24
VOCES, NOMINATIO Y MUTATIO NOMINIS Miguel Requena Jiménez Universitat de València Resumen: El nombre propio, palabra que identifica a un individuo, participa de una de las creencias más atávicas de la humanidad, el valor augural de la palabra escuchada. Circunstancia que ha proporcionado al nombre propio un importante significado mágico-religioso en todas las culturas antiguas, con destacada repercusión en la vida política de la sociedad romana. Palabras clave: palabra, nombre, título imperial, cledonomancia, damnatio memoriae, historia antigua, ironía popular. Abstract: The proper name, a word that identifies an individual, takes part in one of the most atavistic be- liefs of humanity, the augural value of the listened word. This circumstance has provided the proper name with a relevant magic-religious meaning in all the ancient cultures, with an important repercussion in the political life of the Roman society. Abstract: word, name, imperial titulature, cledonomancy, damnatio memoriae, ancient history, popular irony. IntroduccIón Cuenta Pausanias (s. II d.C.) que en el recinto del ágora de la ciudad de Faras, en Aca- ya, existía una imagen del dios Hermes hecha de piedra y con barba, famosa por su poder oracular. El que deseaba consultar al dios acudía al templo por la tarde, quemaba incienso, llenaba las lámparas de aceite, las encendía y, tras poner sobre el altar una moneda de bronce, preguntaba al oído del dios la cuestión correspondiente. Realizada la consulta, el solicitante se tapaba los oídos y salía del templo. Una vez en la plaza, retiraba las manos que cubrían sus oídos y tomaba como respuesta del oráculo la primera frase que escucha- ba (Paus. VII 22, 3). El funcionamiento del oráculo de Hermes Agoreo nos aproxima a una de las creencias populares de mayor pervivencia en la historia: el valor augural de la palabra escuchada. Como ha señalado A. Bouché-Leclercq en su monumental Historia de la Adivinación en la Antigüedad, para las sociedades antiguas, toda palabra, frase, vocablo aislado o excla- mación entendida por un hombre preocupado en una idea diferente a aquel que habla, puede convertirse, para quien la oye, en un cledón, es decir, puede existir entre el pensa- miento de aquél y la palabra de éste una aproximación imprevista, una consonancia for- tuita que contiene la advertencia, el aviso providencial (2003, 126; 1897, I, 156). Con el término griego cledón (κληδών) o con el latino omen en sentido estricto 1 , los autores antiguos designaban aquella palabra fortuita pronunciada en una circunstancia de- 1 Con el paso del tiempo el campo semántico de este concepto fue aumentando hasta que en época histórica abandona su sentido original y viene a ser equivalente de todo signo o señal que anuncia el desti- no. Omen acabó por designar cualquier presagio o signo que anticipa el futuro. Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Història, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

Voces, nominatio y mutatio nominis.pdf

Embed Size (px)

Citation preview

  • VOCES, NOMINATIO Y MUTATIO NOMINIS

    Miguel Requena Jimnez

    Universitat de Valncia

    Resumen: El nombre propio, palabra que identifica a un individuo, participa de una de las creencias msatvicas de la humanidad, el valor augural de la palabra escuchada. Circunstancia que ha proporcionado alnombre propio un importante significado mgico-religioso en todas las culturas antiguas, con destacadarepercusin en la vida poltica de la sociedad romana.

    Palabras clave: palabra, nombre, ttulo imperial, cledonomancia, damnatio memoriae, historia antigua,irona popular.

    Abstract: The proper name, a word that identifies an individual, takes part in one of the most atavistic be-liefs of humanity, the augural value of the listened word. This circumstance has provided the proper namewith a relevant magic-religious meaning in all the ancient cultures, with an important repercussion in thepolitical life of the Roman society.

    Abstract: word, name, imperial titulature, cledonomancy, damnatio memoriae, ancient history, popularirony.

    IntroduccIn

    Cuenta Pausanias (s. II d.C.) que en el recinto del gora de la ciudad de Faras, en Aca-ya, exista una imagen del dios Hermes hecha de piedra y con barba, famosa por su poderoracular. El que deseaba consultar al dios acuda al templo por la tarde, quemaba incienso,llenaba las lmparas de aceite, las encenda y, tras poner sobre el altar una moneda debronce, preguntaba al odo del dios la cuestin correspondiente. Realizada la consulta, elsolicitante se tapaba los odos y sala del templo. Una vez en la plaza, retiraba las manosque cubran sus odos y tomaba como respuesta del orculo la primera frase que escucha-ba (Paus. VII 22, 3).

    El funcionamiento del orculo de Hermes Agoreo nos aproxima a una de las creenciaspopulares de mayor pervivencia en la historia: el valor augural de la palabra escuchada.Como ha sealado A. Bouch-Leclercq en su monumental Historia de la Adivinacin enla Antigedad, para las sociedades antiguas, toda palabra, frase, vocablo aislado o excla-macin entendida por un hombre preocupado en una idea diferente a aquel que habla,puede convertirse, para quien la oye, en un cledn, es decir, puede existir entre el pensa-miento de aqul y la palabra de ste una aproximacin imprevista, una consonancia for-tuita que contiene la advertencia, el aviso providencial (2003, 126; 1897, I, 156).

    Con el trmino griego cledn () o con el latino omen en sentido estricto1, losautores antiguos designaban aquella palabra fortuita pronunciada en una circunstancia de-

    1 Con el paso del tiempo el campo semntico de este concepto fue aumentando hasta que en pocahistrica abandona su sentido original y viene a ser equivalente de todo signo o seal que anuncia el desti-no. Omen acab por designar cualquier presagio o signo que anticipa el futuro.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • cisiva y aceptada como signo del destino por aquel que la escucha (Riess, 1939, 351-352).Una creencia que dio lugar a la conocida como adivinacin ominal o cledonomntica(Bouch-Leclercq, 2003, 125-129; 1882, I 154-160).

    Los autores clsicos proporcionan infinidad de ejemplos de este procedimiento. Afir-ma Cicern que, al embarcar a su ejrcito en Brundisio, Marco Licinio Craso escuchcmo uno que venda en el puerto los famosos higos secos de la ciudad caria de Caunogritaba, Cauneas!, es decir, vendo cuneas, cuya similitud fontica con la expresinlatina cau(e) n(e) eas, que significa gurdate de ir! (=no vayas), fue un presagio que es-taba advirtiendo a Craso para que no se embarcase en una expedicin en la que, al noatender dicha advertencia, perdera la vida (Cic. diu. II 84).

    Lucio Emilio Paulo consider como un presagio de victoria las palabras de su hijacuando, al ser elegido cnsul por segunda vez (168 a.C.), le correspondi dirigir la guerracontra el rey macedonio Perses/Prseo. Recuerda Cicern (diu. I 103) que, al regresarEmilio Paulo a su casa preocupado por la empresa que acababa de serle encomendada, ob-serv que su hija Tercia, que por entonces era an muy pequea, se encontraba triste. A supregunta de cul era la causa de dicha tristeza la nia respondi: Persa perit (=el Persaest muerto), en relacin con un perrito de la casa llamado Persa. Entonces el recinnombrado cnsul estrech entre sus brazos a la nia dicindole: Accipio (...) mea filiaomen (=Entiendo el presagio, hija ma). Lucio Emilio Paulo venci a Perses/Prseo, l-timo rey de Macedonia en la batalla de Pidna (168 a.C.).

    Este mismo autor relata el siguiente suceso acaecido cuando Cecilia, la mujer de Me-telo, queriendo agenciarle un matrimonio a la hija de su hermana, se dirigi a un pequeosantuario para, segn la costumbre de los antiguos, solicitar un presagio al respecto.Como la muchacha estaba de pie y Cecilia sentada en una silla, tras largo tiempo sin quese produjera voz alguna, la fatigada nia le pidi a su ta materna que le permitiese repo-sar un poco en su silla. Ella, por su parte, le dijo: uero, mea puella, tibi concedo meas se-des (=nia ma, claro que te cedo mi puesto). Un presagio que la realidad secund, por-que ella, precisamente, muri al poco tiempo y la muchacha, por su parte, se cas conquien haba estado casada Cecilia (Cic. diu. I 104).

    En las siguientes pginas, y recurriendo a toda una serie de ejemplos proporcionadospor la literatura ominal grecolatina, intentar definir cules son los principios que regulanel valor augural de la palabra escuchada en el seno de las sociedades antiguas (1); indagaren el origen de dicha creencia (2) y valorar su repercusin en el mbito institucional ro-mano, centrando nuestra atencin en la palabra que define a un individuo, es decir, en elnombre propio (3). Tres aspectos que, si bien han sido profusamente estudiados de formaindividualizada por numerosos investigadores, no han merecido un anlisis en conjuntoque permita apreciar la interrelacin de los mismos.

    1. PrIncIPIos que regulan el valor augural de la Palabra1. escuchada

    No toda palabra escuchada tiene valor augural. Como se ha podido intuir en los ejem-plos arriba citados, para las sociedades antiguas la palabra adquiere un significado espe-cial cuando se escucha en dos situaciones concretas: a) en el transcurso de actos de comu-

    258 Miguel Requena Jimnez

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • nicacin con los dioses y b) al inicio de una accin. Dos circunstancias que frecuentemen-te coinciden, intensificando as el valor augural de la palabra oda.

    a) la comunicacin con los dioses

    Si bien algunos autores han valorado la religin de los romanos como una mera repeti-cin de ritos realizados de forma mecnica y fra ante sus dioses, podemos afirmar que elritualismo que caracteriza la religiosidad romana es una prueba evidente de todo lo con-trario, pues constituye un medio eficaz de neutralizar la ansiedad que en sociedades pro-fundamente religiosas implica ese traumtico momento en el que el hombre entra en con-tacto con la divinidad o con todo lo relacionado con ella. No debemos olvidar que elritualismo sirve para disciplinar y tranquilizar a todos aquellos que deban establecer esarelacin con los poderosos dioses, ya que la repeticin es la forma ms eficaz de evitar loserrores (Scheid, 2007, 39-71).

    Y todo ello porque cualquier circunstancia nueva que pudiera acontecer en el transcur-so de ese intenso y dramtico momento de comunicacin con los dioses era valorado porlos romanos como una advertencia divina, un mensaje providencial o signo que requerasu inmediata exgesis. Junto con incidentes como la cada imprevista de objetos o perso-nas, la reaccin inesperada de la vctima destinada al sacrificio, el movimiento de algnsimulacro divino, la aparicin de determinados fenmenos naturales o la anormal com-bustin del fuego del altar, entre otras muchas posibilidades, tambin era valorado comouna advertencia providencial de especial significacin y necesaria interpretacin cualquiererror o confusin en las palabras pronunciadas por el sacerdote, as como la mera audi-cin en dicho contexto de palabras o sonidos no contemplados por el ritual (Requena, enprensa).

