GRAFFITI, ARTE URBANO(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)
UNIVERSIDAD PEDAGGICA NACIONAL Direccin de Difusin y Extensin Universitaria
Fomento Editorial MXICO 2005
RICARDO BUIL ROS
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GRAFFITI, ARTE URBANO(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)
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GRAFFITI, ARTE URBANO(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)
UNIVERSIDAD PEDAGGICA NACIONAL Direccin de Difusin y Extensin Universitaria
Fomento Editorial MXICO 2005
RICARDO BUIL ROS
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GRAFFITI, ARTE URBANO(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)
UNIVERSIDAD PEDAGGICA NACIONAL Direccin de Difusin y Extensin Universitaria
Fomento Editorial MXICO 2005
RICARDO BUIL ROS
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Marcela Santilln Nieto Rectora Tenoch E. Cedillo valos Secretario Acadmico Arturo Garca Guerra Secretario Administrativo Abraham Snchez Contreras Director de Planeacin Juan Acua Guzmn Director de Servicios Jurdicos Fernando Velzquez Merlo Director de Biblioteca y Apoyo Acadmico Adalberto Rangel Ruiz de la Pea Director de Unidades UPN Javier Olmedo Bada Director de Difusin y Extensin Universitaria COORDINADORES DE REA ACADMICA: Andrs Lozano Medina 1. Poltica Educativa, Procesos Institucionales y Gestin Ernesto Daz Couder Cabral 2. Diversidad e Interculturalidad Cuauhtmoc Gerardo Prez Lpez 3. Aprendizaje y Enseanza en Ciencias, Humanidades y Artes Carlos Ramrez Smano 4. Tecnologas de la Informacin y Modelos Alternativos Julio Rafael Ochoa Franco 5. Teora Pedaggica y Formacin Docente Anastasia Rodrguez Castro Subdirectora de Fomento Editorial
Margarita Morales Snchez Diseo de coleccin, portada e interiores Mara Eugenia Hernndez Formacin
NDICERicardo Buil Ros
GRAFFITI, ARTE URBANO
(EDUCACIN, CULTURA E IDENTIDAD EN LA MODERNIDAD)
Coleccin Educarte. Nmero 9
Queda prohibida la reproduccin parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la autorizacin expresa de la Universidad Pedaggica Nacional. Impreso y hecho en Mxico
1a. edicin: 2005 Derechos reservados por el autor Ricardo Buil Ros. Derechos reservados para esta edicin por la Universidad Pedaggica NacionalEsta edicin es propiedad de la Universidad Pedaggica NacionalCarretera al Ajusco nm. 24, Col. Hroes de PadiernaDelegacin Tlalpan. C.P. 14200. Mxico, D.F.www.upn.mxISBN 970-702-121-7
GT3912 Ricardo Buil Ros.R8.3 Graffiti, arte urbano: Educacin, cultura e identidad en la modernidad / Ricardo Buil Ros -- Mxico: upn, 2005. 185 p. : il. -- (Educarte; 9)
isbn 970-702-121-7
1. GRAFFITI. 2. IDENTIDAD CULTURAL
catalogacin en la fuente MITM 09-09-05
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NDICE
9 Agradecimientos
11 Introduccin
30 Captulo 1. Modernidad y posmodernidad a principios del milenio
32 La modernidad como categora histrica
43 El debate modernidad-posmodernidad
54 Captulo 2. Del Mxico desmoderno
64 Modernidad y educacin en Mxico
74 Captulo 3. Escuela, deseducacin y formacin de identidades
76 Lo mexicano como identidad cultural
84 Desde el espejo de Tezcatlipoca hasta las pantallas de televisin
93 Buscando alternativas: por una escuela para la diversidad
108 Captulo 4. Graffiti, hbrido cultural de nuestro tiempo
109 El campo de la cultura y la contracultura
116 Era tan viejo que pareca nuevo. Los antecedentes histricos.
124 Desde las paredes hacia el nuevo milenio
135 Sobre el graffiti
145 Del Mxico desmoderno
151 Algo sobre la educacin
158 Miscelnea
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169 Captulo 5. Consideraciones finales
169 Una breve explicacin
174 Las conclusiones
178 Palabras finales
179 Bibliografa
184 Hemerografa
185 Documentos electrnicos
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Gris es toda teora, verde es el rbol de oro de la vida.
Frase de Goethe grabada en la lpida de piedra volcnica
de la tumba de Jos Revueltas
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ste trabajo no hubiese sido posible sin los miles de graffiti
plasmados en las calles de la ciudad. A pesar de no conocer
a sus autores, desde aqu les hago un reconocimiento, y pido, si
es necesario, una disculpa en los casos reproducidos sin su consentimiento.
Asimismo, externo un sincero agradecimiento a mis compaeros de la
ltima generacin de la Maestra en Enseanza Superior, por los debates
y discusiones en el saln de clases o en plticas de pasillo; a los profesores
encargados de las diferentes asignaturas, por sus conocimientos
y experiencia compartidos, especialmente, al doctor Emilio Aguilar,
jefe del Departamento de Posgrado de la enep Aragn, a la maestra
Alicia Rodrguez, coordinadora de la Maestra en Pedagoga de la misma
institucin, as como a la maestra Mara Eugenia Chvez y al maestro Juan
Garca Corts, todos ellos acadmicos universitarios que fueron atentos
lectores de esta investigacin, contribuyendo con sus sugerencias
(y tambin con sus discrepancias) a la presentacin final del documento.
Debo mencionar de manera particular a la doctora Ana Hirsch Adler,
por su apoyo, comentarios y observaciones, siempre crticos, oportunos
y enriquecedores, as como por su paciencia y comprensin manifiestas
en todo momento a lo largo del proceso.
AGRADECIMIENTOS
E
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L os motivos para realizar esta investigacin surgieron en el ir y venir cotidiano a travs de las calles de la ciudad. Observando el panorama urbano, fui descubriendo un mundo escondido, paradjicamente, en las fachadas de casas y edificios: grandes dibujos de colores, muros rayados con
extraos diseos, jeroglficos incomprensibles encima de anuncios comerciales
o propaganda poltica, me indicaban una actividad casi frentica de quienes
los realizaban. Movido por la curiosidad, inici un archivo fotogrfico que, fi-
nalmente, me llev a emprender un estudio ms sistemtico sobre el graffiti.
Al acercarme al problema, una de las primeras impresiones que saltaron
a la vista era la siguiente: las ideas y opiniones que hay en torno al graffiti
varan a tal grado que llegan a ser contradictorias. Para el sector duro de
la sociedad, es decir, aquella parte ms conservadora (altos funcionarios del
gobierno, una gran parte del clero, militares, empresarios, la burguesa en ge-
neral, as como aquella opinin pblica ms influenciada por los medios de
comunicacin masiva), el acto de pintar paredes es una transgresin al orden
establecido. Otras posturas, en cambio, lo contemplan como una manifestacin
INTRODUCCIN
Comprender es un triste oficio. Expresarse libremente es un oficio con riesgos.
Ikram Antaki
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esttica que se puede apreciar e incluso utilizar: los dueos de las propiedades
donde se efectan los graffiti ms elaborados, por ejemplo, dan su anuencia
para que se realice dicha actividad, llegando incluso a pagar por ello; en al-
gunos locales comerciales tambin lo encontramos a manera de anuncio, lo
que nos habla de una cierta aceptacin social.
La palabra italiana graffiti viene del griego grapho (escribir, dibujar,
resaltar) y se empieza a utilizar a fines de la dcada de 1970 para nombrar
la actividad furtiva y callejera de pintar y rayar en el entorno urbano con
pintura de aerosol. A pesar de que en Mxico la bibliografa sobre el tema es
prcticamente nula, es posible hallar material en pases latinoamericanos (como
Argentina y Colombia) y europeos (sobre todo en Espaa, Francia, Alemania e
Inglaterra), donde destaca la variedad de enfoques, ya que el tema se puede
estudiar a travs de diversas disciplinas. Como fenmeno social se le ha ubicado
en el rea de la semntica, el urbanismo, la historia del arte, la comunicacin,
la psicologa, la antropologa, la sociologa, la economa, entre otras. A pesar
de esta heterogeneidad, existe en la mayora de ellos el reconocimiento de
que el graffiti revela una bsqueda de identidad por parte de los jvenes,
quienes intentan expresarse ante un sistema que les cierra las puertas y que
los margina hacia la subcultura de la calle, en donde predomina la violencia,
la corrupcin, la persecucin policiaca; pero tambin la solidaridad, el com-
paerismo, la lealtad: valores que no encontraron ni en la escuela ni en su
familia. Los contenidos de los mensajes plasmados en las paredes cuestionan
y critican a la autoridad pedaggica que ejerce no slo la escuela, sino otras
instituciones sociales, y su discurso atenta contra la propiedad privada, la
moral y las buenas costumbres.
Estamos hablando aqu de una crisis de valores en la que las nuevas
generaciones crecen con parmetros diferentes a los convencionales y tradi-
cionales, debido a la celeridad de los tiempos y a la descomposicin social
que se observa: aguda concentracin de la riqueza y expansin de la po-
breza, cambios en la estructura familiar, crecimiento urbano explosivo que
amenaza a cada momento con colapsar, deterioro educacional en todos los
aspectos, mbitos y niveles, medios de comunicacin al servicio de intereses
privados y espurios, violencia en aumento, etctera, son factores que inciden
sobremanera en la poblacin infantil y juvenil en plena etapa formativa di-
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rigindola hacia un vaco existencial que la obliga a inventar su identidad
por los caminos ms dismbolos, en el acoso de la manipulacin poltica e
ideolgica, el consumismo y la depauperacin material (recordemos a las ju-
ventudes fronterizas mencionadas por Giroux [1996], que caminan siempre
al filo de la navaja).
