Vivencias de Don Bosco P. Ángel Peña O. A. R

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    P. NGEL PEA O.A.R.

    VIVENCIAS DE DON BOSCO

    LIMA PER

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    Nihil Obstat

    P. Ignacio Reinares

    Vicario Provincial del Per

    Agustino Recoleto

    Imprimatur

    Mons. Jos Carmelo Martnez

    Obispo de Cajamarca (Per)

    NDICE GENERAL

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    NDICE

    INTRODUCCIN......................................................................................5

    SU VIDA (1815-1888)...............................................................................6

    EL DIABLO..............................................................................................9

    LA CONFESIN.....................................................................................13

    JESS EUCARISTA.............................................................................19

    MULTIPLICACION DE LAS HOSTIAS..................................................21

    AMOR A MARA....................................................................................23

    LIBRES DEL CLERA..........................................................................28

    PROTEGIDOS EN LA GUERRA............................................................33

    PROTEGIDO EN LOS PELIGROS........................................................34

    LA PROVIDENCIA DE DIOS.................................................................39

    POBRES GENEROSOS........................................................................43DEVOCIN AL NGEL CUSTODIO.....................................................48

    DONES SOBRENATURALES...............................................................59

    LAS ORUGAS........................................................................................82

    LAS LANGOSTAS.................................................................................83

    LAS CAMPANAS...................................................................................84

    EL ROSAL..............................................................................................85

    FUTURO DE LA CONGREGACIN......................................................86

    CONCLUSIN........................................................................................88

    BIBLIOGRAFA......................................................................................90

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    INTRODUCCIN

    San Juan Bosco es uno de los santos ms extraordina-rios del santoral catlico. Su amor a Jess Eucarista y a laVirgen fueron las caractersticas ms salientes de su vida.Su amor a Mara lo manifestaba repartiendo medallas maria-nas por todas partes para que todos fueran bendecidos porElla y protegidos de todo mal.

    En su vida se cuentan muchos casos de bilocacin,resplandores sobrenaturales, conocimiento sobrenatural delas cosas y milagros por centenares. Su devocin al ngelcustodio la inculcaba mucho a los jvenes, a quienes reco-mendaba mucho la confesin y comunin frecuentes parasuperar las tentaciones.

    San Juan Bosco es un santo muy actual, especialmentepara los jvenes, de quien es padre y maestro. Fue un gran

    taumaturgo, mstico y apstol: tres palabras para designar suextraordinaria santidad. l nos marca el camino hacia Dios,pues nos ensea por experiencia que el Evangelio se puedevivir en plenitud y que todo lo que Dios nos ensea en l, pormedio de la Iglesia, es verdad.

    Nota.- MB se refiere a las Memorias biogrficas escritas porLemoyne, Amadei y Ceria, que escribieron lo que conocieronpersonalmente u oyeron contar a testigos oculares o de primeramano sobre la vida de Don Bosco.

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    SU VIDA (1815-1888)

    Naci en las primeras horas del 16 de agosto de 1815 en

    Murialdo, aldea de Castelnuovo de Asti. Su padre, Francisco, fueun sencillo campesino que muri cuando l tena dos aos y medio.Su madre Margarita era analfabeta y muy pobre, debiendo trabajarpara sacar adelante a sus dos hijos Juan y Jos, y al hermanastro

    Antonio, hijo del primer matrimonio de su esposo Francisco.

    A pesar de ser muy pobres, su madre le ense a Juanito consu vida las principales enseanzas de la fe catlica. Rezaban todoslos das el rosario y cada noche lean la vida de algn santo.

    A los nueve aos tuvo un sueo proftico, el primero de 159.Por eso, se le puede llamar el santo de los sueos por excelencia.Dios le manifestaba cosas sobrenaturales para dirigir a sus jvenespor medio de sueos profticos. En ese su primer sueo, viomuchas fieras que, despus, se convertan en corderos. Y Jess,que se le apareci junto con la Virgen Mara, le dijo: Este ser tuoficio: cambiar jvenes tan difciles como fieras en buenos cristia-

    nos tan dciles como corderos.A esa edad, su madre quera enviarlo a la escuela, pero suhermanastro se opona. Entonces, se decidi que ira slo duranteel invierno a la escuela de Capriglio, en donde aprendi a leer yescribir. Dice: Mi maestro era un sacerdote muy piadoso, que sellamaba Jos Delacqua. Fue muy deferente conmigo y puso muchointers en mi instruccin y, sobre todo, en mi educacin cristiana1.

    Ya en el colegio se hizo querer de sus compaeros. l mismo

    dice:A mis once aos haca juegos de manos, daba el salto mortal,haca la golondrina (ejercicio atltico difcil), caminaba con lasmanos; andaba, saltaba y bailaba sobre la cuerda como un saltim-banqui de profesin2.

    Hizo su primera comunin a los once aos, aunque lo normalera a los doce. A los veinte aos, el 25 de octubre de 1835, recibila sotana de seminarista en la iglesia parroquial de Castelnuovo,entrando al Seminario el da treinta. En las vacaciones del

    1 Autobiografa, Editorial Salesiana, Lima, 1977, p. 12.2 ib. p. 16.

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    Seminario empez a predicar. Nos dice: Comenc a predicar con elpermiso y asistencia de mi prroco. Prediqu sobre el rosario en elpueblo de Alfiano; sobre san Bartolom apstol en Castelnuovo;sobre la Natividad de Mara en Capriglio... En todas partes, se me

    alababa, as que la vanagloria me fue ganando hasta que sufr undesengao. Un da, despus de predicar sobre el nacimiento deMara, le pregunt a uno que pareca de los ms inteligentes,acerca del sermn y me respondi:

    Su sermn sobre las almas del purgatorio ha sido una mara-villa. Y yo haba predicado las glorias de Mara3.

    En el Seminario fui afortunado y goc siempre del aprecio demis compaeros y Superiores. En los exmenes semestrales se

    sola dar un premio de 60 francos en cada curso al que obtuvieralas mejores calificaciones de estudio y conducta moral. Dios mebendijo mucho, pues en los seis aos que pas en el Seminario,siempre gan este premio4.

    El 5 de junio de 1841 fue ordenado sacerdote por MonseorLuis Franzoni, celebrando su primera misa en la iglesia de SanFrancisco. Y dice:Aquel da puedo llamarlo el ms hermoso de mivida. En el Acordaos (Memento) de aquella memorable misa procu-

    r hacer devota mencin de todos mis profesores, bienhechores,espirituales y temporales... Es piadosa creencia que el Seorconcede infaliblemente la gracia que el nuevo sacerdote le pide,celebrando la primera misa. Yo le ped ardientemente la eficacia dela palabra para poder hacer bien a las almas. Me parece que elSeor escuch mi humilde plegaria5.

    Siguiendo el consejo de su director espiritual don JosCafasso, profundiz en el estudio de la Moral en el Instituto dirigido

    por don Luis Guala y Jos Cafasso. Y empez a visitar crceles,hospitales, hospicios y barrios pobres. As se dio cuenta delabandono de la juventud y decidi ayudar a los jvenes desorien-tados que, por efecto de la pobreza, pululaban en las ciudades. Yempez a surgir en l la idea del Oratorio o centro de animacin de

    jvenes para orientarlos en la vida cristiana. El 8 de diciembre de

    3 ib. pp. 54-55.4

    ib. p. 61.5 Lemoyne, Vida de san Juan Bosco, Editorial Don Bosco, Buenos Aires,1954, p. 102.

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    1841 recibi al primer alumno. Para el 2 de febrero de 1842 yatena 20 jovencitos, la mayora picapedreros, albailes estucado-res, adoquinadores, enyesadores, etc., que estaban expuestos atodos los peligros de perversin en la ciudad. As comenz su gran

    obra de educacin de la juventud, que sigue adelante por medio delos salesianos y salesianas del mundo entero.

    l supo alegrar la vida de los jvenes, pues el espritu dealegra era un don que Dios le haba dado. Les ense a amar aJess Eucarista, a la Virgen Mara y al Papa. Estos eran sus tresgrandes amores.

    Hizo grandes obras materiales y fund colegios e iglesias,confiando en la providencia de Dios. Tuvo el don de hacer milagros

    y se preocup mucho de la difusin de buenas lecturas. Comenzpor unas hojas, tituladas Recuerdos para los catlicos. Despushizo imprimir un folleto titulado Avisos a los catlicos. l mismodice: Su venta fue extraordinaria, en dos aos se difundieron msde 200.000 ejemplares. Ello agrad a los buenos, pero enfureci alos protestantes que pensaban ser los nicos amos del campoevanglico. Entonces me pareci urgente preparar y publicar libros

    para el pueblo y proyect las llamadas Lecturas catlicas6.

    Otra gran obra de Don Bosco fue la construccin del santuarioa Mara Auxiliadora en Turn, construida en slo tres aos y sin quehubiera habido ni un solo accidente de los obreros en suconstruccin. Por eso, deca: Cada ladrillo del sagrado edificiorecuerda una gracia obtenida de la augusta Reina del cielo7.

    Tena tanta confianza en la providencia divina que, cuandonecesitaba dinero para pagar los gastos de sus obras, mandaba asus jvenes a rezar a la capilla y Dios enviaba su ayuda a travs de

    bienhechores o por otros medios sobrenaturales, pero nunca dejde pagar las deudas contradas y tuvo el dinero necesario pararealizar las obras emprendidas. Era un hombre de una fe a todaprueba. Por eso, Dios permiti que muchas veces fuera molestadopor el diablo, pero tambin le dio el don de hacer milagros y deconocer los secretos de la conciencia, especialmente en la confe-sin. Fue un gran apstol de la confesin.

    6 Autobiografa, o.c., p. 145.7 MB IX, cap. 16, p. 299.

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    En resumen, podemos decir que san Juan Bosco fue un padrey maestro de la juventud. Ense a los jvenes el camino del bien,aconsejndoles la confesin y comunin frecuente, junto con elamor a Jess Eucarista y a Mara nuestra madre. Tambin les

    inculc mucho la devocin al ngel de la guarda, de quien recibicopiosas bendiciones y quien se le apareci muchas veces bajo lafigura del perro Gris y lo salv de muchos maleantes, que queranatentar contra su vida.

    Su ms constante recomendacin, especialmente a losmisioneros salesianos antes de partir a lejanas tierras, era: Propa-gad la devocin al Santsimo Sacramento y a Mara santsima

    Auxiliadora, y veris lo que son los milagros8.

    EL DIABLO

    San Juan Bosco fue un apstol que llev muchas almas,especialmente de jvenes, a Dios, sacndolos del abandono moralen que vivan y haciendo de ellos hombres de bien y buenosciudadanos. El diablo no poda estar tranquilo y, con el permiso de

    Dios, lo molestaba continuamente. Y l ofreca esos malestares ysufrimientos por la salvacin de las almas, especialmente de susqueridos jvenes. En sus Memorias biogrficas se nos dice:

    El bien que haca Don Bosco no agradaba al prncipe de lastinieblas, el cual, por permisin de Dios, haba empezado a mani-festar su mal humor. Es el mismo Don Bosco quien nos conficuanto vamos a narrar. Desde que traslad su vivienda delRefugio a casa Pinardi, todas las noches, en cuanto se acostaba,

    oa sobre el techo de la habitacin un rumor continuo que retum-baba y que no le dejaba cerrar los ojos en toda la noche. Parecaque alguien echaba a rodar grandes piedras sobre el cielo rasode madera. Las primeras veces prob colocar unas trampas porsi se trataba de ratas, garduas o gatos; pero no caz ningnanimal. Esparci por el techado nueces, trocitos de pan y queso;suba a ver a la maana siguiente; pero, con gran maravilla, todosegua intacto. Hizo transportar a otra parte todo lo que haba en

    el desvn (lea, maderas sueltas, trastos viejos) para quitar, a8 Lemoyne, o.c., p. 605.

