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61 VOL. 13. SUPLEMENTO 2 Vida social de la cocaína CALAFAT , A.; JUAN, M.; BECOÑA, E.; FERNÁNDEZ, C.; GIL, E.; LLOPIS, J.J. Irefrea España. (Instituto Europeo para el estudio de los Factores de Riesgo en la Infancia y la Adolescencia). Enviar correspondencia: Amador Calafat (Irefrea) Rambla, 15, 2º, 3ª. 07003 Palma de Mallorca. [email protected]. www.irefrea.org RESUMEN La cocaína está de moda en España. El hilo verte- brador del estudio es la dinámica cultural que motiva el consumo de cocaína y su crecimiento, especialmente entre los jóvenes. El artículo surge de una investiga- ción cualitativa desarrollada en cinco ciudades españo- las. Se ha realizado observación en locales recreativos y entrevistas en profundidad, 51 en total, a consumi- dores en tratamiento, consumidores que no están en tratamiento y profesionales de los centros de trata- miento. El análisis se ha centrado en el colectivo de consumidores socialmente integrado. Se han destaca- do tres arquetipos de consumidores diferenciados por el uso y significado que dan a la sustancia: los ‘aristo- cráticos’, los ‘recreativos’ y los ‘atrapados’. Se ha des- crito el significado que va adquiriendo la cocaína para los consumidores de cada uno de estos colectivos, los estilos de consumo, la función del consumo en las relación con consumidores de otras sustancias y no consumidores, los rituales de la compra, la gestión de la economía, el control y el riesgo y, finalmente, la entrada en un programa de tratamiento de algunos consumidores. El análisis subraya la estrecha relación de la cocaína con la búsqueda de placer, la diversión, como ingrediente privilegiado del ritual entre amigos, como fetiche de celebraciones importantes, anzuelo para ‘ligar’, mercancía de negocio y sustancia maligna con capacidad de posesión para aquellos que entran en un proceso adictivo. La comprensión del consumo de cocaína supone hacer una diagnosis social presen- tando algunos de los valores más dominantes de nuestra sociedad: dominio de lo individual, éxito, con- sumo, subordinación de los medios a los fines, la cre- encia en los poderes mágicos de la ‘tecnología’. Palabras claves: Cocaína, España, análisis cualitativo, cultura, estilos de consumo, ámbito recreativo, jóvenes. SUMMARY Cocaine is fashionable in Spain. The connecting thread of the study is the cultural dynamic that motivates cocaine use, and its growth, particularly among the young. The article results from qualitative research in five Spanish cities. Recreational establish- ments were observed and in-depth interviews -51 in total - were carried out with consumers in treatment, consumers not in treatment and professionals in the treatment centres. The analysis focused on the socially integrated collective. Three collectives have been highlighted, differentiated by the use and significance given to the substance: the “aristocratic” , the “recreational” and the “hooked” . The significance that cocaine goes on to acquire for the users in these collectives, use styles, the function of use in relation to users of other substances and non-users, the rituals of its purchase, the management of finances, the control and the risk and, finally, the entry into a treatment programme for some users and its minimal influence on those who continue to use are described. Cocaine acquires different significances which are nurtured in each group, becoming a substance related to pleasure, to having fun, a privileged ingredient of the ritual between friends, a fetish of important celebrations, a bait to be used in flirting, a trading lever, and malignant substance with the capacity for possession for those who enter into an addictive process. An understanding of cocaine use involves making a social diagnosis, presenting some of the more dominant values of our society - dominion of the individual, success, use, subordination of the means to the end, belief in the magical powers of technology. Key Words: Cocaine, Spain, qualitative analysis, culture, use styles, pleasure, recreational sphere, young people.

Vida social de la coca - irefrea.eu et al_2001_Vida social cocaina.pdf · (Instituto Europeo para el estudio de los Factores de Riesgo en la Infancia y la Adolescencia). Enviar correspondencia:Amador

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61VOL. 13. SUPLEMENTO 2

Vida social de la cocaína

CALAFAT, A.; JUAN, M.; BECOÑA, E.; FERNÁNDEZ, C.; GIL, E.; LLOPIS, J.J.

Irefrea España. (Instituto Europeo para el estudio de los Factores de Riesgo en la Infancia y la Adolescencia).

Enviar correspondencia: Amador Calafat (Irefrea) Rambla, 15, 2º, 3ª. 07003 Palma de [email protected]. www.irefrea.org

RESUMEN

La cocaína está de moda en España. El hilo verte-brador del estudio es la dinámica cultural que motiva elconsumo de cocaína y su crecimiento, especialmenteentre los jóvenes. El artículo surge de una investiga-ción cualitativa desarrollada en cinco ciudades españo-las. Se ha realizado observación en locales recreativosy entrevistas en profundidad, 51 en total, a consumi-dores en tratamiento, consumidores que no están entratamiento y profesionales de los centros de trata-miento. El análisis se ha centrado en el colectivo deconsumidores socialmente integrado. Se han destaca-do tres arquetipos de consumidores diferenciados porel uso y significado que dan a la sustancia: los ‘aristo-cráticos’, los ‘recreativos’ y los ‘atrapados’. Se ha des-crito el significado que va adquiriendo la cocaína paralos consumidores de cada uno de estos colectivos, losestilos de consumo, la función del consumo en lasrelación con consumidores de otras sustancias y noconsumidores, los rituales de la compra, la gestión dela economía, el control y el riesgo y, finalmente, laentrada en un programa de tratamiento de algunosconsumidores. El análisis subraya la estrecha relaciónde la cocaína con la búsqueda de placer, la diversión,como ingrediente privilegiado del ritual entre amigos,como fetiche de celebraciones importantes, anzuelopara ‘ligar’, mercancía de negocio y sustancia malignacon capacidad de posesión para aquellos que entranen un proceso adictivo. La comprensión del consumode cocaína supone hacer una diagnosis social presen-tando algunos de los valores más dominantes denuestra sociedad: dominio de lo individual, éxito, con-sumo, subordinación de los medios a los fines, la cre-encia en los poderes mágicos de la ‘tecnología’.

Palabras claves: Cocaína, España, análisis cualitativo,cultura, estilos de consumo, ámbito recreativo,jóvenes.

SUMMARY

Cocaine is fashionable in Spain. The connectingthread of the study is the cultural dynamic thatmotivates cocaine use, and its growth, particularlyamong the young. The article results from qualitativeresearch in five Spanish cities. Recreational establish-ments were observed and in-depth interviews -51 intotal - were carried out with consumers in treatment,consumers not in treatment and professionals in thetreatment centres. The analysis focused on the sociallyintegrated collective. Three collectives have beenhighlighted, differentiated by the use and significancegiven to the substance: the “aristocratic”, the“recreational” and the “hooked”. The significance thatcocaine goes on to acquire for the users in thesecollectives, use styles, the function of use in relation tousers of other substances and non-users, the rituals ofits purchase, the management of finances, the controland the risk and, finally, the entry into a treatmentprogramme for some users and its minimal influenceon those who continue to use are described. Cocaineacquires different significances which are nurtured ineach group, becoming a substance related to pleasure,to having fun, a privileged ingredient of the ritualbetween friends, a fetish of important celebrations, abait to be used in flirting, a trading lever, and malignantsubstance with the capacity for possession for thosewho enter into an addictive process. An understandingof cocaine use involves making a social diagnosis,presenting some of the more dominant values of oursociety - dominion of the individual, success, use,subordination of the means to the end, belief in themagical powers of technology.

Key Words: Cocaine, Spain, qualitative analysis, culture,use styles, pleasure, recreational sphere, youngpeople.

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1. INTRODUCCION

De forma lenta, progresiva y, al mismotiempo, silenciosa, la cocaína ha conseguidoposicionarse en la última década, junto con laheroína, en el grupo de drogas ilegales cuyoconsumo genera más ‘problemas’. Se entien-de por ‘problema’ la relación que genera elconsumo con casos de morbilidad y mortali-dad, con otros tipos de enfermedades socia-les así como por la relación con actos delin-cuentes y violencia (UN.ODCCP 2000)1. Lacoca es una planta que da lugar a una diversi-dad de productos utilizados en ocasionescomo alimento y otras como sustancias psi-coactivas. En los países andinos de América,de donde la coca es original, el cultivo esmilenario y su consumo forma parte de laeconomía y la dieta tradicional (Díaz 1998).De la coca se derivan otros productos quesurgen tras un complejo proceso de transfor-mación: la pasta de coca, el clorhidrato decocaína y el crack (Castaño 2001). Estas sus-tancias son las que se difunden a otros paí-ses integrándose en diversos estratos socia-les, en diversas subculturas y creandonuevos estilos de consumo.

La cocaína se hizo popular en Estados Uni-dos en la década de los setenta y en losochenta su consumo adquirió una extensióntal que fue considerada una epidemia. Lasautoridades norteamericanas iniciaron una

‘guerra’ contra la cocaína y su distribuciónhizo un giro hacia Europa. El comercio de lacocaína se hace internacional en un procesode ‘miniaturización’ de la sustancia, en el sen-tido de que con poca cantidad se logranmuchas dosis y ello facilita el transporte(Westermeyer 1996). En ese proceso Españase convierte en el principal país hacía dondese reconduce el tráfico. Debido a la ubicacióngeopolítica, España se convierte en un espa-cio de frontera entre América y Europa en loreferente al consumo de cocaína. De la coca-ína que pasa por España buena parte sequeda y es consumida aquí, lo que conviertea España en uno de los principales paísesconsumidores de esa sustancia en Europa ydonde se está generando una cultura propiarelacionada con el consumo, cultura que con-vive y se adapta a las culturas de consumode otras sustancias y a su vez todas ellasmuy en relación con la fiesta, la noche, ladiversión y la magia.

La moda del consumo de cocaína se elabo-ra entre la clase media de Estados Unidosmuy implicada con el éxito y el prestigio enuna sociedad altamente competitiva, aunquetambién la cocaína es en aquel país patrimo-nio de clases menos favorecidas que utilizansobre todo crack, práctica que, de momento,ha tenido poco éxito en Europa. Entre no-sotros la cocaína también es adoptada por laclase media y alta en un proceso de imita-

Vida social de la cocaína

“El amor a la servidumbre sólo puede lograrse como resultado de una revoluciónprofunda, personal, en las mentes y los cuerpos humanos. Para llevar a cabo esta

revolución necesitamos, entre otras cosas, los siguientes descubrimientos e inventos. Enprimer lugar, una técnica mucho más avanzada de la sugestión, mediante el

condicionamiento de los niños y, más adelante, con la ayuda de drogas, como laescopolamina. En segundo lugar una ciencia plenamente desarrollada de las diferenciashumanas (...). En tercer lugar un sustitutivo para el alcohol y los demás narcóticos, algoque sea al mismo tiempo menos dañino y más placentero que la ginebra o la heroína. Y

finalmente, un sistema de eugenesia a prueba de tontos...”

(A. Huxley, prólogo a Un mundo feliz, 1969)

1 United Nations, Office for Drug Control and Crime Prevention (2001) World Drug Report 2000.www.odccp.org/wdc_executive_summary_2000_es

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ción, pero su fama va expandiéndose a otroscolectivos, especialmente a los jóvenes en elespacio recreativo. En ese proceso de difu-sión la cocaína está siendo redefinida. En ladécada de los ochenta la cocaína empieza aocupar un espacio importante como drogarecreativa elitista y definida como la droga deléxito y del prestigio.2 A finales de los ochentaya empiezan a detectarse problemas sanita-rios con personas consumidoras de cocaínaen España (Díaz 1992). Sin embargo, la alar-ma social queda sofocada por el impacto queestaba causando la heroína en ese momento,y muy probablemente por una cierta liberali-zación y banalización respecto al consumo dedrogas apoyado por amplios sectores de laclase media. En la década de los 90 el consu-mo de cocaína en España sigue creciendo y,en general, en Europa, hasta llegar a conver-tirse en una de las principales sustancias quecrea demanda de tratamiento. Sin embargolos problemas reaccionados con su consumosiguen siendo considerablemente menoresque en Estados Unidos, aunque en ese paísel consumo ha descendido durante estamisma década, especialmente debido amayor consumo de crack, sustancia muchomás adictiva y propia de grupos marginales(Caulkins 1997; Boyd et al, 1998; Cohen1998; Logan 2000). En Europa el crack se haintroducido, pero mucho menos, en gruposmarginales.

Otro de los colectivos más cercano al con-sumo de cocaína es el de profesionales ‘de lanoche’, a quienes ayuda a mantenerse enactividades que requieren mucho esfuerzo enperiodos cortos de tiempo. Pero también seha expandido a otros ámbitos donde esimportante ser creativo, tener capacidad detoma rápida de decisiones, tener capacidadde relaciones públicas, saber exponer crite-rios y convencer (Díaz 1992). La cocaína esadoptada por colectivos muy integrados y

con prestigio que le crean una etiqueta dedroga limpia vinculada al poder. En los últi-mos años el colectivo consumidor se ha idodiversificando. El grupo de consumidores escada vez más joven. Según los datos aporta-dos en el informe del Plan Nacional sobreDrogas a partir de la encuesta sobre drogasen la población escolar en el año 1998, seobserva un significativo aumento del consu-mo en la población escolar, en edades com-prendidas entre los 14 y los 18 años. Lo másdestacable es que la cocaína aumenta deforma importante respeto a las otras drogas ysobretodo entre los escolares más jóvenes(14 y 15 años). Otro colectivo que empieza adistinguirse, aunque bastante minoritario esel de heroinómanos –algunos en tratamientocon metadona- que recurren a la cocaína. Escurioso que este grupo, con característicasdiferenciales de la figura clásica del cocainó-mano y sobre todo con mayor marginalidad,no han conseguido desprestigiar el consumode esta sustancia permaneciendo el carácterelitista de su consumo. Se habla poco de uncolectivo, las prostitutas, que también pue-den hacer uso de esta sustancia tanto por elestilo de vida como por la disponibilidad eco-nómica.

En este estudio nos vamos a centrar en elamplio colectivo consumidor formado porpersonas socialmente integradas, la mayoríajóvenes que consumen básicamente en elespacio recreativo y algunos en el laboral. Setrata de un colectivo diverso que descubrenla cocaína y la incorporan al ya amplio escapa-rate de sustancias recreativas psicotrópicas.En nuestro país existe ya un extenso bagajede investigaciones sobre drogas, sin embar-go estas siguen siendo insuficientes debidobásicamente a la rapidez en que cambian lasmodas de consumo así como la permeabili-dad del contexto social en incorporar nuevassustancias. El consumo actual de cocaína

Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

2 A. Díaz, M. Barruti y C. Doncel publican en 1992 les linees de l’èxit, un estudio sobre el consumo de cocaínaen Barcelona, donde ya presentan la evolución histórica de esa sustancia y el impacto que estaba causando,en especial entre las clases media y alta.

sigue abriendo interrogantes acerca de losideales sociales, de los valores que se trans-miten a las nuevas generaciones y cómoestas se preparan para construir su propiasociedad. En el presente estudio se indagaen el significado que adquiere la cocaína, laforma en que se consume, las consecuen-cias y la subcultura que la legitima y le da sig-nificado.

En el año 2000 la tendencia está claramen-te en que el consumo sigue aumentandoentre los jóvenes, baja el precio en el merca-do y se mantiene la idea que es una droga depersonas ‘con prestigio’ lo que le otorga unacarga simbólica importante, como sustanciade alto estatus, pero esta imagen se ha idohaciendo cada vez más compleja dando res-puesta así a otros tipos de necesidades. Aun-que ha ido aumentando de forma notable elnúmero de consumidores que acuden a trata-miento, los ‘problemas’ debidos al consumono afectan demasiado a su imagen entre losconsumidores, aunque algunos cambios yreacciones empiezan a darse.

1.1. Objetivo del estudio

El propósito es indagar en la dinámica cul-tural que rodea y motiva el consumo de coca-ína entre el colectivo consumidor, especial-mente entre los jóvenes, intentandocomprender un poco más por qué está cre-ciendo ese consumo en España. El interés esvalorar si el consumo de cocaína es el resul-tado de una nueva oleada que tiene que vercon nuevos tiempos, nuevas necesidades,nuevos estilos de diversión, nuevos valores eideales. El consumo de drogas es diverso yen constante movimiento, varía según lasmodas, los precios, la publicidad indirecta ytoda una serie de factores asociados. Mien-tras el consumo de drogas siga creciendo,expandiéndose y consolidando deben existirestudios que lo expliquen y lo enlacen condinámicas sociales.

Entender por qué se consume cocaína enla actualidad plantea el reto de cambiar losmodelos descriptivos que dominan el panora-

ma científico-social ante el consumo de dro-gas por un modelo más explicativo que entreen las razones y motivaciones del consumo.Los estudios más recientes sobre el consu-mo de drogas se centran en la descripción defrecuencias, en la evolución de modos deconsumo o en las consecuencias que se deri-van del consumo (Laespada y Salazar 1999,Gamella y Alvarez 1997, Vielva 2000, Calafat2000). Todo ello es una información necesariay privilegiada pero incompleta si no se da unsalto más cualitativo hacia lo cultural dondeexiste un cierto vacío. El significado que seda a las drogas se adquiere en el entramadosocial y cultural en relación con los deseos,mitos, ilusiones o ideales que se van constru-yendo en la sociedad. Entrar en esa dimen-sión es necesario para captar las motivacio-nes y los medios que convierten las drogases sustancias deseables.

En ese sentido existen algunos estudiosque se aproximan a esa dimensión. Con res-pecto al éxtasis se han descrito motivacionesque inducen a su consumo y que explican elcrecimiento de su consumo en España a prin-cipios de la década de los 90 (Gamella y Alva-rez Roldán 1997, Calafat 1998). El consumoelitista de cocaína en Barcelona también diolugar a uno de los mejores estudios cualitati-vos sobre esa sustancia (Díaz, Barruti y Don-cel 1992). Otros estudios recientes se cen-tran en nuevas situaciones marginales,especialmente aquellas que surgen del con-sumo de crack (Barrio 1997, 1998). Un estudionovedoso centrado en Antwerp, una ciudadBelga, presenta el consumo de cocaína porun colectivo que ejerce control sobre el con-sumo a través de estrategias informales,adaptándolo a la vida cotidiana sin demasia-dos problemas (Decorte 2000). Estos estu-dios se han tenido en cuenta y sientan labase para delimitar y diseñar el presente aná-lisis.

Analizar por qué se consume cocaína ennuestro país obliga a dar un giro al “modeloexplicativo” más dominante que trata de darsentido al consumo de drogas. Los estudiosque tratan de explicar la etiología del consu-mo en la población joven y adolescente seña-

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lan algunos problemas surgidos por unainadecuada conexión con el medio social:pobreza (Jessor 1993), fracaso escolar (Taka-nishi 1993), precariedad del trabajo (Conde1999), problemas familiares, falta de oportuni-dades, etc. El consumo de cocaína ya nodebe entenderse como un consumo que serealiza para superar carencias, no es un con-sumo de pobres o desvalidos que les ayuda aolvidar o a evadirse3. Es más bien lo contrario,el consumo actual es una condición paraobtener capital social y con ello lograr mayoréxito, poder, posición social. Las sustanciasson, por tanto, aliadas en la carrera hacíaposiciones prestigiosas, son una tecnologíapara estimular los sentidos y las capacidadesindividuales necesarias en una sociedad com-petitiva. El consumo es instrumental y coaptacon ideales y valores sociales dominantes enrelación al ascenso social.