    Especialmente inquietante era el que una palabra o sonido desfavorable o luctuoso al-terara el desarrollo de la ceremonia religiosa. El temor a esta posibilidad llevaba a los ro-manos a tomar toda una serie de precauciones, como, por ejemplo, que en el transcurso dela misma el sacerdote se cubriera la cabeza, evitando as que la voz o el sonido llegara asus odos; que en los momentos ms intensos de la comunicacin con los dioses se toca-ran flautas u otros instrumentos musicales, o que los heraldos gritaran al pueblo fauetelinguis (=gurdese silencio) al inicio del acto (Latte, 1992, 386-387; Novotn, 1949,108-110; Bumer, 1984, 84-99; Turcan, 1988, 11).

    Con esta misma intencin, evitar que una palabra de mal augurio alterara el desarrollode la ceremonia, podemos interpretar el decreto del 12 de febrero del 363 del emperadorJuliano, en el que aconseja no celebrar los entierros durante el da, ya que en ese momentolos recintos sagrados y los templos de los dioses estn abiertos y a menudo alguien hacedentro sacrificios y libaciones y plegarias, pero ellos pasan al lado del mismo santuariotransportando el cadver, y el ruido de sus lamentos y las palabras de mal augurio lleganhasta los altares (Carta 136 del emperador Juliano sobre las tumbas y los funerales)2.

    Voces, nominatio y mutatio nominis 259

    2 Traduccin de Garca Blanco y Jimnez Gazapo, 2002. , , (Jul.Ep. 136b).

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • Como contrapartida, en numerosas ceremonias se gritaban palabras propiciatorias (fe-liciter, di te seruent, haueas, aue, etc.), e incluso se fomentaba la participacin de perso-nas con nombres de buen augurio (Valerius, Faustus, Felix, Saluius, Valens, Victor, etc.),con la intencin de que su mencin fuera valorada como un presagio favorable para todoslos all presentes. Tcito en sus Historias describe cmo en la ceremonia de inauguratiodel templo de Jpiter Capitolino, reconstruido por Vespasiano tras su incendio, participa-ron soldados con nombres de buen augurio quis fausta nomina (Tac. hist. IV 53). Cuan-do se purificaba una colonia por parte de quien la fundaba, al igual que cuando el generalpurificaba al ejrcito o el censor al pueblo, se elega como encargados de conducir a lasvctimas a individuos que tenan nombres propicios bona nomina (Cic. diu. I 102).Cuenta Petronio en el Satiricn que, durante la cena ofrecida por Trimalcin a sus invita-dos, entraron en el saln tres muchachos con tnicas blancas, dos de ellos pusieron sobrela mesa unas imgenes de los dioses Lares con la borla de oro, y el tercero, al tiempo quehaca circular una ptera de vino, gritaba, Dii propitii (=dioses propicios). El mismoTrimalcin inform a sus invitados que uno de los jvenes se llamaba Cerdonem (=Bue-naventura), otro Felicionem (=Feliciano) y el tercero Lucronem (=Fructuoso) (Petron.LX, 8).

    b) el inicio de una accin

    No menor transcendencia augural tienen las palabras escuchadas al inicio de una ac-cin. En efecto, el verbo auspicor presenta en la lengua latina dos acepciones metonmi-cas: la de tomar los auspicios o predecir (auspicium agere), y la de iniciar o comenzar (in-cipere, initium facere) (Bannier, 1900/1906, 1549-1552). Este doble valor tiene su origenen la creencia, universalmente aceptada, de que el principio de algo o el primer acto deter-mina su continuidad, es decir, que todo cuanto ocurre o rodea a este primer momento esun anuncio o presagio de aquello que acontecer en al desarrollo ulterior de lo que se ini-ci. A raz de esta creencia podemos entender la importancia augural de todos los fenme-nos acontecidos el primer da del ao las calendas de enero, con la toma de los auspiciospor parte del emperador (Meslin, 1970), de aquellos que rodean el momento de entradaen funciones de los distintos sacerdotes y magistrados romanos, de los que se producen alfundar una colonia, al inaugurar un templo, al inicio de un viaje, un negocio, al comienzodel da, al recibir el nombre propio, al iniciar la vida en matrimonio, o, para no alargarms esta relacin, de aquellos que acontecen coincidiendo con el ms importante de losprincipios, el nacimiento de un nuevo ser. Fenmenos estos ltimos que eran especial-mente observados por astrlogos y matemticos para pronosticar el destino de dicha per-sona (Schmidt, 1908; Kves-Zulauf, 1990).

    Inicios que en numerosos casos suelen coincidir en Roma con la institucional consultaa los dioses sobre si aquello que se iniciaba (personas, lugares o ritos) era de su agrado y,en consecuencia, disponan de la proteccin y consiguiente aprobacin divina para conti-nuar con xito. Una consulta realizada a travs del colegio de los augures y que recibe ladenominacin de inauguratio (Bouch-Leclerq, 1900, 435-440; Linderski, 1986, 2146-2312). Concepto que ha pasado a la mayora de lenguas modernas como equivalente deinicio oficial.

    260 Miguel Requena Jimnez

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • Las palabras escuchadas en estos momentos de inicio posean una extraordinariatranscendencia augural en numerosos casos intensificada al coincidir con ese momentode comunicacin con los dioses que implica la inauguratio-, que la poblacin romana co-noca y ansiaba interpretar. De ah que, como afirma Cicern, los antiguos romanos inicia-ban toda empresa con palabras de buen augurio: quod bonum, faustum, felix fortunatum-que esset (Cic. diu. I 102), o que en las calendas de marzo o enero, comienzos del aocivil romano, se pronunciaran agradables palabras y se dedicaran entre los allegados favo-rables deseos en voz alta. As, en su comentario respecto al da de Ao Nuevo, Ovidioafirma que durante ese primer da hay que decir buenas palabras, dejando los odos libresde litigio y evitando las palabras envidiosas: prospera lux oritur: linguis animisque faue-te! /nunc dicenda bona sunt bona uerba die./ Lite uacent aures insanaque protinus absint/iurgia: differ opus, liuida lingua, tuum (Ov. fast. I 71-74), e incluso pone en boca del mis-mo dios Jano la siguiente sentencia:

    Omina principiis (...) inesse solent.Ad primam uocem timidas aduertitis aureset uisam primum consulit augur auem.Templa patent auresque deum nec lingua caducasconcipit ulla preces dictaque pondus habent (Ov. fast. I 178-182)3.

    Tambin deriva de esta mgica conviccin la costumbre de que los cnsules iniciaranla leva del ejrcito nombrando primero a un soldado que tuviera nombre propicio (Cic.diu. I 102); que cuando cada cinco aos los censores adjudicaban las tierras pblicas co-menzasen por el arrendamiento del lago Lucrino, dado que lucrum significa provecho(Fest. P. 121 M (Lindsay), s.u. Lacus Lucrinus); o que la prima oratio, pronunciada porlos magistrados romanos al entrar en funciones o al iniciar una accin, tuviera una desta-cadsima importancia simblica y augural (Ov. Pont. 4. 4. 35-43).

    Nos encontramos ante una creencia popular presente en numerosos relatos ominalesde todos los tiempos y culturas. As, por ejemplo, cuando Septimio Severo lleg por pri-mera vez a Roma, consider como un presagio positivo de su futuro destino, que en esepreciso momento se encontrase con un husped que estaba leyendo la vida del emperadorAdriano:

    Cum Romam uenisset, hospitem nanctus, qui Hadriani uitam imperatoriam eadem horalegeret, quod sibi omen futurae felicitatis arripuit (SHA. Sept. Sev. 1, 6).

    Con no poca irona, el bigrafo Suetonio afirma que fue un presagio evidente del finalde Nern la circunstancia de que en las calendas de enero del ao en que fue asesinado,cuando se lea en el Senado una parte del discurso del emperador contra el sublevado Vn-dex en el que afirmaba que los malvados seran castigados y en breve acabara con ellos,

    Voces, nominatio y mutatio nominis 261

    3 Los augurios suelen hallarse en los principios. A la palabra primera dirigs vuestros odos temero-sos, y el ave que primero vio es la que toma en cuenta el augur; estn abiertos los templos y los odos delos dioses, ninguna lengua profiere votos perecederos y tienen peso las palabras. Traduccin de SeguraRamos, 2001.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • todos los presentes exclamaron: T acabars, Augusto!4 Aclamacin que de alabanza aNern por su esperada victoria pas a presagiar su prximo destino:

    Cum ex oratione eius, qua in Vindicem perorabat, recitaretur in senatu daturos poenassceleratos ac breui dignum exitum facturos, conclamatum est ad uniuersis: Tu facies,Auguste (Suet. Nero 46, 3).

    Cuenta Elio Esparciano que, en el preciso momento en el que naci el emperadorGeta, se anunci que una gallina haba puesto un huevo de color prpura. Cuando se lollevaron a su hermano mayor Basiano, ste lo cogi y lo estrello contra el suelo, a lo queJulia exclam en tono jocoso: Maldito fratricida, acabas de matar a tu hermano. Frase ala que, si bien la madre haba lanzado para hacer rer, el padre Septimio Severo dio espe-cial importancia. Como afirma nuestro bigrafo, el tiempo demostr que Julia haba ha-blado impulsada por una fuerza divina. En efecto, Geta fue asesinado por su hermano Ba-siano, conocido como Caracalla.

    Statim ut natus est, nuntiatum est ouum gallinam in aula peperisse purpureum. Quodcum allatum Bassianus frater eius accepisset et quasi paruulus adplosum ad terramfregisset, Iulia dixisse ioco fertur: maledicte parricida, fratrem tuum occidisti. Idqueioco [quod] dictum Seuerus altius quam quisquam praesentium accepit, a circumstan-tibus autem postea uelut diuinitus effusum adprobatum est (SHA. Geta, 3, 2-4).

    Y fue valorado como un nefasto presagio que el emperador Alejandro Severo iniciarasu arenga a los soldados con palabras luctuosas:

    Tribunal ascendit, contionaretur et faustum aliquid diceret, ita coepit: occiso imperatoreHeliogabalo. Hoc tamen omini fuit, quod iturus ad bellum milites adloqui minus faustaoratione coeptaverat (SHA. Alex. 60, 7-8)5.

    En los cuatro ejemplos sealados la palabra augural es pronunciada en momentos deinicio de una accin: la primera vez que Septimio Severo lleg a Roma, en las calendas de enero o principio del ao romano en el caso de Nern, coincidiendo con el nacimientode Geta, o al inicio de una campaa militar.

