pueblo nuevo, desde cada uno
que resucita de las tinieblas a la Luz, a la Vida nueva. Ése es
el pueblo de Dios, el pueblo elegido, la Iglesia. Así estaba
también profetizado:
“Antes de tener dolores dio a Luz,
antes de llegarle el parto dio a Luz Varón.
¿Quién oyó tal?
¿Quién vio cosa semejante?
¿Es dado a Luz un país en un solo día?
¿O nace un pueblo de una sola vez?
Pues bien: Tuvo dolores
y dio a Luz Sión a sus hijos”.
(Is.66,7-8)
Esto lo veremos ampliado en el tema V cuando, des-
pués de nuestro pecado, el Espíritu de Dios se adelanta para
protegernos, antes de que nos sobrevinieran todos los males.
Y las últimas palabras de este salmo: “Tuvo dolores y dio a
Luz Sión a sus hijos”, nos dicen que Jesucristo sufrió los do-
lores para resucitarnos, y que nosotros para llegar al “monte
Sión”, también sufrimos dolores en esta lucha por permane-
cer en Cristo y así ser salvados por Él.
La situación de esta humanidad cambió desde el mis-
mo instante de la promesa:
Él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calca-
ñar”.
Y la promesa es la Palabra que llegó a nosotros, por-
que la Palabra se hizo carne en Jesús, la Luz del mundo:
La Palabra es la Luz verdadera,
que con su venida a este mundo
ilumina a todo hombre.
Estaba en el mundo.
El mundo fue hecho por ella
La Verdad de la Creación en el Génesis
66
y el mundo no la conoció.
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la reciben
les dio el poder de ser hijos de Dios…
Y la Palabra
se hizo carne, y habitó entre nosotros,
y nosotros hemos visto su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo Único
lleno de gracia y Verdad.
(Jn.1,9…14)
Ya no se quedaría la humanidad anclada en el pecado,
sino que nace un pueblo redimido (la Mujer) la Iglesia, el
pueblo de Dios, para todos los que se acojan a la promesa.
En este versículo se muestra la misericordia infinita de Dios
anunciando la redención por medio de Cristo, desde el primer
momento. Cristo, es el vencedor. Y todo el que viva en Él
vence en esta lucha, llega victorioso a la meta final (Ap.6,2).
No hemos quedado abandonados en las tinieblas sino
que Dios promete desde aquel primer a Cristo, la Luz del
mundo, porque viéndolo a Él, vivimos en Él el Camino que
nos lleva de regreso a la unión eterna con el Padre, más allá
del jardín de Edén.
Dios sigue respetando la libertad y muchos no se aco-
gerán a la promesa de la redención. Pero sí seremos salva-
dos todos los que vivamos en Él, pues siempre nos responde.
Por esto, cuando en los versículos siguientes Dios co-
munica al hombre y a la mujer la maldición que les ha sobre-
venido por su desobediencia, nos está advirtiendo de la lucha
que hemos de afrontar para seguir a Cristo y no dejarnos
vencer por las tinieblas que voluntariamente habíamos esco-
gido porque queríamos conocer también el mal.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
67
El Rescate de la Humanidad
A la mujer le dijo:
“Tantas haré tus fatigas
cuantos sean tus embarazos:
con dolor parirás tus hijos.
Hacia tu marido irá tu apetencia
y él te dominará”.
(Gén.3,16)
Todo cuanto Dios creó en nosotros y nuestro entorno,
nos sirve para que nos percatemos de nuestra realidad: para
que veamos quiénes somos realmente, y qué somos hoy.
Nos sirve cada cosa y los seres creados, como símbolo, para
que desde nuestro estado y a través de nuestro ámbito natu-
ral, entendamos nuestra realidad espiritual, la verdad de
nuestra auténtica realidad, porque somos seres espirituales
que por la gracia de Dios estamos, como viajeros en tránsito,
hacia la gloria que Dios nos tiene preparada. Y nos lleva en
los brazos de Cristo (Gén.2,13), como se dice en el segundo
país al que lleva el segundo río que sale del jardín de Edén.
La palabra mujer, como ya hemos visto, nos hace ver
esta doble realidad: la mujer pecadora con las consecuencias
del pecado, y la Mujer fruto de la misericordia de Dios, que
es la Iglesia. La Iglesia, como pueblo de Dios, como humani-
dad levantada hacia Dios, y la iglesia, referida a cada uno de
nosotros cuando somos en Cristo.
En esta lucha en la que hoy estamos, se dan las dos
realidades, tanto la mujer pecadora, (la humanidad pecado-
ra) como la Mujer, la Iglesia. Aquí nos vamos a ceñir a la
realidad espiritual, a la Mujer, a la Iglesia. Así habla Dios a la
Mujer y la mujer.
Tantas haré tus fatigas, cuantos sean tus embarazos.
La Verdad de la Creación en el Génesis
68
Para salir de las tinieblas a la Luz, para “concebir” a
Cristo en nosotros, hemos de afrontar luchas interiores y con
el exterior (Ap.12) porque el enemigo trata de dañarnos para
abortar la gestación de Cristo en nosotros, e impedir que sea
la Luz en todos:
Con dolor parirás tus hijos.
En el orden natural, corresponde a la mujer ser cauce
para traer a este estado, y dar a luz con dolor porque dolor
produjo en los que invitó a pecar y cayeron en las tinieblas. Y
en el orden espiritual, considerando que somos iglesia, cuan-
do superamos los ataques del maligno triunfa Cristo en noso-
tros, y los demás ven la Luz, igual que cuando una mujer da
a luz un hijo los demás ven al hijo y se recrean en él. Así la
Luz de Cristo que emana de nosotros, es vista por otros. Eso
es lo que nos ha dicho: que seamos testigos de Él (Hc.1,8).
Ésta es la imagen de la Iglesia de Cristo en general: sufre
para llevar la Luz a los demás.
Hacia tu marido irá tu apetencia y él te dominará.
No dice hacia el hombre irá tu apetencia (porque
hombre es la humanidad) sino hacia tu marido. El marido
representa a la otra parte que con la mujer pactó aceptar el
pecado.
Como es obvio que todos conocemos nuestra realidad
natural, hablamos de lo que el Señor quiere hacernos ver
para levantarnos y seamos cada uno iglesia, e Iglesia todos
unidos como hermanos.
La mujer inició con la desobediencia la separación de
la Vida en Dios. Y Dios usa al varón como instrumento, para
que sea levantado el pueblo de Dios hacia Él. Y así es Cristo
el que se encarna tomando naturaleza humana de Varón pa-
ra rescatarnos de la maldición en la que habíamos caído. Él,
Jesucristo, Varón de dolores (Is.53,3), el Cordero degollado,
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
69
el único digno de abrir los sellos (Ap.5,15) el que tiene en su
mano el Libro de la Vida (Ap.5,1).
Él llama a cada una de nuestras almas como a su es-
posa (Cant.4,8), y al final se nos anuncia “las bodas del Cor-
dero” y que su esposa se ha engalanado con lino deslum-
brante. Esposa es la Mujer, toda alma purificada, y es todo el
pueblo rescatado de las tinieblas (Ap.19,7).
Así se nos hace ver, que mientras la mujer cuando
pecó pactó con el varón un pacto de pecado que nos encami-
naba a la Muerte, Dios hace con nosotros un pacto de salva-
ción por el que todos podemos ser rescatados.
Y lo hace enviando a su Hijo, Jesús, nuestro Salvador.
Él es el Varón de este pacto. Para ello hemos de ser guiados
por Cristo que se nos muestra como el Varón, “como un Hijo
de hombre” (Ap.1,13).
Y la Mujer es cada uno de nosotros cuando somos
iglesia, templo en el que Cristo habita; para ello Dios ha
puesto en nuestro ser la apetencia, el anhelo hacia Jesucris-
to, hacia el Varón, el Salvador. Y es Cristo el que dominará la
Iglesia, pues el triunfo es de Cristo (2Cor.2,14) que sacará a
la humanidad del pecado para hacerla perfecta (Cant.6,9),
para hacerla Iglesia, su pueblo santo, la Mujer, en la que Él
es el Rey de reyes y Señor de señores (Ap.19,16). Él toma el
control de la Iglesia y por siempre vencerá.(1Tim.6,15-16).
Por esto dice:
Él te dominará.
La mujer y el varón en su condición humana son los
dos una sola carne, una humanidad pecadora (Gén.2,25). No
son un solo espíritu. En cambio la Mujer, la Iglesia, es una en
Cristo, el Varón, en un solo espíritu pues todos unidos en Él,
la Iglesia es una (Jn.10,16).
La Verdad de la Creación en el Génesis
70
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
71
TEMA IV
LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO
(Gén.3,17-24)
La Verdad de la Creación en el Génesis
72
Los Males que Sobrevinieron a la Humanidad
Estado de la Humanidad en Desobediencia
Expulsados del Jardín de Edén
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
73
Los Males que Sobrevinieron a la Humanidad
Al hombre le dijo:
“Por haber escuchado la voz de tu mujer
y comido del árbol
del que yo te había prohibido comer,
maldito será el suelo por tu causa
con fatigas sacarás de él el alimento
todos los días de tu vida.
Espinas y abrojos te producirá,
y comerás la hierba del campo.
Con el sudor de tu rostro comerás el pan
hasta que vuelvas al suelo
pues de él fuiste tomado.
Porque eres polvo y al polvo tornarás”.
(Gén.3,14-19)
Cuando dice, al hombre le dijo, la palabra hombre si-
gue refiriéndose a toda la humanidad.
Por haber escuchado la voz de tu mujer, y comido del
árbol del que yo te había prohibido comer, maldito será el
suelo por tu causa.
Cada uno era libre, y pudo haber elegido no escuchar
a su mujer (a los seres que se acercaron al árbol prohibido y
escucharon y obedecieron la voz del demonio). Podía cada
uno de los que aún no habíamos pecado, haber rechazado la
invitación y obedecer el mandamiento de Dios, como hicieron
los que no se unieron a nosotros sino que siguieron el camino
del primer río que sale del jardín de Edén hacia la gloria
eterna (Pág.32). Sin embargo todos nosotros pecamos. Y
Dios nos lo hace ver y nos dice:
Maldito será el suelo por tu causa.
Dios no maldijo al hombre como había maldecido a la
serpiente (al demonio). Al hombre le dice que el suelo será
La Verdad de la Creación en el Génesis
74
maldito por su causa. Es el rechazo de Dios a lo que había-
mos elegido para nosotros. Pone el Señor una separación
entre la Vida en la que vivíamos, y en lo que hoy estamos
por nuestra causa, por lo que decidimos. Y si todo en la Vida
que teníamos era bendición, aquí en este estado está todo lo
maldito que habíamos elegido.
Antes nos desarrollábamos sobre la bendición; todo
en “el jardín de Edén” era bueno, bendito, salido de Dios.
Este descenso nos trajo sobre un suelo de dolor y luchas y
otros males.
El suelo aquí es el tope ínfimo en el que nos move-
mos, es el firme bajo nuestros pies, el soporte de nuestra
vida. Y en sentido espiritual, sobre lo que se va desarrollando
nuestra Vida aquí, en este estado no descendemos más aba-
jo. Supone el límite del descenso en el que nos habíamos
precipitado. Hasta ahí hemos venido con todos los males que
traíamos con nosotros.
Sin embargo este suelo nos sostiene, nos lo ha permi-
tido Dios para que no descendiéramos más y cayéramos al
abismo; para que aquí, a través de todo lo que tenemos de
Él, y lo que nos sobrevino como consecuencia del pecado,
aprendamos a elegir otra vez, y elijamos la Vida en Él para
bien nuestro y gloria de Dios.
Y esto requiere renuncias, esfuerzo. Y ese esfuerzo va
fortaleciendo a cada uno, para acercarse más a Dios. Así nos
lo hace ver en los siguientes versículos. Dios advierte, anun-
cia, todo lo que al hombre le ha sobrevenido para que la
humanidad conozca su realidad y despierte:
Con fatigas sacarás de él el alimento todos los días de
tu vida.
Al pasar desde ser seres espirituales, a este estado de
humanidad, tiene unas necesidades que antes no tenía. Y
precisa alimento muy especial. Y Dios que ama a esta
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
75
humanidad caída, le da además el alimento para el cuerpo. Y
le sirve como medio para entender que también ha de luchar
para alimentar su alma. Y conforme tiene que sacar del suelo
el alimento para el cuerpo, así ha de luchar para fortalecerse
espiritualmente y le sirva esta lucha como alimento para su
alma.
Por las consecuencias del pecado que se acarreó el
hombre, Dios le concede esta lucha que le ayuda a sustentar
su vida en Dios, lo que supone esfuerzo constante, cada día:
Todos los días de tu vida.
Antes lo tenía todo y lo perdió; ahora ha de luchar
constantemente por permanecer en Dios, en Cristo que nos
lleva al Padre, y salir así de todos los males que le sobrevi-
nieron por su causa. Y esta lucha es dura:
Espinas y abrojos te producirá.
Cuando el hombre toma la decisión de volverse a
Dios, hay lucha pues el enemigo trata de recuperarnos hacia
él. Y esta lucha produce dolor, espinas y abrojos. También le
dice:
Comerás la hierba del campo.
Dios quiere hacernos ver que nada hemos de menos-
preciar, pues hasta lo más insignificante nos sirve para
aprender en nuestro caminar. La serpiente come polvo, a
nosotros se nos da a comer hierba, lo sencillo, lo más
humilde, pues Dios se complace en el corazón sencillo y
humilde (Is.66,2) como símbolo, la hierba.
Con todos ha de comer, compartir, no menospreciar
nada ni a nadie por humilde que sea: nos puede servir de
alimento para nuestra alma. Nos enseña esto, a no ser auto-
suficientes sino a compartir con todos para que ellos puedan
compartir con nosotros, y alimentarnos de lo sencillo en este
caminar, aprendiendo también así a ser humildes y sencillos
(Ap.8,7).
Con el sudor de tu rostro comerás el pan.
La Verdad de la Creación en el Génesis
76
Dios nos da el pan como alimento por excelencia; con
el pan hemos de alimentarnos cada día, y Jesús nos enseña a
orar por el pan de cada día (Mt.6,11). Lo necesita el cuerpo,
pero lo que nos quiere hacer ver, de lo que nos está hablan-
do es del alimento del alma. Lo hemos de comer, nos dice,
con el sudor de tu rostro. Con el esfuerzo y las renuncias a
nosotros mismos para poder sentarnos a comer con Cristo.
Cristo es el alimento de nuestra alma, el verdadero pan del
cielo que nos da el Padre (Jn.6,32), el pan de Vida. Y el que
va a Él nunca más tendrá hambre (Jn.6,35). En Él podemos
caminar, avanzar fortalecidos.
El pan nos lo concede Dios para que conozcamos que
nuestro espíritu para volver a Él, necesita del alimento que Él
nos da para nuestra alma, pues es así como podemos ser
salvados: poniendo nuestra voluntad y todo nuestro empeño
para conseguirlo y así estar unidos a Cristo y nacer de nuevo
en su Santo Espíritu, “porque el que vive en Cristo nueva
criatura es” (2 Cor.5,17).
Hasta que vuelvas al suelo.
Hasta que el hombre reconozca que por sí mismo no
es nada, se despoje de todo lo carnal y renazca a la Vida del
espíritu; hasta que resucite en Cristo y viva su realidad espi-
ritual; hasta el día final, hasta que el hombre se haya entre-
gado totalmente a Dios, despojándose de su condición terre-
nal.
Y el hombre que no entendió, siguió preguntándose
¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él? (Heb.2,6).
Sólo percibía la muerte del cuerpo que vuelve al suelo.
Pues de él fuiste tomado.
El hombre no fue despojado de cuánto él mismo había
libremente elegido, sino que Dios ha respetado la libertad de
nuestra decisión. Es lo que veremos en el segundo relato de
la creación del hombre (Gén.2,7).
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
77
Ahora desde nuestra condición humana, hemos de re-
conocer nuestro error, dándonos cuenta de cuánto hemos
perdido, y reconocer la situación que voluntariamente
habíamos elegido. Eso es volver al suelo de donde el Señor
nos tomó cuando estábamos caídos, para por su gran Amor
resucitarnos.
Y a nivel natural, el cuerpo mortal todos sabemos que
hemos de dejarlo cuando morimos porque vuelve al polvo, se
convierte en nada. Así nos lo recuerda:
Porque polvo eres y al polvo tornarás.
Lo mismo en la realidad natural que en la espiritual,
tanto los que resucitemos en Cristo a la Vida y seamos sal-
vados, o los que se condenen y mueran, todos, hemos de
dejar esta condición humana que es transitoria, un peregri-
naje que por gracia se nos ha concedido por Dios para resca-
tarnos de la Muerte eterna (Jn.5,29).
Esta diferencia entre los males que se acarreó el
hombre y las que se acarreó la mujer nos ha hecho ver tam-
bién la diferencia entre ser iglesia (la Mujer) o ser en lo
humano (el hombre). Nos muestran estos versículos con los
males como consecuencia del pecado la situación de la
humanidad entera. Y de esta situación, de este estado de la
humanidad por la desobediencia nos siguen hablando los
versículos que siguen.
La Verdad de la Creación en el Génesis
78
Estado de la Humanidad en Desobediencia
El hombre llamó a su mujer Eva,
por ser ella la madre de todos los vivientes.
Yahveh Dios hizo
para el hombre y su mujer
túnicas de piel y los vistió.
(Gén.3,20)
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser ella la madre
de todos los vivientes.
Eva, la madre de los vivientes, porque ella simboliza
como ya hemos visto, a los seres que se acercaron al árbol
prohibido e iniciaron el diálogo con el demonio (Gén.3,1-4).
Ella al concebir en su ser el pecado fue el instrumento que
generó el que no sólo ella, sino que muchos de los seres es-
pirituales del jardín de Edén que aceptaron su invitación,
descendieran a un estado de “confusión, caos y oscuridad”.
Por ello se le nombra como madre de los vivientes, de toda la
humanidad a la que luego Dios dio “un aliento de Vida”. Y ahí
entonces comenzamos a ser vivientes.
De forma similar, a Jesús que asumió la redención
para rescatarnos, se le nombra como Hijo del hombre
(Lc.9,58) porque fue el pecado del hombre, de la humanidad,
el que generó que Jesús viniera a redimirnos y se encarnara
tomando naturaleza de hombre. Porque es hijo del hombre
también se le llama, hijo de David (Lc.1,33-34). Y en David
se dan estas dos condiciones, la de ser ungido y la de ser
pecador. Jesús es el Ungido, que tomó nuestros pecados.
Y Jesús es Hijo de Dios que concibió la redención, y es
Hijo del hombre ya que Él asumió el rescate, por los pecados
que el hombre concibió. Si no hubiésemos pecado no habría
sido necesaria la redención.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
79
Y Dios por su gracia nos concede este estado en el
que nos encontramos, para levantarnos hacia Él. Después de
todas las cosas creadas, de todo lo creado en nosotros, nos
provee de estas túnicas de piel:
Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas
de piel y los vistió.
Nos dota de cuanto necesitamos para estar aquí, y
como un vestido, como un broche precioso con el que con-
cluye su obra creadora para nosotros, estas túnicas de piel,
nuestros cuerpos mortales. Dios nos concedió este cuerpo
para permanecer en el medio que Él creó para nuestras vidas
aquí en la Tierra. Como un vestido de sayal, simbólicamente
(Ap.11,3).
Y nuestro cuerpo creado en la perfección como todo
lo que viene de Dios, habla por medio de cada uno de sus
elementos. La Biblia los toma como símbolos: el corazón
(Rom.8,27), el hígado (Lm.2,11), los ojos (Mt.5,38), las en-
trañas (Os.11,8), los órganos de los sentidos (1Cor.12,17),
los huesos (Ez.37,1ss), la médula (Heb.4,12), etc. Y nos sir-
ven de signos de un lenguaje de entendimiento con Él, crea-
do para nosotros, y que nos hacen entender cómo nuestras
vidas espirituales han de desarrollarse para ser en Dios.
La forma en que funciona nuestro organismo, como la
necesidad del agua, del alimento, de movernos, etc., nos
enseña a conocer cómo hemos de vivir nuestra vida espiri-
tual.
Todo lo que podemos percibir, conocer, entender o
sentir, todo tiene el propósito de Dios para que conozcamos
cómo hemos de vivir y ser para llegar a ser salvados. Todo
en su conjunto aporta Luz para el que quiera mirar y ver. Se
nos ha dado mientras estemos aquí, pues habrá después una
separación definitiva entre el bien y el mal, entre la Luz y las
tinieblas, conforme sabemos, y se ha ido viendo también a
través de este relato.
La Verdad de la Creación en el Génesis
80
Expulsados del Jardín de Edén
Y dijo Yahveh Dios:
“¡He aquí que el hombre ha venido a ser
como uno de nosotros
en cuanto a conocer el bien y el mal!
Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano
y tome también del árbol de la Vida
y comiendo de él viva para siempre”.
