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COM SEGUIM TREBALLANT?
Ponència de Bruno Estrada
Economista de CC OO.Membre d’Economistas Frente a la Crisis
Jornades UPECEl futur del treball: utopia o distopia?
Juliol del 2018
Jornades UPEC 2018 “El futur del treball: utopia o distopia?”
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Debat:
COM SEGUIM TREBALLANT?
Participants:
Bruno Estrada, Sara Berbel i Lamine Sarr
Autor:
Bruno Estrada. Economista de CC OO. Membre d’Economistas Frente a la Crisis. Director del Área de Democratización de la Economía y Desarrollo Productivo de la Fundación 1º de mayo.
Data:
Dimecres 4 de juliol
Trobareu totes les ponències de XIV Jornades de la UPEC a upec.cat
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COM SEGUIM TREBALLANT?
1.- DIGITALIZACION, ROBOTIZACION Y EMPLEO.
Desde hace varios años asistimos a un extenso debate sobre los efectos de la
digitalización y robotización en nuestras sociedades, fenómenos que está cambiando
nuestra vida y la forma de organizar la economía a un ritmo trepidante, y que va a
cambiar más en el futuro. Particularmente gran parte de este debate se refiere a
los cambios que va a originar en el mercado de trabajo. Pero merece la pena hacer
un esfuerzo por dimensionar sus efectos reales, sin caer en falsos determinismos
tecnológicos.
La propia Asociación de la Industria de los Semiconductores, formada por Intel, AMD
y Global Foundries, publicó en 2015 en la Hoja de Ruta Tecnológica Internacional
para Semiconductores que en 2021, tras décadas de miniaturización, los transistores
dejarán de disminuir su tamaño. Ello pone en cuestión la propia ley de Moore, que
dicta que el número de transistores alojados por un circuito integrado se duplica
aproximadamente cada dos años. Según dicho informe a partir de 2021 no resultará
económicamente eficiente reducir más el tamaño de los transistores de silicio.
El cambio radical que supone la digitalización en el tratamiento de la información
tiene dos consecuencias evidentes en términos económicos: abarata su transporte y
almacenamiento.
- El abaratamiento de su transporte permite reproducir la información sin
merma de calidad de modo indefinido, y enviarla instantáneamente a cualquier
lugar de la Tierra. En relación con esta cuestión también tener en cuenta cómo
se conforman, y a quién pertenecen, esas nuevas Autopistas de Información, si
se debe pagar peaje por circular en ellas o no. El que se pueda llegar a un
oligopolio privado de estas autopistas de la Información, como intentan
algunas grandes empresas estadounidenses, tendría graves consecuencias para el
desarrollo futuro de la digitalización.
- La reducción de costes de su almacenamiento permite guardar la información
en grandes cantidades en objetos de tamaño reducido o, incluso,
desmaterializarla y hacerla residir en espacios como las redes informáticas
(el “ciberespacio” o “la nube”) accesibles desde cualquier lugar del mundo en
tiempo real.
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Asimismo, es indudable que este abaratamiento del acceso a la información, en
términos de costes y tiempo, tiene efectos mucho más allá de lo económico, ya que
permite una profunda democratización de la información. Aunque el resultado social
final dependerá de su regulación, si esos canales son abiertos a todos y baratos, o
terminaran siendo monopolios u oligopolios, que puedan discriminar el acceso a la
red mediante elevados precios.
En este sentido los recientes cambios aprobados por la mayoría republicana en la
Comisión Federal de Comunicaciones de EEUU son muy preocupantes ya que permitirán
que los proveedores de Internet estadounidenses bloqueen o frenen, a su antojo, el
tráfico de datos.
Aunque esta Comisión es el organismo regulador de las comunicaciones en EEUU sus
decisiones tienen una dimensión global, ya que todas las comunicaciones que se
realicen desde cualquier parte del mundo estarán sujetas a ella si se conectan en
algún momento con operadores estadounidenses. Hay que recordar que EEUU es el
primer país del mundo en número de operadores y proveedores de Internet.
Como consecuencia de estas modificaciones regulatorias, quienes puedan pagar más,
las empresas y particulares más ricos, aceleraran su velocidad de conexión,
mientras los que no puedan pagar esos precios recibirán un servicio más lento, lo
que en términos de la red puede significar en la práctica su invisibilización.
Asimismo, sobre todo en lo relativo a las relaciones laborales conviene diferenciar
entre dos conceptos: la Digitalización de la economía analógica y la Economía
Digital.
Digitalización de la Economía analógica.
La digitalización de la economía analógica supone la automatización de algunos
procesos productivos relacionados con el tratamiento, transporte y almacenamiento
de información en sectores en los cuales estas actividades no suponen el corazón
del negocio. En estos casos el objetivo de la digitalización principalmente es el
ahorro de costes.
Economía Digital.
