VINCENTVAN GOGH

Marina Reynés Llompart

Historia del arte

R3-B

ÍNDICE- Introducción ............................................................................3

- El Impresionismo ....................................................................4

- Van Gogh ..................................................................................5 - Introducción ....................................................................5 - La vida de Vincent Van Gogh ........................................6

- Sus obras ...................................................................................8 - Campesinos en Nuenen ..................................................8 - Campesina con cofia blanca ...................................8 - Los comedores de patatas .......................................9 - París posimpresionista ..................................................10 - El merendero de la Guinguette .............................10 - Pescador junto al puente Levallois .......................11 - Restaurante “La Sirène”, en Asnières ....................12 - El père Tanguy ........................................................13 - Japón en la Provenza ....................................................13 - El puente de Langlois con dama con paraguas ...14 - Florero con doce girasoles ....................................14 - El café de noche .....................................................15 - Terraza de café en la Place du Forum ..................16 - Autorretrato con la oreja vendada .......................17 - Autorretrato ...........................................................18 - Campesinos durmiendo la siesta ........................19 - La habitación de Arlés ..........................................20 - Noche estrellada ...................................................21 - Mata de lirios ........................................................22 - Epílogo trájico en Auvers ............................................22 - Carretera con ciprés ............................................23 - La iglesia de Auvers ............................................23 - El doctor Gachet .................................................24 - Chozas en Cordeville .........................................24 - Campo de trigo con cuervos .............................25

- Opinión personal ...................................................................26

- Bibliografía .............................................................................27

INTRODUCCIÓN

A lo largo de este trabajo voy a hablar sobre el pintor Vincent Van Gogh, el cual descubrió su pasión por la pintura más tarde que los demás artistas. Van Gogh fue un pintor posimpresionista y en sus cuadros se ven técnicas aprendidas de otros pintores del momento. También hablaré sobre las características del arte impresio-nista y cuáles fueron sus pintores más destacados.

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EL IMPRESIONISMO

El impresionismo fue un movimiento artístico que tuvo su origen en Francia a partir de 1872 y que transformó radicalmente el concepto de la pintura tradicional.

El término “impresionismo” se debe a Claude Monet que tituló a una de sus obras Impression au Solei levant. Los impresionistas aplicaron a la pintura el estudio científico de la luz, el color, la sombra, el contraste, etc. Pintaban de modelo natural y al aire libre, anotando las tonalidades atmosféricas y los reflejos lumínicos sobre los objetos a diferentes horas del día, para captar el momento fugaz. Pretendían que el ojo no se centrara en ningún punto determinado de la imagen, sino que la viera toda ella al mismo tiempo, de manera que el resplandor del colorido se impusiera al primer golpe de vista. Para ello, ponían en contacto los colores elementales (azul, amarillo y rojo) con sus complementarios (naranja, violeta y verde) consiguiendo sorprendentes efectos atmosféricos.

Entre los principales representantes del movimiento cabe citar a Monet, Manet, Renoir, Sisley, Pissarro, Cézanne, etc., a quienes siguieron los posimpresionistas, como Degas y Gauguin, entre otros. En algún periodo de su carrera se puede con-siderar también impresionistas a Van Gogh, Toulouse – Lautrec, Matisse e incluso al Picasso joven y, en España, a Regoyos.

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VAN GOGH (1853 – 1890)

Introducción:

La obra de Van Gogh está envuelta en su mito de mártir del arte moderno. La carre-ra de Van Gogh es muy corta: apenas median diez años entre su decisión repentina de dedicarse a la pintura en 1880 y su dramática muerte. Todo ese tiempo lo vivió como un intenso aprendizaje.

Vincent intentó paliar la falta de formación con un entrenamiento permanente, lo que explica la abundancia de su producción en un periodo tan corto de tiempo. La abundancia de paisajes y naturalezas muertas en su obra es fruto en parte de la dificultad para encontrar modelos, porque su aspiración eran los retratos y cuadros de figuras, como Los comedores de patatas (1885). Aunque ha pasado a la historia como un pintor impulsivo y colorista, Van Gogh concedió siempre mucha impor-tancia a la forma y estructura del cuadro. La exposición monográfica de sus dibujos realizada en Otterlo en su centenario ha demostrado hasta qué punto estudiaba y preparaba sus cuadros y cómo la plumilla prevé los trazos enérgicos y aparente-mente espontáneos de su pincel.

