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20 NOTA DE TAPA POR DENISE TEMPONE DESDE SAN JUAN - FOTOS: GUSTAVO PASCANER 20 LOS TÉCNICOS DEL OBSERVATORIO CUMPLEN TURNOS DE OCHO DÍAS AISLADOS A UNA ALTURA DE 5.500 METROS, BAJO UNO DE LOS MEJORES CIELOS DEL MUNDO.

Viaje a las estrellas

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En San Juan se encuentra uno de los observatorios más importantes del mundo, al que acceden libremente científicos argentinos y extranjeros. Cómo se vive y se trabaja en la primera y única reserva astronómica del país.

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nota de tapa • Por Denise Tempone DesDe san Juan - fotos: GusTavo pascaner

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los técnicos del observatorio

cumplen turnos de ocho días aislados a una altura de 5.500

metros, bajo uno de los mejores cielos

del mundo.

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En San Juan se encuentra uno de los observatorios más importantes del mundo, al que acceden libremente científicos argentinos y extranjeros. Cómo se vive y se trabaja en la primera y única reserva astronómica del país.

rán al cielo de cualquier sentimentalismo existencialista para verlo como lo que es hace siglos: el mayor desafío para la razón humana. Desde hace veintiocho años, el Complejo Astronómico El Leoncito, uno de los diez observatorios más importantes del mundo, brinda a los científicos argentinos, de modo gratuito, las herramientas para librar esa interminable lucha que es, para-dójicamente, el mayor acto de fe.

EL MEJOR CIELO. El tour comenzó hace algunos minutos y a los quince visitan-tes aún les cuesta respirar. Un poco por la al-tura, el Observatorio está a 2.500 metros so-bre el nivel del mar. Un poco por el calor, el sol golpea fuerte en el verano cuyano. Y mu-cho, en realidad, por asombro. Llevan cuatro horas viajando desde la ciudad de San Juan por la ruta provincial 12 que atraviesa el Par-que Nacional El Leoncito y, probablemente, ya hayan suspirado por muchas cosas que conocieron en el camino. Por ejemplo, por la edad del cerro Alcazar, cuya formación se es-tima, fue hace 200 millones de años cuando los continentes aún no se habían dividido.

probable que ésa sea la razón que hace que entrar a un observatorio espacial provoque la misma solemnidad que despierta visitar un templo sagrado, asomarse a un precipi-cio o sumergirse en el mar. Todas situacio-nes que nos ponen frente al límite de nuestro conocimiento, nos permiten arañar alguna verdad sólo para recordarnos segundos más tarde, la finitud del saber humano.

Sin embargo, ajenos a eso, una legión de obreros de conocimiento, llamados astróno-mos, lucha día a día para revertir la sensa-ción de hormiga frente a semejante inmen-sidad. Se niegan a aceptar los límites de lo posible, al punto de lograr correrlos. Ellos no se resignan ni siquiera ante el hecho de que su objeto de conocimiento es absolutamente inalcanzable: mucho de lo que ven ni siquie-ra existe en el presente.

La mayoría de esos cuerpos celestes que hoy brillan en los lentes de sus enormes telescopios sucedieron hace millones de años luz, en otras galaxias, en otros luga-res, en otras frecuencias, y probablemente hasta ya hayan muerto. Eso no importa. Noche tras noche, los astrónomos despoja-

Alguien tiene alguna pre-gunta?

- ¡Yo! ¡Yo tengo una pre-gunta! ¿Cómo se originó el universo?

Quienes hoy están en el observatorio Complejo Astronómico El Leoncito (CAS-LEO), técnicos, astrónomos y turistas, es-tallan en carcajadas ante el interrogante de este nene de ocho años. Pronto, esas carcaja-das se desvanecen y un silencio sepulcral se apodera de la cúpula blanca que rodea uno de los telescopios más grandes de América latina, el cual vinieron a conocer y alrededor del que están reunidos

- Si lo supiéramos, francamente, este lu-gar no existiría.