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Es diferente cuando nos referimos a la Economía Digital, ya que supone una
transformación profunda en las formas de hacer negocios, dando lugar a tecnologías
disruptivas, a nuevas formas de producir en un entorno plenamente digitalizado. En
la mayor parte de los casos la digitalización significa creación de valor, aunque
dependiendo de quién gobierne el proceso se beneficiaran unos colectivos
(trabajadores) u otros de la empresa (accionistas). También significa en muchos
casos la creación de nuevos mercados que surgen en entornos menos regulados.
Las tecnologías disruptivas emergen y curiosamente, al menos al comienzo, no tienen por qué suponer una mejora de las prestaciones de lo que ya existe. La tecnología
disruptiva genera nuevos productos y servicios por lo que está vinculada
fundamentalmente al surgimiento de nuevos tipos de consumidores, normalmente más
jóvenes. La disrupción se produce en el mercado, no en la tecnología. Nace una
nueva propuesta de valor, nuevos clientes y una nueva distribución del valor
generado.
Gráfico 1: Densidad robótica y tasa de paro por países
Fuente: International Federation of Robotics y Banco Mundial.
Los cambios tecnológicos siempre afectan al empleo, algunos empleos son sustituidos
por máquinas y los trabajadores que los ocupaban tienen un alto riesgo de perder su
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empleo, especialmente si se producen disrupciones tecnológicas profundas. No
obstante, la Historia nos indica que se generan importantes incrementos de la
productividad que dan lugar a nuevas demandas y nuevos empleos, por eso la
tecnología no genera un desempleo masivo.
Según datos de la OIT, cada año se crean cerca de 40 millones de empleos en el
conjunto del planeta. Hay 823 millones de trabajadores más que hace veinte años.
Hoy hay un total de 3.190 millones de trabajadores en el mundo.
Como puede verse en el Gráfico 1 los países con mayor número de robots (por cada
10.000 trabajadores) son Corea del Sur, Singapur, Japón y Alemania, los que tienen
tasas de desempleo más bajas, inferiores al 5%. Por tanto, la digitalización de la
economía no va a generar un fuerte desempleo tecnológico que vaya a determinar, por
tanto, las relaciones laborales del futuro, así como un elevado grado de
desigualdad social.
La digitalización y la robotización tendrán impactos profundos en la organización
del trabajo y en el diseño del propio trabajo, aunque más en unas actividades que
en otras. Y resulta evidente que el ámbito principal de los cambios serán las
propias empresas. Sin embargo, en las sociedades complejas, desarrolladas y
democráticas del siglo XXI lo que es inaceptable es que el cambio tecnológico sea
dirigido solo desde un punto de vista microempresarial, como sucedió en el siglo
XIX, con los enormes costes y conflictos sociales que ello generó.
El ritmo de incorporación de nuevas tecnologías debe ser definido por el conjunto
de la sociedad, a través de adecuadas regulaciones y de mecanismos que
institucionalicen que las opiniones de los trabajadores sean tenidas en cuenta en
las propias empresas.
La realidad de la velocidad del cambio tecnológico aplicado es mucho más lenta de
la que hacen algunos de sus apologetas. Por ejemplo, un estudio de Boston
Consulting Group sobre el coche autónomo predice que solo significaran el 10% del
parque de vehículos en 2035, aunque la tecnología ya está disponible.
A menudo se olvida que el cambio tecnológico solo incide positivamente en el
crecimiento económico si lo hace sobre la oferta y la demanda, mejorando la
productividad y creando nuevos hábitos de consumo, pero también si se genera un
reparto equitativo de la productividad que permita que todos los trabajadores sean
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demandantes de esos nuevos productos y servicios, y no solo los más cualificados y
los rentistas de capital.
Este determinismo tecnológico resta espacio a la importancia de las relaciones
laborales en la introducción de nuevas tecnologías en los procesos productivos,
dando lugar a una gran cantidad de exageraciones, inexactitudes e incluso de
evidentes falacias. No es la primera vez que esto ocurre. Dean Baker, codirector
del Center for Economic and Policy Research (CEPR) de Washington D.C., considera que la excesiva atención que se presta a la digitalización como causa de la pérdida
de puestos de trabajo tiene como objetivo evitar que se analicen las causas reales
del deterioro de las condiciones de vida de millones de trabajadores que no son
tecnológicas, sino políticas, derivadas de las medidas tomadas desde los años
ochenta para debilitar a los sindicatos. En EEUU los sindicatos han perdido más de
tres millones de afiliados en los últimos treinta años. No es la revolución
digital, sino la contrarrevolución neoliberal según Baker, la causante de la
creciente precariedad y de los altos índices de desempleo actuales de algunos
países.
