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EL HUMOR NEGRO EN LALITERATURA

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 NOTA

El asunto del humorismo suele constituir una incomodidad insalvable en los tratados deestética. Chesterton quiso soslayarla diciendo que "intentar definir el humor demuestra faltade humor", y no es posible culparlo demasiado por esta retirada ingeniosa: desde que Galenofundó oficialmente la teoría de los humores hasta nuestros días, pocas palabras fueron tan

propicias al caos, tan laboriosamente malentendidas.Dos equívocos pertinaces protegen la confusión. Uno consiste en suponer que elhumorismo es algo así como un género literario. El otro, en confundir humorismo con buenhumor.

Pero el humorismo no es un género, sino una actitud ante el mundo que se encuentra entodos los géneros; no hay verdadera obra de arte que no la incluya de algún modo. Y no setrata de una actitud alegre: los últimos límites del humorismo lindan más con los laberintosde la desesperación que con el decorado de la felicidad convencional. En realidad, elhumorismo es malhumorado, un incursor de los mismos territorios que ambicionan la úlcera,la demencia y el suicidio.

Fundamentalmente, el acto humorístico es la expresión de una contradicción entre susujeto y una fuerza superior. Se trata de una situación similar a la planteada en los conflictos

trágico y cómico; lo que varía es la respuesta. Mientras en la tragedia y en la comedia elhombre sucumbe ante la contradicción y responde con el llanto o la risa -dos exabruptos, dosclaudicaciones emocionales-, el actor del conflicto humorístico asume el control intelectualdel poder que lo domina, intenta comprenderlo, ubicarlo en un plano racional y otorgarle unsentido. Esto no implica el triunfo del humorista: él también puede ser sometido, pero, entodo caso su caída es más digna, más conveniente a la condición humana. La respuesta a lasituación humorística no es la risa ni el llanto, sino la sonrisa, un modo lúcido, comprensivo,de ahogar aquellas explosiones. A veces, ni siquiera eso. Sólo la sensación incómoda,inevitable, lacerante, de saber que algo está fallando, el placer hiriente ofrecido por lacomprensión y el intento de reubicación frente a esa negligencia de las leyes.

En última instancia, el humorista enfrenta al mal, representado por lo racionalmenteinexplicable o injustificable. El mal puede ser la muerte, el absurdo de la vida, el inmenso

vacío del universo, o provenir del hombre mismo; la crueldad, la estupidez, la hipocresía, elmundo asfixiante de las convenciones, son la fábrica permanente del humorismo, esa lucidezque los denuncia. No siempre se trata de una denuncia inútil. La mera expresión de unconflicto constituye una declaración de principios, una manifestación de disconformidad y, almismo tiempo, una infracción a las leyes del poder enemigo, que exige un sometimientosilencioso. El humorista es un infractor peligroso, porque es capaz de burlarse aun en laderrota, porque sus reservas mentales son inexpugnables.

La calidad del poder afectado califica al acto humorístico y decide su trascendencia.Existe un humorismo minúsculo, que se contenta con quebrar convenciones triviales, y que sedegrada con frecuencia á la comicidad. A Bernard Shaw, por ejemplo, le bastó muchas vecescon fingirse mal educado o insolentemente superior; el resultado es, en el mejor de los casos,perecedero. El humorismo feroz de Swift, en cambio, asumió la expresión del conflicto entre

la razón y la animalidad humanas, y durará tanto como éstas; quizá no se trate de unaduración eterna, pero será sin duda una duración prolongada. Eterno es el humorismo deKafka, enfrentado con un poder infinito. Sus visiones son el puñetazo desesperado en la mesade la filosofía que la cortedad de los filósofos nunca se atrevió a dar; son el humorismodefinido por Jacques Vaché: "un sentido de la inutilidad teatral y sin alegría de todo cuanto sesabe".

Aparentemente, el rasgo característico del humorismo es negativo, y abarca una escalade actitudes que van del escepticismo moderado al nihilismo absoluto. Esto se explica por lainferioridad del humorista en un conflicto que no puede resolver por otros medios. Pero si el

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humorismo es, en parte, una confesión de inferioridad, representa también una continuaciónde la lucha; se trata, como dice Fernández de la Vega, de "un esfuerzo complicado por noperder la cabeza, por no darse por vencido". El escepticismo y la agresividad del humoristaserían argucias innecesarias en un mundo sin interrogantes; por eso el humorismo se niega alos satisfechos, a los ortodoxos de todas las sectas, a los dueños de las soluciones. Elhumorista está buscando siempre.

Para descubrir o expresar el conflicto humorístico es necesario practicar un modo

especial de la imparcialidad, que es el sentido del humor. Esta imparcialidad inteligenteconstituye la inquietante virtud que permite al humorista la percepción del aspectocontradictorio de las cosas, origen de lo humorístico; gracias al sentido del humor, la si-tuación cobra su capacidad estimulante y se lanza a la caza de sus reflejos. El espectador quepercibe un acto humorístico mediante su sentido del humor, participa de él en la mismamedida que quien lo cumplió: es, también, un humorista. Entre espectador y actor puedehaber diferencias -el genio, por ejemplo-, pero tienen que ver con el arte, no con elhumorismo.

El primero que aludió a un "humor negro" fue Aristóteles. Hablando de la melancolía,la llamó "bilis negra", y dijo que en dosis adecuada es un ingrediente del genio, pero queposeída en exceso lo es de la locura. En realidad, hablar de humor negro es una redundancia:todo humorismo tiene su negrura, que se diluye o acentúa de acuerdo con el conflicto en

cuestión. Tiende al gris en los moralistas al estilo de Chamfort, opuestos a una convenciónque propone que, en general, los humanos somos buena gente. El mecanismo de su humorpodría ser llamado "realista". Consiste en decir de pronto una verdad, aunque sea parcial, delas que nuestras convenciones -que nunca nos perjudican- disimulan. Por ejemplo: "Hacesiglos que la opinión pública es la más malvada de las opiniones".

El moralista (Swift no fue, a pesar de su crueldad, otra cosa que un moralista exaltado,un moralista de la razón) no inspira escalofríos mayores; muchos esperamos que suhumorismo perderá algún día la razón de ser. Hay otras víctimas que hacen más tenebroso alhumorismo: el de ellas es discurrido en un territorio infernal donde no cabe la cómodaubicación del moralista, donde el bien y el mal, la vida y la muerte, la lógica y el absurdo, serozan y se confunden. Es el territorio de los humorismos satánico, macabro y absurdo, losrostros más crueles del humor negro.

El concepto usual de humor negro se restringe a estas tres variantes, y había comenzadoa ganar adeptos antes que el surrealismo, encabezado por Breton, lo incorporara a su cuerpodoctrinario. El humor negro constituye la expresión humorística más audaz, el alzamientomás herético contra la ley del lugar común: extiende la contradicción a los valores másvenerados, los trastroca, los identifica y los anula. Tras la batalla, muchas veces es difícilsaber qué se ha ganado, y distinguir al triunfador.

El humorismo satánico alega las bondades del mal, lo goza y clama por su triunfo. Sólose manifiesta sincero e irremediable en un puñado de solitarios; en casi todos los otros casoses posible adivinar la pose, una búsqueda deliberada del humorismo mediante lo chocante.Quizá no sea este humorismo el menos valioso: el verdadero adepto del mal no hace otra cosaque sustituir un sistema convencional por otro; es un proselitista, y el proselitismo esdecididamente antihumorístico. La algofilia fingida, en cambio, puede resultar un método

eficaz, una manera de contrarrestar al enemigo poniéndolo en ridículo.Las técnicas del humorismo macabro -la variante más cómodamente falsificable del

humor negro- expresan la voluntad infractora del humorismo llevada a los últimos límites, yocasionalmente contradicen esa convención (no del todo inaceptable) que se refiere al buengusto. El humorista macabro se complace fingidamente en el tratamiento desaprensivo ygozoso de herejías como el asesinato, el suicidio, la tortura, el canibalismo y la profanación,siempre que sean gratuitos, porque un crimen útil se invalidaría a sí mismo humorística-mente.

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Es cierto que no basta el carácter anticonvencional del humorismo macabro paracomprender su popularidad. Sucede quizá que esas crueldades nos permiten reencontrarnoscon los rostros sumergidos del ser, o que satisfacen con sutileza alguna oscura necesidad, aldar salida desembozada a actitudes que la vida real ostenta con mayor simulación. jugar conla maldad, con la muerte, y hasta amarlas, puede resultar también una manera de anular susefectos, de reubicar lo incomprensible. Una manera de someter a leyes del juego a esosfantasmas de nuestros insomnios. En su Estética, Max Bense sugiere aún otra posibilidad:

"Puesto que el ser admite la descomposición, lo transitorio, la desaparición de lo existente, elespíritu se convierte en un principio de justificación de estos hechos... toda reproducciónestética de la muerte aplica. un tema emparentado profundamente con la situación del ser delo bello, y el asesinato (la forma de muerte conscientemente elaborada) y el placer que encasos sublimes acompaña a su realización, colman igualmente la categoría del momento, entanto que, en virtud del carácter artificial del hecho, se destaca poderosamente el modo de labelleza". La variante "absurda" del humor negro es de ejecución más difícil, y también -aunque menos sangrienta- más tenebrosa. Es posible imitar eficazmente el humorismomacabro, repitiendo con aplicación algunas recetas mutilatorias, pero el humorismo absurdoexige un esfuerzo mayor. Kafka y Lewis Carroll, al exponer genialmente su visión de unmundo desordenado e incoherente, propusieron en realidad toda una filosofía, el resultado deuna ardua operación intelectual. Existe otra diferencia: mientras el humorista macabro, al

 jugar con el mal intenta reubicarlo, relativizarlo o contemplarlo con indiferencia, el humoristaabsurdo se somete más pasivamente al desorden de las leyes, aunque de algún modo lo alteracon esa especie de ordenamiento que es el saberse sometido. El humorista satánico, por suparte, trampea al destino: al tomar el partido del mal, hace suyo su triunfo.

Es su poder como medio expresivo de conflicto -su espíritu de contradicción- el que hadado al humorismo un auge creciente en nuestro mundo, corroído por la inseguridad yenfrentado con interrogantes cruciales. El mérito mayor de la actitud humorística estáencerrado en su espléndido poder subversivo, que es el de la inteligencia en libertad buscandolúcida, desesperadamente, sus fines. Una subversión de la que puede surgir inopinadamentela mítica sensatez que el hombre necesita para salvarse.

Quizás el humorismo es el único medio para sobreponernos a nuestros despiadados,eternos enemigos. Sin éstos -sin la muerte, sin la estupidez, sin la crueldad, sin los censores,

sin los verdugos no necesitaríamos al humorismo, ni podríamos concebirlo. Todos parecemosdesear tal paraíso, aunque no estemos seguros de que él nos compensaría la aridez de unavida animal, sin lágrimas ni sonrisas. De cualquier modo, se trata de un problema muyalejado en el tiempo. Todo indica que gozaremos el hermoso bien del humorismo durantemuchos siglos. No ha nacido -¿no nacerá?- el revolucionario capaz de soñar un mundo sinexcusas para humoristas.

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CARTA DEL VERDUGO A SU SOBRINOFRANCISCO DE QUEVEDO

FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS (1580-1645) ejerció coninsolencia los atributos de un genio amargo y cruel que enriqueció para siempre

la literatura y el humorismo castellanos. La Historia de la vida del Buscónllamado Don Pablo, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños, publicada en1626, trae los primeros ejemplos españoles de las anécdotas macabras queofrecería, más premeditadamente, el humeur noir moderno.

Hijo Pablo: Las ocupaciones grandes de esta plaza en que me tiene ocupado sumajestad no me han dado lugar a hacer esto, que si algo tiene malo el servir al rey, es eltrabajo aunque le desquita con esta negra honrilla de ser sus criados. Pésame de daros nuevasde poco gusto. Vuestro padre murió ocho días ha con el mayor valor que ha muerto hombreen el mundo; dígolo como quien le guindó. Subió en el asno sin poner pie en el estribo; ve-

níale el sayo baquero que parecía haberse hecho para él, y como tenía aquella presencia,nadie le veía con los cristos delante que no lo juzgase por ahorcado. Iba con gran desenfadomirando a las ventanas y haciendo cortesías a los que dejaban sus oficios por mirarle; hízosedos veces los bigotes; mandaba descansar a los confesores, e íbales alabando a lo que decíanbueno. Llegó a la de palo, puso él un pie en la escalera, no subió a gatos ni despacio, y viendoun escalón hendido, volvióse a la justicia y dijo que mandase aderezar aquél para otro, que notodos tenían su hígado. No sabré encarecer cuán bien pareció a todos. Sentóse arriba y tiró delas arrugas de la ropa atrás; tomó la soga y púsola en la nuez, y viendo que el teatino lo queríapredicar, vuelto a él le dijo: "Padre, yo lo doy por predicado, y vaya un poco de credo yacabemos presto, que no querría parecer prolijo". Hízose ansí. Encomendóme que le pusiesela caperuza de lado y que le limpiase las barbas; yo lo hice así. Cayó sin encoger las piernasni hacer gestos; quedó con una gravedad que no había más que pedir. Hícele cuartos y dile

por sepultura los caminos; Dios sabe lo que a mí me pesa de verle en ellos haciendo mesafranca a los grajos, pero yo entiendo que los pasteleros desta tierra nos consolarán,acomodándole en los de a cuatro. De vuestra madre, aunque está viva ahora, casi os puedodecir lo mismo; que está presa en la Inquisición de Toledo, porque desenterraba los muertossin ser murmuradora. Dícese que besaba cada noche a un cabrón en el ojo que no tiene niña.Halláronla en su casa más piernas, brazos y cabezas que a una capilla de milagros, y lo menosque hacía era sobrevirgos y contrahacer doncellas. Dicen que representará en un auto el díade la Trinidad, con cuatrocientos de muerte; pésame, que nos deshonra a todos, y a míprincipalmente, que al fin soy ministro del rey y me están mal estos parentescos. Hijo, aquíha quedado no sé qué hacienda escondida de vuestros padres; será en todo hasta cuatrocientosducados; vuestro tío soy, lo que tenga ha de ser para vos. Vista ésta, os podréis venir aquí,que con lo que vos sabéis de latín y retórica seréis singular en el arte de verdugo.

Respondedme luego, y entretanto, Dios os guarde.

 De Historia de la Vida del Buscón.

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UNA MODESTA PROPOSICIONJONATHAN SWIFT

 JONATHAN SWIFT (1667-1745) padeció con torturante lucidez lacontradicción entre la hipótesis racionalista del hombre y sus prácticas bestiales.El creador de Gulliver defiende la razón ante un mundo que parece despreciar su

uso; de esta lucha quijotesca nacieron sus genialidades humorísticas y también,quizá, la enfermedad mental que castigó sus últimos momentos.

Es un asunto melancólico para quienes pasean por esta gran ciudad o viajan por elcampo, ver las calles, los caminos y las puertas de las cabañas atestados de mendigos del sexofemenino, seguidos de tres, cuatro o seis niños, todos en harapos e importunando a cadaviajero por una limosna. Esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar por suhonesto sustento, se ven obligadas a perder su tiempo en la vagancia, mendigando para susinfantes desvalidos que, apenas crecen, se hacen ladrones por falta de trabajo, o abandonan suquerido país natal para luchar por el Pretendiente en España, o se venden en la Barbada.

Creo que todos los partidos están de acuerdo con que este número prodigioso de niñosen los brazos, sobre las espaldas, o a los talones de sus madres, y frecuentemente de suspadres, resulta en el deplorable estado actual del Reino un perjuicio adicional muy grande;por lo tanto, quienquiera que encontrase un método razonable, económico y fácil para hacerde ellos miembros cabales y útiles del Estado, merecería tanto agradecimiento del públicocomo para tener instalada su estatua como un protector de la Nación.

Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tiernoniño saludable y bien criado constituye, al año de edad, el alimento más delicioso, nutritivo ycomerciable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y yo no dudo que servirá igualmenteen un fricasé o un guisado.

Por lo tanto, propongo humildemente a la consideración del público que de los cientoveinte mil niños ya anotados, veinte mil sean reservados para la reproducción; de ellos, sólo

una cuarta parte serán machos, lo que ya es más de lo que permitimos a las ovejas, losvacunos y los puercos. Mi razón consiste en que esos niños raramente son frutos delmatrimonio, una circunstancia no muy venerada por nuestros rústicos: en consecuencia, unmacho será suficiente para servir a cuatro hembras. De manera que los cien mil restantespueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino,aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, afin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. Un niño hará dos fuentes enuna comida para los amigos, y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o traseroconstituirá un plato razonable. Y hervido y sazonado con un poco de pimienta o de sal,resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.

Concedo que este manjar resultará algo costoso, y será, por lo tanto, muy adecuadopara terratenientes, que como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditarlos mejores títulos sobre los hijos.

Carne de niño habrá todo el año, pero más abundantemente en marzo, y un poco antes ydespués: porque nos informa un grave autor, eminente médico francés, que siendo el pescadouna dieta prolífica, en los países católicos romanos nacen muchos más niñosaproximadamente nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra estación. Enconsecuencia, contando un año después de Cuaresma, los mercados estarán más atiborradosque de costumbre, porque los niños papistas existen por lo menos en proporción de tres a uno

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en este reino. Eso traerá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entrenosotros.

Ya he calculado el costo de cría de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todoslos cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines poraño, harapos incluidos. Y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por elcuerpo de un buen niño gordo, del cual, como ya he dicho, sacará cuatro fuentes de excelentecarne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este

modo, el caballero aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre losarrendatarios, y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condicionesde trabajar hasta que produzca otro niño.

Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) puedendesollar el cuerpo, cuya piel, artificiosamente preparada, constituirá admirables guantes paradamas y botas de verano para caballeros delicados.

En nuestra ciudad de Dublin, los mataderos para este propósito pueden establecerse ensus zonas más convenientes; podemos estar seguros de que carniceros no faltarán, aunquemás bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios delcuchillo, como hacemos para asar los cerdos.

Algunas personas de espíritu pesimista están muy preocupadas por la gran cantidad degente pobre que está vieja, enferma o inválida, y me han pedido que dedique mi talento a

encontrar el medio de desembarazar a la nación de un estorbo tan gravoso. Pero este asuntono me aflige para nada, porque es muy sabido que esa gente se está muriendo y pudriendocada día de frío y de hambre, de inmundicia y de piojos, tan rápidamente como se puederazonablemente esperar. Y en cuanto a los trabajadores jóvenes, están en una situaciónigualmente prometedora: no pueden conseguir trabajo y desfallecen de hambre, hasta talpunto que si alguna vez son tomados para un trabajo común no tienen fuerza para cumplirlo;de este modo, el país y ellos mismos son felizmente librados de los males futuros.

Suponiendo que mil familias de esta ciudad fueran compradoras habituales de carne deniño, además de otras que llevarían para las fiestas, especialmente casamientos y bautismos,calculo que en Dublin se colocarían anualmente cerca de veinte mil reses, y en el resto del

reino (donde probablemente se venderán algo más barato) las restantes ochenta mil.No se me ocurre ningún reparo que pueda oponerse razonablemente contra esta

proposición, a menos que se aduzca que la población del Reino se vería muy disminuida.Esto lo reconozco sin reserva, y fue mi principal motivo para ofrecerla al mundo.

Yo declaro, con toda la sinceridad de mi corazón, que no tengo el menor interéspersonal en esforzarme por promover esta obra necesaria, y que no me impulsa otro motivoque procurar el bien de mi patria desarrollando nuestro comercio, cuidando de los niños,aliviando al pobre y dando algún placer al rico. No tengo hijos por los que pueda proponermeobtener un solo penique; el más joven tiene nueve años, y mi mujer ya no es fecunda.

 De Una Modesta Proposición y otras sátiras.

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LA FILOSOFIA EN EL TOCADORMARQUÉS DE SADE

 DONATIEN ALPHONSE FRANÇOIS, MARQUÉS DE SADE (1740-1814) pasó buena parte de su vida en prisión, redactando una monumental -y frecuentemente aburrida apología del mal. La cárcel y su afición literaria apenas

le dejaron tiempo para practicar sus vicios, que no fueron originales. Másmeritorias fueron su franqueza, su valentía, su insobornable independencia de juicio. Parecen haber sido éstas, y no sus desviaciones, las que le valieron morircuerdo en el asilo de Charenton. Había sido, según un informe policial, "unindividuo incorregible, un carácter enemigo de toda obediencia".

De todas las ofensas que un hombre puede cometer contra sus semejantes, la muerte es,sin contradicción, la más cruel, porque le quita el único bien que recibió de la naturaleza, elúnico cuya pérdida es irreparable. Sin embargo, aquí se presentan varias cuestiones,abstracción hecha del daño que la muerte cause a la víctima:

1° Considerando solamente las leyes de la naturaleza, ¿es verdaderamente criminal estaacción? 2° ¿Lo es en relación con las leyes de la República?3° ¿Es nociva para la sociedad?4° ¿Cómo debe ser considerada en un Estado republicano?5° Por último, ¿puede el asesinato ser reprimido con el asesinato?Examinaremos separadamente cada una de las cuestiones: el asunto es bastante

importante para permitirnos demorarnos en él. Puede ser que nuestras ideas sean halladas unpoco fuertes. ¿Pero qué? ¿No hemos adquirido el derecho de decirlo todo?

Revelemos a los hombres grandes verdades: ellos las esperan de nosotros; ya es tiempode que el error desaparezca, de que su superchería caiga con la de los reyes. ¿Es el asesinatoun crimen a los ojos de la naturaleza? Esta es la primera cuestión.

Aquí sin duda humillaremos el orgullo del hombre, rebajando su rango al de todas las

otras producciones de la naturaleza, pero el filósofo no acaricia las pequeñas vanidadeshumanas: ardiente perseguidor de la verdad, la separa de los tontos prejuicios del amorpropio, se apodera de ella, y la desarrolla atrevidamente ante el mundo atónito.

¿Qué es el hombre, y qué diferencia hay entre él y los otros animales del planeta?Ninguna, con seguridad. Fortuitamente ubicado, como ellos, sobre este globo, ha nacidocomo ellos, y se propaga, crece y mengua como ellos; llega como ellos a la vejez, y comoellos cae en la nada pasado el tiempo que la naturaleza asigna a cada especie en razón de laconstrucción de sus órganos. Si las semejanzas son tan exactas que es imposible para el ojoescrutador del filósofo notar alguna diferencia, será tan malo matar a un animal como matar aun hombre; la diferencia existe solamente en los prejuicios de nuestro orgullo. Pero nada estan desgraciadamente absurdo como los prejuicios del orgullo.

Continuemos con la cuestión. No podéis negar que es lo mismo destruir a un hombre

que a una bestia. Pero, ¿la destrucción de cualquier animal viviente no es, decididamente, unmal, como lo creyeron los pitagóricos y lo creen todavía algunos habitantes de las orillas delGanges? Antes de responder a esto, recordemos al lector que sólo estamos examinando lacuestión en relación con la naturaleza; la consideraremos luego en conexión con los hombres.

Ahora yo pregunto qué valor pueden tener para la naturaleza los individuos que no lecuestan la más pequeña pena ni cuidado. El obrero valora su obra de acuerdo con el trabajoque le costó. ¿Le costó algo el hombre a la naturaleza? Y suponiendo que le haya costadoalgo, ¿le costó más que un mono o un elefante? Voy más lejos: ¿cuáles son las materiasregeneradoras de la naturaleza? ¿De qué se componen los seres que vienen a la vida? ¿No se

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originan los tres elementos que los integran en la primitiva destrucción de otros cuerpos? Sitodo individuo fuera eterno, ¿no resultaría imposible para la naturaleza crear otros nuevos? Sila eternidad de los seres es imposible para la naturaleza, su destrucción es una de sus leyes.

Si la destrucción es tan útil que no es posible prescindir de ella, y si la naturaleza nopuede llegar a sus creaciones sin esas masas de destrucción que la muerte le prepara, la ideade aniquilación que adjudicamos a la muerte deja de ser real; no habrá más aniquilaciónconstatada; lo que llamamos el fin del animal viviente no será más un fin real, sino una

simple transmutación, que es la base del movimiento perpetuo, verdadera esencia de lamateria, que todos los filósofos modernos admiten como una de sus primeras leyes. La muer-te, según esos principios irrefutables, no es más que un cambio de forma, un pasajeimperceptible de una existencia a otra, lo que Pitágoras llamó metempsicosis.

Una vez admitidas esas verdades, yo pregunto si se podrá jamás sostener que ladestrucción es un crimen. ¿Osaréis afirmar, con la intención de conservar vuestros absurdosprivilegios, que la transmutación es destrucción? No, sin duda, porque habría que demostrarantes un instante de inacción en la materia, un momento de reposo. Y nunca descubriréis esemomento. Los animales pequeños se animan cuando el grande exhala su último aliento, y lavida de esos animales pequeños no es más que uno de los efectos necesarios y determinadospor el sueño momentáneo del grande. ¿Osaréis ahora afirmar que uno agrada a la naturalezamás que el otro? Para hacerlo habría que demostrar algo imposible: que la forma alargada o

cuadrada es más útil, más agradable a la naturaleza, que la forma oblonga o triangular; habríaque demostrar que con respecto a los designios sublimes de la naturaleza, un holgazán queengorda en la inacción y la indolencia es más útil que el caballo, cuyo trabajo es tannecesario, o que el buey, cuyo cuerpo precioso no tiene parte inútil; habría que demostrar quela serpiente venenosa es más necesaria que el perro fiel.

Ahora bien, como todas esas proposiciones son insostenibles, debemos admitir queestamos imposibilitados de aniquilar las obras de la naturaleza, que la única cosa quehacemos al entregarnos a la destrucción es esperar un cambio en las formas, que no puedeextinguir la vida. No está al alcance del poder humano demostrar que existe crimen alguno enla supuesta destrucción de una criatura, de cualquier edad, de cualquier sexo, de cualquierespecie que la imaginéis.

Avanzando más aún en la serie de consecuencias, que nacen unas de las otras, habrá

que convenir finalmente que, lejos de perjudicar a la naturaleza, la acción que cometéis altransformar sus diferentes obras es ventajosa para ella, puesto que le suministra la materiaprima para sus reconstrucciones, que serían impracticables si nada fuera destruido.

¡Bien, dejadla hacer!, diréis. Seguramente, dejadla hacer. Pero son sus dictados los quesigue el hombre cuando se entrega al homicidio. Es la naturaleza la que lo aconseja. y elhombre que destruye a su semejante es a la naturaleza lo que la peste o el hambre, igualmenteenviadas por su mano, que se sirve de todos los medios posibles para obtener estadestrucción, absolutamente necesaria para su obra. Dignémonos iluminar nuestras almas uninstante con la sagrada llama de la filosofía:

¿qué otra voz que la de la naturaleza nos sugiere los odios personales, las venganzas,las guerras; en una palabra, todas esas eternas causas de asesinato? Pues, si ella nos loaconseja, es porque lo necesita. ¿Cómo podemos, en tal caso, sentirnos culpables hacia ella,cuando no hacemos más que cumplir sus proyectos?

Esto es más que suficiente para convencer a todo lector esclarecido de que es imposibleque el asesinato pueda nunca ultrajar a la naturaleza.

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¿Es un crimen en política? Reconozcamos, al contrario, que el asesinato es,desgraciadamente, una de las más poderosas fuerzas de la política. ¿No fue a fuerza deasesinatos que Roma se hizo dueña del mundo? ¿No es a fuerza de asesinatos que Francia eslibre hoy? Es inútil advertir que hablamos de las muertes ocasionadas por la guerra, y no delas atrocidades cometidas por los facciosos y los anarquistas: éstas merecen la execraciónpública, y sólo necesitan ser evocadas para excitar para siempre el horror y la indignación

generales. ¿Cuál es la ciencia humana que tiene mayor necesidad de ser sostenida por elasesinato? Las guerras, único fruto de esta bárbara política, ¿son otra cosa que los medios deque ella se nutre, con los que se fortifica y se sostiene? ¿Y qué es la guerra sino la ciencia dela destrucción? Extraña ceguera del hombre, que enseña públicamente el arte de matar,recompensa al que lo practica mejor, y castiga al que, por alguna razón particular, es abatidopor el enemigo. ¿No es tiempo de corregir tan bárbaros errores?

Finalmente, ¿es el asesinato un crimen contra la sociedad? ¿Quién puede suponerlorazonablemente? ¡Ay! ¿Qué le importa a esa numerosa sociedad que haya en ella un miembrode más o de menos? Sus leyes, sus hábitos, sus costumbres ¿se verán viciados por ello?¿Alguna vez la muerte de un individuo influyó sobre la población en general? Y después delas muertes de una gran batalla, qué digo, después de la extinción de la mitad del mundo, o desu totalidad si queréis, ¿experimentará el pequeño número de sobrevivientes la menor alte-

ración material? ¡Ay! no. La naturaleza entera no la experimentará, y el estúpido orgullohumano, que cree que todo fue creado para él, se asombraría al saber que después de ladestrucción total de la especie nada ha variado en la naturaleza, y que el curso de los astrosno se alteró. Continuemos.

¿Cómo sería visto el asesinato en un Estado republicano militar?

Sería seguramente de lo más peligroso contemplar desfavorablemente o castigar estaacción. La altivez republicana exige un poco de ferocidad; si se ablanda, si su energía sepierde, pronto será sojuzgada. Aquí se presenta una reflexión muy singular. Pero como es

verdadera a pesar de su osadía, la expondré. Una nación que comienza a gobernarse comorepública se sostiene sólo con sus virtudes porque para llegar a más hace falta siempreempezar con menos; pero una nación ya vieja y corrompida, que sacude violentamente elyugo de su gobierno monárquico para adoptar uno republicano, sólo se puede mantenermediante el crimen, porque ya vive en él, y si intenta pasar del crimen a la virtud, de unestado violento a uno pacífico, caerá en una inercia que pronto la conducirá a la ruina. ¿Quépasará con el árbol transplantado de un terreno pleno de vigor a una llanura arenosa y seca?Todas las ideas intelectuales están de tal modo subordinadas a la física de la naturaleza, quelas comparaciones por ella provistas no nos engañarán jamás en materia de moral.

Si en nombre de la gloria del Estado, acordáis a vuestros guerreros el derecho a destruirhombres, entonces, por la conservación de ese mismo Estado, acordad a cada individuo igualderecho a deshacerse, sin ultrajar la naturaleza, de los niños que no puede sostener y a los que

el gobierno no puede socorrer; acordadle también el derecho de deshacerse, por su cuenta yriesgo, de los enemigos que pueden perjudicarlo; el resultado de esas acciones, absolutamenteinofensivas en sí mismas, será el mantenimiento de la población en un número moderado, ynunca lo suficientemente grande como para trastornar vuestro gobierno. Dejad que los mo-nárquicos digan que un Estado no es grande sino en razón de su extrema población; eseEstado siempre será pobre si su población supera sus medios de vida y será siemprefloreciente si la contiene dentro de límites justos y puede comerciar sus excedentes. ¿Nopodáis el árbol cuando tiene demasiadas ramas? ¿No troncháis esas ramas para conservar eltronco? Todo sistema que se aparte de esos principios es una extravagancia cuyo abuso nos

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llevará pronto al derrumbe total del edificio que elevamos con tanta pena. Pero no es alhombre desarrollado a quien hay que destruir a fin de disminuir la población. Es injustoacortar los días de un individuo bien conformado; no lo es, me parece, impedirle llegar a lavida a un ser que, sin duda, será inútil al mundo. La especie humana debería ser depuradadesde la cuna; el ser que supongáis que jamás podrá ser útil a la sociedad es el que debe sereliminado de su seno. He aquí el único medio razonable de disminuir una población cuyaextensión excesiva es, como lo terminamos de demostrar, el más peligroso de los abusos.

Es tiempo de resumir.¿El asesinato debe ser reprimido por el asesinato? No, indudablemente. Noimpongamos jamás al asesino otra pena que aquella en que él puede incurrir por la venganzade los amigos o los familiares de la víctima. Os perdono, dijo Luis XV a Charolais, que habíamatado a un hombre por divertirse, pero haré lo mismo con el que os mate. Todo elfundamento de la ley contra los asesinos está contenido en esa frase sublime.

En una palabra, el asesinato es un horror, pero un horror frecuentemente necesario,nunca criminal, y que debe ser tolerado en un Estado republicano. He demostrado que eluniverso entero nos da ejemplo de esto. Pero ¿debe ser considerado el asesinato una acciónpunible con la muerte? Los que respondan al siguiente dilema habrán satisfecho la cuestión.

¿Es el asesinato un crimen, o no lo es?Si no lo es, ¿por qué crear leyes que lo castiguen? Y si lo es, ¿por qué bárbara y

estúpida inconsecuencia lo castigáis con un crimen semejante?

MAXIMAS Y PENSAMIENTOSCHAMFORT

 La mayor virtud de NICOLAS SEBASTIEN ROCA, llamado CHAMFORT(1741-1794) fue el ingenio, y la ejerció con aptitud corrosiva. Aunque hoy apenasrecordamos sus Máximas, fueron malos versos y tragedias los que le ganaron unaubicación en la Academia y una pensión de María Antonieta. La ferocidad de sus

 frases no cautivó a los hombres de la Revolución: Chamfort fue arrestado por elComité de Salud Pública y, tras intentarlo un par de veces, logró suicidarse en la

 prisión.

Se cuentan aproximadamente 150 millones de almas en Europa, el doble en África, másdel triple en Asia; admitiendo que América y las Tierras Australes no contengan más que lamitad de las que hay en nuestro hemisferio, se puede asegurar que mueren todos los días,sobre nuestro globo, más de cien mil hombres. Un hombre que haya vivido sólo treinta años,habrá escapado aproximadamente 1.400 veces a esta espantosa destrucción.

El mundo físico parece la obra de un ser poderoso y bueno que se vio obligado aabandonar la ejecución de una parte de su plan a un ser maligno. Pero el mundo moral pareceser el producto de los caprichos de un diablo que se volvió loco.

Los azotes físicos y las calamidades de la naturaleza humana hicieron necesario elgobierno, y el gobierno se agregó a los desastres de la naturaleza. Los inconvenientes de la

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sociedad hicieron necesario el gobierno, y el gobierno se agregó a los desastres de lasociedad. Esta es la historia de la naturaleza humana.

Hace siglos que la opinión pública es la más malvada de las opiniones.

La esperanza no es más que un charlatán que nos engaña incesantemente. Para mí, lafelicidad sélo comienza una vez que se la ha perdido. Yo pondría con mucho gusto sobre lapuerta del Paraíso el verso que el Dante puso sobre la del Infierno:

 Lasciate ogni Speranza, voi ch'entrate.

