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147 No.13
Y ahora, ¿qué hacemos?1
Octavio Cortés
De manera contundente Paul
Krugman demanda acabar ya
con esta crisis, respecto de la
cual, considera necesario
aceptar el hecho de que esta-
mos viviendo una verdadera
depresión. Esencialmente, nos
recuerda, la misma clase de
situación que Keynes descri-
bió en la década de 1930: “un
estado crónico de actividad
inferior a la normal durante un
período de tiempo considera-
ble, sin tendencia marcada ni
hacia la recuperación ni hacia
el hundimiento completo”.
Observa, que hay quienes se
conforman con evitar el hun-
dimiento completo pero, esta
situación reflejada sobre todo
1Paul Krugman (2012) End This Depression
Now! Melrose Road Partners ¡ACABAD YA
CON ESTA CRISIS! Ed. CRÍTICA, S. L.,
Barcelona.
en la falta de puestos de traba-
jo, causa graves penalidades a
muchas personas.
Por tanto, considera esencial
adoptar medidas que favorez-
can una recuperación real y
completa y, dice, que sabemos
o al menos deberíamos saber
cómo hacerlo por qué las
penalidades que sufrimos son
claramente similares a las de
los años treinta. Estudios y
análisis de entonces y poste-
riores hasta la fecha indican
qué deberíamos de hacer para
superar las dificultades actua-
les. Desgraciadamente, estima
que nos enfrentamos a quienes
defienden el saber convencio-
nal -políticos y funcionarios
públicos de primer orden, y en
general autores y comentaris-
tas que optan por prejuicios
ideológica y políticamente
“correctos”. En lugar de com-
prender con Keynes que es
durante el auge cuando proce-
So, what can we do now?
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Septiembre-Diciembre 2012 Reseña 148
de la austeridad, mientras que,
ahora en plena depresión: el
gobierno tiene que gastar más
no menos, hasta que el sector
privado esté preparado de nue-
vo para impulsar la economía.
La pertinencia y oportunidad
del libro queda de relieve
cuando el autor nos dice que el
mismo intenta romper el pre-
dominio de ese saber conven-
cional tan destructivo y,
defiende la necesidad de adop-
tar políticas expansivas y de
creación de empleo. El autor
se deslinda de un texto técni-
co, reconoce indicios de que la
economía seguirá estando
débil mientras los gestores de
nuestras políticas no cambien
el rumbo, en cambio, aspirar a
ejercer presión a través de una
opinión pública informada
para que ese rumbo cambie de
una de vez y acabemos ya con
esta crisis.
El libro a lo integran trece
capítulos entre los que vale la
pena destacar el primero
“Cuan mal están las cosas; el
tercero “El momento de
Minsky; el sexto “Economía
de la edad oscura; el decimo-
segundo “Lo que hará falta; y
en definitiva el Epílogo: ¿Que
sabemos en realidad de los
efectos del gasto público?
En relación al capítulo
primero, Krugman afirma que
desde los años treinta del siglo
pasado no ha habido tantos
estadounidenses atrapados
aparentemente en un estado de
desempleo permanente. Y
alguien que lleve atrapado en
el desempleo, aunque haya
logrado esquivar por ahora la
angustia financiera, recibe un
golpe devastador en su
dignidad y respeto propio.
El desastre está en la dimen-
sión humana, no en el dinero
perdido. Pero vale la pena
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tener una idea de lo que se ha
perdido. En términos de creci-
miento potencial, se podría
considerar afortunado que la
economía norteamericana con-
cluyera con una pérdida de
producción acumulada de
cinco billones de dólares
estadounidenses. No serían
perdidas sobre el papel como
la de la burbuja.com o la
inmobiliaria. Aquí se trataría
de productos con Valor, que
podrían y deberían haberse
manufacturado pero no lo
fueron; se trata de salarios y
beneficios que podrían y debe-
rían haberse realizado, pero no
llegaron a materializarse.
Krugman denuncia la invita-
ción que se nos hace a
centrarnos en el largo plazo y
no en el corto plazo. Consi-
dera que ello implica una
abdicación intelectual por la
negativa a aceptar la respon-
sabilidad de comprender la
depresión actual. Nos dice
además, que otro modo en el
que la crisis deteriora nuestro
futuro es a través de la baja
inversión en las empresas
debido a que no están ven-
diendo suficiente como para
usar toda la capacidad que
poseen. Por último denuncia,
en este apartado, que los
programas públicos orientados
al futuro están siendo atacados
con fiereza.
En el capítulo tercero Krug-
man nos recuerda que Minsky
mucho antes de la crisis de
2008 advertía que la crisis iba
a ocurrir no sólo que podría
ocurrir. Reconoce que tardía-
mente llegó a la hora de
Minsky cuya gran idea fue
centrarse en el apalanca-
miento: la acumulación de
deuda en relación con los
activos o los ingresos.