Esta es la conclusión a la que llega Jordan Brennan, economista de Unifor, el
principal sindicato canadiense del sector privado, y miembro del Canadian Centre
for Policy Alternatives, que ha realizado una profunda investigación sobre la
relación entre la desaceleración del crecimiento económico y el crecimiento de las
desigualdades en Canadá y EEUU: Incremento de la concentración empresarial, debilitamiento del poder sindical y aumento de las desigualdades: la prosperidad americana en una perspectiva histórica. La conclusión que obtiene es que en
aquellos lugares y épocas donde el poder de negociación de los trabajadores ha sido
mayor la riqueza se ha distribuido de forma más equitativa y los salarios han
tenido un mayor peso en la economía, como consecuencia de ello se ha registrado un
mayor crecimiento económico, se ha incrementado en mayor medida la inversión
productiva y se ha creado más empleo y de más calidad.
A partir de los años ochenta en EE.UU., cuando se asienta la hegemonía cultural
neoliberal y el poder de negociación de los sindicatos se debilita, el incremento
del PIB se ralentiza. La creciente desigualdad en el reparto de la riqueza hace que
una parte creciente de los beneficios empresariales se haya dedicado a actividades
improductivas que solo aumentan el poder de mercado de las grandes empresas. Entre
1895 y 1990 por cada dólar gastado en inversión en activos fijos las empresas de
EE.UU. gastaron 18 céntimos en procesos de fusiones y absorciones. A partir de 1990
esta relación se incrementó exponencialmente hasta llegar a los 68 céntimos
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destinados a procesos de reestructuración y concentración empresarial por cada
dólar invertido en impulsar la economía productiva. Como consecuencia de ello en
los últimos veinticinco años la cuota de mercado de las 100 mayores multinacionales
del mundo ha pasado de representar el 9% del total mundial en 1990 al 21% en la
actualidad.
Gráfico 2: Productividad e incremento de salarios reales en EEUU.
Fuente: Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU.
El gráfico 2 de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) de EE.UU. apoya las
tesis de Brennan. Es a partir de mediados de los años 70 cuando se produce una
brecha creciente entre los índices de productividad y los salarios reales en
EE.UU., esto es, los trabajadores estadounidenses cada vez se llevan a su casa una
porción menor de la riqueza que generan.
Es a partir de esos años cuando se empiezan a producir cambios muy importantes en
la gestión empresarial. El 13 de septiembre de 1970 Milton Friedman escribió un
famoso artículo, La responsabilidad social de la empresa es crear beneficios, que esparce dos perniciosas ideas en el campo de la gestión empresarial: 1) el
principal objetivo de los directivos empresariales es maximizar el valor de la
acción a corto plazo, por tanto la empresa ya no es un lugar donde hay que llegar a
consensos internos entre los trabajadores y los accionistas, como consecuencia de
ello se incrementó la financiarización de actividad productiva; 2) las grandes
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empresas deben externalizar gran parte de la actividad productiva, concentrando su
actividad en la parte del proceso productivo que tiene más poder de mercado
garantizado. De esta forma la creación de valor en la parte del proceso productivo
que permanece en la empresa en gran medida se logra desvalorizando la parte
externalizada, normalmente de procesos productivos estandarizados y homogéneos.
Por tanto, la innovación tecnológica no determina una mayor desigualdad social, de
la misma forma que los procesos de descentralización y la externalización
productiva que se observan en el mundo empresarial desde hace décadas no vienen
determinados por una lógica empresarial inapelable, sino por una determinada visión
política sobre quién se debe beneficiar del esfuerzo de los trabajadores: los
accionistas y los altos directivos.
Los gestores de grandes empresas multinacionales han conseguido que los riesgos e
incertidumbres que las fluctuaciones de la demanda generan en toda actividad
económica se trasladen del capital (mayores o menores beneficios) a los
trabajadores (mayor o menor desempleo). Y, por tanto, el empleo y los salarios se
han convertido en la principal variable de ajuste en situaciones de crisis, como
resultado de ello en EE.UU. los sindicatos han perdido más de tres millones de
afiliados en los últimos treinta años.
Por eso hay que dimensionar la información, en ocasiones mero ruido mediático, que
se genera a partir de trabajos muy teóricos, como el recientemente realizado por
Frey y Osborne (“El futuro del empleo”) de la Universidad de Oxford, que llega a la
conclusión de que el 47 % de los trabajadores de EEUU tienen riesgo de que sus
puestos de trabajo se automaticen. Recientemente un estudio de la OCDE (“El riesgo
de la automatización de trabajos en los países de la OCDE, un análisis
comparativo”), realizado por tres economistas alemanes (Arntz, Gregory y Zierahn)
relativizan ese riesgo para EEUU en tan solo un 9% de los empleos, y critican la
metodología del trabajo de los académicos británicos. Solo estudiaron con detalle
el riesgo de automatización de setenta ocupaciones y luego imputaron de forma
mimética esos ratios a otras seiscientas treinta y dos ocupaciones, sin analizarlas
en profundidad.
