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vladimiro MAIAKOVSKI el POETA es un OBRERO

VLADIMIRO MAIAKOVSKI - EL POETA ES UN OBRERO -

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Antología de poemas

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vladimiro

MAIAKOVSKI

el POETAes un

OBRERO

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Y DE TODOS MODOS

La calle se ha hundido como la nariz de un sifilítico.El río es voluptuosidad que se prolonga en saliva.Lanzando su ropa interior hasta la última hojalos jardines yacen derrengados obscenamente en junio.Salgo a la plaza,me pongo en la cabezala calle ardiente, como una peluca roja.Los peatones me eluden con temor: en mi bocaagita las piernas un grito a medio masticar.Pero no oiré un reproche, no escucharé ladridos,y habrá flores a mis pies como a los de un profeta,porque ustedes, narices hundidas, lo saben muy bien:yo soy su poeta.¡Vuestro juicio final me da tanto miedo como una tab-erna!Pero tan sólo a mí, a través de edificios en llamas,me sacarán en andas las prostitutas como a efigie sagrada,y me mostrarán a Dios en su descargo.¡Y Dios llorará leyendo mi brevísimo libro!Hecho de temblores en compactado ovillo, no de palabras;y echará a correr por el cielo estrechando mis versosy los recitará a sus amigos conteniendo el aliento.

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EL POETA ES UN OBRERO

Se le ladra al poeta: «¡Quisiera verte con un torno! ¿Qué, versos? ¿Esas pamplinas? ¡Y cuando llaman al trabajo, te haces el sordo!» Sin embargo es posible que nadie ponga tanto ahínco en la tarea como nosotros. Yo mismo soy una fabrica. Y si bien me faltan chimeneas, esto quiere decir que más coraje me cuesta serlo. Sé muy bien que no gustáis de frases vacías. Cuando aserráis la madera, es para hacer leños. Pero nosotros qué somos sino ebanistas que trabajan el leño de la cabeza humana. Por supuesto que pescar es cosa respetable. Echar las redes. ¿Quién sabe? ¡Tal vez un esturión! Pero el trabajo del poeta es más beneficioso: la pesca de hombres vivos, esto es lo mejor. Enorme, ardiente es el trabajo en los altos hornos, donde se forma el hierro chisporroteante. ¿Pero quién se atrevería a llamarnos holgazanes? Nosotros bruñimos las mentes con áspera lengua. ¿Quién es más aquí? ¿El poeta o el técnico

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que procura a los hombres tantas ventajas prácticas? Los dos. Los corazones son también motores. El alma es también fuerza motriz. Somos iguales. Camaradas de la clase trabajadora. Proletarios del cuerpo y del espíritu. Solamente unidos solamente juntos podremos engalanar el universo, acelerar el ritmo de su marcha. ante una oleada de palabras, levantemos un dique. ¡Manos a la obra! ¡Al trabajo, nuevo y vivo! Y a los que discursean que se les mande al molino. ¡Para que el agua de sus discursos haga girar sus aspas!

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CONVERSACIÓN CON EL INSPECTOR FISCAL SO-BRE POESÍA

Ciudadano inspector, perdone la molestia. Gracias, no se preocupe, me quedaré de pie. Quiero tratar un asunto bastante delicado: qué sitio ha de ocupar el poeta en las filas obreras. Igual que los que tienen tiendas y terrenos también yo debo pagar impuestos. Usted me pide quinientos al semestre más veinticinco por no declarar a tiempo. Mi trabajo es igual a cualquier otro. Mire cuántas pérdidas, cuántos gastos invierto en materiales. Usted sabe naturalmente eso que llaman rima. Si la primera línea termina en “ajo” entonces, la tercera,

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repitiendo las sílabas debe poner algo así como “cascajo”. Si utilizo su lenguaje la rima es un cheque, hay que cobrarlo alternando los versos y buscas con detalle sufijos y prefijos en el cofre vacío de las declinaciones, de las conjugaciones. Coges una palabra y quieres meterla en la estrofa pero si no entra y aprietas, se rompe. Ciudadano inspector: le juro que el poeta paga caras las palabras. Hablando mi lenguaje la rima es un barril de dinamita, y la estrofa es la mecha. La estrofa se consume, y estalla la rima, y por el aire y la ciudad la estrofa vuela. ¿Dónde hallar, y a qué precio, rimas que estallen y de golpe maten?

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Quizá sólo sean cinco las rimas increíbles y sin estrenar, perdidas más allá de Venezuela. Me voy a buscarlas, haga frío, haga calor, atado por anticipos, préstamos y deudas. Ciudadano, tenga en cuenta el pago de los viajes. La poesía toda es un viaje a lo desconocido. La poesía es como la extracción del radio -Un año de trabajo para sacar un gramo. Sacar una sola palabra entre miles de toneladas de materia prima verbal. Pero ¡qué ardiente el calor de estas palabras comparado con la humeante palabra bruta! Esas palabras mueven millares de años, millares de corazones. Claro que hay poetas de distinta calidad.

