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Universidad de La Salle Universidad de La Salle
Ciencia Unisalle Ciencia Unisalle
Filosofía y Letras Facultad de Filosofía y Humanidades
2020
Ursúa la conquista en la voz media de un mestizo Ursúa la conquista en la voz media de un mestizo
María Teresa Garzón Velandia Universidad de La Salle, Bogotá
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Citación recomendada Citación recomendada Garzón Velandia, M. T. (2020). Ursúa la conquista en la voz media de un mestizo. Retrieved from https://ciencia.lasalle.edu.co/filosofia_letras/129
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1
URSÚA: LA CONQUISTA EN LA VOZ MEDIA DE UN MESTIZO.
Requisito parcial para optar al título de Filósofo
PROFESIONAL EN FILOSOFÍA Y LETRAS
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
UNIVERSIDAD DE LA SALLE
(2020)
MARÍA TERESA GARZÓN VELANDIA
Directora:
ALEJANDRA OLARTE FERNÁNDEZ
2
LISTA DE CONTENIDO
Introducción… ................................................................................................................... 3
1. Ursúa, novela de los conquistadores ............................................................................. 8
1.1 Escenario de tensiones y hostilidades entre dos culturas ......................................... 8
1.2 La paradoja de la conquista: experiencia vital de sus protagonistas ...................... 18
2. El mestizaje como nuevo espacio cultural ................................................................... 22
2.1 Primeros mestizajes: El proceso de aculturación, de la violencia a las
libres asociaciones ............................................................................................... ,23
2.2 Construcción del sujeto mestizo ............................................................................. 26
2.3 El entrecuzamiento de dos conquistadores, símil del encuentro
de dos continentes ..................................................................................................31
2.4 Tensiones interusbjetivas en la manifestación de la identidad ................................. 36
3. Conclusiónes ............................................................................................................. 38
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................. 40
3
INTRODUCCIÓN
De la trilogía conformada por las novelas Ursúa (2005), El país de la canela (2008)
Premio Rómulo Gallegos en 2009 y Serpiente sin ojos (2012), que narra eventos de la
conquista y colonización americana, hemos escogido a Ursúa por narrar de manera
particular, los sucesos ocurridos en lo que hoy es territorio colombiano, lo que brinda un
mejor conocimiento de nuestros ancestros y cultura propia. Ospina se inspiró para la
composición de la trilogía en la obra “Elegías de Varones Ilustres de Indias” del siglo XVI,
de Juan de Castellanos, para analizar el amplio problema, que para el imperio español,
originó la proyección del Nuevo Mundo sobre la América recién descubierta.
La primera entrega de la trilogía: Ursúa (2005), novela documentada históricamente en
las crónicas de Fray Pedro Simón, Pedro Cieza, Lucas Fernández Piedrahita y Gonzalo
Fernández de Oviedo, ilustra el paso que Ursúa conquistador español de Navarra hace por
el territorio de las gobernaciones que llegaron a ser Colombia. Pasa por la tierra de los
Panches de Neyva a orillas del Yuma, hoy el Magadalena, hasta el nordeste del cañón del
Chicamocha, funda Pamplona, llega a Chinacota hasta el Catatumbo y parte en busca
de esmeraldas a la tierra de los muzos a quienes traiciona. En la batalla de Origua contra
el señor del Tayrona resiste al asedio de tres mil indios y tras una orden de captura por
sus crueldades con los indios huye junto a su amigo el letrado Juan de Castellanos
refugiándose en los páramos de Pamplona y escampa a caballo rumbo a la Barranca
Bermeja.
4
Estas travesías permiten responder a la necesidad de saber cómo fue el siglo XVI y
cómo nace este país. En entrevista para la Revista Diners (2005), Ospina resalta que: “Los
colombianos tenemos la necesidad de saber de dónde procedemos y estas novelas mías,
interrogan la época del choque de culturas, de razas, del cruce de las mitologías de los
sueños de dos regiones del mundo y cómo nacieron estos sueños nuestros, como nació el
territorio nuestro, como nació la América en la que hoy vivimos". Como dije, el
acontecimiento de la conquista se manifestó en forma diferente para cada región. Las
características de sus habitantes, su propia cosmogonía, la percepción de la realidad, su
dialecto, su forma de sustento, de comercio, sus mitos; todo ello hizo parte del tejido
ideologico de la conquista que Ospina narra, entretejiéndola con las travesías del
conquistador español.
Entre los análisis y estudios realizados sobre la trilogía de Ospina encontré varias
reseñas y artículos de prensa, revistas culturales y blogs. Particularmente escritos acerca de
la novela Ursúa encontré el de Lombana Ruiz Sonia Consuelo, Pedro de Ursúa: Un
mestizo cultural (2015)., quien alude sobre lo anteriormente mencionado afirmando que:
“la matriz histórica de un pueblo se puede explorar desde diversas configuraciones
discursivas e imaginarias” . p.6. Por esto puedo decir que el tratamiento ficcional no sería el
mismo para una región austral como por ejemplo Chile, menos exuberante en su
vegetación, que los países ubicados sobre la línea ecuatorial, conquistados por los mismos
españoles, pero marcados por su geografía. De esta manera, la trilogía se inscribe como
una propuesta de diálogo con el tiempo pasado a través de la imaginación que crea y
combina el surgimiento de nuevos significados y sentidos en la construcción de la historia.
5
Gracias a las complejas reflexiones que la ficción permite, posibilitando una intrusión en
la historia para cuestionar lo que ocurrió o dejó de ocurrir. Ospina indaga y descifra la
historia a partir de los propios acontecimientos, describiéndolos por medio de un discurso
ficcional como estrategia apropiada para representar la pasada realidad. Este tratamiento
ficcional describe los encuentros y desencuentros entre las dos culturas, personificado unas
veces en quienes ostentan el poder, reyes, conquistadores, letrados, recreando su
humanidad, su grandeza y sus debilidades. Otra acerca al soldado común, al nativo, a la
indígena que asume el cambio drástico de encaminarse al combate, ó de aceptar su nuevo
rol de esclavo. De ahí el término “voz media”, pues gramaticalmente, esta se asocia al
verbo, que permite decidir si el sujeto es un sujeto agente o un paciente, es decir, su papel
temático dentro de la oración.
Este concepto significa, en parte el papel de Cristóbal en la obra de Ospina, pues no es
protagonista y como mencioné es un personaje anónimo, que narra la historia; pero su
nombre aparece ya en la última entrega de la trilogía. Él se une al grupo de Ursúa, como un
soldado más en la expedición al perú, en busca de la canela balsamica. Sus experiencias son
las de un subalterno al mando de un noble guerrero español, extraviado en tierras inhóspitas
y salvajes, a quien el destino le juega una mala pasada. Como muchos llegó a América en
busca de algo de riqueza, algo que resultó en una confusión, casi laberíntica para el. En la
lógica ficcional que imagina personajes y situaciones le permite al autor la exploración más
detallada del periodo de conquista del siglo XVI, a través de artificios novelescos que
mantienen los planos de la ficción y la realidad en una razonable coherencia.
En este texto repasaré el momento histórico de la conquista americana para demostrar la
hipótesis inicial: Ospina a través de la vista privilegiada del mestizo, como el hijo de la
6
colonización cultural, –Nuevo sujeto cultural-; buscó armonizar la colisión trágica, el
contacto entre las dos culturas, enfrentadas. Para ello presentaré dos capítulos que
responderán al objetivo principal de analizar la visión del mundo desde un sujeto mestizo,
representado en la novela Ursúa, considerando, que es este un estado discursivo nuevo.
Así en el primer capítulo titulado: “Ursúa: novela de la conquista, escenario de tensiones
y hostilidades entre dos ancestros nobiliarios”, haré un breve análisis del estilo y de la
estructura narrativa presentes en la obra, al mismo tiempo que indagaré por la concepción
de mestizaje originado durante la conquista y la colonización americanas. En este camino
aludo a la vía que posibilitó el surgimiento del nuevo sujeto cultural, término utilizado por
el teórico postcolonial, Edmond Cros. Describiré en un primer momento el escenario
histórico-social de la conquista como un complejo proceso cultural, con profundas
implicaciones para las dos partes del encuentro, como un acontecimiento limite que signó a
sus protagonistas. La violencia ejercida en estos sucesos, como dice Alejo Carpentier
“exige de un largo, vasto y paciente proceso de observación” (1967:12). En este contexto,
apareció el mestizaje, un fenómeno heterogéneo fruto de la fusión de dos culturas. En un
segundo momento, analizaremos la figura del narrador-protagonista, Cristóbal de Aguilar, y
se describirá luego su amplia travesía en tierra americana a lo largo de dos expediciones de
conquista y cómo ésta signa su percepción sobre el mundo.