Para tener una idea justa de las cosas, hace falta dar a las palabras una significaciónopuesta a aquella que les da el mundo. Misantropía, por ejemplo, quiere decir filantropía; malfrancés quiere decir buen ciudadano, que denuncia ciertos abusos monstruosos; filósofo,hombre simple, que sabe que dos y dos son cuatro, etcétera.

El matrimonio y el celibato tienen sus inconvenientes. Es conveniente preferir a aquelcuyos inconvenientes no son irremediables.

El amor gusta más que el matrimonio, por la misma razón que hace que las novelassean más entretenidas que la historia.

Los pobres son los negros de Europa.

Cuando se considera que el producto del trabajo y de la inteligencia de treinta ocuarenta siglos ha servido para entregar trescientos millones de hombres repartidos sobre elplaneta a una treintena de déspotas, en su mayoría ignorantes e imbéciles, cada uno de ellosgobernado por tres o cuatro pervertidos, algunas veces estúpidos, ,qué pensar de lahumanidad, y qué esperar de ella para el porvenir?

Los reyes y los sacerdotes han proscripto la doctrina del suicidio, tratando de asegurarla duración de nuestra esclavitud. Nos quieren tener encerrados en una cárcel sin salida.Como ese malvado, en el Dante, que hace amurallar la puerta de la prisión que encierra alinfeliz Ugolin.

AFORISMOSGEORG CHRISTOPH LIGHTENBERG

GEORG CHRISTOPH LICHTENBERG (1742-1799) reflejó en Alemania laactitud de los moralistas franceses. Sin embargo, sus Aforismos demuestran un

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humorismo más profundo, más imaginativo que el de sus colegas. Lichtenberg fue profesor de astronomía, física y ciencias en la Universidad de Gotinga, y Nietzsche lo admiró.

Es una lástima que no sea posible observar las sabias entrañas de los literatos paraaveriguar de qué se alimentaron.

La mayor parte de las enseñanzas morales de Kant, ¿no serán el producto de la vejez,en la que las pasiones se debilitan y no queda más que la razón? Si el hombre muriese en laplenitud de su fuerza, ¿cuáles serían las consecuencias para el mundo? De la reposadasabiduría de la edad surgen extrañas elaboraciones. ¿No habrá alguna vez un Estado quesacrifique a los hombres a los cuarenta y cinco años?

Es posible que un perro o un elefante borracho tengan, antes de irse a dormir, ideas queno serían indignas de un maestro de filosofía. Pero les resultan inútiles. y son aventadas por

sus sistemas sensoriales demasiado excitables.

El hombre es una obra maestra de la naturaleza por el solo hecho de que, con todaterquedad, cree actuar como un ser libre.

Las más peligrosas de las mentiras son verdades ligeramente desfiguradas.

Nada contribuye tanto a la paz del alma como no tener ninguna opinión.Era un hombre tan inteligente que ya no servía para nada.Hoy se intenta difundir la sabiduría en todas partes. ¿Quién sabe si dentro de algunos

siglos no existirán universidades cuyo fin sea el restablecimiento de la antigua ignorancia?Las enfermedades espirituales pueden producir la muerte, y ésta constituir un suicidio.Hay gente incapaz de oír hasta que se le cortan las orejas.Algunas personas sólo toman una decisión después de consultarla con su almohada.

Eso está muy bien, pero a veces se corre el riesgo de ir preso con la almohada.Si el tañido de las campanas contribuye al reposo de los muertos, no lo sé; para los

vivos es abominable.La autopsia no permite descubrir las enfermedades que desaparecen con la muerte.Era uno de esos negros esclavos en las plantaciones de la literatura.Las palabras que el autómata de Kempelen pronuncia más claramente son Papa y

Roma. Curioso, diría un jesuita.En Brunschwig se vendió en venta pública, por una importante suma, un tocado

confeccionado con los cabellos íntimos de una doncella.Las dos mujeres se abrazaron públicamente y permanecieron unidas como dos víboras

in coitu. Errar es humano, en este sentido: los animales casi nunca se equivocan, salvo losmás inteligentes.

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EL ASESINATO CONSIDERADO COMO UNA DE LAS BELLAS ARTESTHOMAS DE QUINCEY

THOMAS DE QUINCEY (1784-1859) ejerció sobre su posteridad literariauna influencia cuyo valor supera al de su propia obra. Aunque De Quincey no

intentó fundar una filosofía del asesinato, ni soñó que su broma podría ocuparlugar en tratados como la Estética de Max Bense, fue el primero en jugar con elcrimen por placer estético, que sería uno de los lugares comunes del humornegro. Que el humorismo de De Quincey es inextinguible, debaría probarlo elhecho de que no haya sido desgastado por el uso y la admiración de tantoliterato, entre Baudelaire y Borges.

El lector puede recordar que hace algunos años me presenté como un dilettante delasesinato. Quizá dilettante sea una palabra muy fuerte. Conocedor conviene más a losescrúpulos y debilidades del gusto público. Supongo que no hay nada malo en ello, al menos.

Un hombre no está obligado a poner sus ojos, sus oídos y su entendimiento en el bolsillo delpantalón cuando se encuentra con un asesinato. Si no está en un estado categóricamentecomatoso, supongo que debe notar que un asesinato es mejor o peor que otro, en lo tocante albuen gusto. Los asesinatos tienen sus pequeñas diferencias y matices de mérito, del mismomodo que las estatuas, cuadros, oratorios, camafeos, intaglios, y qué sé yo qué más. Podéisenojaros con un hombre porque habla en exceso o demasiado públicamente (en cuanto al "enexceso", yo lo niego: un hombre nunca puede cultivar su gusto en exceso), pero debéispermitirle pensar, de todos modos. Bien, ¿lo creeréis?; todos mis vecinos supieron de esepequeño ensayo estético que he publicado. Infortunadamente, sabiendo al mismo tiempo deun club con el que estuve relacionado y de una comida que presidí, ambos tendientes almismo objeto que el ensayo, o sea: la difusión de un gusto bien asentado entre los súbditos deSu Majestad, inventaron las calumnias más bárbaras contra mi persona. Especialmente,

dijeron que yo o que el club (lo que viene a ser la misma cosa) habíamos ofrecidosubvenciones a homicidas de buena actuación, con una escala de quitas en caso de cualquierdefecto o imperfección, de acuerdo con una tabla publicada para los amigos íntimos.Permitidme decir toda la verdad sobre la comida y el club, y se verá lo malicioso que es elmundo. Pero primero, confidencialmente, permitidme decir cuáles son mis verdaderosprincipios sobre el asunto en cuestión.

En lo que se refiere a asesinatos, no cometí uno en mi vida. Es cosa bien conocida entretodos mis amigos. Puedo conseguir un certificado para demostrarlo, firmado por un montónde gente. En realidad, si ustedes tocan la cuestión, yo dudo que haya mucha gente capaz deproducir un certificado tan fuerte. El mío sería tan grande como un mantel de desayuno. Escierto que existe un miembro del club que pretende decir que me pilló mostrándomedemasiado liberal con su cuello una noche en el club, después que todos se hubieron retirado.

Pero observad que él cuenta su historia de acuerdo con su grado de sobriedad. Cuando no vamás lejos, se contenta con afirmar que me atrapó poniendo el ojo sobre su pescuezo, y queestuve melancólico durante las semanas siguientes, y que mi voz sonaba de un modo queexpresaba, para el delicado oído de un connaisseur, el sentimiento por la oportunidad perdida.Pero todo el club sabe que él mismo es un hombre frustrado. Además, éste es un asunto entredos aficionados, y todo el mundo debe perdonar las pequeñas asperezas y mentirillas en uncaso semejante.

"Pero", diréis vosotros, "si no sois asesino, podéis haber estimulado, o aun encargado,un asesinato".

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No, por mi honor, no. Y éste es precisamente el punto que deseaba desarrollar paravuestra satisfacción. La verdad es que soy un hombre muy especial en todo lo relacionadocon el asesinato; y quizá llevo mi delicadeza demasiado lejos. El Estagirita, muy justamente,y quizá teniendo en cuenta mi caso, ubicó la virtud en el punto medio entre dos extremos.Una mediocridad brillante seria todo lo que el hombre puede ambicionar. Pero es más fácildecirlo que hacerlo, y siendo notoriamente mi punto débil una excesiva dulzura de corazón,encuentro difícil mantener esa juiciosa línea ecuatorial entre los dos polos del demasiado

asesinato, por un lado, y el demasiado poco, por el otro. Creo que si yo manejara las cosas,difícilmente habría un asesinato por año. En realidad, yo estoy con la paz, la tranquilidad y ladocilidad.

Una vez un hombre se me presentó como candidato para ocupar el puesto de misirviente, entonces vacante. Tenía la reputación de haber incursionado algo en nuestro arte,según algunos no sin mérito. Lo que me alarmó, sin embargo, fue que él suponía que su arteformaba parte de sus deberes regulares en mi servicio, y que me pidió que esto fueraconsiderado en su salario. Ahora bien, era algo que yo no permitiría, de modo que le dije enseguida: "Richard (o James como podría ser el caso), usted interpreta mal mi carácter. Si unhombre quiere y debe practicar esta difícil (y permitidme que agregue, peligrosa) rama del

arte, si siente una vocación irresistible hacia ella, en tal caso, todo lo que yo le digo es que élpodría continuar sus estudios tan bien a mi servicio como al de cualquier otro. Y puedoseñalar también que no puede causarle daño, ni a él ni al sujeto sobre el cual opere, aceptarlos consejos de hombres de mayor gusto que el suyo.

Pero en cuanto a cualquier caso particular, de una vez por todas, no deseo tener nadaque ver con él. Nunca me habléis en especial de ninguna obra de arte que estéis meditando.Estoy predispuesto contra ella in toto. Porque si un hombre se permite el asesinato una vez,muy pronto llega a parecerle nada el robo, y de robar pasa a beber y a no respetar la fiesta delSábado, y de esto a la descortesía y la pereza. Una vez en el camino descendente, uno nuncasabe adónde irá a parar. La ruina de muchos hombres data de uno u otro asesinato, al quequizás en su momento dieron poca importancia. Principiis obsta; ése es mi lema". Tal fue midiscurso, y siempre he actuado de acuerdo con él. Si esto no es ver virtuoso, me alegraría

saber qué lo es.Pero ya es tiempo de que diga unas pocas palabras sobre los principios del asesinato, no

con el fin de regular vuestra práctica, sino vuestro discernimiento: las viejas y la chusma delectores de periódicos se contentan con cualquier cosa, con tal de que sea bastante sangrienta,pero un hombre de espíritu sensible exige algo más. Primero, entonces, hablemos de la clasede persona que mejor se adapta al propósito del asesino; segundo, del lugar del hecho;tercero, de la ocasión y• otros pequeños detalles.

En cuanto a la persona, creo que es evidente que debe ser un hombre de bien, porque sino lo fuera podría estar proyectando un asesinato al mismo tiempo, y esas agarradas en lasque "el diamante talla al diamante", aunque bastante entretenidas cuando no hay nada mejor ala vista, no son lo que un crítico puede permitirse llamar asesinatos. Podría mencionaralgunas personas (no daré nombres) que han sido asesinadas en una callejuela oscura, y hasta

ahí todo parecía bastante correcto, pero examinando más detenidamente el asunto el públicovino a enterarse de que la misma parte asesinada planeó, en su momento, robar a su asesinopor lo menos, y posiblemente hasta matarlo, si hubiera sido lo bastante fuerte. Siempre quesea ése el caso, o que se pueda sospechar que lo es, adiós a todos los genuinos efectos delarte.

Porque el propósito final del asesinato, considerado como una de las bellas artes, esprecisamente el mismo de la tragedia, como lo describió Aristóteles: "purificar el corazón pormedio de la piedad y el terror". Ahora bien, terror puede haber, pero ¿cómo puede haberpiedad alguna para un tigre destruido por otro tigre?

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También es evidente que la persona elegida no debería ser un hombre público. Porejemplo, ningún artista juicioso hubiera intentado asesinar a Abraham Newland. Porque era elcaso que todo el mundo había leído tanto sobre Abraham Newland, y tan poca gente lo habíavisto, que en la opinión general no era otra cosa que una idea abstracta. Recuerdo que unavez, cuando se me ocurrió mencionar que había comido en un café en compañía de AbrahamNewland, todos me miraron despectivamente, como si hubiera pretendido haber jugado albillar con el Preste Juan o haber sostenido un lance de honor con el Papa. Y dicho sea de

paso, el Papa sería una persona muy inadecuada para asesinar, porque posee tal ubicuidadvirtual como padre de la Cristiandad y, como el cuco, es tan frecuentemente oído pero nuncavisto, que sospecho que la mayoría de la gente lo considera también a él una idea abstracta.Pero ciertamente, cuando un hombre público tiene la costumbre de ofrecer banquetes "contodos los bocados de la estación", el caso es muy distinto: todos están convencidos de que élno es una idea abstracta y, por consiguiente, no puede haber impropiedad en asesinarlo; sola-mente que su asesinato caerá en una categoría de asesinato de la que no me he ocupadotodavía.

Además, el sujeto escogido debe gozar de buena salud; porque es absolutamentebárbaro matar a una persona enferma, que resulta, generalmente, incapaz de soportarlo. Enbase a este principio, no se debería elegir a un sastre mayor de veinticinco años, porquedespués de esa edad generalmente es dispéptico. O, al menos, si un hombre debe cazar en ese

coto, ha de considerar su deber natural, deacuerdo con la antigua ecuación establecida, asesinar a algún múltiplo de 9, digamos18, 27 6 36. Aquí, en esta benévola consideración a la comodidad de la gente enferma,observaréis el efecto común de una bella arte para enternecer y refinar los sentimientos. Engeneral, caballeros, el mundo es muy sanguinario, y todo lo que quiere en un asesinato es unacopiosa efusión de sangre; un despliegue chillón en este punto es suficiente para ellos. Pero elconocedor ilustrado es más refinado en sus gustos, y el resultado de nuestro arte, como el detodas las otras artes liberales, cuando son dominadas a conciencia, es humanizar el corazón.Tan cierto es, que

 Ingenuas didieisse fideliter artes

Emollit mores, nec sinit esse feros.

Un amigo filósofo, bien conocido por su filantropía y bondad, sugiere que el sujetoelegido debería tener también niños que dependan totalmente de su trabajo, a fin deprofundizar el pathos. Y verdaderamente, ésta es una precaución juiciosa. Sin embargo, yo noinsistiría demasiado vivamente en semejante condición. El estricto buen gusto la sugiereincuestionablemente, pero mientras el hombre sea inobjetable en materia de moral y salud, yono observaría con celo demasiado cuidadoso una restricción que podría tener el efecto delimitar el campo del artista.

Esto en lo que se refiere a la persona. En lo que hace a la ocasión, el lugar y losinstrumentos, tengo muchas cosas que decir, para las que no hay lugar ahora. El buen sentido

del practicante lo ha dirigido generalmente a la noche y la intimidad. Sin embargo, no hanfaltado casos que se desviaron de la regla con efectos excelentes. Con respecto al tiempo, elcaso de Mrs. Ruscombe es una hermosa excepción que ya he mencionado, y con respectotanto al tiempo como al lugar, existe una bella excepción en los anales de Edimburgo (año1805), familiar a todo niño de esa ciudad, pero que ha sido irresponsablemente defraudada ensu debida porción de fama entre los aficionados ingleses. El caso al que me refiero es el delportero de uno de los bancos, que fue asesinado mientras llevaba un saco con dinero, a plenaluz del día, a la vuelta de High Street, una de las calles más concurridas de Europa. Y hastaeste momento el asesino no ha sido descubierto.

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Sed fugit interea, f ugit irreparabile tempus,Singula dum captí circumvectamur amore.

UN POBRE VERGONZANTEXAVIER FORNERET

 La incierta gloria del excéntrico XAVIER FORNERET (1809-1884) se funda casi exclusivamente sobre el poema Un pobre vergonzante, que todo librosobre humor negro repite con delectación. Se trata, prácticamente, del único éxitode Forneret.

La sacóde su bolsillo roto,la puso bajo sus ojosy la miró bien,diciendo: "¡Infeliz!"

La soplócon su boca húmeda,casi sentía miedode un pensamiento horribleque le partía el alma.

La mojócon una lágrima heladaque cayó por casualidad.Agujereado era su cuartomás que un bazar.

La frotósin calentarla;apenas si la sentía.Pellizcada por el frío,

ella se apartaba.

La pesócomo se pesa una idea,sosteniéndola en el aire.Y luego la midiócon un hilo de hierro.

La tocó

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con sus labios arrugados.Ella gritócon un frenético espanto:"¡Adiós, bésame!"

Él la besó.Y luego la cruzó

sobre el reloj del cuerpo,que, ya casi sin cuerda,mala, pesadamente latía.

La palpócon una mano resueltaa hacerla morir:-Sí, es un bocadocomo para alimentarse.

La dobló,la rompió,

la ubicó,la cortó,la lavó,la llevó,la asó,la comió.

Cuando aún era niño, le habían dicho: "Si tienes hambre, cómete una de tus manos".

 De Vapeurs ni vers ni prose.

LA CUERDACHARLES BAUDELAIRE

Con CHARLES PIERRE BAUDELAIRE (1821-1867) el humor negroalcanza un lugar importante en la literatura francesa. Baudelaire no es unbromista como De Quincey (a quien leyó) o muchos surrealistas; su humorismoreconcentrado y tenso es de una tenebrosa sinceridad. La versión que se

reproduce de La cuerda fue publicada en L'Artiste del 1° de noviembre de 1864;las otras suelen suprimir el último párrafo.

Las ilusiones -me decía mi amigo- son quizá tan innumerables como las relaciones delos hombres entre ellos, o de los hombres con las cosas. Y cuando la ilusión desaparece, esdecir, cuando vemos al ser o el hecho tal cual existen fuera de nosotros, experimentamos unsentimiento extraño, complicado, mitad lamento por el fantasma desaparecido y mitad

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sorpresa agradable frente a la novedad, frente al hecho real. Si existe un fenómeno evidente,trivial, siempre semejante y de una índole respecto de la cual es imposible equivocarse, ése esel amor materno. Una madre sin amor materno es tan difícil de suponer como una luz sincalor. ¿No resulta, pues, perfectamente legítimo atribuir al amor materno todas las acciones ylas palabras de una madre para con su hijo? Y sin embargo, escuche esta pequeña historia, enla que fui singularmente chasqueado por la más natural ilusión.

Mi profesión de pintor me impulsa a mirar atentamente los rostros, las fisonomías que

se ofrecen en mi camino, y ya sabe usted qué goce extraemos de esta facultad que a nuestrosojos hace a la vida más viva y significativa que para los demás hombres. En el apartadobarrio donde resido, en el que vastos espacios de césped aún separan los edificios, solía yoobservar a un niño cuya fisonomía ardiente y traviesa, más que todos los otros rostros, mesedujo desde un primer momento. Más de una vez posó para mí, y yo lo transformé tanpronto en gitanillo, tan pronto en ángel, tan pronto en mitológico Amor. Hice que llevara elviolín del vagabaundo, la Corona de Espinas, los Clavos de la Pasión, y la Tea de Eros. Todala picardía del mocoso llegó, en fin, a hacerme sentir un placer tan vivo, que un día rogué asus padres -gente muy pobre- que accedieran a dármelo, prometiéndoles vestirlo, darle algúndinero y no imponerle más esfuerzo que el de limpiar mis pinceles y hacer los mandados. Elniño, ya aseado, se volvió encantador, y la vida que llevaba en mi casa le parecía un paraíso,comparada con la que había sufrido en el tugurio paterno. Sólo que debo decir a usted que

aquel buen hombrecito solía asombrarme con algunas singulares crisis de precoz tristeza, ymuy pronto manifestó un gusto inmoderado por el azúcar y los licores. Hasta que un buen díacomprobé que a pesar de mis incontables advertencias había cometido un nuevo robo de estaespecie y lo amenacé con devolverlo a sus padres. Luego me marché, y mis asuntos meretuvieron bastante tiempo fuera de mi casa.

¡Cuáles no serían mi horror y mi asombro cuando, al regresar, el primer objeto con quechocó mi mirada fue mi buen hombrecito, el travieso compañero de mi vida, colgado de unestante de mi armario! Sus pies casi tocaban el piso; una silla, que sin duda él había apartadode un puntapié, yacía derribada a su lado; su cabeza aparecía convulsivamente inclinadasobre un hombro; su rostro, hinchado, y sus ojos, abiertos muy grandes con una fijezaespantosa, suscitaron en mí, ante todo, la ilusión de la vida. Descolgarlo no era un trabajo tanfácil como usted pudiera creerlo. Ya estaba muy rígido, y yo sentía una inexplicable

repugnancia por la idea de hacerlo caer bruscamente al suelo. Era menester sostenerlo íntegrocon un brazo, y con la mano del otro cortar la cuerda. Pero ya hecho esto, no todo habíaconcluido; el pequeño monstruo se había valido de un hilo de cáñamo muy delgado que habíapenetrado profundamente en la carne, y ahora era necesario, con unas tijeras muy afiladas,buscar la cuerda entre los dos rodetes de la hinchazón para liberarle el cuello.

He olvidado decirle que yo había pedido socorro a gritos, pero todos mis vecinos sehabían negado a ayudarme, fieles en esto a las costumbres del hombre civilizado, que jamásquiere, no sé por qué, mezclarse en asuntos de ahorcados. Por último vino un médico ydeclaró que el niño había muerto hacía varias horas. Cuando más tarde debimos desvestirlopara amortajarlo, la rigidez cadavérica era tal que, desesperando de poder flexionar susmiembros, hubimos de rasgar y cortar la ropa para sacársela.

El comisario, al que, naturalmente, debí denunciar el accidente, me miró de reojo y

dijo: "¿Muy sospechoso!", movido sin duda por un deseo inveterado y una costumbrehabitual de atemorizar, sea como fuere, tanto a los culpables como a los inocentes.

Quedaba una tarea suprema por cumplir, cuyo solo pensamiento me causaba unaterrible angustia: había que avisar a los padres. Mis pies se negaban a llevarme. Por fin mearmé de valor. Pero, con gran asombro de mi parte, la madre se mostró impasible; ni unalágrima asomó a sus ojos. Yo atribuí esta rareza al horror mismo que debía experimentar, yrecordé la conocida sentencia: "Los dolores más terribles son los dolores mudos". En cuantoal padre, se contentó con decir, con un aire mitad atontado, mitad pensativo: "Después detodo, quizás haya sido mejor así; al fin y al cabo, habría terminado mal".

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Sin embargo, el cuerpo permanecía extendido sobre mi diván, y asistido por unasirvienta me ocupaba yo de los últimos preparativos cuando la madre entró en mi taller.Quería, aclaró, ver el cadáver de su hijo. En verdad, yo no podía impedirle que se embriagaracon su desgracia y negarle ese supremo y sombrío consuelo. En seguida me rogó que lemostrara el sitio donde su pequeño se había ahorcado. "¡Oh, no, señoral -le respondí-, le harádaño." Y como mis ojos involuntariamente se volvieran hacia el fúnebre armario, advertí, conun disgusto mezcla de horror y cólera, que el clavo había quedado fijo en la pared, con un

largo cabo de cuerda que todavía se arrastraba. Vivamente me lancé a arrancar aquellosúltimos vestigios de la desgracia, y ya iba a arrojarlos por la ventana abierta cuando la pobremujer me tomó del brazo y me dijo con voz irresistible: "¡Oh, señor, deme eso, se lo ruego, selo suplico!". Sin duda, su desesperación la había enloquecido, me pareció, en forma tal, queahora se embargaba de ternura por lo que había servido de instrumento para la muerte de suhijo, y quería guardarlo como una horrible y amada reliquia. Y se apoderó del clavo y de lacuerda.

¡Por fin, por fin! Todo estaba cumplido. Ya no quedaba más que volver a mi trabajo,con más empeño que de costumbre, para espantar poco a poco aquel pequeño cadáver que sepaseaba por los recovecos de mi mente y cuyo espectro me fatigaba con sus grandes ojosfijos.

Pero al día siguiente recibí un paquete de cartas: unas, de los inquilinos de mi casa;

algunas otras, de las casas vecinas. Una del primer piso, otra del segundo, otra del tercero, yasí por el estilo. Unas en estilo semicomplaciente, como procurando disfrazar bajo unaaparente broma la sinceridad del pedido; otras groseramente descaradas y sin ortografía. Perotodas tendían a un mismo propósito, es decir, a obtener de mí un trozo de la funesta ybeatífica cuerda. Entre los firmantes había, debo decirlo, más mujeres que hombres; pero nin-guno, créame, pertenecía a la clase inferior y vulgar. He conservado esas cartas.

Y entonces, súbitamente, una luz se hizo en mi cerebro y comprendí por qué la madrese afanaba en arrancarme la cuerda y gracias a qué comercio creía consolarse.

"¡Caramba! -dije a mis amigos-, un metro de cuerda de ahorcado, a cien francos eldecímetro, uno sobre otro, representa mil francos: un verdadero, un eficaz alivio para esapobre madre."

 De El Spleen de París.

¿QUIEN ROBO LAS TORTAS?LEWIS CARROLL

El matemático CHARLES LUTWIDGE DOGSON (1832-1898) debe sugloria a una bellísima ficción poética, Alicia en el País de las Maravillas. Aunquees innegable que Alicia fue destinada a los niños, su alegoría -objeto de infinita

interpretación- está fuera del alcance de la mente infantil. Martin Gardner señalóque el significado de la metáfora de Carroll es "que la vida, observadaracionalmente y sin ilusión, parece ser una historia sin sentido, contada por unmatemático idiota". Se nos ha hecho observar, también, que el enjuiciamiento dela Sota de Corazones prefigura El Proceso de Franz Kafka.

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Cuando ellos llegaron, el Rey y la Reina de Corazones ya estaban sentados en sustronos, con una gran multitud reunida a su alrededor: toda clase de pequeñas aves y bestias, yel mazo completo de la baraja. La Sota estaba ante ellos, encadenada, con un soldado a cadalado para custodiarla; y cerca del Rey estaba el Conejo Blanco, con una trompeta en unamano y un rollo de pergamino en la otra.

Alicia nunca había estado en un tribunal de justicia, pero había leído sobre ellos en loslibros, y se sentía muy orgullosa de comprobar que conocía el nombre de casi todo lo que

había allá. "Ese es el juez -se dijo a si misma-, por su gran peluca."El juez, dicho sea de paso, era el Rey; y como llevaba su corona sobre la peluca, noparecía nada cómodo, y ciertamente no estaba elegante.

"Y ése es el estrado del jurado -pensó Alicia-, y esas doce criaturas, supongo que sonlos jurados." Repitió para sí misma esta última palabra dos o tres veces, sintiéndose más bienorgullosa de ello; porque creía, y con razón, que muy pocas muchachas de su edad conocíansu significado. Los doce miembros del jurado escribían muy diligentemente en sus pizarras.

-¿Qué están haciendo? -susurró Alicia al Grifo-. No pueden tener nada que anotar antesque el proceso comience.

-Están anotando sus nombres -susurró el Grifo en respuesta-, por miedo a olvidarlosantes del final del proceso.

-¡Cosas estúpidas! -comenzó a decir Alicia con fuerte voz indignada; pero se

interrumpió rápidamente, porque el Conejo Blanco gritó: -¡Silencio en la corte! -y el Rey sepuso sus anteojos y miró ansiosamente a su alrededor para descubrir quién estaba hablando.Alicia pudo ver, tan bien como si estuviera mirando por sobre sus hombros, que todos

los miembros del jurado estaban escribiendo "¡Cosas estúpidas!" en sus pizarras, y aun pudodarse cuenta de que uno de ellos no sabía deletrear "estúpidas", y que tenía que pedir a suvecino que le dijera cómo hacerlo. "¡Lindo lío serán sus pizarras, antes que el procesotermine!", pensó Alicia.

Uno de los jurados tenía un lápiz que rechinaba. Naturalmente, Alicia no podíasoportarlo, y dio la vuelta a la corte y se puso tras él, y muy pronto encontró una oportunidadde quitárselo. Lo hizo tan rápidamente, que el pobre pequeño jurado (era Bill el lagarto) nopudo saber qué se había hecho del lápiz. De modo que, después de registrar todo a sualrededor, se vio obligado a escribir con un dedo durante el resto del día; y esto resultó de

muy poca utilidad, puesto que no dejaba marca en la pizarra.-¡Heraldo, leed la acusación! -dijo el Rey. En este momento, el Conejo Blanco hizo

sonar tres veces la trompeta, desenrolló el pergamino, y leyó lo siguiente:

 La Reina de Corazones preparó algunos pasteles para un día de verano; La Sota de Corazones robó aquellos pasteles, los llevó a un lugar lejano.

-Considerad vuestro veredicto -dijo el Rey al jurado.

-¡Todavía no, todavía no! -interrumpió precipitadamente el Conejo-. ¡Hay mucho quehacer antes de eso!

-Llamad al primer testigo -dijo el Rey, y el Conejo Blanco sopló tres sones en latrompeta y llamó-: ¡Primer testigo!

El primer testigo era el Sombrerero. Llegó con una taza de té en una mano y un pedazode pan con manteca en la otra.

-Pido perdón, Su Majestad -comenzó-, por traer esto aquí, pero no había terminado mité cuando me vinieron a buscar.

-Deberías haberlo terminado -dijo el Rey-. ¿Cuándo lo empezaste?

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El Sombrerero miró a la Liebre de Marzo, que lo había seguido a la corte, codo a codocon el Lirón.

-El catorce de marzo, creo que fue -dijo. -El quince -dijo la Liebre de Marzo. -Eldieciséis -dijo el Lirón.

-Anotad eso -dijo el Rey al jurado, y los miembros del jurado anotaron las tres cifras ensus pizarras, y luego las sumaron, y redujeron las respuestas a chelines y peniques.

-Quítate tu sombrero -dijo el Rey al Sombrerero.

-No es mío -dijo el Sombrerero.-!Robado! -exclamó el Rey, volviéndose hacia el jurado, que instantáneamente hizo unmemorándum del hecho.

-Lo tengo para venderlo -agregó el Sombrerero como explicación-. No tengo ningunode mi propiedad. Soy un sombrerero.

Aquí la Reina se puso sus anteojos y comenzó a mirar con dura fijeza al Sombrerero,que se puso pálido y tembloroso.

-Ofrece tu testimonio -dijo el Rey-, y no te pongas nervioso, o te haré ejecutar en estemismo sitio.

Esto no pareció animar para nada al testigo, que oscilaba, apoyándose ya sobre un pie,ya sobre el otro, mientras miraba desasosegadamente a la Reina; y en su confusión, mordióun gran pedazo de taza, en vez del pan con manteca, justo en este momento, Alicia sintió una

sensación muy curiosa, que le dio una buena sorpresa hasta que descubrió de qué se trataba:estaba empezando a crecer nuevamente y en un primer momento creyó que se elevaría ydejaría el tribunal, pero pensándolo dos veces, decidió permanecer donde estaba mientrashubiera lugar para ella.

-Me gustaría que no me estrujes -dijo el Lirón, que estaba sentado a su lado-. Apenaspuedo respirar.

-No puedo remediarlo -dijo Alicia muy humildemente-. Estoy creciendo.-No tienes derecho a crecer aquí -dijo el Lirón.-No digas tonterías -dijo Alicia más audazmente-: sabes que tú también estás creciendo.-Sí, pero yo crezco a un ritmo razonable -dijo el Lirón-, no de ese modo ridículo.Y se levantó muy malhumorado y pasó al otro lado de la corte.Durante todo este tiempo, la Reina no había dejado de mirar fijamente al Sombrerero, y

precisamente cuando el Lirón atravesaba la corte, le dijo a uno de los ujieres:-Traedme la lista de los cantores del último concierto -ante lo cual el desdichado

Sombrerero tembló tanto, que se salió de sus zapatos.-Da tu testimonio -repitió el Rey airadamente-, o te haré ejecutar, estés nervioso o no. -

Soy un pobre hombre, su Majestad -empezó el Sombrerero con voz temblorosa-, y no habíaempezado mi té... no hace más de una semana o algo así... y en parte por lo escaso del pancon manteca, en parte por la titilación del té...

-¿La titilación de qué? -dijo el Rey.-Empieza con el té -replicó el Sombrerero.-¡Naturalmente, titilación empieza con T! -dijo el rey acaloradamente-. ¿Me tomas por

tonto? ¡ Continúa!-Soy un pobre hombre -prosiguió el Sombrerero-, y la mayoría de las cosas titilaban

después que... sólo que la Liebre de Marzo dijo...-¡No lo dije! -interrumpió la Liebre de Marzo, atropelladamente.-¡Lo dijiste! -dijo el Sombrerero.-¡Lo niego! -dijo la Liebre de Marzo.-Lo niega -dijo el Rey-. Vayamos a otra cosa.-Bien, en todo caso, el Lirón dijo.. . -continuó el Sombrerero, mirando ansiosamente a

su alrededor para ver si el Lirón también negaría. Pero el Lirón no negó' nada, porque dormíaprofundamente.

-Después de eso -continuó el Sombrerero-, corté un poco más de pan con manteca...

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-¿Pero qué es lo que dijo el Lirón? -preguntó uno del jurado.-Eso es lo que no puedo recordar -dijo el Sombrerero.-Debes recordarlo -subrayó el Rey-, o te haré ejecutar.El desgraciado Sombrerero dejó caer la taza de té y el pan con manteca, y cayó de

rodillas.-Soy un pobre hombre, Su Majestad -empezó. -Eres un muy pobre orador -dijo el Rey.

Aquí uno de los conejillos de la India aplaudió, y fue inmediatamente suprimido por los

ujieres.(Como éste es un término más bien duro, explicaré cómo fue hecho. Los ujieres teníanuna gran bolsa que se cerraba en la boca por medio de cordeles. En ella metieron al conejillo,empezando por la cabeza, y después se sentaron encima).

-Si eso es todo lo que sabes sobre el asunto, puedes abandonar el lugar -continuó elRey.

-No puedo ir más abajo -dijo el Sombrerero-. Tal como están las cosas, estoy contra elpiso.

-Entonces puedes sentarte -replicó el Rey. Aquí, otro conejillo de las Indias aplaudió, yfue suprimido.

"¡Vaya, esto termina con los conejillos de Indias!", pensó Alicia. "Ahora estaremosmejor". -Me gustaría terminar mi té -dijo el Sombrerero, dirigiendo una mirada ansiosa hacia

la Reina, que estaba leyendo la lista de cantores.-Puedes irte -dijo el Rey, y el Sombrerero abandonó precipitadamente la corte, sindetenerse siquiera para ponerse los zapatos.