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Muchos de hábil mano, como prestidigitador, sueltan estrofas de la boca, suyas y de otros. Y para qué hablar de los castrados líricos. Meten un verso ajeno y están felices. Eso es robo y despilfarro uno más entre los que azotan el país. Esos versos y odas aplaudidos hasta la saciedad entrarán en la historia como gastos accesorios de lo hecho por dos o tres buenos versos de nosotros. Muchos kilos de sal habrás de comer como suele decirse, y fumar cien cigarrillos hasta sacar la palabra preciosa de las honduras artesianas de la humanidad. Rebaje por eso los impuestos, quítele una rueda

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a los ceros. Uno noventa cuestan cien cigarrillos. Uno sesenta la arroba de sal. Demasiadas preguntas su formulario tiene: Ha viajado o no ha viajado? Y si le respondo que en estos quince años he reventado decenas de Pegasos, ¿qué? Póngase usted en mi sitio, piense en el servicio y propiedades. ¿Qué ha de contestarme si le digo que soy caudillo popular y al mismo tiempo trabajo a su servicio? La clase obrera vibra en nuestras palabras, somos proletarios motores de la pluma. La máquina del alma se gasta con los años. Dicen entonces: estás gastado, fuera. Cada vez amas menos,

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te arriesgas menos y mi frente desgastada por el tiempo no arremete. Entonces llega el desgaste mayor, el desgaste del alma, del corazón. Y cuando este sol, grande y redondo se alce en el futuro sin lisiados ni tullidos, ya me habré podrido, muerto en una cuneta junto a decenas de mis colegas. Hago mi balance final. Afirmo, y no miento: entre los vividores y actuales fulleros seré el único con deudas impagables. Nuestra deuda es aullar como sirenas de bronce, entre la niebla filistea y el fragor de la tormenta. El poeta

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siempre adeuda al universo, paga con su dolor las multas, los impuestos. Adeudo las calles de Broadway, los cielos de Bagdad, el ejército rojo, los jardines de cerezos del Japón, todo aquello sobre lo que aún no pude cantar. Al fin y al cabo ¿para qué tanto jaleo? ¿Para disparar rimas y atronar con el ritmo? La palabra del poeta es su resurrección, su inmortalidad, ciudadano inspector. Dentro de cien años, en un pliego de papel cogerán una estrofa y resucitarán este tiempo Y ese día surgirá con fulgor de asombros, y olor a tinta le envolverá en su vaho, señor inspector. Usted, habitante convencido del día de hoy saque en el Comisariado de Caminos

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un pasaje para la eternidad, calcule el efecto de mis versos, divida mi salario en trescientos años. Mas la fuerza del poeta no estriba en que le recuerden a usted en el futuro y se asusten. No. Hoy la rima del poeta es caricia también, consigna, látigo, bayoneta. Ciudadano inspector, pagaré cinco quitando los ceros que van detrás. Por derecho yo reclamo un hueco entre las filas de los obreros y campesinos más pobres. Y si usted piensa que todo consiste en saber utilizar palabras ajenas, entonces, camaradas, aquí tienen mi pluma, y escriban ustedes

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cuanto quieran.

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¡ESCUCHAD!

¡Escuchad!Acaso, si las estrellas brillan,¿es que hay a quien le haga falta?¿Es que alguien quiere que estén?¿Es que alguien toma estas escupitinas por perlas?Y a gritos,entre polvaredas de mediodía,se abre paso hacia dios,teme que nadie le espere,llora,besa su mano nervuda,ruega,¡habrá por fuerza una estrella!clama,¡no aguantará este calvario a oscuras!Y despuésanda inquieto,con expresión de calma.Le dice a alguien:«¿Acaso ya no tienes nada?¿No da miedo?¡¿Sí?!»¡Escuchad!Acaso, si las estrellasbrillan,¿es que hay a quien le haga falta?¡¿Es que es precisoque cada vez que anochecesobre los tejadosse encienda siquiera una estrella?!

