William Gibson - Johnny Mnemonico

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    JOHNNY MNEMNICOWILLIAM GIBSON

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    Met el arma en un bolso de mano Adidas y la envolv con cuatro pares de medias detenis; no era en absoluto mi estilo, pero eso era lo que yo buscaba: si piensan que eres bruto,s tcnico; si piensan que eres tcnico, s bruto. Soy un muchacho muy tcnico. As queresolv hacerme lo ms grosero posible. Hoy da, sin embargo, tienes que ser muy tcnicohasta para aspirar a la grosera. Tuve que moldear con un torno las dos balas de latn calibredoce, y luego cargarlas yo mismo; tuve que buscar una vieja microficha con instrucciones

    para la carga manual de cartuchos; tuve que fabricar una prensa de palanca para asentar losdetonadores: todo muy complicado. Pero saba que funcionaran.

    La reunin estaba programada en el Drome a las 23:00, pero segu en el metro hasta tresparadas despus de la estacin ms cercana y regres caminando. Procedimiento impecable.

    Verifiqu mi aspecto en la pared cromada de un quiosco de caf, un tpico caucasianode rostro astuto y una cresta de pelo tieso y oscuro. En el Bajo el Cuchillo las chicas estabancon la fiebre de Sony Mao, y se haca difcil impedir que agregasen la elegante insinuacin de

    pliegues epicnticos. Aquello tal vez no engaase a Ralfi Face, pero podra llevarme hastacerca de su mesa.El Drome consta de un solo espacio angosto, con una barra a un ladoymesas al otro,

    atiborrado de rufianesytratantes, y un misterioso surtido de traficantes. Aquella nocheestaban en la puerta las Hermanas del Perro Magntico, y no me atraa la idea de tener que

    pasar junto a ellas al salir si las cosas no llegaban a marchar bien. Medan dos metros de alturay eran delgadas como galgos. Una era negra y la otra blanca, pero aparte de eso eran casi tanidnticas como la ciruga cosmtica las haba podido hacer. Eran amantes desde haca aos, ytenan fama de violentas. Nunca supe con certeza cul de las dos haba sido varn en un

    principio.Ralfi estaba sentado a la mesa de siempre. Me deba un montn de dinero. Yo llevaba

    cientos de megabytes guardados en la cabeza, en una base informtica del tipo idiota/sabio, ala que no tena acceso consciente. Ralfi me la haba dejado all. Sin embargo, nunca habavuelto para buscarla. Slo Ralfi poda recuperar la informacin, con una frase cdigoinventada por l mismo. Para empezar, no soy barato, pero el precio de mis horas extras comodepsito es astronmico. Y haca tiempo que Ralfi brillaba por su ausencia.

    Entonces o decir que Ralfi me quera dar un contrato. Qued en encontrarme con l enel Drome, pero concert la cita bajo el nombre de Edward Bax, importador clandestino, recinllegado de Ro y Beijn.

    El Drome apestaba a negocios, un olor metlico de tensin nerviosa. Los musculososcamorreros, dispersos entre la multitud, se flexionaban partes abultadas unos frente a otros yensayaban sonrisas estrechas y fras; algunos estaban tan perdidos bajo superestructuras de

    injertos musculares que sus rasgos no eran verdaderamente humanos.Disculpen. Disculpen, amigos. Es slo Eddie Bax, Rpido Eddie el Importador, con su

    bolso de gimnasio profesionalmente soso, y por favor no se fijen en esta abertura, apenas lobastante amplia para meter por ella la mano derecha.

    Ralfi no estaba solo. Ochenta kilos de carne rubia californiana se apoyaban en actitud dealerta en la silla de al lado, artes marciales escritas por todo el cuerpo.

    Rpido Eddie Bax se haba sentado frente a ellos antes de que las manos del montn decarne se hubieran separado de la mesa.

    -Eres cinturn negro? -pregunt prontamente. El asinti; ojos azules que realizaron unaexploracin automtica entre mis ojos y mis manos-. Yo tambin -dije-. Tengo el mo aqu enel bolso. -Met la mano por la abertura y quit el seguro. Clic.- Can doble de calibre docecon los gatillos unidos.

    -Eso es un arma -dijo Ralfi, poniendo una mano gorda y moderadora sobre el tenso

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    pecho de nailon azul de su muchacho-. Johnny tiene un arma de fuego antigua en el bolso. -Aldiablo con Edward Bax.

    Supongo que siempre haba sido Ralfi Fulano o Mengano, pero deba ese apodoadquirido a una singular vanidad. Con cuerpo de pera demasiado madura, haba lucidodurante veinte aos el antao famoso rostro de Christian White: Christian White de la BandaAria de Reggae, el Sony Mao de su generacin, y campen ltimo del rock racial. Soy ungenio de la banalidad.

    Christian White: rostro clsico del pop, con la alta definicin muscular de un cantante,pmulos cincelados. Angelical en un sentido, bellamente depravado en otro. Pero eran losojos de Ralfi los que vivan bajo aquel rostro, ojos pequeos y fros y negros.

    -Por favor -dijo-, resolvamos esto como hombres de negocios. -El tono de su voz era deuna horrible sinceridad prensil, y las comisuras de su hermosa boca de Christian Whiteestaban siempre hmedas.- Este Lewis -dijo, sealando al chico de carne con la cabeza- esuna albndiga. -Lewis encaj aquello impvido, con aire de algo armado con piezas.- T noeres una albndiga, Johnny.