En concreto en España es un absurdo identificar nuestras elevadas tasas de
desempleo actuales con la digitalización: obedecen a los efectos que han tenido las
políticas de austeridad fiscal y devaluación salarial en la depresión de la demanda
de inversión y consumo de nuestro país. Asimismo, la responsabilidad de un empleo cada vez con menos derechos hay que buscarla en los políticos que impulsan unas
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legislaciones laborales que cada vez protegen menos a los trabajadores, como ha
sucedido en gran número de países desarrollados. No busquemos a los culpables entre
los robots o los chips, de forma que las responsabilidades sociales y políticas se
diluyan.
2.- NEOARTESANADO INDUSTRIAL
La convergencia de las tecnologías desplegadas por el desarrollo de la
digitalización (Big Data, Inteligencia Artificial, robotización, Internet de las
Cosas, la impresión 3D) permitirá que en el futuro la producción industrial se
caracterice por procesos muy flexibles que facilitarán una fuerte individualización
de los productos.
Este neoartesanado industrial permite generar valor intangible (diferenciación,
personalización, rapidez de entrega) a bienes industriales tradicionales, y por
tanto incrementar su productividad “de valor de obra de arte”, siempre que se
produzca un volumen suficiente de demanda sofisticada para lo que se requiere un
reparto equitativo de la productividad generada.
En el sector del automóvil esta forma de producir es una realidad desde hace más de
dos décadas y ahora se está extendiendo a otros sectores industriales. Aunque no
parece tan sencillo que pueda trasladarse en la misma magnitud a sectores de
servicios donde la calidad del servicio, y por tanto su precio, depende en gran
medida de la emocionalidad humana (educativo, sanitario, cultural, servicios de
lujo) que se aporta al proceso productivo.
1) Big Data es la multiplicación de la capacidad de almacenamiento y procesamiento
de datos, con una gran reducción en sus costos. No obstante, expertos como Sunil
Gupta, catedrático de gestión empresarial de la Harvard Business School, reconocen
que “se ha exagerado mucho el poder del Big Data. Es cierto que podemos recopilar
muchísima información relevante para los negocios. La cuestión es si estamos
almacenando los datos correctos y cómo los procesamos”.
2) La Inteligencia Artificial por la que las máquinas pueden hacer tareas que
anteriormente solo hacía el hombre, incluido el análisis de información y la
propuesta de acciones. Está relacionada con la estadística y utiliza grandes bases
de datos (Big Data) para realizar un análisis exploratorio de datos conocidos que
permite establecer patrones de comportamiento a partir de los que definir
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anomalías. Según la Global Digital IQ Survey de 2017 un 54% de los 2.216 altos
ejecutivos de negocios e IT (Información y Tecnología) encuestados, provenientes de
53 países, están realizando inversiones en esta tecnología digital en la
actualidad.
Uno de los mayores fiascos de la Inteligencia Artificial, apenas reconocido, ha
sido su papel en la crisis financiera de 2007. La generalización del modelo
matemático Value at Risk (VaR) en la fijación del volumen de capital de las
entidades financieras contribuyó poderosamente a incrementar el riesgo de los
bancos. El VaR, como todos estos programas de análisis estadístico, funcionan como
un espejo retrovisor, asumiendo que el futuro será como el pasado, que no habrá
movimientos extremos, imposibles en la teoría, a menudo presentes en la realidad.
El VaR registró valores de riesgo muy pequeños en el periodo previo a la crisis,
subvaloró el capital que debían desembolsar los bancos que estaban acumulando
billones de dólares en activos tóxicos, permitiendo que los bancos asumieran más y
más riesgos que posteriormente generaron pérdidas billonarias, la quiebra de miles
de empresas y un fuerte incremento del desempleo, esto es, la Gran Recesión vivida
en 2007.
3) La robotización, que aunque no es un fenómeno nuevo ahora puede verse potenciado
por el número y por la ampliación de funciones automáticas que pueden asumir,
sustituyendo trabajadores, dando lugar a lo que se conoce como la Fábrica
Inteligente. Según la Global Digital IQ Survey de 2017 un 15% de los ejecutivos
encuestados están realizando inversiones en esta tecnología digital en la
actualidad.
La ampliación de las capacidades tecnológicas y la disminución de los costos de los
robots han aumentado la utilización de éstos en la actividad industrial y todo
indica que crecerá en los años siguientes, sobre todo en los países emergentes que
tienen una industria intensiva en mano de obra. Corea, Japón y Alemania son los
países que encabezan la utilización de robots industriales, seguidos por Italia,
Suecia, Dinamarca, Estados Unidos, España, Finlandia y Taiwán. Sin embargo la mayor
tasa de crecimiento de compras de robots la tiene China. Se estima que en 2017
China será el país con más robots (IFR, 2015). El objetivo de las fábricas
inteligentes es crear sistemas, con subsistemas, compuestos por muchos dispositivos
y todas las máquinas conectadas.