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LILICHKA – EN VEZ DE CARTA

El humo del tabaco resquemó el aire.El cuarto, un capítulo en el infierno kruchonijiano.¿Te acuerdas?,tras esa ventana,por vez primera,acaricié, frenético, tus manos.Hoy estáscon el corazón acorazado.Otro día más,y me expulsarás abrumándome de injurias.En la turbia antesala no aciertacon la manga la mano quebrada de temblor.Huiré,arrojaré el cuerpo a las calles.Arisco,enloquecerétajado de desesperación.¿Para qué eso?,querida,piadosa,déjame decirte ¡adiós!Aunque no quierases mi amorlastre que arrastrarásadonde vayas.Deja que llore en el último gritoel amargor del desaire.El buey cansado de trabajarvay se tumba en las aguas frías.Para míno hay otro mar que tu amor,

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y tu amor no concede descanso.Si quiere calma el elefante agotadose acuesta majestuoso en la arena encendida.Para míno hay otro sol que tu amor,y yo no sé dónde estás, ni con quién.Si atormentaran así a un poeta,él,por dinero, cambiaria a su amada y la fama,pero a míno me alegra otro sonidoque el sonido de tu nombre entrañable.No me arrojaré al patio,no beberé venenoni podré apretar el gatillo en la sien.En mí,aparte de tu mirada,no manda el filo de las navajas.Olvidarás mañanaque te coroné,que abrasé en el amor el alma florida,y el carnaval agitado de los días vanosaventará las páginas de mis libros.Las hojas secas de mis palabras¿te harán detenertey respirar con ansiedad?Déjameque con mi última ternura alfombretus pasos que se van.

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VLADIMIR ILITCH, LENIN (FRAGMENTOS)

Es tiempocomienzo el relato sobre Lenin. No porque no haya pena más grande, es tiempo porque la honda tristeza sea ya dolor claro y consciente. Tiempo, vuelve a flamear los lemas leninistas. ¿Es justo derramar lágrimas y lágrimas? Lenin sigue siendo el hombre más vivo entre los vivos. Es nuestra sabiduría. nuestra fuerza y el arma que blandimos. Los hombres son como barcas, aunque sin agua. Mientras vivimos se nos pegan a los costados muchos caramujos sucios. Y después, sorteada ya

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la tempestad furiosa, te sientas bajo el rayo del sol y te quitas la barba verde de las algas y la barba lila de las anémonas. Yo también me limpio para semejarme a Lenin y seguir remando por la revolución.

De noche dormimos. De día hacemos las cosas. Nos gusta lo ilusorio. Cuando alguien es capaz de poner las cosas en su lugar, le llamamos «profeta», lo llamamos «genio». No tenemos grandes ambiciones, si no nos llaman no acudimos. Agradar a nuestra esposa ya es bastante. Pero cuando

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alguien diferente avanza con su cuerpo y su alma juntos, murmuramos «majestuosa figura», nos admiramos «don divino». Eso es lo que dice la gente ni demasiado ingeniosa ni demasiado imbécil. Las palabras aparecerán y desaparecerán como el humo. De esas cabezas huecas no sacarás nada más... Pero ¿cómo medir a Lenin con la misma vara? Lo vio todo y todo el que quiso ese «tiempo» no tuvo que agacharse para pasar bajo el dintel. Ayer, a las seis y cincuenta murió el camarada Lenin. Este año ha visto lo que no verán muchos otros. Este día entrará en la leyenda triste de los siglos.

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El horror hizo brotar un estertor de acero. Una ola de sollozos pasó sobre los bolcheviques. ¡Terrible peso! Nos arrastrábamos como una masa extraviada. Saber- ¿cómo y cuándo? ¡Saberlo todo! En las calles, en las callejuelas boga como una carroza fúnebre el Gran Teatro. La alegría es un caracol que repta. La desgracia es un corcel indómito. Ni sol ni brillo de espejo, todo tamizado por los diarios, salpicado con negra nieve. La noticia asalta al obrero delante de la máquina. Una bala en el alma. Y es como si se derramasen lágrimas sobre cada instrumento de trabajo. Y el mujik

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que ha pasado por todas y que, más de una vez, miró la muerte a los ojos, se aparta de las mujeres, pero se traiciona por los regueros negros que enjuaga con el puño. Aun los hombres más duros -de silex- se mordían el labio hasta sacarse sangre. Los niños quedaron serios como viejos, y los viejos lloraban como niños. Por toda la tierra el viento llevaba el insomnio sin pensar, soplando y volviendo a soplar, que allá en el hielo de un pequeño cuarto de Moscú, estaba el ataúd del padre y del hijo de la revolución. El fin, el fin, el fin. ¡Qué difícil creerlo! Un vidrio- y vemos lo que está abajo... Es a él

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a quien traen de la estación Paveletzki y llevan por la ciudad que arrebató a los amos. La calle parece una herida abierta... Aquí cada piedra pisada por los primeros ataques de octubre, conoce a Lenin. Aquí todo lo que cada bandera ha embellecido, fue comenzado y ordenado por él. Aquí cada torre ha oído a Lenin y lo habría seguido a través del fuego y del humo. Aquí cada obrero sabe quién es Lenin- exponed los corazones como ramas de abetos. Nos llevaba al combate, anunciaba las conquistas, y así el proletario es dueño de todo. Aquí cada campesino