    El temor a que palabras de mal augurio, pronunciadas en el transcurso de actos comu-nitarios o individuales de comunicacin con los dioses o al inicio de una accin, afectaranal destino de los romanos, llevaba incluso a variar el nombre del territorio o de la ciudadconquistada que pudiera ser considerado inconveniente (Bayet, 1984, 63). Plinio afirmaque por el mal augurio de su nombre inauspicatum nomen la colonia griega de Epidam-no cambi su nombre por Dirraquio (Plin. HN. III 145). Con anterioridad (275 a.C.) losromanos haban cambiado el nombre de la colonia hirpina de Maloeis/Malevento por Be-

    262 Miguel Requena Jimnez

    4 Utilizo el juego de palabras de Bassols de Climent, 1996.5 Cuando subi a la tribuna para pronunciar una arenga y dar alguna fausta noticia, comenz as:

    una vez asesinado el emperador Heliogbalo. Pero se consider como un presagio el que, cuando iba asalir a campaa, comenz a arengar a los soldados con palabras poco favorables. Traduccin de Picn yCascn, 1989.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • nevento (Plin. HN. III 105) y el nombre de la ciudad siciliota de Egesta, que recordaba eltermino latino egestas, atis (=pobreza, indigencia), se cambi por Segesta (Fest. P. 340 M(Lindsay), s.u. Segesta).

    Como se puede apreciar, nos encontramos ante una creencia cuya repercusin popularno es slo visible en la infinidad de ejemplos que proporciona la literatura ominal de to-dos los tiempos y culturas, sino tambin en la pervivencia hasta nuestros das de atvicasprcticas a la hora de saludar, nominar y declamar pblicamente. As, la costumbre de ini-ciar el da, un encuentro, un discurso o cualquier empresa con palabras de buen augurio(buenos das, que sea bueno), de pronunciarlas o gritarlas en el transcurso de ceremoniasde especial trascendencia en la vida de una persona (como vivan los novios en las bodas,felicidades en los cumpleaos, etc.), entre otros muchos ejemplos, responden a la univer-sal creencia en el valor augural de la palabra pronunciada al inicio de una accin, o en eltranscurso de una ceremonia de comunicacin con los dioses.

    2. el orIgen

    Parece lgico suponer que esta destacada importancia de la palabra augural en las creen-cias de la mayora de culturas conocidas tenga su origen, al igual que ocurre con otrasmuchas estructuras mentales de carcter universal, en pocas prehistricas, momento dedesarrollo del habla humana y de formacin de las palabras. Un proceso en el que tieneespecial transcendencia la sucesin de las funciones ver/or = saber/conocer = idea/con-cepto = palabra/nombre.

    Junto al olfato, aspecto que nos obligara a desarrollar la extraordinaria importancia delos olores en la Antigedad (Detienne, 1972), la vista y el odo son los sentidos mejor de-sarrollados por los primeros seres humanos para aproximarse a la realidad que les rodea.Ver una montaa, un rbol, una cueva, pero tambin or el aullido o movimiento de unlobo, de un len, o el sonido del agua de un ro, entre miles de ejemplos, constituye la pri-mera y ms rpida aproximacin de cualquier homnido a dichas realidades. Ver y or su-pone saber o conocer. Un conocimiento que ir enriquecindose con el paso del tiempo yque condicionar la idea y la palabra con la que se asocia eso que fue visto y odo.

    Como afirma Ballester (2009, 29-31): ha de notarse tambin que el testimonio de laslenguas indoeuropeas sera congruente con la idea de la supremaca orgnica de la vi-sin al presentar etimolgicamente relacionados de modo general los conceptos de very saber. En verdad para una mentalidad bsicamente espacial ver equivale en la prc-tica a saber-conocer-entender, sobre todo en sentido resultativo, esto es, con sabercomo resultado de haber visto. Esta era precisamente la situacin que podemos recons-truir para el fondo comn indoeuropeo, situacin que an sera reconocible en muchaslenguas indoeuropeas donde es bien visible la relacin morfolgica entre ver y saber.As s es literal y etimolgicamente tengo visto, en armenio gitem, gtico wait, griego[w]joda ([F]) o snscrito vda (cf. aun la proximidad etimolgica entre ver y sa-ber en lenguas como latn uidre ver o alemn wissen saber). Comprese tambin alrespecto el uso hispano-sudamericano viste? Con el valor de sabes? Parecidamente, sila isoglosa *gen-, *gn- entender-oir del indoeuropeo con el protocartvlico propuestapor Diakonoff es correcta, entonces la raz indoeuropea *gan- documentada en lenguascuales armenio caneay he conocido, antiguo eslvico znati conocer, gtico kann se,

    Voces, nominatio y mutatio nominis 263

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • griego gignsk () conozco, latn gnsc conozco, lituano inti conocer,snscrito jnti conoce [...] antes de significar conocer-saber habra originariamentesignificado or. En cualquier caso, si oir podra haber sido entender, universalmenteparece que ver es casi lo mismo, lo mismo casi que saber. Una ltima idea: la msabstracta quiz de todas las palabras occidentales, precisamente idea, proviene tambinde aquella vieja raz indoeuropea *uaid- con el significado de ver. As que una idea esetimolgicamente una visin, una escena.

    Adems, la visin o audicin del sonido de una fiera por parte de las sociedades pre-histricas permite conocer por adelantado el peligro que las acecha y, por tanto, tomar lasprecauciones necesarias ante la situacin que se prefigura. Ver y or permite dominar ocondicionar la accin y las consecuencias derivadas de la presencia de ese peligro. Son,por tanto, acciones anteriores al hecho que tendr lugar, en definitiva, presagios del futuroinmediato.

    Esta preeminencia de la imagen y el sonido en la conceptualizacin de los objetos yacciones por parte de las sociedades primitivas, as como la experiencia cotidiana de quever y or permite conocer la accin prefigurarla- y controlarla, dio lugar a la creencia deque en la imagen y en el sonido de los objetos, animales o personas se encuentra el alma,la accin de los mismos; de donde conocer o ver el sonido=nombre o imagen de ciertasentidades permite poseerlas, condicionarlas o dominarlas. Una idea fundamental para ex-plicar numerosas creencias populares, como el miedo de muchas sociedades a que la ima-gen y/o el nombre de sus personas o divinidades protectoras fuera vista o conocido porsus enemigos. Volveremos luego sobre este tema al abordar la nominatio.

    Pero centrndonos en la importancia del odo, y en concreto de la palabra escuchada,cabe sealar que todava en poca histrica, y an en sociedades que conocen la escritura,sigui perviviendo la preeminencia social y religiosa de sta sobre la palabra escrita (Ong,1987; Rodrguez Mayorgas, 2010), carente, en origen, de capacidad autnoma. Como hasealado Alberto Manguel (2005, 99): las palabras escritas, desde los tiempos de las pri-meras tablillas sumerias, estaban destinadas a pronunciarse en voz alta, puesto que lossignos llevaban implcitos sus propios sonidos, como si fuera su alma. La clsica frasescripta manent, uerba uolant que en nuestro tiempo ha pasado a significar lo escritopermanece, las palabras se las lleva el aire antes expresaba precisamente lo contrario;se acu en alabanza de la palabra dicha en voz alta, que tiene alas y puede volar, encomparacin con la silenciosa palabra sobre la pgina, que esta inmvil, muerta. Enfren-tado con un texto escrito, el lector tena la obligacin de prestar su voz a las letras mu-das, las scripta, para permitirles convertirse, segn la cuidadosa distincin bblica, enverba, palabras habladas, espritus. Los idiomas primordiales de la Biblia el arameo yel hebreo no distinguen entre el acto de leer y el de hablar; ambas acciones se designancon la misma palabra.

    As, por ejemplo, en Grecia arcaica encontramos las llamadas inscripciones egocn-tricas en objetos parlantes. Textos escritos en primera persona sobre objetos votivos yfunerarios, destinados a ser ledos en voz alta por el observador que, de forma pasajera,prestaba su voz al objeto (Svenbro, 1988, 476-479; Pucci, 1988; Rodrguez Mayorgas,2010, 89-90). En Roma las normas legislativas nicamente adquiran fuerza de ley trassu proclamacin pblica (Rodrguez Mayorgas, 2010, 84). Dos ejemplos de los muchosque dan constancia de la primitiva preferencia de la oralidad sobre la palabra escrita.

    264 Miguel Requena Jimnez

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • Con el paso del tiempo, esta preeminencia ir debilitndose y la palabra escrita ad-quirir tambin una destacada importancia social, religiosa y mgica, que, en mi opi-nin, no procede en origen del contenido del texto en s, ni de las ventajas que aportapara la conservacin de cierta informacin, sino simplemente de su imagen. Para lassociedades antiguas la escritura es bsicamente la imagen de la palabra escuchada in-cluso en ciertos cdigos pictogrficos, la escritura reproduce, en diversos grados de fi-delidad, la imagen de los objetos y conceptos expresados. El texto reuna as los doselementos fundamentales de aproximacin y conceptualizacin de la realidad por partede los primeros hombres: la imagen y el sonido. Este potencial favoreci que, desdelos primeros momentos de desarrollo de la escritura, el texto fuera valorado como uninstrumento mucho ms eficaz para poseer, condicionar o dominar los objetos y accio-nes, que la sola audicin de la palabra. Circunstancia que permite comprender numero-sos procedimientos, como, por ejemplo, el uso de la escritura por parte de personasanalfabetas en infinidad de prcticas mgico-religiosas, su presencia en objetos quenunca ms sern utilizados o ledos por humanos como es el caso de las defixiones, o,incluso, el uso de falsos signos de escritura o pseudoinscripciones en numerosos con-textos.

    Pero al margen de la fortuna posterior de la escritura, casi siempre dependiente de lapalabra a la que da imagen, no podemos olvidar adems, que hasta pleno siglo XX nosencontramos ante sociedades mayoritariamente analfabetas y orales, donde la palabradada, la palabra pronunciada y escuchada tiene el valor de contrato, de ley. Todava hoylas sociedades rurales dan especial valor a lo que se conoce como la palabra dada,apalabrar lo dicho por un hombre, que no se puede alterar sino cayendo en el opro-bio social que deriva en ser definido como aquel que no tiene palabra. Un valor deley que la tradicin histrica recuerda en infinidad de aspectos como, por ejemplo, ladirecta y frecuente relacin entre la ley y los orculos; que el trmino Retra (),que traducimos por ley, signifique literalmente cosa dicha/palabra/acuerdo verbal; enla dureza de la pena impuesta en la antigua Roma a aquellos que traicionaban la pala-bra dada (Verg. Aen. VIII 643; Gell. XX 1, 54), o, para no alargar ms esta relacin,que en el proceso de elaboracin de las leyes, tanto griegas como romanas, la lecturapblica de la ley, constituya un acto fundamental de su aprobacin y entrada en vigor(Caillemer, 1910, 99).

    La palabra oda contiene la idea, la esencia de la accin; o mejor, es el origen de la ac-cin. Es por ello que, como afirma el evangelio, in principio erat Verbum, et Verbum eratapud Deum, et Deus erat Verbum (Jn. 1, 1); que para los egipcios el dios Ptah cre elmundo a travs de la palabra, o que nombrar para los antiguos habitantes de Mesopotamiaera llamar a la vida. As, para expresar que la Tierra y el Cielo todava no existan, el Poe-ma de la Creacin babilnico afirma que no haban sido nombrados (Bottro, 1995, 26-27). La palabra adquiere as, en la mayora de culturas conocidas, el poder de crear, dedar la vida (Tambiah, 1968, 182-184).