Y le echó Yahveh Dios del Jardín de Edén,
para que labrase el suelo
de donde había sido tomado.
Y habiendo expulsado al hombre,
puso delante del jardín de Edén querubines,
y la llama de espada vibrante,
para guardar el camino del árbol de la Vida.
(Gén.3,22-24)
Y dijo Yahveh Dios: “¡He aquí que el hombre ha veni-
do a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y
el mal!”
Aún en “la estatura espiritual” que habíamos alcanza-
do con nuestro crecimiento en el jardín de Edén, no teníamos
la madurez suficiente que tienen los seres en la plenitud de
la gloria en Dios. (Consideremos, por hacer una compara-
ción, que éramos espiritualmente como adolescentes). Pod-
íamos haber alcanzado la plenitud, igual que decidieron los
seres que no pecaron, los que eligieron, simbólicamente, el
camino correcto del primer río que lleva al país de Javilá
(Gén.2,11-12). Pero nosotros habíamos elegido desobedecer,
elegimos el camino equivocado, lo que nos trajo todos los
males que padecemos.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
81
Sin embargo, Dios no se desentendió de nosotros, si-
no que preparó el Camino de regreso por medio de nuestro
salvador Jesucristo (Gén.2,13). Y aquí hemos de empezar de
nuevo, nacer a la Vida de gracia siendo como niños, porque
el que no es como un niño no entrará en el reino de los cielos
(Mc.10,15).
Dios nos protegió desde el primer instante, para que
el mal no nos dominara. Dios conoce el bien y el mal, y la
plenitud que Él Es, rechaza todo el mal. El mal es Muerte y
Dios es la Vida. Nosotros en el jardín de Edén conocíamos el
bien, y conocíamos la prohibición de lo que sería malo para
nosotros. El comer de lo prohibido nos hizo conocer el mal.
Fue la intención del demonio: “Seréis como dioses conocedo-
res del bien y del mal”.
Pero no fuimos meros conocedores del mal, sino que
nosotros comimos de él, lo experimentamos, nos mancha-
mos, y perdimos la Vida. Y en este estado de confusión y de
tinieblas, Dios Padre por su gran Amor y compasión por no-
sotros, nos impide comer del árbol de la Vida que está en
medio del jardín:
Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome
también del árbol de la Vida y comiendo de él viva para
siempre”.
No quiere Dios que permanezcamos en tinieblas para
siempre, lo que habría sucedido si hubiésemos comido en-
tonces del árbol de la Vida, del árbol de la eternidad, el otro
árbol que está en el centro del jardín de Edén. En cambio nos
concede esta situación transitoria, este estado de humani-
dad, para que recuperemos por su gracia la verdadera Vida
para toda la eternidad.
Dios sabe que el mal está siempre acechándonos. Él,
que lo sabe y es Padre Bueno, nos ama y nos cuida como a
niños pequeños, y nos protege para que no estemos para
siempre en el mal, pues comiendo del árbol de la Vida desde
La Verdad de la Creación en el Génesis
82
nuestro estado de tinieblas, permaneceríamos eternamente
en la condenación del pecado.
Y pone Dios una barrera de protección entre ambos,
una separación tajante, infranqueable por el hombre terrenal
(Lc.16,26) y que sólo traspasará el hombre espiritual que
vive siendo “imagen y semejanza de Dios”, el hombre resuci-
tado en Cristo.
“No duerme ni descansa el guardián de Israel”
(Sal.121,4-5). Son palabras que intentan hacernos ver que
Dios está vigilante, que nos cuida. Y nosotros hemos de estar
también vigilantes sabiendo que Él nos ha dado por su gra-
cia, el poder elegir el camino del segundo río que sale del
jardín de Edén, el Guijón, que simbolizando los brazos de
Cristo nos llevará, a todos los que lo elijamos, al Padre, a la
plenitud en Dios.
El Padre, que es siempre misericordioso y espera que
lleguemos a Él siendo limpios; no se acaba su misericordia
aunque lo estemos rechazando con nuestros pecados. Y es
también Padre justo, rechaza la maldad, y no admite en su
gloria nada impuro. De otra forma la gloria no sería gloria.
Es bueno tener bien claro esta Verdad, Dios rechaza la
maldad. Hoy que muchos piensan que por ser Dios miseri-
cordioso va a admitir en la gloria eterna a los que no hayan
elegido purificarse, y lleguen manchados, hemos de advertir-
les que han de salir de su error y volverse a Cristo. La Pala-
bra de Jesús en los Evangelios y todo el espíritu de la Palabra
en la Biblia lo deja bien claro. Todos podemos ser salvados si
nos arrepentimos de nuestros pecados, porque Dios siempre
perdona a todo el que se arrepienta.
Es por lo que impide que comamos del árbol de la Vi-
da, hasta que seamos purificados en este estado que Él nos
ha concedido. Entonces sí podremos comer del árbol de la
Vida todos los salvados, porque ya seremos limpios y será
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
83
Cristo quién nos lleve en sus brazos para presentarnos al
Padre (Ap.21,9).
Hoy para que veamos claro el porqué estamos aquí, y
lleguemos limpios a Él, nos lo dejó escrito en esta revelación:
Y le echó Yahveh Dios del Jardín de Edén, para que
labrase el suelo de donde había sido tomado.
Ahora en este estado de humanidad en el que nos en-
contramos, en este suelo de donde había sido tomado el
hombre caído en las tinieblas del pecado, hemos de “traba-
jar” pues el enemigo está siempre luchando para que este-
mos en la confusión del pecado.
Hemos de estar alerta para quedar libres de cuanto
habíamos elegido para nosotros en nuestra desobediencia:
labrar el suelo. Suelo, el estado de tinieblas en el que había-
mos caído cuando perdimos la Vida en la gloria de Dios. En
este suelo podemos trabajar para ir apartando en nuestro
caminar todo lo que no sirve, que pueda hacernos tropezar o
nos pueda herir, todo lo que nos impida estar en Dios. Y al
mismo tiempo, cuidando como se nos había dicho en el
jardín de Edén, de conservar cuanto Dios nos da, sabiendo
que no estamos solos pues por la misericordia de Dios, te-
nemos a nuestro Redentor que pagó el precio de nuestra
desobediencia para traernos la Luz, y seamos por Él salvados
si lo acogemos.
Y tenemos al Espíritu Santo que nos ilumina, guía,
consuela, conforta, sana, restaura, libera, liberta, unge, for-
talece, vivifica, y nos da cuanto el Padre le dice
(Jn.16,13-15) para que podamos nacer de nuevo a la Vida,
permanecer en ella y regresar a la eternidad en Dios. Pero
cada uno tiene un final para permanecer aquí, que Dios co-
noce. Todavía hoy estamos expulsados del jardín de Edén:
Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del
jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante,
para guardar el camino del árbol de la Vida.
La Verdad de la Creación en el Génesis
84
La Escritura dice lo mismo: que todos pecaron y están
destituidos de la gloria (Rom.3,23).
Los querubines custodian el regreso de quienes van a
entrar, porque cada uno ha de llegar limpio.
Nadie podrá entrar caprichosamente, sino porque
haya sido lavado en la sangre del Cordero (Ap.7,14). Dios se
recrea en el hombre de manos limpias y puro corazón
(Sal.24,4) en el humilde y en el sencillo que se conmueve
ante su Palabra (Is.66,2).
Y la llama de espada vibrante es la Palabra que como
llama de fuego, ejecuta cuanto se nos había advertido,
siempre está en movimiento, operando de uno en uno.
Está aquí señalando el momento final, el de la muer-
te, porque todos hemos de morir a este estado y pasar por el
momento determinante en el que unos se condenarán al lle-
gar ante la Presencia de Dios, al ver la Luz que les hace ver
toda su suciedad, su fealdad (Ap.6,16). Y otros, los llamados,
fieles y elegidos, regresarán para resucitar a la Vida de la
eternidad, comer del árbol de la Vida, y ser siempre en la
unidad con el Padre.
Aunque todos habíamos pecado, hay salvación para
todo aquél que se arrepienta y llegue limpio.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
85
Todos Pecaron
(Más Confirmación en la Biblia)
Todos pecaron,
a una se corrompieron;
no hay quien ame lo bueno,
no hay ni siquiera uno.
Sepulcro abierto es su garganta;
con su lengua engañan.
Veneno de áspides hay debajo de sus labios.
Su boca está llena de maldición
y de amargura.
Sus pies se apresuran para derramar sangre;
quebranto y desventura hay en sus caminos,
y no conocieron el camino de la paz,
no hay temor de Dios delante de sus ojos.
(Rom.3,12-18)
Nos vuelven a confirmar estos versículos lo que se ha
venido revelando a través del relato de la creación del hom-
bre, de que toda la humanidad aunada en el pecado se alejó
de la Vida en Dios.
Todos pecaron: “A una se corrompieron”. Y cada uno
pecó: “No hay quien ame lo bueno, no hay ni siquiera uno”.
Está refiriéndose a las tinieblas en las que estábamos
en el primer momento cuando todos habíamos pecado. Des-
pués en la Biblia vemos que desde entonces unos empiezan
a ver reflejos de Luz, empiezan a ver que Dios creador, due-
ño absoluto, que protege y ayuda, está sobre todos. Y se nos
dice que Abel busca el bien. Ya la Luz de la promesa había
tocado el corazón del hombre. Y muchos desde los primeros
tiempos a través de la historia bíblica buscaban a Dios.
Pero otros muchos representados en Caín no buscan
la voluntad de Dios, permanecen en las tinieblas, y son los
La Verdad de la Creación en el Génesis
86
que “no están inscritos en el libro de la Vida” (Ap.20,15),
todos aquéllos que no han visto la Luz de la salvación
(Ap.13,8), que todo les es dado gratis, los que no han visto
que Cristo vino a salvarlos también a ellos; que Cristo vino a
salvar a toda la humanidad, a todo el que busque la Verdad,
a todo el que busque a Dios y viva en amistad con Él
(Ap.21,27). Amistad que es seguir sus mandamientos
(Jn.15,14).
Y todos éstos, que “no están inscritos en el libro de la
Vida desde la creación del mundo” (Ap.17,8), son los que
nunca se han vuelto a Dios, nunca han respondido a las mu-
chas llamadas que Él les ha hecho; por eso la Palabra dice:
“Pero los cobardes, los incrédulos, los abominables, los ase-
sinos, los impíos, los hechiceros, los idólatras, y todos los
embusteros tendrán su parte en el lago de fuego y azufre
que es la Muerte segunda” (Ap.21,8). La primera muerte es
la que nos sobrevino cuando desobedecimos el mandato de
Dios en el jardín de Edén. Pero de esta muerte sí podemos
resucitar si nos acogemos a la redención que nos trajo nues-
tro Señor Jesucristo (2Ti.1,10).
Y concluye la Biblia diciendo, para todos los que no
han aceptado la salvación: “Fuera los perros, los hechiceros,
los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo aquél que
ama y practica la mentira”(Ap.22,15).
Y es que de toda la humanidad caída en las tinieblas
desde que comió del “árbol prohibido”, van siendo salvados
los que libremente elijan seguir el Camino que Dios nos ha
alumbrado (Ap.3,5). Todo el que se vuelva a Dios estará ins-
crito en el libro de la Vida. Jesús nos dice que estemos ale-
gres porque nuestros nombres estén inscritos en el libro de
la Vida (Lc.10,20).
Qué lástima, podemos exclamar hoy que sabemos que
todos éstos que habíamos abandonando la Vida que Dios en
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
87
su Amor de Padre nos había dado, somos nosotros mismos, y
conociendo esta verdad, podamos libremente buscar a Dios y
amarlo sin límites por su gran Amor y providencia, cuando
nos creó colocándonos con infinita ternura en el jardín de
Edén. Y por cuanto nos ha dado, darle las gracias porque
aún cuando habíamos pecado, Él se hizo presente a la hora
de la brisa (Gén.3,8) antes de que oscureciera sobre noso-
tros, antes que se hiciera la noche y nos perdiéramos para
siempre cayendo en la oscuridad total. Y allí nos habló por su
gran misericordia, y nos hizo caer en la cuenta de que está-
bamos desnudos, desposeídos de todos los bienes.
Éramos sólo seres espirituales que voluntariamente
nos acercamos a comer de lo prohibido. Cada uno pecó, co-
mo hemos visto, y según esta recopilación del apóstol Pablo
en la carta a los romanos. No se transmitió el pecado invo-
luntariamente “por contagio”, ni por herencia, aunque por
tradición así lo hayamos creído, sino que cada uno miró, vio
que era apetecible para comer y comió de ello. Y envueltos
en el placer del pecado unos invitan a los demás, que acep-
tan libremente olvidando el mandamiento que Dios Padre en
su Amor nos había dado. Y todos pecaron.
Porque todos habíamos pecado, vuelve a decir Pablo:
“Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
siendo justificados gratuitamente por gracia, mediante la
redención que es en Jesucristo” (Rom.3,23-24).
Y las Escrituras siguen hablando de ello, por ejemplo,
en Ezequiel: “El alma que pecare esa morirá; el hijo no lle-
vará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del
hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del imp-
ío será sobre él” (Ez. 18,20).
Y aunque se haya entendido hasta ahora que había-
mos heredado el pecado de un primer hombre, de un solo
hombre, y por este motivo muchos no lo hayan creído por no
entenderlo, hoy esta revelación, “La Verdad de la Creación
La Verdad de la Creación en el Génesis
88
en el Génesis”, nos lo aclara y nos hace ver la verdad de
nuestro origen.
Es lo que dice el apóstol Pablo: “Él creó de un solo
principio todo el linaje humano” (Hc.17,26). No dice que creó
a un solo hombre.
Tengamos en cuenta que quien pecó fue nuestro
espíritu. Y que nuestro espíritu fue rescatado de las tinieblas
por el soplo de Dios que nos infundió el alma, pura y limpia
porque viene de Dios. Y en nuestra condición pecadora, tam-
poco hemos mantenido limpia nuestra alma, porque segui-
mos pecando; sin embargo, Cristo que nos llama al arrepen-
timiento, nos sigue perdonando cuando nos volvemos a Él, y
nuestra alma vuelve a estar limpia por su perdón.
En nuestro principio como seres espirituales, y ahora
como seres terrenales, cada pecado es por la propia decisión
de cada uno.
Además, si como hemos creído hasta ahora, hubiese
sido Adán un único ser, un hombre solo, habría dado única-
mente a su descendencia el cuerpo, como vemos que sucede
aquí generación tras generación, pero no transmitiría nunca
el alma. El alma es un soplo de Dios y se nos da en estado
puro porque viene de Dios (Gén.2,7).
Por eso sería imposible que un hombre solo transmi-
tiera el pecado a toda la humanidad, porque no morirá el hijo
por el pecado de su padre (Ez.18,17). “El alma que pecare
esa morirá” (Ez.18,4). Aunque sí es cierto que unos podemos
influenciar en otros y que así otros pequen, pero sería siem-
pre por la decisión de cada uno, como se dice en este mismo
relato de nuestra caída en el pecado, cuando la mujer invita
al marido.
También había un refrán que el pueblo repetía:”Los
padres comieron uvas agrias y los hijos sufren dentera”. Y el
Señor los corrige diciéndoles que no repitieran más ese
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
89
refrán, porque cada cual morirá por su propia maldad
(Jer.31,29) (Ez.18,2-3). Dios es perfectamente justo e infini-
tamente misericordioso.
De todos los seres creados igual que nosotros en el
jardín de Edén, sólo pecamos nosotros. Sólo la humanidad
pecó. Los otros no pecaron. (Hemos visto en el primer tema,
“El Jardín de Edén”, que los que eligieron seguir obedientes a
los planes de Dios, siguieron el camino del primer río que los
llevaba más cerca de Dios, al “país de Javilá”).
Y a todos los que habíamos pecado se nos dio por
gracia, el poder ser humanidad. Y tenemos este estado en
camino de retorno al Padre, para todo el que se deje llenar
de la Luz y camine en unidad con Cristo.
Después de esto podemos entender mejor el sentido
de este otro versículo de la carta a los romanos: “Por tanto,
como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y
por el pecado la muerte, así la muerte alcanzó a todos los
hombres por cuanto todos pecaron” (Rom.5,12). Dice por un
solo hombre, o sea sólo por la humanidad.
No dice por una sola mujer, que fue literalmente
(conforme dice este mismo relato) la primera que comió del
fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal”. Así podemos
entender mejor que no está hablando de una sola persona.
Lo que sí está diferenciando es que entre todos los se-
res creados por Dios en el jardín de Edén, sólo la humanidad
pecó: el colectivo humano, como hemos visto hasta aquí y se
continúa en el resto de este relato sobre nuestro principio.
Por esto continúa diciendo el apóstol Pablo: “Y así la
muerte alcanzó a todos los hombres por cuanto todos peca-
ron”. Dios no condena a unos por el pecado de otros. Cada
uno peca haciendo uso de su libertad.
De esta forma se nos quiere hacer ver cómo se inició
una humanidad pecadora a la que Jesucristo justifica
(Rom.5,18).
La Verdad de la Creación en el Génesis
90
Y así estamos en una lucha para no dejarnos ganar
por el pecado sino resucitar con Cristo: “Porque sabemos que
toda la creación gime a una con dolores de parto hasta aho-
ra” (Rom.8,22). Y todo nos sucede porque el hombre, la
humanidad, hizo “el suelo maldito por su causa” (Gén. 3,17).
(Quiero hacer constar que cuanto este libro está acla-
rando no es producto de un estudio, sino que nos ha sido
dado por revelación. La humanidad va abocada a la confu-
sión, y Dios nuestro Señor derrama su Luz para que nos vol-
vamos a la Verdad).
Es de vital importancia entender esto, pues los hom-
bres, generación tras generación, se preguntan el porqué
suceden los males en esta humanidad. El mundo necesita
entender lo que Dios nos está haciendo ver hoy. Así muchos
comprenderán que todo nos ha sobrevenido por decisión
nuestra, de cada uno. Y Dios sumamente paciente con noso-
tros, Dios que es Amor, nos está ayudando constantemente a
que salgamos de las tinieblas y busquemos su Luz. Pero si-
gue respetando el libre albedrío de cada uno.
El hombre en su confusión hace lo malo, y Dios que se
lo permite, también permite a los elementos que manifiesten
las consecuencias de esa maldad, con el fin de que el hombre
distinga el bien y el mal.
Él dio el dominio al hombre sobre todo lo creado para
el hombre. Y ese dominio o autoridad, el hombre puede em-
plearlo para bien y ser a imagen y semejanza de Dios, o em-
plearlo para obrar con maldad. Y eso influye en la creación
sometida al dominio del hombre.
Pero cuando se da cuenta de su situación y clama a
Dios, Él le responde (Jer.33,3). Y entonces puede entender
que lo bueno viene de Dios y así volver al camino de salva-
ción. Es el ejemplo de los discípulos con Jesús en la barca
cuando se desencadenó una fuerte tempestad y temieron
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
91
perecer. Entonces clamaron a Jesús, Él mandó sobre el mar y
el viento y sobrevino una gran calma (Mat.8,24). Así, como
en una barca, está en general la humanidad.
Cuando el hombre no clama a Dios, queda como un
barco que pierde el norte porque se queda sin rumbo y na-
vega a la deriva expuesto a todas las adversidades (Rom.1).
Sin embargo Dios siempre lo está cuidando. Por esto, desde
el principio le iba diciendo: “Esto sí harás, esto no harás”,
que era la Ley. No podía el hombre entender más.
Y cuando llegó el de esta humanidad empezar a ma-
durar, se cumplió la promesa, que existía desde el primer
instante en que el hombre pecó. Y Cristo se hizo presente
siendo como uno de nosotros, menos en el pecado, trayén-
donos la Luz (Heb.4,5), para unirnos todos en Él por su gra-
cia, en el Amor.
La Verdad de la Creación en el Génesis
92
Restauración de la Unidad Perdida
“Y vosotros seréis reunidos de uno en uno,
hijos de Israel.
Aquel día se tocará un cuerno grande,
y vendrán los perdidos de la tierra de Asur
y los dispersos por tierra de Egipto,
y adorarán a Yahveh
en el monte santo de Jerusalén”.
(Is.27,12-13)
Dios siempre cuida de nosotros desde que nos creó
en Edén, y en el mismo instante en que lo abandonamos, “el
Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas” (Gén.1,2). Y des-
pués Dios pactó con su pueblo la antigua alianza, que el pue-
blo no respetó. Entonces, pactó una nueva alianza, el Nuevo
Testamento, para la realización de la promesa por la que
unidos a Cristo, por el Espíritu Santo, seamos dirigidos direc-
tamente por Dios.
Los siguientes versículos de la carta a los hebreos nos
aclaran que hay una diferencia entre aquella antigua alianza
fundamentada en los mandamientos, en la Ley (cuando a
pesar de que ya existía la promesa de la redención, el hom-
bre no veía) y la nueva alianza, manifestada en Jesucristo.
