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Y Carlos Cataldi que no aparece(1)

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Novela corta Realismo mágico Aurora Olmedo

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Y CARLOS CATALDI

QUE NO APARECE

Aurora Elena Olmedondice

Comienzo del exilio y prdida de Carlos CataldiImaginaturaHay que reducir al CerdoTodos los enanos del mundoAsuntos por resolverT tambin, enano?Las impresoras que no podan detenerse jamsLa patria con agujeritosEl recuerdo que quera vivir42La bsqueda y el stercus46Huida urbana48Los ros de la vida52La prosperidad y los batracios que nos queran encerrar55Un mar de olvidadas palabras59Las Nodrizas de la Mirada Larga63La Ciudad del Olvido66Todo apunta al Sur, hasta las estrellas71S que estoy cansada cansada, no puedo ms74Historia de una redencin80Y fuimos artistas!81Nadie escapa de un libro84Anticipo del Fin86

Comienzo del exilio y prdida de Carlos CataldiMucho tiempo atrs, la patria se dobl en mi corazn con el protocolo final de una bandera celeste y blanca. Pesados de anestesia y de tristeza, los ojos se derramaron en lluvia. Mi calle verde, la amiga que me caminaba todos los das, se aferr a mi pecho para que no me fuera, y lloramos tanto que se inundaron los campos y las ciudades y no hubo manera de detener el mar. Entonces, aquellos que me amaban de verdad me subieron a una barca y la empujaron hacia el aeropuerto ms prximo, desafiando el oleaje causado por la profusin de mi llanto. Todo aquello susceptible de inundarse, se inund.

Y amaneci el sol con un aeropuerto enganchado en uno de sus treinta y cinco rayos. Al principio cre que estaba soando que amaneca, pero amaneca de verdad y el recodo del camino estaba listo para mi futura ausencia.

Un avin me arrastr hacia el cielo sin preguntarme ni siquiera el nombre. Y vol y vol y vol y aterric en una tierra que me hablaba con otro acento y con el aroma de las olivas. Me di cuenta, al fin, de que no solo haba dejado atrs mi calle verde y mi casa con embarazos sicolgicos, sino que, en aquella carrera, haba perdido tambin a un amigo: Carlos Cataldi. l haba sido mi compaero de sueos y de avenidas mordidas por el invierno sureo cuando los das eran lentos como caracoles enfermos. Cataldi y yo tenamos historias diferentes, mgicas y un cdigo constante: la risa.

Qu lindo era rer con l! Cuando nos daba por rer, la risa salpicaba el aire con mariposas. Era un honor contar con la compaa de un hombre como aquel, que tena mi misma alegra y que la derramaba como un manantial de estrellas, pero bajo el sol. l me regalaba el pan tibio de su abrazo.Cmo es la risa? me pregunt una vez.As, Cataldi, nuestra risa es as, un patrimonio nacional, histricamente nacional.

Ocupada en revivir y sobrevivir pasaron los aos, pero a mi lado siempre haba una silla vaca. A veces mi insomnio se llenaba de estrategias para poder descansar, pero la nostalgia me arrojaba el recuerdo de aquel amigo mo que me haca rer y poda despertar en m una bandada de grillos.

Una maana muy temprano, cerr la puerta de mi casa con la misma llave de agua con la que haba cerrado mi casa de la calle verde, la que tuvo los mismos partos que yo, y decid ir a buscarlo. Haba pasado mucho tiempo, mucha lluvia, mucho desahucio, mucha trinchera. Pero yo estaba decidida a encontrarlo y me arroj a un peregrinaje, tal vez el ms largo de mi vida. Porque la amistad para m era eso: era caminar descalza y con el corazn expuesto; era soar un futuro posible y otro, por si acaso, imposible; era rerse de todo y de nada y gritar con una voz que le pona muletas a nuestras palabras cuando parecan debilitarse. Y me fui porque yo deba encontrarlo.De qu te sirven unas piernas que solamente caminan en crculo? me dijo mi insomnio aquella noche crucial que decid mi peregrinaje, mientras sentado en mi cama se fumaba el otoo. Entonces me cambi las piernas circulares y me puse unas que solamente se desplazaban hacia adelante. Le gui un ojo a mi insomnio y me fui a buscar a Cataldi.

Y ya est.

Imaginatura

Camin y camin hasta llegar a una escuela. El aroma a pizarra y tiza me alegr. Un seor con guardapolvo gris sali a mi encuentro.

Busco al director o a la directora dije levantando una ceja. Quera parecer importante.El hombre me extendi la mano.

Bienvenida. Estbamos esperndola. En un momento aviso al director respondi cordialmente Su sonrisa era tan grande como mi asombro.Me parece que usted me confunde. Me parece

Pero el portero corri hacia las escaleras, salt los escalones de dos en dos y se fue a buscar al director. Este no se hizo esperar y baj deslizndose por la baranda de la escalera con los brazos abiertos para no perder el equilibrio.Buenoooos das! Su euforia era manifiesta.Buenos das, seor director. Aclar mi garganta e intent ser breve: Estoy buscando a Carlos Cataldi. Perd a mi amigo en el exilio un da en que llor tanto que se inund mi ciudad. Tengo la firme conviccin de encontrarlo.Es usted profesora?

Cmo dice?Sus ojos brillaban intensamente y demostraba ansiedad.Es usted profesora?

Su pregunta me desconcert. No obstante, y mirando por encima de su hombro, le contest intrigada.S, lo soy. Pero ha visto a Carlos Cataldi?

Y qu ensea usted?Imaginatura.Lo saba! Lo saba!El hombre comenz a inflarse como un globo y a punto estuvo de levantar el vuelo, pero lo tom fuertemente del hombro izquierdo y permaneci de pie, a mi lado.Justo lo que estamos buscando! exclam. Podra ocuparse del aula Gris?

Hay ms blanco que negro o ms negro que blanco? le pregunt con cierto inters.Ni una cosa ni otra, hay ms gris que en todas las nubes que anuncian lluvia. Ya no sabemos qu hacer con ellos. Sufren de Gris casi casi crnico. De vez en cuando, alguno de ellos intenta balbucear medio verso de Lorca o unas slabas del Quijote, pero solo imitan el sonido, el rumor de las palabras. Pero, por supuesto!, cuando son capaces de lograr una metfora, organizamos una celebracin.Y por qu no celebran antes de la metfora? Eso podra activar el gozo de la creatividad. De poco sirve celebrar despus del estado creativo. La creatividad es una anticipacin de la verdadera libertad. Una vez libres, celebrar ya es un hbito.Sin ni siquiera darme tiempo para perfumarme un poco, me encontr al frente de un aula con veintitrs alumnos con un gesto confuso e inexpresivo. Uno de ellos, el que tena la mirada ms opaca, levant su mano para llamar la atencin.No sabemos usar la imaginacin ni sabemos libar la literatura me dijo uno con la voz temblorosa. Pero reconozco que es triste no tomar ventaja de la ficcin. La ficcin debe ser ms real que esta realidad sin azcar. Nunca han tenido como asignatura principal Imaginatura? inquir preocupada.No, no somos capaces ni siquiera de imaginarnos cmo sera imaginarnos algo.Eso tiene solucin le contest. Pero alguien ha visto a Carlos Cataldi?

No me dijeron al unsono. Nadie aqu habla de l.

Me encog de hombros con la brevedad de un beso en la frente, y comenc una disertacin anhelando despertar en ellos las estrellas madres que daban a luz brillitos inefablemente bellos.La Imaginatura es la comunin de la literatura y la imaginacin. Yo leo, luego sueo. Yo sueo, luego ro. Yo ro, luego leo. Yo leo, luego entiendo. Por ejemplo, cierren los ojos, recurran a la memoria disponible y al mismo tiempo publenla de imgenes.Qu es memoria disponible?No interrumpas dije con demasiada autoridad, pero me arrepent. La memoria es, a veces, un depsito arbitrario, pero que se reproduce y se renueva para convencer al cerebro de que el pasado estuvo; as le sacar provecho.

El silencio tuvo el dulce sabor de los que saben escuchar.Esas imgenes provocarn otras imgenes, una secuencia de imgenes. Ayuden a esas imgenes con mundos inexplorados y utilicen como andamios personajes escapados de aquellos libros que, alguna vez, han encontrado en ustedes a su verdadero lector, como deca Borges. Y luego, relaten con la mano indefensa, vulnerable, todo lo que ven en ese mundo inventado. Sientan que se llueven en palabras como una catarata de slabas nunca antes combinadas de igual manera. Y tendrn una obra propia. La felicidad es escribir algo que sabemos que alguien ms leer y que se apropiar de ello para su propia felicidad. Un intercambio de felicidades. Entonces la realidad tendr matices inexplicables y habr una hendija de luz en los das uniformes. Ya nada ser igual que antes. Me llev la mano al pecho con un histrionismo tragicmico. E hice una enorme reverencia.Pero la imaginacin tiene poder sobre la realidad? Tiene la capacidad de subvertir la realidad?

Yo me llev las dos manos a la cabeza en seal de extrema sorpresa. Puse los ojos en blanco ncar y me sonre con la boca grande de gozoPor supuesto! La imaginacin, aunque los cientficos me contradigan, tiene el poder de cambiar hasta los semforos de lugar y dije aquello recordando al hombre verde del semforo que alguna vez me haba propuesto casamiento. Y ya est. Me voy.

Cuando el director me vio salir del aula y comprob la algaraba de la clase, me tendi su mano. Y por qu est buscando justamente aqu a Carlos Cataldi?

Nunca lo sabr le contest. Tal vez l sea mi personaje nuevo para escribir un libro o el artificio de la vida para que estos alumnos recuperen lo que nunca haban perdido en realidad. Y eso qu es? La memoria de la ingenuidad.

El director se larg a llorar de la emocin que le haba provocado la visin del aula estallando en colores, y casi se desmaya cuando vio que los alumnos hacan cola para entrar en la biblioteca.Esto se parece a un cuento con final feliz. O a una obra jams escrita antes por un escritor.

Tal vez esta escuela sea solo un escenario. No lo s.

Me volv hacia l e insist con un dejo de melancola.En verdad no ha visto a Carlos Cataldi?

Pero dud el director no era l un personaje de su libro?

S, por eso es ms real que usted y yo. l es mi amigo y nuestra amistad es tan tangible que, para tener forma de algo, ha adquirido forma de libro.Y ahora me voy le dije besando su mejilla atnita. Estoy preocupada porque Carlos Cataldi no aparece.Hay que reducir al CerdoMientras caminaba, record aquellos das difciles cuando la Pobreza caminaba por la calle como una enorme seora burguesa. Devoraba todo lo que encontraba a su paso, y eran sus caderas tan exuberantes que golpeaban las frgiles casas. Todos sentamos un gran cansancio de pampa triste y nuestros ojos tenan el color velado del insomnio.

Los recuerdos venan a m tomados de las manos y esquivando a una tropilla de olvidos.Y para empeorar las cosas, la Pobreza tiene novio; est por consumar la boda le haba dicho amargamente. Cataldi hizo una larga pausa antes de hablar.Y con quin? Quin querra casarse con ella? Su incredulidad era manifiesta.

Est en tratativas con un Cerdo le dije a Cataldi. Es un Cerdo feroz que usa traje y corbata. Y huele muy mal. Adems, tiene una necesidad enfermiza de ostentar poder. Adora subirse a los palcos y a los balcones. Tiene un entrenamiento exhaustivo en la oratoria, ha estudiado a los griegos, ha ledo las cartas a tico por no dejar de lado a los romanos y luego a los letales oradores del siglo xx. Mi amigo me mir con un poco de miedo y, suspirando lentamente, se sent a mi lado.Traje? Es curioso me respondi. No saba que haba trajes para cerdos. Mucho menos, sastres para cerdos. Es ms balbuce pensativo, en esta urgente globalizacin, a nadie se le ocurrira, ni siquiera, que quedasen sastres.