La tribalizacin (Oriol, Prez y Tropea, 1996), es decir, la aparicin
de bandas, pandillas y otro tipo de agrupaciones sobre todo en el mbito
urbano es un fenmeno posmoderno que est ligado ntimamente a la cons-
truccin de las identidades. La necesidad de pertenencia al grupo, la creacin
de lazos de afectividad, la diferenciacin con los otros, la territorialidad, son
elementos que responden a una sociedad erosionada y fracturada en sus va-
lores tradicionales.
El individualismo, la soledad, la angustia ante la falta de futuro y la frus-
tracin que ello produce en el individuo comn se da entre las muchedumbres:
la ciudad es una aglomeracin amorfa donde las colectividades se disuelven.
El territorio urbano adquiere entonces una multiplicidad con espacios cons-
tantemente disputados y apropiados por los grupos con ms poder, surgiendo
lo que algunos socilogos han llamado la guerra molecular (Enzensberger,
1993), caracterizada por darse no entre clases sociales o grupos polticos an-
tagnicos, sino entre la gente comn de la calle.
En la colectividad, la cohesin del grupo proporciona los elementos
pertinentes para la constitucin de las identidades; en las muchedumbres, el
individuo se encuentra rodeado de congneres, pero paradjica e irremedia-
blemente solitario.
En este panorama, la escuela se ha desligado paulatinamente de la co-
lectividad, abandonndose a la violenta mecnica que gobierna en las mu-
chedumbres. Al parecer, hablar de crisis escolar se ha convertido en algo
comn dentro de la investigacin educativa, podemos revisar bibliografa de
la dcada de los setenta y leer sobre la crisis, lo mismo en algn libro de los
noventa; y es que en la institucin escolar las contradicciones entre el discurso
dentro del aula y el que se genera en el entorno social se han acentuado cada
vez ms, de tal forma que el concepto crisis ha perdido su significado tem-
poral y se convierte en un trmino que indica permanencia de un estado de
cosas. La investigacin considera a la escuela como formadora de habitus,
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al tiempo que concepta los procesos educativos en sus aspectos formales e
informales, tambin como productora y creadora de identidades culturales,
accin que rebasa a las expectativas institucionales, a la vez que concibe a
la educacin como un elemento presente en todo momento y todos los actos,
tanto individuales como sociales, del ser humano, desde el momento de su
nacimiento hasta el de su muerte.
Hay que sealar que pocas interrogantes sern contestadas; en cambio,
las preguntas que se generen debern ser numerosas, pues el tema es vasto y
requiere de una investigacin multi e interdisciplinaria. Como afirma Garca
Canclini (1990), en su libro Culturas hbridas, a principios del milenio las
ciencias sociales deben ser ciencias nmadas, capaces de interrelacionar-
se de manera horizontal entre s, pues ningn objeto de estudio puede ser
contemplado en su totalidad por una sola disciplina. La investigacin aqu
presentada es, en este sentido, la construccin parcial de un objeto de estudio
voltil y complejo.
Son tres las causas a las cuales obedece la presente investigacin:
1. La necesidad de conceptuar a la educacin como un proceso que atae
no slo a los agentes socializadores tradicionales, entre los que destaca
la escuela, sino abarcar, adems, el amplio campo de lo cultural, lo
social, lo poltico y lo ideolgico.
2. La posicin que debe asumir la investigacin social, si sta se propone
incidir en la transformacin de las condiciones de vida en pases con
grandes desigualdades sociales como el nuestro. El dirigir la atencin
hacia fenmenos como el graffiti, vinculndolo con la educacin sujeta
a fuerzas que la determinan, en un entorno incierto y de desaliento para
las juventudes desocupadas, contribuye a generar conocimiento com-
prometido no slo con las clases explotadas, sino con una nueva utopa:
la de los excluidos y las minoras. El investigador no puede ni debe ser
imparcial ante el deterioro y la erosin de la sociedad contempornea.
Norberto Bobbio (1998) seala acertadamente que el cientfico social
debe asumir su responsabilidad social y poltica, buscando soluciones
alternas a las planteadas por el discurso dominante, radicalizndo-
se y combatiendo desde la academia para proponer y crear nuevas
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relaciones sociales, comprometindose con un futuro incluyente y
democrtico.
3. El intento de aplicar y utilizar tcnicas y herramientas metodolgicas
poco convencionales y que por lo mismo han sido poco exploradas.
La combinacin de imgenes fotogrficas, relatos y textos narrativos
diversos, mediante montajes (Taylor y Bodgan, 1990), produce resul-
tados interesantes y ricos en posibilidades metodolgicas y estticas.
Los objetivos generales de la investigacin son los siguientes:
Conocer, explicar e interpretar, en el marco de la educacin (formal
e informal), al graffiti como un intento de bsqueda, acercamiento,
identificacin, rompimiento y comunicacin entre los diversos grupos
sociales que coexisten en la ciudad, dentro de la dinmica de conflicto
que se da en las relaciones sociales y la construccin de la identidad
cultural.
Explicar e interpretar sociolgicamente al graffiti como un fenmeno
cultural, cuyos valores no implican necesariamente una postura ne-
gativa frente a la solidaridad, el respeto, la igualdad, la democracia y
la convivencia humana.
Los objetivos particulares son:
Utilizar en la investigacin social formas de acercamiento a la realidad
desde perspectivas visuales y narrativas consideradas tradicionalmen-
te como pertenecientes a otras reas de conocimiento, tales como las
artes visuales o las literaturas nacionales.
Dar a conocer en el mbito acadmico al graffiti; donde lenguaje,
significados, iconos y cdigos adquieren nuevas dimensiones.
Contribuir a una explicacin esttica dentro del entorno urbano sa-
turado de mensajes, viendo al graffiti como un espacio alterno de
comunicacin.
Por la naturaleza hbrida del objeto de estudio, la investigacin se apoya en
una serie de supuestos interrelacionados causalmente, a manera de orienta-
dores generales del proceso investigativo:
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1. Se conceptualiza al graffiti como una prctica cotidiana para ciertos
jvenes, que expresan en sus diseos la tensin que se da entre iden-
tidad cultural y modernidad. Se presenta la idea de que en Mxico la
identidad est en permanente invencin, misma que se interrumpe
por los procesos amplios de la globalizacin y el neoliberalismo. La
desaparicin de las fronteras por medio de las nuevas tecnologas, as
como el dominio del mercado y su mundializacin, deforman y distor-
sionan a las culturas locales y nacionales, propiciando la tribalizacin
y los fundamentalismos.
2. En el caso especfico de nuestro pas, se afirma que el Estado moder-
no ha intentado crear una identidad cultural oficial, homognea e
igualadora, occidentalizadora, que ha tenido un alcance relativo, pues
la gran diversidad cultural persiste aun cuando sea constantemente
negada. La escuela, producto de la modernidad, juega un papel fun-
damental en la transmisin y reproduccin de la cultura nacional, y,
por lo tanto, de lo mexicano.
3. Los valores, ubicados como parte del habitus (Bordieu, 1983), o
como reductores de complejidad (Gleizer Zalzman, 1997), o como
preferencias colectivas e intersubjetivas (Williams, 1977), tienen
una presencia contradictoria en el proceso escolar. Por un lado, est
el discurso explcito acerca de valores tradicionales, incluyendo el
patriotismo, la equidad, la democracia, etctera; mientras que en las
acciones cotidianas y en el entorno en el que se ubica la escuela pre-
domina lo contrario: falta de democracia, inequidad, aculturacin,
consumo irresponsable, etctera. La escuela en Mxico slo se ocupa
de la educacin formal, creando una verdadera deseducacin que
produce efectos contrarios respecto a los fines para los que ha sido
diseada y orientada, pues el sistema educativo nacional parece no
tomar en cuenta el entorno donde el individuo se forma: el mbito de
la educacin informal, con agentes socializadores que rebasan amplia-
mente a la accin educativa institucional, cuyos contenidos, normas
y prcticas han perdido su fuerza ante los vertiginosos cambios e
innovaciones tecnolgicas y de dominacin en un contexto social en
franca descomposicin.
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4. Si a lo popular se contrapone lo elitista, y a lo hegemnico lo contrahe-
gemnico, podemos suponer que los grupos subalternos de la sociedad
tienen la posibilidad de constituirse en sujetos sociales como seres
actuantes conscientes de su especificidad multidimensional (histrica,
poltica, de clase), capaces de generar propuestas que incidan en el
campo cultural y las relaciones sociales, expresndose como prcticas
que tienden a unificar acciones y experiencias de tipo colectivo, diri-
gidas hacia la transformacin social a partir de mecanismos originados
en la vida cotidiana, en la escuela, en la familia, en el barrio y en las
calles de la ciudad.
5. La globalizacin, la dependencia y el neoliberalismo determinan las
modalidades educativas cada vez ms restrictivas y selectivas. Recor-
demos a Attali (1990) cuando nos habla de los procesos privatizadores
en la educacin, preguntndose si la educacin no es acaso una nue-
va mercanca de lujo. Las nuevas corrientes educativas introducen
parmetros de eficiencia, eficacia, calidad y productividad, bajo la
ptica de adecuar la educacin a los esquemas productivos, supe-
ditndola y trasladando las relaciones de subordinacin al saln de
clases, perdindose el sentido profundamente humano del quehacer
educativo.
Finalmente, todos estos supuestos llevan a plantear el caso del graffiti desde
dos posiciones opuestas: la primera, argumenta que su prctica es la manifes-
tacin de la conformacin de nuevos sujetos sociales con proyectos de vida
y lenguajes contestatarios; y la segunda, como una manifestacin incapaz
de generar alternativa alguna, espontnea y descoordinada, producto de la
desorientacin y deshumanizacin de la vida moderna.