En sus temas, Vincent quiere pintar y enaltecer la vida de los campesinos y la gente humilde. Su principal preocupación pictórica es aquilatar un temperamento pro-pio. Temperamento valía tanto como originalidad, potente sello personal frente a las convenciones y formas imperantes. Hacia 1875, el temperamento solía traducir-se formalmente en una acentuación de los rasgos expresivos. Van Gogh, por tanto, se acoge a la influencia de pintores de ejecución poderosa, como Rubens, Delacroix o el propio Millet. Hasta 1886 utiliza un empaste denso y cargado en materia (que no abandonará nunca) y reduce la paleta a un tono homogéneo modulado en va-riantes claras y oscuras.

Dos años después, París añade el descubrimiento del color impresionista, que trans-formará por completo su pintura. Sus primeros tiempos en la capital francesa son abundantes en cuadros de flores, en realidad ejercicios prácticos para dominar la técnica de contraste entre colores complementarios aprendida tanto en Delacroix como en los impresionistas. El impresionismo como movimiento había manifesta-do ya todo su potencial y para las nuevas generaciones estaba claro que su principal legado era esa liberación de la paleta en la que había que ahondar y darle sentido.

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Van Gogh no pierde de vista su interés por los problemas de la representación espacial en el cuadro. También se interesó por el puntillismo a través de Pissarro y Signac. A este panorama del posimpresionismo parisino, Vincent le añadirá el peculiar subjetivismo romántico noreuropeo.

Por un proceso de simplificación inverso al verificado en sus cuadros claroscuristas de los años holandeses, su paleta se satura y se vuelve tímbrica. Sin proponérselo de forma pragmática, llega así al uso arbitrario del color de El café de noche (1888) o Noche estrellada (1889). “En lugar de reproducir con exactitud lo que tengo delante de los ojos, prefiero servirme arbitrariamente del color para expresarme con más fuerza”, le escribía Vincent a su hermano menor Theo demostrando estar más allá del positivismo impresionista.

La vida de Vincent Van Gogh:

Vino al mundo en Zundert, donde su padre oficiaba de pastor protestante, y durante la infancia asistió a la escuela de manera discontinua e irregular. A los diecisiete años entró como aprendiz en Goupil & Co., importante compañía in-ternacional de comercio de arte, ramo en el que su familia tenía, al parecer, alguna tradición. Además de en las oficinas de La Haya, trabajó en la sucursal de Lon-dres entre 1873 y 1875.

En 1876 Vincent inicia un periodo de desconcierto y fracasos. Intenta seguir la carrera religiosa de su padre en Inglaterra, trabaja en una librería de Dordrecht y, en 1878, se asienta en la región de Borinage, en Bélgica, donde hace labor evange-lizadora entre los mineros, cuyas condiciones de vida son extremadamente duras. Cuando se le suprime su escasa paga vuelve al hogar paterno en Etten y, de forma un tanto imprevista, decide dedicarse a la pintura en 1880. Ya por entonces recibe ayuda económica de Theo, su hermano menor, con quien había iniciado su famosa correspondencia en 1872. Sus primeros pasos como pintor están dominados por la influencia de Jean François Millet, cuyos campesinos, piadosos y realistas a un tiempo, quizá pudo ver en directo en su breve estancia parisina.

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Tras un breve periodo en Drenthe, donde pinta paisajes, vuelve con sus padres a Nuenen. Allí afirma su vocación por los temas rurales, en los que aúna piedad, inquietud social y rotundidad expresiva. Fruto de ello son los cuadros tejedores (1884) y, sobre todo, Los comedores de patatas (1885), su primera obra maestra. Vincent pasó dos años en París, compartiendo el apartamento de Theo en Mont-martre y creándole todo tipo de problemas por su vehemencia y su carácter poco sociable. La situación profesional de su hermano permitió a Van Gogh conocer de forma privilegiada la revolución que los impresionistas habían llevado a cabo en el color. Vincent frecuenta el estudio de Fernand Cormon, donde traba amistad con Toulouse – Lautrec y Émile Bernard.