Recuerdo que nos fuimos caminando por nuestra avenida anchsima que desembocaba en el mar. Aquel atardecer estbamos desolados, como si la patria sin armas y atnita se nos hubiera atorado en la garganta. El temblor que provocaba la Pobreza con paso gigantesco nos dejaba sin respiracin.Caminbamos lentamente como ahora lo hago por esta acera sin anclas ni estacas, buscndolo.Algo tenemos que hacer me dijo buscando monedas en su bolsillo.

S, deberamos reducir al Cerdo. Est acabando con las cosechas, con los progresos, con los hombres y las mujeres. Est acabando con mi tinta, las quintas estn siendo devastadas y est devorando las escuelas.

Se come las escuelas? Mis ojos se agrandaron hasta que las pupilas no dieron ms de s. Carlos Cataldi y yo, suspirando con un fervor pico, nos tomamos de la mano.Este Cerdo no tiene escrpulos, y cuando haya consumado la unin con la Pobreza, parirn sanguijuelas y rompern las leyes de DarwinCataldi sonri con un dejo de tristeza, luego me mir y nos entendimos.

Hay que reducir al Cerdo! gritamos al unsono.

Pero pronto, para nuestro maysculo asombro, nos dimos cuenta de que el Cerdo se haba ganado el cario y el apoyo de la gente con la vieja estrategia del dulce gesto, de sus patas redondas, fingiendo comprensin y prestando atencin a todos los que se haban vuelto vulnerables ante tanta presin y desencanto. Tena la habilidad de los grandes oradores y cada vez que suba a un estrado, Demstenes lloraba de impotencia. Era hbil el Cerdo. Entonces urdimos un plan. Nos dividimos la ciudad en manzanas verdes y entregamos folletos. El folleto deca:

La cultura es el entrenamiento de los hroes.

Ustedes son hroes, ustedes pueden entrenarse para pensar.

Pensar es un ejercicio de valientes.

La lucidez duele, pero es un esplendor en el alma.

No confen en un cerdo que usa traje.

(Autor annimo)

Mientras repartamos los folletos, les enseamos a los huertos a dar mejores hortalizas, a los libros a buscar a sus lectores, a las pupilas a evitar la ceguera de la demagogia y a las manos a multiplicar sus dedos. Intentamos criar conejos, escribir canciones y convocar a los cuatros ros milenarios, que ya por viejos eran muy sabios, para que instruyesen a otros ros y llevasen nuestro mensaje a otras partes del mundo.Hay que reducir al Cerdo! Hay que reducir al Cerdo! gritbamos.Pero, atnitos y sin aire, advertimos que el Cerdo y su novia haban logrado su cometido: la gente los haba credo e iba detrs de ellos, vitorendolos.Ms que matarnos, no podr la muerte le record a Cataldi el verso de Caabero. Y as, lastimados por la lucidez, libres de pies a cabeza, nos echamos a correr por la calle desierta. Aquel momento fue un prembulo de mi exilio y su desaparicin.

Corrimos sin saber, exactamente, a dnde, con la Pobreza tallndonos un futuro adis en los talones, con los ojos muy abiertos para poder almacenar esas lgrimas que ms adelante nos lavaran la suciedad del dolor.

Corrimos escapando de la ferocidad de la rendicin y de un tiempo futuro donde nuestros sueos quedaran en un contenedor, en una acera llena de peridicos rotos. Intentbamos salvar a los grillos que haban estado bailando en nuestros proyectos de artistas Carlos Cataldi cantara siempre las canciones escritas por m. l sera mi voz y la de mis versos sociales repetidos por hombres y mujeres con vocacin de justicia. Qu idealistas que habamos sido!

Y cuando nos sentamos a descansar, compartimos un pan que yo haba amasado con lo que quedaba de mi tierra exhausta. Y yo intua que era el adis, porque aquellas horas tenan el sabor del adis. El sol se desplomaba sobre una ciudad con lentejuelas tristes.Cataldi le dije, nuestra propia gente los crey. Nos traicionaron la Pobreza y el Cerdo? Y me largu a llorar sobre su hombro.Qu es la traicin? su voz era, como siempre, quieta y con slabas pausadas. l deca solamente diez palabas cuando yo ya haba dicho treinta. Su retrica pregunta retumb en mi corazn como un eco, como en un andn donde se arremolinaran las palomas.La traicin se parece a los que nunca, nunca seremos, Cataldi, a los que nos quitaron los gozos y las campanas. La traicin se parece a la fuga y a aquel abrazo en trozos que vol por la calle junto a panfletos intiles.

Cataldi y yo nos habamos quedado sin aliento.

Camin por una ancha avenida como aquella que fue escenario de nuestra amistad y me di cuenta de que haba otros cerdos con vocacin de gloria.***Y segu caminando mientras enjuagaba estrellas oxidadas, intentando recordar an ms nuestra batalla a corazn abierto, hilvanando pasos, pasos, pasos, pasos, pasos, porque detenerse era como morir un poco y yo, antes, tena que encontrar a mi amigo.

Es raro le dije a una estrella que miraba hacia abajo y no hacia el Sur como yo quera, pero Carlos Cataldi no aparece.

Todos los enanos del mundo

Caminaba mirando el horizonte, con la mirada empapada de una nostalgia dulce. Cre que, mirando el cielo, mi esperanza de encontrar a Cataldi no se disipara. Pero de repente advert que algo inmenso se me haba clavado en el estmago, y cuando baj la vista, me encontr con la inmensa cabeza de un enano al que me haba llevado por delante. l abri los ojos furiosos, su barbilla segua enterrada en mis pechos. Lo peor para el enano no fue la sorpresa o el atropello, sino que, seguidamente, mi grito inund la acera, la plaza, los semforos.Su gesto demudado y su mirada torva paralizaron mi garganta y enmudec. No tuve ms remedio que echar a correr. Tanta era mi urgencia y el miedo que me haba provocado el enano, que para ganar velocidad abr los brazos porque pens un poco de aerodinmica acelerara mi huida.

Solo durante unos segundos dej de buscar a Cataldi y, apenas girando la cabeza, advert que el enano con el puo cerrado haca ademanes de venganza.

En la fuga alocada por la calle, record la plcida sonrisa de Pertusato. Se llamara Pertusato tambin? Cre apropiado pensar en enanos famosos para distraerme.Llegu exhausta a un parque crepuscular. El corazn se me escapaba por la boca y las lgrimas me traicionaron al darme cuenta de lo mucho que haba corrido y de que, aun as, no haba encontrado a mi amigo. Querido amigo de alma!

Al darme la vuelta para buscar donde sentarme, vi al enano mirndome fijamente, pero su gesto haba cambiado. Y no grit.Por qu ests triste? me pregunt levantando su enorme cabeza.

Intent calmar los latidos de mi corazn y recobrar el aliento. Me sent en el bordillo de la acera.No encuentro a mi amigo. Hace diez aos de soledad que nest conmigo!El enano se me acerc y me abraz con sus brazos cortitos pero fuertes. El sanador abrazo me resucit la piel y me dej una paz pequea con hojaldre. Nos sentamos en un banco de piedra.No quise herirte ni humillarte. Siempre grito mucho cuando alguien me sorprende. Es un defecto que tengo.Te creo dijo acaricindome la cabeza. Te esperabas la ausencia de Cataldi?

No, claro que no. Pens que ramos inseparables.Y si siempre gritas cuando algo te sorprende por qu no gritas? Por qu no gritas por su ausencia? Te har bien.Es verdad, enano. Cunta razn tienes! Cataldiiii! Cataldiiiiii!

Cataldi! CATALDI!!! gritaba l. El enano se volvi mi eco en la guerra contra la melancola. Y se uni a mi voz, y fuimos el ditirambo ms solitario de toda la historia, porque el verdadero protagonista faltaba a la tragedia. As nos quedamos los dos, el enano y yo, abrazados junto a un rbol del nunca jams.

Nuestros prpados pesados como estatuas intentaban cerrar nuestros ojos. Habamos corrido mucho.

Luego comenz a canturrear una cancin de cuna para tranquilizarme.

Ya, despidindome de la vigilia, escuch que el enano sollozaba.Qu lstima! Me gustara ser ese Carlos Cataldi para que alguien me buscara por todas partes y me quisiera as.

Su tristeza me conmovi y le acarici la enorme cabeza. Mepregunt por qu de todos los enanos del mundo haba dado con uno que entenda mi bsqueda. Y comenc a quererlo.S dijo enjugando una lgrima de futura nostalgia. S, ese Carlos Cataldi que no aparece. FOTO ENANO

Asuntos por resolver

Tiquitititi, tiquititaca Tiquitititi, tiquititaca. Una hormiguita vena caminado con paso oficioso y sincronizado, pero la expresin de su rostro trasluca un gran cansancio.

Repentinamente levant sus enormes ojos obreros y me hizo una seal de stop.Qu te pasa? me pregunt suspirando.

Estoy buscando a Carlos Cataldi. Era mi amigo, pero no lo he vuelto a ver.

La hormiguita sec su frente sudorosa con una de sus patitas y se sent en una piedra somnolienta que haba en la plaza. Con un largo resuello, dej la hojita que la quintuplicaba en tamao y se apoy en una seta. Su carga era demasiado pesada para ella.

Y por qu?

Porque dej mi tierra una tarde feroz, y en la ardua lucha por la supervivencia, le dej de escribir. Cuando resucit de la enfermedad exlica, su correo electrnico haba caducado y las cartas por el correo de verdad me llegaron de vuelta. Y desde entonces lo estoy buscando. Era como mi Enkidu.

Siempre admir su amistad con Gilgamesh.

Qu culta la hormiguita!, pens. Tal vez la haba subestimado por su tamao o por su color. Siempre caemos en el mismo error.

Un tono entristecido soborn mi garganta inmigrante.Tienes una carga demasiado grande.Cmo se llama tu carga? me pregunt lnguida.

Mi carga se llama Asuntos por resolver. Y la tuya?

Hojita que quintuplica.La hormiguita me mir exhausta. Sent pena.Quieres que te ayude? Quieres que cargue con tu hojita?

No lo s. Es mi sustento y, para una hormiguita obrera, el sustento es tan importante como la respiracin. Adems, estamos aprovisionndonos para el invierno. El invierno es largo como el bostezo de los insomnes.Ah, hormiguita, el invierno de mi ciudad surea es, como t dices, largo como el bostezo de los insomnes.Pero tantos asuntos por resolver tienes? insisti.

S, s. Levant la cabeza con un movimiento pico. Qu pesada era mi carga tambin!

La vida me dijo con voz sabia y ronca es una cuestin de peso y de resistencia. Yo resisto, transporto algo pesado y resisto, me entreno. Y vuelvo a levantar algo muy pesado y resisto, pero ahora ya soy ms fuerte. Y as la carga parece ms liviana y la puedo incrementar. La vida es una cuestin de peso y resistencia!

Se dispuso a continuar su camino y coloc la enorme hoja sobre su espaldita breve, pero experimentada en esfuerzos. De repente, se detuvo. Qu te parece si hacemos un trato? me dijo entusiasmada, tanto que se le enredaron las antenitas por el brusco movimiento de su cabeza. Qu te parece si intercambiamos las cargas? Pon sobre mi esbelta espalda tus Ingrvidos asuntos por resolver y lleva t mi hojita que, teniendo en cuenta tu enorme cuerpo, no significar ningn esfuerzo.

Mientras hacamos el intercambio y se secaba el sudor de sus sienes despeinadas, me pregunt: Queras mucho a Cataldi?Imposible no quererlo. Cmo alguien puede no quererlo? Imposible.Claro asinti ella. Es una obviedad.

