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c omencé leyendo la revista del avión, incluso sabiendo que sería un viaje muy rápido desde São Miguel (la isla más grande) a Santa María. 15 minutos después el Bombardier Q400 tocaba tierra. Sin servicio de catering ni tiempo de terminar de leer un interesante artículo sobre la agricultura de las Azores y sus deliciosos quesos. Cuando los dos viejos y ruidosos motores dejaron de girar, miré por la ventanilla del avión. Todavía estaba oscuro, pero sabía que debajo de ese anochecer escondía un verde exuberante por debajo. La luz del sol amarilla y brillante resplandecía a través de la ventana e incluso estando en el centro de Santa María se oyen las vacas de fondo. La llovizna de la noche hizo que los colores parecieran más brillantes; en el aire había perfume a hierba mojada. Antes de que mis neumáticos rodaran sobre una capa de “mierda” de vaca, Luis, nuestro guía durante la semana, bromeaba diciendo “las vacas son las encargadas aquí, si estás rodando por encima de sus pertenencias… es que no estás en la trazada correcta”. El cableado eléctrico, alambre de púas y los muros enormes de piedra separan las tierras privadas de las públicas, y de los senderos para las bicis. De esta manera puedes montar seguro por los senderos, especialmente sabiendo que el gobierno de Azores tiene una política que da subvenciones a desempleados, para limpiar y mantener los caminos durante todo el año. El camino a Santa Bárbara hace dos semanas que se construyó y nosotros somos los primeros bikers en probarla. Es un viejo sendero que sube a Santa María solo por montaña, lleno de túneles naturales, muros de piedra, curvas enlazadas y árboles enormes talados. Nuestros antepasados hicieron un gran trabajo, sin tener ni idea que 200 años más tarde nosotros pasaríamos por allí con nuestras bicis. Aquí, cuando un árbol tiene 30 años de antigüedad, se VIAJE A LAS AZORES SENDEROS ATLÁNTICO MAGAZINE HACE 22 AÑOS, MI MADRE VISITÓ LAS AZORES POR PRIMERA VEZ. ENTONCES YO ERA SOLO UN NIÑO DE 3 AÑOS ADICTO AL TRICICLO, Y NO PUDE ACOMPAÑARLA POR CULPA DE LA VARICELA. AHORA, DOS DÉCADAS MÁS TARDE, ES MI TURNO DE PISAR ESTA TIERRA CON MIS COMPAÑEROS RUI Y PAULO. del TEXTO Y FOTOS: Antonio Abreu B Islas Azores 142> BIKE k134-138 AZORES.indd 142 20/04/15 20:33

VIAJE A LAS AZORES SENDEROS · 2016. 11. 29. · están cambiando. Todo comenzó con la elección de un presidente joven, Paulo Nazaré, quien ama el Mountain Bike. Como el pueblo

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Page 1: VIAJE A LAS AZORES SENDEROS · 2016. 11. 29. · están cambiando. Todo comenzó con la elección de un presidente joven, Paulo Nazaré, quien ama el Mountain Bike. Como el pueblo

c o m e n c é l e y e n d o l a revista del avión, incluso sabiendo que sería un viaje muy rápido desde São Miguel (la isla más

grande) a Santa María. 15 minutos después el Bombardier Q400 tocaba tierra. Sin servicio de catering ni tiempo de terminar de leer un interesante artículo sobre la agricultura de las Azores y sus deliciosos quesos. Cuando los dos viejos y ruidosos motores dejaron de girar, miré por la ventanilla del avión. Todavía estaba oscuro, pero sabía que debajo de ese anochecer escondía un verde exuberante por debajo.La luz del sol amarilla y brillante resplandecía

a través de la ventana e incluso estando en el centro de Santa María se oyen las vacas

de fondo. La llovizna de la noche hizo que los colores parecieran más

brillantes; en el aire había perfume a hierba mojada. Antes de que

mis neumáticos rodaran sobre

una capa de “mierda” de vaca, Luis, nuestro guía durante la semana, bromeaba diciendo “las vacas son las encargadas aquí, si estás rodando por encima de sus pertenencias… es que no estás en la trazada correcta”. El cableado eléctrico, alambre de púas y los muros enormes de piedra separan las tierras privadas de las públicas, y de los senderos para las bicis. De esta manera puedes montar seguro por los senderos, especialmente sabiendo que el gobierno de Azores tiene una política que da subvenciones a desempleados, para limpiar y mantener los caminos durante todo el año.