La industria manufacturera ha sido el sector tradicional de utilización de robots y
lo seguirá siendo, pero también se ha extendido en la agricultura, el sector de la
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construcción para prefabricados y, en mucha menor medida, en el consumo de los
particulares, en los hogares. Ya que estos, en general, son ambientes no
estructurados que dificultan la informatización y la utilización de robots (un
objeto caído puede ser una dificultad insalvable). Los robots tienen dificultades
cuando se requiere la percepción de elementos complejos, ambientes no estructurados
o desordenados y la existencia de objetos irregulares y cambiantes.
4) El Internet de las Cosas por el cual las máquinas establecen vínculos entre sí
pudiendo recomendar cambios, o hacerlos directamente sin intervención humana, a lo
largo de toda la cadena de valor de los procesos que comienzan en el pedido del
cliente, el abastecimiento y la producción. Según la Global Digital IQ Survey de
2017 un 73% de los ejecutivos encuestados están realizando inversiones en esta
tecnología digital en la actualidad.
Con el Internet de las Cosas lo que se quiere es que quienes se comuniquen entre sí
sean las cosas, una silla, un auto, un robot, todos los objetos. Para que dos cosas
se comuniquen, una de ellas, quien recepciona el mensaje debe tener una computadora
y la otra deberá tener un sensor, que trasmite la información. Abre la posibilidad
de resolver temas que requieren almacenamiento y procesamiento de muchos datos, de
ahí que el Big Data sea un requisito paralelo.
Sin embargo, también han surgido problemas nuevos. Por ejemplo, ¿qué hacer si las
máquinas, por un fallo en su programación, una intromisión externa o el desperfecto
de un sensor, comienzan a adoptar, en forma autónoma, decisiones no deseables?
¿Cómo puede intervenir el hombre para corregir un problema si no participa del
proceso? Es decir, si todo funciona perfectamente los resultados son muy positivos,
pero si comienzan a producirse fallos pueden generarse problemas graves. Este tema
de la seguridad y la corrección de los posibles problemas es objeto de importantes
debates en la actualidad.
5) La Impresión 3D que permite producción a medida de bienes, sin moldes, a partir
de un modelo digital y a costo reducido. Según la Global Digital IQ Survey de 2017
un 12% de los ejecutivos encuestados están realizando inversiones en esta
tecnología digital en la actualidad.
La impresión 3D es una tecnología por la cual un objeto tridimensional es creado
por la superposición de capas sucesivas de su material constitutivo. En su origen
los materiales utilizados eran polímeros y resinas, sin embargo, los materiales a
utilizar se han multiplicado, como por ejemplo los materiales orgánicos. En
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Biotecnología, a nivel académico y comercial se estudia la reproducción de tejidos
y órganos humanos a partir de células vivas y células madre. No obstante, no parece
que el sector industrial que utiliza metales en sus procesos productivos, dando
lugar a productos mucho más duraderos, haya optado por esta nueva técnica
productiva. Ello es debido a que para su “impresión” los materiales tienen que
estar en estado líquido y, en el caso de los metales obliga a transportarlos a
altas temperaturas por conductos muy estrechos.
6) Otro tema, aunque no lo tratare en esta comunicación es la relación de la
digitalización con la, en muchos casos, mal llamada Economía Colaborativa, o
actividades a través de plataformas que vinculan directamente demanda y oferta.
En muchos casos en estas actividades se han posicionado empresas que han
aprovechado resquicios legislativos para ofrecer una actividad tradicional,
transporte de mercancías o personas, sin cumplir las reglamentaciones estipuladas
para otras empresas que actuaban ya en ellos, generando una competencia desleal que
en muchos casos ha significado una fuerte desvalorización del trabajo.
En el caso de Uber su forma de actuar fue particularmente agresiva: operar sin
cumplir reglamentaciones, no negociar con las autoridades, intentar modificar la
legislación a su antojo, no ofrecer garantías, y no pagar impuestos.
Cada vez un mayor número de países están abordando el tema de la regulación de
estas actividades, de forma que las empresas cumplan con la legislación y se
garanticen los derechos de los trabajadores.
3. ¿CUARTA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL?
Hay quién habla de una Cuarta Revolución Industrial relacionada con la
digitalización, pero más bien que estamos en un proceso de cambio e innovación
continuo, en el que esos títulos y nominaciones son fruto de reminiscencias
intelectuales del pasado, ¿si ha habido una primera y, una segunda revolución
Industrial, porque no puede haber una tercera y una cuarta?
Esta aceleración del proceso de innovación continuo es debida a que hay un
creciente número de personas que han incrementado su cociente intelectual. Un
reciente estudio del King´s College de la Universidad de Londres concluye que la
media del cociente intelectual (CI) de la Humanidad se ha incrementado desde los
años cincuenta en 20 puntos, con respecto a los 100 que se establecen como media.