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    quien fuere el importuno, el medio con que hacer aquel ruido;mas de nada sirvi esta precaucin.

    Habl de ello con don Jos Cafasso y ste, sospechandocul pudiera ser la causa de broma tan pesada, aconsejle

    rociara el desvn con agua bendita. Pero, pese a la bendicindada, cada noche se renovaba el pavoroso fenmeno. EntoncesDon Bosco se decidi a cambiar de habitacin y traslad suspobres enseres a la ltima de la misma planta, hacia levante. Denada sirvi este expediente: el endiablado ruido se traslad a lanueva habitacin. Y Don Bosco, en tanto, enflaqueca y seresenta en su salud al no poder dormir, ni descansar. Entraba,de cuando en cuando, su madre por la noche en su habitacin y

    alzando los ojos gritaba: Feas bestias, dejad en paz a DonBosco, acabad de una vez!

    Un da, por fin, llam a un albail. Le orden Don Bosco queabriese un ancho boquete, junto a la pared, en el cielo raso de suhabitacin, en forma de claraboya, que pudiese prestar fcil accesoal desvn; acerc despus una escalera, prepar lo necesariopara, al primer golpe que se oyera de noche, subir con una luz,asomar la cabeza al desvn e intentar descubrir qu haba.

    Y he aqu que se oy el primer golpe a la hora de costumbre.En menos que se dice, sube Don Bosco a la escalera, levanta conla izquierda la tapa de madera y con la luz en la diestra se asomaal desvn: mira en derredor y...

    Afligido entonces al reconocer evidentemente de quin setrataba, tom un cuadrito de la santsima Virgen y lo clav en lapared del desvn rogndole lo librara de aquella perturbacin. Ideafeliz! A partir de aquel momento, ya no se volvi a or nada y elcuadrito qued all colgado hasta que se deshizo la casa vieja y seconstruy la actual. Don Bosco tranquilo, por as decir, bajo elmanto de Mara, ocup durante seis aos aquella pieza que leserva, a la par, de salita de estudio y recibidor9.

    l mismo nos dice:

    Hace una noches, el espritu diablico se divierte a costa delpobre Don Bosco y no le deja dormir; y ya veis qu buen tiempo ha

    escogido. Apenas dormido, oigo un vocero al odo que me ensor-9 MB III, cap. 3, pp. 34-35.

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    dece, y un soplo que me sacude como un huracn, en tanto quecuriosea, tira los papeles y desordena los libros. Estuve corrigendohasta muy tarde el nmero de las Lecturas Catlicas titulado El

    poder de las tinieblas, lo tena por tanto sobre la mesa; pues bien,

    al levantarme al alba, me lo encontr por el suelo; otro da medesapareci y tuve que buscarlo en la habitacin por aqu y porall. Es curiosa esta historia. Parece que al demonio le gustaacompaar a sus amigos y estar con los que escriben de l.

    Hace tres noches que oigo cortar la lea que est junto a miestufa. Esta noche, estando apagada, comenz a arder por s solacon unas llamaradas terribles que pareca iban a abrasar la casa.Otra vez, habindome acostado y apagado la luz, empezaba a

    dormirme, cuando de pronto, una mano misteriosa tira de la ropa,movindola lentamente hacia los pies y dejando poco a poco aldescubierto la mitad de mi persona. Como los bordes de la camase mantenan normalmente por sus dos lados, quise creer alprincipio que aquel fenmeno fuese producido por causa natural;as que agarraba la ropa y me la tiraba encima; pero, apenas lahaba ajustado, nuevamente notaba que volva a deslizarse sobremi cuerpo. Entonces, sospechando lo que pudiera ser, encend la

    luz, baj de la cama, mir detalladamente por todos los rincones dela habitacin, pero no encontr a nadie y volv a acostarme, aban-donndome a la bondad divina.

    Mientras permaneca encendida la luz, nada ocurra deextraordinario; pero, en apagndola, despus de unos minutos, denuevo se movan las ropas. Encenda otra vez la vela y, al momen-to, cesaba aquel fenmeno, que se repeta cuando la habitacinquedaba a oscuras. Una vez vi apagarse la luz por un potente

    soplo. A veces, comenzaba a bailar la almohada bajo mi cabeza;precisamente en el instante en que empezaba a dormirme. Haca laseal de la cruz y acababa aquella molestia. Recitaba una oracinde nuevo y me acomodaba esperando dormir al menos por algnminuto; mas, apenas comenzaba a dormirme, era sacudida lacama por una fuerza invisible. La puerta de mi habitacin chirriabay pareca abrirse empujada por un viento impetuoso.

    Con frecuencia, oa inslitos y espantosos ruidos encima de mi

    habitacin a manera de ruedas de carros a todo correr. A veces, unagudsimo grito me sobresaltaba de improviso. Una noche vi

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    abrirse la puerta de mi cuarto y penetrar, con las fauces abiertas,un horrible monstruo que avanzaba para tragarme. Hice la seal dela cruz y el monstruo desapareci

    Sospecho que el demonio no quiere que se abran las escuelas

    catlicas de Puerta Nueva, en contraposicin a las de los protes-tantes. Yo las he aconsejado, las he promovido, he hecho losprimeros trmites para la adquisicin de los terrenos y me he com-prometido a buscar y proveer el personal y a pagar a los que allirn Ah no! El maligno no podr impedirlo!10.

    Para luchar contra el diablo deca a los jvenes: El agua bendi-ta sirve para alejar las tentaciones, y lo dice el proverbio, refirindo-se a quien huye rpidamente: Huye como el demonio del agua

    bendita.As, pues, en las tentaciones y especialmente al entrar en la

    iglesia, haced bien la seal de la cruz, porque all os espera eldemonio para haceros perder el fruto de la oracin. La seal de lacruz aleja al demonio por un momento: pero la seal de la cruz conel agua bendita lo aleja por mucho ms tiempo. Un da estabatentada santa Teresa. A cada asalto haca ella la seal de la cruz yla tentacin cesaba, pero a los pocos minutos volva el asalto.

    Finalmente, cansse la santa de luchar, se roci con agua benditay el demonio tuvo que salir11.

    Queris que os ensee a no tenerle miedo y a resistir a susasaltos? Escuchadme. No hay nada que el demonio tema ms queestas dos cosas:

    1. La Comunin bien hecha.2. Las visitas a Jess sacramentado.

    Queris que el Seor os conceda muchas gracias? Visitadloa menudo. Queris que os haga pocas? Visitadlo poco. Querisque el demonio os asalte? Visitad poco a Jess sacramentado.Queris que huya de vosotros? Visitad a menudo a Jess. Qu-ris vencer al demonio? Refugiaos con frecuencia a los pies deJess. Queris ser vencidos? Dejad de visitar a Jess. Queridosmos, la visita a Jess sacramentado es un medio muy necesariopara vencer al demonio. Id, pues, a visitar con frecuencia a Jess

    10 MB VII, cap. 8, pp. 70-74.11 MB VIII, cap. 61, p. 615.

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    sacramentado y el demonio no podr hacer nada contravosotros12.

    LA CONFESIN

    Don Bosco fue un apstol de la confesin y lea las concien-cias por un don especial que Dios le dio:

    Confesaba en las iglesias, confesaba en las casas, y confe-saba en todas partes. Haba obtenido del Papa Po IX autorizacinpara confesarquocumque Ecclesiae loco, es decir, en todas partes.Quin puede contar el nmero de almas restituidas a la gracia de

    Dios por su celo sacerdotal? En el tren, en carruaje, en el campo,detrs de un arenal o de un cercado y aun en la ciudad, cuando elcaso lo requera, confesaba. Ocurra a veces que alguna personale rogaba que entrase en la iglesia ms cercana para orla enconfesin, y entonces el confesionario inmediatamente se veacercado de penitentes. Desde 1842, esto es, desde el ao en querecibi facultad para confesar, se haba formado este propsito:Cuando sea llamado para or las confesiones de los fieles, si hay

    prisa, interrumpir el rezo y an har ms breve la preparacin y laaccin de gracias de la misa, a fin de prestarme a ejercitar estesagrado ministerio. Y como se lo propuso, as lo cumpli13.

    Un joven se acerc a confesarse con Don Bosco, quien vioclaramente el infeliz estado de su alma.

    Despus de escuchar lo que quiso decirle, le pregunt:

    No tienes nada ms que decir?Nada ms.

    Y, sin embargo, pudiera ser que tuvieras todava alguna cosa. No tengo nada, insisti.

    El muchacho se haca el sordo y no se decida a soltar pala-bra. En aquel momento, vio Don Bosco aparecer sobre el entari-mado a un horrible mono gigantesco, que pasando por entre losmuchachos que le rodeaban, se abalanz y de un salto se echsobre las espaldas de aquel pobrecito, le apret el cuello con susgarras y asom el hocico entre su cara y la del joven. Al ver esto,

    12 MB VIII, cap. 4, pp. 54-55.13 Lemoyne, o.c., p. 443.

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    Don Bosco se estremeci de espanto, le saltaron las lgrimas a losojos por la compasin y volvi a preguntar al muchacho:

    De verdad que no tienes nada que decirme? No recuerdo nada ms.

    Dices que no tienes nada ms que confesar, mientras yoestoy viendo un enorme mono sobre tus espaldas?Entonces, el joven, hondamente conmovido, lanz un grito

    ahogado de espanto, rompi a llorar y, agarrando a Don Bosco porla sotana, le deca:

    No me abandone, no me abandone. Si no quieres que te abandone, dmelo todo.

    Entonces, el pobre muchacho se anim, se abraz al confe-

    sor, al tiempo que desapareci aquel monstruo, y confes elpecado que haba tratado de ocultar. Este hecho lo cont DonBosco una noche a algunos entre los que estaban Ruffino yBonetti, los cuales tomaron nota de l. Sus palabras causaronhonda impresin, porque recordaban el sueo de pocos mesesantes en el que haba visto a tres jvenes con un mono agarradoal cuello14.

    Refiere Don Francisco Cerruti haber odo de Don Bosco

    mismo el hecho siguiente:Un da fue a buscarme una seora y me rog con grande

    empeo que fuese a visitar a cierto enfermo prximo a morirse.Tratbase de una persona muy importante en la masonera, quese haba negado a recibir a cuantos sacerdotes intentaron confe-sarlo, y slo a duras penas consinti en que llamase a DonBosco. Yo fui all; pero apenas entr en la habitacin y cerr lapuerta me dijo reuniendo todas las fuerzas que le quedaban:Viene usted como amigo o como sacerdote? Ay de usted sillega a nombrarme siquiera la palabra confesin!

    Y mostr dos revlveres que tena, uno en cada lado de lacama. Me los apunt al pecho y continu: Recuerde bien que enel momento en que me hable de confesin uno de estos revlver-es lo disparar contra usted y el otro contra m; slo me quedanpocos das de vida.