Nos despedimos contentas. Yo, con la hojita en mi hombro; y ella, con mi invisible carga.

Das y das pasaron y volv a la plaza. Aliviada de mi carga ya, me dispuse a pensar una nueva logstica para encontrar a mi amigo. Apoyada en un rbol vi que vena la hormiguita. Tiiiquitiquiti, quititaca, tiquititiquiEra tan lento su paso como si estuviese arrastrando una catedral y un hospital en invierno.He pactado un mal trato. Tus Asuntos por resolver son demasiado pesados, demasiados penosos. No puedo con ellos.

Inmediatamente, casi culpable por aquel intercambio, socorr a mi amiga morena y la redim de su excesivo peso. La hojita le resultaba ahora sumamente liviana.La vida es una cuestin de peso y resistencia. El peso que no cesa. Antes de despedirnos nos abrazamos con verdadero afecto.

Qu dura es a veces la vida, qu inquietantemente dura! me dijo moviendo su manita en seal de adis. Adis!

S, hormiguita le respond. Y encima Carlos Cataldi que no aparece.

FOTO

T tambin, Enano?

A qu se parece la traicin? A la copa vaca que alguien nos ofreci cuando pedimos agua, a un trabajador que ya no lo es ms porque no tiene trabajo, a una familia pobre con derecho a la pobreza, al mal desamor que tuve cuando dejaron de amarme, a la soledad que me deja la ausencia de Cataldi La traicin se parece a los crticos batracios de las poesas que nos condenan por la sencillez, a los nadies que se creen dioses e intentan imponer el despotismo ilustrado. Todo por la verdad, pero sin la verdad. Todo por la lealtad, pero sin la lealtad. La traicin se parece a nuestro sueo final de ser artistas.

A qu ms se parece la traicin?

La traicin se parece: A las polillas que no se apiadan de la ropa. Al alba lenta con los prpados pesados como telones con sueo. A un sol vendido a la sombra y con mscara de lluvia.

A las monjas castigndome porque morda los lpices. Al ingls del que me enamor, sin imaginar que era xenfobo. A las palabras esdrjulas que olvidaron el acento y no supieron cmo consolar a sus slabas. Al zoolgico que me revel la tristeza del tigre.Voy a contar las veces que me traicionaron: 1 2 3 4 5 6 7 8. La tarde estaba pesada de abrazos no dados, de ganas de hablar y del recuerdo de una ltima traicin que todava me dola. Deba educar a mi corazn, llevarlo a la escuela y atarle un mstil a su espalda para que no se doblara ms.

El enano era ahora Enano, porque me dijo que se llamaba Enano y yo le cre.

Advert que l me segua y me alegr. Mi soledad era grande como el ocano Atlntico y yo necesitaba abrir mi corazn como una maleta en un hotel de cinco estrellas. Me debat entre callarme o romper mi voto de silencio, porque hablar de mi ltima traicin tena la cara, el olor y la huella de alguien a quien yo haba amado demasiado. Porque amar demasiado fue el ltimo gran error que haba discernido en mi peregrinaje y que intentaba no repetir nunca jams. Habl sabiendo que no deba hablar, como haba dicho Porchia.Y entonces uno sufre, luego existe, Enano. Despus de aquellas confesiones urgentes, una inquietud profunda me mordi el corazn. Le haba confiado al Enano lo menos vulnerado que tena: el alma.

Seguimos los dos caminando, en silencio. El Enano me traa flores, porque quera hacerme rer. Luego lo vi correr y desapareci. Yo no logr sentirme mejor y, lo que fue an peor, una creciente inquietud se apoder de m. Qu habra sentido Lenidas cuando fue traicionado por Efialtes? La traicin del hombrecillo cambi la historia y los muertos cubrieron la tierra.Siempre la traicin provoca algn tipo de muerte murmur.

Cuando llegu a la plaza del prximo pueblo, advert que sus habitantes se haban reunido alrededor del rbol ms alto y todos me miraban fijamente. El rbol tambin. A veces, la gente se aburre. El aburrimiento es un impulsor de palabras pegajosas y un hervidero de malas pasiones. Todos hablaban y hablaban y sentan que por fin pasaba algo diferente. Era muy malo el aburrimiento.

De pronto, vi que el Enano, al verme, se arrojaba detrs de un buzn. Su mirada no me acarici la frente. Y a mi alrededor, palabras palabras palabrasAcaso alguien haba sobornado al Enano? Mi alma rodaba por los labios de los aburridos. Con los prpados cosidos al asombro, ni siquiera el llanto acudi a socorrerme. Por qu? Nietzsche deca que la traicin enfermaba. Era Nietzsche?

Me empaparon todas las zanjas del dolor. Dnde ests, Cataldi?

La traicin pens en voz alta lleva implcita una pregunta que se nos dispara sin proponrnoslo: por qu?.Comprend tambin por qu no haba compaas aseguradoras de confesiones. No habra dinero suficiente para indemnizar a los damnificados. Las confesiones deberan estar prohibidas por decreto.

Intent mirar con el horror con el que Julio Cesar habra mirado a Brutus.

T tambin, Brutus, hijo mo!. Hallazgo, dolor y el dao. Y entonces me dio por correr por la larga calle de la incredulidad hasta quedarme sin aire. De pronto, cansada de correr tambin, me acerqu a l y llorando, como haca mucho tiempo que no lloraba, le dije:

T tambin, Enano? Por qu?

S respondi, pero me falta Roma y un poco de gloria. Perdname. Me quise sentir importante y lo nico que tena para llamar la atencin era tu confesin. Ellos queran escuchar algo diferente, cualquier cosa vala, y yo les di su pobre pan.Advert con desazn la pequea vida del Enano. Sent ms pena an y lo abrac.A veces es lindo sentirse importante. Aunque sea por una sola vez. Quera saber qu se siente cuando todos te miran y te escuchan. Pobres ellos y yo! Tenemos una vida como una lnea recta y cualquier cosa nos sirve para romper la monotona. Perdname.Lo tom de su enorme cabeza y lo bes. La vida en lnea recta solo daba a luz trocitos de tedio. l me mir tan profundamente que el perdn fue tan fcil como echar de menos a Cataldi. Y as nos quedamos los dos, intentando recuperar la tranquilidad. Y la confianza. Y luego murmuramos quedamente al unsono:

Y encima, Carlos Cataldi que no aparece. Las impresoras que no podan detenerse jams

Caminaba y caminaba pensando hasta diez pensamientos por segundo. Organizaba en mi cabeza mapas, logsticas, deducciones intrincadas, creyendo que alguna idea razonable saldra de toda aquella tempestad.

Un ruido sordo, mecnicamente sincronizado, me llam la atencin. Aunque era un ruido cacofnico, conservaba en su eco ronco una ligera gracia. Mir a mi costado y vi un galpn muy grande. Me acerqu y descubr unas impresoras que trabajaban conmovedoramente fatigadas.

No podemos detenernos. Nunca.

Yo las mir con compasin. Por qu no podan detenerse? Por un momento quise traer al frente de mi memoria todas las cosas que no pueden detenerse nunca. Pero una pregunta me invadi la boca.Han visto a Carlos Cataldi?

Ellas parpadearon un poco perplejas.

Carlos Cataldi? Carlos Cataldi Sus voces parecan adormecerse, pero reaccionaban justo antes de claudicar. Sus pupilas parecan tener el peso de todos los ojos entristecidos por la censura.

Un sentido de identidad me sobrecogi. Ni ellas ni yo podamos detenernos.

La impresora que tena los ojos ms llenos de tinta me habl.Mira mi corazn. Late y late y bombea tinta. Tanta informacin pasa por mi pecho! Todos tienen derecho a saber Todos!

La palabra DERECHO me pareci demasiado grande Exista el derecho? Quines eran los encargados del derecho? Todos tenan derecho a saber Llegamos a saber acabadamente lo que pasa a nuestro alrededor? Todo tiene una precaria apariencia de verdad, y sin embargo, existe tanto deseo inconcluso de conocimiento!

Qu me dira Cataldi? Seguramente me hablara despacio, como habla l, y sumara en mi depsito de optimismo uno ms a cuenta de mi supervivencia.

Las impresoras suspiraron. Ellas intentaban con fervor difundir, difundir, difundir. Una especie de mayutica colectiva, una reivindicacin del silencio.

Para distraerme, intent pensar en aquello que no pudiera detenerse. Inevitablemente, haba comenzado a recordar los silencios y la mentira elegante que se haban derramado en mi patria sin techo.A ver, qu es lo que no puede detenerse jams. Los tiburones, por ejemplo. Mi bsqueda de Cataldi. La semivigilia de los delfines, el Big Ben, mis ganas de vivir, los hombres verdes de los semforos.

Las impresoras se turnaban para beber tinta y, aunque el cansancio les subverta el rostro, seguan imprimiendo. Una de las copias cay entre mis manos.

En una sola hoja caba la mitad de la informacin de la historia que nunca jams haba salido a la luz. Qu capacidad de sntesis!, pens. Y qu valientes ellas para parir sin miedo.Ten cuidado me susurr al odo una de ellas. La censura est buscndonos y nos quiere cerrar el taller. Protgete y protgenos.

Toda la fraternidad de un universo vido de verdad cupo en aquel galpn de luz.

De repente, una impresora, creo que la ms joven, comenz a declamar una poesa sobre la libertad y la emocin me hizo sentir exultante.Es tan grande el valor de la verdad dije con ademn histrinico. Es un gozo tan ntimo el sabor de las palabras! Lo nico que me falt en aquel momento pico fue un gorro frigio y un caballo blanco, pero en tanto arrebato histrico, me tropec con unos engranajes oxidados y ca de bruces sin gloria ni elegancia.La impresora con la mirada ms alegre me ayud a levantarme, conmovida por mi absurdo fervor. Luego se quit algo del pecho y me lo dio. Era su ltima impresin.Para ese Carlos Cataldi que perdiste en la desazn de tu tierra saqueada. En el centro de la hoja haba un crculo perfecto y una palabra hmeda an: Amigos. Y a su alrededor, sinnimos o ideas que hablaban de aquello que nos una a Cataldi y a m.Debemos seguir trabajando me dijeron. Y t tienes que seguir buscando. Pero no le cuentes a nadie que nos has visto. Estaramos en peligro. Y ahora, vete.

Para distraerme de la brusca despedida, me puse a pensar otra en aquello que no pudiera detenerse. Los tiburones, por ejemplo, mi bsqueda de Cataldi, la semivigilia de los delfines, el Big Ben, mis ganas de vivir, el hombre verde los semforos.

Ensimismada por esta nostalgia felicsima y con corazn propio, me llev por delante a un enorme batracio. Vena trajeado, con corbata, y me pregunt por unas insurrectas que se haban congregado para difamarlos. No me cost mucho saber que el sapo diriga un regimiento de censuradores.S afirm con un tono de voz tranquilo, las he visto. Yo los guiar.

Y as me fui caminando por una ruta que conduca a las afueras del pueblo, a la afueras del territorio en peligro, lejos de mis amigas cuya bravura era tan grande como toda la informacin que tenan para darnos.

El sapo, al que yo haba engaado fcilmente, caminaba con el pecho ancho de estupidez y ceguera. Me senta importante porque lo haba alejado de mis amigas, las impresoras.Y t, a quin buscas? me pregunt el ms verde de todos, repentinamente, como si cayera en la cuenta que mi peregrinacin tenia una razn.

Busco a Carlos Cataldi. Un amigo al que perd en un exilio sin nombre, en una patria que perdi las cosechas, pero no la libertad Pero no me escuch.

Cmo le explico a un batracio la libertad de un pjaro! Cmo le explico a un batracio que la belleza no se halla en el lodo!