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Los países en los que más se ha incrementado el CI en los últimos años han sido
China y la India. También, cada vez hay una mayor proporción de trabajadores que se
dedican a actividades productivas en las que hay que pensar, no solo en términos
racionales sino también emocionales.
La digitalización es un cambio importante que deben afrontar en mayor medida unas u
otras empresas, dependiendo de lo que produzcan, de cómo lo produzcan y de a qué
mercados dirigen sus productos, pero hasta ahora no ha traído consecuencias tan
transformadoras, en términos de incremento de la productividad, como sucedió en la
1ª y 2ª Revolución Industrial.
Gráfico 3. 1960-2007 Evolución del incremento anual de la Productividad del
Trabajo (Alemania, Francia, Italia, Holanda, EEUU) [Calculado sobre medias
móviles para periodos de 15 años]
Fuente: Conference Board, cálculos CEA.
Como nos dice Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, la tecnología digital está
teniendo menos impacto en el mercado de trabajo que otras tecnologías introducidas
en el pasado, como la electricidad, el automóvil, el avión, etc., siendo los
sectores relacionados con las áreas sociales y con la economía verde los que en
EEUU están demandando más empleo. Estos mismos sectores que están subdesarrollados
en España por las políticas de austeridad fiscal y recorte del gasto público, por
la falta de una política industrial inteligente y por el enorme poder político que
tiene el oligopolio eléctrico en nuestro país.
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4.- DIGITALIZACION, ROBOTIZACION Y RELACIONES LABORALES
Relaciones laborales en la Digitalización de la Economía analógica.
La digitalización de la economía analógica suele producir una innovación
incremental dirigida por la dirección de la empresa por lo que, si se establecen
los adecuados instrumentos de participación de los trabajadores se pueden acometer,
de forma paralela, procesos de recualificación y recolocación de los trabajadores
dentro de la empresa.
Es cierto que no todos los trabajadores, sobre todo los de mayor edad y menor
cualificación, pueden ser “recualificados” para los nuevos puestos de trabajo
requeridos, que habitualmente precisan de capacitación, habilidades o competencias
muy diferentes, pero muchos de ellos pueden ser recolocados en otras actividades
dentro de la empresa, o desde una perspectiva más amplia, con la participación de
las autoridades públicas, en otras actividades.
La participación del Estado y de los trabajadores y sus sindicatos en estos
procesos puede minimizar el número de perdedores hasta niveles asombrosos. En la
reconversión del sector de la construcción naval que afrontó Suecia a partir de
finales de los años setenta, la acción conjunta de los sindicatos, los empresarios
y del gobierno permitió que se produjera una amplia recualificación y recolocación
de los trabajadores de astilleros en la sanidad pública.
La activa participación de los sindicatos en todo el proceso, y también del
gobierno, es una práctica habitual en países como Noruega, Dinamarca, Suecia,
Alemania o Francia. Asimismo en estos procesos debe tenerse en cuenta toda la
cadena de subcontratación, ya que las empresas auxiliares, y sus trabajadores, en
la inmensa mayoría de los casos afrontan estos procesos en muchas peores
condiciones que la empresa principal. Cuanto más confederales son los sindicatos,
cuanto menos “sindicato de empresa” sea su comportamiento en la acción sindical
diaria, más sencillo resulta afrontar estos procesos de forma solidaria,
minimizando a los perdedores.
Tenemos numerosos ejemplos de cómo estos procesos pueden abordarse en el ámbito de
la negociación colectiva en la empresa, en el sector, y acompañados de marcos de
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dialogo tripartito entre empresarios, sindicatos y Administración Pública. Esto no
es nada nuevo, solo hace falta voluntad política y una correlación de fuerzas
equilibrada entre trabajadores y empresarios en la empresa.
No obstante, la digitalización tiene una importante característica diferencial
sobre otros procesos similares ocurridos en el pasado, lo que explica en gran
medida la exuberancia del debate generado, aunque el volumen de trabajadores
afectado haya sido menor. La aplicación productiva de muchas nuevas tecnologías
relacionadas con la Inteligencia Artificial ha permitido que en puestos de trabajo
de alta cualificación, a menudo poco sindicalizados, se haya podido diferenciar
entre aquellas tareas que realmente incorporaban conocimiento, creatividad, o
capacidad de decisión, con otras que eran meras operaciones repetitivas
sustituibles por programas informáticos.
A diferencia de la “robotización de las fábricas”, la “digitalización de las
oficinas” está teniendo lugar sobre todo en actividades de servicios realizadas por
trabajadores poco sindicalizados de alta cualificación, ingenieros, abogados,
médicos, etc, lo que ha introducido un alto grado de incertidumbre en sectores que
“estaban a salvo de las máquinas”. En este sentido resulta muy interesante el
proyecto de investigación que se está desarrollando por la Universidad de Valencia:
"Los derechos fundamentales ante el cambio del trabajo subordinado en la era
digital" (DER2017-83488-C4-3-R).