Para la elaboracin del presente trabajo, se utilizan referentes conceptuales
que tienen la funcin no de enmarcar la teorizacin, sino de proporcionar los
elementos que permitan reconstruir al objeto de estudio constantemente, de
manera mltiple y con la flexibilidad suficiente como para permitir abordarlo
desde diferentes ngulos y facetas.
Se parte para ello de la construccin de modelos terico-metodolgicos
siguiendo la propuesta de Jaime Castrejn Diez (1994:3-17), a partir de ejes
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cartesianos en cuyos extremos se ubican conceptos dicotmicos que sirven
como categoras generales o ideas gua. Cada eje forma un dilema, enten-
dido como: un argumento de dos posiciones contrarias que conducen a
una sola conclusin, formando cuadrantes que a su vez pueden ser cruza-
dos por muchos otros ejes. El resultado de la combinacin de los extremos
de un cuadrante da por resultado el concepto que est situado entre ambos.
De esta manera, obtenemos espacios conceptuales mutuos y contrastantes que
organizan las partes del objeto delimitndolas e integrndolas holsticamente,
ofreciendo la ventaja adicional de su representacin grfica.
En un primer modelo, se trabaja en torno a la idea de una cultura do-
minante o hegemnica enfrentada a una contracultura que rechaza o refun-
cionaliza los valores convencionales como prcticas de poder y dominacin.
Este primer eje es cruzado por otro, vertical, donde los valores son uno de
los pilares fundamentales para un sistema que amenaza a cada momento
con derrumbarse, siendo necesarios para su continuidad y legitimacin. De
acuerdo con Ana Hirsch (1999:1-22) son: concepciones de lo deseable que
influyen en el pensamiento selectivo. Siguiendo a la misma autora, podemos
decir que los valores son al mismo tiempo: universales (inherentes a toda la
humanidad) y particulares (referentes a un grupo o contexto particulares);
cognoscitivos (que tienen que ver con lo razonado) y afectivos (que se rela-
cionan con los sentimientos y emociones); explcitos (expresados en juicios
de valor) e implcitos (expresados en conductas o actitudes), y pueden ser
positivos o negativos segn los diferentes contextos. As mismo, los valores
norman, determinan, integran, adaptan, justifican y racionalizan conductas
y acciones tanto individuales como colectivas.
La cultura hegemnica parte del concepto gramsciano de bloque histrico,
como la interrelacin que se establece entre estructura y superestructura, y
que Bordieu retoma ms tarde para hablar de cultura hegemnica y culturas
subalternas. Con estos contenidos, el primer modelo queda de la siguiente
forma:
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Educacin y valores
Autoritarismo y represin Democracia de la inclusin y la heterogeneidad
Cultura Multiculturalidadhegemnica Contracultura Culturas alternativas
Democracia burguesa Movimientos extremistasCiudadana pasiva
Antivalores y deseducacin
El segundo modelo de trabajo tiene como extremos del eje principal la moder-
nidad y la posmodernidad, entendidas como un proceso dialctico inherente
al desarrollo del capitalismo, con la razn instrumental orientada a fines prc-
ticos, basada en una tecnologizacin selectiva y desigual de los procesos no
slo de produccin sino de vida, y que ha trado consigo, paradjicamente,
una irracionalidad desenfrenada que no reconoce aquello que le es ajeno,
negando a la racionalidad valorativa . As, la posmodernidad surge como una
crtica a todos los efectos negativos de la democracia burguesa en donde el
mercado y el consumo son el fin ltimo (Giroux,1996). El modelo en cuestin
queda as:
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Racionalidad valorativa
tica ciudadana Nuevas utopas
Modernidad Posmodernidad
Efectos no previstos Lgica del mercado
Racionalidad instrumental
Un tercer modelo tiene que ver con las tensiones que se producen entre la
modernidad y las identidades culturales, as como las relaciones entre dichos
elementos y la emergencia de nuevos sujetos sociales, en el contexto de una
sociedad globalizada y una economa neoliberal donde predominan el some-
timiento y la manipulacin de las muchedumbres, limitando la incorporacin
de nuevos sujetos sociales.
La particularidad de este ltimo modelo es que en la convergencia de los
ejes he ubicado un rea denominada espacio de hibridacin, multitemporal
y multidimensional, en el que se mezclan elementos de toda ndole. Lo hbrido
(el cruce de dos o ms especies distintas) es entendido como aquello que se
produce a partir de elementos de distinta naturaleza que incluso no tengan
compatibilidad alguna. Las hibridaciones pueden ser forzadas o convenidas,
pero el resultado siempre ser el mismo: imprevisto e inesperado. En la hibri-
dacin social, los procesos convencionales de reproduccin y mantenimiento
social quedan suspendidos, los mecanismos convencionales se transforman y
se da paso a situaciones inditas:
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Proyectos incluyentes
Liberacin Masa y muchedumbre
Identidad cultural Desidentidad
Nuevos sujetos sociales Sometimiento
Neoliberalismo y globalizacin
A partir de estos modelos se presentan los elementos tericos para la adqui-
sicin de conceptos que ayudan a reinterpretar y valorar bajo una nueva luz
a las cuestiones culturales, en la extensin amplia de su significado.
Hay tres partes fundamentales del trabajo que tienen que ver con la elec-
cin del objeto de estudio, y con la forma de explicar y pensar a la sociologa
de la educacin desde el referente particular del investigador, de acuerdo a
sus experiencias formativas y vivenciales.
La primera parte obedece a la necesidad de plantearse el problema de
la conceptuacin de los trminos modernidad-posmodernidad, partiendo
de cuatro posturas bsicas: a) las que consideran a la modernidad como un
proyecto inconcluso (caso de Habermas); b) como una forma que, llegada a
sus lmites, se ha agotado (postura de Lyotard); c) como un proceso dialctico
que genera su propia crtica desde el posmodernismo (postura de Giroux); y
d) las que se ubican en lecturas del contexto latinoamericano, representadas
aqu por una serie de autores que coinciden en cuestionarse si Latinoamrica
ha pasado por un proceso de modernizacin, o si sta adquiere caractersticas
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particulares de acuerdo a sus condiciones histricas y culturales propias (por
ejemplo, Garca Canclini y Abraham Magendzo).
En la segunda parte, se retoma la produccin terica de Gramsci por
sus importantes aportaciones al estudio de las relaciones entre lo estructural
y lo superestructural, y a su definicin de lo educativo dentro de la esfera
de lo cultural; mientras que la sociologa de Pierre Bordieu y Garca Canclini
proporcionan los elementos de anlisis social dentro de los amplios campos
culturales enmarcados en la produccin, distribucin y consumo de bienes,
a partir de dos conceptos bourderianos: campo y hbitus, que se explican ms
adelante.
Las propuestas tericas de Paulo Freire, H. Giroux, A. Magendzo, Ma-
claren, Libaneo, Daz Barriga, etctera, fundamentan la explicacin sobre la
educacin y la escuela como espacios concretos con prcticas cotidianas con-
flictivas, y tambin como factores de reproduccin, de resistencia y de lugar
alternativo para la construccin de la democracia.
En tercer lugar, se recurre a la literatura nacional y el testimonio visual
fotogrfico con autores de la narrativa contempornea, quienes nos develan
aspectos que por su aparente insignificancia o cotidianidad pasan inadvertidos
para la investigacin tradicional. Se recuperan textos de novelistas, cuentistas,
poetas, periodistas y articulistas.
En Las reglas del arte, Bordieu reflexiona acerca de la literatura y las
diferentes maneras de leer. Se puede leer el texto de forma literaria, pero tam-
bin nos podemos acercar a l desde perspectivas de anlisis e interpretacin
cercanas a la hermenutica, o podemos explicarlo sociolgicamente desde
referentes variados. En una entrevista publicada en el diario El Nacional,
Bordieu (1998) afirma:
Se trata de encontrar en las obras literarias indicadores que puedan orientar
la investigacin hacia aspectos que generalmente no se toman en cuenta
dentro de las ciencias sociales, sobre todo aquellas dominadas por la pro-
fesin de fe positivista. Creo que el trabajo del socilogo puede contribuir
a enriquecer la vida literaria, como la fotografa enriqueci la pintura que
se hizo a fines del siglo pasado y principios de este.
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De hecho, los estudios sociolgicos basados en las literaturas nacionales han
cobrado auge sobre todo en la ltima dcada (Bordieu, 1998), bajo la idea de
aprovechar la riqueza literaria en cuanto al manejo de categoras tales como
tiempo, lugar, espacio, etctera.
Desde una perspectiva sociolgica amplia, el graffiti aparece como una
manifestacin de procesos profundos que operan en la sociedad actual y que no
son fciles de distinguir por encontrarse ocultos en la dinmica social, misma
que percibimos de manera cotidiana. Para acercarnos a l, ubicamos dos niveles
de abstraccin: uno, de referentes conceptuales que nos permiten alumbrar
los procesos descritos en su relacin mutua, contradictoria y dialctica dentro
de los diferentes campos en que se presentan; en el otro nivel, la atencin se
dirige hacia los posibles significados y cdigos, dentro de un entorno urbano
inaprensible e inenarrable debido a su multiplicidad y complejidad. La foto-
grafa que como instrumento y tcnica de investigacin adquiere un creciente
reconocimiento en la investigacin social, pues es una excelente fuente de datos
que combina lo intersubjetivo con lo objetivo oscila entre los dos niveles,
ya que tiene que ver tanto con la produccin material y objetiva del grupo
como con el sentido y subjetividad del hecho en s.