    14 MB VI, cap. 71, pp. 730-731.14

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    Le respond que estuviese tranquilo y que no le hablara deconfesin sin su permiso. Le pregunt sobre su enfermedad y elparecer de los mdicos. Despus desvi la conversacin sobrepuntos de Historia y me detuve en contarle la muerte de Voltaire.

    Acabada la narracin, aad:Tocante al fin de Voltaire creen algunos que se hacondenado; no lo digo yo, o al menos no me atrevo a asegurarlo,porque s que la misericordia de Dios es infinita.

    Cmo? Hay todava esperanza para Voltaire? Entoncestenga la bondad de confesarme.

    Me acerqu a l, lo prepar y lo confes. Cuando le di laabsolucin prorrumpi en copioso llanto, exclamando que jamshaba gozado de tanta paz en su vida como en aquel momento.Hizo todas las retractaciones que se le pidieron. Al da siguiente,recibi el santo vitico, pero antes llam a su habitacin a todoslos de la casa y pblicamente pidi perdn del escndalo que leshaba dado. Despus del vitico mejor bastante, vivi todavados o tres meses, que emple en rezar y pedir con frecuenciaperdn por sus escndalos y en recibir varias veces con granedificacin a Jess sacramentado.

    Debes saber (acab diciendo Don Bosco) que aquel seorera de un grado muy elevado en la masonera. Demos graciaspor todo al Seor15.

    El tres de setiembre de 1868 por la noche habl Don Boscode una mujer que lleg al fin de sus das y ni siquiera entoncesse atrevi a confesar un pecado cometido a los nueve aos.Pero, en el ardor de la fiebre, dijo:

    Ay, que me voy al infierno! Por qu?, le pregunt el confesor que la asista. Porque tengo un pecado, que jams me he atrevido a

    confesar.Animle el sacerdote y la pobrecita se confes bien. Es una

    leccin para nosotros, mis queridos hijos; no hay que esperar aaquel momento peligroso para arreglar las cuentas de nuestra

    15 Lemoyne, o.c., p. 446.15

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    alma. Quien lo necesitase, prepare bien su conciencia con unaconfesin general, pero si el confesor dijese:

    Qudate tranquilo, porque no lo necesitas, siga ese taladelante y deje toda responsabilidad al padre de su alma.

    El cuatro de setiembre de 1868 habl Don Bosco as a losmuchachos:

    Hace pocos das haba en el hospital una mujer gravementeenferma que no quera confesarse. Aumentaba el peligro demuerte y le propusieron que se llamara a Don Bosco. Ella contes-t:

    Venga el que quiera; no me confesar.Fue Don Bosco y, en cuanto lleg, dijeron a la enferma:

    Ha llegado Don Bosco.Cuando est curada me confesar.Es que Don Bosco te har sanar.Que me cure y entonces me confesar.

    Y dice Don Bosco:

    Como yo tena en la mano una medalla de Mara Auxiliadoracon un cordoncito, se la present. La enferma la tom, la bes y

    se la puso al cuello. Los presentes lloraban de emocin. Hice quesalieran aquellas personas; la bendije y ella se santigu; lepregunt cunto tiempo haca que no se confesaba y se confes.Cuando termin me dijo:

    Qu le parece? Hace poco no quera confesarme y me heconfesado.

    Estaba contenta.

    Pues yo no s qu decir, le respond: mire, es la SantsimaVirgen, que quiere que se salve.Y la dej con los sentimientos de una buena cristiana.

    Pongamos, pues, toda nuestra confianza en Mara, y quienno lleve an su medalla al cuello, pngasela; y por la noche, y enlas tentaciones, besmosla y experimentaremos una gran ayudapara nuestra alma16.

    Un muchacho, de unos quince aos, llamado Carlos, que

    frecuentaba el Oratorio, cay gravemente enfermo en 1849 y, en16 MB IX, cap. 27, pp. 314-315.

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    poco tiempo, se encontr a las puertas de la muerte. Viva en unafonda, pues era hijo del fondista. Al verle el mdico en peligro,aconsej a sus padres que lo invitaran a confesarse y stos, muyafligidos, preguntaron a su hijo qu sacerdote quera que se

    llamara. l mostr gran deseo de que fueran a llamar a su confesorordinario, que era Don Bosco. Fueron enseguida; pero, con granpesar, respondironles que estaba fuera de Turn. El muchachomostraba una gran pesadumbre, por lo que se llam al viceprroco,que acudi enseguida. Da y medio ms tarde mora el muchacho,insistiendo en que quera hablar con Don Bosco.

    Apenas estuvo de vuelta Don Bosco, le dijeron que haban idovarias veces en su busca, de parte del joven Carlos, muy conocido

    suyo, que se encontraba en peligro de muerte y haba preguntadopor l con insistencia. Se apresur a visitarlo, por si an llegaba atiempo. Al llegar all, encontrse primero con un camarero a quienpidi enseguida noticias del enfermo:

    Llega demasiado tarde. Hace medio da que ha muerto!Entonces Don Bosco exclam sonriendo:

    Duerme y creis que ha muerto!En aquel instante, los dems de la casa, rompieron en llanto

    diciendo que, desgraciadamente, Carlos haba muerto. Don Boscodijo:

    Debo creerlo?; permitidme que vaya yo a verlo.Y le acompaaron a la sala mortuoria, donde estaban la madre

    y una ta, rezando junto al difunto. El cadver, ya amortajado,estaba, como entonces se usaba, envuelto y cosido en una sbanay cubierto con un velo. Junto a la cama arda un cirio.

    Se acerc Don Bosco. Y pensaba: Quin sabe si habr hechobien su ltima confesin! Quin sabe la suerte que habr tocado asu alma! Dirigindose al que le haba acompaado, le dijo:

    Retrense, djenme solo.Hizo una breve y fervorosa oracin. Bendijo y llam dos veces

    al joven, con tono imperativo.

    Carlos, Carlos, levntate.A aquella voz, el muerto empez a moverse. Don Bosco

    escondi enseguida la luz, y de un tirn descosi con ambas

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    manos la sbana, para que el muchacho pudiera moverse y ledescubri el rostro.

    l, como si despertara de un profundo sueo, abre los ojos,mira en torno, se incorpora un poco y dice:

    Oh!, por qu me encuentro as?Despus se vuelve, fija su mirada en Don Bosco y, apenas lo

    reconoce, exclama:

    Oh, Don Bosco! Si usted supiera! Cunto le he esperado! lebuscaba precisamente a usted..., lo necesito mucho. Es Diosquien lo ha mandado... Qu bien ha hecho viniendo adespertarme!

    Y Don Bosco le respondi:

    Dime todo lo que quieras; estoy aqu para ti.Y el jovencito prosigui:

    Ah, Don Bosco! Yo debera estar en el lugar de perdicin. Laltima vez que me confes no me atrev a manifestar un peca-do cometido hace algunas semanas... Fue un mal compaeroque con sus conversaciones... He tenido un sueo que me haespantado mucho. So que me encontraba al borde de uninmenso horno de cal y que hua de muchos demonios queme perseguan y queran prenderme: ya estaban paraabalanzarse sobre m y echarme en aquel fuego, cuando unaSeora se interpuso entre m y aquellas horribles fieras,diciendo: Esperad; an no esta juzgado! Despus de unmomento de angustia, o su voz que me llamaba y me hedespertado; ahora deseo confesarme.

    Entre tanto, la madre, espantada ante aquel espectculo yfuera de s, a una seal de Don Bosco, sali con la ta de la habita-cin y fue a llamar a la familia. El pobre muchacho, animado a notener miedo de aquellos monstruos, comenz enseguida su confe-sin con seales de verdadero arrepentimiento, y mientras DonBosco le absolva, volva a entrar la madre con los dems de casa,que de este modo pudieron ser testigos del hecho. El hijo, volvin-dose a su madre, le dijo:

    Don Bosco me salva del infierno

    Don Bosco le dijo:

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    Ahora ests en gracia de Dios: tienes el cielo abierto.Quieres ir all arriba o quedarte aqu con nosotros?

    Quiero ir al cielo, respondi el muchacho.Entonces, hasta volver a vernos en el paraso!

    El muchacho dej caer la cabeza sobre la almohada, cerrlos ojos, qued inmvil y se durmi en el Seor17.

    JESS EUCARISTA

    Jess, presente en la Eucarista, era el centro y el amor desu vida. Cuando celebraba la misa, pareca que estaba enpresencia del cielo en pleno, como as es en realidad, pues lamisa es el cielo en la tierra.

    Cuando celebraba la santa misa estaba tan bien compuesto,tan concentrado, tan devoto, tan exacto, que edificaba gran-

    demente a los fieles. Pronunciaba las oraciones y las partes de lasanta misa, que se deben proferir en alta voz, con gran claridadpara que las oyesen todos los asistentes, y con mucha uncin.Experimentaba un gusto especialsimo en administrar la santacomunin y se le oa pronunciar las palabras con gran fervor deespritu.

    No dejaba de celebrar la misa, si no era realmente porgravsima necesidad. Cuando deba emprender un viaje muy de

    maana, anticipaba la misa acortando su descanso, o la deca,con gran incomodidad, al llegar a su destino, aun cuando fuesemuy tarde. De cuando en cuando, surcaban su rostro laslgrimas. Quedaba cortado, no sabemos si en xtasis o a causade fervores extraordinarios. Sucedi, en alguna ocasin, que,despus de la elevacin, apareci arrebatado, dando la impre-sin de que vea a Jesucristo con sus propios ojos. Frecuen-temente, en el momento de la consagracin, se cambiaba su

    rostro de color y tomaba tal expresin que pareca un santo, al17 MB III, cap. 45, pp. 385-387.

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    decir de la gente. Sin embargo, no haba en l la ms mnimaafectacin; siempre tranquilo y natural en sus movimientos, nodejaba entrever, particularmente en las iglesias pblicas, nada deextraordinario. Pero los fieles, lo mismo en Turn que all adonde

    fuere, acudan presurosos en gran nmero y experimentaban ungran placer en ir, si saban la hora, para verle celebrar y alcanzarel socorro de sus oraciones. Las personas que gozaban de altarprivado, se consideraban afortunadas cuando podan tenerlepara celebrar la misa en su casa.

    Hablaba siempre de la importancia del santo sacrificio.Sugera a los suyos por regla, y a los dems como consejo, laasistencia diaria a la misa, recordando las palabras de san

    Agustn, de que no perecer de mala muerte el que oye devo-tamente y con asiduidad la santa misa. Recomendaba, a quienesdeseaban alcanzar gracias y recurran a l, que la hiciesen cele-brar, la oyesen y participaran en ella con la frecuente comunin.Deca, adems, que el Seor atiende de un modo especial lasoraciones bien hechas en el momento de la elevacin de la santahostia18.

    En diciembre de 1878, don Evasio Garrone asegura que fue

    testigo de un prodigio.Ayudaba la misa a Don Bosco en la capillita situada junto a

    su habitacin, con un compaero suyo que se llamaba Franchini.Al llegar la elevacin vieron al celebrante exttico y con un airede paraso en la cara: pareca que se iluminara toda la capilla.Despus, poco a poco, se levantaron sus pies de la tarima yqued suspendido en el aire durante ms de diez minutos. Losdos monaguillos no llegaban a alzarle la casulla. Garrone, fuerade s por la extraeza, corri en busca de don Joaqun Berto,pero no lo encontr. Volvi y lleg precisamente cuando DonBosco descenda, pero en el lugar aleteaba un algo del para-so19.