Así se confirma lo que desde el principio estaba ya anuncia-
do:
“He aquí que vienen días, dice el Señor,
en que estableceré con la casa de Israel
y la casa de Judá
una nueva alianza;
no como la alianza que hice con sus padres
el día que los tomé de la mano
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
93
para sacarlos de la tierra de Egipto,
porque ellos no permanecieron en mi alianza,
y yo me desentendí de ellos, dice el Señor”.
(Hb.8,8-9)
Los hombres que recibieron la antigua alianza no
habían visto la Luz de Cristo, que nos ilumina la mente, el
corazón, para que lo conozcamos y cada uno se deje guiar
por Él, para lo que nos ha dejado su Espíritu Santo.
Así que después de la antigua alianza o el antiguo
pacto, llegó el momento en que la promesa se manifestó,
enviando Dios a su Hijo para que redimiese a esta humani-
dad que antes sólo sabía que habría de caminar bajo la di-
rección de la Ley (Gál. 4,4-5).
Y sigue la carta a los hebreos explicando la nueva
alianza por la que Cristo nos trae la libertad, para no ser es-
clavos del pecado ni de la ley, (Gál.3,10) sino que con el po-
der y la fuerza del Espíritu Santo vivamos en la plenitud que
Él nos da:
“Por lo cual, esta es la alianza
que haré con la casa de Israel
después de aquellos días, dice el Señor:
pondré mis leyes en la mente de ellos,
y sobre su corazón las escribiré
y seré para ellos Dios,
y ellos serán para mí mi pueblo.
Ninguno enseñará a su prójimo,
ni ninguno a su hermano, diciendo:
“Conoce al Señor”, porque todos me conocerán,
desde el menor hasta el mayor de ellos,
porque seré propicio a sus injusticias,
y nunca más me acordaré
de sus pecados y de sus iniquidades”.
(Heb.8,10-12)
La Verdad de la Creación en el Génesis
94
“Al decir: nueva alianza, ha dado por vieja a la prime-
ra, y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a
desaparecer” (Heb.8,13).
Jesús que vino a redimirnos hizo que la Ley se cum-
pliera. Nadie pudo ni podría nunca por sí mismo cumplir la
Ley, por la condición pecadora de todos nosotros. Él si pudo
cumplirla pues no tuvo pecado: fue obediente al Padre en
todo, y en Él fuimos justificados.
Y al cumplir la Ley nos liberó del peso de la Ley, de tal
forma, que los seguidores de Cristo están por encima de la
Ley. Y es que el Cristo vivo en nosotros ya la ha cumplido por
nosotros. Él estableció la Ley del Amor que es superior a la
Ley de la disciplina comprendida en los mandamientos, dada
por la dureza del corazón del hombre (Mc.10,5).
El Amor de Cristo en nosotros hace que no estemos
limitados a la Ley sino que el Amor lleva implícitos en sí to-
dos los mandamientos. Quien ama con el Amor de Dios no
falta a ningún mandamiento, sin que por ello su vida esté
pendiente de cumplirlos, porque el Amor que desborda su-
pera lo que la Ley exige.
Y quien así vive no falta a la Ley. El hombre redimido
está pendiente del Amor, se goza en Cristo, es libre y ama a
los demás. Por esto la Verdad nos hará libres siempre
(Jn.8,32). Esto supone una vida muy diferente, por la pleni-
tud del Amor que es alegría y gozo en Cristo.
Dios no anula la Ley sino que ya está cumplida en
Cristo. Quien viva en Cristo se acoge a esta gracia y Cristo
en él lo lleva a la libertad (Jn.8,36). En cambio quien tras-
grede la Ley no está en Cristo y quien falte a uno solo de los
mandamientos falta a toda la Ley (Stg.2,10).
Cristo vino a rescatarnos a todos los que nos había-
mos aunado por una causa destructora, como uno solo, como
un colectivo inmerso en el pecado que nos llevó a la división
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
95
y a la muerte.
Y hoy, como consecuencia, padecemos los males que
vemos se dan semejantes por familias. Pablo habla de las
familias no sólo en la Tierra sino también en el cielo
(Ef.3,15). Y a los que vivimos en Cristo, conciudadanos de
los santos y miembros de la familia de Dios (Ef.2,19).
Considerando que cada uno carga con su propia culpa,
que no hereda el hijo la culpa de sus padres (Dt,24,16), es
como puede tener sentido la oración por los llamados males
intergeneracionales, que no nos suceden por herencia como
muchos habían creído, sino que son consecuencia de la mis-
ma complicidad entre los más próximos (en el primer pecado
que nos alejó del “jardín de Edén”). Ello nos ha acarreado
también males de caracteres similares. No envía Dios los
males, pero sí, respetando nuestra libertad, los permite por-
que así podemos distinguir y aprender que el pecado nos
quita los bienes de Dios, la Vida en plenitud.
(Nosotros en nuestra confusión habíamos creído que
los males, como enfermedades, ruinas, malformaciones, etc.,
nos venían por herencia).
Y para liberarnos, Cristo vino a rescatarnos, porque
quiere reunirnos en uno solo (Jn.11,51-52) para que seamos
uno en Él. Esta vez unidos en el Amor en la resurrección con
Cristo:
“Para que todos sean uno;
como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros
para que el mundo crea que tú me enviaste.
La gloria que me diste, yo les he dado,
para que sean uno,
así como nosotros somos uno.
Yo en ellos,
y tú en mí,
La Verdad de la Creación en el Génesis
96
para que sean perfectamente uno,
para que el mundo conozca que tú me enviaste,
y que los has amado a ellos
como también a mí me has amado”.
(Jn.17,21-23)
Y como fruto de la muerte y resurrección de Cristo, el
Espíritu Santo comienza a restaurar la unidad desecha por
esta humanidad dividida por el pecado; el pueblo de los que
“a una se corrompieron” (Rom.3-12) empieza a unirse en
Cristo. Y la presencia del Espíritu Santo se hace presente en
la primera Iglesia cristiana, de tal forma que el poder del
Espíritu Santo se manifiesta y todos tenían un solo corazón, y
una sola alma (Hc.4,32).
Ése fue el principio de la Iglesia de Cristo, que ha de
seguir luchando en medio de las tinieblas, tomada de su ma-
no (Ap.1,26) para que se cumpla este glorioso momento que
anuncia la carta a los hebreos en el que ninguno enseñará a
su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: “Conoce al
Señor”, porque todos lo conocerán. Ése es el objetivo, la me-
ta.
Hoy la Iglesia aún habrá de cumplir la misión de llevar
a los hombres a conocer al Señor, a buscarlo cada uno desde
la intimidad de su aposento, a entender que hemos de “obe-
decer a Dios y no a los hombres” (Hc.5,29). Hemos de obe-
decer a Cristo, seguir a Cristo, a su Evangelio, como ha sido
revelado ya a las siete iglesias en el Apocalipsis, (explicado
en “La Verdad del Apocalipsis”), que nos advierte para que
no cometamos nosotros los errores que se dan en aquellas
siete iglesias. Y habla a los desengañados, a los atribulados,
a los desorientados, a los idólatras, a los desanimados, a los
acomodados y a los autosuficientes. El pueblo ha de apren-
der a entregar el control a Cristo, que hace que sus iglesias
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
97
sean perfectas, para que su Iglesia pueda ser perfecta. Dios
es el que toma el control de todo.
Dios es maravilloso y nos espera para colmarnos de
su gracia. Conoce y comprende nuestras luchas, y nuestro
anhelo por vivir en Él. Y su Amor infinito, misericordia y pro-
videncia, nos prepara una Vida de mayor gloria que la que
perdimos cuando abandonamos “el jardín de Edén” en donde
estábamos en un estado de crecimiento hacia la plenitud en
Dios. Así que el profeta nos anunciaba que “la gloria postre-
ra será mayor que la primera” (Hag.2,9).
Y por su infinito Amor y misericordia por nosotros,
comenzó Dios una creación nueva preparada para el hombre,
que sumido en caos y confusión y oscuridad, (Gén.1,1) no ha
sido abandonado por Dios sino que desde el principio, su
Espíritu ha estado siempre sobre él. Son las palabras con las
que comienza la creación.
La Verdad de la Creación en el Génesis
98
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
99
SEGUNDA PARTE
EL HOMBRE TERRENAL
La Verdad de la Creación en el Génesis
100
El Vacío
Los Seis Días de la Creación
La Creación Preparada para el Hombre
La Vida del Hombre Terrenal
El Reencuentro con Dios
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
101
El VACÍO
Hasta aquí hemos visto la primera parte de este libro,
que termina con el hombre espiritual expulsado del jardín de
Edén.
En esta segunda parte, vamos a ver que Dios prepara
toda la creación para que aquellos seres espirituales caídos
en las tinieblas, que éramos todos nosotros, reciban la Luz a
través de esta gracia de ser humanidad, de ser seres vivien-
tes en este estado para ser levantados del pecado, para re-
sucitar en Cristo.
Para ello, y como culminación de esta obra maravillo-
sa, concede al hombre la naturaleza humana. Nace así el
hombre terrenal.
Y hay entre el hombre espiritual y el hombre terrenal,
entre uno y otro estado del hombre, un vacío en el tiempo
que escapa a nuestro entendimiento.
¿Dónde estabas tú, cuando yo creaba la tierra? Le
pregunta Dios a Job (Jb.38,21). Era ese instante después de
la caída en el pecado, cuando “la tierra era caos confusión y
oscuridad” (Gén.1,1).
Está claro que ni Job ni nosotros pudimos enteramos
porque estábamos en las tinieblas, nos sentíamos desnudos,
despojados, vacíos; habíamos perdido el conocimiento de
quiénes éramos y de nuestra situación, lo habíamos perdido
todo (Gén.3, 10).
Quizás con esta lectura, aún algunos puedan pregun-
tarse, dónde estábamos desde que fuimos expulsados del
jardín de Edén hasta que llegamos a este estado de humani-
dad.
Antes de plantearnos respuestas, veamos lo que dice
la Biblia:
El salmista dice: “Mil años a tus ojos son como el
ayer, que pasó como una vigilia de noche” (Sal.90,4).
La Verdad de la Creación en el Génesis
102
Y el apóstol Pedro contesta cuando le preguntan por el
cumplimiento de la promesa sobre la segunda venida de Cris-
to al final de los tiempos: “Ante el Señor un día es como mil
años y, mil años como un día” (2Pe.3,8). Lo que nos quiere
hacer ver que para nosotros que hemos venido a ser huma-
nidad, el tiempo sí cuenta, pero para Dios no.
Dios en su eterno presente ve como en un solo instan-
te ante Él, a todos estos seres espirituales caídos en las ti-
nieblas luchando por estar en la Luz, y a otros, tan envueltos
en las tinieblas, que ni siquiera luchan por buscar la Luz. (Por
esto Cristo nos dice a los que lo conocemos que somos Luz
para el mundo) (Mt.5,13-16).
Si quisiéramos medir lo que es intemporal con la me-
dida del tiempo regida por nuestro sistema solar, sería im-
propio, imposible. Lo espiritual está por encima de lo natural.
Nosotros estamos en un tiempo limitado y en el más
allá no hay tiempo. Desde que salimos del jardín de Edén
hasta que llegamos a esta humanidad, tampoco había tiem-
po; ni habrá tiempo cuando dejemos esta vida que Dios nos
ha concedido para salvarnos. Entonces los salvados entrare-
mos en la Ciudad Santa de Jerusalén, la Nueva Jerusalén,
hasta que Cristo nos lleve a la Presencia del Padre (Ap.21).
En conclusión, está bien claro que porque estamos en
esta realidad natural, hemos venido a estar dentro de la me-
dida del tiempo, pero cuando sólo éramos seres espirituales,
y antes de que llegáramos a esta humanidad, estábamos
fuera del tiempo. Hoy sí somos temporales, somos “tiempos”
(Dan.12,7) que pasamos, nuestro paso por la tierra es tran-
sitorio.
Desde que Dios nos dio nuestra naturaleza humana,
entramos dentro de unos parámetros; además del tiempo,
entre otros, la fuerza de la gravedad por lo que no podemos
movernos como en el cielo, libres en el espacio y en todas
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
103
las direcciones (Ap.4,8). Y tenemos otras tantas limitacio-
nes por nuestra condición humana, como no poder compren-
der este vacío en el tiempo entre el hombre espiritual y el
terrenal. Pero la Biblia nos da Luz sobre ello también y nos lo
hace ver. Pues aunque según el cómputo del tiempo aquí,
para nosotros hayan transcurrido miles de años desde la
aparición de los primeros hombres en la Tierra, para Dios (y
para nosotros cuando éramos sólo espíritus) es un instante la
diferencia entre ellos y nosotros. Hemos venido todos a un
mismo tiempo: el tiempo terrestre. Es decir no hemos tenido
“otras vidas” como muchos han dicho.
Es muy importante entender esto para no dejarnos
engañar, pues muchos de los que no creen la Palabra de
Dios, llevados por sus propias creencias intentan desentra-
ñar lo que está fuera del tiempo, lo que está por encima del
velo o cielo, lo que Dios no nos ha revelado. Y así son enga-
ñados. Y de ahí han surgido las creencias erradas como las
de la reencarnación y otras, por lo que muchos se pierden.
Los que así hacen queriendo conocer lo que Dios ha
dejado velado para nosotros, están en desobediencia como
en el primer pecado, por no acatar lo que Dios ha establecido
para nosotros. Si Él así lo ha dispuesto es lo mejor para no-
sotros. Jesús nos da una respuesta ante esta situación: “El
que mira atrás no es digno de mí” (Lc.9,62).
Podemos leer en la Biblia ejemplos de cuando el hom-
bre envuelto en sus idolatrías, trata de saber lo que Dios no
le ha revelado, como en el libro de Ezequiel en los capítulos
XIV y XX cuando los ancianos van a consultar a Dios a través
del profeta y Dios les habla muy severamente. Él revela a
quien Él quiere revelarle, y lo que quiere revelarnos.
Otro ejemplo es el de la torre de Babel, cuando los
hombres por sus propios medios intentan llegar a Dios, y de
esta forma ser reconocidos después en todo el mundo. Dos
errores grandes, pues el ser reconocido en todo el mundo es
La Verdad de la Creación en el Génesis
104
una artimaña engañosa, de quien del mismo modo trató de
tentar a Jesús en el desierto ofreciéndole la gloria del mundo
(Mat.4,9). Y el otro error que delata la torre de Babel, es
tratar de llegar a Dios por sus propios medios, sin ver que
con Dios sólo se encuentra el corazón contrito y humilde
(Sal.51,17), pues así es como nos levantamos de nuestra
condición pecadora; no se “alcanza” ni se llega a Dios por
sistemas humanos.
El apóstol Pablo nos alerta del peligro, porque real-
mente hay un combate espiritual, advirtiéndonos de la lucha
contra los espíritus del mal que están en “las regiones celes-
tes” (en el primer cielo) al mismo tiempo que nos dice cómo
estar preparados para vencer (Ef.6,10-18). Esto nos quiere
decir que nos fijemos bien, que discernamos todo, porque
no todo lo que es sobrenatural viene de Dios. El enemigo
está también ahí en combate para ganar adeptos y combatir
la gran batalla final (Ap.20,7-9). Pero no hemos de temer,
porque no duerme ni descansa el Guardián de Israel
(Sal.121,4-8). Dios nos cuida.
Es este el mismo motivo por el que recomienda dis-
cernir toda profecía (1Ts.5,21), para que no nos dejemos
engañar, porque los espíritus del mal pueden disfrazarse
haciéndonos ver que es bueno lo que no es bueno, como en
el primer pecado (2Cor.11,14).
Esta revelación, o aclaración revelada, sobre la crea-
ción en el relato del Génesis, nos viene para darnos a en-
tender lo que Dios nos está hablando a través de todo lo
creado para nosotros.
No puede haber contradicción entre lo revelado aquí y
la Verdad que nos ha sido dada en la Vida y las enseñanzas
de Jesús, en los Evangelios, que confirman el espíritu de la
Palabra en la Biblia. Cuando Dios ha querido revelarnos algo
Él nos lo da, y ha elegido siempre a través de toda la historia
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
105
bíblica a los que habrían de recibir revelación y llevar la Luz a
su pueblo para que se salve. Él quiere una sola Iglesia, un
solo pueblo, y para ello advierte una vez más con esta reve-
lación, a todos los que han sido llevados a las “verdades” de
otros, que los hacen perecer.
Mejor es dirigir nuestro interés en buscar la salvación,
ya que toda revelación dada por Dios a su pueblo y toda Pa-
labra de Jesús, el Cristo, el Ungido, nuestro redentor y salva-
dor, nos dicen que por su gracia estamos aquí para ser sal-
vados si buscamos a Dios. Y a Dios se encuentra cuando nos
dejamos guiar por su Palabra que nos hace vivir en santidad.
Sin santidad no vivimos en Dios.
Dios nos dio el dominio sobre toda la creación que
hizo para nosotros, según veremos después en este mismo
capítulo (Gén.1, 28), pero también puso un velo por el que
nos ha quedado velado el más allá, lo que está detrás de ese
velo, un cielo (Gén.1,6), del que sólo Él nos puede dar a co-
nocer cuánto sabe que nos conviene.
Y así nos ha llegado esta revelación sobre el relato de
la creación en el Génesis, por la que quedará clarificada
nuestra historia espiritual, para bien de muchos. Ya no se
cuestionarán muchos lo que Dios nos da para ser salvados,
tendrán sus muchas interrogantes resueltas.
Todo este relato de la creación, con todos los signos
que en él se citan, nos hace ver la situación en la que hoy
nos encontramos y nuestras actitudes ante el pecado; pero
no sólo como una simple parábola, sino que lleva en sí ex-
presa nuestra historia espiritual, para que veamos que dónde
y cómo hoy nos encontramos tiene su origen en nuestra pro-
pia decisión, y que un día nuestra situación tendrá un final
decisivo.
La Verdad de la Creación en el Génesis
106
LOS SEIS DÍAS DE LA CREACIÓN
Todas las cosas y seres creados son evidentes, están
ante nosotros. Nadie puede negar lo que es palpable. Pero lo
que los sentidos no perciben, muchos no lo creen. Para que
podamos creer lo que no vemos Dios ha hecho toda la crea-
ción, que nos habla de lo que no vemos. La verdadera finali-
dad de cuanto Dios ha puesto en nosotros y a nuestro alre-
dedor, todo este mundo natural, es para que podamos cono-
cer el sentido espiritual de nuestra vida aquí. “Las cosas invi-
sibles de Dios, su poder y deidad se hacen claramente visi-
bles desde la creación del mundo por medio de las cosas
hechas…” (Rom.1,20).
Esto es lo que vamos a ver desarrollado en este relato
de los seis días de la creación. Cada cosa, cada ser, nos sirve
para darnos Luz a nuestra Vida espiritual. Y cada cosa, cada
ser, nos sirve de símbolo a través de los cuales Dios nos
quiere hablar. Para ello fueron creados: para ayudarnos a
nosotros, que habíamos caído en un estado de “caos, confu-
sión y oscuridad”, a ver el verdadero sentido de nuestra
permanencia aquí.
Todo lo que Dios dispuso para nuestra vida aquí, lo
creó en seis días. Nos hace ver el Apocalipsis que el seis es la
cifra de lo humano, “la cifra del hombre” “la cifra de la bes-
tia", del hombre que está en los errores de su propia huma-
nidad (Ap.13,18).
Nuestra condición terrenal nos fue dada en el día sex-
to. No es otra vida, puesto que la vida que Dios nos ha dado
es una, sino que a los seres espirituales que vivíamos en el
jardín de Edén, nos ha sido dada por Dios esta forma de vi-
da, o este estado, en el que hoy nos encontramos, para que
podamos recobrar la Vida que habíamos perdido.
Podemos decir que nuestra condición terrenal nos fue
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
107
dada en el día sexto, como culmen de la obra creadora de
Dios dispuesta especialmente para nosotros.
En estos seis días Dios crea todo lo que el hombre
caído en tinieblas, el hombre pecador, necesita para recono-
cer su verdadera identidad, buscar a su Dios, su creador, y
volver a la Luz. Necesita la humanidad ver que mientras no-
sotros estamos limitados dentro de esta creación, Dios es
eterno, el eterno presente (He.5,9) que nos provee y nos
espera para colmarnos de su Amor y de todos los bienes.
Él está por encima de cuanto creó, no limitado dentro
de lo creado por Él mismo. Nosotros sí estamos limitados
hasta que volvamos a Él y vivamos en Él.
Es importante reiterar que con el relato de la creación
de nuestro mundo natural vamos a hacer una lectura de
carácter espiritual, puesto que lo que nos dice en la realidad
natural todos ya lo conocemos.
Veamos entonces lo que Dios quiere que aprendamos
leyendo a través de cada una de las cosas creadas, que nos
sirven de signos para una lectura de carácter espiritual, la
cual nos enseña a caminar en busca de la salvación, porque
es así como Dios lo ha dispuesto, que cada una de las cosas
creadas sirva de signo para formar parte de un lenguaje de
entendimiento entre Dios y los hombres.