Así mismo realizaré la identificación y el proceso de reconocimiento del narrador-
personaje en su condición de sujeto hibrido a través de su crónica. Se analizará, su
percepción manifestada al momento de saberse mestizo, sus conflictos y vacíos, su proceso
de reconocimiento ante un estado emergente. El posee una mirada multicultural expresada
en la condición ambivalente y muchas veces contradictoria entre dos mundos confrontados
7
y en permanente lucha. Los escritores latinoamericanos por ello a través de numerosas
creaciones histórico-literarias, han buscado generar conciencia identitaria que acepte la
diversidad del otro, el mestizo es en este caso, el que forma una pequeña parte de cada uno
de nosotros y desconoce el valor de sus raíces y de su historia.
Para desarrollar la hipótesis propuesta, -seguiré principalmente las propuestas teóricas
de Beatriz Pastor, Antonio Cornejo y, José María Arguedas. La primera expone el mestizaje
como una dimensión, diversa, compleja y, heterogénea que se situó en una subalternidad al
momento de expresar su realidad. En el estudio de esta mezcla étnico-cultural de relaciones
desiguales, Pastor transcribe la afirmación del derecho a la diferencia desde la
subalternidad, debido a que la cultura primitiva fue contagiada por la cultura superior que la
rodeó y la llevó a una necesaria desaparición del sistema social (1999, p.61).
En este encuentro todas las dimensiones de los pueblos conquistados, fueron afectadas
por la mutua y primera incomprensión entre dos culturas –la occidental y la que será
llamada americana- por el hecho además de presentarse en un contexto eurocentrico. En
cuanto a la escogencia del término “encuentro” para referirme a la conquista. Hago alusión
a la novela en cuanto una vez fueron dominados los pueblos nativos, los principales hechos
sucedidos durante la conquista, transcurren de manera lenta, se describen en tres páginas,
las acciones que iban a suceder durante cuatroscientos años. Entonces muchos sucesos en la
conquista y luego en la colonización asoman como en un cauce. Acontecimientos
normalizados una vez vencidos y sin oponente que opusiera resistencia alguna a la nueva
dinámica impuesta por los colonizadores. Todas las estructuras social, económica, cultural
fue absorbida, entretejiéndose, unas veces, otra imponiéndose, y otra resistiendo al
dominador. La necesidad histórica de oro, explica en parte la obsesión de Colón y sus
8
contemporáneos por el metal, en detrimento de todos los demás aspectos de la realidad
económica de América. (Cornejo,1996).
José María Arguedas, por su parte, plantea nuevas relaciones de sentido, que surgen en
un contexto desigual y desde la poética-narrativa brinda otras interpretaciones encontradas
en el ambiguo estado de mestizaje resultante. Se llega así a obtenerse nuevas alternativas de
comprensión de la interculturalidad desde una mirada decantada por el tiempo. Surgen
voces intermedias que desde la parte emotiva sugieren versiones atenuantes a favor del
mestizaje e interculturalidad. (Arguedas, 1993, p. 5 ss).
1. Ursúa, novela de los conquistadores
1.1 Escenario de tensiones y hostilidades entre dos culturas
La primera entrega de la trilogía de Ospina Ursúa (2005), se desarrolla en el tercer reino
más grande del continente, fundado sobre cordilleras que tenían entrañas de metal, era la
tierra más rica en oro de todas las Indias, la tierra de los Muiscas o el Nuevo Reino de
Granada. Según la novela Ursúa fue tras los rumores de una leyenda de oro, por el rio de
caimanes que los panches llamaban Yuma. Acompañado de indios que viajaban con él por
la extensa sabana de maizales y venados, donde aún imperaban el sol de los cercados de
Quiminza y la diosa de la laguna de Fuquene, narradas con un estilo poético, cuenta los
encuentros y desencuentros que se dieron durante ese momento histórico.
En un discurso de orientación histórica pero trasformado por la invención literaria se
narra el largo proceso de dominio y colonización que produjo la mezcla de culturas
heterogéneas, el surgimiento de una doble y compleja identidad que generó el mestizaje,
9
planteó las controversias del choque cultural inevitable, la coopresencia desigual de dos
culturas. La obra es marcada de inicio a fin por las guerras y los enfrentamientos de su
tiempo, tanto las que atravesaba Europa con medio oriente y las regiones africanas como
las pugnas entre los países vecinos. Pero especialmente por las guerras de invasión que se
dieron en América en las que los protagonistas se desenvuelven. Este espacio de conflictos,
de lucha y enfrentamiento, es focalizado en la novela por el narrador-personaje, mestizo,
hijo de español y madre indígena, quien cuenta la historia del protagonista, que se entrelaza
con su propia historia. Él, un conquistador de segunda generación, se lamenta por su
amarga experiencia de conquista en el Nuevo Mundo, tras su osada desición de viajar a
reclamar una herencia que había sido usurpada a su padre por los Pizarro.
Una vez se encuentra con Pizarro, este le promete pagar la deuda si lo acompaña a una
expedición que intenta llegar a un supuesto país rico en árboles de canela. Esta expedición
fracasa, los expedicionarios deciden avanzar por la selva, hasta que se encuentran con el río
Amazonas. El mestizo logra sobrevivir. Esta historia es la que cuenta la segunda entrega
“El país de la canela” (2008). Su historia que comienza a contarse en occidente a través de
viajes de conquista busca encontrar respuestas a sus interrogantes para conocerse a si
mismo ante la ausencia de un destino claro. Él, un mestizo, hijo de conquistador español y
de una indígena, al que se le oculta este vínculo nativo.
Esta identidad mixta del narrador hace de él un observador privilegiado como resultado
de la fusión de dos culturas. Tiene una identidad doble, un legado ambiguo de dos mundos
en contacto. Lleva la impronta del violento “encuentro” cultural de los dos mundos.
Aunque este mestizo es un personaje histórico a quien el autor otorga rasgos individuales,
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se inspiró en varias crónicas que coinciden en la presencia de al menos dos hombres en la
expedición con Orellana al Amazonas y en la de Pedro de Ursúa veinte años después.
Ursúa pertenece a la categoría de biografía ficcional que se apoya en la estrategia
discursiva de la primera persona y en el simulacro de la narración de una vida. En virtud del
doble marco cultural o doble consciencia de este narratario se leen los acontecimientos
desde una mirada de mediación, que vendría a constituir el aspecto novedoso de esta
novela. Como afirma Ospina en Diners (2007): “no podemos pensar el mundo por fuera de
los parámetros de la civilización europea. No ignoro que ser americanos equivale hoy a ser
herederos de todas las tradiciones del planeta, y la América Mestiza es inconcebible
inicialmente sin el triple legado del mundo americano, del europeo y del africano”. La
lectura de la obra que propongo permite dar cuenta, bajo esta doble mirada, de la condición
humana de este mestizo, los conflictos y la mirada multicultural, generada por él. Analizar
las relaciones que aparecen, y sus experiencias anímicas, en una forma novelada, la
búsqueda hacia la interioridad y su contenido es la historia del alma humana que se busca y
se prueba en aventuras en procura de sentido, que se interroga, que vive la incertidumbre
propia que conlleva la conquista”.
Se puede argüir que la historia contada desde la primera persona de una memoria vivida
como la del mestizo participa de la revisión y renovación del discurso histórico,
constituyendo a la vez una estrategia de verosimilitud, empleada en la literatura. Este
descubridor anónimo que Ospina descubre su nombre, en la tercera entrega de la trilogía,
despliega su historia desde el Nuevo Mundo. Y aunque él no es un testigo de primera línea,
como lo refiere: “Quien sabe cuántas cosas de las que me contó (Ursúa), y que yo he
repetido en estas páginas, fueron imaginadas o alteradas por él”p. 73, también en la página
11
213: “Y es de allí de donde a veces me alcanza la imagen, que no vi nunca pero que va
conmigo”. La complejidad de ese momento histórico, como se dijo al principio, vivido por
dos regiones del mundo distantes en su geografía como en su mentalidad, enfrentó dos
culturas, que en su recorrido cronológico, estaban separadas por un amplio intervalo. En
varios aspectos no fueron culturas comparables, disminuyendo así la probabilidad de éxito
en el enfrentamiento.