    * * *

    Voces, nominatio y mutatio nominis 265

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • 3. NOMEN EST OMEN

    Dentro de un trabajo dedicado a la palabra escuchada, merece especial atencin la im-portancia simblico-mgica que las sociedades antiguas, y hasta hace pocos aos tambinnuestra sociedad, ha prestado al nombre propio, es decir, la palabra que identifica a un in-dividuo, con la que se le conoce y que lo presenta ante la comunidad. Las ideas antes se-aladas respecto al origen y valor ominal de la palabra escuchada propiciaron que las so-ciedades antiguas valoraran el nombre propio como una parte consustancial de aqul aquien identifica, convirtindolo en el elemento central de infinidad de creencias y prcti-cas mgicas, adivinatorias y religiosas (Kroll, 1914; Larock, 1930-1931; Poznanski,1978).

    Como ya sealara Frazer (2003, 90): incapaz de diferenciar claramente entre pala-bras y objetos, el salvaje imagina, por lo general, que el eslabn entre un nombre y el su-jeto u objeto denominado no es una mera asociacin arbitraria e ideolgica, sino un ver-dadero y sustancial vnculo (...) de tal modo que la magia puede actuar sobre unapersona tan fcilmente por intermedio de su nombre como por medio de su pelo, sus uaso cualquiera otra parte material de su persona (...) el hombre primitivo considera sunombre propio como una parte vital de s mismo. Para las sociedades antiguas el nombrepropio es una parte integrante del individuo, de su potencia, de su personalidad y de sudestino. De ah que la nominacin de una persona, bien en el momento inmediato a su na-cimiento (sumerios, acadios, egipcios...), bien tras un espacio temporal ms o menos largo(griegos, romanos, cristianos...), no era slo una accin fundamental en la consideracinjurdica y patrimonial del individuo el nombre va unido a los derechos civiles fundamen-tales de un ciudadano romano (Mommsen, 1985, VI, 226ss; Nicolet, 1977, 47-61; Dicen-ta, 2003, 157-165), sino que fue valorada como un acto pleno de valor mgico que afec-taba decisivamente a la naturaleza y posterior desarrollo de la persona. Una conviccinque ha dado lugar a la repetida expresin latina nomen est omen6, es decir, el nombre esun presagio del destino de la persona, y que permite a Trebelio Polin afirmar con ironaque la eleccin imperial de Publius Gaius Regalianus (260 d.C.), uno de los numerososusurpadores del siglo III d.C., deriv de un ingenioso juego de palabras con su nombre7:

    Mirabile fortasse uideatur, si, quae origo imperii eius fuerit, declaretur. Capitali enimioco regna promeruit. Nam cum milites cum eo quidam cenarent, extitit uicarius tribuniqui diceret: Regiliani8 nomen unde credimus dictum? Alius continuo: Credimus quod aregno. Tum is qui aderat scolasticus, coepit quasi grammaticaliter declinare et dicere:rex regis regi Regilianus. Milites, ut est hominum genus pronum ad ea, quae cogitant:Ergo potest rex esse? Item alius: Ergo potest nos regere?. Item alius: Deus tibi regisnomen inposuit. Quid multa? His dictis cum alia die mane processisset, a principiis im-perator est salutatus. Ita quod aliis uel audacia uel iudicium, huic detulit iocularis astu-tia (SHA. Trig. Tir. 10, 3-7)9.

    266 Miguel Requena Jimnez

    6 Nomen atque omen quantiuis iam est preti (Plaut. Per. 625).7 El mismo proceso en la eleccin del emperador Probo (SHA. Prob. X 4).8 De acuerdo con la numismtica el nombre correcto es Regaliano (Webb, 1933, 586-7).9 Si yo cuento cul fue el origen de su gobierno, parecer, tal vez, pura fabulacin. Pues ciertamente,

    alcanz el poder merced a una broma funesta: En cierta ocasin en que Regiliano se hallaba cenando en

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • El frecuente uso entre los romanos de nombres que implican una idea de prosperidado de provecho, como el de Tullus, derivado del verbo tollere (=levantar, elevar, alzar); Se-ruius de seruare (=observar, vigilar, estar atento); Valerius, de ualere (=tener fuerza, vi-gor, estar fuerte, vigoroso); Gaius de gaudere (=estar contento), etc. (Morel, 1910, 92), nohace ms que confirmar la popularidad de la creencia en el carcter ominal del nombrepropio. Un valor augural que, como ya vimos en la primera parte de este artculo, no afec-ta exclusivamente a aquel que lo porta, sino tambin al que lo escucha.

    Cuenta Suetonio que el da de la batalla de Accio (2 de septiembre del 31 a.C.), cuan-do Augusto bajaba a la playa para iniciar el combate, tropez con un borriquillo al queconduca su dueo. El hombre se llamaba Eutico (=Afortunado) y la acmila Nicn(=Vencedor) homini Eutychus, bestiae Nicon erat nomen circunstancia que el propioAugusto valor como un presagio de victoria. Tras la batalla hizo elevar una estatua debronce en honor de ambos en el templo construido en el lugar donde haba estado empla-zado el campamento (Suet. Aug. 96, 2). Este mismo autor narra que fue un anuncio evi-dente del futuro poder de Vespasiano la circunstancia de que, al entrar en el templo deSerapis en Alejandra, se le apareciera el liberto Baslides nombre derivado de la pala-bra griega Basileus, que significa rey ofrecindole verbenas, guirnaldas y pasteles(Suet. Vesp. 7, 1).

    La comedia latina ha sabido explotar la popularidad de esta creencia al utilizar todauna serie de nombres parlantes (nomina loquentia) para caracterizar y anunciar la perso-nalidad y la accin de los protagonistas de sus obras. As, por ejemplo, los nombres pro-pios de los personajes de Plauto son, en su gran mayora nombres parlantes acuadosgeneralmente sobre races de origen griego, con gran fuerza cmica e imprescindiblespara entender el desarrollo de cada obra (Lpez, 1991). Entre otros muchos ejemplosanalizados por el profesor Matas Lpez, podemos citar los nombres de Lucris, trminoderivado de lucrum (=ganancia/provecho), para una joven esclava de la cual se esperaque aporte grandes beneficios al leno que va a comprarla; Pasicompsa, nombre com-puesto de (=para todos) y (=acicalada), idneo para una prostituta que seengalana con el fin de agradar a sus amantes; Phronesium, nombre derivado de (=cordura), atribuido a una prostituta que privar de sensatez a quin se ena-more de ella; Crucisalus, compuesto de crux (=cruz) y salio (=saltar) para un esclavo alque su amo condenar a morir en la cruz si no cumple las rdenes dadas; etc. (Lpez,2003, 29-44).

    * * *

    Voces, nominatio y mutatio nominis 267

    compaa de algunos soldados, un lugarteniente del tribuno se levant y dijo: De dnde hemos de creerque proviene el nombre de Regiliano? Inmediatamente otro afirm: Yo creo que viene de reino. Enton-ces uno de los que estaban presentes, que haba sido estudiante, empez a declinar como lo hacen losgramticos, diciendo: Rex, regis, regi, Regilianus. En seguida, uno de los soldados, que constituyen untipo de individuos inclinado a llevar a efecto lo que piensa, dijo: Entonces, puede ser rey?, y otro:Puede ejercer su poder real sobre nosotros?, y otro: Dios te impuso el nombre de rey. Para qums. El da despus de que tales frases fueran pronunciadas, cuando sali por la maana, fue saludadocomo emperador por los soldados de primera lnea. De este modo, lo que a otros les fue entregado me-diante la audacia o una razonada eleccin, a ste se lo dio una aguda broma. Traduccin de Picn yCascn, 1989.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • Similia similibus

    Si a la consideracin del nombre propio como una parte consustancial del individuo yde su destino sumamos la universal creencia de que un mismo nombre transmite a sus po-seedores unas mismas cualidades, virtudes o porvenir, podemos aproximarnos a la exten-dida prctica de nominar al neonato con el nombre del padre, abuelo o antepasado fami-liar masculino, o incluso la de nominarlo con nombres de personas de prestigio o demoda. El automatismo de dicha causalidad (mismo nombre=misma personalidad) resultafcilmente comprensible en sociedades donde alcanza especial importancia la primitivacreencia de que todo lo semejante llama a lo semejante (similia similibus), pensamientoen el que se fundamenta la magia homeoptica o de similitud, segn la cual se puede pro-ducir el efecto deseado por la simple imitacin.

    La nominacin del recin nacido, especialmente del primer varn de una familia, conel nombre del padre o abuelo, no haca ms que forzar por el principio de la magia por si-militud, la transmisin al recin nominado de las mismas cualidades o virtudes que habacaracterizado a aquel que detent dicho nombre. Se entiende as que ciertas familias patri-cias romanas, orgullosas de su abolengo, se significaran por el uso de un reducido, cuandono nico, nmero de praenomina entre los varones a lo largo de varias generaciones, cir-cunstancia que los converta en verdaderos nombres de familia (Barbieri, 1977, 178-179).As, por ejemplo las denominaciones de Appius y Decimus solan ser caractersticas de lagens de los Claudii; Numerius de los Fabii, o Mamercus de los Aemilii (Morel, 1910, 93).Todava hasta no hace muchos aos perviva la costumbre de nominar al primer hijo conel nombre del padre, en un inconsciente deseo de ver reflejado en el primer vstago la per-sonalidad del progenitor.

    Esta confianza en el valor mgico de la homonimia10 impulsaba tambin a numerosasfamilias a nominar al recin nacido con el nombre de algn personaje de prestigio aun-que no perteneciera al nomencltor familiar, en la creencia de que, con el nombre, tam-bin se trasferan al nominado las virtudes e, incluso, el buen destino de aquel de quien sehaba tomado.

    La Historia Augusta afirma que el emperador Alejandro Severo (222-235 d.C.) recibidesde su nacimiento el nombre de Alejandro: Alexandri nomen accepit (SHA. Alex. V 1;XIII 1), que tuvo como nodriza a una mujer llamada Olimpiada y que su padre nutritivoera un campesino llamado Filipo, nombres de los padres de Alejandro Magno: nutrix eiOlympias data est, quo nomine mater Alexandri appellata est. Nutritor Philippus provenitcasu unus ex rusticis, quod nomen patri Alexandri magni fuit (SHA. Alex. XIII, 3-4). Afir-maciones falsas11, cuya finalidad era asociar popularmente al nuevo emperador con la fi-gura de Alejandro Magno en un momento de mxima tensin entre el imperio romano y elreino parto, terico sucesor del imperio persa destruido por el hroe macednio (Requena,2001, 105-145). Desgraciadamente para Roma, el mismo nombre no caus similares re-sultados.