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ha inscrito en su corazón el nombre de Lenin con más ternura que en las calendas de los santos. Ordenó devolverles las tierras con que sueñan los abuelos muertos bajo el knut. Y los comuneros -los de la Plaza Roja- parecían murmurar: «¡Tú, a quien tanto queremos! Vive pues tal es el más bello destino al que aspiramos- cien veces nos lanzaremos al ataque dispuestos a morir!» Si apareciese ahora un hacedor de milagros, y nos dijese: «Para que él se levante debéis morir vosotros!»- La esclusa de las calles se abriría y los hombres se arrojarían a la muerte cantando. Pero no hay milagros; inútil es soñar. Está Lenin,

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el ataúd, las espaldas encorvadas. Fue un hombre humano hasta el fin. Ahora, soporta el suplicio del dolor de los hombres. Nunca hubo flete más valioso llevado por nuestros océanos que ese ataúd rojo bogando hacia la Casa de las Uniones, sobre la espalda de sollozos y peldaños. Mientras hombres del temple de Lenin montaban guardia de honor, la muchedumbre esperaba desde hacía un rato apiñada a lo largo y Dimitrovka. En en alo diecisiete, el mismo con su hija en la cola para el pan- ¡mañana comeremos!

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Pero en esta glacial y terrible cola, todos se alineaban niños y enfermos. Las villas se alineaban al lado de las ciudades. El dolor tintineaba, infantil o viril. La tierra de trabajo desfilaba, vivo balance de la vida de Lenin. El amarillo sol bizqueando dulcemente, se levanta y lanza los rayos a sus pies. Como acosados, llorando la esperanza, doblados de dolor desfilan los chinos. Las noches venían a lomo de los días, confundiendo las horas, mezclando las fechas. Como si no hubiese noches ni estrellas arriba.

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sino negros de los Estados Unidos llorando a Lenin. Un frío antes nunca sentido escocía las suelas, pero cada cual permanecía en esa multitud apretada. Ni siquiera se atreven a frotarse las manos para calentarse un poco, no es conveniente. El frío atrapa y arrastra como si quisiera poner a prueba el temple del amor. Penetra a la fuerza en la muchedumbre. Presa de agitación la muchedumbre pasa por detrás de las columnas. Los escalones crecen, se vuelven arrecifes. De pronto no se oye ni canto ni respiración, y nadie se atreve a dar un paso más- bajo el pie, hay un abismo,- es el borde filoso de un abismo de cuatro escalones.

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Cortando la esclavitud de cien generaciones, tiempo en que el oro tenía toda la razón. El borde del abismo- el ataúd de Lenin, y más allá, en todo el horizonte, la columna. ¿Qué veremos? Nada más que su frente, y a Nadejka Konstanstinovna, detrás, de una bruma... Quizá ojos que no llorasen verían algo más. Pero no eran ojos como esos los que yo veía. La seda de las banderas flameantes se inclina, para rendir los últimos honores: «Adiós, camarada, has terminado tu honrado y valiente camino.» Horror. Cierra los ojos, no mires, como si andases sobre una cuerda de seda. Como si

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por un instante estuvieses a solas con una inmensa y única verdad. Soy feliz. El agua sonora de la marcha lleva su cuerpo sin peso. Sé que en adelante y para siempre, ese momento vivirá en mí. Feliz de ser una partícula de esta fuerza que tiene en común hasta las lágrimas de los ojos. Imposible que la comunión en el inmenso sentimiento llamado clase, sea más fuerte, más pura.

Y la muerte de Ilitch fue un gran aglutinador del comunismo.

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Por encima de los troncos de un enorme bosque, millones de manos sosteniendo su asta -la Plaza Roja- la bandera roja se eleva, arrancándose con una terrible sacudida. De esa bandera, de cada uno de sus pliegues, nos llegavivo de nuevo, el llamamiento de Lenin: -¡En fila, proletarios, para el último cuerpo a cuerpo! ¡Esclavos enderezad vuestras rodillas hincadas! ¡Ejército de proletarios, adelante y en orden! ¡Viva la revolución alegre y rápida! Esta es la única gran guerra de todas la que la historia ha conocido.

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LA FLAUTA ESPINA DORSAL

Para todos vosotros,los que me gustaban o me gustan,guardados por las imágenes santas en la cueva,levanto el cráneo lleno de versos,como una copa de vino en un brindis de sobremesa.Pienso más y más a menudo:sería mejor poner el fincon la punta de una bala:Hoy mismo,por si acaso,doy un concierto de despedida.¡Memoria!Recoge en la sala del cerebrolas filas inagotables de los amados.Vierte la risa de los ojos en los ojos.Adorna la noche de las bodas pasadas.Verted la alegría de la carne en la carne.Que la noche no se olvide de nadie.Hoy tocaré la flautaen mi propia espina dorsal.