Una vocecita lejana, un eco con vocacin altruista, parti el silencio con secretos inteligentes. Era la voz de una de las impresoras.

Slvate, slvate me deca. Y gracias por salvarnos a nosotras!

Claro, claro Apenas si mov los labios. Con histrinica cortesa me desped del sapo y su censura y me alej de l. Supe que era capaz de resistir la pobreza, la distancia, el cansancio. Pero lo que no poda resistir era la ignorancia dirigida.

Ah, Carlos Cataldi Este libre e insensato Carlos Cataldi que no aparece! La patria con agujeritos

Caminaba recordando, como siempre, los aos en que Carlos Cataldi y yo transitbamos la ancha avenida sacudida por un viento invernal y con sueos que brillaban al igual que faros en la sombra. Nos dola el pas por el cuerpo. Era una guerra no desatada que iba creciendo en cada uno de nosotros y nos obligaba a atrincherarnos fuera de nosotros mismos. Era tanto el amor que tenamos por nuestra tierra! Y era tan doloroso aceptar aquella sudestada de expulsin! Era un parto innatural e imparable que nos dispersaba y nos dejaba indefensos. Vivir en aquellos das de julio era una terrible aventura de supervivencia, era querer cruzar un ro revuelto en plena tormenta. Llevbamos en nuestras espaldas una incertidumbre tan grande como catedrales medievales en la edad oscura. Y nosotros que queramos ser artistas!Pero en aquellos momentos, por difciles que resultaran, yo tena la sensacin de poseer una patria. Un lugar donde yo poda caminar sin pedir permiso. Porque cuando uno es inmigrante, vive pidiendo permiso hasta para respirar. Decid enumerar lo que la patria significaba para m.

1- La patria es donde podemos andar descalzos sin lastimarnos.

2- Es un peregrinaje largo pero en crculos, alrededor de una chimenea que sabe a hogar.

3- Es mirar un horizonte cuyas lneas se juntan en el centro de mi mano abierta. 4- Es tener el abrazo con olor a familia.

5- Es buscar algo en un cajn olvidado y encontrar fotos de nuestra infancia.6- Es sentir una palmada en el hombro y, al darnos la vuelta, encontrar la sonrisa de alguien que nos quiere.7- Es una procesin de faroles que se detienen en tu casa cuando la luz ya no alcanza.

8- Es poner en el bolsillo todos los aeropuertos del mundo y echar a volar con alas propias para vivir siempre volviendo.

9- Es nunca decir adis, porque estamos siempre de regreso.

10- Es hablar con Carlos Cataldi. Yo, con mi urgencia inentendible; y l, con la lenta armona de su ordenada diccin.

De repente me vi frente a un edificio color naranja. No me di cuenta de que era un hospital hasta que observ un enorme cartel que deca Hospital para Exiliados, auto-Exiliados y otras enfermedades del corazn. Qu raro me pareci todo aquello! Aun as decid entrar. Me sali al encuentro una Enfermera enorme, ms grande que yo y el Enano juntos. Ella me abraz y con una sonrisa que desperdigaba trocitos de hogar caliente, me hizo pasar a una sala cubierta con flores de papel.Algn da tendr tiempo me dijo la Enfermera de hacer un jardn de verdad. Ahora tengo tanto trabajo! Son tantos los hombres y mujeres que aoran su patria!

Me imagino, somos muchos los que dejamos nuestra tierra tan solo por salvar nuestro depsito de alegras. Pues si nos robaban el ltimo resto, la clula inicial del gozo, cmo hubiramos podido sobrevivir despus? Qu hara yo sin la risa sanadora? Qu hubiera hecho yo sin m? Hubiera estado tan lejos de m que hubiera sido imposible encontrarme.

Sigue hablando me dijo la Enfermera, no debes callarte ni los silencios. Porque cuando uno est triste hasta los silencios se callan y eso no est bien. La voz que se apaga es una voz que perdi su destino de comunicacin.

Mientras yo hablaba, la Enfermera me quit el corazn con suavidad y, para que no quedara vaco el lado izquierdo de mi pecho, puso en su lugar un globo terrqueo donde mi tierra estaba iluminada con una luz anaranjada. Con tierna pericia comenz a masajear mi corazn que, advert con sorpresa, tena algunos agujeritos.Tienes el corazn con agujeritos me dijo.Pero s que mejorar. La salud del corazn mejora cada vez que una sonrisa asoma por detrs del gesto amargo. Una sonrisa es una caricia sanadora que se asoma por los labios. Mientras la Enfermera masajeaba mi corazn insistentemente me puse a pensar en la posibilidad de encontrar el camino de regreso.

Ya vuelvo dijo ella de repente. Voy a empapar a tu corazn con nepenta y un poco de almbar.

Ser muy difcil volver? le susurr al Enano.

No, pero si vuelves, yo voy contigo se apresur a decir. Dnde est tu patria?

Mi patria est donde hay gente que me abre la puerta, porque estn esperndome, o donde hay una taza con caf caliente en la mesa de un patio con jazmines. La patria es como un abrazo a tiempo, es donde uno puede hacerse entender sin hablar, es una madre con caricias a mansalva, un montn de ceniza que no se vuela con el viento sureo. Es un sol feliz desperezndose por una calle verde.

He visto calles verdes desperezndose al sol, pero jams, jams, un sol desperezndose sobre una calle verde. Esa calle verde debe de haber sido muy especial acot el Enano. Jugamos a que yo soy esa calle verde y me desperezo cuando t apareces?

Ahora no, Enano, mi corazn est en cuidados intensivos.Pero cuando la Enfermera te lo devuelva, y te lo acomode otra vez en el pecho, quiero jugar a El sol y la calle verde. El entusiasmo del Enano me llam la atencin. Me pareci que l tambin estaba necesitando una patria.Quieres decir que el mundo est lleno de patrias?

Claro, eso es. Nuestra patria es donde uno ha escrito muchas historias sin haber aprendido a escribir.

La Enfermera apareci con mi corazn en una bandeja. S, mi corazn ya tena mejor color.

Mi patria es un lugar donde yo puedo rer sin traducir la risa.

Mientras yo deca estas ltimas palabras, la Enfermera intentaba poner el corazn en su lugar, pero como yo me mova mucho, advertimos que me lo estaba poniendo en la oreja.Ay, Enfermera le susurr, si me pones el corazn en la oreja, estar condenada a escucharme todo el tiempo y eso ser agotador.Diligentemente, la Enfermera busc mi pecho y, quitando el globo terrqueo, me puso nuevamente el corazn, que ya estaba un poco ms sano.

Te das cuenta? me dijo sonriendo la Enfermera, la mayor cura para tu corazn ha sido romper el silencio e hilvanar palabras como si estuvieras haciendo ganchillo. Has tejido sin agujeritos tu propio corazn. Es muy importante romper el silencio cuando nos pesa demasiado!

Aliviada por los masajes y la ruptura de mi silencio, decid seguir mi camino y encontrar a Cataldi. Quin mejor que l para escuchar mis monlogos interminables sobre la vida y sus devaneos! l llenara con su amistad los agujeritos de mi corazn o mi patria. Abrac a la Enfermera con todas mis fuerzas y le agradec sus cuidados. No la quise entretener demasiado porque a la entrada del hospital se haba formado una largusima cola de enfermos de melancola y otras disfunciones del corazn. Me senta fortalecida y un poco ms feliz. El Enano quera convencerme de que tomase el camino hacia el Norte, pero yo supe que deba ir hacia el Sur, donde siempre amaneca y haba una calle verde y un sol desperezndose.Tengo la certeza de que voy a encontrar a Cataldi.

S dijo el Enano un poco celoso, pero todava Carlos Cataldi no aparece.El recuerdo que quera vivir

Caminaba por una calle que pareca no tener fin. Era como el camino de la distancia. Tropec con algunos huecos del recuerdo y me acord del momento en que haba conocido a Cataldi, yo luchaba por un amor tan rubio como el trigo argentino y l trepaba a unos ojos de cielo.l haba rodado hacia m como un guijarro inesperado, cuando ya nos vestamos de adultos y las horas eran un duelo a muerte con las ganas de vivir. Lleg a m junto a mi hallazgo del imposible verso de Wilhmet Klemm, junto a la confusin de mis primeras canas, con la rebelin de mi granja personal sin Napolen ni Snowball.De repente, me sali al encuentro con evidentes seales de agitacin y una gorra al estilo del Che, un recuerdo. Tena la mirada inquieta y me pregunt por Cataldi.Soy tu Recuerdo, el que te falta de aquel momento crucial en que t y Cataldi dejasteis de saber uno del otro. Era verdad. Una bruma con algas en blanco y negro poblaba aquel instante feroz.Y cmo sabes que estoy buscndolo? le pregunt.Porque soy tu Recuerdo. Obviamente. Los recuerdos llenamos espacios imprescindibles y es verdad que a veces inventamos. Pero yo soy una pieza necesaria en tu bsqueda. No, no, no es verdad. Un recuerdo no admite ser un recuerdo. Por qu me recuerdas que eres un recuerdo y no te acuerdas de que no debes recordarme lo que no quiero recordar?Los recuerdos traemos al portal de tu mente algo que t has decido enclaustrar. No es culpa ma si ests enfadada con nuestra Casa Central.

Cul es tu Casa Central? dije mirndolo fijamente.

La Memoria! Es que lo habas olvidado?

Y cul de todos mis recuerdos eres t?

Uno no muy bello. Pero te puedo ayudar.

Segu caminando empecinada en dejarlo atrs. Era raro estar huyendo de l, cuando era l quien me ayudaba a no descansar en mi bsqueda de Cataldi.

Me detuve en un buzn y apoy los codos. El Recuerdo me segua, llevndose la mano al pecho.Te ests abandonando al Olvido? Hoy el Olvido es tu peor enemigo, no yo.Eres como todos! No me dejaron olvidar el da de mi partida, ni el da en que mi casa me abraz en su lecho de muerte, ni cuando mi calle verde se inund con mis lgrimas.

Mientras hablaba y hablaba, advert que el Recuerdo se haba arrojado sobre el asfalto gimiendo.Sin m no podrs volver! Sin m no recordars el rostro de tu amigo! Y ser an ms largo el camino a casa me grit llorando. Tuve inmediatamente la asistencia de la lucidez de nuevo y me volv hacia l. Al verlo tan compungido, le acarici la cabecita, le ped que no llorara, y le permit a la Memoria mostrarme momentos de mi amistad con Cataldi. Una secuencia de innumerables trocitos de mi antigua vida invadi mi mente. S, las imgenes rodaban y se derramaban por el vasto pas de mi historia, y sent tanta nostalgia que me abrac al buzn tan fuerte que se quejaron las cartas. Eran recuerdos mltiples, plurales, en sepia. Sueos, voces, dudas, amores y ciudades diferentes, todo era un manantial ordenado de imgenes, fluyendo por un ro cada vez ms cristalino. De repente, advert un hueco en el orden secuencial. Un hueco! Un vaco en el largo devenir de mi historia! Faltaba un trozo de mi historia!Soy yo! Soy yo! Por fin te das cuenta! Mi Recuerdo se haba puesto tan nervioso que, ahora de pie, daba patadas al aire. Ese es el hueco que YO debo llenar. Y ya lo estoy haciendo.

Entonces me di cuenta. El Recuerdo del momento en que haba perdido de vista a Cataldi haba faltado en mi vida inmigrante. Haba tanta niebla en aquellos das!

Soy yo! Soy yo! Yo soy el Recuerdo que te falta deca el Recuerdo, que quera alcanzar su preciado protagonismo, mientras se golpeaba el pecho con desesperacin.