La parte metodolgica inicia con tres preguntas: cul es la relacin que
existe entre el graffiti, los procesos educativos y la identidad cultural? Cul
es el sentido de esta actividad? Qu significados se esconden tras los diseos
plasmados en la pared? Para poder responder, se aborda a la investigacin
que se realiza desde la cotidianidad, recurriendo a todo tipo de informantes
para la obtencin de datos, pues el graffiti, como fenmeno social, ofrece
rasgos particulares que orientan y determinan en gran medida las formas
de acercamiento y estrategias a seguir. Tiene una estructura que pretende
acercarse a fenmenos culturales que son hbridos y, por lo tanto, mutantes.
Dada la naturaleza del objeto de estudio, ms que describir, lo que se intenta
es dar evidencia de toda la problemtica que subyace en el fondo del graffiti,
para comprender su sentido, entendiendo por comprensin: un conocimiento
profundo de la realidad.
La intencin del trabajo es entender al graffiti como una manifestacin
discursiva, contrapuesta al discurso hegemnico, desde sujetos sociales in-
mersos en una dinmica contradictoria de lucha por la apropiacin y creacin
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de espacios. As, la informacin obtenida a travs del relato y la imagen, en
el trabajo de campo, tratan de dar un enfoque amplio al combinar el discurso
terico con el relato y la narracin literarios, as como con el testimonio de la
gente y sus experiencias cotidianas.
De acuerdo con Taylor y Bodgan (1990:15), por metodologa entendere-
mos el modo en que enfocamos los problemas y buscamos las respuestas,
es decir, las estrategias que utilizamos para el conocimiento sobre un objeto
de estudio en particular. Cuando hablamos de lo cualitativo nos referimos al
tipo de investigacin que obtiene y produce datos descriptivos, generando
interpretaciones originadas en la perspectiva de los sujetos a quienes queremos
investigar, incluyendo las posturas del mismo investigador. Sin embargo, se
trata de ir ms all de lo cualitativo tradicional, buscando tambin explicar las
causas econmicas, polticas, sociales y culturales que subyacen en el fondo
de la problemtica.
Se abord el problema en tres pasos progresivos:
1. La ubicacin y contacto con el graffiti y sus nebulosos alrededores.
2. La obtencin de la informacin visual y verbal.
3. La interpretacin y explicacin de lo obtenido en el campo, confron-
tndolo con los aspectos tericos.
Los dos primeros puntos se realizaron sin seguir una gua determinada, apro-
vechando, en cambio, el deambular al que nos vemos obligados para desem-
pear nuestras actividades cotidianas junto con los seres que nos rodean. Mi
esposa, que labora como prefecta en una escuela de nivel medio en el norte
de la ciudad, fue una informante clave que me acerc a la problemtica del
graffiti desde la institucin escolar, as como mis amigos y amigos de mis ami-
gos, primos, sobrinos, los vecinos de mi calle, mis alumnos en la Universidad
Pedaggica Nacional, depositarios todos ellos de la llamada cultura nacional
(si es que hay algo a lo que as podamos nombrar), constituyeron una fuente
de primera mano.
A esta variedad de testimonios los divid en tres grupos: El primero se
conform por las experiencias de mi esposa y sus dos compaeros prefectos,
que como encargados de la disciplina de un plantel, me facilitaron un ejemplo
del punto de vista de la autoridad de viva voz. Mi esposa, pasante de la
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unam y egresada de la preparatoria popular Mrtires de Tacubaya, tena,
por lo general una visin ms crtica o reflexiva acerca de lo que se entiende por
disciplina, mientras que los otros dos prefectos, uno de ellos con escolaridad
de secundaria y el otro egresado de un bachillerato tecnolgico, asuman de
manera ms vertical las rdenes de la direccin de la secundaria. Esto me
permiti contrastar puntos de vista diferentes de sujetos con un mismo rol,
sobre un mismo hecho. Al respecto, conservo un pequeo archivo de narracio-
nes entre las que destaca la del caso de un alumno de tercer ao que desert
de la escuela y huy de su casa para integrarse a una banda de graffiteros de
Bosques de Aragn.
El segundo estuvo conformado por mis vecinos, amigos y parientes
cercanos, grupo por lo dems heterogneo y diverso, que me dio el contexto
cotidiano y contradictorio sobre el significado social del graffiti. Dentro de
este conglomerado, conoc y me relacion con varios graffiteros de mi colonia.
Uno de ellos, Omar alias la Rata, acab hacindose novio de mi sobrina, pin-
tando un graffiti en su cuarto, dentro del departamento de mi hermana. A
este segundo grupo tambin corresponde el crew (colectivo de graffiteros)
que pint la fachada de mi casa, como se aprecia en algunas de las fotos que
se incluyen en la parte visual de la investigacin.
El tercer grupo se compuso por mis alumnos de la upn, todos ellos maes-
tros en servicio de primarias y secundarias pertenecientes a la sep. Su visin
como profesores y a la vez como padres de familia o como transentes fue
interesante, pues, revestidos con las caractersticas de su actividad docente,
se centraban sobre las polticas y los procesos educativos, la gestin y el papel
de las autoridades, la relacin escuela-comunidad, el deterioro econmico y
social, y la problemtica familiar de sus alumnos, dando opiniones y explica-
ciones desde esas perspectivas.
El escenario urbano fue el insumo principal. Con la cmara fotogrfica
bajo el brazo, me detena constantemente interrumpiendo mi trayecto ante
las paredes pintadas, e invariablemente se me acercaba la gente. Despus de
explicarles el motivo de mi actividad, por lo general, se mostraban solcitos y
cooperativos y me daban toda clase de opiniones sobre el tema, sealndome
dnde haba graffiti que yo an no registraba, o proporcionndome seas de
quienes los realizaban.
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Pero tambin existe la desconfianza. A manera de ejemplo citar dos
sucesos: En cierta ocasin, recorriendo en mi bicicleta las calles de la Colonia
Vallejo me detuve con un pequeo grupo de jvenes que platicaban en una
esquina. Apenas estaba hablando con ellos, cuando de la casa de enfrente
sali una seora amenazante, gritndome que yo era un polica que andaba
de delator. Los chavos me vieron inquisitoriamente, y antes de que me diera
cuenta me empezaron a rodear. Sin ms trmite, emprend la huida.
En la colonia Panamericana me sucedi algo similar aunque ah s hubo
final feliz. Tomando fotos de graffiti ubicados en las inmediaciones de la
iglesia del lugar, not a un grupo de personas que me observaba con insis-
tencia. Despus de unos minutos se me acercaron y me dijeron que en un
primer momento pensaron que yo era la persona que en los ltimos das se
haba dedicado a robarse las palomas, destruir las bancas y otros desmanes.
Despus de aclarar la situacin, los fotografi (ellos me lo solicitaron), saliendo
en primer plano tres habitantes con el fondo de un graffiti pintado en el atrio
que dice: La Pana, mi barrio loco y mi vida pobre (ver pag. 146).
En otras ocasiones, tuve la suerte de encontrarme con graffiteros en ple-
na faena. Platicaba con ellos de manera totalmente informal, no slo de su
experiencia urbana, sino incluso del sentir de sus vidas. Varias veces me toc
intervenir cuando la polica trat de detener a los jvenes (y a m tambin), de
forma violenta y sin justificacin alguna. Debo mencionar que estas experiencias
fueron a plena luz del da, ya que estos muchachos contaban con el permiso de
los dueos de los inmuebles. Los graffiti elaborados sin permiso sobre los muros
de casas y otras propiedades privadas, se realizan por lo general al amparo de
las sombras y la oscuridad, y es verdaderamente difcil testificarlos.
Aun cuando estos ejemplos sean anecdticos, develan esa parte de la investi-
gacin que permanece oculta: su dimensin humana, azarosa, vivencial, siempre
presente y determinante en el producto final, y que por lo general se obvia.
Las plticas, tanto grupales como individuales, se efectuaron durante las
reuniones informales con los graffiteros, con el objetivo de obtener la mayor
informacin posible sobre su organizacin, lenguaje, relaciones con otros
grupos, con la escuela, la autoridad pblica y el medio urbano en general.
El tercer punto consiste en un ejercicio libre, de reflexin y hermenusis,
practicado por el investigador y el lector, a partir de la tcnica del montaje
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(Taylor y Bodgan, 1990), relacionando palabras con imgenes, utilizando a
la fotografa y a la narrativa como documentos multidimensionales, cuestio-
nando y enriqueciendo las formas tradicionales de ver la realidad. Texto y
fotografa se acompaan mutua y sincrnicamente. Si la imagen representa
algo, su significado ser determinado en gran medida por las palabras que le
dan una dimensin especfica; a la inversa, el texto transforma sus mensajes
cuando la imagen le da una perspectiva de tipo visual que antes no tena. Esto
permite al investigador resaltar determinados aspectos, obviarlos, hacerlos
visibles, aun cuando siempre han estado ah, camuflajeados y mimetizados en
la cotidianidad. Taylor y Bodgan (1990:148) sealan:
Las imgenes pueden tomar el lugar de las palabras o por lo menos trans-
mitir algo que las palabras no pueden. Por cierto, al lector de un estudio
cualitativo la imagen le proporciona la sensacin de estar ah, viendo
directamente al escenario y las personas. Ha habido asimismo trabajos
publicados en peridicos tales como Qualitative Sociology que consistan
solamente en imgenes sin ningn comentario o anlisis.
El valor testimonial de la narracin y la fotografa son similares, aunque se dan
en dos niveles diferentes: el de las palabras y el de las imgenes; sin embargo,
las palabras evocan imgenes y viceversa; este ir y venir del sonido al color
y de ah a los significados, es un movimiento dialctico que se establece con
el sujeto como mediador de ambos.