Tales situaciones vistas desde una perspectiva histórica, evidencian la dificultad de
representar hechos que no se presenciaron, la reconstrucción de una época y unos seres para
los que ni siquiera cuenta con el recurso de la memoria. De ahí las frases como “alguien me
conto”, “supe de estos hechos por mi amigo tal”, “oyó de testigos” “porque yo lo vi con mis
ojos”y varias más semejantes. Uno más de los procedimientos del código ficcional, en la
aspiración de la verosimilitud. La coherencia entre los dos planos, de manera que ninguno
de los dos resienta esta unión. De esta manera la novela, se inscribe como una propuesta de
diálogo con el tiempo a través de la imaginación que crea y combina el surgimiento de
nuevos significados y sentidos para conectar al lector actual con su pasado. El testigo
ocular actua en forma de estrategia de veredicción, como un un respaldo o garantía a lo que
se está narrando. Prosiguiendo con la historia, los rumores de nuevas riquezas, eran muchos
y llegaron a oídos de los españoles, unas veces por confesiones de los nativos, otras porque
sencillamente saltaban a la vista como las esmeraldas de las tierras de Muzo, o por el oro
que era desperdiciado por los españoles en la elaboración de muchas figurillas:
Cada promesa de riqueza otorgó un nombre a cada expedición. El oro rojo
de las momias de Cuzco, otro las montañas de plata maciza, el extenso y
perfumado País de la Canela, la selva lujuriosa de las amazonas… y
12
continúan muchas más. Porque la obsesión que cruza por todas partes, de
un extremo a otro, este relato, es: la inextinguible sed de riquezas”
(Ospina, 2005. p.214).
La exuberante naturaleza que presentó América a la vista de los colonizadores, jugó en
su contra. Provocó fuertemente a los colonizadores ansiosos de tesoros, acrecentando la
fama entre sus compatriotas de que la tierra recién descubierta era además de un “enigma”
también era pródiga y abundante en sus entrañas. Todo en el Nuevo Mundo se encontraba
inexplorado, llanuras y selvas vastísimas, vegetaciones intactas que recién comenzaban su
explotación. Sus recursos y riquezas desde aquel tiempo se convirtieron en la causa de una
devastación sostenida y prolongada hasta nuestros días.
Por esto puede decirse que a través de una recreación poética la novela nos muestra cómo la
conquista del Nuevo Mundo emprendió vuelo bajo la bandera de la verdad, la ley y la
civilización, escudado por el poder divino que ostentaba Carlos V. Los españoles inscritos
en la filosofía del racionalismo político del renacimiento, según la cual el fin justifica los
medios, enviaron oleadas colonizadoras a América. El tío de Ursúa le recitaba las evidentes
pruebas de superioridad que habían heredado de sus ancestros en una manera para justificar
la intrusión que Cornejo, llama el “primordial orden andino, para sustituirlo por otro aún
indefinible, se llegaba el agotamiento del tiempo y su sustitución por otro que surge,
absolutamente diferente”. (1993, p.16).
En la novela se abre un espacio simbólico de los encuentros y los desencuentros de las
culturas en tránsito con el Nuevo Mundo. La irrupción de una nueva cultura en la
cosmogonía indígena de la manera en que sucedió, impidió el asombro ante este
13
acontecimiento. El diálogo y otras expresiones fueron postergadas, pero la dimensión del
evento, el asombro tanto de los nativos como los expedicionarios de contemplarse, de saber
que los separaban tanto mar, tantos dioses y creencias, no impide admirar la belleza en si
que contuvo el cara a cara entre sus representantes. Cabe señalar que el escogido para
contar la historia en Ursúa aparece al comienzo del relato asemejándose más a un español,
Cristóbal de Aguilar. Su ancestro indígena le ha sido ocultado y, crece como hijo de
conquistador español, educado a cargo de Gonzalo Fernández de Oviedo, amigo de su
padre, quien le habló con propiedad de la geografía ibérica.
Cristóbal experimentó la vida en occidente, su cultura, sus adelantos, en no pocas páginas
Ospina elogia las obras de pintores, escritores que muestran la distancia entre culturas;
Cristóbal “cruzó los puentes sobre las diferencias, las asimetrías para conocer y apropiarse
y hacer suyo su otro ancestro, él no tuvo fronteras en su sangre” (Ainsa, 2001, p. 111).
Desde luego que el caso de Cristóbal por el respaldo de su padre español, le facilita la
superación de tales asimetrías, él pudo cruzar fronteras más rápidamente que otros mestizos
no reconocidos por sangre española. A mi modo de ver Ospina a través de este observador
instruido nos muestra uno de los aspectos enriquecedores de la conquista, la “fertilidad
intercultural” que comenzó de ahí en adelante. Algunos márgenes se desdibujaron, para dar
pie a la mixtura, al resultado de los que en su mayoría conformamos este continente.
En esta encrucijada de imperios comenzó lo que Fernando Ainsa llama “la tensión y la
resistencia del encuentro, pero también la “mixtura” y las nuevas expresiones que toda
dialéctica fronteriza implica” (2001, p. 110). Este cruce de fronteras sucedería más adelante
y en todas sus dramáticas formas. El intercambio comenzó asimilando y neutralizando lo
14
diverso, lo otro, lo belicoso y lo desconocido. Muchos consejeros, oidores, poetas
ilustrados, formaron parte de los primeros viajes de conquista, incluso conquistadores
cultos, como Jorge Robledo. Aún así, amplios ejércitos, vestidos de acero como sus
caballos, avanzaron contagiados de la locura, en medio de la exaltación que producían las
batallas. Por medio de la visión explicativa de este observador instruido, se comienza a
percibir cómo asume el autor este período de conquista. Voluntades férreas enaltecieron a
héroes de ambos bandos, cada uno según sus objetivos, los unos tras las riquezas, los
nativos para defender su vida y libertad. Como hijo de conquistador, Cristóbal conoció
desde pequeño las dificultades y los riesgos que soportó su padre, las largas ausencias
durante las expediciones en tierras lejanas.
Como testigo además que respalda la existencia de Ursúa como conquistador, Cristóbal
de Aguilar formó parte de dos expediciones a las Indias. En este proceso de revivir el
pasado y redescubrirlo, por medio de la imaginación y de traer al presente acontecimientos
“como” si se hubiesen presenciado en aquellos tiempos. El procedimiento narrativo brinda
un informe completo de la identidad del protagonista a través del testigo ocular y participe
de la historia que narra otorgando legitimidad a la intervención del novelista en la
representación textual de la historia. Primero bajo el mando de Gonzalo Pizarro, en la
búsqueda frenética de un rumor de riqueza de bosques rojos de canela balsámica en el Perú
y luego al emprender un nuevo viaje en busca de El Dorado. Con estos dos accidentados
recorridos el mestizo padeció los rigores de la guerra, confesó “haber perdido sueños en
noches de desvelo y miedo”, vivió horas de vacío y por ello juró muchas veces nunca
volver al río que atormentó su adolescencia.
15
Durante los diálogos con el protagonista o consigo mismo, se identifica una conflictiva
transformación de su conciencia a través de la confrontación forzosa con el contexto de la
invasión, al final del relato, dotado de una experiencia adquirida con el paso de los años,
distanciado como un narrador maduro del personaje adolescente que fue, Cristóbal confiesa
que aquella cercanía al “otro” que alguna vez encontró fue una realidad veamos:
Pero sólo Pedro de Ursúa, enloquecido y violento en sus sueños de
riqueza, en su delirio de ciudades doradas y de minas en llamas, me hizo
sentir acompañado en un tiempo salvaje y en una campaña brutal, y su
muerte me dejó tan vació y saqueado como si no me hubieran matado a
mi amigo sino a mi alma (Ospina, 2005. P.61).
El tiempo y los tensos sucesos de batalla, fortalecieron los vínculos entre ambos
personajes. Cristóbal desarraigado familiarmente, buscó un anclaje en aquel joven
carismático y valeroso a quien admiró y quiso también. De ahí el dolor por su
muerte.
Reanundando el tema de la Novela Histórica en su propósito de ser una reflexión en clave
sobre el presente,- entendida esta como tendencia que renueva el género de la Novela
Histórica clásica-, aparece la abolición de la "distancia épica" (expresión de Bajtín): con la
narración en primera persona, el uso del monólogo interior o de diálogos coloquiales, se
inventa de nuevo aquel pasado para mejor entenderlo. De manera que desaparece la
distancia entre el pasado histórico y el presente, veamos:
Regiones devastadas por guerras e inviernos, pueblos que luchan con
dignidad contra lo inevitable y bestias inocentes que emiten su veneno y
16
sus garras, naciones que en el metal de unas lenguas desconocidas
recuerdan otro origen y celebran otra alianza, y cuyas tierras no se reflejan
entre sí. (Ospina, 2005. P.92).
La temporalidad de la ficción se mueve entre los límites de la cronología histórica. El
registro de fechas sirve para marcar el fin o el comienzo de un nuevo capítulo o el cierre de
este. El narrador incluye las fechas de los actos oficiales registrados por los textos de
historia, como las fechas de los actos privados realizados por el protagonista. “En 1538,
cuando Ursúa todavía niño saltaba perseguido por los gansos en los huertos de Navarra y
yo me enteraba apenas en La Española de quién era mi madre…” (Ospina, 2005. P.167).
