4 PERGOLA
E^ S posible que la palabra
Hispania derive del eus- kera: "espana" o frontera, nos dice Virginia
Woolf a! comienzo de uno de sus libros, al intentar trazar los orígenes del personaje principal. "Flush" es la biografía de un perro Spaniel, el compañero de aventuras de Elisabeth Barret Browning -la poeta inglesa que escapó de la opresión familiar para emprender una nueva vida tras huir a Italia.
El interés de Virginia Woolf en Historia y Biografía se manifestó, rompiendo moldes de nuevo, en "Orlando", inspirado por Vita Sackville-West, que relata la vida de una persona, primero como hombre y luego como mujer, a tra- v& de cinco siglos.
Woolf también estaba profundamente interesada en política, pero su enfoque era radicalmente diferente al de la mayoría de sus contemporáneos. Aún siendo votante del partido laborista, desconfiaba profundamente de partidos y organizaciones, convencida de que un cambio real sólo podía provenir del desmantelamiento de un sistema basado en valores masculinos -colonialismo, violencia, jerarqui- zación, en lugar de respeto, diálogo, y cooperación.
Su libro "Tres Guineas", abogando por un cambio radical en educación, relaciones interpersonales y resolución de conflictos, fue incomprendido por la izquierda, que estaba convencida de que la amenaza del fascismo sólo podía ser frenada con una respuesta inmediata en sus mismos términos, mediante el uso de la fuerza. (Algunos de sus amigos pacifistas se las apañaron para eludir el frente en la 2* Guerra Mundial, mientras otros no habían dudado en alistarse como voluntarios contra Franco, su sobrino murió en Espana tras unirse ai bando Republicano).
Virginia Woolf siguió los avata- res de la Guerra Civil Española desde Londres, donde, junto con otros antifascistas, ayudó a recaudar fondos para los niños evacuados a Inglaterra por el Gobierno
Virginia (y Marta)
Marta Pessarrodona es responsable de que a Woolf la llamemos Virginia
vasco. Horrorizada por la guerra, no dejó de reafirmar su convencimiento, cuando menos de moda estaba, de que un cambio duradero sólo era posible tras un replanteamiento radical de la sociedad, que debía reconstruirse basada en una nueva manera de relacionarse entre hombres y mujeres.
En sus novelas, al igual que otros escritores modernistas, dió mayor importancia a la vida interior que a los acontecimientos dramáticos -sus personajes, más que actuar, perciben, sienten, reflexionan. Su novela "La Señora Dallo- way", por ejemplo, describe un solo día en la vida de una mujer, de compras, reencontrando viejos amigos. "Las Olas" transcribe la vida interior de seis personas, desde la ninez a la madurez, y sus relatos cortos analizan las importantes verdades ocultas en los momentos más ordinarios.
Este nuevo enfoque requería un nuevo lenguaje, otra manera de expresar las cosas, y Virginia Woolf desarrolló un estilo personal, revolucionario en su rechazo a mimeti- zar el de otros escritores. La autora protestó asimismo en numerosas ocasiones del tratamiento de las mujeres en literatura, como apéndices de los hombres. Su obra se centra en ellas, como supervivientes, reclamando su espacio, explorando nuevas maneras de vivir y de entender la vida -o atrapadas por las convenciones, incapaces de realizar su potencial- o perfectamente adaptadas al sistema, negando y negándose otras posibilidades.
Las vidas poco convencionales de Virginia y sus amigos de Bloomsbury -con sus nuevas actitudes hacia el sexo, la política y el arte, han atraído la atención de im público hambriento de héroes que
reflejan sus ideas en el trabajo y la vida diaria. Cientos de libros, artículos, conferencias, películas sobre ellos, y peregrinajes a los lugares que compartieron así lo atestiguan.
Marta Pessarrodona es, según admisión propia, “parcialmente responsable” de que a Woolf la llamemos Virginia. Ella organizó en Catalunya la primera exibición sobre Bloomsbury. Ella tradujo las novelas de la escritora inglesa, así como otras obras relacionadas con la autora (dándonos nuevas y necesarias versiones). Ella prologó los trabajos de Vii^inia (incluyendo cotilleo tan electrizante como pertinente). Ella asimiló el universo Woolfiano en su propia poesía -y viceversa (en el extraordinario opening de "Nessa: Relatos").
Después de todos estos años, Marta Pessarrodona sigue en la brecha. La reciente publicación de una selección de artículos sobre viajes de la escritora inglesa -editada, traducida, e introducida por la autora catalana- prueba que aún queda mucho por redescubrir en Woolf, y que cualquier excusa es buena para releer a Woolf, porque nuestra necesidad de su mágica, lúcida pluma no ha disminuido con el tiempo.
El humor, la pasión, y el buen- hacer de Marta, han contribuido a que un gran número de lectores considere a Woolf incomparable en la historia de la literatura -una escritora que es casi un género en sí misma, como su contemporáneo Joyce. Los “Woolfzales” le debemos un monumento a Pessarrodona, que ha hecho tanto por aumentar nuestro placer como lectores, enriqueciendo nuestras vidas inmensurablemente.