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YO Y NAPOLEÓN

Vivo en la Gran Presnaia n.º 36/24 Un lugar muy tranquilo. Muy tranquilo. ¿Entonces? ¿Acaso es asunto mío que alguien en alguna parte de este tempestuoso mundo haya provocado una guerra?

Ha caído la noche. Buena. Insidiosa. ¿Por qué esas chicas se estremecen así, moviendo ojos tan inmensos como focos? La muchedumbre callejera humedece sus labios calientes en el agua del cielo, y la ciudad, agitando sus esposas enbanderadas implora y vuelve a implorar a la cruz roja. Una iglesia despeinada se pega a la cabecera de la avenida -hatillo lleno de lágrimas- mientras que los parterres de la avenida pierden sangre, como un corazón desmenuzado por los dedos de las balas. La angustia aumenta, aumenta, devora la razón endurecida. Ya los invernaderos de Noev palidecen por un gas letal. ¡Decid a Moscú

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que se retenga! ¡Decidle que no tiemble! Un segundo más e iré al encuentro del rey de los cielos- ¡Si quiero, os mato al sol! ¡Mirad! Lava sus banderas en el cielo. ¡Allí está! Gordo y pelirrojo. Hace sonar el pavimento con sus cascos rojos, avanza sobre el cadáver de los techos. ¡A ti! que gritas: «Te destruiré, te destruiré»; a ti, que divides la noche en las cornisas sangrientas. te lanzo un desafío- yo, un alma sin miedo.

¡Avanzad, avanzad hombres estragados por el insomnio, hombres con la cabeza en llamas! ¡Qué importa! He aquí nuestro último sol- el sol de Austerlitz. Y vosotros, los dementes de Rusia, de Polonia, avanzad también: hoy Napoleón soy yo. Soy el jefe de los ejércitos y aún más. Comparadnos -a él y a mí-

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Él sólo se codeó una vez con la peste y venció, por atrevido, la muerte; yo, cada día visito a los apestados en miles de Jaffa rusos. Por uina sola vez que sin flaquear afrontó las balas, será honrado por los siglos de los siglos; pero yo, tan solo en julio he cruzado mil puentes de Arcole. Mi grito está tallado en el granito del tiempo. Mi grito retumbará y retumba porque dentro de un corazón devastado como Egipto hay millones de pirámides. Seguidme, hombres estragados por el insomnio ¡Subid! Con la cabeza en llamas. Yo te saludo último sol de mi vida, sol de Austerlitz! ¡Hombres! ¡Ya es bastante! Echaos sobre el sol ¡y adelante! Desteñidlo. En la catedral estrangulada de la garganta sube el estertor de una marcha fúnebre. ¡Hombres! Cuando canonicéis los nombres de muertos más famosos que yo,- acordáos: entre los muchos que la guerra mató está el poeta de la Gran Presnaia.

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150.000.000

150.000.000 es el nombre del artífice de este poema. Su ritmo: la bala. Su rima: el fuego saltando de un edificio a otro. 150.000.000 hablan por mi boca. Esta edición fue impresa con la rotativa de los pasos, en el papel vitela del adoquinado.

¿Hay quién pregunte a la luna? ¿Hay quién pretenda que el sol le rinda cuentas? ¿Quién se atrevería a afirmar: este es el autor más genial de la tierra?

De igual modo este poema no tiene autor. Su única idea es brillar en el día naciente. Ese mismo año, en ese día y hora, bajo tierra, en la tierra por el cielo y aún más arriba aparecieron estos carteles, octavillas, afiches:

«A TODOS¡ ¡A TODOS! ¡A TODOS! ¡A todos

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los que ya no aguantan más! ¡Salid y marchad juntos!»

(firmas): La Venganza -maestro de ceremonias. El Hambre -administrador. La Bayoneta. La Pistola. La Bomba. (tres firmas: los secretarios)

¡Vamos! ¡Vamos, vamos! ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Se caen! ¡Eh, Juanón! ¡Mete billetes en la alpargata! ¡No vayas descalzo al mitin! ¡Adiós, Rusia del alma! ¡Se acabó el pobre! ¡Ya encontramos otra Rusia! ¡La internacional! ¡Vamos! Sentado en sillón de oro toma té con bizcochos. Iré a verle, furioso. Iré a verle tísico.

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Iré a verle y le diré: «Wilson, oye Woodrow, ¿quieres un cubo de mi sable? Ya verás...» Llegaremos hasta el mismísimo hasta Lloyd George Y le diremos: «Oye, Jorgito...» -Hasta él no llegas. Hasta él hay océanos. Con esos no puede el jamelgo ruso No importa. Iremos a pata. Despertaba a la llamada de los bosques Fieras y fierecillas segregaban fuerza. Un lechón gruñía aplastado por un elefante. Los cachorros formaban hileras de cachorros. El grito humano es insoportable. Pero la fiera se exprimía el alma. (Os traduciré el bramido de los animales, si no conocéis la lengua animal): «¡Escucha, Wilson, bola de grasa! Si la culpa es del hombre, castígalo. Nosotros no hemos firmado el pacto de Versalles.