    268 Miguel Requena Jimnez

    10 Entre los numerosos ejemplos de este procedimiento, vid. SHA. Geta, 3, 8-9.11 Nombre que realmente slo detent tras ser adoptado por el emperador Heliogbalo en junio del

    221, dado que su nombre de pila era Alexiano o Basiano (Hdn. V 7, 3; D.C. LXXIX 17, 3).

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • La popularidad de los nombres portados por personas de xito y, por tanto, de buenaugurio tena su contrapartida en la cada en desgracia de aquellas nominaciones de perso-nas infames, despreciadas o con un desafortunado destino.

    Cuenta Suetonio que la gens de los Claudii rechazaba utilizar el praenomen Lucius,pues dos de los miembros de la familia que lo haban portado la haban deshonrado.

    Cum praenominibus cognominibusque uariis distingueretur, Luci praenomen consensurepudiauit, postquam e duobus gentilibus praeditis eo alter latrocinii, caedis alter co-nuictus est (Suet. Tib. 1, 2)12.

    Nuestro bigrafo seala tambin que, al solicitar Agripina a su hermano y emperadorCalgula que pusiera al recin nacido y futuro Nern el nombre que quisiera, ste indicen broma el nombre de su to Claudio, propuesta que Agripina rechaz dado que, por en-tonces, Claudio era el hazmerrer de la corte.

    Eiusdem futurae infelicitatis signum euidens die lustrico extitit: nam C. Caesar, rogantesorore ut infanti quod uellet nomen daret, intuens Claudium patruum suum, a quo moxprincipe Nero adoptatus est, eius se dixit dare, neque ipse serio sed per iocum et asper-nante Agrippina, quod tum Claudius inter ludibria aulae erat (Suet. Nero, 6, 2).

    Como se puede suponer, la eleccin de un nombre apropiado para el recin nacidoconstitua un acto pleno de significado que, como ocurre en la actualidad, requera espe-cial reflexin y no pocas dudas.

    Dies lustricus

    El dies lustricus entre los romanos, momento en el que se impone el nombre al neona-to y que tiene su paralelo en la anfidromia para los griegos o el bautismo entre los cristia-nos, es una ceremonia de especial trascendencia simblica y augural, en la que con la pu-rificacin y la designacin del praenomen, el recin nacido era integrado oficialmente enla familia donde se desarrollar como individuo (Doer, 1974, 7-11; BrindAmour, 1975,17-58; Harmon, 1978, 1596-1597; Nraudau, 1984, 277-281). Con el nombre, el neonatorecibe toda una serie de derechos y obligaciones civiles y patrimoniales que lo definen ycaracterizan en el seno de la sociedad donde se integra. Este acto de incorporacin del re-cin nacido en el mundo de los vivos (Nraudau, 1984, 279-280), tan ntimamente asocia-do a la primera nominacin, se convierte as en el primer rito de paso utilizando la afor-tunada expresin de A. van Gennep (1909) para definir las prcticas que sealan loscambios de status de un individuo, que sufrir todo ciudadano romano a lo largo de suvida. Unos cambios sociales, sexuales, jurdicos e, incluso, religiosos, que normalmentevienen expresados a travs de toda una serie de manifestaciones pblicas, entre las cuales

    Voces, nominatio y mutatio nominis 269

    12 Aunque los miembros de esta familia se distinguan entre s por diversos nombres propios y sobre-nombres, repudiaron no obstante por acuerdo unnime el nombre de Lucio, porque dos que lo llevaronfueron declarados convictos, el uno de robo a mano armada y el otro de asesinato. Traduccin de Bassolsde Climent, 1996.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • el cambio o modificacin del nombre propio suele ser una constante. Posibilidad propicia-da por una legislacin muy laxa, que permita al ciudadano romano modificar su praeno-men, nomen o cognomen, siempre que no se produjera fraude, ni se perjudicara a un terce-ro (Doer, 1974, 32-39; Panero, 2005; Robles, 2012, 95).

    Resulta imposible en los breves lmites de este artculo analizar todos los procesos enlos que, por muy variadas razones, un individuo expresaba con la modificacin de sunombre una alteracin de su personalidad o un cambio de su consideracin en el seno dela sociedad donde vive. A pesar de ello, me gustara dedicar unas lneas a un ritual de enorme repercusin histrica, en cuyo seno la transnominacin participa claramente dedos aspectos ya destacados: la modificacin del status del individuo y la creacin de vncu-los con un antepasado homnimo. Me refiero al rito de proclamacin imperial o rito de in-vestidura de los emperadores romanos.

    Como todo rito de paso, la investidura del nuevo soberano formula simblicamente lamuerte, en este caso de un ciudadano romano, y su posterior renacimiento convertido enemperador de Roma. Una metamorfosis pblicamente expresada en toda una serie de ac-tos entre los que cabe destacar la mutatio uestis, por la que el individuo que va a ser pro-clamado emperador se desprende de sus antiguas vestiduras para recibir las propias de sunueva condicin (Eisler, 1910; Alfldi, 1970, 122ss), o la mutatio nominis, es decir, elacto por el cual el recin proclamado emperador abandonaba su nombre de nacimientopara recibir su denominacin como emperador, su ttulo imperial (Schillinger-Hfele,1986; Magioncalda, 1991).

    As Nern (54-68 d.C.), cuyo nombre de pila era Lucius Domitius Ahenobarbus, adop-t como ttulo imperial el de Imp. Nero Claudius Caesar Augustus Germanicus; MarcoAurelio (161-180) pas de denominarse Marcus Annius Verus a Imp. Caesar Marcus Au-relius Antoninus Augustus; Heliogbalo (218-222 d.C.), de Varius Auitus Bassianus a Imp.Caesar Marcus Aurelius Antoninus Augustus, etc.

    Pero junto con su valoracin como rito de paso o cambio de status, la mutatio nominispresenta un intencionado significado de legitimacin poltica, materializado en la incorpora-cin a los ttulos de todos los emperadores romanos de algn elemento propio del nombrede sus antecesores, con el objetivo de expresar una sucesin dinstico-familiar que en mu-chos casos no exista. Se trata de un procedimiento propio de los procesos de adopcin de lasociedad romana, por el que la incorporacin legal de un individuo a una familia distinta dela suya de nacimiento vena pblicamente expresada por la transformacin del nombre pro-pio del adoptado al incorporar alguna parte o la totalidad de los tria nomina del adoptante(Kunst, 2005). As, por ejemplo, el futuro emperador Augusto (23 a.C.-14 d.C.), cuyo nom-bre de pila era Gaius Octauius Turinus, pas a denominarse Gaius Iulius Caesar Octauianustras ser adoptado en testamento por su to abuelo Gaius Iulius Caesar en el 44 a.C.13.

    Seguramente, el ejemplo ms evidente de dicho intento de forzar la conexin dinsticaa travs del nombre fue la incorporacin del nombre Caesar, cognomen de Gayo JulioCsar, al ttulo imperial de todos los sucesivos emperadores romanos. No debemos olvidar

    270 Miguel Requena Jimnez

    13 El recurso a la adopcin de un individuo de origen patricio por una familia plebeya fue intensamen-te utilizado durante los conflictos polticos de la baja repblica romana, como as se aprecia en el intere-sante episodio de los hijos de Apio Claudio Pulcro: Apio Claudio, de tendencia aristocrtica y Publio Clo-dio marcadamente popular (Allen, 1937; Hernndez de la Fuente, 2009).

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • que, si bien tanto Augusto como Tiberio o Calgula recibieron por adopcin o nacimientoel nombre de Caesar, que mantendrn en su ttulo oficial, ser Claudio (Tiberius ClaudiusNero Germanicus) quin lo incorpor por primera vez al ttulo imperial (Tiberius Clau-dius Caesar Augustus Germanicus, 41-54 d.C.) sin haber sido legtimamente adoptado.

    Pero al margen del nombre/ttulo de Csar, desde mediados del siglo II d.C., numero-sos prncipes comenzarn a incorporar parte del nombre familiar del anterior emperador asu ttulo oficial, y ello a pesar de no tener ningn vnculo familiar directo ni haber sidoadoptado legalmente.

    As, por ejemplo, Septimio Severo (Lucius Septimius Seuerus), que alcanzar el podertras una cruel guerra civil, incorporar a su denominacin imperial Imp. Caesar LuciusSeptimius Seuerus Pertinax Augustus, 193-211 d.C. el cognomen del anterior y efmeroemperador Prtinax (192-193) Imp. Caesar Publius Heluius Pertinax Augustus, cuyomayor mrito haba consistido en participar en el complot que acab con el nefasto y tir-nico emperador Cmodo (180-192 d.C.).

    No menos significativa es la apropiacin del nomen Antoninus por los descendientesde Septimio Severo (Hartke, 1951; Syme, 1971; Frzouls, 1991)14. As su hijo Lucius Sep-timius Bassianus, conocido popularmente como Caracalla (211-217 d.C.), adopt comoemperador el ttulo de Imp. Caesar Marcus Aurelius Seuerus Antoninus Augustus, apro-pindose de los dos nomina ms caractersticos de la prestigiosa y anterior dinasta de losAntoninos (96-192) (Aurelius y Antoninus), as como del praenomen de dos de sus empe-radores. Con esta misma intencin Varius Avitus Bassianus (Heliogbalo, 218-222 d.C.)fue proclamado con el nombre de Imp. Caesar Marcus Aurelius Antoninus Augustus.

    La sociedad romana, consciente de estos irregulares procesos de legitimacin polticaa travs del nombre, supo ironizar al respecto. As, por ejemplo, tras la sublevacin queacab con el poder del emperador Caracalla, el emperador Macrino (217-218 d.C) Mar-cus Opellius Macrinus y su hijo Diadmeno fueron elevados el trono imperial bajo losrespectivos nombres de Imp. Caesar Marcus Opellius Seuerus Macrinus Augustus y Mar-cus Opellius Antoninus Diadumenianus Caesar, nombres que les permitan entroncar conlas anteriores dinastas de los Antoninos (96-192 d.C.) y de los Severos (193-235 d.C.).Un intento de legitimacin que la sociedad romana cuestion claramente. Afirma JulioCapitolino en la biografa de este efmero emperador que Opilio Macrino aadi a sunombre el de Severo, a pesar de que no le una ningn parentesco con l. De ah que sur-giera el siguiente juego irnico con su nombre: sic Macrinus est Seuerus, quo modo Dia-dumenus Antoninus (SHA, Macrino, 5, 7)15.

    Otro pasaje de nuestro bigrafo recuerda tambin que Diadmeno, asesinado juntocon su padre, recibi el ttulo de Antonino y que por ello circularon los siguientes versosmordaces:

    uidimus in somnis, ciues, nisi fallor, et istud:Antoninorum nomen puer ille gerebat,qui patre uenali genitus sed matre pudica,

    Voces, nominatio y mutatio nominis 271

    14 Al respecto vid. SHA. Sept. Sev. X, 3-5; SHA. Geta, I 3-4; SHA. Opil. III 1-9; SHA. Diad. VI, 8-9.15 Macrino es Severo del mismo modo que Diadmeno es Antonino, traduccin de Picn y Cascn,

    1989.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • centum nam moechos passa est centumque rogauit.Ipse etiam caluus moechus fuit, inde maritus:en Pius, en Marcus, Verus nam non fuit ille (SHA, Macrino, 14, 2)16.