Entonces lo tom en mis brazos y lo bes en la frente.Bien, ven aqu. Susrrame al odo las palabras necesarias. El exilio tiene todas las caras del adis y toda la ferocidad de la nostalgia. T me ayudars, Recuerdo. Ahora lo s.Quiero encontrar a mi amigo! Estoy un poco sola sin l y sin su risa.Y al fin record exactamente los das de la bruma cuando perd la nocin del honor y la distancia, los das que no dije su nombre y le perd el rastro. Record cmo quise vivir un poco menos y me rend al olvido para que tomara posesin de mis recuerdos. Olvidar era como una chimenea con rescoldos tibios en aquel invierno que llevaba bajo la piel. Olvidar era como encerrar esquirlas de eternidad en un equipaje que no era mo.De qu te sirven unas piernas que solamente caminan en crculo? me haba dicho mi insomnio aquella noche crucial que decid mi peregrinaje, mientras sentado en mi cama se fumaba el otoo. Cuando termin de recordar, me di cuenta que el Recuerdo se haba marchado. Quizs porque ya haba cumplido su misin.

Gracias, Recuerdo querido. Porque gracias a ti ahora s en qu momento la distancia y la melancola me cerraron los cauces del alma y nublaron mi historia.Mi Recuerdo haba estado protegiendo mi historia oficial. Ahora yo ya saba porque recordaba, o recordaba porque saba lo suficiente como para enderezar mi brjula y tomar la direccin que me llevara al Sur. Me re con ganas. Y dej al buzn refunfuando solo, un poco asfixiado por mis abrazos peregrinos.Vete, ya. Vete ya me grit el buzn, que ese tal Carlos Cataldi todava no aparece.

La bsqueda y el stercusCamin y camin, y era una tarde saturada de olor a jazmines cuando, a punto de preguntar por Carlos Cataldi, el Enano sinti que una metralla interna estallaba en su vientre. No quise reparar en ello, porque me pareci que, con tanto lirismo a cuestas, no era apropiado prestar atencin a un aviso tan escatolgico y tan absolutamente falto de espiritualidad.

Decid acercarme a un bar y preguntar por mi amigo cuando el Enano me mostr como su estmago se estaba hinchando. Un ruido estrepitoso denunciaba su necesidad. Aun as, empecinada en no renunciar a la elegancia y al lirismo de aquella tarde clida y aromtica, trat de pensar en el penar de las entraas, como haba llamado Quevedo a ese penoso devenir.

Pero el Enano comenz a poner los ojos en blanco; y la melancola, la ofrenda de la amistad y el mstico dolor del exilio se vieron bombardeados por la revolucin de sus intestinos. Tena que ir al bao.Hola! le dije al hombre que atenda el bar. El labio inferior del Enano haba comenzado a temblar y un sudor helado le empapaba la frente. La sensacin de que reventara en cualquier momento y el estentreo clamor de sus entraas me preocuparon. El dueo del bar, que haba advertido la situacin y lo miraba fijamente impresionado por el tamao de sus ojos, le indic el camino de la redencin. Mientras duraba el ritual, me acord de que el estircol de las vacas era sagrado en la India, o de que los egipcios tenan una diosa para proteger las letrinas. Algo bueno deba rescatar de aquella situacin. Siempre lo hay. Entonces escuch un grito y cre que el Enano haba explotado, pero no. Era un grito de jbilo.Estuvo aqu, estuvo aqu. En esta puerta, puedo ver su nombre insista eufrico.

Era verdad que la gente siempre escriba frases en las puertas de los baos.Aqu estuvo Carlos Cataldi!, rezaba una de esas frases perdidas en la pintura deteriorada de la puerta. Haba estado all! Haba estado all! Estara cerca de m?Voy por el camino correcto, suspir. La tarde, con mi ayuda, super aquel trance stercus, stercoris y yo segu caminando cada vez ms rpido, un poco ms feliz. Estaba segura de que ya estaba cerca. Ms cerca. Una suerte de optimismo me sobrecogi el corazn. Mi paso se hizo ms rpido y el del Enano tambin.Este Carlos Cataldi que no aparece me dijo un rbol que acomodaba sus races despus de una larga caminata.S le contest. Pero aparecer. Aparecer.

Huida urbana

Un regimiento de mariposas escandalizadas nos advirti que haba una campaa en contra de la lucidez muy cerca de all. Y decidimos apurar nuestra marcha. Comenzamos a correr ignorando los semforos y contra reloj, porque no haba tiempo. Tena que encontrar a Cataldi y avisarle que se alejara de aquel lugar, que salvara la lucidez. Si nos quitaban la lucidez, solamente seramos un montn de nada. O los nuevos nadies en una solapada opresin. No, no. Jams!El Enano, al verme correr tan desordenadamente, se haba propuesto ser mi escudo humano. Advert que a mi lado corran muchos que, como yo, se haban sumado a mi cruzada, a mi huida urbana para salvar la lucidez. Sabamos que se la queran quedar, no para usarla, sino para confinarla a alguna isla desierta. Otros, urgidos tambin por salvarla, repartan altruistamente ejemplares de los Siete Saberes de Morn.Y si empezaban por quemar los libros? Corr intentando rescatar la pesadez de Eliot, la inteligencia pesimista de Hobbes y la universalidad de Shakespeare, la inmensidad de Borges Todo, queramos salvar todo! Porque nos haban informado fuentes fiables que los hombres y las mujeres de los palcos estaban por promulgar la ley del No pensamiento. Yo senta que deba salvar a Cataldi, porque l era mi amigo y l era un lcido como tantos en esa calle ancha.Cuando el aliento nos faltaba, nos apoybamos uno en el otro e intentbamos recuperar fuerzas. Y luego continubamos corriendo y corriendo, porque queramos seguir viviendo, queramos salvar a muchos del suicido moral y queramos pelear la pacfica batalla de la inteligencia prctica.

No te canses, no te canses deca el Enano, y yo vea como sus piernitas se movan con tanta ligereza que me recordaron a los trompos de mi infancia.

Por qu, por qu no lo encuentro? dije sin aliento, sin fuerza. Dnde ests, amigo?

Repentinamente, todos dejaron de correr y de esconder los libros. Los hombres de los palcos haban decidido no promulgar la ley del No pensamiento, porque advirtieron que la gente estaba decidida a defender su derecho a pensar y no haban encontrado suficientes libros para formar una hoguera. Cuando estuvimos lejos, y supimos que la lucidez estaba momentneamente a salvo, nos acercamos a beber de una fuente. Estbamos agotados. A lo lejos, una figura casi conocida pareca quebrar el horizonte, aquella figura me resultaba familiar. Me qued mirando y en mi mente cupieron todos los pensamientos del mundo. Por un momento cre que dejaba de respirar. El Enano me abraz por detrs y clav su gran cabeza en mi espalda para que me sirviera de soporte, porque tema que si aquel era Cataldi, yo me desmayase de la emocin.

Aquel hombre caminaba despacio, y mientras se acercaba, la geografa de mi corazn ensay todos los terremotos necesarios. Cataldi?

Pero no era l. No era l! Pas a mi lado canturreando una vieja cancin de amor y, casi sin mirarme, se alej. Qu triste me sent! Me ech sobre el pecho del Enano y llor tanto que se form un ro. Yo tena la capacidad de formar ros.Ya falta poco me dijo el Enano para consolarme. Algo en su seguridad y en su optimismo me hizo resucitar. Y si tena razn? No poda estar muy lejos, ya no.Un viejo rbol, con la sabidura de sus aos y su emplumado corazn de gorriones, me empuj con suavidad hacia delante.Camina y contina tu peregrinaje, porque Carlos Cataldi pronto aparecer me dijo el rbol con su voz de trinos. Luego se ech las races al hombro y lo perd de vista.

S, ya falta poco. Pero los das pasan protest el Enano, y Carlos Cataldi no aparece. FOTO RIO

Los ros de la vidaSegu caminando, pensando en la lentitud de Carlos Cataldi al hablar. Yo poda aspirar y espirar dos veces entre cada frase y cuando nos reamos, la risa era como un ro de agua clara. S, era como un ro que nos atravesaba el alma y nos impregnaba de ganas de seguir soando nuestros sueos de artistas.

Me pareci, en tanto sueo nmada, escuchar la meloda perfectamente montona de un ro. No s por qu, pero las aguas parecan tener algo de alivio redentor, llevndose indiferentemente los das y las penas. Escuchar a Cataldi era como escuchar el murmullo de las cascadas.

Decid ir hacia all. Tal vez mi amigo se hubiera detenido a beber y yo lograra, por fin, dar con l. Cuando llegu a la orilla, alguien de espaldas se llevaba agua a la boca. El corazn me dio un vuelco y pens que la suerte haba decidido darme una oportunidad. Agudic mis ojos gastados por los libros, y otra vez la decepcin, otra vez una revolucin de hadas sin educacin me dejaban sin la magia del encuentro.Buenas tardes dije con una voz que no pareca la ma. Estoy buscando a un amigo que perd en un ejercicio de supervivencia. Mi trgica composicin de los hechos me caus un poco de risa.Hola dijo aquel hombre. Me llamo Filsofo.Como el de los ros? respond con aires de erudicin. l no escuch mi pregunta.

Ests segura de que quieres encontrarlo? Y si al hacerlo descubres que el Cataldi que conocas ha cambiado de ideologa, de pensamiento o de sueos?

l no cambiara jams asegur, y la voz no me tembl al hablar. Lo s.Todos los ros siguen un mismo curso, pero las formas del agua son siempre distintas. Acaso has visto las figuras del agua repetirse alguna vez?

Cataldi no cambiara sus ideales. Nunca.Pero si cuando lo encuentres descubres en su apariencia el paso de los aos y adviertes que t tambin has cambiado qu haras?

Su sombra reflexin me hizo trastabillar y me sent en una enorme piedra. Adems estaba cansada. Haba corrido demasiado para advertirle a Cataldi sobre el frustrado decreto del No pensamiento.Yo yo titube.El declive del hombre, el proceso de los aos, no solo cambia nuestro fsico, sino nuestra manera de pensar. Las arrugas son las trincheras implacables del deterioro.Entonces me mir en el agua perpleja, pero en vez de reparar en ellas, vi el grandor de mis pupilas intacto, vi el brillo de mi alma intacta, vi la que siempre haba sido y advert que al igual que Cataldi, segua an amando la libertad, la risa y la justicia. Vivir, para nosotros, era como ir detrs de las gaviotas de nuestras playas sureas. Era un homenaje a la luz y a la alegra.Mira, Filsofo de los ros, hay cuestiones en la vida que son irrevocablemente no negociables. Se lo debo a mis padres, a mis maestros, a todo un equipaje de amor que arrastr conmigo a pesar de las prdidas, los exilios, las traiciones y las cegueras.

Y aqu estoy, todava con energa para encontrar a mi amigo. No voy escucharte ms. Los ros son saludables, reivindicatorios, mgicos, pero t no. Y me voy. Mis arrugas sern mis amigas y mis canas tambin. Tom aliento y me fui.

El Enano, boquiabierto por mi reaccin, embisti con su cabeza y con elegancia el estmago del Filsofo.Ya vers dijo el hombre, ya vers.

No, yo no ver lo que los dems quieran obligarme a ver. Yo he esculpido mis propios ojos y los he entrenado para ver y luego considerar. Adis.

Qu lstima! comenz diciendo el Enano.Cllate, Enano, porque aparecer.La prosperidad y los batracios que nos queran encerrarLa calle inmensa desembocaba en el crepsculo, pero decid no detener mi bsqueda. Caminar como una errabunda en pos de un ideal romntico no haba sido mi primera intencin. Pero la verdadera amistad era un jbilo trenzado con descanso, era una decisin de lealtad, un abrazo a cuenta para borrar las traiciones y las rabias que nos circulaban por la sangre. Y vala la pena cruzar el ocano, transitar el interior de la tierra y resurgir como una cigarra urgente de heroicidad para encontrarlo. Porque estar con Cataldi era saber que de los cadalsos podamos escapar con algo que habamos heredado de nuestros padres: una herencia de bien.