El consumo y abuso de las drogas no es unhecho aislado o que depende exclusivamentede una decisión individual. Existe una ciertaunanimidad en reconocer la influencia social(Díaz et al. 1992, Jamoulle 2000, Calafat et al.2001), la presión que puede ejercer la publici-dad directa e indirecta (Conde 1999: 107), losvalores éticos (Morel 2000) y la cultura engeneral como un ente colectivo. El consumode drogas, en general, debe comprenderseintegrado en esa dinámica colectiva, pero lasinterpretaciones pueden ser diversas porquecada colectivo social, cada momento históri-co y cada sustancia requieren un análisisespecífico. Entender el consumo de cocaínaen nuestra sociedad actual obliga a superar laimagen del pobre consumidor víctima de unasociedad injusta y desigual, o como un actode rebeldía mal orientado de jóvenes quequieren transformar las condiciones sociales.Una de las principales hipótesis que encua-dran este trabajo es que el consumo de coca-ína se relaciona positivamente con el ascenso

en la posición de prestigio y poder definidocomo un logro individual. Esa toma de posi-ciones se realiza básicamente en el espaciodel ocio, de la fiesta y la diversión, aunquetambién en el espacio laboral y en ocasionesen situaciones en que convergen en esosdos espacios. La cocaína es una sustanciacuyos efectos contribuyen a lograr prestigio,éxito y diversión por lo que se convierte enun instrumento eficaz, en una tecnologíasofisticada y cómoda que facilita el logro debienes muy codiciados.

Indagar en la hipótesis planteada lleva alobjetivo de analizar la cultura que se generaalrededor del consumo de cocaína, lo susten-ta y lo estimula. El enfoque es hacerlo desdela experiencia de los propios consumidores.Ello supone delimitar el colectivo hacia el cualse enfoca el estudio que como ya se ha men-cionado se trata básicamente de jóvenesintegrados en el mundo laboral y educativo,con una familia y vivienda estable, con losrecursos propios de la clase media en nues-tro país, y por ello con una cierta capacidadde elección acerca los estilos de diversión,amistades y proyecto de futuro. Se ha tenidoen cuenta a varones y mujeres de distintasedades, entre los 18 años y los 40. La mitadde ellos en tratamiento y la otra mitad no. Apartir de la experiencia y discurso de los con-sumidores se va a rastrear en el entramadode significados que definen el consumo, tra-tando de vincular esos significados con idea-les de nuestra sociedad, pautas sociales, cre-ación de nuevas necesidades y estrategiaspara satisfacerlas.

Un aspecto que se ha considerado de sumointerés es valorar el efecto que tiene entre losconsumidores el hecho que algunos de suscompañeros necesiten tratamiento, el efectosobre el consumo de los ‘problemas’ de per-sonas cercanas. La imagen que se ha creadode la cocaína es de droga poco peligrosa, lim-

Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

3 Eso ya aparece claramente expresado en los estudios de Calafat et. Al., (2000, 2001), Megias et al., (2000:69-72) cuando se analizan las distintas motivaciones para el consumo de drogas. Los datos muestran que lasrazones ‘positivas’: placer, diversión, curiosidad, moda, amigos, son las más valoradas, mientras las razones‘negativas’: inseguridad, dificultades, problemas, etc. Son poco señaladas como motivos para consumir.

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pia y que puede ser consumida bajo control(Kaplan et al. 1994, Decorte 2000). Sin embar-go, se está produciendo un importante incre-mento de la demanda de tratamiento lo queindica que el abuso y la entrada en la adicciónes uno de los principales peligros por consu-mir esa sustancia. La interrelación entre los‘consumidores con problemas’ y los ‘consu-midores sin problemas’ nos parece esencialpara comprender mejor los significados otor-gados a la cocaína y cómo estos se reconstru-yen de forma diferencial para esos consumi-dores con distintas experiencias.

1.2. Metodología

El presente informe es el resultado de unainvestigación cualitativa realizada en cincociudades españolas. El proceso de recogidade información ha sido entrar en los ambien-tes donde se consume cocaína y escuchar alos consumidores. El primer interroganteplanteado y que ha estructurado la investiga-ción ha sido intentar comprender qué condi-ciones socio-culturales relacionadas con elcrecimiento del consumo, su extensión hacianuevos colectivos, especialmente los jóvenesy los efectos o consecuencias que puedetener ese crecimiento.

La búsqueda de información empírica se harealizado siguiendo un proceso de entrada enlos ambientes. En primer lugar se han visita-

do centros de tratamientos donde existenprogramas específicos para las personas conproblemas con esa sustancia. En los centrosse ha entrevistado a algunas de las personasresponsables, casi todas/os ellas profesiona-les de la psicología y psiquiatría. También enlos centros se ha tenido la oportunidad decontactar con consumidores en tratamiento,intentando que la mayoría hubieran iniciado eltratamiento recientemente. De esta forma, lamemoria del significado que se daba al con-sumo aun era próxima. Estos contactos hanaportado mucha información acerca de losprincipales barrios, locales recreativos, colec-tivos donde hay un consumo más visible enlas diversas ciudades.

Una segunda aproximación ha sido visitaralgunos de los locales más mencionadoscomo favoritos por los consumidores. En loslocales se ha realizado observación de losclientes, el personal que trabaja, la visibilidaddel consumo, y en general de la cultura queda especificidad al lugar: estética, música,juegos, ambiente.

Posteriormente se han contactado a consu-midores que no estuvieran en tratamiento.En ocasiones se ha utilizado el sistema debola de nieve, en otras se ha utilizado la visitaa fiestas o raves para contactar y entrevistara usuarios que han aceptado participar. Lasentrevistas se han grabados y han sido trans-critas. La siguiente tabla describe numérica-mente las distintas entrevistas realizadas.

Vida social de la cocaína

TABLA 1. Entrevistas en profundidad

ciudades Entrevista a consumidores

responsables de centros4 Varones mujeres En tratamiento No están en trat. Total

Palma 1 10 2 7 5 13Vigo 2 5 1 2 4 6Madrid 3 5 1 4 2 9Bilbao 5 6 2 5 3 13Valencia 2 4 2 2 4 8Total 13 30 8 20 18 51

4 Los profesionales entrevistados y centros visitados han sido los siguientes: A. Palmerín (C.A.D. de Ayuntami-neto de Madrid), P. Gómez de Maintenant (Etorkintza; Bilbao); M. J. De Antonio (Cruz Roja, Madrid), J. Llo-rente (Foronda; Álava), J. García San Cornelio (CSM Novia Salcedo; Bilbao), C. Araluce (CSM Uribe Costa, Bil-

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En total se han realizado 49 entrevistas, delas que dos no se han podido transcribir porfalta de grabación adecuada. Trece de lasentrevistas han sido a responsables de cen-tros y 38 a consumidores, aproximadamentela mitad están en tratamiento y el resto no.Las mujeres son minoría porque hay más difi-cultad en encontrarlas, se mantienen más enel anonimato como consumidoras y cuandose las localiza es más difícil que acepten serentrevistadas. Ello también se correspondeun tanto con la realidad diferencial del consu-mo entre género.

2. DIFERENCIAS ENTRE COLECTIVOS:

EDAD Y GÉNERO

Los estudios más recientes realizados en elcontexto europeo sobre consumo de cocaínaconfirman que son muy diversos los consu-midores que adoptan esa sustancia (OMS1994, Van Meerten 1997, Decorte 2000). Lasdiferencias pueden establecerse a partir de laedad, el estatus social, el tener o no proble-mas derivados del consumo, el ser consumi-dor o no de otras sustancias además de lacocaína, etc. Al analizar las motivacionesestas variables marcan diferencias importan-tes en el significado otorgado a la cocaína. Laedad es quizás uno de las categorías quemás ayuda a distinguir estilos de consumodiferenciados. Los profesionales que trabajanen tratamiento diferencian entre ‘consumidortardío’ (los adultos) y ‘nuevo tipo de consumi-dor’ (los jóvenes). El primero, el consumidortardío, es aquel que ha empezado a consumirsiendo adulto y cuando detecta los proble-mas es una persona madura con una vidasocial y laboral estructurada.

“El prototipo, por ejemplo, de un con-sumo tardío sería aquel individuo quetiene una vida mas o menos normal.

Gente, por ejemplo, que tiene un nego-cio, que tiene una cierta representatividadsocial aunque sea en un ámbito reducido,gente normalmente sociable que tieneque mantener relaciones y entoncesempiezan a beber y accidentalmente apa-rece la cocaína” (terapeuta).

El nuevo tipo de consumidor es más joven,más dependiente de su familia y con unasituación laboral sin consolidar.

La cocaína se ha diferenciado, en un primermomento, de otras sustancias por ser máscostosa y formar parte de un estilo de consu-mo de personas adultas, dinámicas, con res-ponsabilidad y abocadas a una vida socialintensa. Pero junto a ese colectivo de perso-nas adultas han ido apareciendo otros nuevos,en especial los jóvenes y adolescentes y conello creando una dinámica de cambio y conti-nuidad. La cocaína mantiene la etiqueta desustancia líder, de sustancia prestigiosa yamuleto del poder. Pero en la medida queentra en nuevos colectivos también cambianlas formas en que se consume y sus conse-cuencias.

“Mi relación con el mundo de la cocaínaempezó cuando empecé a juntarme conamigos, eso fue a los 15 o 16 años(...).Antes de probar la cocaína había consumi-do hachís, éxtasis, tripis, y luego cocaína.Al principio sólo lo consumíamos los finesde semana. Pero cuando yo tenía paravender, entonces ya era día sí, día no. Yempecé a consumir fuerte desde los 18hasta ahora” (consumidor, de 25 años).

2.1. Edad

Según los datos la iniciación en el consumode cocaína acontece a edades cada vez mástempranas. Los adolescentes ya se estánfamiliarizando con esa sustancia, forma parte

Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

bao), F. Camarena (UCA de Alicante), J. Morgado y L. Pérez Ochoa (Proyecto Hombre; Bilbao), T. Parets (Pro-yecto Hombre de Palma), I. Romero (Proyecto Hombre de Madrid), C. Gimeno Unidad de Conductas Adicti-vas de Torrevieja, Director del Centro Alborada de Vigo y otro a la Directora del Programa de Proyecto Hombrede Vigo.

de sus rituales consumistas del fin de semanao de fiestas muy señaladas. Según datos dela última Encuesta Escolar entre los 14 y 18años hay un porcentaje considerable de estu-diantes que se ha iniciado en el consumo.Existe mayor consumo de cocaína en varonesy dicho consumo aumenta con la edad. Tam-bién es importante señalar que el incrementode consumidores de cocaína es mucho mayorentre los más jóvenes, de 14 y 15 años(Observatorio español sobre Drogas 2000).

El colectivo de los jóvenes suele practicarun consumo iniciático y temporal de distintassustancias. Los jóvenes siguen una ‘carrerade consumo’ en la que prueban distintas sus-tancias en un orden más o menos estableci-do hasta llegar a la cocaína. Con cada sustan-cia experimentan sensaciones distintas y vanaprendiendo a utilizarlas según las circunstan-cias, casi siempre en relación con la vidarecreativa, la noche, los fines de semana y encompañía de amigos con quienes se compar-te la diversión. Para los jóvenes consumido-res el conocimiento de las distintas sustan-cias forma parte de un ritual de iniciaciónentre su grupo de amigos y dentro de la sub-cultura a la que pertenece. Llegar al consumode cocaína es uno de los últimos estadios,previamente han pasado por el alcohol, taba-co, cannabis, LSD, éxtasis y anfetaminas. Lacocaína, es la sustancia cumbre, la del triun-fo, la más apreciada, la más cara, es la queotorga el estatus tan esperado de adulto-líder, da poder y seguridad en uno mismo.

“Antes de consumir había oído que lacocaína era para la gente económicamen-te superior, estaba arraigada a tema defamosos, que era una droga que no teníanada que ver con otras drogas, que nopasaba nada si la consumías, decían quetenía efectos de euforia, que era una pasa-da y al día siguiente todo estaba perfecto,por tanto, era algo bueno. (...) Mi primercontacto con la cocaína fue a los 16 añosen el instituto. A mí nunca me ofrecieron,fui yo que dije: -toma y dame mediogramo para probarlo. Yo mismo me hice laprimera raya y lo probé. Me gustó, erabueno, me metía la raya y no pasaba nada,no me sentía decaído sino al revés, mesentía muy bien.” (consumidor, 21 años).

Entre los nuevos consumidores hay unadiversidad de situaciones. Los consumidoresactuales son más diversos, son más jóvenes,aunque sigue habiendo adultos, algunos sonestudiantes exitosos a otros les empiezan a irmal los estudios, unos están en el mundolaboral bien posicionados y otros no. Entrelos entrevistados una cuarta parte trabajan ennegocios familiares y en ningún caso se hanreferido al mundo laboral como un mundopoco grato, tedioso o mal pagado. La mayoríade los jóvenes viven con sus padres y eltiempo libre lo dedican a su principal interés:la vida recreativa, los amigos y al consumo dedrogas. Algunos están casados o viven consus parejas.

Hay otro grupo de jóvenes que empieza adespuntar. Son adolescentes de 15 o 16 añoscon una historia social y familiar conflictiva.Se mueven en ambientes marginales, suspadres suelen ser también consumidores,están mal o nada vinculados a la escuela,algunos tienen ya historiales en los serviciossociales. Estos jóvenes se inician en el con-sumo al mismo tiempo que en la venta deéxtasis y cocaína. Son vendedores a pequeñaescala, aprendices de un oficio que les permi-te obtener el dinero para su consumo. Laventa de cocaína les aporta un mayor presti-gio que las drogas de síntesis y más compen-saciones económicas con las que puedenmejorar su situación y la de sus familias.

68 Vida social de la cocaína

TABLA 2. Consumo de cocaína, alguna

vez en la vida, entre la población escolar

Edad Consumo %

14 años 1.815 años 3.316 años 5.517 años 7.418 años 11.4

Fuente: PNSD 1998

“Empecé con el consumo cuando elprecio del gramo estaba a unas ocho milpesetas y yo no me lo podía permitir,entonces empecé vendiendo. Reuní undinero y compré 15 gramos. Hice esacuenta mental de a cuanto me la habíandejado, yo cuanto tengo que sacar, cuan-to va a ser para mi consumo... Entoncesme fui envolviendo en todo ese mundillode gente consumidora de cocaína y ven-dedora de cocaína, gente superior a míque me iba ofreciendo y dando una opor-tunidad” (consumidor de 21 años),

Conseguir dinero fácil y rápido es uno delos mayores deseos de la mayoría de jóvenesy entrar en el ‘trapicheo’ da muchas oportuni-dades para ello. Hacer de ‘camello’ no creaningún estigma entre los consumidores, másbien lo contrario, es una práctica que favore-ce las relaciones y el hacer amigos, los came-llos tienen una imagen de ‘piratas’ urbanos.

[Refiriéndose a un amigo que ha supera-do un problema de adicción] “Esta perso-na estaba totalmente desquiciada, engan-chada y tomando seis gramos en unanoche, en cambio ahora tiene su novia... yhace trapicheo para poder mantener sunivel de vida, es una persona normal,súper controlada que ha mejoradomucho, que esta totalmente curada”(consumidor, de 22 años).

Hacer de ‘camello’ es visto como ‘normal’como cualquier otro oficio que además per-mite un buen nivel de vida. La venta al pormenor de cocaína es una actividad ilegal ycon riesgo y en ese sentido a los camellos seles considera con respeto, de tal manera quepodría decirse que se acompaña de un ciertoprestigio e incluso está idealizada por algunosjóvenes.

Quienes consumen y se mueven en losambientes de consumo la sensación quetransmiten es que los adolescentes se intro-ducen cada vez más en la dinámica de com-prar y vender, incluso ello es valorado enpositivo. Esa entrada de los adolescentes enel consumo y negocio de las drogas en gene-

ral, incluida la cocaína, la comentan práctica-mente todos los entrevistados. Es una per-cepción determinada, posiblemente, por elambiente en que los consumidores actúan yque les transmite una idea distorsionada ylimitada de la realidad en su conjunto.

Género

El mayor consumo a edades más tempra-nas se está acompañando de un aumento delconsumo entre las mujeres. El consumo decocaína por parte de las mujeres no va aisla-do, debe analizarse como un aumento en elconsumo global de sustancias adictivas. Si semiran las estadísticas de consumo entre losmás jóvenes (14 a 18 años) el consumo delas mujeres ya supera al de los varones en lasdrogas legales (alcohol y tabaco). Con res-pecto a las drogas ilegales es menor que elde los varones pero nada despreciable.

El que las mujeres se inicien en ese consu-mo tiene mucho que ver con un proceso deliberalización e igualdad gestionado desdealgunos sectores con intereses en que sea unproceso limitado. Las diferencias de génerohan sido definidas en términos de desigualda-des con un enfoque unidireccional. Es decir,que las mujeres están en posición de desigual-dad respecto a espacios poderosos definidos

69Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

TABLA 3. Prevalencia de consumo de

drogas en el año 1998 por sexos en la

población escolar.

Sustancias Varones Mujeres

(%) (%)

Alcohol 80.7 83.1Tabaco 22.7 33.3Cannabis 27.7 22.8Alucinógenos 5.2 3.1Cocaína 5.1 3.1

Speed/anfetaminas 5.0 2.7Tranquilizantes 3.6 5.6Sustancias volátiles 3.5 2.0Éxtasis 3.1 2.0

Fuente: PNSD 1998

70

en términos masculinos. Esa dinámica en lapráctica se traduce en una tendencia a imitaralgunas actitudes culturalmente etiquetadaspara los varones y apropiarse de sus símbolos.

Algunas autoras que consideran “La femini-zación del uso de las drogas” como un fenó-meno relativamente actual lo explican por larelación con la imagen de que el uso de dro-gas se ha visto como un tema de hombres”(Inciardi et al.1993; Taylor 1993). Por ello labanalidad de que consumir tiene una relaciónpositiva con la liberación e igualdad. El tabacoes uno de esos hábitos convertido en símbo-lo de independencia, seguridad en unamismo, ruptura con la tradición, logro de posi-ción social, y otros valores definidos comopositivos. Los medios de comunicación hantenido una enorme responsabilidad en fortale-cer esos vínculos simbólicos de forma muyeficaz y sutil (Shields 1999). También la publi-cidad se ha cebado en definir a la mujermoderna e independiente a través de la entra-da en el consumo, un consumo que no sehabía pensado para ellas y por tanto es unacto ‘prohibido’ a su género como el fumar yel beber (Gallego 1992). Primero fue el tabacoy el alcohol lo que liberaba a las mujeres,ahora además está el cannabis y la cocaína. Elconsumo femenino de cocaína ya tiene imá-genes visibles y prestigiosas en el cine: Sha-ron Stone en Instinto básico y Uma Thurmanen Pulp Fiction crean imágenes atrayentes demujeres con un fuerte poder de seducción.De esta forma el proceso de igualdad y libera-lización de la mujer ha quedado reducido a unmito y atrapado por el propio androcentrismocreado desde Aristóteles 5.