De esta forma surge una comunicación por la que po-
demos entender que esta vida nos ha sido concedida por
gracia. Y así, a través de cuanto Dios ha puesto a nuestro
alcance, nosotros podamos ver nuestra situación de seres
caídos en las tinieblas del pecado; veamos que Él nos busca
para salvarnos, que quiere enseñarnos el Camino de retorno
porque nos ama sin límites e intenta que nosotros conocien-
do la Verdad volvamos libremente y amemos vivir siempre
bajo su protección.
Habíamos quedado incomunicados con Dios cuando
caímos en las tinieblas. Y Dios Padre se había acercado a
La Verdad de la Creación en el Génesis
108
nosotros para ayudarnos pero no lo entendíamos, y quisimos
disculparnos (Gén.3,13). Entonces su Santo Espíritu no nos
abandonó sino que desde ese momento sino que decide res-
catarnos y nos da su Luz, a Cristo, como veremos en el día
primero de la creación.
Cada una de las cosas y de los seres creados, toda
Palabra que Dios nuestro Señor nos hace llegar a nosotros,
todo, es para alumbrarnos el camino y que podamos así lle-
gar a salvarnos.
Este relato de la creación nos ha sido dado para algo
más que conocer nuestro origen; nos ha sido dado para que
veamos claro el porqué estamos aquí, comprendamos mejor
la inmensa misericordia y Amor de Dios hacia todos nosotros,
y así busquemos la salvación. Todo cuanto podemos percibir
por medio de nuestros sentidos, de nuestra mente y nuestra
alma, nos ha sido dado como reflejo de su gracia para atra-
ernos a Él y sacarnos de las tinieblas.
El significado de día hemos de entenderlo como la Luz
de Dios que nos llega a nuestras vidas, constantemente, a
pesar de que nosotros estemos entre tinieblas, entre nues-
tras oscuridades, cuando no vemos cuanto Dios nos está
dando para nuestro bien, cuando no vemos su infinito Amor
por nosotros.
Los seis días de la creación a nivel terrenal, no son
seis días naturales como los conocemos, pues ni siquiera
estaba creado el sol que fue creado en el cuarto día; luego,
no podían ser días de veinticuatro horas. ¿Cómo vamos a
darle la medida de un día solar? Sería un error. Podemos
más identificarlos con las grandes eras geológicas de forma-
ción del universo que ha descubierto la ciencia, que aunque
fueran miles o millones de años, sin embargo, para Dios
eterno todo es un solo instante.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
109
TEMA V
LA CREACIÓN PREPARADA PARA EL HOMBRE
(Gén.1,1-25)
La Verdad de la Creación en el Génesis
110
En el Principio Día Primero: Se Hace la Luz
Día Segundo: Separación entre la Vida en la Gloria y en la Tierra Día Tercero: Separación entre la Vida Fructífera y la Estéril Día Cuarto: Las Señales de los Tiempos Día Quinto: Simbolismo de los Animales Marinos y de las Aves
Día Sexto: Simbolismo de los Animales Terrestres
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
111
LA CREACIÓN PREPARADA PARA EL HOMBRE
En el Principio
En el principio creó Dios el cielo y la tierra.
La tierra era caos y confusión y oscuridad
por encima del abismo,
y un viento de Dios
aleteaba por encima de las aguas.
(Gén.1,1-2)
Este principio es el inicio de un estado de gracia, del
“año de gracia”, como nos recuerda Jesús (Lc.4,19). Este
“año de gracia” es este peregrinaje hacia Él. Después de que
todos habíamos pecado, la compasión de Dios por nosotros
concibe crear para nosotros este estado en el que nos encon-
tramos, que nos sirviera para recibir de su Luz y sacarnos del
estado de tinieblas en el que nos habíamos sumergido.
Y comienza Dios a crear un lugar en el que habitára-
mos, una creación especialmente diseñada para todos aque-
llos seres espirituales que éramos (Hc.17,24-26) y que hab-
íamos caído en el pecado. Ahí, en el principio, es cuando nos
concede nuestra condición humana y todas las maravillas
que contiene todo lo creado por Dios para nosotros y que ha
puesto ante nuestros ojos.
En el orden natural, todos vemos que habitamos en el
planeta Tierra. La Tierra es obra de Dios, puesta a nuestro
servicio como todo cuanto ha puesto a nuestro alcance. No
tiene ningún poder espiritual sobre nuestras vidas puesto que
es materia, aunque civilizaciones primitivas le hayan dado un
valor de deidad, como se lo han dado al sol o la luna, y aún
perdure en algunas etnias o filosofías. Sabemos que Dios dio
dominio al hombre sobre todo lo creado para él.
La Verdad de la Creación en el Génesis
112
Pero aquí estamos hablando de nuestra vida espiri-
tual, y este “lugar”, la tierra, en sentido espiritual es otro, y
es lo que sigue:
Antes de que comenzaran los días de la creación, hace
una separación muy importante en el principio, poniendo ya
orden a cuanto habría de ir creando:
Dios creó el cielo y la tierra.
Cielo es el velo, el límite, que separa todo lo que está
por encima de nosotros, lo que nos está velado, lo que no
podemos ver desde aquí, como veremos en el día segundo
de la creación.
Y la tierra simboliza nuestra vida aquí, la vida de cada
uno de nosotros, que ha de ser regada por la lluvia de su
Palabra para que como la semilla en buena tierra, arraigue,
germine y dé fruto:
“Porque como desciende de los cielos
la lluvia y la nieve,
y no vuelve allá sino que riega la tierra
y la hace germinar y producir,
y da semilla al que siembra,
y pan al que come,
así será la Palabra que sale de mi boca:
no volverá a mí de vacío,
sino que hará lo que yo quiero
y habrá cumplido todo aquello
para lo que la envié”.
(Is.55,10-11)
Esa tierra somos nosotros a quienes la Palabra riega.
Cuando Dios creó el cielo y la tierra está determinan-
do una separación entre nuestra vida aquí, la tierra, y lo que
está por encima de nosotros, el cielo. Nos hace ver clara-
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
113
mente el siguiente versículo cómo estábamos nosotros en
ese instante en que caímos en las tinieblas:
La tierra era confusión y caos y oscuridad por encima
del abismo.
Este fue el momento en el que todos habíamos peca-
do por comer del fruto del “árbol de la ciencia del bien y del
mal”. Estábamos muy confundidos, en la oscuridad y el caos,
antes de que Dios se acercara a nosotros “a la hora de la
brisa” y nos hiciera ver con su Presencia que estábamos des-
poseídos de todos los bienes, que lo habíamos perdido todo,
que estábamos “desnudos”, en peligro de caer al abismo, a
la oscuridad total.
Esas mismas palabras que hablan de la cercanía de
Dios cuando estábamos envueltos en las tinieblas, se confir-
man en el principio de la creación aquí, diciendo:
Y un viento de Dios aleteaba sobre las aguas.
Es el viento del Espíritu de Dios, el Espíritu Santo. So-
bre la tierra seca no está el Espíritu de Dios: está sobre las
aguas (pero las aguas tocan y riegan la tierra).
El Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, que sopla sobre
nosotros, el viento del Espíritu (Jn,3,8), aleteaba sobre las
aguas. Nunca Dios se alejó de nosotros, sino que nos prepa-
raba el medio para sumergirnos aquí en la Vida en Él, y luego
más allá del cielo; porque hay dos niveles de aguas, las que
nos esperan en el cielo, y las que tenemos aquí como símbo-
lo de la purificación por la que estamos llamados a pasar,
según se dice en el día segundo de la creación.
Y es después de esta separación esencial cuando co-
mienzan los seis días de la creación.
La Verdad de la Creación en el Génesis
114
DÍA PRIMERO
Se Hace la Luz
Dijo Dios: “Haya Luz”,
y la Luz se hizo.
Vio Dios que la Luz estaba bien,
y apartó Dios la Luz de la oscuridad,
y llamó Dios a la Luz “día”,
y a la oscuridad la llamó “noche”.
Y atardeció y amaneció: día primero.
(Gén.1,3-5)
Para que se haga su Luz en nosotros, Dios usa su Pa-
labra. La creación toda se hizo por la Palabra. Es así como
comienza la descripción de la creación:
Dijo Dios.
Lo primero que se hace oír es su voz, su Pala-
bra. Y así lo confirma también esta proclamación del apóstol
Juan:
En el principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba con Dios
y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo fue hecho por ella
y sin ella nada se hizo.
En ella estaba la Vida
y la Vida era la Luz de los hombres,
y la Luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la vencieron (Jn.1-5).
Así en este día primero la Palabra se hace oír:
Haya Luz.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
115
La Palabra es viva y eficaz (Hb.4,12), y todo el uni-
verso ha sido creado por la Palabra de Dios (Hb.11,3). Todo
se cumple:
Y la Luz de hizo.
Al decir que la Luz se hizo quiere decir que la Luz,
que es Cristo, se hizo sobre nosotros para alumbrarnos en el
Camino. Esa Luz que nos llega de Cristo ilumina la concien-
cia que está siempre latente en cada uno y que, aunque pa-
rezca en muchos estar adormecida, antes o después se ma-
nifiesta y el hombre busca la Verdad, busca a Dios, a pesar
de que para muchos pueda ser demasiado tarde cuando in-
tenten despertarla (Ap.9,6).
Desde aquel instante cada hombre tiene en sí el cono-
cimiento de que puede ser salvado, que no está irremisible-
mente perdido aunque no se le haya predicado de Cristo.
La Luz está al alcance de todos, Jesús lo afirmó con
sus propias Palabras: “Yo soy la Luz del mundo, el que me
sigue no andará en tinieblas sino que tendrá Vida eterna”
(Jn. 8,12).
Su Luz se hizo sobre nosotros desde el mismo instan-
te en que el Padre compadecido de nosotros (que estábamos
envueltos en la confusión, caos y oscuridad) concibiera res-
catarnos.
La Luz se hizo para toda la humanidad, porque todos
desde aquel momento fuimos iluminados por la Luz, por
Cristo, aunque fuera mucho más tarde su manifestación en
medio de esta humanidad cuando llegó el cumplimiento del
tiempo (2 Tes.4,4) para consumar la redención. Estas son las
palabras con las que también pide al Padre antes de su pa-
sión: “Dame la gloria que tenía junto a ti antes de la creación
del mundo” (Jn.17,5). Es la realización de la promesa que el
Padre hizo en el momento en que habíamos pecado
(Gén.3,15). El Hijo se hizo Camino en el momento en que el
Padre determinó tomando condición humana:
La Verdad de la Creación en el Génesis
116
“Cristo, el cual teniendo
la naturaleza gloriosa de Dios,
no consideró como codiciable tesoro
el mantenerse igual a Dios,
sino que se despojó de sí mismo
tomando la naturaleza de siervo,
haciéndose semejante a los hombres;
y, en su condición de hombre,
se humilló a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte,
y muerte de cruz.
Por ello Dios le exaltó sobremanera
y le otorgó un nombre
que está sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús
doblen su rodilla
los seres del cielo, de la tierra y del abismo
y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor
para gloria de Dios Padre” (Flp.2,6-11).
Y así, el Hijo recorrió este peregrinaje que el Padre
nos concedió, para que la Luz que descendió hasta nosotros
nos saque de las tinieblas. La Luz es la Verdad que nos saca
de la mentira, del engaño del demonio. Y con la Luz se nos
da la Vida, porque el encuentro con Cristo, nos da la Vida
nueva, que nos lleva a la eternidad, al Padre (Jn.6,44). Y la
Luz, Cristo, como ya había sido anunciado con la promesa de
la redención (Gén.3,15), llegó a nosotros:
“Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,
que hará que nos visite una Luz de la altura,
a fin de iluminar a los que habitan
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
117
en tinieblas y en sombras de muerte
y guiar nuestros pasos por el Camino de la paz”.
(Lc.1,78-79)
(Se refiere otra vez a las tinieblas a las que nos llevó
el pecado). Únicamente hay un Camino, Cristo.
Dios, en su eterno presente, ve que la Luz se hace en
la humanidad, y es así como aquellos seres espirituales que
éramos, caídos en las tinieblas, recibimos la gracia de la Luz,
de la salvación; ya nuestro único destino no sería caer al
abismo sino que podemos emerger de las tinieblas a la Luz.
Y Dios vio que estaba bien.
El hombre podía ser receptor de la Luz, el hombre
podía recibir la Luz de la salvación. Los que nos habíamos
sumergido en el caos, confusión y oscuridad recibimos el so-
plo de la Luz de Dios. Éste es el nacimiento de la humanidad;
así nace nuestra condición humana. Antes de que nos vinie-
ran los males que nos habíamos acarreado con el pecado,
Dios se adelantó a rescatarnos:
"Antes de tener dolores dio a Luz,
antes de llegarle el parto dio a Luz un hijo:
¿Quién oyó tal?
¿Quién oyó cosa semejante?
¿Es dado a Luz un país en un solo día?
¿O nace un pueblo todo de una vez?”
(Is.66,7-8)
Así hizo Dios Padre, que el pueblo de los que “a una
se corrompieron”, pudiera ver la Luz y recibir la gracia de la
salvación. Pero para ser llenos de la Luz hemos de caminar
en su busca, lo que conlleva lucha y dolor, como la mujer
que grita con los dolores de parto (Ap.12,2). Por esto sigue
La Verdad de la Creación en el Génesis
118
diciendo esta revelación del profeta Isaías:
“Pues bien, tuvo dolores
y dio a Luz Sión a sus hijos”.
“¿Abriré yo el seno sin hacer dar a Luz
- dice Yahveh -
o lo cerraré, yo que hago dar a Luz?
-Dice tu Dios”-
(Is.66,9).
Dios abre el seno humano para que Cristo se geste en
nosotros.
Desde el primer instante, desde que caímos en oscu-
ridad, Dios concibe la redención, la gracia de poder salvar-
nos, y hace que Cristo sea en medio de nosotros. La Luz del
mundo es Él.
Y la Luz de Cristo, empieza a irradiar desde el día
primero:
Y apartó Dios la Luz de la oscuridad; y llamó Dios a la
Luz “día”, y a la oscuridad la llamó “noche”.
Separó la Luz de la oscuridad, lo bueno de lo malo. La
Luz que nos hace ver, para distinguir la oscuridad que nos
hace caer en pecado. Jesús dice: “Si uno anda de día no tro-
pieza, porque ve la Luz de este mundo; pero si uno anda de
noche, tropieza, porque no está la Luz en él (Jn.11,9-10).
Sigue Dios creador estableciendo orden.1 El orden y
separación radical que comenzó a establecer, desde que
maldijo a la serpiente y a nosotros otorgó la promesa de la
redención, se continúa en toda la creación.
Nos quiere hacer ver con la noche y el día, que todo lo
que no es Vida en Dios es confusión, oscuridad, todo lo con-
1 Ya antes de este día primero, dice el versículo uno que Dios creó el cielo y la tierra; comenzó separando nuestra vida de aquí de la que nos espera si aceptamos la Luz, la salvación, si acepta-
mos a Cristo.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
119
trario a ella: de bondad, maldad; de amor, odio; de paz, vio-
lencia; de alegría y gozo, tristeza y dolor, etc.
Y para que sepamos distinguir, en este día primero
nos da a conocer que si recibimos la Luz es en nosotros el
día. Y si vemos la Luz no caeremos en la oscuridad de la
noche, en el abismo, al que nos pueden llevar las tinieblas en
las que el pecado nos sumergió.
Pero unos ven y otros no. Muchos tienen ojos y no
ven, y oídos y no oyen (Mt.13,15). Así que en esta humani-
dad se dan la Luz y las tinieblas, que no la noche en la que
están los que se encuentran fuera de la tierra de la promesa,
los que están al otro lado del río Éufrates porque eligieron no
vivir en Dios. Es lo que hemos visto del cuarto río que sale
del jardín de Edén (pág. 37).
Pero Dios hace salir el sol para todos. Se da el atarde-
cer, el día y la tarde.
Y atardeció y amaneció: día primero.
La Verdad de la Creación en el Génesis
120
DÍA SEGUNDO
Separación Entre la Vida en la Gloria y en la Tierra
Dijo Dios:
“Haya un firmamento por en medio de las aguas,
que las aparte unas de otras”.
E hizo Dios el firmamento,
y apartó las aguas de por debajo del firmamento
de las aguas de por encima del firmamento.
Y así fue.
Y llamó Dios al firmamento “cielo”.
Y atardeció y amaneció: día segundo.
(Gén.1,6-8)
Estamos haciendo la lectura espiritual que emana de
toda la creación, como una parábola.
Habíamos visto que antes de comenzar los seis días
de la creación, además de que Dios había creado el cielo y la
tierra, creó también las aguas, porque “el Espíritu de Dios
aleteaba sobre las aguas” (Gén.1,1). Ahora establece un or-
den en esas aguas:
Dijo Dios: “Haya un firmamento por en medio de las
aguas, que las aparte unas de otras”.
En este día segundo hace una separación entre dos
clases de aguas que comprenden dos estados de vida dife-
rentes. Y pone un límite entre ambas. Y esa separación, ese
velo entre unas y otras aguas, lo llama firmamento o cielo.
E hizo Dios el firmamento; y apartó las aguas de por
debajo del firmamento de las aguas de por encima del fir-
mamento. Y así fue.
Las aguas de por debajo del firmamento, estas aguas
que nos purifican, simbolizan el estado de los creyentes,
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
121
cuando hemos aceptado la redención de Cristo que se ofreció
por nosotros para darnos la Luz, y que salgamos de las tinie-
blas (Ap.8,8-9).
Es este estado el mismo al que se hace referencia en
el tema uno (Gén.2,3), el segundo país regado por el segun-
do río que sale del río del jardín de Edén, que nos da a cono-
cer el agua como símbolo de purificación para recibir a Cristo
(Mt.3,11).
Por encima de este velo están las aguas de por enci-
ma del firmamento en las que podremos sumergirnos cuando
nuestras almas hayan sido purificadas aquí en las aguas que
están por debajo del firmamento, por las aguas que manan
de Cristo como fuente de Vida eterna, que nos llama a todos
a beber gratis, porque así de nuestro interior brotarán ríos de
agua viva (Jn.7,38).
Será entonces cuando nos sumergiremos en las aguas
de por encima del firmamento (Gén.1,7). Como se nombra
en el Apocalipsis, la Nueva Jerusalén, donde Cristo nos espe-
ra. Él enjugará toda lágrima de nuestros ojos, y no habrá ya
muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo
habrá pasado (Ap.21,4).
Mientras las aguas de por debajo del firmamento nos
limpian de nuestros pecados, estas aguas nos limpian de las
heridas de nuestras almas por todos los sufrimientos que
hemos padecido aquí. Pero habremos de traspasar ese límite,
ese firmamento:
Y llamó Dios al firmamento “cielo”.
Cielo es el velo que separa nuestra vida aquí de la
gloria que nos espera, hoy oculta a nuestra mirada. Por no-
sotros mismos nunca podremos traspasarlo, pero Jesucristo
con su muerte nos abrió el cielo, rasgó el velo (Lc.23,45), y
por su resurrección nos lleva a la gloria, más allá del velo,
donde entró Cristo por nosotros (Hb.6,19-20).
La Verdad de la Creación en el Génesis
122
Y aunque hoy aún esta humanidad se deja llevar por
las tinieblas que llevan al pecado, muchos saben que hay una
Vida de felicidad y gloria que Dios tiene preparada para los
que lo aman y buscan vivir en Él. Por eso se dice:
Y atardeció y amaneció: día segundo.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
123
DÍA TERCERO
Separación entre la Vida Fructífera y la Estéril
Dijo Dios:
“Acumúlense las aguas
de por debajo del firmamento
en un solo conjunto, y déjese ver lo seco”.
Y así fue.
Y llamó Dios a lo seco “tierra”
y al conjunto de las aguas lo llamó “mar”;
y vio Dios que estaba bien.
Dijo Dios: “Produzca la tierra vegetación:
hierbas que den semillas
y árboles frutales que den fruto según su especie,
con su semilla dentro, sobre la tierra”.
Y así fue.
La tierra produjo vegetación:
hierbas que dan semillas según sus especies,
y árboles que dan fruto con la semilla dentro
según sus especies;
y vio Dios que estaba bien.
Y atardeció y amaneció: día tercero.
(Gén.1,11-13)
Continuamos dándole a cada una de las cosas que se
nombran aquí el valor de símbolos por los que Dios nos está
hablando de nuestra vida espiritual.
Sigue Dios Padre poniendo orden en las aguas de por
debajo del firmamento, porque ahí llegábamos nosotros con
todos nuestros males, con todo lo que habíamos recibido al
contaminarnos con las tinieblas. Así que Dios hace que el
hombre pueda ver esto y diferenciarlo. Y dice:
Déjese ver lo seco.