    El ltimo verso crea un ingenioso juego de palabras con los dos sentidos del trminoVerus: nombre de varios emperadores de la familia de los Antoninos a la que Diadmenointentaba vincularse, y adjetivo con el sentido de sincero/verdadero.

    Tampoco escapaban de la stira popular ciertas particularidades de la nominacin delos emperadores. La Historia Augusta nos informa de la circulacin en Roma de toda unaserie de bromas y dichos populares que, ironizando con el nombre oficial del emperadorSeptimio Severo (193-211 d.C.) Imp. Caesar Lucius Septimius Seuerus Pertinax Augus-tus, criticaban su labor de gobierno. Juegos de palabras por los que, como afirma el bi-grafo Elio Esparciano, fueron condenados a muerte muchos ciudadanos romanos. Entredichas frases mordaces nos recuerda aquella que ironizaba con el doble sentido de los tr-minos severus y pertinax, que significan respectivamente severo/duro y agarrado/tacao.

    ecce imperator uere nominis sui, uere Pertinax, uere Seuerus (SHA. Sept. Sev. 14, 12-13).

    Desde el 198 d.C. Septimio Severo elimin el nomen Pertinax de su titulatura oficial,quedando reducido a Imp. Caesar Lucius Septimius Seuerus Augustus.

    La denominacin imperial inclua asimismo toda una serie de ttulos honorficos deriva-dos de los pueblos enemigos de Roma a los que el emperador haba vencido. As, por ejem-plo, al nombre oficial del emperador Caracalla (211-217), Imp. Caesar Marcus AureliusSeuerus Antoninus Augustus, se aadieron los ttulos de Britannicus Maximus, que poseadesde el 210, Parthicus Maximus y Arabicus Maximus desde el ao 211 y Germanicus Ma-ximus desde el 213. Por ello, cuando surgieron los rumores que atribuan a Caracalla el ase-sinato de su hermano menor Publius Geta (con el que comparti el trono durante casi todoel ao 211), entre la poblacin romana surgieron stiras como aquella que le animaba a in-corporar a sus ttulos el de Gtico Mximo. Cruel irona que denunciaba el asesinato de suhermano amparndose en la circunstancia de que se daba el nombre de godos Getas a cier-tos pueblos que haba derrotado en combates improvisados cuando se dirigi a Oriente.

    Non ab re est etiam diasyrticum quiddam in eum dictum addere. Nam cum Germanici etParthici et Arabici et Alamannici nomen adscriberet (nam Alamannorum gentemdeuicerat), Heluius Pertinax, filius Pertinacis, dicitur ioco dixisse: adde, si placet, etiamGeticus Maximus, quod Getam occiderat fratrem et Gothi Getae dicerentur, quos ille,dum ad orientem transit, tumultuariis proeliis deuicerat (SHA. Caracalla, 10, 5-6)17.

    272 Miguel Requena Jimnez

    16 Hemos visto en sueos, ciudadanos, si no me engao, tambin esto: / Llevaba el nombre de losAntoninos aquel nio / que naci de padre esclavo, pero de madre virtuosa/ pues resisti a cien adlte-ros e hizo proposiciones a otros cien. /Tambin este calvo fue amante y despus marido/ he aqu un Po,he aqu un Marco, pues l jams fue Vero, traduccin de Picn y Cascn, 1989.

    17 Tambin la Historia Augusta relata que el emperador Macrino (217-218) Imp. Marcus OpelliusSeuerus Macrinus Augustus era tan cruel, pertinaz y severo cuando azotaba a los siervos de palacio, questos le llamaban Macelino (Macellinum) en lugar de Macrino, porque su casa se regaba con la sangrede los esclavos ms jvenes como si fuera una carnicera (SHA, Macrino, 13, 39). Macelino significa elcarnicero, apodo derivado de macellum (=matadero), alusivo a su crueldad.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • La sociedad mediterrnea ha sabido conservar estos juegos de irona romanos, y as,por ejemplo, en una de las pancartas utilizadas por el movimiento social conocido como15m, durante las manifestaciones contra la situacin poltica y econmica de Espaa po-da leerse: Imagina un pas donde el yate del rey se llama Bribn, el mayor banquero Bo-tn, y la ministra de Sanidad Mato.

    los peligros del nombre propio

    No podemos finalizar este repaso a la importancia de la palabra que define a un indi-viduo, sin abordar brevemente los numerosos peligros que tambin se derivan de la nomi-nacin. En efecto, dado que el nombre es una parte integrante del individuo, de su poten-cia, de su presencia en la comunidad donde vive, las sociedades antiguas tambin creanque a travs del nombre propio era posible no slo llamar, sino tambin apropiarse de par-te de la potencia o del poder de aquel que lo lleva, e incluso de actuar contra su persona.Se trata, desde luego, de una idea fundamental para llegar a entender la importancia en lassociedades antiguas de infinidad de creencias y prcticas mgicas, as como de los diver-sos procedimientos instituidos para evitar tal peligro, entre los que podemos mencionar laocultacin del nombre propio, la mltiple nominacin, la nominacin repulsiva, el miedoa mentar ciertas potencias divinas, etc.

    Cuenta Macrobio que los romanos no slo desconocan el nombre latino de Roma,sino tambin el del dios protector de la ciudad:

    Constat enim omnes urbes in alicuius dei esse tutela moremque Romanorum arcanum etmultis ignotum fuisse ut, cum obsiderent, urbem hostium eamque iam capi posse confide-rent, certo carmine euocarent tutelares deos, quod aut aliter urbem capi posse non crede-rent, aut etiam, si posset, nefas aestimarent deos habere captiuos. Nam propterea ipsi Ro-mani et deum in cuius tutela urbs Roma est et ipsius urbis Latinum nomen ignotum esseuolurunt (Macr. Sat. III 9, 2-4)18.

    Como seala nuestro autor, la ocultacin del nombre del dios protector de Roma in-tentaba evitar que alguien pudiera llamarlo por su verdadero nombre para invitarle a aban-donar la ciudad. Nos encontramos ante la institucin de la euocatio, es decir, el rito por elcual, invocando en voz alta el nombre de la divinidad protectora de una comunidad, nor-malmente enemiga, y ofrecindole toda una serie de privilegios en la nuestra, se proponaatraerla a nuestro lado, abandonando consecuentemente a sus protegidos (Basanoff, 1947;Pfister, 1966, 1160-1165; Gustafsson, 2000). Esta circunstancia, segn Tito Livio, aconte-

    Voces, nominatio y mutatio nominis 273

    18 Como es sabido, todas las ciudades estn bajo la proteccin de una divinidad, y existi una usanzaromana secreta y desconocida por muchos, a saber: cuando asediaban una ciudad enemiga y desconfia-ban ya de poder conquistarla, hacan salir a los dioses tutelares pronunciando una frmula especfica(euocatio), bien porque no crean que la ciudad pudiera ser tomada de otro modo, bien porque inclusocreyendo que si podran conquistarla, juzgaban sacrlego hacer prisioneros a los dioses. De hecho, poresta razn los propios romanos quisieron mantener en secreto tanto la identidad de la divinidad tutelar dela ciudad de Roma, como el nombre latino de la ciudad misma. Traduccin de Navarro Antoln, 2010.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • ci en el caso de Juno Regina, patrona de Veyos, evocada por Camilo (396 a.C.) al trmi-no del asedio de la ciudad etrusca (Liv. V, 21-22).

    Cuenta nuestro historiador que, cuando el ejrcito romano se diriga a la ciudad de Ve-yos, el dictador Camilo, al tiempo que daba la orden de que los soldados tomasen las ar-mas, exclam:

    Pythice Apollo, tuoque numine instinctus pergo ad delendam urbem Veios, tibique hincdecimam partem praedae uoueo. Te simul, Iuno regina, quae nunc Veios colis, precor, utnos uictores in nostram tuamque mox futuram urbem sequare, ubi te dignum amplitudinetua templum accipiat19.

    Como confirman Livio y Valerio Mximo (I 8, 3), la diosa abandon la ciudad y setraslad a Roma.

    El nombre propio se convierte as no slo en la clave necesaria para comunicarse conla divinidad, sino tambin en un medio imprescindible para llegar a apoderarse de su vo-luntad, objetivo ltimo de infinidad de prcticas mgicas en la Antigedad (Abt, 1908, 23-24 y 45-47). Un temor que llevaba a procedimientos tan curiosos como que el nombrecompleto de los dioses egipcios estuviera constituido por una lista casi infinita de nomina-ciones por ejemplo, pronunciar el nombre de una de las esposas de Horus, Seperteres,duraba tres aos, o que el dios egipcio Ra cambiara de nombre todos los das (Gardiner,1935, 58; Borghouts, 1987, 271-299; Meeks, 1996, 145-146).

    Adems, el peligro de que la mera mencin del nombre propio de la divinidad provocarasu presencia entre los hombres, circunstancia crtica al situar a un individuo sin la pureza ylos conocimientos necesarios en relacin directa con la extraordinaria potencia de lo divino,siempre ambivalente y por tanto extremadamente peligrosa, permite entender el frecuenteuso de perfrasis, alegoras o seudnimos al referirse a los dioses (Traube, 1907; RamrezOlid, 1990, 27-48) o simplemente, el atvico temor a nombrar en determinadas circunstan-cias a las potencias divinas, fundamentalmente las de carcter ctnico en particular los diimanes o espritus de los muertos (Frazer, 2003, 298-303; Ballester, 2008, 43-44). Y ello de-bido a que los efectos positivos que conlleva cualquier rito o particularidad sagrada reguladay practicada respetando escrupulosamente todos los gestos, palabras o acciones rgidamenteestablecidas por la tradicin y el derecho pontifical, pueden transformarse en problemas decontaminacin y efectos indeseados para la comunidad o el individuo cuando se intenta imi-tar un ritual o se participa de una potencia sin las precauciones y prctica necesaria para nocometer ningn error en la accin ritual, o con intenciones perversas. Temor universalmenteconocido y popularizado bajo el mito del aprendiz de brujo, ya descrito por Luciano en suPhilopseudes, El aficionado a la mentira o El incrdulo, 36.

    Pero son, sobre todo, los hombres los que temen que a travs de su nombre propiootros individuos o, incluso, potencias divinas puedan actuar contra su persona (Ballester,2008). Un peligro que se intentaba evitar con prcticas como el uso de motes o pseu-dnimos que ocultaran el nombre propio de la persona o el gentilicio de la familia una

    274 Miguel Requena Jimnez

    19 Apolo Ptico, bajo tu gua e inspirado por tu voluntad, me encamino a destruir la ciudad de Veyos,y hago voto en este momento de darte la dcima parte del botn. Tambin a ti, Juno Reina, que ahora mo-ras en Veyos, te pido que nos sigas, victoriosos a nuestra ciudad que pronto ser, tuya donde te acogerun templo digno de tu majestad. Traduccin de Villar Vidal, 2001.