Celina Brizuela, guía turística del Com-plejo hace siete años, salva el momento con chiste-verdad. Si la humanidad pudiera dar una respuesta a eso, probablemente no exis-tiría ni éste ni ningún Complejo Astronómi-co en el mundo. Ni la NASA, ni los millones de libros de física, ni la terrible historia de Galileo Galilei. Tal vez ni siquiera existirían las religiones o la angustia existencial. Es

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También deben haberse asombrado al descubrir a simple vista, cuevas – muchas aun inexploradas – que todavía esconden objetos y hasta restos momifica-dos de habitantes de pueblos milenarios.

Pero como en este mágico parque, el pa-sado y el presente se enredan de maneras insólitas, justo ahora es esta especie de nave espacial anclada en la cima de un cerro, lo que los tiene anonadados. Soportar la cla-ridad que rebota de sus enormes paredes exige buscar anteojos, taparse la vista con las manos: la luz parece ser más intensa acá que en cualquier lado. Pronto sabrán que no se trata de una sensación, es real: en este punto exacto del planeta, hay más cielo, luz y estrellas que en cualquier otro lugar en el que hayan estado o vayan a estar alguna vez. No es casual que se haya erigido aquí uno de los mejores observatorios del mundo.

“La luz viaja billones de kilómetros y se arruina en los últimos cien, cuando entra en la atmósfera, eso acá no sucede tanto”, expli-ca Ricardo Gil-Hutton, astrónomo y director del Complejo. “En otros lugares, observar el espacio desde la Tierra con esta atmósfera que nos rodea es como estar mirando tu re-flejo en un lago y que alguien te arroje una

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arriba, celina brizuela, además de ser guía, instruye en las observaciones de los visitantes. abajo, natalia núñez utiliza el instrumental para

investigar.

“Pocos lugares del Planeta, Presentan una atmósfera tranquila, sin alteraciones, sin turbulencias que Permite mirar hacia afuera sin tanta interferencia. Éste es uno.”, (ricardo gil-hutton, astrónomo y director del comPlejo)

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piedra: vas a seguir viendo tu imagen pero vas a ser incapaz de detectar detalles finos. Pocos lugares del planeta presentan una at-mósfera tranquila, sin alteraciones, sin tur-bulencias que permite mirar hacia afuera sin tanta interferencia. Éste es uno”, explica.

PROTAGONISTAS. Se podría decir

que Gil-Hutton sabe de lo que está hablan-do: dedicó sus más fructíferos años de ca-rrera al estudio de los procesos evolutivos y las propiedades físicas de los cuerpos menores de nuestro Sistema Solar. En su haber, hay investigaciones dedicadas, por ejemplo, a la búsqueda de planetas ena-nos en el cinturón transneptuniano y a la composición de asteroides. De hecho, en el

2007, un año antes de que el CONICET le diera la dirección del CASLEO, la Unión Astronómica Internacional premió sus lo-gros científicos llamando a un asteroide, el 4.878, con su nombre. Hoy, en su escritorio, Ricardo exhibe una piedra con este número escrito: un obsequio simbólico que, tal como exige el ritual académico, le hizo llegar otro astrónomo. Nada mal para un porteño cria-do en Caballito que, a los trece años, se hizo socio de la Asociación Argentina de Ami-gos de la Astronomía en Parque Centenario para poder usar sus telescopios.

Ahora se dedica a supervisar uno de los tres observatorios más importantes de Latinoamérica. Es su deber chequear que los instrumentos funcionen correctamente para que estén al servicio de los investiga-dores nacionales que llegarán al lugar con el objetivo de avanzar en estudios acerca de temas variados como las masas de agujeros negros en galaxias, la polimetría de los agu-jeros binarios y otros proyectos tan intrigan-

tes como “la determinación de variables ca-taclísmicas” en cuerpos determinados. Pero no es sólo la falta de turbulencias lo que hará que estos investigadores puedan disfrutar de un cielo especial.