El camino a Santa Bárbara hace dos semanas que se construyó y nosotros somos los primeros bikers en probarla. Es un viejo sendero que sube a Santa María solo por montaña, lleno de túneles naturales, muros de piedra, curvas enlazadas y árboles enormes talados. Nuestros antepasados hicieron un gran trabajo, sin tener ni idea que 200 años más tarde nosotros pasaríamos por allí con nuestras bicis. Aquí, cuando un árbol tiene 30 años de antigüedad, se

VIAJE A LAS AZORES

SENDEROSSENDEROSSENDEROSSENDEROSSENDEROSATLÁNTICO

MAGAZINE

cATLÁNTICOHACE 22 AÑOS, MI MADRE VISITÓ LAS AZORES POR PRIMERA VEZ. ENTONCES YO ERA SOLO UN NIÑO DE 3 AÑOS ADICTO AL TRICICLO, Y NO PUDE ACOMPAÑARLA POR CULPA DE LA VARICELA. AHORA, DOS DÉCADAS MÁS TARDE, ES MI TURNO DE PISAR ESTA TIERRA CON MIS COMPAÑEROS RUI Y PAULO.

del

TEXTOY FOTOS:Antonio Abreu

escondía un verde exuberante por debajo.La luz del sol amarilla y brillante resplandecía

a través de la ventana e incluso estando en el centro de Santa María se oyen las vacas

de fondo. La llovizna de la noche hizo que los colores parecieran más

brillantes; en el aire había perfume a hierba mojada. Antes de que

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DESDE LA ÚLTIMA GRAN ERUPCIÓN VOLCÁNICA

PARECE QUE EL TIEMPO SE HA DETENIDO Y TODO

PERMANECE IGUAL

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corta y se planta uno nuevo en su lugar. De esta manera, la madera tiene una calidad mejor y se le da una nueva oportunidad a los árboles nuevos y a los más pequeños de crecer. Aun así, el bosque es muy denso y húmedo. Llegamos a Santa Bárbara, todas las casas estaban abiertas pero no había nadie fuera. Escuchamos la campana de la iglesia confesándonos que era la una en punto. “Hola señora Dulce, hay gente que quiere verla” dijo Miguel, nuestro conductor. Una señora sale sonriendo de una pequeña casa de una planta, recién pintada de blanco con las ventanas azules. “Hola chicos, estáis disfrutando Santa Bárbara?” preguntó la señora, contenta de ver nuevas caras en el pueblo. Ella abrió las puertas de su pequeña cafetería solo para nosotros. Allí bebimos un cálido expreso de la vieja máquina de café de la señora Dulce, mientras ella fue al supermercado a buscar el mejor vino, maíz y pan; Nos subimos a la parte trasera de una pick-up

para que nos hicieran un merecido remonte hasta el comienzo del camino de nuevo, pero esta vez para descender hacia el otro lado de la isla. Los zigzags del camino de un lado a otro te hacen retorcer el cuerpo y desear una cerveza negra muy fría en Praia Formosa. En nuestra última noche en Santa María visitamos Pipas, un restaurante local en el que comimos unos bistecs y pollo hecho al carbón (incluidos en el menú), seguido de un excelente vino tinto Alentejos y una tarta de galletas de postre. Solo llegamos a conocer unas 20 personas en Santa María, pero estamos seguros de que otras 5.000 más serían tan agradables como las que conocimos. En invierno allí no hay Ferry, haciendo la vida un poco más difícil para los locales. En verano, “las cosas pueden ser más salvajes con tanta chica guapa en la isla, festivales de música y gente buscando toda la aventura posible” dice Miguel. Allí no encontrarás piezas de repuesto, tienda de bicicletas

corta y se planta uno nuevo en su lugar. De esta manera, la madera tiene una calidad mejor y se le da una nueva oportunidad a los árboles nuevos y a los más pequeños de crecer. Aun así, el bosque es muy denso y húmedo. Llegamos a Santa

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Rui y Paulo en mitad del camino que conduce a Santa Bárbara, lleno de curvas muy rápidas y resbaladizas.