Los cambios en los perfiles de los puestos de trabajo, las nuevas exigencias a los
trabajadores, el vínculo con lo digital, la nueva capacitación profesional, etc.,
son temas habitualmente decididos en negociaciones entre los actores sociales. En
España lo que es imprescindible, para que estos temas se desarrollen en el ámbito
de la negociación colectiva, es reequilibrar esta de forma que se reconstruyan los
debilitados consensos internos en la empresa fortaleciendo la capacidad de
interlocución de los sindicatos y, por tanto, las posibilidades de adaptación de
los trabajadores a nuevas tareas, minimizando el riesgo de desempleo tecnológico.
En España esto significa derogar las dos últimas reformas laborales y afrontar un
proceso de modernización de las relaciones laborales que impulse la participación
de los trabajadores. Asimismo los sindicatos deben afrontar la sindicalización de
estos colectivos laborales, muy a menudo despegados de lo sindical.
Asimismo, hay que establecer nuevas estructuras e instituciones que permitan
alcanzar nuevos consensos en perímetros productivos-laborales más amplios que la
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propia empresa, incluyendo las cadenas transnacionales de producción de valor que
involucran a más de cuatrocientos millones de trabajadores en todo el mundo.
Relaciones laborales y Economía Digital.
En relación con la Economía Digital el elemento clave de la relación entre el grado
de disrupción de las nuevas tecnologías y sus efectos en el empleo no son las
tecnologías en sí mismas, sino como se aplican en un entorno empresarial y social
concreto. Parece evidente que disponemos de tecnología suficiente para que los
trabajadores de cajeros sean sustituidos por máquinas auto-servicio y auto-pago,
pero todavía hay tres millones de personas trabajando como cajeros en EEUU. Es
indudable que, en muchas poblaciones pequeñas, o en los centros de las grandes
ciudades, los consumidores, para realizar las compras habituales en los comercios
cercanos, valoramos otros intangibles relacionados con la emocionalidad humana
antes de aceptar relacionarnos solo con máquinas para pagar.
El surgimiento de nuevos mercados obliga a una dinamización de la regulación
pública para evitar que surjan “huecos regulatorios” (como la cobertura de los
convenios laborales sectoriales) en relación con el derecho del trabajo y la
cobertura de la negociación colectiva.
También hay que tener en cuenta que muchas de estas nuevas empresas, precisamente
por ser nuevas, no están sindicalizadas. Y además, como comentaba antes en el caso
de Uber, los nuevos empresarios, y los inversores, muestran una clara voluntad de
aprovecharse de esos “huecos regulatorios”.
Estas estrategias empresariales creadoras de precariedad y pobreza han intentado
autojustificarse creando una difusa ideología sobre unas supuestas transformaciones
irreversibles del mercado de trabajo, que simplemente lo que querían era expulsar
de la cobertura del Derecho del Trabajo a sus trabajadores. Ha sido un intento más
de poner en cuestión los elevados derechos y protección de los trabajadores de los
que estos disfrutan en la mayor parte de los países desarrollados, un clásico de la
ideología neoliberal ahora con tintes de modernidad digital.
Afortunadamente, poco a poco, un conjunto de sentencias judiciales -una de las
pioneras fue la resolución del Employment Tribunal de Londres de 28 de octubre de 2016 han venido reconociendo que quienes desempeñaban esos trabajos eran
trabajadores por cuenta ajena no trabajadores autónomos. Recientemente también se
han producido varias denuncias de los sindicatos en nuestro país en torno a los
trabajadores de empresas como Deliveroo, Glovo, Uber, Eats o Stuart.
Jornades UPEC 2018 “El futur del treball: utopia o distopia?”
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En este ámbito, donde el elemento sindical apenas ha existido por ser empresas
nuevas, es necesaria una vigilancia mayor de las autoridades laborales, incluida la
inspección de trabajo, para evitar estos intentos de invisibilizar unas relaciones
de trabajo dependientes de una empresa-plataforma que se lleva la parte del león
del valor añadido generado. Es habitual que los trabajadores que trabajan en esas
empresas nunca llegan a conocerse físicamente entre ellos, lo que obliga a que los
sindicatos desarrollen nuevas estrategias de acción sindical.
Una encuesta anónima a los empleados de Apple (ingenieros, programadores,
diseñadores, técnicos y comerciales) ha puesto de manifiesto las quejas laborales
de estos trabajadores: alteraciones importantes del calendario de trabajo, falta de
incentivos, no reconocimiento de las propuestas de los trabajadores de las que
luego se apropian los jefes, dificultad de conciliación de la vida laboral y
familiar al estar todo el rato conectados, falta de perspectivas de carrera
laboral, sensación de estancamiento profesional, sueldos muy por debajo del nivel
de cualificación y responsabilidad exigido.