    -Claro que lo soy, Ralfi, una albndiga atiborrada de implantes donde puedes almacenartu ropa sucia mientras buscas gente que me mate. Por lo que hay en este lado del bolso, Ralfi,se dira que tienes algo que explicar.

    -Es esta ltima hornada de productos, Johnny. -Solt un suspiro profundo.- En mi papelde corredor...

    -De traficante -correg.-Como corredor, tengo mucho cuidado en lo relativo a fuentes.-T slo les compras a los que roban lo mejor. Entiendo.Volvi a suspirar.-Trato -dijo fatigosamente- de no comprarles a locos. Esta vez lo he hecho, me temo. -El

    tercer suspiro fue una sea para que Lewis activara el disociador neural que haban pegadobajo mi lado de la mesa.

    Puse toda mi fuerza en doblar el dedo ndice de la mano derecha, pero fue como si ya no

    estuviese conectado a l. Senta el metal del arma y el acolchado de goma espuma con quehaba envuelto la culata corta, gruesa; pero mis manos eran de cera fra, distantes e inertes.Esperaba que Lewis fuese una verdadera albndiga, bastante obtuso como para ocuparse del

    bolso y quitarme el dedo del gatillo, pero me equivoqu.-Hemos estado muy preocupados por ti, Johnny. Muy preocupados. Vers, lo que tienes

    ah es propiedad de los Yakuza. Se los rob un loco, Johnny. Un loco de atar.Lewis solt una risita.Entonces todo cobr sentido, un horrible sentido, como bolsas de arena hmeda que se

    apilaban alrededor de mi cabeza. Matar no era el estilo de Ralfi. Ni siquiera Lewis pertenecaal estilo de Ralfi. Pero haba quedado atrapado entre los Hijos del Crisantemo de Nen y algoque les perteneca; o, lo que quiz era an ms probable, algo de ellos que perteneca a algn

    otro. Ralfi, naturalmente, poda usar la frase cdigo para volverme idiota/sabio, y yoarruinara su programa sin recordar ni una sola nota. Para un traficante como Ralfi, por logeneral eso habra sido suficiente. Pero no para los Yakuza. Los Yakuza sabran lo de losCalamares, por una parte, y no iban a molestarse en que alguien me sacara de la cabezaaquellas huellas tenues y permanentes de su programa. Yo no saba gran cosa de losCalamares, pero haba odo historias, y me cuidaba mucho de no repetrselas nunca a misclientes. No, a los Yakuza no les gustara eso; se pareca mucho a una prueba. No habanllegado a donde estaban dejando pruebas por ah. O vivos.

    Lewis sonrea. Creo que se estaba representando un punto justo detrs de mi frente, eimaginando cmo podra llegar hasta l por las malas.

    -Eh, vaqueros -dijo una voz suave, femenina, desde algn lugar detrs de mi hombroderecho-, no parecen estar pasndola muy bien que se diga.-Fuera, perra -dijo Lewis, la cara bronceada muy quieta. Ralfi no tena expresin.

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    -Clmate. Me quieres comprar base de la buena? -Apart una silla y se sent antes deque ninguno de ellos se lo impidiese. Apenas entraba en mi campo visual: una muchachadelgada con lentes espejados, el pelo oscuro, spero y corto. Llevaba una chaqueta de cueronegro abierta sobre una camiseta cruzada en diagonal por rayas rojas y negras.- A ocho mil elgramo.

    Lewis buf exasperado, y trat de derribarla de la silla de un manotazo. Por algunarazn no consigui tocarla; la mano de ella se levant y pareci rozarle la mueca al pasar.

    Un chorro de sangre brillante salpic la mesa. Lewis se apret la mueca con fuerza; la sangrese le escapaba entre los dedos.

    Pero, no tena ella las manos vacas?Lewis iba a necesitar un grapador de tendones. Se levant cuidadosamente, sin

    molestarse en apartar la silla. La silla cay hacia atrs y l sali de mi lnea visual sin deciruna palabra.

    -Debera buscarse un mdico que le mirara eso -dijo la chica-. Es un corte de los feos.-No tienes idea -dijo Ralfi, con voz repentinamente cansada- de lo profundo que es el

    pozo de mierda en que te acabas de meter.

    -De veras? Misterio. Me emocionan los misterios. Por qu estar tan callado tu amigo,

    por ejemplo. O para qu ser esta cosa que tengo aqu -y levant la pequea unidad de controlque de algn modo le haba quitado a Lewis. Ralfi pareca enfermo.-T, eh... tal vez quieras un cuarto de milln por darme eso e irte a dar un paseo. -Lewis

    alz una mano gorda y se acarici nerviosamente el rostro plido, delgado.-Lo que yo quiero -dijo la chica, chasqueando los dedos de modo que la unidad se puso

    a girar y brillar- es trabajo. Un trabajo. Tu muchacho se hizo dao en la mueca. Pero uncuarto de milln bastar como anticipo.

    Ralfi exhal explosivamente y comenz a rerse, dejando al descubierto dientes que nohaban sido conservados de acuerdo con la norma Christian White. Entonces la chica apag eldisociador.

    -Dos millones -dije.

    -Ese es mi hombre -dijo ella, y ech a rer-. Qu hay en el bolso?-Un arma.-Qu grosero.-Bien pudo ser un cumplido.Ralfi no dijo nada.-Me llamo Millones. Molly Millones. Qu le parece si salimos de aqu, jefe? La gente

    empieza a mirar. -Se puso de pie. Llevaba pantalones de cuero color sangre seca.Y vi por primera vez que los lentes espejados eran implantes quirrgicos; la plata se

    alzaba suavemente desde los pmulos y le sellaba los ojos en el interior de los zcalos. Vi minueva cara reflejada dos veces.