La imagen, tanto narrativa como literaria, tiene un alto valor sociolgico:
en la dinmica o la inmovilidad de las figuras se devela lo desconocido, se
descubren gestos imperceptibles, actitudes veladas, situaciones aparentemente
comunes, pero inverosmiles, colores, sombras, fantasmas y texturas que crean
atmsferas reveladoras.
Nos dice Garca Canclini (1979:10):
Prctica extracotidiana, la fotografa solemniza lo cotidiano, subraya la
superacin de la rutina, el alejamiento de lo habitual. Nadie fotografa su
propia casa, salvo que la haya reformado y quiera testimoniar un cambio;
por lo mismo, nos asombra el turista que se detiene a sacar una fotografa
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de lo que vemos todos los das. La fotografa es una actividad familiar
destinada a consagrar lo no familiar.
Con esta tcnica, la metodologa se enriquece y diversifica: de la ciencia social
se pasa a la creacin artstica, pues los resultados estticos de foto y texto dan
lugar a formas de conocimiento que se componen por mltiples escenarios, que
se reacomodan y adquieren significados diferentes a los convencionales.
El primer captulo de esta investigacin aborda el tema de la modernidad-
posmodernidad, centrndose en dos aspectos: su conceptuacin histrica y
el debate que se da alrededor de ambos conceptos. Debido a los mltiples
enfoques y posturas existentes en la produccin terica, no se trat de abar-
carlas todas, al contrario, el tratamiento se limit slo a algunos autores que,
para fines de estudio, divid en cuatro posturas bsicas, de las cuales la ltima
es una construccin intentada por m, a partir de la propuesta de un trmi-
no definitorio (la desmodernidad) que permear la investigacin de manera
transversal.
En el segundo captulo hago la caracterizacin del Mxico actual como
un pas desmoderno, sometido a fuerzas y procesos que abordo desde tres
grandes temas: La dependencia, como un fenmeno vigente y determinante
en nuestra fisionoma actual; el neoliberalismo, como la corriente econmica
prevaleciente en el entorno internacional; y la globalizacin, como el pro-
ceso de planetarizacin y mundializacin de los estados-nacin. Estos tres
aspectos proporcionan los elementos para la caracterizacin de la educacin
en la historia de Mxico, desde la perspectiva de las polticas educativas y la
conformacin de la cultura nacional como parte de nuestra identidad.
En el tercer captulo se realiza el anlisis de los procesos educativos des-
de la perspectiva de lo mexicano como una forma de identidad cultural
promovida desde la escuela, dirigida hacia la formacin de un ciudadano
mexicano, dentro de la bsqueda de la integracin y la unidad nacionales.
La educacin, como proceso de conformacin de las identidades, desborda el
mbito educativo y se extiende hacia la sociedad en su conjunto, por lo que
se consider en este punto abordarla en sus aspectos tanto formales como
informales, poniendo nfasis en los medios masivos de comunicacin, por el
gran peso y presencia que han adquirido.
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Al cuestionarnos sobre los retos que se presentan en la educacin, y que
tienen que ver con los fenmenos tratados en los dos captulos precedentes,
presento algunas respuestas de lo que he llamado escuela incluyente o
posmoderna, dirigida hacia la formacin de un nuevo ciudadano capaz de
revertir el deterioro no slo de la humanidad, sino del planeta en su conjunto,
con nuevas utopas en el horizonte histrico.
En el ltimo captulo se presenta sociolgicamente al graffiti como una
manifestacin hbrida y posmoderna, que ejerce la crtica a travs de diseos y
mensajes, producto de una juventud desencantada que responde a la cultura
oficial y a la violencia institucionalizada. Se divide en dos partes: La primera
se ocupa de documentar al graffiti, intentando una descripcin que ubica
sus antecedentes desde la poca de la Colonia e incluso antes, hasta llegar al
graffiti actual, ntimamente ligado a la corriente contracultural del hip-hop,
estableciendo una relacin entre sus caractersticas y los diferentes momen-
tos histricos. A pesar de ser bsicamente una crtica profunda al sistema, el
graffiti expresa, asimismo, las contradicciones propias de quienes los hacen,
pues de igual modo se exaltan las actitudes violentas que se convierten en
pronunciamientos antirracistas, denotndose una gran inconsistencia poltica.
Entendido como una forma contracultural, se ubica al graffiti histricamente
en un contexto de lucha contra el discurso hegemnico que se concretiza en
el espacio urbano en el plano de lo esttico, lo ideolgico y lo poltico, es
decir, en la superestructura social.
La segunda parte de este ltimo captulo consiste en la presentacin de
104 fotografas (81 de graffiti), recopiladas de 1998 a 2001, y que forman par-
te de un archivo ms amplio, que cuenta con cerca de 300 fotos, todas ellas
obtenidas con una cmara manual reflex de 35 milmetros.
La seccin fotogrfica se encuentra, a su vez, dividida en cuatro temticas
generales: el graffiti, el Mxico desmoderno, la educacin y una parte llamada
miscelnea. Las fotos son la continuacin de lo escrito a lo largo de todo el
trabajo, combinndose con una serie de textos tomados de las ms diversas
fuentes, tratando de resaltar algunos de los planteamientos abordados.
Finalmente, se encuentra un apartado de consideraciones finales, en donde
se da una breve explicacin sobre el proceso investigativo, as como algunas
conclusiones sobre el tema aqu tratado y el trabajo en general.
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l estar en la frontera entre dos siglos y dos milenios
nos convierte en una generacin privilegiada, pues tenemos la opor-
tunidad de ensayar una mirada retrospectiva sobre las sociedades
modernas, tan complejas, desiguales y contrastantes, al trmino de
una centuria que vivi los cambios ms acelerados vistos por la huma-
nidad. Escribe Abel Posse (1999):
Ya cesa un siglo extraordinario fascinante, criminal, creativo tal
vez slo comparable con el IV y el del Renacimiento. Es como si
la historia hubiese recorrido un tedioso trmite hasta desembocar
en el tiempo donde se concretaron todos los extremos y se pusie-
ron a prueba los sueos y pesadillas. Nunca pasaron ms cosas
en siglo alguno. Nunca un siglo en que el hombre el cado, el
desdichado de la creacin pudiera poner un dedo en el gatillo
nuclear y autoaniquilarse en media hora de guerra. El hombre
comprob qu era atosigarse con el rbol de la Ciencia.
C A P T U L O I
MODERNIDAD Y POSMODERNIDAD A PRINCIPIOS DEL MILENIO
Muchos pueblos y civilizaciones se llaman a s mismos con el nombre de un dios, una virtud, un destino, una fraternidad: Islam, judos, nipones,
tenochcas, arios, etc. Cada uno de esos nombres es una suerte de piedra de fundacin, un pacto con la permanencia. Nuestro tiempo es el nico que ha escogido
como nombre un adjetivo vaco: moderno. Como los tiempos modernos estn condenados a dejar de serlo, llamarse as equivale a no tener nombre propio.
Octavio Paz
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El hombre moderno con el gatillo nuclear en la mano. Sugerente imagen que
nos lleva a preguntarnos: qu es la modernidad? Cuando se habla de moder-
nidad, desde las ciencias sociales, es necesario acotar y precisar el trmino,
pues aparte de que abarca una amplia variedad de situaciones que ataen a la
totalidad de los aspectos de la vida actual, puede verse desde varios enfoques.
Aqu nos interesa resaltar dos elementos: el de su conceptuacin histrica,
y el de la discusin que se ha generado a su alrededor, misma que la ubica en
el centro de un gran debate.
Como proyecto histrico, aparece propiamente desde el siglo xviii, aun
cuando empez a prefigurarse desde mucho tiempo atrs. Pero es en El Siglo
de las Luces cuando toma cuerpo con el ascenso de la burguesa como nueva
clase hegemnica. As, nace vinculada directamente a un ideario poltico,
obedeciendo a las necesidades del desarrollo de las fuerzas productivas, que
a su vez impulsan a la sociedad en su conjunto.
La modernidad se va formando y construyendo a partir de sucesivas mo-
dernizaciones que van adecuando y generando las condiciones para la per-
manencia del proyecto. Se distingue as modernidad de modernizacin en el
sentido de que la segunda constituye a los procesos particulares y especficos
que se dan dentro de los diferentes campos, mientras que la primera es el
resultado conjunto de todos esos procesos. Sustentada en la racionalidad ins-
trumental ha producido una serie de efectos tal vez insospechados contra-
rios a su discurso, entre los que destaca la exclusin de cuando menos cuatro
quintas partes de la poblacin mundial.
La posmodernidad, su contraparte, surge aqu de manera contradictoria:
como una respuesta mltiple, inconexa, catica, individualista y reaccio-
naria; o como una crtica que hace nfasis en cuestionar los resultados de
la modernidad, asumiendo la creacin de proyectos colectivos diferentes o
alternativos.
Lo expuesto pretende proporcionar los elementos contextuales de entrada
para la explicacin amplia del proceso de construccin de las identidades, en
relacin con la educacin y los movimientos culturales y contraculturales que
se definen ms adelante.
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LA MODERNIDAD COMO CATEGORA HISTRICA
Y vi de reojo a la Bestia con siete cabezas y diez cuernos, y entre sus cuernos diademas Y la gente le aplauda y le tomaba fotos y videos, y grababa sus declaraciones exclusivas, mientras, con claridad que habra
de tornarse bruma dolorosa, llegaba a m el conocimiento postrero: la pesadilla ms atroz es aquella que nos excluye definitivamente.