Marcela Cañada Assandri, astrónoma y miembro del equipo estable del Centro ex-plica: “Estadísticamente, tenemos más de 250 noches anuales despejadas de nubes y muy escaso contenido de vapor de agua. Además, contamos con casi nula contami-nación lumínica por la lejanía de las ciuda-des”, advierte. De hecho, los 2.800 habitan-tes del pueblo más próximo, Barreal, fueron tomando dimensión, a través del tiempo, de la importancia de vivir en un lugar que no sólo es una reserva ecológica, sino también, una reserva astronómica. ¿Qué significa esto? Que todos deben cooperar para man-tener la oscuridad durante las noches. No importa que Barreal quede a 33 kilómetros del CASLEO, las autoridades del pueblo se encargan, por ejemplo, de que las lám-

antonio de franceschi es el

técnico encargado de manejar el

telescopio desde hace 28 años.

Perfil del observatorio

El Complejo Astronómico El Leoncito (CASLEO) fue creado en mayo de 1983 y funciona desde 1987.

Se encuentra a 2.552 metros de altura.

Queda a 250 km de la ciudad de San Juan.

Sus dos telescopios principales son utilizados anualmente por 220 investi-gadores de 12 países.

Dispone de una capacidad hotelera para 20 personas (astrónomos y equi-pos técnicos).

Además de las visitas diurnas cuyos turnos se pueden consultar en www.casleo.gov.ar, ciertas noches de cada mes, se reciben turistas que pueden quedarse a dormir junto al equipo en los más de 2 mil metros cuadrados destinados a tal fin.

Las líneas de investigación que atien-de el CASLEO son astrofísica del Siste-ma Solar, caracterización de la atmós-fera del sitio, geoheliofísica y desarrollo de instrumental astronómico.

El financiamiento total en concepto de funcionamiento y equipamiento en 2012 fue de $ 2.280.000.

“Pocos lugares del Planeta, Presentan una atmósfera tranquila, sin alteraciones, sin turbulencias que Permite mirar hacia afuera sin tanta interferencia. Éste es uno.”, (ricardo gil-hutton, astrónomo y director del comPlejo)

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las estrellas hasta el amanecer). Desde una plataforma ubicada al aire libre, Celina, la guía de los visitantes, manejará el moder-no telescopio computarizado para mostrar aquello que todos buscan: visiones cercanas a los planetas disponibles esa noche. Hoy se puede ver Júpiter, de colores pasteles y dos rayas acentuadas en el medio y Marte, rojo anaranjado furioso, y otras que nadie ima-gina pero que resultan ser las más fascinan-tes, como 47 Tucanae, un cúmulo globular a

16.700 años luz, la estrella binaria Acrux, la duodécima más brillante en el cielo noctur-no y la galaxia del sombrero, conocida así por su forma de sombrero mexicano.

Si se recupera del impacto, el observador también puede espiar el glamoroso e inter-minable cúmulo de estrellas Messie 41 y horrorizarse con la Nebulosa de la Tarán-tula, cuya luminosidad es tan inmensa que, de encontrarse más cerca, se calcula que podría producir sombras en la Tierra. Afor-

paras que iluminan los espacios públicos apunten hacia al piso y no contaminen el cielo. Con entusiasmo, lenta pero progresi-vamente, todos acatan la consigna. Gracias a esto se espera que su atractivo crezca y les brinde un lugar en el novísimo mapa mun-dial de turismo astronómico. Para ello, poco a poco, los hoteles van cambiando sus nom-bres por el de constelaciones y galaxias. En el futuro se planea la llegada de negocios especializados y un lugar de exhibición de documentales educativos del espacio, entre otras actividades que mezclan las virtudes sanjuaninas, como sus vinos y empanadas y los datos históricos (desde este lugar par-tió San Martín para para cruzar los Andes) con inolvidables veladas bajo la luz de las millones de estrellas que sólo en esta parte del mundo se pueden observar.