-...Y afuera con su cabeza -agregó la Reina a uno de los ujieres. Pero el Sombrerero sehabía perdido de vista antes que el ujier pudiera alcanzar la puerta.

-¡Llamad al siguiente testigo! -dijo el Rey.El testigo siguiente era la cocinera de la Duquesa. Traía una caja de pimienta en la

mano, y Alicia adivinó lo que era aún antes de que ella entrara en la corte, porque todos losque estaban cerca de la puerta comenzaron a estornudar al mismo tiempo.

-Da tu testimonio -dijo el Rey.-No quiero -dijo la cocinera.El Rey miró ansiosamente al Conejo Blanco, que dijo en voz baja:

-Su Majestad debe repreguntar a este testigo.-Bien, si debo hacerlo, debo hacerlo -dijo el Rey con aire melancólico, y después de

cruzar losbrazos y fruncir el ceño a la cocinera hasta que sus ojos casi dejaron de verse, dijo con

voz profunda: -¿De qué están hechos los pasteles?-De pimienta, principalmente -dijo la cocinera.-De miel -dijo una voz somnolienta detrás suyo.-¡Agarrad a ese Lirón! -chilló la Reina-. ¡Degollad a ese Lirón! ¡Sacad a ese Lirón del

tribunal! ¡Suprimidlo! ¡Prendedlo! ¡Cortadle los bigotes! Durante algunos minutos toda lacorte fue una confusión, y cuando todos volvieron a instalarse en sus lugares, una vezexpulsado el Lirón, la cocinera había desaparecido.

-¿Qué sabes tú sobre este asunto? -dijo el Rey a Alicia.-Nada -dijo Alicia.-¿Absolutamente nada? -insistió el Rey. -Absolutamente nada -repuso Alicia.-Esto tiene mucha importancia -dijo el Rey, volviéndose hacia el jurado. Sus

integrantes comenzaron inmediatamente a tomar notas en sus pizarras, cuando el ConejoBlanco interrumpió:

-Poca importancia, quiso decir Su Majestad, naturalmente -dijo, en un tono muyrespetuoso, pero frunciendo el ceño y haciendo muecas mientras hablaba.

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-Naturalmente, poca importancia es lo que quise decir -dijo el Rey apresuradamente, ysiguió para sí mismo en voz baja:

-Mucha importancia, poca importancia, poca importancia, mucha importancia -como siquisiera saber cuál sonaba mejor.

Algunos miembros del jurado anotaron "mucha importancia" y algunos "pocaimportancia". Alicia pudo verlo, porque estaba lo bastante cerca como para observar suspizarras. "Pero esto no importa nada", pensó.

En ese instante, el Rey, que había estado muy ocupado durante algún tiempoescribiendo en su cuaderno de notas, exclamó:-¡Silencio! -y leyó-: Artículo cuarenta y dos. Toda persona que mida más de una milla

de altura debe abandonar el tribunal.Todo el mundo miró a Alicia.-Yo no mido una milla de altura -dijo Alicia.-Sí -dijo el Rey.-Casi dos millas de altura -agregó la Reina.-Bueno, no me iré, de cualquier modo -dijo Alicia-. Además, ésa no es una regla válida:

la habéis inventado ahora.-Es la regla más vieja del libro -dijo el Rey.-Entonces debería ser la Número Uno -dijo Alicia.

El Rey se puso pálido, y cerró rápidamente su libro de notas.-¡Considerad vuestro veredicto! -dijo al jurado, en voz baja y temblorosa.

 De Alice's Adventures in Wonderland.

FLORES DE LAS TINIEBLASCONDE VILLIERS DE L ISLE ADAM

 AUGUSTE VILLIERS DE L'ISLE ADAM (1840-1889) perteneció a una

 familia noble, arruinada por la Revolución. Publicó poemas, novelas y dramas, pero sus obras más conocidas son los Contes cruels (1883) y Les NouveauxContes cruels (1888), en los que suele asomar una ironía feroz y exaltada.

¡Oh, bellas veladas! Ante los resplandecientes cafés de los bulevares, sobre las terrazasde las heladerías de . moda, ¡cuántas mujeres en vestidos vivaces, cuántas elegantestrotacalles se sienten a gusto!

Aqui están las pequeñas vendedoras de flores que circulan con sus cestos.Las bellas desocupadas aceptan esas flores que pasan, recogidas, misteriosas.-¿Misteriosas? -¡Si, si las hay!

Sabed, sonrientes lectoras, que existe en París mismo cierta agencia sombría que seentiende con varios conductores de entierros lujosos y hasta con los mismos sepultureros, conel fin de robar a los difuntos de la mañana y no dejar que se marchiten inútilmente sobre lassepulturas frescas todos esos espléndidos bouquets, todas esas coronas, todas esas rosas conlos que, por centenares, la piedad filial o conyugal sobrecarga diariamente los catafalcos.

Esas flores son casi siempre olvidadas tras las tenebrosas ceremonias. No se piensa enellas, hay apuro por irse... ¡Es comprensible!

Es entonces cuando nuestros amables sepultureros se muestran más felices. ¡Estosseñores no olvidan las flores! No viven en las nubes. Ellos son gente práctica. Las roban a

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brazadas, silenciosamente. Arrojarlas rápidamente por arriba del muro, sobre un carropropicio, es para ellos cosa de un instante.

Dos o tres de los más vivos y despabilados llevan la preciosa carga a unos floristasamigos que, gracias a sus dedos de hada, arreglan de mil formas, en múltiples bouquets decorpiño y de mano, y aun en rosas aisladas, esos melancólicos despojos.

Entonces llegan las pequeñas vendedoras nocturnas, cada una con su canastilla. Cuandolos primeros fulgores reverberan, circulan por los bulevares, ante las terrazas

resplandecientes, por los mil lugares de placer.Y los jóvenes aburridos, ansiosos de quedar bien ante las elegantes por las que sientenalguna inclinación, adquieren esas flores a alto precio y las ofrecen a sus damas.

Estas, todas blancas de maquillaje, las aceptan con una sonrisa indiferente y lasconservan en la mano, o las colocan en la juntura de sus corpiños.

Y los reflejos del gas vuelven los rostros pálidos. De modo que estas criaturas-espectros, así adornadas con las flores de la Muerte, llevan, sin saberlo, el emblema del amorque dieron y del amor que reciben.

 De Contes cruels.

MI CRIMEN FAVORITOAMBROSE BIERCE

 A pesar de que Breton desdeñó u olvidó incluirlo en su Antología, AMBROSE BIERCE (1842-1913?) es una figura clave del humor negro. Practicócon tenacidad precursora la impiedad, el cinismo y la delectación ante lomacabro, si bien su cáustica visión de la humanidad no está exenta, a veces, decierto moralismo. En eso estaba cuando desapareció misteriosamente de la vista,mientras buscaba reunirse con la gente de Pancho Villa. Su obra de tesis es el

 Diccionario del Diablo.

Habiendo asesinado a mi padre en circunstancias singularmente atroces, fui arrestado yenjuiciado en un proceso que duró siete años. Al exhortar al jurado, el juez de la Corte deAbsoluciones señaló que el mío era uno de los más espantosos crímenes que había tenido que

 juzgar.A lo que mi abogado se levantó y dijo:-Si Vuestra Señoría me permite, los crímenes son horribles o agradables sólo por

comparación. Si conociera usted los detalles del asesinato previo de su tío que cometió micliente, discerniría en su último delito (si es que delito puede llamarse) una especie de tiernaindulgencia y de filial consideración por los sentimientos de la víctima. La aterradora

ferocidad del anterior asesinato era verdaderamente incompatible con cualquier hipótesis queno fuera la de culpabilidad; y de no haber sido por el hecho de que el honorable juez quepresidió el juicio era el presidente de la compañía de seguros en la que mi cliente tenía unapóliza contra riesgos de ahorcamiento, es difícil estimar cómo podría haber sidodecentemente absuelto. Si Su Señoría desea oírlo, para instrucción y guía de la mente de SuSeñoría, este infeliz hombre, mi cliente, consentirá en tomarse el trabajo de relatarlo bajo

 juramento.El Fiscal del Distrito dijo:

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-Me opongo, Su Señoría. Tal declaración tendría sentido de prueba, y los testimoniosdel caso han sido cerrados. La declaración del prisionero debió presentarse hace tres años, enla primavera de 1881.

-En sentido estatutario -dijo el juez- tiene razón, y en la Corte de Objeciones yTecnicismos obtendría fallo a su favor. Pero no en una Corte de Absoluciones. Objecióndenegada.

-Recuso -dijo el Fiscal de distrito.

-No puede hacerlo -contestó el juez-. Debo recordarle que para hacer una recusacióndebe lograr primero transferir este caso, por un tiempo, a la Corte de Recusaciones, en unademanda formal, debidamente justificada en declaraciones escritas. Una demanda a eseefecto, hecha por su predecesor en el cargo, le fue denegada por mí durante el primer año deeste juicio. Oficial, haga jurar al prisionero.

Habiendo sido administrado el juramento de costumbre, hice la declaración siguiente,que impresionó al juez con tan fuerte sensación de la comparativa trivialidad del delito por elcual se me juzgaba, que no buscó ya circunstancias atenuantes, sino que, sencillamente,instruyó al jurado para que me absolviera y abandoné la corte sin mancha alguna sobre mireputación.

"Nací en 1856 en Kalamakee, Michigan, de padres honestos y honrados, uno de loscuales el Cielo ha perdonado piadosamente para consuelo de mis últimos años. En 1867 la

familia llegó a California y se estableció cerca de Nigger Head abriendo una empresa desalteadores de caminos que prosperó más allá de cualquier sueño de avaricia. Mi padre eraentonces un hombre reticente y melancólico y aunque su creciente edad ha relajado un pocosu austera disposición, creo que nada, fuera del recuerdo del triste episodio por el que ahorase me juzga, le impide manifestar una genuina hilaridad.

"Cuatro años después de haber puesto nuestra empresa de salteadores llegó hasta allí unpredicador ambulante, que no teniendo otra manera de pagar el alojamiento nocturno que ledimos, nos favoreció con una exhortación de tal fuerza que, alabado sea Dios, nosconvertimos a la religión. Mi padre mandó llamar a su hermano, el Honorable WilliamRidley, de Stockton, y apenas llegó le entregó el negocio, sin cobrarle nada por la licencia nipor la instalación... Esta última consistente en un rifle Winchester, una escopeta de cañoserruchado y un juego de antifaces hechos con bolsas de harina. La familia se trasladó

entonces a Ghost Rock y abrió una casa de baile. Se la llamó La Gaita del Descanso de losSantos' y cada noche la cosa empezaba con una plegaria. Fue aquí donde mi ahora santamadre adquirió el apodo de `La Morsa Galopante'.

"En el otoño del 75 tuve ocasión de visitar Coyote, en el camino de Mahala y tomé ladiligencia en Ghost Rock. Había otros cuatro pasajeros. A unas tres millas más allá de NiggerHead, personas que identifiqué como mi tío William y sus dos hijos, detuvieron la diligencia.No encontrando nada en la caja del expreso, registraron a los pasajeros. Actuéhonorablemente en el asunto, colocándome en fila con los otros, levantando las manos ypermitiendo que me despojaran de cuarenta dólares y un reloj de oro. Por mi conducta nadiepudo haber sospechado que conocía a los caballeros que daban la función. Unos días después,cuando fui a Nigger Head y pedí la devolución de mi dinero y mi reloj, mi tío y mis primos

 juraron que no sabían nada del asunto y afectaron creer que mi padre y yo habíamos hecho el

trabajo, violando deshonestamente la buena fe comercial. El tío William llegó a amenazarcon poner una casa de baile competidora en Ghost Rock. Como `El descanso de los Santos' sehabía hecho muy impopular, me di cuenta de que esto sin duda alguna terminaría por arrui-narla y se convertiría para ellos en una empresa de éxito, de modo que le dije a mi tío queestaba dispuesto a olvidar el pasado si consentía en incluirme en el proyecto y mantener elsecreto de nuestra sociedad ante mi padre. Rechazó esta justa oferta y entonces percibí quetodo sería mejor y más satisfactorio si él estuviera muerto.

"Mis planes para ese fin estuvieron pronto perfeccionados y al comunicárselos a misamados padres tuve la satisfacción de recibir su aprobación. Mi padre dijo que estaba

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orgulloso de mí y mi madre prometió que aunque su religión le prohibiera ayudar a quitarvidas humanas, tendría yo la ventaja de contar con sus plegarias para mi éxito. Como medidapreliminar con miras a mi seguridad en caso de descubrimiento, hice la solicitud de socio enesa poderosa orden, los Caballeros del Crimen, y a su debido tiempo fui recibido comomiembro de la comandancia de Ghost Rock. Cuando terminó mi noviciado se me permitiópor primera vez inspeccionar los registros de la Orden y saber quién pertenecía a ella, ya quetodos los ritos de iniciación se habían llevado a cabo enmascarados. ¡Imaginen mi encanto

cuando mirando la nómina de asociados encontré que el tercer nombre era el de mi tío, que enrealidad era vicecanciller adjunto de la Orden! Era ésta una oportunidad que excedía missueños más desenfrenados: ¡al asesinato podía agregar la insubordinación y la traición! Era loque mi buena madre hubiera llamado `un regalo de la Providencia'.

"Alrededor de esta época ocurrió algo que hizo que mi copa de júbilo, ya llena,desbordara por todos lados en una catarata circular de bienaventuranzas. Tres hombres,extranjeros en esa localidad, fueron arrestados por el robo a la diligencia en el que yo habíaperdido mi dinero y mi reloj. Fueron enjuiciados y a pesar de mis esfuerzos por absolverlos eimputar la culpa a tres de los más respetables y dignos ciudadanos de Ghost Rock, se losdeclaró culpables en base a las pruebas más evidentes. El asesinato de mi tío sería ahora taninjustificable e irrazonable como podía desearse.

"Una mañana me puse el rifle Winchester al hombro y yendo a casa de mi tío, cerca de

Nigger Head, le pregunté a mi tía Mary, su esposa, si estaba él en casa, agregando que habíavenido a matarlo. Mi tía replicó, con su peculiar sonrisa, que tantos caballeros lo visitabancon esa intención y que después se iban sin haberlo logrado, que yo debía disculparla pordudar de mi buena fe en el asunto. Dijo que yo no daba la impresión de ir a matar a nadie, asíque, como prueba de buena fe, levanté mi rifle y herí a un chino que pasaba frente a la casa.Ella dijo que conocía familias enteras que podían hacer cosas semejantes, pero que BillRidley era caballo de otro pelo. Dijo, sin embargo, que lo encontraría al otro lado del estero,en el solar de las ovejas y agregó que esperaba que ganara el mejor.

"Mi tía Mary era una de las mujeres más imparciales que he conocido."Encontré a mi tío arrodillado, ocupado en esquilar una oveja. Viendo que no tenía a

mano rifle ni pistola no tuve ánimo para disparar, así que me acerqué, lo saludé amablementey le di un buen golpe en la cabeza con la culata de mi rifle. Tengo buena mano y el tío

William cayó sobre un costado, se dio vuelta luego sobre la espalda, abrió los dedos ytembló. Antes de que pudiera recobrar el uso de sus miembros tomé el cuchillo que él habíaestado usando y le corté los tendones. Ustedes saben, sin duda, que cuando se cortan lostendo Achillis el paciente pierde el uso de su pierna; es exactamente igual que si no tuvierapierna. Bien,

le seccioné los dos y cuando revivió estaba a mi servicio. Tan pronto como comprendióla situación dijo:

"-Samuel, has conseguido vencerme y puedes permitirte ser generoso. Sólo quieropedirte una cosa y es que me lleves a mi casa y me liquides en el seno de mi familia.

"Le dije que consideraba éste un pedido perfectamente razonable y que así lo haría sime permitía ponerlo en una bolsa de trigo; sería más fácil llevarlo de esa manera y si losvecinos nos vieran en route provocaría menos comentarios. Estuvo de acuerdo y yendo al

granero traje una bolsa. Esta, sin embargo, no le iba bien; era muy corta y mucho más anchaque él, así que doblé sus piernas, forcé las rodillas contra el pecho y así lo metí, atando labolsa sobre su cabeza. Era un hombre pesado e hice todo lo posible por ponérmelo a laespalda, pero anduve a los tumbos un trecho hasta que llegué a una hamaca que algunoschicos habían colgado de la rama de un roble. Aquí lo deposité en el suelo y me senté sobre éla descansar, y la vista de la soga me proporcionó una feliz inspiración. A los veinte minutos,mi tío, siempre en la bolsa, se hamacaba libremente en alas del viento.

"Yo había descolgado la soga y atado un extremo en la boca de la bolsa, pasando el otropor la pierna y así lo levanté unos cinco pies del suelo. Atando el otro extremo de la soga

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también alrededor de la boca de la bolsa, tuve la satisfacción de ver a mi tío convertido en unhermoso gran péndulo. Debo agregar que el no estaba totalmente al tanto de la naturaleza delcambio que había experimentado en relación con el mundo exterior, aunque en justicia alrecuerdo de un buen hombre, debo decir que no creo que en ningún caso él hubiera dedicadodemasiado tiempo a un vano agradecimiento.

"El tío William tenía un carnero que era famoso como luchador en toda la región. Vivíaen estado de indignación constitucional crónica. Algún profundo desengaño de su vida

anterior le había agriado el carácter y había declarado la guerra al mundo entero. Decir queembestía cualquier cosa accesible es expresar muy levemente la naturaleza y alcance de suactividad militar: el universo era su antagonista, sus métodos los de un proyectil. Luchabacomo los ángeles con los demonios: en medio del aire, hendiendo la atmósfera como un pá-

 jaro, describiendo una curva parabólica y descendiendo sobre su víctima en el ángulo justo deincidencia que más rendía a su velocidad y su peso. Su impulso, calculado en toneladascúbicas, era algo increíble. Se lo había visto destrozar a un toro de cuatro años con un sologolpe dado en la nudosa frente del animal. No se conocía cerco de piedra que resistiera lafuerza de su golpe descendente; no había árboles bastante pesados para soportarlo; losconvertía en astillas y profanaba en la oscuridad el honor de sus hojas. Este bruto irascible eimplacable, este trueno encarnado, este monstruo de los abismos, había visto yo quedescansaba a la sombra de un árbol adyacente, sumido en sueños de conquistas y de gloria.

Con miras a atraerlo al campo del honor suspendí a su amo de la manera descripta."Completados mis preparativos, impartí al péndulo de mi tío una suave oscilación, yretirándome a cubierto de una piedra contigua, elevé mi voz en un largo grito estridente cuyanota final decreciente se ahogaba en un ruido como el de un gato protestando, ruido queemanaba de la bolsa. Instantáneamente el formidable lanar se paró sobre sus patas ycomprendió la situación militar de un vistazo. En pocos minutos más se había acercado pia-fando hasta unos cincuenta metros de distancia del oscilante enemigo, que, ora avanzando,ora retirándose, parecía invitarlo a la riña. De pronto vi la cabeza de la bestia inclinada haciala tierra como abatida por el peso de sus enormes cuernos; luego el carnero se prolongó enuna franja confusa y blanca directamente dirigida desde ese lugar, horizontalmente endirección a un punto situado a unos cuatro metros por debajo del enemigo. Allí golpeóvivamente hacia arriba, y antes de que se hubiera borrado de mi mirada el lugar de donde

había arrancado, oí un hórrido porrazo y un grito desgarrador y mi pobre tío fue disparadohacia adelante con un cabo suelto más alta que el miembro al que estaba atado. Aquí la sogase puso tensa de un tirón, deteniendo su vuelo y fue enviado atrás otra vez, describiendo, sinresuello, una curva de arco. El carnero se había tumbado -un indescriptible montón de patas,lanas y cuernos-, pero rehaciéndose y esquivando el vaivén descendente de su antagonista seretiró sin orden ni concierto, sacudiendo alternativamente la cabeza o pateando con sus patastraseras. Cuando había retrocedido a más o menos la misma distancia que la que había usadopara asestar el golpe, se detuvo nuevamente. inclinó la cabeza como en una plegaria por lavictoria y otra vez salió disparando hacia adelante, confusamente visible como antes: unprolongado rayo de luz blanca, con monstruosas ondulaciones y terminado en un vivoascenso. Esta vez el curso del ataque dio en el ángulo exacto, comparado con el primero, y laimpaciencia del animal era tan grande que golpeó al enemigo antes de que éste llegara al

punto más bajo del arco. En consecuencia mi tío empezó a volar en círculos y círculoshorizontales, de un radio igual a la mitad de la longitud de la soga que, he olvidado decirlo,era de unos seis metros de largo. Sus alaridos, crescendo al ir hacia adelante y diminuendo alretroceder, hacían que la rapidez de sus revoluciones fuera más evidente para el oído que parala vista. Evidentemente aún no había recibido un golpe en un lugar vital. La postura que teníadentro de la bolsa y la distancia del suelo a que estaba colgado, obligaban al carnero adedicarse a sus extremidades inferiores y al final de su espalda. Como una planta

cuyas raíces han encontrado un mineral venenoso, mi pobre tío iba muriendolentamente hacia arriba. ,,Después de asestar el segundo golpe, el carnero no había vuelto a

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retirarse. La fiebre de la batalla ardía fogosamente en el corazón del animal, su cerebro estabaebrio del vino de la contienda. Como el púgil que en su ira olvida sus habilidades y pelea sinefectividad a distancia de medio brazo, la bestia enfurecida se empeñaba por alcanzar su vo-lante enemigo cuando pasaba sobre ella, con torpes saltos verticales, consiguiendo a veces, enrealidad, golpearlo débilmente, pero las más de las veces caía a causa de su propia ansiedadmal dirigida. Pero a medida que el ímpetu se fue agotando y los círculos del hombre fuerondisminuyendo en tamaño y velocidad, acercándolo más al suelo, esta táctica produjo mejores

resultados, despertando una superior calidad de alaridos que disfruté plenamente."De pronto, como si las trompetas hubieran tocado tregua, el carnero suspendió lashostilidades y se marchó, frunciendo y desfrunciendo pensativamente su gran nariz aguileñay arrancando distraídamente un manojo de pasto y masticándolo con lentitud. Parecía habersecansado de las alarmas de la guerra y haber resuelto convertir la espada en reja de arado paracultivar las artes de la paz. Siguió firmemente su camino, apartándose del campo de la famahasta que ganó una distancia de cerca de un cuarto de milla. Allí se detuvo, de espaldas alenemigo, rumiando su comida y en apariencia dormido. Observé, sin embargo, un giro oca-sional muy leve de la cabeza, como si su apatía fuera más afectada que real.

"Entretanto, los alaridos del tío William habían menguado junto con su movimiento ysólo provenían de él lánguidos y largos quejidos, y a grandes intervalos mi nombre,pronunciado en suplicantes tonos, sumamente agradables a mi oído. Evidentemente el

hombre no tenía la más leve idea de lo que le estaba ocurriendo y estaba inefablementeaterrorizado. Cuando la Muerte llega envuelta en su capa de misterio es realmente terrible.Poco a poco las oscilaciones de mi tío disminuyeron y finalmente colgó sin movimiento. Fuihacia él y estaba a punto de darle el coup de grace cuando oí y sentí una sucesión de vivoschoques que sacudieron el suelo como una serie de leves terremotos, y, volviéndome endirección del carnero, vi acercárseme una gran nube de polvo con inconcebible rapidez yalarmante efecto. A una distancia de treinta metros se detuvo en seco y del extremo máscercano ascendió por el aire lo que primero tomé por un gran pájaro blanco. Su ascenso eratan suave, fácil y regular que no pude darme cuenta de su extraordinaria celeridad y me perdíen la admiración de su gracia. Hasta hoy me queda la impresión de que era un movimientolento, deliberado, como si el carnero -porque tal era el animal- hubiera sido levantado porotros poderes que los de su propio impetu y sostenido en las sucesivas etapas de su vuelo con

infinita ternura y cuidado. Mis ojos siguieron sus progresos por el aire con inefable placer,mayor aún por contraste, con el terror que me había causado su acercamiento por tierra.Hacia arriba y hacia adelante navegaba, la cabeza casi escondida entre las patas delanterasechadas hacia atrás, y las posteriores estiradas como las de una garza que se remonta.

"A una altura de trece a quince metros, según puede calcularse a ojo, llegó a su zenit ypareció quedar inmóvil por un instante; luego, inclinándose repentinamente hacia adelante,sin alterar la posición relativa de sus partes, se lanzó hacia abajo en pendiente con aumentadavelocidad, pasó muy próximo a mí, por encima mio con el ruido de una bala de cañón ygolpeó a mi pobre tío casi exactamente en la punta de la cabeza. !Tan espantoso fue elimpacto que no sólo rompió el cuello del hombre, sino que también la soga, y el cuerpo deldifunto, lanzado contra el suelo, quedó aplastado

como pulpa bajo la horrible frente del meteórico carnero! La sacudida detuvo todos los

relojes desde Lone Hand a Dutch Dan, y el profesor Davidson, distinguida autoridad, enasuntos sísmicos, que se encontraba en la vecidad, explicó inmediatamente que lasvibraciones fueron de norte a sudeste.

"Sin excepción, no puedo dejar de pensar que en punto a atrocidad artística, miasesinato del tío William ha sido superado pocas veces".

 De El club de los parricidas.

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PENSAMIENTOSFRIEDRICH NIETZSCHE

En buena parte de su obra, FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900) aplicóexitosamente el arte de equivocarse con vehemencia. La otra parte, la rescatable, podría contribuir en muchos aspectos a sistematizar una filosofía del humornegro. Pero la virtud de dudar, una condición necesaria para el humorista, fueajena a Nietzsche. Es esta ineptitud la que inhabilita tantas páginas de su

 filosofía, transformándolas en la literatura de un hombre de genio.

Lo que conserva a la especie. - Son los espíritus fuertes y los espíritus malignos, losmás fuertes y los más malignos, los que más estimularon hasta hoy el progreso de lahumanidad: han animado constantemente las pasiones que se adormecían - toda sociedad

civilizada adormece las pasiones-, han despertado constantemente el espíritu de comparacióny contradicción, el gusto de lo nuevo, de lo arriesgado, de lo no ensayado; han obligado alhombre a oponer incesantemente las opiniones a las opiniones, los ideales a los ideales. Lamayoría de las veces por las armas, derribando los mojones, violando las virtudes, ¡perotambién fundando nuevas religiones, creando nuevas morales! Esta "maldad" que seencuentra en todo profesor de lo nuevo, en todo predicador de cosas nuevas, es la misma"maldad" que desacredita al conquistador, aunque se expresa más sutilmente y no movilizatan inmediatamente el músculo; esto es lo que hace que ella no sea tan desprestigiosa. Lonuevo, de cualquier manera, es malo, puesto que quiere conquistar, derribar las barreras,abatir las antiguas virtudes, ¡sólo lo antiguo es bueno! En toda época los hombres de bien sonlos que siembran profunda-

mente las viejas ideas para hacerles dar fruto, son los cultivadores del espíritu. Pero

todo suelo termina por agotarse, y siempre hace falta que el arado del mal lo revigorice.Existe una doctrina moral, una doctrina fundamentalmente errónea, que está muy de moda enInglaterra: enseña que "bien" y "mal" expresan una totalidad de experiencias de lo "oportuno"y lo "inoportuno", que se llama "bueno" a lo que conserva la especie, y "malo" a lo que le espernicioso. Pero los malos instintos son en realidad tan oportunos, tan útiles, tanindispensables para la conservación de la especie, como los buenos: sólo que su función esdiferente.

Santa Crueldad . - Un hombre, llevando un niño en brazos, encontró a un santo. "¿Quédebo hacer con este niño?", le preguntó, "es raquítico, contrahecho, ni siquiera tiene vida paramorir". "Mátalo", exclamó el santo con voz terrible, "mátalo y llévalo tres días y tres noches

en tus brazos para recordarlo siempre, para que nunca más engendres un niño cuya hora nohaya llegado".

Habiendo entendido estas palabras el hombre se marchó; y muchos censuraron al santoporque había aconsejado algo cruel, porque había aconsejado matar al niño.

"¿Pero no sería más cruel dejarlo vivir?", respondió el santo.

 La vida no es argumento. - Nos hemos acomodado un mundo en el que podemos vivir,admitiendo la existencia de cuerpos, de líneas, de superficies, de causas y de efectos, de

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movimiento y de reposo, de forma y de fondo: sin estos artículos de fe, hoy nadie soportaríala vida. Pero esto no prueba nada en su favor. La vida no es argumento; porque entre lascondiciones de la vida podría encontrarse el error.

Una decisión peligrosa. - La decisión cristiana de encontrar al mundo feo y malvado havuelto al mundo feo y malvado.

El propósito del castigo. - "El castigo está hecho para mejorar al que castiga"; esta fraserepresenta el último recurso de los defensores del castigo.

Sacrificio. - Del sacrificio y del espíritu de sacrificio, las víctimas tienen otra idea quelos espectadores; pero nunca se les ha pedido la opinión.

Culpabilidad.  - Aunque los jueces más sagaces, y hasta las mismas brujas, estabanconvencidos del carácter culpable de las prácticas de brujería, la culpabilidad de las brujasnunca existió. Así sucede con toda culpabilidad.

Excepticismo supremo. - ¿Cuáles son, en último análisis, las verdades del hombre? Sonsus errores irrefutables.

 Lo más feo.  - Es difícil creer que quien haya recorrido todo el mundo pueda haberhallado lugares más feos que el rostro humano.

Conversando. - Decidir si en una conversación debemos dar o negar la razón a nuestrointerlocutor es cuestión de costumbre: ambas cosas se justifican.

El bien estimula la vida. - Todo lo bueno actúa como fuerte estimulante en favor de lavida. Este es, precisamente, el caso de un buen libro escrito contra la. vida.

Planificar. - Planificar y adoptar decisiones nos ofrece muchos momentos agradables;quien fuera capaz de no hacer en su vida otra cosa que planificar sería un hombre muy feliz.Pero le sería necesario, de vez en cuando, descansar un poca llevando algún plan a lapráctica: entonces la cólera y la decepción lo embargarían.

El remordimiento. - El remordimiento es como la mordedura de un perro en una piedra:una tontería.

Por qué viven los mendigos.  - Si la limosna sólo se diese por compasión, ya habríandesaparecido los mendigos.

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LOS CANTOS DE MALDORORCONDE DE LAUTREAMONT

 ISIDORE LUCIEN DUCASSE (1846-1870) es el nombre del misteriosoautor de Los Cantos de Maldoror, la genial epopeya del mal adorada por lossurrealistas y estructurada alrededor de un enfoque humorístico del universo que

no tiene punto de comparación en la literatura mundial.

Hay un insecto que los hombres alimentan a su costa. No le deben nada, pero le temen.El tal, que no gusta del vino, y en cambio prefiere la sangre, si no se satisfacen sus legítimasnecesidades, sería capaz, merced a un oculto poder, de adquirir el tamaño de un elefante yaplastar a los hombres como espigas. Por esa razón hay que ver cómo se le respeta, cómo sele tiene en la más alta estima por sobre todos los animales de la creación. Se le otorga lacabeza como trono, y él fija sus garras en la raíz de los cabellos, con dignidad. Más adelante,cuando está gordo y entra en una edad avanzada, imitando la costumbre de un antiguopueblo, se le sacrifica a fin de que no sufra los achaques de la vejez. Le organizan grandes

funerales, como a un héroe, y el féretro que lo conduce directamente hacia la losa delsepulcro es cargado sombre los hombros de los principales ciudadanos. junto a la tierrahúmeda que el sepulturero extrae con su diestra. pala, se combinan frases multicolores sobrela inmortalidad del alma, sobre la futilidad de la vida, sobre la voluntad inexplicable de laprovidencia, y el mármol se cierra para siempre sobre esa existencia, laboriosamentecumplida, que ya no es más que un cadáver. La muchedumbre se dispersa, y la noche no tardaen cubrir con sus sombras los muros del cementerio.

Pero consolaos, humanos, de su dolorosa pérdida. He aquí que avanza su incontablefamilia, que os cede con toda liberalidad para que vuestra desesperación sea menos amarga yencuentre alivio en la grata presencia de esos engendros huraños, que se convertirán mástarde en magníficos piojos, con las galas de una notable belleza, monstruos con aire desabios. Incubó muchas docenas de queridos huevos, con maternal dedicación, sobre vuestros

cabellos desecados por la succión encarnizada de esos temibles forasteros. Pronto llega elmomento en que los huevos estallan. No os preocupéis, esos adolescentes filósofos no tardanen desarrollarse a través de esta vida efímera. Se desarrollarán hasta un punto que no podréisignorar gracias a sus garras y órganos chupadores.

Vosotros no sabéis por qué razón no devoran vuestro cráneo, conformándose conextraer mediante sus bombas la quintaesencia de vuestra sangre. Un momento de pacienciaque os lo voy a explicar: no lo hacen, simplemente, porque carecen de la fuerza suficiente.Tened por seguro que si sus mandíbulas respondieran a la magnitud de sus ansias infinitas,los sesos, la retina, la columna vertebral, todo vuestro cuerpo desaparecería. Como una gotade agua. Sobre la cabeza de algún mendigo joven de la calle observad con un microscopio aun piojo que trabaja: ya me contaréis después. Desgraciadamente son pequeños, esosbandoleros de enorme melena. No servirían para conscriptos, pues no alcanzan la talla

exigida por la ley. Pertenecen al mundo liliputiense de los patizambos, y los ciegos no vacilanen clasificarlos entre los infinitamente pequeños. Desgraciado el cachalote que luchara contraun piojo. Sería devorado en un abrir y cerrar de ojos, a pesar de su talla. Ni siquiera la colaquedaría para anunciar la nueva. El elefante se deja acariciar, el piojo no. No os aconsejointentar esa experiencia peligrosa. Especial cuidado debéis tener si vuestra mano es peluda, ytambién si sólo está compuesta de carne y huesos. Vuestros dedos no tendrán remedio.Crujirán como si estuvieran sometidos a la tortura. La piel desaparece por un extrañoencantamiento. Los piojos nunca pueden llegar a cometer tanto mal como el que les sugieresu imaginación. Si encontráis un piojo en vuestro camino, seguid adelante sin lamerle las

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papilas de la lengua. Os ocurriría alguna desgracia. Eso está probado. No importa, estoy detodos modos contento por la magnitud del mal que te hace, ¡oh, raza humana!, aunque megustaría que todavía te hiciera más.