    18 MB IV, cap. 39, pp. 350-351.19 MB XIII, cap. 26, p. 762.

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    MULTIPLICACION DE LAS HOSTIAS

    El ao 1854, dice Don Bosco: Una maana, cuando no habaen casa ms sacerdote que yo, celebraba la misa de la comunin,

    como de costumbre. Despus de consumir la hostia y el cliz,empec a repartir la santsima comunin a los muchachos. Habaen el copn unas pocas hostias, tal vez diez o doce. Al principio,como se presentaron pocos, no vi la necesidad de partirlas, pero,despus de comulgar los primeros, llegaron otros y luego ms, demodo que se llen el comulgatorio tres o cuatro veces. Hubo por lomenos cincuenta comuniones. Yo quera volver al altar, despus decomulgar los primeros, para partir las partculas que quedaban;

    pero, como me pareca que estaba viendo en el copn siempre lamisma cantidad, segu repartiendo la comunin. Y as continu sinadvertir que disminuyeran las partculas y, cuando llegu al ltimode los que queran comulgar, encontr en el copn, con enormesorpresa, una sola y con sta le di la comunin. Sin saber cmo, yohaba visto multiplicarse aquellas hostias20.

    En otra ocasin, se celebraba en el Oratorio una de lasfiestas ms solemnes, quiz la de la Natividad de la Virgen sant-

    sima. Se haban confesado cerca de seiscientos cincuenta jve-nes y estaban preparados para recibir la santa comunin. DonBosco comenz la santa misa persuadido de que en el sagrarioestaba el copn lleno de hostias. Pero dicho copn estaba casivaco y Jos Buzzetti se haba olvidado de poner sobre el altarotro copn con las hostias para consagrar. Este se dio cuenta desu olvido despus de la consagracin. Don Bosco comenz adistribuir la comunin angustiado, al ver tan pocas hostias y

    tantos muchachos rodeando el altar. Desolado por tener quedejar a tantsimos sin poder recibir el sacramento, alz los ojos alcielo y continu distribuyendo comuniones. Y he aqu que, congran maravilla suya y del pobrecito Buzzetti, que de rodillas yconfundido pensaba en el disgusto ocasionado a Don Bosco consu olvido, vea l que las hostias iban creciendo entre sus manosde forma que pudo dar la comunin a todos los muchachos conlas hostias enteras. Aunque hubiera partido las pocas que haba

    en un principio, no habran llegado ms que para un cortsimo20 MB VI, cap. 71, p. 734.

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    nmero de comulgantes. Al terminar la misa, Buzzetti, fuera des, cont lo ocurrido a sus compaeros, algunos de los cualeshaban advertido el hecho y, para comprobarlo, enseaba elcopn lleno de hostias que tena preparado en la sacrista.

    Muchas veces cont, durante su vida, este portento a susamigos, dispuesto a afirmarlo con juramento, y entre ellos nosencontrbamos tambin nosotros.

    El mismo Don Bosco confirm la verdad de este hecho el 18de octubre de 1863. Estaba hablando en privado con algunos desus clrigos; le preguntaron sobre la verdad de lo que contabaBuzzetti. Don Bosco se puso un tanto serio y, al cabo de un rato,respondi:

    S, haba muy pocas hostias en el copn y, no obstante, pudedar la comunin a todos los que se acercaron al comulgatorio,que fueron muchos. Con este milagro quiso demostrar nuestroSeor Jesucristo cunto le agradan las comuniones frecuen-tes y bien hechas.Y habindole preguntado qu sentimientos experimentaba en

    aquellos momentos en su corazn, contest:

    Estaba conmovido, pero tranquilo. Yo pensaba: es un milagromayor el de la consagracin que el de la multiplicacin. Perosea bendito el Seor por todo21.Otro caso. A la fiesta de Mara Auxiliadora celebrada en Turn

    por Don Bosco en 1885 asistieron los duques ingleses deNorfolk. Absortos en oracin durante la accin de gracias, noadvirtieron un prodigio que tuvo lugar all mismo delante de ellos.Todava vive el monaguillo que ayudaba a misa y que fue testigo

    ocular y prudente. Cursaba cuarto curso de bachillerato y sellamaba Jos Grossani. Hoy es prroco de Moncuco di Vernate,en el arzobispado de Miln. Tal recuerdo lo llena siempre desanta emocin.

    Como suele hacerse, cuando algunas personas han decomulgar en un altar donde no hay sagrario, se puso sobre elaltar un pequeo copn con las hostias suficientes para quecomulgaran los duques y su squito, es decir, unas veinte

    personas. El santo las consagr y, al llegar el momento de la21 MB III, cap. 40, pp. 344-345.

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    comunin, numerosas personas devotas se acercaron tambin acomulgar. El monaguillo y el sacristn hicieron lo posible paraconvencer a aquellas personas de que no haba hostias suficien-tes y convena reservar a los ingleses las que se haban consa-

    grado; pero todo fue intil, pues nadie estaba dispuesto a ceder.Era una suerte la de poder comulgar de manos de Don Bosco. Yl, notando el nerviosismo por disuadir a las personas extraas,dijo al ayudante:

    Djalos, no te preocupes.Pero es que las hostias estn contadas. Quiere usted que

    diga que las traigan del altar mayor?Deja, deja.

    El monaguillo no se atrevi a insistir, pero contemplabamientras tanto con creciente estupor un verdadero milagro demultiplicacin, puesto que Don Bosco, sin partir ni siquiera unahostia, iba dando la comunin a decenas de fieles. Asegura donJos Grossani que los comulgantes superaron la cifra dedoscientos. Ni ingleses ni italianos se dieron cuenta de ello y elaludido prroco no sabe explicarse cmo nadie haya prestadocrdito hasta ahora a sus tantas veces repetida narracin22.

    AMOR A MARA

    San Juan Bosco es uno de los santos marianos porexcelencia. l difundi por el mundo la devocin a Mara, bajo elttulo de Mara Auxiliadora. Ya a los nueve aos, en su primersueo proftico, se le aparece la Virgen Mara con Jess. Su

    madre, al entrar en el Seminario, le record: Cuando viniste almundo, te consagr a la Santsima Virgen. Cuando comenzastelos estudios, te recomend la devocin a esta nuestra Madre.

    Ahora te recomiendo ser todo suyo. Ama a los compaerosdevotos de Mara y, si llegas a sacerdote, recomienda y propagasiempre la devocin a Mara23.

    Y l nunca se olvid de las recomendaciones de su madre ysinti por experiencia personal la poderosa intercesin de Mara.

    22 MB XVII, cap. 18, pp. 447-448.23 Autobiografa, o.c., p. 50.

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    Desde que era seminarista, Don Bosco se industriaba paraaliviar a los enfermos, invocando a Mara Santsima. Consista suindustria en distribuir una especie de pldoras de miga de pan ounos polvos, mezcla de azcar y harina de maz, imponiendo a

    los que recurran a su ciencia mdica la condicin de acercarse alos sacramentos y rezar un determinado nmero de avemaras,de salves o de otras oraciones a Nuestra Seora. La medicinaprescrita y las oraciones sealadas deban cumplirse durante tresdas, unas veces; y otras durante nueve. Lo cierto es que hastalos enfermos ms graves se curaban. De pueblo en pueblo corrala noticia, y un gran nmero de enfermos acuda al nuevomdico, que ganaba cada vez ms confianza con el xito de susremedios. Desde entonces, conoca la eficacia de las oracionesdirigidas a Nuestra Seora. Tal vez la misma Santsima Virgen lehaba concedido visiblemente la gracia de las curaciones que locultaba tras la apariencia de pldoras y polvos.

    En 1844 cay enfermo en Montafia, con fiebres pertinaces, elseor Turco. Ninguna prescripcin mdica lo curaba. Acudi lafamilia a Don Bosco, el cual, despus de aconsejar la confesin ycomunin, les entreg una cajita con las consabidas pldoras que

    el enfermo deba tomar cada da en determinadas dosis, rezandoantes tres salves. Apenas tom las primeras pldoras, el seorTurco cur radicalmente. Todos quedaron maravillados. El farma-cutico se apresur a ir a Turn y se present a Don Bosco parapedirle el secreto del frmaco.

    Don Bosco se qued un tanto perplejo y no se le ocurri mssalida que sta:

    Se me han acabado las pldoras.Pero el farmacutico consigui algunas. Las examinaron

    cuidadosamente y tuvieron que concluir: Esto es pan.

    La noticia corri por el pueblo. El mismo seor Turco fue aTurn a visitar a Don Bosco y a darle las gracias. Le cont losrumores sobre las pldoras de pan y rog le manifestara el secre-to de la medicina. Don Bosco le pregunt:

    Rez usted con fe las tres salves?

    S.Pues eso basta.

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    Desde entonces, al verse descubierto, abandon Don Boscoaquel mtodo de curacin y recurri, como sacerdote, nicamen-te a la eficacia de las bendiciones24.

    En su ministerio pastoral recomendaba mucho el uso de

    medallas benditas de la Virgen Mara.Un da, fue invitado Don Bosco por un buen muchacho a

    visitar a su hermano o hermana suya que desde haca casi unao padeca terribles dolores en un brazo... Don Bosco no podaacudir y le entreg una medallita que ahora podemos llamar contoda verdad milagrosa, recomendndole a l y a toda la familiaque rezaran a Mara Auxiliadora y aplicasen la medallita a subrazo enfermo. Por la noche, la familia realiz todo con mucha fe.

    A la maana siguiente, el enfermo, que dejaba de serlo, grit atodo pulmn que estaba curado y que la Virgen le haba concedi-do la gracia. Y as diciendo, levantaba libremente el brazo. Nadiequera creer lo que vea, pero no haba lugar a dudas. En elbrazo del chiquito no qued ms que una postilla o mancha,recuerdo del mal pasado y que confirmaba el hecho25.

    El 22 de febrero de 1887 reuni Don Bosco a los alumnosdel cuarto curso y entreg a cada uno una medalla de unamanera algo misteriosa, recomendndoles que la tuvieran engran aprecio, porque los protegera en cualquier calamidad. Alda siguiente, sobrevino la primera. Un espantoso terremotosacudi furiosamente la zona de Liguria y repercuti tambin enel Piamonte... Pareci una gracia singular de la Virgen que lossalesianos y sus alumnos quedaran libres de desgraciaspersonales, pues no hubo muertos ni heridos ni lesionados,aunque los daos materiales fueron importantes26.

    El padre Viladevall tena una fuerte laringitis y no podahablar fuerte en clase. Don Bosco le dio una medalla de Mara

    Auxiliadora para que se la llevara y la introdujera en un poco deagua y despus se bebiera el agua, rogando a la Virgen que locurase. El padre sigui el consejo y..., de repente, la voz le volvi

    24

    MB II, cap. 2, pp. 28-29.25 MB VIII, cap. 52, p. 529.26 MB XVIII, cap. 12, pp. 258-259.

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    sin quedar residuo alguno del mal. Por eso, conserva todava lamedalla como oro en polvo27.