En París pintó al principio flores y naturalezas muertas para ejercitarse en el con-traste de colores complementarios. Los grabados japoneses, que empezó a apreciar en Amberes, están muy presentes en sus paisajes y visitas urbanas de Montmartre. Pero su objetivo pictórico estaba en la figura humana y se expresa en los retratos que empieza a hacer en cuanto dispone de modelos. Con el respaldo económico de su hermano se instala en Arlés en 1888. Allí alquila la famosa “Casa Amarilla”. Durante ese año su pintura progresa y hace frecuentes envíos de cuadros a Theo. El color es cada vez más intenso y arbitrario y la gama temática va de paisajes y bodegones hasta retratos de personajes del lugar, como el cartero de Roulin o los autorretratos que intercambia con Bernard y Gauguin. Este último llega en octu-bre a Arlés, donde Vincent acaricia la idea de fundar una comunidad de artistas. Ambas personalidades chocan y Gauguin quiere marcharse. La paranoia de Van Gogh desemboca en el famoso episodio en que se corta una oreja. Internado en el hospital, se recupera rápidamente, pero su excentricidad es cada vez peor vista por los vecinos de Arlés. En 1889 ingresa voluntariamente en el asilo de Saint – Remy, donde realiza los cuadros de cipreses y, sobre todo, Noche estrellada, expuesta en los Independientes ese año.

En 1890 su obra empieza a alcanzar cierto eco: Albert Aurier le dedica un artículo en el Mercure, Theo selecciona diez obras para el Salón de los Independientes y es invitado a la exposición anual de Los Veinte en Bruselas. Vincent se siente, sin embargo, fracasado y sufre ataques de epilepsia cada vez más largos y frecuentes. En primavera se instala en Auvers – sur – Oise, donde se ofrece a cuidarlo el doc-tor Gachet, un médico aficionado a la pintura. Gachet y Van Gogh establecen una amistad tan intensa como efímera, cuya ruptura ahondó la desesperación del pin-tor. El 27 de julio se dispara en el pecho en mitad del campo y regresa a duras penas a la pensión. Dos días después muere en presencia de su hermano Theo, que había acudido a su lecho. Tan sólo le sobrevivirá seis meses.

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SUS OBRAS

Campesinos en Nuenen:

Tras sus primeros balbuceos como artista en Bruselas, La Haya y Drenthe, Vincent llega a finales de 1884 a Nuenen, la pequeña localidad holandesa donde vivían en-tonces sus padres. Con el modelo de las escenas campesinas de Jean François Millet y la paleta oscura y tenebrosa de Rembrandt y los pintores holandeses del XVII muy presentes, decide convertirse en pintor de la vida rural. Los bustos de campe-sinas y los tejedores de esta época proclaman a estos personajes humildes como los nuevos héroes que vienen a sustituir en el panteón de la pintura a los personajes históricos y mitológicos de la tradición académica. Son cuadros graves y monu-mentales, en los que el pintor buscará recursos expresivos ajustados a la dignidad de los personajes representados. Tratados casi como grisallas, Van Gogh modela las formas con densas agrupaciones de materia que gradúan la luz dentro de una gama tonal restringida y monocorde. Estos tanteos desembocan en la primavera de 1885 en Los comedores de patatas, la primera obra en la que el artista consigue hilvanar todos esos elementos en un todo coherente y trabado.

Campesina con cofia blanca, 1885.

En los primeros meses de 1885, Van Gogh se afanó en múltiples estudios de cabezas de campesinas como esta que pueden considerarse tanteos que desembocan en Los co-medores de patatas. Poco a poco se afianza el dominio de la técnica, muy bien em-pastada y con el rastro de la pincelada bien visible. La gama, parda y terrosa, bus-ca acordar con la inquietud social que el pintor había ad-quirido en sus años de predi-cador en Inglaterra y Bélgica.

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Los comedores de patatas, 1885.

Van Gogh siempre consideró esta obra como su primer cuadro pro-piamente dicho. A pesar de la posterior evolución en Francia, siem-pre conservó su aprecio por él, hasta el punto de que en 1890 todavía acariciaba la idea de hacer una nueva versión. La composición se organiza de forma convencional, ligando las figuras entre sí a través del juego de miradas. La idea central es representar a los campesinos comiendo el fruto de su trabajo en una gama cromática que evoca la propia tierra en la que viven. La obra culmina todo el periodo de Nuenen y consagra la aspiración de convertirse en pintor de la vida campesina.