¿Hasta cuándo mantendrás el culto carcomido de ese dios, insensible a tus plegarias y alas ofrendas generosas que le presentas en holocausto expiatorio? Ya lo ves, el horriblemanitú no te agradece las grandes copas de sangre y de seso que tú distribuyes en sus altares,piadosamente adornados con guirnaldas de flores. No te agradece..., pues los terremotos y las

tempestades continúan haciendo estragos desde el comienzo de las cosas. Y sin embargo -hecho digno de ser observadomientras más indiferente se muestra, más lo admiras. Se ve quetú sospechas la existencia de cualidades que él conserva ocultas; y tu razonamiento se apoyaen la siguiente consideración: que sólo una divinidad de poder superior puede mostrar tantomenosprecio hacia los fieles que obedecen a su religión. Por eso en cada país existen diosesdistintos: aquí el cocodrilo, allá la mercenaria del amor; pero cuando se trata del piojo, alconjuro de ese nombre sagrado, todos los pueblos sin excepción inclinan las cabezas de suesclavitud, arrodillándose juntos en el atrio augusto ante el pedestal del ídolo informe ysanguinario. El pueblo que no obedeciera a sus propios instintos rastreros y diera señales derebelión desaparecería tarde o temprano de la tierra, como hoja de otoño, aniquilado por lavenganza del dios inexorable.

¡Oh, piojo de pupila contraída!, en tanto que los ríos derramen el declive de sus aguas

en los abismos del mar, en tanto que los astros persistan en la trayectoria de sus órbitas, entanto que el mundo vacío no tenga límites, en tanto que la humanidad desgarre sus propiosflancos en guerras funestas, en tanto que la justicia divina arroje sus rayos vengadores sobreeste globo egoísta, en tanto que el hombre desconozca a su creador y se burle de él -no sinrazón- agregando una pizca de desprecio, tu reino estará asegurado sobre el universo, y tudinastía extenderá sus eslabones de siglo en siglo. Yo te saludo, sol naciente, libertadorcelestial, a ti, enemigo recóndito del hombre; continúa aconsejando a la inmundicia que seuna con él en impuros abrazos, y que le prometa con juramentos no escritos en el polvo, queseguirá siendo su fiel amante por toda la eternidad. Besa de vez en cuando el vestido de esegran impúdico, como gratitud por los servicios importantes que nunca deja de prestarte. Siella no sedujera al hombre con sus pechos lascivos, probablemente no existirías, tú, productode ese acoplamiento justo y consecuente. ¡Oh, hijo de la inmundicia!, di a tu madre que si

abandona el lecho del hombre para encaminarse por rutas solitarias, sola y sin protección,llegará a ver su existencia comprometida. Que sus entrañas, que te llevaron nueve mesesentre sus perfumadas paredes, se conmuevan un instante con los peligros que de resultascorrería su tierno fruto tan gentil y tranquilo, pero en adelante helado y feroz. Inmundicia,reina de los imperios, cuida, en presencia de mi odio, el espectáculo del crecimiento in-sensible de los músculos de tu prole hambrienta. Para lograr ese propósito, sabes que notienes más que ceñirte estrechamente al costado del hombre. Tú puedes hacerlo sin que elpudor se resienta, porque ambos estáis desposados desde hace mucho tiempo.

Por mi parte, si se me permite agregar algunas palabras a este himno de glorificación,diré que he hecho construir un foso de cuarenta leguas cuadradas y de profundidad.proporcionada. Allí reposa, en su inmunda virginidad, un yacimiento viviente de piojos, quecubre el fondo del foso, y luego serpentea en amplias y densas vetas en todas direcciones. He

aquí cómo he construido este yacimiento artificial. Saqué un piojo hembra de la cabellera dela humanidad. Me han visto acostarme con ella por tres noches consecutivas, y luego la echéen el foso. La fecundación humana, que hubiera sido nula en casos parecidos, fue aceptadaesta vez por la fatalidad, y, al cabo de algunos días, millares de monstruos, bullendo en unamaraña compacta de materia, surgieron a la luz. Esa maraña horrorosa se volvió con eltiempo más y más enorme, adquiriendo las propiedades líquidas del mercurio yramificándose en cuantiosos ramales que en la actualidad se nutren devorándose unos a otros(los nacimientos superan a las muertes), salvo que yo les arroje como alimento algún bastardorecién nacido cuya madre desea su muerte, o un brazo que logro cortar a alguna muchacha, de

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noche, merced al cloroformo. Cada quince años las generaciones de piojos que se alimentandel hombre disminuyen notablemente, y ellas mismas predicen, indefectiblemente, la épocacercana de su completa extinción. Pues el hombre, más inteligente que su enemigo, logravencerlo. Entonces, con una pala infernal que acrecienta mis fuerzas, extraigo de esteyacimiento inagotable, bloques de piojos tan grandes como montañas; los corto a hachazos ylos transporto, en las noches profundas, a las arterias de las ciudades. Allí, en contacto con latemperatura humana, se derriten como en los tiempos de su primitiva formación en las

galerías tortuosas del yacimiento subterráneo, se labran un lecho en la grava, y se expandenen arroyos por las habitaciones, como espíritus perniciosos. El guardián de la casa ladrasordamente, pues le parece que una legión de seres desconocidos penetra por los poros de lasparedes y acarrea el terror a la cabecera del sueño. Quizá no hayáis dejado de oír, por lomenos una vez en la vida, esas clases de ladridos dolorosos y prolongados. Con sus ojosimpotentes trata de penetrar en la oscuridad de la noche, pues su cerebro de perro nocomprende lo que sucede. Ese murmullo lo irrita, y se siente traicionado. Millones deenemigos se abaten así sobre cada ciudad como nubes de langosta. Helos ahí por quince años.Combatirán al hombre provocándole lesiones abrasadoras. Después de transcurrido ese lapso,enviaré una nueva cantidad. Cuando trituro los bloques de materia animada, puede sucederque un fragmento sea más compacto que otros. Sus átomos se esfuerzan rabiosamente porseparar su aglomeración, para ir a atormentar a la humanidad: pero la cohesión se mantiene

firme. En un espasmo supremo, engendran tal energía, que la piedra, no pudiendo dispersarsus elementos vivientes, se lanza ella misma hacia las alturas como por efecto de la pólvora,para volver a caer introduciéndose profundamente en el suelo. A veces, el labriego soñadorpercibe un aerolito que hiende verticalmente el espacio, para dirigirse al bajar hacia un campode maíz. Ignora de dónde procede la piedra. Vosotros tenéis ahora la explicación clara ysucinta del fenómeno. Si la tierra estuviera cubierta de piojos como de granos de arena laorilla del mar, la raza humana sería aniquilada, presa de terribles dolores. ¡Qué espectáculo!¡Y yo, con alas de ángel, inmóvil en los aires, para presenciarlo!

CONTRA NATURA

JORIS CARL HUYSMANS

GEORGES CHARLES MARIE HUYSMANS (1848-1907) alternó la rutinade la burocracia ministerial francesa con famosas incursiones en la novelanaturalista. Esta afición le valió la amistad de Zola, pero no le impidió merodearlos paraísos artificiales y el satanismo. A Rebours, publicada en 1884, inspiró aOscar Wilde El Retrato de Dorian Gray. En 1895, Huysmans se convirtió alcatolicismo.

Recordó que hacía algunos años estaba caminando una tarde por la Rue de Rivoli,cuando se encontró con un muchacho de unos dieciséis años, de ojos sagaces, tan atractivo asu modo como una muchacha. Estaba chupando afanosamente un cigarrillo deshecho, del quecaían briznas de tabaco ordinario. El muchacho frotaba los fósforos de cocina maldiciendo;ninguno encendía, y pronto se terminaron. Al percibir la presencia de Des Esseintes, queestaba parado observándolo, se acercó a él, tocó su gorra, y le pidió fuego muy cortésmente.Des Esseintes le ofreció algunos de sus fragantes Dubéques, entró en conversación con él y loconvenció para que le contara la historia de su vida.

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Nada podría haber sido más trivial: su nombre era Auguste Langlois, trabajaba para uncartonero, había perdido a su madre y su padre lo zurraba.

Des Esseintes lo escuchaba pensativamente.-Vamos a beber algo -dijo, y lo llevó a un café, donde lo obsequió con un poco de

ponche, que el muchacho bebió sin pronunciar palabra.-Veamos -dijo Des Esseintes de pronto-: ¿qué te parecería un poco de diversión esta

noche? Yo pago, naturalmente.

Y salió con el mozalbete hacia un establecimiento en el tercer piso de una casa en laRue Mosnier, donde una cierta Madame Laura mantenía un surtido de lindas muchachas enuna serie de compartimientos carmesí amueblados con espejos circulares, canapés y jofainas.

-¿De modo que no es por su propia cuenta que usted ha venido aquí esta noche? -preguntó Madame Laura a Des Esseintes-. ¿Pero de dónde diablos sacó a ese niño? -agregó,mientras Auguste desaparecía con una hermosa judía.

-De la calle, querida.-Pero usted no está borracho -murmuró la vieja señora. Entonces, después de pensar un

momento, brindó una sonrisa maternal y comprensiva.-¡Ah, ahora veo, pícaro! Los prefiere jóvenes, ¿no es cierto?Des Esseintes se encogió de hombros.-No, está equivocada, muy equivocada -dijo-. La simple verdad es que estoy tratando

de hacer un asesino del muchacho. A ver si puede seguir el hilo de mi razonamiento. El chicoes virgen y ha alcanzado la edad en que la sangre comienza a hervir. Naturalmente, podríacorrer tras las muchachas de su barrio, conservarse honesto y aun tener su poco de diversión,gozar su pequeña parte de esa tediosa felicidad permitida a los pobres. Pero trayéndolo acá,precipitándolo en una lujuria que nunca conoció y nunca olvidará, y dándole idénticotratamiento cada quince días, espero inculcar en él la necesidad de esos placeres que no puedepagarse. Suponiendo que tomará tres meses hacer que esos placeres se vuelvan absolutamenteindispensables -espaciándolos como lo hago para evitar el riesgo de saciar su apetito-, al finalde esos tres meses interrumpiré la pequeña pensión que le pagaré a usted por adelantado paraque se muestre amable con el muchacho. Y para conseguir el dinero para pagar sus visitas aeste lugar, se volverá ladrón, hará cualquier cosa que lo ayude a ubicarse en uno de susdivanes. Contemplando el lado optimista de las cosas, espero que un buen día matará al

caballero que regresaba inesperadamente mientras él estaba forzando su escritorio. Ese día miobjeto se habrá cumplido: habré contribuido, con mi mejor habilidad, a la formación de untruhán, de un enemigo más de esta horrible sociedad que nos desangra.

La mujer lo miraba sorprendida, con los ojos muy abiertos.-¡Ah, ahí estás! -exclamó él, viendo que Auguste había vuelto a la habitación,

enrojecido y avergonzado, ocultándose tras su judía-. Vamos, muchacho, se está haciendotarde. Dile buenas noches a las señoras.

Mientras bajaban la escalera, le explicó que una vez cada quince días le pagaría unavisita a Madame Laura. Y apenas hubieron llegado a la calle, miró fijamente al perplejomuchacho y le dijo:

-No nos veremos otra vez. Corre a casa de tu padre, cuya mano debe estar esperándote,y recuerda esta casi evangélica sentencia: Haz a los otros lo que no te gustaría que te hicieran

a ti. -Buenas noches, señor.-Otra cosa. Cualquier cosa que hagas, muestra alguna gratitud por lo que he hecho por

ti, y házmela conocer tan pronto como puedas, preferiblemente a través de las columnas de laGaceta Policial.

Ahora, sentado ante el fuego y atizando las brazas, Des Esseintes murmuraba para símismo:

-¡El pequeño Judas! ¡Pensar que ni una vez vi su nombre en los periódicos! Es verdadque jugué un juego arriesgado, en el que era imposible prevenir ciertas contingencias obvias:la posibilidad de que la vieja mamá Laura me timara, embolsando el dinero sin entregar la

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mercadería; la posibilidad de que una de las mujeres se encaprichara con Auguste, de modoque cuando los tres meses pasaron, le haya permitido tener gratis su diversión; y hasta laposibilidad de que los exóticos vicios de la hermosa judía hayan intimidado al chico, quepodría ser demasiado joven e impaciente para soportar sus lentos preliminares y sus salvajesclimax, de modo que, a menos que él se haya alzado contra la ley después que regresé aFontenay y dejé de leer los periódicos, he perdido el tiempo.

Eran las tres de la mañana. Encendió un cigarrillo y volvió a la lectura, interrumpida

por su divagación, del antiguo poema latino De Laude Castitatis, escrito en el reino deGondebaldo por Avitus, Arzobispo Metropolitano de Viena.

 De A rebours.

EL CLUB DE LOS SUICIDASROBERT LOUIS STEVENSON

El paso por la vida de ROBERT LOUIS STEVENSON (18501894)constituyó una etapa importante en la evolución de la short story, pero estointeresa poco a quienes se deleitan con sus narraciones más famosas, La Isla delTesoro y El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. El humorismo de Stevensonsuele infiltrarse con delicadeza en la trama de sus cuentos.

Mr. Malthus observó al coronel con curiosidad, y después le rogó que se sentase a sulado.

-¿Usted es un recién llegado, y desea información? -dijo-. Ha acudido a la fuenteapropiada. Han pasado dos años desde que visité por primera vez este Club encantador.

-¡Qué! -exclamó el coronel-. ¡Dos años! He sospechado, y ahora lo compruebo, que hesido objeto de una burla.

-De ninguna manera -replicó Mr. Malthus indulgentemente-. Mi caso es especial. Yono soy, propiamente hablando, un suicida, sino algo así como un miembro honorario.Raramente visito el Club un par de veces por bimestre. Mi debilidad y la amabilidad delPresidente me han procurado esas pequeñas inmunidades por las que pago, además, una cuotasuplementaria. Y aun así, mi suerte ha sido extraordinaria.

-Temo -dijo el coronel-, que debo pedirle que sea más explícito. Usted debe recordarque aún no estoy perfectamente familiarizado con las reglas del Club.

-Un miembro ordinario que llega aquí en busca de la muerte, como usted -replicó elparalítico-, vuelve cada noche hasta que la fortuna lo favorece. Aun puede, si anda sin dinero,obtener comida y hospedaje del Presidente: muy pasable y limpio creo, aunque naturalmente,

nada lujoso; esto último difícilmente podría ser, considerando la exigüidad (si puedoexpresarme así) de la suscripción. Y además, la compañía del Presidente es un bocado en símisma.

-¡Verdaderamente él no parece estar muy bien dispuesto hacia mil -exclamó Geraldine.-¡Ahl -dijo Mr. Malthus-, usted no lo conoce al hombre: ¡el tipo más chistoso! ¡Qué

cuentos! ¡Qué cinismo! Conoce la vida hasta la admiración. Y entre nosotros, es el pícaromás corrompido de la cristiandad.

-¿Y él es vitalicio como usted, si puedo decirlo así sin ofensa? -preguntó el coronel.

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-Por cierto, él es vitalicio en un sentido muy diferente -replicó Mr. Malthus-. Yo hesido graciosamente privilegiado, pero debo partir al fin. Ahora bien, él nunca juega. Elmezcla el mazo y da cartas para el Club, y hace los arreglos necesarios. Ese hombre, miquerido Mr. Hammersmith, es el alma misma de la ingenuidad. Durante tres años haperseguido en Londres su útil y, creo que pueda agregarlo, artística vocación, y ni una vez sealzó un murmullo de sorpresa. Para mí está inspirado. ¿Usted recuerda sin duda el celebradocaso, hace seis meses, del caballero que fue envenenado accidentalmente en la tienda de un

farmacéutico? Fue una de las menos ricas, de las menos chispeantes de sus ideas; y sinembargo, ¡qué simple! ¡y qué segural-Usted me aturde -dijo el coronel-. ¿Fue ese infortunado caballero una de las... -Iba a

decir "víctimas", pero reflexionando a tiempo, sustituyó:- miembros del Club?En el mismo instante, se le ocurrió que Mr. Malthus no había hablado en absoluto en el

tono de quien está enamorado de la muerte, y agregó precipitadamente:-Pero advierto que estoy todavía en la oscuridad. Usted habla de mezclar y dar cartas:

sírvase decirme con qué fin. Y puesto que usted parece más poco dispuesto a morir que otracosa, debo confesar que no puedo imaginar absolutamente qué lo trae aquí.

-Usted dice con razón que está en la oscuridad -replicó Mr. Malthus con másanimación-. Mi querido señor, este Club es el templo de la intoxicación. Usted puede estarseguro de que si mi debilitada salud pudiera soportar la excitación más frecuentemente yo

vendría aquí con más frecuencia. Hace falta todo el sentido del deber engendrado por unlargo hábito de la mala salud y el régimen cuidadoso para abstenerme del exceso en esto quees, lo puedo decir, mi última disipación. Lo he intentado todo, señor -prosiguió, poniendo sumano sobre el brazo de Geraldine-, todo sin excepción, y le declaro por mi honor que noexiste nada que no haya sido grosera y falsamente sobrevaluado. La gente pierde el tiempocon el amor. Ahora bien, yo niego que el amor sea una pasión fuerte. Pasión fuerte es elmiedo. Es con el miedo con lo que usted debe jugar si quiere saborear las mas intensasalegrías de vivir. ¡Envídieme, envídieme, señor! -agregó con una risita-. ¡Soy un cobarde!

Geraldine apenas pudo reprimir un movimiento de repulsión ante este ser vil. Pero secontuvo con un esfuerzo, y continuó su investigación.

-Señor -preguntó-, ¿cómo se prolonga tan artificiosamente la excitación? ¿Y dónde hayalgún elemento de incertidumbre?

-Debo explicarle cómo es elegida la víctima de cada noche -respondió Mr. Malthus-, yno solamente la víctima, sino otro miembro que es el instrumento en las manos del Club, yalto sacerdote de la muerte para esa ocasión.

-¡Buen Dios! -dijo el coronel-, ¿entonces se matan uno al otro?-La inconveniencia del suicidio es eliminada de ese modo -respondió Mr. Malthus,

inclinando la cabeza.-¡Cielo misericordioso) -exclamó el coronel-. ¿Y puede usted, puedo yo, puede mi

amigo, puede alguno de nosotros ser escogido esta noche como el matador del cuerpo y delespíritu inmortal de otro hombre? ¿Pueden ser posibles tales cosas entre hombres nacidos demujeres? ¡Oh, infamia de infamias!

-Después de todo -agregó-, ¿por qué no? Y puesto que usted dice que el juego esinteresante, vogue la galére, ¡yo sigo al Club!

Mr. Malthus había disfrutado profundamente el aturdimiento y el disgusto del coronel.Sentía el orgullo de la maldad, y gozaba viendo a otro hombre cediendo a un impulsogeneroso, mientras él, en su completa corrupción, se sentía superior a tales emociones.

-Ahora, después de su primer momento de sorpresa -dijo-, usted está en condición deapreciar las delicias de nuestra sociedad. Usted puede ver cómo combina la excitación de unamesa de juego, un duelo y un anfiteatro romano. Los paganos lo hacían bastante bien; admirocordialmente el refinamiento de sus mentes. Pero estaba reservado a un país cristianoalcanzar este extremo, esta quintaesencia, este absoluto de lo estimulante. Usted comprenderáqué insípidas resultan todas las diversiones a un hombre que ha adquirido paladar para ésta.

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El juego que jugamos -continuó- es uno extremadamente simple. Una baraja completa..., peroobservo que usted va a ver la cosa sobre la marcha. ¿Me ofrecerá la ayuda de su brazo? Estoyinfortunadamente paralizado.

-Es un mazo de cincuenta y dos naipes- susurró Mr. Malthus-. Esperemos al as deespadas, que es el signo de la muerte, al as de bastos, que designa al ejecutor de la noche.¡Felices, felices jóvenes! -agregó-. Tenéis buenos ojos y podéis

seguir el juego. Yo no puedo distinguir un as de un dos de un lado a otro de la mesa.

Y procedió a equiparse con un segundo par de anteojos.-Por lo menos, tengo que observar los rostros -explicó.A la mañana siguiente, apenas el Príncipe hubo despertado, el coronel Geraldine le trajo

un matutino, con la siguiente noticia marcada:

MELANCOLICO ACCIDENTE

Esta madrugada, cerca de las dos, Mr. Bartholomew Malthus, de 16 Chepstow Place,Westbourne Grove, que regresaba a su domicilio de una reunión en casa de un amigo, cayósobre la baranda superior de Trafalgar Square, fracturándose el cráneo y rompiéndose un bra-

zo y una pierna. La muerte fue instantánea. En el momento del accidente, Mr. Malthus,acompañado por un amigo, buscaba un coche. Como Mr. Malthus era paralítico, se cree quela caída pudo haber sido ocasionada por un ataque. El desgraciado caballero era bien co-nocido en los círculos más respetables, y su pérdida será amplia y profundamente deplorada.

 De New Arabian Nights.

EL CONCILIO DEL AMOROSKAR PANIZ ZA

En El Concilio del Amor, el alemán OSKAR PANIZZA (1853-1921) reúne alos personajes celestiales que, enojados por los pecados de Alejandro VI, Borgia

 y sus compatriotas, encomiendan al Diablo la invención de un castigo ejemplar.El demonio crea una bellísima mujer, que desencadenará la sífilis sobre laTierra. Otra de sus obras, La Inmaculada Concepción de los Papas, fueconfiscada y destruida. Panizza murió encerrado en un asilo.

MARÍA (imperiosa). - ¿Quién es esta persona? (Silencio.) ¿Quién te ha permitido

entrar? ¿De dónde vienes? ¿Vienes de allá abajo? ¿Eres una muerta? ¿O eres algo mejor aún:

una santa? ¿Qué vienes a hacer aquí? ¿Querrías hacerme compañía? ¿Pero con qué

derecho...? (Temblorosa. Aparece el Diablo tras la "Mujer"; agitado, como si hubiese corrido.

Hace una reverencia profunda ante María).

EL DIABLO. - Señora... (presentando a la "Mujer"), mi hija. (Los ángeles huyen dando

gritos.)

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MARÍA (desciende de su trono, muy asombrada). - ¡Ah!

EL DIABLO. - Espero que te guste...

MARÍA. -¿Gustarme? No: ¡es demasiado hermosa para gustarme! Este ser va a eclipsar

a todo el mundo, así en el Cielo como en la Tierra. Yo esperaba encontrarme con un

monstruo.

EL DIABLO. -Señora, a fin de...MARÍA. - ¡Señora, señora! ¡Yo soy la Virgen Eterna, la Bienaventurada Madre de

Dios! ¡Trata de no olvidarlo! (Le echa un vistazo a la "Mujer".)

EL DIABLO. - Todavía no está en condiciones de captar ese tipo de sutilezas. ¡Es

como un niño! MARÍA. - ¿No habla en lengua alguna?

EL DIABLO. - ¡Dios me libre!

MARÍA. - ¿Habla en su propia lengua?

EL DIABLO. - Habla en la lengua de todas las mujeres, la de la peor seducción.

MARÍA. - Creo que te has extralimitado en Nuestro programa. ¿Qué hacer con esta

magnífica criatura?

EL DIABLO. -De todos modos, era preciso que...

MARÍA (interrumpe). - Si yo hubiera querido, habría podido tomar a uno de mis

ángeles, incluso habría podido...

EL DIABLO. - ¡Oh, mi Graciosísima, nunca jamás! Olvidáis...

MARÍA. - ¡Ah, sí, es cierto, es cierto! ¿Pero por qué esta enceguecedora belleza, por

qué esta gracia? (En voz baja:) ¿No corremos el riesgo de desmerecernos a sus ojos?

EL DIABLO. - Puedes admirarla cuanto gustes. Aún todo lo ignora.

(María se la come con los ojos; luego, impulsada por un brusco movimiento, la abraza

y la besa. La "Mujer" retrocede, espantada.)

MARÍA (subyugada). - ¡Qué maravilla! ¡Diríase un niño!

EL DIABLO (con acento patético, deliberadamente cómico). - ¡Justamente salida de las

manos del Creador!

MARÍA. - ¡Oh, bufón! ¿Pero de dónde proviene esta criatura?

EL DIABLO (dándose importancia). -Es un secreto de fábrica que no podemos revelar.

Pero puedo decirte quién es su madre.

MARÍA. - ¿Ah sí?

EL DIABLO. - Una tal Salomé, hermosa cortadora de cabezas. Bailando ganó una

cabeza aún calentita.

MARÍA (reflexionando). - ¿Y no está entre nosotros, aquí en el Cielo?

EL DIABLO (seco). -No, no. Mujeres como ésa no tenéis en vuestra casa.

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MARÍA (fascinada por la "Mujer'). - Mujeres como ésta no tenemos en nuestra casa...

Y sin embargo, ¡qué enceguecedora belleza!

EL DIABLO. -Todo cuanto en ella puedas ver lo heredó de su madre.

MARÍA. -De su madre...

EL DIABLO (sarcástico). - ¡Y también algo más que no puedes ver!

MARÍA (guiñada de complicidad). - ¡Perfecto! ¿Y aparte ... ?EL DIABLO. - Las cualidades del padre han de manifestarse más tarde, cuando haya

adquirido experiencia.

MARÍA. -¡Lo dudo!

EL DIABLO. - ¡Ah, mi forma deslumbraba!

MARÍA. - ¿Y esta casta belleza, estos ojos incomparables, esta promesa de

voluptuosidades no conocidas, esta bondad y esta piedad sobrenaturales, todo esto, dime, es

lo que va a envenenar y destruir a los hombres?

EL DIABLO (con firmeza). - ¡Sí, esto es!

MARÍA. -¿Pero cómo es posible?

EL DIABLO (mordaz). - ¿Posible? La fuerza del veneno que contienen sus venas es tal,

que a aquel que se atreva a tocarla se le pondrán los ojos, quince días más tarde, como bolas

de vidrio. ¡Hasta los pensamientos han de coagulársele! Después, su esperanza bostezará

como un pejerrey disecado. Seis semanas más tarde, al contemplarse el cuerpo, se preguntará:

¿pero éste soy yo? Se le caerá el cabello, se le caerán las pestañas y también los dientes; sus

articulaciones y su mandíbula perderán toda solidez. Al cabo de tres meses tendrá toda la piel

agujereada como un colador, e irá de vidriera en vidriera buscando el medio de procurarse

una nueva piel. La desesperación, además de invadirle el alma, goteará de su nariz como un

moquillo hediondo. Sus amigos se sacarán los ojos entre sí, y aquel que esté en la primera

fase se burlará del que haya llegado a la tercera o cuarta. Un año más tarde, la nariz se le

caerá en la sopa, y saldrá a comprarse otra nariz, ¡pero de caucho! Luego cambiará de casa y

de empleo. Se volverá compasivo y sentimental; será incapaz de matar una mosca. Se hará

moralista, jugará con los bichitos al sol y envidiará la suerte de los árboles en la primavera. Si

es protestante se hará católico, y viceversa. Así que pasen dos o tres años, su hígado y demás

vísceras han de parecerle ladrillos, y no pensará más que en alimentos muy livianos. Luego le

vendrá comezón a un ojo; tres meses más tarde, éste se le cerrará. Al cabo de cinco o seis

años, su cuerpo empezará a estremecerse y a arder como un fuego de artificio. Todavía podrá

caminar, pero ha de mirar, inquieto, hasta cuándo sus pies habrán de sostenerlo. Poco tiempo

después preferirá quedarse en cama, pues el calor le sentará bien. Un buen día, al cabo de

ocho años, se arrancará un hueso de su propio esqueleto, lo olfateará y lo arrojará,

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horrorizado, a un rincón. Entonces se volverá religioso, muy religioso, cada vez más

religioso; gustará de los libros encuadernados en piel, con cantos dorados y provistos de una

cruz. Diez años después, ya podrida la osamenta, estará como remachado a su cama,

bostezando, con el hocico abierto hacia el techo, interrogándose sobre el porqué de las cosas,

y ha de morir, por fin... Su alma, entonces, os pertenecerá.

MARÍA (volviéndose, asqueada). - ¡Puf!

 De Das Liebeskonzil.

UN RAJA QUE SE ABURREALPHONSE ALLAIS

 ALPHONSE ALLAIS (1854-1905) es uno de los más famosos humoristas franceses de la Belle Epoque. ]efe de redacción del Chat Noir, sus invenciones

 fueron ávidamente consumidas por miles de lectores. Muchas de esas invencionesconservan todavía sus virtudes. Un rajá que se aburre representa fielmente unavariante del humor macabro, gratuita y nada filosófica, que comenzó a abundaren las publicaciones periódicas precisamente en tiempo de Allais.

¡El rajá se aburre!¡Ah, sí, se aburre el rajá!¡Se aburre como quizá nunca se aburrió en su vida!(¡Y Buda sabe si el pobre rajá se aburrió!).En el patio norte del palacio, la escolta aguarda. Y también aguardan los elefantes del

rajá. Porque hoy el rajá debía cazar el jaguar.Ante yo no sé qué suave gesto del rajá, el intendente comprende: ¡que entre la escolta!;

¡que entren los elefantes)Muy perezosamente, entra la escolta, llena de contento.Los elefantes murmuran roncamente, que es la manera, entre los elefantes, de expresar

el descontento.Porque, al contrario del elefante de África, que gusta. solamente de la caza de

mariposas, el elefante de Asia sólo se apasiona con la caza del jaguar.Entonces, ¡que vengan las bailarinas!¡Aquí están las bailarinas! Las bailarinas no impiden que el rajá se aburra.¡Afuera, afuera las bailarinas! Y las bailarinas se van.¡Un momento, un momento! Hay entre las bailarinas una nueva pequeña que el rajá no

conoce.-Quédate aquí, pequeña bailarina. ¡Y baila! ¡He aquí que baila, la pequeña bailarina!¡Oh, su danza!¡El encanto de su paso, de su actitud, de sus ademanes graves!¡Oh, los arabescos que sus diminutos pies escriben sobre el ónix de las baldosas! ¡Oh,

la gracia casi religiosa de sus manos menudas y lentas! ¡Oh, todo!Y he aquí que al ritmo de la música ella comienza a desvestirse.Una a una, cada pieza de su vestido, ágilmente desprendida, vuela a su alrededor.¡El rajá se enciende!

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Y cada vez que una pieza del vestido cae, el rajá, impaciente, ronco, dice:-¡Más!Ahora, hela aquí toda desnuda.Su pequeño cuerpo, joven y fresco, es un encantamiento.No se sabría decir si es de bronce infinitamente claro o de marfil un poco rosado.

¿Ambas cosas, quizá?El rajá está parado, y ruge, como loco: -¡Más!

La pobre pequeña bailarina vacila. ¿Ha olvidada sobre ella una insignificante brizna detejido? Pero no, está bien desnuda.El rajá arroja a sus servidores una malvada mirada oscura y ruge nuevamente:-¡Más!Ellos lo entendieron.Los largos cuchillos salen de las vainas. Los servidores levantan, no sin destreza, la piel

de la linda pequeña bailarina.La niña soporta con coraje superior a su edad esta ridícula operación, y pronto aparece

ante el rajá como una pieza anatómica escarlata, jadeante y humeante.Todo el mundo se retira por discreción. ¡Y el rajá no se aburre más!

PLUMA, LAPIZ Y VENENOOSCAR WILDE

Pocos humoristas han gozado de tanta difusión como el irlandés OSCARWILDE; los años apenas parecen haber debilitado sus alardes de ingenio,expresados en el mejor estilo británico. Pluma, lápiz y veneno es un entre-tenimiento de 1889, ostensiblemente inspirado por Thomas De Quincey.

Ha sido constante motivo de reproche contra los artistas y hombres de letras su carenciade una visión integral de la naturaleza de las cosas. Como regla, esto debe necesariamente serasí. Esa misma concentración de visión e intensidad de propósito que caracteriza altemperamento artístico es en sí misma un modo de limitación. A aquellos que estánpreocupados con la belleza de la forma nada les parece de mucha importancia. Sin embargo,hay muchas excepciones a esta regla. Rubens sirvió como embajador, Coethe como consejerode Estado, y Milton como secretario de Cromwell. Sófocles desempeñó un cargo cívico en supropia ciudad; los humoristas, ensayistas y novelistas de la América moderna no parecendesear nada mejor que transformarse en representantes diplomáticos de su país; y el amigo deCharles Lamb, Thomas Criffiths Wainewright, terna de esta breve memoria, aunque de untemperamento extremadamente artístico, siguió muchos otros llamados además del llamadodel arte; no fue solamente un poeta y un pintor, un crítico de arte, un anticuario, un prosista,

un aficionado a las cosas hermosas y un diletante de las cosas encantadoras, sino también unfalsificador de capacidad más que ordinaria, y un sutil y secreto envenenador, casi sin rival enésta o cualquier edad.

Este hombre destacable, tan poderoso con "pluma, lápiz y veneno", como dijofinamente de él un gran poeta de nuestros propios días, había nacido en Chiswick en 1794. Supadre era el hijo de un distinguido abogado de Gray's Inn y Hatton Carden. Su madre era hijadel celebrado doctor Griffiths, el editor y fundador de la Monthly Review, el partícipe en otraespeculación literaria de Thomas Davis, ese famoso librero de quien Johnson dijo que no eraun librero, sino "un caballero que comerciaba en libros", el amigo de Goldsmith y

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Wedgwood, y uno de los más conocidos hombres de su día. Mrs. Wainewright murió al darloa luz, a la temprana edad de veintiuno, y una noticia necrológica en el Gentleman's Magazinenos habla de su "amable disposición y numerosos méritos" y agrega algo extrañamente que"se supone que ella había comprendido los escritos de Mr. Locke tan bien como quizá no lohizo ninguna persona de uno u otro sexo hoy viviente". Su padre no sobrevivió mucho a la

 joven esposa, y el pequeño parece haber sido educado por su abuelo y, tras la muerte de ésteen 1803, por su tío, George Edward Griffiths, a quien posteriormente envenenó. Pasó su

 juventud en Lindon House, Turnham Creen, una de aquellas muchas hermosas mansionesgeorgianas que, desgraciadamente, han desaparecido ante las incursiones del constructorsuburbano, y a sus amorosos jardines y bien arbolado parque debió ese simple y apasionadoamor a la naturaleza que no lo abandonó a través de su vida y que lo hizo tan particularmentesusceptible a las influencias espirituales de la poesía de Wordsworth.