Otra vez record la tarde en que los sapos vestidos de traje y en nombre de una ilegal legalidad, con gesto de lobo vestido de abuela, nos haban querido encerrar. Uno de los ellos haba arrojado el sueo de nuestra ltima cancin a un calabozo de silencio. Haban estado urdiendo una conspiracin contra la prosperidad.La pobreza le haba susurrado a Cataldi empieza por la idea de ser pobres, por el miedo de ser pobres, por creer que la pobreza es siempre algo que nos puede pasar. Cataldi y yo supimos que nos queran quitar la idea de la prosperidad. Uno de los sapos, mientras le sacaba brillo a una llave, nos espet estas palabras. De ahora en adelante, la prosperidad vivir atada a una tortuga vieja y cansada, as nunca podr llegar a ninguna parte y los sueos de bienestar sern llevados a una peluquera especial donde les cortarn el pelo solo en la mitad de la cabeza. As sern tan ridculos que no querrn volver a salir a la luz.

Qu perversidad la de los sapos!

Entonces Cataldi se acord de que la cal daaba a los sapos, y corrimos y corrimos hasta conseguirla y la esparcimos alrededor de su charco como un polvo de estrellas. All, al menos por un tiempo, los dejamos prisioneros en su propio lodo.Quizs venga una princesa a rescatarnos con un beso y as comprobar si somos prncipes dijo uno de ellos. Podramos convencerla de que nos quite la cal.

Que inepto eres! le respondi otro sapo. Si somos enemigos de los sueos, dnde encontrars una princesa que se atreva a soar?

Y as pudimos salvar por un tiempo la prosperidad, y barrer el temor paralizador a la pobreza.

As ramos Cataldi y yo. As habamos sido.

Pero recuerda dijo el Enano que no todos los sapos son malos.Y recuerda, Enano sabihondo, que no toda idea de prosperidad es buena y nosotros quisimos salvar la buena prosperidad. El Enano se sonri y me apret la mano.Alguna vez tendremos sueos en comn? me pregunt.

S, y si ahora estamos caminando sin parar es porque estamos intentado hacer realidad alguno de ellos.

El tuyo es encontrar a Cataldi. Pero el mo? Cul es?

Que nuestra amistad perdure por mucho, mucho tiempo Es un sueo bueno.

S, es verdad. Pero si yo me perdiese, no tardara tanto en aparecer.Y yo, Enano, ya habr aprendido a no perder. Siempre estoy perdiendo personas, casas y cosas, y luego me quedan tantos huecos en mi alma que el viento se cuela por ellos y me hace temblar.

El Enano me mir frunciendo el ceo.Mucha libertad, mucho viento, mucho todo dijo, pero Carlos Cataldi no aparece.

FOTO MAR DE PALABRAS

Un mar de olvidadas palabrasMi cruzada por encontrar a mi amigo se estaba haciendo eterna. La necesidad de verter sobre su amistad el claro manantial de mis palabras era como un motor accionado por esta carencia prolongada. Tengo que resistir murmur apenas con los labios secos. Tengo que resistir.

De pronto y casi sin darme cuenta, llegu a una playa y le un gran cartel sostenido sobre oxidados hierros: Mar de palabras en desuso. Mayor fue mi asombro cuando, al mirar el mar entonces con atencin, vi como ellas, las palabras, flotaban a la deriva.

Tengo que salvarlasTengo que salvar a mis amadas palabras.

Un cartel ms pequeo, despintado y enclenque, apareci ante m como por arte de magia y se detuvo arrogante, interrumpiendo mi paso.No puedes pasar me dijo el cartel con voz de clarinete. Es propiedad privada.

Propiedad privada? mi asombro se cay de bruces en la arena.S me contest el cartel entornando los ojos, sintindose importante. Esta playa es un vaciadero de palabras olvidadas, palabras que muchos han desechado y ahora estn condenadas al olvido. Prcticamente en desuso.Las palabras no se olvidan nunca, estn siempre all, son nuestra memoria, nuestra comunicacin, el verbo plural y oral, la tinta feroz que nunca descansa. Adems el silencio puede ser, a veces, una brutalidad con ojos ciegos.Pero todo cambia, todo es efmero. Las personas arrojan palabras a mansalva y luego las olvidan, las ignoran, las desechan. El arrogante cartel cruz con elegancia sus patitas de madera y continu hablando: El valor de la palabra desaparece y, ya sabes, un mundo sin palabras, un mundo sin intercambio de signos sociales, un mundo con habilidades descuidadas, es el pan mejor de los que mandan. Y yo, inmigrante dijo clavando su dedo de astillas en mi pecho, soy un sbdito del poder. Llegar el da que solo el lenguaje de lo visual ser real, y entonces no habr quien nos detenga. Habremos extirpado la sed de palabras y solo con una imagen y otra y otra, lograremos el mando.

No es verdad le grit. No es verdad.

Apenas poda creer lo que aquel cartel me estaba diciendo. Antes de reaccionar, l se haba ido, supuse que en busca de refuerzos.

Me sent en la playa con desolacin y nombr a Cataldi. Dnde ests, amigo? Mndame una seal Estoy tan sola como aquella avenida del invierno sureo por la cual germin nuestra amistad.

Te acuerdas, Cataldi, del mar de palabras que acuda a nuestras conversaciones? Te acuerdas de los frtiles aos de versos en voz alta, de los sueos perseguidos por aquellas ideas con las alas de cndor?

Mi exilio voluntario y el descuido de mi propio corazn haban interrumpido los puentes maravillosos de nuestras amadas palabras. Qu diras ahora si supieses que hay aguas residuales con palabras flotando como pobres disoluciones de alguna defecacin?

Mi monlogo interior se vio interrumpido por mi corazn incansable de optimismo.Debo salvar las palabras! Debo salvarlas! Un terrible y acuoso estallido ahog aquel momentneo esplendor de mi decisin. El Enano se haba arrojado al agua con un pico salto haciendo volteretas antes de sumergirse. Muy bien, Enano! Y tras l, fui yo.

Y entre la respiracin quebrada por el mar, entre olas solidarias que jugaron al juego de las barcas, entre la sal ardiente que rasgaba la garganta y el aire, rescatamos las palabras arrojndolas a la playa. Por un momento nuestros brazos parecieron flaquear, nuestros msculos rozaron el rendimiento.

Desde la playa, el cartel sbdito del poder de turno haba vuelto y gritaba enfurecido, mandando todava seales para pedir ayuda a travs de algunos albatros insensibles. Pero mientras tanto, las gaviotas se haban unido a nuestra misin salvadora y los cangrejos por primera vez caminaron con direccin invertida. Todos, todos, todos arrojbamos a la arena verbos, artculos, sustantivos, pronombres, y los caracoles humanizados se encargaron de los signos de puntuacin. Sabamos que, sin palabras, nuestra libertad de expresin corra peligro. Y en tanta abstinencia de miedo, en tanto fragor de justicia, la vida me pareci un lugar digno de ser habitado.

Superado el cansancio, y con las aguas claras de residuos, comenzamos a acariciar a las palabras como alguna vez Cataldi y yo habamos acariciado los sueos de triunfar.

El Enano se rea a carcajadas porque haba armado una frase: Soy un Enano feliz. La felicidad es patrimonio de los libres. Yo, mientras tanto, intentaba ordenarlas por categoras, por funcin, por coherencia y cohesin. Luego, con mi gozo intacto, arm esta frase: La amistad es un amanecer que no descansa.

Qu frase hubiera armado mi amigo? Tal vez esta: El pensamiento y la palabra comparten un mismo cordn de plata y los amigos tambin.

Terminada nuestra misin y seca ya nuestra ropa, decidimos seguir con nuestra marcha. Pero me detuve y form una ltima frase: Pero Carlos Cataldi no aparece.Y un raro brillo hizo equilibrio en mis pupilas.

Pero Carlos Cataldi no aparece

Las Nodrizas de la Mirada LargaLa maana me sorprendi feliz porque haba un aire sabroso de bondad. Una senda marcada con piedritas y flores reidoras me condujo hacia un pueblo que, insisto, pesaba de felicidad. Pero no era una felicidad cualquiera, pareca ganada centmetro a centmetro, beso a beso. El nombre del pueblo llam mi atencin: Las Nodrizas de la Mirada Larga.

As, de repente me vi rodeada de nios cuyos ojos salpicaban asombro, contradictoriamente, una paz inquieta. Luego aparecieron ellas, las nodrizas.

Hola les dije en voz bien alta, porque los nios armaban mucho bullicio. Estoy buscando a Carlos Cataldi.

Una de ella, mientras peinaba a un nio con los rizos muy negros, me observ con dulzura.

Cmo es ese Carlos Cataldi? su inters era manifiesto.

Habla muy pausado, cada diez palabras mas, l dice cuatro, y lleva en sus ojos las esquirlas de un pas ahogado, un optimismo sin saber que es optimismo, y la risa como campanas. Pero hace mucho que no lo veo, y lo quiero encontrar.

Por los cuerpos fuertes de las nodrizas, los nios trepaban y se enredaban.No, no lo hemos visto. Cmo sabes que est aqu?No, no lo s. Ya he caminado una cantidad de kilmetros que no me animo a recordar. Tenemos que terminar de cumplir, al menos, un cuarto de los tantos sueos que soamos. Nuestro sueo era sembrar msica, l con su voz, yo con mis letras. Pero sopl un viento oscuro en aquella tierra ma y yo me fui porque me ayudaron a irme y, adems, tena muchos amores en mi espalda y los deba salvar.

Las nodrizas se haban congregado a mi alrededor y me miraban con admiracin.Por qu el pueblo se llama Las Nodrizas de la Mirada Larga?Ellas comenzaron a rerse, como si estuvieran festejando un cumpleaos.

Nosotras cuidamos nios que han quedado atrapados en las calles. Las calles, a veces, tienen esa mala costumbre, los albergan sin albergarlos, les regalan intemperie y no les dan de comer. Y como nadie los reclama, las calles se aduean de ellos y los vuelven sus hijos malamente adoptivos.

Por qu de la Mirada Larga?

Porque la calle es muy astuta, no te imaginas cunto. La calle se viste de madre indulgente, altamente permisiva, ferozmente persuasiva. La calle es una surtidora de libertad triste, pan robado y pedazos desperdigados de infancia y, adems, se encarga de esconderlos. Entonces nosotras hemos entrenado nuestras miradas y las hemos hecho largas, largas para poder divisarlos y rescatarlos. Y aqu estamos, devolvindoles la infancia, ese tiempo de lentejuelas, duendes y mermelada que no les puede faltar.

Yo las mir con admiracin, entendiendo con lentitud la tarea que se haban asignado.

Qu puedo hacer por ayudar? pregunt.Con tus versos y tu prosa, hazles saber a todos que aceptamos donativos de cajas de sonrisas, antdotos contra el abandono y abrazos con sabor a leche tibia con azcar.

Y qu ms?

Tambin aceptamos donativos de canciones de cuna, trozos de sbanas con calor reciente y, sobre todo, una escuela para padres y posibles padres y no padres. As no habr tantos nios arrastrando el sol por las calles ni imaginado barcos aventureros en charcos llenos de carnavales de mosquitos.Prometido le asegur a la Nodriza Mayor, que era quien tena la mirada ms larga . Prometido. El Enano se haba sentado entre los nios y les estaba contando un cuento. Los nios sonrean mostrando los huequitos de los dientes que estaban cambiando. Cunta ternura haba en l!

Es hora de seguir mi bsqueda le dije.