SHOW DE LA VÍA LÁCTEA. Cuando la noche cae en el CASLEO lo hace de forma contundente. Y cualquier curioso puede acercarse a comprobarlo y, luego, dormir en el lugar (si es que puede dejar de contemplar

el observatorio el leoncito se

encuentra a 250 km de la ciudad de san juan en el parque

nacional que lleva el mismo nombre. los habitantes de barreal, el

Pueblo más Próximo, colaboran Para mantener la oscuridad durante las noches. esPeran ingresar en el maPa del turismo astronómico. Poco a Poco sus hoteles cambian sus nombres Por los de constelaciones y galaxias.

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Proyecto solarisEl CASLEO está en constante investigación de la calidad del cielo argentino para ofre-cerlo a importantes instituciones mundiales con el fin de obtener mejores inversiones para herramientas de investigación. En 2013 el grupo de investigadores del Nico-laus Copernicus Astronomical Centre de la Academia Polaca de Ciencias, uno de los más importantes del mundo, visitó las ins-talaciones de la montaña con el objeto de elegir el emplazamiento para la instalación de un telescopio robótico de 0.50 m, la cual acaba de ser concretada. Este instru-mento forma parte del proyecto “Solaris” e integra una red de telescopios robóticos distribuidos en el hemisferio sur (fueron colocados también en África y Australia) con el fin de garantizar la ininterrupción del monitoreo de la noche en el hemisferio. El instrumental puesto por la Academia Pola-ca también estará disponible para astróno-mos nacionales, en forma gratuita.

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tunadamente está a 160.000 años luz. Pero mientras Celina ajusta y hace foco en cada cuerpo celeste seleccionado, el cielo sigue brindando su show. A simple vista la caída de estrellas fugaces parece interminable y la Vía Láctea, más conocida por los pueblos aborígenes de esta zona como “El sendero del Ñandú”, pueden ser apreciadas sin la ayuda de ningún instrumento. Esta última, visible a modo de estela blanca a través del cielo, parece caerse por el peso de tanto bri-

llo y, sin embargo, una zona está desierta. Cerca de la Cruz del Sur, el firmamento se hunde en una profunda oscuridad: un agu-jero sin presencia de ningún cuerpo estelar aparente marca una diferencia absoluta con el resto del firmamento. Este intrigante parche negro se trata, según informa Celi-na, de un “Saco de Carbono”, una nebulosa oscura cuya cantidad de polvos y gases no permite el traspaso de la luz. Aunque es conocida en el hemisferio sur desde épocas

el más grande del mundoEse título lo tiene el observato-rio ALMA (Chile). Se trata de una instalación astronómica interna-cional producto de una asocia-ción entre Europa, Norteamérica y Asia del Este en cooperación con la República de Chile. ALMA es un conjunto de antenas inter-conectadas que funcionan como un solo telescopio gigante, capaz de captar imágenes asombrosas. El proyecto fue construido en el llano de Chajnantor, en el desier-to de Atacama, al norte de Chile y salió 1.000 millones de euros. La primera observación se realizó en 2013.

arriba, susana lucero y nelly torres

cocinan el menú saludable del equipo

del casleo. abajo, coco y canela cuidan a los visitantes en la

oscuridad

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prehistóricas, fue notificada por vez prime-ra en 1499 y aún sigue dando que hablar. Su oscuridad es intensa, pero parece poca comparada a la que se experimenta en el parque desde el cual se observa.