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • costumbre vigente en las zonas rurales hasta hace pocos aos (Lambertz, 1913-1914); elcambio de nombre ante un perodo de mala suerte o enfermedad con el objetivo de de-sorientar o rechazar al ente causante de la misma; la nominacin o transnominacin connombres repulsivos (Ballester, 2008, 39-41)20; o incluso la utilizacin de nombres tefo-ros, es decir, portadores de la deidad.

    Denominaciones como Ranss, Akenatn, Tutankamn, Tutmosis, Nabucodonosor, Is-baal, Martn, Saturnino, Teodoro, Doroteo, Teodosio, Tefilo, Miguel, Rafael, etc., formanparte de una interminable relacin de nombres teforos usados en la Antigedad. Para lamentalidad mgico-religiosa de las sociedades antiguas, dicha nominacin estableca unaespecial relacin de tutela por parte de la divinidad invocada en el nombre hacia la perso-na que lo portaba (Sitti, 1911; Hoffmann, 1915; Markey, 1984; Fowler, 1988; Parker,2000). Prctica que nos recuerda la costumbre cristiana de nominar al neonato con elnombre del santo del da de nacimiento, que desde entonces se convierte en su protector.

    no mencionar el nombre

    La ntima asociacin entre la existencia de una persona y su nombre propio, vuelve aestar presente en la prctica universal de condenar al olvido a un individuo por parte dela comunidad a la que pertenece. Nos encontramos ante el mximo castigo que poda reci-bir una persona, dado que para la mentalidad de las sociedades antiguas, la destruccin detodo aquello que la recordaba y la prohibicin de mencionarla, supona su expulsin de lacomunidad donde haba sido integrada con la nominacin y, en consecuencia, su condenapara toda la eternidad.

    Se trata de un expediente que la sociedad romana institucionaliz bajo la denomina-cin de damnatio memoriae (Vittinghoff, 1936; Hedrick, 2000). Una decisin del Senadoromano (ex senatus consulto) que, por las circunstancias que haban rodeado la vida y ac-tuacin de una personalidad fallecida, frecuentemente el emperador, poda decretar lacondena de su memoria y la destruccin de todo cuanto le recordaba. As, eran derribadassus estatuas, fundidas sus monedas, martilleadas las inscripciones y corregidos los manus-critos y papiros donde apareca su nombre. Una destruccin material a la que se sumaba laprohibicin de mencionar su nombre, e incluso en determinados casos, se prohiba el usode su praenomen y a veces de su cognomen a los miembros de su familia.

    Cuenta Suetonio que, tras el asesinato del emperador Domiciano, junto con la destruc-cin de los clpeos y estatuas del emperador, se decret que se borraran sus inscripcionesen todos los lugares del imperio y se destruyera por completo su memoria:

    Senatus adeo laetatus est, ut repleta certatim curia non temperaret, quin mortuum contu-meliosissimo atque acerbissimo adclamationum genere laceraret, scalas etiam inferri cli-peosque et imagines eius coram detrahi et ibidem solo affligi iuberet, nouissime eraden-dos ubique titulos abolendamque omnem memoriam decerneret (Suet. Dom. 23, 1).

    Voces, nominatio y mutatio nominis 275

    20 Resulta especialmente interesante comprobar, an hoy, la gran cantidad de apelativos populares depersona derivados de nombres propios, en los que prevalece claramente una intencin despreciativa o de-gradante (Bracchi, 2007).

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • Una damnatio memoriae que sufrirn ms de una treintena de emperadores romanos,entre los que podemos citar a Calgula, Nern, Domiciano, Geta, Caracalla, Macrino, Dia-dmeno, Heliogbalo, Alejandro Severo, Maximino, Volusiano, Valeriano, Galieno, Ps-tumo, Victorino, Probo, Caro, Numeriano, Diocleciano, Galerio, etc. (Benoist, 2004).

    Con la damnatio memoria, accin que generalmente vena acompaada de otros agra-vios como la laceracin o mutilacin del cuerpo y su no sepultura, el espritu del indivi-duo condenado quedaba privado de cualquier culto pblico e, incluso, privado. En las fa-milias que gozaban del ius imaginum, la imago del miembro de la familia condenado nofigurara nunca en el atrium de la domus, no sera honrado con la correspondiente lauda-tio funebris, no tendra sepulcro, ni ofrendas funerarias, nadie lo podra recordar por sunombre, su imago no acompaara los cortejos fnebres o triunfos de sus descendientes,en definitiva, no recibira los honores fnebres necesarios para poder acceder al mundoinferior y descansar en l, sino que por el contrario se convertira en una larva, lemur omuerto malfico condenado a deambular eternamente en forma de sombra o fantasma en-furecido (Jobb-Duval, 1924, 88-92). Borrar el recuerdo de una persona supona no sloexpulsarlo del seno de su familia y comunidad, sino que al privarlo del necesario culto alos muertos, tambin se le condenaba en el ms all.

    Como contrapartida a esta condena al olvido de un individuo, las sociedades antiguasconvirtieron el culto a los muertos, con el consiguiente y peridico recuerdo de los miem-bros de la comunidad fallecidos, en una parte fundamental de la religiosidad tanto privadacomo pblica (De Coulanges, 1905). Cultos en los que el recuerdo del nombre del fallecido,inscrito en las lpidas de las tumbas situadas junto a lugares de paso, y de su imagen, pre-sente en un lugar relevante de la casa, constitua un elemento de claro reconocimiento de sutodava pertenencia a la comunidad en la que haban sido integrados con la nominatio.

    La trascendencia de la imagen y de la palabra tanto en la damnatio memoriae como enlos cultos funerarios, vuelve a recordarnos la preeminencia de la imagen y el sonido en laconceptualizacin de los objetos y acciones por parte de las sociedades primitivas, aspec-to ya sealado al abordar el origen del valor augural de la palabra escuchada, y que ennuestra opinin resulta fundamental para aproximarse a numerosas creencias popularestodava presentes en el subconsciente colectiva de la sociedad actual.

    Mencionar, invocar, escribir, tener, recordar, conocer, leer, utilizar, cambiar, poseer,borrar, martillear, tachar u olvidar un nombre propio, son actos plenos de significado m-gico-religioso, presentes en infinidad de creencias e instituciones de todas las pocas yculturas que difcilmente podemos abarcar en las breves lneas de este trabajo. Tampocoes posible incluir en l la ingente bibliografa generada al respecto. Pero a pesar de dichaslimitaciones, en las anteriores pginas hemos podido comprobar que el nombre propioparticipa de una de las creencias ms atvicas de la humanidad, el valor augural de la pa-labra escuchada.

    Los pueblos de la antigedad crean que mientras el nombre de una persona fuera re-cordado y pronunciado, la persona seguira acompandolos. Valgan estas lneas comohomenaje por la jubilacin de Mari Paz Garca-Gelabert Prez, extraordinaria compaeraen el Departamento de Historia Antigua de la Universitat de Valencia y mejor amiga.

    276 Miguel Requena Jimnez

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • bIblIografa

    ABT, A. (1908): Die Apologie des Apuleius von Madaura und die antike Zauberei (Religionsges-chichtliche Versuche und Vorarbeiten IV 2), Giessen, Alfred Tpelmann, 269 p.

    ALFLDI, A. (1970): Die monarchische Reprsentation im rmischen Kaiserreiche, Darmstadt,Wissenschaftliche Buchgebells, 323 p.

    ALLEN, W. Jr. (1937): Claudius or Clodius?, The Classical Journal 33, 107-110.BALLESTER, X. (2008): La magia del nombre propio y la magia propia del nombre, Liburna, 1,

    37-63.BALLESTER, X. (2009): Hablar a Primera Vista, Quaderns de Filologia. Estudis lingstics, 14,

    13-31.BANNIER, W. (1900-1906): Thesaurus Linguae Latinae II, Leipzig, s.v. auspicor, 1549-1552.BARBIERI, G. (1977): Sullonomastica delle famiglie senatorie dei primi secoli dellImpero,

    LOnomastique latine (H-G. Pflaum y N. Duval, Eds.), Paris, Centre National de la RechercheScientifique, 177-190.

    BASANOFF, V. (1947): Evocatio. tude dun rituel militaire romain, Paris, Presses Universitanesde France, 230 p.

    BASSOLS DE CLIMENT, M. (1996): C. Suetonio Tranquilo. Vida de los doce Csares, Madrid,CSIC, 4 v.

    BUMER, A. (1984): Die Macht des Wortes in Religion und Magie (Plinius, Naturalis Historia28, 4-29), Hermes, 112, 84-99.

    BAYET, J. (1984): La religin romana: historia poltica y psicolgica, Madrid, Cristiandad, 346 p.BENOIST, S. (2004): Titulatures impriales et Damnatio Memoriae. Lenseignement des inscrip-

    tions marteles, Cahiers Glotz, XV, 175-189.BORGHOUTS, J.F. (1987): La magia in Egitto ai tempi dei Faraoni, Torino, Arte e Natura Libri,

    365 p.BOTTRO, J. (1995): La escritura y la formacin de la inteligencia en la antigua Mesopotamia,

    en: Bottro, J. et al. (Eds.), Cultura, pensamiento, escritura, Barcelona, Gedisa, 9-43.BOUCH-LECLERCq, A. (2003): Histoire de la divination dans lAntiquit, Grenoble (Paris,

    1879 tomo I; 1880 tomos II y III; 1882 tomo III), Jrme Millon, 1109 p.BOUCH-LECLERCq, A. (1900): Dictionnaire del Antiquits grecques et romaines (Ch. Darem-

    berg, E. Saglio, E. Pottier, eds.), Paris, Hachette, III, 435-440, s.v. inauguratio.BRACCHI, R. (2007): Nomen non tamen omen, Rivista Italiana di Onomastica (RIOn), 13, 51-90. BRINDAMOUR, L. y P. (1975): Le dies lustricus, les oiseaux de laurore, et lamphidromie, La-

    tomus, 34, 17-58.CAILLEMER, E. (1910): Dictionnaire del Antiquits grecques et romaines (Ch. Daremberg, E. Sa-

    glio, E. Pottier, eds.), Paris, Hachette, IV, 99-102, s.u. nomoi.DE COULANGES, F. (1905): La Cit Antique. tude sur le culte, le droit, les institutions de la Gr-

    ce et de Rome, Paris, Hachette, 478 p.DETIENNE, M. (1972): Les Jardins dAdonis, Paris, Gallimard, 248 p.DICENTA MORENO, T. (2003): La transmisin del nomen familiae, en: Lpez Rosa, R., del Pino-

    Toscano, F. (Eds.), El Derecho de Familia: de Roma al Derecho Actual, Huelva, Universidad deHuelva, 157-165.