Carlos Monsivis
Conforme nos acercamos a la terminacin del milenio, simultneamente llega
a su fin una amplia variedad de aspectos de la vida moderna: fin del Estado
benefactor, fin de la Guerra Fra, fin del socialismo, fin de la historia, de las
utopas, etctera; pero parece ser que tambin arribamos a la era de los inicios:
el principio de la globalizacin sin retorno, el neoliberalismo como nueva
tendencia mundial, el inicio del mundo multimedia, el arribo de la tecnocracia
al poder mundial. stos son slo algunos aspectos de la multitud casi infinita
de elementos que conforman el catico escenario actual.
Con el trmino de la Guerra Fra, desde la dcada de los ochenta se ha
difundido un nuevo postulado ideolgico y una construccin terica pol-
mica que trata de explicar a la sociedad de fin de milenio: la teora de la mo-
dernidad. Llevando a cabo un ejercicio de autorreflexin, la modernidad se
justifica a s misma desde Occidente, declarndose inacabada y perfectible.
Como fenmeno estudiado por la sociologa, la modernidad aparece dialc-
tica y contradictoriamente constituida por procesos modernizadores que se
sustentan en la racionalidad instrumental, expresada en grandes avances
cientficos y tecnolgicos orientados y aplicados, en primera instancia, a los
procesos productivos, junto a la eliminacin paulatina del ethos social que le
dio origen en la Ilustracin.
Modernizacin y racionalidad
Los acelerados procesos de modernizacin le van dando un nuevo rostro a
la sociedad, caracterizando de manera contradictoria a la modernidad. Los
efectos irracionales provocados por la racionalidad producen contrastes irre-
conciliables, de tal forma que, a escasos kilmetros de la capital de cualquier
pas dependiente, podemos encontrar formas de vida comunitaria marginales y
ajenas en esencia al modo de produccin capitalista. Y en las mismas ciudades,
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la emergencia de nuevos sujetos sociales crea nuevas redes de comunicacin y
de confrontacin desconocidas que complican las relaciones sociales.
En los campos culturales como la literatura o la pintura, los procesos
modernizadores son una constante que dinamiza a los elementos que los
conforman, de manera ms evidente que en otros campos. Sin embargo, la
modernizacin tambin aparece en momentos intermitentes o continuos de
la historia, constituyndose en un proceso de transformacin por medio
de rupturas o continuidades.
Para Horst Kurnitzky (1994), la modernizacin consiste bsicamente en
los cambios de una sociedad que se distingue de la pasada por la elaboracin
de un concepto ms universal de mundo, distinguindola de la modernidad
en el sentido que adquiere esta ltima como categora histrica, que se perfila
desde los importantes cambios que registran las diferentes historiografas a
partir del fin de la Edad Media y los inicios del Renacimiento.
Es importante sealar aqu la modernizacin de los conceptos filosfi-
cos que dejan atrs a la escolstica como visin predominante, sustituida
paulatinamente por la racionalidad instrumental mediante el nominalismo
y el probabilismo, antecedente que sent Duns Escoto y sus conceptos de lo
individual (haecceitas) y de la razn (a priori y a posteriori), convirtindose
en uno de los precursores del pensamiento cientfico. Por su parte, Guiller-
mo De Occam moderniza y le da un nuevo rumbo a la filosofa, pasando de
la ontologa a la gnoseologa, al afirmar que los conceptos, las palabras y los
nombres slo son una representacin mltiple de lo observable, sentando las
bases del empirismo y, posteriormente, del probabilismo. Ambos filsofos y
Descartes ms adelante con la idea de fundamentar las ciencias de su poca a
partir de una concepcin ontolgica y gnoseolgica expresada en su mtodo
de la duda metdica protagonizan procesos modernizadores en la esfera del
pensamiento, al retomar la necesidad, ya planteada desde el mundo clsico
antiguo, de darle un sustento al proceso del conocimiento mediante la razn
como ente universal.
Cuando la ciencia empieza a sustituir paulatinamente a la fe, la raciona-
lidad se convierte en el eje de la modernidad; pero es en un tipo especfico de
racionalidad en el que se sustenta: la racionalidad instrumental. Ana Hirsch
(1997) seala cuando menos tres tipos de racionalidad: absoluta, instrumental
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y valorativa. La primera, se origina en los pensadores socrticos y se entiende
como orden universal y como capacidad pensante del ser humano, orientada a
la armona entre hombre y cosmos. La segunda, aparece a partir del siglo xviii
con la revolucin industrial y el movimiento ilustrado, ligndose directamente
a los procesos productivos y econmicos, dirigindose hacia la adecuacin
de los medios a los fines. Durante el siglo de las luces, Kant, uno de sus
filsofos ms representativos, introduce como elemento de la Ilustracin a la
razn dentro de la esfera de la autoridad y la obediencia, es decir, como in-
teriorizacin de la autoridad )Foucault, 1988), para dejar a un lado lo que l
llam inmadurez, refirindose a la voluntad de dejarnos conducir hacia un
mundo regido por la razn del ser. Para Kant, la Ilustracin se presenta no
como un inicio, sino como una salida y la posibilidad de que el uso de la razn
sea la base del contrato social. Esto lo llev a distinguir entre el uso pblico y
el uso privado de la razn, correspondientes al Estado y al individuo respecti-
vamente, proponindole a Federico II una especie de despotismo ilustrado,
como garanta de la obediencia civil (Foucault, 1988).
La tercera, es aquella que forma parte del ethos del contrato social es-
tablecido por la sociedad, y que es necesaria para la convivencialidad de los
diferentes grupos. Esta racionalidad se basa en la solidaridad, la tolerancia, el
respeto a la diversidad y la diferencia, la igualdad, la equidad, la justicia, la
libertad, etctera, dejndosele de lado o dndosele un significado diferen-
te en el contexto de un desarrollo capitalista que no necesita de parmetros
ticos y morales.
En la modernidad, la racionalidad valorativa es anulada por la racionalidad
instrumental. La defensa de los valores se convierte entonces en contraparte
de los procesos modernizadores, a los que cuestiona continuamente. Ana
Hirsch (1997:20) afirma:
La racionalidad instrumental como adecuacin de los medios a los fines;
sin discusin pblica de estos ltimos es hegemnica y permea todos los
mbitos de la vida social, entre ellos la educacin. Ha dejado fuera aspectos
indispensables como son el papel de la historia y de las ideologas (tanto para
reconocer los acontecimientos del pasado como para interpretar el futuro
posible); las contradicciones y conflictos, los valores y la concertacin de
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fines y proyectos sociales, al sujeto y su identidad (individual, colectiva y
nacional) y a procesos afectivos y espirituales. Todo ello conforma lo que
podramos acotar como racionalidad valorativa y que durante los ltimos
siglos ha fundamentado parte de la lucha social. El predominio de la ra-
cionalidad instrumental se ha sustentado en el dominio de occidente por
sobre las otras civilizaciones.
Podemos resumir los tres tipos de racionalidad de la siguiente forma:
1. Racionalidad absoluta:
a) Proviene de los grandes sistemas filosficos.
b) Se fundamenta en la unidad del ser y la conciencia.
c) Entiende a la razn como facultad pensante y universal.
d) Predomina hasta antes del siglo xviii.
2. Racionalidad instrumental:
a) Surge con la Ilustracin y la Revolucin Industrial.
b) Busca adecuar los medios a los fines, sin previa discusin pblica.
c) Sus fines ltimos son compatibles entre s.
d) Se presenta a s misma como cientfica y tecnolgica.
e) La realidad es objetiva.
f) Lo subjetivo se rechaza.
g) Se convierte en irracional (Escuela de Frankfurt).
3. Racionalidad valorativa:
a) Est disociada por la hegemona de la racionalidad instrumental.
b) Es terica, histrica y dialctica.
c) Es singular respecto al individuo.
d) Es histrica en relacin con una poca.
e) Busca reconciliar al mundo con el ser humano y a los saberes con los
valores.
f) Es relativa y cambiante.
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Para Kurnitzky (1999), el problema de la modernidad basada en la raciona-
lidad instrumental se vincula directamente con el mercado neoliberal y sus
efectos perversos sobre las clases y las sociedades desposedas. El consumo y
las mercancas han sustituido a las grandes utopas sociales, producindose
efectos contrarios a los planteados por el Humanismo durante el Renacimiento
y durante el Iluminismo del siglo xviii.
La modernizacin alude a los procesos concretos que conforman el paso de
una sociedad tradicional a una sociedad moderna, con tradiciones que desa-
parecen o se fusionan con nuevas prcticas que a su vez producen nuevas
tradiciones. Habermas (1988:12) afirma respecto a la modernizacin:
se refiere a una gavilla de procesos acumulativos y que se refuerzan
mutuamente; a la formacin de capital y a la movilizacin de recursos; al
desarrollo de las fuerzas productivas y al incremento de la productividad
del trabajo; a la implantacin de poderes polticos centralizados y al desa-
rrollo de identidades nacionales; a la difusin-desecularizacin de valores
y normas.
Los parmetros que guan a los procesos modernizadores en la actualidad,
pueden ser descritos, segn George Ritzer citado por Michelle Chauvert
(1997:7), como los de la macdonaldizacin de la sociedad, que es: el pro-
ceso mediante el cual los principios del restaurante de comida rpida estn
dominando ms y ms sectores de la sociedad americana, al igual que en el
resto del mundo. La oferta de bienes y servicios est regida por los parmetros
de eficiencia, cuantificacin, previsivilidad y control, cuyos resultados son la
irracionalidad de la racionalidad.
Esta macdonaldizacin de la sociedad tiene que ver con dos factores
determinantes en lo moderno-posmoderno: la separacin, o fractura entre
tiempo y espacio, y los lmites entre lo pblico y lo privado.