Sin embargo, no debemos olvidar que este joven cultivado, que fue tan susceptible a lasinfluencias wordsworthianas; fue también uno de los más sutiles y secretos envenenadores deésta o cualquier edad. Cómo se sintió inicialmente fascinado por este extraño pecado, no noslo cuenta, y el diario en el que anotó cuidadosamente los resultados de sus terriblesexperimentos y los métodos que adoptó, infortunadamente se ha perdido para nosotros.Además, se mostró reticente hasta sus últimos días en la materia y prefirió hablar sobre TheExcursion y los Poems founded on the Affection. No hay duda, sin embargo, de que el

veneno que usaba era la estricnina. En uno de los hermosos anillos que tanto lo enorgullecían,y que le servían para ostentar el fino modelado de sus manos marfileñas, acostumbraba llevarcristales de la nux vomita india, un veneno -nos dice uno de sus biógrafos"casi insípido, ycapaz de una disolución casi infinita". Sus asesinatos, dice De Quíncey, fueron más de losque se dieron a conocer judicialmente. De esto no hay duda, y algunos de ellos son merece-dores de mención. Su primera víctima fue su tío, Mr. Thomas Griffiths. Lo envenenó en 1829para tomar posesión de Lindon House, un lugar al que se había sentido siempre muy unido.En agosto del año siguiente envenenó a Mrs. Abercrombie, su suegra, y en diciembreenvenenó a la amorosa Helen Abercrombie, su cuñada. Por qué asesinó a Mrs. Abercrombieno está averiguado. Puede haber sido por un capricho, o para gratificar cierto perversosentimiento de poder que había en él, o porque ella sospechaba algo, o por ninguna razón.Pero el asesinato de Helen Abercrombie fue llevado adelante por él y su esposa en

consideración a una suma de unas 18.000 libras, en la que ellos habían asegurado la vida deella en varias compañías.

Al agente de una compañía de seguros que lo visitaba una tarde y que creyó que podríaaprovechar la ocasión para señalar que, después de todo, el crimen era un mal negocio, lereplicó: "Señor, ustedes, hombres de la City, entran en sus especulaciones y aceptan susriesgos. Algunas de sus especulaciones tienen éxito, algunas fracasan. Sucede que las míashan fallado, sucede que las suyan han tenido éxito. Esa es la única diferencia, señor, entre misvisitantes y yo. Pero, señor, le mencionaré a usted una cosa en la que yo he tenido éxito hastael final. He estado determinado a conservar a través de la vida la posición de un caballero.Siempre he hecho eso. Lo hago aún. Es costumbre de este lugar que cada uno de los in-quilinos de una celda cumpla su turno de limpieza. ¡Yo ocupo una celda con un albañil y undeshollinador, pero ellos nunca me ofrecen la escoba!". Cuando un amigo le reprochó el

asesinato de Helen Abercrombie, él se encogió de hombros y dijo: "Sí, fue cosa espantosahacerlo, pero tenía tobillos muy gruesos".

Naturalmente, está muy cerca de nuestro propio tiempo para que seamos capaces deformar algún juicio puramente artístico sobre él. Es imposible no sentir un fuerte prejuiciocontra un hombre que podría haber envenenado a Lord Tennyson, o a Mr. Gladstone, o alseñor de Balliol. Pero si el hombre hubiera usado un ropaje y hablado un idioma diferente delnuestro, si hubiera vivido en la Roma imperial o en el tiempo del Renacimiento italiano, o enla España del siglo XVII, o en cualquier tierra y cualquier siglo que no fueran los nuestros,hubiéramos sido capaces de arribar a una estimación perfectamente desprejuiciada de su po-

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sición y valor. Yo sé que hay muchos historiadores, o al menos escritores sobre asuntoshistóricos, que aun creen necesario aplicar juicios morales a la historia, y que distribuyen suelogio o reprobación con la solemne complacencia de un maestro de escuela satisfecho. Estees, sin embargo, un hábito tonto, y solamente demuestra que el instinto moral puede serllevado a un grado tan elevado de perfección que hace a su aparición dondequiera no esrequerido. Ninguna persona con verdadero sentido histórico soñaría nunca con reprobar aNerón, regañar a Tiberio, o censurar a César Borgia. Esas personas son como los títeres de

una representación. Pueden llenarnos de terror, horror o admiración, pero no pueden hacernosdaño. No están en relación inmediata con nosotros. No tenemos nada que temer de ellos. Hanpasado a la esfera del arte y de la

ciencia, y ni el arte ni la ciencia saben nada de aprobación o desaprobación moral. Y asípuede suceder algún día con el amigo de Charles Lamb. Por el momento, siento que él es unpoco demasiado moderno para ser tratado con ese fino espíritu de curiosidad desinteresada, alque debemos tantos encantadores estudios de los grandes criminales del Renacimientoitaliano, de las plumas de Mr. John Addington Symonds, Miss A. Mary F. Robinson, MissVernon Lee y otros distinguidos escritores. Sin embargo, el Arte no lo ha olvidado. El es elhéroe de Hunted Down, de Dickens; el Varney de la Lucretia, de Bulwer; y es grato notar quela ficción ha rendido algún homenaje a quien fue tan poderoso con "pluma, lápiz y veneno".Ser inspirador para la ficción es mucho más importante qué una simple realidad.

 De Intentions.

UN MODELO DE AGRICULTORJULES RENARD

 JULES RENARD (1864-1910) es el autor de las Histoires Naturelles sobrelas que se basó el Bestiaire de Ravel. Las mejores pruebas de su humorismo

escéptico pero cautivante quedaron en novelas como Poil de Carotte y L'Ecornifleur, pero también practicó el humorismo negro ortodoxo, a la moda desu época.

El combate parecía terminado, cuando una última bala -una bala perdida- vino a dar enla pierna derecha de Fabricio. Este hubo de regresar a su país con una pata de palo.

Al principio mostraba cierto orgullo. Entraba en la iglesia de la aldea golpeando tanfuertemente las baldosas, que se lo podría haber tomado por un sacristán de catedral.

Después, ya calmada la curiosidad, durante mucho tiempo se lamentó, avergonzado, ycreyó que ya nada bueno podía esperar.

Buscó con obstinación, a menudo como un alucinado, la manera de ser útil.Y ahora helo allí, en el sendero del humilde bienestar. Sin llegar a despreciar su pierna

de carne, siente alguna debilidad por la de madera.Trabaja por un jornal. Se le asigna una fracción de terreno, y ya puede uno marcharse y

dejarlo solo.Lleva el bolsillo derecho lleno de alubias rojas o blancas, a elección.Además, el bolsillo está roto; no demasiado, pero tampoco apenas.

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Con normal apostura, Fabricio recorre el terreno a todo lo largo y ancho. Su pata depalo, a cada paso, abre un hoyo. El sacude su bolsillo roto. Caen unas alubias. El las recubrecon ayuda del pie izquierdo y sigue adelante.

Y en tanto se gana honestamente la vida, el antiguo guerrero, con las manos a laespalda y la cabeza erguida, parece que se paseara para recobrar la salud.

LOS SEÑORES BURKE Y HARE, ASESINOSMARCEL SCHWOB

 MARCEL SCHWOB (1867-1905) es ubicado por Max lacob en un planosimilar al de Aloysius Bertrand. Admirable estilista, fue un renovador de la prosa

 poética y produjo algunas de las mejores páginas escritas en francés. Publicó,entre otros títulos, Coeur double, Le Roi au masque d'or, La Croisade desEnfants, Mimes y Le Livre de Monelle. Sus Vidas imaginarias forman parte deesta colección.

El señor William Burke ascendió desde la más baja condición hasta una eternacelebridad. Nació en Irlanda y empezó como zapatero. Durante varios años ejerció este oficioen Edimburgo, donde trabó amistad con el señor Hare, sobre quien ejerció gran influencia.Dentro de la colaboración de los señores Burke y Hare, no hay duda alguna de que el poderde invención y simplificación perteneció al señor Burke. Sin embargo, sus nombres han per-manecido inseparables en el arte, como los de Beaumont y Fletcher. juntos vivieron, juntostrabajaron y juntos fueron presos. El señor Hare nunca protestó contra la popularidad con queparticularmente se distinguió a la persona del señor Burke: desinterés tan cabal no tuvo surecompensa. Fue el señor Burke quien legó su nombre al procedimiento especial que honró aambos colaboradores. El monosílabo burke ha de vivir aún mucho tiempo en boca de los

hombres, cuando ya la persona de Hare haya desaparecido en el olvido que injustamente seabate sobre los oscuros trabajadores.

El señor Burke parece haber otorgado a su obra la fantasía mágica de la verde isla enque nació. Su alma debió haberse impregnado de los relatos del folklore. Hay en lo que hizoalgo como un lejano resabio de las Mil y una noches. Similar al califa errante a lo largo de los

 jardines nocturnos de Bagdad, deseó misteriosas aventuras, curioso como era de relatosdesconocidos y personas extrañas. Similar al gran esclavo negro armado de una pesadacimitarra, no encontró conclusión más digna para su voluptuosidad que la muerte de losdemás. Pero su originalidad anglosajona consistió en haber logrado sacar el más prácticopartido de su errabunda imaginación de celta. ¿Qué hacía el esclavo negro, decidme -cumplido ya su gozo artístico-, con aquellos a los que habíales cortado la cabeza? Con unabarbarie muy árabe, los descuartizaba a fin de conservarlos, salados, en un sótano. ¿Qué

beneficio sacaba? Ninguno. El señor Burke fue infinitamente superior.De alguna manera, el señor Haré le sirvió de Dinazarda. Al parecer, el poder de

invención del señor Burke hubo de sentirse especialmente excitado por la presencia de suamigo. La ilusión de sus sueños les permitió valerse de una buhardilla para alojar en ellamagníficas visiones. El señor Haré vivía en un cuartito ubicado en el sexto piso de una casamuy alta y muy poblada de Edimburgo. Un canapé, un cajón y sin duda algunos utensilios detocador componían casi todo su mobiliario. Sobre una mesita, una botella de whisky con tresvasos. Era norma que el señor Burke no recibiera más de una persona por vez: nunca lamisma. Característica suya era invitar, al caer la noche, a un transeúnte desconocido. Vagaba

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por las calles para examinar los rostros que suscitaban su curiosidad. A veces escogía al azar.Dirigíase al extraño con toda la cortesía que habría puesto Harún-al-Raschid. El extraño subíalos seis pisos del caserón del señor Haré. Le cedían el canapé y le ofrecían whisky deEscocia. El señor Burke lo interrogaba acerca de los sucesos más sorprendentes de suexistencia. ¡Qué insaciable oyente era el señor Burke! Al despuntar el día, siempre el señorHaré interrumpía el relato. La forma de interrupción del señor Haré era invariablemente lamisma, y muy imperativa. Tenía el señor Haré, a fin de interrumpir el relato, la costumbre de

ubicarse detrás del canapé y aplicar ambas manos sobre la boca del narrador. En ese mismomomento, el señor Burke se sentaba sobre el pecho de éste. Ambos, en esa posición, soñabaninmóviles con el final de la historia que jamás oían. De esta manera, los señores Burke y Haréconcluyeron un gran número de historias que el mundo no conocerá.

Cuando el cuento había sido, junto con el aliento del narrador, definitivamentedetenido, los señores Burke y Haré exploraban el misterio. Desvestían al desconocido,admiraban sus joyas, contaban su dinero y leían sus cartas. Algunas correspondencias nocarecían de interés. Luego ponían el cuerpo en el cajón del señor Haré, para que se enfriara.Y en este punto el señor Burke mostraba la fuerza práctica de su espíritu.

Era importante que el cadáver se mantuviese fresco, pero no tibio, a fin de poderutilizar hasta el último residuo del placer de la aventura.

En aquellos primeros años del siglo, los médicos estudiaban con pasión la anatomía,

pero pasaban por muchas dificultades, a causa de los principios de la religión, antes deprocurarse sujetos para disecar. El señor Burke, de esclarecido espíritu, había advertido esalaguna de la ciencia. No se sabe cómo, se relacionó con el doctor Knox, un venerable y sabioexperto que enseñaba en la Facultad de Edimburgo. Quizás el señor Burke había seguidocursos públicos, aun cuando su imaginación debió inclinarlo, más bien, hacia los gustosartísticos. Pero es seguro que le prometió al doctor Knox ayudarlo como mejor pudiera. Porsu parte, el doctor Knox se comprometió a pagarle por sus esfuerzos. La tarifa disminuíadesde los cuerpos de gente joven hasta los cuerpos de ancianos. Estos le interesaban muypoco al doctor Knox -era también la opinión del señor Burke-, pues comúnmente teníanmenos imaginación. El doctor Knox se hizo célebre entre todos sus colegas por virtud de suciencia anatómica. Los señores Burke y Haré se beneficiaron con la vida como grandesapasionados. Indudablemente conviene situar en esa época el período clásico de su existencia.

Pues el genio omnipotente del señor Burke muy pronto lo arrastró lejos de las normas yreglas de aquella tragedia en la que siempre había un relato y un confidente. El señor Burkeevolucionó completamente solo (sería pueril invocar la influencia del señor Haré) hacia unaespecie de romanticismo. Como ya no le bastaba el decorado de la buhardilla del señor Haré,inventó el procedimiento nocturno en medio de la niebla. Los incontables imitadores delseñor Burke han empañado un poco la originalidad de su estilo. He aquí la verdadera tra-dición del maestro.

La fecunda imaginación del señor Burke habíase hartado de los relatos eternamenteparecidos de la experiencia humana. Nunca el resultado había respondido a su expectación.De allí vino a no interesarse más que en el aspecto real, para él siempre variado, de la muerte.Localizó todo el drama en el desenlace. La calidad de los actores ya no le importó. Losmoldeó al azar. El único accesorio del teatro del señor Burke fue una máscara de tela em-

papada en resina. En las noches de bruma, el señor Burke salía con la máscara en la mano. Loacompañaba el señor Haré. El señor Burke aguardaba al primer transeúnte y echaba a andardelante de él; luego, volviéndose, le aplicaba sobre el rostro la máscara de resina, súbita yfirmemente. Al instante, los señores Burke y Haré se apoderaban, cada uno de un lado, de losbrazos del actor. La máscara de tela empapada en resina ofrecía la genial simplificación deahogar al mismo tiempo los gritos y el aliento. Además, era trágica: la niebla esfumaba losgestos del papel. Algunos actores parecían hacer la pantomima de la borrachera. Terminadala escena, los señores Burke y Hare tomaban un cabriolé y desarmaban el personaje; en tanto

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el señor Haré vigilaba sus ropas, el señor Burke subía un cadáver fresco y limpio a casa deldoctor Knox.

Aquí es cuando, en desacuerdo con la mayoría de los biógrafos, he de dejar a losseñores Burke y Haré en medio de su nimbo de gloria. ¿Por qué destruir un efecto artísticotan hermoso llevándolos lánguidamente hasta el final de su carrera y revelando susdesfallecimientos y sus decepciones? Sólo hay que verlos allí, con su máscara en la mano,errantes en las noches de niebla. Pues el fin de su vida fue vulgar y similar a tantos otros. Al

parecer, uno de ellos fue colgado, y el doctor Knox debió alejarse de la Facultad deEdimburgo. El señor Burke no ha dejado otras obras.

 De Vidas imaginarias.

LOS CANTORES DE MI PATIOJULES JOUY

 JULES JOUY, famoso parroquiano del cabaret del Gato Negro, formó parte del equipo de humoristas que presidía las sonrisas de los franceses de finesde siglo. La pieza de humor negro que se reproduce aquí ya forma parte del

 folklore humorístico mundial, circulando en diversas variantes.

Como no soy rico, he debido conformarme con un único cuarto cuya ventana da alpatio. Un patio negro y fétido de la calle Tiquetonne, en el que día a día se amontonanmendigos, cantores y ciertos inválidos.

Hay, ante todo, un estropeado que se arrastra con el trasero sobre un carrito, un resto dehombre parecido a un ratón y que suele cantar esto:

Es la costureraque vive en la delantera.¡Ay, y yo sobre la trasera!¡Qué diferente es!

Hay un sordomudo cuyo estribillo favorito es:

Nena, cuando sople el viento sobre la tierra,escucharemos la canción de los trigos dorados.

Hay un tullido de la mano derecha que, sin dejarde exhibir su horrible muñón, vocifera con una voz de gárgola obstruida:

Esta mano, esta mano tan boni-i-ta. . .

Hay un manco de ambos brazos que prefiere este pasaje de una romanza de moda:

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La cinturinade mi divinacabría, creo,entre mis dedos.

Hay un ciego de nacimiento (vino al mundo con un caniche y un clarinete) que siempreprefiere este idilio del difunto Renard:

Cuando vi a Magdalenapor vez primera...

Viene en seguida un "pobre huérfano":

¿Quién es como un jumento?Mi papá.

¿Quién es como un monumento?Mi mamá.

Un "pobre padre de familia" que aúlla, mostrando su retahíla de granujas:

Los enviados del paraísoson mascotas, amigos míos.Venturoso a quien se lo dotade una mascota.

Un "obrero sin trabajo":

Sólo por la paz trabaja mi martillo..„

Un paralítico:

Yo la seguía cantandotralalá, lalá, lalá.Diciéndole, palpitando,tralalá.Y la hermosa disparando...

Tralalá, lalá, lalá.

Un "viejo soldado mutilado por una esquirla de obús", que, volviendo su rostro sinnariz hacia la escalera de las costureritas del tercer piso, les canta, sin la menor vergüenza:

¡Escúcheme usted, usted, señorita...!

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El desfile siempre termina con una horrible vieja "víctima de la explosión de unpolvorín». ¿Sus ojos? Dos llagas con pus. ¿Su nariz? Un agujero. ¿Su boca? Una excavación,de la que generalmente sale esta canción de "La mascota--:

¡Qué cosa dulce es un beso ...

Ya pueden ustedes pensar cómo me río en mi único cuarto cuya ventana da al patio. Unpatio negro y fétido de la calle Tiquetonne.

OLABERRI, EL MACABROPÍO BAROJA

Según Ortega y Gasset, Pío BARoJA (1872-1956) fue "un asceta calvo,lleno de bondad y ternura, que vendería su puesto en el Parnaso a quien le

 pusiera dos colmillos de tigre en la boca". No, por cierto, un practicante delhumor negro: Olaberri no es una invención, sino un personaje de la vida real, ala que Baroja dedicó mucha de su atención. Pero publicó meditaciones sobrenuestro tema en La caverna del humorismo, en 1919.

Olaberri era un pesimista jovial. No encontraba en el mundo más que vanidad yaflicción de espíritu. No tenía fe más que en la cal hidráulica y en el cemento armado. Para él,detrás de toda satisfacción venía algo negro y doloroso, que eran principalmente las facturas.

-¿Ve usted esa chica que se ha casado con el carabinero? -me preguntó hace tiempo conaire de profunda conmiseración.

-Sí.-¡Qué infelices! Ahora mucha alegría, ¿eh?, y de viaje, pero luego ya vendrán las

facturas.A Olaberri le preocupaban las facturas. Para Olaberri, que era contratista en pequeño,

las facturas eran como la sombra de Banquo, que aparece en el banquete de la vida.Si Olaberri hubiera tenido el sentido estadístico de nuestro amigo Berecoche, ya

difunto, diría que en la vida hay un 75 por ciento de facturas.-Ya le he dicho al párroco -me contó una vez-: usted, con un cubo de agua y un hisopo,

ya tiene para todo el año, y a vivir bien; nosotros, en cambio, pobres contratistas, siempre avueltas con las facturas.

Olaberri tenía gustos macabros. Había construido en el cementerio varios sepulcros ytrasladado cadáveres y huesos y algunos cuerpos recién muertos.

Al hacer la descripción de estos traslados sentía, sin duda, un ardor explicativo deartista medieval y macabro. Los huesos, las calaveras revueltas con tierra, los trozos de hábitoo de ropa, la madera podrida de los ataúdes, todo daba pábulo a su charla pintoresca.

Al relatar el traslado de algún cuerpo recién enterrado, se lucía; entonces los detallesrealistas eran tan terribles que a cualquier persona sencilla se le ponían los pelos de punta.

Salían a relucir los busanos blancos y las gurgujas verdes, y al último la gente no sabíasi temblar de asco o echarse a reír.

El no tenía repugnancia por nada.

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-Los mejores caracoles que hay comido -solía decir-, los hay cogido en la tumba deldifunto párroco. Nunca los hay comido mejores.

De Reportajes.

VALS DEL DESCEREBRAMIENTOALFRED JARRY

Ubú rey, la farsa genial de ALFRED JARRY (1873-1907), fue compuestaen 1888 para ridiculizar a un profesor. Después, el talento extravagantemente

 poético de Jarry se volcó en otros libros: Les Minutes de Sable Mémorial, César Antéchrist, L'Amour absolu, Messaline, Le Surmále y Gestes et opinions du Docteur Faustroll, pataphysicien, pero es el padre Ubú la caricatura feroz quevela la f anca de Jarry.

Durante mucho tiempo yo fui obrero ebanistaen el Campo de Marte, parroquia de Toussaints.Mi mujer ejercía su oficio de modistay nunca padecimos la menor escasez.

Entonces, si el domingo sin nubes se anunciaba,ostentábamos todo nuestro mejor boato,e íbamos a ver cuántos sesos saltaban,

calle del Escaldado, por pasar un buen rato.

Ved, ved la máquina girar,ved, ved los sesos saltar,ved, ved los rentistas temblar.

(Coro:) ¡Hurra, hurra, cabrones, que viva el padre Ubú!

Nuestros dos muñequitos, bañados en pastel,

en el pescante mismo iban acomodados,blandiendo alegremente sus monos de papel,y felices rodábamos a la del Escaldado.

La multitud vertía su gozo en la barrera,y al diablo con los golpes si uno estaba adelante.Yo siempre me instalaba sobre un montón de piedraspor no ensuciar mis botas con hervores de sangre.

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Ved, ved la máquina girar,ved, ved los sesos saltar,ved, ved los rentistas temblar.

(Coro:) ¡Hurra, hurra, cabrones, que viva el padre Ubú!

Pronto estamos blanqueados, yo y mi mujer, con sesosque los niños se embuchan, y todos pataleamosal ver que el Palurdín adoba los garguerosy hay números de plomo, y heridas barbotando.

En un rincón muy cerca de la máquina adviertouna jeta que no me gusta mucho, un crápula.Qué digo. Yo conozco tu trompa, caro viejo:tú me robaste y no seré yo quien te plaña.

Ved, ved la máquina girar,ved, ved los sesos saltar,ved, ved los rentistas temblar.

(Coro:) ¡Hurra, hurra, cabrones, que viva el padre Ubúl

Pero ya mi mujer me tira de la manga:"Ahora es cuando debes hacerte ver, idiota:

puesto que el Palurdín te está dando la espalda,zámpale por la jeta un paquete de bosta".

Atendiendo el soberbio consejo de mi esposa,con ambas manos pesco mi valor en un tris:al rentista le zampo una mierda grandiosaque va a aplastarse sobre la faz del Palurdín.

Ved, ved la máquina girar,ved, los sesos saltar,

ved, ved los rentistas temblar.

(Coro:) ¡Hurra, hurra, cabrones, que viva el padre Ubú!

La multitud furiosa me atropella, arremete.Rápidamente sobre la barrera me tumban,y en el gran hoyo negro del que nunca se vuelve

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soy la primer cabeza que se derrumba.

Y todo por salir a mirar el domingo,calle del Escaldado, saltaduras de sesos,o por ir a mosquear o dislocar cochinos:sale usted sano y vivo, pero regresa muerto.

Ved, ved la máquina girar,ved, ved los sesos saltar,ved, ved los rentistas temblar.

(Coro:) ¡Hurra, hurra, cabrones, que viva el padre Ubú!

UN PACIENTE EN DISMINUCIONMACEDONIO FERNÁNDEZ

 La vida de MACEDONIO FERNÁNDEZ (1874-1952) fue un incansableinsistir humorístico que produjo -a regañadientes- algunas de las páginas máscelebradas de la literatura argentina. El humorismo de Macedonio Fernández nisiquiera hizo excepción de sus lectores, empeñados, sin embargo, enmultiplicarse.

El señor Ca había sido tan asiduo, tan dócil y prolongado paciente del doctorTerapéutica que ahora ya era sólo un pie. Extirpados sucesivamente los dientes, lasamigdalas, el estómago, un riñón, un pulmón, el bazo, el colon, ahora llegaba el valet delseñor Ga a llamar al doctor Terapéutica para que atendiera el pie del señor Ga, que lomandaba llamar.

El doctor Terapéutica examinó detenidamente el pie y "meneando con grave modo" lacabeza resolvió: "Hay demasiado pie, con razón se siente mal: le trazaré el corte necesario, aun cirujano".

 De Papeles de Recienvenido.

INTERVALO DE CINCO MINUTOSFRANCIS PICABIA

El pintor y poeta francés FRANCIS PICABIA (1879-1953) fue, como suamigo Apollinaire, un fabricante de encantadoras infracciones que se

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transformaron en capítulos de la historia del arte. Jésus-Christ Rastaquouéreapareció en 1920, prologado por Gabrielle Buffet.

Yo tenía un amigo suizo llamado Jacques Dingue que vivía en el Perú, a cuatro milmetros de altitud. Partió hace algunos años para explorar aquellas regiones, y allá sufrió el

hechizo de una extraña india que lo enloqueció por completo y que se negó a él. Poco a pocofue debilitándose, y no salía siquiera de la cabaña en que se instalara. Un doctor peruano quelo había acompañado hasta allí le procuraba cuidados a fin de sanarlo de una demenciaprecoz que parecía incurable.

Una noche, la gripe se abatió sobre la pequeña tribu de indios que habían acogido aJacques Dingue. Todos, sin excepción, fueron alcanzados por la epidemia, y ciento setenta yocho indígenas, de doscientos que eran, murieron al cabo de pocos días. El médico peruano,desolado, rápidamente había regresado a Lima... También mi amigo fue alcanzado por elterrible mal, y la fiebre lo inmovilizó.

Ahora bien, todos los indios tenían uno o varios perros, y éstos muy pronto noencontraron otro recurso para vivir que comerse a sus amos: desmenuzaron los cadáveres, yuno de ellos llevó a la choza de Dingue la cabeza de la india de la que éste se había

enamorado... Instantáneamente la reconoció y sin duda experimentó una conmoción intensa,pues de súbito se curó de su locura y de su fiebre. Ya recuperadas sus fuerzas, tomó delhocico del perro la cabeza de la mujer y se entretuvo arrojándola contra las paredes de sucuarto y ordenándole al animal que se la llevase de vuelta. Tres veces recomenzó el juego, yel perro le acercaba la cabeza sosteniéndola por la nariz; pero a la tercera vez, JacquesDingue la lanzó con demasiada fuerza, y la cabeza se rompió contra el muro. El jugador debolos pudo comprobar, con gran alegría, que el cerebro que brotaba de aquélla no presentabamás que una sola circunvolución y parecía afectar la forma de un par de nalgas...

 De Jésus-Christ Rastaquouére.

UN BELLO FILMGUILLAUME APOLLINAIRE

WILHELM APOLLINARIS DE KOSTROWITZKY (1880-1918) fue unincesante inventor de ideas, y una de las sensibilidades líricas más poderosas deque Francia fue capaz. Poeta, crítico, ensayista, curioso insaciable y participantede todas las vanguardias vivas, Apollinaire cultivó un humorismo que no procededel deliberado afán sacrílego que perjudicó a tantos de sus compañeros debohemia.

-¿Sobre qué conciencia no pesa un crimen? -preguntó el barón d'Ormesan-. Por miparte, ya no me tomo la molestia de contarlos. He cometido algunos que me produjerondinero, y si hoy no soy millonario, debo culpar más bien a mis apetitos que a mis escrúpulos.

En 1901, en unión de unos amigos fundé la Cinematographic International Company, ala que para abreviar llamamos C.I.C. Nuestro propósito era producir un film de gran interés ypasarlo luego en los cinematógrafos de las principales ciudades de Europa y América.

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Nuestro programa estaba bien trazado. Gracias a la indiscreción de uno de los domésticos,pudimos obtener una escena interesantísima que representaba al presidente de la República,en momentos en que se levantaba de la cama. Siguiendo idéntico procedimiento, tambiénlogramos la filmación del nacimiento del príncipe de Albania. En otra oportunidad, despuésde comprar a precio de oro la complicidad de algunos funcionarios del Sultán, pudimos fijarpara siempre la impresionante tragedia del gran visir MalekPacha, quien, después de losdesgarradores adioses a sus esposas e hijos, bebió, por orden de su amo y señor, el funesto

café en la terraza de su residencia de Pera.Sólo nos faltaba la representación de un crimen. Pero, desdichadamente, no es fácilconocer con anticipación la hora de un atraco y es muy raro que los criminales actúenabiertamente.

Desesperando de lograr por medios lícitos el espectáculo de un atentado, decidimosorganizarlo por nuestra cuenta en una casa que alquilamos en Auteuil a esos efectos.Primeramente habíamos pensado contratar actores para un simulacro de ese crimen, que nosfaltaba, pero, aparte de que con ello hubiésemos engañado a nuestros futuros espectadores alofrecerles escenas falsas, habituados como estábamos a no cinematografiar más que la reali-dad, no podíamos satisfacernos con un simple juego teatral por perfecto que fuera. Llegamosasí a la conclusión de echar suerte, para establecer quién de entre nosotros debía juramentarsey cometer el crimen que nuestra cámara registraría. Mas ésta fue una perspectiva ingrata para

todos. Después de todo, éramos una sociedad constituida por personas de bien y nadietomaba a broma eso de perder el honor ni aun por fines comerciales.Una noche decidimos emboscarnos en la esquina de una calle desierta, muy cerca de la

villa que alquiláramos. Éramos seis y todos íbamos armados con revólveres. Pasó una pareja:un hombre y una mujer jóvenes, cuya elegancia muy rebuscada nos pareció a propósito paraacondicionar los elementos más interesantes de un crimen pasional. Silenciosos, nosabalanzamos sobre la pareja y amordazándolos los condujimos a la casa. Allí los dejamosbajo el cuidado de uno de nuestro grupo, volviendo a nuestra posición. Un señor de patillasblancas vestido con traje de noche apareció en la calle; salimos a su encuentro y loarrastramos a la casa, a pesar de su resistencia. El brillo de nuestros revólveres dio razón desu coraje y de sus gritos.

Nuestro fotógrafo preparó su cámara, iluminó la sala convenientemente y se aprestó a

registrar el crimen. Cuatro de los nuestros se colocaron al lado del fotógrafo apuntando conlas armas a los cautivos.

La joven pareja estaba todavía desvanecida. Los desvestí con atencionesconmovedoras: despojé a la muchacha de la falda y el corsé, dejando al joven en mangas decamisa. Dirigiéndome al señor de smoking, le dije:

-Señor: ni mis amigos ni yo deseamos a usted ningún mal. Pero le exigimos, bajo penade muerte, que asesine, con este puñal que arrojo a sus pies, a este hombre y a esta mujer.Ante todo, usted tratará de que vuelvan de su desmayo; tenga cuidado que no lo estrangulen.Como están desarmados, no cabe la menor duda que usted logrará su propósito.

-Señor -repuso cortésmente el futuro asesino- no tengo más remedio que ceder ante laviolencia. Usted ha tomado todas las resoluciones y no deseo en lo más mínimo modificaruna decisión cuyo motivo no se me aparece claramente; voy a pedirle una gracia, sólo una:

permítame cubrirme el rostro.Nos consultamos y resolvimos que era mejor así, tanto para él como para nosotros.

Coloqué sobre la cara del hombre un pañuelo en el que previamente habíamos abierto dosorificios en el lugar de los ojos, y el individuo comenzó su tarea.

Golpeó al joven en las manos. Nuestro aparato fotográfico empezó a funcionar,registrando esta lúgubre escena. Con el puñal dio unos puntazos en el brazo de su víctima.Esta se puso rápidamente de pie, saltando, con una fuerza decuplicada por el espanto, sobre laespalda de su agresor. La muchacha volvió en sí de su desvanecimiento y acudió en socorrode su amigo. Fue la primera en caer, herida en el corazón. Luego la escena se concentró en el

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 joven, que se abatió de una herida en la garganta. El asesino hizo las cosas bien. El pañueloque cubría su rostro no se había movido durante la lucha, y lo conservó puesto todo el tiempoque la cámara funcionó.

-¿Están ustedes conformes? -nos preguntó-. ¿Puedo ahora arreglarme un poco?Lo felicitamos por su labor. Se lavó las manos, se peinó, cepillándose luego el traje.

Inmediatamente, la cámara se detuvo.

 De L'Hérésiarque et Cie.

UNA CONFUSION COTIDIANAFRANZ KAFKA

 La situación absurda del hombre en un mundo gobernado por leyesignoradas, o acaso inexistentes, encontró un exponente genial en el checoslovacoFRANZ KAFKA (1883-1924), cuya obra permanecería ignorada si su amigo Max

 Brod hubiera cumplido sus órdenes, destruyendo las novelas El proceso, Elcastillo y América. Las terribles parábolas kafkianas son un himno a la frustración humana, el reflejo de un humorismo siniestro y sin salidas.

Un incidente cotidiano, del que resulta una confusión cotidiana. A tiene que cerrar unnegocio con B en H. Se traslada a H para una entrevista preliminar, pone diez minutos en ir ydiez en volver, y se jacta en su casa de esa velocidad. Al otro día vuelve a H, esta vez paracerrar el negocio. Como probablemente eso le exigirá muchas horas, A sale muy temprano.Aunque las circunstancias (al menos en opinión de A) son precisamente las de la víspera,tarda diez horas esta vez en llegar a H. Llega al atardecer, rendido. Le comunican que B,

inquieto por su demora, ha partido hace poco para el pueblo de A y que deben habersecruzado en el camino. Le aconsejan que espere. A, sin embargo, impaciente por el negocio, seva inmediatamente y vuelve a su casa.

Esta vez, sin poner mayor atención, hace el viaje en un momento. En su casa le dicenque B llegó muy temprano, inmediatamente después de la salida de A, y que hasta se cruzócon A en el umbral y quiso recordarle el negocio, pero que A le respondió que no teníatiempo y que debía salir en seguida.

A pesar de esa incomprensible conducta, B entró en la casa a esperar su vuelta. Y yahabía preguntado muchas veces si no había regresado aún, pero seguía esperándolo siempreen el cuarto de A. Feliz de hablar con B y de explicarle todo lo sucedido, A corre escalerasarriba. Casi al llegar tropieza, se tuerce un tendón y a punto de perder el sentido, incapaz degritar, gimiendo en la oscuridad, oye a B -tal vez muy lejos ya, tal vez a su lado- que baja la

escalera furioso y que se pierde para siempre.

 De La Metamorfosis.