    -Yo soy Johnny -le dije-. El seor Face viene con nosotros.

    Estaba afuera, esperando. Con un aire estndar de turista tech, en pantalones cortos deplstico y una absurda camisa hawaiana estampada con ampliaciones del microprocesadorms conocido de su empresa; un hombrecito apacible, de los que con toda seguridad terminan

    borrachos de sake en algn bar donde se sirve arroz tostado con algas marinas. Tena elaspecto del que canta el himno de la empresa y llora, el que estrecha interminablemente lamano del barman. Rufianes y traficantes lo veran como un conservador innato, y lo dejaranen paz. No daba para mucho, y cuando hiciese algo sera cuidadoso con su cuenta.

    Como luego imagin, seguramente le habran amputado parte del pulgar izquierdo, pocoantes de la primera articulacin, y se lo habran reemplazado por una punta protsica,rellenndole el mun y acoplndole una bobina y un cuenco diseados segn uno de losanlogos romboides de la Ono-Sendai. Luego habran enrollado cuidadosamente la bobinacon tres metros de filamento monomolecular.

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    Molly se puso a conversar de algo con las Hermanas del Perro Magntico, lo que mepermiti apresurar a Ralfi hacia la salida, presionndole la base de la columna con el bolso degimnasia. Molly pareca conocerlas. O que la negra rea.

    Mir hacia arriba, por algn reflejo pasajero, tal vez porque nunca me he acostumbradoa eso, a los elevados arcos de luz y a las sombras de las geodsicas de ms arriba. Tal vez esome salv.

    Ralfi sigui caminando, pero no creo que estuviese tratando de escapar. Creo que ya se

    haba rendido. Era probable que ya tuviera alguna idea de la cosa con la que bamos aenfrentarnos.

    Baj la mirada a tiempo para verlo explotar.Una reconstruccin pormenorizada muestra a Ralfi caminando cuando el turista aparece

    de no se sabe dnde, sonriendo. Apenas una reverencia insinuada y el pulgar izquierdo sedesprende. Es un truco de magia. El pulgar del hombre queda suspendido. Espejos? Hilos?Y Ralfi se detiene, dndonos la espalda, oscuras medias lunas de sudor bajo las axilas de su

    plido traje de verano.

    l sabe. Tiene que haberlo sabido. Y entonces el dedo de tienda de artculos de broma,pesado como plomo, dibuja un arco en un fulminante truco de yo-yo, y el hilo in-visible que

    lo une a la mano del hombre atraviesa lateral-mente el crneo de Ralfi, justo encima de lascejas, sube y vuelve a bajar para cortar en diagonal el torso de forma de pera, desde el hombrohasta las costillas. Corta tan finamente que no sale sangre hasta que las sinapsis fallan y los

    primeros temblores hacen que el cuerpo ceda a la gravedad.Ralfi se desplom en pedazos en medio de una nube rosada de fluidos; las tres partes

    desiguales rodaron hacia adelante sobre el suelo de baldosas. En total silencio.Levant el bolso de gimnasia y se me crisp la mano. El retroceso del arma casi me

    rompi la mueca.

    Deba de haber estado lloviendo; de una geodsica rota caan cintas de agua quesalpicaban las baldosas a nuestras espaldas. Nos acurrucamos en un estrecho hueco entre una

    tienda de artculos quirrgicos y otra de antigedades. Molly acababa de asomar un ojoespejado y haba informado de la presencia de un mdulo Volks delante del Drome, con lasluces rojas encendidas. Estaban barriendo a Ralfi. Haciendo preguntas.

    Yo estaba cubierto de pelusa blanca chamuscada. Las medias de tenis. El bolso degimnasia era un deshilachado puo de plstico alrededor de mi mueca.

    -No entiendo cmo diablos no le di.-Porque es rpido, demasiado rpido. -La chica se abraz las rodillas y se balance

    sobre los talones de las botas.- Le han acrecentado la sensibilidad del sistema nervioso. Hasido fabricado por encargo. -Sonri y solt un pequeo chillido de placer.- Voy aconseguir aese muchacho. Esta noche. Es el mejor, el nmero uno, lo mximo, lo ltimo.

    -Lo que t vas a conseguir, por los dos millones de este chico, es sacarme de aqu. Eseamigo tuyo fue hecho casi todo en una probeta en Chiba City. Es un asesino Yakuza.

    -Chiba. S, Molly tambin ha estado en Chiba. -Y me ense las manos, con los dedosligeramente separados. Eran delgados, cnicos, muy blancos en contraste con el esmalte rojode las uas. Diez cuchillas salieron de sus receptculos bajo las uas, cada una un finoescalpelo de acero azulado, de doble filo.

    Nunca haba andado mucho por Nighttown. No haba all nadie que me debiese dineropor algo que yo recordaba, y casi todos tenan muchos a quienes pagaban con regularidad paraque olvidasen. Generaciones de finos tiradores haban hostigado tanto las luces de nen quelos equipos de mantenimiento acabaron por renunciar a repararlas. Incluso a medioda los

    arcos eran manchas de holln sobre un dbil fondo perlino.A dnde vas cuando la organizacin criminal ms rica del mundo te busca a tientas condedos tranquilos, distantes? Dnde te escondes de los Yakuza, tan poderosos que tienen sus

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    propios satlites de comunicacin y al menos tres transbordadores? Los Yakuza forman unaautntica red multinacional, como ITT y la Ono-Sendai. Cincuenta aos antes de que yonaciera, ya los Yakuza haban absorbido las Tradas, la Mafia, la Unin Corsa.