Estas estrategias nos dice Barthes (1966, 22) sirven para autenticar la realidad del
referente, para enraizar la ficción en lo real; es un operador realista y, a título de tal, posee
una funcionalidad indiscutible, no a nivel de la historia, sino a nivel del discurso. Por otra
parte el uso de vocablos propios de América (americanismos), para tratar de reproducir el
ambiente de la época pasada en la que ocurre la acción, es otro recurso característico de la
novela histórica. Georg Lukács llama a dichos recursos “anacronismos necesarios”
(Lukács, 1996. p. 60-63) para recrear lo especifico de la cultura neogranadina del siglo
XVI. “…los jóvenes oidores de la Audiencia real pusieron sobre una hacanea blanca la
gualdrapa de hilos de oro, el cojín recubierto de terciopelo carmesí.. (Ospina, 2005. p.345).
Al analizar el discurso de los hechos el narrador confiere autoridad histórica a su texto
por medio de diversas citas históricas que remiten a fuentes provenientes de crónicas
coloniales y de textos históricos coloniales y contemporáneos que el autor detalla al
comienzo de la trilogía.
17
Belalcázar testigo de las rencillas entre Pedrarias Dávila y Balboa en el
viento salobre de Santa María la Antigua del Darién; -Belalcázar padrino
de confirmación del hijo de Diego de Almagro en Panamá; Belalcázar
cabalgando con Hernández de Cordoba por las vegas de Nicaragua y
combatiendo a los nativos al pie del lago inmenso. (Ospina, 2005. p.206).
Dentro de este contexto quiero mencionar la importancia del componente ideológico que
tiene una relación histótica como la trilogía. Según Hayden White “..ningún historiador
puede apartarse de la historia y suspender su capacidad de influir o ejercitar un juicio
moral. La naturaleza de nuestro imposicionalismo implica que no hay historiadores
desinteresados” . El análisis e identificación del cómo esta contituido el tejido ideológico,
en este caso concreto el de la conquista de América, y qué o cuál es la intención que quiere
transmitir. Ospina a la vez que describe las gestas heroicas de los conquistadores, no se
abstrae del impacto que significó para los indígenas ser descubiertos y luego dominados por
una cultura más fuerte. Es considerable la importancia que tiene la forma del discurso, pues
a través de ella el autor deja ver su punto de vista durante la narración.
De esta manera se revisan desde la distancia histórica unos valores fundacionales que el
autor primero describe y luego deja su opinión sobre estos modos de actuación, para
comprender, desde la ficción literaria, la situación de permanente crisis política y social que
ha vivido el país durante los últimos años. El tratamiento ficcional o la lógica ficcional
empleada en la obra busca una especie de remedio ó siguiendo a Lukács (1996. p. 427) una
prehistoria necesaria al presente, para tener la posibilidad de transformar la representación
del pasado, en una parábola al tiempo presente y tomar así una visión en las practicas
18
sociales del mundo actual y ser consecuente con la misma, sea para cambiar el mundo o
para mantenerlo en su estado presente. Es este el tratamiento que el autor realiza del pasado
en la novela con una reescritura estética-ficcional, la cual se clasifica como otra forma de
hacer historia.
1.2 La paradoja de la conquista: experiencia vital de sus protagonistas
El estilo poético empleado por Ospina para describir el caos catastrófico originado por la
conquista española, revela la profunda dimensión del impetuoso evento. El derrumbamiento
de sociedades establecidas con parámetros y costumbres milenarias, acarreó el desorden y
el horror. Este impacto generado en sus protagonistas lo presenta el autor en la voz de sus
personajes: “La conquista causa vértigo, pues cada día es preciso conquistarlo todo de
nuevo” afirma Ursúa (Ospina, 2005. p.310), él comprendió la dura ley de los
conquistadores, el enfrenarse a pueblos como los de la llanura, quienes según lo narrado, no
estuvieron dispuestos jamás a llegar a entendimientos con los españoles. (Pastor, 1991.
p.111) estas circunstancias refieren la amenaza ineludible de la nueva realidad, la
neutralización del otro, eliminando su identidad, su diferencia, como condición necesaria
para la adquisición y futura usurpación de sus bienes. Se comenzó la posesión de América,
por medio del usufructo, el lucro y la ganancia de sus bienes. Se crea así la economía del
saqueo.
En medio de la violencia y la desposesión, Ospina relata cómo avanzó la colonización
dirigida por cultos y letrados conquistadores, como también soldados que fueron una
prolongación de los cruzados -que durante siglos habían asediado a los árabes en el Asia
Menor-, estaban poseídos por la dogmática convicción de que su cultura era la única
19
legítima. La conquista muestra sus distintas facetas. La travesía épica de los valientes
hombres provenientes de una edad de barbarie se desenvolvió rapidamente.
La novela indica cómo los recién llegados colonizadores debido a su ascendencia son
propensos a la confrontación, como el caso de Ursúa: “Había en él, una vocación
inextinguible de crueldad y violencia, y sólo la guerra creaba ese espacio donde su corazón
podía ser fiel a unos linajes brutales” (2005. p.311). Si consideramos este planteamiento, la
nueva realidad propició este rasgo. Los bienes que poseían los nativos ansiados
abruptamente por los forasteros, no los obtendrían de forma sosegada, sino la mayoría de
veces de forma violenta, los foráneos invadieron el nuevo espacio trayendo aspiraciones
colectivas y con un deseo de obtención de sueños personales, entre ellos la gloria y el
renombre.
De este hecho fundamental, conviene preguntarse ¿cómo fue este proceso de transición
de estos dos mundos antagónicos, las muchas de las veces, bajo una coexistencia forzosa?
En situaciones de exclusión, por el hecho que un solo lugar fue compartido a la vez por
sangre indígena, criolla, occidental y africana. La conquista impuso la consolidación de
occidente, sobre la disolución de los indígenas y sus ancestros. Así se tejió el camino de
tensiones y hostilidades, propio de la lógica que caracteriza los colonialismos, convertidos
en campos de batalla: “La vida de los indios de Castilla de Oro fue un purgatorio desde
cuando llegaron los barcos de Nicuesa, y un infierno desde el momento en que Pedrarias
Dávila llegó a disputarle a Balboa sus pueblos y sus títulos” (2005. p.41). Para el narrador
toda esta “rutina de atrocidades”, alteró su alma, volviéndolo insensible e
imperceptiblemente endureció los corazones de quienes participaron en estas expediciones.
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Una de las más confusas consecuencias de la conquista que se halla en la novela fue la
discordia entre los mismos españoles que causó gran asombro a los indígenas: “En pocos
días alzaron el cadalso en la plaza mayor, los vecinos se entusiasmaron ante la posibilidad
de presenciar una ejecución y los indios de las encomiendas vieron con asombro que sus
amos españoles empezaban a matarse entre sí” (2005. p.284). Esto fue porque la guerra
entre conquistadores destiló largos odios que se transmitieron por herencia, como las
sangres de Pizarro y de Almagro, dando lugar a intrigas e insidias que marcaron sus
relaciones. Muchos de los indígenas al presenciar estas rencillas lo interpretaron como una
compensación del destino por el mal ocasionado a los indígenas de no solo usurpar sus
tierras sino por la forma inhumana en que fue llevado a cabo.
Subyace en todos estos detalles que el afán y zozobra de riqueza de los españoles los
llevó a matarse entre sí: “Pedro de Heredia llevó a sus soldados por barrancos espectrales y
llanuras desesperadas donde muchos perdieron la vida, ya no venían a abrir sepulcros de
indios sino a cavar sus propias tumbas, era una tropa afantasmada” (2005. p.103). Este
conjunto de acciones, rompe la distinción entre la condición de civilizados que poseían los
españoles, el conquistado adjetivo de “humanismo”, una vez que se llegó al periodo de la
ilustración con representantes tan destacados como Montesquieu, Voltaire, Juan Jacobo
Rousseau, entre muchos que abogaron por el poder de la razón humana, de la ciencia y el
respeto hacia la humanidad. Unido a esto, las grandes invenciones y adelantos en la ciencia,
el arte la ingeniería. Pasaron por encima de la civilización. Los españoles hicieron valer su
superioridad en pro de sus intereses, manteniendo el modelo de sumisión, durante mucho
tiempo. En una tierra extraña y lejana y la ambición condujo a lo largo de sus travesías al
extravío de su misma cordura.