KAPPA

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RYUNOSUKE AKUTAGAWA

El japonés RYUNOSUKE AKUTAGAWA (1892-1927) ofreció en Kappa unamuestra -confesa- de la influencia de

 Jonathan Swift. Publicó también Los tres tesoros, Rashomon, Cuentosbreves japoneses, Los engranajes. Redactó, antes de matarse, una lista de

suicidas famosos.

Extrañamente, experimentaba simpatía por Gael, presidente de una compañía devidrio. Gael era uno de los más grandes capitalistas del país. Probablemente, ningún otrokappa tenía un vientre tan enorme como el suyo. ¡Y cuán feliz se le ve cuando está sentado enun sofá y tiene a su lado a su mujer que se asemeja a una litchi y a sus hijos similares apepinos! A menudo fui a cenar a la casa de Gael acompañando al juez Pep y al médicoChack; además, con su carta de presentación visité fábricas con las cuales él o sus amigosestaban relacionados de una manera u otra. Una de las que más me interesó fue la fábrica delibros. Me acompañó un joven ingeniero que me mostró máquinas gigantescas que se movían

accionadas por energía hidroeléctrica; me impresionó profundamente el enorme progreso quehabían realizado los kappas en el campo de la industria mecánica.Según el ingeniero, la producción anual de esa fábrica ascendía a siete millones de

ejemplares. Pero lo que me impresionó no fue la cantidad de libros que imprimían, sino lacasi absoluta prescindencia de mano de obra. Para imprimir un libro es suficiente ponerpapel, tinta y unos polvos grises en una abertura en forma de embudo de la máquina. Una vezque esos materiales se han colocado en ella, en menos de cinco minutos empieza a salir unagran cantidad de libros de todos tamaños, cuartos, octavos, etc. Mirando cómo salían loslibros en torrente, le pregunté al ingeniero qué era el polvo gris que se empleaba. Este, de piey con aire de importancia frente a las máquinas que relucían con negro brillo, contestóindiferentemente:

-¿Este polvo? Es de sesos de asno. Se secan los sesos y se los convierte en polvo. El

precio actual es de dos a tres centavos la tonelada.Por supuesto, la fabricación de libros no era la única rama industrial donde se habían

logrado tales milagros. Lo mismo ocurría en las fábricas de pintura y de música. ContabaGael que en aquel país se inventaban alrededor de setecientas u ochocientas clases demáquinas por mes, y que cualquier artículo se fabricaba en gran escala, disminuyendoconsiderablemente la mano de obra. En consecuencia, los obreros despedidos no bajaban decuarenta o cincuenta mil por mes. Pero lo curioso era que, a pesar de todo ese procesoindustrial, los diarios matutinos no anunciaban ninguna clase de huelga. Como me habíaparecido muy extraño este fenómeno, cuando fui a cenar a la casa de Gael en compañía dePep y Chack, pregunté sobre este particular.

-Porque se los comen a todos.Gael contestó impasiblemente, con un cigarro en la boca. Pero yo no había entendido

qué quería decir con eso de que "se los comen". Advirtiendo mi duda, Chack, el de losanteojos, me explicó lo siguiente, terciando en nuestra conversación.

-Matamos a todos los obreros despedidos y comemos su carne. Mire este diario. Estemes despidieron a 64.769 obreros, de manera que de acuerdo con esa cifra ha bajado el preciode la carne.

-¿Y los obreros se dejan matar sin protestar? -Nada pueden hacer aunque protesten -dijoPep, que estaba sentado frente a un durazno salvaje-. Tenemos la "Ley de Matanzas deObreros". Por supuesto, me indignó la respuesta. Pero, no sólo Gael, el dueño de casa, sino

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también Pep y Chack, encaraban el problema como lo más natural del mundo. Efectivamente,Chack sonrió y me habló en forma burlona.

-Después de todo, el Estado le ahorra al obrero la molestia de morir de hambre o desuicidarse. Se les hace oler un poco de gas venenoso, y de esa manera no sufren mucho.

-Pero eso de comerse la carne, francamente... -No diga tonterías. Si Mag escuchara estose moriría de risa. Dígame, ¿acaso en su país las mujeres de la clase baja no se convierten enprostitutas? Es puro sentimentalismo eso de indignarse por la costumbre de comer la carne de

los obreros. Gael, que escuchaba la conversación, me ofreció un plato de sandwiches queestaba en una mesa cercana y me dijo tranquilamente:-¿No se sirve uno? También está hecho de carne de obrero.

 De Kappa.

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EL PRINCIPENICCOLO MACCHIAVELLI

Como Sade, el florentino NICCOLO MACCIHAVELLI (14691527) se entretuvo en loar

ciertas virtudes de la maldad, en señalarla como instrumento necesario. Las coincidenciasterminan aquí: mucho más ambiciosas, las proposiciones de Sade abarcan el universo; lasde Macchiavelli, minúsculas, apenas se refieren a la maldad de los buenos gobernantes yson, más que una invención, una crónica.

 Desde luego, los escritos de Sade no se eligieron como textos universitarios y los delitaliano sí, lo que les da la razón a los dos.

Para seguir el examen de las condiciones antes mencionadas, sostengo que todos lospríncipes deben buscar reputación de clementes y no de crueles, pero sin abusar de laclemencia.

El príncipe no debe cuidarse demasiado de la reputación de crueldad cuando necesiteimponer obediencia y fidelidad a sus súbditos. Resultará más humano ordenando algunospoquísimos castigos ejemplares que aquellos que, por exceso de clemencia, permiten lapropagación del desorden, origen de muchas muertes y robos. Estos desmanes dañan a todoslos ciudadanos, en tanto que los castigos ordenados por el príncipe apenas perjudican aalgunos súbditos.

Por estos motivos suele preguntarse si conviene más ser amado que temido o temidoque amado. Se responde que convendría tener ambas cosas a la vez; pero como es difícil quevengan juntas, es mucho más seguro ser temido que amado, en el caso de que uno de los dosafectos falte.

Pero el príncipe debe hacerse temer de manera que el miedo no excluya el cariño,engendrando el odio, porque es perfectamente posible ser temido sin ser odiado. Esto se

logrará respetando las propiedades y la honra de las mujeres de sus súbditos. Si debieraderramar la sangre de alguno, que lo haga contando con la justificación conveniente y porcausa manifiesta. Debe abstenerse, sobre todo, de apropiarse de sus bienes, porque loshombres olvidan antes la muerte de un padre que la pérdida de un patrimonio.

El mundo entero sabe cuán meritorio es que el príncipe prefiera siempre la lealtad a lafalsía. Sin embargo, la experiencia demuestra que príncipes que realizaron hechosmemorables no necesitaron tener mucho en cuenta la fe jurada, y procuraron tenazmenteengañar a los hombres, consiguiendo, al final, sojuzgar a los que confiaron en su lealtad.

Hay que saber que existen dos maneras de combatir: una mediante las leyes y otramediante la fuerza; la primera es propia de los hombres, y la segunda de los animales. Sinembargo, como muchas veces no basta la primera, se hace necesario acudir a la segunda.

Un príncipe no debe, por lo tanto, ser fiel a sus promesas si esa fidelidad puede

perjudicarlo y han desaparecido las causas que lo obligaron a prometer. Si todos los hombresfueran buenos, este consejo no lo sería; pero como son malos, y no serán

Mi sensibilidad, querido Comte, no me permite asistir a la disección del cuerpo de unamigo. Seré representado mañana por M. Boyer, maestro cirujano, quien realizará la aperturadel cadáver. Es un práctico muy experimentado.

MARATleales al príncipe, éste no tiene por qué ser leal con ellos. A un príncipe nunca le van a

faltar argumentos para explicar el incumplimiento de sus promesas. De esto podría ofrecerinnumerables ejemplos modernos, demostrando cuántos compromisos y tratados de paz no se

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cumplieron por deslealtad de los príncipes, saliendo siempre con ganancia quien mejor imitóal zorro.

Pero es necesario saber disfrazar bien las cosas y ser maestro en fingimiento, a pesar deque los hombres son tan ingenuos y sometidos a las urgencias del momento que, quien sededique al engaño, siempre encontrará alguien que se deje engañar.

Un príncipe no necesita tener todas las buenas cualidades referidas, pero conviene queparezca tenerlas. Aun me atrevería a afirmar que, poseyéndolas y practicándolas asiduamente,

pueden resultar perniciosas. En cambio, si sólo se simula tenerlas resultan útiles. Será útil, sinduda, parecer caritativo, fiel, humano, religioso, íntegro, y hasta es posible que resulte útilserlo en realidad; pero siempre con el ánimo dispuesto a dejar de serlo en caso de necesidad.

Es que ningún príncipe, y aun menos un príncipe nuevo puede ejercitar todas lasvirtudes que dan imagen de buenos a los hombres; para conservar el poder hace faltafrecuentemente contrariar a la lealtad, la clemencia, la bondad o el credo.

El carácter de un príncipe debe ser lo bastante dúctil como para someterse a lascondiciones que los cambios de suerte le impongan; como ya dije, mientras pueda ser bueno,no debe dejar de serlo; pero en caso de imperiosa necesidad no dejará de ser malo.

Pero el príncipe no debe permitir que de sus labios salgan frases que no esténimpregnadas de las mencionadas cinco cualidades. A quienes lo vean y lo escuchen debeparecerles piadoso, leal, íntegro, compasivo y religioso. Esta última cualidad es la que más

conviene aparentar, porque casi siempre los hombres juzgan más por los ojos que por losdemás sentidos, y mientras puedan ver, raramente se detienen a contemplar lo que ven. Todoel mundo verá la apariencia y muy pocos la realidad. Y estos pocos no se atreverán acontrariar a la inmensa mayoría, que tendrá de su parte la fuerza oficial del Estado.

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EL GUSTO DE LOS NIÑOS POR LA SUCIEDADCHARLES FOURIER

El rescate de los escritos de CITARLES FOURIER (17721837) no es una empresadescabellada, como lo demostró Breton. Víctor Hugo, por su parte, la había profetizado. "Enel año 1817 -dilo- había en la Academia de Ciencias un cierto Fourier célebre, que la

 posteridad ha olvidado, y en no sé qué granero un Fourier oscuro, que el futuro recordará."

La tendencia de los niños al desaseo es inocente y sin pretensión entre los pequeñitos:toma un curso más elevado entre los de nueve a doce años, verdaderos maniáticos de lasuciedad; éstos la llevan de la simple a la compuesta y conciben vastos planes de porquerías.Por ejemplo, van en las noches a embarrar con suciedad las aldabas de las puertas y loscordones de los timbres, untándolos con su artículo favorito; no sueñan más que en losmedios de ensuciar con este artículo a todo el género humano...

¿De dónde viene este frenesí escatológico entre los escolares de diez a doce años? ¿Esun vicio de la educación o proviene de la falta de preceptos? No, porque cuanto más se les

predica contra la suciedad, más tercos se muestran en ella. ¿Es depravación? ¡Entonces lanaturaleza sería depravada!No podríamos desembrollar este enigma en la civilización; he aquí la explicación: la

manía de la suciedad es un impulso necesario para dar de alta a los niños en las PequeñasHordas, para ayudarlos a soportar alegremente el disgusto consecuente de los trabajosinmundos, y a abrirse, en la carrera de la porquería, un vasto campo de gloria industrial y defilantropía.

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EPITAFIOTHOMAS CARLYLE

Una consideración superficial podría hacer pensar que el escocés THOMAS CARLYLE(1795-1881) era una persona solemne. Admirador de Schiller, de los filósofos alemanes, de

Cromwell y autor de una Historia de la Revolución Francesa, Carlyle simula por momentosser un adorador de héroes al estilo de Nietzsche. Sin embargo su obra maestra es el Sartor Resartus, de la que se extrajo el siguiente epitafio, de fácil aplicación. El Sartor Resartussirve para salvar a los lectores de Carlyle del aburrimiento y al mismo Carlyle de sus Obras

 Restantes.

Aquí yaceFelipe Zaehdarn, por sobrenombre El Grande, Conde de Zaehdarn,Consejero ImperialCaballero del Toison de Oro, de la Orden de la Jarretera y del Buitre Negro.

Que a la luz de la luna mató cinco mil perdicescon bala;y por sí y por sus servidores, bípedos y cuadrúpedos, convirtió públicamenteen estiércol, no sin gran estrépito,cien millones de quintales de variados manjares. Ahora, descansando de ese trabajo, lo

acompañan sus obras.Defecó por primera vez en el mundo (sigue fecha) Por última (sigue fecha)Si buscas su mausoleo, contempla este estercolero.

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CINCO NUEVAS ADICIONES AL CODIGO CRIMINALCHARLES DICKENS

El padre del novelista CHARLES DICKENS (1812-1870) conoció la prisión pordeudas. Nacido en Inglaterra, como la sociedad industrial, Dickens reflejó con verosimilituden sus novelas ciertas anécdotas que acompañaron la transformación de la prisión por

deudas en prisión en deudas, único progreso conocido hasta ahora en la materia. Esteobligatorio espectáculo tuvo mucho que ver, sin duda, con la tendencia de Dickens a de-tenerse en ciertos aspectos particularmente macabros de aquella realidad, como lasejecuciones públicas o -en este caso- el Código Criminal.

Tenemos entendido que el Gobierno abriga el propósito de presentar un proyecto de leycon objeto de enmendar el Código Criminal en vigor, en vista de que la experiencia hademostrado que en los casos de asesinato resulta demasiado rápido, injusto y riguroso; en unapalabra, muy inconveniente para las simpáticas personas acusadas de ese hecho reflexivo.Hemos sido favorecidos con un bosquejo de las principales estipulaciones que es probable

que contenga el proyecto.Este se basará en el profundo principio de que el verdadero delincuente es el asesinado,porque, sin su obstinado empeño en que lo asesinasen, el apreciable semejante que ha decomparecer en juicio no se habría visto metido en estas molestias.

Se calcula que sus principales disposiciones se concretarán en los siguientes artículos:1° Queda suprimido el juez. Algunos de los acusados que gozan de la mayor

popularidad han hecho fuertes objeciones a la presencia de este inoportuno personaje, queresulta perjudicial para sus altos intereses. El Tribunal se compondrá de uno de

tantos caballeros dedicados a la política, que viven retirados en una habitación desde laque se domina St. James Park, y que tiene ya más ocupaciones de las que, por un esfuerzo dela imaginación humana, se supone que podría tener.

2° El jurado se compondrá de cinco mil quinientos cincuenta y cinco voluntarios.

3° Quedará estrictamente prohibido a los Miembros del jurado el comunicarse ni con elacusado ni con los testigos. No se tomará juramento a los Miembros del jurado. No seenterarán bajo ningún concepto de las pruebas que resulten de lo actua(lo; tendrán queaveriguarlas o figurárselas como buenamente puedan, y se pasarán el tiempo dirigiendo cartassobre las mismas a los periódicos.

4° En el caso de que se trate de un proceso por asesinato con veneno y suponiendo quela acusación presente un caso hipotético o unas pruebas hipotéticas de envenenamiento condos venenos distintos, pongamos el arsénico y el antimonio, y admitiendo que la presenciadel arsénico en el cuerpo sea posible, pero no esté demostrada, mientras que la presencia delantimonio constituya una certeza absoluta, en ese caso será obligación del Jurado limitarse aconsiderar si ha habido envenenamiento con arsénico, prescindiendo por completo del anti-monio; y 5° Después que los médicos que presenciaron la muerte del verdadero culpable, es

decir, del asesinado, hayan descrito en la prueba los síntomas que precedieron a ella, sellamará a otros médicos que nunca conocieron y que tendrán que testificar si correspondentambién o no a ciertas enfermedades conocidas... pero jamás se les preguntará si concuerdanexactamente con los síntomas de envenenamiento. Ilustremos prácticamente esta disposiciónde la Ley que se prepara. Se ha visto entrar en la casa en que vive solo el señor Z ... a unperro rabioso que venía echando baba por la boca. Demuéstrase de un modo irrebatible queZ... y el perro rabioso han permanecido algún tiempo en la casa juntos, lo que llevairresistiblemente a la conclusión de que Z... ha sido mordido por el perro. Más adelante sedescubre a Z... acostado en su cama, con síntomas de hidrofobia, y en su cuerpo las señales

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de los clientes del perro. Ahora bien: como los síntomas de la rabia coinciden con los deltétanos, que Z... pudo contraer con que sólo se hubiese clavado un clavo roñoso en cualquierparte del pie, se hará que algún médico legal, que no haya visto a Z. . . jamás, certifique estehecho abstracto, y en el Registro Civil se extenderá un certificado obligatorio de que Z...falleció a consecuencia de la herida que le produjo un clavo roñoso.

Se abriga la fundada esperanza de que estas innovaciones que se introducirán en elactual procedimiento criminal no solamente han de resultar satisfactorias para el acusado

(cuyas conveniencias están por encima de todo), sino que contribuirán también, dentro de lotolerable, al bienestar y defensa de la sociedad. Porque con estas disposiciones razonables yprudentes no se rechaza por completo la idea de que pueda resultar molesta para la sociedadla práctica excesiva del envenenamiento.

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EL GUILLOTINADO POR PERSUASIONEUGENE CHAVETTE

EUGENE CHAVETTE se llamó en realidad Vachette y escribió, hacia fines del siglo pasado, algunas historias que gozaron de efímera popularidad. Es más, sin embargo, la quemerece su Guillotinado por persuasión, incluido en Petites Comedies du Vice.

 La escena ocurre en provincias, en una pequeña ciudad del Mediodía..

Designaron a un empleado de la prefectura miembro del jurado. En el proceso, se juzgaa un hombre acusado de diecisiete muertes, descontando las pequeñeces de infracciones yrobos.

Es condenado a muerte.Al volver a su casa el empleado del jurado se dice:

"Esta es una excelente ocasión para devolver todas las atenciones que he recibido".Cuando llega el momento, escribe a sus amigos: "Guillotinamos a Saint Phar el jueves:venid entonces a almorzar, tengo tres ventanas sobre la plaza y un buen cocinero. Vamos areírnos un poco". El día señalado, todos los amigos acuden a la cita del empleado, quetambién invitó a su jefe, hombre influyente que lo protege.

Como ninguna ejecución pública tuvo lugar desde hace cincuenta años en la ciudad, seha descuidado al personal encargado de la ejecución.

El verdugo es un viejo débil.Su primer oficial ha dejado ya esta Tierra.El segundo ayudante se está recuperando de una larga enfermedad que lo dejó sin

fuerzas.Si el condenado, que es un Hércules, no pone un poco de buena voluntad, la justicia de

los hombres difícilmente será satisfecha.

En el momento de los postres llega de la prisión la aterradora noticia."Saint Phar no desea que lo molesten". Desesperados, los invitados exclaman a coro: -

Nuestra fiesta está echada a perder... ¡No se puede contar con nada!El jefe frunce las cejas.Su subordinado, que ve comprometido su ascenso, se esfuerza vanamente para calmar

el descontento de este influyente personaje.Al fin toma una gran resolución:-Conozco un poco a Saint Phar -dice-; voy a hacerle entrar en razón.

Va a la prisión y entra en la celda del condenado. Se establece este diálogo:EL PERSUASOR ¡Y bien! ¿Qué es lo que dicen estos mentirosos? (Le palmea las

mejillas.) ¿Que no quieres dejarte gui-llo-ti-nar?SAINT PHAR (secamente) : No.EL PERSUASOR: La razón, por favor.SAINT PHAR: Se me avisó a último momento. EL PERSUASOR: ¿Qué? ¿A último

momento? Toda la noche has oído los golpes de martillo, que te impedían dormir. ¿No te hanintrigado? ¿No tuviste la curiosidad de decirte "¿Qué es eso?"? Y bien, era la pequeñamáquina que se levantaba sobre la plaza Bourdaillard, cuya feria está retrasada por tu culpa.

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(Con tono de reproche.) ¡Y tú esperando a última hora para hacerte el caprichoso! ¡Vamos!¡Grandote!

SAINT PILAR (inconmovible) : No.EL PERSUASOR (sorprendido): ¡Pero, desgraciado! ¡Todo el mundo ha llegado! ¡La

magistratura,el clero, el pueblo, los soldados que vienen a hacerte fila como para el emperador! Cada

uno está en su puesto... a nadie se espera sino a ti... (Insistente.) Te esperan ú-ni-ca-men-te a

ti. SAINT PHAR: Tengo desconfianza.EL PERSUASOR (vivamente): ¡Vaya! ¿No conoces al buen señor de Puisec, ese vicio

noble que no ha salido de su casa desde la caída de los Borbones, y que había jurado no dejar jamás la alcoba? (Con acento de triunfo.) ¡Pues bien! Ha venido, está allá... ¿Por quién? Te lopregunto, gran sinvergüenza. (Sonriendo.) Por ti, por su pequeño Saint Phar... Vamos, ven,por cortesía hacia el señor de Puisec.

SAINT PHAR (brutalmente) : No me fue presentado... No.EL PERSUASOR (con tono desdeñoso) : ¡Ah! ¡Ya sé! (Lo llama aparte.) No temas

confiarte a un amigo. Es el dinero lo que te detiene, ¿eh? (Le habla al oído.) Todos los gastosestán pagos. El Estado te lo regala.

SAINT PHAR (orgulloso) : No pido limosnas.

EL PERSUASOR: ¡Oh! ¡Con susceptibilidad ahora! Si todos los funcionarios fueransusceptibles como tú para los sueldos, ¿dónde irían a parar los gobiernos, eh? Contesta, te loruego... vamos, ven rápido, temo que noten tu ausencia.

SAINT PHAR: No, ya tengo desconfianza.EL PERSUASOR (severamente) : No eres sino un ingrato con el cielo. (Se enoja.)

¡Qué! Todos los días en el fondo de California, de Java y Brasil, hay pobres diablos que estánenfermos, impotentes, que ni siquiera pueden arrastrarse, y no abrigan sino un solo deseo, noformulan sino un voto: "¡Ah, quisiera morir en mi bella y dulce patria!" (Enojado.) ¡Estásaquí, en tu villa natal, rodeado

de todos tus compatriotas! Pero dime un poco, entonces, ¿qué más te hace falta?¡Coloso!

SAINT PHAR: Es posible... pero tengo desconfianza.

EL PERSUASOR: Vamos, no te hagas el loco, pensemos un poco... Sé franco: antes deestar preso, no vivías tranquilo ... tenías remordimientos ... te decías: "Si me detienen, se memeterá en la prisión. Iré al tribunal, donde los jueces me dirán mil cosas desagradables".Bien, muy bien, razonabas bien. Pero hoy todo ha pasado, lo más difícil está hecho... no tequedan más que cinco minutos... ¿y dudas? No te comprendo. ¿Cómo puede ser divertida laprisión?... y sobre todo para la salud; ¡estás pálido como un membrillo! (Interesado.)Vamos... al menos tomarás aire, te hará pasar el momento.

SAINT PITAR: No, soy hombre casero.EL PERSUASOR: Sin hablar del señor verdugo, que desde esta mañana está aceitando

su "mueblecito"... ¡como para un hijo, querido! Son las primeras relaciones entre ustedes, ¿ytú lo desprecias? (Serio.) ¡Un enemigo que te haces! ¡Cuídate!

SAINT PHAR: No me gustan las caras nuevas; la suya es triste.

EL PERSUASOR: ¿Entonces crees que debe estar alegre para el Estado? ¡Antes almenos tenía la rueda para divertirse y se la han quitado! Si se le diera a elegir preferiría unviaje a Suiza, puedes estar seguro... vamos, ¿te decides?

SAINT PHAR: No, yo tengo desconfianza.EL PERSUASOR: Sin hablarte de mí mismo, que he respondido por ti a doce amigos

que han venido expresamente del campo. ¿Crees que si yo mintiera los mandaba llamar? Suscoches están ahora en mi patio.

SAINT PHAR: Tengo desconfianza, no.

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EL PERSUASOR (piadoso) : Sé gentil conmigo, un viejo camarada de pensión. Nohemos seguido la misma carrera... ¡Tú has llegado! No te hagas el advenedizo conmigo... yosoy un pobre funcionario con mujer e hijos. El jefe de mi división está esperando en mi casa;yo deseo el ascenso; haz esto por mí, te lo ruego, mi pequeño Saint Phar. (Con tono dereproche.) Yo soy tu jurado, eres mi primer guillotinado, estréname de buena gana, ¡quédiablos! (Con convicción.) Como jurado te he condenado a muerte. He cumplido con mideber. Por lo tanto tú cumple con el tuyo. . . cada uno tiene su misión dentro de la sociedad.

SAINT PHAR: No, tengo desconfianza.EL PERSUASOR: Un buen consejo, de paso. Si no quieres hoy... está bien... peroharemos venir al verdugo de al lado y será mañana... Contesta, ¿se acostumbra guillotinar aldía siguiente de la ejecución? No, es un orden, un orden establecido... entonces alteras elorden, te levantas contra el orden establecido... vamos, ¿sabes qué se pensará de ti? Se dirá:"¡Qué bien, ahora es un promotor de líos!" Ya ves que te comprometes de puro gusto.

SAINT PHAR: Me río del "qué dirán".EL PERSUASOR (después de reflexionar): Vamos, Saint Phar, soy muy observador...

¿quieres que te lo diga?... No lo confesarás, pero esta resistencia no viene de ti, se te hasubido a la cabeza... haces un monstruo de este asunto. En el fondo, ¿qué es? Una nada, unasimple formalidad... Examinémoslo juntos un poco: para empezar, tomas un hermosodesayuno (Sonriente.) ¿Muy difícil, eh?... Después te refrescas rápidamente la cabeza, es

higiénico y te rejuvenece... En seguida vas tranquilamente en coche. (Insistente.) En coche,mi viejo, ¡en co-chel Durante el trayecto, hablas de cualquier cosa, de los demás con el sacer-dote, y el tiempo pasa en un abrir y cerrar de ojos... Al llegar, vienen a tu encuentro, se abrela puerta, se te tienden los brazos; ¡todo el mundo está a tu disposición! Subes a la escalerasuavemente, ¡un escalón, un solo escalón! Además, un pequeño entrepiso... saludas y... alinstante de doblar la cabeza... ¡prrrru! ¡HA terminado! (Sonriente.) Y todo el mundo se vacontento.

SAINT PHAR: ¡Todo el mundo, todo el mundo! ¡Eso le gusta decir! Yo. ..EL PERSUASOR (lo interrumpe) : ¡No hablemos los dos a la vez, por favor! Soy

hombre serio. Entonces, si no quieres hoy, será mañana. ¡En principio, mañana es viernes, unfeo día que te traerá desgracia! Mañana mis hijos habrán vuelto del colegio; mañana se estarámal dispuesto contra ti, no dejarán sus asuntos y no tendrás un gato en tu ejecución. ¿Te

parece halagador esto?SAINT PHAR: No busco la popularidad.EL PERSUASOR: ¿Y mis doce amigos que han venido del campo? ¡Me los vas a dejar

encima hasta mañana? ¿O quieres que los aloje? Ponte un poco en mi lugar.SAINT PHAR (vivazmente) : Con mucho gusto. Tome el mío.EL PERSUASOR (dichoso) : ¡Ah, farsante! ¡Te haces el gracioso! ¡Sabía bien que

solamente querías darme qué hacer! (Con tono confidencial). Entre nosotros, sabes tan biencomo yo a quién 1e gustará tu obediencia. El emperador lo manda.

SAINT PHAR (con vivo tono de reproche) : No es con ese fin que he votado por él.EL PERSUASOR (vivazmente) : ¡Ah! ¡Ahora lo comprendo! Sabía bien que no

eras lógico. ¿Quién te pidió que votes al emperador? Nadie. Las elecciones eran libres; no tehan influenciado. Dijiste:

"Sí, lo quiero, dénmelo". Te has conformado con los textos sagrados que dicen: Elegiteex vobis meliorem, quem vobis placuerít, et ponite eum super solium... Es el soberano de tucorazón, el emperador de tu gusto; él lo sabe... y... ¡crac!... ¡a la primera cosa que te pide, teniegas! ¿Sabes qué dirá, muy sorprendido, a la noche, conversando en voz baja con su dama?Dirá: "¡Cómo, creía que Saint Phar estaba de mi lado!"

Ante esta perspectiva el condenado se levanta de un salto; una violenta emoción lecorta la palabra; por sus gestos se comprende que está resignado a todo.

EL PERSUASOR (con modesta satisfacción): ¡Ah, al fin entras en razón, grandote!Vamos, voy a decirle al verdugo que te reciba; haré esperar a las damas. (Lo abraza y sale.)

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Diez minutos después, el jefe, satisfecho, dice a su huésped y empleado, radiante:-En realidad, querido, vuestra pequeña fiesta fue deliciosa y completa.

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LA HISTORIA DEL INVALIDOMARK TWAIN

Samuel Langhorne Clemens, alias MARK TWAIN (18351910) es uno de los mayoresescritores estadounidenses y dueño, por lo menos, de dos obras maestras: las Aventuras deTom Sawyer y las de Huekleberry Finn. Como humorista, Mark Twain padece el defecto oca-

sional de extraerle al lector alguna carcajada, de transformarse en un cómico. Aunque elhumor negro no se permite otra explosión que la sonrisa, la historia del Inválido puede serconsiderada una cumbre del género.

Parezco de sesenta y casado, pero este aspecto se debe a mi estado y padecimientos,porque soy soltero y sólo de cuarenta y uno. A ustedes les resultará difícil creer que yo, queahora no soy más que una sombra, fui un hombre vigoroso, robusto, apenas dos años atrás.¡Un hombre de hierro, uri verdadero atleta! Con todo, ésa es la simple verdad. Pero aún másextraño es el modo en que perdí mi salud. La perdí ayudando a cuidar una caja de riflesdurante un viaje por ferrocarril de doscientas millas en una noche de invierno. Esta es larigurosa verdad y les contaré cómo sucedió.

Soy de Cleveland, Ohio. Una noche de invierno, hace dos años, llegué, a casa justo aloscurecer, en medio de una violenta tormenta de nieve, y lo primero que escuché al entrar fueque mi más querido amigo de la infancia v condiscípulo, John B. llackett, había muerto el ydía anterior, y que su última expresión había consistido en el deseo de que yo trasladara losrestos al hogar para entregarlos a sus pobres y ancianos padres, en Wisconsin. Me sentí muyconmovido y apenado, pero no había tiempo que perder en emociones; debía salir deinmediato. Tomé la tarjeta que decía "Diácono Levi Hackett, Bethlehem, Wisconsin", y meapresuré hacia la estación a través del ulular de la tormenta. Al llegar encontré la larga caja depino blanco que me había sido descrita; aseguré en ella la tarjeta con algunas tachuelas,constaté que fuera embarcada sin tropiezos en el coche expreso, y corrí al comedor paraproveerme de un emparedado y algunos cigarros. Al rato, cuando regresé, mi ataúd estabaafuera otra vez, aparentemente, ¡y un joven con una tarjeta, unas tachuelas y un martillo en

sus manos andaba a su alrededor examinándolo! Yo estaba asombrado y confundido. Elcomenzó a clavar su etiqueta y yo me precipité hacia el vagón muy exaltado, a exigir unaexplicación. Pero no... allí estaba mi caja, perfectamente, en el coche, no había sidoperturbada. (El hecho es que, sin que yo lo sospechara, se había cometido un errorprodigioso. ¡Yo estaba llevando una caja de rifles, por la que el joven había venido a laestación, para enviarla a una compañía en Peoría, Illinois, y él había obtenido mi cadáver! )

En ese instante el conductor cantó "Todos a bordo", y yo salté dentro del vagón y measeguré un asiento confortable sobre un fardo. El encargado estaba allí, concentrado en sutrabajo; un hombre sencillo, cincuentón, de cara simple, honesta, de buen carácter y una vivacordialidad, aunque prosaica en su estilo general. Al iniciar su movimiento el tren, un extrañobrincó dentro del coche y ubicó un paquete de queso de Limburgo, peculiarmente maduro ycompetente, sobre un extremo de mi ataúd, quiero decir de mi caja de rifles. En fin, ahora sé

que era queso de Limburgo, pero en ese entonces no había oído acerca de ese artículo en mivida y, por supuesto, era absolutamente ignorante acerca de su carácter. Bien, corríamos através de la noche borrascosa, la cruel tormenta se encolerizaba, una melancólica aflicción secernía sobre mí, ¡mi corazón se venía abajo, abajo, abajo! El anciano encargado hizo uno odos animados comentarios sobre la tempestad y el tiempo ártico, cerró de un golpe las puertascorredizas, echó el cerrojo, clausuró herméticamente las ventanas, y luego anduvo alrededormío, aquí, y allí y más allá, enderezando las cosas y canturreando tranquilamente todo eltiempo Sweet by and by, en tono bajo y desafinando muclio. Pronto empecé a detectar unolor de lo más dañino y penetrante, que se introducía furtivamente en el aire helado. Esto

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deprimió mi ánimo aún más, porque desde luego lo atribuí a mi pobre amigo muerto. Habíaalgo infinitamente melancólico en este modo callado y patético de convocar mi recuerdo; meresultó difícil retener las lágrimas. Por otra parte, también me afligió a causa del viejoencargado, quien -temí- podría notarlo. Sin embargo, continuó canturreando tranquilamente,y no dio señales de hacerlo, por lo que me sentí agradecido. Agradecido, sí, pero todavíainquieto. Y pronto empecé a sentirme más y más desasosegado a medida que transcurrían losminutos, porque a cada instante el olor se espesaba más, y se volvía más y más indómito y

difícil de soportar. En poco tiempo, habiendo arreglado las cosas a su satisfacción, elencargado se armó de leña y encendió un tremendo fuego en el fogón. Esto me intranquilizómás de lo que puedo describir, porque no pude dejar de comprender que se trataba de unerror. Estaba seguro de que el efecto sería deletéreo sobre mi pobre amigo muerto. Thompson-el nombre del encargado era Thompson, como descubrí en el curso de la noche- empezóahora a hurgonear por el coche, deteniéndose ante toda hendidura que pudiera encontrar,señalando que no haría ninguna diferencia el tipo de noche que hiciera afuera, él calculabahacerla confortable para nosotros, de cualquier manera. Nada dije, pero pensé que no estabaeligiendo la mejor manera. Mientras tanto, él seguía canturreando para sí, y mientras tanto,también, la estufa calentaba más y más, y el ambiente se volvía más y más opresivo. Me

sentí empalidecer, y con náuseas, pero pené en silencio, sin decir nada. Pronto noté queel Sweet by and b y se debilitaba gradualmente; luego cesó en forma total y se produjo un

silencio ominoso. Después de un momento, Thompson dijo:-¡Puf! Reconozco que no es canela lo que usted ha cargado...Jadeó una o dos veces, luego avanzó hacia el at... cajón de rifles, se detuvo sobre el

queso de Limburgo durante un brevísimo instante, y regresó a sentarse cerca mío, viéndoselemuy impresionado. Después de una pausa contemplativa, dijo, señalando el cajón con ungesto:

-¿Amigo suyo?-Sí -dije suspirando.-¿Está bastante maduro, no es cierto?Nada más se dijo durante un par de minutos, estando cada uno ocupado con sus propios

pensamientos. Luego Thompson habló, en voz baja y tono reverente:-Algunas veces no se sabe si ellos se han ido realmente o no... Parecen muertos, usted

sabe... cuerpo caliente, articulaciones flexibles... y así, aunque usted piense que han muerto,usted no lo sabe realmente. Tuve casos en mi coche. ¡Es tremendo, porque no se sabe en quémomento se levantarán y lo mirarán a uno!