Volvemos a la parte más alta y Paulo parece muy contento.

Así es el supermercado ambulante de Santa Bárbara.

¿Sientes hambre? La comida tradicional de Azores nece-sita su tiempo de “asimilación” antes de volver a pedalear.

La isla de Santa Maria ofrece constantemente el contraste entre los bosques densos y los acantilados al Océano.

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o un cómodo McDonalds, solo lo que la tierra te da inesperadamente. Nos marchamos de Santa María sintiendo que allí hay mucho más que explorar en este pequeño trozo de roca en mitad del Atlántico. Una vida completa no sería suficiente para llegar a conocer todos los secretos de Azores.

SÃO MIGUEL, LA ISLA MÁS GRANDEEl misterio aún perdura, y la gente quiere mantenerlo como está, inexplorado, verde, puro. En mitad del Atlántico hay 9 islas que pueden ser definidas fácilmente como el cielo en la tierra, o una pequeña muestra de lo que es el paraíso. Pequeñas gotas de lluvia y sudor caen lentamente por mi cara. Hoy no está lloviendo mucho, pero es suficiente para mantener tu cuerpo frío y hacerte sentir vivo. Mis gafas comienzan a empañarse y el vapor a elevarse desde el interior de mi chaqueta. Este lugar es húmedo, sumergido en

un impresionante 80% de humedad promedio durante todo el año. Empujo mis gafas hasta el borde de mi nariz, e intento controlar mi respiración en el ascenso hasta São Miguel, una subida llamada “El Burro”. El verde se mezcla con un tentador color azul, “chicos, este es el Lago de Fuego”, mi lugar favorito de la isla, dice nuestro guía Luis, orgulloso de la tierra en la que ha nacido y crecido. Justo como lo imaginábamos, no hay ningún ser humano, ni edificio a nuestro alrededor, parece que todo ha permanecido así desde la última erupción volcánica. Sin embargo, cada día hay pequeños terremotos y actividad geotérmica. Nosotros no llegamos a sentir nada, pero nos juraron que allí siempre está temblando el suelo. Allí subes y bajas en un técnico, pero divertido camino, lleno de barro y rocas. Tengo que ponerme de nuevo mis gafas de sol, ya que en algunos tramos puedes alcanzar velocidades de más de 50 Km/h, y yo ya estoy llorando de dolor…

¡y alegría! Mi corazón se acelera; una curva más, un golpe de pedal más, un respiro más. Al llegar a la parte superior, los valles verdes se extienden hasta el fondo de la isla, donde el Océano respira olas enormes. Las gaviotas vuelan por encima de nosotros, rompiendo el silencio de las montañas; “esto signif ica que el mar es malo hoy y los pescadores están en los muelles”, dice Luis. El sendero nos lleva de nuevo a la civilización; a 800 metros la pista continúa hasta una enorme cresta, con acantilados afilados en ambos lados. El camino no se ve tan claro como nos gustaría que fuera, pero así es más fácil sentir como de inexplorado es este lugar. Es un viejo sendero centenario, construido por nuestros antepasados para sus necesidades, y haciéndonos sentirnos honrados de ser capaz de montar por allí. Paulo va por delante, saltando de derecha a izquierda evitando agujeros y pequeñas raíces, mientras que Rui lo persigue, confiando en su trayectoria, aún sabiendo que a veces algo

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En 1957 se produjo la última erupción volcánica, en la isla de Faial, una de estas nueve islas portuguesas.

Montaje de nuestras bicicletas para el primer viaje a Isla de São Miguel. Confort y lujo en las míticas Islas Azores.

En este momento Luís se da cuenta de que perdió un guan-

te de color verde en el medio de la selva verde de Azores.