Aintzane Legarreta Mentxaka
Amaga en la Colombia colonialM IS sesiones de lectu
ra suelen ser absorbentes, y mi método de lectura hace tiem
po que lo he calificado como enciclopédico. Raro es el libro que encontrarán ustedes en mi biblioteca y en cuyas páginas de guarda, las finales, si es que lo he leído, no haya un sinfín de anotaciones sobre los más diversos temas: desde la radio hasta la aspirina, desde el nomenclátor callejero berlinés hasta el uso del sombrero en la novela policíaca USAna de los años cuarenta y cincuenta. Significa que el autor se ha referido a ellos, y yo voy como buena hormiga registrando citas sobre tales temas por lo que algún día me pudieran servir. Nunca se sabe.
Esta tarde, por arreglos en un determinado anaquel de libros en nuestro cuarto de huéspedes, vuelvo a tener en las manos la novela “Conviene a los felices permanecer en casa” (1992), del colombiano Andrés Hoyos. Y en ella me encuentro (reencuentro) una cita que ni pintiparada para los lectores de
Pérgola. Pero como dicen los gitanos, que son tan sabios: “principio quieren las cosas”. Así que empecemos por explicar quién es Andrés Hoyos.
Se trata de un bogotano nacido en 1953 y que hasta la fecha lleva publicadas tres novelas: además de la citada, su debú con “Por el sendero de los ángeles caídos” (1989) y otra del año 2000, “La tumba del faraón”. A más de ello, un libro de cuentos, “Los viudos y otros cuentos”, que es de 1994. Entremedias, en 1996, fundó la revista El Mal- pensante (“piensa mal y acertarás” es su lema), que continúa felizmente con vida y que felizmente sigue teniéndolo como director. No sé qué tal estará distribuida en España, pero si Ies cae un ejemplar a ojos vista, no se la pierdan, es de lo mejorcito que se edita en este idioma en el que me están leyendo.
Y hecha esta introducciói Ies cuento que “Conviene a los felices permanecer en casa” es una novela que se desarrolla en tiempos de la Colombia colonial, más concretamente de la guerra de la indepen
dencia contra la m etr^o li. Una sátira de gran alcance, cuya protagonista es la criolla Pastora Obando, que por aquellos tiempos revueltos fije ganancia de un pescador escocés, el mercenario Florencio Mac- Bride, luego para siempre desaparecido. Y Doña Pastora tiene un hermano llamado Tadeo, “botánico y danzante”, que adora París, como todo buen criollo, y que un día se le aparece a la hermana en compañía de tm piano a su regreso de la Cité Lumière (no sé si así llamada en honor de los hermanos que inventaron el cine).
Sigue la cita:“-Oye esto -le dijo, haciendo un
gesto a los jayanes para que se apartaran y dejaran de arrastrar el instrumento; acercó un taburete, y poniendo cara de inspiración empezó a tocar una serie de arpegios que a Pastora no le dijeron mayor cosa... La música instrumental siempre había dejado en ella una impresión de vacío. -Se llama “Del Padre, del Hijo y del Espíritu que temía ser Santo”; es una sonata
que escribió un español amigo mío pensando en las tribulaciones de nuestra América. ¿Ah, qué te parece?
-¿Nuestra América?-N o, la sonata.-M e parece estupenda, aimque
tú sabes que yo tengo oído de cañonero y entre tantos bombazos no he podido afinarlo. (...) A todas éstas, quizás tú me puedas decir qué se fizo el rey MacBride; un día no me escribió más.
-¿Yo qué sé? Si no lo fusilaron los españoles, lo cuál no es imposible en tratándose de un mercenario, a lo mejor entonces...se lo llevó el diablo. O de pronto se hizo esclavo.
-Buen chiste, aplaudo, pero ¿qué significa?
-S er esclavo significa querer serlo, y no significa sino eso; a quien tiene alma de esclavo, para ser feliz le basta meterse en la primera merienda de negros que le abra la bocota por ahí.
Las mejillas encamadas de Pastora hicieron que incluso el despalomado Tadeo cayera en cuenta de
la tremenda amargura que le causaba a su hermana el asunto de Florencio MacBride, por lo que cambió de tema.
-M i buen amigo, Juan Crisòstomo Arriaga, el de la sonata, también escribió una ópera llamada “Los esclavos felices”, traigo el libreto...¿te interesa?
-Pues tenía que ser un amigo tuyo para creer en semejante patraña... Los esclavos no son felices”.
Como a los lectores de Pérgola no necesito explicarles quién es Juan Crisòstomo de Arriaga, espero que sean ustedes quienes hayan caído ahora en la cuenta de que esta nota es un intento de llamarles la atención acerca de un autor colombiano que no está en los circuitos, que no es jornalero de la industria editorial, y por eso mismo es más interesante. Repito acá lo que dije más arriba de la revista que dirige: si logran hacerse con un ejemplar de uno de sus libros, tampoco se lo pierdan. Hasta puede que me lo agradezcan.
Ricardo Bada