Al valorar las diferencias entre varones ymujeres en relación con el consumo de cocaí-na se destaca que prácticamente todos los

entrevistados coinciden en que las mujeresconsumen menos. Todos los entrevistadosvarones que están en tratamiento han tenidoconflictos con sus parejas que no son consu-midoras, algunas mujeres han optado porabandonar a sus compañeros y otras les apo-yan para que abandonen el consumo. El teneruna pareja no consumidora es una de las cir-cunstancias que abre el conflicto cuando elconsumo empieza a consolidarse. En esesentido las mujeres siguen jugando un papelde cuestionamiento y de protección. Otrasmujeres que optan por el consumo lo hacen,la mayoría, acompañadas de su pareja comoun aspecto más a compartir en la relación.

La opinión de los informantes acerca de lasdiferencias de género se mantiene dentro deesa desigualdad tradicional. Algunos varonesconsumidores expresan claramente su dis-gusto ante la idea de que sus parejas tam-bién sean consumidoras.

“A mi mujer nunca le he ofrecido coca,no sé si hubiese aceptado. A mí de ningu-na manera me hubiese gustado que ellaconsumiese. (...) yo a mi mujer creo queno la habría apoyado nunca [para que con-sumiese], porque sé que no es una cosabien hecha” (consumidor, de 29 años).

Para ellos consumir cocaína es cosa dehombres, es un acto indecente, un juego per-verso para un grupo elegido. Sus mujeresdeben mantenerse sin traspasar la línea de loformal, de la decencia y jugar el papel tradi-cional que ellos mismos pervierten. Paraesos varones sus mujeres son una parte desí mismos, el lado positivo y puro de susvidas. Pero esa manera de discriminar no esúnicamente auto salvadora, también tieneotra acepción: limitar el acceso de sus muje-

Vida social de la cocaína

5 Con Aristóteles se establece un pensamiento androcéntrico. Se adopta un punto de vista central que seasume como hegemónico, el masculino, y se valora como defecto toda cualidad que se aleje del modelo(Amparo Moreno 1986, Sissa 1991) El rol social femenino queda devaluado a partir de la lógica androcéntricadefinidora de las relaciones de poder. En el siglo pasado los procesos socio-políticos orientados hacía la igual-dad se mantienen dentro del modelo existente, sin revisar su estructura y significados, de tal manera que laidea de igualdad dominante refuerza el actual sistema de poder y la dinámica de que sean las mujeres quie-nes intenten igualarse a los varones.

res al poder, mantenerlas bajo su control nopermitiendo que conozcan sensaciones oexperiencias. El interés en que las mujeresno prueben la cocaína reproduce la situaciónde varones que recurren a la prostitución altiempo que en sus casas mantienen unadinámica puritana y se escandalizarían sisupieran que sus mujeres mantienen un idilioamoroso con otro varón. Sexo y cocaína tie-nen en común que son instrumentos en rela-ción con el poder y en algunas relaciones deparejas el acceso al placer queda limitado alque tiene poder. Si esto se compartiera per-vertiría la dualidad que conforma la relacióntradicional de pareja. En ese sentido, el con-sumo de cocaína por parte de algunos varo-nes no tiene un significado renovador sinomuy conservador al reproducir la dicotomíade la desigualdad establecida.

La opinión de las mujeres que sí consumenestá inmersa en la misma lógica que la de losvarones aunque con el discurso modernizado.La siguiente cita es de una mujer consumido-ra que comenta quienes son los principalesconsumidores de cocaína en su ambiente:

“Son gente que se ganan muy bien lavida y que se lo pueden permitir aunquese estropean mucho. Sería gente de unestatus más bien alto y sobretodo hom-bres, por cuestiones culturales. Esta peorvisto que una mujer consuma drogas aun-que parezca que no. Yo he visto parejasen que los hombres se ponen ciegos dealcohol y hasta el culo de rayas y ellas setoman una coca-cola en la barra. Lo peores que ellas lo encuentran normal y ellosnunca les preguntaran si se quierentomar una raya, no entra en su idea de loque deben hacer las buenas chicas. Hevisto también cosas del revés en que ellase lo mete todo.” (consumidora, 29 años).

Esta opinión y actitud ante las otras muje-res está en la misma sintonía de los varonesque ‘discriminan’ a sus mujeres, o lo que eslo mismo, es una opinión igual de ‘machista’como pueda serlo la opinión de la cita mascu-lina anterior. Las dos posiciones legitiman lasrelaciones de poder establecidas solo que la

actitud del varón pretende que se mantengaintacta y la de la mujer pretende que se per-mita a las mujeres el acceso a ese poder asíestablecido.

Ninguna de las dos actitudes es realmentealternativa porque no cuestionan el acceso alpoder en sí mismo, ninguna de las dos posi-ciones ve en las mujeres que no consumenotra forma de poder y devalúan esa actitud.Cuando la mujer afirma “lo peor es que ellaslo encuentran normal” lo dice en tono dedesprecio y arrogancia, creyendo que ellacomo mujer que sí consume es superior aesas otras mujeres que se mantienen aleja-das del acceso simbólico a un poder definidopor los hombres. Esa mujer ‘más feminista’ve en sus congéneres únicamente subordina-ción y no una forma de resistencia e inclusode trasgresión utilizando como estrategia elpapel de la feminidad tradicional, aquello queen la lógica tradicional es visto como una acti-tud de subordinación pero que si se sabe uti-lizar puede tener un papel invertido.

Siguiendo con los datos respecto al consu-mo de cocaína, en la encuesta realizada a lapoblación femenina a finales de 1999 apareceinformación significativa, que de hecho apoyael análisis de que las relaciones de género semantienen atrapadas en la estructura tradicio-nal. En la siguiente tabla puede verse elaumento del consumo entre la población másjoven en todas las frecuencias, así como undescenso en la edad media de inicio quepasa de los 20 a los 16 años. Las mujeresmás jóvenes, las escolares de 14 a 18 años,son las que hacen crecer el consumo, se ini-cian antes y presentan una muestra de lastendencias actuales.

Todavía la percepción del riesgo ante el con-sumo de drogas entre las mujeres es mayorque entre los varones, pero los cambios en elestilo de consumo de las mujeres muestranque esto también tienden a disiparse. Alobservar datos más detallados con respecto ala edad y el nivel educativo puede verse que apartir de los 13-14 años ya empiezan a encon-trarse consumidoras de esa sustancia, la pre-valencia del consumo aumenta con la edad yes probablemente entre los 19 y 25 años el

71Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

72

grupo de edad donde se encuentra el colecti-vo que actualmente es más consumidor. Si seobserva el colectivo de las jóvenes escolariza-das, entre aquellas que tienen 17 años y más,

la población consumidora de cocaína es másdel 10%.

El dato quizás más relevante es el niveleducativo y la posición profesional. A través

Vida social de la cocaína

TABLA 4. Prevalencia y frecuencia de consumo de cocaína en el colectivo femenino

general y en las mujeres escolarizadas

Consumo de cocaína en el colectivo femenino

General % Escolar %

Consumió alguna vez 4,3 7,4Consumió en los últimos doce meses 1,6 6,1Consumió en el último mes 0,7 3,3Edad media de inicio en el consumo 20,0 años 16,3 años

Frecuencia de consumo en el último mes

Menos de una vez por semana 0,6 1,5Una vez por semana 0,1 0,8De dos a seis veces por semana 0.0 0,8Diariamente 0.0 0,2

Fuente: EDIS, el consumo de alcohol y otras drogas en el colectivo femenino (2000)

TABLA 5. Prevalencia de consumo de cocaína en mujeres, diferenciando entre el

colectivo femenino y entre escolares (13-19 años), según edad y nivel educativo

Perfil consumidoras de cocaína Consumidoras escolares de cocaína

Colectivo femenino general

Edad % edad %

14-18 años 4,1 13-14 años 3,519-24 6,0 15-16 4,225-34 2,8 17-18 10,0> 35 - 19 y más 11,3

Nivel educativo Nivel educativo

Primario 0,4 3º ESO 5,3Bachiller elemental 0,9 4º ESO 4,2Bachiller Superior 4,8 1º Bachiller –3º BUP 3,6Medios y Superiores 2,3 2ª Bachiller-COU-FP 1 8,3

FP2 11,4

Han repetido curso

No 2,6Sí, uno 11.9Sí, dos o más 13,7

Fuente: EDIS, el consumo de alcohol y otras drogas en el colectivo femenino (2000)

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de ellos podemos ver cómo aumenta el con-sumo entre aquellas mujeres con más estu-dios, pero también cómo se relaciona el con-sumo con el fracaso escolar. La lectura delprimer dato muestra cómo esa tendencia a la‘masculinización’ aumenta en las mujeresmás adiestradas lo que indica que es una ten-dencia dominante en nuestra sociedad. Otralectura de los datos es que hacen reflexionaracerca de la ineficacia de los ambientes aca-démicos como centros preventivos, comolugares de reflexión y crítica acerca del con-sumo de drogas. Más bien parece que seproduce una especie de acoplamiento entreun mayor estatus educativo y una tendenciaal consumo. La siguiente cita es de un perio-dista, y en ella puede verse la visión de unambiente, de un colectivo a quien la cocaínaes valorada de forma prestigiosa y positiva:

“No hay diferencia entre el consumo dehombres y mujeres, la cocaína ha sidouna droga muy democrática, me pareceinteresante. Seguramente los hombresse meten más, por un límite físico quepermite aguantar más” (consumidor, 29años).

A pesar de esa tendencia hacia una igual-dad ‘masculinizada’ de muchas mujeres, losestilos de consumo entre varones y mujeresson distintos y quizás ello explique que hayamenos mujeres que entran en tratamiento oque tengan problemas con la justicia. Elestigma creado alrededor de la persona toxi-cómana afecta en mayor medida a las muje-res y es otra de las razones de la mayor invi-sibilidad de las mujeres que tienenproblemas (Sterk, et al 1999, Stocco et al.2000). De todas formas son escasos losestudios fenomenológicos del consumo dedrogas recreativas y menos desde las relacio-nes de género. El estudio de Sterk-Elifson, C.(1997)6 da alguna información del significadoque adquiere la cocaína entre las mujeres declase media en Estados Unidos. Para ellas la

percepción del primer consumo era quehabía sido menos excitante de lo que seesperaban, debido en parte a sus elevadasexpectativas. “La experimentación de la eufo-ria asociada con la cocaína al igual que conotras drogas, raramente ocurre en el primerencuentro” (Sterk-Elifson 1997). La forma deobtener la cocaína solía ser a través de uncompañero masculino, una amiga y el propiovínculo de la mujer con el traficante. En lasmujeres entrevistadas se percibe un miedo aque se descubra su consumo de cocaína.Ese temor lleva a un consumo más enmasca-rado pero también más limitado y puede serinterpretado desde distintos paradigmas,como consecuencia de que el contexto socialprotege más a la mujeres, marcando normasmás estrictas o como falta de libertad indivi-dual.

Otros factores que influyen en la promo-ción del consumo de cocaína, especialmenteentre las mujeres, tiene relación con la ima-gen corporal. La cocaína ayuda a perder elapetito y por tanto peso. Esa puede llegar aser una razón muy poderosa para consumirdada la actual presión hacia la delgadez.

La relación de las mujeres con el mercadoilegal también es distinta a la de los varones.Ninguna de las mujeres entrevistadas hamencionado estar implicada en esa actividad.Tampoco las mujeres muestran un interésespecial en ser ellas quienes compran, si tie-nen amigos cercanos prefieren pagar y queotros se encarguen o bien utilizan mediosmás cómodos de comprar como establecerrelaciones más sólidas con camellos de con-fianza y acudir siempre a ellos.

“Consigo la cocaína a través de unapersona conocida que trapichea con ello ycuando quiero le pego un toque y metrae, no me voy a buscarlo a la calle. Si élno tiene yo no cojo de nadie, me arriesgoa que me den mierda y me cobren máscaro. Me sale a unas 10.000 u 11.000

Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

6 “¿Solo para divertirse?: Uso de la cocaína en mujeres de clase media”. RET. Revista de Toxicomanía 10.

pesetas. Yo lo conozco de toda la vida ytengo mucho trato” (consumidora, 30años).

El que los varones inviten a las mujerestambién es parte del ritual. Hay varios forma-tos, uno es invitar a las mujeres de los ami-gos que consumen muy esporádicamentecomo una forma de galantería y expresión depoder. Otro estilo de invitación está más rela-cionado con una forma de prostitución: invitarpara obtener favores sexuales. La cocaína seconvierte en una poderosa moneda de cam-bio. Las mujeres que aceptan ese intercam-bio tienen un mote, se las llama ‘comebol-sas’.

“Hay muy poca gente que invite, no seinvita así como así, sobretodo a la edadque empezamos. Con los amigos deahora de toda la vida sí que comparto.Aunque a las tías siempre nos invitanmás, tenemos más suerte, nos podemospasar la noche poniéndonos por la cara.Luego nos llaman las ‘comebolsas’. Sontías que van con los tíos para sacarles elperico, nada más. Que luego hagan algocon ellos ya es problema de ellas pero labolsa ya se la han comido primero. Alrevés es más raro, yo no sé de tías quese dediquen a invitar. De todas formas yosiempre he pensado que las tías cuandotienen un vicio son más viciosas que lostíos, no sólo en la droga sino en la bebida,en el sexo y en cualquier situación” (con-sumidora, de 30 años).

3. RAZONES PARA CONSUMIR. EL ILU-

SIONISMO DEL POLVO MÁGICO

Heroína y cocaína están tan hechas para nosotros... quenosotros no estamos hechos para ellas. Son tan eficaces,

tan tolerables. Tan activas en la mejora y aceleración delos procesos fisiológicos, actúan tanto y tan bien, que el

cerebro querría siempre más” (Sissa 2000:177)

En los cuentos de hadas hay un momentomágico cuando el hada madrina levanta la

varita, la sacude, y con ella transforma la rea-lidad. Cuando los consumidores explican lassensaciones que emergen tras el consumode cocaína recuerda la escena de transforma-ción de la cenicienta en una encantadoradamisela dispuesta a abrirse al mundo.

“En un principio el efecto de la cocaínaera hacerme sentir la reina allí dondeestaba. Bailaba toda la noche. Hablaba.Me relacionaba con gente.” (consumido-ra, 24 años)

“Consumir beneficia en que es denoche, cuando sales a divertirte, estás unpoco bajo de energía porque has estadotrabajando y entonces te pega el subidón,te pones más alegre, te cortas menoscon la gente si quieres entrar para ligar, yese es el subidón que te pega, te pone acien y te deja de puta madre” (consumi-dor, de 33 años).

“Consumo de noche para ir de fiestaporque da otro puntillo, igual estoy cansa-do del trabajo o me apetece el puntillo dedrogas y a mí el alcohol tampoco mellama tanto la atención y prefiero unpoquito más la droga. Me gusta estar porla noche más liberado, y la coca me libera,me hace desinhibirme un poco, me hacereír, ...” (consumidor, de 33 años)

Consumir cocaína se convierte en unaespecie de premio que uno mismo se conce-de o de refuerzo ante la energía que se va anecesitar para vivir sin límites un aconteci-miento esperado. No existe una sola res-puesta que explique por qué se consume enla actualidad y en nuestro país cocaína. Aun-que el repertorio de razones es muy variadohay un eje que les da cierta unidad: el deseode superar límites individuales físicos y psí-quicos que permitan estar más activos y sen-tir placer en el lugar y tiempo que se conside-ra apropiado.

Los efectos de la cocaína y su simbologíase vinculan en nuestro contexto cultural conla sexualidad. Pero no tanto porque la cocaínacontribuya a mayor placer sexual, más bien

74 Vida social de la cocaína

los consumidores expertos desmienten esaidea (lo que no niega que la cocaína puedacontribuir a facilitar la actividad sexual). Coca-ína y sexualidad se emparejan en el nivel designificado simbólico, son dos fuentes de pla-cer y por ello tienen una relación directa conel poder. El acceso al placer ha sido un cami-no restringido a ciertos grupos ‘aristócratas’de los sentidos en posición de privilegio. Porello muy valorado y deseado, porque todoaquello que nos es vendido como propio degrupos privilegiados aumenta de valor. Ennuestro tiempo la cocaína al igual que lasexualidad se han banalizado o ‘democratiza-do’, es decir, están al alcance de quien pue-dan comprarlas, muy coaptadas por el merca-do y sin demasiadas trabas morales. Esosdos instrumentos del placer valorados comoliberadores de una moral represora puedenllegar a convertirse en poderosos instrumen-tos de control social. Si la ciencia ficciónpuede considerarse precursora de aconteci-mientos futuros, esa advertencia ya estáplanteada: “A medida que la libertad política yeconómica disminuye, la libertad sexual tien-de, en compensación, a aumentar. Y el dicta-dor hará bien en favorecer esta libertad. Encolaboración con la libertad de soñar despier-tos bajo la influencia de los narcóticos, delcine y de la radio, la libertad sexual ayudará areconciliar a sus súbditos con la servidumbreque es su destino” (Huxley 2000).

La cocaína es un estimulante deseado por-que responde a las expectativas esperadas.Los expertos consideran la cocaína como unestimulante del sistema nervioso central queprovoca sensación de euforia, inquietud, hipe-ractividad, aceleración, aumenta la comunica-ción verbal y frena la ansiedad y la inhibición(Ochoa 2000). Los profesionales que trabajanen tratamiento tienen muy presente quedeben hacer frente a una sustancia que no esun placebo sino que responde eficazmente alo que se espera de ella:

“...la cocaína no es una droga que haceparecer más inteligente sino que cuandose toma se es más inteligente, no es queparezca que se sea más fuerte sino quecuando se toma se es más fuerte, no es

que parezca que cuando se toma se tienemayor concepto de sí mismo sino que setiene, no parece que se tenga más rendi-miento sino que realmente es así. Es unadroga muy bien diseñada, el que la tomano es que sea gilipollas sino que la tomapor algo.” (terapeuta)

Entre las razones expuestas por los consu-midores para explicar la forma en que se ini-ciaron hay una que domina: la curiosidad. Enlo inmediato esto es así, pero en un planomás de fondo hay otras motivaciones. Losjóvenes oyen hablar de la cocaína a los otros,se crean expectativas y en algún momentooportuno alguien les invita a una raya. Entrelos consumidores se ha extendido un siste-ma publicitario subliminal y secreto que vienereforzado por una sustancia con efectospoderosos sobre la mente. La difusión deuna cierta publicidad sobre la cocaína, su pre-sencia en ciertos ambientes, el hecho de quela mayoría de jóvenes ha oído hablar de ella yse han creado expectativas muestra que latransmisión de información informal es influ-yente.

