Lección 4
“Porque de tal manera amó Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito,
para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna”Juan 3:16
INTRODUCCION
“La muerte es parte de la
vida”, solemos decir. Pero,
no; la muerte es la negación
de la vida, no parte de ella.
Sin embargo, estamos tan
acostumbrados a la muerte
que la llamamos lo opuesto
de lo que realmente es.
No importa cómo la entendamos,
algo es seguro: sin la ayuda
divina, la muerte eterna sería
el destino de todos nosotros.
Afortunadamente, esa ayuda ha venido. Dios, en su infinito amor, nos
ofrece la salvación mediante Cristo. Cuando el ángel anunció el naci-
miento del Mesías, lo llamó “Jesús” (de la palabra hebrea que significa
salvación), “porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21).
En esta lección consideraremos la obra salvadora de Jesús.
Primero, nuestra atención se concentrará en la base de nuestra
salvación, y luego en sus resultados. La Biblia es clara.
Tenemos solo dos opciones respecto de nuestros pecados: o
pagamos por ellos en el lago de fuego o aceptamos que Cristo haya
pagado por ellos en la cruz. Al repasar el generoso don de la gracia
divina mediante Cristo, humildemente renovemos una vez más
nuestra fe en Jesús como nuestro Salvador personal.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16)
El amor es el atributo por excelencia del carácter de Dios. Él no solo ama, sino que ES amor (1ª de Juan 4:8).
El amor que Dios tiene por cada ser humano que ha creado, le llevó a la acción de darse a sí mismo –en la persona de su Hijo– para salvar al mundo.
¿Cómo podemos conseguir esta salvación ofrecida por Dios?
Solamente necesitamos imitar el ejemplo del publicano: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13).
Nadie merece la salvación. No podemos comprarla, solo recibirla. Es por gracia.
Gracias Padre por tu amor y por darnos el don de tu Hijo.
“Pero yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió” (Juan 7:29)
Jesús declaró que había sido enviado por el Padre. Debía buscar a aquellos que el Padre atrajese: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44)
En su búsqueda para atraer a los hombres, Padre, Hijo y Espíritu Santo están dispuestos a realizar cualquier esfuerzo para salvarnos a cada uno de nosotros.
En Lucas 15:3-10, Jesús relató dos parábolas para que podamos entender este punto.
Como el pastor que busca a su oveja perdida, Dios sale a buscarnos y nos lleva tiernamente de vuelta al redil.
Al igual que la mujer realiza todo esfuerzo necesario para encontrar su dracma perdida, Dios busca incesantemente la manera de atraernos a Él.
En Juan 3:16 se usan dos
verbos para describir lo
que Dios hizo por nuestra
salvación.
¿De qué modo se
relacionan esos verbos
entre sí?
¿Qué revelan respecto del
origen de nuestra
salvación?
El verbo castellano amar, especialmente en la forma en que se usa en la
actualidad, es totalmente inadecuado para expresar la profundidad del interés
intenso y abnegado expresada por el verbo griego agapaō, “amar”.
En el Nuevo Testamento, este término y el sustantivo relacionado, agapē (“amor”)
revelan el constante y profundo amor de Dios hacia sus criaturas, que son
totalmente indignas de ese amor.
El amor es el atributo por excelencia del carácter de Dios. Él no solo nos
ama, sino también él es amor (1 Juan 4:8).
El amor de Dios no es un impulso basado en sus
sentimientos o preferencias.
Su amor no es selectivo ni depende de lo que hacemos. Dios
ama al mundo, es decir, a todos los seres humanos,
incluyendo a aquellos que no lo aman a él.
El verdadero amor se conoce por las acciones que genera.
A veces, como seres humanos, podemos decir que amamos
a alguien mientras que nuestras acciones demuestran lo
contrario (1 Juan 3:18).
No ocurre así con Dios. Su amor se refleja en sus acciones.
Por amor, dio a su único Hijo para nuestra salvación. Y, al
hacerlo, nos dio todo lo que tenía.
Sí, era completamente
inmerecido. Así es la
salvación. Es un regalo
de Dios. Los regalos no
se ganan, simplemente se
aceptan.
No podemos comprar la
salvación, solo recibirla.
Aunque Jesús usó muy
poco el término gracia,
claramente enseñó que la
salvación es por gracia;
y gracia es recibir lo que
no merecemos.
Si Dios te diera lo que
mereces, ¿qué sería, y
por qué?
“Los judíos enseñaban que antes de que se
extendiera el amor de Dios al pecador, éste debía
arrepentirse. A su modo de ver, el arrepentimiento
es una obra por la cual los hombres ganan el favor
del cielo. Y éste fue el pensamiento que indujo a los
fariseos a exclamar con asombro e ira: “Este a los
pecadores recibe”. De acuerdo con sus ideas, no
debía permitir que se le acercaran sino los que se
habían arrepentido. Pero en la parábola de la oveja
perdida, Cristo enseña que la salvación no se debe a
nuestra búsqueda de Dios, sino a su búsqueda de
nosotros. “No hay quien entienda, no hay quien
busque a Dios; todos se apartaron”. No nos
arrepentimos para que Dios nos ame, sino que él nos
revela su amor para que nos arrepintamos”
E.G.W. (Palabras de vida del gran Maestro, cp. 15, pg. 147)
2LA INICIATIVA DE DIOS EN LA SALVACIÓN Una simple lectura de
los evangelios mues-tra
que debemos nuestra
salvación totalmente a
Dios.