Luego, después de una pausa y levantando ligeramente un codo hacia el cajón, agregó:-¡Pero él no está en trance!-No, señor, ¡yo salgo fiador por él! Permanecimos sentados algún tiempo, en silencio

meditativo, escuchando el viento y el bramar del tren. Entonces Thompson dijo con gran sen-timiento:

-Vaya, vaya, todos tendremos que ir, no hay vuelta que darle. Hombre nacido de mujeres de pocos días, como dicen las Escrituras. Sí, usted puede pensar lo que quiera, pero esterriblemente solemne y curioso: ninguno puede evitarlo; todos tendrán que ir... simplementetodos... Un buen día usted está sano y fuerte. . . -aquí él saltó, rompió un panel de la ventana,

tendió su nariz hacia afuera durante un momento, y luego volvió a sentarse mientras yoluchaba y embestía con mi nariz hacia afuera por el mismo lugar, cosa que continuamoshaciendo cada tanto- un buen día usted está sano y fuerte y al día siguiente es segado como elpasto y los lugares que lo conocían ya no lo conocen más, como dicen las Escrituras. Sí,nadie; es tremendamente solemne y curioso, pero todos tendremos que ir, en una ocasión o enotra; no tenemos manera de evitarlo.

Hubo otra larga pausa; luego: -¿De qué murió?Dije que no lo sabía.-¿Cuánto tiempo ha estado muerto?

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Me pareció juicioso abultar los hechos para adecuarlos a las probabilidades; de maneraque dije: -Dos o tres días.

Pero no fue de provecho; porque Thompson lo recibió con una mirada ofendida quedecía francamente: "Dos o tres años, querrás decir". Luego prosiguió, ignorandoplácidamente mi aseveración, y ofreció sus extensos puntos de vista acerca de la imprudenciade aplazar demasiado los entierros. Anduvo lentamente hacia el cajón, se detuvo un instante,regresó a trote vivo y visitó el panel roto, observando:

-Hubiera tenido mejor facha, en todo aspecto, si lo hubiera despachado el últimoverano.Se sentó, enterró su cara en su rojo pañuelo de seda y comenzó a cimbrar y hamacar

lentamente su cuerpo como quien está haciendo todo lo posible por soportar lo casiinsoportable. Ya entonces la fragancia -si se la puede llamar fragancia- era casi sofocante,tanto como lo que puedan imaginar. La cara de Thompson se estaba poniendo gris: yo sabíaque a la mía no le quedaba ningún color. De tanto en tanto Thompson descansaba su frente ensu mano izquierda, apoyando el codo en la rodilla, haciendo flamear su pañuelo rojo hacia lacaja con su otra mano y decía:

-He llevado a más de uno de ellos, algunos considerablemente pasados, también, pero,por Dios, ¡él supera a todos! ¡y fácil! ¡Patrón, ellos eran heliotropo al lado de él!

Este reconocimiento de mi pobre amigo me satisfizo, a pesar de las tristes

circunstancias, porque sonaba tanto a un cumplido.Muy pronto se hizo evidente que algo había que hacer. Sugerí cigarros. Thompsonpensó que era una buena idea. Dijo:

-Probablemente lo modifique un poco. Resoplamos escrupulosamente durante un rato ytratamos tenazmente de imaginar que las cosas mejoraban. Pero era inútil. Antes de mucho,sin ninguna consulta, y al mismo tiempo, ambos cigarros fueron dejados caer por nuestrosdébiles dedos. Thopmson dijo, con un suspiro:

-No, patrón, no lo modifica ni por el valor de un centavo. La verdad es que lo empeoraporque parece incitar su ambición. ¿Qué considera mejor que hagamos?

Yo no era capaz de sugerir nada. En realidad, estaba obligado a tragar y tragar todo eltiempo y no me animaba mucho a hablar. Thompson se puso a gruñir, de modo inconexo ydesalentado, acerca de las desdichadas experiencias de esa noche. Llegó a adjudicar a mi

pobre amigo varios títulos -algunas veces militares, otras civiles-; noté que cuanto másrápidamente crecía la eficacia de mi pobre amigo, Thompson lo promovía en concordancia, ledaba un título más alto. Finalmente dijo:

-Tengo una idea. ¿Suponga que nos dedicamos con empeño al asunto y le damos alCoronel un pequeño empujoncito hacia la otra punta del coche? Unos diez pies, ¡digo! El notendría tanta influencia entonces, ¿no le parece?

Dije que era buen proyecto. Por lo que hicimos una gran inspiración de aire fresco através del panel roto, calculando retenerlo hasta que termináramos. Luego nos acercamos, einclinándonos sobre ese queso mortífero, asimos fuertemente la caja. Thompson hizo con lacabeza la señal de "listo" y nos tiramos hacia adelante con todo nuestro poder; pero él resbalóy se aplastó con su nariz en el queso y se le escapó el aliento. Tuvo arcadas y jadeó, selevantó atropelladamente y se abalanzó hacia la puerta, piafando el aire y diciendo con voz

ronca:-¡No me paren! ¡Dios me salve! ¡Vía libre! ¡Me estoy muriendo! ¡Vía libre!Afuera, sobre la plataforma, me senté, sostuve su cabeza un rato y revivió. Pronto

habló:-¿Le parece que movimos algo al General? Dije que no; no lo habíamos movido.-Bien, entonces, esa idea se fue al pozo. Debemos ponernos a pensar alguna otra cosa.

Está cómodo donde está, lo reconozco; y si él opina así sobre el asunto, y ha resuelto que nodesea ser molestado, apueste a que llevará la cosa a su manera. Sí, mejor dejarlo donde está,

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mientras él lo quiera así; porque tiene todos los triunfos, sabe, de modo que conviene razonar;el hombre que intente alterar sus planes deberá considerarse sonado.

Pero no podíamos permanecer allí afuera, en medio de esa tormenta loca; moriríamoscongelados. Por lo que entramos, cerramos la puerta y comenzamos a sufrir una vez más y aturnarnos en el agujero de la ventana. En determinado momento, al alejarnos de una estaciónen la que nos habíamos detenido un rato, Thompson bailoteó alegremente y exclamó:

-¡Estamos muy bien, ahora! Me parece que le ganamos al Comodoro esta vez. Creo que

aquí he obtenido el mejunje que le arrancará el tufo.Se trataba de ácido fénico. Tenía una damajuana. Roció todo alrededor; en realidad,empapó todo: la caja de rifles, el queso, todo. Luego nos sentamos, sintiéndonos muyesperanzados. Pero no duró mucho. Vean ustedes, los dos perfumes comenzaron a mezclarsey luego... bueno, muy pronto nos abalanzamos hacia la puerta; allí afuera, Thompson enjugósu cara con el pañuelo y dijo con cierto tono desanimado:

-Es inútil. No podemos con él. No hace más que apropiarse de todo lo que le oponemospara utilizarlo en su beneficio; le da su propio gustillo y lo vuelve contra nosotros. Y bien,patrón, usted no lo sabe, ahora se está unas cien veces peor aquí que cuando salimos. Nuncavi a uno de ellos calentarse tanto por su trabajo y tomarse tan maldito interés en él. No, señor,nunca, mientras estuve en el camino; y mire que he llevado a muchos, como le estabacontando.

Nos volvimos a sentar adentro, después de quedar bastante tiesos de frío. ¡Cáspita, nopudimos quedarnos adentro, ahora! De manera que valseamos ida y vuelta, tiritando,derritiéndonos y sofocándonos por turno. Al término de casi una hora nos detuvimos en otraestación. Al dejarla Thompson entró con una bolsa y dijo:

-Patrón, voy a probar con él una vez más. . , sólo esta vez; si no lo agarramos en ésta, loque debemos hacer es, simplemente, tirar la toalla y abandonar la pelea. Así es como yo loveo.

Había traído gran cantidad de plumas de pollo, y manzanas secas, y hojas de tabaco, ytrapos, y zapatos viejos, y sulfuro, y asafétida y una y otra cosa; las apiló sobre una ampliaplancha de hierro en medio del piso y les puso fuego.

Cuando comenzó a arder bien no pude entender ni cómo el cadáver podía soportarlo.

Todo lo anterior resultaba simple poesía ante ese olor... Pero, cuidado, el olor originalpermaneció incólume, individualizado del otro, tan sublime como siempre... El hecho es quelos otros olores parecían darle un mejor sustento, ¡y cáspita, qué poderoso era! No hice estasreflexiones allí -no hubo tiempo-, las hice en la plataforma. Atropellándose para seguirme,Thompson se sofocó y cayó; y antes de arrastrarlo, lo que hice tornándolo del cuello, estuvecerca de desmayarme también. Cuando revivimos, Thompson dijo descorazonadoramente:

-Debemos quedarnos aquí afuera, patrón. Tenemos que hacerlo. No hay otro camino. ElGobernador desea viajar solo y está tan decidido que nos puede sacar votos de ventaja.

Y pronto agregó:-Y usted no lo sabe, estamos envenenados. Es nuestro último viaje, puede hacerse a la

idea de ello. Fiebre tifoidea es lo que resultará de todo esto. Siento que ya me está viniendo.Sí, señor, estamos elegidos, tan seguro como que usted nació.

Nos recogieron de la plataforma una hora después, en la estación siguiente, helados einsensibles, y yo me fui derecho a una fiebre virulenta y no supe de nada durante tressemanas. Después descubrí que había pasado esa noche terrible con una inofensiva caja derifles y una porción de queso inocente; pero las noticias llegaron demasiado tarde parasalvarme; la imaginación había hecho su trabajo y mi salud estaba despedazada para siempre;ni las Bermudas ni ninguna otra tierra me la podrán devolver jamás. Este es mi último viaje;voy a casa para morir.

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CRIMINALES Y ANARQUISTASCESARE LOMBROSO

El criminólogo italiano CESARE LOMBROSO (1836-1909) fue, además de profesor de psiquiatría, director de un asilo de lunáticos. Como su compatriota Macchiavelli (aunqueéste no era nada tonto) intentó practicar lógica con las Fuerzas del Mal, para Hacer Bien.

Ya en los comienzos le fue Mal: en 1872 anunció que la pelagra, una enfermedad carencial,era producida por un veneno; de esa equivocación surgió el libro La Pelagra en Italia, de1885. Sin embargo, Lombroso no dejó de deducir; en realidad, no hizo otra cosa que seguirobservando y deduciendo, con resultados muy conocidos. Comte señaló que Lombroso

 padeció "una exagerada tendencia a referir todos los hechos mentales a factores biológicos, pero sobrepasó a todos sus predecesores". Parece que Comte tenía razón.

De los estudios de Marro puede deducirse igualmente que los criminales observan lasprácticas religiosas casi tanto como los hombres honrados, y aun más todavía los asesinos yestupradores (acaso porque de éstos ofrecen grandes contingentes los campesinos) ; muy

cierto que los criminales de ocasión, exceptuando a los ladrones, son bien poco religiosos.

FUNCIONES DE LOS CRIMINALES

RESISTENCIA AL DOLOR

La anomalía más notable que se advierte en los criminales es la resistencia al dolor, esdecir, la analgesia; no se encuentra ésta tan acentuada ni aún entre los mismos salvajes. Esfenómeno del que he presenciado numerosos ejemplos auxiliado por mi algómetro eléctrico.

Los facultativos de las prisiones saben muy bien cómo los criminales soportan, cual sifueran in-

sensibles, las operaciones más dolorosas (por ejemplo, la aplicación del hierro al rojo).Un juez, el egregio abogado Spingardi, quien me ha proporcionado gran número de

datos para este estudio, me decía: "No he visto todavía un anarquista que no sea imperfecto o jorobado, ni he visto ninguno cuya cara sea simétrica."

De la indagación de Hammon sobre varios anarquistas resulta que la mayor parteestaban movidos por un altruismo exagerado, por una sensibilidad morbosa hacia los doloresajenos.

Podrían todos, sin embargo, adoptar algunos acuerdos de policía, comunes, pero noviolentos, tales como retratar a los adeptos de la anarquía militante; la obligacióninternacional de denunciar el cambio de residencia o domicilio de las personas peligrosas; el

envío a los manicomios de todos los epilépticos, monomaníacos y locos tocados de anar-quismo -medida más seria de lo que se cree a primera vista-; la deportación perpetua de losindividuos más temibles a ser posible, a las islas despobladas y aisladas de la Oceanía; laprohibición a los periódicos de publicar los procesos anarquistas; la demostración en formapopular y anecdótica, por medio de millares de folletos, de la falsedad de estas ideasanarquistas, y por último, el dejar a las poblaciones en libertad de manifestarse contra los

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anarquistas, aun con hechos violentos1, creando así una verdadera leyenda antianarquistapopular.

1 Como se ve, esta última medida sería una especie de consagración de la ley de Lynch. Ahora bien: convendríadistinguir cuáles son los pueblos que reúnen aptitudes para ejercer el magisterio represivo de un modo directo,sin representación, en los casos extraordinarios en que se necesite incoar el rápido y, en nuestro concepto, eficazproceso del lynchamiento. En pueblos nuevos, vigorosos y sanos, como San Francisco de California, porejemplo, se explican perfectamente los beneficios alcanzados en la práctica de este peligroso procedimiento(recuérdense los maravillosos resultados de los Comités de vigilancia de 1851 y 1877).

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CANIBALISMOTRISTAN BRRNARD

TRISTAN BERNARD (1866-1947) es autor de muchas comedias, pero donde mejor selo reconoce es en sus narraciones humorísticas, que recogen -con ingenuidad unas veces,

con insidia otras- varios temas arquetípicos del humor negro; pero el del canibalismo es el preferido de Bernard.

No se pierde tiempo a bordo; lo atestiguan los siguientes documentos, que heencontrado el otro día en una botella de soda, en el momento mismo en que la ola que lahabía traído retrocedía (no creo que por espanto, sino, más bien, porque era la hora de lamarea baja).

Transcribo aquí los fragmentos más interesantes de este diario de a bordo.17 de abril - Hoy hace un mes que nuestro barco va a la deriva. ¡No encontramos a

nadie en nuestra ruta! Es asombroso que el Atlántico esté desierto en esta estación. Ninguna

vela. Ninguna isla. Se puede poner a los sordomudos de vigías. Los víveres están agotados;triste novedad. Mañana hay cita en el puente, para el sorteo.18 de abril - Estamos sobre el puente. Los papelitos son amontonados en el casco del

capitán. A menudo la voz del comandante holandés Tréguier se eleva en medio del silencio."¿Quién nos dice, queridos amigos, que de aquí a tres, cuatro o seis semanas no encontremosuna nave? ¿Por qué sacrificar vidas humanas, antes de que toda esperanza esté perdida?Contentémonos con hacer cortar, a medida de nuestras necesidades y por sorteo, todasnuestras piernas derechas, de los pasa-

 jeros y de la tripulación. Si nuestro infortunio se prolonga, se pasará en seguida a laamputación de los brazos. Desde luego, el cocinero y el doctor serán exceptuados de estesorteo."

Esta proposición fue aceptada al principio, pero su puesta en práctica dio lugar a una

interesante discusión."Un hombre de complexión mediana -afirma el sabio Herbert Frempopel- que se

alimente de sus brazos y piernas (probablemente cocinadas o saladas) subsistirácómodamente más o menos ciento diez días. De acuerdo con esa estimación -agrega-cualquiera sea el número de pasajeros de una nave, siempre pueden vivir durante ciento diezdías compartiendo sus alimentos, es decir, sus brazos y sus piernas. Ahora bien, yo lespregunto si no es preferible cortar inmediatamente todos nuestros brazos y piernas a la vez.Puesto que adelgazaremos día a día, hoy serán más "aprovechables". Además, los cuerpos sinbrazos y sin piernas tienen menos sustancia y por lo tanto son más fáciles de alimentar quelos cuerpos comunes".

No fue ésta la opinión de un consejero de Estado, señor Letonnelier:"Suponiendo -dice- que encontremos dentro de poco una nave, ¡qué amargo resultará

haber cortado inútilmente ciento cincuenta brazos y ciento cincuenta piernas! ¿Qué haremoscon todo ese alimento perdido?"

Los pasajeros no queremos esto.La opinión del juez ha prevalecido.El cirujano comienza su trabajo. Esa noche, se amputan y se curan las piernas de tres

operados: un tripulante, una señorita de vida equívoca, un oficial japonés.18 de mayo - Lady Gueddy Gueddon era decididamente una falsa flaca. Hemos sido

regalados con su pantorrilla izquierda y nos queda un buenpedazo de pie frío para nuestro desayuno de mañana.

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17 de junio - Es curioso el encuentro de los lisiados después de algún tiempo.14 de julio - Hoy, comida de gala. Un plato de circunstancias. El brazo del

cuartelmaestre en un plato de pescado, con dos hermosas banderas tatuadas sobre la grasa.Esto es lo que he podido descifrar hasta el presente. ¿Ha llegado este barco? Si jamás

recaló en ningún puerto ¡tened cuidado, señores compradores de fenómenos de feria! Ese díaseguramente se registrará una seria baja en el precio de los hombres truncados.

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BIOGRAFIA DE JOHN SMITHSTEPHEN LEACOCK

 Aunque nativo de Inglaterra, STEPHEN BUTLER LEACOCK (1869-1944) esreclamado por la literatura canadiense. Publicó más de medio centenar de obras, la mayoríade ellas dedicadas a aburrimientos económicos o históricos. Leacock es, en realidad, uno de

los más talentosos humoristas, como lo demuestra esta Vida de John Smith, cuya ominosasimilitud con la realidad es la misma que carga de horror las invenciones de Franz Kafka.

La vida de los grandes hombres abarca gran parte de nuestra literatura. Un gran hombrees realmente una cosa maravillosa. El pasa por su siglo dejando su marca en todos lados yquemando etapas a medida que avanza. Es imposible comenzar una revolución o una nuevareligión sin que esté presente, a la cabeza y al final. Aún después de su muerte deja una largaestela de parientes secundarios que se instalan en primera fila, durante medio siglo de lahistoria.

Sin duda, la vida de los grandes hombres es infinitamente interesante. Pero sucede,

debo confesarlo, que se sienten deseos de declarar, por reacción, que el hombre comúntambién tiene derecho a que se escriba su biografía. Es para demostrar esto que voy a escribirla vida de John Smith, ni bueno ni grande, solamente común, el homo de todos los días, comousted, como yo y los otros.

Desde su más tierna infancia, John Smith no se distinguió de sus camaradas en nada. Lamaravillosa precocidad del muchacho no sorprendió en absoluto a sus preceptores. Los librosno fueron su pasión desde su juventud y tampoco ningún viejo puso la mano sobre la cabezade John Smith para declarar: "Presten atención a estas palabras, este

muchacho, un día será un hombre". Y su padre no acostumbraba a observarlo con algode temor en la mirada. ¡De ninguna manera! Todo lo que hacía, era preguntarse si Smith eraun imbécil maldito porque no tenía más remedio o por elegancia. En otras palabras, JohnSmith era exactamente como usted, como yo y los otros.

En esos deportes atléticos que eran el adorno de la juventud de su época, Smith,contrariamente a lo que es de rigor para los grandes hombres, no sobrepasaba a sussemejantes. Montaba como una bolsa. Patinaba como una bolsa. Nadaba como una bolsa.Apuntaba como una bolsa. Todo lo que hizo lo hacía como una bolsa. Simplemente, él eraasí.

La audacia de su espíritu no disimulaba sus defectos físicos, como ocurreinvariablemente en las biografías. Al contrario. El temía a las armas de fuego. Temía alrelámpago y al trueno. Temía al infierno. Temía a las mujeres.

Para elegir una profesión, en él no se notó ese deseo de la obra para toda la vida que sedescubre en el hombre célebre. No quiso ser abogado porque había que saber Derecho. Nimédico porque es necesario conocer los negocios. Ni maestro porque había conocidodemasiados maestros. Si tuvo una elección que hacer, estaba entre Robinson Crusoe y el

Príncipe de Gales. Su padre le negó lo uno y lo otro y lo puso como aprendiz en casa de uncomerciante de telas.

Tal fue la infancia y la adolescencia de Smith. Cuando ésta terminó, nada en suapariencia permitía descubrir el hombre de genio. Un observador no hubiera podidodistinguir ningún talento disimulado detrás de la cara ancha, la boca carnosa, la frenteaplastada hacia atrás, las orejas grandes, paradas, que subían basta el cabello cortado mal. Nohabría podido realmente. Además, detrás de todo esto no había nada.

Fue poco tiempo después de su debut en los negocios, que Smith se vio atacado por unode esos penosos ataques a los cuales estaría a menudo

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sujeto. Le dio una noche bastante tarde, cuando volvía a su casa de una deliciosa veladaque había pasado cantando y bromeando en compañía de algunos de sus viejos compañerosde escuela. Los síntomas consistían en un extraño balanceo del piso, una especie de danza delos faroles de la calle, un movimiento hacia atrás y hacia adelante de los edificios, exigiendoun esfuerzo muy especial de discernimiento para llegar a la casa en que vivía. La marcadavoluntad de no tomar agua durante el acceso probaba bien que se trataba, sin discusiónposible, de un tipo de hidrofobia.

Desde entonces, estos penosos ataques se hicieron crónicos.Estos se producían en cualquier momento, pero especialmente el sábado a la noche, aprincipios del mes y para Thanksgiving Day.2 

La noche de Navidad y los días de elecciones, John Smith estaba siempre atacado de unterrible acceso de hidrofobia.

Tal vez haya un incidente en la carrera del héroe que éste tendría que lamentar haberparticipado. Era casi un hombre cuando tuvo lugar el encuentro con la más linda muchachadel mundo. Tenía más personalidad que todas las demás. Smith se dio cuenta en seguida. Ellacomprendía y sentía como la gente común no siente ni comprende. Tenía un gran sentido delhumor y sabía apreciar las bromas. Una noche le contó seis historias que conocía y a ella leparecieron excelentes. Su sola presencia da a Smith la impresión de haber alcanzado el sol: laprimera vez que sus dedos rozaron los de Smith, un estremecimiento lo atravesó por entero.

Descubrió un poco más tarde que si tomaba fuertemente la mano de ella con su mano,experimentaba un temblor agradable, pero que sentado a su lado en el sofá, la cabeza contrala oreja de la persona diferente de todas las otras, el brazo rodeándola una vez y media, estole daba lo que podría decirse un estremecimiento de primera clase. Y Smith terminó porconvencerse de que le gustaría tenerla siempre junto a él. Le susurró los términos de unacuerdo según el cual ella iría a vivir a la misma casa que él y se ocuparía personalmente desu ropa y comida. Por su parte, ella tendría casa y comida y recibiría unos setenta y cincopesos por semana en efectivo, y Smith sería su esclavo.

Después que Smith fue el esclavo de esta mujer durante algún tiempo, unos dedos debebé invadieron su existencia, después más dedos de bebé, y así siempre hasta que la casa fuecolmada por ellos. La madre de esta mujer atravesó también su vida; cada vez que llegaba,Smith sufría una crisis aguda de hidrofobia. Por extraño que esto pueda parecer, no fue

ninguna de esas cabecitas rubias que por desaparecer y transformarse en fantasma llegara aacosarlo. ¡Oh, no! Los nueve deberían crecer, volverse grandes muchachos, robustos y teníanla boca carnosa y las orejas paradas como las del padre y no estaban dotados para nada.

La existencia de Smith, según parecía, no debía conducirlo jamás a uno de esos"cambios" que se producen en la vida de los grandes hombres. Es cierto que con los añosintervinieron los cambios de fortuna. Pasó de la sección de cintas a la de cuellos, de lasección de cuellos a la de pantalones para hombres, de pantalones para hombres a lacamisería de lujo.

Después, a medida que envejecía, fue retrotraído de la camisería de lujo a la depantalones de hombres y a continuación, a la sección de cintas. Y cuando fue verdaderamentemuy viejo, se lo despidió para reemplazarlo por un muchacho que tenía una boca de ochocentímetros y los cabellos de color arena, y que hizo todo el trabajo de Smith por la mitad de

su salario. He aquí la carrera comercial de John Smith: más vale no compararlacon 1-, del señor Cladstone, pero no es muy diferente de la suya.Smith debía vivir todavía cinco años. Sus hijos proveyeron a su manutención. No

sentían el menor deseo, pero se los obligaba. En su vejez, el brillo de su espíritu y su stock deanécdotas no hicieron la delicia de quienes lo visitaban. Contaba seis historias y siete bromas.Las historias eran largas y giraban alrededor de lo que le había sucedido. En cuanto a los

2 Thanksgiving Day: Día de Acción de Gracias, fiesta norteamericana que tiene lugar generalmente el último jueves de noviembre.

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chistes, ellos tenían por héroes un pastor metodista y un viajante de comercio. Pero de todasmaneras, nadie lo visitaba, lo que hacía que eso no tuviera ninguna importancia.

A los setenta y cinco, Smith cayó enfermo y sucumbió al tratamiento previsto para suenfermedad. Se lo tiende bajo una lápida en la que se había grabado una aguja en direcciónnornoreste.

Yo dudo que haya llegado allá arriba. Se nos parece demasiado.

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LA RODILLACHRISTIAN MORGENSTERN

El filósofo y poeta alemán CHRISTIAN MORGENSTERN (1871-1914) no es tanconocido como convendría, por lo menos fuera de su país: si se exceptúa a Wilhelm Busch,ningún otro alemán recogió con tanto talento la herencia del nonsense y del arte grotesco.

Es especialmente en sus canciones patibularias donde Morgenstern sorprende al lector conla magia de sus juegos verbales, que crean nuevos reflejos en las viejas palabras y hasta lastransforman en objetos. La poesía de Morgenstern es lo bastante revolucionaria como paraque -en su época- los dadaístas la hayan reclamado como propia, y lo bastante hermosacomo para sobrevivir al dadaísmo.

Una rodilla solitaria erra por el mundo.Es sólo unta rodilla, nada más.No es un árbol ni una tienda de campaña;es sólo una rodilla, nada más.

En la guerra, hace tiempo, un hombrefue acribillado por todos lados;sólo la rodilla quedó indemnecomo sí fuera un santuario.Desde entonces, una rodilla solitaria erra por el[mundo.Es sólo una rodilla, nada más.No es un árbol ni una tienda de campaña;es sólo una rodilla, izada más.

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EL PLAYBOY DEL MUNDO OCCIDENTALJOHN MILLINGTON SYNGE

El irlandés JOHN MILLINGTON SYNGE (1871-1909) fue encaminado hacia el teatro por Yeats, a quien conoció en su época de estudiante. Los resultados fueron buenos: Synge es

considerado el creador de una comedia "casi aristofánica", de implicación universal. Suobra maestra es El play-boy del mundo occidental, cuyo humorismo macabro ya fuedetectado por Breton.

SARA: Discúlpeme; ¿usted es el hombre que mató a su padre?CHRISTY (acercándose tímidamente hacia el clavo del cual colgaba el espejo): : ¡Soy

yo, Dios me ayude!SARA (tomando los huesos que había arado): Entonces le doy mil veces la bienvenida,

y acudo con un par de huevos de pata para su comida de hoy. Los patos de Pegeen no songran cosa, pero éstos son de la mejor clase. Tóquelos, y verá que no es mentira lo que le estoy

diciendo.CHRISTY (adelantándose tímidamente, y extendiendo su mano izquierda) : Son debuen tamaño y bien pesados.

SUSAN: Y yo acudo con una porción de manteca, porque estaría mal dejarlo comeresas patatas secas, sobre todo después del largo trecho que tuvo que correr desde que liquidóa su papito.

CHRISTY: Gracias, son muy amables.HONOR: Y yo le traje un pedacito de torta, porque debe tener el estómago bien caído,

después de todo ese andar por el mundo.NELLY: Y yo le traje una gallinita ponedora - hervida y todo- que fue atropellada al

anochecer por cl carruaje del cura. Palpe la grasa de esa pechuga, míster.CHRISTY: Está por reventar, seguramente. (La palpa con el dorso de la mano en que

lleva los presentes.)SARA: ¿No la va a agarrar? ¿Es su mano derecha tan sagrada que no puede usarla en

absoluto? (Se desliza detrás de él). Es un espejo lo que tiene. Bueno, hasta hoy nunca habíavisto a un hombre con un espejo colocado en la espalda. Los que matan a sus padres son unamanga de vanidosos, seguramente. (Las Muchachas disimulan visitas.)

CHRISTY (sonriendo inocentemente mientras apila los presentes sobre el espejo) : Lesestoy muy agradecido...

VIUDA QUIN (que llega súbitamente, desde la puerta): ¡Sara Tansey, Susan Brady,Honor Blake! ¿Qué diablos tienen que hacer aquí a esta hora del día?

LAS MUCHACHAS (ocultando sus risas): Este es el hombre que mató a su padre.VIUDA QUIN (acercándose) : Sé bien que éste es el hombre; y voy a inscribirlo en los

 juegos de abajo para correr, saltar, lanzar, y Dios sabe qué otras cosas.

SARA (exuberante): Eso está bueno, Viuda Quin. Apuesto mi dote a que vencerá atodos.

VIUDA QUIN: Si eso quieres, deberías tenerlo fresco y bien alimentado en vez deprepararle un festín. (Tomando los regalos.) ¿Está en ayunas o comido, joven?

CHRISTY: En ayunas, con el perdón de usted.VIUDA QUIN (en voz alta): ¡Y bien, vamos! ¡Muévanse y sírvanle el desayuno! (A

Christy.) Venga a mi lado (lo ubica junto a. ella en el banco, mientras Las Muchachaspreparan el té y la comida) y cuéntenos su historia antes de que llegue Pegeen, en vez de abrirsus orejas como la luna de Mayo.

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CHRISTY (empezando a sentirse contento) : Es una historia larga, se aburriráescuchándola.

VIUDA QUIN: No se haga el tímido, un chico tan guapo, astuto y pérfido como usted.¿Fue allá abajo, en su casa, donde le quebró el cráneo?

CHRSTY (tímido, aunque halagado) : No fue así. Estábamos cosechando batatas en sumaldito campo, frío, cenagoso y lleno de piedras.

VIUDA QUIN: ¿Y usted fue a pedirle dinero, o a hablarle de tomar una esposa que lo

expulsaría de su granja?CHRISTY: No lo hice en ese momento. Pero yo estaba allí, escarbando y escarbando,cuando de pronto me dijo: "Tú, idiota avieso, baja ahora mismo y dile al cura que te casaráscon la Viuda Casey dentro de veinte días".

VIUDA QUIN: ¿Qué clase de mujer es ella?CHRISTY: (con horror): Un bagayo andante de más allá de las colinas, cuarenta y

cinco años, doscientas cinco libras en la balanza, una pierna coja, tuerta, y de notoriaindecencia, para con los viejos y los jóvenes.

LAS MUCHACHAS (a su alrededor, sirviéndolo): ¡Dios mío!VIUDA QUIN: ¿Y para qué quería obligarlo a casarse con ella? (Toma un pedazo de

gallina.) CHRISTY (comiendo cada vez con mayor satisfacción): Sostenía que yo necesitabaquién me proteja de la aspereza del mundo, y no pensaba sino en que tendría su barraca para

dormir y su oro para beber.VIUDA QUIN: Puede haber cosas peores que un hogar seco, una mujer viuda y unacopa para la noche ¿Entonces lo golpeó?

CHRISTY (casi excitado): No lo hice. "No quiero casarme con ella", dije yo, "cuandotodo el mundo sabe que me amamantó durante seis semanas cuando vine al mundo, ella quees hoy una vieja bruja con una lengua que ahuyentó a las cornejas y las aves marinas, hastatal punto que, espantadas por su maldición, se niegan a volver a proyectar su sombra bajo su

 jardín".VIUDA QUIN (fastidiada) : Esa sí que sería buena compañía.SARA (ansiosamente) : No le preste atención. ¿Entonces lo mató?CHRISTY: El me dijo: "Ella es bastante buena para alguien como tú, y marcha ya

mismo o te aplastaré y te dejaré como una bestia reptante sobre la que pasó un carretón". "No

lo harás si yo puedo evitarlo", le dije. "Marcha", dijo él, "o esta noche haré con tus miembroslas jarretas del diablo." "No lo harás si yo puedo evitarlo", le dije (Se incorpora, con unamueca asesina.)

SARA: La razón era suya, sin duda.CHRISTY (imponente): En ese momento el sol surgió entre las nubes y la colina, y me

iluminó la cara con su luz verde. "Dios tenga piedad de tu alma", dijo él, levantando en loalto la guadaña. "O de la tuya", dije yo, levantando la azada.

SUSAN: Es una historia grandiosa. HONOR: La cuenta que es un amor.CHRISTY (orgulloso y en confianza, agitando un hueso): Me tiró un guadañazo, pero

lo gambetée hacia el este. Después di la vuelta con el lomo hacia el norte, y le sacudí ungolpe en el techo del cráneo que lo dejó estirado y partido en dos hasta el gaznate. (Señalacon el hueso de gallina su nuez de Adán.)

MUCHACHAS (al unísono) : ¡Vaya, usted es una maravilla! ¡Dios lo bendiga! ¡Ustedes un gran tipo, sin duda!

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MI SUDANESEDOUARD OSMONT

EDOUARD OSMONT utilizó con frecuencia el seudónimo Blaise Petitveau. Formó parte del célebre grupo de humoristas que hicieron famoso al Gato Negro, y cuyo cabecilla

visible era Alphonse Allais. Osmont fue cómplice, por consiguiente, de quienes forjaron enFrancia el Renacimiento del humor negro.

Un día recibí una carta de Tombuctú. Era Latapy, quien me escribía para darme algunasnoticias y anunciarme la llegada de un magnífico sudanés. "Si tú aceptas alojarlo yalimentarlo -me decía- te servirá voluntariamente de doméstico, sin reclamarte sueldo, porquedesea una estadía en París".