“Descubrí la coca hace unos tres años.Salía con una pandilla y había un chicoque salía por la noche. Yo sabía que eltomaba. Un día nos fuimos de viaje y meinvitó a consumir y decidí probar. Y empe-cé así, por curiosidad. Y luego o te gusta ono te gusta y a mí, pues me gustó” (con-sumidora, 24 años).

“Antes de consumir había oído que lacocaína era para la gente económicamen-te superior, estaba arraigada al tema defamosos, que era una droga que no teníanada que ver con otras drogas, que nopasaba nada si consumías, decían quetenía efectos de euforia, que era unapasada y al día siguiente todo estaba per-fecto, por tanto, era algo bueno” (consu-midor 21 años).

Pero además de la curiosidad el consumode cocaína es el pasaporte para iniciarse enalgunos ambientes. Los sistemas de inclu-sión y exclusión dependen en ocasiones de

75Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

pagar un tributo y la cocaína parece que esuna moneda efectiva. La siguiente cita es dealguien apasionado por el flamenco quien sepasa noches enteras intentando que lo acep-ten en ese ambiente hasta que descubre lasposibilidades de unas rayas:

“La primera vez que consumí cocaínaeran las ocho de la mañana. Estabamosen una cueva, en una fiesta, donde esta-ba mucha gente importante dentro del fla-menco y de la farándula. En ese ambientea lo mejor no te conocen de nada pero sientras con la cocaína te abren las puertasdirectamente. Es un modo de abrirtepuertas y de relacionarse” (consumidorde 30 años).

Otra forma más social de integración quepermite la cocaína es en aquellos casos enque se desea una movilidad social, cambiar aambientes de más estatus, integrarse en uncolectivo más aceptado y con mejores refe-rencias. La siguiente cita ilustra muy bien elproceso de un ex-heroinómano que sigue lospasos establecidos para esa integración:

“Mi relación con la coca empezó haceunos años. Anteriormente había consumi-do heroína, pero lo dejé porque estuvepreso y además falleció mi hermano y lecogí respeto y lo dejé por completo. Mihermano falleció por la heroína. Al salir dela cárcel empecé a trabajar, sin problemasy sin vicios, empecé a ganar dinero y mecompre un coche. El exceso de trabajome llevó a organizar una fiesta de cocaínay la probé y a partir de ahí, no siemprepero cuando he tenido algún problema herecurrido a ella” (consumidor, 32 años).

En el proceso en que este hombre sale delinfierno y de la heroína, se integra en elmundo laboral, gana dinero, se compra uncoche y se inserta en ambientes donde seconsume cocaína. Los pasos que sigue sonmuy ilustrativos de ese proceso de reconver-sión hacía una vida más prestigiosa y acepta-da. El hecho de que consumir cocaína formeparte de ese proceso siendo considerado un

escalón más es una muestra del vínculo entrecocaína y condiciones de inclusión social.

Una vez satisfecha la curiosidad inicial lacontinuidad en el consumo también dependede una gran diversidad de factores. En gene-ral las razones alegadas son: La búsqueda deplacer y la diversión, da más energía, ayuda aescapar de los problemas (personales, fami-liares, de trabajo...), aumenta la autoestima,da la sensación de funcionar más eficazmen-te y da sensación de superioridad:

“yo cuando consumía cocaína decíacosas y actuaba en ciertas ocasiones queyo por mí misma no era capaz. No es queme lo pasara mejor, me daba energía y enel momento que estaba bien, que estabacon el subidón, pensaba que me comía elmundo, que podía con todo” (consumido-ra, 23 años)

“La cocaína me produce un estado deeuforia, me anima un poco más y a vecesen mi trabajo que es de hostelería, queconlleva mucho vicio, con la cocaína voymás despierto, me olvido un poco más deltrabajo y me lo intento pasar un pocomejor trabajando (consumidor de 22 años).

“Empecé porque me encontraba eufóri-co, me metía una raya y era más sociable,trabajaba más a gusto, hablaba con lagente vacilando... Los primeros efectosson que te deja el cuerpo prácticamentesin cansancio, estás con facilidad de pala-bra, estás ameno para todo, no me impor-taba trabajar, trabajaba mucho mejor. Losprimeros efectos de la coca por lo menosen mí han sido la comunicación, el traba-jar más a gusto y sentir el cuerpo menoscansado” (consumidor, 42 años).

“Toco en un grupo de música y a vecesconsumo en los conciertos porque nor-malmente se me terminan las pilas bas-tante rápido y con el perico tengo pilaspara mucho más tiempo.” (consumidor,28 años).

“El hecho de consumir me da másseguridad, más aguante, más energía, no

76 Vida social de la cocaína

tengo porque divertirme más, muchasveces me puedo quedar hasta bloqueada,y no es que tenga más amigos sino queestoy más sueltita y hablo con más genteque si no consumo que estoy más retraí-da. (...) Mi objetivo es divertirme y paradivertirme tengo que estar más tiempo, ypara eso utilizo la cocaína para que me deel cuerpo de sí. (consumidora, 34 años).

La cocaína altera el estado de ánimo. Freudla etiquetó como “quitapesares”, por ser unasustancia que tiene la capacidad de aliviar lamente o el alma y crear una sensación defelicidad durante el tiempo que duran susefectos. Pero no siempre el consumo decocaína es placentero ni, por descontado, susefectos son permanentes. Las razones porlas cuales se consume va variando en los pro-pios consumidores en la medida en que cam-bian sus expectativas, su estilo de vida o per-ciben algún tipo de adicción y quierencontrolarse. Llega un punto en que algunosconsumidores habituados a la cocaína sesienten mal tras consumir. Eso ocurre cuandoaparece el síntoma de culpa o la percepciónde que hay un problema, de que hay unaadicción que atrapa. Es entonces cuando elconsumo deja de ser una vía hacía el placer yse convierte en otra cosa.

“Consumo cocaína por necesidad,vicio, enganche, no sé explicarlo. Con lasotras drogas suelo disfrutar pero con lacocaína no, no sé explicar por qué me lameto, es como una fuerza superior a mí.Si estoy que me aburro y alguien me ofre-ce pues ‘venga’ una va y una viene ycuando me doy cuenta lo único quepuedo hacer es seguir el ritmo porque labajada que me va a dar es tan grande queme voy a ver lo guarro y lo cerdo que soyy que yo no puedo superar eso. Comopersona y como ser humano que soy mesiento como una marioneta” (consumi-dor, 26 años).

Como vemos en este testimonio, no todoes sentimiento de culpa. La evolución delconsumo crónico de cocaína lleva a que el

consumidor, en este caso adicto, comience aexperimentar los efectos antagónicos a losque en un principio deseaba. La cocaína pasade ser una sustancia ligada a la vida recreati-va y la socialización a ser una droga de con-sumo solitario, oculto en el que la constantees el sentimiento depresivo, la inhibición, elretraimiento social y la rumiación del pensa-miento no exento de ideas paranoides. Atodo ello no es ajeno los cambios experimen-tados a nivel cerebral y las alteraciones en losmecanismos de neurotransmisión, de forma,que el cerebro es incapaz de responder comose espera, a las nuevas administraciones decocaína predominando los efectos paradóji-cos de la sustancia. El cocainómano se veenvuelto en una espiral de consumo en laque no acaba de saber la verdadera razón desu consumo. Intenta recuperar el efecto pla-centero y al mismo tiempo evitar la disforiaque siente sin ser consciente de que, cadavez más, se adentra en la adicción y la sole-dad, alejándose del placer y la integraciónsocial.

El inicio en el consumo de la cocaína, lasexpectativas y las razones para posteriormen-te continuar consumiendo muestran queexiste una imagen sólida y elaborada alrede-dor de esa sustancia. Es una imagen que setransmite de forma muy eficaz a través desistemas informales y que se vincula biencon algunos ideales sociales que estánteniendo mucha presencia en la socializaciónde los jóvenes: el placer, la diversión, elpoder, la integración y el superar límites físi-cos. Pero además, la cocaína permite alcan-zar esos ideales a través de un proceso mági-co, aspirando unos polvos capaces detransformar la realidad convirtiendo al consu-midor en protagonistas de un cuento dehadas. La magia es la protagonista de estahistoria, desde siempre ha estado incluida enlos mitos, en las historias ancestrales y en losjuegos. La ficción, la literatura, el cine y muyen especial la publicidad actual hacen un usoconstante de referentes mágicos. Esta últi-ma, la publicidad, presentan a los jóvenesproductos con capacidades sobrenaturales:teléfonos móviles que hacen libres, bebidas

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que hacen volar, perfumes seductores, com-presas que llevan de viaje a países exóticos,coches que liberan del hastío de la vida coti-diana, y un sin fin de productos más cuyaposesión permite experiencias maravillosasde las Mil y una noches. La magia utilizadapara vender productos no tan solo lograhacer estos más atractivos para los jóvenessino que contribuye a elaborar deseos, a defi-nir ideales y necesidades y proponer estrate-gias para lograr todo eso. La cocaína y lasdrogas son, probablemente, el único produc-to con poderes reales para hacer sentir lasilusiones y expectativas creadas. Son consi-derables los productos anunciados en el aba-nico publicitario que carecen por sí solos delpoder que se les etiqueta, ni los coches libe-ran, ni con perfume se logra seducir a la per-sona deseada, ni se adelgaza bebiendo litrosde algún agua mineral, ni tampoco salenmagos de líquidos limpiadores. Pero lasexpectativas en lograr todo eso sí están ahí,son ilusiones y deseos muy consolidados porel bombardeo publicitario y la cocaína es unade las drogas que logra transportar haciaesas sensaciones mágicas: crear euforia, pla-cer y bienestar. Pocos productos de nuestroalrededor se acoplan tan bien a una sociedadcautivada por la magia del consumo como lohace la cocaína.

4. LA VIDA SOCIAL DEL CONSUMO DE

COCAÍNA

Entre los jóvenes el consumo de cocaínaestá directamente relacionado con la vidarecreativa porque ese es el espacio socialadjudicado al ocio y a la diversión. En losdatos de la Encuesta Escolar (ObservatorioEspañol 2000) también puede verse esa rela-ción. Cuanto más tiempo se tarda en volver acasa más probabilidades hay de consumo.

En todas las entrevista existe acuerdo enque una de las motivaciones que inducen alconsumo es el aguantar más tiempo en elespacio de la fiesta y la diversión, el alargar eltiempo del disfrute.

“Las primeras horas de la marcha sonmás suavecitas y de ambiente más dis-par, estudiantes o tal. A primera hora haygente de todo tipo pero a las seis de lamañana ya no, solo quedan los ‘bocasnegras’, que quiere decir lo más malo detodo. Si sales de marcha, las seis de lamañana, ya es una hora prudente parairse a casa, todo el que se queda a partirde las seis de la mañana, malo” (consumi-dor, de 32 años).

La vida recreativa se ha convertido en unade las principales actividades de los jóvenes,donde invierten tiempo y dinero y alrededorde la cual se está creando una poderosaindustria7. Los estudios existentes sobre dro-gas y vida recreativa insisten en que buenaparte de los jóvenes de hoy pertenecen afamilias estables, con un nivel económicomedio y muchos siguen viviendo con su fami-lia de origen. El espacio del ocio es importan-te para negociar las relaciones y adquirir capi-tal social. Por tanto la inversión de tiempo ydinero en actividades recreativas no es fatuani banal, y posiblemente tiene consecuencias

Vida social de la cocaína

TABLA 6: Consumo de cocaína y hora de

regreso a casa en el fin de semana.

Hora de regreso a casa Consumo de cocaína

%

Antes de las 12 h. 0.6De 12 a 3 (madrugada) 2.8De 3 a 4 (madrugada) 8.2Día siguiente 17.5

7 La revista EKO (abril 2001) está dedicada a describir los “negocios en la noche” en distintas ciudades espa-ñolas: Ibiza, Madrid y Barcelona. En ella puede encontrarse muchos elementos que otorgan prestigio a loslocales recreativos y los convierten en espacios ideales para las relaciones sociales de distintos grupos.

en las relaciones de solidaridad en otras esfe-ras. La cocaína juega un importante papel enesa dinámica dado que quienes tienen cocaí-na mejoran su posición en las relaciones depoder, por lo menos en el espacio recreativo,son la imagen del éxito, de capacidad de con-sumo, aguantan más tiempo, transmiten sen-sación de mayor disfrute, superan límites físi-cos al lograr que sus cuerpos se mantengancon energía y permanezcan despiertos, pue-den beber sin experimentar embriaguez, etc.

Sustancias y subculturas

Una forma de distinguir entre qué tribus osubculturas se relaciona una persona esconociendo qué drogas consume y qué dro-gas consumen sus amistades (Calafat et al.2001). Hay una división más o menos clara,entre aquellos que sí consumen cocaína yaquellos que consumen otras drogas, espe-cialmente éxtasis. Quienes consumen cocaí-na son además bebedores de alcohol y bas-tantes fuman cannabis. Hay consumidoresde cocaína que forman grupos compactos ycerrados pero la mayoría no lo hacen; haygrupos en que algunos consumen y otros no,entre ellos el ingrediente común es el alcoholy comparte un mismo tipo de diversión.Dependiendo de cómo estén formados losgrupos el consumo se hace más o menosevidente o disimulado:

“Tengo algunos amigos que no consu-men. Saben quienes de nosotros consu-mimos y el día que hay perico no se mez-clan. Normalmente no se mezcla la peñaque no consume con la que consume,algunos sí pero no demasiados. Cuandoestamos con gente que no consume selleva más disimulado, hay una especie deacuerdo tácito, todos consumimos medioa escondidas aunque la gente lo sepa. Simonto una fiesta y todos son consumido-res el perico esta de por medio, las rayasse hacen a la vista y todos tomamos,pero si solo hay tres o cuatro que consu-mimos hacemos viajes hacía el baño o adonde sea, al que no toma ni se lo deci-

mos, se sobreentiende” (consumidor, 28años).

“Los amigos no consumidores no sabí-an que yo consumía y siguen sin saberlo.En los cumpleaños, por ejemplo, cuandonos juntábamos los 6 amigos, procurába-mos repartirnos en coches los consumi-dores y dejábamos a los otros en otrocoche, con la idea de meternos una raya,y los otros a su aire, porque hay vecesque en los locales es complicado para nollamar la atención y por mil cosas” (Con-sumidor, 32 años).

“Si me voy a una cena con amigosmíos de la infancia o con gente del curroentonces no consumo, porque el ambien-te no es de meterse y no es apropiado,no es plan meterme yo solo, yo soy decompañía, de meterte con gente paraestar en el mismo nivel, no para estar yoen un nivel y la gente en otro” Consumi-dor, 33 años).

Los amigos son un ingrediente en el ritualdel consumo. Entre los consumidores más‘aristocráticos’ hay un consumo más exclusi-vo de cocaína y de alcohol. Este grupo marcadiferencias con otros consumidores, especial-mente con los consumidores de éxtasis. Dealguna manera esas dos sustancias dividenestilos de diversión entre dos subculturas. Eléxtasis ha perdido prestigio entre la élite,empieza a estar considerada una sustanciade los más jóvenes, de menor categoría, de‘pacos’ y ‘bakaladeros’ que gustan de unadiversión más vinculada al baile y a la masifi-cación. Entre los consumidores de cocaínamás sibaritas el éxtasis es una sustancia queno les crea alicientes. En cambio si que seobserva en el grupo de los más jóvenes la cir-cunstancia del consumo asociado de psico-estimulantes como el éxtasis de forma prefe-rente y la cocaína de forma secundaria a lolargo de la noche. Lo que es más significativoel que entre los jóvenes que durante algúntiempo han sido consumidores recreativos deéxtasis esta sustancia sea desplazada por lacocaína quedando el éxtasis como una droga

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complementaria y la cocaína como drogaprincipal. Posiblemente esta transición seadebida a la perdida de los efectos agradablesdel éxtasis por aparición de tolerancia inver-sa, lo que ellos suelen atribuir a cambios enla composición y mayor adulteración de laspastillas. Al mismo tiempo comparten escenacon otros consumidores de cocaína más poli-facéticos a quienes les gusta más un poco detodo. Algunos de los comentarios comunesson los siguientes:

“Consumir pastillas o éxtasis me damal rollo, ya consumir cocaína no me dademasiado buen rollo pero lo probé porcuriosidad y me gustó. Lo que me conta-ban de la coca era un efecto que me ape-tecía. El efecto positivo de la cocaína esque me da pilas, me carga de energía”(consumidor, 28 años).

“El éxtasis no me gusta nada, me pare-ce una droga suicida. He tomado dosveces pastillas, pero es una droga que meda miedo porque no sé lo que me estoymetiendo. Aunque con la cocaína no sé sime estoy metiendo cocaína o cualquiercosa de un laboratorio pero me da másconfianza, de una pastilla no me fío” (con-sumidora, 30 años).

“Antes con el éxtasis, hará unos sieteaños, me daba una sensación de bienes-tar, de gloria, de buen rollo y de putamadre y me iba a una discoteca y todobien, y luego empezaron a cambiar loscomponentes y de dos años a aquí entrasa una discoteca que están tomando pasti-llas y te da miedo estar allí, está toda lagente... Pero la cocaína toda la vida hasido igual y seguirá siendo igual” (consu-midor, 27 años).

Por alguna razón la cocaína da la sensaciónde pureza, de que se puede manipularmenos, no se adultera como puede ocurrircon las pastillas, y en general es más saluda-ble. Todos los argumentos están fundamenta-dos en intuiciones, creencias o fe en la sus-tancia. Los mensajes que se incorporan en el

imaginario proceden de fuentes informales,de comentarios que se transmiten entre ami-gos y en el ambiente. La imagen de aquellosque sí son consumidores contribuye a organi-zar esa creencia y por ello los ambientes sonuna gran influencia.

El vínculo que adquiere la cocaína con cier-tos ambientes o subculturas no parece tanen relación con la música o los espacios alter-nativos, como pueden estarlo otras drogascomo el cannabis, LSD o éxtasis. La subcul-tura mayoritaria en la que se consume cocaí-na en España está muy cercana a un consu-mo de elementos de prestigio social: moda,etiqueta, diversión, éxito, juventud, estatus,capital social. Es una subcultura muy depen-diente de esos elementos como parte centralde su identidad, de sus ideales y objetivosvitales. En una entrevista, una profesionalterapeuta afirmó: “Desde el punto de vistasimbólico los cocainómanos son muy indivi-dualistas, aunque sea una droga de ocio”. Y dehecho es así. El logro de todos los idealesque se pretenden alcanzar con la cocaína tie-nen un sentido individual, están orientadoshacia la propia persona consumidora y nohacía la colectividad.