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París posimpresionista:

Vincent le comunica a Theo su tajante decisión de trasladarse a París donde ya vivía el hermano menor. Pero no será de los maestros del Louvre de quien Van Gogh obtenga la gran lección de París para su pintura, sino del color impresionista y de los pintores a los que conoce en el estudio de Fernand Cormon. Entre 1886 y 1888 Vincent adquiere los últimos mimbres que le faltan para afrontar los cuadros decisivos pintados en sus últimos años de vida. Si las estampas japonesas que ha comprado en abundancia en Amberes le dan la clave de un tratamiento moderno para el problema de la forma y el espacio, el estudio de los contrastes de colores complementarios abre unas vías a la expresión de su temperamento que no había sospechado en Bélgica y Holanda. Su técnica acusa el contacto con el divisionismo de Signac y Seurat, y se ejercita en las vistas urbanas y suburbanas de Montmartre tanto como en los paisajes fluviales y las naturalezas muertas típicas del repertorio impresionista.

El merendero de la Guinguette, 1886.

Otra escena de vida cuotidiana en Montmartre que muestra la transición entre la tendencia a cifrar el cuadro en variantes de un solo tono del Van Gogh ho-landés y la va-riada paleta que aprende de los impresionistas.

Los cuadros de esta época, aun haciendo muy evidente la materia pictórica, tienden a adelgazar el empaste, aplicando el color en finas capas superpuestas.

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Pescador junto al puente Levallois, 1887.

Una escena fluvial típicamente impresionista cuyo encuadre fragmentario tiene claros ecos japoneses. La técnica muestra la lectura personal y heterodoxa que Van Gogh hizo del puntillismo o divisionismo: mientras las masas azules del agua y el cielo tienen un tratamiento más homogéneo, en las dos riberas el color se aplica en pequeños toques de tonos únicos, separados y alternados entre sí.

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Restaurante “La Sirène”, en Asnières, 1887.

Durante el verano de ese año, Vincent pintó con fre-cuencia en Asnières en compañía de Camille Pissarro, cuya influencia se aprecia en este cuadro. Al encuadre diagonal y oblicuo se suma la fragmentación de la pin-celada en pequeños toques que buscan la homogenei-dad mediante el equilibrio de complementarios. La neta volumetría de los edificios asegura el control formal de la composición frente a la dispersión de los tonos divi-didos.

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El père Tanguy, 1887 – 1888.

Julien Tanguy, antiguo “communnard” socialis-ta para el que “quien gasta más de cinco céntimos al día es un pillo” y modes-to comerciante de colores, fue el primer entusiasta de la obra de Van Gogh. El fondo, estampas japonesas de la colección del propio Vincent, es un manifies-to del gusto del artista. La frontalidad monumental le confiere el mismo aire de sencilla dignidad de los campesinos de Nuenen, y representa el tipo de retra-to al que Van Gogh aspiró a lo largo de toda su carrera.

Japón en la Provenza:

Vincent se trasladó a la localidad meridional de Arlés en febrero de 1888 con la idea de asentarse más tarde en Marsella. La convivencia con Theo en París se ha-bía hacho muy difícil y la luz plena y clara del sur se antojaba a este oriundo de tierras brumosas un destino mítico y revelador. En más de una ocasión identificó ese mundo provenzal con el potencial de sugerencias e innovaciones que todos los pintores modernos de la época asociaban a la estampa japonesa: “Aquí no me hace falta para nada el arte japonés, pues me hago la ilusión de estar en Japón y solo necesito abrir los ojos y absorber lo que hay ante mí”, le escribió a su hermano en Arlés. Efectivamente, Van Gogh consolida su estilo en estos años, desarrollando en un sentido personal la lección del color impresionista aprendida en París. Poco a poco, su paleta se subjetiviza y se hace independiente del color local. Este proceso alcanza su máxima expresión en algunos cuadros de 1899, pintados durante su internamiento psiquiátrico en Saint – Remy, cerca de Arlés. Sólo la intensa dedi-cación de Van Gogh a su obra explica un tránsito semejante en su pintura en tan corto tiempo.

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El puente de Langlois con dama con paraguas, 1888.

En sus primeros meses en Arlés, Van Gogh realizó va-rios estudios de este puente siguiendo los usos composi-tivos de la estampa japonesa. El acorde de amarillos, verdes y azules atestigua el dominio del con-traste de comple-mentarios ensayado en los años parisi-nos.

Florero con doce girasoles, 1888.