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Las fieras, sí, ¿pero por qué debemos pasar hambre? ¡Que sufran ellos nuestro dolor animal! ¡Quién pudiera hartarse una vez más! ¡Vamos a las Indias, rebosantes de hierbas! ¡A las praderas americanas!» ¡Oh! ¡Oh-uh! Ya no cabemos en la jaula-bloqueo. ¡Adelante, automóviles! ¡Al mitin, motocicletas! ¡Lo pequeño, a la derecha! ¡Ceded el paso a los camiones! ¡Los caminos se pusieron en fila india! Escuchad loq ue dicen los caminos ¿Qué dicen! «Nos asfixiamos de tanto viento y polvo, retorciéndonos en los railes por estepas hambirentas. Por dóciles kilómetros sin empedrar, estamos hartos de arrastrarnos tras los presidiarios. Queremos saturarnos de asfalto, ceder bajo el peso del expreso. ¡levantáos! ¡Basta de dormir carreteras mecidas por el polvo! ¡Vamoooos!» ¡Vamos a las minas! ¡A por pan! ¡A por el moreno! Sembrado para nosotros. Sin leña sólo los tontos pueden andar. ¡Al mitin, locomotoras! ¡Locomotoras, al mitin! ¡Rápiiiido!

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¡Rápidorápido! ¡Eh, regiones, levad anclas! Tras Tula, Astrakán, una mole tras otra, inmóviles desde Adán, arrancaron y avanzan sobre otras, con ruido de ciudades. Llevando por delante la oscuridad rezagada, tropezando con las frentes de los faroles, iban al mitin legiones de luz, con las zancadas de postes eléctricos. Y por encima conciliando el agua y el fuego, pudriñendose de ahogados, fluían los mares. «¡Paso a las olas del Caspio!» ¡No volveremos a Rusia! No en el flaco Bakú. en las playas de la jubilosa Niza brincaremos con la ola mediterránea.» Y, por fin, tras el trueno de correr y trotar, respirando a pleno pulmón, en borbotones de nubes salieron por los agujeros los aires ya tormentosos de Rusia. ¡Vamo-o-o-s! ¡Vamosvamos! ¡Y todos los ciento cincuenta millones de gentes, billones de peces,

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trillones de insectos animales salvajes, animales domésticos, centenares de regiones, con todo lo que hay construido, lo que vive en ellas, todo lo movible, inamovible, lo que apenas se movía, reptando, arrastrándose, nadando. Marcho en avalancha ¡en avalancha! Y retumbaba el sitio donde estuvo Rusia. Lo importante no es comerciar con sacarina, ¡El corazón quiere ser campana que doble! Hoy al paraíso lanzaremos a Rusia más allá de los irisados pozos del crepúsculo. ¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja! ¡Vamosvamos! ¡A través de la guardia blanca de las nieves! ¿Por qué las regiones sacan sus carnosidades de los límites que por siglos les fijaron las autoridades? ¿Por qué aguzan el oído de los cielos? ¿A quién atalaya el horizonte?

Por eso

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hoy los ojos del mundo entero están puestos en nosotros y todos los oídos alertas captan el más mínimo sonido nuestro Para ver esto Para escuchar estas palabras: esto es la voluntad de la revolución, lanzada mñas allá de sus últimos límites esto es un mitin armazones de máquinas, gentes, y cuerpos de animales, esto son manos patas pinzas bielas levantadas aun donde el aire enrarecio prometiendo una misma cosa al unísono. Olvidad a los poetas que lanzan aullidos celestiales, olvidadlos, escuchad esta canción: «Vinimos a través de ciudades, nos abrimos paso en la tundra pisamos fango y charcos. Vinimos millones millones de obreros, millones de trabajadores y empleados. Vinimos de las casas,

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escapamos de los almacenes, de las callejuelas alumbradas por los incendios. Venimos millones, millones de objetos, destrozados, rotos, arruinados. Bajamos de las montañas reptamos por bosques y campos de cebada agostados por los años. Vinimos, millones, millones de ganado, cerriles, embrutecidos, hambrientos. Vinimos millones de impíos, paganos y ateos con la frente, el hierro oxidado, el campo Recemos todos a Dios, con fervosr. ¡Aparece, no de un mullido tálamo estelar, Dios de hierro, Dios de fiego Dios, ni Marte, ni Neptuno, ni Vegas, Dios de la carne, ¡Dios-Hombre!