Las sustancias están asociadas a valoressimbólicos que las promocionan y legitiman.El alcohol es la sustancia totémica en nuestracultura, tiene un alto contenido simbólico ysocial. El cannabis se promociona como lasustancia de la solidaridad, de valores alterna-tivos, de la ecología y de la búsqueda de nue-vas utopías sociales (Calafat et al. 2000). Eléxtasis es la droga del amor y de la amistad,está asociada a una conexión espiritual conlos otros, a una mayor conexión con elambiente, la música y el baile (Calafat et al.1998). La cocaína también va asociada a sím-bolos pero todos ellos con un fuerte compo-nente individual e instrumental. En las citasanteriores se ha visto que se consume paradivertirse, para sentir placer, para olvidar pro-blemas, para recuperarse de una borrachera,para sentirse superior, para superar retos,para un mayor rendimiento, lograr mayorcapacidad competitiva, más prestigio, etc.todos los ideales simbólicos que acompañan

80 Vida social de la cocaína

y justifican el consumo de cocaína tienensiempre una trascendencia individual. Todasellas son razones egocéntricas que buscansatisfacciones únicamente personales. Nin-guno de los argumentos recogidos en lasentrevistas hace referencia a un consumo porrazones altruistas, como podría ser ayudar aotro en una tarea difícil, para divertir a losotros, para hacer ver a la familia que uno estáde buen humor, etc. Pero lo que enmascaraese individualismo radical en que acontece elconsumo es que se realiza en contextossociales. De hecho esa tendencia al individua-lismo ya fue señalada por otros autores (Car-son y Edward 1987).

La necesidad de consumir en compañíaviene dada por unas reglas del juego quemarca el ritual. Al hacerlo en compañía elconsumidor participa con otros en un juego,demuestra al lado de quién está, se pactanrelaciones de solidaridad, se demuestra atre-vimiento y los otros sirven de espejo de unomismo. Sin la mirada de los otros el consumoindividual perdería escenario y con ello buenaparte de su motivación estética. Es un consu-mo que se asemeja al deporte de competi-ción; es necesario formar parte de un equipo,pero el logro es individual, el premio y la fotoes para quien gana. La pertenencia a un equi-po tiene sus límites. De hecho, en la carreradel consumo suelen ir cambiando los objeti-vos y llega un momento en que el consumose hace también en solitario, a veces aescondidas. Eso ocurre cuando la adicción seincrementa y el consumo ya no tiene un efec-to positivo, cuando se consume por imperati-vo de la carencia. Es entonces cuando elcocainómano se acerca más a la situación delheroinómano.

Los argumentos que aportan las dos citassiguientes son ejemplos de un consumocuyo único objetivo es uno mismo, la propianecesidad. En el primero la medicalización ala que se somete el consumidor de alcohol ycocaína, sus argumentos para legitimar elconsumo son una reacción egocéntrica einfantilizada ante un advenimiento en su rela-ción de pareja. La segunda cita es una crudaargumentación de que el significado de com-

partir está enraizado en la propia necesidadindividual.

“Las primeras veces me gustó. Era unacosa que tenías allí y la utilizabas un fin desemana porqué ya la conocías. Pero pornada más. Después entre el trabajo y pro-blemas con mi mujer... Empecé a discutircon mi mujer, no por asuntos de drogasporque yo en ese tiempo no consumíamucho. Lo que pasa es que los proble-mas de pareja me llevaron a introducirmecada vez más en la droga, para olvidarmede ellos y pasar. También bebía más,bebiendo más, y conociendo la coca, queen cierta manera hacia que mi cuerpo quehabía bebido no lo notara y podía conti-nuar trabajando. Así me olvidaba de losproblemas, era una manera de escapar”(consumidor, 29 años).

“Yo he invitado muchísimo, he monta-do la marimorena. Y a mí también me haninvitado. Invito a los demás para no sentir-me solo, para no sentirme culpable dehacerlo solo, para involucrar a alguien conmi pena. Mi mujer no quiero que tomepero a los que invito... que les den porsaco. A los que invito es porque si estándonde estoy yo en esos momentos esporque consumen, porque ellos tambiéntienen, en más o menos cantidad y por-que no aguantan la noche” (consumidor,de 29 años).

5. ESTILOS DE CONSUMO

La expansión y difusión del consumo decocaína ha dado lugar a distintos tipos deconsumidores que se diferencian entre ellospor los estilos de consumo, estilos de vida ypor distancias culturales muy sutiles. Losestudios sobre consumo y consumidorestienden a elaborar tipologías para poder gene-ralizar y comparar y elaborar modelos explica-tivos. Desde la dimensión más estadísticadescriptiva se han elaborado distintos tiposde consumidores de cocaína (Green, Picke-

81Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

ring, Foster et al. 1994, Ditton y Hammersley1994). Se trata de: 1) El consumidor elitista,que se desenvuelve en el mundo de losnegocios, arte, diseño, etc. y hace un uso ins-trumental de la cocaína; 2) El consumidorrecreativo, para el cual el consumo es relati-vamente periférico en su vida; 3) El policon-sumidor que consume cocaína y cuya vidagira en torno a las drogas. Desde la dimen-sión más cualitativa Díaz (1992) ha señaladoocho estereotipos (social, circunstancial,situacional, elitista, comercial, disfuncional-compulsivo, heroinómano y ex-heroinómano).

En este estudio se han tenido en cuentaestas clasificaciones, pero se ha optado porclasificar los estilos de consumo a partir de laposición que ocupa el consumo de cocaínaen la jerarquía de los intereses vitales delconsumidor. Es decir, la posición de centrali-dad que ocupa la cocaína en la búsqueda desoluciones a necesidades estructurales (rela-ciones, diversión, economía, integración gru-pal, prestigio). La capacidad de gestionar dis-tintas soluciones y la posición que ocupa lacocaína en esa gestión es lo que se ha consi-derado que marca un estilo. En ello el tenermás o menos dinero no es un factor decisivo(aunque contribuye), también es importantehaber logrado (o estar en proceso de lograrun) un estatus profesional y muy en especialel contexto de amigos. Desde ese punto devista aquí se han dibujado tres arquetiposaunque, como ocurre en muchas ocasionesal clasificar conductas humanas, las diferen-cias entre ellos son poco nítidas y se solapan.

Hay consumidores ‘aristocráticos’ quemarcan un estilo: consumen vía nasal, serodean de consumidores de su misma clase,mezclan lo menos posible la coca con otrassustancias, en todo caso con alcohol y debuena marca; consumen en ocasiones espe-ciales de manera muy discreta, sin llamar laatención y se jactan de saber controlar elconsumo. Se consideran superiores o por lomenos tienen conciencia de ser un grupo conun estatus social alto, muchos son profesio-nales y se mueven en ambientes prestigio-sos. Para ellos fumar porros es algo degra-dante (aunque la imagen del cannabis está

cambiando y convirtiéndose en más presti-giosa), los que van de éxtasis son una tribude mal gusto y los consumidores de heroínaunos fracasados. Quienes están en estegrupo hacen un uso de la cocaína ocasional,como una fuente más de placer de las diver-sas a las que pueden acceder. Consumir dro-gas es disfrutar de la vida y diferencianmucho entre su estilo de consumo ‘inteligen-te’ y el que hacen los otros, un consumo másbanal, más orientado a un consumo masivo oa evadir los problemas. Este es uno de losgrupos menos visibles en los ambientes juve-niles, pero de mucha influencia y capacidaddefinitoria de la cocaína. Puede decirse queesté grupo es quien más contribuye a la defi-nición que la cocaína está adoptando en elimaginario de los consumidores.

Otro grupo son los consumidores ‘recrea-

tivos’ para quienes la cocaína es una drogamás (aunque la más codiciada) de todo elrepertorio que han probado y pueden optarcuando salen a divertirse. Este grupo está for-mado por consumidores más jóvenes denueva incorporación, la mayoría en proceso desituarse en un espacio social más consolidadocomo adultos y profesionales. También utilizancocaína por vía nasal, aunque les gusta pro-barla fumada, pero no es el método que másles gusta, en especial porque sienten ciertaaprensión. Este grupo mezcla todo tipo desustancias, pero sobre todo alcohol y canna-bis. Consumir cocaína y aprender a controlarlaes una finalidad y un reto que no siempre con-siguen. Este grupo conoce a los vendedorespero mantienen una relación muy funcional.Se podría decir que es el grupo mayoritario,por lo menos el más visible. Para ellos la coca-ína está muy vinculada a la diversión y a lasrelaciones grupales en su contexto.

Un tercer grupo son los consumidores

‘atrapados’ o de riesgo, mote que tiene quever con la forma, la cantidad y la relación conel consumo. En este grupo las drogas ocupanun lugar central en su dinámica vital, consu-men diversas sustancias y de forma máscompulsiva, buscan a través de las sustanciasy en el consumo la solución a sus interesesemotivos, económicos y sociales. Se mantie-

82 Vida social de la cocaína

nen muy cerca del narcotráfico, conocen a losvendedores y en ocasiones ellos mismos lohan sido. En ellos la adicción marca toda ladinámica de consumo en el que se alternanperiodos de uso compulsivo seguidos de bre-ves periodos de abstinencia autoimpuestacomo resultado de la saturación cerebral decocaína. El consumo se puede producir porcualquier vía pero la esnifada y fumada sonpredominantes, la vía inyectada también estápresente aunque no sea la habitual. Consu-men cocaína porque tiene más prestigio y encaso de que vendan porque sacan más bene-ficio, pero también hay otras drogas en susvidas: éxtasis, cannabis, alcohol, tabaco, etc.Este grupo es de alto riesgo, no tan solo por-que hacen un consumo abusivo, también por-que se exponen a ser detenidos, entran enuna dinámica de rupturas familiares y creanrelaciones débiles en su contexto de amigosmuy vinculadas a la cocaína. Pero sobretodoporque cuando quedan atrapados en la adic-ción sus vidas aparecen como un conjunto deerrores y quedan vacíos.

Además de esos tres subgrupos existenconsumidores ‘marginales’ y que forman unasubcultura particular. Se trata de algunosheroinómanos o ex-heroinómanos, algunosen tratamiento con metadona, que consu-men cocaína para paliar los efectos de la abs-tinencia o en busca de las sensaciones perdi-das por el consumo prolongado. Otro de loscolectivos son los consumidores de Crackque en España aun son una minoría (Barrio1998), está creciendo más en el sur que en elnorte, especialmente en las Islas Canarias(Santos 2000). En Europa es un colectivo queestá aumentando entre minorías étnicas enlos suburbios de grandes ciudades (Cohen2000, Ingold y Toussirt 2000, Nabben y Korf1999). Este colectivo es minoritario en Espa-ña y su consumo merece ser enmarcado enun análisis social específico.

Rituales del consumo

El lugar, el momento y la forma en que seconsume son parte de un proceso ritual deconsumo. En España la forma más común de

consumo es el consumo inhalado de cocaínaclorhidrato y para la mayoría de los consumi-dores resulta ser la forma más conocida yaceptada. Quienes utilizan otros medioscomo la vía parenteral o la pulmonar suelense consumidores que pertenecen al colectivode heroinómanos o consumidores de cocaesnifada que a lo largo de su adicción hanevolucionado hacia formas de consumo máscompulsivo como la base o crack. El últimoInforme del Observatorio Español (PNSD2001), confirma que la vía intranasal es lamás utilizada (79,5%), la fumada es utilizadapor el 17,4% y la inyectada por el 2,1%.

Aspirar la cocaína se ha convertido en unritual y los instrumentos que se utilizan enfetiches. El cristal, la navaja y el billete enro-llado son los útiles básicos.

“Para esnifar cocaína lo mejor es unbillete de 10.000 Pts.. Personalmente yosiempre he preferido la cuchilla de afeitar,un trozo de madera barnizada, una mesaescritorio y el tubo más largo de lo habi-tual, lo más largo posible porque cuandotomo unas cuantas veces tengo el proble-ma de que se me queda fuera. Cuandotomo la cocaína esnifada se me quedanlos pelotitos afuera. Y si tengo el tubolargo lo meto más a dentro y esnifo masfuerte y se me va todo para dentro, y nohace sangre, ni pelotillas, ni marranadasde esas. No te puedes presentar a casacon la nariz así, canta demasiado” (consu-midor, de 19 años).

Inhalar el polvo, “meterse rayas”, es laforma más conocida y aceptada de consumircocaína porque se considera más limpia yelegante. Entre los consumidores más selec-tos hay una práctica sibarita y escrupulosa.Valoran el buen gusto, la calidad, consumircon medida, y la aceptación de las reglassociales más formales.

“Con mi pareja o con gente de muchaconfianza podemos compartir rulo y lo dela tarjeta si que es sagrado o igual que elDNI” (consumidor, 29 años).

83Calafat, A.; Juan, M.; Becoña, E.; Fernández, C.; Gil, E.; Llopis, J.J.

El valor simbólico de los fetiches está muyen relación con el dinero: hacer rulos con losbilletes, utilizar las tarjetas de banco parahacer rayas, se ha generalizado el uso de lascabinas de cajeros automáticos para prepararlas rayas, etc. Sin duda el consumo esnifadoes el más prestigioso, considerado selecto yel que se adorna de un ritual preparado y pro-pio de un grupo social que mantiene su esta-tus con las buenas formas.

El consumo nasal exclusivo es una de lasdiferencias que separan un tipo de consumi-dor de otro. Quizás lo más importante es quelas otras formas (fumada o inyectada) se con-sideran formas muy agresivas y un tanto cer-canas al consumo propio del heroinómano opoblaciones marginales. Dos de los informan-tes han utilizado estas vías minoritarias y elestilo de consumo es muy distinto al delresto, en el sentido de menos sociable, máscompulsivo y más caro. Si algún tipo de pre-juicio tienen los consumidores de cocaína,especialmente el grupo más selecto, es antela imagen del ‘yonqui’ consumidor de heroína.Consideran a este un fracasado, alguien mar-ginal y lo más lejano a lo que ellos simbolizan.El ‘yonqui’ es una imagen estigmatizada queles aterra y sienten un rechazo absoluto quelinda incluso con un sentimiento xenófobo.

“La cocaína no tiene nada que verfumada que esnifada. El fumar solo tieneefecto cuando se tiene el humo dentro,no es relajación tampoco es euforia, esdifícil de explicar, me quedaba tenso... esen ese momento por eso es tan compul-sivo, cuando terminaba de fumar necesi-taba fumar más porque me había queda-do en tensión. Está mal visto el fumar lacocaína comparado con esnifar, ya sepuede considerar socialmente yonqui.Todas las experiencias que he tenido conla droga hasta que la he fumado han sidobuenas, nunca me había ocasionado nin-gún perjuicio hasta que he fumado” (con-sumidor, 27 años).

“Llega un momento en que la conver-sación gira todo el rato en torno al consu-mo, que rica está, que buena está, que

colocón cogimos ayer, te acuerdas de laque había hace dos meses lo buena queestaba y la mierda que hay ahora” (consu-midor, 42 años).

Tiempo y espacio del consumo

Como ocurre con muchos productos, lacocaína tiene su tiempo y espacio, dos coor-denadas que también contribuyen a definir elbuen o mal uso que se hace de la sustancia.La imagen positiva de la cocaína es la queaportan los consumidores que practican unconsumo controlado. Estos se lo reservanpara momentos ceremoniales de importanciasocial. Hay fechas muy emblemáticas en elcalendario que son : Navidades, Año Nuevo,fiestas patronales, vacaciones de verano, etc.También hay fiestas que están más vincula-das a la vida social del individuo: despedidasde soltero, cumpleaños, bodas, etc. Cada unade esas ocasiones crea expectativas de diver-sión y la cocaína es un refuerzo que ayuda acumplir con esas expectativas.

“En fiestas nacionales, de esas paratodo el mundo, normalmente el nivel deconsumo aumenta pero al mismo tiempodisminuye. Toda esa gente que tomadurante fiestas como Año nuevo no vuel-ve a tomar más. Porque cuando lleganfiestas la cocaína esta superadulterada.Cuando llegan fiestas no sé que hacen,pero hacen unos desmierdes... La genteque sabe compra la coca dos semanasantes. Hay que ser previsor” (consumi-dor, 19 años).

El consumo esporádico es para momentosiniciáticos o para ese grupo selecto que man-tiene un consumo muy controlado. Entre losjóvenes ‘recreativos’ la tendencia es a hacerun consumo mensual y para muchos sema-nal y muy orientado hacia la noche y los finesde semana.

“El consumo de coca es en grupo. Tuquedas los viernes y los sábados parapillar y quedas con cuatro o cinco y pillasdos gramos para todos y entonces coges,

84 Vida social de la cocaína

te pones unas rayas y ya te vas a tomarunas copas o tal. Eso te estoy hablando apartir de las seis o las siete de la tarde ydespués ya te vas toda la noche de mar-cha” (consumidor, 42 años).

Los espacios de preferencia para el consu-mo son los espacios recreativos. Sin embar-go el control que existe en algunos localesdificulta que el consumo se realice in situ. Porello, el coche se ha convertido en un instru-mento casi imprescindible de la vida recreati-va, no solo transporta sino que crea un terri-torio de privacidad. En los aparcamientos delas discotecas es común ver jóvenes en elinterior de un vehículo escuchando música yhaciendo unas rayas. Las casas son otroespacio de consumo siempre que los jóve-nes dispongan o tengan amigos con viviendapropia. Consumir en espacios públicos esuna opción menos frecuente pero se practicacuando ‘no queda más remedio’. El problemaes la visibilidad del consumo, que puede traerconsecuencias legales al consumidor y, nor-malmente, los consumidores no pretendenser transgresores más allá del consumo.Algunos ejemplos que ilustran la forma deconsumo de los distintos estereotipos:

“No me gusta consumir en cualquiersitio. Prefiero consumir siempre en micasa o en casa de gente, en un ambienteque me sienta a gusto. No me gusta con-sumir en un cajero automático, ni en ellavabo de un bareto, aunque lo he hechopero no me gustan los ambientes que noson adecuados y tengo que tomarlo tran-quila” (consumidora, 29 años).

“Normalmente el lugar de consumo del90% de la gente es en su casa. Si me ibacon los amigos de marcha y me traía migramito, no me lo tomaba en la discoteca,sino que salía fuera y me metía mi rayita enel coche. En los baños también es un buensitio. Los fines de semana en los barestomaba la coca en el baño, más que nadapor comodidad.” (consumidor, de 19 años).

“Consumo en cualquier sitio, dondecaiga, ya sea en una casa, en un baño de

cualquier bar o en una esquina de la calle”.(consumidor, 28 años)

La influencia de los amigos, de la tribu y delambiente es muy importante en crear unestilo de consumo. La vida social de la cocaí-na la decide cada grupo y los individuos quepertenecen al grupo tratan de adaptarse.