Respetando su condición de “reserva as-tronómica”, en el CASLO no estará permiti-do el uso de flashes, ni el encendido de panta-llas de celular. Las únicas luces autorizadas serán un híper puntual señalador lumínico que utilizará la guía para “dibujar” constela-ciones y señalar estrellas y las linternas di-reccionadas hacia el piso, para lograr abrirse paso entre las rocas y la arenilla. Desde las casas en las que habita el equipo del CAS-LEO (que cumple turnos de ocho días), corti-

nas oscuras obstruyen el paso de la lumino-sidad. En realidad, no hay nada que temer: aunque ésta es una reserva natural y uno bien podría toparse con un ñandú, un puma o una serpiente sin detectarlos hasta tener-los casi encima, Canela, una labradora aún cachorra y Coco, los perros del Observatorio, están atentos para hacerle saber al visitan-te de cualquier visita extra en la oscuridad. Durmiendo a los pies de los recién llegados, siguiéndolos en sus movimientos y ladran-do si es necesario, ellos custodiarán a quie-nes no sepan manejarse en el lugar; ésa es la función que cumplen con entusiasmo.

UN BIEN PÚBLICO. La máxima de

respetar la oscuridad no es arbitraria, a 300 metros del telescopio turístico, la gran cú-pula blanca gira y se abre. Desde adentro, Antonio De Franceschi, el técnico especia-lizado, orienta el telescopio científico, cuyas imágenes se ven vía monitor en el centro de cómputos, hacia la dirección que la tesista de hoy, Carolina Garay y su tutora, la investiga-dora Natalia Núñez le indican. Durante toda la noche, compensando los movimientos de rotación de la Tierra, Antonio mantendrá el foco firme en aquello que quieren analizar. Hoy se trata de “Objetos no identificados”. Pero nada de ovnis: estos objetos pueden ser detectados e identificados. Como si se tratara de una biblioteca desordenada, el cielo tam-

arriba, el grupo técnico en la

cupula. izquierda: ricardo gil-hutton,

director del centro. derecha: marcela cañada assandri,

investigadora.

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Sin embargo, esto último ya no será ne-cesario. En estos momento el CASLEO se encuentra implementando un sistema de monitoreo del espacio personalizado. Es decir, a través de una clave, se les dará a los investigadores la posibilidad de acce-der al manejo virtual del telescopio desde sus casas, de ahí, además, podrán ver vía monitor el resultado de lo enfocado. Esto permitirá a más astrónomos acceder a una herramienta fundamental.

“Este lugar nació con el propósito de fa-cilitar el acceso a la ciencia y acercar a las personas al conocimiento científico. Todo en nuestras decisiones está orientado ha-cia eso. El paso del tiempo y la llegada de

la web demuestran más que nunca que cuanto más se comparte la información, más posibilidades de avanzar existen”, re-sume Marcela Cañada Assandri quien ex-plica, además, que cada imagen tomada en el CASLEO queda a disposición pública al año y medio de haber sido obtenida para ser utilizada por cualquier otro científi-co en el mundo. “Ésta es, de algún modo, nuestra manera de contribuir al mundo con conocimiento. Tenemos a los científi-cos, tenemos la voluntad y hasta tenemos el cielo”. Agradecimientos: Ministerio de Turismo de la Nación, Ministerio de Turismo de San Juan, Aerolíneas Argenti-nas, Intendencia de Barreal y autoridades del CASLEO.

el uso de las instalaciones

del observatorio es libre para

los proyectos de investigación

aprobados por un comité.

cada imagen tomada Por el telescoPio científico queda a disPosición Pública al año y medio. “es nuestra manera de contribuir al mundo. tenemos los científicos, tenemos la voluntad y hasta tenemos el cielo.” (marcela cañada assandri, astrónoma)

bién debe ser analizado y archivado y hoy, conectadas vía web mediante otros investi-gadores abocados a la misma tarea en otros puntos del planeta, ellas trabajan sobre una porción de cielo puntual y hacen su parte en el gran mundo colaborativo de la ciencia del espacio. El telescopio que utilizan, llamado Jorge Sahade pesa 40 toneladas y fue inau-gurado en 1987. Con el tiempo, fue moderni-zado por el grupo de tecno-mecánica. Mien-tras en los principales epicentros del mundo el uso de un telescopio así es restringido a quienes puedan pagarlo, en nuestro país, en cambio, se habilita a quienes presenten pro-yectos de investigación sólidos y estén dis-puestos a viajar para hacer uso de él.