    * * * * * * *

    En 1866, el volcn Etna de Italia estall y lanz ros de lava

    ardiente. El pueblo de Nicolosi estaba en grave peligro. Enviaronun mensaje a san Juan Bosco, pidiendo consejo, y l les dijo:Colocad medallas de Mara Auxiliadora alrededor del pueblo yrezad. Yo tambin rezo por vosotros.

    La lava se qued a las afueras del pueblo. Faltaban 300metros para que arrasara el pueblo y se detuvo. Hoy se puedever todava la masa acumulada y seca que ha quedado all parael recuerdo de las generaciones venideras. Este hecho fuepublicado por el peridico anticlerical de la poca llamadoGazzetta di Catania.

    * * * * * * *

    Don Joaqun Berto declar en el Proceso de beatificacin,como testigo ocular, que una seora genovesa viva en totaldesacuerdo con su marido, quien desde haca doce aos ni lediriga la palabra, sino que peda a la hija cuanto necesitaba.

    Jams ocurra que le hablara en la mesa, nunca le daba la menormuestra de atencin. En aquel estado crnico de mal humor,haba hasta olvidado toda prctica religiosa. Era insoportable lavida en familia.

    La angustiada mujer, no sabiendo a qu santo encomendar-se, fue a Sampierdarena para ver a Don Bosco, encomendarse asus oraciones y recibir una palabra de consuelo. Pero lo encontrtan ocupado que, sin ms, le dijo:

    Me es imposible entretenerme mucho tiempo con usted.La pobrecita, apenas haba empezado a contarle sus penas,

    cuando el beato la interrumpi diciendo:

    Entregue a su marido esta medalla.Y, con buenas maneras, la despidi. En este expeditivo modo

    de comportarse, haba, adems, razones de prudencia, fciles deadivinar. Pero no se puede describir la afliccin de la pobre

    seora, al verse tambin privada del consuelo que tanto27 MB XVIII, cap. 3, p. 104.

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    esperaba. Encontrse con don Pablo Albera, director de la casa,le ense la medalla y le dijo:

    Cmo me las arreglo yo para entregar esta medalla a mimarido? No reza nunca. La tirar a cualquier parte.

    Le aconsej don Pablo Albera que cumpliera fielmente elconsejo de Don Bosco y ella replic que no se senta connimos para ello; pero don Pablo le repiti la misma recomen-dacin.

    Pues bien, respondi ella, lo har y pase lo que pase!Un sbado por la noche, despus de cenar en su casa de

    campo, la seora dijo a su marido que haba visto a Don Bosco,quien le haba prometido que rezara por toda la familia y que le

    ofreca aquella medalla. Entonces, l exclam:Una medalla?

    Sali del comedor y se retir a su habitacin. La esposa losigui y el marido se ech a llorar, la abraz y le prometi que, enadelante, sera otro. Al da siguiente, fueron juntos a misa. La pazhaba vuelto a aquella casa. Don Pablo Albera aseguraba porpropia experiencia la eficacia de aquella sugerencia dada porDon Bosco28.

    * * * * * * *

    La devocin a Mara Santsima Auxiliadora se difunda cadavez ms entre los fieles; a ello contribua tambin que el siervode Dios Don Bosco distribua tambin sus medallas en grannmero... Sin embargo, para que las bendiciones y las medallasalcanzasen el deseado efecto, Don Bosco exiga por reglaordinaria la cooperacin de quien peda la salud:

    1. Ponindose en gracia de Dios con la confesin ycomunin.

    2. Haciendo alguna obra de caridad.3. Con la oracin confiada y perseverante29.

    Tambin inculcaba mucho la repeticin de jaculatorias ydeca a los jvenes:

    28 MB XV, cap. 4, pp. 135-136.29 MB VIII, cap. 63, p.275.644.

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    Familiarcense con el uso de las jaculatorias. Cuando sesientan tentados, vuelvan enseguida sus ojos a Mara y excla-men: Mara, mi querida Madre, socrreme! O tambin reciten laoracin que pone en nuestros labios la santa Iglesia: Santa

    Mara, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y enla hora de nuestra muerte... O bien hagan la seal de la santacruz, que est muy descuidada por algunos cristianos y no se leda la debida importancia. Yo les aseguro que, si en aquelmomento piden por uno, el Seor les dar por diez30.

    LIBRES DEL CLERA

    Juan Bautista Lemoyne, el bigrafo de san Juan Bosco, quevivi muchos aos junto a l, nos dice que en julio de 1854 sepresentaron los primeros casos de clera en la ciudad de Turndonde viva Don Bosco; pero l les dijo a los jvenes del Oratorio:Vosotros estad tranquilos. Si cumpls lo que yo os digo, oslibraris del peligro. Ante todo debis vivir en gracia de Dios,llevar al cuello una medalla de la Santsima Virgen que yo vende-cir y regalar a cada uno y rezar cada da un padrenuestro, unavemara y un gloria con la oracin de san Luis Gonzaga,aadiendo la jaculatoria: Lbranos, Seor, de todo mal... Portrmino medio, mora un setenta por ciento de los afectados, asque, salvo la peste, ninguna otra enfermedad conocida presenta-ba tan espantosa mortalidad...

    En algunos lugares, en cuanto uno era atacado, los vecinos yhasta los mismos parientes se amedrentaban de tal modo que

    dejaban al enfermo sin la menor ayuda ni asistencia y era precisoque un alma caritativa y valiente se prestase a atenderlo, cosaque no siempre resultaba fcil de encontrar. Lleg a ser precisoque los sepultureros pasaran por las ventanas y rompieran laspuertas para entrar en las casas a sacar los cadveres yacorrompidos... Los casos pasaron de uno a diez, a veinte, atreinta y hasta cincuenta y sesenta por da. Del 1 de agosto hastael 21 de noviembre se dieron en la ciudad y en sus arrabales casi

    2.500 casos, de los que 1.400 fueron mortales. Junto al Oratorio30 MB VII, cap. 9, p. 81.

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    hubo familias que quedaron no solamente diezmadas, sinoexterminadas.

    Al esparcirse la noticia de que el mal empezaba a extendersepor la ciudad, Don Bosco demostr ser el padre amoroso y el

    buen pastor de sus hijos. Emple todas las precaucionesposibles aconsejadas por la prudencia y la ciencia para no tentaral Seor... Les dijo: Os recomiendo que hagis maana unabuena confesin y comunin para que pueda ofreceros a todos

    juntos a la Santsima Virgen, rogndole que os proteja y defiendacomo a hijos suyos queridsimos... Les dijo tambin: La causa detodo es sin duda el pecado. Si todos vosotros os ponis en graciade Dios y no cometis ningn pecado mortal, yo os aseguro que

    ninguno ser atacado por el clera; pero, si alguno se obstina enseguir siendo enemigo de Dios o lo que es peor le ofendieragravemente, a partir de ese momento yo no podra garantizar lomismo para l ni para ningn otro de la casa. As les dijo DonBosco la tarde del 5 de agosto de 1854...

    Don Bosco se aprest a asistir a las vctimas. Era dificilsimoencontrar personas que ni aun bien pagadas quisieran prestarsea atender a los enfermos all o en las casas particulares. Hasta

    los ms valientes teman el contagio y no queran correr el riesgode su propia vida. Entonces, l reuni a sus jvenes y les dirigiunas sentidas palabras. Les describi el miserable estado en quese encontraban muchos enfermos, algunos de los cuales moranpor falta del oportuno y necesario socorro... Los muchachos delOratorio se portaron como hijos de tal padre. Catorce de ellos sepresentaron inmediatamente dispuestos a secundar sus deseos ydieron su nombre para ser inscritos en la lista de la comisin

    sanitaria y, pocos das despus, siguieron su ejemplo otrostreinta.

    Si se tiene en cuenta por una parte el pnico que en aquellosdas se enseoreaba de los espritus al extremo de que muchos,sin excluir a los mdicos, huan de la ciudad; y que haba enfer-mos abandonados por sus propios parientes; y, por otra parte, laedad y la natural timidez de los muchachos en semejantes casos,no puede dejarse de admirar la noble audacia de los hijos de DonBosco, el cual se alegr tanto que llor de satisfaccin...

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    En aquel tiempo, los alumnos del internado, con Don Bosco ysu madre, formaban una familia de casi cien personas. Estabaninstalados en un lugar donde el clera caus muchos estragos,ya que, lo mismo a la derecha que a la izquierda, cada casa tuvo

    que llorar sus muertos. Despus de cuatro meses de pasada laepidemia, de tantos como eran, no faltaba ni uno. El clera loshaba cercado, haba llegado hasta las puertas del Oratorio, perocomo si una mano invisible le hubiera hecho retroceder,obedeci, respetando la vida de todos. Y causaba ademsadmiracin el hecho de que los muchachos que se habandedicado en aquellos das a atender a los enfermos, estaban tansanos, fuertes y vigorosos que pareca hubieran transcurridoaquellos das, no entre los aires malsanos de los lazaretos ycasas apestadas, sino en medio del campo delicioso y saludableen plenas vacaciones y descanso. As que todos los que cono-can el caso estaban maravillados y resultaba imposible nodescubrir en el hecho la mano misericordiosa de Dios, que loshaba protegido visiblemente...

    El 8 de diciembre de ese ao 1854, fiesta de la InmaculadaConcepcin de la Santsima Virgen, el mismo da en que lo

    proclamaba solemnemente dogma de fe el inmortal Pontfice PoIX, Don Bosco les dijo a sus jvenes: Demos gracias, queridoshijos, a Dios que razn tenemos para ello; porque, como veis,nos ha conservado la vida en medio de mil peligros de muerte.Mas para que nuestra accin de gracias sea agradable, unamosa ella una cordial y sincera promesa de consagrar a su servicio elresto de nuestros das, amndolo con todo nuestro corazn,

    practicando la religin como buenos cristianos, guardando los

    mandamientos de Dios y de la Iglesia, huyendo del pecadomortal, que es una enfermedad mucho peor que el clera y lapeste. Dicho esto, enton el Tedum, que los muchachos canta-ron transportados de vivo reconocimiento y amor31.

    Otros casos: Las hermanas de san Jos, antes de salir dePinerolo para ir a asistir a los atacados del clera, quisieronrecibir de Don Bosco la medalla y la bendicin. l les prometi

    31

    Lemoyne Juan Bautista, Memorias biogrficas de san Juan Bosco, Ed.Central catequstica salesiana, Madrid, 1982, volumen V, cap. 9, pp. 68-74;cap. 15, pp. 116-118.

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    que todas volveran inclumes y as fue. Relaciones llegadas aDon Bosco o al Oratorio de mil lugares testimoniaban hechosindividuales y colectivos que demostraban la portentosa eficaciade la medalla... Los salesianos repartieron muchas medallas el

    23 de agosto de 1884 a los muchachos internos y externos de LaSpezia y ninguno de los que, dciles a las sugerencias, sepusieron la medalla bendecida, fue atacado. Murieron algunosalumnos externos, pero se descubri que no haban hechoningn caso de la medalla.

    Un hecho trgico confirm que la inmunidad no se deba msque a la bondad de Mara. Una pobre mujer, que se enter de lasmaravillas de la medalla, corri a hacerse con ella y se la puso al

    cuello a su hija de seis aos que luchaba contra las embestidasdel mal. Mejoraba la pequeita a ojos vistas. Cuando lleg elpadre y vio aquel objeto religioso, se lo arranc y lo tir, vomitan-do blasfemias. Recuper el clera su violencia y la nia muri32.