“No hay duda de que la cocaína es unadroga y no hay duda de que engancha, esfácil que apetezca consumir. Si la peñacon la que uno se mueve consume fre-cuentemente supongo que es muy difícilconsumir poca cantidad y lo que es casiimposible es estar con gente que consu-ma si ya la has probado por que te incitan.Si los otros consumen es difícil no consu-mir” (consumidor, 22 años)

Es verdad que también hay condicionantesneurofisiológicos en la frecuencia de consu-mo de cocaína especialmente cuando el con-sumo es frecuente. Una gran parte de consu-midores, incluidos el grupo de adictos,interrumpen el consumo tras varios días deatracones de cocaína, pero no por su propia“voluntad” o capacidad de control sino porque la cocaína provoca un efecto de satura-ción que autolimita el consumo a periodos deabuso compulsivo seguido de cortos perio-dos de abstinencia, y vuelta a empezar.

El consumo que más se expresa en lasentrevistas es el del fin de semana vinculadoa la diversión, los amigos, la fiesta y la vidasocial. Hay estudios que muestran que esjustamente en consumo de fines de semanalo que dificulta la percepción de problema(González y Collis 1999). Esa frecuencia esquizás la que marca la frontera del peligro enla percepción de los consumidores. Aquellosque limitan el consumo al fin de semana con-sideran que controlan el consumo, que pue-den pasar años consumiendo sin tener pro-blemas, pero se debe tener capacidad demantener en esa frecuencia. Quienes pasanel límite son los que fracasan, pierden laapuesta y se convierten en adictos. De algu-na manera saber mantenerse en la fronteraes un reto para los consumidores, una espe-

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cie de doble triunfo: además del premio porconsumir obtienen el premio del autocontroly esa creencia les fortalece.

Algunos de los consumidores recreativospasan a un consumo regular (entre 3 o 4 díaspor semana) o diario, lo que va emparentadoa un incremento en la cantidad consumida ya la entrada en la trampa de la adicción. Cuan-do eso ocurre el consumo deja de estar úni-camente vinculado a la diversión, también seconsume por necesidad y en soledad. Algu-nos de los consumidores que llegan a eseextremo se esconden de su círculo de ami-gos quienes controlan mejor el consumo, seavergüenzan de su adicción y se inicia un pro-ceso de exclusión marcado por ‘la ley delsilencio’. El estigma de quien cae en la adic-ción lleva el castigo del aislamiento social.

En España no existen estudios longitudina-les realizados a los consumidores de cocaínay por ello la única aproximación a ese procesoson las narraciones de ellos mismos dondeexplican sus experiencias. Aunque es unainformación valiosa no se puede cuantificar ypor ello es imposible de generalizar tenden-cias y cambios en las frecuencias y cantida-des. Tan solo sabemos que los consumidoresde cocaína son diversos y los procesos quesiguen cada uno de ellos también.

Policonsumo.

Todos los datos indican que la cocaína y elalcohol son dos sustancias que se comple-mentan. Prácticamente todos los consumido-res entrevistados vinculan el alcohol a lacocaína. La mayoría afirma que la cocaína lesayuda a controlar los efectos del alcohol, laconsumen para seguir ‘bebiendo’ sin embria-garse. De esta forma los efectos del alcoholquedan latentes, se postergan, y consiguenalargar su participación en la fiesta. Ese efec-to de la cocaína como sustancia que controlaal ‘alcohol’ sugiere una cierta obligatoriedadde consumo de alcohol en algunos espaciosya sean recreativos o laborales. El alcohol es,por tanto, una sustancia clave en la lógica delconsumo de cocaína.

“Mi gran problema era el alcohol, osea, yo soy alcohólico y cocainómano yaque son drogas muy asociadas. A vecessalía de casa pensando que no tomaríacocaína pero el tomar dos copas ya meincitaba” (consumidor de 32 años).

Además de la complementariedad químicay funcional también puede haber una relaciónsimbólica entre esas dos sustancias. Y posi-blemente está estimulado por una industriarecreativa a la que el consumo de alcohol leaporta los mayores beneficios. Hay una espe-cie de transferencia simbólica, la cocaína per-mite beber sin entrar en la embriaguez y portanto ayuda a consumir mucho más alcohol, acambio el alcohol transfiere a la cocaína partede su poder totémico y ancestral al convertir-la en su aliada de la fiesta.

A pesar de que el alcohol es una sustanciaclave en las relaciones sociales, tiene presti-gio y se estimula su consumo, la embriaguezcrea una imagen negativa. Las personas quese embriagan son excluidas, se les ve comopersonas que han perdido el control, que nosaben donde tienen su límite. En la mayoríade locales con control de aforo se impide elque accedan personas que presentan un cier-to estado de embriaguez. Por todo ello lacocaína es una aliada inmejorable.

Además de alcohol hay quienes mezclan lacocaína con otras sustancias, en especialconsumidores con una tendencia más recrea-tiva y menos sibarita. Los más jóvenes expe-rimentan mezclas, descartan aquellas que lessientan mal o que no les ayude a alcanzar susexpectativas. Entre los más jóvenes haypocos que puedan mantener el coste de unconsumo constante de cocaína, lo que leslleva a complementarla con otras sustancias.

“Yo soy politoxicómano aparte demeterme coca. Todo depende de lo quetenga por delante, fumar porros fumosiempre desde que me levanto hasta queme acuesto. El alcohol también, porque lacoca sola me pone mucho más cardíaco ycon el alcohol controlo más” (Consumi-dor, 26 años).

86 Vida social de la cocaína

El problema está en que la sensación sub-jetiva le lleva a pensar a este tipo de consu-midor que la borrachera es menor al igual queel “nerviosismo”, lo que lleva a que las canti-dades que consumen de ambas sustanciaspuedan llegar a ser realmente brutales.

“He combinado la cocaína con otrasdrogas. Me he tomado tres gramos ymedio de cocaína, luego me he tomadomis porros para ir a casa y cenar. Des-pués salía, me tomaba tres pastillitas yalcohol. Luego un tripi y otra vez cocaína.Todo esto no lo he hecho una vez sinomuchas” (consumidor, 19 años).

6. EL MERCADO DE LA COCAÍNA

“La cocaína está en todos lados” es elcomentario más común de todos los infor-mantes. Son varios los espacios donde sepuede conseguir cocaína. Los lugares recrea-tivos son los privilegiados, en ellos suelenestar los proveedores que son conocidos delos consumidores, algunos mantienen unarelación cordial pero estrictamente comercial,otros se hacen amigos. Los más jóvenes con-siguen la cocaína en los locales recreativosque frecuentan los fines de semana. Otroespacio son los sitios concretos donde lagente sabe que se vende, también suelenser lugares recreativos, como bares o pubsdedicados cuyo dueño o camarero se dedicaa vender.

A lo largo de la investigación los informan-tes han nombrado los locales más concurri-dos por los consumidores de cocaína. Aque-llos más mencionados se han ido a visitar yse ha hecho un informe de cada uno. Haylocales de todo tipo aunque la mayoría sonconocidos en la ciudad, tienen renombre yfrecuentados por un público elegante y quemantiene las pautas estándar. Algunos de loslocales son grandes discotecas famosas porel ambiente. La descripción de una de ellasda una idea del ambiente:

“Casi el 90% de la clientela es consu-midora de drogas, principalmente pasti-llas y cocaína. Ello se nota por el ambien-te, por el estado de euforia en que está elpersonal, no porque sea visible el consu-mo. En ese local no se deja fumar porrospero si lo llevas hecho, en la terraza sepuede fumar sin mucho problema. Es unlocal que tiene fama de hacer fiestas a logrande, con buenos espectáculos, gogos,gente extravagante y también gente colo-cada. Cuando alguien quiere pasarlo engrande saben que esa discoteca asegurala diversión. El tipo de clientela es básica-mente de unos 20 a 30 años. La músicaes dance, la gente viste a la moda, bas-tante llamativa, pero de estética cuidada.También se pueden encontrar personasque se salen de la norma como drag-queens o gente que destaca por suaspecto, aunque no es de ambiente gaysí que se encuentran bastantes homose-xuales. En general el público es variado”(discoteca en Palma).

Detectar visualmente el consumo es difícily también lo es detectar el trapicheo delcamarero con los clientes, para ello se nece-sitan muchas horas de barra y ‘colegueo’ enel interior del local. En este trabajo se ha utili-zado la ayuda de informantes que son asi-duos y han ayudado a interpretar situaciones.En una de las visitas se describió al dueño deun pub que hacía de camarero:

“La relación con el dueño puede variarsegún lo que se pida y la confianza que seestablezca. Con las personas que conocees mucho más amigable y parlanchín.Para aquellos que van a comprar unosgramos de cocaína la cosa cambia. El pro-ceso es el siguiente: Te acercas a la barradonde se encuentra él y le dices en vozalta: -una cerveza (por ejemplo), y en vozbaja: X gramos de cocaína. Si te conoce,aunque sea poco te la da, pero si no teconoce no te la da. Si decide dártela secomporta de una forma muy amigable,como si te conociera de pequeño, sacatemas de conversación para que la gente

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no mire lo que hace, entonces tu ponesXXX pesetas debajo del paquete de taba-co y el arrastra el paquete, coge un ciga-rro, coge el dinero de debajo del paquetey te mete la cocaína dentro del paquetede tabaco. En esos momentos es la per-sona más amigable.” (descripción del tra-bajo de observación).

Iniciarse en el consumo es un primer pasoque va acompañado de iniciarse en la com-pra. Es parte del ritual que los primeros con-sumos se produzcan por invitación pero sipersisten se considera ‘gorroneo’. Con lasmujeres hay una mayor tolerancia, se las invi-ta con mayor frecuencia siempre y cuandosea de forma muy esporádica.

Comprar cocaína permite entrar de lleno enel submundo que se genera alrededor de esadroga. No todos los consumidores comprande la misma forma ni a las mismas persona,el estilo de compra está en relación a la impli-cación de la cocaína con la vida de los consu-midores. aquellos más ‘aristocráticos’ no tie-nen interés en implicarse en ese ambiente,su objetivo es únicamente conseguir cocaínade forma discreta y cómoda. Ello da lugar auna cierta jerarquía de traficantes que sirvena distintos tipos de clientes. Un ejemplo deesa situación nos lo presentan los siguientestestimonios de consumidoras del colectivomás ‘aristocrático’:

“Compramos muy poca cocaína y lohacemos en pareja, y normalmente yo nome entero de nada. Nunca compra lamisma persona. Las pocas veces que hecomprado ha sido a través de un amigoque conoce a otra persona, son vías raras,yo no me voy a calles siniestras ni nadade eso” (consumidora, de 29 años).

“Consigo la cocaína a través de unapersona conocida que trapichea con ello ycuando quiero le pego un toque y metrae, no voy a buscarla a la calle. Si él notiene yo no cojo a nadie, me arriesgo aque venda mierda y me cobre más caro”(consumidora, de 30 años).

Otro ejemplo es el de un estudiante univer-sitario que se acerca más a la experiencia delos jóvenes consumidores ‘recreativos’ aquienes les gusta estar cerca del riesgo perono implicarse de lleno, lo viven como unespectáculo de realidad virtual, donde ellosestán en la escena pero solo miran. Para esegrupo el mundo del narcotráfico del cual par-ticipan es un espectáculo emocionante yfuente de diversión:

“El mundo de la venta de cocaína es unpoco mafioso, hay mucho vicio, muchodesespero, mucho mercado negro, no sé,es todo muy sucio, es un submundillo. Enverdad somos como niños pequeños quese nos dice: ‘no abras la puerta’ y la abri-mos. A los consumidores también nosgusta el morbillo de la clandestinidad,como nosotros pagamos y nos vamos nonos enmerdamos tanto como los came-llos y puede llegar a tener su gracia” (con-sumidor, 22 años).

Hay otras formas de implicarse compran-do, manteniendo relación directa con los tra-ficantes, relacionándose con varios de ellos ymoviéndose en sus ambientes. Esa es unaactividad que atrae a muchos jóvenes a quie-nes les gusta conocer un mundo prohibidopara sus mayores, les da superioridad y sen-sación de control de sus vidas. El grado deimplicación es diverso y está muy en relaciónal lugar que ocupa la cocaína en la vida de lapersona, a medida que el consumo se hacecompulsivo la cocaína se convierte en untema central y cotidiano, los amigos son con-sumidores y traficantes, se habla constante-mente del mercado de la cocaína y la vida delconsumidor gira alrededor de la sustancia.Los consumidores recreativos todavía sepa-ran distintas realidades, saben que hay gru-pos de gente que no son consumidores yambientes donde el consumo no está bientolerado. Por el contrario los consumidores‘atrapados’ viven tan implicados con la sub-cultura de la cocaína que creen que todosson consumidores, que en todos los lugareses posible conseguir cocaína, que hay trafi-cantes en cada local. Un ejemplo:

88 Vida social de la cocaína

“Hay camellos en todos los lados, sontíos que conozco porque van siempre alos mismos sitios, son los mismos came-llos que también hacen la ruta, tienen sushorarios y cuando acaba una discoteca vana otra. Los camareros lo saben todo, setrata de llegar a un sitio y preguntar, inclu-so la mayoría de ellos trapichean, y setrata de preguntarles y si te ven fiable,que no eres policía te mandan a uno deellos, es facilísimo” (consumidor, 32 años).

Entre los informantes para esta investiga-ción diez de ellos han participado de la ventacomo una forma de sufragar el coste de supropio consumo. Entre ellos es generalizadala opinión de que en los ambientes recreati-vos aumenta la captación de adolescentesque realicen esa labor de venta. Uno de loscomentarios es el siguiente:

“Cuando empecé a consumir tenía 17años, los chicos de mi edad lo que consu-mían eran pastillas. Pero es que ahoraincluso a los 16 ya están consumiendococaína. Hay camellos mucho mas jóve-nes. Bueno, los camellos gordos son dife-rentes. Todo empieza porque un chavalínva a un camello gordo a comprarle. Cuan-do ese camello ve que el chavalín va acomprarle mucho porque compra para él,para los amigos y tal, es cuando el camellolo enrolla y le dice: -toma te doy tantos yte fío tantos. Todo empieza así, enganchana los pequeños. ‘Te doy tanto’ y ese chavalflipa, y ya se cree el amo del mundo.Hasta que llega el momento que vendenpara consumir. Al principio lo hacen paraganar dinero hasta que lo hacen para con-sumir” (Consumidor, 25 años)

En general hay una cierta valoración positi-va del trapicheo entre los jóvenes, es vistocomo cosa de atrevidos de quienes se losaben montar, que saben jugar con la pica-resca y ‘buscarse la vida’.

“Con un sueldo no te basta para consu-mir. A mí al principio con 140.000 Pts. almes no me bastaba y en cambio ahora

con 140.000 Pts. tengo cojones de tener40 gramos en casa. Antes con 140.000Pts. compraba 10 gramos. Y luego al cabode unos meses aprendí cómo con 50.000Pts. tener 20 o 30 gramos en mi casa. Fuiconociendo gente, me hacía con la genteque me interesaba y procuraba no meter-me en mucha mierda. Y así estoy a flote,consumo lo que quiero, me monto lasfiestas que quiero y no tengo ningún pro-blema” (consumidor, 19 años).

Existe una racionalidad en la gestión econó-mica del consumo. El gasto vinculado al con-sumo puede ser muy diverso. Los más jóve-nes, en su periodo iniciático suelen repartirseun gramo entre varios y pueden gastarsehasta dos mil pesetas semanales. Para aque-llos que se introducen en el tráfico el consu-mo es gratis, es parte de los beneficios queobtienen. Los consumidores de heroína queestán en tratamiento de metadona suelenpracticar un consumo más esporádico y gas-tan menos. Suelen consumir cuando tienendinero, hay quienes gastan una media de 500pesetas diarias. Los consumidores que sí gas-tan, quienes engrosan el mercado, son losconsumidores exclusivos de cocaína o queprefieren esa sustancia, quienes ya han pasa-do la etapa iniciática y se incorporan el consu-mo como parte de la normalidad. Si además,se tiene en cuenta que el gasto de la cocaínase acompaña de otros gastos: básicamentede alcohol, pero también cenas, entradas alocales, prostitución, etc. La diversión resultacara y puede que sea uno de los gastos prin-cipales y enmascarado de muchas familiasespañolas. En los ejemplos siguientes se pre-sentan criterios de gestión del gasto:

“A mí mientras no me falte dinero parapoder comer en la universidad, para podercomprar dossiers de la facultad, para lagasolina de mi coche, lo demás me lopuedo gastar en lo que yo quiera” (consu-midor, de 22 años).

“La cocaína afecta a la economía perocompramos cuando nos sobra el dinero,que no suele ser muy a menudo y eviden-

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temente si no hay un dinero extra quenos podamos gastar en cocaína no lohacemos. Es como cuando nos compra-mos unos zapatos nuevos por capricho...”(consumidora, 29 años).

“En un fin de semana me gastabaunas 200.000 Pts. o 300.000 Pts. Cuandovendía tenia mucho dinero, y en principiotodo muy bien hasta que se me hizo unagujero de 1.000.000 Pts. Y luego vinieronproblemas e historias. Y cuando ya notenía para vender, como yo tenía ese hábi-to y ese rito de vida, pues me buscaba lasmil y unas, comprar para vender...” (con-sumidor, 25 años).

Delincuencia doméstica.

La etiqueta de prestigio que arropa a lacocaína y a los consumidores de esta sustan-cia se ha ido creando en parte por antagonis-mo ante los grupos de consumidores deheroína o cannabis. Los consumidores decocaína se crean una imagen de prestigio yde éxito, detectan dinero y poder, son diverti-dos, parlanchines, activos, visten a la moda,se rodean de fetiches caros: coches, perfu-mes, restaurantes e incluso mujeres. La eti-queta no es únicamente un signo estético,sino que crea un componente simbólico quees lo que contribuye a definir la sustancia, lasexpectativas que se generan sobre ella y alos consumidores. Por todo ello es difícil veren algunos consumidores a un delincuente.

Entre el colectivo de consumidores ‘recrea-tivos’ que van de ‘cocaína’ el dinero dedicadoal consumo es considerable y necesitan de-sarrollar una gestión muy racional de su eco-nomía. Eso no sucede en muchos casos y elcoste se dispara entre aquellos que tienden aun consumo más ‘compulsivo’. Como buenaparte de este colectivo son jóvenes integra-dos en familias estables, con una cierta capa-cidad económica la tendencia al robo ‘domés-tico’ es común. Los ejemplos siguientesilustran algunas de esas situaciones:

“Para consumir me gastaba casi todoel sueldo que ganaba en el bar. Yo ganaba

120.000 Pts. y a final de mes no me que-daba nada. También he robado muchodinero a mis padres. Casi cada semana lerobaba a mi padre diez mil pesetas delbolsillo. También vendía el oro por nada,porque no te daban casi nada” (consumi-dora, 24 años).

“El gramo vale 12.000 o 15.000 Pts.. Alprincipio me lo podía permitir con lo queganaba en el trabajo. Pero al final ya hacía“mangarrufas” en el trabajo. Cogía dineroa mis padres o a mi hermano. Llegas aeste punto porqué el dinero no te bastanunca” (Consumidor, 29 años).

“A mi madre, esta última vez, le quitéalgo de dinero. No valgo para robar a losde fuera pero, lo típico, vas a casa y esmás fácil. He intentado no perjudicar a mifamilia pero llega un punto que si tienespara un par de gramos, ...” (consumidor,32 años).