La Verdad de la Creación en el Génesis
124
Somos tierra para ser regada. Y el hombre necesita
percibir que sin el agua que lo riegue, su vida está seca,
vacía, como está un corazón sin el Amor; necesita ver que
sin el agua que lo ablande y prepare para recibir la Vida, no
podrá ser lo que él realmente es. Ha de conocer lo que es
vivir en Dios, y qué es vivir sólo en sí mismo; que cuando
busca llenar su vida con las cosas terrenales y se afana por
ellas, no se sacia nunca por muchos éxitos que consiga en el
mundo. Ha de experimentar que sólo el agua que nos da
Cristo sacia su vida. Necesita ver y apartar lo seco.
Y cuando su tierra seca se prepara y abre a recibir, y
se deja regar por el agua, surge en él la Vida:
Dijo Dios: “Produzca la tierra vegetación”.
Dios, nuestro Señor, en su misericordia, hace que en
esta tierra seca del hombre nazca Vida que manifieste su
providencia y Amor a los que habíamos caído en confusión.
Nos está dando aquí la capacidad para volvernos a la Vida en
Él pues aún en este día tercero, no había sido colocado el
hombre en la Tierra. Y Dios que prepara este medio de vida,
hace también posible que en nuestra tierra seca pueda brotar
la Vida:
Hierbas que den semillas.
Lo más pequeño, humilde, de toda la vegetación son
las hierbas, y tienen la gracia de producir semillas para mul-
tiplicarse. Así los hombres sencillos.
(La primera de las siete trompetas del Apocalipsis
(Ap.8,7) habla de la hierba y de los árboles con este mismo
significado. La hierba representa allí la Vida de los hombres
humildes y sencillos que se dejan abrasar fácilmente por el
fuego de la Palabra).
Cuando en nuestra tierra seca brota la Vida, cuando
nos dejamos regar por el agua viva (Jn.4,10), unos podemos
ser como la hierba, humildes y sencillos, pasar como
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
125
desapercibidos, o crecer como los árboles crecen, ser vistos
por muchos como testigos de la obra de Dios. Y además ser
medio para dar semillas que se siembran, y que otros pue-
dan vivir en Dios, porque también dan fruto con semilla de-
ntro. Por esto se nos dice:
Y árboles frutales que den fruto según su especie, con
su semilla dentro, sobre la tierra.
Sobre nosotros, simbolizados como tierra. Cada uno
con la singularidad de su ser, pues cada uno es diferente;
por esto los árboles dan fruto según su especie. Y aunque
parezcan iguales según su especie, como por ejemplo la
higuera, unos dan frutos abundantes, otros menos, y otros
pueden ser estériles (Mc.11,13). Cada uno es único, y cada
uno crece y puede dar fruto.
Igual cada uno de los hombres es único y cada uno da
diferentes frutos, unos más abundantes que otros, y otros
tienen una vida estéril.
En la Biblia vemos por ejemplo el sueño interpretado
por Daniel, en el que “un árbol grande” estaba simbolizando
al Rey Nabucodonosor (Dan.4,1ss). También vemos parábo-
las como la del cedro (Ez.17,1-21) o el olivo (Rom.11,17).
También Jesús usó árboles (además de la higuera) el sicó-
moro (Lc.17,6), la vid (Jn.15,1-8), etc., todos ellos simboli-
zando a los hombres, para enseñarnos a través de parábolas.
Los usó como símbolos; y ésa es la finalidad por la que Dios
Padre los ha creado para que así podamos entender lo que Él
quiere decirnos. Todo desde el principio estaba perfectamen-
te previsto y diseñado con un propósito, para que el hombre
pudiera leer y ver la Luz de la salvación por medio de la
creación.
Y para que aprendamos de lo que puede representar
el comportamiento de la multiplicación en los vegetales, se
nos dice que los árboles y la hierba dan semillas. Y de esta
forma podemos entender que igual los hombres no hemos de
La Verdad de la Creación en el Génesis
126
limitarnos a nuestro propio crecimiento, nuestra propia vida,
sino que hemos de dar de lo que recibimos. Son signos visi-
bles que nos hablan de cual ha de ser nuestra actitud y com-
portamiento en nuestro caminar, para responder al proyecto
de Dios para nosotros, porque toda la naturaleza cumple el
proyecto para el que fue creada.
Y así fue. La tierra produjo vegetación: hierbas que
dan semillas según sus especies.
El hombre puede dejarse regar y nacer a la Vida nue-
va. Y muchos pueden ver a través de cuanto Dios nos da, la
existencia y poder de Dios.
Y vio Dios que estaba bien.
El hombre ya puede tener Vida nueva y dar semillas
para que la Vida se multiplique para muchos.
Tiene la capacidad de tener una Vida nueva en esta
lucha por salir de las tinieblas y ver la Luz:
Y atardeció y amaneció. Día tercero.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
127
DÍA CUARTO
Las Señales de los Tiempos
Dijo Dios: “Haya luceros en el firmamento celeste,
para apartar el día de la noche,
y sirvan de señales para estaciones, días y años;
y sirvan de luceros en el firmamento celeste
para alumbrar sobre la tierra”.
Y así fue.
Hizo Dios los dos luceros mayores;
el lucero grande para regir el día,
y el lucero pequeño para regir la noche,
y las estrellas;
y los puso Dios en el firmamento celeste
para alumbrar la tierra,
y para regir el día y la noche,
y para apartar la Luz de la oscuridad;
y vio Dios que estaba bien.
Y atardeció y amaneció: día cuarto.
(Gén1,14-19)
Dios para alumbrarnos pone sobre nosotros luceros en
el firmamento celeste. Siempre están alumbrando. Y siempre
nuestras almas (toda la humanidad) están siendo alumbra-
das, aunque a veces las nubes o la niebla, como en el orden
natural, nos resten la intensidad de su luz. Así también en
nuestras almas. Y los puso Dios:
Para apartar el día de la noche.
Todo hombre tiene conciencia para distinguir lo que
viene de Dios, la Luz, y lo que procede del maligno que es
oscuridad, la noche. Nadie está privado de conocer la Ver-
dad, pues la Luz que desprende toda la naturaleza con sus
signos está proclamando a Dios.
La Verdad de la Creación en el Génesis
128
Y sirvan de señales para estaciones, días y años.
Que estos luceros sirven de señales para estaciones,
en la realidad natural así lo vemos, y en lo espiritual lo mis-
mo:
Primavera: Tenemos épocas de júbilo y alegría como
la primavera en nuestras vidas por la Presencia de Dios en
nosotros (Cant.2,10-13).
Verano: Época de fuego y calor, cuando el corazón ar-
de en el Amor de Dios como les ocurrió a los discípulos de
Emaús que se preguntaban después del encuentro con Jesús:
“¿No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino
y nos explicaba las Escrituras?” (Lc.24,32).
Otoño: También tenemos épocas de despojo, de soltar
lo viejo en nuestras vidas (Heb.12,1) igual que los árboles
se despojan de sus hojas para que nazcan hojas nuevas, co-
mo en una renovación de nuestras vidas. Aunque haya árbo-
les de hoja perenne, algunas hojas caen de ellos. Lo impor-
tante es que el tronco esté enraizado en buena tierra, como
una vida unida a Cristo.
Invierno: Puede estar el alma falta de calor, alejada
de la Luz, y sentir el frío como de invierno, porque el alma se
siente fría cuando no está en Dios. Todo depende de que
estemos más cerca o más lejos de Dios, de la Luz, como
simbólicamente el sol, el lucero grande, lo está de la tierra.
Año: Es el ciclo completo en nuestras vidas, porque
todos pasamos épocas de gozo y alegría, de despojo, y de
calor y de frío. Simbólicamente, el año que se nombra aquí,
con la primavera, verano, otoño e invierno, las cuatro esta-
ciones que están comprendidas en el año. Recordemos que
estamos en “el año de gracia”, este peregrinar para regresar
al Padre, este estado en el que ahora nos encontramos
(Lc.4,19).
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
129
Día: Este significado lo hemos ya visto en el día pri-
mero de la creación. Todo en este día es reflejo de la Luz de
Dios, para ello nos lo ha dado todo.
Y sirvan de luceros en el firmamento celeste para
alumbrar sobre la tierra:
Sigamos dando a la tierra, en esta lectura espiritual,
el significado de que nosotros somos esa tierra. Y así enten-
damos que Dios crea los luceros para alumbrar nuestras al-
mas. Todo cuanto Dios dice es hecho.
Y así fue: Hizo Dios los dos luceros mayores. El lucero
grande para regir el día.
Este lucero grande, el sol, es símbolo de la Luz que
nos llega de Dios. Cuando vemos y vivimos en la Luz se hace
en nuestras vidas el día. Y si no nos dejamos llenar de la Luz,
en nuestras vidas están las tinieblas.
Cuando el Apocalipsis habla de la Mujer vestida del sol
(Ap.12,1ss) que huye al desierto mil doscientos sesenta días,
día, se refiere simbólicamente a las veces que se hace la Luz
en una vida, porque la luz del sol simboliza la Luz de Dios en
nosotros, en cada uno. Lo mismo en la profecía sellada de
Daniel (Dan.12,11-12) que añade, “Dichoso aquél que sepa
esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días”.
El Señor envía su Luz y se hace en nosotros el día. Pe-
ro cuando oscurece para nosotros, hay otros luceros que nos
hacen llegar la Luz de Dios:
El lucero pequeño para regir la noche.
La luna, símbolo de los que se dejan llenar de la Luz
de Dios y pueden ser reflejo de Luz para otras almas que
estén en la oscuridad.
Y las estrellas.
Esas estrellas que alumbran simbolizan a los elegidos
que ya han partido, que aunque estén en la distancia, su vida
es reflejo de la Luz de Dios; éstos pueden ser testimonio de
Vida, y que por ello otros desde su oscuridad, busquen a
La Verdad de la Creación en el Génesis
130
Dios. Se ven como pequeñas luces en la noche por la lejanía;
pero el que mira a lo alto puede ver que la Luz de Dios se ha
hecho en los que se han dejado llenar de Dios.
En el libro de Daniel dice que los que enseñaron a la
multitud la justicia, brillarán como las estrellas, por toda la
eternidad (Dan.12,2). Ése es el propósito de Dios para noso-
tros.
Pero hay estrellas que también caerán del cielo, los
elegidos que pudieron brillar y sin embargo, abandonaron el
Camino y se perdieron. Jesús lo profetizó para el final de los
tiempos, cuando habrá tan grande confusión (Mt.24,29). Y
de esta confusión habla Pedro el día de Pentecostés:
El sol se convertirá en tinieblas,
y la luna en sangre
antes que venga el Día del Señor,
día grande y temible.
Y todo aquél que invocare el nombre del Señor
será salvo.
(Hc.2,20)
Esa gran confusión del sol en tinieblas, es porque los
hombres no buscan la Luz, no ven la Luz; así que los elegi-
dos sufrirán tan grande tribulación (que es esa luna converti-
da en sangre) que si aquellos días no se acortaran no se sal-
varía nadie (Mt.24,22).
Vemos una vez más, y todas las veces que miremos,
que Dios creó toda la naturaleza para hablarnos a través de
ella. Como ya se dijo antes, la Luz de Dios se manifiesta para
todos, domina todo.
Y los puso Dios en el firmamento celeste para alum-
brar la tierra, y para regir el día y la noche, y para apartar la
Luz de la oscuridad.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
131
Todo está bajo el control y providencia amorosa de
nuestro Creador que nos sostiene en la espera de que vol-
vamos a Él.
Todos podemos ver la Luz y conocer lo que es la oscu-
ridad, aunque gran parte de la humanidad no lo haya enten-
dido. Jesús reprende a los fariseos y saduceos porque no
sabían distinguir las señales de los tiempos (Mt.16,2-4). Todo
lo veían desde el aspecto natural. Hoy nosotros ya podemos
ver cómo cada cosa creada es como un símbolo para ense-
ñarnos, como hemos visto aquí también, en las señales de
los tiempos detalladas especialmente.
Dios pone todos los medios para alumbrarnos.
Y vio Dios que estaba bien.
Y es que muchos se dejan llenar y viven en la Luz. La
humanidad puede ver la Luz a través de todo lo que está
bajo el firmamento, de todos los cuerpos celestes, aunque
aún se den momentos de tinieblas, y muchos no vean la Ver-
dad. Es por lo que también en este día se dice:
Y atardeció y amaneció: cuarto día.
La Verdad de la Creación en el Génesis
132
DÍA QUINTO
Simbolismo de los Animales Marinos y de las Aves
Dijo Dios: “Bullan las aguas de animales vivientes,
y aves revoloteen sobre la tierra
frente al firmamento celeste”.
Y creó Dios los grandes monstruos marinos
y todo animal viviente que repta
y que hace bullir las aguas, según sus especies,
y todas las aves con alas según sus especies.
Y vio Dios que estaba bien.
Y los bendijo Dios diciendo:
“Sed fecundos y multiplicaos,
y henchid las aguas de los mares,
y las aves crezcan en la tierra”.
Y atardeció y amaneció: día quinto.
(Gén.1,20-23)
Ahora en el quinto día Dios comienza a poblar “las
aguas de por debajo del firmamento” que había separado ya
en el día tercero (Gén.1,6-7).
Dijo Dios: “Bullan las aguas de animales vivientes”.
Las aguas simbolizan el estado de los creyentes. (Así
se ve en el segundo día de la creación, y en el aviso de la
segunda trompeta del Apocalipsis (Ap.8,8).
Y así dice Job hablando de Dios: “Los peces del mar te
lo declararán también” (Job.12,7-8). Los peces, los que viven
en el mar, son símbolo de los creyentes. Para declarar a Dios
hay que ser creyente. Ahí, en el mar, manda Jesús a pescar,
a remar mar adentro (Lc.5,4). El Apocalipsis nos dice que el
mar desaparecerá al final (Ap.21,1). Cuando así sea habrá ya
sido la manifestación gloriosa de Cristo a nivel universal. To-
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
133
dos lo verán (Ap.1,7). Y al hacerse real ya los que eran cre-
yentes dejarán de serlo (porque se cree lo que no se ve pero
no lo que es ya evidente). A ello se refiere la pregunta de
Jesús a la que no le habíamos encontrado respuesta: “Cuan-
do el Hijo del hombre venga ¿encontrará la fe sobre la tie-
rra?” (Lc.18,8). La respuesta es no. Ya la gloria de Dios se
vive; en ese momento es manifiesta.
Y aves revoloteen sobre la tierra frente al firmamento
celeste.
Es bueno destacar cómo dice Job (Job.12,7) que las
aves de los cielos te mostrarán a Dios, pues para ver las
aves de los cielos hemos de mirar hacia lo alto, y ahí pode-
mos ver las aves, como símbolo de los hombres que perciben
más de cerca su Presencia, de los que están en cercanía a
Dios. Y están simbolizando a los que viven una Vida en liber-
tad, por encima de ataduras, y que sirven también para que
otros miren a lo alto y busquen a Dios.
Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo
animal que repta y que hace bullir las aguas según sus espe-
cies.
En este medio que Dios nos ha concedido para ser pu-
rificados y regresar a Él, nos pone ante nuestros ojos los
animales marinos en todas las especies. De todos ellos si nos
fijamos, podríamos aprender algo, o mucho.
Para los que viven en el mar, para los creyentes, tam-
bién hay luchas. Ahí están los grandes monstruos marinos.
Ahí están también los animales que reptan. Aparentemente
el mar cuando está tranquilo parece “un oasis de paz y silen-
cio”, pero en él también hay lucha por la supervivencia, se
libran batallas por conservar la vida como entre los anima-
les en libertad de la tierra.
Esto nos advierte que así también nuestras almas de
creyentes han de luchar por conservar la verdadera Vida en
Dios, tienen que afrontar aquí luchas para permanecer en
La Verdad de la Creación en el Génesis
134
Dios, porque el enemigo está siempre al acecho para quitar-
nos la Vida y hacernos su presa.
Y Dios no sólo puebla el mar, sino que también crea
toda clase de aves en este día:
Y todas las aves con alas según sus especies.
Todas simbolizan algo para nuestras vidas, desde las
águilas que vuelan más alto, (de las que podemos aprender
de una vida más cercana a Dios), hasta las aves de corral
que vuelan casi a ras de tierra, como las más apegadas al
suelo, a lo cotidiano. Jesús, incluso en la gallina, ve su lado
tierno y dice que Él querría cobijarnos como una gallina cobi-
ja bajo sus alas a sus polluelos (Mt.23,37).
Simbolizan las aves a las almas que están entregadas
a la providencia de Dios, “porque las aves no siembran ni
riegan ni tienen graneros, pero nuestro Padre celestial las
alimenta” (Lc.12,24). Podemos ver en estos signos, la con-
fianza y descanso absoluto en la voluntad de Dios. El Apoca-
lipsis nombra al “cuarto viviente” como un águila en vuelo
(Ap.4,8), símbolo de apóstoles. También las nombra la Biblia
refiriéndose a los que se encumbran a sí mismos: “Aunque
alces como águila tu nido, de allí te haré descender yo”
(Jer.49,16).
Y como se nos dice en el Apocalipsis, también hay to-
da clase de aves inmundas y detestables (Ap.18,2). Simboli-
zan a los que se corrompen, comiendo de las abominaciones
del mundo, aunque tenían todo para disfrutar de la Vida tan
cercana a Dios. Los buitres nos sirven como símbolo de éstos
porque se alimentan de carroña: “Donde esté el cadáver allí
se reunirán los buitres” (Mt.24,28). Todo nos enseña para
que podamos distinguir y elegir nuestra forma de vivir. Toda
la naturaleza nos habla, y nos ayuda a buscar de Dios, nos
hace bien:
Y vio Dios que estaba bien.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
135
Dios conoce que el hombre puede entender lo que Él
le habla, haciéndole ver los seres del mar y las aves. Y el
hombre puede aprovechar esta lección magistral, y vivir en
Dios, creyéndole, en cercanía e intimidad en Él por encima de
las cosas.
Y los bendijo Dios diciendo: “Sed fecundos y multipli-
caos, y henchid las aguas de los mares”.
Dios bendice a los peces y las aves, simbólicamente,
los creyentes y los que viven en una cercanía a Dios, en la
vida mística, los elegidos; todos tienen la gracia de poder
vivir cerca de Dios, por encima de las cosas apegadas a la
tierra.
Pero no han de vivir sólo para sí mismos sino que lo
que Dios da es para que otros también puedan recibir. Eso
significa, “sed fecundos y multiplicaos y henchid las aguas de
los mares”.
Podemos “volar” cuando estamos tan cerca de Dios a
pesar de las limitaciones de nuestra condición humana, la
tierra que somos, pues no somos ángeles; pero hemos de
volver a ser tierra, a la realidad de lo cotidiano. Por esto
dice:
Las aves crezcan en la tierra.
Nuestro crecimiento es desde la tierra que somos;
nuestra realidad natural está aquí. Y nuestro alimento está
aquí, en el día a día que no podemos abandonar si queremos
crecer en Dios, pues Él lo dejó así dispuesto por su gracia.
Y aunque esta humanidad cayó en las tinieblas, puede
ver la Luz cuando mira a lo alto y ve tantos seres que disfru-
tan de la cercanía en Dios, porque se han abierto a recibir la
gracia que Dios les hace llegar por todos los medios. Y mu-
chos por medio de ellos han visto la Luz. Por esto se vuelve
a decir:
Y amaneció y atardeció: quinto día.
La Verdad de la Creación en el Génesis
136
DÍA SEXTO
Simbolismo de los Animales Terrestres
Dijo Dios:
“Produzca la tierra animales vivientes
según su especie
bestias, reptiles y alimañas terrestres
según su especie”.
Y así fue.
Hizo Dios las alimañas terrestres
según su especie,
y las bestias según su especie,
y los reptiles del suelo según su especie:
Y vio Dios que estaba bien.
(Gén.1,24-25)
Todo lo creado en la naturaleza está al servicio del
hombre. Aunque haya religiones que endiosen a la Tierra, el
poder está en Dios que es el autor de la naturaleza, y no en
la propia naturaleza, que sin Dios no existiría. El sentido de
toda la creación es que el hombre pueda ver a Dios a través
de ella, reconocerle como su creador.
Dios crea los animales terrestres, que son seres infe-
riores al hombre que tiene alma y espíritu a “imagen y seme-
janza de Dios”. Y ha puesto todo el mundo animal ante nues-
tros ojos para enseñarnos la diferencia entre una vida inferior
y nuestra vida en el espíritu, una vida superior a la de los
animales. Así podemos darnos cuenta que nuestra vida está
llamada a ser vivida en el espíritu y no a nivel de lo animal,
de la carne, como descubre Adán al ver a la Mujer, en el día
sexto (Gén.2.23). (Pág.191).
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
137
Conforme las aves se elevan a un nivel más alto, más
cerca de la Luz, los animales terrestres viven a ras del suelo
y ni siquiera miran hacia lo alto, aunque la Luz que llega a
toda la creación llegue también hasta ellos. Ellos caminan
mirando hacia abajo, no hacia arriba para ver de dónde pro-
cede la Luz.