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Septiembre-Diciembre 2012 Reseña 150
El capítulo sexto resulta
estremecedor cuando Krug-
man afirma: ha sido angus-
tiante ver hasta qué punto los
economistas han sido parte del
problema no de la solución.
Nos dice, fueron muchos los
economistas punteros que
defendieron la desregulación
financiera a pesar de que hacía
a la economía aún más
vulnerable a la crisis. Krug-
man recuerda: hace unos tres
años, cuando me di cuenta que
la profesión estaba fallando en
su guarda de la verdad, afirmé
que venía una edad oscura de
la macroeconomía. En 2009,
el campo está ocupado de
nuevo por unos bárbaros, fue
una mezcla de política y de
cierta sociología académica
irracional. En el momento
decisivo cuando lo que real-
mente necesitábamos era clari-
dad, los economistas presenta-
rán una cacofonía de puntos
de vista que, más que reforzar
la necesidad de una actuación
contribuyó a socavarla.
El capítulo doce inicia con un
epígrafe aleccionador: “Las
deficiencias principales de la
sociedad económica en la que
vivimos son su incapacidad de
proporcionar pleno empleo y
su arbitraria y desigual distri-
bución de la riqueza e ingre-
sos”, como Keynes lo deja
acentado en su Teoría general
de la ocupación, el interés y el
dinero. Así era en 1936, y así
es en la actualidad. Ahora,
como entonces, la falta de
empleos representa una defi-
ciencia de un sistema que es
brutalmente desigual e injusto,
incluso en los “buenos tiem-
pos”.
La situación básica de la
economía estadounidense, en
la actualidad, es la misma que
se ha vivido desde 2008: el
sector privado no está
dispuesto a gastar lo suficiente
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para utilizar toda nuestra
capacidad productiva y, por lo
tanto, dar empleo a los
millones de estadounidenses
que ansían trabajar pero no
encuentran puestos de trabajo.
La forma más directa de cerrar
esta brecha es que el gobierno
gaste donde el sector privado
no lo hace. Esta propuesta
suele recibir tres objeciones:
1. La experiencia demuestra
que el estímulo fiscal no fun-
ciona; 2. Déficit más elevados
socavarían la confianza y 3.
Los buenos proyectos en los
que invertir no son suficientes.
Las pruebas reales a examinar,
nos dice Krugman, son las
obras de investigación econó-
mica de los efectos que tienen
los cambios del gasto guber-
namental sobre la producción
y el empleo.
El epílogo de este libro,
Krugman resume algunas de
las aportaciones principales a
esta investigación. Lo que nos
dicen estos trabajos, de forma
clara y convincente, es que los
cambios en el gasto guberna-
mental mueven la producción
y el empleo en la misma
dirección: si se gasta más,
crecerán tanto el PIB real
como el empleo; si se gasta
menos, el PIB real y el empleo
menguaran.
Además, asegura, la confianza
podría acrecentarse, ante la
perspectiva de un crecimiento
más rápido. La confianza tanto
empresarial como de los con-
sumidores se reforzaría si las
políticas de gestión se centra-
rán en promover la prospe-
ridad de la economía real.
Conocido por diversos estu-
diosos, pero ignorado por los
ciudadanos en General, Krug-
man nos recuerda que: si el
gasto de gobierno amenazara
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con recalentar la economía,
estaríamos ante un problema
que la Reserva Federal (Fed)
puede contener con facilidad:
bastaría con que elevará las
tasas de interés un poco más
rápido de lo que habría hecho
en otra circunstancia. Lo que
deberíamos haber temido
durante todo este tiempo es lo
que pasó en realidad: que el
gasto del gobierno fuera ina-
decuado para la tarea de
promover la creación de
empleos y que la Fed se viera
incapacitada para reducir los
tipos de cambio porque ya
estaban en cero.
En este libro Krugman es un
ciudadano y se plantea la
prospectiva pragmáticamente:
en el caso más probable de
que Obama regrese al puesto,
pero el Congreso no sea
demócrata, el Presidente con
otros demócratas y todo los
economistas de mentalidad
keynesiana con influencia
sobre la opinión pública deben
defender la creación de
empleo con energía y de
forma frecuente, y presionan-
do sin tregua a quienes desde
el congreso ponen trabas a los
esfuerzos encaminados a crear
empleo.
Más allá del economicismo,
con propuestas y argumentos
que podemos compartir o no,
Krugman práctica la economía
política en este libro y ese solo
elemento vuelve irrenunciable
la lectura del mismo.
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