7. LA CARA OCULTA DEL CONSUMO: DES-

CENSO, FRACASO Y SOLEDAD

Dime cómo ves el mundoExiliado en cada lavabo,Contando cada minuto

Administrándote los gramos.Estopa, Exiliado en el lavabo

La relación con la cocaína se inicia con una‘luna de miel’ en que la sustancia fascina yseduce, algunos aprenden a mantener unarelación intermitente con la sustancia con loque consiguen prolongar durante años o todala vida el encantamiento. Otros pasan a unconsumo más frecuente e instrumental y deellos una parte quedan completamente atra-pados en su seducción. Cuando eso ocurre elencantamiento de los efectos que produce lasustancia desaparecen y solo queda la nece-sidad de consumirla, el impulso dominantede la adicción.

Cuando Freud probó la cocaína creyó queera una sustancia mágica, la solución a los

90 Vida social de la cocaína

pesares y fuente de placer. El sueño duróhasta que descubrió sus poderes adictivos.Entre los consumidores actuales los efectosque les produce la cocaína y la capacidad decontrol están muy en relación al contextosocial del consumidor/a y a la posibilidad desatisfacer sus expectativas vitales a través deotros medios que no sean las drogas. A lolargo de la exposición se han destacado tresarquetipos de consumidores, uno de ellos sonlos que entran en una etapa intensiva de con-sumo, algunos de ese grupo son los que ter-minan buscando ayuda profesional y deman-dan un tratamiento para salir de la adicción.

Prestar atención al grupo de consumidoresen tratamiento tiene un doble interés en estetrabajo, se ha analizado la interrelación que seestablece entre los dos colectivos, aquellosconsumidores a quienes el consumo no lescrea ‘problemas’ y aquellos a quienes sí lescrea y tienen que recurrir a un tratamiento. Y,en segundo lugar, porque este grupo ‘conproblemas’ elabora una nueva definición delsignificado de la cocaína, muy distinto al quedomina el mundo recreativo de la fiesta y ladiversión. Es la otra cara de la luna, el ladoque no brilla y se mantiene oculto pero tanreal como el lado visible. ¿Dónde está latrampa que oculta esa otra realidad?

En buena parte la invisibilidad de los proble-mas del consumo tiene sus razones en elpanorama simbólico que define la cocaína ennuestra sociedad. La adicción resulta difícil dedetectar porque se presenta en un formatodistinto al conocido de la heroína, porque susefectos pueden tardar años en aparecer y esdistinto en cada persona, porque hasta hacepocos años era un consumo practicado por ungrupo social con posibilidades económicascuyos problemas se solucionaban de formaprivada y silenciosa. También porque al ser unconsumo de clase media resulta más difícilvalorarlo de forma problemática. La clasesocial a la que se vincula el consumo de unadroga es muy importante para explicar lamayor o menor legitimación de esa sustancia.Al evaluar la percepción social de la cocaínaes importante tener en cuenta esa etiquetacomo droga de un grupo de posición social

alta. Sterk-Elifson (1997) afirma que “Laausencia de interés en las diferencias entrelas clases se justifica por la opinión de que lasdrogas principalmente usadas por la clasemedia son vistas como ‘drogas buenas queson usadas de manera correcta”. En nuestrasociedad ello es equivalente a fumar marihua-na o aspirar cocaína. “Las drogas y vías deadministración más prevalentes entre los con-sumidores de clase baja se asocian frecuente-mente a la idea de desestructuración de fami-lias y comunidades; en consecuencia, estoshábitos de droga se etiquetan de ‘malos’, porejemplo inyectarse y fumar cocaína y heroí-na” (Musto 1973). Además el uso de drogasse califica de ‘bueno’ porque juega un papelmenos central en la vida de los consumidoresde clase media que el que juega en las vidasde los consumidores pobres. Las drogas que-dan restringidas y definidas por aspectospositivos como la diversión, ocio y placer.

La forma en que se plantean estas dife-rencias contribuye a que los consumidores‘buenos’ e ‘inteligentes’, aquellos que sí con-trolan, se reafirmen en una opinión individua-lizada propia del individuo exitoso que sehace a sí mismo. El siguiente comentario esun ejemplo:

“El riesgo de adicción a la cocaína es unenganche psicológico, que tiene que vercon las inseguridades personales. Hay per-sonas muy frágiles de carácter con pocavida social o con la vida social mal solucio-nada, no me extraña que se enganchenporque con la cocaína tienen una vidillaque no han vivido nunca. Cuanto más con-sumes más quieres, a mi me pasó, notabaque me ponía de mal humor y no me lopasaba tan bien. Es una decisión personalengancharse o no engancharse, es unadecisión de voluntad no es un enganchefísico” (consumidora, 29 años).

Esa opinión es la dominante entre los quemantienen –o creen mantener- un consumocontrolado. De esta forma niegan las condi-ciones sociales y personales que presionanhacia un consumo problemático, niegan lainfluencia del contexto en que se mueven

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algunas personas, niegan las influencias sim-bólicas y de los medios de comunicación queasimilan buena parte de los adolescentes.Una de las consecuencias que se está produ-ciendo con el aumento de consumidores conproblemas de adicción es que crece la intole-rancia por parte de aquellos que defienden elconsumo. De alguna forma tratan de diferen-ciarse de una manera que linda la xenofobiamarcando una distancia que les impida versea sí mismos tras el espejo de quienes sí tie-nen problemas.

“La gente que conozco que ha tenidoenganches fuertes con la cocaína ya losveía venir, los reconozco. Son gente conla que no me relaciono mucho porque noson tipos de caracteres con los que yosuela coincidir, no me hago amiga de uncocainómano porque tengo la teoría quees una gente que tiene una forma deactuar que difiere mucho de como soy yo.Los que conozco son gente que me danmucha pena, son gente muy sola. Songente que aparentemente no se parecenpero que repiten un patrón de conducta”(consumidora, 29 años).

“Yo soy bastante clasista, para mí no eslo mismo que se meta una raya de cocaun tío sin cultura que solo sabe hacerse elchulo delante de cuatro capullos, o unbuen amigo mío que se sabe comportar”(consumidor, 21 años).

Una parte de estos consumidores ‘aristo-cráticos’ actúan como defensores del consu-mo y lo legitiman basándose en la posibilidadde control que ellos tienen la oportunidad deejercer, confundiendo la calidad de la sustan-cia con el control y situando la causa y pro-blemas del consumo en la prohibición:

“Creo que es posible, y que lo tengo,un consumo responsable de cocaína. Laguardo para las fiestas de guardar, notomo más de la debida ni me gasto elsueldo en ella. Consumo responsable-mente y con mucha mesura, no creo queesté mal lo que yo haga y debería poder-

se hacer libremente. Debería estar legali-zado, es un problema político, geográfico,estratégico, es un problema de racismomundial asqueroso” (Consumidora, 29años).

“Por la falta de control de la calidadestán pasando unas cosas horribles y hayuna falta de información por parte de lagente que no sabe donde acudir en milesde situaciones. No se conocen centrosdonde se puede analizar la sustancia,libros que informan... todo eso ayudaría aun consumo más responsable y más con-trolado” (consumidor, 29 años).

Esas opiniones tienen su efecto porque latendencia actual es que la percepción delriesgo ante el consumo de cocaína tiende abajar. Existe cierta conciencia de que la coca-ína hace daño pero también de que puedecontrolarse, al consumirla no se ven síntomasde deterioro y no existe un síndrome de abs-tinencia similar al de las drogas más conoci-das. De alguna manera hay una cierta resis-tencia a asumir los efectos negativos ypredomina la imagen que elabora de la cocaí-na el grupo elitista: La cocaína se definecomo ‘droga limpia’ e integradora, droga quefavorece las relaciones y la desinhibición.

En general, el riesgo percibido por los jóve-nes en relación al consumo de drogas pareceestar más asociado a la frecuencia de dichoconsumo que al tipo de droga (EncuestaEscolar 1998). A pesar de todo ello la percep-ción de peligrosidad de la cocaína en la pobla-ción en general es alta, el 94,6% la conside-ran una sustancia peligrosa (Megías et al,2000). En el debate acerca de la prohibiciónha aumentado en esta última década la opi-nión de que la cocaína debe ser una sustan-cia prohibida. Quienes más defienden quesea una droga legal son los consumidores decannabis (44,1%) y de otras drogas ilegales(60,3%) (Megías et al 2000). La percepcióndel riesgo es un aspecto que merece un aná-lisis complejo porque son también complejaslas estrategias en las que los consumidoresse amparan para gestionar los riesgos ante elconsumo (Calafat et al., 2001). La mayoría de

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consumidores entrevistados tienen concien-cia de que el consumo de cocaína implica uncierto riesgo, a pesar de ello la consumen loque indica que elaboran estrategias de legiti-mación de su consumo.

“Creo que la adicción a la cocaína noes tan grande como con otras cosas. Yoveo que se puede parar. Es más regula-ble. La gente que toma caballo es otracosa, es más una cosa física, que nopuede estar sin ella para que su cuerpofuncione. La cocaína es muy golosa. Esuna cosa que no cansa. Siempre tomaría”(consumidor, 19 años).

“No tengo percepción de riesgo, nopienso en como voy a estar dentro dediez años, prefiero vivir dos años así por-que a mí me gusta y no tengo intenciónde cambiar ni dejarlo, veo muy difícil dejarde salir todos los fines de semana comohago ahora. Aunque fuera madre haría lomismo. No quiero pareja, no quiero cam-biar mi forma de vida” (consumidora, 24años).

Los dos testimonios indican en que existepercepción del riesgo, pero también existenformas de minimizarlo, en algunos casoscomparándolo con otra sustancia y en otrosvalorando más positivamente los efectos dela sustancia que otros beneficios a los cualesse debe renunciar debido al consumo. Apesar de que en España la demanda de trata-miento ha ido creciendo en la década de losnoventa su relevancia ha sido escasa y muyminimizada por ser mucho menor que laheroína. La demanda de tratamiento porabuso de cocaína empieza a crecer a partir de1995 (1.415 personas), en 1997 la demandase duplica (3.129), en 1998 son ya 4.174 nue-vos casos y en 1999 son 6.126 las personasque han entrado en tratamiento8. Quizás laimagen de la cocaína esté en transición. Qui-zás debido a los problemas la cocaína estápasando de ser considerada una sustancia

inocua a ser considerada una sustancia conpoderes adictivos considerables (Galindo2000). A pesar de ello la prevalencia de con-sumo de cocaína sigue siendo mucho mayorque los problemas que cabría esperar. De laFuente (1999) propone tres hipótesis paraexplicar esa diferencia:

• Predominio del consumo esporádico decocaína

• El largo periodo de latencia clínica entreel momento del consumo y el momentoen que aparecen los problemas asocia-dos

• Escasa capacidad para detectar los pro-blemas.

Es importante constatar que entre la cultu-ra de los consumidores se consigue mante-ner una imagen de la cocaína sin riesgos. Lacultura que da significado al consumo decocaína crea en sí misma los argumentosque impermeabilizan el tener en cuenta losefectos negativos. Entre los consumidores seelaboran los criterios de invisibilidad u oculta-ción de los efectos perversos o adictivos desu consumo. El problema, para los consumi-dores, no está situado en la sustancia ni en elcontexto social sino en los individuos, consi-deran que son ellos quienes no saben consu-mir con control y se dejan atrapar. Los consu-midores en tratamiento son definidos comolos perdedores, los que fracasan y su vínculocon los consumidores ‘sin problemas’ quedadoblemente roto. Doblemente porque quie-nes tienen problemas deben abandonar larelación con sus colegas consumidores y ale-jarse de los espacios de consumo. Para quie-nes no tienen problemas también prefierenno saber nada del tratamiento ni de aquellosque no han sabido mantenerse bajo control.

¿Especificidad en el tratamiento?

Los cocainómanos no desean ser etiqueta-dos como drogadictos, por el estigma que

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8 Observatorio Español sobre Drogas (2000, 2001) Informes 3 y 4.

comporta. Los drogadictos son vistos comoun grupo marginal, deteriorado, enfermo,demacrado, delincuente, que vagabundea porlas calles pidiendo limosna y todo su interésconsiste en lograr una dosis más. La imagendel heroinómano se ha convertido en la ima-gen del drogadicto y ello crea un disfraz queoculta a los nuevos consumidores de otrasdrogas, como es el caso de la cocaína.

“Los jóvenes que llegan al centro sue-len decir que ellos no están como losotros jóvenes que ven (los que consumenheroína). La tendencia es a decir: -Yo noestoy tan mal como ese. Existe el efectode la comparación, incluso a nivel de laadministración de la sustancia. El que lacocaína se aspire y no haya que pincharsees una diferencia simbólica enorme”(Terapeuta).

Un consumidor de cocaína está muy lejosde identificarse con un drogadicto por seruna persona que persigue el triunfo, el ascen-so social y es participativa. Se trata de perso-nas que desean tener éxito, que gustan deser líderes, destacar en sus grupos sociales,son buscadores de imagen y candidatos ahéroes. Quienes consumen cocaína tambiénvaloran en positivo otros ideales sociales vin-culados al éxito: la estética, la indumentaria,los automóviles, el sexo. La imagen de losconsumidores de cocaína es muy distinta a laque se tiene de los toxicómanos, es una ima-gen socialmente prestigiosa y positiva y porello más difícil de detectar.

“Se tiene la idea de que el toxicómanoes aquel que esta en el banco en la esqui-na allí tirado. Cuando la familia entra en elcentro es un paso muy importante paraellos y lo pasan mal. Se da un procesoíntimo de reconocimiento. A nosotros nosdicen: -¿tú crees que mi hijo es un toxicó-mano? Y yo les digo que la cocaína es untóxico y, por tanto, su hijo es un toxicó-mano. La respuesta suele ser: -‘pero si yosoy una persona normal, trabajadora...”(Terapeuta).

El cambio más significativo que se estáproduciendo y se va a producir a nivel del tra-tamiento es que se pasa de una situación uni-forme respecto al tratamiento de los toxi-cómanos a una más plural, dinámica y demayor complejidad. El impacto de las nuevasdrogas recreativas, y en concreto el creci-miento del consumo de cocaína, crea la evi-dencia de que cada sustancia se integra conuna dinámica propia de consumo y subcultu-ra. El espacio del tratamiento se está diversi-ficando, se crean programas donde se tieneen cuenta la dimensión del género, la dimen-sión de la edad, las familias, colectivos dedistintas posiciones sociales y una represen-tación social y simbólica distinta según cadasustancia.

En algunos centros donde se acogen a losconsumidores de cocaína los profesionales seplantean el adaptar sus protocolos a esosnuevos consumidores. En algunos centros yaexisten programas específicos donde se inte-gran los consumidores de cocaína, mientrasque otros centros consideran que sus progra-mas tradicionales son también válidos paralos consumidores de cocaína quienes sonconsiderados toxicómanos igual que los otros.

La llegada a un centro de tratamiento entrelos consumidores de cocaína viene básica-mente determinada por desencadenantessociales y personales y menos por problemasfísicos o judiciales, aunque también los hay. Elaspecto económico es uno de los más impor-tantes, pero también la alteración de la vidafamiliar, los conflictos laborales o el tomarconciencia que entran en una espiral de con-sumo compulsivo. Aquellos que se planteanel tratamiento por problemas físicos es por-que han tenido trastornos psicopatológicos,algunos han tenido que tratarse en urgenciaspsiquiátricas, suelen tener paranoias u obse-siones y en algunas ocasiones taquicardias.

“Me dije que tenía un problema cuandoya pasaba el fin de semana fuera, estabados días sin aparecer por casa o aparecíapara ducharme o cambiarme de ropa. Nosé cuanto consumía pero debía ser bas-tante porque aguantaba dos días estando

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así, sin dormir, por ahí...” (consumidora,23 años).

“A los 22 años yo empecé a ver unriesgo. En mi casa no lo sabían. Teníamucha libertad, me podía ir un sábado yllamar un domingo por la tarde y decirque estaba en casa de un amigo y no medecían nada, yo hacía lo que quería. En eltrabajo me pegaban paranoias. Venía uncliente y creía que se daban cuenta” (con-sumidor, 25 años).

“Vivo con mis padres. Tuve problemascon el coche por la cocaína y el alcohol,porque ya descontrolaba. Cogía el coche ytuve un par de accidentes. En uno deellos en el que me vi involucrada tuve queir a comisaría. Y en casa ya me pusieronlas cosas bien claras: o te curas o te vas.Y fue cuando vi que necesitaba ayuda”(Consumidora, 25 años).

El síndrome de dependencia de la cocaínano es tan evidente como en otras drogasmás conocidas (tabaco, alcohol o heroína). Enocasiones se busca tratamiento para solucio-nar causas indirectas que se hacen más evi-dentes para el ámbito familiar que para el pro-pio individuo consumidor, cuyo centro deinterés gira alrededor del consumo de cocaí-na. Los síntomas físicos y sociales de ladependencia de la cocaína no están muyreconocidos por la sociedad y por ello difícilesde detectar. En ocasiones la evidencia de unproblema aparece ante la sorpresa y el des-concierto del consumidor y sus familiares.Otra forma indirecta de acceder a los centroses por vía judicial, en aquellos casos de per-sonas cuyo consumo les lleva a delinquir ydesde el juzgado las envían al centro comoalternativa a la cárcel.

‘Necesidad’ de un nuevo espacio social

para el cocainómano en tratamiento.

Cuando los consumidores inician un trata-miento su ámbito social y de amistadesqueda alterado, debe abandonar el consumoy con ello el ambiente donde consumía y los

amigos con quienes consumía. El tratamien-to obliga a realizar distintos pasos: 1. La per-sona debe hacer un proceso de desarraigo yruptura de su estructura social. 2. Debe refor-zar las relaciones con la familia y amigos queno son consumidores, precisamente aquellasrelaciones que están más deterioradas, y 3.Debe crear nuevos ámbitos de interés y derelaciones. Este proceso es largo, complejo ydifícil y depende en buena parte del apoyofamiliar que reciba el consumidor.

“Drogas como la cocaína suelen ser uti-lizadas, en su inicio, como una sustanciaque ayuda a la resocialización pero queacaba en la exclusión. La inmensa mayo-ría de los jóvenes se relacionan con otrosque también consumen. Cuando inician eltratamiento y los separas de sus amigosconsumidores se quedan sin nadie, des-nudos a nivel social, lo que tiene conse-cuencias brutales” (terapeuta).

En el contexto de consumo existen relacio-nes fuertes de solidaridad creadas entre elgrupo de amigos que comparte la fiesta, ladiversión y el consumo. Pero ese vínculo soli-dario queda limitado a la relación ‘positiva’ deestar bien, divertirse y consumir. Por ello, labúsqueda de ayuda no suele hacerse entre losamigos con quienes se consume y en lamayoría de ocasiones ni siquiera se les co-menta el problema. Para el consumidor estaren un contexto de tratamiento es humillante,el signo de no haber sabido mantenerse alotro lado de la línea, donde están los fuertes,en el lado donde se consume con control. Losconsumidores que buscan ayuda se convier-ten en fracasados, en pobres desgraciadosque causan pena pero que es mejor mante-nerlos alejados porque su caída es definidacomo debilidad. Los siguientes comentarioshacen referencia a los amigos que se dejanatrás cuando se inicia el tratamiento.