    Tambin en Francia las medallas de Mara Auxiliadora,bendecidas por Don Bosco, fueron portadoras de salvacin. Elinspector de Marsella escriba a Don Bosco en 1884: La ciudadest casi despoblada. Ms de cien mil personas huyeron.

    Muchas calles estn completamente desiertas. Mueren cada dapor trmino medio de noventa a cien personas... Pero en nuestracasa, gracias a la proteccin de Mara Auxiliadora, no hemostenido todava ni un solo caso. Mejor, cuatro veces vimos enalgn pobre muchacho todos los sntomas del clera, perotuvimos la satisfaccin de verlos desaparecer a las pocas horas.Es un milagro de la Virgen. Tenemos en casa todava ms deciento cincuenta muchachos. Los que marcharon a sus casas

    disfrutan de magnfica salud y ninguno de ellos ha sido atacadotodava por la terrible peste. Todos llevan al cuello la medalla deMara Auxiliadora y hacen lo posible por practicar el remedio queusted ha sugerido. Otra noticia consoladora es que ninguno denuestros bienhechores y amigos ha cado enfermo hastaahora33.

    El 27 de julio de 1886, recordaba Don Bosco en una cartaque, para estar libres del clera, era necesario:

    32 MB XVII, cap. 8, p. 210.33 MB XVII, cap. 8, pp. 210-211.

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    1. Llevar siempre al cuello o consigo la medalla de laVirgen.

    2. Invocar frecuentemente a Mara Auxiliadora: MaraAuxiliadora, ruega por nosotros.

    3. Recibir con frecuencia los santos sacramentos de laconfesin y comunin.

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    PROTEGIDOS EN LA GUERRA

    Don Bosco les dijo a los jvenes soldados: Me hubiera

    gustado acompaar al ejrcito, pero mi avanzada edad no me lopermiti. Me qued en casa, acompa a mis hermanos e hijoscon el corazn y con mis oraciones. Y, gracias a Dios, un da losvi tornar a todos sanos y salvos. Cmo saltaban todos a micuello llenos de alegra! Yo los abrac con tierno afecto, como sihubieran vuelto de nuevo a la vida. Pero os debo confesar que,

    para obtener este querido resultado, me serv de un medio senci-llsimo y seguro. Me haba provisto de antemano de muchas

    medallas de Mara Santsima y las reparta a todos los que esta-ban a punto de partir para la guerra. Tendra para mucho tiempo,si os narrase las gracias que se obtuvieron34.

    Como hemos visto, por medio de la medalla de Mara,llevada con devocin y en gracia de Dios, Dios bendecaabundantemente y protega de los peligros a los que la llevaban.Pero no olvidemos que la medalla debe ser la seal externa denuestro amor a Mara, es decir, de nuestra consagracin a Mara.Consagrarse significa ponerse totalmente en sus manos, abando-narse en Ella como un nio en brazos de su madre, confiando ensu proteccin maternal.

    Por eso, rezar el rosario, llevar la medalla (sea la medallamilagrosa u otra de Mara o el escapulario de la Virgen delCarmen) y consagrarse a Mara son manifestaciones externas denuestro amor total a Mara. Es como decirle: Soy todo tuyo, reina

    ma, madre ma, y cuanto tengo tuyo es. Y Ella no se dejarganar en generosidad.

    Un hecho significativo ocurri en el pueblo de Pontmain,Francia, donde se apareci la Virgen en 1871 en plena guerrafrancoprusiana. En enero de ese ao, la situacin de Francia eraangustiosa. El ejrcito alemn avanzaba incontenible. El 17 deenero, la Virgen se apareci en ese pueblo, que estaba cerca dela lnea del frente, a unos nios y les dijo: Orad, hijos mos, Dios

    os escuchar pronto.34 MB VIII, cap. 42, p. 430.

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    El prroco del pueblo consagr a la Virgen a los 38 jvenesque iban a la guerra y que despus volvieron todos sanos ysalvos. Hay que anotar que la Virgen protegi tambin a estepueblo en 1914 durante la batalla del Marne; y en la segunda

    guerra mundial no cay ni una sola bomba sobre este pueblo ytodos sus soldados regresaron tambin con vida. En este caso laconsagracin a Mara fue su salvacin.

    PROTEGIDO EN LOS PELIGROS

    El ao de gracia 1880, sufri Don Bosco dos atentados, a

    corta distancia uno de otro, quiz relacionados entre s, y urdidospor los sectarios para quitar de en medio violentamente a nuestrobuen Padre.

    El primer golpe deba darse una de las ltimas semanas dejunio, por un exalumno del Oratorio que se llamaba AlejandroDasso y viva de su trabajo en Turn. Se present en la porterapidiendo hablar con Don Bosco. Como conoca la casa, lleg porsu cuenta hasta la habitacin y fue introducido en ella. Tena los

    ojos extraviados y pareca un hombre abstrado y preocupado poralgo que atender muy distinto de quien estaba delante. DonBosco lo recibi con su acostumbrada amabilidad; pero, como elmozo callaba y pareca que una creciente agitacin lo llevaba alparoxismo, el siervo de Dios le pregunt:

    Qu quieres de m? Habla! Ya sabes que Don Bosco tequiere.Entonces el infeliz se postr de rodillas, rompi a llorar y

    sollozando le cont una fea historia. Se haba inscrito en lamasonera, la secta haba condenado a muerte a Don Bosco y sehaban sacado a suerte doce nombres, doce individuos debansucederse por aquel orden para cumplir la sentencia.

    A m me ha tocado ser el primero, precisamente a m! Y paraesto he venido!... Pero yo no har jams semejante accin.Cargar sobre m la venganza de los otros; revelar el secretoes mi muerte, estoy perdido, ya lo s, pero matar yo a DonBosco? Jams!

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    Dicho esto, sac el arma escondida y la arroj al suelo. DonBosco lo levant, intent calmarlo, darle seguridad, pero todo fueintil, el pobrecito sali precipitadamente de la habitacin como siuna fuerza misteriosa lo empujase hacia el abismo... Intent

    suicidarse, lanzndose al ro el 23 de junio... Don Bosco lo ayudy despus de socorrerlo generosamente le pudo facilitar la fugaal extranjero, y buscarle un asilo seguro, donde vivi desconocidohasta el fin de sus das.

    El segundo atentado ocurri de manera ms trgica, endiciembre del mismo ao. Un joven seor, como de unosveinticinco aos, fue a visitar a Don Bosco, quien le indiccortsmente que se sentara a su lado en el sof. Desde el primer

    momento, algo siniestro, que relampagueaba en sus ojos,aconsej a Don Bosco a ponerse en seguida en guardia y vigilarsus movimientos. Un nerviosismo mal reprimido le agitaba. Assentado, hablaba inconexamente, yndose por las ramas y, aveces, se acaloraba y gesticulaba como un exaltado; de pronto,en la agitacin se le resbal del bolsillo al divn un pequeorevlver de seis tiros. Sin que l se diera cuenta, Don Bosco pusodiestramente la mano encima y despacito se lo meti en el

    bolsillo. Aquel, en su desatinado hablar, haba soltado frasesprovocativas... Al llegar a cierto punto, volvi su fulmnea miradaalrededor, ech su mano derecha al bolsillo, hurg una y otra vezcon seales de extraeza y despecho, se puso de pie, observac y all y no se calmaba. Tambin Don Bosco se habalevantado y, mientras segua el otro sus frenticas pesquisas,con toda tranquilidad le pregunt:

    Qu busca, seor?

    Tena una cosa aqu en el bolsillo... Quin sabe cmo... Perodnde habr ido a parar?Don Bosco se aproxim rpidamente a la puerta y, puesta su

    mano izquierda sobre el picaporte dispuesto a abrir rpidamente,apunt el arma contra l y, sin descomponerse, le dijo:

    Es esto lo que usted buscaba, verdad?El bribn qued de piedra y quiso apoderarse de su revlver.

    Pero Don Bosco le intim con energa:

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    Salga inmediatamente de aqu y que Dios tenga misericordiade usted!35.El mismo Don Bosco refiere: Un domingo del mes de enero

    (1854) por la tarde me anunciaron a dos seores que venan para

    hablarme. Entraron, y despus de una larga serie de cumplimien-tos y lisonjas, uno de ellos comenz a decir:

    Usted, seor telogo, ha recibido de la naturaleza un grandon, el de hacerse entender y leer por el pueblo; por ello lerogamos quiera emplear ese precioso don en cosas tilespara la humanidad a favor de la ciencia, de las artes, delcomercio.

    Eso me propongo precisamente en las Lecturas Catlicas, de

    las que entiendo ocuparme con toda mi alma.Sera mejor se ocupara de otros buenos libros para la juven-tud, como, por ejemplo, una historia de la antigedad, untratado de geografa, de fsica, de geometra, pero no de lasLecturas Catlicas.

    Por qu no de estas Lecturas?Porque es un trabajo ya hecho y vuelto a hacer por muchos.Estos trabajos los hicieron ya muchos, pero en libros eruditos,

    y no para el pueblo, como precisamente es mi intento con lasLecturas Catlicas.Pero este trabajo no le da ningn fruto; por el contrario, si

    usted hiciere lo que nosotros le recomendamos, lograratambin un bien material para la maravillosa institucin que laProvidencia le ha confiado. Tome usted, aqu tiene algo (erancuatro billetes de 1.000 francos); no ser la ltima limosna. Esms, recibir usted otras mayores.

    Por qu razn tanto dinero?Para animarle a emprender las obras sealadas y para ayudara su institucin, nunca bastante alabada.

    Perdonen, seores, si les devuelvo su dinero. Por ahora nopuedo dedicarme a otros trabajos cientficos, sino slo a lasLecturas Catlicas.

    Pero si es un trabajo intil...Seores, entiendo lo que ustedes quieren decirme; mas les

    advierto con toda claridad que ante la verdad no temo a nadie;35 MB XIV, cap. 19, pp. 441-442.

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    al hacerme sacerdote, me consagr al bien de la Iglesia y dela pobre humanidad; entiendo que debo continuar promovien-do, con mis dbiles fuerzas, las Lecturas Catlicas.

    Usted hace mal, replicaron con la voz y el rostro alterados,

    mientras se ponan de pie, usted obra mal, nos est insultan-do; adems, quin sabe qu ser de usted aqu mismo! Sisale de casa, est usted seguro de que volver a entrar enella?En aquel momento estaban los dos tan irritados, que tema

    no me echaran las manos encima.

    Me levant, colocando la silla entre nosotros, y dije:

    No temo sus amenazas. Si quisiera usar la fuerza, poco me

    costara; pero la fuerza del sacerdote est en la paciencia y enel perdn. Por tanto, salgan de aqu.Girando alrededor de la silla, abr la puerta de la habitacin y

    dije:

    Buzzetti, acompaa a estos seores hasta la cancela, pues noconocen bien la escalera.Quedaron confundidos ante aquella intimacin y diciendo:

    Nos veremos en otro momento ms oportuno, salieron de all conla cara y los ojos inflamados de rabia.

    Pareca existir una conjuracin personal y secreta contra m,urdida por los protestantes o la masonera. Contar brevementealgunos hechos.

    Una noche, mientras estaba dando clase a los jvenes, sepresentaron dos hombres y, llamndome, me dijeron fuera deprisa al Cuor dOro para asistir a un moribundo.