    Molly tena una respuesta: Te escondes en el Pozo, en el crculo ms bajo, dondecualquier influencia exterior genera ondas rpidas y concntricas de amenaza pura. Teescondes en Nighttown. Mejor todava, te escondes encimade Nighttown, porque el Pozo esinvertido, yel fondo de su cuenco toca el cielo, el cielo que Nighttown nunca ve, sudando

    bajo su propio firmamento de resina acrlica; arriba, donde los Lo Teks se agazapan en las os-curas grgolas, con cigarrillos del mercado negro colgndoles de los labios.

    Tena otra respuesta, adems.

    -Conque ests bloqueado de verdad, eh, Johnny? No hay modo de sacar eseprograma sin la contrasea? -Me llev hacia las sombras que aguardaban ms all de labrillante plataforma del tren subterrneo. Las paredes de hormign estaban recargadas degrafitti, aos de palabras que se retorcan en un nico metagarabato de rabia y frustracin.

    -Los datos almacenados son introducidos mediante una serie modificada de prtesismicroquirrgicas contraautismo. -Recit una adormilada versin de mi discurso de ventaestndar.- El cdigo del cliente se almacena en un chip especial; salvo que recurras a los

    Calamares, de los que preferimos no hablar los que nos dedicamos a esto, no hay forma derecuperar la frase. No puedes sacarla con drogas, ni extirpando, ni torturando. Yo no la s,nunca la supe.

    -Calamares? Cosas rastreras con brazos? -Salimos a un mercado callejero desierto.Unas figuras sombras nos observaban desde una plaza improvisada, llena de cabezas de

    pescado y fruta podrida.-Superconductores que detectan interferencias cun-ticas. Los usaban en la guerra para

    encontrar submarinos, para destapar ciber-sistemas del enemigo.-S? Material de la Marina? De la guerra? Los Calamares te pueden leer esa cosa? -

    Se detuvo, y sent que sus ojos me miraban desde detrs de aquellos espejos gemelos.-Hasta los modelos ms primitivos podan medir un campo magntico con una

    millonsima parte de la fuerza geomagntica; es como detectar un susurro dentro de unestadio en plena euforia.

    -Eso ya lo hacen los policas, con micrfonos parablicos y lsers.-Pero tu informacin sigue a salvo.-Orgullo profesional.-Ningn gobierno permitira a la polica el uso de Calamares. Ni siquiera a los peces

    gordos de seguridad. Sera demasiado fcil descubrir chanchullos interdepartamentales;demasiado buenos para destapar watergates.

    -Material de la Marina -dijo ella, y su sonrisa brill entre las sombras-. Material de laMarina. Tengo un amigo por aqu que estuvo en la Marina, se llama Jones. Sera bueno que lo

    vieras. Lo que pasa es que es un yunki; as que tendremos que llevarle algo.-Un yunki?-Un delfn.

    Era ms que un delfn, pero desde el punto de vista de otro delfn podra haber parecidomenos que eso. Vi cmo se mova pesadamente en el tanque galvanizado. El agua saltaba porlos bordes y me moj los zapatos. Era un ex-cedente de la ltima guerra. Un cyborg.

    Sali del agua, y vimos las costrosas placas que le cubran los costados, una especie deretrucano visual cuya gracia casi se perda bajo una armadura articulada, torpe y prehistrica.A ambos lados del crneo tena unas deformidades gemelas que haban sido modificadas para

    poner all unidades sensoras. En las partes descubiertas de la piel blanco-griscea le brillaban

    unas lesiones plateadas.Molly silb. Jones sacudi la cola y arroj ms agua contra el borde del tanque.-Qu es este lugar?

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    -Vi formas difusas en la oscuridad, eslabones de cadena oxidada y otras cosas cubiertaspor lona alquitranada. Por encima del tanque penda un rstico marco de madera, cruzado yrecruzado por hileras de polvorientas luces navideas.

    -Feria de Diversiones. Zoo y paseos de carnaval. Hable con la Ballena de la Guerra.Esas cosas. Jones es una especie de ballena...

    Jones se encabrit de nuevo, y me clav una mirada triste y antigua.-Cmo hace para hablar? -De pronto tena deseos de irme.

    -Ah est lo bueno. Di hola, Jones.Y todas las luces se encendieron simultneamente. Titilaban rojas, blancas y azules.

    RBARBARBARBARBARBARBARBARBARBARBARBARBARBARBA

    -Conoce el lenguaje de los smbolos, ya ves, pero el cdigo est restringido. En la

    Marina lo tenan conectado a un exhibidor audiovisual. -Molly sac el estrecho paquete de unbolsillo de la chaqueta.- Polvo puro, Jones. Lo quieres? -Jones se detuvo en el agua ycomenz a hundirse. Sent un pnico extrao al recordar que no era un pez, que podaahogarse.- Queremos la clave del banco de Johnny, Jones. La queremos ya.

    Las luces titilaron, se apagaron.-Vamos, Jones!

    AAAAAAAAAA

    A

    AA

    Luces azules, cruciformes. Oscuridad.-Puro! Es limpio. Vamos, Jones.

    BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBB

    Un fulgor de sodio blanco ba las facciones de Molly en una monocroma rida; suspmulos proyectaron sombras partidas.

    R RRRRRR RRRRRRRRRR

    R RRRRRR R

    Los brazos de la esvstica roja se le retorcieron en los lentes de plata. -Dselo -dije-. Yala tengo.Cara de Ralfi. Falta de imaginacin.