Sirven como símbolo de todos aquéllos que se limitan
a la vida terrenal, a la vida de la carne, los que no ven que
Dios sopló sobre el hombre un “aliento de Vida”, el alma. Y
que el hombre tiene entendimiento para decidir desde su
voluntad y no sólo desde los instintos, como hacen los ani-
males.
El hombre puede fijarse en cuál es el comportamiento
propio de una vida animal, según las diferentes especies,
desde las fieras hasta los reptiles o las alimañas repulsivas.
Todos están ante sus ojos. Y de todo puede aprender, para
comprender qué actitud lo rebaja de su condición de ser es-
piritual, y cuánto puede reconocer de la belleza, armonía y
actitud de algunos animales, como el instinto de cuidar de los
hijos, lo mismo que la actitud de aquellos animales amigos
del hombre, como la docilidad o humildad de las ovejas, por
ejemplo.
Todo aporta Luz para que nos conozcamos, rehuse-
mos a la actitud meramente animal, y vivamos buscando la
actitud de los hijos de Dios. Ése es el hombre creado a ima-
gen y semejanza de Dios.
Como ejemplo la Biblia nombra entre otros tantos
animales, además de la serpiente símbolo del demonio, la
fuerza del búfalo (Sal.92,10); al ciervo que busca por las
aguas (Sal.42,1) como símbolo de purificación; al cordero
como símbolo de la redención (Jn.1,29); al león como símbo-
lo del poder: “Ha triunfado el león de la tribu de Judá”
(Ap.5,5); o a las ovejas que escuchan la voz del Buen Pastor
(Jn.10,11), etc.
La Verdad de la Creación en el Génesis
138
Dios nos está hablando a través de los animales crea-
dos, para que observando sus actitudes reconozcamos cómo
hemos de ser nosotros, los seres espirituales, los hijos de
Dios. No como “el perro que vuelve a su vómito” (2Pe.2,22)
como le sucede al pecador que después de ser libre de su
pecado vuelve a reincidir sin cuestionárselo siquiera, como
un hábito. Por esto vuelve a decir: guardaos de los perros,
guardaos de los malos (Flp.3,2), y también que en la Ciu-
dad Santa es negada la entrada a los perros (Ap.22, 15).
Así mismo nombra a otros animales, por ejemplo el
cerdo, como animal inmundo (Lv.11,7). Jesús dice: “No deis
a los perros lo que es santo ni echéis vuestras perlas a los
cerdos” (Mt.7,6). En el Apocalipsis están las visiones de las
dos bestias con características de diferentes animales
(Ap.13,1ss) y las langostas (Ap.9,3) entre otros.
Y son numerosas las veces que en la Biblia se nom-
bran animales para hacernos ver una verdad de índole espiri-
tual (Sal.50,9-11). Para ello nos ha sido dada toda la crea-
ción, y la Palabra nos la explica. Ésa es la misión: darnos Luz
y que así veamos el camino preparado para los hijos de Dios.
¿Cómo habríamos de ver sin todos esos símbolos de la
creación, que nos dan conocimiento para entender lo que
Dios nuestro Señor nos dice para ayudarnos en este peregri-
nar, y regresemos a Él?
Así podemos comparar, cuando el hombre actúa con
fiereza, con la violencia instintiva, cuando se arrastra al nivel
más bajo como los animales que serpean, o cuando vive en
la paz, en mansedumbre; cuando busca ser mejor, purificar-
se, etc. Si estudiáramos más de la vida de los animales, nos
sorprenderíamos de cuanto podemos descubrir en cuanto a la
actitud y al comportamiento peculiar de cada especie.
Y vio Dios que estaba bien.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
139
Y Dios ve que todos estos animales son útiles al hom-
bre y le aportan el conocimiento de su propia realidad y del
poder de Dios creador; su existencia habría de ser beneficio-
sa para el hombre, le daría Luz.
Todos estos animales terrestres son símbolo de aqué-
llos a los que se hace referencia en el cuarto país donde se
encuentran los que están fuera de los límites de la tierra
prometida, al otro margen del río Éufrates. Son de los que se
nombran también en el Apocalipsis (como se explica en la
pág. 37).
Termina diciendo, que vio Dios que estaba bien. Hace
como una separación aquí para ellos, pone punto final a esta
primera parte del día sexto. Y empieza a describir luego, la
creación de los seres humanos.
Toda la creación habla, y así lo entendió Job que re-
conoció a Dios a través de ella, afirmando:
“Y en efecto, pregunta a las bestias
y ellas te enseñarán,
a las aves de los cielos y ellas te lo mostrarán;
o habla a la tierra, y ella te enseñará;
los peces del mar te lo declararán también”.
(Job.12,7-8)
Todo cuanto nos rodea, los animales desde las bestias
(Jl.2,22), las aves y peces, todos los vegetales, y hasta la
misma tierra, se nos muestra para además de ver la mano
poderosa de Dios, como signo de un lenguaje de entendi-
miento que nos enseña a relacionarnos con Él.
Todo lo creado hasta aquí ha sido de gracia para el
hombre; la finalidad es que el hombre se salve. El dueño de
todo lo creado es Dios. Todo es suyo. Y al hombre le ha
hecho administrador de cuanto ha puesto a su servicio. Así lo
La Verdad de la Creación en el Génesis
140
vamos a ir viendo en el relato del hombre terrenal, que sigue
a continuación.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
141
TEMA VI
EL HOMBRE TERRENAL
Primer Relato (Gén.1,26-31) Segundo Relato (Gén.2,5-7 y 18-25)
La Verdad de la Creación en el Génesis
142
Primer Relato de Vida Terrenal del Ser Humano en el Día Sexto
Segundo Relato de la Vida Terrenal del Ser Humano
El Alma Aliento de Vida
Una Ayuda Adecuada:
Un Lenguaje de Comunicación
El Hombre Reconoce a la Iglesia
Una Vida Nueva
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
143
EL HOMBRE TERRENAL
Primer Relato de la Vida Terrenal del Ser Humano en el Día Sexto
Y dijo Dios:
“Hagamos al ser humano a nuestra imagen,
como semejanza nuestra
y mande en los peces del mar
y en las aves de los cielos,
y en las bestias y en todas las alimañas terrestres,
y en todas las sierpes que serpean por la tierra”.
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya,
a imagen de Dios le creó,
varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
“Sed fecundos y multiplicaos
y henchid la tierra y sometedla;
mandad en los peces del mar
y en las aves de los cielos
y en todo animal que serpea sobre la tierra”.
Dijo Dios:
“Ved que os he dado toda hierba de semilla
que existe sobre la haz de la tierra,
así como todo árbol que lleva fruto de semilla;
para vosotros será de alimento”.
“Y a todo animal terrestre
y a toda ave de los cielos
y a toda sierpe de sobre la tierra,
animada de vida,
toda la hierba verde les doy de alimento”.
Y así fue.
Vio Dios cuanto había hecho
La Verdad de la Creación en el Génesis
144
y todo estaba muy bien.
Y atardeció y amaneció: día sexto.
(Gén.1,24-30)
Dios que se compadeció de nosotros, nos da ahora
(conforme nos dicen estos versículos y los que siguen) esta
forma de vida terrenal, este peregrinaje en el que nos encon-
tramos, para que recuperemos ayudados por su gracia, nues-
tra verdadera Vida, nuestra verdadera Patria, porque nuestra
verdadera patria no es la tierra en la que habitamos, sino
que nuestra auténtica ciudadanía es el cielo. Cada uno es de
donde nació (Flp.3,20). Allí fuimos creados, en el jardín de
Edén, allí habíamos nacido, como seres espirituales.
Abrahám añoraba la Patria celestial, y se sentía como extran-
jero porque aspiraba “la ciudad que tiene los fundamentos
cuyo arquitecto es Dios” (Hb.11,10).
El hombre aquí no se siente completamente feliz en
esta vida terrenal, sino que nuestro ser aspira nuestra ver-
dadera patria: “una patria mejor, la celestial”. Somos aquí
“peregrinos, extranjeros sobre la tierra” (Hb.11,13-16).
Ahora en este Tema VI veremos cómo Dios va a ir
dando a todos aquellos seres caídos en la confusión del pe-
cado, que éramos todos nosotros, cuanto precisamos para
que podamos recobrar los bienes perdidos y recuperar, por
su gracia, nuestra verdadera ciudadanía celestial. Y comienza
infundiéndole al hombre su imagen y semejanza, para que
aspire a ser en cuanto Él Es.
Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como se-
mejanza nuestra.
El ser humano ha sido creado a imagen de Dios como
reflejo de lo que Él Es: reflejo del Amor, de la Verdad, de la
Vida, del poder… Esta imagen y semejanza no es en el cuer-
po pues Dios no es cuerpo material. Así que creó nuestra
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
145
realidad humana, para lo que nos da un alma y con su gracia
comencemos el camino de retorno a la Vida eterna.
Recordemos que hoy el ser humano es un espíritu que
tiene un alma, (1Tes.5,23) y que está en un cuerpo material
mientras está aquí (1Cor.3,16). Nuestro espíritu había perdi-
do la identidad con Dios porque se había alejado de Él por el
pecado, y es entonces cuando Dios le infunde el alma, la que
le da la imagen y semejanza con su Creador para levantarlo
del polvo, de la nada.
La semejanza se nos da por “el aliento de Vida de
Dios”. Y el cuerpo, como medio para permanecer aquí en
este estado, y para que por medio de él diferenciemos mejor
nuestra realidad espiritual. A través del cuerpo, de su estruc-
tura y funcionamiento, podemos conocer más lo que en ver-
dad somos.
Que nuestros espíritus caídos por desobediencia en las
tinieblas, van a recibir “el aliento de Dios” el alma que infun-
dió en cada uno de nosotros para llevarnos a la resurrección,
lo vamos a ver luego en el “Segundo Relato de la Creación
del Hombre” (Gén.2,7).
Y es a este hombre, imagen y semejanza de Dios, al
que le concede su creador el dominio sobre todo lo creado.
Nada puede sobre el hombre cuando el hombre vive en Dios:
Y mande en los peces del mar y en las aves de los cie-
los, y en todas las bestias y en todas las alimañas terrestres,
y en todas las sierpes que serpean por la tierra.
Dentro de la lectura espiritual que estamos siguiendo
sobre todo lo creado, y el simbolismo que hemos visto sobre
los seres creados, veamos también que el dominio está sobre
todo lo que se refiere a la Vida de nuestras almas. Nada de lo
que nos rodea, nada que pueda llegar a nosotros, tiene poder
sobre nosotros. Dios da al hombre las armas que precisa en
esta lucha en la que estamos inmersos (Ef.6,10-18).
La Verdad de la Creación en el Génesis
146
Pero este poder y autoridad que Dios da al hombre
para que sea vencedor en esta lucha, lo puede perder y ser
entonces él mismo dominado por cuanto él habría de domi-
nar.
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó.
Habíamos visto que Dios nos creó y nos colocó en el
jardín de Edén. Entonces éramos sólo seres espirituales, que
luego abandonamos a Dios por la desobediencia y perdimos
la Vida en Él. Antes de este momento no éramos varones o
hembras, porque el espíritu no contiene esta diferencia que
es natural, meramente humana.
Es ahora en este versículo cuando se nos dice que
Dios nos dio esta vida terrenal como seres humanos, y es
cuando se nos llama varón y hembra. Nos da Dios esta vida
como gracia para recuperar la Vida en Él, como hemos visto
ya.
Creó Dios al ser humano (a la humanidad entera) y al
crearlo en su condición humana, concibió señalar una dife-
rencia que nos hiciera ver que ambos transgredimos de dis-
tinta forma el mandamiento de Dios. Ésa es la diferencia
entre varón y hembra, entre todos los seres que formamos
esta humanidad. El ser humano es, varón y hembra.
Y el ser humano (tanto los seres que se acercaron vo-
luntariamente al árbol prohibido, como los que aceptaron la
invitación de aquéllos) recibe entonces, según la providencia
de Dios que conoce cuanto necesita cada uno, la condición de
varón y hembra con la que hoy nos conocemos, ambos con
sus dones inherentes. Pero todos a imagen y semejanza de
Dios, todos hermanos en Cristo.
Y los bendijo Dios y les dijo: “Sed fecundos y multipli-
caos y llenad la tierra y sometedla”.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
147
(Recordemos aquí que en hebreo los términos Adam
que significa hombre o humanidad, y adama que significa
tierra tienen la misma raíz).
Nosotros somos esa tierra que ha de ser fecunda para
dar frutos de Vida. Eso es multiplicarnos. Hemos de llenarnos
de la Vida, y someter en nosotros todo lo que no es Vida.
Tenemos el poder para vencer todo lo que venga en contra
de nuestra salvación, y de someter nuestra carne, nuestra
propia humanidad, nuestra tierra seca, para que el alma re-
viva y el espíritu sea libertado de las tinieblas que pueden
llevarlo a la Muerte. Para ello no estamos solos sino que te-
nemos el poder que Dios nos ha dado:
“Mandad en los peces del mar y en las aves de los cie-
los y en todo animal que serpea sobre la tierra”.
Tenemos la autoridad que nos confiere el ser hijos de
Dios (Jn.1,12). Y podemos mandar con poder sobre todo lo
que Dios ha puesto bajo nuestro dominio, que siguiendo
también la lectura espiritual de la creación, vemos que no se
limita a la realidad natural, sino a lo que significa para nues-
tra vida espiritual cada uno de los signos que se desprende
de todo lo creado.
Esta autoridad sobre todo ello, es la autoridad en el
espíritu, pues cuando el ser humano vive en el espíritu tiene
poder para vencer sobre todo. El hombre puede superar su
condición pecadora incluso aquél que está al nivel ínfimo de
los que se arrastran, como simbolizan las sierpes (toda la
familia de la serpiente símbolo del demonio); puede el hom-
bre dominar sus bajos instintos, el nivel animal de los que
están siendo dominados por la carne. Esto simbolizan los
animales terrestres.
Y puede dominar todo esto, para entrar en la vida de
los creyentes (los peces) y aún elevarse más cerca de Dios
(las aves). Un camino a la inversa de cómo fueron apare-
La Verdad de la Creación en el Génesis
148
ciendo los animales en este relato, porque aquél fue un ca-
mino de descenso y éste es el camino de retorno a Dios.
Dios da autoridad y dominio al hombre teniendo en
cuenta la condición específica de cada uno, a nivel espiritual.
Y también a nivel natural, sobre todos los animales creados,
porque el hombre es superior a todos ellos, conforme hemos
visto en los anteriores días de la creación.
Pero para superar esa limitación de su naturaleza, el
hombre ha de alimentarse de cuanto Dios le da. El alimento
del hombre es este:
Dijo Dios: “Ved que os he dado toda hierba de semilla
que existe sobre la haz de la tierra, así como todo árbol que
lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento”.
Toda hierba simboliza todo lo humilde y sencillo. Dios
dice que sea ese nuestro alimento.
Jesús nos dice: “Aprended de mí que soy manso y
humilde de corazón” (Mt.11,29).
La semilla aquí es el germen de la Vida en Dios. En la
parábola del sembrador Jesús enseña que la semilla es la
Palabra (Lc.8,11). Dios nos da la Palabra para todos, y po-
demos aprender de los más pequeños como la hierba, o los
más crecidos como los árboles. Y así unos y otros podemos
ser instrumentos por los que la Verdad sea sembrada y ali-
mente a los demás.
Su Palabra alimenta a todo el que la come, a todo el
que la vive.
“Y a todo animal terrestre y a toda ave de los cielos y
a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida, toda la
hierba verde les doy de alimento”.
No excluye del alimento a ninguno de los seres crea-
dos en el quinto y sexto día. Del significado simbólico es de
lo que estamos tratando y que ya hemos visto. Lo hemos
comparado con nuestra situación, actitud y comportamiento
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
149
como seres humanos en el orden espiritual. A todos, en este
sentido espiritual, nos da Dios la semilla de la Palabra que
alimenta, fortalece, y hace crecer nuestras almas hacia Él, y
así conservar la Vida que nos lleva a la salvación.
Incluso los animales terrestres, símbolo de los que no
buscan a Dios, sino que miran siempre el suelo “que el hom-
bre hizo maldito por su causa”, también éstos pueden ali-
mentarse de la semilla de la Palabra, para levantarse y resu-
citar en Cristo. Él vino a salvarnos a todos, hasta toda sierpe.
Y a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida,
toda la hierba verde les doy de alimento.
Pero añade: Animada de vida. Eso no lo dice de los
otros animales. Y es porque éstos simbolizan a los hombres
que están negados totalmente a recibir la Vida, están a ras
del suelo, el nivel más bajo, como la serpiente, pero pueden
recobrar la Vida.
Hemos de observar aquí en este versículo, que según
hemos visto ya, estas sierpes simbolizan a los que están
abiertamente en contra de Dios, los que están al otro lado
del río Éufrates (Gén.2,14). Porque la serpiente es símbolo
del demonio. Pero al decir a toda sierpe animada de vida, no
se está refiriendo a los demonios, sino a los que recibieron
“el aliento de Vida”, el alma, es decir, simbólicamente a los
hombres que aunque estén tan alejados, Dios respeta su
libertad y espera para que se vuelvan a Él. Así es, que en-
tonces también a ellos Dios les da el alimento.
Cristo vino a darnos la Palabra a todos, y todos po-
demos ser salvados. La decisión es personal.
Y así fue.
Todo cuanto la Palabra dice siempre se cumple, y los
hombres reciben el alimento.
Vio Dios cuanto había hecho y todo estaba muy bien.
En los otros días Dios vio que estaba bien. Ahora en
este sexto día dice que estaba muy bien. Todo lo creado para
La Verdad de la Creación en el Génesis
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dar Luz al hombre, está completo. Es la culminación de una
obra perfecta, creada para nosotros.
Y el hombre puede dominar sobre todo lo que Dios
puso aquí como medio para ver la Luz, volverse a Dios, y ser
resucitado. Pero aún así muchos no han visto, y necesitan
resucitar a la Vida. Por eso también se dice en este día:
Y atardeció y amaneció: día sexto.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
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Segundo Relato de la Creación del Ser Humano
El Alma Aliento de Vida
El día en que hizo Yahveh Dios
la tierra y los cielos,
no había aún en la tierra
arbusto alguno del campo,
y ninguna hierba del campo
había germinado todavía,
pues Yahveh Dios
no había hecho llover sobre la tierra,
ni había hombre que labrara el suelo.
Pero un manantial brotaba de la tierra,
y regaba toda la superficie del suelo.
Entonces Yahveh Dios formó al hombre
con polvo del suelo,
e insufló en sus narices aliento de vida,
y resultó el hombre un ser viviente.
(Gén2,5-7)
El día que hizo Dios el cielo y la tierra, son palabras
que están haciendo referencia a lo que dice el comienzo del
relato de la creación: “En el principio creó Dios el cielo y la
tierra” (Gén.1,1). Fue antes de que empezaran los seis días
de la creación, cuando Dios nos concedió levantarnos del
estado de pecado, para que por medio de este estado de
humanidad seamos tierra que pudiera luego ser regada por
su gracia, por su Palabra. Por esto aquí se dice:
No había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y
ninguna hierba había germinado todavía.
Siguiendo este relato de la creación, Dios iba a crear
la vegetación el cuarto día, cuando preparaba nuestro medio
de adaptación y crecimiento, para enseñarnos que se da un
La Verdad de la Creación en el Génesis
152
proceso en nuestro caminar. Aquí se nos dice que estaba
latente una Vida nueva para nosotros.
Pues Yahveh Dios no había hecho llover sobre la tie-
rra.
Sin embargo teníamos concedida esta vida que es la
capacidad de ser tierra para ser regada y que germine en
nosotros la Vida que da frutos; pero aún en el principio no
había llegado el hombre terrenal, que sería colocado por Dios
aquí en el día sexto, después de toda la creación preparada
para él. Por eso continúa diciendo que:
Ni había hombre que labrara el suelo.
Sería después de darnos esta vida como seres huma-
nos, cuando habríamos de empezar a trabajar, ayudados por
su gracia para desprendernos de todo lo que habíamos traí-
do, porque aún no había germinado en nosotros la Vida. Así
que se dice:
Pero un manantial brotaba de la tierra y regaba toda
la superficie del suelo.
Desde el principio, aunque estábamos en las tinieblas
por el pecado, Dios estaba con su Espíritu sobre nosotros, y
nos dio la gracia de ser regados, de aceptar y tener dentro
de nosotros mismos el agua que nos purifica, el agua que
Cristo nos da para resucitar en Él. Ése es el manantial que
brotaba de la tierra.
Hace diferencia este relato entre tierra y suelo. Tierra
se refiere a nosotros, a nuestra vida aquí. Y suelo, el tope
inferior en nuestro descenso desde el “jardín de Edén” sobre
lo que hoy estamos, lo humano, sobre toda la contaminación
con la maldad, con las tinieblas; pero no están sobre noso-
tros sino nosotros por encima del suelo sobre el que nos en-
contramos ahora.