“Con los amigos se habla del riesgo deengancharse pero se suele decir: -a mi nome va a pasar, yo soy más fuerte. (....) Hahabido solidaridad cuando he decididodejar la cocaína por parte de mi novia, mis

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padres, mis hermanos, mi jefe... pero conlos amigos, no lo sé, porque no he habla-do con ninguno. Sé que me dirían: -mealegro de que estés en el programa. Peroyo creo que es falso. Si yo les hubiesecomentado de ir a un tratamiento la res-puesta habrían sido: ve tu que estásenganchado, a mí déjame en paz que yolo controlo...’ Es la típica frase. (consumi-dor, 36 años).

En el proceso de reconstrucción global desus vidas, amistades, vida familiar y pasado elsignificado de la cocaína también es reelabo-rado. Para los consumidores que han asumidoque el consumo es un problema y que quie-ren alejarse de su estilo de vida anterior lacocaína es una especie de enemigo externo,casi omnipotente, con capacidad de atrapar aalguien en cuerpo y alma. La cocaína se con-vierte en un ente terrorífico que atrae porqueda un placer con consecuencias perversas. Lavida del ex-consumidor queda restringida aespacios donde el consumo no sea evidente.Los consumidores relacionan la cocaína con elalcohol, los amigos y ciertos locales. Es ahídonde aparece de nuevo el deseo irresistibley son los vínculos a romper para mantenersefuera de la tentación. Todos ellos mantienen laincertidumbre de sucumbir a la tentación si enalgún momento se les presenta la oportuni-dad y ese es el handicap que deben asumircomo una condición de su futuro.

“A mí me entran ganas de consumircuando bebo alcohol, pero previo a esto,cuando veo a personas que han consumi-do conmigo. Cuando estamos en comi-das, con gente... sé que voy allí para con-sumir” (consumidor, 29 años).

La cocaína pasa a significar para los consu-midores que han entrado en tratamiento unatrampa con consecuencias a muy largo plazo.La abstinencia absoluta parece que estáresultando ser el mejor aliado para superar ladependencia (Galindo 2000). En muchos cen-tros esa premisa es básica. Los consumido-res deben realizar un giro radical en susvidas. En ese sentido los centros y los tera-

peutas actúan como agentes redentores,ayudando a comprender y superar el proble-ma de la adicción. Nuestra sociedad tiene unespacio reconocido para los adictos que equi-parados a los pecadores deben seguir uncamino (laico) de reconocimiento de la falta,arrepentimiento, aceptación de la sanción yredención (Jamoulle 2000).

Para ellos el mundo social del ex-consumi-dor queda dividido en dos bandos, los queconsumen y los que no consumen. Uno delos objetivos en su proceso de separación dela droga es elaborar nuevas metas, nuevasintuiciones y posibilidades vitales. Los añosde consumo los consideran perdidos, mal-gastados y el señuelo de una trampa; paraellos el consumo es una especie de estafaque les ha deparado el destino; han experi-mentado lo que es la necesidad de satisfacerun deseo tirano e intransigente que se con-vierte en insaciable, en un deseo negativoque les ha llevado a un consumo adictivo delcual les va a resultar muy difícil librarse, o porlo menos controlar.

Desde el punto de vista de la prevenciónes un límite el hecho de que la experiencia delos consumidores con problemas no traspaseni influya (o muy poco) en el colectivo de con-sumidores en activo. El nuevo significado quese otorga a la cocaína desde los que están entratamiento, la mirada crítica a los valores quehan motivado el consumo, es una informa-ción que queda limitada al grupo de consumi-dores en tratamiento y a los no consumido-res que se convierten en sus nuevos colegas.Esa barrera entre los distintos tipos de con-sumidores reafirma los elementos básicos dela cultura que gira alrededor del consumo deesa sustancia, vinculada al éxito y a superarlimitaciones físicas en la experiencia del pla-cer y la diversión, todo ello en un plano muyindividual y en relación de competencia conlos otros. La cocaína contribuye a una discri-minación entre los considerados ‘fuertes’ e‘inteligentes’ y los ‘fracasados’ que no mere-cen estar en el colectivo de los que sí consu-men ya que no saben controlar. Por ello,cuando algún consumidor pasa a tener pro-blemas y busca ayuda simplemente queda

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excluido y su experiencia como adicto quedaasumida como parte de la ‘selección natural’en la relación con la sustancia.

CONCLUSIONES

Los efectos neurofisiológicos de la sustan-cia ayudan a explicar el éxito de la cocaínaentre los usuarios, pero además estos efec-tos enlazan muy bien con ideales, valores yobjetivos en relación con el éxito, prestigio,placer, diversión,.... definidos todos ellos apartir de logros individuales. La cocaína es unestimulante muy poderoso, una droga muyseductora y ‘golosa’ como afirman algunosconsumidores. Los consumidores no son per-sonas a las que simplemente les engaña unaficción, una idea abstracta e ideal que luegono existe. No necesita de una campaña publi-citaria, como ocurre con muchos productos,para convencer de algunas de sus cualidadesmágicas. Subrayando la idea de Sissa (2000)la cocaína no necesita de ninguna publicidad,se vende por si sola porque sus efectos sonpoderosos. Por eso es una droga.

La cocaína se ha insertado en la dinámicarecreativa y en menor medida, pero también,en el mundo laboral, dos espacios donde segestionan las posiciones sociales y relacionesde poder. La cocaína ha sido adoptada pormiembros de clase media-alta quienes hancontribuido a definirla como una droga con-trolable e instrumental. En los últimos añosse ha ido extendiendo a otros grupos socia-les, especialmente a jóvenes que la utilizanen la vida recreativa, pero también a gruposmás marginales de ex-heroinómanos.

Los estudios sociales sobre el consumo dedrogas habían mostrado hace años una rela-ción entre ese consumo con problemas socia-les estructurales como son la pobreza, elparo, las desigualdades, la falta de oportunida-des de los jóvenes, etc. Sin embargo, la apari-ción de las llamadas drogas recreativas estárequiriendo un nuevo enfoque, una nuevaaproximación social distinta a ese modelo de‘respuesta perversa’ a problemas sociales. El

nuevo modelo debe analizarse como una ‘res-puesta perversa’ al logro de ideales positivos.Ello supone una aproximación interpretativadistinta y más atrevida. La cocaína responde aideales positivos (placer, diversión, éxito, pres-tigio), se ajusta a mecanismos muy valorados(inmediatez, eficacia, magia) y se ha vinculadoa personas de posición social alta quienesconstruyen su significado y lo transfieren aotros grupos. Por todo ello es más complejodescribir el lado perverso del consumo, por-que la cocaína disfruta de una protección cul-tural elaborada entre quienes participan en suconsumo y su distribución.

La cocaína es la sustancia “reina” y lo esporque como sustancia tiene efectos máspoderosos que otras sustancias en el logrode objetivos socialmente muy preciados. Losmedios de comunicación de masas tienenuna gran responsabilidad en la socializaciónde los jóvenes y en la transmisión de estrate-gias y valores. Es a través de ellos que seestá gestando la idea de una sociedad delbienestar definida por el hedonismo vincula-do al consumo, la supremacía del individuojunto con la invisibilidad de las influenciassociales, el poder omnipotente de la tecnolo-gía capaz de lograr milagros superando loslímites impuestos por la naturaleza, en espe-cial los límites del cuerpo humano (Feathers-tone 2000); La seducción de lo nuevo frentea la banalización de la tradición, dinámica muyarraigada en la cultura norteamericana y conconsecuencias patológicas en términos deansiedad y aislamiento (May 1992). Las nue-vas pautas culturales transmitidas a través delos medios de comunicación de masas secomplementan muy bien con el consumo dedrogas (Becoña 2000) y muy especialmentecon la cocaína.

Se ha indagado en los significados quecontribuyen a otorgar una entidad social a lacocaína. Ello se ha realizado desde la expe-riencia de personas que conviven con la sus-tancia, algunas están en el lado problemático,en centros de tratamiento y otros en el ladopositivo, son consumidores que controlan elconsumo y consideran que la cocaína no lescausa problemas en sus vidas. En los centros

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de tratamiento se ha entrevistado tanto aprofesionales como a consumidores. Se tratade una análisis que surge de una informacióncualitativa y subjetiva con la que se ha pre-tendido describir una cultura, definir significa-dos y dar luz a vínculos simbólicos que empa-rientan el consumo con ideales sociales.

Aunque es cierto que el consumo de cocaí-na puede delimitarse en términos sociales,también lo es la diversidad de colectivos queparticipan de su consumo. Hay jóvenes detodas las edades, aunque predominan losjóvenes más adultos, mayores de 20 años,pero con tendencia a bajar la edad de inicio enel consumo. Consumen hombres y mujeres,aunque ellos (un poco) más. Hay consumido-res con estilos muy distintos en relación alestilo de vida y de ocio de cada uno. Participarde la vida nocturna es sinónimo de estarcerca o dentro del consumo. El consumo decocaína en España tiene mucha presencia enel ámbito recreativo, pero ese ámbito es muydiverso y puede decirse que la cocaína estáen muchos de sus espacios, en las macrodi-cotecas de bakalao, en los pubs, conciertos,festivales, en fiestas privadas o en cenas ínti-mas entre amigos. La delimitación viene dadapor ser el espacio recreativo el privilegiado yentre aquellos grupo implicados con el ascen-so social, con necesidad de éxito y prestigio.

Se han descrito tres arquetipos de consu-midores que conforman la población mayori-taria consumidora de cocaína y son parte dela población socialmente ‘integrada’ e inclusobien posicionada a nivel económico, laboral yrelacional. Las etiquetas son un tanto meta-fóricas pero indicativas del significado queadquiere la cocaína en cada colectivo. Estánlos consumidores ‘aristocráticos’, los ‘recrea-tivos’ y los ‘atrapados’. Se diferencian entreellos por el estilo de consumo y por el lugarque ocupa la cocaína en sus vidas. Los ‘aris-tocráticos’ consumen de forma más sibarita,en ciertas ocasiones especiales y la cocaínaes una fuente de placer más entre otros queforman parte de sus vidas. Los ‘recreativos’hacen un uso de la cocaína en el espacio dela diversión y junto con otras drogas recreati-vas. La cocaína ocupa un lugar importante en

las relaciones y en la fiesta. Algunos de estecolectivo tiende a un consumo más compul-sivo y queda atrapado en la adicción, sonquienes experimentan con más crudeza lasconsecuencias económicas, familiares ypatológicas del consumo. La cocaína les inva-de la vida y se convierte en el centro de susactividades.

La imagen positiva del consumidor decocaína se crea por oposición a la del consu-midor de heroína. Quienes consumen cocaí-na son personas integradas, que buscan eléxito social, obtener mayor prestigio y sonconsumidores de los elementos dominantesde nuestra sociedad. La imagen que desarro-llan del heroinómano es lo opuesto, son losperdedores y fracasados. Ello les lleva a unaactitud casi xenófoba con respecto a los gru-pos marginales, lo que trasciende a su propiocolectivo en aquellos que necesitan entrar entratamiento.

El consumo de cocaína es muy instrumentaly se relaciona con el logro de objetivos indivi-duales: divertirse, obtener placer, mayoraguante físico, mejorar la posición de prestigioen el grupo, etc., sin embargo, el ritual delconsumo es más colectivo, se establecenrelaciones de solidaridad entre los consumido-res para disfrazar el consumo ante los no con-sumidores, para comprar la sustancia, paraesconderse en un lavabo y esnifar. La culturadel grupo es importante en la gestión del con-sumo. La solidaridad entre los miembros delgrupo está muy en relación al consumo y serompe con aquellos que entran en una faseproblemática; estos pasan a ser vistos comofracasados que no han logrado ganar el pulsoa la sustancia, mantenerla controlada y nosaben mantenerse en las relaciones de poder.El éxito está en consumir sin traspasar la líneadel abuso, o por lo menos que la adicción noadopte signos visibles.

La gestión de la economía personal esclave en la cultura de la cocaína, Los consu-midores ejercen una gestión racional que lespermita incorporar el consumo a sus gastos,eligen proveedor y eligen los mecanismospara abastecerse. La racionalidad es distintaen cada uno de los colectivos, según sea la

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relación que tengan con la sustancia. Quie-nes ejercen un consumo ‘aristocrático’ tienensus propios vendedores de confianza que lessirven a domicilio, saben cuanto dinero pue-den destinar para comprar cocaína sin quesus economías se vean afectadas. Los con-sumidores ‘recreativos’ conocen una diversi-dad de formas de proveerse, están más cer-canos a los ‘camellos’ y compran en grupo.Los consumidores ‘atrapados’ son quieneshan perdido el control de la economía, algu-nos roban a miembros de sus familias o en eltrabajo, otros entran en el ‘trapicheo’ comoforma de pagarse su propio consumo, otrosse endeudan con los vendedores y entran enuna situación conflictiva en que se ve envuel-ta toda la familia. Es interesante comprobarque la dedicación al ‘trapicheo’ no implicamarginalidad ni desprestigio dentro del con-texto de los usuarios de cocaína.

La cocaína se complementa con el alcohol.Ese vínculo transfiere a la cocaína parte desus valores positivos en el espacio ritual detal forma que las dos sustancias se fortale-cen mutuamente. La cocaína permite mayorconsumo de alcohol y, a cambio, el alcoholtransfiere a la cocaína parte de su simbolis-mo como sustancia totémica de la fiesta, ladiversión y las relaciones.

La cocaína afecta de forma muy distinta alos usuarios, hay consumidores que consi-guen funcionar sin excesivos problemas, sindesarrollar una adicción hacía la sustancia ysaben gestionar el consumo (Decorte 2000).Para otros es distinto, otros entran en unentramado de problemas de distinta índole.Por tanto, resulta una sustancia peligrosa operversa para algunos, pero no para todos.Ese hecho fortalece la idea de que ‘el proble-ma’ está en los individuos que la consumen,unos son fuertes y otros ‘fracasan’, versiónmuy pertinente en esa dinámica individualistay neoliberal que se acopla tan bien al consu-mo de cocaína.

Los consumidores ‘atrapados’ que entranen tratamiento elaboran otro significado de lacocaína, pasa a ser vista como sustanciamaligna y seductora, una especie de sirenaque con sus cantos atrae al marinero para

devorarlo. Este grupo ha de crear estrategiasque los inmunicen contra el consumo, paraello necesitan reelaborar valores, plantearsenuevos estilos de vidas, establecer un nuevopacto familiar y asumir su ‘debilidad’ frente ala sustancia. Los centros de tratamiento plan-tean su estrategia en orientar hacía ese cam-bio de objetivos vitales, en ese sentido losterapeutas se convierten en guías mesiáni-cos, en educadores y en jueces del bien y elmal.

La cultura de la cocaína crea en su propialógica los elementos que dificultan que laexperiencia de aquellos afectados por la adic-ción y el tratamiento influya en los consumi-dores. La relación queda limitada al plano delconsumo ‘positivo’ y se rompe cuando algu-no entra en tratamiento. Para los consumido-res que gestionan el consumo de forma con-trolada los afectados son individuos conincapacidades y carencias que no saben estara la altura que exige la sustancia. Los consu-midores ‘exitosos’ legitiman así los valoressimbólicamente vinculados a la cocaína: elascenso social, la etiqueta, el buen gusto, elprestigio, la competitividad, la búsqueda deplacer y bienestar, y todo ello definido comosatisfacciones individuales y a las cuales notodos tienen acceso.

La promoción informal que se hace de lasdrogas debe tenerse muy en cuenta paracomprender la extensión de su consumo. Enel caso de la cocaína esa promoción procedede un grupo social influyente, por ser declase media alta, quienes etiquetan la sustan-cia con valores altamente positivos, haciendocaso omiso e invisibilizando las consecuen-cias negativas en ‘los otros’. Es una situaciónde narcisismo de un grupo que se sabe domi-nante, que es profundamente egocéntrico eincapaz de comprender al ‘otro’ si las necesi-dades de ese otro no concuerdan con susintereses y por ello profundamente insolida-rio. Sin embargo, es un grupo con una grancapacidad de disimular su estrategia egocén-trica implicando en sus intereses a toda lasociedad, convenciendo a los otros de quecompartan sus intereses y los defiendancomo propios. Por ello y atendiendo a las

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necesidades de la salud pública las diferen-cias entre colectivos sociales y las relacionesde poder se deben seguir de cerca. En espe-cial porque hay grupos con mayor capacidadque otros en definir necesidades, estrategiassociales, valores, mercado, etc. esos colecti-vos actúan en función de sus propias necesi-dades y menos desde una mirada social, sen-sible a las diferencias y con un proyecto desociedad.

La importancia que está adquiriendo el con-sumo de drogas en el espacio de la diversión,y muy en especial la cocaína, abre la necesi-dad muy urgente de nuevos discursos yespacios en que la diversión no esté subordi-nada al consumo. La orientación del deseo eslo que Sissa propone como la clave pararepensar las drogas. “desear es interesarsepor alguna cosa. Pero la elección del tipo dedeseo orienta una vida ...” (2000: 179). Segúnla autora la filosofía ofrece un remedio contraese deseo insaciable: el pensamiento, la con-veniencia de adquirir un compromiso con unrégimen diferente de preocupación. Desde elpsicoanálisis se propone otro camino paraalcanzar el placer: el esfuerzo. Todo aquelloque se desea lograr debe hacerse por elcamino del esfuerzo (Sissa 2000: 181). Lasdos propuestas, la filosófica y la psicoanalíti-ca, junto con otras sociológicas que se estánelaborando en la dimensión de la ‘fiesta salu-dable’ o club health deberían contribuir a unareordenación de la vida recreativa.

Finalmente subrayar que las drogas pue-den llegar a convertirse en una plaga ennuestra sociedad, y no por las sustancias ensí, sino por el uso adictivo que se hace deellas (favorecido por los componentes quími-cos de las sustancias). La promoción socialde las drogas es la clave, puede ser una pro-moción directa o indirecta, como ocurre conla cocaína, de cualquier forma se crea un dis-curso legitimador que explica la aceptaciónsocial de la sustancia y el incremento de suconsumo. Para hacer frente al uso abusivo delas drogas es necesario influir en la definiciónde los espacios culturales y sociales –espe-cialmente los que tienen que ver con la diver-sión-, elaborando nuevos mitos y utopías.

AGRADECIMIENTOS

1. Esta investigación ha sido subvencionadapor la Delegación del Gobierno para elPlan Nacional sobre Drogas.

2. En esta investigación han colaborado co-mo profesionales: Patricia Llambies,Jordi Bernabeu, Sergio Castelló, Udiárra-ga García, Ana López, Rubén Montesi-nos, Ángel Pérez y Ana Sainz.

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