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Baja de las estrellas que brillan en las arenas, liberado de las alturas, terrestre, ¡sal, aparece entre nosotros! No el que «estás en los cielos». Hoy a la vista de todos obraremos milagros, nuestros propios milagros. Nos encabritamos si en tu nombre hay que batallar en medio del humo en el fragor del turno. Nuestras hazañas serán más difíciles que las del Creador que llenaba de cosas el vacío. No sólo tenemos que construir con imaginación nueva, sino también dinamitar lo viejo. ¡Sed, danos de beber! ¡Hambre, aliméntanos! Ya es hora de llevar el cuerpo al combate. ¡Más tupida sea la descarga contra los cobardes! ¡Contra el montón, fuego de metralla!

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¡Que todo venga del mismísimo fondo del alma! ¡A fuego, a llama, a hierro, a luz, abrasa, quema, corta, destruye!

Nuestras piernas son abanicos que aventan la polvareda. Nuestras aletas son naves Nuestras alas son aeroplanos. ¡Caminar! ¡Volar! ¡Cruzar! ¡Rodar! haciendo inventario del mundo entero. Si esa cosa es útil, bien, sirve. Si es inútil, ¡al diablo! Una cruz negra. ¡Acabaremos contigo, mundo romántico! Basta de fe en el alma, ¡electricidad, vapor! ¡Basta de mendigos!

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¡Embolsad las riquezas de todos los mundos! ¡Matad cuanto es viejo! ¡De los cráneos haced ceniceros! Arrasadas las antiguallas, un mito nuevo se impondrá en el mundo. Romperemos con el pie la barrera del tiempo Miles de arcoiris colorearán el cielo.

En un mundo nuevo se abrirán las rosas y los sueños ensuciados por las rimas. Todo estará hecho para el placer de los niños grandes que somos. Inventaremos rosas nuevas, rosas de capitales con pétalos de plazas. Vosotros, los marcados con el estigma del suplicio, ved al verdugo de hoy. Y sabréis que los hombres pueden ser cariñosos, con el amor que la estrella trepa por un rayo. Nuestra alma será confluencia de los Volga de amor. Todo el que las aguas traigan -tú o cualquier otro- será bañado por una mirada luminosa.

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Por las arterias más finas boaremos las naves faéricas de los hallazgos poéticos. Y tal como lo escribimos el mundo será el miércoles y ayer y hoy y mañana y siempre, por los siglos de los siglos. Por el verano secular, lucha, canta: «En la batalla final» ¡Coreemos un himno común! ¡Más de un millón! ¡Multipliquémonos por cien! ¡Vamos, por las calles! ¡A los tejados! ¡Tras los soles! ¡En los mundos! ¡Gimnastas de la palabra! Y Rusia ya no es un pordiosero no es un montón de escombros, no es ceniza de casas Rusia Rusia entera es un solo Iván sus brazos son el Neva y sus pies las estepas del Caspio.

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(El siguiente fragmento narra el cuerpo a cuerpo que sostienen Iván, en harapos tras atravesar océanos y montañas, y W. Wilson, en Chicago.)

Atrincherado en su palacio, Wilson resiste, acciona unos resortes dorados, y de inmediato se alarga la cadena de formaciones inhumanas. Más terrible que tanques, que aguerridos regimientos, el hambre se levanta, sin vientre, con cien bocas, con millones de mandíbulas, y sale de un salto. Muerde una ciudad -se rompe como una nuez. Atrapa una villa -y sus huesos crujen. A los hombres, a los animales, se los traga a puñados. Precediéndola, aguzado el oído, abre la marcha la ruina. La fábrica respira. la ruina la oye. La ruina oye. La fábrica respira. la ruina estrecha, la fábrica se desmorona. Ataca, blandiendo un trozo de vía férrea. Todo se convierte en polvo, declina, se hunde. ¡Prepárate!

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¡Al ataque! ¡Trabaja! ¡Suda! La garganta del hambre, el morro de la ruina, ¡Las estrangularemos con el nudo corredizo de las vías férreas! Y cuando el país iba a quedar sin aliento -cortado por el hambre- entonces, blandiendo el ariete hidráulico de los trenes, el transporte se puso en marcha. Las locomotoras, con su blanca barba al viento, combaten, el hambre cede, y los trenes cargados de trigo, empezaron a pasar por encima de su cuerpo comiéndose los restos.

Estremecido de rabia, Woodrow ordena: «Aniquiladlo enseguida» y envía enjambres de guerreros jóvenes... Y todos avanzan protegidos por el fango, espiroqueta sobre espiroqueta, vibrión sobre vibrión. El veneno de los microbis, las patas de los piojos, ensucian la sangre, hacen cosquillas a los cuerpos. De una copa inédita surgen las enfermedades, de pronto,

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el hombre adormecido se llena de manchas se hincha, y estalla como un hongo. Entonces se ponen en marcha precedidos por cierta farmacia arcoiris, poniendo en las troneras botellas de fenol, lazaretosm clínicas, hospitales. Los piojos retroceden estrechando filas, perseguidos por el fuego de los microscopios. La cadena desinfectante los golpea y golpea. Los enemigos son puestos patas arriba. Y abajo blandiendo como bandera una receta, desfila triunfalmente el Narkomzdrav del mundo entero De Wilson sale un extraño sonido,- Enfermedades y penurias han sido vencidas, y envía su último ejército, el ejército envenenado por las ideas.