5.- EL FUTURO DEL TRABAJO ES LA DEMOCRATIZACION DE LAS RELACIONES LABORALES
Y LA PARTICIPACION DE LOS TRABAJADORES EN LA EMPRESA.
La democracia ha sido el mejor instrumento que ha encontrado el ser humano a lo
largo de su Historia para incrementar la cooperación social, que es el vector
evolutivo colectivo que determina el éxito o fracaso de las sociedades humanas,
esto es, su modernización1.
Para profundizar en el grado de democracia política que se ha alcanzado en las
Sociedades de la Abundancia, y extenderla al conjunto del planeta, es necesario
avanzar en la democratización de la economía y, principalmente, en una distribución
más equitativa del capital en la empresa. Tal como expresó Rudolf Meidner, uno de
los principales ideólogos de los Fondos de Inversión Colectiva de los Trabajadores
de Suecia: “El poder sobre las personas y sobre la producción pertenece a los
1 Entendida esta como la capacidad de una sociedad de actuar colectivamente movilizando personas y recursos materiales y financieros para lograr un objetivo y, una vez conseguido, poder volver a desplegarlos de manera continua a medida que surgen nuevas necesidades o presiones, como la define John Darvin en “El sueño del imperio”.
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propietarios de capital. Con estos Fondos los sindicatos pueden combatir esta
injusticia. Si no privamos a los capitalistas de su propiedad absoluta sobre el
capital, nunca podremos cambiar los cimientos de la sociedad y avanzar hacía una
verdadera democracia económica.”
La ley de Cogestión alemana de 1976, el Fondo de Solidaridad de Quebec (Canada)
creado en 1983, los Fondos de Inversión Colectiva de los Trabajadores instaurados
en Suecia en 1984, el Fondo del Petróleo de Noruega de los años noventa, la nueva
normativa francesa (2013) sobre participación de los trabajadores, el actual debate
belga sobre las “empresas de la codecisión” han tenido, y tienen, como objetivo
incrementar la participación de los trabajadores en la gestión democrática de las
empresas y, en algunos casos, lograr una distribución más igualitaria del capital.
Asimismo la participación de los trabajadores en los Consejos de Administración es una
cuestión muy relevante en gran parte de los países europeos. Diecisiete de los 27
miembros de la Unión Europea, y Noruega, tienen sistemas que garantizan el derecho de
los trabajadores a estar representados en Consejo de Administración, o de Supervisión,
de sus empresas con poder de decisión.
En catorce de estos países (Alemania, Finlandia, Austria, Dinamarca, Francia, Holanda,
Luxemburgo, Noruega, Polonia, Suecia, Eslovaquia, Eslovenia, Chequia y Hungría), la
legislación establece amplios derechos de participación en empresas públicas y
privadas.
En cuatro países son derechos más débiles, principalmente en el sector público
(España, Grecia, Irlanda y Portugal). España está en este grupo a pesar de que en el
artículo 129.2 de nuestra Constitución se dice: “Los poderes públicos (...)
establecerán los medios que faciliten el acceso de los trabajadores a la propiedad de
los medios de producción”, un mandato constitucional que está insuficientemente
desarrollado en nuestra legislación.
En España, en 1995, se aprobó la participación de representantes sindicales en los
Consejos de Administración de las empresas públicas, según el Acuerdo INI-Teneo
firmado con CCOO y UGT. Fruto de ese acuerdo aún hoy en día en Navantia hay
representantes sindicales de CCOO y UGT sentados en su Consejo de Administración.
En el siglo XXI la creación de sociedades más libres y menos desiguales, en las que
todos los ciudadanos puedan disfrutar de altos grados de libertad en todos los
campos de la vida personal y social, exige una profunda democratización de la
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economía. Desde el cálculo privado sobre beneficios y pérdidas es imposible lograr
una sociedad de pleno empleo con altos grados de equidad social. Democratizar la
economía es lograr que las decisiones sobre el destino de la inversión pública, y
de gran parte de la privada, se tomen teniendo en cuenta los intereses de la
mayoría de la población.
Y ello pasa, ineludiblemente, por impulsar la participación de los trabajadores en
las empresas. Ernst Wigforss, ministro de Economía de Suecia de 1932 a 1948, que
fue el gran constructor del Estado del Bienestar sueco, dijo hace más de ochenta
años que “la democracia no debía detenerse ante la puerta de las fábricas”. Los
consejos de administración de las empresas tienen que ir pareciéndose al resto de
instituciones democráticas de la sociedad, donde los intereses y opiniones de todos
estén representados. No al revés.
La democratización de la empresa es el instrumento de transformación colectiva
mediante el cual las trabajadoras y los trabajadores pueden reconquistar la hegemonía
cultural perdida desde los años ochenta del siglo XX, cuando los latifundistas de
capital impulsaron la contrarrevolución neoliberal con el objetivo de privatizar la
política y la sociedad.
Bruno Estrada.