Jesús no vino a este
mundo porque lo in-
vitamos, sino porque el
Padre, por amor a
nosotros, lo envió.
La iniciativa del Padre
está confirmada por el
uso frecuente que hizo
Cristo de la frase “el
que me envió” o “el
Padre que me envió”
(Juan 7:29; 8:29; 12:49).
¿Qué más hace el
Padre por nuestra
salvación, según
Juan 6:44?
A pesar de que somos
pecadores y no amamos
a Dios, él nos amó y
proveyó los medios para
que nuestros pecados
fueran perdonados
mediante su Hijo
(1 Juan 4:10). Este amor
maravilloso nos atrae a él.
Además del Padre, el Hijo también tiene un rol fundamental
en nuestra salvación. Vino con una misión específica: “El
Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (Luc. 19:10). Cada vez que lo contemplamos
clavado en la cruz, nos atrae a sí mismo (Juan 12:32).
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11)
Cuando Juan el bautista declaró “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), hizo una clara alusión a la forma que se realizaría nuestra salvación.
Cada animal sacrificado enseñaba una lección al oferente: para que el pecado pueda ser perdonado, un ser inocente debe morir.
Y solamente la muerte sustitutoria del único ser humano que ha vivido sin pecado (Jesús, el Hijo de Dios), puede obtener ese perdón.
Nadie le obligó, él mismo se ofreció voluntariamente para morir por nosotros, porque nos ama.
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre”
(Juan 10:17-18)
“Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado… Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:34, 36)
El pecado esclaviza a quien lo comete.
El único Libertador verdadero es Jesús, que nunca fue esclavo del pecado. Jesús se goza en concedernos el perdón y librarnos de la condenación.
“Las palabras pronunciadas por Jesús: “Tus
pecados te son perdonados” (Mateo 9:2),
tienen un inmenso valor para nosotros. Él
dijo: He llevado tus pecados en mi propio
cuerpo en la cruz del Calvario. Él ve vuestras
aflicciones. Su mano se posa sobre la cabeza de
cada alma contrita, y Jesús se convierte en
nuestro Abogado delante del Padre, y nuestro
Salvador. El corazón humillado y contrito
recibirá una gran bendición con el perdón”
E.G.W. (A fin de conocerle, 18 de agosto)
“El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10)
Jesús, que era completamente inocente, tomó sobre sí nuestra culpa y recibió nuestro castigo para que nosotros, que somos totalmente pecadores, pudiéramos ser declarados inocentes. Por medio de él, en lugar de perecer, recibimos vida eterna.
Cuando Jesús llega a ser nuestro Salvador, nuestra vida adquiere un significado completamente nuevo, y podemos disfrutar una vida más rica y plena.
La vida que Jesús nos da, se sustenta con pan y agua:
• “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (Juan 6:51)
• “mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14)
“Los que son participantes de la humildad, la pureza y el amor de
Cristo, se gozarán en Dios, y esparcirán luz y alegría a todo su
alrededor. El pensamiento de que Cristo murió para conseguirnos el
don de la vida eterna, basta para poner de manifiesto en nuestro
corazón la gratitud más sincera y ferviente, y obtener de nuestros
labios la alabanza más entusiasta. Las promesas de Dios son ricas,
plenas y gratuitas” E.G.W. (Hijos e hijas de Dios, 16 de noviembre)
Cuando Jesús llega a
ser nuestro Salvador,
nuestra vida adquiere
un significado comple-
tamente nuevo, y pode-
mos disfrutar una vida
más rica y plena.
“Yo he venido”, dijo
Jesús, “para que ten-
gan vida, y para que la
tengan en abundancia”
(Juan 10:10).
En lugar de los placeres mundanos transitorios, que nos hartan sin
satisfacernos en verdad, él nos ofrece una vida totalmente diferente,
llena de satisfacción inagotable en él. Esta nueva vida abundante
incluye todo nuestro ser. Jesús realizó numerosos milagros para
restaurar la vida física de muchas personas; pero, sobre todo, él
quería darles una vida espiritual renovada, limpia del pecado, y llena
de fe en él y de la certeza de la salvación.
¿Qué metáfora usó Jesús para
expresar los resultados de
aceptarlo? ¿Qué significa eso en
nuestra vida diaria práctica?
Juan 6:35, 47-51
Medita en el concepto de vida eterna. No es solo una
existencia imperecedera, sino sobre todo una vida
bendecida y feliz en amante comunión con Dios en la
Tierra Nueva. Aunque todavía estamos viviendo en este
mundo, ¿cómo podemos comenzar a disfrutar, aunque sea
parcialmente, lo que significa tener vida eterna?
Las enseñanzas
Jesúsde
Te invito a bajar y
estudiar cada una de las 13 lecciones que
tratan sobre el tema:
ESTE SERVICIO
ES GRATUITO Y
PUEDES USARLO
Slideshare.net/chucho1943
Recommended