21
Es así como una ironía que sufrieron los españoles en pago por la forma de invadir las
Indias, sucedió con la profanación de las tumbas de los Muiscas. Con una gran ingenuidad,
Oramín un indígena al cual Ursúa había rescatado de un accidente mortal, le reveló al
conquistador el rito de enterrar a sus caciques con sus ajuares. Ursúa, sin vacilar, encuentra
y profana estas tumbas, de las que se obtuvieron dos mil ducados; el conquistador las envío
a su familia en Arizcún, para que retocaran su castillo en Tudela. Dinero todo este que
nunca llegó a su destino inicial pues los tesoreros de la casa real lo destinaron a gastos de la
corona. La apropiación de las riquezas obscureció cualquier otro escenario que surgió a su
paso. De manera que las fatigas sin recompensa comenzaron a aparecer, oscureciendo los
ansiados anhelos que lo habían embarcado a tierras desconocidas.
Fue grande el dolor de los nativos al enterarse que Ursúa estaba profanando las tumbas
de sus antepasados. La tristeza de los Muiscas vencidos empezó a expresarse en sus
vestimentas de luto. “Aceptaron su derrota con el consuelo de sus cantos y en un obstinado
diálogo con sus dioses moribundos o ausentes” (Ospina, 2005, p.324). Los ritos y
ceremonias sagrados como estos, no fueron tenidos en cuenta, por el contrario:
los gritos de los indios despertaron en él una suerte de ira, como si esas
palabras desconocidas, incomprensibles, fueran algo más que ofensas, algo
más que insultos. Tiempo después se enteró de que eran conjuros, de que los
indios no hacían un bullicio sin sentido sino que pronunciaban poderosas
oraciones (Ospina, 2005, p.327).
La dimensión de sacralidad en los pueblos indígenas y su relación con la naturaleza y el
universo es notorio en la obra. Para ellos “el oro por siglos los había unido con el sol y con
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el pasado” p.320. Así como los españoles adoraban a un Dios, los indígenas tenían gran
numero de ritos y una concepción propia acerca de la muerte, la tierra, los astros y muchos
más que formaban parte de su sistema propio de creencias para comprender y nombrar su
cosmos. Ellos, por ejemplo, solían cambiar sus nombres después de los acontecimientos
importantes y no entienden que un español pueda tener un mismo nombre de niño, antes de
toda experiencia, y de viejo, cuando ya la vida le ha cubierto de rayas el rostro y de brumas
el espirítu. (Ospina, p.441).
Se observó así cómo en la narración ficcional de las circunstancias experimentadas por
aquellos personajes, se conoce un acercamiento a las visicitudes, las contradicciones y los
fracasos que situaciones singulares como estas originaron. Cristóbal Aguilar vivenció un
proceso de conquista enfrentado a estamentos de poder y jerarquías que más de las veces le
crearon problemas. Lo que se aprecia en la novela es que en una aparición alterna del
interior de los personajes, el mismo autor expone la presión de los hechos a través de la
subjetividad individual de cada personaje. Como afirma Lukács (1996): “las particulares
propiedades históricas de la vida anímica de una época, se captan mediante una amplia
descripción del ser, mostrando el modo como nacen de este suelo de ideas, sentimientos,
comportamientos, y revelan la conmoción resultante de estos eventos”. Otro ejemplo de
ello es la experiencia de los expedicionarios al partir hacia America: “zarpan con un sudor
helado en la espalda los que no han sentido miedo jamas” o las sensaciones de los viajes en
los galeones: “largos meses de encierro en una prisión ondulante, en un galeón solemne y
fétido, oyendo las canciones bestiales de los marineros, sus oraciones a gritos cuando se
desatan los temporales, oyendo el merodeo de las ratas y de los marinos difuentos en las
bodegas, y el crujido doloroso de las velas ansiosas de viento” (Ospina, 2005. p.45).
23
2. El mestizaje como nuevo espacio cultural
En el desarrollo de este capítulo se pretende analizar el mestizaje como nuevo espacio
cultural, a través del proceso de búsqueda que lleva el narrador. Hay que advertir que
Cristobal es un mestizo reciente, por el hallazgo de su procedencia indígena, durante su
adolescencia. La fusión que produce la ideología cultural, social, y psicológica genera
fricciones inevitables por un descubrimiento tardío de su identidad. De las diversas
posiciones que el nuevo sujeto cultural asume en este proceso, identificamos: primero la de
conquistador, luego la de mestizo y, por último, la superposición de elementos que él
asume bajo estas dos perspectivas. Este análisis sigue la propuesta teórica de Beatriz Pastor
y Antonio Cornejo Polar. Cabe señalar que la construcción de la subjetividad de Cristóbal,
pasa por momentos de gran resistencia y oposición.
2.1 Primeros mestizajes: El proceso de aculturación, de la violencia a las libres
asociaciones.
Del fenómeno de fusión que comenzó a darse entre ibéricos y nativos, como hecho
impredecible para los nuevos habitantes del continente, apareció un nuevo linaje: la sangre
mestiza, resultado de la mezcla de los españoles con los habitantes primeros de las Indias.
La naturaleza ingenua y pacífica de los indígenas, favoreció la fusión de las culturas. Los
españoles se vieron atraídos por la belleza y gracia de las nativas. En el caso de Ursúa, se
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sintió atraído por la inteligencia de una nativa de Maracaibo: Z´bali, y en el caso de su
madre, quien convivía con el conquistador Montalvo de Lugo. El narrador cuenta de Z´bali
que hablaba el castellano tan bien como cualquier español, “se relacionaba mejor con los
conquistadores que con los indígenas del altiplano, cuya lengua casi no entendía”
(Ospina,2005. p. 243).
Es con aquella nativa con quien Ursúa descubrió el afecto y la sensualidad en el
altiplano de la Sabana. Z´abali, lo sedujó contándole muchas historias de sus ancestros,
ritos acerca de cómo trataban a los enemigos, de cómo celebraban la unión del hombre y la
mujer, y de los homenajes que rendían a los jefes de los pueblos. Otro enlace, este
afortunado, entre español e indígena que relata la novela fue la del conquistador Blas de
Miranda, quien vivía feliz con una india del río cerca del Valle de las Lanzas de Ibagué.
(Ospina, 2005. p.241).
La historia oficial de la conquista y la colonia informa sobre muchas uniones entre
españoles e indígenas, el periodista e historiador José María González Ochoa en su libro
Protagonistas desconocidos de la conquista de América (2015), documenta varios de ellos.
Aunque la mayoría de esas uniones, resultaron infaustas para las nativas, porque aun
perteneciendo a la realeza indígena, no obtuvieron beneficio de las mismas. Otras uniones,
describe González, tuvieron dichoso final, como el caso del conquistador Juan de Betanzos
que se unió con Añas Yupanqui, bautizada luego con el nombre de Angelina, hija del Inca
Huayna Capac. Betanzos aprendió el quechua y se convirtió en un experto en cultura
andina, vivieron felices en Cuzco, describe González Ochoa:
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La monarquía hispana comprendió rápido que para gobernar y mantener
aquellos territorios de ultramar era necesaria la negociación y el pacto con
las élites nativas, con las que sellaron lazos de consanguineidad a través de
matrimonios mixtos. Así, príncipes, nobles aztecas e incas y numerosos
caciques entraron a formar parte del engranaje de gobierno y de la
administración virreinal española. (González Ochoa, 2015, p. 134).
La novela explica cómo los pactos y los intereses políticos, costumbres heredadas por
los gobernadores de las Indias de Carlos V, dieron paso a asociaciones pertenecientes a
sangres rivales, terminando unidos en santo matrimonio. “Muchas veces ese vínculo
forzado y extremo convirtió en aliadas por décadas a familias que antes se enfrentaron a
muerte lo que no hacía la guerra debían lograrlo los contratos matrimoniales” (Ospina
2005. p. 308). Varios caciques entregaron a sus hijas en forma de pacto, con el fin de
obtener convenios de paz para sus súbditos, lo que fue denominado como mestizajes
impuestos. González Ochoa refiere un apartado sobre este tema: “Nativos entre la rebeldía,
la colaboración y la aculturación” (2015). Así, del enlace de estas uniones nacieron los
primeros mestizos, registrados en la historia oficial de la conquista.
De acuerdo con Ursúa (2005) que narra los diferentes modos en que los dos mundos se
unieron, pese a la fragmentación social, América atrajo y sedujo a los conquistadores.
Muchos de ellos apreciaron verdaderamente el nuevo territorio, lo conocieron, lo amaron y
en él murieron. Un primer ejemplo es el de Juan de Castellanos, quien expresó su
admiración ante el Nuevo Mundo con su poema incomprendido Elegías de Varones Ilustres
de Indias. En consecuencia el proceso de mestizaje se vio determinado por la influencia
española en aspectos tan determinantes como el lenguaje, el uso de la escritura y por la
26
incorporación de muchos indígenas a las instituciones españolas recién implantadas en
territorio americano.