Porque “el suelo lo hicimos maldito por nuestra cau-
sa”, pero la tierra que somos, recibe la bendición: un manan-
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
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tial brotaba de la tierra. La bendición de tener el manantial
que brota desde nuestro interior cuando somos en Cristo. La
Palabra dice: “De su interior brotarán ríos de agua viva”
(Jn.7,38). Si nos llenamos de Cristo, bebemos del agua que
Él nos da.
Y cuando cada uno de nosotros se deja regar por esta
bendición para ser limpio, entonces el suelo, que comprende
las dificultades que conllevan luchas, también es una bendi-
ción para nosotros (Dt.7,12) porque la lucha nos fortalece, y
cada victoria sobre lo maldito nos anima a seguir adelante, a
buscar más de Dios. Por esto se dice, que este manantial que
brota desde nosotros, desde la tierra que somos, regaba toda
la superficie del suelo.
Así lo concibió Dios desde el principio en que su Espíri-
tu aleteaba sobre nosotros, sobre la tierra que era “caos,
confusión y oscuridad” (Gén.1,2). Y después de todas estas
capacidades que concibió Dios para nosotros, llegó el mo-
mento en que se hace realidad nuestra condición humana.
Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del
suelo, e insufló en sus narices aliento de Vida, y resultó el
hombre un ser viviente.
El polvo no se refiere a que Dios creara nuestros
cuerpos del polvo de aquí sino que polvo es nuestra condi-
ción de seres despojados de todos los bienes; no teníamos
nada, ningún valor. El polvo no sirve, se desecha, no permanece,
deteriora y pudre. Y si Dios por su gran Amor no se hubiese
compadecido de nosotros, no seríamos nada. Pero esa nada
en que nos habíamos convertido Dios la toma y le infunde su
aliento de Vida.
Y por el aliento de Vida en nosotros, que son nuestras
almas, el espíritu del hombre va a poder comprender su si-
tuación, entender cuanto Dios le dice para ir guiándolo, y
por su libre voluntad ser salvado, ya que Dios le sigue dando
la libertad. Además, por sus propias experiencias puede
La Verdad de la Creación en el Génesis
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aprender en el camino, porque por ellas cada uno puede re-
cordar, que cuando vive en Dios es libre, y en el pecado es
esclavo. Esto si ha tenido un encuentro con Dios.
Cuando el hombre busca la Verdad, la Luz, y se hace
pobre, el alma es libre y todo es nuevo, todo en él se hace
lleno de Dios.
Porque el alma nos fue dada para llevar al espíritu a
la Vida y ser luego uno en Dios. El hombre es semejante a
Dios si vive en el Amor y en la Verdad, porque en ello está la
Vida.
Nos puede servir para comprender mejor este segun-
do relato del hombre terrenal, la visión que tuvo el profeta
Ezequiel sobre el valle de los huesos secos, donde todo era
muerte, y la Palabra de Dios infunde en ellos la Vida. Y se
levantaron y era un gran ejército (Ezq.37).
Igual en este relato del Génesis, a nuestros espíritus
que habían perdido la Vida, Dios insufló en sus narices alien-
to de Vida que son nuestras almas, y luego nos recubre del
“vestido de sayal” que son nuestros cuerpos (Gén.3,21).
Donde parecía que iba a reinar la Muerte, el aliento de Dios
infundió Vida.
Es evidente que la palabra hombre sigue teniendo el
significado de humanidad. Porque si la consideráramos como
sinónimo de varón, resultaría que el varón tendría alma y la
mujer, (que fue creada después y que según la descripción
literal de este relato salió “de la costilla del hombre”) no
tendría alma. No se dice expresamente en este relato que
Dios insuflara aliento de Vida en la mujer.
(Según parece eso es lo que creía el hombre de los
primeros tiempos). La verdad es que Dios dio su aliento de
Vida, infundió un alma, a toda la humanidad, al hombre, al
ser humano, tanto a los varones como a las hembras.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
155
El significado espiritual más amplio de la palabra mu-
jer lo veremos en los siguientes versículos.
Una Ayuda Adecuada
Un Lenguaje de Comunicación con Dios
Dijo luego Yahveh Dios:
“No es bueno que el hombre esté solo.
Voy a hacerle una ayuda adecuada”.
Y Yahveh Dios formó del suelo
todos los animales del campo
y todas las aves del cielo
y los llevó ante el hombre
para ver cómo los llamaba
y para que cada ser viviente
tuviese el nombre que el hombre le diera.
El hombre puso nombre a todos los ganados,
a las aves del cielo
y a todos los animales del campo,
más para él no encontró una ayuda adecuada.
(Gén.2,18-20)
A este hombre terrenal, Dios le había dado el alma y
lo había vestido con el cuerpo, como “túnicas de piel”.
Dijo luego Yahveh Dios: “No es bueno que el hombre
esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”.
Mas Dios tenía preparado para el hombre algo más. Y
siguió dotando al hombre que había creado de cuanto le era
necesario para cerciorarse de su situación, ver, y así luego,
usando todos estos elementos de la creación, poder relacio-
narse con su creador.
La Verdad de la Creación en el Génesis
156
Y así se inicia para el hombre una ayuda adecuada.
Primero, haciendo pasar ante sus ojos a todos los animales
que había creado a los cuales habría de ponerles nombre. Lo
que significa que Dios da al hombre la capacidad de diferen-
ciar y discernir.
Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del
campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre
para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tu-
viese el nombre que el hombre le diera.
De nuevo se confirma en estos versículos lo que se ha
ido viendo en el relato de los seis días de la creación. Cada
uno de los seres creados sirve de signo a través de los cuales
el hombre puede “leer”, y servirle de base de un lenguaje por
el que también su creador le habla. Es como un pacto de en-
tendimiento entre Dios y el hombre. Así se ve a través de
toda la Biblia, cómo son usados todos los elementos de la
creación.
Aún para completar este entendimiento con su crea-
dor, le faltaba el poder hablar. Entonces Dios le da al hombre
la capacidad de hablar. Y comienza así:
El hombre puso nombre a todos los ganados, a
las aves del cielo y a todos los animales del campo.
Desde su limitación el hombre observa las ca-
racterísticas propias de cada animal, le da nombre adecuado,
y con ello comienza el diálogo con Dios, una comunicación
con su creador, que le había puesto delante todos los signos
y le capacita para nombrarlos.
El hombre ve que todo es armonía y belleza en todo
cuanto Dios ha creado; ve las peculiaridades, comportamien-
to y diferencia entre las distintas especies. Pero no ve qué
hace él en medio de todos aquellos seres; no se siente igual
que ellos, siente que necesita más, no se siente completo
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
157
estando limitado a una naturaleza animal. Por eso dice este
versículo:
Mas para él no encontró una ayuda adecuada.
El espíritu del hombre tiende a la unidad con su crea-
dor. Dios había vivificado el espíritu del hombre que venía
envuelto en las tinieblas, cuando sopló sobre él infundiéndole
“un aliento de Vida”, un alma. Y Dios ve su anhelo, su nece-
sidad. El hombre no se encontraba a la altura de aquéllos
seres vivientes. El hombre no se conforma con una vida car-
nal, su espíritu demanda algo más; Dios le atrae poderosa-
mente, su alma anhela más de Dios (Ef.4,24). No había sido
creado para una vida a nivel natural, animal. Pero en aras a
la libertad que Dios le concedió era necesario que el hombre
decidiera buscar a Dios.
Y Dios le responde al hombre, a la humanidad, dándo-
le la ayuda adecuada, el complemento, para que se eleve de
su condición humana, a la de ser un ser espiritual, para así
reencontrarse con su Creador.
Esa ayuda adecuada es la Iglesia (la Mujer simboliza a
la iglesia). Y el hombre es iglesia cuando cada uno está en
comunión con Cristo, que lo lleva al encuentro con el Padre.
Es en esta situación en la que nos encontramos aho-
ra, en la que cada uno de nosotros hemos de decidir buscar a
Dios. Él está siempre anhelando que vivamos en Él, que
seamos hoy morada suya, templo suyo, que cada uno sea
iglesia. Es de lo que nos hablan los siguientes versículos.
La Verdad de la Creación en el Génesis
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Una Ayuda Adecuada
El Hombre Reconoce a la Iglesia
Entonces Yahveh Dios hizo caer
un profundo sueño sobre el hombre,
el cual se durmió.
Y tomó una de sus costillas,
rellenando el vacío con carne.
De la costilla que Yahveh Dios
había tomado del hombre
formó una mujer y la llevó ante el hombre
Entonces éste exclamó:
“Esta vez sí que es hueso de mis huesos
y carne de mi carne.
Ésta será llamada mujer,
porque del varón ha sido tomada”.
(Gén.2,21-25)
En el orden espiritual y considerando a la Mujer como
Iglesia, este profundo sueño es la experiencia mística, cuan-
do el hombre se entrega totalmente a Dios, descansa en Él, y
cambia radicalmente, para amanecer a una vida nueva, por
encima de su condición puramente natural, y vivir una vida
espiritual (2Cor.17). Esto significa el sueño profundo: el des-
canso en Dios.
Y así se da un encuentro con la Presencia de Dios, no
desde la carne, sino desde el Espíritu que da Vida, cuando el
hombre cae en un profundo sueño.
Ahora vemos en el siguiente versículo, que libre de la
limitación de su mente, abandonado al quehacer de Dios en
él, recibe el cambio, para ser “hombre nuevo”:
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
159
Y le quitó una de sus costillas rellenando el vacío con
carne.
El hombre que venía vacío, despojado, porque había
perdido todos los bienes, ahora recibe su naturaleza huma-
na, que es carne.
Y en este caminar, cuando el hombre descansa en
Dios y le entrega lo que tiene (simbolizado en la costilla) ya
no hay vacío, porque Dios cubre con creces todo vacío; lo
conforta, consuela, le da la fuerza, la fortaleza, lo cubre de
carne, es decir, lo suple con todo lo que desde su estado te-
rrenal, desde su limitación, precisa aquí para vivir en plenitud
desde su condición natural. Siempre Dios provee por su San-
to Espíritu, que viene siempre en nuestra ayuda (2Cor.1, 4).
Para estar en unidad con Dios el hombre ha de despo-
jarse de sí mismo, de lo superfluo de su propia condición, de
lo que no le es necesario en su camino espiritual.
De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hom-
bre formó una mujer y la llevó ante el hombre.
Es aquí, en este momento, en la entrega total del
hombre (de cada uno), cuando la promesa anunciada desde
el primer instante de la caída de esta humanidad, la promesa
que se hizo antes de la creación del mundo (Gén.1,3), llega a
realizarse en el hombre: cuando el Primogénito de toda la
creación se hace real en nosotros (Col.1,15), y así nace la
comunión con Dios, nace la Mujer, nace la Iglesia.
Eso significan estas palabras: Dios formó una mujer y
la llevó ante el hombre.
La mujer (con minúscula) se refiere a la mujer que
inició el pecado en la humanidad, como ya hemos visto. Y la
Mujer (con mayúscula) en sentido espiritual que es de lo que
está tratando este libro, se refiere a la Iglesia. La finalidad de
cuanto Dios hasta ahora había hecho para levantar al hombre
caído, es que el hombre reciba a Cristo. Pero faltaba algo
más, y era la comunión del hombre con Dios. Cuando el
La Verdad de la Creación en el Génesis
160
hombre está en comunión con Dios, es iglesia. Si el hombre
recibe a Cristo, ya no es hombre caído, es iglesia, templo de
Cristo, vive en Cristo.
Y el hombre, en este relato, descubre que ser iglesia,
estar en comunión con Dios, es su verdadera realidad, su
verdadera identidad, su anhelo colmado. Y dice estas pala-
bras de júbilo:
“Ésta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de
mi carne”.
Es hueso de mis huesos, pues conforme el cuerpo se
sostiene por los huesos como soporte principal, así el espíritu
del hombre es sostenido al ser iglesia.
Al pasar de ser hombre caído en el pecado, a ser igle-
sia, al sentirse en unidad en la Verdad, en Cristo, ve que en
él está el poder, la fortaleza, que ahora puede avanzar hacia
el Padre.
Y siente también que ella es carne de su carne, que le
ha sido dada su condición humana para ser en ella y ella en
él. Él para ser iglesia y la iglesia para ser en él. Siente que es
comprendido, aceptado en su condición de hombre pecador
que entregado a Dios recibe la gracia de ser hombre nuevo
(Jn.3,3-7), de ser nueva criatura en Cristo (2Cor.5,17).
“Esta será llamada Mujer porque del varón ha sido
tomada”.
La Iglesia, la Mujer, nace de Cristo al que se llama
Varón de dolores (Is.53,3); nace del Amor y la compasión de
Dios que entregó a su Hijo para rescatarnos del pecado, y
nace de la necesidad del hombre para ser salvado, ya que si
la humanidad no hubiese pecado no habría sido necesaria la
redención ni que tuviéramos que ser iglesia, sino que estar-
íamos ya en la gloria del Padre, a la que ascendieron los se-
res que siguieron el camino del primer río que salía desde el
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
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Jardín de Edén (Gén.2,11-12) hacia una gloria mayor porque
eligieron vivir en Dios y no escucharon la voz del demonio.
A todos nosotros, que desde el jardín de Edén, toma-
mos los otros caminos que nos alejaron de Dios, se nos da
la gracia de unirnos en Cristo y así, siendo iglesia, seguir el
Camino que Dios preparó para rescatarnos.
Y para ser iglesia, el hombre habrá dejado atrás todo
lo anterior, todos sus pecados, y comienza una Vida nueva,
porque el que se une al Señor un espíritu es con Él
(1Cor.6,16-17).
Una Vida Nueva
Por eso deja el hombre
a su padre y a su madre
y se une a su mujer,
y se hacen una sola carne.
Estaban ambos desnudos,
el hombre y su mujer,
pero no se avergonzaban
el uno del otro.
(Gén. 2,21-25)
Si observamos este versículo, vemos que no se dice
en él que la mujer tenga que abandonar a su padre y a su
madre, sino que dice:
Por eso el hombre deja a su padre y a su madre.
Queda confirmada así una vez más que hombre signi-
fica humanidad, y no varón. Sin embargo, todos, tanto los
hombres como las mujeres, en el orden natural hemos de
abandonar a nuestros padres. Se nos está diciendo con estos
versículos que no somos dos clases de seres diferentes sino
que en nuestra realidad natural, los dos somos una sola car-
La Verdad de la Creación en el Génesis
162
ne, que somos lo mismo uno que el otro: somos todos seres
espirituales caídos en el pecado que hemos venido a ser
humanidad por la misericordia de Dios.
Pero hablando en el orden espiritual, que es la misión
de esta revelación, se nos advierte también que hemos de
abandonar al padre y a la madre.
Pero ¿quiénes son el padre y la madre que hemos de
abandonar? Es que en nuestra realidad espiritual, cuando
cada uno es una nueva criatura en Cristo, cuando el hombre
se hace iglesia, habrá abandonado al que lo hizo en el peca-
do; abandona al padre de todo pecado, al padre del engaño,
de la mentira (Jn.8,44). Y abandona a “la madre de los vi-
vientes”, a Eva, la mujer, que es su situación de pecado.
Abandona el estado de pecado que concibió, que engendró
(Gén.3,20).
Ésos son el padre y la madre que aquí se nombran y
que hay que abandonar si queremos, unidos a Cristo, ser
iglesia y así estar en el camino de salvación, porque cada
uno de nosotros está llamado a abandonar todo su pasado de
pecado para unirse a Cristo, ser iglesia, que ya hemos visto
que es la Mujer. Y la identificación es mutua entre el hombre
y la Mujer:
Se une a su mujer, y se hacen una sola carne.
En el orden espiritual, el hombre se une a la Mujer al
ser iglesia. Y la Iglesia, la Mujer, se une al hombre cuando el
hombre vive en Cristo. Es una identificación mutua:
Estaban ambos desnudos, el hombre y su Mujer, pero
no se avergonzaban uno del otro.
El hombre nuevo puede verse en su condición anterior
como pecador y ya no se avergüenza; de nada se avergüen-
za (que es lo que el enemigo intenta para que no nos encon-
tremos con Cristo) sino que siente el arrepentimiento, el
perdón y la alegría de ser libre. Ha visto la Verdad y que lo
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
163
que por sí mismo no puede, Cristo lo puede en él (Flp.4,13).
Es un hombre nuevo (Ef.4,22-24) se ha desprendido de lo
humano, de las obras de la carne y es un hombre espiritual.
Por esto ya no se avergüenzan el uno del otro: El hombre
viejo (el hombre pecador) y el hombre nuevo (el hombre
resucitado en Cristo). Así es como el hombre es iglesia.
En el primer pecado en el Edén, el hombre se esconde
de la Presencia de Dios, tuvo miedo y se cubrió, porque se
sentía vacío, desnudo. Era una actitud de sentirse avergon-
zado ante Dios, porque intentó cubrirse “con hojas de higue-
ra”. El hombre envuelto en el pecado no quiere ver a Dios.
Muchos hoy no quieren saber de Dios, no buscan a
Dios, no quieren que se les hable de Dios; aunque la Luz del
mundo vino para todos, los hombres no han querido verla
para que no queden al descubierto sus propios pecados: “Vi-
no a la Luz al mundo pero los hombres amaron más las tinie-
blas que la Luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el
que obra mal aborrece a Luz y no va a la Luz para que sus
obras no sean censuradas” (Jn.3,19-20). Pero cuando el
hombre se convierte de hombre carnal para ser iglesia,
cuando busca la Verdad, va a la Luz “para que quede mani-
fiesto que sus obras están hechas según Dios”, dice Jesús
(Jn.3,21).
Vemos que estos últimos versículos se refieren a la
iglesia que es cada uno y también la Iglesia como pueblo de
Dios, formado por cada uno que vive en Dios, como comuni-
dad de los que viven en comunión con Cristo.
Jesús en los últimos momentos en la cruz señala a
María como la Mujer, como imagen o símbolo de la Iglesia,
conforme se ha visto también en el capítulo XII del Apocalip-
sis. Y le dice a María: “Mujer ahí tienes a tu hijo”. Y al discí-
pulo Juan, que representa a los hijos de Dios, le dice: “Hijo
ahí tienes a tu Madre” (Jn.19,26-27). Con estas palabras nos
La Verdad de la Creación en el Génesis
164
presenta Jesús a la Iglesia, la Mujer, que como Madre, nos
cobija a todos los que busquemos la Luz, la Verdad, a Cristo.
Es el abrazo de la parábola del hijo pródigo que citá-
bamos al principio (Pág.23). Entonces hacía referencia a la
decisión que tomamos de apartarnos de Dios dejando todos
los bienes que nos había dado. Ahora se refiere al final de
esta historia, cuando el padre recibe al hijo que lo había
abandonado y malgastado todos los bienes que le había da-
do. No reparó en recibirlo aún estando maloliente del camino
(Lc.15,11-32).
Así Cristo recibe a todo el que se le acerca, lo hace
iglesia, para llevarlo de su mano ante el Padre, ahora que
aún estamos en este “año de gracia” pues en la gloria eterna
no puede entrar nada impuro (Mt.25,31-46).
Con ello Dios nos llama a ser resucitados siendo en
Cristo, siendo iglesia. Y es Dios Padre creador, que ama a
todas las criaturas, que nos quiere levantar hacia Él, para lo
que nos ha concedido la redención por medio de su Hijo Je-
sucristo. Y por el poder de su Santo Espíritu, la revelación
para que salgamos del estado de desobediencia, la revelación
que nos hace llegar cuanto necesitamos para ser y permane-
cer en Él hasta el momento final. Todo por su gracia.
Mientras, nos llama a cada uno a descansar en Él. Es
el significado del día séptimo, que veremos en el siguiente
tema.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
165
TEMA VII
EL REENCUENTRO CON DIOS El DÍA SÉPTIMO
(Gén.2,1-4)
La Verdad de la Creación en el Génesis
166
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
167
DÍA SÉPTIMO
EL REENCUENTRO CON DIOS
Concluyéronse, pues, los cielos y la tierra
y todo su aparato,
y dio por concluida Dios en el séptimo día
la labor que había hecho,
y cesó en el día séptimo
de toda la labor que hiciera
Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó;
porque en él cesó Dios
de toda la obra creadora que Dios había hecho.
Ésos fueron los orígenes de los cielos y la tierra,
cuando fueron creados.
(Gén. 2,1-4)
Ya la humanidad tenía cuanto necesita para vivir en
este estado. Los cielos y la tierra y todo lo creado para noso-
tros tiene por finalidad el que veamos la Luz, porque todo
habla de Dios creador, nuestro principio y nuestro fin
(Ap.1,8); todo tiene un orden y un propósito que nos enseña
a mirarnos en nuestro interior, y aplicarnos en nuestras vidas
la lección maravillosa que Dios ha querido mostrarnos para
que seamos en el Camino de salvación.
Todo estaba ya perfecto, completo, no necesitamos
ningún otro signo más para leer y entender la lectura espiri-
tual que nos muestra la creación, verdadero don de Dios a la
humanidad. Por esto dice:
Y cesó Dios en el día séptimo de toda la labor que
hiciera.