Van Gogh vuelve al tema de los girasoles ensaya-do en París. La materia se adensa al mismo tiempo que aumenta la intensidad del color; es como si los gi-rasoles estuvieran modela-dos con la propia pasta. A pesar de estar representa-do con gran economía de medios, la rotunda volu-metría del jarrón demues-tra la importancia que el artista concedía a la forma.

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El café de noche, 1888.

Quizá uno de los cuadros más ambiciosos abordados por el artista en Arlés.la representación de las pasiones a través de colores brillantes y saturados ha tomado ya carta de naturale-za. Se trata de “un lugar donde uno se puede buscar la ruina, volverse loco o cometer crímenes”, según una de las más fa-mosas cartas a Theo. Los fuertes contrastes complementarios de rojos, verdes y amarillos, así como la expresiva deforma-ción de la perspectiva, pretenden dar cauce a esa creciente subjetivización de su pintura.

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Terraza de café en la Place du Forum, 1888.

En una especia de negativo del cuadro anterior (El café de noche), Van Gogh busca transmitir la desenfadada alegría de una noche de verano. La luz del farol retenida por el toldo da el amarillo intenso de la terraza que contrasta con el azul de otra de sus célebres noches estrelladas. El verde del árbol de la derecha garantiza el contras-te complementario en un avance insólito de los usos cromáticos consagrados por los fauves casi veinte años después.

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Autorretrato con la oreja vendada, 1889.

Tras el incidente con Gauguin, a raíz del que Vincent se cortó la oreja, pintó al menos dos autorretratos con los rastros de su acción paranoica. Aquí aparece con una estampa japonesa sobre la pared amarilla, recurso ya utilizado en el retrato de Tanguy. Van Gogh pintó directamente la imagen devuelta por el espejo, puesto que la oreja herida era la izquierda, al contrario de lo que muestra el lienzo.

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Autorretrato, 1889.

Realizado en Saint – Remy en verano, cuando su salud empieza a mejorar, la fuerza de los característicos remolinos de pintura de estos años contrasta con la delicadeza de la entonación azul, en la que destacan como fogonazos la barba y el pelo rojizos. La tensa calma del cuadro es fiel reflejo del irregular estado de ánimo del pintor por entonces, con periodos de lucidez intercalados entre agudas crisis.

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Campesinos durmiendo la siesta, 1890.

Los trigales interesaron también al artista por la plasticidad de las espigas cimbreadas por el vien-to. El inconfundible trazo pictórico, cursivo y violento, de esta época bien pudo inspirarse en ese espectáculo.

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La habitación de Arlés, 1889.

El pintor reinterpreta aquí una vista de su dormitorio reali-zada en octubre del año anterior en Arlés. A la armonía de complementarios se suma la misma deformación de pers-pectiva utilizada en El café de noche, aunque aquí se trata más bien de evocar el orden y la tranquilidad de la salud perdida.

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Noche estrellada, 1889.

El sometimiento a la subjetividad del artista de la pincelada impresionista deviene asombrosa caligrafía del color, que vale tanto para un fragmento pintoresco como para el sobrecogedor panteísmo de esta obra, una de sus más personales. Los rit-mos sinuosos de la materia pictórica en ese cielo exaltado y fantástico enlazan con el espíritu decorativo del modernismo, al tiempo que avanzan una libertad de eje-cución sin precedente en la pintura de su tiempo.

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Mata de lirios, 1890.

En medio del torbe-llino expresivo de los cuadros de Saint – Remy, Van Gogh es capaz de reproducir cuadros de exquisita delicadeza, como estos lirios en los que vuel-ve a resonar el eco de la estampa japonesa. Organizado en ban-das, el color no parece proceder de la luz, sino

del interior de las flores estilizadas, confirmando ese proceso de subjetivación que recorre toda la obra del artista desde su llegada a Arlés.