Tanto para los españoles como para los nativos, surgieron situaciones favorables, que
beneficiaron económica y socialmente a ambos. Alianzas, legitimación de poder, nuevos
cacicazgos, organización del trabajo comunal, nuevos cargos oficiales que desempeñaron
algunos de los nativos de la más alta casta social, demostraban su adaptabilidad a la nueva
situación: “Desde temprano los símbolos de Imperio habían comenzado a mezclarse y a
confundirse con los símbolos de los indígenas, los indios aceptaron el águila bicéfala de la
casa de Austria porque les era familiar a ellos” (Ospina, 2005, p.322).
Este fenómeno puede ser visto como un desafío por su complejidad y las numerosas
ambigüedades que reclamaron una solución. Cornejo Polar despliega una explicación “al
estudiar las condiciones de emergencia y resistencia por parte de los americanos, ante la
realidad hecha de fisuras y superposiciones, sobre la cual se construyó el contexto
latinoamericano” (1993. p. 9). Así, llega a comprender así, los efectos causados a raíz del
encuentro de dos regiones antagónicas. Dentro de este marco ha de considerarse el amplio
escenario de casos de mestizaje que se dio en el recién conquistado continente.
De ellos nombro los que por medio de la palabra escrita, como la crónica, posibilitaron
un mejor conocimiento histórico fundacional: El Inca Garcilaso de la Vega considerado el
mestizo letrado más importante de Hispanoamérica en el siglo XVI, que escribió los
Comentarios reales de los Incas, en la que explica la historia del imperio incaico. Además
n, Felipe Guamán Poma de Ayala, indígena letrado que con su obra El primer nueva
crónica y buen gobierno (1615) buscó defender la posesión de sus tierras y le escribe al
27
Rey Felipe en su idioma con la esperanza de ser escuchado. De ambos mestizos se obtuvo
testimonios de primera mano acerca de su elemento indígena, pues crecieron y fueron
educados en las costumbres nativas.
2.2 Construcción del sujeto mestizo
En esta sección se busca responder a la pregunta ¿qué factores inciden en el proceso de
construcción de una identidad mestiza colonial? Para hacerlo nombro primero, dos
características principales, en los términos de Rolena Adorno (1988): primero, el linaje
familiar o nobleza de sangre que tenía la persona; segundo, una tradición guerrera-militar
de larga trayectoria. Estos parámetros de apreciación coincidían también con los valores en
las dinastías americanas. Adorno afirma que la dignidad étnica se confirmaba en el campo
de batalla; en el caso de los conquistadores y los defensores de la patria en las cruzadas
contra los moros y en el caso de los indígenas, los valientes caciques que defendieron su
tierra y su dignidad con sus vidas, cualidad llamada “virtudes guerreras”. El personaje
Cristóbal Aguilar, heredó de su padre su ascendencia militar y, durante los años de su
adolescencia estuvo bajo las órdenes de Francisco Pizarro que emprendió una campaña en
la búsqueda de la canela balsámica en el Perú, formando parte de la primera expedición que
navegó el río Amazonas.
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Esto me lleva a decir que la construcción de la subjetividad que realiza el narrador a lo
largo de la obra, opera al paso de la revelación de su procedencia étnica. Como ya lo
describí, Cristobal viaja por vez primera a las Indias adolescente. Una vez logra finalizar su
primera expedición por el río amazonas, visita la Española, la isla en que nació “con la que
deliré muchas veces a lo largo de aquel viaje desesperado”. Allí, además de visitar la tumba
de quien hizo las veces de padre Gonzalo Fernández de Oviedo, visita también a Amaney,
su madre, la nativa y, supuesta nodriza, “que fue en su vida mucho más que mi nodriza y
mi amparo.. allí llora de culpa y de impotencia sobre su tumba que ocultaba sus queridas
reliquias”. (Ospina, 2005,p.86).
En este punto, Cristobal que viene de una experiencia fatigante por la selva, ha
descubierto quien era en realidad su madre. Aquella mujer que con su recuerdo confortó las
horas angustiosas por inhóspitos lugares, y que le hizo sentirse menos solo y perdido. No
puede menos que sentirse culpable. La verdadera madre del narrador, que le había dado
todo el amor posible en su niñez, fue ocultada por su padre.
Aunque mi padre logró ocultar mi origen. El hecho de que mi madre fuera
una nativa de las islas, aunque me educó como a un cristiano desde la
infancia y me llevó al estudio de su amigo Gonzalo Fernández de Oviedo,
y nos hizo creer a todos que mi madre había muerto de fiebres, una dama
española sepultada con suspiros y campanas en las colinas fúnebres de
Curazao, y que mi madre india era solamente nuestra criada, a partir de
cierto momento ya no ignoré que en mi sangre estaban en guerra el dios
que sangra en el árbol y el dios que quema el firmamento, que en mi
corazón se mezclaban y se confundían la dulce madre blanca, la diosa que
29
es un disco en el cielo y esa otra diosa de caoba que desaparece con la
tormenta (Ospina, 2005, p.357).
Por el origen impuro de su sangre, la confinó, indigna y amerindia a los quehaceres de la
servidumbre. A una situación de marginalidad y exclusión es sometida Amaney, la madre
del mestizo. Sobre este fenómeno aparece un comentario en la voz de Cristóbal: “Estamos
en tiempos malignos en que puede ser vergüenza y pecado la sangre que corre por las venas
de un hombre y la maldición de los ríos de su origen” (2005. p 358). Pero Cristóbal como
depositario de dos influencias culturales, vinculado afectivamente a ellas, además, no pudo
pensar su mundo excluyendo alguno de estos dos ancestros: Por ello designa con el mismo
término, al referirse a ambos linajes: “diosa”. Al ancestro blanco llama “dulce madre
blanca” y al ancestro indígena: “diosa de caoba que desaparece con la tormenta”. Para
comenzar el amargo descubrimiento de su verdadera madre con la frase: “Toda mi vida he
vivido la discordia de ser blanco de piel y de costumbres pero indio de condición” (Ospina,
2005, p.357).
A partir de este momento, todas estas razones durante su trayecto llevan al mestizo a
interrogarse por su interés por conocer los ancestros de su padre, quien inicialmente es
anónimo. Su procedencia étnica es el punto de partida para su construcción. Su linaje
indígena, la pureza de su sangre, para un letrado que se creía español y la vaguedad de no
pertenecer plenamente a un solo territorio, lo motivó a viajar de un continente a otro para
encontrar sus raíces. Considero que Ospina, refuerza esta situación de imprecisión de su
identidad, al no revelar su nombre sino hasta la tercera entrega La serpiente sin ojos (2012).
Otra manera de interpretar esta peculiaridad narrativa, siguiendo la afirmación de Cornejo
es como un “ocultamiento de su individualidad para colectivizar su cultura” (1989, p.8). No
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habla un individuo, más bien él habla a nombre de quien representa parte de su origen. De
esta manera, la identidad del sujeto se extravía en una palabra que es suya y de muchos.
Cristóbal representa a los primeros mestizos que deambularon con más o menos suerte que
él, con las mismas inquietudes en su interior. Durante esta primera entrega de la trilogía, los
hechos se cuentan con la perspectiva de este narrador diegético, que al mismo tiempo que
se traslada de lugar, rememora eventos significativos que lo perturban.
Como se indicó anteriormente, Cristóbal, que aunque ha disfrutado las ventajas como
ciudadano español en la tierra de su padre, se siente confundido por las mismas marcas
dejadas en su juventud por la fatalidad de la guerra. De ahí su discurso fragmentado y
conflictivo. Aunque si bien, acepta ser mestizo: “Yo era un mestizo que se fingía europeo, y
andaba buscando un lugar en el mundo después de una infancia de dudas y una juventud
azarosa” (p. 210). Las correrías de conquista de su padre ausente, impidieron crear un
vínculo afectivo con él. Aquí un comentario sobre otro joven mestizo, que describe los
afectos frente a su padre: “El muchacho era mestizo como yo, pero luchó por su padre más
de lo que yo habría luchado por el mío, tal vez porque el deforme Almagro supo amar a su
hijo de un modo más franco” (Ospina, 2005, p. 240).
Cristobal reconoció a su padre como conquistador, y partícipe de las transgresiones
durante la colonización. Pese a ello lo disculpa, pues como él mismo, vivió momentos de
desesperación por las contextos históricas inherentes a su realidad: “Mi padre estaba lleno
de las mejores intenciones, pero forzado por las circunstancias, que fueron siempre como
un viento en contra” (Ospina, 2005, p. 213). Aunque la duda y la indecisión aparecen en el
acoplamiento de subjetividades diferentes, él realiza un apreciación no sólo sobre su padre
sino sobre el resto de conquistadores, al relatar la traición y deslealtad de Pizarro hecho en
31
contra de Atahualpa: “De bien poco le sirvió a mi padre aquella hazaña horrenda, porque no
habían pasado dos años cuando sobre él y sobre sus indios se derrumbó el socavón de una
mina” (p.216). Cristóbal reconoce en esta acción y en muchas otras la degradación moral
del conquistador que fue inseparable de la ideología que sustentó y justificó por el proyecto
de explotación que impulsó la conquista.