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    Jones alz la mitad de su cuerpo blindado sobre el borde del tanque, y pens que elmetal iba a ceder. Molly lo pinch de un golpe con la jeringuilla, metiendo la aguja entre dos

    placas. El mbolo silb. En el marco hubo una explosin de espasmdicos juegos de luz queluego se desvaneci por completo.

    Lo dejamos flotando, girando lnguidamente en el agua oscura. Quizs estuviesesoando con su guerra en el Pacfico, con las ciberminas que habra barrido, hurgandosuavemente los circuitos con el Calamar para extraer la pattica clave de Ralfi del chip que

    llevo metido en la cabeza.Veo que metieron la pata cuando lo licenciaron, dejndolo salir de la Marina con ese

    equipo intacto, pero, cmo se hace para que un delfn ciberntico se vuelva drogadicto?La guerra -dijo ella-. Todos lo estaban. Lo hizo la Marina. De qu otro modo los

    haces trabajar para ti?

    -No estoy seguro de que esto tenga aspecto de buen negocio -dijo el pirata, buscando unmejor precio-. Especificaciones de objetivo para un satlite de comunicaciones que no est enel libro...

    -Hazme perder tiempo y sers t quien se quedar sin aspecto -dijo Molly, inclinndosepor encima del escritorio de plstico rayado para pincharlo con el dedo.

    -Entonces ve a comprar tus microondas a otro sitio. -Era un chico duro, bajo ese disfrazde Mao. Nacido en Nighttown, tal vez.

    La mano de Molly le pas como un rayo por delante de la chaqueta, cortndole unasolapa sin siquiera arrugarla.

    -Trato hecho, entonces?Hecho -dijo l, mirndose la arruinada solapa con lo que esper fuese simplemente un

    educado inters-. Trato hecho.Mientras yo examinaba las dos grabadoras que habamos comprado, ella sac del

    bolsillo con cremallera que llevaba en el puo de la chaqueta el pedazo de papel que yo lehaba dado. Lo despleg y lo ley en silencio, moviendo los labios. Se encogi de hombros. -

    Esto es todo?-Adelante -dije yo, pulsando simultneamente los botones de recordde ambos tableros.-Christian White -recit Molly-, y su Banda Aria de Reggae.Ralfi el fiel, un fan hasta el da de su muerte.La transicin a la modalidad idiota/sabio es siempre menos brusca de lo que yo espero.

    La fachada de la emisora pirata era una fracasada agencia de viajes en un cubculo colorpastel que se jactaba de poseer un escritorio, tres sillas, y undescolorido pster de un spaorbital suizo. Un par de pjaros de fantasa con cuerpos de vidrio soplado y patas de latasorban montonamente agua de un vaso de poliestireno apoyado en una repisa junto al hom-

    bro de Molly. A medida que yo entraba en la nueva modalidad, los pjaros fueron acelerandogradualmente el vaivn hasta que las crestas de plumas abrillantadas se convirtieron en

    apretados arcos de color. La ventanilla digital que marcaba los segundos en el reloj de plsticode pared era ahora un reticulado que lata sin sentido; Molly y el chico con cara de Mao senublaron, y los brazos se les desdibujaron en fantasmagricos ademanes de insecto. Yentonces todo se convirti en esttica fra y gris, en un interminable poema tonal en unlenguaje artificial.

    Pas tres horas cantando el programa robado de Ralfi.

    El paseo mide cuarenta kilmetros de punta a punta, una desordenada superposicin decpulas Fuller que cubren lo que en otro tiempo fue una arteria suburbana. Si se apagan lasluces en un da claro, una gris aproximacin de luz solar se filtra a travs de las capasacrlicas, creando una visin parecida a las imgenes de prisin de Giovanni Piranesi. Los tres

    kilmetros del extremo sur cubren Nighttown. Nighttown no paga impuestos ni presta ser-vicios. Las luces de nen estn apagadas, y las geodsicas han sido ennegrecidas por el humo

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    de dcadas de fuegos de cocina. En la casi total oscuridad de un medioda de Nighttown,quin se fija en una que otra docena de chiquillos locos perdidos en los techos?

    Llevbamos dos horas subiendo por escaleras de hormign y de metal con planchasperforadas, pasando junto a gras abandonadas y herramientas cubiertas de polvo. Habamoscomenzado en lo que pareca ser un taller de mantenimiento fuera de uso, atiborrado desegmentos triangulares de techumbre. Todo haba sido cubierto por la misma capa de grafittihechos con pintura en aerosol: nombres de pandillas, iniciales, fechas que se remontaban

    hasta el cambio de siglo. Los grafitti nos siguieron durante todo el ascenso, mermandogradualmente hasta que qued un nico nombre, repetido a intervalos: lo tek. En chorreantesmaysculas negras.

    -Quin es Lo Tek?-Nosotros no, jefe. -Molly subi por una temblorosa escalera de aluminio y desapareci

    por un agujero practicado en una lmina de plstico corrugado.- Low technique, lowtechnology,baja tecnologa. -El plstico le amortiguaba la voz. Sub tras ella, acaricindomela dolorida mueca.- A los Lo Teks les parecera un gesto decadente ese truco tuyo de laescopeta.