En las sociedades ms tradicionales, la relacin tiempo-espacio constituye
una unidad que mantiene su cohesin mediante prcticas sociales aceptadas
o legitimadas, lo que brinda una continuidad que permite la permanencia.
Pero los procesos modernizadores modifican a muchas de estas prcticas y
la relacin espacio-temporal se distorsiona, se contrae y se tuerce, hasta que
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llega a romperse. El nacimiento del ciberespacio, la posibilidad de acercar lo
lejano de manera instantnea, el poder cambiar la ausencia por la presencia,
han transformado los parmetros de nuestra relacin inmersa en un trans-
currir constante al que ya no le encontramos significacin. Los impactos de
la tecnologa en los medios masivos e interpersonales de comunicacin nos
llevan a lo que Melluci (1996) llama la deslocalizacin, la planetarizacin
y la presentificacin del tiempo, como elementos propios de la competencia
entre megaempresas multinacionales, para alcanzar el dominio de mercados
cada vez ms amplios y homogneos en cuanto a sus gustos y necesidades de
consumo.
Los cambios tecnolgicos son, en ltima instancia, el elemento fundamen-
tal de la modernizacin, pues las aceleradas transformaciones que producen
en el mbito de las fuerzas productivas se reflejan en las relaciones sociales,
aun cuando beneficios y efectos no calculados se distribuyen con un alto
grado de diferenciacin.1
Las cuestiones ticas sobre los usos y destinos de los adelantos cientfico-
tecnolgicos, nos llevan al terreno de lo pblico y lo privado.
El hecho de que los grupos hegemnicos y las condiciones del mercado
determinen los avances y usos de los adelantos generados por la investigacin
cientfica, plantea el reconocimiento de la responsabilidad por las conse-
cuencias imprevisibles de su aplicacin; pero, sobre todo, alude a la cuestin
de la ciencia como un bien pblico al servicio de los intereses privados.
En el campo de la biotecnologa, la manipulacin gentica, por ejemplo,
ha hecho posible la antiutopa de un mundo feliz (como la obra de Aldoux
Huxley), gracias a la clonacin, procedimiento mediante el cual se pueden
reproducir rplicas idnticas de aquel individuo de quien tomaron la clula
original. El congelamiento de cuerpos para ser revividos en un futuro lejano
(servicio que por lo dems est al alcance slo de quienes posean grandes for-
tunas, capaces de pagar precios estratosfricos por alcanzar la eternidad), las
mquinas que sustituyen rganos internos como el hgado o los pulmones; los
viajes interespaciales, el sexo virtual, etctera, son ejemplos que nos pueden
parecer sacados de alguna novela de Isaac Asimov o Ray Bradbury; pero son
una realidad al alcance de la privilegiada lite que detenta el poder.
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En cambio, en los suburbios de los pases pobres, la supervivencia ad-
quiere rasgos de tragedia, cuando enfermedades que son fcilmente curables
y controlables en condiciones dignas de vida, causan un gran nmero de
vctimas, o cuando un alto porcentaje de la poblacin vive en condiciones
de pobreza extrema.
Los usos privados y las aplicaciones pblicas de las innovaciones tec-
nolgicas, en un contexto de racionalidad que persigue slo la eficacia y
la eficiencia, son determinados no por las necesidades sociales, sino por las
necesidades del capital. Los procesos modernizadores tienen la misma orien-
tacin: adecuar las condiciones generales para un funcionamiento sin lmites
de la maquinaria econmica.
La dualidad de los procesos modernizadores
Podemos mencionar algunos procesos modernizadores que prefiguran y
conforman la modernidad: en primer lugar, se encuentran las Cruzadas y los
importantes cambios que generaron al abrir una corriente de comunicacin
cultural entre dos tipos diferentes de civilizacin; el Renacimiento, que sig-
nifica la ruptura con el medioevo, la vuelta al antropocentrismo y las nuevas
ciencias; el descubrimiento de Amrica, y el asombro y estupor que caus
destruyendo y creando mitos nuevos, generando nuevas relaciones econmicas
que aceleraron a las fuerzas productivas; la Reforma Protestante, que segn
Weber es uno de los impulsores del capitalismo; la Revolucin Industrial, que
transform radicalmente las relaciones sociales con la aparicin de nuevas
formas de acumulacin y explotacin, provocando los primeros movimientos
socialistas; y, por ltimo, la Revolucin Francesa, que inaugura a las demo-
cracias burguesas modernas. Los procesos arriba mencionados tienen un
denominador comn: modernizan a la sociedad en su conjunto al transformar
las condiciones materiales y sociales, al tiempo que amplan las concepciones
y conocimientos que se tienen del mundo.
Immanuel Wallerstein (1995:15), quien afirma que no hay una, sino dos
modernidades, contradictorias, indisolubles e irreconciliables, menciona tres
grandes periodos que configuran al sistema formado por ambas: 1789, 1968 y
1989-1991. A partir de la confrontacin entre los dos tipos de modernidad: la
tecnolgica y la de la liberacin, la historia del capitalismo se ha desenvuelto
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en una simbiosis confusa: Las dos historias; los dos discursos; las dos ges-
tas; las dos modernidades eran bastante diferentes y aun contrarias una a la
otra. Ellas estaban, no obstante, histrica y profundamente entrelazadas una
con otra en modo tal que produjeron una gran confusin, efectos inciertos y
mucha decepcin y desilusin.
La Revolucin Francesa, los movimientos estudiantiles del 68 y el de-
rrumbe del socialismo en 1989-1991, son similares para Wallerstein al haber
confrontado los dos proyectos, teniendo efectos trascendentes sobre el devenir
de la sociedad. En el movimiento de la Ilustracin se manifiesta por primera
vez dicho conflicto, cuando quienes empujaban el proyecto de la modernidad
tecnolgica, retrocedieron espantados ante el avance de quienes encabezaban
las luchas polticas y sociales tendientes hacia la democratizacin, mientras
que en la esfera de la produccin lo que privaba (y priva hoy en da) es el
fundamentalismo de beneficio individualista, considerado como el sustento
filosfico del sistema capitalista.
Durante el 68, la modernidad poltica, contestataria, radical y libertaria,
cuestion profundamente al sistema capitalista mundial, y la modernidad
cientfico-tecnolgica se cimbr en sus cimientos, obligando a modificar al-
gunos mecanismos de regulacin y haciendo desaparecer otros para dar paso
a nuevas formas de control ms sutiles.
Pero es en 1989-1991 cuando la modernidad entra en una verdadera
crisis, pues la desaparicin de la urss y la cada del Muro de Berln, ponen al
descubierto el verdadero carcter de la economa de mercado y las tendencias
neoliberales, que en menos de una dcada han desintegrado pases donde
existan economas planificadas con sistemas polticos ms o menos autori-
tarios, diseados por poderosas lites burocrticas, alentando nacionalismos
y fundamentalismos a ultranza, empobrecindolos a niveles de verdadera
hambruna.
Las dos modernidades se forman por un doble discurso con categoras
dicotmicas:
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Liberacin Sometimiento
Individualismo Comunitarismo
Libertad Imposicin
Bien privado Bien comn
Naturaleza Razn
Arte Ciencia
La dualidad se manifiesta en la exclusin que produce, es decir, tanto la Revo-
lucin industrial como la Ilustracin o los movimientos de independencia de
Amrica, no alcanzaron a cambiar las caractersticas de todos los grupos socia-
les, con desarrollos histricos en algunos casos milenarios, de tal forma que los
estilos de vida de grandes ncleos continuaron con sus formas tradicionales,
sobreviviendo en un proceso de hibridacin entre dos o ms formas diferentes
de cultura y cosmovisiones con contradicciones insalvables entre s.
Este desdoblamiento plantea comparaciones histricas y espaciales dentro
del desarrollo de la teora social: mientras que Marx seala la alienacin y el
fetichismo como fenmenos inherentes a la industrializacin, Weber hace nfasis
en la racionalidad instrumental-burocrtica y Giddens habla de las estructuras
duales que rompen la relacin espacio-tiempo, modificando a la accin huma-
na. Wagner (1998) llega a proponer dos nuevos trminos: modernidad liberal
restringida, con la utopa burguesa como eje fundamental que se cancela as
mismo, y modernidad liberal ampliada con los supuestos de una integracin
total de todos los miembros de la sociedad (acaso una nueva utopa).
Tanto Habermas (1988) como Magendzo (1996) coinciden en sealar, que
estas contradicciones ocasionan la separacin entre la modernidad ilustrada
y los procesos modernizadores, que se independizan y acaban obedeciendo a
la lgica de acumulacin del capital.
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La posmodernidad
Lo posmoderno, retomado aqu como crtica hacia los efectos de una racionali-
dad instrumental que se sofoca a s misma, aparece como parte de la lgica de
lo que Mandel (1979), en los aos ochenta, llam capitalismo tardo, y cuyas
contradicciones en los pases dependientes se manifiestan en un constante
panorama de depredacin y empobrecimiento, dejando al descubierto un
nuevo patrn de acumulacin que acelera los procesos de concentracin de
la riqueza y la exclusin de grandes sectores de la poblacin mundial.
El problema de la caracterizacin de la posmodernidad radica, como
dice Agnes Heller (1989), en que no es propiamente un periodo o etapa his-
trica, sino una pluralidad de espacios-tiempo privados y colectivos que se
ubican despus de la gran narrativa, con discursos contrarios al racionalismo
universalista y las tradiciones morales. Esto implica una amplia gama de
manifestaciones con todos los matices posibles: desde los neonazis, los skin
heads, los hooligans, etctera, hasta los movimientos ecologistas, pasando por
los fundamentalismos o por las guerrillas light; las nuevas conformaciones
e identidades forman parte de lo posmoderno.
