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ALIOCHA COL, GÓNGORA Y LOS AGUJEROS DE GUSANO TEXTUALES Vicente Luis Mora http://prodavinci.com/blogs/aliocha-coll-gongora-y-los- agujeros-de-gusano-textuales-por-vicente-luis-mora/? utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed %3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29 “He recorrido grandes distancias desde que decidí tomar a campo travieso” Aliocha Coll, Imaginarias “Quien anda anda el tiempo” escribe Aliocha Coll en la primera página de Vitam venturi saeculi(Alfaguara, Madrid, 1982, p. 9), dando comienzo a una narración neobarroca en la que el concepto de tiempo y la proliferación agotadora del discurso -como para el Barroco- serán elementos centrales y determinantes, casi constitutivos. El tiempo es una de las pocas ideas que aparecen citadas de continuo en este libro cuyo hacerse -cuyo deshacerse- utiliza y despeja conceptos al poco de aparecer en él, mezclándolos con neologismos, palabras inventadas, juegos de lenguaje (Carroll, Joyce, etcétera, son citados en el texto, p. 196), y una desintegración total del sentido resultante en sonido: en la página 25, doscientas palabras seguidas se construyen sobre las letras “a” y “o” y sus derivados; en la página siguiente se encadenan decenas de palabras vertebradas sobre el juego vocálico “i-e”. Como en la propia vida, que no nos otorga ninguna pista sobre su variedad y significado -suponemos que intenta decirnos Coll-, los acontecimientos y cosas sólo

Vicente Luis Mora - Aliocha Col, Góngora y Los Agujeros Textuales

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Ensayo breve sobre las consideraciones del tiempo literario.

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ALIOCHA COL, GÓNGORA Y LOS AGUJEROS DE GUSANO TEXTUALESVicente Luis Mora

http://prodavinci.com/blogs/aliocha-coll-gongora-y-los-agujeros-de-gusano-textuales-por-vicente-luis-mora/?utm_source=feedburner&utm_medium=email&utm_campaign=Feed%3A+Prodavinci+%28Prodavinci%29

“He recorrido grandes distancias desde que decidí tomar a campo travieso”Aliocha Coll, Imaginarias

“Quien anda anda el tiempo” escribe Aliocha Coll en la primera página de Vitam venturi saeculi(Alfaguara, Madrid, 1982, p. 9), dando comienzo a una narración neobarroca en la que el concepto de tiempo y la proliferación agotadora del discurso -como para el Barroco- serán elementos centrales y determinantes, casi constitutivos. El tiempo es una de las pocas ideas que aparecen citadas de continuo en este libro cuyo hacerse -cuyo deshacerse- utiliza y despeja conceptos al poco de aparecer en él, mezclándolos con neologismos, palabras inventadas, juegos de lenguaje (Carroll, Joyce, etcétera, son citados en el texto, p. 196), y una desintegración total del sentido resultante en sonido: en la página 25, doscientas palabras seguidas se construyen sobre las letras “a” y “o” y sus derivados; en la página siguiente se encadenan decenas de palabras vertebradas sobre el juego vocálico “i-e”. Como en la propia vida, que no nos otorga ninguna pista sobre su variedad y significado -suponemos que intenta decirnos Coll-, los acontecimientos y cosas sólo surgen ante nosotros; los vemos y oímos, pero no necesariamente los entendemos.Ni falta que hace para disfrutarlos.

En esta selva colliana del lenguaje, pareja a veces a la silva gongorina, sobre todo a lasSoledades, con similar grado de dificultad simbólico y semántico, acumulándose lenguas existentes e inexistentes, el tiempo, como decíamos, es el único punto de contacto del libro consigo mismo, el único concepto en que la novela se reconoce. Y en uno de sus puntos, Vitam venturi saeculi reza de este modo: “¿Qué haces? Agujeros en el tiempo para ver si encuentro algo campos diamantíferos” (p. 61). La frase me recordó inmediatamente al sexto verso de lasSoledades, “en campos de zafiro pace

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estrellas”, sensación que se completó mucho más adelante al leerle a Coll: “como surten los santos en los cuadros y rotizan en el campo del tiempo las estrellas” (p. 254). No sé si esos campos de diamante son un eco, o no, de los campos de zafiro de Góngora, más allá del común campo semántico de las gemas, pero lo que me dio que pensar fue la mención a los “agujeros del tiempo”, y que justo después de la mención apareciese esa imagen -un campo de gemas, un campo de objetos brillantes, de estrellas – que tiene su imagen nítida en la tradición del siglo de Oro -esto es, en el pasado-, y que luego se reproduce en otra parte del libro -esto es, en el futuro textual-. Como si esas tres imágenes se hubieran encontrado -gracias a un agujero de gusano temporal, textual-, en el mismo lugar de la novela, aunque su espacio cronológico sea diferente.Esto me hizo pensar que las citas, los intertextos, recuperan los textos anteriores y los hacen contemporáneos. Dejan de ser parte del pasado y se reinsertan en el hilo del presente, de lo presente. Las citas rejuvenecen a los clásicos y ponen el contador de su olvido a cero. Los actualizan. Y es ahí donde encontramos otro momento memorable espigado de Vitam venturam saeculi:“Cada hombre es una sucesión de actualizadores dispuestos en batería. Cada tiempo es una sucesión de momentos ordenados de la misma manera y paralelamente a aquélla. De forma que frente a cada momento está su actualizador. Y el tiempo y el hombre son la edad. Cada momento espacia el tiempo y en él caben el gesto y la postura y en su sucederse la palabra y la acción y es un sólido una forma propia. Cada actualizador o situación del hombre es un sólido una forma propia como un cerco o un marco continente como lo es la sección de un caño para lo que pase por él pase y en este sentido el tiempo es contenido. Así el tiempo se proyecta a través del hombre en la actualidad” (p. 70).

Los intertextos como actualizadores de la tradición, como recuperadores del pasado espigable y necesario. La novela, el texto, como mediadores temporales, como agujeros de gusano que nos traen el ayer aquí, campo a través. El tiempo como ficción novelística. La cita como modo de espejear lo perdido en el hallazgo actual, porque “el tiempo es un espejo milpuertas” (p. 71). Llegar por una de ellas a Coll, por otra a Carroll, a C(arr)oll, a Góngora, a este instante.