    Una hora ms tarde sub metindome por otro agujero, este ltimo mal abierto con una

    sierra en una tabla de madera terciada, y me encontr con el primer Lo Tek.-No pasa nada -dijo Molly, rozndome el hombro con la mano-. Es Perro. Hola, Perro.En el estrecho haz de luz de la linterna de Molly, Perro nos observ con su nico ojo, y

    lentamente sac una lengua gruesa y griscea que lami unos caninos enormes. Me preguntcmo podan calificar de baja tecnologa el transplante de colmillos de dberman. Losinmunosupresores no crecen precisamente en las copas de los rboles.

    -Moll. -El tamao de los dientes le dificultaba el habla. Del torcido labio inferior lecolg un hilo de saliva.- Te o llegar. Hace tiempo. -Podra tener quince aos, pero loscolmillos y un brillante mosaico de cicatrices se conjugaban con la rbita del ojo para

    presentar una mscara de total bestialidad. Haba tomado tiempo y un cierto tipo decreatividad ensamblar aquel rostro, y su actitud me hizo ver que disfrutaba viviendo tras l.

    Llevaba unos tejanos gastados, negros de mugre y brillantes en las rayas. Tena el pecho y lospies desnudos. Hizo algo con la boca que se aproxim a una sonrisa.-Alguien los sigue.

    Muy a lo lejos, en Nighttown, un vendedor de agua pregonaba su producto.-Saltos en red, Perro? -Molly movi la linterna hacia un lado, y vi cuerdas delgadas

    atadas a pernos, cuerdas que iban hasta el borde y desaparecan.-Apaga la maldita luz!Molly la apag.-Cmo es que el que los viene siguiendo no tiene linterna?-No la necesita. Ese s que es un peligro, Perro. Si tus centinelas se le cruzan, volvern a

    casa en pedazos.

    -se es amigo amigo, Moll? -Pareca incmodo. Le o mover los pies sobre la maderaterciada.-No. Pero es mo. Y ste -dndome una palmada en el hombro-, ste s es amigo.

    Entendido?-S -dijo Perro, sin mucho entusiasmo, caminando pesadamente hacia el borde de la

    plataforma, donde estaban los pernos. Se puso a puntear una especie de mensaje en lascuerdas tensas.

    Nighttown se extenda debajo de nosotros como una aldea de juguete para ratas: unasventanas minsculas dejaban ver luz de velas; slo unos pocos edificios estabanchillonamente iluminados por linternas de pilas y lmparas de carburo. Imagin a los viejoscon sus interminables partidas de domin, bajo gotas de agua gruesas y calientes que caan de

    ropa mojada colgada en va-ras entre las paredes de las chabolas de madera terciada. Tratentonces de imaginarlo subiendo pacientemente en la oscuridad, con las sandalias y lahorrible camisa de turista, suave y parsimonioso. Cmo haca para seguirnos?

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    -Bien -dijo Molly-. Nos huele.

    -Fumas? -Perro sac un paquete arrugado del bolsillo y ofreci un cigarrillo aplanado.Mir la marca mientras me lo encenda con una cerilla de cocina. Yiheyuan filtro. BeijnCigarette Factory. Llegu a la conclusin de que los Lo Teks eran comerciantes del mercadonegro. Perro y Molly volvieron a su discusin, que pareca girar en torno al deseo de Mollyde utilizar alguna parte en especial de la propiedad inmobiliaria de los Lo Teks.

    -Yo te he hecho un montn de favores, hombre. Quiero ese piso. Y quiero la msica.-T no eres Lo Tek...As transcurri la mayor parte de un tortuoso kilmetro, con Perro guindonos por

    pasarelas inestables y escalerillas de cuerda. Los Lo Teks fijan sus nidos y escondrijos altejido de la ciudad con gruesos trozos de resina, y duermen en hamacas de red. Viven en un

    pas tan poco poblado que en algunos sitios no es ms que unos asideros para las manos y lospies, practicados con sierra en los puntales geodsicos.

    El Piso Mortal, lo llamaba Molly. Gateando detrs de ella, resbalando en metal gastadoy madera hmeda con mis zapatos nuevos de Eddie Bax, me preguntaba cmo podra aquelloser ms letal que el resto del territorio. Al mismo tiempo, tena la impresin de que las

    protestas de Perro eran rituales, y que Molly ya esperaba conseguir lo que quera.En algn lugar debajo de nosotros, Jones deba estar dando vueltas en su tanque,sintiendo las primeras punzadas del sndrome de abstinencia. La polica estara aburriendo alos asiduos del Drome con preguntas acerca de Ralfi. Qu haca? Con quin estaba antes desalir? Y los Yakuza andaran asentando sus fantasmagricas moles en los bancos de datos dela ciudad, buscando tenues imgenes mas reflejadas en cuentas numeradas, transacciones devalores, billetes de acciones. Somos una economa de informacin. Te lo ensean en laescuela. Lo que no te dicen es que es imposible moverse, vivir, actuar a cualquier nivel sindejar huellas, pedacitos, fragmentos de informacin en apariencia insignificantes. Fragmentosque pueden ser recuperados, amplificados...

    Pero a esas alturas el pirata habra puesto nuestro mensaje en lnea para su transmisin

    al satlite de comunicaciones Yakuza. Un mensaje sencillo: Consigan que los perros dejen demolestar o difundimos su programa.

    El programa. No tena ni idea de cul era su contenido. Sigo sin tenerla. Yo slo cantola cancin sin comprender nada. Probablemente fuesen datos de investigacin, pues losYakuza se dedican a formas avanzadas de espionaje industrial. Un negocio elegante: robar ala Ono-Sendai como si nada y pedir un rescate por la informacin, amenazando con difundirlay mellar as el filo de las investigaciones del conglomerado.