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POEMA INCONCLUSO

I¿Me quiere? ¿No me quiere? Retuerzo las manosy los dedosdestrozados desperdigo.Así deshojan al adivinar y esparcenpor mayocorolas de margaritas del camino.Aunque las canas descubran el peinado y la barba;aunque abundantes suenen en platalos añosespero, confío; que jamás lleguea mí el vergonzoso buen juicio.

IISon las dosestarás en la camaO tal veztú también andes mal.No hay prisa,y con urgencias de telegramano tengoporquédespertarte y molestar

IIIEl mar se aleja de mí.El mar se aleja a dormir.Como dicen, incidente zanjado,la barca querida varó en lo diario.Estamos en paz,y no viene a cuenta un listadode mutuos dolores, penas y agravios.

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IVSon las dos estarás en la cama.La Vía Láctea es un Osa de plata estelar.No hay prisa y con urgencias de telegramano tengo porqué despertarte y molestar.Como dicen, incidente zanjado,la barca querida embarrancó en lo diario.Estamos en paz y no viene a cuenta un listadode mutuos dolores penas y agravios.Mira en el mundo qué paz;la noche orló de un tributo de estrellas el cielo.A estas mismas horas te levantas a hablara los siglos, la historia y el universo.

VSé de la fuerza de las palabras, sé de las palabras el rebato.No son a las que aplauden los palcos.De palabras tales se desprenden los ataúdesy sus cuatro patitas de roble sacuden.A veces la suprimen, no se publica ni imprime,pero la palabra vuela con las cinchas ceñidas,tañe los siglos y llegan a rastras los trenesa lamer las manos encallecidas de la poesía.Sé de la fuerza de las palabras: parece de memos,pétalos caídos bajo los tacones de un baile.Pero el hombre con el alma los labios los huesos…

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UNA BOFETADA AL GUSTO PÚBLICO(por D. Burliuk, A. Kruchenij, V. Maiakovski, V. Jlebnikov)

A los que nos leen: el Nuevo Primordial Inesperado.

Sólo nosotros somos el rostro de nuestra época. En el arte de la palabra nosotros tocamos el cuerno del tiempo.

El pasado nos ahoga. La Academia y Pushkin son más incomprensibles que los jeroglíficos.Arrojar a Pushkin, Dostoievski, Tolstoi. etc., del Vapor de la Modernidad.

El que no sepa olvidarse de su primer amor nunca podrá conocer el último.

¿Quién es tan crédulo para consagrar su último amor a la lujuria perfumada del Bal’mont? ¿Quién sabe si allí resplandece una aurora de belleza inaudita?

Lavaos las manchadas manos del sucio montón de li-bros, escritos por esos innumerables Leónidas Andreiev.Todos estos Gorki, Kuprin, Blok, Sologub, Remizov, Avertsenko, Cerny, Kuzmin, Bunin, etc., sólo necesitan un hotelito a orillas de un río. Es la recompensa que el destino reserva a los buenos sastres.

Nosotros contemplamos su infinita pequeñez desde lo alto de los rascacielos...

Nosotros ordenamos que se respete el derecho de los poetas:1) a enriquecer el diccionario en su totalidad, mediante

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vocablos arbitrarios y derivados (Palabra-innovación);2) a odiar inexorablemente la lengua sobrevivida hasta su tiempo;3) a arrancar con horror de su frente orgullosa la Corona de aquella gloria de tres al cuarto que habéis elaborado con los veniki de los baños públicos;4) a permanecer firmes en el escollo de la palabra «no-sotros» en medio de un mar de pitidos e indignaciones.

Y si en vuestras líneas permaneciesen todavía los tor-pes desperdicios de vuestro «Buen sentido» y «Buen gusto», ya palpitan por primera vez los Relámpagos de Adviento de la Nueva Belleza Autosuficiente (samovi-taia).

Moscú, diciembre de 1912.

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Vladimiro Maiakovski. El poeta es un obrero. Rusia. 1910-1930.Toda creación humana ha de ponerse al servicio de la revolución

proletaria o resignarse a desaparecer. Poesía es industria y ritmo una fuente de energía.

folletinesdelaterceraposicion.blogspot.com

El autor destos textos es la sociedad en la que fueron concebidos. Su comprensión se torna imposible sin un conocimiento cabal de las

circustancias políticas, culturales y económicas que los rodea(ba)n en el momento de su publicación.