    DOER, B. (1974): Die rmische Namengebung: ein historischer Versuch, Hildesheim, Georg Olms,230 p.

    EISLER, R. (1910): Weltenmantel und Himmelszelt. Religionsgeschichtliche Untersuchungen zurUrgeschichte des antiken Weltbildes, Mnchen, C. H. Beck, 2 v.

    FOWLER, J.D. (1988): Theophoric Personal Names in Ancient Hebrew: A Comparative Study(JSOT Supplement Series 49), Sheffield, JSOT, 410 p.

    Voces, nominatio y mutatio nominis 277

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • FRAZER, J.G. (2003): La rama dorada. Magia y religin, Mxico-Madrid, F.C.E., 860 p.FRZOULS, E. (1991): La succession impriale dans lHistoire Auguste: Les Antonins et les S-

    vres, H.A. Colloquium, I, Macerata, 197-212.GARCA BLANCO, J., JIMNEZ GAZAPO, P. (2002): Juliano. Contra los Galileos. Cartas. Le-

    yes, Madrid, Gredos, 228 p.GARDINER, A.H. (1935): Hieratic Papyri in the British Museum. Third Series, Londres, Trustees

    of the British Museum, 2 v.GUSTAFSSON, G. (2000): Evocatio Deorum: Historical and Mythical Interpretations of Ritualised

    Conquests in the Expansion of Ancient Rome (Acta universitatis Upsaliensis, Historia Religio-num 16), Uppsala, Uppsala University, 167 p.

    HARMON, D.P. (1978): The Family Festivals of Rome, Aufstieg und Niedergang der rmischenWelt (H. Temporini y W. Haase, eds.), Berlin/New York, II 16, 2, 1440-1468.

    HARTKE, W. (1951): Rmische Kinderkaiser. Eine Strukturanalyse rmischen Denkens und Da-seins, Berlin, Academie, 487 p.

    HEDRICK, Ch. W. (2000): History and Silence. The Purge and Rehabilitation of Memory in LateAntiquity, University of Texas, 338 p.

    HERNNDEZ DE LA FUENTE, D. (2009): Entre Claudio y Clodio: Fontica y poltica en la tra-duccin de Plutarco, Luc. 21, 1, Estudios Griegos e Indoeuropeos, 19, 29-39.

    HOFFMANN, K. (1915): Die theophoren Personennamen des lteren Aegyptens, Untersuchun-gen zur Geschichte und Altertumskunde Aegyptens (Ed. H. Sethe), Leipzig, VII, 1-83.

    JOBB-DUVAL, E. (1924): Les morts malfaisants. Larvae, Lemures daprs le droit et les cro-yances populaires des romains, Paris, Recueil Sirey, 334 p.

    KVES-ZULAUF, Th. (1990): Rmische Geburtsriten, Mnchen, C. H, Beck, 419 p.KUNST. Ch. (2005): Rmische Adoption. Zur Strategie einer Familienorganisation (Frankfurter al-

    thistorische Beitrge, 10), Hennef, Merthe Clauss, 351 p.KROLL, W. (1914): Namenaberglaube bei Griechen und Rmern, Mitteilungen d. Schles. Gesell-

    schaft f. Volkskunde, 16, 179-196.LAMBERTZ, M. (1913-1914): Zur Ausbreitung des Supernomen oder Signum im rmischen

    Reiche, Glotta, IV, 78-143 y V, 99-170.LAROCK, V. (1930-1931): Essai sur le valeur sacre et le valeur sociale des noms de personnes dans

    les socits infrieures, Revue de lHistoire des Religions, 101, 27-67 y 100-201; 102, 67-92.LATTE, K. (1992): Rmische Religionsgeschichte (Handbuch der Altertumswissenschaft, 5, 4),

    Mnchen, C. H. Beck, 429 p.LINDERSKI, J. (1986): The Augural Law, en: Temporini, H., Haase, W. (Eds.), Aufstieg und

    Niedergang der rmischen Welt, Berlin, New York, II 16, 3, 2146-2312.LPEZ LPEZ, M. (1991): Los personajes de la comedia plautina: nombre y funcin, Lleida, Pu-

    blicacions de lEstudi General de Lleida, 324 p.LPEZ LPEZ, M. (2003): Interpretatio nominum y diversificacin del concepto de ratio en

    Plauto, Revista de Estudios Latinos (RELat) 3, 29-44.MAGIONCALDA, A. (1991): Lo sviluppo della titolatura imperiale da Augusto a Giustiniano at-

    traverso le testimonianze epigrafiche, Torino, Giappicheli, 146 p.MANGUEL, A. (2005): Una historia de la lectura, Barcelona, Lumen, 621 p.MARKEY, T.L. (1984): Indo-European Theophoric Personal Names and Social Structure, Journal

    of Indo-European Studies, 3, 227-255.MEEKS, D., FAVARD-MEEKS, Ch. (1996): La vida cotidiana de los dioses egipcios, Madrid, Te-

    mas de Hoy, 333 p.MESLIN, M. (1970): La fte del Kalendes de janvier dans lempire romain. tude dun rituel de

    Nouvel An (Coll. Latomus, vol. CXV), Bruxelles, Latomus, 138 p.MOMMSEN, Th. (1985): Le droit public romaine, Paris, Hachette, Diffusion de Boccard, 8 v.

    278 Miguel Requena Jimnez

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • MOREL, Ch. (1910): Dictionnaire del Antiquits grecques et romaines (Ch. Daremberg, E. Saglio,E. Pottier, Eds.), Paris, IV, 88-96, s.v. nomen.

    NAVARRO ANTOLN, F. (2010): Macrobio. Saturanales, Madrid, Gredos, 733 p.NRAUDAU, J.-P. (1984): tre enfant Rome, Paris, Les Belles Lettres, 441 p.NICOLET, Cl. (1977): LOnomastique des groupes dirigeants sous la Rpublique, en: Pflaum, H.-G.,

    Duval, N. (Eds.), LOnomastique latine, Paris, Centre National de la Recherche Scientifique,45-61.

    NOVOTN, F. (1949): Favete linguis. tude smantique, Revue des Etudes Latines, 27, 108-110.ONG, W.J. (1982): Orality and Literacy. The Technologizing of the Word, London, Methnen, 201 p.PANERO, P. (2005): Aspectos penales de la mutatio nominis, en: El derecho penal: de Roma al

    derecho actual, Madrid, Edisofer, 463-478.PARKER, P. (2000): Theophoric Names and the History of Greek Religion, Greek Personal

    Names. Their Value as Evidence (Proceeding of the British Academy, 104), Oxford y New York,British Academy-Oxford University, 53-79.

    PFISTER, F. (1966): Reallexikon fr Antike und Christentum (Th. Klauser, Ed.), Stuttgart, VI, 1160-1165, s.u. euocatio.

    PICN, V., CASCN, A. (1989): Historia Augusta, Madrid, Akal, 777 p.POZNANSKI, L. (1978): A propos de la collation du nom dans le monde antique, Revue de lHis-

    toire des Religions, 194, 113-127.PUCCI, P. (1988): Inscriptions archaques sur les statues des dieux, en Les savoirs de lcriture.

    En Grec ancienne (M. Detienne, ed.), Lille, Presses Universitaires de Lille, 480-498.RAMREZ OLID, J. (1990): Circunlocuciones bblicas relativas a Dios en el Nuevo Testamento,

    Estudios Clsicos, 32, 27-48.REqUENA, M. (2001): El emperador predestinado. Los presagios de poder en poca imperial ro-

    mana, Madrid, Fundacin Pastor de Estudios Clsicos, 225 p.REqUENA, M. (en prensa): Omina Mortis. Cuando los dioses abandonaron al emperador romano.RIES, E. (1939): Paulys Real-Encyclopdie der classischen Altertumswissenschaft, Mnchen, XVI-

    II, 350-378, s.u. omen.ROBLES REYES, J.R. (2012): Poda el ciudadano romano cambiar de nombre o signos externos

    que daban publicidad a su identidad?, Ridrom. Revista Internacional de Derecho Romano, 86-117 (www.ridrom.uclm.es).

    RODRGUEZ MAYORGAS, A. (2010): Arqueologa de la palabra. Oralidad y escritura en elmundo antiguo, Barcelona, Bellaterra, 303 p.

    SCHEID, J. (2007): Le sens des rites. Lexemple romain, Rites et croyances dans les religions dumonde romain (Entretiens sur lantiquit clssique, LIII), Genve, Fondation Hardt, 319-71.

    SCHILLINGER-HFELE, U. (1986): Consules -Augusti-Caesares. Datierung von rmischen In-scriften und Mnzen, Stutgart, Limes Museum Aalen, 152 p.

    SCHMIDT, W. (1908): Geburtstag im Altertum (Religionsgeschichtliche Versuche und VorarbeitenVII 1), Giessen, Alfred Tpelmann, 136 p.

    SEGURA RAMOS, B. (2001): Ovidio. Fastos, Madrid, Gredos, 237 p.SITTI, E. (1911): De Graecorum nominibus theophoris (diss), Halis Saxonum, 167 p.SVENBRO, J. (1988): Jcris, donc je mefface, lnonciation dans les premires inscriptions grec-

    ques, en Les savoirs de lcriture. En Grec ancienne (M. Detienne, Ed.), Lille, Presses Univer-sitaires de Lille, 459-479.

    SYME, R. (1971): Emperors and Biography. Studies in the Historia Auguste, Oxford, ClarendonPress, 306 p.

    TAMBIAH, S.J. (1968): The Magical Power of Words, Man, 3, 2, 175-208.TRAUBE, L. (1907): Nomina Sacra. Versuch einer Geschichte der christlichen Krzung, Mnchen,

    C. H. Beck, 295 p.TURCAN, R. (1988): Religion romaine, 2. Le culte, Leiden, E. J. Brill, 40 p.

    Voces, nominatio y mutatio nominis 279

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280

  • VALETTE-CAGNAC, E. (1997), La lecture Rome, Berlin, Paris, Belin, 332 p.VAN GENNEP, A. (1909): Les rites de passage, Paris, Emile Nourry, traduccin espaola, Los ritos

    de paso, Madrid, 1986, Taurus, 215 p.VILLAR VIDAL, J.A. (2001): Tito Livio. Historia de Roma desde su fundacin. Libros IV-VII,

    Madrid, Gredos, 346 p.VITTINGHOFF, F. (1936): Der Staatsfeind in der rmischen Kaiserzeit. Untersuchungen sur

    damnatio memoriae, Berlin, Junwer und Dnnhaupt, 117 p.WEBB, P. H. (1933): The Roman Imperial Coinage (Eds. H. Mattingly, E. A. Sydenham), V, 2,

    London.

    280 Miguel Requena Jimnez

    Saitabi. Revista de la Facultat de Geografia i Histria, 62-63 (2012-2013), pp. 257-280