    Pero no haba otra solucin? No estaran ms contentos si tuvieran algo que vender ala Ono-Sendai, ms contentos que con un Johnny de calle Memoria muerto?

    El programa iba en viaje a una direccin en Sidney, donde se guardaban cartas de

    clientes y donde no se hacan preguntas una vez que se pagaba un pequeo anticipo. Correomartimo comn. Yo haba borrado la mayor parte del otro material y grabado nuestro men-saje en el espacio en blanco, dejando del programa apenas lo suficiente para que se lo pudieraidentificar como genuino.

    Me dola la mueca. Quera parar, acostarme, dormir. Saba que no tardara en perderlas fuerzas y caer, saba que los zapatos tan elegantes que me haba comprado para la nochecomo Eddie Bax no pisaran con firmeza y me llevaran a Nighttown. Pero el hombre broten mi mente como un holograma religioso de pacotilla, resplandeciente; el chip ampliado dela camisa hawaiana pareca una foto de reconocimiento de algn ncleo urbano sentenciado ala destruccin.

    As que segu a Perro y a Molly por el cielo Lo Tek, construido con chatarra y

    desperdicios que ni siquiera queran en Nighttown.El Piso Mortal tena ocho metros de lado. Un gigante haba enhebrado cables de acero

    pasndolos de un lado a otro por encima de un depsito de chatarra y los haba estirado.

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    Cruja al moverse, y se mova constantemente, balancendose y torcindose mientras los LoTeks se re-unan e instalaban en la plataforma de madera terciada que lo rodeaba. La maderaestaba plateada por el paso de los aos, pulida por el uso prolongado y surcada de iniciales,amenazas, declaraciones de pasin. Colgaba de otro grupo de cables que se perdan en laoscuridad detrs del estridente resplandor blanco de las dos lmparas antiguas que pendanencima del Piso.

    Una muchacha con dientes como los de Perro entr en el Piso a gatas. Tena los senos

    tatuados con espirales de color ail. Cruz el Piso riendo, forcejeando con un muchacho quebeba un lquido oscuro de una botella de litro.

    La moda Lo Tek inclua cicatrices y tatuajes. Y dientes. La electricidad que robabanpara iluminar el Piso Mortal pareca una excepcin a su esttica general, crea-da en nombredel... rito, deporte, arte? No lo saba, pero vea que el Piso era algo especial. Tena el aspectode haber sido montado a lo largo de generaciones.

    Mantena la intil arma bajo la chaqueta. Esa dureza y ese peso resultabanreconfortantes, aunque no me quedasen ms cartuchos. Y me di cuenta de que no tena lamenor idea de lo que estaba realmente sucediendo, ni de lo que, se supona, deba suceder. Yse era mi juego, por-que he pasado la mayor parte de mi vida como un receptculo ciego quese llena con el conocimiento de otras personas, conocimiento del que luego se me vaca: unchorro de lenguajes sintticos que nunca comprender. Un chico muy tcnico. Claro que s.

    Entonces advert lo quietos que se haban quedado los Lo Teks.El estaba all, al borde de la luz, observando el Piso Mortal y la galera de mudos Lo

    Teks con calma de turista. Y cuando nuestros ojos se encontraron por primera vez con unmutuo reconocimiento, sent que un recuerdo haca clicen mi cabeza: Pars, y el brillo dellargo Mercedes que se deslizaba bajo la lluvia hacia Notre Dame; invernculos mviles, caras

    japonesas detrs del vidrio, y cien Nikons que se levantaban en ciego fototropismo, flores deacero y cristal. Detrs de esos ojos, cuando me encontraban, los mismos obturadores,zumbando.

    Busqu a Molly Millones, pero se haba ido.

    Los Lo Teks se apartaron para dejarlo subir al banco. El hizo una reverencia, sonriendo,y se sac suavemente las sandalias, las dej juntas, perfectamente alineadas, y baj al PisoMortal. Avanz hacia m, caminando por aquel movedizo trampoln de chatarra, con la solturade un turista que camina por la alfombra sinttica de un hotel cualquiera.

    Molly salt al Piso, movindose.El Piso chill.Estaba equipado con micrfonos y amplificadores, con fonocaptores instalados en los

    cuatro gruesos resortes de las esquinas y micrfonos de contacto pegados al azar en oxidadosfragmentos de maquinaria. En alguna parte, los Lo Teks tenan un amplificador y unsintetizador, y ahora vi las formas de los altavoces en lo alto, por encima de las crueles luces

    blancas.

    Comenz un ritmo de percusin, un ritmo electrnico, una especie de coraznamplificado, tan regular como un metrnomo.

    Ella se haba quitado la chaqueta de cuero y las botas; la camiseta no tena mangas, y alo largo de aquellos delgados brazos aparecan tenues indicios de circuitos de Chiba City. Los

    pantalones de cuero le brillaban a la luz de las lmparas. Empez a bailar.Flexion las rodillas, pies blancos y tensos sobre un tanque de gas aplanado, y el Piso

    Mortal empez a subir y a bajar. El ruido que haca era como el de un mundo que se acaba,como si los cables que sujetan el firmamento se hubiesen roto y estuviesen entrechocando ycayendo por el cielo.

    El sigui el ritmo durante unos cuantos latidos, y luego avanz calculando a laperfeccin el movimiento del Piso, como un hombre que salta de una piedra plana a otra en un

    jardn ornamental.Se sac la punta del pulgar con la elegancia de un hombre acostumbrado a los gestos de

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    sociedad y se lo lanz a Molly. Bajo las lmparas, el filamento fue un refractario hilo dearcoiris. Ella se tir al suelo, rod y se levant de un salto despus de que la molcula pasaracasi rozndola con un silbido de latigazo; las garras de acero chasquearon hacia la luz en loque debe de haber sido un automtico rictus de defensa.