Dios nos había dado la gracia de poder ser salvados
por Jesucristo, nuestro salvador; nos infundió un alma, nos
concedió el don de poder hablar y comunicarnos con Él, nos
dotó de un cuerpo y en los días anteriores puso a nuestro
La Verdad de la Creación en el Génesis
168
servicio toda la creación. Ahora establece el espacio, el día
de presentarnos ante su Presencia y hablar con Él, para que
entregados a Él, culmine su obra de perfección en cada uno
de nosotros, que es nuestra salvación.
Todo lo que Dios nos había dado tiene como propósito
este día séptimo, el reencuentro con Él.
Y este reencuentro con Él se da cuando el hombre
acata los mandamientos de Dios, que le ayudan a estar en el
Camino que Él preparó para que estemos en amistad con Él
(Jn.15,14), siendo limpios y puros. De otra forma no puede
el hombre entrar en este descanso, como le ocurrió al pueblo
de Israel cuando salió de Egipto, y muchos murieron en el
desierto porque no acataron los mandamientos de Dios, que
por ello dijo: “¡No entrarán en mi descanso!” (Hb.4,1-11).
Pero en el descanso en Dios puede entrar todo hom-
bre que deje su rebeldía y busque a Dios, porque Dios olvi-
dando todo lo que el hombre había hecho, ya lo había bende-
cido desde el día sexto cuando le dio esta vida terrenal
(Gén.1,22).
Así pues en este día séptimo la obra que Dios puso al
servicio del hombre está terminada, todo está perfecto. Es el
día del Señor. Dios creador se recrea en su obra. Ve que mu-
chos pueden ver y encontrarse con Él, contemplando las ma-
ravillas a través de toda la naturaleza creada. Dios había
preparado todo lo necesario para llevarnos al descanso en Él.
Todo esto es también simbólico, pues el hombre no
habrá de limitarse al encuentro con Dios en un solo día de la
semana, sino que siempre ha de estar buscando el diálogo
con Él, el descanso en Él. Jesús lo dijo, que no se hizo el
hombre para el sábado sino el sábado para el hombre
(Mc.2,28).
El día séptimo nos es dado para que el hombre en-
tienda que todo lo que pueda vivir aquí, tiene como finalidad
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
169
su reencuentro con Dios, su salvador.
Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó.
Dios bendice este día. Es el único día que Dios bendijo
en este relato. Y es que en los demás días se dan todavía la
Luz y las tinieblas, la lucha del hombre. Al final de cada uno
de ellos se decía: “y atardeció y amaneció”.
Ya en este día séptimo no hay tinieblas, no se dice
que atardeció. Sólo hay Luz. Dios lo bendijo y lo santificó. El
hombre ante la Presencia de Dios sólo vive en la Luz.
Representa este día séptimo los brazos abiertos de
Cristo, el Señor del sábado (Lc.6,5), en un abrazo, esperando
darnos de todos sus bienes, de la gracia que nos lleva a la
santidad: Dios santificó este día. Es éste el descanso del
hombre en Dios, día de reencuentro, día de bendición.
Porque en él cesó Dios de toda la obra creadora que
había hecho.
Dios ama cuanto ha creado y atrae al hombre “con
cuerdas de Amor y lazos de ternura”; le dice: “Con Amor
eterno yo te he amado” (Jer.31,3), “te llevo tatuado en las
palmas de mis manos” (Is.49,16), lo llama “la niña de sus
ojos” (Zac.2,8).
En este descanso en Dios, Dios llega al corazón del
hombre en una intimidad recíproca, porque cuando tú le bus-
cas ya él había venido en tu búsqueda; cuando tú lo miras,
cuando tú pones tu mirada en Dios, Él está recreándose en
ti; si te paras a contemplarlo, Él se regocija en ti, y tú sientes
su Presencia; cuando te detienes a gozarte en su Amor, Él te
llena de su Amor, de su gloria, de su santidad. Entonces eres
su morada, su templo, su casa, y su casa es a su vez, tu ca-
sa. Y así tu vida es su Vida, y la Vida que Él Es, es en ti, de
tal forma que tu historia es ya su historia: Él la hace suya, la
toma en sus manos. Se da una unidad en ti con Él, y de Él
contigo, porque has encontrado el Camino, te has unido en
su Amor, y es en ti la Vida (Jn.14,6). Estas son también las
La Verdad de la Creación en el Génesis
170
palabras con las que puede estar hablándote el Señor hoy a
tu corazón, y que pude escuchar en mí:
Tú me buscas y yo te busco. Tú me miras y yo te miro.
Tú me contemplas y yo te contemplo. Tú me amas y yo te amo.
Tu vida es mi vida, mi Vida es tu Vida. Tu casa es mi casa, mi Casa es tu casa.
Tu historia es mi historia
Mientras su inmenso Amor nos atrae, muchos siguen
estando lejos de Él. Y su Amor de Padre nos dice con ternu-
ra: “Mis entrañas por ti se estremecen” (Os.11,1-8). Y es tan
grande y cercano su gran Amor que nos entregó a su único
Hijo (Jn.3,16), para que caminando con nosotros codo con
codo, nos diera la Verdad del Reino que ha establecido en
medio de nosotros, para que seamos con Él vencedores so-
bre el engaño del demonio, que nos precipitó en un estado
de tinieblas por el que la humanidad dejó de ver la Verdad,
olvidó el Amor, y perdió la Vida. Pero hay una esperanza pa-
ra recuperar la Vida. Sólo Cristo, la Luz del mundo (Jn.8,12),
nos puede salvar. Dios sigue tratando con cada uno.
Cuando el hombre se deja envolver en sus afanes del
día a día, entre la Luz y las tinieblas (como nos hace ver la
descripción de los seis días de la creación) no encuentra el
descanso en Dios. Por eso Dios le da al hombre la invitación,
un consejo, un mandamiento, que es una llamada para que
venga a descansar en Él: “El día séptimo es día de descanso
consagrado a Yahveh tu Dios” (Éx.20,10).
Y santificó Dios el día séptimo, pues cuando el hombre
va al encuentro con Dios y descansa en Él, el hombre recibe
santidad: la Presencia de Dios irradia de cuanto Él Es.
Todo nos lo ha dado para que veamos y seamos sal-
vados; para sacarnos de “las aguas de por debajo del firma-
mento” y llevarnos a “las aguas de por encima del firmamen-
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
171
to” (Gén.1,7) donde el Cordero nos espera como Novio a su
novia para desposarnos y llevarnos a la eternidad con el Pa-
dre (Ap.21 y 22).
Este día séptimo a nivel general, representa también
el fin de toda esta humanidad que llega a Dios al término de
este peregrinaje. En los seis días de la creación el hombre ha
ido día a día luchando entre las tinieblas y la Luz, y purificán-
dose. Este día bendecido nos dice que todo lo demás ha pa-
sado y la humanidad salvada, es santa en Dios porque ha
entrado en su descanso:
Estos fueron los orígenes del cielo y la tierra cuando
fueron creados.
Viendo todo esto, la Verdad de la creación en el Géne-
sis, no podemos menos que alabar a Dios y unirnos a este
canto de los ángeles en el último libro de la Biblia.
“Eres digno, Señor y Dios nuestro,
de recibir la gloria, el honor y el poder,
porque tú has creado el universo,
por tu voluntad;
no existía y fue creado”.
(Ap. 4,11)
La Verdad de la Creación en el Génesis
172
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
173
TEXTO BÍBLICO COMPLETO (Según el orden desarrollado en este libro)
PRIMERA PARTE
TEMA I
El HOMBRE ESPIRITUAL (Gén.2,8-17)
El Jardín de Edén
Plantó Yahveh Dios un jardín en Edén, al oriente, don-
de colocó al hombre que había formado.
La Gloria en la que Vivíamos
Yahveh Dios hizo brotar del suelo toda clase de árbo-
les deleitosos a la vista y buenos para comer, y en medio del
jardín el árbol de la Vida y el árbol de la ciencia del bien y del
mal.
Cuatro Ríos o Cuatro Caminos
Del jardín de Edén salía un río que regaba el jardín, y
desde allí se repartía en cuatro brazos. El uno se llama Pisón:
es el que rodea todo el país de Javilá donde hay oro. El oro
de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice.
El segundo río se llama Guijón: es el que rodea el país de
Kus. El tercer río se llama Tigris: es el que corre al oriente de
Asur. Y el cuarto río es el Éufrates.
La Providencia y Advertencia de Dios
Tomó pues, Yahveh Dios al hombre y lo dejó en el
jardín de Edén, para que lo labrase y lo cuidase. Y Dios im-
puso al hombre este mandamiento: “De cualquier árbol del
jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y
La Verdad de la Creación en el Génesis
174
del mal no comerás, porque el día que comieres de él, mo-
rirás sin remedio”.
TEMA II
DESDE EL EDÉN HASTA LA HUMANIDAD (Gén.3,1-13)
La Tentación
La serpiente era el más astuto de todos los animales
del campo que Yahveh Dios había hecho. Y dijo a la mujer:
“¿Cómo es que Dios ha dicho: No comáis de ninguno de los
árboles del jardín?”
Diálogo con el Demonio
Respondió la mujer a la serpiente: “Podemos comer
del fruto de los árboles del jardín, mas del fruto del árbol que
está en medio del jardín, ha dicho Dios: No comáis de él, ni
lo toquéis, so pena de Muerte”.
Replicó la serpiente a la mujer: “De ninguna manera
moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que co-
miereis de él, se os abrirán vuestros ojos y seréis como dio-
ses, conocedores del bien y del mal”.
La Desobediencia
Y como viese la mujer que el árbol era bueno para
comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría,
tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que
igualmente comió. Entonces se les abrieron a ambos los ojos,
y se dieron cuenta de que estaban desnudos, y cosiendo
hojas de higuera se hicieron unos ceñidores.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
175
La Fidelidad de Dios
Oyeron el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se
paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su
mujer se ocultaron de la vista de Yahveh Dios, por entre los
árboles del jardín.
La Misericordia de Dios
Yahveh Dios llamó al hombre y le dijo: “¿Dónde
estás?”
Éste contestó: “Te oí andar por el jardín y tuve miedo,
porque estoy desnudo; por eso me escondí”.
Él replicó: “¿Quién te ha hecho ver que estabas des-
nudo? ¿Has comido acaso del árbol que te prohibí comer?”
Las Disculpas
Dijo el hombre: “La mujer que me diste por compañe-
ra me dió del árbol y comí”.
Dijo, pues, Yahveh Dios a la mujer: “¿Por qué lo has
hecho?”
Y la mujer contestó: “La serpiente me sedujo y comí”.
TEMA III
DIOS RECHAZA LA MALDAD (Gén.3,14-16)
Maldición a la Serpiente
Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: “Por haber
hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre to-
dos los animales del campo. Sobre tu vientre caminarás, y
polvo comerás todo los días de tu vida”.
La Verdad de la Creación en el Génesis
176
Promesa de la Redención
Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje
y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su cal-
cañar”.
La Humanidad y la Iglesia
A la mujer le dijo: “Tantas haré tus fatigas cuantos
sean tus embarazos: con dolor parirás tus hijos. Hacia tu
marido irá tu apetencia, y él te dominará”.
TEMA IV
LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO (Gén.3,17-24)
Los Males que Sobrevinieron a la Humanidad
Al hombre le dijo: “Por haber escuchado la voz de tu
mujer y comido del árbol del que yo te había prohibido co-
mer, maldito será el suelo por tu causa: con fatigas sacarás
de él el alimento todo los días de tu vida. Espinas y abrojos
te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de
tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas al suelo, pues de
él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás”.
La Madre de todos los Vivientes
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser ella la madre
de todos los vivientes. Yahveh Dios hizo para el hombre y su
mujer túnicas de piel y los vistió.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
177
Expulsados del Jardín de Edén
Y dijo Yahveh Dios: “¡He aquí que el hombre ha veni-
do a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y
el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome
también del árbol de la Vida y comiendo de él viva para
siempre”.
Y le echó Yahveh Dios del Jardín de Edén, para que
labrase el suelo de donde había sido tomado. Y habiendo
expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén queru-
bines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino
del árbol de la Vida.
SEGUNDA PARTE TEMA V
LA CREACIÓN PREPARADA PARA EL HOMBRE (Gén. 1.1-25)
El Principio
En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra
era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un
viento de Dios aleteaba por encima de las aguas.
Día Primero
Se Hace la Luz
Dijo Dios: “Haya Luz”, y hubo Luz. Vio Dios que la Luz
estaba bien, y apartó Dios la Luz de la oscuridad; y llamó
Dios a la Luz “día”, y a la oscuridad la llamó “noche”. Y atar-
deció y amaneció: día primero.
Día Segundo
Separación entre la Vida de Gloria y la Tierra
Dijo Dios: “Haya un firmamento por en medio de las
aguas, que las aparte unas de otras”. E hizo Dios el firma-
mento; y apartó las aguas de por debajo del firmamento de
La Verdad de la Creación en el Génesis
178
las aguas de por encima del firmamento. Y así fue. Y llamó
Dios al firmamento “cielo”. Y atardeció y amaneció: día se-
gundo.
Día Tercero
Separación entre la Vida Fructífera
y la Estéril
Dijo Dios: Acumúlense las aguas de por debajo del
firmamento en un solo conjunto, y déjese ver lo “seco”; y así
fue. Y llamó Dios a lo seco “tierra”, y al conjunto de las
aguas lo llamó “mar”; y vio Dios que estaba bien.
Dijo Dios: “Produzca la tierra vegetación: hierbas que
den semillas y árboles frutales que den fruto según su espe-
cie, con su semilla dentro, sobre la tierra”. Y así fue. La tierra
produjo vegetación: hierbas que dan semillas según sus es-
pecies, y árboles que dan fruto con la semilla dentro según
sus especies; y vio Dios que estaban bien. Y atardeció y
amaneció: día tercero.
Día Cuarto
Las Señales de los Tiempos
Dijo Dios: “Haya luceros en el firmamento celeste, pa-
ra apartar el día de la noche, y sirvan de señales para esta-
ciones, días y años; y sirvan de luceros en el firmamento
celeste para alumbrar sobre la tierra”. Y así fue. Hizo Dios los
dos luceros mayores; el lucero grande para regir el día, y el
lucero pequeño para regir la noche, y las estrellas; y los puso
Dios en el firmamento celeste para alumbrar la tierra, y para
regir el día y la noche, y para apartar la Luz de la oscuridad;
y vio Dios que estaba bien. Y atardeció y amaneció: día cuar-
to.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
179
Día Quinto
Simbolismo de los Animales Marinos
y de las Aves
Dijo Dios: “Bullan las aguas de animales vivientes, y
aves revoloteen sobre la tierra frente al firmamento celeste”.
Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo
animal viviente que repta y que hacen bullir las aguas según
sus especies, y todas las aves con alas según sus especies; y
vio Dios que estaba bien; y los bendijo Dios diciendo: “sed
fecundos y multiplicaos, y henchid las aguas de los mares, y
las aves crezcan en la tierra”. Y atardeció y amaneció: día
quinto.
Día Sexto
Simbolismo de los Animales Terrestres
Dijo Dios: “Produzca la tierra animales vivientes según
su especie: bestias, reptiles y alimañas terrestres según su
especie”. Y así fue. Hizo Dios las alimañas terrestres según
su especie, y las bestias según su especie, y los reptiles del
suelo según su especie: Y vio Dios que estaba bien.
TEMA VI
EL HOMBRE TERRENAL (Gén. 1,26-31)
Primer Relato de la Vida Terrenal del Ser Humano en el
Día Sexto
Y dijo Dios: “Hagamos al ser humano a nuestra ima-
gen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del
mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las
alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la
tierra”.
La Verdad de la Creación en el Génesis
180
Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a
imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó.
Y los bendijo Dios con estas palabras: “Sed fecundos y
multiplicaos, y henchid la tierra y sometedla; mandad en los
peces del mar y en las aves del cielo y en todo animal que
repta sobre la tierra”.
Dijo Dios: “Ved que os he dado toda hierba de semilla
que existe sobre la faz de toda la tierra, así como todo árbol
que lleva fruto de semilla; os servirá de alimento”.
“Y a todo animal terrestre, y a toda ave del cielo y a
todos los reptiles de la tierra, a toda sierpe animada de vida,
les doy la hierba verde como alimento”. Y así fue. Vio cuanto
había hecho, y todo estaba muy bien. Y atardeció y amane-
ció: día sexto.
Segundo Relato de la Vida Terrenal del Ser Humano
(Gén.2,5-7) y (Gén.2,18-25)
El Alma Aliento de Vida
El día en que hizo Yahveh Dios la tierra y los cielos, no
había aún en la tierra arbusto alguno del campo, y ninguna
hierba del campo había germinado todavía, pues Yahveh Dios
no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre que
labrara el suelo. Pero un manantial brotaba de la tierra, y
regaba toda la superficie del suelo.
Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del
suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el
hombre un ser viviente.
Una Ayuda Adecuada
Un Lenguaje de Comunicación con Dios
Dijo luego Yahveh Dios: “No es bueno que el hombre
esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada”.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
181
Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del
campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre
para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tu-
viese el nombre que el hombre le diera.
El hombre puso nombre a todos los ganados, a las
aves del cielo y a todos los animales del campo, más para él
no encontró una ayuda adecuada.
El Hombre Reconoce a la Iglesia
Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño
sobre el hombre, el cual se durmió. Y tomó una de sus costi-
llas, rellenando el vacío con carne. De la costilla que Yahveh
Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó
ante el hombre
Entonces éste exclamó: “Esta vez sí que es hueso de
mis huesos y carne de mi carne. Ésta será llamada mujer,
porque del varón ha sido tomada”.
Una Vida Nueva
Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se
une a su mujer, y se hacen una sola carne.
Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero
no se avergonzaban el uno del otro.
TEMA VII
DÍA SÉPTIMO (Gén.2,1-4)
El Reencuentro con Dios
Concluyéronse, pues, los cielos y la tierra y todo su
aparato, y dio por concluida Dios en el séptimo día la labor
que había hecho, y cesó en el día séptimo de toda la labor
que hiciera. Y bendijo Dios el día séptimo y lo santificó; por-
La Verdad de la Creación en el Génesis
182
que en él cesó Dios de toda la obra creadora que Dios había
hecho.
Ésos fueron los orígenes de los cielos y la tierra,
cuando fueron creados.
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
183
ÍNDICE La Verdad Completa 3
Abrió sus Inteligencias 4
Aclaración Previa antes de Leer Este libro 5
Cómo Nació Este Libro 6
El Porqué Este Libro Contiene Dos Partes 8
PRIMERA PARTE
CREACIÓN DEL HOMBRE ESPIRITUAL
TEMA I 15
El Jardín de Edén - Una Estancia en la Gloria 19
La Gloria en la que Vivíamos 25
Cuatro Ríos Cuatro Caminos 27
Providencia y Advertencia de Dios 36
TEMA II
DESDE EL EDÉN HASTA LA HUMANIDAD 39
La Tentación 41
Diálogo con el Demonio 43
La Desobediencia 46
La Fidelidad de Dios 52
La Misericordia de Dios 53
Las Disculpas 57
TEMA III
DIOS RECHAZA LA MALDAD 59
Maldición a la Serpiente 61
La Promesa de la Redención 63
El Rescate de la Humanidad 67
TEMA IV
LAS CONSECUENCIAS DEL PECADO 71
Los Males que Sobrevinieron a la Humanidad 73
Estado de la Humanidad en Desobediencia 78
Expulsados del Jardín de Edén 80
Todos Pecaron (Más Confirmación en la Biblia) 85
Restauración de la Unidad Perdida 92
SEGUNDA PARTE
EL HOMBRE TERRENAL 99
El Vacío 101
Los Seis Días de la Creación 106
TEMA V
LA CREACIÓN PREPARADA PARA EL HOMBRE 109
La Verdad de la Creación en el Génesis
184
En el Principio 111
Día Primero: Se Hace la Luz 114
Día Segundo: Separación entre la Vida en la Gloria
y en la Tierra
120
Día Tercero: Separación entre la Vida Fructífera y la Estéril 123
Día Cuarto: Las Señales de los Tiempos 127
Día Quinto: Simbolismo de los Animales Marinos y de las
Aves
132
Día Sexto: Simbolismo de los Animales Terrestres 136
TEMA VI
EL HOMBRE TERRENAL 141
Primer Relato de la Vida Terrenal del Ser Humano en el
Día Sexto
143
Segundo Relato de la Vida Terrenal del Ser Humano:
El Alma Aliento de Vida
151
Una Ayuda Adecuada:
Un Lenguaje de Comunicación 155
El Hombre Reconoce a la Iglesia 158
Una Vida Nueva 161
TEMA VII
EL REENCUENTRO CON DIOS 165
El Día Séptimo 167
Texto Bíblico 173
Índice 183
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
185
La Verdad de la Creación en el Génesis
186
La Creación del Hombre Espiritual y el Hombre Terrenal
187