Ah, peregrina me dijo con un interrumpido sollozo, yo tambin ayudar a las nodrizas. Yo ir pregonando como un juglar de, como un mester de

Juglara lo ayud.S, eso. Ir contando por cada rincn las obras de estas nodrizas. Su ocurrencia, su entusiasmo heroico, me llenaron el corazn. Me emocion. Y as nos fuimos los dos. Mirando sin mirar, hablando con el silencio. Con los ojos hmedos y la sonrisa larga, tras los pasos de un Carlos Cataldi que no apareca.La Ciudad del OlvidoCaminaba cavilando cuando advert un cartel sin terminar que deca La Ciudad del y una flecha tambin por la mitad, porque se haban olvidado de terminarla. Era la Ciudad del Olvido.

No, no voy a ir a esa ciudad. No quiero olvidar, ahora no. No puedo.

El Enano apoy su cabeza en mi hombro y me dio la razn. S, estbamos de acuerdo.

Olvidar era saludable, era una venda protectora, una receta magistral que nos permita sobrevivir a todo, especialmente a nosotros mismos. Pero en estos momentos, el Olvido podra causar estragos. Cualquier detalle podra ser importante.

Segu caminando sigilosa, casi de puntillas, intentando volverme transparente. No deba llamar la atencin de los Olvidos.Porque si yo olvidaba, seguramente olvidara alguna letra, alguna slaba, y me quedara con Crls Ataldi o Cas Ctal o Cs Aldi.Aunque su nombre no estuviese completo le dije al Enano, l siempre permanecera en mi trinchera emocional, en el dolor de la ausencia, en la alegra cantora de nuestros versos.Por supuesto, por supuesto dijo el Enano un poco serio.

Aun as, no deba correr riesgos. Deba poner mis mejores recuerdos a salvo.

Pero los recuerdos no son todos ciertos agreg el Enano. Ya lo sabes bien. Ya sabes las urdimbres que se inventa En tus aos de neblina, pasaste das enteros tratando de educar a tus neuronas y leste pilas de libros sobre las estrategias del cerebro.Y t, cmo lo sabes? pregunt con cierta impaciencia.

T me lo contaste, ya no te acuerdas? me respondi incrdulo. Te habas olvidado?

Nos miramos los dos con estupor.S, mejor nos vamos. Ests proclive al Olvido. Dmonos prisa. Prisa!

Alguien hablaba de m? dijo eufricamente un Olvido que nos sali al encuentro repentinamente.Estoy en peligro, pens. Tal vez yo lo haba nombrado demasiado y me haba escuchado. Los Olvidos tienen una audicin y un sentido del olfato muy agudos. Siempre estn de cacera y desafortunadamente la memoria no puede con ellos, no se sabe cuidar.

Hola! repiti el Olvido hacindose notar. No tengo nombre porque los Olvidos no tenemos nombre, los Recuerdos nos los arrebataron. Su rostro era tranquilizador, suave, y llevaba puesto un delantal como el de un mdico.

Lo mir con una mezcla de prevencin y ternura. Luego aspir profundamente y le extend la mano.

Hola, Olvido. Estoy buscando a Carlos Cataldi. Te pido, por favor, que no te ocupes de m porque necesito recordar cada detalle de esta ruta infinita para poder encontrarlo.Cataldi Cataldi

S, mi amigo, al que perd en mi culposo exilio. Aquel que so conmigo los sueos ms imposibles caminando por una avenida interminable, con la tristeza rara de un pas que quera salvarse del naufragio, mi tierra atlntica con faros en desuso.

El Olvido me mir con los ojos benignos.

Siempre fuiste una defensora de nosotros! Siempre abogaste por los Olvidos Buenos, aquellos que hacen que la memoria retroceda para, as, encerrar las penas en un cuarto blindado. Nuestra tarea es muy importante. Y ahora me tienes miedo?

Es verdad. Es verdad. El Enano me acusaba con su dedo ndice y frunca el ceo como cuando yo me lo haba llevado por delante y me lo haba clavado en el pecho.Querido Olvido le dije pensativa e ignorando el Enano, no puedo correr riesgos. Ahora no. No puedo olvidar nada porque, en algunos casos, olvidar es matar el hilo de identidad que nos mantiene unidos a aquellos seres que amamos. El Olvido abri su boca redonda de asombro; s, s, porque el asombro es redondo y la apata cuadrada.Hay personas o momentos que son absolutamente inolvidables. Y Cataldi est en esa categora. Absolutamente inolvidable me corrigi con un temblor en la voz.

S, Olvido, tienes razn. No debo temerte, porque l est en la categora de lo Inolvidable.Y por qu? El Olvido esta intrigado.Porque tener un amigo es un tener un bolsillo lleno de caramelos de dulce de leche, es tener un regimiento de palabras no dichas porque no hace falta decirlas, porque te entiende igual. Es saber que en el momento justo y en el escaln hacia un stano, te ofrecer la mano y te salvar de la oscuridad. El Enano se miraba las manos y luego las frotaba con fuerza.Y porque l me haca rer, Olvido prosegu. l haca que mi depsito de risa explotara hacia fuera. Y eso de rer, es algo

S, s dijo el Olvido, absolutamente inolvidable. Eres una idealista, pero tengo buenas noticias para ti.

Me qued perpleja. Buenas noticias para m?FOTO CIELO Y LAGO

Todo apunta al Sur, hasta las estrellas

Mira el horizonte me dijo el Olvido. Acaso no ves una estrella crepuscular que tiene todas sus aristas apuntando al Sur? Ya sabrs que cada estrella indica la direccin que tiene asignada. Las estrellas siempre dicen la verdad.Tal era mi conmocin que solamente vea una inmensa luna multiplicada por diez.Es que todava no entiendes que el azar es un accidente de la imaginacin?Quieres decir que nada ha ocurrido por casualidad y que estoy en este punto esencial de mi peregrinaje por alguna razn que no consigo dilucidar?

Por supuesto! Vuelve a mirar a aquella estrella. No ves que es diferente al resto? Est tratando de decirte algo. T, que eras una especialista en firmamentos, ahora no alcanzas a descifrar el mensaje? La temprana estrella crepuscular me hizo una reverencia monrquica. Yo la imit con elegancia.

Desde cundo practicas la ceguera de estrellas? Tanto caminar ha desgastado tus pies y tu lucidez. Esta vez era la estrella que me hablaba.No, estrella. Eso nunca. Adems, deja de mirar hacia abajo, que es hora de mirar hacia adelante le contest con determinacin. Cuando uno busca el Sur, siempre debe mirar hacia delante. El Sur es mirar para adelante.Si me llevas contigo en el bolsillo, te guiar a modo de linterna. Mi resplandor ser un poco molesto, y mi corazn palpitar tan rpido como el del los bebs en el vientre materno. Ya sabrs que el arte de iluminar requiere mucho esfuerzo me explic la estrella.S, claro asent.

Adems dijo descendiendo lentamente, nosotras tenemos muchas funciones, una de las ms importantes es inspirar a los poetas y dar claridad a los que se pierden. Son tareas imprescindibles.

Ven a mi bolsillo, estrella, y ensame el camino hacia mi Sur, hacia mi tierra de sal y vientos, a mi tierra de adioses oxidados por una llovizna antigua, y bifurcada infinitamente en calles verdes. Ven, y dime que encontrar las huellas que dej en mi huida y encontrar los huecos que abrieron en el asfalto mis zapatos altos cuando an el vrtigo no me haba dado alcance. Ven, ven.

Tom a la estrella con la delicadeza con la que me sola acariciar mi madre y, doblando con cuidado sus puntitas brillantes, la puse en mi bolsillo.Ven y guame, que Carlos Cataldi est all. Estoy segura que est all.

La hormiguita con la enorme hojita apareci sudorosa por detrs de un rbol. Y me arroj un beso pequeo.El Enano me miraba un poco triste, un poco con esa mirada pesadamente ingenua y melanclica.

El Olvido, que me haba dado la tregua y me haba permitido recordar el Sur, se alejaba de m con una sonrisa de azcar.No s para qu existe la mermelada, habiendo momentos tan dulces como estos dijo con un hilo de voz. Se supone que los Olvidos existimos para que nadie llore ms de lo debido, pero ahora tengo ganas de llorar de felicidad. Eso s que es bueno.

Nos despedimos del Olvido con emocin. Yo tena el corazn alborotado, pero mi cuerpo estaba mustio. El cansancio se estaba apoderando de m con astucia.

Adis, Olvido, adis! le grit con la voz partida en trocitos de incertidumbre. Adis!

S que estoy cansada, no puedo ms

Hacia el Sur, hacia el Sur deca la estrella con su vocecita de cristalitos blandos. Hacia el Sur.

Caminaba intentando retener la energa, el gozo, la expectacin de volver a abrazar a mi amigo, pero los pies comenzaban a dolerme y esa sonrisa que se me haba colgado de la boca para defenderme de la apata, comenzaba a abandonarme.Hacia el Sur, hacia el Sur deca la estrella desde mi bolsillo, con la voz cada vez ms opaca.Suspir profundamente y un regimiento de aljibes decidi vaciarse en mis ojos. Tuve tantas ganas de llorar! Pero no deba detenerme. Caminar me alejaba de la desazn y algn da sabra que tanto esfuerzo haba valido la pena. Experta en prdidas, no quera perder a Cataldi, porque l haba sabido entender el lado poeta de mi corazn y haba compartido los ideales ms puros que alguna vez me haban dignificado.Me detuve porque los huesos se me declararon en huelga. El Enano se haba alejado un poco de m, tena un gesto muy solemne y miraba a su alrededor con cierta desconfianza. Apenas si poda escuchar la voz de la estrella.Hblame, estrella. Hblame, mustrame el camino a casa. No te das cuenta de que me tiemblan las piernas y tengo el alma partida en porciones infinitas de incertidumbre?Pero la estrella, cansada de tanto sentir porque la tarea de sentir demanda demasiada energa, se haba quedado dormida en mi bolsillo brillando intermitentemente como una lucirnaga.Dnde ests, Cataldi? Dnde ests? El Enano suspiraba sentado en una roca y la luna, llena de estupor, arrojaba una luz roscea e incandescente porque quera ser solidaria. Las lgrimas comenzaron a formar una ronda sin infancia alrededor de mis ojos.Si t nos secas, seremos sumisas y nos dejaremos secar me dijeron a coro las lgrimas. La nica condicin que te ponemos es que no abras el grifo mayor, porque si lo haces, ya no te quedarn reservas. Y otra vez provocars la inundacin.El corazn zapateaba un malambo argentino en mi pecho. Estaba exhausta y, por primera vez en mucho tiempo, tuve ganas de desistir. El cansancio se pareca a las ecuaciones que nunca pude resolver, a los domingos con los deberes del colegio an sin hacer, a los pozos de mi calle verde que nadie quiso arreglar, a mi casa con un suelo inservible.Querido amigo, dnde ests? No te das cuenta de que estoy cansada, y aunque no quiero admitirlo, no puedo ms. S que estoy cansada, no puedo ms.

Los prpados me pesaban como sbanas de cemento y me arda la garganta.

Entonces me pareci escuchar un murmullo de palabras lentas, lentas, con una pronunciacin entendible y una diccin trabajada. Esa manera de hablar pareca la de Cataldi.Mi imaginacin me estaba traicionando le susurr al Enano, pero l miraba el horizonte apesadumbrado. Estaba raro.