    El latido de la percusin se aceler, y ella salt acompandolo: el pelo oscurodesmelenado sobre las lisas len-tes platinadas, la boca apretada, los labios tensos de con-

    centracin. El Piso Mortal resonaba y ruga, y los Lo Teks chillaban excitados.El hombre redujo el filamento a un arremolinado crculo policromo y fantasmal de unmetro de dimetro y lo mantuvo girando delante de l, la mano sin pulgar a la altura delesternn. Un escudo.

    Y Molly pareci soltar algo, algo adentro, y se fue el verdadero comienzo de su danzade perro rabioso. Saltaba, retorcindose, lanzndose de lado, aterrizando con ambos pies sobreel bloque de un motor de aleacin di-rectamente sujeto a uno de los resortes de espiral. Metap los odos con las manos y me arrodill en un vrtigo de sonido, pensando que Piso y

    bancos caan, caan hacia Nighttown, y nos vi atravesando las chabolas, la ropa mojadatendida, explotando en las baldosas como frutas podridas. Pero los cables resistieron, y el PisoMortal suba y bajaba como un mar de metal enloquecido. Y Molly bailaba en l.

    Y al final, justo antes de que l arrojase por ltima vez el filamento, le vi algo en la cara,una expresin que no pareca encajar en ese sitio. No era miedo ni era rabia. Creo que eraincredulidad, atnita incomprensin mezclada con pura repulsin esttica por lo que estabaviendo, oyendo: por lo que le estaba pasando. Acort el filamento; el disco fantasmal seredujo al tamao de un plato mientras l alzaba el brazo por encima de la cabeza y lo bajabade golpe; el pulgar se curv apuntando a Molly, como una cosa viva.

    El Piso llev a Molly hacia abajo; la molcula le pas justo por encima de la cabeza; elPiso dio un coletazo y alz al hombre hasta la trayectoria de la molcula. Tendra que haberle

    pasado inofensivamente por encima y regresar a su cuenca, dura como el diamante. Leamput la mano por detrs de la mueca. Estaba frente a una abertura del Piso, y pas por ellacomo un clavadista, con una extraa elegancia deliberada, un kamikazi derrotado rumbo a

    Nighttown. En parte, creo, hizo aquel salto para darse unos segundos de digno silencio. Ellalo haba matado con un shock cultural.

    Los Lo Teks rugan, pero alguien apag el amplificador, y Molly hizo callar el PisoMortal, esperando, con el rostro blanco e inexpresivo, hasta que el ruido cedi y qued sloun dbil silbido de hierros torturados y un rechinar de xido contra xido.

    Rastreamos el Piso buscando la mano cortada, pero no la encontramos. Lo nico queencontramos fue una elegante curva en una pieza de acero oxidado, por donde haba pasado lamolcula. Tena el borde tan brillante como cromo nuevo.

    Nunca supimos si los Yakuza haban aceptado nuestras condiciones, o si recibieron elmensaje. Hasta donde yo s, el programa de ellos sigue esperando a Eddie Bax en un anaquelde la habitacin trasera de una tienda de regalos en la tercera planta de Sidney Central-5. Talvez hayan vendido el original a la Ono-Sendai hace meses. Pero es posible que hayan recibidola transmisin del pirata, porque nadie ha venido a buscarme hasta el momento, y ya ha

    pasado casi un ao. Si vienen a buscarme, les espera una larga subida en la oscuridad, y pasarpor delante de los centinelas de Perro, y ltimamente no me parezco mucho a Eddie Bax. Dejque Molly se encargara de eso, con anestesia local. Y mis dientes nuevos casi han echado raz.

    Decid quedarme aqu arriba. Cuando mir por encima del Piso Mortal, antes de que lllegase, vi lo vaco que yo me senta. Y supe entonces que estaba harto de ser un balde deagua. As que ahora bajo a visitar a Jones, casi todas las noches.

    Ahora somos socios, Jonesy yo, ytambin Molly Millones. Molly se encarga de

    nuestros negocios en el Drome. Jones sigue en Divertilandia, pero ahora tiene un tanque msgrande, con agua de mar fresca que le traen una vez por semana. Y tiene su droga, cuando lanecesita. Sigue hablando a los nios con el marco de luces, pero a m me habla en un nuevo

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    monitor que tiene en un cobertizo que alquil all, un monitor mejor que el que usaba en laMarina.

    Y los tres estamos haciendo mucho dinero, ms dinero del que haca antes, porque elCalamar de Jones puede leer las huellas de todo lo que me han almacenado en la cabeza, y melo dice por el monitor en lenguajes que en-tiendo. As que estamos aprendiendo muchas cosasacerca de mis anteriores clientes. Y un da har que un cirujano me saque todo ese silicio de

    las amgdalas, y vivir con mis propios recuerdos y con los de nadie ms, como el resto de lagente. Pero todava no,Mientras tanto, se est realmente bien aqu arriba, en la oscuridad, fumando un chino

    con filtro y escuchando las gotas de condensacin que caen de las geodsicas. Es todo muytranquilo aqu arriba... salvo cuando un par de Lo Teks deciden ponerse a bailar en el PisoMortal.

    Adems es educativo. Con Jones ayudndome a des-cifrar las cosas, me estoyconvirtiendo en el chico ms tcnico de la ciudad.