    Fui inmediatamente, pero quise que me acompaaranalgunos de los mayorcitos.

    No hace falta, me dijeron, que moleste usted a sus alumnos.Nosotros lo acompaaremos hasta la casa del enfermo y lovolveremos a traer aqu. El enfermo se puede molestar con lapresencia de stos.

    No se preocupen de ellos, aad yo, mis alumnos darn un

    paseto y se quedarn al pie de la escalera durante el tiempoque est junto al enfermo.

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    Pero, llegados a la casa del Cuor dOro, me dijeron:

    Pase un momento, descanse un poco, y entre tanto iremos aprevenir al enfermo de su llegada.Me condujeron a una habitacin de la planta baja, en donde

    se encontraban varios tipos alegres, que, despus de habercenado, estaban comiendo castaas. Me acogieron con mil pala-bras de encomio y alabanza, quisieron que me sirviese y comierade sus castaas; yo rehus diciendo que acababa de cenar.

    Por lo menos beber un vaso de nuestro vino, dijeron. Legustar, es de la parte de Asti.

    Muchsimas gracias; no acostumbro beber fuera de lascomidas; me sentara mal.

    Un vasito no le har ningn dao.Y diciendo esto, sirven vino para todos; al llegar a m, uno fue

    a buscar botella y vaso aparte. Me di cuenta entonces de superversa intencin; a pesar de ello, tom el vaso en la mano;brind y, en vez de beber, intentaba volverlo a poner sobre lamesa.

    No haga eso, es un desprecio, deca uno.Es un insulto, no nos haga este desprecio, aada otro.No me apetece, no puedo y no quiero beber.Es preciso que beba a toda costa.

    Dicho esto, uno me cogi por el hombro izquierdo, otro por elderecho aadiendo:

    No podemos tolerar este insulto. Beba de grado o por fuerza.Si de todos modos queris que yo beba, lo har; pero

    dejadme un poco de libertad.

    Al decir esto, di un largo paso hacia la puerta y la abr,invitando a mis jvenes a entrar.

    No hace falta. Est tranquilo, iremos en seguida a prevenir alenfermo. Estos, que se queden abajo, en la escalera.Fui despus conducido a una habitacin del segundo piso, en

    donde, en lugar de un enfermo, advert que estaba acostado elmismo que me haba venido a llamar, y que, despus de haberaguantado algunas preguntas, dio una risotada.

    Nos fuimos. Una persona amiga hizo algunas averiguacionessobre los que me haban llamado y su propsito. Y pudieron

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    asegurarme que un determinado sujeto les haba pagado unasuculenta cena a condicin de que se las apaaran parahacerme beber un poco de vino que l haba preparado. Senci-llamente, deban envenenarme36.

    LA PROVIDENCIA DE DIOS

    Un aspecto importante en la vida de Don Bosco fue suilimitada confianza en la providencia de Dios.

    El da 20 de enero de 1858, Don Bosco tena que pagar unagruesa deuda y no posea ni un cntimo. Estaban ya a 12 del

    mes y no se vea ninguna solucin. En tales estrecheces, DonBosco dijo a algunos jvenes: Hoy ir a Turn y vosotros, duranteel tiempo que est fuera, turnaos uno a uno delante del sagrariorezando. Mientras Don Bosco caminaba por Turn, se le acercun desconocido y tras el saludo le pregunt:

    Don Bosco, necesita Ud. dinero?Ya lo creo.Si es as, tome; y le ofreci un sobre con varios billetes de mil,

    alejndose con premura. Era un rasgo de la providencia y DonBosco mand inmediatamente que se pagara a su acreedor37.

    * * * * * * *

    Un da de 1859, Don Bosco baj al refectorio, no paracomer, sino para salir. Les dijo: Hoy no puedo comer a la horaacostumbrada. Necesito que, cuando salgis del comedor, hayasiempre uno de vosotros hasta las tres con algn chico escogidoentre los mejores, rezando ante el Santsimo Sacramento. Estatarde, si obtengo la gracia que nos es necesaria, os explicar larazn de mis plegarias.

    Don Bosco volvi al atardecer y dijo, respondiendo a laspreguntas: Hoy a las tres, venca un compromiso serio con ellibrero Paravia de 10.000 liras. Tambin urgan otras deudas, quealcanzaban tambin otras 10.000 liras. He salido en busca de laprovidencia sin saber a dnde iba.

    36 Autobiografa, o.c., pp. 147-150.37 MB VI, cap. 14, p. 140.

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    Al llegar a la Consolata, entr y rogu a la Virgen que meconsolara. Al llegar a la iglesia de santo Toms, se me acerca unseor muy bien vestido que me dice:

    Usted es Don Bosco?

    S, para servirle.Mi patrn me ha encargado que le entregue este sobre.Hubo suficiente para que pagara todas las deudas urgentsi-

    mas38.

    * * * * * * *

    En julio de 1885, el cardenal Alimonda, que era su amigo,fue a visitarlo a Mathi y le pregunt:

    Cmo andan sus finanzas?Hoy mismo debo pagar 30.000 liras y no las tengo.Cmo se las arreglar?Espero en la providencia. Acaba de llegarme una carta

    certificada, veamos lo que hay dentro.Abierto el sobre, apareci un taln bancario de 30.000 liras.

    Al cardenal se le saltaron las lgrimas39.

    Estaba para llegar el empresario que se haba hecho cargo

    de los trabajos de la iglesia del Sagrado Corazn en Roma yvena para cobrar quince mil liras. Deba tenerlas preparadaspara las cinco de la tarde. Cmo arreglrselas cuando, a lascuatro y media, no haba nada en caja?

    Como sola hacer en casos semejantes, Don Bosco mand aalgunos muchachos a rezar ante el Santsimo Sacramento, y heaqu lo que ocurri. Lleg al Oratorio un sacerdote forastero, quepeda hablar con l. Le acompaaron a su presencia y contcmo, a fuerza de ahorrar, haba reunido ocho mil liras, que esta-ba decidido a dejar en testamento a Don Bosco, y que un amigosuyo estaba dispuesto a hacer lo mismo con otras siete mil liras.Habindose comunicado mutuamente esta idea, haban pensadoque era preferible entregar en seguida aquel dinero a Don Boscomejor que tenerlo sin producir.

    38 MB VI, cap. 14, p. 141.39 MB XVII, cap. 17, p. 417.

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    Esta maana, deca el sacerdote, fui a casa de mi amigo pararecibir las siete mil liras, juntarlas con las mas, con el deseode venir el fin de semana y entregarlas. Mas, he aqu que pors o por no, entr en casa para guardar el dinero en el arca e

    hice al revs: saqu tambin el mo y, distrado, me dirig a laestacin. All me pregunt:Pero qu he hecho, si no es hoy cuando debo ir a Turn, sino

    el sbado prximo?Me encog de hombros y aad:Vamos, siempre es mejor antes que despus! Y he aqu las

    quince mil liras.Don Bosco, sin aadir palabra, le hizo seas con la mano

    para que esperase un instante y mand llamar al empresario.Lleg ste y reclam el pago inmediato; Don Bosco le respondi:

    Yo, como ve, no tengo las quince mil liras; pero ha venido unbuen prroco que se las dar por m.Se volvi al sacerdote y le invit a repetir lo que le acababa

    de contar.

    El empresario, el prroco y Don Bosco no pudieron contenerlas lgrimas40.

    * * * * * * *

    Haban empezado las excavaciones del templo de MaraAuxiliadora y se echaba encima el pago de la primera quincena.Necesitaba mil liras. De pronto, con motivo del sagradoministerio, Don Bosco fue llamado al lecho de una personagravemente enferma. Estaba en cama imposibilitada desde hacatres meses, aquejada de tos y fiebre, con grave debilidad de

    estmago.Si yo pudiese, comenz a decir, recuperarme un poco, estara

    dispuesta a cualquier rezo, o cualquier sacrificio; sera para muna sealada gracia si tan slo pudiese levantarme de lacama.

    Qu se le ocurrira hacer?, pregunt Don Bosco.Lo que me diga.Haga una novena a Mara Auxiliadora.

    Qu debo rezar?40 MB XV, cap. 16, pp. 416-417.

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    Durante nueve das rece tres padrenuestros, avemaras yglorias al Santsimo Sacramento con tres salves a la biena-venturada Virgen Mara.

    Lo har y qu obra de caridad?

    Si le parece bien y, si consigue una verdadera mejora, hagauna ofrenda para la iglesia de Mara Auxiliadora que se estedificando en Valcocco.

    S, s, con mucho gusto. Si durante esta novena consigosolamente poderme levantar de la cama y dar unos pasos poresta habitacin, har un donativo para la iglesia de que mehabla.Empez la novena y estbamos ya en el ltimo da. Don

    Bosco deba entregar aquella tarde no menos de mil liras a losobreros. Fue a visitar a la enferma. Abriole la doncella y con grangozo le anunci que su seora se encontraba perfectamentecurada; haba dado ya dos paseos y haba ido a la iglesia paradar gracias al Seor.

    Mientras la criada le contaba rpidamente todo aquello, salijubilosa la misma seora, exclamando:

    Estoy curada, ya he ido a dar gracias a la Virgen Santsima;

    tenga el paquete que le he preparado. Esta es la primeralimosna, pero ciertamente no ser la ltima.Don Bosco tom el paquete, volvi a casa, lo desenvolvi y

    hall cincuenta napoleones de oro, que eran precisamente las milliras que necesitaba.

    Desde este momento, como veremos, fueron tales y tantaslas gracias de la Virgen, para quienes cooperaban en la construc-cin de su iglesia en Valdocco, que bien puede asegurarse queElla misma (la Virgen Mara) la edific41.

    En junio de 1862 ocurri otro hecho providencial. El maestrode obras se le haba presentado, pidindole unos miles de liraspara pagar a los obreros. Don Bosco saba perfectamente que notena dinero, pero no se atrevi a darle una respuesta negativa.Suba poco despus a su habitacin, pensando dnde poderhallar la cantidad reclamada. Sentado a la mesa, revolva

    papeles, cartas y planos, cuando apareci de pronto un sobre,41 MB VII, cap. 45, pp. 102-103.

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    cuya procedencia ignoraba. Lo abri y encontr las cinco milliras, que necesitaba el maestro de obras; baj tranquilamente yse las entreg. Este hecho demuestra el sumo cuidado que Diostiene con sus siervos, ya sea que l inspirara a alguien que

    llevara secretamente aquel dinero, ya sea, digmoslo tambin,que prodigiosamente lo hiciera aparecer all. Es tan bueno elSeor! Don Bosco no supo nunca de dnde proceda aqueldonativo42.

    Dice Don Bosco: Un da mi bolsa estaba totalmente vaca;de pronto, se present el panadero. Me peda que le pagara elpan que haba suministrado al Oratorio. Me qued un instante ensilencio y le respond:

    Vuelva maana y le pagar todo.Se me escap esta respuesta sin casi saber lo que deca,

    pero de repente advert que en mi interior se reavivaba una fuerteconfianza en la divina providencia. Lleg el da siguiente y yo notena un cntimo. Baj a la iglesia, dndole vueltas al problemade mi deuda. Fui a celebrar la santa misa: en aquel momentoentr en la sacrista un joven muy agraciado, preguntando por m.Vio a un sacerdote, le entreg una carta para drmela y se retir.