De repente, alguien me puso la mano en el hombro. Era Cataldi? Cataldi?Tem darme la vuelta. Me pareci que haban pasado siglos de ausencia y de destierro.No temas me dijo la Enfermera del Hospital para Exiliados. Te he seguido porque saba que necesitaras ayuda. Por detrs de ella, Carlos Cataldi se asom con una sonrisa de oreja a oreja. S, era l. Lo mir durante largos segundos de mojado estupor, y mis lgrimas comenzaron a aumentar el cauce de los ros y pareca que lloviese, pero no era lluvia, sino que era mi llanto de felicidad. No, no poda salir de mi asombro. La bondad de aquel momento era inefable. El crepsculo se sent en las rodillas del horizonte y una procesin de lucirnagas ilumin mi gozo.

Le sonre. Haba sido larga y costosa su bsqueda y, por fin, lo haba encontrado. Porque su hallazgo tambin tena que ver con mi amor por el Sur, por los patios untados con dulce de leche y caricias dobladas por intensidad, por ternura o por textura.Todava quieres ser artista? me pregunt Cataldi con su diccin pausada y perfecta.

Volv a sonrer y nos miramos con esa amistad tan nica como los domingos en una patria alegre. Y nos abrazamos y fue el abrazo ms redentor que haba tenido en esos ltimos aos de ausencia y de destierro. Fue sentir la tregua cmplice y el honor de la verdadera fraternidad.Por supuesto, Cataldi, todava quiero ser artista. Volver por la voz de mis propios versos y t cantars mis rimas con esa calidez de tu voz experta. Y luego, cuando triunfemos, porque s que vamos a triunfar, haremos festivales para juntar dinero y alimento para los nios sin hogar y podremos levantar ms escuelas en las cuales la Imaginatura sea su ms preciada asignatura. Y tambin podramos comprar mucha tinta para todos los que quieren escribir y, por supuesto, para que las impresoras nunca dejen de imprimir las verdades esenciales Y levantaremos murallas altsimas para los sapos de la censura

S! grito Cataldi. S!

Y salvaramos a ms palabras olvidadas, esas que tanta falta nos hacen, porque no debemos permitir que la esencialidad y el misterio en la comunicacin se pierdan.

Y t podras escribir todo el da y escribir y escribir y yo cantar y cantar y arrojaramos verdades a mansalva. Muchas verdades.Vamos a ser artistas! Vamos a ser artistas! dijimos los dos, aplaudiendo a la nada, saltando y riendo, sabiendo muy profundamente que el verdadero triunfo era saber que nunca bamos a claudicar. En eso consista la mayor de nuestras medallas. Porque eso ramos, dos soadores, locos de optimismo, enarbolando pasos hacia la tierra de nuestro pan.

Nos abrazamos, otra vez, con un abrazo sentido y tibio para inaugurar nuestra futura historia y echamos a andar, muertos de risa, colgados de los sueos ms posibles que haba en el reino de lo imposible.

Por fin haba encontrado a mi amigo, por fin ya no me doleran los pies de tanto caminar ni me dolera esa melancola feroz de mis das sin patria y sin l, en mis das rasgando telones de bruma para poder vivir. Ya no tendra que engancharme al rayo ms fuerte del sol para seguir caminando ni jugar a la rayuela con las prdidas.

Aquel encuentro fue como una revolucin de pjaros en mi corazn mientras el crepsculo se caa de bruces y el aire saba a miel y a justicia. Le haba ganado una batalla al exilio.

Y as, Carlos Cataldi haba aparecido. FOTO

Historia de una redencinEsta es la historia de una redencin. La historia de dos amigos que no sucumbieron al olvido y que nunca dejaron de soar, a pesar de los oscuros tiempos que haban asolado las tierras del Sur. Aos atrs al separarnos, el viento atroz de una avenida se nos haba filtrado por cada slaba, por cada palabra, por cada intento de seguir respirando. Eran tiempos de dolor, de prdida y de presagios, cuando la sombra intentaba cernirse sobre mi tierra frutal, mi tierra abundante y con las aguas ms claras del mundo. Aquel encuentro era volver a la patria, a una tierra salada y con lluvias largas, a una avenida que no se abandon al invierno y se despert una maana con muletas echas de amor y resistencia y se puso en pie. Aquel encuentro era unirme a regimientos de hroes y exiliados, para lograr que mi tierra invirtiera los partos y nos volviera a concebir. Cuntos como yo haban deseado volver a un vientre protector y volver a nacer con los ojos ms abiertos! Cuntos como yo haban deseado nacer con un andamio de huesos ms fuertes para ser capaces de ponernos en pie cada vez ms rpido! Y ahora era tiempo de desandar la peregrinacin del brazo de mi amigo. Por fin, Carlos Cataldi, por fin! Ahora nos volvamos al hogar. l a los brazos de una mujer con los ojos ms bellos del mundo y yo hacia un amor tan rubio que despertaba los celos de un sol mediterrneo. As fue como empezamos a caminar y a rernos, a rernos como siempre o como nunca, porque el sello ms personal de nuestra amistad era la risa y la defensa de la alegra.

Y luego empezamos a correr tomados de la mano, dos amigos con la misma geografa emocional y racional, dos amigos que queran ser artistas y volar con las mismas alas enarbolando un optimismo que, a veces, por ser tan entusiasta, haba jugado en contra.

Y corrimos, corrimos, hombro con hombro, risa con risa, promesa con promesa, hasta que un sol de treinta y cinco rayos y un horizonte atlntico nos avis que ya estbamos cerca. Y entonces la patria me sonri con su sonrisa celeste y blanca como el cielo de los hroes, y un cortejo de seres amados nos escolt hasta un teatro. Un teatro?Y fuimos artistas!

Cataldi y yo no salamos de nuestro asombro. Qu cosa buena es el asombro!Descubrimos un gran cartel luminoso donde estaban nuestros nombres. As era el cartel.

Los famosos artistas Carlos Cataldiy su eterna amiga peregrinanos presentan el mayor xito de todos los tiempos,

el musical ms visto de los ltimos aos.Y Carlos Cataldi que no aparece!Acaso lo habamos logrado ya. Acaso ya ramos artistas. Acaso mi exilio y su prdida eran solamente los actos de nuestra mejor obra artstica. Acaso el final haba estado escrito y ahora solo nos quedaba disfrutar. Tal vez podramos olvidar, de una vez por todas, la cantidad inimaginable de puertas que se nos haban cerrado apenas abrirse. Entonces nos dimos cuenta de que el escenario mejor era nuestra historia y nuestra mejor actuacin haba sido nuestra perseverancia. Los destinos no estn escritos, somos nosotros los que empuamos una pluma de siete leguas y vertimos barriles de tinta para poder escribir nuestro propio guion.

S, seguramente ya ramos artistas, porque se haba necesitado el mejor y ms exquisito arte para sobrevivir a las batallas, al ocano y la asuncin de la realidad irreal de la cual nos haban querido convencer.

El arte tiene la mana de intentar perdurar, as como nosotros.

El musical ms visto de los ltimos aos? Claro! Cuntos como yo haban atravesado el aeropuerto para poder respirar! Cuntos se haban quedado aqu incrdulos y atnitos al vernos marchar! Era la historia ms narrada de la ltima dcada, la obra teatral ms vista, la ficcin era la no ficcin de los que nos haban estado esperando y los que habamos querido volver con el alma, con la memoria, con la literatura. Quizs mi peregrinaje era el hilo de plata de un guion cotidiano y todos mis personajes eran la mejor confabulacin de mi alma para no sucumbir en los aos de ausencia.Lo logramos, Cataldi. Lo logramos. Y as, envueltos en esa rara ensoacin de los idealistas con los pies enraizados en la tierra, nos dimos la tregua y nos pusimos a llorar, solo por un rato, de felicidad, de rabia, de alegra, de liberacin.

Pero nos pusimos a llorar. Nadie escapa de un libro

Qu haces, Enano?

Me voy, amiga. Me voy.

Cataldi intent tomarlo de la mano, pero l sonriendo lentamente le esquiv el gesto y le sonri.Estoy bien. Pero me tengo que ir, porque me quiero ir.

Por qu, Enano, por qu?

Porque quiero que algn da me busques con tanto cario y ahnco como lo buscaste a l. Porque quiero ser tan importante como para que vuelvas a hacer un peregrinaje sin tiempo y sin fronteras, y entonces yo sera el Enano ms feliz, ms feliz de todos. Porque tuve tu compaa y tu amor fraternal y llegu a saber, a ratos, cmo era ser necesario en tu vida, y eso me hizo explotar de felicidad, me hizo volar con alas ruidosas y cascabeles de fiesta.

Sueo con el da en que escribas sobre m y me vuelvas alguien esencial en tu literatura, y entonces yo vivir para siempre en la tinta de algn libro y no habr nadie ms cercano a la verdadera plenitud que yo. Estara sin remedio atrapado en sus pginas y no podra escapar nunca jams. Nadie escapa de un libro en el que le han nombrado.

Y sabr que te has quedado con algo de m en tu corazn de ballena, por lo grande digo.

Quizs escribas Y ese Enano que no aparece. Y yo me sentar a llorar de felicidad, tanto que inundar los ros de la vida, como t cada vez que lloras. Lo abrac con tanta fuerza que le hice gritar.Te quiero, Enano, te quiero mucho. Sus bracitos se enredaron en mi cuello y lo bes con un beso tan sonoro que se ruboriz. Entonces, con cario, me enterr su cabeza grande en el estmago como cuando nos habamos conocido y yo haba gritado por el impacto. Querido Enano.

No creas que estoy triste me dijo. He aprendido a no estar triste aunque deba estar triste. Voy a ser un defensor de la alegra como t.La alegra, Enano, es un ejercicio de valientes le record.

Nos abrazamos otra vez sonriendo con futura nostalgia.Yo escribir sobre ti, Enano. Y sers un Enano inolvidable.

Solamente me bast parpadear para perderlo de vista.Adis, Enano, Adis!

Anticipo del FinAs termina mi historia y mi bsqueda de Cataldi. La patria tiene todas las formas de los sueos, todos los sabores de la infancia, todos los espacios de las reconciliaciones, todas las verdades dichas en los labios sociales. La patria tiene todos los honores de los mayores y las honestidades de las mejores amistades, tiene todas las memorias y las desmemorias, todas las manos abiertas, todas las cigarras queriendo siempre resucitar. La patria es una amistad slida y alta como una torre de homenaje. Como la ma y la de Cataldi. Exactamente as. Nos prometimos solemnemente nunca dejar de saber uno del otro, y la distancia sera la excusa para el reencuentro, el futuro gozo del retorno. La amistad era un remanso, una sonrisa a tiempo, una llegada al hogar, era un espacio donde la traicin y el olvido no tenan cabida. La estrella se desperez en mi bolsillo y me salpic con brillitos.

Ya puedo volver al cielo? pregunt con una sonrisa cmplice.

Claro, claro le respond feliz. Yo ya estoy volviendo al mo, un cielo celeste atravesado por una nube tan blanca que da gusto mirarla.Y segu caminando hasta mi calle verde que me sali al encuentro con sus pozos a cuestas.Has vuelto, has vuelto! gritaba ella con emocin, intentando agitar a los rboles para que me dieran una bienvenida verde como mi futuro horizonte.Es que Carlos Cataldi ya apareci, querida calle, y ahora ya es tiempo de volver a casa.No sabes cun largo ha sido el camino a casa!

De repente, sentimos aplausos y aplausos cada vez ms fuertes.

Cataldi se me acerc y vi que no sala de su asombro.Por qu nos aplauden tanto? dijo al fin con esa diccin tan clara.

Porque somos artistas, Cataldi, porque somos artistas.

FinAURORA ELENA OLMEDO

ltimos reconocimientos

2 Premio Poesa el 3 Certamen de Poesa Ediciones Literarte, declarado de Inters Cultural por la Secretara de Cultura Presidencia de la Nacin Argentina

2 Premio Poesa Los rboles condenados II CONCURSO NUNDIAL DE ECOPOESIA 2012 Per

1Premio Cuento El dedo que falta C.Kimberley