El conflicto básico está en que Cristobal no encuentra una base sólida a sus inquietudes.
Aunque disculpa a su padre por su condición de conquistador reconoce que estas acciones
lo arrastran a hechos sombríos.
Los hombres de Francisco Pizarro (no puedo olvidar que mi padre era uno
de ellos en esa tarde infame) masacraron a siete mil incas lujosos del
cortejo real en las montañas de Cajamarca, extenuaron en sus encomiendas a
los indios de la sierra y empezaron a encerrarlos en noche eterna en los
socavones de Potosí. (Ospina, 2005, p. 40).
Finaliza este episodio exclamando de manera repetitiva “procurando huir de aquel nido en
pedazos” (2005. p.357). Tal vez fue el único consuelo que encontró para escapar de sus
calamidades. Cristóbal al conocer cada vez más la verdadera identidad de su familia, busca
en la huida, una forma de apaciguar su dolor interno.
2.3 El entrecuzamiento de dos conquistadores, simil del encuentro de dos continentes
Ospina, confirmando mi hipótesis inicial de armonizar el evento de conquista, es decir el
autor consideró resultados fructíferos que dejó la conquista americana y por ello, emplea a
32
este narrador mestizo, que en un contexto de conquista y guerras une su vida con Pedro de
Ursúa, “pero esa historia, que es también la mía, había comenzado casi veinte años atrás”
(2005. p. 14). De esta manera las dos vidas, realizando una comparación con los dos
continentes, se unirían indefinidamente.
Él buscando la selva, yo viajando a los reinos de Europa, con la creencia
ingenua de que allí olvidaría las violencias de mi juventud. Y casi tengo que
refrenar mi mano para que respete el orden de la narración, para que siga
contando la vida de Ursúa y no ceda a la tentación de contar mis propias
aventuras. En tardes solitarias el corazón me recuerda que yo también viví
cosas dignas de ser contadas, casi me exige que revele quién soy (Ospina,
2005, p. 150).
Se puede entender que la frase: me recuerda que yo también viví cosas dignas de ser
contadas, no solamente se refiere a la vida de Cristóbal, sino a lo que él representa: el
continente americano, que en un momento dado fue ensombrecido por una civilización
superior, con un lenguaje y escritura definidas a lo largo de siglos de desarrollo. Cristóbal
mismo siente orgullo al nombrar a su tutor “mi maestro”, quien le abre el camino para
tener esa visión privilegiada y al mismo tiempo conflictiva de dos mundos encontrados y
durante mucho tiempo enfrentados por el dominio occidental. Cristóbal desde esta posición
sale de un discurso monológico, de una identidad segura y cómoda para deliberar sobre sus
verdaderos orígenes. “Yo era un mestizo que se fingía europeo, y andaba buscando un lugar
en el mundo después de una infancia de dudas y una juventud azarosa”. (Ospina, 2005, p.
153).
33
En cuanto a Ursúa, además de admiración, Cristobal manifiesta: “Pero sólo Ursúa,
enloquecido en su delirio de ciudades doradas, me hizo sentir acompañado en un tiempo
salvaje y en una campaña brutal, y su muerte me dejó tan vacío y saqueado como si no me
hubieran matado a mi amigo sino a mi alma” (Ospina, 2005, p.61). Lo que importa
observar es que Cristóbal Aguilar, educado por españoles instruidos, en su segundo viaje de
conquista a América, seducido por el carisma y la personalidad de Ursúa a quien llega a
considerar como algo más que amigo, acepta el dolor y el vacío al momento de su muerte
pese a que Ursúa había llegado a traicionar no sólo a sus mismos compañeros de
expedición, sino sus propios ideales.
Por supuesto que el narrador no realiza ningún juicio sobre el ejercicio, ni sobre
las decisiones desmedidas de Pedro de Ursúa. Como se ve, antes bien, las disculpa. La
complicada dimensión emotiva del sujeto influye en la apreciación que realiza sobre dos
colonizadores: su padre y Ursúa. Su amistad y la gran admiración hacia las cualidades
locuaces de su superior, aminoraron la crítica por la desmedida ambición y su sed de gloria.
Además, en la novela se tiende un lazo empático-emocional, como mediación entre la
figura española y la raza mestiza. El enunciado generado por medio de esta dimensión
tejida por el mestizo hacia el europeo, habilita caminos de entendimiento que despejan
dudas e incertidumbres sobre su nuevo espacio. Los acontecimientos conducen al mestizo a
reencontrarse con su ascendencia indígena, lo que le genera dudas en su interior. Pero
termina considerándolo como un compañero de camino que le abre la comprensión para
entender su propio destino.
Cristóbal fue fiel a su amigo, se convirtió en confidente de sus relaciones y sus
soledades. En efecto, por la intensidad y duración de las expediciones la vida de Ursúa y la
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del mestizo, se hicieron casi una. “Pero en mi corazón siempre pude entenderlas, ya que de
un modo secreto yo también formo parte de su bando y toda mi vida he vivido la discordia
de ser blanco de piel y de costumbres pero indio de condición” (Ospina, 2005, p.357). De
igual modo desde el inicio del relato aparecen descripciones de contiendas tanto en el viejo
mundo como en el Nuevo continente. Pues Cristobal también curso un trayecto guerrero en
su paso por occidente, de las tantas que libró España, se mencionan las batallas en Argel –
África-, el cisma con Alemania, la lucha contra los moros.
De lo anterior se deduce la natural comprensión de Cristóbal hacia su gobernador que
terminó siendo su amigo. Es por ello que “Yo y Otro” son posiciones que el sujeto ocupa a
lo largo del texto; según Pastor (1993) deberían situarse como opuestos y enfrentados en
este estadio precultural, pero por su condición de mestizo se disipan, no hay claridad en
estos límites o fronteras que él mismo traspasa continuamente, como lo refleja la siguiente
cita:
Tal vez llegue la hora de saber lo que quiere mi corazón con este relato, si es
la vida insaciable de Pedro de Ursúa lo que teje, o si es apenas el consuelo
de un hombre perdido que nunca entendió su destino, la enredada madeja de
azares que me hizo descender dos veces por el rio embrujado. (Ospina,
2005, p. 61).
2.4 Tensiones intersubjetivas en la manifestación de la identidad
La identidad de Cristóbal converge en un solo sujeto de varias condiciones, con
componentes culturales diversos, a saber: español, criollo, mestizo-indígena; estos
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componentes participan de un proceso histórico común que se disipan y sobreponen. La
dificultad deriva en que cada uno de estos componentes culturales corresponde a muy
desiguales grados de desarrollo. Cristóbal, en la búsqueda de su identidad, retomando el
planteamiento de A. Cornejo “es llevado a una disolución de la persona, los límites del yo y
el otro que se plantean como opuestos y enfrentados en el pensamiento occidental, se
borran” (Cornejo,1974, p. 110). En consecuencia, no hay límites claros entre el yo europeo-
conquistador y el mestizo-indígena sometido o que es testigo del sometimiento de los
nativos, a lo largo de la toda la narración.
Rolena Adorno (1995) estudia este tema y plantea cómo el sujeto colonial agrupa
muchos elementos simultáneos. Cristóbal se ubica como sujeto dentro del mundo andino
como en el mundo colonial de dominación europea y, por ello, no ve a los andinos como
“el otro”. En el relato aunque nunca se emplea el término “nosotros” cuando se refiere a los
indígenas, se observa que Cristobal no participa directamente en las acciones violentas
contra los indígenas, pese a formar parte de las expediciones de conquista. Aunque el uso
de la persona del plural, refiriéndose a “nosotros” los expedicionarios aparece de este
modo: “…y es nuestro deber mostrarnos temibles desde el comienzo si no queremos vernos
rodeados de enemigos por todas partes” (Ospina, 2005. p.289), sin embargo siempre
aparece a una distancia, Cristóbal se situa más como observador cuando describe estos
hechos.
Al contrario del testimonio de otros mestizos, Cristóbal es un mestizo reciente. Esto, si
se tiene en cuenta, además, que la cultura que el mestizo descubrió como propia, estaba
siendo aniquilada: “En diez años se habían acabado los tres millones que poblaban la isla
de mi madre, La Española, y yo oí de niño la historia interminable de aquellos a quienes les
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quemaban las manos por su desobediencia” (Ospina, 2005, p. 40). Por esto no parece
posible comprender la situación del mestizo al margen del proceso social del que emerge y
sobre el cual revierte. El ambiente de desorden y caos prevalecía en ese instante. Y parte de
los suyos pasaban de ser señores y dueños de sus bienes a la postración y humillación de la
derrota.