    Al terminar la misa, me dieron el sobre que estaba sellado. Loabr y me encontr tres billetes de mil liras cada uno, que eraprecisamente la cantidad a que ascenda la deuda. Notad que yono haba manifestado a nadie mi necesidad y no conozco al

    joven portador de la carta. Ved cun grande es la divinaprovidencia!43.

    POBRES GENEROSOS

    Un da volva de la ciudad al Oratorio y se encontr, junto ala portera, con una pobre mujer que llevaba a su hijito de un aoen brazos; estaba tan plido y flaco, tena los ojos tan apagados,la carita tan cubierta de postillas, tan inmvil y callado, quepareca un cadver. Detvose y, mirando al pobrecito nio, dijo ala madre:

    42 MB VII, cap. 12, pp. 106-107.43 MB VII, cap. 76, pp. 668-669.

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    Cunto tiempo hace que est enfermo?Desde que naci est as.Le gustara a usted que se curase?Imagnese! Pobre hijo mo!

    Lo ha recomendado ya a la Virgen?S, pero no experimenta mejora alguna.Y va usted a recibir los sacramentos?Alguna vez.Cree que la Virgen puede curar a su hijo?S, pero no merezco gracia tan grande.Y si la Virgen se lo curase, qu hara en su honor?Le entregara lo mejor que tengo.Quiere que le d la bendicin de Mara Auxiliadora?S, s, Don Bosco!Pues bien: vaya a confesarse y comulgar cuando pueda. Rece

    durante nueve das trespadrenuestros, avemaras y glorias enhonor de Mara Auxiliadora. Invite tambin a su marido arezarlos, y la Virgen les escuchar.Y bendijo al nio.

    Quince das ms tarde, domingo, entraba en la sacrista del

    Santuario para hablar con Don Bosco. Al llegar ante el Santo,exclam loca de alegra:

    Mire mi nio!No recordaba Don Bosco la bendicin que haba dado a

    aquel nio moribundo quince das antes. La mujer le record elhecho y le cont que, al tercero o cuarto da de la novena que lehaba mandado, el nio se haba curado instantneamente!

    Ahora, sigui diciendo, he venido a cumplir con mi deber.Y al decir esto, sac un estuche donde haba unos atavos

    femeninos de oro: un collar, un par de pendientes y un anillo. DonBosco los tom en sus manos.

    Esta es su ofrenda?S seor, promet que regalara a la Virgen lo mejor que tengo

    y le ruego que lo acepte.Pero, dgame: cuenta con algo para enfrentarse con la vida?

    No seor, vivimos al da con el jornal de mi marido, quetrabaja en la fundicin.

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    Y sabe su marido que ha destinado todo esto para la Virgen?S, seor, lo sabe y me autoriza para ello con mucho gusto.Y dgame: guarda algn ahorro?Qu ahorro quiere que hagamos con tres liras diarias?

    Y, si se deshace de todo, cmo se las arreglar frente a unadesgracia o una enfermedad?No me preocupa, Dios proveer.Pero si guarda este oro, podr aprovecharlo en alguna

    circunstancia, vendindolo o empendolo en el monte depiedad.

    El Seor ve que somos pobres, y yo debo entregar lo que heprometido.Don Bosco, que estaba muy conmovido, continu diciendo:

    igame, vamos a hacer as. La Virgen no le pide tantosacrificio. Pero, como es justo que por su parte haya unamuestra sensible de gratitud, yo tomar solamente este anillo.Llvese el collar y los pendientes.

    Ah, no! Promet todo y quiero darlo todo.Le aseguro que la Virgen est contenta.

    La buena mujer estaba todava indecisa, mas acab por

    decir:Bueno, haga como dice; pero si quiere todo mi oro, tmelo en

    hora buena.Don Bosco repiti su propuesta resueltamente y la pobre

    mujer volvi satisfecha a su casa. Cunto corazn y cunta fe!

    Otro caso. Hacia el ao 1870, cierta maana lleg al Oratorioun hombre pobre despus de haber viajado de Alba a Turn; seconfes y comulg y se present a Don Bosco para cumplir unvoto. Haba estado enfermo, desahuciado por los mdicos y, ya apunto de muerte, haba prometido llevar a la Virgen todo el dineroque posea, y cur al instante. Contempl Don Bosco a aquelhombre, pensando qu dinero poda poseer. Sac l de lafaltriquera un envoltorio, lo desenvolvi y apareci el dinero: unalira! Con toda solemnidad la puso en manos de Don Bosco y dijo:

    Esto es todo lo que tengo: tmelo!

    Estas son todas sus riquezas?Todas.

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    Soy un pobre bracero! Vivo al da.Cmo har para volver a su casa?No hay problema; lo mismo que he hecho para venir; ir a pie.Est en ayunas todava?

    Desde luego, porque quera comulgar. Pero antes de medianoche com un pedazo de pan que traa.Y qu tiene ahora para desayunar?Nada.Yo le ofrezco hospedaje en mi casa.No. Volver a pie. Si tengo hambre, pedir limosna. Si me

    canso en el camino, descansar. Si me viene el sueo, pediralbergue en el pajar de una alquera, pero cumplir mi voto.Adis y ruegue por m! Y se fue44.Cierto da lleg al Oratorio para hablar con Don Bosco una

    anciana de setenta y cinco aos.

    Don Bosco la llev aparte, la invit a sentarse, y ella comen-z a decir:

    Soy una pobre anciana; siempre he tenido que trabajar parapoder vivir. Tena un hijo y se me ha muerto; ya no me quedams que morir yo tambin. No tengo herederos forzosos; mi

    hijo antes de morir me dijo que diera de limosna todo lo queme sobrara. Tengo cien liras, son el ahorro de cincuenta aosde trabajo continuo y se los entrego a usted. Tengo todavaquince liras y las guardo para pagar el atad cuando memuera. Tengo adems otra pequea cantidad para pagar elmdico. Esta tarde voy a acostarme y ser cosa de pocosdas.

    Tomo estas cien liras, respondi Don Bosco, y se las agradez-

    co; pero le aseguro que no las tocar hasta despus de sumuerte; por tanto, si pasa cualquier cosa, venga cuandoquiera que son suyas.

    No; es mejor as; yo doy mi limosna y tengo mi mrito; empleeusted ese dinero. Si yo me encontrare en necesidad, vendr apedirle limosna y usted, al drmela, tendr tambin su mrito.Pero, vendr usted despus a verme cuando este enferma?

    No faltaba ms!, contest Don Bosco.

    44 MB X, cap. 1, pp. 97-98.46

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    Al da siguiente, Don Bosco, impresionado por la ingenuacaridad de aquella pobrecita, pensaba ir a visitarla, pero ya norecordaba la calle ni el nmero de la casa. Pasaron dos das yotra mujer vino a llamarlo. Don Bosco acudi en seguida. Tan

    pronto como entr en la estancia reconoci a la anciana, la cualsonriendo le hizo seas de que no necesitaba nada.

    S, exclam Don Bosco, usted necesita algo; de no ser as nome habra llamado.

    S, necesito recibir los santos sacramentos.Los recibi todos con viva fe y muri en la paz del Seor45.

    En otra ocasin, un mendigo vino a la iglesia, recibi lossantos sacramentos y asisti a las funciones sagradas; pero se le

    vea muy angustiado por no hallarse en condiciones de entregarun donativo para la nueva iglesia. Le inspir el Seor un medio ylo acept. Sali de la iglesia, fue de puerta en puerta, pidiendo, ylogr reunir diez cntimos. Volvi a la iglesia, rez y despus,muy conmovido, entr en la sacrista, diciendo:

    He juntado estos diez cntimos que constituyen todo mi haber.Los entrego para la iglesia. No puedo hacer ms, pero vuelvode nuevo a ella para pedir a Dios que inspire a otros para quehagan donativos mayores46.Durante el ao 1865 llegaron las obras de la iglesia hasta

    cubrir el techo y se termin tambin la bveda, a excepcin delespacio que deba ocupar la circunferencia de la cpula.

    Mientras se realizaban estos trabajos, sucedi un hecho quemaravill a los obreros. Un pobre revendedor de fruta se acercen los primeros das de verano a vender su mercanca por la

    zona de Valdocco. Se enter de que se estaba construyendo laiglesia de Mara Auxiliadora con aportaciones particulares de losfieles, y quiso l tambin tomar parte. Con generoso sacrificiollam al maestro de obras y le entreg toda su fruta para que larepartiera entre los albailes. Queriendo, despus, segn supropia expresin, terminar la obra comenzada, rog a los albai-les que le ayudasen a cargar con una gruesa piedra y con ella ahombros empez a subir a los andamios. Temblaba el buen viejo

    45 MB VI, cap. 14, p. 146.46 MB IX, cap. 22, p. 256.

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    bajo el peso de la piedra, pero le pareca ligero, dado el finreligioso que le animaba. Cuando lleg arriba, descarg la piedray exclam satisfecho:

    Ahora puedo dormir contento, porque espero poder participar

    de algn modo del bien que se har en esta iglesia!47

    .La construccin de la iglesia de Mara Auxiliadora de Turn,terminada en 1868, fue un milagro manifiesto. Muchos pobres yricos colaboraron generosamente en su construccin. Por eso,deca Don Bosco:

    Llam la atencin que no hubiera habido ninguna desgraciaentre los obreros durante el tiempo que dur la construccin deesta iglesia y se dijo que eso era un milagro... Esto no debe

    maravillar, ya que cada ladrillo del sagrado edificio recuerda unagracia obtenida de la augusta Reina del cielo... Pero hay unmilagro que desafo a todos a negarlo. Esta iglesia de Mara

    Auxiliadora fue construida en tres aos y sin medios. Una iglesiaque cuesta un milln!48.

    DEVOCIN AL NGEL CUSTODIO

    Era una de las devociones que ms inculcaba a los jvenesdel Oratorio, despus de la Eucarista y el amor a la VirgenMara. Su ngel se le present en forma de un perro durante msde 30 aos y lo salv de muchos peligros.

    El perro Gris se asemejaba por su forma y su tamao a unperro de ganado o mastn de guardia. Ante todo hemos de notarque nadie, ni siquiera Don Bosco, supo jams de dnde vena oquin era su dueo. Pero, si no podemos presentar su partida denacimiento, muy bien podemos concederle un certificado debuena conducta, por el servicio incalculable que prest durantevarios aos a Don Bosco y al Oratorio.

    Viendo que continuamente era acechado por los malvados yrogado por los amigos para que estuviera en guardia, Don Boscoempleaba toda suerte de precauciones, para no encontrarse

    47 MB VIII, cap. 8, p. 102.48 MB IX, cap. 16, pp. 199-200.

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    fuera de casa, avanzada ya la noche; pero, suceda a veces, ymuy a pesar suyo, que deba andar por la ciudad hasta entrada lanoche al lado de un enfermo, o con un seor para resolvernecesidades de sus pupilos o con una familia engaada por los

    herejes y que ofreca esperanza de volver al buen camino.Entonces, no se preocupaba de s mismo y, despus de cumplirsu deber, se pona en camino, aunque fuera de noche, haciaValdocco. Esta zona era muy poco habitada por aquel tiempo. Elltimo edificio en direccin del Oratorio era el manicomio; el restoera todava campo sin cultivar, desigual, obstruido, en parte, poracacias y malezas; todo muy oscuro y muy a propsito, porconsiguiente, para