¡Un doméstico gratis, buen negocio! Esperé al sudanés.Una mañana oigo que llaman a la puerta. Voy a abrir y me encuentro frente a un

individuo totalmente negro, pero tan negro que retrocedí espantado. Me tiende una carta.

Reconozco la letra de Latapy.-Ah, ¿usted es el sudanés?-Sí, señó.-¡Mi pobre amigo, en bonito estado está usted! Lo hago entrar y como se queda

mirándome, exclamo:-¡Pero, vaya a lavarse, está totalmente negro!-Sí, yo todo negro.Esto no parecía turbarlo. Lo llevé ante un espejo.-¡Pero, mírese, desgraciado! ¿Dónde diablos se ha metido?-Sí, yo todo negro.Y sonreía, muy tranquilo. Sus dientes eran de una blancura brillante. Me asombraba

que un individuo tan poco preocupado de la limpieza de su cara fuera hasta ese punto

cuidadoso de su dentadura. Pregunté al recién llegado de dónde provenía esa capa inverosímilde suciedad esparcida en su figura. ;Era tinta u hollín, betún o carbón:? No tenía aire decomprender.

Le ordené desvestirse y calenté agua para bañarlo. Cuando lo vi desnudo, constaté conestupor que la piel de su cuerpo era tan negra como sus manos y su cara. Realmente, no sedebía haber lavado en veinte años. Lo interrogué otra vez. Me fue imposible sacarle cualquierexplicación. Era completamente idiota.

Lo hice entrar en la bañadera y comencé a enjabonarlo vigorosamente. No salía nada.Sin desanimarme por esta primera tentativa continué, más y más. Al cabo de cinco minutoscomprendí que el jabón era impotente y que sería necesario encontrar otra cosa. Quiserascarlo con un cuchillo, para levantar la capa más gruesa. Gimió. Un poco desalentado, mepregunté si no sería mejor dejarlo sumirse en su mugre. Después pensé que era imposible

dejar a un ser humano en tal estado de abyección, y que mi deber más elemental era lim-piarlo.

Lo froté con piedra pómez, utilicé el esmeril, recurrí al agua de Javel. ¡Todo inútil! Sinembargo, no desesperé, aunque su piel comenzó a abrirse por todas partes. Busqué losdetergentes más variados. Una y otra vez los cristales de soda, la bencina, la trementina, lapotasa, atacaron en vano la epidermis de mi sudanés. Cada noche yo volvía con una droganueva. Cuando me escuchaba llegar, el sudanés huía a la otra punta del departamento. Yo ibaen su busca, y comenzaba mis experiencias. Cuando lo frotaba, levantaba hacia mí sus ojosde perro abatido y emitía gemidos lastimeros. Sus mi

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radas y sus lamentos me hacían mal. "Muchas veces estuve a punto de llorar. Pero mesobreponía a mi sensiblería diciéndome que la salud de este desgraciado bien valla estastorturas pasajeras, y que él iba a ser el primero en agradecérmelas más tarde. Su cuerpo erauna sola llaga. Yo elevaba el agua de la bañadera a temperaturas fantásticas. Sus llagas sevolvieron horribles. Lo froté con arena mojada. La sangre surgía de todas partes. Lo rasquécon trozos de botella. Parecía un conejo desollado.

Entonces comprendí que jamás llegaría a limpiarlo y que era necesario encontrar otra

cosa. Reflexioné así:"Los albañiles que limpian un edificio no se entretienen en raspar una a una todas lassuciedades hasta la última. Se contentan con blanquearlo. Blanquearemos a mi sudanés".

Compré albayalde y me puse a bañar a mi sudanés. Cuando se vio todo blanco de pies acabeza, su alegría no conoció límites. Brincaba delante de los espejos diciendo:

-Tú, buen maestro. Yo, lindo, lindo.Yo buen maestro, ¿ah, el animal! Claro que sí, porque me dio tanta pena y me interesó

su salud. El, lindo lindo, es otra cosa. Se lo podría describir como un pierrot enfermo. Perotenía un aire limpio. Era un progreso.

No sabía si era el albayalde que se partía o el polvo del exterior que lo cubría, pero alcabo de unos días el blanco desaparecía por partes. Mi sudanés parecía un juego de damas decasillas mal alineadas. Me servía para jugar al ajedrez.

Después los colores se confundieron. Su cuerpo no fue sino una masa parduzca,horrorosa, más horrible de ver que la tinta negra del principio. Me dije:"Está claro que el blanco no volverá más. Veamos ... la gente que pinta las balaustradas

de lasventanas siempre pone en primer lugar una tinta roja. Después ellos pasan otra. Por lo

tanto son necesarias muchas capas; debo comenzar por la roja, que sin duda es un mordiente."Compré minio. Fue para mí un gusto especial bañar a mi sudanés. Comprendí el gusto

tan grande que tienen los niños al colorear sus álbumes. ¡Era muy divertido!Cuando se vio rojo de pies a cabeza, mi sudanés desbordaba de entusiasmo, saltaba

hasta el techo repitiendo:-Tú buen maestro, yo, lindo, lindo.Al día siguiente, se quejaba de numerosas picaduras en todo el cuerpo. Al segundo,

agudos y horrorosos dolores lo abrasaron. Al tercero, sus quejidos resonaron en la casa. Loexhorté a la paciencia, le hacía notar los progresos obtenidos y le prometí un fin próximo asus males. Dejó de quejarse.

Cuando juzgué que estaba suficientemente seco, le pasé una capa gris perla. Este tonome gustaba, era una etapa cercana al blanco.

El aspecto de su persona gris perla de pies a cabeza le hunde en el arrebato. De hecho,era inaudito, y yo estaba casi tan contento como él mismo. No hay duda del espectáculo quepuede ofrecer un cuerpo humano pintado de gris perla. Un domingo que usted no tenga nadaque hacer, le aconsejo¡ ensayarlo. Simplemente es maravilloso.

En esto, tuve que salir de viaje, tomo una hoja de papel y escribo en ella: "Pinturafresca", y la coloco en la espalda de mi sudanés. A mi regreso, lo encuentro acostado.

Estaba rojo, gris, de los dos colores, no sé. Su piel era fuego. En otra parte el color

comenzaba a desaparecer. Su espalda y su trasero, por el roce, sin duda, estaban casi negros.Su vientre, casi rojo. Su cara, casi gris. Sus brazos y sus piernas, casi blancos. Y no cito losmiles de colores intermedios. jamás había visto tantos.

Comprendí que todos los esfuerzos de pintarlo eran vanos y que era necesario encontrarotra cosa. Me dije:

"Los colores no toman. Ensayemos el dorado." Compré litros y litros de oro líquido.Costaba horriblemente caro. Pero no retrocedí delante de ningún gasto, porque se trataba delalivio del prójimo.

Cuando se vio chorreando oro de pies a cabeza, fue el delirio. Pataleaba:

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-Yo rico, yo rico.Parece que se podía vernos desde la calle, porque vienen a advertirme que dos policías

preguntaban por mí.Corro hacia esa buena gente que me acusaba de haber robado el genio de la Bastilla.

Les respondo que antes de hacer pesar sobre mí una acusación tan infamante, harían mejor enasegurarse primero de la realidad del robo. Sobre esto, uno de ellos declara que iría aconstatar, mientras su camarada haría guardia para impedirme salir.

mientras tanto, mi sudanés no cesaba de saltar frente a los espejos cantando:-¡Yo rico, yo rico!El rico, pero percibo al cabo de quince días que su fortuna comienza a declinar

seriamente. Deja partículas en todos los muebles. Siembra su oro por toda la casa. Piensodarle un consejo judicial, pero reflexiono que las formalidades del procedimiento apenashabrían comenzado cuando estaría largo tiempo después prodigando su oro y que no quedaríamás en él.

El momento de ensayar otra cosa parece venir. Hago este razonamiento:"Los colores no resisten. El dorado no quiere saber nada. No hay sino una cosa por

hacer. Voy a niquelarlo".Lo zambullí en un baño de níquel. Como, al cabo de un cuarto de hora, no daba señales

de vida, me interesé por su salud. No me respondió, debí inclinarme en el baño para retirarlo.

Se había vuelto espantosamente pesado.Lo coloqué frente a mí. Guardaba una inmovilidad absoluta. Ligeramente perturbado, lesacudí un brazo. Pero todo su cuerpo se estremeció porque no era sino un solo bloque rígido.En el suelo, el choque de sus pies tenía resonancias metálicas. Puse la mano sobre su corazón.Estaba muerto.

Entonces le hice poner una hoja de parra y lo uso como pisapapeles.

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LA NURSE PIERREMAC ORLAN

PIERRE MAC ORLAN es el seudónimo del novelista, poeta y pintor francés Pierre Dumarchey. Nacido en 1883, fue amigo de Apollinaire y Picasso; un humor helado y cruel

arrasa implacablemente sus aguafuertes que solicitan, para una mejor realización, lacomplicidad complaciente del lector.

-Vamos a tomar una nurse para Tommy -dice mi esposa.Yo escribo a una oficina de colocaciones y al lunes siguiente, una nurse alegre y

robusta, como un caballo militar, penetra en mi escritorio.-Usted conoce a los niños -dice mi mujer-. En ese caso, no vacilo en confiarle el

cuidado de Tommy. No tiene ni un año; cuídelo bien porque es tuberculoso, artrítico y yacomienza una parálisis general. Es un chico que aventaja a los otros niños y estamosorgullosos, mi marido y yo, de poseer semejante diablito.

-Conozco a los niños, señora -responde la nurse-; los tengo vistos en el JardínBotánico. Haré todo lo posible para mantener a Tommy en el mismo estado de prosperidaddel que goza.

-Bien -digo a mi vez-, aquí está Tommy, llévelo y evítele los espectáculos licenciosos.Desde ese día Tommy inicia una notable carrera de niño mimado. La nurse se ocupa

de su persona con los cuidados higiénicos necesarios para conservar la salud de un bebé.Como nuestro Tommy era tuberculoso, cada mañana antes de las diez, Dolly Cow, su

nurse, lopalmeaba frente a la ventana, sacudiéndolo violentamente con el fin de liberarlo de

todos los gérmenes nocivos. Con este régimen Tommy se estaba volviendo realmente lindode ver. El niño, antes triste y tranquilo, ubicado con los pies desnudos sobre una plancha defundición calentada al rojo, gritaba como un tenor. Si el niño no quería dejarse lavar, Dolly lo

sometía a una máquina que limpia los compartimientos al vacío y que yo había compradopara curarme las orejas.

Nuestro angelito se volvía cada vez más admirable. Tomaba el aspecto físico de unaciruela pasa y todos los días su nurse le estiraba la piel de la frente con una plancha.

-Es una perla -dice mi mujer-; no sé en qué se convertirá nuestro hijo, pero de todasmaneras no nos podrá reprochar el no haber hecho nada por él.

Tommy jamás reprocha nada, por una buena razón: Dolly Cow lo hace hervir durantedos horas en un recipiente de zinc que servía para la limpieza de los pies.

El niño muere en el agua a la edad de un año. -Es una desgracia -dice la nurse-; estosniños ricos no duran nada. Si él hubiera esperado una hora más, yo lo hubiera limpiado detodos los microbios, aunque el tratamiento fuera doloroso. Así muere Tommy, hijo mío y demi mujer. El médico que constata los decesos declara que ha muerto de insolación, lo que

permite a mi mujer hacerme una escena por haberlo dejado salir sin sombrero.

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LA EDAD HEROICA Y EXTIRPACION DE CABEZASHENRI MICHAUX

 HENRI MICHAUX nació en Bélgica en 1899; tras una niñez solitaria viajó porSudamérica y Asia como marinero. Ecuador (1929) y Un bárbaro en Asia (1932) fueronresultado de esos recorridos. Estimulado por Supervielle comenzó a publicar en París; su

obra literaria y gráfica es uno de los ejemplos mayores del poder desintegrador delhumorismo y de los fantasmas diurnos y nocturnos. Fue Rousselot uno de los primeros enseñalar las similitudes que aproximan el mundo de Michaux al de Kafka. "El universo de

 Michaux -dijoes el de Kafka, pero corregido por Swift."

El gigante Barabo, jugando, arrancó la oreja a su hermano Poumapi.Poumapi no dijo nada, pero como por distracción apretó la nariz de Barabo y se la

llevó.En respuesta, Barabo se agachó, rompió los dedos del pie de Poumapi y, después de

haber tratado de hacer malabarismo con ellos, los hizo desaparecer rápidamente detrás de su

espalda.Poumapi se sorprendió. Pero era tan buen actor que no permitió que Barabo notaranada. Por el contrario, mostró que la ausencia de algunos dedos le era indiferente.

Mientras tanto, a modo de revancha, le cortó una nalga a Barabo.A Barabo, hay que creerlo, le importaban sus nalgas, tanto una como la otra. Sin

embargo, disimuló su sentimiento y, continuando de inmediato la lucha, arrancó con una grancrueldad unida a una gran fuerza el maxilar inferior de Poumapi.

Poumapi fue desagradablemente sorprendido. Pero no tenía nada que decir. Habíasido un golpe franco, dado de frente, sin ninguna trampa.

Hasta trató de sonreír; fue duro, ¡oh!, fue duro. Su exterior no se prestaba, su interiortampoco. Por lo tanto, se demoró en el esfuerzo, pero persistiendo en su idea, apuntó alombligo de su hermano, hundió el abdomen y trató de introducir en el agujero el propio pie

de Barabo, que consiguió torcer primero, para después inmovilizarlo en la herida como unmojón.

Barabo se vio sorprendido.Sobre una sola pierna sin dedos, su equilibrio dejaba mucho que desear. Pero no hizo

manifestación alguna, actuó como si estuviera cómodo, como si tuviera apoyos por todoslados, y esperó.

En ese momento, Poumapi, que casi había ganado, cometió una grave falta: se acercó.Entonces Barabo se zambulló sobre él como una flecha, le dislocó un brazo, se colgó

del otro, que dislocó igualmente, y se dejó hundir en una caída tan justa sobre el desgraciadoPoumapi, que le rompió las dos piernas.

Tendidos lado a lado, parejamente exhaustos y abrumados de sufrimiento, Poumapi yBarabo trataron en vano de estrangularse.

El pulgar de Poumapi estaba bien aplicado en el cuello, pero le faltaban las fuerzaspara apretar eficazmente.

Las manos de Barabo también se mostraban bastante activas, pero la toma era mala,oprimía inútilmente el cuello de Poumapi.

Ante ese cúmulo de circunstancias adversas los corazones de los hermanosdesfallecieron. Poumapi y Barabo se miraron algunos instantes con gran indiferencia, luegose dieron vuelta cada uno para su lado y se desmayaron.

La lucha había terminado, al menos por ese día.

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EXTIRPACION DE CABEZAS

Sólo tenían que tirarle de los cabellos. No querían hacerle daño. Le arrancaron lacabeza de un golpe. Seguramente estaba mal. Eso no sucede así como así. Seguramentealguna cosa fallaba.

Cuando no está sobre las espaldas, acarrea problemas. Es preciso entregarla. Pero hayque lavarla, porque mancha las manos de quienes la reciben. Es preciso lavarla. Porque aquelque la recibe, con las manos ya bañadas en sangre, comienza a abrigar sospechas y comienzaa mirar como alguien que espera informes.

¡Bah! Se la ha encontrado trabajando en el jardín... Se la ha encontrado en medio deotras... Se la eligió porque parecía más fresca. Si prefiere otra... se podría ver. Sin embargo,que guarde ésta mientras espera.. .

Y se van, seguidos por una mirada que no dice que sí ni que no, una mirada fija.Se fue a ver a la orilla de un estanque. En un estanque se encuentra cantidad de cosas.

Puede ser un ahogado el que haga el negocio.Se piensa que en un estanque se encontrará lo que se quiera. Se vuelve pronto y se

vuelve fracasado.

¿Dónde encontrar cabezas listas para ofrecer? ¿Dónde encontrarlas, sin demasiadashistorias?"Yo, tengo mi primo hermano. Pero tenemos la misma cara. Jamás creerán que la

encontré por casualidad"."Yo ... tengo a mi amigo Pierre, pero tiene una fuerza... no se la dejará levantar así

nomás". "Bah, veremos. La otra salió fácilmente".Así se van, prisioneros de su idea, y llegan a la casa de Pierre. Dejan caer un pañuelo.

Pierre se agacha. Como para incorporarlo, con una sonrisa, se le tira de los cabellos. Lacabeza vino, arrancada. Entra la mujer de Pierre, furiosa:

-Borracho, he aquí que ahora ha volcado el vino. Ni a beberlo llega. Hace falta ahoraque trastorne la tierra. Y ni levantarse sabe.

Y se va para buscar con qué limpiar. La retienen entonces por los cabellos. El cuerpo

cae hacia adelante. La cabeza les queda en las manos. Una cabeza furiosa, que se balanceapendiente de los largos cabellos.

Aparece un gran perro, que ladra fuertemente; se le da una patada y la cabeza cae.Ahora tienen tres. Tres es una buena cifra. Después hay que elegir. Realmente, no son

cabezas parejas. No, un hombre, una mujer, un perro.Van en busca del que ya tiene una cabeza, lo encuentran esperando.Le ponen sobre las rodillas el bouquet de cabezas. Ubican la cabeza del hombre a la

izquierda, cerca de la primera cabeza, y las cabezas del perro y de la mujer con sus largoscabellos del otro lado. Luego esperan.

Los mira con una mirada fija, con una mirada que no dice que sí ni que no.-¡Oh! Aquéllas, las encontré en casa de un amigo. Estaban en la casa... No había otras.

Se tomó las que había. Otra vez saldrá mejor. Después de todo fue cosa de suerte. Estas no

son las cabezas que faltan, felizmente. Después de todo, ya es tarde. Encontrarlas en laoscuridad. El tiempo de limpiarlas, especialmente aquellas que estaban en el barro. En fin, setratará... Pero no por

eso se puede creer que nosotros las volcamos. Ya se sabe... se van... Puede ser quealguna caiga en cualquier momento. Se verá.

Se van, seguidos por una mirada que no dice que si ni que no, seguidos por unamirada fija. -Oh, yo, sabes. ¡No! ¡Vamoos! Toma mi cabeza. Vuelve con ella, no lareconocerá. Ni siquiera las mira. Le dirás... tropecé, me fui encima. Es una cabeza, meparece. Se la traigo. Es suficiente por hoy, ¿no es así?

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-Pero mi viejo, no te tengo sino a ti.-Vamos, vamos, nada de sensiblerías. Tómala. Vamos, tira, tira fuerte, más fuerte aún,

vamos. -No, ves, esto no va. Es nuestro castigo. Vamos ensaya con la mía, tira, tira.Pero las cabezas no salen. Las buenas cabezas de asesinos.Ya no saben qué hacer, vuelven, dan vueltas, vuelven, se van, vuelven a irse seguidos

por una mirada que espera, una mirada fija.Por fin se pierden en la noche, y esto les alivia mucho la conciencia. Mañana partirán

al azar, en alguna dirección que seguirán mientras puedan. Tratarán de rehacer su vida. Esmuy difícil. Se tratará. Se tratará de no pensar más en eso, de vivir como antes, como todo elmundo.

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PALABRASJACQUES PREVERT

 A JACQUES PREVERT (1900) le corresponde el extraño mérito de ser un famoso poeta secreto. Su libro Paroles -al que pertenecen los poemas que se dan a continuación- es

uno de los mayores éxitos de librería, a pesar del esoterismo que hace volar muchas veceslos poemas de este autor. Que es al mismo timpo, un clásico del humor negro.

LA VUELTA AL TERRUÑO

Un bretón vuelve a la aldea natalDespués de haber cometido unas cuantas fechoríasPasea ante las fábricas de DouarnenezNo reconoce a nadie

Nadie lo reconoceEstá muy tristeEntra en una pastelería a comer pastelesPero no puede comerlosAlgo le impide tragarlosPagaSaleEnciende un cigarrilloPero no puede fumarAlgo hayAlgo le bulle en la cabezaAlgo malo

Está cada vez más tristeY de pronto comienza a recordar:Cuando era pequeño alguien le dijo"Terminarás en el cadalso"Y durante muchos añosNo se atrevió a hacer nadaNi siquiera a cruzar la calleNi siquiera a hacerse a la marNada absolutamente nada.RecuerdaQuien se lo predijo fue el tía GrésillardEl tío Grésillard que traía mala suerte a todo el mundo

¡El muy canalla!Y el bretón piensa en su hermanaQue trabaja en VaugirardEn su hermano muerto en la guerraPiensa en todo lo que ha vistoEn todo lo que ha hechoLa tristeza lo aprietaIntenta nuevamenteEncender un cigarrillo

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Pero no tiene ganas de fumarEntonces decide ir a ver al tío Grésillard.VaAbre la puertaEl tío no lo reconocePero él lo reconoceY le dice:

"Buenos días tío Grésillard"Y después le retuerce el cuello.Y acaba en el cadalso de QuimperDespués de haber comido dos docenas de pastelesY de haber fumado un cigarrillo.

EL ORGANILLO

Yo toco el pianodecía unoyo toco el violíndecía otroyo el arpa yo el banjoyo el violonceloyo la gaita... yo la flautayo la matraca.Y unos y otros hablaban y hablabanhablaban de los instrumentos que tocaban.No se oía la músicatodo el mundo hablaba

hablaba hablabanadie tocabapero en un rincón un hombre guardaba silencio:"¿Y qué instrumento toca usted señorque calla y no dice nada?"le preguntaron los músicos."Yo toco el organilloy también el cuchillo"dijo el hombre que hasta ese momentono había dicho absolutamente naday después avanzó cuchillo en manoy mató a todos los músicos

y tocó el organilloy su música era tan sinceray tan llena de vida y tan alegreque la hijita del dueño de casasalió de abajo del pianodonde aburrida se había dormidoy dijo."Yo jugaba al aroa la pelota al cazador

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 jugaba a la rayuela jugaba con un balde jugaba con una pala jugaba al papá y la mamá jugaba al escondite jugaba con mis muñecas jugaba con mi sombrilla

 jugaba con mi hermanitocon mi hermanita jugaba a vigilantesy ladronespero se acabó, se acabóquiero jugar al asesinoquiero tocar el organillo"y el hombre tomó a la pequeña de la manoy se marcharon por las ciudadespor casas, por jardinesy mataron a cuanta gente pudierondespués se casaron

y tuvieron muchos hijosperoel mayor aprendió a tocar el pianoel segundo el violínel tercero el arpael cuarto la matracael quinto el violonceloy se pusieron a hablara hablar a hablar a hablary no se oía la músical y todo volvió a empezad

EL TIGRE MUNDANOJEAN FERRY

 Nacido en 1906, JEAN FERRY se distanció de los surrealistas con motivo de la fundación del Colegio de Patafísiea. Explorador e intérprete de la obra de Roussel, es undelieadísimo humorista que prefiere, para desangrar a sus personajes, usar un cincel antesque un puñal.

Entre todas las atracciones de music-hall estúpidamente peligrosas tanto para elpúblico como para quienes las presentan, ninguna me llena de un horror más sobrenatural queese viejo número llamado "el tigre mundano". Para quienes no lo han visto -pues la nuevageneración ignora lo que fueron los grandes espectáculos de music-hall de la anteriorposguerra- les recuerdo en qué consiste la exhibición. Lo que no sabría explicar, ni siquieraintentaré exponer, es el estado de terror pánico y de abyecto disgusto en el que me sume eseespectáculo, como en un agua sospechosa y atrozmente fría. No debería entrar en las salas enlas que ese número -por otra parte, cada vez más raramente- figura en el programa. Fácil es

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decirlo. Por razones que jamás llegué a dilucidar, nunca anuncian "el tigre mundano", ni yo loespero, o mejor dicho sí, una oscura amenaza, apenas formulada, pesa sobre el placer quesiento en el music-hall. De pronto, cuando un suspiro de alivio libera mi corazón oprimidodespués de la última atracción, comienza la música y el ceremonial que conozco demasiadobien, siempre ejecutados, lo repito, del modo más imprevisto. Desde el momento en que laorquesta comienza a tocar ese vals encobrado, tan característico, sé lo que va a pasar, y unpeso abrumador me oprime el pecho, mientras me recorre los dientes un finísimo

estremecimiento como una corriente acre de bajo voltaje. Debería retirarme, pero no meatrevo. Por otra parte, nadie se mueve, nadie comparte mi angustia y sé que la bestia está encamino. También tengo la impresión de que los brazos de mi butaca constituyen una muyprecaria protección.

Primero se hace en la sala una oscuridad completa. Después se enciende un proyectoren el proscenio, y el rayo de ése faro irrisorio ilumina un palco vacío, generalmente muycerca de mi sitio. Muy cerca. Desde allí el haz de claridad va a buscar en la extremidad delpasadizo una puerta de comunicación con las bambalinas, y mientras la orquesta interpretadramáticamente La invitación al vals, entran.

La domadora es una impresionante pelirroja, un poco lenta. La única arma que llevaes un abanico negro de plumas de avestruz con el que oculta al comienzo la parte inferior desu rostro; sólo sus inmensos ojos verdes asoman por encima de la oscura franja que se mueve

ondulante. Con un gran escote, los brazos desnudos que la luz rodea de una bruma irisada decrepúsculo invernal, la domadora está ceñida por un romántico vestido de noche; un extrañovestido con pesados reflejos, del color negro de las grandes profundidades. Ese vestido estáhecho con una piel de suavidad y finura increíbles. Y, por encima de todo, la erupción de unacascada de cabellos llameantes sembrados de estrellas de oro. El conjunto resulta a un tiempoabrumador y algo cómico. Pero ¿quién piensa en reír? La domadora, accionando el abanicoque descubre unos labios puros fijados en una sonrisa inmóvil, avanza, seguida por el focodel proyector, hacia el palco vacío, del brazo, si así puede decirse, del tigre.

El tigre marcha bastante humanamente erguido sobre sus patas traseras; está vestido alo dandy; con una elegancia refinada, y ese traje tiene un corte tan perfecto que es difícildistinguir el cuerpo del animal bajo el pantalón gris con tiras, el chaleco floreado, la pecherade blancura deslumbrante con pliegues irreprochables y el redingote ceñido magistralmente.

Pero allí está la cabeza con su espantoso rictus, y los ojos enloquecidos que ruedan en susórbitas púrpuras, el erizarse furioso los bigotes y los colmillos que a ratos relampaguean bajolos labios levantados. El tigre avanza, muy tieso, con un sombrero de un gris claro bajo elbrazo izquierdo. La domadora marcha a paso regular y si su dorso a veces se arquea, si subrazo desnudo se contrae, dejando ver bajo el terciopelo leonado claro de la piel un músculoinesperado, la causa reside en un violento esfuerzo oculto, con el que endereza a su caballeroque estaba por caer hacia adelante.

Ahora están ante la puerta del palco que abre el tigre mundano empujándola con lagarra, luego se hace a un lado para dar paso a la dama. Y cuando ésta ya está sentada, y apoyanegligentemente los codos sobre la felpa gastada del antepecho, el tigre se deja caer sobre unasilla a su lado. En ese momento, por lo general,, la sala estalla. en cándidos aplausos.

Y yo, miro al tigre, y mi deseo de encontrarme lejos es tan inmenso que casi me hace

saltar lágrimas. La domadora saluda dignamente con una inclinación de sus bucles de fuego.El tigre comienza su trabajo: manipula los accesorios dispuestos a este efecto en el palco.Finge observar a los espectadores con un binóculo, quita la tapa de una caja de bombones yfinge ofrecer uno a su vecina. Saca una tabaquera de seda y finge aspirar de ella; finge -congran hilaridad de unos y de otros consultar el programa. Después finge hacer galanterías y seinclina como para murmurar alguna declaración al oído de la domadora. La domadora fingeofenderse e interponer con coquetería entre la blancura satinada de su hermosa mejilla y elhocico hediondo de la bestia erizado de hojas de sable, la pantalla frágil de su abanico deplumas.

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Ante eso, el tigre finge experimentar una profunda desesperación y se enjuga los ojoscon el dorso de la pata peluda. Y durante todo el transcurso de esta lúgubre pantomima, micorazón late a golpes desgarradores bajo las costillas, pues soy el único que ve y el único quesabe que todo este desfile de mal gusto no se sostiene sino por un milagro de voluntad, comose dice, y que todos estamos en estado de equilibrio espantosamente inestable, que una nadapodría romper. ¿Qué sucedería si en el palco vecino al del tigre, ese hombrecito con aspectode modesto empleado, ese hombrecito pálido, de ojos fatigados, cesara por un instante de

poner su voluntad en acción? Pues él es el verdadero domador, la mujer pelirroja sólo es unacomparsa, todo depende de él; él es el que convierte al tigre en una marioneta, un mecanismomanejado con más seguridad que si lo fuera por cables de acero.

¿Y si ese hombrecito se pusiera de pronto a pensar en otra cosa? ¿Si de pronto semuriera? Nadie sospecha el peligro que amenaza a cada minuto. Y yo, que lo sé, imagino...imagino... pero no, es mejor no imaginar a qué se parecería la dama

" de las pieles si..'. Más vale ver el final del número, que arrebata y tranquilizasiempre al público. La domadora pregunta si alguno de los espectadores quisiera tener a bienconfiarle un niño. ¿Quién podrá rehusarle algo a una persona tan delicada? Siempre existe uninconsciente que tiende hacia el palco demoníaco un bebé embelesado, que el tigre mecesuavemente en el regazo que forma con sus patas flexionadas, dirigiendo hacia el montoncitode carne ojos de alcoholizado. En medio de atronadores aplausos, se encienden las luces de la

sala, el bebé es devuelto a su legítimo propietario y los dos protagonistas saludan antes deretirarse por el mismo camino por el que llegaron.Desde el instante en que atraviesan la puerta -y jamás retornan para saludar- la

orquesta estalla en sus más ruidosos acordes. Al rato, el hombrecito se encoge mientras seenjuga la frente. Y la orquesta toca cada vez más fuerte, para cubrir los rugidos del tigre,vuelto en sí desde que pasó los barrotes de su jaula. Aúlla como en el infierno. Da vueltasdesgarrando su hermosa vestimenta, que es necesario reponer en cada representación. Son lasvociferaciones, las imprecaciones trágicas de una rabia desesperada, saltos furiosos que gol-pean contra las paredes de la jaula. Del otro lado de las rejas, la falsa domadora se desvisteapresuradamente para no perder el último tren subterráneo. El hombrecito la espera en lacantina cerca de la estación, la que se llama "Jamás de los jamases".

La tempestad, de gritos que desencadena el tigre enredado en sus colgajos de paño

podría impresionar desagradablemente al público por lejos que estuviera. Por eso la orquestatoca lo más fuertemente posible la obertura de Fidelio; por eso el director del espectáculo,entre bambalinas, apresura la entrada en escena de los ciclistas cómicos.

Detesto el número del tigre mundano y no comprenderé nunca el placer que leproduce al público.

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EL GALLOSANDOR FERENCZI

El húngaro SANDOR FERENCZI (1873-1933) es uno de los pilares del psicoanálisis;sus obras Versuch einer Genital-theorie y Bausteine zur Psychoanalyse, de 1924 y 1927,

todavía son consideradas fundamentales.

En general Arpad era un muchachito agradable, pero muy desafiante cuando eraamonestado o castigado. Difícilmente lloraba y nunca pedía perdón. Sin embargo, aparte deestos rasgos de carácter, no había rastros de rasgos verdaderamente neuróticos que pudieranreconocerse. Se asustaba fácilmente, soñaba mucho (con aves, por supuesto) yfrecuentemente dormía mal (pavor nocturnus).

Las acciones y dichos curiosos de Arpad, que fueron anotados por la damaobservadora, desplegaban mayormente un inusitado placer en fantasías sobre la cruel torturade las aves de corral. Su juego típico imitando la matanza de las aves ya ha sido mencionado;

a esto debe agregarse que hasta en sus sueños sobre pájaros lo que más veía eran gallos ygallinas muertas. Daré aquí una traducción literal de sus dichos característicos:"Me gustaría tener un gallo vivo desplumado - dijo una vez espontáneamente-. No

debe tener plumas, ni alas, ni cola, sólo la cresta, y tiene que poder caminar así».Una vez estaba jugando en la cocina con un ave recién sacrificada por la cocinera. De

pronto fue a la habitación vecina, recogió unas pinzas de rizar de un cajón y gritó: "Ahoravoy a clavar esto en los ojos ciegos del ave muerta». La matanza de aves era un festival paraél. Podía bailar por horas alrededor de los cuerpos de los animales, en un estado de intensaexcitación.

Otra vez alguien, señalando un ave sacrificada, le preguntó: "¿Te gustaría quevolviese a despertar?» "Me gustaría un cuerno. La volvería a matar yo mismo".

Frecuentemente jugaba con papas y zanahorias (que decía eran aves), cortándolas en

pequeños trozos con un cuchillo. Difícilmente se le podía impedir que tirase al suelo un vasoque tenía aves pintadas.

Los afectos desplegados en relación con las aves, sin embargo, de ninguna maneraeran simplemente el odio y la crueldad, sino claramente ambivalentes. Muy a menudo besabay acariciaba al animal muerto o bien alimentaba a su ganso de madera con maíz, como habíavisto hacer a la cocinera; al hacerlo cloqueaba y piaba continuamente. En una oportunidadarrojó su muñeco de madera, irrompible, en el horno porque no lo podía romper, pero luegolo sacó de inmediato, lo limpió y lo acarició. Sin embargo las figuras de animales de suslibros de figuras tenían peor suerte: las rasgó en pedazos y luego, naturalmente, no pudovolver a reconstruirlas y se disgustó.

Si tales síntomas fuesen observados en un paciente insano adulto, el psicoanalista nodudaría en interpretar el excesivo temor y odio concerniente a las aves de corral como una

transferencia de afectos inconscientes que en realidad se refieren a seres humanos,probablemente parientes cercanos, pero que fueron reprimidos y sólo pueden ser manifes-tados de este modo desplegado y distorsionado. Más aún, interpretará el deseo de desplumary cegar a los animales como simbolizando intenciones de castración, y considerará elsíndrome total como una reacción del paciente a la idea de su propia castración. La actitudambivalente despertará entonces en el analista la sospecha de que en la mente del paciente sebalancean sentimientos mutuamente contradictorios, y sobre la base de numerosos hechos deexperiencia tendrá que suponer que esta ambivalencia probablemente se refiere al padre,quien aunque honrado y respetado, al mismo tiempo es también odiado a causa de las res-

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tricciones sexuales que impone severamente. En una palabra, la interpretación analítica sería:el gallo representaba en el síndrome al padre.