Durante la semana viste traje y corbata, pero cuando sale de

la oficina nos enseña las mejores rutas de Las Azores.

En este momento Luís se da cuenta de que perdió un guan-En este momento Luís se da cuenta de que perdió un guan-

te de color verde en el medio de la selva verde de Azores.

Durante la semana viste traje y corbata, pero cuando sale de

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pueda salir mal. Antes del último descenso hay una pequeña subida con la bici al hombro; mis piernas están muy cansadas de la paliza del día anterior, pero aún así me subo la bici a mi mochila de fotografía y empiezo a subir, inspirado por el territorio virgen… y sonriendo.En los últimos cinco años, São Miguel ha realizado un enorme progreso en la construcción de carreteras y servicios, aunque lo mejor es que allí no importa cómo han llegado gradualmente al Siglo XXI, siempre van a preservar sus viejos caminos, naturaleza exótica y tradiciones. Esta es la verdadera experiencia en Azores que permanecerá intacta para esta generación y las venideras.

DONDE HAY HUMO…“Allí hay humo saliendo de la hierba tíos” dijo Rui, mientras nos dirigíamos hacia Fumas, una zona muy conocida para la población de Azores. Paulo estaba distraído con el agua que hervía a altas temperaturas y casi alcanzaba a un grupo de vacas. “¡Salir de ahí pequeñas vacas!” decía Paulo, conduciendo a 20 Km/h con la cabeza por fuera de la ventanilla. El viejo dicho “donde hay humo, hay fuego” no se puede aplicar a la realidad en Azores; mejor debería decirse “donde hay humo hay un estofado tradicional que tenemos que probar”. Condujimos sobre una hora por un sendero pavimentado hasta Faial da Terra, un pequeño pueblo en el sur de São Miguel, con una población de 360 personas. Los locales han vivido siempre de la agricultura, ganadería y pesca, aunque las cosas están cambiando. Todo comenzó con la elección

de un presidente joven, Paulo Nazaré, quien ama el Mountain Bike. Como el pueblo está ubicado en un valle entre dos montañas enormes rodeadas de caminos milenarios, Paulo tuvo la idea de hacer una limpieza de los caminos para todo tipo de usos relacionados con la aventura y la naturaleza. Hay una red con más de ocho largos caminos, agresivos y divertidos, que terminan en el centro del pueblo. Por debajo de la primera capa de tierra seca hay un par de sorpresas que pueden llevarte al mejor dentista de São Miguel. “No toquéis el freno delantero en la cima de esas rocas” nos decían.

“Vamos chicos, no tengo todo el día” decía João, un granjero local, abriéndonos la parte de atrás de un pequeño camión de los años 70, donde estaba escrito “transporte de animales vivos, mantenga la distancia”. Durante nuestra semana allí, João usó el mismo camión para transportar heno, agua y por supuesto, animales. Allí subimos nuestras bicis para ir a conocer los ocho caminos de Faial da Terra, haciéndonos sentir como si hubiéramos peleado contra Rocky Balboa. Un almuerzo tardío nos esperaba en el valle del Furnas, para darnos a probar el famoso Cocido de Furnas, que se cocina lentamente (unas seis horas) sobre los vapores volcánicos de las Azores; el único líquido que se usa es el jugo que desprenden sus ingredientes: pollo, beicon, costillas de cerdo, patatas, patatas dulces, col, repollo, chorizo, batata, huesos de cerdo, ternera, salchichas y un poco de sal. Es un plato portugués que solemos comer de vez en cuando en casa, aunque la experiencia de comerlo cocinado directamente desde la tierra lo hace muy especial.

“UN PASILLO DE MAGIA Y DIVERSIÓN PURA, UNA JUNGLA DE ÁRBOLES ENORMES Y EXTRAÑOS NOS ARROPA”

Descansando en un campo de pasto enorme antes de ir a to-mar una cerveza al bar. Han sido poco más de 40 kilometros en una pequeña isla, pero estamos completamente agotados.

Sin seres humanos a la vista, sólo hierba verde, enormes vacas y el océano un po-co más allá de las colinas; terminamos el día en mitad de los campos de pastoreo.

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