Epílogo trájico en Auvers:

Los últimos tres meses de la vida de Van Gogh transcurrieron en Auvers – sur – Oise, una pintoresca aldea campesina que Cézanne y Pissarro ya habían incluido en el repertorio de impresionistas. Allí se ofreció a cuidarlo el doctor Gachet, pero su salud estaba ya muy deteriorada y eso se acusa en su pintura. A pesar de ello, no dejó de pintar continuamente, tanto a partir de motivos locales como reelaborando temas de Millet o cuadros y estudios anteriores. El vigor de su factura ya no es el mismo; salvo en contadas excepciones, como la impresionante vista a la iglesia del pueblo, no alcanzará la exaltación de los cipreses o la Noche estrellada de Saint – Remy. El color viene a ser una segunda piel del cuadro, construyendo una estruc-tura paralela autónoma por completo del motivo. Van Gogh sigue avanzando en su febril aprendizaje, pero sus fuerzas ya no le responden de la misma manera. Esa sensación de impotencia de quien atisba un territorio inédito por el que no puede transitar con comodidad proporciona a muchas obras de este periodo una tensión dramática conmovedora, como si anunciaran irremisiblemente el desenlace de la tragedia.

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Carretera con ciprés, 1890.

“Muy romántico, si se quiere, pero también muy provenzal”, le escribió Van Gogh a Gauguin sobre este cuadro. Pintado aún en Saint – Remy, los re-toques finales se los dio ya en Auvers. Van Gogh vuelve sobre el simbolis-mo de la noche estrellada, convirtiendo la tela en una vibrante superficie merced a la pincelada cargada de materia en una composi-ción deudora de Gauguin y Bernard.

La iglesia de Auvers, 1890.

Quizá la obra más poderosa rea-lizada en Auvers. El ábside de la iglesia se despliega de manera es-pecialmente confusa, como si fue-ra el desarrollo de un biombo. Los tejados anaranjados y violetas, las vidrieras y la policromía del cam-panario revelan un uso estricta-mente expresivo del color, ajeno a todo afán representativo.

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El doctor Gachet, 1890.

En este retrato de su protector en Auvers, Van Gogh quiso expresar la atribulada condi-ción de su tiempo en la acti-tud melancólica del modelo. La planta medicinal junto a su mano representa la condición de homeópata del extravagan-te doctor, a la vez que comple-ta el contaste complementario de los acordes rojo – verde (la mesa) y azul – violeta (la casa-ca y el fondo), reuniéndolos en una sola armonía de color.

Chozas en Cordeville, 1890.

Van Gogh realizó numerosas vistas de rincones en Auvers, con sus arquitectu-ras rurales cubiertas por techos de paja que toman los colo-res del paisaje y le re-cordaban a las casas populares que pinta-ra en su tierra natal cuatro años antes. Busca con ello conti-nuar la tradición decimonónica de lo pintoresco, tocada ahora del espiritualismo campesino aprendido en los cuadros de Millet. Su referencia directa está en Dau-bigny, pero estas escenas destacan por ese cromatismo personal y subjetivo cuya clave encontró en los años de Arlés.

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Campo de trigo con cuervos, 1890.

Van Gogh apunta en sus cartas lo que de expresión de soledad y melancolía tienen sus últimos paisajes de trigales bajo cielos turbulentos y amenazantes. A menudo se ha hablado de la pre-monición de la muerte en este tipo de lienzos, con símbolos tan expresivos como los cuervos planeando sobre la mies. A su dra-matismo de heraldos de la tragedia se une un legado artístico: todo elemento o figura sólida y reconocible ha desaparecido del cuadro, cuya superficie es un campo de batalla sólo regido por el gesto pictórico. Las dos bandas contrastadas de azul y amarillo anulan el espacio perspectivo y sugieren una profundidad sim-bólica y subjetiva, donde la presencia del pintor ha desterrado casi por completo la de la naturaleza.

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OPINIÓN PERSONAL:

Realizar el trabajo sobre Van Gogh me ha gustado mucho ya que he podido cono-cer mejor su obra y he podido apreciar las técnicas que utilizaba para realizar sus pinturas, muy características, ya que dibujaba con pinceladas sueltas realizando líneas y también aplicaba la técnica del puntillismo en algunas ocasiones.

Lo que me ha llamado más la atención es que durante el tiempo que estuvo dibu-jando, sus obras no tenían casi valor, y fue después de morir que su pintura empezó a ser reconocida y a tener un gran valor, como lo podemos apreciar en el día de hoy.

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BIBLIOGRAFIA:

“Diccionario Enciclopédico Espasa”. Editorial: Espasa.

“La era de los impresionistas: Van Gogh”. Editorial: Globus.

OTROS LIBROS DE INTERÉS:

“Historia del arte”. Editorial: Salvat.

“Los genios de la pintura. Van Gogh”. Editorial: Gran Biblioteca Sarpe.