Acerca de las Teorías de síntesis conciliante y de la armonía posible
En un primer momento de impacto cultural, suele aparecer la tendencia de oposiciones
binarias, para describir el fenómeno de la conquista y colonización, como: civilización-
barbarie, dominante-subalterno, unicidad-multiplicidad. Este fenómeno fue generado en su
mayoría por la conciencia oposicional y contestataria de América Latina, siguiendo a Nelly
Richard (1997, p.345). Además, tal ordenación fue utilizada por un amplio grupo de
teóricos latinoamericanos entre ellos: Antonio Cornejo Polar, José María Arguedas y José
Carlos Mariategui. Sus estudios valiosos, que han participado en la consolidación de las
culturas latinas, por el reconocimiento y apreciación de lo que las constituye y diferencia:
su pluralidad, su fragmentación, su misma contradicción y asimetría. Las he he escogido en
esta investigación por la profunda sensibilidad en la comprensión del dolor y la herida
causada al indígena, expuesto en su trabajo. Pero conviene precisar, sin embargo, que los
esquemas binarios de jerarquía y subordinación que emplearon, dieron lugar a “polaridades
contrarías” entre las culturas enfrentadas y recrudecieron a su vez los antagonismos
existentes. ”, como afirma Richard (1997, p.346).
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Por otra parte, encontramos a los teóricos que desarticularon tales oposiciones binarias
surgidas de las relaciones desiguales entre comunidades. Se encuentra el caso del argentino
Nestor García Canclini, quien critica tales duplicidades y las considera excluyentes. El
crítico afirma que “son características de la modernización y sus procesos, e intenta
superarlas, desarrollando relaciones de sentido que se reconstruyen a raíz de las mezclas”
(García Canclini 2012:18). Para él, la disgregación se debe elevar a diversidad y las
desigualdades (entre clases, etnias o grupos) se debe reducir a “diferencias”. Es claro que
Canclini se inclina más por una suavización o armonización de las mezclas. La idea es la de
obtener un punto de encuentro minimo que concilie los extremos y aminore los efectos de
las tendencias excluyentes entre culturas, más preciso para nuestra cultura.
De ahí la utilización del término “hibridez”, que prefiere a los términos sincretismo,
mestizaje o mezcla, porque para él, este término abarca diversas mezclas interculturales –no
solo las raciales a las que suele limitarse mestizaje y porque permite incluir las formas
modernas de hibridación mejor que sincretismo-. Para esta investigación se ha escogido el
concepto de mestizaje por su referencia concreta a las uniones étnicas. Se diría pues
entonces que estas tendencias teóricas cambiaron el discurso de oposición que superó las
contradicciones de los procesos de hibridación, por uno de conciliación. Tanto Cornejo
como Canclini reconocen “la índole entreverada y dispersa de nuestra identidad” y admiten
que las culturas latinoamericanas son pluralidad múltiple, contradictoria, son pueblos en su
mayoría mestizos. “La búsqueda entonces, de una identidad fija y estable por parte de las
teorías hispanoamericanas se convirtió en un propósito quimérico. La teoría
hispanoamericana entendida como impositiva homogeneidad, fracasó”. (García Canclini
2012:21) Mas que por una visión del pasado, fracasa por la situación del presente, al no
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asomar en muchas situaciones actitudes de aceptación con el pasado y alternativas para el
futuro.
Canclini por su parte, posterior a las críticas recibidas a su noción de “hibridez”, que
consideró carente de capacidad hermenéutica, explicativa y excesivamente descriptiva,
pasó a orientarla más como un recurso que indaga en “cómo los sujetos individuales y
colectivos se comportan respecto de lo que la hibridación les permite armonizar y de lo que
les resulta irreconciliable” (Herrera,1990, p.87). Sin olvidar las fisuras que constituyen
nuestras sociedades, las teorías de síntesis conciliante y la armonía posible, se plantearon
como una forma de solución a las rupturas que caracterizan nuestro territorio. Herrera
(1990) explica la precaución que debe haber en conocer los limites en los grupos humanos,
detectar lo que permanece incompatible o inconciliable en las prácticas reunidas. Esto para
evitar la prolongación de conflictos en espacios divididos y discursos monológicos en que
la aceptación del otro se dificulte. Aceptar en consecuencia que la comprensión de nuestra
identidad viene de muchas, diversas y muy poderosas fuentes.
De este modo la postura de Canclini atenúa el enfoque de la rearmonización imposible
de Cornejo. Pienso que buscar otras formas hermenéuticas alternativas para comprender
como afectó a nuestras sociedades la transición brutal del período de la conquista aminora
su impacto. Debido a estas transformaciones de conceptos andinos y europeos, se hace
borrosa y en última instancia inútil la dicotomía europeo/andino. Escojo la teoría de la
conciliación de las culturas. Me distancio de la heterogeneidad de Cornejo, y de los
antagonismos de las teorías hispánicas hegemonizantes, que provocaron marcados
alejamientos. Habiendo recorrido ya varios siglos de discordancias, y aunque ambos
sistemas hayan sido “débilmente integrados, dentro de un lento y complicado proceso de
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homogeneización” (Cornejo, 1974, p. 134) se opta por imaginar la historia de manera no
traumática.
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1. Conclusiónes
El espacio cultural y psicológico que buscó Cristóbal Aguilar, representante en la obra
de este encuentro y su búsqueda personal en los diferentes momentos de sus viajes y de su
existencia misma como un mestizo reciente, no permitió una adaptación plena a sus raíces
ni americanas ni occidentales. Aun así logra establecer relaciones de sentido con una y otra
cultura. Es en los viajes donde consigue crear vínculos con dichas culturas y calmar su
continua sozobra. En esta primera experiencia de mezlas y resistencias, el mestizo buscó su
lugar. Identificó algunas piezas, luego trató de acomodar, algunas no encajaron, las más
dominantes ocultaron otras, menos arbitrarias. Con esto último me refiero al camino de
Cristóbal de retornar a las Indias y volverse un conquistador. Dejando así, un mundo
tranquilo, opuesto al que le marcó su destino como guerrero. Trabajó también la mayoría de
las veces con piezas rotas, y en el arreglo de estas demoró gran parte de su vida. Cierto es
que fue grande el vacío de aquellas que nunca encontró, porque para aquel primer momento
de confusión, no quedó ni el tiempo, ni el espacio para la aparición de estas piezas
olvidadas o extraviadas en la conquista.
La unión de los dos continentes, que aunque de forma caotica alteró el sistema existente
hasta ese momento, generó el establecimiento de “otro” contexto, uno distinto, con la
supresión de sistemas sociales y culturales en favor del surgimiento de los foráneos. En
Colombia como en todo el territorio que soportó el traumático evento de sometimiento,
quedaron reductos de este primordial hecho, que como bien afirma García Canclini (2012),
han sido y son incompatibles o inconciliables en las prácticas reunidas. En el contexto
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actual de reconciliación y perdón por las acciones violentas del pasado en el país, es
neceario un punto de aceptación, con el fin de superar los capítulos de repetición de la
guerra y el conflicto.
De nuestras escisiones y conflictos hemos tenido que pagar un alto costo de atraso y
malestar. El contexto actual de desplazamiento de poblaciones enteras, incluso de un
continente a otro, genera la reflexión de las fronteras abiertas y la mezcla de culturas. Las
situaciones un tanto diferentes a las que trato en esta investigación sobre la inclusión y
exclusión del otro, atiza el análisis sobre este fenómeno local y también a nivel mundial.
Es difícil tarea de asumir estos retos en forma creativa con el fin de posibilitar una salida al
conflicto nacional que se replica por todo el continente y que nos involucra de manera
directa para su solución. El nacimiento de relaciones plurales que aceptan lo múltiple y
diferente, aparece como una prudente opción ante hechos masivos de migración y éxodo
obligatorio, que se han dado a lo largo de toda la historia por diversas causas y nos obliga a
encontrar la Fertilidad intercultural que aparece en estos forzosos encuentros.
El concurso entre el tiempo vital histórico y el tiempo vital del personaje que acaecen en la
novela, inducen la reflexión acerca del azar, la eventualidad y junto a ello la fatalidad de los
mismos sucesos que quebranta la vida de los individuos y de la historia misma. Úrsua
configura una una mirada a hechos pasados, dejando atrás lógicas de enfrentamiento,
apuntando a modelos de negociación, esto sin desconocer que hay puntos inasimilables,
pero no innegociables.
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