Sin embargo, existen algunas caractersticas comunes: en primer lugar,
la hibridacin de lo mltiple con lo individual, de lo pblico con lo privado,
de lo contestatario con lo reaccionario; en segundo lugar, el haber roto con el
consenso dominante, con las reglas de autoridad que para Foucault se expresan
en la perfecta domesticacin y sumisin del cuerpo, y que socialmente toman
forma en el panptico imaginado por Jeremas Bentham en el siglo xix, y que
se hiciese realidad en los siguientes aos con el desarrollo de instituciones
tales como las escuelas, hospitales, fbricas, etctera (Foucault, 1987).
Ayala Blanco (1996:183) nos dice al respecto: Lo propio de la posmo-
dernidad es lo discontinuo, la escalada a los extremos, la imposibilidad de
cualquier intento de sntesis: exacerbacin de un mundo fragmentado cuyo
sentido se encuentra cifrado en la celeridad de cada una de sus partes.
Al tener una gama de elementos tan grande, la posmodernidad se nos
presenta como un fenmeno contradictorio que tiene que ver con lo temporal;
pero tambin con lo actitudinal, al igual que todo lo moderno. Nos dice
Garca Canclini (1995:23): En esta lnea, concebimos la posmodernidad no
como una etapa o tendencia que reemplazara el mundo moderno, sino como
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una manera de problematizar los vnculos equvocos que ste arm con las
tradiciones que quiso excluir o superar para constituirse.
Desde el punto de vista de Lyotard, la posmodernidad plantea el fin de
los grandes relatos y, por tanto, de las ideologas idea que tambin adopta
Francis Fukuyama (1989), fundamentndose en posiciones escpticas y de
desencanto contra los aspectos no previstos de la racionalidad. La idea de lo
local como contraparte de la planetarizacin y occidentalizacin del mundo,
abre vertientes de una posmodernidad propiciatoria de nuevas utopas.
Plantearse el fin de la historia o de las ideologas puede ser un falso co-
mienzo. Nos dice Octavio Ianni (1998:123):
Precisamente cuando imaginamos que el pensamiento ha entrado en la
poca de la posmodernidad, la historia se pone en movimiento, la mqui-
na del mundo vuelve a funcionar, las grandes proporciones se infiltran
en las singularidades, las totalidades inclusivas resurgen en el horizonte
del pensamiento cientfico, filosfico y artstico. La modernidad no ha
terminado, tan slo contina bajo otras formas. Se activa y se desarrolla
en otros nuevos lenguajes. Incluso absorbe de manera creativa algunas de
las lecciones de la posmodernidad.
Aqu aparece la posmodernidad en el centro de un debate que ejerce la cr-
tica de la cultura occidental desde el centro de ella misma, partiendo de que
ambos trminos contraponen dos cosmovisiones distintas, dos narrativas
dispares y dos espritus diferentes, sealando que la diferencia radica en la
estructuracin de narrativas, relatos y representaciones que conforman el
mundo desde referentes diferenciados por un desencanto generalizado de la
vida y la existencia, y por un optimismo a ultranza.
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EL DEBATE MODERNIDAD-POSMODERNIDAD
Esa fe absurda, esa fe sin sombra de incertidumbre, esa fe de estpidos carboneros, se une a la incredulidad absurda,
a la incredulidad sin sombra de incertidumbre, a la incredulidad de los intelectuales atacados de estupidez efectiva, para no pensar en ello.
Miguel de Unamuno
En el debate que se da alrededor de los trminos se pueden distinguir varias
posturas:
1. La modernidad como un proyecto perfectible y, por lo tanto, incon-
cluso, postura que asumen Peter Wagner y Habermas, entre otros.
2. La modernidad como una narrativa o un conjunto de narrativas
agotadas que han llegado a sus lmites, tendencia adoptada por
Lyotard.
3. La modernidad como un proceso dialctico que genera su propio fin.
La posmodernidad surge como crtica a sus efectos devastadores.
4. Representada por autores latinoamericanos en su mayora, me lleva
a proponer otro trmino: el de la desmodernidad, que trata de
explicar la condicin sui generis de los pases latinoamericanos. El
prefijo des viene del latn dis y se utiliza para denotar negacin o
inversin del significado de la palabra que le precede, aunque tam-
bin implica privacin o exceso. La desmodernidad es entonces la
negacin de la modernidad, no como su imposibilidad, sino como su
contraparte. Carlos Fuentes habla de seudomodernidad para explicar
a la modernidad mexicana como una caricatura de la modernidad de
occidente. Yo planteo que la desmodernidad no es siquiera un esbozo
de la modernidad, sino que se constituye en un proceso complejo y
paralelo, ntimamente relacionado por una serie de relaciones que las
determina mutuamente (afirmacin-negacin, construccin-decons-
truccin, privacin-exceso).
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La modernidad vigente
Uno de los grandes tericos de la modernidad es, sin duda, Jnger Habermas,
a quien podemos considerar como un defensor del proyecto de la modernidad.
Su teora social crtica: constituye un intento de mediacin dialctica entre
la tendencia subjetiva a la libertad y la objetividad natural y social con el fin
de lograr una emancipacin progresiva del gnero humano (Lledo, 1975).
La teora de la accin comunicativa, basada en las comunidades de comu-
nicacin, en las posibilidades de la conversacin dialgica, en la comprensin
entre los individuos enmarcados en los conceptos de mundo de vida y sis-
tema, es presentada por Habermas como la concepcin de una nueva interac-
cin social. Wagner (1998) se refiere a la modernidad ampliada, fundada en
el concepto de racionalidad comunicativa, capaz de autorreflexionar sobre s
misma para hacer compatibles al mundo de vida es decir, la intersubjetivi-
dad del individuo, sus vivencias, su acervo cultural, sus prcticas cotidianas,
con el sistema (las estructuras del poder pblico, los sistemas financieros
y el dinero, y la esfera jurdico-legal, el Derecho). La modernidad se presenta
as como un proyecto inacabado, perfectible y de ndole universal.
Para Habermas,el planteamiento de hacer compatibles a la dinmica terica
de la produccin cientficatecnolgica con la dinmica social, convirtiendo
o traduciendo a la ciencia hacia una prctica social (Rorty, 1988:260), slo
puede ser posible mediante la autorreflexin de la ciencia, como una forma
de autosignificacin. Esto equivale a proponer la racionalidad como el eje de
la modernidad, producto de un proceso histrico por el que pas el mundo
occidental europeo, cuya mejor expresin se dio durante El Siglo de las Lu-
ces. Por abajo del proceso histrico subyace un proyecto de modernidad ya
expresado por Kant en su sistema de la crtica de la razn, con la idea de una
sociedad ms justa, estticamente libre, con una moral y leyes universales.
La modernidad agotada
Lyotard, contestando a los argumentos de Habermas, afirma que toda teora
es metanarrativa, y que el consenso es una falacia, pues la legitimidad se da
mediante las narrativas de primer orden, al tiempo que define a la posmoder-
nidad como la incredulidad sobre las grandes metanarrativas, donde incluye
a la filosofa y la ciencia (Rorty, 1988). La pregunta que se hace al analizar
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el universalismo lo lleva al planteamiento de la conciliacin entre la activi-
dad cientfica y tecnolgica y los intereses de la sociedad (Lyotard, 1989).
El enfoque universalista de la modernidad como proyecto inconcluso es un
metadiscurso, junto con la condicin de la legitimacin y el consenso que se
convierten en paralogas, oponiendo en su lugar una serie de especificidades
que remiten a lugares y localidades particulares (Ayala Blanco, 1996).
As, para Lyotard, el proyecto burgus y su fe en la razn instrumental
no tienen validez universal ante la existencia de grandes sistemas que se fun-
dan ms sobre las tradiciones que sobre las innovaciones, siendo el discurso
habermasiano totalmente eurocntrico.
En Habermas, la idea de un proyecto inconcluso implica una visin de-
sarrollista con el modelo occidental de la Ilustracin como ideal universal a
alcanzar, sin considerar las profundas diferencias entre distintas regiones del
planeta que tienen cosmovisiones dismbolas (Dussel, 1992). Por otro lado,
habra que analizar si la teora de la accin comunicativa no toma en cuenta las
relaciones de dominio que se dan entre las clases sociales, ni las contradiccio-
nes que las hacen irreconciliables, o si bien el universalismo que existe en el
fondo de estas argumentaciones busca la igualdad en la diferencia. Cmo
proponer un dilogo en trminos de iguales entre desiguales? Cmo incidir
en la esfera de lo econmico y en las relaciones y lgica del gran capital, a
partir de acciones simblicas?
Lyotard vislumbra una sociedad sin esperanza en el futuro, pues toda teo-
ra o filosofa que pretenda buscar alternativas es reducida a una metanarracin
superada invariablemente por los discursos de primer orden. Este criticismo lo
lleva a plantear la afirmacin de una humanidad que no se autofundamenta,
posicin que nos lleva a algo que podramos llamar el fin de la filosofa.
La modernidad dialctica
La tercera postura, representada por diversos autores (Adorno, Horkeimer, Wa-
llerstein, Giroux, Foucault, entre otros) que, con diferentes matices, considera
que la modernidad y sus grandes narrativas, tradiciones y principios cientfi-
co-filosficos, conllevan un proceso contradictorio, pues la multiplicacin de
tecnologas y la incertidumbre econmica aceleran la diferenciacin social, al
tiempo que declina la autoridad y aumenta el autoritarismo, borrndose las
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fronteras culturales que tienden a homogenizarlo todo, mientras la riqueza
se concentra y la pobreza se generaliza.
Foucault emprende la crtica de la modernidad desde la teora del poder